Lectura del primer libro de los Reyes 19,
4-8
En aquellos días, Elías anduvo por el desierto una jornada de
camino, hasta que, sentándose bajo una retama, imploró la muerte diciendo:
-¡Ya es demasiado, Señor! ¡Toma mi vida, pues no soy mejor que mis
padres!
Se recostó y quedó dormido bajo la retama, pero un ángel lo tocó y
dijo:
-Levántate y come.
Miró alrededor y a su cabecera había una torta cocida sobre
piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y volvió a recostarse. El
ángel del Señor volvió por segunda vez, lo tocó y de nuevo dijo:
-Levántate y come, pues el camino que te queda es muy largo.
Elías se levantó, comió, bebió y, con la fuerza de aquella comida,
caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios.
Textos
paralelos.
1 Re 19, 1: Ajab comunicó a
Jezabel cuanto había hecho Elías y cómo había pasado a cuchillo a todos los
profetas. Jezabel envió un mensajero a Elías, con esta misiva: “¿Qué los dioses
me castiguen sin medida si mañana a estas horas no hago que tu vida acabe como
la de ellos. Él tuvo miedo, se avió y partió para poner su vida a salvo. Llegó
a Berseba de Judá y dejó allí a su criado.
¡Ya es demasiado, Yahvé!
Nm 11, 14-15: Yo solo no puedo
cargar con todo este pueblo, pues supera mis fuerzas. Si me vas a tratar así,
más vale que me hagas morir; concédeme este favor, y no tendré que pasar tales
penas.
Tb 3, 6: Haz ahora de mí lo que
te guste. Manda que me quiten la vida y desapareceré de la faz de la tierra y
en tierra me convertiré. Porque más vale morir que vivir después de oír
ultrajes que no merezco y verme invadido de tristeza. Manda, Señor, que yo me
libre de esta prueba; déjame marchar a la eterna morada y no me apartes tu
rostro, Señor. Porque más me vale morir que vivir pasando esta prueba y
escuchando tales ultrajes.
Jon 4, 3: Pues bien, Señor,
quítame la vida; más vale morir que vivir.
Jon 4, 8: Y cuando el sol
apretaba, envió Dios un viento solano bochornoso; el sol abrasaba la cabeza de
Jonás y lo hacía desfallecer. Jonás se deseo la muerte y dijo: Más vale morir
que vivir.
Jb 7, 15: Preferiría morir
asfixiado y la muerte a estos miembros que odio.
Se levantó, comió, bebió,
y con las fuerzas de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches.
Ex 34, 18: Guarda la fiesta de
los ázimos: comerás ázimos durante siete días por la fiesta del mes de abril,
según te mandé, porque en ese mes saliste de Egipto.
Mt 4, 1-2: Entonces Jesús,
movido por el Espíritu, se retiró al desierto para ser puesto a prueba por el
Diablo. Guardó un ayuno de cuarenta días con sus noches y al final sintió
hambre.
Notas
exegéticas.
19 8 Ver Ex 19, 1. Elías, queriendo
salvaguardar la alianza y restablecer la pureza de la fe, se dirige al lugar
donde se ha revelado el verdadero Dios y donde se ha concluido la alianza,
enlaza directamente su obra con la de Moisés. Relacionados por la teofanía del
Horeb, Moisés y Elías lo estarán también en la Transfiguración de Cristo,
teofanía del NT. – Las investigaciones arqueológicas recientes han descubierto
en Kuntillet Ajrud, camino del Sinaí, una especie de puesto fortificado o
estación para peregrinos israelitas, que, a comienzos del siglo VIII a.C.,
acudían allí procedentes del reino del Norte.
Salmo
responsorial
Salmo 34 (33) 1, 1-9
Gustad
y ved qué bueno es el Señor. R/.
Bendigo
al Señor en todo momento,
su
alabanza está siempre en mi boca;
mi
alma se gloría en el Señor:
que
los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
Proclamad
conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos
juntos su nombre.
Yo
consulté al Señor, y me respondió,
me
libró de todas mis ansias. R/.
Contempladlo,
y quedaréis radiantes,
vuestro
rostro no se avergonzará.
El
afligido invocó al Señor,
él
lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R/.
El
ángel del Señor acampa en torno
a
quienes lo temen y los protege.
Gustad
y ved qué bueno es el Señor,
dichoso
el que se acoge a él. R/.
Textos
paralelos.
El ángel de Yahvé pone su
tienda.
Ex 14, 19: El ángel de Dios,
que caminaba delante del campamento israelita, se levantó y pasó a su
retaguardia: la columna de nubes que estaba delante de ellos se puso detrás de
ellos.
Gustad y ved lo bueno que
es Yahvé.
1 P 2, 3: Si es que habéis
gustado que bueno es el Señor.
Dichoso el que se acoge a
él.
Sal 2, 12: Temblando rendidle
homenaje, no sea que perdáis el camino, si llega a inflamarse su ira. Dichosos
los que se refugian en él.
Notas
exegéticas.
34 Salmo penitencial “alfabético”:
acción de gracias, vv. 2-11; e instrucción, en el sentido de los Proverbios,
sobre la suerte de los justos y malvados.
34 8 Lit.: “los que le temen”.
Segunda
lectura.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4, 30-5,2.
Hermanos:
No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios con que él os ha
sellado para el día de la liberación final. Desterrad de vosotros la amargura,
la ira, los enfados e insultos y toda maldad. Sed buenos, comprensivos,
perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de
Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó
por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor.
Textos
paralelos.
No entristezcáis al
Espíritu Santo de Dios.
Is 63, 10: Pero ellos se
rebelaron e irritaron su santo espíritu: entonces él se volvió su enemigo y
guerreó contra ellos.
Ef 1, 13: Por él, también
vosotros, al escuchar el mensaje de la verdad, la buena noticia de vuestra
salvación creísteis en él y fuisteis sellados con el Espíritu Santo prometido.
Que desaparezca de entre
vosotros cualquier clase de amargura.
Col 3, 8: Pero ahora apartad
también vosotros de la boca todo eso: cólera, ira, malicia, maledicencia,
obscenidades.
Rm 1, 29: Están repletos de
injusticia, maldad, codicia, malignidad; están llenos de envidia, homicidios,
discordias, fraudes, perversión; son difamadores.
Sed amables y compasivos
entre vosotros.
Mt 6, 12: Perdona nuestras
ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
Mt 6, 14-15: Pero si perdonáis
a los hombres las ofensas, vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros,
pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras
ofensas.
Col 3, 13: Soportaos
mutuamente; perdonaos si alguien tiene quejas de otro; como el Señor os ha
perdonado, así también haced vosotros.
Perdonándoos mutuamente
como os perdonó Dios en Cristo.
