domingo, 16 de marzo de 2025

251. 3º Tiempo de Cuaresma.

  


Primera lectura.

Lectura del libro del Éxodo 3, 1-8a.13-15.

En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián. Llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, la montaña de Dios. El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse. Moisés se dijo:

-Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver por qué no se quema la zarza.

Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza:

-Moisés, Moisés.

Respondió él:

-Aquí estoy.

Dijo Dios:

-No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado.

Y añadió:

-Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob.

Moisés se tapó la cara, porque temía ver a Dios. El Señor le dijo:

-He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas contra los opresores; conozco sus sufrimientos. He bajado a librarlo de los egipcios, a sacarlo de esta tierra, para llevarlo a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel.

Moisés replicó a Dios:

-Mira, yo iré a los hijos de Israel y les diré: “El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros”. Si ellos me preguntan: “¿Cuál es su nombre?, ¿qué les respondo?”. Dios dijo a Moisés:

-“Yo soy el que soy”; esto dirás a los hijos de Israel: “Yo soy” me envía a vosotros”.

Dios añadió:

-Esto dirás a los hijos de Israel: “El Señor, Dios de vuestros padres, el Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a vosotros. Este es mi nombre para siempre; así me llamaréis de generación en generación.

 

Textos paralelos.

Ex 6, 2-13: Dijo Dios a Moisés: “Yo soy el Señor. Yo me aparecí a Abrahán, Isaac y Jacob como ‘Dios Todopoderoso”, pero no les di a conocer mi nombre ‘Yahwé’. Yo hice alianza con ellos prometiéndoles la tierra de Canaán, tierra donde había residido como emigrantes. Yo también, al escuchar las quejas de los israelitas esclavizados por los egipcios, me acordé de la alianza; por tanto, diles a los israelitas: Yo soy el Señor, os quitaré de encima las cargas de los egipcios, os libraré de vuestra esclavitud, os rescataré con brazo extendido y haciendo justicia solmene. Os adoptaré como pueblo mío y seré vuestro Dios; para que sepáis que yo soy el Señor, vuestro Dios, el que os quita de encima las cargas de los egipcios, os llevaré a la tierra que prometí con juramento a Abrahán, Isaac y Jacob, y os la daré en posesión. Yo, el Señor”. Moisés comunicó esto a los israelitas, pero no le hicieron caso, porque estaban agobiados por el durísimo trabajo. El Señor dijo a Moisés: “Ve al Faraón, rey de Egipto, y dile que deje salir de su territorio a los israelitas”. Moisés se dirigió al Señor en estos términos: “Si los israelitas no me escuchan, ¿cómo me escuchará el Faraón a mí, que soy tan torpe de palabra?”. El Señor habló a Moisés y a Aarón, les dio órdenes para el Faraón, rey de Egipto, y para los israelitas, y les mandó sacar de Egipto a los israelitas.

Ex 6, 28-7, 7: Cuando el Señor habló a Moisés en Egipto, le dijo: “Yo soy el Señor. Repite al Faraón de Egipto todo lo que te digo”. Y Moisés le respondió al Señor: “Yo soy torpe de palabra, ¿cómo me va a hacer caso el Faraón?”. El Señor dijo a Moisés: “Mira, te hago un dios para el Faraón. Tú dirás todo lo que yo te mande, y Aarón le dirá al Faraón que deje salir a los israelitas de su territorio. Yo pondré terco al Faraón y haré muchos signos y prodigios contra Egipto. El Faraón no os escuchará, pero yo extenderé mi mano contra Egipto y sacaré de Egipto a mis escuadrones, mi pueblo, los israelitas, haciendo solmene justicia. Para que los egipcios sepan que yo soy el Señor cuando extienda mi mano contra Egipto y saque a los israelitas de en medio de ellos”. Moisés y Aarón hicieron puntualmente lo que el Señor les mandaba. Cuando hablaron al Faraón, Moisés tenía ochenta años, y Aarón ochenta y tres.

Hch 13, 17-18: El Dios de este pueblo de Israel eligió a nuestros padres y exaltó al pueblo mientras residía en Egipto. Con brazo alzado los sacó de allí y durante cuarenta años los condujo por el desierto.

Llegó hasta Horeb.

Ex 19, 2: Saliendo de Rafidín llegaron al desierto del Sinaí y acamparon allí, frente al monte.

Gn 16, 7: El ángel del Señor la encontró junto a la fuente del desierto, la fuente del camino del sur.

El ángel de Yahvé en una llama de fuego.

Dt 33, 16: Con lo mejor de la tierra y cuanto contiene y el favor del que habita en la zarza; bajen sobre la cabeza de José y coronen al escogido entre los hermanos.

En medio de las zarzas.

Jos 5, 15: El general del ejército del señor le contestó: “Descálzate, porque el sitio que pisas es sagrado”. Josué se descalzó.

Gn 28, 16-17: Despertó Jacob del sueño y dijo: “Realmente está el Señor en este lugar y yo no lo sabía”. Y añadió aterrorizado: “¡Qué terrible este lugar! Es nada menos que casa de Dios y Puerta del Cielo”.

Aquí estoy.

Lv 17, 1: Día a Aarón, a sus hijos y a los israelitas: Esto es lo que manda el Señor.

No te acerques aquí, quítate las sandalias.

Ex 19, 12: Traza un límite alrededor y avisa al pueblo que se guarde de subir al monte o acercarse a la falta; el que se acerque al monte es reo de muerte.

Moisés se cubrió el rostro.

Ex 33, 20: Pero mi rostro no lo puedes ver, porque nadie puede verlo y quedar con vida.

Yo soy.

Jn 17, 6: He manifestado tu nombre a los hombres sacados del mundo, que me confiaste: eran tuyos y me los confiaste y han cumplido tus palabras.

Jn 17, 26: Les di a conocer tu nombre y se lo daré a conocer, para que el amor que me tuviste esté en ellos, y yo en ellos.

Jn 8, 24: Os dije que moriréis por vuestros pecados. Si no creéis que Yo soy, moriréis por vuestros pecados.

Is 42, 8: Yo soy el Señor, este es mi nombre, no cedo mi gloria a nadie ni mi honor a los ídolos.

Ap 1, 4: De Juan a las siete iglesias de Asia: os deseo el favor y la paz de parte del que es y era y será, de parte de los siete espíritus que están ante su trono.

 

Notas exegéticas.

3 Este primer relato de la vocación de Moisés combina elementos yahvistas, vv. 1-5.16-20 (teofanía y misión de Moisés), y elohísta, vv. 6.9-15 (revelación del nombre divino y de la vocación de Moisés, esta vez en Egipto, aparece en 6, 2-13 y 6, 28-7,7.

3 1 Horeb es el nombre de la montaña del Sinaí en el marco histórico del Deuteronomio y en la redacción deuteronomista del libro de los Reyes. Aquí es una glosa, como en 17, 6.

