martes, 20 de agosto de 2024

Domingo 21 T. O. 25 de agosto de 2024.

 


Primera lectura.

Lectura del libro de Josué 24, 1-2a.15-17.18b.

En aquellos días, Josué reunió todas las tribus de Israel en Siquén y llamó a los ancianos de Israel, a los jefes, a los jueces y a los magistrados. Y se presentaron ante Dios. Josué dijo a todo el pueblo:

-Si os resulta duro servir al Señor, elegid hoy a quien queréis servir: si a los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitáis; que yo y mi casa serviremos al Señor”.

El pueblo respondió:

-¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses! Porque el Señor nuestro Dios es quien nos sacó, a nosotros y a nuestros padres, de Egipto, de la casa de la esclavitud; y quien hizo ante nuestros ojos aquellos grandes prodigios y nos guardó en todo nuestro peregrinar y entre todos los pueblos por los que atravesamos. También nosotros serviremos al Señor, ¡porque él es nuestro Dios!

 

Textos paralelos.

 Nos hizo subir, a nosotros y a nuestros padres, de la tierra de Egipto.

Ex 13, 3: Y Moisés dijo al pueblo: Acuérdate siempre de este día, en que habéis salido de Egipto, de la esclavitud, cuando con mano fuerte os sacó de allí el Señor.

Dt 5, 6: El Señor dijo: Yo soy el Señor, tu Dios. Yo te saqué de Egipto, de la esclavitud.

 

Notas exegéticas.

24 Tres partes: 1º, Josué propone a la fe de los asistentes las intervenciones de Yahvé en favor de Israel, vv. 2-13; ver las confesiones de fe del Dt 6, 1-24 y 26, 5-9; 2ª, la asamblea se pronuncia por Yahvé y contra los dioses extranjeros, vv. 14-24; 3ª, se concluye la alianza y se pone su ley por escrito, vv. 25-28. – Este capítulo se añadió durante o después del destierro, pero la tradición que representa es antigua. La fe en Yahvé, traída por el grupo que dirige Josué, es propuesta por él a otros grupos que no han oído hablar de ella todavía. Estos no han estado en Egipto y no se han beneficiado de los prodigios del Éxodo ni de la revelación del Sinaí; sin embargo, no son cananeos y tienen un origen común con el grupo de Josué: se trata de las tribus del norte, que con este pacto aceptan la fe en Yahvé y llegan así a formar parte del pueblo de Dios.

24 1 Ver 8, 30-35. Siquén era, por su posición central, un lugar apto para la reunión de las tribus, ver también 1 R 12, y, por su pasado, un escenario predestinado para la conclusión de este pacto religioso: allí había levantado Abrahán un altar, Gn 12, 6-7, allí había adquirido Jacob derechos, Gn 33, 18-20, y escondido los ídolos traídos de Mesopotamia, Gn 35, 2-4.

 

Salmo responsorial

Salmo 33, 2.3.16-23.

 

Gustad y ved qué bueno es el Señor. R/.

Bendigo al Señor en todo momento,

su alabanza está siempre en mi boca;

mi alma se gloría en el Señor:

que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

 

Los ojos del Señor miran a los justos,

sus oídos escuchan sus gritos;

pero el Señor se enfrenta con los malhechores,

para borrar de la tierra su memoria. R/.

 

Cuando uno grita, el Señor lo escucha

y lo libra de sus angustias;

el Señor está cerca de los atribulados,

salva a los abatidos. R/.

 

Aunque el justo sufra muchos males,

de todos los libra el Señor;

él cuida de todos sus huesos,

y ni uno solo se quebrará. R/.

 

La maldad da muerte al malvado,

los que odian al justo serán castigados.

El Señor redime a sus siervos,

no será castigado quien se acoge a él. R/.

 

 Textos paralelos.

Yahvé está cerca de los desanimados.

Sal 51, 19: Para Dios sacrificio es un espíritu quebrantado, un corazón quebrantado y triturado, tú, Dios, no lo desprecias.

Mt 11, 29-30: Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy tolerante y humilde, y os sentiréis aliviados. Pues mi yugo es blando y mi carga es liviana.

Cuida de todos sus huesos, ni uno solo se romperá.

Jn 19, 36: Esto sucedió de modo que se cumpliera la Escritura: No le quebrarán ni un hueso.

 

Notas exegéticas.

34 Salmo penitencial “alfabético”, ver Pr 31, 10 (pero el orden de las estrofas está alterado): acción de gracias, vv. 2-11, e instrucción, en el sentido de los Proverbios, sobre la suerte de los justos y de los malvados, vv. 12-23.

 

Segunda lectura.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 5, 21-32.

Hermanos:

Sed sumisos unos a otros en el temor de Cristo; las mujeres, a sus maridos, como el Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia: él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para presentársela gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”. Es este un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.

 

Textos paralelos.

 Las mujeres a sus maridos, como el Señor.

Col 3, 18: Mujeres, someteos a los maridos, como pide el Señor.

1 P 3, 1-6: Lo mismo vosotras, mujeres, someteos a vuestros maridos, de modo que, aunque algunos no crean el mensaje, por la conducta de sus mujeres, aun sin palabras, queden ganados al observar vuestro proceder casto y respetuoso. No consista vuestro adorno en lo exterior: cabellos trenzados, joyas de oro, trajes elegantes; sino en lo íntimo y oculto: en la modestia y serenidad de ánimo incorruptible. Eso es lo que estima grandemente Dios. Así se adornaban en otros tiempos las santas mujeres que esperaban en Dios y se sometían a sus maridos. Como Sara, que obedecía a Abrahán llamándolo señor. Obrando bien y no cediendo a ninguna intimidación, os hacéis hijas de ella.

Como Cristo es cabeza de la Iglesia.

1 Co 11, 3: Pero quiero que comprendáis que el Mesías es cabeza de todo varón, el varón es cabeza de la mujer y Dios es cabeza del Mesías.

Ef 1, 22-23: Todo lo ha sometido bajo sus pies, lo ha nombrado cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo y se llena del que llena de todo a todos.

Maridos, amad a vuestras mujeres.

Col 3, 19: Maridos, amad a vuestras mujeres y no las irritéis.

1 P 3, 7: Lo mismo vosotros, maridos, que convivís con ellas, tened consideración en conciencia con la condición más delicada de las mujeres, y estimadlas como coherederas de la gracia de la vida. Así no estorbaréis vuestras oraciones.

Ef 5, 2: Proceded con amor, como Cristo os amó hasta entregarse por vosotros a Dios como ofrenda y sacrificio de aroma agradable.

Tt 2,14: Él se entregó por nosotros, para rescatarnos de toda iniquidad, para adquirir un pueblo purificado, dedicado a las buenas obras.

Ef 3, 5-7: En generaciones pasadas no se dio a conocer a los hombres; ahora en cambio se ha revelado a sus santos apóstoles y profetas inspirados. Consiste en esto: que por medio de la buena noticia los paganos comparten la herencia y las promesas de Jesucristo, y son miembros del mismo cuerpo. Y yo soy su ministro por dond e la gracia de Dios, otorgada según la eficacia de su poder.

Presentársela resplandeciente a sí mismo.

Rm 6, 4: Por el bautismo nos sepultamos con él en la muerte, para vivir una vida nueva, lo mismo que Cristo resucitó de la muerte por la acción gloriosa del Padre.

Ez 16, 9: Te bañé, te limpié la sangre y te ungí con aceite.

Col 1, 22: Ahora, en cambio, por medio de la muerte de su cuerpo de carne, os han reconciliado y os han presentado ante él: santos, intachables, irreprochables.

2 Co 11, 7: Nuestra esperanza acerca de vosotros es firme, pues sabemos que como compartís nuestros sufrimientos, así compartiréis nuestro consuelo.

Santa e inmaculada.

Ap 19, 7-8: Hagamos fiesta alegre dándole gloria, porque ha llegado la boda del Cordero y la novia está preparada. La han vestido de lino puro resplandeciente (el lino de las obras buenas de los santos).

Ap 21, 2: Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, bajando del cielo, de Dios, preparada como novia que se arregla para el novio.

Ap 21, 9-11: Se acercó uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las últimas plagas y me habló así: Ven que te enseñe la novia, la esposa del Cordero. Me trasladó en éxtasis a una montaña grande y elevada y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, de Dios, resplandeciente con la gloria de Dios. Brillaba como piedra preciosa, como jaspe cristalino.

Pues somos miembros de su cuerpo.

1 Co 12, 12: Como el cuerpo, siendo uno, tiene muchos miembros, y los miembros, siendo muchos , forman un solo cuerpo así es Cristo.

Por eso dejará el hombre a su padre.

Gn 2, 24: Por eso un hombre abandona padre y madre, se junta a su mujer y se hacen una sola carne.

Mt 19, 5: Y dijo: por eso abandona un hombre a sus padres, se junta a su mujer y los dos se hacen una sola carne.

1 Co 6, 16: O ¿no sabéis que quien se une a una prostituta se hace un cuerpo con ella? Pues se dice que formarán los dos una sola carne.

Lo digo respecto a Cristo y la Iglesia.

Rm 16, 25: Al que puede confirmarnos según la buena noticia y la proclamación de Jesús como Mesías, según el secreto callado durante siglos.

 

Notas exegéticas.

5 21 Efesios retoma la exhortación de Col 3 sobre las nuevas relaciones interpersonales, pero introduce en ella un desarrollo característico sobre la unión de Cristo y de la Iglesia que confiere al capítulo una dimensión totalmente nueva,

5 23 Los vv. 23-32 establecen un paralelo entre el matrimonio humano y la unión de Cristo con la Iglesia. Los dos términos de comparación se aclaran mutuamente: a Cristo se le puede llamar esposo de la Iglesia, porque es su cabeza y la ama como a su propio cuerpo, como sucede entre marido y mujer. Una vez expuesta esta comparación, ofrece de rechazo un modelo ideal del matrimonio humano. El simbolismo empleado hunde sus raíces en el AT, donde Israel aparece con frecuencia como esposa de Yahvé, Os 1, 2.

5 26 El bautismo exige, para su plenitud, el acompañamiento de la proclamación de la palabra, concretada en la evangelización del ministro y la profesión de fe del bautizado.

5 27 Según las costumbres del antiguo Oriente, la novia, después de bañada y adornada, era presentada a su prometido por los invitados a la boda. En el caso místico de la Iglesia, Cristo es quien lava a su prometida de toda mancha con el barro del bautismo (nótese la mención expresa de una fórmula bautismal) para presentársela a sí mismo, ver 2 Cor 11, 2.

5 30 Adicción (Vulgata): “de su carne y de sus huesos”.

5 32 En el texto del Génesis, el autor descubre una prefiguración profética de la unión de Cristo y de la Iglesia, “misterio” largo tiempo oculto, y ahora manifestado, al igual que el “misterio” de la salvación de los gentiles.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 60-69.

En aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús dijeron:

-Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?

Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban les dijo:

-¿Esto os escandaliza? ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen.

Pues Jesús sabía desde el principio quienes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede”.

Desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce:

-¿También vosotros queréis marcharos?

Simón Pedro le contestó:

-Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.

 

Textos paralelos.

 Es duro este lenguaje.

Jn 3, 11: Te lo aseguro: hablamos de lo que sabemos, atestiguamos lo que hemos visto, y no aceptáis nuestro testimonio.

Jn 1, 48: Le pregunta Natanael: ¿De qué me conoces? Jesús le contestó: Antes de que te llamara Felipe, te vi bajo la higuera.

Cuando veáis al Hijo del hombre.

Mt 8, 20: Le contestó: Las zorras tienen madrigueras, los pájaros tienen nidos, pero este Hombre no tiene donde recostar la cabeza.

Jn 12, 32: Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí.

El espíritu es el que da vida.

Jn 20, 27: Después dice al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Desde aquel momento el discípulo la llevó a su casa.

1 Co 15, 45: Así está escrito: el primer hombre, Adán, se convirtió en un ser vivo, el último Adán se hizo un espíritu que da vida.

2 Co 3, 6: Que nos capacitó para administrar una alianza nueva: no de puras letras, sino de Espíritu; porque la letra mata, el Espíritu da vida.

Jn 3, 11: Te lo aseguro: hablamos de lo que sabemos, atestiguamos lo que hemos visto, y no aceptáis nuestro testimonio.

Jn 12, 49-50: Porque yo no hablé por mi cuenta; el Padre que me envió me encarga lo que he de decir y hablar. Y sé que su encargo es vida eterna. Lo que digo lo digo como me lo ha dicho el Padre.

Hay entre vosotros algunos que no creen.

Jn 1, 48: Le pregunta Natanael: ¿De qué em conoces? Jesús le contestó: Antes de que te llamara Felipe, te vi bajo la higuera.

Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí.

Jn 6, 44: Nadie puede acudir a mí si no lo arrastra el Padre que me envió; y yo lo resucitaré el último día.

Jesús dijo entonces.

// Mt 16, 16 p

Mt 16, 15-16

Mc 8, 29

Lc 9, 20

Jn 6, 67-69

Les dice:

 

 

-Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

 

Respondió Simó Pedro:

 

Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

Él les preguntó a ellos:

 

-Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

 

Respondió Pedro:

 

 

-Tú eres el Mesías.

Les preguntó:

 

 

-Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

 

Respondió Pedro:

 

 

-Tú eres el Mesías de Dios.

Así que Jesús dijo a los doce:

 

-¿También vosotros queréis marcharos?

 

Le contestó Simón Pedro:

 

-Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú dices palabras de vida eterna. Nosotros hemos creído y reconocemos que tú eres el Consagrado de Dios.

 

Tú tienes palabras de vida eterna.

Dt 8, 3: Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná – que tú no conocías ni conocieron tus padres – para enseñarte que el hombre no vie solo de pan, sino de todo lo que sale de la boca de Dios.

Hch 7, 38: Este es el que en la asamblea, en el desierto, trataba con el ángel que le había hablado en el monte Sinaí a él y a nuestros padres; el que recibió palabras de vida para comunicárnoslas.

Hch 3, 14: Vosotros rechazasteis al santo e inocente, pedisteis que os indultasen a un homicida.

Yo os he elegido.

Jn 13, 18: No hablo de todos vosotros, pues sé a quienes he escogido. Pero se ha de cumplir aquello de la Escritura: El que compartía mi pan me ha echado la zancadilla.

Hablaba de Judas.

Jn 13, 2: Durante la cena, cuando el diablo había sugerido a Judas Iscariote que lo entregara.

Jn 13, 27: Detrás del bocado entró en él Satanás. Jesús le dice: Lo que has de hacer hazlo pronto.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén

6 60 Aquí se reanuda el diálogo sobre Jesús-Sabiduría interrumpido por la inserción de la sección propiamente eucarística. El escándalo de los discípulos obedece a que Jesús ha afirmado haber bajado del cielo. Jesús responde anunciando su ascensión, que probará su verdadero origen.

6 62 Frase inacabada. Al mismo tiempo que constituye el escándalo supremo, la cruz aparece a los ojos de la fe, como la vuelta del Hijo en la gloria que era suya antes de la creación. Así, las palabras pronunciadas previamente adquirirán todo su sentido a la luz de la glorificación de Jesús y del don del Espíritu que deriva de ella. A través de la condición terrena de Jesús y de su cruz es necesario discernir su gloria y reconocer la verdad y el poder de sus palabras y de sus gestos. Si los vv. 51-58 forman parte íntegra del discurso se entenderá que es necesario haber descubierto la gloria de Jesús para reconocer el poder de la vida de la eucaristía.

6 63 (a) Al oponer carne y espíritu, Jn no está distinguiendo dos partes de la persona, sino que describe dos formas de vivir. La carne es el ser humano entregado a sí mismo y a los límites de sus posibilidades: no puede por sí mismo percibir el sentido profundo de las palabras y de los signos de Jesús, ni creer. El espíritu es el poder de vida que ilumina al hombre, le abre os ojos y le permite discernir la Palabra que se expresa en Jesús.

6 63 (b) Las palabras de Jesús respecto del pan celestial manifiestan una realidad divina que solo el Espíritu puede hacernos comprender y que es fuente de vida para el hombre.

6 64 Anuncio de la traición de Judas. En Jn Jesús preside su propia Pasión, conoce su Hora y la precede.

6 69 Es decir: el enviado y elegido de Dios, consagrado y unido a él de modo eminente, el Mesías. Variante: “tú eres el Cristo, el Hijo de Dios”, o “el Hijo de Dios vivo”.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

60 El comentario de los oyentes suena así literalmente: dura es la palabra esta, quién puede a ella oír.

61 EN SU INTERIOR: lit. en sí mismo, es decir, sin que nadie le informara; o: al tener conciencia de que… En los vs. siguientes Jesús no retracta nada de lo que ha dicho, pero explica: él se dará en alimento y bebida, aunque en la forma de existencia propia de su dimensión divino-humana de resucitado.

62 Falta la apódosis[1]. La frase completa podría ser: “Si descubrierais la gloria del Hijo, si entendierais que se trata de la carne glorificada del Hijo, ¿qué pensaríais?, o “… ¿qué dificultad habría?”.

63 Recordemos que la tradición judía pensaba que el alimento que Moisés trajo del cielo era la Ley, más bien que el maná (cf. Pr 9, 4-6 y Sal 119). La Eucaristía recibida con fe – que, gracias al Espíritu de Jesús nos hace captar las realidades “espirituales”, no como la “carne” (el conocimiento meramente natural) – nos hace compartir la vida del Hijo. Las palabras de este, “como él mismo dice por san Juan, son espíritu y vida. Las cuales sienten las almas que tienen oídos para oírlas, que, como digo, son las almas limpias y enamoradas; que las que no tienen el paladar sano, sino que gustan de otras cosas, no pueden gustar el espíritu y vida de ellas, antes les hace sinsabor. Y por eso, cuanto más altas palabras decía el Hijo de Dios, tanto más algunos se desabrían por su impureza, como fue cuando predicó aquella tan sabrosa y amorosa doctrina de la Sagrada Eucaristía, que muchos de ellos volvieron atrás” (san Juan de la Cruz). No hay contradicción con el realismo de los vs. 51-58, ya que precisamente las palabras de Cristo son las que transforman el pan eucarístico en su carne glorificada: “En la consagración actúan las palabras mismas del Señor y Salvador; pues el sacramento que recibes (en la eucaristía) se hace por la palabra de Cristo” (san Ambrosio).

66 DESDE ENTONCES: o por aquello. // ATRÁS: lit. a lo de atrás, a la vida de antes.

69 ¿A QUIÉN VAMOS A IR? “¡Pobres nosotros! ¿Y dónde iremos, o qué buscaremos fuera de Cristo? ¿Podremos hallar quizá otro tal Señor, otro tan dulce compañero y amigo para trabajos y descansos? ¿Dónde otro que sea tan manso en perdonar, tan hermoso para mirar, tan sabio para aconsejar, tan bueno para amar? ¿Adónde otro que muera por mí con tantos dolores y amores y que esté ahora con voluntad de tornar a morir, si yo hubiese menester otra muerte? ¡Oh cuan verdad dijo san Pedro: ¿A dónde iremos, tú tienes palabras de vida eterna?” (san Juan de Ávila). San Ignacio de Antioquía dijo lo mismo con más brevedad: “¿Cómo podríamos vivir sin Él?” (A los Magnesios, 9, 2). // Y POR ESO: Los verbos griegos, en tiempo gramatical de perfecto, vienen a decir: “Nosotros estamos en posesión de la fe de que tú eres….”. Creer y saber, fe y conocimiento, van unidos, casi son idénticos. Juan suele anteponer la fe al conocimiento; la fe es condición para poseer la vida (v. 47), y la vida eterna es “conocimiento” (17, 3). Lo dice frecuentemente san Agustín: “Entender es premio de la fe; por consiguiente, no busques entender para luego creer, sino cree para que entiendas”, “creyendo te haces capaz de entender”; “creemos para conocer, no conocemos para creer”; “el hombre, si no va por delante la fe no podrá seguir una vida buena”; “sin fe, ningún mortal fue justo, ni lo es, ni lo podrá ser nunca”, etc. Por su parte, Benedicto XVI escribió: “El creer no suprime el pensar, y tampoco necesita poner entre paréntesis la experiencia de nuestro tiempo. Por el contrario, solamente la fe da al pensamiento su apertura y su significado a la experiencia”. // EL SANTO DE DIOS: cf. Hch 3, 14.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

6, 60-71 La multitud (e incluso algunos discípulos de Cristo) pensaba que sus enseñanzas eran demasiado difíciles de aceptar y decidió abandonarle en lo que parecía ser la mayor deserción de seguidores durante su vida pública. Simón Pedro habló por los discípulos proclamando su fidelidad a Cristo y su creencia en su identidad como el “Santo de Dios” incluso aunque no entendieran perfectamente sus enseñanzas. Al hacer esto, realizó la afirmación fundamental para creer en Cristo: solo él tiene palabras de vida eterna. Cat. 438-440, 1336.