St 2, 13: Será despiadado el
juicio del que no tuvo piedad. La piedad triunfa del juicio.
Sed, pues, imitadores de
Dios.
2 Ts 3, 7: Vosotros sabéis cómo
tenéis que imitarnos: no procedimos con vosotros desordenadamente.
Mt 5, 48: Sed pues perfectos
como vuestro Padre del cielo es perfecto.
Como Cristo os amó y se
entregó por nosotros.
1 Jn 3, 16: Hemos conocido lo
que es el amor en aquel que dio la vida por nosotros. Pues también nosotros
debemos dar la vida por los hermanos.
Ga 2, 20: Y ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí.
Y mientras vivo en la carne mortal, vivo de fe en el Hijo de Dios, que me amó y
se entregó por mí.
Sal 40, 7: Sacrificios y
ofrendas no los quieres; me has cavado oídos; no pides holocaustos ni víctimas
expiatorias.
Ex 29, 18: Y lo dejarás
quemarse completamente sobre el altar. “Es holocausto para el Señor: oblación
de aroma que aplaca al Señor”.
Ga 5, 19: Las acciones del
instinto son manifiestas: fornicación, indecencia, desenfrenos.
Hch 9, 13: Ananías respondió:
Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y contar todo el daño que ha hecho
a los consagrados de Jerusalén.
Notas
exegéticas.
4 30 Al Espíritu Santo, vínculo
único del cuerpo único de Cristo le entristece todo cuanto perjudique a la
unidad de ese cuerpo.
4 32 “os”; var.: “nos”. Lo mismo en
5, 2.
5 1: El motivo de la imitación de
Dios es excepcional en el NT. En las epístolas paulinas aparece como imitador
de Cristo, disposición a las que invita a los fieles.
5 2 Var.: “vosotros”.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 6, 41-51.
En aquel tiempo, los judíos murmuraban de Jesús porque había
dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”, y decían:
-¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a
su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?
Jesús tomó la palabra y les dijo:
-No critiquéis. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que
me ha enviado. Y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los
profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y
aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que
está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que
cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en
el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el
hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el
que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por
la vida del mundo.
Textos
paralelos.
Yo soy el pan que ha
bajado del cielo.
Ex 16, 2: La comunidad de los
israelitas protestó contra Moisés y Aarón en el desierto.
Nm 11, 1: El pueblo se quejaba
al Señor de sus desgracias. Al oírlo él, se encendió su ira, estalló contra
ellos el fuego del Señor y empezó a abrasar el extremo del campamento.
Mt 13, 54-57: Se dirigió a su
ciudad y se puso a enseñarles en su sinagoga. Ellos preguntaban asombrados: ¿de
dónde saca este su saber y sus milagros? ¿No es este el hijo del artesano? ¿no
se llama su madre María y sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas?
Mc 6, 4: Jesús les decía: A un
profeta lo desprecian solo en su patria, entre sus parientes y en su casa.
Nadie puede venir a mí si
el Padre que me envía no lo atrae.
Mt 16, 17: Jesús le replicó:
“¡Dichoso tú, Simó, hijo de Jonás! porque no te lo ha revelado nadie de carne y
sangre, sino mi Padre del cielo.
Serán todos enseñados por
Dios.
Is 54, 13: Tus hijos será
discípulos del Señor, tendrán gran paz tus hijos.
Jr 31, 33-34: Así será la
alianza que haré con Israel en aquel tiempo futuro – oráculo del Señor –.
Meteré mi Ley en el pecho, la escribiré en su corazón, yo seré su Dios y ellos
serán mi pueblo; ya no tendrán que enseñarse unos a otros, mutuamente, diciendo:
Tienes que conocer al Señor, porque todos, grandes y pequeños, me conocieran –
oráculo del Señor –, pues yo perdono sus culpas y olvido sus pecados.
1 Jn 2, 20: Vosotros habéis
recibido del Espíritu la unción, y todos sois expertos.
1 Jn 2, 27: Vosotros conservad
la unción que recibisteis de él y no tendréis necesidad de que nadie os enseñe,
pues su unción, que es verdadera e infalible, os instruirá acerca de todo. Lo
que os enseñe conservadlo.
No es que alguien haya visto al Padre.
Ex 33, 20: Pero mi rostro no lo puedes ver,
porque nadie puede verlo y quedar con vida.
Jn 1, 18: Nadie ha visto jamás a Dios; el
Hijo único, Dios, que estaba al lado del Padre, lo ha explicado.
Es el que ha venido de Dios.
1 Jn 4, 12: A Dios nunca lo ha
visto nadie; si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y el amor
de Dios está con nosotros consumado.
Jn 7, 29: Yo lo conozco porque procedo de él
y él me envió.
Yo soy el pan de vida.
1 Co 10, 3-5: Todos comieron el mismo
alimento espiritual y todos bebieron la misma bebida espiritual; pues bebían de
la roca espiritual que los seguía, roca que es el Mesías. Pero la mayoría no
agradó a Dios y quedaron tendidos en el desierto.
Para que quien lo coma no muera.
Jn 8, 51: Os aseguro que quien cumpla mi
palabra no sufrirá jamás la muerte.
El pan que yo le yo a dar es mi carne, para la vida
del mundo.
Lc 22, 19: Tomando un pan, dio gracias, lo
partió y se lo dio diciendo: Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros.
1 Co 11, 24: Dando gracias lo partió y dijo:
Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.
Notas exegéticas Biblia de Jerusalén
6 41 Como los hebreos en el
desierto.
6 42 Los judíos no pueden conciliar
la condición humana de Jesús con el origen divino que reclama para sí: solo lo
permite la fe, que es un don de Dios. No hay aquí indicación alguna relativa a
la concepción virginal, pero es muy probable que Jn conociera esta tradición
atestiguada por Mt y Lc (y combatida por algunos judeocristianos).
6 45 Paráfrasis de Is 54, 13.
6 46 Ver 1, 18. Jn evita una posible
falsa interpretación de la cita: la promesa se realiza en función de Jesús,
único que conoce al Padre de forma inmediata y plena.
6 51 (a) Referencia a Gn 3, 22 “… y
comiendo de él para siempre”. Con su enseñanza, Cristo-Sabiduría nos da acceso
de nuevo al árbol de la vida del que Adán había sido privado. Ya nunca más
seremos arrojados del Paraíso.
6 51 (b) La última sección del discurso
está dedicada explícitamente al sacramento de la eucaristía. Aunque se
reconozca generalmente el colorido joánico del pasaje, no es imposible que
estos vv. sean un añadido posterior a la redacción del resto de este capítulo,
o, al contrario, que Jn se haya valido aquí de una tradición más antigua.
6 51 (c) Se sobrentiende: “dada” o
“entregada” (como precisan muchos manuscritos). Este giro conciso recuerda a 1
Co 11, 24: “Este es mi cuerpo que se da por vosotros”, ver Lc 22, 19. Alusión a
la Pasión. Pero Juan sustituye el término “cuerpo” por “carne”, que designaba
al hombre en su condición de debilidad y mortalidad. En el judaísmo la
expresión más completa “la carne y la sangre” significaban lo mismo. Comparar
por tanto con vv. 56 y 57.
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión
crítica.
41 MURMURABAN como los israelitas
contra Moisés en el desierto, con una murmuración que manifestaba la falta de
fe y que, en realidad, iba dirigida contra Dios.
42 EL HIJO DE JOSÉ, según pensaban
la gente.
43-44 Jesús no retira ni corrige sus
afirmaciones anteriores; afirma que la fe es don de Dios, que la obra humana es
“dejarse llevar” por ese atractivo con el que el Padre nos pone ante su Hijo.
El único verdadero PADRE de Jesús es Dios, el Padre (con artículo
determinado: apunte polémico ante sus interlocutores, que acababan de nombrar a
José como padre de Jesús).
45 “Escuchar”, aquí, tiene el
significado rabínico de “recibir una doctrina”.
46 HA VENIDO… DIOS : lit. es (¿enviado?,
¿venido?, ¿procedente?) de parte de Dios (el texto griego usa la
preposición parà con genitivo de
persona.
47 EL QUE CREE: diversos
manuscritos añaden en mí.
50-51 DE MODO QUE… NO MUERA. Ese pan
eucarístico “es medicina de inmortalidad, antídoto que impide morir y hace
vivir” (Ignacio de Antioquía. A los Efesios). // MI CARNE: mi naturaleza
humana, mi humanidad. // POR LA VIDA: en favor de la vida, para que los hombres
tengan vida. El anuncio de la Eucaristía es claro y sin ambigüedades, hasta
provocar el escándalo. El texto del v. 51 parece un eco de la fórmula de los
Sinópticos para la institución de la Eucaristía bajo la especie de pan,
acentuando su aspecto redentor, de sacrificio.
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé.
6,
35-59 Este sermón de Cristo es llamado “El discurso del pan de vida”. Lo
desarrolló a partir del milagro de la multiplicación de los panes, y reveló que
él es el Pan de vida que ha venido del cielo para alimentarnos en la fe. La
santidad y el testimonio efectivo del Evangelio requieren una recepción
frecuente de la Eucaristía y un amor ardiente a ella. Cat. 2835-2837.
6,
46 Cristo
es el único revelador del Padre porque es el único que le conoce
verdaderamente. La encarnación del Hijo de Dios lleva la revelación divina a su
cenit ya que Cristo es Dios hecho visible en su humanidad. Cat. 151, 473.
6,
51 Cristo,
a través de su pasión, muerte y resurrección, ofrece la redención a toda la
humanidad. Además la santidad movida por la Eucaristía trae vida al mundo. En
el Padrenuestro rezamos: “Danos hoy nuestro pan de cada día”, una
referencia no sólo a nuestras necesidades temporales, sino más específicamente
a la propia Eucaristía. Cat. 328, 1355, 1406-1407, 2837.
Notas
exegéticas Biblia del Peregrino.
6,
35-50 El uso del pan o el alimento en sentido figurado lo aplican a la palabra
de Dios; el citado Am 8, 11; de modo especial Is 55, 1-11, que suena como una
falsilla del texto que comentamos. Los sapienciales lo aplican a la sabiduría o
sensatez: Prov 9, 1-6; Eclo 15, 3. En el pentateuco es fundamental Dt 8, 3 y
por contraste Gn 2-3 sobre el árbol de la vida.
6,
44 Este
“arrastrar” puede recordar a Yhwh Padre “tirando” con amor de su hijo
(Os 11, 14). La fe es don de Dios, es como su atracción impresa en el hombre.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
2835
Esta
petición y la responsabilidad que implica sirven además para otra clase de
hambre de la que desfallecen los hombres: “No solo de pan vive el hombre, sino
que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Dios” (Mt 4, 4), es decir,
de su Palabra y de su Espíritu.
2837
Tomada
al pie de la letra (epiosion “lo más esencial” [de cada día]), designa
directamente el Pan de Vida, el Cuerpo de Cristo remedio de inmortalidad sin el
cual no tenemos la Vida en nosotros. Finalmente, ligado a lo que precede, el
sentido celestial es claro: este día es el del Señor, el Festín del Reino,
anticipado en la Eucaristía, en que pregustamos el Reino venidero. Por eso
conviene que la liturgia eucarística se celebre cada día. “La Eucaristía es
nuestro pan cotidiano […] La virtud propia de este divino alimento es una
fuerza de unión: nos une al Cuerpo del Salvador y hace de nosotros sus miembros
para que vengamos a ser lo que recibimos […] Este pan cotidiano se encuentra,
además, en las lecturas que oís cada día en la iglesia, en los himnos que se
cantan y que vosotros cantáis. Todo eso es necesario en nuestra peregrinación”
(S. Agustín).
151 Para el cristiano,
creer en Dios es inseparablemente creer en Aquel que él ha enviado, “su Hijo
amado”, en quien ha puesto toda su complacencia. Dios nos ha dicho que le
escuchemos. El Señor mismo dice a sus discípulos: “Creed en Dios, creed también
en mi” (Jn 14, 1). Podemos creer en Jesucristo porque es Dios, el Verbo hecho
carne: “A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del
Padre, él lo ha contado” (Jn 1, 18). Porque “ha visto al Padre” (Jn 6, 46), él
es único en conocerlo y en poderlo revelar.
473 El Hijo, en su
conocimiento humano, mostraba también la penetración divina que tenía de los
pensamientos secretos del corazón de los hombres.
328 La existencia de
seres espirituales, no corporales, que la sagrada Escritura llama habitualmente
ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como
la unanimidad de la Tradición.
1355
En
la comunión, precedida por la oración del señor y de la fracción del pan, los
fieles reciben el pan del cielo y el cáliz de la salvación, el Cuerpo y la
Sangre de Cristo que se entregó “para la vida del mundo” (Jn 6, 51).
1407
La
Eucaristía es el corazón y la cumbre de la vida de la Iglesia, pues en ella,
Cristo asocia su Iglesia y todos sus miembros a su sacrificio de alabanza y
acción de gracias ofrecido una vez por todas en la cruz a su Padre: por medio
de este sacrificio derrama las gracias de la salvación sobre su Cuerpo, que es
la Iglesia.
