lunes, 29 de abril de 2024

204. 5º T. Pascual. 5 de mayo de 2024.

 


Primera lectura.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 10, 25-25.44-48

Cuando iba a entrar Pedro, Cornelio le salió al encuentro y, postrándose, le quiso rendir homenaje. Pero Pedro lo levantó, diciéndole:

-Levántate, que soy yo un hombre como tú.

Pedro tomó la palabra y dijo:

-Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea.

Todavía estaba hablando Pedro, cuando bajó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban la palabra, y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles, porque los oían hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios. Entonces Pedro añadió:

-¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?

Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Entonces le rogaron que se quedara unos días con ellos.

 

Textos paralelos.

 Levántate, que también yo soy un hombre.

Hch 3, 12: Pedro al verles les dirigió la palabra: Israelitas, ¿por qué os asombráis y os quedáis mirándonos como si hubiéramos hecho a andar a este con nuestro propio poder o religiosidad?

Hch 14, 15: Hombres, ¿qué hacéis? Nosotros somos hombres, de vuestra misma condición, y os anunciamos que hay que abandonar los ídolos para convertirse al Dios vivo, que hizo el cielo, la tierra, el mar y cuanto contienen.

Ap 19, 10: Caí a sus pies en adoración. Pero me dijo: ¡No lo hagas! Soy siervo como tú y como tus hermanos que mantienen el testimonio de Jesús. A Dios has ade adorar (Él testimonio de Jesús es espíritu profético).

Pedro, tomó entonces la palabra.

Hch 2, 22: Israelitas, escuchad mis palabras. Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por su medio, como bien sabéis.

Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas.

Dt 10, 17: Que el Señor, vuestro Dios, es Dios de dioses y Señor de señores; Dios grande, fuerte y terrible, no es parcial ni acepta soborno.

Ga 2, 6: En cuanto a los “respetables” – hasta qué punto lo eran no me importa, pues Dios no es parcial con los hombres – esos respetables, no me impusieron nada.

Rm 2, 11: Que Dios no es parcial.

1 P 1, 17: Y si llamáis Padre al que juzga imparcialmente las acciones de cada uno, proceded con cautela durante vuestra permanencia en la tierra.

Cuando el Espíritu Santo cayó sobre todos.

Hch 1, 8: Pero recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis testigos en Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo.

Hch 8, 16: Pues todavía no había bajado sobre ninguno; solo estaban bautizados para el nombre del Señor Jesús.

Quedaron atónitos al ver que el don del Espíritu Santo.

Hch 2, 33: Exaltado a la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado. Es lo que estáis viendo y oyendo.

Pues les oían hablar en lenguas.

Hch 2, 4: Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, según el Espíritu Santo les permitía expresarse.

Hch 2, 11: Judíos y prosélitos, cretenses y árabes: todos los oímos contar, en nuestras lenguas, las maravillas de Dios.

¿Acaso puede alguno negar el agua del bautismo a estos?

Hch 11, 17: Ahora bien, si Dios les concedió el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor, Jesús el Mesías, ¿quién era yo para estorbar a Dios?

Hch 8, 36: Siguiendo camino adelante llegaron a un lugar donde había agua, y el eunuco le dijo: Ahí hay agua, ¿qué impide bautizarme?

Así que mandó que fueran bautizados.

Hch 1, 5: Que Juan bautizó con agua, vosotros seréis bautizados dentro de poco con Espíritu Santo.

Hch 2, 38: Pedro les contestó: Arrepentíos, bautizaos cada uno invocando el nombre de Jesucristo, para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.

 

Notas exegéticas.

10 25 Variante occidental: “Cuando Pedro se aproximaba a Cesarea, uno de los siervos se adelantó a anunciar su llegada. Cornelio salió a su encuentro…”.

10 35 Terminología cultual. Es grato a Dios el sacrificio irreprochable o el que lo ofrece (Lv 1, 3). Isaías (Is 56, 7) había anunciado que, al fin de los tiempos, los sacrificios de los gentiles serían gratos a Yahvé.

10 44 Es “el Pentecostés de los gentiles”, análogo al primer Pentecostés, como lo comprueba Pedro.

10 48 (a) Los apóstoles generalmente no administraban por sí mismos el bautismo.

10 48 (b) Según 1, 2-3, lo que pareció insólito e ilegítimo a los “hebreos” de Jerusalén, es la estancia de Pedro en casa de incircuncisos, más aún que la autorización de bautizarlos. El mismo problema dio ocasión al conflicto de Antioquía, Ga 2, 11.

 

Salmo responsorial

Salmo 98 (97), 1-4

 

El Señor revela a las naciones su salvación. R/.

Cantad al Señor un cántico nuevo,

porque ha hecho maravillas;

su diestra le ha dado la victoria,

su santo brazo. R/.

 

El Señor da a conocer su victoria,

revela a las naciones su justicia.

Se acordó de su misericordia y su fidelidad

en favor de la casa de Israel. R/.

 

Los confines de la tierra han contemplado

la victoria de nuestro Dios.

Aclama al Señor, tierra entera;

gritad, vitoread, tocad. R/.

 

Textos paralelos.

 ¡Cantad a Yahvé un nuevo canto!

Sal 96, 1: Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, la tierra entera.

Le sirvió de ayuda su diestra.

Is 52, 10: Pero yo, como verde olivo en la casa de Dios, he confiado en la lealtad de Dios por siempre.

Sal 59, 16: Vagabundos, buscando comida, y hasta que no se hartan, andan gruñendo.

Sal 63, 5: Así te bendeciré mientras viva, alzando las manos en tu nombre.

Yahvé ha dado a conocer su salvación.

Sal 96, 2: Cantad al Señor, bendecid su nombre, pregonad día tras día su victoria.

Gritad alegres, gozosos, cantad.

Sal 96, 1: Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, la tierra entera.

 

Notas exegéticas.

98 Himno escatológico inspirado en la última parte del libro de Isaías (caps. 56-66), y muy afín al salmo 96.

 

Segunda lectura.

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 4, 7-10

Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.

 

Textos paralelos.

 Amémonos unos a otros.

1 Ts 4, 9: Acerca del amor fraterno no hace falta escribiros, pues vosotros habéis aprendido de Dios a amaros mutuamente.

Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.

1 Jn 1, 3: Lo que vimos y oímos os lo anunciamos también a vosotros para que compartáis nuestra vida, como nosotros la compartimos con el Padre y con su Hijo Jesucristo.

Quien no ama no ha conocido a Dios.

1 Jn 1, 7: Pero si caminamos en la luz, como él está en la luz, compartimos nuestra vida y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado.

Dios es amor.

1 Jn 4, 16: Nosotros hemos conocido y hemos creído en el amor que dios nos tuvo. Dios es amor: quien conserva el amor permanece con Dios y Dios con él.

En que Dios envió al mundo.

Jn 3, 16: Hemos conocido lo que es el amor en aquél que dio la vida por nosotros. Pues también nosotros debemos dar la vida por los hermanos.

En esto consiste el amor.

Rm 8, 31: Teniendo esto en cuanta, ¿qué podemos decir? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién estará en contra?

Sino en que él nos amó.

Rm 5, 8: Pues bien, Dios nos demostró su amor en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.

Como víctima de expiación.

1 Jn 2, 2: El expía nuestros pecados y no solo los nuestros, sino los de todo el mundo.

Para el perdón de los pecados.

Rm 3, 25: Dios lo destinó a ser con su sangre instrumento de expiación para los que creen. Dios mostraba así su justicia cuando pacientemente pasaba por alto los pecados de antaño.

 

Notas exegéticas.

4 7 Aquí, como en el v. 6, la traducción reproduce en presente el matiz del verbo “conocer”. Este empleo destaca el carácter progresivo de tal conocimiento. El creyente, si verdaderamente ha nacido de Dios y practica el amor fraterno, descubre lo que Dios es en realidad (ver v. 8) y experimenta su amor (agape).

4 8 Dios amaba a Israel, Is 54, 8. La misión del Hijo único como Salvador del mundo manifiesta que el amor es de Dios, porque el mismo Dios es amor y hace participar en el amor al creyente hijo de Dios.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 9-17

 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.

 

Textos paralelos.

 Como el Padre me amó.

Jn 3, 35: El Padre ama al Hijo y todo lo pone en sus manos.

Jn 10, 14-15: Yo soy el buen pastor: conozco a las mías y ellas me conocen, como el Padre me conoce y yo conozco al Padre; y doy la vida por las ovejas.

Yo también os he amado.

Jn 17, 23: Yo en ellos y tú en mí, para que sean plenamente uno; para que el mundo conozca que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí.

Permaneced en mi amor.

Jn 13, 1: Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que llegaba la hora de pasar de este mundo al Padre, después de haber amado a los suyos del mundo, los amó hasta el extremo.

Como yo los he guardado.

Jn 8, 29: El que me envió está conmigo y no me deja solo, porque yo hago siempre lo que le agrada.

Jn 6, 38: Porque no bajé del cielo para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.

Os he dicho esto para que mi gozo esté en vosotros.

Jn 3, 29: Quien se lleva a la novia es el novio. El que está escuchando se alegra de oír la voz del novio. Y en esto consiste mi gozo colmado.

Jn 16, 21: Cuando una mujer va a dar a luz, está triste, porque le llega su hora. Pero, cuando ha dado a luz a la criatura, no se acuerda de la angustia, por la alegría de que un hombre le haya nacido al mundo.

Jn 16, 22: Así vosotros ahora estáis tristes; pero os volveré a visitar y os llenaréis de alegría, y nadie os quitará vuestra alegría.

Jn 17, 13: Ahora voy hacia ti; y todavía en el mundo digo esto para que posean mi alegría completa.

1 Jn 1, 4: Os escribimos esto para que se colme vuestra alegría.

Os améis los unos a los otros.

Jn 13, 34: Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado: amaos así unos a otros.

Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos.

1 Jn 3, 16: Hemos conocido lo que es el amor en aquel que dio la vida por nosotros. Pues también nosotros debemos dar la vida por los hermanos.

Rm 5, 6-8: Cuando todavía éramos inválidos, a su tiempo, Cristo murió por los malvados. Por un inocente quizá muriera alguien; por una persona buena quizá alguien se arriesgara a morir. Pues bien, Dios nos demostró su amor en que, siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros.

A vosotros os he llamado amigos.

Lc 12, 4: A vosotros mis amigos os digo que no temáis a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más.

porque todo lo que he oído a mi Padre.

Ex 33, 11: El Señor hablaba a Moisés cara a cara, como habla un hombre con un amigo. Después él volvía al campamento, mientras que Josué, hijo de Nun, su joven ayudante, no se apartaba de la tienda.

Os he elegido yo a vosotros.

Dt 7, 6: Porque tú eres un pueblo consagrado al Señor, tu Dios; él te eligió para que fueras, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad.

1 Jn 4, 10: En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para expiar nuestros pecados.

Para que vayáis y deis fruto.

Rm 6, 20-23: Mientras erais esclavos del pecado, os emancipabais de la justicia. ¿Y qué sacabais en limpio? Resultados que ahora os confunden, porque acaban en la muerte. Pero ahora, emancipados del pecado y esclavos de Dios, vuestro fruto es una consagración que desemboca en vida eterna. Pues el salario del pecado es la muerte; el don de Dios, por Jesucristo Señor nuestro, es la vida eterna.

Jn 15, 2: Los sarmientos que en mí no dan fruto los arranca; los que dan fruto los poda, para que den más fruto.

Al Padre en mi nombre.

Jn 14, 13: Y lo que pidáis alegando mi nombre lo haré, para que por el Hijo se manifieste la gloria del Padre.

Os améis los unos a los otros.

Jn 13, 34: Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado: amaos así unos a otros.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

15 11 El gran gozo mesiánico, el del Hijo de Dios. – En el AT el gozo (o la alegría) era concebido como la característica del tiempo de la salvación y la paz escatológica (Is 9, 2; So 3, 14, Sal 126, 3-5). El tema reaparece en los evangelios.

15 16 (a) Toda amistad supone una elección mutua libre, pero Jn subraya el hecho de la prioridad absoluta de la elección llevada a cabo por Jesús. Retoma así un tema importante del AT (Dt 7, 6-8; Am 3, 2; Is 41, 8), que los evangelios sinópticos conocen bien. En Jn la elección de Jesús es expresión de la elección del Padre.

15 16 (b) El verbo tithemi, asi como su correspondiente fórmula hebrea (sîm ’al), expresa el hecho de establecer a alguien en su cargo y dotarle de los medios para ejercerlo adecuadamente (Hch 13, 47; Co 12, 28; 2 Tm 1, 11).

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

9 EN MI AMOR: en el amor que yo os tengo; en el texto griego la colocación de las palabras da énfasis a MI: “en el amor, el mío”.

10 EN SU AMOR: en el amor que él me tiene.

12 QUE (el griego usa la partícula híha, equivalente de hoti (explicativo) OS AMÉIS… CON AMOR DE CARIDAD: no pide Jesús el amor de amistad (no siempre está en nuestro poder que exista o no). Sobre el “amor de caridad” cf. 1 Jn 4, 8. 

13 SU VIDA: lit. el alma de él. // AMIGOS: la palabra griega es ambivalente: los que quieren afectivamente (sentido activo) y los que son queridos (sentido pasivo, que parece el más adecuado aquí: “los que son queridos” por el que da su vida).

14 SI HACÉIS LO QUE YO OS MANDO: cf. Didajé 11, 8, 10 (No todo el que habla en espíritu es [verdadero] profeta, sino a condición de que tenga las costumbres del Señor”, “todo profeta que enseña la verdad si no practica lo que enseña, es profeta falso”); y los criterios de discernimiento en 1 Jn 3, 23: fe y caridad que procede de la fe.

16 Este versículo rectifica una posible interpretación errónea de lo que acaba de decirse: los amigos se eligen mutuamente, pero con Jesús no es así: el Hijo, siempre más grande que nosotros, nos llama amigos suyos, nunca se llama a sí mismo amigo nuestro, menos aún compañero. Además, el alumno de los rabinos podía elegir un maestro entre los diversos escribas; pero no se es discípulo de Jesús por decisión propia, sino porque YO OS ELEGÍ. // OS [LO] DÉ el Padre.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

15, 12 El mandamiento nuevo del amor resume el mensaje de todo el Evangelio. Esta exigencia de amar como Cristo lo hizo implica que nuestra disposición y conducta deben reflejar las que tuvo Cristo. Cristo debe convertirse en nuestra guía interna sobre cómo vivir y sobre lo que elegimos hacer. Las bienaventuranzas están elaboradas según el mandamiento nuevo, y nos ofrecen el camino a la perfección que podemos obtener con la gracia de Dios. Cat. 459, 1823-1824, 1970 y 2074.

15, 13 Amar como Cristo amó quiere decir amar al prójimo incondicionalmente. Cuando Cristo manifestó su amor al dar su vida, nos enseñó que la caridad implica darse totalmente a uno mismo por el bien de aquellos con los que nos encontramos, empezando por los más cercanos a nosotros. La Iglesia siempre ha venerado a los mártires que, muriendo por Cristo, están mucho más conformados con él. Cat. 609 y 614.

15, 15 Cristo llamó a sus apóstoles una vez más para orar al Padre en su nombre. En la señal de la cruz, que se dice antes y después de cada oración, los fieles ofrecen sus oraciones en nombre de las tres personas de la Trinidad. La oración es esencial en una vida de discipulado, ya que permite que el Espíritu Santo nos una cada vez más a Cristo y, por ello, nos identifiquemos más con la voluntad del Padre. Para un cristiano, la oración es una comunión de amor con el Padre, en Cristo y a través de él, por el poder del Espíritu Santo. Cat. 434, 2157, 2615, 2745 y 2815.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

459 El Verbo se encarnó para ser nuestro modelo de santidad: “Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí…” (Mt 11, 29). “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí” (Jn 14, 6). Y el Padre, en el monte de la Transfiguración, ordena: “Escuchadle” (Mc 9, 7). Él es, en efecto, el modelo de las bienaventuranzas y la norma de la Ley nueva: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15, 12). Este amor tiene como consecuencia la ofrenda efectiva de sí mismo.

1823 Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo. Amando a los suyos “hasta el fin” (Jn 13, 1), manifiesta el amor del Padre que ha recibido. Amándose unos a otros, los discípulos imitan el amor de Jesús que reciben también en ellos. Por eso Jesús dice: “Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor” (Jn 15, 9). Y también: “Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 15, 12).

1824 Fruto del Espíritu y plenitud de la ley, la caridad guarda los mandamientos de Dios y de Cristo: “Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (Jn 15, 9-10).

1825 Cristo murió por amor a nosotros cuando éramos todavía enemigos. El Señor nos pide que amemos como Él hasta a nuestros enemigos, que nos hagamos prójimos del más lejano, que amemos a los niños y a los pobres como a Él mismo. El apóstol san Pablo frece una descripción incomparable de la caridad: “La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta” (1 Co 13, 4-7).

1970 La ley evangélica entraña la elección decisiva entre los dos caminos y la práctica de las palabras del Señor, está resumida en la regla de oro: “Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también a vosotros; porque esta es la ley y los profetas” (Mt 7, 12). Toda la Ley evangélica está contenida en el mandamiento nuevo de Jesús: amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado (cf. Jn 15, 12).

2074 Su persona viene a ser, por obra del Espíritu, la norma viva e interior de nuestro obrar. “Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15, 12).

609 Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor del Padre hacia los hombres, “los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1) porque “nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15, 13). Tanto en el sufrimiento como en la muerte, su humanidad se hizo instrumento libre y perfecto de su amor divino que quiere la salvación de los hombres.

434 Los espíritus malignos temen su nombre y en su nombre los discípulos de Jesús hacen milagros, porque todo lo que piden al Padre en su Nombre, Él se lo concede.

2157 El cristiano comienza su jornada, sus oraciones y sus acciones con la señal de la cruz, “en el hombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.

2615 Lo que el Padre nos da cuando nuestra oración está unida a la de Jesús es “otro paráclito para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad” (Jn 14, 16-17). Esta novedad de la oración y de sus condiciones aparece en todo el discurso de despedida. En el Espíritu Santo, la oración cristiana es, comunión de amor con el Padre, no solamente por medio de Cristo, sino también con Él: “Hasta ahora nada le habéis pedido en mi Nombre. Pedid y recibiréis para que vuestro gozo sea perfecto” (Jn 16, 24).

2745 Oración y vida cristiana son inseparables porque se trata del mismo amor y de la misma renuncia que procede del amor. La misma conformidad filial y amorosa al designio de amor del Padre. La misma unión transformante en el Espíritu Santo que nos conforma cada vez más con Cristo Jesús. El mismo amor a todos los hombres, ese amor con el cual Jesús nos ha amado: “Todo lo que pidáis al Padre en mi Nombre os lo concederá. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros” (Jn 15, 16-17). “Ora continuamente el que une la oración a las obras y las obras a la oración Solo así podemos cumplir el mandato: Orad constantemente” (Orígenes. de oratione, 12, 2).

2815 La oración del Padre Nuestro es oración nuestra si se hace en el Nombre de Jesús.

 

Concilio Vaticano II

El Señor Jesús, Maestro divino y modelo de toda perfección predicó a todos y a cada uno de sus discípulos, de cualquier condición que fueran, la santidad de vida, de la que Él es el autor y consumador. “Sed, pues, perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto” (Mt 5, 48). Él envió a todos el Espíritu Santo para que los mueva interiormente y así amen a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todo el espíritu y con todas las fuerzas, y se amen unos a otros como Cristo los amó (cf. Jn 13, 34; 15, 12). Los seguidores de Cristo han sido llamados por Dios y justificados en el Señor Jesús, no por sus propios méritos, sino por su designio de gracia.

 

Comentarios de los Santos Padres.

Si la observancia de los mandamientos es una prueba necesaria de nuestro amor, hay que tener mucho cuidado, ya que sin amor ni las acciones más brillantes de los carismas mejores, ni las facultades más elevadas, ni la fe misma, ni el mandamiento hacen perfecto ni es útil.

Basilio de Cesarea, Sobre el bautismo, 1, 2. 4b, pg. 230.

¿Qué gozo puede tener Cristo en nosotros si no es que Él se digna cozarse con nosotros? Cuál es ese nuestro gozo que ha de ser colmado, sino tener participación con Él?... Su gozo en nosotros es la gracia, que nos ha dado; y esa gracia es nuestro gozo.

Agustín. Tratados sobre el Ev. de Juan, 83, 1. 4b, pg. 231.

La discordia no puede llegar al reino de los cielos. Y no podrá llegar al premio de Cristo, que dijo: “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado”, quien con pérfidas[1] disensiones violó el amor de Cristo. Quien no tiene caridad, no tiene a Dios.

Cipriano, Sobre la unidad de la Iglesia, 14. 4b, pg. 232-233.

El demonio cree, pero no ama; nadie ama, si no cree. El que no ama puede esperar, aunque inútilmente, el perdón; pero el que ama no puede desesperar de alcanzarlo. Por lo tanto, donde está la caridad, están también la fe y la esperanza; y allí donde está el amor al prójimo, necesariamente está también el amor a Dios.

Agustín. Tratados sobre el Ev. de Juan, 83, 3. 4b, pg. 233.

Para que en tiempo de perturbación se mantenga invicta la virtud de la caridad, debe nutrirse de misericordia en el tiempo tranquilo, de manera que aprenda a dar a Dios primeramente sus cosas y después a sí mismo.

Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, 2, 27, 3. 4b, pg. 234.

¡Cuánta es la misericordia de nuestro Creador! ¡No somos siervos dignos, y nos llama amigos! ¡Cuánta es la dignidad de los hombres! ¡Ser amigos de Dios! Mas, ya que habéis oído la gloria de la dignidad, oíd también a costa de que se gana: “Si hacéis lo que yo os mando”.

Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, 2, 27, 4. 4b, pg. 236.

Se ama al prójimo como a sí mismo si se ama a Dios, porque el que no ama a Dios, tampoco se ama a sí mismo. De estos dos preceptos de la caridad dependen toda la ley y los profetas: este es nuestro fruto.

Agustín, Tratados sobre el Ev. de Juan, 87, 1. 4b, pg. 239.

 

San Agustín.

El amor es, pues, nuestro fruto que, según el Apóstol, nace de un corazón puro, de una conciencia recta y de una fe no fingida  (1 Tm 1, 5). Con este amor nos amamos unos a otros y amamos a Dios.

¿Quién puede tener verdadera paz, si no la tiene en aquel a quien ama de verdad? ¿Quién puede tener longanimidad[2] para permanecer en el bien, sino es por el amor? ¿Quién es benigno si no ama al que socorre? ¿Quién se hace bueno, si no es por el amor? ¿De qué provecho puede ser la fe que no obra por el amor? ¿Qué utilidad puede haber en la mansedumbre si no es gobernada por el amor? ¿Quién huye de lo que puede mancharle si no ama lo que le hace casto? Con razón, pues, encarece[3] el amor el maestro bueno, como si solo él mereciese ser encarecido, y sin el cual no pueden ser de utilidad los otros bienes ni puede estar separado de los otros bienes que hacen bueno al hombre. En virtud de ese amor debemos soportar con paciencia el odio del mundo.

Comentarios sobre el evangelio de San Juan 87, 1-2. I, pg. 589.

 

S. Juan de Ávila

Trabaja de estar unido, con este por fe y amor (cf. Jn 15, 9), así como lo estás con el otro por vínculo de parentesco; porque si lo estuvieres ansí como el deudo natural, participas la culpa de transgresor; así, por el deudo espiritual, comunicarás las gracias del Justo. Si con Él estuvieres de esta manera unido cree cierto que lo que de Él fuere será de ti, lo que fuere del Padre será de los hijos, lo que fuere de la cabeza será de los miembros.

Tratado del amor de Dios. OC I, pg. 973.

Y, porque nadie en esto se engañase, habiendo dicho primero: Estad en mí, e yo en vosotros, dijo después: Estad en mi amor. Y para declarar que era estar en él y en su amor, dijo: Si estuviéredes en mí, y mis palabras estuvieren en vosotros, cualquiera cosa que quisiéredes pediréis y os será cumplida (Jn 15, 4-9).

Audi, filia (II), 89, 3. OC I, pg. 732.

Y como oye de la boca de él que los prójimos son su esposa y hermanos, y entrañablemente amados de él, ocúpase con grande alegría en provecho de ellos por él, pareciéndole el trabajo pequeño y los años breves por la grandeza del amor, y trayendo a la continua en su corazón lo que el Señor amoroso tan estrechamente mandó, cuando dijo: Mi mandamiento es aqueste, que os améis unos a otros como yo os amé (Jn 15, 12).

Audi, filia (I), III, 67.  OC I, pg. 474.

Y trae a la continua en su corazón lo que el Señor amoroso tan estrechamente mandó, cuando dijo: Mi mandamiento es aquéste: que os améis unos a otros como yo os amé (Jn 15, 12).

Audi, filia (II), 95, 1. OC I, pg. 743.

Y tal es el modo que tomó, haciéndose hombre y muriendo en la cruz. Porque no hay mayor señal de amor que morir un hombre por sus amigos (cf. Jn 15, 13). Y aun el Señor murió por sus enemigos, por hacerlos amigos. El cual amor tan excelente no nació de que ellos lo mereciesen, mas de su excelente bondad.

Audi filia (II), 40, 2. OC I, pg. 620.

Esta es la mayor señal que puede haber de amor, poner la vida por sus amigos (cf. Jn 15, 13); mas es señal y no igualdad.  Pues si tanto te debo por lo que heciste por mí, ¿qué tanto más te deberé por lo que deseaste hacer? Si tanto es lo público que ven los ojos de los hombres, ¿qué tanto más es esto que ven los ojos de Dios solamente? ¡Oh piélago de amor! ¡Oh abismo sin suelo, todo lleno de amor! ¿Quién dudará ya del amor de Cristo? ¿Quién no se tendrá por el más rico del mundo, pues de tal Señor es amado?

Tratado del amor de Dios, 7. OC I, pg. 963.

La primera condición para gozar de Cristo: amor Dei super omnia[4], y cumplir lo que manda. Si vis ad vitam ingredi serva mandata[5] (cf. Mt 19, 17), etc. Estos son diez, Explica singula[6], y todos se reducen a dos. El del prójimo es por Dios, y así, el primero de todos es amar a Dios. Este amor ha de ser como el de dos amigos. Ideo vos amici mei eritis, si feceritis quae ego praecipio vobis[7]  (cf. Jn 15, 14). Salvo que el uno es inferior respecto del otro, que es superior; y así habéis de amar a Dios como a supremo Señor. Y notá que no pide amor de afecto, sino de voluntad; y este es el principal, y el otro ha de ser accesorio.

Seréis mis amigos si guardáis mis mandamientos, 1. OC I, pg. 867.

Pues, como dice el Señor, a vosotros he llamado amigos, porque os he declarado las cosas que yo oí de mi Padre (Jn 15, 15). Y así como al sacerdote se le ha de preguntar la Ley del Señor, porque es mensajero suyo, según Malaquías dice (cf. Mal 2, 7), así también se le ha de preguntar qué es la voluntad de Dios que se haga en esto o en aquello, como a persona que tiene con el Señor particular amistad y particular trato, y que se cree que no dejará el Señor de decirle cosa que desee saber para el bien de sus prójimos.

Tratado sobre el sacerdocio, 9. OC I, pg. 914.

Contad por vuestro el mal estado en que estábades, y contad al infierno por lugar debido a vuestros merecimientos, que lo que demás de esto es a Dios y a su gracia es conocer por deudora. Oíd lo que dice el Señor a sus amados discípulos y a nosotros en ellos: No vosotros me escogisteis a mí, mas yo a vosotros (Jn 15, 16). Mirad lo que dice el apóstol San Pablo: Justificados sois de balde por la gracia de Dios, por la redención que está en Jerusalén (Rm 3, 24). Y asentad en vuestro corazón que así como tenéis de Dios el ser, sin que atribuyáis a Dios gloria de ello, así tenéis de Dios el ser algo delante de sus ojos, todo para gloria y traed en la lengua y en el corazón lo que dice San Pablo: Por gracia de Dios soy el que soy (1 Cor 15, 10).

Audi filia (I), II, 41. OC I, pg. 455.

Que lo que demás de esto tenéis, a Dios y a su gracia os conoced por deudora. Oíd lo que dice el Señor a sus amados discípulos, y a nosotros en ellos: No vosotros escogisteis a mí, mas yo a vosotros (Jn 15, 16). Mirad lo que dice el apóstol San Pablo: Justificados sois de balde por la gracia de Dios, por la redempción que está e Jesucristo (Rm 3, 24). Y asentad en vuestro corazón que, así como tenéis de Dios el ser, sin que atribuyáis a vos gloria de ello, así tenéis de Dios el buen ser; y lo uno y lo otro para gloria suya. Y traed en la lengua y el corazón lo que dice San Pablo: Por la gracia de Dios soy lo que soy (1 Cor 15, 10).

Audi, filia (II), cap. 66, 4. OC I, gol. 675.

-¿Y quién está en Cristo? – Ya lo hemos dicho atrás. Dice San Juan: Si guardáredes mis mandamientos, permaneceréis en mí (Jn 15, 10). Aquel es miembro de Cristo, que guarda sus palabras.

Lecciones sobre 1 San Juan (I), 17. OC II, pg. 260.

Él lo dijo: Si praecepta mea servaveritis, manebitis in dilectione mea, sicut et ego praecepta Partris mei servavi, et maneo in eius dilectione[8] (Jn 15, 10). Este seguro estará que no será condenado en el juicio.

Lecciones sobre 1 San Juan (II), 17. OC II, pg. 415.

¿Qué hizo en el sermón de la cena, sino desengañar gente engañada? Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os amé (Jn 15, 132). Y amónos tanto, que murió por nosotros en una cruz.

Lecciones sobre 1 San Juan (I), 7. OC II, pg. 160.

Pues sabed que hemos de imitar a Cristo y hemos de andar como Él anduvo. Lo primero en obras, lo otro en padecer. Él dijo: Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón (Mt 11, 29). Este es mi mandamiento, que os améis unos a otros como yo os amé (Jn 15, 12).

Lecciones sobre 1 San Juan (I), 8. OC II, pg. 172.

Entre todos los mandamientos le llama Dios a este “mi mandamiento”: Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros (Jn 15, 12). Esta es la palabra que más veces repetía San Juan, y no nos haría mal a nosotros, los predicadores, que deprendiésemos[9] de este glorioso evangelista y apóstol a encomendar a las gentes este mandamiento: que en gran manera tenga cuenta con él.

Lecciones sobre 1 San Juan (I), 21. OC II, pg. 296.

¿No es cosa de decir el poco cuidado que tenemos de los prójimos, habiéndonos dicho Jesucristo: Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os amé (Jn 15, 12); y en esto os conocerán si sois mis discípulos, si hay amor entre vosotros? (Jn 13, 35). El que errare en este mi mandamiento, de tener amor y entrañas de piedad con el prójimo, perdido va. Plega a Dios que nos dé su gracia para que siempre las tengamos; para que, después de esta vida, vayamos con Él a gozar de su gloria. La cual nos dé por su infinita bondad. Amen.

Lecciones sobre 1 San Juan (I), 23. OC II, pg. 329.

Charissimi, novum mandatum[10] (1 Jn 2, 7). – Es muy usada la habla del amor en San Juan; que aun de él se dice que, siendo ya viejo, lo llevaban en una silla a la iglesia a predicar, y en el camino, donde paraban, luego decía: Hijuelos, amaos. Y, preguntado por qué encargaba tanto esto, decía que porque era el mandamiento de nuestro Señor: Hoc est mandatum meum, ut diligatis invicem[11] (Jn 15, 12).

Lecciones sobre 1 San Juan (I), 9. OC II, pg. 370.

In hoc manifesti sunt, filii Dei et filii diaboli. Omnis qui non facit iustitiam, non est ex Deo, et qui non diligit fratrem suum[12]. – Prosigue lo que comenzó atrás del amor del prójimo, como persona enseñada del celestial Maestro, el cual dijo: Hoc est mandatum meum, ut diligatis invicem[13] (Jn 15, 12).

Lecciones sobre 1 San Juan (II), 21. OC II, pg. 432.

Todo esto habla el glorioso Sant Juan en la declaración del amor de los prójimos. Que este es su tema: Ut diligatis invicem[14](Jn 15, 12.17). Ayer vimos en la lección cómo nos manda Dios que amemos a nuestros prójimos con obra, deciéndonos que, si vemos a nuestros prójimos en necesidad y cerramos las entrañas a ellos, no mora en nosotros, el amor de Dios.

Lecciones sobre 1 San Juan (I), 24. OC II, pg. 330.

Nosotros también, a semejanza de Él, debemos poner nuestras vidas por nuestros hermanos. Mucho pide y mucho dice, porque ninguna cosa, fuera de la gloria del cielo, nos deja retener, que no ofrezcamos por nuestros prójimos, como Él hizo. Ánima, en la Escriptura, las más veces se toma por vida. Maiorem dilectionem nemo habet quam ut animam suam ponat pro amicis suis[15].

Lecciones sobre 1 San Juan (II), 22. OC II, pg. 438.

Y aunque la soberbia de estos inventores de errores sea tan grande que parece no poder más subir, pues adoran como a ídolos sus pareceres y desprecian toda la Iglesia con sus santos varones, mártires, confesores y doctores, cuya vida ha sido muy excelente y más que humana, hechos familiares a Dios y declarados por sus amigos con muchos y diversos milagros, y de altos ingenios ejercitados en la divina Escriptura (cf. Jn 15, 15).

Causas y remedios de las herejías, 20. OC II, pg. 544.

El humilde no vuelve por su honra. El manso ama. Mi mandamiento es este: que os améis unos a otros. (Jn 14, 12). Porque, como Dios es caridad, convierte en caridad y fuego de amor a quien lo ama, como el fuego a la leña. Y el humilde no se indigna, aunque lo menos precien y aborrezcan los hombres.

Domingo 19 después de Pentecostés. OC III, pg. 292.

Ten compasión y con esto haz las obras de misericordia (cf. Jn 13, 34; 15, 12). ¿Qué te aprovecha llorar con tu prójimo? NO hagas mal a la viuda, ni al huérfano, ni al pobre.´

Domingo 21 después de pentecostés. OC III, pg. 306.

Si tenéis frío de ciciones[16], por falta de caridad con vuestros prójimos, comed de este árbol divino, y seréis sanos; la cual [hoja] es: Amaos como yo os amé (Jn 15, 12). Y de esta manera, si conociéredes vuestras enfermedades y entre las hojas de sus palabras buscáredes las recetas convenientes, si las quisiéredes poner en obra con su gracia, cierto, experimentaréis que las hojas de este árbol de vida dan salud a las gentes.

Santísimo Sacramento, 45, 16. OC III, pg. 599.

Mi mandamiento es este: que os améis unos a otros, así como yo os amé (Jn 15, 12). De donde parece pues Jesucristo nuestro Señor es más cercano, en cuanto hombre, a la Divinidad, fuego infinito de amor, y tiene alteza sobre todos los hombres y sobre todos los ángeles, ha de ser mayor que todos ellos en el amor, pues lo es en la santidad y en la cercanía con Dios.

En la Infraoctava del Corpus, 50, 2. OC III, pg. 643.

Veis aquí que es comulgar. Tanto tenéis de buen cristiano, cuanto tenéis de la condición de Jesucristo. Deprended de mí, que soy humilde y manso de corazón (Mt 11, 29). Deprended del amor que os tengo: Este es mi mandamiento, que os améis unos a otros de la manera que yo os amé (Jn 15, 12). ¿Qué es eso, sino tener su corazón?

Octava del Corpus, 57, 20. OC III, pg. 776.

-¿Qué haréis, Señor, que no hay cuerda que lleve a vos gente tan desagradecida? El yugo rompen; de vos se olvidan días sin cuento – Yo los atraeré – dice Dios – con prisiones[17] de amor. - ¿Y qué son estas sino los beneficios que Dios nos hizo descendiendo del cielo, haciéndose nuestro hermano y trabajando y muriendo por nos? Estas cadenas son prisiones hechas con amor, y tal amor que no lo hay mayor, pues quiso dar su vida por el bien de los que amó?

Santísimo Sacramento, 42, 3. OC III, pg. 566.

Atended, hombres, qué gana tiene de amigos el que murió, ¡y tal muerte!, por hacer de enemigos amigos y tener a quien amar y le amasen: Ninguno tiene mayor amor, dijo Él, que poner su ánima – que quiere decir su vida – por los amigos (Jn 15, 13); porque, aunque murió por los enemigos, fue a fin de cobrar amigos.

En la infraoctava del Corpus, 30, 3. OC III, pg. 644.

Y pues fueron aquéllos más amigos, a aquellos reveló sus secretos; que cada uno descubre su corazón a su amigo mejor que a quien no lo es: Vos autem dixi amicos (Jn 15, 15).

Visitación de la Virgen, 66, 10. OC III, pg. 891.

Frasis es de la Sagrada Escriptura, ut ait Dominus: Non vos me elegiste, sed ego elegi vos (Jn 15, 16). Que cuando uno hace algo por la gracia de Dios, dícese Dios hacerlo y no el hombre, porque el hombre no tiene fuerza de sí para desechar el mundo si no se la da Dios. Por eso dice: Non vos me elegiste, sed ego elegi vos. Ansí que la penitencia obra es de Dios y no del hombre. Quiere decir que por mucho que trabajemos, si la mano de Dios no anda por nuestras entrañas, por demás nos es pensar que haremos penitencia que nos aproveche. El que mortalmente peca, en un pozo se echa hondo, de donde no podrá salir si Dios con su misericordia no le da la mano y lo saca.

Miércoles de ceniza, 1. OC III, pg. 103.

Él les influye virtud, movimiento y espiritual sentido, a semejanza de la cabeza corporal a su cuerpo. Él habla en ellos, como lo testifica san Pablo, diciendo: ¿Por ventura queréis tomar experiencia de que Cristo habla en mí? (2 Co 13, 3). Y el Señor dijo a los suyos: No vosotros elegistes a mí, mas yo escogí a vosotros (Jn 15, 16).

Santísimo Sacramento, 40, 17. OC III, pg. 539.

No se engañe nadie pensando que se enamora Dios de donaires y niñerías o que han de reinar con Él cualesquiera. El favor de Dios es para los amadores de los trabajos. No ha de reinar sino el crucificado, para que los hombres sepan que, pues acá les pide tanto, aquel reino no es como quiera, sino muy abundante en riqueza y descanso, pues es Dios su joya, y se esfuercen con nuevos alientos a despreciar todo descanso presente y sufrir todo trabajo. ¿Qué quiere vuestra merced que haga nuestro Señor, sino lo que con sus amados hijos hace y hará? ¿Qué quiere que haga, sino tratarla como el Padre suyo lo trató a Él? Como el Padre me amó, os amo Yo a vosotros, dijo Él (Jn 15, 9). Pues quien se parare a mirar el tratamiento de tal Padre a tal Hijo, sufrirá con paciencia el suyo, por áspero que parezca.

A una señora. OC IV, pg. 143.

Estemos muy aparejados y sin resistencia para que nosotros, tiernos por el amor, que hace derretirse en oyendo hablar al Amado (cf. Ct 5, 6), estemos muy aparejados y sin resistencia para que Cristo imprima en nosotros la imagen que Él quiere; y la que quiere es la del mismo Cristo, que es la del amor; porque Cristo es el mismo amor, y Él nos mandó que nos amásemos como Él nos amó (Jn 15, 12).

A una persona religiosa. OC IV, pg. 519.

Y aunque tenga deseos y obras, no se contenta si no han florecido las granadas, que quiere decir si tiene deseos de derramar la sangre por Jesucristo; porque aquello es darle verdaderamente el amor, pues ninguno lo tiene mayor que dar su vida por quien ama (cf. Jn 15, 13). Y aunque demos la vida por Cristo, aún es poco, debemos desear tener muchas, para darlas todas por él, pues una sola que Él por nos dio, vale más que todas las de los hombres y ángeles.

A una señora. OC IV, pg. 472.

 

San Oscar Romero.

Hermanos, lo que puede estorbarnos en nuestro amor son estos sentidos de pequeñez, de mezquindad, de egoísmo, de discriminación. Aquel sí, aquel no; ustedes sí, ustedes no. Son los hombres los que han marcado fronteras en los pueblos de la tierra. Son los hombres los que discriminan las razas unas de otras. Dios no discrimina a nadie. Ojalá tuviéramos un corazón tan amplio como el de Dios para no discriminar y un corazón tan humilde como el de Pedro, para no dejarnos endiosar. Esto estorba, esto hace mal. Cuando la política endiosa, cuando el dinero endiosa y los hombres que están arriba en política o en poder económico, se creen dioses para despreciar a los otros, entonces es cuando están las raíces del mal como lo están en nuestra pobre sociedad. Es necesario retornar a la sencillez de Pedro por más rico que lo sentían, dueño nada menos que de Dios. "No, yo soy como todos los demás y el don que Dios me ha dado es para compartirlo con todos". Vamos a compartirlo y a convivirlo, el Espíritu de Dios se dará también a ustedes.

Homilía, 20 de mayo de 1979.

 

Papa Francisco. Regina Coeli. 10 de mayo de 2015

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy —san Juan, capítulo 15— nos vuelve a llevar al Cenáculo, donde escuchamos el mandamiento nuevo de Jesús. Dice así: «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os he amado» (v. 12). Y, pensando en el sacrificio de la cruz ya inminente, añade: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando» (vv. 13-14). Estas palabras, pronunciadas durante la última Cena, resumen todo el mensaje de Jesús; es más, resumen todo lo que Él hizo: Jesús dio la vida por sus amigos. Amigos que no lo habían comprendido, que en el momento crucial lo abandonaron, traicionaron y renegaron. Esto nos dice que Él nos ama aun sin ser merecedores de su amor: ¡así nos ama Jesús!

De este modo, Jesús nos muestra el camino para seguirlo, el camino del amor. Su mandamiento no es un simple precepto, que permanece siempre como algo abstracto o exterior a la vida. El mandamiento de Cristo es nuevo, porque Él, en primer lugar, lo realizó, le dio carne, y así la ley del amor se escribe una vez para siempre en el corazón del hombre (cf. Jer 31, 33). Y ¿cómo está escrita? Está escrita con el fuego del Espíritu Santo. Y con este mismo Espíritu, que Jesús nos da, podemos caminar también nosotros por este camino.

Es un camino concreto, un camino que nos conduce a salir de nosotros mismos para ir hacia los demás. Jesús nos mostró que el amor de Dios se realiza en el amor al prójimo. Ambos van juntos. Las páginas del Evangelio están llenas de este amor: adultos y niños, cultos e ignorantes, ricos y pobres, justos y pecadores han tenido acogida en el corazón de Cristo.

Por lo tanto, esta Palabra del Señor nos llama a amarnos unos a otros, incluso si no siempre nos entendemos y no siempre estamos de acuerdo… pero es precisamente allí donde se ve el amor cristiano. Un amor que también se manifiesta si existen diferencias de opinión o de carácter, ¡pero el amor es más grande que estas diferencias! Este es el amor que nos ha enseñado Jesús. Es un amor nuevo porque lo renueva Jesús y su Espíritu. Es un amor redimido, liberado del egoísmo. Un amor que da alegría a nuestro corazón, como dice Jesús mismo: «Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud» (v. 11).

Es precisamente el amor de Cristo, que el Espíritu Santo derrama en nuestros corazones, el que realiza cada día prodigios en la Iglesia y en el mundo. Son muchos los pequeños y grandes gestos que obedecen al mandamiento del Señor: «Que os améis unos a otros, como yo os he amado» (cf. Jn15, 12). Gestos pequeños, de todos los días, gestos de cercanía a un anciano, a un niño, a un enfermo, a una persona sola y con dificultades, sin casa, sin trabajo, inmigrante, refugiada… Gracias a la fuerza de esta Palabra de Cristo, cada uno de nosotros puede hacerse prójimo del hermano y la hermana que encuentra. Gestos de cercanía, de proximidad. En estos gestos se manifiesta el amor que Cristo nos enseñó.

Que en esto nos ayude nuestra Madre Santísima, para que en la vida cotidiana de cada uno de nosotros el amor de Dios y el amor del prójimo estén siempre unidos.

 

Papa Francisco. Regina Coeli. 6 de mayo de 2018.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este tiempo pascual, la Palabra de Dios continúa indicándonos estilos de vida coherentes para ser la comunidad del Resucitado. Entre estos, el Evangelio de hoy presenta el mandato de Jesús: «Permaneced en mi amor» (Juan 15, 9): permanecer en el amor de Jesús. Habitar en la corriente del amor de Dios, tomar demora estable, es la condición para hacer que nuestro amor no pierda por el camino su ardor y su audacia. También nosotros, como Jesús y en Él, debemos acoger con gratitud el amor que viene del Padre y permanecer en este amor, tratando de no separarnos con el egoísmo y el pecado. Es un programa arduo pero no imposible.

Primero es importante tomar conciencia de que el amor de Cristo no es un sentimiento superficial, no, es una actitud fundamental del corazón, que se manifiesta en el vivir como Él quiere. Jesús, de hecho, afirma: «Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor» (v. 10). El amor se realiza en la vida de cada día, en las actitudes, en las acciones; de otra manera es solamente algo ilusorio. Son palabras, palabras, palabras: eso no es el amor. El amor es concreto, cada día. Jesús nos pide cumplir sus mandamientos, que se resumen en esto: «que os améis los unos a los otros como yo os he amado» (v. 12).

¿Cómo hacer para que este amor que el Señor resucitado nos dona pueda ser compartido por los demás? En más de una ocasión Jesús ha indicado quién es el otro a quien hay que amar, no con palabras, sino con los hechos. Es aquel que encuentro en mi camino y que, con su rostro y su historia, me interpela; es aquel que, con su misma presencia, me impulsa a salir de mis intereses y de mis seguridades; es aquel que espera mi disponibilidad a escuchar y a hacer una parte de camino juntos. Disponibilidad hacia cada hermano y hermana, sea quien sea y en cualquier situación que se encuentre, empezando por quien está cerca de mí en la familia, en la comunidad, en el trabajo, en la escuela... De esta manera, yo permanezco unido a Jesús, su amor puede alcanzar al otro y atraerlo a sí, a su amistad. Y este amor por los demás no se puede reservar a momentos excepcionales, sino que se debe convertir en la constante de nuestra existencia. Es por esto que somos llamados, por ejemplo, a cuidar de los ancianos como un tesoro precioso y con amor, incluso si crean problemas económicos y dificultades, pero debemos cuidarlos. Es por esto que a los enfermos, también si están en la última etapa, debemos dar toda la asistencia posible. Por eso los no nacidos deben ser siempre acogidos; por esto, en definitiva, la vida debe ser siempre tutelada desde la concepción hasta su ocaso natural. Y esto es amor. Nosotros somos amados por Dios en Jesucristo, que nos pide amarnos como Él nos ama. Pero eso no podemos hacerlo si no tenemos en nosotros su mismo Corazón.

La eucaristía, a la cual estamos llamados a participar cada domingo, tiene el fin de formar en nosotros el Corazón de Cristo, de tal forma que toda nuestra vida sea guiada por sus actitudes generosas. Que la Virgen María nos ayude a permanecer en el amor de Jesús y a crecer en el amor hacia todos, especialmente los más débiles, para corresponder plenamente a nuestra vocación cristiana.

 

Papa Francisco. Regina Coeli. 9 de mayo de 2021.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el Evangelio de este domingo (Jn 15,9-17), Jesús, después de haberse comparado a Sí mismo con la vid y a nosotros con los sarmientos, explica cuál es el fruto que dan quienes permanecen unidos a Él: este fruto es el amor. Retoma una vez más el verbo clave: permanecer. Nos invita a permanecer en su amor para que su alegría esté en nosotros y nuestra alegría sea plena (vv. 9-11). Permanecer en el amor de Jesús.

Nos preguntamos: ¿cuál es este amor en el que Jesús nos dice que permanezcamos para tener su alegría? ¿Cuál es este amor? Es el amor que tiene origen en el Padre, porque «Dios es amor» (1Jn 4,8). Este amor de Dios, del Padre, fluye como un río en el Hijo Jesús, y a través de Él llega a nosotros, sus criaturas. De hecho, Él dice: «Como el Padre me ama, así os amo yo a vosotros» (Jn 15,9). El amor que Jesús nos dona es el mismo con el que el Padre lo ama a Él: amor puro, incondicionado, amor gratuito. No se puede comprar, es gratuito. Donándonoslo, Jesús nos trata como amigos —con este amor—, dándonos a conocer al Padre, y nos involucra en su misma misión por la vida del mundo.

Y además, podemos preguntarnos: ¿qué hemos de hacer para permanecer en este amor? Dice Jesús: «Si cumplís mis mandamientos, permaneceréis en mi amor» (v. 10). Jesús resumió sus mandamientos en uno solo, este: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado» (v. 12). Amar como ama Jesús significa ponerse al servicio, al servicio de los hermanos, tal como hizo Él al lavar los pies de los discípulos. Significa también salir de uno mismo, desprenderse de las propias seguridades humanas, de las comodidades mundanas, para abrirse a los demás, especialmente a quienes tienen más necesidad. Significa ponerse a disposición con lo que somos y lo que tenemos. Esto quiere decir amar no de palabra, sino con obras.

Amar como Cristo significa decir no a otros “amores” que el mundo nos propone: amor al dinero —quien ama el dinero no ama como ama Jesús—, amor al éxito, a la vanidad, al poder… Estos caminos engañosos de “amor” nos alejan del amor al Señor y nos llevan a ser cada vez más egoístas, narcisistas, prepotentes. La prepotencia conduce a una degeneración del amor, a abusar de los demás, a hacer sufrir a la persona amada. Pienso en el amor enfermo que se transforma en violencia —¡y cuántas mujeres son víctimas de la violencia hoy en día!—. Esto no es amor. Amar como ama el Señor quiere decir apreciar a la persona que está a nuestro lado y respetar su libertad, amarla como es, no como nosotros queremos que sea, como es,  gratuitamente. En definitiva, Jesús nos pide que permanezcamos en su amor, que habitemos en su amor, no en nuestras ideas, no en el culto a nosotros mismos. Quien habita en el culto de sí mismo, habita en el espejo: siempre está mirándose. Jesús nos pide que abandonemos la pretensión de dirigir y controlar a los demás. No debemos controlarlos, sino servirlos. Abrir el corazón a los demás: esto es amor, donarnos a ellos.

Queridos hermanos y hermanas, ¿a dónde conduce este permanecer en el amor del Señor? ¿A dónde nos conduce? Nos lo ha dicho Jesús: «Para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea plena» (v. 11). El Señor quiere que la alegría que Él posee, porque está en comunión total con el Padre, esté también en nosotros en cuanto unidos a Él. La alegría de sabernos amados por Dios a pesar de nuestras infidelidades nos hace afrontar con fe las pruebas de la vida, nos hace atravesar las crisis para salir de ellas siendo mejores. Ser verdaderos testigos consiste en vivir esta alegría, porque la alegría es el signo característico del verdadero cristiano. El verdadero cristiano no es triste, tiene siempre esa alegría dentro, incluso en los malos momentos.

Que la Virgen María nos ayude a permanecer en el amor de Jesús y a crecer en el amor hacia todos testimoniando la alegría del Señor resucitado.

 

Benedicto XVI. Regina Coeli. 21 de mayo de 2006.

Queridos hermanos y hermanas:

El libro de los Hechos de los Apóstoles refiere que Jesús, después de su resurrección, se apareció a los discípulos durante cuarenta días y después "subió al cielo ante sus ojos" (Hch 1, 9). Es la Ascensión, fiesta que celebraremos el jueves 25 de mayo, aunque en algunos países ha sido trasladada al próximo domingo. El significado de este último gesto de Cristo es doble. Ante todo, al subir al cielo revela de modo inequívoco su divinidad:  vuelve al lugar de donde había venido, es decir, a Dios, después de haber cumplido su misión en la tierra. Además, Cristo sube al cielo con la humanidad que asumió y que resucitó de entre los muertos:  esa humanidad es la nuestra, transfigurada, divinizada, hecha eterna. Por tanto, la Ascensión revela la "grandeza de la vocación" (Gaudium et spes, 22) de toda persona humana, llamada a la vida eterna en el reino de Dios, reino de amor, de luz y de paz.

En la fiesta de la Ascensión se celebra la Jornada mundial de las comunicaciones sociales, querida por el concilio Vaticano II y que ya ha llegado a su cuadragésima edición. Este año tiene por tema:  "Los medios de comunicación social:  red de comunicación, comunión y cooperación". La Iglesia mira con atención a los medios de comunicación, porque constituyen un vehículo importante para difundir el Evangelio y favorecer la solidaridad entre los pueblos, atrayendo su atención hacia los grandes problemas que aún los marcan profundamente.

Hoy, por ejemplo, con la iniciativa "El mundo en marcha contra el hambre" (Walk the World), promovida por el Programa mundial de alimentación de las Naciones Unidas, se quiere sensibilizar a los Gobiernos y a la opinión pública sobre la necesidad de una acción concreta y tempestiva para garantizar a todos, especialmente a los niños, la "libertad del hambre". Con la oración, estoy cerca de esta manifestación, que se celebra en Roma y en otras ciudades de cerca de cien países.

Deseo vivamente que, gracias a la contribución de todos, se supere la plaga del hambre que aún aflige a la humanidad, poniendo en grave peligro la esperanza de vida de millones de personas.

Pienso, en primer lugar, en la urgente y dramática situación de Darfur, en Sudán, donde persisten grandes dificultades para satisfacer incluso las necesidades alimentarias fundamentales de la población.

Con el tradicional rezo del Regina caeli encomendemos hoy a la Virgen María de modo especial a nuestros hermanos oprimidos por el azote del hambre, a los que acuden en su ayuda y a los que, a través de los medios de comunicación social, contribuyen a consolidar entre los pueblos los vínculos de la solidaridad y de la paz. Además, pidamos a la Virgen que haga fructuoso el viaje apostólico a Polonia que, si Dios quiere, realizaré del jueves al domingo próximos, en recuerdo del amado Juan Pablo II.

 

Benedicto XVI. Regina Coeli. 17 de mayo de 2009.

Queridos hermanos y hermanas:

Antes de ayer volví de Tierra Santa. Tengo la intención de hablaros más ampliamente de esta peregrinación el miércoles próximo, durante la audiencia general. Ahora, quiero sobre todo dar gracias al Señor, que me concedió realizar este viaje apostólico tan importante. También doy las gracias a todos los que prestaron su colaboración: al patriarca latino y a los pastores de la Iglesia en Jordania, en Israel y en los Territorios palestinos, a los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa, a las autoridades civiles de Jordania, de Israel y de los Territorios palestinos, a los organizadores y a las fuerzas del orden. Doy las gracias a los sacerdotes, a los religiosos y a los fieles que me acogieron con tanto afecto y a todos los que me acompañaron y apoyaron con su oración. Gracias a todos desde lo más hondo de mi corazón.

Esta peregrinación a los santos lugares fue también una visita pastoral a los fieles que viven allí, un servicio a la unidad de los cristianos, al diálogo con los judíos y los musulmanes, y a la construcción de la paz. La Tierra Santa, símbolo del amor de Dios a su pueblo y a toda la humanidad, también es símbolo de la libertad y de la paz que Dios quiere para todos sus hijos. Pero, de hecho, la historia de ayer y de hoy muestra que precisamente esta Tierra se ha convertido también en símbolo de lo contrario, es decir, de divisiones y de conflictos interminables entre hermanos. ¿Cómo es posible esto? Es justo que este interrogante interpele nuestro corazón, aunque sabemos que Dios tiene un designio misterioso sobre esa Tierra, adonde —como escribe san Juan— "envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4, 10).

La Tierra Santa ha sido llamada un "quinto Evangelio", porque allí podemos ver, más aún, palpar la realidad de la historia que Dios ha realizado con los hombres. Comenzando por los lugares de la vida de Abraham hasta los lugares de la vida de Jesús, desde la Encarnación hasta el sepulcro vacío, signo de su resurrección. Sí, Dios ha entrado en esta tierra, ha actuado con nosotros en este mundo. Pero aquí podemos decir aún más: la Tierra Santa, por su misma historia, puede considerarse un microcosmos que resume en sí el camino fatigoso de Dios con la humanidad. Un camino que, con el pecado, implica también la cruz; y, con la abundancia del amor divino, también siempre la alegría del Espíritu Santo, la Resurrección ya iniciada; es un camino entre los valles de nuestro sufrimiento hacia el reino de Dios, reino que no es de este mundo, pero que vive en este mundo y debe penetrarlo con su fuerza de justicia y de paz.

La historia de la salvación comienza con la elección de un hombre, Abraham, y de un pueblo, Israel, pero su intención es la universalidad, la salvación de todos los pueblos. La historia de la salvación está marcada siempre por esta mezcla de particularidad y universalidad. En la primera lectura de hoy vemos bien este nexo: san Pedro, al ver en la casa de Cornelio la fe de los paganos y su deseo de Dios, dice: "Está claro que Dios no hace distinciones: acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea" (Hch 10, 34-35). El objetivo más profundo de todo diálogo interreligioso es temer a Dios y practicar la justicia, aprender esto y abrir así el mundo al reino de Dios.

No puedo concluir esta oración mariana sin dirigir mi pensamiento a Sri Lanka, para asegurar mi afecto y mi cercanía espiritual a los civiles que se encuentran en la zona de los combates, en el norte del país. Se trata de miles de niños, mujeres y ancianos a los que la guerra ha quitado años de vida y de esperanza. Al respecto, deseo dirigir una vez más una apremiante invitación a los beligerantes para que faciliten su evacuación y, con este fin, uno mi voz a la del Consejo de seguridad de las Naciones Unidas, que hace algunos días pidió garantías para su incolumidad y seguridad.

Asimismo, pido a las instituciones humanitarias, incluidas las católicas, que hagan todo lo posible para salir al paso de las urgentes necesidades alimentarias y médicas de los prófugos. Encomiendo este querido país a la protección materna de la Virgen santa de Madhu, amada y venerada por todos los habitantes de Sri Lanka, y elevo mis oraciones al Señor para que apresure el día de la reconciliación y de la paz.

 

Benedicto XVI. Regina Coeli. 13 de mayo de 2012.

Queridos hermanos y hermanas:

Al concluir esta celebración litúrgica, la hora de la plegaria mariana nos invita a dirigirnos todos espiritualmente ante la imagen de la Virgen del Consuelo, custodiada en la catedral.

Como Madre de la Iglesia, María santísima siempre quiere consolar a sus hijos en los momentos de mayor dificultad y sufrimiento. Y esta ciudad ha experimentado muchas veces su maternal ayuda. Por tanto, también hoy, encomendemos a su intercesión a todas las personas y las familias de vuestra comunidad que se encuentran en situaciones de mayor necesidad.

Al mismo tiempo, por intercesión de María, pidamos a Dios el consuelo moral, para que la comunidad de Arezzo, y toda Italia, reaccionen ante la tentación del desaliento y, también con la fuerza de la gran tradición humanística, retomen con decisión la senda de la renovación espiritual y ética, que es la única que puede llevar a una auténtica mejora de la vida social y civil. Cada uno, en esto, puede y debe dar su contribución.

¡Oh María, Virgen del Consuelo, ruega por nosotros!

 

Francisco. Catequesis. Vicios y virtudes. 15. La vida de gracia según el Espíritu.

Queridos hermanos y hermanas:

En las catequesis pasadas reflexionamos sobre las cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Hoy nos acercamos a las tres virtudes teologales, que son la fe, la esperanza y la caridad. Se denominan teologales porque son infundidas por Dios y se viven en la relación con Él. Estas virtudes nos dan una especial asistencia del Espíritu Santo para poder seguir las huellas de Jesús en nuestra vida cotidiana.

El Espíritu Santo nos ayuda a distinguir claramente el bien del mal y a tener la fuerza para optar por el bien. En el deseo de hacer lo correcto, sin embargo, podemos caer en la autosuficiencia o en el voluntarismo. Pero si nos abrimos con humildad al Espíritu Santo, Él reaviva en nosotros las virtudes teologales. Así, cuando perdemos la confianza, Dios aumenta nuestra fe; cuando nos desalentamos, despierta en nosotros la esperanza; y cuando nuestro corazón se enfría, Él lo enciende en el fuego de su amor.   

 

MISA DE NIÑOS. ASCENSIÓN DEL SEÑOR.

Monición de entrada.

Buenos días.

Como a los primeros amigos de Jesús, también a nosotros nos ha llamado Jesús a la Iglesia.

La iglesia es como la montaña donde Jesús nos habla y está con nosotros.

Aquí hoy recordamos cuando él subió al cielo para estar con su Papá.

Y envió a sus amigos a contar lo que les había pasado estando con Él.

 

 Señor, ten piedad.

Tú que estás por encima de todo. Señor, ten piedad.

Tú que acercas a todas las personas a Dios. Cristo, ten piedad.

Tú que estás al lado del Padre para rezar por nosotros. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.

-Por el Papa Francisco para que siempre te sienta muy querido por ti Te lo pedimos Señor.

-Por la Iglesia, para que siga la tarea que tú le mandaste de anunciarte. Te lo pedimos Señor.

-Por las personas que mandan para que hagan que todas las niñas y niños tengamos paz Te lo pedimos, Señor.

-Por las personas que están enfermas, para que tengan siempre personas que cuiden de ellas. Te lo pedimos, Señor.

-Por nosotros para que comprendamos que contigo somos las niñas y los niños más felices del mundo. Te lo pedimos Señor.

 

 Acción de gracias.

Virgen María, hoy dejaste de ver a Jesús. Sin embargo no te enfadaste, sino que ayudaste a sus amigos a que cada día te sintiesen en su corazón y sintiesen que estabas cada vez que iban a misa.

 

EXPERIENCIA.

Mira el vídeo https://www.youtube.com/watch?v=FFt4Eetik_k Solo te pide una cosa.

En un folio en blanco escribe tu frase.

Pregúntate: ¿qué puedo hacer yo para saciar la sed de… (personas cercanas que tienen sed de ser queridas?

REFLEXIÓN.

Lee el evangelio de este domingo.

X Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 9-17

 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.

 Lee pausadamente el texto.

Imagínate sentado a la mesa con los apóstoles. Fija los ojos en Jesús.

¿Cómo te ama Jesús?

¿Quién eres tú para Jesús?

¿Qué te pide Jesús?

Recuerda las personas a las que en tu vida has dado de beber con tu presencia, apagando la sed de soledad.

COMPROMISO.

Piensa en lo que necesitan quienes forman parte de tu familia y tu calle (¿un buenos días?).

Proponte ayudar a una de ellas, o esmerarte más con ella.

CELEBRACIÓN.

Escucha la canción de Kairoi Como el Padre me amó. https://www.youtube.com/watch?v=NamgwwSCsKc

 

BIBLIOGRAFÍA.

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. BAC. Madrid. 2016.

Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.

Biblia del Peregrino. Edición de Luis Alonso Schökel. EGA-Mensajero. Bilbao. 1995.

Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.

Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.

Secretariado Nacional de Liturgia. Libro de la Sede. Primera edición: 1983. Coeditores Litúrgicos. Barcelona. 2004.

Robinson, Jame M.; Hoffmann Paul y John S., Kloppenborg. El Documento Q. Ediciones Sígueme. Salamanca. 2004.

Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.

Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 2. Evangelio según san Marcos. Ciudad Nueva. Madrid. 2009.

Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 3. Evangelio según san Lucas. Ciudad Nueva. Madrid. 2006.

Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 4a. Evangelio según san Juan (1-10). Ciudad Nueva. Madrid. 2012.

San Juan de Ávila. Obras Completas i. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid. 2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores. BAC. Madrid. 2013.

San Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid.   2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.

http://www.quierover.org



[1] Perfidia: 1. Deslealtad, traición o quebrantamiento de la fe debida. www.rae.es

[2] Longanimidad: 1. Grandeza y constancia de ánimo en las adversidades. www.rae.es

[3] Encarecer: Ponderar, alabar mucho. Ib.

[4] El amor de Dios sobre todo. Traducción editor.

[5] Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Traducción Biblia CEE.

[6] Explicar cada uno. Traducción editor.

[7] Por eso, vosotros seréis mis amigos, si hacéis lo que os mando.

[8] Si guardáis mis mandamientos permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Ib.

[9] Deprender: 1. Verbo transitivo poco usado. Aprender. www.rae.es

[10] Carísimos, un mandamiento nuevo. Trad. editor.

[11] Este es mi mandamiento, que os améis unos a otros. Ib.

[12] La distinción entre los hijos de Dios y los del diablo es esta: quien no practica la justicia y quien no ama a su hermano, no es Dios (1 Jn 3, 10). Ib.

[13] Este es mi mandamiento, que os améis unos a otros. Ib.

[14] Que os améis unos a otros. Ib.

[15] Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por los amigos. Ib.

[16] Cición: 2. Calentura intermitente que entra con frío. o.c.

[17] Prisión: 6. Aquello que une estrechamente las voluntades y afectos. Id.