Lectura del libro del Éxodo 16, 2-4.12-15
En aquellos días, la comunidad de los hijos de Israel murmuró
contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo:
-¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de
Egipto, cuando nos sentábamos alrededor de la olla de carne y comíamos pan
hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda
la comunidad”.
El Señor dijo a Moisés:
-Mira, haré llover pan del cielo para vosotros: que el pueblo
salga a recoger la ración de cada día; lo pondré a prueba, a ver si guarda mi
instrucción o no. He oído las murmuraciones de los hijos de Israel. Diles: “Al
atardecer comeréis carne, por la mañana os hartaréis de pan; para que sepáis
que yo soy el Señor Dios vuestro”.
Por la tarde una bandada de codornices cubrió todo el campamento;
y por la mañana había una capa de rocío alrededor del campamento. Cuando se
evaporó la capa de rocío, apareció en la superficie del desierto un polvo fino,
como escamas, parecido a la escarcha sobre la tierra. Al verlo, los hijos de
Israel se dijeron:
-¿Qué es esto?
Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo:
-Es el pan que el Señor os da de comer.
Textos
paralelos.
¡Ojalá hubiéramos muerto
a manos de Yahvé en el país de Egipto!
Ex 14, 11: ¿No había sepulcros
en Egipto? Nos ha traído al desierto a morir, ¿Qué nos has hecho sacándonos de
Egipto?
Sabréis que yo soy Yahvé,
vuestro Dios.
Nm 11, 31: El Señor levantó un
viento del mar, que trajo bandadas de codornices y las arrojó junto al
campamento, aleteando a un metro del suelo en un radio de una jornada de
camino.
Parecida a la escarcha
sobre la tierra.
Nm 11, 7-9: (El maná se parecía
a semilla de coriandro, con color de bedelio; el pueblo se dispersaba a
recogerlo, lo molían en el molino o lo machacaban en el almirez, lo cocían en
la olla y hacían con ello hogazas que sabían a pan de aceite. Por la noche caía
el rocío en el campamento y encima de él el maná).
Es el pan que Yahvé os da
de comer.
1 Co 10, 3: Todos comieron el
mismo alimento espiritual.
Notas
exegéticas.
16 Pasaje compuesto y de difícil
análisis. Algunos elementos de un relato sobre el maná, acaso desplazados de Nm
11, podrían provenir de la tradición yahvista, pero las codornices, pertenece a
la tradición sacerdotal (ver la estricta reglamentación de la recogida del
maná, sometida a las exigencias del sábado); los redactores tardíos han podido
añadir mucho de su invención. La reunión del maná y las codornices en un mismo
relato plantea un problema. El maná es debido a la secreción de unos insectos
que viven en cierta especie de tamarindo, pero que solo se halla en la región
central del Sinaí; se recoge en mayo-junio. Las codornices, agotadas por su
travesía del Mediterráneo a su regreso de la migración a Europa, caen en gran
número en la costa, al norte de la península, empujadas por el viento del
oeste, véase Nm 11 31. Es posible que este relato combine los recuerdos de dos
grupos que habrían abandonado Egipto separadamente, cuyos itinerarios fueron
diferentes. Estas curiosidades naturales sirven para ilustrar la providencia
especial de Dios para con su pueblo. El alimento del maná es celebrado en los
Salmos y en el libro de la Sabiduría. Ha venido a ser en la tradición cristiana
la figura de la Eucaristía, alimento espiritual de la Iglesia durante su éxodo
terrestre.
16 14 O bien “redondo” o
“coagulado”. – La escarcha se consideraba como rocío congelado que caía del
cielo.
16 15 En hebreo man hû´:
etimología popular de la palabra “maná”, cuyo significado exacto se desconoce.
Para Nm 11, 4-6 se trata de un alimento despreciable. Numerosos textos bíblicos
consideran el maná como un alimento maravilloso, signo de la solicitud de Dios
(Sal 105, 40; Ne 9, 15.20; Sb 16, 20-21). Para Ex 16 es un alimento misterioso
y frágil, para el que se exige obediencia a la ley del Sabbat. Cuando finalice
el tiempo del desierto, tiempo de prueba, el maná dejará paso a los productos
de la Tierra prometida.
Salmo
responsorial
Salmo 78 (77), 3 y 4bc.23-24.25 y 55 (R/.: 24b).
El
Señor les dio pan del cielo R/.
Lo
que oímos y aprendimos,
lo
que nuestros padres nos contaron,
lo
contaremos a la futura generación:
las
alabanzas del Señor, su poder. R/.
Pero
dio orden a las altas nubes,
abrió
las compuertas del cielo:
hizo
llover sobre ellos maná
les
dio pan del cielo. R/.
El
hombre comió pan de ángeles,
les
mandó provisiones hasta la hartura.
Los
hizo entrar por las santas fronteras,
hasta
el monte que su diestra había adquirido. R/.
Textos
paralelos.
Lo que hemos oído y
aprendido.
Sal 44, 2: ¡Oh Dios, con
nuestros oídos lo escuchamos, nuestros padres nos lo contaron: la obra que
obraste en sus días.
Dt 4, 9: Pero, cuidado,
guárdate muy bien de olvidar los sucesos que vieron tus ojos, que no se aparten
de tu memoria mientras vivas; cuéntaselos a tus hijos y nietos.
Jb 8, 8: Pregunta a las
generaciones pasadas, atiende a lo que averiguaron tus padres.
Jb 15, 18: Lo que los sabios
proclamaron sin ocultarlo, recibido de sus antepasados.
Ex 10, 2: Para que puedas
contar a tus hijos y nietos cómo traté a los egipcios, y los signos que ejecuté
en medio de ellos; así sabréis que yo soy el Señor.
Ex 13, 14: Y cuando mañana tu
hijo te pregunte: “¿Qué significa esto?”, le responderás: “Con mano fuerte nos
sacó el Señor de Egipto, de la esclavitud”.
Sal 145, 4: Una generación
pondera a la otra tus obras y le cuenta tus hazañas.
Abrió las compuertas del
cielo.
2 R 7, 2: El valido del rey,
que ofrecía su brazo al soberano, le replicó: “Suponiendo que el Señor abriese
las compuertas del cielo, ¿se cumpliría esa profecía?”. Eliseo le respondió:
“¡Lo verás y lo catarás!”.
Ml 3, 10: Traed íntegros los
diezmos al tesoro del templo para que haya sustento en mi templo; haced la
prueba conmigo – dice el Señor de los ejércitos – y veréis como abro las
compuertas del cielo y derrocho sobre vosotros bendiciones sin cuento.
Jn 6, 31: Nuestros padres
comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del
cielo.
Sb 16, 20: Al pueblo, por el
contrario lo alimentaste con manjar de ángeles, proporcionándole gratuitamente,
desde el cielo, pan a punto, de mil sabores, a gusto de todos; este sustento
tuyo demostraba a tus hijos tu dulzura, pues servía al deseo de quien lo tomaba
y se convertía en lo que uno quería.
1 Co 10, 3: Todos comieron el
mismo alimento espiritual.
Sal 105, 40: Lo pidieron, y
envió codornices y los sació con pan celeste.
Dt 8, 3: El te afligió,
haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná – que tú no conocías
ni conocieron tus padres – para enseñarte que el hombre no vive solo de pan,
sino de todo lo que sale de la boca de Dios.
Arrojó a las naciones
ante ellos.
Sal 44, 3: Antaño: Tú, tu mano.
Desposeíste naciones, los plantaste a ellos, trituraste naciones, los hiciste
prosperar a ellos.
Jos 24, 8: Os llevé al país de
los amorreos, que vivían en Transjordania; os atacaron y os los entregué; os
apoderasteis de sus territorios; y os quité de delante.
Notas
exegéticas.
78 Meditación didáctica, inspirada
en el Deuteronomio, sobre la historia de Israel, las culpas de la nación y su
castigo. El salmo pone de relieve la responsabilidad de Efraín, antepasado de
los samaritanos, y la elección de Judá y de David.
78 25 Los Fuertes son los poderes de
la corte celeste, que la tradición convirtió en ángeles (cf. griego, siriaco y
Targum).
Segunda
lectura.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4, 17.20-24.
Hermanos:
Esto es lo que digo y aseguro en el Señor: que no andéis ya, como
es el caso de los gentiles, en la vaciedad de sus ideas. Vosotros, en cambio,
no es así como habéis aprendido a Cristo, si es que lo habéis oído a él y
habéis sido adoctrinados en él, conforme a la verdad que hay en Jesús.
Despojaos del hombre viejo y de su anterior modo de vida, corrompido por sus
apetencias seductoras: renovaos en la mente y en el espíritu y revestíos de la
nueva condición humana creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas.
Textos
paralelos.
Os repito en nombre de
los gentiles.
Rm 1, 18: Desde el cielo se
revela la ira de Dios contra toda clase de hombres impíos e injustos que
cohíben con injusticia la verdad.
1 P 4, 3: Bastante tiempo en el
pasado habéis ejecutado los designios de los paganos, practicando el
libertinaje, vicios, borracheras, orgías, comilonas e intolerables idolatrías.
Conforme a la verdad de
Jesús.
Col 3, 9-10: No os mintáis unos
a otros, pues os habéis despojado de la vieja condición con sus prácticas y
habéis revestido la nueva, que por el conocimiento se va renovando a imagen de
su Creador.
Col 3, 5: Así pues, mortificad
todo lo vuestro que pertenece a la tierra: fornicación, impureza, pasión,
concupiscencia y avaricia, que es una especie de idolatría.
Rm 13, 14: Revestíos del Señor
Jesucristo y no satisfagáis los deseos del instinto.
Renovad vuestra mente.
Ef 2, 15: Anulando la ley con
sus preceptos y cláusulas, creando así en su persona de dos una sola y nueva
humanidad, haciendo las paces.
Col 3, 10: Y habéis revestido
la nueva, que por el conocimiento se va renovando a imagen del Creador.
Sb 9, 5: Porque soy siervo
tuyo, hijo de tu sierva, hombre débil y efímero, incapaz de entender el derecho
y la ley.
Notas
exegéticas.
4 17 Comienza aquí una exhortación
muy representativa de la catequesis moral de la comunidad primitiva. Toma
elementos del AT (Sal 4, 5; Za 8, 16), pero sobre todo refleja temas corrientes
en el judaísmo tardío y especialmente en Qumrán. La idea clásica de la
oposición de los dos caminos, de los dos espíritus, se sitúa en otra clave y se
convierte en contraste entre la existencia vieja y la existencia nueva.
4 24 Todos los hombres deben
revestirse del “Hombre Nuevo”, para ser en él re-creados. En otros lugares
Pablo habla en este sentido de “nueva creación”. En el marco de la corriente
sapiencial y apocalíptica (ver Qumrán), Efesios da varias veces al termino
“verdad” una plenitud de sentido que recuerda el uso joánico: se trata de la
revelación centrada en Jesús, que suscita la plena conformidad de la persona
con la acción de Dios.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 6, 24-35.
En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus
discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo, en la otra orilla del lago, le preguntaron:
-Maestro, ¿cuándo has venido aquí?
Jesús les contestó:
-En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto
signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento
que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os
dará el Hijo del hombre, pues a este lo ha sellado el Padre, Dios.
Ellos le preguntaron:
-Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?
Respondió Jesús:
-La obra de Dios es esta: que creáis en el que Él ha enviado.
Le replicaron:
-¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti?, ¿Cuál es
tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito:
“Pan del cielo les dio a comer”.
Jesús les replicó:
-En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del
cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan
de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.
Entonces le dijeron:
-Señor, danos siempre de este pan.
Jesús les contestó:
-Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el
que cree en mí no tendrá sed jamás.
Textos
paralelos.
No porque habéis visto signos.
Jn 6, 11: Entonces Jesús tomó
los panes, dio gracias y los repartió a los que estaban sentados. Lo mismo hizo
con los pescados: todo lo que querían.
¿Qué signo haces para
que, al verlo, creamos en ti?
Mt 8, 10: Al oírlo, Jesús se
admiró y dijo a los que seguían: “Os lo aseguro, una fe semejante no la he
encontrado en ningún israelita”.
Mt 16, 1-4: Se acercaban los
fariseos y saduceos y, para tentarlo, le pidieron que les mostrara una señal
del cielo. Les contestó: “Al atardecer decís: buen tiempo, el cielo está rojo.
Por la mañana decís: hoy lluvia; el cielo está rojo oscuro. Sabéis distinguir
el aspecto del cielo y no distinguís las señales de la historia. Esta
generación perversa y adúltera reclama una señal; y no se le dará más señal que
la de Jonás”. Los dejó y se marchó.
Mc 15, 32: Jesús llamó a los
discípulos y les dijo: “Me da lástima esta multitud, pues llevan tres días
junto a mí y no tienen que comer. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que
desfallezcan por el camino”.
Lc 11, 29-32: La multitud se
aglomeraba y él se puso a decirles: “Esta generación es malvada: reclama una
señal y no se le concederá más señal que la de Jonás. Como Jonás fue una señal
para los nivitas, así lo será este hombre para esta generación. La reina de sur
se alzará en el juicio con esta generación y la condenará; porque ella vino del
extremo de la tierra para escuchar el saber de Salomón, y hay aquí uno mayor
que Salomón. Los ninivitas se alzarán en el juicio con esta generación y la
condenarán; porque ellos se arrepintieron por la predicación de Jonás, y hay
aquí uno mayor que Jonás”.
Jn 1, 21: Le preguntaron:
“Entonces, ¿eres Elías?”. Respondió: “No lo soy”. “¿Eres el profeta?”.
Respondió: “No”.
Nuestros padres comieron
el maná en el desierto.
Jn 2, 11: En Caná de Galilea
hizo Jesús eta primera señal, manifestó su gloria y creyeron en él los
discípulos.
Ex 16, 4: El Señor dijo a
Moisés: “Yo os haré llover pan del cielo: que el pueblo salga a recorrer la
ración de cada día; lo pondré a prueba, a ver si guarda mi ley o no”.
Pan del cielo les dio a
comer.
Sal 78, 24: Hizo que les
lloviese maná para comer y les sirvió un trigo celeste.
Señor, danos siempre de
ese pan.
Jn 2, 19: Jesús les contestó:
“Derribad este templo y en tres días lo reconstruiré”.
Yo soy el pan de vida.
Pr 9, 5: Venid a comer de mis
manjares y a beber el vino que he mezclado.
Si 24, 21: El que me come
tendrá más hambre, el que me bebe tendrá más sed.
Is 55, 1: ¡Atención,
sedientos!, acudid por agua, también los que no tenéis dinero; venid, comprad
trigo, comed sin pagar, vino y lecho de balde.
Jn 4, 14: Quien beba del agua
que yo le daré no tendrá sed jamás, pues el agua que le daré se convertirá
dentro de él en manantial que brota dando vida eterna.
Jn 4, 10: Jesús le contestó:
“Si conocieras el don de Dios y quien es el que te pide de beber, tú le
pedirías a él, y te daría agua viva”.
Notas exegéticas Biblia de Jerusalén
6 27 (a) Var.: “da”.
6 27 (b) El sello del Espíritu recibido
en el bautismo. Mt 3, 16: poder de Dios para realizar los “signos”.
6 29 A las obras de los judíos,
Jesús contrapone la fe en el enviado de Dios.
6 30 Para Jn “ver” es descubrir toda
la realidad de quien ha realizado signos. La fe abre los ojos, no el
espectáculo de grandes prodigios. Y la pregunta dirigida a Jesús procede
siempre del mismo malentendido: la gente espera en él que legitime sus
pretensiones mesiánicas realizando milagros que superen a la condición por el
antiguo Israel, al tiempo que permanecen ciegos ante los signos.
6 31 El maná de Ex 16, 1 se
consideraba el alimento del pueblo mesiánico.
6 35 (a) Primera de siete (cifra que
indica la totalidad) fórmulas por las
que Jesús se define a sí mismo. Él es: el verdadero pan (6, 35), la verdadera
luz (8, 12), la puerta (10, 7), el buen pastor (10, 11), la resurrección (11,
25), el camino (11, 6), la verdadera vid (15, 1).
6 35 (b) Jesús, como la Sabiduría, Pr 9,
1s, invita a los hombres a su banquete. Para Juan, Jesús es esta Sabiduría de
Dios, a la que la Revelación bíblica tendía a personificar. Tal convicción se
apoya en la enseñanza de Cristo, perceptible ya en los Sinópticos (Mt 11, 19),
pero mucho más acentuada aquí, de origen misterioso, solo Jesús conoce los
misterios de Dios y los revela a los hombres, pan vivo que calma el hambre.
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión
crítica.
24 NO ESTABA: lit., reflejando el
estilo directo: no está.
26 ME BUSCÁIS… PORQUE COMISTEIS: al
comentar estas palabras ya san Agustín aludía a algo experimentado siempre en
la Iglesia: “Cuántos buscan a Jesús solo para que les haga favores materiales.
Tiene uno un asunto difícil y busca la intervención de los clérigos; otro es
perseguido por alguien más poderoso y va a refugiarse en la iglesia; otros
quieren que se les recomiende ante una persona para la que valen poco; unos de
una manera, otros de otra, todos los días está llena la iglesia de esa gente.
Apenas se busca a Jesús por Jesús.
27 Jesús empieza sirviéndose de una
metáfora que podían entender: “pan” = doctrina, enseñanza, palabra, ley. // EL
QUE: el pronombre relativo usado en griego es femenino y, por tanto,
gramaticalmente puede referirse tanto al alimento (en griego brôtis)
como a la vida (en griego dsôê) eterna. // OS DARÁ: algunos
manuscritos leen os da. // LO MARCÓ CON SU SELLO: ¿alusión a la escena
del bautismo de Jesús? Pero aquí se trata de algo más que de dar al Hijo un
signo de identificación.
28 TRABAJAR para poder hacer las
obras que Dios quiere que hagamos, participando así en su actividad salvadora.
29 Quienes pertenecen a la
“religión de las obras” acaban de preguntar: “¿Qué obras tenemos que hacer?”.
Jesús responde en singular: LA única corresponde a la obra del hombre, aunque
su origen está en la iniciativa y la obra de Dios. “Creer” se distingue
de “ver”, aunque en Jn con frecuencia casi son sinónimos. “Creer” es un
acto que compromete a toda la persona: es “ir a Jesús” o “ser su discípulo” (en
el lenguaje de los Sinópticos); si esa fe es auténtica se mostrará activa por
la caridad, hará “obras” (Gal 5, 6).
31 P. Borgen opina que lo que sigue
a partir de ese versículo es una homilía “midrásica” sobre el texto del Salmo
78, 4: los vs. 32-48 parafrasearían pan venido del cielo, y los vs.
49-58 parafrasearían les dio a comer. La alusión al maná se hace
verosímil, también, por otra hipótesis (Malina): quizá en las lecturas de la
sinagoga se acaba de leer, o de recitar oralmente, algún texto sobre el maná:
tal vez Targum Josué 5, con la murmuración de los israelitas (cf. Jn 6, 41-43;
Ex 16, 2-8) y los que murieron en el desierto (cf. Jn 6, 49-58); y el texto de
Nm 21, 6-9 (cf. Jn 6, 30-40: hay que “ver” a Jesús para tener la vida).
34 Los judíos falsifican la cuarta
petición del Padrenuestro. El pan que pedían no era el que deseaba san Ignacio
de Antioquía: “No siento gusto por el alimento corruptible ni por los placeres
de esta vida. Quiero el pan de Dios que es la carne de Jesucristo” (Rm 7, 3).
