Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 4, 8-12
En aquellos días, lleno de Espíritu Santo, Pedro dijo:
-Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un
enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre;
quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de
Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó
de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano antes vosotros. Él
es “la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha
convertido en piedra angular”; no hay salvación en ningún otro, pues bajo el
cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos.
Textos
paralelos.
Pedro, lleno del Espíritu Santo.
Hch 2, 14: Pedro se puso en pie
con los once y alzando la voz les dirigió las palabras: Judíos y vecinos todos
de Jerusalén, sabedlo bien y prestad atención a lo que os digo.
Hch 1, 8: Pero recibiréis la
fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis testigos míos en
Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo.
Puesto que, con motivo de
una obra buena.
Lc 1, 15: Será grande a juicio
del Señor; no beberá vino ni licor. Estará lleno de Espíritu Santo desde el
vientre materno.
Hch 2, 22: Israelitas, escuchad
mis palabras. Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante vosotros
con los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por su medio, como bien
sabéis.
El nombre de Jesucristo,
el Nazoreo.
Hch 3, 6: Pero Pedro le dijo:
Plata y oro no tengo, pero lo que tengo te lo doy: en nombre de Jesucristo, el
Nazareno, echa a andar.
Hch 3, 16: Porque ha creído en
su nombre, este que conocéis y estáis viendo ha recibido de ese nombre vigor, y
la fe obtenida de él le ha dado salud completa en presencia de todos vosotros.
Hch 2, 23-24: A este, entregado
según el plan previsto por Dios, lo crucificasteis por mano de gente si ley y
le disteis muerte. Pero Dios, liberándolo de los rigores de la muerte, lo
resucitó, pues la muerte no podía retenerlo.
Él es la piedra que
vosotros, los constructores, habéis despreciado.
Sal 118, 22: La piedra que
desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Mt 21, 42: Jesús les dice: ¿No
habéis leído nunca la Escritura: La piedra que desecharon los arquitectos es
ahora la piedra angular: es el Señor quien lo ha hecho y nos parece un milagro?
1 P 2, 4: El es la piedra viva,
desechada por los hombres, escogida y estimada por Dios.
1 P 2, 7-8: Es preciosa para
vosotros que creéis; en cambio, para los que no creen la piedra que desecharon
los arquitectos es ahora la piedra angular y piedra de tropiezo, roca de
precipicio. En ella tropiezan los que no creen la palabra: tal era su destino.
Notas
exegéticas.
4 10 En los vv. 10-12 seguimos el
antiguo texto occidental.
4 12 El nombre de Jesús significa
Dios salva, Mt 1, 21.
Salmo
responsorial
Salmo 118 (117), 1.8-9.21-23.26.28-29
La
piedra que desecharon los arquitectos
es
ahora la piedra angular. R/.
Dad
gracias al Señor porque es bueno,
porque
es eterna su misericordia.
Mejor
es refugiarse en el Señor
que
fiarse de los hombres,
mejor
es refugiarse en el Señor
que
fiarse de los jefes. R/.
Te
doy gracias porque me escuchaste
y
fuiste mi salvación.
La
piedra que desecharon los arquitectos
es
ahora la piedra angular.
Es
el Señor quien lo ha hecho,
ha
sido un milagro patente. R/.
Bendito
el que viene en nombre del Señor,
os
bendecimos desde la casa del Señor.
Tú
eres mi Dios, te doy gracias;
Dios
mío, yo te ensalzo.
Dad
gracias al Señor porque es bueno,
porque
es eterna su misericordia. R/.
Textos
paralelos.
Dad gracias a
Yahvé, porque es bueno.
Sal 100, 5: El Señor es bueno,
su misericordia es eterna, su fidelidad de edad en edad.
Sal 136, 1: Dad gracias al
Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
La piedra que desecharon
los albañiles.
Is 28, 16: El Señor dice así:
Mirad, yo coloco en Sión una piedra probada, angular, preciosa, de cimiento:
quien se apoya no vacila.
Za 3, 9: Mirad la piedra que se
presentó a Josué: es una y lleva siete ojos. Tiene una inscripción: En un día
removeré la culpa de esta tierra – oráculo del Señor de los ejércitos –.
Za 4, 7: ¿Quién eres tú,
montaña señera? Ante Zorobabel serás allanada. Él sacará la piedra de remate
entre exclamaciones: ¡Qué bella, qué bella!
Mt 21, 42: Jesús les dice: ¿No
habéis leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los arquitectos es
ahora la piedra angular; es el Señor quien lo ha hecho y nos parece un milagro?
Hch 4, 11: El es la piedra
desechada por vosotros, los arquitectos, que se ha convertido en piedra
angular.
Bendito el que entra en
nombre de Yahvé.
Mt 21, 9: La multitud, delante
y detrás de él, clamaba: ¡Hosana al hijo de David! Bendito en nombre del Señor
el que viene. ¡Hosana al Altísimo!
Mt 23, 39: Os digo que a partir
de ahora no volveréis a verme hasta que digáis: Bendito en el nombre del Señor
el que viene.
Notas
exegéticas.
118 Este canto cierra el Hallel, ver
Sal 113. Un invitatorio, vv. 1-4, precede al himno de acción de gracias puesto
en labios de la comunidad personificada, completado con la serie de
responsorios, vv. 19s y 25s, recitados por diversos grupos cuando la procesión
entraba en el Templo. El conjunto se utilizó quizá para la fiesta descrita en
Ne 8, 13-18.
118 23 El templo ha sido
reconstruido. La “piedra angular” (o “clave de bóveda”) que puede convertirse
en “piedra de escándalo” es un tema mesiánico y designará a Cristo.
118 26 A la aclamación ritual del v.
25 (“danos la salvación” Hosanna) los sacerdotes respondían con esta bendición,
que la muchedumbre repitió el día de Ramos. Ha entrado en el Santo de la misa
romana.
Segunda
lectura.
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3, 1-2
Queridos hermanos:
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de
Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos.
Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo
veremos tal cual es.
Textos
paralelos.
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre.
Rm 8, 14-17: Cuantos se dejan
llevar del Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y no habéis recibido un espíritu
de esclavos, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos que nos permite
clamar Abba, Padre. El Espíritu atestigua a nuestro espíritu que somos hijos de
Dios. Si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios, coherederos
con Cristo; si compartimos su pasión, compartiremos su gloria.
Rm 8, 37-39: En todas esas
circunstancias vencemos de sobra gracias al que nos amó. Estoy persuadido de
que ni muerte ni vida, ni ángeles ni potestades, ni presente ni futuro, ni
poderes ni altura ni hondura, ni criatura alguna nos podrá separar del amor de
Dios manifestado en Cristo Jesús nuestro.
Jn 1, 12: Pero a los que la
recibieron los hizo capaces de ser hijos de Dios: a los que creen en él.
Ef 1, 5: Por Jesucristo, según
el designio de su voluntad, nos predestinó a ser sus hijos adoptivos.
Porque no le reconoció a
él.
Jn 15, 21: Todo eso os lo harán
a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.
Jn 16, 3: Y eso lo harán porque
no conocen al Padre ni a mí.
Jn 17, 25: Padre justo, el
mundo no te ha conocido; yo te he conocido y estos han conocido que tú me
enviaste.
Sabemos que, cuando se
manifieste, seremos semejantes a él.
Col 3, 4: Cuando se manifieste
Cristo, vuestra vida, entonces vosotros apareceréis gloriosos junto a él.
Flp 3, 21: El cual transformará
nuestro cuerpo humilde en la forma de su cuerpo glorioso, con la eficacia con
que puede someterse todo.
Rm 8, 29: A los que escogió de
antemano los destinó a reproducir la imagen de su Hijo, de modo que fuera él el
primogénito de muchos hermanos.
1 Co 13, 12: Ahora vemos como
enigmas en un espejo, entonces veremos cara a cara. Ahora conozco a medias,
entonces conoceré tan bien como soy conocido.
Notas
exegéticas.
3 1 (a) Om.: “pues ¡lo somos! y var.
(Vulgata): “y que lo seamos).
3 1 (b) El verbo “(re) conocer”,
empleado dos veces, no está en perfecto (como en 2, 3-4), sino primero en
presente y después en aoristo, para señalar mejor el aspecto incoativo del
conocimiento. El mundo, incapaz de descubrir en Dios al Padre que nos ha
revelado su amor en su hijo, no puede conocer a los cristianos en su condición
de hijos de Dios.
3 2 (a) Jn distingue dos etapas en la
condición filial de los creyentes: el estadio inicial, a partir del
conocimiento de la vida cristiana, y su cumplimiento escatológico, en la
perfecta semejanza al Hijo de Dios.
3 2 (b) La conjunción “porque” no va
unida probablemente a “seremos semejantes a él”, sino a “Sabemos”: la certeza
que ya tenemos de ver un día al Hijo de Dios en su gloria nos asegura que
llegaremos a ser plenamente semejantes a él. En consecuencia no se trata directamente
de una visión transformadora, como en el helenismo.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 10, 11-18
En
aquel tiempo, dijo Jesús:
-Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas;
el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo,
abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un
asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las
mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al
Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de
este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un
solo rebaño y un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi
vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego
libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este
mandato he recibido de mi Padre.
Textos
paralelos.
Que no es propietario de las ovejas.
Jr 23, 1-3: ¡Ay de los pastores
que dispersan y extravían las ovejas de mi rebaño – oráculo del Señor –. Pues
así dice el Señor Dios de Israel a los pastores que pastorean a mi pueblo:
Vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis, no hicisteis cuenta de
ellas; pues yo os tomaré cuentas de vuestras malas acciones – oráculo del Señor
–. Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas en todos los países adonde las
expulsé.
Ez 34, 3-8: Os coméis su
enjundia, os vestís con su lana; matáis las más gordas, y las ovejas no las
apacentáis. No fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis
a las heridas; no recogéis las descarriadas, ni buscáis las perdidas y
maltratáis brutalmente a las fuertes. Al no tener pastor, se desperdigaron y
fueron pasto de las fieras salvajes. Mis ovejas se desperdigaron y vagaron sin
rumbo por montes y altos cerros; mis ovejas se dispersaron por toda la tierra,
sin que nadie las buscase siguiendo su rastro. Por eso, pastores, escuchad la
palabra del Señor: ¡Lo juro por mi vida! – oráculo del Señor –. Mis ovejas
fueron presa, mis ovejas fueron pasto de las fieras salvajes, por falta de
pastor, pues mis pastores no cuidaban mi rebaño, los pastores se apacentaban a
sí mismos y mi rebaño no lo apacentaban.
Za 11, 17: ¡Ay del pastor torpe
que abandona el rebaño! Un puñal contra su brazo, contra su ojo derecho: que se
le paralice el brazo, que se le ciegue el ojo derecho.
El Padre me conoce.
Jn 15, 9: Como me amó el Padre
os amé yo; manteneos en mi amor.
Mt 11, 25-27: En aquella
ocasión Jesús tomó la palabra y dijo: ¡Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y
tierra! porque, ocultando estas cosas a los entendidos, se las revelaste a los
ignorantes. Sí, Padre, esa ha sido tu elección. Todo me lo ha encomendado mi
Padre: nadie conoce al Hijo, sino el Padre, nadie conoce al Padre, sino el Hijo
y aquel a quien el Hijo decida revelarse.
También tengo otras
ovejas.
Jr 23, 3: Yo mismo reuniré el
resto de mis ovejas en todos los países adonde las expulsé, las volveré a traer
a sus pastos, para que crezcan y se multipliquen.
Que no son de este redil.
Jr 31, 10: Escuchad, pueblos,
la palabra del Señor, anunciadlas, islas remotas: El que esparció a Israel lo
reunirá, lo guardará como el pastor a su rebaño.
Ef 2, 14: Él es nuestra paz, el
que de dos hizo uno, derribando con su pueblo el muro divisorio, la hostilidad;
anulando la ley con sus preceptos y cláusulas, creando así en su persona de dos
una sola y nueva humanidad, haciendo las paces.
Ef 4, 4-6.: Uno es el cuerpo,
uno el Espíritu, como es una la esperanza a que habéis sido llamados, uno el
Señor, una la fe, uno el bautismo, uno Dios, Padre de todos, que está sobre
todos, entre todos, en todos.
Escucharán mi voz.
Jn 5, 25: Os aseguro que llega
la hora, ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los
que oigan vivirán.
Jn 18, 37: Lo que dices. Yo soy
rey: para esto he nacido, para eso he venido al mundo, para atestiguar la
verdad. Quien está por la verdad escucha mi voz.
Jn 11, 52: Y no solo por la
nación, sino para congregar a los hijos de Dios dispersos.
Bajo un solo pastor.
Ez 34, 23: Les daré un pastor
único que las pastoree: mi siervo David: él las apacentará, él será su pastor.
Ez 37, 22: Los haré un solo
pueblo en su país, en los montes de Israel, y un solo rey reinará sobre todos
ellos. No volverán a ser dos naciones ni a desmembrarse en dos monarquías.
Mi 2, 13: Delante avanza el
cabestro, los demás se abren paso, atraviesan la puerta y salen: delante marcha
su rey, el Señor a la cabeza.
Para recobrarla de nuevo.
Jn 3, 35: El Padre ama al Hijo
y todo lo que pone en sus manos.
Jn 8, 29: El que me envió está
conmigo y no me deja solo, porque yo hago siempre lo que le agrada.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
10 11 (a) Dios, también el pastor de su
pueblo, debía darle, en los tiempos mesiánicos, un pastor elegido por él. Al
declararse el buen pastor, Jesús plantea una reivindicación mesiánica.
10 11 (b) Lit.: “pone” (títhesin)
su vida”. Esta expresión parece análoga de la fórmula “dar” (dounai) la
vida” de Mc 10, 45, que parece provenir de Is 53, 12.
10 14 En la Biblia, ver Os 2, 2, el
“conocimiento” no procede de una actividad puramente intelectual, sino de una
“experiencia”, de una presencia, que acaba necesariamente en el amor.
10 16 (a) Var.: “un solo redil”.
10 18 Cristo tiene la vida en sí mismo
y nadie puede quitársela, la da libremente, de ahí esa serena majestad, esa
plena libertad ante la muerte.
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión
crítica.
11 YO SOY EL BUEN
PASTOR: lit. yo soy el pastor el hermoso (=bueno para las ovejas). Nueva
revelación de Jesús con la fórmula Yo soy (cf. Jn 4, 26; 6, 35). El
título de “pastor”, atestiguado en el NT (Hb 13, 20; 1 Pe 5, 4; Ap 7, 17), era
conocido en el AT como apelativo de príncipes, sacerdotes y profetas, del
Mesías, y del mismo Dios (cf. Sal 23,1). EL BUEN PASTOR se contrapone a los
ladrones que se aprovechan de las ovejas; y se distingue de los asalariados; y
aun de otros pastores, porque ENTREGA SU VIDA (lit. el alma de él pone)
en bien del rebaño. En Jn, la muerte de Jesús es causa de vida abundante para
los que creen en él.
14 De nuevo, el valor
del “conocimiento”, tan importante en Jn.
16 En 21, 15-17 se nos
dirá que el único verdadero Pastor confió a Pedro el encargo de ser en la
tierra su representante visible, cuidador de la unidad del rebaño.
18 POR MI PROPIA
VOLUNTAD (lit. de sí mismo): voluntariamente, o por iniciativa propia.
La misma expresión en 5, 19.30 servía para decir que Jesús “no hace nada por su
cuenta”. Pero, si la muerte de Jesús no hubiera sido un acto enteramente libre,
no se podría hablar ni de verdadera voluntad humana en Cristo ni de una
redención voluntaria y meritoria. Este pasaje desvela un poco el misterio de la
obediencia filial de Jesús: puede hacer por su cuenta una cosa: entregar su
vida en favor de los que el Padre le ha confiado: y puede hacerlo ¡porque
recibió del Padre ESTE MANDATO!
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé.
10, 11 Dios era el pastor de Israel en
última instancia, a pesar de que designó pastores humanos como Moisés o José,
que hablaban en su nombre; Cristo es el Buen Pastor de la estirpe de David que
fue profetizado por Ezequiel (Ez 34, 14-24). En la Iglesia, los obispos son
pastores de sus diócesis, asistidos por los sacerdotes y diáconos que sirven en
sus parroquias. Cat. 553, 896, 1465 y 2686.
10, 16 Referencias a los gentiles, a
quienes Cristo invitó a tomar parte de su rebaño, la Iglesia. A través de su
enseñanza y testimonio de fe, la Iglesia transmite el mensaje del Evangelio
tanto a los católicos como a los no católicos. Cat. 60.
10, 17s. El sacrificio de Cristo reparó los pecados del mundo. Dado que él
es el Hijo de Dios, consubstancial (un mismo ser) con el Padre y el Espíritu
Santo, su sacrificio obtuvo el valor sin límites. Resucitó de entre los muertos
al tercer día en visita de su poder divino. Cat. 606, 609, 614, 651-655, 649.
Catecismo
de la Iglesia Católica
553 El poder de las llaves designa
la autoridad para gobernar la casa de Dios, que es la Iglesia. Jesús, “el Buen
Pastor” (Jn 10, 11), confirmó este encargo después de la resurrección: “Apacienta
mis ovejas” (Jn 21, 15-17).
896 El buen Pastor será el modelo y
la “forma” de la misión pastoral del obispo. Consciente de sus propias
debilidades, el obispo “puede disculpar a los ignorantes y extraviados. No debe
negarse nunca a escuchar a sus súbditos, a los que cuida como verdaderos hijos.
Los fieles, por su parte, deben estar unidos a su obispo como la Iglesia a
Cristo y como Jesucristo al Padre” (C. Vaticano II, Lumen gentium, 27).
1465 Cuando se celebra el sacramento
de la Penitencia, el sacerdote ejerce el ministerio del Buen Pastor que busca
la oveja perdida, el Buen Samaritano que cura las heridas, del Padre, que
espera al hijo pródigo y lo acoge a su vuelta, del justo Juez que no hace acepción
de personas y cuyo juicio es a la vez justo y misericordioso. En una palabra,
el sacerdote es el signo y el instrumento del amor misericordioso de Dios con
el pecador.
2686 Los ministros ordenados son
también responsables de la formación en la oración de sus hermanos y hermanas
en Cristo. Servidores del buen Pastor, han sido ordenados para guiar al pueblo
de Dios a las fuentes vivas de la oración: la palabra de Dios, la liturgia y la
vida teologal, el hoy de Dios en las situaciones concretas (cf. C. Vaticano II,
Presbyterorum ordinis, 4-6).
606 El sacrificio de Jesús “por los
pecados del mundo entero” (1 Jn 2, 2), es la expresión de su comunión de amor
con el Padre: “El Padre me ama porque doy mi vida” (Jn 10, 17). “El mundo ha de
saber que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado” (Jn 14, 31).
609 Jesús, al aceptar en su corazón
humano el amor del Padre hacia los hombres, “los amó hasta el extremo” (Jn 13,
1) porque “nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15,
13).
613 La muerte de Cristo es a la vez
el sacrificio pascual que lleva a cabo la redención definitiva de los hombres
por medio del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y el sacrificio de
la Nueva Alianza que devuelve al hombre a la comunión con Dios reconciliándole
con Él por la sangre derramada por muchos para la remisión de los pecados.
614 Este sacrifico de Cristo es
único, da plenitud y sobrepasa todos los sacrificios. Ante todo es un don del
mismo Dios Padre, es el Padre quien entrega al hijo para reconciliarnos
consigo. Al mismo tiempo es ofrenda del Hijo de Dios hecho hombre que,
libremente y por amor, ofrece su vida a su Padre por medio del Espíritu Santo
para reparar nuestra desobediencia.
Concilio
Vaticano II
En el Antiguo Testamento la revelación del Reino aparece frecuentemente
en forma de figuras. De la misma manera que se nos manifiesta ahora la íntima
naturaleza de la Iglesia también mediante diversas imágenes que, tomadas de la
vida de los pastores, de la agricultura, de la construcción, incluso de la
familia y del matrimonio, se encuentran esbozadas en los libros de los
profetas.
La Iglesia, en efecto, es el redil cuya puerta única y necesaria es
Cristo (cf. Jn 10, 1-10). Es también el rebaño cuyo pastor será el mismo Dios,
como Él mismo anunció (cf. Is 40, 11; Ez 34, 11ss). Aunque son pastores humanos
quienes gobiernan a las ovejas, sin embargo es Cristo mismo el que sin cesar
las guía y alimenta; Él, el Buen Pastor y Cabeza de los pastores (cf. Jn 10,
11; 1 Pe 5, 4), que dio su vida por las ovejas (cf. Jn 10, 11-15).
Comentarios de los Santos Padres.
Ciertamente, hermanos, siendo Él el pastor, concedió serlo también a sus
miembros, pues pastor es Pedro, pastor es Pablo, pastores los demás apóstoles y
pastores también los obispos santos. Pero ninguno de nosotros se llamará
puerta; esta es propiedad suya, por la cual han de entrar las ovejas.
Agustín. Tratado sobre el Ev. de Jn, 47, 1.3. 4a, pg. 459.
Él hizo lo que aconsejó. Él puso en práctica lo que mandó. Pastor bueno,
dio su vida por sus ovejas, para cambiar su cuerpo y su sangre en sacramento
para nosotros, y saciar con el alimento de su sangre a las ovejas que había
redimido. El camino del desprecio hacia la muerte que debemos seguir ya se nos
ha manifestado, la norma a la cual debemos conformarnos ya se nos ha dado. Lo
primero que tenemos que hacer es emplear misericordiosamente nuestros bienes
exteriores en las ovejas de él. Y lo último, si fuera necesario, es ofrecer
hasta la vida por las mismas ovejas… Quien no da por las ovejas sus bienes,
¿cómo dará por ellas su vida?
Gregorio Magno. Homilías sobre los Evangelios, 1, 14, 1. 4a, pg.
460.
Expía (nuestra) pasión con su pasión, cura (nuestra( muerte con la suya,
se adueña de (nuestro) sepulcro con el suyo, y con sus clavos destruye los
cimientos del infierno. El dominio de la muerte se mantuvo hasta que Cristo
murió. El sepulcro era amargo y la cárcel indestructible hasta que el Pastor
descendió y anunció la liberación de las ovejas apresadas. Su presencia aquí
abajo dio a las ovejas la esperanza de su resurrección y las llamó a una nueva
vida más allá del infierno. “El buen pastor da la vida por sus ovejas”; de esta
manera busca tu amistad.
Basilio de Seleucia, Sermones, 26, 2. 4a, pg. 460.
En el Evangelio se nos presenta fatigado: fatigado por nosotros y
prometiendo dar su alma (su vida) como rescate por muchos. Esto – añade – sólo
es propio del buen pastor.
Clemente de Alejandría, El pedagogo, 1, 84, 3-85, 2. 4a, pg. 460.
Es mercenario quien ocupa, sí, el puesto de pastor, pero no busca las
ganancias de las almas; quien codicia las comodidades de la tierra, goza con el
honor de la prelatura, se apacienta con las ganancias temporales y se alegra de
la reverencia que le tributan los hombres.
Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios, 1, 14, 1-2. 4a, pg.
461.
Precisamente porque ha sufrido voluntariamente por nosotros, es como
podemos advertir su amor por nosotros y la grandeza de su generosidad.
Cirilo de Alejandría, Comentario al Ev. de Juan, 6, 1. 4a, pg.
465.
San Agustín.
¡Lejos de nosotros afirmar que faltan ahora buenos
pastores; lejos de nosotros el que falten, lejos de su misericordia el que no
los haga nacer y otorgue! En efecto, si hay ovejas buenas, hay también pastores
buenos, pues de las buenas ovejas salen buenos pastores. Pero todos los buenos
pastores están en uno, son una sola cosa. Apacientan ellos: es Cristo quien
apacienta. Los amigos del esposo no dicen que es su voz propia, sino que gozan
de la voz del esposo.
Sermón 46, 30. I, Pg. 325.
S. Juan de Ávila
Aunque he visto haber sido muchos los que temen a
Dios gravemente atribulados en estas peleas, ninguno he visto que haya parado
en mal. Por tanto, quien en estos trances se viere, como metido en el vientre
de la ballena (cf. Jonás 10, 11), llame desde allí a Jesucristo, y ayúdese de
los buenos consejos que su defensor le da; y tengan entrambos buena esperanza
en el buen pastor (cf. Jn 10, 11), que dio su vida por sus ovejas, que
mortifica y vivifica, mete en los infiernos y saca (1 Sam 2, 6); porque ya que en
un tiempo envíe trabajos, en otro los quita, y con mucha ganancia del
atribulado.
Audi, filia (II), 30. OC I, pg. 606.
Y esto es lo que fue figurado, en el principio del
mundo, cuando el justo Abel, pastor de ganados, ofreció a Dios sacrificio de su
manada, el cual sacrificio fue acepto, como la escritura dice, que miró el
Señor a Abel y a sus dones (Gn 4, 4); y este mirando quiere decir que Abel le
fue agradable, y por eso fueron agradables sus dones; y, en señal del
agradecimiento invisible, envió Dios fuego visible que quemó el sacrificio. Lo
cual es figura de nuestro justo y soberano pastor, el cual dice de sí: Yo
soy buen pastor (Jn 10, 11).
Audi, filia (II), 87, pg. 727.
Ha de arder en el corazón del eclesiástico un fuego
de amor de Dios y celo de las almas. Bonus pastor animam dat pro ovibus suis (cf. Jn 10, 11),
como hizo Cristo. Ait Chrysostomus [El buen
pastor da la vida por sus ovejas… Dice Crisóstomo]: Todos los clérigos son
pastores, hortelanos y soldados y labradores; quiere decir: han de entender en
el bien de las ánimas con el oficio que tiene cada uno, según el talento que
Dios le ha comunicado, y para sufrir el trabajo el predicador en predicar, el
confesor en confesar y el que asiste al coro en cantar las horas, es menester
que tenga amor de Dios. Mercenarius autem fugit, quia
mercenarios: accipit in malam partem [El mercenario huye porque es
mercenario: va por camino errado] (Jn 10, 13). El jornalero, que principalmente
trabaja por el dinero, en viendo al lobo, salta por las tapias; el que asiste
al coro y a los oficios eclesiásticos, en viendo al lobo, luego se sale del
coro. Lobo, id est [el lobo aquí es]: algún deseo
de parlar o de pasearse. El que sirve por amor de Dios sufre la pesadumbre que
se ofrece y la molestia.
Pláticas. 7. A sacerdotes. OC I, pg.
856-857.
Ha de ser tanto su amor con sus hermanos, que,
si fuere menester derramar la sangre por ellos, derrámela, como dijo nuestro
Señor: que el buen pastor ponía su vida por sus ovejas (Jn 10,
11). Dice San Gregorio: “El que no da substancia por el prójimo, ¿cómo creeré
yo que dará su vida?”. Habéis de tener tan gran amor con los prójimos, que no
solo la hacienda habéis de poner por ellos, mas la vida, si fuere menester, la
habéis de poner.
Lecciones sobre 1 San Juan (I), 22. OC
II, pg. 312.
Miren, pues, los prelados que no les eligieron
para carniceros, que compran el ganado para lo matar y pesar, y sacar dinero de
sus carnes y sus pieles, sino para pastores criadores del ganado, que los
apacienten en los pastos de ciencia y doctrina, quitándoles la mala hierba,
dándoles abrevaderos, limpios, untándoles la roña y llevándolos sobre los
hombros, aunque sea con no dormir de noche, no reposar siesta; y, aunque sea
con derramar sangre y dar la vida, como hizo Cristo, y dijo que este tal es
buen pastor (cf. Jn 10, 11-16), y el que no lo hace mercenario.
Advertencias al concilio de Toledo, 6. OC II,
pg. 650.
Si estás muerto, vete a Cristo, que Él es manjar
que te resucitará y dará vida. Sírvete de tu fe en esto, que Jesucristo solo es
tu arrimo, tu esfuerzo, tu remedio, tu vida, tu confianza, quien te rige, te
gobierna, te da ser y te sustenta. Échate a sus pies, dile: “Señor mío,
¡cuántos milagros heciste en este mundo, cuántos muertos resucitaste, cuántos
cojos sanaste, a cuántos ciegos diste lumbre, a cuantos sordos diste oídos!,
ves aquí un muerto, que no tiene más de la lengua de vivo; aplica en mí lo que padeciste;
ayuda a mi flaqueza; alumbra mis ojos; haz que oigan mis oídos tus palabras de
vida; despierta mi ánima de un profundo sueño; haz con mi corazón que oiga tus
palabras; da gusto a mi paladar de tu dulzura, y haz que pierda el sabor que
toma de los pecados”. Si cobras esfuerzo, si tienes esperanza y le llamas con
amor, remediate ha y ayudarte ha. Si esto haces no morirás; antes, si estás
muerto, Él re resucitará porque es manjar que da vida.
En la infraoctava del Corpus, 12. OC III,
pg. 640-641.
El Señor dijo: Yo vine para que tengan
vida, y más abundantemente tengan vida (Jn 10, 10). Porque no se ha
de contentar el cristiano con tener una vida tan flaca y enferma, que no tenga
más vida de que no está muerto del todo. Vivo está uno que está desahuciado de
médicos y oleado por el sacerdote; mas no creo que os contentaríades vos con
tener vida tan cercana a la muerte y vida de que tan poco gozáis. Si amáis vida
del cuerpo, sana, recia y alegre, ¿por qué la del ánima la queréis al
contrario? El pecado mortal es muerte del ánima, y el pecado venial es
enfermedad de ella; y la enfermedad hace al hombre flaco[1]
para hacer obras y para trabajar, quítale la fuerza para llevar cargas y trae
al hombre desabrido, y algunas veces tanto, que daría todas sus riquezas y
tener pobreza, por un poco de salud.
Santísimo Sacramento, 10. OC III,
pg. 659.
¡Dichosas ovejas que tal pastora tenían y tal
pasto recebían por medio de ella! Pastora, no jornalera que buscase su propio
interese, pues que amaba tanto a las ovejas (cf. Jn 10, 12), que, después de
haber dado por la vida de ellas la vida de su amantísimo Hijo, diera de muy
buena gana su vida, si necesidad de ella tuvieran.
Asunción de María, 38. OC III,
pg. 961.
Por la salud de sus vasallos nace pobre, y
llora, y pasa trabajos, y derrama su sangre: posuit animam suam pro
ovibus suis, pro nobis omnibus traadidit ilum [Dio su
vida por sus ovejas; lo entregó por todos nosotros] (cf. Jn 10, 15).
Epifanía, 4. OC III,
pg. 81.
Es vuestra merced confiada que Dios fue servido
de su venida y es servido de su estada; y con saber esto no sentirá sus
trabajos; porque dichoso es aquel que a Dios agrada, aunque le cueste mil
vidas. Tenga firme en la guerra y sufra de toda parte combate; que los ojos de
Dios la ven, y conoce a sus ovejas (cf. Jn 10,
14), y viene luego el balido que dan. Él proveerá de esfuerzo. Y aunque alguna
vez caiga con la carga, no se espante, sino levántese luego y pida mayor fuerza
a nuestro Señor, que así somos todos, y bien nos conoce nuestro Señor y no se
espanta de nuestras flaquezas; al cual le contenta mucho un corazón humillado y
que conoce su propria flaqueza y está colgado de su misericordia.
A una doncella. OC IV, pg.
336.
Esta puridad y esta disposición es de menester
para amar a Jesucristo y poder gozar de aquel dulce dicho del Evangelio que
dice: Yo conozco mis ovejas y les doy vida eterna (Jn 10,
14.10). Que el corazón limpio de toda mancilla de pecado y de toda afición y de
cualquier cosa que no sea Dios, este tal gozará de la caridad y amor del
verdadero Esposo Jesucristo.
A una doncella. OC IV, pg.
715.
Y este principalmente es el amor que Dios tiene
a sus ovejas, de las cuales dice: que ninguno se las quitará de sus
manos (Jn 10, 18), ni ellas tampoco se le irán, porque Él las terná; y si las
dejase caer, levantarlas ha. Si quiere gozar de esto, crea que cabe esto en la
bondad de Dios y alégrese en que tal Dios la ha tomado por suya. E si su
corazón le dijere que cómo es posible, dígale que Dios todo lo que quiere
puede, y que quiso Él darle su amor; y lo que Él da, ella lo puede muy bien
poseer, no por título de merecimiento, sino de merced.
A una señora de título, casada, que
sentía varios espíritus. OC IV, pg. 381.
No tema la pecadorcita, mas confíe que la mano
poderosa de Dios la tiene en su mano y la echa en alto y en el profundo, mas
siempre le ha ido bien, por la fidelidad de Dios, que la ama; y aunque ella
tiembla y no halla la fiucia[2]
y firmeza en su corazón que querría, (sepa) que, mudándose ella, no se muda
Dios; mas allí en medio de los torbellinos y de los grandes despeñaderos, allí
puede estar confiada, pues está escripto: las ovejas que tengo de
mi mano, ninguno me las quitará (cf. Jn 10, 18). Y por la bondad de Él, puede
pensar que ella es oveja de Dios.
A una señora que sentía muchos
impedimentos en el servicio de Dios. OC IV, fol. 401.
San Oscar Romero.
Aquel día, esta oveja descarriada que fui yo, que pudo ser cada uno de
ustedes, humildemente se acercó al Señor y le pidió perdón, gracias a que una
palabra que me reprendió, gracias a que hubo alguien que me hecho en cara que
no debía de ser así. Este es el papel de la Iglesia: no prescindir de las
circunstancias y decirle a los hombres su propio pecado para que se
arrepientan.
Homilía, 16 de abril de 1978.
Papa Francisco. Regina Coeli. 26
de abril de 2015
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El cuarto domingo de Pascua —éste—, llamado
«domingo del Buen Pastor», cada año nos invita a redescubrir, con estupor
siempre nuevo, esta definición que Jesús dio de sí mismo, releyéndola a la luz
de su pasión, muerte y resurrección. «El buen Pastor da su vida por las
ovejas» (Jn 10, 11): estas palabras se realizaron plenamente cuando Cristo,
obedeciendo libremente a la voluntad del Padre, se inmoló en la Cruz. Entonces
se vuelve completamente claro qué significa que Él es «el buen Pastor»: da la
vida, ofreció su vida en sacrificio por todos nosotros: por ti, por ti, por ti,
por mí ¡por todos! ¡Y por ello es el buen Pastor!
Cristo es el Pastor verdadero, que realiza el
modelo más alto de amor por el rebaño: Él dispone libremente de su propia vida,
nadie se la quita (cf. v. 18), sino que la dona en favor de las ovejas
(v. 17). En abierta oposición a los falsos pastores, Jesús se presenta como el
verdadero y único Pastor del pueblo: el pastor malo piensa en sí mismo y
explota a las ovejas; el buen pastor piensa en las ovejas y se dona a sí mismo.
A diferencia del mercenario, Cristo Pastor es un guía atento que participa en
la vida de su rebaño, no busca otro interés, no tiene otra ambición que la de
guiar, alimentar y proteger a sus ovejas. Y todo esto al precio más alto, el
del sacrificio de su propia vida.
En la figura de Jesús, Pastor bueno, contemplamos a
la Providencia de Dios, su solicitud paternal por cada uno de nosotros. ¡No nos
deja solos! La consecuencia de esta contemplación de Jesús, Pastor verdadero y
bueno, es la exclamación de conmovido estupor que encontramos en la segunda
Lectura de la liturgia de hoy: «Mirad qué amor nos ha tenido el Padre...» (1 Jn
3, 1). Es verdaderamente un amor sorprendente y misterioso, porque donándonos a
Jesús como Pastor que da la vida por nosotros, el Padre nos ha dado lo más
grande y precioso que nos podía donar. Es el amor más alto y más puro, porque
no está motivado por ninguna necesidad, no está condicionado por ningún
cálculo, no está atraído por ningún interesado deseo de intercambio. Ante este
amor de Dios, experimentamos una alegría inmensa y nos abrimos al
reconocimiento por lo que hemos recibido gratuitamente.
Pero contemplar y agradecer no basta.
También hay que seguir al buen Pastor. En particular, cuantos tienen
la misión de guía en la Iglesia —sacerdotes, obispos, Papas— están llamados a
asumir no la mentalidad del mánager sino la del siervo, a imitación de
Jesús que, despojándose de sí mismo, nos ha salvado con su misericordia. A este
estilo de vida pastoral, de buen Pastor, están llamados también los nuevos
sacerdotes de la diócesis de Roma, que he tenido la alegría de ordenar esta
mañana en la Basílica de San Pedro.
Que María Santísima obtenga para mí, para los
obispos y para los sacerdotes de todo el mundo la gracia de servir al pueblo
santo de Dios mediante la alegre predicación del Evangelio, la sentida
celebración de los Sacramentos y la paciente y mansa guía pastoral.
Papa Francisco. Regina Coeli. 22 de abril de
2018.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La liturgia de este cuarto domingo de Pascua
continúa en el intento de ayudarnos a redescubrir nuestra identidad de
discípulos del Señor resucitado. En los Hechos de los Apóstoles, Pedro
declara abiertamente que la curación de los lisiados, realizada por él y
de la que habla todo Jerusalén, tuvo lugar en el nombre de Jesús, porque «no
hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos
salvarnos» (4, 12). En ese hombre sanado está cada uno de nosotros —ese
hombre es la figura de nosotros: nosotros estamos todos allí—, están nuestras
comunidades: cada uno puede recuperarse de las muchas formas de debilidad
espiritual que tiene: ambición, pereza, orgullo, si acepta depositar con
confianza su existencia en las manos del Señor resucitado. «Por el nombre
de Jesucristo, el Nazareno —afirma Pedro— a quien vosotros crucificasteis y a
quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre y no por ningún otro se
presenta éste aquí sano delante de vosotros» (v. 10) ¿Pero quién es Cristo sanador?
¿En qué consiste ser sanado por Él? ¿De qué nos cura? ¿Y mediante qué
maneras?
La respuesta a todas estas preguntas la encontramos
en el Evangelio de hoy, donde Jesús dice: «Yo soy el buen pastor. El buen
pastor da su vida por las ovejas» (Juan 10, 11). Esta autopresentación de
Jesús no puede ser reducida a una sugestión emotiva, sin ningún efecto concreto.
Jesús sana siendo un pastor que da vida. Dando su vida por nosotros.
Jesús le dice a cada uno: «tu vida es tan valiosa para mí, que para salvarla
yo doy todo de mí mismo». Es precisamente esta ofrenda de vida lo que lo
hace el buen Pastor por excelencia, el que sana, el que nos permite vivir una
vida bella y fructífera. La segunda parte de la misma página evangélica nos
dice en qué condiciones Jesús puede sanarnos y puede hacer nuestra vida
bella y fecunda: «Yo soy el buen pastor, —dice Jesús— conozco a mis ovejas y
las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco al Padre»
(vv. 14-15). Jesús no habla de un conocimiento intelectual, sino de una
relación personal, de predilección, de ternura mutua, un reflejo de la
misma relación íntima de amor entre Él y el Padre. Esta es la actitud a través
de la cual se realiza una relación viva y personal con Jesús: dejándonos
conocer por Él. No cerrándonos en nosotros mismos, abrirse al Señor, para
que Él me conozca. Él está atento a cada uno de nosotros, conoce nuestro
corazón profundamente: conoce nuestras fortalezas y nuestras debilidades, los
proyectos que hemos logrado y las esperanzas que fueron decepcionadas. Pero nos
acepta tal como somos, nos conduce con amor, porque de su mano podemos
atravesar incluso caminos inescrutables sin perder el rumbo. Nos acompaña Él.
A nuestra vez, nosotros estamos llamados a
conocer a Jesús. Esto implica buscar un encuentro con Él, que despierte el
deseo de seguirlo abandonando las actitudes autorreferenciales para emprender
nuevos senderos, indicados por Cristo mismo y abiertos a vastos horizontes.
Cuando en nuestras comunidades se enfría el deseo de vivir la relación con
Jesús, de escuchar su voz y seguirlo fielmente, es inevitable que prevalezcan
otras formas de pensar y vivir que no son coherentes con el Evangelio. Que
María, nuestra Madre nos ayude a madurar una relación cada vez más fuerte con
Jesús. Abrirnos a Jesús para que entre dentro de nosotros. Una relación más
fuerte: Él ha resucitado. Así podemos seguirlo para toda la vida. En esta
Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que María interceda para que
muchos respondan con generosidad y perseverancia al Señor que llama a dejar
todo por su Reino.
Papa Francisco. Regina Coeli. 25 de
abril de 2021.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este cuarto domingo de Pascua, llamado domingo
del Buen Pastor, el Evangelio (Jn 10,11-18) presenta a Jesús como el verdadero
pastor, que defiende, conoce y ama a sus ovejas.
A Él, Buen Pastor, se opone el “asalariado”, a
quien no le importan las ovejas, porque no son suyas. Hace este trabajo solo
por la paga, y no se preocupa de defenderlas: cuando llega el lobo huye y las
abandona (cfr vv. 12-13). Jesús, sin embargo, pastor verdadero, nos
defiende siempre, nos salva en muchas situaciones difíciles, situaciones
peligrosas, mediante la luz de su palabra y la fuerza de su presencia, que
nosotros experimentamos siempre y, si queremos escuchar, todos los días.
El segundo aspecto es que Jesús, pastor bueno,
conoce —el primer aspecto: defiende, el segundo: conoce— a sus ovejas y
las ovejas le conocen a Él (v. 14). ¡Qué bonito y consolador es saber que Jesús
nos conoce a cada uno, que no somos anónimos para Él, que nuestro nombre
le es conocido! Para Él no somos “masa”, “multitud”, no. Somos personas
únicas, cada uno con la propia historia, [y Él] nos conoce a cada uno con la
propia historia, cada uno con el propio valor, tanto como criatura cuanto como
redimido por Cristo. Cada uno de nosotros puede decir: ¡Jesús me conoce! Es
verdad, es así: Él nos conoce como nadie más. Solo Él sabe qué hay en nuestro
corazón, las intenciones, los sentimientos más escondidos. Jesús conoce
nuestras fortalezas y nuestras debilidades, y está siempre preparado para
cuidar de nosotros, para sanar las llagas de nuestros errores con la abundancia
de su misericordia. En Él se realiza plenamente la imagen del pastor del
pueblo de Dios, que habían delineado los profetas: Jesús se preocupa por sus
ovejas, las reúne, venda la que está herida, cura la que está enferma. Así
podemos leerlo en el Libro del profeta Ezequiel (cfr. Ez 34,11-16).
Por tanto, Jesús Buen Pastor defiende, conoce, y
sobre todo ama a sus ovejas. Y por esto da la vida por ellas (cfr. Jn 10,15).
El amor por las ovejas, es decir por cada uno de nosotros, le lleva a morir en
la cruz, porque esta es la voluntad del Padre, que nadie se pierda. El amor
de Cristo no es selectivo, abraza a todos. Nos lo recuerda Él mismo en el
Evangelio de hoy, cuando dice: «También tengo otras ovejas que no son de este
redil; también a esas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un
solo rebaño, un solo pastor» (Jn 10,16). Estas palabras dan fe de su inquietud
universal: Él es pastor de todos. Jesús quiere que todos puedan recibir el amor
del Padre y encontrar a Dios.
Y la Iglesia está llamada a llevar adelante esta
misión de Cristo. Además de los que frecuentan nuestras comunidades, hay
muchas personas, la mayoría, que lo hacen solo en casos particulares o nunca.
Pero no por esto no son hijos de Dios: el Padre confía todos a Jesús Buen
Pastor, que ha dado la vida por todos.
Hermanos y hermanas, Jesús defiende, conoce y ama a
todos nosotros. María Santísima nos ayude a acoger y seguir nosotros los
primeros al Buen Pastor, para cooperar con alegría a su misión.
Benedicto XVI. Regina Coeli. 7 de mayo de 2006.
Queridos hermanos y hermanas:
En este IV domingo de Pascua, domingo del
"Buen Pastor", en el que se celebra la Jornada mundial de oración por
las vocaciones, he tenido la alegría de ordenar en la basílica de San Pedro a
quince nuevos sacerdotes para la diócesis de Roma. Demos gracias a Dios. Pienso
también en los que en todas las partes del mundo reciben en este período la
ordenación presbiteral. A la vez que damos gracias al Señor por el don de estos
nuevos presbíteros al servicio de la Iglesia, queremos encomendarlos a todos a
María, invocando al mismo tiempo su intercesión para que aumente el número de
quienes acogen la invitación de
Cristo a seguirlo por el camino del sacerdocio y de la
vida consagrada.
Este año la Jornada mundial de oración por las
vocaciones tiene por tema: "La
vocación en el misterio de la Iglesia". En el Mensaje que dirigí a toda la
comunidad eclesial para esta celebración recordé la experiencia de los primeros
discípulos de Jesús, que, después de haberlo conocido a orillas del lago y en
las aldeas de Galilea, fueron conquistados por su atractivo y su amor.
La vocación cristiana es siempre la renovación de
esta amistad personal con Jesucristo, que da pleno sentido a la propia
existencia y la hace disponible para el reino de Dios. La Iglesia vive
de esta amistad, alimentada por la Palabra y los sacramentos, realidades santas
encomendadas de modo particular al ministerio de los obispos, de los
presbíteros y de los diáconos, consagrados por el sacramento del Orden. Por eso
—como afirmé en ese mismo Mensaje— la misión del sacerdote es insustituible y,
aunque en algunas regiones existe escasez de clero, no se debe dudar de que
Dios sigue llamando a muchachos, jóvenes y adultos a dejarlo todo para
dedicarse al anuncio del Evangelio y al ministerio pastoral.
Otra forma especial de seguimiento de Cristo es la
vocación a la vida consagrada, que se expresa mediante una existencia pobre,
casta y obediente, totalmente dedicada a Dios, en la contemplación y en la
oración, y puesta al servicio de los hermanos, especialmente de los pequeños y
pobres. No olvidemos que también el matrimonio cristiano es, con pleno derecho,
vocación a la santidad, y que el ejemplo de padres santos es la primera
condición que favorece el florecimiento de las vocaciones sacerdotales y religiosas.
Queridos hermanos y hermanas, invoquemos la intercesión
de María, Madre de la Iglesia, por los sacerdotes y por los religiosos y las
religiosas; oremos, además, para que las semillas de vocación que Dios siembra
en el corazón de los fieles lleguen a una plena maduración y den frutos de
santidad en la Iglesia y en el mundo.
Benedicto XVI. Regina Coeli. 3 de
mayo de 2009.
Queridos hermanos y hermanas:
Llego con retraso porque acaba de concluir, en la
basílica de San Pedro, la celebración eucarística durante la cual he consagrado
a diecinueve nuevos sacerdotes de la diócesis de Roma. Nos alegramos de ello.
Para este feliz acontecimiento he elegido una vez más este domingo, el cuarto
de Pascua, pues se caracteriza por el evangelio del buen Pastor (cf. Jn 10,
1-18) y por eso ofrece un marco particularmente adecuado.
Por este mismo motivo se celebra hoy la Jornada
mundial de oración por las vocaciones. En mi Mensaje anual para esta
circunstancia, invité a reflexionar sobre el tema: "La confianza en la
iniciativa de Dios y la respuesta humana". En efecto, la confianza en
el Señor, que llama continuamente a todos a la santidad, y a algunos en
particular a una consagración especial, se expresa precisamente en la oración.
Tanto personalmente como en comunidad, debemos rezar mucho por las
vocaciones, para que la grandeza y la belleza del amor de Dios impulsen a
muchos a seguir a Cristo por el camino del sacerdocio y de la vida consagrada.
Asimismo, es necesario rezar para que haya también
numerosos esposos santos, capaces de indicar a sus hijos, sobre todo con el
ejemplo, los horizontes elevados a los cuales tender con su libertad. Los
santos y las santas que la Iglesia propone a la veneración de todos los fieles
testimonian el fruto maduro de este encuentro entre la llamada divina y la
respuesta humana. Encomendemos a su intercesión celestial nuestra oración por
las vocaciones.
Hay otra intención por la cual hoy os invito a
rezar: el viaje que realizaré a Tierra Santa, si Dios quiere, del próximo
viernes 8 de mayo al viernes 15. Siguiendo los pasos de mis venerados
predecesores Pablo VI y Juan Pablo II, peregrinaré a los principales santos
lugares de nuestra fe. Con mi visita me propongo confirmar y animar a los
cristianos de Tierra Santa, que deben afrontar diariamente muchas dificultades.
Como Sucesor del apóstol san Pedro, les haré sentir mi cercanía y el apoyo de
todo el cuerpo de la Iglesia.
Además, seré peregrino de paz, en nombre del único
Dios, que es Padre de todos. Testimoniaré el compromiso de la Iglesia católica
en favor de cuantos se esfuerzan por practicar el diálogo y la reconciliación,
para llegar a una paz estable y duradera en la justicia y el respeto recíproco.
Por último, este viaje no podrá menos de tener una notable importancia
ecuménica e interreligiosa. Desde este punto de vista, Jerusalén es la ciudad
símbolo por excelencia: en ella murió Cristo para reunir a todos los hijos de
Dios dispersos (cf. Jn 11, 52).
Dirigiéndonos ahora a la Virgen María, invoquémosla
como Madre del buen Pastor para que vele sobre los nuevos presbíteros de la
diócesis de Roma y para que en todo el mundo florezcan numerosas y santas
vocaciones de especial consagración al reino de Dios.
A todos deseo un feliz domingo y un mes de mayo en
compañía espiritual de María santísima.
Benedicto XVI. Regina Coeli. 29 de
abril de 2012.
Queridos hermanos y hermanas:
Concluyó hace poco, en la basílica de San Pedro, la
celebración eucarística en la que ordené a nueve nuevos presbíteros de la
diócesis de Roma. Demos gracias a Dios por este regalo, signo de su amor fiel y
providente a la Iglesia. Estrechémonos espiritualmente en torno a estos nuevos
sacerdotes y recemos para que acojan plenamente la gracia del sacramento que
los ha configurado con Jesucristo Sacerdote y Pastor. Y recemos para que todos
los jóvenes estén atentos a la voz de Dios que habla interiormente a su corazón
y los llama a desprenderse de todo para estar a su servicio. A este objetivo
está dedicada la Jornada mundial de oración por las vocaciones, que celebramos
hoy. En efecto, el Señor llama siempre, pero muchas veces no lo escuchamos.
Estamos distraídos por muchas cosas, por otras voces más superficiales; y luego
tenemos miedo de escuchar la voz del Señor, porque pensamos que puede quitarnos
nuestra libertad. En realidad, cada uno de nosotros es fruto del amor:
ciertamente, del amor de los padres, pero, más profundamente, del amor de Dios.
La Biblia dice: aunque tu madre no te quisiera, yo te quiero, porque te conozco
y te amo (cf. Is 49, 15). En el momento que me doy cuenta de este amor, mi vida
cambia: se convierte en una respuesta a este amor, más grande que cualquier
otro, y así se realiza plenamente mi libertad.
Los jóvenes que hoy he consagrado sacerdotes no son
diferentes de los demás jóvenes, pero han sido tocados profundamente por la
belleza del amor de Dios, y no han podido dejar de responder con toda su vida.
¿Cómo han encontrado el amor de Dios? Lo han encontrado en Jesucristo, en su
Evangelio, en la Eucaristía y en la comunidad de la Iglesia. En la Iglesia
se descubre que la vida de cada hombre es una historia de amor. Nos lo
muestra claramente la Sagrada Escritura, y nos lo confirma el testimonio de los
santos. Un ejemplo es la expresión de san Agustín, que en sus Confesiones se
dirige a Dios y le dice: «¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé! Tú estabas dentro de mí, y yo fuera... Tú estabas conmigo y yo no
estaba contigo ... Pero me has llamado, y tu grito ha vencido mi sordera» (X,
27.38).
Queridos amigos, oremos por la Iglesia, por cada
comunidad local, para que sea como un jardín regado, donde puedan germinar y
crecer todas las semillas de vocación que Dios siembra en abundancia. Oremos
para que en todas partes se cultive este jardín, en la alegría de sentirse
todos llamados, en la variedad de los dones. En especial, las familias han de
ser el primer lugar donde se «respire» el amor de Dios, que da fuerza interior,
incluso en medio de las dificultades y las pruebas de la vida. Quien vive en
familia la experiencia del amor de Dios, recibe un don inestimable, que da
fruto a su tiempo. Que nos conceda todo esto la santísima Virgen María, modelo
de acogida libre y obediente a la llamada divina, Madre de toda vocación en la
Iglesia.
Francisco. Catequesis. Vicios y
virtudes. 15. La fortaleza.
Queridos hermanos y hermanas,
¡buenos días!
La catequesis de hoy está
dedicada a la tercera de las virtudes cardinales, o sea, la fortaleza.
Empecemos por la descripción que hace el Catecismo de la Iglesia Católica: «La
fortaleza es la virtud moral que, en las dificultades, asegura la firmeza y la
constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la decisión de resistir a las
tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. La virtud de la
fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso a la muerte, y de hacer frente
a las pruebas y a las persecuciones.» (n. 1808). Esto dice el Catecismo de la
Iglesia Católica sobre la virtud de la fortaleza.
He aquí, por tanto, la más
“combativa” de las virtudes. La primera de las virtudes cardinales, la
prudencia, se asocia sobre todo a la razón del ser humano; y la justicia reside
en la voluntad; en cambio, esta tercera virtud, la fortaleza, ha
sido a menudo asociada por los autores escolásticos a lo que los antiguos
llamaban “apetito irascible”. El pensamiento de los antiguos no imaginó
un ser humano sin pasiones: sería una piedra. Y las pasiones en sí no son
necesariamente el residuo de un pecado; pero deben ser educadas, deben ser
dirigidas, deben ser purificadas con el agua del Bautismo, o, mejor, con
el fuego del Espíritu Santo. Un cristiano sin valentía, que no doblega
sus propias fuerzas al bien, que no molesta a nadie, es un cristiano inútil.
¡Pensemos en esto! Jesús no es un Dios diáfano y aséptico, que no conoce las
emociones humanas. Todo lo contrario. Ante la muerte de su amigo Lázaro,
rompe a llorar; y en algunas de sus expresiones resplandece su espíritu
apasionado, como cuando dice: «Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y
cómo desearía que ya estuviera ardiendo!» (Lc 12,49); y frente al comercio en
el templo reaccionó con fuerza (cfr. Mt 21,12-13). Jesús tenía pasión.
Pero busquemos ahora una
descripción existencial de esta virtud tan importante que nos ayuda a dar fruto
en la vida. Los antiguos -tanto los filósofos griegos como los teólogos
cristianos- reconocían en la virtud de la fortaleza un doble desarrollo, uno
pasivo y otro activo.
El primero se dirige hacia el
interior de nosotros mismos. Hay enemigos internos a los que tenemos que
vencer, que responden al nombre de ansiedad, angustia, miedo, culpa: son
todas fuerzas que se agitan en lo más íntimo de nosotros mismos y que en alguna
situación nos paralizan. ¡Cuántos luchadores sucumben incluso antes de comenzar
el desafío! Porque no son conscientes de estos enemigos internos. La
fortaleza es ante todo una victoria contra nosotros mismos. La mayoría de
los miedos que surgen en nuestro interior son irreales, no se hacen
realidad en absoluto. Mejor entonces invocar al Espíritu Santo y afrontarlo
todo con paciente fortaleza: un problema detrás de otro, según nuestras
posibilidades, ¡pero no solos! El Señor está con nosotros si confiamos en Él y
buscamos sinceramente el bien. Entonces, en cada situación, podemos contar con la
Providencia de Dios, que será nuestro escudo y nuestra armadura.
Y luego está el segundo
movimiento de la virtud de la fortaleza, esta vez de naturaleza más activa.
Además de las pruebas internas, hay enemigos externos, que son las
pruebas de la vida, las persecuciones, las dificultades que no nos esperábamos
y que nos sorprenden. En efecto, podemos intentar prever lo que nos
sucederá, pero en gran medida la realidad se compone de acontecimientos
imponderables, y en este mar a veces nuestra barca es sacudida por las olas. La
fortaleza entonces nos hace marineros que resisten, que no se asustan ni se
desaniman.
La fortaleza es una virtud
fundamental porque toma en serio el desafío del mal en el mundo. Algunos fingen
que no existe, que todo está bien, que la voluntad humana a veces no es ciega,
que en la historia no luchan fuerzas oscuras portadoras de muerte. Pero basta
ojear un libro de historia, o, por desgracia, incluso los periódicos, para
descubrir los horrores de los que somos en parte víctimas y en parte
protagonistas: guerras, violencia, esclavitud, opresión de los pobres,
heridas que nunca han cicatrizado y que aún sangran. La virtud de la fortaleza nos hace reaccionar
y gritar “no”, un rotundo “no” a todo esto. En nuestro cómodo Occidente,
que ha “aguado” un poco todo, que ha convertido el camino de la perfección en
un simple desarrollo orgánico, que no necesita luchar porque todo le parece
igual, sentimos a veces una sana nostalgia de los profetas. Pero las personas
incómodas y visionarias son muy raras. Necesitamos que alguien nos levante
del “blando lugar” en el que nos hemos acomodado y nos haga repetir con
decisión nuestro “no” al mal y a todo lo que conduce a la indiferencia.
"No" al mal y "no" a la indiferencia; "sí" al
camino, al camino que nos hace progresar, y para ello debemos luchar.
Redescubramos, entonces, en el
Evangelio la fortaleza de Jesús, y aprendámosla del testimonio de los santos y
de las santas. ¡Gracias!
Francisco. Mensaje
para la 61ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Llamados a sembrar
la esperanza y a construir la paz
Queridos hermanos y hermanas:
Cada año la Jornada Mundial de
Oración por las Vocaciones nos invita a considerar el precioso don de la
llamada que el Señor nos dirige a cada uno de nosotros, su pueblo fiel en
camino, para que podamos ser partícipes de su proyecto de amor y encarnar la
belleza del Evangelio en los diversos estados de vida. Escuchar la llamada
divina, lejos de ser un deber impuesto desde afuera, incluso en nombre de un
ideal religioso, es, en cambio, el modo más seguro que tenemos para alimentar
el deseo de felicidad que llevamos dentro. Nuestra vida se realiza y
llega a su plenitud cuando descubrimos quiénes somos, cuáles son nuestras
cualidades, en qué ámbitos podemos hacerlas fructificar, qué camino podemos
recorrer para convertirnos en signos e instrumentos de amor, de acogida, de
belleza y de paz, en los contextos donde cada uno vive.
Por eso, esta Jornada es
siempre una hermosa ocasión para recordar con gratitud ante el Señor el
compromiso fiel, cotidiano y a menudo escondido de aquellos que han abrazado
una llamada que implica toda su vida. Pienso en las madres y en los padres
que no anteponen sus propios intereses y no se dejan llevar por la corriente de
un estilo superficial, sino que orientan su existencia, con amor y gratuidad,
hacia el cuidado de las relaciones, abriéndose al don de la vida y poniéndose
al servicio de los hijos y de su crecimiento. Pienso en los que llevan adelante
su trabajo con entrega y espíritu de colaboración; en los que se
comprometen, en diversos ámbitos y de distintas maneras, a construir un mundo
más justo, una economía más solidaria, una política más equitativa, una
sociedad más humana; en todos los hombres y las mujeres de buena voluntad que
se desgastan por el bien común. Pienso en las personas consagradas, que
ofrecen la propia existencia al Señor tanto en el silencio de la oración como
en la acción apostólica, a veces en lugares de frontera y exclusión, sin
escatimar energías, llevando adelante su carisma con creatividad y poniéndolo a
disposición de aquellos que encuentran. Y pienso en quienes han acogido la
llamada al sacerdocio ordenado y se dedican al anuncio del Evangelio, y
ofrecen su propia vida, junto al Pan eucarístico, por los hermanos, sembrando
esperanza y mostrando a todos la belleza del Reino de Dios.
A los jóvenes, especialmente a
cuantos se sienten alejados o que desconfían de la Iglesia, quisiera decirles: déjense
fascinar por Jesús, plantéenle sus inquietudes fundamentales. A través
de las páginas del Evangelio, déjense inquietar por su presencia que siempre
nos pone beneficiosamente en crisis. Él respeta nuestra libertad, más que
nadie; no se impone, sino que se propone. Denle cabida y encontrarán la
felicidad en su seguimiento y, si se los pide, en la entrega total a Él.
Un pueblo en camino
La polifonía de los carismas y
de las vocaciones, que la comunidad cristiana reconoce y acompaña, nos ayuda a
comprender plenamente nuestra identidad como cristianos. Como pueblo de
Dios que camina por los senderos del mundo, animados por el Espíritu Santo e
insertados como piedras vivas en el Cuerpo de Cristo, cada uno de nosotros se
descubre como miembro de una gran familia, hijo del Padre y hermano y hermana
de sus semejantes. No somos islas encerradas en sí mismas, sino que somos
partes del todo. Por eso, la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones
lleva impreso el sello de la sinodalidad: muchos son los carismas y estamos
llamados a escucharnos mutuamente y a caminar juntos para descubrirlos y para
discernir a qué nos llama el Espíritu para el bien de todos.
Además, en el presente momento
histórico, el camino común nos conduce hacia el Año Jubilar del 2025. Caminamos
como peregrinos de esperanza hacia el Año Santo para que, redescubriendo la
propia vocación y poniendo en relación los diversos dones del Espíritu, seamos
en el mundo portadores y testigos del anhelo de Jesús: que formemos una sola
familia, unida en el amor de Dios y sólida en el vínculo de la caridad, del
compartir y de la fraternidad.
Esta Jornada está dedicada a la
oración para invocar del Padre, en particular, el don de vocaciones santas
para la edificación de su Reino: «Rueguen al dueño de los sembrados que envíe
trabajadores para la cosecha» (Lc 10,2). Y la oración —lo sabemos— se
hace más con la escucha que con palabras dirigidas a Dios. El Señor habla a
nuestro corazón y quiere encontrarlo disponible, sincero y generoso. Su
Palabra se ha hecho carne en Jesucristo, que nos revela y nos comunica
plenamente la voluntad del Padre. En este año 2024, dedicado
precisamente a la oración en preparación al Jubileo, estamos llamados a
redescubrir el don inestimable de poder dialogar con el Señor, de corazón a
corazón, convirtiéndonos en peregrinos de esperanza, porque «la oración
es la primera fuerza de la esperanza. Mientras tú rezas la esperanza crece
y avanza. Yo diría que la oración abre la puerta a la esperanza. La esperanza
está ahí, pero con mi oración le abro la puerta» (Catequesis, 20 mayo 2020).
Peregrinos de esperanza y
constructores de paz
Pero, ¿qué significa ser
peregrinos? Quien comienza una peregrinación procura ante todo tener
clara la meta, que lleva siempre en el corazón y en la mente. Pero, al
mismo tiempo, para alcanzar ese objetivo es necesario concentrarse en la
etapa presente, y para afrontarla se necesita estar ligeros, deshacerse
de cargas inútiles, llevar consigo lo esencial y luchar cada día para que el
cansancio, el miedo, la incertidumbre y las tinieblas no obstaculicen el camino
iniciado. De este modo, ser peregrinos significa volver a empezar cada
día, recomenzar siempre, recuperar el entusiasmo y la fuerza para recorrer
las diferentes etapas del itinerario que, a pesar del cansancio y las
dificultades, abren siempre ante nosotros horizontes nuevos y panoramas
desconocidos.
El sentido de la peregrinación
cristiana es precisamente este: nos ponemos en camino para descubrir el amor de
Dios y, al mismo tiempo, para conocernos a nosotros mismos, a través de un
viaje interior, siempre estimulado por la multiplicidad de las relaciones. Por
lo tanto, somos peregrinos porque hemos sido llamados. Llamados a amar a Dios y
a amarnos los unos a los otros. Así, nuestro caminar en esta tierra nunca se
resuelve en un cansarse sin sentido o en un vagar sin rumbo; por el contrario, cada
día, respondiendo a nuestra llamada, intentamos dar los pasos posibles hacia un
mundo nuevo, donde se viva en paz, con justicia y amor. Somos peregrinos de
esperanza porque tendemos hacia un futuro mejor y nos comprometemos en
construirlo a lo largo del camino.
Este es, en definitiva, el
propósito de toda vocación: llegar a ser hombres y mujeres de esperanza. Como
individuos y como comunidad, en la variedad de los carismas y de los
ministerios, todos estamos llamados a “darle cuerpo y corazón” a la
esperanza del Evangelio en un mundo marcado por desafíos epocales: el
avance amenazador de una tercera guerra mundial a pedazos; las multitudes de
migrantes que huyen de sus tierras en busca de un futuro mejor; el aumento
constante del número de pobres; el peligro de comprometer de modo irreversible
la salud de nuestro planeta. Y a todo eso se agregan las dificultades que
encontramos cotidianamente y que, a veces, amenazan con dejarnos en la
resignación o el abatimiento.
En nuestro tiempo es, pues,
decisivo que nosotros los cristianos cultivemos una mirada llena de esperanza,
para poder trabajar de manera fructífera, respondiendo a la vocación que
nos ha sido confiada, al servicio del Reino de Dios, Reino de amor, de justicia
y de paz. Esta esperanza —nos asegura san Pablo— «no quedará defraudada» (Rm
5,5), porque se trata de la promesa que el Señor Jesús nos ha hecho de
permanecer siempre con nosotros y de involucrarnos en la obra de redención que
Él quiere realizar en el corazón de cada persona y en el “corazón” de la
creación. Dicha esperanza encuentra su centro propulsor en la Resurrección
de Cristo, que «entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde
parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la
resurrección. Es una fuerza imparable. Verdad que muchas veces parece que
Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que
no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza
a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto» (Exhort. ap.
Evangelii gaudium, 276). Incluso el apóstol Pablo afirma que «en esperanza»
nosotros «estamos salvados» (Rm 8,24). La redención realizada en la Pascua da
esperanza, una esperanza cierta, segura, con la que podemos afrontar los
desafíos del presente.
Ser peregrinos de esperanza y
constructores de paz significa, entonces, fundar la propia existencia en la
roca de la resurrección de Cristo, sabiendo que cada compromiso
contraído, en la vocación que hemos abrazado y llevamos adelante, no cae en
saco roto. A pesar de los fracasos y los contratiempos, el bien que
sembramos crece de manera silenciosa y nada puede separarnos de la meta
conclusiva, que es el encuentro con Cristo y la alegría de vivir en fraternidad
entre nosotros por toda la eternidad. Esta llamada final debemos
anticiparla cada día, pues la relación de amor con Dios y con los hermanos
y hermanas comienza a realizar desde ahora el proyecto de Dios, el sueño de la
unidad, de la paz y de la fraternidad. ¡Que nadie se sienta excluido de esta
llamada! Cada uno de nosotros, dentro de las propias posibilidades, en
el específico estado de vida puede ser, con la ayuda del Espíritu Santo,
sembrador de esperanza y de paz.
La valentía de involucrarse
Por todo esto les digo una vez
más, como durante la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa: “Rise up! – ¡Levántense!”.
Despertémonos del sueño, salgamos de la indiferencia, abramos las rejas
de la prisión en la que tantas veces nos encerramos, para que cada uno de
nosotros pueda descubrir la propia vocación en la Iglesia y en el mundo y se
convierta en peregrino de esperanza y artífice de paz. Apasionémonos por la
vida y comprometámonos en el cuidado amoroso de aquellos que están a nuestro
lado y del ambiente donde vivimos. Se los repito: ¡tengan la valentía de
involucrarse! Don Oreste Benzi, un infatigable apóstol de la caridad, siempre
en favor de los últimos y de los indefensos, solía repetir que no hay nadie tan
pobre que no tenga nada que dar, ni hay nadie tan rico que no tenga necesidad
de algo que recibir.
Levantémonos, por tanto, y
pongámonos en camino como peregrinos de esperanza, para que, como hizo María
con santa Isabel, también nosotros llevemos anuncios de alegría, generaremos
vida nueva y seamos artesanos de fraternidad y de paz.
Roma, San Juan de
Letrán, 21 de abril de 2024, IV Domingo de Pascua.
FRANCISCO
MISA DE NIÑOS. V DOMINGO DE T.P.
Monición de entrada.
Buenos días:
El domingo pasado Jesús se comparaba con los pastores, este domingo lo hace
con la vid.
Jesús nos compara con sus ramas. Si estamos pegados a él daremos buenas
uvas.
Y estamos pegados a él cuando venimos a misa y estamos atentos.
Señor, ten piedad.
Sin ti, no damos frutos. Señor, ten piedad.
Sin ti somos ramas de vid secas. Cristo, ten piedad.
Sin ti no podemos querer a las personas. Señor, ten piedad.
Peticiones.
-Por el Papa Francisco para que le ayudes a estar cada día más unido a ti.
Te lo pedimos Señor.
-Por la Iglesia, para que dé mucho fruto. Te lo pedimos Señor.
-Por las personas que hablan mal de los demás, para que cambies su corazón.
Te lo pedimos, Señor.
-Por las personas que sufren, para que encuentren en las demás personas
ayuda. Te lo pedimos, Señor.
-Por nosotros para que siempre estemos muy unidos a Jesús. Te lo pedimos Señor.
Acción de gracias.
Virgen María queremos darte gracias porque nos
enseñas a estar muy unidos a Jesús, como tú lo estabas desde que estaba dentro
de ti.
EXPERIENCIA.
Realiza la señal de la
cruz.
Pídele a Jesús que te
envíe su Espíritu para poder escuchar su voz en el vídeo, el sonido de tu
alrededor, tus propios sonidos (corazón, respiración, movimiento corporal,…),
en tus pensamientos y en el texto bíblico, donde Dios te habla directamente.
Entra aquí y conecta el
vídeo.
https://www.youtube.com/watch?v=guF_qG6p3zs¿
Cómo te has sentido mientras escuchabas el vídeo?
Escucha atentamente las
frases, con los ojos cerrados. Cuando alguna frase toque tu corazón, paralo.
Piensa en ella. Después continúa.
¿A quién has necesitado
o necesitas para continuar tus sueños? Reza por ellas y ellos.
Piensa en estas frase
tan certeras: “Yo no puedo ser solidario con los chicos de África si a tres
cuadras de mi casa tengo un comedor con setenta chicos que les falta todo”;
“pensamos, suponemos que el otro necesita la ayuda que le vamos a dar … Yo
aprendí mucho de empezar a escuchar al otro”.
REFLEXIÓN.
Lee el evangelio de este
domingo.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 10, 11-18
En aquel tiempo, dijo Jesús:
-Yo soy el buen Pastor. El
buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño
de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba
y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el
buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre
me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además,
otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y
escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor. Por esto me ama el
Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita,
sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder
para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.
Imagina la escena. Con los ojos
cerrados acércate a Jesús que habita en tu corazón, siéntate, o arrodíllate o
colócate con la imaginación de la manera que más cómodo te sientas. Puedes
hacerlo físicamente.
Toma la Biblia, ábrela, busca
el texto, léelo de nuevo.
De las imágenes que has visto
en el vídeo, ¿cuál ilustraría el fragmento del Evangelio? Imagínala y repite
una de las frases, la que más significativa te es.
Deja que ella sea como la
llovizna, vaya empapándote por dentro.
Sigue con otra, si lo
consideras oportuno o tienes tiempo.
Realiza un coloquio con Jesús,
es decir, dialoga con él sobre lo que has aprendido, has sentido, te ha gustado
o no te ha gustado, si estás de acuerdo o en desacuerdo; si no brotan palabras,
siente la mirada de Jesús, el abrazo de quien es el Buen Pastor.
Reza un Padrenuestro.
COMPROMISO.
En el vídeo el pintor nos ofrecía varias
enseñanzas: preocuparnos por las personas que están cerca de nosotros, en
nuestra familia, calle, pueblo o barrio; escuchar, tan importante, porque el
Buen Pastor escucha. Muchas veces nos sentimos incomprendidos bien porque
ayudamos sin escuchar al otro y por tanto nos equivocamos en la forma de
ayudarle o bien porque la otra persona nos ayuda sin escucharnos.
CELEBRACIÓN.
Mira este vídeo es el
Salmo 23, “El Señor es mi pastor” en hebreo. Jesús lo escuchó en este idioma y
si alguna vez lo leyó en el sábado en la sinagoga fue en hebreo. El vídeo
además de sugerentes imágenes ofrece la transcripción en caracteres latinos y
la traducción al español. Escúchalo y déjate conducir por el Espíritu.
BIBLIOGRAFÍA.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal
Española. BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Biblia
del Peregrino. Edición de Luis Alonso Schökel. EGA-Mensajero.
Bilbao. 1995.
Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego
de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.
Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia
Católica. BAC. Madrid. 2016.
Secretariado Nacional de Liturgia. Libro de
la Sede. Primera
edición: 1983. Coeditores Litúrgicos. Barcelona. 2004.
Robinson, Jame M.; Hoffmann Paul y John S., Kloppenborg. El Documento
Q. Ediciones Sígueme. Salamanca. 2004.
Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios
de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio
Agustiniano. Valladolid. 1986.
Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por
los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 2. Evangelio según san Marcos. Ciudad
Nueva. Madrid. 2009.
Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por
los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 3. Evangelio según san Lucas. Ciudad
Nueva. Madrid. 2006.
Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por
los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 4a. Evangelio según san Juan
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San Juan de Ávila. Obras Completas i. Audi, filia – Pláticas –
Tratados. BAC. Madrid. 2015.
San Juan
de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma –
Tratados y escritos menores. BAC.
Madrid. 2013.
San Juan de Ávila. Obras Completas III.
Sermones. BAC. Madrid. 2015.
San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.
[1] Flaco: flojo, sin
fuerzas, sin vigor para resistir. www.rae.es
[2] Fiucia: confianza. www.rae.es
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