3 2 (a) En otros lugares de este pasaje, Yahvé se aparece directamente a Moisés. Aquí, la expresión “ángel” ( o más bien “enviado”) de Yahvé responde a la preocupación por la ortodoxia de algún corrector (a Yahvé no se le puede ver, cf. 3, 6).

3 2 (b) A lo largo del Antiguo Testamento, el fuego, entre otras connotaciones, es un elemento que describe tanto la naturaleza divina como su presencia. En este caso acompaña a una manifestación de Yahvé, que convierte en sagrado el suelo de los alrededores, v. 5. Esta escena, que tiene lugar en los aledaños de la montaña sagrada de Horeb, v. 1, pretende ser, desde el punto de vista de la estructura del relato, una prefiguración de la teofanía del Sinaí (=Horeb), donde Yahvé se manifiesta entre fuego, 19, 18, y no permite que la gente se aventure en territorio sagrado, 24, 2.

3 5 El rito de quitarse las sandalias fue practicado por los sacerdotes de la época del segundo Templo (actualmente por los musulmanes). Va unido al carácter sagrado del lugar y se explica probablemente por la impureza de las sandalias, hechas con piel de animales (muertos). La misma orden se da en Jos 5, 15.

3 6 (a) Un redactor tardío identifica el Dios del “padre” de Moisés con el de los patriarcas. Numerosos manuscritos y versiones han corregido este v. usando el plural “tus padres”, idéntico fenómeno de identificación de los padres de los israelitas con los patriarcas aparece en el vv. 15.16.

3 6 (b) Hasta tal punto es trascendente Dios, que una criatura no puede verle y vivir. El verbo “ver” (ra’a) es muy utilizado en esta perícopa (vv. 2-4.7.9). Son sujetos del verbo tanto Moisés como Yahvé. El temor de ver a la divinidad cara a cara es un tema clásico que subraya la trascendencia divina.

3 8 “Tierra que mana leche y miel” designación de la Tierra Prometida, frecuente en el Pentateuco, pero que probablemente proviene de una redacción deuteronomista. Podría ser que Nm 16 13, que dice lo mismo de Egipto, sea el texto más antiguo.

3 13 La tradición Yahvista hace remontarse el culto de Yahvé a los orígenes de la humanidad, Gn 4, 26, y emplea este nombre divino en toda la historia patriarcal. Según la tradición elohísta, a la que pertenece este texto, el nombre de Yahvé no fue revelado más que a Moisés, como el hombre de Dios de los Padres. La tradición sacerdotal, Ex 6, 2-3, concuerda con ella precisando únicamente que el nombre de Dios de los Padres era El Sadday; ver Gn 17, 1. Este relato, uno de los pasajes culminantes del AT, plantea dos problemas: el primer filológico, atañe a la etimología del nombre de “Yahvé·”; el segundo, exegético y teológico, atañe al sentido general del relato y al alcance de la revelación que transmite. 1º Se ha tratado de explicar el nombre de Yahvé por lenguas distintas a la hebrea o por diversas raíces hebraicas. Ciertamente debe verse en él una forma arcaica del verbo “ser”. Algunos reconocen aquí una forma factitiva de este verbo: “hacer ser”, “trae la existencia”. Con mucha mayor probabilidad se trata de una forma de tema simple, y la palabra significaría “es”. 2º En cuanto a la interpretación, la palabra se explica en el v. 14, que es una adición antigua de la misma tradición. Se discute sobre el sentido de esta explicación ’ehyhe’aser ’ehyeh. Dios, hablando de sí mismo, no puede emplear más que la primer a persona “Yo soy·. El hebreo puede traducirse literalmente: “Yo soy lo que soy” o “Yo seré quien seré”, y esto querría decir que Dios no quiere revelar su nombre; pero precisamente Dios da aquí su nombre que, según la mentalidad semítica, parece definirlo de alguna manera. Pero el hebreo también puede traducirse literalmente “Yo soy el que soy”, y según las reglas de la sintaxis hebrea, esto corresponde a “Yo soy el que es”. “Yo soy el existente”; así lo entendieron los traductores de los Setenta: Ego eimi ho ón, Dios es el único verdaderamente existente. Ello significa que es trascendente y sigue siendo un misterio para el hombre, y también que actúa en la historia hacia un fin. Este pasaje contiene en potencia los desarrollos que le conferirá la Revelación futura, véase Ap 1, 8: “Aquel que es, que era y que va a venir, el Todopoderoso”.

3, 15. Ya antes de la era cristiana, el judaísmo, había tomado paulatinamente la costumbre de no pronunciar el nombre propio YHWH, de modo que nos resulta difícil conocer con exactitud su primitiva pronunciación (¿Yahwé?, ¿Yaho?=. En su lugar se decía Adonai (el Señor), lo que indujo a la versión griega a utilizar Kyrios (el Señor), palabra adoptada en el NT (Hch 2, 36; Flp 2, 11). Las formas abreviadas Yah, Yahu, muy antiguas, son utilizadas en la aclamación Halelu-yah (“Alabad al Señor”) y en la formación de numerosos nombres propios: Eliyahu (=Elías, e.d. “mi Dios es el Señor”), Yehoshua (=Josué, Jesús, e.d. “el Señor salva”).

 

Salmo responsorial

Salmo 103 (102), 1b-2.3-4.6-7.8.11 (R.: 8a)

 

El Señor es compasivo y misericordioso. R/.

Bendice, alma mía, al Señor,

y todo mi ser a su santo nombre.

Bendice, alma mía, al Señor,

y no olvides sus beneficios. R/.

 

Él perdona todas tus culpas,

y cura todas tus enfermedades;

él rescata tu vida de la fosa,

y te colma de gracia y de ternura.  R/.

 

El Señor hace justicia,

y defiende a todos los oprimidos;

enseñó sus caminos a Moisés

y sus hazañas a los hijos de Israel. R/.

 

El Señor es compasivo y misericordioso,

lento a la ira y rico en clemencia.

Como se levanta el cielo sobre la tierra,

se levanta su bondad sobre los que lo temen. R/.

 

Textos paralelos.

El que tus culpas perdona.

Ex 15, 26: Si obedecéis al Señor, vuestro Dios, haciendo lo que él aprueba, esucchando sus mandatos y cumpliendo sus leyes, no os enviaré las enfermedades que he enviado a los egipcios, porque yo soy el Señor, que te cura.

Cura todas tus dolencias.

Sal 41, 4: El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor, volcará la camilla de su enfermedad.

Rescata tu vida de la fosa.

Jb 42, 10: Cuando Job intercedió por sus compañeros, el Señor cambió su suerte y duplicó todas sus posesiones.

Yahvé es clemente y misericordioso.

Ex 34, 6-7: El Señor pasó ante él proclamando: el Señor, el Señor, el Dios compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel, que conserva la misericordia hasta la milésima generación, que perdona culpas, delitos y pecados, aunque no deja impune y castiga la culpa de los padres en los hijos, nietos y bisnietos.

 

Notas exegéticas.

103 8 Son los atributos del nombre de Yahvé, revelados a Moisés, Ex 34, 6, que todo el salmo desarrolla acentuando la misericordia y la bondad, ver vv. 17-18 y Ex 20, 6, preparando así 1 Jn 4, 8.

