Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 10, 25-25.44-48
Cuando iba a entrar Pedro, Cornelio le salió al encuentro y,
postrándose, le quiso rendir homenaje. Pero Pedro lo levantó, diciéndole:
-Levántate, que soy yo un hombre como tú.
Pedro tomó la palabra y dijo:
-Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace acepción de
personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la
nación que sea.
Todavía estaba hablando Pedro, cuando bajó el Espíritu Santo sobre
todos los que escuchaban la palabra, y los fieles de la circuncisión que habían
venido con Pedro se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara
también sobre los gentiles, porque los oían hablar en lenguas extrañas y
proclamar la grandeza de Dios. Entonces Pedro añadió:
-¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el
Espíritu Santo igual que nosotros?
Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Entonces le rogaron
que se quedara unos días con ellos.
Textos
paralelos.
Levántate, que también yo soy un hombre.
Hch 3, 12: Pedro al verles les
dirigió la palabra: Israelitas, ¿por qué os asombráis y os quedáis mirándonos
como si hubiéramos hecho a andar a este con nuestro propio poder o
religiosidad?
Hch 14, 15: Hombres, ¿qué
hacéis? Nosotros somos hombres, de vuestra misma condición, y os anunciamos que
hay que abandonar los ídolos para convertirse al Dios vivo, que hizo el cielo,
la tierra, el mar y cuanto contienen.
Ap 19, 10: Caí a sus pies en
adoración. Pero me dijo: ¡No lo hagas! Soy siervo como tú y como tus hermanos
que mantienen el testimonio de Jesús. A Dios has ade adorar (Él testimonio de
Jesús es espíritu profético).
Pedro, tomó entonces la
palabra.
Hch 2, 22: Israelitas, escuchad
mis palabras. Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante vosotros
con los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por su medio, como bien
sabéis.
Verdaderamente comprendo
que Dios no hace acepción de personas.
Dt 10, 17: Que el Señor,
vuestro Dios, es Dios de dioses y Señor de señores; Dios grande, fuerte y
terrible, no es parcial ni acepta soborno.
Ga 2, 6: En cuanto a los
“respetables” – hasta qué punto lo eran no me importa, pues Dios no es parcial
con los hombres – esos respetables, no me impusieron nada.
Rm 2, 11: Que Dios no es
parcial.
1 P 1, 17: Y si llamáis Padre
al que juzga imparcialmente las acciones de cada uno, proceded con cautela
durante vuestra permanencia en la tierra.
Cuando el Espíritu Santo
cayó sobre todos.
Hch 1, 8: Pero recibiréis la
fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis testigos en
Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo.
Hch 8, 16: Pues todavía no
había bajado sobre ninguno; solo estaban bautizados para el nombre del Señor
Jesús.
Quedaron atónitos al ver
que el don del Espíritu Santo.
Hch 2, 33: Exaltado a la
diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha
derramado. Es lo que estáis viendo y oyendo.
Pues les oían hablar en
lenguas.
Hch 2, 4: Se llenaron todos del
Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, según el Espíritu
Santo les permitía expresarse.
Hch 2, 11: Judíos y prosélitos,
cretenses y árabes: todos los oímos contar, en nuestras lenguas, las maravillas
de Dios.
¿Acaso puede alguno negar
el agua del bautismo a estos?
Hch 11, 17: Ahora bien, si Dios
les concedió el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor, Jesús
el Mesías, ¿quién era yo para estorbar a Dios?
Hch 8, 36: Siguiendo camino
adelante llegaron a un lugar donde había agua, y el eunuco le dijo: Ahí hay
agua, ¿qué impide bautizarme?
Así que mandó que fueran
bautizados.
Hch 1, 5: Que Juan bautizó con
agua, vosotros seréis bautizados dentro de poco con Espíritu Santo.
Hch 2, 38: Pedro les contestó:
Arrepentíos, bautizaos cada uno invocando el nombre de Jesucristo, para que se
os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Notas
exegéticas.
10 25 Variante occidental: “Cuando
Pedro se aproximaba a Cesarea, uno de los siervos se adelantó a anunciar su
llegada. Cornelio salió a su encuentro…”.
10 35 Terminología cultual. Es grato
a Dios el sacrificio irreprochable o el que lo ofrece (Lv 1, 3). Isaías (Is 56,
7) había anunciado que, al fin de los tiempos, los sacrificios de los gentiles
serían gratos a Yahvé.
10 44 Es “el Pentecostés de los
gentiles”, análogo al primer Pentecostés, como lo comprueba Pedro.
10 48 (a) Los apóstoles generalmente
no administraban por sí mismos el bautismo.
10 48 (b) Según 1, 2-3, lo que
pareció insólito e ilegítimo a los “hebreos” de Jerusalén, es la estancia de
Pedro en casa de incircuncisos, más aún que la autorización de bautizarlos. El
mismo problema dio ocasión al conflicto de Antioquía, Ga 2, 11.
Salmo
responsorial
Salmo 98 (97), 1-4
El
Señor revela a las naciones su salvación. R/.
Cantad
al Señor un cántico nuevo,
porque
ha hecho maravillas;
su
diestra le ha dado la victoria,
su
santo brazo. R/.
El
Señor da a conocer su victoria,
revela
a las naciones su justicia.
Se
acordó de su misericordia y su fidelidad
en
favor de la casa de Israel. R/.
Los
confines de la tierra han contemplado
la
victoria de nuestro Dios.
Aclama
al Señor, tierra entera;
gritad,
vitoread, tocad. R/.
Textos
paralelos.
¡Cantad a Yahvé un nuevo canto!
Sal 96, 1: Cantad al Señor un
cántico nuevo, cantad al Señor, la tierra entera.
Le sirvió de ayuda su
diestra.
Is 52, 10: Pero yo, como verde
olivo en la casa de Dios, he confiado en la lealtad de Dios por siempre.
Sal 59, 16: Vagabundos,
buscando comida, y hasta que no se hartan, andan gruñendo.
Sal 63, 5: Así te bendeciré
mientras viva, alzando las manos en tu nombre.
Yahvé ha dado a conocer
su salvación.
Sal 96, 2: Cantad al Señor,
bendecid su nombre, pregonad día tras día su victoria.
Gritad alegres, gozosos,
cantad.
Sal 96, 1: Cantad al Señor un
cántico nuevo, cantad al Señor, la tierra entera.
Notas
exegéticas.
98 Himno escatológico inspirado en
la última parte del libro de Isaías (caps. 56-66), y muy afín al salmo 96.
Segunda
lectura.
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 4, 7-10
Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de
Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha
conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos
tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de
él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en
que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros
pecados.
Textos
paralelos.
Amémonos unos a otros.
1 Ts 4, 9: Acerca del amor
fraterno no hace falta escribiros, pues vosotros habéis aprendido de Dios a
amaros mutuamente.
Todo el que ama ha nacido
de Dios y conoce a Dios.
1 Jn 1, 3: Lo que vimos y oímos
os lo anunciamos también a vosotros para que compartáis nuestra vida, como
nosotros la compartimos con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
Quien no ama no ha
conocido a Dios.
1 Jn 1, 7: Pero si caminamos en
la luz, como él está en la luz, compartimos nuestra vida y la sangre de su Hijo
Jesús nos limpia de todo pecado.
Dios es amor.
1 Jn 4, 16: Nosotros hemos
conocido y hemos creído en el amor que dios nos tuvo. Dios es amor: quien
conserva el amor permanece con Dios y Dios con él.
En que Dios envió al
mundo.
Jn 3, 16: Hemos conocido lo que
es el amor en aquél que dio la vida por nosotros. Pues también nosotros debemos
dar la vida por los hermanos.
En esto consiste el amor.
Rm 8, 31: Teniendo esto en
cuanta, ¿qué podemos decir? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién estará en
contra?
Sino en que él nos amó.
Rm 5, 8: Pues bien, Dios nos
demostró su amor en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
Como víctima de
expiación.
1 Jn 2, 2: El expía nuestros
pecados y no solo los nuestros, sino los de todo el mundo.
Para el perdón de los
pecados.
Rm 3, 25: Dios lo destinó a ser
con su sangre instrumento de expiación para los que creen. Dios mostraba así su
justicia cuando pacientemente pasaba por alto los pecados de antaño.
Notas
exegéticas.
4 7 Aquí, como en el v. 6, la
traducción reproduce en presente el matiz del verbo “conocer”. Este empleo
destaca el carácter progresivo de tal conocimiento. El creyente, si
verdaderamente ha nacido de Dios y practica el amor fraterno, descubre lo que
Dios es en realidad (ver v. 8) y experimenta su amor (agape).
4 8 Dios amaba a Israel, Is 54, 8.
La misión del Hijo único como Salvador del mundo manifiesta que el amor es de
Dios, porque el mismo Dios es amor y hace participar en el amor al creyente
hijo de Dios.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 15, 9-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-Como el Padre me ha
amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos,
permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi
Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté
en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que
os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el
que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os
mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a
vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a
conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido
y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De
modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os
améis unos a otros.
