Lectura del libro de Isaías
25, 6-10a.
Preparará el Señor del
universo para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares
suculentos, un festín de vinos de solera; manjares exquisitos, vinos refinados.
Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el lienzo extendido
sobre todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre. Dios, el Señor, enjugará
las lágrimas de todos los rostros, y alejará del país el oprobio de su pueblo –
lo ha dicho el Señor –. Aquel día se dirá:
-Aquí está nuestro Dios.
Esperábamos en él y nos ha salvado. Este es el Señor en quien esperábamos. Celebremos
y gocemos con su salvación, porque reposará sobre este monte la mano del Señor.
Textos paralelos.
Preparará Yahvé Sebaot para todos los pueblos.
Mt 8, 11: Os digo que
muchos vendrán de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob
en el reino de Dios.
Un convite de
manjares enjundiosos.
Jn 6, 51: Yo soy el pan
vivo que baja del cielo. Quien coma de este pan vivirá siempre. El pan que yo
doy para la vida del mundo es mi carne.
Jn 6, 54: Quien come mi
carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día.
Acabará para siempre
con la Muerte.
Os 13, 14: ¿Los libraré
del poder del Abismo / los rescataré de la Muerte?
Enjugará el Señor
Yahvé.
Ap 21, 4: Les enjugará
las lágrimas de los ojos. Ya no habrá muerte ni pena ni llanto ni dolor. Todo
lo antiguo ha pasado.
1 Cor 15, 26: El último
enemigo en ser destruido es la muerte.
Ap 7 17: Pues le han
declarado: Tú eres sacerdote perpetuo en la línea de Melquisedec.
En toda la superficie
del país.
Is 35, 10: Y volverán a
Sión con cánticos: / en cabeza, alegría perpetua, / siguiéndolos, gozo y
alegría; / pena y aflicción se alejarán.
Notas exegéticas.
25 6 Volviendo sobre los conceptos universalistas ya difundidos entre
los profetas anteriores Is 2, 2-3, Za 8, 20, etc., y ampliándolos, el autor
describe la afluencia de los pueblos a Jerusalén como a un inmenso banquete. A
partir de este texto la idea de un banquete mesiánico se hizo corriente en el
Judaísmo y vuelve a encontrarse en el NT: Mt 22, 2-10.
25 7 Este velo que oculta los rostros, ver 1 R 19 13, puede impedir la
visión y la comprensión o con más frecuencia es señal de duelo. El término apocalipsis
significa precisamente desvelamiento y es empleado a propósito de las
naciones en el Cántico de Simeón (Lc 2, 32).
Comentario.
-Este texto pertenece al
“Apocalipsis de Isaías” (24-27).
-Textos tardíos
postexílicos (s. V o IV a.C.), cuyo estilo y mensaje no tiene nada que ver con
el profeta Isaías (s. VIII a.C.).
Salmo responsorial
Sal 23 (22)
R/. Habitaré en la casa del Señor por años sin término.
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.
Textos paralelos.
Yahvé es mi pastor.
Ez 34, 1: Me dirigió la palabra el Señor: “Hijo de Adán, profetiza
contra los pastores de Israel, profetiza diciéndoles: ¡Pastores! Esto dice el Señor:
¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No son las ovejas
los que tienen que apacentar los pastores?
En verdes pastos me hace reposar.
Jn 10, 9: Yo soy la puerta: quien entra por mí se salvará; podrá entrar
y salir y encontrar pastos.
Me conduce a fuentes tranquilas.
Jn 4, 1: Los fariseos se enteraron de que Jesús ganaba más discípulos y
bautizaba más que Juan.
Allí reparo mis fuerzas.
Is 40, 31: Pero los que esperan en el Señor / renuevan sus fuerzas, /
echan alas como las águilas, / corren sin cansarse, / marchan sin fatigarse.
Me guía por cañadas oscuras.
Jr 31, 25: Regaré gargantas sedientas, / colmaré a los muertos de
hambre.
Pr 4, 11: Te instruyo sobre el camino de la sensatez, / te encamino por
la senda recta.
Sal 116, 1: ¡Yo amo! , porque el Señor escucha / mi voz suplicante.
Aunque fuese por valle tenebroso.
Is 50, 10: ¿Quién de vosotros respeta al Señor / y obedece a su siervo?
/ Aunque camine en tinieblas, / sin rayo de luz, / que confíe en el Señor / y
se apoye en su Dios.
Jb 10, 21-22: Antes de partir, para no volver / al país de tinieblas y sombras,
/ a la tierra lóbrega y opaca, / de confusión y negrura, / donde la misma
claridad es sombra.
Preparas ante mí una mesa.
Ex 16, 1: Toda la comunidad de Israel partió de Elim y llegó al desierto
de Sin, entre Elim y Sinaí, el día quince del segundo mes después de salir de
Egipto.
Sal 22, 27: Comerán los desvalidos hasta saciarse / y alabarán al Señor
los que lo buscan: / ¡No perdáis nunca el ánimo!
Bondad y amor me acompañan.
Sal 16, 6: Me ha tocado una parcela apacible, / es espléndida mi
heredad.
Sal 63, 6: Como de enjundia y de manteca / se saciará mi garganta, / y
con labios jubilosos / te alabará mi boca.
Habitaré en la casa de Yahvé.
Sal 27, 4: Una cosa pido al Señor, / es lo que busco: / habitar en la
casa del Señor / todos los días de mi vida; / contemplando la belleza del
Señor, / observando su templo.
Notas exegéticas.
23 La solicitud divina por los justos, descrita bajo la doble imagen del
pastor u del huésped que ofrece el lenguaje mesiánico. Este salmo se aplica
tradicionalmente a la vida sacramental especialmente al Bautismo y a la Eucaristía.
23 4 “pues tú vienes” adicción probable para armonizar con 1 S 22 23 y
subrayar así la alusión al gesto davídico. El texto primitivo sería: “Cerca de
mí, tu vara, tucayado están ahí”.
25 5 Conforme a la costumbre de la hospitalidad oriental.
23 6 “y habitaré” versiones: “volveré a”, hebreo (simple corrección
vocálica).
Segunda lectura.
Lectura de la carta del
apóstol san Pablo a los Filipenses 4, 12-14.19-20
Hermanos:
Sé vivir en pobreza y
abundancia. Estoy avezado en todo y para todo: a la hartura y al hambre, a la
abundancia y a la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta. En todo
caso, hicisteis bien en compartir mis tribulaciones. En pago, mi Dios proveerá
a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza en Cristo
Jesús. A Dios, nuestro Padre, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Textos paralelos.
A la saciedad y al hambre.
2 Co 12, 9-10: Y me contestó: te basta mi gracia; la fuerza se realiza
en la debilidad. Así que muy a gusto presumiré de mis debilidades, para que se
aloje en mí el poder de Cristo. Porque estoy contento con las debilidades,
insolencias, necesidades, persecuciones y angustias por Cristo. Pues cuando soy
débil, entonces son fuerte.
Col 1, 29: Para ello trabajo y peleo, con la energía suya que actúa
eficazmente en mí.
Mi Dios proveerá.
2 Co 2, 15: En efecto, somos el aroma de Cristo ofrecido a Dios, para los
que se salvan y para los que se pierden.
Al Dios y Padre nuestro, la gloria por los siglos de los siglos.
Amén.
Rm 16, 27: A Dios, el único sabio, por medio de Jesucristo, sea dada la
gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Notas exegéticas.
4 12 Lit. “he sido iniciado”. Término
propio de los cultos mistéricos (vb. myéo), cuyo sentido aquí es sencillo: he aprendido una cosa que todos no
saben.
4 13 Var.: “en Cristo”.
4 19 Var. (Vulgata): “provea”.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 1-14
En aquel tiempo, volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos
sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo:
-El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su
hijo; mandó a sus criados para que llamaran a los convidados, pero no quisieron
ir. Volvió a mandar otros criados encargándoles que dijeran a los convidaos: “Tengo
preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto.
Venid a la boda”. Pero ellos no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro
a sus negocios, los demás agarraron a los criados y los maltrataron y los
mataron. El rey montó en cólera, envío sus tropas, que acabaron con aquellos
asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda
está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de
los caminos y a todos los que encontréis llamadlos a la boda·. Los criados
salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos.
La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a
los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo,
¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?” El otro no abrió la boca.
Entonces el rey dijo a los servidores: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo
fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Porque
muchos son los llamados, pero pocos los elegidos.
Los dichos de Jesús.
Q 16 Un
hombre preparó una [gran] cena [e invitó a muchos].
Q 17 Y
envió a su siervo [a la hora de la cena] para decir a los invitados: Venid,
porque ya está preparada.
Q 18 “Uno
se excusó a causa de su” campo.
¿Q 19? “Otro
se excusó a causa de sus negocios”.
¿Q 20? ..
Q 21 “Y
el siervo <regresó y dijo> a su siervo:
Q 23 Sal
a los caminos y llama a los que encuentras, para que se llene mi casa.
Textos paralelos.
// Lc 14, 16-24:
Mateo |
Lucas |
En aquel tiempo, volvió a hablar Jesús en
parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: -El reino de los cielos se parece a un rey
que celebraba la boda de su hijo; mandó a sus criados para que llamaran a
los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar otros criados
encargándoles que dijeran a los convidaos: “Tengo preparado el banquete, he
matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda”. Pero ellos no hicieron caso; uno se marchó
a sus tierras, otro a sus negocios, los demás agarraron a los criados y los
maltrataron y los mataron. El rey montó en cólera, envío sus tropas, que
acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está
preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los
caminos y a todos los que encontréis llamadlos a la boda·. Los criados
salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y
buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a
saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le
dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?” El otro no
abrió la boca. Entonces el rey dijo a los servidores: “Atadlo de pies y manos
y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de
dientes”. Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos. |
Un hombre daba un gran banquete, al que
invitó a muchos. Hacia la hora del banquete despachó a su
criado a avisar a los invitados: Venid que ya está preparado. Uno tras otro
se fueron excusando todos. El primero dijo: He comprado un terreno y tengo
que ir a examinarlo; por favor, acepta mis excusas. El segundo dijo: He
comprado una yunta y voy a probarlos; por favor acepta mis excusas. El
tercero dijo: Me acabo de casar y no puedo ir. El criado volvió a informar al
amo. El amo de casa, irritado, dijo al criado:
Sal aprisa a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres,
lisiados, ciegos y cojos. El criado le dijo: Señor, se ha hecho lo que me ordenabas
y todavía sobra sitio. El amo dijo al criado: Sal a los caminos y
veredas y oblígalos a entrar hasta que se llene la casa. Pues os digo que
ninguno de aquellos invitados probará mi banquete. |
Tomó Jesús de nuevo la palabra y les habló en parábolas.
Mt 8, 11: Os digo que muchos vendrán de oriente y
occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de Dios.
Pr 9, 1-6: La sensatez se ha edificado una casa, /
ha labrado siete columnas, / ha matado las reses, mezclado el vino / y puesto la
mesa, / ha despachado a sus criadas a pregonarlo / en los puntos que dominan la
ciudad. / “El que sea inexperto, venga acá; / al falto de juicio le quiero
hablar. / Venid a comer de mis manjares / y a beber el vino que he mezclado; /
dejad la inexperiencia y viviréis, / seguid derechos el camino de la prudencia.
Semejante a un rey.
Is 25, 6-10: El Señor de los ejércitos / ofrece a
todos los pueblos, / en este monte, / un festín de majares suculentos, / un
festín de vinos de solera, / manjares enjundiosos, / vinos generosos. / Arrancará
en este monte / el velo que cubre a todos los pueblos, / el paño que tapa a todas
las naciones; / y aniquilará la muerte para siempre. / El Señor enjugará las
lágrimas / de todos los rostros / y alejará de la tierra entera / el oprobio de
su pueblo / – lo ha dicho el Señor –.
Envió a sus siervos a llamar a los invitados.
Mt 21, 34: Cuando llegó la vendimia, despachó a sus
criados a recoger de los agricultores el fruto que le correspondía.
Los escarnecieron y los mataron.
Mt 21 35: Ellos agarraron a los siervos: a uno lo
desollaron, a otro lo mataron, al tercero lo apedrearon.
El rey enojado.
2 S 11, 1: Al día siguiente, en la época en que los
reyes van a la guerra, David envió a Joab con sus oficiales y todo Israel a
devastar la región de los amonitas y sitiar Rabá.
2 S 12, 26: Mientras, Joab había atacado a la capital
de los amonitas y se había apoderado de ella.
Dio muerte a aquellos homicidas.
Is 64, 10: Nuestro templo, nuestro orgullo, / donde
te alabaron nuestros padres, / ha sido pasto del fuego, / y lo que más
queríamos / está reducido a escombros.
Ap 17, 16: Los diez cuernos que viste y la fiera
aborrecerán a la prostituta, la dejarán arrasada y desnuda, se comerán su carne
y la quemarán.
Invitad a la boda a los que encontréis.
Ap 19, 7: Hagámosle fiesta alegre dándole gloria,
porque ha llegado la boda del Cordero y su novia está preparada.
Reunieron a todos los que encontraron.
Mt 13, 38: El campo es el mundo; la buena semilla
son los ciudadanos del reino; la cizaña son los súbditos del maligno.
Mt 13, 47: El reinado de Dios se parece a una red
echada al mar, que atrapa peces de toda especie.
Le dijo: Amigo.
Ap 19, 8: La han vestido de lino puro
resplandeciente (el lino son las obras buenas de los santos).
Él se quedó callado.
Sb 4, 19: Se convertirán en cadáver sin hora, /
baldón entre los muertos para siempre; / pues los derribará cabezas abajo, sin
dejarles hablar, / los zarandeará desde los cimientos, y los arrasará hasta lo
último; / vivirán en dolor y su recuerdo perecerá.
Sb 17, 2: Pensaban los malvados que controlaban la
nación santa, / mientras yacían ellos prisioneros de las tinieblas, / en el
calabozo de una larga noche, recluidos bajo sus techos, / prófugos de la entera
providencia.
Sb 8, 12: Si callo, estarán a la expectativa; si
tomo la palabra, prestarán atención; y si me alargo hablando, se llevarán la
mano a la boca.
Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.
22 Parábola
entreverada de rasgos alegóricos, como la precedente, ,y que entraña la misma
lección: el rey es Dios, el banquete de bodas es la felicidad mesiánica, ya que
el hijo del rey es el Mesías; los enviados son los profetas y los apóstoles;
los invitados que hacen caso omiso de ellos o los ultrajan son los judíos; los
que son llamados de los caminos son los pecadores y los gentiles; el incendio
de la ciudad es la ruina de Jerusalén. A partir del v. 11 cambia la escena y se
trata del Juicio final. Parece que Mt ha combinado dos parábolas, una análoga a
la de Lc 14, 16-24, la otra aquella cuya conclusión se encuentra en vv. 11s: el
hombre que responde a la invitación ha de llevar vestido de bodas; las obras de
justicia deben acompañar la fe.
22 10 Estas palabras pueden aludir al hecho de que en el Reino antes del juicio
final se encuentran mezclados malos y buenos, o más probablemente a la gracia
de Dios, que invita al disfrute del Reino a todos los hombres, sobre todo a los
pecadores.
22 14 Esta sentencia parece corresponder a la primera parte de la parábola más
bien que a la segunda. No se trata de los elegidos en general, sino de los
judíos, los primeros invitados. La parábola no dice, pero tampoco excluye, que
algunos “pocos” de entre ellos hayan respondido y hayan sido elegidos.
Notas
exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.
22 1-2 UN REY: lit. un hombre rey. // DIO UN BANQUETE…: lit. hizo
bodas (así en toda la parábola, con el significado secundario de “banquete
de boda”) para el hijo de él (en honor de su hijo).
4 Esos
OTROS ESCLAVOS tenían el encargo de llamar definitivamente, o por última vez, A
LOS anteriormente CONVIDADOS.
7 SU
EJÉRCITO: lit. sus ejércitos (plural de generalización).
10 TODOS
LOS QUE ENCONTRARON, MALOS Y BUENOS: comenta san Agustín: “Así está ahora la
Iglesia, llena de buenos y malos […]. Esa muchedumbre la oprime a veces y está
a punto de hacerla naufragar. La muchedumbre de los que viven mal turba a los
que viven bien, y los perturba hasta el punto de que el que vive bien piensa,
cuando ve a los otros vivir mal, que está haciendo el tonto; sobre todo porque,
según los valores de este mundo, hay muchos malos felices, hay muchos buenos
infelices”.
11-12 ¿Pertenecieron estos vs. a otra parábola, originariamente separada de la
anterior? // UNO: lit. un hombre. El TRAJE DE BODA no tiene porque
entenderse como vestido especial; simplemente es la ropa limpia, la que
se pone un invitado que quiere hacer honor a su anfitrión. Alegóricamente
simboliza “lasa buenas obras” (Ap 19, 8): no basta ser invitado, es preciso
convertirse y producir los frutos de esta conversión.
12 SIN
TRAJE: lit. no teniendo traje.
13 DESPUÉS
DE ATARLO [DE] PIES Y MANOS, ECHADLO…: lit. habiendo atado de él pies y
manos echad a él…
14 Forma
semitizante de comparativo: son más los invitados que los
realmente participantes en el banquete. Es la enseñanza de la parábola: los
primeros invitados a entrar en el reino de Dios – los judíos – se han quedado
fuera, al no aceptar la invitación. Este sería el sentido directo, si el v. 14 iba
después del 10 originariamente; tal como está colocado, su alcance se extiende a
toda la humanidad invitada por Dios a su “fiesta de familia”. Las formas
verbales griegas están en la voz pasiva “teológica”: “Dios invita a
muchos” (e. d., a todos: cf. v. 10 y Mc 10, 45), pero elige a pocos (a
un número menor que el de los invitados).
Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.
22, 1-14 La imagen del banquete de bodas evoca la alegría escatológica. Cristo, el
Hijo, es el esposo prometido a su Iglesia. A veces se describe el reino de los
cielos como el banquete de bodas del Cordero (cf. Ap 19, 9). El invitado que no
llevaba un traje adecuado representa probablemente a aquellos que, aun estando
entre los invitados, no se han preparado adecuadamente en vida, con un “sí”
total a la vocación a la santidad y, por lo tanto, no pueden participar en el
banquete de bodas.
Catecismo de la Iglesia Católica.
546 Jesús llama a entrar en el Reino a través de las parábolas, rasgo típico
de su enseñanza. Por medio de ellas invita al banquete del Reino (cf. Mt 22,
1-14), pero exige también una elección radical para alcanzar el Reino, es
necesario darlo todo; las palabras no bastan, hacen falta obras. Las parábolas
son como un espejo para el hombre: ¿acoge la palabra como un suelo duro o como
una buena tierra? ¿Qué hace con los talentos recibidos? Jesús y la presencia
del Reino en este mundo están secretamente en el corazón de las parábolas. Es
preciso entrar en el Reino, es decir, hacerse discípulos de Cristo para “conocer
los Misterios del Reino de los cielos” (Mt 13, 11). Para los que están “fuera”
(Mc 4, 11), la enseñanza de las parábolas es algo enigmático.
Concilio Vaticano II
Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del
Señor, estar continuamente en vela. Así, terminada la única carrera que es
nuestra vida en la tierra, merecemos entrar con Él en la boda y ser contados
entre los santos y no nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos, al fuego
eterno, a las tinieblas exteriores, donde “habrá llanto y rechinar de dientes”
(Mt 22, 13). En efecto, antes de reinar con Cristo todos compareceremos ante el
tribunal de Cristo para dar cuenta cada uno del bien y del mal que hizo durante
su vida en este cuerpo. Al fin del mundo los que hicieron el mal resucitarán
para el juicio.
Lumen gentium, 48.
Los Santos Padres.
Primero hay que averiguar si esta lección según san Mateo es la misma que
san Lucas describe bajo el nombre de cena. (…) Aquí en las bodas está
significada la Iglesia presente, y allí en la cena está significado el último y
eterno banquete, puesto que aquí entran algunos que han de salir, y quien ha
entrado allí una vez, ya no saldrá más. (…) El Padre celebró las bodas de su
Hijo Rey cuando por el misterio de la encarnación se desposó con la santa
Iglesia; y el seno de la Virgen Madre fue el tálamo de este esposo. (…) En
efecto salió Dios encarnado como un esposo de su tálamo cuando, para unir
consigo a la Iglesia, salió del seno inmaculado de la Virgen. Y envió a sus
criados para que invitasen a estas bodas a los amigos. Los envió una y dos
veces, porque hizo predicadores de la encarnación del Señor primero a los
profetas y después a los apóstoles. (…) ¿Qué entendemos, hermanos carísimos,
por los terneros y por los animales cebados sino los padres del Antiguo y Nuevo
Testamento?
Gregorio Magno. Homilías sobre los evangelios, 38. 1b, pg. 186.
Todos los bautizados conocen cuál es la boda del hijo del rey y cuál su
banquete. La mesa del Señor está dispuesta para todo el que quiera participar
en ella. A nadie se le prohíbe acercarse, pero lo importante es el modo de
hacerlo. Las Sagradas Escrituras nos enseñan que son dos los banquetes del
Señor: uno al que vienen buenos y malos, y otro al que no tienen acceso los
malos.
Agustín, Sermón, 90. 1b, pg. 187.
¿Qué es lo que significa, carísimos hermanos, el vestido nupcial? No
podemos decir que signifique ni el bautismo ni la fe, porque ¿quién puede
entrar en estas bodas sin el bautismo y sin la fe? Pues por el mero hecho de no
creer, está fuera de ellas. Por lo tanto, ¿qué debemos entender por vestido
nupcial, sino la caridad? Entra, pues, en las bodas pero no lleva el vestido
nupcial el que estando en la Iglesia católica tiene fe, pero le falta la
caridad. Con fundamento se llama a la caridad vestido nupcial, puesto que
nuestro Creador la tuvo cuando fue a las bodas para desposarse con la Iglesia.
Gregorio Magno. Homilías sobre los Evangelios, 38. 1b, pg. 189.
¿Cuál es, pues, aquel vestido nupcial? Este es: “El fin del mandamiento,
dice el Apóstol, es el amor que procede de un corazón puro, de la conciencia
recta y de la fe no fingida” (1 Tm 1, 15). Este es el vestido nupcial. No
cualquier amor, pues con frecuencia se ve amarse a hombres partícipes de mala
conciencia. Quienes se unen para cometer robos u otras acciones perversas,
quienes juntamente aman a los histriones (actor en el teatro romano), quienes
se unen para aclamar a los aurigas y cazadores, en la mayor parte de los casos
se aman entre ellos; pero no existe en ellos “el amor que procede de un corazón
puro, de una conciencia recta y de una fe no fingida”. Tal amor es el vestido
nupcial.
Agustín. Sermón 90, 6. 1b, pg. 190.
San Jerónimo.
1-3. Jesús les habló otra vez en parábolas. Los fariseos, comprendieron que estas
parábolas se referían a ellos, buscaban detenerlo y matarlo. El Señor conocía
su designio, sin embargo acusa a los que están enfurecidos contra él y no se
deja dominar por el temor a oponerse a los pecadores. Este rey que celebró las
bodas de su hijo es Dios omnipotente. Celebró las bodas de nuestro Señor
Jesucristo y de la Iglesia, donde son congregados tanto los judíos como los gentiles;
envió a su servidor para llamar a los invitados a las bodas: sin duda se trata
de Moisés por quien dio la Ley a los invitados. Si leyéramos “servidores”, como
traen la mayoría de los manuscritos, se referiría a los profetas, ante cuya
invitación se negaron a venir los invitados.
4. De nuevo envió a otros servidores. En estos servidores que fueron enviados en
segundo lugar es mejor ver a los profetas que a los apóstoles, siempre que más
arriba esté escrito “su servidor”. En cambio, si leemos “servidores”, por estos
servidores enviados en segundo lugar debemos entender los apóstoles. El banquete
preparado, los terneros y los mejores animales que han sido muertos describen,
mediante una metáfora, las riquezas del rey, para que a través de imágenes
carnales entendamos las cosas espirituales, o bien se puede percibir en ellos
la grandeza de los dogmas y una doctrina totalmente imbuida de la Ley de Dios.
5.6. Y se fueron, uno a su granja. Entre los que no reciben la verdad del
Evangelio hay muchas diferencias. Los que se negaron a venir porque estaban ocupados
en otras cosas son menos culpables que aquellos que, despreciando los
sentimientos del que los invitaba, respondieron con crueldad a su amabilidad y
deteniendo a los servidores del rey los mataron y les dieron muerte. En esta parábola
no se habla de la muerte del esposo, se muestra el desprecio de las bodas por
la muerte de los servidores.
7.
Y envió a sus tropas. Por sus tropas entendamos sus ángeles vengadores
de los que está escrito en los salmos: Dirigió contra ellos los ángeles de
su ira, o bien los romanos, bajo la conducción de Vespasiano y Tito, que
mataron al pueblo judío e incendiaron la ciudad pecadora [año 70 d.C.].
8.9. Salid a los cruces de los caminos. El pueblo de los gentiles no estaba en los
caminos sino en los cruces de los caminos. Uno se pregunta cómo, en aquellos
que estaban afuera, entre los malos, se han encontrado algunos buenos. El Apóstol
trtata este punto con más detalle en la carta a los Romanos: los gentiles que
hacen naturalmente lo que está contenido en la Ley condenan a los judíos que no
cumplen la Ley escrita (Rm 2, 14). Entre los mismos paganos hay diversidad
infinita, sabemos que algunos están inclinados al vicio y corren precipitadamente
hacia el mal, otros practican la virtud por la honestidad de sus costumbres.
11.12. El rey entró. Los vestidos de fiesta son los preceptos del Señor y las obras cumplidas
según la Ley y el Evangelio que son las vestiduras del hombre nuevo.
Amigo, ¿cómo has entrado aquí? Lo llama amigo porque ha sido invitado a las
bodas, le reprocha su desvergüenza por haber manchado la pureza de las bodas
con la sordidez de su vestido.
14. Porque muchos son llamados pero pocos son elegidos. Una breve sentencia resume todas
las parábolas porque tanto en los obreros de la viña como en la edificación de
la casa y en el banquete de bodas lo que se busca no es el principio sino el
fin.
San Agustín.
¿Qué cosa es el vestido nupcial? Sin duda alguna, se trata de algo que no
tienen en común los buenos y los malos. Hallando esto, habremos hallado el
vestido nupcial. Entre los dones de Dios, ¿cuál no tienen en común los buenos y
los malos? El ser hombres y no bestias es un don de Dios, pero lo poseen tanto
buenos como malos. El que nos llegue la luz del cielo, en el que las nubes descarguen
la lluvia, las fuentes manen, los campos den fruto, es don de Dios, pero común
a buenos y malos. Entremos en la boda; dejemos de lado a quienes no vinieron a
pesar de haber sido llamados. Centrémonos en los comensales, es decir, en los
cristianos. Don de Dios es el bautismo; lo tienen buenos y malos. El sacramento
del altar lo reciben tanto buenos como malos. Profetizó el inicuo Saúl, enemigo
de aquel varón santo y justísimo; profetizó mientras lo perseguían (1 Re 19).
¿Acaso se afirma que solo los buenos creen? también los demonios creen, pero
tiemblan (St 2, 19). ¿Qué he de hacer? He tocado todo y aún no he llegado
al vestido nupcial. […] ¿Por qué nos tienes en vilo, ¡oh Apóstol!? Quizá es la
profecía el don de Dios que no tienen en común los buenos y los malos. Si no
tengo caridad – dijo – de nada me sirve (1 Co 13, 1-3).
He aquí el vestido nupcial; vestíos con él. ¡Oh comensales!, para estar
sentados con tranquilidad. No digáis: “Somos pobres para llevar ese vestido”.
Vestid y seréis vestidos. Es invierno, vestid a los desnudos. Cristo está
desnudo y a quienes no tienen el vestido nupcial él se lo dará. Corred a él,
pedídselo. Sabe santificar a sus fieles, sabe vestir a los desnudos. Para que
teniendo el vestido nupcial, no quepa el miedo a las tinieblas exteriores, a
ser atado de miembros, manos y pies, nunca os falten las obras. Si faltan, cuando
tenga atadas las manos, ¿qué ha de hacer? ¿A dónde ha de huir con los pies
atados? Tened este vestido nupcial, ponéoslo y sentaos tranquilos, cuando él
venga a inspeccionar. Llegará el día del juicio. Ahora se concede un largo
plazo; quien se hallaba desnudo, vístase de una vez.
Sermón 95, 7
San Juan de Ávila.
28. ¿Acodáisos del evangelio de las bodas? Amigo, ¿a qué entraste no
teniendo vestidura de bodas? Plega a Dios, hermanos, que sepáis entender
las bodas, para que las fiestas que se hacen el suelo se hagan también en el
cielo. En bodas estáis; los ojos del cielo os están mirando. Mirad qué tanta razón
es que tengáis limpieza mucha; plegue a Dios, por quien es, que [no] estéis en
las bodas sin tener vestidura de bodas. [S]i mirándoos Dios viese alguna sin
vestidura de bodas, ¿qué sería? Si mirase Dios, vuestro corazón y lo hallase
ajeno de la perfición, ¿qué diría Dios? ¿Qué sería si Dios os dijese: “Cómo
entrastes en Santa Clara o Santa Inés sin tener la vestidura de bodas? ¿Cómo os
osáis asentar en lugar de santas, sin hacer las obras que hicieron?...
Plática 16. A las monjas de Zafra. OC I. Pgs. 899-900.
23. Y, pues tantos y tan claros motivos tiene para se mirar si va bien
vestido, para parecer agradable y hermoso a los ojos de Dios, no lleve sus ojos
cerrados, porque no oiga aquella terrible sentencia: Amice, quomodo huc
intrati non habens vestem nuptialen? (Mt 22, 12); y, atados los pies y las
manos, lo echen en las tinieblas de fuera, [pues] amó las tinieblas de dentro,
no queriendo mirar la luz, que pudiera declarar sus faltas y enseñar [le] sus
obligaciones para que cumpliera con ellas. Mírese y remírese, y pida para ello
particular gracia del Espíritu Santo, como la pedían los santos, y las faltas
que en sí conociere lávelas con abundancia de lágrimas.
Tratado sobre el sacerdocio. OC I. Pg. 928.
Finalmente privada de la vestidura de boda (cf. Mt 22, 12-15), átala el
diablo, por orden de la divina justicia, de pies y de manos, porque la hace andar
a su gusto y querer, y échala en las tinieblas, que en esta vida son interiores,
para que ni se vea a sí misma, ni conozca a Dios, ni el peligro en que está, ni
lo que perdió.
Diálgos iner confesarium et penitentem. OC II. Pg. 790.
27 ¿Cómo
eres manso, si por una palabra que te dijeron tienes rencor, y no bastan
frailes ni clérigos para hacerte perdonar, ni viernes santo, en el cual se te
representa más la pasión de Cristo y la liberalidad y caridad, con que, sin que
se lo regasen sus contrarios, los perdonó y rogo a su Padre por ellos? Si eso
no das, ¿cómo creeré yo que derramarás la sangre y darás la vida por tu prójimo?
Vestis ergo nuptialis est Christus,… (Mt 22, 11).
24. Domingo 19 después de Pentecostés. O.C. III. Pg. 293
En fiesta tan principal, ¿vienes con tus andrajos? (cf. Mt 22, 11-14).
Estos que están aquí, tan pobres eran como tú, pero tuvieron respeto a mis bodas
y demandaron prestadas vestiduras, etc. ¿Cómo tu veniste sin ella?, etc. Como
aquel desventurado enmuciese, mandóloel rey echar, etc. ¡Dios nos guarde! Al
infierno. ¡Dios nos libre que or su infinita bondad! Y concluye el santo
[evangelio] diciendo: Multi sunt vocati, apuci vero electi. Dios, por
quien es, nos dé gracia para que seamos de los pocos escogidos y no de los muchos
perdidos. ¡Hágalo Él, por la sangre que por nosotros derramó en la cruz! … -
Señor, ¿por qué juicio tan recio? – Por estar sin ropa. ¿Quién entenderá las
justicias de Dios? Ansí como no hay sabio que entienda, como dice David, sus
misericordias (cf. Sal 106, 43), no hay sabio que entienda sus justicias.
¿Quieres entender quién es Dios? La cosa más misericordiosa que se puede pensar
y la cosa más rigurosa que se puede decir. Misericordioso más que ángeles y arcángeles,
etc., más que cielo y tierra y que todas las criaturas. Aunque cada una tuviese
mas lenguas, no pueden decir las misericordias de Dios. Y riguroso más que se
puede pensar. Dios os guarde de caer en su ira. Dios os dé gracia para aprovecharos
de las justicias de Dios. Si no, después, de norabuena os parió vuestra madre.
Estas dos cosas, misericordia y justicia, se declaran en este evangelio. Misericordia
en el llamamiento y convite a las bodas; justicia en castigarlos.
24. Domingo 19 después de Pentecostés. O.C. III. Pg. 286.
¡Cuán valerosa cosa es el amor, y necesario para bien usar del oficio
público!, pues él es el que hace emplear bien los talentos y ser guarlardonado
por ello; y la falta de él hace al hombre descuidado y flojo y lo echa a las
penas eternas.
11. A un señor de este reino, siendo asistente de Sevilla. O.C. IV. Pg. 68.
San Oscar Romero. Homilía.
Queridos hermanos, esta es la lección preciosa del festín de Dios con los
hombres. ¿Quiénes son los llamados?, nos termina diciendo el Evangelio. ¡muchos
son los llamados! Todos, todos los pueblos. Para Dios no hay categorías ni para
la Iglesia hay distinciones. Por eso choca la Iglesia, porque es el mundo el
que quiere mantener distinciones. Y la iglesia sabe que no hay más que una
categoría: los justos. Los que cumplen el Evangelio. Los que entran al festín
de Dios con vestido de fiesta, con conversión de corazón, por eso son llamados
al festín de Dios muchos que no pueden entrar todavía.
Homilía 15 de octubre de 1978.
Papa Francisco. Ángelus. 11 de
octubre de 2020.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Con el relato de la parábola del banquete nupcial,
del pasaje evangélico de hoy (cf. Mt 22, 1-14), Jesús perfila el proyecto que
Dios ha pensado para la humanidad. El rey que «celebró el banquete de bodas de
su hijo» (v.2) es la imagen del Padre que ha preparado para toda la familia
humana una maravillosa fiesta de amor y comunión en torno a su Hijo unigénito.
Hasta dos veces el rey envía a sus siervos a llamar a los invitados, pero estos
rechazan la invitación, no quieren ir a la fiesta porque tienen otras cosas que
hacer: el campo, los negocios. Muchas veces también nosotros anteponemos
nuestros intereses y las cosas materiales al Señor que nos llama —y nos
llama para una fiesta. Pero el rey de la parábola no quiere que la sala esté
vacía, porque desea regalar los tesoros de su reino. Dice, pues, a los siervos:
«Id a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda»
(v.9). Así se comporta Dios: cuando es rechazado, en lugar de rendirse,
relanza y manda llamar a todos los que están en los cruces de los caminos, sin
excluir a nadie. Nadie está excluido de la casa de Dios.
El término original que utiliza el evangelista
Mateo se refiere a los límites de los caminos, es decir, esos puntos donde
terminan las calles de la ciudad y comienzan los senderos que conducen al
campo, lejos de las zonas habitadas, donde la vida es precaria. A esta
humanidad de las encrucijadas es a la que el rey de la parábola envía a sus
siervos, con la certeza de encontrar personas dispuestas a sentarse a la mesa.
Así, la sala del banquete se llena de “excluidos”, los que están “fuera”, de
aquellos que nunca habían parecido dignos de asistir a una fiesta, a un
banquete de bodas. Al contrario: el amo, el rey, dice a los mensajeros: “Llamad
a todos, buenos y malos. ¡A Todos!”. Dios también llama a los malos. “No,
soy malo, he hecho tantas...”.Te llama: “¡Ven, ven, ven!”. Y Jesús iba a
almorzar con los publicanos, que eran los pecadores públicos, eran los malos.
Dios no tiene miedo de nuestra alma herida por tantas maldades, porque nos ama,
nos invita. Y la Iglesia está llamada a ir a las encrucijadas de hoy, es
decir, a las periferias geográficas y existenciales de la humanidad, esos
lugares marginales, esas situaciones en las que se encuentran acampados y viven
fragmentos de humanidad sin esperanza. Se trata de no apoltronarse en las
formas cómodas y habituales de evangelización y testimonio de la caridad, y
de abrir las puertas de nuestro corazón y de nuestras comunidades a todos,
porque el Evangelio no está reservado a unos pocos elegidos. También los que
viven al margen, incluso los rechazados y despreciados por la sociedad, son
considerados por Dios dignos de su amor. Él prepara su banquete para todos:
justos y pecadores, buenos y malos, inteligentes e incultos. Ayer por la tarde
logré llamar por teléfono a un anciano sacerdote italiano, misionero de la
juventud en Brasil, pero siempre trabajando con los excluidos, con los pobres.
Y vive su vejez en paz: quemó su vida con los pobres. Esta es nuestra Madre
Iglesia, este es el mensajero de Dios que va a las encrucijadas.
Sin embargo, el Señor pone una condición: llevar el
traje de boda. Y volvemos a la parábola. Cuando la sala está llena, llega el
rey y saluda a los invitados de última hora, pero ve a uno de ellos sin el
traje de boda, esa especie de chal que cada comensal recibía como regalo en la
entrada. La gente iba como estaba vestida, como podía estar vestida, no iba
con vestidos de gala. Pero a la entrada recibían una especie de chal, un regalo. Ese
hombre, al rechazar el regalo, se ha excluido a sí mismo: por lo que el rey
no tiene otra opción que echarlo. Este hombre había aceptado la invitación,
pero luego decidió que no significaba nada para él: era una persona
autosuficiente, no tenía deseos de cambiar o de dejar que el Señor lo cambiase.
El traje de boda —ese chal— simboliza la misericordia que Dios nos da
gratuitamente, es decir, la gracia. Sin la gracia no se puede dar un
paso adelante en la vida cristiana. Todo es gracia. No basta con aceptar
la invitación a seguir al Señor, hay que estar dispuestos a un camino de
conversión que cambia el corazón. El hábito de la misericordia, que Dios
nos ofrece sin cesar, es un don gratuito de su amor, es precisamente la gracia.
Y requiere ser acogido con asombro y alegría: “Gracias, Señor, por haberme dado
este don”.
Que María Santísima nos ayude a imitar a los
siervos de la parábola evangélica y salir de nuestros esquemas y estrechez de
miras, anunciando a todos que el Señor nos invita a su banquete, para
ofrecernos la gracia que salva, para darnos su don.
Homilía Chat GPT (Inteligencia Artificial).
Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Hoy nos reunimos en la presencia del Señor para reflexionar sobre una de las parábolas más poderosas y significativas que Jesús compartió con nosotros: la parábola del rey y los invitados a la boda. En esta historia, encontramos valiosas lecciones espirituales que nos invitan a examinar nuestras vidas y nuestra relación con Dios.
Imaginemos la escena: un rey decide celebrar la boda de su hijo. Envió invitaciones a muchas personas, pero cuando llega el momento de la fiesta, los invitados rechazan la invitación. Algunos están ocupados con sus propios asuntos, mientras que otros incluso maltratan y matan a los mensajeros del rey. Esto nos lleva a una pregunta fundamental: ¿cómo respondemos nosotros a la invitación de Dios?
En esta parábola, el rey representa a Dios, el hijo es Jesús, y la boda simboliza el reino de los cielos. Las invitaciones que envía el rey a sus súbditos representan la llamada de Dios a seguirlo, a entrar en su Reino a través de la fe en su Hijo Jesucristo. A menudo, como los invitados en la parábola, podemos estar ocupados con nuestras vidas cotidianas, nuestras preocupaciones terrenales y nuestras distracciones. Ignoramos o incluso rechazamos la invitación de Dios a una relación más profunda con Él.
También podemos ver una metáfora poderosa en la reacción violenta de algunos invitados hacia los mensajeros del rey. Esto nos recuerda que a lo largo de la historia, los profetas y mensajeros de Dios han sido perseguidos y rechazados. En la vida de Jesús, vemos cómo Él mismo fue rechazado y crucificado. Pero Dios, en su infinita misericordia, sigue extendiendo su invitación a todos nosotros, a pesar de nuestras fallas y pecados.
La parábola continúa con el rey llenando su banquete de bodas con personas de los caminos y callejones, buenos y malos, mostrándonos que Dios llama a todos, sin importar su pasado, su origen o su condición. Sin embargo, hay un detalle importante en esta historia: un hombre sin el traje de bodas adecuado es echado fuera. Esto nos enseña que no basta con aceptar la invitación de Dios; debemos también prepararnos adecuadamente para entrar en su presencia.
El traje de bodas simboliza la pureza y la santidad que Dios espera de nosotros. Debemos vestirnos con la justicia y la gracia de Cristo, lavando nuestras impurezas en el sacramento de la confesión y viviendo de acuerdo con los mandamientos de Dios. La fe en Jesús es el primer paso, pero la transformación interior y la santidad son un proceso continuo que debemos abrazar.
Hermanos y hermanas, en esta parábola, vemos el llamado de Dios a la conversión y la necesidad de prepararnos para el banquete celestial. Aceptemos la invitación de Dios con humildad y gratitud, dejando atrás nuestros pecados y abrazando la justicia y la santidad. No ignoremos esta llamada divina, porque no sabemos cuándo será el tiempo de la fiesta celestial. Que el Señor nos ayude a ser dignos de su Reino y a vivir en su amor eterno.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Francisco. Intervención durante la apertura de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos.
Hermanos y hermanas, ¡buenas tardes!
Los saludo a todos ustedes, con quienes iniciamos este camino sinodal.
Me gusta recordar que fue san Pablo VI quien dijo que la Iglesia en
Occidente había perdido la idea de sinodalidad, y por eso había creado la
Secretaría del Sínodo de los Obispos, que celebró muchos encuentros, muchos
Sínodos sobre diferentes temáticas.
Pero la expresión de la sinodalidad aún no está madura. Recuerdo que fui
secretario en uno de estos Sínodos, y el Cardenal Secretario ―buen misionero
belga, muy bueno― cuando yo preparaba lo necesario para las votaciones venía a
mirar: ¿Qué estás haciendo? ―Lo que se tiene que votar mañana― ¿Qué es? No,
esto no se vota ―Oiga, pero es sinodal― No, no, esto no se vota. Porque todavía
no teníamos la costumbre de que cada uno debe expresarse libremente. Y así,
lentamente, a lo largo de estos casi 60 años, el camino ha ido en esta
dirección, y hoy podemos llegar a este Sínodo sobre la sinodalidad.
No es fácil, pero es hermoso, muy hermoso. Un Sínodo que todos los obispos
del mundo han querido. En la encuesta que se hizo después del Sínodo para la
Amazonia, entre todos los obispos del mundo, el segundo lugar de las
preferencias fue éste: la sinodalidad. En primer lugar estaban los sacerdotes,
en tercero creo que una cuestión social. Pero [este estaba] en segundo lugar.
Todos los obispos del mundo veían la necesidad de reflexionar sobre la
sinodalidad. ¿Por qué? Porque todos habían entendido que el fruto estaba maduro
para tal objeto.
Con este espíritu empezamos hoy a trabajar. Y me gusta señalar que el
Sínodo no es un parlamento, sino algo distinto; que el Sínodo no es una
reunión de amigos para resolver algunas cosas del momento o dar opiniones, sino
otra cosa. No olvidemos, hermanos y hermanas, que el protagonista del Sínodo
no somos nosotros: es el Espíritu Santo. Y si en medio de nosotros está el
Espíritu que nos guía, será un buen Sínodo. Pero si en medio de nosotros hay
otras formas de avanzar por intereses, sean humanos, personales, ideológicos,
no será un Sínodo, sino que será una reunión más parlamentaria, que es otra cosa.
El Sínodo es un camino que realiza el Espíritu Santo. Se les han entregado
unas hojas con textos patrísticos que nos ayudarán en la apertura del Sínodo.
Son de san Basilio, que escribió ese hermoso tratado sobre el Espíritu Santo.
¿Por qué? Porque necesitamos comprender esta realidad, que no es fácil.
Cuando, con ocasión del 50 aniversario de la creación del Sínodo, los
teólogos me prepararon una carta, que firmé, fue un buen paso adelante. Pero
ahora tenemos que encontrar nosotros la explicación sobre ese
camino. Los protagonistas del Sínodo no somos nosotros, es el Espíritu Santo, y
si le damos lugar al Espíritu Santo, el Sínodo irá bien. Estas fichas sobre san
Basilio les han sido entregadas en diferentes idiomas: inglés, francés,
portugués y español, para que las tengan en sus manos. No menciono estos
textos, sobre los cuales les pido que luego reflexionen y mediten.
El Espíritu Santo es el protagonista de la vida
eclesial: el plan de salvación de la humanidad se realiza por la gracia del
Espíritu. Es Él quien tiene el
protagonismo. Si no comprendemos esto, seremos como aquellos de los que se
habla en los Hechos de los Apóstoles: “Recibieron el Espíritu Santo? ¿Qué
es el Espíritu Santo? Ni siquiera hemos oído decir que hay un Espíritu
Santo” (cf. 19,1-2). Debemos comprender que Él es el protagonista de la
vida de la Iglesia, Aquel que la lleva adelante.
El Espíritu Santo desencadena un dinamismo
profundo y variado en la comunidad eclesial: el “bullicio” de Pentecostés. Es curioso lo que ocurrió en Pentecostés:
todo estaba bien dispuesto, todo estaba claro. Aquella mañana había bullicio,
se hablan todas las lenguas, todo el mundo entendía. Pero es una variedad de la
cual no se acaba de entender qué significa. Y después de esto, la gran obra
del Espíritu Santo: no la unidad, no; la armonía. Él nos une en armonía, la
armonía de todas las diferencias. Si no hay armonía, no hay Espíritu: es Él
quien la hace.
A continuación, el tercer texto que nos puede ayudar: el Espíritu Santo
es el compositor armónico de la historia de la salvación. Armonía ―atención
con esto― no significa “síntesis”, sino “vínculo de comunión entre partes
disímiles”. Si en este Sínodo acabamos con una declaración que es todo lo
mismo, todo igual, sin matices, el Espíritu no está, se quedó fuera. Él obra
esa armonía que no es síntesis, sino vínculo de comunión entre partes
disímiles.
La Iglesia, una única armonía de voces, a muchas
voces, realizada por el Espíritu Santo: es así como debemos concebir la Iglesia. Cada comunidad cristiana, cada
persona tiene su propia peculiaridad, pero estas particularidades deben
incluirse en la sinfonía de la Iglesia, y la sinfonía adecuada la realiza el
Espíritu: nosotros no podemos realizarla. No somos un parlamento, no somos las
Naciones Unidas; no, es otra cosa.
El Espíritu Santo es el origen de la armonía entre
las Iglesias. Es interesante lo
que dice Basilio a sus hermanos obispos: “Así como nosotros estimamos como bien
nuestro vuestra mutua concordia y unidad, así también los invitamos a
participar de nuestros sufrimientos causados por las divisiones, y a no
apartarnos de ustedes por el hecho de estar lejos debido a la posición de los
lugares, sino más bien a recibirnos mutuamente en la armonía de un único cuerpo
porque estamos unidos en comunión según el Espíritu”.
El Espíritu Santo nos lleva de la mano y nos consuela. La presencia del Espíritu es así
―permítanme la palabra― como maternal, como una mamá nos conduce, nos da este
consuelo. Es el Consolador, uno de los nombres del Espíritu: el Consolador. La
acción consoladora del Espíritu Santo representada por el posadero a quien se
le confía el hombre que había caído en poder de los ladrones(cf. Lc 10,34-35).
Basilio interpreta esa parábola del Buen Samaritano y en el posadero ve al
Espíritu Santo que permite que la buena voluntad de un hombre y el pecado de
otro sigan un camino armonioso.
Además, el que custodia la Iglesia es el Espíritu Santo. Al mismo tiempo, el
Espíritu Santo tiene un ejercicio paraclético multiforme. Debemos aprender a
escuchar las voces del Espíritu: todas son diferentes. Aprender a discernir.
Precisamente, el Espíritu es el que hace la Iglesia. Es Él quien
hace la Iglesia. Hay un vínculo muy importante entre la Palabra y el Espíritu.
Podemos pensar en esto: el Verbo y el Espíritu. La Escritura, la Liturgia, la
tradición antigua nos hablan de la “tristeza” del Espíritu Santo, y una de
las cosas que más entristecen al Espíritu Santo son las palabras vacías.
Palabras vacías, las palabras mundanas, y ―bajando un poco a cierta costumbre
humana, pero no buena―, la murmuración. La murmuración es el anti-Espíritu
Santo, va contra Él. Es una enfermedad muy común entre nosotros. Y las
palabras vacías entristecen al Espíritu Santo. “No entristezcan al Espíritu
Santo de Dios con el que fueron marcados” (cf. Ef 4,30). Qué
gran mal es entristecer al Espíritu Santo de Dios, ¿hace falta decirlo? Murmuración,
difamación: esto entristece al Espíritu Santo. Es la enfermedad más común en la
Iglesia, la murmuración. Y si no dejamos que Él nos cure de esta enfermedad,
un camino sinodal difícilmente será bueno. Al menos aquí dentro: si no estás
de acuerdo con lo que dice aquel obispo o aquella religiosa o ese laico, díselo
en la cara. Para esto es un sínodo. Para decir la verdad, no la murmuración por
debajo de la mesa.
El Espíritu Santo nos confirma en la fe, es Él quien lo hace continuamente.
Estos textos de Basilio, léanlos, están en vuestra lengua, porque creo que
nos ayudarán a hacerle lugar al Espíritu en nuestros corazones. Repito: esto
no es un parlamento, esto no es una reunión para la pastoral de la Iglesia.
Esto es un syn-odos, caminar juntos es el programa. Hemos hecho
muchas cosas, como ha dicho Su Eminencia: las consultas, todo esto, con el
pueblo de Dios. Pero quien conduce esto, quien guía es el Espíritu Santo. Si
Él no está, esto no dará un buen resultado.
Insisto en esto: por favor, no entristezcan al Espíritu. Y en nuestra
teología hay que hacerle lugar al Espíritu Santo. Y también en este Sínodo,
discernir las voces del Espíritu de las que no son del Espíritu, que son
mundanas. En mi opinión, la enfermedad más fea que vemos hoy en la Iglesia
―siempre, pero también hoy― es lo que va contra el Espíritu, es decir, la
mundanidad espiritual. Un espíritu, pero no santo: de mundanidad. Cuidado
con esto: no sustituyamos al Espíritu Santo con cosas mundanas ―incluso
buenas―, como el sentido común: esto ayuda, pero el Espíritu va más allá.
Debemos aprender a vivir en nuestra Iglesia con el Espíritu Santo. Por favor,
reflexionen sobre estos textos de san Basilio, que nos ayudarán mucho.
Luego, quiero decir que en este Sínodo ―también para hacerle lugar al
Espíritu Santo― está la prioridad de la escucha, está esta prioridad. Y
tenemos que dar un mensaje a los operadores de prensa, a los periodistas, que
hacen un trabajo muy hermoso, muy bueno. Tenemos que dar precisamente una
comunicación que sea reflejo de esta vida en el Espíritu Santo. Hace falta una
ascesis ―perdón por hablar así a los periodistas―, un cierto ayuno de la
palabra pública para custodiar esto. Y lo que se publique, que sea en este
clima. Algunos dirán ―lo están diciendo― que los obispos tienen miedo y por eso
no quieren que los periodistas hablen. No, el trabajo de los periodistas es muy
importante. Pero debemos ayudarles a que digan esto, este andar en el Espíritu.
Y más que la prioridad de hablar, está la prioridad de escuchar. Y pido a los
periodistas que, por favor, hagan comprender esto a la gente, que sepa que la
prioridad es escuchar. Cuando se tuvo el Sínodo sobre la familia, la opinión
pública, hecha por nuestra mundanidad, decía que este era para dar la comunión
a los divorciados; y así entramos en el Sínodo. Cuando se tuvo el Sínodo para
la Amazonia, había una opinión pública, una presión, que era para dar vía libre
a los viri probati; y entramos con esta presión. Ahora circulan
algunas hipótesis sobre este Sínodo: “¿qué irán a hacer?”, “quizá el sacerdocio
para las mujeres”; no sé, estas cosas que se dicen fuera. Y dicen muchas veces
que los obispos tienen miedo de comunicar lo que está pasando. Por eso les pido
a ustedes, comunicadores, que cumplan bien su función, adecuadamente, para que
la Iglesia y la gente de buena voluntad ―los otros dirán lo que quieran―
entiendan que también en la Iglesia existe la prioridad de la escucha. Transmitir
esto es muy importante.
Gracias por ayudarnos a todos en esta “·pausa” de la Iglesia. La Iglesia ha
hecho una pausa, como la hicieron los Apóstoles después del Viernes Santo,
aquel Sábado Santo, encerrados, pero ellos por miedo; nosotros, no. Pero está
en pausa. Es una pausa de toda la Iglesia, a la escucha. Este es el
mensaje más importante. Gracias por vuestro trabajo, gracias por todo lo que
hacen. Y les encargo, si pueden, lean estas cosas de san Basilio, ayudan mucho.
Gracias
DOMINGO XXIX T. O. 22 de octubre de 2023.
Monición de entrada.-
Los que venimos a misa estamos en la
iglesia.
Y también en la calle, la escuela o donde
trabajan nuestras madres y padres.
Y en todos los sitios somos cristianos.
No se puede ser bueno en misa y después
malo en la escuela.
Además hoy es el domun.
El domingo en el que nos acordamos y
ayudamos a las personas que van a misa en los países pobres.
Y en nuestra iglesia el sacerdote va a
enviar a los catequistas y monitores Juniors.
Para que nos ayuden a conocer y querer a
Jesús y las personas.
Señor, ten piedad.-
Tú eres nuestro único Salvador. Señor, ten
piedad.
Tú eres nuestro único Señor. Cristo, ten piedad.
Tú eres nuestro único Dios. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Por el Papa Francisco y el sínodo de la iglesia, para que el Espíritu
Santo les ayude. Te lo pedimos, Señor.
Por la Iglesia para que sea signo de la justa libertad que Dios quiere
para todos. Te lo pedimos, Señor.
Por los que vamos a misa, para que obedezcamos las leyes que son justas.
Te lo pedimos, Señor.
Por los misioneros, para que les ayudes mucho. Te lo pedimos, Señor.
Por los catequistas y monitores Juniors que van a ser enviados, para que
el Espíritu Santo les ayude este curso. Te lo pedimos, Señor.
Por nosotros y las personas que en los países de misión irán este domingo
a misa, para que seamos buenos amigos tuyos. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.-
María, queremos darte las gracias por el nuevo curso que hemos empezado y
por los catequistas que son los misioneros en nuestro pueblo, porque nos hablan
de Jesús.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española.
BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Nuevo
Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González.
BAC. Madrid. 2017.
Biblia
Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.
Catecismo
de la Iglesia Católica. Nueva Edición. Asociación
de Editores del Catecismo. Barcelona 2020.
La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia.
Ciudad Nueva. Madrid. 2006.
Pío de Luis,
OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las
lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.
Jerónimo.
Comentario al evangelio de Mateo. Editorial Ciudad Nueva. Madrid. 1999. Pgs. 105-106.
San Juan de
Ávila. Obras Completas I. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid.
2015.
San Juan de Ávila. Obras
Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores.
BAC. Madrid. 2013.
San
Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid. 2015.
San
Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.
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