Concilio
Vaticano II
Uno de los más importantes capítulos de la doctrina católica, contenido
en la palabra de Dios y predicado constantemente por los Padres, es que el
hombre, al creer, debe responder voluntariamente a Dios; por lo tanto, nadie
debe estar obligado contra su voluntad a abrazar la fe. En efecto, el acto de
fe es voluntario por su propia naturaleza, ya que el hombre, redimido por
Cristo Salvador y llamado por Jesucristo a recibir la adopción de hijo, no
puede unirse a Dios, que se revela a sí mismo, a no ser que, atrayéndolo el
Padre hacia Él (Jn 6, 44), entregue a Dios el don racional y libre de la fe.
Por consiguiente, está plenamente de acuerdo con el carácter de la fe la
exclusión, en materia religiosa, de cualquier tipo de coacción por parte de los
hombres. Y por ello, el régimen de libertad religiosa contribuye no poco a
fomentar un estado de cosas en el que los hombres pueden ser fácilmente
invitados sin obstáculos a la fe cristiana, a abrazarla por su propia voluntad
y confesarla activamente en toda su forma de vivir.
Dignitatis Humanae, 10.
Los Santos Padres.
¡Qué lejos estaban del pan del cielo los judíos! Ni sabían siquiera lo
que es tener hambre de Él. Pues este pan requiere el hambre del hombre
interior.
Agustín. Tratados sobre el Ev. de Juan, 26, 1. 4a, pg. 324.
Murmuraban diciendo: “¿No es este el hijo de José?”. De ello se infiere
que todavía desconocían su admirable y extraordinaria generación, y por eso le
llamaban hijo de José. No les reprende cuando dicen eso; no porque lo fuese,
sino porque aún no estaban a disposición de oír aquella maravillosa concepción.
Si no podían entender la concepción según la carne, mucho menos aquella otra
divina e inefable.
Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Ev. de Juan, 46, 1. 4a, pg.
325.
Quien participa de este pan divino, experimentará un hambre perpetua de
agrado, y quien así tiene hambre poseerá la gracia sin fin.
Atanasio. Cartas festales, 44.
Este alimento que recibes, este Pan bajado del cielo, suministra la
sustancia de la vida eterna, y quien lo coma no morirá jamás. Es el cuerpo de
Cristo.
Ambrosio. Los misterios cristianos, 8, 18. 4a, pg. 330.
Este es el pan que los israelitas comieron en el desierto y no lo
apreciaron. El maná que les mantuvo reunidos, que descendió sobre ellos, era
figura de este pan espiritual que vosotros habéis recibido ahora. Tomad y
comed, todos vosotros. En este pan estáis vosotros comiendo mi cuerpo. Él es la
verdadera fuente del perdón.
Efrén de Nisibi. Sermones para la Semana Santa, Jueves Santo, 4.
4a, pg. 331.
Cuando oramos, somos todos mendigos de Dios; estamos en pie a la puerta
del padre de familia; más aún, nos postramos y gemimos suplicantes, queriendo
recibir algo, y este algo es Dios mismo. ¿Qué te pide el mendigo? Pan. ¿Y qué
es lo que pides tú a Dios sino a Cristo
que dice: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”?
Agustín, Sermones, 83, 2. 4a, pg. 332.
San Agustín
Para enseñarnos que él mismo creer es don y no merecimiento, dice: “Os
dije que nadie puede venir a mí, sino aquel a quien se lo concede el Padre”.
Haciendo memoria de lo que precede, hallamos el lugar del evangelio donde había
dicho: “Nadie viene a mí si mi Padre no lo atrae” (Jn 6, 44). No dijo: “Si no
lo guía, sino atre”. Esta violencia se hace al corazón, no a la carne. ¿De qué
te admiras? Cree, y vienes; ama, y eres atraído. No penséis que se trata de una
violencia gruñona yt despreciable; es dulce, suave; es la misma suavidad la que
atrae. Cuando la oveja tiene hambre, ¿no se la atrae mostrándole hierba? Pienso
que no se la empuja corporalmente, sino que se la sujeta con el deseo. Ven tú a
Cristo así; no te fatigue la idea de un interminable camino. Creer es llegar.
En efecto, a aquel que está en todas partes, no se va navegando, sino amando.
No obstante ello, también en este viaje del amor hay frecuentes remolinos y
borrascas de múltiples tentaciones. Cree en el crucificado, para que tu fe
pueda subirse al leño. No te sumergirás; el leño te llevará al puerto. Así, así
navegaba entre las olas de este siglo quien decía: “Lejos de mí el gloriarme en
otra cosa, a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gal 6, 14).
Sermón 131,
2. II, pg. 1136.
San Juan de Ávila
Pedís, Madre Iglesia, que seamos santos vuestros
sacerdotes. ¿Por qué carga tan grande, que de sólo oírla hace temblar? Ella lo
declara diciendo: “Ofrecen al Señor incienso y pan”. ¿Tan gran cosa es ofrecer
incienso y panes, cuanto y más si son los de la proposición, que en el templo
de Salomón se ofrecían? ¿Para incensar y ofrecer unos panes pedís santidad?
Pues ¿qué será para incensar espiritualmente y ofrecer un pan del cielo vino
(cf. Jn 6, 42), Jesucristo nuestro Señor, figurado en aquellos panes, y, siendo
uno, vale más que todos juntos y más que todo el mundo y que el cielo y cuanto
en ellos está encerrado.
Platica a sacerdotes. I, pgs. 800-801.
Esta fe no es de nuestras fuerzas ni se hereda de
nuestros pasados, mas obra de divina inspiración, como afirma en el evangelio
Jesucristo nuestro Señor, diciendo: “Ninguno puede venir a mí, si mi Padre no
le trajere, y yo le resucitaré en el día postrero. Escripto está en los
profetas: Serán todos enseñados de Dios. Todo aquel que oyó y aprendió de mi
Padre viene a mí” (Jn 6, 44-45).
Audi, filia (I), 68. I, pg. 436.
Parece que ningún achate ni ocasión pueden tener
los hombres vanos para atribuir a sí mismos la gloria de este divino edificio,
que somos nosotros; el cual consiste en fe y caridad, pues que la fe, que es el
principio de todo el bien, es atraimiento de Dios, como dice el Evangelio (cf.
Jn 6, 44), y don gracioso de él, como dice el bienaventurado San Pablo.
Audi filia (I), 469. I, pg. 437.
Esta enseñanza a Dios tiene por Maestro interior,
infundiendo la fe en el entendimiento, con que el hombre es enseñado y
fortificado para esta creencia, según dice Cristo, que está escrito en los
profetas, que todos serán enseñados de Dios (Jn 6, 45).
Audi filia (II), 2. I, pg. 626.
La escuela donde habemos de deprender[1]
es Cristo, y Él es nuestro amparo. “Todos los que me da el Padre vendrán a mí,
y yo no rechazaré nunca al que venga a mí; y nadie puede aceptarme si el Padre
no se lo concede” (Jn 6, 37-44). Dice el Padre: “Vete a mi Hijo; allí hallarás
abrigo, allí socorro y amparo”. Enséñaselo el Padre con el dedo: “Este es mi
Hijo muy amado”. Quien tiene conocido a Cristo, testimonio tiene que el Padre
le ha enseñado”.
Lecciones sobre 1 San Juan (I), lección 6. II,
pg. 151.
Si el deseo y propósito firme de salir de pecados,
y emendar su vida, y ponerlo por obra, y creer el misterio de la eucaristía no
es, pues, este movimiento humano, mas del Padre Eterno, del cual dice el Hijo:
“Ninguno puede venir a mí si mi Padre no le trajere” (Jn 6, 44).
Miscelánea breve. II, pg. 863.
Dice Isaías: “A tus hijos los instruirá el Señor”
(Is 54, 13). ¡Oh quien fuese discípulo de este Señor! Dice nuestro Redemptor:
“Nadie puede venir a mí si el Padre no le concede, todos serán instruidos por
Dios” (Jn 6, 44-45). Dice Sant Augustín: “Oh escuela remotísima de todos los
sentidos, en la que Dios es el pedagogo”. Si queréis ser hijos de Dios, hincad
esas rodillas, humillaos, gemid a Dios, pedid, y luego seréis enseñados de
Dios. Ternéis sabiduría de Dios para todas las cosas; todos serán enseñados de
Dios, que allá dentro, en las entrañas, enseña cosas que con saber humano no se
pueden alcanzar. ¿Sabéis quién son enseñados de Dios? Los que en un credo
menosprecian el mundo, dejan todas las vanidades, huellan las honras y estimas
del mundo. Estos son los hijos que decía Isaías: “Yo te daré hijos enseñados
del Señor”. Todo aquel que oyó de mi Padre y aprendió de él, aquél viene a mí.
Lecciones sobre 1 San Juan (I), lección 4. II,
pg. 132.
Dos maneras hay de luz en nosotros: una es natural,
que manifiesta los males y bienes de la ley natural; y otra sobrenatural, que
manifiesta en particular la voluntad de Dios; y esta es la gracia, que sin
ella, en ninguna manera puede saber uno qué quiere Dios que crea ni haga en
particular; conviene a saber: cómo ha de usar de la vida, de la hacienda, de la
honra; lo cual enseña la gracia y espíritu de Dios: “Y serán todos instruidos
por Dios”.
Lecciones sobre 1 San Juan (II), lección 4. II,
pg. 361.
Esta palabra de este divino pan es de tan alto
misterio, que sin lumbre de Espíritu Santo no se puede crecer. Que por esta
dijo el Señor: “Ninguno puede venir a mí si mi Padre no lo trujere” (Jn 6, 44).
Enseñó el celestial Padre al bienaventurado San Pedro allá dentro de su corazón
la verdad de la fe, y con aquella lumbre creía quien era nuestro Señor y ser
verdad todo lo que decía, ahora lo entendiese, ahora no, como ha de hacer el
verdadero creyente”.
Santísimo Sacramento, 56, 7. III, pg.
751.
“Todo aquel que oye y aprende del Padre, viene a
mí” (cf. Jn 6, 45). Si has venido a Jesucristo, es porque has oído y has seído
enseñado del Padre. Ninguno va a Jesucristo si primero no le llama y lleva el
Padre mediante el hablarle en las santas inspiraciones. Estos propósitos
buenos, esos pensamientos santos y deseos, esa mudanza que ha hecho de mal en
bien, de Dios te viene. Esa palabra, si tienes buenos pensamientos, si anda tu
corazón encendido en buenos deseos de dejar la vida mala, de allegarte a Dios,
de servirlo, de no ofendelle, ten esperanza que muy presto parirá tu ánima hijo
que se llama gozo.
Natividad de la Virgen, 62, 18. III, pg.
830-831.
Aunque mucho nos cueste comer con limpieza de
conciencia este santo bocado, sufrámoslo todo, pasémoslo todo; pues comiendo
bien este celestial “Pan que del cielo vino” (cf. 6, 50), Jesucristo nuestro
Señor, nos convertiremos en Él, y por Él poseeremos por nuestro el corazón de
su Eterno Padre, el cual no se contentará en coronar con corona de honra a su
unigénito Hijo, mas hará que desde Él, que es cabeza nuestra, descienda la
honra y gloria a sus miembros, que somos nosotros, y desde el cuello hasta la
uña del más chico dedo, nos hermosea, nos cura, nos viste y nos mira como a
cosa conjuntísima[2]
con su unigénito Hijo.
Jueves Santo, 34, 30. III, pg. 427.
Cuando comulgas, un pan comes, que no solamente
restaura y acrecienta la vida, no solamente es vida de quien tiene vida, pero
da vida a quien no la tiene. Este sí es manjar que no esotros que no dan vida,
antes, si coméis muchos de ellos, la quitan. Cristo lo dice: “Este es pan que
descendió del cielo, y el que lo comiere no morirá” (Jn 6, 50); y otra vez:
“Ansí como Moisén puso la serpiente encima del palo en el desierto, ansí
conviene también que el hijo de la Virgen sea puesto en una cruz, para que todo
aquel que lo mirare no se pierda, sino tenga vida eterna” (cf. Jn 3, 14). “Para
esto vine al mundo, para dar vida al mundo”, dice en otra parte Jesucristo (cf.
Jn 10, 10). Si estás muerto, vete a Cristo, que Él es manjar que te resucitará
y dará vida.
En la infraoctava del Corpus, 49, 12. III, pg.
640.
Y venido a este mundo, después que hobo hecho el
gran convite de cuerpos y hartado a millares de hombres y mujeres con “cinco
panes y dos peces” (cf. Jn 6, 9-12), gloriándose los judíos de que Dios había
dado a sus padres en el desierto el maná del cielo, con que se mantuviesen en
el desierto, les dijo el soberano Maestro, Dios humanado, las palabras del
tema, hablando de si mismo: “Este es el Pan que descindió del cielo” (Jn 6,
50). Es palabra tan alta, de tanto valor y de tanta consolación, que se les pasó
por alto, y, como a gente de tierra, no les armó bien el manjar del cielo; mas
por su mal. Oigan los cristianos las misericordias de Dios, dichas por boca del
Verbo encarnado; tengan firme fe para creer, tengan cuidado de se aprovechar de
ellas, agradecidos a Dios por tan gran merced y temerosos los que no la
recibieren como es razón.
En la infraoctava del Corpus, 55, 9. III, pg.
718.
Y es de mirar que ya que Dios nos hizo esta merced,
de que la persona divina de Jesucristo nuestro Señor descendiere del cielo a
estar con nosotros por real presencia en este Sacramento divino, dícesenos por
tales palabras, que no solo nos dan a entender la verdad de su presencia, mas
la alteza del provecho que de ello nos viene. “Este es el Pan que del cielo
descendió”, dice el Señor (Jn 6, 50). Si es pan del cielo, mantenimiento es de
los que están en el cielo; y si tenemos acá el mantenimiento del cielo,
ternemos acá la vida del cielo.
En la infraoctava del corpus, 55, 34. III, pg.
730.
Toma “tres medidas de la flor de harina”, dijo
Abraham a su mujer Sara, “y cuécelo en el rescoldo”. - ¿Qué pan es este, que
parece tan bajo, cocido en el rescoldo? – “El que descendió del cielo: Ego sum
panis vivus qui de caelo descendi” (Jn 6, 51).
En la infraoctava del Corpus, 49, 3. III, pg.
636.
San Oscar Romero.
Pero cuando uno ve a San Juan en el capítulo sexto,
sí sabe por qué comulga. Sabe que aquel sabor de la hostia que es sabor de
trigo, mi fe lo convierte en vida eterna. Entonces comprende uno la gran frase
que hemos tratado de comentar hoy. "Este es el pan que yo daré, mi carne
para la vida del mundo". Mi carne, pero no carne como la de los hombres
sin Cristo. Carne de Cristo donde Dios se encarnó con toda la potencia, con
todo el amor, con todo el mérito de la cruz, con toda la santidad de Dios en
ese bocadito insignificante: la comunión, el pan que es carne de Dios que viene
a santificar y cristificar y espiritualizar toda mi carne sin Cristo.
Señor, debíamos de decirle al terminar: no permitas
que yo sea más un hombre sin Cristo, sino que habiendo conocido la belleza de
tu encarnación, entonces, queremos nosotros ser hombres incorporados a Cristo.
Que ojalá todas las comunidades que han tratado de hacer esta reflexión, sin
salirse de la realidad del país y de la iglesia, traten de ser bienhechores
desde una Iglesia donde Cristo administra sus sacramentos para darnos su carne
que es vida del mundo, y desde allí ser luz y vida para todo el mundo. A eso
estamos llamados como pueblo de Dios para que en todo lo que nosotros hagamos,
seamos de verdad misioneros de la paz y del amor en medio de un pueblo. Así
sea...
Homilía,
12 de agosto de 1979.
Papa Francisco. Angelus. 9 de
agosto de 2015
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este domingo prosigue la lectura del capítulo
sexto del Evangelio de Juan, donde Jesús, habiendo cumplido el gran milagro de
la multiplicación de los panes, explica a la gente el significado de aquel
“signo” (Jn 6,41-51). Como había hecho antes con la Samaritana, a partir de la
experiencia de la sed y del signo del agua, aquí Jesús parte de la experiencia
del hambre y del signo del pan, para revelarse e invitarnos a creer en Él.
La gente lo busca, la gente lo escucha, porque se
ha quedado entusiasmada con el milagro, ¡querían hacerlo rey! Pero cuando
Jesús afirma que el verdadero pan, donado por Dios, es Él mismo, muchos se
escandalizan, no comprenden, y comienzan a murmurar entre ellos: “De él
–decían–, ¿no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo puede decir ahora: 'Yo
he bajado del cielo'? (Jn 6,42)”. Y comienzan a murmurar. Entonces Jesús
responde: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió”, y
añade “el que cree, tiene la vida eterna” (vv 44.47).
Nos sorprende, y nos hace reflexionar esta palabra
del Señor: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre”, “el que cree
en mí, tiene la vida eterna”. Nos hace reflexionar. Esta palabra introduce
en la dinámica de la fe, que es una relación: la relación entre la
persona humana, todos nosotros, y la persona de Jesús, donde el Padre juega un
papel decisivo, y naturalmente, también el Espíritu Santo, que está implícito
aquí. No basta encontrar a Jesús para creer en Él, no basta leer la
Biblia, el Evangelio, eso es importante ¿eh?, pero no basta. No basta ni
siquiera asistir a un milagro, como el de la multiplicación de los panes.
Muchas personas estuvieron en estrecho contacto con Jesús y no le creyeron, es
más, también lo despreciaron y condenaron. Y yo me pregunto: ¿por qué, esto?
¿No fueron atraídos por el Padre? No, esto sucedió porque su corazón estaba
cerrado a la acción del Espíritu de Dios. Y si tú tienes el corazón cerrado,
la fe no entra. Dios Padre siempre nos atrae hacia Jesús. Somos nosotros quienes
abrimos nuestro corazón o lo cerramos.
En cambio la fe, que es como una semilla en lo
profundo del corazón, florece cuando nos dejamos “atraer” por el Padre hacia
Jesús, y “vamos a Él” con ánimo abierto, con corazón abierto, sin prejuicios;
entonces reconocemos en su rostro el rostro de Dios y en sus palabras la
palabra de Dios, porque el Espíritu Santo nos ha hecho entrar en la relación de
amor y de vida que hay entre Jesús y Dios Padre. Y ahí nosotros recibimos el
don, el regalo de la fe.
Entonces, con esta actitud de fe, podemos
comprender el sentido del “Pan de la vida” que Jesús nos dona, y que Él expresa
así: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá
eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn
6,51). En Jesús, en su “carne” –es decir, en su concreta humanidad– está
presente todo el amor de Dios, que es el Espíritu Santo. Quien se deja atraer
por este amor va hacia Jesús, y va con fe, y recibe de Él la vida, la vida
eterna.
Aquella que ha vivido esta experiencia en modo
ejemplar es la Virgen de Nazaret, María: la primera persona humana que ha
creído en Dios acogiendo la carne de Jesús. Aprendamos de Ella, nuestra Madre,
la alegría y la gratitud por el don de la fe. Un don que no es “privado”, un
don que no es “propiedad privada”, sino que es un don para compartir: es un don
“para la vida del mundo”.
Papa Francisco. Angelus. 8 de
agosto de 2021
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el Evangelio de la Liturgia de hoy, Jesús sigue
predicando a la gente que ha visto el prodigio de la multiplicación de los
panes. E invita a esas personas a dar un salto de calidad: después de haber
recordado el maná, con el que Dios había saciado el hambre a los padres a lo
largo del camino a través del desierto, ahora aplica el símbolo del pan a sí
mismo. Dice claramente: «Yo soy el pan de la vida» (Jn 6,48).
¿Qué significa pan de la vida? Para vivir se
necesita el pan. Quien tiene hambre no pide comidas refinadas y caras, pide
pan. Quien no tiene trabajo no pide sueldos altos, sino el “pan” de un empleo. Jesús
se revela como el pan, es decir lo esencial, lo necesario para la vida de cada
día, sin Él no funciona. No un pan entre muchos otros, sino el pan de la vida.
En otras palabras, nosotros, sin Él, más que vivir, sobrevivimos: porque
solo Él nos nutre el alma, solo Él nos perdona de ese mal que solos no
conseguimos superar, solo Él nos hace sentir amados aunque todos nos
decepcionen, solo Él nos da la fuerza de amar, solo Él nos da la fuerza
de perdonar en las dificultades, solo Él da al corazón esa paz que busca, solo
Él da la vida para siempre cuando la vida aquí en la tierra se acaba. Es el
pan esencial de la vida.
“Yo soy el pan de la vida”, dice. Permanecemos
sobre esta hermosa imagen de Jesús. Habría podido hacer un razonamiento, una
demostración, pero —lo sabemos— Jesús habla en parábolas, y en esta
expresión: “Yo soy el pan de la vida”, resume verdaderamente todo su ser y toda
su misión. Esto se verá plenamente al final, en la Última Cena. Jesús sabe
que el Padre le pide no solo dar de comer a la gente, sino darse a sí mismo,
partirse a sí mismo, la propia vida, la propia carne, el propio corazón para
que nosotros podamos tener la vida. Estas palabras del Señor despiertan en
nosotros el estupor por el don de la Eucaristía. Nadie en este mundo, por
mucho que ame a otra persona, puede hacerse alimento para ella. Dios lo ha
hecho, y lo hace, por nosotros. Renovemos este estupor. Hagámoslo adorando
el Pan de vida, porque la adoración llena la vida de estupor.
En el Evangelio, sin embargo, en vez de asombrarse,
la gente se escandaliza, se rasga las vestiduras. Piensan: “¿No es éste
Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He
bajado del cielo?” (cf. vv. 41-42). También nosotros quizá nos escandalizamos: nos
sería más cómodo un Dios que está en el Cielo sin entrometerse en nuestra vida,
mientras nosotros podemos gestionar los asuntos de aquí abajo. Sin
embargo Dios se ha hecho hombre para entrar en lo concreto del mundo, para
entrar en nuestra concreción, Dios se ha hecho hombre por mí, por ti, por todos
nosotros, para entrar en nuestra vida. Y le interesa todo de nuestra vida.
Podemos hablarle de los afectos, del trabajo, de la jornada, de los dolores y
las angustias, de muchas cosas. Le podemos decir todo porque Jesús desea esta
intimidad con nosotros. ¿Qué es lo que no desea? Ser relegado a segundo plano
—Él que es el pan—, ser ignorado y
dejado de lado, o llamado solo cuando tenemos necesidad.
Yo soy el pan de la vida. Al menos una vez al día
nos encontramos comiendo juntos; quizá por la noche, en familia, después de una
jornada de trabajo o de estudio. Sería bonito, antes de partir el pan,
invitar a Jesús, pan de vida, pidiéndole con sencillez que bendiga lo que hemos
hecho y lo que no hemos conseguido hacer. Invitémosle a casa, recemos de
forma “doméstica”. Jesús estará en la mesa con nosotros y seremos alimentados
por un amor más grande.
La Virgen María, en la cual el Verbo se ha hecho
carne, nos ayude a crecer día tras día en la amistad de Jesús, pan de vida.
Benedicto XVI. Angelus. 12 de
agosto de 2012
La lectura del
capítulo sexto del Evangelio de san Juan, que nos acompaña en estos domingos en
la liturgia, nos ha llevado a reflexionar sobre la multiplicación del pan, con
el que el Señor sació a una multitud de cinco mil hombres, y sobre la
invitación que Jesús dirige a los que había saciado a buscar un alimento que
permanece para la vida eterna. Jesús quiere ayudarles a comprender el
significado profundo del prodigio que ha realizado: al saciar de modo
milagroso su hambre física, los dispone a acoger el anuncio de que él es el pan
bajado del cielo (cf. Jn 6, 41), que sacia de modo definitivo. También el
pueblo judío, durante el largo camino en el desierto, había experimentado un
pan bajado del cielo, el maná, que lo había mantenido en vida hasta la llegada
a la tierra prometida. Ahora Jesús habla de sí mismo como el verdadero pan
bajado del cielo, capaz de mantener en vida no por un momento o por un tramo de
camino, sino para siempre. Él es el alimento que da la vida eterna, porque es
el Hijo unigénito de Dios, que está en el seno del Padre y vino para dar al
hombre la vida en plenitud, para introducir al hombre en la vida misma de Dios.
En el pensamiento
judío estaba claro que el verdadero pan del cielo, que alimentaba a Israel, era
la Ley, la Palabra de Dios. El pueblo de Israel reconocía con claridad que la
Torah era el don fundamental y duradero de Moisés, y que el elemento basilar
que lo distinguía respecto de los demás pueblos consistía en conocer la
voluntad de Dios y, por tanto, el camino justo de la vida. Ahora Jesús, al
manifestarse como el pan del cielo, testimonia que es la Palabra de Dios en
Persona, la Palabra encarnada, a través de la cual el hombre puede hacer de la
voluntad de Dios su alimento (cf. Jn 4, 34), que orienta y sostiene la
existencia.
Entonces, dudar de
la divinidad de Jesús, como hacen los judíos del pasaje evangélico de hoy,
significa oponerse a la obra de Dios. Afirman: «Es el hijo de José. Conocemos a
su padre y su madre» (cf. Jn 6, 42). No van más allá de sus orígenes terrenos y
por esto se niegan a acogerlo como la Palabra de Dios hecha carne. San Agustín,
en su Comentario al Evangelio de san Juan, explica así: «Estaban lejos de
aquel pan celestial, y eran incapaces de sentir su hambre. Tenían la boca del
corazón enferma... En efecto, este pan requiere el hambre del hombre interior»
(26, 1). Y debemos preguntarnos si nosotros sentimos realmente esta hambre,
el hambre de la Palabra de Dios, el hambre de conocer el verdadero sentido de
la vida. Sólo quien es atraído por Dios Padre, quien lo escucha y se deja
instruir por él, puede creer en Jesús, encontrarse con él y alimentarse de él y
así encontrar la verdadera vida, el camino de la vida, la justicia, la verdad,
el amor. San Agustín añade: «El Señor afirmó que él era el pan que baja del
cielo, exhortándonos a creer en él. Comer el pan vivo significa creer en él. Y
quien cree, come; es saciado de modo invisible, como de modo igualmente
invisible renace (a una vida más profunda, más verdadera), renace dentro, en su
interior se convierte en hombre nuevo» (ib.).
Invocando a María
santísima, pidámosle que nos guíe al encuentro con Jesús para que nuestra
amistad con él sea cada vez más intensa; pidámosle que nos introduzca en la
plena comunión de amor con su Hijo, el pan vivo bajado del cielo, para ser
renovados por él en lo más íntimo de nuestro ser.
MISA DE NIÑOS. XIX T.O.
Monición de entrada.
Buenos días:
El pan y el vino con el que comulgamos es la comida que
nos ayuda en el camino de nuestra vida.
También nos ayudará cuando salgamos de este mundo para
estar con Jesús.
Es la comunión el pan de vida que recibimos para caminar,
no solos, sino juntos, en la parroquia.
Señor, ten
piedad.
Tú que estás en la iglesia. Señor, ten piedad.
Tú que eres el pan de vida. Cristo, ten piedad.
Tú que nos das el alimento de vida. Señor, ten piedad.
Peticiones.
-Por el Papa Francisco, para que nunca le falte el pan de
la comunión. Te lo pedimos Señor.
-Por los que cada domingo venimos a misa, para que la
valoremos. Te lo pedimos Señor.
-Por los que tienen dinero, para que comprendan que el
dinero es para todas las personas. Te lo pedimos, Señor.
-Por las personas que están muy enfermas, para que no les
falte la compañía de su familia y de Jesús. Te lo pedimos, Señor.
-Por nosotros que comulgamos, para que ayudemos a quienes
nos piden ayuda. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.
Virgen María,
queremos darte las gracias la misa, porque gracias a ella estamos con Jesús, le
escuchamos y le sentimos cerca, como tú lo tuviste durante treinta años.
MISA DE NIÑOS. ASUNCIÓN
DE MARÍA.
Monición de entrada.
Buenos días:
Hoy en la Iglesia estamos celebrando la Asunción de
María.
Esta fiesta es para nosotros una fiesta de mucha alegría.
Porque en María, que subió al cielo en cuerpo y alma,
vemos el espejo de la Iglesia y las personas.
Todos estaremos un día como ella en el cielo.
Señor, ten
piedad.
Tú que estás en el cielo en cuerpo y alma. Señor, ten
piedad.
Tú que en el cielo rezas por nosotros. Cristo, ten
piedad.
Tú que nos esperas en el cielo. Señor, ten piedad.
Peticiones.
-Por el Papa Francisco, unido a la Reina de los
Apóstoles. Te lo pedimos Señor.
-Por la Iglesia, unida a la Madre de la Iglesia. Te lo pedimos Señor.
-Por los cristianos que no son católicos, unidos a la
Madre de los Creyentes. Te lo pedimos, Señor.
-Por los enfermos, unidos a la que es Salud de los
Enfermos. Te lo pedimos, Señor.
-Por nosotros, unidos a la Madre subió al Cielo. Te lo
pedimos, Señor.
Acción de gracias.
Virgen María,
queremos felicitarte porque hoy nos acordamos cuando terminada tu vida subiste
al cielo toda entera, con el cuerpo y el alma. Gracias porque desde allí cuidas
de nosotros.
ORACIÓN PARA
EL CENTRE JUNIORS CORBERA. DOMINGO 18 T.O.
EXPERIENCIA.
Haz la señal de la cruz.
Toma conciencia de tus pies, tronco, manos, ojos,
oídos, nariz, boca, corazón, pulmones.
¿Qué ves, escuchas, tocas, hueles y gustas?
¿Cómo te sientes?
Mira la cruz, ofrécele a Jesús tu persona y dile
que tome posesión de ella.
¿Qué te sugiere la palabra pan?
Mira el vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=JH8IMfgmXHI
¿Qué te sugieren las imágenes?
Imagina un mes sin pan. Es verdad que en estos
tiempos hay miles de productos que lo sustituyen, pero piensa en tus abuelos o
bisabuelos, en los años del hambre en España, cuando no tenían pan.
REFLEXIÓN.
Lectio.
Lee el evangelio de este domingo.
X Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 41-51.
En aquel tiempo,
los judíos murmuraban de Jesús porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del
cielo”, y decían:
-¿No es este
Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora
que ha bajado del cielo?
Jesús tomó la
palabra y les dijo:
-No critiquéis.
Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo
resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos
discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es
que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha
visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna. Yo
soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y
murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no
muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan
vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo.
Lee dos o tres veces el texto.
¿Qué dice?, ¿qué te dice?
Meditatio.
Lee estas palabras del Papa Francisco, pronunciadas el 8 de agosto de
2021 durante el rezo del Ángelus: “¿Qué significa pan
de la vida? Para vivir se necesita el pan. Quien tiene hambre no pide comidas
refinadas y caras, pide pan. Quien no tiene trabajo no pide sueldos altos, sino
el “pan” de un empleo. Jesús se revela como el pan, es decir lo esencial, lo
necesario para la vida de cada día, sin Él no funciona. No un pan entre muchos
otros, sino el pan de la vida. En otras palabras, nosotros, sin Él, más
que vivir, sobrevivimos: porque solo Él nos nutre el alma, solo Él nos
perdona de ese mal que solos no conseguimos superar, solo Él nos hace sentir
amados aunque todos nos decepcionen, solo Él nos da la fuerza de amar,
solo Él nos da la fuerza de perdonar en las dificultades, solo Él da al corazón
esa paz que busca, solo Él da la vida para siempre cuando la vida aquí en la
tierra se acaba”.
Piensa en ellas.
Oratio.
¿Tienes hambre de Jesús? Háblale y con sinceridad
responde a la pregunta. Si la tienes agradéceselo y si no la tienes pídele que
vacíe tu estómago de cuanto no es Él para tenerla.
COMPROMISO.
Jesús
es el pan de vida, ¿cuánto tiempo hace que no comulgas? y ¿estás dispuesto a
hacerte pan de verdad?
CELEBRACIÓN.
Mira
y escucha esta canción del Coro Cantaré Yo soy el pan de vida (Yo le
resucitaré):
https://www.youtube.com/watch?v=GqHmoXa2Kss
BIBLIOGRAFÍA.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal
Española. BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Biblia
del Peregrino. Edición de Luis Alonso Schökel. EGA-Mensajero.
Bilbao. 1995.
Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego
de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.
Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia
Católica. BAC. Madrid. 2016.
Secretariado Nacional de Liturgia. Libro de
la Sede. Primera
edición: 1983. Coeditores Litúrgicos. Barcelona. 2004.
Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios
de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio
Agustiniano. Valladolid. 1986.
Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por
los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 2. Evangelio según san Marcos. Ciudad
Nueva. Madrid. 2009.
San Juan de Ávila. Obras Completas i. Audi, filia – Pláticas –
Tratados. BAC. Madrid. 2015.
San Juan
de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma –
Tratados y escritos menores. BAC.
Madrid. 2013.
San Juan de Ávila. Obras Completas III.
Sermones. BAC. Madrid. 2015.
San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.
http://www.vatican.va/content/vatican/es.htmlTrinidad. Reza el Padrenuestro mirándolo.
[1] Deprender: 1. Aprender.
www.rae.es
[2] Conjunto, ta: 3.
Aliado, unido a alguien por el vínculo de parentesco o de amistad.
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