jueves, 4 de diciembre de 2025

Nº 287. II domingo de Adviento. 7 de diciembre de 2025.


 Primera lectura.

Lectura del libro de Isaías 11, 1-10.

En aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y entendimiento, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor. Lo inspirará el temor del Señor. No juzgará por apariencias ni sentenciará de oídas; juzgará a los pobres con justicia, sentenciará con rectitud a los sencillos de la tierra; pero golpeará al violento con la vara de su boca, y con el soplo de sus labios hará morir al malvado. La justicia será ceñidor de su cintura, y la lealtad, cinturón de sus caderas. Habitará el lobo con el cordero, el leopardo se tumbará con el cabrito, el ternero y el león pacerán justos: un muchacho será su pastor. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león, como el buey, comerá paja. El niño de pecho retoza junto al escondrijo de la serpiente, y el recién destetado extiende la mano hacia la madriguera del áspid. Nadie causará daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país del conocimiento del Señor, como las aguas colman el mar. Aquel día, la raíz de Jesé será elevada como enseña de los pueblos: se volverán hacia ella las naciones y será gloriosa su morada.

 

Textos paralelos.

Dará un vástago el tronco de Jesé.

Is 42, 1-12: Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que promueva el derecho en las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y su ley que esperan las islas. Así dice el Señor Dios, que creyó y desplegó el cielo, afianzó la tierra con su vegetación, dio el respiro al pueblo que habita y el aliento a los que se mueven en ella. Yo, el Señor, te he llamado para la justicia, te he tomado de la mano, te he formado y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas: Yo soy el señor, este es mi nombre, no cedo mi gloria a nadie ni mi honor a los ídolos. Lo antiguo ya ha sucedido, y algo nuevo yo anuncio, antes de que brote os lo comunico. Cantad al Señor un cántico nuevo, y llegue su alabanza a los confines de la tierra; los que se hacen al mar, los que lo pueblan, las costas y sus habitantes.

Sal 72,1: Oh Dios, confía tu juicio al rey, tu justicia a un hijo de rey.

Jr 23, 5: Mirad que llegan días – oráculo del Señor – en que daré a David un vástago legítimo. Reinará como rey prudente, y administrará la justicia y el derecho en el país.

Reposará sobre él el espíritu de Yahvé.

Rm 15, 12: Isaías por su parte dice: Se alzará el renuevo de Jesé, se levantará a gobernar las naciones: en él esperarán los pueblos.

Ap 22, 16: Yo, Jesús, envié a mi ángel con este testimonio para vosotros, acerca de las iglesias. Yo soy el retoño del linaje de David, el astro brillante de la mañana.

Mt 3, 16: Jesús se bautizó, salió del agua y al punto se abrió el cielo y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y se posaba sobre él.

1 P 4, 14: Si os insultan por ser cristianos, dichosos vosotros, porque el Espíritu de Dios y su gloria reposa en vosotros.

Is 9, 5: Porque un niño nos ha nacido, nos ha traído un hijo: lleva el cetro del principado y se llama “Milagro de consejero, Guerrero divino, Jefe perpetuo, Príncipe de la paz”.

Juzgará con justicia a los débiles.

Ap 19, 11: Vi el cielo abierto y allí un caballo blanco. Su jinete se llama Fiel y Veraz, Justo en el gobierno y en la guerra.

Herirá al hombre cruel.

Ap 19, 16: En el manto y sobre el muslo lleva escrito un título: Rey de reyes y Señor de señores.

Con el soplo de sus labios.

2 Ts 2, 8: Entonces se revelará el Inicuo, al que destruirá el Señor Jesús con el aliento de su boca y anulará con la manifestación de su venida.

Serán vecinos el lobo y el cordero.

Is 65, 25: El lobo y el cordero pastarán juntos, el león como el buey comerán paja. No harán daño ni estrago por todo mi Monte Santo – dice el Señor –.

Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid.

Sal 91, 13: Porque me quiere, lo pondré a salvo, lo pondré en alto porque conoce mi nombre.

La tierra estará llena del conocimiento de Yahvé.

Ha 2, 14: Cuando toda la tierra se llene del conocimiento de la gloria del Señor, como las aguas colman el mar.

Jr 31, 33-34: Así será la alianza que haré con Israel en aquel tiempo futuro – oráculo del Señor –: Meteré mi Ley en su pecho, la escribiré en su corazón, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo; ya no tendrán que enseñarse unos a otros, mutuamente, diciendo: “Tienes que conocer al Señor”, porque todos, grandes y pequeños, me conocerán – oráculo del Señor –, pues yo perdono sus culpas y olvido sus pecados.

Is 40, 5: Y se revelará la gloria del Señor y la verán todos los hombres juntos – ha hablado la boca del Señor –.

Aquel día la raíz de Jesús se alzará como estandarte de los pueblos.

Rm 15, 12: Isaías por su parte dice: Se alzará el renuevo de Jesé, se levantará a gobernar las naciones: en él esperarán los pueblos.

Ap 22, 16: Yo, Jesús, envié a mi ángel con este testimonio para vosotros acerca de las iglesias. Yo soy el retoño del linaje de David, el astro brillante de la mañana.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

11 Poema mesiánico, que concreta algunos rasgos esenciales del Mesías futuro: es de linaje davídico, será lleno del espíritu profético, hará que reine entre los pueblos la justicia, reflejo terrestre de la santidad de Yahvé, restablecerá la paz paradisiaca, fruto del conocimiento de Yahvé.

11 1 Padre de David y antepasado de todos los reyes de Judá y del Mesías.

11 2 El espíritu de Yahvé o el santo espíritu de Yahvé, su soplo (soplo y espíritu son traducción de la misma palabra rûah), actúa a través de toda la historia bíblica. Desde antes de la creación descansa sobre el caos, da la vida a todos los seres. Él suscita a los Jueces. Él da habilidad a los artesanos, el discernimiento a los Jueces, la sabiduría a José. Finalmente y sobre todo él inspira a los profetas (Moisés, David, Elías), mientras que los falsos profetas siguen su propio espíritu. El presente texto enseña que este espíritu de los profetas será dado al Mesías, anunciará para los tiempos mesiánicos su efusión universal. Al igual que la doctrina de la Sabiduría, la doctrina del Espíritu hallará su expresión definitiva en el NT.

11 3 El espíritu profético confiere al Mesías las virtudes eminentes de sus grandes antepasados: sabiduría e inteligencia de Salomón, prudencia y bravura de David, conocimiento y temor de Yahvé de los Patriarcas y Profetas, Moisés y Jacob y Abraham. La enumeración de los dones por los LXX y la Vulgata (que añaden la piedad por desdoblamiento del temor de Yahvé) se ha convertido en nuestra lista de los siete dones del Espíritu Santo.

11 4 La justicia real debe ser ejercida sobre todo en favor de los pobres. Va estrechamente unida a la prosperidad.

11 6 La rebelión del hombre contra Dios había roto la armonía entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre. Los profetas anuncian guerras e invasiones como castigo de las infidelidades de Israel. A la inversa, la era mesiánica, trayendo el perdón de los pecados y la reconciliación con Dios y el reino de la justicia, establece la paz que es su consecuencia: fertilidad del suelo, desarme general, paz perpetua. La Nueva Alianza es una alianza de Paz. el reino mesiánico es un reino de paz. Esta paz se extiende al reino animal, hasta la serpiente, responsable del primer pecado: la era mesiánica se describe aquí simbólicamente como una vuelta a la paz paradisiaca.

11 8 Este tema tiene su origen en los relatos de la creación. Ha alimentado la esperanza tanto de los sabios cuando de los profetas. Es el final de la enemistad entre el hombre y la serpiente.

11 10 Este poema que data del fin del destierro babilónico, ha sido puesto en este lugar del libro de Isaías a causa de la mención de la raíz de Jesé.

 

Salmo responsorial

Sal 72 (71), 2.7-8.12-13.17.

 

Que en sus días florezca la justicia

y la paz abunde eternamente. R/.

Dios mío, confía tu juicio al rey,

tu justicia al hijo de reyes,

para que rija a tu pueblo con justicia,

a tus humildes con rectitud. R/.

 

En sus días florezca la justicia

y la paz hasta que falte la luna;

domine de mar a mar,

del Gran Río al confín de la tierra.  R/.

 

Él librará al pobre que clamaba,

al afligido que no tenía protector;

él se apiadará del pobre y del indigente,

y salvará la vida de los pobres.  R/.

 

Que su nombre sea eterno,

y su fama dure como el sol;

él sea la bendición de todos los pueblos,

y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.  R/.

 

Textos paralelos.

Confía, oh Dios, tu juicio al rey.

Jr 23, 5: Mirad que llegan días – oráculo del señor – en que daré a David un vástago legítimo. Reinará como rey prudente y administrará la justicia y el derecho en el país.

Florecerá en sus días la justicia.

2 S 7, 13s: Él edificará un templo en mi honor y yo consolidaré su trono real para siempre. Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo; si se tuerce, lo corregiré con varas y golpes , como suelen los hombres; pero no le retiraré mi lealtad como se la retiré a Saúl, al que aparté de mi presencia. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá para siempre.

