jueves, 15 de agosto de 2024

Domingo 20 T. O. 18 de agosto de 2024.

 


Lectura del libro de los Proverbios 9, 1-6

La sabiduría se ha hecho una casa, ha labrado siete columnas; ha sacrificado víctimas, ha mezclado el vino y ha preparado la mesa. Ha enviado a sus criados a anunciar en los puntos que dominan la ciudad: “Vengan aquí los inexpertos”; y a los faltos de juicio les dice: “Venid a comer de mi pan, a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la inteligencia”.

 

Textos paralelos.

La sabiduría ha edificado su casa.

Mt 22, 1-14: el banquete de bodas. … Despachó a sus criados para llamar a los invitados a la boda,…

Venid a compartir mi comida.

Is 55, 1-3:  ¡Atención, sedientos!, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar, vino y leche de balde. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta? ¿Y el salario en lo que no da hartura? Escuchadme atentos, y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos. Prestad oído, venid a mí, escuchadme y viviréis. Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David.

Beber el vino que he mezclado.

Si 24, 19-21: Venid a mí los que me amáis, y saciaros de mis frutos; recordadme es más dulce que la miel, poseerme es mejor que los panales. El que me come tendrá más hambre, el que me bebe tendrá más sed.

Jn 6, 38: Porque no bajé del cielo para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.

 

Notas exegéticas.

9 1 Características de un edificio noble, con patio interior. Más allá del ámbito estrictamente doméstico, la simbología de las “siete columnas” podría aludir también a un edificio sagrado (en cuyo caso el banquete de la sabiduría tendría connotaciones cultuales) o simplemente a la escuela sapiencial (ver Si 51, 23).

9 3 Recordemos el envío de los criados en Mt 22, 3-4; y en el AT el envío de los profetas, sabios y escribas, al que se refiere Jesús en Mt 23, 34-37.

 

Salmo responsorial

Salmo 34 (33) 1, 2-3.10-11.12-13.14-16 (R: 9a).

 

Gustad y ved qué bueno es el Señor. R/.

Bendigo al Señor en todo momento,

su alabanza está siempre en mi boca;

mi alma se gloría en el Señor:

que los humildes lo escuchen y se alegren.  R/.

 

Todos sus santos, temed al Señor,

porque nada les falta a los que le temen;

los ricos empobrecen y pasan hambre,

los que buscan al Señor no carecen de nada. R/.

 

Venid, hijos, escuchadme:

os instruiré en el temor del Señor.

¿Hay alguien que ame la vida

y desee días de prosperidad? R/.

 

Guarda tu lengua del mal,

tus labios de la falsedad;

apártate del mal, obra el bien,

busca la paz y corre tras ella. R/.

 

Textos paralelos.

Gustad y ved que bueno es el Señor.

1 P 2, 3: Si es que habéis gustado qué bueno es el Señor.

Sal 2, 12: Temblando rendidle homenaje, no sea que perdáis el camino, si llega a inflamarse su ira. Dichosos los que se refugian en él.

Venid, hijos, escuchadme.

Pr 1, 8: Hijo mío, escucha los avisos de tu padre, no rechaces las instrucciones de tu madre.

Pr 4, 1: Escuchad, hijos, la corrección paterna; atended, para aprender prudencia.

¿A qué hombre no le gusta la vida?

1 Pe 3, 10-12: Si uno quiere vivir y pasar años prósperos, guarde su lengua del mal y sus labios de la falsedad, apártese del mal y haga el bien, busque la paz y corra tras ella. Porque los ojos del Señor se fijan en el honrado, sus oídos escuchan sus súplicas; pero el Señor se enfrenta con los malhechores.

Huye del mal.

Sal 37, 27: Apártate del mal y haz el bien, y siempre tendrás una casa.

Mt 5, 9: Dichosos los que procuran la paz, porque se llamarán hijos de Dios.

 

Notas exegéticas.

34 Salmo penitencial alfabético, ver Pr 31, 10 (pero el orden de las estrofas está alterado): acción de gracias, vv. 2-11, e instrucción, en el sentido de los Proverbios sobre la suerte de los justos y de los malvados, vv. 12-23.

34 11 Lit. “leoncillos”. Las fieras designaban frecuentemente a los impíos, Sa 3, 8; Jb 4, 9-10; Ez 38, 13; Za 11, 3.

 

Segunda lectura.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 5, 15-20.

Hermanos:

Fijaos bien cómo andáis; no seáis insensatos, sino sensatos, aprovechando la ocasión, porque vienen días malos. Por eso, no estéis aturdidos, daos cuenta de lo que el Señor quiere. No os emborrachéis con vino, que lleva al libertinaje, sino dejaos llenar del Espíritu. Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y tocad con toda el alma para el Señor. Dad siempre gracias a Dios Padre por todo, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.

 

Textos paralelos.

 Aprovechad bien la ocasión.

Col 4, 5: Tratad con los de fuera con sensatez, aprovechando la ocasión.

Tratad de comprender cuál es la voluntad del Señor.

Col 1, 9: Por eso nosotros, desde que nos enteramos, no cesamos de orar por vosotros, pidiendo que os colméis del conocimiento de su voluntad con toda sabiduría e inteligencia espiritual.

Rm 12, 2: No os ajustéis a este mundo, antes transformaos con una mentalidad nueva, para discernir la voluntad de Dios, lo que es bueno y aceptable y perfecto.

Col 3, 16-17: La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; con toda destreza enseñaos mutuamente. Con corazón agradecido cantad a Dios salmos, himnos y cánticos inspirados. Todo lo que hagáis, de palabra o de obra, hacedlo invocando al Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Dando gracias siempre.

1 Ts 5, 18: Dad gracias por todo. Eso es lo que quiere Dios de vosotros como cristianos.

Col 3, 15-17: Actúe de árbitro en vuestra mente la paz de Cristo, a la que habéis sido llamados para formar un cuerpo. Sed agradecidos. La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; con toda destreza enseñaos mutuamente. Con corazón agradecido cantad a Dios salmos, himnos y cánticos inspirados. Todo lo que hagáis, de palabra o de obra, hacedlo invocando al Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

 

Notas exegéticas.

5 16 (a) Lit.: “rescatando el tiempo”.

5 16 (b) La expresión “malos tiempos” ha sido entendida como una referencia al tiempo en que fue redactada la carta, o bien como una nota característica de la Iglesia en general. El tema, conocido en la literatura sapiencial (Qo 9, 10), adopta aquí un giro escatológico.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 51-58.

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

-Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.

Disputaban los judíos entre sí:

-¿Cómo puede este darnos a comer su carne?

Entonces Jesús les dijo:

-En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.

 

Textos paralelos.

El pan que yo voy a dar es mi carne.

Lc 22, 19: Tomando un pan, dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros.

1 Co 11, 24: Dando gracias lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.

Si no coméis mi carne.

Jn 1, 14: La Palabra se hizo hombre y acampó entre nosotros. Contemplamos su gloria, gloria como de Hijo único del Padre, lleno de lealtad y fidelidad.

Mt 8, 20: Jesús contestó: las zorras tienen nidos, pero este Hombre no tiene donde recostar la cabeza.

Permanece en mí, y yo en él.

Jn 15, 4-5: Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí solo, si no permanece en la vid, tampoco vosotros, si no permanecéis en míj.

Vivirá por mí.

Jn 5, 26: Pues como el Padre posee vida en sí, así hace que el Hijo posea vida en sí.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén

6 51 (a) Referencia a Gn 3, 22 “… y comiendo de él para siempre”. Con su enseñanza, Cristo-Sabiduría nos da acceso de nuevo al árbol de la vida del que Adán había sido privado. Ya nunca más seremos arrojados del Paraíso.

6 51 (b) La última sección del discurso está dedicada explícitamente al sacramento de la eucaristía. Aunque se reconozca generalmente el colorido joánico del pasaje, no es imposible que estos vv. sean un añadido posterior a la redacción del resto de este capítulo, o, al contrario, que Jn se haya valido aquí de una tradición más antigua.

6 51 (c) Se sobrentiende: “dada” o “entregada” (como precisan muchos manuscritos). Este giro conciso recuerda a 1 Co 11, 24: “Este es mi cuerpo que se da por vosotros”, ver Lc 22, 19. Alusión a la Pasión. Pero Juan sustituye el término “cuerpo” por “carne”, que designaba al hombre en su condición de debilidad y mortalidad. En el judaísmo la expresión más completa “la carne y la sangre” significaban lo mismo. Comparar por tanto con vv. 56 y 57.

6 54 (a) Este verbo (trogo) significa propiamente “roer”, “rumiar”, “masticar”. Jn utiliza un vocabulario especialmente realista para caracterizar la participación en la Eucaristía. Pone así en guardia a sus lectores ante una interpretación docetista del ministerio de Jesús. Según la costumbre judía, los alimentos de la cena pascual debían ser cuidadosamente masticados.

6 54 (b) La eucaristía es el fenómeno de la resurrección para los creyentes.

6 57 La eucaristía comunica a los fieles la vida que el Hijo recibe del Padre.

6 58 Adic.: “el maná” o: “en el desierto”.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

50-51 DE MODO QUE… NO MUERA. Ese pan eucarístico “es medicina de inmortalidad, antídoto que impide morir y hace vivir” (Ignacio de Antioquía. A los Efesios). // MI CARNE: mi naturaleza humana, mi humanidad. // POR LA VIDA: en favor de la vida, para que los hombres tengan vida. El anuncio de la Eucaristía es claro y sin ambigüedades, hasta provocar el escándalo. El texto del v. 51 parece un eco de la fórmula de los Sinópticos para la institución de la Eucaristía bajo la especie de pan, acentuando su aspecto redentor, de sacrificio.

53 NO PODÉIS TENER: lit. no tenéis (tiempo presente gramatical con valor de futuro).

54-58 “Masticar”: el verbo griego podría considerarse simple sinónimo de “comer” (así en 13, 18 citando el Sal 41, 10); pero lo más probable es que aquí conserve su significado específico de mascar, roer, quizá para rechazar interpretaciones puramente espiritualistas, propias del docetismo, de estas frases. Recuérdese también la norma tradicional para la cena del cordero pascual: había que masticarlo bien. El realismo de la carne y la sangre dice también la totalidad de la persona de Jesús bajo el aspecto de su corporalidad que se entrega al sacrificio; Jesús está verdaderamente presente en esa carne y esa sangre. El que come esa carne y bebe esa sangre no solo toma una materia dotada de determinada fuerza, sino al mismo Jesús.

57 Creer las palabras de Jesús, en vez de escandalizarse (cf. v. 60) produce ganas de vivir, hambre y sed de recibirlo como alimento y bebida; es la experiencia de san Ignacio de Antioquía: “Quiero conseguir el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo nacido del linaje de David; y quiero como bebida su sangre, que es la caridad incorruptible” (Tm 7, 2). El término comparativo “COMO” parece afectar más bien a “la fuente de vida” que a “la misión”; la traducción se ciñe al orden del texto griego. Jesús ha sido enviado por el Padre a imagen del Padre que da la vida. // GRACIAS A: o mediante, en virtud de; como vivimos gracias a los alimentos.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

6, 35-59 Este sermón de Cristo es llamado “El discurso del pan de vida”. Lo desarrolló a partir del milagro de la multiplicación de los panes, y reveló que él es el Pan de vida que ha venido del cielo para alimentarnos en la fe. La santidad y el testimonio efectivo del Evangelio requieren una recepción frecuente de la Eucaristía y un amor ardiente a ella. Cat. 2835-2837.

6, 51 Cristo, a través de su pasión, muerte y resurrección, ofrece la redención a toda la humanidad. Además la santidad movida por la Eucaristía trae vida al mundo. En el Padrenuestro rezamos: “Danos hoy nuestro pan de cada día”, una referencia no sólo a nuestras necesidades temporales, sino más específicamente a la propia Eucaristía. Cat. 328, 1355, 1406-1407, 2837.

6, 53 Muchas personas de la multitud, al oír a Cristo hablando de comer su carne, tomaron las palabras como una invitación al canibalismo. Cristo se refería a comer su carne y beber su sangre de una manera sacramental. En la Eucaristía, que él instituiría en la Última Cena, el pan y el vino se convertirían en su cuerpo y sangre para alimento espiritual de los fieles. Al instituir el sacerdocio, Cristo dio a sus apóstoles y a sus sucesores el poder de hacer lo mismo. En este discurso, enseñó sobre su presencia real en la Eucaristía. La palabra que la Iglesia utiliza para describir el cambio que tiene lugar cuando el sacerdote consagra el pan y el vino en Misa es transustanciación, en la que la sustancia del pan y el vino cambia en el cuerpo y la sangre de Cristo pero los accidentes o apariencias no. La vida que confiere la Eucaristía pertenece a la vida sobrenatural, que nos une cada vez más a Cristo y nos prepara para la eternidad en el cielo. Cat. 787, 1382-1384, 1391-1392, 1406, 1509.

 

Notas exegéticas Biblia del Peregrino.

6, 35-50 El uso del pan o el alimento en sentido figurado lo aplican a la palabra de Dios; el citado Am 8, 11; de modo especial Is 55, 1-11, que suena como una falsilla del texto que comentamos. Los sapienciales lo aplican a la sabiduría o sensatez: Prov 9, 1-6; Eclo 15, 3. En el pentateuco es fundamental Dt 8, 3 y por contraste Gn 2-3 sobre el árbol de la vida.

6, 44 Este “arrastrar” puede recordar a Yhwh Padre “tirando” con amor de su hijo (Os 11, 14). La fe es don de Dios, es como su atracción impresa en el hombre.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

2835 Esta petición y la responsabilidad que implica sirven además para otra clase de hambre de la que desfallecen los hombres: “No solo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Dios” (Mt 4, 4), es decir, de su Palabra y de su Espíritu.

2837 Tomada al pie de la letra (epiosion “lo más esencial” [de cada día]), designa directamente el Pan de Vida, el Cuerpo de Cristo remedio de inmortalidad sin el cual no tenemos la Vida en nosotros. Finalmente, ligado a lo que precede, el sentido celestial es claro: este día es el del Señor, el Festín del Reino, anticipado en la Eucaristía, en que pregustamos el Reino venidero. Por eso conviene que la liturgia eucarística se celebre cada día. “La Eucaristía es nuestro pan cotidiano […] La virtud propia de este divino alimento es una fuerza de unión: nos une al Cuerpo del Salvador y hace de nosotros sus miembros para que vengamos a ser lo que recibimos […] Este pan cotidiano se encuentra, además, en las lecturas que oís cada día en la iglesia, en los himnos que se cantan y que vosotros cantáis. Todo eso es necesario en nuestra peregrinación” (S. Agustín).

151 Para el cristiano, creer en Dios es inseparablemente creer en Aquel que él ha enviado, “su Hijo amado”, en quien ha puesto toda su complacencia. Dios nos ha dicho que le escuchemos. El Señor mismo dice a sus discípulos: “Creed en Dios, creed también en mi” (Jn 14, 1). Podemos creer en Jesucristo porque es Dios, el Verbo hecho carne: “A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (Jn 1, 18). Porque “ha visto al Padre”

1355 En la comunión, precedida por la oración del señor y de la fracción del pan, los fieles reciben el pan del cielo y el cáliz de la salvación, el Cuerpo y la Sangre de Cristo que se entregó “para la vida del mundo” (Jn 6, 51).

787 Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida; les reveló el misterio del Reino; les dio parte en su misión, en su alegría y en sus sufrimientos. Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre Él y los que le sigan: “Permaneced en mí, como yo en vosotros […] Yo soy la vid y vosotros los sarmientos” (Jn 15, 4-5). Anuncia una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: “Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (Jn 6, 56).

1382 La misa es, a la vez e inseparablemente, el memorial sacrificial en que se perpetúa el sacrificio de la cruz, y el banquete sagrado de la comunión en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Pero la celebración del sacrificio eucarístico está totalmente orientada hacia la unión íntima de los fieles con Cristo por medio de la comunión. Comulgar es recibir a Cristo mismo que se entregó por nosotros.

1384 El Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el sacramento de la Eucaristía: “En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros” (Jn 6, 53).

1391 La comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. Recibir la Eucaristía en la comunión da como fruto principal la unión íntima con Cristo Jesús. En efecto, el Señor dice: “Quien come mi Carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (Jn 6, 56). La vida en Cristo encuentra su fundamento en el banquete eucarístico: “Lo mismo que me ha enviado el Padre que vive y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí” (Jn 6, 57).

“Cuando en las fiestas [del Señor] los fieles reciben el Cuerpo del Hijo, proclaman unos a otros la Buena Nueva, se nos han dado las arras de la vida, como cuando el ángel dijo a María [de Magdala]: “¡Cristo ha resucitado!”. He aquí que ahora también la vida y la resurrección son comunicadas a quien recibe a Cristo. (Fanquith, Breviarium iuxta ritum Ecclesiae Antiochense Syrorum, v. 1).

1392 Lo que el alimento material produce en nuestra vida corporal, la comunión lo realiza de manera admirable en nuestra vida espiritual. La comunión con la Carne de Cristo resucitado, “vivificada por el Espíritu Santo y vivificante”, conserva, acrecienta y renueva nuestra vida de gracia recibida en el Bautismo. Este crecimiento de la vida cristiana necesita ser alimentado por la comunión eucarística, pan de nuestra peregrinación, hasta el momento de la muerte, cuando nos sea dada como viático.

 

Concilio Vaticano II

El apostolado de los laicos es una participación en la misión salvadora misma de la Iglesia. Todos están destinados a este apostolado por el Señor mismo a través del bautismo y de la confirmación. Los sacramentos, y sobre todo la Eucaristía, comunican y alimentan la caridad a Dios y a los hombres, que es el alma de todo apostolado.

Constitución Lumen gentium, 33.

 

Los Santos Padres.

No los tengas como pan y vino sin más; según la declaración del Señor son cuerpo y sangre de Cristo. Y aunque el sentido te sugiera eso, la fe debe darte la certeza. No juzgues el hecho por lo que te dicte el gusto, sino que, después de ser considerado digno del cuerpo y sangre de Cristo, debes estar plenamente convencido desde la fe, sin dudar.

Cirilo de Jerusalén. Las catequesis¸ 4, 4-6. 4a, pg. 334.

Os reunís para obedecer al obispo y al presbiterio con un propósito constante, partiendo un único pan, que es medicina de inmortalidad, remedio para no morir, sino para vivir siempre en Jesucristo.

Ignacio de Antioquía, Carta a los efesios, 20, 2, 4a, pg. 334.

El que come la santa carne de Cristo tiene vida eterna, pues esa carne tiene en sí al mismo Verbo, que por naturaleza es vida.

Cirilo de Alejandría, Comentario al Ev. de Juan, 4, 2, 4a, pg. 334.

Le ofrecemos lo que le pertenece, y proclamamos de manera concorde la unión y comunidad entre la carne y el espíritu. Porque, así como el pan que brota de la tierra, una vez que se pronuncia sobre él la invocación de Dios, ya no es pan común, sino que es la Eucaristía compuesta de dos elementos, terreno y celestial, de modo semejante también nuestros cuerpos, al participar de la Eucaristía, ya no son corruptibles, sino que tienen la esperanza de resucitar para siempre.

Ireneo, Contra las herejías, 4, 18, 5, 4a, pg. 335.

Cuando se come a Cristo, se come la vida. Ni se le da muerte para comerlo, sino que Él da la vida a los muertos. Cuando se le come da fuerzas, pero Él no mengua. Por tanto, hermanos, no temamos comer este pan por miedo de que se acabe y no encontremos después que tomar. Sea comido, Cristo; comido vive, puesto que muerto resucitó.

Agustín, Sermones, 132. 4a, pg. 447.

 

San Agustín

Ciertamente los hombres pueden tener vida temporal sin este pan; mas es imposible que tengan la vida eterna. Luego, quien no come su carne, ni bebe su sangre no tiene en sí la vida; sí la tiene, en cambio, quien come su carne y bebe su sangre. En ambos casos se trata de la vida terna. No es así el alimento que tomamos para sustentar esta vida temporal. Es verdad que quien no la toma no puede vivir; pero también lo es que no todos los que la toman vivirán. Sucede, en efecto, que muchos que lo toman mueren, sea por vejez o por enfermedad o por cualquier otro accidente. Eso no sucede con este alimento y bebida, es decir, con el cuerpo y la sangre del Señor, pues quien no lo toma no tiene vida y quien lo toma tiene vida, y vida eterna.

Comentario sobre el evangelio de san Juan 25, 14-18. I, pg. 513.

 

San Juan de Ávila

No es de creer que quien es tan amigo de verdad en todas sus obras y sus sacrificios, que no quiera serlo en el trato familiar de su sacratísimo cuerpo; trato sobre toda manera amigable, que no tiene semejable en la tierra; al cual, si verdad se ha de guardar, ha de corresponder, de parte de Cristo con el sacerdote y del sacerdote con Cristo, una amistad interior tan estrecha, y una semejanza de costumbres, y un amor y aborrecer de una misma manera, y, en fin, un amor tan entrañable, que de dos haga uno, para así se cumpla lo que el Señor dijo: qui manducat meam carnem et bibit meun sanguinem in me manet, et ego in illo.

Tratado sobre el sacerdocio. I, pg. 919.

El Apóstol dice que Cristo es nuestra vida (cf. Col 3, 4); mas por esto no se sigue que los justos no viven, pues que dice el Señor: el que come a mí, vive por mí (Jn 6, 58). Y no ternía razón de hombre quien, por oír decir que Dios es hermosura de la rosa, o fortaleza del león, o cosas de esta manera, engase tener estas criaturas hermosura y fortaleza distintas de las de Dios. La escritura dice: Dios es vida tuya, y longura de tus días (Dt 30, 20); el cual modo de hablar quiere decir que Dios es causa eficiente de estas cosas, y el que nos la[s] da.

Audi, filia (II). I, pg. 736.

Dice Sant Juan: Quien come mi carne y bebe mi sangre, habet vitam aeternam, tiene vida eterna (Jn 6, 55). ¿No dijera: terná la vida eterna? ¿Por qué llama vida eterna estar en gracia? Porque el que dignamente comulga, conoce a Dios y le ama. Si se llama vida, ¿por qué eterna? Porque si vos no la matáis, no hayáis miedo que se muera. Vuestra vida morirá; la gracia no se muere si vos no la matáis. Y esta gracia es principio de la vida eterna, aunque imperfecta.

Lecciones sobre 1 San Juan (I). II, pg. 155.

Mi parecer (salvo mejor juicio) es que, no habiendo legítimo impedimento, el prelado (en nombre del prelado entiendo cualquiera que tiene cargo de administrar el santísimo sacramento de la eucaristía) es obligado a darlo, a su súbdito cuantas veces le pidiere. Lo uno, por razón del nombre, que es sacerdote: que da cosas sagradas o sacramentos; ¿y cuál mejor ni tal como el de la comunión? Lo segundo, por razón del amor que debe tener a Dios. Si le ama, apaciente sus ovejas (Jn 21, 17). ¿Y qué pasto? El que el mismo Dios dice: Mi carne es verdaderamente manjar (Jn 6, 56). Y el que este santísimo sacramento niega es injusto, porque le niega lo que con tanta justicia se le debe, como Santo Tomás dice, que “el cristiano tiene tanto derecho para pedir el santísimo sacramento, que ni su prelado se lo puede negar, si no fuese por pecado público. Pidiéndoselo en público, se lo ha de dar; cuanto más debe al que con devoción se lo pide” (Summa theologica, 3, q. 80 a.6).

Miscelánea breve. II, pg. 861.

Veamos lo que te da por virtud de este sacramento. Innumerables son sus efectos y virtudes; mas la primera y más principal es hacerse semejante el hombre a Dios en la pureza de la vida y después en la bienaventuranza de la gloria, que es hacer al hombre divino, deificada su ánima y haciéndola participante de las costumbres y naturaleza de Dios. Y, porque esta es una tan gran cosa que parece increíble oye cómo así lo dice el mesmo Dios: El que come, dice Él, mi carne y bebe mi sangre, él está en mí y yo en él (Jn 6, 57). Añade luego estas palabras en sentencia, y dice: “Pues así como mi Padre está en mí, y, por estar Él en mi vida, la vida que yo vivo es en todo semejante a la de mi Padre, que es vida de Dios, así aquel en quien yo estuviere por medio de este sacramento, la vida suya será semejante a la mía, y así no vivirá ya como hombre, sino como Dios, como vivía mi Apóstol: Vivo yo, ya no yo, sino vive Cristo en mi” (Gal 2, 20). Esta sentencia y esta comparación es de Cristo. Bastábanos, sin duda, solo esto para hacer aquí una perpetua estación, sin pasar adelante.

Toma tres medidas de flor de harina, dijo Abraham a su mujer Sara, y cuécelo en el rescoldo. - ¿Qué pan es éste, que parece tan bajo, cocido en el rescoldo? – El que descendió del cielo: Ego sum panis vivus qui de caelo descendi (Jn 6, 51). De tres medidas se hizo este pan, de la flor de lo mejor de la harina, que quiere decir que hay allí tres cosas que son metro y mesura de todas las otras cosas, y que cuanto las cosas todas del mundo más se allegan a ellas, más perfectas se hacen. - ¿Qué hay en el Sacramento? - ¡Oh Señor, y quién nunca de otra se acordase! ¿Qué hay allí? Dios sobre todas las cosas.

Sermón en la Infraoctava del Corpus, III, pg. 636.

Porque, muriendo el mismo Señor, mató nuestra muerte. Y porque estábamos en una muerte de ánima y cuerpo, estuvo Él muerto y sepultado, y de esta manera nos ganó la vida de gracia para el ánima, y vida inmortal y gloriosa para el cuerpo, sin que tenga fin una ni otra. Porque ¿qué quiere decir: Si alguno comiere este pan, vivirá para siempre (Jn 6, 52) sino: “por virtud de este pan la muerte está muerta para siempre.

Sermón en la Infraoctava del Corpus. III, pg. 569.

Esté sin miedo de la muerte, pues ha recibido la Vida, y espere de gozar de la dulce y verdadera promesa de Jesucristo que dicen las palabras del tema: El que come de este pan vivirá para siempre (Jn 6, 52).

Sermón en la Infraoctava del Corpus. III, pg. 586.

Quien come mi carne y bebe mi sangre, en mí está y yo en él (Jn 6, 57). Quien come mi carne vivirá para siempre (cf. Jn 6, 59). ¡Oh milagro de Dios! ¿Quién vido, por comer carne, vivir para siempre? Esa fue la invención del diablo para dar la muerte; pues esa sea la invención de Dios para dar la vida, para que sepa el demonio con quien se toma. Si la carne causó la muerte, la carne cause la vida. Y aun más poderosa es esta carne para dar vida que fue aquella para dar la muerte.

Sermón octava del Corpus. III, pg. 77.

Parecióles bien el pan que mantiene para siempre parecióles cosa recia que Aquel que era tenido por hijo de una mujer y de un hombre a los cuales ellos conocían, dijese que había descendido del cielo. Y declarando el Señor más el misterio de este mantenimiento, que hace vivir para siempre, díjoles: El pan que yo daré, mi carne es, para la vida del mundo. Espantáronse más, y dijeron: ¿Cómo este nos puede dar su carne para comer? (Jn 6, 62-53). Gente grosera y tosca, sin fe y sin prudencias; que ya que ellos se engañaban en la manera del entender, preguntáranle al Señor, y dijérales que no entendía Él que habían de comer su carne sagrada así a bocados y a tajadas como la carne de un animal que cortan en la carnicería.  Fuéronse del Señor, porque les parecía que esta doctrina es dura (Jn 6, 61).

Sermón Santísimo Sacramento. III, pg. 750-751.

Allí de comer de un árbol murieron; aquí dicen las palabras de nuestro tema: Quien comiere mi carne y bebiere mi sangre, tiene vida eterna (cf. Jn 6, 55).

Sermón Santísimo Sacramento, III, pg. 600.

-Veisnos aquí un poquito dentro de la materia. – Pues, ¿qué responderemos a las palabras de Cristo nuestro Señor: Mi carne verdaderamente es manjar? (Jn 6, 56). – Habéis dicho que el manjar del ánima es ver a Dios, y que no le puede hartar ni contestar otro manjar; ¿cómo decís agora que la carne es manjar y la sangre bebida?  - Henos aquí en la mar; tened paciencia un poquito, - Decís que el manjar del ánima es infinito; la carne de Cristo es finita: ¿cómo puede ser manjar de ánima, no teniendo eso? – Gran verdad dijo aquel que dijo las palabras del tema. Mirad, por dos cosas se dice la carne de Cristo sacratísima manjar del ánima. Porque el fiel manjar del ánima es la vedad, también es manjar del ánima la carne de Cristo, como su divinidad.

Sermón Santísimo Sacramento. III, pgs. 606-607.

Parece esto a lo que tenemos entre las manos: “¿Qué es cosicosa”: Hartólos de la flor del trigo, y de la miel de la piedra los sustentó (Sal 80, 17); mi carne verdaderamente es manjar, y mi sangre es verdaderamente bebida? (Jn 6, 56). Del que come salió el manjar, y del fuerte salió la dulzura. Del fortísimo León – Vicit leo de tribu Iuda, radix David (Ap 5, 5)- : de Jesucristo penado y atormentado; de Cristo trabajado, azotado y crucificado; de Cristo muerto en una cruz; de este sacamos manjar, sacamos mantenimiento con el cual nuestros trabajos, nuestros cansancios, nuestras miserias son remediadas; con este nos sustentamos en esta larga peregrinación; con este nos refrescamos para la sequedad y desierto de este camino.

Sermón Santísimo Sacramento. III, pg. 619.

¿Qué remedio para estos dos males, para los que nunca se miran y para los que, mirándose mucho, desmayan? Mi carne – dice Jesucristo – es manjar, y mi sangre cosa para beber (cf. Jn 6, 56). ¿Si habrá aquí por ventura algún flaco desmayado que diga: “¿Quién soy yo para ir al cielo?, ¿quién soy yo para que Dios me perdone?”, que está temblando Dios? ¿Si habrá aquí alguno que vence su carne y la trae sujeta, que vence su soberbia, que vence sus pasiones y se enseñorea de todas ellas? Si hay aquí alguno que de tal manera se ha con las cosas de acá, que parece que no está en ellas; y el ver quién eres te puede desmayar. Mi carne – dice Jesucristo – es verdadero manjar. si hay aquí alguno que de tal manera está en el mundo, que no vive conforme al mundo, y con todo eso anda flaco, temeroso y desmayado, a este tal dice Jesucristo nuestro Señor: “No desmayes, esfuerza, prosigue lo que comenzaste; no desfallezcas en la mitad del camino, que de todo es remedio mi carne. No te espanten tus males ni tus pecados, que de todo es cura y medicina mi carne; esfuerza a tu flaqueza, dará fuerza a tu desmayo; quitará el temor y darte ha sosiego. Mi sangre refrescará tu sequedad, recreará tu ánima, esforzarla ha. Más puede este santísimo manjar para alegrarte que tus pecados a entristecerte; más te esforzará y te confortará este manjar que los demonios

Sermón día 2 de la Octava del Corpus. III, pg. 633.

El que come mi carne y bebe mi sangre en mí está y yo en él (Jn 6, 57). Palabras son de gran consuelo; por eso me pareció no tomar otras nuevas, sino las mismas del primer día. Díjolas Jesucristo nuestro Señor, y por esto deben de ser de nosotros aceptadas con gran benevolencia y amor. Huélgase el Señor de dar a sus criaturas a entender que sin Él no hay consejo que prevalezca ni consejo que se pueda acertar; y esto tan de verdad, que por aquel modo que el hombre pensare remediarse, si estriba en sí, permite Dios que se pierda, y por el camino que tomare para hacer algo contra Dios, le venga mal.

Sermón de la Octava del Corpus. III, pg. 767.

Estas entrañas tan piadosas, más de lo que se puede decir, constriñeron a Jesucristo nuestro Señor de no contentarse de comer su bocado a solas, mas de ponerlo debajo de accidentes de pan, para que, comiéndolo dignamente, gocemos de lo que comió: Como el Padre, que vive, me envió, e yo vivo por el padre, así que el que me come a mí, vivirá por mí (Jn 6, 58). Enviar el Padre al Hijo es hacerlo encarnar; y por la encarnación, aquella sacratísima ánima, levantada a tener persona de Dios, vive vida de gracia, por el Espíritu Santo, que, como dice San Juan, le fue dado sobre toda medida (Jn 3, 34). Y a semejanza de esta santa misión o encarnación, hace nuestro Señor con los que bien le reciben, levantándose a tanta honra, que según hemos dicho, se llamen un hombre, una persona, y una esposa, y un Cristo con Él.

Sermón en la Infraoctava del Corpus. III, pg. 693.

¿Quieres conservar la gracia de Dios? ¿Quieres escapar del infierno? ¿Quieres ser heredero del cielo? ¿Quieres no cometer pecado mortal, cosa tan para desear? Frecuenta a recebir este divino manjar y, experimentarás lo que Él mesmo dice: Quien me come a mí vivirá por mí (Jn 6, 58). El papa Inocencio dice que este santo Sacramento “perdona los pecados veniales y preserva de caer en mortales” (Inocencio III, De sacro altar, myster). San Bernardo dice que: “este santo Sacramento quita el consentir en pecados mortales y el sentir de los veniales” (In Coena Domini, sermo 3); quiere decir que no impriman tanto en el hombre. Todos los santos dicen que los efectos que el pan y el manjar obran en un cuerpo (cuéntalos bien y piénsalos bien), que todos esos obra este Santísimo Sacramento en el ánima de quien bien lo recibe.

Sermón del Santísimo Sacramento. III, pg. 761.

“Yo fui grano de trigo sembrado en el vientre virginal de mi sacratísima Madre  (cf. Jn 12, 24); salí de él tierno y fresco, como un trigo que está en berza; creciéronme aires y muy recios soles de trabajos, caminos y persecuciones, y cuando fue casi de treinta años, echaron los malos su hoz en mí, y fui cortado de esta vida, molido y atormentado, y hecho harina para que de ella se hiciese este pan sagrado, del cual digo: El que me come a mí, vivirá por mí (Jn 6, 58). Y habiendo comprado tan caro darme yo por manjar a los hombres y estando cerrado y depositado en lugar tan pequeño para que mejor me puedan comer, advierten tan poco a mis trabajos y a mi grande amor y a la gran necesidad que tiene de mí, que algunos ni aun quieren venir a mi casa; y si otros vienen, conténtanse con reverenciarme cuando soy consagrado y alzado en la misa; mas aparejar sus conciencias, pelear contra sus pasiones para venir limpios a mi mesa y recibirme y holgarse conmigo, muy pocos hay”.

Sermón del Santísimo Sacramento. III, pg. 764-765.

 

San Oscar Romero.

Queridos hermanos, ésta es la historia de nuestro país en esta semana. Hay muchas otras cosas que ustedes podían completar pero que todo viene a ser como marco en el cual nosotros queríamos vivir nuestra misa de este domingo: el pan que baja del cielo, la carne en la que Cristo nos da toda su vida divina, su redención, su amor. Desde allí miremos y contemplemos cuánto se puede hacer cuando se pone fe en el Señor y cuando de veras nosotros queremos ser instrumentos de ese amor del Señor, que se alimentan con la vida eterna de la eucaristía. Así sea...

