miércoles, 22 de octubre de 2025

Nº 281. 26 de octubre de 2025.

 


Lectura del libro del Eclesiástico 35, 12-14.16-19a.

El Señor es juez, y para él no cuenta el prestigio de las personas. Para él no hay acepción de personas en perjuicio del pobre, sino que escucha la oración del oprimido. No desdeña la súplica del huérfano, ni a la viuda cuando se desahoga en su lamento. Quien sirve de buena gana es bien aceptado, y su plegaria sube hasta las nubes. La oración del humilde atraviesa las nubes, y no se detiene hasta que alcanza su destino. No desiste hasta que el Altísimo lo atiende, juzga a los justos y les hace justicia. El Señor no tardará.

 

Textos paralelos.

Escucha la oración del oprimido.

Ex 22, 21-23: No explotarás ni vejarás al emigrante, porque emigrantes fuisteis vosotros en Egipto. No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé. Se encenderá mi ida y os haré morir a espada, dejando a vuestras mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos.

No desdeña la súplica del huérfano.

Pr 23, 10-11: No remuevas los linderos antiguos ni te metas en la parcela del huérfano, porque su defensor es fuerte y defenderá su causa contra ti.

La oración del humilde atraviesa las nubes.

Jb 16, 18: ¡Tierra, no cubras mi sangre! ¡No se detenga mi demanda de justicia!

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

35 Ben Sirá es a la vez un fervoroso ritualista muy adicto al culto y un moralista cuidadoso de observar la Ley en todos sus preceptos de justicia y caridad. Ambas tendencias se unen aquí: según Ben Sirá, la práctica de la Ley es por sí misma un culto.

35 12 Lit. “la gloria de la persona no es nada para él”. Esta idea aparece con frecuencia en el AT: Dt 10, 17, 2  Cr 19, 7. Ver Libro de los jubileos: “Cuando él dice que ejecutará su juicio sobre algunos, no tiene en cuenta a las personas ni está dispuesto a recibir regalos. Si alguien da todo lo que hay sobre la tierra, él no tendrá en cuenta los dones de la persona, ni aceptará cosa alguna que haya en sus manos, pues él es un juez justo. La idea será retomada en el NT.

35 16 A Dios o al prójimo.

35 17 (a) Donde habita Dios.

35 17 (b) “él no se consuela”; variante Manuscrito B: “no se detiene ella”.

34 19 (a) Dios es lento a la cólera, pero su paciencia no llega a la debilidad. Al final del hemistiquio el Manuscrito B añade: “Igual que un guerrero, no se contendrá”.

 

Salmo responsorial

Sal 34 (33), 2-7.17-18.19.23 (R:/ 7ab).

 

El afligido invocó al Señor,

y él lo escuchó. R/.

Bendigo al Señor en todo momento,

su alabanza está siempre en mi boca;

mi alma se gloría en el Señor:

que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

 

El Señor se enfrenta con los malhechores,

para borrar de la tierra su memoria.

Cuando uno grita, el Señor lo escucha

y lo libra de sus angustias.  R/.

 

El Señor está cerca de los atribulados,

salva a los abatidos.

El Señor redime a sus siervos,

no será castigado quien se acoge a él. R/.

 

Textos paralelos.

Yahvé está cerca de los desanimados, él salva a los espíritus humildes.

Sal 51, 10: Anúnciame gozo y alegría, que se regocijen los huesos triturados.

Mt 11, 29-30: Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy tolerante y humilde, y os sentiréis aliviados. Pues mi yugo es blando y mi carga es ligera.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

34 Salmo penitencial “alfabético” (pero el orden de las estrofas está alterado): acción de gracias, vv. 2-11, e instrucción, en el sentido de los Proverbios, sobre la suerte de los justos y de los malvados.

 

Segunda lectura.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 3, 14-4,2.

Querido hermano:

Permanece en lo que aprendiste y creíste, consciente de quiénes lo aprendiste, y que desde niño conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación por medio de la fe, en Cristo Jesús. Toda Escritura es inspirada por Dios y además útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena. Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y a muertos, por su manifestación y por su reino: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina.

 

Textos paralelos.

Tú, en cambio, persevera en lo que aprendiste.

2 Tm 2, 2: Lo que me escuchaste en presencia de muchos testigos transmítelo a personas de fiar, que sean capaces de enseñárselo a los demás.

2 Tm 1, 5: Recuerdo tu fe sincera, la que alentaba primero en tu abuela Loide, después en tu madre Eunice y ahora estoy seguro de que alienta en ti.

Recuerda que desde niño conoces las sagradas Letras.

2 Co 3, 14-18: Con todo, su inteligencia se les embotó; pues hasta hoy, cuando leen el Antiguo Testamento, el velo permanece, y no se descubre, porque solo con Cristo caduca. Hasta el día de hoy, cuando leen a Moisés, un velo les cubre la mente. Pero cuando se vuelva al Señor, se removerá el velo. Este Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor hay libertad. Y nosotros todos, reflejando con el rostro descubierto la gloria del Señor, nos vamos transformando en su imagen, con esplendor creciente, como bajo la acción del Espíritu del Señr.

Toda Escritura está inspirada por Dios y útil para enseñar.

Rm 15, 4: Lo que entonces se escribió fue para nuestra instrucción, para que por la paciencia y el consuelo de la Escritura tengamos esperanza.

1 Co 10, 6: Esos sucesos nos sirven de escarmiento para que no deseemos el malcomo ellos lo desearon.

2 P 1, 20-21: Pues habéis de saber ante todo que ninguna profecía se encomienda a la interpretación privada, pues la profecía nunca sucedió por iniciativa humana, sino que los hombres hablaron movidos por el Espíritu Santo.

Te conjuro en presencia de Dios y de Cristo Jesús que ha de venir.

1 Tm 6, 11-14: Tú en cambio, hombre de Dios, huye de todo eso; busca la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la bondad. Pelea el noble combate de la fe. Aférrate a la vida eterna, a la cual te llamaron cuando hiciste tu noble confesión ante muchos testigos. En presencia de Dios, que da vida a todo, y de Cristo, Jesús que dio testimonio ante Poncio Pilato con su noble confesión, te encargo que conserves el mandato sin mancha ni tacha, hasta que aparezca el Señor nuestro Jesucristo.

Hch 10, 42: Nos encargó predicar al pueblo y atestiguar que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos.

Rm 14, 9: Para eso murió el Mesías y resucitó: para ser Señor de muertos y vivos.

1 P 4, 5: Pero rendirán cuentas al que está dispuesto a juzgar a vivos y muertos.

1 Tm 6, 14: Te encargo que conserves el mandato sin mancha ni tacha, hasta que aparezca el Señor nuestro Jesucristo.

Exhorta con toda paciencia y doctrina.

