jueves, 25 de febrero de 2010

Nº 32. 28 de Febrero de 2010. II Domingo de Cuaresma.

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Génesis 15, 5-12. 17-18En aquellos días, Dios sacó afuera a Abrán y le dijo:— «Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes.»Y añadió:— «Así será tu descendencia.»Abrán creyó al Señor, y se le contó en su haber.El Señor le dijo:— «Yo soy el Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos, para darte en posesión esta tierra.»Él replicó:— «Señor Dios, ¿cómo sabré yo que voy a poseerla?»Respondió el Señor:— «Tráeme una ternera de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón.»Abrán los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres, y Abrán los espantaba.Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán, y un terror intenso y oscuro cayó sobre él.El sol se puso, y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados.Aquel día el Señor hizo alianza con Abrán en estos términos:— «A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al Gran Río Eufrates.»Palabra de Dios.

MEDITACIÓN
El capítulo 15 de libro del Génesis nos presenta dos escenas: la primera precede al texto que hoy proclamamos, en ella Abraham tiene una visión nocturna dentro de la tienda, en la cual Dios le promete una tierra y una descendencia. La segunda escena tiene lugar fuera de la tienda. Dios saca afuera a Abraham y realiza un pacto con él, siguiendo el rito antiguo mediante el cual las dos partes contratantes pasaban entre las carnes sangrantes e invocaban sobre sus cabezas la suerte sobrevenida a las víctimas si trasgredían el compromiso. En el pacto entre Dios y Abraham sólo Dios pasa, pues es un pacto unilateral.
Abraham es modelo de hombre creyente y por tanto de educador junior. También nosotros como nuestro Padre en la Fe, hemos sido llamados por Dios, en la Cuaresma hemos salido de la tienda de la lejanía de Dios para ir al encuentro de Cristo, confiando en la promesa realizada por Dios y sellada con la sangre de Cristo en la cruz. Pero, ¿realmente en esta Cuaresma estamos saliendo de la tienda de nuestros propios planteamientos de vida, dejando que la Palabra de Dios nos interpele y confiando en la promesa de una felicidad fecunda?

SALMO
Sal 26, 1. 7-8a. 8b-9abc. 13-14 (R/.: 1a)
R/. El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R/.

Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón:
«Buscad mi rostro.» R/.

Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo, q
ue tú eres mi auxilio. R/.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor,
sé valiente, ten ánimo,
espera en el Señor. R/.

MEDITACIÓN
Con Israel: nos encontramos ante un “salmo de confianza” en el cual descubrimos la confesión de fe en el Dios de la salvación, la búsqueda de Dios, la súplica del siervo y la esperanza en la felicidad prometida por Dios. Y todo ello con un lenguaje concreto, propio de la lengua hebrea: defensa de mi vida, rostro, país de la vida,...
Con Jesús: este salmo sintoniza perfectamente en la espiritualidad de Jesús, su relación con el Padre. Toda su vida fue un buscar al Padre y un confiar en la dicha del Señor en el país de la vida. Leído desde la Pasión y Muerte encontramos la profundidad con que Él vivió sus últimas horas.
Con nuestro tiempo: en nuestro tiempo, marcado por la crisis económica, las catástrofes naturales y las guerras, en el que muchas veces se nos exige más de lo que podemos dar, necesitamos detenernos y fijar nuestra mirada y nuestro corazón en Jesucristo. Así el salmo constituye un medio ideal para rezar, especialmente en los momentos de aridez, en los cuales la oración se convierte en un tiempo de aburrimiento o en los momentos de dificultades y oscuridades, en los cuales la vida nos asfixia.
Con los juniors: ¿buscamos el rostro de Dios? Nuestra labor como educadores es enseñar a los niños a buscar a Dios, a tenerlo presente en su vida. Para ello hemos de presentarles un Dios que salva, que escucha y promete una felicidad mayor que la que puede dar este mundo.
Inspirado en NOEL QUESSON50 SALMOS PARA TODOS LOS DIAS.
CARLOS VALLÉS. BUSCO TU ROSTRO.

BUSCO TU ROSTRO
http://www.mercaba.org/DIESDOMINI/CUARESMA/02C/marco_cua_02c.htm

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3, 17—4, 1 Seguid mi ejemplo, hermanos, y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros.Porque, como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo:su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas. Sólo aspiran a cosas terrenas.Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo.Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos.Palabra de Dios.

MEDITACIÓN
San Pablo contrapone dos visiones de la vida. La primera es la de aquellos que se encierran en sí mismos y sólo buscan el propio beneficio, son los que aspiran a cosas terrenas. Los segundos son los que como Pablo miran hacia lo alto y aspiran a cosas celestiales. Como Abraham confían en la promesa divina, son capaces de salir de la tienda de sus intereses egoístas para ir al encuentro con Dios, confiando en su Palabra.
En el movimiento junior también hay dos tipos de educadores: los que andan como enemigos de la cruz de Cristo, pues aunque llevan la pañoleta no creen en Dios ni esperan en la resurrección de los muertos, sino que su gloria son sólo las satisfacciones humanas (pasárselo bien por la noche en el campamento, los niños les quieran, divertirse en los juegos,...) y los ciudadanos del cielo, aquellos que se toman en serio su condición cristiana, creen en Jesús, se esfuerzan en el movimiento esperando sólo la recompensa cuando mueran, confiando y dando su vida por la vida que hay más allá de la muerte y todo lo hacen por amor a Jesús, a la Iglesia y a los demás.
¿Y tú a qué grupo perteneces? Si es al primero esta Palabra no es para que te desanimes, sino para que cambies de actitud, salgas de esa tienda donde hay juega y diversión, mires al cielo y te dejes amar por Dios, dejándote cautivar por la belleza del cielo. La radicalidad del Evangelio hace incompatible ser enemigo de la cruz y ser ciudadano del cielo. Evidentemente eres pecador y hay mucho en ti de enemigo de la cruz. Lo que hoy te pide Dios es tener claras las ideas.

EVANGELIO
+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 28b-36En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén.Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús:— «Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»No sabía lo que decía.Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía:— «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.»Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.Palabra del Señor.

MEDITACIÓN
El evangelista Lucas nos presenta el relato de la transfiguración después del primero de los tres anuncios que Jesús hace de su pasión y antes del camino hacia Jerusalén. De este modo nos presenta el contexto: la Pasión de Cristo y su muerte en la Cruz.
Así en el relato descubrimos: el monte que anuncia otro monte, el Gólgota; Jesús se encuentra orando, y así lo ocurre antes de realizar algo importante; el vestido indica todo lo que se puede ver de una persona, su interior, el cual es blanco, color que representa el mundo de Dios; la gloria evoca las manifestaciones en el Antiguo Testamento de Dios; Moisés y Elías representan el Antiguo Testamento, la Ley y los Profetas, personificados en dos personajes que vivieron una profunda relación con Dios, el primero condujo al Pueblo de la esclavitud a la Tierra Prometida, el segundo fue un celoso defensor del culto auténtico a Dios en Jerusalén, de la Ley de Moisés. Ambos estuvieron en el Sinaí y por otra parte no se conoce el lugar donde están enterrados sus cuerpos. Así a diferencia de los patriarcas y de David, cuyas tumbas son atestiguadas por la Biblia, de Moisés afirma el Deuteronomio: “nadie hasta hoy ha conocido su tumba” (Dt 34, 6) y Elías fue arrebatado al cielo (2 Reyes 2), como Cristo resucitado sus cuerpos no son venerados. La voz recuerda el bautismo y el mandato a los apóstoles es la llamada a seguir a Cristo en el camino de la cruz.

EL EVANGELIO COMENTADO POR LOS SANTOS PADRES

¿Por qué afirmó el evangelista: a los ocho días de dichas palabras? ¿No será, acaso, porque quien oye las palabras de Cristo y cree en ellas, verá su gloria en el tiempo de su resurrección? En realidad, la resurrección se llevó a cabo en el octavo día.
Ambrosio.
Tres, pues, son elegidos para subir al monte... Y la razón es porque, seguramente, ninguno puede contemplar la gloria de la resurrección sin que haya creído perfectamente el misterio de la Trinidad con una fe pura y sincera. Así, pues, subieron Pedro, que fue quien recibió las llaves del reino de los cielos; Juan, a quien encomendó su Madre, y Santiago, que fue el primero en tomar posesión del trono sacerdotal.
Ambrosio
Entonces ¿qué tiene de particular lo que proclamamos? Porque ofrecemos dos testigos que estuvieron con el Señor en el monte Sinaí; Moisés estaba en la hendidura de la roca, y Elías entonces estaba a la puerta de la cueva; ellos, compareciendo en el monte Tabor junto con el Señor transfigurado, anunciaban a los discípulos la muerte que iba a sufrir en Jerusalén.
Cirilo de Jerusalén.
Así pues, Moisés y Elías que hablaron con el Señor en el monte y mencionaban su pasión y su resurrección, representan la Ley y los profetas, que se cumplieron en el Señor...
Beda.
Pedro contempló este espectáculo, como también lo vieron los que con él estaban, aunque estaban dominados por el sueño; y es que, el esplendor incomprensible de la divinidad hace callar por completo los sentidos de nuestro cuerpo. Y así, al despertar, pudieron ver su majestad; pues para poder ver la gloria de Cristo hay que estar vigilando.
Ambrosio.


La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 3. Evangelio según san Lucas. Ciudad Nueva

ORACIÓN DESDE LA METODOLOGÍA JUNIOR.-

Experiencia:
El movimiento junior nos ofrece a los educadores momentos en los cuales hemos sentido la cercanía de Dios. ¡Cuántos recuerdan con agradecimiento los intensivos de Semana Santa! Allí, en las celebraciones sintieron a Dios, vivieron intensamente los días más importantes del año. A lo largo de nuestra vida como educadores hemos tenido oraciones que nos han impactado y han dejado huella en nuestra vida: una celebración en el campamento, una oración en la parroquia o en el centro junior, la Hora Santa, una vigilia de la Inmaculada,... y como no, los que habéis sido capaces de salir de la tienda de la comodidad, el fin de semana con los amigos y habéis participado del “Compromesos” en Siete Aguas. Dios se sirve de estos momentos para que tengamos experiencia de Él. Éstos no son constantes, ocurre una vez en la vida, o a lo largo del año, en menor intensidad, en alguna de las muchas oraciones, celebraciones y misas, puede ser un momento puntual del campamento, en el que sin saber como, entraste en la capilla del pabellón, elevaste tu mirada, contemplaste el Cristo, la Virgen de Togo y sobre la mesa de madera descubriste el sagrario de mármol, te arrodillaste, te sentaste apoyándote en el banco o la pared blanca y estuviste un rato en silencio. No hablaste, no escuchaste ninguna voz, pero sentiste la presencia de Cristo en el sagrario, sentiste que allí había Alguién que te amaba, desconectaste del campamento, estabas sólo y sin embargo nunca habías estado tan acompañado.

Reflexión:
Durante años ellos le habían seguido, prácticamente llevaban tres cursos con Él. Muchas veces le habían visto rezar y como buenos judíos, con Jesús recitaban los salmos al amanecer y al atardecer, también habían celebrado la Pascua con el Maestro en dos ocasiones. Sin embargo esta vez fue diferente: vieron la Gloria de Dios, se encontraron cara a cara con Él, contemplaron a Cristo en su divinidad. Apenas fueron unos momentos. Quisieron quedarse allí, atrapar el instante, encerrar en la pequeñez de sus personas a Dios. Así ocurrió en la Transfiguración. Ahora se trata de que compares, como te indicaba antes, los momentos más intensos son ocasionales. La Madre Teresa de Calcuta confesó que lo tuvo una vez, después el encuentro vivo con la cruz de Cristo en los pobres más pobres, le llevó a vivir la aridez durante toda su vida, pero aquel momento fue suficiente para entregarse a Cristo. ¿Cuál ha sido el momento en el que más has sentido que Dios existe y estaba en ti? ¿En qué se pareció a la vivencia de los apóstoles?

Compromiso.
Que el recuerdo de ese momento llene tu corazón. Mira tu presente y tu futuro, sobre todo las dificultades que estás encontrando y llénalas de aquel momento. Dios ha puesto esos momentos en nuestra vida para que en las cruces de cada día no desfallezcamos.

Celebración:
Recuerda ese momento en silencio.

ORACIÓN AL COMIENZO DE LA REUNIÓN

EXPERIENCIA:
Elementos presentes siempre en las oraciones: cruz de San Damián (Togo), icono de la Virgen María y cartel.

Signo de esta semana: un icono con el rostro de Cristo y la Biblia abierta por los evangelios con una vela encendida junto a ella.

Preparación: comenzamos en la puerta del oratorio. Allí leemos: En aquellos días, Dios sacó afuera a Abrán - En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. A continuación entramos en el oratorio, nos sentamos. Cada uno recibe una lumina dentro de un cuenco o una candela.

Proclamación del Evangelio: leemos el Evangelio del domingo. Podemos proyectar el powerpoint de las benedictinas de Montserrat.

REFLEXIÓN:
Interiorización : Cada uno enciende de la llama su vela. El animador realiza las siguientes preguntas para ser constadas personalmente en silencio mientras se contempla la llama: ¿Qué dice el texto? (lugares donde se desarrolla el relato, momentos de la escena, personajes que participan, palabras que se oyen); ¿qué me dice el texto? (los sentimientos que me suscita, los recuerdos que evocan, los comportamientos como una vida sin oración que me denuncian).

COMPROMISO:
Gesto: cada uno se acerca al icono, lo contempla, fijando la mirada en los ojos de Cristo y le dice bien en silencio, bien en voz alta, aquello que brota de su corazón.

Oración final: rezamos una de las oraciones propuestas más abajo.



GUIÓN CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA.

Monición de entrada.-
Bienvenidos a esta misa. La vida siempre es un camino en el que como Abraham hemos de salir de nuestra tienda, nuestras casas y como los apóstoles Pedro, Juan y Santiago, subir a la montaña, esforzándonos y siguiendo adelante, aunque nos cansemos y desanimemos.
Hemos terminado la primera semana de cuaresma. Así pues, ¿hemos luchado para ser mejores, por estudiar más, por ser mejores compañeros, por ayudar en las tareas de casa?
Vamos a pedirle a Jesús que nos ayude a ser mejores y la mejor manera es estar con Él y escucharle en la misa.

Acto penitencial.-
Tú eres la luz, por eso te pedimos perdón porque preferimos vivir a oscuras. Señor, ten piedad.
Un niño presenta un trozo de cartulina negro.
Tú nos enseñas el camino que nos lleva a Dios, por eso te pedimos perdón por las veces que preferimos otros caminos. Cristo, ten piedad.
Un niño presenta un dibujo con dos niños peleándose.
Tú eres la cruz, te pedimos perdón porque muchas veces no obedecemos a nuestros padres. Señor, ten piedad.
Un niño presenta un juguete.

Monición Primera lectura.-
En la primera lectura vamos a conocer a Abraham y como Dios le prometió lo que para él era la felicidad más grande: tener un hijo y unas tierras suyas.

Monición Segunda lectura.-
En la segunda lectura san Pablo nos dirá que tenemos que escoger entre ser ciudadanos del cielo o ser enemigos de la cruz, es decir, niños que amen mucho a Dios y a los demás o niños que sólo piensen en ellos, en tener cosas, en que los padres y abuelos sean sus criados que les obedezcan en todo.

Monición evangelio.-
Hola amigos y amigas. ¿A qué estáis todos muy bien? Como no, pues estáis en misa, muy cerca de Jesús. A los apóstoles les pasaba lo mismo. Cuando estaban con Él eran las personas más felices del mundo. Pero hubo una vez que tres de ellos fueron mucho, mucho más felices que los otros compañeros. Sucedió un día en el que subieron a una montaña con Jesús, al monte Tabor. Escuchad lo que les pasó.

Homilía.-
En la homilía si seguimos el material de CCS, esta semana colocamos la rama con la frase: Éste es mi hijo amado. ¡Escuchadle!
Otros gestos pueden ser: llevarlos al final del templo, allí leer la primera frase, buscar entre las señales que se han colocado en el suelo con flechas indicando diferentes nombres, la que señale al Tabor. Subir al presbiterio y sentarles alrededor. Cuando termine la misa relacionamos el Evangelio con la liturgia eucarística, en ella Jesús se manifiesta como Hijo Amado del Padre y se nos entrega, también nosotros en ese momento estamos cerca de Dios y decimos con Pedro “¡qué bien se está aquí!”.
Podemos colocar diferentes libros (novelas, escolares,...), revistas, periódicos, la Biblia, libro de catequesis, de oraciones,... Les preguntamos donde escucharán a Jesús. Ellos escogen los que nos hablan de Él.
También es interesante en un panel colocar una ilustración del Monte Tabor y un icono con la transfiguración. En los apóstoles los niños escriben el nombre de ellos o de las personas que están enfermas o no salen de casa por ser ancianos, pues ellos están más cerca de Jesús.

Peticiones.-
Por todos los cristianos, para que nos propongamos estos días de cuaresma cambiar de vida. Roguemos al Señor.
Por nuestra parroquia, para que sepamos renunciar a los gastos que no son necesarios y así ayudar más a las familias que están sufriendo la crisis. Roguemos al Señor.
Por los niños de comunión, para que estemos más atentos a nuestras catequistas, que nos hablan de Jesús. Roguemos al Señor.
Por los niños y niñas, para que no tengamos miedo a ser amigos de Jesús. Roguemos al Señor.
Por los sacerdotes, para que dediquen mucho tiempo a leer la Biblia y escuchar lo que Dios les dice allí. Roguemos al Señor.
Por los enfermos y enfermas de nuestra parroquia, para que no se sientan solos. Roguemos al Señor.
Por las personas que no escuchan a Dios, para que a través de nosotros se encuentren con Jesús. Roguemos al Señor.


Ofrendas.-
Jesús te ofrecemos esta Biblia y con ella nuestro deseo de escucharte.
Jesús te ofrecemos el libro de catequesis y con él nuestro esfuerzo para portarnos bien en la catequesis.
Jesús te ofrecemos el pan y el vino, ellos harán que nosotros estemos tan cerca de ti como lo estuvieron los apóstoles Pedro, Santiago y Juan.

Oración final.-

Jesús, tú has venido
a buscar lo que estaba perdido,
a liberar a los que estaban prisioneros,
a salvar a los enfermos.
Acéptanos como somos,
con nuestra forma de ser,
porque Tú eres más grande
que nuestro corazón
y que nuestras faltas.
Tú eres capaz de cambiar
nuestra manera de ser,
porque Tú eres Amor.
Y nosotros queremos
ser tus amigos.



Webs con guiones para la misa del Domingo IV:
http://www.salesianosbilbao.com/modulos/usuariosFtp/connrecu/recur2444A.pdf
http://www.javierleoz.org/Javier%20Leoz/CICO%20C%20(09)/MISA%20FAMILIAR%205º%20C.doc
http://www.sta-catalina.com/



ORACIÓN
Loado seas, Señor,
Dios de la amistad.
Tú te has manifestado a los hombres
como el Dios de la amistad,
y has hecho con ellos:
alianzas
y promesas de auténtico amigo,
pues has tendido la mano
de Padre a todos.
Tu amistad a nosotros
fue tan grande que,
al llagar la plenitud de los tiempos
nos enviaste a Jesús,
como compañero y amigo
de todos,
como nuestro “mejor amigo”.
Nosotros estamos
muy contentos de ser
amigos de Jesús
y ello basta
para dar sentido a nuestra vida.
Gracias, Señor,
Dios de la amistad.
Adviento-pascua-navidad-cuaresma. Ciclo C. Juniors m.d.

VIA CRUCIS JUNIOR: COMPROMETIDOS CON LA IGLESIA

Primera estación: Jesús condenado a muerte
De la Primera Carta a los Corintios.
“Estad alerta, manteneos en la fe,... todo lo que hagáis sea con amor” (1 Cor 16,13-14).
Jesús acepta ser condenado a muerte y lo hace por amor a la Iglesia, por ella se somete al juicio de los hombres.
Nuestro compromiso con la Iglesia nos lleva a sumir las condenas que sufre en nuestro tiempo quien es la Esposa de Cristo, a correr la suerte de nuestra Madre, sufriendo con ella, por amor a Cristo, las constantes burlas, críticas, descalificaciones que sufre.
Ser junior es ser hijo de la Iglesia, pues nadie puede ser junior sin haber sido antes hijo de ella, bautizado. Nuestra condición de miembros de la Iglesia nos ha de llevar a no tener miedo a mostrar nuestra identidad, aunque ello implique correr la suerte de la Iglesia, que es la misma que corrió Cristo: ser condenados verbal y socialmente.

Segunda estación: Jesús con la cruz a cuestas
De la Carta a los Colosenses:
“Me alegro de sufrir por vosotros en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia” (Col 1,24).
Cristo carga con la cruz, su cruz es el pecado de sus hijos, de quienes hemos sido bautizados. En esa cruz están nuestras palabras vacías, nuestra falta de amor a los demás y a la Iglesia.
Y ella asume también el pecado de sus miembros. La Iglesia Santa ha caminado durante la historia llevando sobre sus hombros la falta de amor de quienes formamos parte de ella.
También nuestro compromiso con la Iglesia nos ha de llevar a la gratitud hacia quien nos ama a pesar de nuestros pecados e infidelidades, descubrir en ella la Madre que carga con la cruz de nuestra falta de autenticidad cristiana.

Tercera estación: Jesús cae por primera vez bajo la cruz
De la Segunda Carta a los Corintios:
“Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros” (2 Cor 4,7).
Jesús camina llevando la cruz, cae y se levanta porque en su interior lleva el Espíritu, el amor más grande que la cruz más pesada, capaz de levantarle a pesar de la fragilidad de su cuerpo.
En vasijas de barro es como se presenta la Iglesia al mundo, pobre en muchas ocasiones, frágil en su actuar, pero cuando se le conoce se descubre en su interior un tesoro que la supera infinitamente: la presencia de Dios en la pobreza de la eucaristía y los sacramentos. Ellos son la fuerza que la levantan cuando cae.
Nosotros, juniors, miembros de la Iglesia somos esta vasija de barro, nuestros centros son así, frágiles, pobres en medios e incluso en personas, pero con un gran tesoro, una fuerza extraordinaria que no proviene de nosotros sino de Dios. De Él lo hemos recibido, no directamente, sino a través de la Iglesia.

Cuarta estación: Jesús encuentra a su santísima Madre
De la segunda carta a Timoteo:
“No me siento derrotado, pues se de quién me he fiado y estoy firmemente persuadido que tiene poder para asegurar hasta el último día el encargo que me dio” (2 Tim 1,12).
El encuentro con María fue para Cristo alentador, porque ella no era solamente su Madre, ella representaba a la Iglesia que permanecía en el camino de la cruz, orando por quien es su Salvador.
En el camino de la cruz la Iglesia ora a María, día y noche los católicos en nuestro via crucis personal hemos dirigido nuestra mirada a la Madre y le hemos pedido que rogase por nosotros, ahora y en la hora de nuestra muerte.
María es protagonista del movimiento junior, ella es el modelo de creyente y a ella dirigimos nuestra oración en todos los momentos, especialmente cuando el desaliento nos lleva a abandonar la Iglesia o a vacilar en nuestra identidad como movimiento católico.

Quinta estación: Jesús es ayudado por el Cireneo a llevar la cruz
De la carta del apóstol S. Pablo a los Gálatas:
“Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y así cumpliréis la ley de Cristo” (Gal 6,2)
Jesús acepta le ayuden a llevar la cruz, es Simón de Cirene, el padre de Alejandro y Rufo, dos personajes conocidos por la comunidad de Roma, posiblemente cristianos. Y en el cireneo descubrimos a la Iglesia, que sale al encuentro de Cristo para compartir su cruz.
Ella nunca se ha separado de la cruz. La Iglesia sigue caminando con Cristo en el via crucis, sigue llevando la carga del Evangelio y la radicalidad del mandamiento del amor. Ella sigue cargando con la cruz de sus hijos, aliviando el sufrimiento mediante la Palabra, la Liturgia, los Sacramentos, la acogida y la escucha.
Y ella está ahí, al lado de los centros juniors. A través de los consiliarios ayuda a los educadores a dirigir el movimiento junior, a asumir la radicalidad de la opción por Cristo en el camino de entrega a los demás.

Sexta estación: La Verónica enjuga el rostro a Jesús
De la Segunda Carta a los Corintios:
“¿Quién está enfermo sin que yo enferme?, ¿quién cae sin que a mí me de fiebre?” (2 Cor 11, 29).
Una mujer sale al encuentro de Cristo sufriente y en ella descubrimos a tantas mujeres, Iglesia viva, que porque se sienten hijas de la Iglesia, dan testimonio de Cristo, siendo pilar firme en las comunidades parroquiales y religiosas, en los movimientos y asociaciones católicas.
Recordemos a esas personas, las que en los momentos difíciles del Centro enjugaron nuestras lágrimas, nos ayudaron a seguir trabajando por el movimiento junior, dijeron sí a venir al campamento como cocineras, cuando nadie quería ayudarnos. Y lo hicieron porque eran de la parroquia y sentían el junior como algo suyo por ser un movimiento de la Iglesia.

Séptima estación: Jesús cae por segunda vez
De la Segunda Carta a los Corintios:
“Siempre tenemos confianza, aunque sabemos que, mientras sea el cuerpo nuestro domicilio, estamos desterrados lejos del Señor. Caminamos sin verlo, guiados por la fe” (2 Cor 5, 6).
Jesús cae por segunda vez, pero no desfallece, sabe que su victoria está más allá de este mundo, tras la noche de la cruz llega el día y se levanta, por que su cruz no es para salvarse a sí mismo, sino para que nos salvemos quienes por el bautismo nos hemos incorporado a Cristo.
Y la Iglesia también sufre el cansancio, la derrota, pero sigue avanzando en el camino de la cruz, sin desfallecer, guiada por la fe en quien es su Salvador y Redentor.
Nuestro compromiso con la Iglesia lleva consigo que nos empujen y derriben. ¡Cuántas personas nos miran con desprecio porque somos católicos y creemos en las enseñanzas de la Iglesia! Pero nos levantamos y seguimos en ella, guiados por la fe.

Octava estación: Jesús amonesta a las mujeres de Jerusalén
De la Carta a los Romanos:
“Bendecid a los que os persiguen, bendecid, sí, no maldigáis. Con los que ríen, estad alegres, con los que lloran, llorad” (Rm 12,14).
Cristo amonesta a quienes pasan el día juzgando lo que hace la Iglesia, lamentándose de los errores de sus hijos, pero sin hacer nada por cambiar la Iglesia ni descubrir en ellos mismos la causa de su dolor.
Frente a ellos, la Iglesia no vive al margen del dolor, para sí misma, sino para Cristo y para la sociedad, a quien ofrece el mensaje de Jesús: gozo para los que ríen, consuelo para los que lloran.
También en nuestro centro hemos descubierto en la Iglesia la Madre que ha compartido y comparte los momentos gozosos como fue la Trobada Sempre Units y son los ritos. Y a la vez ella, a través de la Archidiócesis y las parroquias, se ofrece para dar respuesta a nuestros problemas y conflictos.

Novena estación: Jesús cae por tercera vez bajo la cruz
De la Segunda Carta a los Corintios:
“Muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor 12, 10).
Cayó por tercera vez y volvió a levantarse, porque en Él residía la fuerza de Dios, quien le había enviado a entregar su vida por la humanidad.
También la Iglesia, cuerpo de Cristo, cae y se levanta, sufre cada día a causa de sus propios pecados y los de la humanidad, pero no se desalienta, pues descubre en el sufrimiento y en la propia fragilidad la fuerza de Cristo.
¿Y nosotros? Ante las dificultades, ¿nos apoyamos en la fuerza que hay dentro de la Iglesia? ¿O más bien preferimos levantarnos sin recurrir a ella, con los propios medios, sin ayudarnos de la oración, la misa dominical, el sacramento del perdón?

Décima estación: Desnudan a Jesús, y le dan de beber hiel.
De la Carta a los Filipenses:
“Jesús a pesar de su condición divina, no se aferró a su categoría de Dios, al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo” (Flp 2, 6).
Subió a la cruz despojado de todo, de poder y de riquezas y pasó por un esclavo, obediente hasta la cruz.
Y este es el camino por el que Cristo ha conducido a la Iglesia en muchas ocasiones, es el camino de la Iglesia perseguida, de los obispos condenados a trabajos forzados, de las comunidades cristianas sin templos ni edificios, celebrando la misa en la clandestinidad, es la Iglesia que sufre y es perseguida.
A veces nos quejamos de no tener prestigio o no ser valorados porque llevamos la “etiqueta” de católicos y claro, las constantes campañas contra la Iglesia en los medios de comunicación están logrando que ella y sus miembros pierdan prestigio y relevancia social. Añoramos otros tiempos y olvidamos el lugar donde Cristo nos coloca ahora, pero ¿estamos dispuestos como juniors a despojarnos de lo que en el fondo nos importa: reconocimiento social en el pueblo o en el barrio?

Undécima estación: Jesús clavado en la cruz
De la Primera Carta a los Corintios:
“Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aún dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve” (1 Cor 13,1).
Muchas veces hemos medido la pasión de Cristo por la cantidad de sufrimiento y así su pasión fue la más grande de las sufridas por los hombres y mujeres porque fue el que más sufrió y no es así. La medida de la pasión no está en la cantidad de dolor sino en la calidad del dolor padecido, en el amor que derrochó en cada instante, su pasión es la más grande porque de todos los que han sufrido nadie ha sufrido con tanto amor como Cristo.
Y el amor es lo identificativo de la Iglesia. Lo importante de ella no es lo que hace en favor de los demás, sino que el amor que lleva en su seno. Lo fundamental es que detrás de cada acto en favor de los demás está Cristo y su amor, es Él quien a través de ella se clava en la cruz de cada hombre y mujer que en este instante está sufriendo y asistido por un sacerdote, una religiosa, un religioso, un seglar.
Podemos ser el mejor centro junior, el más formado, el que más frecuenta los sacramentos, el que más ayuda a los niños y mejores campamentos, convivencias, juegos,... realiza. Si no nos sentimos identificados con Cristo y no amamos como Cristo nos ama de nada nos sirve.
Duodécima estación: Jesús muere en la cruz
De la Primera Carta a los Corintios:
“Cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y Éste crucificado” (1 Cor 2,2).
La cruz es la gran lección de Cristo acerca de Dios. Ella es el tálamo en el que se entrega a su esposa la Iglesia, en el que derrama la vida en sus entrañas para que ella engendre hijos. De ella brota como la sangre y el agua que da vida a sus frágiles hijos.
Y la cruz es el centro de la Iglesia. Ella es la Palabra que la Iglesia anuncia a sus hijos. De ella brota la fuente en la que bebemos todos nosotros, el agua y la sangre, los sacramentos. Jesús muere en la cruz para que su esposa tenga vida, para que nosotros vivamos.
Nuestro compromiso con Cristo nos llevó a anunciar a los niños que Él es el Salvador y Redentor que con su muerte nos liberó del pecado. Nuestro compromiso con la Iglesia nos lleva a vivir con los niños este misterio en la eucaristía y los sacramentos.
Decimotercera estación: Jesús es bajado de la cruz y puesto en los brazos de su santísima Madre
De la Carta a los Gálatas:
“Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado. Por tanto, manteneos firmes, y no os sometáis de nuevo al yugo de la esclavitud”.
María acoge a Cristo muerto, con la esperanza en la resurrección. Ella es la mujer creyente, que espera más allá del fracaso de la muerte.
La Iglesia también se mantiene firme en los momentos de oscuridad y dolor, su esperanza no está depositada en este mundo, sino en Cristo.
Y nosotros también debemos como María y la Iglesia, cuando las dudas, las crisis y las dificultades, se ciernen sobre nosotros, mantenernos firmes, sin abandonar la Iglesia.

Decimocuarta estación:Jesús es puesto en el sepulcro
De la Carta a los Romanos:
“¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución¿, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?”
Rom 8, 35
Nada le apartó del amor del Padre, ni la profundidad de la muerte que el Credo confiesa afirmando “descendió a los infiernos”. Nada le apartó del amor. En el dolor más intenso y en la soledad más fría siguió amando al Padre y a la humanidad.
Y la Iglesia sigue amando a Cristo, así lo vivieron los apóstoles, perseguidos y condenados a muerte como el Maestro, ha sido lo han vivido los mártires y tantos hombres y mujeres que se mantienen fieles a Cristo aunque ello implique ser separados de sus padres, esposas, hijos,... y morir.
Comprometidos con la Iglesia es asumir la cruz, vivir las dificultades presentes desde el amor incondicional a Cristo en la Iglesia, seguir el camino que Él nos marca aunque este sea llegar a morir socialmente. Y todo por amor a quien es la razón de ser de la Iglesia y el movimiento junior.
Te adoramos Oh Cristo y te bendecimos Que por tu santa cruz nos redimiste.

Señor, Dios nuestro, que has querido realizar la salvación de todos los hombres por medio de tu hijo, muerto en la cruz, concédenos, te rogamos, a quienes hemos conocido en la tierra este misterio alcanzar en el cielo los premios de la redención. Por Jesucristo.
CUARESMA CON LOS CUARENTA ÚLTIMOS.
http://www.marianistas.org/~justiciaypaz/cuaresma/
http://www.fundacion-sm.com/ver_galeria_enlaces.aspx?id=21233 : la campaña de este año 2010 (testimonios, textos,...)
COMENTARIOS AL EVANGELIO
FRAY SANTIAGO AGRELO. ARZOBISPO DE TANGER.


www.religiondigital.com
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
http://svicentemartir-abando.org/



JÓVENES EJEMPLARES:
SANTO DOMINGO SAVIO (6 de Mayo).

El 2 de Abril de 1842 nació en San Giovanni di Riva José Carlos, hijo de Carlos y Brígida, él herrero y ella modista. Este niño algo débil y delicado, de aspecto serio y a la vez afable, como todos los niños de su época recibió la Primera Comunión, pero él además de vivir uno de los días más felices de su vida, se hizo el propósito de confesar con frecuencia y comulgar siempre que se lo permitiese el confesor, santificando los días de fiesta y acogiendo como amigosa Jesús y María. “Antes morir que pecar” fue el principio que guió su vida. Y a Dios se consagró en los primeros años de su vida como monaguillo del párroco Don Juan Zucca.
También como todos los niños era vivo y en más de una ocasión respondió a las bromas que sufría, si bien, después se arrepentía y pedía perdón. En otra ocasión prefirió ser acusado de una fechoría, antes que castigasen con la expulsión del colegio al culpable. Pero fue en la primera semana de octubre de 1854 cuando dos santos se encontraron. Don Bosco visitó Murialdo, con el fin de buscar muchachos dispuestos a ser sacerdotes al servicio de los niños abandonados y se encontró con un joven de “rostro alegre y porte risueño y respetuoso”, a quien el párroco recomendó y él admitió en el Oratorio de San Francisco de Sales de Turín, germen de la congregación salesiana. El niño de doce años, regresó alegre a su hogar, podía seguir estudiando, viviendo en la casa de Don Bosco y ser sacerdote.
Y allí ingresó. Un buen día los compañeros se desafiaron a pedradas en el campo. Domingo se enteró y les pidió ir con ellos. Una vez allí, colocados frente a frente los contendientes él se situó en medio y levantando un pequeño crucifijo les pidió que mirasen a Jesús en la cruz y después lanzasen sobre él la primera pedrada. Los niños, avergonzados, se reconciliaron. También se enfrentó con el carretero blasfemo, con el vendedor de revistas no recomendadas para menores, con el matón de turno
En 1854 el Papa proclamó el dogma de la Inmaculada y él, con el permiso de Don Bosco se consagró a ella, viviendo intensamente su pertenencia a la Compañía de la Inmaculada.
En el oratorio el niño crecía en un clima familiar, donde no habían castigos, los educadores eran maestros en el aula y amigos en el patio, la santidad consistía en estar siempre alegres, pues “un santo triste es un triste santo”, afirmaba Don Bosco. Por otra parte las celebraciones religiosas estaban llenas de esplendor, colorido y participación, animadas por el coro de niños cantores, y los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía constituían uno de los pilares de la maduración de la persona.
Sin embargo todo ello se vio truncado, el 1 de marzo de 1857 regresó a su casa a causa de la enfermedad contraída. Y allí permaneció durante ocho días. Sus últimas palabras fueron: “Adios, padre. ¡Qué cosas tan hermosas veo” y sonriendo partió hacia la Casa de Dios en el atardecer del 9 de marzo de 1857. El adolescente tenía quince años.
El 12 de Junio de 1954 fue canonizado por el Papa Pío XII, quien también lo proclamó patrono de los pequeños cantores.

CATEQUESIS DEL PAPA: 17 de Febrero. Miércoles de Ceniza.
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy, miércoles de Ceniza, comenzamos el camino cuaresmal: un camino que dura cuarenta días y que nos lleva a la alegría de la Pascua del Señor. En este itinerario espiritual no estamos solos, porque la Iglesia nos acompaña y nos sostiene desde el principio con la Palabra de Dios, que encierra un programa de vida espiritual y de compromiso penitencial, y con la gracia de los Sacramentos.
Las palabras del Apóstol san Pablo nos dan una consigna precisa: "Os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios... Mirad ahora el momento favorable; mirad ahora el día de salvación" (2 Co 6, 1-2). De hecho, en la visión cristiana de la vida habría que decir que cada momento es favorable y cada día es día de salvación, pero la liturgia de la Iglesia refiere estas palabras de un modo totalmente especial al tiempo de Cuaresma. Que los cuarenta días de preparación de la Pascua son tiempo favorable y de gracia lo podemos entender precisamente en la llamada que el austero rito de la imposición de la ceniza nos dirige y que se expresa, en la liturgia, con dos fórmulas: "Convertíos y creed en el Evangelio", "Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás".
La primera exhortación es a la conversión, una palabra que hay que considerar en su extraordinaria seriedad, dándonos cuenta de la sorprendente novedad que implica. En efecto, la llamada a la conversión revela y denuncia la fácil superficialidad que con frecuencia caracteriza nuestra vida. Convertirse significa cambiar de dirección en el camino de la vida: pero no con un pequeño ajuste, sino con un verdadero cambio de sentido. Conversión es ir contracorriente, donde la "corriente" es el estilo de vida superficial, incoherente e ilusorio que a menudo nos arrastra, nos domina y nos hace esclavos del mal, o en cualquier caso prisioneros de la mediocridad moral. Con la conversión, en cambio, aspiramos a la medida alta de la vida cristiana, nos adherimos al Evangelio vivo y personal, que es Jesucristo. La meta final y el sentido profundo de la conversión es su persona, él es la senda por la que todos están llamados a caminar en la vida, dejándose iluminar por su luz y sostener por su fuerza que mueve nuestros pasos. De este modo la conversión manifiesta su rostro más espléndido y fascinante: no es una simple decisión moral, que rectifica nuestra conducta de vida, sino una elección de fe, que nos implica totalmente en la comunión íntima con la persona viva y concreta de Jesús. Convertirse y creer en el Evangelio no son dos cosas distintas o de alguna manera sólo conectadas entre sí, sino que expresan la misma realidad. La conversión es el "sí" total de quien entrega su existencia al Evangelio, respondiendo libremente a Cristo, que antes se ha ofrecido al hombre como camino, verdad y vida, como el único que lo libera y lo salva. Este es precisamente el sentido de las primeras palabras con las que, según el evangelista san Marcos, Jesús inicia la predicación del "Evangelio de Dios": "El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca; convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1, 15).
El "convertíos y creed en el Evangelio" no está sólo al inicio de la vida cristiana, sino que acompaña todos sus pasos, sigue renovándose y se difunde ramificándose en todas sus expresiones. Cada día es momento favorable y de gracia, porque cada día nos impulsa a entregarnos a Jesús, a confiar en él, a permanecer en él, a compartir su estilo de vida, a aprender de él el amor verdadero, a seguirlo en el cumplimiento diario de la voluntad del Padre, la única gran ley de vida. Cada día, incluso cuando no faltan las dificultades y las fatigas, los cansancios y las caídas, incluso cuando tenemos la tentación de abandonar el camino del seguimiento de Cristo y de encerrarnos en nosotros mismos, en nuestro egoísmo, sin darnos cuenta de la necesidad que tenemos de abrirnos al amor de Dios en Cristo, para vivir la misma lógica de justicia y de amor. En el reciente Mensaje para la Cuaresma he querido recordar que "hace falta humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo "mío", para darme gratuitamente lo "suyo". Esto sucede especialmente en los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía. Gracias al amor de Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia "mayor", que es la del amor (cf. Rm 13, 8-10), la justicia de quien en cualquier caso se siente siempre más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que se pueda esperar" (L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 7 de febrero de 2010, p. 11).
El momento favorable y de gracia de la Cuaresma también nos muestra su significado espiritual mediante la antigua fórmula: "Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás", que el sacerdote pronuncia cuando impone sobre nuestra cabeza un poco de ceniza. Nos remite así a los comienzos de la historia humana, cuando el Señor dijo a Adán después de la culpa original: "Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado; porque eres polvo y al polvo volverás" (Gn 3, 19). Aquí la Palabra de Dios nos recuerda nuestra fragilidad, más aún, nuestra muerte, que es su forma extrema. Frente al miedo innato del fin, y más aún en el contexto de una cultura que de muchas maneras tiende a censurar la realidad y la experiencia humana de la muerte, la liturgia cuaresmal, por un lado, nos recuerda la muerte invitándonos al realismo y a la sabiduría; pero, por otro, nos impulsa sobre todo a captar y a vivir la novedad inesperada que la fe cristiana irradia en la realidad de la muerte misma.
El hombre es polvo y al polvo volverá, pero a los ojos de Dios es polvo precioso, porque Dios ha creado al hombre destinándolo a la inmortalidad. Así la fórmula litúrgica "Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás" encuentra la plenitud de su significado en referencia al nuevo Adán, Cristo. También Jesús, el Señor, quiso compartir libremente con todo hombre la situación de fragilidad, especialmente mediante su muerte en la cruz; pero precisamente esta muerte, colmada de su amor al Padre y a la humanidad, fue el camino para la gloriosa resurrección, mediante la cual Cristo se convirtió en fuente de una gracia donada a quienes creen en él y de este modo participan de la misma vida divina. Esta vida que no tendrá fin comienza ya en la fase terrena de nuestra existencia, pero alcanzará su plenitud después de "la resurrección de la carne". El pequeño gesto de la imposición de la ceniza nos desvela la singular riqueza de su significado: es una invitación a recorrer el tiempo cuaresmal como una inmersión más consciente e intensa en el misterio pascual de Cristo, en su muerte y resurrección, mediante la participación en la Eucaristía y en la vida de caridad, que nace de la Eucaristía y encuentra en ella su cumplimiento. Con la imposición de la ceniza renovamos nuestro compromiso de seguir a Jesús, de dejarnos transformar por su misterio pascual, para vencer el mal y hacer el bien, para hacer que muera nuestro "hombre viejo" vinculado al pecado y hacer que nazca el "hombre nuevo" transformado por la gracia de Dios.
Queridos amigos, mientras nos disponemos a emprender el austero camino cuaresmal, invoquemos con particular confianza la protección y la ayuda de la Virgen María. Que ella, la primera creyente en Cristo, nos acompañe en estos cuarenta días de intensa oración y de sincera penitencia, para llegar a celebrar, purificados y completamente renovados en la mente y en el espíritu, el gran misterio de la Pascua de su Hijo.
¡Feliz Cuaresma a todos!


CARTA DE D. CARLOS, ARZ. DE VALENCIA ¿Qué pides a tu vida?
En la sociedad del siglo XXI asistimos a no pocas contradicciones y cegueras. Los Derechos y la Dignidad de la persona se proclaman sin cesar, al tiempo que parecen diluirse al borde del camino. El derecho al trabajo, a la vivienda, a la vida… se presentan frágiles e inciertos. Todo el Magisterio de la Iglesia ha insistido siempre que el eje y la columna vertebral de toda verdadera antropología está en reconocer la suprema dignidad de la persona humana. La Exhortación Apostólica Christifideles laici nos lo ha recordado de una manera muy clara cuando dice: “Redescubrir y hacer redescubrir la dignidad inviolable de cada persona humana constituye una tarea esencial; es más, en cierto sentido es la tarea central y unificante del servicio que la Iglesia…”. “La dignidad de la persona manifiesta todo su fulgor cuando se consideran su origen y su destino. Creado por Dios a su imagen y semejanza, y redimido por la preciosísima sangre de Cristo, el hombre está llamado a ser «hijo en el Hijo» y templo vivo del Espíritu; y está destinado a esa eterna vida de comunión con Dios que le llena de gozo” (Christifideles laici, 37).
Cuando estamos celebrando la Cuaresma, dejadme haceros esta pregunta: Ante los distintos avatares humanos ¿cómo recuperar la dignidad de ser persona? Recuperamos la dignidad al lado de Dios, entrando en comunión con Dios. Estas palabras tienen una densidad especial: “Por amor ha creado a los hombres y los ha creado para que vivan en amistad con Él y en mutua comunión” (Reconciliatio et Penitentia). ¡Qué fuerza adquieren estas palabras cuando escuchamos lo que el Evangelio nos dice sobre cómo recuperó el Señor la dignidad de un ser humano!
Os invito a que nos pongamos en la situación de ciego de Jericó. Podríamos ser cualquiera de nosotros y os invito a meditar, como propia, esta experiencia luminosa. Un día Jesús se acercaba a Jericó y “estaba un ciego, sentado junto al camino pidiendo limosna. Le informaron que pasaba Jesús y “empezó a gritar diciendo: ¡Jesús Hijo de David, ten compasión de mí! Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: ¿Qué quieres que te haga? Él le dijo: ¡Señor que vea! Jesús le dijo: Ve. Tu fe te ha salvado. Y al instante recobró la vista” (cf. Lc 18, 35-43).Recupera la dignidad. Quizá, también estás al borde del camino pidiendo limosna, pidiendo cosas que, ciertamente, te van a dejar como estabas; no van a llenar tu vida para nada, te dejarán otra vez al borde del camino. Examina con toda sinceridad: ¿Qué cosas pides en tu vida para ser feliz y para vivir en autenticidad, para alcanzar las dimensiones auténticas del ser humano? ¿Te das cuenta de que estás al borde del camino como el ciego pidiendo? Pero ahora es Cristo quien pasa. La Iglesia te invita a comprobar que Jesús vive en medio de los hombres, y a que tengas la suficiente humildad, la gran valentía y el suficiente coraje para pedir a Aquél que te puede dar algo importante. No te va a dar mediocridades para que sigas subsistiendo al borde del camino, te va a dar lo que necesitas para que recuperes la autenticidad de tu ser, las medidas auténticas de tu vida. Como el ciego, haz tú lo mismo. Él se enteró de que por allí pasaba Jesús, dejó de pedir limosna y comenzó a pedir ayuda a Jesús. Quería la vida, quería saber de su dignidad, quería observar todo desde donde debe ser contemplado. Por eso cuando el Señor se acerca y le muestra su interés por él, el ciego le dice: “¡Señor, que vea!”.
Recupera la dignidad. Pide al Señor ayuda. Él pasa a tu lado. Está a tu lado. Quizá haya tantos ruidos que no te dejen pronunciar palabra. Quizá incluso tengas situaciones que quieran impedirte que el Señor escuche tus gritos. Pero dile al Señor como el ciego con todas tus fuerzas: ¡Ten compasión de mí! ¡Ten pasión por mi vida! No dudes de que el Señor se acercará a tu vida si con sinceridad lo llamas. Y nunca dudes que también a ti te preguntará como al ciego, “¿qué quieres que te haga?” ¿Sabes lo que significa que sea Dios mismo el que te formule esta pregunta? Es lo mismo que decirte con todas las fuerzas ¿quieres recuperar tu dignidad de hijo de Dios en el Hijo? ¿Quieres ver con toda profundidad la vida, la tuya y la de los demás? ¿Quieres ver todo lo que existe desde Dios? ¿Quieres construir esta historia y este mundo con la visión de Dios mismo?Me imagino qué pudo vivir el ciego cuando Jesús le dijo “ve, tu fe te ha salvado”. No me extraña que saliese glorificando a Dios. Me imagino lo que puede ser para cada uno de nosotros vivir en tal confianza con el Señor, fiándonos tanto de Él, que esta confianza sea la que nos haga recuperar siempre la vida y la vista. Confianza en su gracia, en su amor, en su misericordia. Quizás hoy existen ciertas dificultades para acercarnos a Jesucristo, pues es característico del pensamiento ilustrado, eludir el tema del pecado o pretender otorgarle otra significación. Desde la ilustración y más concretamente desde Juan Jacobo Rousseau, se asegura que el hombre es naturalmente bueno e inocente, que el pecado proviene sólo de la mala estructura social. Marx, discípulo de Rousseau y de Hegel, está convencido de que superada la alienación económica, proveniente de la propiedad privada y del capitalismo, el hombre será equilibrado, inocente y feliz. Freud, atribuye la conciencia de pecado a motivaciones puramente sicológicas. Nietzsche llama virtud a lo que nosotros llamamos pecado. Este modo de pensar necesita de Dios. Esta manera de pensar, que trae una manera de vivir, necesita de hombres que viviendo al borde del camino, tengan la valentía de confesar que no ven nada y el coraje de decidirse a decir al Señor: “¡Señor, que vea!”.
Sin embargo, como el ciego de Jericó, andamos todos los hombres queriendo escuchar la voz verdadera, la que nos puede responder. En el fondo de nuestra alma todos escuchamos la voz que nos llama a recuperar la dignidad de personas. Es una voz que no se puede acallar. Y mientras esa voz no tenga respuesta de quien la puede dar, os aseguro que habrá agresividad en nuestras vidas, violencias, malestar social, vértigos del trabajo, huidas de nosotros mismos. Se nos presenta como una tarea imprescindible el recuperar la dignidad y ayudar a recuperarla. El Papa Juan Pablo II nos lo avisó: es una realidad que se da “un gigantesco remordimiento” de la humanidad (cfr. Dives in misericordia, 11). Y ese remordimiento hay que eliminarlo, dejando que el Señor de la Vida entre en la historia personal de cada hombre.
Para recuperar la dignidad, no tenemos que renunciar a ninguna de nuestras conquistas. Sí tenemos que experimentar la necesidad de Alguien que cercano a nosotros sea fuente de amor, de reconciliación, de perdón y de paz. Y este Alguien tiene un nombre y un rostro, es Jesucristo. Acudamos a Él. “Creer en el Hijo crucificado significa ver al Padre, significa creer que el amor está presente en el mundo y que este amor es más fuerte que toda clase de mal en que el hombre, la humanidad, el mundo están metidos” (Dives in misericordia, 7). Misericordia en el sentido bíblico significa amor más allá de toda justicia. En el mundo se clama por la justicia, pero el amor desborda la justicia y el hombre y el mundo necesitan más el amor que la justicia. Necesitamos de Jesucristo que hoy nos dice a cada uno de los hombres, “¿qué quieres que te haga?”. Tenemos la gran ocasión de pedir. Pidamos algo más que una efímera limosna. Quizá, nuestra respuesta debiera ser: Señor, necesito de tu Amor para recuperar la dignidad de persona. Dame tu Amor.
Con gran afecto y mi bendición
+ Carlos, Arzobispo de Valencia

RESSÓ DE LA PARAULA. Agustín Cortés.

Ya es difícil ver la propia realidad, pero más difícil aún es reconocerla y aceptarla cuando no es como querríamos que fuese. Por ello la oración del Salmo 50, apelando a un esfuerzo de sinceridad, sigue: «Reconozco que he sido rebelde; mi pecado no se borra de mi mente. En verdad, soy malo desde que nací; soy pecador desde el seno de mi madre. En verdad, tú amas al corazón sincero, y en lo íntimo me has dado sabiduría» (3-6).
San Anselmo, comentando este Salmo reza diciendo: «Conocía mi pecado en parte, pero no como Tú lo conoces, no como soy conocido por ti… Mi corazón queda impenetrable incluso a mí mismo…pero Tú escrutas los abismos». La verdad sobre nosotros mismos normalmente permanece escondida a nuestros ojos. Si nos la dice un enemigo, nos enfurece; si nos la dice una autoridad, nos asusta; si nos la dice un amigo, nos sorprende y nos acongoja, pero nos cura. Le pedimos a Dios que nos diga la verdad como sabio y clarividente, pero sobre todo como buen amigo. Es por ello por lo que antes de acercarnos al Sacramento de la Penitencia y, sobre todo, a lo largo de la Cuaresma nos conviene escuchar mucho la Palabra de Dios, para que Él nos diga las verdades que sus ojos de buen amigo descubren en nosotros.
La sencillez es la clave de muchas gracias. Para el humilde que tiene ante sí sus faltas y asume su responsabilidad, los pecados ya no son obstáculo en la relación de comunión y amor con Dios. San Jerónimo aconsejaba: «Si tienes tus pecados delante de ti, Dios no los pondrá delante de Él». Incluso cuando —como es el caso del salmista—el pecado se siente como una realidad abrumadora y envolvente, arraigada en una tendencia «innata» (desde el seno de la madre).
Es esa tendencia a poseer, retener la vida, reafirmarla ser el centro, dominar, exigir, acumular bienes y placer… que empapa toda la vida y que tiene sus manifestaciones bien visibles en las rupturas, los falseamientos, los abusos, las peleas…
Una tendencia poderosa que a veces queda viva influyendo a escondidas, bajo apariencias de virtud, haciendo que demos una imagen falsa a los ojos de los otros y de uno mismo. Entonces el humilde sabe que con toda esta pobreza moral en las manos sólo puede presentarse ante el Dios-amigo diciéndole: «Mira, este soy yo, desnudo y cargado de defectos». Como decía Juan Pablo II, hablando de Adán y Eva en el paraíso antes de pecar: estaban desnudos sin avergonzarse, porque el amor los hacía transparentes; después del pecado se tenían que ocultar de Dios y del otro. Pero ahora Dios trata de restablecer el amor y con él la desnudez espiritual.
—Sólo ante Dios, que me ama, puedo estar desnudo y transparente, sin avergonzarme.
—Sólo ante Dios de ojos clarividentes y amorosos soy quien soy.
—Sólo ante Dios humillarse no es humillante.
No hay dignidad mayor que la de aquel que sabe desnudarse de todo tipo de mentira y se deja
sostener por los brazos del amigo que se apresura a abrazarlo y cubrirlo con vestido de fiesta.
† Agustí Cortés Soriano
Obispo de Sant Feliu de Llobregat http://www.bisbatsantfeliu.org/mcs/FullDominical/2010/100228_7_9.pdf


NOTICIAS JUNIORS.
ENCONTRE EDUCADORS 2010.TEMA: CHARLIE I LA FABRICA DE XOCOLATE. SERÀ UN ENCONTRE DIVERTIT I EDUCATIU Q ENS DONARÀ ALGUNES PAUTES PER A SER CADA DIA UN POC MILLORS COM A EDUCADORS I COM A PERSONES. VINE, SEGUR Q ENS HO PASSEM DE CINE I CONEIXEM MOLTA GENT NOVA.
SEMPRE UNITS!!!













T’ESPEREM: DISSABTE I DIUMENGE 27 I 28 DE FEBRER EN LA MAIANSA D’ONTINYENT

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