Primera lectura.
Lectura del libro del Génesis 18, 20-32.
En aquellos días, el Señor dijo:
-El clamor contra Sodoma y Gomorra es fuerte y su pecado es grave:
voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la queja llegada a mí;
y si no, lo sabré.
Los hombres se volvieron de allí y se dirigieron a Sodoma,
mientras Abrahán seguía en pie ante el Señor. Abrahán se acercó y le dijo:
-¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay
cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás el lugar por
los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti tal cosa!, matar al
inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del
culpable; ¡lejos de ti! El juez de toda la tierra, ¿no hará justicia?
El Señor contestó:
Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré
a toda la ciudad en atención a ellos.
Abrahán respondió:
-¡Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza! Y
si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco,
toda la ciudad?
Respondió el Señor:
-No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco.
Abrahán insistió:
-Quizá no se encuentren más que cuarenta.
Él dijo:
-En atención a los cuarenta, no lo haré.
Abrahán siguió hablando:
-Que no se enfade mi Señor si sigo hablando. ¿Y si se encuentran
treinta?
Él contestó:
-No lo haré, si encuentro allí treinta.
Insistió Abrahán:
-Ya que me he atrevido a hablar a mi Señor, ¿y si se encuentran
allí veinte?
Respondió el Señor:
-En atención a los veinte, no la destruiré.
Abrahán continuó:
-Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más. ¿Y si se
encuentran diez?
Contestó el Señor:
-En atención a los diez, no los destruiré.
Textos
paralelos.
A ver si lo que han hecho responde en todo al
clamor que ha llegado hasta mí.
Gn 4, 10: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre
de tu hermano clama a mí desde la tierra.
Tampoco los destruiría en atención a los diez.
Jr 5, 1: Repasad las calles de Jerusalén,
mirad, inspeccionad, buscad en vuestras plazas a ver si hay alguien que respete
el derecho y practique la sinceridad; y le perdonaré.
Ez 23, 30: Esto es lo que te traen tu infamia
y tus prostituciones, por fornicar con las naciones y contaminarte con sus
ídolos.
Dt 7, 10: Al que lo aborrece, le paga en
persona sin hacerse esperar, al que lo aborrece le paga en persona.
Jr 31, 29: En aquellos días ya no se dirá:
“Los padres comieron agraces, los hijos tuvieron dentera”.
Ez 14, 12: Me dirigió la palabra el Señor:
Hijo de Adán; si un país peca contra mí cometiendo un delito, extenderé mi mano
contra él, le cortaré el sustento de pan y le mandaré hambre y extirparé de él
hombres y animales.
Jr 5, 10: Subid a sus azoteas, destruid sin
aniquilar; arrancad sus sarmientos, pues ya no son del Señor.
Ez 22, 30: Busqué entre ellos uno que
levantara una cerca, que por amor a la tierra aguantara en la brecha frente a
mí, para que no la destruyera, pero no lo encontré.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
18, 24 Problema de todos los tiempos: ¿ha de sufrir los buenos
como los malvados, y a causa de ellos? Era tan fuerte en el antiguo Israel el
sentimiento de la responsabilidad colectiva, que no se pregunta aquí si los
justos podrían ser liberados individualmente. De hecho, Dios salvará a Lot y su
familia; pero el principio de la responsabilidad individual no llegará a
formularse hasta Dt 7, 10; Jr 31, 29-30; Ez 14, 12. Ya que todos han de sufrir
la misma suerte, Abrahán únicamente pregunta si acaso algunos justos no
llegarán a conseguir el perdón de muchos culpables. Las respuestas de Yahvé
confirman el papel salvador de los santos en el mundo. Pero, en su regateo de
misericordia, Abrahán no se atreve a bajar de diez justos. Según Jr 5, 1 y Ez
22, 30, Dios perdonaría a Jerusalén aún cuando no hallara en ella más que un
justo. Finalmente, en Is 53, el sufrimiento del único Siervo es el que ha de
salvar a todo el pueblo, pero este anuncio no será comprendido hasta que Cristo
lo haya realizado.
18 25 Ver Rm 3, 6. Más injusticia hay en condenar a algunos
inocentes que en absolver a una multitud de culpables.
Salmo
responsorial
Sal 138 (137), 1-3.6-8 (R/: 3a)
R/. Cuando
te invoqué, me escuchaste, Señor.
Te
doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque
escuchaste las palabras de mi boca;
delante
de los ángeles tañeré para ti;
me
postraré hacia tu santuario. R/.
Daré
gracias a tu nombre:
por
tu misericordia y tu lealtad,
porque
tu promesa supera tu fama.
Cuanto
te invoqué, me escuchaste,
acreciste
el valor en mi alma. R/.
El
Señor es sublime, se fija en el humilde,
y
de lejos conoce al soberbio.
Cuando
camino entre peligros,
me
conservas la vida;
extiendes
tu mano contra la ira de mi enemigo. R/.
Tu
derecha me salva.
El
Señor completará sus favores conmigo.
Señor,
tu misericordia es eterna,
no
abandones la obra de tus manos. R/.
Textos
paralelos.
Te
doy gracias, Yahvé, de todo corazón.
Sal 9, 2: Te doy
gracias, Señor, de todo corazón, contando tus maravillas.
En
presencia de los ángeles tañeré para tu nombre.
Sal 5, 8: Yo en
cambio, por tu gran bondad, puedo entrar en tu casa y postrarme en tu santuario
con reverencia.
Aumentaste
mi vigor interior.
Is 40, 29: Él da
fuerza al cansado, acrecienta el vigor del inválido.
Excelso
es Yahvé.
Is 57, 15: Porque
así dice el Alto y Excelso, Morador eterno, cuyo nombre es Santo: Yo moro en la
altura sagrada, pero estoy con los de ánimo humilde y quebrantado, par reanimar
a los humildes, par reanimar el corazón quebrantado.
Lc 1, 51-52: Su
poder se ejerce con su brazo: desbarata a los soberbios en sus planes: derriba
del trono a los potentados y ensalza a los humildes.
Ante
la cólera del enemigo, extiendes tu mano.
Sal 23, 5: Ese
recibirá del Señor la bendición y la justicia de Dios su Salvador.
Yahvé
lo hará todo por mí.
Sal 57, 3: Invoco
al Dios Altísimo, a Dios que me completa sus favores.
Tu
amor es eterno.
Sal 100, 5: El
Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad de edad en edad.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
138 1 (a) Griego.
Verso omitido por hebreo.
138 1 (b) En
lugar de “ángeles” (griego, Vulgata traduce a veces “dioses” (los ídolos a los
que desafía el salmista); siriaco traduce “reyes” y el Targum “jueces”.
138 2 Lit.
“has engrandecido tu promesa por encima de tu renombre”. Texto dudoso.
138 3 “aumentaste”,
siriaco: “me conturbaste, hebreo.
Segunda
lectura.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 2, 12-14.
Hermanos:
Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo y habéis resucitado
con él, por la fe en la fuerza de Dios que lo resucitó de los muertos. Y a
vosotros, que estabais muertos por vuestros pecados y la incircuncisión de
vuestra carne, os vivificó con él. Canceló la nota de cargo que nos condenaba
con sus cláusulas contrarias a nosotros; la quitó de en medio, clavándola en la
cruz.
Palabra de Dios.
Textos
paralelos.
Al ser sepultados en él por el bautismo.
Rm 6, 4: Por el bautismo nos
sepultamos con él en la muerte, para vivir una vida nueva, lo mismo que Cristo
resucitó de la muerte por la acción gloriosa del Padre.
Lo resucitó de entre los
muertos.
Rm 1, 4: A partir de la
resurrección, establecido por el Espíritu Santo Hijo de Dios con poder.
Rm 8, 11: Y si el Espíritu del
que resucitó a Jesús de la muerte habita en vosotros, el que resucitó a
Jesucristo de la muerte dará vida a vuestros cuerpos mortales, por el Espíritu
suyo que habita en vosotros.
Ef 1, 19: Y la grandeza
extraordinaria de su poder a favor de nosotros los creyentes, según la eficacia
de su fuerza poderosa.
Ef 2, 6: Con Cristo Jesús nos
resucitó y nos sentó en el cielo.
Os vivificó.
Ef 2, 1: También vosotros un
tiempo estabais muertos por vuestros pecados y transgresiones.
Ef 2, 5: Estando nosotros
muertos por los delitos, nos hizo revivir con Cristo – de balde os han salvado.
Canceló la nota de cargo.
Ef 2, 15: Anulando la ley con
sus preceptos y cláusulas, creando así en su persona de dos una sola y nueva
humanidad, haciendo las paces.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
2 12 Texto fundamental sobre el
bautismo, entendido como participación en la muerte y la resurrección de
Cristo. En Rm 6 la participación en la muerte estaba formulada en pasado
(muertos con Cristo) y la de la resurrección se abría a un futuro compartido
con Cristo (viviremos con él). Aquí se establece un paralelismo más estrecho:
estamos muertos y resucitados con Cristo. Los dos verbos están en pasado: una
anticipación que las epístolas procedentes no habían hecho. La finalidad es
evidente: confirmar a los cristianos su liberación de todo poder. Él irá
todavía más lejos.
2 13 (a) “os”: var.: “nos”.
2 13 (b) Sujeto: Dios Padre.
2 13 (c) “nos”; var. (Vulgata): “os”
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Lucas 11, 1-13.
Una vez que estaba Jesús orando
en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
-Señor, enséñanos a orar, como
Juan enseñó a sus discípulos.
Él les dijo:
Cuando oréis, decid:
-Padre, santificado sea tu
nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos
nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y
no nos dejes caer en tentación.
Y les dijo:
-Suponed que alguno de vosotros
tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice: “Amigo, préstame tres
panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que
ofrecerle”; y, desde dentro aquel le responde: “No me molestes; la puerta ya
está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para
dárteles”; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al
menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues yo os
digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá;
porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le
abre. ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una
serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si
vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos,
¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?
Textos
paralelos.
Estaba Jesús orando.
Lc 3, 21: Mientras todo el pueblo se
bautizaba, también Jesús se bautizó; y mientras oraba, se abrió el cielo.
Padre, santificado sea tu nombre.
Mt 6, 9-13 |
Lc 11, 2b-4 |
Vosotros rezad así:
¡Padre nuestro del cielo!
Sea respetada la santidad de
tu nombre,
Venga tu reinado, Cúmplase tu designio en la
tierra como en el cielo;
Danos hoy el pan del mañana.
Perdona nuestras ofensas como
también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes sucumbir a la
prueba y líbranos del maligno.
Pues si perdonáis a los
hombres las ofensas, vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros, pero si
no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras
ofensas. |
Cuando oréis, decid:
Padre,
sea respetada la santidad de
tu nombre,
Venga tu reinado;
Danos hoy el pan del mañana.
Perdónanos nuestros pecados
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes sucumbir a la
prueba. |
Imaginaos que uno de vosotros.
Lc 18, 1-8: Para inculcarles
que hace falta orar siempre sin cansarse, les contó una parábola: “Había en la
ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en la
misma ciudad una viuda que acudía a él para decirle: hazme justicia contra mi
rival. Por un tiempo se negó, pero más tarde se dijo: aunque no temo a Dios ni
respeto a los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia,
no vaya a acabar a golpes conmigo. El Señor añadió: Fijaos en lo que dice el
juez injusto; pues Dios ¿no hará justicia a sus elegidos si gritan a él día y
noche?, ¿les dará largas? Os digo que les hará justicia pronto. Solo que,
cuando llegue el Hijo del hombre, ¿encontrará esa fe en la tierra?
Mt 7, 7-11 |
Lc 11, 9-13 |
Pedid y os darán, buscad y
encontraréis, llamad y os abrirán; pues quien pide recibe, quien busca
encuentra, a quien llama le abren.
¿Quién de vosotros, si su
hijo le pide pan, le da una piedra?, ¿o si le pide pescado, le da una
culebra?
Pues si vosotros, con lo
malos que sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más dará
vuestro Padre del cielo cosas buenas a los que se las pidan! |
Y yo os digo:
Pedid y se os dará, buscad y
encontraréis, llamad y os abrirán. Pues quien pide recibe, quien busca
encuentra, a quien llama le abren.
¿Qué padre entre vosotros, si
su hijo le pide pan, le da una piedra?, o si le pide pescado ¿le dará en vez
de pescado una serpiente?,
o si pide un huevo, ¿le dará
un escorpión?
Pues si vosotros, con lo
malos que sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuando más vuestro
Padre del cielo dará Espíritu Santo a quienes lo pidan. |
Jn 14, 13-14: Y lo que pidáis
alegando mi nombre lo haré, para que por el Hijo se manifieste la gloria del
Padre. Si pedís algo alegando mi nombre, yo lo haré.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
11 2 (a) El texto de Mt contiene siete
peticiones, el de Lc 20 solamente cinco.
11 2 (b) Esta invocación inicial es más
simple que en Mt. Volvemos a hallarla al comienzo de las oraciones de Jesús en
Lc 22, 42.
11 2 (c) En Lc algunos testigos antiguos
dicen: “Haz venir sobre nosotros tu Reino”.
11 3 Var. (que quizá tenga su origen
en la liturgia bautismal: “que tu Espíritu Santo venga sobre nosotros y nos
purifique”).
11 4 Lc interpreta con exactitud las
“deudas” de Mt, conservando con todo en el verso siguiente (“a todo el que nos
debe”) el aspecto jurídico de Mt.
14 5 El contexto de esta parábola y
la aplicación que Lc le da en los vv. 9-13 indican que se trata de una
invitación a la oración. La parábola propiamente dicha, en los vv. 5-8,
presenta varios rasgos comunes con la de 18, 2-5, a la que Lc da un sentido
parecido (v. 1). Es probable que, en su origen,
estas dos parábolas formasen una pareja.
11 8 Algunos testigos textuales
introducen al comienzo: “Si él insiste en su llamada”.
11 9 Lit. “os será dado”. En el
lenguaje de Jesús, esta fórmula pasiva es una forma discreta de indicar la
acción de Dios, sin nombrarlo (“pasiva teológica”). Es empleada también en el
tercer verbo de la frase.
11 11 Adicción: “pan, le da una
piedra”. Adecuación a Mt 7, 9.
11 13 En lugar de “cosas buenas” de
Mt 7, 11. El Espíritu Santo es la “cosa buena” por excelencia.
Notas
exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica
2-4 La diversa formulación del
Padrenuestro en Mt y Lc puede deberse a que las primeras comunidades cristianas
lo rezaban con diversas variantes; Jesús pudo repetir esta fórmula de oración
en diversos sitios y ocasiones, con palabras parecidas. La insistencia en pedir
el PAN DE CADA DÍA se entiende en la situación de los discípulos que marchan
sin alforja ni dinero, uniendo esto con la confianza en la Providencia.
5-13 Instrucción en dos parábolas,
una de ellas exclusiva de Lc, con sendas moralejas: la necesidad de orar
perseverantemente, con la certeza de obtener lo que se pide, y la actitud de
Dios, siempre dispuesto a conceder a sus hijos cosas buenas (Mt), “espíritu
santo” (Lc).
5 SI TIENE UN AMIGO…: lit. tendra
amigo (Gr. 1: kai griego con valor de condicional) irá a él…;
el resto de la parábola puede traducirse también cambiando los sujetos de las
oraciones gramaticales: “… un amigo, y le va este amigo a media noche y
le dice…”.
7 MIS HIJOS: o mis niños: lit.
los niñitos (sin valor de diminutivo) de mí. // COMO YO: lit. conmigo;
e. d., ellos y yo estamos ya acostados. // NO PUEDO: casi es “no quiero”. //
LEVANTARME A DÁRTELOS: lit. habiéndome levantado darte.
8. Lit. digo a vosotros, si no
dará a él habiéndose levantado por… por… habiéndose levantado dará a él de
cuantos necesita. La actuación final de ese hombre que se levanta y da, es
el tertium comparationis: si él actúa así, ¡Dios mucho más!
11-12 Lit. ¿a quién de vosotros
pedirá, al padre (=como padre, al que tenga verdadero corazón de padre) el
hijo pez y en vez de pez culebra le dará?, o también pedirá huevo, ¿dará a él
escorpión?
13 EL PADRE DESDE EL CIELO: otros
manuscritos leen el Padre que [está] en el cielo: el Padre celeste,
título divino, en contraste con “los padres terrenos”, los padres de aquí
abajo. A LOS QUE se dirigen a él
pidiéndole algo, cualquier cossa.
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé:
11, 1-4 Enséñanos a orar: En respuesta a esta petición,
Cristo nos dio “la oración del Señor”, también conocida como el Padrenuestro.
Esta oración nos invita a llamar a dios “Padre nuestro” y a reflexionar
sobre la filiación divina que disfrutamos con razón de nuestro bautismo. El uso
de la primera persona del plural subraya que se trata de una oración común de
la familia de Dios, la Iglesia, así como la comunión que existe entre todos sus
miembros. Centra nuestra oración en la adoración de Dios y de su reino, y luego
le pide por nuestras necesidades par recibir y colaborar con ese reino. Queda
como oración fundamental de todos los cristianos y se recita en el culto
público de la Iglesia, incluyéndose en cada misa. Tertuliano escribió que la
oración del Señor es realmente el resumen de todo el evangelio. Cat. 520, 1425,
2601, 2632, 2759, 2865.
11, 3 La Iglesia nos enseña que esto
se refiere tanto al pan en cuanto alimento para él cuerpo, como el pan de vida,
es decir, la Eucaristía. Cat. 2861.
11, 5-13 Tras la instrucción del
Padrenuestro, Cristo nos enseñó la necesidad de insistir y perseverar en la
oración. Si un amigo que vacila para cumplir un encargo lo consigue hacer por
insistencia nuestra, ¿cuánto más dará un padre lo que su hijo le pide, siempre
que sea para su bien? Por nuestra condición de hijos adoptivos de Dios, Él nos
dará lo que necesitamos y la confianza para que se cumpla. Cat. 728, 2613,
2623, 2671, 2761.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
520 Toda su vida, Jesús se muestra como nuestro modelo. Él es el hombre
perfecto que nos invita a ser sus discípulos y a seguirle: con su
anonadamiento, nos ha dado un ejemplo que imitar; con su oración atrae a la
oración; con su pobreza, llama a aceptar libremente la privación y las
persecuciones.
1425 El mismo Señor nos enseñó a orar: “Perdona nuestras ofensas” (Lc 11, 4),
uniendo el perdón mutuo de nuestras ofensas al perdón que Dios concederá a
nuestros pecados.
2601 “Estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus
discípulos: Maestro: enséñanos a orar (Lc 11, 1). ¿No es acaso, al contemplar a
su Maestro en oración, cuando el discípulo de Cristo desea orar? Entonces,
puede aprender del Maestro de oración. Contemplando y escuchando al Hijo, los
hijos aprenden a orar al Padre.
2632 La petición cristiana está centrada en el deseo y en la búsqueda del
Reino que viene, conforme a las enseñanzas de Jesús. hay una jerarquía en las
peticiones: primero el Reino, a continuación lo que es necesario para acogerlo
y para cooperar a su venida.
2759 En respuesta a esta petición [Maestro, enséñanos a orar (Lc 11, 1)], el
Señor confía a sus discípulos y a su Iglesia la oración cristiana fundamental.
San Lucas da de ella un texto breve (con cinco peticiones), san Mateo nos
transmite una versión más desarrollada (con siete peticiones). La tradición
litúrgica de la Iglesia ha conservado el texto de san Mateo.
2865 Con el “Amén” final expresamos nuestro “fiat” respecto a las siete
peticiones. “Así sea”.
2861 En la cuarta petición, al decir “danos”, expresamos, en comunión con
nuestros hermanos, nuestra confianza filial en nuestro Padre del cielo.
“Nuestro pan” designa el alimento terrenal necesario para la subsistencia de
todos y significa también el Pan de Vida: Palabra de Dios y Cuerpo de Cristo.
Se recibe en el “hoy” de Dios, como el alimento indispensable, lo más esencial
del Festín del Reino que anticipa la Eucaristía.
2813 San Lucas nos ha transmitido tres parábolas principales sobre la oración:
La primera “el amigo inoportuno”, invita a una oración insistente: “Llamad y se
os abrirá”. Al que ora así, el Padre del cielo “le dará todo lo que necesite”,
y sobre todo el Espíritu Santo que contiene todos los dones.
La segunda, “La viuda importuna”, está centrada en las cualidades de la
oración: es necesario orar siempre, sin cansarse, con la paciencia de la fe.
Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará fe sobre la tierra?”.
La tercera parábola, “el fariseo y el publicano”, se refiere a la
humanidad del corazón que ora. “Oh Dios, ten compasión de mí que soy pecador”.
La Iglesia no cesa de hacer suya esta oración: ¡Kyrie eleison!
2761 “La oración del Señor o dominical es, en verdad, el resumen de todo el
Evangelio”. “Cuando el Señor hubo legado esta fórmula de oración, añadió:
“Pedid y se os dará” (Jn 16, 24). Por tanto, cada uno puede dirigir al cielo
diversas oraciones según sus necesidades, pero comenzando siempre por la
oración del Señor que sigue siendo la oración fundamental.
Concilio Vaticano II
Como todos tropezamos muchas veces tenemos siempre necesidad de la
misericordia de Dios y debemos orar cada día: “Perdónanos nuestras deudas” (Mt
6, 12).
Constitución Lumen gentium, 40.
Los Santos Padres.
Nos concede su propia gloria. Eleva a los esclavos a la dignidad de la
libertad. Corona la naturaleza humana con la gloria. Cumple lo predicho en la
palabra del salmista: “Sois dioses e hijos del Altísimo todos vosotros” (Sal
82, 6). He aquí que nos rescata de la condición servil y nos confiere por
gracia lo que no tuvimos por naturaleza. Nos permite llamar a Dios Padre, es
decir, nos coloca en la línea de hijos.
S. Cirilo de Alejandría. Comentario al Ev. de Lucas, 71. III, pg.
263.
Formemos parte de tu reino: llegue también para nosotros lo que ha de
llegar para tus santos y justos.
S. Agustín. Sermón 56. III, pg. 265.
Cuando pedimos nuestro pan de cada día, pedimos vivir para siempre en
Cristo y estar inseparablemente unidos a su cuerpo.
Tertuliano, La oración, 6. III, pg. 266.
Hermanos carísimos, debemos meditar estas palabras del Señor intensamente
y con todo nuestro corazón, porque ciertamente atestiguan que el reino de los
cielos no se ha de dar ni encontrar ni abrir a los negligentes y a los ociosos,
sino a los que piden, a los que buscan y a los que llaman.
Beda, Homilía sobre los Evangelios, 2, 4. III, pg. 269.
San Agustín.
Nuestro Señor
Jesucristo, que con nosotros pide y con el Padre da, no nos exhortaría tan
insistentemente a pedir si no quisiera dar. Avergüéncese la desidia humana:
está más dispuesto él a dar que nosotros a recibir; más ganas tiene él de
hacernos misericordia que nosotros de vernos libres de nuestras miserias. Y
quede bien claro: si nos exhorta, lo hace para nuestro bien.
[…] Llama con tu oración
al Señor mismo con quien descansa su familia; pide, insiste. No necesita ser
vencido por la importunidad, como el amigo aquel, para levantarse y darte. Él
quiere dar. Si, aun llamando, no has recibido nada, sigue llamando, pues desea
dar. Difiere el dar lo que desea dar para que al diferirlo lo desees más
ardientemente, no sea que otorgándotelo luego, te parezca vil.
Cuando hayas conseguido
los tres panes, es decir, el alimento que es el conocimiento de la Trinidad,
tendrás con qué vivir tú y con qué alimentar al otro.
[…] Mas, para que pueda
serte dulce lo que te da, es necesario que poseas caridad, que tengas fe, que
tengas esperanza. Son dones también de Dios.
Sermón 105 I 1094ss,
San Juan de Ávila.
El tener a Dios en eta posesión y opinión es grande honra suya; muévese
mucho a dar. Hase de formar este afecto en los corazones, [siguiendo los
ejemplos de la Escritura, como aquél: ¿Quién de vosotros si tiene un amigo]
(cf. Lc 11, 3). Y aconsejaba el Señor, [en el ejemplo de la mujer con el juez]
que seamos importunos; y todos los lugares donde el Señor dice esto se deben
mucho meditar, y el servicio y contento que el Señor recibe en que le pidan.
Débese trabajar hasta que el corazón no
vaya a otra parte a buscar remedio, como Josafat.
Plática a los padres de la Compañía. I, pg. 814.
Las palabras son: [dame la bondad, la disciplina y la ciencia” (Sal 118,
66), que parecen ser una cosa con los tres panes que el señor dice que hemos de
pedir a nuestro vecino para poner delante de nuestro amigo que viene de camino
cansado (cf. Lc 11, 5-6).
Plática a sacerdotes. I, pg. 797.
San Agustín dijo, como quien lo habría probado: “Mejor se sueltan las
dudas con la oración que con cualquier otro estudio” (Carta 147). Y por no
cansar, y porque no sería posible deciros particularmente los frutos de la
oración, no os digo más, sino que la suma Verdad dijo que el Padre celestial
dará espíritu bueno a los que se lo piden (Lc 11, 13); con el cual vienen todos
los bienes.
Audi, filia (II). I, pg. 688.
Y por decir en una palabra lo que en esto siento, os traigo a la memoria
lo que dijo David: Bendito sea el Señor, que no quitó de mí mi oración y su
misericordia (Sal 65, 20). Sobre lo cual dice San Augustín: “Seguro puedes
estar que, si Dios no quita de ti la oración, no te quitará su misericordia”
(Ennarr. in Ps. 65). Y acordaos que el Señor dijo: Que el celestial Padre dará
espíritu bueno a los que se lo piden (Lc 11, 13).
Audi, filia (II). I, pg. 690.
San Lucas [perdona nuestras ofensas]. Ve aquí cómo, en la Sagrada
Scriptura, pecado se entiende también por venial. Por manera que hemos de
entender: la sangre de Cristo nos alimpia de todos los pecados mortales y
veniales que hicimos.
Lección sobre 1 San Juan (I). II, pg. 137.
La Santísima Trinidad nos lava autoritativamente (Lc 11, 4), la sangre de nuestro Señor Jesucristo,
meritoria, la gracia, formalmente; y ninguna otra cosa nos puede lavar nuestros
pecados y manchas meritoriamente, sino la sangre de Cristo, la cual, de
justicia, nos lava. Poco aprovecharán limosnas, ni lágrimas, ni ayunos, ni otra
sangre, si esta de Jesucristo no interviene.
Lecciones sobre 1 San Juan (II), II, pg. 362.
¿Qué haré padre, para tener este espíritu [os amáis unos a otros]? –
Demándaldo a Aquel puede dar, que ansí te lo mostró san Lucas: Si vos, quum
sitis mali (Lc 11, 13). ¿Qué más bien quiere un hombre que, teniendo este
espíritu de Cristo, viva en cristo y tenga así el rostro de Cristo?
Lecciones sobre 1 San Juan (II). II, pg. 356.
Estos imitaban a la Virgen bendita, la cual y ellos pedían con grande
insistencia lo que el Señor les enseñó, diciendo: ¡Señor, venga tu reino! (Lc
11, 12). Mas nosotros pedímoslo con la boca, y como gente que está sin la
gracia del Señor o tiene poca, y como gente que está avecindada en aqueste
mundo y tiene aquí el asiento de sus honras, riquezas y placeres, tiene los
estómagos hartos y ni desean salir de aquí, y aun tomarían por partido de que
esta vida fuese más larga. ¡Miserable estado de gente! Miserables tales
tiempos, en que los hombres de buena gana renuncian y se quieren pasar sin unos
bienes tan grandes como hay en el cielo, el menor de los cuales vale más que
todos los acá juntos; y son tales, que porque los hombres gozásemos de ellos,
el Hijo de Dios padeció muerte, y muerte de cruz!
Sermón de la Asunción de María. IV, pg. 965.
[S. Francisco de Asís:] “Padre nuestro, que estáis en los cielos,
santificado sea el tu nombre (Lc 11, 2). No quiero otro padre si a ti no,
Señor; si cruz llevaste, cruz quiero; si pobre fuiste, que no tuviste donde
reclinar tu cabeza (cf. Mt 8, 20; Lc 9, 58) – tanta fue tu extrema necesidad -
, pobre quiero ser; si pasaste mucha sed, mucha hambre, mucho frío, mucha
desnudez, yo también lo quiero ansí”. Maldecíalo su padre, y fuese a un
labrador y díjole: “Hermano, mi padre me maldice; en lugar de sus maldiciones,
bendíceme tú”. Echóle el buen hombre la bendición y díjole: “¡Bendito seas tú
de Dios, que tan bendito y tan dicho te hizo”.
Sermón de san Francisco de Asís. III, pg. 1059.
Descubrióle Dios que era gran arte esta para venir a tener grandes
riquezas, el mendigar; y no era tanto estopara el cuerpo como para el alma; y
si bien miramos en ello, no hay día que no vamos a la puerta de Dios a
mendigar, diciendo: “Señor, danos pan; pan, Señor”. el pan nuestro de cada día
dánosle hoy (Lc 11,3).
Sermón de san Francisco de Asís. III, pg. 1045.
¿Queréis que lo diga el mismo Señor otra vez tan claro como aquésta?
Dijonos manera de orar y pedir perdón de estos pecados veniales; y lo que por
un evangelista dice que digamos: Perdónanos nuestras deudas (Mt 6, 12), en otro
dice: Perdónanos nuestros pecados (Lc 11, 4), sin decir veniales o no, porque
en este nombre pecados se entienden uno y otros; pues que esta oración no solo
la rezan los que están en pecado mortal, mas aún los que están en estado de
gracia, que cometen veniales. Y si bien se mira, más es oración propia de estos
tales, que, siendo hijos por gracia, llaman Padre a Dios, que no de los que
están en pecado mortal, enemistados con Dios, indignos de llamarle Padre, y si
se lo llamaren, les puede Él responder con mucha verdad: Vosotros hijos sois
del diablo (Jn 8, 44).
Sermón del Santísimo Sacramento. III, pg. 657.
Amigo, préstame tres panes,… (Lc 11, 5-6). ¿Quién este que está
descuidado en su casa, y viene su amigo de lejos y está tan pobre, que no tiene
qué le poner delante, siquiera un poco de pan? Cualquiera de nosotros, que tan
pobres estamos, que no tenemos un poco de pan que poner delante a nuestro amigo.
Por cierto, quien no tiene un pedazo de pan en su casa, harta pobreza y miseria
tiene.
¿Cuá es este amigo que viene de lejos, cansado? Señoras, agradeced a
Nuestro Señor la merced y misericordia que con vosotras hizo en encerraros
entre esas paredes, para, como a Adam, traspasaros desde ahí al cielo.
Sermón en vísperas de Navidad. III, pg. 55.
Mirad, Señor, como está postrada delante vuestros pies gimiendo y
llorando, y su profundísima humildad, con que nos pide que intercedamos por
ella, con tan ferviente y continua oración, que, aunque sus servicios no
mereciesen lo que pide, ni se tuviese respeto a quien es, merecía la
importunidad de su oración, y el llamar a la puerta de su bien amigo, que se
levántese, y le abra la puerta, y le dé todos los panes que ha menester, según
vuestra Majestad lo dijo en el mundo (cf. Lc 11, 5-13). Oídla, Señor, y poned
sus lágrimas en vuestro acatamiento (cf. Sal 55, 9), porque ella nunca cerró
sus orejas a vuestra ley, ni las cerró al clamor del pobre; mas, según está
escrito, su mano extendió al pobre (cf. Prov 31, 20), y mucho más su corazón,
en el cual nunca hubo maldad, y por eso debe ser oída, según dice David (cf.
Sal 65, 18-19).
Sermón de la Asunción de María. III, pg. 967-968.
Descubrióle Dios que era tan grande esta para venir a tener grandes
riquezas, el mendigar; y no era tanto esto para el cuerpo como para el ánima; y
si bien miramos en ello, no hay día que no vamos a la puerta de Dios a
mendigar, diciendo: “Señor, darnos pan; pan, Señor. El pan nuestro… (Lc 11, 3).
Sermón de san Francisco de Asís. III, pg. 1045.
Abajá esa cabeza, hincá esas rodillas, que, si no pedís, no llovera agua
sobre vos, porque los b ienes temproales dalos Dios sin pedirlos, pero los
espirituales no los da sino a quien se lo pide. Hermanos, abrid esas bocas,
levantad esos corazones y pedid a Dios, y daros ha, porque él ha dicho que dará
espíritu bueno a quien se lo pidiere (Lc 11, 13). Pedid a Dios y daros ha acá
gracia y allá gloria.
Sermón 4 después de Cuaresma. III, pg. 180.
No tenemos, señora, no tenemos pan ni panes en nuestra casa con que dar
de comer a nuestro amigo que viene e fuera (cf. Lc 11, 5s), si no lo vamos a
pedir a nuestro vecino, que es Dios humanado, tan cercano a nos, que es nuestra
cabeza, padre y hermano. Quien a Él alzare sus jos y le mirare a las manos,
quien fuere mendigo de su puerta, quien le deseare y se fatigare de hambre de
Él, será recreado en su hartura, que tanto excede a la de las criaturas cuanto
excede Él de ellas. Mas fuera de Él no se atreva nadie a hambrear, porque
“donde quiera que la carne buscare abastanza – dice San Agustín – hallará
falta”; para que por experiencia entienda que diferencia va del criador a la
criatura, y desarrimado de ella, pues ya probó no haber en ella lo que buscaba,
vaya con lleno de corazón al que solo es bastante a le dar más de lo que el
ánima puede recebir.
Carta a una señor afligida por su enfermedad. IV, pg. 205-206.
Deseo tengo de saber de qué parte se mantiene agora el corazón de vuestra
merced. Porque si miramos a la semana en que estamos, el del Espíritu Santo, el
cual da lumbre al entendimiento, infunde amor en la voluntad y fortaleza en el
cuerpo; con los cuales tres panes tenemos que poner delante de nuestro amigo,
que viene del camino hambriento y cansado (cf. Lc 11, 6); porque el hambre que
nuestro corazón siente andando fuera de sí y ocupado en las criaturas, suele el
Espíritu Santo quitar dándonos de hartura. Y ¡ay de nos si no sentimos la falta
que en las cosas criadas hay y no nos tornamos ya a nuestro corazón, siquera
cansados de haber hallado falt ay mengua donde pensábamos que había algún
sosiego.
Carta a una señora. IV, pg. 453.
Si os vagare usar la oración, hacedlo, y si no, pedid a nuestro Señor que
se os dé, pues puede, sin comulgar, lo que os había de dar comulgando; y
hacerlo ha, pues no mira sino el deseo. Sea Él vuestro pensamiento y cuidado,
que viene a vuestro corazón, en que el señor, esté puesto. Buscad, y hallaréis;
llamad, y abriros ha; pedid, y recibiréis (Lc 11, 9); y fiaos de Aquel que a
ninguno engañó. El os pondrá a donde está, si vos os atreviésedes ahora a ir
por donde Él caminó. Él sea vuestra fortaleza. Amén.
Carta a una doncella. IV, pg. 669-670.
No da el Señor luego este don hasta que Él es servido; mas entretanto
sepamos no fiarnos de otras buenas obras, si esto nos falta, y esperemos en el
Señor, que nos lo dará cuando sea servido, porque Él prometió que no daría
piedra a quien le pidiese pan, y que el Padre del cielo dará buen espíritu al
que se lo pidiere (cf. Lc 11, 11-13).
Carta a una señora. IV, pg. 188.
San Oscar Romero. Homilía.
Y el otro papel de la Iglesia, en la otra hermosa página del evangelio:
"Maestro, enséñanos a orar", y Jesús les enseña: "Padre" la
hermosa palabra que todo lo arreglaría, si todos supiéramos decir
"Padre" al Creador de todas las cosas, y sentiríamos hermanos a todos
los hombres, y le pidiéramos: "venga tu reino", el anhelo supremo del
corazón del hombre, porque cuando venga tu reino a la tierra habrá más
justicia, más amor, habrá más igualdad entre los hombres, más fraternidad.
Perdónanos, porque somos pecadores. Hermanos -y esto es hermoso- la oración es
la cumbre del desarrollo del hombre. El hombre no vale por lo que tiene, sino
por lo que es. Y el hombre es, cuando se encara con Dios y comprende qué
maravillas ha hecho Dios consigo. Dios ha creado un ser inteligente, capaz de
amar, libre.
Homilía, 24
de julio de 1977.
León XIV. Angelus. 20 de julio de
2025.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
La
Liturgia de hoy nos recuerda la hospitalidad de Abraham y de su esposa Sara, y
luego la de las hermanas Marta y María, amigas de Jesús (cf. Gn 18,1-10; Lc 10,38-42).
Cada vez que aceptamos la invitación a la Cena del Señor y participamos en la
mesa eucarística, es Dios mismo quien “pasa a servirnos” (cf. Lc 12,37).
Sin embargo, nuestro Dios supo hacerse huésped primero, y también hoy está a
nuestra puerta y llama (cf. Ap 3,20). Es sugerente que en la
lengua italiana el huésped sea tanto el que acoge como el que es acogido. Así,
en este domingo de verano podemos contemplar el juego de la acogida recíproca,
fuera del cual nuestra vida se empobrece.
Es
necesaria la humildad tanto para acoger como para ser acogido. Requiere
delicadeza, atención, apertura.
En el Evangelio, Marta corre el riesgo de no entrar plenamente en la alegría de
este intercambio. Está tan concentrada en lo que tiene que hacer para acoger a
Jesús, que corre el riesgo de arruinar un momento de encuentro inolvidable. Marta
es una persona generosa, pero Dios la llama a algo aún más hermoso que la
propia generosidad. La llama a salir de sí misma.
Queridos
hermanos y hermanas, sólo esto hace florecer nuestra vida: abrirnos a algo
que nos aparte de nosotros mismos y al mismo tiempo nos planifique.
Mientras que Marta se queja de que su hermana la ha dejado sola para servir
(cf. v. 40), pareciera que María ha perdido el sentido del tiempo, conquistada
por la palabra de Jesús. No es que sea menos concreta que su hermana, ni menos
generosa, sino que ha aprovechado la oportunidad. Por eso Jesús reprende a
Marta: porque se ha quedado fuera de una intimidad que también a ella le daría
una gran alegría (cf. vv. 41-42).
El
tiempo de verano puede ayudarnos a “bajar el ritmo” y a parecernos más a María
que a Marta. A veces no nos permitimos los mejores momentos. Necesitamos gozar
de tener un poco de descanso, con el deseo de aprender más sobre el arte de la
hospitalidad. La industria de las vacaciones quiere vendernos todo tipo de
experiencias, pero quizá no lo que buscamos. En efecto, todo encuentro
verdadero no se puede comprar, es gratuito: sea el que se tiene con Dios, como
el que se tiene con los demás, o incluso con la naturaleza. Se necesita
solamente hacerse huésped: hacer espacio y también pedirlo; acoger y dejarse
acoger. Tenemos mucho que recibir y no sólo que dar. Abraham y Sara, aunque
eran ancianos, se encontraron fecundos cuando acogieron discretamente al Señor
mismo en tres viajeros. También para nosotros, aún hay tanta vida por acoger.
Oremos a
María Santísima, la Madre hospitalaria, que acogió al Señor en su seno y junto
con José le dio un hogar. En ella resplandece nuestra vocación, la vocación de
la Iglesia de seguir siendo una casa abierta a todos, para continuar acogiendo
a su Señor, que pide permiso para entrar.
Francisco. Angelus. 26 de julio
2013.
Queridos
hermanos y amigos. ¡Buenos días!
Doy
gracias a la Divina Providencia por haber guiado mis pasos hasta aquí, a la
ciudad de San Sebastián de Río de Janeiro. Agradezco de corazón a Mons. Orani y
también a ustedes la cálida acogida, con la que manifiestan su afecto al
Sucesor de Pedro. Me gustaría que mi paso por esta ciudad de Río renovase en
todos el amor a Cristo y a la Iglesia, la alegría de estar unidos a Él y de
pertenecer a la Iglesia, y el compromiso de vivir y dar testimonio de la fe.
Una
bellísima expresión popular de la fe es la oración del Angelus [en
Brasil, la Hora de María]. Es una oración sencilla que se reza en tres momentos
señalados de la jornada, que marcan el ritmo de nuestras actividades
cotidianas: por la mañana, a mediodía y al atardecer. Pero es una oración
importante; invito a todos a recitarla con el Avemaría. Nos recuerda un
acontecimiento luminoso que ha transformado la historia: la Encarnación, el
Hijo de Dios se ha hecho hombre en Jesús de Nazaret.
Hoy la
Iglesia celebra a los padres de la Virgen María, los abuelos de Jesús: los santos
Joaquín y Ana. En su casa vino al mundo María, trayendo consigo el
extraordinario misterio de la Inmaculada Concepción; en su casa creció
acompañada por su amor y su fe; en su casa aprendió a escuchar al Señor y a
seguir su voluntad. Los santos Joaquín y Ana forman parte de esa larga
cadena que ha transmitido la fe y el amor de Dios, en el calor de la familia,
hasta María que acogió en su seno al Hijo de Dios y lo dio al mundo, nos los ha
dado a nosotros. ¡Qué precioso es el valor de la familia, como lugar
privilegiado para transmitir la fe! Refiriéndome al ambiente familiar
quisiera subrayar una cosa: hoy, en esta fiesta de los santos Joaquín y Ana, se
celebra, tanto en Brasil como en otros países, la fiesta de los abuelos. Qué
importantes son en la vida de la familia para comunicar ese patrimonio de
humanidad y de fe que es esencial para toda sociedad. Y qué importante es el
encuentro y el diálogo intergeneracional, sobre todo dentro de la familia.
El Documento conclusivo de Aparecida nos lo recuerda: “Niños y ancianos
construyen el futuro de los pueblos. Los niños porque llevarán adelante la
historia, los ancianos porque transmiten la experiencia y la sabiduría de su
vida” (n. 447). Esta relación, este diálogo entre las generaciones, es un
tesoro que tenemos que preservar y alimentar. En estas Jornadas de la Juventud,
los jóvenes quieren saludar a los abuelos. Los saludan con todo cariño. Los
abuelos. Saludemos a los abuelos. Ellos, los jóvenes, saludan a sus abuelos con
mucho afecto y les agradecen el testimonio de sabiduría que nos ofrecen
continuamente.
Y ahora,
en esta Plaza, en sus calles adyacentes, en las casas que viven con nosotros
este momento de oración, sintámonos como una gran familia y dirijámonos a María
para que proteja a nuestras familias, las haga hogares de fe y de amor, en los
que se sienta la presencia de su Hijo Jesús.
Francisco. Regina Coeli. 24 de
julio de 2016.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
Evangelio de este domingo (Lc 11, 1-13) inicia con la escena de Jesús
rezando solo, apartado; cuando termina, los discípulos le piden: «Señor,
enséñanos a orar» (v. 1); y Él responde: «Cuando oréis, decid: “Padre...”» (v.
2). Esta palabra es el «secreto» de la oración de Jesús, es la llave que él
mismo nos da para que podamos entrar también en esa relación de diálogo
confidencial con el Padre que le ha acompañado y sostenido toda su vida.
Al
apelativo «Padre» Jesús asocia dos peticiones: «sea santificado tu nombre,
venga a nosotros tu reino» (v. 2). La oración de Jesús, y por lo tanto la
oración cristiana, es antes que nada un dejar sitio a Dios, permitiendo que
manifieste su santidad en nosotros y dejando avanzar su reino, a partir de la
posibilidad de ejercer su señorío de amor en nuestra vida.
Otras
tres súplicas completan esta oración que Jesús nos enseña, el «Padre Nuestro».
Son tres peticiones que expresan nuestras necesidades fundamentales: el
pan, el perdón y la ayuda ante las tentaciones (cf. vv.
3-4). No se puede vivir sin pan, no se puede vivir sin perdón y no se puede
vivir sin la ayuda de Dios ante las tentaciones. El pan que Jesús
nos hace pedir es el necesario, no el superfluo; es el pan de los peregrinos,
el justo, un pan que no se acumula y no se desperdicia, que no pesa en nuestra
marcha. El perdón es, ante todo, aquello que nosotros mismos
recibimos de Dios: sólo la conciencia de ser pecadores perdonados por la
infinita misericordia divina, puede hacernos capaces de cumplir gestos
concretos de reconciliación fraterna. Si una persona no se siente pecador
perdonado, nunca podrá realizar un gesto de perdón o reconciliación. Se
comienza desde el corazón, donde uno se siente pecador perdonado. La última
petición, «no nos dejes caer en la tentación», expresa la conciencia de nuestra
condición, siempre expuesta a las insidias del mal y de la corrupción. Todos
sabemos qué es una tentación.
La
enseñanza de Jesús sobre la oración prosigue con dos parábolas, en las cuales
toma como modelo la actitud de un amigo respecto a otro amigo y la de un padre
hacia su hijo (cf. vv. 5-12). Ambas nos quieren enseñar a tener plena
confianza en Dios, que es Padre. Él conoce mejor que nosotros mismos nuestras
necesidades, pero quiere que se las presentemos con audacia y con
insistencia, porque este es nuestro modo de participar en su obra de
salvación. ¡La oración es el primer y principal «instrumento de
trabajo» que tenemos en nuestras manos! Insistir a Dios no sirve para
convencerle, sino para reforzar nuestra fe y nuestra paciencia, es decir,
nuestra capacidad de luchar junto a Dios por cosas realmente importantes y
necesarias. En la oración somos dos: Dios y yo luchando juntos por las
cosas importantes.
Entre
estas, hay una, la gran cosa importante que Jesús dice hoy en el Evangelio,
pero que casi nunca pedimos, y es el Espíritu Santo. «¡Dame el Espíritu
Santo!». Y Jesús lo dice: «Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar a
vuestros hijos cosas buenas, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu
Santo a los que se lo pidan!» (v. 13). ¡El Espíritu Santo! Debemos pedir que
el Espíritu Santo venga a nosotros. Pero, ¿para qué sirve el Espíritu Santo?
Sirve para vivir bien, para vivir con sabiduría y amor, cumpliendo la voluntad
de Dios. ¡Qué bonita oración sería, esta semana, si cada uno de nosotros
pidiese al Padre: «Padre, dame el Espíritu Santo!». La Virgen nos lo
demuestra con su existencia, totalmente animada por el Espíritu de Dios. Que
Ella nos ayude a rezar al Padre unidos a Jesús, para no vivir de forma mundana,
sino según el Evangelio, guiados por el Espíritu Santo.
Francisco. Regina Coeli. 29 de
julio de 2019.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En la página del Evangelio de hoy (cf. Lc 11, 1-13), San
Lucas narra las circunstancias en las que Jesús enseña el “Padre Nuestro”.
Ellos, los discípulos, ya saben rezar, recitando las fórmulas de la tradición
judía, pero desean poder vivir también ellos la misma “calidad” de la oración
de Jesús. Porque notan que la oración es una dimensión esencial en la vida de
su Maestro; en efecto, cada una de sus acciones importantes se caracteriza por
prolongados ratos de oración. Además, están fascinados porque ven que Él no
reza como los otros maestros de la época, sino que su oración es un vínculo
íntimo con el Padre, tanto que desean participar en esos momentos de unión con
Dios, para saborear por entero su dulzura.
Así, un día, esperan a que Jesús concluya la oración, en un lugar apartado,
y luego le preguntan: «Señor, enséñanos a orar» (v.1). Respondiendo a la
pregunta explícita de los discípulos, Jesús no da una definición abstracta
de la oración, ni enseña una técnica efectiva para orar y “obtener” algo.
En cambio, invita a sus seguidores a experimentar la oración, poniéndolos
directamente en comunicación con el Padre, despertando en ellos el anhelo de
una relación personal con Dios, con el Padre. ¡Aquí está la novedad de la
oración cristiana! Es un diálogo entre personas que se aman, un diálogo
basado en la confianza, sostenido por la escucha y abierto a la solidaridad. Es
un diálogo del Hijo con el Padre, un diálogo entre los hijos y el Padre. Esta
es la oración cristiana.
Por lo tanto, les da la oración del “Padre Nuestro”, quizás el regalo más
precioso que nos ha dejado el Maestro divino en su misión terrenal. Después de
habernos revelado su misterio de Hijo y de hermano, con esa oración, Jesús nos
hace penetrar en la paternidad de Dios. Quiero subrayarlo: cuando Jesús nos
enseña el Padre Nuestro nos hace entrar en la paternidad de Dios y nos muestra
el camino para entrar en un diálogo orante y directo con Él, a través del
camino de la confianza filial. Es un diálogo entre el papá y su hijo, del
hijo con su papá. Lo que pedimos en el “Padre Nuestro” ya está hecho para
nosotros en el Hijo Unigénito: la santificación del Nombre, el advenimiento del
Reino, el don del pan, el perdón y la liberación del mal. Mientras pedimos,
abrimos nuestra manos para recibir. Recibir los dones que el Padre nos mostró
en el Hijo. La oración que el Señor nos enseñó es la síntesis de toda oración,
y nosotros siempre la dirigimos al Padre en comunión con los hermanos. A veces
sucede que en la oración haya distracciones pero tantas veces sentimos ganas de
detenernos en la primera palabra: “Padre” y sentir esa paternidad en el
corazón.
Después Jesús cuenta la parábola del amigo importuno y dice: “Debemos
insistir en la oración”. Me recuerda lo que hacen los niños cuando tienen tres,
tres años y medio: comienzan a preguntar cosas que no entienden. En mi tierra
se llama “la edad de los porqués”, creo que también aquí es lo mismo. Los niños
comienzan a mirar a su papá y dicen: “Papá, ¿por qué? Papá, ¿por qué?”. Piden
explicaciones. Prestemos atención: cuando el papá empieza a explicar el porqué,
llegan con otra pregunta sin escuchar toda la explicación. ¿Qué pasa? Sucede
que los niños se sienten inseguros acerca de muchas cosas que comienzan a
comprender a medias. Solo quieren atraer la mirada de su papá hacia ellos y por
eso: “¿Por qué, por qué, por qué?“ Nosotros, en el Padre Nuestro, si nos
detenemos en la primera palabra, haremos lo mismo que cuando éramos niños,
atraer la mirada del padre sobre nosotros. Diciendo “Padre, Padre”, y
también diciendo: “¿Por qué?” Y Él nos mirará.
Pidamos a María, mujer orante, que nos ayude a rezar el Padre Nuestro
unidos a Jesús para vivir el Evangelio, guiados por el Espíritu Santo.
Benedicto XVI. Angelus. 29 de
julio de 2007.
Queridos hermanos y hermanas:
Habiendo vuelto anteayer de Lorenzago, me alegra encontrarme nuevamente
aquí, en Castelgandolfo, en el ambiente familiar de esta hermosa localidad,
donde pienso pasar, Dios mediante, el resto del período estival. Siento el vivo
deseo de dar gracias una vez más al Señor por haber podido pasar unos días
serenos entre las montañas de Cadore, y expreso mi agradecimiento a todos los
que organizaron eficientemente mi estancia allí y velaron con esmero por ella.
Con igual afecto quisiera saludaros y expresaros mis sentimientos de
gratitud a vosotros, queridos peregrinos, y sobre todo a vosotros, queridos
habitantes de Castelgandolfo, que me habéis acogido con vuestra típica
cordialidad y me acompañáis siempre con discreción durante el tiempo que paso
entre vosotros.
El domingo
pasado, recordando la "Nota" que el 1 de agosto de hace 90 años
dirigió el Papa Benedicto XV a los países beligerantes en la primera guerra
mundial, hablé sobre el tema de la paz. Ahora una nueva ocasión me invita a
reflexionar sobre otro importante asunto relacionado con ese tema. En efecto,
precisamente hoy se celebra el 50° aniversario de la entrada en vigor del
Estatuto del OIEA, el Organismo internacional de energía atómica,
instituido con el mandato de "solicitar y aumentar la contribución de la
energía atómica a las causas de la paz, de la salud y de la prosperidad en todo
el mundo" (art. II del Estatuto). La Santa Sede, aprobando plenamente las
finalidades de dicho Organismo, es miembro de él desde su fundación y sigue
sosteniendo su actividad.
Los cambios históricos acontecidos durante los últimos 50 años muestran
que, en la difícil encrucijada en que se encuentra la humanidad, es cada vez
más actual y urgente el compromiso de fomentar la no proliferación de armas
nucleares, promover un progresivo y concordado desarme nuclear y favorecer el
uso pacífico y seguro de la tecnología nuclear para un auténtico desarrollo,
respetuoso del ambiente y siempre atento a las poblaciones menos favorecidas.
Por eso, deseo que tengan éxito los esfuerzos de quienes trabajan para
alcanzar con determinación estos tres objetivos, con el fin de hacer que
"los recursos ahorrados de este modo puedan emplearse en proyectos de
desarrollo en favor de todos los habitantes y, en primer lugar, de los más
pobres" (Mensaje
para la Jornada mundial de la paz de 2006, n. 13: L'Osservatore
Romano, edición en lengua española, 16 de diciembre de 2005, p. 4). En
efecto, conviene reafirmar también en esta ocasión que «es preciso sustituir
(...) la carrera de armamentos por un esfuerzo común para movilizar los
recursos hacia objetivos de desarrollo moral, cultural y económico
"redefiniendo las prioridades y las escalas de valores"» (Catecismo
de la Iglesia católica, n. 2438).
Encomendemos nuevamente a la intercesión de María santísima nuestra oración
por la paz, en particular para que los conocimientos científicos y técnicos se
apliquen siempre con sentido de responsabilidad y para el bien común, en el
pleno respeto del derecho internacional. Oremos para que los hombres vivan en
paz y todos se sientan hermanos, hijos de un único Padre: Dios.
Benedicto XVI. Angelus. 25 de
julio de 2010.
Queridos hermanos y hermanas:
El Evangelio de este domingo nos presenta a Jesús recogido en oración, un
poco apartado de sus discípulos. Cuando concluyó, uno de ellos le dijo: «Señor,
enséñanos a orar» (Lc 11, 1). Jesús no puso objeciones, ni habló de fórmulas
extrañas o esotéricas, sino que, con mucha sencillez, dijo: «Cuando oréis,
decid: “Padre...”», y enseñó el Padre Nuestro (cf. Lc 11, 2-4), sacándolo de su
propia oración, con la que se dirigía a Dios, su Padre. San Lucas nos transmite
el Padre Nuestro en una forma más breve respecto a la del Evangelio de san
Mateo, que ha entrado en el uso común. Estamos ante las primeras palabras de
la Sagrada Escritura que aprendemos desde niños. Se imprimen en la memoria,
plasman nuestra vida, nos acompañan hasta el último aliento. Desvelan que
«no somos plenamente hijos de Dios, sino que hemos de llegar a serlo más y más
mediante nuestra comunión cada vez más profunda con Cristo. Ser hijos equivale
a seguir a Jesús» (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Madrid 2007, p. 172).
Esta oración recoge y expresa también las necesidades humanas materiales y
espirituales: «Danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros
pecados» (Lc 11, 3-4). Y precisamente a causa de las necesidades y de las
dificultades de cada día, Jesús exhorta con fuerza: «Yo os digo: pedid y se os
dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide,
recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá» (Lc 11, 9-10). No
se trata de pedir para satisfacer los propios deseos, sino más bien para
mantener despierta la amistad con Dios, quien —sigue diciendo el Evangelio—
«dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan» (Lc 11, 13). Lo experimentaron
los antiguos «padres del desierto» y los contemplativos de todos los tiempos,
que llegaron a ser, por razón de la oración, amigos de Dios, como Abraham, que
imploró al Señor librar a los pocos justos del exterminio de la ciudad de
Sodoma (cf. Gn 18, 23-32). Santa Teresa de Ávila invitaba a sus hermanas de
comunidad diciendo: «Debemos suplicar a Dios que nos libre de estos peligros
para siempre y nos preserve de todo mal. Y aunque no sea nuestro deseo con
perfección, esforcémonos por pedir la petición. ¿Qué nos cuesta pedir mucho,
pues pedimos al Todopoderoso?» (Camino de Perfección 42, 4: Obras completas,
Madrid, 1984, p. 822). Cada vez que rezamos el Padre Nuestro, nuestra voz se
entrelaza con la de la Iglesia, porque quien ora jamás está solo. «Todos
los fieles deberán buscar y podrán encontrar el propio camino, el propio modo
de hacer oración, en la variedad y riqueza de la oración cristiana, enseñada
por la Iglesia... cada uno se dejará conducir... por el Espíritu Santo, que lo
guía, a través de Cristo, al Padre» (Congregación para la doctrina de la fe,
Carta sobre algunos aspectos de la meditación cristiana, 15 de octubre de 1989,
29: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 24 de diciembre de 1989,
p. 8).
Hoy se celebra la fiesta del apóstol Santiago, llamado «el Mayor», quien
dejó a su padre y el trabajo de pescador para seguir a Jesús, y por él dio la
vida, el primero entre los Apóstoles. De corazón dirijo un pensamiento especial
a los peregrinos que, en gran número, han llegado a Santiago de Compostela. Que
la Virgen María nos ayude a redescubrir la belleza y la profundidad de la
oración cristiana.
DOMINGO 18 T. O.
Monición de entrada.-
Venimos a misa porque queremos ser buenos
amigos de Jesús.
Él nos enseña como serlo.
Y lo hace cuando el sacerdote lee el
Evangelio.
Señor, ten piedad.
Porque a veces solo pensamos en nosotros.
Señor, ten piedad.
Porque nos cuesta dejar las cosas. Cristo ten
piedad.
Porque no te queremos mucho. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Por el Papa Francisco. Te lo pedimos, Señor.
Por la Iglesia, para que no ponga el corazón
en las cosas. Te lo pedimos, Señor.
Por los que tienen el dinero, para que ayuden
a los pobres. Te lo pedimos, Señor.
Por los niños que solo quieren tener cosas,
para que cambien. Te lo pedimos, Señor.
Por nosotros, para que no seamos caprichosos.
Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.