miércoles, 12 de febrero de 2025

246. Domingo 6º T. Ordinario. 16 de

 


Primera lectura.

Lectura del libro de Jeremías 17, 5-8.

Esto dice el Señor: “Maldito quien confía en el hombre, y busca el apoyo de las criaturas, apartando su corazón del Señor. Será como cardo en la estepa, que nunca recibe la lluvia; habitará en un árido desierto, tierra salobre e inhóspita. Bendito quien confía en el Señor y pone en Él su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que alarga a la corriente sus raíces; no teme la llegada del estío, su follaje siempre está verde; en el año de sequía no se inquieta, ni dejará por eso de dar fruto”.

 

Textos paralelos.

Maldito quien se fía de las personas.

Sal 146, 3-4: No confiéis en los nobles, en un hombre que no puede salvarse: sale su aliento y él vuelve al polvo, ese día perecen sus planes.

Bendito quien se fía de Yahvé.

Sal 40, 5: ¡Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor, y no acude a idolatrías que extravían con engaños!

Es como el árbol plantado.

Sal 1, 3: Será como un árbol plantado junto a acequias, que da fruto en su sazón y su follaje no se marchita. Cuanto hace prospera.

A la vera del agua.

Ez 47, 12: A la vera del río, en sus dos riberas, crecerá toda clase de frutales; no se marchitarán sus hojas ni sus frutos se acabarán; darán cosecha nueva cada luna, porque los riegan aguas que manan del santuario, su fruto será comestible y sus hojas medicinales.

 

Notas exegéticas.

17 5 En esta prolongación del oráculo precedente vuelve a desarrollarse  (vv.5-8) el tema de las falsas y verdaderas seguridades (Is 30, 15), pero con una perspectiva más universal, que incorpora el tema de los dos caminos (Dn 30, 14-20; Sal 1; Pr 4, 18-19; Si 15, 17; Mt 3, 13-14), acompañados alternativamente de maldición o de bendición. El oráculo es completado con dos apéndices (vv. 9-10 y 11).

17 6 “No-verá”, verbo muy semejante por su grafía al que se emplea en el paralelo del v. 8, “no temerá”, lo que ha supuesto para este último un error de vocalización.

 

Salmo responsorial

Salmo 1, 1-6.

 

Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor. R/.

Dichoso el hombre

que no sigue el consejo de los impíos,

ni entra por la senda de los pecadores,

ni se sienta en la reunión de los cínicos;

sino que su gozo es la ley del Señor,

y medita su ley día y noche. R/.

 

Será como un árbol

plantado al borde de la acequia:

da fruto en su sazón

y no se marchitan sus hojas;

y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

 

No así los impíos, no así;

serán paja que arrebata el viento.

Porque el Señor protege el camino de los justos;

pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

 

Textos paralelos.

 Feliz quien no sigue consejos de malvados.

Jr 21, 8: Le dirás: Así dice el Señor: Yo os pongo delante el camino de la vida y el camino de la muerte.

Dt 30, 14-20: El mandamiento está a tu alcance: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo. Mira: hoy te pongo delante la vida y el bien, la muerte y el mal. Si obedeces los mandatos del Señor, tu Dios, que yo te promulgo hoy, amando al Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos, guardando sus preceptos, mandatos y decretos, vivirás y crecerá; el Señor tu Dios, te bendecirá en la tierra adónde vas a entrar para conquistarla. Pero si tu corazón se aparta y no obedeces, si te dejas arrastrar y te prosternas dando culto a dioses extranjeros, yo te anuncio hoy que morirás sin remedio, que después de pasar el Jordán y de entrar en la tierra para tomarla en posesión, no vivirás muchos años en ella. Hoy cito como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra; te pongo delante bendición y maldición. Elige la vida, y viviréis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, pegándote a él, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que había prometido dar a tus padres, Abrahán, Isaac y Jacob.

Pr 4, 18-19: La senda de los honrados brilla como la aurora, se va esclareciendo hasta pleno día; el camino de los malvados es tenebroso, no saben dónde tropezarán.

Mt 7, 13-14: Entrad por la puerta estrecha; porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella. ¡Qué estrecha es la puerta, qué angosto el camino que lleva a la vida, y son pocos los que dan con ella!

Susurrando su ley día y noche.

Jos 1, 8: Que el libro de esa Ley no se te caiga de los labios; medítalo día y noche, para poner por obra todas sus cláusulas; así prosperarán tus empresas y tendrás éxito.

Sal 119,1: ¡Dichosos los de conducta intachable, que siguen la voluntad del Señor!

Será como árbol plantado entre acequias.

Jr 17, 8: Será como un árbol plantado junto al agua, arraigado junto a la corriente; cuando llegue el bochorno, no temerá, su follaje seguirá verde, en año de sequía no se asusta, no deja de dar fruto.

Ez 47, 12: A la vera del río, en sus dos riberas, crecerá toda clase de frutales; no se marchitarán sus hojas ni sus frutos, se acabarán; darán cosecha nueva cada luna, porque los riegan aguas que manan del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales.

Serán como tamo impulsado por el viento.

Jb 21, 18: Y son como paja que empuja el viento, como tamo que arrolla el torbellino.

No se sostendrán los malvados en el juicio.

Sal 35, 5: Sean paja ante el viento, que los desbarate el ángel del Señor.

El camino de los malvados se extravía.

Sal 112, 10: El malvado al verlo se irritará, rechinará los dientes hasta consumirse. La ambición del malvado fracasará.

 

Notas exegéticas.

1 Los Sal 1 y 2 son como el prólogo del Salterio, cuya doctrina moral e ideas mesiánicas resumen. El Sal 1, contraponiendo los “dos caminos”, ensalza la Ley, dada a los hombres para su felicidad. Estos dos salmos fueron en algún tiempo considerados uno solo, como se observa en algunos manuscritos griegos de Hch 13, 33 y en ciertas tradiciones judías.

1 2 Esta recitación en voz baja es una meditación que se contrapone al clamor de la oración en la prueba.

1 5 El juicio escatológico, según el texto masorético: un juicio cualquiera de Dios en esta vida, según el griego.

 

Segunda lectura.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 12.16-20.

Hermanos:

Si se anuncia que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos de entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Pues si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís estando en vuestros pecados; de modo que incluso los que murieron en Cristo han perecido. Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solo en esta vida, somos los más desgraciados de toda la humanidad. Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.

 

Textos paralelos.

Si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana.

Rm 8, 11: Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de la muerte habita en vosotros, el que resucitó a Jesucristo de la muerte dará vida a vuestros cuerpos mortales, por el Espíritu suyo que habita en vosotros.

Col 1, 18: Él es la cabeza del cuerpo, de la Iglesia. Es el principio, primogénito de los muertos, para ser el primero de todos.

1 Ts 4, 14: Pues, si creemos que Jesús murió y resucitó, lo mismo Dios, por medio de Jesús, llevará a los difuntos a estar consigo.

 

Notas exegéticas.

15 17 Porque lo que elimina al pecado es la vida nueva, participación de la vida de Cristo resucitado.

15 19 Renunciar a los goces del tiempo presente es un engaño, si todo termina con la muerte. No se considera la inmortalidad del alma fuera de la perspectiva de la resurrección de la carne.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 17.20-26.

En aquel tiempo, Jesús bajó del monte con los Doce, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón. Él, levantado los ojos hacia sus discípulos, les decía:

-Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Esto es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis! ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas.

 

Textos paralelos.

 

Mc 3, 7

Mt 4, 24-25

Lc 6, 17

Jesús se retiró con sus discípulos junto al lago.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Lo seguía una multitud desde Galilea, Judea, Jerusalén, Idumea,

 

 

 

Transjordania

 

y del territorio de Tiro y Sidón. Una multitud, al oír lo que hacía, acudía a él.

 

 

 

Jesús recorría toda la Galilea

 

enseñando en las sinagogas, proclamando la buena noticia del reino y curando entre el pueblo toda clase de enfermedades y dolencias.

Su fama se difundió por toda Siria, de modo que le traían todos los que padecían diversas enfermedades o sufrían achaques: endemoniados, lunáticos, paralíticos. Él los curó.

 

Lo seguía una gran multitud de Galilea, la Decápolis, Jerusalén, Judea y

 

 

 

Transjordania.

Bajó con ellos y se detuvo en un llano.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Había un gran número de discípulos y una gran multitud del pueblo, venidos de toda Judea, de Jerusalén,

 

 

 

 

de la costa de Tiro y Sidón.

Is 65, 13-14: Como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo. Al verlo se alegrará vuestro corazón y vuestros huesos florecerán como un prado; la mano del Señor se manifestará a sus siervos, y su cólera, a sus enemigos.

Dirigiendo la mirada a sus discípulos.

Mt 5, 1: Al ver la multitud, subió al monte. Se sentó y se le acercaron los discípulos.

Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.

Mt 5, 3: Dichosos los pobres de corazón, porque el reinado de Dios les pertenece.

Dichosos los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados.

Mt 5, 6: Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque se saciarán.

Dichosos seréis cuando la gente os odie, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como infame por causa del Hijo del hombre.

Mt 5, 5: Dichosos los desposeídos, porque heredarán la tierra.

Y proscriban vuestro nombre como infame por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltar de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de este modo trataron sus antepasados a los profetas.

Mt 5, 11-12: Dichosos vosotros cuando os injurien y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad contentos y alegres, porque vuestro premio en el cielo es abundante. Lo mismo persiguieron a los profetas que os precedieron.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

6 20 (a) El conjunto de las enseñanzas de los vv. 20-49 corresponde al Sermón del monte de Mt 5-7, donde se halla la mayor parte de los elementos de Lc. Pero está situado más tarde en la misión de Jesús (sus actos preceden a sus palabras) y es mucho más corto. Lc debió de suprimir de su fuente los elementos propiamente judíos que no interesaban a sus lectores, como los que se encuentran en Mt 5, 17-18; 6, 1-6.16-18. Lc presenta estos vv. como un discurso dirigido en primer lugar a los discípulos para definir la conducta del perfecto discípulo. Tras las bienaventuranzas y las maldiciones (vv. 20-26), pueden distinguirse invitaciones al amor a los enemigos (vv. 27-35), a la generosidad hacia el prójimo (vv. 36-42), al realismo eficaz del verdadero discípulo (vv. 43-49); a la gracia de la salvación que le anuncian las bienaventuranzas, el que es fiel a Jesús debe responder con un amor generoso y concreto.

6 20 (b) Las bienaventuranzas son fórmulas clásicas en la tradición bíblica y judía para expresar el anuncio profético de una alegría futura (Is 30, 18; Dn 12, 12) o la acción de gracias por una alegría presente (Sal 32, 1-2), o bien, en las exhortaciones de los sabios, la promesa de una recompensa (Pr 3, 13; Si 14, 1-2; Sal 1, 1). Los evangelios han transmitido varias bienaventuranzas de Jesús. Unas son felicitaciones por un don ya concedido (Mt 13, 16); las más numerosas son promesas a quienes acogen su mensaje (Mt 11, 6).

El discurso presente empieza con bienaventuranzas tanto en Lc como en Mt. Pero Lc solo trae cuatro, con equivalencias en las nueve de Mt. Las de Lc parecen tener en cuenta situaciones presentes concretas; las de Mt, actitudes que constituyen la justicia. No es imposible que Mt haya acentuado su función de exhortación y Lc su carácter social, siguiendo su interés por los pobres. Las bienaventuranzas de Lc van seguidas de cuatro antítesis que proclaman sistemáticamente la desgracia de los que viven felices. Mt no las menciona, por lo que algunos han pensado que son obra del propio Lc para sustentar la lección que se desprende de las bienaventuranzas. Pero esta hipótesis no parece cierta, pues ya en el AT se encuentran parejas de bienaventuranzas y de maldiciones (Tb 13, 14; Pr 28, 14; Qo 10, 16-27; Is 3, 10-11; Jr 17, 5-8): y la dureza de estas amenazas no se aviene con la suavidad habitual de Lc. La idea general de las bienaventuranzas de Lc es la de prometer la salvación a los que ahora son pobres y viven afligidos. El Reino de Dios aparece como un cambio radical de las situaciones presentes.

