lunes, 29 de septiembre de 2008

Escuela de Oración. Semana XVIII


XVIII. 29 de Septiembre de 2008.


Serenarse, ponerse en presencia.
“Al llegar ante el Santísimo, al que se lo debo todo, ante él hago un signo de sumisión, de pobreza, de reconocimiento de su grandeza y de mi pequeñez. Me pongo de rodillas y como aquel que se sabe ante alguien muy importante le agradezco poder estar con él”.

De nuevo nos sumergimos en el apasionante mundo de la oración. Ella nos lleva a la búsqueda de nosotros mismos y de Dios y por eso es un camino sin final, lleno de sorpresas. Atrás queda el verano, delante un nuevo curso y aquí me tenéis de nuevo retomando aquellas meditaciones que emprendimos, prácticamente al comenzar la primavera.
¿Por qué? Muy sencillo y siendo claro, porque a mí me hicieron un gran bien e imagino que a algún monitor o internauta también, poder seguir de la mano del gran maestro de la espiritualidad, S. Ignacio de Loyola y del Seminario este camino de oración.
Y comenzamos con los ojos callados, guiados por Mª Dolores López Guzmán y su libro “Cuando vayas a orar” (CCS).
Cuenta como muchas veces afirmamos que nosotros no estamos hechos para la contemplación, es decir, la forma de oración que consiste en callar y llegar a la cima donde podemos llegar con los ojos.
Con ellos vemos (la ventana, la mesa, la pantalla, el teclado,...) un sin fin de objetos son captados por este sentido. Aquí entra sólo la vista.
Con ellos miramos, es decir, prestamos atención de entre todos aquellos que nos interesan. En estos momentos estarás viendo muchas cosas, pero sólo mirando la pantalla, este texto. Aquí entra el cerebro, que trata de prestar atención y asimilar lo que miramos.
Y con ellos contemplamos, disfrutando con lo que miramos. La contemplación consiste en dilatar las pupilas para que entre mejor, como la persona que ama cuando contempla a la amada, en ver y mirar con el corazón, disfrutando de cada rasgo, matiz, color, sintiendo. Es lo que ocurre cuando contemplamos un cuadro, un paisaje o una persona que amamos. No sólo miramos sino que además disfrutamos mirando.
Pues de eso vamos a reflexionar durante esta semana, en la contemplación de Dios.

Composición de lugar.
Con la vista imaginativa ver...mirar... contemplar.

Oración preparatoria:
“Señor abre mis ojos para reconocer los engaños de la tentación, sus trampas, que me atraen mucho pero a la vez impiden que sea realmente feliz. Concédeme a la vez reconocer tu estilo de vida. Abre mis ojos Señor, para entender y atraverme a seguir con sinceridad el camino que tu me marques, siguiendo el estilo de vida junior que brota del encuentro contigo y la vivencia del Evangelio”.

Introducción.
Siento la presencia amorosa de Jesús y me pongo a su discposición. Si no fuese así no habría ido a los campamentos juniors ni sería monitor/a o educador/a. Pero siendo sincero conmigo mismo reconozco que estoy continuamente tironeado por dos proyectos de vida distintos:
El de la humanidad nueva de Jesús, es decir, el Evangelio y la acogida del Reino de Dios.
El viejo proyecto del egoísmo, de vivir pensando sólo en mí, ser alguien importante aún a costa de pisotear a los demás.
Ellos luchan entre sí, en mi interior hay una guerra entre la verdad y la mentira, la libertad y la falsa libertad, el amor y el egoísmo. Son dos formas contrarias de entender la existencia humana, en la que yo también estoy implicado consciente o inconscientemente.
El texto.
Cuando te sucedan todas estas cosas, la bendición y la maldición que te he puesto delante, podrás meditarlas en tu interior, cuando estés en medio de todas las naciones donde Yahvé tu Dios te ha arrojado.
Si lo haces y te conviertes a Yahvé tu Dios, si tú y tus hijos escucháis su voz en todo lo que te mando hoy, con todo tu corazón y con toda tu alma, Yahvé tu Dios cambiará tu suerte, tendrá piedad de ti y te reunirá de nuevo en medio de todos los pueblos por los que Yahvé tu Dios te haya dispersado. Aunque tus desterrados estén el extremo de los cielos, de allí mismo te recogerá Yahvé tu Dios y vendrá a buscarte: te llevará otra vez a la tierra que poseyeron tus padres y tú la poseerás; te hará feliz y te multiplicará más que a tus padres.
Yahvé tu Dios circuncidará tu corazón y el corazón de tu descendencia, a fin de que ames a Yahvé tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, para que vivas. Yahvé tu Dios descargará todas estas maldiciones sobre los enemigos y contra los que te odian, los que te han perseguido.
Tú volverás a escuchar la voz de Yahvé tu Dios y pondrás en práctica todos tus mandamientos, que yo te prescribo hoy.
Yahvé tu Dios te hará prosperar en todas tus empresas: prosperará el fruto de tu vientre, el fruto de tu ganado y el fruto de tu tierra. Yahvé se complacerá de nuevo en tu felicidad, como se complacía en la felicidad de tus padres, porque tú escucharás la voz de Yahvé tu Dios y guardarás sus mandamientos y sus preceptos, lo que está escrito en el libro de esta Ley, cuando te conviertas a Yahvé tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma.
Porque este mandamiento que yo te prescribo y hoy no es superior a tus fuerzas, ni está fuera de tu alcance. No está en el cielo, como para decir: ¿Quién subirá por nosotros la cielo y nos lo traerá, para que lo oigamos y lo pongamos en práctica?
Ni está al otro lado del mar para decir: ¿Quién irá por nosotros al otro lado del mar y nos lo traerá para que lo oigamos y lo pongamos en práctica?
La palabra está bien cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la pongas en práctica.

Composición de lugar:
Dios dirige a través de Moisés este discurso, en el Monte Horeb. Se trata ahora que le preguntes al texto: ¿qué dice? y ¿qué te está diciendo Dios ahora a través de él? Recuerda que para los juniors Dios nos habla a través de la Biblia.
El texto es largo y las frases que más te pueden ayudar son las últimas. Dios te habla al corazón, escúchale. La ley no está lejos, lo que Dios te pide no tienes que buscarlo estudiando una carrera universitaria sino escuchando tu corazón y lógicamente formándote, pero desde el corazón. Todos tenemos en nuestro interior la conciencia, la ley inscrita en él que nos impulsa a realizar el bien y evitar el mal. Por eso, al reemprender las oraciones, detente y pídele a Dios que te ayude a escucharle en tu corazón, para eso es importante dedicar tiempo al silencio y la oración, para distinguir entre las voces del egoísmo y la de Dios que nos llama a amar.

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