Lectura del libro del Deuteronomio 4,
1-2.6-8.
Moisés habló al pueblo, diciendo:
-Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os enseño
para que, cumpliéndolos, viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que el
Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar. No añadáis nada a lo que yo os
mando ni suprimáis nada; observaréis los preceptos del señor, vuestro Dios, que
yo os mando hoy. Observadlos y cumplidlos, pues esa es vuestra sabiduría y
vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos, los cuales, cuando tengan
noticia de todos estos mandatos, dirán: “Ciertamente es un pueblo sabio e
inteligente esta gran nación”. Porque ¿dónde hay una nación tan grande que
tenga unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo
invocamos? Y ¿dónde hay otra nación tan grande que tenga unos mandatos y
decretos tan justos como toda esta ley que yo os propongo hoy?
Textos
paralelos.
Y ahora Israel, escucha.
Dt 5, 1: Moisés convocó a los
israelitas y les dijo: Escucha, Israel, los mandatos y decretos que hoy os
predico, para que los aprendáis, los guardéis y los pongáis por obra.
Dt 6, 1: Estos son los
preceptos, los mandatos y decretos que el señor, vuestro Dios, os mandó
aprender y cumplir en la tierra donde vais a entrar para tomar posesión de
ella.
Dt 8, 1: Todos los preceptos
que yo os mando hoy ponedlos por obra; así viviréis, creceréis, entraréis y
conquistaréis la tierra que el Señor prometió con juramento a vuestros padres.
Para que los pongáis en práctica.
Lv 18, 5: Cumplid mis leyes y
mis mandatos, que dan vida al que los cumple. Yo soy el Señor.
Guárdalos y practícalos.
Dt 4, 32-34: Sí, pregunta a la
antigüedad, a los tiempos pasados, remontándote al día en que Dios creó al
hombre sobre la tierra y abarcando el cielo de extremo a extremo, si ha
sucedido algo tan grande o se ha oído algo semejante. ¿Ha oído algún pueblo a
Dios hablando desde el fuego, como tú lo has oído, y quedó vivo? ¿Intentó algún
dios acudir a sacarse un pueblo de en medio de otro con pruebas, signos y
prodigios, en son de guerra, con mano fuerte y brazo extendido, con terribles
portentos, como hizo el Señor, vuestro Dios, con vosotros, contra los egipcios,
ante vuestros ojos?
Jr 29, 13-14: Me dejaré
encontrar y cambiaré vuestra suerte – oráculo del Señor –. Os reuniré en todas
las naciones y lugares adonde os arrojé – oráculo del Señor – y os volveré a
traer al lugar adonde os arrojé – oráculo del Señor – y os volveré a traer al
lugar de donde os desterré.
Sal 145, 18: Cerca está el
Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente.
Sal 147, 19-20: Anuncia su
mensaje a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel. Con ninguna nación obró así
ni les dio a conocer sus mandatos.
Sal 148, 14: El acrece el vigor
del pueblo. Himno de todos sus fieles, de Israel, su pueblo cercano.
Notas
exegéticas.
4 1 Tras las evocaciones
históricas del comienzo del libro, el capítulo 4 inaugura la predicación
deuteronómica propiamente dicha, con sus temas característicos.
4 7 Mientras las demás
tradiciones del Pentateuco subrayan la distancia que separa a Dios del hombre,
ver Ex 3, 20, el Dt insiste en la condescendencia que acerca a Dios a su
pueblo, en medio del cual habita. El mismo espíritu deuteronomista se deja ver
en el relato de la dedicación del templo, 1 R 8, 10-29. Volvemos a encontrar
este pensamiento en Ez 48, 35. La última palabra la dará el NT, Jn 1, 14.
4 8 La lenta elaboración de los
“preceptos y normas” desemboca en una visión global de la Ley que dominará toda
la religión de Israel. El primer sentido de la palabra tôrâ es
“instrucción”, “dirección dada”: débese incluir en ella todo el culto y toda la
conducta humana, inspirada por una creciente conciencia de la Alianza y de
Dios, que ha propuesto y sellado, Gn 15, 1. La revelación de Dios y la
enseñanza transmitida por los textos antiguos y los profetas animarán cada vez
más la “vida” entera del pueblo. Jesús declarará haber venido para “cumplir” la
Ley y los Profetas, Mt 5, 17, y Pablo explicará como “la Ley” es reemplazada
por la fe en Cristo, Rm 3, 27.
Salmo
responsorial
Salmo 15 (14), 1b-5.
Señor, ¿quién puede hospedarse en
tu tienda? R/.
El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua. R/.
El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino.
El que considera despreciable al
impío
y honra a los que temen al Señor. R/.
El que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el
inocente.
El que así obra nunca fallará. R/.
La
maldad da muerte al malvado,
los
que odian al justo serán castigados.
El
Señor redime a sus siervos,
no
será castigado quien se acoge a él. R/.
Textos paralelos.
Is 33, 15-16: El que procede
con justicia, habla con rectitud y rehúsa el lucro de la opresión; el que
sacude la mano rechazando el soborno y tapa su oído a propuestas sanguinarias;
el que cierra los ojos para no complacerse en el mal, ese morará en las alturas;
picachos rocosos serán su alcázar, con abasto de pan y provisión de agua.
Mi 6, 6-8: ¿Con qué me
presentaré al Señor, inclinándome al Dios del cielo? ¿Me presentaré con
holocaustos, con becerros añojos? ¿Aceptará el Señor un millar de carneros o
diez mil arroyos de aceite? ¿Le ofreceré mi primogénito por mi culpa o el fruto
de mi vientre por mi pecado? Hombre, ya te he explicado lo que está bien, lo
que el Señor desea de ti: que defiendas el derecho y ames la lealtad, y que
seas humilde con tu Dios.
Sal 24, 3-6: ¿Quién puede subir
al monte del Señor?, ¿quién podrá estar en el recinto sacro? El de manos
inocentes y puro corazón, el que no acude a los ídolos ni jura en falso. Ese
recibirá del Señor la bendición y la justicia de Dios su Salvador. Este es el
grupo que lo busca; que viene a visitarte, Dios de Jacob.
El de conducta íntegra.
Sal 119, 1: Dichosos los de
conducta intachable, que siguen la voluntad del Señor.
No presta a usura su dinero.
Ex 22, 24: Si prestas dinero a
uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero,
cargándole de intereses.
Ex 23, 8: No aceptarás soborno,
porque el soborno ciega al perspicaz y falsea la causa del inocente.
Notas
exegéticas.
15 Síntesis de moral, ver los
preceptos del Decálogo, Ex 20, 1s.
15 1 El santuario de Jerusalén
recibe a veces el nombre de “tienda”, a imagen del antiguo santuario del
desierto, que la Fiesta de las Tiendas, Ex 23, 14, recordaba cada año.
15 2 Lit. “que dice la verdad
en su corazón”.
15 4 Los que son fieles y
sumisos. La expresión, frecuente en los salmos, es sinónimo de fiel, piadoso,
devoto, adepto, leal, y así la traduciremos en algunos casos. Más tarde
designará a los simpatizantes del Judaísmo, ver Hch 2, 11.
Segunda
lectura.
Lectura de la carta del apóstol Santiago 1,16b-18.21b-22.27.
Mis queridos hermanos:
Todo buen regalo y todo don perfecto viene de arriba, procede del
Padre de las luces, en el cual no hay ni alteración ni sombra de mutación. Por
propia iniciativa nos engendró con la palabra de la verdad, para que seamos
como una primicia de sus criaturas. Acoged con docilidad esa palabra, que ha
sido injertada en vosotros y es capaz de salvar vuestras vidas. Poned en
práctica la palabra y no os contentéis con oírla, engañándoos a vosotros
mismos. La religiosidad auténtica e intachable a los ojos de Dios Padre es
esta: atender a huérfanos y viudas en su aflicción y mantenerse incontaminado
del mundo.