6 20 (c) Como indican las otras bienaventuranzas y las maldiciones que vienen a continuación, aquí se trata en un principio de pobres en bienes de este mundo (Mt habla de los pobres de espíritu). Jesús manifiesta con frecuencia su predilección por ellos y Lc les presta una atención particular. Cuando Jesús dirige su mensaje a los pobres tiene también en cuenta a los pequeños y a los humildes, en medio de los cuales él mismo nació. Esta preferencia para con los pobres y pequeños es la señal de la liberalidad soberana de Dios, una invitación a esperar todo de él. Apela también (y Lc es sensible a ello) a la compasión hacia los desgraciados.

6 21 Esta promesa tiene cierto eco escatológico. El AT anunciaba ya la saciedad de los hambrientos (Is 49, 10; Jr 31, 12-25; Ez 34, 29) y a veces se añadía, como aquí, el anuncio de la alegría que seguiría al llanto (Is 25, 6-9).

6 23 A partir de la persecución de Antíoco IV en el 167 a.C. el judaísmo insistió con frecuencia en las persecuciones padecidas por los profetas y en sus martirios. También Jesús suele mencionar el martirio o el asesinato de los profetas.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

20 El versículo comienza lit.: y él en persona levantando… // Las bienaventuranzas en Lc las dice Jesús para sus discípulos. En griego, los pobres es vocativo semítico (artículo + nominativo); si se refiriera a los pobres en general, sean los que sean, el texto caería en la incongruencia de decir: “porque… es vuestro” (=tenéis parte en él). Jesús se dirige a un auditorio concreto y en un “ahora” urgente; el reino de Dios, cuyas categorías son “ahora” tan radicales, cambia “ahora” la categoría de valores de quien lo acepta “ahora” plenamente.

22 DESTIERREN VUESTRO NOMBRE (semitismo): os destierren a vosotros. “Desterrar el nombre de alguno” (suponiendo un ’ppq arameo: M. Black) equivale a: “crear mala fama a alguno”, “hacer circular una mala reputación”. Cf. Mt 5, 11: “Digan toda clase de calumnias contra vosotros”. // POR CAUSA DEL HIJO DEL HOMBRE: por ser sus discípulos.

24-25 Es conocida la inclinación de Lc a señalar la predilección de Jesús por los pobres. A las bienaventuranzas añade “malaventuranzas”, que resuenan también en St 5, 1-5: quejas contra los ricos encerrados en dureza y egoísmo (a pesar del VOSOTROS, parece dirigirse a un auditorio genérico que no está presente; en el v. 27 vuelve la referencia directa a los discípulos, “los que me escucháis”). Desde los ebionitas judeocristianos, que pasaron a la herejía a partir del año 70 d.C., la Iglesia ha conocido en su historia movimientos de “pauperismo” exagerados, como si los bienes terrenos en sí mismos fueran pecaminosos. El cristianismo no considera objetivamente malo poseer y acrecentar los bienes terrenos, ni considera tampoco ninguna forma determinada de organización social y económica; sí pide la referencia absoluta de esos bienes a los valores religiosos, y exige el desapego, al menos de corazón, respecto a los bienes, para que no se conviertan en falsa seguridad fuera de Dios y en fuente de egoísmo. // AHORA Y YA (implícito en el presente griego apékhete: “ya os han dado el recibo”) se refieren a la situación terrena; la contraposición con la situación después de la muerte es clara.

 

Notas exegéticas de la Biblia Didajé.

6, 20-26 Lucas enumera solo cuatro bienaventuranzas pero agrega cuatro “invectivas”, advirtiendo que aquellos que disfrutan de un exceso de placeres terrenos pueden experimentar una alegría fugaz o temporal y encontrar únicamente una vida vacía y sin sentido. San Ambrosio vio en las cuatro bienaventuranzas de Lucas las virtudes cardinales de la templanza, la justicia, la prudencia y la fortaleza. Este contacto con Cristo para garantizar una curación milagrosa se continúa en la recepción de los sacramentos. Cat. 2444, 2546-2547.

 

Notas exegéticas de la Biblia del Peregrino.

6, 20-49 El discurso se divide en tres partes: las bienaventuranzas y malaventuranzas (20-26), el precepto del amor (27-38), parábolas y comparaciones (39-49). Jesús une bienaventuranzas y malaventuranzas en un díptico esencial de dicha y desdicha, bien y mal del hombre. Revelación escatológica que se abre paso por la paradoja (no fruto de un árbol vedad). Anuncio que confronta y divide a la humanidad, que introduce y difunde el reinado de Dios en la historia humana.

6, 23 o: porque Dios os recompensará con abundancia.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

2444 “El amor de la Iglesia por los pobres (…) pertenece a su constante tradición” (Juan Pablo II, Solicitudo rei socialis, 47). Está inspirado en el Evangelio de las bienaventuranzas, en la pobreza de Jesús, y en su atención a los pobres. El amor a los pobres es también uno de los motivos del deber de trabajar, con el fin de hacer partícipe al que se halle en necesidad. No abarca solo la pobreza material, sino también las numerosas formas de pobreza cultural y religiosa (cf. Juan Pablo II, Centesimus annus, 57).

2445 El amor a los pobres es incompatible con el amor desordenado de las riquezas o su uso egoísta.

2546 “Bienaventurados los pobres en el espíritu” (Mt 5, 3). Las bienaventuranzas revelan un orden de felicidad y de gracia, de belleza y de paz. Jesús celebra la alegría de los pobres, a quienes pertenece ya el Reino: “El Verbo llama “pobreza en el Espíritu” a la humildad voluntaria de un espíritu humano y su renuncia; el apóstol nos da como ejemplo la pobreza de Dios cuando dice: “Se hizo pobre por nosotros” (S. Gregorio de Nisa).

2547 El Señor se lamenta de los ricos porque encuentran su consuelo en la abundancia de bienes. “El orgulloso busca el poder terreno, mientras el pobre en espíritu busca el Reino de los cielos” (S. Agustín). El abandono en la providencia del Padre del cielo libera la inquietud por el mañana. La confianza en Dios dispone a la bienaventuranza de los pobres: ellos verán a Dios.

 

Concilio Vaticano II.

Cada laico de be ser ante el mundo testigo de la resurrección y de la vida del Señor Jesús y signo del Dios vivo. Todos juntos y cada uno en particular, deben alimentar el mundo con los frutos del Espíritu (cf. Gal 5, 22), extender en él aquel espíritu que anima a los pobres, humildes y pacíficos, que el Señor proclamó felices en el Evangelio (cf. Mt 5, 3-9). En una palabra, “Lo que el alma es en el cuerpo, eso han de ser los cristianos en el mundo” (Epístola a Digneto, 6; S. Juan Crisóstomo, homilía de S. Mateo 46).

Constitución Lumen gentium, 38.

 

Comentarios de los Santos Padres.

Considera atentamente todas las cosas: cómo Él sube con los apóstoles y desciende hacia la muchedumbre. ¿Cómo verá a Cristo la muchedumbre si no se humilla? Esta no le sigue hacia las alturas, no se eleva hacia lo sublime. Donde descendió encontró enfermos, pues los enfermos no pueden estar en las alturas. También san Mateo nos dice que los enfermos eran curados al bajar del monte; así cada uno era curado de tal forma, que, aumentando sus fuerzas poco a  poco, pudiese subir la montaña. Por lo mismo, Él sana al bajar, es decir, aparta de la indiferencia y quita la desgracia de la ceguera. Desciende hacia nuestras heridas a fin de hacernos, por su intimidad y su trato, partícipes de su naturaleza celestial.

Ambrosio, Exposición sobre el Ev. de Lucas, 5, 46. III, pg. 162.

Dos caminos hay, el de la vida y el de la muerte; pero grande es la diferencia entre los dos caminos. El camino de la vida es este: En primer lugar, amarás a Dios, que te ha creado; en segundo lugar, a tu prójimo como a ti mismo, y todo cuanto no desees que se haga contigo, tú tampoco se lo hagas a otro.

Didaché, 1, 1-5. III, pg. 163-164.

Ahora diremos cómo san Lucas ha sintetizado en cuatro las ocho bienaventuranzas. Sabemos que existen cuatro virtudes cardinales: templanza, justicia, prudencia y fortaleza. El que es pobre de espíritu no tiene avidez. El que llora no se enorgullece sino que es manso y sosegado; el que llora se humilla. El que es justo no niega lo que sabe que es dado a todos por el uso común. El que tiene compasión da de lo suyo; el que da de lo suyo no busca lo ajeno ni engaña a su prójimo. Existe, pues, una unión y enlazamiento entre las virtudes, de tal forma que el que posee una parece que tiene muchas; los santos tienen su virtud propia, mas la que es mayor recibe una recompensa más grande… Luego la templanza implica la pureza de corazón y del alma; la justicia, la misericordia; la prudencia, la paz; la fortaleza, la mansedumbre.

Ambrosio, Exposición sobre el Ev. de Lucas, 5, 62-63.68. III, pg. 165.

El cristiano que, por su buen comportamiento y por el don del Espíritu, ha avanzado hasta la medida de la edad del conocimiento, una vez que ha recibido la gracia, tiene por gloria, felicidad y gozo mayor que todos los placeres el ser odiado a causa de Cristo, ser perseguido, padecer toda clase de ultrajes e infamias a causa de su fe en Dios. Y como él tiene u9na esperanza total en la resurrección y los bienes verdaderos, toda injuria, los azotes, las persecuciones y los demás padecimientos, hasta la cruz, todo se le convierte en felicidad, descanso y prenda de los tesoros celestiales.

Gregorio de Nisa. Enseñanza sobre la vida cristiana, 97-98. III, pg. 166.

 

San Agustín

Bienaventurados los mansos: imitad a aquel que dijo: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón. Bienaventurados los que lloran: imitad a quien lloró sobre Jerusalén. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: imitad a aquel que dijo: Mi comida es hacer la voluntad del que me ha enviado. Bienaventurados los misericordiosos: imitad al que socorrió al herido por los ladrones y yacía en el camino medio muerto y sin esperanzas. Bienaventurados los limpios de corazón: imitad a aquel que no cometió pecado y en cuya boca no se halló dolo. Bienaventurados los pacíficos: imitad a aquel que dijo en favor de sus perseguidores: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia: imitad a aquel que padeció por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus huellas. Quienes imitan estas virtudes, siguen en ellas al cordero. Pero también los casados pueden caminar por estas huellas, y, aunque no calquen con la misma exactitud sus pisadas, van caminando, sin embargo, por los mismos senderos.

La santa virginidad, 28, 28. II, pgs. 817-818.

 

San Juan de Ávila

Si el Señor no bajara del monte a la llanura, “a saber: bajo desde la altura de su majestad para sanar nuestra humanidad” (trad. editor), ¿qué fuer de nosotros? En nuestras enfermedades nos quedáramos.

Sermón a los santos Fabian y Sebastián. II, pg. 997.

Los judíos amaban tierra, los romanos honra, los gentiles razones. Entra Jesucristo. Entró Sansón en el templo y abrazó la columna de él y dio con todo en el suelo, y mató a los que de dentro estaban. Vino Jesucristo, abrazóse con estas columnas del mundo y dio con ellas en el suelo, derribólas, mató, como Sansón, a los dos pueblos, judaico y gentil. Mete su santo Evangelio y da con todo en el suelo. ¡Qué cosa fuera ver decir a Cristo: Beati pauperes spiritu! (Mt 5, 3; Lc 6, 20). Veis derribada la honra, la riqueza. ¿Qué cosa es esta palabra para el que se va por riquezas, que anda buscando y revolviendo el mundo por ellas? ¡Bienaventurado el que no se arrima en sí mesmo ni halla adarme de riquezas en sí mesmo, ni en sus fuerzas, ni en su poder!

Miércoles de la semana 4 de Cuaresma. III, pg. 187.

107, 701, 56, 360, 364

Campo hay donde la gente común oye al Señor (cf. Lc 6, 17), y monte donde los más fuertes suben a le oír (cf. Mt 5, 1).

A un señor de título. IV, 107.

Deje a los vanos seguir sus vanidades, que ellos y ellas perecerán; pásese a la región de la verdad, que ha de durar para siempre. Y acuérdese que, cuando el Juez soberano se sentare en su silla y juzgare según la verdad, aprobará por mejor el lloro que la risa y la penitencia más que el regalo, y las temporales necesidades con paciencia llevadas que las consolaciones que tienen los ricos, a los cuales dijo: Vae vobis! (Lc 6, 24). Y entonces se holgará uno de no haber tenido muchos a su cargo de quien le sea pedida cuenta, porque verá que tiene harto que hacer en darla de sí; y, en fin, parecerá más cuerdo quien emplea su vida y cuidado en purificar su ánima y ser amador de Dios que el que descuidó de esto y puso su cuidado en otras cosas que se le antojaron.

A un sacerdote que estaba alegre por las mercedes que el Señor le hacía. IV, pg. 56.

Allá veréis cómo no fuisteis engañada en el trueque que habéis hecho; mas viendo llamar de locos y malaventurados a los que pusieron aquí su corazón (cf. Rm 1, 22; Lc 6, 24-26) y, embaucados con esto presente, olvidaron lo que Dios prometió, daréis alabanzas a nuestro Señor, que, yendo vos engañada, os desengañó; y mirando a la tierra, os alzó los ojos al cielo; y siendo esclava de la vanidad, os hizo hija de Él; y viviendo sin la esperanza de las promesas divinas, os ha puesto en camino para que podáis esperar que Él os ayudará a bien vivir y después a bien morir.

A una persona devota. IV, pg. 360.

Allí veréis cómo no fuisteis engañada en el trueque que habéis hecho; mas viendo llamar de locos y malaventurados (cf. Rm 1, 22; Lc 6, 24-26) a los que pusieron aquí su corazón y, embaucados en esto presente, se olvidaron de lo que Dios promete, daréis gracias a nuestro Señor, que siendo vos engañada, os desengañó; y mirando a la tierra, os alzó los ojos al cielo; y siendo esclava de la vanidad, os hizo hija de él; y viviendo sin la esperanza de las promesas divinas, os ha puesto en camino, para que podáis esperar que os ayudará Él a bien vivir y después a bien morir.

A una religiosa. IV, pg. 364.

 

San Oscar Romero.

Este es el prestigio de la Iglesia: sentir que los pobres la sienten como suya, sentir que la Iglesia vive una dimensión en la tierra llamando a todos, también a los ricos, a convertirse y salvarse desde el mundo de los pobres, porque ellos son únicamente los bienaventurados...

17 febrero 1980.

 

Francisco. Angelus. 17 de febrero de 2019.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy (cf. Lc 6, 17-20-26) nos presenta las Bienaventuranzas en la versión de San Lucas. El texto está articulado en cuatro Bienaventuranzas y cuatro admoniciones formuladas con la expresión “¡ay de vosotros!”. Con estas palabras, fuertes e incisivas, Jesús nos abre los ojos, nos hace ver con su mirada, más allá de las apariencias, más allá de la superficie, y nos enseña a discernir las situaciones con la fe.

Jesús declara bienaventurados a los pobres, a los hambrientos, a los afligidos, a los perseguidos; y amonesta a los ricos, saciados, que ríen y son aclamados por la gente. La razón de esta bienaventuranza paradójica radica en el hecho de que Dios está cerca de los que sufren e interviene para liberarlos de su esclavitud; Jesús lo ve, ya ve la bienaventuranza más allá de la realidad negativa. E igualmente, el “¡ay de vosotros!”, dirigido a quienes hoy se divierten sirve para “despertarlos” del peligroso engaño del egoísmo y abrirlos a la lógica del amor, mientras estén a tiempo de hacerlo.

La página del Evangelio de hoy nos invita, pues, a reflexionar sobre el profundo significado de tener fe, que consiste en fiarnos totalmente del Señor. Se trata de derribar los ídolos mundanos para abrir el corazón al Dios vivo y verdadero; solo él puede dar a nuestra existencia esa plenitud tan deseada y sin embargo tan difícil de alcanzar. Hermanos y hermanas, hay muchos, también en nuestros días, que se presentan como dispensadores de felicidad: vienen y prometen éxito en poco tiempo, grandes ganancias al alcance de la mano, soluciones mágicas para cada problema, etc. Y aquí es fácil caer sin darse cuenta en el pecado contra el primer mandamiento: es decir, la idolatría, reemplazando a Dios con un ídolo. ¡La idolatría y los ídolos parecen cosas de otros tiempos, pero en realidad son de todos los tiempos! También de hoy. Describen algunas actitudes contemporáneas mejor que muchos análisis sociológicos.

Por eso Jesús abre nuestros ojos a la realidad. Estamos llamados a la felicidad, a ser bienaventurados, y lo somos desde el momento en que nos ponemos de la parte de Dios, de su Reino, de la parte de lo que no es efímero, sino que perdura para la vida eterna. Nos alegramos si nos reconocemos necesitados ante Dios, y esto es muy importante: “Señor, te necesito”, y si como Él y con Él estamos cerca de los pobres, de los afligidos y de los hambrientos. Nosotros también lo somos ante Dios: somos pobres, afligidos, tenemos hambre ante Dios. Somos capaces de alegría cada vez que, poseyendo los bienes de este mundo, no los convertimos en ídolos a los que vender nuestra alma, sino que somos capaces de compartirlos con nuestros hermanos. Hoy, la liturgia nos invita una vez más a cuestionarnos y a hacer la verdad en nuestros corazones.

Las Bienaventuranzas de Jesús son un mensaje decisivo, que nos empuja a no depositar nuestra confianza en las cosas materiales y pasajeras, a no buscar la felicidad siguiendo a los vendedores de humo —que tantas veces son vendedores de muerte—, a los profesionales de la ilusión. No hay que seguirlos, porque son incapaces de darnos esperanza. El Señor nos ayuda a abrir los ojos, a adquirir una visión más penetrante de la realidad, a curarnos de la miopía crónica que el espíritu mundano nos contagia. Con su palabra paradójica nos sacude y nos hace reconocer lo que realmente nos enriquece, nos satisface, nos da alegría y dignidad. En resumen, lo que realmente da sentido y plenitud a nuestras vidas. ¡Qué la Virgen María nos ayude a escuchar este Evangelio con una mente y un corazón abiertos, para que dé fruto en nuestras vidas y seamos testigos de la felicidad que no defrauda, la de Dios que nunca defrauda!

 

Francisco. Angelus. 13 de febrero de 2022

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el centro del Evangelio de la Liturgia de hoy están las Bienaventuranzas (cf. Lc 6,20-23). Es interesante observar que Jesús, a pesar de estar rodeado de una gran multitud, las proclama volviéndose «hacia sus discípulos» (v. 20). Habla a los discípulos. Las Bienaventuranzas, de hecho, definen la identidad del discípulo de Jesús. Pueden sonar extrañas, casi incomprensibles para quien no es discípulo, pero si nos preguntamos cómo es un discípulo de Jesús, la respuesta es precisamente las Bienaventuranzas. Veamos la primera, que es la base de todas las demás: «Dichosos vosotros, los pobres, porque vuestro es el reino de Dios» (v. 20). Dichosos vosotros, los pobres. Dos cosas dice Jesús de los suyos: que son dichosos y que son pobres; es más, que son dichosos porque son pobres.

¿En qué sentido? En el sentido de que el discípulo de Jesús no encuentra su alegría en el dinero, en el poder, u otros bienes materiales, sino en los dones que recibe cada día de Dios: la vida, la creación, los hermanos y las hermanas, etc. Son dones de la vida. También los bienes que posee los comparte con gusto, porque vive en la lógica de Dios. Y ¿cuál es la lógica de Dios? La gratuidad. El discípulo ha aprendido a vivir en la gratuidad. Esta pobreza es también una actitud respecto el sentido de la vida, porque el discípulo de Jesús no cree que lo posee, que ya lo sabe todo, sino que sabe que debe aprender cada día. Y esta es una pobreza: el ser consciente de que debe aprender cada día. El discípulo de Jesús, porque tiene esta actitud, es una persona humilde y abierta, sin prejuicios ni rigidez.

Hay un bello ejemplo en el Evangelio del domingo pasado: Simón Pedro, pescador experto, acepta la invitación de Jesús de echar las redes a una hora inusual; y luego, lleno de asombro por la prodigiosa pesca, deja la barca y todas sus posesiones para seguir al Señor. Pedro demuestra ser dócil dejando todo, y así se convierte en discípulo. Sin embargo, quien está demasiado apegado a sus propias ideas y a las propias seguridades, casi nunca sigue realmente a Jesús. Lo sigue un poco, sólo en las cosas en las que “estoy de acuerdo con Él y Él está de acuerdo conmigo”, pero luego en otras no va. Y esto no es un discípulo. Y así cae en la tristeza. Se entristece porque las cuentas no cuadran, porque la realidad se escapa de sus esquemas mentales y se siente insatisfecho. El discípulo, en cambio, sabe cuestionarse, sabe buscar a Dios humildemente cada día, y eso le permite adentrarse en la realidad, acogiendo su riqueza y complejidad.

El discípulo, en otras palabras, acepta la paradoja de las Bienaventuranzas: estas declaran que es dichoso, es decir, feliz, quien es pobre, quien carece de tantas cosas y lo reconoce. Humanamente, se nos induce a pensar de otra manera: feliz es quien es rico, quien está lleno de bienes, quien recibe aplausos y es envidiado por muchos, quien tiene todas las seguridades. Pero este es un pensamiento mundano, no es el pensamiento de las Bienaventuranzas. Jesús, por el contrario, declara que el éxito mundano es un fracaso, ya que se basa en un egoísmo que infla y luego deja un vacío en el corazón. Ante la paradoja de las Bienaventuranzas, el discípulo se deja poner en crisis, consciente de que no es Dios quien debe entrar en nuestras lógicas, sino nosotros en las suyas. Y esto requiere de un camino, a veces fatigoso, pero siempre acompañado de alegría. Porque el discípulo de Jesús es alegre con la alegría que le viene de Jesús. Porque, no lo olvidemos, la primera palabra que Jesús dice es: bienaventurados; de ahí el nombre de las Bienaventuranzas. Este es el sinónimo del ser discípulos de Jesús. El Señor, al liberarnos de la esclavitud del egocentrismo, desencaja nuestras cerrazones, disuelve nuestra dureza y nos abre la verdadera felicidad, que a menudo se encuentra donde nosotros no pensamos. Es Él quien guía nuestra vida, no nosotros, con nuestras ideas preconcebidas o nuestras exigencias. Finalmente, el discípulo es aquel que se deja guiar por Jesús, que abre su corazón a Jesús, lo escucha y sigue su camino.

Entonces podemos preguntarnos —yo, cada uno de nosotros—: ¿tengo la disponibilidad del discípulo? ¿O me comporto con la rigidez de quien se siente cómodo, se siente bien y siente que ya ha llegado? ¿Me dejo "desencajar por dentro" por la paradoja de las Bienaventuranzas, o me mantengo dentro del perímetro de mis propias ideas? Y luego, con la lógica de las Bienaventuranzas, más allá de las penurias y dificultades, ¿siento la alegría de seguir a Jesús? Este es el rasgo más destacado del discípulo: la alegría del corazón. No lo olvidemos: la alegría del corazón. Esta es la piedra de toque para saber si una persona es un discípulo: ¿tiene alegría en su corazón? ¿Yo tengo alegría en mi corazón? Este es el punto.

Que la Virgen, la primera discípula del Señor, nos ayude a vivir como discípulos abiertos y alegres.

 

Benedicto XVI. 14 de febrero de 2010.

Queridos hermanos y hermanas:

El año litúrgico es un gran camino de fe, que la Iglesia realiza siempre precedida por la Virgen Madre María. En los domingos del tiempo ordinario, este itinerario está marcado este año por la lectura del Evangelio de san Lucas, que hoy nos acompaña "en un paraje llano" (Lc 6, 17), donde Jesús se detiene con los Doce y donde se reúne una multitud de otros discípulos y de gente llegada de todas partes para escucharlo. En ese marco se sitúa el anuncio de las "bienaventuranzas" (Lc 6, 20-26; cf. Mt 5, 1-12). Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, dice: "Dichosos los pobres... Dichosos los que ahora tenéis hambre... Dichosos los que lloráis... Dichosos vosotros cuando los hombres... proscriban vuestro nombre" por mi causa. ¿Por qué los proclama dichosos? Porque la justicia de Dios hará que sean saciados, que se alegren, que sean resarcidos de toda acusación falsa, en una palabra, porque ya desde ahora los acoge en su reino. Las bienaventuranzas se basan en el hecho de que existe una justicia divina, que enaltece a quien ha sido humillado injustamente y humilla a quien se ha enaltecido (cf. Lc 14, 11). De hecho, el evangelista san Lucas, después de los cuatro "dichosos vosotros", añade cuatro amonestaciones: "Ay de vosotros, los ricos... Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados... Ay de vosotros, los que ahora reís" y "Ay si todo el mundo habla bien de vosotros", porque, como afirma Jesús, la situación se invertirá, los últimos serán primeros y los primeros últimos" (cf. Lc 13, 30).

Esta justicia y esta bienaventuranza se realizan en el "reino de los cielos" o "reino de Dios", que tendrá su cumplimiento al final de los tiempos, pero que ya está presente en la historia. Donde los pobres son consolados y admitidos al banquete de la vida, allí se manifiesta la justicia de Dios. Esta es la tarea que los discípulos del Señor están llamados a realizar también en la sociedad actual. Pienso en la realidad del albergue de la Cáritas romana en la estación Termini, que visité esta mañana: de corazón animo a quienes colaboran en esta benemérita institución y a cuantos, en todas partes del mundo, se comprometen gratuitamente en obras similares de justicia y de amor.

Al tema de la justicia he dedicado este año el Mensaje de la Cuaresma, que comenzará el próximo miércoles, llamado de Ceniza. Por tanto, hoy deseo entregarlo idealmente a todos, invitando a leerlo y a meditarlo. El Evangelio de Cristo responde positivamente a la sed de justicia del hombre, pero de modo inesperado y sorprendente. Jesús no propone una revolución de tipo social y político, sino la del amor, que ya ha realizado con su cruz y su resurrección. En ellas se fundan las bienaventuranzas, que proponen el nuevo horizonte de justicia, inaugurado por la Pascua, gracias al cual podemos ser justos y construir un mundo mejor.

Queridos amigos, dirijámonos ahora a la Virgen María. Todas las generaciones la proclaman "dichosa", porque creyó en la buena noticia que el Señor le anunció (cf. Lc 1, 45.48). Dejémonos guiar por ella en el camino de la Cuaresma, para ser liberados del espejismo de la autosuficiencia, reconocer que tenemos necesidad de Dios, de su misericordia, y entrar así en su reino de justicia, de amor y de paz.

 

Francisco. Audiencia general (5-02-25). Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. I. La infancia de Jesús. 4. «Feliz de ti por haber creído» (Lc 1,45). la Visitación y el Magnificat

 

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

Hoy contemplamos la belleza de Jesucristo, nuestra esperanza, en el misterio de la Visitación. La Virgen María visita a santa Isabel; pero es sobre todo Jesús, en el vientre de la madre, quien visita a su pueblo (cfr Lc 1,68), como dice Zacarías en su himno de alabanza.

Después de su asombro y admiración ante lo que le anuncia el Ángel, María se levanta y se pone en camino, como todos los que han sido llamados en la Biblia, porque «el único acto con el que el ser humano puede corresponder al Dios que se revela es el de la disponibilidad ilimitada» (H.U. von Balthasar, Vocazione, Roma 2002, 29). Esta joven hija de Israel no elige protegerse del mundo, no teme los peligros y los juicios de los otros, sino que sale al encuentro de los demás.

Cuando una persona se siente amada, experimenta una fuerza que pone en movimiento el amor; como dice el apóstol Pablo, «el amor de Cristo nos posee» (2Cor 5,14), nos impulsa, nos mueve. María siente el impulso del amor y acude a ayudar a una mujer que es pariente suya, pero que es también una anciana que, tras una larga espera, acoge un embarazo inesperado, difícil de afrontar a su edad.  La Virgen va a casa de Isabel también para compartir su fe en el Dios de lo imposible, y la esperanza en el cumplimiento de sus promesas.

El encuentro entre las dos mujeres produce un impacto sorprendente: la voz de la “llena de gracia” que saluda a Isabel provoca la profecía en el niño que la anciana lleva en su vientre, y suscita en ella una doble bendición: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!» (Lc 1,42). Y también una bienaventuranza: «¡Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá!» (v. 45).

Ante el reconocimiento de la identidad mesiánica de su Hijo y de su misión como madre, María no habla de sí misma, sino de Dios, y eleva una alabanza llena de fe, esperanza y alegría, un canto que resuena cada día en la Iglesia durante la oración de las Vísperas: el Magnificat (Lc 1,46-55).

Esta alabanza al Dios Salvador, que brota del corazón de su humilde sierva, es un solemne memorial que sintetiza y cumple la oración de Israel. Está entretejida de resonancias bíblicas, signo de que María no quiere cantar “fuera del coro”, sino sintonizar con los padres, exaltando su compasión por los humildes, esos pequeños a los que Jesús en su predicación declarará «bienaventurados» (cfr Mt 5,1-12).

La presencia masiva del motivo pascual hace también del Magnificat un canto de redención, que tiene como trasfondo la memoria de la liberación de Israel de Egipto. Los verbos están todos en pasado, impregnados de una memoria de amor que enciende de fe el presente e ilumina de esperanza el futuro: María canta la gracia del pasado, pero es la mujer del presente que lleva en su vientre el futuro.

La primera parte de este cantico alaba la acción de Dios en María, microcosmos del pueblo de Dios que se adhiere plenamente a la alianza (vv. 46-50); la segunda recorre la obra del Padre en el macrocosmos de la historia de sus hijos (vv. 51-55), a través de tres palabras clave: memoria – misericordia – promesa.

Dios, que se inclinó sobre la pequeña María para hacer en ella «grandes cosas» y convertirla en la madre del Señor, comenzó a salvar a su pueblo a partir del éxodo, acordándose de la bendición universal que prometió a Abraham (cf. Gn 12,1-3). El Señor, Dios fiel para siempre, ha derramado un torrente ininterrumpido de amor misericordioso «de generación en generación» (v. 50) sobre el pueblo fiel a la alianza, y ahora manifiesta la plenitud de la salvación en su Hijo, enviado para salvar al pueblo de sus pecados. Desde Abraham hasta Jesucristo, y hasta la comunidad de los creyentes, la Pascua aparece, así, como la categoría hermenéutica para comprender toda liberación posterior, hasta llegar a la realizada por el Mesías en la plenitud de los tiempos.

Queridos hermanos y hermanas, pidamos hoy al Señor la gracia de saber esperar el cumplimiento de todas sus promesas; y que nos ayude a acoger en nuestras vidas la presencia de María. Poniéndonos en su escuela, que todos descubramos que toda alma que cree y espera «concibe y engendra al Verbo de Dios» (San Ambrosio, Exposición del Evangelio según San Lucas 2, 26).

 

DOMINGO 7 T. O.

 

Monición de entrada.-

Cada domingo Jesús a través del sacerdote, el pan y el vino, hace lo que nos enseña.

Así, a pesar de que no nos portamos bien, en la misa él está con nosotros, nos perdona y nos da su cuerpo y sangre.

 

Señor, ten piedad.

Tú que amas a los que se portan mal contigo. Señor, ten piedad.

Tú que nos juzgas con amor. Cristo ten piedad.

Tú que nos das tu perdón.  Señor, ten piedad.

 

Peticiones.-

Por la Iglesia, la familia de Jesús que siempre perdona .   Te lo pedimos, Señor.

Por las personas que trabajan por la paz. Te lo pedimos, Señor.

Por los niños a los que los mayores les pegan.  Te lo pedimos, Señor.

Por las personas que nos perdonan cuando hacemos una trastada. Te lo pedimos, Señor.

Por nosotros, que intentamos perdonar siempre. Te lo pedimos, Señor.

 

Acción de gracias.

Virgen María, te damos gracias por las personas que se portan bien con nosotros, aunque nosotros no nos portemos bien con ellas.

 

 

ORACIÓN JUNIORS CORBERA.

 

EXPERIENCIA.

Comienza realizando la señal de la cruz y pidiendo a Jesús te envíe el Espíritu Santo para que puedas escuchar, pensar y rezar, orar.

Escucha las voces y tu alrededor.

Piensa en las personas que viven en tu calle, en tus vecinos, en la infinidad de gestos de amor quien hacia sus familiares, hacia ti.

Piensa en las personas de tu entorno cercano que admiras y los motivos por los que son un modelo que imitar.

Entra en este enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=r6qg2EKj9cg

Permanece en silencio un tiempo, buscando la imagen o la frase que más ha tocado tu corazón.

 

REFLEXIÓN.

Toma la Biblia y lee :

X Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 17.20-26.

En aquel tiempo, Jesús bajó del monte con los Doce, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón. Él, levantado los ojos hacia sus discípulos, les decía:

-Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Esto es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis! ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas.

 

¿QUÉ DICE? después de escoger a los Doce apóstoles Jesús desciende y en un llano dirige las bienaventuranzas y malaventuranzas. En el trasfondo se halla la realidad de los dos caminos que tiene el ser humano ante sí: confiar en Dios o en sí mismo, servir a Dios o servirse de Dios, la cruz o el trono. Ante Jesús hay que tomar opción, no se puede permanecer en tierra de nadie, sino hay que decidirse por cruzar una de las dos fronteras: la del Reino de Dios o la del reino de este mundo. El primero nos conduce a desposeernos de nosotros mismos y optar por los excluidos, siguiendo el ejemplo de Jesús que fue pobre, tuvo hambre, lloró y fue odiado, insultado y proscrito. El segundo nos conduce a vivir muy bien, pero lejos de Él.

¿QUÉ TE DICE?  Lee y relee las veces que necesites. Aterriza el texto a tu vida. ¿Qué significa vivir desde las bienaventuranzas? ¿En qué se concreta? ¿A qué ideas y planteamientos vitales tienes que renunciar? ¿De qué tienes que prescindir? ¿Llenando el corazón de las bienaventuranzas qué te sobra? ¿A qué te aferras? Mantén un diálogo con Jesús, pidiéndole te ayude, reconociendo tu pobreza para edificar la vida que él desea construir en ti, desbordando con silencios y palabras tu corazón.

 

COMPROMISO.

Este domingo es la Campaña del Hambre, una oportunidad para ayunar el viernes y para compartir entregando un donativo a Manos Unidas. ¿Cuánto dinero estás dispuesto a entregar a las personas necesitadas a través de Cáritas, Manos Unidas,… que te duela al tener que renunciar a comprar algún producto no necesario?

 

CELEBRACIÓN.

Entra y escucha esta canción del cantante católico español Migueli, acompañado por Ismael Serrano.

https://www.youtube.com/watch?v=7hNl_Fk2SH4

No decir bien sí o no,

no conseguir lo que espero;

será que otros a mi hambre

le llamen lo que no quiero,

será ser de otro color,

será no estar en lo cierto,

será no sentir pasión

en las fiestas de los pueblos.

 

Extranjero, ¿qué será eso de extranjero?

 

Será no sentir calor,

no tener amigos cerca,

que te exploten sin problemas,

que la frialdad te endurezca;

tal vez, a tu alrededor,

un cerco de indiferencia

y fronteras de rechazo,

de incomprensión, de impaciencia.

 

No mirarte al corazón,

que no valoren tus hechos,

que el dolor te obligue a huir

y a morir en el Estrecho,

que sufras y te culpemos,

de miserias en extremo,

guerras, hambre, dictadores

y no nos solidaricemos.

 

Extranjero, ¿qué será eso de extranjero?

 

Sí, mi hermano, tú, extranjero,

tú que nunca lo sentiste,

tú que te crees muy dueño

y a compartir te resistes

como si el canto y los aires

de la tierra fueran nuestros,

como si el río y los valles

no tuvieran ya su Dueño.

 

Extranjero, ¿qué será eso de extranjero?

 

Con el rezo del Padrenuestro y la señal de la cruz.

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