35 YO SOY: las declaraciones en las
que Jesús se identifica – se revela – con la fórmula “yo soy” y un
predicado desarrollan, en formas diversas, la inagotable plenitud de la
realidad divina. // EL PAN DE LA VIDA: el pan vital, el que da vida: “En todas
partes los graneros proveen de pan a la humanidad, pero solo Cristo es el pan
de la vida […] Aunque se vieran satisfechas todas las hambres físicas del
mundo, aunque se diera de comer a todos los hambrientos, por su propio trabajo
o por la generosidad ajena, seguiría existiendo la hambruna más profunda del
hombre. […] Os digo, pues: ¡Venid todos a Cristo! Él es el pan de la vida.
Venid a Cristo y no volveréis a tener hambre” (S. Juan Pablo II).
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé.
6,
26 La
multitud esperaba otro signo, parecido al del maná dado a los israelitas en su
estancia en el desierto. A pesar de que ese maná venía del cielo, solo alimentaba al cuerpo. Cristo se entrega
a sí mismo como Pan de Vida, que alimenta el alma. Cat. 423, 1094-1096, 1338.
6,
27 El
sello es un símbolo muy cercano al de ungir, que indica un efecto permanente.
La “marca” o “carácter” imborrable que dejan los sacramentos del bautismo,
confirmación y orden sacerdotal en el receptor es este “sello”. El sello del
Espíritu Santo nos marca para Cristo, perteneciendo a él, siendo reconfortados
por él y estando comprometidos a su servicio. Esta afirmación se refiere a la
futura venida del Espíritu Santo. Cat 698, 728, 1296.
6,
35-59 Este sermón de Cristo es llamado “El discurso del pan de vida”. Lo
desarrolló a partir del milagro de la multiplicación de los panes, y reveló que
él es el Pan de vida que ha venido del cielo para alimentarnos en la fe. La
santidad y el testimonio efectivo del Evangelio requieren una recepción
frecuente de la Eucaristía y un amor ardiente a ella. Cat. 2835-2837.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
423 Nosotros creemos y
confesamos que Jesús de Nazaret, nacido judío de una hija de Israel, en Belén
en tiempo del rey Herodes el Grande y del Emperador César augusto I; de oficio
carpintero, muerto crucificado en Jerusalén, bajo el procurador Poncio Pilato,
durante el reinado del emperador Tiberio, es el Hijo eterno de Dios hecho
hombre, que ha “salido de Dios” (Jn 13, 3), “bajó del cielo” (Jn 3, 13; 6, 33),
“ha venido en carne”, porque “la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre
nosotros, y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad. […] Pues de su plenitud hemos recibido todos, y
gracia por gracia.
1094
Sobre
esta armonía de los dos Testamentos se articula la catequesis pascual del
Señor, y luego la de los Apóstoles y de los Padres de la iglesia. Esta
catequesis pone de manifiesto lo que permanecía oculto bajo la letra del
Antiguo Testamento: el misterio de Cristo. Es llamada catequesis “tipológica”,
porque revela la novedad de Cristo a partir de “figuras” (tipos) que lo
anunciaban en los hechos, las palabras y los símbolos de la primera Alianza.
Por esta relectura en el Espíritu de Verdad a partir de Cristo, las figuras son
explicadas. Así, el diluvio y el arca de Noé prefiguraban la salvación por el
Bautismo y lo mismo la nube, y el paso del amr Rojo; el agua de la roca era la
figura de los dones espirituales de Cristo; el maná del desierto prefiguraba la
Eucaristía, “el verdadero Pan del Cielo”.
698 El sello es
un símbolo cercano al de la unción. En efecto, es Cristo a quien “Dios ha
marcado con su sello” (Jn 6, 27) y el Padre nos marca también en él con su sello.
2835
Esta
petición y la responsabilidad que implica sirven además para otra clase de
hambre de la que desfallecen los hombres: “No solo de pan vive el hombre, sin
que el hombre vie de todo lo que sale de la boca de Dios” (Mt 4, 4), es decir,
de su Palabra y de su Espíritu. Los cristianos deben movilizar todos sus
esfuerzos para “anunciar el Evangelio a los pobres”. Hay hambre sobre la
tierra, “mas no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la Palabra de Dios”
(Am 8, 11). Por eso, el sentido específicamente cristiano de esta cuarta
petición se refiere al Pan de Vida: la Palabra de Dios que se tiene que acoger
en la fe, el Cuerpo de Cristo recibido en la Eucaristía.
Concilio
Vaticano II
En la fracción del pan eucarístico compartimos realmente el Cuerpo del
Señor, que nos eleva hasta la comunión con Él y entre nosotros. “Puesto que el
pan es uno, aunque muchos, somos un solo cuerpo todos los que participamos de
un mismo pan” (1 Cor 10, 17). Así todos somos miembros de su cuerpo “y cada uno
miembro del otro” (Rom 12, 5).
Lumen gentium, 7.
Comentarios de los Santos Padres.
Hizo el milagro de los panes cuando estaba a punto de entrar en
Cafarnaún, ciudad arisca e incrédula, deseoso de ablandar la obstinación de sus
habitantes tanto con los milagros cumplidos dentro como fuera de la ciudad.
¿Qué [corazón de piedra] no sería capaz de ablandar el hecho de que un pueblo
semejante, mostrando tal entusiasmo [por los milagros], se presentara en
aquella ciudad? Sin embargo no tenían esos sentimientos; deseaban solo el
alimento del cuerpo, motivo por el cual son reprobados por Jesús.
Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev. de Juan, 43, 2. Pg. 313.
Cristo es también nuestro sello, que es distintivo de perfección y de
amor, pues el Padre ha señalado con su sello al Hijo que amaba.
Ambrosio, Sobre Isaac y el alma, 8, 75. Pg. 314.
Les hace gustar un pan y un vino transitorios, para excitar en ellos el
deseo de su cuerpo y de su sangre que vivifican. Les concede generosamente
estas pequeñas cosas, con la finalidad de que aprendan que su regalo supremo
será también gratuito. […] Cristo nos ha atraído mediante esas cosas agradables
al paladar, con el objeto de que nosotros nos entrenemos en lo que vivifica las
almas.
Efrén de Nisibi, Comentario al Diatessaron, 12, 1. Pg. 316.
San Agustín
Jesús a continuación del misterio o sacramento milagroso hace uso de la
palabra con la intención de alimentar, si es posible, a los mismos que ya
alimentó; de saciar con su palabra las inteligencias de aquellos cuyo vientre
había saciado con pan abundante; pero es con la condición de que lo entienda, y
si no lo entienden, que se recoja para que no se pierda ni las sobras siquiera.
Agustín, Tratados sobre el Ev. de Juan, 25, 9-10. Pg. 313.
San Juan de Ávila
Esta es la historia, aunque abreviada, de la divina
providencia en mantener a su pueblo antiguo que de Egipto sacó; con la cual
estaban los judíos tan ufanos y favorecidos, que les parecía que no podía haber
mejor ni más maravillosa ni excelente comida que aquesta. Y así cuando el Señor
les habló diciendo: Obrar manjar que no se acaba, mas que
permanece en la vida eterna (Jn 6, 27), acordándose ellos de su maná, le dice:
¿Qué señal obras tú para que creamos en ti? (Jn 6, 30). ¡Oh
gente grosera, que no sabéis sino de la tierra, no estimáis sino el
mantenimiento del cuerpo! Dios os dé su luz y orejas interiores conque sepáis
oír y entender el Pan divino que ese Maestro, a quien preguntáis, que del cielo
vino, os dará. De verdad os digo – dijo la verdad de Dios – que
Moisés no os dio pan del cielo” (Jn 6, 32.51-52).
[…] Responde el Señor: No os dio Moisés pan del cielo,
mas mi Pare os da pan verdadero del cielo (Jn 6, 32); pan que comen los
ángeles, pan lleno de toda suavidad y esfuerzo.
[…] No era el otro pan de mentira, mas era pan de
figura, y pan imperfecto, por ser pan del cuerpo; mas el cuerpo de nuestro
señor es pan del ánima, y su virtud también resulta en el cuerpo, y excede
tanto en valor al otro, que ninguna comparación hay. Y no solo en esto se cumple la figura del
otro, mas también en que, como el otro, pasados los cuarenta años que cayó en
el desierto, estuvo guardado en el templo de Dios en memoria de tal beneficio y
de agradecimiento a Dios por él, así este sagrado manjar, no solo cuando de
nuevo se consagró, mas después acá ha estado en la Iglesia, y estará hasta que
el mundo se acabe, no viejo, sino siempre nuevo, convidándonos con más razón a
que lo agradezcamos a Dios y nos aprovechemos de él comiendo de él y viviendo por
él, que el otro pasado, que, aunque estaba en el templo, serviríales de
memoria, mas no de manjar.
Sermón del Santísimo Sacramento. III, pgs. 750ss.
Buscadme, no por las señales que viste, mas
porque comiste y os hartastes (Jn 6, 26). Esta regla tiene excepción. Si supiere
de alguna particular necesidad corporal, de la cual pende cosa del ánima,
entonces puede entender en ella; lo cual acaece pocas veces en la verdad,
aunque quien la padece diga que muchas.
Carta a un predicador. IV, pg. 10.
¡Oh abusión tan grande, de evangelizar y sacrificar
por comer; y ordenar el cielo para la tierra y el pan del alma para el vientre!
Quéjase de esto Cristo, porque no lo buscan por Él (cf. Jn 6, 26), sino por el
vientre de ellos; y castigarlos ha como a hombres menospreciadores de la
Majestad divina. Cierto, mejor sería aprender un oficio de manos o entrar a un
hospital a servir enfermos, o hacerse esclavo de algún sacerdote, y ansí hollar
el cielo para pasar la tierra, estándonos lo contrario mandado.
A un mancebo que le pidió consejo si sería
sacerdote. IV, pg. 47.
Esta es la obra que habemos de obrar para alcanzar
mantenimiento que nunca perece (cf. Jn 6, 27); y la obra que dice en el Evangelio:
Creed en aquel que Dios envió (cf. Jn 6, 20), que
es nuestro Señor Jesucristo. Mas miremos que esta fe no ha de ser estéril, mas
llena de frutos y flores; flores han de ser buenos deseos, y frutos de buenas
obras.
A un hijo de penitencia. IV, pg. 521.
10, 47 y 521
San Oscar Romero.
Cristo os ha enseñado a abandonar el anterior modo
de vivir, del hombre viejo corrompido por los deseos de placer, el hombre viejo
que no es el Espíritu. Renovaos en el Espíritu, dejad que el Espíritu renueve
vuestra mentalidad, vestíos de la nueva condición humana creada a imagen de
Dios, justicia y santidad. Este es el hombre nuevo. De nada servirán, dice
Medellín, los cambios de estructuras nuevas, si no tenemos hombres nuevos. El
continente de América será nuevo, gracias a este Cristo que renovará a hombres,
revistiéndolos de su justicia y de su santidad.
Por eso, queridos hermanos cristianos, ustedes, los
que han creído en Cristo y de veras quieren seguirlo, ustedes son la verdadera
esperanza de la liberación en El Salvador.
Homilía, 5 de agosto de 1979.
Papa Francisco. Angelus. 2 de
agosto de 2015
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este domingo continúa la lectura del capítulo
sexto del Evangelio de san Juan. Después de la multiplicación de los panes, la
gente se había puesto a buscar a Jesús y finalmente lo encuentra en Cafarnaún.
Él comprende bien el motivo de tanto entusiasmo por seguirlo y lo revela con
claridad: «Me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan
hasta saciaros» (Jn 6, 26). En realidad, esas personas lo siguen por el pan
material que el día anterior había saciado su hambre, cuando Jesús había realizado
la multiplicación de los panes; no habían comprendido que ese pan, partido
para tantos, para muchos, era la expresión del amor de Jesús mismo. Han
dado más valor a ese pan que a su donador. Ante esta ceguera espiritual,
Jesús evidencia la necesidad de ir más allá del don y descubrir, conocer, al
donador. Dios mismo es el don y también el donador. Y, así, de ese pan, de ese
gesto, la gente puede encontrar a Aquel que lo da, que es Dios. Invita a
abrirse a una perspectiva que no es solamente la de las preocupaciones
cotidianas del comer, del vestir, del éxito, de la carrera. Jesús habla de otro
alimento, habla de un alimento que no se corrompe y que es necesario buscar y
acoger. Él exhorta: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el
alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre»
(v. 27). Es decir, buscad la salvación, el encuentro con Dios.
Con estas palabras nos quiere hacer entender que
más allá del hambre físico el hombre lleva consigo otra hambre —todos
tenemos esta hambre— un hambre más importante que no puede ser saciada con un
alimento ordinario. Se trata de hambre de vida, hambre de eternidad que solamente
Él puede saciar porque es «el pan de vida» (v. 35). Jesús no elimina
la preocupación y la búsqueda del alimento cotidiano, no, no elimina la
preocupación por lo que te puede mejorar la vida. Pero Jesús nos recuerda que
el verdadero significado de nuestra existencia terrena está al final, en la
eternidad, está en el encuentro con Él, que es don y donador, y nos
recuerda también que la historia humana con sus sufrimientos y sus alegrías
tiene que ser vista en un horizonte de eternidad, es decir, en aquel horizonte
del encuentro definitivo con Él. Y este encuentro ilumina todos los días de
nuestra vida. Si pensamos en este encuentro, en este gran don, los pequeños
dones de la vida, también los sufrimientos, las preocupaciones serán iluminadas
por la esperanza de este encuentro. «Yo soy el pan de vida. El que viene a
mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás» (v. 35). Esta es
la referencia a la Eucaristía, el don más grande que sacia el alma y el cuerpo.
Encontrar y acoger en nosotros a Jesús, «pan de vida», da significado y
esperanza al camino a menudo tortuoso de la vida. Pero este «pan de
vida» nos ha sido dado con un cometido, esto es, para que podamos a su vez
saciar el hambre espiritual y material de nuestros hermanos, anunciando el
Evangelio por todas partes. Con el testimonio de nuestra actitud fraterna y
solidaria hacia el prójimo, hagamos presente a Cristo y su amor en medio de los
hombres.
Que la Virgen santa nos sostenga en la búsqueda y
en el seguimiento de su Hijo Jesús, el pan verdadero, el pan vivo que no se
corrompe y dura para la vida eterna.
Papa Francisco. Angelus. 5 de
agosto de 2018.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En estos últimos domingos, la liturgia nos ha
mostrado la imagen cargada de ternura de Jesús que va al encuentro de la
multitud y de sus necesidades. En el pasaje evangélico de hoy (cf. Juan 6,
24-35) la perspectiva cambia: es la multitud, hambrienta de Jesús, quien se
pone nuevamente a buscarle, va al encuentro de Jesús. Pero a Jesús no le basta
que la gente lo busque, quiere que la gente lo conozca; quiere que la
búsqueda de Él y el encuentro con Él vayan más allá de la satisfacción
inmediata de las necesidades materiales.
Jesús ha venido a traernos algo más, a abrir
nuestra existencia a un horizonte más amplio respecto a las preocupaciones
cotidianas del nutrirse, del vestirse, de la carrera, etc. Por eso, dirigido a la
multitud, exclama: «Vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino
porque habéis comido de los panes y os habéis saciado» (v. 26).
Así estimula a la gente a dar un paso adelante, a
preguntarse sobre el significado del milagro, y no solo a aprovecharse. De
hecho, ¡la multiplicación de los panes y de los peces es un signo del gran don
que el Padre ha hecho a la humanidad y que es Jesús mismo!
Él, verdadero «pan de la vida» (v. 35), quiere
saciar no solamente los cuerpos sino también las almas, dando el alimento
espiritual que puede satisfacer el hambre profunda. Por esto invita a
la multitud a procurarse no la comida que no dura, sino esa que permanece para
la vida eterna (cf. v. 27). Se trata de un alimento que Jesús nos dona cada
día: su Palabra, su Cuerpo, su Sangre.
La multitud escucha la invitación del Señor, pero
no comprende el sentido —como nos sucede muchas veces también a nosotros— y le
preguntan: «¿qué hemos de hacer para llevar a cabo las obras de Dios?» (v. 28).
Los que escuchan a Jesús piensan que Él les pide
cumplir los preceptos para obtener otros milagros como ese de la multiplicación
de los panes. Es una tentación común, esta, de reducir la religión solo a la
práctica de las leyes, proyectando sobre nuestra relación con Dios la imagen de
la relación entre los siervos y su amo: los siervos deben cumplir las
tareas que el amo les ha asignado, para tener su benevolencia. Esto lo sabemos
todos.
Por eso la multitud quiere saber de Jesús qué
acciones debe hacer para contentar a Dios. Pero Jesús da una respuesta
inesperada: «La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado» (v. 29).
Estas palabras están dirigidas, hoy, también a nosotros: la obra de Dios no
consisten tanto en el «hacer» cosas, sino en el «creer» en Aquel que Él ha
mandado. Esto significa que la fe en Jesús nos permite cumplir las obras de
Dios. Si nos dejamos implicar en esta relación de amor y de confianza con
Jesús, seremos capaces de realizar buenas obras que perfumen a Evangelio, por
el bien y las necesidades de los hermanos.
El Señor nos invita a no olvidar que, si es
necesario preocuparse por el pan, todavía más importante es cultivar la
relación con Él, reforzar nuestra fe en Él que es el «pan de la vida», venido para
saciar nuestra hambre de verdad, nuestra hambre de justicia, nuestra hambre de
amor.
Que la Virgen María, en el día en el que recordamos
la dedicación de la Basílica de Santa María Mayor en Roma, la Salus populi
romani, nos sostenga en nuestro camino de fe y nos ayude a abandonarnos con
alegría al diseño de Dios sobre nuestra vida.
Papa Francisco. Angelus. 1 de
agosto de 2021
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La escena inicial del Evangelio en la liturgia de
hoy (cf. Jn 6,24-35) nos muestra algunas barcas que se dirigen hacia Cafarnaúm:
la multitud está yendo a buscar a Jesús. Podríamos pensar que sea algo muy
bueno, sin embargo, el Evangelio nos enseña que no basta con buscar a Dios,
también hay que preguntarse por qué lo buscamos. De hecho, Jesús dice:
«Vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido
de los panes y os habéis saciado». La gente, efectivamente, había asistido al
prodigio de la multiplicación de los panes, pero no había captado el significado
de aquel gesto: se había quedado en el milagro exterior y se había quedado en
el pan material, solamente allí, sin ir más allá, al significado.
He aquí, una primera pregunta que podemos hacernos:
¿Por qué buscamos al Señor? ¿Por qué busco yo al Señor? ¿Cuáles son las
motivaciones de mi fe, de nuestra fe? Necesitamos discernirlo porque entre las
muchas tentaciones que tenemos en la vida, entre las tantas tentaciones hay una
que podríamos llamar tentación idolátrica. Es la que nos impulsa a
buscar a Dios para nuestro propio provecho, para resolver los problemas,
para tener gracias a Él lo que no podemos conseguir por nosotros mismos, por
interés. Pero así, la fe es
superficial y —me permito la palabra— la fe es milagrera: buscamos a
Dios para que nos alimente y luego nos olvidamos de Él cuando estamos
satisfechos. En el centro de esta fe inmadura no está Dios, sino nuestras
necesidades. Pienso en nuestros
intereses, en tantas cosas... Es justo presentar nuestras necesidades al
corazón de Dios, pero el Señor, que actúa mucho más allá de nuestras
expectativas, desea vivir con nosotros ante todo en una relación de amor. Y el
verdadero amor es desinteresado, es gratuito: ¡no se ama para recibir un
favor a cambio! Eso es interés; y tantas veces en la vida somos
interesados.
Nos puede ayudar una segunda pregunta que la
multitud dirige a Jesús: «¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?»
(v. 28). Es como si la gente, provocada por Jesús, dijera: "¿Cómo podemos
purificar nuestra búsqueda de Dios?, ¿cómo pasar de una fe mágica, que sólo
piensa en las propias necesidades, a la fe que agrada a Dios?". Y
Jesús indica el camino: responde que la obra de Dios es acoger a quien
el Padre ha enviado, es decir, acogerle a Él mismo, a Jesús. No es
añadir prácticas religiosas u observar preceptos especiales; es acoger a Jesús,
es acogerlo en la vida y vivir una historia de amor con Jesús. Será Él
quien purifique nuestra fe. No podemos hacerlo por nosotros mismos. Pero el
Señor desea una relación de amor con nosotros: antes de las cosas que recibimos
y hacemos, está Él para amar. Hay una relación con Él que va más allá de la
lógica del interés y del cálculo.
Esto es así con respecto a Dios, pero también en
nuestras relaciones humanas y sociales: cuando buscamos sobre todo la
satisfacción de nuestras necesidades, corremos el riesgo de utilizar a las
personas y explotar las situaciones para nuestros fines. Cuántas veces
hemos escuchado de una persona: “Pero esta usa a la gente y luego se olvida”.
Usar a las personas por el interés proprio. Está muy mal. Y una sociedad cuyo
centro sean los intereses en lugar de las personas es una sociedad que no
genera vida. La invitación del Evangelio es ésta: en lugar de preocuparnos
sólo por el pan material que nos quita el hambre, acojamos a Jesús como pan de
vida y, a partir de nuestra amistad con Él, aprendamos a amarnos entre nosotros.
Con gratuidad y sin cálculo. Amor gratuito y sin cálculos, sin usar a la
gente, con gratuidad, con generosidad, con magnanimidad.
Recemos ahora a la Virgen Santa, a la que vivió la
más bella historia de amor con Dios, para que nos dé la gracia de abrirnos al
encuentro con su Hijo.
Benedicto XVI. Angelus. 5 de
agosto de 2012
Queridos hermanos y hermanas:
En la liturgia de la Palabra de este domingo
prosigue la lectura del capítulo sexto del Evangelio de san Juan. Nos
encontramos en la sinagoga de Cafarnaúm donde Jesús está pronunciando su
conocido discurso después de la multiplicación de los panes. La gente había
tratado de hacerlo rey, pero Jesús se había retirado, primero al monte con
Dios, con el Padre, y luego a Cafarnaúm. Al no verlo, se había puesto a
buscarlo, había subido a las barcas para alcanzar la otra orilla del lago y por
fin lo había encontrado. Pero Jesús sabía bien el porqué de tanto entusiasmo al
seguirlo y lo dice también con claridad: «Me buscáis no porque habéis visto
signos (porque vuestro corazón quedó impresionado), sino porque comisteis pan
hasta saciaros» (v. 26). Jesús quiere ayudar a la gente a ir más allá de la
satisfacción inmediata de sus necesidades materiales, por más importantes
que sean. Quiere abrir a un horizonte de la existencia que no sea simplemente
el de las preocupaciones diarias de comer, de vestir, de la carrera. Jesús
habla de un alimento que no perece, que es importante buscar y acoger. Afirma: «Trabajad
no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida
eterna, el que os dará el Hijo del hombre» (v. 27).
La muchedumbre no comprende, cree que Jesús pide
observar preceptos para poder obtener la continuación de aquel milagro, y pregunta: «¿Qué
tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» (v. 28). La respuesta de
Jesús es clara: «La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado»
(v. 29). El centro de la existencia, lo que da sentido y firme esperanza al
camino de la vida, a menudo difícil, es la fe en Jesús, el encuentro con Cristo.
También nosotros preguntamos: «¿Qué tenemos que hacer para alcanzar la vida
eterna?». Y Jesús dice: «Creed en mí». La fe es lo fundamental. Aquí no
se trata de seguir una idea, un proyecto, sino de encontrarse con Jesús como
una Persona viva, de dejarse conquistar totalmente por él y por su Evangelio.
Jesús invita a no quedarse en el horizonte puramente humano y a abrirse al
horizonte de Dios, al horizonte de la fe. Exige sólo una obra: acoger el
plan de Dios, es decir, «creer en el que él ha enviado» (cf. v. 29). Moisés
había dado a Israel el maná, el pan del cielo, con el que Dios mismo había
alimentado a su pueblo. Jesús no da algo, se da a sí mismo: él es el
«pan verdadero, bajado del cielo», él la Palabra viva del Padre; en el
encuentro con él encontramos al Dios vivo.
«¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de
Dios?» (v. 28) pregunta la muchedumbre, dispuesta a actuar, para que el milagro
del pan continúe. Pero Jesús, verdadero pan de vida que sacia nuestra hambre
de sentido, de verdad, no se puede «ganar» con el trabajo humano; sólo viene a
nosotros como don del amor de Dios, como obra de Dios que es preciso pedir y
acoger.
Queridos amigos, en los días llenos de ocupaciones
y de problemas, pero también en los de descanso y distensión, el Señor nos
invita a no olvidar que, aunque es necesario preocuparnos por el pan material y
recuperar las fuerzas, más fundamental aún es hacer que crezca la relación con
él, reforzar nuestra fe en Aquel que es el «pan de vida», que colma nuestro
deseo de verdad y de amor. Que la Virgen María, en el día en que recordamos la
dedicación de la basílica de Santa María la Mayor en Roma, nos sostenga en
nuestro camino de fe.
Monición de entrada.
El pan y el vino de
la misa tienen también otro nombre: viático.
Esta es la última
comida que los amigos de Jesús recibimos antes de ir a estar con él.
Pero además, la
comunión es viático.
Es el alimento que
nos ayuda a caminar juntos.
Señor, ten piedad.
Porque nos olvidamos
que estás en misa. Señor, ten piedad.
Porque no le damos mucha
importancia a la comunión. Cristo, ten piedad.
Porque queremos estar
unidos a ti sin amar a los demás. Señor, ten piedad.
Peticiones.
-Por el Papa
Francisco y nuestro obispo Enrique, para que nos ayuden a darle importancia a
la misa. Te lo pedimos Señor.
-Por los que estamos
en misa, para que le demos importancia a la misa. Te lo pedimos Señor.
-Por los que mandan,
para que ayuden a los que no tienen comida. Te lo pedimos, Señor.
-Por las personas que
están enfermas, para que la comunión les ayude. Te lo pedimos, Señor.
-Por nosotros, para
que se note en nuestra vida que venimos a misa. Te lo pedimos, Señor.
Acción
de gracias.
Virgen María, queremos darte las gracias por la comunión, que es el
alimento más importante de la semana, porque nos alimentamos de tu Hijo, Jesús.
ORACIÓN PARA EL CENTRE JUNIORS CORBERA. DOMINGO XVII T.O.
EXPERIENCIA.
Colócate en una postura
cómoda, que te ayude a entrar en tu corazón.
Toma en tus manos una
cruz: mírala, siéntela, bésala con solemnidad.
Respira profundamente,
descálzate de al expirar de ti mismo para que entre Jesús.
Toma conciencia de encontrarte
en un lugar y un tiempo sagrado, lleno de la presencia de Dios.
Mira el vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=0JJDflVPnVI
Responde a las
preguntas, reflexiona sobre él, permanece el tiempo que necesites contemplando
una de las imágenes, pensando en una de las frases, la que represente tu
momento actual.
Cierra los ojos,
cuéntaselo a Jesús que habita en lo profundo de tu corazón.
REFLEXIÓN.
Lectio.
Lee el evangelio de este
domingo.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 6, 24-35.
En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus
discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo, en la otra orilla del lago, le preguntaron:
-Maestro, ¿cuándo has venido aquí?
Jesús les contestó:
-En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto
signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento
que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os
dará el Hijo del hombre, pues a este lo ha sellado el Padre, Dios.
Ellos le preguntaron:
-Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?
Respondió Jesús:
-La obra de Dios es esta: que creáis en el que Él ha enviado.
Le replicaron:
-¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti?, ¿Cuál es
tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito:
“Pan del cielo les dio a comer”.
Jesús les replicó:
-En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del
cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan
de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.
Entonces le dijeron:
-Señor, danos siempre de este pan.
Jesús les contestó:
-Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el
que cree en mí no tendrá sed jamás.
El texto es extenso, lo puedes
dividir en fragmentos y rezar con él a lo largo de la semana. Comienza
leyéndolo un par de veces, imaginando el escenario, los personajes, dialogando
con Jesús a través de estos, repitiendo las dos o tres frases que han tocado tu
corazón.
Meditatio.
En el Evangelio hay
un choque entre los intereses de los interlocutores y Jesús. Cada uno vive en un
plano diferente al del otro. Para Jesús lo importante no es saciar sus deseos,
sino la voluntad el Padre. Los interlocutores lo buscan porque han comido el
pan conseguido milagrosamente por Jesús. Predicó en 2012 el Papa Francisco: “Jesús
no elimina la preocupación y la búsqueda del alimento cotidiano, no, no elimina
la preocupación por lo que te puede mejorar la vida. Pero Jesús nos recuerda
que el verdadero significado de nuestra existencia terrena está al final, en la
eternidad, está en el encuentro con Él, que es don y donador, y nos recuerda
también que la historia humana con sus sufrimientos y sus alegrías tiene que
ser vista en un horizonte de eternidad, es decir, en aquel horizonte del
encuentro definitivo con Él. Y este encuentro ilumina todos los días de nuestra
vida. Reflexiona sobre ella, relacionándola con el vídeo y el evangelio”.
En el campamento,
los Juniors, la catequesis, mi vida, ¿por qué busco a Jesús? ¿Para qué he ido o
voy a ir al campamento? ¿Para pasármelo bien o para hacer presente a Jesús?
Evidentemente todos vamos porque queremos pasárnoslo bien, pero la equivocación
se encuentra en el fin principal, la motivación más importante: ser apóstol de
Jesús cumpliendo su voluntad o buscar mis intereses (sentirme realizado/a,
tener amigos, sentir el afecto de los niños y niñas, desconectar,…) en primer
lugar.
Oratio.
¿Por qué has ido o vas a ir al
campamento? ¿Por qué eres catequista, educadora o educador Juniors? ¿Por qué
estás en la parroquia? Dialoga con Jesús.
COMPROMISO.
Contemplatio.
En el silencio mira a Jesús, enamórate de Él.
La parroquia existe para Jesús, para propiciar el encuentro con Él en los
diversos grupos y actividades.
CELEBRACIÓN.
Escucha
la canción Tomad, comed de Hakuna, cantado por el Coro Diocesano
Juniors.
https://www.youtube.com/watch?v=gSrO0MFblRw&list=OLAK5uy_laTqrQwZOEbTIty8MU2jyuKEJGwmZcRPU&index=5
Quiero
alcanzar
El
cielo con tus pasos
Quiero
alcanzar
La
vida con tus manos
Decir
al mundo
Con
tu voz hasta morir
Que
todo un cielo es solo
Para
mí
Quiero
estrenar
Mis
ojos en tus brazos
Quiero
besar
El
suelo con tus labios
Borrar
la noche y dar
A
la herida cicatriz
Quiero
empezar de nuevo
Solo
en ti
Tomad
Comed
Me
entrego por amor hasta el final
Tomad
Bebed
El
cielo entero sabe a vino y pan
Tomad
Comed
Me
entrego por amor hasta el final
Tomad
Bebed
El
cielo entero sabe a vino y pan
Quiero
pisar
Tu
huella en cada espacio
Quiero
buscar
Mirarte
en todos lados
Perder
la vida hoy
Y
ganarla toda en ti
Quiero
empezar y terminar por ti
Tomad
Comed
Me
entrego por amor hasta el final
Tomad
Bebed
El
cielo entero sabe a vino y pan
Tomad
Comed
Me
entrego por amor hasta el final
Tomad
Bebed
El
cielo entero sabe a vino y pan
Tomad
Comed
Me
entrego por amor hasta el final
Tomad
Bebed
El
cielo entero sabe a vino y pan
BIBLIOGRAFÍA.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal
Española. BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
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del Peregrino. Edición de Luis Alonso Schökel. EGA-Mensajero.
Bilbao. 1995.
Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego
de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.
Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia
Católica. BAC. Madrid. 2016.
Secretariado Nacional de Liturgia. Libro de
la Sede. Primera
edición: 1983. Coeditores Litúrgicos. Barcelona. 2004.
Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios
de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio
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Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por
los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 2. Evangelio según san Marcos. Ciudad
Nueva. Madrid. 2009.
San Juan de Ávila. Obras Completas i. Audi, filia – Pláticas –
Tratados. BAC. Madrid. 2015.
San Juan
de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma –
Tratados y escritos menores. BAC.
Madrid. 2013.
San Juan de Ávila. Obras Completas III.
Sermones. BAC. Madrid. 2015.
San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.
http://www.vatican.va/content/vatican/es.htmlTrinidad. Reza el Padrenuestro mirándolo.
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