Lectura del primer libro de Samuel 3, 3b-10.19
En aquellos días, Samuel estaba acostado en el templo del Señor,
donde se encontraba el Arca de Dios. Entonces el Señor llamó a Samuel. Este
respondió:
-Aquí estoy.
Corrió adonde estaba Elí y dijo:
-Aquí estoy, porque me has llamado.
Respondió:
-No te he llamado. Vuelve a acostarte.
Fue y se acostó. El Señor volvió a llamar a Samuel. Se levantó
Samuel, fue adonde estaba Elí y dijo:
-Aquí estoy, porque me has llamado.
Respondió:
-No te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte.
Samuel no conocía aún al Señor, ni se le había manifestado todavía
la palabra del Señor. El Señor llamó a Samuel, por tercera vez. Se levantó, fue
adonde estaba Elí y dijo:
-Aquí estoy, porque me has llamado.
Comprendió entonces Elí que era el Señor el que llamaba al joven.
Y dijo a Samuel:
-Ve a acostarte. Y si te llama de nuevo, di:
-Habla, Señor, que tu siervo escucha.
Samuel fue a acostarse en su sitio. El Señor se presentó y llamó
como las veces anteriores:
-Samuel, Samuel.
Respondió Samuel:
-Habla, que tu siervo escucha.
Samuel creció. El Señor estaba con él, y no dejó que se frustrara
ninguna de sus palabras.
Textos
paralelos.
Samuel estaba acostado en el santuario donde se encontraba el arca
de Dios.
Ex 25, 22: Allí me encontraré contigo, y desde encima de la placa,
en medio de los querubines del arca de la alianza, te diré todo lo que tienes
que mandar a los israelitas.
Samuel crecía y Yahvé estaba con él.
1 Sam 2, 21: El Señor se cuidó de Ana, que concibió y dio a luz
tres niños y dos niñas. El niño Samuel crecía en el templo del Señor.
Gn 39, 2: El Señor estaba con José y le dio suerte, de modo que lo
dejaron en casa de su amo egipcio.
Jc 20, 1: Todos los israelitas, desde Dan hasta Berseba, incluido
el país de Galaad, fueron como un solo hombre a reunirse ante el Señor en Mispá.
Notas
exegéticas.
3 Primera revelación que consagra a
Samuel como profeta, v.20. No se trata de un sueño, ya que la voz despierta a
Samuel, ni de una “visión” más que en sentido Iato, porque Samuel no ve a Yahvé;
solo oye.
3 3 (b) Yahvé se hace presente
encima del arca, desde donde comunica sus órdenes.
3 19 Fórmula que expresa el fiel cumplimiento
de la palabra de Dios.
Salmo responsorial
Salmo 40 (39), 2.4.7-10
Aquí
estoy, Señor, para hacer tu voluntad. R/.
Yo
esperaba con ansia al Señor;
él
se inclinó y escuchó mi grito;
me
puso en la boca un cántico nuevo,
un
himno a nuestro Dios. R/.
Tú
no quieres sacrificios ni ofrendas,
y,
en cambio, me abriste el oído;
no
pides holocaustos ni sacrificios expiatorios;
entonces
yo digo: “Aquí estoy”. R/.
-Como
está escrito en mi libro –
para
hacer tu voluntad.
Dios
mío, lo quiero,
y
llevo tu ley en las entrañas. R/.
He
proclamado tu justicia
ante
la gran asamblea;
no
he cerrado los labios,
Señor,
tú lo sabes. R/.
Textos
paralelos.
No has querido sacrificio
ni oblación.
Hb 10, 5-7: Por eso dice al
entrar en el mundo: No quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un
cuerpo. No te agradaron holocaustos ni sacrificios expiatorios. Entonces dije:
Aquí estoy, he venido para cumplir, oh Dios, tu voluntad – como está escrito de
mí en el libro –. Primero dice que no ha querido ni le han agradado ofrendas,
sacrificios, holocaustos ni sacrificios expiatorios (que se ofrecen
legalmente); después añade aquí estoy para cumplir tu voluntad. Excluye lo
primero para afirmar lo segundo. Pues según esa voluntad, quedamos consagrados
por la ofrenda, hecha una vez para siempre, del cuerpo de Cristo.
Pero me has abierto el
oído.
Is 50, 5: El Señor me abrió el
oído: yo no me resistí ni me eché atrás.
No pedías holocaustos ni
víctimas.
Am 5, 21: Detesto y rehúso
vuestras fiestas, no me aplacan vuestras reuniones litúrgicas.
Sal 50, 8-9: No te reprocho tus
sacrificios / pues a diario tengo presentes tus holocaustos. / No me llevaré un
novillo de tu casa / ni machos cabríos de tus rebaños.
Sal 51, 18-19: Un sacrificio no
te satisface; / si te ofrezco un holocausto, no lo aceptas. / Para Dios
sacrificio es un espíritu quebrantado, / un corazón quebrantado y triturado, /
tú, Dios, no lo desprecias.
Sal 69, 31-32: Alabaré el
nombre de Dios con cantos; / te engrandeceré con acción de gracias: / le agradará
a Dios más que un toro, / que un novillo con cuernos y pezuña partida.
He proclamado tu
justicia.
Sal 37, 31: Lleva en el corazón
la ley de su Dios: / sus pasos no vacilarán.
Jn 4, 34: Mi sustento es
cumplir la voluntad del que me envió y dar remate a su obra.
Jn 8, 29: El que me envió es
veraz, y yo he de decir al mundo lo que he escuchado.
Sal 22, 23: Contaré tu fama a
mis hermanos, Y en plena asamblea te alabaré.
Sal 35, 18: Y te daré gracias
en la gran asamblea, / ante un pueblo numeroso te alabaré.
Sal 149, 1: ¡Aleluya! Cantad al
Señor un cántico nuevo, / resuene su alabanza en la asamblea de los leales.
Notas
exegéticas.
40 Al himno de acción de gracias,
vv. 2-12, sigue un grito de angustia, vv.14-18, compartido en el Sal 70. En el
conjunto actual, la primera parte aparece como un examen del pasado, opuesto a
las miserias del presente y que justifica el recurso a Yahvé.
40 7 Lit. “cavado”, Dios comunica su
voluntad al fiel, ver Is 50, 5. Una variante del griego: “Tú me has formado un
cuerpo” fue interpretada en sentido mesiánico y aplicada a Cristo, Hb 10, 5s.
40 9 La obediencia vale más que el
sacrificio, 1 S 14, 22. Los profetas alertaron con frecuencia a Israel contra
prácticas que no empeñaban el corazón o contra una confianza presuntuosa en la
presencia de Dios en su templo. En el judaísmo posteiror al destierro, sea cual
fuere aún la importancia del Templo, como señal de salvación, el culto interior
se va afinando más y más, y las disposiciones del corazón, lka oración, la
obediencia, el amor, cobran por sí mismas valor de culto. Esta evolución
prepara la supervivencia del Judaísmo después de la destrucción del templo y
proseguirá en el Nuevo Testamento.
Segunda
lectura.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 6, 13c-15a.17-20
Hermanos:
El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el
Señor, para el cuerpo. Y Dios resucitó al Señor y nos resucitará también a
nosotros con su poder. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?
El que se une al Señor es un espíritu con él. Huid de la inmoralidad. Cualquier
pecado que cometa el hombre que da fuera del cuerpo. Pero el que fornica peca
contra su propio cuerpo. ¿Acaso no sabéis que vuestro cuerpo es templo del
Espíritu Santo, que habita en vosotros y habéis recibido de Dios? Y no os
pertenecéis, pues habéis sido comprados a buen precio. Por tanto, ¡glorificad a
Dios con vuestro cuerpo!
Textos
paralelos.
El cuerpo no es para la
fornicación, sino para el Señor.
1 Co 10, 31: Pues bien, ya
comáis o bebáis o hagáis lo que sea, hacedlo todo a gloria de Dios.
Dios que resucitó al Señor
nos resucitará.
1 Co 15, 12: Ahora bien, si se
proclama que Cristo resucitó de la muerte, ¿cómo decís algunos que no hay
resurrección de los muertos?
Rm 1, 4: A partir de la
resurrección, establecido por el Espíritu Santo Hijo de Dios con poder.
Rm 8, 11: Y si el Espíritu del
que resucitó a Jesús de la muerte habita en vosotros, el que resucitó a Jesús de
la muerte dará vida a vuestros cuerpos mortales, por el Espíritu suyo que
habita en vosotros.
¿No sabéis que vuestros
cuerpos son miembros de Cristo?
1 Co 12, 12: Como el cuerpo,
siendo uno, tiene muchos miembros, y los miembros, siendo muchos, forman un
solo cuerpo, así es Cristo.
Mas el que se une al
Señor, se hace un solo espíritu con él.
Rm 8, 9-10: Pero vosotros no
seguís el instinto, sino al Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en
vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu del Mesías, no le pertenece. Pero si
el Mesías está en vosotros, aunque el cuerpo muera por el pecado, el espíritu
vivirá por la justicia.
¿No sabéis que vuestro
cuerpo es templo del Espíritu Santo?
Rm 3, 16-17: Sus pies corren
para derramar sangre, sus caminos están sembrados de ruina y destrucción. No
conocen la ruta de la paz ni tienen el temor de Dios.
Rm 5, 8: Pues bien, Dios nos
demostró su amor en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
1 Ts 4, 4-8: Que cada uno sepa
usar de su cuerpo con respeto sagrado, no por pura pasión, como los paganos que
no conocen a Dios; que en este asunto nadie ofenda o perjudique a su hermano,
porque el Señor castiga tales ofensas, como os lo tenemos dicho e inculcado.
Dios no os ha llamado a la impureza, sino a la santificación. Por tanto, quien
lo desprecia, no desprecia a un hombre, sino a Dios, que además os dio su Espíritu.
1 Co 3, 23: Vosotros sois de
Cristo, Cristo es de Dios.
1 Co 7, 23: Os compraron
pagando un precio; no seáis esclavos de hombres.
Habéis sido comprados a buen
precio.
Rm 3, 24: Pero son absueltos
sin merecerlo, generosamente, por el rescate que Jesucristo entregó.
Rm 6, 15: Entonces, ¿qué? Como
no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia, ¡a pecar! ¡De ningún modo!
Usad, pues, vuestro cuerpo
para honrar a Dios.
Flp 1, 20: Espero y aguardo no
arredrarme por nada; antes bien, con mi valentía, ahora como siempre, Cristo
será engrandecido con mi vida corporal o con mi muerte.
Notas exegéticas.
6 13 Pablo impugna una opinión según
la cual no existe diferencia alguna entre las necesidades alimenticias y la vida
sexual. Y responde: las primeras están ligadas al mundo presente y
desaparecerán con él; pero la vida sexual afecta a la pertenencia a Cristo y
debe ser tal y como conviene a un miembro de Cristo.
6 14 La resurrección demuestra la
importancia del cuerpo, que no es destruido por la muerte.
6 15 El verbo griego correspondiente
(aireo) significa también “arrancar”,
“quitar”. Existe, pues, una oposición absoluta entre la unión con Cristo y la
unión sexual ilegítima. El argumento implica, por oposición, que la unión
conyugal de los cristianos debe comprometerles en la unión con Cristo.
6 17 Cabía esperar: un solo cuerpo.
Pablo quiere evitar que el realismo físico de la unión con Dios sea entendido
de forma demasiado material.
6 18 (a) Para los que en Corintio no daban
al cuerpo ningún valor permanente todas las acciones corporales eran moralmente
irrelevantes. El pecado era solo posible en el nivel espiritual de las
motivaciones.
6 18 (b) La finalidad sexual del cuerpo
es hacer de dos personas una.
6 20 Lit.: “Habéis sido comprados a
precio”.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 1, 35-42
En aquel tiempo, estaba Juan
con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice:
-Este es el Cordero de Dios.
Los dos discípulos oyeron sus
palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les
pregunta:
-¿Qué buscáis?
Ellos le contestaron:
-Rabí (que significa Maestro),
¿dónde vives?
Él les dijo:
-Venid y veréis.
Entonces fueron, vieron donde
vivía y se quedaron con él aquel día; era como la hora décima. Andrés, hermano
de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús;
encuentra primero a su hermano Simón y le dice:
-Hemos encontrado al Mesías
(que significa Cristo).
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le
quedó mirando y le dijo:
-Tú eres Simón, el hijo de Juan;
tu te llamarás Cefas (que se traduce: Pedro).
Textos
paralelos.
Mt 4, 18-20. |
Mc 1, 16-20. |
Lc 5, 1-11. |
Mientras paseaba junto al
lago de Galilea, vio a dos hermanos – Simón,
apodado Pedro, y a Andrés su hermano – que estaban echando una red al agua,
pues eran pescadores. Les dice: “Veníos conmigo y os haré
pescadores de hombres”. Al punto dejaron las redes y
lo siguieron. |
Caminando junto al lago de
Galilea, vio a Simón y a su hermano
Andrés que echaban las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo:
“Veníos conmigo y os haré pescadores
de hombres”. Al punto, dejando las redes,
lo siguieron. Un trecho más adelante vio a
Santiago de Zebedeo y a su hermano Juan, que arreglaban las redes en la
barca. Los llamó. Ellos dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los
jornaleros y se fueron con él. |
La gente se agolpaba junto a
él para escuchar la palabra de Dios, mientras él estaba a la orilla del lago
de Genesaret. Vio dos barcas junto a la
orilla, pues los pescadores se habían bajado y estaban lavando las redes.
