Lectura del libro del Éxodo 3, 1-8a.13-15.
En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró,
sacerdote de Madián. Llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a
Horeb, la montaña de Dios. El ángel del Señor se le apareció en una llamarada
entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse. Moisés se
dijo:
-Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver por qué
no se quema la zarza.
Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la
zarza:
-Moisés, Moisés.
Respondió él:
-Aquí estoy.
Dijo Dios:
-No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio
que pisas es terreno sagrado.
Y añadió:
-Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de
Isaac, el Dios de Jacob.
Moisés se tapó la cara, porque temía ver a Dios. El Señor le dijo:
-He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas
contra los opresores; conozco sus sufrimientos. He bajado a librarlo de los
egipcios, a sacarlo de esta tierra, para llevarlo a una tierra fértil y
espaciosa, tierra que mana leche y miel.
Moisés replicó a Dios:
-Mira, yo iré a los hijos de Israel y les diré: “El Dios de
vuestros padres me ha enviado a vosotros”. Si ellos me preguntan: “¿Cuál es su
nombre?, ¿qué les respondo?”. Dios dijo a Moisés:
-“Yo soy el que soy”; esto dirás a los hijos de Israel: “Yo soy”
me envía a vosotros”.
Dios añadió:
-Esto dirás a los hijos de Israel: “El Señor, Dios de vuestros
padres, el Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a vosotros.
Este es mi nombre para siempre; así me llamaréis de generación en generación.
Textos
paralelos.
Ex 6, 2-13:
Dijo Dios a Moisés: “Yo soy el Señor. Yo me aparecí a Abrahán, Isaac y Jacob
como ‘Dios Todopoderoso”, pero no les di a conocer mi nombre ‘Yahwé’. Yo hice
alianza con ellos prometiéndoles la tierra de Canaán, tierra donde había
residido como emigrantes. Yo también, al escuchar las quejas de los israelitas
esclavizados por los egipcios, me acordé de la alianza; por tanto, diles a los
israelitas: Yo soy el Señor, os quitaré de encima las cargas de los egipcios,
os libraré de vuestra esclavitud, os rescataré con brazo extendido y haciendo
justicia solmene. Os adoptaré como pueblo mío y seré vuestro Dios; para que
sepáis que yo soy el Señor, vuestro Dios, el que os quita de encima las cargas
de los egipcios, os llevaré a la tierra que prometí con juramento a Abrahán,
Isaac y Jacob, y os la daré en posesión. Yo, el Señor”. Moisés comunicó esto a
los israelitas, pero no le hicieron caso, porque estaban agobiados por el
durísimo trabajo. El Señor dijo a Moisés: “Ve al Faraón, rey de Egipto, y dile
que deje salir de su territorio a los israelitas”. Moisés se dirigió al Señor
en estos términos: “Si los israelitas no me escuchan, ¿cómo me escuchará el
Faraón a mí, que soy tan torpe de palabra?”. El Señor habló a Moisés y a Aarón,
les dio órdenes para el Faraón, rey de Egipto, y para los israelitas, y les
mandó sacar de Egipto a los israelitas.
Ex 6, 28-7,
7: Cuando el Señor habló a Moisés en Egipto, le dijo: “Yo soy el Señor. Repite
al Faraón de Egipto todo lo que te digo”. Y Moisés le respondió al Señor: “Yo
soy torpe de palabra, ¿cómo me va a hacer caso el Faraón?”. El Señor dijo a
Moisés: “Mira, te hago un dios para el Faraón. Tú dirás todo lo que yo te
mande, y Aarón le dirá al Faraón que deje salir a los israelitas de su
territorio. Yo pondré terco al Faraón y haré muchos signos y prodigios contra
Egipto. El Faraón no os escuchará, pero yo extenderé mi mano contra Egipto y
sacaré de Egipto a mis escuadrones, mi pueblo, los israelitas, haciendo solmene
justicia. Para que los egipcios sepan que yo soy el Señor cuando extienda mi
mano contra Egipto y saque a los israelitas de en medio de ellos”. Moisés y
Aarón hicieron puntualmente lo que el Señor les mandaba. Cuando hablaron al
Faraón, Moisés tenía ochenta años, y Aarón ochenta y tres.
Hch 13,
17-18: El Dios de este pueblo de Israel eligió a nuestros padres y exaltó al
pueblo mientras residía en Egipto. Con brazo alzado los sacó de allí y durante
cuarenta años los condujo por el desierto.
Llegó
hasta Horeb.
Ex 19, 2:
Saliendo de Rafidín llegaron al desierto del Sinaí y acamparon allí, frente al
monte.
Gn 16, 7:
El ángel del Señor la encontró junto a la fuente del desierto, la fuente del
camino del sur.
El ángel
de Yahvé en una llama de fuego.
Dt 33, 16:
Con lo mejor de la tierra y cuanto contiene y el favor del que habita en la
zarza; bajen sobre la cabeza de José y coronen al escogido entre los hermanos.
En medio
de las zarzas.
Jos 5, 15:
El general del ejército del señor le contestó: “Descálzate, porque el sitio que
pisas es sagrado”. Josué se descalzó.
Gn 28,
16-17: Despertó Jacob del sueño y dijo: “Realmente está el Señor en este lugar
y yo no lo sabía”. Y añadió aterrorizado: “¡Qué terrible este lugar! Es nada
menos que casa de Dios y Puerta del Cielo”.
Aquí
estoy.
Lv 17, 1:
Día a Aarón, a sus hijos y a los israelitas: Esto es lo que manda el Señor.
No te
acerques aquí, quítate las sandalias.
Ex 19, 12:
Traza un límite alrededor y avisa al pueblo que se guarde de subir al monte o
acercarse a la falta; el que se acerque al monte es reo de muerte.
Moisés
se cubrió el rostro.
Ex 33, 20:
Pero mi rostro no lo puedes ver, porque nadie puede verlo y quedar con vida.
Yo soy.
Jn 17, 6:
He manifestado tu nombre a los hombres sacados del mundo, que me confiaste:
eran tuyos y me los confiaste y han cumplido tus palabras.
Jn 17, 26:
Les di a conocer tu nombre y se lo daré a conocer, para que el amor que me
tuviste esté en ellos, y yo en ellos.
Jn 8, 24:
Os dije que moriréis por vuestros pecados. Si no creéis que Yo soy, moriréis
por vuestros pecados.
Is 42, 8:
Yo soy el Señor, este es mi nombre, no cedo mi gloria a nadie ni mi honor a los
ídolos.
Ap 1, 4: De
Juan a las siete iglesias de Asia: os deseo el favor y la paz de parte del que
es y era y será, de parte de los siete espíritus que están ante su trono.
Notas exegéticas.
3 Este primer relato de la vocación de Moisés combina elementos
yahvistas, vv. 1-5.16-20 (teofanía y misión de Moisés), y elohísta, vv. 6.9-15
(revelación del nombre divino y de la vocación de Moisés, esta vez en Egipto,
aparece en 6, 2-13 y 6, 28-7,7.
3 1 Horeb es el nombre de la montaña del Sinaí en el marco histórico del
Deuteronomio y en la redacción deuteronomista del libro de los Reyes. Aquí es
una glosa, como en 17, 6.
3 2 (a) En otros lugares de este pasaje, Yahvé se aparece directamente a
Moisés. Aquí, la expresión “ángel” ( o más bien “enviado”) de Yahvé responde a
la preocupación por la ortodoxia de algún corrector (a Yahvé no se le puede
ver, cf. 3, 6).
3 2 (b) A lo largo del Antiguo Testamento, el fuego, entre otras connotaciones,
es un elemento que describe tanto la naturaleza divina como su presencia. En
este caso acompaña a una manifestación de Yahvé, que convierte en sagrado el
suelo de los alrededores, v. 5. Esta escena, que tiene lugar en los aledaños de
la montaña sagrada de Horeb, v. 1, pretende ser, desde el punto de vista de la
estructura del relato, una prefiguración de la teofanía del Sinaí (=Horeb),
donde Yahvé se manifiesta entre fuego, 19, 18, y no permite que la gente se
aventure en territorio sagrado, 24, 2.
3 5 El rito de quitarse las sandalias fue practicado por los sacerdotes de
la época del segundo Templo (actualmente por los musulmanes). Va unido al
carácter sagrado del lugar y se explica probablemente por la impureza de las
sandalias, hechas con piel de animales (muertos). La misma orden se da en Jos
5, 15.
3 6 (a) Un redactor tardío identifica el Dios del “padre” de Moisés con el de
los patriarcas. Numerosos manuscritos y versiones han corregido este v. usando
el plural “tus padres”, idéntico fenómeno de identificación de los padres de
los israelitas con los patriarcas aparece en el vv. 15.16.
3 6 (b) Hasta tal punto es trascendente Dios, que una criatura no puede verle y
vivir. El verbo “ver” (ra’a) es muy utilizado en esta
perícopa (vv. 2-4.7.9). Son sujetos del verbo tanto Moisés como Yahvé. El temor
de ver a la divinidad cara a cara es un tema clásico que subraya la
trascendencia divina.
3 8 “Tierra que mana leche y miel” designación de la Tierra Prometida,
frecuente en el Pentateuco, pero que probablemente proviene de una redacción
deuteronomista. Podría ser que Nm 16 13, que dice lo mismo de Egipto, sea el
texto más antiguo.
3 13 La tradición Yahvista hace remontarse el culto de Yahvé a los orígenes
de la humanidad, Gn 4, 26, y emplea este nombre divino en toda la historia
patriarcal. Según la tradición elohísta, a la que pertenece este texto, el
nombre de Yahvé no fue revelado más que a Moisés, como el hombre de Dios de los
Padres. La tradición sacerdotal, Ex 6, 2-3, concuerda con ella precisando
únicamente que el nombre de Dios de los Padres era El Sadday; ver Gn 17, 1.
Este relato, uno de los pasajes culminantes del AT, plantea dos problemas: el
primer filológico, atañe a la etimología del nombre de “Yahvé·”; el segundo,
exegético y teológico, atañe al sentido general del relato y al alcance de la
revelación que transmite. 1º Se ha tratado de explicar el nombre de Yahvé
por
lenguas distintas a la hebrea o por diversas raíces hebraicas. Ciertamente debe
verse en él una forma arcaica del verbo “ser”. Algunos reconocen aquí una forma
factitiva de este verbo: “hacer ser”, “trae la existencia”. Con mucha mayor
probabilidad se trata de una forma de tema simple, y la palabra significaría
“es”. 2º En cuanto a la interpretación, la palabra se explica en el v. 14, que
es una adición antigua de la misma tradición. Se discute sobre el sentido de
esta explicación ’ehyhe’aser ’ehyeh. Dios, hablando de
sí mismo, no puede emplear más que la primer a persona “Yo soy·. El hebreo
puede traducirse literalmente: “Yo soy lo que soy” o “Yo seré quien seré”, y
esto querría decir que Dios no quiere revelar su nombre; pero precisamente Dios
da aquí su nombre que, según la mentalidad semítica, parece definirlo de alguna
manera. Pero el hebreo también puede traducirse literalmente “Yo soy el que
soy”, y según las reglas de la sintaxis hebrea, esto corresponde a “Yo soy el
que es”. “Yo soy el existente”; así lo entendieron los traductores de los
Setenta: Ego eimi ho ón, Dios es el único verdaderamente
existente. Ello significa que es trascendente y sigue siendo un misterio para
el hombre, y también que actúa en la historia hacia un fin. Este pasaje
contiene en potencia los desarrollos que le conferirá la Revelación futura,
véase Ap 1, 8: “Aquel que es, que era y que va a venir, el Todopoderoso”.
3,
15. Ya antes de la era cristiana, el judaísmo, había tomado paulatinamente la
costumbre de no pronunciar el nombre propio YHWH, de modo que nos resulta
difícil conocer con exactitud su primitiva pronunciación (¿Yahwé?, ¿Yaho?=. En
su lugar se decía Adonai (el Señor), lo que indujo a la
versión griega a utilizar Kyrios (el Señor), palabra adoptada en
el NT (Hch 2, 36; Flp 2, 11). Las formas abreviadas Yah, Yahu, muy antiguas, son
utilizadas en la aclamación Halelu-yah (“Alabad al Señor”) y en la
formación de numerosos nombres propios: Eliyahu (=Elías, e.d. “mi
Dios es el Señor”), Yehoshua (=Josué, Jesús, e.d. “el Señor
salva”).
Salmo
responsorial
Salmo 103 (102), 1b-2.3-4.6-7.8.11
(R.: 8a)
El
Señor es compasivo y misericordioso. R/.
Bendice,
alma mía, al Señor,
y
todo mi ser a su santo nombre.
Bendice,
alma mía, al Señor,
y
no olvides sus beneficios. R/.
Él
perdona todas tus culpas,
y
cura todas tus enfermedades;
él
rescata tu vida de la fosa,
y
te colma de gracia y de ternura. R/.
El
Señor hace justicia,
y
defiende a todos los oprimidos;
enseñó
sus caminos a Moisés
y
sus hazañas a los hijos de Israel. R/.
El
Señor es compasivo y misericordioso,
lento
a la ira y rico en clemencia.
Como
se levanta el cielo sobre la tierra,
se
levanta su bondad sobre los que lo temen. R/.
Textos
paralelos.
El que tus culpas perdona.
Ex 15, 26: Si obedecéis al Señor, vuestro Dios, haciendo lo que él
aprueba, esucchando sus mandatos y cumpliendo sus leyes, no os enviaré las
enfermedades que he enviado a los egipcios, porque yo soy el Señor, que te
cura.
Cura todas tus dolencias.
Sal 41, 4: El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor, volcará la
camilla de su enfermedad.
Rescata tu vida de la fosa.
Jb 42, 10: Cuando Job intercedió por sus compañeros, el Señor
cambió su suerte y duplicó todas sus posesiones.
Yahvé es clemente y misericordioso.
Ex 34, 6-7: El Señor pasó ante él proclamando: el Señor, el Señor,
el Dios compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel, que conserva la
misericordia hasta la milésima generación, que perdona culpas, delitos y
pecados, aunque no deja impune y castiga la culpa de los padres en los hijos,
nietos y bisnietos.
Notas
exegéticas.
103 8 Son los atributos del nombre
de Yahvé, revelados a Moisés, Ex 34, 6, que todo el salmo desarrolla acentuando
la misericordia y la bondad, ver vv. 17-18 y Ex 20, 6, preparando así 1 Jn 4,
8.
103 11 “Adeptos”, lit. “quienes lo
temen”.
Segunda
lectura.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 10, 1-6.10-12.
No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron
todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en
Moisés por la nube y por el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual;
y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual
que los seguía; y la roca era Cristo. Pero la mayoría de ellos no agradaron a
Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto. Estas cosas sucedieron
en figura para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo codiciaron
ellos. Y para que no murmuréis, como murmuraron algunos de ellos, y perecieron
a manos del Exterminador. Todo esto les sucedía alegóricamente y fue escrito
para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades.
Por lo tanto, el que se crea seguro, cuídese de no caer.
Textos
paralelos.
Estuvieron todos bajo la
nube.
Ex 13, 21: El Señor caminaba
delante de ellos, de día en una columna de nubes para guiarlos; de noche, en
una columna de fuego, para alumbrarles; así podían caminar día y noche.
Atravesaron el mar.
Ex 14, 22: Los israelitas
entraron por el mar a pie enjuto, y las aguas les hacían de muralla a derecha e
izquierda.
Bautizados en la nube y
en el mar.
Ex 16, 4-35: Los israelitas
comieron maná durante cuarenta años, hasta que llegaron a tierra habitada.
Comieron maná hasta atravesar la frontera de Canaán (v. 35).
Pues bebían de la roca
espiritual.
Ex 17, 5-6: El Señor respondió
a Moisés: “Pasa delante del pueblo, acompañado de las autoridades de Israel,
empuña el bastón con el que golpeaste el Nilo y camina; yo te espero allí,
junta a la roca de Horeb. Golpea la roca y saldrá agua para que beba el
pueblo”.
Que les seguía.
Nm 20, 7-11: Y el Señor dijo a
Moisés: “Agarra el bastón, reúne la asamblea tú con tu hermano Aarón, y en
presencia de ellos ordenad a la roca que dé agua. Sacarás agua de la roca para
darles de beber a ellos y a sus bestias”. Moisés retiró la vara de la presencia
del Señor, como se lo mandaba; ayudado de Aarón, reunió la asamblea delante de
la roca, y les dijo: “Escuchad, rebeldes: ¿Creéis que podemos sacarnos agua de
esta roca? Moisés alzó la mano y golpeó la roca con el bastón dos veces, y
brotó agua tan abundante que bebió toda la gente y las bestias.
Sirvieran de ejemplo.
Nm 14, 15-16: Si ahora das
muerte a este pueblo como a un solo hombre, oirán la noticia las naciones y
dirán: “El Señor no ha podido llevar a este pueblo a la tierra que les había
prometido; por eso los ha matado en el desierto”.
Ni murmuréis como algunos
de ellos.
Nm 17, 6-15: Al día siguiente
toda la comunidad israelita protestó contra Moisés y Aarón, diciendo: “Estáis
matando al pueblo del Señor” (v. 6).
Todo esto les acontecía
en figura.
Ex 12, 23: El Señor va a pasar
hiriendo a Egipto, y cuando vea la sangre en el dintel y las jambas, el Señor
pasará de largo y no permitirá al exterminador entrar en vuestras casas para
herir.
Ex 10, 6: “Llenarán tu casa,
las casas de tus ministros y de todos los egipcios; algo que no vieron tus
padres ni tus abuelos desde que poblaron la tierra hasta hoy”. Moisés dio media
vuelta y salió de la presencia del Faraón.
Aviso a los que hemos
llegado a la plenitud de los tiempos.
Rm 15, 4: Lo que entonces se
escribió fue para nuestra instrucción, para que por la paciencia y el consuelo
de la Escritura tengamos esperanza.
El que crea estar de pie,
mire no caiga.
Ga 6, 1: Hermanos, si alguien
es sorprendido en un delito, vosotros, los espirituales, corregidlo con
modestia. Pero vigílate tú, no vayas a ser tentado tú también.
Si 15, 11-20: No digas: “Mi
pecado viene de Dios”, porque él no hace lo que odia; no digas: “Él me ha
extraviado”, porque no necesita de hombres inicuos; el Señor aborrece la maldad
y la blasfemia, los que lo respetan no caen en ellas. El Señor ve al hombre al
principio y lo entregó en poder de su albedrío; si quieres, guardarás sus
mandatos, porque es prudencia cumplir su voluntad; ante ti están puestos fuego
y agua: echa mano a lo que quieras; delante del hombre están muerte y vida: le
darán lo que él escoja. Es inmensa la sabiduría del Señor, es grande su poder y
lo ve todo; los ojos de Dios ven las acciones, él conoce todas las obras del
hombre. A nadie mandó pecar ni enseñó mentiras a los embusteros; no deja
impunes a los embusteros ni se apiada del que practica el fraude.
Notas
exegéticas.
10 Esta sección comenta la última
palabra de la sección precedente: “descalificado”. Existe el peligro de ser
reprobado: lo demuestran los ejemplos tomados de la historia de Israel. Y la
causa de esta eliminación fue el orgullo y la presunción. Eviten pues, los
“fuertes” esos vicios.
10 4 (a) Pablo evoca la nube y el paso
del mar rojo – figuras del bautismo –, el maná y el agua de la roca – figuras
de la Eucaristía – para invitar a los corintios a la prudencia y la humildad.
Los hebreos en el desierto se beneficiaron en cierto modo de los mismos dones
que ellos; sin embargo, en su mayoría, disgustaron a Dios.
10 4 (b) Según una tradición rabínica,
la roca de Nm 20, 8 acompañaba a los israelitas en el desierto; Pablo usa el
tiempo pasado porque la roca ya no existe en este tiempo.
10 6 Lit. “tipos”, que Dios suscitó
para prefigurar las realidades espirituales de la era mesiánica (“antitipos”, 1
P 3, 21, pero ver Hb 9, 24). Este sentido “típico” (o “alegórico”, Ga 4, 24) de
los Libros Sagrados, si bien superaba la conciencia clara de los autores
inspirados, no por eso es menos escriturístico, puesto que lo quiso Dios, autor
de toda la Escritura. Es un sentido ordenado a la instrucción de los
cristianos: los autores del NT lo han utilizado a menudo. Pablo lo inculca en
repetidas ocasiones y algunos escritos – como el cuarto evangelio y la epístola
a los Hebreos – se fundan, en su totalidad, en una tipología del AT.
10 10 El exterminador es el ángel
encargado de los castigos divinos. Es mencionado en Ex 12, 23, en la muerte de
los primogénitos egipcios, pero no en el relato de Nm 17, 6-15.
Evangelio.
X Lectura
del santo evangelio según san Lucas 13, 1-9.
En aquel momento se presentaron algunos a
contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de
los sacrificios que ofrecían. Jesús respondió:
-¿Pensáis que esos
galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo
esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O
aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis
que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no;
y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.
Y les dijo esta
parábola:
-Uno tenía una
higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.
Dijo entonces al
viñador:
-Ya ves, tres años
llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala.
¿Para qué va a perjudicar el terreno?
Pero el viñador
respondió:
-Señor, déjala
todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a
ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar.
Textos
paralelos.
¿Pensáis que esos
galileos eran más pecadores que todos los demás galileos?
Jn 5, 14: Mas tarde
lo encuentra Jesús en el templo y le dice: “Mira que te has curado. No vuelvas
a pecar, no te vaya a suceder algo peor”.
Un hombre tenía
plantada una higuera en su viña.
Mt 21, 19: Viendo
una higuera junto al camino, se acercó, pero no encontró más que hojas. Le
dijo: “Jamás vuelvas a dar fruto”. Al punto se secó la higuera.
Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.
13 1
Episodio
desconocido fuera de este texto, como ocurre también con el incidente
mencionado en v. 4, Flavio Josefo informa de varias intervenciones sangrientas
de Pilato en Jerusalén.
13 6
El
episodio de la higuera que se secó es un acto de severidad; Lucas ha preferido
esta parábola de la paciencia.
13 9
O
bien “en el futuro”. En lugar de “en adelante”, algunos traducen “el año
próximo”, dando por sobreentendido “año”, mencionado en el v. precedente.
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión
crítica.
13,
1-5 Dos
hechos trágicos contemporáneos (vs. 1 y 4) sirvieron a Jesús para iluminar un
problema teológico: las desgracias – sean naturales o provocadas por los
hombres – no vienen necesariamente como castigo automático por los pecados de
quienes las padecen pero sí nos avisan: todos somos pecadores, todos
necesitamos convertirnos.
1 SE PRESENTARON: lit.
se presentaban. // CON… LAS VÍCTIMAS QUE SACRIFICABAN (lit. con los
sacrificios de ellos): desconocemos el hecho exacto que se refería aquella
noticia; las represalias violentas eran frecuentes en Palestina desde hacía
años.
2 MÁS PECADORES: lit. pecadores
en comparación con.
4 LA TORRE DE SILOÉ
(lit. la torre en el Siloé, semitismo) defendía el acueducto del
estanque “Siloé”. // ¿CREÉIS QUE FUERON…: lit. creéis que estos llegaron a
ser deudores junto a (forma de comparativo, usada también en el v. 2) todos
los habitantes de Jerusalén. MÁS CULPABLES es, lit., “más deudores”,
debían más.
6 La parábola habla de
la paciencia divina, que es ilimitada; pero nuestro tiempo tiene límite: hay
que aprovechar este ahora para dar fruto “correspondiente al
arrepentimiento” (cf. 3, 8).
7 “Ocupar TERRENO EN
BALDE” no es hacer estéril la tierra, sino dejar sin aprovechar este
trozo de terreno (lit. la tierra).
9 TENDRÁS QUE
CORTARLA: lit. cortarás a ella, podrás cortarla; palabras apenadas en
boca del viñador, que equivalen a “no tendrás más remedio que cortarla”.
Notas
exegéticas de la Biblia Didajé.
13,
1-5 Muchas
personas en esa época creían que las enfermedades, accidentes y la desgracia
estaban asociados a los pecados personales o de la familia. Aunque la
enfermedad y la muerte son consecuencia del pecado original, y por tanto
afectan a toda la humanidad, no son generalmente el resultado del mal personal.
Cristo disipó la noción de que las personas que fueron trágicamente asesinadas
habían muerto por causa de sus propios pecados. Sin embargo, su muerte es la
llamada al arrepentimiento porque no sabemos cuando llegará a su fin nuestra
vida. Cat. 1502.
13,
6-9 La
parábola de la higuera trata del arrepentimiento y la misericordia. Dios, con
su misericordia, nos da una gran oportunidad de arrepentirnos y dar frutos. Sin
embargo, si perseveramos en el rechazo de su amor, moriremos de hecho por su
propia elección. Cat. 402, 1008 y 1018.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
1502
El
hombre del Antiguo Testamento vive la enfermedad de cara a Dios. Ante Dios se
lamenta por su enfermedad y de Él, que es el Señor de la vida y de la muerte,
implora la curación. La enfermedad se convierte en camino de conversión y el
perdón de Dios inaugura la curación. Israel experimenta que la enfermedad, de
una manera misteriosa, se vincula al pecado y al mal; y que la fidelidad a
Dios, según su Ley, devuelve la vida: “Yo, el Señor, soy el que te sana” (Ex
15, 26). El profeta entrevé que el sufrimiento puede tener también un sentido
redentor por los pecados de los demás. Finalmente, Isaías anuncia que Dios hará
venir un tiempo para Sión en que perdonará toda falta y curará toda enfermedad.
Concilio
Vaticano II.
La Iglesia es
labranza o campo de Dios (cf. 1 Cor 3, 9). En este campo crece el antiguo olivo
cuya raíz santa fueron los patriarcas y en el que tuvo y tendrá lugar la reconciliación
de los judíos y de los gentiles (cf. Rm 1, 13-26). El labrador del cielo la
plantó como viña selecta (cf. Mt 21, 33-43 par.: cf. Is 5, 1ss). La verdadera
vid es Cristo, que da vida y fecundidad a los sarmientos, es decir, a nosotros,
que permanecemos en Él por medio de la Iglesia y que sin Él no podemos hacer
nada (cf. Jn 15, 1-5).
Comentarios de los Santos Padres.
Pasó tres años entre ellos para hacerles ver que era
el Salvador. Y cuando quiso arrancar la higuera, sucedió lo mismo que
anteriormente entre el Padre y Moisés: “Déjame que destruya a este pueblo” (Ex
32, 10). El Padre dio una oportunidad a Moisés para que intercediera mediante
la oración. Lo mismo sucede aquí.
Efren de Nisibi. Comentario al Diatessaron,
14, 26-27. III, pg. 310.
Este árbol es el género humano. El Señor lo visita
en la época de los patriarcas: el primer año, por así decir. Lo visitó en la
época de la ley y los profetas: el segundo año. He aquí que amanece el tercer
año; casi debió ser cortado ya, pero el misericordioso intercede ante el
misericordioso. Quien quería mostrarse misericordioso, él mismo se presentó
como intercesor.
Agustín. Sermón, 254, 3. III, pg. 310.
Si alguien dijese que el viñador es el Hijo, su
punto de vista tendría una razón a su favor. Él es nuestro abogado ante el
Padre, nuestro defensor y el jardinero de nuestras almas. Poda constantemente
todo aquello que es dañino y nos colma de semillas racionales y santas, para
que podamos ofrecerle los frutos.
Cirilo de Alejandría. Comentario al Ev. de Lucas,
96. III, pg. 311.
San Agustín
Con razón dice también el Señor en el evangelio a propósito de cierto
árbol estéril: Hace ya tres años que me acerco a él sin encontrar fruto: lo
cortaré para que no estorbe en el campo (Lc 13, 7). Intercede el colono;
intercede cuando ya el hacha está a punto de caer, para cortar las raíces
estériles; intercede el colono como intercedió Moisés ante Dios.
Sermón 254,
3-4. I, pg. 315-316.
San Juan de Ávila
No saquéis vos de oír estas caídas ajenas alguna soberbia de corazón,
con que digáis: No soy yo como aquellos que tan feamente han perdido la fe.
Acordaos de unos hombres que contaban a nuestro Señor que Pilato había muerto a cierta gente de Galilea en mitad de unos
sacrificios que
hacían (cf. Lc 13, 1), y llevaban lo que esto contaban un liviano
complacimiento en su corazón, con que se tenían por mejores que aquellos que
habían hecho cosas merecedoras de que los matase Pilato. Y como él soberano
Maestro entendía la tal soberbia, sin que ellos la manifestasen, quiriéndolos
desengañar, les dijo de esta manera: ¿Pensáis que aquellos hombres de Galilea eran mayores pecadores
que… (Lc 13,
2-5. Este mismo sentido tiene San Pablo cuando dice: Por la incredulidad
fueron cortados, los judíos, que eran ramos en la oliva de los creyentes, y tú
por la fe estás en pie. No quieras ensorbecerte, mas teme, porque de otra
manera también serás tú cortado (Rm 11, 19-21). Los castigos de
Dios, hechos en otros, humildes y cautos nos deben hacer, no soberbios.
Audi, filia (II), 19. I, pg. 641.
Y para que no andemos en duda de qué quiere el Señor que hagamos los
que quedamos en la Iglesia católica en este triste acaecimiento que a los que
eran nuestros hermanos ha acaecido, callemos nuestras lenguas, porque no
erremos, y abramos nuestras orejas para oír con reverencia lo que dice el
evangelista San Lucas en el Evangelio que contaron una vez unos hombres a
nuestro Señor: como Pilatos había muerto a cierta gente de Galilea que halló
haciendo cierto sacrificio. Y los que esto contaban al Señor llevaban en sus
corazones un liviano complacimiento, y por ventura tan secreto, que ellos
mismos nos lo entendían: con el cual no se tenían por pecadores, como aquellos
a quien por lo que habían hecho los había muerto Pilatos. Y como el
sapientísimo maestro (al cual los rincones del corazón, por muy secretos que
estén, son manifiestos) entendió aquella vanidad que traían, y, queriéndolos
desengañar y liberar del peligro que por ello, como a soberbios y negligentes,
les podía venir, díjoles de esta manera: Putatis quod hi galilei… (Lc 13, 2-5). ¡Oh Señor! ¡Cuán
gran carga nos has echado en decirnos esta verdad y en cuán gran cuidado nos
has puesto si la hemos de recibir y poner en obra y de manera que quedemos
remediados y por razón de la pérdida grande ajena! Danos, Señor, humildad
profunda de corazón, con que sintamos que el no haber caído como aquellos lo
atribuyamos a tu gracia y misericordia y no a tenernos por menores pecadores
que aquellos. Hágannos, Señor, tus castigos cautos y humildes y enmendados,
porque no nos des en el rostro: Curavimus Babilonem et non est sanata (Jr 51, 9), y vengamos poco a
poco a merecer que nos dejes. Mucho, mucho debemos mirar cuán a costa de otros
nos ha querido Dios avisar, y de cómo en tiempos pasados dijo a Hierusalen que
fuese a mirar el castigo recio que había ejercitado en Siloé por los pecados
(cf. Lc 13, 4-5) y que se emendase ella, porque no le acaeciese otro tanto.
Causas y remedios de las herejías, 32. II, pg. 555-556.
Cuando el Señor nació, había mandado César que todos los de su reino se
fuesen a escrebir, para que pagasen el tributo, ut habetur Lc 2 (cf. Lc 2, 1). Y levantóse alguna gente, de
los cuales era el principal Judas Galileo. Y esta gente de esta secta
sustentaba que no era lícito que ellos pagasen tributo a Cesar y decían:
“¡Cómo! ¿Nosotros, que somos judíos y conocemos a Dios, es razón que paguemos
tributo a un infiel que adora ídolos?”. No faltó gente que lo siguiese en el
pueblo, porque defendían esto, ut habet Lucas 13 (cf. Lc 13, 1). Y entonces murieron Judas Galileo y Teodás, ut habebat Actuum 5 (cf. Hch 5, 36-37).
Domingo 22 después de Pentecostés. III, pg. 309.
San Oscar Romero.
Y ahora, queridos hermanos, mi tercer y último pensamiento yo
lo acomodo a nuestro querido pueblo, preguntando como tercera idea de esta
homilía: ¿qué significa hoy para El Salvador, convertirse al Señor por los
caminos de Cristo? ¿Quién es el verdadero salvadoreño que se puede llamar hoy
Pueblo de Dios? El que camina muy adherido a Cristo buscando esa Jerusalén
Celestial trabajando por la tierra, pero no por sus propios proyectos sino
según el proyecto de Dios trascendente y que nos acerca al Reino del Señor.
Homilía 9 marzo 1980.
Francisco. Angelus. 28 de febrero
de 2016.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Cada
día, lamentablemente, las crónicas presentan malas noticias: homicidios,
accidentes, catástrofes... En el pasaje evangélico de hoy, Jesús se refiere a
dos hechos trágicos que en ese tiempo habían suscitado gran impacto: una
represión cruenta realizada por los soldados romanos en el templo y el derrumbe
de la torre de Siloé, en Jerusalén, que había causado dieciocho víctimas
(cf. Lc 13, 1-5).
Jesús
conoce la mentalidad supersticiosa de su auditorio y sabe que ellos interpretan
de modo equivocado ese tipo de hechos. En efecto, piensan que, si esos hombres
murieron cruelmente, es signo de que Dios los castigó por alguna culpa grave
que habían cometido; o sea: «se lo merecían». Y, en cambio, el hecho de
salvarse de la desgracia equivalía a sentirse «sin falta». Ellos «se lo
merecían»; yo no «tengo faltas».
Jesús
rechaza completamente esta visión, porque Dios no permite las tragedias para
castigar las culpas, y afirma que esas pobres víctimas no eran de ninguna
manera peores que las demás. Más bien, Él invita a sacar de estos hechos
dolorosos una advertencia referida a todos, porque todos somos pecadores.
En efecto, así lo dice a quienes lo habían interrogado: «Si no os convertís,
todos pereceréis del mismo modo» (v. 3).
También
hoy, ante ciertas desgracias y lutos, podemos ser tentados de «descargar» la
responsabilidad sobre las víctimas, o, es más, sobre Dios mismo. Pero el Evangelio nos invita a reflexionar: ¿qué
idea nos hemos hecho de Dios? ¿Estamos convencidos de que Dios es así? O,
¿no se trata de una proyección nuestra, de un dios hecho «a nuestra imagen y
semejanza»? Jesús, al contrario, nos llama a cambiar el corazón,
a hacer un cambio radical en el camino de nuestra vida, abandonando las
componendas con el mal —y esto lo hacemos todos, las componendas con el
mal—, las hipocresías —creo que casi todos tenemos al menos un trocito
de hipocresía—, para emprender con firmeza el camino del Evangelio.
Pero, he aquí de nuevo la tentación de justificarnos: «¿De qué cosa deberíamos
convertirnos? Considerándolo bien, ¿no somos buena gente?». Cuántas veces hemos
pensado esto: «Pero, considerándolo bien, yo soy de los buenos, soy de las
buenas —¿no es así?—. ¿No somos de los creyentes, incluso bastante
practicantes?». Y así creemos que estamos justificados.
Lamentablemente,
cada uno de nosotros se parece mucho a un árbol que, durante años, ha dado
múltiples pruebas de su esterilidad. Pero, afortunadamente, Jesús se
parece a ese campesino que, con una paciencia sin límites, obtiene una vez más
una prórroga para la higuera infecunda: «Déjala por este año todavía —dijo
al dueño— […] Por si da fruto en adelante» (v. 9). Un «año» de gracia: el
tiempo del ministerio de Cristo, el tiempo de la Iglesia antes de su retorno
glorioso, el tiempo de nuestra vida, marcado por un cierto número de
Cuaresmas, que se nos ofrecen como ocasiones de revisión y de salvación, el
tiempo de un Año Jubilar de la Misericordia. La invencible paciencia de
Jesús. ¿Habéis pensado en la paciencia de Dios? ¿Habéis pensado también en
su obstinada preocupación por los pecadores? ¡Cómo es que aún vivimos con
impaciencia en relación a nosotros mismos! Nunca es demasiado tarde para
convertirse, ¡nunca! Hasta el último momento: la paciencia de Dios nos espera.
Recordad esa pequeña historia de santa Teresa del Niño Jesús, cuando rezaba por
el hombre condenado a muerte, un criminal, que no quería recibir el consuelo de
la Iglesia, rechazaba al sacerdote, no lo quería: quería morir así. Y ella, en
el convento, rezaba. Y cuando ese hombre estaba allí, precisamente en el
momento de ser asesinado, se dirige al sacerdote, toma el Crucifijo y lo besa.
¡La paciencia de Dios! Y hace lo mismo también con nosotros, ¡con todos nosotros!
Cuántas veces —nosotros no lo sabemos, lo sabremos en el cielo—, cuántas
veces nosotros estamos ahí, ahí… [a punto de caer] y el Señor nos salva: nos
salva porque tiene una gran paciencia con nosotros. Y esta es su misericordia.
Nunca es tarde para convertirnos, pero es urgente, ¡es ahora! Comencemos hoy.
Que la
Virgen María nos sostenga, para que podamos abrir el corazón a la gracia de
Dios, a su misericordia; y nos ayude a nunca juzgar a los demás, sino a
dejarnos provocar por las desgracias de cada día para hacer un serio examen de
conciencia y arrepentirnos.
Francisco. Angelus. 24 de marzo de
2019.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este tercer domingo de Cuaresma (ver Lc 13,
1-9) nos habla de la misericordia de Dios y de nuestra conversión. Jesús
narra la parábola de la higuera estéril. Un hombre ha plantado una higuera en
su viña, y con gran confianza todos los veranos va a buscar sus frutos, pero no
encuentra ninguno, porque el árbol es estéril. Empujado por esa decepción que
se repite durante tres años, piensa en cortar la higuera para plantar otra.
Llama al campesino que está en la viña y expresa su insatisfacción, ordenándole
que corte el árbol, para no desperdiciar el suelo innecesariamente. Pero el
campesino le pide al dueño que sea paciente y que le conceda una prórroga de un
año, durante la cual el mismo dedicará más atención a la higuera, para
estimular su productividad. Esta es la parábola. ¿Qué representa esta parábola?
¿Qué representan los personajes de esta parábola?
El dueño representa a Dios Padre y el viñador es la imagen de Jesús,
mientras que la higuera es un símbolo de la humanidad indiferente y árida. Jesús intercede ante el Padre en favor
de la humanidad ―y lo hace siempre― y le pide que espere y le conceda un poco
más de tiempo para que los frutos del amor y la justicia broten en ella. La
higuera de la parábola que el dueño quiere erradicar representa una
existencia estéril, incapaz de dar, incapaz de hacer el bien. Es un símbolo
de quien vive para sí mismo, sacio y tranquilo, replegado en su comodidad,
incapaz de dirigir su mirada y su corazón a aquellos que están cerca de él en
un estado de sufrimiento, pobreza y malestar. A esta actitud de egoísmo
y esterilidad espiritual se contrapone el gran amor del viñador por la higuera:
hace esperar al dueño, tiene paciencia, sabe esperar, le dedica su tiempo y su
trabajo. Promete al dueño que prestará una atención especial a ese árbol
desafortunado.
Y esta similitud del viñador manifiesta la misericordia de Dios, que nos
deja un tiempo para la conversión. Todos necesitamos convertirnos, dar un
paso adelante, y la paciencia de Dios, la misericordia, nos acompaña en esto. A
pesar de la esterilidad, que a veces marca nuestra existencia, Dios tiene
paciencia y nos ofrece la posibilidad de cambiar y avanzar por el camino del
bien. Pero la prórroga implorada y concedida mientras se espera que
el árbol finalmente fructifique, también indica la urgencia de la conversión.
El viñador le dice al dueño: «Déjala por este año todavía» (v. 8). La
posibilidad de conversión no es ilimitada; por eso hay que tomarla de inmediato.
De lo contrario se perdería para siempre. En esta Cuaresma podemos pensar: ¿Qué
debo hacer para acercarme al Señor, para convertir, para “cortar” las cosas que
no van bien? “No, no, esperaré la próxima Cuaresma”. Pero ¿estarás vivo la
próxima Cuaresma? Pensemos hoy, cada uno de nosotros: ¿qué debo hacer ante
esta misericordia de Dios que me espera y que siempre perdona? ¿Qué debo hacer?
Podemos confiar mucho en la misericordia de Dios, pero sin abusar de ella. No
debemos justificar la pereza espiritual, sino aumentar nuestro compromiso de
responder con prontitud a esta misericordia con sinceridad de corazón.
En el tiempo de Cuaresma, el Señor nos invita a la conversión. Cada uno
de nosotros debe sentirse interpelado por esta llamada, corrigiendo algo en
nuestras vidas, en nuestra manera de pensar, de actuar y vivir las
relaciones con los demás. Al mismo tiempo, debemos imitar la paciencia de
Dios que confía en la capacidad de todos para poder “levantarse” y reanudar
el viaje. Dios es Padre, y no apaga la llama débil, sino que acompaña y cuida a
los débiles para que puedan fortalecerse y aportar su contribución de amor a la
comunidad. Que la Virgen María nos ayude a vivir estos días de preparación
para la Pascua como un tiempo de renovación espiritual y de confianza abierta a
la gracia de Dios y a su misericordia.
Francisco. Angelus. 20 de marzo de
2022
Queridos hermanos y hermanas, ¡buen domingo!
Estamos a mitad del camino cuaresmal, y hoy el
Evangelio inicialmente presenta a Jesús que comenta algunos sucesos. Cuando aún
seguía vivo el recuerdo de dieciocho personas muertas a causa del
derrumbamiento de una torre, le cuentan que Pilato había ordenado matar a
algunos galileos (cfr. Lc 13,1). Y se plantea una pregunta que
parece acompañar estas trágicas noticias: ¿quién tiene la culpa de estos hechos
terribles? ¿Quizás aquellas personas eran más culpables que otras y Dios las ha
castigado? Estos son interrogantes siempre actuales; cuando las noticias
negativas nos oprimen y nos sentimos impotentes ante el mal, a menudo se nos
ocurre preguntarnos: ¿se trata de un castigo de Dios? ¿Es Él quien envía
una guerra o una pandemia para castigarnos por nuestros pecados? ¿Y por qué
el Señor no interviene?
Hemos de estar atentos: cuando el mal nos
oprime, corremos el riesgo de perder lucidez, y para encontrar una respuesta
fácil a cuanto no logramos explicarnos, terminamos por echarle la culpa a Dios.
Y muchas veces la costumbre fea y mala de las blasfemias viene de ahí. ¡Cuántas
veces le atribuimos nuestras desgracias y las desventuras del mundo a Él
que, en cambio, nos deja siempre libres y, por tanto, no interviene nunca
imponiéndose, tan solo proponiéndose; a Él, que nunca usa la violencia, sino
que, por el contrario, ¡sufre por nosotros y con nosotros! De hecho, Jesús
rechaza y contesta con fuerza la idea de imputar a Dios nuestros males:
aquellas personas que Pilato mandó matar y las que murieron bajo la torre no
eran más culpables que otras y no fueron víctimas de un Dios despiadado y
vengativo, que no existe. De Dios no puede venir nunca el mal, porque Él «no
nos trata según nuestros pecados» (Sal 103,10), sino conforme a su
misericordia. Es el estilo de Dios. No puede tratarnos de otro modo.
Siempre nos trata con misericordia.
En vez de culpar a Dios, dice
Jesús, tenemos que mirar nuestro interior: es el pecado el que produce
la muerte; son nuestros egoísmos los que laceran las relaciones; son
nuestras decisiones equivocadas y violentas las que desencadenan el mal. En
este punto, el Señor ofrece la verdadera solución. ¿Cuál es? La
conversión: «Si no os convertís -dice- pereceréis todos del mismo modo»
(Lc 13,5). Se trata de una invitación apremiante, especialmente en
este tiempo de Cuaresma. Acojámosla con el corazón abierto. Convirtámonos del
mal, renunciemos a aquel pecado que nos seduce, abrámonos a la lógica del
Evangelio: ¡porque donde reinan el amor y la fraternidad, el mal ya no tiene
poder!
Jesús sabe que convertirse no es fácil, y quiere
ayudarnos. Sabe que muchas veces volvemos a caer en los mismos errores y en
los mismos pecados; que nos desanimamos y, quizá, nos parece que nuestro
esfuerzo por el bien es inútil en un mundo donde el mal parece reinar. Y
entonces, después de su llamado, nos anima con una parábola que ilustra la
paciencia que Dios. Debemos pensar en la paciencia de Dios, la paciencia
que Dios tiene con nosotros. Jesús nos ofrece la consoladora imagen de una
higuera que no da frutos en el periodo establecido, pero cuyo dueño no la
corta: le concede más tiempo, le da otra posibilidad. Me gusta pensar que un
hermoso nombre de Dios sería “el Dios que da otra posibilidad”: siempre
nos da otra oportunidad, siempre, siempre. Así es su misericordia. Así hace el
Señor con nosotros: no nos aleja de su amor, no se desanima, no se cansa de
darnos confianza con ternura. Hermanos y hermanas, ¡Dios cree en
nosotros! Dios se fía de nosotros y nos acompaña con paciencia, la
paciencia de Dios con nosotros. No se desanima, sino que pone siempre
esperanza en nosotros. Dios es Padre y te mira como un padre: como el mejor
de los papás, no ve los resultados que aún no has alcanzado, sino los frutos
que puedes dar; no lleva la cuenta de tus faltas, sino que realza tus
posibilidades; no se detiene en tu pasado, sino que apuesta con confianza
por tu futuro. Porque Dios está cerca, está a nuestro lado. Es el estilo de
Dios, no lo olvidemos: cercanía; Él está cerca con misericordia y ternura. Así
nos acompaña Dios, es cercano, misericordioso y tierno.
Pidamos, por tanto, a la Virgen María que nos
infunda esperanza y valor, y que encienda en nosotros el deseo de
conversión.
Benedicto XVI. Angelus. 11 de
marzo de 2007.
Queridos hermanos y hermanas:
La página del evangelio de san Lucas, que se proclama en este tercer
domingo de Cuaresma, refiere el comentario de Jesús sobre dos hechos de
crónica. El primero: la revuelta de algunos galileos, que Pilato reprimió
de modo sangriento; el segundo, el desplome de una torre en Jerusalén, que
causó dieciocho víctimas. Dos acontecimientos trágicos muy diversos: uno,
causado por el hombre; el otro, accidental. Según la mentalidad del tiempo, la
gente tendía a pensar que la desgracia se había abatido sobre las víctimas a
causa de alguna culpa grave que habían cometido. Jesús, en cambio, dice:
"¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás
galileos?... O aquellos dieciocho, ¿pensáis que eran más culpables que los
demás hombres que habitaban en Jerusalén?" (Lc 13, 2. 4).
En ambos casos, concluye: "No, os lo aseguro; y si no os convertís,
todos pereceréis del mismo modo" (Lc 13, 3. 5).
Por tanto, el mensaje que Jesús quiere transmitir a sus oyentes es la
necesidad de la conversión. No la propone en términos moralistas, sino
realistas, como la única respuesta adecuada a acontecimientos que ponen en
crisis las certezas humanas. Ante ciertas desgracias —advierte— no se
ha de atribuir la culpa a las víctimas. La verdadera sabiduría es,
más bien, dejarse interpelar por la precariedad de la existencia y asumir
una actitud de responsabilidad: hacer penitencia y mejorar nuestra
vida. Esta es sabiduría, esta es la respuesta más eficaz al mal, en
cualquier nivel, interpersonal, social e internacional. Cristo invita a
responder al mal, ante todo, con un serio examen de conciencia y con el
compromiso de purificar la propia vida. De lo contrario —dice— pereceremos,
pereceremos todos del mismo modo.
En efecto, las personas y las sociedades que viven sin cuestionarse jamás
tienen como único destino final la ruina. En cambio, la conversión, aunque
no libra de los problemas y de las desgracias, permite afrontarlos de
"modo" diverso. Ante todo, ayuda a prevenir el mal,
desactivando algunas de sus amenazas. Y, en todo caso, permite vencer el
mal con el bien, si no siempre en el plano de los hechos —que a
veces son independientes de nuestra voluntad—, ciertamente en el espiritual.
En síntesis: la conversión vence el mal en su raíz, que es el
pecado, aunque no siempre puede evitar sus consecuencias.
Pidamos a María santísima, que nos acompaña y nos sostiene en el itinerario
cuaresmal, que ayude a todos los cristianos a redescubrir la grandeza, yo
diría, la belleza de la conversión. Que nos ayude a comprender que hacer
penitencia y corregir la propia conducta no es simple moralismo, sino el camino
más eficaz para mejorarse a sí mismo y mejorar la sociedad. Lo expresa muy bien
una feliz sentencia: Es mejor encender una cerilla que maldecir la
oscuridad.
Benedicto XVI. Angelus. 7 de marzo
de 2010.
Queridos hermanos y hermanas:
La liturgia de este tercer domingo de Cuaresma nos
presenta el tema de la conversión. En la primera lectura, tomada
del Libro del Éxodo, Moisés, mientras pastorea su rebaño, ve una
zarza ardiente, que no se consume. Se acerca para observar este prodigio, y una
voz lo llama por su nombre e, invitándolo a tomar conciencia de su indignidad,
le ordena que se quite las sandalias, porque ese lugar es santo. "Yo soy
el Dios de tu padre —le dice la voz— el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el
Dios de Jacob"; y añade: "Yo soy el que soy" (Ex 3,
6.14). Dios se manifiesta de distintos modos también en la vida de cada uno
de nosotros. Para poder reconocer su presencia, sin embargo, es necesario que
nos acerquemos a él conscientes de nuestra miseria y con profundo respeto.
De lo contrario, somos incapaces de encontrarlo y de entrar en comunión con él.
Como escribe el Apóstol san Pablo, también este hecho fue escrito para
escarmiento nuestro: nos recuerda que Dios no se revela a los que están
llenos de suficiencia y ligereza, sino a quien es pobre y humilde ante él.
En el pasaje del Evangelio de hoy, Jesús es interpelado acerca de algunos
hechos luctuosos: el asesinato, dentro del templo, de algunos galileos por
orden de Poncio Pilato y la caída de una torre sobre algunos transeúntes
(cf. Lc 13, 1-5). Frente a la fácil conclusión de
considerar el mal como un efecto del castigo divino, Jesús presenta la imagen
verdadera de Dios, que es bueno y no puede querer el mal, y poniendo en
guardia sobre el hecho de pensar que las desventuras sean el efecto inmediato
de las culpas personales de quien las sufre, afirma: "¿Pensáis que esos
galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido
estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del
mismo modo" (Lc 13, 2-3). Jesús invita a hacer una lectura
distinta de esos hechos, situándolos en la perspectiva de la conversión:
las desventuras, los acontecimientos luctuosos, no deben suscitar en
nosotros curiosidad o la búsqueda de presuntos culpables, sino que
deben representar una ocasión para reflexionar, para vencer la ilusión de poder
vivir sin Dios, y para fortalecer, con la ayuda del Señor, el compromiso de
cambiar de vida. Frente al pecado, Dios se revela lleno de misericordia
y no deja de exhortar a los pecadores para que eviten el mal, crezcan en su
amor y ayuden concretamente al prójimo en situación de necesidad, para que
vivan la alegría de la gracia y no vayan al encuentro de la muerte eterna. Pero
la posibilidad de conversión exige que aprendamos a leer los hechos de la vida
en la perspectiva de la fe, es decir, animados por el santo temor de Dios. En
presencia de sufrimientos y lutos, la verdadera sabiduría es dejarse interpelar
por la precariedad de la existencia y leer la historia humana con los ojos de
Dios, el cual, queriendo siempre y solamente el bien de sus hijos,
por un designio inescrutable de su amor, a veces permite que se vean
probados por el dolor para llevarles a un bien más grande.
Queridos amigos, recemos a María santísima, que nos acompaña en el
itinerario cuaresmal, a fin de que ayude a cada cristiano a volver al Señor de
todo corazón. Que sostenga nuestra decisión firme de renunciar al mal y de
aceptar con fe la voluntad de Dios en nuestra vida.
DOMINGO 4 T. C.
Monición
de entrada.-
Hoy Jesús nos va a contar otra historia, una de las más
bonitas. Y en ella nos dirá lo que pasa cuando venimos a misa.
¿Qué qué nos pasa? Pues estemos atentos.
Señor, ten piedad.
Tú que eres un papá bueno. Señor, ten piedad.
Tú que cuando nos portamos mal nos perdonas. Cristo ten piedad.
Tú que estás contento cuando venimos a la fiesta de la
misa. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Para que el papa Francisco siga ayudando a las personas que
son miradas mal. Te lo pedimos, Señor
Para que en la iglesia siempre estén las puertas abiertas y
nadie se sienta menos que los demás. Te lo pedimos, Señor
Para que seamos buenos, no porque tenemos miedo a que nos
castigues, sino porque te queremos mucho. Te lo pedimos, Señor
Para que hagas que los hermanos que no se quieran vuelvan a
quererse. Te lo pedimos, Señor
Acción de gracias
Virgen María, queremos darte gracias por las personas que
se olvidan de nuestras trastadas y nos dan un abrazo cuando nos hemos portado
mal, especialmente nuestras madres, padres, abuelas y abuelos.
ORACIÓN JUNIORS CORBERA.
EXPERIENCIA.
Realiza la señal de la cruz mientras inspiras.
Toma conciencia de que te encuentras en un lugar
sagrado, porque los lugares no son sagrados por unas piedras o porque
tradicionalmente se ha considerado así, sino porque son lugares de encuentro
con Dios.
Y Dios está aquí, ahora, contigo. Y tú vas a abrir
tu corazón para escucharle.
Descálzate de tus pensamientos y prisas, del polvo
que llevas acumulado en tu caminar por la vida.
Entra en este enlace, pero sin activar el sonido:
https://www.youtube.com/watch?v=PSuHKdxgRSI
Míralo las veces que necesites, déjate conducir por
los pensamientos que te sugiere.
En el silencio de tu corazón háblale a Dios de lo
que ves y mira el soplo del Espíritu modelando cada escena.
Activa la voz, escúchalo, permanece en silencio,
cuéntale a Dios como te sientes, que te sugiere,…
¿Cuáles han sido los procesos lentos de tu vida?
Sumérgete en ellos.
+REFLEXIÓN.
Toma la Biblia y lee :
X Lectura del santo evangelio según
san Lucas 13, 1-9.
En aquel momento se presentaron algunos a
contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de
los sacrificios que ofrecían. Jesús respondió:
-¿Pensáis que esos galileos eran
más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que
no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho
sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más
culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os
convertís, todos pereceréis de la misma manera.
Y les dijo esta parábola:
-Uno tenía una higuera plantada
en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.
Dijo entonces al viñador:
-Ya ves, tres años llevo viniendo
a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a
perjudicar el terreno?
Pero el viñador respondió:
-Señor, déjala todavía este año y
mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en
adelante. Si no, la puedes cortar.
¿QUÉ DICE? el evangelio de hoy tiene dos partes. En la primera Jesús
clarifica el sentido de las desgracias humanas. Estas no nos deben conducir a
pensar en si la causa se encuentra en un castigo divino sino a cuestionar
nuestra forma de vida. La segunda parte concreta la conversión, la cual es un
don y una tarea. El don de Dios que sigue cuidando de nuestra vida con mucha
paciencia, pero si bien la vida de Dios es eterna, la nuestra está limitada.
Por eso la conversión es una tarea: dar frutos antes de que nos sorprenda la
muerte. Solo tenemos una vida y esta la debemos aprovechar no tanto en
disfrutar nosotros sino en amar a los demás, en dar lo que recibimos de Dios y
quienes nos cuidan. Imagina la escena y piensa en ella desde fuera.
¿QUÉ TE DICE? Entra en la escena, lee las
palabras dirigidas a ti. ¿Los momentos difíciles te han ayudado a replantearte
tu modo de vivir, a descentrarte para centrarte en los demás?
COMPROMISO.
Márcate unas pocas
pautas sencillas y concretas para mejor y dar más fruto. Revísalas cada semana.
CELEBRACIÓN.
Mira y escucha esta
canción.
https://www.youtube.com/watch?v=kOby1s9LWCI
Cuando cayó la última hoja de mis ramas
cuando sentí que ya la savia se agotaba
cuando olvidé cómo dar fruto
y me rendí a un triste futuro
llegaste tú y me regaste con tu agua
Cuando ya nadie buscaba mi refugio
y la sequía resecó todos mis frutos
cuando las fuerzas me dejaban
cuando mi vida no era nada
llegaste Tú y me regaste con tu agua
Y TU BONDAD SUPO MIRAR MI CORAZÓN
Y PUDO VER EN SU RAÍZ TODO EL DOLOR
PORQUE SUPISTE COMPRENDER MI SED DE AMOR, MI SED DE AMOR
CUANDO TU SOMBRA, CON MI SOMBRA SE ENCONTRÓ
Y TU CARICIA ILUMINÓ TODO MI SER
Y ABRIÓ MI ALMA LIBERANDO CUANTO FUE
PARA SANARLA, PARA AMARLA, PARA ALIMENTARLA BIEN
PARA DAR FRUTO, ENRAIZADA EN TU QUERER
PARA SANARLA, PARA AMARLA, PARA ALIMENTARLA BIEN
PARA DAR FRUTO, ENRAIZADA EN TU QUERER,
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