Lectura del libro del Eclesiástico 3,
2-6.12-14
El Señor honra más al padre que a los hijos y afirma el derecho de
la madre sobre ellos. Quien honra a su padre expía sus pecados, y quien respeta
a su madre es como quien acumula tesoros. Quien honra a su padre se alegrará de
sus hijos y cuando rece, será escuchado. Quien respeta a su padre tendrá larga
vida, y quien honra a su madre obedece al Señor. Hijo, cuida de tu padre en su
vejez y durante su vida no le causes tristeza. Aunque pierda el juicio, sé
indulgente con él y no lo desprecies aun estando tú en pleno vigor. Porque la
compasión hacia el padre no será olvidada y te servirá para reparar tus
pecados.
Textos
paralelos.
Hijo cuida de tu padre en
su vejez.
Mt 15, 4-6: Pues Dios mandó: “Sustenta a tu padre y a tu madre. El
que abandona a su padre o a su madre es reo de muerte”. Vosotros, en cambio,
decís: “Si uno declara a su padre o su madre que el socorro que le debía es
ofrenda sagrada, ya no tiene que sustentar a su padre o a su madre”. Y así
invalidáis el precepto de Dios en nombre de vuestra tradición.
Pr 19, 26: Quien maltrata al padre y expulsa a la madre / es hijo
indigno e infame.
Notas
exegéticas.
3 6 Griego II y lat. añaden: Quien
teme al Señor honra a su padre.
3 14 Comienzo del texto hebreo del
manuscrito C de la Gueniza de El Cairo.
Salmo
responsorial
Salmo 128 (127)
Dichosos
los que temen al Señor
y
siguen sus caminos. R/.
Dichoso
el que teme al Señor
y
sigue sus caminos.
Comerás
del fruto de tu trabajo,
serás
dichoso, te irá bien. R/.
Tu
mujer, como parra fecunda,
en
medio de tu casa;
tus
hijos, como renuevos de olivo,
alrededor
de tu mesa. R/.
Esta
es la bendición del hombre
que
teme al Señor.
Que
el Señor te bendiga desde Sión,
que
veas la prosperidad de Jerusalén
todos
los días de tu vida. R/.
Textos
paralelos.
¡Dichosos los que temen a Yahvé!
Sal 112, 1: Aleluya. Dichoso el
que respeta al Señor / y es entusiasta de sus mandatos.
Sal 37, 3-5: Confía en el Señor
y haz el bien, / habita una tierra y cultiva la fidelidad; / sea el Señor tu
delicia / y te dará lo que pide tu corazón. / Encomienda al Señor tu camino, /
confía en él, que él actuará.
Del trabajo de tus manos
comerás.
Sal 112, 3: En casa habrá
riquezas y abundancia, / su justicia se afirma para siempre.
Tu esposa como parra
fecunda.
Pr 31, 10-31: Una mujer
hacendosa, ¿quién la hallará? / Vale mucho más que los corales. / Su marido se
fía de ella / y no le hacen falta despojos. / Le trae ganancias y no pérdidas /
todos los días de su vida. / Adquiere lana y lino, / sus manos trabajan a
gusto. / Es como nave mercante / que importa grano de lejos. / Todavía de noche
se levanta / para dar la ración a sus criados / y la porción a sus criadas. /
Examina un terreno y lo compra, / con lo que ganan sus manos planta una viña. /
Se ciñe la cintura con firmeza / y despliega la fuerza de sus brazos. / Aprecia
el valor de sus mercancías / y aun de noche no se apaga su lámpara. / Extiende
la mano hacia el huso / y sostiene con la palma la rueca. / Abre sus palmas al
necesitado / extiende sus manos al pobre. / Si nieva no teme por la
servidumbre, / porque todos los criados llevan trajes forrados. / Confecciona
mantas para su uso, / se viste de lino y púrpura. / En la plaza su marido es
respetado / cuando se sienta entre los ancianos del pueblo. / Teje sábanas y
las vende, / provee de cinturones a los comerciantes. / Esta vestida de fuerza
y dignidad, / sonríe ante el día de mañana. / Abre la boca juiciosamente / y su
lengua enseña con bondad. / Vigila las andanzas de sus criados, / no come su
pan de balde. / Sus hijos se levantan para felicitarla, / su marido proclama su
alabanza: / “Muchas mujeres reunieron riquezas, / pero tú las ganas a todas”. /
Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura, / la que respeta al Señor merece
alabanza. / Cantadle por el éxito de su trabajo, / que sus obras la alaben en
la plaza.
Tus hijos, como brotes de
olivo.
Sal 144, 12: Sean nuestros
hijos un plantío, / crecidos desde la adolescencia; / sean nuestras hijas
columnas talladas, / estructuras de un templo.
Jb 29, 5: El Todopoderoso
estaba conmigo / y me rodeaban mis hijos.
El hombre que respeta a
Yahvé.
Sal 134, 3: El Señor te bendiga
desde Sión, / el que hizo el cielo y la tierra.
Sal 20, 3: Que te envíe
refuerzos desde el santuario / que te apoye desde Sión.
Bendígate Yahvé desde
Sión.
Sal 122, 9: Por la casa del
Señor nuestro Dios / te deseo todo bien.
Veas a los hijos de tus
hijos.
Gn 50, 23: [José] Llegó a
conocer a los hijos de Efraín hasta la tercera generación, y también a los
hijos de Maquir, hijo de Manasés, y se los puso en su regazo.
Jb 42, 16: Después Job vivió
ciento cuarenta años y conoció a sus hijos, nietos y bisnietos.
¡Paz a Israel!
Pr 17, 6: Corona de los
ancianos son los nietos, / honra de los hijos son los padres.
Sal 125, 5: A los que siguen
sendas tortuosas / que los conduzca el Señor con los malhechores. / ¡Paz a
Israel!
Ga 6, 16: Paz y misericordia
para cuantos siguen esta norma, el Israel de Dios.
Notas
exegéticas.
128 Este salmo celebra la felicidad
doméstica que Dios concede al justo, según la doctrina de los Sabios sobre la
retribución temporal.
Segunda
lectura.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 12-21.
Hermanos.
Como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión
entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y
perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado:
haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo
de la unidad perfecta. Que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella
habéis sido convocados en un solo cuerpo. Sed también agradecidos. La Palabra
de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con
toda sabiduría; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios, dando gracias de corazón,
con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y todo lo que de palabra o de obra
realicéis, sea todo en nombre de Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de
él. Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor.
Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced
a vuestros padres en todo, que eso agrada al Señor. Padres, no exasperéis a
vuestros hijos, no sea que pierdan el ánimo.
Textos
paralelos.
// Ef 4, 1-2: Así pues, yo, el prisionero
por el Señor, os exhorto a proceder como pide vuestra vocación: con humildad y
modestia, con paciencia, soportándoos unos a otros con amor.
// Ef 4, 32: Sed amables y compasivos unos con otros.
Perdonaos, como Dios os ha perdonado, en atención a Cristo.
Como el Señor os perdonó.
Mt 6, 14: Pues si perdonáis a
los hombres las ofensas, vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros.
Mt 18, 21: Entonces se acercó
Pedro y le preguntó: “Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que
perdonarle?, ¿hasta siete veces?
Mt 18, 35: Así os tratará mi
Padre del cielo si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano.
Revestíos del amor.
Rm 13, 8-10: No tengáis deudas
con nadie, si no es la del amor mutuo. Pues el que ama al prójimo tiene
cumplida la ley. De hecho, el no cometerás adulterio, no matarás, no robarás,
no codiciarás y cualquier otro precepto, se resume en este: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo. Quien ama no hace mal al prójimo, por eso el amor es el
cumplimiento cabal de la ley.
1 Co 13, 1: Aunque hable todas
las lenguas humanas y angélicas, si no tengo amor, soy un metal estridente o un
platillo estruendoso.
Que la paz de Cristo
reine en vuestros corazones.
Jn 14, 27: La paz os dejo, os
doy mi paz, y no os la doy como la da el mundo. No os turbéis ni os acobardéis.
Flp 4, 7: Y la paz de Dios, que
supera la inteligencia humana, custodie vuestros corazones y mentes por medio
de Cristo Jesús.
Ef 2, 16: Por medio de la cruz,
dando muerte en su persona a la hostilidad, reconcilió a los dos con Dios,
haciéndolos un solo cuerpo.
Ef 4, 3-4: Esforzándoos por
mantener la unidad del espíritu con el vínculo de la paz. Uno es el cuerpo, uno
el Espíritu, como es una la esperanza a que habéis sido llamados.
1 Co 12, 12: Como el cuerpo,
siendo un, tiene muchos miembros, y los miembros, siendo muchos, forman un solo
cuerpo, así es Cristo.
Formando un solo cuerpo.
Ef 5, 20: Dando gracias siempre
y por todo a Dios Padre, en nombre del Señor nuestro Jesucristo.
Amonestaos con toda
sabiduría.
Ef 4, 29: Vosotros despojaos de
la conducta pasada, de la vieja humanidad que se corrompe con deseos falaces.
// Ef 5, 19-20: Entre vosotros
entonad salmos, himnos y cantos inspirados, cantando y tañendo de corazón en
honor del Señor, dando gracias siempre y por todo a Dios Padre, en nombre del
Señor nuestro Jesucristo.
De palabra y de obra.
1 Co 10, 31: Pues bien, ya
comáis o bebáis o hagáis lo que sea, hacedlo todo a gloria de Dios.
Mujeres, sed sumisas a
vuestros maridos.
// Ef 5, 21: Someteos unos a
otros en atención a Cristo.
Ef 6, 9: Amos, tratadlos del
mismo modo, dejándoos de amenazas, conscientes de que está en el cielo el amo
de ellos y vuestro, y no cede a favoritismos.
1 P 3, 1-2: Lo mismo vosotras,
mujeres, someteos a vuestros maridos, de modo que, aunque algunos no crean en
el mensaje, por la conducta de sus mujeres, aun sin palabras, que den ganados
al observar vuestro proceder casto y respetuoso.
Tt 2, 1-10: Tú en cambio,
explica lo que corresponde a la sana doctrina: que los ancianos sean sobrios,
dignos, moderados, sanos en la fe, el amor y la paciencia. Así mismo las
ancianas tengan una compostura digna de la religiosidad; no sean esclavas de la
maledicencia ni de la bebida; sean buenas maestras, capaces de enseñar a las
jóvenes a amar a los maridos y los hijos, a ser moderadas, castas, hacendosas,
bondadosas, sumisas al marido; de modo que la palabra de Dios no se
desprestigie.
1 Tm 2, 9-15: Así mismo que las
mujeres se arreglen decentemente, se adornen con modestia y sobriedad: no con
trenzas, con oro y perlas, con vestidos lujosos, sino con las buenas obras,
como corresponde a mujeres que se profesan religiosas. La mujer ha de aprender
en silencio y sumisa.
Notas exegéticas.
3 12 (a) Estos calificativos
caracterizan al pueblo de la alianza, llamado a imitar el comportamiento de
Dios en Cristo.
3 12 (b) Tras la enumeración de los
“vicios· llega la de las virtudes, conforme a un procedimiento que se encuentra
tanto en ej judaísmo tardío como entre los filósofos griegos. No hay por qué
individualizar estas cualidades: caracterizan en conjunto a las obras del
hombre nuevo.
3 14 O bien: “vínculo de la
perfección”. Como en 1 Co 13, el amor es aquí el don por excelencia. Se ha
entendido de dos formas: une entre sí a todas las virtudes cristianas,
sujetando como un cinturón el vestido nuevo, o bien, es el vínculo que une a
los miembros del cuerpo comunitario (v. 15).
3 16 (a) Var.: “del Señor”, o “de Dios”.
Probablemente el texto primitivo decía sólo “la palabra”. Compárese Flp 1, 14 y
2, 30.
3 16 (b) Se trata, sin duda, de
improvisaciones “carismáticas” sugeridas por el Espíritu durante las asambleas
litúrgicas, ver 1 Co 12, 7; 14, 26.
3 18 Preceptos muy sencillos de la
moral corriente, cristianizados por Pablo mediante la simple fórmula “en el
Señor”, que aquí equivale a “según la vida cristiana”. En Ef 5, 21s., la
elaboración cristiana está más desarrollada.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Mateo 2, 13-15.19-23.
Cuando se retiraron los magos, el ángel del Señor se
apareció en sueños a José y le dijo:
-Levántate, toma al niño y a su madre y huye a
Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, se levantó, tomó al niño y a su
madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes para que
se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta: “De Egipto llamé a mi
hijo”.
Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció
de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo:
-Levántate, coge al niño y a su madre y vuelve a la
tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño.
Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a la
tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como
sucesor de su padre Herodes tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños se
retiró a Galilea y se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió
lo dicho por medio de los profetas, que se llamaría nazareno.
Textos paralelos.
Cuando ellos se fueron, el ángel del Señor.
Mt 1, 20: Ya lo tenía decidido, cuando un ángel del
Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no tengas
reparo en acoger a María como esposa tuya, pues lo que ha concebido es obra del
Espíritu santo”.
Prepárate, toma contigo al niño y a su madre y huye
a Egipto:
Ex 2, 15: Cuando el Faraón se enteró del hecho,
buscó a Moisés para darle muerte; pero Moisés huyó del Faraón y se refugió en
el país de Madián. Allí se sentó junto a un pozo.
1 R 11, 17: Pero Hadad logró huir a Egipto con unos
cuantos idumeos, funcionarios de su padre. Hadad era entonces un chiquillo.
1 R 11, 40: Salomón intentó matar a Jeroboán, pero
Jeroboán emprendió la fuga a Egipto, donde reinaba Sisac, y estuvo allí hasta
que murió Salomón.
2 R 25, 26: Todo el pueblo, chicos y grandes, con
los capitanes, emprendieron la huida a Egipto, por miedo a los caldeos.
Jr 26, 21: El rey Joaquín, con sus guardias y
dignatarios, lo oyeron, y el rey intentó matarlo, pero Urías se enteró y,
atemorizado, huyó a Egipto.
Jr 43, 4-7: Y ni Juan, hijo de Carej, ni sus
capitanes ni el pueblo obedecieron al Señor, quedándose a vivir en tierras de
Judá; sino que Juan, hijo de Carej, y sus capitanes reunieron al resto de Judá,
que había vuelto de todas las naciones de la dispersión para habitar en Judá:
hombres y mujeres, niñas y princesas y cuantos Nabusardán, jefe de la guardia,
había encomendado a Godolías, hijo de Ajicán, hijo de Safán; y también al
profeta Jeremías y a Baruc, hijo de Nerías. Y llegaron a Egipto, sin obedecer al
Señor, y llegaron a Tafne.
Herodes va a buscar al niño para matarlo.
Ap 12, 4-6: Con la cola arrastraba un tercio de los
astros del cielo y los arrojaba a la tierra. El dragón estaba frente a la muer
en parto, dispuesto a devorar la criatura en cuanto naciera. Dio a luz un hijo
varón, que ha de apacentar a todas las naciones con vara de hierro. El hijo fue
arrebatado hacia Dios y hacia su trono. La mujer huyó al desierto, donde tenía
un lugar preparado por Dios para sustentarla mil doscientos sesenta días.
Muerto Herodes, el ángel del Señor se apareció en
sueños a José.
Mt 1, 20: Ya lo tenía decidido, cuando un ángel del
Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no tengas
reparo en acoger a María como esposa tuya, pues lo que ha concebido es obra del
Espíritu santo”.
Ya han muerto los que querían atentar contra la vida
del niño.
Ex 4, 19-20: El Señor dijo a Moisés en Madián:
“Anda, vuelve a Egipto, que han muerto los que intentaban matarle”. Moisés tomó
a su mujer y a sus hijos, los montó en asnos y se encaminó a Egipto. En la mano
llevaba el bastón maravilloso.
Se retiró a la región de Galilea.
Lc 2, 39: Cumplidos todos los preceptos de la ley
del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
Se cumpliese lo dicho por los profetas: Será llamado
Nazoreo.
Lc 2, 51: Bajó con ellos, fue a Nazaret y siguió
bajo su autoridad. Su madre lo guardaba todo en su interior.
Lc 4, 18: Fue a Nazaret, donde se había criado, y
según la costumbre entró un sábado en la sinagoga y se puso en pie para hacer
la lectura.
Lc 18, 37: Le dijeron que pasaba Jesús de Nazaret.
Lc 24, 19: Preguntó: “¿Qué?” Le contestaron: “Lo de
Jesús Nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y
ante todo el pueblo”.
Hch 2, 22: Israelitas, escuchad mis palabras. Jesús
de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante vosotros con los milagros,
prodigios y señales que Dios realizó por su medio, como bien sabéis.
Hch 3, 6: Pero Pedro le dijo: “Plata y oro no tengo,
pero lo que tengo te lo doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, echa a
andar.
Hch 6, 14: Lo hemos oído afirmar que Jesús el
Nazareno destruirá este lugar y cambiará las costumbres que nos legó Moisés.
Hch 22, 8: Contesté: “¿Quién eres, Señor?”.
Contestó: “Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues”.
Hch 24, 5: “Hemos descubierto que este hombre es una
peste, que promueve discordias entre los judíos del mundo entero y que es un
corifeo de la secta de los Nazarenos”.
Hch 26, 9: En un tiempo yo pensaba que mi deber era
combatir con todos los medios el nombre de Jesús Nazareno.
Is 11, 1: Pero retoñará el tocón de Jesús, de su
cepa brotará un vástago.
Notas exegéticas Biblia de
Jerusalén.
2 13 Relato literariamente relacionado
con los relatos elohistas de los sueños de Abimelec (Gn 20, 3-7), de Labán (Gn
31, 24) y, más en particular, el de Jacob la noche de su partida a Egipto (Gn
46, 2-4). Encontramos el esquema mandato-ejecución. Durante el sueño son
recibidas las directrices de Dios, que guía a su pueblo. Idéntica concepción
que en Hechos (16, 9; 18,9; 23, 11), pero sin la nota de ánimo de los sueños de
Pablo.
2 14 Construcción parecida a la de los
relatos de la huida de Jacob (Gn 27, 43-45), de Lot (Gn 19, 15) o de Moisés (Ex
2, 15). Pero, sobre todo, el relato de la huida de Jeroboam a Egipto (1 R 11,
40), lugar tradicional de refugio según la Biblia.
2 15 Israel, el “hijo” del texto
profético, era, pues, figura del Mesías.
2 22 (a) Este hijo de Herodes y de Maltaké
(al igual que Herodes Antipas) fue tetrarca de Judea del 4 a. C. al 6 d. C.
2 22 (b) Dominio de Herodes Antipas.
2 23 “Nazoreo” Nadsoraios (forma
adoptada por Jn y Hch) y su sinónimo Nadsarenos (forma adoptada por Mc;
Lc emplea las dos formas) son dos transcripciones corrientes de un adjetivo
arameo (nasraya) derivado a su vez del nombre del lugar “Nazaret” (Nazrath).
Aplicado a Jesús,
cuyo origen denotaba 26, 67-71, y luego a sus seguidores, Hch 24, 5, este
término se conservó en el mundo semítico para designar a los discípulos de
Jesús, mientras que el nombre de cristiano”, Hch 11, 26 prevaleció en el mundo
grecorromano. No se ve claramente a qué oráculos proféticos alude aquí Mt; se
puede pensar en el nazir de Jc 13, 5-7, o en el neser “vástago”
de Is 11, 1, o mejor todavía en el nasar , “guardar” de Is 42, 6; 49, 8,
de donde nasar = el Resto.
Notas
exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.
13-23 Prehistoria sangrienta, que
anuncia de algún modo la futura Pasión del Mesías. Apenas nacido, es rechazado
por Herodes, y Jerusalén se asusta (pero, ¿no lo habían estado esperando largo
tiempo?). Mt, que en 1-2 parece entrecruzar datos de dos tradiciones orales
próximas e independientes entre sí – una sobre José y otra sobre Herodes –,
anticipa así, literaria y teológicamente, el rechazo posterior de Jesús por
parte de los judíos.
13 SE APARECIÓ: el tiempo verbal
griego es presente histórico, como en el v. 19. // LEVÁNTATE, TOMA: lit. habiéndote
levantado toma. // HUYE A EGIPTO, lugar clásico de refugio. Belén, en el
camino hacia Egipto, era final de etapa (cf. Jr 41, 17). El camino más corto y
menos peligroso era el marítimo, embarcando en Ascalón, ciudad libre a 57
kilómetros de Belén, a cuyo puerto llegaban naves fenicias de cabotaje, que
viajaban entre Egipto y Líbano (M. Ariza), de cualquier modo, era desterrarse –
“¡qué mal le prueba la tierra al Rey del cielo!” B. Gracián) –, como si Dios,
para defender a su Hijo, no tuviera más recurso que el de los cobardes: huir.
15 Así revive Jesús, en su propia
historia, la historia de Israel, llamado a Egipto por Dios. // Y SE QUEDÓ ALLÍ:
lit. y estaba allí.
20 LEVÁNTATE, TOMA: lit. habiéndote
levantado toma. // LOS QUE ATENTABAN: gramaticalmente, puede ser un plural
de generalización. // LA VIDA: lit. el alma. “Atentar contra la vida” es
literariamente un hebraísmo: buscar el alma.
22 ARQUELAO (nombre griego: “jefe
del pueblo”): hijo de HERODES el Grande y de Maltace; sanguinario y violento;
solo desde el 4 al 6 d. C., año en que fue depuesto por Augusto y desterrado a
las Galias, tuvo cierto poder sobre Judea, Samaría e Idumea. En GALILEA reinaba
Herodes Antipas, menos sanguinario al parecer.
23 NAZARET: Termina el Evangelio de
la Infancia con una cita que, tal como esta, no se encuentra en el AT. El gusto
de Mt por las citas de reflexión sacadas del AT más los hechos narrados, que
desbordan el marco de lo que otros consideran científicamente histórico, han
llevado a algunos críticos a etiquetar a Mt 1-2 como midrás. Peró no lo
es; en primer lugar, porque no pueden definir en serio qué clase de midrás descubren
aquí (¿un midrás halaká?, o ¿un midrás haggadá?) y qué normas
establecidas sigue el escritor. En segundo lugar, porque el evangelista no
parte de un texto del AT, que luego explica o adorna con hechos más o
menos inventados; parte de hechos históricos, y luego reflexiona sobre
ellos basándose en el AT // NAZARENO: Importa ese nuevo “nombre de Cristo”,
calificativo de Jesús, añadido a los que aparecen en los dos primeros capítulos
de Mt: “Jesús” (Salvador), “Hijo de David”, “Cristo”, “Rey de los judíos”,
“Enmanuel” y, más cercano aún: “el niñito”.
Notas exegéticas de la Biblia
Didajé.
2, 13-23 Huida a Egipto: la estancia de la
Sagrada Familia en Egipto es una reminiscencia del Antiguo Testamento. Cristo
es asociado a Moisés y a los israelitas (cf. Os 11, 1; Mt 2, 15): él libera al
pueblo de Dios de la esclavitud y de la opresión, y les conduce desde la oscuridad
hacia la luz. Mandó matar a todos los niños: la Iglesia venera a estos
niños inocentes como mártires de Cristo en la Fiesta de los Santos Inocentes.
Cat. 333, 530.
Catecismo de la Iglesia Católica.
333 De la Encarnación hasta la
Ascensión, la vida del Verbo encarnado está rodeada de la adoración y del
servicio de los ángeles. Cuando Dios introduce a su Primogénito en el mundo,
dice: “Adórenlo todos los ángeles de Dios” (Hb 1, 6). Su cántico de alabanza en
el nacimiento de Cristo no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia:
“Gloria a Dios…” (Lc 2, 14). Protegen la infancia de Jesús, le sirven en el
desierto, lo reconfortan en la agonía, cuando Él habría podido ser salvado por
ellos de la mano de sus enemigos como en otro tiempo Israel.
530 La Huida Egipto y la matanza de los
inocentes manifiesta la oposición de las tinieblas a la luz: “Vino a su Casa, y
los suyos no lo recibieron” (Jn 1, 11). Toda la vida de Cristo estará bajo el
signo de la persecución. Los suyos la comparten con él. Su vuelta de Egipto recuerda
el éxodo y presenta a Jesús como el liberador definitivo.
Concilio Vaticano II
Por los caminos de la verdadera encarnación, avanzó
el Hijo de Dios para hacer a los hombres partícipes de la naturaleza divina;
siendo rico, por nosotros se hizo pobre, para que nosotros nos enriqueciéramos
por su pobreza.
Ad Gentes, 3.
San Agustín
Tú educas a tu hijo. Y lo primero que haces, si te
es posible es instruirle en el respeto y en la bondad, para que se avergüence
de ofender al padre y no le tema como a un juez severo. Semejante hijo de causa
alegría. Si llegara a despreciar esta educación, le castigarías, le azotarías,
le causarías dolor, pero buscando su salvación. Muchos se corrigieron por el
amor: otros muchos por el temor, pero por el pavor del temor llegaron al amor.
Instruíos los que juzgáis la tierra. Amad y juzgad. No se busca la inocencia
haciendo desaparecer la disciplina. Esta escrito: “Desgraciado aquel que se
despreocupa de la disciplina” (Sb 3, 11).
Sermón 13, 9.
Los Santos Padres.
¿Y por qué – me diréis – es enviado el niño a Egipto? La razón la da
particularmente el evangelista: “Para que se cumpliera – dice – l o dicho por
el Señor por boca del profeta al afirmar: De Egipto he llamado a mi hijo”. Pero
juntamente el señor anunciaba a toda la tierra un preludio de buena esperanza.
Como en Babilonia y Egipto ardía más que en parte alguna el incendio de la
impiedad, al mostrar el Señor desde el principio que las ha de corregir y
mejorar, persuado a la tierra entera a que tenga buena esperanza. De ahí que a
los magos los manda a tierras de Babilonia y Él mismo con su madre marcha a
Egipto. Aparte de lo dicho, sacamos otra enseñanza de aquí, que no es pequeña
parte para nuestra filosofía. ¿Qué enseñanza es esta? Que desde el principio hay
que aguardar tentaciones y asechanzas. Mira, si no, como tal le sucede a Él
desde los pañales. En efecto, apenas nacido, el tirano se enfuerece. Él tiene
que huir y trasladarse más allá de las frotneras, y su madre, que en nada había
faltado, es desterrada a tierras de extranjeros. Tú, que esto oyes, cuando
hayas merecido desempeñar un asunto espiritual, y luego te veas entre
sufrimeintos intolerables y metido en peligros sin cuento, no te turbes ni
digas: “¿Qué es esto? ¿No merecía yo que se me coronara y proclamara, no
merecía ser ilustre y glorioso, puesto que estoy cumpliendo un mandato del
Señor? No, ahí tienes el ejemplo. Súfrelo todo generosamente, sabiendo que esto
acompaña particularmente a los espirituales; que esa es su herencia:
tentaciones y pruebas por todas partes. Mira, si no, como así sucede con la
madre del niño y con los Magos. Estos tienen que retirarse como fugitivos.
S. Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Ev. de Mateo, 8, 2. 1a, pg.
74.
Cristo huyó por nosotros, no por Él mismo; Cristo huyó para guardar los
misterios dispensados en los tiempos. Cristo huyó para absolver con futuros
poderes a los perversos y dar pruebas de fe a los que creerían. Y sobre todo
Cristo huyó para darnos a nosotros confianza cuando tengamos que huir, puesto
que en [tiempos de] persecución es mejor huir que negar.
Pedro Crisólogo. Sermones. 150. 1a, pg. 75.
San Juan de Ávila
Mas
quiero, señora, avisarle de una cosa que mucho le cumple: que de tal manera se
goce con el Niño que le ha nacido, que no se descuide en la guarda de Él,
porque no se le maten o no se le muere. Porque, casi en naciendo, luego se
levanta Herodes contra Él con deseo de matar. Y por esto avisa el mensajero de
Dios a Josef que lo quite de allí y lo lleve a Egipto (cf. Mt 2, 13); dándonos
a entender que, en naciendo Cristo en el ánima, luego se levanta el demonio con
deseo rabioso de nos matar el bien que en el ánima nos ha nacido. Y por esto
nos hemos de gozar con temor, porque la demasiada seguridad no nos traiga a
peligro, y tengamos más pena por haber perdido el bien que placer por haberlo
tenido. Muchos ha habido que supieron ganar y se vieron ricos con los bienes
del ánima; y porque se descuidaron de criar a lo que había en ellos nacido, se
lo mataron o se les murió de hambre. A Isboset mataron dos malos hombres porque
se durmió la portera, que estaba ahechando el trigo (cf. 2 Sam 4, 5-7).
Carta
a una monja en tiempo de Navidad. IV, pg. 349.
San Oscar Romero.
Estaba muriendo una artista cuando llamó al confesor, al
sacerdote. Y llorando, aquella mujer que había ganado mucho dinero, muchos
aplausos, mucha fama, le decía: "Padre, que vacía me siento". Y se
ponía a llorar. "Me duele tener que presentarme ahora con mis manos vacías
ante Dios". Miren, hermanos, de nada sirve la fama de la tierra, el poder,
el dinero, la gloria del mundo. ¡Qué va!. Se queda con la muerte. Todos los
méritos que podamos tener como hombres no valen para el cielo, las manos están
vacías si no lo hemos hecho por amor a Dios. Pero, entonces, aquel confesor,
aquel sacerdote tuvo una feliz idea para consolar a aquella mujer moribunda, se
quitó su crucifijo y lo puso en sus manos y le dijo: "no diga que tiene
sus manos vacías. Ya tiene a Cristo en sus manos. Preséntese con Él al tribunal
de Dios, que no nos salvamos por nuestros méritos, por nuestro dinero, por
nuestros aplausos, por nuestra fama; nos salvamos por Cristo que dio su sangre
por nosotros. Confíe en Él, que Él llenará el vacío que ahora siente su
espíritu. Deje todas las cosas de la tierra que no valen nada y entréguese a
Cristo. Llore su vacío confiando en Él y Él lo llenará".
Homilía, 28 de diciembre de 1977.
León XIV. Audiencia general. 17 de
diciembre de 2025. Ciclo
de catequesis – Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza .IV. La
resurrección de Cristo y los desafíos del mundo actual 8. La Pascua
como destino del corazón inquieto.
Saludo
del Santo Padre a los enfermos, en el Aula Pablo VI, antes de la audiencia
general
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!
La vida
humana se caracteriza por un movimiento constante que nos impulsa a hacer, a
actuar. Hoy se exige en todas partes rapidez para alcanzar resultados
óptimos en los ámbitos más variados. ¿De qué modo la resurrección de
Jesús ilumina este rasgo de nuestra experiencia? Cuando participemos de
su victoria sobre la muerte, ¿descansaremos? La fe nos dice: sí,
descansaremos. No estaremos inactivos, sino que entraremos en el descanso de
Dios, que es paz y alegría. Ahora bien, ¿debemos solo esperar, o esto
puede cambiarnos ya desde ahora?
Estamos
absorbidos por muchas actividades que no siempre nos hacen sentir satisfechos. Muchas de nuestras acciones tienen que ver con
cosas prácticas, concretas. Debemos asumir la responsabilidad de numerosos
compromisos, resolver problemas, afrontar fatigas. También Jesús se implicó
con las personas y con la vida, sin reservarse nada, más aún, entregándose
hasta el final. Y, sin embargo, percibimos a menudo cómo el exceso de
hacer, en lugar de darnos plenitud, se convierte en un torbellino que nos
aturde, nos quita la serenidad y nos impide vivir plenamente lo que es
verdaderamente importante para nuestra vida. Entonces nos sentimos
cansados, insatisfechos: el tiempo parece dispersarse en mil cosas prácticas
que, sin embargo, no resuelven el sentido último de nuestra existencia. A
veces, al final de días llenos de actividades, nos sentimos vacíos. ¿Por
qué? Porque no somos máquinas, tenemos un “corazón”; es más, podemos decir
que somos un corazón.
El
corazón es el símbolo de toda nuestra humanidad, síntesis de pensamientos,
sentimientos y deseos, el centro invisible de nuestra persona. El evangelista
Mateo nos invita a reflexionar sobre la importancia del corazón al recoger esta
bellísima frase de Jesús: «Donde esté tu tesoro, allí estará también tu
corazón» (Mt 6,21).
Es,
pues, en el corazón donde se conserva el verdadero tesoro, no en las cajas
fuertes de la tierra, no en las grandes inversiones financieras, hoy más que
nunca descontroladas e injustamente concentradas, idolatradas al precio
sangriento de millones de vidas humanas y de la devastación de la creación de
Dios.
Es
importante reflexionar sobre estos aspectos, porque en los numerosos
compromisos que afrontamos continuamente aflora cada vez más el riesgo de la
dispersión, a veces de la desesperación, de la falta de sentido, incluso en
personas aparentemente exitosas. En cambio, leer la vida a la luz de la
Pascua, mirarla con Jesús Resucitado, significa encontrar el acceso a la
esencia de la persona humana, a nuestro corazón: cor inquietum. Con
este adjetivo, “inquieto”, san Agustín nos hace comprender el impulso del ser
humano orientado a su plena realización. La frase completa remite al inicio de
las Confesiones, donde Agustín escribe: «Señor, nos hiciste para ti y
nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» (I, 1,1).
La
inquietud es la señal de que nuestro corazón no se mueve al azar, de modo desordenado, sin un fin o una meta, sino
que está orientado a su destino último, el del “regreso a casa”. Y el
verdadero puerto del corazón no consiste en poseer los bienes de este mundo,
sino en alcanzar aquello que puede colmarlo plenamente, es decir, el
amor de Dios, o mejor aún, Dios Amor. Este tesoro, sin embargo, solo
se encuentra amando al prójimo que se encuentra a lo largo del camino: los
hermanos y hermanas de carne y hueso, cuya presencia interpela y cuestiona
nuestro corazón, llamándolo a abrirse y a darse. El prójimo te pide que
desaceleres, que lo mires a los ojos, a veces que cambies de programa, quizá
incluso que cambies de dirección.
Queridísimos,
este es el secreto del movimiento del corazón humano: volver a la fuente de
su ser, gozar de la alegría que no pasa, que no defrauda. Nadie puede vivir
sin un sentido que vaya más allá de lo contingente, más allá de lo que pasa. El
corazón humano no puede vivir sin esperanza, sin saber que ha sido hecho para
la plenitud y no para la carencia.
Jesucristo,
con su Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección, ha dado un fundamento sólido
a esta esperanza. El corazón inquieto no será defraudado si entra en el
dinamismo del amor para el que ha sido creado. El puerto es seguro: la vida ha
vencido y en Cristo seguirá venciendo en cada muerte de la vida cotidiana.
Esta es la esperanza cristiana: ¡bendigamos y demos siempre gracias al Señor
que nos la ha regalado!
Traducción:
ChatGPT 5.2
León XIV. Audiencia jubilar, 20 de diciembre de 2025. Catequesis.
11. Esperar es engendrar. María, esperanza nuestra.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!
Cuando
la Navidad está a las puertas, podemos decir: ¡el Señor está cerca! Sin Jesús,
esta afirmación —«el Señor está cerca»— podría sonar casi como una amenaza. En
Jesús, en cambio, descubrimos que, como ya habían intuido los profetas, Dios es
un seno de misericordia. El Niño Jesús nos revela que Dios tiene entrañas de
misericordia, a través de las cuales engendra siempre. En Él no hay amenaza,
sino perdón.
Queridísimos,
la de hoy es la última de las audiencias jubilares de los sábados, iniciadas el
pasado mes de enero por el papa Francisco. El Jubileo llega a su término,
pero no se acaba la esperanza que este Año nos ha regalado: ¡seguiremos siendo
peregrinos de esperanza! Hemos escuchado a san Pablo: «En esperanza fuimos
salvados» (Rm 8,24). Sin esperanza estamos muertos; con la esperanza venimos a
la luz. La esperanza es generativa. En efecto, es una virtud teologal,
es decir, una fuerza de Dios, y como tal engendra: no mata, sino que hace
nacer y renacer. Esta es la verdadera fuerza. La que amenaza y mata no
es fuerza: es prepotencia, es miedo agresivo, es un mal que no genera nada.
La fuerza de Dios hace nacer. Por eso quisiera deciros, finalmente: esperar es
engendrar.
San
Pablo escribe a los cristianos de Roma algo que nos hace pensar: «Sabemos que
toda la creación, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22).
Es una imagen muy fuerte. Nos ayuda a escuchar y a llevar a la oración el grito
de la tierra y el grito de los pobres. “Toda junta”, la creación es un
clamor. Pero muchos poderosos no escuchan este clamor: la riqueza de la
tierra está en manos de pocos, poquísimos, cada vez más concentrada
—injustamente— en manos de quienes a menudo no quieren escuchar el gemido de la
tierra y de los pobres. Dios ha destinado los bienes de la creación a
todos, para que todos participen de ellos. Nuestra tarea es engendrar,
no robar. Y, sin embargo, en la fe, el dolor de la tierra y de los pobres
es el de un parto. Dios engendra siempre, Dios sigue creando, y nosotros
podemos engendrar con Él, en la esperanza. La historia está en manos de
Dios y de quienes esperan en Él. No hay solo quien roba: hay, sobre todo, quien
engendra.
Hermanas
y hermanos, si la oración cristiana es tan profundamente mariana, es porque en
María de Nazaret vemos a una de nosotros que engendra. Dios la hizo fecunda
y se nos acercó con sus rasgos, como todo hijo se parece a su madre. Es Madre
de Dios y Madre nuestra. «Esperanza nuestra», decimos en la Salve Regina. Ella
se parece al Hijo y el Hijo se parece a ella. Y nosotros nos parecemos a esta
Madre que dio rostro, cuerpo y voz a la Palabra de Dios. Nos parecemos a
ella para poder engendrar aquí abajo la Palabra de Dios, transformar el grito
que escuchamos en un parto. Jesús quiere nacer de nuevo: podemos darle
cuerpo y voz. Este es el parto que la creación espera.
Esperar
es engendrar. Esperar es ver que este mundo se convierte en el mundo de Dios: el mundo en el que Dios, los seres humanos y
todas las criaturas pasean de nuevo juntos, en la ciudad-jardín, la Jerusalén
nueva. María, esperanza nuestra, acompaña siempre nuestro peregrinar de fe y de
esperanza.
Papa León XIV. Ángelus. 21 de
diciembre de 2025.
Queridos
hermanos y hermanas: ¡buenos días!
Hoy,
cuarto domingo de Adviento, la liturgia nos invita a meditar sobre la figura de
san José. Nos lo presenta, en particular, en el momento en el que Dios
le revela su misión en sueños (cf. Mt 1,18-24). De ese modo,
nos propone una página muy hermosa de la historia de la salvación, cuyo
protagonista es un hombre frágil y falible —como nosotros— y, al mismo
tiempo, valiente y fuerte en la fe.
El
evangelista Mateo lo llama “hombre justo” (cf. Mt 1,19), y
esto lo describe como un israelita piadoso, que observa la Ley y frecuenta la
sinagoga. Pero, además de eso, José de Nazaret se nos muestra también como una
persona extremadamente sensible y humana.
Lo vemos
cuando, aun antes de que el Ángel le revele el misterio que se está cumpliendo
en María, frente a una situación difícil de comprender y de aceptar, él no
elige la vía del escándalo y de la condena pública a su futura esposa, sino el
camino discreto y benévolo del repudio en secreto (cf. ibíd.).
De esa manera, demuestra que ha captado el sentido más profundo de su propia
observancia religiosa: el de la misericordia.
La
pureza y la nobleza de sus sentimientos se vuelven aún más evidentes cuando el
Señor, en sueños, le revela su plan de salvación, indicándole el rol inesperado
que deberá asumir: ser el esposo de la Virgen Madre del Mesías. Aquí, en
efecto, José, con un gran acto de fe, deja también la última orilla de sus
seguridades y navega mar adentro hacia un futuro que ya está totalmente en las
manos de Dios. San Agustín describe así su consentimiento: «A la piedad
y caridad de José le nació de la Virgen María un hijo, Hijo a la vez de Dios»
(Sermón 51, 30).
Piedad
y caridad, misericordia y abandono; estas son las virtudes del hombre de Nazaret que la liturgia nos propone
hoy, para que nos acompañen en estos últimos días de Adviento, hacia la santa
Navidad. Son actitudes importantes, que educan el corazón al encuentro con
Cristo y con los hermanos, y que nos pueden ayudar a ser, los unos para los
otros, pesebre acogedor, casa confortable, signo de la presencia de Dios.
En este tiempo de gracia, no perdamos ocasión para practicarlas: perdonando,
animando, dando un poco de esperanza a las personas con las que vivimos y a
aquellas que encontramos; y renovando en la oración nuestro abandono filial al
Señor y a su Providencia, encomendándole todo con confianza.
Que nos
ayuden en esto la Virgen María y san José, que fueron los primeros en acoger a
Jesús, el Salvador del mundo, con gran fe y amor.
Papa Francisco. Ángelus. 29 de
diciembre de 2019.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Y, realmente, hoy es un día hermoso... Hoy celebramos la fiesta de la
Sagrada Familia de Nazaret. El término “sagrada” coloca a esta familia en el
ámbito de la santidad, que es un don de Dios pero, al mismo tiempo, es una
adhesión libre y responsable al plan de Dios. Éste fue el caso de la familia de
Nazaret: estaba totalmente a disposición de la voluntad de Dios.
¿Cómo no asombrarse, por ejemplo, de la docilidad de María a la acción del
Espíritu Santo que le pide que se convierta en la madre del Mesías? Porque María, como toda joven de su
tiempo, estaba a punto de realizar su proyecto de vida, es decir, casarse con
José. Pero cuando se dio cuenta de que Dios la llamaba a una misión particular,
no dudó en proclamarse su “esclava” (cf. Lucas 1, 38). Jesús
exaltará su grandeza no tanto por su papel de madre, sino por su obediencia a
Dios. Jesús dijo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la
guardan» (Lucas 11, 28), como María. Y cuando no comprende
plenamente los acontecimientos que la involucran, María medita en silencio,
reflexiona y adora la iniciativa divina. Su presencia al pie de la Cruz
consagra esta disponibilidad total.
Luego, en lo que respecta a José, el Evangelio no nos refiere ni una
sola palabra: no habla, sino que actúa por obediencia. Es el hombre del
silencio, el hombre de la obediencia. La página del Evangelio de hoy
(cf. Mateo 2, 13-15, 19-23) nos recuerda tres veces esta
obediencia del justo José, refiriéndose a su huida a Egipto y a su retorno
a la tierra de Israel. Bajo la guía de Dios, representada por el Ángel, José
aleja a su familia de la amenaza de Herodes y los salva. De esta manera, la
Sagrada Familia se solidariza con todas las familias del mundo que se ven
obligadas a exiliarse, se solidariza con todos aquellos que se ven
obligados a abandonar su tierra a causa de la represión, la violencia, la
guerra.
Finalmente, la tercera persona de la Sagrada Familia: Jesús. Él es la
voluntad del Padre: sobre Él, dice san Pablo, no hubo “sí” y “no”, sino sólo
“sí” (cf. 2 Corintios 1, 19). Y esto se manifestó en muchos
momentos de su vida terrenal. Por ejemplo, el episodio en el templo en el que,
a los padres angustiados que lo buscaban, les respondió: «¿No sabíais que yo
debía estar en la casa de mi Padre? (Lucas 2, 49); o su constante
repetición: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado» (Juan 4,
34); su oración en el Huerto de los Olivos: «Padre mío, si esto no puede pasar
sin que yo lo beba, hágase tu voluntad» (Mateo 26, 42). Todos estos
acontecimientos son la perfecta realización de las mismas palabras de Cristo
que dice: «Sacrificio y oblación no quisiste [...]. Entonces dije: “¡He aquí
que vengo [...] a hacer, oh Dios, tu voluntad!”» (Hebreos 10,
5-7; Salmos 40, 7-9).
María, José, Jesús: la Sagrada Familia de Nazaret que representa
una respuesta coral a la voluntad del Padre: los tres miembros de esta familia
se ayudan mutuamente a descubrir el plan de Dios. Rezaban, trabajaban, se
comunicaban. Y yo me pregunto: ¿tú, en tu familia, sabes cómo
comunicarte o eres como esos chicos que en la mesa, cada uno con un teléfono
móvil, están chateando? En esa mesa parece que hay un silencio como si
estuvieran en misa... Pero no se comunican entre ellos. Debemos reanudar el
diálogo en la familia: padres, madres, hijos, abuelos y hermanos deben
comunicarse entre sí... Es una tarea que hay que hacer hoy, precisamente en
el Día de la Sagrada Familia. Que la Sagrada Familia sea un modelo para
nuestras familias, para que padres e hijos se apoyen mutuamente en la fidelidad
al Evangelio, fundamento de la santidad de la familia.
Confiemos a María “Reina de la Familia” todas las familias del mundo,
especialmente las que sufren o están en peligro, e invoquemos sobre ellas su
protección materna.
Papa Francisco. Ángelus. 29 de
diciembre de 2013.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este primer domingo después de Navidad, la Liturgia nos invita a
celebrar la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. En efecto, cada belén nos
muestra a Jesús junto a la Virgen y a san José, en la cueva de Belén. Dios
quiso nacer en una familia humana, quiso tener una madre y un padre, como
nosotros.
Y hoy el Evangelio nos presenta a la Sagrada Familia por el camino doloroso
del destierro, en busca de refugio en Egipto. José, María y Jesús
experimentan la condición dramática de los refugiados, marcada por miedo,
incertidumbre, incomodidades (cf. Mt 2, 13-15.19-23).
Lamentablemente, en nuestros días, millones de familias pueden reconocerse en
esta triste realidad. Casi cada día la televisión y los periódicos dan
noticias de refugiados que huyen del hambre, de la guerra, de otros peligros
graves, en busca de seguridad y de una vida digna para sí mismos y para sus
familias.
En tierras lejanas, incluso cuando encuentran trabajo, no siempre los
refugiados y los inmigrantes encuentran auténtica acogida, respeto, aprecio por
los valores que llevan consigo. Sus legítimas expectativas chocan con situaciones complejas y dificultades
que a veces parecen insuperables. Por ello, mientras fijamos la mirada en la
Sagrada Familia de Nazaret en el momento en que se ve obligada a huir, pensemos
en el drama de los inmigrantes y refugiados que son víctimas del rechazo y
de la explotación, que son víctimas de la trata de personas y del trabajo
esclavo. Pero pensemos también en los demás «exiliados»: yo les llamaría «exiliados
ocultos», esos exiliados que pueden encontrarse en el seno de las familias
mismas: los ancianos, por ejemplo, que a veces son tratados como
presencias que estorban. Muchas veces pienso que un signo para saber
cómo va una familia es ver cómo se tratan en ella a los niños y a los ancianos.
Jesús quiso pertenecer a una familia que experimentó estas dificultades,
para que nadie se sienta excluido de la cercanía amorosa de Dios. La huida a Egipto causada por
las amenazas de Herodes nos muestra que Dios está allí donde el hombre está
en peligro, allí donde el hombre sufre, allí donde huye, donde experimenta el
rechazo y el abandono; pero Dios está también allí donde el hombre
sueña, espera volver a su patria en libertad, proyecta y elige en favor de la
vida y la dignidad suya y de sus familiares.
Hoy, nuestra mirada a la Sagrada Familia se deja atraer también por la
sencillez de la vida que ella lleva en Nazaret. Es un ejemplo que hace
mucho bien a nuestras familias, les ayuda a convertirse cada vez más en una
comunidad de amor y de reconciliación, donde se experimenta la ternura, la
ayuda mutua y el perdón recíproco. Recordemos las tres palabras clave para
vivir en paz y alegría en la familia: permiso, gracias, perdón. Cuando
en una familia no se es entrometido y se pide «permiso», cuando en una familia
no se es egoísta y se aprende a decir «gracias», y cuando en una familia uno se
da cuenta que hizo algo malo y sabe pedir «perdón», en esa familia hay
paz y hay alegría. Recordemos estas tres palabras. Pero las podemos repetir
todos juntos: permiso, gracias, perdón. (Todos: permiso, gracias,
perdón) Desearía alentar también a las familias a tomar conciencia de la
importancia que tienen en la Iglesia y en la sociedad. El anuncio del
Evangelio, en efecto, pasa ante todo a través de las familias, para llegar
luego a los diversos ámbitos de la vida cotidiana.
Invoquemos con fervor a María santísima, la Madre de Jesús y Madre nuestra,
y a san José, su esposo. Pidámosle a ellos que iluminen, conforten y guíen a
cada familia del mundo, para que puedan realizar con dignidad y serenidad la
misión que Dios les ha confiado.
Benedicto XVI. Ángelus. 26 de diciembre de 2010.
Queridos hermanos y hermanas:
El Evangelio según san Lucas narra que los pastores de
Belén, después de recibir del ángel el anuncio del nacimiento del Mesías,
«fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el
pesebre» (2, 16). Así pues, a los primeros testigos oculares del nacimiento de
Jesús se les presentó la escena de una familia: madre, padre e hijo recién
nacido. Por eso, el primer domingo después de Navidad, la liturgia nos hace
celebrar la fiesta de la Sagrada Familia. Este año tiene lugar precisamente al
día siguiente de la Navidad y, prevaleciendo sobre la de san Esteban, nos
invita a contemplar este «icono» en el que el niño Jesús aparece en el centro
del afecto y de la solicitud de sus padres. En la pobre cueva de Belén
—escriben los Padres de la Iglesia— resplandece una luz vivísima, reflejo del
profundo misterio que envuelve a ese Niño, y que María y José custodian en su
corazón y dejan traslucir en sus miradas, en sus gestos y sobre todo en sus
silencios. De hecho, conservan en lo más íntimo las palabras del anuncio
del ángel a María: «El que ha de nacer será llamado Hijo de Dios» (Lc 1,
35).
Sin embargo, el nacimiento de todo niño conlleva algo de este misterio. Lo
saben muy bien los padres que lo reciben como un don y que, con frecuencia, así
se refieren a él. Todos hemos escuchado decir alguna vez a un papá y a una
mamá: «Este niño es un don, un milagro». En efecto, los seres humanos no
viven la procreación meramente como un acto reproductivo, sino que perciben su
riqueza, intuyen que cada criatura humana que se asoma a la tierra es el
«signo» por excelencia del Creador y Padre que está en el cielo. ¡Cuán
importante es, por tanto, que cada niño, al venir al mundo, sea acogido por el
calor de una familia! No importan las comodidades exteriores: Jesús
nació en un establo y como primera cuna tuvo un pesebre, pero el amor de María
y de José le hizo sentir la ternura y la belleza de ser amados. Esto es
lo que necesitan los niños: el amor del padre y de la madre. Esto es lo que les
da seguridad y lo que, al crecer, les permite descubrir el sentido de la vida.
La Sagrada Familia de Nazaret pasó por muchas pruebas, como la de la «matanza
de los inocentes» —nos la recuerda el Evangelio según san Mateo—,
que obligó a José y María a emigrar a Egipto (cf. 2, 13-23). Ahora bien,
confiando en la divina Providencia, encontraron su estabilidad y aseguraron a
Jesús una infancia serena y una educación sólida.
Queridos amigos, ciertamente la Sagrada Familia es singular e
irrepetible, pero al mismo tiempo es «modelo de vida» para toda familia,
porque Jesús, verdadero hombre, quiso nacer en una familia humana y, al hacerlo
así, la bendijo y consagró. Encomendemos, por tanto, a la Virgen y a san José a
todas las familias, para que no se desalienten ante las pruebas y dificultades,
sino que cultiven siempre el amor conyugal y se dediquen con confianza al
servicio de la vida y de la educación.
Benedicto XVI. Ángelus. 30 de diciembre de 2007.
Queridos hermanos y hermanas:
Celebramos hoy la fiesta de la Sagrada Familia. Siguiendo los evangelios de
san Mateo y san Lucas, fijamos hoy nuestra mirada en Jesús, María y José, y
adoramos el misterio de un Dios que quiso nacer de una mujer, la Virgen
santísima, y entrar en este mundo por el camino común a todos los hombres. Al
hacerlo así, santificó la realidad de la familia, colmándola de la gracia
divina y revelando plenamente su vocación y misión.
A la familia dedicó gran atención el concilio Vaticano II. Los cónyuges
—afirma— "son testigos, el uno para el otro y ambos para sus hijos, de la
fe y del amor de Cristo" (Lumen
gentium, 35). Así la familia cristiana participa de la vocación
profética de la Iglesia: con su estilo de vida "proclama en voz alta
tanto los valores del reino de Dios ya presentes como la esperanza en la vida
eterna" (ib.).
Como repitió incansablemente mi venerado predecesor Juan Pablo II, el
bien de la persona y de la sociedad está íntimamente vinculado a la "buena
salud" de la familia (cf. Gaudium
et spes, 47). Por eso, la Iglesia está comprometida en defender y
promover "la dignidad natural y el eximio valor" —son palabras del
Concilio— del matrimonio y de la familia (ib.). Con esta finalidad se
está llevando a cabo, precisamente hoy, una importante iniciativa en Madrid, a
cuyos participantes me dirigiré ahora en lengua española.
Saludo a los participantes en el encuentro de las familias que se está
llevando a cabo en este domingo en Madrid, así como a los señores cardenales,
obispos y sacerdotes que los acompañan. Al contemplar el misterio del Hijo de
Dios que vino al mundo rodeado del afecto de María y de José, invito a las
familias cristianas a experimentar la presencia amorosa del Señor en sus vidas.
Asimismo, les aliento a que, inspirándose en el amor de Cristo por los
hombres, den testimonio ante el mundo de la belleza del amor humano, del
matrimonio y la familia. Esta, fundada en la unión indisoluble entre un
hombre y una mujer, constituye el ámbito privilegiado en el que la vida humana
es acogida y protegida, desde su inicio hasta su fin natural. Por eso, los
padres tienen el derecho y la obligación fundamental de educar a sus hijos en
la fe y en los valores que dignifican la existencia humana.
Vale la pena trabajar por la familia y el matrimonio porque vale la pena
trabajar por el ser humano, el ser más precioso creado por Dios. Me dirijo de modo especial a los
niños, para que quieran y recen por sus padres y hermanos; a los jóvenes, para
que estimulados por el amor de sus padres, sigan con generosidad su propia
vocación matrimonial, sacerdotal o religiosa; a los ancianos y enfermos, para
que encuentren la ayuda y comprensión necesarias. Y vosotros, queridos esposos,
contad siempre con la gracia de Dios, para que vuestro amor sea cada vez más
fecundo y fiel. En las manos de María, "que con su "sí" abrió la
puerta de nuestro mundo a Dios" (Spe
salvi, 49), pongo los frutos de esta celebración. Muchas gracias y
¡felices fiestas!
Nos dirigimos ahora a la Virgen santísima, pidiendo por el bien de la
familia y por todas las familias del mundo.
SANTA MARÍA, MADRE
DE DIOS.
Monición de entrada.-
Esta tarde es la última del año que termina.
Hoy hemos empezado este año.
Y lo hacemos con la fiesta de la Virgen María
que nos acompaña cada día del año.
Además en todas las iglesias rezamos por la
paz, porque cuando hay guerra las personas no son felices y sufren mucho.
Señor, ten piedad.
Tú que eres el Emanuel, el Dios con
nosotros. Señor, ten piedad.
Tú que eres el Hijo de la Madre de Dios.
Cristo, ten piedad.
Tú que eres el Señor de la paz. Señor, ten
piedad.
Peticiones.-
Para que este año sigas ayudando al papa
Francisco a trabajar por la paz. Te lo pedimos Señor.
Para que se terminen las guerras. Te lo
pedimos Señor.
Para que las personas que han tenido que
salir de sus países por culpa de la guerra, este año puedan volver a sus casas.
Te lo pedimos Señor.
Para que este año ninguna niña y ningún niño
sufra maltrato. Te lo pedimos Señor.
Para que nosotros no peguemos a los demás. Te
lo pedimos Señor.
Oración.
Virgen María, queremos darte las gracias por
cada día del año que hemos tenido o vamos a tener. Porque tú estás con nosotros
como mamá de Dios que nos enseña a tener un corazón limpio, que no hace daño a
los demás.
DOMINGO 2 T.
NAVIDAD
Monición de entrada.-
Hoy es el segundo domingo después del día de
Navidad.
Así hoy también tenemos la fiesta del
nacimiento de Jesús.
Con el nacimiento de Jesús comienza un tiempo
nuevo.
Unos años que son ya más de dos mil que
terminarán cuando Jesús vuelva.
Señor, ten piedad.
Porque a veces hemos preferido lo oscuro a la
luz. Señor, ten piedad.
Porque a veces no te hemos querido. Cristo,
ten piedad.
Porque a veces no hemos sido luz. Señor, ten
piedad.
Peticiones.-
Por el Papa, para que le ayudes mucho. Te lo
pedimos Señor.
Por la Iglesia, para que sepa enseñarnos la
Palabra de Dios. Te lo pedimos Señor.
Por los que hablan y escriben en la tele, la
radio, Tik tok y las redes sociales, para que lo que digan no haga daño a los
demás. Te lo pedimos Señor.
Por nosotros, para que seamos como Jesús en
casa, con los amigos y en la escuela. Te lo pedimos Señor.
Oración.
Virgen María, queremos felicitarte otra vez
por querer tanto a Jesús y haber cuidado de Él cuando era pequeño.

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