Lectura del libro de Ezequiel
18, 25-28
Esto dice el Señor:
-Insistís: “No es justo el
proceder del Señor”. Escuchad, casa de Israel: ¿Es injusto mi proceder? ¿No es
más bien vuestro proceder el que es injusto? Cuando el inocente se aparta de su
inocencia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando
el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la
justicia, él salva su propia vida. Si recapacita y se convierte de los delitos
cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.
Textos paralelos (Biblia del
Peregrino).
Objetáis: No es justo el proceder de Dios.
Gn 18, 24-25: ¡Lejos
de ti hacer tal cosa! Matar al inocente con el culpable, confundiendo al
inocente con el culpable. ¡Lejos de ti! El juez de todo el mundo ¿no hará
justicia?
Notas exegéticas.
18, 26 El hebreo añade “a causa de ellos”, omitido por el griego y
siriaco.
Salmo responsorial
Sal 24, 4-9
R/. Recuerda, Señor, tu ternura.
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y
Salvador,
y todo el día te estoy esperando. R/.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
no te acuerdes de los pecados
ni de las maldades de mi juventud;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.
El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.
Textos paralelos.
Muéstrame tus
caminos, Yahvé.
Sal 27,11: Indícame,
Señor, tu camino, / guíame por un sendero llano / pues me están espiando.
Sal 86, 11: Enséñame,
Señor, tu camino / para que lo siga con fidelidad; / unifica mi corazón / en el
respeto de tu nombre.
Sal 119, 35: Encamíname
por la senda de tus mandatos, / porque la quiero.
Sal 143, 8: Por la
mañana dame noticia de tu lealtad, / pues en ti confío. / Indícame el camino
que he de seguir, / pues acudo a ti.
Jn 14, 6: Le dice Jesús:
“Yo soy el camino, la verdad y la vida: nadie va al Padre si no es por mí”.
Pues tú eres el Dios
que me salva.
Jn 16, 13: Cuando venga
él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará
por su cuenta, sino que dirá lo que oye y os anunciará el futuro.
De mis faltas juveniles
no te acuerdes.
Jb 13, 26: Apuntas en mi
cuenta rebeldías, / me imputas las culpas de mi juventud.
Is 64, 8: No te excedas
en la ira, Señor, / no recuerdes siempre nuestra culpa: / mira que somos tu
pueblo.
Sal 106, 4: Acuérdate,
Señor, por amor a tu pueblo, / ocúpate de mí con tu salvación.
Notas exegéticas.
25 (24) 7 El códice hebreo añade aquí “y mis faltas”, duplicado omitido por
el códice Siriaco.
25 (24) 9 “pobres”, siriaco; el hebreo repite “humildes”.
Segunda lectura.
Lectura de la carta del
apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 1-11
Hermanos:
Si queréis darme el
consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y
tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y
concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por rivalidad ni por
ostentación, considerando por la humildad a los demás superiores a vosotros. No
os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás.
Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. El cual, siendo
de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se
despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los
hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo,
hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó
sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de
Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda
lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Textos paralelos.
Una entrañable misericordia.
2 Co 13, 13: La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la
comunión del Espíritu Santo esté con todos vosotros.
Un mismo sentir.
Flp 1, 4: Y siempre que pido cualquier cosa por todos vosotros lo hago
con gozo.
Buscad un mismo amor.
1 Co 1, 10: Pues el mensaje de la cruz es locura para los que se
pierden; para los que se salvan es fuerza de Dios.
Sin buscar el propio interés.
1 Co 10, 24: Nadie busque su interés, sino el del prójimo.
El cual, siendo de condición divina.
Sb 2, 23: Dios creó al hombre para la inmortalidad / y lo hizo imagen
de su propio ser.
A ser tratado igual a Dios.
Is 53, 12: Por eso le asignaré / una porción entre los grandes / y
repartirá botín con los poderosos: / porque desnudó el cuello para morir / y
fue contado entre los pecadores, / él cargó con el pecado de todos / e
intercedió por los pecadores.
Sino que se despojó de sí mismo.
2 Co 8, 9: Pues, conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo,
que siendo rico, por vosotros se hizo pobre para enriqueceros con su pobreza.
Asumiendo semejanza humana.
Ga 4, 4: Pero cuando se cumplió el plazo, envió Dios a su Hijo, nacido
de una mujer, nacido bajo la ley.
Haciéndose obediente hasta la muerte.
Rm 5, 19: Como por la desobediencia de uno todos resultaron pecadores,
así por la obediencia de uno todos resultarán justos.
Por eso Dios lo exaltó.
Is 52, 13: Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho.
Le otorgó el Nombre.
Rm 14, 9: Para eso murió el Mesías y resucitó: para ser Señor de
muertos y vivos.
Toda rodilla se doble.
Is 45, 23: Acudid a mí para salvaros, / confines de la tierra, / pues
yo soy Dios, y no hay otro.
Para gloria de Dios Padre.
1 Co 12, 3: Por eso os hago notar
que nadie, movido por el Espíritu de Dios puede decir ¡maldito sea Jesús! Y
nadie puede decir ¡Señor Jesús! Si no es movido por el Espíritu Santo.
Notas exegéticas.
2 1 (a) Lit.
“Si hay alguna exhortación apremiante…”; especie de conjuro afectuoso que tiene
el sentido de: “Si alguna fuerza tiene una exhortación en Cristo…”.
2 1 (b) Si
comparamos este versículo con 2 Co 13, 13 podemos encontrar en él una alusión
al Hijo, al Padre (a quien se atribuyen con frecuencia el amor) y al Espíritu.
2 2 Esta
apremiante exhortación a la unidad permite adivinar que existían divisiones
internas que amenazaban la paz de la comunidad de Filipos. Véase también Flp 1,
15-17, y nótese la insistencia que pone pablo en interpelar a “todos” en común:
Flp 1, 1.4.7.8.25.
2 5 Los
vv. 6-11 son probablemente un primitivo himno cristiano semejante a Col 1,,
15-20, que Pablo transcribe. Tradicionalmente ha sido interpretado en función
de un esquema de descenso-ascenso divino, según el cual la kénosis de Cristo fue la renuncia a su gloria divina con el fin de vivir
una vida humana y asumir el sufrimiento. Sin embargo, su estructura se basa manifiestamente
en el esquema bíblico de la humillación (vv. 6-8) seguida de la exaltación (vv.
9-11), según el cual un justo atribulado es premiado por Dios, Sal 49, 15-16.
Es, pues, más probable que Jesús, como segundo o último Adán sea implícitamente
puesto en parangón con el primer Adán.
2 6 (a) Lit.
“en la forma de Dios”. La misma palabra griega (morphe) es utilizada en el v. 7 (lit: “tomando
forma de esclavo”). Su significado es casi idéntico al de “imagen” (eikón), y los dos términos son
utilizados indistintamente por los LXX. La “forma de Dios” es, pues sinónimo de
“imagen de Dios”, que es el predicado aplicado a Adán y a Cristo.
2 6 (b) Cristo
al no tener pecado no tenía que morir (idéntica idea aparece en algunos
apócrifos, como Henoc, IV Esdras o II Baruc). Tenía, pues, el derecho a vivir
eternamente algo propio de la divinidad. Otras traducciones posibles: “No
retuvo celosamente el rango que le igualaba a Dios” o “No retuvo celosamente el
rango que le igualaba a Dios. En este último caso, habría una oposición
implícita entre Jesús, segundo o último Adán, y el primer Adán.
2 7 (a) Lit.:
“Se vació a sí mismo”. El término kénosis procede de una raíz que significa “vaciar”. La fórmula está tomada de Is 53, 12. El pronombre
reflexivo que aparece en el v. 7 (y ver Ga 2, 20) subraya la decisión del mismo
Cristo que optó por la muerte.
2 7 (b) Este
modo de existencia a la luz de la alusión a Is 53, 12, solo puede ser el del
humillado Siervo paciente de Yahvé, que murió por los demás. Nótese el contraste
con Señor.
2 7 (c) No
hay intención de atenuar la humanidad de Jesús. No obstante, si no hubiera sido
diferente, no habría podido salvarnos. Él, que estaba “vivo”, resucitó a los
que estaban “muertos”. Él no tenía necesidad de ser reconciliado con Dios,
mientras todos los demás la tenían.
2 7 (d) Aunque
diferente en su modo de existencia, Cristo compartió la naturaleza humana común
a todos.
2 8 (a) Al
envío del Hijo por el Padre para salvar a la humanidad corresponde de parte de Cristo
la obediencia.
2 8 (b) Mientras
que la tradición primitiva sólo insistía en el efecto salvífico de la muerte de
Cristo, Pablo subraya lógicamente que el valor ejemplar de esta muerte está en
el cruel castigo de la crucifixión. ç
2 9 (a) Lit.:
“sobre-exaltó”. El verbo griego hypsoô, que significa normalmente elevar, se traduce a menudo por “exaltar”.
Aquí lleva además el prefijo hyper (del que forma el mismo verbo), que redobla su significado por el hecho
de que, si es cierto que todos los justos serán exaltados, Cristo es superior a
todos ellos.
2 9 (b) El
nombre es el de “Señor”, como explica el v. 11. Se trata aquí de un término
funcional que no se refiere precisamente a la naturaleza de Cristo, es un
título que Cristo lo consigue por su pasión y resurrección. A pesar de su uso
cotidiano, y de su frecuente aplicación a Cristo a lo largo de todo el NT, aquí
se toma como un título “que está sobre todo nombre”; la razón es que el NT lo
reserva para Dios.
2 10 (a) La
humanidad entera reconoce la hueva dignidad de Jesús, como estaba anunciado que
las naciones reconocieran a Yahvé. El nombre propio de “Jesús” – sin más añadidura
– se usa aquí deliberadamente para evocar la figura humillada y paciente de los
vv. 6-8.
2 10 (b) Estas
frases que alteran la cuidada escritura del himno fueron probablemente añadidos
por Pablo con el fin de poner en relieve tanto el ilimitado alcance de la
autoridad de Cristo como la dependencia respecto de su Padre.
2 11 Es
la profesión de fe esencial del cristianismo. – El Padre, que ha exaltado a
Jesús, recibe toda gloria cuando el Nombre que Él le ha dado es adorado y
confesado. En el desenlace pues, la glorificación del Hijo y, al mismo tiempo,
su humillación.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 28-32
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del
pueblo:
-¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le
dijo: ·Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contestó: “No quiero”. Pero
después se arrepintió y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le
contestó: “Voy, señor”. Pero no fue. ¿Quién de los dos cumplió la voluntad de
su padre?
Contestaron:
-El primero.
Jesús les dijo:
-En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas van por delante
de vosotros en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el
camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y las
prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis
ni le creísteis.
Textos paralelos.
Un hombre tenía dos hijos.
Lc 15, 11: Un hombre tenía dos hijos.
Os aseguro que los publicanos y las prostitutas llegarán antes.
Lc 18, 10: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, el
otro publicano.
// Lc 7, 29-30: Todo el pueblo que escuchó y los publicanos dieron la
razón a Dios aceptando el bautismo de Juan; en cambio, los fariseos y escribas
rechazaron lo que Dios quería de ellos, al no dejarse bautizar por él.
Pr 8, 20: Camino por la vía de la justicia / y sigo las sendas del
derecho.
Pr 12, 20: Al honrado no le pasa nada malo, / los malvados andan llenos
de desgracias.
No creísteis en él.
Pr 21, 21 (LXX): El que busca justicia y misericordia / alcanzará vida
y gloria.
Lc 7, 36-37: Un fariseo lo invitó a comer. Jesús entró en casa del
fariseo y se recostó en la mesa. En esto, una mujer pecadora pública, enterada
de que estaba a la mesa en casa del fariseo, acudió con un frasco de perfume de
mirra.
Lc 19, 1-3: Entró en Jericó y la fue atravesando, cuando un hombre
llamado Zaqueo, jefe de publicanos y muy rico, intentaba ver quién era Jesús,
pero a causa del gentío, no lo conseguía, porque era bajo de estatura.
Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.
21 29 Algunos manuscritos invierten el orden de las respuestas en los vv. 29 y
30.
21 32 Expresión bíblica: Juan practicaba y predicaba esa conformidad con la
voluntad de Dios que hace “justo” al hombre.
Notas
exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.
28-32 La parábola es una acusación directa contra los fariseos, que dicen “sí”
a la voluntad de Dios expresada en la Ley, pero no hacen la voluntad de Dios
manifestada en el Evangelio.
28 VETE
HOY A TRABAJAR: lit. vete hoy, trabaja.
29-30 ÉL RESPONDIÓ ASÍ (lo mismo en el versículo siguiente): cf. 3, 15. Ninguno
de los hijos pidió a Dios la gracia que recomienda pedir san Ignacio de Loyola:
“No ser sordo a su llamamiento, mas presto y diligente para hacer su santísima
Voluntad”. Ni podían conocer la sentencia del Rabí Judá ben Tenmá (finales del
s. II): “Se fuerte como leopardo para cumplir la voluntad de tu Padre que está
en el cielo” (Abot 5,20). // PERO DESPUÉS: o también: pero al fin. // YO
[VOY], SEÑOR: lit. yo, señor, casi: “Aquí me tienes, señor”. La
dificultad está en que no basta decir: “¡Señor, Señor!”, sino se hace la
voluntad del Padre.
31-32 VAN DELANTE DE VOSOTROS: puede
entenderse como exclusivo: ellos entran en el reino de Dios, y vosotros no. //
POR [EL] CAMINO DE…: lit. en camino de justicia, caminando (=procediendo)
él justamente (=santamente, según el querer de Dios). Otra posibilidad: “vino
Juan…. enseñándoos a caminar por el camino de la justicia”. // LOS
PUBLICANOS Y LAS PROSTITUTAS, que vivían sin ley, más aún, contra la Ley,
CREYERON la predicación de JUAN y se arrepintieron.
Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.
21, 28-32 Esta parábola ilustra el hecho de que no basta con proclamar de boquilla
la importancia de la voluntad de Dios; por el contrario, su voluntad debe ser
efectiva en nuestras acciones. El más virtuoso de los hijos no era el que
simplemente dijo que haría la voluntad de su padre sino el que, a pesar de negarse
al principio, después se arrepiente y cumple realmente su petición. Esta
parábola se aplica a quien tiene un propósito de enmienda, sobre todo en el
sacramento de la penitencia y reconciliación. Catecismo de la Iglesia Católica 535,
546
Catecismo de la Iglesia Católica.
535 El comienzo de la vida pública de Jesús es su bautismo por Juan en el
Jordán. Juan proclamaba un bautismo de conversión para el perdón de los
pecados. Una multitud de pecadores, publicanos y soldados, fariseos y saduceos
y prostitutas vienen a hacerse bautizar por él.