103 11 “Adeptos”, lit. “quienes lo temen”.

 

Segunda lectura.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 10, 1-6.10-12.

No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y por el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Pero la mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto. Estas cosas sucedieron en figura para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo codiciaron ellos. Y para que no murmuréis, como murmuraron algunos de ellos, y perecieron a manos del Exterminador. Todo esto les sucedía alegóricamente y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades. Por lo tanto, el que se crea seguro, cuídese de no caer.

 

Textos paralelos.

Estuvieron todos bajo la nube.

Ex 13, 21: El Señor caminaba delante de ellos, de día en una columna de nubes para guiarlos; de noche, en una columna de fuego, para alumbrarles; así podían caminar día y noche.

Atravesaron el mar.

Ex 14, 22: Los israelitas entraron por el mar a pie enjuto, y las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda.

Bautizados en la nube y en el mar.

Ex 16, 4-35: Los israelitas comieron maná durante cuarenta años, hasta que llegaron a tierra habitada. Comieron maná hasta atravesar la frontera de Canaán (v. 35).

Pues bebían de la roca espiritual.

Ex 17, 5-6: El Señor respondió a Moisés: “Pasa delante del pueblo, acompañado de las autoridades de Israel, empuña el bastón con el que golpeaste el Nilo y camina; yo te espero allí, junta a la roca de Horeb. Golpea la roca y saldrá agua para que beba el pueblo”.

Que les seguía.

Nm 20, 7-11: Y el Señor dijo a Moisés: “Agarra el bastón, reúne la asamblea tú con tu hermano Aarón, y en presencia de ellos ordenad a la roca que dé agua. Sacarás agua de la roca para darles de beber a ellos y a sus bestias”. Moisés retiró la vara de la presencia del Señor, como se lo mandaba; ayudado de Aarón, reunió la asamblea delante de la roca, y les dijo: “Escuchad, rebeldes: ¿Creéis que podemos sacarnos agua de esta roca? Moisés alzó la mano y golpeó la roca con el bastón dos veces, y brotó agua tan abundante que bebió toda la gente y las bestias.

Sirvieran de ejemplo.

Nm 14, 15-16: Si ahora das muerte a este pueblo como a un solo hombre, oirán la noticia las naciones y dirán: “El Señor no ha podido llevar a este pueblo a la tierra que les había prometido; por eso los ha matado en el desierto”.

Ni murmuréis como algunos de ellos.

Nm 17, 6-15: Al día siguiente toda la comunidad israelita protestó contra Moisés y Aarón, diciendo: “Estáis matando al pueblo del Señor” (v. 6).

Todo esto les acontecía en figura.

Ex 12, 23: El Señor va a pasar hiriendo a Egipto, y cuando vea la sangre en el dintel y las jambas, el Señor pasará de largo y no permitirá al exterminador entrar en vuestras casas para herir.

Ex 10, 6: “Llenarán tu casa, las casas de tus ministros y de todos los egipcios; algo que no vieron tus padres ni tus abuelos desde que poblaron la tierra hasta hoy”. Moisés dio media vuelta y salió de la presencia del Faraón.

Aviso a los que hemos llegado a la plenitud de los tiempos.

Rm 15, 4: Lo que entonces se escribió fue para nuestra instrucción, para que por la paciencia y el consuelo de la Escritura tengamos esperanza.

El que crea estar de pie, mire no caiga.

Ga 6, 1: Hermanos, si alguien es sorprendido en un delito, vosotros, los espirituales, corregidlo con modestia. Pero vigílate tú, no vayas a ser tentado tú también.

Si 15, 11-20: No digas: “Mi pecado viene de Dios”, porque él no hace lo que odia; no digas: “Él me ha extraviado”, porque no necesita de hombres inicuos; el Señor aborrece la maldad y la blasfemia, los que lo respetan no caen en ellas. El Señor ve al hombre al principio y lo entregó en poder de su albedrío; si quieres, guardarás sus mandatos, porque es prudencia cumplir su voluntad; ante ti están puestos fuego y agua: echa mano a lo que quieras; delante del hombre están muerte y vida: le darán lo que él escoja. Es inmensa la sabiduría del Señor, es grande su poder y lo ve todo; los ojos de Dios ven las acciones, él conoce todas las obras del hombre. A nadie mandó pecar ni enseñó mentiras a los embusteros; no deja impunes a los embusteros ni se apiada del que practica el fraude.

 

Notas exegéticas.

10 Esta sección comenta la última palabra de la sección precedente: “descalificado”. Existe el peligro de ser reprobado: lo demuestran los ejemplos tomados de la historia de Israel. Y la causa de esta eliminación fue el orgullo y la presunción. Eviten pues, los “fuertes” esos vicios.

10 4 (a) Pablo evoca la nube y el paso del mar rojo – figuras del bautismo –, el maná y el agua de la roca – figuras de la Eucaristía – para invitar a los corintios a la prudencia y la humildad. Los hebreos en el desierto se beneficiaron en cierto modo de los mismos dones que ellos; sin embargo, en su mayoría, disgustaron a Dios.

10 4 (b) Según una tradición rabínica, la roca de Nm 20, 8 acompañaba a los israelitas en el desierto; Pablo usa el tiempo pasado porque la roca ya no existe en este tiempo.

10 6 Lit. “tipos”, que Dios suscitó para prefigurar las realidades espirituales de la era mesiánica (“antitipos”, 1 P 3, 21, pero ver Hb 9, 24). Este sentido “típico” (o “alegórico”, Ga 4, 24) de los Libros Sagrados, si bien superaba la conciencia clara de los autores inspirados, no por eso es menos escriturístico, puesto que lo quiso Dios, autor de toda la Escritura. Es un sentido ordenado a la instrucción de los cristianos: los autores del NT lo han utilizado a menudo. Pablo lo inculca en repetidas ocasiones y algunos escritos – como el cuarto evangelio y la epístola a los Hebreos – se fundan, en su totalidad, en una tipología del AT.

10 10 El exterminador es el ángel encargado de los castigos divinos. Es mencionado en Ex 12, 23, en la muerte de los primogénitos egipcios, pero no en el relato de Nm 17, 6-15.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Lucas 13, 1-9.

 En aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús respondió:

-¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.

Y les dijo esta parábola:

-Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.

Dijo entonces al viñador:

-Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?

Pero el viñador respondió:

-Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar.

 

Textos paralelos.

¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos?

Jn 5, 14: Mas tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: “Mira que te has curado. No vuelvas a pecar, no te vaya a suceder algo peor”.

Un hombre tenía plantada una higuera en su viña.

Mt 21, 19: Viendo una higuera junto al camino, se acercó, pero no encontró más que hojas. Le dijo: “Jamás vuelvas a dar fruto”. Al punto se secó la higuera.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

13 1 Episodio desconocido fuera de este texto, como ocurre también con el incidente mencionado en v. 4, Flavio Josefo informa de varias intervenciones sangrientas de Pilato en Jerusalén.

13 6 El episodio de la higuera que se secó es un acto de severidad; Lucas ha preferido esta parábola de la paciencia.

13 9 O bien “en el futuro”. En lugar de “en adelante”, algunos traducen “el año próximo”, dando por sobreentendido “año”, mencionado en el v. precedente.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

13, 1-5 Dos hechos trágicos contemporáneos (vs. 1 y 4) sirvieron a Jesús para iluminar un problema teológico: las desgracias – sean naturales o provocadas por los hombres – no vienen necesariamente como castigo automático por los pecados de quienes las padecen pero sí nos avisan: todos somos pecadores, todos necesitamos convertirnos.

1 SE PRESENTARON: lit. se presentaban. // CON… LAS VÍCTIMAS QUE SACRIFICABAN (lit. con los sacrificios de ellos): desconocemos el hecho exacto que se refería aquella noticia; las represalias violentas eran frecuentes en Palestina desde hacía años.

2 MÁS PECADORES: lit. pecadores en comparación con.

4 LA TORRE DE SILOÉ (lit. la torre en el Siloé, semitismo) defendía el acueducto del estanque “Siloé”. // ¿CREÉIS QUE FUERON…: lit. creéis que estos llegaron a ser deudores junto a (forma de comparativo, usada también en el v. 2) todos los habitantes de Jerusalén. MÁS CULPABLES es, lit., “más deudores”, debían más.

6 La parábola habla de la paciencia divina, que es ilimitada; pero nuestro tiempo tiene límite: hay que aprovechar este ahora para dar fruto “correspondiente al arrepentimiento” (cf. 3, 8).

7 “Ocupar TERRENO EN BALDE” no es hacer estéril la tierra, sino dejar sin aprovechar este trozo de terreno (lit. la tierra).

9 TENDRÁS QUE CORTARLA: lit. cortarás a ella, podrás cortarla; palabras apenadas en boca del viñador, que equivalen a “no tendrás más remedio que cortarla”.

 

Notas exegéticas de la Biblia Didajé.

13, 1-5 Muchas personas en esa época creían que las enfermedades, accidentes y la desgracia estaban asociados a los pecados personales o de la familia. Aunque la enfermedad y la muerte son consecuencia del pecado original, y por tanto afectan a toda la humanidad, no son generalmente el resultado del mal personal. Cristo disipó la noción de que las personas que fueron trágicamente asesinadas habían muerto por causa de sus propios pecados. Sin embargo, su muerte es la llamada al arrepentimiento porque no sabemos cuando llegará a su fin nuestra vida. Cat. 1502.

13, 6-9 La parábola de la higuera trata del arrepentimiento y la misericordia. Dios, con su misericordia, nos da una gran oportunidad de arrepentirnos y dar frutos. Sin embargo, si perseveramos en el rechazo de su amor, moriremos de hecho por su propia elección. Cat. 402, 1008 y 1018.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

1502 El hombre del Antiguo Testamento vive la enfermedad de cara a Dios. Ante Dios se lamenta por su enfermedad y de Él, que es el Señor de la vida y de la muerte, implora la curación. La enfermedad se convierte en camino de conversión y el perdón de Dios inaugura la curación. Israel experimenta que la enfermedad, de una manera misteriosa, se vincula al pecado y al mal; y que la fidelidad a Dios, según su Ley, devuelve la vida: “Yo, el Señor, soy el que te sana” (Ex 15, 26). El profeta entrevé que el sufrimiento puede tener también un sentido redentor por los pecados de los demás. Finalmente, Isaías anuncia que Dios hará venir un tiempo para Sión en que perdonará toda falta y curará toda enfermedad.

 

Concilio Vaticano II.

La Iglesia es labranza o campo de Dios (cf. 1 Cor 3, 9). En este campo crece el antiguo olivo cuya raíz santa fueron los patriarcas y en el que tuvo y tendrá lugar la reconciliación de los judíos y de los gentiles (cf. Rm 1, 13-26). El labrador del cielo la plantó como viña selecta (cf. Mt 21, 33-43 par.: cf. Is 5, 1ss). La verdadera vid es Cristo, que da vida y fecundidad a los sarmientos, es decir, a nosotros, que permanecemos en Él por medio de la Iglesia y que sin Él no podemos hacer nada (cf. Jn 15, 1-5).

 

Comentarios de los Santos Padres.

Pasó tres años entre ellos para hacerles ver que era el Salvador. Y cuando quiso arrancar la higuera, sucedió lo mismo que anteriormente entre el Padre y Moisés: “Déjame que destruya a este pueblo” (Ex 32, 10). El Padre dio una oportunidad a Moisés para que intercediera mediante la oración. Lo mismo sucede aquí.

Efren de Nisibi. Comentario al Diatessaron, 14, 26-27. III, pg. 310.

Este árbol es el género humano. El Señor lo visita en la época de los patriarcas: el primer año, por así decir. Lo visitó en la época de la ley y los profetas: el segundo año. He aquí que amanece el tercer año; casi debió ser cortado ya, pero el misericordioso intercede ante el misericordioso. Quien quería mostrarse misericordioso, él mismo se presentó como intercesor.

Agustín. Sermón, 254, 3. III, pg. 310.

Si alguien dijese que el viñador es el Hijo, su punto de vista tendría una razón a su favor. Él es nuestro abogado ante el Padre, nuestro defensor y el jardinero de nuestras almas. Poda constantemente todo aquello que es dañino y nos colma de semillas racionales y santas, para que podamos ofrecerle los frutos.

Cirilo de Alejandría. Comentario al Ev. de Lucas, 96. III, pg. 311.

 

San Agustín

Con razón dice también el Señor en el evangelio a propósito de cierto árbol estéril: Hace ya tres años que me acerco a él sin encontrar fruto: lo cortaré para que no estorbe en el campo (Lc 13, 7). Intercede el colono; intercede cuando ya el hacha está a punto de caer, para cortar las raíces estériles; intercede el colono como intercedió Moisés ante Dios.

Sermón 254, 3-4. I, pg. 315-316.

 

San Juan de Ávila

No saquéis vos de oír estas caídas ajenas alguna soberbia de corazón, con que digáis: No soy yo como aquellos que tan feamente han perdido la fe. Acordaos de unos hombres que contaban a nuestro Señor que Pilato había muerto a cierta gente de Galilea en mitad de unos sacrificios que hacían (cf. Lc 13, 1), y llevaban lo que esto contaban un liviano complacimiento en su corazón, con que se tenían por mejores que aquellos que habían hecho cosas merecedoras de que los matase Pilato. Y como él soberano Maestro entendía la tal soberbia, sin que ellos la manifestasen, quiriéndolos desengañar, les dijo de esta manera: ¿Pensáis que aquellos hombres de Galilea eran mayores pecadores que… (Lc 13, 2-5. Este mismo sentido tiene San Pablo cuando dice: Por la incredulidad fueron cortados, los judíos, que eran ramos en la oliva de los creyentes, y tú por la fe estás en pie. No quieras ensorbecerte, mas teme, porque de otra manera también serás tú cortado  (Rm 11, 19-21). Los castigos de Dios, hechos en otros, humildes y cautos nos deben hacer, no soberbios.

Audi, filia (II), 19. I, pg. 641.

Y para que no andemos en duda de qué quiere el Señor que hagamos los que quedamos en la Iglesia católica en este triste acaecimiento que a los que eran nuestros hermanos ha acaecido, callemos nuestras lenguas, porque no erremos, y abramos nuestras orejas para oír con reverencia lo que dice el evangelista San Lucas en el Evangelio que contaron una vez unos hombres a nuestro Señor: como Pilatos había muerto a cierta gente de Galilea que halló haciendo cierto sacrificio. Y los que esto contaban al Señor llevaban en sus corazones un liviano complacimiento, y por ventura tan secreto, que ellos mismos nos lo entendían: con el cual no se tenían por pecadores, como aquellos a quien por lo que habían hecho los había muerto Pilatos. Y como el sapientísimo maestro (al cual los rincones del corazón, por muy secretos que estén, son manifiestos) entendió aquella vanidad que traían, y, queriéndolos desengañar y liberar del peligro que por ello, como a soberbios y negligentes, les podía venir, díjoles de esta manera: Putatis quod hi galilei… (Lc 13, 2-5). ¡Oh Señor! ¡Cuán gran carga nos has echado en decirnos esta verdad y en cuán gran cuidado nos has puesto si la hemos de recibir y poner en obra y de manera que quedemos remediados y por razón de la pérdida grande ajena! Danos, Señor, humildad profunda de corazón, con que sintamos que el no haber caído como aquellos lo atribuyamos a tu gracia y misericordia y no a tenernos por menores pecadores que aquellos. Hágannos, Señor, tus castigos cautos y humildes y enmendados, porque no nos des en el rostro: Curavimus Babilonem et non est sanata (Jr 51, 9), y vengamos poco a poco a merecer que nos dejes. Mucho, mucho debemos mirar cuán a costa de otros nos ha querido Dios avisar, y de cómo en tiempos pasados dijo a Hierusalen que fuese a mirar el castigo recio que había ejercitado en Siloé por los pecados (cf. Lc 13, 4-5) y que se emendase ella, porque no le acaeciese otro tanto.

Causas y remedios de las herejías, 32. II, pg. 555-556.

Cuando el Señor nació, había mandado César que todos los de su reino se fuesen a escrebir, para que pagasen el tributo, ut habetur Lc 2 (cf. Lc 2, 1). Y levantóse alguna gente, de los cuales era el principal Judas Galileo. Y esta gente de esta secta sustentaba que no era lícito que ellos pagasen tributo a Cesar y decían: “¡Cómo! ¿Nosotros, que somos judíos y conocemos a Dios, es razón que paguemos tributo a un infiel que adora ídolos?”. No faltó gente que lo siguiese en el pueblo, porque defendían esto, ut habet Lucas 13 (cf. Lc 13, 1). Y entonces murieron Judas Galileo y Teodás, ut habebat Actuum 5 (cf. Hch 5, 36-37).

Domingo 22 después de Pentecostés. III, pg. 309.

 

San Oscar Romero.

Y ahora, queridos hermanos, mi tercer y último pensamiento yo lo acomodo a nuestro querido pueblo, preguntando como tercera idea de esta homilía: ¿qué significa hoy para El Salvador, convertirse al Señor por los caminos de Cristo? ¿Quién es el verdadero salvadoreño que se puede llamar hoy Pueblo de Dios? El que camina muy adherido a Cristo buscando esa Jerusalén Celestial trabajando por la tierra, pero no por sus propios proyectos sino según el proyecto de Dios trascendente y que nos acerca al Reino del Señor.

Homilía 9 marzo 1980.

 

Francisco. Angelus. 28 de febrero de 2016.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Cada día, lamentablemente, las crónicas presentan malas noticias: homicidios, accidentes, catástrofes... En el pasaje evangélico de hoy, Jesús se refiere a dos hechos trágicos que en ese tiempo habían suscitado gran impacto: una represión cruenta realizada por los soldados romanos en el templo y el derrumbe de la torre de Siloé, en Jerusalén, que había causado dieciocho víctimas (cf. Lc 13, 1-5).

Jesús conoce la mentalidad supersticiosa de su auditorio y sabe que ellos interpretan de modo equivocado ese tipo de hechos. En efecto, piensan que, si esos hombres murieron cruelmente, es signo de que Dios los castigó por alguna culpa grave que habían cometido; o sea: «se lo merecían». Y, en cambio, el hecho de salvarse de la desgracia equivalía a sentirse «sin falta». Ellos «se lo merecían»; yo no «tengo faltas».

Jesús rechaza completamente esta visión, porque Dios no permite las tragedias para castigar las culpas, y afirma que esas pobres víctimas no eran de ninguna manera peores que las demás. Más bien, Él invita a sacar de estos hechos dolorosos una advertencia referida a todos, porque todos somos pecadores. En efecto, así lo dice a quienes lo habían interrogado: «Si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo» (v. 3).

También hoy, ante ciertas desgracias y lutos, podemos ser tentados de «descargar» la responsabilidad sobre las víctimas, o, es más, sobre Dios mismo. Pero el Evangelio nos invita a reflexionar: ¿qué idea nos hemos hecho de Dios? ¿Estamos convencidos de que Dios es así? O, ¿no se trata de una proyección nuestra, de un dios hecho «a nuestra imagen y semejanza»? Jesús, al contrario, nos llama a cambiar el corazón, a hacer un cambio radical en el camino de nuestra vida, abandonando las componendas con el mal —y esto lo hacemos todos, las componendas con el mal—, las hipocresías —creo que casi todos tenemos al menos un trocito de hipocresía—, para emprender con firmeza el camino del Evangelio. Pero, he aquí de nuevo la tentación de justificarnos: «¿De qué cosa deberíamos convertirnos? Considerándolo bien, ¿no somos buena gente?». Cuántas veces hemos pensado esto: «Pero, considerándolo bien, yo soy de los buenos, soy de las buenas —¿no es así?—. ¿No somos de los creyentes, incluso bastante practicantes?». Y así creemos que estamos justificados.

Lamentablemente, cada uno de nosotros se parece mucho a un árbol que, durante años, ha dado múltiples pruebas de su esterilidad. Pero, afortunadamente, Jesús se parece a ese campesino que, con una paciencia sin límites, obtiene una vez más una prórroga para la higuera infecunda: «Déjala por este año todavía —dijo al dueño— […] Por si da fruto en adelante» (v. 9). Un «año» de gracia: el tiempo del ministerio de Cristo, el tiempo de la Iglesia antes de su retorno glorioso, el tiempo de nuestra vida, marcado por un cierto número de Cuaresmas, que se nos ofrecen como ocasiones de revisión y de salvación, el tiempo de un Año Jubilar de la Misericordia. La invencible paciencia de Jesús. ¿Habéis pensado en la paciencia de Dios? ¿Habéis pensado también en su obstinada preocupación por los pecadores? ¡Cómo es que aún vivimos con impaciencia en relación a nosotros mismos! Nunca es demasiado tarde para convertirse, ¡nunca! Hasta el último momento: la paciencia de Dios nos espera. Recordad esa pequeña historia de santa Teresa del Niño Jesús, cuando rezaba por el hombre condenado a muerte, un criminal, que no quería recibir el consuelo de la Iglesia, rechazaba al sacerdote, no lo quería: quería morir así. Y ella, en el convento, rezaba. Y cuando ese hombre estaba allí, precisamente en el momento de ser asesinado, se dirige al sacerdote, toma el Crucifijo y lo besa. ¡La paciencia de Dios! Y hace lo mismo también con nosotros, ¡con todos nosotros! Cuántas veces —nosotros no lo sabemos, lo sabremos en el cielo—, cuántas veces nosotros estamos ahí, ahí… [a punto de caer] y el Señor nos salva: nos salva porque tiene una gran paciencia con nosotros. Y esta es su misericordia. Nunca es tarde para convertirnos, pero es urgente, ¡es ahora! Comencemos hoy.

Que la Virgen María nos sostenga, para que podamos abrir el corazón a la gracia de Dios, a su misericordia; y nos ayude a nunca juzgar a los demás, sino a dejarnos provocar por las desgracias de cada día para hacer un serio examen de conciencia y arrepentirnos.

 

Francisco. Angelus. 24 de marzo de 2019.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este tercer domingo de Cuaresma (ver Lc 13, 1-9) nos habla de la misericordia de Dios y de nuestra conversión. Jesús narra la parábola de la higuera estéril. Un hombre ha plantado una higuera en su viña, y con gran confianza todos los veranos va a buscar sus frutos, pero no encuentra ninguno, porque el árbol es estéril. Empujado por esa decepción que se repite durante tres años, piensa en cortar la higuera para plantar otra. Llama al campesino que está en la viña y expresa su insatisfacción, ordenándole que corte el árbol, para no desperdiciar el suelo innecesariamente. Pero el campesino le pide al dueño que sea paciente y que le conceda una prórroga de un año, durante la cual el mismo dedicará más atención a la higuera, para estimular su productividad. Esta es la parábola. ¿Qué representa esta parábola? ¿Qué representan los personajes de esta parábola?

El dueño representa a Dios Padre y el viñador es la imagen de Jesús, mientras que la higuera es un símbolo de la humanidad indiferente y árida. Jesús intercede ante el Padre en favor de la humanidad ―y lo hace siempre― y le pide que espere y le conceda un poco más de tiempo para que los frutos del amor y la justicia broten en ella. La higuera de la parábola que el dueño quiere erradicar representa una existencia estéril, incapaz de dar, incapaz de hacer el bien. Es un símbolo de quien vive para sí mismo, sacio y tranquilo, replegado en su comodidad, incapaz de dirigir su mirada y su corazón a aquellos que están cerca de él en un estado de sufrimiento, pobreza y malestar. A esta actitud de egoísmo y esterilidad espiritual se contrapone el gran amor del viñador por la higuera: hace esperar al dueño, tiene paciencia, sabe esperar, le dedica su tiempo y su trabajo. Promete al dueño que prestará una atención especial a ese árbol desafortunado.

Y esta similitud del viñador manifiesta la misericordia de Dios, que nos deja un tiempo para la conversión. Todos necesitamos convertirnos, dar un paso adelante, y la paciencia de Dios, la misericordia, nos acompaña en esto. A pesar de la esterilidad, que a veces marca nuestra existencia, Dios tiene paciencia y nos ofrece la posibilidad de cambiar y avanzar por el camino del bien. Pero la prórroga implorada y concedida mientras se espera que el árbol finalmente fructifique, también indica la urgencia de la conversión. El viñador le dice al dueño: «Déjala por este año todavía» (v. 8). La posibilidad de conversión no es ilimitada; por eso hay que tomarla de inmediato. De lo contrario se perdería para siempre. En esta Cuaresma podemos pensar: ¿Qué debo hacer para acercarme al Señor, para convertir, para “cortar” las cosas que no van bien? “No, no, esperaré la próxima Cuaresma”. Pero ¿estarás vivo la próxima Cuaresma? Pensemos hoy, cada uno de nosotros: ¿qué debo hacer ante esta misericordia de Dios que me espera y que siempre perdona? ¿Qué debo hacer? Podemos confiar mucho en la misericordia de Dios, pero sin abusar de ella. No debemos justificar la pereza espiritual, sino aumentar nuestro compromiso de responder con prontitud a esta misericordia con sinceridad de corazón.

En el tiempo de Cuaresma, el Señor nos invita a la conversión. Cada uno de nosotros debe sentirse interpelado por esta llamada, corrigiendo algo en nuestras vidas, en nuestra manera de pensar, de actuar y vivir las relaciones con los demás. Al mismo tiempo, debemos imitar la paciencia de Dios que confía en la capacidad de todos para poder “levantarse” y reanudar el viaje. Dios es Padre, y no apaga la llama débil, sino que acompaña y cuida a los débiles para que puedan fortalecerse y aportar su contribución de amor a la comunidad. Que la Virgen María nos ayude a vivir estos días de preparación para la Pascua como un tiempo de renovación espiritual y de confianza abierta a la gracia de Dios y a su misericordia.

 

Francisco. Angelus. 20 de marzo de 2022

Queridos hermanos y hermanas, ¡buen domingo!

Estamos a mitad del camino cuaresmal, y hoy el Evangelio inicialmente presenta a Jesús que comenta algunos sucesos. Cuando aún seguía vivo el recuerdo de dieciocho personas muertas a causa del derrumbamiento de una torre, le cuentan que Pilato había ordenado matar a algunos galileos (cfr. Lc 13,1). Y se plantea una pregunta que parece acompañar estas trágicas noticias: ¿quién tiene la culpa de estos hechos terribles? ¿Quizás aquellas personas eran más culpables que otras y Dios las ha castigado? Estos son interrogantes siempre actuales; cuando las noticias negativas nos oprimen y nos sentimos impotentes ante el mal, a menudo se nos ocurre preguntarnos: ¿se trata de un castigo de Dios? ¿Es Él quien envía una guerra o una pandemia para castigarnos por nuestros pecados? ¿Y por qué el Señor no interviene?

Hemos de estar atentos: cuando el mal nos oprime, corremos el riesgo de perder lucidez, y para encontrar una respuesta fácil a cuanto no logramos explicarnos, terminamos por echarle la culpa a Dios. Y muchas veces la costumbre fea y mala de las blasfemias viene de ahí. ¡Cuántas veces le atribuimos nuestras desgracias y las desventuras del mundo a Él que, en cambio, nos deja siempre libres y, por tanto, no interviene nunca imponiéndose, tan solo proponiéndose; a Él, que nunca usa la violencia, sino que, por el contrario, ¡sufre por nosotros y con nosotros! De hecho, Jesús rechaza y contesta con fuerza la idea de imputar a Dios nuestros males: aquellas personas que Pilato mandó matar y las que murieron bajo la torre no eran más culpables que otras y no fueron víctimas de un Dios despiadado y vengativo, que no existe. De Dios no puede venir nunca el mal, porque Él «no nos trata según nuestros pecados» (Sal 103,10), sino conforme a su misericordia. Es el estilo de Dios. No puede tratarnos de otro modo. Siempre nos trata con misericordia.

