martes, 23 de abril de 2024

203. Domingo 5º Tiempo Pascual.

 


Primera lectura.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 9, 26-31

En aquellos días, llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo porque no se fiaban de que fuera discípulo. Entonces Bernabé, tomándolo consigo, lo presentó a los apóstoles y él les contó como había visto al Señor en el camino, lo que le había dicho y como en Damasco había actuado valientemente en el nombre de Jesús. Saulo se quedó con ellos y se movía con libertad en Jerusalén, actuando valientemente en el nombre del Señor. Hablaba y discutía también con los helenistas, que se propusieron matarlo. Al enterarse los hermanos, lo bajaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso. La Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba construyendo y progresaba en el temor del Señor, y se multiplicaba con el consuelo del Espíritu Santo.

 

Textos paralelos.

Ga 1, 18-19: Pasados tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas y me quedé quince días con él. De los otros apóstoles no vi más que a Santiago, el pariente del Señor.

Entonces Bernabé lo tomó consigo.

Hch 4, 36-37: Un tal José, a quien los apóstoles llamaban Bernabé (que significa Consolado), levita y chipriota de nacimiento, poseía un campo: lo vendió, llevó el precio y lo depositó a los pies de los apóstoles.

Cómo había predicado con valentía en Damasco.

Hch 13, 46: Entonces Pablo y Bernabé hablaron con franqueza: A vosotros los primeros tenía que anunciarse la palabra de Dios. Pero, puesto que la rechazáis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, nos dirigiremos a Damasco.

Predicando con valentía en el nombre del Señor.

Hch 5, 41: Ellos se marcharon del tribunal contentos de haber sido considerados dignos de sufrir desprecios por su nombre.

También hablaba y discutía con los helenistas.

Hch 22, 17-21: Cuando volví a Jerusalén, estando en oración en el templo, caí en éxtasis y lo vi que me decía: Sal a toda prisa de Jerusalén porque no van a aceptar tu testimonio acerca de mí. Repliqué: Señor, ellos saben que yo arrestaba a los que creían en ti y los azotaba en las sinagogas. También que, cuando se derramaba la sangre de tu testigo Esteban, allí estaba yo aprobando y guardando la ropa de los que lo mataban. él me dijo: Ve, que yo te envío a pueblos lejanos.

Crecían y progresaban en el temor del Señor.

1 Co 8, 1: Sobre la carne inmolada a los ídolos: Es cosa sabida que todos tenemos conocimiento. Pero el conocimiento infla mientras que el amor edifica.

Hch 2, 41: Los que aceptaron sus palabras se bautizaron y aquel día se incorporaron unas tres mil personas.

 

Notas exegéticas.

9 26 Pablo refiere esta visita, Ga 1, 18-19. Indica que en aquel entonces las iglesias de Judea no le conocían aún de vista, pero nada dice de la intervención de Bernabé. Por lo que a apóstoles se refiere, declara no haber visto más que a Pedro, y también a Santiago, el hermano del Señor; los Hechos esquematizan hablando de los apóstoles en general.

9 30 Adonde irá a buscarle Bernabé, 11, 25. Comparar con Ga 1, 18-21 y con Hch 22, 17-21.

9 31 (a) “Las iglesias” texto accidental y antioqueno: “La Iglesia”, texto alejandrino.

9 31 (b) En ningún sitio hay noticia de la fundación de una iglesia en Galilea.

9 31 (c) Es la alegría de la fe. Otros traducen: “crecían por la consolación (o: por la asistencia; o: gracias a los estímulos) del Espíritu Santo.

 

Salmo responsorial

Salmo 22 (21), 26b-28.30-32

 

El Señor es mi alabanza en la gran asamblea. R/.

Cumpliré mis votos delante de sus fieles.

Los desvalidos comerán hasta saciarse,

alabarán al Señor los que lo buscan.

¡Viva su corazón por siempre! R/.

 

Lo recordarán y volverán al Señor

hasta de los confines del orbe

en su presencia se postrarán

las familias de los pueblos.

Ante él se postrarán los que duermen en la tierra,

ante él se inclinarán los que bajan al polvo. R/.

 

Mi descendencia lo servirá;

hablarán del Señor a la generación futura,

contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:

“Todo lo que hizo el Señor”. R/.

 

Textos paralelos.

Todos los confines de la tierra.

Is 45, 22: Acudid a mí para salvaros, confines de la tierra, pues yo soy Dios, y no hay otro.

Is 52, 10: El Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.

Su descendencia le servirá.

Is 53, 10: El Señor quería triturarlo con el sufrimiento: si entrega su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años y por su medio triunfará el plan del Señor.

Hablará del Señor a la edad venidera.

Sal 48, 14: Fijaos en sus baluartes, observad sus palacios, para poder contarle a la próxima generación.

Sal 71, 18: ¡Bendito el Señor Dios de Israel, el único que hace maravillas!

Contará su justicia al pueblo que ha de nacer.

Sal 78, 6: De modo que lo conociera la generación siguiente, los hijos que habían de nacer.

Sal 102, 19: Quede esto escrito para la generación futura, y el pueblo recreado alabará al Señor.

Ef 2, 7: Para que se revele a los siglos venideros la extraordinaria riqueza de su gracia y la bondad con que nos trató por medio de Cristo Jesús.

 

Notas exegéticas.

22 La lamentación y la oración de un inocente perseguido, concluyen en acción de gracias por la liberación esperada, v. 23-2, y se adaptan a la liturgia nacional mediante el v. 24 y el final universalista, vv. 28-32, en que el advenimiento del reino de Dios al mundo entero aparece como consecuencia de las pruebas del siervo fiel. Afín al poema del Siervo doliente, Is 52, 13-32, 12, este salmo, cuyo comienzo pronunció Cristo en la cruz, y en el que los evangelistas han visto descritos por anticipado varios episodios de la Pasión, es por lo mismo mesiánico, al menos en sentido típico.

22 27 Alusión al banquete mesiánico, Is 55, 1s., más bien que a la comida ritual que sigue al sacrificio de comunión, Lv 3, 1.

22 28 Según versiones: “en tu presencia”, hebreo.

22 30 (a) “ante él” ’aklô conj.; “comerán” ’aklû hebreo.

22 30 (b) “los que duermen en la tierra”, “los que bajan al polvo” son los mortales.

22 31 Texto difícil. Puede también entenderse: “él (el impío) no vivirá, pero un linaje le servirá”. Algunos manuscritos y el griego dicen: “mi alma vivirá para él”, retoque añadido en función de la creencia en la resurrección.

22 32 “venidera” griego; “vendrán” hebreo.

 

Segunda lectura.

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3, 18-24

Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestro corazón ante él, en el caso de que nos condene nuestro corazón y lo conoce todo. Queridos, si el corazón no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. Cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y este es su mandamiento; que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.

 

Textos paralelos.

 Hijos míos, no amemos de palabra, solo con la boca.

St 1, 22: Sed ejecutores del mensaje y no solo oyentes que se hacen ilusiones.

Mt 7, 21: No todo el que me diga ¡Señor, Señor! entrará en el reino de Dios, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre del cielo.

Está por encima de nuestra conciencia.

1 Jn 4, 4: Nosotros lo hemos contemplado y atestiguamos que el Padre envió a su Hijo como salvador del mundo.

Obtendremos de él todo lo que pidamos.

Mt 7, 7-11: Pedid y os darán, buscad y encontraréis, llamad y os abrirán; pues quien pide recibe, quien busca encuentra, a quien llama le abren. ¿Quién de vosotros, si su hijo le pide pan, le da una piedra¿, ¿o si le pide pescado, le da una culebra? Pues si vosotros, con lo malo que sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más dará vuestro Padre del cielo cosas buenas a los que se las pidan!

Jn 14, 13-14: Y lo que pidáis alegando mi nombre lo haré, para que por el Hijo se manifieste la gloria del Padre. Si pedís algo alegando mi nombre, yo lo haré.

Y hacemos lo que le agrada.

Jn 8, 29: El que me envió está conmigo y no me deja solo, porque yo hago siempre lo que le agrada.

Según el mandamiento que Él nos dio.

Jn 13, 34: Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado: amaos así unos a otros.

Quien guarda sus mandamientos mora en Dios y Dios en él.

Jn 15, 17: Esto es lo que os mando, que os améis unos a otros.

Mora en Dios y Dios en él.

1 Jn 1, 3: Lo que vimos y oímos os lo anunciamos también a vosotros para que compartáis nuestra vida, como nosotros la compartimos con el Padre y con su Hijo Jesucristo.

1 Jn 1, 7: Pero si caminamos en la luz, como él está en la luz, compartimos nuestra vida y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado.

En esto conocemos que mora en nosotros.

Jn 14, 21-23: Quien conserva y guarda mis mandamientos, ese sí que me ama. A quien me ama lo amará mi Padre, lo amaré yo y me manifestaré a él. Le dice Judas (no el Iscariote): ¿Qué pasa que te vas a manifestar a nosotros y no al mundo? Jesús le contestó: Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en é.

En que nos hay dado el Espíritu.

Jn 4, 13: Le contestó Jesús: El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; quien beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, pues el agua que le daré se convertirá dentro de él en manantial que brota dando vida eterna.

 

Notas exegéticas.

3 18 Esta fórmula propone dos aspectos esenciales del amor: para ser auténtico, debe traducirse en hechos concretos; pero solo será verdaderamente cristiano si prolonga en las vidas el amor de Dios manifestado en Cristo.

3 19 (a) Variante (Vulgata): “sabemos”.

3 19 (b) Juan da a la “verdad” un sentido muy amplio que abarca fe y amor. Son “de la verdad” los que creen, los que aman. Ver 2 Jn 4-6; 3 Jn 3-8.

3 20 El hombre que escucha los reproches de su conciencia (lit.: “su corazón” sabe que Dios lo conoce todo y que él es el Amor que por lo mismo es más clarividente y magnánimo que nuestra conciencia. Pero se presupone la práctica del amor y los mandamientos. Otra traducción: “y ante él persuadiremos a nuestra conciencia, en caso de que ésta nos condene, de que Dios es mayor que nuestra conciencia y que conoce todo”.

3 23 Lit. “que creamos en el nombre de su Hijo…”. Por primera vez en la epístola, el autor utiliza aquí el verbo “creer”, con el fin de preparar la sección dedicada a la fe y al discernimiento de los espíritus. Todavía no se trata propiamente de la fe interior cono en 5, 1-13, sino de la adhesión comunitaria a un credo. Como ocurre con el verbo “creer” en el v. precedente, también la palabra “Espíritu” es mencionada aquí por primera vez. Jn no alude a los dones carismáticos, ni siquiera directamente, al parecer, a la experiencia personal del Espíritu en nosotros (ver Rm 8, 16). Piensa más bien en el Espíritu que suscita nuestra confesión de fe y nuestro amor fraterno y, nos permite así reconocer que estamos en comunión con Dios.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.

 

Textos paralelos.

Yo soy la vid verdadera.

Is 5,1-7: Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña. Mi amigo tenía una viña en fértil collado. La entrecavó, la descantó[1] y plantó buenas cepas; construyó en medio una atalaya y cavó un lagar. Y esperó que diera uvas, pero dio agrazones. Pues ahora, habitantes de Jerusalén, hombres de Judá, por favor, sed jueces entre mí y mi viña. ¿Qué más cabía hacer por mi viña que yo no haya hecho? ¿Por qué, esperando que diera uvas, dio agrazones? Pues ahora os diré a vosotros lo que voy a hacer con mi viña: quitar su valla para que sirva de pasto, derruir su cerca para que la pisoteen. La dejaré arrasada: no la podarán ni la escardarán, crecerán zarzas y cardos; prohibiré a las nubes que lluevan sobre ella. La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel, son los hombres de Judá su plantel preferido. Esperó de ellos derecho y ahí tenéis: asesinatos; esperó justicia, y ahí tenéis: lamentos.

El corta todo sarmiento.

Mt 15, 13: Él respondió: Toda planta que no plantó mi padre del cielo será arrancada.

Limpia todo el que da fruto.

Is 18, 5: Porque antes de la vendimia, concluida la floración, cuando la cierna se vuelve agraz que va madurando, cortará los zarcillos[2] con la podadera, arrancará y arrojará los sarmientos.

Vosotros estáis ya limpios.

Jn 13, 10: Le responde Jesús: El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, pues el resto está limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.

Gracias a la palabra que os he dicho.

Jn 3, 11: Te lo aseguro: hablamos de lo que sabemos, atestiguamos lo que hemos visto, y no aceptáis nuestro testimonio.

Permaneced en mí.

Jn 6, 56-57: Quien come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me envió y yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá por mí.

Dará mucho fruto.

Jn 15, 16: No me elegisteis vosotros; yo os elegí y os destiné a ir y dar fruto, un fruto que permanezca; así, lo que pidáis al Padre alegando mi nombre yo os lo concederé.

Porque separados de mí nada podéis hacer.

Jn 1, 3: Todo existió por medio de ella, y sin ella nada existió de cuanto existe.

Luego los recogen.

Ez 15, 1-8: Me dirigió la palabra el Señor: Hijo de Adán, ¿en qué gana la vid a los demás arbustos silvestres? ¿Sacan de ella madera para cualquier labor? ¿Sacan acaso clavos para colgar la vajilla? Si la echan a la lumbre para cebarla, y el fuego le devora las puntas y el centro se quema, ¿para qué labor valdrá? Si cuando estaba entera no hacía ningún avío, cuando la queme el fuego y la devore aún sacarán de ella menor partido. Por tanto, esto dice el Señor: Igual que el leño de la vid silvestre que echó a la lumbre para cebarla, así echaré a los habitantes de Jerusalén; me encararé con ellos.

Los echan al fuego para que ardan.

Mt 3, 10: El hacha está ya aplicada a la cepa del árbol: árbol que no produzca frutos buenos será cortado y arrojado al fuego.

Mt 13, 30: Dejad que crezcan juntas hasta la siega. Cuando llegue la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, atadla en gavillas y echadla al fuego; el trigo lo metéis en mi granero.

Mt 13, 40: Como se recoge la cizaña y se echa al fuego, así sucederá al fin del mundo.

Pedid lo que queráis y lo conseguiréis.

Jn 14, 13: Y lo que pidáis alegando mi nombre lo haré, para que por el Hijo se manifieste la gloria del Padre.

1 Jn 5, 14: Nos dirigimos a Dios con la confianza de que, si pedimos algo según su voluntad, nos escuchará.

La gloria del Padre está en que deis mucho fruto y seáis mis discípulos.

Mt 5, 16: Brille vuestra luz ante los hombres, de modo que, al ver vuestras obras, glorifiquen a vuestro Padre del cielo.

Rm 7, 4: Nos consta que la ley es espiritual, pero yo soy carnal y estoy vendido al pecado.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

15 1 Sobre la imagen de la viña, ver Jn 2, 21, Is 5. Jesús la emplea en los Sinópticos como parábola del Reino de los cielos y hace del “fruto de la vid” la eucaristía de la nueva alianza. Aquí se proclama a sí mismo la verdadera vid cuyo fruto, el verdadero Israel, no causará decepción a las esperanzas divinas.

15 2 El fruto es la santidad de una vida fiel a los mandamientos, especialmente al mandamiento del amor.

15 3 O bien: “podados”. La misma raíz designa en griego la poda y la pureza.

15 4 Para el ser humano “permanecer” consiste en referirse con firmeza a lo que se ha recibido en el pasado, mantenerlo en el presente y prever el futuro en función de ello. En este mismo sentido el creyente permanece en la palabra, en el amor, en la luz y en Dios. Por la otra parte, para Dios o para Jesús, “permanecer” expresa la estabilidad de los dones de la salvación concedidos a los creyentes.

15 5 Sin negar la realidad y el valor propio de las empresas humanas, hay que reconocer que pueden caer finalmente en el vacío, si quienes las realizan no están en comunión con Cristo, único que puede conferir a sus vidas un valor de eternidad.

15 8 Variante: “y así seréis mis discípulos”. – Y entonces el Padre es “glorificado en el Hijo”.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

15 1 Nueva fórmula de revelación de Jesús (“YO SOY”). Ahora, con la imagen bíblica de LA VID, símbolo de la unión vital de Cristo y los cristianos, y de los cristianos entre sí. La comunidad de creyentes en Jesús es el nuevo Israel que sustituye al antiguo, viña devastada (cf. Is 5, 1-7). San Pablo habla del cristiano que se une a Cristo en el bautismo, con la imagen vegetal de una rama tierna que se injerta en el tronco (cf. Rm 6, 5); aunque prefiere expresar la misma realidad con otra imagen: la del “cuerpo místico”.

2-3 SIN DAR FRUTO: lit. no llevando fruto; en griego es participio con valor de oración condicional: si no da fruto… // En el original hay un juego de palabras: limpiar es poder (aquí se habla de la limpieza de un vegetal). // LA ENSEÑANZA: cf. “la doctrina que expuse”: 12, 47s. La adhesión a esa doctrina, la fe en Jesús al someterse a su palabra, es lo que limpia al discípulo. El FRUTO es el amor de caridad, manifestación externa de la fe  en Jesús.

4 QUEDAOS: permaneced, seguid. Diez veces usa Jn este verbo en los vs. 4-10, con el significado de adherirse a Cristo y perseverar fielmente a esa adhesión.

5-6 EL QUE SE QUEDA EN Cristo por la fe, vive y actúa como vive y actúa Cristo, movido por el mismo Espíritu. // SE LE ECHA FUERA…, SE SECA: lit. en tiempo verbal aoristo – quizás porque indica dramáticamente lo inmediato de la acción (Moule) - , que ha sido entendido diversamente por diversos gramáticos: como aoristo proléptico[3] (Mandilaras), o gnómico (V. Psani), etc.

7 El discípulo que permanece en Cristo, puede pedir lo que quiera; en realidad, pedirá lo que pide Jesús: en la línea del fruto (fe-caridad) que hay que producir, en sintonía con lo que agrada al Padre.

8 ES GLORIFICADO: lit. en tiempo verbal aoristo (aoristo proléptico).

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

15, 1-17 La alegoría de la vid y los sarmientos, tan arraigada en el Antiguo Testamento (Is 5, 1-7), ilustra las enseñanzas de Cristo sobre el buen discipulado. Para extender el reino de dios se requiere dar fruto, es decir, el arrepentimiento y el compromiso con la vida cristiana; requiere una unión íntima con Dios a través de la Eucaristía (la vid) y la palabra de Dios. Ser discípulo de Cristo implica estar unido a Cristo para recibir de él vida y alimento. Él vivirá en nosotros y nosotros en él, y, en Cristo, estaremos unidos los unos a los otros. El Catecismo caracteriza al Espíritu Santo como la “savia de la vid del Padre”, que nos ayuda a estar en comunión con Cristo y a dar fruto. Cat. 755, 859, 864, 1108, 1988.

15, 3 Escuchar la palabra de Dios con el deseo de conocer y vivir por la verdad purifica al que la escucha. Cat. 517.

15, 5 El éxito del trabajo de evangelización de la Iglesia pone en juego también las vidas espirituales de los evangelizadores. Por esa razón los santos han sido los mejores impulsores del Evangelio. Sin mí no podéis hacer nada: Un sarmiento no puede crecer separado de la vid. Solo podemos dar fruto, es decir, alcanzar la santidad personal, hacer buenas obras y guardar los mandamientos por medio de la gracia de Dios. Cristo es la fuente del trabajo de la Iglesia, tanto del ministerio llevado a cabo por los ministros ordenados, como del apostolado de los laicos, ya que ellos se esfuerzan por iluminar con la luz de Cristo a sus familias y amigos. El amor de Cristo en sus discípulos es lo que se transmite a otros corazones. Cat. 308, 737, 787, 2074, 2732.

 

Catecismo de la Iglesia Católica

755 “La Iglesia es labranza o campo de Dios. En este campo crece el antiguo olivo cuya raíz santa fueron los patriarcas y en el que tuvo y tendrá lugar la reconciliación de los judíos y de los gentiles. El labrador del cielo la plantó como viña selecta. La verdadera vid es Cristo, que da la vida y fecundidad a los sarmientos, es decir, a nosotros, que permanecemos en él por medio de la Iglesia y sin él no podemos hacer nada” (C. Vaticano II, Lumen gentium, 6).

859 Jesús los asocia a su misión recibida del Padre: como “el Hijo no puede hacer nada por su cuenta” (Jn 5, 19.30), sino que todo lo recibe del Padre que le ha enviado, así, aquellos a quienes Jesús envía no pueden hacer nada sin Él (cf. Jn 15, 5) de quien reciben el encargo de la misión y el poder para cumplirla.

864 “Siendo Cristo, enviado por el Padre, fuente y origen de todo apostolado de la Iglesia”, es evidente que la fecundidad del apostolado, tanto de los ministros ordenados como el de los laicos depende de su unión vital con Cristo” (C. Vaticano II. Apostolicam actuositatem, 4).

1108 La finalidad de la misión del Espíritu Santo en toda acción litúrgica es poner en comunión con Cristo para formar su Cuerpo. El Espíritu Santo es como la savia de la viña del Padre que da su fruto en los sarmientos (cf. Jn 15, 1-17; Ga 5, 22).

1988 Por el poder del Espíritu Santo participamos en la Pasión de Cristo, muriendo al pecado, y en su Resurrección, naciendo a una vida nueva; somos miembros de su cuerpo que es la Iglesia, sarmientos unidos a la Vid que es Él mismo (cf. Jn 15, 1-4).

787 Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida; les reveló el misterio del Reino; les dio parte en su misión, en su alegría y en sus sufrimientos. Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre Él y los que le sigan: “Permaneced en mí, como yo en vosotros […] Yo soy la vid y vosotros los sarmientos” (Jn 15, 4-5). Anuncia una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: “Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (Jn 6, 56).

2074 Jesús dice: “Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí como yo en él, ese da mucho fruto; porque sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5). El fruto evocado en estas palabras es la santidad de una vida hecha fecunda por la unión con Cristo. Cuando creemos en Jesucristo, participamos en sus misterios y guardamos sus mandamientos, el Salvador mismo ama en nosotros a su Padre y a sus hermanos, nuestro Padre y nuestros hermanos. Su persona viene a ser, por obra del Espíritu, la norma viva e interior de nuestro obrar. “Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15, 12).

 

Concilio Vaticano II

Los sacerdotes dedicados al sagrado ministerio pastoral rezarán con tanto mayor fervor las alabanzas de las Horas cuanto más vívidamente sean conscientes de que deben observar el consejo de Pablo: “Orad sin interrupción” (1 Ts 5, 17); pues solo puede dar eficacia y crecimiento a la obra en que trabajan el Señor que dijo: “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5).

Constitución Sacrosanctum Concilium, 86.

 

Comentarios de los Santos Padres.

Con razón habló Jacob de “uva” (cf. Gn 49, 11), ya que Cristo fue colgado de la cruz como una uva. Él es la vid y la uva: vid atada a la cruz, porque de su costado abierto por la lanza del soldado manó sangre y agua (Jn 19, 34) … El agua nos ha lavado y la sangre nos ha rescatado.

Ambrosio, Sobre los patriarcas, 4, 24. 4b, pg. 217.

La vid produce el vino, como el Logos da la sangre, y ambos son bebida saludable para el hombre: el vino, para el cuerpo; la sangre, para el alma.

Clemente de Alejandría, El pedagogo, I, 15, 3. 4b, pg. 218.

El quiere mostrar lo provechoso que es amar, el estar atado al amor por Él y cuánto ganamos por estar unidos a Él. A modo de ilustración dice que Él es la vid y llama sarmientos a los que están unidos a Él, fijos y enraizados en cierto modo en Él, hechos ya partícipes de su naturaleza por la participación del Espíritu Santo.

Clemente de Alejandría, Comentario al Ev. de Juan, 10, 2. 4b, pg. 218.

Es propio de la vid alimentar a sus propios sarmientos y es propio del agricultor cuidarla. Pero si pensamos rectamente, pensaremos realmente que ni aquello sin el Padre ni esto otro sin el Hijo o sin el Espíritu Santo mantendría en pie al conjunto: en efecto, todo viene del Padre por medio del Hijo en el Espíritu, como habíamos dicho. Con grandísimo acierto, también ahora el Salvador llamó agricultor al Padre.

Cirilo de Alejandría, Comentario al Ev. de Juan, 10, 2. 4b, pg. 218.

El mismo Señor pone de manifiesto su modo de actuar al describir alegóricamente la multiplicidad y utilidad de sus cuidados… Si la vid no es podada se vuelve silvestre; y con el hombre pasa lo mismo. El Logos, que es el machete que poda, limpia cortando las ramificaciones lujuriosas y encauzando las energías vitales, para que den fruto y no se pierdan en simples deseos.

Clemente de Alejandría, El Pedagogo, I, 66, 4-5. 4b, pg. 220.

 

San Agustín.

Los sarmientos están en la vid de tal modo que, sin darle ellos nada a ella, reciben de ella la savia que les da vida; a su vez la vid está en los sarmientos proporcionándoles el alimento vital, sin recibir nada de ellos. De la misma manera, tener a Cristo y permanecer en Cristo es de gran provecho para los discípulos, no para Cristo; porque, arrancando un sarmiento, puede brotar otro de la raíz viva, mientras que el sarmiento cortado no puede tener vida sin la raíz.

Los sarmientos son tanto más despreciables fuera de la vid cuanto más gloriosos unidos a ella. Como dice el Señor por boca del profeta Ezequiel, cortados de la vid son enteramente inútiles para el agricultor y no sirven al carpintero. El sarmiento ha de estar en uno de esos dos lugares: o en la vid o en el fuego; si no está en la vid estará en el fuego. Permanezca, pues, en la vid para librarse del fuego.

Permaneciendo unidos a Cristo, ¿qué otra cosa puede querer sino lo que es conforme a Cristo? Estando unidos al Salvador, ¿qué otra cosa pueden querer sino lo que no es extraño a la salvación? En cuanto estamos unidos a Cristo queremos unas cosas y en cuanto estamos aún en este mundo queremos otras. Por el hecho de vivir en este mundo, a veces nos viene la idea de pedir algo cuyo daño desconocemos. Nunca tengamos el deseo de que se nos conceda, si queremos permanecer en Cristo, el cual no nos concede sino aquello que nos conviene. Permaneciendo pues, en él y reteniendo en nosotros sus palabras, pediremos cuanto queramos, y todo nos será concedido. Porque si no obtenemos lo que pedimos, es porque no pedimos lo que permanece en él ni lo que se encierra en sus palabras, que permanecen en nosotros, sino que pedimos lo que desea nuestra codicia y la flaqueza de la carne.

Comentario al evangelio de San Juan 81. I, pg. 555-558.

Si, pues, no dispones de tiempo para escudriñar todas las páginas santas, para quitar todos los velos a sus palabras y penetrar en todos los secretos de las Escrituras, mantente en el amor, del que pende todo; así tendrás lo que allí aprendiste y también lo que aún no has aprendido. En efecto, si conoces el amor, conoces algo de lo que pende también lo que tal vez no conoces. En lo que comprendes de las Escrituras, se descubre evidente el amor; en lo que no entiendes se oculta. Quien tiene el amor en sus costumbres posee, pues, tanto lo que está a la vista como lo que está oculto en la palabra divina.

Sermón 350. I, pg. 560.

 

S. Juan de Ávila

Y para declarar que era estar en él y en su amor, dijo: Si estuviéredes en mí, y mis palabras estuvieren en vosotros, cualquiera cosa que quisiéredes pediréis, y os será cumplida (Jn 15, 4-9). De manera que quien quebranta su palabra no piense que está en su amor, ni encorporado en su cuerpo como miembro vivo; porque fija está la sentencia de la divina Escritura, que dice: Aborrecible es a Dios el malo, y su maldad (Sab 14, 9).

Audi, filia (II), 90, 3. OC I, pg. 732.

Y a los de Corintio dijo: Vosotros estáis en Jesucristo (cf. 1 Cor 1, 30): El cual modo de hablar, por esta palabra “en”, nos da a entender esta unión de Cristo y su Iglesia. Y así lo dice el Señor por San Juan: Quien está en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque sin mí ninguna cosa podéis hacer (Jn 15, 5).

Audi, filia (II), 85, 8. OC I, pg. 721.

Frescos están los sarmientos, y llenos de fruto, cuando están vivos en la vid; y por esta comparación quiso Cristo que entendiésemos qué tal están los suyos que están en gracia encorporados en él (cf. Jn 15,5), porque están semejables a él, teniendo propios bienes que reciben de él y por él, para que así se cumpla lo que dice San Pablo, que los que han de ser salvos, ordenó Dios que fuesen conformes a la imagen de su Hijo (Rm 8, 29).

Audi, filia (II), 90, 2. OC I, pg. 732.

San Agustín, sobre aquello de San Juan: Ego sum vitis, vera[4] (Jn 15, 1): “El que está en la vid está en Cristo; el que está en Cristo llámase cristiano”. Recia palabra es ésta, mas verdadera.

Lecciones sobre 1 San Juan (II), 19. OC II, pg. 426.

Dos cosas habemos de decir en la presente lección, conformes a las dos cláusulas que pone el evangelista Sant Juan. La primera: En esto sabemos que estamos en Él. Y la otra, que dice: Que debe andar como Él anduvo. Esta palabra es mucho de San Juan: estar en Dios: Manete in Deo et Deus manet in vobis[5] (Jn 15, 4). Esta manera de hablar en ningún evangelista la hallaréis.

Lecciones sobre 1 San Juan (I), 8. OC II, pg. 166.

Gran consuelo es tener confianza en aquel día. Esto, que es estar en Dios o en Jesucristo, es término propio de San Juan, y es estar arrimado y engerido en Dios, del cual se recibe influjo de vida de gracia, como el sarmiento que está en la vid. Ego sum vitis vera, et vos palmites; manete in me, et ego in vobis[6] (Jn 15, 5). Que ni Él se deshaga de nosotros, ni nosotros de Él. Pues el que así estuviere unido e engerido[7] con Jesucristo por fe y amor y vida nueva, no será en el juicio avergonzado.

Lecciones sobre 1 San Juan (II), 16. OC II, pg. 415.

Ya os he dicho que San Juan tiene términos propios de hablar; “estar en Cristo”, “estar Dios en nosotros”, “estar en Cristo”, “estar arrimados a Cristo”. Es como un arco: está arrimado a un poste; como una vid: está arrimada a una cepa. Así lo dijo nuestro Señor: Yo soy vid y vosotros sois sarmientos; todo sarmiento que en mí no hiciere fructo, esrá cortado, y metido en el fuego (Jn 15, 5-6).

Lecciones sobre 1 San Juan (I), 17. OC II, pg. 259.

Si queremos que Dios nos oiga en nuestras tribulaciones y oraciones, en tiempo de nuestra prosperidad oigamos sus mandamientos. Esto es lo que nos dijo el Señor: Si manseritis in me, et verba mea in vobis manserint, quocumque volueritis petetis et fiet vobis[8] (Jn 15, 7). Mirad lo que aquí os dice Jesucristo y después quejaos. Abrid las orejas a los mandamientos de Dios y abrirá Dios las suyas a vuestros trabajos. De esta manera, yo os doy por bien negociado.

Lecciones sobre 1 San Juan (I), 24. OC II, pg. 339.

Como lo dijo el Salvador el jueves de la Cena: Si estuviéredes en mí, y mis palabras quedaren en vosotros, todo lo que quisiéredes me pideréis, y os lo daré (Jn 15, 7). ¿Queréis que os oiga Dios? Cumplid sus mandamientos. No lo cumplís y ¿quejás que no os oye Dios? Abrid vos las orejas a la voz de Dios, que Él abrirá las suyas a la vuestra.

Lecciones sobre I San Juan (II), 24. OC II, pg. 456.

Mas ser cuerpo de Cristo y estar unido con él con tal unión que se llamen una persona y se llamen un Cristo, esta dignidad es cosa admirable; y este no estar el hombre arrimado así, ni tener nombre propio, ni sonar como tal, es grande ganancia y grande riqueza; porque, en lugar de ello, en levantando el hombre a ser miembro vivo de Jesucristo nuestro Señor y a ser llamado por nombre de Él; y por ser oca de Cristo, es mirando del Padre con amorosos ojos y tiene cuidado como de cosa tan conjunta a su Hijo. Y para certificarnos de aquesta verdad, dijo el mismo Señor: Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador; y a todo sarmiento que no llevare fruto en mí, alimpiarlo ha; y a todo aquel que llevare fruto en mí, limpiarlo ha para que lleve más fruto (cf. Jn 15, 1-2). ¿Quién callará tales mercedes? ¿Quién agradecerá tales beneficios? ¿Quién será tan sabio que conozca el precio que vale tener Dios tal cuidado de un hombre incorporado en su Hijo como un sarmiento en su vid, para alimpiarlo, corregirlo, abrigarlo, a semejanza de lo que hace un podador con la vid?

Jueves Santo. OC III, pg. 424.

Así como un sarmiento no puede crecer si no está asido a su vid, sino que luego se seca, así Jesucristo predicó que es vid y que el que no estuviere asido en él, que se secará y arderá siempre en los infiernos (cf. Jn 15, 1-7). Esto es comulgar, ser participante de Jesucristo, ser hecho una cosa en Él.

Octava del Corpus. OC III, pg. 789.

Cosa es de considerar cuántas preparaciones se requieren para bien gozar de aqueste Señor, significadas en las santas palabras que el Señor a sus discípulos el Jueves Santo en la noche antes que los comulgarse les dijo, con las cuales les alimpió las ánimas de las inmundicias que se les habían pegado de las ordinarias flaquezas, y particularmente de la soberbia y contención[9] que habían tenido, deseando ser cada uno mayor y pensando que lo merecía ser en ausencia de su Maestro. Reprehendióles y enseñóles el Señor y no sin fruto, pues dijo: Vosotros limpios estáis por la palabra que os he hablado (Jn 15,3).

Santísimo Sacramento. OC III, pg. 665.

Vid y sarmientos con un jugo se mantienen; cabeza y cuerpo con una virtud[10] se sustentan: el Espíritu de Cristo y de los que en Él están incorporados todo es uno. El es la vid, y sus miembros son los sarmientos. Yo soy puerta (cf. Jn 15, 5), quien quisiere al Espíritu Santo, entre por mí.

Domingo de Pentecostés. OC III, pg. 356.

Decid: – ¿Quién sustenta a quién? ¿La cepa al sarmiento o el sarmiento a la cepa? ¿Quién recibe jugo de quién? ¿La cepa del sarmiento o el sarmiento de la cepa? – El sarmiento no sustenta a la cepa ni le da jugo, antes la cepa sustenta al sarmiento. Pues Cristo es la cepa, y Él os sustenta y da ser (cf. Jn 15, 5).

En la Infraoctava del Corpus. OC III, pg. 638.

Pues, si no estuviera en Él, ¿qué fuera de mí? Si el sarmiento no permaneciere en la vid, no escapará del fuego?; y si no estuvieres en Jesucristo, no escaparás del infierno.

Domingo infraoctava de la Ascensión. OC III, pg. 339.

 

San Oscar Romero.

Recordemos que el centro de nuestra predicación v de nuestra reflexión: "Yo soy la vid vosotros sois los sarmientos. Permaneced unidos conmigo". Sólo esto nos puede dar la verdadera dignidad y la verdadera libertad. No nos dejemos ilusionar por apariencias de libertad. Busquemos la libertad en la verdad y la verdad está solamente donde está Cristo: "Yo soy la verdad".

El Cristo que nos ofrece este gran don de la Pascua, el don de su gracia, la participación de su vida y de su verdad, nos está esperando en el altar. Y esta vez para recibir con agasajo de agradecimiento a las Hermanas Dominicas de la Anunciata y a los Padres Dominicos, ofreciendo un hermano, flor de santidad, para el cielo; y a toda la comunidad de la diócesis de la que yo quisiera decir la hermosa frase de la primera lectura de hoy: "La Iglesia iba creciendo en fidelidad al Señor y se movía impulsada por el Espíritu de Dios". Así sea...

Homilía, 13 de mayo de 1978.

 

Papa Francisco. Regina Coeli. 3 de mayo de 2015

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús durante la última Cena, en el momento en el que sabe que la muerte está ya cercana. Ha llegado su «hora». Por última vez Él está con sus discípulos, y entonces quiere imprimir bien en sus mentes una verdad fundamental: también cuando Él ya no estará físicamente en medio a ellos, podrán permanecer aún unidos a Él de un modo nuevo, y así dar mucho fruto. Todos podemos estar unidos a Jesús de un modo nuevo. Si por el contrario uno perdiese esta unión con Él, esta comunión con Él, se volvería estéril, es más, perjudicial para la comunidad. Y para expresar esta realidad, este nuevo modo de estar unidos a Él, Jesús usa la imagen de la vid y los sarmientos, y dice así: «Así como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos» (Jn 15, 4-5). Con esta figura nos enseña cómo quedarnos en Él, estar unidos a Él, aunque no esté físicamente presente.

Jesús es la vid y a través de Él —como la savia en el árbol— pasa a los sarmientos el amor mismo de Dios, el Espíritu Santo. Es así: nosotros somos los sarmientos, y a través de esta parábola, Jesús quiere hacernos entender la importancia de permanecer unidos a Él. Los sarmientos no son autosuficientes, sino que dependen totalmente de la vid, en donde se encuentra la fuente de su vida. Así es para nosotros cristianos. Insertados con el Bautismo en Cristo, hemos recibido gratuitamente de Él el don de la vida nueva; y podemos permanecer en comunión vital con Cristo. Es necesario mantenerse fieles al Bautismo, y crecer en la amistad con el Señor mediante la oración, la oración de todos los días, la escucha y la docilidad a su Palabra —leer el Evangelio—, la participación en los Sacramentos, especialmente en la Eucaristía y Reconciliación.

Si uno está íntimamente unido a Jesús, goza de los dones del Espíritu Santo, que —como nos dice san Pablo— son «amor, alegría, paz, magnanimidad, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí» (Gal 5, 22). Estos son los dones que recibimos si permanecemos unidos a Jesús; y como consecuencia, una persona que está así unida a Él hace mucho bien al prójimo y a la sociedad, es una persona cristiana. De estas actitudes, de hecho, se reconoce si uno es un auténtico cristiano, como por los frutos se reconoce al árbol. Los frutos de esta unión profunda con Jesús son maravillosos: toda nuestra persona es transformada por la gracia del Espíritu: alma, inteligencia, voluntad, afectos, y también el cuerpo, porque somos unidad de espíritu y cuerpo. Recibimos un nuevo modo de ser, la vida de Cristo se convierte también en la nuestra: podemos pensar como Él, actuar como Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús. Como consecuencia, podemos amar a nuestros hermanos, comenzando por los más pobres y los que sufren, como hizo Él, y amarlos con su corazón y llevar así al mundo frutos de bondad, de caridad y de paz.

Cada uno de nosotros es un sarmiento de la única vid; y todos juntos estamos llamados a llevar los frutos de esta pertenencia común a Cristo y a la Iglesia. Encomendémonos a la intercesión de la Virgen María, para que podamos ser sarmientos vivos en la Iglesia y testimoniar de manera coherente nuestra fe —coherencia de vida y pensamiento, de vida y fe—, conscientes de que todos, de acuerdo a nuestra vocación particular, participamos de la única misión salvífica de Cristo.

 

 Papa Francisco. Regina Coeli. 29 de abril de 2018.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La Palabra de Dios, también este quinto Domingo de Pascua, continúa indicándonos el camino y las condiciones para ser comunidad del Señor Resucitado. El pasado Domingo se puso de relieve la relación entre el creyente y Jesús Buen Pastor. Hoy el Evangelio nos propone el momento en el que Jesús se presenta como la vid verdadera y nos invita a permanecer unidos a Él para llevar mucho fruto (cf. Juan 15, 1-8). La vid es una planta que forma un todo con el sarmiento; y los sarmientos son fecundos únicamente cuando están unidos a la vid. Esta relación es el secreto de la vida cristiana y el evangelista Juan la expresa con el verbo «permanecer», que en el pasaje de hoy se repite siete veces. «Permaneced en mí» dice el Señor; permanecer en el Señor.

Se trata de permanecer en el Señor para encontrar el valor de salir de nosotros mismos, de nuestras comodidades, de nuestros espacios restringidos y protegidos, para adentrarnos en el mar abierto de las necesidades de los demás y dar un respiro amplio a nuestro testimonio cristiano en el mundo. Este coraje de salir de sí mismos y de adentrarse en las necesidades de los demás, nace de la fe en el Señor Resucitado y de la certeza de que su Espíritu acompaña nuestra historia. Uno de los frutos más maduros que brota de la comunión con Cristo es, de hecho, el compromiso de caridad hacia el prójimo, amando a los hermanos con abnegación de sí, hasta las últimas consecuencias, como Jesús nos amó. El dinamismo de la caridad del creyente no es fruto de estrategias, no nace de solicitudes externas, de instancias sociales o ideológicas, sino del encuentro con Jesús y del permanecer en Jesús. Él es para nosotros la vida de la que absorbemos la savia, es decir, la «vida» para llevar a la sociedad una forma diferente de vivir y de brindarse, lo que pone en el primer lugar a los últimos.

Cuando somos íntimos con el Señor, como son íntimos y unidos entre sí la vid y los sarmientos, somos capaces de dar frutos de vida nueva, de misericordia, de justicia y de paz, que derivan de la Resurrección del Señor. Es lo que hicieron los santos, aquellos que vivieron en plenitud la vida cristiana y el testimonio de la caridad, porque eran verdaderos sarmientos de la vid del Señor. Pero para ser santos «no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosas o religiosos […] Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra» (Gaudete et Exsultate, 14). Todos nosotros estamos llamados a ser santos; debemos ser santos con esta riqueza que recibimos del Señor resucitado. Cada actividad —el trabajo, el descanso, la vida familiar y social, el ejercicio de las responsabilidades políticas, culturales y económicas— cada actividad, pequeña o grande, si se vive en unión con Jesús y con actitud de amor y de servicio, es una ocasión para vivir en plenitud el Bautismo y la santidad evangélica.

Que nos sea de ayuda María, Reina de los santos y modelo de perfecta comunión con su Hijo divino. Que nos enseñe Ella a permanecer en Jesús, como sarmientos a la vid y a no separarnos nunca de su amor. Nada, de hecho, podemos sin Él, porque nuestra vida es Cristo vivo, presente en la Iglesia y en el mundo.

 

Papa Francisco. Regina Coeli. 2 de mayo de 2021.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el Evangelio de este quinto domingo de Pascua (Jn 15,1-8), el Señor se presenta como la vid verdadera y habla de nosotros como los sarmientos que no pueden vivir sin permanecer unidos a Él. Y dice así: «Yo soy la vid, ustedes los sarmientos» (v. 5). No hay vid sin sarmientos, y viceversa. Los sarmientos no son autosuficientes, sino que dependen totalmente de la vid, que es la fuente de su existencia.

Jesús insiste en el verbo “permanecer”. Lo repite siete veces en el pasaje del Evangelio de hoy. Antes de dejar este mundo e ir al Padre, Jesús quiere asegurar a sus discípulos que pueden seguir unidos a él. Dice: «Permanezcan en mí y yo en ustedes» (v. 4). Este permanecer no es una permanencia pasiva, un “adormecerse” en el Señor, dejándose mecer por la vida. No, no. No es esto. El “permanecer en Él”, el permanecer en Jesús que nos propone es una permanencia activa, y también recíproco. ¿Por qué? Porque sin la vid los sarmientos no pueden hacer nada, necesitan la savia para crecer y dar fruto; pero también la vid necesita los sarmientos, porque los frutos no brotan del tronco del árbol. Es una necesidad recíproca, es una permanencia recíproca para dar fruto. Nosotros permanecemos en Jesús y Jesús permanece en nosotros.

En primer lugar, lo necesitamos a Él. El Señor quiere decirnos que antes de la observancia de sus mandamientos, antes de las bienaventuranzas, antes de las obras de misericordia, es necesario estar unidos a Él, permanecer en Él. No podemos ser buenos cristianos si no permanecemos en Jesús. Y, en cambio, con Él lo podemos todo (cf. Flp 4,13). Con él lo podemos todo.

Pero también Jesús, como la vid con los sarmientos, nos necesita. Tal vez nos parezca audaz decir esto, por lo que debemos preguntarnos: ¿en qué sentido Jesús necesita de nosotros? Él necesita de nuestro testimonio. El fruto que, como sarmientos, debemos dar es el testimonio de nuestra vida cristiana. Después de que Jesús subió al Padre, es tarea de los discípulos, es tarea nuestra, seguir anunciando el Evangelio con la palabra y con obras. Y los discípulos —nosotros, discípulos de Jesús— lo hacen dando testimonio de su amor: el fruto que hay que dar es el amor. Unidos a Cristo, recibimos los dones del Espíritu Santo, y así podemos hacer el bien al prójimo, hacer el bien a la sociedad, a la Iglesia. Por sus frutos se reconoce el árbol. Una vida verdaderamente cristiana da testimonio de Cristo.

¿Y cómo podemos lograrlo? Jesús nos dice: «Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá» (v. 7). También esto es audaz: la seguridad de que aquello que nosotros pidamos se nos concederá. La fecundidad de nuestra vida depende de la oración. Podemos pedir que pensemos como Él, actuar como Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús. Y así, amar a nuestros hermanos y hermanas, empezando por los más pobres y sufrientes, como Él lo hizo, y amarlos con Su corazón y dar en el mundo frutos de bondad, frutos de caridad, frutos de paz. 

Encomendémonos a la intercesión de la Virgen María. Ella permaneció siempre unida a Jesús y dio mucho fruto. Que Ella nos ayude a permanecer en Cristo, en su amor, en su palabra, para dar testimonio del Señor resucitado en el mundo.

 

 Benedicto XVI. Regina Coeli. 14 de mayo de 2006.

Queridos hermanos y hermanas:

En este V domingo de Pascua, la liturgia nos presenta la página del evangelio de san Juan en la que Jesús, hablando a los discípulos durante la última Cena, los exhorta a permanecer unidos a él como los sarmientos a la vid. Se trata de una parábola realmente significativa, porque expresa con gran eficacia que la vida cristiana es misterio de comunión con Jesús:  "El que permanece en mí y yo en él —dice el Señor—, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada" (Jn 15, 5). El secreto de la fecundidad espiritual es la unión con Dios, unión que se realiza sobre todo en la Eucaristía, con razón llamada también "Comunión". Me complace subrayar este misterio de unidad y de amor en este período del año, en el que muchísimas comunidades parroquiales celebran la primera Comunión de los niños. A todos los niños que en estas semanas se encuentran por primera vez con Jesús Eucaristía quiero dirigirles un saludo especial, deseándoles que se conviertan en sarmientos de la Vid, que es Jesús, y crezcan como verdaderos discípulos suyos.

Un camino seguro para permanecer unidos a Cristo, como los sarmientos a la vid, es recurrir a la intercesión de María, a quien ayer, 13 de mayo, veneramos particularmente recordando las apariciones de Fátima, donde en 1917 se manifestó varias veces a tres niños, los pastorcitos Francisco, Jacinta y Lucía. El mensaje que les encomendó, en continuidad con el de Lourdes, era una fuerte exhortación a la oración y a la conversión, un mensaje de verdad profético, considerando que el siglo XX se vio sacudido por destrucciones inauditas, causadas por guerras y regímenes totalitarios, así como por amplias persecuciones contra la Iglesia.

Además, el 13 de mayo de 1981, hace 25 años, el siervo de Dios Juan Pablo II sintió que había sido salvado milagrosamente de la muerte por la intervención de "una mano materna", como él mismo dijo, y todo su pontificado estuvo marcado por lo que la Virgen había anunciado en Fátima. Aunque no faltaron preocupaciones y sufrimientos, y aunque existen motivos de preocupación por el futuro de la humanidad, consuela lo que la "blanca Señora" prometió a los pastorcitos:  "Al final, mi Corazón inmaculado triunfará".

Con esta certeza, nos dirigimos ahora con confianza a María santísima, agradeciéndole su constante intercesión y pidiéndole que siga velando sobre el camino de la Iglesia y de la humanidad, especialmente sobre las familias, las madres y los niños.

 

Benedicto XVI. Regina Coeli. 10 de mayo de 2009.

Queridos amigos:

Durante la misa hablé del carisma profético de las mujeres, como portadoras de amor, maestras de misericordia y constructoras de paz. El modelo supremo de las virtudes femeninas es la santísima Virgen María, Madre de misericordia y Reina de la paz. Al dirigirnos a ella ahora, invoquemos su intercesión materna sobre todas las familias de estas tierras, para que sean escuelas de oración y escuelas de amor.

Pidamos a la Madre de la Iglesia que dirija su mirada misericordiosa sobre todos los cristianos de estas tierras; que con la ayuda de su oración sean verdaderamente una sola cosa en la fe que profesan y en el testimonio que ofrecen. A ella, que respondió generosamente al anuncio del ángel y aceptó la llamada a convertirse en la Madre de Dios, pidámosle que dé valentía y fortaleza a todos los jóvenes que están discerniendo su vocación, a fin de que también ellos se entreguen generosamente a cumplir la voluntad del Señor.

En este tiempo pascual nos dirigimos a la santísima Virgen con el título de Regina caeli. Como fruto de la Redención conquistada por la muerte y resurrección de su Hijo, también ella fue elevada a la gloria eterna y coronada como Reina de los cielos. Con gran confianza en el poder de su intercesión, con alegría en nuestro corazón y con amor a nuestra gloriosa Madre, siempre Virgen, volvemos nuestra mirada a ella e invocamos sus oraciones.

 

Benedicto XVI. Regina Coeli. 6 de mayo de 2012.

Queridos hermanos y hermanas:

El Evangelio de hoy, quinto domingo del tiempo pascual, comienza con la imagen de la viña. «Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador”» (Jn 15, 1). A menudo, en la Biblia, a Israel se le compara con la viña fecunda cuando es fiel a Dios; pero, si se aleja de él, se vuelve estéril, incapaz de producir el «vino que alegra el corazón del hombre», como canta el Salmo 104 (v. 15). La verdadera viña de Dios, la vid verdadera, es Jesús, quien con su sacrificio de amor nos da la salvación, nos abre el camino para ser parte de esta viña. Y como Cristo permanece en el amor de Dios Padre, así los discípulos, sabiamente podados por la palabra del Maestro (cf. Jn 15, 2-4), si están profundamente unidos a él, se convierten en sarmientos fecundos que producen una cosecha abundante. San Francisco de Sales escribe: «La rama unida y articulada al tronco da fruto no por su propia virtud, sino en virtud de la cepa: nosotros estamos unidos por la caridad a nuestro Redentor, como los miembros a la cabeza; por eso las buenas obras, tomando de él su valor, merecen la vida eterna» (Trattato dell’amore di Dio, XI, 6, Roma 2011, 601).

En el día de nuestro Bautismo, la Iglesia nos injerta como sarmientos en el Misterio pascual de Jesús, en su propia Persona. De esta raíz recibimos la preciosa savia para participar en la vida divina. Como discípulos, también nosotros, con la ayuda de los pastores de la Iglesia, crecemos en la viña del Señor unidos por su amor. «Si el fruto que debemos producir es el amor, una condición previa es precisamente este “permanecer”, que tiene que ver profundamente con esa fe que no se aparta del Señor» (Jesús de Nazaret, Madrid 2007, p. 310). Es indispensable permanecer siempre unidos a Jesús, depender de él, porque sin él no podemos hacer nada (cf. Jn 15, 5). En una carta escrita a Juan el Profeta, que vivió en el desierto de Gaza en el siglo V, un creyente hace la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible conjugar la libertad del hombre y el no poder hacer nada sin Dios? Y el monje responde: Si el hombre inclina su corazón hacia el bien y pide ayuda de Dios, recibe la fuerza necesaria para llevar a cabo su obra. Por eso la libertad humana y el poder de Dios van juntos. Esto es posible porque el bien viene del Señor, pero se realiza gracias a sus fieles (cf. Ep 763: SC 468, París 2002, 206). El verdadero «permanecer» en Cristo garantiza la eficacia de la oración, como dice el beato cisterciense Guerrico d’Igny: «Oh Señor Jesús..., sin ti no podemos hacer nada, porque tú eres el verdadero jardinero, creador, cultivador y custodio de tu jardín, que plantas con tu palabra, riegas con tu espíritu y haces crecer con tu fuerza» (Sermo ad excitandam devotionem in psalmodia: SC 202, 1973, 522).

Queridos amigos, cada uno de nosotros es como un sarmiento, que sólo vive si hace crecer cada día con la oración, con la participación en los sacramentos y con la caridad, su unión con el Señor. Y quien ama a Jesús, la vid verdadera, produce frutos de fe para una abundante cosecha espiritual. Supliquemos a la Madre de Dios que permanezcamos firmemente injertados en Jesús y que toda nuestra acción tenga en él su principio y su realización.

 

Francisco. Catequesis. Vicios y virtudes. 15. La templanza.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy hablaré de la cuarta y última virtud cardenal: la templanza. Esta virtud comparte con las otras tres una historia que se remonta muy atrás en el tiempo y no pertenece sólo a los cristianos. Para los griegos, la práctica de las virtudes tenía como meta la felicidad. El filósofo Aristóteles escribió su tratado más importante sobre ética para su hijo Nicómaco, con el fin de instruirlo en el arte de vivir. ¿Por qué todos buscamos la felicidad y, sin embargo, tan pocos la alcanzan? Esta es la pregunta. Para responderla, Aristóteles aborda el tema de las virtudes, entre las que ocupa un lugar de relieve la enkráteia, es decir, la templanza. El término griego significa literalmente “poder sobre sí mismo”. La templanza es un poder sobre sí mismo. Esta virtud es, por lo tanto, la capacidad de autodominio, el arte de no dejarse arrollar por las pasiones rebeldes, de poner orden en lo que Manzoni llama "el revoltijo del corazón humano".

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que «la templanza es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados». «Ella – continúa el Catecismo – asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. La persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensibles, guarda una sana discreción y no se deja arrastrar para seguir la pasión de su corazón» (n. 1809).

Entonces, la templanza, como dice la palabra italiana, es la virtud de la justa medida. En cada situación, se porta con sabiduría, porque las personas que actúan movidas por el ímpetu o la exuberancia son, en última instancia, poco fiables. Las personas sin templanza son siempre poco fiables. En un mundo en el que tanta gente se jacta de decir lo que piensa, la persona templada prefiere, en cambio, pensar lo que dice. ¿Entienden la diferencia? No digo lo que se me ocurre, así sin más; no: pienso lo que tengo que decir. Asimismo, quien practica la templanza no hace promesas vacías, sino que asume compromisos en la medida en que puede cumplirlos.

También en los placeres, la persona templada actúa juiciosamente. El libre curso dado a los impulsos y la total licencia concedida a los placeres acaban volviéndose contra nosotros mismos, sumiéndonos en un estado de aburrimiento. ¡Cuántas personas que han querido probarlo todo vorazmente se han encontrado con que han perdido el gusto por todo! Mejor entonces buscar la justa medida: por ejemplo, para apreciar un buen vino, es mejor saborearlo a pequeños sorbos que tragárselo todo de golpe. Todos sabemos esto.

La persona templada sabe pesar y dosificar bien las palabras. Piensa en lo que dice. No permite que un momento de ira arruine relaciones y amistades que luego sólo pueden reconstruirse con gran esfuerzo. Especialmente en la vida familiar, donde las inhibiciones son menores, todos corremos el riesgo de no mantener bajo control las tensiones, las irritaciones, la ira. Hay un momento para hablar y otro para callar, pero ambos requieren la justa medida. Y esto se aplica a muchas cosas, como por ejemplo el estar con otros y el estar solos.

Aunque la persona templada sabe controlar su irascibilidad, esto no significa que se la vea perennemente con un rostro pacífico y sonriente. De hecho, a veces es necesario indignarse, pero siempre de la manera correcta. Estas son las palabras: la justa medida, la manera correcta. Una palabra de reproche a veces es más saludable que un silencio agrio y rencoroso. La persona templada sabe que no hay nada más incómodo que corregir a otro, pero también sabe que es necesario: de lo contrario se estaría dando rienda suelta al mal. En ciertos casos, la persona templada consigue mantener unidos los extremos: afirma principios absolutos, reivindica valores innegociables, pero también sabe comprender a las personas y mostrar empatía por ellas. Muestra empatía.

El don de la persona templada es, por tanto, el equilibrio, una cualidad tan valiosa como rara. De hecho, en nuestro mundo todo empuja al exceso. En cambio, la templanza se lleva bien con actitudes evangélicas como la pequeñez, la discreción, el escondimiento, la mansedumbre. Quien es templado aprecia la estima de los demás, pero no hace de ella el único criterio de cada acción y de cada palabra. Es sensible, sabe llorar y no se avergüenza de ello, pero no llora sobre sí mismo. Derrotado, se levanta; victorioso, es capaz de volver a su antigua vida escondida. No busca el aplauso, pero sabe que necesita de los demás. Hermanos y hermanas, no es cierto que la templanza nos vuelva grises y sin alegría. Al contrario, hace que uno disfrute mejor de los bienes de la vida: estar juntos en la mesa, la ternura de ciertas amistades, la confianza con las personas sabias, el asombro ante la belleza de la creación. La felicidad con templanza es alegría que florece en el corazón de quien reconoce y valora lo que más importa en la vida. Recemos al Señor para que nos dé este don: el don de la madurez, de la madurez de la edad, de la madurez afectiva, de la madurez social. El don de la templanza.

 

MISA DE NIÑOS. VI DOMINGO DE T.P.  

Monición de entrada.

Buenos días.

La misa es la reunión de las personas que nos queremos como hermanas y hermanos, porque sabemos que donde hay amor allí está Jesús.

Así en la misa Jesús nos enseña a querer a los demás.

Porque en esta fiesta Él nos dice que somos sus amigos, los que él ha elegido para serlo.

 

 Señor, ten piedad.

Tú que eres el espejo de Dios. Señor, ten piedad.

Tú que nos quieres más que nadie. Cristo, ten piedad.

Tú que nos cuidas. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.

-Por el Papa Francisco para que lo cuides mucho. Te lo pedimos Señor.

-Por las personas que mandan en la Iglesia, para que hagan lo que les dice el Espíritu Santo . Te lo pedimos Señor.

-Por las personas que están enfermas, para que sientan como Dios les cuida y se curen. Te lo pedimos, Señor.

-Por los catequistas y monitores Juniors, para que sigan dando ejemplo del amor que Dios nos tiene. Te lo pedimos Señor.

-Por nosotros para que queramos a todos como Jesús nos quiere. Te lo pedimos Señor.

 Acción de gracias.

Gracias Virgen María por enseñarle a Jesús a querer a los demás. Gracias por querernos a nosotros mucho.

 

 

EXPERIENCIA.

Busca un lugar adecuado, tu habitación, tu rincón preferido de tu casa, el patio, un árbol, un sendero. Jesús te acompaña, está a tu lado. Escucha los sonidos del entorno. Acógelo realizando la señal de la cruz para que Él esté en tu mente, tu boca y tu corazón.

Pídele a Cristo que te envíe el Espíritu Santo, respira profundamente, al inspirar siente que su Espíritu, el aliento de vida de Dios sobre el barro del primer ser humano, Adán, entra en ti. Al expirar expulsa todo lo que hay de negatividad en tu interior, las toxinas que dañan tus neuronas.

Sobre una hoja de papel o pensándolo, a modo de lluvia de ideas, durante dos minutos responde a esta pregunta: ¿qué harías tú para cambiar el mundo?

Visualiza el vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=rOCftVc8YS0

Por segunda vez míralo fijándote en las frases anotadas: ¿añadirías alguna a las tuyas?

Piensa el tiempo que necesites en ello, repite el vídeo completo las veces que consideres oportuno, sin prisas, con serenidad, pausadamente, tomando conciencia del ritmo de tu respiración, el soplo que mantiene en vida. Es Dios quien mantiene en funcionamiento el fuelle.

REFLEXIÓN.

Lee el evangelio de este domingo.

X Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.

Visualiza de nuevo el vídeo.

¿Qué relación hay entre el vídeo y el evangelio?

Imagina el lugar, Jesús, los Once, los manteles, sin las copas ni los platos ni las viandas.

Cierra los ojos, intenta recordar alguna frase. Si no lo consigues, búscala en el texto.

Pregúntate qué dice y qué te dice. Saboréala.

En el silencio de la oración siente esta unión con Jesús. Toma de nuevo conciencia de tu respiración, repite la frase acompasada con ella.

¿Qué te aporta ser Junior y de la parroquia a tu vida?

COMPROMISO.

¿Qué puedo hacer para intensificar mi relación con Jesús.

CELEBRACIÓN.

https://www.youtube.com/watch?v=zRyi3dPuo9k Entra aquí.

Es la Adoración Eucarística en Vivo retransmitida en directo por los Franciscanos Conventuales desde la Capilla de la Parroquia Inmaculada Concepción de Buenos Aires. Permanece en silencio el tiempo que necesites, abandonándote en el amor de Cristo como el sarmiento se abandona en la corriente de savia que discurre desde la cepa.

 

BIBLIOGRAFÍA.

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. BAC. Madrid. 2016.

Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.

Biblia del Peregrino. Edición de Luis Alonso Schökel. EGA-Mensajero. Bilbao. 1995.

Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.

Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.

Secretariado Nacional de Liturgia. Libro de la Sede. Primera edición: 1983. Coeditores Litúrgicos. Barcelona. 2004.

Robinson, Jame M.; Hoffmann Paul y John S., Kloppenborg. El Documento Q. Ediciones Sígueme. Salamanca. 2004.

Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.

Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 2. Evangelio según san Marcos. Ciudad Nueva. Madrid. 2009.

Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 3. Evangelio según san Lucas. Ciudad Nueva. Madrid. 2006.

Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 4a. Evangelio según san Juan (1-10). Ciudad Nueva. Madrid. 2012.

San Juan de Ávila. Obras Completas i. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid. 2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores. BAC. Madrid. 2013.

San Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid.   2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.

http://www.quierover.org



[1] Descantar: 1. Limpiar de cantos (// trozos de piedra). www.rae.es

[2] Zarzillo: 3. Botánica. Cada uno de órganos largos, delgados y volubles que tienen ciertas plantas y que sirven a estas para asirse a tallos u otros objetos próximos, y que pueden ser de naturaleza caulinar [perteneciente o relativo a tallo], como en la vid, o foliácea [perteneciente o relativo a las hojas de las plantas], como en la calabacera o el guisante. www.rae.es

 

[3] Aoristo: forma verbal griega intemporal, se refiere generalmente al pasado, pero sin aspecto de duración. Aoristo gnómico (sentencioso): usado en máximas y frases sentenciosas; con frecuencia equivale a un presente (se trata de una acción que suele repetirse, etc.: “Un hombre echó en su huerto un grano de mostaza” (Lc 13, 19). Proléptico: anticipa una acción futura, normalmente momentánea, fulmínea. Otros lo denominan “profético” (“Se secó” = “Se secará”; Jn 15, 6. Nota del autor.

[4] Yo soy la vid verdadera. Traducción editor.

[5] Permaneced en Dios y Dios permanecerá en vosotros. Ib.

[6] Yo soy la vid verdadera y vosotros los sarmientos; permaneced en mí y yo en vosotros.

[7] Engerir: 1. Verbo transitivo desusado injerir. www.rae.es

[8] Si permanecéis unidos a mí y mi palabra permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo tendréis.

[9] Contención: 2. Contienda, disputa entre varios.

[10] Virtud: 4. Poder o potestad de obrar.