546 Jesús llama a entrar en el Reino a través de las parábolas, rasgo típico
de su enseñanza. Por medio de ellas invita al banquete del Reino, pero exige
también una elección radical para alcanzar el Reino, es necesario darlo todo;
las palabras no bastan, hacen falta obras. Las parábolas son como un espejo
para el hombre.
Concilio Vaticano II
Cristo fue enviado por el Padre a anunciar la Buena Noticia a los
pobres... a sanar a los de corazón destrozado, a buscar y salvar a lo que
estaba perdido. Del mismo modo la Iglesia abraza con amor a todos los que
sufren bajo el peso de la debilidad humana; más aún, descubre en los pobres y
en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y sufriente, se preocupa de
aliviar su miseria y busca servir a Cristo en ellos. Mientras que Cristo,
santo, inocente, sin mancha, no conoció el pecado, sino que vino solamente a
expiar los pecados del pueblo, la Iglesia, en cambio, abrazando en su seno a
los pecadores, es santa y a la vez siempre necesitada de purificación, y busca
sin cesar la conversión y la renovación.
Lumen Gentium, 8.
Los Santos Padres.
El hijo mayor se refiere al pueblo que proviene de los fariseos y es
informado continuamente por Dios mediante la profecía de Juan para que
obedeciera sus mandamientos. Este pueblo era orgulloso, desobediente y rebelde
a las advertencias de Dios, porque había puesto su seguridad en la Ley y había
rechazado el arrepentirse de los propios pecados, vanagloriándose de la noble prerrogativa
que había recibido de Abrahán. Pero luego, ante los milagros realizados después
de la resurrección del Señor por los apóstoles, y ante la realidad de los
hechos, queriendo actuar conforme al Evangelio y arrepintiéndose, reconoció la
culpa de su anterior arrogancia. En cambio el hijo menor representa a la
muchedumbre de publicanos y pecadores que, proviniendo de la condición pecadora
en la que se encontraba, recibió de Juan el mandato de atender a la salvación
de Cristo y creer, una vez bautizados. Pero al decir que esa muchedumbre ha
prometido ir y no ha ido, indica que han creído en Juan, pero da a entender que
no han ido, porque no han podido recibir la doctrina evangélica de los
apóstoles sino de la pasión del Señor – momento en el que debían cumplirse los misterios
de la salvación -. En definitiva, no dice que no han querido, sino que no han
ido. Su comportamiento está libre de la acusación de infidelidad.
Hilario de Poitiers. Sobre el Ev. de Mateo, 21. 1b, pg. 177.
Para excitar la emulación [imitación de las acciones del otro; RAE], les
pone delante a publicanos y rameras. En realidad, estos son los dos extremos
del pecado; los dos engendrados de un mal amor: la concupiscencia de la carne y
la codicia de las riquezas.
Grande alabanza de los publicanos y mayor condenación de los fariseos: “A
vosotros vino y no le entendisteis; a los publicanos no vino y lo recibieron. Y
ni aun a estos queréis como ejemplo”. Mirad de cuántos modos alaba a los unos y
condena a los otros. “A vosotros vino, no a ellos. Vosotros no creísteis, y
esto no les escandalizó a ellos. Ellos creyeron, y esto no os aprovechó a
vosotros”.
Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Ev. de Mateo, 67. 1b, pg. 178-179.
San Jerónimo.
28-32. Son los dos hijos descritos en la parábola de Lucas [del Hijo Pródigo],
uno sobrio y el otro disoluto, de los que también habla el profeta Zacarías: Me
procuré dos cayados, a uno lo llamé “gracia” y al otro “cordel”, y apacenté el
rebaño (Za 11, 7).
Primero se le dice al pueblo pagano por el conocimiento de la ley natural.
Él respondió con soberbia: No quiero, sin embargo, después de la venida del
Salvador, hizo penitencia, trabajó en la viña de Dios y reparó con su esfuerzo
la obstinación de sus palabras.
El segundo hijo es el pueblo judío, que respondió a Moisés: Haremos
todo lo que ha dicho el Señor (Ex 24, 3), pero no fue a la viña porque
después de haber muerto el hijo del padre de familia se consideró el heredero.
Otros no creen que la parábola se refiera a los paganos y los judíos sino
simplemente a los pecadores y a los justos.
Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os precederán. Aquellos que por su mala
conducta se habían negado a servir al Señor, después recibieron de Juan el
bautismo de penitencia; mientras que los fariseos que hacían profesión de
justicia y se jactaban de cumplir la Ley de Dios, depreciando el bautismo de
Juan, no cumplieron los preceptos de Dios.
Ellos dijeron: el último, sepamos que los ejemplares auténticos no
traen “el último” sino “el primero”, de modo que ellos se condenan a sí mismos
por su propio juicio. Si quisiéramos leer “el último” la interpretación es
clara: digamos que los judíos comprenden bien la verdad per la tergiversan y no
dicen lo que piensan, como cuando sabiendo que el bautismo de Juan venía del
cielo, no lo quisieron confesar.
San Agustín.
¡Ea, hermanos! Volveos a
vuestro interior, examinaos, interrogaos, respondeos la verdad y juzgaos sin
consideración hacia vuestra persona, emitid una justa sentencia. Eres cristiano,
frecuentas la iglesia, escuchas la palabra de Dios y te emociones de alegría
con su lectura. Tú alabas a quien la expone, yo busco quién la cumple; tu –
repito – alabas a quien habla, yo busco quien la cumpla. Eres cristiano,
frecuentas la iglesia, amas la palabra de Dios y la escuchas de buena gana. Ve
lo que te propongo, examínate al respecto, estate pendiente de ello, sube al
tribunal de tu mente, ponte en presencia de ti mismo, y júzgate; y si
encuentras que eres un malvado, corrígete.
Sermón 178, 6-7
San Juan de Ávila.
Las rameras y los arrendadores – malos arrendadores quiere decir – irán delante
de vosotras al reino de los cielos (Mt 21,31). Aquellos sí, y vosotros, no.
No entendáis que también estos irán, aunque atrás, sino que ellos no y los
otros sí. Porque aquellos conocieron que Juan baptista era enviado de Dios,
humilláronse, baptizáronse, y recibieron perdón de Dios por la penitencia que
hicieron; mas los fariseos aquellos, hinchados y no santos, menos preciaron el
consejo de Dios. Aquellos se arrepintieron y nosotros no.
Ciclo santoral. Sermones de santos. 75. Santa María Magdalena. OC III. Pg. 1031.
San Oscar Romero. Homilía. 24 de
septiembre de 1978.
A propósito, ya que estamos dedicando el pensamiento a Juan Pablo [I],
uno de los episodios que a mí me han conmovido mucho, entre los muchos de su
breve pontificado, dicen que se acercó una mujer a su trono pontificio en la
audiencia general para decirle: Santo Padre, me siento tan vacía, pecadora, ¿me
salvará, me perdonará el Señor? Y que el Papa le dijo: ¿Cuántos años tienes? Le
dijo ella, tengo 30 años. Le dijo ¿por qué te aflijes?, eres joven, tienes por
delante unos 40 años más o menos, ¿por qué no aprovechas tu vida para
arrepentirte y caminar por el buen camino? Y sobre el camino de aquella
prostituta se hizo la luz que Juan Bautista encendió, es la luz que la Iglesia
va encendiendo, y ojalá hermanos, yo no me avergüenzo de que mi palabra humilde
tuviera el inmenso honor de ser un rayito de luz y de esperanza, llegando tal
vez a los burdeles, llegando tal vez a las cuevas de los criminales, llegando
tal vez a las tabernas de los viciosos; sé que me escuchan en muchas partes,
ojalá la palabra de Cristo llegue hoy a quien más la necesita. Los publicanos y
las prostitutas van delante en el reino de Dios cuando escuchan a Juan que vino
a predicar el arrepentimiento y la justicia, y no ustedes, embusteros y
orgullosos que solamente tienen para criticar y distorsionar la palabra del
evangelio. Quiera el Señor que no sea demasiado tarde cuando se arrepientan de
sus equivocaciones.
Homilía 1 de octubre de 1978.
Papa Francisco. Ángelus. 27 de septiembre
de 2020.
Queridos hermanos y hermanas, en mi tierra se dice:
“Al mal tiempo buena cara”. Con esta “buena cara” os digo: ¡buenos días!
Con su predicación sobre el Reino de Dios, Jesús se
opone a una religiosidad que no involucra la vida humana, que no interpela la
conciencia y su responsabilidad frente al bien y al mal. Lo demuestra
también con la parábola de los dos hijos, que es propuesta en el Evangelio de
Mateo (cfr. 21, 28-32). A la invitación del padre de ir a trabajar a la viña,
el primer hijo responde impulsivamente “no, no voy”, pero después se arrepiente
y va; sin embargo el segundo hijo, que enseguida responde “sí, sí papá”, en
realidad no lo hace, no va. La obediencia no consiste en decir “sí” o “no”,
sino siempre en actuar, en cultivar la viña, en realizar el Reino de Dios, en
hacer el bien. Con este sencillo ejemplo, Jesús quiere superar una
religión entendida solo como práctica exterior y rutinaria, que no incide en la
vida y en las actitudes de las personas, una religiosidad superficial,
solamente “ritual”, en el mal sentido de la palabra.
Los exponentes de esta religiosidad “de fachada”,
que Jesús desaprueba, eran en aquella época «los sumos sacerdotes y los
ancianos del pueblo» (Mt 21, 23), los cuales, según la admonición del Señor, en
el Reino de Dios serán superados por los publicanos y las rameras (cfr. v. 31).
Jesús les dice: “Los publicanos, es decir los pecadores, y las rameras llegan
antes que vosotros al Reino de Dios”. Esta afirmación no debe inducir a
pensar que hacen bien los que no siguen los mandamientos de Dios, los
que no siguen la moral, y dicen: “Al fin y al cabo, ¡los que van a la Iglesia
son peor que nosotros!”. No, esta no es la enseñanza de Jesús. Jesús no
señala a los publicanos y las prostitutas como modelos de vida, sino como
“privilegiados de la Gracia”. Y quisiera subrayar esta palabra “gracia”, la
gracia, porque la conversión siempre es una gracia. Una gracia que Dios ofrece
a todo aquel que se abre y se convierte a Él. De hecho, estas personas,
escuchando su predicación, se arrepintieron y cambiaron de vida. Pensemos
en Mateo, por ejemplo, San Mateo, que era un publicano, un traidor a su patria.
En el Evangelio de hoy, quien queda mejor es el
primer hermano, no porque ha dicho «no» a su padre, sino porque después el “no”
se ha convertido en un “sí”, se ha arrepentido. Dios es paciente con cada
uno de nosotros: no se cansa, no desiste después de nuestro «no»; nos deja
libres también de alejarnos de Él y de equivocarnos. ¡Pensar en la
paciencia de Dios es maravilloso! Cómo el Señor nos espera siempre; siempre
junto a nosotros para ayudarnos; pero respeta nuestra libertad. Y espera
ansiosamente nuestro «sí», para acogernos nuevamente entre sus brazos paternos
y colmarnos de su misericordia sin límites. La fe en Dios pide renovar cada
día la elección del bien respecto al mal, la elección de la verdad respecto a
la mentira, la elección del amor del prójimo respecto al egoísmo. Quien se
convierte a esta elección, después de haber experimentado el pecado, encontrará
los primeros lugares en el Reino de los cielos, donde hay más alegría por un
solo pecador que se convierte que por noventa y nueve justos (cfr. Lc 15, 7).
Pero la conversión, cambiar el corazón, es un
proceso, un proceso que nos purifica de las incrustaciones morales. Y a veces
es un proceso doloroso, porque no existe el camino de la santidad sin alguna
renuncia y sin el combate espiritual. Combatir por el bien, combatir para no
caer en la tentación, hacer por nuestra parte lo que podemos, para llegar a
vivir en la paz y en la alegría de las Bienaventuranzas. El Evangelio de hoy
cuestiona la forma de vivir la vida cristiana, que no está hecha de sueños y
bonitas aspiraciones, sino de compromisos concretos, para abrirnos siempre a la
voluntad de Dios y al amor hacia los hermanos. Pero esto, también el
compromiso concreto más pequeño, no se puede hacer sin la gracia. La
conversión es una gracia que debemos pedir siempre: “Señor dame la gracia de
mejorar. Dame la gracia de ser un buen cristiano”.
Que María Santísima nos ayude a ser dóciles en la
acción del Espíritu Santo. Él es quien derrite la dureza de los corazones y los
dispone al arrepentimiento, para obtener la vida y la salvación prometidas por
Jesús.
Benedicto XVI. Ángelus. 28 de
septiembre de 2008.
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy la liturgia nos propone la parábola evangélica
de los dos hijos enviados por el padre a trabajar en su viña. De estos, uno le
dice inmediatamente que sí, pero después no va; el otro, en cambio, de momento
rehúsa, pero luego, arrepintiéndose, cumple el deseo paterno. Con esta
parábola Jesús reafirma su predilección por los pecadores que se convierten, y
nos enseña que se requiere humildad para acoger el don de la salvación.
También san Pablo, en el pasaje de la carta a los Filipenses que hoy meditamos,
nos exhorta a la humildad: "No hagáis nada por rivalidad, ni por
vanagloria -escribe-, sino con humildad, considerando cada cual a los demás
como superiores a sí mismos" (Flp 2, 3). Estos son los mismos sentimientos
de Cristo, que, despojándose de la gloria divina por amor a nosotros, se hizo
hombre y se humilló hasta morir crucificado (cf. Flp 2, 5-8). El verbo
utilizado -ekenosen- significa literalmente que "se vació a sí
mismo", y pone bien de relieve la humildad profunda y el amor infinito de
Jesús, el Siervo humilde por excelencia.
Reflexionando sobre estos textos bíblicos, he
pensado inmediatamente en el Papa Juan Pablo I, de cuya muerte se
celebra hoy el trigésimo aniversario. Eligió como lema episcopal el mismo de
san Carlos Borromeo: Humilitas. Una sola palabra que sintetiza lo esencial
de la vida cristiana e indica la virtud indispensable de quien, en la
Iglesia, está llamado al servicio de la autoridad. En una de las cuatro
audiencias generales que tuvo durante su brevísimo pontificado, dijo entre otras
cosas, con el tono familiar que lo caracterizaba: "Me limito a recordaros
una virtud muy querida del Señor, que dijo: "Aprended de mí que soy manso
y humilde de corazón"... Aun si habéis hecho cosas grandes, decid:
siervos inútiles somos". Y agregó: "En cambio la tendencia de todos
nosotros es más bien lo contrario: ponerse en primera fila" (Audiencia
general, 6 de septiembre de 1978: L'Osservatore Romano, edición en lengua
española, 10 de septiembre de 1978, p. 11). La humildad puede considerarse
como su testamento espiritual.
Precisamente gracias a esta virtud, bastaron
treinta y tres días para que el Papa Luciani entrara en el corazón de la gente.
En sus discursos ponía ejemplos tomados de hechos de la vida concreta, de sus
recuerdos de familia y de la sabiduría popular. Su sencillez transmitía una
enseñanza sólida y rica, que, gracias al don de una memoria excepcional y una
vasta cultura, adornaba con numerosas citas de escritores eclesiásticos y
profanos. Así, fue un catequista incomparable, siguiendo las huellas de san Pío
X, su paisano y predecesor, primero en la cátedra de san Marcos y después en la
de san Pedro. "Tenemos que sentirnos pequeños ante Dios", dijo en esa
misma audiencia. Y añadió: "No me avergüenzo de sentirme como un niño ante
su madre; a la madre se le cree; yo creo al Señor y creo lo que él me ha
revelado" (ib., p. 4). Estas palabras muestran toda la grandeza de su fe.
A la vez que damos gracias a Dios por haberlo dado a la Iglesia y al mundo,
atesoremos su ejemplo, comprometiéndonos a cultivar su misma humildad, que lo
capacitó para hablar con todos, especialmente con los pequeños y con los así
llamados lejanos. Con este fin, invoquemos a María santísima, humilde Esclava
del Señor.
Homilía Chat GPT (Inteligencia
Artificial).
Título: "La Parábola de los Dos Hijos: Obediencia y
Arrepentimiento"
Introducción:
Hoy nos reunimos en la
casa del Señor para reflexionar sobre una de las muchas parábolas que Jesús
compartió con nosotros para enseñarnos lecciones esenciales sobre el Reino
de Dios y nuestra relación con Él. La parábola de los dos hijos, que
encontramos en el Evangelio según Mateo, capítulo 21, versículos 28 al 32, nos
invita a profundizar en nuestra comprensión de la obediencia y el
arrepentimiento.
Desarrollo:
1. La Petición del
Padre:
En esta parábola, un
padre tiene dos hijos a quienes les pide trabajar en la viña. Este acto refleja
la voluntad de Dios para nosotros, su llamado a seguirlo y hacer su voluntad
en nuestras vidas. Como hijos e hijas de Dios, estamos llamados a responder
a ese llamado con obediencia.
2. Las Respuestas de
los Hijos:
Uno de los hijos
inicialmente se niega, pero luego se arrepiente y obedece a su padre.
El otro hijo, en cambio,
promete obedecer, pero finalmente no lo hace.
Estas dos respuestas
contrastantes nos enseñan sobre la importancia de la sinceridad en
nuestras acciones. A veces, como el primer hijo, podemos haber vivido
momentos de rebeldía o lejanía de Dios, pero lo crucial es el arrepentimiento
sincero y el retorno a su voluntad. Por otro lado, debemos ser conscientes
de no caer en la trampa de la hipocresía, como el segundo hijo, quien
dijo lo correcto pero no actuó en consecuencia.
3. La Lección de la
Parábola:
La enseñanza principal
de esta parábola es que el Reino de Dios está abierto a aquellos que se
arrepienten sinceramente y hacen la voluntad del Padre. Jesús dice que los
publicanos y las prostitutas entrarán en el Reino de Dios antes que los líderes
religiosos que se consideran justos pero no hacen la voluntad de Dios.
Esto nos recuerda que el
arrepentimiento y la obediencia son clave en nuestra relación con Dios. No se
trata de nuestras apariencias externas o de nuestras palabras, sino de nuestros
corazones y nuestras acciones. Es un llamado a la humildad, la sinceridad y
la transformación constante.
Conclusión:
Hoy, al reflexionar
sobre la parábola de los dos hijos, recordamos que Dios siempre está dispuesto
a recibirnos cuando nos arrepentimos sinceramente y estamos dispuestos a seguir
Su voluntad. No importa cuán lejos hayamos estado, siempre podemos volver a Él.
Esta parábola nos anima a vivir con autenticidad, a ser fieles seguidores de
Cristo y a hacer la voluntad de nuestro Padre celestial.
Que esta enseñanza
nos inspire a examinar nuestros corazones, a arrepentirnos de nuestros errores
y a caminar en la obediencia y el amor a Dios, sabiendo que en Su Reino, la
gracia y el perdón son abundantes para aquellos que sinceramente se vuelven
hacia Él. Amén.
Francisco. Audiencia General. 30
de agosto de 2023. Catequesis.
La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente. 19. Rezar y
servir con alegría: Santa Catalina Tekakwitha, la primera santa nativa
norteamericana
Ahora, continuando
nuestra catequesis sobre el tema del celo apostólico y la pasión por el anuncio
del Evangelio, miramos hoy a Santa Kateri Tekakwitha, la primera mujer nativa
de América del Norte en ser canonizada. Nacida alrededor del año 1656 en un
pueblo en la parte alta del estado de Nueva York, era hija de un jefe Mohawk
no bautizado y de una madre cristiana Algonchina, que enseñó a Kateri a rezar y
a cantar himnos a Dios. Muchos de nosotros también hemos sido presentados
al Señor por primera vez en el ámbito familiar, sobre todo por nuestras madres
y abuelas. Así comienza la evangelización y, de hecho, no olvidemos esto, que la
fe siempre es transmitida en dialecto por las madres, las abuelas. La fe
debe transmitirse en dialecto y nosotros la hemos recibido en este dialecto de
las madres y abuelas. La evangelización a menudo comienza así: con gestos
sencillos, pequeños, como los padres que ayudan a los hijos a aprender a hablar
con Dios en la oración y que les cuentan su amor grande y misericordioso. Y
las bases de la fe para Kateri, y a menudo también para nosotros, se han puesto
de esta manera. Ella la había recibido de su madre en dialecto, el dialecto
de la fe.
Cuando Kateri tenía
cuatro años, una grave epidemia de viruela afectó a su pueblo. Tanto sus padres
como su hermano menor murieron y la propia Kateri quedó con cicatrices en la
cara y problemas de visión. A partir de ese momento, Kateri tuvo que
afrontar muchas dificultades: sin duda las físicas por los efectos de la
viruela, pero también las incomprensiones, las persecuciones e incluso las
amenazas de muerte que sufrió tras su bautismo, el domingo de Pascua de 1676. Todo
esto le dio a Kateri un gran amor por la cruz, signo definitivo del amor de
Cristo, que se entregó hasta el final por nosotros. El testimonio del
Evangelio, de hecho, no se trata solo de lo que es agradable; también debemos
saber llevar con paciencia, con confianza y esperanza nuestras cruces diarias. La
paciencia, ante las dificultades, ante las cruces: la paciencia es una gran
virtud cristiana. Quien no tiene paciencia no es un buen cristiano. La
paciencia de tolerar: tolerar las dificultades y también tolerar a los demás,
que a veces son aburridos o te ponen dificultades … La vida de Kateri
Tekakwitha nos muestra que cualquier desafío se puede vencer si abrimos el
corazón a Jesús, que nos concede la gracia que necesitamos: paciencia y
corazón abierto a Jesús, esta es una receta para vivir bien.
Después de ser bautizada,
Kateri tuvo que refugiarse entre los Mohawk en la misión de los jesuitas cerca
de la ciudad de Montreal. Allí asistía a misa todas las mañanas, dedicaba
tiempo a la adoración ante el Santísimo Sacramento, rezaba el Rosario y vivía
una vida de penitencia. Estas prácticas espirituales suyas impresionaban a
todos en la Misión; reconocieron en Kateri una santidad que atraía porque nacía
de su profundo amor a Dios. Es propio de la santidad, atraer. Dios nos llama
por atracción, nos llama con este deseo de estar cerca de nosotros y ella
ha sentido esta gracia de la atracción divina. Al mismo tiempo, enseñaba a
los niños de la Misión a orar y, a través del cumplimiento constante de sus
responsabilidades, incluido el cuidado de los enfermos y los ancianos, ofrecía
un ejemplo de servicio humilde y amoroso a Dios y al prójimo. Siempre la fe
se expresa en el servicio. La fe no es para maquillarse a sí mismo, al alma:
no; es para servir.
Aunque se la alentaba a
casarse, Kateri quería dedicar por completo su vida a Cristo. Incapaz de entrar
en la vida consagrada, emitió un voto de virginidad perpetua el 25 de marzo de
1679. Esta elección suya revela otro aspecto del celo apostólico que ella
tenía: la dedicación total al Señor. Por supuesto, no todos están llamados a
hacer el mismo voto que Kateri; sin embargo, cada cristiano está llamado
cada día a comprometerse con un corazón indiviso en la vocación y misión que
Dios le ha confiado, sirviéndole a Él y al prójimo en espíritu de caridad.
Queridos hermanos y
hermanas, la vida de Kateri es un testimonio más del hecho de que el celo
apostólico implica tanto una unión con Jesús, alimentada por la oración y los
sacramentos, como el deseo de difundir la belleza del mensaje cristiano a
través de la fidelidad a la propia vocación particular. Las últimas
palabras de Kateri son preciosas. Antes de morir dijo: “Jesús, te amo”.
Por lo tanto, también
nosotros, sacando fuerzas del Señor, como hizo Santa Kateri Tekakwitha, aprendemos
a realizar las acciones ordinarias de manera extraordinaria y así a crecer cada
día en la fe, en la caridad y en el testimonio celoso de Cristo.
No nos olvidemos: cada
uno de nosotros está llamado a la santidad, a la santidad de todos los días, a
la santidad de la vida cristiana común. Cada uno de nosotros tiene esta
llamada: sigamos por este camino. El Señor no nos faltará.
Francisco. Audiencia General. 6 de
septiembre de 2023. Catequesis. El viaje a Mongolia.
Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días!
El lunes regresé de
Mongolia. Quisiera expresar reconocimiento a cuantos han acompañado mi visita
con la oración y renovar la gratitud a las autoridades, que me han acogido
solemnemente: en particular al señor presidente Khürelsükh, y también al expresidente
Enkhbayar, que me había entregado la invitación oficial para visitar el país.
Pienso con alegría en la Iglesia local y en el pueblo mongol: un pueblo noble y
sabio, que me ha demostrado tanta cordialidad y afecto. Hoy me gustaría
llevaros al corazón de este viaje.
Se podría preguntar:
¿por qué el Papa va tan lejos a visitar un pequeño rebaño de fieles? Porque es
precisamente ahí, lejos de los focos, que a menudo se encuentran los signos de
la presencia de Dios, el cual no mira a las apariencias, sino al corazón
como hemos escuchado en el pasaje del profeta Samuel (cfr 1 Sam 16,7). El
Señor no busca el centro del escenario, sino el corazón sencillo de quien lo
desea y lo ama sin aparentar, sin querer destacar por encima de los demás.
Y yo he tenido la gracia de encontrar en Mongolia una Iglesia humilde pero una Iglesia
feliz, que está en el corazón de Dios, y puedo testimoniaros su alegría al
encontrarse por algunos días también en el centro de la Iglesia.
Esta comunidad tiene una
historia conmovedora. Surgió, por gracia de Dios, del celo apostólico – sobre
el que estamos reflexionando en este periodo – de algunos misioneros que,
apasionados por el Evangelio, hace unos treinta años, fueron a ese país que no
conocían. Aprendieron la lengua – que no es fácil – y, aun viniendo de naciones
diferentes, dieron vida a una comunidad unida y verdaderamente católica. De
hecho este es el sentido de la palabra “católico”, que significa “universal”.
Pero no se trata de una universalidad que homologa, sino de una
universalidad que se incultura, es una universalidad que se incultura. Esta
es la catolicidad: una universalidad encarnada, “inculturada” que acoge el bien
ahí donde vive y sirve a la gente con la que vive. Es así cómo vive la
Iglesia: testimoniando el amor de Jesús con mansedumbre, con la vida antes
que con las palabras, feliz por sus verdaderas riquezas: el servicio del
Señor y de los hermanos.
Así nació esa joven
Iglesia: a raíz de la caridad, que es el mejor testimonio de la fe. Al final de mi visita tuve la alegría de bendecir e inaugurar la
“Casa de la misericordia”, primera obra caritativa surgida en Mongolia como
expresión de todos los componentes de la Iglesia local. Una casa que es la
tarjeta de visita de esos cristianos, pero que recuerda a cada una de
nuestras comunidades ser casa de la misericordia: es decir lugar abierto, lugar
acogedor, donde las miserias de cada uno puedan entrar sin vergüenza en
contacto con la misericordia de Dios que levanta y sana. Este es el
testimonio de la Iglesia mongola, con misioneros de varios países que se
sienten una sola cosa con el pueblo, felices de servirlo y de descubrir las
bellezas que ya hay. Porque estos misioneros no fueron allí a hacer
proselitismo, esto no es evangélico, fueron allí a vivir como el pueblo mongol,
a hablar su lengua, la lengua de la gente, a tomar los valores de ese pueblo y
predicar el Evangelio en estilo mongol, con las palabras mongolas. Fueron y
se “inculturaron”: han tomado la cultura mongola para anunciar en esa cultura
el Evangelio.
Yo he podido descubrir
un poco de esta belleza, también conociendo algunas personas, escuchando sus
historias, apreciando su búsqueda religiosa. En este sentido, estoy agradecido
por el encuentro interreligioso y ecuménico del domingo pasado. Mongolia
tiene una gran tradición budista, con muchas personas que en el silencio viven
su religiosidad de forma sincera y radical, a través del altruismo y la lucha a
las propias pasiones. Pensemos en cuántas semillas de bien, desde lo
escondido, hacen brotar el jardín del mundo, ¡mientras habitualmente escuchamos
hablar solo del ruido de los árboles que caen! Y a la gente, también a
nosotros, nos gusta el escándalo: “¡Pero mira qué barbaridad, ha caído un
árbol, el ruido que ha hecho!” – “¿Pero tú no ves el bosque que crece todos los
días?”, porque el crecimiento es en silencio. Es crucial saber ver y
reconocer el bien. A menudo, sin embargo, apreciamos a los otros solo en la
medida en la que corresponden a nuestras ideas, sin embargo, debemos ver ese
bien. Y por eso es importante, como hace el pueblo mongol, orientar la
mirada hacia lo alto, hacia la luz del bien. Solo de esta manera, a partir del
reconocimiento del bien, se construye el futuro común; solo valorando al otro
se le ayuda a mejorar.
He estado en el corazón
de Asia y me ha hecho bien. Hace bien entrar en diálogo con ese gran
continente, acoger los mensajes, conocer la sabiduría, la forma de mirar las
cosas, de abrazar el tiempo y el espacio. Me ha hecho bien encontrar al
pueblo mongol, que custodia las raíces y las tradiciones, respeta a los
ancianos y vive en armonía con el ambiente: es un pueblo que mira al cielo y
siente la respiración de la creación. Pensando en las extensiones
ilimitadas y silenciosas de Mongolia, dejémonos estimular por la necesidad de
ampliar los confines de nuestra mirada, por favor: ampliar los confines,
mirar amplio y alto, mirar y no caer prisioneros de las pequeñeces, ampliar los
confines de nuestra mirada, para poder ver el bien que existe en los demás y
poder ampliar nuestros horizontes y también dilatar el propio corazón para
entender, para estar cerca de cada persona y cada civilización.
Francisco. Audiencia General. 13
de septiembre de 2023. Catequesis. La pasión por la evangelización: el celo apostólico del
creyente. 20. El Beato José Gregorio Hernández Cisneros, médico de los pobres y
apóstol de paz
¡Queridos hermanos y
hermanas, buenos días!
En nuestras catequesis,
seguimos encontrando testigos apasionados del anuncio del Evangelio. Recordamos
que esta es una serie de catequesis sobre el celo apostólico, sobre la voluntad
y también el ardor interior para llevar adelante el Evangelio. Hoy vamos a
América Latina, precisamente a Venezuela, para conocer la figura de un laico,
el beato José Gregorio Hernández Cisneros. Nació en 1864 y aprendió la fe
sobre todo de su madre, como contó: «Mi madre, que me amaba, desde la cuna, me
enseñó la virtud, me crió en la ciencia de Dios y me puso por guía la santa
caridad». Estemos atentos: son las madres las que transmiten la fe. La fe
se transmite en dialecto, es decir con el lenguaje de las madres, ese dialecto
que las madres saben hablar con los hijos. Y a vosotras madres: estad atentas
en el transmitir la fe en ese dialecto materno.
Verdaderamente la
caridad fue la estrella polar que orientó la existencia del beato José
Gregorio: persona buena y solar, de carácter alegre, estaba dotado de una
fuerte inteligencia; se hizo médico, profesor universitario y científico. Pero
sobre todo fue un doctor cercano a los más débiles, tanto para ser
conocido en la patria como “el médico de los pobres”. Cuidaba a los
pobres, siempre. A la riqueza del dinero prefirió la del Evangelio, gastando
su existencia para socorrer a los necesitados. En los pobres, en los enfermos,
en los migrantes, en los que sufren, José Gregorio veía a Jesús. Y el éxito
que nunca buscó en el mundo lo recibió, y sigue recibiéndolo, de la gente, que
lo llama “santo del pueblo”, “apóstol de la caridad”, “misionero de la
esperanza”. Bonitos nombres: “Santo del pueblo”, “apóstol de la cridad”,
“misionero de la esperanza”.
José Gregorio era un hombre
humilde, un hombre gentil y disponible. Y al mismo tiempo estaba movido por un
fuego interior, por el deseo de vivir al servicio de Dios y del prójimo.
Impulsado por este ardor, en varias ocasiones trató de hacerse religioso y
sacerdote, pero varios problemas de salud se lo impidieron. Pero la
fragilidad física no lo llevó a cerrarse en sí mismo, sino a convertirse en un
médico aún más sensible a las necesidades de los demás; se aferró a la
providencia y, fortalecido por el alma, fue más a lo esencial. Este es el celo
apostólico: no sigue las propias aspiraciones, sino la disponibilidad a los
diseños de Dios. Y así el beato comprendió que, a través del cuidado de los
enfermos, pondría en práctica la voluntad de Dios, socorriendo a los que
sufren, dando esperanza a los pobres, testimoniando la fe no de palabra sino
con el ejemplo. Llegó así – por este camino interior - a acoger la
medicina como un sacerdocio: «el sacerdocio del dolor humano» (M. Yaber,
José Gregorio Hernández: Médico de los Pobres, Apóstol de la Justicia Social,
Misionero de las Esperanzas, 2004, 107). Qué importante es no padecer
pasivamente las cosas, sino, como dice la Escritura, hacer cada cosa con buen
ánimo, para servir al Señor (cfr Col 3,23).
Pero preguntémonos: ¿de
dónde le venía a José Gregorio todo este entusiasmo, todo este celo? Venía
de una certeza y de una fuerza. La certeza era la gracia de Dios. Él
escribió que «si en el mundo hay buenos y malos, los malos lo son porque
ellos mismos se han hecho malos: pero los buenos no lo son sino con la ayuda de
Dios» (27 de mayo 1914). Y él era el primero en sentir la necesidad de
gracia, que mendigaba en las calles y tenía necesidad extrema del amor. Y esta
es la fuerza a la que recurría: la intimidad con Dios. Era un hombre de
oración – está la gracia de Dios y la intimidad con el Señor – era un hombre
de oración que participaba en la misa.
Y en contacto con
Jesús, que se ofrece en el altar por todos, José Gregorio se sentía llamado
a ofrecer su vida por la paz. El primer conflicto mundial estaba ocurriendo.
Llegamos así al 29 de junio de 1919: un amigo le visita y le encuentra muy
feliz. José Gregorio se había enterado de que se había firmado el tratado que
pone fin a la guerra. Su ofrenda de paz ha sido acogida, y es como si él
presagia que su tarea en la tierra se ha terminado. Esa mañana, como era
habitual, había ido a misa y entonces baja por la calle para llevar una
medicina a un enfermo. Pero mientras atraviesa la calle, es atropellado por un
vehículo; llevado al hospital, muere pronunciando el nombre de la Virgen.
Su camino terreno concluye así, en una calle mientras realiza una obra de
misericordia, y en un hospital, donde había hecho de su trabajo una obra
maestra como médico.
Hermanos, hermanas, ante
este testigo preguntémonos: yo, delante de Dios presente en los pobres cerca
de mí, frente a quien en el mundo sufre más, ¿cómo reacciono? ¿Y el ejemplo
de José Gregorio cómo me toca? Él nos estimula en el compromiso delante de las
grandes cuestiones sociales, económicas y políticas de hoy. Muchos hablan,
muchos hablan mal, muchos critican y dicen que todo va mal. Pero el cristiano
no está llamado a esto, sino a ocuparse, a ensuciarse las manos: sobre
todo, como nos ha dicho san Pablo, a rezar (cfr 1 Tm 2,1-4), y después a
comprometerse no en chismorreos – el chismorreo es una peste - sino a promover
el bien y a construir la paz y la justicia en la verdad. También esto es
celo apostólico, es anuncio del Evangelio, y esto es bienaventuranza cristiana:
«bienaventurados los que trabajan por la paz» (Mt 5,9). Vamos adelante en el
camino del beato Gregorio: un laico, un médico, un hombre de trabajo cotidiano
que el celo apostólico ha impulsado a vivir haciendo la caridad durante toda la
vida.
Francisco. Audiencia General. 20
de septiembre de 2023. Catequesis. La pasión por la evangelización:
el celo apostólico del creyente. 21. San Daniele Comboni, apóstol para África y
profeta de la misión
Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días!
En el camino de
catequesis sobre la pasión evangelizadora, es decir el celo apostólico, hoy nos
detenemos en el testimonio de san Daniel Camboni. Él fue un apóstol lleno de
celo por África. De esos pueblos escribió: «se han adueñado de mi corazón que
vive solamente para ellos» (Escritos, 941), «moriré con África en mis
labios» (Escritos, 1441). ¡Es hermoso! …Y a ellos se dirigió así: «el más feliz
de mis días será en el que pueda dar la vida por vosotros» (Escritos, 3159).
Esta es la expresión de una persona enamorada de Dios y de los hermanos que
servía en misión, a propósito de los cuales no se cansaba de recordar que
«Jesucristo padeció y murió también por ellos» (Escritos, 2499; 4801).
Lo afirmaba en un
contexto caracterizado por el horror de la esclavitud, de la que era
testigo. La esclavitud “cosifica” al hombre, cuyo valor se reduce al ser útil a
alguien o algo. Pero Jesús, Dios hecho hombre, ha elevado la dignidad de cada
ser humano y ha desenmascarado la falsedad de toda esclavitud. Comboni, a la
luz de Cristo, tomó conciencia del mal de la esclavitud; entendió,
además, que la esclavitud social tiene sus raíces en una esclavitud más
profunda, la del corazón, la del pecado, de la cual el Señor nos libera. Como
cristianos, por tanto, estamos llamados a combatir contra toda forma de
esclavitud. Pero lamentablemente la esclavitud, así como el colonialismo, no
es un recuerdo del pasado, lamentablemente. En el África tan amada por
Comboni, hoy desgarrada por tantos conflictos, «tras el colonialismo
político, se ha desatado un “colonialismo económico”, igualmente esclavizador.
(…). Es un drama ante el cual el mundo económicamente más avanzado suele cerrar
los ojos, los oídos y la boca». Renuevo por tanto mi llamamiento: «No toquen
el África. Dejen de asfixiarla, porque África no es una mina que explotar ni
una tierra que saquear» (Encuentro con las Autoridades, Kinshasa, 31 de
enero 2023).
Y volvemos a la historia
de san Daniel. Pasado un primer periodo en África, tuvo que dejar la misión por
motivos de salud. Demasiados misioneros habían muerto después de haber contraído
enfermedades, a causa del poco conocimiento de la realidad local. Sin embargo,
si otros abandonaban África, no lo hizo Comboni. Después de un tiempo de
discernimiento, sintió que el Señor le inspiraba un nuevo camino de
evangelización, que él sintetizó en estas palabras: «Salvar África con África»
(Escritos, 2741s). Es una intuición poderosa, nada de colonialismo en esto: es
una intuición poderosa que contribuyó a renovar el compromiso misionero: las
personas evangelizadas no eran solo “objetos” sino “sujetos de la misión”.
Y san Daniel Comboni deseaba hacer a todos los cristianos protagonistas de
la acción evangelizadora. Y con este ánimo pensó y actuó de forma
integral, involucrando al clero local y promoviendo el servicio laical de los
catequistas. Los catequistas son un tesoro de la Iglesia: los catequistas
son aquellos que van adelante en la evangelización. Concibió así también el
desarrollo humano, cuidando las artes y las profesiones, favoreciendo el rol de
la familia y de la mujer en la transformación de la cultura y de la sociedad. ¡Y
qué importante, también hoy, hacer progresar la fe y el desarrollo humano desde
dentro de los contextos de misión, en vez de trasplantar modelos externos o
limitarse a un estéril asistencialismo!
Ni modelos externos ni asistencialismo. Tomar de la cultura de los
pueblos el camino para hacer la evangelización. Evangelizar la cultura e
inculturar el Evangelio: van juntos.
La gran pasión misionera
de Comboni, sin embargo, no fue principalmente fruto de un empeño humano: él
no estuvo impulsado por su valentía o motivado solo por valores importantes,
como la libertad, la justicia o la paz; su celo nació de la alegría del Evangelio,
¡acudía al amor de Cristo y llevaba al amor por Cristo! San Daniel
escribió: «Una misión tan ardua y laboriosa como la nuestra no puede vivir de
pátina, de sujetos con el cuello torcido y llenos de egoísmo y de ellos mismos,
que no cuidan adecuadamente la salud y la conversión de las almas». Este es
el drama del clericalismo, que lleva a los cristianos, también los laicos, a
clericalizarse y a transformarlos – como dice aquí – en sujetos del cuello
torcido llenos de egoísmo. Esta es la peste del clericalismo. Y
añadió: «es necesario encenderles de caridad, que tenga su fuente de Dios, y
del amor de Cristo; y cuando se ama realmente a Cristo, entonces son dulces las
privaciones, los sufrimientos y el martirio» (Escritos, 6656). Su deseo era
el de ver misioneros ardientes, alegres, comprometidos: misioneros –
escribió – «santos y capaces. […] Primero: santos, es decir ajenos al pecado
y humildes. Pero no basta: es necesaria caridad que hace capaces los
sujetos» (Escritos, 6655). La fuente de la capacidad misionera, para
Comboni, es por tanto la caridad, en particular el celo en el hacer propios los
sufrimientos de los otros.
Su pasión
evangelizadora, además, no le llevó nunca a actuar como solista, sino siempre
en comunión, en la Iglesia. «Yo no tengo otra cosa que la vida para
consagrar a la salud de esas almas – escribió – quisiera tener mil para consumarlas
con tal fin» (Escritos, 2271).
Hermanos y hermanas, san
Daniel testimonia el amor del buen Pastor, que va a buscar a quien está perdido
y da la vida por el rebaño. Su celo fue enérgico y profético en el oponerse a
la indiferencia y a la exclusión. En las cartas se refería apremiante a su
amada Iglesia, que por demasiado tiempo había olvidado a África. El sueño de
Comboni es una Iglesia que hace causa común con los crucificados de la
historia, para experimentar con ellos la resurrección. Yo, en este momento,
os sugiero algo. Pensad en los crucificados de la historia de hoy:
hombres, mujeres, niños, ancianos que son crucificados por historias de injusticia
y de dominación. Pensemos en ellos y recemos. Su testimonio parece repetir a
todos nosotros, hombres y mujeres de Iglesia: “No os olvidéis los pobres,
amadlos, porque en ellos está presente Jesús crucificado, esperando resucitar”.
No os olvidéis de los pobres: antes de venir aquí, he tenido una reunión con
legisladores brasileños que trabajan por los pobres, que tratan de promover a
los pobres con la asistencia y la justicia social. Y ellos no se olvidan de los
pobres: trabajan por los pobres. A vosotros os digo: no os olvidéis de los
pobres, porque serán ellos los que os abran la puerta del Cielo.
DOMINGO XXVII T. O. 7 de octubre de 2023.
Monición de entrada.-
A
todos los que nos han bautizado Jesús nos ha pedido que le ayudemos.
Porque
Jesús quiere que le queramos a los demás como Él nos quiere.
Pero,
¿somos obedientes?
¿Decimos
que sí a Jesús pero después no le hacemos caso?
O
¿decimos que no a Jesús y después le hacemos caso?
Estas
son las preguntan que las lecturas nos hacen.
Señor, ten piedad.-
Porque nos
distraemos cuando se leen las lecturas. Señor, ten piedad.
Porque nos
olvidamos enseguida de lo que hemos escuchado. Cristo, ten piedad.
Porque no
hacemos caso a tus palabras. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Por el Papa Francisco y el sínodo ha
empezado. Te lo pedimos, Señor.
Por la Iglesia para que sea obediente a
tus palabras. Te lo pedimos, Señor.
Por las personas, para que escuchen las
palabras que Dios nos dice. Te lo pedimos, Señor.
Por las niñas y los niños que empezaran
el catecismo y los Juniors. Te lo pedimos, Señor.
Por nosotros, para que seamos obedientes
a Jesús. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.-
María, queremos darte las gracias por que
tú si que quisiste a Jesús y cuando Dios lo envió le abriste el corazón.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española.
BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Nuevo
Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González.
BAC. Madrid. 2017.
Biblia
Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.
Catecismo
de la Iglesia Católica. Nueva Edición. Asociación
de Editores del Catecismo. Barcelona 2020.
La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia.
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https://www.servicioskoinonia.org/romero/homilias/B/#IRA
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