6, 63 la razón humana puede hacer muchas cosas, pero no puede penetrar y acoger la revelación de Dios sin fe suficiente. La intervención del Espíritu Santo es necesaria para aceptar los misterios de la fe, y es el mismo Espíritu Santo el que hace fructífera nuestra oración. Cat. 1769, 2766.

6, 66 Cabe recalcar cómo Cristo, aquí y a través de su discurso, no intentó reformular sus palabras para clarificar cualquier malentendido. Esto indica que no estaba hablando metafóricamente; se refería a su cuerpo y sangre como comida y bebida reales. También sería inequívoco al instituir el sacramento de la Eucaristía en la Última Cena. Cat. 1339.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

438 La consagración mesiánica de Jesús manifiesta su misión divina: “Por otra parte eso es lo que significa su mismo nombre, porque en el nombre de Cristo está sobrentendido Él que ha ungido. Él que ha sido ungido y la Unción misma con la que ha sido ungido: Él que ha ungido, es el Padre, Él que ha sido ungido, es el Hijo, y lo ha sido en el Espíritu que es la Unción” (S. Ireneo).

439 Numerosos judíos e incluso ciertos paganos que compartían su esperanza reconocieron en Jesús los rasgos fundamentales del mesiánico “hijo de David” prometido por Dios a Israel. Jesús aceptó el título de Mesías al cual tenía derecho, pero no sin reservas porque una parte de sus contemporáneos lo comprendían según una concepción demasiado humana, esencialmente política.

440 Jesús acogió la confesión de fe de Pedro, que le reconocía como el Mesías anunciándole la próxima pasión del Hijo del Hombre. Reveló el auténtico contenido de su realeza mesiánica en la identidad trascendente del Hijo del hombre “que ha bajado del cielo” (Jn 3, 13; 6, 62).

1336 El primer anuncio de la Eucaristía dividió a los discípulos, igual que el anuncio de la pasión los escandalizó: “Es duro este lenguaje, ¿quién puede escucharlo?” (Jn 6, 60). La Eucaristía y la cruz son piedras de escándalo. Es el mismo misterio y no cesa de ser ocasión de división. “¿También vosotros queréis marcharos?” (Jn 6, 67): esta pregunta del Señor resuena a través de las edades, como invitación de su amor a descubrir que solo Él tiene “palabras de vida eterna” (Jn 6, 68), y que acoger en la fe el don de su Eucaristía es acogerlo a Él mismo.

2766 Jesús no solo nos enseña las palabras de la oración filial, sino que nos da también el Espíritu por el que estas se hacen en nosotros “espíritu […] y vida” (Jn 6, 63).

 

Concilio Vaticano II

Dios llama a los hombres a servirle en espíritu y en verdad. Por ello, quedan vinculados por su conciencia, pero no coaccionados. Pues Dios tiene en cuenta la dignidad de la persona humana, creada por Él, que debe guiarse por su propio criterio y disfrutar de libertad. Esto se hizo patente, sobre todo, en Cristo Jesús, en el que Dios mismo se manifestó a sí mismo y descubrió sus caminos. En efecto, Cristo, que es nuestro Maestro y Señor manso y humilde de corazón, atrajo e invitó pacientemente a sus discípulos. Apoyó y confirmó su predicación con milagros para suscitar y comprobar la fe de los oyentes, no para ejercer coacción en ellos.

Declaración Dignitatis humanae, 11.

 

Comentarios de los Santos Padres.

Si los discípulos juzgaron tan duras estas palabras, ¿qué juzgarían de ella sus enemigos? Sin embargo, era necesario que se expresara de tal modo que no lo entendieran todos. Los secretos de Dios deben excitar nuestra atención, no nuestra aversión… no dieron crédito al que decía algo inmenso ni al que ocultaba gracias inefables en sus palabras. Ellos las entendieron a su manera, por cierto muy humana, a saber: Que Jesús quería o que Jesús disponía a quien creyese en Él la carne de la que el Verbo estaba revestido, hecha pedazos.

Agustín, Tratados sobre el Ev. de Juan, 27, 2. IV, pg. 340.

El Verbo debe ser considerado como necesario para tener la vida, y debe ser devorado con el oído y rumiado con la mente y digerido con la fe.

Tertuliano, Sobre la resurrección de los muertos, 37, 1-3. IV, pg. 341.

Se dice, pues, que la carne no sirve para nada…, es decir, la carne sola; pero júntese el espíritu con la carne, como se junta la caridad con la ciencia y entonces vale muchísimo. Porque, si la carne no vale para nada, el Verbo no se hubiese hecho carne para vivir con nosotros.

Agustín, Tratados sobre el Ev. de Juan, 27, 5. IV, pg. 341.

Vuelen cuanto quieran, a cualquier viento de tentaciones, las pajas de la fe inestable tanto más limpio será depositado el montón de trigo en los graneros del Señor. ¿Acaso algunos discípulos no se apartaron, escandalizados, del Señor? […] Tiene poca importancia que algunos, Figelo, Hermógenes, Fileto e Himeneo, hayan abandonado a su Apóstol: el mismo que entregó a Cristo fue uno de los apóstoles. ¿Nos vamos a admirar de que sus iglesias sean abandonadas por algunos, cuando todas esas cosas que padecemos a ejemplo de Cristo mismo demuestran que somos cristianos.

Tertuliano, Prescripción contra los herejes, 3, 9-13. IV, pg. 343.

No les dijo “marchaos”, expresión propia de quien despacha, sino que les preguntó: “¿También vosotros queréis marcharos?”, frase propia de quien elude toda violencia y obligación, de quien no desea unirse a alguien con algún procedimiento vergonzoso, sino con gratitud.

Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev. de Juan, 47, 3. IV, pg. 344.

En verdad, es propio de la piedad el no obligar, sino el persuadir, como hemos dicho. El Señor mismo, no emplea la fuerza, sino que, dando libertad, decía a todos: “Si alguno quiere venir en pos de mí”; y en particular a los discípulos: “¿También vosotros queréis marcharos?”.

Atanasio, Historia de los arrianos, 8, 6. IV, pg. 344.

“Tú tienes palabras de vida eterna”. No duras, como dicen ellos, sino las que levantan a lo más excelso de todo, es decir, a la vida inalcanzable, eterna, limpia de toda corrupción. Gracias a esas palabras, tenemos más plena evidencia de que necesitamos sentarnos delante del único Maestro, Cristo, trabajar con Él ininterrumpidamente y sin trabas y tomarlo por nuestro guía, pues Él sabe bien conducir a la vida sin límites. Así, efectivamente, así es como también seremos elevados al cielo.

Cirilo de Alejandría. Comentario al Ev. de Juan, 4, 4. IV, pg. 344.

 

San Agustín

 

Cómete la vida, bébete la vida; tú tendrás vida sin mengua de la Vida. Entonces será esto, es decir, el cuerpo y la sangre de Cristo será vida para cada uno, cuando se coma espiritualmente lo que en este sacramento se toma visiblemente, y se beba espiritualmente lo que significa. Porque se lo hemos oído decir al Señor: El Espíritu es el que da vida, la carne no aprovecha anda. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros, dice, algunos que no creen (Jn 6, 64-65). Eran los que decían: ¡Cuán duras palabras son estas!, ¿quién las puede aguantar? (Jn 6, 62). Duras, sí, más para los duros; es decir, son increíbles, más para los incrédulos.

Sermón 131, 1. II, pg. 1174.

 

San Juan de Ávila

No seáis ciega, esposa de Cristo, ni desagradecida. La estima en que Dios os tiene, no es por vuestro linaje, mas por ser cristiana; no por nacer en la sala entoldada, mas por tornar a nacer en el santo baptismo. El primer nacimiento es de deshonra; el segundo de honra. El primero de vileza; el segundo, de nobleza. El primero de pecado; el segundo, de justificación de pecados. El primero de carne que mata; el segundo, de espíritu que aviva (cf. Jn 6, 63). Por el primero somos hijos de hombres; por el segundo, hijos de Dios.

Audi, filia (II). I, pg. 753.

El primer nacimiento es deshonra, el segundo es honra. El primero, de desnobleza; el segundo, de nobleza. El primero, de pecado; el segundo de justificación de pecados. El primero, de carne que mata (cf. Jn 6, 64); el segundo, de espíritu que aviva.

Audi, filia (I). I, pg. 511.

¿Dónde iremos, dijo San Pedro a Cristo, que palabras de vida eterna tienes? (Jn 6, 68). ¿Dónde iremos, que fuente de vida tienes, y tú solo la tienes? ¿Dónde iremos, alegre luz, sin la cual hay tinieblas? ¿Dónde, pan vivo, sin el cual hay hambre mortal? ¿Dónde, firmísimo amparo, sin el cual la seguridad es peligro? En fin, ¿dónde irá la oveja, estando en toda parte cercada de lobos, si el pastor la desabriga y alanza de sí?

Audi, filia (II). I, pg. 659.

¿Dónde iremos, dijo San Pedro a Cristo, que palabras de vida tenéis? (Jn 6, 69). ¿Dónde iremos, Señor, que fuente de vida tienes, y tú solo la tienes?

Audi, filia (I). I, pg. 440.

Las palabras de Dios son de sapientísimo, y no las puede nadie estimar; sino, aquel que las pone por obra: que las oye para guardarlas. Que también había en aquel tiempo, cuando Cristo predicaba, quien dijese: “Muy estrecho nos pone el camino del cielo: durus est hic sermo (Jn 6, 61)”. Dijeron los judíos a Cristo (San Juan lo cuenta).

Lecciones sobre 1 San Juan (I). II, pg. 182.

Dice San Pablo: Caro non prodest quidquim, spiritus est qui vivificat (Jn 6, 64). – “Sí, pero los mandamientos de Dios tienen cuerpo y ánima como nosotros”. El hombre que no tiene ánima muerto está. ¿Qué vale? – Nada. – Dice Hugo de Santo Victo: Anima mea, vita tua, amor tuus (Toda mi vida es tu vida y tu amor). El ánima que no tiene amor, puesto caso que tenga la substancia de los mandamientos, que los haga: como le falte el amor, no cumple en intención con que Dios lo mandó. Muerta está: que aunque tiene el cuerpo de los mandamientos, no el espíritu que da vida.

Lecciones sobre 1 San Juan (I). II, pg. 161.

Lo principal de la nueva ley es el amor: que la gracia del Espíritu Santo infundida en el corazón del cristiano, el fructo que hace es que procede en amor. Aquello es lo que Dios infunde en el ánima. […] Y en otra parte dice el mesmo Apóstol: Caro non prodet quidquam: Spiritus est qui vivificat (Jn 6, 64).

Lecciones sobre 1 San Juan (I). II, pg. 333.

Porque algunos podrían cumplir el cuerpo de los mandamientos, sin tener el alma de ellos, que es la caridad, o amor de Dios o del prójimo: lo cual todo no aprovecha, quia caro non prodest quid quam (Jn 6, 64). Dice San Juan de qué manera ha de ser este cumplimiento de los mandamientos de Dios para que se diga conocer a Dios. Y es, estando en caridad perfecta.

Lecciones sobre 1 San Juan (II). II, pg. 366.

Gente grosera y tosca, sin fe y sin prudencias; que ya que ellos se engañaban en la manera del entender, preguntáranle al Señor, y dijérales que no entendía Él que habían de comer su carne sagrada así a bocados y a tajadas como la carne de un animal, que la cortan en la carnicería. Fueronse del Señor, porque les parecía que esta doctrina era dura (Jn 6, 61), ¡y éranlo ellos! Porque San Pedro, como tenía lumbre del Señor, siendo preguntados los apóstoles por el mismo Señor: ¿Y vosotros queréis también iros como éstos? , respondió: ¿A quién iremos, que tienes palabras de vida eterna? (cf. Jn 6, 68). Tanto va en la disposición de quien recibe la doctrina, que por una misma palabra uno huye de quien la enseña, y otro se llega más; y esta palabra de este divino pan es de tan alto misterio, que sin lumbre del Espíritu Santo no se puede creer. que por eta dijo el Señor: Ninguno puede venir a mí si mi Padre no le trujere (Jn 6, 55). Enseñó el celestial Padre al bienaventurado San Pedro allá dentro de su corazón la verdad de la fe, y con aquella lumbre creía quién era nuestro Señor y ser verdad todo lo que decía, ahora lo entendiese, ahora no, como ha de hacer el verdadero creyente.

Sermón del Santísimo Sacramento. III, pg. 750-751.

¿No entendéis? ¿Qué es comer su carne? Iros al altar y comulgar, y que se haga bien hecho. ¿No dijo Él que, si falta el espíritu, la carne no aprovecha (Jn 6, 63)? Comer la carne de Jesucristo es estar Jesucristo en vos y vos en Él, comida como se ha de comer y con buena disposición.

Sermón de la Octava del Corpus. III, pg. 771.

Si fuera aquel maná pasado, aunque fuera culpa, tenía su excusa con decir: “Otros manjares hay con que vivamos; no es mucho que tengamos aqueste en poco y deseemos los otros”. Mas, ¡pobre de mí!, ¿adonde iremos, Señor, que tú solo das la vida (cf. Jn 6, 69), y tu cuerpo es manjar de vida, y sin él no hay sino muerte y tinieblas?

Sermón del Santísimo Sacramento. III, pg. 757.

¿Podremos quizá hallar otro tal Señor, otro tan dulce compañero y amigo para trabajos y placeres? ¿Dónde otro que tal sea tan manso para perdonar, tan hermoso para mirar, tan sabio para aconsejar, tan bueno para amar? ¿A dónde otro que muera por mi con tantos dolores y amores y que esté agora de voluntad de tornar a morir, si yo hubiere menester otra muerte? ¡Oh cuán gran verdad dijo San Pedro: ¡Adónde iremos, Señor, que palabras de vida eterna tienes! (Jn 6, 69). Hermano, bien estamos por Cristo adonde Él por su misericordia nos puso. No queramos probar a qué sabe estar sin Cristo, que es cosa muy amarga y se paga con más que setenas. Miremos a sus trabajos que por nosotros sufrió, y con ellos consolemos los nuestros, y por ellos le pidamos gracia y favor, y sernos ha dada, con la cual venceremos mundo, carne y demonio, y nosotros viviremos en Dios, pues Él murió por matar nuestra muerte y darnos su vida.

Carta a un su devoto. IV, pg. 273.

 

San Oscar Romero.

Bastan por hoy estas noticias, hermanos, para decirles que es una comunidad viva. Que gracias a Dios me siento orgulloso de mi Arquidiócesis y sé que dondequiera que voy, hay espíritu evangélico, hay seguimiento de Cristo. No voy a negar que está sucediendo con nuestra Iglesia lo que le pasó a Cristo en el evangelio de hoy: muchos se le retiran, otros la critican. ¡Qué dura es esta palabra!. Otros la rechazan, no la creen; pero hay un grupo que siempre le dice: "¿A quién iremos?. ¡Si sólo Tú tienes palabras de vida eterna!". Así sea...

Homilía, 26 de agosto de 1979.

 

Papa Francisco. Angelus. 23 de agosto de 2015

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy concluye la lectura del capítulo sexto del Evangelio de san Juan, con el discurso sobre el «Pan de vida» que Jesús pronunció el día después del milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Al final de su discurso, el gran entusiasmo del día anterior se desvaneció, porque Jesús había dicho que era el Pan bajado del cielo y que daría su carne como alimento y su sangre como bebida, aludiendo así claramente al sacrificio de su misma vida. Estas palabras suscitaron desilusión en la gente, que las juzgó indignas del Mesías, no «victoriosas». Algunos veían a Jesús como a un Mesías que debía hablar y actuar de modo que su misión tuviera un éxito inmediato. Pero, precisamente sobre esto se equivocaban: sobre el modo de entender la misión del Mesías. Ni siquiera los discípulos logran aceptar ese lenguaje inquietante del Maestro. Y el pasaje de hoy relata su malestar: «¡Este modo de hablar es duro! —decían— ¿Quién puede hacerle caso?» (Jn 6, 60).

En realidad, ellos entendieron bien el discurso de Jesús. Tan bien que no quieren escucharlo, porque es un lenguaje que pone en crisis su mentalidad. Siempre las palabras de Jesús nos hacen entrar en crisis; en crisis, por ejemplo, ante el espíritu del mundo, ante la mundanidad. Pero Jesús ofrece la clave para superar la dificultad; una clave compuesta de tres elementos. Primero, su origen divino. Él ha bajado del cielo y subirá «adonde estaba antes» (v. 62). Segundo: sus palabras se pueden comprender sólo a través de la acción del Espíritu Santo, «quien da vida» (v. 63). Y es precisamente el Espíritu Santo el que nos hace comprender bien a Jesús. Tercero: la verdadera causa de la incomprensión de sus palabras es la falta de fe: «hay algunos de entre vosotros que no creen» (v. 64), dice Jesús. En efecto, desde ese momento, dice el Evangelio «muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con Él» (v. 66). Frente a estas deserciones, Jesús no regatea ni atenúa sus palabras, es más obliga a hacer una elección clara: o estar con Él o separarse de Él, y les dice a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» (v. 67).

Entonces, Pedro hace su confesión de fe en nombre de los otros Apóstoles: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de Vida eterna» (v. 68). No dice: «¿dónde iremos?», sino «¿a quién iremos?». El problema de fondo no es ir y abandonar la obra emprendida, sino a quién ir. De esa pregunta de Pedro, nosotros comprendemos que la fidelidad a Dios es una cuestión de fidelidad a una persona, a la cual nos adherimos para recorrer juntos un mismo camino. Y esta persona es Jesús. Todo lo que tenemos en el mundo no sacia nuestra hambre de infinito. ¡Tenemos necesidad de Jesús, de estar con Él, de alimentarnos en su mesa, con sus palabras de vida eterna! Creer en Jesús significa hacer de Él el centro, el sentido de nuestra vida. Cristo no es un elemento accesorio: es el «pan vivo», el alimento indispensable. Adherirse a Él, en una verdadera relación de fe y de amor, no significa estar encadenados, sino ser profundamente libres, siempre en camino. Cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿quién es Jesús para mí? ¿Es un nombre, una idea, es solamente un personaje histórico? O ¿es verdaderamente esa persona que me ama, que ha dado su vida por mí y camina conmigo? Para ti, ¿quién es Jesús? ¿Estás con Jesús? ¿Intentas conocerlo en su palabra? ¿Lees el Evangelio, todos los días un pasaje, para conocer a Jesús? ¿Llevas el Evangelio en el bolsillo, en la bolsa, para leerlo en cualquier lugar? Porque cuanto más estamos con Él, más crece el deseo de permanecer con Él. Ahora os pediré amablemente hacer un momento de silencio y que cada uno de nosotros en silencio, en su corazón, se pregunte: ¿Quién es Jesús para mí? En silencio, que cada uno responda en su corazón.

Que la Virgen María nos ayude a «ir» siempre a Jesús, para experimentar la libertad que Él nos ofrece, y que nos consiente limpiar nuestras elecciones de las incrustaciones mundanas y de los miedos.

 

Papa Francisco. Angelus. 22 de agosto de 2021

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de la liturgia de hoy (Jn 6, 60-69) nos muestra la reacción de la multitud y de los discípulos al discurso de Jesús después del milagro de los panes. Jesús nos ha invitado a interpretar ese signo y a creer en Él, que es el verdadero pan bajado del cielo, el pan de vida; y ha revelado que el pan que Él dará es su carne y su sangre. Estas palabras suenan duras e incomprensibles a los oídos de la gente, tanto que, a partir de ese momento –dice el Evangelio–, muchos discípulos se vuelven atrás, es decir, dejan de seguir al Maestro (vv. 60.66).  Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?». (v. 67), y Pedro, en nombre de todo el grupo, confirma la decisión de estar con Él: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios» (Jn 6,68-69). Y es una hermosa confesión de fe.

Detengámonos brevemente en la actitud de quienes se retiran y deciden no seguir más a Jesús ¿De dónde surge esta incredulidad? ¿Cuál es el motivo de este rechazo?

Las palabras de Jesús suscitan un gran escándalo. Nos está diciendo que Dios ha elegido manifestarse y realizar la salvación en la debilidad de la carne humana. Es el misterio de la encarnación. La encarnación de Dios es lo que causa escándalo y lo que para esas personas, pero a menudo también para nosotros, representa un obstáculo. De hecho, Jesús afirma que el verdadero pan de salvación, el que transmite la vida eterna, es su propia carne; que para entrar en comunión con Dios, antes que observar las leyes o cumplir los preceptos religiosos, es necesario vivir una relación real y concreta con Él. Porque la salvación ha venido por Él, en su encarnación. Esto significa que no debemos buscar a Dios en sueños e imágenes de grandeza y poder, sino que debemos reconocerlo en la humanidad de Jesús y, por consiguiente, en la de los hermanos y hermanas que encontramos en el camino de la vida. Y cuando decimos esto, en el Credo, el día de Navidad, el día de la anunciación, nos arrodillamos para adorar este misterio de la encarnación. Dios se hizo carne y sangre: se rebajó a ser hombre como nosotros, se humilló hasta asumir nuestros sufrimientos y nuestro pecado, y, por tanto, nos pide que no lo busquemos fuera de la vida y de la historia, sino en la relación con Cristo y con los hermanos. Buscarlo en la vida, en la historia, en nuestra vida cotidiana. Y este, hermanos y hermanas, es el camino para el encuentro con Dios: la relación con Cristo y los hermanos.

Hoy también la revelación de Dios en la humanidad de Jesús puede causar escándalo y no es fácil de aceptar. Esto es lo que san Pablo llama la "necedad" del Evangelio frente a quienes buscan los milagros o la sabiduría mundana (cf. 1 Co 1, 18-25). Y este "escándalo" está bien representado por el sacramento de la Eucaristía: ¿qué sentido puede tener, a los ojos del mundo, arrodillarse ante un pedazo de pan? ¿Por qué debemos comer este pan con asiduidad? El mundo se escandaliza.

Ante el prodigioso gesto de Jesús que alimenta a miles de personas con cinco panes y dos peces, todos lo aclaman y quieren llevarlo en triunfo, hacerlo rey. Pero cuando Él mismo explica que ese gesto es signo de su sacrificio, es decir, del don de su vida, de su carne y de su sangre, y que quien quiera seguirlo debe asimilarlo a Él, debe asimilar su humanidad entregada por Dios y por los demás, entonces no gusta, este Jesús nos pone en crisis. Preocupémonos si no nos pone en crisis, ¡porque quizás hayamos aguado su mensaje! Y pidamos la gracia de dejarnos provocar y convertir por sus "palabras de vida eterna". Que María Santísima, que llevó en su carne al Hijo Jesús y se unió a su sacrificio, nos ayude a dar siempre testimonio de nuestra fe con la vida concreta.

 

Benedicto XVI. Angelus. 23 de agosto de 2009.

Queridos hermanos y hermanas:

Veis la mano ya libre de la escayola, pero todavía un poco perezosa; por algún tiempo debo continuar en una "escuela de paciencia", ¡pero seguimos adelante!

Desde hace algunos domingos, como sabéis, la liturgia propone a nuestra reflexión el capítulo VI del evangelio de san Juan, en el que Jesús se presenta como el "pan de la vida bajado del cielo" y añade: "Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo" (Jn 6, 51). A los judíos que discuten ásperamente entre sí preguntándose: "¿Cómo puede este darnos a comer su carne?" (v. 52) —y el mundo sigue discutiendo—, Jesús recalca en todo tiempo: "Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros" (v. 53); motivo también para que reflexionemos si hemos entendido realmente este mensaje. Hoy, XXI domingo del tiempo ordinario, meditamos la parte conclusiva de este capítulo, en el que el cuarto evangelista refiere la reacción de la gente y de los discípulos mismos, escandalizados por las palabras del Señor, hasta el punto de que muchos, después de haberlo seguido hasta entonces, exclaman: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?" (v. 60). Desde ese momento "muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él" (v. 66), y lo mismo sucede continuamente en distintos períodos de la historia. Se podría esperar que Jesús buscara arreglos para hacerse comprender mejor, pero no atenúa sus afirmaciones; es más, se vuelve directamente a los Doce diciendo: "¿También vosotros queréis marcharos?" (v. 67).

Esta provocadora pregunta no se dirige sólo a los interlocutores de entonces, sino que llega a los creyentes y a los hombres de toda época. También hoy no pocos se "escandalizan" ante la paradoja de la fe cristiana. La enseñanza de Jesús parece "dura", demasiado difícil de acoger y poner en práctica. Hay entonces quien la rechaza y abandona a Cristo; hay quien intenta "adaptar" su palabra a las modas de los tiempos desnaturalizando su sentido y valor. "¿También vosotros queréis marcharos?". Esta inquietante provocación resuena en nuestro corazón y espera de cada uno una respuesta personal; es una pregunta dirigida a cada uno de nosotros. Jesús no se conforma con una pertenencia superficial y formal, no le basta con una primera adhesión entusiasta; al contrario, es necesario tomar parte durante toda la vida "en su pensar y en su querer". Seguirlo llena el corazón de alegría y da pleno sentido a nuestra existencia, pero implica dificultades y renuncias porque con mucha frecuencia se debe ir a contracorriente.

"¿También vosotros queréis marcharos?". A la pregunta de Jesús, Pedro responde en nombre de los Apóstoles, de los creyentes de todos los siglos: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios" (vv. 68-69). Queridos hermanos y hermanas, también nosotros podemos y queremos repetir en este momento la respuesta de Pedro, ciertamente conscientes de nuestra fragilidad humana, de nuestros problemas y dificultades, pero confiando en la fuerza del Espíritu Santo, que se expresa y se manifiesta en la comunión con Jesús. La fe es don de Dios al hombre y es, al mismo tiempo, confianza libre y total del hombre en Dios; la fe es escucha dócil de la palabra del Señor, que es "lámpara" para nuestros pasos y "luz" en nuestro camino (cf. Sal 119, 105). Si abrimos con confianza el corazón a Cristo, si nos dejamos conquistar por él, podemos experimentar también nosotros, como por ejemplo el santo cura de Ars, que "nuestra única felicidad en esta tierra es amar a Dios y saber que él nos ama". Pidamos a la Virgen María que mantenga siempre viva en nosotros esta fe impregnada de amor, que hizo de ella, humilde muchacha de Nazaret, la Madre de Dios y madre y modelo de todos los creyentes.

 

Benedicto XVI. Angelus. 26 de agosto de 2012.

Queridos hermanos y hermanas:

Los domingos pasados meditamos el discurso sobre el «pan de vida» que Jesús pronunció en la sinagoga de Cafarnaúm después de alimentar a miles de personas con cinco panes y dos peces. Hoy, el Evangelio nos presenta la reacción de los discípulos a ese discurso, una reacción que Cristo mismo, de manera consciente, provocó. Ante todo, el evangelista Juan —que se hallaba presente junto a los demás Apóstoles—, refiere que «desde entonces muchos de sus discípulos se echaron atrás y no volvieron a ir con él» (Jn 6, 66). ¿Por qué? Porque no creyeron en las palabras de Jesús, que decía: Yo soy el pan vivo bajado del cielo, el que coma mi carne y beba mi sangre vivirá para siempre (cf. Jn 6, 51.54); ciertamente, palabras en ese momento difícilmente aceptables, difícilmente comprensibles. Esta revelación —como he dicho— les resultaba incomprensible, porque la entendían en sentido material, mientras que en esas palabras se anunciaba el misterio pascual de Jesús, en el que él se entregaría por la salvación del mundo: la nueva presencia en la Sagrada Eucaristía.

Al ver que muchos de sus discípulos se iban, Jesús se dirigió a los Apóstoles diciendo: «¿También vosotros queréis marcharos?» (Jn 6, 67). Como en otros casos, es Pedro quien responde en nombre de los Doce: «Señor, ¿a quién iremos? —también nosotros podemos reflexionar: ¿a quién iremos?— Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros hemos creído y sabemos que tú eres el Santo de Dios» (Jn 6, 68-69). Sobre este pasaje tenemos un bellísimo comentario de san Agustín, que dice, en una de sus predicaciones sobre el capítulo 6 de san Juan: «¿Veis cómo Pedro, por gracia de Dios, por inspiración del Espíritu Santo, entendió? ¿Por qué entendió? Porque creyó. Tú tienes palabras de vida eterna. Tú nos das la vida eterna, ofreciéndonos tu cuerpo [resucitado] y tu sangre [a ti mismo]. Y nosotros hemos creído y conocido. No dice: hemos conocido y después creído, sino: hemos creído y después conocido. Hemos creído para poder conocer. En efecto, si hubiéramos querido conocer antes de creer, no hubiéramos sido capaces ni de conocer ni de creer. ¿Qué hemos creído y qué hemos conocido? Que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, es decir, que tú eres la vida eterna misma, y en la carne y en la sangre nos das lo que tú mismo eres» (Comentario al Evangelio de Juan, 27, 9). Así lo dijo san Agustín en una predicación a sus fieles.

Por último, Jesús sabía que incluso entre los doce Apóstoles había uno que no creía: Judas. También Judas pudo haberse ido, como lo hicieron muchos discípulos; es más, tal vez tendría que haberse ido si hubiera sido honrado. En cambio, se quedó con Jesús. Se quedó no por fe, no por amor, sino con la secreta intención de vengarse del Maestro. ¿Por qué? Porque Judas se sentía traicionado por Jesús, y decidió que a su vez lo iba a traicionar. Judas era un zelote, y quería un Mesías triunfante, que guiase una revuelta contra los romanos. Jesús había defraudado esas expectativas. El problema es que Judas no se fue, y su culpa más grave fue la falsedad, que es la marca del diablo. Por eso Jesús dijo a los Doce: «Uno de vosotros es un diablo» (Jn 6, 70). Pidamos a la Virgen María que nos ayude a creer en Jesús, como san Pedro, y a ser siempre sinceros con él y con todos.

 

MISA DE NIÑOS. XXII T.O.

Monición de entrada.

Buenos días:

Cada domingo venimos a misa para acordarnos de Jesús y contar lo que Él hizo.

Somos Iglesia, la familia de Jesús, que quiere hacerle caso y vivir como Él nos enseñó.

Y así enseñarlo a las personas que no conocen a Jesús.

 

 Señor, ten piedad.

Porque a veces nos olvidamos de los mandamientos de Dios. Señor, ten piedad.

Porque a veces no queremos a Jesús con todo el corazón. Cristo, ten piedad.

Porque a veces vemos a misa sin poner el corazón. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.

-Por el Papa Francisco, para que estés siempre en su corazón. Te lo pedimos Señor.

-Por la Iglesia, para que sepa guardar lo que ha recibido de ti y renunciar a lo que le aparta de ti.  Te lo pedimos Señor.

-Por las personas que se enfadan por haber cambiado la misa y algunas leyes de la Iglesia, para que lo entiendan y acepten. Te lo pedimos, Señor.

-Por los jóvenes, para que sean escuchados. Te lo pedimos, Señor.

-Por nosotros, para que vivamos la misa como un acto de amor y no como una obligación. Te lo pedimos, Señor.

 

 Acción de gracias.

Virgen María, te damos gracias porque nos enseñas a querer a Jesús no de palabra, sino con el corazón.

 

ORACIÓN PARA EL CENTRE JUNIORS CORBERA.  DOMINGO XVI T.O.

EXPERIENCIA.

-Cierra los ojos, toma conciencia de tu respiración: ¿cómo es? Y tú corazón: ¿cómo late?

-Pon la mano cerca de él, siente su latido: es la vida que fluye en tu interior y permite estés leyendo esto.

-Mira el vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=C9rhyv28DIo&t=48s

-Es la vida que fluye en las corrientes de vida de las personas.

-¿Qué más te sugiere el vídeo?

-¿Y estas palabras tomadas de él: hambre, compartir mesa, recordar, entrega, tragarnos a Jesús y bendecir?

 

REFLEXIÓN.

Lee el evangelio de este domingo.

X Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 60-69.

En aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús dijeron:

-Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?

Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban les dijo:

-¿Esto os escandaliza? ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen.

Pues Jesús sabía desde el principio quienes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede”.

Desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce:

-¿También vosotros queréis marcharos?

Simón Pedro le contestó:

-Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.

 

El texto forma parte del final del discurso del Pan de Vida, leído en los domingos anteriores. Ante Jesús no valen las medias opciones. Hay que responder sí o no.

Imagina la escena, píntala en tu mente, fíjate en los personajes, los gestos y el tono de las palabras.

Toma conciencia de estar ante Jesús: Él habita en tu corazón y desde allí te pregunta: “¿También, tú quieres marcharte?”.

Seguramente no te has marchado ni alejado de Él de manera formal, pero ¿qué es lo que te impide aceptarle tal como es, creer en Él y en sus palabras?

Los doce dudaron, pero al final Pedro, en nombre de ellos respondió: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.

Repite en tu interior: “Señor, ¿a quién voy a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.

 

COMPROMISO.

Durante esta semana repite estas palabras y entra una iglesia y comulga. Si hace tiempo que no lo has hecho o tienes conciencia de pecado mortal,  busca al sacerdote y acoge el sacramento del perdón, recibe el Pan de Vida.

 

CELEBRACIÓN.

Entra en https://www.youtube.com/watch?v=wFiRJvPaXoQ

Es la capilla de adoración del Santísimo 24 horas ubicada en la parroquia Inmaculada Concepción de Buenos Aires (Argentina). Permanece en silencio, acercándote a Cristo quien desde allí te mira. Contémplalo, háblale.



[1] Apódosis: 2. Retórica.  Segunda parte del discurso, en que se completa o cierra el sentido que queda pendiente en la prótasis (primera parte del discurso). www.rae.es

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