Textos
paralelos.
Como el Padre me amó.
Jn 3, 35: El Padre ama al Hijo
y todo lo pone en sus manos.
Jn 10, 14-15: Yo soy el buen
pastor: conozco a las mías y ellas me conocen, como el Padre me conoce y yo
conozco al Padre; y doy la vida por las ovejas.
Yo también os he amado.
Jn 17, 23: Yo en ellos y tú en
mí, para que sean plenamente uno; para que el mundo conozca que tú me enviaste
y los amaste como me amaste a mí.
Permaneced en mi amor.
Jn 13, 1: Antes de la fiesta de
Pascua, sabiendo Jesús que llegaba la hora de pasar de este mundo al Padre,
después de haber amado a los suyos del mundo, los amó hasta el extremo.
Como yo los he guardado.
Jn 8, 29: El que me envió está
conmigo y no me deja solo, porque yo hago siempre lo que le agrada.
Jn 6, 38: Porque no bajé del
cielo para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
Os he dicho esto para que
mi gozo esté en vosotros.
Jn 3, 29: Quien se lleva a la
novia es el novio. El que está escuchando se alegra de oír la voz del novio. Y
en esto consiste mi gozo colmado.
Jn 16, 21: Cuando una mujer va
a dar a luz, está triste, porque le llega su hora. Pero, cuando ha dado a luz a
la criatura, no se acuerda de la angustia, por la alegría de que un hombre le
haya nacido al mundo.
Jn 16, 22: Así vosotros ahora
estáis tristes; pero os volveré a visitar y os llenaréis de alegría, y nadie os
quitará vuestra alegría.
Jn 17, 13: Ahora voy hacia ti;
y todavía en el mundo digo esto para que posean mi alegría completa.
1 Jn 1, 4: Os escribimos esto
para que se colme vuestra alegría.
Os améis los unos a los
otros.
Jn 13, 34: Os doy un
mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado: amaos así
unos a otros.
Nadie tiene mayor amor
que el que da su vida por sus amigos.
1 Jn 3, 16: Hemos conocido lo
que es el amor en aquel que dio la vida por nosotros. Pues también nosotros
debemos dar la vida por los hermanos.
Rm 5, 6-8: Cuando todavía
éramos inválidos, a su tiempo, Cristo murió por los malvados. Por un inocente
quizá muriera alguien; por una persona buena quizá alguien se arriesgara a
morir. Pues bien, Dios nos demostró su amor en que, siendo aun pecadores, Cristo
murió por nosotros.
A vosotros os he llamado
amigos.
Lc 12, 4: A vosotros mis amigos
os digo que no temáis a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada
más.
porque todo lo que he
oído a mi Padre.
Ex 33, 11: El Señor hablaba a
Moisés cara a cara, como habla un hombre con un amigo. Después él volvía al
campamento, mientras que Josué, hijo de Nun, su joven ayudante, no se apartaba
de la tienda.
Os he elegido yo a
vosotros.
Dt 7, 6: Porque tú eres un
pueblo consagrado al Señor, tu Dios; él te eligió para que fueras, entre todos
los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad.
1 Jn 4, 10: En esto consiste el
amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a
su Hijo para expiar nuestros pecados.
Para que vayáis y deis
fruto.
Rm 6, 20-23: Mientras erais
esclavos del pecado, os emancipabais de la justicia. ¿Y qué sacabais en limpio?
Resultados que ahora os confunden, porque acaban en la muerte. Pero ahora,
emancipados del pecado y esclavos de Dios, vuestro fruto es una consagración
que desemboca en vida eterna. Pues el salario del pecado es la muerte; el don
de Dios, por Jesucristo Señor nuestro, es la vida eterna.
Jn 15, 2: Los sarmientos que en
mí no dan fruto los arranca; los que dan fruto los poda, para que den más
fruto.
Al Padre en mi nombre.
Jn 14, 13: Y lo que pidáis
alegando mi nombre lo haré, para que por el Hijo se manifieste la gloria del
Padre.
Os améis los unos a los
otros.
Jn 13, 34: Os doy un
mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado: amaos así
unos a otros.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
15 11 El gran gozo mesiánico, el del
Hijo de Dios. – En el AT el gozo (o la alegría) era concebido como la
característica del tiempo de la salvación y la paz escatológica (Is 9, 2; So 3,
14, Sal 126, 3-5). El tema reaparece en los evangelios.
15 16 (a) Toda amistad supone una elección
mutua libre, pero Jn subraya el hecho de la prioridad absoluta de la elección
llevada a cabo por Jesús. Retoma así un tema importante del AT (Dt 7, 6-8; Am
3, 2; Is 41, 8), que los evangelios sinópticos conocen bien. En Jn la elección
de Jesús es expresión de la elección del Padre.
15 16 (b) El verbo tithemi, asi
como su correspondiente fórmula hebrea (sîm ’al), expresa el hecho de
establecer a alguien en su cargo y dotarle de los medios para ejercerlo
adecuadamente (Hch 13, 47; Co 12, 28; 2 Tm 1, 11).
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión
crítica.
9 EN MI AMOR: en el
amor que yo os tengo; en el texto griego la colocación de las palabras da
énfasis a MI: “en el amor, el mío”.
10 EN SU AMOR: en el
amor que él me tiene.
12 QUE (el griego usa
la partícula híha, equivalente de hoti (explicativo) OS AMÉIS…
CON AMOR DE CARIDAD: no pide Jesús el amor de amistad (no siempre está en
nuestro poder que exista o no). Sobre el “amor de caridad” cf. 1 Jn 4, 8.
13 SU VIDA: lit. el
alma de él. // AMIGOS: la palabra griega es ambivalente: los que quieren
afectivamente (sentido activo) y los que son queridos (sentido
pasivo, que parece el más adecuado aquí: “los que son queridos” por el que da
su vida).
14 SI HACÉIS LO QUE YO
OS MANDO: cf. Didajé 11, 8, 10 (No todo el que habla en espíritu es [verdadero]
profeta, sino a condición de que tenga las costumbres del Señor”, “todo profeta
que enseña la verdad si no practica lo que enseña, es profeta falso”); y los
criterios de discernimiento en 1 Jn 3, 23: fe y caridad que procede de
la fe.
16 Este versículo
rectifica una posible interpretación errónea de lo que acaba de decirse: los
amigos se eligen mutuamente, pero con Jesús no es así: el Hijo, siempre más
grande que nosotros, nos llama amigos suyos, nunca se llama a sí mismo amigo
nuestro, menos aún compañero. Además, el alumno de los rabinos podía
elegir un maestro entre los diversos escribas; pero no se es discípulo de Jesús
por decisión propia, sino porque YO OS ELEGÍ. // OS [LO] DÉ el Padre.
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé.
15, 12 El mandamiento nuevo del amor
resume el mensaje de todo el Evangelio. Esta exigencia de amar como Cristo lo
hizo implica que nuestra disposición y conducta deben reflejar las que tuvo
Cristo. Cristo debe convertirse en nuestra guía interna sobre cómo vivir y
sobre lo que elegimos hacer. Las bienaventuranzas están elaboradas según el
mandamiento nuevo, y nos ofrecen el camino a la perfección que podemos obtener
con la gracia de Dios. Cat. 459, 1823-1824, 1970 y 2074.
15, 13 Amar como Cristo amó quiere
decir amar al prójimo incondicionalmente. Cuando Cristo manifestó su amor al
dar su vida, nos enseñó que la caridad implica darse totalmente a uno mismo por
el bien de aquellos con los que nos encontramos, empezando por los más cercanos
a nosotros. La Iglesia siempre ha venerado a los mártires que, muriendo por
Cristo, están mucho más conformados con él. Cat. 609 y 614.
15, 15 Cristo llamó a sus apóstoles una
vez más para orar al Padre en su nombre. En la señal de la cruz, que se dice
antes y después de cada oración, los fieles ofrecen sus oraciones en nombre de
las tres personas de la Trinidad. La oración es esencial en una vida de
discipulado, ya que permite que el Espíritu Santo nos una cada vez más a Cristo
y, por ello, nos identifiquemos más con la voluntad del Padre. Para un
cristiano, la oración es una comunión de amor con el Padre, en Cristo y a
través de él, por el poder del Espíritu Santo. Cat. 434, 2157, 2615, 2745 y
2815.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
459 El Verbo se encarnó para ser
nuestro modelo de santidad: “Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí…”
(Mt 11, 29). “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por
mí” (Jn 14, 6). Y el Padre, en el monte de la Transfiguración, ordena: “Escuchadle”
(Mc 9, 7). Él es, en efecto, el modelo de las bienaventuranzas y la norma de la
Ley nueva: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15, 12). Este
amor tiene como consecuencia la ofrenda efectiva de sí mismo.
1823 Jesús hace de la caridad el
mandamiento nuevo. Amando a los suyos “hasta el fin” (Jn 13, 1), manifiesta el
amor del Padre que ha recibido. Amándose unos a otros, los discípulos imitan el
amor de Jesús que reciben también en ellos. Por eso Jesús dice: “Como el Padre
me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor” (Jn 15, 9). Y
también: “Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo os he
amado” (Jn 15, 12).
1824 Fruto del Espíritu y plenitud de
la ley, la caridad guarda los mandamientos de Dios y de Cristo: “Permaneced en
mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (Jn 15, 9-10).
1825 Cristo murió por amor a nosotros
cuando éramos todavía enemigos. El Señor nos pide que amemos como Él hasta a
nuestros enemigos, que nos hagamos prójimos del más lejano, que amemos a los
niños y a los pobres como a Él mismo. El apóstol san Pablo frece una
descripción incomparable de la caridad: “La caridad es paciente, es servicial;
la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no
busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la
injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo
espera. Todo lo soporta” (1 Co 13, 4-7).
1970 La ley evangélica entraña la
elección decisiva entre los dos caminos y la práctica de las palabras del
Señor, está resumida en la regla de oro: “Todo cuanto queráis que os
hagan los hombres, hacédselo también a vosotros; porque esta es la ley y los
profetas” (Mt 7, 12). Toda la Ley evangélica está contenida en el mandamiento
nuevo de Jesús: amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado (cf. Jn 15,
12).
2074 Su persona viene a ser, por obra
del Espíritu, la norma viva e interior de nuestro obrar. “Este es el
mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15,
12).
609 Jesús, al aceptar en su corazón
humano el amor del Padre hacia los hombres, “los amó hasta el extremo” (Jn 13,
1) porque “nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos”
(Jn 15, 13). Tanto en el sufrimiento como en la muerte, su humanidad se hizo
instrumento libre y perfecto de su amor divino que quiere la salvación de los
hombres.
434 Los espíritus malignos temen su
nombre y en su nombre los discípulos de Jesús hacen milagros, porque todo lo
que piden al Padre en su Nombre, Él se lo concede.
2157 El cristiano comienza su
jornada, sus oraciones y sus acciones con la señal de la cruz, “en el hombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
2615 Lo que el Padre nos da cuando
nuestra oración está unida a la de Jesús es “otro paráclito para que esté con
vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad” (Jn 14, 16-17). Esta novedad
de la oración y de sus condiciones aparece en todo el discurso de despedida. En
el Espíritu Santo, la oración cristiana es, comunión de amor con el Padre, no
solamente por medio de Cristo, sino también con Él: “Hasta ahora nada le habéis
pedido en mi Nombre. Pedid y recibiréis para que vuestro gozo sea perfecto” (Jn
16, 24).
2745 Oración y vida cristiana son
inseparables porque se trata del mismo amor y de la misma renuncia que procede
del amor. La misma conformidad filial y amorosa al designio de amor del Padre.
La misma unión transformante en el Espíritu Santo que nos conforma cada vez más
con Cristo Jesús. El mismo amor a todos los hombres, ese amor con el cual Jesús
nos ha amado: “Todo lo que pidáis al Padre en mi Nombre os lo concederá. Lo que
os mando es que os améis los unos a los otros” (Jn 15, 16-17). “Ora continuamente
el que une la oración a las obras y las obras a la oración Solo así podemos
cumplir el mandato: Orad constantemente” (Orígenes. de oratione, 12, 2).
2815 La oración del Padre Nuestro es
oración nuestra si se hace en el Nombre de Jesús.
Concilio
Vaticano II
El Señor Jesús, Maestro divino y modelo de toda perfección predicó a
todos y a cada uno de sus discípulos, de cualquier condición que fueran, la santidad
de vida, de la que Él es el autor y consumador. “Sed, pues, perfectos como
vuestro Padre del cielo es perfecto” (Mt 5, 48). Él envió a todos el Espíritu
Santo para que los mueva interiormente y así amen a Dios con todo el corazón,
con toda el alma, con todo el espíritu y con todas las fuerzas, y se amen unos
a otros como Cristo los amó (cf. Jn 13, 34; 15, 12). Los seguidores de Cristo
han sido llamados por Dios y justificados en el Señor Jesús, no por sus propios
méritos, sino por su designio de gracia.
Comentarios de los Santos Padres.
Si la observancia de los mandamientos es una prueba necesaria de nuestro
amor, hay que tener mucho cuidado, ya que sin amor ni las acciones más
brillantes de los carismas mejores, ni las facultades más elevadas, ni la fe
misma, ni el mandamiento hacen perfecto ni es útil.
Basilio de Cesarea, Sobre el bautismo, 1, 2. 4b, pg. 230.
¿Qué gozo puede tener Cristo en nosotros si no es que Él se digna cozarse
con nosotros? Cuál es ese nuestro gozo que ha de ser colmado, sino tener
participación con Él?... Su gozo en nosotros es la gracia, que nos ha dado; y
esa gracia es nuestro gozo.
Agustín. Tratados sobre el Ev. de Juan, 83, 1. 4b, pg. 231.
La discordia no puede llegar al reino de los cielos. Y no podrá llegar al
premio de Cristo, que dijo: “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros
como yo os he amado”, quien con pérfidas[1]
disensiones violó el amor de Cristo. Quien no tiene caridad, no tiene a Dios.
Cipriano, Sobre la unidad de la Iglesia, 14. 4b, pg. 232-233.
El demonio cree, pero no ama; nadie ama, si no cree. El que no ama puede
esperar, aunque inútilmente, el perdón; pero el que ama no puede desesperar de
alcanzarlo. Por lo tanto, donde está la caridad, están también la fe y la
esperanza; y allí donde está el amor al prójimo, necesariamente está también el
amor a Dios.
Agustín. Tratados sobre el Ev. de Juan, 83, 3. 4b, pg. 233.
Para que en tiempo de perturbación se mantenga invicta la virtud de la
caridad, debe nutrirse de misericordia en el tiempo tranquilo, de manera que
aprenda a dar a Dios primeramente sus cosas y después a sí mismo.
Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, 2, 27, 3. 4b, pg.
234.
¡Cuánta es la misericordia de nuestro Creador! ¡No somos siervos dignos,
y nos llama amigos! ¡Cuánta es la dignidad de los hombres! ¡Ser amigos de Dios!
Mas, ya que habéis oído la gloria de la dignidad, oíd también a costa de que se
gana: “Si hacéis lo que yo os mando”.
Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, 2, 27, 4. 4b, pg.
236.
Se ama al prójimo como a sí mismo si se ama a Dios, porque el que no ama
a Dios, tampoco se ama a sí mismo. De estos dos preceptos de la caridad
dependen toda la ley y los profetas: este es nuestro fruto.
Agustín, Tratados sobre el Ev. de Juan, 87, 1. 4b, pg. 239.
San Agustín.
El amor es, pues, nuestro fruto que, según el
Apóstol, nace de un corazón puro, de una conciencia recta y de una fe no
fingida (1 Tm 1, 5). Con este amor nos
amamos unos a otros y amamos a Dios.
¿Quién puede tener verdadera paz, si no la tiene en
aquel a quien ama de verdad? ¿Quién puede tener longanimidad[2]
para permanecer en el bien, sino es por el amor? ¿Quién es benigno si no ama al
que socorre? ¿Quién se hace bueno, si no es por el amor? ¿De qué provecho puede
ser la fe que no obra por el amor? ¿Qué utilidad puede haber en la mansedumbre
si no es gobernada por el amor? ¿Quién huye de lo que puede mancharle si no ama
lo que le hace casto? Con razón, pues, encarece[3]
el amor el maestro bueno, como si solo él mereciese ser encarecido, y sin el
cual no pueden ser de utilidad los otros bienes ni puede estar separado de los
otros bienes que hacen bueno al hombre. En virtud de ese amor debemos soportar
con paciencia el odio del mundo.
Comentarios sobre el evangelio de San Juan 87, 1-2. I, pg.
589.
S. Juan de Ávila
Trabaja de estar unido, con este por fe y amor (cf.
Jn 15, 9), así como lo estás con el otro por vínculo de parentesco; porque si
lo estuvieres ansí como el deudo natural, participas la culpa de transgresor;
así, por el deudo espiritual, comunicarás las gracias del Justo. Si con Él
estuvieres de esta manera unido cree cierto que lo que de Él fuere será de ti,
lo que fuere del Padre será de los hijos, lo que fuere de la cabeza será de los
miembros.
Tratado del amor de Dios. OC I, pg. 973.
Y, porque nadie en esto se engañase, habiendo dicho
primero: Estad en mí, e yo en vosotros, dijo después: Estad
en mi amor. Y para declarar que era estar en él y en su amor, dijo: Si
estuviéredes en mí, y mis palabras estuvieren en vosotros, cualquiera cosa que
quisiéredes pediréis y os será cumplida (Jn 15, 4-9).
Audi, filia (II), 89, 3. OC I, pg. 732.
Y como oye de la boca de él que los prójimos son su
esposa y hermanos, y entrañablemente amados de él, ocúpase con grande alegría
en provecho de ellos por él, pareciéndole el trabajo pequeño y los años breves
por la grandeza del amor, y trayendo a la continua en su corazón lo que el
Señor amoroso tan estrechamente mandó, cuando dijo: Mi mandamiento es aqueste, que
os améis unos a otros como yo os amé (Jn 15, 12).
Audi, filia (I), III, 67. OC I, pg. 474.
Y trae a la continua en su corazón lo que el Señor
amoroso tan estrechamente mandó, cuando dijo: Mi mandamiento es aquéste: que
os améis unos a otros como yo os amé (Jn 15, 12).
Audi, filia (II), 95, 1. OC I, pg. 743.
Y tal es el modo que tomó, haciéndose hombre y
muriendo en la cruz. Porque no hay mayor señal de amor que morir un hombre
por sus amigos (cf. Jn 15, 13). Y aun el Señor murió por sus enemigos, por hacerlos
amigos. El cual amor tan excelente no nació de que ellos lo mereciesen, mas de
su excelente bondad.
Audi filia (II), 40, 2. OC I, pg. 620.
Esta es la mayor señal que puede haber de amor, poner
la vida por sus amigos (cf. Jn 15, 13); mas es señal y no igualdad. Pues si tanto te debo por lo que heciste por
mí, ¿qué tanto más te deberé por lo que deseaste hacer? Si tanto es lo público
que ven los ojos de los hombres, ¿qué tanto más es esto que ven los ojos de
Dios solamente? ¡Oh piélago de amor! ¡Oh abismo sin suelo, todo lleno de amor!
¿Quién dudará ya del amor de Cristo? ¿Quién no se tendrá por el más rico del
mundo, pues de tal Señor es amado?
Tratado del amor de Dios, 7. OC I, pg. 963.
La primera condición para gozar de Cristo: amor
Dei super omnia[4], y cumplir lo que
manda. Si vis ad vitam ingredi serva mandata[5]
(cf.
Mt 19, 17), etc. Estos son diez, Explica singula[6],
y
todos se reducen a dos. El del prójimo es por Dios, y así, el primero de todos
es amar a Dios. Este amor ha de ser como el de dos amigos. Ideo
vos amici mei eritis, si feceritis quae ego praecipio vobis[7]
(cf. Jn 15, 14). Salvo que el uno es inferior
respecto del otro, que es superior; y así habéis de amar a Dios como a supremo
Señor. Y notá que no pide amor de afecto, sino de voluntad; y este es el
principal, y el otro ha de ser accesorio.
Seréis mis amigos si guardáis mis mandamientos, 1. OC I, pg. 867.
Pues, como dice el Señor, a
vosotros he llamado amigos, porque os he declarado las cosas que yo oí de mi
Padre (Jn 15, 15). Y así como al sacerdote se le ha de preguntar la Ley del
Señor, porque es mensajero suyo, según Malaquías dice (cf. Mal 2, 7), así
también se le ha de preguntar qué es la voluntad de Dios que se haga en esto o
en aquello, como a persona que tiene con el Señor particular amistad y
particular trato, y que se cree que no dejará el Señor de decirle cosa que
desee saber para el bien de sus prójimos.
Tratado sobre el sacerdocio, 9. OC I, pg. 914.
Contad por vuestro el mal estado en que estábades,
y contad al infierno por lugar debido a vuestros merecimientos, que lo que
demás de esto es a Dios y a su gracia es conocer por deudora. Oíd lo que dice
el Señor a sus amados discípulos y a nosotros en ellos: No
vosotros me escogisteis a mí, mas yo a vosotros (Jn 15, 16). Mirad lo que dice
el apóstol San Pablo: Justificados sois de balde por la gracia de
Dios, por la redención que está en Jerusalén (Rm 3, 24). Y asentad en vuestro
corazón que así como tenéis de Dios el ser, sin que atribuyáis
a Dios gloria de ello, así tenéis de Dios el ser algo delante de sus ojos, todo para gloria
y traed en la lengua y en el corazón lo que dice San Pablo: Por
gracia de Dios soy el que soy (1 Cor 15, 10).
Audi filia (I), II, 41. OC I, pg. 455.
Que lo que demás de esto tenéis, a Dios y a su
gracia os conoced por deudora. Oíd lo que dice el Señor a sus amados
discípulos, y a nosotros en ellos: No vosotros escogisteis a mí, mas yo a
vosotros (Jn 15, 16). Mirad lo que dice el apóstol San Pablo: Justificados
sois de balde por la gracia de Dios, por la redempción que está e Jesucristo (Rm 3, 24). Y
asentad en vuestro corazón que, así como tenéis de Dios el ser, sin que
atribuyáis a vos gloria de ello, así tenéis de Dios el buen ser; y lo uno y lo
otro para gloria suya. Y traed en la lengua y el corazón lo que dice San Pablo:
Por la gracia de Dios soy lo que soy (1 Cor 15, 10).
Audi, filia (II), cap. 66, 4. OC I, gol.
675.
-¿Y quién está en Cristo? – Ya lo hemos dicho
atrás. Dice San Juan: Si guardáredes mis mandamientos, permaneceréis
en mí (Jn 15, 10). Aquel es miembro de Cristo, que guarda sus palabras.
Lecciones sobre 1 San Juan (I), 17. OC II, pg.
260.
Él lo dijo: Si praecepta mea servaveritis,
manebitis in dilectione mea, sicut et ego praecepta Partris mei servavi, et
maneo in eius dilectione[8]
(Jn
15, 10). Este seguro estará que no será condenado en el juicio.
Lecciones sobre 1 San Juan (II), 17. OC II,
pg. 415.
¿Qué hizo en el sermón de la cena, sino desengañar
gente engañada? Este es mi mandamiento: que os améis unos a
otros como yo os amé (Jn 15, 132). Y amónos tanto, que murió por
nosotros en una cruz.
Lecciones sobre 1 San Juan (I), 7. OC II, pg.
160.
Pues sabed que hemos de imitar a Cristo y hemos de
andar como Él anduvo. Lo primero en obras, lo otro en padecer. Él dijo: Aprended
de mí, que soy manso y humilde de corazón (Mt 11, 29). Este es mi
mandamiento, que os améis unos a otros como yo os amé (Jn 15, 12).
Lecciones sobre 1 San Juan (I), 8. OC II, pg.
172.
Entre todos los mandamientos le llama Dios a este
“mi mandamiento”: Este es mi mandamiento: que os améis unos a
otros (Jn 15, 12). Esta es la palabra que más veces repetía San Juan, y no
nos haría mal a nosotros, los predicadores, que deprendiésemos[9]
de este glorioso evangelista y apóstol a encomendar a las gentes este
mandamiento: que en gran manera tenga cuenta con él.
Lecciones sobre 1 San Juan (I), 21. OC II, pg.
296.
¿No es cosa de decir el poco cuidado que tenemos de
los prójimos, habiéndonos dicho Jesucristo: Este es mi mandamiento: que os
améis unos a otros como yo os amé (Jn 15, 12); y en
esto os conocerán si sois mis discípulos, si hay amor entre vosotros? (Jn 13, 35). El
que errare en este mi mandamiento, de tener amor y entrañas de piedad con el
prójimo, perdido va. Plega a Dios que nos dé su gracia para que siempre las
tengamos; para que, después de esta vida, vayamos con Él a gozar de su gloria.
La cual nos dé por su infinita bondad. Amen.
Lecciones sobre 1 San Juan (I), 23. OC II, pg.
329.
Charissimi, novum mandatum[10]
(1
Jn 2, 7). – Es muy usada la habla del amor en San Juan; que aun de él se dice
que, siendo ya viejo, lo llevaban en una silla a la iglesia a predicar, y en el
camino, donde paraban, luego decía: Hijuelos, amaos. Y, preguntado por qué
encargaba tanto esto, decía que porque era el mandamiento de nuestro Señor: Hoc
est mandatum meum, ut diligatis invicem[11]
(Jn
15, 12).
Lecciones sobre 1 San Juan (I), 9. OC II, pg.
370.
In hoc manifesti sunt, filii Dei et filii
diaboli. Omnis qui non facit iustitiam, non est ex Deo, et qui non diligit
fratrem suum[12]. – Prosigue lo que
comenzó atrás del amor del prójimo, como persona enseñada del celestial
Maestro, el cual dijo: Hoc est mandatum meum, ut diligatis invicem[13]
(Jn
15, 12).
Lecciones sobre 1 San Juan (II), 21. OC II,
pg. 432.
Todo esto habla el glorioso Sant Juan en la
declaración del amor de los prójimos. Que este es su tema: Ut
diligatis invicem[14](Jn 15, 12.17).
Ayer vimos en la lección cómo nos manda Dios que amemos a nuestros prójimos con
obra, deciéndonos que, si vemos a nuestros prójimos en necesidad y cerramos las
entrañas a ellos, no mora en nosotros, el amor de Dios.
Lecciones sobre 1 San Juan (I), 24. OC II, pg.
330.
Nosotros también, a semejanza de Él, debemos
poner nuestras vidas por nuestros hermanos. Mucho pide y mucho dice, porque
ninguna cosa, fuera de la gloria del cielo, nos deja retener, que no ofrezcamos
por nuestros prójimos, como Él hizo. Ánima, en la Escriptura, las más veces
se toma por vida. Maiorem dilectionem nemo habet quam ut animam
suam ponat pro amicis suis[15].
Lecciones sobre 1 San Juan (II), 22. OC II,
pg. 438.
Y aunque la soberbia de estos inventores de errores
sea tan grande que parece no poder más subir, pues adoran como a ídolos sus
pareceres y desprecian toda la Iglesia con sus santos varones, mártires,
confesores y doctores, cuya vida ha sido muy excelente y más que humana, hechos
familiares a Dios y declarados por sus amigos con muchos y diversos milagros, y
de altos ingenios ejercitados en la divina Escriptura (cf. Jn 15, 15).
Causas y remedios de las herejías, 20. OC II, pg. 544.
El humilde no vuelve por su honra. El manso ama. Mi
mandamiento es este: que os améis unos a otros. (Jn 14, 12). Porque, como Dios
es caridad, convierte en caridad y fuego de amor a quien lo ama, como el fuego
a la leña. Y el humilde no se indigna, aunque lo menos precien y aborrezcan los
hombres.
Domingo 19 después de Pentecostés. OC III, pg. 292.
Ten compasión y con esto haz las obras de
misericordia (cf. Jn 13, 34; 15, 12). ¿Qué te aprovecha llorar con tu prójimo?
NO hagas mal a la viuda, ni al huérfano, ni al pobre.´
Domingo 21 después de pentecostés. OC III, pg. 306.
Si tenéis frío de ciciones[16],
por falta de caridad con vuestros prójimos, comed de este árbol divino, y
seréis sanos; la cual [hoja] es: Amaos como yo os amé (Jn 15, 12). Y de
esta manera, si conociéredes vuestras enfermedades y entre las hojas de sus
palabras buscáredes las recetas convenientes, si las quisiéredes poner en obra
con su gracia, cierto, experimentaréis que las hojas de este árbol de
vida dan salud a las gentes.
Santísimo Sacramento, 45, 16. OC III,
pg. 599.
Mi mandamiento es este: que os améis unos a
otros, así como yo os amé (Jn 15, 12). De donde parece pues Jesucristo
nuestro Señor es más cercano, en cuanto hombre, a la Divinidad, fuego infinito
de amor, y tiene alteza sobre todos los hombres y sobre todos los ángeles, ha
de ser mayor que todos ellos en el amor, pues lo es en la santidad y en la
cercanía con Dios.
En la Infraoctava del Corpus, 50, 2. OC III, pg.
643.
Veis aquí que es comulgar. Tanto tenéis de buen
cristiano, cuanto tenéis de la condición de Jesucristo. Deprended
de mí, que soy humilde y manso de corazón (Mt 11, 29). Deprended del amor
que os tengo: Este es mi mandamiento, que os améis unos a otros de la
manera que yo os amé (Jn 15, 12). ¿Qué es eso, sino tener su corazón?
Octava del Corpus, 57, 20. OC III,
pg. 776.
-¿Qué haréis, Señor, que no hay cuerda que lleve a
vos gente tan desagradecida? El yugo rompen; de vos se olvidan días sin cuento
– Yo los atraeré – dice Dios – con
prisiones[17] de amor. - ¿Y qué son estas
sino los beneficios que Dios nos hizo descendiendo del cielo, haciéndose
nuestro hermano y trabajando y muriendo por nos? Estas cadenas son prisiones
hechas con amor, y tal amor que no lo hay mayor, pues quiso dar su vida por el
bien de los que amó?
Santísimo Sacramento, 42, 3. OC III, pg.
566.
Atended, hombres, qué gana tiene de amigos el que
murió, ¡y tal muerte!, por hacer de enemigos amigos y tener a quien amar y le
amasen: Ninguno tiene mayor amor, dijo Él, que
poner su ánima – que quiere decir su vida – por los amigos (Jn 15, 13);
porque, aunque murió por los enemigos, fue a fin de cobrar amigos.
En la infraoctava del Corpus, 30, 3. OC III, pg.
644.
Y pues fueron aquéllos más amigos, a aquellos
reveló sus secretos; que cada uno descubre su corazón a su amigo mejor que a
quien no lo es: Vos autem dixi amicos (Jn 15, 15).
Visitación de la Virgen, 66, 10. OC III, pg.
891.
Frasis es de la Sagrada Escriptura, ut
ait Dominus: Non vos me elegiste, sed ego elegi vos (Jn 15, 16). Que
cuando uno hace algo por la gracia de Dios, dícese Dios hacerlo y no el hombre,
porque el hombre no tiene fuerza de sí para desechar el mundo si no se la da
Dios. Por eso dice: Non vos me elegiste, sed ego elegi vos. Ansí que la
penitencia obra es de Dios y no del hombre. Quiere decir que por mucho que
trabajemos, si la mano de Dios no anda por nuestras entrañas, por demás nos es
pensar que haremos penitencia que nos aproveche. El que mortalmente peca, en un
pozo se echa hondo, de donde no podrá salir si Dios con su misericordia no le
da la mano y lo saca.
Miércoles de ceniza, 1. OC III, pg. 103.
Él les influye virtud, movimiento y espiritual
sentido, a semejanza de la cabeza corporal a su cuerpo. Él habla en ellos, como
lo testifica san Pablo, diciendo: ¿Por ventura queréis tomar experiencia de que
Cristo habla en mí? (2 Co 13, 3). Y el Señor dijo a los suyos: No
vosotros elegistes a mí, mas yo escogí a vosotros (Jn 15, 16).
Santísimo Sacramento, 40, 17. OC III, pg.
539.
No se engañe nadie pensando que se enamora Dios de
donaires y niñerías o que han de reinar con Él cualesquiera. El favor de Dios
es para los amadores de los trabajos. No ha de reinar sino el crucificado, para
que los hombres sepan que, pues acá les pide tanto, aquel reino no es como
quiera, sino muy abundante en riqueza y descanso, pues es Dios su joya, y se
esfuercen con nuevos alientos a despreciar todo descanso presente y sufrir todo
trabajo. ¿Qué quiere vuestra merced que haga nuestro Señor, sino lo que con sus
amados hijos hace y hará? ¿Qué quiere que haga, sino tratarla como el Padre
suyo lo trató a Él? Como el Padre me amó, os amo Yo a vosotros, dijo Él (Jn 15,
9). Pues quien se parare a mirar el tratamiento de tal Padre a tal Hijo,
sufrirá con paciencia el suyo, por áspero que parezca.
A una señora. OC IV, pg. 143.
Estemos muy aparejados y sin resistencia para que
nosotros, tiernos por el amor, que hace derretirse en oyendo hablar al Amado (cf. Ct 5, 6),
estemos muy aparejados y sin resistencia para que Cristo imprima en nosotros la
imagen que Él quiere; y la que quiere es la del mismo Cristo, que es la del
amor; porque Cristo es el mismo amor, y Él nos mandó que nos
amásemos como Él nos amó (Jn 15, 12).
A una persona religiosa. OC IV, pg. 519.
Y aunque tenga deseos y obras, no se contenta si no
han florecido las granadas, que quiere decir si tiene
deseos de derramar la sangre por Jesucristo; porque aquello es darle
verdaderamente el amor, pues ninguno lo tiene mayor que dar su vida por
quien ama (cf. Jn 15, 13). Y aunque demos la vida por Cristo, aún es poco,
debemos desear tener muchas, para darlas todas por él, pues una sola que Él por
nos dio, vale más que todas las de los hombres y ángeles.
A una señora. OC IV, pg. 472.
San Oscar Romero.
Hermanos, lo que puede estorbarnos en nuestro amor son estos sentidos
de pequeñez, de mezquindad, de egoísmo, de discriminación. Aquel sí, aquel no;
ustedes sí, ustedes no. Son los hombres los que han marcado fronteras en los
pueblos de la tierra. Son los hombres los que discriminan las razas unas de
otras. Dios no discrimina a nadie. Ojalá tuviéramos un corazón tan amplio como
el de Dios para no discriminar y un corazón tan humilde como el de Pedro, para
no dejarnos endiosar. Esto estorba, esto hace mal. Cuando la política endiosa,
cuando el dinero endiosa y los hombres que están arriba en política o en poder
económico, se creen dioses para despreciar a los otros, entonces es cuando
están las raíces del mal como lo están en nuestra pobre sociedad. Es necesario
retornar a la sencillez de Pedro por más rico que lo sentían, dueño nada menos
que de Dios. "No, yo soy como todos los demás y el don que Dios me ha dado
es para compartirlo con todos". Vamos a compartirlo y a convivirlo, el
Espíritu de Dios se dará también a ustedes.
Homilía, 20 de mayo de 1979.
Papa Francisco. Regina Coeli. 10 de
mayo de 2015
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy —san Juan, capítulo 15— nos
vuelve a llevar al Cenáculo, donde escuchamos el mandamiento nuevo de Jesús.
Dice así: «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os he
amado» (v. 12). Y, pensando en el sacrificio de la cruz ya inminente, añade:
«Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros
sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando» (vv. 13-14). Estas palabras,
pronunciadas durante la última Cena, resumen todo el mensaje de Jesús; es más, resumen
todo lo que Él hizo: Jesús dio la vida por sus amigos. Amigos que no lo habían
comprendido, que en el momento crucial lo abandonaron, traicionaron y renegaron.
Esto nos dice que Él nos ama aun sin ser merecedores de su amor: ¡así
nos ama Jesús!
De este modo, Jesús nos muestra el camino para
seguirlo, el camino del amor. Su mandamiento no es un simple precepto,
que permanece siempre como algo abstracto o exterior a la vida. El mandamiento
de Cristo es nuevo, porque Él, en primer lugar, lo realizó, le dio carne, y así
la ley del amor se escribe una vez para siempre en el corazón del hombre (cf.
Jer 31, 33). Y ¿cómo está escrita? Está escrita con el fuego del Espíritu
Santo. Y con este mismo Espíritu, que Jesús nos da, podemos caminar también
nosotros por este camino.
Es un camino concreto, un camino que nos conduce a
salir de nosotros mismos para ir hacia los demás. Jesús nos mostró que el amor
de Dios se realiza en el amor al prójimo. Ambos van juntos. Las páginas
del Evangelio están llenas de este amor: adultos y niños, cultos e ignorantes,
ricos y pobres, justos y pecadores han tenido acogida en el corazón de Cristo.
Por lo tanto, esta Palabra del Señor nos llama a
amarnos unos a otros, incluso si no siempre nos entendemos y no siempre estamos
de acuerdo… pero es precisamente allí donde se ve el amor cristiano. Un
amor que también se manifiesta si existen diferencias de opinión o de carácter,
¡pero el amor es más grande que estas diferencias! Este es el amor que nos ha
enseñado Jesús. Es un amor nuevo porque lo renueva Jesús y su Espíritu. Es un
amor redimido, liberado del egoísmo. Un amor que da alegría a nuestro corazón,
como dice Jesús mismo: «Os he hablado de esto para que mi alegría esté en
vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud» (v. 11).
Es precisamente el amor de Cristo, que el Espíritu
Santo derrama en nuestros corazones, el que realiza cada día prodigios en la
Iglesia y en el mundo. Son muchos los pequeños y grandes gestos que obedecen al
mandamiento del Señor: «Que os améis unos a otros, como yo os he amado» (cf.
Jn15, 12). Gestos pequeños, de todos los días, gestos de cercanía a un anciano,
a un niño, a un enfermo, a una persona sola y con dificultades, sin casa, sin
trabajo, inmigrante, refugiada… Gracias a la fuerza de esta Palabra de Cristo,
cada uno de nosotros puede hacerse prójimo del hermano y la hermana que
encuentra. Gestos de cercanía, de proximidad. En estos gestos se manifiesta
el amor que Cristo nos enseñó.
Que en esto nos ayude nuestra Madre Santísima, para
que en la vida cotidiana de cada uno de nosotros el amor de Dios y el amor del
prójimo estén siempre unidos.
Papa Francisco. Regina Coeli. 6 de
mayo de 2018.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este tiempo pascual, la Palabra de Dios continúa
indicándonos estilos de vida coherentes para ser la comunidad del Resucitado.
Entre estos, el Evangelio de hoy presenta el mandato de Jesús: «Permaneced en
mi amor» (Juan 15, 9): permanecer en el amor de Jesús. Habitar en la corriente
del amor de Dios, tomar demora estable, es la condición para hacer que nuestro
amor no pierda por el camino su ardor y su audacia. También nosotros, como
Jesús y en Él, debemos acoger con gratitud el amor que viene del Padre y
permanecer en este amor, tratando de no separarnos con el egoísmo y el pecado.
Es un programa arduo pero no imposible.
Primero es importante tomar conciencia de que el
amor de Cristo no es un sentimiento superficial, no, es una actitud
fundamental del corazón, que se manifiesta en el vivir como Él quiere.
Jesús, de hecho, afirma: «Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi
amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su
amor» (v. 10). El amor se realiza en la vida de cada día, en las actitudes,
en las acciones; de otra manera es solamente algo ilusorio. Son palabras,
palabras, palabras: eso no es el amor. El amor es concreto, cada día. Jesús nos
pide cumplir sus mandamientos, que se resumen en esto: «que os améis los unos a
los otros como yo os he amado» (v. 12).
¿Cómo hacer para que este amor que el Señor
resucitado nos dona pueda ser compartido por los demás? En más de una
ocasión Jesús ha indicado quién es el otro a quien hay que amar, no con
palabras, sino con los hechos. Es aquel que encuentro en mi camino y que, con
su rostro y su historia, me interpela; es aquel que, con su misma presencia, me
impulsa a salir de mis intereses y de mis seguridades; es aquel que espera mi
disponibilidad a escuchar y a hacer una parte de camino juntos. Disponibilidad
hacia cada hermano y hermana, sea quien sea y en cualquier situación que se
encuentre, empezando por quien está cerca de mí en la familia, en la comunidad,
en el trabajo, en la escuela... De esta manera, yo permanezco unido a
Jesús, su amor puede alcanzar al otro y atraerlo a sí, a su amistad. Y este
amor por los demás no se puede reservar a momentos excepcionales, sino que se
debe convertir en la constante de nuestra existencia. Es por esto que somos
llamados, por ejemplo, a cuidar de los ancianos como un tesoro precioso y con
amor, incluso si crean problemas económicos y dificultades, pero debemos
cuidarlos. Es por esto que a los enfermos, también si están en la última etapa,
debemos dar toda la asistencia posible. Por eso los no nacidos deben ser
siempre acogidos; por esto, en definitiva, la vida debe ser siempre tutelada
desde la concepción hasta su ocaso natural. Y esto es amor. Nosotros somos
amados por Dios en Jesucristo, que nos pide amarnos como Él nos ama. Pero eso
no podemos hacerlo si no tenemos en nosotros su mismo Corazón.
La eucaristía, a la cual estamos llamados a
participar cada domingo, tiene el fin de formar en nosotros el Corazón de
Cristo, de tal forma que toda nuestra vida sea guiada por sus actitudes
generosas. Que la Virgen María nos ayude a permanecer en el amor de Jesús y a
crecer en el amor hacia todos, especialmente los más débiles, para corresponder
plenamente a nuestra vocación cristiana.
Papa Francisco. Regina Coeli. 9 de
mayo de 2021.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el Evangelio de este domingo (Jn 15,9-17),
Jesús, después de haberse comparado a Sí mismo con la vid y a nosotros con los
sarmientos, explica cuál es el fruto que dan quienes permanecen unidos a Él:
este fruto es el amor. Retoma una vez más el verbo clave: permanecer.
Nos invita a permanecer en su amor para que su alegría esté en nosotros y
nuestra alegría sea plena (vv. 9-11). Permanecer en el amor de Jesús.
Nos preguntamos: ¿cuál es este amor en el que
Jesús nos dice que permanezcamos para tener su alegría? ¿Cuál es este amor?
Es el amor que tiene origen en el Padre, porque «Dios es amor» (1Jn
4,8). Este amor de Dios, del Padre, fluye como un río en el Hijo Jesús, y a
través de Él llega a nosotros, sus criaturas. De hecho, Él dice: «Como el Padre
me ama, así os amo yo a vosotros» (Jn 15,9). El amor que Jesús nos dona es
el mismo con el que el Padre lo ama a Él: amor puro, incondicionado, amor
gratuito. No se puede comprar, es gratuito. Donándonoslo, Jesús nos trata como
amigos —con este amor—, dándonos a conocer al Padre, y nos involucra en su
misma misión por la vida del mundo.
Y además, podemos preguntarnos: ¿qué hemos de
hacer para permanecer en este amor? Dice Jesús: «Si cumplís mis
mandamientos, permaneceréis en mi amor» (v. 10). Jesús resumió sus mandamientos
en uno solo, este: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado» (v.
12). Amar como ama Jesús significa ponerse al servicio, al servicio de
los hermanos, tal como hizo Él al lavar los pies de los discípulos. Significa
también salir de uno mismo, desprenderse de las propias seguridades humanas,
de las comodidades mundanas, para abrirse a los demás, especialmente a quienes
tienen más necesidad. Significa ponerse a disposición con lo que somos y lo
que tenemos. Esto quiere decir amar no de palabra, sino con obras.
Amar como Cristo significa decir no a otros
“amores” que el mundo nos propone: amor al dinero —quien ama el dinero no ama
como ama Jesús—, amor al éxito, a la vanidad, al poder… Estos caminos
engañosos de “amor” nos alejan del amor al Señor y nos llevan a ser cada vez
más egoístas, narcisistas, prepotentes. La prepotencia conduce a una
degeneración del amor, a abusar de los demás, a hacer sufrir a la persona amada.
Pienso en el amor enfermo que se transforma en violencia —¡y cuántas mujeres
son víctimas de la violencia hoy en día!—. Esto no es amor. Amar como
ama el Señor quiere decir apreciar a la persona que está a nuestro lado y
respetar su libertad, amarla como es, no como nosotros queremos que sea,
como es, gratuitamente. En definitiva,
Jesús nos pide que permanezcamos en su amor, que habitemos en su amor, no en
nuestras ideas, no en el culto a nosotros mismos. Quien habita en el culto
de sí mismo, habita en el espejo: siempre está mirándose. Jesús nos pide que abandonemos
la pretensión de dirigir y controlar a los demás. No debemos controlarlos,
sino servirlos. Abrir el corazón a los demás: esto es amor, donarnos a ellos.
Queridos hermanos y hermanas, ¿a dónde conduce
este permanecer en el amor del Señor? ¿A dónde nos conduce? Nos lo ha dicho
Jesús: «Para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea plena» (v.
11). El Señor quiere que la alegría que Él posee, porque está en
comunión total con el Padre, esté también en nosotros en cuanto unidos a Él. La
alegría de sabernos amados por Dios a pesar de nuestras infidelidades nos hace
afrontar con fe las pruebas de la vida, nos hace atravesar las crisis para
salir de ellas siendo mejores. Ser verdaderos testigos consiste en vivir
esta alegría, porque la alegría es el signo característico del verdadero
cristiano. El verdadero cristiano no es triste, tiene siempre esa alegría
dentro, incluso en los malos momentos.
Que la Virgen María nos ayude a permanecer en el
amor de Jesús y a crecer en el amor hacia todos testimoniando la alegría del
Señor resucitado.
Benedicto XVI. Regina Coeli. 21 de
mayo de 2006.
Queridos hermanos y hermanas:
El libro de los Hechos de los Apóstoles refiere que
Jesús, después de su resurrección, se apareció a los discípulos durante
cuarenta días y después "subió al cielo ante sus ojos" (Hch 1,
9). Es la Ascensión, fiesta que celebraremos el jueves 25 de mayo, aunque en
algunos países ha sido trasladada al próximo domingo. El significado de este
último gesto de Cristo es doble. Ante todo, al subir al cielo revela de modo
inequívoco su divinidad: vuelve
al lugar de donde había venido, es decir, a Dios, después de haber cumplido su
misión en la tierra. Además, Cristo sube al cielo con la humanidad que
asumió y que resucitó de entre los muertos:
esa humanidad es la nuestra, transfigurada, divinizada, hecha eterna.
Por tanto, la Ascensión revela la "grandeza de la vocación"
(Gaudium et spes, 22) de toda persona humana, llamada a la vida eterna en el
reino de Dios, reino de amor, de luz y de paz.
En la fiesta de la Ascensión se celebra la Jornada
mundial de las comunicaciones sociales, querida por el concilio Vaticano II y
que ya ha llegado a su cuadragésima edición. Este año tiene por tema: "Los medios de comunicación social: red de comunicación, comunión y
cooperación". La Iglesia mira con atención a los medios de comunicación,
porque constituyen un vehículo importante para difundir el Evangelio y
favorecer la solidaridad entre los pueblos, atrayendo su atención hacia los
grandes problemas que aún los marcan profundamente.
Hoy, por ejemplo, con la iniciativa "El mundo
en marcha contra el hambre" (Walk the World), promovida por el Programa
mundial de alimentación de las Naciones Unidas, se quiere sensibilizar a los
Gobiernos y a la opinión pública sobre la necesidad de una acción concreta y
tempestiva para garantizar a todos, especialmente a los niños, la
"libertad del hambre". Con la oración, estoy cerca de esta
manifestación, que se celebra en Roma y en otras ciudades de cerca de cien
países.
Deseo vivamente que, gracias a la contribución de
todos, se supere la plaga del hambre que aún aflige a la humanidad, poniendo en
grave peligro la esperanza de vida de millones de personas.
Pienso, en primer lugar, en la urgente y dramática
situación de Darfur, en Sudán, donde persisten grandes dificultades para
satisfacer incluso las necesidades alimentarias fundamentales de la población.
Con el tradicional rezo del Regina caeli
encomendemos hoy a la Virgen María de modo especial a nuestros hermanos
oprimidos por el azote del hambre, a los que acuden en su ayuda y a los que, a
través de los medios de comunicación social, contribuyen a consolidar entre los
pueblos los vínculos de la solidaridad y de la paz. Además, pidamos a la Virgen
que haga fructuoso el viaje apostólico a Polonia que, si Dios quiere, realizaré
del jueves al domingo próximos, en recuerdo del amado Juan Pablo II.
Benedicto XVI. Regina Coeli. 17 de
mayo de 2009.
Queridos hermanos y hermanas:
Antes de ayer volví de Tierra Santa. Tengo la
intención de hablaros más ampliamente de esta peregrinación el miércoles
próximo, durante la audiencia general. Ahora, quiero sobre todo dar gracias al
Señor, que me concedió realizar este viaje apostólico tan importante. También
doy las gracias a todos los que prestaron su colaboración: al patriarca latino
y a los pastores de la Iglesia en Jordania, en Israel y en los Territorios
palestinos, a los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa, a las autoridades
civiles de Jordania, de Israel y de los Territorios palestinos, a los
organizadores y a las fuerzas del orden. Doy las gracias a los sacerdotes, a
los religiosos y a los fieles que me acogieron con tanto afecto y a todos los
que me acompañaron y apoyaron con su oración. Gracias a todos desde lo más
hondo de mi corazón.
Esta peregrinación a los santos lugares fue también
una visita pastoral a los fieles que viven allí, un servicio a la unidad de los
cristianos, al diálogo con los judíos y los musulmanes, y a la construcción de
la paz. La Tierra Santa, símbolo del amor de Dios a su pueblo y a toda la
humanidad, también es símbolo de la libertad y de la paz que Dios quiere para
todos sus hijos. Pero, de hecho, la historia de ayer y de hoy muestra que
precisamente esta Tierra se ha convertido también en símbolo de lo contrario,
es decir, de divisiones y de conflictos interminables entre hermanos. ¿Cómo es
posible esto? Es justo que este interrogante interpele nuestro corazón, aunque
sabemos que Dios tiene un designio misterioso sobre esa Tierra, adonde —como
escribe san Juan— "envió a su Hijo como víctima de propiciación por
nuestros pecados" (1 Jn 4, 10).
La Tierra Santa ha sido llamada un "quinto
Evangelio", porque allí podemos ver, más aún, palpar la realidad de la
historia que Dios ha realizado con los hombres. Comenzando por los lugares de
la vida de Abraham hasta los lugares de la vida de Jesús, desde la Encarnación
hasta el sepulcro vacío, signo de su resurrección. Sí, Dios ha entrado en esta
tierra, ha actuado con nosotros en este mundo. Pero aquí podemos decir aún más:
la Tierra Santa, por su misma historia, puede considerarse un microcosmos
que resume en sí el camino fatigoso de Dios con la humanidad. Un camino que,
con el pecado, implica también la cruz; y, con la abundancia del amor divino,
también siempre la alegría del Espíritu Santo, la Resurrección ya iniciada; es
un camino entre los valles de nuestro sufrimiento hacia el reino de Dios, reino
que no es de este mundo, pero que vive en este mundo y debe penetrarlo con su
fuerza de justicia y de paz.
La historia de la salvación comienza con la
elección de un hombre, Abraham, y de un pueblo, Israel, pero su intención es la
universalidad, la salvación de todos los pueblos. La historia de la
salvación está marcada siempre por esta mezcla de particularidad y
universalidad. En la primera lectura de hoy vemos bien este nexo: san
Pedro, al ver en la casa de Cornelio la fe de los paganos y su deseo de Dios,
dice: "Está claro que Dios no hace distinciones: acepta al que lo teme y
practica la justicia, sea de la nación que sea" (Hch 10, 34-35). El
objetivo más profundo de todo diálogo interreligioso es temer a Dios y
practicar la justicia, aprender esto y abrir así el mundo al reino de Dios.
No puedo concluir esta oración mariana sin dirigir
mi pensamiento a Sri Lanka, para asegurar mi afecto y mi cercanía espiritual a
los civiles que se encuentran en la zona de los combates, en el norte del país.
Se trata de miles de niños, mujeres y ancianos a los que la guerra ha quitado
años de vida y de esperanza. Al respecto, deseo dirigir una vez más una
apremiante invitación a los beligerantes para que faciliten su evacuación y,
con este fin, uno mi voz a la del Consejo de seguridad de las Naciones Unidas,
que hace algunos días pidió garantías para su incolumidad y seguridad.
Asimismo, pido a las instituciones humanitarias,
incluidas las católicas, que hagan todo lo posible para salir al paso de las
urgentes necesidades alimentarias y médicas de los prófugos. Encomiendo este
querido país a la protección materna de la Virgen santa de Madhu, amada y
venerada por todos los habitantes de Sri Lanka, y elevo mis oraciones al Señor
para que apresure el día de la reconciliación y de la paz.
Benedicto XVI. Regina Coeli. 13 de
mayo de 2012.
Queridos hermanos y hermanas:
Al concluir esta celebración litúrgica, la hora de
la plegaria mariana nos invita a dirigirnos todos espiritualmente ante la
imagen de la Virgen del Consuelo, custodiada en la catedral.
Como Madre de la Iglesia, María santísima siempre
quiere consolar a sus hijos en los momentos de mayor dificultad y sufrimiento.
Y esta ciudad ha experimentado muchas veces su maternal ayuda. Por tanto,
también hoy, encomendemos a su intercesión a todas las personas y las familias
de vuestra comunidad que se encuentran en situaciones de mayor necesidad.
Al mismo tiempo, por intercesión de María, pidamos
a Dios el consuelo moral, para que la comunidad de Arezzo, y toda Italia,
reaccionen ante la tentación del desaliento y, también con la fuerza de la gran
tradición humanística, retomen con decisión la senda de la renovación
espiritual y ética, que es la única que puede llevar a una auténtica mejora de
la vida social y civil. Cada uno, en esto, puede y debe dar su contribución.
¡Oh María, Virgen del Consuelo, ruega por nosotros!
Francisco. Catequesis. Vicios y
virtudes. 15. La vida de gracia según el Espíritu.
Queridos hermanos y hermanas:
En las catequesis pasadas
reflexionamos sobre las cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia,
fortaleza y templanza. Hoy nos acercamos a las tres virtudes teologales,
que son la fe, la esperanza y la caridad. Se denominan teologales porque son
infundidas por Dios y se viven en la relación con Él. Estas virtudes nos dan
una especial asistencia del Espíritu Santo para poder seguir las huellas de
Jesús en nuestra vida cotidiana.
El Espíritu Santo nos ayuda a
distinguir claramente el bien del mal y a tener la fuerza para optar por el
bien.
En el deseo de hacer lo correcto, sin embargo, podemos caer en la
autosuficiencia o en el voluntarismo. Pero si nos abrimos con humildad al
Espíritu Santo, Él reaviva en nosotros las virtudes teologales. Así, cuando
perdemos la confianza, Dios aumenta nuestra fe; cuando nos desalentamos,
despierta en nosotros la esperanza; y cuando nuestro corazón se enfría, Él lo
enciende en el fuego de su amor.
MISA DE NIÑOS.
ASCENSIÓN DEL SEÑOR.
Monición de entrada.
Buenos días.
Como a los primeros amigos de Jesús, también a nosotros
nos ha llamado Jesús a la Iglesia.
La iglesia es como la montaña donde Jesús nos habla y
está con nosotros.
Aquí hoy recordamos cuando él subió al cielo para estar
con su Papá.
Y envió a sus amigos a contar lo que les había pasado
estando con Él.
Señor, ten
piedad.
Tú que estás por encima de todo. Señor, ten piedad.
Tú que acercas a todas las personas a Dios. Cristo, ten
piedad.
Tú que estás al lado del Padre para rezar por nosotros.
Señor, ten piedad.
Peticiones.
-Por el Papa Francisco para que siempre te sienta muy
querido por ti Te lo pedimos Señor.
-Por la Iglesia, para que siga la tarea que tú le
mandaste de anunciarte. Te lo pedimos Señor.
-Por las personas que mandan para que hagan que todas las
niñas y niños tengamos paz Te lo pedimos, Señor.
-Por las personas que están enfermas, para que tengan
siempre personas que cuiden de ellas. Te lo pedimos, Señor.
-Por nosotros para que comprendamos que contigo somos las
niñas y los niños más felices del mundo. Te lo pedimos Señor.
Acción de gracias.
Virgen María, hoy
dejaste de ver a Jesús. Sin embargo no te enfadaste, sino que ayudaste a sus
amigos a que cada día te sintiesen en su corazón y sintiesen que estabas cada
vez que iban a misa.
EXPERIENCIA.
Mira el vídeo https://www.youtube.com/watch?v=FFt4Eetik_k Solo te pide una cosa.
En un folio en blanco
escribe tu frase.
Pregúntate: ¿qué puedo
hacer yo para saciar la sed de… (personas cercanas que tienen sed de ser
queridas?
REFLEXIÓN.
Lee el evangelio de este
domingo.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 15, 9-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-Como el Padre me ha
amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos,
permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi
Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté
en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que
os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el
que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os
mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a
vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a
conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido
y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De
modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os
améis unos a otros.
Lee pausadamente el texto.
Imagínate sentado a la mesa con
los apóstoles. Fija los ojos en Jesús.
¿Cómo te ama Jesús?
¿Quién eres tú para Jesús?
¿Qué te pide Jesús?
Recuerda las personas a las que
en tu vida has dado de beber con tu presencia, apagando la sed de soledad.
COMPROMISO.
Piensa en lo que necesitan quienes forman
parte de tu familia y tu calle (¿un buenos días?).
Proponte ayudar a una de ellas, o esmerarte
más con ella.
CELEBRACIÓN.
Escucha la canción de
Kairoi Como el Padre me amó. https://www.youtube.com/watch?v=NamgwwSCsKc
BIBLIOGRAFÍA.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal
Española. BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Biblia
del Peregrino. Edición de Luis Alonso Schökel. EGA-Mensajero.
Bilbao. 1995.
Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego
de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.
Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia
Católica. BAC. Madrid. 2016.
Secretariado Nacional de Liturgia. Libro de
la Sede. Primera
edición: 1983. Coeditores Litúrgicos. Barcelona. 2004.
Robinson, Jame M.; Hoffmann Paul y John S., Kloppenborg. El Documento
Q. Ediciones Sígueme. Salamanca. 2004.
Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios
de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio
Agustiniano. Valladolid. 1986.
Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por
los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 2. Evangelio según san Marcos. Ciudad
Nueva. Madrid. 2009.
Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por
los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 3. Evangelio según san Lucas. Ciudad
Nueva. Madrid. 2006.
Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por
los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 4a. Evangelio según san Juan
(1-10). Ciudad Nueva. Madrid. 2012.
San Juan de Ávila. Obras Completas i. Audi, filia – Pláticas –
Tratados. BAC. Madrid. 2015.
San Juan
de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma –
Tratados y escritos menores. BAC.
Madrid. 2013.
San Juan de Ávila. Obras Completas III.
Sermones. BAC. Madrid. 2015.
San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.
[1] Perfidia: 1.
Deslealtad, traición o quebrantamiento de la fe debida. www.rae.es
[2] Longanimidad: 1.
Grandeza y constancia de ánimo en las adversidades. www.rae.es
[3] Encarecer: Ponderar,
alabar mucho. Ib.
[4] El amor de Dios sobre
todo. Traducción editor.
[5] Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Traducción
Biblia CEE.
[6] Explicar cada uno.
Traducción editor.
[7] Por eso, vosotros
seréis mis amigos, si hacéis lo que os mando.
[8] Si guardáis mis
mandamientos permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos
de mi Padre y permanezco en su amor. Ib.
[9] Deprender: 1. Verbo
transitivo poco usado. Aprender. www.rae.es
[10] Carísimos, un
mandamiento nuevo. Trad. editor.
[11] Este es mi mandamiento,
que os améis unos a otros. Ib.
[12] La distinción entre los
hijos de Dios y los del diablo es esta: quien no practica la justicia y quien
no ama a su hermano, no es Dios (1 Jn 3, 10). Ib.
[13] Este es mi mandamiento,
que os améis unos a otros. Ib.
[14] Que os améis unos a
otros. Ib.
[15] Nadie tiene amor más
grande que el que da su vida por los amigos. Ib.
[16] Cición: 2. Calentura
intermitente que entra con frío. o.c.
[17] Prisión: 6. Aquello que
une estrechamente las voluntades y afectos. Id.
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