Jr 31, 35: Así dice el Señor: que establece el sol para iluminar el día, el ciclo de la luna y las estrellas para iluminar la noche, que agita el mar y mugen sus olas – su título es Señor de los ejércitos –.

Sal 33, 20: Nosotros aguardamos al Señor que es nuestro auxilio y escudo.

Dominará de mar a mar.

Za 9, 10: Destruirá los carros de Efraín y los caballos de Jerusalén; destruirá los arcos de guerra y dictará paz a las naciones; dominará de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.

Si 44, 21: Por eso Dios juró bendecir con su descendencia a las naciones, multiplicarlo como la arena de las playas, y a su prole como a las estrellas del cielo; darle en herencia de mar a mar, desde el Gran Río hasta el extremo del orbe.

Is 27, 1: Aquel día castigará el señor con su espada grande, templada, robusta, a Leviatán, serpiente huidiza; a Leviatán, serpiente tortuosa, y dará muerte al dragón marino.

Mi 7, 17: Que muerdan el polvo como culebras o sabandijas; que salgan temblando de sus baluartes, que teman y se asusten ante ti, Señor, Dios nuestro.

Is 49, 23: Sus reyes serán ayos; sus princesas, tus nodrizas; rostro en tierra te rendirán homenaje, lamerán el polvo de tus pies, y sabrás que yo soy el Señor, que no defraudo a los seres que esperan en mí.

Pues librará al pobre suplicante.

Jb 29, 12: Con poder aquietó el Mar, con su destreza machacó el Caos.

Que sirva de bendición a las naciones.

Gn 12, 3: Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

72 Este salmo, dedicado a Salomón, rey justo y pacífico, rico y glorioso, designa al rey ideal del futuro. Las tradiciones judía y cristiana han visto en él el retrato anticipado del rey mesiánico anunciado por Isaías 9, 5 y Zacarías 9, 9s.

72 7 (a) Justicia sedeq manuscritos, versiones: el justo, sadiq hebreo (relectura mesiánica).

72 7 (b) La era mesiánica durará hasta el fin de los tiempos.

72 8 Los límites de la Palestina ideal.

72 17 En el estado actual del texto podría traducirse: “esté su nombre por siempre ante el sol: germinará (proliferará) en su nombre, relectura que puede aducir al vástago de Jesé y al nombre mesiánico de Germen.

 

Segunda lectura.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 15, 4-9.

Hermanos:

Todo lo que se escribió en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, a fin de que a través de nuestra paciencia y del consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza. Que el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener entre vosotros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús; de este modo unánimes, a una voz, glorificaréis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por eso, acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios. Es decir, Cristo se hizo servidor de la circuncisión en atención a la fidelidad de Dios, para llevar a cumplimiento las promesas hechas a los patriarcas y, en cuanto a los gentiles, para que glorifiquen a Dios por su misericordia; como está escrito: “Por esto te alabaré entre los gentiles y cantaré para tu nombre”.

Palabra de Dios.

 

Textos paralelos.

Se escribió para nuestra formación.

1 Co 10, 6: Estos sucesos nos sirven de escarmiento para que no deseemos el mal como ellos lo desearon.

Para que con la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras.

2 Tm 3, 6: A este grupo pertenecen esos que se cuelan dentro de las casas y se llevan cautivadas mujerzuelas cargadas de pecados, arrastradas por diversas pasiones.

Conservemos la esperanza.

1 M 12, 9: Y aunque con el estímulo de los libros santos no necesitamos tales alianzas.

2 M 15, 9: Los exhortó con textos de la Ley y los Profetas, y recordándoles los combates que habían sostenido los enardeció.

Para que unánimes a una voz alabéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.

Flp 2, 2: Colmad mi alegría sintiendo lo mismo, con amor mutuo, concordia y buscando lo mismo.

Cristo se puso al servicio de los circuncisos.

Mt 15, 24: Él contestó: ¡He sido enviado solamente a las ovejas descarriadas de la Casa de Yahvé!

Para dar cumplimiento a las promesas hechas a los patriarcas.

Hch 3, 25-26: Vosotros sois herederos de los profetas y de la alianza que Dios otorgó a nuestros padres, cuando dijo a Abrahán: Por tu descendencia serán benditas todas las familias del mundo. Dios resucitó a su siervo y lo envió, primero a vosotros, para que os bendijera haciendo que se conviertan cada uno de sus maldades.

Para que los gentiles alabasen a Dios por su misericordia.

Ex 34, 6: El Señor pasó ante él proclamando: el Señor, el señor, el Dios compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel.

Sal 18, 50: Por eso te daré gracias ante las naciones y tañeré, Señor, en tu honor.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

2 1 (a) Lo esencial de este oráculo se encuentra en Mi 4, 1-3. Su origen es discutido. La opinión más probable es que aquí Mi depende de Is: los argumentos contra la autenticidad isaiánica del texto (en particular su universalismo) no son decisivos.

2 1 (b) Este nuevo título introduce la breve colección de oráculos de los capítulos 2-5.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Mateo 3, 1-12.

Por aquellos días, Juan el Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando:

-Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.

Este es el que anunció el profeta Isaías diciendo: “Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”. Juan llevaba un vestido de piel de camello, como una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y de la comarca del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán. Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo:

-¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”, pues os digo que Dios es capaz de sacer hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano, aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga”.

 

Textos paralelos.

 

Mc 1, 1-8

Mt 3, 1-12

Lc 3, 1-18

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Como está escrito en el profeta Isaías: “Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino;

 

voz que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos”;

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

se presentó Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados.

 

Acudía a él toda la región de Judea y toda la gente de Jerusalén. Él los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:

-Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Por aquellos días, Juan el Bautista se presenta en el desierto de Judea, predicando:

-Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.

 

Este es el que anunció el profeta Isaías, diciendo:

 

 

 

-Voz del que grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”.

 

 

 

 

 

Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.

 

 

 

 

 

 

 Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y de la comarca del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo:

-¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión.

Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.

En el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás,  vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.

 

 

 

 

 

 

Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión, para perdón de los pecados,

 

 

como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:

 

 

 “Voz que grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; los valles serán rellenados, los montes y colinas serán rebajados, lo torcido será enderezado, lo escabroso será camino llano. Y toda carne verá la salvación de Dios.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A los que venían para ser bautizados les decía:

 

 

 

 

-¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente?

 

Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”, pues os digo que Dios es capaz de sacar de estas piedras hijos de Abrahán. Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y todo árbol que no de buen fruto será talado y echado al fuego.

La gente le preguntaba:

-Entonces, ¿qué debemos hacer?

Él contestaba:

-El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:

-Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?

Él les contestó:

-No exijáis más de lo establecido.

Unos soldados igualmente le preguntaban:

-Y nosotros, ¿qué debemos hacer?

Él les contestó:

-No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga.

Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:

-Yo os bautizo con agua; pero el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.

Con estas y muchas exhortaciones anunciaba al pueblo el Evangelio.

 

 

 

A los que venían para ser bautizados les decía:

-¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente?

 

Se presentó Juan el Bautista.

Jn 3, 23: También Juan estaba bautizando en Enón, cerca de Salín, porque había allí agua abundante; la gente acudía y se bautizaba.

Convertíos, porque ha llegado el Reino de los cielos.

Mc 1, 15: Decía: “Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio”.

Hch 2, 38: Pedro les contestó: “Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados”.

Is 56, 1: Esto dice el Señor: “Observad el derecho, practicad la justicia, porque mi salvación está por llegar, y mi justicia se va a manifestar”.

Mt 4, 17: Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”.

Mt 10, 7: Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos.

Voz que clama en el desierto.

Is 40, 3: Una voz grita: “En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios”.

Preparad el camino del Señor.

Jn 1, 23: Él contestó: “Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Allanad el camino del Señor’, como dijo el profeta Isaías”.

Juan llevaba un vestido hecho de pelos.

Mt 11, 8: ¿O qué salisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Mirad, los que visten con lujo habitan en los palacios.

2 R 1, 8: Le respondieron: “Uno vestido de pieles y con una faja ceñida a la cintura”. Él reconoció: “Es Elías, el tesbita”.

Se alimentaba de langostas y miel silvestre.

Lv 11, 21-22: Pero de todos los bichos alados que andan sobre cuatro patas, podéis comer aquellos que, además de sus cuatro patas, tienen zancas para saltar con ellas sobre el suelo. De estos podéis comer los siguientes: la langosta en todas sus variedades y todas las variedades de saltamontes, caballetas y grillos.

Mt 11, 7: Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: “¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento?

Gente de Jerusalén, de toda Judea.

Gn 13, 11: Lot se escogió la vega del Jordán y marchó hacia levante; y así se separaron el uno del otro.

Región del Jordán.

Jn 1, 28: Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

Tras confesar sus pecados.

Jn 5, 35: Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.

Cuando vio venir a muchos fariseos.

Sal 140, 3-4: Que planean maldades en su corazón y todo el día provocan contiendas; afilan sus lenguas como serpientes, con veneno de víboras en los labios.

Is 59, 5: Cascan huevos de serpiente y tejen telarañas; quien come de esos huevos, muere, cuando los aprietan, de ellos salen víboras.

Mt 12, 34: Raza de víboras, ¿cómo podéis decir cosas buenas si sois malos? Porque de lo que rebosa el corazón habla la boca.

Mt 23, 33: ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo escaparéis del juicio de la gehenna?

Quién os ha enseñado a huir de la ira inminente.

Am 5, 18: ¡Ay de los que ansían el Día del Señor! ¿De qué os servirá el Día del Señor? ¡Será tinieblas, y no luz!

Rm 1, 18: La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que tienen la verdad prisionera de la injusticia.

Dad fruto digno de conversión.

Jn 8, 33-40: Le replicaron: “Somos del linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: ‘Seréis libres?”. Jesús les contestó: “En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siembre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán: sin embargo tratáis de matarme, porque mi palabra no cala en vosotros. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que habéis oído a vuestro padre”. Ellos replicaron: “Nuestro padre es Abrahán”. Jesús les dijo: “Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios; y eso no lo hizo Abrahán”.

Rm 9, 7-8: Ni porque sean descendencia de Abrahán son todos hijos, sino que tus descendientes se llamarán tales a través de Isaac. Es decir, hijos de Dios no son los hijos de la carne, sino que los hijos de la promesa son los que se cuentan como descendencia.

Ga 3, 7: En efecto, la Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, le adelantó a Abrahán la buena noticia de que por ti serán benditas todas las naciones.

Ga 4, 21-22: Decidme vosotros, los que queréis someteros a la ley: ¿No oís lo que dice la ley? Porque está escrito que Abrahán tuvo dos hijos, uno de la esclava y otro de la libre.

Ya está el hacha puesta a la raíz.

Mt 7, 19: El árbol sano no puede dar frutos malos, ni el árbol dañado dar frutos buenos.

Mt 12, 33: Plantad un árbol bueno y el fruto será bueno; plantad un árbol malo y el fruto será malo; porque el árbol se conoce por su fruto.

Todo árbol que no de buen fruto.

Is 10, 34: Cae bajo el hierro la espesura del bosque, se desploma el Líbano con todo su esplendor.

Jr 46, 22: Silba y escapa como serpiente, al ver que se acerca el ejército: llegan contra ella con hachas, igual que si fueran leñadores.

Lc 13, 6-9: Y dijo está parábola: “Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala: ¿Para qué va a perjudicar el terreno? Pero el viñador respondió: Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar.

Jn 15, 1-6: Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.

Bautizo con agua en señal de conversión.

Jn 1, 26-33: Juan les respondió: “Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia”. Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando. Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: ‘Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo’. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel”. Y Juan dio testimonio diciendo: “He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautizará con Espíritu Santo’. Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios”.

Hch 1, 5: Porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo dentro de no muchos días.

El bieldo y va a aventar su parva.

Is 41, 16: Los aventarás y el viento se los llevará, el vendaval los dispersará. Pero tú te alegrarás en el Señor, te gloriarás en el Santo de Israel.

Jr 15, 7: Los he avenado con la horquilla, por todas las ciudades del país; he dejado a mi pueblo sin hijos, lo he destruido del todo, pero no han cambiado mi conducta.

Sb 5, 14: Si, la esperanza del impío es brizna que arrebata el viento, espuma ligera que arrastra el vendaval, humo que el viento disipa, recuerdo fugaz del huésped de un día.

Sb 5, 23: Se levantará contra ellos un viento impetuoso que los aventará como huracán. Así la iniquidad asolará toda la tierra y la maldad derrocará los tronos de los poderosos.

Ap 14, 14: Miré, y apareció una nube blanca; y sentado sobre la nube alguien como un Hijo de hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro y en su mano una hoz afilada.

Mt 13, 42: Y los arrojarán al horno de fuego, allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos que oiga.

Mt 13, 50: Y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

Is 48, 10: Te he purificado, pero no como la plata; te puse a prueba en el crisol de la desgracia.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

3 1 (a) Expresión estereotipada, que no tiene más que un valor de transición – El relato de la vida pública de Jesús es introducido, como en Mc y Lc, por un tríptico: predicación de Juan (3, 1-12), bautismo de Jesús (3, 13-17) y tentación de Jesús (4, 1-11).

3 1 (b) Se trata del verbo griego heryssein, del que deriva el sustantivo kérygma (kerigma = proclamación). Del uso profano (anuncio del heraldo en nombre del rey, Gn 41, 43) el verbo pasó al ámbito religioso (proclamación en nombre de Dios, Jl 2, 1). Empleado aquí para la predicación de Juan Bautista, lo será también para la de Jesús, la de sus discípulos y la de la Iglesia primitiva. En Mt (salvo en 11, 1) el contenido de la proclamación es brevemente reseñado o condensado en las expresiones “Evangelio del Reino” o simplemente “Evangelio”. Notar que los verbos proclamar y evangelizar (=anunciar una buena noticia) podrían ser más o menos sinónimos en los LXX.

3 1 (c) Región montañosa y desolada que se extiende entre el yugo montañoso central de Palestina y la depresión del Jordán y del mar Muerto.

3 2 (a) La metanoia, etimológicamente “cambio de mente”, designa una renuncia al pecado, una “penitencia”. Este pesar, que mira hacia el pasado, va acompañado normalmente de una “conversión”, verbo griego epistréfein), por la que el hombre se vuelve a Dios e inicia una vida nueva. Estos dos aspectos complementarios de un mismo movimiento del alma no se distinguen siempre en el vocabulario. Penitencia y conversión son la condición necesaria para recibir la salvación que trae el Reino de Dios. La llamada a la penitencia lanzada por Juan Bautista será repetida por Jesús, por sus discípulos y por Pablo.

3 2 (b) “ha llegado” (engiken), es decir, está presente. Pero esta presencia  se entiende, o bien, está secretamente inaugurado en la persona y la actividad de Jesús, pero pronto se manifestará a todos. Otros traducen “está cerca”, en el sentido de que Jesús anuncia la llegada o la irrupción inminente y universal del Reino.

3 2 (c) En lugar de “Reino de Dios”, expresión propia de Mt que responde a la preocupación judía por sustituir el Nombre de Dios con una metáfora.

3 3 En la cita de Is 40, 3 los sinópticos siguen a los LXX, que vinculan “en el desierto” a “voz” y no a “preparad”, como en el texto hebreo. Reemplazan “las sendas de nuestro Dios”, por “sus sendas”, haciendo así posible la aplicación del texto al propio Jesús.

3 4 Juan adopta la vestimenta clásica de los profetas (Za 13, 4), en particular la de Elías (2 R 1, 8); que vuelven en la persona de Juan Bautista.

3 6 El rito de inmersión, símbolo de purificación o de renovación, era conocido en las religiones antiguas y en el Judaísmo (Bautismo de los Prosélitos, Esenios). Aun inspirándose en estos precedentes, el bautismo de Juan se distingue de ellos por tres rasgos principales: apunta a una purificación no ya ritual sino moral; no se repite, y cobra por ello el aspecto de una iniciación; tiene un valor escatológico, ya que introduce en el grupo de los que profesan una espera activa del Mesías próximo y constituyen por anticipado una comunidad. Su eficacia es real, pero no sacramental, puesto que depende del Juicio de Dios, que aún ha de venir en la persona del Mesías, cuyo fuego purificará o consumirá, según que se esté bien o mal dispuesto, y quien únicamente bautizará “en el Espíritu Santo”. Este bautismo de Juan aún será practicado por los discípulos de Cristo, Jn 4, 1-2, hasta el día en que quede absorbido por el nuevo rito instituido por Cristo resucitado.

3 7 (a) Secta de judíos, observantes de la Ley, muy apegados a la tradición oral de los doctores. La interpretación diferente y profundizadora que Jesús da a la Ley, y su trato con los pecadores, no podían menos de suscitar por parte de ellos, una oposición, de la que los evangelios, sobre todo Mt, han conservado numerosos ecos. La polémica lanzada por Mt contra los sucesores de los fariseos ha influido negativamente en la opinión que se tiene de ellos. Sin embargo, Jesús mantuvo con algunas relaciones amistosas y los discípulos encontraron en ellos aliados contra los saduceos, Hch 23, 6-10. No se puede negar su celo ni en ocasiones su rectitud. El mismo Pablo se enorgullece de su pasado fariseo.

3 7 (b) Estos, por reacción contra los fariseos, rechazaban toda tradición fuera de la Ley escrita. Menos celosos y más preocupados por la política, se reclutaban sobre todo entre las grandes familias sacerdotales. El partido de los sumos sacerdotes estaba compuesto en gran parte por saduceos. Estos también se enfrentaban a Jesús y a sus discípulos.

3 7 (c) La ira del Día de Yahvé que debía inaugurar la era mesiánica.

3 8 “dignos” (axios), idéntico adjetivo que en Mt 10, 10. El término “fruto” (karpós) en singular, designa aquí la conducta global de la persona, no una manifestación particular de piedad o de moral. La conversión requerida no es fruto de la predicación del bautista O bien Juan exige que la conversión real se manifieste en la conducta, o bien denuncia la conversión de los oyentes como ilusoria, pues no se corresponde con la realidad. Esta segunda interpretación podría apoyarse en 3, 9.10.

3 11 (a) Solo aquí y en 12, 29 Jesús es designado como “Fuerte” (isckyrós), cualificación que caracterizaba a Dios en el AT (Dn 9, 4) y, hacia la época de Jesús, al Mesías esperado (ver Salmos de Salomón). En lugar de “fuerza”, Mateo prefiere el término “autoridad” (exousía).

3 11 (b) El fuego, medio de purificación menos material y más eficaz que el agua, simboliza ya en el AT, ver Is 1, 25; Za 13, 9; Ml 3, 2-3, la intervención soberana de Dios y de su Espíritu para purificar las conciencias.

3 12 El fuego de la Gehenna que consume por siempre lo que no ha podido ser purificado.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

1 SE PRESENTÓ: lit. se presenta (el tiempo verbal griego es presente histórico). // EL DESIERTO DE JUDEA: zona despoblada, entre Jerusalén y el mar Muerto, Juan predicó no lejos de Qumrán.

2 El versículo empieza, lit.: diciendo (algunos manuscritos leen y diciendo); equivale a nuestros dos puntos ortográficos (:). // ARREPENTÍOS: casi sinónimo de convertíos (epistréphete; en Hch 3, 19 aparece la bina “arrepentíos y convertíos”). Convertirse, “metanoeîn” (en griego profano: cambiar la mentalidad), es, en su aspecto moral, “arrepentirse”: un movimiento que, si bien requiere una labor intelectual (“arrepentirse supone gran inteligencia, porque el pecador se da cuenta de que hizo lo malo ante el Señor”: Hermas, Mandata (“El Pastor”) IV, 2, 2), para un semita afecta al hombre entero: arrepentirse es cambiar completamente de orientación y de conducta. // HA LLEGADO: ha de acercarse equivale a “llegar”: ya está ahí, o está a la puerta (cf. la expresión similar de 12, 28): // EL REINO DE LOS CIELOS o reino celeste contrapuesto a los reinos de la tierra, es la misma realidad llamada en otros pasajes “reino de Dios”. // LOS CIELOS: fórmula rabínica para evitar pronunciar a la ligera el nombre de Dios.

3 ANUNCIADO: se entiende, por Dios.

4 JUAN: lit. él en persona, Juan. // UNA FAJA, no para ceñir la túnica, sino como calzón corto; o lienzo en torno a la cintura, como el de un esclavo.

7 ¡ENGENDROS DE VÍBORAS!: viboreznos. En Lc 3, 7 esa implicación va dirigida “al gentío” en general; en Mt se dirige a LOS FARISEOS Y SADUCEOS (cf. Hch 23, 6); en 12, 34 y 23,33 solamente a los fariseos. En los himnos de Qumrán una imagen parecida – la mujer que ha concebido de una serpiente – parece referirse también a los fariseos. // LA IRA divina, “explosión” de la santidad de Dios ante el pecado humano; la justicia vindicativa divina: el castigo.

8 FRUTO: conjunto de buenas obras, exigidas por un ARREPENTIMIENTO serio; lo produce “el árbol” (v. 10), hecho fecundo al arrepentirse.

9 EN VUESTRO INTERIOR: lit. en (vosotros) mismos.

11 CON AGUA: lit. en agua, traducción griega incorrecta de un he hebreo instrumental, que no excluye el sentido local (el agua sería sitio e instrumento: se purifica en el agua y con el agua); esto vale también para “con fuego”. // PARA QUE OS ARREPINTÁIS: lit. para arrepentimiento. // EL QUE VIENE: o el que va a venir, el que está a punto de llegar; o el que tiene que venir (cf. 11, 3). El esclavo lleva EN LA MANO el CALZADO que puede necesitar su amo. // FUEGO DE(L) ESPÍRITU SANTO: entendiendo a manera de endíadis el texto lit. (Espíritu Santo y fuego); podría entenderse también: “con Espíritu Santo que es como fuego (cf. Hb 12, 29); o “el Espíritu Santo que purifica (¿o castiga? (cf. v. 12) con fuego. El FUEGO es símbolo bíblico de la acción del Espíritu Santo, que transforma cuanto toca, y que no debemos apagar (cf. 1 Ts 5, 19).

12 LIMPIARÁ A FONDO el grano de SU ERA, separándolo de la paja.

 

Notas exegéticas de la Biblia Didajé.

3, 3 Voz que grieta en el desierto (cf. Is 40, 3): Juan Bautista fue el último y el mayor de los profetas porque señaló inmediata y directamente la venida de Cristo. La vestimenta de Juan recuerda a la de Elías (cf. 2 Re 1, 8), y, en efecto, viene con el espíritu y el poder de Elías. Cat. 523, 717-1720.

3, 7 Los fariseos y saduceos eran dos grupos dominantes entre los judíos del siglo primero., Los saduceos eran la clase sacerdotal y generalmente más rica: negaban la resurrección de los muertos; solo aceptaban como Ley el Pentateuco. Los fariseos eran maestros de la Ley, más numerosos que los saduceos y más populares entre la mayoría de los judíos; aceptaban los libros proféticos y los Escritos como palabra revelada y creían en la resurrección de los muertos. Otro grupo, los esenios (a menudo asociados con los manuscritos del mar Muerto encontrados en Qumrán), no es mencionado directamente en el Nuevo Testamento. Cat. 993.

3, 7-12 En su predicación sobre la venida del Mesías, Juan Bautista advirtió sobre el juicio final e instó al arrepentimiento. Su bautismo no perdonaba los pecados; más bien anunciaba el sacramento del bautismo de Cristo, que sí perdonaba los pecados y concedía vida nueva. Cat. 535, 678.

3, 12 Un bieldo es una herramienta con forma de pala con la que se avienta el trigo al aire para separarlo de la paja (salvado). La paja se aventaba al ser más ligera, mientras que los granos de trigo caen en el suelo, al final de los tiempos. Cristo separará los justos de los pecadores. Cat. 1040.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

Cat. 523, 717-1720. Cat. 993. 535, 678, 1040

523 San Juan Bautista es el precursor inmediato del Señor, enviado para prepararle el camino. “Profeta del Altísimo”, sobrepasa a todos los profetas, de los que es el último, e inaugura el Evangelio; desde el seno de su madre saluda la venida de Cristo y encuentra su alegría en ser amigo del esposo a quien señala como el Cordero de Dos que quita el pecado del mundo. Precediendo a Jesús con el espíritu y el poder de Elías, da testimonio de él mediante su predicación, su bautismo de conversión y finalmente con su martirio.

720 Con Juan el Bautista, el Espíritu Santo inaugura, prefigurándolo, lo que realizará con y en Cristo: volver a dar al hombre la semejanza divina. El bautismo de Juan era para el arrepentimiento, el del agua y del Espíritu será un nuevo nacimiento.

993 Los fariseos y muchos contemporáneos del Señor esperaban la resurrección. Jesús la enseña finalmente. A los saduceos que la niegan responde: “Vosotros no conocéis ni las Escrituras ni el poder de Dios, vosotros estáis en el error” (Mc 12, 24). La fe en la resurrección descansa en la fe en Dios que “no es un Dios de muertos sino de vivos” (Mc 12, 27).

678 Siguiendo a los profetas y a Juan Bautista, Jesús anunció en su predicación el Juicio del último Día. Entonces, se pondrán a la luz la conducta de cada uno y el secreto de los corazones. Entonces será condenada la incredulidad culpable que ha tenido en nada la gracia ofrecida por Dios. La actitud con respecto al prójimo revelará la acogida o el rechazo de la gracia y del amor divino. Jesús dirá en el último día: “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40).

1040 El Juicio final sucederá cuando vuelva Cristo glorioso. Solo el Padre conoce el día y la hora en que tendrá lugar; solo Él decidirá su advenimiento. Entonces Él pronunciará por medio de su Hijo Jesucristo, su palabra definitiva sobre toda la historia. Nosotros no conoceremos el sentido último de toda la obra de la creación y de toda la economía de la salvación, y comprenderemos los caminos admirables por los que su providencia habrá conducido todas las cosas a su fin último. El Juicio final revelará que la justicia de Dios triunfa de todas las injusticias cometidas por sus criaturas y que su amor es más fuerte que la muerte.

 

Concilio Vaticano II

Mientras moramos en este cuerpo, vivimos en el destierro, lejos del Señor, y aunque poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior y ansiamos estar con Cristo. Ese mismo amor nos apremia a vivir más y más para Aquel que murió y resucitó por nosotros. Por eso procuramos agradar en todo al Señor y nos revestimos de la armadura de Dios para permanecer firmes contra las asechanzas del demonio y resistir en el día malo. Y como no sabemos el día ni la hora, es necesario, según la amonestación del Señor, que velemos constantemente, para que, terminado el único plazo de nuestra vida terrena, merezcamos entrar con Él a las bodas y ser contados entre los elegidos, y no se nos mande, como a siervos malos y perezosos, ir al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde habrá llanto y rechinar de dientes. Pues antes de reinar con Cristo glorioso, todos debemos comparecer ante el tribunal de Dios para dar cuenta cada uno de las obras buenas o malas que haya hecho en su vida mortal; y al fin del mundo saldrán los que obraron bien para la resurrección de vida; los que obraron mal para la resurrección de condenación. Teniendo, pues, por cierto que los padecimientos de esta vida son nada en comparación con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros, con fe firme aguardamos la esperanza bienaventurada y la llegada de la gloria del gran Dios y Salvador Jesucristo, quien transfigurará nuestro abyecto cuerpo en cuerpo glorioso semejante al suyo y vendrá para ser glorificado en sus santos y mostrarse admirable en todos los que creyeron.

Lumen Gentium, 48.

 

San Agustín

Y no os extrañe la multitud de cristianos malos que llenan la Iglesia, que comulgan del mismo altar, que alaban a grandes voces al obispo o al presbítero, que hablan sobre las buenas costumbres. Gracias a ellos se cumple lo que predijo en el salmo quien nos ha congregado: Hice el anuncio, hablé, y se multiplicaron por encima del número (Sal 39, 6). Pueden estar con nosotros en la Iglesia en este tiempo, pero no les será posible en aquella asamblea de santos que tendrá lugar después de la resurrección. La Iglesia de este tiempo es igual que una era que tiene grano y paja mezclados, es decir, buenos y malos juntos. Después del juicio, en cambio, tendrá solamente buenos sin malo alguno.

El que es grano, gócese con temblor, permanezca en la era, no se aleje de ella. No intente desprenderse de lo que a su juicio es paja, puesto que, si desea separarse ahora de la paja, no podrá permanecer en la era, y, cuando llegue quien sabe separar sin equivocarse, no conducirá al granero lo que no encontró en la era.

Por tanto, amadísimos, el que es bueno soporte al malo; el que es malo imite al bueno. En esta era, efectivamente, los granos pueden volverse paja, y, a su vez, de la paja salir grano. Son cosas que acaecen a diario, hermanos míos; esta vida está llena de penas y consuelos. A diario caen y perecen quienes parecían buenos, y, al revés, se convierten y recobran la vida quienes parecían malos.

Escuchadme, granos; oídme los que sois lo que quiero que seáis; escuchadme, granos. No os entristezca la mezcla de la paja: no os acompañará por siempre. ¿Cuánto pesa la paja? Gracias a Dios es leve. Preocupémonos solo de ser grano, y, por mucha que ella sea, no os oprimirá.

Escucha, séate de provecho la paciencia de Dios; que el contacto y la amonestación del grano te convierta en grano. No te falta la lluvia de la palabra de Dios; no sea estéril en vosotros el campo de Dios. Reverdeced, pues; granad, madurad. Quien os sembró quiere encontrar espigas, no espinas.

Sermón 223, 3. I, pgs. 67-70.

 

Los Santos Padres.

Él preparaba las almas de los fieles, en las cuales caminaría el Señor para que siendo él puro, caminara por caminos muy puros.

Jerónimo, Comentario al Ev. de Mateo, 1, 3,3. Ia, pg. 83.

Su misión era preparar de antemano las almas para que recibieran al Dios del universo.

Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev. de Mateo, 10, 3. Ia, pg. 84.

Juan comía langostas, pues también el pueblo se alimentaba de una palabra que parecía venir por el aire, pero no volaba con alas ni se había posado todavía sobre la tierra. Comía miel, no cultivada por los hombres, pues la miel producida por la ley y por los profetas no la habían cultivado porque no habían desentrañado su voluntad ni investigado las Escrituras.

Orígenes, Fragmentos sobre el Ev. de Mateo, 41. Ia, pg. 86.

Habéis oído cómo (Juan) se apartó del pecado para hacer penitencia como una langosta, y dobló sus rodillas como señal del peso de la penitencia. mezcló su comida con miel para que la misericordia atemperara el amargor de la penitencia.

Pedro Crisólogo, Sermones, 167, 9. Ia, pg. 86.

Se puede decir que “frutos de penitencia” son, en primer lugar, la fe en Cristo y, luego, el comportamiento evangélico consistente “en la novedad de vida” y en estar liberado de la necedad de la letra.

Cirilo de Alejandría, Fragmentos sobre el Ev. de Mateo¸ 20. Ia, pg. 90.

Juan trata por todos los medios de infundirles temor a finde despertarlos y empujarlos a la penitencia.

Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev. de Mateo, 11, 3. Ia, pg. 91.

 

San Juan de Ávila

Y luego dígase de la virtud de la penitencia, que es segunda condición, sin la cual ninguno puede entrar en el cielo. Nisi paenitentiam habueritis omnes simul peribits, si no os convertís, todos pereceréis(cf. Lc 13, 5). Esta penitencia nos es tan necesaria que los profetas del Viejo Testamento la dicen y repiten muchas veces. Cum egerit paenitentiam ab omnibus p3eccatis suis, quae operatus est, et custodierit praecepta mea, et fecerit iudicium, et iustitiam, vita vivet et non morietur , si se arrepiente de los pecados cometidos, guarda todos mis mandamientos y se comporta recta y honradamente, vivirá y no morirá (cf. Ez 18, 21); y también San Juan Bautista predicó: Poenitentiam agite, haced penitencia (Mt 3, 1). Finalmente, todos los santos dicen que ninguno puede entrar en el cielo sin ella. Este dolor y penitencia ha de nacer de amor de estar uno abrasado en Dios.

A sacerdotes. I, pg. 869.

Cristo comienza a predicar, y comienza con las mesmas palabras que Sant Juan: Poenitentiam agite (Mt 3, 2).

Lecciones sobre la Epístola a los Gálatas. II, pg. 27.

Y mírese cuán mal y deshonestamente se pinta la imagen de San Juan Baptista, dejándole desnudos los brazos y piernas y poniéndole un pellejo entero de camello con su cabeza, no entendiendo que en el Evangelio dice que habebat vestimentum de pilis cameli (Mt 3, 4), que era vestido de penitencia y no de pieles.

Lo que se debe avisar a los obispos. II, pg. 517-518.

El árbol que, siendo plantado en la Iglesia y estando alentado con tal espíritu, no produjere los frutos que aquí pone el Apóstol, ya está amenazado, y le está dicho en el Evangelio lo que será de él: Omnis ergo arbor quae non facit fructum bonum, excidetur et in ignem mittetur (Mt 3, 10).

Lecciones sobre la Epístola a los Gálatas. II, pg. 103.

Y los que les mandan predicar es que el rey de los cielos, se ha acercado (Mt 3, 2) de pretérito, que quiere decir: las leyes del Evangelio, que son conformes a las del cielo, y la gracia del Espíritu Santo, que se ganó por la muerte del Señor.

Fiesta de Evangelistas. III, pg. 1087.

 

San Oscar Romero.

Cristianos, esta es la palabra que la Iglesia vuelve a repetir en las cercanías de la Navidad: No habrá un continente nuevo en América Latina con sólo cambiar estructuras, con sólo dar leyes, con sólo reprimir por la fuerza. Eso es sembrar más la dificultad. Sólo puede haber un continente nuevo, un pueblo nuevo, con hombres nuevos. Como San Pablo nos dice hoy, renovándose desde dentro, vistiéndose a Cristo, convirtiéndose como dice Juan Bautista e Isaías el profeta.

Yo les invito hermanos, a que hagamos de esta temporada de Adviento, como una preparación para el nacimiento del Niño Jesús, una revisión sincera a nuestro propio corazón, y depongamos de allí, todo aquello que estorba a la venida de Jesús al mundo, porque todos estamos estorbando. Comencemos por preparar los caminos en el desierto y florecerá el tronco seco y las piedras se convertirán en hijos de Dios y los salvadoreños, que nos hemos hecho fieras unos con otros, conviviremos la alegría de ser hermanos hijos de Dios. Así sea.

Homilía, 4 de diciembre de 1977.

 

León XIV. Audiencia general. 26 de noviembre de 2025. Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. IV. La Resurrección de Cristo y los desafíos del mundo actual 6. Esperar en la vida para generar vida

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días y bienvenidos!

La Pascua de Cristo ilumina el misterio de la vida y nos permite mirarlo con esperanza. Esto no es siempre fácil o se da por descontado. Muchas vidas, en todas las partes del mundo, aparecen como fatigadas, dolorosas, llenas de problemas y de obstáculos por superar. Sin embargo, el ser humano recibe la vida como un don: no la pide, no la elige, la experimenta en su misterio desde el primer día hasta el último. La vida tiene su especificidad extraordinaria: nos es ofrecida, no podemos dárnoslas nosotros mismos, y tiene que ser alimentada constantemente: es necesario un cuidado que la mantenga, la haga dinámica, la custodie, la relance.

Se puede decir que la pregunta sobre la vida es una de las cuestiones abismales del corazón humano. Hemos entrado en la existencia sin haber hecho nada para decidirlo. Da esta evidencia brotan como un rio en crecida las preguntas de todo tiempo: ¿quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Cuál es el sentido final de todo este viaje?

En efecto, vivir invoca un sentido, una dirección, una esperanza. Y la esperanza actúa como el impulso profundo que nos hace caminar en las dificultades, que no nos hace rendirnos ante las fatigas del viaje, que nos asegura que el peregrinaje de la existencia nos conduce a casa. Sin esperanza la vida corre peligro de aparecer como un paréntesis entre dos noches eternas, una breve pausa entre el antes y el después de nuestro paso por la tierra. Esperar en la vida significa en cambio saborear la meta, creer como seguro aquello que no vemos, todavía no vemos ni tocamos, fiarse y confiarse en el amor de un Padre que nos ha creado porque nos ha querido con amor y nos quiere felices.

Queridos, en el mundo hay una enfermedad difundida: la falta de confianza en la vida. Como si nos hubiésemos resignado a una fatalidad negativa, de renuncia. La vida corre el riesgo de no representar más una posibilidad recibida como don, sino una incógnita, casi una amenaza de la cual preservarse para no desilusionarnos. Por esto, el valor de vivir y de generar vida, de testimoniar que Dios es por excelencia «El amante de la vida», como afirma el Libro de la Sabiduría (11,26), es hoy más que nunca un llamado urgente.

En el Evangelio Jesús confirma constantemente su premura por curar a los enfermos, resanar cuerpos y espíritus heridos, volver a dar vida a los muertos. De esta manera, el Hijo encarnado revela al Padre: restituye dignidad a los pecadores, acuerda el perdón de los pecados e incluye a todos, especialmente a los desesperados, a los excluidos, a los alejados de su promesa de salvación.  

Generado del Padre, Cristo es la vida y ha generado vida sin ahorrarse hasta donarnos la suya, y nos invita a donar nuestra vida. Generar quiere decir poner vida en otro. El universo de los vivientes se ha extendido a través de esta ley, que en la sinfonía de las criaturas conoce un admirable “crescendo” culminante en el dueto del hombre y de la mujer: Dios los ha creado según su propia imagen y a ellos ha confiado la misión de generar también a su imagen, ósea por amor y en el amor.  

Desde el inicio la Sagrada Escritura nos revela que la vida justamente en su forma más elevada, aquella humana, recibe el don de la libertad y se convierte en un drama. Así las relaciones humanas están también marcadas por la contradicción, hasta el fratricidio. Caín percibe al hermano Abel como una competencia, una amenaza, y en su frustración no se siente capaz de amarlo y de estimarlo. He aquí los celos, la envidia, la sangre (Gen 4,1-16). La lógica de Dios, en cambio, es otra. Dios permanece fiel por siempre a su diseño de amor y de vida; no se cansa de sostener a la humanidad también, cuando tras los rastros de Caín, obedece al instinto ciego de la violencia en las guerras, en las discriminaciones, en el racismo, en las múltiples formas de esclavitud.   

Generar significa entonces confiarse en el Dios de la vida y promover lo humano en todas sus expresiones: ante todo en la maravillosa aventura de la maternidad y de la paternidad, también en contextos sociales en los que las familias fatigan en el sostener lo oneroso del cotidiano, siendo a menudo truncadas en sus proyectos y en sus sueños. En esta misma lógica, generar es comprometerse con una economía solidaria, buscar el bien común igualmente usufructuado por todos, respetar y cuidar a la creación, ofrecer consuelo con la escucha, la presencia, la ayuda concreta y desinteresada.   

Hermanas y hermanos, la Resurrección de Jesucristo es la fuerza que nos sostiene en este desafío, también allí donde las tinieblas del mal oscurecen el corazón y la mente. Cuando la vida parece haberse apagado, bloqueado, he aquí que el Señor Resucitado pasa de nuevo, hasta el fin de los tiempos, y camina con nosotros y por nosotros. Él es nuestra esperanza. 

 

Papa Francisco. Ángelus.  4 de diciembre de 2022.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días, feliz domingo!

Hoy, segundo domingo de Adviento, el Evangelio de la Liturgia nos presenta la figura de Juan el Bautista. El texto dice que «llevaba un vestido de pelos de camello», que «su comida eran langostas y miel silvestre» (Mt 3,4) y que invitaba a todos a la conversión: «Convertíos, porque el Reino de los Cielos está cerca» (v. 2). Predicaba la cercanía del Reino. En suma, un hombre austero y radical, que a primera vista puede parecernos un poco duro y que infunde cierto temor. Pero entonces nos preguntamos: ¿Por qué la Iglesia lo propone cada año como el principal compañero de viaje durante este tiempo de Adviento? ¿Qué se esconde detrás de su severidad, detrás de su aparente dureza? ¿Cuál es el secreto de Juan? ¿Cuál es el mensaje que la Iglesia nos da hoy con Juan?

En realidad, el Bautista, más que un hombre duro es un hombre alérgico a la falsedad. Por ejemplo, cuando se acercaron a él los fariseos y los saduceos, conocidos por su hipocresía, su “reacción alérgica” fue muy fuerte. Algunos de ellos, de hecho, probablemente iban a él por curiosidad o por oportunismo, porque Juan se había vuelto muy popular. Aquellos fariseos y saduceos se sentían satisfechos y frente al llamamiento incisivo del Bautista, se justificaban diciendo: «Tenemos por padre a Abrahán» (v. 9). Así, entre falsedades y orgullo, no aprovecharon la ocasión de la gracia, la oportunidad de comenzar una vida nueva: estaban cerrados en la presunción de ser justos. Por ello, Juan les dice: «Dad, pues, digno fruto de conversión» (v. 8). Es un grito de amor, como el de un padre que ve a su hijo arruinarse y le dice: “¡No desperdicies tu vida!” De hecho, queridos hermanos y hermanas, la hipocresía es el peligro más grave, porque puede arruinar también las realidades más sagradas. La hipocresía es un peligro grave. Por eso el Bautista —como después también Jesús— es duro con los hipócritas. Podemos leer, por ejemplo, el capítulo 23 de Mateo donde Jesús habla a los hipócritas del tiempo, tan fuerte. ¿Por qué hace así el Bautista y también Jesús? Para despertarlos. En cambio, aquellos que se sentían pecadores «acudían a él […] confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán» (v. 5). Es así, es así: para acoger a Dios no importa la destreza, sino la humildad. Este es el camino para acoger a Dios, no la destreza: “somos fuertes, somos un pueblo grande…”, no, la humildad: “soy un pecador”; pero no en abstracto, no: “soy pecador por esto, esto y esto”, cada uno de nosotros debe confesar, primero a sí mismo, sus propios pecados, faltas, hipocresías; hay que bajar del pedestal y sumergirse en el agua del arrepentimiento.

Queridos hermanos y hermanas, Juan, con sus “reacciones alérgicas”, nos hace reflexionar. ¿No somos también nosotros, a veces, un poco como aquellos fariseos? Tal vez miramos a los demás por encima del hombro, pensando que somos mejores que ellos, que tenemos las riendas de nuestra vida, que no necesitamos cada día a Dios, a la Iglesia, a los hermanos y olvidamos que solamente en un caso es lícito mirar a otro desde arriba hacia abajo: cuando es necesario ayudarlo a levantarse, el único caso, los demás casos de mirar desde arriba hacia abajo no son lícitos. El Adviento es un tiempo de gracia para quitarnos nuestras máscaras —cada uno de nosotros tiene una— y ponernos a la fila con los humildes;  para liberarnos de la presunción de creernos autosuficientes, para ir a confesar nuestros pecados, esos escondidos, y acoger el perdón de Dios, para pedir perdón a quien hemos ofendido. Así comienza una nueva vida. Y la vía es una sola, la de la humildad: purificarnos del sentido de superioridad, del formalismo y de la hipocresía, para ver en los demás a hermanos y hermanas, a pecadores como nosotros y ver en Jesús al Salvador que viene por nosotros, no por los demás, por nosotros; así como somos, con nuestras pobrezas, miserias y defectos, sobre todo con nuestra necesidad de ser levantados, perdonados y salvados.

Y recordemos de nuevo una cosa: con Jesús la posibilidad de volver a comenzar siempre existe. Nunca es demasiado tarde, siempre está la posibilidad de volver a comenzar, tened valor, Él está cerca de nosotros en este tiempo de conversión. Cada uno puede pensar: “Tengo esta situación dentro, este problema que me avergüenza…” Pero Jesús está cerca de ti, vuelve a comenzar, siempre existe la posibilidad de dar un paso más. Él nos espera y no se cansa nunca de nosotros. ¡Nunca se cansa! Y nosotros somos tediosos pero nunca se cansa. Escuchemos el llamamiento de Juan Bautista para volver a Dios y no dejemos pasar este Adviento como los días del calendario porque este es un tiempo de gracia, de gracia también para nosotros, ahora, aquí. Que María, la humilde sierva del Señor nos ayude a encontrarle a Él, a Jesús y a los hermanos en el sendero de la humildad, que es el único que nos hará avanzar.

 

Papa Francisco. Ángelus. 8 de diciembre de 2019.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy celebramos la solemnidad de María Inmaculada, que se sitúa en el contexto del Adviento, un tiempo de espera: Dios cumplirá lo que nos ha prometido. Pero en la fiesta de hoy se nos anuncia algo que ya ha sucedido, en la persona y en la vida de la Virgen María. El día de hoy lo consideramos el comienzo de este cumplimiento, que es incluso antes del nacimiento de la Madre del Señor. De hecho, su inmaculada concepción nos lleva a ese preciso momento en el que la vida de María comenzó a palpitar en el seno de su madre: ya existía el amor santificante de Dios, preservándola del contagio del mal, que es herencia común de la familia humana.

En el Evangelio de hoy resuena el saludo del Ángel a María: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lucas 1, 28). Dios siempre ha pensado en ella y la ha querido, para su plan inescrutable, como una criatura llena de gracia, es decir, llena de su amor. Pero para llenarse es necesario hacer espacio, vaciarse, hacerse a un lado. Como María, que supo escuchar la Palabra de Dios y confiar totalmente en su voluntad, aceptándola sin reservas en su propia vida. Tanto es así que el Verbo se hizo carne en ella. Esto fue posible gracias a su “sí”. Al ángel que le pide que se prepare para ser madre de Jesús, María le responde: «He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra» (v. 38).

María no se pierde en tantos razonamientos, no pone obstáculos al camino del Señor, sino que confía y deja espacio para la acción del Espíritu Santo. Pone inmediatamente a disposición de Dios todo su ser y su historia personal, para que la Palabra y la voluntad de Dios los modelen y los lleven a cabo. Así, en perfecta sintonía con el designio de Dios sobre ella, María se convierte en la “más bella”, en la “más santa”, pero sin la más mínima sombra de complacencia. Es humilde. Ella es una obra maestra, pero sigue siendo humilde, pequeña, pobre. En ella se refleja la belleza de Dios que es todo amor, gracia, un don de sí mismo.

Me gustaría destacar también la palabra con la que María se define a sí misma en su entrega a Dios: se profesa «esclava del Señor». El “sí” de María a Dios asume desde el principio la actitud de servicio, de atención a las necesidades de los demás. Así lo atestigua concretamente el hecho de la visita a Isabel, que siguió inmediatamente a la Anunciación. La disponibilidad a Dios se encuentra en la voluntad de asumir las necesidades del prójimo. Todo esto sin clamor y sin ostentación, sin buscar un puesto de honor, sin publicidad, porque la caridad y las obras de misericordia no necesitan ser exhibidas como un trofeo. Las obras de misericordia se hacen en silencio, en secreto, sin jactarse de hacerlas. También en nuestras comunidades estamos llamados a seguir el ejemplo de María, practicando el estilo de discreción y ocultación.

Que la fiesta de nuestra Madre nos ayude a hacer de toda nuestra vida un “sí” a Dios, un “sí” lleno de adoración hacia Él y de gestos cotidianos de amor y de servicio.

 

Papa Francisco. Ángelus. 4 de diciembre de 2016.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el Evangelio de este segundo domingo de Adviento resuena la invitación de Juan Bautista: «¡Convertíos porque el reino de los cielos está cerca!» (Mt 3,2). Con estas palabras Jesús dará inicio a su misión en Galilea (cfr Mt 4,17); y tal será también el anuncio que deberán llevar los discípulos en su primera experiencia misionera (cfr Mt 10,7). El evangelista Mateo quiere así presentar a Juan como el que prepara el camino al Cristo que viene, y los discípulos como los continuadores de la predicación de Jesús. Se trata del mismo anuncio alegre: ¡viene el reino de Dios, es más, está cerca, está en medio de nosotros! Esta palabra es muy importante: «el reino de Dios está en medio de vosotros», dice Jesús. Y Juan anuncia esto que Jesús luego dirá: «El reino de Dios ha venido, ha llegado, está en medio de vosotros». Este es el mensaje central de toda misión cristiana. Cuando un misionero va, un cristiano va a anunciar a Jesús, no va a hacer proselitismo como si fuera un hincha que busca más seguidores para su equipo. No, va simplemente a anunciar: «¡El reino de Dios está en medio de vosotros!». Y así el misionero prepara el camino a Jesús, que encuentra a su pueblo.

¿Pero qué es este reino de Dios, reino de los cielos? Son sinónimos. Nosotros pensamos enseguida en algo que se refiere al más allá: la vida eterna. Cierto, esto es verdad, el reino de Dios se extenderá sin fin más allá de la vida terrena, pero la buena noticia que Jesús nos trae —y que Juan anticipa— es que el reino de Dios no tenemos que esperarlo en el futuro: se ha acercado, de alguna manera está ya presente y podemos experimentar desde ahora el poder espiritual. Dios viene a establecer su señorío en la historia, en nuestra vida de cada día; y allí donde esta viene acogida con fe y humildad brotan el amor, la alegría y la paz.

La condición para entrar a formar parte de este reino es cumplir un cambio en nuestra vida, es decir, convertirnos. Convertirnos cada día, un paso adelante cada día. Se trata de dejar los caminos, cómodos pero engañosos, de los ídolos de este mundo: el éxito a toda costa, el poder a costa de los más débiles, la sed de riquezas, el placer a cualquier precio. Y de abrir sin embargo el camino al Señor que viene: Él no nos quita nuestra libertad, sino que nos da la verdadera felicidad. Con el nacimiento de Jesús en Belén, es Dios mismo que viene a habitar en medio de nosotros para librarnos del egoísmo, del pecado y de la corrupción, de estas estas actitudes que son del diablo: buscar éxito a toda costa, el poder a costa de los más débiles, tener sed de riquezas y buscar el placer a cualquier precio.

La Navidad es un día de gran alegría también exterior, pero es sobre todo un evento religioso por lo que es necesaria una preparación espiritual. En este tiempo de Adviento, dejémonos guiar por la exhortación del Bautista: “Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos” (v. 3).

Nosotros preparamos el camino del Señor y allanamos sus senderos cuando examinamos nuestra conciencia, cuando escrutamos nuestras actitudes, cuando con sinceridad y confianza confesamos nuestros pecados en el sacramento de la penitencia. En este sacramento experimentamos en nuestro corazón la cercanía del reino de Dios y su salvación.

La salvación de Dios es trabajo de un amor más grande que nuestro pecado; solamente el amor de Dios puede cancelar el pecado y liberar del mal, y solamente el amor de Dios puede orientarnos sobre el camino del bien. Que la Virgen María nos ayude a prepararnos al encuentro con este Amor cada vez más grande que en la noche de Navidad se ha hecho pequeño pequeño, como una semilla caída en la tierra, la semilla del reino de Dios.

 

Papa Francisco. Ángelus. 8 de diciembre de 2013.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Este segundo domingo de Adviento cae en el día de la fiesta de la Inmaculada Concepción de María, y así nuestra mirada es atraída por la belleza de la Madre de Jesús, nuestra Madre. Con gran alegría la Iglesia la contempla «llena de gracia» (Lc 1, 28), y comenzando con estas palabras la saludamos todos juntos: «llena de gracia». Digamos tres veces: «Llena de gracia». Todos: ¡Llena de gracia! ¡Llena de gracia! ¡Llena de gracia! Así, Dios la miró desde el primer instante en su designio de amor. La miró bella, llena de gracia. ¡Es hermosa nuestra madre! María nos sostiene en nuestro camino hacia la Navidad, porque nos enseña cómo vivir este tiempo de Adviento en espera del Señor. Porque este tiempo de Adviento es una espera del Señor, que nos visitará a todos en la fiesta, pero también a cada uno en nuestro corazón. ¡El Señor viene! ¡Esperémosle!

El Evangelio de san Lucas nos presenta a María, una muchacha de Nazaret, pequeña localidad de Galilea, en la periferia del Imperio romano y también en la periferia de Israel. Un pueblito. Sin embargo en ella, la muchacha de aquel pueblito lejano, sobre ella, se posó la mirada del Señor, que la eligió para ser la madre de su Hijo. En vista de esta maternidad, María fue preservada del pecado original, o sea de la fractura en la comunión con Dios, con los demás y con la creación que hiere profundamente a todo ser humano. Pero esta fractura fue sanada anticipadamente en la Madre de Aquél que vino a liberarnos de la esclavitud del pecado. La Inmaculada está inscrita en el designio de Dios; es fruto del amor de Dios que salva al mundo.

La Virgen no se alejó jamás de ese amor: toda su vida, todo su ser es un «sí» a ese amor, es un «sí» a Dios. Ciertamente, no fue fácil para ella. Cuando el Ángel la llamó «llena de gracia» (Lc 1, 28), ella «se turbó grandemente», porque en su humildad se sintió nada ante Dios. El Ángel la consoló: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús» (vv. 30-31). Este anuncio la confunde aún más, también porque todavía no se había casado con José; pero el Ángel añade: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios» (v. 35). María escucha, obedece interiormente y responde: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (v. 38).

El misterio de esta muchacha de Nazaret, que está en el corazón de Dios, no nos es extraño. No está ella allá y nosotros aquí. No, estamos conectados. De hecho, Dios posa su mirada de amor sobre cada hombre y cada mujer, con nombre y apellido. Su mirada de amor está sobre cada uno de nosotros. El apóstol Pablo afirma que Dios «nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos e intachables» (Ef 1, 4). También nosotros, desde siempre, hemos sido elegidos por Dios para vivir una vida santa, libre del pecado. Es un proyecto de amor que Dios renueva cada vez que nosotros nos acercamos a Él, especialmente en los Sacramentos.

En esta fiesta, entonces, contemplando a nuestra Madre Inmaculada, bella, reconozcamos también nuestro destino verdadero, nuestra vocación más profunda: ser amados, ser transformados por el amor, ser transformados por la belleza de Dios. Mirémosla a ella, nuestra Madre, y dejémonos mirar por ella, porque es nuestra Madre y nos quiere mucho; dejémonos mirar por ella para aprender a ser más humildes, y también más valientes en el seguimiento de la Palabra de Dios; para acoger el tierno abrazo de su Hijo Jesús, un abrazo que nos da vida, esperanza y paz.

 

Benedicto XVI. Ángelus.  3 de diciembre de 2010.

Queridos hermanos y hermanas:

El Evangelio de este segundo domingo de Adviento (Mt 3, 1-12) nos presenta la figura de san Juan Bautista, el cual, según una célebre profecía de Isaías (cf. 40, 3), se retiró al desierto de Judea y, con su predicación, llamó al pueblo a convertirse para estar preparado para la inminente venida del Mesías. San Gregorio Magno comenta que el Bautista «predica la recta fe y las obras buenas... para que la fuerza de la gracia penetre, la luz de la verdad resplandezca, los caminos hacia Dios se enderecen y nazcan en el corazón pensamientos honestos tras la escucha de la Palabra que guía hacia el bien» (Hom. in Evangelia, XX, 3: CCL 141, 155). El precursor de Jesús, situado entre la Antigua y la Nueva Alianza, es como una estrella que precede la salida del Sol, de Cristo, es decir, de Aquel sobre el cual —según otra profecía de Isaías— «reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor» (Is 11, 2).

En el tiempo de Adviento, también nosotros estamos llamados a escuchar la voz de Dios, que resuena en el desierto del mundo a través de las Sagradas Escrituras, especialmente cuando se predican con la fuerza del Espíritu Santo. De hecho, la fe se fortalece cuanto más se deja iluminar por la Palabra divina, por «todo cuanto —como nos recuerda el apóstol san Pablo— fue escrito en el pasado... para enseñanza nuestra, para que con la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza» (Rm 15, 4). El modelo de la escucha es la Virgen María: «Contemplando en la Madre de Dios una existencia totalmente modelada por la Palabra, también nosotros nos sentimos llamados a entrar en el misterio de la fe, con la que Cristo viene a habitar en nuestra vida. San Ambrosio nos recuerda que todo cristiano que cree, concibe en cierto sentido y engendra al Verbo de Dios en sí mismo» (Verbum Domini28).

Queridos amigos, «nuestra salvación se basa en una venida», escribió Romano Guardini (La santa notte. Dall'Avvento all'Epifania, Brescia 1994, p. 13). «El Salvador vino por la libertad de Dios... Así la decisión de la fe consiste... en acoger a Aquel que se acerca» (ib., p. 14). «El Redentor —añade— viene a cada hombre: en sus alegrías y penas, en sus conocimientos claros, en sus dudas y tentaciones, en todo lo que constituye su naturaleza y su vida» (ib., p. 15).

A la Virgen María, en cuyo seno habitó el Hijo del Altísimo, y que el miércoles próximo, 8 de diciembre, celebraremos en la solemnidad de la Inmaculada Concepción, pedimos que nos sostenga en este camino espiritual, para acoger con fe y con amor la venida del Salvador.

 

Benedicto XVI. Ángelus.  9 de diciembre de 2007.

Queridos hermanos y hermanas: 

Ayer, solemnidad de la Inmaculada Concepción, la liturgia nos invitó a dirigir la mirada a María, Madre de Jesús y Madre nuestra, Estrella de esperanza para todo hombre. Hoy, segundo domingo de Adviento, nos presenta la figura austera del Precursor, que el evangelista san Mateo introduce así:  «Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando:  "Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos"» (Mt 3, 1-2). Tenía la misión de preparar y allanar el sendero al Mesías, exhortando al pueblo de Israel a arrepentirse de sus pecados y corregir toda injusticia. Con palabras exigentes, Juan Bautista anunciaba el juicio inminente: «El árbol que no da fruto será talado y echado al fuego» (Mt 3, 10). Sobre todo ponía en guardia contra la hipocresía de quien se sentía seguro por el mero hecho de pertenecer al pueblo elegido: ante Dios —decía— nadie tiene títulos para enorgullecerse, sino que debe dar "frutos dignos de conversión" (Mt 3, 8).

Mientras prosigue el camino del Adviento, mientras nos preparamos para celebrar el Nacimiento de Cristo, resuena  en  nuestras comunidades esta exhortación de Juan Bautista a la conversión. Es una invitación apremiante a abrir el corazón y acoger al Hijo de Dios que viene a nosotros para manifestar  el juicio divino. El Padre —escribe el evangelista san Juan— no juzga a nadie, sino que ha dado al Hijo el poder de juzgar, porque es Hijo del hombre (cf. Jn 5, 22. 27). Hoy, en el presente, es cuando se juega nuestro destino futuro; con el comportamiento concreto que tenemos en esta vida decidimos nuestro destino eterno. En el ocaso de nuestros días en la tierra, en el momento de la muerte, seremos juzgados según nuestra semejanza o desemejanza con el Niño que está a punto de nacer en la pobre cueva de Belén, puesto que él es el criterio de medida que Dios ha dado a la humanidad.

El Padre celestial, que en el nacimiento de su Hijo unigénito nos manifestó su amor misericordioso, nos llama a seguir sus pasos convirtiendo, como él, nuestra existencia en un don de amor. Y los frutos del amor son los «frutos dignos de conversión» a los que hacía referencia san Juan Bautista cuando, con palabras tajantes, se dirigía a los fariseos y a los saduceos que acudían entre la multitud a su bautismo.

Mediante el Evangelio, Juan Bautista sigue hablando a lo largo de los siglos a todas las generaciones. Sus palabras claras y duras resultan muy saludables para nosotros, hombres y mujeres de nuestro tiempo, en el que, por desgracia, también el modo de vivir y percibir la Navidad muy a menudo sufre las consecuencias de una mentalidad materialista. La "voz" del gran profeta nos pide que preparemos el camino del Señor que viene, en los desiertos de hoy, desiertos exteriores e interiores, sedientos del agua viva que es Cristo.

Que la Virgen María nos guíe a una auténtica conversión del corazón, a fin de que podamos realizar las opciones necesarias para sintonizar nuestra mentalidad con el Evangelio.

 

 

GUIÓN MISA NIÑOS.

DOMINGO 3º DE ADVIENTO. 11 de diciembre de 2022.

 

Monición de entrada.-

Hola:

Ya estamos a mitad del adviento. Y hoy es el domingo de la alegría. Porque quedan menos días para la Navidad. Y Jesús está con nosotros, haciéndonos felices.

 

La corona de Adviento.

Jesús, hoy vamos a encender la tercera vela. Es la vela de la alegría, la que nos das tú en misa.

Porque gracias a ti vemos con el corazón y te vemos en las personas que nos piden que les ayudemos.

 

Señor ten piedad.-

Tú estás en nuestro corazón. Señor, ten piedad.

Tú caminas con nosotros. Cristo, ten piedad.

Tú estás en medio de nosotros. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.-

Jesús,  te pido por el Papa León y el obispo de Valencia, Enrique; para que siempre sean felices. Te lo pedimos, Señor.

Jesús, te pido por la misión de la iglesia de Valencia; para que nos ayude a ser buenos amigos tuyos. Te lo pedimos, Señor.

Jesús, te pido por la Iglesia; para que sepa hablar de ti. Te lo pedimos, Señor.

Jesús, te pido por las personas que no te quieren; para que un día te quieran. Te lo pedimos, Señor.

Jesús, te pido por las personas que están malas; para que las cuides Te lo pedimos, Señor.

Jesús, te pido por nosotros; para que siempre te queramos. Te lo pedimos, Señor.

 

Oración a la Virgen María.-

María, madre de Jesús, queremos darte las gracias por ser su madre y con tu oración ayudarnos a ser niñas y niños alegres.

No hay comentarios: