Lectura del libro del Deuteronomio 18,
15-20
Moisés habló al pueblo, diciendo:
-El Señor, tu Dios, te suscitará de entre los tuyos, de entre tus
hermanos, un profeta como yo. A él lo escucharéis. Es lo que pediste al Señor,
tu Dios, en el Horeb el día de la asamblea: “No quiero volver a escuchar la voz
del Señor mi Dios, ni quiero ver más ese gran fuego, para no morir”. El Señor
me respondió: “Está bien lo que han dicho. Suscitaré un profeta de entre sus
hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca, y les dirá todo lo que yo le
mande. Yo mismo pediré cuentas a quien no escuche la palabra que pronuncie en
mi nombre. Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo
le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, ese profeta morirá”.
Textos
paralelos.
Yahvé tu Dios te suscitará
de en medio de ti, de entre tus hermanos, un profeta.
Nm 12, 6: El Señor les dijo: “Escuchad mis palabras: Cuando hay
entre vosotros un profeta del Señor, me doy a conocer a él en visión y le hablo
en sueños”.
Mt 17, 5: Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa les
hizo sombra y de la nube salió una voz que decía: “Este es mi Hijo amado, mi
predilecto”.
Yo les suscitaré de en medio de sus hermanos un profeta.
Hch 3, 22-23: Moisés dijo: “Un profeta como yo, uno de vuestros hermanos,
os suscitará nuestro Dios: escuchad lo que diga”.
Hch 7, 37: Este [Jesucristo] es el Moisés que dijo a los
israelitas: “De vuestros hermanos Dios suscitará un profeta como yo”.
Jn 1, 21: Le preguntaron [a Juan Bautista]: “Entonces ¿eres Elías?”.
Respondió: “No lo soy”. “¿Eres el profeta?”. Respondió: “No”.
Les dirá todo lo que yo les mande.
Ex 4, 12: [Dios a Moisés] Por tanto, ve; yo estaré en tu boca y te
enseñaré lo que tienes que decir.
Jn 12, 49-50: Porque yo no hablé por mi cuenta; el Padre que me
envió me encarga lo que he de decir y hablar. Y sé que su encargo es vida
eterna. Lo que digo lo digo como me lo ha dicho el Padre.
Lo que este profeta pronuncie en mi nombre.
Ez 3, 19: Pero si tú pones en guardia al malvado, y no se
convierte de su maldad y de su mala conducta, entonces él morirá por su culpa,
pero tú habrás salvado la vida.
Ez 33, 9: Pero si tú pones en guardia al malvado para que cambie
de conducta, él morirá por su culpa y tú salvarás la vida.
Si el profeta tiene la presunción.
Dt 13, 1-6: Todo lo que yo os mando, lo podréis por obra: no
añadirás nada ni suprimirás nada. Si entre los tuyos aparece un profeta o
vidente de sueños y, anunciando un signo o prodigio, te propone: Vamos a seguir
a dioses extranjeros y a darles culto; aunque se cumpla el signo o prodigio, no
hagas caso a ese profeta o vidente de sueños. Pues se trata de una prueba del
Señor, vuestro Dios, para ver si amáis al Señor, vuestro Dios, con todo el
corazón y toda el alma. Al Señor, vuestro Dios, seguiréis, lo respetaréis, le
daréis culto y os pegaréis a él. Y ese profeta o vidente de sueños será
ejecutado: por haber predicado la rebelión contra el Señor, vuestro Dios, que
os sacó de Egipto y os redimió de la esclavitud, y por haber intentado apartarse
del camino que te mandó seguir el Señor, tu Dios. Así extirparás de ti la
maldad.
Jr 14, 14-16: El Señor me contestó: “Mentira profetizan los
profetas en mi nombre; no los envié, no los mandé, no les hablé; visiones
engañosas, oráculos vanos, fantasías de su mente es lo que profetizan. Por eso,
así dice el Señor a los profetas que profetizan en mi nombre sin que yo los
haya enviado: Ellos dicen: “Ni espada ni hambre llegarán a este país”; pues a
espada y de hambre acabarán esos profetas; y el pueblo a quien profetizan yacerá
por las calles de Jerusalén a causa del hambre y la espada y no habrá quien los
entierre a ellos y a sus mujeres, a sus hijos e hijas; les echaré encima sus
maldades”.
Notas
exegéticas.
18 18 Paralelamente a la institución
de la realeza de que habla 17, 14-20, se trata aquí de la institución del profetismo,
que Moisés atribuye a Yahvé con ocasión de la teofonía del Horeb, institución a
la que aluden, en el NT, San Pedro, Hch 3, 22-26 y San Esteban, Hch 7, 37.
basándose en este texto del Dt, los judíos esperaban al Mesías como un nuevo
Moisés, ver Jn 1, 21. El evangelio de San Juan subrayará el paralelismo entre
Jesús y Moisés, ver Jn 1, 17.
Salmo responsorial
Salmo 95 (94), 1-2.6-9
Ojalá
escuchéis hoy la voz del Señor:
“No
endurezcáis vuestro corazón”. R/.
Venid,
aclamemos al Señor,
demos
vítores a la Roca que nos salva;
entremos
a su presencia dándole gracias,
aclamándolo
con cantos. R/.
Entrad,
postrémonos por tierra,
bendiciendo
al Señor, creador nuestro.
Porque
él es nuestro Dios,
y
nosotros su pueblo,
el
rebaño que él guía. R/.
Ojalá
escuchéis hoy su voz:
“No
endurezcáis el corazón como en Meribá,
como
el día de Masá en el desierto;
cuando
vuestros padres me pusieron a prueba
y
me tentaron, aunque habían visto mis obras. R/.
Textos
paralelos.
Venid, cantemos gozos a
Yahvé.
Dt 32, 15: Descienda como
lluvia mi doctrina, destile como rocío mi palabra; como llovizna sobre la
hierba, como orvallo[1] sobre el césped.
Porque él es nuestro
Dios.
Sal 100, 3: Sabed que el Señor
es Dios, / él nos hizo y somos suyos, / pueblo suyo y ovejas de su aprisco.
Ez 34, 1:
Sal 23, 1-4: El Señor es mi
pastor; nada me falta. / En verdes praderas me hace recostar, / me conduce
hacia fuentes tranquilas / y repara mis fuerzas; / me guía por senderos
oportunos / como pide su título. / Aunque camine por cañadas oscuras, / nada
temo: Tú vas conmigo; / tu vara y tu cayado me sosiegan.
Sal 80, 2: Pastor de Israel
escucha; / tú que guías a José como a un rebaño; / en tu trono de querubines
resplandece.
No seáis tercos como en
Meribá.
Ex 19, 5: Por tanto, si queréis
obedecerme y guardar mi alianza, entre todos los pueblos seréis mi propiedad,
porque es mía, toda la tierra.
Hb 3, 7-11: En consecuencia,
como dice el Espíritu Santo: Si hoy escucháis su voz, no endurezcáis el corazón
como cuando lo irritaron, el día de la prueba en el desierto, cuando vuestros
padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis acciones
durante cuarenta años. Por eso me indigné contra aquella generación y dije: Su
mente siempre se extravía y no reconocen mis caminos. Por eso, airado, juré: No
entrarán en mi descanso.
Sal 81,9: Escucha, pueblo mío, que
te amonesto, / Israel, ojalá me escuches.
Ex 17, 1-7: El Señor dijo a
Moisés: “Di a Aarón, a sus hijos y a los israelitas. Esto es lo que manda el
Señor: cualquier israelita que en el campamento o fuera de él degüelle un toro,
un cordero o una cabra, y no los lleve a la entrada de la tienda del encuentro,
para ofrecérselo al Señor, ante su morada, es reo de sangre. Ha derramado
sangre, y será excluido de su pueblo. Así, pues, los israelitas llevarán al
sacerdote las víctimas que maten en el campo y las ofrecerán al Señor en
sacrificio de comunión, a la entrada de la tienda del encuentro. El sacerdote
rociará con la sangre el altar del Señor, situado a la entrada de la tienda del
encuentro, y dejará quemarse la grasa en aroma que aplaca al Señor. En adelante
no inmolarán sus víctimas a los sátiros[2], con quienes se han prostituido.
Nm 20, 2-13: Faltó agua al
pueblo y se amotinaron contra Moisés y Aarón. El pueblo se encaró con Moisés,
diciendo: “Ojalá hubiéramos muerto como nuestros hermanos, delante del Señor!
¿Por qué has traído a la comunidad del Señor a este desierto, para que muramos
en él nosotros y nuestras bestias? ¿Por qué nos han sacado de Egipto para traernos
a este sitio horrible, que no tiene grano, ni higueras, ni viñas, ni granados,
ni agua para beber?”. Moisés y Aarón se apartaron de la comunidad y se
dirigieron a la entrada de la tienda del encuentro, y delante de ella se
echaron rostro en tierra. La gloria del Señor se les apareció, y el Señor dijo
a Moisés: “Agarra el bastón, reúne la asamblea tú con tu hermano Aarón, y en
presencia de ellos ordenad a la roca que é agua. Sacarás agua de la roca para
darles de beber a ellos y sus bestias”. Moisés retiró al vara de la presencia
del Señor, como se lo mandaba; ayudado de Aarón, reunió la asamblea delante de
la roca, y les dijo: “Escuchad, rebeldes, ¿Creéis que podemos sacaros agua de
esta roca? Moisés alzó la mano y golpeó la roca con el bastón dos veces, y
brotó agua tan abundante que bebió toda la gente y las bestias. El Señor dijo a
Moisés y a Aarón: “Por no haberme creído, por no haber reconocido mi santidad
en presencia de los israelitas, no haréis entrar a esta comunidad en la tierra
que les voy a dar”. (Esta es Meribá, donde los israelitas se carearon con el
Señor, y él les mostró su santidad).
Dt 6, 16: No tentaréis al
Señor, vuestro Dios, poniéndolo a prueba, como lo tentasteis en Masá.
Dt 33, 8: Para Leví: Para tus
leales los tumim y urim[3]. Los pusiste a prueba en Masá, los desafiaste en Meribá.
Nm 14, 22: Ninguno de los
hombres que vieron mi gloria y los signos que hice en Egipto en el desierto, y
me han puesto a prueba, ya van diez meces, y no me han obedecido, verá la
tierra que prometí a sus padres, ninguno de los que me han desaparecido la verá.
Sal 78, 8: Para que no imitaran
a sus antepasados; / generación rebelde y contumaz, / generación de corazón
inconstante, / de espíritu desconfiando de Dios.
Sal 78, 37: Su corazón no era
constante con él / ni eran fieles a su alianza.
Dt 32, 5-20: Hijos degenerados,
se portaron mal con él, generación malvada y pervertida. ¿Así le pagas al
Señor, pueblo necio e insensato? ¿No es él tu padre y tu creador, el que te
hizo y te constituyó? Acuérdate de los días remotos, considera las edades
pretéritas, pregunta a tu padre y te lo contará, a tus ancianos y te lo dirán.
Cuando el Altísimo daba a cada pueblo su heredad y distribuía a los hijos de
Adán, trazando las fronteras de las naciones, según el número de los hijos de
Dios, la porción del Señor fue su pueblo, Jacob fue el lote de su heredad. Lo
encontró en una tierra desierta, en una soledad poblada de aullidos; lo rodeó
cuidando de él, lo guardó cojo a las niñas de sus ojos. Como el águila incita a
su nidada revolando sobre los polluelos, así extendió sus alas, los tomó y los
llevó sobre sus plumas. El Señor sólo los condujo, no hubo dioses extraños con
él. Los puso a caballo de sus montañas, y los alimentó con las cosechas de sus
campos; los crio con miel silvestre, con aceite de rocas de pedernal; con
requesón de vaca y leche de ovejas, con grasa de corderos y carneros, ganado de
Basán y cabritos, con la flor de la harina de trigo, y por bebida, con la
sangre fermentada de la uva. Comió Jacob hasta saciarse, engordó mi cariño, y
tiró coces – estabas gordo y cebado y corpulento – y rechazó a Dios, su
creador; deshonró a su Roca salvadora. Le dieron celos con dioses extraños, lo
irritaron con sus abominaciones, ofrecieron víctimas a demonios que no son
dios, a dioses desconocidos, nuevos, importados de cerca, que no veneraban
vuestros padres. ¡Despreciaste a la roca que te engendró, y olvidaste al Dios
que te dio a luz! Lo vio el Señor, e irritado, rechazó a sus hijos e hijas,
pensando: Les esconderé mi rostro, y veré en qué acaban, porque son una
generación depravada, unos hijos desleales.
Jb 21, 14: Ellos que decían a
Dios: “Apártate de nosotros, que no nos interesan tus caminos”.
Sal 132, 8: ¡Levántate, Señor,
ven a tu descanso, / ven con el arca de tu poder!
Sal 132, 14: Este es mi
descanso, para siempre, / aquí habitaré, porque la quiero.
Nm 14, 30: No entraréis en la
tierra donde juré que os establecería. Solo exceptuó a Josué, hijo de Nun, y a
Caleb, hijo de Jefoné.
Nm 14, 34: Contando los días
que explorasteis la tierra, cuarenta días, cargaréis con vuestra culpa un año
por cada día, cuarenta años. Para que sepáis lo que es desobedecerme.
Dt 12, 9: Porque no habéis
alcanzado todavía vuestro reposo, la heredad que va a darte el Señor, tu Dios.
Notas
exegéticas.
Sal 95: Himno procesional, recitado
quizá en la fiesta de las Tiendas, ver Dt 35, 11.
Sal 95, 1 Alusión, repetida en el v.
8, a la roca de donde brotó el agua en el desierto, Ex 17, 1s., o a la roca
sobre la que se hallaba edificado el templo, 2 S 24, 18.
Sal 8 Meribá, significa “disputa” y
Masá “tentación”.
Segunda
lectura.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 7, 32-35
Hermanos:
Quiero que os ahorréis preocupaciones: el no casado se preocupa de
los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se
preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido.
También la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor,
de ser santa en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos
del mundo, buscando contentar a su marido. Os digo todo esto para vuestro bien;
no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con
el Señor sin preocupaciones.
Textos
paralelos.
En cambio el casado.
Ef 5, 28-29: Así tienen los
maridos que amar a sus mujeres, como a su cuerpo. Quien ama a su mujer se ama a
sí; nadie ha odiado nunca su cuerpo, antes lo alimenta y cuida, como Cristo a la
Iglesia.
Y anda dividido.
1 Tim 5, 5: En cambio, la viuda
de verdad, que vive sola, tiene su esperanza en Dios y persevera rezando y
suplicando día y noche.
Notas exegéticas.
7 34 Variante: “... de cómo agradar
a su mujer. Y hay una diferencia entre la mujer casada y la virgen. La mujer casada
se preocupa de las cosas del Señor …”.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Marcos 1, 21b-28
En la ciudad de Cafarnaún, el
sábado entró Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza,
porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas. Había precisamente en
su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar:
-¿Qué tenemos que ver nosotros
contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: El
Santo de Dios.
Jesús lo increpó:
-¡Cállate y sal de él!
El espíritu inmundo salió de
él. Todos se preguntaron estupefactos:
-¿Qué es esto? Una enseñanza
nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y le obedecen.
Su fama se extendió enseguida por
todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
Textos
paralelos.
¿Qué tenemos nosotros
contigo?
Mt 8, 29: De pronto [dos
endemoniados] se pusieron a gritar: “¡Hijo de Dios! ¿qué tienes con nosotros?
¿Has venido antes de tiempo a atormentarnos?”.
Mt 2, 23: Y se estableció en una
población llamada Nazaret. Así se cumplió lo anunciado por el profeta: Se
llamará Nazareno.
Sé quién eres: el Santo
de Dios.
Hch 3, 14: Vosotros rechazasteis
al santo e inocente, pedisteis que os indultasen a un homicida.
Mc 1, 34: Él curó a muchos enfermos
de dolencias diversas, expulsó muchos demonios, y no les permitía hablar,
porque lo conocían.
Su fama se extendió por
todas partes.
Mc 4, 41: Llenos de miedo se
decían: “¿Quién es este, que le obedecen hasta el viento y el lago?
Notas exegéticas
Biblia de Jerusalén.
1 21 Jesús, por el Espíritu, que ha recibido
en su bautismo, inaugura su misión tal como le ha prescrito la voz del cielo.
Él enseña, como el Siervo de Is 42, 1-4; al expulsar los espíritus inmundos,
agentes de Satán, pone de manifiesto que despoja a este de su poder regio.
1 22 Raramente precisa Mc el
contenido de la doctrina de Jesús, pero sí subraya el hecho de su enseñanza,
así como la impresión que causaba en sus oyentes tras un milagro. Su autoridad
le viene de Dios. Jesús es presentado como opuesto a los escribas, intérpretes
oficiales de la Ley y especialistas en las Escrituras, que se refugiaban tras
la autoridad de los textos o de la tradición.
1 23 [Espíritu inmundo] El judaísmo
calificaba así a los demonios forasteros y también hostiles a la pureza religiosa
y moral que exige el servicio de Dios.
1 24 (a) Lit: “¿Qué a nosotros y a ti?”.
Se trata de una expresión bíblica (Jc 11, 12) para rechazar una intervención
considerada inoportuna o manifestar el rechazo de cualquier relación con
alguien.
1 24 (b) Estas palabras son un eco de las
que la viuda de Sarepta dirige a Elías, 1 R 17, 18; Jesús es comparado de nuevo
con este profeta.
1 24 (c) “Santo” significa “consagrado,
separado”. El espíritu inmundo reconoce en Jesús al profeta consagrado por Dios
para su misión gracias al Espíritu que ha recibido.
1 27 La enseñanza de Jesús y los
milagros que lo acompañan provocan la admiración y obligan a los espectadores a
preguntarse: “¿Quién es este Jesús de Nazaret?”. Esta pregunta recorre toda la
primera parte del evangelio. Pedro le dará finalmente la respuesta: Él es el
Cristo, Mc 8, 29.
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.
21 CAFARNAÚN (Mt 4, 13)
va a ser en adelante la ciudad de Jesús (“su ciudad”: Mt 9, 1), centro
geográfico de su actividad misionera. // LOS [DÍAS DE] DESCANSO: en el sábado;
o: en los sábados.
23 La traducción omite enseguida
(lit. y, enseguida, ESTABA…) recurso de transición muy del gusto de
Mc, sin valor temporal. // POSEÍDO POR UN ESPÍRITU IMPURO (cf. 5,2): lit. en
espíritu impuro; para Mc, el poseso está como revestido de, metido en la
esfera de, o asociado con, un espíritu demoniaco; este espíritu es el
que hace que el hombre sea “impuro” (opuesto a Dios Santo), lo
incapacita para el culto y para el trato con Dios. El relato confirma la
predicación de Jesús (v. 15): el reino de Dios ha llegado, y empieza a destruir
el reino de Satanás.
24 Algunos manuscritos
leen, como primera palabra indignada del endemoniado, una exclamación griega (éa)
que podría traducirse: ¡Déjanos! (déjanos en paz), o ¡Ya está bien! Los
gritos de aquel hombre, que habla en plural como portavoz de las potencias del mal,
son confesión de la categoría divina de Jesús (EL SANTO DE DIOS: cf. Hch 3, 14);
su curación será signo de la liberación de los que están espiritualmente oprimidos
(cf. 8, 28-34).
26 DANDO UN ALÁRIDO:
lit. voceando con voz grande.
27 Al comienzo de su
actividad pública, la ENSEÑANZA de Jesús era NUEVA (distinta y mejor: cf. Lc
22,20), más por el modo que por el contenido – de hecho, Mc no se ha preocupado
de concretarnos el tema de aquella enseñanza –. Jesús instruye CON AUTORIDAD (v.
22), como quien tiene poder para imponer con fuerza de ley su interpretación
personal de la Ley.
Notas exegéticas
desde la Biblia Didajé.
1, 21 Aunque se le acusó de violar la
ley del Sabbath (especialmente la prohibición de trabajar en Sabbath),
Cristo no solo cumplía la Ley mosaica sino que la elevó a su máximo
significado. Cat. 2173.
1, 27 Los maestros de la Ley mosaica
invocaban la autoridad de otros maestros, y los exorcistas judíos expulsaban
demonios en nombre de otra autoridad. Cristo, sin embargo, enseñaba con su
propia autoridad (Lc 1, 22) y expulsaba espíritus en su propio nombre (Lc 1,
27). Cat 438.
Catecismo
de la Iglesia Católica
2173 El Evangelio relata numerosos
incidentes en que Jesús fue acusado de quebrantar la ley del sábado. Pero Jesús
nunca falta a la santidad de este día, sino que con autoridad da la interpretación
auténtica de la ley: “El sábado ha sido instituido para el hombre y no el
hombre para el sábado” (Mc 2, 27). Con compasión, Cristo proclama que “es
lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de
destruirla” (cf. Mc 3, 4). El sábado es el día del Señor de las misericordias y
del honor de Dios (cfr. Mt 12, 5). “El Hijo del hombre es Señor del sábado” (Mc
2, 28).
Concilio
Vaticano II
El misterio de la santa Iglesia se manifiesta en su fundación. En efecto,
el Señor Jesús comenzó su Iglesia con el anuncio de la Buena Noticia, es decir,
de la llegada del Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las Escrituras:
“Se ha cumplido el plazo y ha llegado el Reino de Dios” (Mc 1, 15). Este Reino
se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de
Cristo. En efecto, la palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el
campo: los que escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han
acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el
tiempo de la siega. También los milagros demuestran que el Reino de Jesús ha
llegado ya a la tierra: “Si hecho los demonios con el poder de Dios, es que el
Reino de Dios ha llegado ya a vosotros” (Lc 11,20). Pero, ante todo, el Reino
se manifiesta en la propia persona de Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre,
que vino “a servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mc 10, 45).
Pero Jesús, después de sufrir la muerte de cruz por todos los hombres y
de resucitar, apareció constituido Señor, Cristo y Sacerdote para siempre (cf.
Hch 2, 36) y derramó sobre sus discípulos el Espíritu prometido por el Padre
(cf. Hch 2, 33).
Lumen gentium, 5.
Comentarios de los Santos Padres.
Dejan todas las redes y al dejarlas, ¿qué encuentran? “Entran – dice el
evangelista en Cafarnaum”, en el campo de la consolación. “Caphar” significa
campo, “naum” significa consolación. O si queréis, – teniendo en cuenta que la
lengua hebrea permite múltiples significados y que, según la distinta
pronunciación, una palabra puede tener sentido diverso – “naum” significa no
solo consolación sino también hermoso. Por tanto, Cafarnaún puede interpretarse
como campo de la consolación o como campo hermoso.
Yo me pregunto: ¿Qué había enseñado de nuevo? ¿Qué de nuevo había
predicado? Decía de sí mismo las mismas cosas que habían dicho los profetas.
Mas se admiraban por esto, porque enseñaba como quien tiene autoridad y no como
los escribas. No enseñaba como un maestro, sino como el Señor: no hablaba,
apoyándose en otra autoridad superior, sino que hablaba el mismo con la
autoridad que le era propia. Hablaba así, en definitiva, porque con su propia
esencia estaba diciendo lo que había dicho por medio de los profetas: “Yo que
hablaba, he aquí que estoy presente”.
Jerónimo, Comentario al Ev. de Marcos, homilía 2. Pg. 68.
Puesto que la muerte entró en el mundo por la envidia del demonio, por
eso mismo la medicina de la salvación debía actuar en primer lugar contra el
mismo autor de la muerte… La presencia del Salvador es un tormento para los
demonios.
Beda, Exposición al Ev. de Marcos, 1,1,25. Pg. 69.
Estas palabras demuestran que los demonios poseían una gran ciencia y que
les faltaba la caridad. Temían de Él su pena y no amaban en él la justicia.
Agustín. La ciudad de Dios, 9, 21. Pg. 70.
Gran cosa es la fe, pero no aprovecha nada sin la caridad. Los demonios
confesaban a Cristo. La fe, no el amor, les hacía decir: “¿Qué hay entre
nosotros y tú?”. Tenían fe, pero no caridad. Por eso eran demonios. No te
gloríes de la fe, tú que todavía eres comparable con los demonios.
Agustín, Tratado sobre el Ev. de Juan, 6, 21. Pg. 70.
¿Por qué nueva? Porque “manda con autoridad a los espíritus inmundos”. No
invoca a ningún otro, sino que él mismo ordena: no habla en nombre de otro,
sino con su propia autoridad.
No por Judea ni por Jerusalén, pues los doctores judíos, llenos de
envidia hacia Jesús, no dejaban que su fama se extendiera… ¿Por qué insisto en
ello? Porque el alma que ha sido poseída de una vez por la envidia, difícil es
que acoja las virtudes. Es casi imposible hallar remedio para un alma, a la que
haya poseído la envidia.
Jerónimo. Comentario al Ev. de Marcos, homilía 2. Pg. 71.
San Agustín.
El apóstol Santiago, hablando de la fe y de las
obras contra quienes creían que les bastaba la fe y no querían tener buenas
obras, dice: Tú crees que hay un solo Dios, haces bien; también los
demonios lo creen y tiemblan (Santiago 2, 19). ¿Acaso serán liberados del fuego
eterno los demonios por creer, aunque tiemblen? Y ahora considerad lo que
oísteis en el evangelio. Lo que dice Pedro: Tú eres Cristo, el Hijo de Dios
vivo (Mt
16, 16), es lo mismo que dijeron los demonios: Sabemos quién eres, el Hijo de
Dios. Leed los evangelios y lo encontraréis. Pero mientras Pedro es alabado,
el demonio es reprendido y expulsado. Palabras idénticas, pero hechos diversos.
¿En qué se distinguen estas dos confesiones? Se alaba el amor y se condena el
temor. Si los demonios decían: Tú eres el Hijo de Dios, no era por amor;
tales palabras se las dictaba el temor, no el amor. Además, en la misma
confesión decían ellos: ¿Qué tenemos que ver nosotros contigo? (Mc 1, 24-25). Pedro,
en cambio, dijo: Yo estaré contigo hasta la muerte (Lc 22, 23).
San Juan de Ávila.
Los lenguajes del demonio son tantos cuantas son sus malicias para
engañar, que son innumerables. Porque así como Cristo es causa de todos los
bienes, que se comunican a las ánimas de los que se sujetan a Él, así el
demonio es padre de pecados y tinieblas, porque, instigando y aconsejando a sus
miserables ovejas, las induce a mal y mentira, con que eternamente sean
perdidas, y porque sus astucias son tantas que solo el Espíritu del Señor basta
a descubrirlas, hablaremos pocas palabras, remitiendo lo demás a Cristo, que es
verdadero enseñador de las ánimas.
Audi, filia, 28. OC I, pg. 420.
Otras veces suele hacer desmayar, trayendo pensamientos muy sucios y
abominables aun contra las cosas de Dios y hace entender al que los tiene que
de él salen y que él los quiere tener, y con esto atribúlale de tal manera que
le quita toda la alegría del ánima y le hace entender que está muy desechado de
Dios y condenado de él, y dale gana de desesperar, creyendo que no puede parar
en otra parte sino en el infierno, pues ya le parece tener blasfemias
semejantes a las de allá.
O.c., 44. Pg. 425.
Entonces hemos de hacer lo que hacía David: Yo, como sordo, no oía; y como mudo, que no abre su
boca (Sal 37,
14). Hecho soy como hombre que no oye y que no tiene en su boca reprensiones. Y
pues no podemos dejar de oír este lenguaje, pues que el demonio, aunque no
queramos nos trae estos pensamientos y hablas tan malas, seamos a lo menos como
quien no oye. Lo cual hacemos cuando no nos turbamos ni entristecernos con
ellos, mas estamos en nuestra paz como de antes, no curando de tomarnos a
palabras ni respuestas con el demonio ni sus asechanzas, mas estamos como
sordos y mudos, no haciendo caso de todo cuanto nos dice.
O.c., 45. Pg. 426.
San Oscar Romero. Homilía.
Cristo tiene la solución de los problemas; sólo Él los tiene,
no lo olvidemos. Por eso, el Papa, vuelvo a invocar a Juan Pablo II porque yo
tengo una preocupación de trasladar su pensamiento aquí; ¡yo no traiciono al
Papa, jamás!. ¡Dios nos libre!. Quiero ser su eco, su voz; y recuerdo siempre
con alegría y con agradecimiento el momento en que recién recibida la mitra,
hoy ya no es tiara, porque en la sencillez del Romano Pontífice también está la
opción preferencial por los pobres. Con su tiara, con su mitra sencilla, como
cualquier obispo del mundo, el Papa decía lo que decimos todos los obispos:
Abrid el campo a Cristo, hombres de la política, hombres del negocio, hombres
del capital; abran el campo a Cristo ¡sólo Él tiene palabras de vida eterna!.
Homilía 29 de julio de 1979.
Papa Francisco. Ángelus. Lima. 1
de febrero de 2015
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El pasaje evangélico de este domingo (cf. Mc 1,
21-28) presenta a Jesús que, con su pequeña comunidad de discípulos, entra en
Cafarnaún, la ciudad donde vivía Pedro y que en esa época era la más grande de
Galilea. Y Jesús entró en esa ciudad.
El evangelista san Marcos relata que Jesús, al ser
sábado, fue inmediatamente a la sinagoga y comenzó a enseñar (cf. v. 21). Esto
hace pensar en el primado de la Palabra de Dios, Palabra que se debe
escuchar, Palabra que se debe acoger, Palabra que se debe anunciar. Al
llegar a Cafarnaún, Jesús no posterga el anuncio del Evangelio, no piensa en
primer lugar en la ubicación logística, ciertamente necesaria, de su pequeña
comunidad, no se demora con la organización. Su preocupación principal es
comunicar la Palabra de Dios con la fuerza del Espíritu Santo. Y la gente
en la sinagoga queda admirada, porque Jesús «les enseñaba con autoridad
y no como los escribas» (v. 22).
¿Qué significa «con autoridad»? Quiere decir que
en las palabras humanas de Jesús se percibía toda la fuerza de la Palabra de
Dios, se percibía la autoridad misma de Dios, inspirador de las Sagradas
Escrituras. Y una de las características de la Palabra de Dios es que realiza
lo que dice. Porque la Palabra de Dios corresponde a su voluntad. En
cambio, nosotros, a menudo, pronunciamos palabras vacías, sin raíz o
palabras superfluas, palabras que no corresponden con la verdad. En cambio, la
Palabra de Dios corresponde a la verdad, está unida a su voluntad y realiza lo
que dice. En efecto, Jesús, tras predicar, muestra inmediatamente su
autoridad liberando a un hombre, presente en la sinagoga, que estaba poseído
por el demonio (cf. Mc 1, 23-26). Precisamente la autoridad divina de Cristo
había suscitado la reacción de Satanás, oculto en ese hombre; Jesús, a su
vez, reconoció inmediatamente la voz del maligno y le «ordenó severamente:
“Cállate y sal de él”» (v. 25). Con la sola fuerza de su palabra, Jesús libera a
la persona del maligno. Y una vez más los presentes quedan asombrados: «Incluso
manda a los espíritus inmundos y le obedecen» (v. 27). La Palabra de Dios
crea asombro en nosotros. Tiene el poder de asombrarnos.
El Evangelio es palabra de vida: no oprime a
las personas, al contrario, libera a quienes son esclavos de muchos
espíritus malignos de este mundo: el espíritu de la vanidad, el apego al
dinero, el orgullo, la sensualidad... El Evangelio cambia el corazón,
cambia la vida, transforma las inclinaciones al mal en propósitos de bien. El
Evangelio es capaz de cambiar a las personas. Por lo tanto, es tarea de los
cristianos difundir por doquier la fuerza redentora, convirtiéndose en
misioneros y heraldos de la Palabra de Dios. Nos lo sugiere también el
pasaje de hoy que concluye con una apertura misionera y dice así: «Su fama —la
fama de Jesús— se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca
entera de Galilea» (v. 28). La nueva doctrina enseñada con autoridad por
Jesús es la que la Iglesia lleva al mundo, juntamente con los signos eficaces
de su presencia: la enseñanza autorizada y la acción liberadora del Hijo de
Dios se convierten en palabras de salvación y gestos de amor de la Iglesia
misionera. Recordad siempre que el Evangelio tiene la fuerza de cambiar
la vida. No os olvidéis de esto. Se trata de la Buena Noticia, que nos
transforma sólo cuando nos dejamos transformar por ella. Por eso os pido
siempre tener un contacto cotidiano con el Evangelio, leerlo cada día, un
trozo, un pasaje, meditarlo y también llevarlo con vosotros adondequiera
que vayáis: en el bolsillo, en la cartera... Es decir, nutrirse cada día en
esta fuente inagotable de salvación. ¡No os olvidéis! Leed un pasaje del
Evangelio cada día. Es la fuerza que nos cambia, que nos transforma: cambia la
vida, cambia el corazón.
Invoquemos la maternal intercesión de la Virgen
María, quien acogió la Palabra y la engendró para el mundo, para todos los
hombres. Que ella nos enseñe a ser oyentes asiduos y anunciadores
autorizados del Evangelio de Jesús.
Papa Francisco. Ángelus. 28 de
enero de 2018.
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El Evangelio de este domingo (cf. Marcos 1, 21-28)
forma parte de la narración más amplia conocida como la «jornada de
Cafarnaún». En el centro del pasaje de hoy está el evento del exorcismo,
a través del cual Jesús es presentado como profeta poderoso en palabras y en
obras.
Él entra en la sinagoga de Cafarnaún en sábado y se
pone a enseñar; las personas permanecen sorprendidas por sus palabras, porque
no son palabras comunes, no se parecen a lo que escuchan normalmente. Los
escribas, de hecho, enseñan pero sin tener una autoridad propia. Y Jesús enseña
con autoridad. Jesús, sin embargo, enseña como uno que tiene autoridad,
revelándose así como el Enviado de Dios, y no como un simple hombre que debe
fundar la propia enseñanza solo sobre las tradiciones precedentes. Jesús
tiene una autoridad plena. Su doctrina es nueva y el Evangelio dice que la
gente comentaba: «Una doctrina nueva, expuesta con autoridad» (v. 27).
Al mismo tiempo, Jesús se revela poderoso
también en las obras. En la sinagoga de Cafarnaún hay un hombre poseído por
un espíritu inmundo, que se manifiesta gritando estas palabras: «¿Qué tenemos
nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres
tú: el Santo de Dios» (v. 24). El diablo dice la verdad: Jesús ha venido
para destruir al diablo, para destruir al demonio, para vencerlo. Este espíritu
inmundo conoce el poder de Jesús y proclama también la santidad. Jesús lo
grita, diciéndole: «Cállate y sale de él» (v. 25). Estas pocas palabras de
Jesús bastan para obtener la victoria de Satanás, el cual sale de ese hombre
«agitándole violentamente», dice el Evangelio (v. 26).
Este hecho impresiona mucho a los presentes; todos
se quedaron pasmados y se preguntan: «¿Qué es esto? […] Manda hasta a los
espíritus inmundos y le obedecen» (v. 27). El poder de Jesús confirma la
autoridad de su enseñanza. Él no pronuncia solo palabras, sino que actúa.
Así manifiesta el proyecto de Dios con las palabras y con el poder de las
obras. En el Evangelio, de hecho, vemos que Jesús, en su misión terrena, revela
el amor de Dios tanto con la predicación como con innumerables gestos de
atención y socorro a los enfermos, a los necesitados, a los niños, a los
pecadores. Jesús es nuestro Maestro, poderoso en palabras y obras. Jesús nos
comunica toda la luz que ilumina las calles, a veces oscuras, de nuestra
existencia; nos comunica también la fuerza necesaria para superar las
dificultades, las pruebas, las tentaciones. ¡Pensemos en la gran gracia que
es para nosotros haber conocido a este Dios tan poderoso y bueno! Un maestro y
un amigo, que nos indica el camino y nos cuida, especialmente cuando lo necesitamos.
Que la Virgen María, mujer de escucha, nos ayude a
hacer silencio alrededor y dentro de nosotros, para escuchar, en el estruendo
de los mensajes del mundo, la palabra con más autoridad que hay: la de su Hijo
Jesús, que anuncia el sentido de nuestra existencia y nos libera de toda
esclavitud, también de la del Maligno.
Papa Francisco. Ángelus. 31 de
enero de 2021.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El pasaje evangélico de hoy (cf. Mc 1,21-28) relata
un día típico del ministerio de Jesús, se trata concretamente de un sábado,
día dedicado al descanso y la oración, la gente iba a la sinagoga. En la
sinagoga de Cafarnaúm, Jesús lee y comenta las Escrituras. Su manera de hablar
atrae a los presentes, que quedan asombrados porque demuestra una autoridad
diferente a la de los escribas (v. 22). Además, Jesús se revela poderoso
también en las obras. Así es, cuando un hombre en la sinagoga se vuelve contra
él, llamándole el Santo de Dios, Jesús reconoce el espíritu maligno, le ordena
que salga de ese hombre y lo expulsa (vv. 23-26).
Aquí vemos los dos elementos característicos de
la acción de Jesús: la predicación y la obra taumatúrgica de curación: predica
y cura. Ambos aspectos se destacan en el pasaje del evangelista Marcos,
pero el que más sobresale es el de la predicación; el exorcismo se presenta
para confirmar su “autoridad” singular y su enseñanza. Jesús predica con
autoridad propia, como alguien que tiene una doctrina que procede de sí mismo,
y no como los escribas que repetían tradiciones anteriores y leyes recibidas.
Repetían palabras, palabras, palabras, solo palabras —como cantaba la gran
Mina—. Eran así: solo palabras. En Jesús, en cambio, la palabra tiene
autoridad, Jesús tiene autoridad. Y esto toca el corazón. La enseñanza de
Jesús tiene la misma autoridad de Dios que habla; de hecho, con una sola
orden libera fácilmente al poseído del maligno y lo cura. ¿Por qué? Porque su
palabra obra lo que dice. Porque es el profeta definitivo. Pero, ¿por qué digo
esto, qué es el profeta definitivo? Recordemos la promesa de Moisés. Dice
Moisés: “Después de mí, más adelante, vendrá un profeta como yo —¡como yo!— que
os enseñará” (cf. Dt 18,15). Moisés anuncia a Jesús como el profeta definitivo.
Por eso [Jesús] no habla con autoridad humana, sino con autoridad divina,
porque tiene el poder de ser el profeta definitivo, es decir, el Hijo de
Dios que nos salva, nos sana a todos.
El segundo aspecto, el de las curaciones, muestra
que la predicación de Cristo tiene como objetivo vencer el mal presente en
el hombre y en el mundo. Su palabra apunta directamente contra el reino de
Satanás, lo pone en crisis y lo hace retroceder, obligándolo a dejar el mundo.
El poseído —ese hombre poseído, obseso—, tras la orden del Señor, es liberado y
transformado en una nueva persona. Además, la predicación de Jesús pertenece
a una lógica opuesta a la del mundo y del maligno: sus palabras se revelan
como la alteración de un orden equivocado de las cosas. El diablo presente en
el poseído, de hecho, grita cuando Jesús se acerca: «¿Qué quieres tú con
nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a arruinarnos?» (v. 24). Estas
expresiones indican la total diferencia entre Jesús y Satanás: están en planos
completamente diferentes; no hay nada en común entre ellos; son opuestos entre
sí. Jesús, que tiene autoridad, que atrae a las personas con su autoridad, y
también el profeta que libera, el profeta prometido que es el Hijo de Dios que
sana. ¿Escuchamos las palabras autorizadas de Jesús? Siempre, no os olvidéis de
llevar en el bolsillo o el bolso un pequeño Evangelio, para leerlo durante el
día, para escuchar la palabra autorizada de Jesús. Y además, todos tenemos
problemas, todos tenemos pecados, todos tenemos enfermedades espirituales.
Pidamos a Jesús: “Jesús, tú eres el profeta, el Hijo de Dios, el que fue
prometido para sanarnos. ¡Sáname!”. Pedir a Jesús la curación de nuestros
pecados, de nuestros males.
La Virgen María guardó siempre en su corazón las
palabras y los gestos de Jesús, y lo siguió con total disponibilidad y
fidelidad. Que Ella nos ayude también a nosotros a escucharlo y seguirlo, para
experimentar en nuestra vida los signos de su salvación.
Benedicto XVI. Ángelus. 29 de
enero de 2006.
Queridos hermanos y hermanas:
En la encíclica publicada el miércoles pasado,
refiriéndome a la primacía de la caridad en la vida del cristiano y de la
Iglesia, quise recordar que los testigos privilegiados de esta primacía son los
santos, que han hecho de su existencia un himno a Dios Amor, con mil
tonalidades diversas. La liturgia nos invita a celebrarlos cada día del
año. Pienso, por ejemplo, en los que hemos conmemorado estos días: el apóstol san Pablo, con sus discípulos
Timoteo y Tito, santa Ángela de Mérici, santo Tomás de Aquino y san Juan Bosco.
Son santos muy diferentes entre sí: los
primeros pertenecen a los comienzos de la Iglesia, y son misioneros de la
primera evangelización; en la Edad Media, santo Tomás de Aquino es el modelo
del teólogo católico, que encuentra en Cristo la suprema síntesis de la verdad y
del amor; en el Renacimiento, santa Ángela de Mérici propone un camino de
santidad también para quien vive en un ámbito laico; en la época moderna, don
Bosco, inflamado por la caridad de Jesús buen Pastor, se preocupa de los niños
más necesitados, y se convierte en su padre y maestro.
En realidad, toda la historia de la Iglesia es
historia de santidad, animada por el único amor que tiene su fuente en Dios.
En efecto, sólo la caridad sobrenatural, como la que brota siempre nueva del
corazón de Cristo, puede explicar el prodigioso florecimiento, a lo largo de
los siglos, de órdenes, institutos religiosos masculinos y femeninos y de otras
formas de vida consagrada. En la encíclica cité, entre los santos más
conocidos por su caridad, a Juan de Dios, Camilo de Lelis, Vicente de Paúl,
Luisa de Marillac, José Cottolengo, Luis Orione y Teresa de Calcuta (cf. n.
40).
Esta muchedumbre de hombres y mujeres, que el
Espíritu Santo ha forjado, transformándolos en modelos de entrega evangélica,
nos lleva a considerar la importancia de la vida consagrada como expresión y
escuela de caridad. El concilio Vaticano II puso de relieve que la
imitación de Cristo en la castidad, en la pobreza y en la obediencia está
totalmente orientada a alcanzar la caridad perfecta (cf. Perfectae caritatis,
1).
Precisamente para destacar la importancia y el
valor de la vida consagrada, la Iglesia celebra el próximo 2 de febrero, fiesta
de la Presentación del Señor en el templo, la Jornada de la vida consagrada.
Por la tarde, como solía hacer Juan Pablo II, presidiré en la basílica vaticana
la santa misa, a la que están invitados de modo especial los consagrados y las
consagradas que viven en Roma. Juntos daremos gracias a Dios por el don de la
vida consagrada, y oraremos para que siga siendo en el mundo signo elocuente de
su amor misericordioso.
Nos dirigimos ahora a María santísima, espejo de
caridad. Que con su ayuda materna los cristianos, y en especial los
consagrados, caminen con decisión y gozo por la senda de la santidad.
Benedicto XVI. Ángelus. 21 de
febrero de 2009.
Queridos hermanos y hermanas:
Este año, en las celebraciones dominicales, la
liturgia propone a nuestra meditación el evangelio de san Marcos, una de cuyas
características es el así llamado "secreto mesiánico", es decir, el
hecho de que Jesús no quiere que por el momento se sepa, fuera del grupo
restringido de sus discípulos, que él es el Cristo, el Hijo de Dios. Por
eso, en varias ocasiones, tanto a los Apóstoles como a los enfermos que cura,
les advierte de que no revelen a nadie su identidad.
Por ejemplo, el pasaje evangélico de este domingo
(Mc 1, 21-28) habla de un hombre poseído por el demonio, que repentinamente se
pone a gritar: "¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a
acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios". Y Jesús le ordena:
"Cállate y sal de él". E inmediatamente —constata el evangelista— el
espíritu maligno, con gritos desgarradores, salió de aquel hombre.
Jesús no sólo expulsa los demonios de las
personas, liberándolas de la peor esclavitud, sino que también impide a los
demonios mismos que revelen su identidad. E insiste en este
"secreto", porque está en juego el éxito de su misma misión, de la
que depende nuestra salvación. En efecto, sabe que para liberar a la humanidad
del dominio del pecado deberá ser sacrificado en la cruz como verdadero Cordero
pascual. El diablo, por su parte, trata de distraerlo para desviarlo, en
cambio, hacia la lógica humana de un Mesías poderoso y lleno de éxito. La cruz
de Cristo será la ruina del demonio; y por eso Jesús no deja de enseñar a sus
discípulos que, para entrar en su gloria, debe padecer mucho, ser rechazado,
condenado y crucificado (cf. Lc 24, 26), pues el sufrimiento forma parte
integrante de su misión.
Jesús sufre y muere en la cruz por amor. De este
modo, bien considerado, ha dado sentido a nuestro sufrimiento, un sentido que
muchos hombres y mujeres de todas las épocas han comprendido y hecho suyo,
experimentando profunda serenidad incluso en la amargura de duras pruebas
físicas y morales. Y precisamente "la fuerza de la vida en el
sufrimiento" es el tema que los obispos italianos han elegido para su
tradicional Mensaje con ocasión de esta Jornada por la vida. Me uno de
corazón a sus palabras, en las que se percibe el amor de los pastores por la
gente y la valentía de anunciar la verdad, la valentía de decir con claridad,
por ejemplo, que la eutanasia es una falsa solución para el drama del
sufrimiento, una solución que no es digna del hombre. En efecto, la verdadera
respuesta no puede ser provocar la muerte, por "dulce" que sea, sino
testimoniar el amor que ayuda a afrontar de modo humano el dolor y la agonía.
Estemos seguros de que ninguna lágrima, ni de quien sufre ni de quien está a
su lado, se pierde delante de Dios.
La Virgen María guardó en su corazón de madre el
secreto de su Hijo y compartió con él la hora dolorosa de la pasión y la
crucifixión, sostenida por la esperanza de la resurrección. A ella le
encomendamos a las personas que sufren y a quienes se esfuerzan cada día por
sostenerlas, sirviendo a la vida en cada una de sus fases: padres,
profesionales de la salud, sacerdotes, religiosos, investigadores, voluntarios
y muchos otros más. Oramos por todos.
Benedicto XVI. Ángelus. 29 de
enero de 2012.
Queridos hermanos y hermanas:
El Evangelio de este domingo (Mc 1, 21-28) nos
presenta a Jesús que, un sábado, predica en la sinagoga de Cafarnaún, la
pequeña ciudad sobre el lago de Galilea donde habitaban Pedro y su hermano
Andrés. A su enseñanza, que despierta la admiración de la gente, sigue la
liberación de «un hombre que tenía un espíritu inmundo» (v. 23), el cual
reconoce en Jesús «al santo de Dios», es decir, al Mesías. En poco tiempo su
fama se difunde por toda la región, que él recorre anunciando el reino de Dios
y curando a los enfermos de todo tipo: palabra y acción. San Juan Crisóstomo
pone de relieve cómo el Señor «alterna el discurso en beneficio de los
oyentes, en un proceso que va de los prodigios a las palabras y pasando de
nuevo de la enseñanza de su doctrina a los milagros» (Hom. in Matthæum 25,
1: pg 57, 328).
La palabra que Jesús dirige a los hombres abre
inmediatamente el acceso a la voluntad del Padre y a la verdad de sí mismos. En cambio, no
sucedía lo mismo con los escribas, que debían esforzarse por interpretar las
Sagradas Escrituras con innumerables reflexiones. Además, a la eficacia de
la palabra Jesús unía la de los signos de liberación del mal. San Atanasio
observa que «mandar a los demonios y expulsarlos no es obra humana sino
divina»; de hecho, el Señor «alejaba de los hombres todas las enfermedades y
dolencias. ¿Quién, viendo su poder... hubiera podido aún dudar de que él era el
Hijo, la Sabiduría y el Poder de Dios?» (Oratio de Incarnatione Verbi 18.19: pg
25, 128 bc.129 b). La autoridad divina no es una fuerza de la naturaleza. Es
el poder del amor de Dios que crea el universo y, encarnándose en el Hijo
unigénito, abajándose a nuestra humanidad, sana al mundo corrompido por el
pecado. Romano Guardini escribe: «Toda la vida de Jesús es una
traducción del poder en humildad..., es la soberanía que se abaja a la
forma de siervo» (Il Potere, Brescia 1999, pp. 141-142).
A menudo, para el hombre la autoridad significa
posesión, poder, dominio, éxito. Para Dios, en cambio, la autoridad significa
servicio, humildad, amor; significa entrar en la lógica de Jesús que se inclina
para lavar los pies de los discípulos (cf. Jn 13, 5), que busca el
verdadero bien del hombre, que cura las heridas, que es capaz de un amor tan
grande como para dar la vida, porque es Amor. En una de sus cartas santa
Catalina de Siena escribe: «Es necesario que veamos y conozcamos, en verdad,
con la luz de la fe, que Dios es el Amor supremo y eterno, y no puede desear
otra cosa que no sea nuestro bien» (Ep. 13 en: Le Lettere, vol. 3, Bolonia
1999, p. 206).
Queridos amigos, el próximo jueves 2 de febrero,
celebraremos la fiesta de la Presentación del Señor en el templo, Jornada
mundial de la vida consagrada. Invoquemos con confianza a María santísima, para
que guíe nuestro corazón a recurrir siempre a la misericordia divina, que
libera y cura nuestra humanidad, colmándola de toda gracia y benevolencia, con
el poder del amor.
Francisco. Catequesis. Vicios y
virtudes. 4. La lujuria.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy escuchemos bien la catequesis, porque después
tendremos un circo que actuará aquí para entretenernos.
Continuemos nuestro itinerario sobre los vicios y
las virtudes; y los antiguos Padres nos enseñan que, después de la gula, el
segundo "demonio", es decir vicio, que está siempre agazapado a la
puerta del corazón es el de la lujuria. Mientras que la gula es la voracidad
hacia la comida, este segundo vicio es una especie de "voracidad"
hacia otra persona, es decir, el vínculo envenenado que los seres humanos
mantienen entre sí, especialmente en el ámbito de la sexualidad.
Entiéndase bien: en el cristianismo no se
condena el instinto sexual. Un libro de la Biblia, el Cantar de los
Cantares, es un maravilloso poema de amor entre una pareja de novios. Sin
embargo, esta hermosa dimensión de nuestra humanidad, la dimensión sexual,
la dimensión del amor, no está exenta de peligros, hasta el punto de que
ya San Pablo tiene que abordar la cuestión en la primera Carta a los Corintios.
Escribe así: "Es cosa pública que se cometen entre ustedes actos
deshonestos, como no se encuentran ni siquiera entre los paganos" (5,1).
El reproche del Apóstol se refiere precisamente a un uso malsano de la
sexualidad por parte de algunos cristianos.
Pero miremos la experiencia humana, la
experiencia del enamoramiento. Aquí hay muchos recién casados, ¡ustedes
pueden hablar de esto! Por qué sucede este misterio y por qué es una
experiencia tan impactante en la vida de las personas, ninguno de nosotros lo
sabe. Una persona se enamora de otra, el enamoramiento llega. Es una de las
realidades más sorprendentes de la existencia. La mayoría de las canciones
que oímos en la radio hablan de esto: amores que se encienden, amores que
siempre se buscan y nunca se alcanzan, amores llenos de alegría o amores que
atormentan hasta las lágrimas.
Si no está contaminado por el vicio, el
enamoramiento es uno de los sentimientos más puros. Una persona
enamorada se vuelve generosa, disfruta haciendo regalos, escribe cartas y
poemas. Deja de pensar en sí misma para proyectarse completamente hacia el
otro. Es bello esto. Y si le preguntas a una persona enamorada: “¿por qué
amas tú?”, no encontrará respuesta: en muchos sentidos, el suyo es un amor
incondicional, sin motivo. Paciencia si ese amor, tan poderoso, es también un
poco ingenuo: el enamorado no conoce realmente el rostro de la otra persona,
tiende a idealizarla, está dispuesto a hacer promesas cuyo peso no capta
inmediatamente. Este "jardín" donde se multiplican las
maravillas no está, sin embargo, a salvo del mal. Puede ser contaminado
por el demonio de la lujuria, y este vicio es particularmente odioso, al menos
por dos razones.
En primer lugar, porque devasta las relaciones
entre las personas. Para documentar tal realidad, desgraciadamente bastan
las noticias cotidianas. ¿Cuántas relaciones que comenzaron de la mejor
manera se han convertido luego en relaciones tóxicas, de posesión del otro,
carentes de respeto y de sentido de los límites? Son amores en los que ha
faltado la castidad: una virtud que no hay que confundir con la abstinencia
sexual - la castidad es más que abstinencia sexual-, sino con la voluntad de
no poseer nunca al otro. Amar es respetar al otro, buscar su
felicidad, cultivar la empatía por sus sentimientos, disponerse en el
conocimiento de un cuerpo, una psicología y un alma que no son los nuestros y
que hay que contemplar por la belleza que encierran. Amar es esto, el amor es
hermoso. La lujuria, en cambio, se burla de todo esto: la lujuria saquea,
roba, consume de prisa, no quiere escuchar al otro sino sólo a su propia
necesidad y placer; la lujuria juzga aburrido todo cortejo, no busca esa
síntesis entre razón, pulsión y sentimiento que nos ayudaría a conducir
sabiamente la existencia. El lujurioso sólo busca atajos: no comprende que
el camino del amor debe recorrerse lentamente, y que esta paciencia, lejos de
ser sinónimo de aburrimiento, nos permite hacer felices nuestras relaciones
amorosas.
Pero hay una segunda razón por la cual la lujuria
es un vicio peligroso. Entre todos los placeres del hombre, la sexualidad
tiene una voz poderosa. Implica todos los sentidos; habita tanto en el
cuerpo como en la psique, y esto es bellísimo, pero si no se disciplina
con paciencia, si no se inscribe en una relación y una historia en la que dos
personas la transforman en una danza amorosa, se convierte en una cadena que
priva al hombre de libertad. El placer sexual, que es un don de Dios, se
ve socavado por la pornografía: satisfacción sin relación que puede generar
formas de adicción. Debemos defender el amor, el amor del corazón, de la mente,
del cuerpo, el amor puro de donarse recíprocamente. Y esa es la belleza de las
relaciones sexuales.
Ganar la batalla contra la lujuria, contra la
“cosificación” del otro, puede ser un esfuerzo que dura toda la vida. Pero el premio de
esta batalla es el más importante de todos, porque se trata de preservar esa
belleza que Dios escribió en su creación cuando imaginó el amor entre el
hombre y la mujer, que no es para usarse el uno al otro, sino para amarse.
Esa belleza que nos hace creer que construir juntos una historia es mejor que
lanzarse a la aventura - ¡hay tantos don Juanes! -, cultivar la ternura es mejor
que doblegarse ante el demonio de la posesión – el verdadero amor no posee,
se dona -, servir es mejor que conquistar. Porque si no hay amor, la vida es
triste, es una triste soledad. Gracias.
Presentación del Señor.
Monición
de entrada.-
Todos nos acordamos de los primeros días de Jesús.
Así nació en Belén y fueron a verlo los pastores y los reyes magos.
Cuarenta días después lo llevaron a la ciudad de Jerusalén.
Allí entraron en el templo y se lo enseñaron a un anciano, llamado
Simeón.
Hoy os acordamos de este día y lo hacemos llevando estas velas que el
sacerdote va a bendecir.
Oración de los niños.-
Jesús,
en esta misa tenemos en las manos
las velas que encenderemos en nuestras casas.
Por eso te pedimos
que las bendigas y cuando la encendamos
tengamos no solo la luz del fuego
sino tu luz,
que nos ayuda a estar felices
cuando estamos tristes.
Señor, ten piedad.
Tú que iluminas a todas las personas. Señor, ten piedad.
Tú que iluminas a los que se portan mal.
Cristo, ten piedad.
Tú que iluminas a los que están enfermos.
Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Por la Iglesia, para que nos ilumine con la luz
del evangelio. Te lo pedimos, Señor.
Por el Papa Francisco y por nuestro Obispo Enrique,
para que nos iluminen con sus palabras. Te lo pedimos, Señor.
Por todas las mamás, pero especialmente las que
han tenido un bebé, para que sean muy felices y cuides de los dos. Te lo
pedimos, Señor.
Por todos los bebés
que están malos, para que se curen. Te lo pedimos, Señor.
Por nosotros para que iluminemos nuestras casas portándonos
bien. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.-
María,
hoy queremos darte las gracias porque eres nuestra madre.
También te damos las gracias por todos los bebés y porque en nuestro
pueblo nacen niños que hacen que el pueblo sea un pueblo alegre y en la iglesia
siempre estemos los niños llenando de
luz el altar.
San Blas.
Monición de entrada.-
Hoy es la fiesta de
san Blas. Él es el santo al que Dios le pidió que nos ayudase cuando nos
hiciese mal la garganta.
Además desde hace
muchos años en los pueblos hay costumbre de llevar rollos, panes o alimentos
para que el sacerdote los bendiga.
Al empezar la misa
le pedimos a san Blas que nos ayude a querer siempre recibir el pan de la
comunión.
Señor, ten piedad.-
Tú que nos das la
comunión como alimento. Señor, ten
piedad.
Tú que nos
alimentas con tus palabras. Cristo, ten piedad.
Tú que nos
alimentas con tu amor. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Por el papa
Francisco y todos los sacerdotes que nos dan el alimento de la comunión. Te lo
pedimos, Señor.
Por todos los
obispos. Te lo pedimos, Señor.
Por los pueblos
donde san Blas es patrono. Te lo pedimos, Señor.
Por los niños que
no tienen comida. Te lo pedimos, Señor.
Por las personas a
las que les duele la garganta. Te lo pedimos, Señor.
Por las personas
que trabajan en los hornos. Te lo pedimos, Señor.
Por nosotros que
hoy hemos venido a la fiesta de san Blas. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.-
María,
hoy queremos darte
las gracias porque cuidas de nosotros y nos das comida.
Queremos darte
gracias por nuestras mamás, nuestros papás, abuelos y tíos
que nos hacen la
comida
También por los
médicos que nos curan la garganta.
5º T.O.
Monición de entrada.-
Cuando Jesús vivía hablaba
y curaba a las personas. Ahora nos habla en las lecturas y nos cura el corazón
con la comunión.
Por eso vamos a
abrirle la puerta del corazón para que entre, nos hable y nos dé un beso.
Señor, ten piedad.-
Tú que curabas a
las personas enfermas. Señor, ten piedad.
Tú que perdonabas a
las personas que hacían cosas malas.
Cristo, ten piedad.
Tú que hablabas a
las personas que estaban tristes. Señor,
ten piedad.
Entrega de la luz.-
Monición.-
Hace unas semanas
nos acordamos de nuestro bautismo. Así contestamos a las preguntas del
sacerdote.
Y hoy nos va a dar
una vela. Esta igual que el día del bautismo fue encendida del cirio pascual.
Entonces se la dio
a nuestros padrinos. Ahora que somos mayores nos la da a nosotros.
Peticiones.-
Para que el papa
Francisco siga ayudándonos. Te lo pedimos Señor.
Para que la iglesia
siga ayudando a los que están tristes. Te lo pedimos Señor.
Para que nos ayudes
a rezar. Te lo pedimos Señor.
Para que siempre
tengamos un rato estar con los mayores. Te lo pedimos Señor.
Oración de los Siete Domingos de San José.
San José hoy
empezamos los siete domingos antes de tu fiesta.
Hoy nos acordamos
de cuando tu novia María te dijo que iba a tener un niño.
Tú al principio no
te lo creíste, pero una noche mientras dormías un ángel te dijo que era Jesús
el niño.
Además te ofrecemos
este domingo por los sacerdotes, especialmente los que les cuesta serlo.
Virgen de Lourdes
Monición de entrada.-
Buenos días.-
Hoy es la fiesta de
la Virgen de Lourdes.
Así nos acordamos
cuando la virgen María se apareció a una niña.
Además hoy es el
día de las personas enfermas.
Así esta misa vamos
a tener en nuestro corazón a la virgen María, las personas que viven en países
pobres y las que están malas.
Señor, ten piedad.-
Tú que escuchas a
tu madre María. Señor, ten piedad.
Tú que das comida a
los que no tienen. Cristo, ten piedad.
Tú que cuidas de
las personas que están en cama. Señor,
ten piedad.
Peticiones.-
Para que el papa
Francisco y la Iglesia para que sigan cuidando de las iglesias pobres. Te lo
pedimos Señor.
Por las personas
que van a Francia a ver a la virgen, para que tu madre les ayude. Te lo pedimos Señor.
Por los niños y
mayores que están en los hospitales o enfermos en sus casas, para que se curen.
Te lo pedimos Señor.
Por nosotros, para
que hagamos muy felices con nuestras palabras a los abuelos y los que en
nuestra casa estén enfermos. Te lo
pedimos Señor.
Siete Domingos de San José.
San José, hoy es el
segundo domingo de san José.
Y nos acordamos de
cuando nació Jesús. Y lo hizo en una cueva, porque no os habían dejado sitio en
la posa.
Tú estabas triste.
Pero después te pusiste muy contento porque fueron los ángeles y los pastores a
estar con vosotros.
Te pedimos en este
domingo por las personas que están enfermas, para que también tengan amigos que
estén con ellos.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española.
BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Nuevo
Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González.
BAC. Madrid. 2017.
Biblia
Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.
Catecismo
de la Iglesia Católica. Nueva Edición. Asociación
de Editores del Catecismo. Barcelona 2020.
La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia.
Ciudad Nueva. Madrid. 2006.
Pío de Luis,
OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las
lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.
San Juan de
Ávila. Obras Completas I. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid.
2015.
San Juan de Ávila. Obras
Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores.
BAC. Madrid. 2013.
San
Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid. 2015.
San
Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.
https://www.servicioskoinonia.org/romero/homilias/B/#IRA
[1] Orvallo: en Asturias,
Galicia y León, llovizna. www.rae.es
[2] Sátiro: ser de la
mitología romana, campestre con aspecto de hombre barbado con patas y orejas
cabrunas y cola de caballo o de chivo.
[3] Instrumento diseñado
para tomar decisiones sobre la base de una pregunta concreta, susceptible de
ser respondida por un sí o por un no. www.wikipedia.org
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