Lectura del primer libro del Eclesiástico 27,
4-7.
Cuando se agita la criba, quedan los desechos; así, cuando la
persona habla, se descubren sus defectos. el horno prueba las vasijas del
alfarero, y la persona es probada en la conversación. El fruto revela el
cultivo del árbol, así la palabra revela el corazón de la persona. No elogiéis
a nadie antes de oírlo hablar, porque ahí es donde se prueba una persona.
Textos
paralelos.
El fruto demuestra el cultivo del árbol.
Mt 7, 16:
Por sus frutos los reconoceréis. ¿Se cosechan uvas de las zarzas o higos de los
cardos?
Salmo
responsorial
Salmo 92 (91), 2-3.13-14.15-16 (R.:
cf. 2a).
Es
bueno darte gracias, Señor. R/.
Es
bueno dar gracias al Señor
y
tocar para su nombre, oh Altísimo;
proclamar
por la mañana tu misericordia
y
de noche tu fidelidad. R/.
El
justo crecerá como una palmera,
se
alzará como un cedro del Líbano:
plantado
en la casa del Señor,
crecerá
en los atrios de nuestro Dios. R/.
En
la vejez seguirá dando fruto
y
estará lozano y frondoso,
para
proclamar que el Señor es justo,
mi
Roca, en quien no existe la maldad. R/.
Textos
paralelos.
Es bueno dar gracias a Yahvé.
Sal 33, 1-3: Alabad, justos, al Señor, que la alabanza es cosa de
hombres rectos. Dad gracias al Señor con la cítara, tañed para él el arpa de
diez cuerdas. Cantadle un cántico nuevo acompañad los vítores con bordones.
El justo florece como la palma.
Sal 1, 3: Será como un árbol plantado junto a acequies, que
da fruto en su sazón y su follaje no se marchita. Cuanto hace prospera.
Plantados en la Casa de Yahvé.
Sal 52, 10: Pero yo, como
verde olivo en la casa de Dios, he confiado en la lealtad de Dios por siempre
jamás.
Roca mía, en quien no hay falsedad.
Dt 32, 4: Él es la Roca, sus obras son perfectas, sus caminos son
justos; es un Dios fiel, sin maldad, es justo y recto.
Notas
exegéticas.
92 Himno didáctico que desarrolla la
doctrina tradicional de los Sabios: suerte feliz de los justos y ruina de los
malvados.
Segunda
lectura.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 54-58.
Hermanos:
Cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se
vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: “La
muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria?
¿Dónde está, muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado, y la
fuerza del pecado, la ley. ¡Gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de
nuestro Señor Jesucristo! De modo que, hermanos míos queridos, manteneos firmes
e inconmovibles. Entregaos siempre sin reservas a la obra del Señor,
convencidos de que vuestro esfuerzo no será vano en el Señor.
Textos
paralelos.
La muerte ha sido devorada por la victoria.
Is 25, 8: Y aniquilará la
muerte para siempre. El Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros y
alejará de la tierra entera el oprobio de su pueblo – lo ha dicho el Señor –.
¿Dónde está, oh muerte,
tu victoria?
Os 13, 14: ¿Los libraré del
poder del Abismo, los rescataré de la Muerte? ¡Qué plagas las tuyas, oh Muerte,
qué pestes las del Abismo! El consuelo se aparta de mi vista.
Ap 20, 14: Muerte y Hades
fueron arrojados al foso de fuego (esta es la muerte segunda, el foso de
fuego).
La fuerza del pecado, la
Ley.
Hb 6, 1: Por eso dejemos lo
elemental de la doctrina y nos ocuparemos de lo maduro. No vamos a echar otra
vez los cimientos, o sea: el arrepentimiento de las obras muertas, la fe en
Dios.
Rm 7, 7: ¿Qué concluimos?, ¿qué
la ley es pecado? ¡De ningún modo! Solo que el pecado lo llegué a conocer sólo
por la ley. No sabría de la codicia si la ley no dijera: No codiciarás.
La victoria por nuestro
Señor Jesucristo.
Jn 16, 33: Os he dicho esto
para que gracias a mí tengáis paz. En el mundo pasaréis aflicción: pero tened
ánimo, que yo he vencido al mundo.
Notas
exegéticas.
15 54 (a) Om.: “Y cuando este ser
corruptible se revista de incorruptibilidad”.
15 54 (b) Citado libremente.
15 56 Fórmula concentrada que anuncia
ya la explicitación de Rm 5-8.
15 58 Este v. enlaza la exposición
precedente con 15, 14, comienzo de la instrucción. La certeza de la victoria da
al creyente fuerzas para perseverar. Para Pablo, no puede haber fe sin vida en
progreso.
Evangelio.
X Lectura
del santo evangelio según san Lucas 6, 39-45.
En aquel tiempo,
dijo Jesús a los discípulos una parábola:
-¿Acaso puede un
ciego guiar a otro ciego? ¿no caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo
sobre su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y
no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano:
“Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que
llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces
verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano. Pues no hay árbol bueno
que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se
conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian
racimos de los espinos. El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón
saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que
rebosa el corazón habla la boca.
Textos
paralelos.
Les añadió una
parábola.
Mt 15, 14: Dejadlos:
son ciegos y guías de ciegos. Y, si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán
en un hoyo.
No está el discípulo
por encima del maestro.
Mt 10, 24-25: No
está el discípulo por encima del maestro ni el siervo por encima del amo. Al
discípulo le basta ser como su maestro y al siervo como su amo. Si al amo de la
casa lo han llamado Belcebú, cuánto más a sus empleados.
Jn 13, 16: Os
aseguro que el esclavo no es más que el amo, ni el enviado más que el que lo
envía.
Jn 15, 20: Recordad
lo que os dije: Un siervo no es más que su amo. Si a mí me han perseguido, a
vosotros os perseguirán; si cumplieron mi palabra, cumplirán la vuestra.
Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.
6 39
Lc
aplica a los discípulos lo que Mt 15, 14 decía de los fariseos. Idéntica
observación para los vv. 43-45.
6 42
(a) E.d. persona de “juicio pervertido”. El término hypocrites,
que solo reaparecerá en 12, 56 y 13, 15, tiene en el uso bíblico un sentido más
amplio que el “hipócrita” de nuestro vocabulario habitual. Si algunas veces
denota el disimulo consciente (Mt 22, 18), otras indica el desacuerdo entre la
conducta exterior y el pensamiento profundo (Mt 15, 7; 23, 25-27) o, como aquí,
la falsedad, consciente o no. Con frecuencia designa al impío, al perverso.
6 42
(b) O:
“y entonces verás de sacar”.
6 45
Este
último v. aplica la palabra humana a la parábola precedente del árbol y su
fruto, como Mt 12, 34, al tiempo que Mt 7, 16-20 utiliza la misma imagen para
decir que la persona es juzgada por sus actos, lo cual responde mejor al
contexto (Pero Mt 7, 15-23 restringe la moraleja al discernimiento de los
falsos profetas).
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión
crítica.
6 39 UNA COMPARACIÓN: una
parábola.
6 42 LA PAJA QUE (TIENES)
EN EL OJO: lit. la paja en el ojo de ti.
6 44 CADA ÁRBOL: o quizá uno
y otro árbol, e.d., tanto el árbol bueno como el árbol malo.
6 45
DEL
MAL (TESORO) SACA LO MALO: lit. de lo malo saca lo malo. // DE LA
SOBREABUNDANCIA DE(L) CORAZÓN HABLA LA BOCA: frase proverbial, que vale también
para el mismo Jesús: sus palabras revelan su corazón: “Stude… cotidie
creatioris tui verba meditare; sisce cor Dei in verbis Dei”, aconsejaba
san Gregorio Magno en el año 595 a Teodoro, médico del emperador (“Aplícate…
diariamente a meditar las palabras de tu Creador; descubre el corazón de
Dios en las palabras de Dios”).
Notas
exegéticas de la Biblia Didajé.
6,
39-49 Nuevamente Cristo enseña la necesidad de humildad y caridad verdadera
como fuente de inspiración de nuestros actos externos. Debemos guardar la ley y
los mandamientos con espíritu de fe, esperanza y amor. Nuestros actos externos
deben ser un desbordamiento de nuestro amor a Dios y al prójimo. Cat. 1833,
2000.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
1833
La
virtud es una disposición habitual y firme para hacer el bien.
2000
La
gracia santificante es un don habitual, una disposición estable y sobrenatural
que perfecciona al alma para hacerla capaz de vivir con Dios, de obrar por su
amor. Se debe distinguir entre la gracia habitual, disposición
permanente para vivir y obrar según la vocación divina, y las gracias
actuales, que están en el origen de la conversión o en el curso de la obra
de la santificación.
Notas exegéticas Biblia del Peregrino
6, 39 Dirigida aquí a los discípulos
muestra que el farisaísmo es actitud típica que también se puede dar en la
comunidad.
Concilio Vaticano II.
Toda vida humana,
singular o colectiva, aparece como una lucha, ciertamente dramática, entre el
bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. Además, el hombre se encuentra
hasta tal punto incapaz de vencer eficazmente por sí mismo los ataques del mal,
que cada uno se siente como atado con cadenas. Pero el mismo Señor vino para
liberar y fortalecer al hombre, renovándolo interiormente y arrojando fuera al
príncipe de este mundo, que lo retenía de la esclavitud del pecado. Pues el
pecado disminuye al hombre impidiéndole la consecución de su propia plenitud.
A la luz de esta
Revelación, tanto la sublime vocación como la profunda miseria que los hombres
experimentan encuentran su razón última.
Constitución Gaudium
et spes, 13.
Comentarios de los Santos Padres.
Nos ha enseñado que el juzgar a los demás es muy
malo, peligroso y causa de nuestra última condenación, pues había dicho: “No
juzguéis y no seréis condenados”, y así nos persuade con los necesarios
argumentos para que no pretendamos juzgar a los demás, para que cuidemos
nuestros corazones y procuremos alejar las pasiones que se encierran en ellos,
es decir las enfermedades, y tendamos hacia Dios. En verdad, Él es el que cura
a los contritos de corazón y libera nuestra alma de las enfermedades.
Cirilo de Alejandría, Comentario al Ev. de Lucas,
6, 33. III, pg. 173-174.
El “árbol bueno” es el Espíritu Santo, mientras que
el “árbol malo” es el diablo y sus secuaces. Quien tiene el Espíritu Santo
manifiesta los frutos del Espíritu, que el Apóstol describe, diciendo: “Los
frutos del Espíritu Santo son: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad,
bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza”. Quien posee el poder contrario
produce cardos y espinas, frutos de las pasiones del deshonor.
Orígenes, Fragmentos sobre el Ev. de Lucas, 112.
III, pg. 174.
Lo que acude a la mente y al corazón salta mediante
la palabra que corre hacia la boca. El hombre virtuoso habla de lo que conviene
a su modo de ser; el que es perverso y malvado arroja por la boca la impureza
que hay en su interior.
Cirilo de Alejandría, Comentario al Ev. de Lucas,
6, 42. III, pg. 174.
Llama árboles a los hombres y sus obras las denomina
fruto. ¿Queréis saber cuáles son los árboles malos y cuáles los malos frutos?
Nos lo enseña el apóstol cuando dice: “Son claras las obras de la carne:
fornicación, impureza, lujuria, idolatría, hechicerías, enemistades,
enfrentamientos, envidias, ira, riñas, disensiones, homicidios, borracheras,
comilonas y cosas semejantes a estas “ (Ga 5, 1-19). ¿Queréis oír si los
árboles que dan tales frutos pertenecen al templo celeste del rey eterno? El
Apóstol añade: “Sobre ellas os prevengo, como ya os he dicho, que los que hacen
tales obras no heredarán el Reino de Dios” (Ga 5, 21). A continuación enumera
los frutos del Espíritu son: caridad, gozo, paz, paciencia, bondad, benignidad,
fe, mansedumbre, continencia (Ga 5, 22-23).
Beda, Homilías sobre los Evangelios, 2, 25.
III, pg. 174.
San Agustín
Mira de dónde coges el fruto: allí está el sarmiento. Dirige tu mirada al
sarmiento y advierte que pertenece a la vid, que brota de la vid, que crece
desde la vid, pero que va a parar en medio de las zarzas. ¿Acaso la vid debe
retirar sus sarmientos? De idéntica manera, la doctrina de Cristo, al crecer y
desarrollarse, se mezcló con árboles buenos y con zarzas malas. Tú observa de
dónde procede el fruto, de dónde trae su origen lo que te alimenta y de dónde
lo que te punza. A los ojos están mezcladas ambas cosas, pero la raíz las
separa.
Sermón
340 A, 10. II, pg. 874-875.
San Juan de Ávila
¿Qué cosa puede ser más abominable que querer misericordia en sus
yerros, y venganza contra los ajenos? ¿Querer que todos le sufran con mucha
paciencia, pareciéndole sus yerros pequeños, y no querer él sufrir a nadie,
haciendo de la pequeña mota del ajeno defecto una gran viga? Hombre que quiere
que todos miren por él y le consuelen (cf. Lc 6, 41), y él ser desabrido y
descuidado con los otros, no merece llamarse hombre, pues no mira a los hombres
con ojos humanos, que deben ser piadosos.
Audi, filia (II), 94, 2. OC I, pg. 741-742.
La honra de los ministros de Cristo es seguir a su Señor, no solo en lo
interior, sino también en lo exterior; para que así como (Él), viviendo en el
mundo, fue un ejemplo que había otra vida muy más excelente, la cual se había
de desear y ganar con el desprecio de esta, así ellos fuesen luz del mundo y
sal de la tierra (Mt 5, 13-14), que diesen a entender que su reino no es de
este mundo, y que con su ejemplo moviesen al pueblo flaco a despreciar las
cosas de acá. Porque si en los ministros de Cristo reinan estas vanidades, ¿en
qué parará la miserable gente común, pues su luz se les ha apagado y su sal
perdido? ¿Qué se espera de los maestros y guías de la humildad y de la
templanza tomados en maestros de lo contrario, sino que, yendo ciegos tras
ciegos, caigan todos en la hoya?
Reformación del estado eclesiástico. OC II, pg. 500.
Esta es la senda por donde fue Cristo, que Él llama estrecha; empero
lleva a la vida (Mt 7, 14); y nos dejó esta enseñanza, que si queríamos ir
donde está Él, que fuésemos por el camino por donde fue Él; porque no es razón
que, yendo el Hijo de Dios por camino de deshonras, vayan los hijos de los
hombres por caminos de honras, pues que no es mayor el discípulo que el maestro, ni el esclavo que
el Señor (Lc
6, 40).
A uno de sus devotos, afligidos por una persecución. OC IV, pg.
268-269.
No piense alcanzar perdón quien no ha perdón. Desgracia hallará el
desgraciado, y pesadumbre el pesado, e injuria el que ha injuriado, y caridad
el caritativo; porque sembrar espinas en el prójimo y querer coger de Dios
higos (cf. Lc 6, 44), no es razón.
A un señor de estos reinos. OC IV, pg. 91.
¿Qué queréis, que os conozca por sus caballeros, pues anduvisteis
peleando en el real de sus enemigos, y, manteniéndoos Él de sus bienes y
dándoos la misma vida que vivís, obedecisteis a las mismas leyes de su capital
enemigo y aborrecisteis las suyas? ¿Qué queréis, que os pague Dios lo que no le
servistes? ¿En qué razón cabe servir a uno y pedir la paga a otro? ¿Cómo
ofender a uno y irle a pedir paga con leal servidor? No nos engañemos, ¡oh
hombres, en esto que no cogerá cada uno sino lo que sembró: Quien en carne
siembra, corrupción cogerá; y quien vida quiere coger, siembre en espíritu. Que
no nacen de espinas uvas, ni de los abrojos higos (cf. Lc 6, 44).
A un caballero. OC IV, pg. 313.
San Oscar Romero.
El Padre Rutilio, quizá por eso Dios lo escogió para este
martirio, porque los que le conocimos, los que lo conocieron, saben que jamás
de sus labios salió un llamado a la violencia, al odio, a la venganza. Murió
amando, y sin duda que cuando sintió primeros impactos que le traían la muerte,
pudo decir como Cristo también: "Perdónalos, Padre, no saben, no han
comprendido mi mensaje de amor".
Homilía en la misa exequial del beato padre Rutilio Grande, 14 marzo 1977.
Francisco. Angelus. 3 de marzo de
2019.
Queridos hermanos y hermanas,, ¡buenos días!
El pasaje del Evangelio de hoy presenta parábolas
breves, con las cuales Jesús quiere señalar a sus discípulos el camino a
seguir para vivir sabiamente. Con la pregunta: «¿Podrá un ciego guiar a
otro ciego?» (Lc 6, 39), quiere subrayar que un guía no puede ser ciego,
sino que debe ver bien, es decir, debe poseer la sabiduría para guiar con
sabiduría, de lo contrario corre el peligro de perjudicar a las personas
que dependen de él. Así, Jesús llama la atención de aquellos que tienen
responsabilidades educativas o de mando: los pastores de almas, las
autoridades públicas, los legisladores, los maestros, los padres, exhortándoles
a que sean conscientes de su delicado papel y a discernir siempre el camino
acertado para conducir a las personas.
Y Jesús toma prestada una expresión sapiencial para
indicarse como modelo de maestro y guía a seguir: «No está el discípulo por
encima del maestro. Todo el que esté bien formado será como su maestro» (v.
40). Es una invitación a seguir su ejemplo y su enseñanza para ser guías
seguros y sabios. Y esta enseñanza está encerrada, sobre todo, en el Sermón
de la Montaña, que desde hace tres domingos la liturgia nos propone en el
Evangelio, indicando la actitud de mansedumbre y de misericordia para ser
personas sinceras, humildes y justas. En el pasaje de hoy encontramos otra
frase significativa, que nos exhorta a no ser presuntuosos e hipócritas. Dice
así: «¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas
en la viga que hay en tu propio ojo?» (v. 41). Muchas veces, lo sabemos, es más
fácil o más cómodo percibir y condenar los defectos y los pecados de los demás,
sin darnos cuenta de los nuestros con la misma claridad. Siempre escondemos
nuestros defectos, también a nosotros mismos; en cambio, es fácil ver los
defectos de los demás. La tentación es ser indulgente con uno mismo ―manga
ancha con uno mismo― y duro con los demás. Siempre es útil ayudar a otros
con consejos sabios, pero mientras observamos y corregimos los defectos de
nuestro prójimo, también debemos ser conscientes de que tenemos defectos.
Si creo que no los tengo, no puedo condenar o corregir a los demás. Todos
tenemos defectos: todos. Debemos ser conscientes de ello y, antes de condenar a
los otros, mirar dentro de nosotros mismos. Así, podemos actuar de manera
creíble, con humildad, dando testimonio de la caridad.
¿Cómo podemos entender si nuestro ojo está libre o
si está obstaculizado por una viga? De nuevo es Jesús quien nos lo dice: «No
hay árbol bueno que dé fruto malo, y, a la inversa, no hay árbol malo que dé
fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto» (vv.43-44). El fruto son las
acciones, pero también las palabras. La calidad del árbol también se conoce de
las palabras. Efectivamente, quien es bueno saca de su corazón y de su boca el
bien y quien es malo saca el mal, practicando el ejercicio más dañino entre
nosotros, que es la murmuración, el chismorreo, hablar mal de los demás. Esto
destruye; destruye la familia, destruye la escuela, destruye el lugar de
trabajo, destruye el vecindario. Por la lengua empiezan las guerras.
Pensemos un poco en esta enseñanza de Jesús y preguntémonos: ¿Hablo mal de los
demás? ¿Trato siempre de ensuciar a los demás? ¿Es más fácil para mí ver los
defectos de otras personas que los míos? Y tratemos de corregirnos al menos un
poco: nos hará bien a todos.
Invoquemos el apoyo y la intercesión de María para
seguir al Señor en este camino.
Francisco. Angelus. 27 de febrero
de 2022
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el Evangelio de la liturgia de hoy, Jesús nos
invita a reflexionar sobre nuestra mirada y sobre nuestro hablar. Mirada y
hablar.
Ante todo, nuestra mirada. El riesgo que corremos,
dice el Señor, es el de concentrarnos en mirar la brizna de paja en el ojo del
hermano sin darnos cuenta de la viga que hay en el nuestro (cfr. Lc 6,41). En
otras palabras, estamos muy atentos a los defectos de los demás, incluso a los
que son pequeños como una brizna de paja, e ignoramos serenamente los nuestros
otorgándoles poco peso. Es verdad lo que dice Jesús: encontramos siempre
motivos para culpabilizar a los demás y justificarnos a nosotros mismos. Y muchas
veces nos quejamos de las cosas que no funcionan en nuestra sociedad, en la
Iglesia, en el mundo, sin cuestionarnos antes a nosotros mismos y sin
comprometernos en primer lugar a cambiar —todo cambio fecundo, positivo,
debe comenzar por nosotros mismos; de lo contrario, no habrá cambio—. Pero
Jesús explica que haciendo esto nuestra mirada es ciega. Y si estamos ciegos no
podemos pretender ser guías y maestros para los demás: de hecho, un ciego no
puede guiar a otro ciego, dice el Señor (cfr. v. 39).
Queridos hermanos y hermanas, el Señor nos
invita a limpiar nuestra mirada. En primer lugar, nos pide que miremos nuestro
interior para reconocer nuestras miserias. Porque si no somos capaces de
ver nuestros defectos, tenderemos siempre a exagerar los de los demás. En
cambio, si reconocemos nuestros errores y nuestras miserias, se abre para
nosotros la puerta de la misericordia. Y, después de que hayamos mirado
nuestro interior, Jesús nos invita a mirar a los demás como lo hace Él —este
es el secreto: mirar a los demás como lo hace Él—, que no ve antes que nada
el mal sino el bien. Dios nos mira así: no ve en nosotros errores
irremediables, sino que ve hijos que se equivocan. El punto de vista
cambia: no se concentra en los errores, sino en los hijos que se equivocan.
Dios distingue siempre la persona de sus errores. Salva siempre la persona.
Cree siempre en la persona y está siempre dispuesto a perdonar los errores.
Sabemos que Dios perdona siempre. Y nos invita a hacer lo mismo: a no buscar en
los demás el mal, sino el bien.
Después de la mirada, Jesús nos invita hoy a
reflexionar sobre nuestro modo de hablar. El Señor explica que «de la
abundancia del corazón habla su boca» (v. 45). Es verdad, por el modo de hablar
de alguien enseguida te das cuenta de lo que tiene en su corazón. Las
palabras que usamos dicen la persona que somos. Sin embargo, a veces
prestamos poca atención a nuestras palabras y las empleamos de modo
superficial. Pero las palabras tienen un peso: nos permiten expresar
pensamientos y sentimientos, dar voz a los miedos que sentimos y a los
proyectos que queremos realizar, bendecir a Dios y a los demás.
Lamentablemente, con la lengua también potemos alimentar los prejuicios, alzar
barreras, agredir e incluso destruir; con la lengua podemos destruir a los
hermanos: ¡las murmuraciones hieren y la calumnia puede ser más cortante que un
cuchillo! Hoy en día, especialmente en el mundo digital, las palabras
corren veloces; pero demasiadas vehiculan rabia y agresividad, alimentan
noticias falsas y aprovechan los miedos colectivos para propagar ideas
distorsionadas. Un diplomático, que fue Secretario General de las Naciones
Unidas y ganó el premio Nobel de la Paz, dijo que “abusar de la palabra
equivale a despreciar al ser humano” (D. Hammarskjöld, Marcas en el camino, Magnano
BI 1992, 131).
Preguntémonos entonces qué tipo de palabras
utilizamos: ¿palabras que expresan atención, respeto, comprensión, cercanía,
compasión? ¿o más bien palabras cuya finalidad principal es hacernos quedar
bien ante los demás? Y, además, ¿hablamos con mansedumbre o contaminamos el
mundo esparciendo venenos: criticando, lamentándonos, alimentando la
agresividad difusa?
Que la Virgen María, cuya humildad miró Dios, la
Virgen del silencio a quien ahora rezamos, nos ayude a purificar nuestra mirada
y nuestro modo de hablar.
Francisco. Audiencia
general (19-02-25). Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra
esperanza. I. La infancia de Jesús. 6. «...vieron al niño ..., postrándose, le
adoraron » (Mt 2,11). La visita de los Magos al Rey recién nacido
Queridos hermanos y hermanas:
En los Evangelios de la infancia de Jesús hay un
episodio que es propio de la narración de Mateo: la visita de los Magos.
Atraídos por la aparición de una estrella, que en muchas culturas es presagio
del nacimiento de personas excepcionales, algunos sabios se ponen en camino
desde Oriente, sin saber exactamente la meta de su viaje. Se trata de los
Magos, personas que no pertenecen al pueblo de la alianza. La última vez
hablamos de los pastores de Belén, marginados en la sociedad judía porque se
les consideraba «impuros»; hoy nos encontramos con otra categoría, los
extranjeros, que llegan inmediatamente para rendir homenaje al Hijo de Dios que
ha entrado en la historia con una realeza completamente nueva. Los Evangelios
nos dicen claramente que los pobres y los extranjeros están invitados a
encontrarse con el Dios hecho niño, el Salvador del mundo.
Los Reyes Magos fueron considerados como
representantes tanto de las razas primigenias, engendradas por los tres hijos
de Noé, como de los tres continentes conocidos en la antigüedad -Asia, África y
Europa-, y de las tres etapas de la vida humana -juventud, madurez y vejez-. Más
allá de cualquier interpretación posible, son hombres que no se quedan quietos,
sino que, como los grandes llamados de la historia bíblica, sienten la
invitación a moverse, a ponerse en camino. Son hombres que saben mirar más allá
de sí mismos, saben mirar hacia lo alto.
La atracción por la estrella que apareció en el
cielo los pone en marcha hacia la tierra de Judá, hasta Jerusalén, donde se
encuentran con el rey Herodes. Su ingenuidad y su confianza al pedir
información sobre el recién nacido rey de los judíos chocan con la astucia de
Herodes, quien, agitado por el miedo de perder el trono, inmediatamente trata
de ver claro, contactando a los escribas y pidiéndoles que investiguen.
De este modo, el poder del gobernante terreno
muestra toda su debilidad. Los expertos conocen las Escrituras e informan al
rey del lugar donde, según la profecía de Miqueas, nacería el jefe y pastor del
pueblo de Israel (Mi 5,1): ¡la pequeña Belén y no la gran Jerusalén! De hecho,
como recuerda Pablo a los corintios, «lo que para el mundo es débil, Dios lo ha
escogido para confundir a los fuertes» (1 Cor 1,27).
Los escribas saben indicar exactamente dónde ha
nacido el Mesías, señalan el camino a los demás, ¡pero ellos mismos no se
mueven! De hecho, no basta con conocer los textos proféticos para sintonizar
con las frecuencias divinas; hay que dejarse "excavar por dentro" y
permitir que la Palabra de Dios reavive el anhelo de búsqueda, encienda el
deseo de ver a Dios.
En este punto, Herodes, a escondidas, como actúan
los engañadores y los violentos, pregunta a los Magos por el momento preciso de
la aparición de la estrella, y los incita a continuar el viaje para luego
regresar a darle noticias, a fin de que él también pueda ir a adorar al recién
nacido. ¡Para quien está apegado al poder, Jesús no es la esperanza que hay que
acoger, sino una amenaza que hay que eliminar!
Cuando los Magos parten, la estrella reaparece y
los guía hasta Jesús, señal de que la creación y la palabra profética
representan el alfabeto con el que Dios habla y se deja encontrar. La
visión de la estrella suscita en aquellos hombres una alegría incontenible,
porque el Espíritu Santo, que mueve el corazón de quien busca a Dios con
sinceridad, también lo llena de alegría. Al entrar en la casa, los Magos se
postran, adoran a Jesús y le ofrecen regalos preciosos, dignos de un rey,
dignos de Dios. ¿Por qué? ¿Qué ven? Un antiguo autor escribe: ven «un pequeño
cuerpo humilde que el Verbo ha asumido; pero no se les esconde la gloria de la
divinidad. Se ve a un niño pequeño; pero ellos adoran a Dios» (Cromacio
de Aquileya, Comentario al Evangelio de Mateo 5,1). Los Magos se convierten
así en los primeros creyentes entre todos los paganos, imagen de la Iglesia
reunida de todas las lenguas y naciones.
Queridos hermanos y hermanas, aprendamos nosotros
también de los Magos, de estos «peregrinos de la esperanza» que, con gran
valentía, dirigieron sus pasos, sus corazones y sus bienes hacia Aquel que es
la esperanza no solo de Israel, sino de todos los pueblos. Aprendamos a adorar
a Dios en su pequeñez, en su realeza que no oprime, sino que nos libera y nos
hace capaces de servir con dignidad. Y ofrezcámosle los dones más hermosos,
para expresarle nuestra fe y nuestro amor.
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA
CUARESMA 2025. Caminemos juntos en la esperanza.
Queridos
hermanos y hermanas:
Con
el signo penitencial de las cenizas en la cabeza, iniciamos la peregrinación
anual de la santa cuaresma, en la fe y en la esperanza. La Iglesia, madre y
maestra, nos invita a preparar nuestros corazones y a abrirnos a la gracia de
Dios para poder celebrar con gran alegría el triunfo pascual de Cristo, el
Señor, sobre el pecado y la muerte, como exclamaba san Pablo: «La muerte ha
sido vencida. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón?» ( 1 Co
15,54-55). Jesucristo, muerto y resucitado es, en efecto, el centro de nuestra
fe y el garante de nuestra esperanza en la gran promesa del Padre: la vida
eterna, que ya realizó en Él, su Hijo amado (cf. Jn 10,28; 17,3) [1].
En
esta cuaresma, enriquecida por la gracia del Año jubilar, deseo ofrecerles
algunas reflexiones sobre lo que significa caminar juntos en la esperanza y
descubrir las llamadas a la conversión que la misericordia de Dios nos dirige a
todos, de manera personal y comunitaria.
Antes
que nada, caminar. El lema del Jubileo, “Peregrinos de esperanza”, evoca el
largo viaje del pueblo de Israel hacia la tierra prometida, narrado en el
libro del Éxodo; el difícil camino desde la esclavitud a la libertad, querido y
guiado por el Señor, que ama a su pueblo y siempre le permanece fiel. No
podemos recordar el éxodo bíblico sin pensar en tantos hermanos y hermanas que
hoy huyen de situaciones de miseria y de violencia, buscando una vida mejor
para ellos y sus seres queridos. Surge aquí una primera llamada a la
conversión, porque todos somos peregrinos en la vida. Cada uno puede
preguntarse: ¿cómo me dejo interpelar por esta condición? ¿Estoy realmente
en camino o un poco paralizado, estático, con miedo y falta de esperanza; o
satisfecho en mi zona de confort? ¿Busco caminos de liberación de las
situaciones de pecado y falta de dignidad? Sería un buen ejercicio
cuaresmal confrontarse con la realidad concreta de algún inmigrante o
peregrino, dejando que nos interpele, para descubrir lo que Dios nos pide, para
ser mejores caminantes hacia la casa del Padre. Este es un buen “examen” para el
viandante.
En
segundo lugar, hagamos este viaje juntos. La vocación de la Iglesia es
caminar juntos, ser sinodales [2]. Los cristianos están llamados a hacer
camino juntos, nunca como viajeros solitarios. El Espíritu Santo nos
impulsa a salir de nosotros mismos para ir hacia Dios y hacia los hermanos, y
nunca a encerrarnos en nosotros mismos [3]. Caminar juntos significa ser
artesanos de unidad, partiendo de la dignidad común de hijos de Dios (cf.
Ga 3,26-28); significa caminar codo a codo, sin pisotear o dominar al otro,
sin albergar envidia o hipocresía, sin dejar que nadie se quede atrás o se
sienta excluido. Vamos en la misma dirección, hacia la misma meta,
escuchándonos los unos a los otros con amor y paciencia.
En
esta cuaresma, Dios nos pide que comprobemos si en nuestra vida, en nuestras familias, en los lugares donde
trabajamos, en las comunidades parroquiales o religiosas, somos capaces de
caminar con los demás, de escuchar, de vencer la tentación de
encerrarnos en nuestra autorreferencialidad, ocupándonos solamente de nuestras
necesidades. Preguntémonos ante el Señor si somos capaces de trabajar
juntos como obispos, presbíteros, consagrados y laicos, al servicio del Reino
de Dios; si tenemos una actitud de acogida, con gestos concretos, hacia las
personas que se acercan a nosotros y a cuantos están lejos; si hacemos que
la gente se sienta parte de la comunidad o si la marginamos [4]. Esta es
una segunda llamada: la conversión a la sinodalidad.
En
tercer lugar, recorramos este camino juntos en la esperanza de una promesa.
La esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5), mensaje central del Jubileo [5], sea
para nosotros el horizonte del camino cuaresmal hacia la victoria pascual. Como
nos enseñó el Papa Benedicto XVI en la Encíclica Spe salvi, «el ser humano
necesita un amor incondicionado. Necesita esa certeza que le hace decir:
“Ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni
potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del
amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro” ( Rm 8,38-39)» [6].
Jesús, nuestro amor y nuestra esperanza, ha resucitado [7], y vive y reina
glorioso. La muerte ha sido transformada en victoria y en esto radica la fe y
la esperanza de los cristianos, en la resurrección de Cristo.
Esta
es, por tanto, la tercera llamada a la conversión: la de la esperanza, la de la
confianza en Dios y en su gran promesa, la vida eterna. Debemos preguntarnos: ¿poseo
la convicción de que Dios perdona mis pecados, o me comporto como si pudiera
salvarme solo? ¿Anhelo la salvación e invoco la ayuda de Dios para recibirla?
¿Vivo concretamente la esperanza que me ayuda a leer los acontecimientos de la
historia y me impulsa al compromiso por la justicia, la fraternidad y el
cuidado de la casa común, actuando de manera que nadie quede atrás?
Hermanas
y hermanos, gracias al amor de Dios en Jesucristo estamos protegidos por la
esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5). La esperanza es “el ancla del alma”,
segura y firme [8]. En ella la Iglesia suplica para que «todos se salven» ( 1
Tm 2,4) y espera estar un día en la gloria del cielo unida a Cristo, su esposo.
Así se expresaba santa Teresa de Jesús: «Espera, espera, que no sabes cuándo
vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad,
aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve largo» (
Exclamaciones del alma a Dios, 15, 3) [9].
Que
la Virgen María, Madre de la Esperanza, interceda por nosotros y nos acompañe
en el camino cuaresmal.
Roma,
San Juan de Letrán, 6 de febrero de 2025, memoria de los santos Pablo Miki y
compañeros, mártires.
MIÉRCOLES DE CENIZA.
Monición
de entrada:
Hoy empezamos la cuaresma. Esta palabra quiere decir
cuarenta días para el día de pascua.
En estos días
vamos a dejar que Jesús nos ayude a ser buenos..
Y desde hoy el color del vestido del sacerdote es
morado.
Señor,
ten piedad:
Tú que ayudas a rezar. Señor, ten piedad.
Tú que ayudas a ayunar. Cristo, ten piedad.
Tú que ayudas a dar limosna. Señor, ten piedad.
Monición
imposición de la ceniza:
El sacerdote va a bendecir la ceniza que está hecha
de las ramas encendidas.
Al ponerlas sobre nuestra cabeza agachándola le
decimos a Jesús que sí, queremos ser mejores en estos días.
Peticiones.-
Por la iglesia que hoy empieza la cuaresma, para que
en estos días escuche mucho a Dios. Te lo pedimos Señor.
Por los países que están en guerra, para que en
estos días se terminen las guerras. Te lo pedimos Señor.
Por nuestras catequistas, monitores juniors y
maestras de religión, para que estos días nos ayude a prepararnos para el
domingo de pascua. Te lo pedimos
Señor.
Por nosotros, para que estos días nos acordemos de
rezar. Te lo pedimos Señor.
DOMINGO 1 T.C.
Monición
de entrada.-
La
cuaresma empezó el miércoles cuando el sacerdote puso en la cabeza la ceniza.
Y
hoy es el primer domingo, en el que todos los años leemos la historia de Jesús
en el desierto.
Además
este domingo vamos a confesarnos por primera vez. Así Dios nos va a ayudar a no
portarnos mal con nuestros papás y las personas que nos quieren.
Señor, ten piedad.
Porque somos cómodos.
Señor, ten piedad.
Porque nos peleamos con los compañeros. Cristo, ten piedad.
Porque no nos portamos bien .Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Por el Papa Francisco, para que ayude a las personas
que van a verle a Roma a ser mejores. Te lo pedimos Señor.
Por la iglesia, para que esté muy cerca de los
pobres. Te lo pedimos Señor.
Por las personas que están rezando estos días de
cuaresma, para que su corazón se llene de amor. Te lo pedimos Señor.
Por nosotros, que vamos a confesarnos, para que nos
ayudes a perdonar cuando los compañeros se portan mal con nosotros. Te lo
pedimos Señor.
Acción de gracias.
María,
cuando empezamos la cuaresma queremos darte las gracias por ayudarnos a ser
mejores y a sentir con más fuerza a Jesús en nuestro corazón.
ORACIÓN
JUNIORS CORBERA.
EXPERIENCIA.
Cierra los ojos. Piensa que Jesucristo está en tu
corazón. Toma conciencia de ello.
Realiza la señal de la cruz.
Cierra los labios, toma conciencia de tu lengua,
muévela en el interior de tu boca, frótala con los dientes.
¿Cómo definirías tu lengua?
Abre los labios: ¿qué ocurre cuando la lengua
encuentra la puerta de tu boca abierta?
¿Puede hacer daño? ¿Cómo? ¿A quién en los últimos
días?
Entra en este enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=e0ppBzE1M5A
Míralo: ¿qué te parece? ¿bueno o malo? ¿las
personas del colegio y el barrio son dignas de alabanza?, ¿son realistas?,
¿tienen intereses ocultos?
REFLEXIÓN.
Toma la Biblia y lee :
X Lectura del santo evangelio según
san Lucas 6, 39-45.
En aquel tiempo, dijo Jesús a los
discípulos una parábola:
-¿Acaso puede un ciego guiar a
otro ciego? ¿no caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su
maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no
reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano:
“Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que
llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces
verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano. Pues no hay árbol bueno
que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se
conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian
racimos de los espinos. El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón
saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que
rebosa el corazón habla la boca.
¿QUÉ DICE? continuando con el Sermón de la Llanura Jesús se dirige a los
discípulos, a los que corrige de la tentación del fariseísmo, es decir, la
persona muy religiosa que habla muy bien de Dios pero se dedica a criticar a
los demás y no vivir lo que ella misma predica, las enseñanzas de Jesús. Era el
peligro de los discípulos tal como descubriremos en las cartas de los apóstoles
y también es el peligro de quienes nos consideramos católicos y participamos en
las celebraciones de la Iglesia, perteneciendo a los Juniors y otros grupos.
Lee varias veces el texto, repite alguna de las frases, intenta memorizarlas y
conseguir que de la memoria pasen al corazón, es decir, el lugar del cerebro
donde sientes y decides.
¿QUÉ TE DICE? Permanece en silencio.
Revisa tus últimas 24 horas y 7 días. ¿Cuándo has sido naranjo y cuándo cactus?
¿A quiénes no soportas? Analiza la causa, busca el origen de tus críticas,
porque el problema no es la lengua sino el corazón, tu persona.
COMPROMISO.
Intenta solo por hoy
controlar la lengua, evitando criticar y sobre todo apagando cualquier
pensamiento negativo sobre alguna persona, aunque creas que tengas la razón.
CELEBRACIÓN.
Mira este vídeo y
reza el Decálogo de la serenidad del Papa San Juan XXIII.
https://www.youtube.com/watch?v=Hz6qB_5i_rY
Solo por hoy trataré
de vivir exclusivamente al día, sin querer resolver los problemas de mi vida
todos de una vez.
Solo por hoy tendré
el máximo cuidado de mi aspecto: cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y
no pretenderé criticar o disciplinar a nadie, sino a mí mismo.
Solo por hoy seré
feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no solo en el otro
mundo, sino en este también.
Solo por hoy me
adaptaré a las circunstancias, sin pretender que las circunstancias se adapten
todas a mis deseos..
Solo por hoy dedicaré
diez minutos a una buena lectura; recordando que, como el alimento es necesario
para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del
alma.
Solo por hoy haré una
buena acción y no lo diré a nadie.
Solo por hoy haré por
lo menos una cosa que no deseo hacer; y si me sintiera ofendido en mis
sentimientos, procuraré que nadie se entere.
Solo por hoy me haré
un programa detallado. Quizá no lo cumpliré cabalmente, pero lo redactaré. Y me
guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.
Solo por hoy creeré
firmemente -aunque las circunstancias demuestren lo contrario, que la buena
Providencia de Dios se ocupa de mí, como si nadie más existiera en el mundo.
Solo por hoy no
tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es
bello y de creer en la bondad.