Lectura del libro de Josué 24,
1-2a.15-17.18b.
En aquellos días, Josué reunió todas las tribus de Israel en
Siquén y llamó a los ancianos de Israel, a los jefes, a los jueces y a los
magistrados. Y se presentaron ante Dios. Josué dijo a todo el pueblo:
-Si os resulta duro servir al Señor, elegid hoy a quien queréis
servir: si a los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del
Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitáis; que yo y mi casa
serviremos al Señor”.
El pueblo respondió:
-¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros
dioses! Porque el Señor nuestro Dios es quien nos sacó, a nosotros y a nuestros
padres, de Egipto, de la casa de la esclavitud; y quien hizo ante nuestros ojos
aquellos grandes prodigios y nos guardó en todo nuestro peregrinar y entre
todos los pueblos por los que atravesamos. También nosotros serviremos al
Señor, ¡porque él es nuestro Dios!
Textos
paralelos.
Nos hizo subir, a nosotros y a nuestros
padres, de la tierra de Egipto.
Ex 13, 3: Y Moisés dijo al
pueblo: Acuérdate siempre de este día, en que habéis salido de Egipto, de la
esclavitud, cuando con mano fuerte os sacó de allí el Señor.
Dt 5, 6: El Señor dijo: Yo soy
el Señor, tu Dios. Yo te saqué de Egipto, de la esclavitud.
Notas
exegéticas.
24 Tres partes: 1º, Josué propone a
la fe de los asistentes las intervenciones de Yahvé en favor de Israel, vv.
2-13; ver las confesiones de fe del Dt 6, 1-24 y 26, 5-9; 2ª, la asamblea se
pronuncia por Yahvé y contra los dioses extranjeros, vv. 14-24; 3ª, se concluye
la alianza y se pone su ley por escrito, vv. 25-28. – Este capítulo se añadió
durante o después del destierro, pero la tradición que representa es antigua.
La fe en Yahvé, traída por el grupo que dirige Josué, es propuesta por él a
otros grupos que no han oído hablar de ella todavía. Estos no han estado en
Egipto y no se han beneficiado de los prodigios del Éxodo ni de la revelación
del Sinaí; sin embargo, no son cananeos y tienen un origen común con el grupo
de Josué: se trata de las tribus del norte, que con este pacto aceptan la fe en
Yahvé y llegan así a formar parte del pueblo de Dios.
24 1 Ver 8, 30-35. Siquén era, por
su posición central, un lugar apto para la reunión de las tribus, ver también 1
R 12, y, por su pasado, un escenario predestinado para la conclusión de este
pacto religioso: allí había levantado Abrahán un altar, Gn 12, 6-7, allí había
adquirido Jacob derechos, Gn 33, 18-20, y escondido los ídolos traídos de
Mesopotamia, Gn 35, 2-4.
Salmo
responsorial
Salmo 33, 2.3.16-23.
Gustad
y ved qué bueno es el Señor. R/.
Bendigo
al Señor en todo momento,
su
alabanza está siempre en mi boca;
mi
alma se gloría en el Señor:
que
los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
Los
ojos del Señor miran a los justos,
sus
oídos escuchan sus gritos;
pero
el Señor se enfrenta con los malhechores,
para
borrar de la tierra su memoria. R/.
Cuando
uno grita, el Señor lo escucha
y
lo libra de sus angustias;
el
Señor está cerca de los atribulados,
salva
a los abatidos. R/.
Aunque
el justo sufra muchos males,
de
todos los libra el Señor;
él
cuida de todos sus huesos,
y
ni uno solo se quebrará. R/.
La
maldad da muerte al malvado,
los
que odian al justo serán castigados.
El
Señor redime a sus siervos,
no
será castigado quien se acoge a él. R/.
Textos paralelos.
Yahvé está cerca de los
desanimados.
Sal 51, 19: Para Dios
sacrificio es un espíritu quebrantado, un corazón quebrantado y triturado, tú,
Dios, no lo desprecias.
Mt 11, 29-30: Cargad con mi
yugo y aprended de mí, que soy tolerante y humilde, y os sentiréis aliviados.
Pues mi yugo es blando y mi carga es liviana.
Cuida de todos sus
huesos, ni uno solo se romperá.
Jn 19, 36: Esto sucedió de modo que se
cumpliera la Escritura: No le quebrarán ni un hueso.
Notas
exegéticas.
34 Salmo penitencial “alfabético”,
ver Pr 31, 10 (pero el orden de las estrofas está alterado): acción de gracias,
vv. 2-11, e instrucción, en el sentido de los Proverbios, sobre la suerte de
los justos y de los malvados, vv. 12-23.
Segunda
lectura.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 5, 21-32.
Hermanos:
Sed sumisos unos a otros en el temor de Cristo; las mujeres, a sus
maridos, como el Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es
cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Como la Iglesia se
somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a
vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia: él se entregó a sí mismo por
ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para
presentársela gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e
inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos
suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado
su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia,
porque somos miembros de su cuerpo. “Por eso dejará el hombre a su padre y a su
madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”. Es este un gran
misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
Textos
paralelos.
Las mujeres a sus maridos, como el Señor.
Col 3, 18: Mujeres, someteos a
los maridos, como pide el Señor.
1 P 3, 1-6: Lo mismo vosotras,
mujeres, someteos a vuestros maridos, de modo que, aunque algunos no crean el
mensaje, por la conducta de sus mujeres, aun sin palabras, queden ganados al
observar vuestro proceder casto y respetuoso. No consista vuestro adorno en lo
exterior: cabellos trenzados, joyas de oro, trajes elegantes; sino en lo íntimo
y oculto: en la modestia y serenidad de ánimo incorruptible. Eso es lo que
estima grandemente Dios. Así se adornaban en otros tiempos las santas mujeres
que esperaban en Dios y se sometían a sus maridos. Como Sara, que obedecía a
Abrahán llamándolo señor. Obrando bien y no cediendo a ninguna intimidación, os
hacéis hijas de ella.
Como Cristo es cabeza de
la Iglesia.
1 Co 11, 3: Pero quiero que
comprendáis que el Mesías es cabeza de todo varón, el varón es cabeza de la
mujer y Dios es cabeza del Mesías.
Ef 1, 22-23: Todo lo ha
sometido bajo sus pies, lo ha nombrado cabeza suprema de la Iglesia, que es su
cuerpo y se llena del que llena de todo a todos.
Maridos, amad a vuestras
mujeres.
Col 3, 19: Maridos, amad a
vuestras mujeres y no las irritéis.
1 P 3, 7: Lo mismo vosotros,
maridos, que convivís con ellas, tened consideración en conciencia con la
condición más delicada de las mujeres, y estimadlas como coherederas de la
gracia de la vida. Así no estorbaréis vuestras oraciones.
Ef 5, 2: Proceded con amor,
como Cristo os amó hasta entregarse por vosotros a Dios como ofrenda y
sacrificio de aroma agradable.
Tt 2,14: Él se entregó por
nosotros, para rescatarnos de toda iniquidad, para adquirir un pueblo
purificado, dedicado a las buenas obras.
Ef 3, 5-7: En generaciones
pasadas no se dio a conocer a los hombres; ahora en cambio se ha revelado a sus
santos apóstoles y profetas inspirados. Consiste en esto: que por medio de la
buena noticia los paganos comparten la herencia y las promesas de Jesucristo, y
son miembros del mismo cuerpo. Y yo soy su ministro por dond e la gracia de
Dios, otorgada según la eficacia de su poder.
Presentársela
resplandeciente a sí mismo.
Rm 6, 4: Por el bautismo nos
sepultamos con él en la muerte, para vivir una vida nueva, lo mismo que Cristo
resucitó de la muerte por la acción gloriosa del Padre.
Ez 16, 9: Te bañé, te limpié la
sangre y te ungí con aceite.
Col 1, 22: Ahora, en cambio,
por medio de la muerte de su cuerpo de carne, os han reconciliado y os han
presentado ante él: santos, intachables, irreprochables.
2 Co 11, 7: Nuestra esperanza
acerca de vosotros es firme, pues sabemos que como compartís nuestros
sufrimientos, así compartiréis nuestro consuelo.
Santa e inmaculada.
Ap 19, 7-8: Hagamos fiesta
alegre dándole gloria, porque ha llegado la boda del Cordero y la novia está
preparada. La han vestido de lino puro resplandeciente (el lino de las obras
buenas de los santos).
Ap 21, 2: Vi la ciudad santa,
la nueva Jerusalén, bajando del cielo, de Dios, preparada como novia que se
arregla para el novio.
Ap 21, 9-11: Se acercó uno de
los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las últimas plagas y me
habló así: Ven que te enseñe la novia, la esposa del Cordero. Me trasladó en
éxtasis a una montaña grande y elevada y me mostró la ciudad santa, Jerusalén,
que bajaba del cielo, de Dios, resplandeciente con la gloria de Dios. Brillaba
como piedra preciosa, como jaspe cristalino.
Pues somos miembros de su
cuerpo.
1 Co 12, 12: Como el cuerpo,
siendo uno, tiene muchos miembros, y los miembros, siendo muchos , forman un
solo cuerpo así es Cristo.
Por eso dejará el hombre
a su padre.
Gn 2, 24: Por eso un hombre
abandona padre y madre, se junta a su mujer y se hacen una sola carne.
Mt 19, 5: Y dijo: por eso
abandona un hombre a sus padres, se junta a su mujer y los dos se hacen una
sola carne.
1 Co 6, 16: O ¿no sabéis que
quien se une a una prostituta se hace un cuerpo con ella? Pues se dice que
formarán los dos una sola carne.
Lo digo respecto a Cristo
y la Iglesia.
Rm 16, 25: Al que puede
confirmarnos según la buena noticia y la proclamación de Jesús como Mesías,
según el secreto callado durante siglos.
Notas
exegéticas.
5 21 Efesios retoma la exhortación
de Col 3 sobre las nuevas relaciones interpersonales, pero introduce en ella un
desarrollo característico sobre la unión de Cristo y de la Iglesia que confiere
al capítulo una dimensión totalmente nueva,
5 23 Los vv. 23-32 establecen un
paralelo entre el matrimonio humano y la unión de Cristo con la Iglesia. Los
dos términos de comparación se aclaran mutuamente: a Cristo se le puede llamar
esposo de la Iglesia, porque es su cabeza y la ama como a su propio cuerpo,
como sucede entre marido y mujer. Una vez expuesta esta comparación, ofrece de
rechazo un modelo ideal del matrimonio humano. El simbolismo empleado hunde sus
raíces en el AT, donde Israel aparece con frecuencia como esposa de Yahvé, Os
1, 2.
5 26 El bautismo exige, para su
plenitud, el acompañamiento de la proclamación de la palabra, concretada en la
evangelización del ministro y la profesión de fe del bautizado.
5 27 Según las costumbres del
antiguo Oriente, la novia, después de bañada y adornada, era presentada a su
prometido por los invitados a la boda. En el caso místico de la Iglesia, Cristo
es quien lava a su prometida de toda mancha con el barro del bautismo (nótese
la mención expresa de una fórmula bautismal) para presentársela a sí mismo, ver
2 Cor 11, 2.
5 30 Adicción (Vulgata): “de su
carne y de sus huesos”.
5 32 En el texto del Génesis, el
autor descubre una prefiguración profética de la unión de Cristo y de la
Iglesia, “misterio” largo tiempo oculto, y ahora manifestado, al igual que el
“misterio” de la salvación de los gentiles.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 6, 60-69.
En aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús dijeron:
-Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?
Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban les dijo:
-¿Esto os escandaliza? ¿y si vierais al Hijo del hombre subir
adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada.
Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de
entre vosotros que no creen.
Pues Jesús sabía desde el principio quienes no creían y quién lo
iba a entregar. Y dijo: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el
Padre no se lo concede”.
Desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no
volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce:
-¿También vosotros queréis marcharos?
Simón Pedro le contestó:
-Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida
eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.
Textos
paralelos.
Es duro este lenguaje.
Jn 3, 11: Te lo aseguro:
hablamos de lo que sabemos, atestiguamos lo que hemos visto, y no aceptáis
nuestro testimonio.
Jn 1, 48: Le pregunta Natanael:
¿De qué me conoces? Jesús le contestó: Antes de que te llamara Felipe, te vi
bajo la higuera.
Cuando veáis al Hijo del
hombre.
Mt 8, 20: Le contestó: Las
zorras tienen madrigueras, los pájaros tienen nidos, pero este Hombre no tiene
donde recostar la cabeza.
Jn 12, 32: Cuando yo sea
elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.
El espíritu es el que da
vida.
Jn 20, 27: Después dice al
discípulo: Ahí tienes a tu madre. Desde aquel momento el discípulo la llevó a
su casa.
1 Co 15, 45: Así está escrito:
el primer hombre, Adán, se convirtió en un ser vivo, el último Adán se hizo un
espíritu que da vida.
2 Co 3, 6: Que nos capacitó
para administrar una alianza nueva: no de puras letras, sino de Espíritu;
porque la letra mata, el Espíritu da vida.
Jn 3, 11: Te lo aseguro:
hablamos de lo que sabemos, atestiguamos lo que hemos visto, y no aceptáis
nuestro testimonio.
Jn 12, 49-50: Porque yo no
hablé por mi cuenta; el Padre que me envió me encarga lo que he de decir y
hablar. Y sé que su encargo es vida eterna. Lo que digo lo digo como me lo ha
dicho el Padre.
Hay entre vosotros
algunos que no creen.
Jn 1, 48: Le pregunta Natanael:
¿De qué em conoces? Jesús le contestó: Antes de que te llamara Felipe, te vi
bajo la higuera.
Por eso os he dicho que
nadie puede venir a mí.
Jn 6, 44: Nadie puede acudir a
mí si no lo arrastra el Padre que me envió; y yo lo resucitaré el último día.
Jesús dijo entonces.
// Mt 16, 16 p
Mt 16, 15-16 |
Mc 8, 29 |
Lc 9, 20 |
Jn 6, 67-69 |
Les dice: -Y vosotros, ¿quién decís que
soy yo? Respondió Simó Pedro: Tú eres el Mesías, el Hijo de
Dios vivo. |
Él les preguntó a ellos: -Y vosotros, ¿quién decís que
soy yo? Respondió Pedro: -Tú eres el Mesías. |
Les preguntó: -Y vosotros, ¿quién decís que
soy yo? Respondió Pedro: -Tú eres el Mesías de Dios. |
Así que Jesús dijo a los
doce: -¿También vosotros queréis
marcharos? Le contestó Simón Pedro: -Señor, ¿a quién vamos a
acudir? Tú dices palabras de vida eterna. Nosotros hemos creído y reconocemos
que tú eres el Consagrado de Dios. |
Tú tienes palabras de
vida eterna.
Dt 8, 3: Él te afligió,
haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná – que tú no conocías
ni conocieron tus padres – para enseñarte que el hombre no vie solo de pan,
sino de todo lo que sale de la boca de Dios.
Hch 7, 38: Este es el que en la
asamblea, en el desierto, trataba con el ángel que le había hablado en el monte
Sinaí a él y a nuestros padres; el que recibió palabras de vida para
comunicárnoslas.
Hch 3, 14: Vosotros
rechazasteis al santo e inocente, pedisteis que os indultasen a un homicida.
Yo os he elegido.
Jn 13, 18: No hablo de todos
vosotros, pues sé a quienes he escogido. Pero se ha de cumplir aquello de la
Escritura: El que compartía mi pan me ha echado la zancadilla.
Hablaba de Judas.
Jn 13, 2: Durante la cena,
cuando el diablo había sugerido a Judas Iscariote que lo entregara.
Jn 13, 27: Detrás del bocado
entró en él Satanás. Jesús le dice: Lo que has de hacer hazlo pronto.
Notas exegéticas Biblia de Jerusalén
6 60 Aquí se reanuda el diálogo
sobre Jesús-Sabiduría interrumpido por la inserción de la sección propiamente
eucarística. El escándalo de los discípulos obedece a que Jesús ha afirmado
haber bajado del cielo. Jesús responde anunciando su ascensión, que probará su
verdadero origen.
6 62 Frase inacabada. Al mismo
tiempo que constituye el escándalo supremo, la cruz aparece a los ojos de la
fe, como la vuelta del Hijo en la gloria que era suya antes de la creación.
Así, las palabras pronunciadas previamente adquirirán todo su sentido a la luz
de la glorificación de Jesús y del don del Espíritu que deriva de ella. A
través de la condición terrena de Jesús y de su cruz es necesario discernir su
gloria y reconocer la verdad y el poder de sus palabras y de sus gestos. Si los
vv. 51-58 forman parte íntegra del discurso se entenderá que es necesario haber
descubierto la gloria de Jesús para reconocer el poder de la vida de la
eucaristía.
6 63 (a) Al oponer carne y espíritu, Jn
no está distinguiendo dos partes de la persona, sino que describe dos formas de
vivir. La carne es el ser humano entregado a sí mismo y a los límites de sus
posibilidades: no puede por sí mismo percibir el sentido profundo de las
palabras y de los signos de Jesús, ni creer. El espíritu es el poder de vida
que ilumina al hombre, le abre os ojos y le permite discernir la Palabra que se
expresa en Jesús.
6 63 (b) Las palabras de Jesús respecto
del pan celestial manifiestan una realidad divina que solo el Espíritu puede
hacernos comprender y que es fuente de vida para el hombre.
6 64 Anuncio de la traición de
Judas. En Jn Jesús preside su propia Pasión, conoce su Hora y la precede.
6 69 Es decir: el enviado y elegido
de Dios, consagrado y unido a él de modo eminente, el Mesías. Variante: “tú
eres el Cristo, el Hijo de Dios”, o “el Hijo de Dios vivo”.
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión
crítica.
60 El comentario de los oyentes
suena así literalmente: dura es la palabra esta, quién puede a ella oír.
61 EN SU INTERIOR: lit. en sí
mismo, es decir, sin que nadie le informara; o: al tener conciencia de
que… En los vs. siguientes Jesús no retracta nada de lo que ha dicho, pero
explica: él se dará en alimento y bebida, aunque en la forma de existencia
propia de su dimensión divino-humana de resucitado.
62 Falta la apódosis[1]. La frase completa podría ser: “Si descubrierais la gloria del Hijo, si
entendierais que se trata de la carne glorificada del Hijo, ¿qué
pensaríais?, o “… ¿qué dificultad habría?”.
63 Recordemos que la tradición
judía pensaba que el alimento que Moisés trajo del cielo era la Ley, más bien
que el maná (cf. Pr 9, 4-6 y Sal 119). La Eucaristía recibida con fe – que,
gracias al Espíritu de Jesús nos hace captar las realidades “espirituales”, no
como la “carne” (el conocimiento meramente natural) – nos hace compartir la
vida del Hijo. Las palabras de este, “como él mismo dice por san Juan, son
espíritu y vida. Las cuales sienten las almas que tienen oídos para oírlas,
que, como digo, son las almas limpias y enamoradas; que las que no tienen el
paladar sano, sino que gustan de otras cosas, no pueden gustar el espíritu y
vida de ellas, antes les hace sinsabor. Y por eso, cuanto más altas palabras
decía el Hijo de Dios, tanto más algunos se desabrían por su impureza, como fue
cuando predicó aquella tan sabrosa y amorosa doctrina de la Sagrada Eucaristía,
que muchos de ellos volvieron atrás” (san Juan de la Cruz). No hay
contradicción con el realismo de los vs. 51-58, ya que precisamente las palabras
de Cristo son las que transforman el pan eucarístico en su carne glorificada:
“En la consagración actúan las palabras mismas del Señor y Salvador; pues el
sacramento que recibes (en la eucaristía) se hace por la palabra de Cristo”
(san Ambrosio).
66 DESDE ENTONCES: o por
aquello. // ATRÁS: lit. a lo de atrás, a la vida de antes.
69 ¿A QUIÉN VAMOS A IR? “¡Pobres
nosotros! ¿Y dónde iremos, o qué buscaremos fuera de Cristo? ¿Podremos hallar
quizá otro tal Señor, otro tan dulce compañero y amigo para trabajos y
descansos? ¿Dónde otro que sea tan manso en perdonar, tan hermoso para mirar,
tan sabio para aconsejar, tan bueno para amar? ¿Adónde otro que muera por mí
con tantos dolores y amores y que esté ahora con voluntad de tornar a morir, si
yo hubiese menester otra muerte? ¡Oh cuan verdad dijo san Pedro: ¿A dónde
iremos, tú tienes palabras de vida eterna?” (san Juan de Ávila). San Ignacio de
Antioquía dijo lo mismo con más brevedad: “¿Cómo podríamos vivir sin Él?” (A
los Magnesios, 9, 2). // Y POR ESO: Los verbos griegos, en tiempo
gramatical de perfecto, vienen a decir: “Nosotros estamos en posesión de
la fe de que tú eres….”. Creer y saber, fe y conocimiento, van
unidos, casi son idénticos. Juan suele anteponer la fe al conocimiento; la fe
es condición para poseer la vida (v. 47), y la vida eterna es “conocimiento”
(17, 3). Lo dice frecuentemente san Agustín: “Entender es premio de la fe; por
consiguiente, no busques entender para luego creer, sino cree para que
entiendas”, “creyendo te haces capaz de entender”; “creemos para conocer, no
conocemos para creer”; “el hombre, si no va por delante la fe no podrá seguir
una vida buena”; “sin fe, ningún mortal fue justo, ni lo es, ni lo podrá ser
nunca”, etc. Por su parte, Benedicto XVI escribió: “El creer no suprime el
pensar, y tampoco necesita poner entre paréntesis la experiencia de nuestro
tiempo. Por el contrario, solamente la fe da al pensamiento su apertura y su
significado a la experiencia”. // EL SANTO DE DIOS: cf. Hch 3, 14.
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé.
6, 63 la razón humana puede hacer
muchas cosas, pero no puede penetrar y acoger la revelación de Dios sin fe
suficiente. La intervención del Espíritu Santo es necesaria para aceptar los
misterios de la fe, y es el mismo Espíritu Santo el que hace fructífera nuestra
oración. Cat. 1769, 2766.
6, 66 Cabe recalcar cómo Cristo, aquí y
a través de su discurso, no intentó reformular sus palabras para clarificar
cualquier malentendido. Esto indica que no estaba hablando metafóricamente; se
refería a su cuerpo y sangre como comida y bebida reales. También sería
inequívoco al instituir el sacramento de la Eucaristía en la Última Cena. Cat.
1339.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
439 Numerosos judíos e incluso
ciertos paganos que compartían su esperanza reconocieron en Jesús los rasgos
fundamentales del mesiánico “hijo de David” prometido por Dios a Israel. Jesús
aceptó el título de Mesías al cual tenía derecho, pero no sin reservas porque
una parte de sus contemporáneos lo comprendían según una concepción demasiado
humana, esencialmente política.
440 Jesús acogió la confesión de fe
de Pedro, que le reconocía como el Mesías anunciándole la próxima pasión del
Hijo del Hombre. Reveló el auténtico contenido de su realeza mesiánica en la
identidad trascendente del Hijo del hombre “que ha bajado del cielo” (Jn 3, 13;
6, 62).
1336 El primer anuncio de la
Eucaristía dividió a los discípulos, igual que el anuncio de la pasión los
escandalizó: “Es duro este lenguaje, ¿quién puede escucharlo?” (Jn 6, 60). La
Eucaristía y la cruz son piedras de escándalo. Es el mismo misterio y no cesa
de ser ocasión de división. “¿También vosotros queréis marcharos?” (Jn 6, 67):
esta pregunta del Señor resuena a través de las edades, como invitación de su
amor a descubrir que solo Él tiene “palabras de vida eterna” (Jn 6, 68), y que
acoger en la fe el don de su Eucaristía es acogerlo a Él mismo.
2766 Jesús no solo nos enseña las
palabras de la oración filial, sino que nos da también el Espíritu por el que
estas se hacen en nosotros “espíritu […] y vida” (Jn 6, 63).
Concilio
Vaticano II
Dios llama a los hombres a servirle en espíritu y en verdad. Por ello,
quedan vinculados por su conciencia, pero no coaccionados. Pues Dios tiene en
cuenta la dignidad de la persona humana, creada por Él, que debe guiarse por su
propio criterio y disfrutar de libertad. Esto se hizo patente, sobre todo, en
Cristo Jesús, en el que Dios mismo se manifestó a sí mismo y descubrió sus
caminos. En efecto, Cristo, que es nuestro Maestro y Señor manso y humilde de
corazón, atrajo e invitó pacientemente a sus discípulos. Apoyó y confirmó su
predicación con milagros para suscitar y comprobar la fe de los oyentes, no
para ejercer coacción en ellos.
Declaración Dignitatis humanae, 11.
Comentarios de los Santos Padres.
Si los discípulos juzgaron tan duras estas palabras, ¿qué juzgarían de
ella sus enemigos? Sin embargo, era necesario que se expresara de tal modo que
no lo entendieran todos. Los secretos de Dios deben excitar nuestra atención,
no nuestra aversión… no dieron crédito al que decía algo inmenso ni al que
ocultaba gracias inefables en sus palabras. Ellos las entendieron a su manera,
por cierto muy humana, a saber: Que Jesús quería o que Jesús disponía a quien
creyese en Él la carne de la que el Verbo estaba revestido, hecha pedazos.
Agustín, Tratados sobre el Ev. de Juan, 27, 2. IV, pg. 340.
El Verbo debe ser considerado como necesario para tener la vida, y debe
ser devorado con el oído y rumiado con la mente y digerido con la fe.
Tertuliano, Sobre la resurrección de los muertos, 37, 1-3. IV, pg.
341.
Se dice, pues, que la carne no sirve para nada…, es decir, la carne sola;
pero júntese el espíritu con la carne, como se junta la caridad con la ciencia
y entonces vale muchísimo. Porque, si la carne no vale para nada, el Verbo no
se hubiese hecho carne para vivir con nosotros.
Agustín, Tratados sobre el Ev. de Juan, 27, 5. IV, pg. 341.
Vuelen cuanto quieran, a cualquier viento de tentaciones, las pajas de la
fe inestable tanto más limpio será depositado el montón de trigo en los
graneros del Señor. ¿Acaso algunos discípulos no se apartaron, escandalizados,
del Señor? […] Tiene poca importancia que algunos, Figelo, Hermógenes, Fileto e
Himeneo, hayan abandonado a su Apóstol: el mismo que entregó a Cristo fue uno
de los apóstoles. ¿Nos vamos a admirar de que sus iglesias sean abandonadas por
algunos, cuando todas esas cosas que padecemos a ejemplo de Cristo mismo
demuestran que somos cristianos.
Tertuliano, Prescripción contra los herejes, 3, 9-13. IV, pg. 343.
No les dijo “marchaos”, expresión propia de quien despacha, sino que les
preguntó: “¿También vosotros queréis marcharos?”, frase propia de quien elude
toda violencia y obligación, de quien no desea unirse a alguien con algún
procedimiento vergonzoso, sino con gratitud.
Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev. de Juan, 47, 3. IV, pg.
344.
En verdad, es propio de la piedad el no obligar, sino el persuadir, como
hemos dicho. El Señor mismo, no emplea la fuerza, sino que, dando libertad,
decía a todos: “Si alguno quiere venir en pos de mí”; y en particular a los
discípulos: “¿También vosotros queréis marcharos?”.
Atanasio, Historia de los arrianos, 8, 6. IV, pg. 344.
“Tú tienes palabras de vida eterna”. No duras, como dicen ellos, sino las
que levantan a lo más excelso de todo, es decir, a la vida inalcanzable,
eterna, limpia de toda corrupción. Gracias a esas palabras, tenemos más plena
evidencia de que necesitamos sentarnos delante del único Maestro, Cristo,
trabajar con Él ininterrumpidamente y sin trabas y tomarlo por nuestro guía,
pues Él sabe bien conducir a la vida sin límites. Así, efectivamente, así es
como también seremos elevados al cielo.
Cirilo de Alejandría. Comentario al Ev. de Juan, 4, 4. IV, pg.
344.
San Agustín
Cómete la vida, bébete la vida;
tú tendrás vida sin mengua de la Vida. Entonces será esto, es decir, el cuerpo
y la sangre de Cristo será vida para cada uno, cuando se coma espiritualmente
lo que en este sacramento se toma visiblemente, y se beba espiritualmente lo
que significa. Porque se lo hemos oído decir al Señor: El Espíritu es el que
da vida, la carne no aprovecha anda. Las palabras que yo os he hablado son
espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros, dice, algunos que no creen (Jn
6, 64-65). Eran los que decían: ¡Cuán duras palabras son estas!, ¿quién las
puede aguantar? (Jn 6, 62). Duras, sí, más para los duros; es decir, son
increíbles, más para los incrédulos.
Sermón 131, 1. II, pg. 1174.
San Juan de Ávila
No seáis ciega, esposa de Cristo, ni desagradecida.
La estima en que Dios os tiene, no es por vuestro linaje, mas por ser
cristiana; no por nacer en la sala entoldada, mas por tornar a nacer en el
santo baptismo. El primer nacimiento es de deshonra; el segundo de honra. El
primero de vileza; el segundo, de nobleza. El primero de pecado; el segundo, de
justificación de pecados. El primero de carne que mata; el segundo, de espíritu
que aviva (cf. Jn 6, 63). Por el primero somos hijos de hombres; por el segundo,
hijos de Dios.
Audi, filia (II). I, pg. 753.
El primer nacimiento es deshonra, el segundo es
honra. El primero, de desnobleza; el segundo, de nobleza. El primero, de
pecado; el segundo de justificación de pecados. El primero, de carne
que mata (cf. Jn 6, 64); el segundo, de espíritu que aviva.
Audi, filia (I). I, pg. 511.
¿Dónde iremos, dijo San Pedro a Cristo, que
palabras de vida eterna tienes? (Jn 6, 68). ¿Dónde iremos, que fuente de vida
tienes, y tú solo la tienes? ¿Dónde iremos, alegre luz, sin la cual hay
tinieblas? ¿Dónde, pan vivo, sin el cual hay hambre mortal? ¿Dónde, firmísimo
amparo, sin el cual la seguridad es peligro? En fin, ¿dónde irá la oveja,
estando en toda parte cercada de lobos, si el pastor la desabriga y alanza de
sí?
Audi, filia (II). I, pg. 659.
¿Dónde iremos, dijo San Pedro a Cristo, que
palabras de vida tenéis? (Jn 6, 69). ¿Dónde iremos, Señor, que fuente de
vida tienes, y tú solo la tienes?
Audi, filia (I). I, pg. 440.
Las palabras de Dios son de sapientísimo, y no las
puede nadie estimar; sino, aquel que las pone por obra: que las oye para guardarlas.
Que también había en aquel tiempo, cuando Cristo predicaba, quien dijese: “Muy
estrecho nos pone el camino del cielo: durus est hic sermo (Jn 6, 61)”.
Dijeron los judíos a Cristo (San Juan lo cuenta).
Lecciones sobre 1 San Juan (I). II, pg. 182.
Dice San Pablo: Caro non prodest quidquim,
spiritus est qui vivificat (Jn 6, 64). – “Sí, pero los mandamientos de Dios
tienen cuerpo y ánima como nosotros”. El hombre que no tiene ánima muerto está.
¿Qué vale? – Nada. – Dice Hugo de Santo Victo: Anima mea, vita tua, amor tuus (Toda
mi vida es tu vida y tu amor). El ánima que no tiene amor, puesto caso que
tenga la substancia de los mandamientos, que los haga: como le falte el amor,
no cumple en intención con que Dios lo mandó. Muerta está: que aunque tiene el
cuerpo de los mandamientos, no el espíritu que da vida.
Lecciones sobre 1 San Juan (I). II, pg. 161.
Lo principal de la nueva ley es el amor: que la
gracia del Espíritu Santo infundida en el corazón del cristiano, el fructo que
hace es que procede en amor. Aquello es lo que Dios infunde en el ánima. […] Y
en otra parte dice el mesmo Apóstol: Caro non prodet quidquam: Spiritus est qui
vivificat (Jn 6, 64).
Lecciones sobre 1 San Juan (I). II, pg. 333.
Porque algunos podrían cumplir el cuerpo
de
los mandamientos, sin tener el alma de ellos, que es la caridad, o
amor de Dios o del prójimo: lo cual todo no aprovecha, quia
caro non prodest quid quam (Jn 6, 64). Dice San Juan de qué manera ha de ser
este cumplimiento de los mandamientos de Dios para que se diga conocer
a
Dios. Y es, estando en caridad perfecta.
Lecciones sobre 1 San Juan (II). II, pg. 366.
Gente grosera y tosca, sin fe y sin prudencias; que
ya que ellos se engañaban en la manera del entender, preguntáranle al Señor, y
dijérales que no entendía Él que habían de comer su carne sagrada así a bocados
y a tajadas como la carne de un animal, que la cortan en la carnicería. Fueronse
del Señor, porque les parecía que esta doctrina era dura (Jn 6, 61), ¡y
éranlo ellos! Porque San Pedro, como tenía lumbre del Señor, siendo preguntados
los apóstoles por el mismo Señor: ¿Y vosotros queréis también iros como éstos? , respondió: ¿A
quién iremos, que tienes palabras de vida eterna? (cf. Jn 6, 68). Tanto va en la
disposición de quien recibe la doctrina, que por una misma palabra uno huye de
quien la enseña, y otro se llega más; y esta palabra de este divino pan es de
tan alto misterio, que sin lumbre del Espíritu Santo no se puede creer. que por
eta dijo el Señor: Ninguno puede venir a mí si mi Padre no le
trujere (Jn 6, 55). Enseñó el celestial Padre al bienaventurado San Pedro allá
dentro de su corazón la verdad de la fe, y con aquella lumbre creía quién era
nuestro Señor y ser verdad todo lo que decía, ahora lo entendiese, ahora no,
como ha de hacer el verdadero creyente.
Sermón del Santísimo Sacramento. III, pg. 750-751.
¿No entendéis? ¿Qué es comer su carne? Iros al
altar y comulgar, y que se haga bien hecho. ¿No dijo Él que, si falta el
espíritu, la carne no aprovecha (Jn 6, 63)? Comer la carne de
Jesucristo es estar Jesucristo en vos y vos en Él, comida como se ha
de comer y con buena disposición.
Sermón de la Octava del Corpus. III, pg. 771.
Si fuera aquel maná pasado, aunque fuera culpa,
tenía su excusa con decir: “Otros manjares hay con que vivamos; no es mucho que
tengamos aqueste en poco y deseemos los otros”. Mas, ¡pobre de mí!, ¿adonde
iremos, Señor, que tú solo das la vida (cf. Jn 6, 69), y tu cuerpo es
manjar de vida, y sin él no hay sino muerte y tinieblas?
Sermón del Santísimo Sacramento. III, pg. 757.
¿Podremos quizá hallar otro tal Señor, otro tan
dulce compañero y amigo para trabajos y placeres? ¿Dónde otro que tal sea tan
manso para perdonar, tan hermoso para mirar, tan sabio para aconsejar, tan bueno
para amar? ¿A dónde otro que muera por mi con tantos dolores y amores y que
esté agora de voluntad de tornar a morir, si yo hubiere menester otra muerte? ¡Oh
cuán gran verdad dijo San Pedro: ¡Adónde iremos, Señor, que palabras de vida
eterna tienes! (Jn 6, 69). Hermano, bien estamos por Cristo adonde Él por su
misericordia nos puso. No queramos probar a qué sabe estar sin Cristo, que es
cosa muy amarga y se paga con más que setenas. Miremos a sus trabajos que por
nosotros sufrió, y con ellos consolemos los nuestros, y por ellos le pidamos
gracia y favor, y sernos ha dada, con la cual venceremos mundo, carne y
demonio, y nosotros viviremos en Dios, pues Él murió por matar nuestra muerte y
darnos su vida.
Carta a un su devoto. IV, pg. 273.
San Oscar Romero.
Bastan por hoy estas noticias, hermanos, para
decirles que es una comunidad viva. Que gracias a Dios me siento orgulloso de
mi Arquidiócesis y sé que dondequiera que voy, hay espíritu evangélico, hay
seguimiento de Cristo. No voy a negar que está sucediendo con nuestra Iglesia
lo que le pasó a Cristo en el evangelio de hoy: muchos se le retiran, otros la
critican. ¡Qué dura es esta palabra!. Otros la rechazan, no la creen; pero hay
un grupo que siempre le dice: "¿A quién iremos?. ¡Si sólo Tú tienes
palabras de vida eterna!". Así sea...
Homilía, 26 de agosto de 1979.
Papa Francisco. Angelus. 23 de
agosto de 2015
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy concluye la lectura del capítulo sexto del
Evangelio de san Juan, con el discurso sobre el «Pan de vida» que Jesús
pronunció el día después del milagro de la multiplicación de los panes y los
peces. Al final de su discurso, el gran entusiasmo del día anterior se
desvaneció, porque Jesús había dicho que era el Pan bajado del cielo y que
daría su carne como alimento y su sangre como bebida, aludiendo así claramente
al sacrificio de su misma vida. Estas palabras suscitaron desilusión en la
gente, que las juzgó indignas del Mesías, no «victoriosas». Algunos veían a
Jesús como a un Mesías que debía hablar y actuar de modo que su misión tuviera
un éxito inmediato. Pero, precisamente sobre esto se equivocaban: sobre el modo
de entender la misión del Mesías. Ni siquiera los discípulos logran aceptar ese
lenguaje inquietante del Maestro. Y el pasaje de hoy relata su malestar: «¡Este
modo de hablar es duro! —decían— ¿Quién puede hacerle caso?» (Jn 6, 60).
En realidad, ellos entendieron bien el discurso de
Jesús. Tan bien que no quieren escucharlo, porque es un lenguaje que pone en
crisis su mentalidad. Siempre las palabras de Jesús nos hacen entrar en
crisis; en crisis, por ejemplo, ante el espíritu del mundo, ante la
mundanidad. Pero Jesús ofrece la clave para superar la dificultad; una clave
compuesta de tres elementos. Primero, su origen divino. Él ha bajado
del cielo y subirá «adonde estaba antes» (v. 62). Segundo: sus palabras se
pueden comprender sólo a través de la acción del Espíritu Santo, «quien da
vida» (v. 63). Y es precisamente el Espíritu Santo el que nos hace
comprender bien a Jesús. Tercero: la verdadera causa de la incomprensión de
sus palabras es la falta de fe: «hay algunos de entre vosotros que no
creen» (v. 64), dice Jesús. En efecto, desde ese momento, dice el Evangelio
«muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con Él» (v. 66). Frente
a estas deserciones, Jesús no regatea ni atenúa sus palabras, es más obliga a
hacer una elección clara: o estar con Él o separarse de Él, y les dice a
los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» (v. 67).
Entonces, Pedro hace su confesión de fe en nombre
de los otros Apóstoles: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de
Vida eterna» (v. 68). No dice: «¿dónde iremos?», sino «¿a quién iremos?». El
problema de fondo no es ir y abandonar la obra emprendida, sino a quién ir. De
esa pregunta de Pedro, nosotros comprendemos que la fidelidad a Dios es una
cuestión de fidelidad a una persona, a la cual nos adherimos para recorrer
juntos un mismo camino. Y esta persona es Jesús. Todo lo que tenemos en el
mundo no sacia nuestra hambre de infinito. ¡Tenemos necesidad de Jesús, de
estar con Él, de alimentarnos en su mesa, con sus palabras de vida eterna! Creer
en Jesús significa hacer de Él el centro, el sentido de nuestra vida.
Cristo no es un elemento accesorio: es el «pan vivo», el alimento
indispensable. Adherirse a Él, en una verdadera relación de fe y de amor, no
significa estar encadenados, sino ser profundamente libres, siempre en camino.
Cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿quién es Jesús para mí? ¿Es un
nombre, una idea, es solamente un personaje histórico? O ¿es verdaderamente esa
persona que me ama, que ha dado su vida por mí y camina conmigo? Para ti,
¿quién es Jesús? ¿Estás con Jesús? ¿Intentas conocerlo en su palabra? ¿Lees el
Evangelio, todos los días un pasaje, para conocer a Jesús? ¿Llevas el Evangelio
en el bolsillo, en la bolsa, para leerlo en cualquier lugar? Porque cuanto
más estamos con Él, más crece el deseo de permanecer con Él. Ahora os
pediré amablemente hacer un momento de silencio y que cada uno de nosotros en
silencio, en su corazón, se pregunte: ¿Quién es Jesús para mí? En silencio, que
cada uno responda en su corazón.
Que la Virgen María nos ayude a «ir» siempre a
Jesús, para experimentar la libertad que Él nos ofrece, y que nos consiente
limpiar nuestras elecciones de las incrustaciones mundanas y de los miedos.
Papa Francisco. Angelus. 22 de
agosto de 2021
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de la liturgia de hoy (Jn 6, 60-69)
nos muestra la reacción de la multitud y de los discípulos al discurso de Jesús
después del milagro de los panes. Jesús nos ha invitado a interpretar ese signo
y a creer en Él, que es el verdadero pan bajado del cielo, el pan de vida; y ha
revelado que el pan que Él dará es su carne y su sangre. Estas palabras suenan
duras e incomprensibles a los oídos de la gente, tanto que, a partir de ese
momento –dice el Evangelio–, muchos discípulos se vuelven atrás, es decir,
dejan de seguir al Maestro (vv. 60.66).
Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis
marcharos?». (v. 67), y Pedro, en nombre de todo el grupo, confirma la decisión
de estar con Él: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna y
nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios» (Jn 6,68-69). Y es una
hermosa confesión de fe.
Detengámonos brevemente en la actitud de quienes se
retiran y deciden no seguir más a Jesús ¿De dónde surge esta incredulidad? ¿Cuál
es el motivo de este rechazo?
Las palabras de Jesús suscitan un gran escándalo.
Nos está diciendo que Dios ha elegido manifestarse y realizar la salvación en
la debilidad de la carne humana. Es el misterio de la encarnación. La
encarnación de Dios es lo que causa escándalo y lo que para esas personas, pero
a menudo también para nosotros, representa un obstáculo. De hecho, Jesús
afirma que el verdadero pan de salvación, el que transmite la vida eterna, es
su propia carne; que para entrar en comunión con Dios, antes que observar las
leyes o cumplir los preceptos religiosos, es necesario vivir una relación real
y concreta con Él. Porque la salvación ha venido por Él, en su encarnación.
Esto significa que no debemos buscar a Dios en sueños e imágenes de grandeza
y poder, sino que debemos reconocerlo en la humanidad de Jesús y, por
consiguiente, en la de los hermanos y hermanas que encontramos en el camino de
la vida. Y cuando decimos esto, en el Credo, el día de Navidad, el día de
la anunciación, nos arrodillamos para adorar este misterio de la encarnación.
Dios se hizo carne y sangre: se rebajó a ser hombre como nosotros, se humilló
hasta asumir nuestros sufrimientos y nuestro pecado, y, por tanto, nos pide que
no lo busquemos fuera de la vida y de la historia, sino en la relación con
Cristo y con los hermanos. Buscarlo en la vida, en la historia, en nuestra vida
cotidiana. Y este, hermanos y hermanas, es el camino para el encuentro con
Dios: la relación con Cristo y los hermanos.
Hoy también la revelación de Dios en la humanidad
de Jesús puede causar escándalo y no es fácil de aceptar. Esto es lo que san
Pablo llama la "necedad" del Evangelio frente a quienes buscan los
milagros o la sabiduría mundana (cf. 1 Co 1, 18-25). Y este
"escándalo" está bien representado por el sacramento de la
Eucaristía: ¿qué sentido puede tener, a los ojos del mundo, arrodillarse ante
un pedazo de pan? ¿Por qué debemos comer este pan con asiduidad? El mundo
se escandaliza.
Ante el prodigioso gesto de Jesús que alimenta a
miles de personas con cinco panes y dos peces, todos lo aclaman y quieren
llevarlo en triunfo, hacerlo rey. Pero cuando Él mismo explica que ese gesto es
signo de su sacrificio, es decir, del don de su vida, de su carne y de su
sangre, y que quien quiera seguirlo debe asimilarlo a Él, debe asimilar su
humanidad entregada por Dios y por los demás, entonces no gusta, este Jesús nos
pone en crisis. Preocupémonos si no nos pone en crisis, ¡porque quizás
hayamos aguado su mensaje! Y pidamos la gracia de dejarnos provocar y convertir
por sus "palabras de vida eterna". Que María Santísima, que llevó
en su carne al Hijo Jesús y se unió a su sacrificio, nos ayude a dar siempre
testimonio de nuestra fe con la vida concreta.
Benedicto XVI. Angelus. 23 de
agosto de 2009.
Veis la mano ya
libre de la escayola, pero todavía un poco perezosa; por algún tiempo debo
continuar en una "escuela de paciencia", ¡pero seguimos adelante!
Desde hace algunos
domingos, como sabéis, la liturgia propone a nuestra reflexión el capítulo VI
del evangelio de san Juan, en el que Jesús se presenta como el "pan de la
vida bajado del cielo" y añade: "Si uno come de este pan, vivirá para
siempre; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo" (Jn 6,
51). A los judíos que discuten ásperamente entre sí preguntándose: "¿Cómo
puede este darnos a comer su carne?" (v. 52) —y el mundo sigue
discutiendo—, Jesús recalca en todo tiempo: "Si no coméis la carne del
Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros" (v.
53); motivo también para que reflexionemos si hemos entendido realmente este
mensaje. Hoy, XXI domingo del tiempo ordinario, meditamos la parte conclusiva
de este capítulo, en el que el cuarto evangelista refiere la reacción de la
gente y de los discípulos mismos, escandalizados por las palabras del Señor,
hasta el punto de que muchos, después de haberlo seguido hasta entonces,
exclaman: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?" (v. 60).
Desde ese momento "muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no
andaban con él" (v. 66), y lo mismo sucede continuamente en distintos
períodos de la historia. Se podría esperar que Jesús buscara arreglos para
hacerse comprender mejor, pero no atenúa sus afirmaciones; es más, se vuelve
directamente a los Doce diciendo: "¿También vosotros queréis marcharos?"
(v. 67).
Esta provocadora
pregunta no se dirige sólo a los interlocutores de entonces, sino que llega a
los creyentes y a los hombres de toda época. También hoy no pocos se
"escandalizan" ante la paradoja de la fe cristiana. La enseñanza de
Jesús parece "dura", demasiado difícil de acoger y poner en práctica.
Hay entonces quien la rechaza y abandona a Cristo; hay quien intenta
"adaptar" su palabra a las modas de los tiempos desnaturalizando su
sentido y valor. "¿También vosotros queréis marcharos?". Esta
inquietante provocación resuena en nuestro corazón y espera de cada uno una
respuesta personal; es una pregunta dirigida a cada uno de nosotros. Jesús
no se conforma con una pertenencia superficial y formal, no le basta con una
primera adhesión entusiasta; al contrario, es necesario tomar parte durante
toda la vida "en su pensar y en su querer". Seguirlo llena
el corazón de alegría y da pleno sentido a nuestra existencia, pero implica
dificultades y renuncias porque con mucha frecuencia se debe ir a
contracorriente.
"¿También
vosotros queréis marcharos?". A la pregunta de Jesús, Pedro responde en
nombre de los Apóstoles, de los creyentes de todos los siglos: "Señor, ¿a
quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos
que tú eres el Santo de Dios" (vv. 68-69). Queridos hermanos y hermanas, también
nosotros podemos y queremos repetir en este momento la respuesta de Pedro,
ciertamente conscientes de nuestra fragilidad humana, de nuestros problemas y
dificultades, pero confiando en la fuerza del Espíritu Santo, que se expresa y
se manifiesta en la comunión con Jesús. La fe es don de Dios al hombre y
es, al mismo tiempo, confianza libre y total del hombre en Dios; la fe es
escucha dócil de la palabra del Señor, que es "lámpara" para nuestros
pasos y "luz" en nuestro camino (cf. Sal 119, 105). Si abrimos con
confianza el corazón a Cristo, si nos dejamos conquistar por él, podemos
experimentar también nosotros, como por ejemplo el santo cura de Ars, que
"nuestra única felicidad en esta tierra es amar a Dios y saber que él nos
ama". Pidamos a la Virgen María que mantenga siempre viva en nosotros esta
fe impregnada de amor, que hizo de ella, humilde muchacha de Nazaret, la Madre
de Dios y madre y modelo de todos los creyentes.
Benedicto XVI.
Angelus. 26 de agosto de 2012.
Queridos hermanos y hermanas:
Los domingos pasados meditamos el discurso sobre
el «pan de vida» que Jesús pronunció en la sinagoga de Cafarnaúm después de
alimentar a miles de personas con cinco panes y dos peces. Hoy, el Evangelio
nos presenta la reacción de los discípulos a ese discurso, una reacción que
Cristo mismo, de manera consciente, provocó. Ante todo, el evangelista Juan
—que se hallaba presente junto a los demás Apóstoles—, refiere que «desde
entonces muchos de sus discípulos se echaron atrás y no volvieron a ir con él»
(Jn 6, 66). ¿Por qué? Porque no creyeron en las palabras de Jesús, que decía:
Yo soy el pan vivo bajado del cielo, el que coma mi carne y beba mi sangre
vivirá para siempre (cf. Jn 6, 51.54); ciertamente, palabras en ese momento
difícilmente aceptables, difícilmente comprensibles. Esta revelación —como he
dicho— les resultaba incomprensible, porque la entendían en sentido material,
mientras que en esas palabras se anunciaba el misterio pascual de Jesús,
en el que él se entregaría por la salvación del mundo: la nueva presencia en la
Sagrada Eucaristía.
Al ver que muchos de sus discípulos se iban, Jesús
se dirigió a los Apóstoles diciendo: «¿También vosotros queréis marcharos?» (Jn
6, 67). Como en otros casos, es Pedro quien responde en nombre de los Doce:
«Señor, ¿a quién iremos? —también nosotros podemos reflexionar: ¿a quién
iremos?— Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros hemos creído y sabemos que
tú eres el Santo de Dios» (Jn 6, 68-69). Sobre este pasaje tenemos un bellísimo
comentario de san Agustín, que dice, en una de sus predicaciones sobre el
capítulo 6 de san Juan: «¿Veis cómo Pedro, por gracia de Dios, por inspiración
del Espíritu Santo, entendió? ¿Por qué entendió? Porque creyó. Tú tienes
palabras de vida eterna. Tú nos das la vida eterna, ofreciéndonos tu cuerpo
[resucitado] y tu sangre [a ti mismo]. Y nosotros hemos creído y conocido. No
dice: hemos conocido y después creído, sino: hemos creído y después conocido. Hemos
creído para poder conocer. En efecto, si hubiéramos querido conocer antes
de creer, no hubiéramos sido capaces ni de conocer ni de creer. ¿Qué hemos
creído y qué hemos conocido? Que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, es
decir, que tú eres la vida eterna misma, y en la carne y en la sangre nos
das lo que tú mismo eres» (Comentario al Evangelio de Juan, 27, 9). Así lo dijo
san Agustín en una predicación a sus fieles.
Por último, Jesús sabía que incluso entre los doce
Apóstoles había uno que no creía: Judas. También Judas pudo haberse ido, como
lo hicieron muchos discípulos; es más, tal vez tendría que haberse ido si
hubiera sido honrado. En cambio, se quedó con Jesús. Se quedó no por fe, no por
amor, sino con la secreta intención de vengarse del Maestro. ¿Por qué? Porque
Judas se sentía traicionado por Jesús, y decidió que a su vez lo iba a
traicionar. Judas era un zelote, y quería un Mesías triunfante, que guiase una
revuelta contra los romanos. Jesús había defraudado esas expectativas. El
problema es que Judas no se fue, y su culpa más grave fue la falsedad, que es
la marca del diablo. Por eso Jesús dijo a los Doce: «Uno de vosotros es un
diablo» (Jn 6, 70). Pidamos a la Virgen María que nos ayude a creer en Jesús,
como san Pedro, y a ser siempre sinceros con él y con todos.
MISA DE NIÑOS. XXII
T.O.
Monición de entrada.
Buenos días:
Cada domingo venimos a misa para acordarnos de Jesús y
contar lo que Él hizo.
Somos Iglesia, la familia de Jesús, que quiere hacerle
caso y vivir como Él nos enseñó.
Y así enseñarlo a las personas que no conocen a Jesús.
Señor, ten
piedad.
Porque a veces nos olvidamos de los mandamientos de Dios.
Señor, ten piedad.
Porque a veces no queremos a Jesús con todo el corazón.
Cristo, ten piedad.
Porque a veces vemos a misa sin poner el corazón. Señor,
ten piedad.
Peticiones.
-Por el Papa Francisco, para que estés siempre en su
corazón. Te lo pedimos Señor.
-Por la Iglesia, para que sepa guardar lo que ha recibido
de ti y renunciar a lo que le aparta de ti. Te lo pedimos Señor.
-Por las personas que se enfadan por haber cambiado la
misa y algunas leyes de la Iglesia, para que lo entiendan y acepten. Te lo
pedimos, Señor.
-Por los jóvenes, para que sean escuchados. Te lo
pedimos, Señor.
-Por nosotros, para que vivamos la misa como un acto de
amor y no como una obligación. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.
Virgen María, te
damos gracias porque nos enseñas a querer a Jesús no de palabra, sino con el
corazón.
ORACIÓN PARA
EL CENTRE JUNIORS CORBERA. DOMINGO XVI
T.O.
EXPERIENCIA.
-Cierra los ojos, toma conciencia de tu
respiración: ¿cómo es? Y tú corazón: ¿cómo late?
-Pon la mano cerca de él, siente su latido: es la
vida que fluye en tu interior y permite estés leyendo esto.
-Mira el vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=C9rhyv28DIo&t=48s
-Es la vida que fluye en las corrientes de vida de
las personas.
-¿Qué más te sugiere el vídeo?
-¿Y estas palabras tomadas de él: hambre, compartir
mesa, recordar, entrega, tragarnos a Jesús y bendecir?
REFLEXIÓN.
Lee el evangelio de este domingo.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 6, 60-69.
En aquel tiempo,
muchos de los discípulos de Jesús dijeron:
-Este modo de
hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?
Sabiendo Jesús
que sus discípulos lo criticaban les dijo:
-¿Esto os
escandaliza? ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El
Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he
dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no
creen.
Pues Jesús sabía
desde el principio quienes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: “Por
eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede”.
Desde entonces
muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces
Jesús les dijo a los Doce:
-¿También
vosotros queréis marcharos?
Simón Pedro le
contestó:
-Señor, ¿a quién
vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos
que tú eres el Santo de Dios.
El texto forma parte del final del discurso del Pan de Vida, leído en
los domingos anteriores. Ante Jesús no valen las medias opciones. Hay que
responder sí o no.
Imagina la escena, píntala en tu mente, fíjate en los personajes, los
gestos y el tono de las palabras.
Toma conciencia de estar ante Jesús: Él habita en tu corazón y desde
allí te pregunta: “¿También, tú quieres marcharte?”.
Seguramente no te has marchado ni alejado de Él de manera formal, pero
¿qué es lo que te impide aceptarle tal como es, creer en Él y en sus palabras?
Los doce dudaron, pero al final Pedro, en nombre de ellos respondió:
“Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros
creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.
Repite en tu interior: “Señor, ¿a quién voy a acudir? Tú tienes
palabras de vida eterna.
COMPROMISO.
Durante
esta semana repite estas palabras y entra una iglesia y comulga. Si hace tiempo
que no lo has hecho o tienes conciencia de pecado mortal, busca al sacerdote y acoge el sacramento del
perdón, recibe el Pan de Vida.
CELEBRACIÓN.
Entra
en https://www.youtube.com/watch?v=wFiRJvPaXoQ
Es
la capilla de adoración del Santísimo 24 horas ubicada en la parroquia
Inmaculada Concepción de Buenos Aires (Argentina). Permanece en silencio,
acercándote a Cristo quien desde allí te mira. Contémplalo, háblale.
[1] Apódosis: 2.
Retórica. Segunda parte del discurso, en
que se completa o cierra el sentido que queda pendiente en la prótasis (primera
parte del discurso). www.rae.es
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