En vez de culpar a Dios, dice Jesús, tenemos que mirar nuestro interior: es el pecado el que produce la muerte; son nuestros egoísmos los que laceran las relaciones; son nuestras decisiones equivocadas y violentas las que desencadenan el mal. En este punto, el Señor ofrece la verdadera solución. ¿Cuál es? La conversión: «Si no os convertís -dice- pereceréis todos del mismo modo» (Lc 13,5). Se trata de una invitación apremiante, especialmente en este tiempo de Cuaresma. Acojámosla con el corazón abierto. Convirtámonos del mal, renunciemos a aquel pecado que nos seduce, abrámonos a la lógica del Evangelio: ¡porque donde reinan el amor y la fraternidad, el mal ya no tiene poder!

Jesús sabe que convertirse no es fácil, y quiere ayudarnos. Sabe que muchas veces volvemos a caer en los mismos errores y en los mismos pecados; que nos desanimamos y, quizá, nos parece que nuestro esfuerzo por el bien es inútil en un mundo donde el mal parece reinar. Y entonces, después de su llamado, nos anima con una parábola que ilustra la paciencia que Dios. Debemos pensar en la paciencia de Dios, la paciencia que Dios tiene con nosotros. Jesús nos ofrece la consoladora imagen de una higuera que no da frutos en el periodo establecido, pero cuyo dueño no la corta: le concede más tiempo, le da otra posibilidad. Me gusta pensar que un hermoso nombre de Dios sería “el Dios que da otra posibilidad”: siempre nos da otra oportunidad, siempre, siempre. Así es su misericordia. Así hace el Señor con nosotros: no nos aleja de su amor, no se desanima, no se cansa de darnos confianza con ternura. Hermanos y hermanas, ¡Dios cree en nosotros! Dios se fía de nosotros y nos acompaña con paciencia, la paciencia de Dios con nosotros. No se desanima, sino que pone siempre esperanza en nosotros. Dios es Padre y te mira como un padre: como el mejor de los papás, no ve los resultados que aún no has alcanzado, sino los frutos que puedes dar; no lleva la cuenta de tus faltas, sino que realza tus posibilidades; no se detiene en tu pasado, sino que apuesta con confianza por tu futuro. Porque Dios está cerca, está a nuestro lado. Es el estilo de Dios, no lo olvidemos: cercanía; Él está cerca con misericordia y ternura. Así nos acompaña Dios, es cercano, misericordioso y tierno.

Pidamos, por tanto, a la Virgen María que nos infunda esperanza y valor, y que encienda en nosotros el deseo de conversión.           

 

Benedicto XVI. Angelus. 11 de marzo de 2007.

Queridos hermanos y hermanas: 

La página del evangelio de san Lucas, que se proclama en este tercer domingo de Cuaresma, refiere el comentario de Jesús sobre dos hechos de crónica. El primero:  la revuelta de algunos galileos, que Pilato reprimió de modo sangriento; el segundo, el desplome de una torre en Jerusalén, que causó dieciocho víctimas. Dos acontecimientos trágicos muy diversos:  uno, causado por el hombre; el otro, accidental. Según la mentalidad del tiempo, la gente tendía a pensar que la desgracia se había abatido sobre las víctimas a causa de alguna culpa grave que habían cometido. Jesús, en cambio, dice:  "¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos?... O aquellos dieciocho, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén?" (Lc 13, 2. 4). En ambos casos, concluye:  "No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo" (Lc 13, 3. 5).

Por tanto, el mensaje que Jesús quiere transmitir a sus oyentes es la necesidad de la conversión. No la propone en términos moralistas, sino realistas, como la única respuesta adecuada a acontecimientos que ponen en crisis las certezas humanas. Ante ciertas desgracias —advierte— no se ha de atribuir la culpa a las víctimas. La verdadera sabiduría es, más bien, dejarse interpelar por la precariedad de la existencia y asumir una actitud de responsabilidadhacer penitencia y mejorar nuestra vida. Esta es sabiduría, esta es la respuesta más eficaz al mal, en cualquier nivel, interpersonal, social e internacional. Cristo invita a responder al mal, ante todo, con un serio examen de conciencia y con el compromiso de purificar la propia vida. De lo contrario —dice— pereceremos, pereceremos todos del mismo modo.

En efecto, las personas y las sociedades que viven sin cuestionarse jamás tienen como único destino final la ruina. En cambio, la conversión, aunque no libra de los problemas y de las desgracias, permite afrontarlos de "modo" diverso. Ante todo, ayuda a prevenir el mal, desactivando algunas de sus amenazas. Y, en todo caso, permite vencer el mal con el bien, si no siempre en el plano de los hechos —que a veces son independientes de nuestra voluntad—, ciertamente en el espiritual. En síntesis:  la conversión vence el mal en su raíz, que es el pecado, aunque no siempre puede evitar sus consecuencias.

Pidamos a María santísima, que nos acompaña y nos sostiene en el itinerario cuaresmal, que ayude a todos los cristianos a redescubrir la grandeza, yo diría, la belleza de la conversión. Que nos ayude a comprender que hacer penitencia y corregir la propia conducta no es simple moralismo, sino el camino más eficaz para mejorarse a sí mismo y mejorar la sociedad. Lo expresa muy bien una feliz sentencia:  Es mejor encender una cerilla que maldecir la oscuridad.

 

Benedicto XVI. Angelus. 7 de marzo de 2010.

Queridos hermanos y hermanas:

La liturgia de este tercer domingo de Cuaresma nos presenta el tema de la conversión. En la primera lectura, tomada del Libro del Éxodo, Moisés, mientras pastorea su rebaño, ve una zarza ardiente, que no se consume. Se acerca para observar este prodigio, y una voz lo llama por su nombre e, invitándolo a tomar conciencia de su indignidad, le ordena que se quite las sandalias, porque ese lugar es santo. "Yo soy el Dios de tu padre —le dice la voz— el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob"; y añade: "Yo soy el que soy" (Ex 3, 6.14). Dios se manifiesta de distintos modos también en la vida de cada uno de nosotros. Para poder reconocer su presencia, sin embargo, es necesario que nos acerquemos a él conscientes de nuestra miseria y con profundo respeto. De lo contrario, somos incapaces de encontrarlo y de entrar en comunión con él. Como escribe el Apóstol san Pablo, también este hecho fue escrito para escarmiento nuestro: nos recuerda que Dios no se revela a los que están llenos de suficiencia y ligereza, sino a quien es pobre y humilde ante él.

En el pasaje del Evangelio de hoy, Jesús es interpelado acerca de algunos hechos luctuosos: el asesinato, dentro del templo, de algunos galileos por orden de Poncio Pilato y la caída de una torre sobre algunos transeúntes (cf. Lc 13, 1-5). Frente a la fácil conclusión de considerar el mal como un efecto del castigo divino, Jesús presenta la imagen verdadera de Dios, que es bueno y no puede querer el mal, y poniendo en guardia sobre el hecho de pensar que las desventuras sean el efecto inmediato de las culpas personales de quien las sufre, afirma: "¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo" (Lc 13, 2-3). Jesús invita a hacer una lectura distinta de esos hechos, situándolos en la perspectiva de la conversión: las desventuras, los acontecimientos luctuosos, no deben suscitar en nosotros curiosidad o la búsqueda de presuntos culpables, sino que deben representar una ocasión para reflexionar, para vencer la ilusión de poder vivir sin Dios, y para fortalecer, con la ayuda del Señor, el compromiso de cambiar de vida. Frente al pecado, Dios se revela lleno de misericordia y no deja de exhortar a los pecadores para que eviten el mal, crezcan en su amor y ayuden concretamente al prójimo en situación de necesidad, para que vivan la alegría de la gracia y no vayan al encuentro de la muerte eterna. Pero la posibilidad de conversión exige que aprendamos a leer los hechos de la vida en la perspectiva de la fe, es decir, animados por el santo temor de Dios. En presencia de sufrimientos y lutos, la verdadera sabiduría es dejarse interpelar por la precariedad de la existencia y leer la historia humana con los ojos de Dios, el cual, queriendo siempre y solamente el bien de sus hijos, por un designio inescrutable de su amor, a veces permite que se vean probados por el dolor para llevarles a un bien más grande.

Queridos amigos, recemos a María santísima, que nos acompaña en el itinerario cuaresmal, a fin de que ayude a cada cristiano a volver al Señor de todo corazón. Que sostenga nuestra decisión firme de renunciar al mal y de aceptar con fe la voluntad de Dios en nuestra vida.

 

DOMINGO 4 T. C.

Monición de entrada.-

Hoy Jesús nos va a contar otra historia, una de las más bonitas. Y en ella nos dirá lo que pasa cuando venimos a misa.

¿Qué qué nos pasa? Pues estemos atentos.

 

Señor, ten piedad.

Tú que eres un papá bueno. Señor, ten piedad.

Tú que cuando nos portamos mal nos perdonas.  Cristo ten piedad.

Tú que estás contento cuando venimos a la fiesta de la misa. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.-

Para que el papa Francisco siga ayudando a las personas que son miradas mal. Te lo pedimos, Señor

Para que en la iglesia siempre estén las puertas abiertas y nadie se sienta menos que los demás. Te lo pedimos, Señor

Para que seamos buenos, no porque tenemos miedo a que nos castigues, sino porque te queremos mucho. Te lo pedimos, Señor

Para que hagas que los hermanos que no se quieran vuelvan a quererse. Te lo pedimos, Señor

 

Acción de gracias

Virgen María, queremos darte gracias por las personas que se olvidan de nuestras trastadas y nos dan un abrazo cuando nos hemos portado mal, especialmente nuestras madres, padres, abuelas y abuelos.

 

ORACIÓN JUNIORS CORBERA.

 

EXPERIENCIA.

Realiza la señal de la cruz mientras inspiras.

Toma conciencia de que te encuentras en un lugar sagrado, porque los lugares no son sagrados por unas piedras o porque tradicionalmente se ha considerado así, sino porque son lugares de encuentro con Dios.

Y Dios está aquí, ahora, contigo. Y tú vas a abrir tu corazón para escucharle.

Descálzate de tus pensamientos y prisas, del polvo que llevas acumulado en tu caminar por la vida.

Entra en este enlace, pero sin activar el sonido:

https://www.youtube.com/watch?v=PSuHKdxgRSI

Míralo las veces que necesites, déjate conducir por los pensamientos que te sugiere.

En el silencio de tu corazón háblale a Dios de lo que ves y mira el soplo del Espíritu modelando cada escena.

Activa la voz, escúchalo, permanece en silencio, cuéntale a Dios como te sientes, que te sugiere,…

¿Cuáles han sido los procesos lentos de tu vida? Sumérgete en ellos.

+REFLEXIÓN.

Toma la Biblia y lee :

X Lectura del santo evangelio según san Lucas 13, 1-9.

 En aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús respondió:

-¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.

Y les dijo esta parábola:

-Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.

Dijo entonces al viñador:

-Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?

Pero el viñador respondió:

-Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar.

 

¿QUÉ DICE? el evangelio de hoy tiene dos partes. En la primera Jesús clarifica el sentido de las desgracias humanas. Estas no nos deben conducir a pensar en si la causa se encuentra en un castigo divino sino a cuestionar nuestra forma de vida. La segunda parte concreta la conversión, la cual es un don y una tarea. El don de Dios que sigue cuidando de nuestra vida con mucha paciencia, pero si bien la vida de Dios es eterna, la nuestra está limitada. Por eso la conversión es una tarea: dar frutos antes de que nos sorprenda la muerte. Solo tenemos una vida y esta la debemos aprovechar no tanto en disfrutar nosotros sino en amar a los demás, en dar lo que recibimos de Dios y quienes nos cuidan. Imagina la escena y piensa en ella desde fuera.

¿QUÉ TE DICE?  Entra en la escena, lee las palabras dirigidas a ti. ¿Los momentos difíciles te han ayudado a replantearte tu modo de vivir, a descentrarte para centrarte en los demás?

 

COMPROMISO.

Márcate unas pocas pautas sencillas y concretas para mejor y dar más fruto. Revísalas cada semana.

 

CELEBRACIÓN.

Mira y escucha esta canción.

https://www.youtube.com/watch?v=kOby1s9LWCI

Cuando cayó la última hoja de mis ramas

cuando sentí que ya la savia se agotaba

cuando olvidé cómo dar fruto

y me rendí a un triste futuro

llegaste tú y me regaste con tu agua

 

Cuando ya nadie buscaba mi refugio

y la sequía resecó todos mis frutos

cuando las fuerzas me dejaban

cuando mi vida no era nada

llegaste Tú y me regaste con tu agua

 

Y TU BONDAD SUPO MIRAR MI CORAZÓN

Y PUDO VER EN SU RAÍZ TODO EL DOLOR

PORQUE SUPISTE COMPRENDER MI SED DE AMOR, MI SED DE AMOR

CUANDO TU SOMBRA, CON MI SOMBRA SE ENCONTRÓ

 

Y TU CARICIA ILUMINÓ TODO MI SER

Y ABRIÓ MI ALMA LIBERANDO CUANTO FUE

PARA SANARLA, PARA AMARLA, PARA ALIMENTARLA BIEN

PARA DAR FRUTO, ENRAIZADA EN TU QUERER

PARA SANARLA, PARA AMARLA, PARA ALIMENTARLA BIEN

PARA DAR FRUTO, ENRAIZADA EN TU QUERER,

EN TU QUERER.

No hay comentarios: