La revista Catequistas de los salesianos es con Catequética de los jesuítas las mejores que hay en el tema de la catequesis. Hoy me voy a centrar en un artículo muy bueno de la religiosa del Sagrado Corazón de Jesús y biblista, Dolores Aleixandre.
Cuenta ella lo que ocurrió en la reunión de catequistas dedicada a programar el curso: discusiones y en el fondo desánimo.
Pero intervino el sacerdote, Antonio, leyéndoles la parábola que ahora os transcribo:
Sucede con el reino de Dios lo que con la semilla que un hombre echa en la tierra. Ya duerma o vele, de noche o de día, la semilla germina por sí misma y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da fruto: primero hierba, luego espiga, depsués trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto está a punto, en seguida mete la hoz, porque ha llegado la siega (Marcos 4, 30-32).
Seguidamente comenzaron todos a hablar y constataron ser ésta la asignatura pendiente que casi todos tenemos que discernir: "cuándo nos toca estar activos y diligentes en las tareas del Reino y cuándo pacientes y pasivos; cuándo es tiempo de arrimar el hombre y cuándo los otros agradecerían que nos quitásemos de en medio; cuando la situación requiere estar vigilantes e intervenir, y cuándo lo único que podemos hacer es echarnos a dormir; cuando nos toca analizar y detectar causas y cuándo encajar incapacidades e ignorancias y reconocer que no lo sabemos todo y que hay muchos porqués y cómos que se nos van a seguir escapando.
Llegamos a la conclusión de que es una sabiduría muy difícil la de acertar con la alternancia entre instante y duración, entre alternancia y continuidad, y eso que nuestra corporalidad es una buena maestra que trata de enseñárnosla cada día, cuando el sueño nos reclama interrumpir toda actividad consciente".
Nosotros queremos hacer, programamos, organizamos charlas, reuniones, sesiones de catequesis, convivencias, dias juniors, encuentros de educadores, campamentos,... Es decir, sembramos.
Es evidente que sembrar en sí es bueno, sin siembra no hay fruto. Pero el problema es que lo centramos todo en nosotros. Y sin embargo el sembrador siembra, pero no es él quien hace crecer la semilla. Mientras duerme y descansa la tierra da fruto: hierba, espiga y trigo y es entonces cuando de nuevo interviene el labrador.
También nosotros hacemos lo mismo, en el fondo es el proceso del junior: la catequista y el monitor siembran, la Palabra va germinando en ellos y cuando llega la adolescencia recogemos los frutos. A veces hace falta más tiempo y no somos nosotros quienes recogeremos los frutos.
Lo importante es sembrar y dejar que sea Dios quien transforme el grano en hierba, espiga y trigo.
Ahora comenzamos un nuevo curso. Si miramos atrás podemos verlo desde este prisma, esta lectura. Durante el año pasado sembramos. Al comenzar algunos niños y monitores no continuarán. No nos desanimemos, la semilla está germinando en su interior. En nuestra ausencia, en la misma noche, cuando parece que no hay nada que hacer y a ellos les falta luz, mientras dormimos o velamos, Dios que ha puesto en marcha el proceso de crecimiento de la semilla hará que continúe creciendo.
Dolores también nos ofrece un guión para rezar, os lo ofrezco por si os sirve en una de las primeras reuniones:
1.Dale el nombre de sembrador a Jesús, porque ha sembrado su palabra, en nuestra tierra.
2.Háblale de tu confianza en que esa palabra fructifique en ti.
3.Siéntete tú también sembrador, llamado a esparcir la palabra de Jesús.
4.Toma en la mano la lista de tu grupo, sino recuerdas los del curso anterior, piensa en los del campamento, y piensa que la palabra que cayó en ellos gracias a tu testimonio de vida cristiana y a tus palabras, lleva dentro fuerza para germinar... para crecer...
5.Haz un acto de fe en cada uno de los de tu grupo: son tierra con posibilidad de hacer germinar la semilla... Pide al Señor para que sepas labrar, trabajar esa tierra hasta hacerla tierra buena.
6.Desde esta fuerza de la Palabra: expón tus miedos, tus nerviosismos, tus ganas de ver frutos a ritmo de microondas, etc.
Y para terminar, fíjate en lo que cuesta hacer una persona. Lo he pensado en estas semanas en las que he tenido unos cuantos bautizos: dos células, lentamente van multiplicándose, nueve meses en las entrañas maternas para después nacer un ser frágil, débil, que no habla sino que llora y necesita la ayuda constante de la madre, y del padre, lentamente, hasta que se hace adulto. Son muchos años y una gran lentitud, en la cual la tercera parte del tiempo la pasa con la pantalla apagada, durmiendo, en "off". ¡Pues cuanto más el Reino de Dios!
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