Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 3, 13-15.17-19
En aquellos días, Pedro dijo al pueblo:
-El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros
padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y de
quien renegasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Vosotros
renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis el indulto de un asesino;
matasteis al autor de la vida, pero dios lo resucitó de entre los muertos, y
nosotros somos testigos de ello. Ahora bien, hermanos, sé que lo hicisteis por
ignorancia, al igual que vuestras autoridades; pero Dios cumplió de esta manera
lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por
tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.
Textos
paralelos.
El Dios de Abrahán, de
Isaac y de Jacob.
Ex 3, 6: Yo soy el Dios de tu
padre, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob.
Ex 3, 15: Esto dirás a los
Israelitas: el Señor Dios de vuestros padres, Dios de Abrahán, Dios de Isaac,
Dios de Jacob, me envía a vosotros. Este es mi nombre para siempre: así me
llamaréis de generación en generación.
El Dios de nuestros
padres ha glorificado a su siervo Jesús.
Is 52, 13: Mirad, mi siervo
tendrá éxito, subirá y crecerá mucho.
A quien vosotros
entregasteis.
Hch 2, 23: A este, entregado
según el plan previsto por Dios, lo crucificasteis por mano de gente sin ley y
le disteis muerte.
De quien renegasteis ante
Pilato.
Lc 23, 22-23: Pues, ¿qué delito
ha cometido? No encuentro en él nada que merezca la muerte. Le impondré un
castigo y lo dejaré libre. Pero ellos insistían a grandes voces pidiendo que lo
crucificará; y redoblaban los gritos.
Pedisteis que os dejaran
en libertad a un asesino.
Lc 23, 19: El cual estaba preso
por un motín en la ciudad y un homicidio.
Lc 23, 25: Así que dejó libre
al que tenía preso por motín y homicidio, al que pedían, y a Jesús lo entregó a
su arbitrio.
Matasteis al jefe que
conduce a la vida.
Hch 2, 23: A este, entregado
según el plan previsto por Dios, lo crucificasteis por mano de gente sin ley y
le disteis muerte.
Nosotros somos testigos
de ello.
Hch 1, 8: Pero recibiréis la
fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis testigos míos en
Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo.
Obrasteis por ignorancia.
Hch 13, 27: Los vecinos de
Jerusalén con sus jefes no lo acogieron a él ni las palabras de los profetas
que se leen los sábados. Pero, al juzgarlo, las cumplieron.
Lo mismo que vuestros
jefes.
1 Co 2, 8: Ningún príncipe de
este mundo la conoció: pues que dé haberla conocido, no habrían crucificado al
Señor de la gloria.
1 Tm 1, 13: Me tuvo compasión
porque yo lo hacía por ignorancia y falta de fe.
De este modo Dios cumplió
lo que había anunciado.
Lc 18, 31: Él gritó: Jesús,
hijo de David, ten piedad de mí.
Convertíos para que
vuestros pecados sean borrados.
Hch 2, 38: Pedro les contestó:
Arrepentíos, bautizaos cada uno invocando el nombre de Jesucristo, para que se
os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Mt 3, 2: Arrepentíos, que está
cerca el reinado de Dios.
Notas
exegéticas.
3 13 (a) Los cristianos reconocen en
Jesús al misterioso “Siervo” de Is 52, 13-53,12. La glorificación que Dios le
ha concedido es su resurrección.
3 13 (b) Igual alusión al Canto del
Siervo (Is 53, 12).
3 13 (c) Como Moisés también él
figura de Cristo y rechazado por sus compatriotas.
3 14 (a) Variante: “vosotros
oprimisteis”.
3 14 (b) Comparar con Hch 4, 27.30:
Jesús es el “Siervo santo” de Dios. Es también “el Santo de Dios” y “el Santo”
por excelencia.
3 15 El jefe que lleva a los suyos a
la vida que le pertenece. La secuencia de la misa de Pascua recoge la
expresión: Dux vitae mortuus regnat vivus. Parecido título de “jefe” se
da a Moisés, figura de Cristo.
3 17 Parece aludir a Lc 23, 34. Esta
ignorancia en el desconocimiento del designio de Dios anunciado por los
profetas. Aunque pueda ser considerada como una excusa, eso no impide que sea
en sí una falta que aleja a los judíos de Dios, del mismo modo que otro tipo de
ignorancia aleja a los paganos.
3 18 Esta afirmación explicita un
aspecto fundamental de la fe y del mensaje apostólicos: el cumplimiento
por parte de Dios, de sus profecías y sus promesas del AT. Inaugurado por la
venida de Jesús, su Pasión y su Resurrección, este cumplimiento prosigue en el
perdón de los pecados, el don del Espíritu, el desarrollo de la predicación
apostólica y la constitución de la Iglesia, a la espera de la venida gloriosa
de Cristo.
3 19 Por la “conversión”, el hombre
“se vuelve, se da media vuelta”, espiritualmente. Los gentiles deben volver a
Dios abandonando los ídolos; los judíos deben convertirse al Señor reconociendo
a Jesús como Señor. Los términos se hallan invertidos en Lc 1, 16.
Salmo
responsorial
Salmo 4, 2.4.7.9
Haz
brillar sobre nosotros, Señor,
la
luz de tu rostro. R/.
Escúchame
cuando te invoco, Dios de mi justicia;
tú
que en el aprieto me diste anchura,
ten
piedad de mí y escucha mi oración. R/.
Sabedlo:
el Señor hizo milagros en mi favor,
y
el Señor me escuchará cuando lo invoque. R/.
Hay
muchos que dicen: “¿Quién nos hará ver la dicha,
si
la luz de tu rostro ha huido de nosotros?”. R/.
En
paz me acuesto y enseguida me duermo,
porque
tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo. R/.
Textos
paralelos.
Muchos dicen: “¿Quién nos
hará ver la dicha?”.
Nm 6, 25: El Señor te muestre
su rostro radiante y tenga piedad de ti.
¡Haz brillar sobre
nosotros la luz de tu rostro!
Pr 16, 15: El rostro sereno del
rey trae la vida, su favor es nube que trae lluvia.
Dn 9, 17: Ahora, pues, Dios
nuestro, escucha la oración y las súplicas de tu siervo, mira benévolo a tu
santuario asolado, ¡Señor mío, por tu honor!
En paz me acuesto y
enseguida me duermo.
Sal 3, 6: Me acuesto y me duermo, me
despierto, porque el Señor me sostiene.
Notas
exegéticas.
4 Salmo de confianza y de gratitud
para con Dios, de quien únicamente procede la felicidad. Los vv. 5 y 9 hacen de
él una oración de la tarde.
4 1 La expresión “maestro de coro”
se encuentra 55 veces en el Salterio. Designaría una recopilación de salmos del
levita encargado de dirigir el canto en el Templo. El Tárgum dice “para
alabar”; griego “para el final”; Áquila y Jerónimo “al vencedor”; Simaco
“victorioso”; Teodoción “para la victoria”.
4 7 Expresión bíblica, frecuente en
el Salterio, relativa a la benevolencia de Dios o de los reyes. El “rostro” es
el aspecto exterior de algo, o de un hombre, cuyos pensamientos y sentimientos
hace visibles. Puede, pues, designar la personalidad (“mi rostro” = yo) y su
presencia, muy en especial a propósito de Dios cuando se dirige al hombre. Como
el hombre no puede ver a Dios, Dios no “hace brillar la luz de su rostro” más
que en un sentido atenuado. Así hay que entender igualmente los pasajes en que
el hombre busca a Dios o lo contempla. La traducción del griego y de la
Vulgata: “La luz ce tu rostro está sellada (o: impresa) en nosotros” se ha de
interpretar del alma creada a imagen de Dios y marcada con el sello bautismal,
que hace del cristiano un “hijo de luz”.
Segunda
lectura.
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 2, 1-5a.
Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno
peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es
víctima de propiciación por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino
también por los del mundo entero. En esto sabemos que lo conocemos: en que
guardamos sus mandamientos. Quien dice: “Yo lo conozco”, y no guarda sus
mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su
palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud.
Textos
paralelos.
Os escribo esto para que no pequéis.
1 Jn 3, 6: Quien permanece con
él no peca; quien peca no lo ha visto ni conocido.
Jesucristo, el Justo.
Hb 7, 25: así puede salvar
plenamente a los que por su medio acuden a Dios, pues vive siempre para
interceder por ellos.
Hb 8, 6: Ahora bien, a él le
toca un ministerio superior, ya que es mediador de una alianza mejor,
instituida sobre promesas mejores.
Él es víctima
propiciatoria.
Jn 14, 16: Y pediré al Padre
que os envíe otro Valedor que esté con vosotros siempre.
Por nuestros pecados.
Hch 3, 14: Vosotros
rechazasteis al santo e inocente, pedisteis que os indultasen a un homicida.
1 Jn 4, 10: En esto consiste el
amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a
su Hijo para expiar nuestros pecados.
Pero no solo por los
nuestros.
Rm 3, 25: Dios lo destinó a ser
con su sangre instrumento de expiación para los que creen. Dios mostraba así su
justicia cuando pacientemente pasaba por alto los pecados de antaño.
Sino también por los del
mundo entero.
Jn 4, 42: Y a la mujer le
decían: Ya no creemos por lo que nos has contado, pues nosotros mismos hemos
escuchado y sabemos que éste es realmente el salvador del mundo.
Si cumplimos sus
mandamientos.
1 Jn 1, 3: Lo que vimos y oímos
os lo anunciamos también a vosotros para que compartáis nuestra vida, como
nosotros la compartimos con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
1 Jn 1, 7: Pero caminamos en la
luz, como él está en la luz, compartimos nuestra vida y la sangre de su Hijo
Jesús nos limpia de todo pecado.
Quien dice “Yo le
conozco”.
Jn 10, 14: Yo soy el buen
pastor: conozco a las mías y ellas me conocen.
Pero quien guarda su
palabra.
1 Jn 4, 20: Si uno ama a Dios
mientras odia a su hermano, miente; pues si no ama al hermano suyo a quien ve,
no puede amar al Dios a quien no ve.
Tenga por cierto que el
amor de Dios.
1 Jn 3, 19: Así conoceremos que
procedemos de la verdad y ante él tendremos la conciencia tranquila.
Ha llegado en él a su
plenitud.
Jn 8, 32: Le contestaron: Somos
del linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Por qué dices que
seremos libres?
En esto conocemos que
estamos en él.
Jn 14, 21: Quien conserva y
guarda mis mandamientos, ese sí que me ama. A quien me ama lo amará mi Padre,
lo amaré yo y me manifestará a él.
Jn 14, 23: Si alguien me ama
cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en é.
Notas
exegéticas.
2 1 Lit. “paráclito”. Jesús y el
Espíritu reciben el mismo título, para dos misiones diferentes y simultáneas
(después de Pascua), conforme a los dos sentidos del término: Jesús resucitado
intercede ante el Padre; el Espíritu interviene en el corazón de los creyentes.
2 2 Esta fórmula, que reaparecerá
en 4, 10, proviene del vocabulario sacrificial del AT (p.e. Ex 29, 36-37). Aquí
evoca el sacrificio voluntario de Jesús en la cruz, víctima expiatoria que
ahora intercede por nosotros ante su Padre.
2 3 Este conocimiento es la fe que
empeña toda la conducta, de manera que la conducta es el criterio para conocer
la vida en Cristo.
2 4 Adicción: “de Dios”.
2 6 Se trata del amor que Dios nos
tiene, más que del amor que nosotros tenemos a Dios.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Lucas 24, 35-48
En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había
pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Estaban
hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
-Paz a vosotros.
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un
espíritu. Y él les dijo:
-¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón?
Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un
espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan
de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
-¿Tenéis ahí algo de comer?
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió
delante de ellos. Y les dijo:
-Esto es lo que dije mientras estaba con vosotros: que era
necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los
Profetas y Salmos acerca de mí.
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las
Escrituras. Y les dijo:
Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los
muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón
de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois
testigos de esto.
Textos
paralelos.
Lc 24, 36-49 |
Jn 20, 19-23 |
Estaban
hablando de ello, cuando se presentó
Jesús en medio de ellos y les dijo: -La paz esté
con vosotros. Espantados y
temblando de miedo, pensaban que era un fantasma. Pero él les
dijo: -¿Por qué
estáis turbados?, ¿por qué se os ocurren esas dudas? Mirad mis
manos y mis pies, que soy el mismo. Tocad y ved, que un fantasma no tiene
carne y hueso, como veis que yo tengo. Dicho esto,
les mostró las manos y los pies. Y, como no
acababan de creer, de puro gozo y asombro, les dijo: -¿Tenéis
aquí algo de comer? Le
ofrecieron un trozo de pescado asado. Lo tomó y lo comió en su presencia. Después les
dijo: -Esto es lo
que os decía cuando todavía estaba con vosotros: que tenía que cumplirse en
mí todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y los salmos. Entonces les
abrió la inteligencia para que comprendieran la Escritura. Y añadió: -Así está
escrito que el Mesías tenía que padecer y resucitar de la muerto; que en su
nombre se predicaría la penitencia y perdón de pecados a todas las naciones,
empezando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de ello. |
Al atardecer
de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas
bien cerradas, por miedo a los judíos. Llegó Jesús,
se colocó en medio y les dice: -Paz con
vosotros. Dicho esto,
les mostró las manos y el costado. Los
discípulos se alegraron al ver al Señor. Jesús repitió: -Paz con
vosotros. Como el Padre me envió, yo os envío a vosotros. Dicho esto,
sopló sobre ellos y les dijo: -Recibid el
Espíritu Santo. A quienes
les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los mantengáis
les quedan mantenidos. |
Como lo había reconocido al
partir el pan.
Lc 24, 16: Pero tenían los ojos
incapacitados para reconocerlo.
Sobresaltados y asustados,
creyeron ver un espíritu.
Lc 1, 12: Al verlo, Zacarías se
asustó y quedó sobrecogido de temor.
Lc 24, 16: Pedro, en cambio, se
levantó y fue corriendo al sepulcro. Se asomó y vio solo las sábanas; así que
volvió a casa extrañado ante lo ocurrido.
Como no acaban de creérselo a
causa de la alegría.
Mt 8, 10: Al oírlo, Jesús se
admiró y dijo a los que lo seguían: Os aseguro, una fe semejante no la he
encontrado en ningún israelita.
Lc 1, 14: Te llenará de gozo y
alegría y muchos se alegrarán de su nacimiento.
¿Tenéis algo de comer?
Jn 21, 5: Les dice Jesús:
Muchachos, ¿tenéis algo de comer? Contestaron: no.
Lo tomó y comió delante de
ellos.
Jn 21, 9-10: Cuando saltaron a
tierra, ven unas brasas preparadas y encima pescado y pan. Les dice Jesús:
Traed algo de lo que habéis pescado ahora.
Jn 21, 13: Llega Jesús, toma pan
y se lo reparte y lo mismo el pescado.
Es necesario que se cumpla todo
lo que está escrito en la Ley de Moisés.
Lc 9, 22: Y añadió: Este Hombre
tiene que sufrir mucho, ser reprobado por los senadores, sumos sacerdotes y
letrados, tiene que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.
Lc 24, 25-26: Jesús les dijo:
¡Qué necios y torpes para creer cuanto dijeron los profetas! ¿No tenía que
padecer eso para entrar en su gloria?
Abrió sus mentes para que
comprendieran las Escrituras.
Mc 4, 13: Y añadió: Si no
entendéis esta parábola, ¿cómo vais a entender las restantes?
Hch 2, 23: A este, entregado
según el plan previsto por Dios, lo crucificasteis por mano de gente sin ley y
le disteis muerte.
Resucitar de entre los muertos.
Hch 10, 40: Pero Dios lo
resucitó al tercer día e hizo que se apareciese.
Se predicaría en su nombre la
conversión.
Mt 3, 2: Arrepentíos, que está
cerca el reinado de Dios.
Mt 28, 18-20: Jesús se acercó y
les habló: Me han concedido plena autoridad en cielo y tierra. Por tanto, id a
hacer discípulos entre todos los pueblos, bautizándolos consagrándolos al Padre
y al Hijo y al Espíritu Santo, y enseñadlos a cumplir cuanto os he mandado. Yo
estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo.
A todas las naciones.
Mc 16, 15-16: Y les dijo: Id por
todo el mundo proclamando la buena noticia a toda la humanidad. Quien crea y se
bautice se salvará; quien no crea se condenará.
Empezando desde Jerusalén.
Lc 2, 38: [La profetisa Ana] Se
presentó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a cuantos
aguardaban el rescate de Jerusalén.
Ahora voy a enviar sobre
vosotros la Promesa del Padre.
Hch 1, 8: Pero recibiréis la
fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis testigos míos en
Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo.
Hch 1, 4: Estando comiendo con
ellos, les encargó que no se alejaran de Jerusalén, sino que esperaran lo
prometido por el Padre, lo que me habéis escuchado.
De momento permaneced en la
ciudad.
Hch 2, 33: Exaltado a la diestra
de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado.
Es lo que estáis viendo y oyendo.
Ga 3, 14: Así la bendición de
Abrahán, por medio de Cristo Jesús se extiende a los paganos, para que podamos
recibir por la fe el Espíritu prometido.
Ef 1, 13: Por él, también
vosotros, al escuchar el mensaje de la verdad, la buena noticia de vuestra
salvación, creísteis en él y fuisteis sellados con el Espíritu Santo prometido.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
24 35 Lucas, al emplear aquí este
término técnico que repetirá en los Hechos 2, 42, piensa sin duda en la
Eucaristía.
24 36 (a) A partir de aquí comienza la
última sección del evangelio, donde Jesús introduce a los Once en la plenitud
del mensaje de Pascua. Lc la construye ordenadamente; en los vv. 36-43 Jesús
vence la incredulidad de loso apóstoles, ofreciendo señales de la realidad de
su resurrección; en los vv. 44-49 les ayuda a comprender las escrituras y
define la tarea que les compete como testigos de la resurrección; en los vv.
50-53 Lc concluye su libro presentando la manifestación del Señorío de Jesús
reconocido por los suyos.
24 36 (b) Palabras ampliamente
atestiguadas, pero ausentes de algunos testigos textuales valiosos. Numerosos
críticos opinan que están tomadas de Jn 20, 19.
24 40 (a) Debe mantenerse este versículo a
pesar de su omisión por buenos testigos.
24 40 (b) Como Lucas escribía para griegos
y estos consideraban absurda la idea de la resurrección, insiste en la realidad
física del cuerpo de Jesús resucitado.
24 42 Un buen número de testigos,
realmente recientes, añaden “y miel (de panal)”. Pero se trata de una glosa
inspirada probablemente en ciertos ritos bautismales.
24 44 (a) Todo parece ocurrir el mismo
día, el día de la Resurrección. Hch 1, 1-8 supone por el contrario un período
de cuarenta días.
24 44 (b) Esta denominación de la
Escritura es original por el lugar que ocupan en ella los Salmos. La tradición
evangélica utilizó ampliamente los Salmos como anunciadores de la Pasión. En
los Hechos, Lucas los citará constantemente como profecías del misterio de
Cristo.
24 46 Los vv. 46-48 incluyen todos los
temas de la predicación apostólica tal como aparece en el libro de los Hechos:
empleo de las Escrituras, predicación de la conversión y del perdón, papel de
testigos conferido a los doce.
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión
crítica.
35 La expresión literal
del reconocimiento es: cómo llegó a ser conocido para ellos; o cómo se hizo
cognoscible para ellos.
36-43
Esta
aparición, entro otras, es difícil imaginarla sin cierta dosis de ternura y de
humor en Jesús, al ver a los once “despavoridos”, “asustados”, “alarmados”,
“dudosos”, “alegres”, “sorprendidos”; y, por supuesto, boquiabiertos y fuera de
sí; ¿esta gente es la que “inventó” las apariciones de su Maestro?
37 Lo que menos
esperaban los discípulos era ver a Jesús vivo; tan mal preparados estaban
psicológicamente para las apariciones que, si aceptaron la verdad de la
resurrección de Jesús, fue, como dice san León Magno, “no sin vacilar”.
38 VUESTRO INTERIOR:
lit. el corazón de vosotros. “Levantarse un pensamiento en el corazón de
uno” es un semitismo.
39-40
VED
MIS MANOS Y MIS PIES: ante los suyos, el resucitado se identifica por las
heridas de los clavos en la crucifixión.
41 DE (PURA) ALEGRÍA:
lit. por la alegría, dato psicológico anotado por Lc, como en Hch 12,
14.
42 UN TROZO DE PEZ
ASADO: una interpolación tardía añadió: “y de un panal de miel”.
44 ESTO ES… MIS
PALABRAS: lit. estas (¿son?; ¿eran?; para SIGNIFICABAN las palabras
de mí. // OS DIJE MIENTRAS ESTABA…: el texto distingue implícitamente dos
tipos de presencia de Jesús: la de su vida mortal y la de su nueva situación de
resucitado.
45 LES ABRIÓ LA
INTELIGENCIA: lit. abrió la mente de ellos. “Abrir la inteligencia” es
iluminarla, esclarecerla.
46-48
Está
aquí concentrada la predicación de los primeros evangelizadores, testigos de
Jesús, según nos la transmite Hch, que es el segundo relato de Lucas. // EN SU
NOMBRE: basados en su nombre (= en él), que es garantía de “eficacia” según el
estilo de Dios. El final del v. 47 y el comienzo del v. 48 puede leerse
también, con otra puntuación: “… las naciones empezando a partir de Jerusalén.
Vosotros (sois) testigos…”.
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé.
24, 36-43 La aparición de Cristo a sus
discípulos en el cenáculo aportó nuevas pruebas de su resurrección. Él les
mostró las cicatrices de su pasión e incluso comió delante de ellos. Él no era
solamente espíritu, sino que tenía un cuerpo material, aunque fue glorificado.
Este testimonio rechaza cualquier conjetura de que su aspecto era ilusorio o
metafórico y también nos instruye sobre la naturaleza de nuestros propios
cuerpos resucitados. Cat. 644-645, 999-1000 y 2605.
24, 44-49 Al igual que hizo con los
discípulos de Emaús, Cristo abrió la mente de los Apóstoles al significado de
la Escritura. Él les encargó continuar y predicar el arrepentimiento y
salvación de todas las personas pero les pidió que esperaran a “la promesa del
Padre”, el Espíritu Santo que él enviaría. Una vez recibido el poder del
Espíritu Santo, los discípulos de Cristo comenzarían la tarea evangelizadora de
la Iglesia o de difusión de la Buena Nueva a todos los rincones del mundo. Cat.
108, 572, 627, 730, 981 y 1118-1122.
Catecismo
de la Iglesia Católica
644 Tan imposible les parece la cosa
que, incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado, los discípulos dudan
todavía: creen ver un espíritu. “No acaban de creerlo a causa de la alegría y
estaban asombrados” (Lc 22, 41). Tomás conocerá la misma prueba de la duda y,
en la última aparición en Galilea referida por Mateo, “algunos sin embargo
dudaron” (Mt 28, 17). Por esto la hipótesis según la cual la Resurrección
habría sido un “producto” de la fe (o de la credulidad) de los apóstoles no
tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en la Resurrección nación – bajo la
acción de la gracia divina – de la experiencia directa de la realidad de Jesús
resucitado.
645 Jesús resucitado establece con
sus discípulos relaciones directas mediante el tacto y el compartir la comida.
Les invita así a reconocer que él no es un espíritu, pero sobre todo a que
comprueben que el cuerpo resucitado con el que se presenta ante ellos es el
mismo que ha sido martirizado y crucificado, ya que sigue llevando las huellas
de la pasión. Este cuerpo auténtico y real posee, sin embargo, al mismo tiempo,
las propiedades nuevas de un cuerpo glorioso: no está situado en el espacio ni
en el tiempo, pero puede hacerse presente a su voluntad donde quiere y cuando
quiere porque su humanidad ya no puede ser retenida en la tierra y no pertenece
ya más que al dominio divino del Padre. Por esta razón también Jesús resucitado
es soberanamente libre de aparecer como quiere: bajo la apariencia de un
jardinero o bajo otra figura distinta de la que les era familiar a los
discípulos, y eso para suscitar su fe.
999 ¿Cómo? Cristo resucitó con su
propio cuerpo: “Mirad mis manos y mis pies, soy yo mismo” (Lc 24, 39); pero Él
no volvió a una vida terrenal. Del mismo modo, en él “todos resucitarán con su
propio cuerpo, del que ahora están revestidos” (C. Lateranense IV. cap. 1. De
fide catholica), pero este cuerpo será transfigurado en cuerpo de gloria,
en cuerpo espiritual.
1000 Este como ocurrirá la
resurrección sobrepasa nuestra imaginación y nuestro entendimiento: no es
accesible más que en la fe. Pero nuestra participación en la Eucaristía nos da
ya un anticipo de la transfiguración de nuestro cuerpo por Cristo. “Así como el
pan que viene de la tierra, después de haber recibido la invocación de Dios, ya
no es pan ordinario, sino Eucaristía, constituida por dos cosas, una terrena y
otra celestial, así nuestros cuerpos que participan en la Eucaristía ya no son
corruptibles, ya que tienen la esperanza en la resurrección” (S. Ireneo de Lyon, Adversus haereses,
4).
572 La Iglesia permanece fiel a la
interpretación de todas las Escrituras dada por Jesús mismo, tanto antes como
después de su Pascua: “¿No era necesario que Cristo padeciera eso y entrara así
en su gloria?” (Lc 24, 26-27.44-45). Los padecimientos de Jesús han tomado una
forma histórica concreta por el hecho de haber sido “reprobado por los
ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas” (Mc 8, 31), que lo “entregaron a
los gentiles, para burlarse de él, azotarle y crucificarle” (Mt 20, 19).
730 Jesús entrega su espíritu en las
manos del Padre en el momento en que por su Muerte es vencedor de la muerte, de
modo que resucitado de los muertos por la gloria del Padre en seguida da a sus
discípulos el Espíritu Santo exhalando sobre ellos su aliento. A partir de esta
hora, la misión de Cristo y del Espíritu se convierte en la misión de la
Iglesia: “Como el Padre me ha enviado, así también yo os envío” (Jn 20, 21).
981 Cristo, después de la
resurrección, envió a sus Apóstoles a predicar en su nombre la conversión para
el perdón de los pecados a todas las naciones. Este misterio de la
reconciliación no lo cumplieron los Apóstoles y sus sucesores anunciando
solamente a los hombres el perdón de Dios merecido para nosotros por Cristo y
llamándoles a la conversión y a la fe, sino comunicándoles también la remisión
de los pecados por el Bautismo y reconciliándolos con Dios y con la Iglesia
gracias al poder de las llaves recibido de Cristo.
Concilio
Vaticano II
La economía del Antiguo Testamento estaba orientada sobre todo a
preparar, anunciar proféticamente (cf. Lc 24, 44) y significar en diversidad de
figuras la venida de Cristo, redentor universal, y del Reino mesiánico. Los
libros del Antiguo Testamento, según la condición del género humano anterior a
la salvación instaurada por Cristo, manifiestan a todos el conocimiento de Dios
y del hombre, así como los modos con los que Dios justo y misericordioso trata
con los hombres. Estos libros, aunque contienen también elementos imperfectos y
temporales, demuestran, sin embargo, una verdadera pedagogía divina. Por ello,
estos mismos libros, que expresan un vivo sentido de Dios, en los que se
esconden sublimes doctrinas acerca de Dios y una saludable sabiduría acerca de
la vida del hombre así como admirables tesoros de plegarias, en los que, por
último, está latente el misterio de nuestra salvación, han de ser acogidos por
los cristianos con devoción.
Dei Verbum,
15.
Comentarios de los Santos Padres.
Cuando aquellos dos le reconocieron en la fracción del pan, nadie debe
dudar de que se trataba del sacramento que a todos nos reúne cuando lo
conocemos.
Agustín, Cartas, 149, 3, 32. 3, pg. 503.
El Señor fue reconocido por aquellos discípulos, y desde ese momento ya
no se dejó ver en ningún lado. Se alejó de ellos corporalmente, a la vez que lo
tenían consigo mediante la fe. He aquí el motivo por el que nuestro Señor se
ausentó de toda la Iglesia y subió al cielo: para edificar la fe.
Agustín, Sermón, 235, 4. 3, pg. 503.
Para esto se encarnó, para esto sufrió y resucitó de entre los muertos,
para llevarnos mediante la reconciliación a la paz de Dios a nosotros, que
pecando habíamos caído en la ira de Dios.
Beda, Homilías sobre los Evangelios, 2, 9. 3, pg. 506.
San Agustín.
A Cristo no le hemos visto, pero si a ella [la
Iglesia]; creamos lo que se nos dice de él. Los apóstoles, por el contrario, le
veían a él y creían lo referente a ella. Ellos veían una cosa y creían la otra;
nosotros también, puesto que vemos una, creemos la otra. Ellos veían a Cristo y
creían en la Iglesia que no veían; nosotros que vemos la Iglesia, creamos
también en Cristo a quien no vemos y, agarrándonos a lo que vemos llegaremos a
quien aún no vemos. Conociendo, pues, al esposo y a la esposa, reconozcámoslos
en el acta de su matrimonio para que tan santas nupcias no sean objeto de
litigio.
Sermón 238, 2-3. I, pg. 492-493.
S. Juan de Ávila
Un día de aquella semana. En
medio (Lc 24, 36). Este es el lugar suyo: medio de animales nace, doctores
disputar latronum figitur, apparet in medio [es crucificado
entre ladrones]. Medio inter Padre y Espíritu Santo. Vino a
ser de medio entre Dios y hombre, mediator, y en la gloria medio
beatorum [centro de la visión beatífica].
Martes de Pascua, 1. OC III, pg. 227.
Y como suelen tomar insignias de sus romerías en
testimonio de habellas andado, como los que vienen de Santiago cargados de
veneras[1];
de azebaches, de Monserrate; ciertas imagines de Guadalupe; tomó Cristo veneras
aquellas llagas preciosas, quedaron señallados pies, mano e costado. Videte
quia ego sum el romero (cf. Lc 24, 39).
Lunes de Pascua, 8. OC III, pg. 222.
¿No sabéis, hermana, que cuando el Señor resucitó y
apareció a sus discípulos se puso en medio de ellos (Lc 24, 36), y no a la
cabecera ni en otra parte? Y esto, ¿para qué, sino para que entendiésemos que
está en medio de nosotros y que no podemos querer ni hacer mal a nadie sin que
primero le hagamos a Él? Quien al prójimo quiere mal, a Cristo, que es su
cabeza, quiere mal; y quien a Cristo quiera mal, mejor el fuera no haber
nacido, pues no sabe conocer aquello para que fue criado, que es para amar a este
Señor.
A una persona que deseaba servir a Dios. OC IV, pg. 280.
San Oscar Romero.
La Iglesia en este domingo ha dado un aporte
muy valioso. Desde la liturgia de la palabra, ha señalado cómo Cristo ha
infundido un nuevo espíritu a la humanidad: su mismo Espíritu de resucitado,
Espíritu de esperanza, Espíritu de fe. De ese Espíritu ha brotado la comunidad
cristiana que es comunidad de fe y de esperanza, comunidad de amor. Logremos
realizar entre nosotros esa comunidad de fe y de amor. Comunidades de las
parroquias, comunidades de base, comunidad de la Arquidiócesis, hagamos empeño
de que este soplo de Cristo no se quede inutilizado entre nosotros. Contamos
con la fuerza del Resucitado y nuestra Iglesia tiene que florecer si de verdad
somos dóciles a ese soplo que Cristo imprimió a nosotros, su Iglesia, en la
misma noche de la Pascua. Así sea...
Homilía, 22 de abril de 1979.
Papa Francisco. Regina Coeli. 19
de abril de 2015
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
En las lecturas bíblicas de la liturgia de hoy resuena
dos veces la palabra «testigos». La primera vez es en los labios de Pedro:
él, después de la curación del paralítico ante la puerta del templo de
Jerusalén, exclama: «Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de
entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello» (Hch 3, 15). La
segunda vez, en los labios de Jesús resucitado: Él, la tarde de Pascua,
abre la mente de los discípulos al misterio de su muerte y resurrección y les
dice: «Vosotros sois testigos de esto» (Lc 24, 48). Los apóstoles, que
vieron con los propios ojos al Cristo resucitado, no podían callar su
extraordinaria experiencia. Él se había mostrado a ellos para que la verdad
de su resurrección llegara a todos mediante su testimonio. Y la Iglesia tiene
la tarea de prolongar en el tiempo esta misión; cada bautizado está
llamado a dar testimonio, con las palabras y con la vida, que Jesús ha
resucitado, que Jesús está vivo y presente en medio de nosotros. Todos nosotros
estamos llamados a dar testimonio de que Jesús está vivo.
Podemos preguntarnos: pero, ¿quién es el
testigo? El testigo es uno que ha visto, que recuerda y cuenta. Ver,
recordar y contar son los tres verbos que describen la identidad y la misión. El
testigo es uno que ha visto, con ojo objetivo, ha visto una realidad, pero
no con ojo indiferente; ha visto y se ha dejado involucrar por el
acontecimiento. Por eso recuerda, no sólo porque sabe reconstruir de
modo preciso los hechos sucedidos, sino también porque esos hechos le han
hablado y él ha captado el sentido profundo. Entonces el testigo cuenta,
no de manera fría y distante sino como uno que se ha dejado cuestionar y
desde aquel día ha cambiado de vida. El testigo es uno que ha cambiado de
vida.
El contenido del testimonio cristiano no es una teoría,
no es una ideología o un complejo sistema de preceptos y prohibiciones o un
moralismo, sino que es un mensaje de salvación, un acontecimiento concreto, es
más, una Persona: es Cristo resucitado, viviente y único Salvador
de todos. Él puede ser testimoniado por quienes han tenido una experiencia
personal de Él, en la oración y en la Iglesia, a través de un camino
que tiene su fundamento en el Bautismo, su alimento en la Eucaristía,
su sello en la Confirmación, su continua conversión en la Penitencia.
Gracias a este camino, siempre guiado por la Palabra de Dios, cada cristiano
puede transformarse en testigo de Jesús resucitado. Y su testimonio es mucho
más creíble cuando más transparenta un modo de vivir evangélico, gozoso,
valiente, humilde, pacífico, misericordioso. En cambio, si el cristiano se
deja llevar por las comodidades, las vanidades, el egoísmo, si se convierte en
sordo y ciego ante la petición de «resurrección» de tantos hermanos, ¿cómo
podrá comunicar a Jesús vivo, como podrá comunicar la potencia liberadora de
Jesús vivo y su ternura infinita?
Que María, nuestra Madre, nos sostenga con su
intercesión para que podamos convertirnos, con nuestros límites, pero con la
gracia de la fe, en testigos del Señor resucitado, llevando a las personas que
nos encontramos los dones pascuales de la alegría y de la paz.
Papa Francisco. Regina Coeli. 15 de abril de
2018.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el centro de este tercer domingo de
Pascua está la experiencia del Resucitado hecha por sus discípulos, todos
juntos. Eso se evidencia especialmente en el Evangelio que nos introduce de
nuevo otra vez en el Cenáculo, donde Jesús se manifiesta a los apóstoles,
dirigiéndoles este saludo: «La paz con vosotros» (Lucas, 24, 36). Es el
saludo del Cristo Resucitado, que nos da la paz: «La paz con vosotros». Se
trata tanto de la paz interior, como de la paz que se establece en las
relaciones entre las personas. El episodio contado por el evangelista Lucas
insiste mucho en el realismo de la Resurrección. Jesús no es un
fantasma. De hecho, no se trata de una aparición del alma de Jesús, sino de su
presencia real con el cuerpo resucitado.
Jesús se da cuenta de que los apóstoles están
desconcertados al verlo porque la realidad de la Resurrección es inconcebible
para ellos. Creen que están viendo un espíritu pero Jesús resucitado no es un
espíritu, es un hombre con cuerpo y alma. Por eso, para convencerlos, les dice:
«Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no
tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo» (v. 39). Y puesto que esto
parece no servir para vencer la incredulidad de los discípulos, el Evangelio dice
también una cosa interesante: era tanta la alegría que tenían dentro que esta
alegría no podían creerla: «¡No puede ser! ¡No puede ser así! ¡Tanta alegría no
es posible!». Y Jesús, para convencerles, les dice: «¿Tenéis aquí algo de
comer?» (v. 41). Ellos le ofrecen un pez asado; Jesús lo toma y lo come frente
a ellos, para convencerles.
La insistencia de Jesús en la realidad de su
Resurrección ilumina la perspectiva cristiana sobre el cuerpo: el cuerpo no es
un obstáculo o una prisión del alma. El cuerpo está creado por Dios
y el hombre no está completo sino es una unión de cuerpo y alma. Jesús, que
venció a la muerte y resucitó en cuerpo y alma, nos hace entender que debemos
tener una idea positiva de nuestro cuerpo. Este puede convertirse en una
ocasión o en un instrumento de pecado, pero el pecado no está provocado por el
cuerpo, sino por nuestra debilidad moral. El cuerpo es un regalo maravilloso de
Dios, destinado, en unión con el alma, a expresar plenamente la imagen y
semejanza de Él. Por lo tanto, estamos llamados a tener un gran respeto y
cuidado de nuestro cuerpo y el de los demás. Cada ofensa o herida o
violencia al cuerpo de nuestro prójimo, es un ultraje a Dios creador. Mi
pensamiento va, en particular para los niños, las mujeres, los ancianos
maltratados en el cuerpo.
En la carne de estas personas encontramos el cuerpo
de Cristo. Cristo herido, burlado, calumniado, humillado, flagelado,
crucificado... Jesús nos ha enseñado el amor. Un amor que, en su
Resurrección demostró ser más poderoso que el pecado y que la muerte, y quiere
salvar a todos aquellos que experimentan en su propio cuerpo las esclavitudes
de nuestros tiempos. En un mundo donde prevalece la prepotencia contra
los más débiles y el materialismo que sofoca el espíritu, el
Evangelio de hoy nos llama a ser personas capaces de mirar profundamente,
llenas de asombro y gran alegría por haber encontrado al Señor resucitado. Nos
llama a ser personas que saben recoger y valorar la novedad de vida que Él
siembra en la historia, para orientarla hacia los cielos nuevos y la tierra
nueva. Que nos sostenga en este camino la Virgen María, a cuya materna
intercesión nos encomendamos con confianza.
Papa Francisco. Regina Coeli. 18
de abril de 2021.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este tercer domingo de Pascua, volvemos a
Jerusalén, al Cenáculo, como guiados por los dos discípulos de Emaús, que
habían escuchado con gran emoción las palabras de Jesús en el camino y luego lo
reconocieron «al partir el pan» (Lc 24, 35). Ahora, en el Cenáculo, Cristo
resucitado se presenta en medio del grupo de discípulos y los saluda: «¡La paz
con vosotros!» (v. 36). Pero estaban asustados y creían «ver un espíritu », así
dice el Evangelio (v. 37). Entonces Jesús les muestra las llagas de su cuerpo y
dice: «Mirad mis manos y mis pies —las llagas—; soy yo mismo. Palpadme» (v.
39). Y para convencerlos, les pide comida y la come ante su mirada atónita (cf.
vv. 41-42).
Hay un detalle aquí en esta descripción. El
Evangelio dice que los apóstoles “por la gran alegría no acababan de creerlo”.
Tal era la alegría que tenían que no podían creer que fuera verdad. Y un
segundo detalle: estaban atónitos, asombrados, asombrados porque el encuentro
con Dios siempre te lleva al asombro: va más allá del entusiasmo, más allá de
la alegría, es otra experiencia. Y estos estaban alegres, pero una alegría que
les hacía pensar: pero no, ¡esto no puede ser verdad!.... Es el asombro de
la presencia de Dios. No olvidéis esto estado de ánimo, que es tan hermoso.
Este pasaje evangélico se caracteriza por tres
verbos muy concretos, que en cierto sentido reflejan nuestra vida personal
y comunitaria: mirar, tocar y comer. Tres acciones que pueden dar la
alegría de un verdadero encuentro con Jesús vivo.
Mirar. “Mirad mis manos y mis pies”
—dice Jesús. Mirar no es solo ver, es más, también implica intención,
voluntad. Por eso es uno de los verbos del amor. La madre y el padre
miran a su hijo, los enamorados se miran recíprocamente; el buen médico mira
atentamente al paciente... Mirar es un primer paso contra la indiferencia,
contra la tentación de volver la cara hacia otro lado ante las dificultades y
sufrimientos ajenos. Mirar. Y yo, ¿veo o miro a Jesús?
El segundo verbo es tocar. Al invitar a los
discípulos a palparle, para que constaten que no es un espíritu —¡palpadme! —,
Jesús les indica a ellos y a nosotros que la relación con él y con nuestros
hermanos no puede ser “a distancia”, no existe un cristianismo a distancia,
no existe un cristianismo solo a nivel de la mirada. El amor pide mirar y
también pide cercanía, pide el contacto, compartir la vida. El buen
samaritano no solo miró al hombre que encontró medio muerto en el camino: se
detuvo, se inclinó, curó sus heridas, lo tocó, lo subió a su montura y lo llevó
a la posada. Y lo mismo ocurre con Jesús: amarlo significa entrar en una
comunión de vida, una comunión con él.
Y pasamos al tercer verbo, comer, que
expresa bien nuestra humanidad en su indigencia más natural, es decir, la
necesidad de nutrirnos para vivir. Pero comer, cuando lo hacemos juntos, en
familia o con amigos, también se convierte en expresión de amor, expresión
de comunión, de fiesta... ¡Cuántas veces los Evangelios nos muestran a Jesús
que vive esta dimensión convival! Incluso como Resucitado, con sus discípulos.
Hasta el punto de que el banquete eucarístico se ha convertido en el signo
emblemático de la comunidad cristiana. Comer juntos el cuerpo de Cristo:
este es el centro de la vida cristiana.
Hermanos y hermanas, este pasaje del Evangelio nos
dice que Jesús no es un “espíritu”, sino una Persona viva; que Jesús cuando
se acerca a nosotros nos llena de alegría, hasta el punto de no creer, y
nos deja asombrados, con ese asombro que solo da la presencia de Dios, porque
Jesús es una Persona viva. Ser cristianos no es ante todo una doctrina o un
ideal moral, es una relación viva con él, con el Señor Resucitado: lo miramos,
lo tocamos, nos alimentamos de él y, transformados por su amor, miramos,
tocamos y nutrimos a los demás como hermanos y hermanas. Que la Virgen
María nos ayude a vivir esta experiencia de gracia.
Benedicto XVI. Regina Coeli. 30 de abril de
2006.
En el tiempo pascual la liturgia nos ofrece
múltiples estímulos para fortalecer nuestra fe en Cristo resucitado. En este
III domingo de Pascua, por ejemplo, san Lucas narra cómo los dos discípulos de
Emaús, después de haberlo reconocido "al partir el pan", fueron
llenos de alegría a Jerusalén para informar a los demás de lo que les había
sucedido. Y precisamente mientras estaban hablando, el Señor mismo se apareció
mostrando las manos y los pies con los signos de la pasión. Luego, ante el asombro
y la incredulidad de los Apóstoles, Jesús les pidió pescado asado y lo comió
delante de ellos (cf. Lc 24, 35-43).
En este y en otros relatos se capta una invitación
repetida a vencer la incredulidad y a creer en la resurrección de Cristo,
porque sus discípulos están llamados a ser testigos precisamente de este
acontecimiento extraordinario. La resurrección de Cristo es el dato
central del cristianismo, verdad fundamental que es preciso reafirmar con
vigor en todos los tiempos, puesto que negarla, como de diversos modos se ha
intentado hacer y se sigue haciendo, o transformarla en un acontecimiento
puramente espiritual, significa desvirtuar nuestra misma fe. "Si no
resucitó Cristo —afirma san Pablo—, es vana nuestra predicación, es vana también vuestra fe" (1 Co 15,
14).
En los días que siguieron a la resurrección del
Señor, los Apóstoles permanecieron reunidos, confortados por la presencia de
María, y después de la Ascensión perseveraron, juntamente con ella, en oración
a la espera de Pentecostés. La Virgen fue para ellos madre y maestra, papel que
sigue desempeñando con respecto a los cristianos de todos los tiempos. Cada
año, en el tiempo pascual, revivimos más intensamente esta experiencia y, tal
vez precisamente por esto, la tradición popular ha consagrado a
María el mes de mayo, que normalmente cae entre Pascua
y Pentecostés. Por tanto, este mes, que comenzamos mañana, nos ayuda a
redescubrir la función materna que ella desempeña en nuestra vida, a fin de que
seamos siempre discípulos dóciles y testigos valientes del Señor resucitado.
A María le encomendamos las necesidades de la
Iglesia y del mundo entero, especialmente en este momento lleno de sombras.
Invocando también la intercesión de san José, a quien mañana recordaremos de
modo particular con el pensamiento proyectado al mundo del trabajo, nos
dirigimos a ella con la oración del Regina caeli, plegaria que nos hace gustar
la alegría confortadora de la presencia de Cristo resucitado.
Benedicto XVI. Regina Coeli. 26 de
abril de 2009.
Queridos hermanos y hermanas:
Mientras estamos a punto de concluir esta solemne
celebración, deseo dirigiros un saludo cordial a todos vosotros, que habéis
querido venir personalmente a rendir homenaje a los nuevos santos. Expreso ante
todo mi agradecimiento a la delegación del Gobierno italiano y a las demás
autoridades civiles, en particular a los alcaldes y a los prefectos de las
ciudades de los cuatro paisanos suyos elevados hoy al honor de los altares.
Saludo a la delegación de la Orden de Malta. Con
gran afecto doy las gracias a los numerosos peregrinos provenientes de muchas
partes de Italia. Deseo que esta peregrinación, vivida en el signo de la
santidad y confirmada por la gracia del Año paulino, ayude a cada uno a
"correr" con más alegría y más impulso hacia "la meta"
final, hacia "el premio que Dios nos llama a recibir en el cielo en Cristo
Jesús" (cf. Flp 3, 13-14).
En este contexto me complace mencionar también la
Jornada de la Universidad católica del Sagrado Corazón, que se celebra hoy. A
cincuenta años de la muerte de su fundador, el padre Agostino Gemelli, deseo
que la Universidad católica sea siempre fiel a sus principios inspiradores para
seguir ofreciendo una buena formación a las generaciones jóvenes.
Benedicto XVI. Regina Coeli. 22 de
abril de 2012.
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy, tercer domingo de Pascua, encontramos en el
Evangelio según san Lucas a Jesús resucitado que se presenta en medio de los
discípulos (cf. Lc 24, 36), los cuales, incrédulos y aterrorizados, creían ver
un espíritu (cf. Lc 24, 37). Romano Guardini escribe: «El Señor ha cambiado. Ya
no vive como antes. Su existencia ... no es comprensible. Sin embargo, es
corpórea, incluye... todo lo que vivió; el destino que atravesó, su pasión y su
muerte. Todo es realidad. Aunque haya cambiado, sigue siendo una realidad
tangible» (Il Signore. Meditazioni sulla persona e la vita di N.S. Gesù
Cristo, Milán 1949, p. 433). Dado que la resurrección no borra los signos de la
crucifixión, Jesús muestra sus manos y sus pies a los Apóstoles. Y para
convencerlos les pide algo de comer. Así los discípulos «le ofrecieron un trozo
de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos» (Lc 24, 42-43). San Gregorio
Magno comenta que «el pez asado al fuego no significa otra cosa que la
pasión de Jesús, Mediador entre Dios y los hombres. De hecho, él se
dignó esconderse en las aguas de la raza humana, aceptó ser atrapado por el
lazo de nuestra muerte y fue como colocado en el fuego por los dolores sufridos
en el tiempo de la pasión» (Hom. in Evang XXIV, 5: ccl 141, Turnhout, 1999,
p. 201).
Gracias a estos signos muy realistas, los
discípulos superan la duda inicial y se abren al don de la fe; y esta fe les
permite entender lo que había sido escrito sobre Cristo «en la ley de Moisés,
en los Profetas y en los Salmos» (Lc 24, 44). En efecto, leemos que Jesús «les
abrió el entendimiento para comprender las Escrituras y les dijo: “Así está
escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en
su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados... Vosotros
sois testigos”» (Lc 24, 45-48). El Salvador nos asegura su presencia real
entre nosotros a través de la Palabra y de la Eucaristía. Por eso, como los
discípulos de Emaús, que reconocieron a Jesús al partir el pan (cf. Lc 24, 35),
así también nosotros encontramos al Señor en la celebración eucarística. Al
respecto, santo Tomás de Aquino explica que «es necesario reconocer, de acuerdo
con la fe católica, que Cristo todo está presente en este sacramento... porque
la divinidad jamás abandonó el cuerpo que había asumido» (S. Th. III, q. 76, a.
1).
Queridos amigos, en el tiempo pascual la Iglesia
suele administrar la primera Comunión a los niños. Por lo tanto, exhorto a
los párrocos, a los padres y a los catequistas a preparar bien esta fiesta de
la fe, con gran fervor, pero también con sobriedad. «Este día queda grabado en
la memoria, con razón, como el primer momento en que... se percibe la
importancia del encuentro personal con Jesús» (Exhort. ap. postsin.
Sacramentum caritatis, 19). Que la Madre de Dios nos ayude a escuchar con
atención la Palabra del Señor y a participar dignamente en la mesa del
sacrificio eucarístico, para convertirnos en testigos de la nueva humanidad.
Francisco. Catequesis. Vicios y
virtudes. 14. La justicia.
Queridos hermanos y hermanas,
¡Feliz Pascua, buenos días!
Llegamos hoy a la segunda de las
virtudes cardinales: vamos a hablar de la justicia. Es la virtud social por
excelencia. El Catecismo de la Iglesia Católica la define así: «La virtud moral
qe consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo
que les es debido» (n. 1807). Esta es la justicia. A menudo, cuando se
nombra la justicia, se cita también el lema que la representa: “unicuique
suum”, o sea, “a cada uno lo suyo”. Es la virtud del derecho, que trata de
regular las relaciones entre las personas con equidad.
Está representada alegóricamente
por la balanza, porque su objetivo es "igualar las cuentas"
entre los hombres, sobre todo cuando corren el riesgo de verse distorsionadas
por algún desequilibrio. Su finalidad es que en una sociedad cada uno sea
tratado según su dignidad. Pero los antiguos maestros ya enseñaban que esto
requiere también otras actitudes virtuosas, como la benevolencia, el
respeto, la gratitud, la afabilidad, la honestidad: virtudes que
contribuyen a la buena convivencia entre las personas. La justicia es una
virtud para una buena convivencia entre las personas.
Todos comprendemos que la
justicia es fundamental para la convivencia pacífica en la sociedad: un
mundo sin leyes que respeten los derechos sería un mundo en el que es imposible
vivir, se parecería a una jungla. Sin justicia no hay paz. Sin justicia
no hay paz. De hecho, si no se respeta la justicia, se generan conflictos. Sin
justicia, se ratifica la ley del fuerte sobre los débiles, y eso no es justo.
Pero la justicia es una virtud
que actúa tanto en lo grande como en lo pequeño: no sólo concierne a las
salas de los tribunales, sino también a la ética que caracteriza nuestra vida
cotidiana. Establece relaciones sinceras con los demás: cumple el
precepto del Evangelio según el cual el hablar cristiano debe ser: «“Sí, sí”,
“No, no”; Todo lo que se dice de más, procede del Maligno.» (Mt 5,37). Las
medias verdades, los discursos sutiles que buscan engañar al prójimo, las
reticencias que ocultan las verdaderas intenciones, no son actitudes acordes
con la justicia. La persona justa es recta, sencilla y directa, no usa
máscaras, se presenta tal como es, dice la verdad. En sus labios se
encuentra a menudo la palabra "gracias": sabe que, por más que
nos esforcemos para ser generosos, estamos siempre en deuda con nuestro
prójimo. Si amamos es también porque hemos sido amados primero.
En la tradición se pueden
encontrar innumerables descripciones de la persona justa. Veamos algunas de
ellas. La persona justa venera las leyes y las respeta, sabiendo que son
una barrera que protege a los indefensos de la arrogancia de los poderosos. La
persona justa no sólo se preocupa por su bienestar individual, sino que
quiere el bien de toda la sociedad. Por eso, no cede a la tentación de
pensar sólo en sí mismo y de ocuparse de sus propios asuntos, por legítimos que
sean, como si fueran lo único que existe en el mundo. La virtud de la justicia
evidencia -y pone la exigencia en el corazón- que no puede haber verdadero bien
para mí si no hay también el bien de todos.
Por eso, la persona justa vigila
su propio comportamiento para que no perjudique a los demás: si comete
un error, pide perdón. La persona justa siempre pide disculpas. En algunas
situaciones es capaz de sacrificar un bien personal para ponerlo a disposición
de la comunidad. Desea una sociedad ordenada, en la que sean las personas
las que den lustre a los cargos, y no los cargos los que den lustre a las
personas. Aborrece el favoritismo y no comercia con favores. Ama la
responsabilidad y es ejemplar viviendo y promoviendo la legalidad.
Además, el justo rehúye
comportamientos nocivos como la calumnia, el falso testimonio, el fraude, la
usura, la burla, la deshonestidad. El justo mantiene la palabra dada,
devuelve lo que ha recibido prestado, reconoce un salario justo a los
trabajadores: la persona que no reconoce el justo salario a los trabajadores,
no es justa, es injusta.
Nadie sabe si en nuestro mundo
las personas justas son numerosas o escasas como perlas preciosas. Sin embargo,
son personas que atraen gracia y bendiciones tanto sobre sí mismas como sobre
el mundo en el que viven. Los justos no son moralistas que se erigen en
censores, sino personas rectas que "tienen hambre y sed de
justicia" (Mt 5,6), soñadores que custodian en su corazón el deseo de una
fraternidad universal. Y de este sueño, especialmente hoy en día, todos tenemos
una gran necesidad. Necesitamos ser hombres y mujeres justos, y esto nos hará
felices.
MISA DE NIÑOS. IV DOMINGO DE T.P.
DOMINGO DEL BUEN PASTOR.
Monición de entrada.
Buenos días:
Este domingo la iglesia tiene la fiesta de Jesús, el Buen Pastor.
Porque Jesús es como los pastores, nos cuida y alimenta.
Así lo va a hacer en misa, donde nos hablará al corazón.
Y nos alimentará con la comunión.
Señor, ten piedad.
Tú que eres el Buen Pastor Señor, ten piedad.
Tú que cuidas de nosotros. Cristo, ten piedad.
Tú que nos alimentas. Señor, ten piedad.
Peticiones.
-Por el Papa Francisco, nuestro obispo Enrique y los obispos, para que sean
como Jesús, el Buen Pastor. Te lo pedimos Señor.
-Por todos los que somos cristianos, para que formemos un solo rebaño. Te
lo pedimos Señor.
-Por las personas que mandan, para que ayuden a todos con todo su corazón.
Te lo pedimos, Señor.
-Por las catequistas, para que cuides de ellas que nos quieren como tú nos
quieres. Te lo pedimos, Señor.
-Por los jóvenes, para que escuchen la llamada de Dios a ser sacerdotes,
frailes o monjas. Te lo pedimos, Señor.
-Por nosotros para que ayudemos a la Iglesia en el cuidado de todas las
personas, especialmente las pobres. Te lo pedimos Señor.
Acción de gracias.
Virgen María ayer fue la fiesta de la Divina
Pastora, un cuadro en el que tú estás pintada como pastora y que en muchos
pueblos va por las casas. Te damos gracias por cuidar de nosotros y de las
casas donde pasas tres días.
EXPERIENCIA.
https://www.youtube.com/watch?v=5JqDApWsdG8
¿Cómo te has sentido
mientras escuchabas el vídeo?
¿Qué es lo que haces
normalmente?, ¿cuál es tu vida cotidiana?, ¿quiénes te acompañan?
Dale gracias a Dios por
esos momentos que son los puntos de colores de un lienzo, cada uno de ellos
forma parte del cuadro de tu vida.
Lee detenidamente las
frases del vídeo.
¿Qué aporta la fe a la
vida diaria?
REFLEXIÓN.
Lee el evangelio de este
domingo.
X Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 35-48
En aquel tiempo, los
discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo
habían reconocido al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando él
se presentó en medio de ellos y les dice:
-Paz a vosotros.
Pero ellos, aterrorizados
y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y él les dijo:
-¿Por qué os alarmáis?,
¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en
persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos,
como veis que yo tengo.
Dicho esto, les mostró las
manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían
atónitos, les dijo:
-¿Tenéis ahí algo de
comer?
Ellos le ofrecieron un
trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo:
-Esto es lo que dije
mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo
escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí.
Entonces les abrió el
entendimiento para comprender las Escrituras. Y les dijo:
Así está escrito: el
Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre
se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos,
comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.
Pide a Jesús te conceda el don
del Espíritu para que abra tu mente, tu corazón y tu voluntad y así puedas
comprender el mensaje que Dios quiere dirigirte en estos momentos.
Lee de nuevo el texto,
pausadamente, imaginando el lugar, las personas, los sentimientos que irradian
en los ojos, los labios, las manos.
Detente en los gestos de Jesús.
Sitúate dentro de la escena. Tú
eres uno de ellos. Te cuesta entender lo de la resurrección, tienes tus miedos.
Mira como te mira Jesús.
¿Qué te está diciendo el texto?
Repite alguna de las frases, la
que más sientas dirigida a ti.
Habla con Jesús como hablarías
con un amigo, contándole como te encuentras, tus vivencias cotidianas,…
Reza un Padrenuestro.
COMPROMISO.
Jesús se presenta con las llagas, los
estigmas, de la pasión. Mira a los demás con esta mirada. Muchas veces en el
fondo de una mala respuesta o un enfado, hay una llaga que sangra. Quienes no
comprendes comparten contigo las llagas del corazón.
CELEBRACIÓN.
Mira este vídeo de
Taizé https://www.youtube.com/watch?v=go1-BoDD7CI
Si tienes una candela o
una vela, enciéndela, apaga las luces de
tu habitación, escucha el Nada te turbe mirando el vídeo y/o la luz.
[1] Del latín veneira,
y este derivado de Venus, -eris, ‘Venus’, diosa romana del amor. Concha de la
vieira, semicircular, formada por una valva plana y otra muy convexa, de diez a
doce centímetros de diámetro, rojizas por fuera y blancas por dentro, con dos
orejuelas laterales y catorce estrías radiales a modo de costillas gruesas.
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