jueves, 10 de julio de 2025

Nº 267. 15º Tiempo Ordinario. 13 de julio de 2025.

 


Primera lectura.

Lectura del libro de Deuteronomio 30, 10-14.

Moisés habló al pueblo, diciendo:

-Escucha la voz del Señor, tu Dios, observando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el libro de esta ley, y vuelve al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma. Porque este precepto que yo te mando hoy no excede tus fuerzas, ni es inalcanzable. No está en el cielo, para poder decir: “¿Quién de nosotros subirá al cielo y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?” Ni está más allá del mar, para poder decir: “¿Quién de nosotros cruzará el mar y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos? El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas.

 

Textos paralelos.

¿Quién subirá por nosotros al cielo?

Rm 10, 6-8: En cambio, la justicia que procede de la fe suena así: No digas por dentro: ¿quién subirá al cielo (a saber, para hacer bajar al Mesías) o ¿quién bajará al Abismo? (a saber, para hacer subir al Mesías). ¿Qué añade? La palabra está a tu alcance, en la boca y el corazón. Se refiere a la palabra de la fe que proclamamos.

¿Quién irá por nosotros al otro lado del mar?

Dt 6, 6: Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria.

Si 51, 26: Someted al cuello a su yugo y aceptad de buena gana su carga; pues se acerca al que la busca, el que se entrega la encuentra.

Mt 13, 23:  El sembrado en tierra fértil es el que escucha el discurso y lo entiende. Ese da fruto: ciento o sesenta o treinta.

La palabra está bien cerca.

Lc 8, 21: Madre mía y hermanos míos son los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.

Lc 11, 28: Dichosos, más bien, los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.

Jn 1, 14: La Palabra se hizo hombre y acampó entre nosotros. Contemplamos su gloria como de Hijo único del Padre, lleno de lealtad y fidelidad.

1 P 1, 22-23: Purificad vuestras conciencias sometiéndoos a la verdad y amad a los hermanos sin fingimiento, de corazón; amaos intensamente unos a otros, pues habéis sido regenerados, no de semilla corruptible, sino por la palabra incorruptible y permanente del Dios vivo.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

30 11 Tema frecuente en la libera tura sapiencial, Jb 28, Qo 7, 24; Si 1, 6; Ba 3, 15 (en sentido inverso, Pr 8, 1s) es la inaccesibilidad de la sabiduría, fuente de felicidad. Pero Dios la revela en la Ley, Si 24, 23-34; Sal119.

 

Salmo responsorial

Sal 69 (68), 14.17.30-31.33-34.36.37 (R/: cf. 33)


R/. Humildes, buscad al Señor,

y revivirá vuestro corazón.

Mi oración se dirige a ti,

Señor, el día de tu favor;

que me escuche tu gran bondad,

que tu fidelidad me ayude.

Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia;

por tu gran compasión, vuélvete hacia mí. R/.

Yo soy un pobre malherido;

Dios mío, tu salvación me levante.

Alabaré el nombre de Dios con cantos,

proclamaré su grandeza con acción de gracias. R/.

 

Miradlo, los humildes y alegraos;

buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.

Que el Señor escucha a sus pobres,

no desprecia a sus cautivos. R/.

 

Dios salvará a Sión,

reconstruirá las ciudades de Judá.

Le estirpe de sus siervos la heredará,

los que aman su nombre vivirán en ella. R/.

 

Textos paralelos.

 Pero yo te dirijo mi oración, Yahvé.

Is 49, 8: Así dice el Señor: En tiempo de gracia te he respondido, en día propio te he auxiliado, te he defendido y constituido alianza del pueblo; para restaurar el país, para repartir heredades desoladas.

Sal 32, 6: Por eso que todo fiel te suplique y la avenida de las aguas torrenciales no lo alcanzará.

Sal 102, 14: Que mis días se desvanecen como humo y mis huesos queman como brasas.

Celebraré con cantos el nombre de Yahvé.

Sal 22, 26: Tú inspiras mi alabanza en la gran asamblea: cumpliré mis votos delante de tus fieles.

Le agradará a Yahvé más que un toro.

Sal 50, 8: No te reprocho tus sacrificios pues a diario tengo presentes tus holocaustos.

Sal 50, 14: Sacrifica a Dios tu confesión; después cumple tus votos al Altísimo.

Sal 51, 18: Un sacrificio no te satisface, si te ofrezco un holocausto, no lo aceptas.

Pues Dios salvará a Sión.

Is 44, 26: Realiza la palabra a sus siervos, cumple el proyecto de sus mensajeros; el que dice: ¡Jerusalén, serás habitada; ciudades de Judá, seréis reconstruidas; ruinas, os salvaré.

Ez 36, 10: Acrecentaré vuestra población y vuestro ganado (serán muchos y fecundos) y haré que os habiten como antaño y os concederé más bienes que al principio, y sabréis que yo soy el Señor.

Sal 102, 29: Los hijos de tus siervos y su linaje habitarán establemente en tu presencia.

Sal 102, 22-23: Así se anunciará en Sión la fama del Señor y su alabanza en Jerusalén, cuando se reúnan unánimes los pueblos y los reinos para servir al Señor.

Sal 5, 12: Que se alegren los que se acogen a ti con júbilo perpetuo, que se regocijen contigo los que aman tu nombre.

Sal 65, 9: Los habitantes del extremo del orbe se sobrecogen ante tus signos, y a las puertas de la aurora y del ocaso las llenas de júbilo.

 

Segunda lectura.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 1, 15-20.

Cristo Jesús es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles. Tronos y Dominaciones, Principados y Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Palabra de Dios.

 

Textos paralelos.

 Él es Imagen de Dios invisible.

Sb 7, 26: Es reflejo de la luz eterna, espejo nítido de la actividad de Dios e imagen de su bondad.

Col 1, 18: Él es la cabeza del cuerpo, de la Iglesia. Es el principio, primogénito de los muertos, para ser el primero de todos.

Rm 8, 29: A los que escogió de antemano los destinó a reproducir la imagen de su Hijo, de modo que fuera él el primogénito de muchos hermanos.

Hb 1, 3: Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser, y sustenta todo con su palabra poderosa. Realizada la purificación de los pecados, tomó asiento en el cielo a la diestra de la Majestad.

Jn 1, 3: Todo existió por medio de ella, y sin ella nada existió de cuanto existe.

En los cielos y en la tierra.

Ef 1, 10: Que se había de realizar en Cristo al cumplirse el tiempo: Que el universo, lo celeste y lo terrestre, alcanzarán su unidad en Cristo.

Tronos, dominaciones, principados.

Ef 1, 21: Por encima de cualquier autoridad y potestad y poder y soberanía y de cualquier título que se pronuncie en este mundo o en el venidero.

Todo fue creado por él y para él.

1 Co 8, 6: Para nosotros existe un solo Dios, el Padre, que es el principio de todo y fin nuestro, y existe un solo Señor, Jesucristo, por quien todo existe y también nosotros.

Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia.

Ef 1, 22-23: Todo lo ha sometido bajo sus pies, lo ha nombrado cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo y se llena del que llena de todo a todos.

Ef 5, 23: Pues el marido es cabeza de la mujer como Cristo es cabeza de la Iglesia, él que es el salvador del cuerpo.

Él es el Principio.

Pr 8, 22: El Señor em creó como primera de sus tareas, antes de sus obras.

1 Co 15, 20: Ahora bien, Cristo ha resucitado, primicia de los que han muerto.

Ap 1, 5: Y de parte de Jesucristo, el testigo fidedigno, el primogénito de los muertos, el Señor de los reyes del Mundo. Al que nos amó y nos libró con su sangre de nuestros pecados.

En él toda la plenitud.

Ap 3, 9: Mira lo que haré a la sinagoga de Satanás, a los que se dicen judíos sin serlo, pues mienten: haré que salgan a postrarse a tus pies, reconociendo que yo te amo.

Ef 1, 10: que se había de realizar en Cristo al cumplirse el tiempo: Que el universo, lo celeste y lo terrestre, alcanzaran su unidad en Cristo.

Ef 2, 14: Él es nuestra paz, el que de dos hizo uno, derribando con su cuerpo el muro divisorio, la hostilidad.

Ef 2, 16: Por medio de la cruz, dando muerte en su persona a la hostilidad, reconcilió a los dos con Dios, haciéndolos un solo cuerpo.

Pacificando, mediante la sangre de su cruz.

Flp 2, 8: Se humilló, se hizo obediente hasta la muerte, una muerte en cruz.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

1 15 (a) Pablo cita aquí un primitivo himno cristiano, 3 16, compuesto de dos estrofas, vv. 15, 16ae y vv.18bc, 19-20a, que celebraba el papel de Cristo en la primera y en la nueva creación, 2 Co 5, 17. En los vv. 16bcd, 20b, desarrolla el significado de “todas las cosas” por reacción contra la preeminencia que los colosenses daban a los ángeles.

1 15 (b) “Imagen de Dios” como el ser humano creado por Dios (Gn1, 26), pero también como la Sabiduría (Sb 7, 26). Platón identifica esta imagen con el mundo, Filón con el Logos, Pablo con Jesús.

1 15 (c) Este término implica en Israel preeminencia y consagración (Ex 13, 11-16). Expresa también la función privilegiada de la Sabiduría en la creación (Pr 8, 22).

1 16 Frente a las especulaciones colosenses, la epístola desarrolla la afirmación apostólica de la victoria pascual de Cristo sobre los poderes invisibles; con referencias a Sal 110, 2. Las enumeraciones paulinas tienen como núcleo central los principados y potestades; la lista de Ef 1, 21 se distingue de Col 1, 16 por la sustitución de “poderes” (dynameis) por “tronos” (thronoi). Se pensaba que estos seres celestes, poderes angélicos o astrales, tomaban parte en el gobierno del universo físico y del mundo religioso precristiano, y especialmente eran considerandos guardianes de la ley mosaica (Ga 3, 19) y de su régimen (Col 2, 15).

1 17 (a) La expresión denota, al mismo tiempo, anterioridad y supremacía.

1 17 (b) idea tomada de los estoicos, que consideraban el universo como un todo divino, armónico y coherente. Si 43, 26 y Sb 1, 17 la adaptaron al monoteísmo bíblico. El Hijo aparece como el vínculo que une todas las cosas.

1 18 Sobre la Iglesia como cuerpo de Cristo, ver 1 Co 12, 12, Cristo es su cabeza por su prioridad en el tiempo (v. 18: él es el primer resucitado) así como por su función de Principio en orden de la salvación. Palabra de interpretación difícil en la que muchos ven indicada la plenitud de la divinidad como en 2, 9. Pero aquí se puede pensar más bien en la idea muy bíblica del universo “lleno” de la presencia creadora de Dios, idea por otra parte muy difundida en el mundo grecorromano por el panteísmo estoico. Para Pablo, la Encarnación, coronada por la Resurrección, ha puesto a la naturaleza humana de Cristo a la cabeza no solo del género humano, sino también de todo el universo creado, asociado en la salvación, como lo había estado en el pecado.

1 20 (a) Por Cristo y para Cristo, en paralelismo con el final del v. 16. Otra interpretación refiere el segundo “él” al Padre y traduce: “para reconciliar consigo”.

1 20 (b) Esta reconciliación universal engloba a todos los espíritus celestes, lo mismo que a todos los hombres. Pero no significa la salvación individual de todos, sino la salvación colectiva del mundo por su vuelta al orden y a la paz en la sumisión perfecta a Dios. Los individuos que no entren por la gracia en este nuevo orden, entrarán por la fuerza.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 25-37.

En aquel tiempo, se levantó un maestro de la ley y preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:

-Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?

Él le dijo:

¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?

Él respondió:

Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo.

Él le dijo:

Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida.

Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, dijo a Jesús:

-¿Y quién es mi prójimo?

Respondió Jesús diciendo:

-Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se lo dio al posadero y le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”. ¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?

Él dijo:

-El que practicó la misericordia con él.

Jesús le dijo:

-Anda y haz lo mismo.

 

Textos paralelos.

 

Mc 12, 28-31

Mt 22, 34-40

Lc 10, 25-28

Un letrado que oyó la discusión y apreció lo acertado de la respuesta, se acercó y le preguntó:

 

 

-¿Cuál es el mandamiento más importante?

 

Respondió Jesús:

 

 

 

 

 

 

-El más importante es: Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es uno solo. Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás al prójimo como a ti mismo.

 

No hay mandamiento mayor que este.

 

 

El letrado le respondió:

-Muy bien, maestro; es verdad lo que dices: que es uno solo y no hay otro fuera de él. Que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.

 

Viendo Jesús que había respondido cuerdamente, le dijo:

-No estas lejos del reino de Dios.

Y nadie se atrevió a dirigirle más preguntas.

Al enterarse los fariseos de que había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en un lugar; y uno de ellos, le preguntó capciosamente:

 

-Maestro, ¿cuál es el precepto más importante en la ley?

 

Le respondió:

 

 

 

 

 

 

-Amarás al Señor tu Dios de todo corazón, con toda el alma, con toda tu mente. Este es el precepto más importante; pero el segundo es equivalente: Amarás al prójimo como a ti mismo.

 

 

 

Estos dos preceptos sustentan la ley y los profetas.

En esto un jurista se levantó y, para ponerlo a prueba, le preguntó:

 

 

 

-Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?

 

Le contestó:

 

-¿Qué está escrito en la Ley?, ¿qué es lo que lees?

 

Replicó:

 

Amarás al Señor tu Dios de todo corazón, con todo el alma, con toda la mente, y al prójimo como a ti mismo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Le respondió:

-Has respondido correctamente: hazlo y vivirás.

Él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:

 

-¿Y quién es mi prójimo?

 

¿Qué está escrito en la ley?

Dt 6, 5: Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas.

Con todas tus fuerzas y con toda tu mente.

Lv 19, 18: No serás vengativo ni guardarás rencor a tus conciudadanos. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor.

Lv 18, 5: Cumplid mis leyes y mis mandatos, que dan vida al que los cumple. Yo soy el Señor.

Tuvo compasión.

2 Cr 28, 15: [Los israelitas derrotan al ejército de Judá y, por ser hermanos suyos, tienen este gesto de compasión]. Designaron expresamente a algunos para que se hiciesen cargo de los cautivos. A los que estaban desnudos los vistieron con trajes y sandalias del botín; luego les dieron de comer y beber, los ungieron, montaron en burros a los que no podían caminar y los llevaron a Jericó, la ciudad de las palmeras, con sus hermanos. A continuación se volvieron a Samaría.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

10 25 (a) En Mc 12, 34 Jesús reconoce que el escriba no está lejos del Reino de Dios. Según Mt 22, 25, el legisla pone una trampa a Jesús; también aquí, donde Jesús reconoce en él, sin embargo, un interlocutor bien dispuesto.

10 26 En Lc Jesús adopta la técnica de un maestro respondiendo con una pregunta y obligando así a su interlocutor a tomar una postura propia.

10 27 (a) En esta cita de Dt 6, 5, el cuarto término de la enumeración etá ausente del texto hebreo, pero se encuentra en uno de sus manuscritos griegos.

16 27 (b) Cita de Lv 19, 18. Aquí es el legista quien encuentra las respuestas, mientras que en Mt 22, 37 y Mc 12, 29 es Jesús quien la da. De hecho, es probable que los rabinos de entonces citasen con frecuencia ambos textos, pero es dudoso que le diesen la misma importancia al segundo que al primero. Lc quiere hacer ver aquí que el menaje de Jesús estaba preparado en el AT.

10 29 (a) Por la pregunta que había hecho.

10 29 (b) Para un judío de entonces la pregunta tenía una respuesta clara: prójimo era todo miembro de su pueblo, con exclusión del extranjero (Ex 20, 16; Lv 19, 11). Parece que fue Lc quien formuló esta pregunta para hacer ver la ampliación que hizo Jesús de la noción tradicional.

10 30 (a) Jesús responde con una parábola, como en 7, 40-43. Pero no es una comparación, sino un ejemplo que reproduce una actitud a imitar o evitar. Va a llevar al legisla a sobrepasar su estrecha perspectiva.

10 30 (b) El camino, de unos 25 kilómetros de longitud, atravesaba el desierto de Judá, entonces infestado de ladrones.

10 31 Encontramos aquí tres personajes (sacerdote, levita y samaritano), algo habitual en las parábolas (ver sobre todo Lc 14, 18-20; 19, 16-24; 10, 10-12).

10 33 Por una parte, los más obligados se hallaban en Israel a observar la ley de la caridad,  y por otra, el extranjero y hereje, Jn 8, 48, de quien normalmente no se podía esperar más que odio.

10 34 Para curar las heridas, la medicina de entonces solía utilizar el aceite para clamar el dolor (Is 1, 6) y el vino para desinfectarlo.

10 37 (a). Lit. “El que ha hecho la bondad con él” (expresión de los LXX). El propio legista da la respuesta que Jesús le sugiere con la parábola: prójimo es cualquiera que se acerque a otro con amor, sea un extranjero o un hereje. No hay que preguntarse como el legista: “¿Quién es mi prójimo?”, sino “¿Cómo puedo yo ser prójimo de los demás?”. El viejo particularismo de Israel, como el legismo de los doctores, estalla ante el Evangelio.

10 37 (b) El verbo “hacer”, empleado dos veces en este v., como en la pregunta inicial (v. 25) y en la primera respuesta de Jesús (v. 28), señala el realismo que se impone a la caridad de los discípulos.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica

25 QUÉ TENGO QUE HACER… (lit. que habiendo hecho vida eterna heredaré): es la pregunta de 18, 18, pero este escriba no pregunta con buena intención, sino PARA TENTAR a Jesús.

26 ¿CÓMO (=qué) LEES?: fórmula rabínica (m’qr’t) para mandar a un discípulo que recite un texto de la Escritura. El texto griego usa anaginôskó que, como los verbos griegos más antiguos para “leer” (¡en voz alta!), lleva el prefijo ana-. Leer correctamente la Ley era algo sagrado, casi era ya comprenderla y hacerla comprender a los que oían la lectura. El Documento de Damasco 266 prohíbe leer la Ley si no se hace de forma audible y dividiendo bien las palabras: “Todo aquel que (habla debidamente o con sonido entrecortado, sin) dividir sus palabras para hacer oír (su voz, no lea en el libro de la Torah), para que no induzca a error en asunto de muerte”.

27 PRÓJIMO es lit, el (que está) cerca de ti.

29 ¿QUIÉN ES MI PRÓJIMO?: ¿hasta dónde llega mi obligación?; ¿dónde están los límites del amor al otro?

30 Empieza una parábola no exenta de ironía, en la que Jesús se retrata a sí mismo como misericordia de Dios, cercano a los hombres que la antigua Ley no había sabido curar; por él y en él debemos amar “así” a nuestro prójimo. Para ir DE JERUSALÉN A JERICÓ hay que bajar 1.100 metros de desnivel en una distancia de unos 27 kilómetros.

31-33 “Evitar dando un rodeo” es, en Lc, un solo verbo griego con dos prefijos, algo así como pasar-de-largo-viendo-de-frente, e.d., desde el lado opuesto del camino se ve el objeto del cual uno se desvía: “lo soslayó”. // AQUEL SITIO: lit. el sitio. // Los tres vieron al herido, pero qué diferentes las miradas. “El programa del cristiano, el programa del buen samaritano – el programa de Jesús –, es un corazón que ve. Este corazón ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia” (Benedicto XVI).

34 LE VENDÓ LAS HERIDAS: lit. vendó las heridas de él.

36 SE PORTÓ COMO PRÓJIMO: lit. prójimo se hizo y siguió siendo (tiempo perfecto griego). Jesús da un vuelvo inesperado a la pregunta del experto en la Ley: no se trata de que el prójimo sea aquel a quien se debe ayudar, o el que está cerca de nosotros, sino aquel a quien nosotros nos acercamos para ayudarle; el interlocutor de Jesús tiene que “hacerse prójimo” de los demás.

37 EL QUE EJERCITÓ…: giro idiomático que parece tomado del AT a través de los LXX. Decir directamente “el samaritano”, hubiera sido humillante para un judío. // HAZ TU LO MISMO, con caridad realista y práctica.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé:

10, 25-37 Nuestro “prójimo” no es simplemente el que comparte nuestra fe religiosa, cultura o patria. Los seguidores de Cristo están obligados a manifestar su amor a Dios a través de la misericordia y la compasión hacia todos los hombres. Cat. 2822, 1825, 2083.

10, 32 Tanto el sacerdote como el levita eran estrictos en mantener las normas judías sobre todo la pureza y no querían tocar a un hombre moribundo o sangrante. Esta parábola nos muestra que la obligación de hacer el bien prevalece sobre la observancia rigurosa de las leyes humanas. Cat. 1539, 1543.

10, 34 El aceite y el vino se utilizaban como un remedio o pomada, para curar las heridas; el aceite también se usaba como signo para ungir y consagrar a alguien para un fin particular o misión, como un rey o un profeta. La Iglesia ha utilizado durante mucho tiempo el aceite en sus ritos sacramentales como signo de la curación, como en el momento de la unción de enfermos, o como signo de consagración como en el bautismo, la confirmación y orden sacerdotal. Cat. 1293.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

2822 La voluntad de nuestro Padre es que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad. Él usa de paciencia no queriendo que algunos perezcan. Su mandamiento, que resume todos los demás y que nos dice toda su voluntad, es que nos amemos los unos a los otros como él nos ha amado.

1825 Cristo murió por amor a nosotros cuando éramos todavía enemigos. El Señor nos pide que amemos como Él hasta a nuestros enemigos, que nos hagamos prójimos del más lejano, que amemos a los niños y a los pobres como a Él mismo.

2083 Jesús resumió los deberes del hombre para con Dios con estas palabras: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” (Mt 22, 37). Estas palabras siguen inmediatamente a la llamada solemne: “Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor” (Dt 6, 4). Dios nos amó primero. El amor del Dios Único es recordado en la primera de las diez palabras. Los mandamientos explicitan a continuación la respuesta de amor que el hombre está llamado a dar a su Dios.

 

Concilio Vaticano II

Los cristianos, que participan activamente en el actual progreso económico-social y luchan por la justicia y la caridad, tienen que convencerse de que ellos pueden contribuir mucho a la prosperidad de la humanidad y la paz del mundo. En estas actividades deben dar preclaro ejemplo individual y colectivamente. Adquiridas la competencia y la experiencia absolutamente necesarias, mantengan el recto orden en las actividades temporales en fidelidad a Cristo y a su Evangelio, de modo que toda su vida, tanto individual como social, se impregne del espíritu de las bienaventuranzas, particularmente del de pobreza.

Todo el que, obedeciendo a Cristo, busca ante todo el Reino de Dios, obtiene por ello un amor más fuerte y más puro para ayudar a todos sus hermanos y para llevar a cabo la obra de justicia bajo la inspiración de la caridad.

Gaudium et spes, 72.

 

Los Santos Padres.

Toda la enseñanza del Señor se sostiene, como con dos alas, mediante los dos preceptos: con el amor a Dios y con el amor hacia los hombres.

S. Efrén de Siria, Comentario al Diatessaron, 16. III, pg. 254.

Quien no conoce a Cristo, tampoco conoce la Ley. Porque, ¿cómo es posible que conozca la Ley quien desconoce la verdad, cuando la Ley es precisamente la que anuncia la verdad?

S. Ambrosio, Exposición sobre el Ev. de Lucas, 7. III, pg. 254.

Hay quienes creen que su prójimo es su hermano o su vecino o su pariente político o carnal. Pero en el Evangelio el Señor nos enseña una parábola en la que se habla de aquel hombre que descendía desde Jerusalén a Jericó… Por tanto, todo hombre es nuestro prójimo y no debemos obrar mal contra nadie. Mas si consideramos como prójimos solo a nuestros hermanos y parientes, ¿nos es lícito el hacer mal a los extraños? Lejos de nuestra mente dicha idea. Todos somos prójimos mutuamente, pues todos tenemos un único y mismo Padre.

S. Jerónimo. Tratado sobre los Salmos, 14. III, pg. 255.

Jericó es figura de este mundo, a donde descendió Adán arrojado del paraíso, es decir, de aquella Jerusalén celeste.

¿Quiénes son estos ladrones sino los ángeles de la noche y de las tinieblas, que se transforman en ángeles de luz?

Estos, primero nos despojan del vestido de la gracia espiritual que recibimos.

Ten cuidado para no ser despojado, como lo fue Adán, de la protección del precepto celestial y privado del vestido de la fe, ya que a esto se debió que él fuera herido mortalmente, herida mortal que se habría propagado a todo el genero humano, si aquel buen samaritano, bajando del cielo, no hubiese curado esas peligrosas llagas.

S. Ambrosio. Exposición sobre el Ev. de Lucas, 7, 73. III, pg. 256.

Jerusalén el paraíso, Jericó el mundo, los ladrones las fuerzas enemigas, el sacerdote la Ley, el levita los profetas y el samaritano Cristo. Las heridas son la desobediencia, la cabalgadura el cuerpo del Señor, el pandochium, es decir el albergue abierto a todos los que desean entrar simboliza a la Iglesia, los dos denarios representan al Padre y al Hijo; el posadero es el jefe de la Iglesia encargado de la administración; respecto a la promesa hecha por el samaritano que volvería , representa la segunda venida del salvador.

Orígenes. Homilías sobre el Ev. de Lucas, 34. III, pg. 256.

Medicamento es su palabra; esta, unas veces, venda las heridas; otras sirve de aceite, y otras actúa como vino. Venda las heridas cuando expresa un mandato de una dificultad más que regular; suaviza perdonando los pecados, y actúa como el vino anunciando el juicio.

Ambrosio, Exposición sobre el Ev. de Lucas, 7. 75. III, pg. 257.

 

San Agustín.

El samaritano no nos abandonó al pasar; nos curó, nos subió al jumento, es decir, a su carne; nos llevó a la posada, esto es, a la Iglesia, y nos encomendó al mesonero, que es el Apóstol, y le entregó dos denarios para curarnos, a saber, el amor a Dios y al prójimo, puesto que toda la ley y los profetas se encierran en dos mandamientos. Y dijo al mesonero: Si gastas más, te lo daré al volver (Lc 10, 35). Efectivamente, el Apóstol gastó más, en cuento que estando permitido a los apóstoles, como soldados de Cristo, el ser alimentados de parte de la hueste de Cristo, sin embargo, él trabajo con manos y condonó a las huestes sus provisiones. Son cosas que han sucedido: por haber descendido hemos sido heridos. Ascendamos, cantemos, y avancemos para llegar.

Comentario al salmo 125. II, pgs. 1049-1050.

 

San Juan de Ávila.

El samaritano no era de su linaje, antes era de otro rito: que hizo misericordia con él. Entended que para ser prójimo, que ha de hacer bien. Todo hombre que yo pueda aprovechar o recebir de él provecho en acto o en potencia, aquel es mi prójimo. El que no es justo, no es de Dios, ni ama a su prójimo. Habéis de mirar que quien ama no se contenta con amor solo, sino, junto con amor, obras. También no entendáis que es uno obligado a amar particularmente a cada prójimo. Basta amarlos en general, deseándoles bien a su alma y a su cuerpo; y cuando fuere menester, socorrerlos en sus necesidades.

Lecciones sobre 1 San Juan (I). II, pg. 297.

Aunque propriamente son hermanos solos los que están en gracia; que los otros, no lo son tan propriamente ni tan legítimamente; los cuales parecen ser hijos bastaros; mas no por eso, como dijimos, se han de excluir de hermanos, cuando el amor que les debemos tener, como probó el Redemptor del samaritano que hizo ben al judío herido en el camino de Jerusalén a Jericó (Lc 10, 30ss); el cual no obstante que era infiel y no judío, dijo ser prójimo y hermano. Solamente los demonios y las ánimas condenadas, no so prójimos; todos los demás, sí.

Lecciones sobre 1 San Juan (II). II, pg. 433.

Los hombres que por miedo, por vergüenza, dejan de servir a Dios y se vuelven atrás de lo comenzado no son buenos para el cielo. Abraham aparejado estaba para matar a su hijo cuando Dios se lo mandase; pues, si somos hijos de la fe de Abraham, hagamos sus obras. Mandamiento tenemos: Diliges Dominum, etc. (Dt 6, 5; Mc 12, 30; Lc 10, 27). ¡Ay!, que hijos y mujer y vos mismo, y todo lo demás que podéis tener, todo se ha de posponer a la voluntad de Dios. Desnudo nació, para que desnuda traigáis vos vuestra alma de todo lo que no fuere Dios, y no os han de congojar ni dar pena las afrentas que por Dios se os ofrecieren. Deshonra da a Dios el que se queja estar por Él deshonrado. No penséis reinar con Él, si primero no padecéis con Él.

Sermón de Epifanía. III, pg. 84.

Él pide el amor diciendo: Diliges, Dominum Deum tuum ex toto corde tuo, et ex tota anima tua, et mente, et ex totis viribus tuis (cf. Lc 10, 27), que no queda fuerza alguna con que no lo amemos. Pues tan celoso como es del amor, tanto es de la honra. No quiere que nadie le usurpe nada de ella.

Sermón domingo 10 después de Pentecostés. III, pg. 261.

Por eso, Señores, los que no sois letrados, no penséis que por eso no podéis ir al paraíso; estudia estos dos mandameintos, y cuando los hubiereis cumplido, haced cuenta que habéis cumplido todo lo que manda la ley y los profetas, y los evangelios, y los apóstoles, y cuanto os amonestan infinitos libros que escriptos hay. […] Amad a Dios más que a vos, y a vuestro prójimo como a vos mismo: que si vos deseáis ir al cielo, deseéis que él vaya; si deseáis que Dios os perdone, desead que también le perdone a él. Y regla general os doy: mirad lo que querríades que con vos se hiciese y cómo os tratasen los otros, y si errábades contra algún prójimo, querríades que os perdonase, y haced así a vuestro prójimo y así lo amaréis.

[…] Bien claro que habréis visto, señores, cómo la proximidad no está solamente  en el parentesco, ni en la vecindad, ni en que (me) quieran bien, ni en ser de una ley, ni en ser de una religión; sino que todo aquel a quien podemos hacer bien o nos puede hacer, todo aquél es nuestro prójimo; y todo aquel que puede ser particionero en la bienaventuranza con nosotros, como todos los teólogos dicen, todo el tal es nuestro prójimo. De donde se sigue que el moro, el judío, el hereje el alarbe (árabe), es nuestro prójimo; porque le podemos hacer bien y él a nosotros y porque puede convertirse y gozar de Dios con nosotros. Asimismo se sigue que las ánimas de purgatorio son prójimos nuestros, porque les podemos hacer bien agora, y ellos a nosotros cuando vayan a paraíso. Ansimismo se sigue que los ángeles son prójimos nuestros, y todos los que en el paraíso están, porque nos hacen bien y son capaces de bienaventuranza. Solo los demonios y los que están en el infierno no son prójimos, porque ya quiere Dios que en ninguna manera puedan gozar de Él ni ser participantes en su gloria.

[…] Quién sea este hombre que no se contentó con estar en el monte de Hierusalén, sino quiso descender a los valles de Jericó, a todos es manifiesto que fue el primer hombre criado, Adán, el cual puso Dios en Hierusalén, que quiere decir visión de paz.

[…] No se contentó Adam con lo que tenía, no lo conoció, quiso probar qué había abajo, y descendió a Jericó, que quiere decir luna por la cual se significa la mudanza del pecado y del mundo.

[…] Descendió, comió del pomo que su mujer le dio, y cayó. Y mirá el engaño, que ellos pensaban que subían; a lo menos Eva pensó que había de subir tanto como Dios; y cayó y fue hecha ella y él iguales a los brutos animales.

[…] ¿Quién es el sacerdote, sino la ley vieja, que principalmente consistía en sacrificios y ceremonias? ¿Quién es el levita sino los profetas?

[…] No dio la ley la gracia ex opere operato. Mostraba los pecados, y por esto dice el evangelio que miró al llagado, mas no le remediaba, porque no daba gracia. Pasaron los profetas y también vieron los pecados y los males, mas no podían dar gracia, y por eso ni remedio; y ansí también descendía por el mesmo camino el sacerdote y el levita, como el herido, según el evangelio dice, porque todos los que debajo de la ley y profetas estaban descendían al limbo y estaban en pecado original.
[…] Hasta que vino aquel verdadero samaritano Cristo, que quiere decir guarda, y hizo medicina para este herido.

[…] En el óleo se significa la misericordia; en el vino, justicia.

[…] El caballo del ánima es el cuerpo. Ponello luego Cristo sobre su caballo fue ponello sobre su cuerpo.

[…] Dijo al principal de la Iglesia, que es San Pedro, que es todo uno, y asimismo a todos los prelados. Y dioles dos denarios, que quiere decir dos Testamentos con que lo curen. Que si fuere menester hacer más o darle muy buen ejemplo y otra cualquier cosa, que lo hagan; que cuando Él venga a juzgar o el día de la muerte del tal prelado o prójimo que tuvo cargo del enfermo que Él lo pagará.

[…] ¡Oh desventurados de nosotros que estamos veinte y treinta años, y cuarenta y sesenta, y más, sin ver a quien nos hizo, a quien murió por amor de nosotros, a quien nos mantiene, a quien nos guarda.

[…] Mas no os olvidéis del prójimo, al cual también habréis de curar: cuerpo, por limosna, y ánima, por buen ejemplo y consejo.

Sermón Domingo 12 después de Pentecostés. III, pg. 269ss.

¿Quién hay de nosotros que no falte al perfecto amor de Dios, pues si le amamos con todo el entendimiento (cf. Lc 10, 27), creyendo su verdad con tanta firmeza como convenía y teniendo aquellas consideraciones y pensamientos y avisos de cómo mejor le servir? ¿Quién le ama con todo su corazón, no dando parte del amor a sí ni a uno ni a otro sino en Dios o por Dios, y renunciando el proprio interese, ha pasado a amar a dios por el mismo Dios? Y quien mirare cuán poco mortificadas tenemos nuestras pasiones y cuánta guerra hace el reino del amor de Dios, vera cómo no ama a Dios con toda su ánima. 

Carta a una persona devota. IV, pg. 356.

¿Quién de nosotros ama a nuestro Señor con todo el entendimiento, pensando lo que él quiere, no mirando a nuestro provecho; y toda el alma, teniendo todas las pasiones mortificadas y que no alboroten el reino de la razón; y con todas nuestras fuerzas, empleando en el servicio de Dios todo nuestro cuerpo y cuanto podemos? (cf. Lc 10, 27). Pocos hay, hermana, que amen a nuestro Señor, pues el amor que a las vanidades tenemos y el gran tirano de nuestro amor nos impide de dar todo el amor al Señor. Claro es que mientras el amor de mi mismo está vivo, que el de Dios está muerto, y tanto dejo de amar a Dios, cuanto me amo a mí.

Carta a una religiosa. IV, pg. 361.

Haced esto y viviréis (Lc 10, 28), con que sepáis que si habéis de ser amigo de Dios, que os aparejéis a sufrir trabajos; que si esto no hay, ¿qué es el bien que uno tiene, sino ciudad sin muros, que al primer combate es vencida?

Carta a un su devoto que le pedió como sería bueno. IV, pg. 283.

 

San Oscar Romero. Homilía.

Hoy la palabra de Dios nos invita a la interioridad. Es como si Cristo nos dijera a todos los que vamos a hacer esta reflexión: "El Reino de Dios está dentro de vosotros". Vivimos muy afuera de nosotros mismos. Son pocos los hombres que de veras entran dentro de sí, y por eso hay tantos problemas, porque si de veras nos asomáramos a nuestra propia intimidad y comprendiéramos que la voz del Señor, la ley que nos santifica, no está, así como nos acaba de explicar la primera lectura, allá en las alturas del cielo; y entonces preguntaríamos: "¿Quién podrá subir hasta el cielo, y nos traerá y nos proclamará lo que Dios quiere?" O fuera una ley que estuviera al otro lado del mar, y diríamos: "¿Quién de nosotros cruzará el mar, y nos lo traerá y nos lo proclamará para que lo cumplamos?".

Homilía, 10 de julio de 1977.

 

León XIV. Regina Coeli. 6 de julio de 2025.

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

El Evangelio de hoy (Lc 10,1-12.17-20) nos recuerda la importancia de la misión, a la que todos estamos llamados, cada uno según su vocación y en las situaciones concretas en las que el Señor lo ha puesto.

Jesús envía a setenta y dos discípulos (v. 1). Este número simbólico indica que la esperanza del Evangelio está destinada a todos los pueblos. Tal es la amplitud del corazón de Dios: su abundante cosecha, es decir, la obra que Él realiza en el mundo para que todos sus hijos sean alcanzados por su amor y sean salvados.

Al mismo tiempo, Jesús dice: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha» (v. 2).

Por un lado, Dios, como un sembrador, ha salido generosamente al mundo a sembrar y ha puesto en el corazón del hombre y de la historia el deseo de infinito, de una vida plena, de una salvación que lo libere. Por eso la mies es mucha, el Reino de Dios germina como una semilla en la tierra y los hombres y mujeres de hoy, incluso cuando parecen abrumados por tantas otras cosas, esperan una verdad más grande, buscan un sentido más pleno para su vida, desean justicia y llevan en su interior un anhelo de vida eterna.

Por otra parte, son pocos los obreros que van a trabajar al campo sembrado por el Señor y que, antes aún, son capaces de reconocer, con los ojos de Jesús, el buen grano listo para la cosecha (cf. Jn 4,35-38). Hay algo grande que el Señor quiere hacer en nuestra vida y en la historia de la humanidad, pero son pocos los que se dan cuenta, los que se detienen para acoger el don, los que lo anuncian y lo llevan a los demás.

Queridos hermanos y hermanas, la Iglesia y el mundo no necesitan personas que cumplen con sus deberes religiosos mostrando su fe como una etiqueta exterior; necesitan, en cambio, obreros deseosos de trabajar en el campo de la misión, discípulos enamorados que den testimonio del Reino de Dios dondequiera que se encuentren. Quizás no falten los “cristianos de ocasión”, que de vez en cuando dan cabida a algún buen sentimiento religioso o participan en algún evento; pero son pocos los que están dispuestos a trabajar cada día en el campo de Dios, cultivando en su corazón la semilla del Evangelio para luego llevarla a la vida cotidiana, a la familia, a los lugares de trabajo y de estudio, a los diversos entornos sociales y a quienes se encuentran en necesidad.

Para hacer esto no se necesitan demasiadas ideas teóricas sobre conceptos pastorales; se necesita, sobre todo, rezar al dueño de la mies. En primer lugar, pues, está la relación con el Señor, cultivar el diálogo con Él. Entonces Él nos convertirá en sus obreros y nos enviará al campo del mundo como testigos de su Reino.

Pidamos a la Virgen María, que se entregó generosamente diciendo «Yo soy la servidora del Señor», y participando de esta forma en la obra de la salvación, que interceda por nosotros y nos acompañe en el camino del seguimiento del Señor, para que también nosotros podamos convertirnos en alegres trabajadores del Reino de Dios.

 

Francisco. Regina Coeli. 14 de julio 2013.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Nuestra cita dominical para el Ángelus hoy la vivimos aquí, en Castelgandolfo. Saludo a los habitantes de esta bonita ciudad. Quiero agradecer sobre todo vuestras oraciones, y lo mismo hago con todos vosotros, peregrinos que habéis venido aquí numerosos.

El Evangelio de hoy —estamos en el capítulo 10 de Lucas— es la famosa parábola del buen samaritano. ¿Quién era este hombre? Era una persona cualquiera, que bajaba de Jerusalén hacia Jericó por el camino que atravesaba el desierto de Judea. Poco antes, por ese camino, un hombre había sido asaltado por bandidos, le robaron, golpearon y abandonaron medio muerto. Antes del samaritano pasó un sacerdote y un levita, es decir, dos personas relacionadas con el culto del Templo del Señor. Vieron al pobrecillo, pero siguieron su camino sin detenerse. En cambio el samaritano, cuando vio a ese hombre, «sintió compasión» (Lc 10, 33) dice el Evangelio. Se acercó, le vendó las heridas, poniendo sobre ellas un poco de aceite y de vino; luego lo cargó sobre su cabalgadura, lo llevó a un albergue y pagó el hospedaje por él... En definitiva, se hizo cargo de él: es el ejemplo del amor al prójimo. Pero, ¿por qué Jesús elige a un samaritano como protagonista de la parábola? Porque los samaritanos eran despreciados por los judíos, por las diversas tradiciones religiosas. Sin embargo, Jesús muestra que el corazón de ese samaritano es bueno y generoso y que —a diferencia del sacerdote y del levita— él pone en práctica la voluntad de Dios, que quiere la misericordia más que los sacrificios (cf. Mc 12, 33). Dios siempre quiere la misericordia y no la condena hacia todos. Quiere la misericordia del corazón, porque Él es misericordioso y sabe comprender bien nuestras miserias, nuestras dificultades y también nuestros pecados. A todos nos da este corazón misericordioso. El Samaritano hace precisamente esto: imita la misericordia de Dios, la misericordia hacia quien está necesitado.

Un hombre que vivió plenamente este Evangelio del buen samaritano es el santo que recordamos hoy: san Camilo de Lellis, fundador de los Ministros de los enfermos, patrono de los enfermos y de los agentes sanitarios. San Camilo murió el 14 de julio de 1614: precisamente hoy se abre su IV centenario, que culminará dentro de un año. Saludo con gran afecto a todos los hijos y las hijas espirituales de san Camilo, que viven su carisma de caridad en contacto cotidiano con los enfermos. ¡Sed como él buenos samaritanos! Y también a los médicos, enfermeros y a todos aquellos que trabajan en los hospitales y en las residencias, deseo que les anime ese mismo espíritu. Confiamos esta intención a la intercesión de María santísima.

Otra intención desearía confiar a la Virgen, junto a vosotros. Está ya muy cerca la Jornada mundial de la juventud de Río de Janeiro. Se ve que hay muchos jóvenes en edad, pero todos sois jóvenes en el corazón. Yo partiré dentro de ocho días, pero muchos jóvenes partirán hacia Brasil incluso antes. Recemos entonces por esta gran peregrinación que comienza, para que Nuestra Señora de Aparecida, patrona de Brasil, guíe los pasos de los participantes, y abra su corazón para acoger la misión que Cristo les dará.

 

Francisco. Regina Coeli. 10 de julio de 2016.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy la liturgia nos propone la parábola llamada del «buen samaritano», tomada del Evangelio de Lucas (10, 25-37). Esta parábola, en su relato sencillo y estimulante, indica un estilo de vida, cuyo baricentro no somos nosotros mismos, sino los demás, con sus dificultades, que encontramos en nuestro camino y que nos interpelan. Los demás nos interpelan. Y cuando los demás no nos interpelan, algo allí no funciona; algo en aquel corazón no es cristiano. Jesús usa esta parábola en el diálogo con un Doctor de la Ley, a propósito del dúplice mandamiento que permite entrar en la vida eterna: amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a sí mismos (vv. 25-28). «Sí —replica aquel Doctor de la Ley— pero dime, ¿quién es mi prójimo?» (v. 29). También nosotros podemos plantearnos esta pregunta: ¿Quién es mi prójimo? ¿A quién debo amar como a mí mismo? ¿A mis parientes? ¿A mis amigos? ¿A mis compatriotas? ¿A los de mi misma religión?... ¿Quién es mi prójimo? Y Jesús responde con esta parábola. Un hombre, a lo largo del camino de Jerusalén a Jericó, fue asaltado por unos ladrones, agredido y abandonado. Por aquel camino pasan primero un sacerdote y después un levita, quienes, aun viendo al hombre herido, no se detienen y siguen adelante (vv. 31-32). Después pasa un samaritano, es decir, un habitante de la Samaria y, como tal, despreciado por los judíos porque no observaba la verdadera religión. Y en cambio él, precisamente él, cuando vio a aquel pobre desventurado, «se conmovió». «Se acercó y vendó sus heridas (…), «lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo» (vv. 33-34). Y al día siguiente, lo encomendó al dueño del albergue, pagó por él y dijo que también habría pagado el resto (cfr. v. 35). Llegados a este punto Jesús se dirige al Doctor de la Ley y le pregunta: «¿Cuál de los tres —el sacerdote, el levita o el samaritano— te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?». Y aquel —porque era inteligente— responde naturalmente: «El que tuvo compasión de él» (vv. 36-37). De este modo Jesús ha cambiado completamente la perspectiva inicial del Doctor de la Ley —¡y también la nuestra!—: no debo catalogar a los demás para decidir quién es mi prójimo y quién no lo es. Depende de mí ser o no ser prójimo —la decisión es mía—, depende de mí ser o no ser prójimo de la persona que encuentro y que tiene necesidad de ayuda, incluso si es extraña o incluso hostil. Y Jesús concluye: «Ve, y procede tú de la misma manera» (v. 37).

¡Hermosa lección! Y lo repite a cada uno de nosotros: «Ve, y procede tú de la misma manera», hazte prójimo del hermano y de la hermana que ves en dificultad. «Ve, y procede tú de la misma manera». Hacer obras buenas, no decir sólo palabras que van al viento. Me viene en mente aquella canción: «Palabras, palabras, palabras». No. Hacer, hacer. Y mediante las obras buenas, que cumplimos con amor y con alegría hacia el prójimo, nuestra fe brota y da fruto. Preguntémonos —cada uno de nosotros responda en su propio corazón— preguntémonos: ¿Nuestra fe es fecunda? ¿Nuestra fe produce obras buenas? ¿O es más bien estéril, y por tanto, está más muerta que viva? ¿Me hago prójimo o simplemente paso de lado? ¿Soy de aquellos que seleccionan a la gente según su propio gusto? Está bien hacernos estas preguntas y hacérnoslas frecuentemente, porque al final seremos juzgados sobre las obras de misericordia. El Señor podrá decirnos: Pero tú, ¿te acuerdas aquella vez, por el camino de Jerusalén a Jericó? Aquel hombre medio muerto era yo. ¿Te acuerdas? Aquel niño hambriento era yo. ¿Te acuerdas? Aquel emigrante que tantos quieren echar era yo. Aquellos abuelos solos, abandonados en las casas para ancianos, era yo. Aquel enfermo solo en el hospital, al que nadie va a saludar, era yo. Que la Virgen María nos ayude a caminar por la vía del amor, amor generoso hacia los demás, la vía del buen samaritano. Que nos ayude a vivir el mandamiento principal que Cristo nos ha dejado. Este es el camino para entrar en la vida eterna.

 

Francisco. Regina Coeli. 14 de julio de 2019.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy el Evangelio presenta la famosa parábola del “buen samaritano” (cf. Lc 10,25-37). Cuando un doctor de la Ley le pregunta qué era necesario para heredar la vida eterna, Jesús lo invita a encontrar la respuesta en las Escrituras y le dice: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y ​​con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo» (v. 27). Sin embargo, había diferentes interpretaciones de quién debía ser entendido como “prójimo”. En efecto, ese hombre vuelve a preguntar: «¿Y quién es mi prójimo?» (v. 29). En ese momento, Jesús responde con la parábola, esta bella parábola: invito a todos a leer hoy el Evangelio, Evangelio de Lucas, capítulo diez, versículo 25. Es una de las parábolas más hermosas del Evangelio. Y esta parábola se ha convertido en paradigmática de la vida cristiana. Se ha convertido en el modelo de cómo debe actuar un cristiano. Gracias al evangelista Lucas, tenemos este tesoro.

El protagonista de esta breve historia es un samaritano, que encuentra en el camino a un hombre atracado y golpeado por los salteadores y lo toma bajo su cuidado. Sabemos que los judíos trataban a los samaritanos con desprecio, considerándolos extraños al pueblo elegido. Por lo tanto, no es una coincidencia que Jesús eligiera a un samaritano como personaje positivo en la parábola. De esta manera, quiere superar los prejuicios, mostrando que incluso un extranjero, incluso uno que no conoce al verdadero Dios y no va a su templo, puede comportarse según su voluntad, sintiendo compasión por su hermano necesitado y ayudándolo con todos los medios a su alcance.

Por ese mismo camino, antes del samaritano, ya habían pasado un sacerdote y un levita, es decir, personas dedicadas al culto de Dios. Pero, al ver al pobre hombre en el suelo, habían proseguido su camino sin detenerse, probablemente para no contaminarse con su sangre. Habían antepuesto una norma humana ―no contaminarse con sangre― vinculada con el culto, al gran mandamiento de Dios, que ante todo quiere misericordia.

Jesús, por lo tanto, propone al samaritano como modelo, ¡precisamente uno que no tenía fe! También nosotros pensamos en tantas personas que conocemos, quizás agnósticas, que hacen el bien. Jesús eligió como modelo a quien no era un hombre de fe. Y este hombre, amando a su hermano como a sí mismo, muestra que ama a Dios con todo su corazón y con todas sus fuerzas ―¡el Dios que no conocía!―, y al mismo tiempo expresa verdadera religiosidad y plena humanidad.

Después de contar esta hermosa parábola, Jesús se vuelve hacia el doctor de la ley que le había preguntado «¿Quién es mi prójimo?» Y le dice: «¿Quién de estos te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» (v. 36). De esta manera, invierte la pregunta de su interlocutor y también la lógica de todos nosotros. Nos hace entender que no somos nosotros quienes, según nuestro criterio, definimos quién es el prójimo y quién no, sino que es la persona necesitada la que debe poder reconocer quién es su prójimo, es decir, «el que tuvo compasión de él» (v. 37). Ser capaz de tener compasión: esta es la clave. Esta es nuestra clave. Si no sientes compasión ante una persona necesitada, si tu corazón no se mueve, entonces algo está mal. Ten cuidado, tengamos cuidado. No nos dejemos llevar por la insensibilidad egoísta. La capacidad de compasión se ha convertido en la piedra de toque del cristiano, es más, de la enseñanza de Jesús. Jesús mismo es la compasión del Padre hacia nosotros. Si vas por la calle y ves a un hombre sin domicilio fijo tirado allí y pasas sin mirarlo o piensas: “Ya, el efecto del vino. Es un borracho”, no te preguntes si ese hombre está borracho, pregúntate si tu corazón no se ha endurecido, si tu corazón no se ha convertido en hielo. Esta conclusión indica que la misericordia por una vida humana en estado de necesidad es el verdadero rostro del amor. Así es como uno se convierte en un verdadero discípulo de Jesús y el rostro del Padre se manifiesta: «Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,36). Y Dios, nuestro Padre, es misericordioso, porque tiene compasión;  es capaz de tener esta compasión, de acercarse a nuestro dolor, a nuestro pecado, a nuestros vicios, a nuestras miserias.

Que la Virgen María nos ayude a comprender y, sobre todo, a vivir cada vez más el vínculo inquebrantable que existe entre el amor a Dios nuestro Padre y el amor concreto y generoso a nuestros hermanos, y nos dé la gracia de tener compasión y de crecer en compasión

 

Francisco. Regina Coeli. 10 de julio de 2022.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de la Liturgia de hoy narra la parábola del buen samaritano (cfr. Lc 10,25-37); todos la conocemos. Como telón de fondo, el camino que desciende desde Jerusalén hasta Jericó; a un lado, yace un hombre al que los ladrones han golpeado y robado. Un sacerdote que pasa lo ve pero no se detiene, sigue adelante; lo mismo hace un levita, esto es, un encargado del culto en el templo. «En cambio —dice el Evangelio—, un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y tuvo compasión» (v. 33). No olvidemos estas palabras: “tuvo compasión”; es lo que siente Dios cada vez que nos ve en dificultad, en pecado, en una miseria: “tuvo compasión”. El evangelista desea precisar que el samaritano viajaba. Por tanto, aquel samaritano, a pesar de tener sus propios planes y de dirigirse a una meta lejana, no busca excusas y se deja interpelar por lo que sucede a lo largo del camino. Pensémoslo: ¿No nos enseña el Señor a comportarnos precisamente así? A mirar a lo lejos, a la meta final, poniendo al mismo tiempo mucha atención en los pasos que hay que dar, aquí y ahora, para llegar a ella.

Es significativo que los primeros cristianos fuesen llamados “discípulos del Camino” (cfr. Hch 9,2). El creyente, en efecto, se parece mucho al samaritano: como él, está de viaje, es un viandante. Sabe que no es una persona “que ha llegado”, y desea aprender todos los días siguiendo al Señor Jesús, que dijo: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6). Yo soy el Camino: el discípulo de Cristo camina siguiéndolo a Él, y así se hace “discípulo del Camino”. Va detrás del Señor, que no es sedentario sino que está siempre en camino: por el camino encuentra a las personas, cura a los enfermos, visita pueblos y ciudades. Así actuó el Señor, siempre en camino.

De este modo, el “discípulo del Camino” —es decir, nosotros los cristianos— ve que su modo de pensar y de obrar cambia gradualmente, haciéndose cada vez más conforme al del Maestro. Caminando sobre las huellas de Cristo, se convierte en viandante y aprende —como el samaritano— a ver y a tener compasión. Ve y siente compasión. Ante todo, ve: abre los ojos a la realidad, no está egoístamente encerrado en el círculo de sus propios pensamientos. En cambio, el sacerdote y el levita ven al desgraciado pero es como si no lo hubiesen visto, pasan de largo, miran a otro lado. El Evangelio nos educa a ver: guía a cada uno de nosotros a comprender rectamente la realidad, superando día tras día ideas preconcebidas y dogmatismos. Muchos creyentes se refugian en dogmatismos para defenderse de la realidad. Y, además, seguir a Jesús nos enseña a tener compasión: a fijarnos en los demás, sobre todo en quien sufre, en el más necesitado, y a intervenir como el samaritano: no pasar de largo sino detenerse.

Ante esta parábola evangélica puede suceder que culpabilicemos o nos culpabilicemos, que señalemos con el dedo a los demás comparándolos con el sacerdote y el levita: “¡Este y aquel pasan de largo, no se detienen!”; o que nos culpabilicemos a nosotros mismos enumerando nuestras faltas de atención al prójimo. Pero quisiera sugerir otro tipo de ejercicio. Cierto, cuando hemos sido indiferentes y nos hemos justificado, debemos reconocerlo; pero no nos detengamos ahí. Hemos de reconocerlo, es un error, pero pidamos al Señor que nos haga salir de nuestra indiferencia egoísta y que nos ponga en el Camino. Pidámosle que nos haga ver y tener compasión. Esta es una gracia, tenemos que pedirla al Señor: “Señor, que yo vea, que yo tenga compasión, como Tú me ves a mí y tienes compasión de mí”. Esta es la oración que os sugiero hoy: “Señor, que yo vea, que yo tenga compasión, como Tú me ves y tienes compasión de mí”. Que tengamos compasión de quienes encontramos en nuestro recorrido, sobre todo de quien sufre y está necesitado, para acercarnos y hacer lo que podamos para echar una mano.

A menudo, cuando me encuentro con algún cristiano o cristiana que viene a hablar de cosas espirituales, le pregunto si da limosna. “Sí”, me dice. —“Y, dime, ¿tú tocas la mano de la persona a la que das la moneda?”  —“No, no, la dejo caer”. —¿Y tú miras a los ojos a esa persona? —“No, no se me ocurre”. Si tú das limosna sin tocar la realidad, sin mirar a los ojos de la persona necesitada, esa limosna es para ti, no para ella. Piensa en esto: “¿Yo toco las miserias, también esas miserias que ayudo? ¿Miro a los ojos a las personas que sufren, a las personas a las que ayudo?” Os dejo este pensamiento: ver y tener compasión.

Que la Virgen María nos acompañe en esta vía de crecimiento. Que Ella, que nos “muestra el Camino”, esto es, Jesús, nos ayude también a ser cada vez más “discípulos del Camino”.

 

Benedicto XVI. Regina Coeli. 15 de julio de 2007.  

Queridos hermanos y hermanas: 

Doy gracias al Señor porque también este año me brinda la posibilidad de pasar algunos días de descanso en la montaña, y expreso mi agradecimiento a cuantos me han acogido aquí, en Lorenzago, en este panorama encantador, que tiene como telón de fondo las cumbres del Cadore y a donde vino también muchas veces mi amado predecesor el Papa Juan Pablo II. Manifiesto mi agradecimiento en especial al obispo de Treviso y al de Belluno-Feltre, así como a todos los que, de diferentes maneras, contribuyen a garantizarme una estancia serena y beneficiosa. Ante este panorama de prados, bosques y cumbres que tienden hacia el cielo, brota espontáneo en el corazón el deseo de alabar a Dios por las maravillas de sus obras; y nuestra admiración por estas bellezas naturales se transforma fácilmente en oración.

Todo buen cristiano sabe que las vacaciones son un tiempo oportuno para que el cuerpo se relaje y también para alimentar el espíritu con tiempos más largos de oración y de meditación, para crecer en la relación personal con Cristo y conformarse cada vez más a sus enseñanzas. Hoy, por ejemplo, la liturgia nos invita a reflexionar sobre la célebre parábola del buen samaritano (cf. Lc 10, 25-37), que introduce en el corazón del mensaje evangélico:  el amor a Dios y el amor al prójimo.

Pero, ¿quién es mi prójimo?, pregunta el interlocutor a Jesús. Y el Señor responde invirtiendo la pregunta, mostrando, con el relato del buen samaritano, que cada uno de nosotros debe convertirse en prójimo de toda persona con quien se encuentra. "Ve y haz tú lo mismo" (Lc 10, 37). Amar, dice Jesús, es comportarse como el buen samaritano. Por lo demás, sabemos que el buen samaritano por excelencia es precisamente él:  aunque era Dios, no dudó en rebajarse hasta hacerse hombre y dar la vida por nosotros.

Por tanto, el amor es "el corazón" de la vida cristiana; en efecto, sólo el amor, suscitado en nosotros por el Espíritu Santo, nos convierte en testigos de Cristo. He querido proponer de nuevo esta importante verdad espiritual en el Mensaje para la XXIII Jornada mundial de la juventud, que se hará público el próximo viernes 20 de julio:  "Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos" (Hch 1, 8). Queridos jóvenes, este es el tema sobre el que os invito a reflexionar en los próximos meses, para prepararos a la gran cita que tendrá lugar en Sydney, Australia, dentro de un año, precisamente en estos días de julio. Las comunidades cristianas de esa amada nación están trabajando activamente para acogeros, y les agradezco los esfuerzos de organización que están realizando.

Encomendemos a María, a quien mañana invocaremos como Virgen del Carmen, el camino de preparación y el desarrollo del próximo encuentro de la juventud del mundo entero. Queridos amigos de todos los continentes, os invito a participar en gran número.

 

Benedicto XVI. Regina Coeli. 11 de julio de 2010.

Queridos hermanos y hermanas:

Desde hace algunos días —como veis— he dejado Roma para mi estancia veraniega en Castelgandolfo. Doy gracias a Dios que me ofrece esta posibilidad de descanso. A los queridos residentes de esta bella ciudad, adonde regreso siempre con gusto, dirijo mi cordial saludo. El Evangelio de este domingo se abre con la pregunta que un doctor de la Ley plantea a Jesús: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?» (Lc 10, 25). Sabiéndole experto en Sagrada Escritura, el Señor invita a aquel hombre a dar él mismo la respuesta, que de hecho este formula perfectamente citando los dos mandamientos principales: amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo. Entonces, el doctor de la Ley, casi para justificarse, pregunta: «Y ¿quién es mi prójimo?» (Lc 10, 29). Esta vez, Jesús responde con la célebre parábola del «buen samaritano» (cf. Lc 10, 30-37), para indicar que nos corresponde a nosotros hacernos «prójimos» de cualquiera que tenga necesidad de ayuda. El samaritano, en efecto, se hace cargo de la situación de un desconocido a quien los salteadores habían dejado medio muerto en el camino, mientras que un sacerdote y un levita pasaron de largo, tal vez pensando que al contacto con la sangre, de acuerdo con un precepto, se contaminarían. La parábola, por lo tanto, debe inducirnos a transformar nuestra mentalidad según la lógica de Cristo, que es la lógica de la caridad: Dios es amor, y darle culto significa servir a los hermanos con amor sincero y generoso.

Este relato del Evangelio ofrece el «criterio de medida», esto es, «la universalidad del amor que se dirige al necesitado encontrado “casualmente” (cf. Lc 10, 31), quienquiera que sea» (Deus caritas est, 25). Junto a esta regla universal, existe también una exigencia específicamente eclesial: que «en la Iglesia misma como familia, ninguno de sus miembros sufra por encontrarse en necesidad». El programa del cristiano, aprendido de la enseñanza de Jesús, es un «corazón que ve» dónde se necesita amor y actúa en consecuencia (cf. ib, 31).

Queridos amigos: deseo igualmente recordar que hoy la Iglesia hace memoria de san Benito de Nursia —el gran patrono de mi pontificado—, padre y legislador del monaquismo occidental. Él, como narra san Gregorio Magno, «fue un hombre de vida santa... de nombre y por gracia» (Dialogi, II, 1: Bibliotheca Gregorii Magni IV, Roma 2000, p. 136). «Escribió una Regla para los monjes... reflejo de un magisterio encarnado en su persona: en efecto, el santo no pudo en absoluto enseñar de forma diferente de cómo vivió» (ib., II, XXXVI: cit., p. 208). El Papa Pablo VI proclamó a san Benito patrono de Europa el 24 de octubre de 1964, reconociendo su maravillosa obra desarrollada para la formación de la civilización europea.

Confiemos a la Virgen María nuestro camino de fe y, en particular, este tiempo de vacaciones, a fin de que nuestros corazones jamás pierdan de vista la Palabra de Dios y a los hermanos en dificultad.

 

DOMINGO 16 T. O.

 

Monición de entrada.-

La misa es como la Iglesia: abierta y acogedora.

Así nosotros hacemos caso a Jesús.

Él nos pide que tengamos el corazón abierto a todos.

 

Señor, ten piedad.

Porque no nos damos cuenta que estás en nuestro corazón. Señor, ten piedad.

Porque a veces no abrimos el corazón a las personas que nos quieren. Cristo ten piedad.

Porque a veces nos enfadamos con nuestros padres.. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.-

Por el papa Francisco y nuestro obispo Enrique.  Te lo pedimos, Señor.

Por la Iglesia, para que sea una casa abierta a todos. Te lo pedimos, Señor.

Por los que mandan, para que ayuden a todos. Te lo pedimos, Señor.

Por los países, para que no se cierren a los pobres. Te lo pedimos, Señor.

Por nosotros, para que nuestro corazón no sea cerrado. Te lo pedimos, Señor.

 

Acción de gracias.

Gracias Virgen María por tener un corazón abierto y ayudarnos a tenerlo también nosotros.