Textos
paralelos.
Toda dádiva buena y todo don perfecto que recibimos.
Mt 7, 11: Pues si vosotros, con
los malos que sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más dará
vuestro Padre del cielo cosas buenas a los que se las pidan!
Jn 3, 3: Jesús le respondió: Te
aseguro que, si uno nace de nuevo, no puede ver el reinado de Dios.
Jn 3, 27: Respondió Juan: Nadie
puede arrogarse nada si no se lo concede Dios.
1 Jn 1, 5: Este es el mensaje
que le oímos y os anunciamos: que Dios es luz sin mezcla de tinieblas.
Nos engendró por su propia voluntad.
1 P 1, 23: Pues habéis sido
regenerados, no de una semilla corruptible, sino por la palabra incorruptible y
permanente del Dios vivo.
Jn 1, 12-13: Pero a los que la
recibieron los hizo capaces de ser hijos de Dios; a los que creen en él, los
que no han nacido de la sangre ni del deseo de la carne ni del deseo del varón,
sino de Dios.
Fuésemos primicias de sus criaturas.
Ap 14, 4: Son los que no se han
contaminado con mujeres y se conservan vírgenes. Estos acompañan al Cordero por
donde vaya. Han sido rescatados de la humanidad como primicias para Dios y para
el Cordero.
Desechad todo tipo de inmundicia y de mal, que tanto abunda.
1 P 2, 1-2: Ahora, pues,
despojaos de toda maldad, fraude e hipocresía, toda envidia y difamación,
apeteced, como niños recién nacidos, la leche espiritual, no adulterada, para
crecer sanos.
Ga 5, 19: Las acciones del
instinto son manifiestas: fornicación, indecencia, desenfreno.
Mt 11, 29: Cargad con mi yugo y
aprended de mí, que soy tolerante y humilde, y os sentiréis aliviados.
Jn 3, 11: Te lo aseguro:
hablamos de lo que sabemos, atestiguamos lo que hemos visto, y no aceptáis
nuestro testimonio.
Poned por obra la
palabra.
Rm 2, 13: Pues Dios no absuelve
a los que escuchan la ley, sino a los que la cumplen.
Mt 7, 24-27: Así pues, quien
escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a un hombre
prudente que construyó la casa sobre roca. Cayó la lluvia, crecieron los ríos,
soplaron los vientos y se abatieron sobre la casa; pero no se derrumbó, porque
estaba cimentada sobre roca. Quien escucha estas palabras mías y no las pone en
práctica se parece a un hombre sin juicio que construyó la casa sobre arena.
Cayó la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos, golpearon la casa y
se derrumbó. Fue un derrumbamiento terrible.
Lc 8, 21: Él les replicó: Madre
mía y hermanos míos son los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.
1 Jn 3, 17: Si uno posee bienes
del mundo y ve a su hermano necesitado y le cierra las entrañas y no se
compadece de él, ¿cómo puede conservar el amor de Dios?
La religión pura e intachable ante Dios Padre.
Ex 22, 21: No explotarás a
viudas ni huérfanos.
Notas
exegéticas.
1 17 (a) Estas primeras palabras del v.
forman un hexámetro. El autor cita quizá una expresión proverbial sobre el
valor del don, pero añadiendo que el don perfecto solo proviene de Dios.
1 17 (b) Dios es Señor y Padre, el Dios
único de la confesión de fe judía. Es el ·Padre de las luces”, porque ha creado
los astros. Pero el título solo aparece a propósito de Dios en la versión
armenia del Apocalipsis de Moisés 36, 38. En Qumrán (Regla 3
20) el Príncipe de las luces es opuesto al Ángel de las tinieblas. Si Dios es
Padre de las luces, él mismo será luz. El autor trata así de excluir todo
dualismo en Dios y en sus obras y sustraerlo a la duplicidad que caracteriza al
pecador. Es quien da a quien le pide, dispuesto siempre a perdonar. Pero es
también el juez que da el reino a los pobres sometidos a las pruebas y pide
cuentas a los ricos violadores de la ley.
1 17 (c) Dios, creador de las luminarias
celestes y fuente de toda luz espiritual. Las imágenes que siguen vienen
sugeridas por el movimiento de los astros. Var.: “en quien no hay cambio que
provenga del movimiento de la sombra”.
1 17 (d) Los manuscritos construyen las
últimas palabras del versículo de cuatro formas distintas, ninguna de las
cuales es plenamente satisfactoria. Es probable que el texto esté literalmente
corrompido.
1 18 (a) Esta “palabra de verdad” es el
conjunto de la revelación de Dios a los hombres, llamada también “Ley de la
libertad”, “Ley regia”.
1 18 (b) Santiago solo habla de la
“gracia” en 4, 6. Aquí menciona algo equivalente a este nuevo nacimiento,
debido a la palabra de Dios, y que con sus primogénitos constituye el pueblo de
Dios. Esta palabra es plantada en los corazones (lit. “innata”) por la predicación
del Evangelio que salva, y la fe es la aceptación de este anuncio. Vestigios de
catequesis bautismal.
1 21 Esta fórmula procede de la
exhortación a los bautizados.
1 27 (a). La expresión se encontraba en
el AT. El culto espiritual aceptado por Dios adquiere una forma concreta en la
conducta recta y el servicio de los débiles.
1 27 (b) En lugar de la última frase, un
antiguo manuscrito dice: “y protegerlos del mundo”.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Marcos 7, 1-8.14-15.21-23.
En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos y algunos
escribas venidos de Jerusalén; y vieron que algunos discípulos comían con manos
impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Pues los fariseos, como los demás
judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a
la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse
antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y
ollas). Y los fariseos y los escribas le preguntaron:
-¿Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los
mayores y comen el pan con manos impuras?
Él les contestó:
-Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito:
“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El
culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos
humanos”. Dejáis de un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la
tradición de los hombres”.
Llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo:
-Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al
hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de
dentro del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las
fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes,
desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen
de dentro y hacen al hombre impuro.
Textos
paralelos.
Mt 15, 1-20: |
Mc 7, 1-23: |
Entonces unos fariseos y
letrados de Jerusalén se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Por qué tus discípulos
quebrantan la tradición de los mayores? Pues no se lavan las manos antes de
comer”. Él les respondió: “¿Y por qué vosotros
quebrantáis el precepto de Dios en nombre de vuestra tradición? Pues Dios mandó: Sustenta a tu padre y a tu
madre. El que abandona a su padre o a su madre es reo de muerte. Vosotros, en
cambio, decís: Si uno declara a su padre o a su madre que es el socorro que
le debía es ofrenda sagrada, ya no tiene que sustentar a su padre o a su madre.
Y así invalidáis el precepto de Dios en nombre de vuestra tradición. ¡Hipócritas! Qué bien
profetizó de vosotros Isaías cuando dijo: Este pueblo me honra con los
labios, pero su corazón está lejos de mí; el culto que me dan es inútil, pues
la doctrina que enseñan son preceptos humanos”. Y llamando a la multitud, les
dijo: “Escuchad y atended. No contamina al hombre
lo que entra por la boca, sino lo que sale por la boca: eso contamina al
hombre”. Entonces se le acercaron los discípulos y le dijeron: “¿Sabes que
los fariseos se han escandalizado al oír lo que has dicho?”. Él respondió:
“Toda planta que no plantó mi Padre del cielo será arrancada. Dejadlos: son
ciegos y guías de ciegos. Y, si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en
un hoyo”. Pedro contestó: “Explícanos
esa comparación”. Él les dijo: “También vosotros seguís sin
entender? ¿No veis que lo que entra por la boca pasa al vientre y se expulsa
en el retrete? En cambio, lo que sale por la
boca brota del corazón; y eso sí que contamina al hombre. Pues del corazón
salen pensamientos malvados, asesinados, adulterios, fornicación, robos,
perjurios, blasfemias. Eso sí que contamina al hombre. Pero comer sin lavarse
las manos no contamina al hombre. |
Se reunieron junto a él los
fariseos y algunos letrados venidos de Jerusalén. Vieron que algunos de sus
discípulos tomaban alimentos con manos profanas, es decir, sin lavárselas.
(Es de saber que los fariseos y los judíos en general no comen sin antes lavarse
las manos restregando, siguiendo la tradición de los ancianos; cuando vuelven
del mercado, no comen sin antes lavarse; y observan otras muchas reglas
tradicionales, abluciones de copas, jarras y ollas). De modo que los fariseos
y letrados le preguntaron: “¿Por qué no siguen tus
discípulos la tradición de los mayores, sino que comen con manos profanas?”. Les respondió: “Qué bien profetizó Isaías de
vuestra hipocresía cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero
su corazón está lejos de mí; el culto que me dan es inútil pues la doctrina
que enseñan son preceptos humanos. Descuidáis el mandato de Dios y mantenéis
la tradición de los hombres”. Y añadió: “Qué bien despreciáis el mandato de
Dios para observar vuestra tradición. Pues Moisés dijo: sustenta a tu padre y a tu
madre y también quien abandona a su padre o a su madre es reo de muerte.
Vosotros en cambio decís: Si uno declara a su padre o a su madre que el
socorro que le debía es qorbán (es decir, ofrenda sagrada), no le dejáis que
haga nada por su padre o su madre. Y así invalidáis el precepto de Dios en
nombre de vuestra tradición. Y de esas hacéis otras
muchas. Llamando de nuevo a la gente,
les decía: “Escuchad todos y atended. No hay nada fuera
del hombre que, al entrar en él, pueda contaminarlo. Lo que sale del hombre
es lo que contamina al hombre”. Cuando se apartó de la gente
y entró en casa, le preguntaban los discípulos el sentido de la comparación. Y él les dice: “¿Conque también vosotros
seguís sin entender? ¿No comprendéis que lo que entra en el hombre desde
fuera no puede contaminarlo, porque no le entra en el corazón, sino en el
vientre y después se expulsa en el retrete? (Con lo cual declaraba puros
todos los alimentos). Y les añadía: “Lo que sale del hombre es lo que contamina
al hombre. De dentro, del corazón del hombre salen los malos pensamientos,
fornicación, robos, asesinatos, adulterios, codicia, malicia, fraude,
desenfreno, envidia, calumnia, arrogancia, desatino. Todas esas maldades
salen de dentro y contaminan al hombre. |
Comían con manos impuras.
Lc 11, 38: El fariseo, que lo
vio, se extrañó de que no se lavasen antes de comer.
De dentro, del corazón del hombre, salen las intenciones malas.
Col 2, 16: Así pues, que nadie
os juzgue por asuntos de comida o bebida, solemnidades, fiestas mensuales o
semanales.
Col 2, 21-22: No toques, no
pruebes, no acaricies – cosas destinadas a gastarse con el uso –, siguiendo
preceptos y enseñanzas humanas.
Fornicaciones, robos, asesinatos,…
Rm 1, 29: Están repletos de
injusticia, maldad, codicia, malignidad; están llenos de envidia, homicidios,
discordias, fraudes, perversión; son difamadores.
Tú tienes palabras de
vida eterna.
Dt 8, 3: Él te afligió,
haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná – que tú no conocías
ni conocieron tus padres – para enseñarte que el hombre no vie solo de pan,
sino de todo lo que sale de la boca de Dios.
Hch 7, 38: Este es el que en la
asamblea, en el desierto, trataba con el ángel que le había hablado en el monte
Sinaí a él y a nuestros padres; el que recibió palabras de vida para
comunicárnoslas.
Hch 3, 14: Vosotros
rechazasteis al santo e inocente, pedisteis que os indultasen a un homicida.
Yo os he elegido.
Jn 13, 18: No hablo de todos
vosotros, pues sé a quienes he escogido. Pero se ha de cumplir aquello de la
Escritura: El que compartía mi pan me ha echado la zancadilla.
Hablaba de Judas.
Jn 13, 2: Durante la cena,
cuando el diablo había sugerido a Judas Iscariote que lo entregara.
Jn 13, 27: Detrás del bocado
entró en él Satanás. Jesús le dice: Lo que has de hacer hazlo pronto.
Notas exegéticas Biblia de Jerusalén
7 Esta larga disputa con los
fariseos respecto a la tradición y a la naturaleza de lo puro y lo impuro
contrasta con el éxito de Jesús entre la muchedumbre y tiene lugar, no sin
motivo, antes de la marcha de Jesús a tierra de paganos, fuera de Galilea. La nueva
comprensión de la voluntad divina y de la pureza hace posible la unidad de
judíos y paganos en la Iglesia, más allá de las tradiciones judías.
7 4 Variante: “hacen aspersión”. –
Otra traducción: “No comen lo que viene del mercado antes de haberlo
asperjado”.
7 5 La tradición de los antepasados
comprendía estos preceptos y prácticas que los rabinos habían añadido a la ley
de Moisés, incluso asegurando que precedían por vía oral del gran legislador.
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión
crítica.
7 1 ANTE ÉL: o quizás: contra él.
7 2 COMÍAN: lit. comían los panes (en el v. 5 el original dice
lit. comen el pan; en Mt 15, 2 es, lit., comen pan): es un semitismo,
para decir: “comían”, “tomaban alimento”.
3 LA TRADICIÓN DE LOS ANTAPASADOS: Con esa tradición oral se formó más
tarde la Misná. // LOS ANTEPASADOS (lit. los ancianos): los
doctores de la Ley. // HASTA EL CODO, según una prescripción talmúdica sobre el
lavado de manos antes de comer; la traducción entiende la palabra griega pygmêi (lit. con
el puño) como medida de longitud: desde el puño hasta el codo;
otros la entienden como expresión adverbial: “A conciencia).
4 Es difícil saber a que norma se refiere. Lit. el texto dice solo de
la plaza: ¿Cuándo ellos vuelven de la plaza?; o ¿los comestibles traídos de
la plaza? En 6, 56 y 12, 38 la palabra significa como en castellano, “plaza
pública”, mercado. // SE BAÑAN: o, según la variante de algunos
manuscritos, bañan (asperjan, lavan) los alimentos. //
MANTIENEN POR TRADICIÓN: lit. recibieron (para) tener.
5 LE PREGUNTARON: lit. y le preguntan a él.
6 QUE BIEN: lit. hermosamente. // HIPÓCRITAS: lit. los
hipócritas, entendiendo como vocativo semítico. // ESTÁ ESCRITO: tiempo
verbal griego de perfecto: “Se escribió antiguamente y ahora sigue siguiendo
verdad”.
8 LA TRADICIÓN: aquí no es la palabra de Dios que transmite la Iglesia
fundada por Cristo, sino el conjunto de normas y prescripciones orales
puramente humanas recibidas de los rabinos. A esta tradición contrapone Jesús
en los vs. siguientes, “el mandamiento de Dios” (lo que Dios ha mandado), “la
palabra de Dios”: lo que Dios ha dicho y hemos de transmitir.
15 Después de este versículo, algunos manuscritos añaden, como v. 16, el
estribillo: “Si alguno tiene oídos para oír, escuche”.
21-22 Casi sinónimo de “las entrañas”, el CORAZÓN es, para un hebreo no solo un
órgano corpóreo, ni solo la fuente de los sentimientos y emociones. Es la sede
de lo más propio del hombre: la inteligencia y la voluntad (los pensamientos,
proyectos, decisiones), el núcleo de la personalidad, de lo más arcano e íntimo
de cada uno. En el AT Dios prometió el don de un “corazón nuevo”, que aseguraba
la unión entre Dios y su pueblo; esa promesa se cumplió en Jesucristo, corazón
verdaderamente nuevo y creador de corazones nuevos. // FORNICACIONES: como en
los siguientes vicios enumerados, puede ser un plural griego en vez de un
nombre abstracto; o también: “actos de fornicación”; si ese catálogo estuviera
redactado siguiendo catálogos similares del helenismo, “fornicación” =
prostitución; pero cf. Mt 5, 32. // LAS MALAS INTENCIONES (lit. las
intenciones las malas): o los malos pensamientos. // LA ENVIDIA
es lit. ojo malo. // MALEDICENCIA: o blasfemia. //
FALTA DE SENTIDO MORAL: amoralidad (lit. insensatez, falta de cabeza).
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé.
7,
8 En estos versículos, Cristo se estaba refiriendo a aquellas tradiciones
que fueron simplemente creadas e inventadas por los hombres. Pablo enseñó
firmemente que debemos aferrarnos a la Tradición que nos ha sido transmitida
desde Cristo y los apóstoles con la asistencia del Espíritu (1 Cor 11, 2; 2 Tes
2, 15; 3, 6). Cat. 80, 83, 95 y 97.
7,
15 Aquí algunos manuscritos leen 7, 16: “el que tenga oídos para oir que
oiga”.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
574 Desde el comienzo
del ministerio público de Jesús, fariseos y partidarios de Herodes, junto con
sacerdotes y escribas, se pusieron de acuerdo para perderle. Por algunas de sus
obras (expulsión de los demonios; perdón de los pecados; curaciones en sábado;
interpretación original de los preceptos de pureza de la Ley (Mc 7, 14-23),
familiaridad con los publicanos y los pecadores públicos), Jesús apareció a
algunos malintencionados sospechoso de posesión diabólica. Se le acusa de
blasfemo y de falso profetismo, crímenes religiosos que la Ley castigaba con
pena de muerte a pedradas.
581 Jesús fue
considerado por los judíos y sus jefes espirituales como un “rabbi”. Con
frecuencia argumentó en el marco de la interpretación rabínica de la Ley. Pero
al mismo tiempo, Jesús no podía menos que chocar con los doctores de la Ley
porque no se contentaba con proponer su interpretación entre los suyos, sino
que “enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas” (Mc 7, 29). La
misma Palabra de Dios, que resonó en el Sinaí para dar a Moisés la Ley escrita,
es la que en Él se hace oír de nuevo en el Monte de las Bienaventuranzas. Esa
palabra no revoca la Ley sino que la perfecciona aportando de modo divino su
interpretación definitiva: “Habéis oído también que se dijo a los antepasados
[…] pero yo os digo” (Mt 5, 33-34). Con esta misma autoridad divina, desaprueba
ciertas “tradiciones humanas” de los fariseos que “anulan la Palabra de Dios”.
80 “La Tradición y la
Sagrada Escritura están íntimamente unidas y compenetradas. Porque surgiendo
ambas de la misma fuente, se funden en cierto modo y tienen a su mismo fin” (Dei
Verbum, 9). Una y otra hacen presente y fecundo en la Iglesia el misterio
de Cristo que ha prometido estar con los suyos “para siempre hasta el fin del
mundo” (Mt 28, 20).
83 La Tradición de que
hablamos aquí es la que viene de los apóstoles y transmite lo que estos
recibieron de las enseñanzas y del ejemplo de Jesús y lo que aprendieron por el
Espíritu Santo. En efecto, la primera generación de cristianos no tenía aún un
Nuevo Testamento escrito, y el Nuevo Testamento mismo atestigua el proceso de
la Tradición viva.
Es preciso
distinguir de ella las “tradiciones” teológicas, disciplinares, litúrgicas o
devocionales nacidas en el transcurso del tiempo en las Iglesias locales. Estas
constituyen formas particulares en las que la gran Tradición recibe expresiones
adaptadas a los diversos lugares y a las diversas épocas. Solo a la luz de la
gran Tradición aquéllas pueden ser mantenidas, modificadas o también
abandonadas bajo la guía del Magisterio de la Iglesia.
95 “La santa Tradición,
la sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de
Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los
otros; los tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único
Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas” (Dei
Verbum, 8).
97 “La santa Tradición y
la sagrada Escritura constituyen un único depósito sagrado de la palabra de
Dios” (Dei Verbum, 10), en el cual como en un espejo, la Iglesia
peregrinante contempla a Dios, fuente de todas sus riquezas.
Concilio
Vaticano II
El Concilio exhorta a los cristianos, ciudadanos de las dos ciudades, a
que se afanen por cumplir fielmente sus deberes temporales, guiados por el
espíritu del Evangelio. Se alejan de la verdad quienes, sabiendo que nosotros
no tenemos aquí una ciudad permanente, sino que buscamos la futura, piensan que
pueden por ello descuidar sus deberes terrestres, sin comprender que ellos por
su misma fe están más obligados a cumplirlos, cada uno según la vocación a la
que ha sido llamado. Pero no se equivocan menos quienes, por el contrario,
piensan que pueden sumergirse en los negocios terrestres, como si estos fuesen
totalmente ajenos a la vida religiosa, porque piensan que esta consiste solo en
actos de culto y en el cumplimiento de algunos deberes morales. La separación
entre la fe que profesan y la vida cotidiana de muchos debe ser considerada
como uno de los errores más graves de nuestro tiempo. Ya en el Antiguo
Testamento los profetas condenaban vehementemente este escándalo (Is 58, 1-12),
y mucho más en el Nuevo Testamento, donde el mismo Jesucristo amenazaba con
graves castigos (cf. Mc 7, 100-13). Por consiguiente, no deben oponerse
falsamente entre sí las actividades profesionales y sociales, por una parte, y
la vida religiosa por otra. El cristiano que descuida sus deberes temporales,
descuida sus deberes con el prójimo, e incluso al mismo Dios y pone en peligro
su salvación eterna.
Constitución Gaudium et spes, 43.
Comentarios de los Santos Padres.
Los fariseos, a los que puedes interpretar como “segregados”, porque
confesaban una forma perfectísima de vida, aparentaban ser superiores a los
demás en buena conducta. Afirmaban la resurrección de los muertos; también los
escribas la profesan. Igualmente afirmaban la existencia de los ángeles, e
incluso no negaban la del Espíritu Santo. Tenían como propias algunas
prácticas: la continencia y la virginidad durante algunos períodos de tiempo;
ayunaban dos veces por semana; limpiaban sus ollas, platos y vasos, al igual
que los escribas; pagaban los diezmos y primicias y recitaban continuas
oraciones.
Juan Damasceno (s. VII). Libro de las herejías, 15. II,
pg. 154.
Por tanto, unámonos con los que construyen la paz con piedad y no con los
que quieren la paz con hipocresía. Pues en alguna parte dice: “Este pueblo me
honra con los labios pero su corazón está lejos de mí” (Is 29, 13; Mc 7, 6).
Clemente de Roma (s. I). Carta a los corintios, 15, 1-4.
II, pg. 154.
La tradición de los ancianos judíos, que ellos pretendía observar por
Ley, era contraria a la Ley dada por Moisés. Por eso dice también Isaías: “Tus
taberneros echan agua al vino” (Is 1, 22). Indica que los ancianos mezclaban el
mandato sobrio de Dios sobre tradición de agua; esto es, emprendían una ley
adulterina y contraria a la Ley. Lo mismo dijo el Señor al preguntarles: “¿Por
qué faltáis al precepto de Dios por medio de vuestra tradición?” (Mt 15, 3). No
contentos con hacer inútil la Ley de Dios mediante su prevaricación al mezclar
el vino con agua, instituyeron por el contrario la propia ley que aun ahora se
llama farisaica. En ella eliminan unas cosas, agregan otras, interpretan otras
a su manera; de ella se sirven especialmente sus maestros.
Ireneo de Lyon (s. II), Contra las herejías, 4, 12, 1-2. II,
pg. 154.
Sigamos al Señor nosotros sus siervos, y soportemos con paciencia el ser
maldecidos para poder ser bendecidos. Y cuando se diga algo insolente con poca
moderación o algo malo en contra de mí, entonces sería necesario que yo
respondiese con idéntica amargura o con un silencio lleno de impaciencia. Pero
si por haber sido maldecido tuviese yo que maldecir, ¡cómo me he de considerar
seguidor de las enseñanzas del Señor, las cuales afirman que el hombre no se
mancha con la suciedad de los vasos sino con la que sale de su boca?
Tertuliano (s. II). La paciencia, 8, 3-5. II, pg. 156.
Algunos piensan que los malos pensamientos se deben al Diablo y que no
tienen su origen en la propia voluntad. En verdad, el Diablo puede ser
colaborador e instigador de los pensamientos malos, pero no su autor.
Beda (s. VII). Exposición al Ev. de Marcos, 2, 7, 20-21.
II, pg. 156.
San Agustín
Nadie está lejos de Dios
espacialmente, sino en cuanto le es desemejante. ¿En dónde está la desemejanza?
En la mala vida y las malas costumbres. Si con las buenas costumbres nos
acercamos a Dios, con las malas nos alejamos de él. Por tanto, un mismo hombre,
sin moverse del lugar, amando a Dios se acerca a él y amando la maldad se aleja
de él. Aun sin mover los pies, puede acercarse y apartarse. En este caminar
nuestros pies son nuestros afectos. Cada cual se acerca o se aleja de Dios
según sea su afecto y su amor. ¿No decimos con frecuencia, cuando nos
encontramos ante cosas desemejantes: “Esto dista mucho de aquello!? Cuando,
quizá, comparamos dos hombres, dos caballos, dos trajes.
Comentario al salmo 94, 2. II, pg. 1215.
San Juan de Ávila
Porque escripto está: con
la medida que midiéredes, seréis medidos (Mc 7, 2). Y juicio
sin misericordia será hecho a quien no hiciere misericordia (St 2,
13). Pues, doncella, en cualquier cosa que en vuestro prójimo vierdes, ¿qué es
lo que vos sentís, o querríades que otros sintiesen de vos, acaeciéndoos a
vos?, y con aquellos ojos que pasan por vos compadeceos de él, y remedialdo en
cuanto pudieredes y seréis medida de Dios con esta piadosa medida que pos
midiéredes, y así habréis sacado conocimiento del prójimo de vuestro proprio
conocimiento, y seréis piadosa con todos.
Audi filia (I). I, pg. 473.
Alguno dirá allí que hubiera
sido mejor haber sido pobrecito; aquel día parecerá lo que más parece acá bueno
haber sido malo. Dijo Dios al pecador: ¿por qué cuentas mis
justicias? (Sal 49, 16). Cantas salmos de prima, salmos de tercia;
predicas bien acá y acullá, dices la misa y cuanto quieres, tratas con corazón
profano, la lengua me alaba (cf. Mt 15, 8; Mc 7, 6), las obras
me blasfeman y deshonran. Esto dice Dios, y ansí se quejará agora. Y acá tienes
por cosa de gran honra ser eclesiástico; estos padecerán más duelos; estos
serán más agramente tratados, y más los predicadores.
Domingo I de Adviento. III, pg. 32.
Conténtanse unos con tener a
Dios por Dios de su lengua, rezando oraciones a Dios; otros, con tenerlo por
Dios de sus ojos, trayéndolos recogidos y castos; otros hincan a Dios sus
rodillas; otros hacen otras buenas obras; mas fáltales lo mejor, por lo cual el
Señor se queja, diciendo: Este pueblo con los labios me honra, mas su
corazón lejos está de mí. ¡Dios de mi corazón! (Mc 7, 6), dijo la
Virgen sagrada, que quiere decir Dios de mi amor. Y este es el que hace el
corazón uno con Dios y trata a Dios como a Dios, y tras de él – siendo
verdadero – va todo lo demás; y enseñoréase Dios de todo ello, porque Él se
enseñoreó del amor, que lo enseñorea a todo.
Asunción de María. III, pg. 979.
San Oscar Romero.
Esta es la comunidad que vivimos y a la cual yo
quisiera referir todo este concepto de nuestra reflexión de hoy. Cómo quisiera
que todos comenzando por mí mismo, fuéramos miembros de una Iglesia que, como
Jesucristo la ha definido hoy, no sea vacía de interioridad, de obras buenas y
de revelación de Dios, sino que esté muy llena de esa interioridad, de esas
obras y viva la verdad de la revelación divina, no las doctrinas de los
hombres. Que desde allí nosotros seamos el pueblo que se honra porque cumple la
ley de Dios.
Queridos hermanos cristianos, que cada uno de
ustedes y yo hagamos honor al honroso título que recibimos el día de nuestro
bautismo: el pueblo de Dios. Así sea...
Homilía,
2 de septiembre de 1979.
Papa Francisco. Angelus. 30 de
agosto de 2015
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo presenta una disputa
entre Jesús y algunos fariseos y escribas. La discusión se refiere al valor de
la «tradición de los antepasados» (Mc7, 3) que Jesús, refiriéndose al profeta
Isaías, define «preceptos humanos» (v. 7) y que nunca deben ocupar el lugar del
«mandamiento de Dios» (v. 8). Las antiguas prescripciones en cuestión
comprendían no sólo los preceptos de Dios revelados a Moisés, sino también una
serie de dictámenes que especificaban las indicaciones de la ley mosaica. Los
interlocutores aplicaban tales normas de manera muy escrupulosa y las
presentaban como expresión de auténtica religiosidad. Por eso recriminan a
Jesús y a sus discípulos la transgresión de éstas, en particular las que se
refieren a la purificación exterior del cuerpo (cf. v. 5). La respuesta de
Jesús tiene la fuerza de un pronunciamiento profético: «Dejáis a un lado el
mandamiento de Dios —dice— para aferraros a la tradición de los hombres» (v.
8). Son palabras que nos llenan de admiración por nuestro Maestro: sentimos que
en Él está la verdad y que su sabiduría nos libra de los prejuicios.
Pero ¡atención! Con estas palabras, Jesús quiere
ponernos en guardia también a nosotros, hoy, del pensar que la observancia
exterior de la ley sea suficiente para ser buenos cristianos. Como
entonces para los fariseos, existe también para nosotros el peligro de creernos
en lo correcto, o peor, mejores que los demás por el sólo hecho de observar las
reglas, las costumbres, aunque no amemos al prójimo, seamos duros de
corazón, soberbios y orgullosos. La observancia literal de los preceptos
es algo estéril si no cambia el corazón y no se traduce en actitudes concretas:
abrirse al encuentro con Dios y a su Palabra, buscar la justicia y la paz,
socorrer a los pobres, a los débiles, a los oprimidos. Todos sabemos, en
nuestras comunidades, en nuestras parroquias, en nuestros barrios, cuánto daño
hacen a la Iglesia y son motivo de escándalo, las personas que se dicen muy
católicas y van a menudo a la iglesia, pero después, en su vida cotidiana,
descuidan a la familia, hablan mal de los demás, etc. Esto es lo que Jesús
condena porque es un antitestimonio cristiano.
Continuando su exhortación, Jesús se centra sobre
un aspecto más profundo y afirma: «Nada que entra de fuera puede hacer al
hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre» (v. 15).
De esta manera subraya el primado de la interioridad, es decir, el primado
del «corazón»: no son las cosas exteriores las que nos hacen o no santos, sino
que es el corazón el que expresa nuestras intenciones, nuestras elecciones
y el deseo de hacerlo todo por amor de Dios. Las actitudes exteriores son la
consecuencia de lo que hemos decidido en el corazón y no al revés: con
actitudes exteriores, si el corazón no cambia, no somos verdaderos cristianos. La
frontera entre el bien y el mal no está fuera de nosotros sino más bien dentro
de nosotros. Podemos preguntarnos: ¿dónde está mi corazón? Jesús decía: «tu
tesoro está donde está tu corazón». ¿Cuál es mi tesoro? ¿Es Jesús, es su
doctrina? Entonces el corazón es bueno. O ¿el tesoro es otra cosa? Por lo
tanto, es el corazón el que debe ser purificado y convertirse. Sin un corazón
purificado, no se pueden tener manos verdaderamente limpias y labios que
pronuncian palabras sinceras de amor —todo es doble, una doble vida—, labios
que pronuncian palabras de misericordia, de perdón. Esto lo puede hacer sólo el
corazón sincero y purificado.
Pidamos al Señor, por intercesión de la Virgen
Santa, que nos dé un corazón puro, libre de toda hipocresía. Este es el
adjetivo que Jesús da a los fariseos: «hipócritas», porque dicen una cosa y
hacen otra. Un corazón libre de toda hipocresía, para que así seamos capaces de
vivir según el espíritu de la ley y alcanzar su finalidad, que es el amor.
Papa Francisco. Angelus. 2 de
septiembre de 2018.
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
En este domingo retomamos la lectura del Evangelio
de Marcos. En el pasaje de hoy (cfr Marcos 7,1-8.14-15.21-23), Jesús afronta un
tema importante para todos nosotros creyentes: la autenticidad de nuestra
obediencia a la Palabra de Dios, contra toda contaminación mundana o formalismo
legalista. El pasaje se abre con la objeción que los escribas y los
fariseos dirigen a Jesús, acusando a sus discípulos de no seguir los preceptos
rituales según las tradiciones. De esta manera, los interlocutores pretendían
golpear la confiabilidad y la autoridad de Jesús como maestro porque decían:
«Pero este maestro deja que los discípulos no cumplan las prescripciones de la
tradición». Pero Jesús replica fuerte y replica diciendo: «Bien profetizó
Isaías de vosotros, hipócritas, según esta escrito: “Este pueblo me honra con
los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que
enseñan doctrinas que son preceptos de hombres”» (vv. 6-7). Así dice Jesús,
¡Palabras claras y fuertes! Hipócrita es, por así decir, uno de los adjetivos
más fuertes que Jesús usa en el Evangelio y lo pronuncia dirigiéndose a los
maestros de la religión: doctores de la ley, escribas... «Hipócrita», dice
Jesús.
Jesús de hecho quiere sacudir a los escribas y los
fariseos del error en el que han caído, ¿y cuál es este error? El de alterar la
voluntad de Dios, descuidando sus mandamientos para cumplir las tradiciones
humanas. La reacción de Jesús es severa porque es mucho lo que hay en juego: se
trata de la verdad de la relación entre el hombre y Dios, de la autenticidad de
la vida religiosa. El hipócrita es un mentiroso, no es auténtico.
También hoy el Señor nos invita a huir del
peligro de dar más importancia a la forma que a la sustancia. Nos llama a
reconocer, siempre de nuevo, eso que es el verdadero centro de la
experiencia de fe, es decir el amor de Dios y el amor del prójimo,
purificándola de la hipocresía del legalismo y del ritualismo. El mensaje
del Evangelio hoy está reforzado también por la voz del apóstol Santiago, que
nos dice en síntesis como debe ser la verdadera religión, y dice así: la
verdadera religión es «visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación
y conservarse incontaminado del mundo» (v. 27). «Visitar a los huérfanos y a
las viudas» significa practicar la caridad hacia el prójimo a partir de
las personas más necesitadas, más frágiles, más a los márgenes. Son las
personas de las cuales Dios cuida de forma especial, y nos pide a nosotros
hacer lo mismo. «No dejarse contaminar de este mundo» no quiere decir
aislarse y cerrarse a la realidad. No. Tampoco aquí debe ser una actitud
exterior sino interior, de sustancia: significa vigilar para que nuestra
forma de pensar y de actuar no esté contaminada por la mentalidad mundana,
o sea de la vanidad, la avaricia, la soberbia. En realidad, un hombre
o una mujer que vive en la vanidad, en la avaricia, en la soberbia y al
mismo tiempo cree que se hace ver como religiosa e incluso llega a condenar
a los otros, es un hipócrita. Hagamos un examen de conciencia para ver cómo
acogemos la Palabra de Dios. El domingo la escuchamos en la misa. Si la
escuchamos de forma distraída o superficial, esta no nos servirá de mucho. Debemos,
sin embargo, acoger la Palabra con mente y corazón abiertos, como un
terreno bueno, de forma que sea asimilada y lleve fruto en la vida concreta.
Así la Palabra misma nos purifica el corazón y las acciones y nuestra relación
con Dios y con los otros es liberada de la hipocresía.
El ejemplo y la intercesión de la Virgen María nos
ayuden a honrar siempre al Señor con el corazón, testimoniando nuestro amor por
Él en las elecciones concretas por el bien de los hermanos.
Papa Francisco. Angelus. 29 de
agosto de 2021
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de la Liturgia de hoy muestra a
algunos escribas y fariseos asombrados por la actitud de Jesús. Están
escandalizados porque sus discípulos comen sin antes realizar las tradicionales
abluciones rituales. Piensan para sus adentros: “Esta forma de hacer es
contraria a la práctica religiosa” (cf. Mc 7, 2-5).
También nosotros podríamos preguntarnos: ¿Por
qué Jesús y sus discípulos descuidan estas tradiciones? Al fin y al cabo no
son cosas malas, sino buenos hábitos rituales, simples abluciones antes de
comer. ¿Por qué Jesús no le presta atención? Porque para Él es importante
llevar de nuevo la fe a su centro. Este llevar de nuevo la fe a su centro
lo vemos continuamente en el Evangelio. Y evitar un peligro, que vale
tanto para esos escribas como para nosotros: el de observar las formalidades
externas dejando en un segundo plano el corazón de la fe. Nosotros también
muchas veces nos “maquillamos” el alma. La formalidad exterior y no el corazón
de la fe: esto es un riesgo. Es el riesgo de una religiosidad de la
apariencia: aparentar ser bueno por fuera, descuidando purificar el
corazón. Siempre existe la tentación de “reducir nuestra relación con Dios”
a alguna devoción externa, pero Jesús no está satisfecho con este culto. Jesús
no quiere exterioridad, quiere una fe que llegue al corazón.
De hecho, inmediatamente después, llama otra vez a
la multitud para decir una gran verdad: «Nada hay fuera del hombre que,
entrando en él, pueda hacerlo impuro» (v. 15). En cambio, es «de dentro, del
corazón» (v. 21) que salen las cosas malas. Estas palabras son revolucionarias,
porque para la mentalidad de la época ciertos alimentos o contactos externos te
hacían impuro. Jesús invierte la perspectiva: no daña lo que viene de fuera,
sino lo que viene de dentro.
Queridos hermanos y hermanas, esto también nos
concierne. A menudo pensamos que el mal proviene principalmente del
exterior: del comportamiento de los demás, de quienes piensan mal de nosotros,
de la sociedad. ¡Cuántas veces culpamos a los demás, a la sociedad, al
mundo, de todo lo que nos pasa! Siempre es culpa de los “otros”: es culpa de la
gente, de los que gobiernan, de la mala suerte, etcétera. Parece que los
problemas vienen siempre de fuera. Y pasamos el tiempo repartiendo culpas; pero
pasar el tiempo culpando a los demás es una pérdida de tiempo. Nos enojamos,
nos amargamos y mantenemos a Dios fuera de nuestro corazón. Como esas personas
del Evangelio, que se quejan, se escandalizan, discuten y no acogen a Jesús. No
se puede ser verdaderamente religioso en la queja: la queja envenena, te
conduce a la ira, al resentimiento y a la tristeza, la del corazón, que cierra
las puertas a Dios.
Pidámosle hoy al Señor que nos libre de echar la
culpa a los demás —como los niños: “¡Yo no he sido! Ha sido el otro, ha sido el
otro…”—. Pidamos en la oración la gracia de no perder el tiempo contaminando el
mundo con quejas, porque esto no es cristiano. Jesús nos invita a mirar la
vida y el mundo desde nuestro corazón. Si nos miramos dentro, encontraremos
casi todo lo que detestamos fuera. Y si le pedimos sinceramente a Dios
que purifique nuestro corazón, comenzaremos a hacer el mundo más limpio.
Porque hay una forma infalible de vencer el mal: empezar a vencerlo dentro
de uno mismo. Los primeros Padres de la Iglesia, los monjes, cuando se les
preguntaba: “¿Cuál es el camino de la santidad? ¿Cómo debo empezar?”, decían
que el primer paso era acusarse a uno mismo: acúsate a ti mismo. La acusación
de nosotros mismos. ¿Cuántos de nosotros, durante el día, en un momento del
día o en un momento de la semana, somos capaces de acusarnos por dentro?
“Sí, este me hizo esto, ese otro..., aquel una salvajada...”. ¿Y yo? Yo hago lo
mismo, o lo hago así... Es una sabiduría: aprender a acusarse. Intentad
hacerlo, os hará bien. Para mí es bueno, cuando consigo hacerlo, me hace bien,
nos hará bien a todos.
Que la Virgen María, que cambió la historia con la
pureza de su corazón, nos ayude a purificar el nuestro, superando en primer
lugar el vicio de culpabilizar a los demás y de quejarse de todo.
Benedicto XVI. Angelus. 2 de
septiembre de 2012.
En la liturgia de
la Palabra de este domingo destaca el tema de la Ley de Dios, de su
mandamiento: un elemento esencial de la religión judía e incluso de la
cristiana, donde encuentra su plenitud en el amor (cf. Rm 13, 10). La Ley de
Dios es su Palabra que guía al hombre en el camino de la vida, lo libera de la
esclavitud del egoísmo y lo introduce en la «tierra» de la verdadera libertad y
de la vida. Por eso en la Biblia la Ley no se ve como un peso, como una
limitación que oprime, sino como el don más precioso del Señor, el testimonio
de su amor paterno, de su voluntad de estar cerca de su pueblo, de ser su
Aliado y escribir con él una historia de amor.
El israelita
piadoso reza así: «Tus decretos son mi delicia, no olvidaré tus palabras. (...)
Guíame por la senda de tus mandatos, porque ella es mi gozo» (Sal 119, 16.35).
En el Antiguo Testamento, es Moisés quien en nombre de Dios transmite la Ley al
pueblo. Él, después del largo camino por el desierto, en el umbral de la tierra
prometida, proclama: «Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os
enseño para que, cumpliéndolos, viváis y entréis a tomar posesión de la tierra
que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar» (Dt 4, 1).
Y aquí está el
problema: cuando el pueblo se establece en la tierra, y es depositario de la
Ley, siente la tentación de poner su seguridad y su gozo en algo que ya no es
la Palabra del Señor: en los bienes, en el poder, en otros «dioses» que en
realidad son vanos, son ídolos.
Ciertamente, la
Ley de Dios permanece, pero ya no es lo más importante, ya no es la regla
de la vida; se convierte más bien en un revestimiento, en una cobertura,
mientras que la vida sigue otros caminos, otras reglas, intereses a menudo
egoístas, individuales y de grupo.
Así la religión
pierde su auténtico significado, que es vivir en escucha de Dios para hacer su
voluntad —que es la verdad de nuestro ser—, y así vivir bien, en la
verdadera libertad, y se reduce a la práctica de costumbres secundarias, que
satisfacen más bien la necesidad humana de sentirse bien con Dios. Y este
es un riesgo grave para toda religión, que Jesús encontró en su tiempo, pero
que se puede verificar, por desgracia, también en el cristianismo.
Por eso, las
palabras de Jesús en el evangelio de hoy contra los escribas y los fariseos nos
deben hacer pensar también a nosotros. Jesús hace suyas las palabras del
profeta Isaías: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está
lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son
preceptos humanos» (Mc 7, 6-7; cf. Is 29, 13). Y luego concluye: «Dejáis a un
lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres» (Mc
7, 8).
También el apóstol
Santiago, en su carta, pone en guardia contra el peligro de una falsa
religiosidad. Escribe a los cristianos: «Poned en práctica la palabra y no os
contentéis con oírla, engañándoos a vosotros mismos» (St 1, 22). Que la Virgen
María, a la que nos dirigimos ahora en oración, nos ayude a escuchar con un
corazón abierto y sincero la Palabra de Dios, para que oriente todos los días
nuestros pensamientos, nuestras decisiones y nuestras acciones.
Catequesis. El Espíritu y la Esposa. El Espíritu
Santo guía al Pueblo de Dios al encuentro con Jesús, nuestra esperanza. 6. “El
Espíritu del Señor está sobre mí”. El Espíritu Santo en el Bautismo de Jesús
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy reflexionamos sobre el Espíritu Santo que viene sobre Jesús en el
bautismo del Jordán y de Él se difunde en su cuerpo que es la Iglesia. En el
Evangelio de Marcos, la escena del bautismo de Jesús se describe así: «En
aquellos días, Jesús vino de Nazaret de Galilea y fue bautizado en el Jordán
por Juan. Y en seguida, mientras subía del agua, vio que los cielos se abrían y
que el Espíritu descendía sobre él como paloma Y vino una voz del cielo: «Tú
eres mi Hijo amado: en ti me he complacido» (Mc 1, 9-11).
¡Toda la Trinidad se dio cita, en ese momento, a orillas del Jordán!
Está el Padre que se hace presente con su voz; está el Espíritu Santo que
desciende sobre Jesús en forma de paloma y está aquel a quien el Padre proclama
su Hijo amado, Jesús. Es un momento muy importante de la Revelación, es un
momento importante de la historia de la salvación. Nos hará bien releer este
pasaje del Evangelio.
¿Qué ha sucedido de tan importante en el bautismo de Jesús que ha
llevado a todos los evangelistas a contarlo? La respuesta la encontramos en las
palabras que Jesús pronuncia, poco tiempo después, en la sinagoga de Nazaret,
con clara referencia al acontecimiento del Jordán: «El Espíritu del Señor está
sobre mí; por eso me ha ungido» (Lc 4, 18).
En el Jordán, Dios Padre ha “ungido con el Espíritu Santo”, es decir,
ha consagrado a Jesús como Rey, Profeta y Sacerdote. De hecho, con óleo perfumado
eran ungidos en el Antiguo Testamento los reyes, los profetas y los sacerdotes.
En el caso de Cristo, en lugar del aceite físico, está el aceite espiritual que
es el Espíritu Santo, en lugar del símbolo está la realidad: está el Espíritu
mismo que desciende sobre Jesús.
Jesús estaba lleno del Espíritu Santo desde el primer instante de su
Encarnación. Pero esa era una “gracia personal”, incomunicable; ahora, en cambio, con
esta unción, recibe la plenitud del don del Espíritu, pero por su misión
que, como cabeza, comunicará a su cuerpo que es la Iglesia, y a cada uno de
nosotros. Por eso la Iglesia es el nuevo “pueblo real, pueblo profético, pueblo
sacerdotal”. El término hebreo «Mesías» y el correspondiente en griego «Cristo»
— Christós —, ambos referidos a Jesús, significan «ungido»: ha sido ungido con
el aceite de la alegría, ungido con el Espíritu Santo. Nuestro mismo nombre de
"cristianos" será explicado por los Padres en el sentido literal:
cristianos quiere decir “ungidos a imitación de Cristo”. [1]
Hay un Salmo de la Biblia que habla de un óleo perfumado, derramado
sobre la cabeza del sumo sacerdote Aarón y que desciende hasta el borde de su
manto (cf. 133, 2) Esta imagen poética del aceite que desciende, usada para
describir la felicidad de vivir juntos como hermanos, se ha convertido en
realidad espiritual y realidad mística en Cristo y en la Iglesia. Cristo es la
cabeza, nuestro Sumo Sacerdote, el Espíritu Santo es el óleo perfumado y la
Iglesia es el cuerpo de Cristo en el que se difunde.
Hemos visto por qué el Espíritu Santo, en la Biblia, es simbolizado por
el viento y, de hecho, toma de él su mismo nombre, Ruah - viento. Vale la pena
preguntarnos también por qué está simbolizado por el aceite, y qué
lección práctica podemos extraer de este símbolo. En la Misa del Jueves Santo,
consagrando el óleo llamado "Crisma", el obispo, refiriéndose a los
que recibirán la unción en el Bautismo y en la Confirmación, dice así:
"Esta unción los penetre y los santifique, para que, liberados de la
corrupción nativa y consagrados templo de su gloria, difundan el perfume de una
vida santa". Es una aplicación que se remonta a San Pablo, que escribe a
los Corintios: «Pues nosotros somos para Dios el olor de Cristo» (2 Cor 2, 15).
La unción nos perfuma, y también una persona que vive con alegría su unción
perfuma a la Iglesia, perfuma a la comunidad, perfuma a la familia con este
perfume espiritual.
Sabemos que, por desgracia, a veces los cristianos no difunden el
perfume de Cristo, sino el mal olor de su pecado. Y no lo olvidemos nunca:
el pecado nos aleja de Jesús, el pecado nos convierte en aceite malo. Y el
diablo -no olvidéis esto- por lo general, el diablo entra por los bolsillos
-tened cuidado. Y esto, sin embargo, no debe desviarnos del compromiso de realizar,
en la medida de lo posible y cada uno en su entorno, esta vocación sublime de
ser el buen olor de Cristo en el mundo. El perfume de Cristo emana de los
«frutos del Espíritu», que son «amor, alegría, paz, magnanimidad, benevolencia,
bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí» (Ga 5, 22). Esto lo dijo
Pablo, y qué bonito es encontrar una persona que tenga estas virtudes: una
persona con amor, una persona alegre, una persona que crea la paz, una persona
magnánima, no tacaña, una persona benévola que acoge a todos, una persona
buena. Es bonito encontrar una persona buena, una persona fiel, una persona
mansa, que no esté orgullosa… Si nos esforzamos por cultivar estos frutos y
cuando encontremos a estas personas entonces, sin que nos demos cuenta, alguien
sentirá a nuestro alrededor un poco de la fragancia del Espíritu de Cristo.
Pidamos al Espíritu Santo que nos haga más conscientes ungidos, ungidos por Él.
________________________________________
[1] Cf. S. Cirilo de Jerusalén, Catequesis mistagógica, III, 1.
MISA DE NIÑOS. 23 T.O.
Monición de entrada.
Buenos días:
Los domingos venimos a misa no porque sea una obligación,
sino porque tenemos derecho a que el sacerdote nos celebre la misa.
Y eso nos viene del bautismo.
En ese momento la Iglesia se obligó a que no nos faltase
la enseñanza de Jesús, la misa y los sacramentos.
Señor, ten piedad.
Por las veces que no estamos atentos a las lecturas de la
misa. Señor, ten piedad.
Por las veces que nos despistamos. Cristo, ten piedad.
Por las veces que no somos buenos cristianos. Señor, ten
piedad.
Peticiones.
-Por el Papa Francisco, para que durante muchos años siga
hablándonos de ti. Te lo pedimos Señor.
-Por la Iglesia, para que pueda hablar a todas las
personas del Evangelio. Te lo pedimos Señor.
-Por las personas que les cuesta aprender en la escuela,
para que les ayudemos mucho. Te lo pedimos, Señor.
-Por nosotros, para que nos guste leer la Biblia y
escuchar hablar de ella. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.
Virgen María, te damos gracias porque a veces nos
despiertas cuando nos despistamos, ayudándonos a estar atentos a lo que el
sacerdote, acólitos y lectores hacen en misa.
ORACIÓN PARA
EL CENTRE JUNIORS CORBERA. DOMINGO 22 T.
O.
EXPERIENCIA.
Sitúate en una posición que te permita orar.
Realiza el signo de la cruz.
Pídele a Jesús te envíe el Espíritu Santo para que
este tiempo sea un tiempo de encuentro con la Palabra que da la vida y cambia
tu forma de vivir y relacionarte con Dios, los demás, la naturaleza y tú mismo.
Mira este vídeo sin sonido.
https://www.youtube.com/watch?v=Iq9YLY-6Agk
¿Qué te sugieren las imágenes? Verbalízalo,
construye un relato con palabras o bien piensa en una frase para cada una de
las escenas.
¿Qué te transmite el vídeo?
Permanece en silencio. Pregúntaselo a Jesús.
Permanece en silencio.
Vuelve a ver el vídeo, ahora con sonido.
¿Cuál es la frase que recuerdas en estos momentos?
Vuelve a mirarlo, parando el vídeo en la frase o la
escena que has visto, piensa en ella. Háblale a Jesús, ora.
REFLEXIÓN.
Lee el evangelio de este domingo.
Lectura del santo evangelio según san
Marcos 7, 1-8.14-15.21-23.
En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús
los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén; y vieron que algunos
discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Pues los
fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos,
restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la
plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de
lavar vasos, jarras y ollas). Y los fariseos y los escribas le preguntaron:
-¿Por qué no caminan tus discípulos según
las tradiciones de los mayores y comen el pan con manos impuras?
Él les contestó:
-Bien profetizó Isaías de vosotros,
hipócritas, como está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su
corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina
que enseñan son preceptos humanos”. Dejáis de un lado el mandamiento de Dios
para aferraros a la tradición de los hombres”.
Llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo:
-Escuchad y entended todos: nada que entre
de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace
impuro al hombre. Porque de dentro del corazón del hombre, salen los
pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios,
codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo,
frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.
Relaciona el texto con las palabras del vídeo.
Hay dos formas de ver la religión: la que acentúa lo externo, como son
los ritos y los actos religiosos; y la que acentúa el interior del corazón, sin
eliminar los ritos, gestos y celebraciones, porque somos cuerpo y al igual que
en el amor necesitamos los abrazos y las miradas, en la fe necesitamos los
ritos como son la señal de la cruz, el permanecer de rodillas, de pie o sentado
en misa. Pero Dios no se queda en lo que hacemos, sino en el amor con que lo
hacemos.
El vídeo fue publicado el 6 de abril de 2020, en pleno confinamiento,
cuando las cifras de muertos e ingresados en las UCIs obligaron a las
autoridades a decretar el estado de alarma y el confinamiento de la población.
En aquellos momentos descubrimos no solo la profesionalidad del personal
sanitario, sino la humanidad que nace del corazón. Eso es lo que les hizo ser
grandes, el amor con que se enfrentaban a la muerte de quienes no podían
salvar, sino solo acompañar en la soledad de la UCI.
Lee el texto de nuevo, o el párrafo que más te ha alcanzado.
¿Cuándo actúas como un fariseo? ¿Cuándo miras el corazón de la persona
intentando comprender lo que hace? ¿Te dejas llevar por el hacer o por el ser,
el corazón?
COMPROMISO.
Esta
semana intenta acallar al fariseo que todos tenemos dentro, comprendiendo los
defectos de quienes encuentras en las calles de tu vida, valorando y tratando
de imitar a quienes transmiten en sus gestos y palabras amor.
CELEBRACIÓN.
Permanece
en silencio, recordando situaciones en las que te has dejado llevar por el
fariseo, reprochando a los demás acciones, no por amor, sino por sentirte
superior.