Lectura del libro del
Eclesiástico 27, 30-28,7
Rencor e ira también son
detestables, el pecador los posee. El vengativo sufrirá la venganza del Señor
que llevará cuenta exacta de sus pecados. Perdona la ofensa a tu prójimo y,
cuando reces, tus pecados te serán perdonados. Si un ser humano alimenta la ira
contra otro, ¿cómo puede esperar la curación del Señor? Si no se compadece de
su semejante, ¿cómo pide perdón por sus propios pecados? Si él, simple mortal,
guarda rencor, ¿quién perdonará sus pecados? Piensa en tu final y deja de
odiar, acuérdate de la corrupción y de la muerte y se fiel a los mandamientos.
Acuérdate de los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo; acuérdate de la
alianza del Altísimo y pasa por alto la ofensa.
Textos paralelos.
Perdona la ofensa a tu prójimo.
Mt 6, 12: Perdona nuestras ofensas como también
nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
Y cuando reces, tus pecados te serán perdonados.
Mt 5, 23-24: Si mientras llevas tu ofrenda al altar
te acuerdas de que tu hermano tiene queja de ti, deja la ofrenda delante del
altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y después ve a llevar tu
ofrenda.
Si 6, 14-15: Un amigo fiel es un refugio seguro, y
quien lo encuentra ha encontrado un tesoro. Un amigo fiel no tiene precio y su
valor es incalculable.
¿Cómo pide perdón por sus propios pecados?
Mt 18, 23: Te digo que no siete veces, sino setenta y
siete.
Recuerda la corrupción y la muerte.
Si 7, 36: En todas las acciones piensa en el
desenlace y nunca pecarás.
Si 38, 20: Recuerda su ley, que es la tuya: el ayer,
hoy tú.
Recuerda la alianza del Altísimo y pasa por alto la
ofensa.
Ex 23, 4-5: Cuando encuentres extraviados el toro o
el asno de tu enemigo, se los llevarás a su dueño. Cuando veas el asno de tu
adversario caído bajo la carga, no pases de largo; préstale ayuda.
Notas exegéticas.
28 3 Es decir, la curación espiritual por el perdón de los pecados. Se
puede observar la calidad moral de esta doctrina, que prepara las exigencias
del NT.
Salmo responsorial
Sal 102, 1-4.9-12
R/. El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura. R/.
No está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen nuestros
pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R/.
Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre los que lo
temen;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos. R/.
Textos paralelos.
Él, que todas tus
culpas perdona.
Ex 15, 26: Si obedecéis
al Señor, vuestro Dios, haciendo lo que él aprueba, escuchando sus mandatos y
cumpliendo sus leyes, no os enviaré las enfermedades que he enviado a los
egipcios, porque yo soy el Señor, que te cura.
Rescata tu vida de la
fosa.
Sal 41, 13: Tú me has
conservado mi integridad, / me establecerás en tu presencia para siempre.
Jb 42, 10: Cuando Job
intercedió por sus compañeros, el Señor cambió su suerte y duplicó todas sus
posesiones.
Tu juventud se renueva
como la del águila.
Is 40, 31: Pero los que
esperan en el Señor / renuevan sus fuerzas, / echan alas como águilas, / corren
sin cansarse, / marchan sin fatigarse.
No se querella
eternamente.
Sal 145, 8: El Señor es
clemente y compasivo, / paciente y misericordioso.
Jr 3, 12: Ve y proclama
este mensaje / hacia el norte: / Vuelve, Israel, apóstata / – oráculo del Señor – , que no os pondré mala
cara, / porque soy leal / y no guardo rencor eterno – oráculo del Señor –.
Is 52, 16: No estaré en
pleito perpetuo / ni me irritaré por siempre, / porque ante mí sucumbirán el
espíritu / y el aliento que yo he creado.
No nos trata según
nuestros yerros.
Jon 4, 2: ¡Ah, Señor, ya
me lo decía yo cuando estaba en mi tierra! Por algo me adelanté a huir a Tarsis;
porque sé que eres “un Dios compasivo y clemente, paciente y misericordioso”,
que te arrepientes de las amenazas.
Jl 2, 12: Pues ahora –
oráculo del Señor –, / convertíos a mí / de todo corazón, con ayuno, / con
llanto, con luto. / Rasgad los corazones / y no los vestidos; / convertíos al
señor Dios vuestro; / que es compasivo y clemente, / paciente y misericordioso,
/ y se arrepiente de las amenazas.
Notas exegéticas.
103 8 Son los atributos del nombre de Yahvé, revelados a Moisés, Ex 34,
6, que todo el salmo desarrolla acentuando la misericordia y la bondad, preparando
así 1 Jn 4, 8
Segunda lectura.
Lectura de la segunda
carta del apóstol san Pablo a los Romanos 14, 7-8
Hermanos:
Ninguno de nosotros vive
para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor;
si morimos, morimos para el Señor; así que, ya vivamos ya muramos, somos del
Señor. Pues para esto murió y resucitó Cristo, para ser Señor de muertos y
vivos.
Textos paralelos.
Tampoco nadie muere para sí
mismo.
Rm 8, 10-11: Pero vosotros no seguís el instinto, sino el Espíritu, si
es que el Espíritu de Dios habita en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu
del Mesías, no le pertenece. Pero si el Mesías está en vosotros, aunque el cuerpo
muera por el pecado, el espíritu vivirá por la justicia. Y si el Espíritu del
que resucitó a Jesús de la muerte habita en vosotros, el que resucitó a
Jesucristo de la muerte dará vida a vuestros cuerpos mortales, por el Espíritu suyo
que habita en vosotros.
Lc 20, 38: No es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos
viven.
Ga 2, 19-20: Por medio de la ley morí a la ley para vivir para Dios. He
quedado crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según san Mateo 18, 21-35
En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:
-Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo?
¿Hasta siete veces?
Jesús le contesta:
-No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por
esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas
con los criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil
talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con
su mujer y sus hijos y todas sus posesiones y que pagara así. El criado
arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: “Ten paciencia conmigo y te lo
pagaré”. Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que
debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a
contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el Señor lo llamó y le dijo: “¡Siervo
malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú
también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti? Y el señor,
indignado, lo entregó a sus verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo
hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su
hermano.
Textos paralelos.
// Lc 17, 4: Si siete veces al día te ofende y siete veces vuelve a ti
diciendo que se arrepiente, perdónale.
// Mt 6, 12: Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
¿Cuántas veces tengo que perdonar?
Lv 19, 17-18: No odiarás de corazón a tu hermano, pero reprenderás a tu
prójimo, para que no cargues tú con su pecado. No te vengarás de los hijos de
tu pueblo ni les guardarás rencor, sino que amarás a tu prójimo como a ti
mismo. Yo soy el Señor”.
Lc 23, 34: Te digo Pedro que no cantará hoy el gallo antes de que hayas
negado que me conoces.
Gn 4, 24: Si la venganza de Caín
valía por siete, / la de Lamec valdrá por setenta y siete.
El Reino de los Cielos es semejante a un rey.
Mt 25, 19: Pasado mucho tiempo se presentó el amo de los criados para
pedirles cuentas.
Movido a compasión el señor de aquel siervo.
Lc 7, 42a: Supongo que aquel a quien le perdonó más.
Que le debía cien denarios.
Mt 24, 49: Se pone a pegar a los compañeros, a comer y beber con los
borrachos.
Entonces fue y lo metió en la cárcel.
Rm 13, 7: No tengáis deudas con nadie, si no es la del amor mutuo. Pues
el que ama al prójimo tiene cumplida la ley.
Siervo malvado, yo te perdoné a ti.
Mt 22, 7: El rey se encolerizó y, enviando sus tropas, acabó con
aquellos asesinos e incendió su ciudad.
¿No debías tú también compadecerte?
Mt 5, 7: Dichosos los misericordiosos, / porque los tratarán con
misericordia.
Mt 7, 3: ¿Por qué te fijas en la mota en el ojo de tu hermano y no
reparas en la viga del tuyo?
Lo entregó a los verdugos.
Mt 8, 29: ¡Hijo de Dios! ¿qué tienes con nosotros? ¿Has venido antes de
tiempo para atormentarnos?
Mt 5, 26: Te aseguro que no saldrás hasta haber pagado el último céntimo.
Si no perdonáis de corazón.
Mt 6, 12-14: Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden; no nos dejes sucumbir a la prueba y líbranos del
maligno.
Lc 23, 34: Jesús dijo: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”.
Se repartieron su ropa echándola a suerte.
Los dichos de Jesús.
Q 17, 3-4
3 Si
tu hermano peca [contra ti], repréndele; y si [se arrepiente], perdónale.
4 Y si
peca contra ti siete veces al día, perdónale siete veces.
Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.
18 21 A ejemplo de Dios y de Jesús Lc 23, 34 y como lo hacían ya entre sí los
israelitas, Lv 19, 18-19, los cristianos deben perdonarse mutuamente, pero “el
prójimo· se extiende a todo hombre, incluidos aquellos a los que hay que
devolver bien por mal. Así el amor cubre multitud de pecados. Pr 10, 12 citado
por 4, 20.
18 22 Otros entienden “hasta setenta y siete veces”.
18 24 Unos trescientos mil euros oro: suma escogida a propósito como exorbitante.
18 28 Unos cincuenta céntimos de euro oro.
18 32 Este elemento de la parábola recuerda los términos en que se expresa la
quinta petición del Padre Nuestro.
Notas
exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.
21 SE
ACERCÓ PEDRO A DECIRLE: lit. habiéndose acercado el Pedro dijo a él. //
La pregunta lit. es: ¿Cuántas veces pecará contra mi el hermano de mí y
perdonaré a él? // HERMANO cf. 15. La parábola prolonga en cierto sentido
la enseñanza anterior sobre el perdón: el perdón fraterno ha de ser a imagen y
semejanza del perdón de Dios, que no lleva cuenta de las veces que perdona.
22 SETENTA
Y SIETE. mejor que setenta veces siete.
23 UN
REY: lit. un hombre (que es) rey. // El término lit. esclavo
(s), que aparece repetidamente en la parábola, equivale a FUNCIONARIOS,
empleados regios, casi ministros del gobierno.
24 DIEZ
MIL TALENTOS: cantidad de dinero desorbitante (25, 15); equivale a nuestra
expresión: “una millonada”, algo que es imposible pagar.
25 QUE
LO VENDIESEN: la orden completa añadiría: “como esclavos”.
26 Lit.
cayendo pues, el esclavo se postraba [ante] él diciendo.
28 COMPAÑEROS
(como en los vs. siguientes): lit. co-esclavos o cosiervos; altos
funcionarios reales. // CIEN DENARIOS (la palabra griega dênárion es un latinismo;
del latín denarius vine también nuestra palabra dinero): un
denario era el jornal diario de un trabajador ocasional en el campo (cf. 20,
2); aquí, CIEN DENARIOS tiene el matiz de “una cantidad ridícula” comparada con
“la millonada” que debía el anterior. // SI ES QUE DEBES ALGO: lo que me debas,
sea lo que sea; con un dejo de ironía, Jesús pinta al acreedor ni siquiera
seguro de la cantidad que le debe el compañero.
29 CAYENDO
[AL SUELO]: algunos manuscritos añaden, concretando: “a sus pies”.
35 DE
CORAZÓN: lit. desde los corazones de vosotros.
Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.
18, 22 El perdón siempre está disponible para cualquier persona que es´te
arrepentida de sus pecados y tenga propósito de enmienda, es decir, la
intención de no cometer un pecado en el futuro. El perdón de nuestros pecados
también depende de nuestra voluntad de perdonar a los que nos hayan ofendido.
Esta voluntad de perdonar debe ser incondicional y habitual (siete es el número
bíblico de la totalidad y la integridad). Cat. 982, 2227 y 2845.
Catecismo de la Iglesia Católica.
982 No hay ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar. “No
hay nadie, tan perverso y tan culpable que, si verdaderamente está arrepentido
de sus pecados, no pueda contar con la esperanza cierta de perdón” (catecismo
Romano). Cristo, que ha muerto por todos los hombres, quiere que, en su
Iglesia, estén siempre abiertas las puertas del perdón a cualquiera que vuelva
del pecado (cf. Mt 18, 21-22).
2845 No hay límite ni medida en este perdón, esencialmente divino (cf. Mt 18,
21-22). Si se trata de ofensas (de “pecados” según Lc 11, 4, o de “deudas”
según Mt 6, 12), de hecho nosotros somos siempre deudores: “Con nadie tengáis
otra deuda que la del mutuo amor” (Rm 13, 8). La comunión de la Santísima
Trinidad es la fuente y el criterio de verdad en toda relación (cf. 1 Jn 3,
19-24). Se vive en la oración y, sobre todo, en la Eucaristía (cf. Mt 5, 23-24).
Concilio Vaticano II
El Señor Jesús, Maestro divino y modelo de toda perfección, predicó a
todos y a cada uno de sus discípulos, de cualquier condición que fueran, la
santidad de vida, de la que Él es el autor y consumador: “Sed, pues, perfectos
como vuestro Padre del cielo es perfecto” (Mt 5, 48; cf. Orígines, Comm.
Rom. 7, 7 y Sto. Tomás, Summa Theologia, II-II, q. 184a.3). Él envió
a todos el Espíritu Santo para que los mueva interiormente y así amen a Dios
con todo el corazón, con toda el alma, con todo el espíritu y con todas sus
fuerzas (cf. Mc 12, 30), y se amen unos a otros como Cristo los amó (cf. Jn 13,
34; 15, 12). Los seguidores de Cristo han sido llamados por Dios y justificados
en el Señor Jesús, no por sus propios méritos, sino por su designio de gracia.
El bautismo y la fe los ha hecho verdaderamente hijos de Dios, participan de la
naturaleza divina y son, por tanto, realmente santos. Por eso deben, con la
gracia de Dios, conservar y llevar a plenitud en su vida la santidad que
recibieron. El Apóstol los anima a que vivan “como conviene a los santos” (Ef
5, 3), se revistan “como elegidos de Dios, santos y amados, de ternura
entrañable, de bondad, humildad, modestia y paciencia” (Col 3, 12) y produzcan
los frutos del Espíritu para llegar a ser santos (cf. Cal 5, 22; Rm 5, 22). Pero,
como todos tropezamos muchas veces (cf. Sant 3, 2), tenemos siempre necesidad
de la misericordia de Dios y debemos orar cada día: “Perdónanos nuestras deudas”
(Mt 6, 223; S. Agustín, Retract. II, 18; Pío XII, Enc. Mystici
Corporis (1943).
Los Santos Padres.
Nos enseña a imitar en todo su humildad y su bondad y, mediante el
debilitamiento y la ruptura de los impulsos de nuestras pasiones, nos fortalece
con el ejemplo de su clemencia. En efecto, Él determina, mediante la fe, el
perdón de todos los pecados. Ciertamente los vicios de nuestra naturaleza no
merecían el perdón; sin embargo el perdón es total porque el Señor incluso
perdona los pecados cometidos contra Él, a condición de que volvamos mediante
la confesión. [...] Nos enseña, debemos nosotros conceder el perdón sin peso ni
medida, y no debemos pensar cuántas veces hay que perdonar, incluso no enojarnos
contra los que pecan contra nosotros, siempre que exista motivo de enojo. En
todo caso, esta constancia en perdonar nos enseña que no debe existir en
nosotros ocasión de resentimiento, puesto que Dios nos perdona por completo
todos nuestros pecados, por su don más que por su mérito. Tampoco conviene
limitar con un número, como prescribía la Ley, el perdón que hemos de conceder,
ya que Dios nos ha concedido un perdón sin medida mediante la gracia del
Evangelio.
Hilario de Poitiers, Sobre el Ev. de Mateo, 18, 10. 1b, pg. 115.
Si la comparación es con un rey como este y que actúa de esta manera, ¿de
quién debemos estar hablando sino del Hijo de Dios? Pues Él es el rey de los
cielos. Y de la misma manera que Él mismo es la Sabiduría, y la Justicia y la
Verdad, también Él mismo es el Reino.
Orígenes, Comentarios al Ev. de Mateo, 14, 7. 1b, pg. 116.
¿Cuál es, pues, el sentido final de la parábola? “Así hará también con
vosotros mi Padre, si no perdonáis cada uno de corazón las ofensas de los otros”.
No dice: “Vuestro Padre”, sino: “Mi Padre”. Porque no merece llamar Padre suyo
a Dios un hombre tan malvado y sin entrañas.
Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev. de Mateo, 61, 4. 1b, pg.
121.
San Jerónimo.
23 Por eso el Reino de los cielos se parece… Es común en Siria y especialmente en
Palestina agregar parábolas a cualquier conversación de modo que lo que el
auditorio no puede retener por una simple instrucción, lo retenga por la comparación
y los ejemplos. Si alguno de entre nosotros cometiera un adulterio, un homicidio,
un sacrilegio, crímenes de más de diez mil talentos, por sus ruegos les serán
perdonados siempre que él perdone faltas más leves; en cambio, si somos
implacables con el que nos ha hecho una ofensa y por una palabra incisiva
tenemos discordias interminables, ¿no nos parece que con justicia deberían
meternos en la cárcel y siguiendo el ejemplo de nuestra conducta nos sea negado
el perdón por nuestras faltas más graves?
35 Lo mismo hará…Sentencia temible si el juicio de Dios se acomoda y cambia de acuerdo a
las disposiciones de nuestro espíritu. Si no perdonamos una pequeñez a nuestros
hermanos, las cosas grandes no nos serán perdonadas por Dios.
San Agustín.
No te hastíes de perdonar
siempre al que se arrepiente. Si no fueras también tú deudor, podrías ser impunemente
un severo acreedor, pero si tienes un deudor, tú que eres también deudor y de
quien no tiene deuda alguna, pon atención a lo que haces con el tuyo. Lo mismo
hará Dios con el suyo.
Si te alegras cuando se
te perdona teme el no perdonar.
Su corazón se alegró
cuando le fue perdonada la deuda, pero no de manera que temiera al nombre del
Señor su Dios.
¡Cuánto hemos de temer,
hermanos, si tenemos fe, si creemos en el evangelio, si no creemos que el Señor
es un mentiroso! Temamos, prestemos atención, tomemos precaución, perdonemos.
¿Pierdes acaso algo de aquello que perdonar? Otorgas perdón, no dinero.
Si te apena otorgar dinero
al indigente, otorga el perdón al que se arrepiente.
¿Qué pierdes, si lo das?
Sé lo que pierdes, sé lo que dejas; lo veo, pero lo abandonas para tu bien.
Abandonas la ira, la indignación, alejas de tu corazón el odio hacia tu
hermano.
Esté en vela la
corrección, pero no dormite la benevolencia. Suaviza de vez en cuando la
corrección con mansedumbre, pero haz la corrección. Una cosa es eliminarla por
negligencia y otra suavizarla con la mansedumbre. Esté en vela la disciplina:
perdona y castiga.
Sermón 114 A. 2-5
San Juan de Ávila.
Considerad, pues, a vos y considerad a Cristo y los bienes de él
recebidos, y engendrarse ha en vuestro corazón un limpio y fortísimo amor con
todos los prójimos, que ningún trabajo que por ellos pasáredes, y ningunos
males que ellos os hagan, os lo puedan quitar; mas, ardiendo este amor como viva
llama, vencerá siempre los males que hicieron con bienes que él haga. Y mirando
que no los amáis por ellos, no los dejaréis de amar por las malas obras de
ellos; mas considerando a Cristo en ellos, aunque os veáis desechada, no os
airaréis; aunque recibáis mal por bienes, no os enrojaréis, porque los ojos que
ternéis puestos en Cristo, por cuyo amor los amáis, os darán tanta luz que en
ninguna cosa que los prójimos hagan sentiréis tropiezo.
Y este es el amor y respeto que a los prójimos habéis de tener, fundado
en vos y fundado en Cristo. Y el que de estas fuentes no nace es muy flaco y
luego se cansa. Y como casa edificada sobre movediza arena, a cualquier combate
y ocasión da consigo en el suelo.
Audi
filia (I). La Sagrada Escritura. OC I. Pgs. 474-475.
Si yo, siendo rey, te perdoné tan grande deuda: diez mil talentos; de
igual a igual, siervo a siervo, ¿no perdonará cien dineros? No había
misericordia de igual a igual, pues la hubo mayor con menor y en deudas grandes,
y de que poca gente hace misericordia.
Dios nos perdona grandes deudas que son nuestros pecados y no ha menester
Dios retorno de las buenas obras que nos hace; mas halo menester el prójimo,
hanlo menester sus hijos. Tenéis un hijo en Salamanca; viene aquí un hombre de
Salamanca, venís vos y lleváislo a vuestra casa y hacéisle mil servicios y
regalos. ¿Por qué lo hacéis? “Porque tengo un hijo en Salamanca, y porque esto
que yo hago con este hombre que lo haga él allá con mi hijo”. Si este hombre
allá no hiciese otro tanto con vuestro hijo, terníades razón de quejaros de él.
Las obras que Dios nos hace y el perdón de nuestros pecados que nos da, es con
obligación y cargo que hagamos otro tanto con sus hijos, que son los prójimos.
Lecciones
sobre 1 San Juan (l). Lección 23. OC II. Pg. 316.
Entended que las mercedes que Dios os hace son para que las gratifiquéis
en vuestros prójimos, midiéndolos con la misma medida que fuistes medido de
Dios. Y si ansí no lo hiciéredes, mediros ha Dios con la mesma medida que vos
midiéredes a vuestros hermanos. ¡Justa justicia de Dios, de la cual dice David:
Los cielos cantaron la justicia! (Sal 96, 6). Porque será tan justa y
tan divina, que ellos y todas las cosas la aprobarán, y se tornarán lenguas
para cantar. Si vos no queréis perdonar a vuestro prójimo, ¿cómo esperáis que
os perdonará Dios? Si sois desabridos con él, ¿cómo esperáis que os consuele
Dios?
Lecciones
sobre 1 San Juan (II). Lección 22. OC II. Pg. 444
“El que dijere / a su prójimo / loco o necio, / no por castigallo / mas
por injuriallo, / digno es / del fuego del infierno”. / Y, pues esto es así, /
mira por ti / y ten caridad, / como Dios lo manda, / y ternás sana tu alma / de
esta enfermedad; / porque quien ama / no quiere mal, / ni sabe injuriar, / ni herir ni matar, / mas
antes sufrir / sin volver mal por mal, / mas perdonar / de buena voluntad. / Y
si aquesto / te parece recio, / más te parecerá / cuando Cristo te dirá: / “Vete
al infierno / pues heciste mal / yo quieres perdonar. / Allí será el temblar.
Tratados
menores. Doctrina cristiana. OC II. Pg. 817
Aunque no fuera sino por la reverencia de ellas, no le habías de tratar
así. Porque sea castigo a los desagradecidos y ejemplo a mis criados, échenlo
en la cárcel y entréguenlo a los atormentadores, y esté allí hasta
que pague el postor cornado [moneda que circuló en Castilla desde Sancho IV
hasta Isabel la Católica]. ¿Habéis oído? Dice Jesucristo. ¡Qué palabras! De
esta manera que habéis oído, hará mi Padre celestial a todos vosotros si
no perdonare cada uno de corazón a su prójimo? (Mt 18, 23-35). Consolado
nos habéis y espantado. ¡Qué consuelo para adeudados y qué espanto para nuestra
dureza! En ver vuestra misericordia nos hemos consolado y en ver vuestra dureza
nos hemos espantado. – ¿Quién es este rey? – Dios. – ¿Sus criados? – Nosotros.
Los talentos son hacienda, letras y ánima, etc.; aquello en quien tienes
habilidad para servir a Dios, aquello es talento. ¿Tienes lengua? Entiende en
hacer amistades. ¿Tienes lengua? Enseña al que no sabe. ¿Tienes hacienda? Provee
al necesitado. No hay hombre que haya recebido de Dios talento.
Ciclo temporal. Sermones de tiempo. 25. Domingo 21 después de Pentecostés.
OC III. Pg.
300.
–¿Cómo lo que una vez perdonáis, castigáis? – Cuando después que te ha
castigado Dios, digo perdonado, haces un pecado, por la circunstancia del
desagradecimiento del perdón, parece que vuelven todos los pecados perdonados. Ansí
hará mi Padre celestial, dice Jesucristo, si no perdonáredes uno a otro
de corazón. (cf. Mt 18, 32-35). Plega a Dios que nadie esté en tan gran
pecado como éste, y si pecado hubiéremos de hacer, no sea éste.
– ¿Allí tan manso y aquí tan bravo? – No hay quien tan barato venda y tan
caro compre como Dios. Si miras lo que te da y lo que te pide, no te pide sino:
“¿Cómo yo te trato a ti, trata a tu prójimo”, y en esto es muy escrupuloso.
Ciclo temporal. Sermones de tiempo. 25. Domingo
21 después de Pentecostés. OC III. Pgs. 304-305.
El evangelio de hoy también habla de caridad. ¿No fuera razón, pues yo
hube misericordia de ti, la hicieras tú a tu prójimo? (cf. Mt 18, 33); ¿No
fuera bueno, pues yo te quiero bien, quieras tú bien a tu prójimo? Si esta ley
guardáis, guardalla ha Dios de vos. Guarda Dios tanto esta ley, que el bien que
os hace quiere lo hagáis a vuestro prójimo; ni en el cielo ni en la tierra la
deja de guardar. Cuando uno fuere más alto delate de Dios, tanto es más bajo
con sus prójimos; cuando es más privado [de privanza o primer lugar en la
gracia y confianza de un príncipe o alto personaje, rae.es] con Dios, entonces queda
hecho esclavo de sus prójimos. No como en las cortes, que, si uno es privado
del rey, súbese a lo alto y olvídase de los pequenos.
Ciclo temporal. Sermones de tiempo. 25. Domingo 21 después de
Pentecostés. OC
III. Pg. 298.
San Oscar Romero. Homilía.
En Cristo Jesús, se realiza la paz de los hombres. Ojalá tanta sangre,
tanto odio, tanta violencia, tantas diferencias, tantas divisiones entre los
hombres las resolviéramos mirando todos hacia aquél que en la Cruz crucificó
las diferencias y los odios y las violencias de todos los hombres. Y permitió
que en su cuerpo descargaran como relámpagos, todas las iras y todas las
violencias de los hombres, para que mirándolo a El, los hombres supieran usar
su agresividad traduciéndola en bondad, en perdón, en alabanza a Dios Nuestro
Señor.
Celebremos la Eucaristía hoy queridos hermanos, con esta gran petición:
Señor, mira nuestros pueblos, mira nuestra hermana Nicaragua desangrándose,
mira las divisiones dentro de nuestra misma Iglesia, mira Señor cuánto crimen,
cuánta violencia a nuestro alrededor. Queremos ser la Iglesia comunidad de
amor. Que nada apague este fuego, Señor, que tú quisiste encender y que se
encenderá cada día que te miremos a Ti clavado en la cruz y en tu comprensión
de brazos abiertos, sepamos perdonar, sepamos amar, sepamos abrazar a todos los
hombres. Así sea
Homilía, 17
de septiembre de 1978.
Papa Francisco. Ángelus. 13 de
septiembre de 2020.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En la parábola que leemos en el Evangelio de hoy,
la del rey misericordioso (cf. Mt 18,21-35), encontramos dos veces esta
súplica: «Ten paciencia conmigo que todo te lo pagaré» (vv. 26.29). La primera
vez la pronuncia el siervo que le debe a su amo diez mil talentos, una suma
enorme, hoy serían millones y millones de euros. La segunda vez la repite otro
criado del mismo amo. Él también tiene deudas, no con su amo, sino con el
siervo que tiene esa enorme deuda. Y su deuda es muy pequeña, quizá como el sueldo
de una semana.
El centro de la parábola es la indulgencia que el
amo muestra hacia el siervo más endeudado. El evangelista subraya que «el señor
tuvo compasión —no olvidéis nunca esta palabra que es propia de Jesús: “Tuvo
compasión”, Jesús siempre tuvo compasión—, tuvo compasión de aquel siervo,
le dejó marchar y le perdonó la deuda» (v. 27). ¡Una deuda enorme, por tanto,
una condonación enorme! Pero ese criado, inmediatamente después, se muestra
despiadado con su compañero, que le debe una modesta suma. No lo escucha, le
insulta y lo hace encarcelar, hasta que haya pagado la deuda (cf. v. 30), esa
pequeña deuda. El amo se entera de esto y, enojado, llama al siervo malvado y
lo condena (cf. vv. 32-34). “¿Yo te he perdonado tanto y tú eres incapaz de
perdonar este poco?”.
Vemos en esta parábola dos actitudes diferentes: la
de Dios, representado por el rey —que perdona tanto, porque Dios perdona
siempre—, y la del hombre. En la actitud divina, la justicia está
impregnada de misericordia, mientras que la actitud humana se limita a la
justicia. Jesús nos exhorta a abrirnos valientemente al poder del
perdón, porque no todo en la vida se resuelve con la justicia, lo sabemos.
Es necesario ese amor misericordioso, que también es la base de la respuesta
del Señor a la pregunta de Pedro que precede a la parábola, la pregunta de
Pedro suena así: «Señor, dime, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas
que me haga mi hermano?» (v. 21). Y Jesús le respondió: «No te digo hasta siete
veces, sino hasta setenta veces siete» (v. 22). En el lenguaje simbólico de la
Biblia, esto significa que estamos llamados a perdonar siempre.
¡Cuánto sufrimiento, cuántas divisiones, cuántas
guerras podrían evitarse, si el perdón y la misericordia fueran el estilo de
nuestra vida! También en familia, también en familia. Cuántas familias desunidas
que no saben perdonarse, cuántos hermanos y hermanas que tienen ese rencor en
su interior. Es necesario aplicar el amor misericordioso en todas las
relaciones humanas: entre los esposos, entre padres e hijos, dentro de
nuestras comunidades, en la Iglesia y también en la sociedad y la política.
Hoy por la mañana mientras celebraba la misa me
detuve, me llamó la atención una frase de la primera lectura del libro de
Sirácida, la frase dice: «Acuérdate de las postrimerías, y deja ya de odiar»
(Si 28,6). ¡Bonita frase! ¡Pero piensa en el final! Piensa que estarás en un
ataúd... ¿y te llevarás el odio allí? Piensa en el final, ¡deja de odiar! Deja
el rencor. Pensemos en esta conmovedora frase: «Acuérdate de las
postrimerías, y deja ya de odiar». Y no es fácil perdonar porque en los
momentos tranquilos uno dice: “Sí, pero éste me ha hecho todo tipo de cosas,
pero yo también he hecho muchas. Mejor perdonar para ser perdonado”. Pero luego
el rencor vuelve, como una molesta mosca en el verano que vuelve y vuelve y
vuelve... Perdonar no es sólo algo momentáneo, es algo continuo contra este
rencor, este odio que vuelve. Pensemos en el final, dejemos de odiar.
La parábola de hoy nos ayuda a comprender
plenamente el significado de esa frase que recitamos en la oración del Padre
nuestro: «Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros
deudores» (Mt 6, 12). Estas palabras contienen una verdad decisiva. No
podemos pretender para nosotros el perdón de Dios, si nosotros, a nuestra vez,
no concedemos el perdón a nuestro prójimo. Es una condición: piensa en el
final, en el perdón de Dios, y deja ya de odiar; echa el rencor, esa molesta
mosca que vuelve y regresa. Si no nos esforzamos por perdonar y amar, tampoco
seremos perdonados ni amados.
Encomendémonos a la maternal intercesión de la
Madre de Dios: que Ella nos ayude a darnos cuenta de cuánto estamos en deuda
con Dios, y a recordarlo siempre, para tener el corazón abierto a la
misericordia y a la bondad.
Homilía Chat GPT (Inteligencia
Artificial).
Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Hoy, en el Evangelio según Mateo, encontramos una
enseñanza profunda de nuestro Señor Jesucristo sobre el perdón y la
misericordia. En estas pocas palabras, Jesús nos muestra la importancia de
perdonar a los demás y cómo esto está intrínsecamente ligado a la comprensión
del amor y la gracia de Dios.
El pasaje comienza con Pedro, uno de los discípulos
más cercanos a Jesús, planteando una pregunta crucial: "Señor, ¿cuántas
veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete
veces?" Pedro, como muchos de nosotros, buscaba establecer límites a su
generosidad en el perdón. Sin embargo, Jesús responde de una manera que
desafía nuestra lógica humana. Él le dice a Pedro que no solo debe perdonar
hasta siete veces, ¡sino hasta setenta veces siete! Esto no significa un número
literal, sino que Jesús nos llama a un perdón sin límites, un perdón que
refleja la infinita misericordia de Dios.
Para ilustrar este punto, Jesús comparte la
parábola del siervo despiadado. En esta parábola, un siervo debe una gran deuda
a su señor, una deuda que era impagable. El señor, sin embargo, lo perdona y le
cancela la deuda por completo. Pero este mismo siervo, después de recibir el
perdón y la misericordia de su señor, se encuentra con otro siervo que le debe
una cantidad mucho menor. En lugar de mostrar compasión y perdón, este siervo
despiadado se niega a perdonar la deuda y pone al otro siervo en prisión. Cuando
el señor se entera de esta actitud, lo reprende y lo entrega a los
torturadores.
La lección clave de esta parábola es que debemos
perdonar a los demás porque hemos sido perdonados por Dios. Así como el siervo
despiadado recibió un perdón inmerecido y no pudo mostrar la misma gracia a su
compañero, nosotros también debemos ser conscientes de la gracia que hemos
recibido de Dios a través de Cristo Jesús. Nuestros pecados ante Dios eran
inmensos, pero Él nos perdonó por amor y nos liberó de la deuda del pecado.
Entonces, ¿cómo aplicamos esto en nuestras vidas?
Primero, debemos reflexionar sobre las veces que hemos experimentado la
misericordia de Dios en nuestras propias vidas y cómo Él nos ha perdonado.
Luego, debemos extender ese perdón a quienes nos han herido, sin
importar cuán grande o pequeña sea la ofensa. No es una tarea fácil, pero es
una que se hace posible a través de la gracia de Dios.
El perdón no significa que debamos olvidar o
justificar las acciones de quienes nos han herido, pero sí significa liberarnos
del resentimiento y la amargura que pueden envenenar nuestras almas. Cuando
perdonamos, imitamos el amor de Dios y permitimos que Su gracia fluya a través
de nosotros hacia los demás.
En resumen, hermanos y hermanas, recordemos las
palabras de Jesús en este pasaje: "Así también mi Padre celestial los
tratará a ustedes si cada uno de ustedes no perdona de corazón a su
hermano". Que esta enseñanza nos inspire a perdonar generosamente, a vivir
en la libertad del perdón divino y a reflejar la luz del amor y la misericordia
de Cristo en nuestras vidas.
Que Dios nos bendiga a todos. Amén.
DOMINGO XXV T. O. 24 de septiembre de 2023.
Monición de entrada.-
Venimos
a misa para estar de fiesta con Jesús.
Él
es mucho más bueno de lo que podamos pensar.
Él
es Dios que piensa de manera distinta a nosotros.
El
Dios que está siempre muy cerca de nosotros.
Señor, ten piedad.-
Ayúdanos a no
tener envidia. Señor, ten piedad.
Ayúdanos a
querernos. Cristo, ten piedad.
Ayúdanos a no
pensar en nosotros. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Para que Dios ayude al Papa Francisco y
al Sínodo de la Iglesia. Te lo pedimos, Señor.
Para que la Iglesia reciba a todas las
personas que quieren ayudar en ella. Te
lo pedimos, Señor.
Para que se valore el trabajo como
camino para ser mejores personas. Te lo pedimos, Señor.
Para que se termine el paro. Te lo
pedimos, Señor.
Para que no seamos envidiosos. Te lo
pedimos, Señor.
Acción de gracias.-
María, queremos darte las gracias por que
eres buena con todas las personas y a todos nos quieres de la misma manera:
como madre.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española.
BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Nuevo
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Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.
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