miércoles, 31 de julio de 2024

219. Domingo 19. 11 de agosto de 2024.

 


Lectura del primer libro de los Reyes 19, 4-8

En aquellos días, Elías anduvo por el desierto una jornada de camino, hasta que, sentándose bajo una retama, imploró la muerte diciendo:

-¡Ya es demasiado, Señor! ¡Toma mi vida, pues no soy mejor que mis padres!

Se recostó y quedó dormido bajo la retama, pero un ángel lo tocó y dijo:

-Levántate y come.

Miró alrededor y a su cabecera había una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y volvió a recostarse. El ángel del Señor volvió por segunda vez, lo tocó y de nuevo dijo:

-Levántate y come, pues el camino que te queda es muy largo.

Elías se levantó, comió, bebió y, con la fuerza de aquella comida, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios.

 

Textos paralelos.

1 Re 19, 1: Ajab comunicó a Jezabel cuanto había hecho Elías y cómo había pasado a cuchillo a todos los profetas. Jezabel envió un mensajero a Elías, con esta misiva: “¿Qué los dioses me castiguen sin medida si mañana a estas horas no hago que tu vida acabe como la de ellos. Él tuvo miedo, se avió y partió para poner su vida a salvo. Llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su criado.

¡Ya es demasiado, Yahvé!

Nm 11, 14-15: Yo solo no puedo cargar con todo este pueblo, pues supera mis fuerzas. Si me vas a tratar así, más vale que me hagas morir; concédeme este favor, y no tendré que pasar tales penas.

Tb 3, 6: Haz ahora de mí lo que te guste. Manda que me quiten la vida y desapareceré de la faz de la tierra y en tierra me convertiré. Porque más vale morir que vivir después de oír ultrajes que no merezco y verme invadido de tristeza. Manda, Señor, que yo me libre de esta prueba; déjame marchar a la eterna morada y no me apartes tu rostro, Señor. Porque más me vale morir que vivir pasando esta prueba y escuchando tales ultrajes.

Jon 4, 3: Pues bien, Señor, quítame la vida; más vale morir que vivir.

Jon 4, 8: Y cuando el sol apretaba, envió Dios un viento solano bochornoso; el sol abrasaba la cabeza de Jonás y lo hacía desfallecer. Jonás se deseo la muerte y dijo: Más vale morir que vivir.

Jb 7, 15: Preferiría morir asfixiado y la muerte a estos miembros que odio.

Se levantó, comió, bebió, y con las fuerzas de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches.

Ex 34, 18: Guarda la fiesta de los ázimos: comerás ázimos durante siete días por la fiesta del mes de abril, según te mandé, porque en ese mes saliste de Egipto.

Mt 4, 1-2: Entonces Jesús, movido por el Espíritu, se retiró al desierto para ser puesto a prueba por el Diablo. Guardó un ayuno de cuarenta días con sus noches y al final sintió hambre.

 

Notas exegéticas.

19 8 Ver Ex 19, 1. Elías, queriendo salvaguardar la alianza y restablecer la pureza de la fe, se dirige al lugar donde se ha revelado el verdadero Dios y donde se ha concluido la alianza, enlaza directamente su obra con la de Moisés. Relacionados por la teofanía del Horeb, Moisés y Elías lo estarán también en la Transfiguración de Cristo, teofanía del NT. – Las investigaciones arqueológicas recientes han descubierto en Kuntillet Ajrud, camino del Sinaí, una especie de puesto fortificado o estación para peregrinos israelitas, que, a comienzos del siglo VIII a.C., acudían allí procedentes del reino del Norte.

 

Salmo responsorial

Salmo 34 (33) 1, 1-9

 

Gustad y ved qué bueno es el Señor. R/.

Bendigo al Señor en todo momento,

su alabanza está siempre en mi boca;

mi alma se gloría en el Señor:

que los humildes lo escuchen y se alegren.  R/.

 

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,

ensalcemos juntos su nombre.

Yo consulté al Señor, y me respondió,

me libró de todas mis ansias. R/.

 

Contempladlo, y quedaréis radiantes,

vuestro rostro no se avergonzará.

El afligido invocó al Señor,

él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R/.

 

El ángel del Señor acampa en torno

a quienes lo temen y los protege.

Gustad y ved qué bueno es el Señor,

dichoso el que se acoge a él. R/.

 

Textos paralelos.

El ángel de Yahvé pone su tienda.

Ex 14, 19: El ángel de Dios, que caminaba delante del campamento israelita, se levantó y pasó a su retaguardia: la columna de nubes que estaba delante de ellos se puso detrás de ellos.

Gustad y ved lo bueno que es Yahvé.

1 P 2, 3: Si es que habéis gustado que bueno es el Señor.

Dichoso el que se acoge a él.

Sal 2, 12: Temblando rendidle homenaje, no sea que perdáis el camino, si llega a inflamarse su ira. Dichosos los que se refugian en él.

 

Notas exegéticas.

34 Salmo penitencial “alfabético”: acción de gracias, vv. 2-11; e instrucción, en el sentido de los Proverbios, sobre la suerte de los justos y malvados.

34 8 Lit.: “los que le temen”.

 

Segunda lectura.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4, 30-5,2.

Hermanos:

No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios con que él os ha sellado para el día de la liberación final. Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor.

 

Textos paralelos.

No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios.

Is 63, 10: Pero ellos se rebelaron e irritaron su santo espíritu: entonces él se volvió su enemigo y guerreó contra ellos.

Ef 1, 13: Por él, también vosotros, al escuchar el mensaje de la verdad, la buena noticia de vuestra salvación creísteis en él y fuisteis sellados con el Espíritu Santo prometido.

Que desaparezca de entre vosotros cualquier clase de amargura.

Col 3, 8: Pero ahora apartad también vosotros de la boca todo eso: cólera, ira, malicia, maledicencia, obscenidades.

Rm 1, 29: Están repletos de injusticia, maldad, codicia, malignidad; están llenos de envidia, homicidios, discordias, fraudes, perversión; son difamadores.

Sed amables y compasivos entre vosotros.

Mt 6, 12: Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

Mt 6, 14-15: Pero si perdonáis a los hombres las ofensas, vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.

Col 3, 13: Soportaos mutuamente; perdonaos si alguien tiene quejas de otro; como el Señor os ha perdonado, así también haced vosotros.

Perdonándoos mutuamente como os perdonó Dios en Cristo.

St 2, 13: Será despiadado el juicio del que no tuvo piedad. La piedad triunfa del juicio.

Sed, pues, imitadores de Dios.

2 Ts 3, 7: Vosotros sabéis cómo tenéis que imitarnos: no procedimos con vosotros desordenadamente.

Mt 5, 48: Sed pues perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto.

Como Cristo os amó y se entregó por nosotros.

1 Jn 3, 16: Hemos conocido lo que es el amor en aquel que dio la vida por nosotros. Pues también nosotros debemos dar la vida por los hermanos.

Ga 2, 20:  Y ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí. Y mientras vivo en la carne mortal, vivo de fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.

Sal 40, 7: Sacrificios y ofrendas no los quieres; me has cavado oídos; no pides holocaustos ni víctimas expiatorias.

Ex 29, 18: Y lo dejarás quemarse completamente sobre el altar. “Es holocausto para el Señor: oblación de aroma que aplaca al Señor”.

Ga 5, 19: Las acciones del instinto son manifiestas: fornicación, indecencia, desenfrenos.

Hch 9, 13: Ananías respondió: Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y contar todo el daño que ha hecho a los consagrados de Jerusalén.

 

Notas exegéticas.

4 30 Al Espíritu Santo, vínculo único del cuerpo único de Cristo le entristece todo cuanto perjudique a la unidad de ese cuerpo.

4 32 “os”; var.: “nos”. Lo mismo en 5, 2.

5 1: El motivo de la imitación de Dios es excepcional en el NT. En las epístolas paulinas aparece como imitador de Cristo, disposición a las que invita a los fieles.

5 2 Var.: “vosotros”.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 41-51.

En aquel tiempo, los judíos murmuraban de Jesús porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”, y decían:

-¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?

Jesús tomó la palabra y les dijo:

-No critiquéis. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo.

 

Textos paralelos.

Yo soy el pan que ha bajado del cielo.

Ex 16, 2: La comunidad de los israelitas protestó contra Moisés y Aarón en el desierto.

Nm 11, 1: El pueblo se quejaba al Señor de sus desgracias. Al oírlo él, se encendió su ira, estalló contra ellos el fuego del Señor y empezó a abrasar el extremo del campamento.

Mt 13, 54-57: Se dirigió a su ciudad y se puso a enseñarles en su sinagoga. Ellos preguntaban asombrados: ¿de dónde saca este su saber y sus milagros? ¿No es este el hijo del artesano? ¿no se llama su madre María y sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas?

Mc 6, 4: Jesús les decía: A un profeta lo desprecian solo en su patria, entre sus parientes y en su casa.

Nadie puede venir a mí si el Padre que me envía no lo atrae.

Mt 16, 17: Jesús le replicó: “¡Dichoso tú, Simó, hijo de Jonás! porque no te lo ha revelado nadie de carne y sangre, sino mi Padre del cielo.

Serán todos enseñados por Dios.

Is 54, 13: Tus hijos será discípulos del Señor, tendrán gran paz tus hijos.

Jr 31, 33-34: Así será la alianza que haré con Israel en aquel tiempo futuro – oráculo del Señor –. Meteré mi Ley en el pecho, la escribiré en su corazón, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo; ya no tendrán que enseñarse unos a otros, mutuamente, diciendo: Tienes que conocer al Señor, porque todos, grandes y pequeños, me conocieran – oráculo del Señor –, pues yo perdono sus culpas y olvido sus pecados.

1 Jn 2, 20: Vosotros habéis recibido del Espíritu la unción, y todos sois expertos.

1 Jn 2, 27: Vosotros conservad la unción que recibisteis de él y no tendréis necesidad de que nadie os enseñe, pues su unción, que es verdadera e infalible, os instruirá acerca de todo. Lo que os enseñe conservadlo.

No es que alguien haya visto al Padre.

Ex 33, 20: Pero mi rostro no lo puedes ver, porque nadie puede verlo y quedar con vida.

Jn 1, 18: Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, Dios, que estaba al lado del Padre, lo ha explicado.

Es el que ha venido de Dios.

1 Jn 4, 12: A Dios nunca lo ha visto nadie; si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios está con nosotros consumado.

Jn 7, 29: Yo lo conozco porque procedo de él y él me envió.

Yo soy el pan de vida.

1 Co 10, 3-5: Todos comieron el mismo alimento espiritual y todos bebieron la misma bebida espiritual; pues bebían de la roca espiritual que los seguía, roca que es el Mesías. Pero la mayoría no agradó a Dios y quedaron tendidos en el desierto.

Para que quien lo coma no muera.

Jn 8, 51: Os aseguro que quien cumpla mi palabra no sufrirá jamás la muerte.

El pan que yo le yo a dar es mi carne, para la vida del mundo.

Lc 22, 19: Tomando un pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros.

1 Co 11, 24: Dando gracias lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén

6 41 Como los hebreos en el desierto.

6 42 Los judíos no pueden conciliar la condición humana de Jesús con el origen divino que reclama para sí: solo lo permite la fe, que es un don de Dios. No hay aquí indicación alguna relativa a la concepción virginal, pero es muy probable que Jn conociera esta tradición atestiguada por Mt y Lc (y combatida por algunos judeocristianos).

6 45 Paráfrasis de Is 54, 13.

6 46 Ver 1, 18. Jn evita una posible falsa interpretación de la cita: la promesa se realiza en función de Jesús, único que conoce al Padre de forma inmediata y plena.

6 51 (a) Referencia a Gn 3, 22 “… y comiendo de él para siempre”. Con su enseñanza, Cristo-Sabiduría nos da acceso de nuevo al árbol de la vida del que Adán había sido privado. Ya nunca más seremos arrojados del Paraíso.

6 51 (b) La última sección del discurso está dedicada explícitamente al sacramento de la eucaristía. Aunque se reconozca generalmente el colorido joánico del pasaje, no es imposible que estos vv. sean un añadido posterior a la redacción del resto de este capítulo, o, al contrario, que Jn se haya valido aquí de una tradición más antigua.

6 51 (c) Se sobrentiende: “dada” o “entregada” (como precisan muchos manuscritos). Este giro conciso recuerda a 1 Co 11, 24: “Este es mi cuerpo que se da por vosotros”, ver Lc 22, 19. Alusión a la Pasión. Pero Juan sustituye el término “cuerpo” por “carne”, que designaba al hombre en su condición de debilidad y mortalidad. En el judaísmo la expresión más completa “la carne y la sangre” significaban lo mismo. Comparar por tanto con vv. 56 y 57.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

41 MURMURABAN como los israelitas contra Moisés en el desierto, con una murmuración que manifestaba la falta de fe y que, en realidad, iba dirigida contra Dios.

42 EL HIJO DE JOSÉ, según pensaban la gente.

43-44 Jesús no retira ni corrige sus afirmaciones anteriores; afirma que la fe es don de Dios, que la obra humana es “dejarse llevar” por ese atractivo con el que el Padre nos pone ante su Hijo. El único verdadero PADRE de Jesús es Dios, el Padre (con artículo determinado: apunte polémico ante sus interlocutores, que acababan de nombrar a José como padre de Jesús).

45 “Escuchar”, aquí, tiene el significado rabínico de “recibir una doctrina”.

46 HA VENIDO… DIOS : lit. es (¿enviado?, ¿venido?, ¿procedente?) de parte de Dios (el texto griego usa la preposición  parà con genitivo de persona.

47 EL QUE CREE: diversos manuscritos añaden en mí.

50-51 DE MODO QUE… NO MUERA. Ese pan eucarístico “es medicina de inmortalidad, antídoto que impide morir y hace vivir” (Ignacio de Antioquía. A los Efesios). // MI CARNE: mi naturaleza humana, mi humanidad. // POR LA VIDA: en favor de la vida, para que los hombres tengan vida. El anuncio de la Eucaristía es claro y sin ambigüedades, hasta provocar el escándalo. El texto del v. 51 parece un eco de la fórmula de los Sinópticos para la institución de la Eucaristía bajo la especie de pan, acentuando su aspecto redentor, de sacrificio.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

6, 35-59 Este sermón de Cristo es llamado “El discurso del pan de vida”. Lo desarrolló a partir del milagro de la multiplicación de los panes, y reveló que él es el Pan de vida que ha venido del cielo para alimentarnos en la fe. La santidad y el testimonio efectivo del Evangelio requieren una recepción frecuente de la Eucaristía y un amor ardiente a ella. Cat. 2835-2837.

6, 46 Cristo es el único revelador del Padre porque es el único que le conoce verdaderamente. La encarnación del Hijo de Dios lleva la revelación divina a su cenit ya que Cristo es Dios hecho visible en su humanidad. Cat. 151, 473.

6, 51 Cristo, a través de su pasión, muerte y resurrección, ofrece la redención a toda la humanidad. Además la santidad movida por la Eucaristía trae vida al mundo. En el Padrenuestro rezamos: “Danos hoy nuestro pan de cada día”, una referencia no sólo a nuestras necesidades temporales, sino más específicamente a la propia Eucaristía. Cat. 328, 1355, 1406-1407, 2837.

 

Notas exegéticas Biblia del Peregrino.

6, 35-50 El uso del pan o el alimento en sentido figurado lo aplican a la palabra de Dios; el citado Am 8, 11; de modo especial Is 55, 1-11, que suena como una falsilla del texto que comentamos. Los sapienciales lo aplican a la sabiduría o sensatez: Prov 9, 1-6; Eclo 15, 3. En el pentateuco es fundamental Dt 8, 3 y por contraste Gn 2-3 sobre el árbol de la vida.

6, 44 Este “arrastrar” puede recordar a Yhwh Padre “tirando” con amor de su hijo (Os 11, 14). La fe es don de Dios, es como su atracción impresa en el hombre.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

2835 Esta petición y la responsabilidad que implica sirven además para otra clase de hambre de la que desfallecen los hombres: “No solo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Dios” (Mt 4, 4), es decir, de su Palabra y de su Espíritu.

2837 Tomada al pie de la letra (epiosion “lo más esencial” [de cada día]), designa directamente el Pan de Vida, el Cuerpo de Cristo remedio de inmortalidad sin el cual no tenemos la Vida en nosotros. Finalmente, ligado a lo que precede, el sentido celestial es claro: este día es el del Señor, el Festín del Reino, anticipado en la Eucaristía, en que pregustamos el Reino venidero. Por eso conviene que la liturgia eucarística se celebre cada día. “La Eucaristía es nuestro pan cotidiano […] La virtud propia de este divino alimento es una fuerza de unión: nos une al Cuerpo del Salvador y hace de nosotros sus miembros para que vengamos a ser lo que recibimos […] Este pan cotidiano se encuentra, además, en las lecturas que oís cada día en la iglesia, en los himnos que se cantan y que vosotros cantáis. Todo eso es necesario en nuestra peregrinación” (S. Agustín).

151 Para el cristiano, creer en Dios es inseparablemente creer en Aquel que él ha enviado, “su Hijo amado”, en quien ha puesto toda su complacencia. Dios nos ha dicho que le escuchemos. El Señor mismo dice a sus discípulos: “Creed en Dios, creed también en mi” (Jn 14, 1). Podemos creer en Jesucristo porque es Dios, el Verbo hecho carne: “A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (Jn 1, 18). Porque “ha visto al Padre” (Jn 6, 46), él es único en conocerlo y en poderlo revelar.

473 El Hijo, en su conocimiento humano, mostraba también la penetración divina que tenía de los pensamientos secretos del corazón de los hombres.

328 La existencia de seres espirituales, no corporales, que la sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición.

1355 En la comunión, precedida por la oración del señor y de la fracción del pan, los fieles reciben el pan del cielo y el cáliz de la salvación, el Cuerpo y la Sangre de Cristo que se entregó “para la vida del mundo” (Jn 6, 51).

1407 La Eucaristía es el corazón y la cumbre de la vida de la Iglesia, pues en ella, Cristo asocia su Iglesia y todos sus miembros a su sacrificio de alabanza y acción de gracias ofrecido una vez por todas en la cruz a su Padre: por medio de este sacrificio derrama las gracias de la salvación sobre su Cuerpo, que es la Iglesia.

 

Concilio Vaticano II

Uno de los más importantes capítulos de la doctrina católica, contenido en la palabra de Dios y predicado constantemente por los Padres, es que el hombre, al creer, debe responder voluntariamente a Dios; por lo tanto, nadie debe estar obligado contra su voluntad a abrazar la fe. En efecto, el acto de fe es voluntario por su propia naturaleza, ya que el hombre, redimido por Cristo Salvador y llamado por Jesucristo a recibir la adopción de hijo, no puede unirse a Dios, que se revela a sí mismo, a no ser que, atrayéndolo el Padre hacia Él (Jn 6, 44), entregue a Dios el don racional y libre de la fe. Por consiguiente, está plenamente de acuerdo con el carácter de la fe la exclusión, en materia religiosa, de cualquier tipo de coacción por parte de los hombres. Y por ello, el régimen de libertad religiosa contribuye no poco a fomentar un estado de cosas en el que los hombres pueden ser fácilmente invitados sin obstáculos a la fe cristiana, a abrazarla por su propia voluntad y confesarla activamente en toda su forma de vivir.

Dignitatis Humanae, 10.

 

Los Santos Padres.

¡Qué lejos estaban del pan del cielo los judíos! Ni sabían siquiera lo que es tener hambre de Él. Pues este pan requiere el hambre del hombre interior.

Agustín. Tratados sobre el Ev. de Juan, 26, 1. 4a, pg. 324.

Murmuraban diciendo: “¿No es este el hijo de José?”. De ello se infiere que todavía desconocían su admirable y extraordinaria generación, y por eso le llamaban hijo de José. No les reprende cuando dicen eso; no porque lo fuese, sino porque aún no estaban a disposición de oír aquella maravillosa concepción. Si no podían entender la concepción según la carne, mucho menos aquella otra divina e inefable.

Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Ev. de Juan, 46, 1. 4a, pg. 325.

Quien participa de este pan divino, experimentará un hambre perpetua de agrado, y quien así tiene hambre poseerá la gracia sin fin.

Atanasio. Cartas festales, 44.

Este alimento que recibes, este Pan bajado del cielo, suministra la sustancia de la vida eterna, y quien lo coma no morirá jamás. Es el cuerpo de Cristo.

Ambrosio. Los misterios cristianos, 8, 18. 4a, pg. 330.

Este es el pan que los israelitas comieron en el desierto y no lo apreciaron. El maná que les mantuvo reunidos, que descendió sobre ellos, era figura de este pan espiritual que vosotros habéis recibido ahora. Tomad y comed, todos vosotros. En este pan estáis vosotros comiendo mi cuerpo. Él es la verdadera fuente del perdón.

Efrén de Nisibi. Sermones para la Semana Santa, Jueves Santo, 4. 4a, pg. 331.

Cuando oramos, somos todos mendigos de Dios; estamos en pie a la puerta del padre de familia; más aún, nos postramos y gemimos suplicantes, queriendo recibir algo, y este algo es Dios mismo. ¿Qué te pide el mendigo? Pan. ¿Y qué es lo que pides tú a  Dios sino a Cristo que dice: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”?

Agustín, Sermones, 83, 2. 4a, pg. 332.

 

San Agustín

Para enseñarnos que él mismo creer es don y no merecimiento, dice: “Os dije que nadie puede venir a mí, sino aquel a quien se lo concede el Padre”. Haciendo memoria de lo que precede, hallamos el lugar del evangelio donde había dicho: “Nadie viene a mí si mi Padre no lo atrae” (Jn 6, 44). No dijo: “Si no lo guía, sino atre”. Esta violencia se hace al corazón, no a la carne. ¿De qué te admiras? Cree, y vienes; ama, y eres atraído. No penséis que se trata de una violencia gruñona yt despreciable; es dulce, suave; es la misma suavidad la que atrae. Cuando la oveja tiene hambre, ¿no se la atrae mostrándole hierba? Pienso que no se la empuja corporalmente, sino que se la sujeta con el deseo. Ven tú a Cristo así; no te fatigue la idea de un interminable camino. Creer es llegar. En efecto, a aquel que está en todas partes, no se va navegando, sino amando. No obstante ello, también en este viaje del amor hay frecuentes remolinos y borrascas de múltiples tentaciones. Cree en el crucificado, para que tu fe pueda subirse al leño. No te sumergirás; el leño te llevará al puerto. Así, así navegaba entre las olas de este siglo quien decía: “Lejos de mí el gloriarme en otra cosa, a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gal 6, 14).

Sermón 131, 2. II, pg. 1136.

 

San Juan de Ávila

Pedís, Madre Iglesia, que seamos santos vuestros sacerdotes. ¿Por qué carga tan grande, que de sólo oírla hace temblar? Ella lo declara diciendo: “Ofrecen al Señor incienso y pan”. ¿Tan gran cosa es ofrecer incienso y panes, cuanto y más si son los de la proposición, que en el templo de Salomón se ofrecían? ¿Para incensar y ofrecer unos panes pedís santidad? Pues ¿qué será para incensar espiritualmente y ofrecer un pan del cielo vino (cf. Jn 6, 42), Jesucristo nuestro Señor, figurado en aquellos panes, y, siendo uno, vale más que todos juntos y más que todo el mundo y que el cielo y cuanto en ellos está encerrado.

Platica a sacerdotes. I, pgs. 800-801.

Esta fe no es de nuestras fuerzas ni se hereda de nuestros pasados, mas obra de divina inspiración, como afirma en el evangelio Jesucristo nuestro Señor, diciendo: “Ninguno puede venir a mí, si mi Padre no le trajere, y yo le resucitaré en el día postrero. Escripto está en los profetas: Serán todos enseñados de Dios. Todo aquel que oyó y aprendió de mi Padre viene a mí” (Jn 6, 44-45).

Audi, filia (I), 68. I, pg. 436.

Parece que ningún achate ni ocasión pueden tener los hombres vanos para atribuir a sí mismos la gloria de este divino edificio, que somos nosotros; el cual consiste en fe y caridad, pues que la fe, que es el principio de todo el bien, es atraimiento de Dios, como dice el Evangelio (cf. Jn 6, 44), y don gracioso de él, como dice el bienaventurado San Pablo.

Audi filia (I), 469. I, pg. 437.

Esta enseñanza a Dios tiene por Maestro interior, infundiendo la fe en el entendimiento, con que el hombre es enseñado y fortificado para esta creencia, según dice Cristo, que está escrito en los profetas, que todos serán enseñados de Dios (Jn 6, 45).

Audi filia (II), 2. I, pg. 626.

La escuela donde habemos de deprender[1] es Cristo, y Él es nuestro amparo. “Todos los que me da el Padre vendrán a mí, y yo no rechazaré nunca al que venga a mí; y nadie puede aceptarme si el Padre no se lo concede” (Jn 6, 37-44). Dice el Padre: “Vete a mi Hijo; allí hallarás abrigo, allí socorro y amparo”. Enséñaselo el Padre con el dedo: “Este es mi Hijo muy amado”. Quien tiene conocido a Cristo, testimonio tiene que el Padre le ha enseñado”.

Lecciones sobre 1 San Juan (I), lección 6. II, pg. 151.

Si el deseo y propósito firme de salir de pecados, y emendar su vida, y ponerlo por obra, y creer el misterio de la eucaristía no es, pues, este movimiento humano, mas del Padre Eterno, del cual dice el Hijo: “Ninguno puede venir a mí si mi Padre no le trajere” (Jn 6, 44).

Miscelánea breve. II, pg. 863.

Dice Isaías: “A tus hijos los instruirá el Señor” (Is 54, 13). ¡Oh quien fuese discípulo de este Señor! Dice nuestro Redemptor: “Nadie puede venir a mí si el Padre no le concede, todos serán instruidos por Dios” (Jn 6, 44-45). Dice Sant Augustín: “Oh escuela remotísima de todos los sentidos, en la que Dios es el pedagogo”. Si queréis ser hijos de Dios, hincad esas rodillas, humillaos, gemid a Dios, pedid, y luego seréis enseñados de Dios. Ternéis sabiduría de Dios para todas las cosas; todos serán enseñados de Dios, que allá dentro, en las entrañas, enseña cosas que con saber humano no se pueden alcanzar. ¿Sabéis quién son enseñados de Dios? Los que en un credo menosprecian el mundo, dejan todas las vanidades, huellan las honras y estimas del mundo. Estos son los hijos que decía Isaías: “Yo te daré hijos enseñados del Señor”. Todo aquel que oyó de mi Padre y aprendió de él, aquél viene a mí.

Lecciones sobre 1 San Juan (I), lección 4. II, pg. 132.

Dos maneras hay de luz en nosotros: una es natural, que manifiesta los males y bienes de la ley natural; y otra sobrenatural, que manifiesta en particular la voluntad de Dios; y esta es la gracia, que sin ella, en ninguna manera puede saber uno qué quiere Dios que crea ni haga en particular; conviene a saber: cómo ha de usar de la vida, de la hacienda, de la honra; lo cual enseña la gracia y espíritu de Dios: “Y serán todos instruidos por Dios”.

Lecciones sobre 1 San Juan (II), lección 4. II, pg. 361.

Esta palabra de este divino pan es de tan alto misterio, que sin lumbre de Espíritu Santo no se puede crecer. Que por esta dijo el Señor: “Ninguno puede venir a mí si mi Padre no lo trujere” (Jn 6, 44). Enseñó el celestial Padre al bienaventurado San Pedro allá dentro de su corazón la verdad de la fe, y con aquella lumbre creía quien era nuestro Señor y ser verdad todo lo que decía, ahora lo entendiese, ahora no, como ha de hacer el verdadero creyente”.

Santísimo Sacramento, 56, 7. III, pg. 751.

“Todo aquel que oye y aprende del Padre, viene a mí” (cf. Jn 6, 45). Si has venido a Jesucristo, es porque has oído y has seído enseñado del Padre. Ninguno va a Jesucristo si primero no le llama y lleva el Padre mediante el hablarle en las santas inspiraciones. Estos propósitos buenos, esos pensamientos santos y deseos, esa mudanza que ha hecho de mal en bien, de Dios te viene. Esa palabra, si tienes buenos pensamientos, si anda tu corazón encendido en buenos deseos de dejar la vida mala, de allegarte a Dios, de servirlo, de no ofendelle, ten esperanza que muy presto parirá tu ánima hijo que se llama gozo.

Natividad de la Virgen, 62, 18. III, pg. 830-831.

Aunque mucho nos cueste comer con limpieza de conciencia este santo bocado, sufrámoslo todo, pasémoslo todo; pues comiendo bien este celestial “Pan que del cielo vino” (cf. 6, 50), Jesucristo nuestro Señor, nos convertiremos en Él, y por Él poseeremos por nuestro el corazón de su Eterno Padre, el cual no se contentará en coronar con corona de honra a su unigénito Hijo, mas hará que desde Él, que es cabeza nuestra, descienda la honra y gloria a sus miembros, que somos nosotros, y desde el cuello hasta la uña del más chico dedo, nos hermosea, nos cura, nos viste y nos mira como a cosa conjuntísima[2] con su unigénito Hijo.

Jueves Santo, 34, 30. III, pg. 427.

Cuando comulgas, un pan comes, que no solamente restaura y acrecienta la vida, no solamente es vida de quien tiene vida, pero da vida a quien no la tiene. Este sí es manjar que no esotros que no dan vida, antes, si coméis muchos de ellos, la quitan. Cristo lo dice: “Este es pan que descendió del cielo, y el que lo comiere no morirá” (Jn 6, 50); y otra vez: “Ansí como Moisén puso la serpiente encima del palo en el desierto, ansí conviene también que el hijo de la Virgen sea puesto en una cruz, para que todo aquel que lo mirare no se pierda, sino tenga vida eterna” (cf. Jn 3, 14). “Para esto vine al mundo, para dar vida al mundo”, dice en otra parte Jesucristo (cf. Jn 10, 10). Si estás muerto, vete a Cristo, que Él es manjar que te resucitará y dará vida.

En la infraoctava del Corpus, 49, 12. III, pg. 640.

Y venido a este mundo, después que hobo hecho el gran convite de cuerpos y hartado a millares de hombres y mujeres con “cinco panes y dos peces” (cf. Jn 6, 9-12), gloriándose los judíos de que Dios había dado a sus padres en el desierto el maná del cielo, con que se mantuviesen en el desierto, les dijo el soberano Maestro, Dios humanado, las palabras del tema, hablando de si mismo: “Este es el Pan que descindió del cielo” (Jn 6, 50). Es palabra tan alta, de tanto valor y de tanta consolación, que se les pasó por alto, y, como a gente de tierra, no les armó bien el manjar del cielo; mas por su mal. Oigan los cristianos las misericordias de Dios, dichas por boca del Verbo encarnado; tengan firme fe para creer, tengan cuidado de se aprovechar de ellas, agradecidos a Dios por tan gran merced y temerosos los que no la recibieren como es razón.

En la infraoctava del Corpus, 55, 9. III, pg. 718.

Y es de mirar que ya que Dios nos hizo esta merced, de que la persona divina de Jesucristo nuestro Señor descendiere del cielo a estar con nosotros por real presencia en este Sacramento divino, dícesenos por tales palabras, que no solo nos dan a entender la verdad de su presencia, mas la alteza del provecho que de ello nos viene. “Este es el Pan que del cielo descendió”, dice el Señor (Jn 6, 50). Si es pan del cielo, mantenimiento es de los que están en el cielo; y si tenemos acá el mantenimiento del cielo, ternemos acá la vida del cielo.

En la infraoctava del corpus, 55, 34. III, pg. 730.

Toma “tres medidas de la flor de harina”, dijo Abraham a su mujer Sara, “y cuécelo en el rescoldo”. - ¿Qué pan es este, que parece tan bajo, cocido en el rescoldo? – “El que descendió del cielo: Ego sum panis vivus qui de caelo descendi” (Jn 6, 51).

En la infraoctava del Corpus, 49, 3. III, pg. 636.

 

San Oscar Romero.

Pero cuando uno ve a San Juan en el capítulo sexto, sí sabe por qué comulga. Sabe que aquel sabor de la hostia que es sabor de trigo, mi fe lo convierte en vida eterna. Entonces comprende uno la gran frase que hemos tratado de comentar hoy. "Este es el pan que yo daré, mi carne para la vida del mundo". Mi carne, pero no carne como la de los hombres sin Cristo. Carne de Cristo donde Dios se encarnó con toda la potencia, con todo el amor, con todo el mérito de la cruz, con toda la santidad de Dios en ese bocadito insignificante: la comunión, el pan que es carne de Dios que viene a santificar y cristificar y espiritualizar toda mi carne sin Cristo.

Señor, debíamos de decirle al terminar: no permitas que yo sea más un hombre sin Cristo, sino que habiendo conocido la belleza de tu encarnación, entonces, queremos nosotros ser hombres incorporados a Cristo. Que ojalá todas las comunidades que han tratado de hacer esta reflexión, sin salirse de la realidad del país y de la iglesia, traten de ser bienhechores desde una Iglesia donde Cristo administra sus sacramentos para darnos su carne que es vida del mundo, y desde allí ser luz y vida para todo el mundo. A eso estamos llamados como pueblo de Dios para que en todo lo que nosotros hagamos, seamos de verdad misioneros de la paz y del amor en medio de un pueblo. Así sea...

 Homilía, 12 de agosto de 1979.

 

Papa Francisco. Angelus. 9 de agosto de 2015

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este domingo prosigue la lectura del capítulo sexto del Evangelio de Juan, donde Jesús, habiendo cumplido el gran milagro de la multiplicación de los panes, explica a la gente el significado de aquel “signo” (Jn 6,41-51). Como había hecho antes con la Samaritana, a partir de la experiencia de la sed y del signo del agua, aquí Jesús parte de la experiencia del hambre y del signo del pan, para revelarse e invitarnos a creer en Él.

La gente lo busca, la gente lo escucha, porque se ha quedado entusiasmada con el milagro, ¡querían hacerlo rey! Pero cuando Jesús afirma que el verdadero pan, donado por Dios, es Él mismo, muchos se escandalizan, no comprenden, y comienzan a murmurar entre ellos: “De él –decían–, ¿no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo puede decir ahora: 'Yo he bajado del cielo'? (Jn 6,42)”. Y comienzan a murmurar. Entonces Jesús responde: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió”, y añade “el que cree, tiene la vida eterna” (vv 44.47).

Nos sorprende, y nos hace reflexionar esta palabra del Señor: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre”, “el que cree en mí, tiene la vida eterna”. Nos hace reflexionar. Esta palabra introduce en la dinámica de la fe, que es una relación: la relación entre la persona humana, todos nosotros, y la persona de Jesús, donde el Padre juega un papel decisivo, y naturalmente, también el Espíritu Santo, que está implícito aquí. No basta encontrar a Jesús para creer en Él, no basta leer la Biblia, el Evangelio, eso es importante ¿eh?, pero no basta. No basta ni siquiera asistir a un milagro, como el de la multiplicación de los panes. Muchas personas estuvieron en estrecho contacto con Jesús y no le creyeron, es más, también lo despreciaron y condenaron. Y yo me pregunto: ¿por qué, esto? ¿No fueron atraídos por el Padre? No, esto sucedió porque su corazón estaba cerrado a la acción del Espíritu de Dios. Y si tú tienes el corazón cerrado, la fe no entra. Dios Padre siempre nos atrae hacia Jesús. Somos nosotros quienes abrimos nuestro corazón o lo cerramos.

En cambio la fe, que es como una semilla en lo profundo del corazón, florece cuando nos dejamos “atraer” por el Padre hacia Jesús, y “vamos a Él” con ánimo abierto, con corazón abierto, sin prejuicios; entonces reconocemos en su rostro el rostro de Dios y en sus palabras la palabra de Dios, porque el Espíritu Santo nos ha hecho entrar en la relación de amor y de vida que hay entre Jesús y Dios Padre. Y ahí nosotros recibimos el don, el regalo de la fe.

Entonces, con esta actitud de fe, podemos comprender el sentido del “Pan de la vida” que Jesús nos dona, y que Él expresa así: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6,51). En Jesús, en su “carne” –es decir, en su concreta humanidad– está presente todo el amor de Dios, que es el Espíritu Santo. Quien se deja atraer por este amor va hacia Jesús, y va con fe, y recibe de Él la vida, la vida eterna.

Aquella que ha vivido esta experiencia en modo ejemplar es la Virgen de Nazaret, María: la primera persona humana que ha creído en Dios acogiendo la carne de Jesús. Aprendamos de Ella, nuestra Madre, la alegría y la gratitud por el don de la fe. Un don que no es “privado”, un don que no es “propiedad privada”, sino que es un don para compartir: es un don “para la vida del mundo”.

 

Papa Francisco. Angelus. 8 de agosto de 2021

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el Evangelio de la Liturgia de hoy, Jesús sigue predicando a la gente que ha visto el prodigio de la multiplicación de los panes. E invita a esas personas a dar un salto de calidad: después de haber recordado el maná, con el que Dios había saciado el hambre a los padres a lo largo del camino a través del desierto, ahora aplica el símbolo del pan a sí mismo. Dice claramente: «Yo soy el pan de la vida» (Jn 6,48).

¿Qué significa pan de la vida? Para vivir se necesita el pan. Quien tiene hambre no pide comidas refinadas y caras, pide pan. Quien no tiene trabajo no pide sueldos altos, sino el “pan” de un empleo. Jesús se revela como el pan, es decir lo esencial, lo necesario para la vida de cada día, sin Él no funciona. No un pan entre muchos otros, sino el pan de la vida. En otras palabras, nosotros, sin Él, más que vivir, sobrevivimos: porque solo Él nos nutre el alma, solo Él nos perdona de ese mal que solos no conseguimos superar, solo Él nos hace sentir amados aunque todos nos decepcionen, solo Él nos da la fuerza de amar, solo Él nos da la fuerza de perdonar en las dificultades, solo Él da al corazón esa paz que busca, solo Él da la vida para siempre cuando la vida aquí en la tierra se acaba. Es el pan esencial de la vida.

“Yo soy el pan de la vida”, dice. Permanecemos sobre esta hermosa imagen de Jesús. Habría podido hacer un razonamiento, una demostración, pero —lo sabemos— Jesús habla en parábolas, y en esta expresión: “Yo soy el pan de la vida”, resume verdaderamente todo su ser y toda su misión. Esto se verá plenamente al final, en la Última Cena. Jesús sabe que el Padre le pide no solo dar de comer a la gente, sino darse a sí mismo, partirse a sí mismo, la propia vida, la propia carne, el propio corazón para que nosotros podamos tener la vida. Estas palabras del Señor despiertan en nosotros el estupor por el don de la Eucaristía. Nadie en este mundo, por mucho que ame a otra persona, puede hacerse alimento para ella. Dios lo ha hecho, y lo hace, por nosotros. Renovemos este estupor. Hagámoslo adorando el Pan de vida, porque la adoración llena la vida de estupor.

En el Evangelio, sin embargo, en vez de asombrarse, la gente se escandaliza, se rasga las vestiduras. Piensan: “¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?” (cf. vv. 41-42). También nosotros quizá nos escandalizamos: nos sería más cómodo un Dios que está en el Cielo sin entrometerse en nuestra vida, mientras nosotros podemos gestionar los asuntos de aquí abajo. Sin embargo Dios se ha hecho hombre para entrar en lo concreto del mundo, para entrar en nuestra concreción, Dios se ha hecho hombre por mí, por ti, por todos nosotros, para entrar en nuestra vida. Y le interesa todo de nuestra vida. Podemos hablarle de los afectos, del trabajo, de la jornada, de los dolores y las angustias, de muchas cosas. Le podemos decir todo porque Jesús desea esta intimidad con nosotros. ¿Qué es lo que no desea? Ser relegado a segundo plano —Él que es el pan—,  ser ignorado y dejado de lado, o llamado solo cuando tenemos necesidad.

Yo soy el pan de la vida. Al menos una vez al día nos encontramos comiendo juntos; quizá por la noche, en familia, después de una jornada de trabajo o de estudio. Sería bonito, antes de partir el pan, invitar a Jesús, pan de vida, pidiéndole con sencillez que bendiga lo que hemos hecho y lo que no hemos conseguido hacer. Invitémosle a casa, recemos de forma “doméstica”. Jesús estará en la mesa con nosotros y seremos alimentados por un amor más grande.

La Virgen María, en la cual el Verbo se ha hecho carne, nos ayude a crecer día tras día en la amistad de Jesús, pan de vida.

 

Benedicto XVI. Angelus. 12 de agosto de 2012

Queridos hermanos y hermanas:

La lectura del capítulo sexto del Evangelio de san Juan, que nos acompaña en estos domingos en la liturgia, nos ha llevado a reflexionar sobre la multiplicación del pan, con el que el Señor sació a una multitud de cinco mil hombres, y sobre la invitación que Jesús dirige a los que había saciado a buscar un alimento que permanece para la vida eterna. Jesús quiere ayudarles a comprender el significado profundo del prodigio que ha realizado: al saciar de modo milagroso su hambre física, los dispone a acoger el anuncio de que él es el pan bajado del cielo (cf. Jn 6, 41), que sacia de modo definitivo. También el pueblo judío, durante el largo camino en el desierto, había experimentado un pan bajado del cielo, el maná, que lo había mantenido en vida hasta la llegada a la tierra prometida. Ahora Jesús habla de sí mismo como el verdadero pan bajado del cielo, capaz de mantener en vida no por un momento o por un tramo de camino, sino para siempre. Él es el alimento que da la vida eterna, porque es el Hijo unigénito de Dios, que está en el seno del Padre y vino para dar al hombre la vida en plenitud, para introducir al hombre en la vida misma de Dios.

En el pensamiento judío estaba claro que el verdadero pan del cielo, que alimentaba a Israel, era la Ley, la Palabra de Dios. El pueblo de Israel reconocía con claridad que la Torah era el don fundamental y duradero de Moisés, y que el elemento basilar que lo distinguía respecto de los demás pueblos consistía en conocer la voluntad de Dios y, por tanto, el camino justo de la vida. Ahora Jesús, al manifestarse como el pan del cielo, testimonia que es la Palabra de Dios en Persona, la Palabra encarnada, a través de la cual el hombre puede hacer de la voluntad de Dios su alimento (cf. Jn 4, 34), que orienta y sostiene la existencia.

Entonces, dudar de la divinidad de Jesús, como hacen los judíos del pasaje evangélico de hoy, significa oponerse a la obra de Dios. Afirman: «Es el hijo de José. Conocemos a su padre y su madre» (cf. Jn 6, 42). No van más allá de sus orígenes terrenos y por esto se niegan a acogerlo como la Palabra de Dios hecha carne. San Agustín, en su Comentario al Evangelio de san Juan, explica así: «Estaban lejos de aquel pan celestial, y eran incapaces de sentir su hambre. Tenían la boca del corazón enferma... En efecto, este pan requiere el hambre del hombre interior» (26, 1). Y debemos preguntarnos si nosotros sentimos realmente esta hambre, el hambre de la Palabra de Dios, el hambre de conocer el verdadero sentido de la vida. Sólo quien es atraído por Dios Padre, quien lo escucha y se deja instruir por él, puede creer en Jesús, encontrarse con él y alimentarse de él y así encontrar la verdadera vida, el camino de la vida, la justicia, la verdad, el amor. San Agustín añade: «El Señor afirmó que él era el pan que baja del cielo, exhortándonos a creer en él. Comer el pan vivo significa creer en él. Y quien cree, come; es saciado de modo invisible, como de modo igualmente invisible renace (a una vida más profunda, más verdadera), renace dentro, en su interior se convierte en hombre nuevo» (ib.).

Invocando a María santísima, pidámosle que nos guíe al encuentro con Jesús para que nuestra amistad con él sea cada vez más intensa; pidámosle que nos introduzca en la plena comunión de amor con su Hijo, el pan vivo bajado del cielo, para ser renovados por él en lo más íntimo de nuestro ser.

 

MISA DE NIÑOS. XIX T.O.

Monición de entrada.

Buenos días:

El pan y el vino con el que comulgamos es la comida que nos ayuda en el camino de nuestra vida.

También nos ayudará cuando salgamos de este mundo para estar con Jesús.

Es la comunión el pan de vida que recibimos para caminar, no solos, sino juntos, en la parroquia.

 

 Señor, ten piedad.

Tú que estás en la iglesia. Señor, ten piedad.

Tú que eres el pan de vida. Cristo, ten piedad.

Tú que nos das el alimento de vida. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.

-Por el Papa Francisco, para que nunca le falte el pan de la comunión. Te lo pedimos Señor.

-Por los que cada domingo venimos a misa, para que la valoremos.  Te lo pedimos Señor.

-Por los que tienen dinero, para que comprendan que el dinero es para todas las personas. Te lo pedimos, Señor.

-Por las personas que están muy enfermas, para que no les falte la compañía de su familia y de Jesús. Te lo pedimos, Señor.

-Por nosotros que comulgamos, para que ayudemos a quienes nos piden ayuda. Te lo pedimos, Señor.

 

 Acción de gracias.

Virgen María, queremos darte las gracias la misa, porque gracias a ella estamos con Jesús, le escuchamos y le sentimos cerca, como tú lo tuviste durante treinta años.

 

MISA DE NIÑOS. ASUNCIÓN DE MARÍA.

Monición de entrada.

Buenos días:

Hoy en la Iglesia estamos celebrando la Asunción de María.

Esta fiesta es para nosotros una fiesta de mucha alegría.

Porque en María, que subió al cielo en cuerpo y alma, vemos el espejo de la Iglesia y las personas.

Todos estaremos un día como ella en el cielo.

 

 Señor, ten piedad.

Tú que estás en el cielo en cuerpo y alma. Señor, ten piedad.

Tú que en el cielo rezas por nosotros. Cristo, ten piedad.

Tú que nos esperas en el cielo. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.

-Por el Papa Francisco, unido a la Reina de los Apóstoles. Te lo pedimos Señor.

-Por la Iglesia, unida a la Madre de la Iglesia.  Te lo pedimos Señor.

-Por los cristianos que no son católicos, unidos a la Madre de los Creyentes. Te lo pedimos, Señor.

-Por los enfermos, unidos a la que es Salud de los Enfermos. Te lo pedimos, Señor.

-Por nosotros, unidos a la Madre subió al Cielo. Te lo pedimos, Señor.

 

 Acción de gracias.

Virgen María, queremos felicitarte porque hoy nos acordamos cuando terminada tu vida subiste al cielo toda entera, con el cuerpo y el alma. Gracias porque desde allí cuidas de nosotros.

 

ORACIÓN PARA EL CENTRE JUNIORS CORBERA. DOMINGO 18  T.O.

EXPERIENCIA.

Haz la señal de la cruz.

Toma conciencia de tus pies, tronco, manos, ojos, oídos, nariz, boca, corazón, pulmones.

¿Qué ves, escuchas, tocas, hueles y gustas?

¿Cómo te sientes?

Mira la cruz, ofrécele a Jesús tu persona y dile que tome posesión de ella.

¿Qué te sugiere la palabra pan?

Mira el vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=JH8IMfgmXHI

¿Qué te sugieren las imágenes?

Imagina un mes sin pan. Es verdad que en estos tiempos hay miles de productos que lo sustituyen, pero piensa en tus abuelos o bisabuelos, en los años del hambre en España, cuando no tenían pan.

 

REFLEXIÓN.

Lectio.

Lee el evangelio de este domingo.

X Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 41-51.

En aquel tiempo, los judíos murmuraban de Jesús porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”, y decían:

-¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?

Jesús tomó la palabra y les dijo:

-No critiquéis. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo.

Lee dos o tres veces el texto.

¿Qué dice?, ¿qué te dice?

Meditatio.

Lee estas palabras del Papa Francisco, pronunciadas el 8 de agosto de 2021 durante el rezo del Ángelus: “¿Qué significa pan de la vida? Para vivir se necesita el pan. Quien tiene hambre no pide comidas refinadas y caras, pide pan. Quien no tiene trabajo no pide sueldos altos, sino el “pan” de un empleo. Jesús se revela como el pan, es decir lo esencial, lo necesario para la vida de cada día, sin Él no funciona. No un pan entre muchos otros, sino el pan de la vida. En otras palabras, nosotros, sin Él, más que vivir, sobrevivimos: porque solo Él nos nutre el alma, solo Él nos perdona de ese mal que solos no conseguimos superar, solo Él nos hace sentir amados aunque todos nos decepcionen, solo Él nos da la fuerza de amar, solo Él nos da la fuerza de perdonar en las dificultades, solo Él da al corazón esa paz que busca, solo Él da la vida para siempre cuando la vida aquí en la tierra se acaba”.

Piensa en ellas.

Oratio.

¿Tienes hambre de Jesús? Háblale y con sinceridad responde a la pregunta. Si la tienes agradéceselo y si no la tienes pídele que vacíe tu estómago de cuanto no es Él para tenerla.

 

COMPROMISO.

Jesús es el pan de vida, ¿cuánto tiempo hace que no comulgas? y ¿estás dispuesto a hacerte pan de verdad?

 

CELEBRACIÓN.

Mira y escucha esta canción del Coro Cantaré Yo soy el pan de vida (Yo le resucitaré):

https://www.youtube.com/watch?v=GqHmoXa2Kss

 

BIBLIOGRAFÍA.

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. BAC. Madrid. 2016.

Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.

Biblia del Peregrino. Edición de Luis Alonso Schökel. EGA-Mensajero. Bilbao. 1995.

Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.

Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.

Secretariado Nacional de Liturgia. Libro de la Sede. Primera edición: 1983. Coeditores Litúrgicos. Barcelona. 2004.

Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.

Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 2. Evangelio según san Marcos. Ciudad Nueva. Madrid. 2009.

San Juan de Ávila. Obras Completas i. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid. 2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores. BAC. Madrid. 2013.

San Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid.   2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.

www.vatican.va

http://www.quierover.org

https://www.juniorsmd.org

http://www.vatican.va/content/vatican/es.htmlTrinidad. Reza el Padrenuestro mirándolo.



[1] Deprender: 1. Aprender. www.rae.es

[2] Conjunto, ta: 3. Aliado, unido a alguien por el vínculo de parentesco o de amistad.

No hay comentarios: