jueves, 25 de diciembre de 2025

Nº 290. Sagrada Familia. 28 de diciembre de 2025.

 


Primera lectura.

Lectura del libro del Eclesiástico 3, 2-6.12-14

El Señor honra más al padre que a los hijos y afirma el derecho de la madre sobre ellos. Quien honra a su padre expía sus pecados, y quien respeta a su madre es como quien acumula tesoros. Quien honra a su padre se alegrará de sus hijos y cuando rece, será escuchado. Quien respeta a su padre tendrá larga vida, y quien honra a su madre obedece al Señor. Hijo, cuida de tu padre en su vejez y durante su vida no le causes tristeza. Aunque pierda el juicio, sé indulgente con él y no lo desprecies aun estando tú en pleno vigor. Porque la compasión hacia el padre no será olvidada y te servirá para reparar tus pecados.

 

Textos paralelos.

 Hijo cuida de tu padre en su vejez.

Mt 15, 4-6: Pues Dios mandó: “Sustenta a tu padre y a tu madre. El que abandona a su padre o a su madre es reo de muerte”. Vosotros, en cambio, decís: “Si uno declara a su padre o su madre que el socorro que le debía es ofrenda sagrada, ya no tiene que sustentar a su padre o a su madre”. Y así invalidáis el precepto de Dios en nombre de vuestra tradición.

Pr 19, 26: Quien maltrata al padre y expulsa a la madre / es hijo indigno e infame.

 

Notas exegéticas.

3 6 Griego II y lat. añaden: Quien teme al Señor honra a su padre.

3 14 Comienzo del texto hebreo del manuscrito C de la Gueniza de El Cairo.

 

Salmo responsorial

Salmo 128 (127)

 

Dichosos los que temen al Señor

y siguen sus caminos. R/.

Dichoso el que teme al Señor

y sigue sus caminos.

Comerás del fruto de tu trabajo,

serás dichoso, te irá bien. R/.

 

Tu mujer, como parra fecunda,

en medio de tu casa;

tus hijos, como renuevos de olivo,

alrededor de tu mesa. R/.

 

Esta es la bendición del hombre

que teme al Señor.

Que el Señor te bendiga desde Sión,

que veas la prosperidad de Jerusalén

todos los días de tu vida. R/.

 

Textos paralelos.

 ¡Dichosos los que temen a Yahvé!

Sal 112, 1: Aleluya. Dichoso el que respeta al Señor / y es entusiasta de sus mandatos.

Sal 37, 3-5: Confía en el Señor y haz el bien, / habita una tierra y cultiva la fidelidad; / sea el Señor tu delicia / y te dará lo que pide tu corazón. / Encomienda al Señor tu camino, / confía en él, que él actuará.

Del trabajo de tus manos comerás.

Sal 112, 3: En casa habrá riquezas y abundancia, / su justicia se afirma para siempre.

Tu esposa como parra fecunda.

Pr 31, 10-31: Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará? / Vale mucho más que los corales. / Su marido se fía de ella / y no le hacen falta despojos. / Le trae ganancias y no pérdidas / todos los días de su vida. / Adquiere lana y lino, / sus manos trabajan a gusto. / Es como nave mercante / que importa grano de lejos. / Todavía de noche se levanta / para dar la ración a sus criados / y la porción a sus criadas. / Examina un terreno y lo compra, / con lo que ganan sus manos planta una viña. / Se ciñe la cintura con firmeza / y despliega la fuerza de sus brazos. / Aprecia el valor de sus mercancías / y aun de noche no se apaga su lámpara. / Extiende la mano hacia el huso / y sostiene con la palma la rueca. / Abre sus palmas al necesitado / extiende sus manos al pobre. / Si nieva no teme por la servidumbre, / porque todos los criados llevan trajes forrados. / Confecciona mantas para su uso, / se viste de lino y púrpura. / En la plaza su marido es respetado / cuando se sienta entre los ancianos del pueblo. / Teje sábanas y las vende, / provee de cinturones a los comerciantes. / Esta vestida de fuerza y dignidad, / sonríe ante el día de mañana. / Abre la boca juiciosamente / y su lengua enseña con bondad. / Vigila las andanzas de sus criados, / no come su pan de balde. / Sus hijos se levantan para felicitarla, / su marido proclama su alabanza: / “Muchas mujeres reunieron riquezas, / pero tú las ganas a todas”. / Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura, / la que respeta al Señor merece alabanza. / Cantadle por el éxito de su trabajo, / que sus obras la alaben en la plaza.

Tus hijos, como brotes de olivo.

Sal 144, 12: Sean nuestros hijos un plantío, / crecidos desde la adolescencia; / sean nuestras hijas columnas talladas, / estructuras de un templo.

Jb 29, 5: El Todopoderoso estaba conmigo / y me rodeaban mis hijos.

El hombre que respeta a Yahvé.

Sal 134, 3: El Señor te bendiga desde Sión, / el que hizo el cielo y la tierra.

Sal 20, 3: Que te envíe refuerzos desde el santuario / que te apoye desde Sión.

Bendígate Yahvé desde Sión.

Sal 122, 9: Por la casa del Señor nuestro Dios / te deseo todo bien.

Veas a los hijos de tus hijos.

Gn 50, 23: [José] Llegó a conocer a los hijos de Efraín hasta la tercera generación, y también a los hijos de Maquir, hijo de Manasés, y se los puso en su regazo.

Jb 42, 16: Después Job vivió ciento cuarenta años y conoció a sus hijos, nietos y bisnietos.

¡Paz a Israel!

Pr 17, 6: Corona de los ancianos son los nietos, / honra de los hijos son los padres.

Sal 125, 5: A los que siguen sendas tortuosas / que los conduzca el Señor con los malhechores. / ¡Paz a Israel!

Ga 6, 16: Paz y misericordia para cuantos siguen esta norma, el Israel de Dios.

 

Notas exegéticas.

128 Este salmo celebra la felicidad doméstica que Dios concede al justo, según la doctrina de los Sabios sobre la retribución temporal.

 

Segunda lectura.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 12-21.

Hermanos.

Como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta. Que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo. Sed también agradecidos. La Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso agrada al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan el ánimo.

 

Textos paralelos.

 // Ef 4, 1-2: Así pues, yo, el prisionero por el Señor, os exhorto a proceder como pide vuestra vocación: con humildad y modestia, con paciencia, soportándoos unos a otros con amor.

// Ef 4, 32:  Sed amables y compasivos unos con otros. Perdonaos, como Dios os ha perdonado, en atención a Cristo.

Como el Señor os perdonó.

Mt 6, 14: Pues si perdonáis a los hombres las ofensas, vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros.

Mt 18, 21: Entonces se acercó Pedro y le preguntó: “Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarle?, ¿hasta siete veces? 

Mt 18, 35: Así os tratará mi Padre del cielo si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano.

Revestíos del amor.