1 Tm 4, 1: El Espíritu dice expresamente que en el futuro algunos renegarán de la fe y se entregarán a espíritus engañosos y doctrinas demoniacas.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

3 14 Variante (Vulgata): “de qué maestro”. – Estos maestros son Loida y Eunice y sobre todo Pablo.

3 15 Así se llamaba corrientemente entre los judíos de lengua griega a los libros de la Biblia. El NT cita a menudo “las escrituras” o “la escritura” o cual “libro”, Rm 1, 2: “Escrituras Sagradas”; 2 Co 3, 14: la “antigua Alianza” (pero el sentido no se refiere a los Libros).

3 16 O, no también: “Toda Escritura, inspirada por dios, es útil” (Vulgata) – Esta importante afirmación del carácter inspirado de los Libros sagrados era doctrina clásica en el Judaísmo. En la familiaridad asidua con la Escritura es donde el hombre de Dios nutre su fe y su celo apostólico.

4 Esta llamada a un discípulo querido, al fin de la última de las epístolas, puede compararse, en totalidad, diferente al discurso de Mileto, Hch 20, 18-36. Pablo exhorta a Timoteo a que imite su ejemplo y prosiga sin desfallecimiento la misión que le entrega.

4 1 Cristo será el juez de todos los hombres, de los que están vivos en su venida y de los que resuciten. Esta afirmación pertenece sin duda al “kerygma” primitivo y ha sido incluida en el Símbolo.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según Lucas 18, 9-14.

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:

-Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, quedándose atrás; no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh Dios”, ten compasión de este pecador”. Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

 

Textos paralelos.

Despreciaban a los demás.

Lc 16, 15: Y les dijo: “Vosotros os la dais de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, pues lo que es sublime entre los hombres es abominable ante Dios”.

Mt 6, 1: Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial.

Mt 23, 28: Lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crueldad.

En pie.

Mt 6, 5: Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.

Ayuno...

Lv 16, 29: Esta será para vosotros ley perpetua: el mes séptimo, el día décimo del mes, ayunaréis y no haréis trabajo alguno, ni el nativo ni el emigrante que reside entre vosotros.

Lv 16, 31: Será para vosotros día de descanso completo, en el que habéis de ayunar; es ley perpetua.

Zac 8, 18-19: Me fue dirigida la palabra del Señor: “Esto dice el Señor del universo: El ayuno del cuarto, del quinto, del séptimo y del décimo mes se convertirán en gozo y alegría, y tendréis unas fiestas solemnes; apreciaréis la fidelidad y la paz”.

Dt 14, 22: Cada año apartarás el diezmo de todo el producto de lo que hayas sembrado y haya brotado en el campo.

Aquel no.

Rm 1, 25: Es decir, cambiaron la verdad de Dios por la mentira, adorando y dando culto a la criatura y no al Creador, el cual es bendito por siempre. Amén.

El que se ensalce será humillado y el que se humille será ensalzado.

Mt 23, 12: El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

Lc 14, 11: Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido.

Lc 5, 33: Pero ellos le dijeron: “Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber”.

Lc 11, 42: ¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, a quienes mataron vuestros padres!

Flp 3, 9: Y ser hallado en él, no con justicia mía, la de la ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

18 12 El fariseo cumple verdaderamente con las prácticas piadosas de su secta (ver 5, 33; 11, 42) y encuentra en ellas la confirmación de su justicia. Pero no espera nada de Dios.

18 13 También el publicano dice la verdad: es un pecador. Pero esta confesión sincera le abre a Dios y a su gracia.

18 14 (a) La justicia, que el fariseo pretendía conseguir con sus obras, es un don que solo Dios puede conceder (ver Flp 3, 9).

18 14 (b) Estas últimas palabras, que se encuentran también en 14, 11, han sido probablemente añadidas aquí por Lc para hacer en esta parábola una llamada a la humildad.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

9 EN SU INTERIOR... SON JUSTOS: o bien: que confían en sí mismos porque son justos.

10-14 El Talmud de Babilonia, a propósito de Berakot 9, 5, describe siete tipos de fariseos ridiculizando sus defectos: el calculador, el formalista, el que cumple por miedo, etc.; pero no todos eran así; hay un último tipo: “el que actúa por amor, como Abrahán; este es el único amado (por Dios)”.

11-12 OH DIOS (lo mismo en el v. 13): lit. el Dios, vocativo semítico (artículo + nominativo). El fariseo no pide, agradece, pero su agradecimiento es hipócrita; piensas que es Dios quien tiene que estarle agradecido por ser tan buen cumplidor: 1º) No hace cosas malas “como los demás hombres”. 2º) Hace obras buenas, y más de las que están prescritas (Lv 16, 29, 31 solo mandaba un ayuno al año, en el día de la expiación; después del destierro, había cuatro días de ayuno al año: cf. Zac 8, 18s; por otra parte, Dt 14, 22 s prescribía el diezmo únicamente del grano, del mosto y del aceite). 3º) El fariseo piensa no necesitar nada para salvarse, sabe salvarse solo. “Nos encontramos ante dos actitudes diferentes, de la conciencia moral del hombre de todos los tiempos: el publicano nos presenta una conciencia penitente, plenamente consciente de la fragilidad de la propia naturaleza y que ve en sus faltas, cualesquiera que sean lkas justificaciones subjetivas, una confirmación de que su ser necesita redención. El fariseo nos presenta una conciencia satisfecha de sí misma, que cree poder observar la ley sin ayuda de la gracia y está convencida de no necesitar misericordia” (S. Juan Pablo II).

13 SE ATREVÍA: la falta de un verbo hebreo-arameo para decir “atreverse” se refleja en el texto griego lit.: quería. // SE GOLPEABA EL PECHO: lit. golpeaba el pecho de él. Su oración es, lit., apiádate de mí el pecador (la traducción intenta hacer valer este artículo determinado: “el pecador que tienes delante”).

14 JUSTIFICADO: lit. habiendo sido justificado (se entiende, por Dios; voz pasiva “teológica”). // Y AQUEL NO: el texto griego (lit. junto a aquel = en comparación de aquel), traduce servilmente un giro semítico de comparación (cf. Rm 1, 25). Así la lección de la parábola tiene aristas más hirientes: el que se tenía por justo sale del templo siendo pecador, el que se confesó pecador sale del templo en amistad con Dios.

 

Notas exegéticas de la Biblia Didajé.

