martes, 23 de julio de 2024

Nº 216. Domingo 17 T. Ordinario. 28 de julio de 2024.

 


Primera lectura.

Lectura del segundo libro de los Reyes 4, 42-44

En aquellos días, acaeció que un hombre de Baal Salisá vino trayendo al hombre de Dios primicias de pan, veinte panes de cebada y grano fresco en espiga. Digo Eliseo:

-Dáselo a la gente y que coman.

Su servidor respondió:

-¿Cómo voy a poner esto delante de cien hombres?

Y él mandó:

-Dáselo a la gente y que coman, porque así dice el Señor: “Comerán y sobrará”.

Y lo puso ante ellos, comieron y aún sobró, conforme a la Palabra del Señor.

 

Textos paralelos.

 Mt 14, 13-21: Al enterarse, Jesús se marchó de allí en barca, él solo, a un paraje despoblado. Pero la multitud se enteró y lo siguió a pie desde los poblados. Jesús desembarcó y, al ver la gran multitud, sintió lástima y curó a los enfermos. Al atardecer los discípulos fueron a decirle: “El lugar es despoblado y la hora es avanzada; despide a la gente par que vayan a las aldeas a comprar de comer”. Jesús les respondió: “No hace falta que vayan; dadles vosotros de comer”. Respondieron: “Aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces”. Él les dijo: “Traédmelos”. Después mandó a la multitud sentarse en la hierba, tomó los cinco panes y los dos peces, alzó la vista al cielo, dio gracias, partió el pan y se lo dio a sus discípulos; ellos se lo dieron a la gente. Comieron todos, quedaron satisfechos, recogieron las sobras y llegaron doce cestos. Los que comieron eran cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños. 

Mt 15, 32-38: Jesús llamó a los discípulos y les dijo: “Me da lástima esa multitud, pues llevan tres días junto a mí y no tienen que comer. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan por el camino. Le dijeron los discípulos: “¿Dónde podremos en despoblado proveernos de panes suficientes para saciar a tal muchedumbre?”. Jesús les preguntó: “¿Cuántos panes tenéis?”. Contestaron: “Siete y algunos pescaditos”. Él ordenó a la gente que se sentaran en el suelo. Tomó los siete panes y los pescados, dio gracias, partió el pan y se lo dio a los discípulos; estos se los dieron a la multitud. Comieron todos hasta quedar satisfechos; y con los restos llenaron siete cestos. Los que habían comido eran cuatro mil hombres, sin contar mujeres y niños. Despidió a la multitud, montó en la barca y se dirigió al territorio de Magadán.

 

Notas exegéticas.

4 42 Traducción conjetural. Algunos corrigen “en su alforja”. – El pan de las primicias era el pan hecho con grano nuevo. Ver Lv 23, 17. A los hombres de Dios se les llevaban productos de la nueva cosecha. En la legislación sacerdotal, las primicias constituían una de las rentas del clero.

 

Salmo responsorial

Salmo 145 (144), 10-11.15-16.17-18.

 

Abres tú la mano, Señor, y nos sacias. R/.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,

que te bendigan tus fieles.

Que proclamen la gloria de tu reinado,

que hablen de tus hazañas.  R/.

 

Los ojos de todos te están aguardando,

tú les das la comida a su tiempo;

abres tú la mano,

y sacias de favores a todo viviente. R/.

 

El Señor es justo en todos sus caminos,

es bondadoso en todas sus acciones.

Cerca está el Señor de los que lo invocan,

de los que lo invocan sinceramente. R/.

 

Textos paralelos.

 Cuenten la gloria de tu reinado.

Sal 93, 1: El Señor reina, de majestad vestido.

1 Cro 29, 11: A ti, Señor, la grandeza, el poder, el honor, la majestad y la gloria, porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra.

Los ojos de todos te miran esperando.

Sal 104, 27-28: Todos ellos aguardan a que les eches comida a su tiempo; se la echas y la atrapan, abres la mano y se sacian de bienes.

Tú abres la mano y sacias.

Mt 6, 25s.: Por eso os recomiendo que no andéis angustiados por la comida y la bebida para conservar la vida o por el vestido para cubrir el cuerpo. ¿No vale más la vida que el sustento, el cuerpo más que el vestido? Fijaos en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni meten en graneros, y sin embargo, vuestro Padre del cielo las sustenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?

Yahvé es justo cuando actúa.

Dt 32, 4: Él es la Roca, sus obras son perfectas, sus caminos son justos; es un Dios fiel, sin maldad, es justo y recto.

Cerca está Yahvé de los que lo invocan.

Dt 4, 7: Pues ¿qué nación grande tiene un dios tan cercano como está el Señor, nuestro Dios, cuando lo invocamos?

Jr 29, 13: Me buscaréis y me encontraréis, si me buscáis de todo corazón.

Is 58, 9: Entonces clamarás al Señor y te responderá; pedirás auxilio, y te dirá: Aquí estoy.

 

Notas exegéticas.

145 Salmo alfabético que toma prestados segmentos de otros salmos.

145 16 “tú” griego.

 

Segunda lectura.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4, 1-6.

Hermanos:

Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor, esforzándoos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos.

 

Textos paralelos.

 Col 3, 12-15: Por tanto, como elegidos de Dios, consagrados y amados, revestíos de compasión entrañable, amabilidad, humildad, modestia, paciencia.

Os exhorto, pues yo, prisionero del Señor.

Ef 3, 1: Con esa finalidad yo, Pablo, soy a favor vuestro, el prisionero por Cristo Jesús.

Flp 1, 27: Una cosa importa, que vuestra conducta sea digna de la buena noticia de Cristo; de modo que, sea que vaya a veros o que siga ausente, tenga noticias vuestras de que os mantenéis unidos en espíritu y corazón, luchando juntos por la fe en la buena noticia.

Soportándoos unos a otros por amor.

1 Co 13, 13: Ahora nos queda la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande de todas es el amor.

Vínculo de la paz.

1 Co 12, 12: Como el cuerpo, siendo uno, tiene muchos miembros, y los miembros, siendo muchos, forman un solo cuerpo, así es Cristo.

Uno solo es el cuerpo.

1 Co 10, 17: Uno es el pan y uno es el cuerpo que formamos muchos; pues todos compartimos el único pan.

Rm 12, 5: Así, aunque somos muchos, formamos con Cristo un solo cuerpo, y respecto a los demás somos miembros.

Hay un solo Señor.

1 Co 1, 13: ¿Está dividido el Mesías? ¿Ha sido crucificado Pablo por vosotros o habéis sido bautizados invocando el nombre de Pablo?

1 Co 8, 6: Para nosotros existe un solo Dios, el Padre, que es el principio de todo y fin nuestro, y existe un solo Señor, Jesucristo, por quien todo existe y también nosotros.

1 Co 12, 4-6: Existen carismas diversos, pero un mismo Espíritu; existen ministerios diversos, pero un mismo Señor; existen actividades diversas, pero un mismo Dios que ejecuta todo en todos.

2 Co 13, 13: La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté con todos vosotros.

 

Notas exegéticas.

4 El autor considera sucesivamente tres peligros que amenazan la unidad d ela Iglesia: la discordia entre los cristianos, vv. 1-3; la necesaria diversidad de los ministerios, vv. 7-11; las doctrinas heréticas, vv. 14-15. A ellos opone los principios y el programa de la unidad en Cristo, vv. 4-6. 12-13.16.

4 3 La exigencia de concordia en la comunidad se hace eco de la reunificación del universo (Col 1, 20) y de la incorporación de los judíos y paganos al único pueblo de Dios.

4 6 Var. (Vulgata): “en todos nosotros” – Los vv. 4-6 forman una breve aclamación litúrgica en la que predomina un ritmo ternario. En su origen constituía, quizá una confesión de fe bautismal, seguramente modificada por el autor. La insistencia en un solo/una sola recuerda la confesión de Israel. Es evidente la influencia de este pasaje en el símbolo de Nicea. El v. 6 acaba en una doxología inspirada en fórmulas estoicas. No puede excluirse la presencia de ciertos acentos polémicos en este pasaje. La palabra “esperanza” (v. 4) significa de nuevo la cosa esperada (Ef 1, 18) y el ´termino “fe” (v. 5) designa aquí la confesión de fe.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 1-15.

