miércoles, 2 de julio de 2025

Nº 266. 6 de julio de 2025.


Primera lectura.

Lectura del libro de Isaías 66, 10-14c.

Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis; alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto; mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos, y apuraréis las delicias de sus ubres abundantes. Porque así dice el Señor: “Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz, como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones. Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán; como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo, y en Jerusalén seréis consolados. Al verlo, se alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos florecerán como un prado, se manifestará a sus siervos la mano del Señor.

 

Textos paralelos.

 Todos los que por ella hacíais duelo.

Jn 16, 20: Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis mientras el mundo se divierte: estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo.

Cuando lo experimentéis se alegrará vuestro corazón.

Jn 16, 22: Así vosotros ahora estáis tristes; pero os volveré a visitar y os llenaréis de alegría, y nadie os quitará vuestra alegría.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

66 Este oráculo no tiene nexo con el contexto. Condena el templo, cuya construcción se ha emprendido al regreso del Destierro, como Natán había hecho bajo David, 2 S 7, 5-7, como lo hará Esteban, Hch 7, 48s, citando el pasaje de Isaías. Es la recusación de una religión demasiado material en beneficio de la religión de los pobres.

 

Salmo responsorial

Sal 66 (65), 1-7.16.20 (R/.: 1b).


R/. Aclamad al Señor, tierra entera.

Aclamad al Señor, tierra entera;

tocad en honor de su nombre,

cantad himnos a su gloria.

Decid a Dios:

“¡Qué temibles son tus obras!”. R/.

Que se postre ante ti la tierra entera,

que toquen en tu honor,

que toquen para tu nombre.

Venid a ver las obras de Dios,

sus temibles proezas en favor de los hombres. R/.

 

Transformó el mar en tierra firme,

a pie atravesaron el río.

Alegrémonos en él,

que con su poder gobierna eternamente. R/.

 

Los que teméis a Dios,

venid a escuchar,

os contaré lo que ha hecho conmigo.

Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica

ni me retiró su favor. R/.

 

Textos paralelos.

 

Cantad a su nombre glorioso:

Ef 1, 12: De modo que nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, fuéramos la alabanza de su gloria.

Ef 1, 14: El cual es prenda de nuestra herencia, del rescate de su posesión para alabanza de su gloria.

La tierra entera se postra ante ti.

Sal 18, 45: Por mi fama se me sometían. Los extranjeros me adulaban.

Canta en tu honor.

Sal 81, 16: Los que aborrecen al Señor te adularán y su suerte quedará fijada.

Convirtió el mar en tierra firme.

Sal 114, 3: El mar al verlos huyó y el Jordán retrocedió.

Is 44, 27: Él dice: Océano, aridece, secaré tus corrientes.

Y cruzaron el río a pie.

Is 50, 2: Mirad: con un bramido seco el mar, convierto los ríos en desierto; por falta de agua se pudren sus peces, muertos de sed.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

66 Esta liturgia de acción de gracias por la comunidad (cuyo jefe o portavoz habla a partir del v. 13) recuerda por el estilo y el horizonte universalista la segund parte de Isaías (capítulos 40-55).

66 6 El paso del Mar de las Cañas, Ex 14-15, y del Jordán, Jos 3: dos grandes sucesos “típicos” de la historia de Israel, igualmente unidos en el Sal 74, 13-15; 114.

 

Segunda lectura.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 6, 14-18.

Hermanos:

Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo. Pues lo que cuenta no es la circuncisión ni la incircuncisión, sino la nueva criatura. La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a esta norma; también sobre el Israel de Dios. En adelante, que nadie me moleste, pues yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús. La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con vuestro espíritu, hermanos. Amén.

Palabra de Dios.

 

Textos paralelos.

 Dios me libre de presumir si no es en la cruz de nuestro Señor.

Ga 3, 1: Vosotros, a cuya vista han descrito a Cristo crucificado.

Por la cual el mundo es para mí un crucificado.

Gal 2, 19: Por medio de la ley morí a la ley para vivir para Dios. He quedado crucificado con Cristo.

Lo que cuenta no es la circuncisión.

Gal 5, 6: Siendo de Cristo Jesús, no importa estar o no circuncidados; lo que cuenta es una fe activa por el amor.

2 Co 5, 17: Si uno es cristiano, es criatura nueva. Lo antiguo pasó, ha llegado lo nuevo.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

6 14 “cruz” ver 3, 1: “crucificado” (por el mundo) ver 2 19; el mundo de la carne y del pecado.

6 15 (a) Adicción: “en Cristo Jesús”.

6 15 (b) En la introducción de la carta había proclamado el apóstol que Cristo, con su muerte, libera a la gente “de este mundo perverso” (1, 14). Para concluir: afirma que Cristo, con su cruz, introduce a las personas en una nueva creación. Al oponer esta creación al mundo antiguo, Pablo manifiesta una vez más a los gálatas lo que le separa radicalmente de sus adversarios. Estos pertenecen al mundo antiguo: al predicar la circuncisión, buscan ponerse al abrigo de la persecución, enorgullecerse del éxito de su propaganda religiosa. Su seguridad y su vanagloria forman parte del mundo “carnal” encerrado en sí mismo y separado de su creador. Por el contrario, la alegría y la seguridad de Pablo se basan en la cruz de Cristo, pues solo ella le libera totalmente y le permite sustraerse al atractivo de un mundo que ya ha muerto para él.

6 16 El pueblo cristiano, heredero de las promesas, en contraposición con el Israel según la carne.

6 17 Las cicatrices de los malos tratos soportados por cristo. A los ojos de Pablo estas señales son más gloriosas que cualquier otra señal en la carne.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 1-12.17-20.

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:

-La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa. Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: “El reino de Dios ha llegado a vosotros”. Pero si entráis en una ciudad y no os reciben, saliendo a sus plazas, decid: “Hasta el polvo de vuestra ciudad,  que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que el reino de Dios ha llegado”. Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad.

Los setenta y dos volvieron con alegría diciendo: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.

Él les dijo:

Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.

 

Textos paralelos.

9, 1-2: Convocó a los doce y les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para curar enfermedades. Y los envió a proclamar el reinado de Dios y a curar enfermos.

La mies es mucha y los obreros pocos.

Mt 9, 37-38: Entonces dijo a los discípulos: “La mies es abundante, los braceros son pocos. Rogad al amo de la mies que envíe braceros a su mies”.

Mt 10, 16: Mirad, yo os envío como ovejas entre lobos: sed cautos como serpientes, cándidos como palomas.

Mt 10, 9-15: No llevéis en el cinturón oro ni plata ni cobre, ni alforja para el camino ni dos túnicas ni sandalias ni bastón. Que el obrero tiene derecho al sustento. Cuando entréis en una ciudad o aldea, preguntad por alguna persona respetable y hospedaos con él hasta que os marchéis. Al entrar en la casa, saludadla: si lo merece entrará en ella vuestra paz; si no la merece, vuestra paz retornará a vosotros. Si alguien no os recibe ni escucha vuestro mensaje, al salir de aquella casa o ciudad, sacudíos el polvo de los pies. Os aseguro que el día del juicio la suerte de Sodoma y Gomorra será más llevadera que la de aquella ciudad.

Mc 6, 8-11: Les encargó que no llevaran más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja, que calzasen sandalias pero que no llevasen dos túnicas. Les decía: “Cuando entréis en una casa, quedaos allí hasta que os marchéis. Si un lugar no os recibe ni os escucha, salid de allí y sacudíos el polvo de los pies para que les conste”.

No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias.

Lc 9, 3-5: Les dijo: “No toméis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero, ni dos túnicas. En la casa en que entréis permaneced hasta que os marchéis. Si no os reciben, al salir de la ciudad sacudíos el polvo de los pies como prueba contra ellos.

Permaneced en la misma casa, comed y bebed lo que tengan.

1 Tm 5, 18: Dice la Escritura: no pondrás bozal a buey que trilla; el obrero tiene derecho a su salario.

El Reino de Dios ha llegado.

Mt 10, 7-12.: Y de camino proclamad que el reinado de Dios está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiado leprosos, expulsad demonios. De balde lo recibisteis, dadlo de balde. No llevéis en el cinturón oro ni plata ni cobre, ni alforja para el camino ni dos túnicas ni sandalias ni bastón. Que el obrero tiene derecho al sustento. Cuando entréis en una ciudad o aldea, preguntad por alguna persona respetable y hospedaos con él hasta que os marchéis. Al entrar en la casa, saludadla: si lo merece, entrará en ella vuestra paz; si no lo merece, vuestra paz retornará a vosotros.

Mt 3, 2: Arrepentíos, que está cerca el reinado de Dios.

Alegres.

Lc 1, 14: Te llenará e gozo y alegría y muchos se alegrarán de su nacimiento.

Veía a Satanás caer del cielo.

Mt 8, 29: De pronto se pusieron a gritar: “¡Hijo de Dios! ¿qué tienes con nosotros? ¿Has venido antes de tiempo a atormentarnos?

Hch 3, 16: Porque ha creído en su nombre, este que conocéis y estáis viendo ha recibido de ese hombre vigor, y la fe obtenida de él le ha dado salud completa en presencia de vosotros.

Mirad os he dado poder de pisotear serpientes.

Jn 12, 31-32: Ahora comienza el juicio de este mundo y el príncipe de este mundo será expulsado. Cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí.

Ap 12, 9: El dragón gigante, la serpiente primitiva, llamada diablo y Satanás, que engañaba a todo el mundo, fue arrojada a la tierra con sus ángeles.

Sal 91, 13: Caminarás sobre leones y víboras, pisotearás cachorros y dragones.

Nada os podrá hacer daño.

Mt 16, 18: Pues yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta Piedra construiré mi Iglesia y el imperio de la Muerte no la vencerá.

Vuestros nombres están inscritos en el cielo.

Ap 20, 12: Vi a los muertos, grandes y pequeños, en pie ante el trono. Se abrieron los libros y se abrió también el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados por sus obras, según lo escrito en los libros.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

10 La colección de logia empleada por Mt y Lc contenía un discurso de misión paralelo al de Mc 6, 8-11. Mientras que en Mt ha combinado estas dos versiones en un solo discurso (10, 7-16), Lc la ha mantenido por separado en dos discursos dirigidos, uno a los Doce, cifra de Israel, y el otro a los setenta y dos (o setenta) discípulo, cifra tradicional de las naciones paganas. Comparar el caso de las dos multiplicaciones de los panes, ver Mt 14, 13.

10 1 No, como 9, 42 para preparar la habitación y alimento, sino para servirle de precursores espirituales.

10 2 Los profetas del AT describían el juicio de Dios mediante la imagen de la siega (Jl 4, 13), de la trilla (Is 41, 15; Jr 41, 33) o del cribado (Am 9, 9; Is 33, 11); Jr 13, 24). Para ellos era la obra por excelencia de Dios. Juan el Bautista la considera la tarea del “mas fuerte”. Aquí asocia Jesús a sus discípulos, mediante la oración y la predicación, a esta obra escatológica que ya es actual en su misión.

10 5 (a) A diferencia de Mt 10, 11-14, Lc distingue la conducta de los misioneros en una casa y en un pueblo.

10 5 (b) Lc (y no Mt) reproduce aquí el saludo habitual en el AT (eirene = salom), que es un deseo de prosperidad, de salud y de dicha: una bendición. Aquí se trata d ela paz mesiánica que proporciona el Evangelio, eficaz para el receptor del saludo.

10 6 Hebraísmo: alguien que sea digno de la “paz”, es decir, del conjunto de bienes temporales y espirituales que este saludo desea.

10 7 Pablo considerará esta regla como una ley de la misión, aunque personalmente renunciará a beneficiarse de ella (1 Co 9, 14-18; 1 Tm 5, 18).

10 9 Lit. “se ha acercado a vosotros”. Es la primera vez que Lc menciona la proximidad del Reino de Dios.

10 12 En este contexto de Lc, los vv. 12-14 son un lamento profético de Jesús por las ciudades que no acojan el mensaje de sus enviados. El primer v. es empleado en el mismo sentido por Mt 10, 15. De hecho, el oráculo primitivo de Jesús parece mejor conservado en Mt 11, 21-24, cuya construcción se adecua mejor a las leyes del paralelismo. Este oráculo apunta a las ciudades de la ribera norte del lago de Galilea.

10 18 Es poco probable que Jesús hablase aquí de una visión que habría tenido, pues jamás menciona experiencias de este tipo. Se trata más bien de una expresión figurada relativa al éxito de los discípulos sobre Satán mediante sus exorcismos: aquí está el reino de Dios.

10 20 (a) Algunos importantes testigos textuales dicen “demonios”. Pero conviene mejor “espíritus", como antítesis de v. 21 (mención del Espíritu).

10 20 (b) Los “libros del cielo”, donde estaban escritos los nombres de los elegidos, son una imagen clásica del apocalipsis (Dn 12, 1; Ap 3, 5).

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica

10 1 SETENTA Y DOS: varios manuscritos aquí y en el v. 17, leen setenta, quizás por influjo de Nm 11, 16. // DE DOS EN DOS: sistema que también siguió Pablo en sus viajes misioneros; la declaración de dos personas era imprescindible para que se diera crédito a lo que se decía (cf. Dt 17, 16).

4 NI SALUDÉIS: frente a los interminables cumplimientos del saludo en Oriente, el predicador del Evangelio, urgido por la prisa de anunciar la llegada del reino de Dios, no puede perder tiempo.

5-6 DECID PRIMERO: otra lectura posible, con otra puntuación ortográfica del texto griego, da: “en la casa en que primero entréis decid”. PAZ: saludo judío. // MERECEDORES DE (LA) PAZ: lit. hijo de paz (semitismo), e.d., íntimamente relacionado con la paz, digno de recibir los bienes que ese saludo desea. “Volver” es un hebraísmo = quedar ineficaz (“no volver” = ser eficaz); cf. Is 55, 1.

7 LO QUE OS DEN: lit. lo de parte de ellos.

8 LO QUE OS PRESENTEN: lit. las cosas presentadas a vosotros.

9 En cierto sentido, las curaciones corporales y la predicación del evangelio son el pago de hospedar al misionero de Cristo. “No suele Su Majestad pagar mal la posada si le hacen buen hospedaje” (santa Teresa).

17 ALEGRAOS: lit. con alegría.

18 QUE CAÍA… DEL CIELO: o bien: que caía como el rayo cae del cielo. Puesto que el verbo puede entenderse como cuasi-pasivo semítico, puede traducirse: “Veía a Satanás que, expulsado del cielo, caía…”. Jesús ve desplomarse el reino de Satanás.

19 OS HE DADO: o bien, suponiendo un perfecto semítico con valor de tiempo presente: os doy. PODER DE PISAR SERPIENTES…: tal vez es frase equivalente a: el poder sobre los espíritus.

20 Cf. Ap 3, 5 sobre el libro de los nombres de los elegidos que se anotan en el cielo (lit. en los cielos, e.d., en el corazón de Dios).

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé:

10, 1 La crítica textual no nos aclara si el número es setenta o setenta y dos. Ambas posibilidades son textualmente legítimas. Parece que hay una alusión a las setenta (o setenta y dos, según los LXX) naciones mencionadas en el libro del Génesis, que simbolizan que el evangelio y su mensaje de salvación de predicaría no solo entre los israelitas, sino también a todas las naciones. Cat. 765.

10, 5 Paz a esta casa: los sacramentales de la Iglesia incluyen la bendición de las personas y objetos como las casas, los vehículos, las imágenes sagradas, medallas, y rosarios. Cat. 1668 y 2611.

10 7 El quinto mandamiento de la Iglesia nos enseña que los creyentes tienen la obligación de contribuir en el sustento de quienes son sus ministros. Cat 2043 y 2122.

10, 16 Una forma de escucha de la Palabra de Dios es leer las Escrituras a diario, en especial la vida de Cristo que se encuentra en los evangelios. El ministerio de los Apóstoles y sus sucesores, los obispos, es la continuación de la misma misión de Cristo en la tierra. Por tanto, cuando los líderes de la Iglesia proclaman la Palabra de Dios, toca a los fieles ser receptivos a sus enseñanzas y dirección. Cat. 87 y 858.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

765 El Señor Jesús dotó a su comunidad de una estructura que permanecerá hasta la plena consumación del Reino. Ante todo está la elección de los Doce con Pedro a su Cabeza.

1668 [Los sacramentales] han sido instituidos por la Iglesia en orden a la santificación de ciertos ministerios eclesiales, de ciertos estados de vida, de circunstancias muy variadas de la vida cristiana, así como del uso de cosas útiles al hombre.

87 Los fieles recordando la palabra de Cristo a sus Apóstoles: “El que a vosotros escucha a mí me escucha” (Lc 10, 16), reciben con docilidad las enseñanzas y directrices que sus pastores le dan de diferentes formas.

858 Jesús es el enviado del Padre. Desde el comienzo de su ministerio, llamó a los que él quiso y vinieron donde él. Instituyó Doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar. Desde entonces, serán sus enviados (es lo que significa la palabra griega apóstoloi). En ellos continua su propia misión.

 

Concilio Vaticano II

El sacrosanto Concilio ruega escarnecidamente en el Señor a todos los laicos que respondan de buen grado, con generosidad y prontitud de corazón, a la voz de Cristo, que en esta hora los invita con particular insistencia, y al impulso del Espíritu Santo. Sientan los jóvenes que esta llamada va dirigida de manera especial a ellos, y recíbanla con entusiasmo y magnanimidad. Pues es el propio Señor, por medio de este santo Sínodo, quien invita de nuevo a todos los laicos a que se unan a Él cada vez más íntimamente y a que, sintiendo como propias las cosas que a Él le pertenecen, se asocien a su misión salvífica; es Él quien los envía de nuevo a toda ciudad y lugar adonde Él mismo ha de ir (cf. Lc 10, 1); de modo que en las diversas formas y maneras del único apostolado de la Iglesia, en constante adaptación a las nuevas necesidades de los tiempos, se ofrezcan a Él como cooperadores, trabajando siempre con generosidad en la obra del Señor, sabiendo que su trabajo no es vano delante del Señor.

Decreto sobre el apostolado de los laicos Apostolicam actuositatem, 13.

 

Los Santos Padres.

¿Por qué los envío de dos en dos? Porque de dos en dos, es decir, macho y hembra, habían sido introducidos los animales en el arca.

Envió a los corderos entre los lobos para que se cumpliera aquello de “Entonces pacerán juntos los lobos y los corderos” (Is 65, 25).

S. Ambrosio. Exposición sobre el Ev. de Lucas. III, pg. 246.

Los envió de dos en dos, a imagen suya, es decir, predicando sin salario, como Él lo había hecho.

También les dijo: “Mirad que yo os envío como corderos en medio de lobos”, para significar que mientras el pastor esté con ellos, nadie podrá hacerles daño.

S. Efrén de Nisibi. Comentario al Diatessaron. III, pg. 246.

También Eliseo, cuando envió a su siervo a imponer su  báculo sobre el cuerpo del niño difunto, le ordenó que no saludase a nadie por el camino (2 Re 4, 29).

S. Ambrosio. Exposición sobre el Ev. de Lucas. III, pg. 247.

La expresión es verdadera, porque antes de la venida del Salvador, era Satanás quien dominaba bajo el cielo; tenía sometidos a todos y no había quien pudiera escapar de sus opresoras trampas; era adorado por todos, por todas partes había templos, sacrificios y altares, y tenía una multitud innumerable de adoradores. Pero cuando descendió del cielo el unigénito Verbo de Dios, Satanás cayó como un rayo.

S. Cirilo de Alejandría. Comentario al Ev. de Lucas. III, pg. 250.

 

San Agustín.

Preste atención vuestra caridad. Ningún fiel puede esperar nada, si su nombre no está escrito en el cielo. En el cielo están escritos los nombres de todos los fieles que aman a Cristo, que avanzan con humildad por el camino que les enseñó él, humilde. En el cielo está escrito el nombre de la persona más insignificante de la Iglesia, si cree en Cristo, ama a Cristo, y ama la paz de Cristo; el nombre de esa persona a quien tu desprecias. Y ¿qué tienen en común esta persona y los apóstoles que tantos milagros hicieron? Y, con todo, a los apóstoles se les reprocha el que gozasen de su bien particular y se les manda que pongan su gozo en lo mismo de que se goza esa persona insignificante.

 

Comentario al salmo 130, 8. II, pg. 1346.

San Juan de Ávila.

Leed los concilios y sagrados cánones, y veréis el examen que pide para ordenar: Rogate Dominum messis ut mittat operarios (cf. Lc 10, 2). Bien está proveído, si se guardase.

Plática  7a sacerdotes. I, pg. 856.

Dignus est operarius merce sua (Lc 10, 7) y ansí estaban obligados a gastar esto en lo necesario al sustento y vestido, como de ministros de Dios, y lo demás empleallo en atender a ganar almas con obras pías.

Platica 8 a sacerdotes. I, pg. 860.

Y a sus discípulos dice Cristo, porque los enviaba entre malos, les dice que los envía como ovejas y corderos entre lobos (cf. Lc 10, 3).

Lecciones sobre la Epístola a los Gálatas. II, pg. 91.

Y porque hobiese más voces que predicasen y más médicos que curasen las ánimas, aunque Él solo lo podía hacer, quiso tomar ayudadores para tener ocasión de les gualardonar sus trabajos y de hacer bien a los otros por medio de aquellos ayudadores. Y así escogió doce apóstoles, a los cuales envió a predicar, como cuenta san Mateo en el capítulo 10; y porque Él sabía muy bien que el trabajo de curar ánimas es muy grande, y quería que antes sobrasen obreros que no faltasen, y con entrañas de padre, que trae un médico y otro para sus hijos, no se contentó con elegir doce que le ayudasen a Él mas eligió otros setenta y dos que ayudasen a los doce, y enviólos, como dice el santo evangelio, a predicar a las ciudades y pueblos, donde Él después había de ir (Lc 10, 1), para que estuviesen aparejados con aquella doctrina para recebir la que le diese Él.

Sermón de la fiesta de Evangelistas, III, pg. 1084.

Digáse qué tales han de ser los que van a predicar o ser curas. Amor de Dios y del prójimo, en ir dos juntos (Lc 10, 1). Item que tengan paz entre sí, porque de otra manera, ¿Cómo la ternán los súbditos? Item no vayan cargados de subsidios temporales, porque, ocupados en esto, no podrán vacar bien el oficio de ánimas, que pide a todo hombre, y plega a Dios que abaste; y los que los envían han de proveer que tengan suficientemente de comer, secundum illud: Presbyreri duplici honore (1 Tm 5, 17); y limosna aceptísima, acepta a Dios, es quitar estas cargas de su mantenimiento, o de los que tienen a su cargo, a un hombre que tiene talento para aprovechar a las ánimas, y por no tener qué dar a los suyos está atado, etc.

Sermón de la fiesta de Evangelistas, III, pg. 1086.

¡Oh cosa para llorar, que según dice el evangelio, el trabajador es digno de su jornal (Lc 10, 7), y quien no le paga, dice la Escriptura: Qui defraudat mercenario mercede sua, ut qui effudit sanguinem, frates sunt! (cf. Eclo 34, 27).

Sermón de la fiesta de Evangelistas, III, pg. 1087.

¡Bendito seas, Señor, Padre de los cielos y de la tierra, que ascondisteis estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los chiquillos! (Lc 10, 2). ¿Quién es este “yo! que tengo de negar? Ese ser prudente, esa sabiduría, ese pensar que sabéis lo que os cumple, ese pensar que sois gran letrado y que os lo sabéis vos todo, eso habéis de dejar. Aun si fuese en hacer zapatos, o en hacer una cosa, o cualquier otro oficio, bien, aun en eso súfrese; pero en las cosas que tocan a vuestra salvación, en este negocio de ir al cielo, en cómo estaréis en la gracia de Dios, cómo ayunaréis, como rezaréis, no lo podéis saber. Dejar tenéis vuestro saber; en todo lo que sea servir a Dios no penséis que lo sabéis; negar tenéis vuestro saber para haber de entenderlo. No hay medio para que Dios se os descubra y os enseñe qué cosa es tener amor con Dios y con los prójimos, qué cosa es tener humildad y castidad y mansedumbre, y para que os enseñe qué es hablar cosas de Dios, sino negar vuestro saber y arrimaros al saber de Dios.

Sermón de San Francisco de Asís. III, pg. 1047.

El Señor lo mandó así: Cuando entráredes en alguna casa, decid: “Paz sea en esta casa (cf. Lc 10, 5). Dice la Glosa: “Quien dice paz, desea y dice todos los bienes juntos”. “Paz sea a ti, Señor·. San Lucas dice gozo; todo está bueno: “Gozo sea a ti, paz sea a ti, pues ha de venir a ti el que pacificará, alegrará y dará gozo al mundo; razón es que os gocéis; razón es, Señora, que probéis de la fruta que habéis de dar al mundo.

Sermón de la Anunciación a Nuestra Señora. III, pg. 866.

¡Bendito seáis Vos, Señor! ¡Qué bendiciones, qué aleluya, aleuya, qué Laudate Dominum, qué música, qué cantares cantarán! ¡Bendito seaáis Vos, Señor!; poco trabajamos y mucho nos dais. Andad acá a mí. ¿No os acordáis que iam non erit fletus, contra priora transierunt (cf. Ap 21, 4), que ya lo había prometido? ¿No está escrito que Dios había prometido que había de limpiar las lágrimas? (Ap 7, 17), las cuales ha de limpiar por su mano qui est merces operis? Lc 10, 7). Ya no habrá trabajos ni más tentación, ni dolor de egida ni de estómago; no te quejarás ya mas. Ven a mí, ya no más angustia, no tormento, ni pena ni culpa. Descansad ya conmigo. Venid, benditos de mi Padre (Mt 25, 34).

Sermón Domingo I de Adviento. III, pg. 15.

¡Oh cosa para llorar que, sigún dice el evangelio, el trabajador es digno de jornal (Lc 10, 7; 1 Tim 5, 18).

Sermón Fiesta de Evangelistas.  III, pg. 1087.

¿Qué maravilla que haya contienda donde tanta diversidad de pareceres y fines hay? Mas esta contienda levántanla los hijos de ella y súfrenla los hijos de la paz; los unos, mordiendo como canes, y los otros, sufriendo y orando, y amando como corderos; pero, con el favor de Dios, vencerán los corderos a los perros, y aun a los lobos, que para eso los envió Dios, como a Corderos entre lobos (Lc 10, 3).

Carta a un religioso predicador. IV, pg. 16-17.

No puede tener fortaleza para castigar maldades el que no ha vencido en su corazón con fortaleza las propias afecciones, que le pueden hacer temer la faz del poderoso y ponerle tropiezo en la ligereza que pide su oficio, que es tanta cual el Señor significó a sus apóstoles cuando los envió a entender en el provecho de los otros (cf. Lc 10, 4); y como también lo avisó Elias a su discípulo Eliseo cuando lo envió a dar vida al muerto, diciendo: A ninguno saludes en el camino; y si alguno te saludare, no le respondas (2 re 4, 29); porque el enviado al bien público ha de ir tan ligero a hacer este oficio, que ninguna cosa contraria le impida de él ni le aparte de él, ni buscándola él, que eso es saludar, ni recibiéndola, aunque se la den, que eso es ser saludado; mas matar todo aquello por el cumplimiento de la ley de Dios, para ser uno de aquellos en cuya alabanza se dice: Dijo a su padre y a su madre: no os conozco; y a sus hermanos lo mismo, y a sus hijos lo mimso; estos guardaron tu palabra, y tu concierto, yt tus juicios y ley; y así será participante en las bendiciones que se siguen: Echa, Señor, tu bendición a la fortaleza de él y recibe las obras de las manos de él (cf. Dt 33, 99-11).

Carta a un señor de este reino, siendo asistente de Sevilla. IV, pg. 62-63.

Finalmente, les haga vivir in timore Domini, y coman su pan en silencio; y si algún poquito de liviandad de soberbia viere en ellos, reprehéndaselo gravemente, conforme al soberano Maestro, cuando a los discípulos que se gloriaban, dijo: Videbam Sathanan… (Lc 10, 18).

Carta a un predicador. IV, pg. 12.

¡Oh amor propio, y cómo eres causa de que no falten vicios en las cosas espirituales! Espiritual hermosura es la que Lucifer deseaba en el cielo impíreo, y porque no le convenía, ni la remitió a la voluntad de Dios, como rayo bajó del cielo y cayó (cf. Is 14, 12; cf, Lc 10, 18); y deseando el contentamiento, cayó en eterna cruz; y procurando lo ajeno, perdió lo propio. ¿Para qué quiere el que sirve a Dios el contentamiento y la excelencia de la santidad y abundancia de gracias? ¿Es, por ventura, para agradarse a sí, viéndose devoto y con gusto, o para agradar a Dios? Si es para esto postrero, sabed amigo, que entonces agrada el hombre a Dios cuando se contenta de lo que de Él le da y no cuando está el alma contenta de lo que tiene; luego, si te da padecer desconsuelos, persecución, tristeza, y Él está contento, conténtate tú y darás testimonio que buscas su voluntad en ti y no la tuya. A las lágrimas y muestras de amor de los apóstoles dice Cristo que no es amor; y al llevar su cruz y la pena que les causaba su ausencia con paciencia pone título y renombre de amor: Si me amásedes, contentaros híades con mi ausencia (cf. Jn 14, 28). Amar es padecer, amar es sufrir; amor de Jesucristo es hacer bien a quien mal nos hace.

Más sentiste de Dios cuando disimulaste la ira, y llevaste la injuria, y sufriste la pena, y te contentaste con la tribulación,, que cuando lloraste y tuviste devoción y te arrobaste.

Carta a un mancebo. IV, pg. 613.

Miren a San Juan Bautista, santificado en el vientre de su madre, la penitencia que hizo tan grande. Y todos esos santos apóstoles no aflojaron de asperísima penitencia, aunque tenía palabra de Aquel en cuya boca nunca fue hallada mentira, y antes perecería el cielo y la tierra que su palabra (cf. Lc 21, 33), que sus nombres están escritos en el cielo (cf. Lc 10, 20), y que irían allá; ¡y nosotros, desnudos y cargados de pecados a que estamos sujetos, y en duda de nuestra salvación, si no hacemos penitencia o en la comenzada aflojamos, en la vejez buscando regalo, eximiéndonos del coro! No quiero que el viejo haga más de lo que pueda sufrir; pero en lo que pudiere llevar, ¿por qué no seguirá a los santo y a los otros? ¿O saben otro camino para ir al cielo o están mejor alumbrados? Es cosa clara que no. Pues si no, ¿por qué no procuran seguirlos? ¿Con qué ánimo quieren que vayan y caminen este camino los mozos, si ven aflojar a los viejos tan reciamente? Guárdese vuestra reverencia, por amor de Dios, no haga de manera que pierda en la vejez lo que ganó cuando mancebo en la religión.

Carta a un discípulo. IV, pg. 613.

 

San Oscar Romero. Homilía.

Y voy a terminar con aquella constatación de Cristo al principiar el evangelio de hoy: "Rogad al Señor de la mies para que envíe obreros a su mies, porque la mies es mucha y los obreros son pocos". El gran problema de la paz es inmenso y necesita muchos artífices de la paz: sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos situados en todas las situaciones de la política y de la economía, todos son llamados ahora. La mies es inmensa, El Salvador tiene un vigor, una exuberancia maravillosa. Qué maravilloso pueblo sería El Salvador, si cultiváramos a los salvadoreños en un ambiente de paz, de justicia, de amor, de libertad. Cultivemos, hermanos, al menos cada uno, en la medida de sus alcances, procure hacerse artífice de la paz. 

Homilía, 3 de julio de 1977.

 

León XIV. Regina Coeli. 29 de junio de 2025.

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

Hoy es la gran fiesta de la Iglesia de Roma, nacida del testimonio de los apóstoles Pedro y Pablo y fecundada por su sangre y por la de muchos mártires. Todavía hoy hay cristianos en todo el mundo a los que el Evangelio vuelve generosos y audaces incluso a costa de la vida. Existe de ese modo un ecumenismo de la sangre, una invisible y profunda unidad entre las Iglesias cristianas, que a pesar de ello no viven todavía la comunión plena y visible. Quiero por lo tanto confirmar en esta fiesta solemne que mi servicio episcopal es servicio a la unidad y que la Iglesia de Roma está comprometida por la sangre de los santos Pedro y Pablo a servir, en el amor, a la comunión entre todas las Iglesias.

La piedra, de la que Pedro recibe también su propio nombre, es Cristo. Una piedra desechada por los hombres y que Dios ha hecho piedra angular. Esta plaza y las basílicas papales de san Pedro y de san Pablo nos cuentan cómo esa lógica aún se mantiene. Ellas se encuentran en lo que eran entonces los límites de la ciudad, “extramuros”, como se dice hasta hoy. Lo que a nosotros nos parece grande y glorioso antes fue descartado y excluido, porque contrastaba con la mentalidad mundana. Quien sigue a Jesús se encuentra recorriendo el camino de las bienaventuranzas, en el que la pobreza de espíritu, la mansedumbre, la misericordia, el hambre y la sed de justicia, y el trabajo por la paz encuentran oposición e incluso persecución. Y, sin embargo, la gloria de Dios brilla en sus amigos y a lo largo del camino los va modelando, cada vez que se convierten.

Queridos hermanos y hermanas, sobre las tumbas de los apóstoles, meta milenaria de peregrinaje, también nosotros descubrimos que podemos vivir en esta continua conversión. El Nuevo Testamento no esconde los errores, las contradicciones, los pecados de aquellos que veneramos como los más grandes apóstoles. Su grandeza, en efecto, ha sido modelada por el perdón. El Resucitado los fue a buscar, más de una vez, para traerlos de nuevo a su camino. Jesús no llama una sola vez. Es por esto que todos podemos esperar siempre, como también nos recuerda el Jubileo.

La unidad de la Iglesia y entre las Iglesias, hermanas y hermanos, se nutre del perdón y de la confianza recíproca, que comienza por nuestras familias y nuestras comunidades. En efecto, si Jesús confía en nosotros, también nosotros podemos fiarnos los unos de los otros, en su Nombre. Los apóstoles Pedro y Pablo, junto con la Virgen María, intercedan por nosotros, de modo que, en este mundo herido, la Iglesia sea casa y escuela de comunión.

 

León XIV. Audiencia General. 25 de junio de 2025. Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. II. La vida de Jesús. Las curaciones. 11. La mujer hemorroísa y la hija de Jairo. «No temas, solo ten fe» (Mc 5,36) 

Queridos hermanos y hermanas,

hoy también meditamos sobre las curaciones de Jesús como señal de esperanza. En Él hay una fuerza que nosotros también podemos experimentar cuando entramos en relación con su Persona.

Una enfermedad muy difundida en nuestro tiempo es el cansancio de vivir: la realidad nos parece demasiado compleja, pesada, difícil de afrontar. Y entonces nos apagamos, nos adormecemos, con la ilusión que al despertarnos las cosas serán diferentes. Pero la realidad va afrontada, y junto con Jesús podemos hacerlo bien. A veces nos sentimos bloqueados por el juicio de aquellos que pretenden colocar etiquetas a los demás.

Me parece que estas situaciones puedan cotejarse con un pasaje del Evangelio de Marcos, donde se entrelazan dos historias: aquella de una niña de doce años, que yace en su lecho enferma a punto de morir; y aquella de una mujer, que, precisamente desde hace doce años, tiene perdidas de sangre y busca a Jesús para sanarse (cfr Mc 5,21-43).

Entre estas dos figuras femeninas, el Evangelista coloca al personaje del padre de la muchacha: él no se queda en casa lamentándose por la enfermedad de la hija, sino sale y pide ayuda. Si bien sea el jefe de la sinagoga, no pone pretensiones argumentando su posición social. Cuando hay que esperar no pierde la paciencia y espera. Y cuando le vienen a decir que su hija ha muerto y es inútil disturbar al Maestro, él sigue teniendo fe y continúa esperando.

El coloquio de este padre con Jesús es interrumpido por la mujer que padecía flujo de sangre, que logra acercarse a Jesús y tocar su manto (v. 27). Con gran valentía esta mujer ha tomado la decisión que cambia su vida: todos seguían diciéndole que permanezca a distancia, que no se deje ver. La habían condenado a quedarse escondida y aislada.  A veces también nosotros podemos ser víctimas del juicio de los demás, que pretenden colocarnos un vestido que no es el nuestro. Y entonces estamos mal y no logramos salir de eso.

Aquella mujer emboca el camino de la salvación cuando germina en ella la fe que Jesús puede sanarla: entonces encuentra la fuerza para salir e ir a buscarlo. Al menos quiere llegar a tocar sus vestidos.

Alrededor de Jesús había una muchedumbre, muchas personas lo tocaban, pero a ellos no les pasó nada. En cambio, cuando esta mujer toca a Jesús, se sana. ¿Dónde está la diferencia? Comentando este punto del texto, San Agustín dice – en nombre de Jesús –: «La multitud apretuja, la fe toca» (Sermones 243, 2, 2). Y así: cada vez que realizamos un acto de fe dirigido a Jesús, se establece un contacto con Él e inmediatamente su gracia sale de Él. A veces no nos damos cuenta, pero de una forma secreta y real la gracia nos alcanza y lentamente trasforma la vida desde dentro.

Quizás también hoy tantas personas se acercan a Jesús de manera superficial, sin creer de verdad en su potencia. ¡Caminamos la superficie de nuestra iglesia, pero quizás el corazón está en otra parte! Esta mujer, silenciosa y anónima, derrota a sus temores, tocando el corazón de Jesús con sus manos consideradas impuras a causa de la enfermedad. Y he aquí que inmediatamente se siente curada. Jesús le dice: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz» (Mc 5,34).

Mientras tanto, llevaron a aquel padre la noticia que su hija había muerto. Jesús le dice: «¡No temas, basta que creas!» (v. 36). Luego fue a su casa y, viendo que todos lloraban y gritaban, dijo: «La niña no está muerta, sino que duerme» (v. 39). Luego entra donde está la niña, le toma la mano y le dice: «Talitá kum», “¡Niña, levántate!”. La muchacha se levanta y se pone a caminar (cfr vv. 41-42). Aquel gesto de Jesús nos muestra que Él no solo sana toda enfermedad, sino que también despierta de la muerte. Para Dios, que es Vida eterna, la muerte del cuerpo es como un sueño. La muerte verdadera es aquella del alma: ¡de esta debemos tener miedo!

Un último detalle: Jesús, luego de haber resucitado a la niña, dice a los padres que le den de comer (cfr v. 43). Esta es otra señal muy concreta de la cercanía de Jesús a nuestra humanidad. Podemos también entenderlo en sentido más profundo y preguntarnos: ¿cuándo nuestros muchachos se encuentran en crisis y tienen necesidad de nutrición espiritual, sabemos dársela? ¿Y cómo podemos hacerlo si nosotros mismos no nos nutrimos del Evangelio?

Queridos hermanos y hermanas, en la vida hay momentos de desilusión y de desánimo, y hay también la experiencia de la muerte. Aprendamos de aquella mujer, de aquel padre: vamos hacia Jesús: Él puede sanarnos, puede hacernos renacer. ¡Jesús es nuestra esperanza!

 

Francisco. Regina Coeli. 7 de julio 2013.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Ante todo deseo compartir con vosotros la alegría de haber estado, ayer y hoy, con una peregrinación especial del Año de la fe: la peregrinación de los seminaristas, novicios y novicias. Os pido que recéis por ellos, para que el amor por Cristo madure cada vez más en su vida y lleguen a ser auténticos misioneros del Reino de Dios.

El Evangelio de este domingo (Lc 10, 1-12.17-20) nos habla precisamente de esto: del hecho de que Jesús no es un misionero aislado, no quiere realizar solo su misión, sino que implica a sus discípulos. Y hoy vemos que, además de los Doce apóstoles, llama a otros setenta y dos, y les manda a las aldeas, de dos en dos, a anunciar que el Reino de Dios está cerca. ¡Esto es muy hermoso! Jesús no quiere obrar solo, vino a traer al mundo el amor de Dios y quiere difundirlo con el estilo de la comunión, con el estilo de la fraternidad. Por ello forma inmediatamente una comunidad de discípulos, que es una comunidad misionera. Inmediatamente los entrena para la misión, para ir.

Pero atención: el fin no es socializar, pasar el tiempo juntos, no, la finalidad es anunciar el Reino de Dios, ¡y esto es urgente! También hoy es urgente. No hay tiempo que perder en habladurías, no es necesario esperar el consenso de todos, hay que ir y anunciar. La paz de Cristo se lleva a todos, y si no la acogen, se sigue igualmente adelante. A los enfermos se lleva la curación, porque Dios quiere curar al hombre de todo mal. ¡Cuántos misioneros hacen esto! Siembran vida, salud, consuelo en la periferias del mundo. ¡Qué bello es esto! No vivir para sí mismo, no vivir para sí misma, sino vivir para ir a hacer el bien. Hay tantos jóvenes hoy en la Plaza: pensad en esto, preguntaos: ¿Jesús me llama a ir, a salir de mí para hacer el bien? A vosotros, jóvenes, a vosotros muchachos y muchachas os pregunto: vosotros, ¿sois valientes para esto, tenéis la valentía de escuchar la voz de Jesús? ¡Es hermoso ser misioneros! Ah, ¡lo hacéis bien! ¡Me gusta esto!

Estos setenta y dos discípulos, que Jesús envía delante de Él, ¿quiénes son? ¿A quién representan? Si los Doce son los Apóstoles, y por lo tanto representan también a los obispos, sus sucesores, estos setenta y dos pueden representar a los demás ministros ordenados, presbíteros y diáconos; pero en sentido más amplio podemos pensar en los demás ministerios en la Iglesia, en los catequistas, los fieles laicos que se comprometen en las misiones parroquiales, en quien trabaja con los enfermos, con las diversas formas de necesidad y de marginación; pero siempre como misioneros del Evangelio, con la urgencia del Reino que está cerca. Todos deben ser misioneros, todos pueden escuchar la llamada de Jesús y seguir adelante y anunciar el Reino.

Dice el Evangelio que estos setenta y dos regresaron de su misión llenos de alegría, porque habían experimentado el poder del Nombre de Cristo contra el mal. Jesús lo confirma: a estos discípulos Él les da la fuerza para vencer al maligno. Pero agrega: «No estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están escritos en el cielo» (Lc 10, 20). No debemos gloriarnos como si fuésemos nosotros los protagonistas: el protagonista es uno solo, ¡es el Señor! Protagonista es la gracia del Señor. Él es el único protagonista. Nuestra alegría es sólo esta: ser sus discípulos, sus amigos. Que la Virgen nos ayude a ser buenos obreros del Evangelio.

Queridos amigos, ¡la alegría! No tengáis miedo de ser alegres. No tengáis miedo a la alegría. La alegría que nos da el Señor cuando lo dejamos entrar en nuestra vida, dejemos que Él entre en nuestra vida y nos invite a salir de nosotros a las periferias de la vida y anunciar el Evangelio. No tengáis miedo a la alegría. ¡Alegría y valentía!

 

Francisco. Regina Coeli. 3 de julio de 2016.

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

La página evangélica de hoy, tomada del décimo capítulo del Evangelio de Lucas (1-12. 17-20), nos hace comprender cuán necesario es invocar a Dios «el Señor de la mies, para que envíe obreros para su mies» (v. 2). Los «obreros» de los que habla Jesús son los misioneros del Reino de Dios, a los que Él mismo llamaba y enviaba «de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir». (v. 1). Su tarea es anunciar un mensaje de salvación dirigido a todos. Los misioneros anuncian siempre un mensaje de salvación para todos; no sólo lo hacen los misioneros que van a tierras lejanas, sino también nosotros, misioneros cristianos que decimos una palabra buena de salvación. Y éste es el don que nos da Jesús con el Espíritu Santo. Este anuncio es el de decir: «El Reino de Dios está cerca de ustedes». (v. 9). En efecto, Jesús ha «acercado» a Dios a nosotros; en Jesús, Dios reina en medio de nosotros, su amor misericordioso vence el pecado y la miseria humana.

Y ésta es la Buena Noticia que los «obreros» deben llevar a todos: un mensaje de esperanza y de consolación, de paz y de caridad. Jesús, cuando envía a sus discípulos para que lo precedan en las aldeas, les recomienda: «Digan primero: «¡Que descienda la paz sobre esta casa!»… «Curen a sus enfermos» (vv. 5. 9) Todo ello quiere decir que el Reino de Dios se construye día a día y ofrece ya en esta tierra sus frutos de conversión, de purificación, de amor y de consolación entre los hombres. ¡Es una cosa linda! Construir día tras día este Reino de Dios que se va haciendo. No destruir, construir.

¿Con qué espíritu el discípulo de Jesús deberá desarrollar esta misión? Ante todo, deberá tener conciencia de la realidad difícil y a veces hostil que le espera. Jesús no ahorra palabras sobre esto. Jesús dice: «Yo los envío como a ovejas en medio de lobos» (v. 3). Clarísimo. La hostilidad que está desde siempre, desde el comienzo de las persecuciones de los cristianos, porque Jesús sabe que la misión está obstaculizada por la obra del maligno. Por ello, el obrero del Evangelio se esforzará en estar libre de condicionamientos humanos de todo tipo, no llevando ni dinero, ni alforja, ni calzado (cfr v. 4), como ha recomendado Jesús, para confiar sólo en el poder de la Cruz de Cristo. Ello significa abandonar todo motivo de vanagloria personal, de arribismo, de fama,  de poder, y ser instrumentos humildes de la salvación obrada por el sacrificio de Jesús.

La misión del cristiano en el mundo es una misión estupenda, es una misión destinada a todos, una misión de servicio sin excluir a nadie; requiere mucha generosidad y sobre todo elevar la mirada y el corazón, para invocar la ayuda del Señor. Hay tanta necesidad de cristianos que testimonien con alegría el Evangelio en la vida de cada día. Los discípulos enviados por Jesús «volvieron llenos de alegría» (v. 17). Cuando hacemos esto, el corazón se llena de alegría. Y esta expresión me hace pensar en cómo se alegra la Iglesia, se alegra cuando sus hijos reciben la Buena Noticia gracias a la dedición de tantos hombres y mujeres que cotidianamente anuncian el Evangelio: sacerdotes, esos buenos párrocos que todos conocemos, religiosas, consagradas, misioneras, misioneros, y me pregunto, escuchen la pregunta: ¿cuántos de ustedes jóvenes, que ahora están presentes, hoy, en la plaza, sienten la llamada del Señor para seguirlo? ¡No tengan miedo! Sean valientes y lleven a los otros esta antorcha del celo apostólico que nos ha sido dada por estos ejemplares discípulos.

Roguemos al Señor, por intercesión de la Virgen María, para que no falten nunca en la Iglesia corazones generosos, que trabajen para llevar a todos el amor y la ternura del Padre celeste».

 

Francisco. Regina Coeli. 7 de julio de 2019.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La página del Evangelio de hoy (cf. Lc 10,1-12.17-20) presenta a Jesús que envía en misión a setenta y dos discípulos, además de los doce apóstoles. El número setenta y dos probablemente indica todas las naciones. En efecto, en el libro de Génesis se mencionan setenta y dos naciones diferentes (cf. 10,1-32). Así, este envío prefigura la misión de la Iglesia de anunciar el Evangelio a todos los pueblos. Jesús dijo a los discípulos: «La mies es mucha y los obreros son pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (v. 2).

Esta petición de Jesús es siempre válida. Siempre debemos orar al “dueño de la mies”, que es Dios Padre, para que envíe obreros a trabajar en su campo, que es el mundo. Y cada uno de nosotros lo debe hacer con un corazón abierto, con una actitud misionera; nuestra oración no debe limitarse solo a nuestras peticiones, a nuestras necesidades: una oración es verdaderamente cristiana si también tiene una dimensión universal.

Cuando envía a los setenta y dos discípulos, Jesús les da instrucciones precisas que expresan las características de la misión. La primera ―ya lo hemos visto―: rezad; la segunda: id; y luego: no llevéis bolsa o alforja ...; decid“Paz a esta casa” ... permaneced en esa casa ... No vayáis de casa en casacurad a los enfermos y decidles“El Reino de Dios está cerca de vosotros”; y, si no os reciben, salid a las plazas y despedíos (cf. versículos 2-10). Estos imperativos muestran que la misión se basa en la oración; que es itinerante: no está quieta, es itinerante; que requiere desapego y pobreza; que trae paz y sanación, signos de la cercanía del Reino de Dios; que no es proselitismo sino anuncio y testimonio; y que también requiere la franqueza y la libertad para irse, evidenciando la responsabilidad de haber rechazado el mensaje de salvación, pero sin condenas ni maldiciones.

Si se vive en estos términos, la misión de la Iglesia se caracterizará por la alegría. ¿Y cómo termina este paso? «Regresaron los setenta y dos alegres» (v. 17). No se trata de una alegría efímera que viene del éxito de la misión; por el contrario, es un gozo arraigado en la promesa de que ―dice Jesús― «vuestros nombres están escritos en el cielo» (v. 20). Con esta expresión, él se refiere a la alegría interior, la alegría indestructible que proviene de la conciencia de ser llamados por Dios a seguir a su Hijo. Es decir, la alegría de ser sus discípulos. Hoy, por ejemplo, cada uno de nosotros, aquí en la Plaza, puede pensar en el nombre que recibió el día del Bautismo: ese nombre está “escrito en los cielos”, en el corazón de Dios Padre. Y es la alegría de este don lo que hace de cada discípulo un misionero, uno que camina en compañía del Señor Jesús, que aprende de él a entregarse sin reservas a los demás, libre de sí mismo y de sus propias posesiones.

Invoquemos juntos la protección materna de María Santísima, para que sostenga en todo lugar la misión de los discípulos de Cristo; la misión de anunciar a todos que Dios nos ama, quiere salvarnos y nos llama a ser parte de su Reino.

 

Francisco. Regina Coeli. 3 de julio de 2022.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el Evangelio de la Liturgia de este domingo leemos que “el Señor designó a otros setenta y dos [discípulos] y los envió de dos en dos delante de él a todas las ciudades y lugares a los que iba a ir” (Lc 10,1). Los discípulos son enviados de dos en dos, no individualmente. Ir en misión de dos en dos, desde un punto de vista práctico, pareciera tener más desventajas que ventajas. Existe el riesgo de que los dos no se lleven bien, de que tengan un ritmo diferente, de que uno se canse o enferme por el camino, obligando al otro a detenerse también. En cambio, cuando uno está solo, parece que el viaje se hace más expedito y sin obstáculos. Sin embargo, Jesús no lo piensa así: no envía solitarios delante de él, sino discípulos que van de dos en dos. Preguntémonos: ¿cuál es la razón de esta elección del Señor?

La tarea de los discípulos es ir por delante a las aldeas y preparar a la gente para recibir a Jesús; y las instrucciones que Él les da no se refieren tanto a lo que deben decir, sino a cómo deben ser, es decir, no acerca del “guion” che deben decir, no, sobre al testimonio de vida, el testimonio que han de dar más que a las palabras que han de decir. De hecho, los llama obreros: es decir, están llamados a trabajar, a evangelizar por medio de su comportamiento. Y la primera acción concreta con la que los discípulos llevan a cabo su misión es precisamente la de ir de dos en dos. Los discípulos no son ‘francotiradores’, predicadores que no saben ceder la palabra a otro. Es ante todo la vida misma de los discípulos la que anuncia el Evangelio: su saber estar juntos, su respeto mutuo, su no querer demostrar que son más capaces que el otro, su referencia unánime al único Maestro.

Se pueden hacer planes pastorales perfectos, poner en marcha proyectos bien elaborados, organizarse hasta el más mínimo detalle; se pueden convocar multitudes y disponer de muchos medios; pero si no hay disponibilidad para la fraternidad, la misión evangélica no avanza. Una vez, un misionero contó que se había ido a África junto con un hermano de comunidad. Sin embargo, al cabo de un tiempo se separó de él, quedándose en una aldea donde llevó a cabo con éxito una serie de actividades de construcción para el bien de la comunidad. Todo funcionaba bien. Pero un día tuvo un sobresalto: se dio cuenta de que su vida era la de un buen empresario, ¡siempre entre obras y papeleo! Pero… y el “pero” se quedó allí. Entonces, dejó la gestión en manos de otros, a los laicos, y volvió con su hermano. Así comprendió por qué el Señor había enviado a los discípulos "de dos en dos": la misión evangelizadora no se basa en el activismo personal, es decir, en el "hacer", sino sobre el testimonio de amor fraterno, incluso a través de las dificultades que conlleva convivir con otro.

Así que podemos preguntarnos: ¿cómo llevamos la buena noticia del Evangelio a los demás? ¿Lo hacemos con espíritu y estilo fraterno, o a la manera del mundo, con protagonismo, competitividad y centralidad en la eficacia? Preguntémonos si tenemos la capacidad de colaborar, si sabemos tomar decisiones juntos, respetando sinceramente a los que nos rodean y teniendo en cuenta su punto de vista, si lo hacemos en comunidad, no solos. En efecto, es sobre todo así como la vida del discípulo deja traslucir la del Maestro, anunciándolo verdaderamente a los demás.

Que la Virgen María, Madre de la Iglesia, nos enseñe a preparar el camino del Señor con el testimonio de la fraternidad.

 

Benedicto XVI. Regina Coeli. 8 de julio de 2007.  

Queridos hermanos y hermanas: 

El evangelio de hoy (cf. Lc 10, 1-12. 17-20) presenta a Jesús que envía a setenta y dos discípulos a las aldeas a donde está a punto de ir, para que preparen el ambiente. Esta es una particularidad del evangelista san Lucas, el cual subraya que la misión no está reservada a los doce Apóstoles, sino que se extiende también a otros discípulos.

En efecto, Jesús dice que "la mies es mucha, y los obreros pocos" (Lc 10, 2). En el campo de Dios hay trabajo para todos. Pero Cristo no se limita a enviar:  da también a los misioneros reglas de comportamiento claras y precisas. Ante todo, los envía "de dos en dos" para que se ayuden mutuamente y den testimonio de amor fraterno. Les advierte que serán "como corderos en medio de lobos", es decir, deberán ser pacíficos a pesar de todo y llevar en todas las situaciones un mensaje de paz; no llevarán consigo ni alforja ni dinero, para vivir de lo que la Providencia les proporcione; curarán a los enfermos, como signo de la misericordia de Dios; se irán de donde sean rechazados, limitándose a poner en guardia sobre la responsabilidad de rechazar el reino de Dios.

San Lucas pone de relieve el entusiasmo  de  los discípulos por los frutos de la misión, y cita estas hermosas palabras de Jesús:  "No os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos, más bien, de que vuestros nombres estén escritos en los cielos" (Lc 10, 20). Ojalá que este evangelio despierte en todos los bautizados la conciencia de que son misioneros de Cristo, llamados a prepararle el camino con sus palabras y con el testimonio de su vida.

Es tiempo de vacaciones y mañana partiré para Lorenzago di Cadore, donde seré huésped del obispo de Treviso en la casa que ya acogió al venerado Juan Pablo II. El aire de montaña me hará bien —así lo espero— y podré dedicarme más libremente a la reflexión y a la oración.

Deseo a todos, especialmente a los que sienten mayor necesidad, que puedan tomar vacaciones, para reponer las energías físicas y espirituales, y renovar un contacto saludable con la naturaleza. La montaña, en particular, evoca la elevación del espíritu hacia las alturas, hacia el "grado alto" de nuestra humanidad que, por desgracia, la vida diaria tiende a rebajar.

A  este propósito, quiero recordar la V Peregrinación de los jóvenes a la cruz del Adamello, a donde el Santo Padre Juan Pablo II fue dos veces. La peregrinación se realizó durante estos días, y acaba de culminar con la santa misa, celebrada aproximadamente a tres mil metros de altura. A la vez que saludo al arzobispo de Trento y al secretario general de la Conferencia episcopal italiana, así como a las autoridades trentinas, renuevo la cita a todos los jóvenes italianos para los días 1 y 2 de septiembre en Loreto.

Que la Virgen María nos proteja siempre, tanto en la misión como en el merecido descanso, para que podamos realizar con alegría y con fruto nuestro trabajo en la viña del Señor.

 

Benedicto XVI. Regina Coeli. 4 de julio de 2010.

Queridos hermanos y hermanas:

Al término de esta solemne celebración, a la hora de la acostumbrada cita dominical, os invito a rezar juntos la oración del Ángelus. A la Virgen María, a quien veneráis con particular devoción en el Santuario della Madonna della Libera, encomiendo esta Iglesia de Sulmona-Valva: al obispo, a los sacerdotes y a todo el pueblo de Dios. Que camine unida y gozosa por la vía de la fe, de la esperanza y de la caridad. Que, fiel a la herencia de san Pedro Celestino, sepa siempre componer la radicalidad evangélica y la misericordia a fin de que todos los que buscan a Dios le encuentren. En María, Virgen del silencio y de la escucha, san Pedro del Morrone halló el modelo perfecto de obediencia a la voluntad divina, en una vida sencilla y humilde, orientada a la búsqueda de lo que es verdaderamente esencial, capaz de dar siempre gracias al Señor reconociendo en cada cosa un don de su bondad. 

También nosotros, que vivimos en una época de mayores comodidades y posibilidades, estamos llamados a apreciar un estilo de vida sobrio, para conservar más libres la mente y el corazón y para poder compartir los bienes con los hermanos. Que María santísima, que animó con su presencia materna a la primera comunidad de los discípulos de Jesús, ayude igualmente a la Iglesia de hoy a dar buen testimonio del Evangelio.

 

DOMINGO 15 T. O.

 

Monición de entrada.-

Somos hijos de la Iglesia.

Y la Iglesia está cada vez que venimos a misa, haciendo caso a Jesús.

Él nos pide que cada semana vengamos a misa.

 

Señor, ten piedad.

Porque no te vemos en los demás.  Señor, ten piedad.

Porque pasamos de largo cuando nos piden ayuda. Cristo ten piedad.

Porque no amamos como tú nos amas. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.-

Por el Papa León. Te lo pedimos, Señor.

Por la Iglesia, para que sea compasiva como el buen samaritano. Te lo pedimos, Señor.

Por los que no son queridos por tener otro color de piel, para que sean queridos. Te lo pedimos, Señor.

Por los que tienen que elegir un trabajo, para que lo hagan con el corazón. Te lo pedimos, Señor.

Por nosotros, para que cuidemos de los que nos necesitan. Te lo pedimos, Señor.

 

Acción de gracias.-

Virgen María, te damos gracias porque nos ayudas a querer mucho a las personas, especialmente nuestras abuelas y abuelos.