18, 9-14 La oración verdadera y efectiva exige una disposición humilde. El fariseo, en esta parábola, dio gracias a Dios por sus propias cualidades y éxitos pero contrastó arrogantemente sus virtudes con los pecados y deficiencias del publicano. De este modo, midió su propia bondad con una lista de actos externos. Su satisfacción en el templo no es tanto una verdadera acción de gracias a Dios cuanto una alabanza de sí mismo; no hay ninguna indicación de que sintiera la necesidad de arrepentimiento y penitencia. El recaudador de impuestos, sabiendo bien sus imperfecciones delante de Dios, buscaba solo la misericordia sin ningún sentido de derecho. Esta parábola contra la auto-exaltación recuerda la lección de humildad que Cristo dio en el banquete del fariseo (Lc 14, 7-11). Cat. 588, 2559 y 2613.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

588 Jesús escandalizó a los fariseos comiendo con los publicanos y los pecadores tan familiarmente como con ellos mismos. Contra algunos de los “que se tenía por justos y despreciaban a los demás” (Lc 18, 9), Jesús afirmó: “No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores” (Lc 5, 32). Fue más lejos todavía al proclamar frente a los fariseos que, siendo el pecado una realidad universal, los que pretenden no tener necesidad de salvación se ciegan con respecto a sí mismos.

2559 “La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes” (S. Juan Damasceno).  ¿Desde dónde hablamos cuando oramos? ¿Desde la altura de nuestro orgullo y de nuestra propia voluntad, o desde “lo más profundo” (Sal 130, 1) de un corazón humilde y contrito? El que se humilla será ensalzado. La humildad es la base de la oración. “Nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rm 8, 26). La humildad es una disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: el hombre es un mendigo de Dios (S. Agustín).

2613 La tercera parábola, “el fariseo y el publicano”, se refiere a la humildad del corazón que ora. “Oh Dios, ten compasión de mí que soy pecador”. La Iglesia no cesa de hacer suya esta oración: ¡Kyrie eleison!

 

Concilio Vaticano II

En efecto, el Espíritu Santo los eligió [a los presbíteros] para realizar la obra divina que supera todas las fuerzas y toda sabiduría, pues Dios eligió lo débil del mundo para humillar a los fuertes. Consciente, por tanto, de su propia debilidad, el verdadero ministro de Cristo trabaja con humildad buscando qué es lo que Dios quiere y, como atado por el Espíritu, se deja guiar en todo por la voluntad de Aquel que quiere que todos los hombres se salven. Puede descubrir y realizar la voluntad de Dios en las circunstancias de cada día, sirviendo humildemente a todos los que Dios le ha confiado en el ministerio a él encomendado y en múltiples acontecimientos de la vida.

Decreto Presbyterorum ordinis, 15.

 

Los Santos Padres.

Estás hinchado de orgullo, y sin embargo no has sido coronado por la sentencia divina dictada por la justicia. Al contrario amontonas alabanzas para ti mismo. Y dices: “No soy como los demás hombres”. Modérate a ti mismo, ¡oh fariseo! Coloca una puerta con su candado en tu lengua.

Nadie que sea diestro se corona en la lucha se corona nunc a sí mismo. Tampoco, recibe la corona de sí mismo, sino que espera la decisión del árbitro.

Abaja tu orgullo [fariseo], porque la arrogancia es maldita y odiada por Dios. Es extraña para la mente que teme a Dios. El mismo Cristo dijo: “No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados” (Lc 6, 37). Uno de sus discípulos también dijo: “Uno solo es el legislador y juez. Pero tú, ¿quién eres para juzgar a tu prójimo” (St 4, 12). Nadie que goce de buena salud ridiculiza a quien está enfermo por encontrarse postrado en la cama. Mas bien se asusta un poco, porque tal vez podría ser víctima de sufrimientos particulares.

La debilidad de los otros no es objeto adecuado para exaltar a aquellos que gozan de buena salud.

Cirilo de Alejandría, Comentario al Ev. de Lucas 120. III, pg. 379.

[El publicano] muestra su enfermedad como al médico y reza para que sea compasivo.

Id.

Es más arduo confesar los pecados de uno mismo que las virtudes, y Dios mira al que lleva mayor carga.

Efren de Nisibi, Comentario al Diatessaron, 15, 24. III, pg. 380.

No te exaltes nunca sobre nadie, aunque sea el mayor de los pecadores. Muchas veces la humildad salva al que cometió muchos y grandes pecados.

Basilio de Cesarea, Sobre la humildad. III, pg. 380.

 

San Agustín

Y para que ciertos herejes que consideran y piensan que casi todo el mundo ha sucumbido – pues los herejes son siempre pocos y limitados a una región – no se jactasen de que en ellos había quedado el resto, después de haber perecido todo el mundo, después de haber dicho el Señor: ¿Piensas que hallará fe en la tierra cuando venga el Hijo del hombre?, añadió el evangelista a continuación: por algunos que se consideraban justos y despreciaban a los demás.

El fariseo decía: Te doy gracias. ¿Dónde se manifiesta su soberbia? En que despreciaba a los demás.

El publicano – prosigue – se mantenía de pie a lo lejos; pero Dios no estaba lejos de él. ¿Por qué? Por lo que dice la Escritura en otro lugar: El Señor está cerca de los hombres de corazón contrito (Sal 33, 19).

Se golpeaba su pecho. El golpearse el pecho es la contrición del corazón.

El (fariseo) mostraba los miembros sanos y ocultaba las heridas. Vende Dios las heridas, no tú; pues si, por vergüenza, quisieras vendarlas tú, no te curará el médico. Véndelas y cúrelas el médico, tras aplicarles el medicamento. La herida sana bajo la venda del médico; si, en cambio, venda el herido, la oculta. ¿A quién la oculta? A quien conoce todo.

Comentario al salmo 31. I, pgs. 1463-1465.

 

San Juan de Ávila

Y habéis de saber que estos soberbios, unas veces lo son para consigo solos, y otras, despreciando a los prójimos, por verlos faltos en la virtud y especialmente en la castidad. Mas, ¡Oh Señor, y cuán de verdad mirarás con ojos airados aqueste delicto! ¡Y cuán desgraciadas te son las gracias que el fariseo te daba, diciendo: No soy malo como los otros hombres, ni adúltero, ni robador, como lo es aquel arrendador que allí está! (Lc 18, 11). No lo dejas, Señor, sin castigo; castígaslo, y muy reciamente, como dejar caer al que estaba en pie, en pena de su pecado, y levantas al caído por satisfacerle su agravio. Sentencia tuya es, y muy bien la guardas: No queráis condenar, y no seréis condenados (Lc 6, 37). Y: Con la misma medida que midiéredes seréis medidos; y quien se ensalzare será abajado (Mt 7, 2). Y mandaste decir de tu parte al que desprecia a su prójimo: ¡Ay de ti que desprecias, porque serás despreciado! (cf. Is 33, 1).

Audi, filia (II), 13. I, pgs. 564-565.

Y porque estas cosas se requieren, y otras que de ellas se siguen para alcanzar la justicia, por so la Escritura divina unas veces nombra la fe, otras el amor, otras el gemido y el dolor de la penitencia, otras la oración humilde del penitente, que dice: ¡Señor, sey manso a mí, pecador! (Lc 18, 13).

Audi, filia (II), 44. I, pg. 630.

El fariseo, hombre tenido por santo, vase al templo a orar, éntrase derecho como en su casa, no para hasta el altar, como agora hacemos los clérigos; ponerse hia derecho en pie, alzaría los ojos al cielo y las manos por ventura altas, como hombre que no tenía cosa de que tener vergüenza, y comenzó su oración: Gracias te hago, Señor, que no soy como los otros hombres, robadores, adúlteros, injustos y malos, como aquel publicano (Lc 18, 11), como aquel arrendador que está allí.

¿Quieres ver como mientes? Ven acá, fariseo ciego. Si tú das gracias a Dios en tu corazón, ¿por qué menos precias aquel arrendador? Si tu conoces que el no ser tan malo es obra de Dios, que graciosamente la puso en ti y no en aquel, ¿para qué reprehendes y menos precias a aquel, pues que no la puso Dios en él? Ciertamente que aunque defuera dices: “Gracias, que no soy malo”, de dentro dices: “Gracias a mí, que no soy malo como aquel”. El cristiano no ha de decir ansí, sino: “Gracias a ti, Señor, que no soy bueno, como los otros, y si algún bien en mí pusiste, eso no es sino que por ventura yo era el malo y más llagado, y movístete a misericordia de mí, más que de los otros, que no eran tan malos como yo”.

No confíe nadie en sí, que le toca en la honra a Dios.

Sermón domingo 10 después de Pentecostés. III, pg. 261.

Dice San Agustín: si nos juzgamos, Dios no nos juzgará; si nos reprendemos de corazón, Dios nos perdonará; y si nos miramos para avergonzarnos, Dios quita los ojos de nuestros pecados; y si tú te condenas, Dios te salva; y si tú te acusas, Él te excusa. ¡Oh bendita sea tu ley y condición, Señor!

La oración es con herir su pecho. Percutiebat pectus suum. Hería su pecho  (Lc 18, 13) - ¿Qué es herir su pecho? – Acusar su mal corazón, que pecó contra Dios, que merece ser acusado y castigado. ¡Señor! Este corazón malo te ofendió; de este mal corazón salieron mis malas obras, ¡Señor! Hiere y castiga este corazón que yo acuso y reprendo. Y da Cristo la seña y dice: Digoos de verdad que descendió este más justo a su casa, acusándose, confesando ser malo, humillándose, que el otro alabándose y gloriándose de ser justo, porque el que se humilla será ensalzado, y el que se ensalza será humillado (Lc 18, 14).

Sermón domingo 10 después de Pentecostés. III, pgs. 264,

¿Qué le valió al fariseo su riqueza, pues que con ella salió condenado del templo, porque confiaba en sus fuerzas? ¿No le valió más al publicano su pobreza, pues que con ella salió justificado, porque desconfiaba de sí y de sus fuerzas? (cf. Lc 18, 10ss). Del pobre, de estos, pues, es el reino de los cielos, que no osan parecer delante de Dios, conociéndose por miserable, y dice: “Señor, no tengo ojos de parecer delante de vuestro acatamiento. ¿Cómo ha de parecer una tan profunda bajeza y miseria delante una tan incomprehensible bondad y grandeza? Yo soy nada; tú eres abrigo, amparo, fuerza. De manera que por flaqueza entran en su linaje.

Sermón Natividad de la Virgen. III, pg. 827-828.

Después de te haber humillado y abajado tus ojos con el publicano arrepentido (cf. Lc 18, 13), toma confianza cristiana para los alzar al Señor, y dile con muy firme fe: “Yo creo, Señor, que tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo”, como dijo San Pedro (Mt 16, 16).

Sermón víspera del Corpus. III, pg. 482.

¿Por ventura echó a perder otra cosa al fariseo soberbio sino el contentamiento de sus buenas obras? ¿Y salvó al publicano sino el conocimiento y desplacer de sus malas, pidiendo a Dios misericordia? (cf. Lc 18, 9-14). No todos son para conservar la humildad entre la alteza de las virtudes, y muy pocos hay a quien no descontente sus faltas. Y por eso, aunque el primer camino es más alto, el segundo es más seguro. Todo lo cual dispensa el sapientísimo Dios, guiándonos por diversos caminos por un mesmo fin, que es Él.

Carta a una persona que estaba muy acongojada. IV, pg. 254.

Mas no quiero que os tengáis por mejores que los que veis agora andar errados; porque no sabéis cuánto duraréis en el bien, ni ellos en el mal; mas obrad vuestra salud en temor (Flp 2, 12) y en humildad; y de tal manera esperad vuestro bien en el cielo, que no juzguéis que vuestro prójimo no irá allá; y así conoced las mercedes que Dios os ha hecho, como no despertéis las faltas de vuestros prójimos; porque ya sabéis lo que acaeció entre el fariseo y el publicano, en lo cual debemos escarmentar (Lc 18, 10-14).

Carta a unos sus devotos, afligidos por una persecución. IV, pg. 271.

No se confíe de su confianza, que, aunque parecen buenas, algunas veces no son aceptas, como tenemos ejemplo en el fariseo, que ayunaba veces en la semana y dama sus décimas, y él fue reprobado, y el publicano justificado (Lc 18, 12.14). Cierto, más es de llorar el religioso flojo que el pecador engolfado en vicios; porque el pecador ve que pena y anda en el camino de perdición; peor el religioso que no le es de costumbres, sino de hábito, con vana confianza va a parar en el infierno, como de los tales el profeta dice: Sicut oves in infierno positi sunt [Son un rebaño para el abismo] (Sal 48, 15). ¿Quién son estos, sino religiosos, que son comparados a las ovejas, que son en sí mansas y no ofenden a nadie? Y que vayan, así mansas, a parar al infierno, cosa cierto es de gran lloro; por eso mire que está escrito: Maledictus qui facit opus Domini negligenter vel fraudulenter [Maldito el que cumple con negligencia y con engaño el mandato del Señor] (cf. Jr 48, 10).

Carta a un discípulo. IV, pg. 536.

En la entrada de oír misa, digamos de entrañas aquella santa confesión, conociéndonos por pecadores e ingratos; sentémonos en el templo como corridos [avergonzado, confundido, rae.es   y avergonzados, diciendo con el publicano: Señor, yo no soy digno de alzar los ojos al cielo, como pecador (cf. Lc 18, 13) desconocido.

Carta a una religiosa. IV, pg. 701.

 

San Oscar Romero.

Todos necesitamos convertirnos, yo que les estoy predicando el primero que necesito conversión, y le pido a Dios que me ilumine mis caminos para no decir ni hacer cosas que no sean de su voluntad, que debo de convertirme a lo que él quiere, que debo de decir lo que él quiere, no lo que conviene a ciertos sectores o me conviene a mí si es contra la voluntad del Señor; convertirnos a esa misión de Cristo: "Vayan por el mundo entero y prediquen esto que yo les he predicado; el que creyere esto se salvará y el que no creyere esto no se salvará". No hay más salvación que la que Cristo trajo; de ahí la necesidad de convertirnos todos: católicos, protestantes, también los ateos. Todos los que buscan salvación no la encontrarán fuera de Dios.

Homilía. 23 de octubre de 1977.

 

León XIV. Audiencia general. 15 de octubre. Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. IV. La resurrección de Cristo y los desafíos del mundo actual.  1. El Resucitado, fuente viva de la esperanza humana. (Jn 10,7.9-10)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En las catequesis del Año jubilar, hasta este momento, hemos recorrido la vida de Jesús siguiendo los Evangelios, desde el nacimiento a la muerte y resurrección. De este modo, nuestra peregrinación en la esperanza ha encontrado su fundamento firme, su camino seguro. Ahora, en la última parte del camino, dejaremos que el misterio de Cristo, que culmina en la Resurrección, libere su luz de salvación en contacto con la realidad humana e histórica actual, con sus preguntas y sus desafíos.

Nuestra vida está marcada por innumerables acontecimientos, llenos de matices y de vivencias diferentes. A veces nos sentimos alegres, otras veces tristes, otras incluso satisfechos, o estresados, gratificados o desmotivados. Vivimos muy ocupados, nos centramos en alcanzar resultados, llegamos a alcanzar metas también altas, prestigiosas. Y viceversa, permanecemos suspendidos, precarios, esperando éxitos y reconocimientos que tardan en llegar o nunca llegan. En resumen, nos encontramos experimentando una situación paradójica: quisiéramos ser felices, pero es muy difícil conseguirlo de forma continuada y sin sombras. Aceptamos nuestras limitaciones y, al mismo tiempo, tenemos el impulso irreprimible de intentar superarlas. En el fondo, sentimos que siempre nos falta algo.

En verdad, no hemos sido creados para la falta, sino para la plenitud, para disfrutar de la vida y de la vida en abundancia, según la expresión de Jesús en el Evangelio de Juan (cfr 10,10).

Este deseo grande de nuestro corazón puede encontrar su última respuesta no en los roles, no en el poder, no en el tener, sino en la certeza de que alguien se hace garante de este impulso constitutivo de nuestra humanidad; en la conciencia de que esta espera no será decepcionada o frustrada. Tal certeza coincide con la esperanza. Esto no quiere decir pensar de forma optimista: a menudo el optimismo nos decepciona, al ver cómo nuestras expectativas implosionan, mientras la esperanza promete y cumple.

Hermanas y hermanos, ¡Jesús Resucitado es la garantía de esta llegada! Él es la fuente que sacia nuestra sed ardiente, la sed infinita de plenitud que el Espíritu Santo infunde en nuestro corazón. La Resurrección de Cristo, de hecho, no es un simple acontecimiento de la historia humana, sino el evento que la transformó desde dentro.

Pensemos en una fuente de agua. ¿Cuáles son sus características? Sacia y refresca a las criaturas, riega la tierra, las plantas, hace fértil y vivo lo que de otra forma sería árido. Alivia al caminante cansado ofreciéndole la alegría de un oasis de frescura. Una fuente aparece como un don gratuito para la naturaleza, para sus criaturas, para los seres humanos. Sin agua no se puede vivir.

El Resucitado es la fuente viva que no se seca y no sufre alteraciones. Permanece siempre pura y preparada para todo el que tenga sed. Y cuanto más saboreamos el misterio de Dios, más nos atrae, sin quedar nunca completamente saciados. San Agustín, en el décimo libro de las Confesiones, capta este anhelo inagotable de nuestro corazón y lo expresa en el famoso Himno a la Belleza: «Exhalaste tu fragancia y respiré, y ya suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y me abrasé en tu paz» (X, 27, 38).

Jesús, con su Resurrección, nos ha asegurado una permanente fuente de vida: Él es el Viviente (cfr Hch 1,18), el amante de la vida, el victorioso sobre toda muerte. Por eso es capaz de ofrecernos alivio en el camino terreno y asegurarnos la quietud perfecta en la eternidad. Solo Jesús muerto y resucitado responde a las preguntas más profundas de nuestro corazón: ¿hay realmente un punto de llegada para nosotros? ¿Tiene sentido nuestra existencia? ¿Y el sufrimiento de tantos inocentes, cómo podrá ser redimido?

Jesús Resucitado no deja caer una respuesta “desde arriba”, sino que se hace nuestro compañero en este viaje a menudo cansado, doloroso, misterioso. Solo Él puede llenar nuestra jarra vacía, cuando la sed se hace insoportable.

Y Él es también el punto de llegada de nuestro caminar. Sin su amor, el viaje de la vida se convertiría en un vagar sin meta, un trágico error con un destino perdido. Somos criaturas frágiles. El error forma parte de nuestra humanidad, es la herida del pecado que nos hace caer, renunciar, desesperar. Resurgir significa sin embargo volver a levantarse y ponerse de pie. El Resucitado garantiza la llegada, nos conduce a casa, donde somos esperados, amados, salvados. Hacer el viaje con Él al lado significa experimentar ser sostenidos a pesar de todo, saciados y fortalecidos en las pruebas y en las fatigas que, como piedras pesadas, amenazan con bloquear o desviar nuestra historia.

Queridos, de la Resurrección de Cristo brota la esperanza que nos hace gustar anticipadamente, no obstante las fatigas de la vida, una quietud profunda y gozosa: aquella paz que Él solo nos podrá dar al final, sin fin.

 

León XIV. Angelus.12 de octubre de 2025.

Queridos hermanos y hermanas:

¡Saludo de corazón a todos los que han participado en esta celebración, que ha sido una gran fiesta de la santidad!

Agradezco a los cardenales a los patriarcas y obispos presentes; saludo también con gratitud al presidente de la República Italiana y al presidente del Líbano, así como a las distinguidas delegaciones oficiales, en particular las de Armenia y Venezuela.

Acojo con alegría a las hijas espirituales de las Fundadoras hoy canonizadas y a las diversas comunidades y asociaciones inspiradas por los carismas de los nuevos santos. ¡Gracias a todos por su devota participación!

Extiendo mi saludo a los demás peregrinos presentes, en particular a la Hermandad del Señor de los Milagros, que ha celebrado su tradicional procesión.

Hoy es el Día Mundial de las Misiones. Toda la Iglesia es misionera, pero en este día rezamos especialmente por aquellos hombres y mujeres que lo han dejado todo para llevar el Evangelio a quienes no lo conocen. Son misioneros de esperanza entre los pueblos. ¡Que el Señor los bendiga!

Las noticias que nos llegan desde Myanmar son, lamentablemente, dolorosas: informan de continuos enfrentamientos armados y bombardeos aéreos, incluso dirigidos a personas e infraestructuras civiles. Estoy cerca de quienes sufren a causa de la violencia, la inseguridad y tantas dificultades. Renuevo mi sincero llamamiento para que se alcance un alto el fuego inmediato y efectivo. ¡Que los instrumentos de la guerra den paso a los de la paz, a través de un diálogo inclusivo y constructivo!

Encomendemos a la intercesión de la Virgen María y de los nuevos santos nuestra continua oración por la paz, en Tierra Santa, en Ucrania y en otros lugares en guerra. Que Dios conceda a todos los responsables sabiduría y perseverancia para avanzar en la búsqueda de una paz justa y duradera.

 

Papa Francisco. Ángelus. 27 de octubre de 2013.

Antes de concluir esta celebración deseo saludar a todos los peregrinos, especialmente a ustedes, queridas familias, llegadas de numerosos países. ¡Gracias de corazón!

Dirijo un cordial saludo a los obispos y a los fieles de Guinea Ecuatorial, aquí reunidos con ocasión de la ratificación del Acuerdo con la Santa Sede. Que la Virgen Inmaculada proteja a su amado pueblo y les conceda progresar por el camino de la concordia y la justicia.

Ahora rezaremos juntos el Ángelus. Con esta oración invocamos la protección de María para las familias de todo el mundo, de modo particular por las que viven situaciones de mayor dificultad. María, Reina de la familia, ruega por nosotros. Digamos juntos: María, Reina de la familia, ruega por nosotros. María, Reina de la familia, ruega por nosotros. María, Reina de la familia, ruega por nosotros.

Angelus Domini...

Muchas gracias por la fiesta de ayer y por esta misa. Que el Señor les bendiga. Les deseo un feliz domingo y buen almuerzo. ¡Hasta la vista!

 

Papa Francisco. Ángelus.  23 de octubre 2016.

Queridos hermanos y hermanas, ¡Buenos días!

La segunda lectura de la liturgia de hoy nos presenta la exhortación de san Pablo a Timoteo, su colaborador e hijo predilecto, en la que vuelve a pensar sobre su propia existencia de apóstol totalmente consagrada a la misión (cf 2 Tm 4, 6-8. 16-18). Viendo ya cercano el final de su camino terrenal, la describe en referencia a tres estaciones: el presente, el pasado, el futuro.

Al presente hace referencia con la metáfora del sacrificio: «porque estoy a punto de ser derramado en libación» (v. 6). Por lo que se refiere al pasado, Pablo indica su vida, transcurrida con las imágenes de la «buena batalla» y de la «carrera» de un hombre que fue coherente con sus propios compromisos y sus propias responsabilidades (cf v. 7); como consecuencia, confió en el reconocimiento futuro por parte de Dios, que es «juez justo». Pero la misión de Pablo resultó eficaz, justa y fiel solamente gracias a la cercanía y a la fuerza del Señor, que hizo de él un anunciador del Evangelio a todos los pueblos. He aquí su expresión: «el Señor me asistió y me dio fuerzas para que, por mi medio, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todos los gentiles» (v. 17).

En este relato autobiográfico de san Pablo se refleja la Iglesia, especialmente hoy, Jornada mundial misionera, cuyo tema es «Iglesia misionera, testimonio de misericordia». En Pablo la comunidad cristiana encuentra su modelo, en la convicción de que es la presencia del Señor la que hace eficaz el trabajo apostólico y la obra de evangelización. La experiencia del Apóstol de los gentiles nos recuerda que debemos comprometernos con las actividades pastorales y misioneras, por una parte, como si el resultado dependiera de nuestros esfuerzos, con el espíritu de sacrificio del atleta que no se detiene ni siquiera ante las derrotas; pero sin embargo, sabiendo que el verdadero éxito de nuestra misión es un don de la Gracia: es el Espíritu Santo quien hace eficaz la misión de la Iglesia en el mundo.

¡Hoy es tiempo de misión y es tiempo de valor! valor para reforzar los pasos titubeantes, de retomar el gusto de gastarse por el Evangelio, de retomar la confianza en la fuerza que la misión trae consigo. Es tiempo de valor, aunque tener valor no significa tener garantía de éxito. Se nos ha pedido valor para luchar, no necesariamente para vencer; para anunciar, no necesariamente para convertir. Se nos pide valor para ser alternativos al mundo, pero sin volvernos polémicos o agresivos jamás. Se nos pide valor para abrirnos a todos, pero sin disminuir lo absoluto y único de Cristo, único salvador de todos. Se nos pide valor para resistir a la incredulidad sin volvernos arrogantes. Se nos pide también el valor del publicano del Evangelio de hoy, que con humildad no se atrevía ni si quiera a levantar los ojos hacia el cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: «oh Dios, ten piedad de mí pecador». ¡Hoy es tiempo de valor! ¡Hoy se necesita valor!

Que la Virgen María, modelo de la Iglesia «en salida» y dócil ante el Espíritu Santo, nos ayude a todos a ser, en virtud de nuestro bautismo, discípulos misioneros para llevar el mensaje de la salvación a la entera familia humana.


Papa Francisco. Ángelus. 27 de octubre de 2019.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La misa celebrada esta mañana en San Pedro ha concluido la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la región Panamazónica. La primera lectura, del Libro del Eclesiástico, nos ha recordado el punto de partida de este camino: la plegaria del pobre, que «sube hasta las nubes», porque (el Señor) «la plegaria del agraviado escucha» (Eclesiástico 35,16.13). El grito de los pobres, junto con el de la tierra, llegó a nosotros desde el Amazonas. Pasadas estas tres semanas no podemos hacer como que no lo hemos oído. Las voces de los pobres, junto con las de muchos otros dentro y fuera de la Asamblea sinodal ―Pastores, jóvenes, científicos― nos presionan para no permanecer indiferentes. A menudo hemos escuchado la frase “más tarde es demasiado tarde”: esta frase no puede seguir siendo un eslogan.

¿Qué ha sido el Sínodo? Ha sido, como dice la palabra, un caminar juntos, reconfortados por el valor y las consolaciones que vienen del Señor. Hemos caminado mirándonos a los ojos y escuchándonos, con sinceridad, sin ocultar las dificultades, experimentando la belleza de seguir adelante juntos, al servicio de los demás. El Apóstol Pablo nos alienta en esto en la segunda lectura de hoy: en un momento dramático para él, sabiendo que está «a punto de ser derramado en libación ―es decir, ejecutado― y que el momento de su partida es inminente» (cf. 2 Timoteo 4, 6), escribe en ese momento: «Pero el Señor me asistió y me dio fuerzas para que, por mi medio, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todos los gentiles» (v.17). Este es el último deseo de Pablo: no se trata de algo para sí mismo o para uno de los suyos, sino para el Evangelio, para que sea proclamado a todas las naciones. Esto es lo primero y lo que más importa. Cada uno de nosotros debe haberse preguntado muchas veces qué hacer de bueno por la propia vida; hoy es el momento, preguntémonos: “Yo, ¿qué puedo hacer de bueno por el Evangelio?”.

En el Sínodo nos hemos hecho esta pregunta, deseosos de abrir nuevos caminos para el anuncio del Evangelio. Sólo se proclama lo que se vive. Y para vivir de Jesús, para vivir del Evangelio, uno debe salir de sí mismo. Nos sentimos impulsados a salir al mar, a dejar las cómodas orillas de nuestros puertos seguros para adentrarnos en aguas profundas: no en las aguas pantanosas de las ideologías, sino en el mar abierto en el que el Espíritu nos invita a echar nuestras redes.

Para el camino que viene, invoquemos a la Virgen María, venerada y amada como Reina de la Amazonía. No ha sido proclamada reina por conquista, sino que se ha “inculturado”: con el humilde coraje de la madre se ha convertido en la protectora de sus hijos, en la defensora de los oprimidos. Siempre yendo a la cultura de los pueblos. No hay una cultura estándar, no hay una cultura pura, que purifique a los demás; está el Evangelio, puro, que se incultura. A ella, que en una pobre casa de Nazaret cuidaba de Jesús, le confiamos a los hijos más pobres y nuestra casa común.

 

Papa Francisco. Ángelus. 23 de octubre de 2022.

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

El Evangelio de la liturgia de hoy nos presenta una parábola que tiene dos protagonistas, un fariseo y un publicano (cf. Lc 18,9-14), es decir, un religioso y un pecador declarado. Ambos suben al templo a orar, pero sólo el publicano se eleva verdaderamente a Dios, porque desciende humildemente a la verdad de sí mismo y se presenta tal como es, sin máscaras, con su pobreza. Podríamos decir, entonces, que la parábola se encuentra entre dos movimientos, expresados por dos verbos: subir y bajar.

El primer movimiento es subir. De hecho, el texto comienza diciendo: «Dos hombres subieron al Templo a orar» (v. 10). Este aspecto recuerda muchos episodios de la Biblia, en los que para encontrar al Señor se sube a la montaña de su presencia: Abraham sube a la montaña para ofrecer el sacrificio; Moisés sube al Sinaí para recibir los mandamientos; Jesús sube a la montaña, donde se transfigura. Subir, por tanto, expresa la necesidad del corazón de desprenderse de una vida mediocre para encontrarse con el Señor; de elevarse de las llanuras de nuestro ego para ascender hacia Dios —deshacerse del propio yo—; de recoger lo que vivimos en el valle para llevarlo ante el Señor. Esto es "subir", y cuando rezamos subimos.

Pero para experimentar el encuentro con Él y ser transformados por la oración, para elevarnos a Dios, necesitamos el segundo movimiento: bajar. ¿Por qué? ¿Qué significa esto? Para ascender hacia Él debemos descender dentro de nosotros mismos: cultivar la sinceridad y la humildad de corazón, que nos permiten mirar con honestidad nuestras fragilidades y nuestra pobreza interior. En efecto, en la humildad nos hacemos capaces de llevar a Dios, sin fingir, lo que realmente somos, las limitaciones y las heridas, los pecados y las miserias que pesan en nuestro corazón, y de invocar su misericordia para que nos cure y nos levante. Él será quien nos levante, no nosotros. Cuanto más descendemos en humildad, más nos eleva Dios.

De hecho, el publicano de la parábola se pone humildemente a distancia (cf. v. 13) —no se acerca, se avergüenza—, pide perdón y el Señor lo levanta. En cambio, el fariseo se exalta a sí mismo, seguro de sí mismo, convencido de su rectitud: de pie, se pone a hablar con el Señor sólo de sí mismo, alabándose, enumerando todas las buenas obras religiosas que hace, y desprecia a los demás: "No soy como ese de ahí...". Porque esto es lo que hace la soberbia espiritual; pero Padre, ¿por qué nos habla de soberbia espiritual? Porque todos estamos en peligro de caer en esto. Te lleva a creerte bueno y a juzgar a los demás. Esto es la soberbia espiritual: "Yo estoy bien, soy mejor que los demás: este es tal y tal, aquel es tal y tal...".  Y así, sin darte cuenta, adoras a tu propio yo y borras a tu Dios. Se trata de dar vueltas en torno a uno mismo. Esta es la oración sin humildad.

Hermanos, hermanas, el fariseo y el publicano nos conciernen de cerca. Pensando en ellos, mirémonos a nosotros mismos: veamos si en nosotros, como en el fariseo, existe "la presunción interior de ser justos" (v. 9) que nos lleva a despreciar a los demás. Ocurre, por ejemplo, cuando buscamos cumplidos y enumeramos siempre nuestros méritos y buenas obras, cuando nos preocupamos por aparentar en lugar de ser, cuando nos dejamos atrapar por el narcisismo y el exhibicionismo. Cuidémonos del narcisismo y del exhibicionismo, basados en la vanagloria, que también nos lleva a nosotros los cristianos, a nosotros los sacerdotes, a nosotros los obispos, a tener siempre la una palabra "yo" en los labios, ¿Qué palabra? "Yo": "yo hice esto, yo escribí aquello, ya lo había dicho yo, yo lo entendí primero que ustedes", etc. Donde hay demasiado yo, hay poco Dios. En mi tierra, esta gente se llama "yo mí, me, conmigo". Y una vez se hablaba de un sacerdote que era así, centrado en sí mismo, y la gente solía bromear: "Ese, cuando inciensa, lo hace al revés, se inciensa a sí mismo". Y así, también te hace caer en el ridículo.

Pidamos la intercesión de María Santísima, la humilde esclava del Señor, imagen viva de lo que el Señor ama realizar, derrocando a los poderosos de sus tronos y levantando a los humildes (cf. Lc 1,52).

 

Benedicto XVI. Ángelus. 28 de octubre de 2007.

Queridos hermanos y hermanas: 

Esta mañana, aquí, en la plaza de San Pedro, han sido proclamados beatos 498 mártires asesinados en España en la década de 1930 del siglo pasado. Doy las gracias al cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las causas de los santos, que ha presidido la celebración, y dirijo mi saludo cordial a los peregrinos que han venido  para esta feliz circunstancia.

La inscripción simultánea en el catálogo de los beatos de un número tan grande de mártires demuestra que el testimonio supremo de la sangre no es una excepción reservada solamente a algunas personas, sino una posibilidad real para todo el pueblo cristiano. En efecto, se trata de hombres y mujeres diversos por edad, vocación y condición social, que pagaron con la vida su fidelidad a Cristo y a su Iglesia. A ellos se aplican bien las palabras de san Pablo que resuenan en la liturgia de este domingo:  "Yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe" (2 Tm 4, 6-7). San Pablo, detenido en Roma, ve aproximarse su muerte y hace un balance lleno de agradecimiento y de esperanza. Está en paz con Dios y consigo mismo, y afronta serenamente la muerte, con la certeza de haber gastado toda su vida, sin escatimar nada, al servicio del Evangelio.

El mes de octubre, dedicado de modo particular al compromiso misionero, se concluye así con el luminoso testimonio de los mártires de España, que van a sumarse a los mártires Albertina BerkenbrockManuel Gómez González y Adílio Daronch, y a Francisco Jägerstätter, proclamados beatos durante los días pasados en Brasil y en Austria. Su ejemplo testimonia que el bautismo compromete a los cristianos a participar con valentía en la difusión del reino de Dios, cooperando a él, si fuera necesario, incluso con el sacrificio de la vida.

Desde luego, no todos están llamados al martirio cruento. Pero hay un "martirio" incruento, que no es menos significativo, como el de Celina Chludzinska Borzecka, esposa, madre de familia, viuda y religiosa, beatificada ayer en Roma:  es el testimonio silencioso y heroico de tantos cristianos que viven el Evangelio sin componendas, cumpliendo su deber y dedicándose generosamente al servicio de los pobres.

Este martirio de la vida ordinaria es un testimonio muy importante en las sociedades secularizadas de nuestro tiempo. Es la batalla pacífica del amor que todo cristiano, como san Pablo, debe librar incansablemente; la carrera para difundir el Evangelio que nos compromete hasta la muerte. Que en nuestro testimonio diario nos ayude y nos proteja la Virgen María, Reina de los mártires y Estrella de la evangelización.

 

Benedicto XVI. Ángelus. 24 de octubre de 2010.

Queridos hermanos y hermanas:

Con la solemne celebración de esta mañana en la basílica vaticana se ha concluido la Asamblea especial para Oriente Medio del Sínodo de los obispos, sobre el tema: «La Iglesia católica en Oriente Medio: comunión y testimonio». En este domingo se celebra, además, la Jornada mundial de las misiones, que tiene por lema: «La construcción de la comunión eclesial es la clave de la misión». Llama la atención la similitud entre los temas de estos dos acontecimientos eclesiales. Ambos invitan a mirar a la Iglesia como misterio de comunión que, por su naturaleza, está destinado a todo el hombre y a todos los hombres. El siervo de Dios Papa Pablo vi afirmó: «La Iglesia existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa» (Exhort. ap. Evangelii nuntiandi8 de diciembre de 1975, 14: aas 68, [1976], p. 13). Por esto la próxima Asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos, en 2012, se dedicará al tema «La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana». En todo tiempo y en todo lugar —también hoy en Oriente Medio— la Iglesia está presente y actúa para acoger a todo hombre y ofrecerle en Cristo la plenitud de la vida. Como escribía el teólogo italo-alemán Romano Guardini: «La realidad “Iglesia” implica toda la plenitud del ser cristiano que se desarrolla en la historia, en cuanto que ella abraza la plenitud de lo humano que está en relación con Dios» (Formación litúrgica, Brescia 2008, pp. 106-107).

Queridos amigos, en la liturgia de hoy se lee el testimonio de san Pablo respecto al premio final que el Señor entregará «a todos aquellos que han esperado con amor su manifestación» (2 Tm 4, 8). No se trata de una espera ociosa o solitaria. Al contrario. El Apóstol vivió en comunión con Cristo resucitado para «llevar a cumplimiento el anuncio del Evangelio» a fin de que «todas las gentes lo escucharan» (2 Tm 4, 17). La tarea misionera no es revolucionar el mundo, sino transfigurarlo, tomando la fuerza de Jesucristo que «nos convoca a la mesa de su Palabra y de la Eucaristía, para gustar el don de su presencia, formarnos en su escuela y vivir cada vez más conscientemente unidos a él, Maestro y Señor» (Mensaje para la 84ª Jornada mundial de las misiones: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 28 de marzo de 2010, p. 3). También los cristianos de hoy —como está escrito en la carta a Diogneto— «muestran cuán maravillosa y extraordinaria es su vida asociada. Viven en la tierra pero son ciudadanos del cielo. Obedecen las leyes establecidas, pero con su manera de vivir sobrepasan las leyes... Son condenados a muerte, y de ella sacan vida. Aun haciendo el bien, son... perseguidos y crecen en número cada día» (v, 4.9.12.16; vi, 9 [sc 33], París 1951, pp. 62-66).

A la Virgen María, que de Jesús Crucificado recibió la nueva misión de ser Madre de todos los que quieren creer en él y seguirlo, encomendamos a las comunidades cristianas de Oriente Medio y a todos los misioneros del Evangelio.

 

DOMINGO 31 T. O.

 

Monición de entrada.

La misa es la fiesta en la que abrimos el corazón.

En primer lugar a Jesús.

Y enseguida a los demás, sean del país que sean o tengan el color de piel que tengan.

 

Señor, ten piedad.

Tú que nos llamas. Señor, ten piedad.

Tú que nos acoges. Cristo, ten piedad.

Tú que nos envías. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.

-Por el Papa Francisco y nuestro obispo Enrique. Te lo pedimos Señor.

-Por la Iglesia, para que en su corazón estén los deseos buenos de las personas. Te lo pedimos Señor.

-Por los que mandan, para que piensen en sus países. Te lo pedimos, Señor.

-Por las personas buenas, para que nunca se aparten de ti. Te lo pedimos, Señor.

-Por nosotros, para que te abramos el corazón como Zaqueo. Te lo pedimos Señor.

 

 Acción de gracias.

Virgen María, te damos gracias que nos enseñas a tener un corazón bueno y abierto a Jesús.

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