Rm 13, 8-10: No tengáis deudas con nadie, si no es la del amor mutuo. Pues el que ama al prójimo tiene cumplida la ley. De hecho, el no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás y cualquier otro precepto, se resume en este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Quien ama no hace mal al prójimo, por eso el amor es el cumplimiento cabal de la ley.

1 Co 13, 1: Aunque hable todas las lenguas humanas y angélicas, si no tengo amor, soy un metal estridente o un platillo estruendoso.

Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones.

Jn 14, 27: La paz os dejo, os doy mi paz, y no os la doy como la da el mundo. No os turbéis ni os acobardéis.

Flp 4, 7: Y la paz de Dios, que supera la inteligencia humana, custodie vuestros corazones y mentes por medio de Cristo Jesús.

Ef 2, 16: Por medio de la cruz, dando muerte en su persona a la hostilidad, reconcilió a los dos con Dios, haciéndolos un solo cuerpo.

Ef 4, 3-4: Esforzándoos por mantener la unidad del espíritu con el vínculo de la paz. Uno es el cuerpo, uno el Espíritu, como es una la esperanza a que habéis sido llamados.

1 Co 12, 12: Como el cuerpo, siendo un, tiene muchos miembros, y los miembros, siendo muchos, forman un solo cuerpo, así es Cristo.

Formando un solo cuerpo.

Ef 5, 20: Dando gracias siempre y por todo a Dios Padre, en nombre del Señor nuestro Jesucristo.

Amonestaos con toda sabiduría.

Ef 4, 29: Vosotros despojaos de la conducta pasada, de la vieja humanidad que se corrompe con deseos falaces.

// Ef 5, 19-20: Entre vosotros entonad salmos, himnos y cantos inspirados, cantando y tañendo de corazón en honor del Señor, dando gracias siempre y por todo a Dios Padre, en nombre del Señor nuestro Jesucristo.

De palabra y de obra.

1 Co 10, 31: Pues bien, ya comáis o bebáis o hagáis lo que sea, hacedlo todo a gloria de Dios.

Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos.

// Ef 5, 21: Someteos unos a otros en atención a Cristo.

Ef 6, 9: Amos, tratadlos del mismo modo, dejándoos de amenazas, conscientes de que está en el cielo el amo de ellos y vuestro, y no cede a favoritismos.

1 P 3, 1-2: Lo mismo vosotras, mujeres, someteos a vuestros maridos, de modo que, aunque algunos no crean en el mensaje, por la conducta de sus mujeres, aun sin palabras, que den ganados al observar vuestro proceder casto y respetuoso.

Tt 2, 1-10: Tú en cambio, explica lo que corresponde a la sana doctrina: que los ancianos sean sobrios, dignos, moderados, sanos en la fe, el amor y la paciencia. Así mismo las ancianas tengan una compostura digna de la religiosidad; no sean esclavas de la maledicencia ni de la bebida; sean buenas maestras, capaces de enseñar a las jóvenes a amar a los maridos y los hijos, a ser moderadas, castas, hacendosas, bondadosas, sumisas al marido; de modo que la palabra de Dios no se desprestigie.

1 Tm 2, 9-15: Así mismo que las mujeres se arreglen decentemente, se adornen con modestia y sobriedad: no con trenzas, con oro y perlas, con vestidos lujosos, sino con las buenas obras, como corresponde a mujeres que se profesan religiosas. La mujer ha de aprender en silencio y sumisa.

 

Notas exegéticas.

3 12 (a) Estos calificativos caracterizan al pueblo de la alianza, llamado a imitar el comportamiento de Dios en Cristo.

3 12 (b) Tras la enumeración de los “vicios· llega la de las virtudes, conforme a un procedimiento que se encuentra tanto en ej judaísmo tardío como entre los filósofos griegos. No hay por qué individualizar estas cualidades: caracterizan en conjunto a las obras del hombre nuevo.

3 14 O bien: “vínculo de la perfección”. Como en 1 Co 13, el amor es aquí el don por excelencia. Se ha entendido de dos formas: une entre sí a todas las virtudes cristianas, sujetando como un cinturón el vestido nuevo, o bien, es el vínculo que une a los miembros del cuerpo comunitario (v. 15).

3 16 (a) Var.: “del Señor”, o “de Dios”. Probablemente el texto primitivo decía sólo “la palabra”. Compárese Flp 1, 14 y 2, 30.

3 16 (b) Se trata, sin duda, de improvisaciones “carismáticas” sugeridas por el Espíritu durante las asambleas litúrgicas, ver 1 Co 12, 7; 14, 26.

3 18 Preceptos muy sencillos de la moral corriente, cristianizados por Pablo mediante la simple fórmula “en el Señor”, que aquí equivale a “según la vida cristiana”. En Ef 5, 21s., la elaboración cristiana está más desarrollada.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Mateo 2, 13-15.19-23.

Cuando se retiraron los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:

-Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta: “De Egipto llamé a mi hijo”.

Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo:

-Levántate, coge al niño y a su madre y vuelve a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño.

Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a la tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños se retiró a Galilea y se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo dicho por medio de los profetas, que se llamaría nazareno.

 

Textos paralelos.

Cuando ellos se fueron, el ángel del Señor.

Mt 1, 20: Ya lo tenía decidido, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no tengas reparo en acoger a María como esposa tuya, pues lo que ha concebido es obra del Espíritu santo”.

Prepárate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto:

Ex 2, 15: Cuando el Faraón se enteró del hecho, buscó a Moisés para darle muerte; pero Moisés huyó del Faraón y se refugió en el país de Madián. Allí se sentó junto a un pozo.

1 R 11, 17: Pero Hadad logró huir a Egipto con unos cuantos idumeos, funcionarios de su padre. Hadad era entonces un chiquillo.

1 R 11, 40: Salomón intentó matar a Jeroboán, pero Jeroboán emprendió la fuga a Egipto, donde reinaba Sisac, y estuvo allí hasta que murió Salomón.

2 R 25, 26: Todo el pueblo, chicos y grandes, con los capitanes, emprendieron la huida a Egipto, por miedo a los caldeos.

Jr 26, 21: El rey Joaquín, con sus guardias y dignatarios, lo oyeron, y el rey intentó matarlo, pero Urías se enteró y, atemorizado, huyó a Egipto.

Jr 43, 4-7: Y ni Juan, hijo de Carej, ni sus capitanes ni el pueblo obedecieron al Señor, quedándose a vivir en tierras de Judá; sino que Juan, hijo de Carej, y sus capitanes reunieron al resto de Judá, que había vuelto de todas las naciones de la dispersión para habitar en Judá: hombres y mujeres, niñas y princesas y cuantos Nabusardán, jefe de la guardia, había encomendado a Godolías, hijo de Ajicán, hijo de Safán; y también al profeta Jeremías y a Baruc, hijo de Nerías. Y llegaron a Egipto, sin obedecer al Señor, y llegaron a Tafne.

Herodes va a buscar al niño para matarlo.

Ap 12, 4-6: Con la cola arrastraba un tercio de los astros del cielo y los arrojaba a la tierra. El dragón estaba frente a la muer en parto, dispuesto a devorar la criatura en cuanto naciera. Dio a luz un hijo varón, que ha de apacentar a todas las naciones con vara de hierro. El hijo fue arrebatado hacia Dios y hacia su trono. La mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar preparado por Dios para sustentarla mil doscientos sesenta días.

Muerto Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José.

Mt 1, 20: Ya lo tenía decidido, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no tengas reparo en acoger a María como esposa tuya, pues lo que ha concebido es obra del Espíritu santo”.

Ya han muerto los que querían atentar contra la vida del niño.

Ex 4, 19-20: El Señor dijo a Moisés en Madián: “Anda, vuelve a Egipto, que han muerto los que intentaban matarle”. Moisés tomó a su mujer y a sus hijos, los montó en asnos y se encaminó a Egipto. En la mano llevaba el bastón maravilloso.

Se retiró a la región de Galilea.

Lc 2, 39: Cumplidos todos los preceptos de la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.

Se cumpliese lo dicho por los profetas: Será llamado Nazoreo.

Lc 2, 51: Bajó con ellos, fue a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre lo guardaba todo en su interior.

Lc 4, 18: Fue a Nazaret, donde se había criado, y según la costumbre entró un sábado en la sinagoga y se puso en pie para hacer la lectura.

Lc 18, 37: Le dijeron que pasaba Jesús de Nazaret.

Lc 24, 19: Preguntó: “¿Qué?” Le contestaron: “Lo de Jesús Nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo”.

Hch 2, 22: Israelitas, escuchad mis palabras. Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y señales que Dios realizó por su medio, como bien sabéis.

Hch 3, 6: Pero Pedro le dijo: “Plata y oro no tengo, pero lo que tengo te lo doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, echa a andar.

Hch 6, 14: Lo hemos oído afirmar que Jesús el Nazareno destruirá este lugar y cambiará las costumbres que nos legó Moisés.

Hch 22, 8: Contesté: “¿Quién eres, Señor?”. Contestó: “Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues”.

Hch 24, 5: “Hemos descubierto que este hombre es una peste, que promueve discordias entre los judíos del mundo entero y que es un corifeo de la secta de los Nazarenos”.

Hch 26, 9: En un tiempo yo pensaba que mi deber era combatir con todos los medios el nombre de Jesús Nazareno.

Is 11, 1: Pero retoñará el tocón de Jesús, de su cepa brotará un vástago.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

2 13 Relato literariamente relacionado con los relatos elohistas de los sueños de Abimelec (Gn 20, 3-7), de Labán (Gn 31, 24) y, más en particular, el de Jacob la noche de su partida a Egipto (Gn 46, 2-4). Encontramos el esquema mandato-ejecución. Durante el sueño son recibidas las directrices de Dios, que guía a su pueblo. Idéntica concepción que en Hechos (16, 9; 18,9; 23, 11), pero sin la nota de ánimo de los sueños de Pablo.

2 14 Construcción parecida a la de los relatos de la huida de Jacob (Gn 27, 43-45), de Lot (Gn 19, 15) o de Moisés (Ex 2, 15). Pero, sobre todo, el relato de la huida de Jeroboam a Egipto (1 R 11, 40), lugar tradicional de refugio según la Biblia.

2 15 Israel, el “hijo” del texto profético, era, pues, figura del Mesías.

2 22 (a) Este hijo de Herodes y de Maltaké (al igual que Herodes Antipas) fue tetrarca de Judea del 4 a. C. al 6 d. C.

2 22 (b) Dominio de Herodes Antipas.

2 23 “Nazoreo” Nadsoraios (forma adoptada por Jn y Hch) y su sinónimo Nadsarenos (forma adoptada por Mc; Lc emplea las dos formas) son dos transcripciones corrientes de un adjetivo arameo (nasraya) derivado a su vez del nombre del lugar “Nazaret” (Nazrath). Aplicado a Jesús, cuyo origen denotaba 26, 67-71, y luego a sus seguidores, Hch 24, 5, este término se conservó en el mundo semítico para designar a los discípulos de Jesús, mientras que el nombre de cristiano”, Hch 11, 26 prevaleció en el mundo grecorromano. No se ve claramente a qué oráculos proféticos alude aquí Mt; se puede pensar en el nazir de Jc 13, 5-7, o en el neser “vástago” de Is 11, 1, o mejor todavía en el nasar , “guardar” de Is 42, 6; 49, 8, de donde nasar = el Resto.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

13-23 Prehistoria sangrienta, que anuncia de algún modo la futura Pasión del Mesías. Apenas nacido, es rechazado por Herodes, y Jerusalén se asusta (pero, ¿no lo habían estado esperando largo tiempo?). Mt, que en 1-2 parece entrecruzar datos de dos tradiciones orales próximas e independientes entre sí – una sobre José y otra sobre Herodes –, anticipa así, literaria y teológicamente, el rechazo posterior de Jesús por parte de los judíos.

13 SE APARECIÓ: el tiempo verbal griego es presente histórico, como en el v. 19. // LEVÁNTATE, TOMA: lit. habiéndote levantado toma. // HUYE A EGIPTO, lugar clásico de refugio. Belén, en el camino hacia Egipto, era final de etapa (cf. Jr 41, 17). El camino más corto y menos peligroso era el marítimo, embarcando en Ascalón, ciudad libre a 57 kilómetros de Belén, a cuyo puerto llegaban naves fenicias de cabotaje, que viajaban entre Egipto y Líbano (M. Ariza), de cualquier modo, era desterrarse – “¡qué mal le prueba la tierra al Rey del cielo!” B. Gracián) –, como si Dios, para defender a su Hijo, no tuviera más recurso que el de los cobardes: huir.

15 Así revive Jesús, en su propia historia, la historia de Israel, llamado a Egipto por Dios. // Y SE QUEDÓ ALLÍ: lit. y estaba allí.

20 LEVÁNTATE, TOMA: lit. habiéndote levantado toma. // LOS QUE ATENTABAN: gramaticalmente, puede ser un plural de generalización. // LA VIDA: lit. el alma. “Atentar contra la vida” es literariamente un hebraísmo: buscar el alma.

22 ARQUELAO (nombre griego: “jefe del pueblo”): hijo de HERODES el Grande y de Maltace; sanguinario y violento; solo desde el 4 al 6 d. C., año en que fue depuesto por Augusto y desterrado a las Galias, tuvo cierto poder sobre Judea, Samaría e Idumea. En GALILEA reinaba Herodes Antipas, menos sanguinario al parecer.

23 NAZARET: Termina el Evangelio de la Infancia con una cita que, tal como esta, no se encuentra en el AT. El gusto de Mt por las citas de reflexión sacadas del AT más los hechos narrados, que desbordan el marco de lo que otros consideran científicamente histórico, han llevado a algunos críticos a etiquetar a Mt 1-2 como midrás. Peró no lo es; en primer lugar, porque no pueden definir en serio qué clase de midrás descubren aquí (¿un midrás halaká?, o ¿un midrás haggadá?) y qué normas establecidas sigue el escritor. En segundo lugar, porque el evangelista no parte de un texto del AT, que luego explica o adorna con hechos más o menos inventados; parte de hechos históricos, y luego reflexiona sobre ellos basándose en el AT // NAZARENO: Importa ese nuevo “nombre de Cristo”, calificativo de Jesús, añadido a los que aparecen en los dos primeros capítulos de Mt: “Jesús” (Salvador), “Hijo de David”, “Cristo”, “Rey de los judíos”, “Enmanuel” y, más cercano aún: “el niñito”.

 

Notas exegéticas de la Biblia Didajé.

2, 13-23 Huida a Egipto: la estancia de la Sagrada Familia en Egipto es una reminiscencia del Antiguo Testamento. Cristo es asociado a Moisés y a los israelitas (cf. Os 11, 1; Mt 2, 15): él libera al pueblo de Dios de la esclavitud y de la opresión, y les conduce desde la oscuridad hacia la luz. Mandó matar a todos los niños: la Iglesia venera a estos niños inocentes como mártires de Cristo en la Fiesta de los Santos Inocentes. Cat. 333, 530.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

333 De la Encarnación hasta la Ascensión, la vida del Verbo encarnado está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles. Cuando Dios introduce a su Primogénito en el mundo, dice: “Adórenlo todos los ángeles de Dios” (Hb 1, 6). Su cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: “Gloria a Dios…” (Lc 2, 14). Protegen la infancia de Jesús, le sirven en el desierto, lo reconfortan en la agonía, cuando Él habría podido ser salvado por ellos de la mano de sus enemigos como en otro tiempo Israel.

530 La Huida Egipto y la matanza de los inocentes manifiesta la oposición de las tinieblas a la luz: “Vino a su Casa, y los suyos no lo recibieron” (Jn 1, 11). Toda la vida de Cristo estará bajo el signo de la persecución. Los suyos la comparten con él. Su vuelta de Egipto recuerda el éxodo y presenta a Jesús como el liberador definitivo.

 

Concilio Vaticano II

Por los caminos de la verdadera encarnación, avanzó el Hijo de Dios para hacer a los hombres partícipes de la naturaleza divina; siendo rico, por nosotros se hizo pobre, para que nosotros nos enriqueciéramos por su pobreza.

Ad Gentes, 3.

 

San Agustín

Tú educas a tu hijo. Y lo primero que haces, si te es posible es instruirle en el respeto y en la bondad, para que se avergüence de ofender al padre y no le tema como a un juez severo. Semejante hijo de causa alegría. Si llegara a despreciar esta educación, le castigarías, le azotarías, le causarías dolor, pero buscando su salvación. Muchos se corrigieron por el amor: otros muchos por el temor, pero por el pavor del temor llegaron al amor. Instruíos los que juzgáis la tierra. Amad y juzgad. No se busca la inocencia haciendo desaparecer la disciplina. Esta escrito: “Desgraciado aquel que se despreocupa de la disciplina” (Sb 3, 11).

Sermón 13, 9.

 

Los Santos Padres.

¿Y por qué – me diréis – es enviado el niño a Egipto? La razón la da particularmente el evangelista: “Para que se cumpliera – dice – l o dicho por el Señor por boca del profeta al afirmar: De Egipto he llamado a mi hijo”. Pero juntamente el señor anunciaba a toda la tierra un preludio de buena esperanza. Como en Babilonia y Egipto ardía más que en parte alguna el incendio de la impiedad, al mostrar el Señor desde el principio que las ha de corregir y mejorar, persuado a la tierra entera a que tenga buena esperanza. De ahí que a los magos los manda a tierras de Babilonia y Él mismo con su madre marcha a Egipto. Aparte de lo dicho, sacamos otra enseñanza de aquí, que no es pequeña parte para nuestra filosofía. ¿Qué enseñanza es esta? Que desde el principio hay que aguardar tentaciones y asechanzas. Mira, si no, como tal le sucede a Él desde los pañales. En efecto, apenas nacido, el tirano se enfuerece. Él tiene que huir y trasladarse más allá de las frotneras, y su madre, que en nada había faltado, es desterrada a tierras de extranjeros. Tú, que esto oyes, cuando hayas merecido desempeñar un asunto espiritual, y luego te veas entre sufrimeintos intolerables y metido en peligros sin cuento, no te turbes ni digas: “¿Qué es esto? ¿No merecía yo que se me coronara y proclamara, no merecía ser ilustre y glorioso, puesto que estoy cumpliendo un mandato del Señor? No, ahí tienes el ejemplo. Súfrelo todo generosamente, sabiendo que esto acompaña particularmente a los espirituales; que esa es su herencia: tentaciones y pruebas por todas partes. Mira, si no, como así sucede con la madre del niño y con los Magos. Estos tienen que retirarse como fugitivos.

S. Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Ev. de Mateo, 8, 2. 1a, pg. 74.

Cristo huyó por nosotros, no por Él mismo; Cristo huyó para guardar los misterios dispensados en los tiempos. Cristo huyó para absolver con futuros poderes a los perversos y dar pruebas de fe a los que creerían. Y sobre todo Cristo huyó para darnos a nosotros confianza cuando tengamos que huir, puesto que en [tiempos de] persecución es mejor huir que negar.

Pedro Crisólogo. Sermones. 150. 1a, pg. 75.

 

San Juan de Ávila

Mas quiero, señora, avisarle de una cosa que mucho le cumple: que de tal manera se goce con el Niño que le ha nacido, que no se descuide en la guarda de Él, porque no se le maten o no se le muere. Porque, casi en naciendo, luego se levanta Herodes contra Él con deseo de matar. Y por esto avisa el mensajero de Dios a Josef que lo quite de allí y lo lleve a Egipto (cf. Mt 2, 13); dándonos a entender que, en naciendo Cristo en el ánima, luego se levanta el demonio con deseo rabioso de nos matar el bien que en el ánima nos ha nacido. Y por esto nos hemos de gozar con temor, porque la demasiada seguridad no nos traiga a peligro, y tengamos más pena por haber perdido el bien que placer por haberlo tenido. Muchos ha habido que supieron ganar y se vieron ricos con los bienes del ánima; y porque se descuidaron de criar a lo que había en ellos nacido, se lo mataron o se les murió de hambre. A Isboset mataron dos malos hombres porque se durmió la portera, que estaba ahechando el trigo (cf. 2 Sam 4, 5-7).

Carta a una monja en tiempo de Navidad. IV, pg. 349.

 

San Oscar Romero.

Estaba muriendo una artista cuando llamó al confesor, al sacerdote. Y llorando, aquella mujer que había ganado mucho dinero, muchos aplausos, mucha fama, le decía: "Padre, que vacía me siento". Y se ponía a llorar. "Me duele tener que presentarme ahora con mis manos vacías ante Dios". Miren, hermanos, de nada sirve la fama de la tierra, el poder, el dinero, la gloria del mundo. ¡Qué va!. Se queda con la muerte. Todos los méritos que podamos tener como hombres no valen para el cielo, las manos están vacías si no lo hemos hecho por amor a Dios. Pero, entonces, aquel confesor, aquel sacerdote tuvo una feliz idea para consolar a aquella mujer moribunda, se quitó su crucifijo y lo puso en sus manos y le dijo: "no diga que tiene sus manos vacías. Ya tiene a Cristo en sus manos. Preséntese con Él al tribunal de Dios, que no nos salvamos por nuestros méritos, por nuestro dinero, por nuestros aplausos, por nuestra fama; nos salvamos por Cristo que dio su sangre por nosotros. Confíe en Él, que Él llenará el vacío que ahora siente su espíritu. Deje todas las cosas de la tierra que no valen nada y entréguese a Cristo. Llore su vacío confiando en Él y Él lo llenará".

Homilía, 28 de diciembre de 1977.

 

León XIV. Audiencia general. 17 de diciembre de 2025. Ciclo de catequesis – Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza .IV. La resurrección de Cristo y los desafíos del mundo actual 8. La Pascua como destino del corazón inquieto. 

Saludo del Santo Padre a los enfermos, en el Aula Pablo VI, antes de la audiencia general

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!

La vida humana se caracteriza por un movimiento constante que nos impulsa a hacer, a actuar. Hoy se exige en todas partes rapidez para alcanzar resultados óptimos en los ámbitos más variados. ¿De qué modo la resurrección de Jesús ilumina este rasgo de nuestra experiencia? Cuando participemos de su victoria sobre la muerte, ¿descansaremos? La fe nos dice: sí, descansaremos. No estaremos inactivos, sino que entraremos en el descanso de Dios, que es paz y alegría. Ahora bien, ¿debemos solo esperar, o esto puede cambiarnos ya desde ahora?

Estamos absorbidos por muchas actividades que no siempre nos hacen sentir satisfechos. Muchas de nuestras acciones tienen que ver con cosas prácticas, concretas. Debemos asumir la responsabilidad de numerosos compromisos, resolver problemas, afrontar fatigas. También Jesús se implicó con las personas y con la vida, sin reservarse nada, más aún, entregándose hasta el final. Y, sin embargo, percibimos a menudo cómo el exceso de hacer, en lugar de darnos plenitud, se convierte en un torbellino que nos aturde, nos quita la serenidad y nos impide vivir plenamente lo que es verdaderamente importante para nuestra vida. Entonces nos sentimos cansados, insatisfechos: el tiempo parece dispersarse en mil cosas prácticas que, sin embargo, no resuelven el sentido último de nuestra existencia. A veces, al final de días llenos de actividades, nos sentimos vacíos. ¿Por qué? Porque no somos máquinas, tenemos un “corazón”; es más, podemos decir que somos un corazón.

El corazón es el símbolo de toda nuestra humanidad, síntesis de pensamientos, sentimientos y deseos, el centro invisible de nuestra persona. El evangelista Mateo nos invita a reflexionar sobre la importancia del corazón al recoger esta bellísima frase de Jesús: «Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón» (Mt 6,21).

Es, pues, en el corazón donde se conserva el verdadero tesoro, no en las cajas fuertes de la tierra, no en las grandes inversiones financieras, hoy más que nunca descontroladas e injustamente concentradas, idolatradas al precio sangriento de millones de vidas humanas y de la devastación de la creación de Dios.

Es importante reflexionar sobre estos aspectos, porque en los numerosos compromisos que afrontamos continuamente aflora cada vez más el riesgo de la dispersión, a veces de la desesperación, de la falta de sentido, incluso en personas aparentemente exitosas. En cambio, leer la vida a la luz de la Pascua, mirarla con Jesús Resucitado, significa encontrar el acceso a la esencia de la persona humana, a nuestro corazón: cor inquietum. Con este adjetivo, “inquieto”, san Agustín nos hace comprender el impulso del ser humano orientado a su plena realización. La frase completa remite al inicio de las Confesiones, donde Agustín escribe: «Señor, nos hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» (I, 1,1).

La inquietud es la señal de que nuestro corazón no se mueve al azar, de modo desordenado, sin un fin o una meta, sino que está orientado a su destino último, el del “regreso a casa”. Y el verdadero puerto del corazón no consiste en poseer los bienes de este mundo, sino en alcanzar aquello que puede colmarlo plenamente, es decir, el amor de Dios, o mejor aún, Dios Amor. Este tesoro, sin embargo, solo se encuentra amando al prójimo que se encuentra a lo largo del camino: los hermanos y hermanas de carne y hueso, cuya presencia interpela y cuestiona nuestro corazón, llamándolo a abrirse y a darse. El prójimo te pide que desaceleres, que lo mires a los ojos, a veces que cambies de programa, quizá incluso que cambies de dirección.

Queridísimos, este es el secreto del movimiento del corazón humano: volver a la fuente de su ser, gozar de la alegría que no pasa, que no defrauda. Nadie puede vivir sin un sentido que vaya más allá de lo contingente, más allá de lo que pasa. El corazón humano no puede vivir sin esperanza, sin saber que ha sido hecho para la plenitud y no para la carencia.

Jesucristo, con su Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección, ha dado un fundamento sólido a esta esperanza. El corazón inquieto no será defraudado si entra en el dinamismo del amor para el que ha sido creado. El puerto es seguro: la vida ha vencido y en Cristo seguirá venciendo en cada muerte de la vida cotidiana. Esta es la esperanza cristiana: ¡bendigamos y demos siempre gracias al Señor que nos la ha regalado!

Traducción: ChatGPT 5.2

 

León XIV. Audiencia jubilar, 20 de diciembre de 2025. Catequesis. 11. Esperar es engendrar. María, esperanza nuestra.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!

Cuando la Navidad está a las puertas, podemos decir: ¡el Señor está cerca! Sin Jesús, esta afirmación —«el Señor está cerca»— podría sonar casi como una amenaza. En Jesús, en cambio, descubrimos que, como ya habían intuido los profetas, Dios es un seno de misericordia. El Niño Jesús nos revela que Dios tiene entrañas de misericordia, a través de las cuales engendra siempre. En Él no hay amenaza, sino perdón.

Queridísimos, la de hoy es la última de las audiencias jubilares de los sábados, iniciadas el pasado mes de enero por el papa Francisco. El Jubileo llega a su término, pero no se acaba la esperanza que este Año nos ha regalado: ¡seguiremos siendo peregrinos de esperanza! Hemos escuchado a san Pablo: «En esperanza fuimos salvados» (Rm 8,24). Sin esperanza estamos muertos; con la esperanza venimos a la luz. La esperanza es generativa. En efecto, es una virtud teologal, es decir, una fuerza de Dios, y como tal engendra: no mata, sino que hace nacer y renacer. Esta es la verdadera fuerza. La que amenaza y mata no es fuerza: es prepotencia, es miedo agresivo, es un mal que no genera nada. La fuerza de Dios hace nacer. Por eso quisiera deciros, finalmente: esperar es engendrar.

San Pablo escribe a los cristianos de Roma algo que nos hace pensar: «Sabemos que toda la creación, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Es una imagen muy fuerte. Nos ayuda a escuchar y a llevar a la oración el grito de la tierra y el grito de los pobres. “Toda junta”, la creación es un clamor. Pero muchos poderosos no escuchan este clamor: la riqueza de la tierra está en manos de pocos, poquísimos, cada vez más concentrada —injustamente— en manos de quienes a menudo no quieren escuchar el gemido de la tierra y de los pobres. Dios ha destinado los bienes de la creación a todos, para que todos participen de ellos. Nuestra tarea es engendrar, no robar. Y, sin embargo, en la fe, el dolor de la tierra y de los pobres es el de un parto. Dios engendra siempre, Dios sigue creando, y nosotros podemos engendrar con Él, en la esperanza. La historia está en manos de Dios y de quienes esperan en Él. No hay solo quien roba: hay, sobre todo, quien engendra.

Hermanas y hermanos, si la oración cristiana es tan profundamente mariana, es porque en María de Nazaret vemos a una de nosotros que engendra. Dios la hizo fecunda y se nos acercó con sus rasgos, como todo hijo se parece a su madre. Es Madre de Dios y Madre nuestra. «Esperanza nuestra», decimos en la Salve Regina. Ella se parece al Hijo y el Hijo se parece a ella. Y nosotros nos parecemos a esta Madre que dio rostro, cuerpo y voz a la Palabra de Dios. Nos parecemos a ella para poder engendrar aquí abajo la Palabra de Dios, transformar el grito que escuchamos en un parto. Jesús quiere nacer de nuevo: podemos darle cuerpo y voz. Este es el parto que la creación espera.

Esperar es engendrar. Esperar es ver que este mundo se convierte en el mundo de Dios: el mundo en el que Dios, los seres humanos y todas las criaturas pasean de nuevo juntos, en la ciudad-jardín, la Jerusalén nueva. María, esperanza nuestra, acompaña siempre nuestro peregrinar de fe y de esperanza.

 

Papa León XIV. Ángelus.  21  de diciembre de 2025.

Queridos hermanos y hermanas: ¡buenos días!

Hoy, cuarto domingo de Adviento, la liturgia nos invita a meditar sobre la figura de san José. Nos lo presenta, en particular, en el momento en el que Dios le revela su misión en sueños (cf. Mt 1,18-24). De ese modo, nos propone una página muy hermosa de la historia de la salvación, cuyo protagonista es un hombre frágil y falible —como nosotros— y, al mismo tiempo, valiente y fuerte en la fe.

El evangelista Mateo lo llama “hombre justo” (cf. Mt 1,19), y esto lo describe como un israelita piadoso, que observa la Ley y frecuenta la sinagoga. Pero, además de eso, José de Nazaret se nos muestra también como una persona extremadamente sensible y humana.

Lo vemos cuando, aun antes de que el Ángel le revele el misterio que se está cumpliendo en María, frente a una situación difícil de comprender y de aceptar, él no elige la vía del escándalo y de la condena pública a su futura esposa, sino el camino discreto y benévolo del repudio en secreto (cf. ibíd.). De esa manera, demuestra que ha captado el sentido más profundo de su propia observancia religiosa: el de la misericordia.

La pureza y la nobleza de sus sentimientos se vuelven aún más evidentes cuando el Señor, en sueños, le revela su plan de salvación, indicándole el rol inesperado que deberá asumir: ser el esposo de la Virgen Madre del Mesías. Aquí, en efecto, José, con un gran acto de fe, deja también la última orilla de sus seguridades y navega mar adentro hacia un futuro que ya está totalmente en las manos de Dios. San Agustín describe así su consentimiento: «A la piedad y caridad de José le nació de la Virgen María un hijo, Hijo a la vez de Dios» (Sermón 51, 30).

Piedad y caridad, misericordia y abandono; estas son las virtudes del hombre de Nazaret que la liturgia nos propone hoy, para que nos acompañen en estos últimos días de Adviento, hacia la santa Navidad. Son actitudes importantes, que educan el corazón al encuentro con Cristo y con los hermanos, y que nos pueden ayudar a ser, los unos para los otros, pesebre acogedor, casa confortable, signo de la presencia de Dios. En este tiempo de gracia, no perdamos ocasión para practicarlas: perdonando, animando, dando un poco de esperanza a las personas con las que vivimos y a aquellas que encontramos; y renovando en la oración nuestro abandono filial al Señor y a su Providencia, encomendándole todo con confianza.

Que nos ayuden en esto la Virgen María y san José, que fueron los primeros en acoger a Jesús, el Salvador del mundo, con gran fe y amor.

 

Papa Francisco. Ángelus. 29 de diciembre de 2019.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Y, realmente, hoy es un día hermoso... Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. El término “sagrada” coloca a esta familia en el ámbito de la santidad, que es un don de Dios pero, al mismo tiempo, es una adhesión libre y responsable al plan de Dios. Éste fue el caso de la familia de Nazaret: estaba totalmente a disposición de la voluntad de Dios.

¿Cómo no asombrarse, por ejemplo, de la docilidad de María a la acción del Espíritu Santo que le pide que se convierta en la madre del Mesías? Porque María, como toda joven de su tiempo, estaba a punto de realizar su proyecto de vida, es decir, casarse con José. Pero cuando se dio cuenta de que Dios la llamaba a una misión particular, no dudó en proclamarse su “esclava” (cf. Lucas 1, 38). Jesús exaltará su grandeza no tanto por su papel de madre, sino por su obediencia a Dios. Jesús dijo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan» (Lucas 11, 28), como María. Y cuando no comprende plenamente los acontecimientos que la involucran, María medita en silencio, reflexiona y adora la iniciativa divina. Su presencia al pie de la Cruz consagra esta disponibilidad total.

Luego, en lo que respecta a José, el Evangelio no nos refiere ni una sola palabra: no habla, sino que actúa por obediencia. Es el hombre del silencio, el hombre de la obediencia. La página del Evangelio de hoy (cf. Mateo 2, 13-15, 19-23) nos recuerda tres veces esta obediencia del justo José, refiriéndose a su huida a Egipto y a su retorno a la tierra de Israel. Bajo la guía de Dios, representada por el Ángel, José aleja a su familia de la amenaza de Herodes y los salva. De esta manera, la Sagrada Familia se solidariza con todas las familias del mundo que se ven obligadas a exiliarse, se solidariza con todos aquellos que se ven obligados a abandonar su tierra a causa de la represión, la violencia, la guerra.

Finalmente, la tercera persona de la Sagrada Familia: Jesús. Él es la voluntad del Padre: sobre Él, dice san Pablo, no hubo “sí” y “no”, sino sólo “sí” (cf. 2 Corintios 1, 19). Y esto se manifestó en muchos momentos de su vida terrenal. Por ejemplo, el episodio en el templo en el que, a los padres angustiados que lo buscaban, les respondió: «¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? (Lucas 2, 49); o su constante repetición: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado» (Juan 4, 34); su oración en el Huerto de los Olivos: «Padre mío, si esto no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad» (Mateo 26, 42). Todos estos acontecimientos son la perfecta realización de las mismas palabras de Cristo que dice: «Sacrificio y oblación no quisiste [...]. Entonces dije: “¡He aquí que vengo [...] a hacer, oh Dios, tu voluntad!”» (Hebreos 10, 5-7; Salmos 40, 7-9).

María, José, Jesús: la Sagrada Familia de Nazaret que representa una respuesta coral a la voluntad del Padre: los tres miembros de esta familia se ayudan mutuamente a descubrir el plan de Dios. Rezaban, trabajaban, se comunicaban. Y yo me pregunto: ¿tú, en tu familia, sabes cómo comunicarte o eres como esos chicos que en la mesa, cada uno con un teléfono móvil, están chateando? En esa mesa parece que hay un silencio como si estuvieran en misa... Pero no se comunican entre ellos. Debemos reanudar el diálogo en la familia: padres, madres, hijos, abuelos y hermanos deben comunicarse entre sí... Es una tarea que hay que hacer hoy, precisamente en el Día de la Sagrada Familia. Que la Sagrada Familia sea un modelo para nuestras familias, para que padres e hijos se apoyen mutuamente en la fidelidad al Evangelio, fundamento de la santidad de la familia.

Confiemos a María “Reina de la Familia” todas las familias del mundo, especialmente las que sufren o están en peligro, e invoquemos sobre ellas su protección materna.

 

Papa Francisco. Ángelus. 29 de diciembre de 2013.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este primer domingo después de Navidad, la Liturgia nos invita a celebrar la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. En efecto, cada belén nos muestra a Jesús junto a la Virgen y a san José, en la cueva de Belén. Dios quiso nacer en una familia humana, quiso tener una madre y un padre, como nosotros.

Y hoy el Evangelio nos presenta a la Sagrada Familia por el camino doloroso del destierro, en busca de refugio en Egipto. José, María y Jesús experimentan la condición dramática de los refugiados, marcada por miedo, incertidumbre, incomodidades (cf. Mt 2, 13-15.19-23). Lamentablemente, en nuestros días, millones de familias pueden reconocerse en esta triste realidad. Casi cada día la televisión y los periódicos dan noticias de refugiados que huyen del hambre, de la guerra, de otros peligros graves, en busca de seguridad y de una vida digna para sí mismos y para sus familias.

En tierras lejanas, incluso cuando encuentran trabajo, no siempre los refugiados y los inmigrantes encuentran auténtica acogida, respeto, aprecio por los valores que llevan consigo. Sus legítimas expectativas chocan con situaciones complejas y dificultades que a veces parecen insuperables. Por ello, mientras fijamos la mirada en la Sagrada Familia de Nazaret en el momento en que se ve obligada a huir, pensemos en el drama de los inmigrantes y refugiados que son víctimas del rechazo y de la explotación, que son víctimas de la trata de personas y del trabajo esclavo. Pero pensemos también en los demás «exiliados»: yo les llamaría «exiliados ocultos», esos exiliados que pueden encontrarse en el seno de las familias mismas: los ancianos, por ejemplo, que a veces son tratados como presencias que estorban. Muchas veces pienso que un signo para saber cómo va una familia es ver cómo se tratan en ella a los niños y a los ancianos.

Jesús quiso pertenecer a una familia que experimentó estas dificultades, para que nadie se sienta excluido de la cercanía amorosa de Dios. La huida a Egipto causada por las amenazas de Herodes nos muestra que Dios está allí donde el hombre está en peligro, allí donde el hombre sufre, allí donde huye, donde experimenta el rechazo y el abandono; pero Dios está también allí donde el hombre sueña, espera volver a su patria en libertad, proyecta y elige en favor de la vida y la dignidad suya y de sus familiares.

Hoy, nuestra mirada a la Sagrada Familia se deja atraer también por la sencillez de la vida que ella lleva en Nazaret. Es un ejemplo que hace mucho bien a nuestras familias, les ayuda a convertirse cada vez más en una comunidad de amor y de reconciliación, donde se experimenta la ternura, la ayuda mutua y el perdón recíproco. Recordemos las tres palabras clave para vivir en paz y alegría en la familia: permiso, gracias, perdón. Cuando en una familia no se es entrometido y se pide «permiso», cuando en una familia no se es egoísta y se aprende a decir «gracias», y cuando en una familia uno se da cuenta que hizo algo malo y sabe pedir «perdón», en esa familia hay paz y hay alegría. Recordemos estas tres palabras. Pero las podemos repetir todos juntos: permiso, gracias, perdón. (Todos: permiso, gracias, perdón) Desearía alentar también a las familias a tomar conciencia de la importancia que tienen en la Iglesia y en la sociedad. El anuncio del Evangelio, en efecto, pasa ante todo a través de las familias, para llegar luego a los diversos ámbitos de la vida cotidiana.

Invoquemos con fervor a María santísima, la Madre de Jesús y Madre nuestra, y a san José, su esposo. Pidámosle a ellos que iluminen, conforten y guíen a cada familia del mundo, para que puedan realizar con dignidad y serenidad la misión que Dios les ha confiado.

 

Benedicto XVI. Ángelus.  26 de diciembre de 2010.

Queridos hermanos y hermanas:

El Evangelio según san Lucas narra que los pastores de Belén, después de recibir del ángel el anuncio del nacimiento del Mesías, «fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre» (2, 16). Así pues, a los primeros testigos oculares del nacimiento de Jesús se les presentó la escena de una familia: madre, padre e hijo recién nacido. Por eso, el primer domingo después de Navidad, la liturgia nos hace celebrar la fiesta de la Sagrada Familia. Este año tiene lugar precisamente al día siguiente de la Navidad y, prevaleciendo sobre la de san Esteban, nos invita a contemplar este «icono» en el que el niño Jesús aparece en el centro del afecto y de la solicitud de sus padres. En la pobre cueva de Belén —escriben los Padres de la Iglesia— resplandece una luz vivísima, reflejo del profundo misterio que envuelve a ese Niño, y que María y José custodian en su corazón y dejan traslucir en sus miradas, en sus gestos y sobre todo en sus silencios. De hecho, conservan en lo más íntimo las palabras del anuncio del ángel a María: «El que ha de nacer será llamado Hijo de Dios» (Lc 1, 35).

Sin embargo, el nacimiento de todo niño conlleva algo de este misterio. Lo saben muy bien los padres que lo reciben como un don y que, con frecuencia, así se refieren a él. Todos hemos escuchado decir alguna vez a un papá y a una mamá: «Este niño es un don, un milagro». En efecto, los seres humanos no viven la procreación meramente como un acto reproductivo, sino que perciben su riqueza, intuyen que cada criatura humana que se asoma a la tierra es el «signo» por excelencia del Creador y Padre que está en el cielo. ¡Cuán importante es, por tanto, que cada niño, al venir al mundo, sea acogido por el calor de una familia! No importan las comodidades exteriores: Jesús nació en un establo y como primera cuna tuvo un pesebre, pero el amor de María y de José le hizo sentir la ternura y la belleza de ser amados. Esto es lo que necesitan los niños: el amor del padre y de la madre. Esto es lo que les da seguridad y lo que, al crecer, les permite descubrir el sentido de la vida. La Sagrada Familia de Nazaret pasó por muchas pruebas, como la de la «matanza de los inocentes» —nos la recuerda el Evangelio según san Mateo—, que obligó a José y María a emigrar a Egipto (cf. 2, 13-23). Ahora bien, confiando en la divina Providencia, encontraron su estabilidad y aseguraron a Jesús una infancia serena y una educación sólida.

Queridos amigos, ciertamente la Sagrada Familia es singular e irrepetible, pero al mismo tiempo es «modelo de vida» para toda familia, porque Jesús, verdadero hombre, quiso nacer en una familia humana y, al hacerlo así, la bendijo y consagró. Encomendemos, por tanto, a la Virgen y a san José a todas las familias, para que no se desalienten ante las pruebas y dificultades, sino que cultiven siempre el amor conyugal y se dediquen con confianza al servicio de la vida y de la educación.

 

Benedicto XVI. Ángelus.  30 de diciembre de 2007.

Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos hoy la fiesta de la Sagrada Familia. Siguiendo los evangelios de san Mateo y san Lucas, fijamos hoy nuestra mirada en Jesús, María y José, y adoramos el misterio de un Dios que quiso nacer de una mujer, la Virgen santísima, y entrar en este mundo por el camino común a todos los hombres. Al hacerlo así, santificó la realidad de la familia, colmándola de la gracia divina y revelando plenamente su vocación y misión.

A la familia dedicó gran atención el concilio Vaticano II. Los cónyuges —afirma— "son testigos, el uno para el otro y ambos para sus hijos, de la fe y del amor de Cristo" (Lumen gentium, 35). Así la familia cristiana participa de la vocación profética de la Iglesia:  con su estilo de vida "proclama en voz alta tanto los valores del reino de Dios ya presentes como la esperanza en la vida eterna" (ib.).

Como repitió incansablemente mi venerado predecesor Juan Pablo II, el bien de la persona y de la sociedad está íntimamente vinculado a la "buena salud" de la familia (cf. Gaudium et spes, 47). Por eso, la Iglesia está comprometida en defender y promover "la dignidad natural y el eximio valor" —son palabras del Concilio— del matrimonio y de la familia (ib.). Con esta finalidad se está llevando a cabo, precisamente hoy, una importante iniciativa en Madrid, a cuyos participantes me dirigiré ahora en lengua española.

Saludo a los participantes en el encuentro de las familias que se está llevando a cabo en este domingo en Madrid, así como a los señores cardenales, obispos y sacerdotes que los acompañan. Al contemplar el misterio del Hijo de Dios que vino al mundo rodeado del afecto de María y de José, invito a las familias cristianas a experimentar la presencia amorosa del Señor en sus vidas. Asimismo, les aliento a que, inspirándose en el amor de Cristo por los hombres, den testimonio ante el mundo de la belleza del amor humano, del matrimonio y la familia. Esta, fundada en la unión indisoluble entre un hombre y una mujer, constituye el ámbito privilegiado en el que la vida humana es acogida y protegida, desde su inicio hasta su fin natural. Por eso, los padres tienen el derecho y la obligación fundamental de educar a sus hijos en la fe y en los valores que dignifican la existencia humana.

Vale la pena trabajar por la familia y el matrimonio porque vale la pena trabajar por el ser humano, el ser más precioso creado por Dios. Me dirijo de modo especial a los niños, para que quieran y recen por sus padres y hermanos; a los jóvenes, para que estimulados por el amor de sus padres, sigan con generosidad su propia vocación matrimonial, sacerdotal o religiosa; a los ancianos y enfermos, para que encuentren la ayuda y comprensión necesarias. Y vosotros, queridos esposos, contad siempre con la gracia de Dios, para que vuestro amor sea cada vez más fecundo y fiel. En las manos de María, "que con su "sí" abrió la puerta de nuestro mundo a Dios" (Spe salvi49), pongo los frutos de esta celebración. Muchas gracias y ¡felices fiestas!

Nos dirigimos ahora a la Virgen santísima, pidiendo por el bien de la familia y por todas las familias del mundo.

 

SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS.

 

Monición de entrada.-

Esta tarde es la última del año que termina.

Hoy hemos empezado este año.

Y lo hacemos con la fiesta de la Virgen María que nos acompaña cada día del año.

Además en todas las iglesias rezamos por la paz, porque cuando hay guerra las personas no son felices y sufren mucho.

 

Señor, ten piedad.

Tú que eres el Emanuel, el Dios con nosotros.  Señor, ten piedad.

Tú que eres el Hijo de la Madre de Dios. Cristo, ten piedad.

Tú que eres el Señor de la paz. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.-

Para que este año sigas ayudando al papa Francisco a trabajar por la paz. Te lo pedimos Señor.

Para que se terminen las guerras. Te lo pedimos Señor.

Para que las personas que han tenido que salir de sus países por culpa de la guerra, este año puedan volver a sus casas. Te lo pedimos Señor.

Para que este año ninguna niña y ningún niño sufra maltrato. Te lo pedimos Señor.

Para que nosotros no peguemos a los demás. Te lo pedimos Señor.

 

Oración.

Virgen María, queremos darte las gracias por cada día del año que hemos tenido o vamos a tener. Porque tú estás con nosotros como mamá de Dios que nos enseña a tener un corazón limpio, que no hace daño a los demás.

 

DOMINGO 2 T. NAVIDAD

 

Monición de entrada.-

Hoy es el segundo domingo después del día de Navidad.

Así hoy también tenemos la fiesta del nacimiento de Jesús.

Con el nacimiento de Jesús comienza un tiempo nuevo.

Unos años que son ya más de dos mil que terminarán cuando Jesús vuelva.

 

Señor, ten piedad.

Porque a veces hemos preferido lo oscuro a la luz.  Señor, ten piedad.

Porque a veces no te hemos querido. Cristo, ten piedad.

Porque a veces no hemos sido luz. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.-

Por el Papa, para que le ayudes mucho. Te lo pedimos Señor.

Por la Iglesia, para que sepa enseñarnos la Palabra de Dios. Te lo pedimos Señor.

Por los que hablan y escriben en la tele, la radio, Tik tok y las redes sociales, para que lo que digan no haga daño a los demás. Te lo pedimos Señor.

Por nosotros, para que seamos como Jesús en casa, con los amigos y en la escuela. Te lo pedimos Señor.

 

Oración.

Virgen María, queremos felicitarte otra vez por querer tanto a Jesús y haber cuidado de Él cuando era pequeño.

No hay comentarios: