Lectura del libro de Isaías 66, 10-14c.
Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis;
alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto; mamaréis a sus pechos
y os saciaréis de sus consuelos, y apuraréis las delicias de sus ubres
abundantes. Porque así dice el Señor: “Yo haré derivar hacia ella, como un río,
la paz, como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones. Llevarán en
brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán; como a un niño a
quien su madre consuela, así os consolaré yo, y en Jerusalén seréis consolados.
Al verlo, se alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos florecerán como un
prado, se manifestará a sus siervos la mano del Señor.
Textos
paralelos.
Todos
los que por ella hacíais duelo.
Jn 16, 20: Os aseguro que lloraréis y os
lamentaréis mientras el mundo se divierte: estaréis tristes, pero vuestra
tristeza se convertirá en gozo.
Cuando lo experimentéis se alegrará vuestro
corazón.
Jn 16, 22: Así vosotros ahora estáis tristes;
pero os volveré a visitar y os llenaréis de alegría, y nadie os quitará vuestra
alegría.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
66 Este oráculo no tiene nexo con
el contexto. Condena el templo, cuya construcción se ha emprendido al regreso
del Destierro, como Natán había hecho bajo David, 2 S 7, 5-7, como lo hará
Esteban, Hch 7, 48s, citando el pasaje de Isaías. Es la recusación de una
religión demasiado material en beneficio de la religión de los pobres.
Salmo
responsorial
Sal 66 (65), 1-7.16.20 (R/.: 1b).
R/. Aclamad
al Señor, tierra entera.
Aclamad
al Señor, tierra entera;
tocad
en honor de su nombre,
cantad
himnos a su gloria.
Decid
a Dios:
“¡Qué
temibles son tus obras!”. R/.
Que
se postre ante ti la tierra entera,
que
toquen en tu honor,
que
toquen para tu nombre.
Venid
a ver las obras de Dios,
sus
temibles proezas en favor de los hombres. R/.
Transformó
el mar en tierra firme,
a
pie atravesaron el río.
Alegrémonos
en él,
que
con su poder gobierna eternamente. R/.
Los
que teméis a Dios,
venid
a escuchar,
os
contaré lo que ha hecho conmigo.
Bendito
sea Dios, que no rechazó mi súplica
ni
me retiró su favor. R/.
Textos
paralelos.
Cantad a su nombre glorioso:
Ef 1, 12: De modo que nosotros,
los que ya esperábamos en Cristo, fuéramos la alabanza de su gloria.
Ef 1, 14: El cual
es prenda de nuestra herencia, del rescate de su posesión para alabanza de su
gloria.
La tierra entera se postra ante
ti.
Sal 18, 45: Por mi fama se me
sometían. Los extranjeros me adulaban.
Canta en tu honor.
Sal 81, 16: Los que aborrecen al
Señor te adularán y su suerte quedará fijada.
Convirtió el mar en tierra
firme.
Sal 114, 3: El mar al verlos
huyó y el Jordán retrocedió.
Is 44, 27: Él dice: Océano,
aridece, secaré tus corrientes.
Y cruzaron el río a pie.
Is 50, 2: Mirad: con un bramido
seco el mar, convierto los ríos en desierto; por falta de agua se pudren sus
peces, muertos de sed.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
66 Esta liturgia de acción de
gracias por la comunidad (cuyo jefe o portavoz habla a partir del v. 13)
recuerda por el estilo y el horizonte universalista la segund parte de Isaías
(capítulos 40-55).
66 6 El paso del Mar de las Cañas,
Ex 14-15, y del Jordán, Jos 3: dos grandes sucesos “típicos” de la historia de
Israel, igualmente unidos en el Sal 74, 13-15; 114.
Segunda
lectura.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 6, 14-18.
Hermanos:
Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor
Jesucristo, por el cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo.
Pues lo que cuenta no es la circuncisión ni la incircuncisión, sino la nueva
criatura. La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se
ajustan a esta norma; también sobre el Israel de Dios. En adelante, que nadie
me moleste, pues yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús. La gracia de
nuestro Señor Jesucristo esté con vuestro espíritu, hermanos. Amén.
Palabra de Dios.
Textos
paralelos.
Dios me libre
de presumir si no es en la cruz de nuestro Señor.
Ga 3, 1: Vosotros, a cuya vista han descrito
a Cristo crucificado.
Por la cual el mundo es para mí un crucificado.
Gal 2, 19: Por medio de la ley morí a la ley
para vivir para Dios. He quedado crucificado con Cristo.
Lo que cuenta no es la circuncisión.
Gal 5, 6: Siendo de Cristo Jesús, no importa
estar o no circuncidados; lo que cuenta es una fe activa por el amor.
2 Co 5, 17: Si uno es cristiano, es criatura
nueva. Lo antiguo pasó, ha llegado lo nuevo.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
6 14 “cruz” ver 3, 1: “crucificado”
(por el mundo) ver 2 19; el mundo de la carne y del pecado.
6 15 (a) Adicción: “en Cristo Jesús”.
6 15 (b) En la introducción de la carta
había proclamado el apóstol que Cristo, con su muerte, libera a la gente “de
este mundo perverso” (1, 14). Para concluir: afirma que Cristo, con su cruz,
introduce a las personas en una nueva creación. Al oponer esta creación al
mundo antiguo, Pablo manifiesta una vez más a los gálatas lo que le separa
radicalmente de sus adversarios. Estos pertenecen al mundo antiguo: al predicar
la circuncisión, buscan ponerse al abrigo de la persecución, enorgullecerse del
éxito de su propaganda religiosa. Su seguridad y su vanagloria forman parte del
mundo “carnal” encerrado en sí mismo y separado de su creador. Por el
contrario, la alegría y la seguridad de Pablo se basan en la cruz de Cristo,
pues solo ella le libera totalmente y le permite sustraerse al atractivo de un
mundo que ya ha muerto para él.
6 16 El pueblo cristiano, heredero
de las promesas, en contraposición con el Israel según la carne.
6 17 Las cicatrices de los malos
tratos soportados por cristo. A los ojos de Pablo estas señales son más
gloriosas que cualquier otra señal en la carne.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Lucas 10, 1-12.17-20.
En aquel tiempo, designó el
Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos
los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
-La mies es abundante y los
obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No
llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay
gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el
obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa. Si entráis en
una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya
en ella, y decidles: “El reino de Dios ha llegado a vosotros”. Pero si entráis
en una ciudad y no os reciben, saliendo a sus plazas, decid: “Hasta el polvo de
vuestra ciudad, que se nos ha pegado a
los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que el reino
de Dios ha llegado”. Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que
para esa ciudad.
Los setenta y dos volvieron con
alegría diciendo: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.
Él les dijo:
Estaba viendo a Satanás caer
del cielo como un rayo. Mirad: os he dado el poder de pisotear serpientes y
escorpiones y todo poder del enemigo, y nada os hará daño alguno. Sin embargo,
no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque
vuestros nombres están inscritos en el cielo.
Textos
paralelos.
9, 1-2: Convocó a los doce y
les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para curar enfermedades. Y
los envió a proclamar el reinado de Dios y a curar enfermos.
La mies es mucha y los
obreros pocos.
Mt 9, 37-38: Entonces dijo a
los discípulos: “La mies es abundante, los braceros son pocos. Rogad al amo de
la mies que envíe braceros a su mies”.
Mt 10, 16: Mirad, yo os envío
como ovejas entre lobos: sed cautos como serpientes, cándidos como palomas.
Mt 10, 9-15: No llevéis en el
cinturón oro ni plata ni cobre, ni alforja para el camino ni dos túnicas ni
sandalias ni bastón. Que el obrero tiene derecho al sustento. Cuando entréis en
una ciudad o aldea, preguntad por alguna persona respetable y hospedaos con él
hasta que os marchéis. Al entrar en la casa, saludadla: si lo merece entrará en
ella vuestra paz; si no la merece, vuestra paz retornará a vosotros. Si alguien
no os recibe ni escucha vuestro mensaje, al salir de aquella casa o ciudad,
sacudíos el polvo de los pies. Os aseguro que el día del juicio la suerte de
Sodoma y Gomorra será más llevadera que la de aquella ciudad.
Mc 6, 8-11: Les encargó que no
llevaran más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja, que
calzasen sandalias pero que no llevasen dos túnicas. Les decía: “Cuando entréis
en una casa, quedaos allí hasta que os marchéis. Si un lugar no os recibe ni os
escucha, salid de allí y sacudíos el polvo de los pies para que les conste”.
No llevéis bolsa, ni
alforja, ni sandalias.
Lc 9, 3-5: Les dijo: “No toméis
nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero, ni dos túnicas. En
la casa en que entréis permaneced hasta que os marchéis. Si no os reciben, al
salir de la ciudad sacudíos el polvo de los pies como prueba contra ellos.
Permaneced en la misma
casa, comed y bebed lo que tengan.
1 Tm 5, 18: Dice la Escritura:
no pondrás bozal a buey que trilla; el obrero tiene derecho a su salario.
El Reino de Dios ha
llegado.
Mt 10, 7-12.: Y de camino
proclamad que el reinado de Dios está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos,
limpiado leprosos, expulsad demonios. De balde lo recibisteis, dadlo de balde.
No llevéis en el cinturón oro ni plata ni cobre, ni alforja para el camino ni
dos túnicas ni sandalias ni bastón. Que el obrero tiene derecho al sustento.
Cuando entréis en una ciudad o aldea, preguntad por alguna persona respetable y
hospedaos con él hasta que os marchéis. Al entrar en la casa, saludadla: si lo
merece, entrará en ella vuestra paz; si no lo merece, vuestra paz retornará a
vosotros.
Mt 3, 2: Arrepentíos, que está
cerca el reinado de Dios.
Alegres.
Lc 1, 14: Te llenará e gozo y
alegría y muchos se alegrarán de su nacimiento.
Veía a Satanás caer del
cielo.
Mt 8, 29: De pronto se pusieron
a gritar: “¡Hijo de Dios! ¿qué tienes con nosotros? ¿Has venido antes de tiempo
a atormentarnos?
Hch 3, 16: Porque ha creído en
su nombre, este que conocéis y estáis viendo ha recibido de ese hombre vigor, y
la fe obtenida de él le ha dado salud completa en presencia de vosotros.
Mirad os he dado poder de
pisotear serpientes.
Jn 12, 31-32: Ahora comienza el
juicio de este mundo y el príncipe de este mundo será expulsado. Cuando yo sea
elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí.
Ap 12, 9: El dragón gigante, la
serpiente primitiva, llamada diablo y Satanás, que engañaba a todo el mundo,
fue arrojada a la tierra con sus ángeles.
Sal 91, 13: Caminarás sobre
leones y víboras, pisotearás cachorros y dragones.
Nada os podrá hacer daño.
Mt 16, 18: Pues yo te digo que
tú eres Pedro y sobre esta Piedra construiré mi Iglesia y el imperio de la
Muerte no la vencerá.
Vuestros nombres están
inscritos en el cielo.
Ap 20, 12: Vi a los muertos,
grandes y pequeños, en pie ante el trono. Se abrieron los libros y se abrió
también el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados por sus obras, según
lo escrito en los libros.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
10 La colección de logia empleada por Mt y Lc contenía
un discurso de misión paralelo al de Mc 6, 8-11. Mientras que en Mt ha
combinado estas dos versiones en un solo discurso (10, 7-16), Lc la ha
mantenido por separado en dos discursos dirigidos, uno a los Doce, cifra de
Israel, y el otro a los setenta y dos (o setenta) discípulo, cifra tradicional
de las naciones paganas. Comparar el caso de las dos multiplicaciones de los
panes, ver Mt 14, 13.
10 1 No, como 9, 42 para preparar la
habitación y alimento, sino para servirle de precursores espirituales.
10 2 Los profetas del AT describían
el juicio de Dios mediante la imagen de la siega (Jl 4, 13), de la trilla (Is
41, 15; Jr 41, 33) o del cribado (Am 9, 9; Is 33, 11); Jr 13, 24). Para ellos
era la obra por excelencia de Dios. Juan el Bautista la considera la tarea del
“mas fuerte”. Aquí asocia Jesús a sus discípulos, mediante la oración y la
predicación, a esta obra escatológica que ya es actual en su misión.
10 5 (a) A diferencia de Mt 10, 11-14,
Lc distingue la conducta de los misioneros en una casa y en un pueblo.
10 5 (b) Lc (y no Mt) reproduce aquí el
saludo habitual en el AT (eirene = salom), que es un deseo de prosperidad, de salud y de dicha: una bendición.
Aquí se trata d ela paz mesiánica que proporciona el Evangelio, eficaz para el
receptor del saludo.
10 6 Hebraísmo: alguien que sea
digno de la “paz”, es decir, del conjunto de bienes temporales y espirituales
que este saludo desea.
10 7 Pablo considerará esta regla
como una ley de la misión, aunque personalmente renunciará a beneficiarse de
ella (1 Co 9, 14-18; 1 Tm 5, 18).
10 9 Lit. “se ha acercado a
vosotros”. Es la primera vez que Lc menciona la proximidad del Reino de Dios.
10 12 En este contexto de Lc, los vv.
12-14 son un lamento profético de Jesús por las ciudades que no acojan el
mensaje de sus enviados. El primer v. es empleado en el mismo sentido por Mt
10, 15. De hecho, el oráculo primitivo de Jesús parece mejor conservado en Mt
11, 21-24, cuya construcción se adecua mejor a las leyes del paralelismo. Este
oráculo apunta a las ciudades de la ribera norte del lago de Galilea.
10 18 Es poco probable que Jesús
hablase aquí de una visión que habría tenido, pues jamás menciona experiencias
de este tipo. Se trata más bien de una expresión figurada relativa al éxito de
los discípulos sobre Satán mediante sus exorcismos: aquí está el reino de Dios.
10 20 (a) Algunos importantes testigos
textuales dicen “demonios”. Pero conviene mejor “espíritus", como
antítesis de v. 21 (mención del Espíritu).
10 20 (b) Los “libros del cielo”, donde
estaban escritos los nombres de los elegidos, son una imagen clásica del
apocalipsis (Dn 12, 1; Ap 3, 5).
Notas
exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica
10 1 SETENTA Y DOS: varios
manuscritos aquí y en el v. 17, leen setenta, quizás por influjo de Nm
11, 16. // DE DOS EN DOS: sistema que también siguió Pablo en sus viajes
misioneros; la declaración de dos personas era imprescindible para que se diera
crédito a lo que se decía (cf. Dt 17, 16).
4 NI SALUDÉIS: frente a los
interminables cumplimientos del saludo en Oriente, el predicador del Evangelio,
urgido por la prisa de anunciar la llegada del reino de Dios, no puede perder
tiempo.
5-6 DECID PRIMERO: otra lectura
posible, con otra puntuación ortográfica del texto griego, da: “en la casa en
que primero entréis decid”. PAZ: saludo judío. // MERECEDORES DE (LA)
PAZ: lit. hijo de paz (semitismo), e.d., íntimamente relacionado con la
paz, digno de recibir los bienes que ese saludo desea. “Volver” es un hebraísmo
= quedar ineficaz (“no volver” = ser eficaz); cf. Is 55, 1.
7 LO QUE OS DEN: lit. lo de
parte de ellos.
8 LO QUE OS PRESENTEN: lit. las
cosas presentadas a vosotros.
9 En cierto sentido, las
curaciones corporales y la predicación del evangelio son el pago de hospedar al
misionero de Cristo. “No suele Su Majestad pagar mal la posada si le hacen buen
hospedaje” (santa Teresa).
17 ALEGRAOS: lit. con alegría.
18 QUE CAÍA… DEL CIELO: o bien: que
caía como el rayo cae del cielo. Puesto que el verbo puede entenderse como
cuasi-pasivo semítico, puede traducirse: “Veía a Satanás que, expulsado del
cielo, caía…”. Jesús ve desplomarse el reino de Satanás.
19 OS HE DADO: o bien, suponiendo
un perfecto semítico con valor de tiempo presente: os doy. PODER DE
PISAR SERPIENTES…: tal vez es frase equivalente a: el poder sobre los
espíritus.
20 Cf. Ap 3, 5 sobre el libro de
los nombres de los elegidos que se anotan en el cielo (lit. en los cielos,
e.d., en el corazón de Dios).
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé:
10, 1 La crítica textual no nos aclara
si el número es setenta o setenta y dos. Ambas posibilidades son textualmente
legítimas. Parece que hay una alusión a las setenta (o setenta y dos, según los
LXX) naciones mencionadas en el libro del Génesis, que simbolizan que el
evangelio y su mensaje de salvación de predicaría no solo entre los israelitas,
sino también a todas las naciones. Cat. 765.
10, 5 Paz a esta casa: los sacramentales de la
Iglesia incluyen la bendición de las personas y objetos como las casas, los
vehículos, las imágenes sagradas, medallas, y rosarios. Cat. 1668 y 2611.
10 7 El quinto mandamiento de la
Iglesia nos enseña que los creyentes tienen la obligación de contribuir en el
sustento de quienes son sus ministros. Cat 2043 y 2122.
10, 16 Una forma de escucha de la
Palabra de Dios es leer las Escrituras a diario, en especial la vida de Cristo
que se encuentra en los evangelios. El ministerio de los Apóstoles y sus
sucesores, los obispos, es la continuación de la misma misión de Cristo en la
tierra. Por tanto, cuando los líderes de la Iglesia proclaman la Palabra de
Dios, toca a los fieles ser receptivos a sus enseñanzas y dirección. Cat. 87 y
858.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
765 El Señor Jesús dotó a su comunidad de una estructura que permanecerá
hasta la plena consumación del Reino. Ante todo está la elección de los Doce
con Pedro a su Cabeza.
1668 [Los sacramentales] han sido instituidos por la Iglesia en orden a la
santificación de ciertos ministerios eclesiales, de ciertos estados de vida, de
circunstancias muy variadas de la vida cristiana, así como del uso de cosas
útiles al hombre.
87 Los
fieles recordando la palabra de Cristo a sus Apóstoles: “El que a vosotros
escucha a mí me escucha” (Lc 10, 16), reciben con docilidad las enseñanzas y
directrices que sus pastores le dan de diferentes formas.
858 Jesús es el enviado del Padre. Desde el comienzo de su ministerio, llamó
a los que él quiso y vinieron donde él. Instituyó Doce para que estuvieran con
él y para enviarlos a predicar. Desde entonces, serán sus enviados (es lo que
significa la palabra griega apóstoloi). En ellos continua su propia
misión.
Concilio Vaticano II
El sacrosanto Concilio ruega escarnecidamente en el Señor a todos los
laicos que respondan de buen grado, con generosidad y prontitud de corazón, a
la voz de Cristo, que en esta hora los invita con particular insistencia, y al
impulso del Espíritu Santo. Sientan los jóvenes que esta llamada va dirigida de
manera especial a ellos, y recíbanla con entusiasmo y magnanimidad. Pues es el
propio Señor, por medio de este santo Sínodo, quien invita de nuevo a todos los
laicos a que se unan a Él cada vez más íntimamente y a que, sintiendo como
propias las cosas que a Él le pertenecen, se asocien a su misión salvífica; es
Él quien los envía de nuevo a toda ciudad y lugar adonde Él mismo ha de ir (cf.
Lc 10, 1); de modo que en las diversas formas y maneras del único apostolado de
la Iglesia, en constante adaptación a las nuevas necesidades de los tiempos, se
ofrezcan a Él como cooperadores, trabajando siempre con generosidad en la obra
del Señor, sabiendo que su trabajo no es vano delante del Señor.
Decreto sobre el apostolado de los laicos Apostolicam actuositatem, 13.
Los Santos Padres.
¿Por qué los envío de dos en dos? Porque de dos en dos, es decir, macho y
hembra, habían sido introducidos los animales en el arca.
Envió a los corderos entre los lobos para que se cumpliera aquello de
“Entonces pacerán juntos los lobos y los corderos” (Is 65, 25).
S. Ambrosio. Exposición sobre el Ev. de Lucas. III, pg. 246.
Los envió de dos en dos, a imagen suya, es decir, predicando sin salario,
como Él lo había hecho.
También les dijo: “Mirad que yo os envío como corderos en medio de
lobos”, para significar que mientras el pastor esté con ellos, nadie podrá
hacerles daño.
S. Efrén de Nisibi. Comentario al Diatessaron. III, pg. 246.
También Eliseo, cuando envió a su siervo a imponer su báculo sobre el cuerpo del niño difunto, le
ordenó que no saludase a nadie por el camino (2 Re 4, 29).
S. Ambrosio. Exposición sobre el Ev. de Lucas. III, pg. 247.
La expresión es verdadera, porque antes de la venida del Salvador, era
Satanás quien dominaba bajo el cielo; tenía sometidos a todos y no había quien
pudiera escapar de sus opresoras trampas; era adorado por todos, por todas
partes había templos, sacrificios y altares, y tenía una multitud innumerable
de adoradores. Pero cuando descendió del cielo el unigénito Verbo de Dios,
Satanás cayó como un rayo.
S. Cirilo de Alejandría. Comentario al Ev. de Lucas. III, pg. 250.
San Agustín.
Preste atención vuestra
caridad. Ningún fiel puede esperar nada, si su nombre no está escrito en el
cielo. En el cielo están escritos los nombres de todos los fieles que aman a
Cristo, que avanzan con humildad por el camino que les enseñó él, humilde. En
el cielo está escrito el nombre de la persona más insignificante de la Iglesia,
si cree en Cristo, ama a Cristo, y ama la paz de Cristo; el nombre de esa
persona a quien tu desprecias. Y ¿qué tienen en común esta persona y los
apóstoles que tantos milagros hicieron? Y, con todo, a los apóstoles se les
reprocha el que gozasen de su bien particular y se les manda que pongan su gozo
en lo mismo de que se goza esa persona insignificante.
Comentario al salmo 130, 8. II, pg. 1346.
San Juan de Ávila.
Leed los concilios y sagrados cánones, y veréis el examen que pide para
ordenar: Rogate Dominum messis ut mittat operarios (cf. Lc 10, 2). Bien
está proveído, si se guardase.
Plática 7a sacerdotes. I, pg. 856.
Dignus est operarius merce sua (Lc 10, 7) y ansí estaban obligados a gastar
esto en lo necesario al sustento y vestido, como de ministros de Dios, y lo
demás empleallo en atender a ganar almas con obras pías.
Platica 8 a sacerdotes. I, pg. 860.
Y a sus discípulos dice Cristo, porque los enviaba entre malos, les dice
que los envía como ovejas y corderos entre lobos (cf. Lc 10, 3).
Lecciones sobre la Epístola a los Gálatas. II, pg. 91.
Y porque hobiese más voces que predicasen y más médicos que curasen las
ánimas, aunque Él solo lo podía hacer, quiso tomar ayudadores para tener
ocasión de les gualardonar sus trabajos y de hacer bien a los otros por medio
de aquellos ayudadores. Y así escogió doce apóstoles, a los cuales envió a
predicar, como cuenta san Mateo en el capítulo 10; y porque Él sabía muy bien
que el trabajo de curar ánimas es muy grande, y quería que antes sobrasen
obreros que no faltasen, y con entrañas de padre, que trae un médico y otro
para sus hijos, no se contentó con elegir doce que le ayudasen a Él mas eligió
otros setenta y dos que ayudasen a los doce, y enviólos, como dice el santo
evangelio, a predicar a las ciudades y pueblos, donde Él después había de ir
(Lc 10, 1), para que estuviesen aparejados con aquella doctrina para recebir la
que le diese Él.
Sermón de la fiesta de Evangelistas, III, pg. 1084.
Digáse qué tales han de ser los que van a predicar o ser curas. Amor de
Dios y del prójimo, en ir dos juntos (Lc 10, 1). Item que tengan
paz entre sí, porque de otra manera, ¿Cómo la ternán los súbditos? Item no
vayan cargados de subsidios temporales, porque, ocupados en esto, no podrán
vacar bien el oficio de ánimas, que pide a todo hombre, y plega a Dios que
abaste; y los que los envían han de proveer que tengan suficientemente de
comer, secundum illud: Presbyreri duplici honore (1 Tm 5, 17); y limosna
aceptísima, acepta a Dios, es quitar estas cargas de su mantenimiento, o de los
que tienen a su cargo, a un hombre que tiene talento para aprovechar a las
ánimas, y por no tener qué dar a los suyos está atado, etc.
Sermón de la fiesta de Evangelistas, III, pg. 1086.
¡Oh cosa para llorar, que según dice el evangelio, el trabajador es
digno de su jornal (Lc 10, 7), y quien no le paga, dice la Escriptura: Qui
defraudat mercenario mercede sua, ut qui effudit sanguinem, frates sunt! (cf.
Eclo 34, 27).
Sermón de la fiesta de Evangelistas, III, pg. 1087.
¡Bendito seas, Señor, Padre de los cielos y de la tierra, que
ascondisteis estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los
chiquillos! (Lc 10, 2). ¿Quién es este “yo! que tengo de negar? Ese ser
prudente, esa sabiduría, ese pensar que sabéis lo que os cumple, ese pensar que
sois gran letrado y que os lo sabéis vos todo, eso habéis de dejar. Aun si
fuese en hacer zapatos, o en hacer una cosa, o cualquier otro oficio, bien, aun
en eso súfrese; pero en las cosas que tocan a vuestra salvación, en este
negocio de ir al cielo, en cómo estaréis en la gracia de Dios, cómo ayunaréis,
como rezaréis, no lo podéis saber. Dejar tenéis vuestro saber; en todo lo que
sea servir a Dios no penséis que lo sabéis; negar tenéis vuestro saber para
haber de entenderlo. No hay medio para que Dios se os descubra y os enseñe qué
cosa es tener amor con Dios y con los prójimos, qué cosa es tener humildad y
castidad y mansedumbre, y para que os enseñe qué es hablar cosas de Dios, sino
negar vuestro saber y arrimaros al saber de Dios.
Sermón de San Francisco de Asís. III, pg. 1047.
El Señor lo mandó así: Cuando entráredes en alguna casa, decid: “Paz
sea en esta casa (cf. Lc 10, 5). Dice la Glosa: “Quien dice paz, desea y
dice todos los bienes juntos”. “Paz sea a ti, Señor·. San Lucas dice gozo; todo
está bueno: “Gozo sea a ti, paz sea a ti, pues ha de venir a ti el que
pacificará, alegrará y dará gozo al mundo; razón es que os gocéis; razón es,
Señora, que probéis de la fruta que habéis de dar al mundo.
Sermón de la Anunciación a Nuestra Señora. III, pg. 866.
¡Bendito seáis Vos, Señor! ¡Qué bendiciones, qué aleluya, aleuya, qué
Laudate Dominum, qué música, qué cantares cantarán! ¡Bendito seaáis Vos, Señor!;
poco trabajamos y mucho nos dais. Andad acá a mí. ¿No os acordáis que iam non
erit fletus, contra priora transierunt (cf. Ap 21, 4), que ya lo había
prometido? ¿No está escrito que Dios había prometido que había de limpiar las
lágrimas? (Ap 7, 17), las cuales ha de limpiar por su mano qui est merces
operis? Lc 10, 7). Ya no habrá trabajos ni más tentación, ni dolor de egida ni
de estómago; no te quejarás ya mas. Ven a mí, ya no más angustia, no tormento,
ni pena ni culpa. Descansad ya conmigo. Venid, benditos de mi Padre (Mt 25,
34).
Sermón Domingo I de Adviento. III, pg. 15.
¡Oh cosa para llorar que, sigún dice el evangelio, el trabajador es digno
de jornal (Lc 10, 7; 1 Tim 5, 18).
Sermón Fiesta de Evangelistas. III,
pg. 1087.
¿Qué maravilla que haya contienda donde tanta diversidad de pareceres y
fines hay? Mas esta contienda levántanla los hijos de ella y súfrenla los hijos
de la paz; los unos, mordiendo como canes, y los otros, sufriendo y orando, y
amando como corderos; pero, con el favor de Dios, vencerán los corderos a los
perros, y aun a los lobos, que para eso los envió Dios, como a Corderos entre
lobos (Lc 10, 3).
Carta a un religioso predicador. IV, pg. 16-17.
No puede tener fortaleza para castigar maldades el que no ha vencido en
su corazón con fortaleza las propias afecciones, que le pueden hacer temer la
faz del poderoso y ponerle tropiezo en la ligereza que pide su oficio, que es
tanta cual el Señor significó a sus apóstoles cuando los envió a entender en el
provecho de los otros (cf. Lc 10, 4); y como también lo avisó Elias a su
discípulo Eliseo cuando lo envió a dar vida al muerto, diciendo: A ninguno
saludes en el camino; y si alguno te saludare, no le respondas (2 re 4,
29); porque el enviado al bien público ha de ir tan ligero a hacer este oficio,
que ninguna cosa contraria le impida de él ni le aparte de él, ni buscándola
él, que eso es saludar, ni recibiéndola, aunque se la den, que eso es ser
saludado; mas matar todo aquello por el cumplimiento de la ley de Dios,
para ser uno de aquellos en cuya alabanza se dice: Dijo a su padre y a su
madre: no os conozco; y a sus hermanos lo mismo, y a sus hijos lo mimso; estos
guardaron tu palabra, y tu concierto, yt tus juicios y ley; y así será
participante en las bendiciones que se siguen: Echa, Señor, tu bendición a
la fortaleza de él y recibe las obras de las manos de él (cf. Dt 33,
99-11).
Carta a un señor de este reino, siendo asistente de Sevilla. IV, pg. 62-63.
Finalmente, les haga vivir in timore Domini, y coman su pan en
silencio; y si algún poquito de liviandad de soberbia viere en ellos, reprehéndaselo
gravemente, conforme al soberano Maestro, cuando a los discípulos que se
gloriaban, dijo: Videbam Sathanan… (Lc 10, 18).
Carta a un predicador. IV, pg. 12.
¡Oh amor propio, y cómo eres causa de que no falten vicios en las cosas
espirituales! Espiritual hermosura es la que Lucifer deseaba en el cielo
impíreo, y porque no le convenía, ni la remitió a la voluntad de Dios, como
rayo bajó del cielo y cayó (cf. Is 14, 12; cf, Lc 10, 18); y deseando el
contentamiento, cayó en eterna cruz; y procurando lo ajeno, perdió lo propio.
¿Para qué quiere el que sirve a Dios el contentamiento y la excelencia de la
santidad y abundancia de gracias? ¿Es, por ventura, para agradarse a sí,
viéndose devoto y con gusto, o para agradar a Dios? Si es para esto postrero,
sabed amigo, que entonces agrada el hombre a Dios cuando se contenta de lo que de
Él le da y no cuando está el alma contenta de lo que tiene; luego, si te da padecer
desconsuelos, persecución, tristeza, y Él está contento, conténtate tú y darás
testimonio que buscas su voluntad en ti y no la tuya. A las lágrimas y muestras
de amor de los apóstoles dice Cristo que no es amor; y al llevar su cruz y la
pena que les causaba su ausencia con paciencia pone título y renombre de amor: Si
me amásedes, contentaros híades con mi ausencia (cf. Jn 14, 28). Amar es
padecer, amar es sufrir; amor de Jesucristo es hacer bien a quien mal nos hace.
Más sentiste de Dios cuando disimulaste la ira, y llevaste la injuria, y
sufriste la pena, y te contentaste con la tribulación,, que cuando lloraste y
tuviste devoción y te arrobaste.
Carta a un mancebo. IV, pg. 613.
Miren a San Juan Bautista, santificado en el vientre de su madre, la
penitencia que hizo tan grande. Y todos esos santos apóstoles no aflojaron de
asperísima penitencia, aunque tenía palabra de Aquel en cuya boca nunca fue hallada
mentira, y antes perecería el cielo y la tierra que su palabra (cf. Lc
21, 33), que sus nombres están escritos en el cielo (cf. Lc 10, 20), y
que irían allá; ¡y nosotros, desnudos y cargados de pecados a que estamos
sujetos, y en duda de nuestra salvación, si no hacemos penitencia o en la
comenzada aflojamos, en la vejez buscando regalo, eximiéndonos del coro! No
quiero que el viejo haga más de lo que pueda sufrir; pero en lo que pudiere
llevar, ¿por qué no seguirá a los santo y a los otros? ¿O saben otro camino
para ir al cielo o están mejor alumbrados? Es cosa clara que no. Pues si no,
¿por qué no procuran seguirlos? ¿Con qué ánimo quieren que vayan y caminen este
camino los mozos, si ven aflojar a los viejos tan reciamente? Guárdese vuestra
reverencia, por amor de Dios, no haga de manera que pierda en la vejez lo que
ganó cuando mancebo en la religión.
Carta a un discípulo. IV, pg. 613.
San Oscar Romero. Homilía.
Y voy a terminar con aquella constatación de Cristo al principiar el
evangelio de hoy: "Rogad al Señor de la mies para que envíe obreros a su
mies, porque la mies es mucha y los obreros son pocos". El gran problema
de la paz es inmenso y necesita muchos artífices de la paz: sacerdotes,
religiosos, religiosas, laicos situados en todas las situaciones de la política
y de la economía, todos son llamados ahora. La mies es inmensa, El Salvador
tiene un vigor, una exuberancia maravillosa. Qué maravilloso pueblo sería El
Salvador, si cultiváramos a los salvadoreños en un ambiente de paz, de
justicia, de amor, de libertad. Cultivemos, hermanos, al menos cada uno, en la
medida de sus alcances, procure hacerse artífice de la paz.
Homilía, 3
de julio de 1977.
León XIV. Regina Coeli. 29 de
junio de 2025.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
Hoy es
la gran fiesta de la Iglesia de Roma, nacida del testimonio de los apóstoles
Pedro y Pablo y fecundada por su sangre y por la de muchos mártires. Todavía
hoy hay cristianos en todo el mundo a los que el Evangelio vuelve generosos y
audaces incluso a costa de la vida. Existe de ese modo un ecumenismo de la
sangre, una invisible y profunda unidad entre las Iglesias cristianas, que a
pesar de ello no viven todavía la comunión plena y visible. Quiero por lo tanto
confirmar en esta fiesta solemne que mi servicio episcopal es servicio a la
unidad y que la Iglesia de Roma está comprometida por la sangre de los santos
Pedro y Pablo a servir, en el amor, a la comunión entre todas las Iglesias.
La
piedra, de la que Pedro recibe también su propio nombre, es Cristo. Una piedra desechada por los hombres y que Dios
ha hecho piedra angular. Esta plaza y las basílicas papales de san Pedro y de
san Pablo nos cuentan cómo esa lógica aún se mantiene. Ellas se encuentran en
lo que eran entonces los límites de la ciudad, “extramuros”, como se dice hasta
hoy. Lo que a nosotros nos parece grande y glorioso antes fue descartado y
excluido, porque contrastaba con la mentalidad mundana. Quien sigue a Jesús
se encuentra recorriendo el camino de las bienaventuranzas, en el que la
pobreza de espíritu, la mansedumbre, la misericordia, el hambre y la sed de
justicia, y el trabajo por la paz encuentran oposición e incluso persecución.
Y, sin embargo, la gloria de Dios brilla en sus amigos y a lo largo del camino
los va modelando, cada vez que se convierten.
Queridos
hermanos y hermanas, sobre las tumbas de los apóstoles, meta milenaria de
peregrinaje, también nosotros descubrimos que podemos vivir en esta continua
conversión. El Nuevo Testamento no esconde los errores, las contradicciones,
los pecados de aquellos que veneramos como los más grandes apóstoles. Su
grandeza, en efecto, ha sido modelada por el perdón. El Resucitado los fue
a buscar, más de una vez, para traerlos de nuevo a su camino. Jesús no llama
una sola vez. Es por esto que todos podemos esperar siempre, como también nos
recuerda el Jubileo.
La
unidad de la Iglesia y entre las Iglesias, hermanas y hermanos, se nutre del
perdón y de la confianza recíproca, que comienza por nuestras familias y
nuestras comunidades. En efecto,
si Jesús confía en nosotros, también nosotros podemos fiarnos los unos de los
otros, en su Nombre. Los apóstoles Pedro y Pablo, junto con la Virgen María,
intercedan por nosotros, de modo que, en este mundo herido, la Iglesia sea
casa y escuela de comunión.
León XIV. Audiencia General. 25 de
junio de 2025. Ciclo
de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. II. La vida de
Jesús. Las curaciones. 11. La mujer hemorroísa y la hija de Jairo. «No temas,
solo ten fe» (Mc 5,36)
Queridos
hermanos y hermanas,
hoy
también meditamos sobre las curaciones de Jesús como señal de esperanza. En Él
hay una fuerza que nosotros también podemos experimentar cuando entramos en
relación con su Persona.
Una
enfermedad muy difundida en nuestro tiempo es el cansancio de vivir: la
realidad nos parece demasiado compleja, pesada, difícil de afrontar. Y entonces nos apagamos, nos adormecemos, con
la ilusión que al despertarnos las cosas serán diferentes. Pero la realidad
va afrontada, y junto con Jesús podemos hacerlo bien. A veces nos sentimos
bloqueados por el juicio de aquellos que pretenden colocar etiquetas a los
demás.
Me
parece que estas situaciones puedan cotejarse con un pasaje del Evangelio de
Marcos, donde se entrelazan dos historias: aquella de una niña de doce años,
que yace en su lecho enferma a punto de morir; y aquella de una mujer, que,
precisamente desde hace doce años, tiene perdidas de sangre y busca a Jesús
para sanarse (cfr Mc 5,21-43).
Entre
estas dos figuras femeninas, el Evangelista coloca al personaje del padre de la
muchacha: él no se queda en casa lamentándose por la enfermedad de la hija,
sino sale y pide ayuda. Si bien sea el jefe de la sinagoga, no pone
pretensiones argumentando su posición social. Cuando hay que esperar no pierde
la paciencia y espera. Y cuando le vienen a decir que su hija ha muerto y es
inútil disturbar al Maestro, él sigue teniendo fe y continúa esperando.
El
coloquio de este padre con Jesús es interrumpido por la mujer que padecía
flujo de sangre, que logra acercarse a Jesús y tocar su manto (v. 27). Con
gran valentía esta mujer ha tomado la decisión que cambia su vida: todos
seguían diciéndole que permanezca a distancia, que no se deje ver. La habían
condenado a quedarse escondida y aislada. A veces también nosotros
podemos ser víctimas del juicio de los demás, que pretenden colocarnos un
vestido que no es el nuestro. Y entonces estamos mal y no logramos salir de
eso.
Aquella
mujer emboca el camino de la salvación cuando germina en ella la fe que Jesús
puede sanarla: entonces encuentra
la fuerza para salir e ir a buscarlo. Al menos quiere llegar a tocar sus
vestidos.
Alrededor
de Jesús había una muchedumbre, muchas personas lo tocaban, pero a ellos no les
pasó nada. En cambio, cuando esta mujer toca a Jesús, se sana. ¿Dónde está la
diferencia? Comentando este punto del texto, San Agustín dice – en nombre de
Jesús –: «La multitud apretuja, la fe toca» (Sermones 243, 2, 2). Y así: cada
vez que realizamos un acto de fe dirigido a Jesús, se establece un contacto con
Él e inmediatamente su gracia sale de Él. A veces no nos damos cuenta, pero
de una forma secreta y real la gracia nos alcanza y lentamente trasforma la
vida desde dentro.
Quizás
también hoy tantas personas se acercan a Jesús de manera superficial, sin
creer de verdad en su potencia. ¡Caminamos la superficie de nuestra
iglesia, pero quizás el corazón está en otra parte! Esta mujer, silenciosa
y anónima, derrota a sus temores, tocando el corazón de Jesús con sus manos
consideradas impuras a causa de la enfermedad. Y he aquí que inmediatamente se
siente curada. Jesús le dice: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz» (Mc 5,34).
Mientras
tanto, llevaron a aquel padre la noticia que su hija había muerto. Jesús le
dice: «¡No temas, basta que creas!» (v. 36). Luego fue a su casa y, viendo que
todos lloraban y gritaban, dijo: «La niña no está muerta, sino que duerme» (v.
39). Luego entra donde está la niña, le toma la mano y le dice: «Talitá kum», “¡Niña,
levántate!”. La muchacha se levanta y se pone a caminar (cfr vv. 41-42).
Aquel gesto de Jesús nos muestra que Él no solo sana toda enfermedad, sino que
también despierta de la muerte. Para Dios, que es Vida eterna, la muerte
del cuerpo es como un sueño. La muerte verdadera es aquella del alma: ¡de
esta debemos tener miedo!
Un
último detalle: Jesús, luego de haber resucitado a la niña, dice a los
padres que le den de comer (cfr v. 43). Esta es otra señal muy concreta de
la cercanía de Jesús a nuestra humanidad. Podemos también entenderlo en sentido
más profundo y preguntarnos: ¿cuándo nuestros muchachos se encuentran en
crisis y tienen necesidad de nutrición espiritual, sabemos dársela? ¿Y cómo
podemos hacerlo si nosotros mismos no nos nutrimos del Evangelio?
Queridos
hermanos y hermanas, en la vida hay momentos de desilusión y de desánimo, y
hay también la experiencia de la muerte. Aprendamos de aquella mujer, de aquel
padre: vamos hacia Jesús: Él puede sanarnos, puede hacernos renacer. ¡Jesús
es nuestra esperanza!
Francisco. Regina Coeli. 7 de julio
2013.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Ante
todo deseo compartir con vosotros la alegría de haber estado, ayer y hoy,
con una peregrinación especial del Año de la fe:
la peregrinación de los seminaristas, novicios y novicias. Os pido que recéis
por ellos, para que el amor por Cristo madure cada vez más en su vida y lleguen
a ser auténticos misioneros del Reino de Dios.
El
Evangelio de este domingo (Lc 10, 1-12.17-20) nos habla
precisamente de esto: del hecho de que Jesús no es un misionero aislado,
no quiere realizar solo su misión, sino que implica a sus discípulos. Y
hoy vemos que, además de los Doce apóstoles, llama a otros setenta y dos, y les
manda a las aldeas, de dos en dos, a anunciar que el Reino de Dios está cerca.
¡Esto es muy hermoso! Jesús no quiere obrar solo, vino a traer al mundo el amor
de Dios y quiere difundirlo con el estilo de la comunión, con el estilo de la
fraternidad. Por ello forma inmediatamente una comunidad de discípulos, que
es una comunidad misionera. Inmediatamente los entrena para la misión, para
ir.
Pero
atención: el fin no es socializar, pasar el tiempo juntos, no, la
finalidad es anunciar el Reino de Dios, ¡y esto es urgente! También hoy
es urgente. No hay tiempo que perder en habladurías, no es necesario esperar
el consenso de todos, hay que ir y anunciar. La paz de Cristo se lleva a
todos, y si no la acogen, se sigue igualmente adelante. A los enfermos se lleva
la curación, porque Dios quiere curar al hombre de todo mal. ¡Cuántos
misioneros hacen esto! Siembran vida, salud, consuelo en la periferias del
mundo. ¡Qué bello es esto! No vivir para sí mismo, no vivir para sí misma, sino
vivir para ir a hacer el bien. Hay tantos jóvenes hoy en la Plaza:
pensad en esto, preguntaos: ¿Jesús me llama a ir, a salir de mí para hacer el
bien? A vosotros, jóvenes, a vosotros muchachos y muchachas os pregunto:
vosotros, ¿sois valientes para esto, tenéis la valentía de escuchar la voz de
Jesús? ¡Es hermoso ser misioneros! Ah, ¡lo hacéis bien! ¡Me gusta esto!
Estos
setenta y dos discípulos, que Jesús envía delante de Él, ¿quiénes son? ¿A quién
representan? Si los Doce son los Apóstoles, y por lo tanto representan también
a los obispos, sus sucesores, estos setenta y dos pueden representar a
los demás ministros ordenados, presbíteros y diáconos; pero en sentido más
amplio podemos pensar en los demás ministerios en la Iglesia, en los
catequistas, los fieles laicos que se comprometen en las misiones
parroquiales, en quien trabaja con los enfermos, con las diversas formas de
necesidad y de marginación; pero siempre como misioneros del Evangelio, con la
urgencia del Reino que está cerca. Todos deben ser misioneros, todos
pueden escuchar la llamada de Jesús y seguir adelante y anunciar el Reino.
Dice el
Evangelio que estos setenta y dos regresaron de su misión llenos de alegría,
porque habían experimentado el poder del Nombre de Cristo contra el mal. Jesús
lo confirma: a estos discípulos Él les da la fuerza para vencer al maligno.
Pero agrega: «No estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad
alegres porque vuestros nombres están escritos en el cielo» (Lc 10,
20). No debemos gloriarnos como si fuésemos nosotros los protagonistas: el
protagonista es uno solo, ¡es el Señor! Protagonista es la gracia del
Señor. Él es el único protagonista. Nuestra alegría es sólo esta: ser sus
discípulos, sus amigos. Que la Virgen nos ayude a ser buenos obreros del
Evangelio.
Queridos
amigos, ¡la alegría! No tengáis miedo de ser alegres. No tengáis miedo a
la alegría. La alegría que nos da el Señor cuando lo dejamos entrar en
nuestra vida, dejemos que Él entre en nuestra vida y nos invite a salir
de nosotros a las periferias de la vida y anunciar el Evangelio. No tengáis
miedo a la alegría. ¡Alegría y valentía!
Francisco. Regina Coeli. 3 de
julio de 2016.
Queridos
hermanos y hermanas ¡buenos días!
La
página evangélica de hoy, tomada
del décimo capítulo del Evangelio de Lucas (1-12. 17-20), nos hace
comprender cuán necesario es invocar a Dios «el Señor de la mies, para que
envíe obreros para su mies» (v. 2). Los «obreros» de los que habla Jesús
son los misioneros del Reino de Dios, a los que Él mismo llamaba y enviaba «de
dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él
debía ir». (v. 1). Su tarea es anunciar un mensaje de salvación dirigido a
todos. Los misioneros anuncian siempre un mensaje de salvación para todos; no
sólo lo hacen los misioneros que van a tierras lejanas, sino también nosotros,
misioneros cristianos que decimos una palabra buena de salvación. Y éste es el
don que nos da Jesús con el Espíritu Santo. Este anuncio es el de decir: «El
Reino de Dios está cerca de ustedes». (v. 9). En efecto, Jesús ha «acercado»
a Dios a nosotros; en Jesús, Dios reina en medio de nosotros, su amor
misericordioso vence el pecado y la miseria humana.
Y
ésta es la Buena Noticia que los «obreros» deben llevar a todos: un mensaje de
esperanza y de consolación, de paz y de caridad. Jesús, cuando envía a sus
discípulos para que lo precedan en las aldeas, les recomienda: «Digan primero:
«¡Que descienda la paz sobre esta casa!»… «Curen a sus enfermos» (vv. 5. 9)
Todo ello quiere decir que el Reino de Dios se construye día a día y ofrece
ya en esta tierra sus frutos de conversión, de purificación, de amor y de
consolación entre los hombres. ¡Es una cosa linda! Construir día tras día este
Reino de Dios que se va haciendo. No destruir, construir.
¿Con
qué espíritu el discípulo de Jesús deberá desarrollar esta misión? Ante todo, deberá tener conciencia de la
realidad difícil y a veces hostil que le espera. Jesús no ahorra palabras
sobre esto. Jesús dice: «Yo los envío como a ovejas en medio de lobos» (v. 3).
Clarísimo. La hostilidad que está desde siempre, desde el comienzo de las
persecuciones de los cristianos, porque Jesús sabe que la misión está obstaculizada
por la obra del maligno. Por ello, el obrero del Evangelio se esforzará en
estar libre de condicionamientos humanos de todo tipo, no llevando ni
dinero, ni alforja, ni calzado (cfr v. 4), como ha recomendado Jesús, para
confiar sólo en el poder de la Cruz de Cristo. Ello significa abandonar
todo motivo de vanagloria personal, de arribismo, de fama, de poder, y
ser instrumentos humildes de la salvación obrada por el sacrificio de Jesús.
La
misión del cristiano en el mundo
es una misión estupenda, es una misión destinada a todos, una misión de
servicio sin excluir a nadie; requiere mucha generosidad y sobre todo elevar
la mirada y el corazón, para invocar la ayuda del Señor. Hay tanta
necesidad de cristianos que testimonien con alegría el Evangelio en la vida de
cada día. Los discípulos enviados por Jesús «volvieron llenos de alegría» (v.
17). Cuando hacemos esto, el corazón se llena de alegría. Y esta expresión me
hace pensar en cómo se alegra la Iglesia, se alegra cuando sus hijos reciben la
Buena Noticia gracias a la dedición de tantos hombres y mujeres que
cotidianamente anuncian el Evangelio: sacerdotes, esos buenos párrocos que
todos conocemos, religiosas, consagradas, misioneras, misioneros, y me
pregunto, escuchen la pregunta: ¿cuántos de ustedes jóvenes, que ahora están
presentes, hoy, en la plaza, sienten la llamada del Señor para seguirlo? ¡No
tengan miedo! Sean valientes y lleven a los otros esta antorcha del celo
apostólico que nos ha sido dada por estos ejemplares discípulos.
Roguemos
al Señor, por intercesión de la Virgen María, para que no falten nunca en la
Iglesia corazones generosos, que trabajen para llevar a todos el amor y la
ternura del Padre celeste».
Francisco. Regina Coeli. 7 de
julio de 2019.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La página del Evangelio de hoy (cf. Lc 10,1-12.17-20)
presenta a Jesús que envía en misión a setenta y dos discípulos, además de los
doce apóstoles. El número setenta y dos probablemente indica todas las
naciones. En efecto, en el libro de Génesis se mencionan setenta y dos naciones
diferentes (cf. 10,1-32). Así, este envío prefigura la misión de la Iglesia
de anunciar el Evangelio a todos los pueblos. Jesús dijo a los discípulos:
«La mies es mucha y los obreros son pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que
envíe obreros a su mies» (v. 2).
Esta petición de Jesús es siempre válida. Siempre debemos orar al “dueño de
la mies”, que es Dios Padre, para que envíe obreros a trabajar en su campo, que
es el mundo. Y cada uno de nosotros lo debe hacer con un corazón abierto, con
una actitud misionera; nuestra oración no debe limitarse solo a nuestras
peticiones, a nuestras necesidades: una oración es verdaderamente cristiana si
también tiene una dimensión universal.
Cuando envía a los setenta y dos discípulos, Jesús les da instrucciones
precisas que expresan las características de la misión. La primera ―ya lo hemos
visto―: rezad; la segunda: id; y luego: no
llevéis bolsa o alforja ...; decid: “Paz a esta
casa” ... permaneced en esa casa ... No
vayáis de casa en casa; curad a los enfermos y decidles: “El
Reino de Dios está cerca de vosotros”; y, si no os reciben, salid a
las plazas y despedíos (cf. versículos 2-10). Estos imperativos
muestran que la misión se basa en la oración; que es itinerante:
no está quieta, es itinerante; que requiere desapego y pobreza; que trae
paz y sanación, signos de la cercanía del Reino de Dios; que no es
proselitismo sino anuncio y testimonio; y que también requiere la
franqueza y la libertad para irse, evidenciando la responsabilidad de haber
rechazado el mensaje de salvación, pero sin condenas ni maldiciones.
Si se vive en estos términos, la misión de la Iglesia se caracterizará por
la alegría. ¿Y cómo termina este paso? «Regresaron los setenta y dos
alegres» (v. 17). No se trata de una alegría efímera que viene del éxito de
la misión; por el contrario, es un gozo arraigado en la promesa de
que ―dice Jesús― «vuestros nombres están escritos en el cielo» (v. 20). Con
esta expresión, él se refiere a la alegría interior, la alegría
indestructible que proviene de la conciencia de ser llamados por Dios a
seguir a su Hijo. Es decir, la alegría de ser sus discípulos. Hoy, por
ejemplo, cada uno de nosotros, aquí en la Plaza, puede pensar en el nombre
que recibió el día del Bautismo: ese nombre está “escrito en los cielos”, en el
corazón de Dios Padre. Y es la alegría de este don lo que hace de cada
discípulo un misionero, uno que camina en compañía del Señor Jesús, que aprende
de él a entregarse sin reservas a los demás, libre de sí mismo y de sus propias
posesiones.
Invoquemos juntos la protección materna de María Santísima, para que
sostenga en todo lugar la misión de los discípulos de Cristo; la misión de
anunciar a todos que Dios nos ama, quiere salvarnos y nos llama a ser parte de
su Reino.
Francisco. Regina Coeli. 3 de julio
de 2022.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el Evangelio de la Liturgia de este domingo leemos que “el Señor designó
a otros setenta y dos [discípulos] y los envió de dos en dos delante de él a
todas las ciudades y lugares a los que iba a ir” (Lc 10,1). Los
discípulos son enviados de dos en dos, no individualmente.
Ir en misión de dos en dos, desde un punto de vista práctico, pareciera tener
más desventajas que ventajas. Existe el riesgo de que los dos no se lleven
bien, de que tengan un ritmo diferente, de que uno se canse o enferme por el
camino, obligando al otro a detenerse también. En cambio, cuando uno está
solo, parece que el viaje se hace más expedito y sin obstáculos. Sin embargo,
Jesús no lo piensa así: no envía solitarios delante de él, sino
discípulos que van de dos en dos. Preguntémonos: ¿cuál es la
razón de esta elección del Señor?
La tarea de los discípulos es ir por delante a las aldeas y preparar a la
gente para recibir a Jesús; y las instrucciones que Él les da no se refieren
tanto a lo que deben decir, sino a cómo deben ser, es decir, no
acerca del “guion” che deben decir, no, sobre al testimonio de vida, el
testimonio que han de dar más que a las palabras que han de decir. De hecho, los
llama obreros: es decir, están llamados a trabajar,
a evangelizar por medio de su comportamiento. Y la primera acción concreta
con la que los discípulos llevan a cabo su misión es precisamente la de
ir de dos en dos. Los discípulos no son ‘francotiradores’,
predicadores que no saben ceder la palabra a otro. Es ante todo la vida
misma de los discípulos la que anuncia el Evangelio: su saber estar juntos,
su respeto mutuo, su no querer demostrar que son más capaces que el otro, su
referencia unánime al único Maestro.
Se pueden hacer planes pastorales perfectos, poner en marcha proyectos bien
elaborados, organizarse hasta el más mínimo detalle; se pueden convocar
multitudes y disponer de muchos medios; pero si no hay disponibilidad para
la fraternidad, la misión evangélica no avanza. Una vez, un misionero contó
que se había ido a África junto con un hermano de comunidad. Sin embargo, al
cabo de un tiempo se separó de él, quedándose en una aldea donde llevó a cabo
con éxito una serie de actividades de construcción para el bien de la
comunidad. Todo funcionaba bien. Pero un día tuvo un sobresalto: se dio cuenta
de que su vida era la de un buen empresario, ¡siempre entre obras y papeleo!
Pero… y el “pero” se quedó allí. Entonces, dejó la gestión en manos de otros, a
los laicos, y volvió con su hermano. Así comprendió por qué el Señor había
enviado a los discípulos "de dos en dos": la misión evangelizadora
no se basa en el activismo personal, es decir, en el "hacer", sino
sobre el testimonio de amor fraterno, incluso a través de las dificultades que
conlleva convivir con otro.
Así que podemos preguntarnos: ¿cómo llevamos la buena noticia del
Evangelio a los demás? ¿Lo hacemos con espíritu y estilo fraterno, o a la
manera del mundo, con protagonismo, competitividad y centralidad en la
eficacia? Preguntémonos si tenemos la capacidad de colaborar, si sabemos
tomar decisiones juntos, respetando sinceramente a los que nos rodean y
teniendo en cuenta su punto de vista, si lo hacemos en comunidad, no solos. En
efecto, es sobre todo así como la vida del discípulo deja traslucir la del
Maestro, anunciándolo verdaderamente a los demás.
Que la Virgen María, Madre de la Iglesia, nos enseñe a preparar el camino
del Señor con el testimonio de la fraternidad.
Benedicto XVI. Regina Coeli. 8 de
julio de 2007.
Queridos hermanos y hermanas:
El evangelio de hoy (cf. Lc 10, 1-12. 17-20) presenta a
Jesús que envía a setenta y dos discípulos a las aldeas a donde está a punto de
ir, para que preparen el ambiente. Esta es una particularidad del evangelista
san Lucas, el cual subraya que la misión no está reservada a los doce
Apóstoles, sino que se extiende también a otros discípulos.
En efecto, Jesús dice que "la mies es mucha, y los obreros pocos"
(Lc 10, 2). En el campo de Dios hay trabajo para todos. Pero Cristo
no se limita a enviar: da también a los misioneros reglas de
comportamiento claras y precisas. Ante todo, los envía "de dos en
dos" para que se ayuden mutuamente y den testimonio de amor fraterno.
Les advierte que serán "como corderos en medio de lobos", es
decir, deberán ser pacíficos a pesar de todo y llevar en todas las
situaciones un mensaje de paz; no llevarán consigo ni alforja ni dinero,
para vivir de lo que la Providencia les proporcione; curarán a los
enfermos, como signo de la misericordia de Dios; se irán de donde
sean rechazados, limitándose a poner en guardia sobre la responsabilidad de
rechazar el reino de Dios.
San Lucas pone de relieve el entusiasmo de los discípulos por
los frutos de la misión, y cita estas hermosas palabras de Jesús:
"No os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos, más bien, de
que vuestros nombres estén escritos en los cielos" (Lc 10,
20). Ojalá que este evangelio despierte en todos los bautizados la
conciencia de que son misioneros de Cristo, llamados a prepararle el camino
con sus palabras y con el testimonio de su vida.
Es tiempo de vacaciones y mañana partiré para Lorenzago di Cadore, donde
seré huésped del obispo de Treviso en la casa que ya acogió al venerado Juan
Pablo II. El aire de montaña me hará bien —así lo espero— y podré dedicarme más
libremente a la reflexión y a la oración.
Deseo a todos, especialmente a los que sienten mayor necesidad, que puedan
tomar vacaciones, para reponer las energías físicas y espirituales, y renovar
un contacto saludable con la naturaleza. La montaña, en particular, evoca la elevación
del espíritu hacia las alturas, hacia el "grado alto" de nuestra
humanidad que, por desgracia, la vida diaria tiende a rebajar.
A este propósito, quiero recordar la V Peregrinación de los jóvenes a
la cruz del Adamello, a donde el Santo Padre Juan Pablo II fue dos veces. La
peregrinación se realizó durante estos días, y acaba de culminar con la santa
misa, celebrada aproximadamente a tres mil metros de altura. A la vez que
saludo al arzobispo de Trento y al secretario general de la Conferencia
episcopal italiana, así como a las autoridades trentinas, renuevo la cita a
todos los jóvenes italianos para los días 1 y 2 de septiembre en Loreto.
Que la Virgen María nos proteja siempre, tanto en la misión como en el
merecido descanso, para que podamos realizar con alegría y con fruto nuestro
trabajo en la viña del Señor.
Benedicto XVI. Regina Coeli. 4 de
julio de 2010.
Queridos hermanos
y hermanas:
Al término de esta solemne
celebración, a la hora de la acostumbrada cita dominical, os invito
a rezar juntos la oración del Ángelus. A la Virgen María, a quien veneráis con
particular devoción en el Santuario della Madonna della Libera, encomiendo esta
Iglesia de Sulmona-Valva: al obispo, a los sacerdotes y a todo el pueblo de
Dios. Que camine unida y gozosa por la vía de la fe, de la esperanza y de la
caridad. Que, fiel a la herencia de san Pedro Celestino, sepa siempre componer
la radicalidad evangélica y la misericordia a fin de que todos los que buscan a
Dios le encuentren. En María, Virgen del silencio y de la escucha, san Pedro
del Morrone halló el modelo perfecto de obediencia a la voluntad divina, en
una vida sencilla y humilde, orientada a la búsqueda de lo que es
verdaderamente esencial, capaz de dar siempre gracias al Señor reconociendo en
cada cosa un don de su bondad.
También nosotros,
que vivimos en una época de mayores comodidades y posibilidades, estamos
llamados a apreciar un estilo de vida sobrio, para conservar más libres la
mente y el corazón y para poder compartir los bienes con los hermanos. Que
María santísima, que animó con su presencia materna a la primera comunidad de
los discípulos de Jesús, ayude igualmente a la Iglesia de hoy a dar buen
testimonio del Evangelio.
DOMINGO 15 T.
O.
Monición de entrada.-
Somos hijos de la Iglesia.
Y la Iglesia está cada vez que venimos a misa,
haciendo caso a Jesús.
Él nos pide que cada semana vengamos a misa.
Señor,
ten piedad.
Porque no te vemos en los demás. Señor, ten piedad.
Porque pasamos de largo cuando nos piden ayuda.
Cristo ten piedad.
Porque no amamos como tú nos amas. Señor, ten
piedad.
Peticiones.-
Por el Papa León. Te lo pedimos, Señor.
Por la Iglesia, para que sea compasiva como el buen
samaritano. Te lo pedimos, Señor.
Por los que no son queridos por tener otro color de
piel, para que sean queridos. Te lo pedimos, Señor.
Por los que tienen que elegir un trabajo, para que
lo hagan con el corazón. Te lo pedimos, Señor.
Por nosotros, para que cuidemos de los que nos
necesitan. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.-
Virgen María, te damos gracias porque nos ayudas a
querer mucho a las personas, especialmente nuestras abuelas y abuelos.