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:

-¿Con qué compraremos panes para que coman estos?

Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó:

-Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:

-Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿Qué es eso para tantos?

Jesús dijo:

-Decid a la gente que se siente en el suelo.

Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:

-Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda.

Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:

-Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo.

Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña.

 

Textos paralelos.

Mc 6, 32-44

Mt 14, 13-21

Lc 9, 10-17

Jn 6, 1-15

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Así que se fueron solos en barca a un paraje despoblado.

 

 

Pero muchos los vieron marcharse y cayeron en la cuenta. De todos los poblados fueron corriendo a pie hasta allá y se les adelantaron.

 

Al desembarcar, vio una gran multitud y sintió lástima, porque eran como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles muchas cosas.

 

Como se hacía tarde, los discípulos fueron a decirle:

 

-El lugar es despoblado y la hora es avanzada; despídelos para que vayan a los campos y las aldeas del contorno a comprar qué comer.

 

Él les respondió:

-Dadles vosotros de comer.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Replicaron:

-¿Tenemos que ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?

 

 

Les contestó:

-¿Cuántos panes tenéis? Id a ver.

 

Lo averiguaron y le dijeron:

 

 

 

-Cinco y dos peces.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ordenó que los hicieran recostarse en grupos sobre la hierba verde.

Se sentaron en filas de cien y de cincuenta.

 

 

Tomó los cinco panes y los dos peces, alzó la vista al cielo, bendijo y partió los panes y se los fue dando a los discípulos para que los sirvieran, y repartió los peces entre todos.

 

Comieron y quedaron satisfechos.

 

 

 

 

 

Recogieron las sobras de los panes y los peces y llenaron doce cestos.

 

 

Los que comieron eran cinco mil hombres.

Al enterarse [de la muerte del Bautista (14, 1-12)],

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Jesús se marchó de allí en barca, él solo, a un paraje despoblado.

 

 

 

 

 

 

Pero la multitud se enteró y lo siguió a pie desde los poblados.

 

 

 

 

 

Jesús desembarcó y, al ver la gran multitud, sintió lástima y curó a los enfermos.

 

 

 

Al atardecer los discípulos fueron a decirle:

 

-El lugar es despoblado y la hora es avanzada; despide a la gente par que vayan a las aldeas a comprar de comer.

 

 

 

Jesús les respondió:

-No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Respondieron:

 

 

 

 

-Aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.

 

 

 

 

 

 

 

Y les dijo:

-Traédmelos.

 

Después mandó a la multitud sentarse en la hierba,

 

 

 

 

 

 

tomó los cinco panes y los dos peces, alzó la vista al cielo, dio gracias, partió el pan y se lo dio a sus discípulos; ellos se lo dieron a la gente.

 

 

 

 

Comieron todos, quedaron satisfechos,

 

 

 

 

 

recogieron las sobras y llenaron doce cestos.

 

 

 

Los que comieron eran cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

 

Enseguida mandó a los discípulos embarcarse y para por delante a la otra orilla mientras él despedía a la multitud.

 

 

 

 

Los apóstoles volvieron y le contaron cuanto habían hecho.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Él los tomó aparte y se retiró por la cuesta a una ciudad llamada Betsaida.

 

Pero la gente se enteró y lo siguió.

 

 

 

 

 

 

 

Él los acogió y les hablaba del reinado de Dios y curaba a los que lo necesitaban.

 

 

 

 Como caía la tarde, los doce se acercaron a decirle:

 

-Despide a la gente para que vayan a las aldeas y los campos del contorno y busquen hospedaje y comida, pues aquí estamos en despoblado.

 

Les contestó:

-Dadles vosotros de comer.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Replicaron:

 

 

 

 

-No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos nosotros a comprar comida para toda esa gente.

(Los varones eran unos cinco mil).

 

 

 

 

Él dio a los discípulos:

-Hacedlos recostarse en grupos de cincuenta.

Así lo hicieron y se recostaron todos.

 

 

Entonces tomó los cinco panes y los dos peces, alzó la vista al cielo, los bendijo, los partió y se los fue dando a los discípulos para que se lo sirvieran a la gente.

 

 

Comieron todos y quedaron satisfechos,

 

 

 

 

 

 y recogieron los trozos sobrantes en doce cestos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Al tiempo después pasó Jesús a la otra orilla del lago de Galilea (el Tiberíades).

 

Lo seguía una gran multitud, pues veían las señales que hacía con los enfermos.

 

 

 

 

 

 

Jesús se retiró al monte y allí se sentó con sus discípulos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Alzando la vista y viendo la multitud que acudía a él, Jesús dice a Felipe:

-¿Dónde compraremos pan para que coman esos?

(Lo decía para ponerlo a prueba, pues bien sabía él lo que iba a hacer).

 

Felipe le contestó:

-Doscientos denarios de pan no bastarían para que a cada uno le tocase un pedazo.

 

 

 

 

 

 

Uno de los discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dice:

 

-Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?

 

 

 

 

 

 

 

Jesús dijo:

-Haced que la gente se siente.

(Había hierba abundante en el lugar). Se sentaron. Los varones eran cinco mil.

 

Entonces Jesús tomó los panes, dio gracias y los repartió a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados: todo lo que querían.

 

 

 

Cuando quedaron satisfechos, dice Jesús a sus discípulos:

-Recoged las sobras para que no se desaproveche nada.

 

Las recogieron y, con los trozos de los cinco panes de cebada que habían sobrado a los comensales llenaron doce cestas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando la gente vio la señal que había hecho, dijeron:

-Este es le profeta que había de venir al mundo.

Jesús, conociendo que pensaban venir para llevárselo y proclamarlo rey, se retiró de nuevo al monte, él solo.

Al levantar Jesús los ojos.

Is 55, 1-2: ¡Atención, sedientos!, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar, vino y leche de balde. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta?, ¿y el salario en lo que no da hartura? Escuchadme atentos, y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos.

¿Dónde nos procuraremos panes para que coman estos?

Nm 11, 13: ¿de dónde sacaré carne para repartirla a todo el pueblo? Vienen a mí llorando: Dadnos de comer carne.

Felipe contestó.

Nm 11, 22: Aunque matemos las vacas y las ovejas, no les bastará, y aunque reuniera todos los peces del mar, no les bastaría.

Andrés, el hermano de Simón Pedro.

Jn 1, 40: Uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús era Andrés, hermano de Simón Pedro.

Cinco panes de cebada.

2 R 4, 42-44: Uno de Baal Salisá vino a traer al profeta el pan de las primicias, veinte panes de cebada y grano reciente de la alforja. Eliseo dijo: “Dáselos a la gente, que coman”. El criado replicó: “¿Qué hago yo con esto para cien personas?”. Eliseo insistió: “Dádselos a la gente, que coman. Porque así dice el Señor: Comerán y sobrará”. Entonces el criado se los sirvió, comieron y sobró, como había dicho el Señor.

Al verla gente este signo.

Jn 2, 11: En Caná de Galilea hizo Jesús esta primera señal, manifestó su gloria y creyeron en él los discípulos.

Dt 18, 15: Un profeta de los tuyos, de tus hermanos, como yo, te suscitará el Señor, tu Dios; a él le escucharéis.

Dt 18, 18: Suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que yo le mande.

Este es verdaderamente el profeta.

Jn 1, 21: Le preguntaron [a Juan Bautista]: “Entonces ¿eres Elías?”. Respondió: “No lo soy”. “¿Eres el profeta?”. Respondió: “No”.

Sabiendo Jesús que intentaban venir a tomarle por la fuerza.

Jn 18, 36: Contestó Jesús: “Mi reino no es de este mundo; si fuera de este mundo mi reino, mis servidores habrían peleado para que no me entregaran a los judíos. Ahora bien, mi reino no es de aquí”.

Mc 1, 34: Él curó a muchos enfermos de dolencias diversas, expulsó muchos demonios, y no les permitía hablar, porque lo conocían.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén

6 El relato de la tradición sinóptica, recogido por Juan, se inspiraba literalmente en un relato similar protagonizado por Eliseo, 2 R 4, 42-44. De este relato primitivo, Juan ha conservado, la precisión de que se trataba de panes de cebada (vv. 9.13). Pero añade detalles que evocan el episodio de Moisés alimentando al pueblo durante el Éxodo: comparar 6, 5 con Nm 11, 13; y asimismo 6, 7 con Nm 11, 22. Jesús actúa como un nuevo Moisés; se le aclama, pues, como el profeta por excelencia. Pero el pan que da aquí Jesús es el símbolo de la Sabiduría que él ha comunicado a la humanidad, como explicará el discurso siguiente, ver Dt 8, 2.

6 4 Es posible que la polémica entre la Iglesia y la Sinagoga sea el marco que explica la insistencia de Jn en situar los gestos significativos de Jesús al margen de las fiestas judías: Fiesta de las Tiendas, Fiesta de la Dedicación. La verdadera Pascua es la elevación del Hijo, cordero de Dios. Las fiestas judías son los momentos en los que la incredulidad se manifiesta de forma más virulenta.

6 7 Sin duda una importante suma, ya que un denario equivaldría al salario de una jornada laboral.

6 12 Jn conserva claramente el simbolismo eucarístico del relato. Para él, la multiplicación de los panes es ante todo una acción simbólica que introduce el discurso de los vv. 26-58: Jesús es el verdadero pan bajado del cielo, que sacia a quienes creen en él.

6 14 El signo realizado por Jesús provoca un malentendido sobre su persona y su  misión. Lo identifican con el profeta de los últimos tiempos o con el Mesías político que Dios iba a enviar al mundo para asegurar la liberación nacional de Israel. Pero Jesús solo podrá ser proclamado rey en la cruz. Estamos ante la ruptura con las concepciones populares de la escatología y del mesianismo terreno.

6 15 Var.: “se retiró”.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

6 1 TIBERIADES: ciudad helenística reciente (años 17-22 d. C.), reconstruida por Herodes Antipas en honor del emperador Tiberio en la orilla occidental del lago al que daba su nombre. Situada a unos diez kilómetros al sur de Cafarnaún, en el emplazamiento de una antigua necrópolis, era ciudad impura para los judíos contemporáneos de Jesús.

5 FELIPE y Andrés intervienen especialmente en esta narración de Jn (como en 12, 22).

7 DOSCIENTOS DENARIOS DE PAN: lit. de doscientos denarios panes. Según Mt 20, 2, esa cantidad equivaldría a la paga de otros tantos días de trabajo en el campo.

10 EN AQUEL SITIO: lit. en el sitio.

12 NO SE PIERDA NADA: más lógico que nuestras dos negaciones, el griego dice lit. para que algo no se pierda.

14 AQUEL SIGNO REVELADOR (lit. la que hizo señal). // EL PROFETA: Jesús captó muy bien lo que entendían en esa palabra (v. 15): “el enviado de Dios para liberarnos del yugo extranjero”. // QUE VA A VENIR: o que tiene que venir.

15 Jesús huyó, por las connotaciones políticas del gesto. Su reino no era el deseado por los fariseos y buscado violentamente por los zelotes – aunque para el grupo de Los Doce no tuvo reparo en elegir a un zelote, Simón, el Cananeo (Mc 3, 18); tal vez también Judas, el traidor - . El judaísmo entendía la realeza del Mesías tal como se decía en la sinagoga: “¡Qué hermoso es el Mesías que ha de surgir de la casa de Judá! Ciñe sus lomos y sale a la guerra contra sus enemigos y mata reyes y príncipes; enrojece los montes con la sangre de sus muertos y blanquea los collados con la grasa de sus guerreros; sus vestidos están envueltos en sangre, se parece al que pisa los racimos”  Era el llamado por san Jerónimo error iudaicus, presente en todas las formas de mesianismo terreno, desde entonces hasta hoy.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

6, 1-15 Este capítulo es básico para la teología de la Eucaristía. En los evangelios sinópticos se puede presumir un vínculo entre la multiplicación de los panes y la Eucaristía. En Jn, ese vínculo se explicita y sirve como precursor de la institución de la Eucaristía. En este caso, hay una confianza en Cristo, además de la generalidad de entregar los cinco panes y los dos peces. La permanente lección de la mayoría de los milagros de Cristo involucra la interacción entre un acto de fe de entrega propia total y el ejercicio del poder divino. Cat. 549, 1338.

6, 4 La fecha de este milagro, cerca de la Pascua, y el hecho de que Juan lo menciona aquí, implica una conexión entre la fiesta judía y su definitivo cumplimiento y perfección en la institución de la Eucaristía, la nueva Pascua. Cat. 1335.

6, 11 La formulación de los gestos es muy parecida a la descripción que hacen los evangelios sinópticos de las acciones de Cristo en la Última Cena, donde instituyó la Eucaristía (Mt 26, 26; Mc 14, 22; Lc 22, 199. Acción de gracias. Este término es eucharisteo, de ahí “Eucaristía”. Cat. 1360.

6 15 La gente aclamó a Cristo por su milagro, pero querían hacer de él un rey temporal que se preocuparía de sus necesidades, mostraría poder militar y liberaría a los judíos de la dominación romana. Cristo abandonó la escena antes de que esto pudiera pasar, dado que, a pesar de que es rey, su reino no es de este mundo. Cat. 439, 559.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

549 Al liberar algunos hombres de los males terrenos del hambre, de la injusticia, de la enfermedad y de la muerte, Jesús realizó unos signos mesiánicos; no obstante, no vino para abolir todos los males aquí abajo, sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del pecado, que es el obstáculo en su vocación de hijos de Dios y causa de todas sus servidumbres humanas.

1338 Los tres evangelios sinópticos y san Pablo nos han transmitido el relato de la Eucaristía; por su parte, san Juan relata las palabras de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, palabras que preparan la institución de la Eucaristía: Cristo se designa a sí mismo como el pan de vida, bajado del cielo.

1335 Los milagros de la multiplicación de los panes, cuando el Señor dijo la bendición, partió y distribuyó los panes por medio de sus discípulos para alimentar la multitud, prefiguran la sobreabundancia de este único pan de su Eucaristía.

1360 La Eucaristía es un sacrificio de acción de gracias al Padre, una bendición por la cual la Iglesia expresa su reconocimiento a Dios por todos sus beneficios, por todo lo que ha realizado mediante la creación, la redención y la santificación. “Eucaristía” significa, ante todo, acción de gracias.

439 Numerosos judíos e incluso ciertos paganos que compartían su esperanza reconocieron en Jesús los rasgos fundamentales del mesiánico “hijo de David” prometido por Dios a Israel. Jesús aceptó el título de Mesías al cual tenía derecho, pero no sin reservas porque una parte de sus contemporáneos lo comprendía según una concepción demasiado humana, esencialmente política.

 

Concilio Vaticano II

Su Reino no se defiende a golpes, sino que se establece dando testimonio de la verdad y oyéndola, y crece por el amor con que Cristo, exaltado en la cruz, atrae a los hombres hacia Él.

Declaración Dignitis humanae, 11.

El medio principal de esta implantación es la predicación del evangelio de Jesucristo. Para anunciarlo, el Señor envió a sus discípulos al mundo entero, para que los hombres, renacidos por la palabra de Dios, se incorporen por el bautismo a la Iglesia, que, como cuerpo del Verbo encarnado se alimenta y vive de la palabra de Dios y del pan eucarístico.

Decreto Ad gentes divinitus, 6.

 

Comentarios de los Santos Padres.

¿Por qué sube ahora al monte, y allí se sienta con sus discípulos? Por el milagro que iba a suceder. De hecho de que solo subieran los discípulos se debe a la multitud que no lo siguió. No lo hace solo por este motivo, sino también para enseñarnos a descansar en todo momento del alboroto y del barullo, pues, efectivamente, la soledad es conveniente para la meditación. A menudo sube al monte y pasa allí la noche y reza, enseñándonos que quien se acerque a Dios necesita alejarse del ruido y buscar tiempo y lugar apartado del tumulto.

Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev. de Juan, 42, 1. IV, pgs. 299-300.

Hay que señalar que, cuando el evangelista Juan va a narrar este milagro de la multiplicación de los panes, antes dice que pronto iba a ser la Pascua, la fiesta de los judíos. Mateo y Marcos, en cambio, cuentan que esto sucedió después del martirio de Juan (Bautista). De lo que se deduce que Juan fue decapitado a punto de celebrarse la fiesta de la Pascua; y cuando al año siguiente llega otra vez el tiempo de la Pascua, tuvo lugar el misterio de la pasión del Señor.

Beda, Exposición sobre el ev. de Marcos, 2, 6. IV, pg. 300.

Algo semejante decía a Moisés en la ley antigua, pues, efectivamente, no hizo el milagro sin antes haberle preguntado: “¿Qué tienes en tu mano?” (Ex 4, 2).

Los cinco panes de cebada significan los cinco libros del sapientísimo Moisés, es decir, toda la Ley… En cambio, por los pececillos se significa el alimento más pingüe que aportan los pecadores, esto es, los delicadísimos escritos de los discípulos del Salvador. Y por los dos – dice – resplandece en nosotros la predicación apostólica y la evangélica.

Cirilo de Alejandría, Comentario al Ev. de Juan, 3, 4. IV pg. 302.

Voy a abreviar para ir de prisa. Los cinco panes significan los cinco libros de Moisés. Con razón no son panes de trigo, sino de cebada, ya que son libros del antiguo Testamento. (…) Si queremos saber quién es ese muchacho, tal vez es el pueblo de Israel. Los llevaba como un niño y sin comer de ellos. Estas cosas que llevaba encerradas pensaban, y abiertas nutrían. Los dos peces me parece que significan aquellos dos sublimes personajes del Antiguo Testamento que eran ungidos para santificar y regir al pueblo: el sacerdote y el rey.

Agustín, Tratados sobre el Ev. de Juan, 24, 5. IV, pg. 302.

Y mandó que se dividiesen los panes, y al hacer la división se multiplican. Nada más verdadero. Pues estos cinco libros de Moisés, ¿cuántos libros no han producido al exponerlos, que es como partirlos, es decir, comentarlos?

Agustín, Tratados sobre el Ev. de Juan, 24, 5. IV, pg. 304.

Así como este trozo estaba disperso por los montes y reunido se ha hecho uno, así también reúne a tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino. Porque tuya es la gloria y el poder por los siglos por medio de Jesucristo.

Didaché, 9, 1-4. IV, pg. 304.

Para que nadie pensara que el Señor solo había actuado con la imaginación. Ahora bien, si los restos se podían guardar un día o dos, ellos creerían que el Señor había actuado en realidad, y que no se trató de una visión vacía de contenido.

Efrén de Nisibi, Comentario al Diatessaron, 12, 4. IV, pg. 305.

Desde ahora – pienso yo – y hasta la consumación de los siglos, los doce cestos se mantienen repletos de los trozos del pan vivo, que las muchedumbres son incapaces de comer, permaneciendo junto a los apóstoles y que está por encima de la multitud.

Orígenes, Comentario al ev. de Mateo, 11, 2. IV, pg. 305.

No hay que dudar en orden a la comunión que nace del amor a los hermanos; más aún: hay que llegar al sano atrevimiento y arrojar lo más lejos posible la duda y la cobardía que retrae de la hospitalidad, reafirmándonos en la esperanza mediante la fe en el Dios que puede multiplicar lo más insignificante.

Cirilo de Alejandría, Comentario al Ev. de Juan, 3, 4. IV, pg. 305.

¿De qué sirve la bondad solo, cuando falta el pan con que alimentar a la hambrienta turba. La bondad sin el poder hubiera dejado en ayunas y hambrientas aquella gran multitud.

Agustín, Tratados sobre el Ev. de Juan, 24, 1-3. IV, pg. 306.

 

San Agustín

Gran milagro es, amadísimos, hartarse con cinco panes y dos peces cinco mil hombres y aún sobrar doce canastos. Gran milagro, es verdad, pero el hecho no es tan de admirar si pensamos en su hacedor. Quien multiplicó los panes entre las manos de los repartidores, ¿no multiplica las semillas que germinan en la tierra y de unos granos llena las trojes? Pero como se realiza todos los años, nadie se admira de ello. (…). Los cinco panes simbolizan los cinco libros d ela ley de Moisés; porque la ley antigua es, respecto al evangelio, lo que la cebada al trigo. En esos libros se contienen grandes misterios sobre Cristo. Por eso decía él: Si creyerais a Moisés me creeríais también a mí, pues él ha escrito en mí (Jn 5, 46). (…) Los cinco mil hombres significan los cinco libros de la ley; los doce canastos son los doce apóstoles, que, a su vez, se llenaron con los fragmentos de la ley. Los dos peces son o bien los dos mandamientos del amor al Dios y del prójimo, o bien los dos pueblos: el de la circuncisión y el del prepucio, o las dos funciones sagradas, la real y la sacerdotal. Volvamos al hacedor de estas cosas. Él es el pan que ha bajado del cielo. Un pan que restablece, sin menguar él; se le puede sumir, pero no consumir.

Sermón 130, 1-2. II, pg. 1070-1071.

 

San Juan de Ávila

Y cierto es que se requiere mayor virtud para tener mando que para obedecer. Y no sin causa, y gran causa, nuestro soberano Maestro y Señor, que todo lo sabe, huyó de ser elegido por rey (cf. Jn 6, 15). Y pues él no podía peligrar en estado, por alto que fuese, claro está que es doctrina para nuestra flaqueza, que debe ella huir de lo peligroso, pues huyó él, que estaba seguro.

Audi, filia (II), cap. 4. I, pg. 545.

Viendo el señor la multitud de gente que iba tras él, dijo: ¿De donde compraremos pan para que coman estos? (Jn 6, 5). Los convidados muchos, los estómagos diferentes, ¿de dónde compraremos pan para satisfacer y hartar a tanta diferencia de estómagos? Un pan han menester los que saben y otro los que no saben. Hablar desde aquí una palabra y cumplir con muchos entendimientos, razón es que digamos: ¿De adónde compraremos pan para que coma esta gente? ¿Quién nos dará hoy palabra para que vuestras ánimas vayan contentas y hartas alabando a Dios, que las hartó? ¿Dónde compraremos, etc.? El pan se ha de buscar en la casa donde la hay. Betlem es casa de pan, y allí hemos de buscarlo.

Hoy en todo caso os ha de contentar el sermón, porque hemos de hablar en él cómo se nos gana de comer.

Pasó el Señor y subiose al monte (Mt 14, 23; Jn 6, 15), y subiose allí con sus discípulos, y, como el Señor vio tanta gente, dice el evangelista que comenzó a curar a los enfermos que le pedían (Mt 14, 14). y juntamente comenzó a curar las ánimas y a predicar con tanta dulcedumbre; y con tanta gana lo oían, que estaba la gente colgada de su boca escuchándole, sin acordarse de comer ni de beber, sino absorbidos y transportados en oír la dulcedumbre de la doctrina que les predicaba; y dice el evangelista que se llegó a él uno de sus discípulos y le dijo: Señor, mira que es muy tarde para esa gente, par que vaya a buscar de comer. ¿Habéis visto lo que pasa, que, si alguno se queja que es el sermón largo, por la mayor parte ha de ser de nosotros los clérigos o frailes? Y como el Señor oyó esto, dijo: Non habent necesse ut abeant. No es menester que se vayan por las aldeas. Quien está con el Pan de vida no tiene necesidad de ir a otra parte a buscar de comer. Y llamó a San Filipe y díjole: ¿De dónde compraremos pan para que coma toda esta gente? Y respondió: No bastarán doscientos denarios para que coma cada uno un bocado. – ¿Y a vos, San Andrés, qué os parece? Llegóse a él San Andrés y díjole: Señor, aquí está un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero, ¿qué es para tanta gente? (Jn 6, 5ss.).

Entonces el Señor: Mandadlos asentar (Jn 6, 10) y decí que les queréis dar de comer. (…) Es de alabar la fe de los apóstoles, porque creyeron lo que dijo el Señor; pero más es de alabar la de ellos, porque viendo que eran tantos y no tenían que comer creyeron a los apóstoles y con fe sencilla hicieron lo que les mandaban. No hay duda sino que si los casados tuviesen verdadera fe no les ha de faltar, que les iría de otra manera que no les va. Porque estos creyeron y con fe se sustentaron, por esto los mantuvo Dios con tan poco pan a tanta gente. (…) Estas son las obras del Señor. Donde no hay pan, dar pan, y donde hay poco, hacer lo mucho. Dice san Agustín: No os espantéis, que de un granillo que se echa en este campo hace muchos.

Y como mirasen todos por Él y no lo viesen, anduviéronlo a buscar y no lo hallaron, porque el Señor se había hecho invisible, porque no lo hiciesen rey. “Yo no quiero ser rey constituido por vuestra mano”,. David rey es, mas constituido por la mano de su padre. Dios rey es, mas constituido sobre el monte de Sión, que quiere decir que es Cristo rey sobre las cosas espirituales y sobre el templo de Dios, que estaba en el monte de Sión; de manera que Dios no quiso ser constituido por rey de cosas temporales. ¡Si así hiciesen los regidores, alcaldes, corregidores y obispos, cuando les dan los cargos! Huyó el Señor de la honra, no porque en Él había peligro, sino para darnos a entender que pues Él, que no tenía peligro huyó de ser rey, que vos que sois flaco, huyáis de los cargos, porque hay en ellos muchos peligros; y pues Él, tiniendo tanta seguridad, huyó, que vos que no la tenéis, huyáis.

Aquella gente fue harta y contenta y dando gracias a Dios, que les hartó. ¡Si ha de placer al Señor que llevéis de aquí manjar con que vuestra ánima vaya harta y contenta y dando gracias a Dios, que la hartó! Unde ememus, etc. (Jn 6, 5). De cuantas veces os predico que gastéis vuestra hacienda y deis de comer a los pobres, ¿no os predicaré un día cómo ganaréis la hacienda? Hoy quiero hablar de cómo ganaréis de comer. Quizá os haré que seáis mercaderes o tratantes.

Sermón del domingo 4 después de Cuaresma. III, pgs. 165ss.

Mas esotra hambre, que, aunque le deis todo el pan y vino del mundo y toda carne criada, no queda harta, antes más hambrienta, ¿qué haremos para hartarla? ¿Dónde compraremos pan (cf. Jn 6, 5) para que la criatura racional coma y se harte? El hombre y el ángel, ¿qué harán de pan para comer, y que queden hartos y contentos.

Sermón del Santísimo Sacramento. III, pg. 603.

Oye, cristiano, entiéndelo bien; da gracias al Señor que tanto te honró a ti y a tus buenas obras, que las toma en sus manos, conociéndolas por suyas, y como por tales pide que sean galardonadas. (…) Mas di: “Bendito sea Jesucristo, mi Señor, que tomó en sus manos cinco panes de cebada y dos peces (Jn 6, 9); y, por la virtud que en ellas había, fue aquel bajo y poco manjar multiplicado y hecho bastante para hartar millares de gentes; y las mismas manos consagraron el pan y el vino en su sacratísimo cuerpo y preciosísima sangre; y su virtud lo hace cada día mediante las manos de los sacerdotes.

Sermón del Santísimo Sacramento. III, pg. 541.

Y venido a este mundo, después que hobo hecho el gran convite de cuerpos y hartado a millares de hombres y de mujeres con cinco panes y dos peces (cf. Jn 6, 9-12), gloriándose los judíos de que Dios había dado a sus padres en el desierto el maná del cielo, con que se mantuviesen en el desierto, les dijo el soberano Maestro, Dios humanado, las palabras del tema, hablando de sí mismo: Este es el pan que decindio del cielo (Jn 6, 50).

Sermón en la infraoctava del Corpus. III, pg. 718.

¿Queréis más regla, y esta sea del santo evangelio? Facite discumbere (cf. Jn 6, 10), hacedlos asentar de ciento en ciento, de cincuenta en cincuenta. - ¿Qué queréis decir? – Que con cinco maravedís sustentaréis vuestra csa, si tenéis orden, mejor que con ciento con desorden. Poned vuestra casa en orden, que por maravilla vino hombre a pobreza sino porque no se supo regir en la prosperidad.

Sermón del domingo 4 después de Cuaresma. III, pg. 173.

Justamente se debe a Dios el agradecimiento de todas las misericordias generales y particulares, y no quiere que ninguna, por pequeña que sea, quede sin ser conocida y agradecida; porque lo que así queda, por perdido se puede tener. Y para darnos a entender esto, después de haber hartado el Señor en el monte aquella muchedumbre de gente con cinco panes y dos peces, mandó que se recogiesen los mendrugos que habían quedado, aunque fuesen pequeños,  porque no pereciesen (cf. Jn 6, 12). Esto así es; mas cuando un amor es muy perfecto, que llega a hacer perfecta unión entre el que ama y es amado, y los hace, como San Pablo dice, ser un espíritu (1 Co 6, 17), este conoce que su amado no le pide tanto el agradecimiento de las mercedes que le hace cuanto verdadero amor que más y más le junte con él

Sermón de la Asunción de María. III, pg. 937.

Ruegan el Hijo que sea rey; no quiere y vase huyendo; no le hallaron (cf. Jn 6, 15). - ¿Por qué no queréis ser rey? ¿Podrán os por ventura engañar o torceréis la justicia? ¿Por qué no queréis? ¿Caeréis por ventura en pecado? – No. – Pues, ¿por qué huis de la cosa tan segura? Huye el Señor de las dignidades para darnos a entender que si el que estaba tan seguro huyó, que el malaventurado gusano huya de las ocasiones. El enfermo que hiciere del sano: “No me hará mal el sol ni el aire; bien puedo comer de lo que quisiere, que ya estoy bueno”; el enfermo que se quiere tratar como sano, presto tornará a caer, y la experiencia, le dará a entender cómo era enfermo y no sano. Juicio durísimo – dice Dios – será hecho a los que tienen mando (cf. Sab 6, 5), cuanto más si se dan dineros por ello.

Sermón de la Presentación de Nuestra Señora. III, pg. 851.

Huyó de ser rey, siendo buscado de la gente para que reinase sobre ellos (cf. Jn 6, 15). Bien seguro estaba el Señor, pues es impecable, de no usar mal de aquel reino pequeño, aunque lo tomara, pues administra bien el reino del cielo, y de la tierra, y debajo de la tierra, de todo lo cual es Señor; mas huyó del reino el que con seguridad lo podía tener, para dar a entender que ninguno de sus cristianos sea tan atrevido que deje de temer que puede errar y pecar por su mucha flaqueza, viéndose en lugar tan pleno de peligros, que, para que los creyésemos y temiésemos, el Señor huyó de él.

Sermón de la Asunción de María. III, pg. 930.

 

San Oscar Romero.

En una palabra, hermanos, el precioso mensaje del evangelio de hoy -y hoy nos hemos detenido sólo en el evangelio- nos está diciendo esto en resumen: La multiplicación de los panes, el signo de un problema que sólo Cristo pudo resolver pero con la colaboración de los hombres. Pero que hay que mirar la mentalidad de Cristo para no perdernos en una política meramente terrenal, sino para admitir en nuestros esfuerzos reivindicativos las perspectivas de la liberación universal de Jesucristo. ¡Sólo así podremos celebrar al Divino Salvador!. Una liberación que Él nos trae no para quedarse rey de la tierra. Soluciones de la tierra, ésas las huye. Solamente el Señor las asume, sí, pero para incorporarlas, como yo digo en mi Carta Pastoral, incorporarlas a la gran liberación, a la trascendencia a la que permanece, a la que nos hace verdadera y profundamente felices. Yo los invito a que así preparemos nuestro espíritu, para celebrar las próximas fiestas del Divino Salvador. Así sea...

 Homilía, 29 de julio de 1979.

 

Papa Francisco. Angelus. 26 de julio de 2015

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este domingo (Jn 6, 1-15) presenta el gran signo de la multiplicación de los panes, en la narración del evangelista Juan. Jesús se encuentra a orillas del lago de Galilea, y lo rodea «mucha gente», atraída por los «signos que hacía con los enfermos» (v. 2). En él actúa el poder misericordioso de Dios, que cura todo mal del cuerpo y del espíritu. Pero Jesús no es sólo alguien que cura, es también maestro: en efecto, sube al monte y se sienta, con la típica actitud del maestro cuando enseña: sube a la «cátedra» natural creada por su Padre celestial. Jesús, que sabe bien lo que está por hacer, en este momento pone a prueba a sus discípulos. ¿Qué se puede hacer para dar de comer a toda esa gente? Felipe, uno de los Doce, hace un cálculo veloz: organizando una colecta, se podrían recoger al máximo doscientos denarios para comprar el pan, que aun así no sería suficiente para dar de comer a cinco mil personas.

Los discípulos razonan con parámetros de «mercado», pero Jesús sustituye la lógica del comprar con otra lógica, la lógica del dar. Y he aquí que Andrés, otro de los Apóstoles, hermano de Simón Pedro, presenta a un joven que pone a disposición todo lo que tiene: cinco panes y dos peces; pero ciertamente —dice Andrés— no es nada para esa multitud (cf. v. 9). Pero Jesús esperaba justamente eso. Ordena a los discípulos que hagan sentar a la gente, luego toma los panes y los peces, da gracias al Padre y los distribuye (cf. v. 11). Estos gestos anticipan los de la última Cena, que dan al pan de Jesús su significado más auténtico. El pan de Dios es Jesús mismo. Al comulgar con Él, recibimos su vida en nosotros y nos convertimos en hijos del Padre celestial y hermanos entre nosotros. Recibiendo la comunión nos encontramos con Jesús realmente vivo y resucitado. Participar en la Eucaristía significa entrar en la lógica de Jesús, la lógica de la gratuidad, de la fraternidad. Y, por pobres que seamos, todos podemos dar algo. «Recibir la Comunión» significa recibir de Cristo la gracia que nos hace capaces de compartir con los demás lo que somos y tenemos.

La multitud quedó impresionada por el prodigio de la multiplicación de los panes; pero el don que Jesús ofrece es plenitud de vida para el hombre hambriento. Jesús sacia no sólo el hambre material, sino el más profundo, el hambre de sentido de la vida, el hambre de Dios. Ante el sufrimiento, la soledad, la pobreza y las dificultades de tanta gente, ¿qué podemos hacer nosotros? Lamentarse no resuelve nada, pero podemos ofrecer ese poco que tenemos, como el joven del Evangelio. Seguramente tenemos alguna hora de tiempo, algún talento, alguna competencia... ¿Quién de nosotros no tiene sus «cinco panes y dos peces»? ¡Todos los tenemos! Si estamos dispuestos a ponerlos en las manos del Señor, bastarían para que en el mundo haya un poco más de amor, de paz, de justicia y, sobre todo, de alegría. ¡Cuán necesaria es la alegría en el mundo! Dios es capaz de multiplicar nuestros pequeños gestos de solidaridad y hacernos partícipes de su don.

Que nuestra oración sostenga el compromiso común para que a nadie falte el Pan del cielo que dona la vida eterna y lo necesario para una vida digna, y se consolide la lógica de la fraternidad y del amor. La Virgen María nos acompañe con su intercesión maternal.

 

Papa Francisco. Angelus. 29 de julio de 2018.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! ¡Sois valientes con este sol en la plaza! ¡Felicidades!

 

El Evangelio de hoy (cf. Juan 6, 1-15) presenta el relato de la multiplicación de los panes y de los peces. Viendo la gran muchedumbre que lo había seguido cerca del mar de Galilea, Jesús se dirige al apóstol Felipe y pregunta: «¿Dónde vamos a comprar panes para que coman estos?» (v. 5). El poco dinero que Jesús y los apóstoles poseen, de hecho, no bastan para quitar el hambre de aquella multitud. Y he ahí que Andrés, otro de los Doce, conduce hasta Jesús a un chico que pone a disposición todo lo que tiene: cinco panes y dos peces; pero ciertamente —dice Andrés— no son nada para tantos (cf. v. 9). ¡Bueno este chico! Valiente. También él veía a la multitud y veía sus cinco panes. Dice: «Yo tengo esto: si sirve, estoy a disposición». Este chico nos hace pensar... esa valentía... los jóvenes son así, tienen valor. Debemos ayudarlos a llevar adelante ese valor. Sin embargo, Jesús ordena a los discípulos que hagan que la gente se siente, luego toma esos panes y esos peces, le da gracias al Padre y los distribuye (cf. v. 11), y todos pueden tener alimento hasta saciarse. Todos comieron lo que quisieron.

Con esta página evangélica, la litúrgica nos lleva a no quitar la mirada de aquel Jesús que el pasado domingo, en el Evangelio de Marcos, viendo «una gran multitud tuvo compasión de ellos» (6, 34). También aquel chico de los cinco panes entendió esta compasión y dijo: «¡Pobre gente! Yo tengo esto...». La compasión le llevó a ofrecer lo que tenía. Hoy, de hecho, Juan nos muestra nuevamente a Jesús atento a las necesidades primarias de las personas. El episodio surge de un hecho concreto: las personas están hambrientas y Jesús involucra a sus discípulos para que este hambre se sacie. Este es el hecho concreto. A la multitud, Jesús no se limitó a donar esto —ofreció su Palabra, su consuelo, su salvación, su vida—, pero ciertamente hizo también esto: se encargó del alimento para el cuerpo. Y nosotros, sus discípulos, no podemos hacer como si nada. Solamente escuchando las más sencillas peticiones de la gente o poniéndose cerca de sus situaciones existenciales concretas se podrá ser escuchado cuando se habla de valores superiores. El amor de Dios por la humanidad hambrienta de pan, de libertad, de justicia, de paz, y sobre todo de su gracia divina nunca falla.

Jesús continúa también hoy quitando el hambre, haciéndose presencia viva que da consuelo, y lo hace a través de nosotros. Por lo tanto, el Evangelio nos invita a estar disponibles y laboriosos, como aquel chico que se da cuenta de que tiene cinco panes y dice: «Yo doy esto, después tú verás...». Frente al grito de hambre —toda clase de «hambre»— de tantos hermanos y hermanas en todas partes del mundo, no podemos quedarnos como meros espectadores alejados y tranquilos.

El anuncio de Cristo, pan de vida eterna, requiere un generoso compromiso de solidaridad por los pobres, los débiles, los últimos, los indefensos. Esta acción de proximidad y de caridad es la mejor muestra de la calidad de nuestra fe, tanto a nivel personal como a nivel comunitario. Después, al final del relato, Jesús, cuando todos fueron saciados, Jesús dijo a los discípulos que recogieran los pedazos que habían sobrado, para que no se perdiera nada. Y yo quisiera proponeros esta frase de Jesús: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda» (v. 12). Pienso en la gente que tiene hambre y en cuánta comida sobrante tiramos... que cada uno piense: el alimento que sobra en la comida, la cena, ¿a dónde va? ¿En mi casa qué se hace con la comida que sobra? ¿Se tira? No. Si tú tienes esta costumbre, te doy un consejo: habla con tus abuelos que han vivido la posguerra, y pregúntales qué hacían con la comida sobrante. Nunca se tira la comida sobrante. Se vuelve a hacer o se da a quien pueda comerlo, a quien tiene necesidad. Nunca se tira la comida sobrante. Este es un consejo y también un examen de conciencia: ¿Qué se hace en casa con la comida que sobra? Recemos a la Virgen María para que en el mundo prevalezcan los programas dedicados al desarrollo, a la alimentación, a la solidaridad, y no al odio, a los armamentos y a la guerra.

Después de impartir la bendición

No os olvidéis de dos cosas: una imagen, un icono, y una frase, una pregunta. El icono del joven valiente que da lo poco que tiene para quitar el hambre a una gran multitud. Tened valor, siempre. Y la frase, que es una pregunta, un examen de con ciencia: ¿qué se hace en casa con la comida que sobra? ¡Gracias!

 

Papa Francisco. Angelus. 25 de julio de 2021

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de la Liturgia de este domingo narra el célebre episodio de la multiplicación de los panes y los peces, con los que Jesús sacia el hambre de cerca de cinco mil personas que se habían congregado para escucharlo (cf. Jn 6,1-15). Es interesante ver cómo ocurre este prodigio: Jesús no crea los panes y los peces de la nada, no, sino que obra a partir de lo que le traen los discípulos. Dice uno de ellos: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es esto para tantos?» (v. 9). Es poco, no es nada, pero le basta a Jesús.

Tratemos ahora de ponernos en el lugar de ese muchacho. Los discípulos le piden que comparta todo lo que tiene para comer. Parece una propuesta sin sentido, es más, injusta. ¿Por qué privar a una persona, sobre todo a un muchacho, de lo que ha traído de casa y tiene derecho a quedárselo para sí? ¿Por qué quitarle a uno lo que en cualquier caso no es suficiente para saciar a todos? Humanamente es ilógico. Pero no para Dios. De hecho, gracias a ese pequeño don gratuito y, por tanto, heroico, Jesús puede saciar a todos. Es una gran lección para nosotros. Nos dice que el Señor puede hacer mucho con lo poco que ponemos a su disposición. Sería bueno preguntarnos todos los días: “¿Qué le llevo hoy a Jesús?”. Él puede hacer mucho con una oración nuestra, con un gesto nuestro de caridad hacia los demás, incluso con nuestra miseria entregada a su misericordia. Nuestras pequeñeces a Jesús, y Él hace milagros. A Dios le encanta actuar así: hace grandes cosas a partir de las pequeñas, de las gratuitas.

Todos los grandes protagonistas de la Biblia, desde Abrahán hasta María y el muchacho de hoy, muestran esta lógica de la pequeñez y del don. La lógica del don es muy diferente de la nuestra. Nosotros tratamos de acumular y aumentar lo que tenemos; Jesús, en cambio, pide dar, disminuir. Nos encanta añadir, nos gustan las adiciones; a Jesús le gustan las sustracciones, quitar algo para dárselo a los demás. Queremos multiplicar para nosotros; Jesús aprecia cuando dividimos con los demás, cuando compartimos. Es curioso que en los relatos de la multiplicación de los panes presentes en los Evangelios no aparezca nunca el verbo “multiplicar”. Es más, los verbos utilizados son de signo opuesto: “partir”, “dar”, “distribuir” (cf. v. 11; Mt 14,19; Mc 6,41; Lc 9,16). Pero no se usa el verbo “multiplicar”. El verdadero milagro, dice Jesús, no es la multiplicación que produce orgullo y poder, sino la división, el compartir, que aumenta el amor y permite que Dios haga prodigios. Probemos a compartir más, probemos a seguir este camino que nos enseña Jesús.

Tampoco hoy la multiplicación de los bienes resuelve los problemas sin una justa distribución. Me viene a la mente la tragedia del hambre, que afecta especialmente a los niños. Se ha calculado —oficialmente— que alrededor de siete mil niños menores de cinco años mueren a diario en el mundo por motivos de desnutrición, porque carecen de lo necesario para vivir. Ante escándalos como estos, Jesús nos dirige también a nosotros una invitación, una invitación similar a la que probablemente recibió el muchacho del Evangelio, que no tiene nombre y en el que todos podemos vernos: “Ánimo, da lo poco que tienes, tus talentos y tus bienes, ponlos a disposición de Jesús y de los hermanos. No temas, nada se perderá, porque, si compartes, Dios multiplica. Echa fuera la falsa modestia de sentirte inadecuado, ten confianza. Cree en el amor, cree en el poder del servicio, cree en el poder de la gratuidad”.

Que la Virgen María, que dijo “sí” a la inaudita propuesta de Dios, nos ayude a abrir nuestros corazones a las invitaciones de Dios y a las necesidades de los demás.

 

Benedicto XVI. Angelus. 26 de julio de 2009

Queridos hermanos y hermanas:

¡Feliz domingo a todos vosotros! Nos encontramos aquí, en Les Combes, junto a la acogedora casa que los salesianos ponen a disposición del Papa, donde ya estoy concluyendo el período de descanso entre las bellas montañas del Valle de Aosta. Doy gracias a Dios, que me ha concedido la alegría de estas jornadas caracterizadas por una auténtica distensión, a pesar del pequeño infortunio que bien conocéis y que es visible.

Aprovecho la ocasión para agradecer con afecto a cuantos se apresuraron a estar cerca de mí con discreción y con gran entrega. Saludo al cardenal Poletto y a los obispos presentes, en particular al obispo de Aosta, monseñor Giuseppe Anfossi, a quien agradezco las palabras que me ha dirigido. Saludo cordialmente al párroco de Les Combes, a las autoridades civiles y militares, a las Fuerzas del orden y a todos vosotros, queridos amigos, así como a quienes están unidos a nosotros a través de la radio y la televisión.

Hoy, en este espléndido domingo, en el que el Señor nos muestra toda la belleza de su creación, la liturgia prevé como página evangélica el inicio del capítulo VI de san Juan, que contiene al principio el milagro de los panes, cuando Jesús dio de comer a miles de personas con sólo cinco panes y dos peces; a continuación, el otro prodigio del Señor caminando sobre las aguas del lago en medio de la tempestad; y, por último, el discurso en el que él se revela como "el pan de vida".

Al narrar el "signo" de los panes, el evangelista subraya que Cristo, antes de distribuirlos, los bendijo con una oración de acción de gracias (cf. v. 11). El verbo griego es eucharistein, y remite directamente al relato de la última Cena, en el que, de hecho, san Juan no refiere la institución de la Eucaristía, sino el lavatorio de los pies. La Eucaristía aquí está como anticipada en el gran signo del pan de vida.

En este Año sacerdotal, cómo no recordar que especialmente nosotros, los sacerdotes, podemos reflejarnos en este texto joánico, identificándonos con los Apóstoles cuando dicen: ¿Dónde vamos a comprar pan para toda esta gente? Y al leer sobre aquel anónimo muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, también se nos ocurre espontáneamente decir: ¿pero qué es esto para tan gran multitud? En otras palabras: ¿qué soy yo? ¿Cómo puedo, con mis limitaciones, ayudar a Jesús en su misión? Y la respuesta la da el Señor: los sacerdotes, nosotros los sacerdotes, precisamente poniendo en sus manos "santas y venerables" lo poco que somos, nos convertimos en instrumentos de salvación para muchos, para todos.

Me suscita un segundo punto de reflexión la memoria de hoy de los santos Joaquín y Ana, padres de la Virgen y, por lo tanto, abuelos de Jesús. Esta memoria litúrgica hace pensar en el tema de la educación, que ocupa un lugar importante en la pastoral de la Iglesia. En particular, nos invita a rezar por los abuelos, que en la familia son los depositarios y a menudo los testigos de los valores fundamentales de la vida. La tarea educativa de los abuelos siempre es muy importante, más todavía cuando, por distintas razones, los padres no pueden asegurar una presencia adecuada junto a sus hijos cuando están creciendo.

Encomiendo a la protección de santa Ana y de san Joaquín a todos los abuelos del mundo, impartiéndoles una bendición especial. Que la Virgen María, quien -según una bella iconografía- aprendió a leer las Sagradas Escrituras en las rodillas de su madre Ana, les ayude a alimentar siempre la fe y la esperanza en las fuentes de la Palabra de Dios.

 

Benedicto XVI. Angelus. 29 de julio de 2012

Queridos hermanos y hermanas:

Este domingo hemos iniciado la lectura del capítulo 6 del Evangelio de san Juan. El capítulo se abre con la escena de la multiplicación de los panes, que después Jesús comenta en la sinagoga de Cafarnaúm, afirmando que él mismo es el «pan» que da la vida. Las acciones realizadas por Jesús son paralelas a las de la última Cena: «Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados», como dice el Evangelio (Jn 6, 11). La insistencia en el tema del «pan», que es compartido, y en la acción de gracias (v. 11, eucharistesas en griego), recuerda la Eucaristía, el sacrificio de Cristo para la salvación del mundo.

El evangelista señala que la Pascua, la fiesta, ya estaba cerca (cf. v. 4). La mirada se dirige hacia la cruz, el don de amor, y hacia la Eucaristía, la perpetuación de este don: Cristo se hace pan de vida para los hombres. San Agustín lo comenta así: «¿Quién, sino Cristo, es el pan del cielo? Pero para que el hombre pudiera comer el pan de los ángeles, el Señor de los ángeles se hizo hombre. Si no se hubiera hecho hombre, no tendríamos su cuerpo; y si no tuviéramos su cuerpo, no comeríamos el pan del altar» (Sermón 130, 2). La Eucaristía es el gran encuentro permanente del hombre con Dios, en el que el Señor se hace nuestro alimento, se da a sí mismo para transformarnos en él mismo.

En la escena de la multiplicación se señala también la presencia de un muchacho que, ante la dificultad de dar de comer a tantas personas, comparte lo poco que tiene: cinco panes y dos peces (cf. Jn 6, 8). El milagro no se produce de la nada, sino de la modesta aportación de un muchacho sencillo que comparte lo que tenía consigo. Jesús no nos pide lo que no tenemos, sino que nos hace ver que si cada uno ofrece lo poco que tiene, puede realizarse siempre de nuevo el milagro: Dios es capaz de multiplicar nuestro pequeño gesto de amor y hacernos partícipes de su don. La multitud queda asombrada por el prodigio: ve en Jesús al nuevo Moisés, digno del poder, y en el nuevo maná, el futuro asegurado; pero se queda en el elemento material, en lo que había comido, y el Señor, «sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo» (Jn 6, 15). Jesús no es un rey terrenal que ejerce su dominio, sino un rey que sirve, que se acerca al hombre para saciar no sólo el hambre material, sino sobre todo el hambre más profunda, el hambre de orientación, de sentido, de verdad, el hambre de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, pidamos al Señor que nos ayude a redescubrir la importancia de alimentarnos no sólo de pan, sino de verdad, de amor, de Cristo, del cuerpo de Cristo, participando fielmente y con gran conciencia en la Eucaristía, para estar cada vez más íntimamente unidos a él. En efecto, «no es el alimento eucarístico el que se transforma en nosotros, sino que somos nosotros los que gracias a él acabamos por ser cambiados misteriosamente. Cristo nos alimenta uniéndonos a él; “nos atrae hacia sí”» (Exhort. apost. Sacramentum caritatis, 70). Al mismo tiempo, oremos para que nunca le falte a nadie el pan necesario para una vida digna, y para que se acaben las desigualdades no con las armas de la violencia, sino con el compartir y el amor.

Nos encomendamos a la Virgen María, a la vez que invocamos sobre nosotros y sobre nuestros seres queridos su maternal intercesión.

 

MISA DE NIÑOS. DOMINGO 18 T. ORDINARIO.

Monición de entrada.

La misa es una comida muy especial.

Una comida que nos pide tengamos los ojos de la fe.

Para así escuchar a Jesús en las lecturas y verle en el pan y el vino.

Que esta misa nos ayude a entender lo importante que es.

 

Señor, ten piedad.

Tú eres el pan bajado del cielo. Señor, ten piedad.

Tú eres el pan que nos da la vida. Cristo, ten piedad.

Tú eres el pan que nos da la vida eterna. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.

-Por el Papa Francisco y nuestro obispo Enrique, para que nos enseñen a entender la misa. Te lo pedimos Señor.

-Por la Iglesia, para que la misa sea una llamada bonita para todos.  Te lo pedimos Señor.

-Por los que no vienen a misa, para que sepan entenderla. Te lo pedimos, Señor.

-Por las personas que se dedican a acabar con el hambre, para que lo consigan. Te lo pedimos, Señor.

-Por nosotros, para que sepamos dar a los que no tienen. Te lo pedimos, Señor.

 

 Acción de gracias.

Virgen María, queremos darte las gracias por la misa en la que recibimos a Jesús, el mismo que tú tuviste en tus brazos.

 

ORACIÓN PARA EL CENTRE JUNIORS CORBERA.  DOMINGO XVII T.O.

EXPERIENCIA.

Toma conciencia de encontrarte en la presencia de Dios.

Haz la señal de la cruz. A través de ella invocamos a Dios Padre e Hijo y Espíritu Santo, Quien salvó toda nuestra persona con su cruz.

¿Quiénes te han hecho feliz durante la última semana? ¿Cómo lo han conseguido?

La felicidad se alcanza con pequeños gestos de muchas personas: una mirada, una palabra, un abrazo,…

Mira el vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=NZibQLKRghw

Piensa en él. Recuerda momentos de tu vida semejantes en los que tú has tomado la iniciativa.

 

REFLEXIÓN.

Lectio.

Lee el evangelio de este domingo.

X Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 1-15.

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:

-¿Con qué compraremos panes para que coman estos?

Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó:

-Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:

-Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿Qué es eso para tantos?

Jesús dijo:

-Decid a la gente que se siente en el suelo.

Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:

-Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda.

Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:

-Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo.

Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña.

Sitúate en la escena: imagina el lugar, la montaña, la muchedumbre, los personajes y ocupa el lugar de Felipe, Andrés y el muchacho.

Particularmente recrea el encuentro del muchacho con Jesús. Con la imaginación interpreta al chico. ¿Cómo te mira Jesús? ¿Qué hacen los apóstoles? ¿Cómo es tu asombro ante el milagro?

Meditatio.

Durante el Ángelus del día 29 de julio de 2012 el papa Benedicto XVI nos ofreció la siguiente reflexión: “En la escena de la multiplicación se señala también la presencia de un muchacho que, ante la dificultad de dar de comer a tantas personas, comparte lo poco que tiene: cinco panes y dos peces (cf. Jn 6, 8). El milagro no se produce de la nada, sino de la modesta aportación de un muchacho sencillo que comparte lo que tenía consigo. Jesús no nos pide lo que no tenemos, sino que nos hace ver que si cada uno ofrece lo poco que tiene, puede realizarse siempre de nuevo el milagro: Dios es capaz de multiplicar nuestro pequeño gesto de amor y hacernos partícipes de su don.”

Reflexiona sobre ella, relacionándola con el vídeo y el evangelio.

Son días de campamento, y muchos de nosotros asistiremos a uno de ellos. Durante esos días le ofrecemos a Jesús nuestro tiempo y él a través de la Iglesia lo multiplica saciando el hambre de los acampados.

Oratio.

Quizás estés de campamento o pronto vayas, háblale a Jesús de él, ofrécele cuanto tienes, tus capacidades, pídele que las multiplique.

COMPROMISO.

Contemplatio.

Buscar tu rincón de oración, en tu habitación, en tu casa o en un lugar del pueblo, un jardín, un sendero y como en la Iglesia, allí siempre está vivo, en la presencia sacramental de la eucaristía, del sagrario.

Permanece en silencio, ofrécele tu persona y sobre todo permítele que te hable al corazón, con el silencio, el recuerdo, la repetición de alguna de las frases del evangelio.

 

CELEBRACIÓN.

Escucha la canción Yo no soy nada.

https://www.youtube.com/watch?v=CLkdejMyX8Q

Yo no soy nada

Y del polvo nací

Pero Tú me amas y moriste por mí

Ante la cruz

Solo puedo exclamar

Tuyo soy

Tuyo soy, Señor

Toma mis manos, te pido

Toma mis labios

Te amo

Toma mi vida

Oh, Padre, tuyo soy

Tuyo soy

Tuyo soy

Tuyo soy

Cuando de rodillas

Te miro, Jesús

Miro tu grandeza y mi pequeñez

¿Qué puedo darte yo?

Solo mi ser

Tuyo soy

Tuyo soy

Toma mis manos, te pido

Toma mis labios

Te amo

Toma mi vida

Oh, Padre, tuyo soy

Tuyo soy

Gloria a Dios

 

BIBLIOGRAFÍA.

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. BAC. Madrid. 2016.

Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.

Biblia del Peregrino. Edición de Luis Alonso Schökel. EGA-Mensajero. Bilbao. 1995.

Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.

Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.

Secretariado Nacional de Liturgia. Libro de la Sede. Primera edición: 1983. Coeditores Litúrgicos. Barcelona. 2004.

Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.

Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 2. Evangelio según san Marcos. Ciudad Nueva. Madrid. 2009.

San Juan de Ávila. Obras Completas i. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid. 2015.

No hay comentarios: