Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 9, 26-31
En aquellos días, llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse
con los discípulos, pero todos le tenían miedo porque no se fiaban de que fuera
discípulo. Entonces Bernabé, tomándolo consigo, lo presentó a los apóstoles y
él les contó como había visto al Señor en el camino, lo que le había dicho y
como en Damasco había actuado valientemente en el nombre de Jesús. Saulo se
quedó con ellos y se movía con libertad en Jerusalén, actuando valientemente en
el nombre del Señor. Hablaba y discutía también con los helenistas, que se
propusieron matarlo. Al enterarse los hermanos, lo bajaron a Cesarea y lo
enviaron a Tarso. La Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se
iba construyendo y progresaba en el temor del Señor, y se multiplicaba con el
consuelo del Espíritu Santo.
Textos
paralelos.
Ga 1, 18-19: Pasados tres años, subí a
Jerusalén para conocer a Cefas y me quedé quince días con él. De los otros
apóstoles no vi más que a Santiago, el pariente del Señor.
Entonces Bernabé lo tomó
consigo.
Hch 4, 36-37: Un tal José, a
quien los apóstoles llamaban Bernabé (que significa Consolado), levita y
chipriota de nacimiento, poseía un campo: lo vendió, llevó el precio y lo
depositó a los pies de los apóstoles.
Cómo había predicado con
valentía en Damasco.
Hch 13, 46: Entonces Pablo y
Bernabé hablaron con franqueza: A vosotros los primeros tenía que anunciarse la
palabra de Dios. Pero, puesto que la rechazáis y no os juzgáis dignos de la
vida eterna, nos dirigiremos a Damasco.
Predicando con valentía
en el nombre del Señor.
Hch 5, 41: Ellos se marcharon
del tribunal contentos de haber sido considerados dignos de sufrir desprecios
por su nombre.
También hablaba y
discutía con los helenistas.
Hch 22, 17-21: Cuando volví a
Jerusalén, estando en oración en el templo, caí en éxtasis y lo vi que me
decía: Sal a toda prisa de Jerusalén porque no van a aceptar tu testimonio
acerca de mí. Repliqué: Señor, ellos saben que yo arrestaba a los que creían en
ti y los azotaba en las sinagogas. También que, cuando se derramaba la sangre
de tu testigo Esteban, allí estaba yo aprobando y guardando la ropa de los que
lo mataban. él me dijo: Ve, que yo te envío a pueblos lejanos.
Crecían y progresaban en
el temor del Señor.
1 Co 8, 1: Sobre la carne
inmolada a los ídolos: Es cosa sabida que todos tenemos conocimiento. Pero el
conocimiento infla mientras que el amor edifica.
Hch 2, 41: Los que aceptaron
sus palabras se bautizaron y aquel día se incorporaron unas tres mil personas.
Notas
exegéticas.
9 26 Pablo refiere esta visita, Ga
1, 18-19. Indica que en aquel entonces las iglesias de Judea no le conocían aún
de vista, pero nada dice de la intervención de Bernabé. Por lo que a apóstoles
se refiere, declara no haber visto más que a Pedro, y también a Santiago, el
hermano del Señor; los Hechos esquematizan hablando de los apóstoles en
general.
9 30 Adonde irá a buscarle Bernabé,
11, 25. Comparar con Ga 1, 18-21 y con Hch 22, 17-21.
9 31 (a) “Las iglesias” texto
accidental y antioqueno: “La Iglesia”, texto alejandrino.
9 31 (b) En ningún sitio hay noticia
de la fundación de una iglesia en Galilea.
9 31 (c) Es la alegría de la fe.
Otros traducen: “crecían por la consolación (o: por la asistencia; o: gracias a
los estímulos) del Espíritu Santo.
Salmo
responsorial
Salmo 22 (21), 26b-28.30-32
El
Señor es mi alabanza en la gran asamblea. R/.
Cumpliré
mis votos delante de sus fieles.
Los
desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán
al Señor los que lo buscan.
¡Viva
su corazón por siempre! R/.
Lo
recordarán y volverán al Señor
hasta
de los confines del orbe
en
su presencia se postrarán
las
familias de los pueblos.
Ante
él se postrarán los que duermen en la tierra,
ante
él se inclinarán los que bajan al polvo. R/.
Mi
descendencia lo servirá;
hablarán
del Señor a la generación futura,
contarán
su justicia al pueblo que ha de nacer:
“Todo
lo que hizo el Señor”. R/.
Textos
paralelos.
Todos los confines de la
tierra.
Is 45, 22: Acudid a mí para
salvaros, confines de la tierra, pues yo soy Dios, y no hay otro.
Is 52, 10: El Señor desnuda su
santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra
la victoria de nuestro Dios.
Su descendencia le
servirá.
Is 53, 10: El Señor quería
triturarlo con el sufrimiento: si entrega su vida como expiación, verá su
descendencia, prolongará sus años y por su medio triunfará el plan del Señor.
Hablará del Señor a la
edad venidera.
Sal 48, 14: Fijaos en sus
baluartes, observad sus palacios, para poder contarle a la próxima generación.
Sal 71, 18: ¡Bendito el Señor
Dios de Israel, el único que hace maravillas!
Contará su justicia al
pueblo que ha de nacer.
Sal 78, 6: De modo que lo
conociera la generación siguiente, los hijos que habían de nacer.
Sal 102, 19: Quede esto escrito
para la generación futura, y el pueblo recreado alabará al Señor.
Ef 2, 7: Para que se revele a
los siglos venideros la extraordinaria riqueza de su gracia y la bondad con que
nos trató por medio de Cristo Jesús.
Notas
exegéticas.
22 La lamentación y la oración de un
inocente perseguido, concluyen en acción de gracias por la liberación esperada,
v. 23-2, y se adaptan a la liturgia nacional mediante el v. 24 y el final
universalista, vv. 28-32, en que el advenimiento del reino de Dios al mundo
entero aparece como consecuencia de las pruebas del siervo fiel. Afín al poema
del Siervo doliente, Is 52, 13-32, 12, este salmo, cuyo comienzo pronunció
Cristo en la cruz, y en el que los evangelistas han visto descritos por
anticipado varios episodios de la Pasión, es por lo mismo mesiánico, al menos
en sentido típico.
22 27 Alusión al banquete mesiánico,
Is 55, 1s., más bien que a la comida ritual que sigue al sacrificio de
comunión, Lv 3, 1.
22 28 Según versiones: “en tu
presencia”, hebreo.
22 30 (a) “ante él” ’aklô
conj.; “comerán” ’aklû hebreo.
22 30 (b) “los que duermen en la
tierra”, “los que bajan al polvo” son los mortales.
22 31 Texto difícil. Puede también
entenderse: “él (el impío) no vivirá, pero un linaje le servirá”. Algunos
manuscritos y el griego dicen: “mi alma vivirá para él”, retoque añadido en
función de la creencia en la resurrección.
22 32 “venidera” griego; “vendrán”
hebreo.
Segunda
lectura.
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3, 18-24
Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con
obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestro
corazón ante él, en el caso de que nos condene nuestro corazón y lo conoce
todo. Queridos, si el corazón no nos condena, tenemos plena confianza ante
Dios. Cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y
hacemos lo que le agrada. Y este es su mandamiento; que creamos en el nombre de
su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó.
Quien guarda sus mandamientos permanece en nosotros: por el Espíritu que nos
dio.
Textos
paralelos.
Hijos míos, no amemos de palabra, solo con la
boca.
St 1, 22: Sed ejecutores del
mensaje y no solo oyentes que se hacen ilusiones.
Mt 7, 21: No todo el que me
diga ¡Señor, Señor! entrará en el reino de Dios, sino el que cumpla la voluntad
de mi Padre del cielo.
Está por encima de
nuestra conciencia.
1 Jn 4, 4: Nosotros lo hemos
contemplado y atestiguamos que el Padre envió a su Hijo como salvador del
mundo.
Obtendremos de él todo lo
que pidamos.
Mt 7, 7-11: Pedid y os darán,
buscad y encontraréis, llamad y os abrirán; pues quien pide recibe, quien busca
encuentra, a quien llama le abren. ¿Quién de vosotros, si su hijo le pide pan,
le da una piedra¿, ¿o si le pide pescado, le da una culebra? Pues si vosotros,
con lo malo que sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más
dará vuestro Padre del cielo cosas buenas a los que se las pidan!
Jn 14, 13-14: Y lo que pidáis
alegando mi nombre lo haré, para que por el Hijo se manifieste la gloria del
Padre. Si pedís algo alegando mi nombre, yo lo haré.
Y hacemos lo que le
agrada.
Jn 8, 29: El que me envió está
conmigo y no me deja solo, porque yo hago siempre lo que le agrada.
Según el mandamiento que
Él nos dio.
Jn 13, 34: Os doy un
mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado: amaos así
unos a otros.
Quien guarda sus
mandamientos mora en Dios y Dios en él.
Jn 15, 17: Esto es lo que os
mando, que os améis unos a otros.
Mora en Dios y Dios en
él.
1 Jn 1, 3: Lo que vimos y oímos
os lo anunciamos también a vosotros para que compartáis nuestra vida, como
nosotros la compartimos con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
1 Jn 1, 7: Pero si caminamos en
la luz, como él está en la luz, compartimos nuestra vida y la sangre de su Hijo
Jesús nos limpia de todo pecado.
En esto conocemos que
mora en nosotros.
Jn 14, 21-23: Quien conserva y
guarda mis mandamientos, ese sí que me ama. A quien me ama lo amará mi Padre,
lo amaré yo y me manifestaré a él. Le dice Judas (no el Iscariote): ¿Qué pasa
que te vas a manifestar a nosotros y no al mundo? Jesús le contestó: Si alguien
me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en
é.
En que nos hay dado el
Espíritu.
Jn 4, 13: Le contestó Jesús: El
que bebe de esta agua vuelve a tener sed; quien beba del agua que yo le daré no
tendrá sed jamás, pues el agua que le daré se convertirá dentro de él en
manantial que brota dando vida eterna.
Notas
exegéticas.
3 18 Esta fórmula propone dos
aspectos esenciales del amor: para ser auténtico, debe traducirse en hechos
concretos; pero solo será verdaderamente cristiano si prolonga en las vidas el
amor de Dios manifestado en Cristo.
3 19 (a) Variante (Vulgata): “sabemos”.
3 19 (b) Juan da a la “verdad” un
sentido muy amplio que abarca fe y amor. Son “de la verdad” los que creen, los
que aman. Ver 2 Jn 4-6; 3 Jn 3-8.
3 20 El hombre que escucha los
reproches de su conciencia (lit.: “su corazón” sabe que Dios lo conoce todo y
que él es el Amor que por lo mismo es más clarividente y magnánimo que nuestra
conciencia. Pero se presupone la práctica del amor y los mandamientos. Otra
traducción: “y ante él persuadiremos a nuestra conciencia, en caso de que ésta
nos condene, de que Dios es mayor que nuestra conciencia y que conoce todo”.
3 23 Lit. “que creamos en el nombre
de su Hijo…”. Por primera vez en la epístola, el autor utiliza aquí el verbo
“creer”, con el fin de preparar la sección dedicada a la fe y al discernimiento
de los espíritus. Todavía no se trata propiamente de la fe interior cono en 5,
1-13, sino de la adhesión comunitaria a un credo. Como ocurre con el verbo
“creer” en el v. precedente, también la palabra “Espíritu” es mencionada aquí
por primera vez. Jn no alude a los dones carismáticos, ni siquiera
directamente, al parecer, a la experiencia personal del Espíritu en nosotros
(ver Rm 8, 16). Piensa más bien en el Espíritu que suscita nuestra confesión de
fe y nuestro amor fraterno y, nos permite así reconocer que estamos en comunión
con Dios.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 15, 1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo
sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda,
para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he
hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar
fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no
permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en
mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al
que se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en
mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis
discípulos míos.
Textos
paralelos.
Yo soy la vid verdadera.
Is 5,1-7: Voy a cantar en
nombre de mi amigo un canto de amor a su viña. Mi amigo tenía una viña en
fértil collado. La entrecavó, la descantó[1] y plantó buenas cepas; construyó en medio una atalaya y cavó un lagar.
Y esperó que diera uvas, pero dio agrazones. Pues ahora, habitantes de
Jerusalén, hombres de Judá, por favor, sed jueces entre mí y mi viña. ¿Qué más
cabía hacer por mi viña que yo no haya hecho? ¿Por qué, esperando que diera
uvas, dio agrazones? Pues ahora os diré a vosotros lo que voy a hacer con mi
viña: quitar su valla para que sirva de pasto, derruir su cerca para que la
pisoteen. La dejaré arrasada: no la podarán ni la escardarán, crecerán zarzas y
cardos; prohibiré a las nubes que lluevan sobre ella. La viña del Señor de los
ejércitos es la casa de Israel, son los hombres de Judá su plantel preferido.
Esperó de ellos derecho y ahí tenéis: asesinatos; esperó justicia, y ahí tenéis:
lamentos.
El corta todo sarmiento.
Mt 15, 13: Él respondió: Toda
planta que no plantó mi padre del cielo será arrancada.
Limpia todo el que da
fruto.
Is 18, 5: Porque antes de la
vendimia, concluida la floración, cuando la cierna se vuelve agraz que va
madurando, cortará los zarcillos[2] con la podadera, arrancará y arrojará los sarmientos.
Vosotros estáis ya
limpios.
Jn 13, 10: Le responde Jesús:
El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, pues el resto está
limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.
Gracias a la palabra que
os he dicho.
Jn 3, 11: Te lo aseguro:
hablamos de lo que sabemos, atestiguamos lo que hemos visto, y no aceptáis
nuestro testimonio.
Permaneced en mí.
Jn 6, 56-57: Quien come mi
carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me envió
y yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá por mí.
Dará mucho fruto.
Jn 15, 16: No me elegisteis
vosotros; yo os elegí y os destiné a ir y dar fruto, un fruto que permanezca;
así, lo que pidáis al Padre alegando mi nombre yo os lo concederé.
Porque separados de mí
nada podéis hacer.
Jn 1, 3: Todo existió por medio
de ella, y sin ella nada existió de cuanto existe.
Luego los recogen.
Ez 15, 1-8: Me dirigió la
palabra el Señor: Hijo de Adán, ¿en qué gana la vid a los demás arbustos
silvestres? ¿Sacan de ella madera para cualquier labor? ¿Sacan acaso clavos
para colgar la vajilla? Si la echan a la lumbre para cebarla, y el fuego le devora
las puntas y el centro se quema, ¿para qué labor valdrá? Si cuando estaba
entera no hacía ningún avío, cuando la queme el fuego y la devore aún sacarán
de ella menor partido. Por tanto, esto dice el Señor: Igual que el leño de la
vid silvestre que echó a la lumbre para cebarla, así echaré a los habitantes de
Jerusalén; me encararé con ellos.
Los echan al fuego para
que ardan.
Mt 3, 10: El hacha está ya
aplicada a la cepa del árbol: árbol que no produzca frutos buenos será cortado
y arrojado al fuego.
Mt 13, 30: Dejad que crezcan
juntas hasta la siega. Cuando llegue la siega, diré a los segadores: Recoged
primero la cizaña, atadla en gavillas y echadla al fuego; el trigo lo metéis en
mi granero.
Mt 13, 40: Como se recoge la
cizaña y se echa al fuego, así sucederá al fin del mundo.
Pedid lo que queráis y lo conseguiréis.
Jn 14, 13: Y lo que pidáis alegando mi
nombre lo haré, para que por el Hijo se manifieste la gloria del Padre.
1 Jn 5, 14: Nos dirigimos a Dios con la
confianza de que, si pedimos algo según su voluntad, nos escuchará.
La gloria del Padre está en que deis mucho fruto y
seáis mis discípulos.
Mt 5, 16: Brille vuestra luz ante los
hombres, de modo que, al ver vuestras obras, glorifiquen a vuestro Padre del
cielo.
Rm 7, 4: Nos consta que la ley es
espiritual, pero yo soy carnal y estoy vendido al pecado.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
15 1 Sobre la imagen de la viña, ver
Jn 2, 21, Is 5. Jesús la emplea en los Sinópticos como parábola del Reino de
los cielos y hace del “fruto de la vid” la eucaristía de la nueva alianza. Aquí
se proclama a sí mismo la verdadera vid cuyo fruto, el verdadero Israel, no
causará decepción a las esperanzas divinas.
15 2 El fruto es la santidad de una
vida fiel a los mandamientos, especialmente al mandamiento del amor.
15 3 O bien: “podados”. La misma raíz
designa en griego la poda y la pureza.
15 4 Para el ser humano “permanecer”
consiste en referirse con firmeza a lo que se ha recibido en el pasado,
mantenerlo en el presente y prever el futuro en función de ello. En este mismo
sentido el creyente permanece en la palabra, en el amor, en la luz y en Dios.
Por la otra parte, para Dios o para Jesús, “permanecer” expresa la estabilidad
de los dones de la salvación concedidos a los creyentes.
15 5 Sin negar la realidad y el valor
propio de las empresas humanas, hay que reconocer que pueden caer finalmente en
el vacío, si quienes las realizan no están en comunión con Cristo, único que
puede conferir a sus vidas un valor de eternidad.
15 8 Variante: “y así seréis mis
discípulos”. – Y entonces el Padre es “glorificado en el Hijo”.
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión
crítica.
15 1
Nueva
fórmula de revelación de Jesús (“YO SOY”). Ahora, con la imagen bíblica de LA
VID, símbolo de la unión vital de Cristo y los cristianos, y de los cristianos
entre sí. La comunidad de creyentes en Jesús es el nuevo Israel que sustituye
al antiguo, viña devastada (cf. Is 5, 1-7). San Pablo habla del cristiano que
se une a Cristo en el bautismo, con la imagen vegetal de una rama tierna que se
injerta en el tronco (cf. Rm 6, 5); aunque prefiere expresar la misma realidad
con otra imagen: la del “cuerpo místico”.
2-3 SIN DAR FRUTO: lit. no
llevando fruto; en griego es participio con valor de oración condicional: si
no da fruto… // En el original hay un juego de palabras: limpiar es poder
(aquí se habla de la limpieza de un vegetal). // LA ENSEÑANZA: cf. “la
doctrina que expuse”: 12, 47s. La adhesión a esa doctrina, la fe en Jesús al
someterse a su palabra, es lo que limpia al discípulo. El FRUTO es el
amor de caridad, manifestación externa de la fe en Jesús.
4 QUEDAOS: permaneced,
seguid. Diez veces usa Jn este verbo en los vs. 4-10, con el significado de
adherirse a Cristo y perseverar fielmente a esa adhesión.
5-6 EL QUE SE QUEDA EN
Cristo por la fe, vive y actúa como vive y actúa Cristo, movido por el mismo
Espíritu. // SE LE ECHA FUERA…, SE SECA: lit. en tiempo verbal aoristo – quizás
porque indica dramáticamente lo inmediato de la acción (Moule) - , que ha sido
entendido diversamente por diversos gramáticos: como aoristo proléptico[3] (Mandilaras), o gnómico (V. Psani), etc.
7 El discípulo que permanece
en Cristo, puede pedir lo que quiera; en realidad, pedirá lo que pide
Jesús: en la línea del fruto (fe-caridad) que hay que producir, en
sintonía con lo que agrada al Padre.
8 ES GLORIFICADO: lit.
en tiempo verbal aoristo (aoristo proléptico).
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé.
15, 1-17 La alegoría de la vid y los
sarmientos, tan arraigada en el Antiguo Testamento (Is 5, 1-7), ilustra las
enseñanzas de Cristo sobre el buen discipulado. Para extender el reino de dios
se requiere dar fruto, es decir, el arrepentimiento y el compromiso con la vida
cristiana; requiere una unión íntima con Dios a través de la Eucaristía (la
vid) y la palabra de Dios. Ser discípulo de Cristo implica estar unido a Cristo
para recibir de él vida y alimento. Él vivirá en nosotros y nosotros en él, y,
en Cristo, estaremos unidos los unos a los otros. El Catecismo caracteriza
al Espíritu Santo como la “savia de la vid del Padre”, que nos ayuda a estar en
comunión con Cristo y a dar fruto. Cat. 755, 859, 864, 1108, 1988.
15, 3 Escuchar la palabra de Dios con
el deseo de conocer y vivir por la verdad purifica al que la escucha. Cat. 517.
15, 5 El éxito del trabajo de
evangelización de la Iglesia pone en juego también las vidas espirituales de
los evangelizadores. Por esa razón los santos han sido los mejores impulsores
del Evangelio. Sin mí no podéis hacer nada: Un sarmiento no puede crecer
separado de la vid. Solo podemos dar fruto, es decir, alcanzar la santidad
personal, hacer buenas obras y guardar los mandamientos por medio de la gracia
de Dios. Cristo es la fuente del trabajo de la Iglesia, tanto del ministerio
llevado a cabo por los ministros ordenados, como del apostolado de los laicos,
ya que ellos se esfuerzan por iluminar con la luz de Cristo a sus familias y
amigos. El amor de Cristo en sus discípulos es lo que se transmite a otros
corazones. Cat. 308, 737, 787, 2074, 2732.
Catecismo
de la Iglesia Católica
755 “La Iglesia es labranza o campo
de Dios. En este campo crece el antiguo olivo cuya raíz santa fueron los
patriarcas y en el que tuvo y tendrá lugar la reconciliación de los judíos y de
los gentiles. El labrador del cielo la plantó como viña selecta. La verdadera
vid es Cristo, que da la vida y fecundidad a los sarmientos, es decir, a
nosotros, que permanecemos en él por medio de la Iglesia y sin él no podemos
hacer nada” (C. Vaticano II, Lumen gentium, 6).
859 Jesús los asocia a su misión
recibida del Padre: como “el Hijo no puede hacer nada por su cuenta” (Jn 5,
19.30), sino que todo lo recibe del Padre que le ha enviado, así, aquellos a
quienes Jesús envía no pueden hacer nada sin Él (cf. Jn 15, 5) de quien reciben
el encargo de la misión y el poder para cumplirla.
864 “Siendo Cristo, enviado por el
Padre, fuente y origen de todo apostolado de la Iglesia”, es evidente que la
fecundidad del apostolado, tanto de los ministros ordenados como el de los
laicos depende de su unión vital con Cristo” (C. Vaticano II. Apostolicam
actuositatem, 4).
1108 La finalidad de la misión del
Espíritu Santo en toda acción litúrgica es poner en comunión con Cristo para
formar su Cuerpo. El Espíritu Santo es como la savia de la viña del Padre que
da su fruto en los sarmientos (cf. Jn 15, 1-17; Ga 5, 22).
1988 Por el poder del Espíritu Santo
participamos en la Pasión de Cristo, muriendo al pecado, y en su Resurrección,
naciendo a una vida nueva; somos miembros de su cuerpo que es la Iglesia,
sarmientos unidos a la Vid que es Él mismo (cf. Jn 15, 1-4).
787 Desde el comienzo, Jesús asoció
a sus discípulos a su vida; les reveló el misterio del Reino; les dio parte en
su misión, en su alegría y en sus sufrimientos. Jesús habla de una comunión
todavía más íntima entre Él y los que le sigan: “Permaneced en mí, como yo en
vosotros […] Yo soy la vid y vosotros los sarmientos” (Jn 15, 4-5). Anuncia una
comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: “Quien come mi
carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (Jn 6, 56).
2074 Jesús dice: “Yo soy la vid;
vosotros los sarmientos. El que permanece en mí como yo en él, ese da mucho
fruto; porque sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5). El fruto evocado en
estas palabras es la santidad de una vida hecha fecunda por la unión con Cristo.
Cuando creemos en Jesucristo, participamos en sus misterios y guardamos sus
mandamientos, el Salvador mismo ama en nosotros a su Padre y a sus hermanos,
nuestro Padre y nuestros hermanos. Su persona viene a ser, por obra del
Espíritu, la norma viva e interior de nuestro obrar. “Este es el mandamiento
mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15, 12).
Concilio
Vaticano II
Los sacerdotes dedicados al sagrado ministerio pastoral rezarán con tanto
mayor fervor las alabanzas de las Horas cuanto más vívidamente sean conscientes
de que deben observar el consejo de Pablo: “Orad sin interrupción” (1 Ts 5,
17); pues solo puede dar eficacia y crecimiento a la obra en que trabajan el
Señor que dijo: “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5).
Constitución Sacrosanctum Concilium, 86.
Comentarios de los Santos Padres.
Con razón habló Jacob de “uva” (cf. Gn 49, 11), ya que Cristo fue colgado
de la cruz como una uva. Él es la vid y la uva: vid atada a la cruz, porque de
su costado abierto por la lanza del soldado manó sangre y agua (Jn 19, 34) … El
agua nos ha lavado y la sangre nos ha rescatado.
Ambrosio, Sobre los patriarcas, 4, 24. 4b, pg. 217.
La vid produce el vino, como el Logos da la sangre, y ambos son bebida
saludable para el hombre: el vino, para el cuerpo; la sangre, para el alma.
Clemente de Alejandría, El pedagogo, I, 15, 3. 4b, pg. 218.
El quiere mostrar lo provechoso que es amar, el estar atado al amor por
Él y cuánto ganamos por estar unidos a Él. A modo de ilustración dice que Él es
la vid y llama sarmientos a los que están unidos a Él, fijos y enraizados en
cierto modo en Él, hechos ya partícipes de su naturaleza por la participación
del Espíritu Santo.
Clemente de Alejandría, Comentario al Ev. de Juan, 10, 2. 4b, pg.
218.
Es propio de la vid alimentar a sus propios sarmientos y es propio del
agricultor cuidarla. Pero si pensamos rectamente, pensaremos realmente que ni
aquello sin el Padre ni esto otro sin el Hijo o sin el Espíritu Santo
mantendría en pie al conjunto: en efecto, todo viene del Padre por medio del
Hijo en el Espíritu, como habíamos dicho. Con grandísimo acierto, también ahora
el Salvador llamó agricultor al Padre.
Cirilo de Alejandría, Comentario al Ev. de Juan, 10, 2. 4b, pg.
218.
El mismo Señor pone de manifiesto su modo de actuar al describir
alegóricamente la multiplicidad y utilidad de sus cuidados… Si la vid no es
podada se vuelve silvestre; y con el hombre pasa lo mismo. El Logos, que es el
machete que poda, limpia cortando las ramificaciones lujuriosas y encauzando
las energías vitales, para que den fruto y no se pierdan en simples deseos.
Clemente de Alejandría, El Pedagogo, I, 66, 4-5. 4b, pg. 220.
San Agustín.
Los sarmientos están en la vid de tal modo que, sin
darle ellos nada a ella, reciben de ella la savia que les da vida; a su vez la
vid está en los sarmientos proporcionándoles el alimento vital, sin recibir
nada de ellos. De la misma manera, tener a Cristo y permanecer en Cristo es de
gran provecho para los discípulos, no para Cristo; porque, arrancando un
sarmiento, puede brotar otro de la raíz viva, mientras que el sarmiento cortado
no puede tener vida sin la raíz.
Los sarmientos son tanto más despreciables fuera de
la vid cuanto más gloriosos unidos a ella. Como dice el Señor por boca del
profeta Ezequiel, cortados de la vid son enteramente inútiles para el
agricultor y no sirven al carpintero. El sarmiento ha de estar en uno de esos
dos lugares: o en la vid o en el fuego; si no está en la vid estará en el
fuego. Permanezca, pues, en la vid para librarse del fuego.
Permaneciendo unidos a Cristo, ¿qué otra cosa puede
querer sino lo que es conforme a Cristo? Estando unidos al Salvador, ¿qué otra
cosa pueden querer sino lo que no es extraño a la salvación? En cuanto estamos
unidos a Cristo queremos unas cosas y en cuanto estamos aún en este mundo
queremos otras. Por el hecho de vivir en este mundo, a veces nos viene la idea
de pedir algo cuyo daño desconocemos. Nunca tengamos el deseo de que se nos
conceda, si queremos permanecer en Cristo, el cual no nos concede sino aquello
que nos conviene. Permaneciendo pues, en él y reteniendo en nosotros sus
palabras, pediremos cuanto queramos, y todo nos será concedido. Porque si no
obtenemos lo que pedimos, es porque no pedimos lo que permanece en él ni lo que
se encierra en sus palabras, que permanecen en nosotros, sino que pedimos lo
que desea nuestra codicia y la flaqueza de la carne.
Comentario al evangelio de San Juan 81. I, pg. 555-558.
Si, pues, no dispones de tiempo para escudriñar
todas las páginas santas, para quitar todos los velos a sus palabras y penetrar
en todos los secretos de las Escrituras, mantente en el amor, del que pende
todo; así tendrás lo que allí aprendiste y también lo que aún no has aprendido.
En efecto, si conoces el amor, conoces algo de lo que pende también lo que tal
vez no conoces. En lo que comprendes de las Escrituras, se descubre evidente el
amor; en lo que no entiendes se oculta. Quien tiene el amor en sus costumbres
posee, pues, tanto lo que está a la vista como lo que está oculto en la palabra
divina.
Sermón 350. I, pg. 560.
S. Juan de Ávila
Y para declarar que era estar en él y en su amor,
dijo: Si estuviéredes en mí, y mis palabras estuvieren en
vosotros, cualquiera cosa que quisiéredes pediréis, y os será cumplida (Jn 15, 4-9). De
manera que quien quebranta su palabra no piense que está en su amor, ni
encorporado en su cuerpo como miembro vivo; porque fija está la sentencia de la
divina Escritura, que dice: Aborrecible es a Dios el malo, y su maldad (Sab 14, 9).
Audi, filia (II), 90, 3. OC I, pg. 732.
Y a los de Corintio dijo: Vosotros
estáis en Jesucristo (cf. 1 Cor 1, 30): El cual modo de hablar, por esta
palabra “en”, nos da a entender esta unión de Cristo y su Iglesia. Y así lo
dice el Señor por San Juan: Quien está en mí y yo en él, éste lleva mucho
fruto; porque sin mí ninguna cosa podéis hacer (Jn 15, 5).
Audi, filia (II), 85, 8. OC I, pg. 721.
Frescos están los sarmientos, y llenos de fruto,
cuando están vivos en la vid; y por esta comparación quiso Cristo que
entendiésemos qué tal están los suyos que están en gracia encorporados en él
(cf. Jn 15,5), porque están semejables a él, teniendo propios bienes que
reciben de él y por él, para que así se cumpla lo que dice San Pablo, que
los que han de ser salvos, ordenó Dios que fuesen conformes a la imagen de su
Hijo
(Rm 8, 29).
Audi, filia (II), 90, 2. OC I, pg. 732.
San Agustín, sobre aquello de San Juan: Ego
sum vitis, vera[4] (Jn 15, 1): “El que está en la vid está en Cristo; el que está en
Cristo llámase cristiano”. Recia palabra es ésta, mas verdadera.
Lecciones sobre 1 San
Juan (II), 19. OC II, pg. 426.
Dos cosas habemos de
decir en la presente lección, conformes a las dos cláusulas que pone el
evangelista Sant Juan. La primera: En esto sabemos que estamos en Él. Y
la otra, que dice: Que debe andar como Él anduvo. Esta palabra es mucho
de San Juan: estar en Dios: Manete in Deo et Deus manet in vobis[5]
(Jn 15, 4). Esta manera de hablar en ningún evangelista la hallaréis.
Lecciones sobre 1 San
Juan (I), 8. OC II, pg. 166.
Gran consuelo es tener
confianza en aquel día. Esto, que es estar en Dios o en Jesucristo, es
término propio de San Juan, y es estar arrimado y engerido en Dios, del cual se
recibe influjo de vida de gracia, como el sarmiento que está en la vid. Ego
sum vitis vera, et vos palmites; manete in me, et ego in vobis[6]
(Jn 15, 5). Que ni Él se deshaga de nosotros, ni nosotros de Él. Pues el que
así estuviere unido e engerido[7]
con Jesucristo por fe y amor y vida nueva, no será en el juicio avergonzado.
Lecciones sobre 1 San
Juan (II), 16. OC II, pg. 415.
Ya os he dicho que San
Juan tiene términos propios de hablar; “estar en Cristo”, “estar Dios en
nosotros”, “estar en Cristo”, “estar arrimados a Cristo”. Es como un arco: está
arrimado a un poste; como una vid: está arrimada a una cepa. Así lo dijo nuestro
Señor: Yo soy vid y vosotros sois sarmientos; todo sarmiento que en mí no
hiciere fructo, esrá cortado, y metido en el fuego (Jn 15, 5-6).
Lecciones sobre 1 San
Juan (I), 17. OC II, pg. 259.
Si queremos que Dios nos
oiga en nuestras tribulaciones y oraciones, en tiempo de nuestra prosperidad
oigamos sus mandamientos. Esto es lo que nos dijo el Señor: Si manseritis in
me, et verba mea in vobis manserint, quocumque volueritis petetis et fiet vobis[8]
(Jn 15, 7). Mirad lo que aquí os dice Jesucristo y después quejaos. Abrid las
orejas a los mandamientos de Dios y abrirá Dios las suyas a vuestros trabajos.
De esta manera, yo os doy por bien negociado.
Lecciones sobre 1 San
Juan (I), 24. OC II, pg. 339.
Como lo dijo el Salvador
el jueves de la Cena: Si estuviéredes en mí, y mis palabras quedaren en
vosotros, todo lo que quisiéredes me pideréis, y os lo daré (Jn 15, 7).
¿Queréis que os oiga Dios? Cumplid sus mandamientos. No lo cumplís y ¿quejás
que no os oye Dios? Abrid vos las orejas a la voz de Dios, que Él abrirá las
suyas a la vuestra.
Lecciones sobre I San
Juan (II), 24. OC II, pg. 456.
Mas ser cuerpo de Cristo
y estar unido con él con tal unión que se llamen una persona y se llamen un
Cristo, esta dignidad es cosa admirable; y este no estar el hombre arrimado
así, ni tener nombre propio, ni sonar como tal, es grande ganancia y grande riqueza;
porque, en lugar de ello, en levantando el hombre a ser miembro vivo de
Jesucristo nuestro Señor y a ser llamado por nombre de Él; y por ser oca de
Cristo, es mirando del Padre con amorosos ojos y tiene cuidado como de cosa tan
conjunta a su Hijo. Y para certificarnos de aquesta verdad, dijo el mismo
Señor: Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador; y a todo
sarmiento que no llevare fruto en mí, alimpiarlo ha; y a todo aquel que llevare
fruto en mí, limpiarlo ha para que lleve más fruto (cf. Jn 15, 1-2). ¿Quién
callará tales mercedes? ¿Quién agradecerá tales beneficios? ¿Quién será tan
sabio que conozca el precio que vale tener Dios tal cuidado de un hombre
incorporado en su Hijo como un sarmiento en su vid, para alimpiarlo,
corregirlo, abrigarlo, a semejanza de lo que hace un podador con la vid?
Jueves Santo. OC III, pg. 424.
Así como un sarmiento no
puede crecer si no está asido a su vid, sino que luego se seca, así Jesucristo
predicó que es vid y que el que no estuviere asido en él, que se secará y
arderá siempre en los infiernos (cf. Jn 15, 1-7). Esto es comulgar, ser participante
de Jesucristo, ser hecho una cosa en Él.
Octava del Corpus. OC III, pg. 789.
Cosa es de considerar
cuántas preparaciones se requieren para bien gozar de aqueste Señor,
significadas en las santas palabras que el Señor a sus discípulos el Jueves
Santo en la noche antes que los comulgarse les dijo, con las cuales les alimpió
las ánimas de las inmundicias que se les habían pegado de las ordinarias
flaquezas, y particularmente de la soberbia y contención[9]
que habían tenido, deseando ser cada uno mayor y pensando que lo merecía ser en
ausencia de su Maestro. Reprehendióles y enseñóles el Señor y no sin fruto,
pues dijo: Vosotros limpios estáis por la palabra que os he hablado (Jn
15,3).
Santísimo Sacramento.
OC III, pg. 665.
Vid y sarmientos con un
jugo se mantienen; cabeza y cuerpo con una virtud[10]
se sustentan: el Espíritu de Cristo y de los que en Él están incorporados todo
es uno. El es la vid, y sus miembros son los sarmientos. Yo soy puerta (cf.
Jn 15, 5), quien quisiere al Espíritu Santo, entre por mí.
Domingo de
Pentecostés. OC III, pg. 356.
Decid: – ¿Quién sustenta
a quién? ¿La cepa al sarmiento o el sarmiento a la cepa? ¿Quién recibe jugo de
quién? ¿La cepa del sarmiento o el sarmiento de la cepa? – El sarmiento no
sustenta a la cepa ni le da jugo, antes la cepa sustenta al sarmiento. Pues
Cristo es la cepa, y Él os sustenta y da ser (cf. Jn 15, 5).
En la Infraoctava del
Corpus. OC III, pg. 638.
Pues, si no estuviera en
Él, ¿qué fuera de mí? Si el sarmiento no permaneciere en la vid, no escapará
del fuego?; y si no estuvieres en Jesucristo, no escaparás del infierno.
Domingo infraoctava
de la Ascensión. OC III, pg. 339.
San Oscar Romero.
Recordemos que el centro de nuestra predicación v de nuestra reflexión:
"Yo soy la vid vosotros sois los sarmientos. Permaneced unidos
conmigo". Sólo esto nos puede dar la verdadera dignidad y la verdadera
libertad. No nos dejemos ilusionar por apariencias de libertad. Busquemos la
libertad en la verdad y la verdad está solamente donde está Cristo: "Yo
soy la verdad".
El Cristo que nos ofrece este gran don de la Pascua, el don de su
gracia, la participación de su vida y de su verdad, nos está esperando en el
altar. Y esta vez para recibir con agasajo de agradecimiento a las Hermanas
Dominicas de la Anunciata y a los Padres Dominicos, ofreciendo un hermano, flor
de santidad, para el cielo; y a toda la comunidad de la diócesis de la que yo
quisiera decir la hermosa frase de la primera lectura de hoy: "La Iglesia
iba creciendo en fidelidad al Señor y se movía impulsada por el Espíritu de
Dios". Así sea...
Homilía, 13 de mayo de 1978.
Papa Francisco. Regina Coeli. 3 de
mayo de 2015
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús durante la
última Cena, en el momento en el que sabe que la muerte está ya cercana. Ha
llegado su «hora». Por última vez Él está con sus discípulos, y entonces quiere
imprimir bien en sus mentes una verdad fundamental: también cuando Él ya no
estará físicamente en medio a ellos, podrán permanecer aún unidos a Él de un
modo nuevo, y así dar mucho fruto. Todos podemos estar unidos a Jesús de
un modo nuevo. Si por el contrario uno perdiese esta unión con Él, esta
comunión con Él, se volvería estéril, es más, perjudicial para la comunidad. Y
para expresar esta realidad, este nuevo modo de estar unidos a Él, Jesús usa la
imagen de la vid y los sarmientos, y dice así: «Así como el sarmiento no puede
dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no
permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos» (Jn 15, 4-5). Con
esta figura nos enseña cómo quedarnos en Él, estar unidos a Él, aunque no esté
físicamente presente.
Jesús es la vid y a través de Él —como la savia en
el árbol— pasa a los sarmientos el amor mismo de Dios, el Espíritu Santo. Es
así: nosotros somos los sarmientos, y a través de esta parábola, Jesús quiere
hacernos entender la importancia de permanecer unidos a Él. Los sarmientos no
son autosuficientes, sino que dependen totalmente de la vid, en donde se
encuentra la fuente de su vida. Así es para nosotros cristianos. Insertados
con el Bautismo en Cristo, hemos recibido gratuitamente de Él el don de la vida
nueva; y podemos permanecer en comunión vital con Cristo. Es necesario
mantenerse fieles al Bautismo, y crecer en la amistad con el Señor mediante la
oración, la oración de todos los días, la escucha y la docilidad a su
Palabra —leer el Evangelio—, la participación en los Sacramentos,
especialmente en la Eucaristía y Reconciliación.
Si uno está íntimamente unido a Jesús, goza de los
dones del Espíritu Santo, que —como nos dice san Pablo— son «amor, alegría,
paz, magnanimidad, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí»
(Gal 5, 22). Estos son los dones que recibimos si permanecemos unidos a Jesús;
y como consecuencia, una persona que está así unida a Él hace mucho bien al
prójimo y a la sociedad, es una persona cristiana. De estas actitudes, de
hecho, se reconoce si uno es un auténtico cristiano, como por los frutos se
reconoce al árbol. Los frutos de esta unión profunda con Jesús son
maravillosos: toda nuestra persona es transformada por la gracia del Espíritu:
alma, inteligencia, voluntad, afectos, y también el cuerpo, porque somos unidad
de espíritu y cuerpo. Recibimos un nuevo modo de ser, la vida de Cristo se
convierte también en la nuestra: podemos pensar como Él, actuar como Él, ver
el mundo y las cosas con los ojos de Jesús. Como consecuencia, podemos amar
a nuestros hermanos, comenzando por los más pobres y los que sufren, como hizo
Él, y amarlos con su corazón y llevar así al mundo frutos de bondad, de caridad
y de paz.
Cada uno de nosotros es un sarmiento de la única
vid; y todos juntos estamos llamados a llevar los frutos de esta pertenencia
común a Cristo y a la Iglesia. Encomendémonos a la intercesión de la Virgen
María, para que podamos ser sarmientos vivos en la Iglesia y testimoniar de
manera coherente nuestra fe —coherencia de vida y pensamiento, de vida y fe—,
conscientes de que todos, de acuerdo a nuestra vocación particular,
participamos de la única misión salvífica de Cristo.
Papa Francisco. Regina Coeli. 29 de abril de
2018.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La Palabra de Dios, también este quinto Domingo de
Pascua, continúa indicándonos el camino y las condiciones para ser comunidad
del Señor Resucitado. El pasado Domingo se puso de relieve la relación entre el
creyente y Jesús Buen Pastor. Hoy el Evangelio nos propone el momento en el que
Jesús se presenta como la vid verdadera y nos invita a permanecer unidos a Él
para llevar mucho fruto (cf. Juan 15, 1-8). La vid es una planta que forma un
todo con el sarmiento; y los sarmientos son fecundos únicamente cuando están
unidos a la vid. Esta relación es el secreto de la vida cristiana y el
evangelista Juan la expresa con el verbo «permanecer», que en el
pasaje de hoy se repite siete veces. «Permaneced en mí» dice el Señor;
permanecer en el Señor.
Se trata de permanecer en el Señor para encontrar
el valor de salir de nosotros mismos, de nuestras comodidades, de nuestros
espacios restringidos y protegidos, para adentrarnos en el mar abierto de las
necesidades de los demás y dar un respiro amplio a nuestro testimonio cristiano
en el mundo. Este coraje de salir de sí mismos y de adentrarse en las necesidades
de los demás, nace de la fe en el Señor Resucitado y de la certeza de que su
Espíritu acompaña nuestra historia. Uno de los frutos más maduros
que brota de la comunión con Cristo es, de hecho, el compromiso de caridad
hacia el prójimo, amando a los hermanos con abnegación de sí, hasta las últimas
consecuencias, como Jesús nos amó. El dinamismo de la caridad del creyente
no es fruto de estrategias, no nace de solicitudes externas, de instancias
sociales o ideológicas, sino del encuentro con Jesús y del permanecer en Jesús.
Él es para nosotros la vida de la que absorbemos la savia, es decir, la «vida»
para llevar a la sociedad una forma diferente de vivir y de brindarse, lo que
pone en el primer lugar a los últimos.
Cuando somos íntimos con el Señor, como son íntimos
y unidos entre sí la vid y los sarmientos, somos capaces de dar frutos de vida
nueva, de misericordia, de justicia y de paz, que derivan de la Resurrección
del Señor. Es lo que hicieron los santos, aquellos que vivieron en
plenitud la vida cristiana y el testimonio de la caridad, porque eran
verdaderos sarmientos de la vid del Señor. Pero para ser santos «no es
necesario ser obispos, sacerdotes, religiosas o religiosos […] Todos estamos
llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en
las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra» (Gaudete et
Exsultate, 14). Todos nosotros estamos llamados a ser santos; debemos ser
santos con esta riqueza que recibimos del Señor resucitado. Cada actividad —el
trabajo, el descanso, la vida familiar y social, el ejercicio de las
responsabilidades políticas, culturales y económicas— cada actividad,
pequeña o grande, si se vive en unión con Jesús y con actitud de amor y de
servicio, es una ocasión para vivir en plenitud el Bautismo y la santidad
evangélica.
Que nos sea de ayuda María, Reina de los santos y
modelo de perfecta comunión con su Hijo divino. Que nos enseñe Ella a
permanecer en Jesús, como sarmientos a la vid y a no separarnos nunca de su
amor. Nada, de hecho, podemos sin Él, porque nuestra vida es Cristo vivo,
presente en la Iglesia y en el mundo.
Papa Francisco. Regina Coeli. 2 de
mayo de 2021.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el Evangelio de este quinto domingo de Pascua
(Jn 15,1-8), el Señor se presenta como la vid verdadera y habla de nosotros
como los sarmientos que no pueden vivir sin permanecer unidos a Él. Y dice así:
«Yo soy la vid, ustedes los sarmientos» (v. 5). No hay vid sin sarmientos, y
viceversa. Los sarmientos no son autosuficientes, sino que dependen totalmente
de la vid, que es la fuente de su existencia.
Jesús insiste en el verbo “permanecer”. Lo repite
siete veces en el pasaje del Evangelio de hoy. Antes de dejar este mundo e ir
al Padre, Jesús quiere asegurar a sus discípulos que pueden seguir unidos a él.
Dice: «Permanezcan en mí y yo en ustedes» (v. 4). Este permanecer no es una
permanencia pasiva, un “adormecerse” en el Señor, dejándose mecer por la vida.
No, no. No es esto. El “permanecer en Él”, el permanecer en Jesús que nos
propone es una permanencia activa, y también recíproco. ¿Por qué? Porque
sin la vid los sarmientos no pueden hacer nada, necesitan la savia para
crecer y dar fruto; pero también la vid necesita los sarmientos, porque
los frutos no brotan del tronco del árbol. Es una necesidad recíproca, es una
permanencia recíproca para dar fruto. Nosotros permanecemos en Jesús y Jesús
permanece en nosotros.
En primer lugar, lo necesitamos a Él. El
Señor quiere decirnos que antes de la observancia de sus mandamientos,
antes de las bienaventuranzas, antes de las obras de misericordia, es
necesario estar unidos a Él, permanecer en Él. No podemos ser buenos
cristianos si no permanecemos en Jesús. Y, en cambio, con Él lo podemos todo
(cf. Flp 4,13). Con él lo podemos todo.
Pero también Jesús, como la vid con los
sarmientos, nos necesita. Tal vez nos parezca audaz decir esto, por lo
que debemos preguntarnos: ¿en qué sentido Jesús necesita de nosotros? Él necesita
de nuestro testimonio. El fruto que, como sarmientos, debemos dar es el
testimonio de nuestra vida cristiana. Después de que Jesús subió al Padre, es
tarea de los discípulos, es tarea nuestra, seguir anunciando el Evangelio con
la palabra y con obras. Y los discípulos —nosotros, discípulos de Jesús— lo
hacen dando testimonio de su amor: el fruto que hay que dar es el amor. Unidos
a Cristo, recibimos los dones del Espíritu Santo, y así podemos hacer el bien
al prójimo, hacer el bien a la sociedad, a la Iglesia. Por sus frutos se
reconoce el árbol. Una vida verdaderamente cristiana da testimonio de Cristo.
¿Y cómo podemos lograrlo? Jesús nos dice: «Si
permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y
se les concederá» (v. 7). También esto es audaz: la seguridad de que aquello
que nosotros pidamos se nos concederá. La fecundidad de nuestra vida depende
de la oración. Podemos pedir que pensemos como Él, actuar como Él, ver
el mundo y las cosas con los ojos de Jesús. Y así, amar a nuestros hermanos
y hermanas, empezando por los más pobres y sufrientes, como Él lo hizo, y
amarlos con Su corazón y dar en el mundo frutos de bondad, frutos de caridad,
frutos de paz.
Encomendémonos a la intercesión de la Virgen María.
Ella permaneció siempre unida a Jesús y dio mucho fruto. Que Ella nos ayude a
permanecer en Cristo, en su amor, en su palabra, para dar testimonio del Señor
resucitado en el mundo.
Benedicto XVI. Regina Coeli. 14 de mayo de
2006.
Queridos hermanos y hermanas:
En este V domingo de Pascua, la liturgia nos
presenta la página del evangelio de san Juan en la que Jesús, hablando a los
discípulos durante la última Cena, los exhorta a permanecer unidos a él como
los sarmientos a la vid. Se trata de una parábola realmente significativa,
porque expresa con gran eficacia que la vida cristiana es misterio de
comunión con Jesús: "El que
permanece en mí y yo en él —dice el Señor—, ese da fruto abundante; porque sin
mí no podéis hacer nada" (Jn 15, 5). El secreto de la fecundidad
espiritual es la unión con Dios, unión que se realiza sobre todo en la
Eucaristía, con razón llamada también "Comunión". Me complace
subrayar este misterio de unidad y de amor en este período del año, en el que
muchísimas comunidades parroquiales celebran la primera Comunión de los niños.
A todos los niños que en estas semanas se encuentran por primera vez con Jesús
Eucaristía quiero dirigirles un saludo especial, deseándoles que se conviertan
en sarmientos de la Vid, que es Jesús, y crezcan como verdaderos discípulos
suyos.
Un camino seguro para permanecer unidos a Cristo,
como los sarmientos a la vid, es recurrir a la intercesión de María, a quien ayer, 13
de mayo, veneramos particularmente recordando las apariciones de Fátima, donde
en 1917 se manifestó varias veces a tres niños, los pastorcitos Francisco,
Jacinta y Lucía. El mensaje que les encomendó, en continuidad con el de
Lourdes, era una fuerte exhortación a la oración y a la conversión, un mensaje
de verdad profético, considerando que el siglo XX se vio sacudido por
destrucciones inauditas, causadas por guerras y regímenes totalitarios, así
como por amplias persecuciones contra la Iglesia.
Además, el 13 de mayo de 1981, hace 25 años, el
siervo de Dios Juan Pablo II sintió que había sido salvado milagrosamente de la
muerte por la intervención de "una mano materna", como él mismo dijo,
y todo su pontificado estuvo marcado por lo que la Virgen había anunciado en
Fátima. Aunque no faltaron preocupaciones y sufrimientos, y aunque existen
motivos de preocupación por el futuro de la humanidad, consuela lo que la
"blanca Señora" prometió a los pastorcitos: "Al final, mi Corazón inmaculado
triunfará".
Con esta certeza, nos dirigimos ahora con confianza
a María santísima, agradeciéndole su constante intercesión y pidiéndole que
siga velando sobre el camino de la Iglesia y de la humanidad, especialmente
sobre las familias, las madres y los niños.
Benedicto XVI. Regina Coeli. 10 de
mayo de 2009.
Queridos amigos:
Durante la misa hablé del carisma profético de las
mujeres, como portadoras de amor, maestras de misericordia y
constructoras de paz. El modelo supremo de las virtudes femeninas es la
santísima Virgen María, Madre de misericordia y Reina de la paz. Al dirigirnos
a ella ahora, invoquemos su intercesión materna sobre todas las familias de
estas tierras, para que sean escuelas de oración y escuelas de amor.
Pidamos a la Madre de la Iglesia que dirija su
mirada misericordiosa sobre todos los cristianos de estas tierras; que con
la ayuda de su oración sean verdaderamente una sola cosa en la fe que profesan
y en el testimonio que ofrecen. A ella, que respondió generosamente al
anuncio del ángel y aceptó la llamada a convertirse en la Madre de Dios,
pidámosle que dé valentía y fortaleza a todos los jóvenes que están
discerniendo su vocación, a fin de que también ellos se entreguen generosamente
a cumplir la voluntad del Señor.
En este tiempo pascual nos dirigimos a la santísima
Virgen con el título de Regina caeli. Como fruto de la Redención conquistada
por la muerte y resurrección de su Hijo, también ella fue elevada a la gloria
eterna y coronada como Reina de los cielos. Con gran confianza en el poder de
su intercesión, con alegría en nuestro corazón y con amor a nuestra gloriosa
Madre, siempre Virgen, volvemos nuestra mirada a ella e invocamos sus
oraciones.
Benedicto XVI. Regina Coeli. 6 de
mayo de 2012.
Queridos hermanos y hermanas:
El Evangelio de hoy, quinto domingo del tiempo
pascual, comienza con la imagen de la viña. «Jesús dijo a sus discípulos: “Yo
soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador”» (Jn 15, 1). A menudo, en
la Biblia, a Israel se le compara con la viña fecunda cuando es fiel a Dios;
pero, si se aleja de él, se vuelve estéril, incapaz de producir el «vino que
alegra el corazón del hombre», como canta el Salmo 104 (v. 15). La
verdadera viña de Dios, la vid verdadera, es Jesús, quien con su
sacrificio de amor nos da la salvación, nos abre el camino para ser parte de
esta viña. Y como Cristo permanece en el amor de Dios Padre, así los
discípulos, sabiamente podados por la palabra del Maestro (cf. Jn 15, 2-4),
si están profundamente unidos a él, se convierten en sarmientos fecundos que
producen una cosecha abundante. San Francisco de Sales escribe: «La rama
unida y articulada al tronco da fruto no por su propia virtud, sino en virtud
de la cepa: nosotros estamos unidos por la caridad a nuestro Redentor, como los
miembros a la cabeza; por eso las buenas obras, tomando de él su valor, merecen
la vida eterna» (Trattato dell’amore di Dio, XI, 6, Roma 2011, 601).
En el día de nuestro Bautismo, la Iglesia nos
injerta como sarmientos en el Misterio pascual de Jesús, en su propia Persona. De esta raíz
recibimos la preciosa savia para participar en la vida divina. Como
discípulos, también nosotros, con la ayuda de los pastores de la Iglesia,
crecemos en la viña del Señor unidos por su amor. «Si el fruto que debemos
producir es el amor, una condición previa es precisamente este “permanecer”,
que tiene que ver profundamente con esa fe que no se aparta del Señor» (Jesús
de Nazaret, Madrid 2007, p. 310). Es indispensable permanecer siempre unidos
a Jesús, depender de él, porque sin él no podemos hacer nada (cf. Jn 15,
5). En una carta escrita a Juan el Profeta, que vivió en el desierto de Gaza en
el siglo V, un creyente hace la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible conjugar
la libertad del hombre y el no poder hacer nada sin Dios? Y el monje responde:
Si el hombre inclina su corazón hacia el bien y pide ayuda de Dios, recibe la
fuerza necesaria para llevar a cabo su obra. Por eso la libertad humana y el
poder de Dios van juntos. Esto es posible porque el bien viene del Señor, pero
se realiza gracias a sus fieles (cf. Ep 763: SC 468, París 2002, 206). El
verdadero «permanecer» en Cristo garantiza la eficacia de la oración, como dice
el beato cisterciense Guerrico d’Igny: «Oh Señor Jesús..., sin ti no podemos
hacer nada, porque tú eres el verdadero jardinero, creador, cultivador y
custodio de tu jardín, que plantas con tu palabra, riegas con tu espíritu y
haces crecer con tu fuerza» (Sermo ad excitandam devotionem in psalmodia: SC
202, 1973, 522).
Queridos amigos, cada uno de nosotros es como un
sarmiento, que sólo vive si hace crecer cada día con la oración, con la
participación en los sacramentos y con la caridad, su unión con el Señor. Y
quien ama a Jesús, la vid verdadera, produce frutos de fe para una abundante
cosecha espiritual. Supliquemos a la Madre de Dios que permanezcamos firmemente
injertados en Jesús y que toda nuestra acción tenga en él su principio y su
realización.
Francisco. Catequesis. Vicios y
virtudes. 15. La templanza.
Queridos hermanos y hermanas,
¡buenos días!
Hoy hablaré de la cuarta y
última virtud cardenal: la templanza. Esta virtud comparte con las otras
tres una historia que se remonta muy atrás en el tiempo y no pertenece sólo a
los cristianos. Para los griegos, la práctica de las virtudes tenía como
meta la felicidad. El filósofo Aristóteles escribió su tratado más
importante sobre ética para su hijo Nicómaco, con el fin de instruirlo en el
arte de vivir. ¿Por qué todos buscamos la felicidad y, sin embargo, tan
pocos la alcanzan? Esta es la pregunta. Para responderla, Aristóteles
aborda el tema de las virtudes, entre las que ocupa un lugar de relieve la
enkráteia, es decir, la templanza. El término griego significa literalmente
“poder sobre sí mismo”. La templanza es un poder sobre sí mismo. Esta
virtud es, por lo tanto, la capacidad de autodominio, el arte de no
dejarse arrollar por las pasiones rebeldes, de poner orden en lo que
Manzoni llama "el revoltijo del corazón humano".
El Catecismo de la Iglesia
Católica nos dice que «la templanza es la virtud moral que modera la
atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes
creados». «Ella – continúa el Catecismo – asegura el dominio de la
voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la
honestidad. La persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensibles,
guarda una sana discreción y no se deja arrastrar para seguir la pasión de su
corazón» (n. 1809).
Entonces, la templanza, como
dice la palabra italiana, es la virtud de la justa medida. En cada
situación, se porta con sabiduría, porque las personas que actúan movidas por
el ímpetu o la exuberancia son, en última instancia, poco fiables. Las
personas sin templanza son siempre poco fiables. En un mundo en el que
tanta gente se jacta de decir lo que piensa, la persona templada prefiere, en
cambio, pensar lo que dice. ¿Entienden la diferencia? No digo lo que se me
ocurre, así sin más; no: pienso lo que tengo que decir. Asimismo, quien
practica la templanza no hace promesas vacías, sino que asume compromisos en
la medida en que puede cumplirlos.
También en los placeres, la
persona templada actúa juiciosamente. El libre curso dado a los impulsos y
la total licencia concedida a los placeres acaban volviéndose contra nosotros
mismos, sumiéndonos en un estado de aburrimiento. ¡Cuántas personas que han
querido probarlo todo vorazmente se han encontrado con que han perdido el gusto
por todo! Mejor entonces buscar la justa medida: por ejemplo, para apreciar un
buen vino, es mejor saborearlo a pequeños sorbos que tragárselo todo de golpe.
Todos sabemos esto.
La persona templada sabe pesar y
dosificar bien las palabras. Piensa en lo que dice. No permite que un momento
de ira arruine relaciones y amistades que luego sólo pueden reconstruirse con
gran esfuerzo. Especialmente en la vida familiar, donde las inhibiciones son
menores, todos corremos el riesgo de no mantener bajo control las tensiones,
las irritaciones, la ira. Hay un momento para hablar y otro para callar, pero
ambos requieren la justa medida. Y esto se aplica a muchas cosas, como por
ejemplo el estar con otros y el estar solos.
Aunque la persona templada sabe
controlar su irascibilidad, esto no significa que se la vea perennemente con un
rostro pacífico y sonriente. De hecho, a veces es necesario indignarse, pero
siempre de la manera correcta. Estas son las palabras: la justa medida, la
manera correcta. Una palabra de reproche a veces es más saludable que un
silencio agrio y rencoroso. La persona templada sabe que no hay nada más
incómodo que corregir a otro, pero también sabe que es necesario: de lo
contrario se estaría dando rienda suelta al mal. En ciertos casos, la
persona templada consigue mantener unidos los extremos: afirma principios
absolutos, reivindica valores innegociables, pero también sabe comprender a las
personas y mostrar empatía por ellas. Muestra empatía.
El don de la persona templada es, por tanto, el
equilibrio, una cualidad tan valiosa como rara. De hecho, en nuestro
mundo todo empuja al exceso. En cambio, la templanza se lleva bien con
actitudes evangélicas como la pequeñez, la discreción, el escondimiento, la
mansedumbre. Quien es templado aprecia la estima de los demás, pero no
hace de ella el único criterio de cada acción y de cada palabra. Es
sensible, sabe llorar y no se avergüenza de ello, pero no llora sobre sí mismo.
Derrotado, se levanta; victorioso, es capaz de volver a su antigua vida
escondida. No busca el aplauso, pero sabe que necesita de los demás. Hermanos
y hermanas, no es cierto que la templanza nos vuelva grises y sin alegría. Al
contrario, hace que uno disfrute mejor de los bienes de la vida: estar juntos
en la mesa, la ternura de ciertas amistades, la confianza con las personas
sabias, el asombro ante la belleza de la creación. La felicidad con
templanza es alegría que florece en el corazón de quien reconoce y valora lo
que más importa en la vida. Recemos al Señor para que nos dé este don: el
don de la madurez, de la madurez de la edad, de la madurez afectiva, de la
madurez social. El don de la templanza.
MISA DE NIÑOS. VI DOMINGO DE T.P.
Monición de entrada.
Buenos días.
La misa es la reunión de las personas que nos queremos como hermanas y
hermanos, porque sabemos que donde hay amor allí está Jesús.
Así en la misa Jesús nos enseña a querer a los demás.
Porque en esta fiesta Él nos dice que somos sus amigos, los que él ha elegido
para serlo.
Señor, ten piedad.
Tú que eres el espejo de Dios. Señor, ten piedad.
Tú que nos quieres más que nadie. Cristo, ten piedad.
Tú que nos cuidas. Señor, ten piedad.
Peticiones.
-Por el Papa Francisco para que lo cuides mucho. Te lo pedimos Señor.
-Por las personas que mandan en la Iglesia, para que hagan lo que les dice
el Espíritu Santo . Te lo pedimos Señor.
-Por las personas que están enfermas, para que sientan como Dios les cuida
y se curen. Te lo pedimos, Señor.
-Por los catequistas y monitores Juniors, para que sigan dando ejemplo del
amor que Dios nos tiene. Te lo pedimos Señor.
-Por nosotros para que queramos a todos como Jesús nos quiere. Te lo
pedimos Señor.
Acción de gracias.
Gracias Virgen María por
enseñarle a Jesús a querer a los demás. Gracias por querernos a nosotros mucho.
EXPERIENCIA.
Busca un lugar
adecuado, tu habitación, tu rincón preferido de tu casa, el patio, un árbol, un
sendero. Jesús te acompaña, está a tu lado. Escucha los sonidos del entorno.
Acógelo realizando la señal de la cruz para que Él esté en tu mente, tu boca y
tu corazón.
Pídele a Cristo que te
envíe el Espíritu Santo, respira profundamente, al inspirar siente que su
Espíritu, el aliento de vida de Dios sobre el barro del primer ser humano,
Adán, entra en ti. Al expirar expulsa todo lo que hay de negatividad en tu
interior, las toxinas que dañan tus neuronas.
Sobre una hoja de papel
o pensándolo, a modo de lluvia de ideas, durante dos minutos responde a esta
pregunta: ¿qué harías tú para cambiar el mundo?
Visualiza el vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=rOCftVc8YS0
Por segunda vez míralo
fijándote en las frases anotadas: ¿añadirías alguna a las tuyas?
Piensa el tiempo que
necesites en ello, repite el vídeo completo las veces que consideres oportuno,
sin prisas, con serenidad, pausadamente, tomando conciencia del ritmo de tu
respiración, el soplo que mantiene en vida. Es Dios quien mantiene en funcionamiento
el fuelle.
REFLEXIÓN.
Lee el evangelio de este
domingo.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 15, 1-8
En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos:
-Yo soy la verdadera vid,
y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y
a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis
limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así
tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los
sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque
sin mí no podéis hacer nada. Al que se seca; luego los recogen y los echan al
fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros,
pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que
deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.
Visualiza de nuevo el vídeo.
¿Qué relación hay entre el
vídeo y el evangelio?
Imagina el lugar, Jesús, los
Once, los manteles, sin las copas ni los platos ni las viandas.
Cierra los ojos, intenta
recordar alguna frase. Si no lo consigues, búscala en el texto.
Pregúntate qué dice y qué te
dice. Saboréala.
En el silencio de la oración
siente esta unión con Jesús. Toma de nuevo conciencia de tu respiración, repite
la frase acompasada con ella.
¿Qué te aporta ser Junior y de
la parroquia a tu vida?
COMPROMISO.
¿Qué puedo hacer para intensificar mi relación
con Jesús.
CELEBRACIÓN.
https://www.youtube.com/watch?v=zRyi3dPuo9k
Entra aquí.
Es la Adoración
Eucarística en Vivo retransmitida en directo por los Franciscanos Conventuales
desde la Capilla de la Parroquia Inmaculada Concepción de Buenos Aires.
Permanece en silencio el tiempo que necesites, abandonándote en el amor de
Cristo como el sarmiento se abandona en la corriente de savia que discurre
desde la cepa.
BIBLIOGRAFÍA.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal
Española. BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Biblia
del Peregrino. Edición de Luis Alonso Schökel. EGA-Mensajero.
Bilbao. 1995.
Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego
de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.
Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia
Católica. BAC. Madrid. 2016.
Secretariado Nacional de Liturgia. Libro de
la Sede. Primera
edición: 1983. Coeditores Litúrgicos. Barcelona. 2004.
Robinson, Jame M.; Hoffmann Paul y John S., Kloppenborg. El Documento
Q. Ediciones Sígueme. Salamanca. 2004.
Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios
de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio
Agustiniano. Valladolid. 1986.
Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por
los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 2. Evangelio según san Marcos. Ciudad
Nueva. Madrid. 2009.
Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por
los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 3. Evangelio según san Lucas. Ciudad
Nueva. Madrid. 2006.
Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por
los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 4a. Evangelio según san Juan
(1-10). Ciudad Nueva. Madrid. 2012.
San Juan de Ávila. Obras Completas i. Audi, filia – Pláticas –
Tratados. BAC. Madrid. 2015.
San Juan
de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma –
Tratados y escritos menores. BAC.
Madrid. 2013.
San Juan de Ávila. Obras Completas III.
Sermones. BAC. Madrid. 2015.
San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.
[1] Descantar: 1. Limpiar
de cantos (// trozos de piedra). www.rae.es
[2] Zarzillo: 3. Botánica.
Cada uno de órganos largos, delgados y volubles que tienen ciertas plantas y
que sirven a estas para asirse a tallos u otros objetos próximos, y que pueden
ser de naturaleza caulinar [perteneciente o relativo a tallo], como en la vid,
o foliácea [perteneciente o relativo a las hojas de las plantas], como en la
calabacera o el guisante. www.rae.es
[3] Aoristo: forma verbal griega intemporal, se refiere
generalmente al pasado, pero sin aspecto de duración. Aoristo gnómico
(sentencioso): usado en máximas y frases sentenciosas; con frecuencia equivale
a un presente (se trata de una acción que suele repetirse, etc.: “Un hombre echó
en su huerto un grano de mostaza” (Lc 13, 19). Proléptico: anticipa
una acción futura, normalmente momentánea, fulmínea. Otros lo denominan
“profético” (“Se secó” = “Se secará”; Jn 15, 6. Nota del autor.
[4] Yo soy la vid
verdadera. Traducción editor.
[5] Permaneced en Dios y
Dios permanecerá en vosotros. Ib.
[6] Yo soy la vid verdadera
y vosotros los sarmientos; permaneced en mí y yo en vosotros.
[7] Engerir: 1. Verbo
transitivo desusado injerir. www.rae.es
[8] Si permanecéis unidos a
mí y mi palabra permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo tendréis.
[9] Contención: 2.
Contienda, disputa entre varios.
[10] Virtud: 4. Poder o
potestad de obrar.
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