Subiendo a una de las barcas, la de Simón, le pidió que se apartase un poco
de tierra. Se sentó y se puso a enseñar a la gente desde la barca. Cuando
acabó de hablar, dijo a Simón: “Boga lago adentro y echa las redes de pescar”.
Le replicó Simón: “Maestro, hemos bregado toda la noche sin cobrar nada;
pero, ya que lo dices, echaré las redes. Lo hicieron y capturaron tal
cantidad de peces, que reventaban las redes. Hicieron señas a los socios de
la otra barca para que fueran a echarles una mano. Llegaron y llenaron las
dos barcas que casi se hundían. Al verlo, Simón Pedro cayó a los pies de
Jesús y dijo: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. Pues el estupor se
había apoderado de él y de todos sus compañeros por la cantidad de peces que
había pescado. Lo mismo sucedía a Juan y Santiago, que eran socios de Simón.
Jesús dijo a Simón: “No temas, en adelante pescarás hombres”. Entonces,
atracando las barcas en tierra, lo dejaron todo y lo siguieron. |
Tú eres Simón, el hijo de
Juan.
Mt 16, 18-19: Pues te digo que
tú eres Pedro y sobre esta Piedra construiré mi iglesia y el imperio de la
Muerte no la vencerá.
Mc 3, 16: A Simón lo llamó
Pedro.
Notas exegéticas
Biblia de Jerusalén.
1 36 Los vv. 35-36 y 33a son un
duplicado de los vv. 29 y 31a. Provienen de dos tradiciones joánicas paralelas,
que aquí ha fundido el evangelista. Es posible que el v. 15, duplicado del v.
30 y 1u3 en el Prólogo se halla fuera de contexto, se leyera primitivamente después
de los vv. 35-36.
1 37 Ver Mc 1, 18. El relato joánico
de la vocación de Pedro y Andrés no tiene en común con el de Mc 1, 16-18 = Mt
4, 18-20 (Lc lo omite) más que la expresión “siguieron a Jesús”, característica
del discípulo. La tradición joánica parece preferible. En Mc y Mt la vocación
de Pedro y Andrés es un calco de la de Santiago y Juan, que presenta rasgos más
primitivos.
1 39 Hacia las cuatro de la tarde.
Todo el relato está estilizado para describir la condición del discípulo de
Cristo. En el At para encontrar a Dios había que buscarle, ahora, el que “busca”
a Cristo lo “encuentra”; y porque “sigue” “encuentra”, el discípulo llega
adonde el vive. En el extremo opuesto de los discípulos están los judíos que se
niegan a creer en Jesús.
1 40 Se piensa a menudo que el otro discípulo
era el apóstol Juan. Pero ¿no sería más bien Felipe, el compañero habitual de
Andrés y que va a reaparecer a partir del v. 43? Eta interpretación supone la
variante textual del v. 41: “Este, el primero, encuentra…”. Según 1, 7, todos
van a creer por el testimonio del Bautista, primero Andrés y Felipe, después,
gracias a ellos, el mundo judío (las dos escenas están constituidas de manera
similar) y después el mundo pagano.
1 41 Juan se dirige probablemente a
lectores de habla griega. Sin embargo, en distintos momentos, utiliza vocablos hebreos
o arameos que luego traduce. De este modo, quiere posiblemente poner de relieve
que, en este momento concreto de la historia, en Palestina, entre los humanos,
se ha encarnado la Palabra de Dios, “Cristo” (chistós) es traducción de “Mesías”
(masîah), que significa “Ungido”. En la tradición judía este título
designaba al nuevo David, esperado al final de los tiempos.
1 42 Jesús conoce misteriosamente a
cuantos se le acercan. Al dar un nuevo nombre a Simón (Cefas en arameo), le
confiere una nueva vocación.
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.
38 AL…
VER QUE LO SEGUÍAN: lit. contemplando a ellos siguientes. // QUÉ
BUSCÁIS: o qué queréis. // SIGNIFICA: lit. es dicho. // DÓNDE
VIVES: lit. dónde permaneces, verbo muy del vocabulario de Juan.
39 VENID
A VER… FUERON A VER: con el verbo ver comenzó para ellos el itinerario
de la fe. // DONDE VIVÍA: lit. donde vive, REFLEJANDO EL ESTILO DIRECTO.
// CON ÉL: o en su casa, que sería una tienda, o choza de ramaje. // [LA]
HORA DÉCIMA: hacia las cuatro de la tarde.
40-42: A JESÚS: lit. a él (pronombre que puede crear ambigüedad): no a
Juan. // ENCONTRÓ… Y LE DICE (lo mismo que en los vs. 43-45): en el texto
griego está en presente narrativo o histórico. // HEMOS ENCONTRADO: el vocablo
griego heurêkamen recuerda el famoso grito de Arquímedes; pero, en la
historia humana, el descubrimiento de una persona por otra siempre es de más
valor que descubrir un principio hidrostático; más aún, si la persona encontrada
es “CRISTO” // El MESÍAS: es casi
transliteración griega (Messías) de un vocablo hebreo-arameo que
significa ungido; nunca aparece en la LXX, solo dos veces en el Nuevo
Testamento, y las dos en Jn (aquí y en boca de la Samaritana: 4, 25); la
traducción “normal” en griego es Christós (=ungido).
Notas exegéticas
desde la Biblia Didajé.
1, 35-41 Es interesante notar que algunos
de los primeros discípulos acudieron a Cristo por invitación de otros que ya se
eran seguidores suyos. Este es un claro ejemplo de que el apostolado o la
evangelización tienen lugar de modo natural a través de las amistades y de las
relaciones personales. Este pasaje también incluye muchos de los títulos que
Jesús tendría: Cordero de Dios, Rabí, Mesías, Rey de Israel, Hijo del hombre.
Cat. 3, 520, 608, 878, 1618.
1, 42 Cefas: proviene del arameo y
significa “roca”; en griego es Petros, de donde viene “Pedro”. En la
Sagrada Escritura, el poder de nombrar a alguien indica “tomar posesión” de esa
persona e indica el nuevo papel o misión que Dios le asigna. Su papel especial
será ejercer de roca sobre la que Cristo construirá su Iglesia. Cat. 552, 881.
Catecismo
de la Iglesia Católica
3 Quienes, con la ayuda de Dios,
han acogido el llamamiento de Cristo y han respondido libremente a ella, se
sienten por su parte urgidos por el amor de Cristo a anunciar por todas partes
en el mundo la Buena Nueva. Este tesoro recibido de los Apóstoles ha sido guardado
fielmente por sus sucesores. Todos los fieles de Cristo son llamados a
transmitirlo de generación en generación, anunciando la fe, viviéndola en la
comunión fraterna y celebrándola en la liturgia y en la oración.
520 Toda su vida, Jesús se muestra
como nuestro modelo. Él es el hombre perfecto que nos invita a ser sus
discípulos y a seguirle: con su anonadamiento, nos ha dado un ejemplo que
imitar; con su oración atrae a la oración; con su pobreza, llama a aceptar
libremente la privación y las persecuciones.
608 Juan Bautista, después de haber
aceptado bautizarle en compañía de los pecadores, vio y señaló a Jesús como el
Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Manifestó así que Jesús es el
Siervo doliente que se deja llevar en silencio al matadero (cf. Is 57, 7; Jr
11, 19) y carga con el pecado de las multitudes, y el cordero pascual símbolo
de la redención de Israel cuando celebró la primera Pascua (cf. Ex 12, 3-4).
Toda la vida de Cristo expresa su misión: “Servir y dar su vida en rescate por
muchos” (Mc 10, 45).
1618 Cristo es el centro de toda la
vida cristiana. El vínculo con Él ocupa el primer lugar entre todos los demás
vínculos, familiares o sociales.
Concilio
Vaticano II
Siendo Cristo, enviado por el Padre, fuente y origen del apostolado de la
Iglesia, es evidente que la fecundidad del apostolado de los laicos depende de
su unión vital con Cristo, pues, según dice el Señor: “el que permanece en mí y
yo en él, ese da mucho fruto, porque sin mí nada podéis hacer” (Jn 15, 15).
Esta vida de íntima unión con Cristo en la Iglesia se alimenta con los auxilios
temporales que son comunes a todos los fieles, principalmente con la
participación activa en la sagrada liturgia (C. Vaticano II, Sacrosanctum
Concilium, 11); los laicos han de utilizar esos medios de modo que,
mientras desempeñan rectamente la tarea del mundo en las circunstancias
ordinarias de la vida, no establezcan una separación entre su vida y la unión
con Cristo, antes bien, crezcan en esa unión al ejercer su trabajo según la
voluntad de Dios. Es necesario, que, por este camino, los laicos avancen en
santidad, con espíritu decidido y alegre, esforzándose por superar las
dificultades con prudencia y paciencia (C. Vaticano II, Lumen gentium,
32). Ni las preocupaciones familiares ni los demás asuntos temporales deben ser
ajenos a la dimensión espiritual de su vida, según las palabras del Apóstol: “Todo
cuando hacéis de palabra o de obra, hacedlo todo en nombre del Señor
Jesucristo, dando gracias a Dios Padre por Él” (Col 3, 17).
Comentarios de los Santos Padres.
La voz no podía retener a sus discípulos junto a ella y les envió hacia
el Verbo. En efecto, cuando aparece la luz del sol conviene apagar la luz del
farol.
Efrén de Nisibi. Comentario al Diatessaron, 4, 17.
El que sigue al Señor es el que lo imita; sigue al Señor el que en cuanto
lo permite la fragilidad humana, no descuida los ejemplos de humildad que el
Hijo de Dios manifestó en su naturaleza humana; y le sigue quien, por
participar en la vida de sus padecimientos, anhela llegar a participar de su
resurrección y ascensión al cielo.
Beda. Homilías sobre los Evangelios, 1, 7.
La hora era como las diez. Este número significa le ley. Por eso se dio
en diez mandamientos. Pero había llegado ya el tiempo de cumplir la ley por el
amor, ya que los judíos no podían cumplirla por el temor. Por eso dice el
Señor: “No he venido a destruir la ley, sino a cumplirla” (Mt 5, 17).
Agustín. Tratados sobre el Ev. de Juan, 7, 10.
También las almas afligidas deseaban escuchar noticias de Él. Ellas eran
instrumentos del Señor, conforme a sus mismas palabras: “Yo os elegí angtes del
mundo”. Eligió a los galileos, un pueblo rudo, a quien los profetas habían llamado
un pueblo tosco y que vivían en tinieblas, pero son los que han visto la luz,
mientras que los doctores de la ley estuvieron confundidos: “Dios eligió la
flaqueza del mundo para confundir a los fuertes” (1 Co 1, 27).
Efrén de Nisibi, Comentario al Diatessaron, 4, 18.
A él le dio ese nombre. A Santiago y a su hermano, el de “hijos del trueno”.
¿Por qué hizo eso? Para demostrar que Él era el mismo Dios que estableció la
Antigua Alianza y cambió mu9chísimos nombres, pues llamó Abrahán a Abram, a
Saray Sara y a Jacob, Israel.
Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Ev. de Juan, 19, 2-3.
San Agustín.
¡Qué día tan feliz y qué noche tan dichosa pasaron! ¿Quién podrá decirnos
lo que oyeron de boca del Señor? Edifiquemos y levantemos también nosotros una
casa en nuestro corazón a donde venga él a hablar con nosotros y a enseñarnos.
Él es el maestro de su ley y él mismo la enseña. Como la misericordia
está en sus labios, la enseña misericordiosamente. Así lo dice la Escritura
hablando de su sabiduría: Lleva en su lengua la ley y la misericordia (Prov
31, 26). No temas que no puedas cumplir la ley; huye a la misericordia. Si te
parece demasiado para ti el cumplir la ley, utiliza aquel pacto, aquella firma,
aquellas palabras que compuso para ti el abogado celestial.
Comentario sobre el evangelio de San Juan 7, 7-10. Pg. 715-717.
San Juan de Ávila.
¡Oh Jesús bonitísimo, Hijo de Dios Padre y de la bendita Madre Virgen
María, Cordero
de Dios, que quitas los pecados del mundo (cf. Jn 1, 29.36), abogando y amansamiento delante
del Padre por nosotros tus siervos, consuelo de tristes, riqueza de pobres,
poderoso esfuerzo de los enriquecidos!
¡Oh casa dichosa donde, Señor, visitas! Y otra vez lo diré: Venerunt mihi omnia bona
pariter cum illa[1] (cf. Sab 7, 11). San Andrés y
otro discípulo preguntaron a vuestro Hijo bendito: Ubi habitas? (Jn 1, 39). Señora, preguntamos a vuestros
indignos siervos: “¿Dónde visitáis?”.
Visitación de la Virgen. OC III. Pg. 892.
San Oscar Romero. Homilía.
Toda vocación es un agente de cambio en un mundo donde el pecado está
entronizado. Esta comunidad que ha hecho esta reflexión bajo la luz de la
palabra de Dios, vive en un mundo donde el pecado está entronizado y es la
lucha del reino de Dios. Una lucha para la que no se necesitan tanquetas ni
metralletas. Una lucha para la que no se necesita espada o fusil. La lucha se
bate con guitarras y canciones de Iglesia; se siembra en el corazón y se
reforma un mundo, porque "la violencia aun cuando tiene motivaciones
justas, es siempre violencia y no es eficaz y no es digna", decía el Papa.
Ojalá los que ante hechos como éste, sienten el natural instinto de la venganza
y de la violencia, se sepan dominar y sepan que hay una violencia muy superior
a la de las tanquetas y también a la de las guerrillas, es la violencia de
Cristo: ¡Padre perdónalos porque no saben, son ignorantes, pobrecitos! El
reconocimiento de esa superioridad es más fuerte que la misma violencia de las
armas, que no hace más que hacer más brutos a los hombres, porque el animal no
tiene armas.
Homilía 21 de enero de 1979.
Papa Francisco. Ángelus. 14 de
enero de 2018.
Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
Como en la fiesta de la Epifanía y en la del
Bautismo de Jesús, la página del Evangelio de hoy (cf. Jn 1,35-42) propone
también el tema de la manifestación del Señor. Esta vez, es Juan Bautista quien
lo indica a sus discípulos como “el Cordero de Dios” (v. 36), invitándolos a
seguirlo. Y así es para nosotros: Aquel a quien hemos contemplado en el
misterio de la Navidad, estamos ahora llamados a seguirlo en la vida cotidiana.
Por lo tanto, el Evangelio de hoy nos introduce perfectamente en el tiempo
litúrgico ordinario, un tiempo que sirve para animar y verificar nuestro camino
de fe en la vida habitual, en una dinámica que se mueve entre Epifanía y
seguimiento entre manifestación y vocación.
El relato del Evangelio indica las características
esenciales del itinerario de fe. Hay un itinerario de fe, que es el
itinerario de los discípulos de todos los tiempos, también del nuestro, a
partir de la pregunta que Jesús dirige a los discípulos que, animados por Juan
Bautista, comienzan a seguirle: “¿Qué buscáis?” (v.38). Es la misma pregunta
que, en la mañana de Pascua, el Resucitado hará a María Magdalena: “Mujer, ¿a
quién buscas?” (Jn 20, 15). Cada uno de nosotros, como ser humano, está en
búsqueda: búsqueda de felicidad, búsqueda de amor, de una vida buena y plena.
Dios Padre nos ha dado todo esto en su Hijo Jesús.
En esta búsqueda, es fundamental el papel de un
verdadero testigo: de una persona que ha hecho antes el camino y ha encontrado
al Señor. En el Evangelio, Juan Bautista es ese testigo. Por eso pudo orientar
a sus discípulos hacia Jesús, que los involucra en una nueva experiencia
diciendo: “Venid y veréis” (v. 39). Y aquellos dos no pudieron olvidar la
belleza de este encuentro, hasta el punto que el Evangelista anota incluso la
hora: “Eran alrededor de las cuatro de la tarde” (ibid). Solo un encuentro
personal con Jesús genera un camino de fe y de discipulado. Podremos tener
muchas experiencias, realizar muchas cosas, establecer relaciones con muchas
personas, pero solo el encuentro con Jesús, en esa hora que Dios conoce, puede
dar un sentido pleno a nuestra vida y hacer fecundos nuestros proyectos y
nuestras iniciativas.
No es suficiente construirse una imagen de Dio
basada sobre lo que hemos oído: es necesario ir en busca del Maestro Divino e
ir a donde vive. La pregunta de los dos discípulos a Jesús, “¿Dónde vives?” (v.38)
tiene un sentido espiritual fuerte: expresa el deseo de saber dónde vive el
Maestro, para poder estar con Él. La vida de fe consiste en el deseo de
estar con el Señor y en una búsqueda continua del lugar donde Él habita.
Esto significa que estamos llamados a superar una religiosidad rutinaria y
descontada, reavivando el encuentro con Jesús en la oración, en la
meditación de la Palabra de Dios y frecuentando los sacramentos para estar
con Él y dar fruto gracias a Él, a su ayuda, a su gracia.
Buscar a Jesús, encontrar a Jesús, seguir a Jesús:
este es el camino. Buscar a Jesús, encontrar a Jesús, seguir a Jesús.
¡Que la Virgen María nos sostenga en este propósito
de seguir a Jesús, de ir y de estar allí donde Él habita, para escuchar su
Palabra de vida, para adherir a Él, que quita el pecado del mundo, para
encontrar en Él esperanza e impulso espiritual!
Papa Francisco. Ángelus. 17 de
enero de 2021.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este segundo domingo del Tiempo
Ordinario (cf. Jn 1,35-42) presenta el encuentro de Jesús con sus primeros
discípulos. La escena se desarrolla en el río Jordán, el día después del
bautismo de Jesús. El mismo Juan Bautista señala al Mesías a dos de ellos con
estas palabras: «¡He ahí el Cordero de Dios!» (v. 36). Y aquellos dos, fiándose
del testimonio del Bautista, siguen a Jesús que se da cuenta y pregunta: «¿Qué
buscáis?» y ellos le preguntan: «Maestro, ¿dónde vives?» (v. 38).
Jesús no contesta: “Vivo en Cafarnaún o en
Nazaret”, sino que dice: «Venid y lo veréis» (v. 39). No es una tarjeta de
visita, sino la invitación a un encuentro. Los dos lo siguen y se quedan con Él
esa tarde. No es difícil imaginarlos sentados, haciéndole preguntas y sobre
todo escuchándolo, sintiendo que sus corazones se encienden cada vez más
mientras el Maestro habla. Advierten la belleza de palabras que responden a su
esperanza cada vez más grande. Y de improviso descubren que, mientras
empieza a atardecer, en ellos, en su corazón estalla la luz que sólo Dios puede
dar. Algo que llama la atención: uno de ellos, sesenta años después, o
quizás más, escribió en el Evangelio: «Eran más o menos las cuatro de la tarde»
(Jn 1,39), escribió la hora. Y esto es algo que nos hace pensar: todo encuentro
auténtico con Jesús permanece en la memoria viva, nunca se olvida. Se
olvidan muchos encuentros, pero el verdadero encuentro con Jesús siempre
permanece. Y ellos, tantos años después, se acordaban incluso de la hora,
no podían olvidar este encuentro tan feliz, tan pleno, que había cambiado sus
vidas. Luego, cuando salen de este encuentro y vuelven con sus hermanos, esta
alegría, esta luz se desborda de sus corazones como una riada. Uno de los dos,
Andrés, dice a su hermano Simón —a quien Jesús llamará Pedro cuando lo
encuentre—: «Hemos encontrado al Mesías» (v. 41). Se fueron seguros de que
Jesús era el Mesías, convencidos.
Detengámonos un momento en esta experiencia de
encuentro con Cristo que nos llama a estar con Él. Cada llamada de Dios es
una iniciativa de su amor. Siempre es Él quien toma la iniciativa, Él te llama.
Dios llama a la vida, llama a la fe, y llama a un estado de vida particular.
“Yo te quiero aquí”. La primera llamada de Dios es a la vida; con ella
nos constituye como personas; es una llamada individual, porque Dios no hace
las cosas en serie. Después Dios llama a la fe y a formar parte de su
familia, como hijos de Dios. Finalmente, Dios nos llama a un estado de
vida particular: a darnos a nosotros mismos en el camino del matrimonio, en
el del sacerdocio o en el de la vida consagrada. Son maneras diferentes de
realizar el proyecto que Dios, ese que tiene para cada uno de nosotros, que es
siempre un plan de amor. Dios llama siempre. Y la alegría más grande para
cada creyente es responder a esta llamada, a entregarse completamente al
servicio de Dios y de sus hermanos.
Hermanos y hermanas, frente a la llamada del
Señor, que puede llegar a nosotros de mil maneras, también a través de
personas, de acontecimientos, tanto alegres como tristes, nuestra actitud a
veces puede ser de rechazo —“No...Tengo miedo...—, rechazo porque nos
parece que contrasta con nuestras aspiraciones y también de miedo, porque la
consideramos demasiado exigente e incómoda. “Oh, no, no lo conseguiré,
mejor que no, mejor una vida más tranquila... Dios allí y yo aquí”. Pero la
llamada de Dios es amor, tenemos que intentar encontrar el amor que hay detrás
de cada llamada, y a ella se responde solo con amor. Este es el lenguaje:
la respuesta a una llamada que viene del amor es solo el amor. Al principio hay
un encuentro, precisamente, el encuentro con Jesús, que nos habla del Padre,
nos da a conocer su amor. Y entonces, espontáneamente, brota también en nosotros
el deseo de comunicarlo a las personas que amamos: “He encontrado el Amor”, “he
encontrado al Mesías”, “he encontrado a Dios”, “he encontrado a Jesús” “he
encontrado el sentido de mi vida”. En una palabra: “He encontrado a Dios”.
Que la Virgen María nos ayude a hacer de nuestra
vida un canto de alabanza a Dios, en respuesta a su llamada y en el
cumplimiento humilde y alegre de su voluntad. Pero recordemos esto: para cada
uno de nosotros, en la vida, ha habido un momento en el que Dios se ha hecho
presente con más fuerza, con una llamada. Recordémosla. Retornemos a ese
momento, para que el recuerdo de aquel momento nos renueve siempre en el
encuentro con Jesús.
Benedicto XVI. Ángelus. 15 de
enero de 2006.
Queridos hermanos y hermanas:
El pasado domingo, en que celebramos el Bautismo
del Señor, comenzó el tiempo ordinario del Año litúrgico. La belleza
de este tiempo está en el hecho de que nos invita a vivir nuestra vida
ordinaria como un itinerario de santidad, es decir, de fe y de amistad con
Jesús, continuamente descubierto y redescubierto como Maestro y Señor, camino,
verdad y vida del hombre. Es lo que nos sugiere, en la liturgia de hoy, el
evangelio de san Juan, presentándonos el primer encuentro entre Jesús y algunos
de los que se convertirían en sus apóstoles. Eran discípulos de Juan Bautista,
y fue precisamente él quien los dirigió a Jesús, cuando, después del bautismo
en el Jordán, lo señaló como "el Cordero de Dios" (Jn 1, 36).
Entonces, dos de sus discípulos siguieron al Mesías, el cual les preguntó: "¿Qué buscáis?". Los dos le
preguntaron: "Maestro, ¿dónde
vives?". Y Jesús les respondió:
"Venid y lo veréis", es decir, los invitó a seguirlo y a estar
un poco con él. Quedaron tan impresionados durante las pocas horas
transcurridas con Jesús, que inmediatamente uno de ellos, Andrés, habló de él a
su hermano Simón, diciéndole:
"Hemos encontrado al Mesías". He aquí dos palabras
singularmente significativas:
"buscar" y "encontrar".
Podemos considerar estos dos verbos de la página
evangélica de hoy y sacar una indicación fundamental para el nuevo año, que
queremos que sea un tiempo para renovar nuestro camino espiritual con Jesús,
con la alegría de buscarlo y encontrarlo incesantemente. En efecto, la
alegría más auténtica está en la relación con él, encontrado, seguido, conocido
y amado, gracias a una continua tensión de la mente y del corazón. Ser
discípulo de Cristo: esto basta al
cristiano. La amistad con el Maestro proporciona al alma paz profunda y
serenidad incluso en los momentos oscuros y en las pruebas más arduas.
Cuando la fe afronta noches oscuras, en las que no se "siente" y no
se "ve" la presencia de Dios, la amistad de Jesús garantiza que, en
realidad, nada puede separarnos de su amor (cf. Rm 8, 39).
Buscar y encontrar a Cristo, manantial inagotable
de verdad y de vida: la palabra de Dios
nos invita a reanudar, al inicio de un nuevo año, este camino de fe que nunca
concluye. "Maestro, ¿dónde vives?", preguntamos también nosotros a
Jesús, y él nos responde: "Venid y
lo veréis".
Para el creyente es siempre una búsqueda incesante
y un nuevo descubrimiento, porque Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre, pero
nosotros, el mundo, la historia, no somos nunca los mismos, y él viene a
nuestro encuentro para donarnos su comunión y la plenitud de la vida. Pidamos a
la Virgen María que nos ayude a seguir a Jesús, gustando cada día la alegría de
penetrar cada vez más en su misterio.
Benedicto XVI. Ángelus. 15 de
enero de 2012.
Queridos hermanos y hermanas:
Las lecturas bíblicas de este domingo —el segundo
del tiempo ordinario—, nos presentan el tema de la vocación: en el Evangelio
encontramos la llamada de los primeros discípulos por parte de Jesús; y, en la
primera lectura, la llamada del profeta Samuel. En ambos relatos destaca la
importancia de una figura que desempeña el papel de mediador, ayudando a las
personas llamadas a reconocer la voz de Dios y a seguirla. En el caso de
Samuel, es Elí, sacerdote del templo de Silo, donde se guardaba antiguamente el
arca de la alianza, antes de ser trasladada a Jerusalén. Una noche Samuel, que
era todavía un muchacho y desde niño vivía al servicio del templo, tres veces seguidas
se sintió llamado durante el sueño, y corrió adonde estaba Elí. Pero no era él
quien lo llamaba. A la tercera vez Elí comprendió y le dijo a Samuel: «Si te
llama de nuevo, responde: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”» (1 S 3, 9).
Así fue, y desde entonces Samuel aprendió a reconocer las palabras de Dios y se
convirtió en su profeta fiel.
En el caso de los discípulos de Jesús, la figura de
la mediación fue Juan el Bautista. De hecho, Juan tenía un amplio grupo de
discípulos, entre quienes estaban también dos parejas de hermanos: Simón y
Andrés, y Santiago y Juan, pescadores de Galilea. Precisamente a dos de estos
el Bautista les señaló a Jesús, al día siguiente de su bautismo en el río
Jordán. Se lo indicó diciendo: «Este es el Cordero de Dios» (Jn 1, 36), lo que
equivalía a decir: Este es el Mesías. Y aquellos dos siguieron a Jesús, permanecieron
largo tiempo con él y se convencieron de que era realmente el Cristo.
Inmediatamente se lo dijeron a los demás, y así se formó el primer núcleo de lo
que se convertiría en el colegio de los Apóstoles.
A la luz de estos dos textos, quiero subrayar el
papel decisivo de un guía espiritual en el camino de la fe y, en particular, en
la respuesta a la vocación de especial consagración al servicio de Dios y de su
pueblo. La fe cristiana, por sí misma, supone ya el anuncio y el testimonio: es
decir, consiste en la adhesión a la buena nueva de que Jesús de Nazaret murió y
resucitó, y de que es Dios. Del mismo modo, también la llamada a seguir a
Jesús más de cerca, renunciando a formar una familia propia para dedicarse a la
gran familia de la Iglesia, pasa normalmente por el testimonio y la propuesta
de un «hermano mayor», que por lo general es un sacerdote. Esto sin
olvidar el papel fundamental de los padres, que con su fe auténtica y
gozosa, y su amor conyugal, muestran a sus hijos que es hermoso y posible
construir toda la vida en el amor de Dios.
Queridos amigos, pidamos a la Virgen María por
todos los educadores, especialmente por los sacerdotes y los padres de familia,
a fin de que sean plenamente conscientes de la importancia de su papel
espiritual, para fomentar en los jóvenes, además del crecimiento humano, la
respuesta a la llamada de Dios, a decir: «Habla, Señor, que tu siervo escucha».
Hoy celebramos la Jornada mundial del emigrante y
del refugiado. Millones de personas están involucradas en el fenómeno de las
migraciones, pero no son números. Son hombres y mujeres, niños, jóvenes y
ancianos que buscan un lugar donde vivir en paz.
Francisco. Catequesis. Vicios y
virtudes. 2. El combate espiritual.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La semana pasada entramos en el tema de los vicios
y las virtudes. Este nos llama a la lucha espiritual del cristiano. De hecho, la
vida espiritual del cristiano no es pacifica, linear y sin desafíos, al
contrario, la vida cristiana exige un continuo combate: el combate cristiano
para conservar la fe, para enriquecer los dones de la fe en nosotros. No es
casualidad que la primera unción que cada cristiano recibe en el sacramento del
bautismo - la unción catecumenal - sea sin perfume y anuncie simbólicamente que
la vida es una lucha. De hecho, en la antigüedad, los luchadores se ungían
completamente antes de la competición, tanto para tonificar sus músculos, como
para hacer sus cuerpos escurridizos a las garras del adversario. La unción
de los catecúmenos pone inmediatamente en claro que al cristiano no se salva de
la lucha, que un cristiano debe luchar: su existencia, como la de todos los
demás, tendrá también que bajar a la arena, porque la vida es una sucesión
de pruebas y tentaciones.
Un famoso dicho atribuido a Abba Antonio, el primer
gran padre del monacato, dice así: "Quita la tentación y nadie se
salvará". Los santos no son hombres que se han librado de la tentación,
sino personas bien conscientes de que en la vida aparecen repetidamente las
seducciones del mal, que hay que desenmascarar y rechazar. Todos nosotros
tenemos experiencia de esto, todos: que te sale un mal pensamiento, que te
vienen ganas de hacer esto o de hablar mal del otro... Todos, todos tenemos
tentaciones, y tenemos que luchar para no caer en esas tentaciones. Si
alguno de ustedes no tiene tentaciones, que lo diga, ¡porque sería algo
extraordinario! Todos tenemos tentaciones, y todos tenemos que aprender a
comportarnos en esas situaciones.
Hay muchas personas que se “autoabsuelven”, que
piensan que "están bien", "en lo correcto" - "No, yo
estoy bien, soy bueno, soy buena, no tengo estos problemas". Pero ninguno
de nosotros está bien; si alguien se siente que está bien, está soñando; cada
uno de nosotros tiene tantas cosas que arreglar, y también tiene que vigilar.
Y a veces sucede que vamos al Sacramento de la Reconciliación y decimos, con
sinceridad: “Padre, no me acuerdo, no sé si tengo pecados…”. Pero eso es falta
de conocimiento de lo que pasa en el corazón. Todos somos pecadores, todos. Y un
poco de examen de conciencia, una pequeña introspección nos hará bien. De lo
contrario, corremos el riesgo de vivir en tinieblas, porque ya nos hemos
acostumbrados a la oscuridad, y ya no sabemos distinguir el bien del mal.
Isaac de Nínive decía que, en la Iglesia, el que conoce sus pecados y los
llora es más grande que el que resucita a un muerto. Todos debemos pedir
a Dios la gracia de reconocernos pobres pecadores, necesitados de
conversión, conservando en el corazón la confianza de que ningún pecado es
demasiado grande para la infinita misericordia de Dios Padre. Esta es la
lección inaugural que nos da Jesús. Lo vemos en las primeras páginas de los
Evangelios, en primer lugar, cuando se nos habla del bautismo del Mesías en las
aguas del río Jordán. El episodio tiene algo de desconcertante: ¿por qué Jesús
se somete a un rito tan purificador? ¡Él es Dios, es perfecto! ¿De qué pecado
debe arrepentirse Jesús? ¡De ninguno! Incluso el Bautista se escandaliza, hasta
el punto de que el texto dice: "Juan quería impedírselo, diciendo: “Yo
necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?” (Mt 3,15). Pero Jesús es un
Mesías muy distinto de como Juan lo había presentado y la gente se lo
imaginaba: no encarna al Dios airado, y no convoca para el juicio, sino que, al
contrario, se pone en fila con los pecadores. ¿Cómo es eso? Sí, Jesús nos
acompaña, a todos nosotros, pecadores. Él no es un pecador, pero está entre
nosotros. Y esto es algo hermoso. "¡Padre, tengo tantos pecados!". -
"Pero Jesús está contigo: habla de ellos, Él te ayudará a salir de
ellos". Jesús nunca nos deja solos, ¡nunca! Piensa bien en esto. "¡Oh
Padre, he cometido algunos pecados graves!". - "Pero Jesús te
comprende y va contigo: comprende tu pecado y lo perdona". ¡Nunca olvides
esto! En los peores momentos, en los momentos en que resbalamos en los
pecados, Jesús está a nuestro lado para ayudarnos a levantarnos. Esto da
consolación. No debemos perder esta certeza: Jesús está a nuestro lado para
ayudarnos, para protegernos, incluso para levantarnos después del pecado.
"Pero, Padre, ¿es verdad que Jesús lo perdona todo?". - "Todo.
Él vino a perdonar, a salvar. Sólo que Jesús quiere tu corazón abierto".
Él nunca se olvida de perdonar: somos nosotros, tantas veces, los que
perdemos la capacidad de pedir perdón.
Retomemos esta capacidad de pedir perdón. Cada uno
de nosotros tiene muchas cosas por las que pedir perdón: cada uno lo piense en
su interior, y hoy hable con Jesús de ello. Cuéntale esto a Jesús: "Señor,
yo no sé si esto es verdad o no, pero estoy seguro de que Tú no te alejas de
mí. Estoy seguro de que Tú me perdonas. Señor, soy un pecador, una pecadora,
pero por favor no te alejes". Esta sería hoy una hermosa oración a Jesús:
"Señor, no te alejes de mí".
E inmediatamente después del episodio del bautismo,
los Evangelios relatan que Jesús se retira al desierto, donde fue tentado por
Satanás. También en este caso surge la pregunta: ¿por qué razón el Hijo de Dios
debe conocer la tentación? También aquí Jesús se muestra solidario con nuestra
frágil naturaleza humana y se convierte en nuestro gran exemplum: las
tentaciones que atraviesa y que supera en medio de las áridas piedras del
desierto son la primera enseñanza que imparte a nuestra vida de discípulos.
Él experimentó lo que nosotros también debemos prepararnos siempre para
afrontar: la vida está hecha de desafíos, pruebas, encrucijadas, visiones
opuestas, seducciones ocultas, voces contradictorias. Algunas voces son
incluso persuasivas, tanto que Satanás tentó a Jesús recurriendo a las palabras
de la Escritura. Es necesario custodiar la claridad interior para elegir el
camino que conduce verdaderamente a la felicidad, y luego esforzarse para no
pararse en el camino.
Recordemos que siempre estamos divididos y
luchamos entre extremos opuestos: el orgullo desafía a la humildad; el odio se
opone a la caridad; la tristeza impide la verdadera alegría del Espíritu; el
endurecimiento del corazón rechaza la misericordia. Los cristianos
caminamos constantemente sobre estas crestas. Por eso es importante
reflexionar sobre los vicios y las virtudes: nos ayuda a superar la cultura
nihilista en la que los contornos entre el bien y el mal permanecen borrosos y,
al mismo tiempo, nos recuerda que el ser humano, a diferencia de cualquier otra
criatura, siempre puede trascenderse a sí mismo, abriéndose a Dios y caminando
hacia la santidad.
El combate espiritual, entonces, nos conduce a
mirar desde cerca aquellos vicios que nos encadenan y a caminar, con la gracia
de Dios, hacia aquellas virtudes que pueden florecer en nosotros, llevando la
primavera del Espíritu a nuestra vida.
17 de enero de 2018. San
Antonio
Monición de entrada.-
Buenos días:
Hoy en nuestro
pueblo estamos en la fiesta de san Antonio.
Él fue el santo que
quería mucho a Jesús y se quedó sin casa y sin campos, porque se lo dio a los
pobres.
Ayer quemamos la
hoguera, hoy tenemos la misa y después nuestros animales serán bendecidos.
Señor, ten piedad.-
Tú que hiciste que
san Antonio fuese pobre. Señor, ten piedad.
Tú que hablabas al
corazón de san Antonio. Cristo, ten
piedad.
Tú que hiciste que
san Antonio cuidara de los animales.
Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Para que san
Antonio ayude al papa Francisco y nuestro obispo Enrique. Te lo pedimos Señor.
Para que san
Antonio ayude a las personas que viven como él, solos en una ermita. Te lo
pedimos Señor.
Para que san
Antonio cure a las mascotas y los animales que están enfermos. Te lo pedimos Señor.
Para que san
Antonio ayude a los que ayudan en la fiesta. Te lo pedimos Señor.
Para que los que
hicieron la fiesta de san Antonio y se fueron al cielo estén con Jesús. Te lo
pedimos Señor.
Para que nosotros
cuidemos muy bien de los animales y no les peguemos. Te lo pedimos Señor.
Acción de gracias.-
María, madre de
Jesús,
Queremos darte las
gracias por tener un santo como san Antonio, que cuida de los animales. También
te damos gracias por nuestros gatos, perros, pájaros, peces y animales que
tenemos como mascotas.
DOMINGO 3º
TIEMPO ORDINARIO.
Monición de entrada.-
Buenos días.-
La misa siempre es
una fiesta en la que Jesús nos invita.
Y en cada misa
Jesús nos pide que seamos sus amigos.
Que tengamos todos
los días un ratito para estar con Él.
Y así la hacemos
hoy.
Señor, ten piedad.-
Tú que eres la luz
que nos iluminas. Señor, ten piedad.
Tú que quieres que
estemos contigo. Cristo, ten piedad.
Tú que nos llamas a
ser buenos niños. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Por el Papa
Francisco, nuestro obispo Enrique y todos los que queremos a Jesús, para que
seamos una familia. Te lo pedimos Señor.
Por todos los
cristianos. Para que estemos siempre unidos. Te lo pedimos Señor.
Por los niños que
estos días están pasando mucho frío, fuera de sus países. Para que los europeos
les ayudemos. Te lo pedimos Señor.
Por los misioneros.
Para que les ayudes mucho. Te lo pedimos Señor.
Por nosotros. Para
que no nos cansemos de rezar y estar con las personas que nos quieren. Te lo
pedimos Señor.
Acción de gracias.-
María, madre de
Jesús,
También te damos gracias
porque nos ayudas a estar con Jesús y sentirle en nuestro corazón.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española.
BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Nuevo
Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González.
BAC. Madrid. 2017.
Biblia
Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.
Catecismo
de la Iglesia Católica. Nueva Edición. Asociación
de Editores del Catecismo. Barcelona 2020.
La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia.
Ciudad Nueva. Madrid. 2006.
Pío de Luis,
OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las
lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.
San Juan de
Ávila. Obras Completas I. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid.
2015.
San Juan de Ávila. Obras
Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores.
BAC. Madrid. 2013.
San
Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid. 2015.
San
Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.
https://www.servicioskoinonia.org/romero/homilias/B/#IRA
[1] Con ella vinieron todos
los bienes juntos, tiene en sus manos riquezas incontables. Traducción: Sagrada
Biblia, versión oficial de la Conferencia Episcopal.
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