miércoles, 28 de agosto de 2024

222. 1 de septiembre de 2024.

 


Lectura del libro del Deuteronomio 4, 1-2.6-8.

Moisés habló al pueblo, diciendo:

-Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os enseño para que, cumpliéndolos, viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar. No añadáis nada a lo que yo os mando ni suprimáis nada; observaréis los preceptos del señor, vuestro Dios, que yo os mando hoy. Observadlos y cumplidlos, pues esa es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos, los cuales, cuando tengan noticia de todos estos mandatos, dirán: “Ciertamente es un pueblo sabio e inteligente esta gran nación”. Porque ¿dónde hay una nación tan grande que tenga unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos? Y ¿dónde hay otra nación tan grande que tenga unos mandatos y decretos tan justos como toda esta ley que yo os propongo hoy?

 

Textos paralelos.

 Y ahora Israel, escucha.

Dt 5, 1: Moisés convocó a los israelitas y les dijo: Escucha, Israel, los mandatos y decretos que hoy os predico, para que los aprendáis, los guardéis y los pongáis por obra.

Dt 6, 1: Estos son los preceptos, los mandatos y decretos que el señor, vuestro Dios, os mandó aprender y cumplir en la tierra donde vais a entrar para tomar posesión de ella.

Dt 8, 1: Todos los preceptos que yo os mando hoy ponedlos por obra; así viviréis, creceréis, entraréis y conquistaréis la tierra que el Señor prometió con juramento a vuestros padres.

Para que los pongáis en práctica.

Lv 18, 5: Cumplid mis leyes y mis mandatos, que dan vida al que los cumple. Yo soy el Señor.

Guárdalos y practícalos.

Dt 4, 32-34: Sí, pregunta a la antigüedad, a los tiempos pasados, remontándote al día en que Dios creó al hombre sobre la tierra y abarcando el cielo de extremo a extremo, si ha sucedido algo tan grande o se ha oído algo semejante. ¿Ha oído algún pueblo a Dios hablando desde el fuego, como tú lo has oído, y quedó vivo? ¿Intentó algún dios acudir a sacarse un pueblo de en medio de otro con pruebas, signos y prodigios, en son de guerra, con mano fuerte y brazo extendido, con terribles portentos, como hizo el Señor, vuestro Dios, con vosotros, contra los egipcios, ante vuestros ojos?

Jr 29, 13-14: Me dejaré encontrar y cambiaré vuestra suerte – oráculo del Señor –. Os reuniré en todas las naciones y lugares adonde os arrojé – oráculo del Señor – y os volveré a traer al lugar adonde os arrojé – oráculo del Señor – y os volveré a traer al lugar de donde os desterré.

Sal 145, 18: Cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente.

Sal 147, 19-20: Anuncia su mensaje a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel. Con ninguna nación obró así ni les dio a conocer sus mandatos.

Sal 148, 14: El acrece el vigor del pueblo. Himno de todos sus fieles, de Israel, su pueblo cercano.

 

Notas exegéticas.

4 1 Tras las evocaciones históricas del comienzo del libro, el capítulo 4 inaugura la predicación deuteronómica propiamente dicha, con sus temas característicos.

4 7 Mientras las demás tradiciones del Pentateuco subrayan la distancia que separa a Dios del hombre, ver Ex 3, 20, el Dt insiste en la condescendencia que acerca a Dios a su pueblo, en medio del cual habita. El mismo espíritu deuteronomista se deja ver en el relato de la dedicación del templo, 1 R 8, 10-29. Volvemos a encontrar este pensamiento en Ez 48, 35. La última palabra la dará el NT, Jn 1, 14.

4 8 La lenta elaboración de los “preceptos y normas” desemboca en una visión global de la Ley que dominará toda la religión de Israel. El primer sentido de la palabra tôrâ es “instrucción”, “dirección dada”: débese incluir en ella todo el culto y toda la conducta humana, inspirada por una creciente conciencia de la Alianza y de Dios, que ha propuesto y sellado, Gn 15, 1. La revelación de Dios y la enseñanza transmitida por los textos antiguos y los profetas animarán cada vez más la “vida” entera del pueblo. Jesús declarará haber venido para “cumplir” la Ley y los Profetas, Mt 5, 17, y Pablo explicará como “la Ley” es reemplazada por la fe en Cristo, Rm 3, 27.

 

Salmo responsorial

Salmo 15 (14), 1b-5.

 

Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda? R/.


El que procede honradamente

y practica la justicia,

el que tiene intenciones leales

y no calumnia con su lengua. R/.

 

El que no hace mal a su prójimo

ni difama al vecino.

El que considera despreciable al impío

y honra a los que temen al Señor. R/.

 

El que no presta dinero a usura

ni acepta soborno contra el inocente.

El que así obra nunca fallará. R/.

 

La maldad da muerte al malvado,

los que odian al justo serán castigados.

El Señor redime a sus siervos,

no será castigado quien se acoge a él. R/.

 

 Textos paralelos.

Is 33, 15-16: El que procede con justicia, habla con rectitud y rehúsa el lucro de la opresión; el que sacude la mano rechazando el soborno y tapa su oído a propuestas sanguinarias; el que cierra los ojos para no complacerse en el mal, ese morará en las alturas; picachos rocosos serán su alcázar, con abasto de pan y provisión de agua.

Mi 6, 6-8: ¿Con qué me presentaré al Señor, inclinándome al Dios del cielo? ¿Me presentaré con holocaustos, con becerros añojos? ¿Aceptará el Señor un millar de carneros o diez mil arroyos de aceite? ¿Le ofreceré mi primogénito por mi culpa o el fruto de mi vientre por mi pecado? Hombre, ya te he explicado lo que está bien, lo que el Señor desea de ti: que defiendas el derecho y ames la lealtad, y que seas humilde con tu Dios.

Sal 24, 3-6: ¿Quién puede subir al monte del Señor?, ¿quién podrá estar en el recinto sacro? El de manos inocentes y puro corazón, el que no acude a los ídolos ni jura en falso. Ese recibirá del Señor la bendición y la justicia de Dios su Salvador. Este es el grupo que lo busca; que viene a visitarte, Dios de Jacob.

El de conducta íntegra.

Sal 119, 1: Dichosos los de conducta intachable, que siguen la voluntad del Señor.

No presta a usura su dinero.

Ex 22, 24: Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole de intereses.

Ex 23, 8: No aceptarás soborno, porque el soborno ciega al perspicaz y falsea la causa del inocente.

 

Notas exegéticas.

15 Síntesis de moral, ver los preceptos del Decálogo, Ex 20, 1s.

15 1 El santuario de Jerusalén recibe a veces el nombre de “tienda”, a imagen del antiguo santuario del desierto, que la Fiesta de las Tiendas, Ex 23, 14, recordaba cada año.

15 2 Lit. “que dice la verdad en su corazón”.

15 4 Los que son fieles y sumisos. La expresión, frecuente en los salmos, es sinónimo de fiel, piadoso, devoto, adepto, leal, y así la traduciremos en algunos casos. Más tarde designará a los simpatizantes del Judaísmo, ver Hch 2, 11.

 

Segunda lectura.

Lectura de la carta del apóstol Santiago 1,16b-18.21b-22.27.

Mis queridos hermanos:

Todo buen regalo y todo don perfecto viene de arriba, procede del Padre de las luces, en el cual no hay ni alteración ni sombra de mutación. Por propia iniciativa nos engendró con la palabra de la verdad, para que seamos como una primicia de sus criaturas. Acoged con docilidad esa palabra, que ha sido injertada en vosotros y es capaz de salvar vuestras vidas. Poned en práctica la palabra y no os contentéis con oírla, engañándoos a vosotros mismos. La religiosidad auténtica e intachable a los ojos de Dios Padre es esta: atender a huérfanos y viudas en su aflicción y mantenerse incontaminado del mundo.

 

Textos paralelos.

Toda dádiva buena y todo don perfecto que recibimos.

Mt 7, 11: Pues si vosotros, con los malos que sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más dará vuestro Padre del cielo cosas buenas a los que se las pidan!

Jn 3, 3: Jesús le respondió: Te aseguro que, si uno nace de nuevo, no puede ver el reinado de Dios.

Jn 3, 27: Respondió Juan: Nadie puede arrogarse nada si no se lo concede Dios.

1 Jn 1, 5: Este es el mensaje que le oímos y os anunciamos: que Dios es luz sin mezcla de tinieblas.

Nos engendró por su propia voluntad.

1 P 1, 23: Pues habéis sido regenerados, no de una semilla corruptible, sino por la palabra incorruptible y permanente del Dios vivo.

Jn 1, 12-13: Pero a los que la recibieron los hizo capaces de ser hijos de Dios; a los que creen en él, los que no han nacido de la sangre ni del deseo de la carne ni del deseo del varón, sino de Dios.

Fuésemos primicias de sus criaturas.

Ap 14, 4: Son los que no se han contaminado con mujeres y se conservan vírgenes. Estos acompañan al Cordero por donde vaya. Han sido rescatados de la humanidad como primicias para Dios y para el Cordero.

Desechad todo tipo de inmundicia y de mal, que tanto abunda.

1 P 2, 1-2: Ahora, pues, despojaos de toda maldad, fraude e hipocresía, toda envidia y difamación, apeteced, como niños recién nacidos, la leche espiritual, no adulterada, para crecer sanos.

Ga 5, 19: Las acciones del instinto son manifiestas: fornicación, indecencia, desenfreno.

Mt 11, 29: Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy tolerante y humilde, y os sentiréis aliviados.

Jn 3, 11: Te lo aseguro: hablamos de lo que sabemos, atestiguamos lo que hemos visto, y no aceptáis nuestro testimonio.

Poned por obra la palabra.

Rm 2, 13: Pues Dios no absuelve a los que escuchan la ley, sino a los que la cumplen.

Mt 7, 24-27: Así pues, quien escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a un hombre prudente que construyó la casa sobre roca. Cayó la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos y se abatieron sobre la casa; pero no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre roca. Quien escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a un hombre sin juicio que construyó la casa sobre arena. Cayó la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos, golpearon la casa y se derrumbó. Fue un derrumbamiento terrible.

Lc 8, 21: Él les replicó: Madre mía y hermanos míos son los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.

1 Jn 3, 17: Si uno posee bienes del mundo y ve a su hermano necesitado y le cierra las entrañas y no se compadece de él, ¿cómo puede conservar el amor de Dios?

La religión pura e intachable ante Dios Padre.

Ex 22, 21: No explotarás a viudas ni huérfanos.

 

Notas exegéticas.

1 17 (a) Estas primeras palabras del v. forman un hexámetro. El autor cita quizá una expresión proverbial sobre el valor del don, pero añadiendo que el don perfecto solo proviene de Dios.

1 17 (b) Dios es Señor y Padre, el Dios único de la confesión de fe judía. Es el ·Padre de las luces”, porque ha creado los astros. Pero el título solo aparece a propósito de Dios en la versión armenia del Apocalipsis de Moisés 36, 38. En Qumrán (Regla 3 20) el Príncipe de las luces es opuesto al Ángel de las tinieblas. Si Dios es Padre de las luces, él mismo será luz. El autor trata así de excluir todo dualismo en Dios y en sus obras y sustraerlo a la duplicidad que caracteriza al pecador. Es quien da a quien le pide, dispuesto siempre a perdonar. Pero es también el juez que da el reino a los pobres sometidos a las pruebas y pide cuentas a los ricos violadores de la ley.

1 17 (c) Dios, creador de las luminarias celestes y fuente de toda luz espiritual. Las imágenes que siguen vienen sugeridas por el movimiento de los astros. Var.: “en quien no hay cambio que provenga del movimiento de la sombra”.

1 17 (d) Los manuscritos construyen las últimas palabras del versículo de cuatro formas distintas, ninguna de las cuales es plenamente satisfactoria. Es probable que el texto esté literalmente corrompido.

1 18 (a) Esta “palabra de verdad” es el conjunto de la revelación de Dios a los hombres, llamada también “Ley de la libertad”, “Ley regia”.

1 18 (b) Santiago solo habla de la “gracia” en 4, 6. Aquí menciona algo equivalente a este nuevo nacimiento, debido a la palabra de Dios, y que con sus primogénitos constituye el pueblo de Dios. Esta palabra es plantada en los corazones (lit. “innata”) por la predicación del Evangelio que salva, y la fe es la aceptación de este anuncio. Vestigios de catequesis bautismal.

1 21 Esta fórmula procede de la exhortación a los bautizados.

1 27 (a). La expresión se encontraba en el AT. El culto espiritual aceptado por Dios adquiere una forma concreta en la conducta recta y el servicio de los débiles.

1 27 (b) En lugar de la última frase, un antiguo manuscrito dice: “y protegerlos del mundo”.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Marcos 7, 1-8.14-15.21-23.

En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén; y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Pues los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas). Y los fariseos y los escribas le preguntaron:

-¿Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores y comen el pan con manos impuras?

Él les contestó:

-Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”. Dejáis de un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres”.

Llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo:

-Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.

 

Textos paralelos.

 

Mt 15, 1-20:

Mc 7, 1-23:

Entonces unos fariseos y letrados de Jerusalén se acercaron a Jesús y le preguntaron:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los mayores? Pues no se lavan las manos antes de comer”.

 

Él les respondió:

 

“¿Y por qué vosotros quebrantáis el precepto de Dios en nombre de vuestra tradición?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pues Dios mandó:

 

Sustenta a tu padre y a tu madre. El que abandona a su padre o a su madre es reo de muerte. Vosotros, en cambio, decís: Si uno declara a su padre o a su madre que es el socorro que le debía es ofrenda sagrada, ya no tiene que sustentar a su padre o a su madre. Y así invalidáis el precepto de Dios en nombre de vuestra tradición.

 

¡Hipócritas! Qué bien profetizó de vosotros Isaías cuando dijo: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí; el culto que me dan es inútil, pues la doctrina que enseñan son preceptos humanos”.

 

 

 

Y llamando a la multitud, les dijo:

 

 “Escuchad y atended. No contamina al hombre lo que entra por la boca, sino lo que sale por la boca: eso contamina al hombre”. Entonces se le acercaron los discípulos y le dijeron: “¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oír lo que has dicho?”. Él respondió: “Toda planta que no plantó mi Padre del cielo será arrancada. Dejadlos: son ciegos y guías de ciegos. Y, si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en un hoyo”.

 

Pedro contestó: “Explícanos esa comparación”.

 

 

Él les dijo:

 

“También vosotros seguís sin entender? ¿No veis que lo que entra por la boca pasa al vientre y se expulsa en el retrete?

 

 

 

 

 

 

 

En cambio, lo que sale por la boca brota del corazón; y eso sí que contamina al hombre. Pues del corazón salen pensamientos malvados, asesinados, adulterios, fornicación, robos, perjurios, blasfemias. Eso sí que contamina al hombre. Pero comer sin lavarse las manos no contamina al hombre.

 

Se reunieron junto a él los fariseos y algunos letrados venidos de Jerusalén. Vieron que algunos de sus discípulos tomaban alimentos con manos profanas, es decir, sin lavárselas. (Es de saber que los fariseos y los judíos en general no comen sin antes lavarse las manos restregando, siguiendo la tradición de los ancianos; cuando vuelven del mercado, no comen sin antes lavarse; y observan otras muchas reglas tradicionales, abluciones de copas, jarras y ollas). De modo que los fariseos y letrados le preguntaron:

 

“¿Por qué no siguen tus discípulos la tradición de los mayores, sino que comen con manos profanas?”.

 

Les respondió:

 

 

 

 

 

“Qué bien profetizó Isaías de vuestra hipocresía cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí; el culto que me dan es inútil pues la doctrina que enseñan son preceptos humanos. Descuidáis el mandato de Dios y mantenéis la tradición de los hombres”. Y añadió: “Qué bien despreciáis el mandato de Dios para observar vuestra tradición.

 

 

Pues Moisés dijo:

 

sustenta a tu padre y a tu madre y también quien abandona a su padre o a su madre es reo de muerte. Vosotros en cambio decís: Si uno declara a su padre o a su madre que el socorro que le debía es qorbán (es decir, ofrenda sagrada), no le dejáis que haga nada por su padre o su madre. Y así invalidáis el precepto de Dios en nombre de vuestra tradición.

 

 

 

 

 

 

 

Y de esas hacéis otras muchas.

 

Llamando de nuevo a la gente, les decía:

 

 “Escuchad todos y atended. No hay nada fuera del hombre que, al entrar en él, pueda contaminarlo. Lo que sale del hombre es lo que contamina al hombre”.

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando se apartó de la gente y entró en casa, le preguntaban los discípulos el sentido de la comparación.

 

Y él les dice:

 

“¿Conque también vosotros seguís sin entender? ¿No comprendéis que lo que entra en el hombre desde fuera no puede contaminarlo, porque no le entra en el corazón, sino en el vientre y después se expulsa en el retrete? (Con lo cual declaraba puros todos los alimentos).

 

Y les añadía:

 

 “Lo que sale del hombre es lo que contamina al hombre. De dentro, del corazón del hombre salen los malos pensamientos, fornicación, robos, asesinatos, adulterios, codicia, malicia, fraude, desenfreno, envidia, calumnia, arrogancia, desatino. Todas esas maldades salen de dentro y contaminan al hombre.

 

Comían con manos impuras.

Lc 11, 38: El fariseo, que lo vio, se extrañó de que no se lavasen antes de comer.

De dentro, del corazón del hombre, salen las intenciones malas.

Col 2, 16: Así pues, que nadie os juzgue por asuntos de comida o bebida, solemnidades, fiestas mensuales o semanales.

Col 2, 21-22: No toques, no pruebes, no acaricies – cosas destinadas a gastarse con el uso –, siguiendo preceptos y enseñanzas humanas.

Fornicaciones, robos, asesinatos,…

Rm 1, 29: Están repletos de injusticia, maldad, codicia, malignidad; están llenos de envidia, homicidios, discordias, fraudes, perversión; son difamadores.

Tú tienes palabras de vida eterna.

Dt 8, 3: Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná – que tú no conocías ni conocieron tus padres – para enseñarte que el hombre no vie solo de pan, sino de todo lo que sale de la boca de Dios.

Hch 7, 38: Este es el que en la asamblea, en el desierto, trataba con el ángel que le había hablado en el monte Sinaí a él y a nuestros padres; el que recibió palabras de vida para comunicárnoslas.

Hch 3, 14: Vosotros rechazasteis al santo e inocente, pedisteis que os indultasen a un homicida.

Yo os he elegido.

Jn 13, 18: No hablo de todos vosotros, pues sé a quienes he escogido. Pero se ha de cumplir aquello de la Escritura: El que compartía mi pan me ha echado la zancadilla.

Hablaba de Judas.

Jn 13, 2: Durante la cena, cuando el diablo había sugerido a Judas Iscariote que lo entregara.

Jn 13, 27: Detrás del bocado entró en él Satanás. Jesús le dice: Lo que has de hacer hazlo pronto.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén

Esta larga disputa con los fariseos respecto a la tradición y a la naturaleza de lo puro y lo impuro contrasta con el éxito de Jesús entre la muchedumbre y tiene lugar, no sin motivo, antes de la marcha de Jesús a tierra de paganos, fuera de Galilea. La nueva comprensión de la voluntad divina y de la pureza hace posible la unidad de judíos y paganos en la Iglesia, más allá de las tradiciones judías.

7 4 Variante: “hacen aspersión”. – Otra traducción: “No comen lo que viene del mercado antes de haberlo asperjado”.

7 5 La tradición de los antepasados comprendía estos preceptos y prácticas que los rabinos habían añadido a la ley de Moisés, incluso asegurando que precedían por vía oral del gran legislador.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

7 1 ANTE ÉL: o quizás: contra él.

7 2 COMÍAN: lit. comían los panes (en el v. 5 el original dice lit. comen el pan; en Mt 15, 2 es, lit., comen pan): es un semitismo, para decir: “comían”, “tomaban alimento”.

LA TRADICIÓN DE LOS ANTAPASADOS: Con esa tradición oral se formó más tarde la Misná. // LOS ANTEPASADOS (lit. los ancianos): los doctores de la Ley. // HASTA EL CODO, según una prescripción talmúdica sobre el lavado de manos antes de comer; la traducción entiende la palabra griega pygmêi (lit. con el puño) como medida de longitud: desde el puño hasta el codo; otros la entienden como expresión adverbial: “A conciencia).

Es difícil saber a que norma se refiere. Lit. el texto dice solo de la plaza: ¿Cuándo ellos vuelven de la plaza?; o ¿los comestibles traídos de la plaza? En 6, 56 y 12, 38 la palabra significa como en castellano, “plaza pública”, mercado. // SE BAÑAN: o, según la variante de algunos manuscritos, bañan (asperjan, lavan) los alimentos. // MANTIENEN POR TRADICIÓN: lit. recibieron (para) tener.

LE PREGUNTARON: lit. y le preguntan a él.

QUE BIEN: lit. hermosamente. // HIPÓCRITAS: lit. los hipócritas, entendiendo como vocativo semítico. // ESTÁ ESCRITO: tiempo verbal griego de perfecto: “Se escribió antiguamente y ahora sigue siguiendo verdad”.

LA TRADICIÓN: aquí no es la palabra de Dios que transmite la Iglesia fundada por Cristo, sino el conjunto de normas y prescripciones orales puramente humanas recibidas de los rabinos. A esta tradición contrapone Jesús en los vs. siguientes, “el mandamiento de Dios” (lo que Dios ha mandado), “la palabra de Dios”: lo que Dios ha dicho y hemos de transmitir.

15 Después de este versículo, algunos manuscritos añaden, como v. 16, el estribillo: “Si alguno tiene oídos para oír, escuche”.

21-22 Casi sinónimo de “las entrañas”, el CORAZÓN es, para un hebreo no solo un órgano corpóreo, ni solo la fuente de los sentimientos y emociones. Es la sede de lo más propio del hombre: la inteligencia y la voluntad (los pensamientos, proyectos, decisiones), el núcleo de la personalidad, de lo más arcano e íntimo de cada uno. En el AT Dios prometió el don de un “corazón nuevo”, que aseguraba la unión entre Dios y su pueblo; esa promesa se cumplió en Jesucristo, corazón verdaderamente nuevo y creador de corazones nuevos. // FORNICACIONES: como en los siguientes vicios enumerados, puede ser un plural griego en vez de un nombre abstracto; o también: “actos de fornicación”; si ese catálogo estuviera redactado siguiendo catálogos similares del helenismo, “fornicación” = prostitución; pero cf. Mt 5, 32. // LAS MALAS INTENCIONES (lit. las intenciones las malas): o los malos pensamientos. // LA ENVIDIA es lit. ojo malo. // MALEDICENCIA: o blasfemia. // FALTA DE SENTIDO MORAL: amoralidad (lit. insensatez, falta de cabeza).

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

7, 1-23 Los escribas y fariseos habían ampliado las normas de pureza y alimentación, olvidando, sin embargo, el fundamento de estas costumbres y leyes. Cristo enseñó que lo que hace al hombre puro o impuro no viene de fuera, sino de dentro de su corazón. Cat 574 y 581.

7, 8 En estos versículos, Cristo se estaba refiriendo a aquellas tradiciones que fueron simplemente creadas e inventadas por los hombres. Pablo enseñó firmemente que debemos aferrarnos a la Tradición que nos ha sido transmitida desde Cristo y los apóstoles con la asistencia del Espíritu (1 Cor 11, 2; 2 Tes 2, 15; 3, 6). Cat. 80, 83, 95 y 97.

7, 15 Aquí algunos manuscritos leen 7, 16: “el que tenga oídos para oir que oiga”.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

574 Desde el comienzo del ministerio público de Jesús, fariseos y partidarios de Herodes, junto con sacerdotes y escribas, se pusieron de acuerdo para perderle. Por algunas de sus obras (expulsión de los demonios; perdón de los pecados; curaciones en sábado; interpretación original de los preceptos de pureza de la Ley (Mc 7, 14-23), familiaridad con los publicanos y los pecadores públicos), Jesús apareció a algunos malintencionados sospechoso de posesión diabólica. Se le acusa de blasfemo y de falso profetismo, crímenes religiosos que la Ley castigaba con pena de muerte a pedradas.

581 Jesús fue considerado por los judíos y sus jefes espirituales como un “rabbi”. Con frecuencia argumentó en el marco de la interpretación rabínica de la Ley. Pero al mismo tiempo, Jesús no podía menos que chocar con los doctores de la Ley porque no se contentaba con proponer su interpretación entre los suyos, sino que “enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas” (Mc 7, 29). La misma Palabra de Dios, que resonó en el Sinaí para dar a Moisés la Ley escrita, es la que en Él se hace oír de nuevo en el Monte de las Bienaventuranzas. Esa palabra no revoca la Ley sino que la perfecciona aportando de modo divino su interpretación definitiva: “Habéis oído también que se dijo a los antepasados […] pero yo os digo” (Mt 5, 33-34). Con esta misma autoridad divina, desaprueba ciertas “tradiciones humanas” de los fariseos que “anulan la Palabra de Dios”.

80 “La Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma fuente, se funden en cierto modo y tienen a su mismo fin” (Dei Verbum, 9). Una y otra hacen presente y fecundo en la Iglesia el misterio de Cristo que ha prometido estar con los suyos “para siempre hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).

83 La Tradición de que hablamos aquí es la que viene de los apóstoles y transmite lo que estos recibieron de las enseñanzas y del ejemplo de Jesús y lo que aprendieron por el Espíritu Santo. En efecto, la primera generación de cristianos no tenía aún un Nuevo Testamento escrito, y el Nuevo Testamento mismo atestigua el proceso de la Tradición viva.

Es preciso distinguir de ella las “tradiciones” teológicas, disciplinares, litúrgicas o devocionales nacidas en el transcurso del tiempo en las Iglesias locales. Estas constituyen formas particulares en las que la gran Tradición recibe expresiones adaptadas a los diversos lugares y a las diversas épocas. Solo a la luz de la gran Tradición aquéllas pueden ser mantenidas, modificadas o también abandonadas bajo la guía del Magisterio de la Iglesia.

95 “La santa Tradición, la sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros; los tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas” (Dei Verbum, 8).

97 “La santa Tradición y la sagrada Escritura constituyen un único depósito sagrado de la palabra de Dios” (Dei Verbum, 10), en el cual como en un espejo, la Iglesia peregrinante contempla a Dios, fuente de todas sus riquezas.

 

Concilio Vaticano II

El Concilio exhorta a los cristianos, ciudadanos de las dos ciudades, a que se afanen por cumplir fielmente sus deberes temporales, guiados por el espíritu del Evangelio. Se alejan de la verdad quienes, sabiendo que nosotros no tenemos aquí una ciudad permanente, sino que buscamos la futura, piensan que pueden por ello descuidar sus deberes terrestres, sin comprender que ellos por su misma fe están más obligados a cumplirlos, cada uno según la vocación a la que ha sido llamado. Pero no se equivocan menos quienes, por el contrario, piensan que pueden sumergirse en los negocios terrestres, como si estos fuesen totalmente ajenos a la vida religiosa, porque piensan que esta consiste solo en actos de culto y en el cumplimiento de algunos deberes morales. La separación entre la fe que profesan y la vida cotidiana de muchos debe ser considerada como uno de los errores más graves de nuestro tiempo. Ya en el Antiguo Testamento los profetas condenaban vehementemente este escándalo (Is 58, 1-12), y mucho más en el Nuevo Testamento, donde el mismo Jesucristo amenazaba con graves castigos (cf. Mc 7, 100-13). Por consiguiente, no deben oponerse falsamente entre sí las actividades profesionales y sociales, por una parte, y la vida religiosa por otra. El cristiano que descuida sus deberes temporales, descuida sus deberes con el prójimo, e incluso al mismo Dios y pone en peligro su salvación eterna.

Constitución Gaudium et spes, 43.

 

Comentarios de los Santos Padres.

Los fariseos, a los que puedes interpretar como “segregados”, porque confesaban una forma perfectísima de vida, aparentaban ser superiores a los demás en buena conducta. Afirmaban la resurrección de los muertos; también los escribas la profesan. Igualmente afirmaban la existencia de los ángeles, e incluso no negaban la del Espíritu Santo. Tenían como propias algunas prácticas: la continencia y la virginidad durante algunos períodos de tiempo; ayunaban dos veces por semana; limpiaban sus ollas, platos y vasos, al igual que los escribas; pagaban los diezmos y primicias y recitaban continuas oraciones.

Juan Damasceno (s. VII). Libro de las herejías, 15. II, pg. 154.

Por tanto, unámonos con los que construyen la paz con piedad y no con los que quieren la paz con hipocresía. Pues en alguna parte dice: “Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí” (Is 29, 13; Mc 7, 6).

Clemente de Roma (s. I). Carta a los corintios, 15, 1-4. II, pg. 154.

La tradición de los ancianos judíos, que ellos pretendía observar por Ley, era contraria a la Ley dada por Moisés. Por eso dice también Isaías: “Tus taberneros echan agua al vino” (Is 1, 22). Indica que los ancianos mezclaban el mandato sobrio de Dios sobre tradición de agua; esto es, emprendían una ley adulterina y contraria a la Ley. Lo mismo dijo el Señor al preguntarles: “¿Por qué faltáis al precepto de Dios por medio de vuestra tradición?” (Mt 15, 3). No contentos con hacer inútil la Ley de Dios mediante su prevaricación al mezclar el vino con agua, instituyeron por el contrario la propia ley que aun ahora se llama farisaica. En ella eliminan unas cosas, agregan otras, interpretan otras a su manera; de ella se sirven especialmente sus maestros.

Ireneo de Lyon (s. II), Contra las herejías, 4, 12, 1-2. II, pg. 154.

Sigamos al Señor nosotros sus siervos, y soportemos con paciencia el ser maldecidos para poder ser bendecidos. Y cuando se diga algo insolente con poca moderación o algo malo en contra de mí, entonces sería necesario que yo respondiese con idéntica amargura o con un silencio lleno de impaciencia. Pero si por haber sido maldecido tuviese yo que maldecir, ¡cómo me he de considerar seguidor de las enseñanzas del Señor, las cuales afirman que el hombre no se mancha con la suciedad de los vasos sino con la que sale de su boca?

Tertuliano (s. II). La paciencia, 8, 3-5. II, pg. 156.

Algunos piensan que los malos pensamientos se deben al Diablo y que no tienen su origen en la propia voluntad. En verdad, el Diablo puede ser colaborador e instigador de los pensamientos malos, pero no su autor.

Beda (s. VII). Exposición al Ev. de Marcos, 2, 7, 20-21. II, pg. 156.

 

San Agustín

 

Nadie está lejos de Dios espacialmente, sino en cuanto le es desemejante. ¿En dónde está la desemejanza? En la mala vida y las malas costumbres. Si con las buenas costumbres nos acercamos a Dios, con las malas nos alejamos de él. Por tanto, un mismo hombre, sin moverse del lugar, amando a Dios se acerca a él y amando la maldad se aleja de él. Aun sin mover los pies, puede acercarse y apartarse. En este caminar nuestros pies son nuestros afectos. Cada cual se acerca o se aleja de Dios según sea su afecto y su amor. ¿No decimos con frecuencia, cuando nos encontramos ante cosas desemejantes: “Esto dista mucho de aquello!? Cuando, quizá, comparamos dos hombres, dos caballos, dos trajes.

Comentario al salmo 94, 2. II, pg. 1215.

 

San Juan de Ávila

Porque escripto está: con la medida que midiéredes, seréis medidos (Mc 7, 2). Y juicio sin misericordia será hecho a quien no hiciere misericordia (St 2, 13). Pues, doncella, en cualquier cosa que en vuestro prójimo vierdes, ¿qué es lo que vos sentís, o querríades que otros sintiesen de vos, acaeciéndoos a vos?, y con aquellos ojos que pasan por vos compadeceos de él, y remedialdo en cuanto pudieredes y seréis medida de Dios con esta piadosa medida que pos midiéredes, y así habréis sacado conocimiento del prójimo de vuestro proprio conocimiento, y seréis piadosa con todos.

Audi filia (I). I, pg. 473.

Alguno dirá allí que hubiera sido mejor haber sido pobrecito; aquel día parecerá lo que más parece acá bueno haber sido malo. Dijo Dios al pecador: ¿por qué cuentas mis justicias? (Sal 49, 16). Cantas salmos de prima, salmos de tercia; predicas bien acá y acullá, dices la misa y cuanto quieres, tratas con corazón profano, la lengua me alaba (cf. Mt 15, 8; Mc 7, 6), las obras me blasfeman y deshonran. Esto dice Dios, y ansí se quejará agora. Y acá tienes por cosa de gran honra ser eclesiástico; estos padecerán más duelos; estos serán más agramente tratados, y más los predicadores.

Domingo I de Adviento. III, pg. 32.

Conténtanse unos con tener a Dios por Dios de su lengua, rezando oraciones a Dios; otros, con tenerlo por Dios de sus ojos, trayéndolos recogidos y castos; otros hincan a Dios sus rodillas; otros hacen otras buenas obras; mas fáltales lo mejor, por lo cual el Señor se queja, diciendo: Este pueblo con los labios me honra, mas su corazón lejos está de mí. ¡Dios de mi corazón! (Mc 7, 6), dijo la Virgen sagrada, que quiere decir Dios de mi amor. Y este es el que hace el corazón uno con Dios y trata a Dios como a Dios, y tras de él – siendo verdadero – va todo lo demás; y enseñoréase Dios de todo ello, porque Él se enseñoreó del amor, que lo enseñorea a todo.

Asunción de María. III, pg. 979.

 

San Oscar Romero.

Esta es la comunidad que vivimos y a la cual yo quisiera referir todo este concepto de nuestra reflexión de hoy. Cómo quisiera que todos comenzando por mí mismo, fuéramos miembros de una Iglesia que, como Jesucristo la ha definido hoy, no sea vacía de interioridad, de obras buenas y de revelación de Dios, sino que esté muy llena de esa interioridad, de esas obras y viva la verdad de la revelación divina, no las doctrinas de los hombres. Que desde allí nosotros seamos el pueblo que se honra porque cumple la ley de Dios.

Queridos hermanos cristianos, que cada uno de ustedes y yo hagamos honor al honroso título que recibimos el día de nuestro bautismo: el pueblo de Dios. Así sea...

 Homilía, 2 de septiembre de 1979.

 

Papa Francisco. Angelus. 30 de agosto de 2015

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este domingo presenta una disputa entre Jesús y algunos fariseos y escribas. La discusión se refiere al valor de la «tradición de los antepasados» (Mc7, 3) que Jesús, refiriéndose al profeta Isaías, define «preceptos humanos» (v. 7) y que nunca deben ocupar el lugar del «mandamiento de Dios» (v. 8). Las antiguas prescripciones en cuestión comprendían no sólo los preceptos de Dios revelados a Moisés, sino también una serie de dictámenes que especificaban las indicaciones de la ley mosaica. Los interlocutores aplicaban tales normas de manera muy escrupulosa y las presentaban como expresión de auténtica religiosidad. Por eso recriminan a Jesús y a sus discípulos la transgresión de éstas, en particular las que se refieren a la purificación exterior del cuerpo (cf. v. 5). La respuesta de Jesús tiene la fuerza de un pronunciamiento profético: «Dejáis a un lado el mandamiento de Dios —dice— para aferraros a la tradición de los hombres» (v. 8). Son palabras que nos llenan de admiración por nuestro Maestro: sentimos que en Él está la verdad y que su sabiduría nos libra de los prejuicios.

Pero ¡atención! Con estas palabras, Jesús quiere ponernos en guardia también a nosotros, hoy, del pensar que la observancia exterior de la ley sea suficiente para ser buenos cristianos. Como entonces para los fariseos, existe también para nosotros el peligro de creernos en lo correcto, o peor, mejores que los demás por el sólo hecho de observar las reglas, las costumbres, aunque no amemos al prójimo, seamos duros de corazón, soberbios y orgullosos. La observancia literal de los preceptos es algo estéril si no cambia el corazón y no se traduce en actitudes concretas: abrirse al encuentro con Dios y a su Palabra, buscar la justicia y la paz, socorrer a los pobres, a los débiles, a los oprimidos. Todos sabemos, en nuestras comunidades, en nuestras parroquias, en nuestros barrios, cuánto daño hacen a la Iglesia y son motivo de escándalo, las personas que se dicen muy católicas y van a menudo a la iglesia, pero después, en su vida cotidiana, descuidan a la familia, hablan mal de los demás, etc. Esto es lo que Jesús condena porque es un antitestimonio cristiano.

Continuando su exhortación, Jesús se centra sobre un aspecto más profundo y afirma: «Nada que entra de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre» (v. 15). De esta manera subraya el primado de la interioridad, es decir, el primado del «corazón»: no son las cosas exteriores las que nos hacen o no santos, sino que es el corazón el que expresa nuestras intenciones, nuestras elecciones y el deseo de hacerlo todo por amor de Dios. Las actitudes exteriores son la consecuencia de lo que hemos decidido en el corazón y no al revés: con actitudes exteriores, si el corazón no cambia, no somos verdaderos cristianos. La frontera entre el bien y el mal no está fuera de nosotros sino más bien dentro de nosotros. Podemos preguntarnos: ¿dónde está mi corazón? Jesús decía: «tu tesoro está donde está tu corazón». ¿Cuál es mi tesoro? ¿Es Jesús, es su doctrina? Entonces el corazón es bueno. O ¿el tesoro es otra cosa? Por lo tanto, es el corazón el que debe ser purificado y convertirse. Sin un corazón purificado, no se pueden tener manos verdaderamente limpias y labios que pronuncian palabras sinceras de amor —todo es doble, una doble vida—, labios que pronuncian palabras de misericordia, de perdón. Esto lo puede hacer sólo el corazón sincero y purificado.

Pidamos al Señor, por intercesión de la Virgen Santa, que nos dé un corazón puro, libre de toda hipocresía. Este es el adjetivo que Jesús da a los fariseos: «hipócritas», porque dicen una cosa y hacen otra. Un corazón libre de toda hipocresía, para que así seamos capaces de vivir según el espíritu de la ley y alcanzar su finalidad, que es el amor.

 

Papa Francisco. Angelus. 2 de septiembre de 2018.

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

En este domingo retomamos la lectura del Evangelio de Marcos. En el pasaje de hoy (cfr Marcos 7,1-8.14-15.21-23), Jesús afronta un tema importante para todos nosotros creyentes: la autenticidad de nuestra obediencia a la Palabra de Dios, contra toda contaminación mundana o formalismo legalista. El pasaje se abre con la objeción que los escribas y los fariseos dirigen a Jesús, acusando a sus discípulos de no seguir los preceptos rituales según las tradiciones. De esta manera, los interlocutores pretendían golpear la confiabilidad y la autoridad de Jesús como maestro porque decían: «Pero este maestro deja que los discípulos no cumplan las prescripciones de la tradición». Pero Jesús replica fuerte y replica diciendo: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según esta escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres”» (vv. 6-7). Así dice Jesús, ¡Palabras claras y fuertes! Hipócrita es, por así decir, uno de los adjetivos más fuertes que Jesús usa en el Evangelio y lo pronuncia dirigiéndose a los maestros de la religión: doctores de la ley, escribas... «Hipócrita», dice Jesús.

Jesús de hecho quiere sacudir a los escribas y los fariseos del error en el que han caído, ¿y cuál es este error? El de alterar la voluntad de Dios, descuidando sus mandamientos para cumplir las tradiciones humanas. La reacción de Jesús es severa porque es mucho lo que hay en juego: se trata de la verdad de la relación entre el hombre y Dios, de la autenticidad de la vida religiosa. El hipócrita es un mentiroso, no es auténtico.

También hoy el Señor nos invita a huir del peligro de dar más importancia a la forma que a la sustancia. Nos llama a reconocer, siempre de nuevo, eso que es el verdadero centro de la experiencia de fe, es decir el amor de Dios y el amor del prójimo, purificándola de la hipocresía del legalismo y del ritualismo. El mensaje del Evangelio hoy está reforzado también por la voz del apóstol Santiago, que nos dice en síntesis como debe ser la verdadera religión, y dice así: la verdadera religión es «visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo» (v. 27). «Visitar a los huérfanos y a las viudas» significa practicar la caridad hacia el prójimo a partir de las personas más necesitadas, más frágiles, más a los márgenes. Son las personas de las cuales Dios cuida de forma especial, y nos pide a nosotros hacer lo mismo. «No dejarse contaminar de este mundo» no quiere decir aislarse y cerrarse a la realidad. No. Tampoco aquí debe ser una actitud exterior sino interior, de sustancia: significa vigilar para que nuestra forma de pensar y de actuar no esté contaminada por la mentalidad mundana, o sea de la vanidad, la avaricia, la soberbia. En realidad, un hombre o una mujer que vive en la vanidad, en la avaricia, en la soberbia y al mismo tiempo cree que se hace ver como religiosa e incluso llega a condenar a los otros, es un hipócrita. Hagamos un examen de conciencia para ver cómo acogemos la Palabra de Dios. El domingo la escuchamos en la misa. Si la escuchamos de forma distraída o superficial, esta no nos servirá de mucho. Debemos, sin embargo, acoger la Palabra con mente y corazón abiertos, como un terreno bueno, de forma que sea asimilada y lleve fruto en la vida concreta. Así la Palabra misma nos purifica el corazón y las acciones y nuestra relación con Dios y con los otros es liberada de la hipocresía.

El ejemplo y la intercesión de la Virgen María nos ayuden a honrar siempre al Señor con el corazón, testimoniando nuestro amor por Él en las elecciones concretas por el bien de los hermanos.

 

Papa Francisco. Angelus. 29 de agosto de 2021

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de la Liturgia de hoy muestra a algunos escribas y fariseos asombrados por la actitud de Jesús. Están escandalizados porque sus discípulos comen sin antes realizar las tradicionales abluciones rituales. Piensan para sus adentros: “Esta forma de hacer es contraria a la práctica religiosa” (cf. Mc 7, 2-5).

También nosotros podríamos preguntarnos: ¿Por qué Jesús y sus discípulos descuidan estas tradiciones? Al fin y al cabo no son cosas malas, sino buenos hábitos rituales, simples abluciones antes de comer. ¿Por qué Jesús no le presta atención? Porque para Él es importante llevar de nuevo la fe a su centro. Este llevar de nuevo la fe a su centro lo vemos continuamente en el Evangelio. Y evitar un peligro, que vale tanto para esos escribas como para nosotros: el de observar las formalidades externas dejando en un segundo plano el corazón de la fe. Nosotros también muchas veces nos “maquillamos” el alma. La formalidad exterior y no el corazón de la fe: esto es un riesgo. Es el riesgo de una religiosidad de la apariencia: aparentar ser bueno por fuera, descuidando purificar el corazón. Siempre existe la tentación de “reducir nuestra relación con Dios” a alguna devoción externa, pero Jesús no está satisfecho con este culto. Jesús no quiere exterioridad, quiere una fe que llegue al corazón.

De hecho, inmediatamente después, llama otra vez a la multitud para decir una gran verdad: «Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda hacerlo impuro» (v. 15). En cambio, es «de dentro, del corazón» (v. 21) que salen las cosas malas. Estas palabras son revolucionarias, porque para la mentalidad de la época ciertos alimentos o contactos externos te hacían impuro. Jesús invierte la perspectiva: no daña lo que viene de fuera, sino lo que viene de dentro.

Queridos hermanos y hermanas, esto también nos concierne. A menudo pensamos que el mal proviene principalmente del exterior: del comportamiento de los demás, de quienes piensan mal de nosotros, de la sociedad. ¡Cuántas veces culpamos a los demás, a la sociedad, al mundo, de todo lo que nos pasa! Siempre es culpa de los “otros”: es culpa de la gente, de los que gobiernan, de la mala suerte, etcétera. Parece que los problemas vienen siempre de fuera. Y pasamos el tiempo repartiendo culpas; pero pasar el tiempo culpando a los demás es una pérdida de tiempo. Nos enojamos, nos amargamos y mantenemos a Dios fuera de nuestro corazón. Como esas personas del Evangelio, que se quejan, se escandalizan, discuten y no acogen a Jesús. No se puede ser verdaderamente religioso en la queja: la queja envenena, te conduce a la ira, al resentimiento y a la tristeza, la del corazón, que cierra las puertas a Dios.

Pidámosle hoy al Señor que nos libre de echar la culpa a los demás —como los niños: “¡Yo no he sido! Ha sido el otro, ha sido el otro…”—. Pidamos en la oración la gracia de no perder el tiempo contaminando el mundo con quejas, porque esto no es cristiano. Jesús nos invita a mirar la vida y el mundo desde nuestro corazón. Si nos miramos dentro, encontraremos casi todo lo que detestamos fuera. Y si le pedimos sinceramente a Dios que purifique nuestro corazón, comenzaremos a hacer el mundo más limpio. Porque hay una forma infalible de vencer el mal: empezar a vencerlo dentro de uno mismo. Los primeros Padres de la Iglesia, los monjes, cuando se les preguntaba: “¿Cuál es el camino de la santidad? ¿Cómo debo empezar?”, decían que el primer paso era acusarse a uno mismo: acúsate a ti mismo. La acusación de nosotros mismos. ¿Cuántos de nosotros, durante el día, en un momento del día o en un momento de la semana, somos capaces de acusarnos por dentro? “Sí, este me hizo esto, ese otro..., aquel una salvajada...”. ¿Y yo? Yo hago lo mismo, o lo hago así... Es una sabiduría: aprender a acusarse. Intentad hacerlo, os hará bien. Para mí es bueno, cuando consigo hacerlo, me hace bien, nos hará bien a todos.

Que la Virgen María, que cambió la historia con la pureza de su corazón, nos ayude a purificar el nuestro, superando en primer lugar el vicio de culpabilizar a los demás y de quejarse de todo.

 

Benedicto XVI. Angelus. 2 de septiembre de 2012.

Queridos hermanos y hermanas:

En la liturgia de la Palabra de este domingo destaca el tema de la Ley de Dios, de su mandamiento: un elemento esencial de la religión judía e incluso de la cristiana, donde encuentra su plenitud en el amor (cf. Rm 13, 10). La Ley de Dios es su Palabra que guía al hombre en el camino de la vida, lo libera de la esclavitud del egoísmo y lo introduce en la «tierra» de la verdadera libertad y de la vida. Por eso en la Biblia la Ley no se ve como un peso, como una limitación que oprime, sino como el don más precioso del Señor, el testimonio de su amor paterno, de su voluntad de estar cerca de su pueblo, de ser su Aliado y escribir con él una historia de amor.

El israelita piadoso reza así: «Tus decretos son mi delicia, no olvidaré tus palabras. (...) Guíame por la senda de tus mandatos, porque ella es mi gozo» (Sal 119, 16.35). En el Antiguo Testamento, es Moisés quien en nombre de Dios transmite la Ley al pueblo. Él, después del largo camino por el desierto, en el umbral de la tierra prometida, proclama: «Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os enseño para que, cumpliéndolos, viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar» (Dt 4, 1).

Y aquí está el problema: cuando el pueblo se establece en la tierra, y es depositario de la Ley, siente la tentación de poner su seguridad y su gozo en algo que ya no es la Palabra del Señor: en los bienes, en el poder, en otros «dioses» que en realidad son vanos, son ídolos.

Ciertamente, la Ley de Dios permanece, pero ya no es lo más importante, ya no es la regla de la vida; se convierte más bien en un revestimiento, en una cobertura, mientras que la vida sigue otros caminos, otras reglas, intereses a menudo egoístas, individuales y de grupo.

Así la religión pierde su auténtico significado, que es vivir en escucha de Dios para hacer su voluntad —que es la verdad de nuestro ser—, y así vivir bien, en la verdadera libertad, y se reduce a la práctica de costumbres secundarias, que satisfacen más bien la necesidad humana de sentirse bien con Dios. Y este es un riesgo grave para toda religión, que Jesús encontró en su tiempo, pero que se puede verificar, por desgracia, también en el cristianismo.

Por eso, las palabras de Jesús en el evangelio de hoy contra los escribas y los fariseos nos deben hacer pensar también a nosotros. Jesús hace suyas las palabras del profeta Isaías: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos» (Mc 7, 6-7; cf. Is 29, 13). Y luego concluye: «Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres» (Mc 7, 8).

También el apóstol Santiago, en su carta, pone en guardia contra el peligro de una falsa religiosidad. Escribe a los cristianos: «Poned en práctica la palabra y no os contentéis con oírla, engañándoos a vosotros mismos» (St 1, 22). Que la Virgen María, a la que nos dirigimos ahora en oración, nos ayude a escuchar con un corazón abierto y sincero la Palabra de Dios, para que oriente todos los días nuestros pensamientos, nuestras decisiones y nuestras acciones.

 

Catequesis. El Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo guía al Pueblo de Dios al encuentro con Jesús, nuestra esperanza. 6. “El Espíritu del Señor está sobre mí”. El Espíritu Santo en el Bautismo de Jesús

 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy reflexionamos sobre el Espíritu Santo que viene sobre Jesús en el bautismo del Jordán y de Él se difunde en su cuerpo que es la Iglesia. En el Evangelio de Marcos, la escena del bautismo de Jesús se describe así: «En aquellos días, Jesús vino de Nazaret de Galilea y fue bautizado en el Jordán por Juan. Y en seguida, mientras subía del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu descendía sobre él como paloma Y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado: en ti me he complacido» (Mc 1, 9-11).

¡Toda la Trinidad se dio cita, en ese momento, a orillas del Jordán! Está el Padre que se hace presente con su voz; está el Espíritu Santo que desciende sobre Jesús en forma de paloma y está aquel a quien el Padre proclama su Hijo amado, Jesús. Es un momento muy importante de la Revelación, es un momento importante de la historia de la salvación. Nos hará bien releer este pasaje del Evangelio.

¿Qué ha sucedido de tan importante en el bautismo de Jesús que ha llevado a todos los evangelistas a contarlo? La respuesta la encontramos en las palabras que Jesús pronuncia, poco tiempo después, en la sinagoga de Nazaret, con clara referencia al acontecimiento del Jordán: «El Espíritu del Señor está sobre mí; por eso me ha ungido» (Lc 4, 18).

En el Jordán, Dios Padre ha “ungido con el Espíritu Santo”, es decir, ha consagrado a Jesús como Rey, Profeta y Sacerdote. De hecho, con óleo perfumado eran ungidos en el Antiguo Testamento los reyes, los profetas y los sacerdotes. En el caso de Cristo, en lugar del aceite físico, está el aceite espiritual que es el Espíritu Santo, en lugar del símbolo está la realidad: está el Espíritu mismo que desciende sobre Jesús.

Jesús estaba lleno del Espíritu Santo desde el primer instante de su Encarnación. Pero esa era una “gracia personal”, incomunicable; ahora, en cambio, con esta unción, recibe la plenitud del don del Espíritu, pero por su misión que, como cabeza, comunicará a su cuerpo que es la Iglesia, y a cada uno de nosotros. Por eso la Iglesia es el nuevo “pueblo real, pueblo profético, pueblo sacerdotal”. El término hebreo «Mesías» y el correspondiente en griego «Cristo» — Christós —, ambos referidos a Jesús, significan «ungido»: ha sido ungido con el aceite de la alegría, ungido con el Espíritu Santo. Nuestro mismo nombre de "cristianos" será explicado por los Padres en el sentido literal: cristianos quiere decir “ungidos a imitación de Cristo”. [1]

Hay un Salmo de la Biblia que habla de un óleo perfumado, derramado sobre la cabeza del sumo sacerdote Aarón y que desciende hasta el borde de su manto (cf. 133, 2) Esta imagen poética del aceite que desciende, usada para describir la felicidad de vivir juntos como hermanos, se ha convertido en realidad espiritual y realidad mística en Cristo y en la Iglesia. Cristo es la cabeza, nuestro Sumo Sacerdote, el Espíritu Santo es el óleo perfumado y la Iglesia es el cuerpo de Cristo en el que se difunde.

Hemos visto por qué el Espíritu Santo, en la Biblia, es simbolizado por el viento y, de hecho, toma de él su mismo nombre, Ruah - viento. Vale la pena preguntarnos también por qué está simbolizado por el aceite, y qué lección práctica podemos extraer de este símbolo. En la Misa del Jueves Santo, consagrando el óleo llamado "Crisma", el obispo, refiriéndose a los que recibirán la unción en el Bautismo y en la Confirmación, dice así: "Esta unción los penetre y los santifique, para que, liberados de la corrupción nativa y consagrados templo de su gloria, difundan el perfume de una vida santa". Es una aplicación que se remonta a San Pablo, que escribe a los Corintios: «Pues nosotros somos para Dios el olor de Cristo» (2 Cor 2, 15). La unción nos perfuma, y también una persona que vive con alegría su unción perfuma a la Iglesia, perfuma a la comunidad, perfuma a la familia con este perfume espiritual.

Sabemos que, por desgracia, a veces los cristianos no difunden el perfume de Cristo, sino el mal olor de su pecado. Y no lo olvidemos nunca: el pecado nos aleja de Jesús, el pecado nos convierte en aceite malo. Y el diablo -no olvidéis esto- por lo general, el diablo entra por los bolsillos -tened cuidado. Y esto, sin embargo, no debe desviarnos del compromiso de realizar, en la medida de lo posible y cada uno en su entorno, esta vocación sublime de ser el buen olor de Cristo en el mundo. El perfume de Cristo emana de los «frutos del Espíritu», que son «amor, alegría, paz, magnanimidad, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí» (Ga 5, 22). Esto lo dijo Pablo, y qué bonito es encontrar una persona que tenga estas virtudes: una persona con amor, una persona alegre, una persona que crea la paz, una persona magnánima, no tacaña, una persona benévola que acoge a todos, una persona buena. Es bonito encontrar una persona buena, una persona fiel, una persona mansa, que no esté orgullosa… Si nos esforzamos por cultivar estos frutos y cuando encontremos a estas personas entonces, sin que nos demos cuenta, alguien sentirá a nuestro alrededor un poco de la fragancia del Espíritu de Cristo. Pidamos al Espíritu Santo que nos haga más conscientes ungidos, ungidos por Él.

________________________________________

[1] Cf. S. Cirilo de Jerusalén, Catequesis mistagógica, III, 1.

 

MISA DE NIÑOS. 23 T.O.

Monición de entrada.

Buenos días:

Los domingos venimos a misa no porque sea una obligación, sino porque tenemos derecho a que el sacerdote nos celebre la misa.

Y eso nos viene del bautismo.

En ese momento la Iglesia se obligó a que no nos faltase la enseñanza de Jesús, la misa y los sacramentos.

 

 Señor, ten piedad.

Por las veces que no estamos atentos a las lecturas de la misa. Señor, ten piedad.

Por las veces que nos despistamos. Cristo, ten piedad.

Por las veces que no somos buenos cristianos. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.

-Por el Papa Francisco, para que durante muchos años siga hablándonos de ti. Te lo pedimos Señor.

-Por la Iglesia, para que pueda hablar a todas las personas del Evangelio.  Te lo pedimos Señor.

-Por las personas que les cuesta aprender en la escuela, para que les ayudemos mucho. Te lo pedimos, Señor.

-Por nosotros, para que nos guste leer la Biblia y escuchar hablar de ella. Te lo pedimos, Señor.

 

 Acción de gracias.

Virgen María, te damos gracias porque a veces nos despiertas cuando nos despistamos, ayudándonos a estar atentos a lo que el sacerdote, acólitos y lectores hacen en misa.

 

ORACIÓN PARA EL CENTRE JUNIORS CORBERA.  DOMINGO 22 T. O.

EXPERIENCIA.

Sitúate en una posición que te permita orar.

Realiza el signo de la cruz.

Pídele a Jesús te envíe el Espíritu Santo para que este tiempo sea un tiempo de encuentro con la Palabra que da la vida y cambia tu forma de vivir y relacionarte con Dios, los demás, la naturaleza y tú mismo.

Mira este vídeo sin sonido.

https://www.youtube.com/watch?v=Iq9YLY-6Agk

¿Qué te sugieren las imágenes? Verbalízalo, construye un relato con palabras o bien piensa en una frase para cada una de las escenas.

¿Qué te transmite el vídeo?

Permanece en silencio. Pregúntaselo a Jesús. Permanece en silencio.

Vuelve a ver el vídeo, ahora con sonido.

¿Cuál es la frase que recuerdas en estos momentos?

Vuelve a mirarlo, parando el vídeo en la frase o la escena que has visto, piensa en ella. Háblale a Jesús, ora.

 

REFLEXIÓN.

Lee el evangelio de este domingo.

Lectura del santo evangelio según san Marcos 7, 1-8.14-15.21-23.

En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén; y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Pues los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas). Y los fariseos y los escribas le preguntaron:

-¿Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores y comen el pan con manos impuras?

Él les contestó:

-Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”. Dejáis de un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres”.

Llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo:

-Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.

Relaciona el texto con las palabras del vídeo.

Hay dos formas de ver la religión: la que acentúa lo externo, como son los ritos y los actos religiosos; y la que acentúa el interior del corazón, sin eliminar los ritos, gestos y celebraciones, porque somos cuerpo y al igual que en el amor necesitamos los abrazos y las miradas, en la fe necesitamos los ritos como son la señal de la cruz, el permanecer de rodillas, de pie o sentado en misa. Pero Dios no se queda en lo que hacemos, sino en el amor con que lo hacemos.

El vídeo fue publicado el 6 de abril de 2020, en pleno confinamiento, cuando las cifras de muertos e ingresados en las UCIs obligaron a las autoridades a decretar el estado de alarma y el confinamiento de la población. En aquellos momentos descubrimos no solo la profesionalidad del personal sanitario, sino la humanidad que nace del corazón. Eso es lo que les hizo ser grandes, el amor con que se enfrentaban a la muerte de quienes no podían salvar, sino solo acompañar en la soledad de la UCI.

Lee el texto de nuevo, o el párrafo que más te ha alcanzado.

¿Cuándo actúas como un fariseo? ¿Cuándo miras el corazón de la persona intentando comprender lo que hace? ¿Te dejas llevar por el hacer o por el ser, el corazón?

 

COMPROMISO.

Esta semana intenta acallar al fariseo que todos tenemos dentro, comprendiendo los defectos de quienes encuentras en las calles de tu vida, valorando y tratando de imitar a quienes transmiten en sus gestos y palabras amor.

 

CELEBRACIÓN.

 Permanece en silencio, recordando situaciones en las que te has dejado llevar por el fariseo, reprochando a los demás acciones, no por amor, sino por sentirte superior.