 Homilía, 19 de agosto de 1979.

 

Papa Francisco. Angelus. 16 de agosto de 2015

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En estos domingos la Liturgia nos está proponiendo, del Evangelio de san Juan, el discurso de Jesús sobre el Pan de Vida, que es Él mismo y que es también el sacramento de la Eucaristía. El pasaje de hoy (Jn 6, 51-58) presenta la última parte de ese discurso, y hace referencia a algunos entre la gente que se escandalizaron porque Jesús dijo: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día» (Jn 6, 54). El estupor de los que lo escuchan es comprensible; Jesús, de hecho, usa el estilo típico de los profetas para provocar en la gente —y también en nosotros— preguntas y, al final, suscitar una decisión. Antes que nada las preguntas: ¿qué significa «comer la carne y beber la sangre» de Jesús? ¿es sólo una imagen, una forma de decir, un símbolo, o indica algo real? Para responder, es necesario intuir qué sucede en el corazón de Jesús mientras parte el pan para la muchedumbre hambrienta. Sabiendo que deberá morir en la cruz por nosotros, Jesús se identifica con ese pan partido y compartido, y eso se convierte para Él en «signo» del Sacrificio que le espera. Este proceso tiene su culmen en la Última Cena, donde el pan y el vino se convierten realmente en su Cuerpo y en su Sangre. Es la Eucaristía, que Jesús nos deja con una finalidad precisa: que nosotros podamos convertirnos en una sola una cosa con Él. De hecho dice: «El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él» (v. 56). Ese «habitar»: Jesús en nosotros y nosotros en Jesús. La comunión es asimilación: comiéndole a Él, nos hacemos como Él. Pero esto requiere nuestro «sí», nuestra adhesión de fe.

A veces, se escucha esta objeción sobre la santa misa : «Pero, ¿para qué sirve la misa? Yo voy a la iglesia cuando me apetece, y rezo mejor en soledad». Pero la Eucaristía no es una oración privada o una bonita experiencia espiritual, no es una simple conmemoración de lo que Jesús hizo en la Última Cena. Nosotros decimos, para entender bien, que la Eucaristía es «memorial», o sea, un gesto que actualiza y hace presente el evento de la muerte y resurrección de Jesús: el pan es realmente su Cuerpo donado por nosotros, el vino es realmente su Sangre derramada por nosotros. La Eucaristía es Jesús mismo que se dona por entero a nosotros. Nutrirnos de Él y vivir en Él mediante la Comunión eucarística, si lo hacemos con fe, transforma nuestra vida, la transforma en un don a Dios y a los hermanos. Nutrirnos de ese «Pan de vida» significa entrar en sintonía con el corazón de Cristo, asimilar sus elecciones, sus pensamientos, sus comportamientos. Significa entrar en un dinamismo de amor y convertirse en personas de paz, personas de perdón, de reconciliación, de compartir solidario. Lo mismo que hizo Jesús .

Jesús concluye su discurso con estas palabras: «El que come este pan vivirá para siempre» (Jn 6, 58). Sí, vivir en comunión real con Jesús en esta tierra, nos hace pasar de la muerte a la vida. El Cielo comienza precisamente en esta comunión con Jesús.

En el Cielo nos espera ya María nuestra Madre —ayer celebramos este misterio. Que Ella nos obtenga la gracia de nutrirnos siempre con fe de Jesús, Pan de vida.

 

Papa Francisco. Angelus. 19 de agosto de 2018

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El pasaje evangélico de este domingo (cf. Juan 6, 51-58) nos introduce en la segunda parte del discurso que hizo Jesús en la sinagoga de Cafarnaún, después de haber dado de comer a una gran multitud con cinco panes y dos peces: la multiplicación de los panes. Él se presenta como «el pan vivo, bajado del cielo», el pan que da la vida eterna, y añade: «el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo» (v. 51). Este pasaje es decisivo, y de hecho provoca la reacción de los que están escuchando, que se ponen a discutir entre ellos: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» (v. 52). Cuando el signo del pan compartido lleva a su verdadero significado, es decir, el don de sí hasta el sacrificio, emerge la incomprensión, emerge incluso el rechazo de Aquel que poco antes se quería llevar al triunfo. Recordemos que Jesús ha tenido que esconderse porque queríamos hacerlo rey.

Jesús prosigue: «Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» (v. 53). Aquí junto a la carne aparece también la sangre. Carne y sangre en el lenguaje bíblico expresan la humanidad concreta. La gente y los mismos discípulos instituyen que Jesús les invita a entrar en comunión con Él, a «comer» a Él, su humanidad para compartir con Él el don de la vida para el mundo. ¡Mucho más que triunfos y espejismos exitosos! Es precisamente el sacrificio de Jesús lo que se dona a sí mismo por nosotros.

Este pan de vida, sacramento del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, viene a nosotros donado gratuitamente en la mesa de la eucaristía. En torno al altar encontramos lo que nos alimenta y nos sacia la sed espiritualmente hoy y para la eternidad. Cada vez que participamos en la santa misa, en un cierto sentido, anticipamos el cielo en la tierra, porque del alimento eucarístico, el Cuerpo y la Sangre de Jesús, aprendemos qué es la vida eterna. Esta es vivir por el Señor: «el que me coma vivirá por mí» (v. 57), dice el Señor. La eucaristía nos moldea para que no vivamos solo por nosotros mismos, sino por el Señor y por los hermanos. La felicidad y la eternidad de la vida dependen de nuestra capacidad de hacer fecundo el amor evangélico que recibimos en la eucaristía.

Jesús, como en aquel tiempo, también hoy nos repite a cada uno: «Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» (v. 53). Hermanos y hermanas, no se trata de una comida material, sino de un pan vivo y vivificante, que comunica la vida misma de Dios. Cuando hacemos la comunión recibimos la vida misma de Dios. Para tener esta vida es necesario nutrirse del Evangelio y del amor de los hermanos. Frente a la invitación de Jesús a nutrirnos con su Cuerpo y su Sangre, podremos sentir la necesidad de discutir y de resistir, como hicieron los que escuchaban de los que habla el Evangelio de hoy. Esto sucede cuando nos cuesta mucho modelar nuestra existencia sobre la de Jesús, y actuar según sus criterios y no según los criterios del mundo. Nutriéndonos con este alimento podemos entrar en plena sintonía con Cristo, como sus sentimientos, con sus comportamientos. Esto es muy importante: ir a misa y comunicarse, porque recibir la comunión es recibir este Cristo vivo, que nos transforma dentro y nos prepara para el cielo.

Que la Virgen María sostenga nuestro propósito de hacer comunión con Jesucristo, nutriéndonos de su eucaristía, para convertirnos a su vez en pan partido por los hermanos.

 

Benedicto XVI. Angelus. 16 de agosto de 2009.

Queridos hermanos y hermanas:

Ayer celebramos la gran fiesta de la Asunción de María al cielo, y hoy leemos en el Evangelio estas palabras de Jesús: "Yo soy el pan vivo, bajado del cielo" (Jn 6, 51). No se puede permanecer indiferente ante esta correspondencia que gira alrededor del símbolo del "cielo": María fue "elevada" al lugar del que su Hijo había "bajado". Naturalmente este lenguaje, que es bíblico, expresa en términos figurados algo que jamás se inserta completamente en el mundo de nuestros conceptos y de nuestras imágenes. Pero detengámonos un momento a reflexionar.

Jesús se presenta como el "pan vivo", esto es, el alimento que contiene la vida misma de Dios y es capaz de comunicarla a quien come de él, el verdadero alimento que da la vida, que nutre realmente en profundidad. Jesús dice: "El que coma de este pan vivirá para siempre y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo" (Jn 6, 51). Pues bien, ¿de quién tomó el Hijo de Dios esta "carne" suya, su humanidad concreta y terrena? La tomó de la Virgen María. Dios asumió de ella el cuerpo humano para entrar en nuestra condición mortal. A su vez, al final de la existencia terrena, el cuerpo de la Virgen fue elevado al cielo por parte de Dios e introducido en la condición celestial. Es una especie de intercambio en el que Dios tiene siempre la iniciativa plena, pero, como hemos visto en otras ocasiones, en cierto sentido necesita también de María, del "sí" de la criatura, de su carne, de su existencia concreta, para preparar la materia de su sacrificio: el cuerpo y la sangre que va a ofrecer en la cruz como instrumento de vida eterna y en el sacramento de la Eucaristía como alimento y bebida espirituales.

Queridos hermanos y hermanas, lo que sucedió en María vale, de otras maneras, pero realmente, también para cada hombre y cada mujer, porque a cada uno de nosotros Dios nos pide que lo acojamos, que pongamos a su disposición nuestro corazón y nuestro cuerpo, toda nuestra existencia, nuestra carne —dice la Biblia—, para que él pueda habitar en el mundo. Nos llama a unirnos a él en el sacramento de la Eucaristía, Pan partido para la vida del mundo, para formar juntos la Iglesia, su Cuerpo histórico. Y si nosotros decimos sí, como María, es más, en la medida misma de este "sí" nuestro, sucede también para nosotros y en nosotros este misterioso intercambio: somos asumidos en la divinidad de Aquel que asumió nuestra humanidad.

La Eucaristía es el medio, el instrumento de esta transformación recíproca, que tiene siempre a Dios como fin y como actor principal: él es la Cabeza y nosotros los miembros, él es la Vid y nosotros los sarmientos. Quien come de este Pan y vive en comunión con Jesús dejándose transformar por él y en él, está salvado de la muerte eterna: ciertamente muere como todos, participando también en el misterio de la pasión y de la cruz de Cristo, pero ya no es esclavo de la muerte, y resucitará en el último día para gozar de la fiesta eterna con María y con todos los santos.

Este misterio, esta fiesta de Dios, comienza aquí abajo: es misterio de fe, de esperanza y de amor, que se celebra en la vida y en la liturgia, especialmente eucarística, y se expresa en la comunión fraterna y en el servicio al prójimo. Roguemos a la santísima Virgen que nos ayude a alimentarnos siempre con fe del Pan de vida eterna para experimentar ya en la tierra la gloria del cielo.

 

Benedicto XVI. Angelus. 19 de agosto de 2012.

Queridos hermanos y hermanas:

El Evangelio de este domingo (cf. Jn 6, 51-58) es la parte final y culminante del discurso pronunciado por Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, después de que el día anterior había dado de comer a miles de personas con sólo cinco panes y dos peces. Jesús revela el significado de ese milagro, es decir, que el tiempo de las promesas ha concluido: Dios Padre, que con el maná había alimentado a los israelitas en el desierto, ahora lo envió a él, el Hijo, como verdadero Pan de vida, y este pan es su carne, su vida, ofrecida en sacrificio por nosotros. Se trata, por lo tanto, de acogerlo con fe, sin escandalizarse de su humanidad; y se trata de «comer su carne y beber su sangre» (cf. Jn 6, 54), para tener en sí mismos la plenitud de la vida. Es evidente que este discurso no está hecho para atraer consensos. Jesús lo sabe y lo pronuncia intencionalmente; de hecho, aquel fue un momento crítico, un viraje en su misión pública. La gente, y los propios discípulos, estaban entusiasmados con él cuando realizaba señales milagrosas; y también la multiplicación de los panes y de los peces fue una clara revelación de que él era el Mesías, hasta el punto de que inmediatamente después la multitud quiso llevar en triunfo a Jesús y proclamarlo rey de Israel. Pero esta no era la voluntad de Jesús, quien precisamente con ese largo discurso frena los entusiasmos y provoca muchos desacuerdos. De hecho, explicando la imagen del pan, afirma que ha sido enviado para ofrecer su propia vida, y que los que quieran seguirlo deben unirse a él de modo personal y profundo, participando en su sacrificio de amor. Por eso Jesús instituirá en la última Cena el sacramento de la Eucaristía: para que sus discípulos puedan tener en sí mismos su caridad —esto es decisivo— y, como un único cuerpo unido a él, prolongar en el mundo su misterio de salvación.

Al escuchar este discurso la gente comprendió que Jesús no era un Mesías, como ellos querían, que aspirase a un trono terrenal. No buscaba consensos para conquistar Jerusalén; más bien, quería ir a la ciudad santa para compartir el destino de los profetas: dar la vida por Dios y por el pueblo. Aquellos panes, partidos para miles de personas, no querían provocar una marcha triunfal, sino anunciar el sacrificio de la cruz, en el que Jesús se convierte en Pan, en cuerpo y sangre ofrecidos en expiación. Así pues, Jesús pronunció ese discurso para desengañar a la multitud y, sobre todo, para provocar una decisión en sus discípulos. De hecho, muchos de ellos, desde entonces, ya no lo siguieron.

Queridos amigos, dejémonos sorprender nuevamente también nosotros por las palabras de Cristo: él, grano de trigo arrojado en los surcos de la historia, es la primicia de la nueva humanidad, liberada de la corrupción del pecado y de la muerte. Y redescubramos la belleza del sacramento de la Eucaristía, que expresa toda la humildad y la santidad de Dios: el hacerse pequeño, Dios se hace pequeño, fragmento del universo para reconciliar a todos en su amor. Que la Virgen María, que dio al mundo el Pan de la vida, nos enseñe a vivir siempre en profunda unión con él.

 

Catequesis. El Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo guía al Pueblo de Dios al encuentro con Jesús, nuestra esperanza. 5. "Por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen". Cómo concebir y dar a luz a Jesús

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Con la catequesis de hoy entramos en la segunda fase de la historia de la salvación. Después de haber contemplado al Espíritu Santo en la obra de la Creación, lo contemplaremos durante algunas semanas en la obra de la Redención, es decir, en Jesucristo. Pasamos, pues, al Nuevo Testamento y vemos al Espíritu Santo en el Nuevo Testamento.

El tema de hoy es el Espíritu Santo en la Encarnación del Verbo. En el Evangelio de Lucas leemos: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti» - oh María- «la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra» (1,35). El evangelista Mateo confirma este dato fundamental que concierne a María y al Espíritu Santo, diciendo que María «se encontró encinta por obra del Espíritu Santo» (1,18).

La Iglesia ha recogido este dato revelado y pronto lo colocó en el corazón de su Símbolo de fe. En el Concilio Ecuménico de Constantinopla, del 381 –el que definió la divinidad del Espíritu Santo–, tal artículo entró en la fórmula del “Credo.

Se trata, por lo tanto, de un dato de fe ecuménico, porque todos los cristianos profesan juntos ese mismo Símbolo de fe. La piedad católica, desde tiempos inmemoriales, ha derivado de ello una de sus oraciones diarias, el Ángelus.

Este artículo de fe es el fundamento que permite hablar de María como de la Esposa por excelencia, que es figura de la Iglesia. En efecto, Jesús –escribe San León Magno– «así como nació por obra del Espíritu Santo de una madre virgen, así hace fecunda a la Iglesia, su Esposa inmaculada, con el soplo vital del mismo Espíritu» [1]. Este paralelismo es retomado en la Constitución dogmática Lumen gentium, que dice así:

«Creyendo y obedeciendo, engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre, y sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espíritu Santo […] La Iglesia, contemplando su profunda santidad e imitando su caridad y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, se hace también madre mediante la palabra aceptada con fidelidad, pues por la predicación y el bautismo engendra a una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de Dios» (nn. 63, 64).

Concluimos con una reflexión práctica para nuestra vida, sugerida por la insistencia de la Escritura en los verbos “concebir” y “parir”. En la profecía de Isaías escuchamos: «He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo» (7,14); y el Ángel dice a María: «Concebirás un hijo, y lo darás a luz» (Lc 1,31). María primero concibió, luego dio a luz a Jesús: primero lo acogió en su interior, en el corazón y en la carne, luego lo dio a luz.

Así sucede con la Iglesia: primero acoge la Palabra de Dios, deja que “hable a su corazón” (cf. Os 2,16) y le “llene las entrañas” (cf. Ez 3,3), según dos expresiones bíblicas, para luego darla a luz con la vida y la predicación. La segunda operación es estéril sin la primera.

También a la Iglesia, frente a tareas superiores a sus fuerzas, le surge espontáneamente la misma pregunta: “¿Cómo es posible esto?”. ¿Cómo es posible anunciar a Jesucristo y su salvación a un mundo que parece buscar solo el bienestar? También la respuesta es la misma que entonces: «Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo [...]». Sin el Espíritu Santo la Iglesia no puede avanzar, la Iglesia no crece, la Iglesia no puede predicar.

Lo que se dice de la Iglesia en general, vale también para nosotros, para cada bautizado. Cada uno de nosotros se encuentra a veces, en la vida, en situaciones superiores a sus fuerzas y se pregunta: “¿Cómo puedo afrontar esta situación?”. Ayuda, en estos casos, repetirse a uno mismo lo que el ángel dijo a la Virgen: «Nada es imposible para Dios» (Lc 1,37).

Hermanos y hermanas, Retomemos entonces también nosotros, cada vez, nuestro camino con esta reconfortante certeza en el corazón: “Nada es imposible para Dios”. Y si nosotros creemos esto, haremos milagros. Nada es imposible para Dios.

 

 

MISA DE NIÑOS. XXI T.O.

Monición de entrada.

Cada vez que venimos a misa escuchamos: “Este es el sacramento de nuestra fe”.

Porque venir a misa es encontrarnos con Jesús.

Y ser más amigos de Él.

Haciendo que nuestra vida se parezca más a la suya.

 

 Señor, ten piedad.

Tú eres el Mesías. Señor, ten piedad.

Tú tienes palabras de vida eterna. Cristo, ten piedad.

Tú sabes que te queremos. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.

-Por el Papa Francisco, que cada día se alimenta de la comunión. Te lo pedimos Señor.

-Por la Iglesia que quiere ser fiel a Jesús.  Te lo pedimos Señor.

-Por los que tienen dudas sobre Jesús. Te lo pedimos, Señor.

-Por los esposos que no se quieren. Te lo pedimos, Señor.

-Por nosotros que como Pedro queremos ser amigos de Jesús. Te lo pedimos, Señor.

 

 Acción de gracias.

Virgen María, queremos darte las gracias ayudarnos a creer que Jesús está en la comunión como estuvo en tu corazón.

 

ORACIÓN PARA EL CENTRE JUNIORS CORBERA. DOMINGO 20  T.O.

EXPERIENCIA.

Toma una cruz, mírala, haz la señal de la cruz.

Cierra los ojos, realiza varias respiraciones, procurando tomar conciencia de las profundidades de tu persona.

Mira a Cristo en la cruz.

Invoca el don del Espíritu Santo, el único que hace posible ores a Cristo.

Mira el vídeo:  https://www.youtube.com/watch?v=XU7chKYMWjU

¿Quién es Jesús para ti? ¿dónde lo buscas?

 

REFLEXIÓN.

Lectio.

Lee el evangelio de este domingo.

X Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 51-58.

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

-Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.

Disputaban los judíos entre sí:

-¿Cómo puede este darnos a comer su carne?

Entonces Jesús les dijo:

-En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.

Lee dos o tres veces el texto.

El texto es denso y profundo, quédate con alguna de las frases y repítela en tu interior.

Meditatio.

La comunión es el alimento por excelencia del cristiano, Así lo expresó el Papa Francisco: “Nutriéndonos con este alimento podemos entrar en plena sintonía con Cristo, como sus sentimientos, con sus comportamientos. Esto es muy importante: ir a misa y comunicarse, porque recibir la comunión es recibir este Cristo vivo, que nos transforma dentro y nos prepara para el cielo”.

 

Oratio.

¿Cuál fue la última vez que comulgaste? ¿Conoces los horarios de misas de tu parroquia? Háblale a Jesús de tus vacíos. Si no tienes necesidad de la comunión y el sacramento del perdón cuéntaselo, dile que envíe su Espíritu para que te vacíe de ti mismo y abra en tu corazón la necesidad de estos encuentros privilegiados, particularmente de la comunión semanal o diaria.

 

COMPROMISO.

Busca el horario de misas y proponte asistir al menos los domingos a misa, a fin de alimentarte del pan de Vida.

 

CELEBRACIÓN.

Mira este vídeo de la Adoración al Santísimo:

https://www.youtube.com/watch?v=0jlsNamdPVM  

 

BIBLIOGRAFÍA.

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. BAC. Madrid. 2016.

Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.

Biblia del Peregrino. Edición de Luis Alonso Schökel. EGA-Mensajero. Bilbao. 1995.

Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.

Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.

Secretariado Nacional de Liturgia. Libro de la Sede. Primera edición: 1983. Coeditores Litúrgicos. Barcelona. 2004.

Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.

Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 2. Evangelio según san Marcos. Ciudad Nueva. Madrid. 2009.

San Juan de Ávila. Obras Completas i. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid. 2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores. BAC. Madrid. 2013.

San Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid.   2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.

www.vatican.va

http://www.quierover.org

https://www.juniorsmd.org

http://www.vatican.va/content/vatican/es.htmlTrinidad. Reza el Padrenuestro mirándolo. 

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