Lectura del libro de Josué 5, 9a.10-12.
En aquellos días, dijo el Señor a Josué:
-Hoy os he quitado de encima el oprobio de Egipto.
Los hijos de Israel acamparon en Guilgal y celebraron allí la
Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó. Al día
siguiente a la Pascua, comieron ya de los productos de la tierra: ese día,
panes ácimos y espigas tostadas. Y desde ese día en que comenzaron a comer de
los productos de la tierra, cesó el maná. Los hijos de Israel ya no tuvieron
maná, sino que ya aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.
Textos
paralelos.
El maná
cesó desde el día siguiente.
Ex 16, 4:
El Señor dijo a Moisés: Yo os haré llover pan del cielo: que el pueblo salga a
recoger la ración de cada día; lo pondré a prueba, a ver si guarda mi ley o no.
Ex 12, 6:
Lo guardaréis hasta el día catorce del mes; y entonces toda la asamblea de
Israel lo matará al atardecer.
Jos 4, 19:
El pueblo salió del Jordán el día diez del mes primero y acampó en Guilgal, al
este de Jericó.
Lv 2, 14:
Si haces una ofrenda de primicias al Señor, esta será de granos de espigas
tiernas, tostados y machacados.
Notas exegéticas.
5 10 Esta fecha (la de la Pascua de Ex 12, 6) ha sido preparada por Jos 4,
19. La fiesta se celebraba en la llanura de Jericó y no en el santuario de
Guilgal, lo que se adecua a su carácter familiar (Ex 12, 1-11).
5 11 La mención de las espigas tostadas en el marco de la Pascua es propia
de este texto. En otros lugares se habla de ellas como ofrendas de las
primicias (Lv 2, 14).
5 12 La comida de ázimos y espigas tostadas, señal de la entrada de Israel
en país agrícola, tomaba carácter religioso a causa de la Pascua y exigía la
circuncisión. La cesación del maná significaba el fin del período del desierto.
Salmo
responsorial
Salmo 34 (33), 2-7 (R.: 9a).
Gustad
y ved que bueno es el Señor. R/.
Bendigo
al Señor en todo momento,
su
alabanza está siempre en mi boca;
mi
alma se gloría en el Señor:
que
los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
Proclamad
conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos
juntos su nombre.
Yo
consulté al Señor, y me respondió,
me
libro de todas mis ansias. R/.
Contempladlo,
y quedaréis radiantes,
vuestro
rostro no se avergonzará.
El
afligido invocó al Señor,
él
lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R/.
Textos
paralelos.
Contempladlo y quedaréis radiantes.
Ex 34, 34-35: Cuando Moisés acudía al Señor para hablar con él, se
quitaba el velo hasta la salida. Cuando salía, comunicaba a los israelitas lo
que le había mandado. Los israelitas veían la cada radiante, y Moisés se volvía
a echar el velo por la cara, hasta que volvía a hablar con Dios.
2 Co 3, 7: Pues si el ministerio de muerte, con sus letras
grabadas en piedra, se realizó con gloria, hasta el punto de que los israelitas
no podían fijar la mirada en el rostro de Moisés, por el resplandor
transitorio, de su rostro.
Gustad y ved que bueno que es Yahvé.
1 Pe 2, 3: Si es que habéis gustado qué bueno es el Señor.
Notas
exegéticas.
34 Salmo penitencial “alfabético”,
ver Pr 31, 10 (pero el orden de las estrofas está alterado): acción de gracias,
vv. 2-11, e instrucción en el sentido de los Proverbios, sobre la suerte de los
justos y de los malvados, vv. 12-23.
Segunda
lectura.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5, 17-21.
Hermanos:
Si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha
pasado, ha comenzado lo nuevo. Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo
por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación. Porque
Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirles cuenta
de sus pecados, y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación. Por
eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo
exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os
reconciliéis con Dios. Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor
nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él.
Textos
paralelos.
El que está en Cristo es una nueva creación.
Is 43, 18-19: No recordéis lo
de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está
brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, ríos en el yermo.
Todo proviene de Dios.
Rm 5, 10: Pues, si siendo
enemigos, la muerte de su Hijo nos reconcilió con Dios, con mayor razón, ya
reconciliados, nos salvará su vida.
En nombre de Cristo os
suplicamos.
Is 53, 5: Él, en cambio, fue
traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Sobre él
descargó el castigo que nos sana y con sus cicatrices nos hemos curado.
Reconciliaos con Dios.
Rm 8, 3: Lo que no podía la
ley, por la debilidad de la condición carnal, lo ha hecho Dios enviando a su
Hijo, asemejado a nuestra condición pecadora para entendérselas con el pecado;
en su carne ha condenado el pecado.
Cristo, que no conoció
pecado.
Ga 3, 13: Cristo, sometiéndose
a la maldición, nos rescató de la maldición de la ley; como está escrito:
Maldito el que cuelga de un leño.
Lo hizo pecado por
nosotros.
1 Jn 3, 5: Y sabéis que aquél
apareció para quitar los pecados y él no tuvo pecado.
Viniésemos a ser justicia
de Dios en él.
1 P 2, 24: Nuestros pecados él
los llevó en su cuerpo al madero, para que, muertos al pecado, vivamos para la
justicia. Sus cicatrices nos curaron.
Notas
exegéticas.
5 17 (a) El centro de esta “nueva
creación”, que afecta a todo el universo, es aquí y en Ga 6, 15, el “hombre
nuevo” creado en Cristo para una vida nueva de justicia y santidad. Compárese
el nuevo nacimiento del bautismo, Rm 6, 4.
5 17 (b) Lit.: “las (cosas) antiguas han
desaparecido, mirad, han surgido (cosas) nuevas. Var.: “todas las (cosas) son
nuevas.
5 18 La palabra “reconciliación”
podía evocar entre los corintios un recuerdo histórico preciso. Con ocasión de
la reconstrucción de la ciudad, Cesar había proclamado, en Grecia y en todo el
Imperio, una reconciliación que acogiese a personas de pasado dudoso y pudiesen
beneficiarse de una amnistía. Aquí la imagen es aplicada a Cristo. Pero el v.
21 indica lo mucho que costó a Dios esta reconciliación: “A Cristo… lo hizo
pecado por nosotros”.
5 21 Dios hizo a Cristo solidario de
la humanidad pecadora para hacer a los hombres solidarios de su obediencia y su
justicia. Puede ser que aquí “pecado” se tome en el sentido de
“sacrificio-víctima por el pecado”, puesto que la misma palabra hebrea hat ta‘t puede tener esos dos sentidos.
Entre el tiempo de la venida de Cristo al mundo y el de su vuelta discurre un
tiempo intermedio, que es el “día de salvación”. Tiempo apto para la
conversión, concedido para la salvación del “Resto” y de los gentiles. Aun
siendo de duración incierta este tiempo de peregrinación debe ser considerado
como breve, lleno de tribulaciones y de sufrimientos que preparan la gloria
futura. Se aproxima el fin, así como el día de plenitud de luz; hay que velar y
emplear bien el tiempo que resta para salvarse y salvar a los demás, dejando a
Dios el cuidado de la venganza postrera.
Evangelio.
X Lectura
del santo evangelio según san Lucas 15, 1-3.11-32.
En aquel tiempo,
solían acercarse a Jesús todos los publicanos y pecadores a escucharlo. Y los
fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
-Este acoge a los
pecadores y come con ellos.
Jesús les dijo esta
parábola:
-Un hombre tenía dos
hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de
la fortuna”. El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo
menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su
fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella
tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y se
contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a
apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos,
pero nadie le daba nada. Recapacitando entonces, se dijo: “Cuántos jornaleros
de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me
levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he
pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame
como a uno de tus jornaleros”. Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando
todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y,
echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Su hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo
tuyo”. Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad enseguida la mejor túnica y
vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el
ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este
hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”. Y
empezaron a celebrar el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al
volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los
criados, le preguntó qué era aquello. Este le contestó: “Ha vuelto tu hermano;
y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.
Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre: “Mira: en tantos años como te sirvo, sin
desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener
un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha
comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”. El padre le
dijo: “Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso
celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha
revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado.
Textos
paralelos.
Todos los publicanos
y los pecadores.
Ex 34, 6-7: El Señor
pasó ante él proclamando: el Señor, el Señor, el Dios compasivo y clemente,
paciente, misericordioso y fiel, que conserva la misericordia hasta la primera
generación, que perdona culpas, delitos y pecados, aunque no deja impune y castiga
la culpa de los padres en los hijos, nietos y bisnietos.
Os 11, 8-9: ¿Cómo
podré dejarte, Efraín; entregarte a ti, Israel? ¿Cómo dejarte como a Admá,
tratarte como a Seboín? Me da un vuelco el corazón, se me conmueven las
entrañas. No ejecutaré mi condena, no volveré a destruir a Efraín, que soy Dios
y no hombre, el Santo en medio de ti y no enemigo devastador.
Os 2, 21: Aquel día
haré en su favor una alianza con los animales salvajes, con las aves del cielo
y los reptiles de la tierra. Arco y espada y armas romperé en el país, y los
haré dormir tranquilos.
Lc 6, 36: Sed
compasivos como vuestro Padre es compasivo.
Acoge a los
pecadores.
Mt 9, 10-13: Estando
Jesús en la casa, sentado a la mesa, muchos recaudadores y pecadores llegaron y
se sentaron con Jesús y sus discípulos. Al verlo, los fariseos dijeron a los
discípulos: ¿Por qué come vuestro maestro con recaudadores y pecadores? Él lo
oyó y contestó: Del médico no tienen necesidad los sanos, sino los enfermos. Id
a estudiar lo que significa misericordia quiero y no sacrificios. No vine a
llamar a justos, sino a pecadores.
Partió hacia su
padre.
Is 58, 7: Partir tu
pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves
desnudo y no cerrarte a tu propia carne.
Jr 3, 12: Ve y
proclama este mensaje hacia el norte: Vuelve, Israel, apóstata – oráculo del
Señor –, que no os pondré mala cara, porque soy leal y no guardo rencor eterno
– oráculo del Señor –.
Se conmovió, corrió.
Is 49, 14-16: Decía
Sión: Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado. – ¿Puede una madre
olvidarse de su criatura, dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues, aunque
ella se olvide, yo no te olvidaré.
Jr 31, 20: ¡Si es mi
hijo querido Efraín, mi niño, mi encanto! Cada vez que le reprendo me acuerdo
de ello, se me conmueven las entrañas y cedo a la compasión – oráculo del Señor
–.
Ponedle un anillo en
el dedo.
Za 3, 4: Josué
estaba vestido con un traje sucio, en pie delante del ángel. Este dijo a los
que estaban allí delante: Quitadle el traje sucio. Y a él le dijo: Mira, aparto
de ti la culpa y te visto de fiesta. Y añadió: Ponedle en la cabeza una diadema
limpia. Le pusieron la diadema limpia y lo revistieron.
Todo lo mío es tuyo.
Jn 17, 10: Todo lo
mío es tuyo y lo tuyo es mío: en ellos se revela mi gloria.
Celebrar una fiesta.
Jn 1, 14: La Palabra
se hizo hombre y acampó entre nosotros. Contemplamos su gloria, gloria como de
Hijo único del Padre, lleno de lealtad y fidelidad.
Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.
15 Lc tiene varias
parábolas bastante desarrolladas que son exclusivas del tercer evangelio. Las
parábolas de Mc se refieren sobre todo a la naturaleza y la venida del reino.
Las que son propias de Mt conciernen en gran parte bien al juicio final, bien a
las relaciones fraternas dentro de la comunidad. Las parábolas de Lc se ocupan
de los individuos y de la moral personal; en el primer plano de ellas hay a
menudo un antagonista cuyo soliloquio resulta ser lo que determina el relato.
15 1
Como
en 5, 30 y 7, 34, estos recaudadores de impuestos son mencionados junto con los
pecadores públicos, condenados por los fariseos.
15
12 Esta
petición no es algo inaudito (ver Si 33, 20-34), pero su legitimidad es
discutida por los historiadores. El joven reconocerá más tarde que ha pecado
contra su padre pero no se precisa la naturaleza de su falta.
15
13 “Como
un libertino” o quizá mejor: “una vida desordenada”. El término de Lc (asotos)
es poco preciso. La traducción “libertino” se basa en el v. 30, ¿pero no
exagera quizá el hijo mayo?
15
15 Para
un judío era el colmo de la degradación, pues el puerco era un animal impuro.
15
16 Lit.:
“y nadie le daba”.
15
17 Jesús
no idealiza los sentimientos del desgraciado. La parábola no se centra en la
conversión del hijo, sino en el amor del padre.
15
20 La
prisa (“corrió”) es una actitud excepcional en un oriental. Como todo el v. y
su continuación, expresa el amor del padre. Los besos de este son signo de su
perdón.
15
21 Adic.:
“trátame como a uno de tus jornaleros”, ver v. 19. Pero el texto breve, mejor
atestiguado, pone mejor de relieve la prisa del padre y hace que su acogida
evite al hijo una degradante humillación.
15
22 El
anillo era signo de autoridad y las sandalias formaban parte del atuendo del
hombre libre, por oposición al del esclavo.
15
25 A
la actitud misericordiosa del padre, que simboliza la misericordia divina, se
opone en el hijo mayor la actitud de los fariseos y de los escribas, que se
jactaban de ser “justos porque no dejaban de cumplir ningún mandamiento de la
Ley”.
15
29 Estas
palabras parecen justas, pero responden a la seguridad que tenían los fariseos
de cumplir todas las exigencias de la ley.
15
31 Se
trata de una alegría esencial, de una invitación a ir más allá de las normas
jurídicas para abrirse al amor.
15
32 El
padre corrige la expresión de desprecio “ese hijo tuyo” por “este hermano
tuyo”, reconduciendo así la fraternidad.
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión
crítica.
15 Al escándalo de los
fariseos (v. 2) no responde Jesús con tesis de cátedra, sino con tres parábolas
(cf. Mc 4, 2) que son joyas de la literatura universal, y autorretrato del
corazón de Jesús – misericordia del Padre con los pecadores –. Jesús hace lo que
hace le Padre, que actúa así con los pecadores arrepentidos: no aprueba
el envilecimiento en que cae el pecador, pero sigue teniendo para él los brazos
abiertos, lo acepta y lo comprende más que el pecador a sí mismo. La lección
central en las tres parábolas es: la alegría de Dios por el reencuentro (vs.
7.10.32). En Dios “sucede” algo así como lo que sucede en el corazón de un
padre humano: entre varios hijos fieles y uno descarriado, su preocupación
primordial es conseguir el retorno del descarriado, y su alegría al recobrarla
es tanto mayor cuanto mayor fue su disgusto al perderlo.
1-2 LOS PECADORES: los
de vida irregular (cf. 18, 11: adúlteros, defraudadores, etc.) y los que
ejercían una profesión considerada de mala fama (curtidores, marineros,
camelleros, etc.). La murmuración de LOS FARISEOS Y LOS ESCRIBAS delata otro
misterio del corazón humano: ¿Por qué a aquellos hombres religiosos les
molestaba tanto la misericordia, por qué el amor de dios provocaba en ellos
juicios de condena? ¿Se consideraban, tal vez, “merecedores” exclusivos del
amor de Dios.
11-12
El
protagonista de esta parábola, también peculiar de Lc, es el padre. No
los hijos, pues el pródigo no es modelo ni de arrepentimiento (da la impresión
de que se arrepiente solo por el hambre, no por amor al padre, v. 17), y el
hermano mayor no sirve al padre con el corazón de hijo, sino de esclavo. Los
dos “se han perdido” para el padre, que tiene que “salir” a su encuentro (vs.
20 y 28). El diálogo final va directamente para los fariseos, pagados de sí
mismos y despreciadores de los demás.
13 “Recoger” es
convertir en dinero, o vender. // MARCHÓ… LEJANO: en expatriarse, en irse
lejos del padre, consiste propiamente le pecado del pródigo. Al marchar él,
el padre se quedó sin los dos hijos. // COMO UN PERDIDO: el adverbio que usa el
texto griego proviene de una adjetivo que significa “insalvable” o “que no
salva” (el dinero, etc.); el sustantivo correspondiente es nuestro vocablo desenfreno
o libertinaje.
15 FUE A ARRIMARSE.
lit. habiendo ido se adhirió. // QUE LO ENVIÓ…: lit. y envió a él. //
Si para un judío los CERDOS eran animales impuros según la Ley (Lv 11, 7),
quiere decir que el pródigo vivió como apóstata de la religión.
16 DESEABA: o hubiera
deseado. Algunos manuscritos, en vez de HARTARSE dicen llenar su
estómago. NADIE LE DABA: puede entenderse: no le daban permiso, no
le permitían comerlas.
17 ENTRANDO EN RAZÓN:
lit. a él mismo empero volviendo (semitismo), reflexionando en su
interior.
18 ME LEVANTARÉ PARA IR
A: lit. habiéndome levantado iré (semitismo: me pondré en camino) al
padre de mí y diré a él. // CONTRA TI (lit. ante ti, en tu
presencia) es expresión targúmica. Hoy diríamos directamente: “ofendí a Dios al
ofenderte a ti”.
19 TENME POR… (lit. hazme
como…): había perdido los derechos que tenía como hijo, y no sospechaba que
el padre no iba a rebajarlo al nivel de criado; seguía siendo “este hijo mío”
(v. 24).
20 LE DIO UN VUELCO EL
CORAZÓN: lit., en un solo vocablo griego, se conmovió-en-las-entrañas. //
CORRIÓ A… BESARLO INSISTENTEMENTE: lit. , habiendo corrido cayó sobre el
cuello de él y besó-mucho a él.
21 EMPEZÓ A DECIRLE: el
aoristo del texto griego es ingresivo.
22 LA TÚNICA MEJOR ES,
en el texto griego, la túnica primera, la principal. // PONEDLE UNA
SORTIJA…: lit. dad anillo (¿sortija?) para la mano (¿el dedo?) de
él y calzado para los pies.
23 HAGAMOS UN GRAN
BANQUETE: lit. comiendo banqueteemos (cf. 12, 19).
25 MÚSICA (¿de un
instrumento musical determinado?) Y CANTOS (lit. y coros: ¿de
danzantes?, ¿de cantores?), tal vez sea endíadis (repetición de un único
concepto mediate dos términos coordinados): “la música del baile”, o “los coros
que cantaban”.
28 MONTÓ EN CÓLERA.
sufrió un ataque de celos, a la manera de Caín frente a Abel (Gn 4, 5). //
SALIÓ Y LE SUPLICABA: ¿Cuál de los hijos estaba más lejos del padre? También el
mayor seguía distante; también el padre tuvo que salir a su encuentro. El
tiempo verbal griego (imperfecto) da a entender que “le suplicaba con
insistencia”, “le suplicaba repetidas veces”.
29 LLEVO SIRVIÉNDOTE:
el verbo griego es el propio de los esclavos; así, al decir “llevo trabajando
para ti como esclavo”, reconoce implícitamente: “no me considero hijo”.
// MIS AMIGOS: apelativo exagerado; a lo más, compañeros de diversión;
difícilmente podía vivir la verdadera amistad, ni la fraternidad, quien
no vivía la filiación.
30 El hijo mayor aún no
está convertido: sigue resentido y acusa al padre. ¿Por qué dice
despectivamente ESE HIJO TUYO, en vez de decir “este hermano mío”? El padre lo
corrige (v. 32): no se trata solo de “este hijo mío”, sino de “este hermano
tuyo”. // MATAS: lit. mataste.
Notas
exegéticas de la Biblia Didajé.
15,
1 Compartir
la comida era un signo de amistad y reconciliación. Cristo aprovecha esta
comida para demostrar que su misión es la de llamar a los pecadores al
arrepentimiento. Cat. 937, 589, 545.
15,
11-32 Este pasaje lleva al corazón del Evangelio: la ilimitada misericordia de
Dios revelada a través de Cristo (cat. 1846-1848). La parábola del hijo prodigo
es también la del padre misericordioso y, quizá más en profundidad, la de los
dos hermanos. El tema de los dos hermanos (Caín-Abel, pasando por Isaac-Ismael,
Jacob-Esaú, o José y sus doce hermanos) desemboca en la fraternidad que se da
entre dos pueblos: el elegido (Israel: el hijo mayor) y el resto de los pueblos
paganos (los gentiles: el hijo menor). Ambos viven una filiación y responden de
modos diversos a la elección de uno y al amor incondicional del Padre a ambos.
La parábola pone de relieve la gran misericordia y perdón de Dios. Cat.
1436-1439, 2838-2839)
Catecismo
de la Iglesia Católica.
589 Jesús escandalizó
sobre todo porque identificó su conducta misericordiosa hacia los pecadores con
la actitud de Dios mismo con respecto a ellos. Llegó incluso a dejar entender
que compartiendo la mesa con los pecadores los admitía al banquete mesiánico.
545 Jesús invita a los
pecadores al banquete del Reino: “No he venido a llamar a justos sino a
pecadores” (Mc 2, 17). Les invita a la conversión, sin la cual no se puede
entrar en el Reino, pero les muestra de palabra y con hechos la misericordia
sin límites de su Padre hacia ellos y la inmensa “alegría en el cielo por un
solo pecador que se convierta” (Lc 15, 7). La prueba suprema de este amor será
el sacrificio en su propia vida “para remisión de los pecados” (Mt 26, 28).
1846
El
Evangelio es la revelación, en Jesucristo, de la misericordia de Dios con los
pecadores.
1439
El
proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito maravillosamente por
Jesús en la parábola llamada “del hijo pródigo”, cuyo centro es “el padre
misericordioso”: la fascinación de una libertad ilusoria, el abandono de la
casa paterna; la miseria extrema en que el hijo se encuentra tras haber
dilapidado su fortuna; la humillación profunda de verse obligado a apacentar
cerdos, y peor aún, la de desear alimentarse de las algarrobas que comían los
cerdos; la reflexión sobre los bienes perdidos; el arrepentimiento y la
decisión de declararse culpable ante su padre, el camino del retorno; la
acogida generosa del padre; la alegría del padre: todos estos son rasgos
propios del proceso de conversión. El mejor vestido, el anillo y el banquete de
fiesta son símbolos de esta vida nueva, pura, digna, llena de alegría que es la
vida del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia, que es la Iglesia.
Solo el corazón de Cristo, que conoce las profundidades del amor de su Padre,
pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de
simplicidad y de belleza.
Concilio
Vaticano II.
[Los presbíteros]
recuerden que, con su conducta diaria y con su preocupación, muestran a
creyentes y no creyentes, a católicos y no católicos, el rostro del servicio
verdaderamente sacerdotal y pastoral. Tiene, pues, que dar a todos testimonio
de la verdad y de la vida y como buenos pastores, buscar también a aquellos
(cf. Lc 15, 4-7) que, aunque bautizados en la Iglesia católica, han abandonado
la práctica de los sacramentos o incluso la fe.
Lumen gentium, 28-
Comentarios de los Santos Padres.
Dime, fariseo, ¿por qué murmuras al ver que Cristo
no desprecia el estar con publicanos y pecadores, sino que decididamente les
proporciona los medios de salvación? Para salvar a las personas, se anonadó a
sí mismo, se hizo como nosotros, y se revistió a sí mismo de la pobreza humana.
Cirilo de Alejandría, Comentario al Ev. de Lucas,
106. III, pg. 335.
Cuando algunos sean llamados a la conversión, aunque
tengan mala reputación, nosotros debemos más bien alegrarnos y no dejarnos
arrastrar por la irritación odiosa hacia ellos.
Cirilo de Alejandría, Comentario al Ev. de Lucas,
107. III, pg. 340.
Tuvo dos hijos, es decir, dos pueblos: judío el uno
y gentil el otro; al pueblo judío le hizo más adulto por el conocimiento de la
Ley, al pueblo gentil más joven por la necedad del paganismo.
Pedro Crisólogo, Sermón, 5, 2. III, pg. 341.
El que no sabe saciarse con el alimento que no se
corrompe, siempre estará hambriento.
Ambrosio. Exposición sobre el Ev. de Lucas, 7,
215. III, pg. 343.
Se te arroja al cuello para levantarte porque estás
caído, y para hacerte volver hacia el cielo, con el fin de que allí tú, que
estás cargado de pecados e inclinado hacia todo lo terreno, busques a tu
Creador. Cristo se lanza a tu cuello para quitar de él el yugo de la esclavitud
y poner sobre él su yugo suave.
Ambrosio, Exposición sobre el Ev. de Lucas, 7,
229-230. III, pg. 344.
San Agustín
El hombre que tuvo dos hijos es Dos que tuvo dos pueblos. el hijo mayor
es el pueblo judío; el menor, el gentil. La herencia recibida del padre es la
inteligencia, la mente, la memoria, el ingenio, y todo aquello que el Señor nos
dio para que le conociésemos y alabásemos. Tras haber recibido este patrimonio,
el hijo menor se marchó a una región lejana. Lejana, es decir, hasta olvidarse
de su Creador. (…) Aquí se alimentaba de bellotas que son, a nuestro parecer,
las doctrinas mundanas, que alborotan, pero no nutren. (…)
Sermón 112
A, 1-5. I, pgs. 340-341.
San Juan de Ávila
Es llamado príncipe de este mundo (Jn 12, 31); porque rige y manda a los
malos. El cual asítrata a los suyos que ni aun de manjares de puercos los
harta; mas, como otro Adonibecec, les tiene cortados los cabos de los pies y las manos, para hacer cualquier bien, y puestos debajo de la
mensa, para
que coman, no de plato entero, mas de migajas que le sobran a él (cf. Jue 1,
6-7). Hambrientos los tiene de presente, y después llevará consigo a donde haya
entera hambre y tormentos; porque él otra cosa no puede dar. Tal es su
tratamiento que bastaba, si los mundanos en ello mirasen, para salirse de la
compañía del demonio y del mundo, y allegarse a Dios; como hizo el hijo pródigo
que, de verse en oficio tan vil, y que de manjar de puertos aun no se hartaba,
cobró seso y consejo para ver qué diferencia iba de estar en la casa de su padre o en la casa del mundo, y dejó
el mal que tenía, y fuese a su padre, pidiéndole misericordia, y hallóla (cf.
Lc 15, 16ss).
Audi, filia (II), 98. I, pg. 750.
No cese el hombre de buscar el perdón, que, si en la demanda porfía, el Padre de las misericordias saldrá al encuentro a su
hijo pródigo, y
se lo dará y le vestirá con celestial ropa de gracia, y se holgará de ver ganado
a su hijo por
la penitencia, que
estaba perdido por
el pecado (cf. Lc 15, 20-24).
Audi, filia (II), 20. I, pg. 581.
Decís: Hágase
tu voluntad; pensad
cómo hicisteis la voluntad del demonio y buscastes las bellotas de los puertos
(cf. Lc 15, 16). Pedís al Señor que os perdone; pensad cuán poco perdonáis a vuestros prójimos. Pedís que no seáis vencido en
la tentación, y
vos os dejáis vencer muchas veces, etc.
Diálogos inter confessarium et paenitentem. II, pg. 780.
Item, porque a los pecadores no les es vedado el orar, antes concedido
y mandado y con esta oración enseñó Nuestro Señor Jesucristo a orar a todo el
bueno: buenos y malos. Item, el hijo pródigo, que representa un pecador sin
gracia, dijo: Padre,
pequé en el cielo y delante de ti (Lc 15, 18); y otros lugares en la Sagrada
Escritura donde los pecadores llaman padre a Dios, aunque le han ofendido.
Lecciones sobre 1 San Juan (I). II, pg. 137.
Un solo hijo pródigo fue el perdido y el recibido con tantas
misericordias, con tantas fiestas y regocijos (cf. Lc 15, 22-24). Con un solo
hijo hace el padre tantos regocijos; y con sola o por sola una oveja y una
dracma. Para consuelo del hombre, y para que entienda el gran cuidado que Dios
tiene, no solamente de todos los hombres en general, sino de él en particular;
y que así como de él en particular tiene este cuidado, así le tiene en
particular este amor, y por él en particular se hizo aquella obra, y él en
particular está obligado a agradecerla y tenerla por propia. Por eso el Apóstol
habla con este lenguaje: Amóme a mí, y entregóse a la muerte por mí. Quiere
decir: de mí en particular se acordó; por mí en particular rogó, y a mí en
particular lavó con sangre.
Lecciones sobre la epístola a los Gálatas. II, pg. 56-57.
¿No sois vos aquel amorosísimo padre que con tanta alegría y regocijo
recibió al hijo perdido (Lc 15, 32), ¡y tan perdido!?
Oraciones. II, pg. 1004.
Iste peccatores recipit, etc. (Lc 15, 2). Estas palabras, que darán
fundamente a nuestro sermón, con el ayuda y favor del Espíritu Santo, son
tomadas del evangelio de la dominica tercera de Pentecostés; son palabras
dichas de unos malos hombres; dijéronse a Jesucristo, acusándole que era mal
hombre. Tomárselas hemos de la boca para entenderlas como se han de entender,
porque algunas veces decían unas sentencias del Espíritu santo, aunque eran
malos.
Domingo III después de Pentecostés. III, pg. 242.
Hasta que vino aquel verdadero samaritano Cristo, que quiere decir guarda, y hizo medicina para este
herido. No dice el texto que descendió por el mesmo camino del herido, sino,
haciendo camino, vino al herido. Allegóse, tomando carne semejante a la nuestra
pecadora, llegóse conversando con heridos de pecados; tanto, que le reprendía n
los fariseos, ya en casa de un publicano, ya en casa de un cambiador, ya con la
Madalena, ya con la mujer adúltera y, al fin, con los ladrones (Lc 15, 2). Así
había de ser, que el que venía para curarnos no hubiese asco de nuestras
llagas. Allegóse por sacramentos.
Domingo XII después de Pentecostés. III, pg. 271-272.
Justicia justísima es que, si el ciego quiere ir delante dele que sabe
el camino muy bien y le quiere guiar, que tropiece y se descalabre. Y el hijo
mozo que pidió la parte de su hacienda a su padre y quiso regirse por sí,
perdióla muy presto, y aun a sí mismo con ella, y de hijo muy honrado y
abastado en la casa de su padre, vino a ser guarda de puercos y a no hartarse
aun de lo que ellos comían (cf. Lc 15, 16). No le dañara ser mozo ni su poca
experiencia si quisiera vivir debajo del regimiento de su padre.
Santísimo Sacramento. III, pg. 749-750.
Hijos pródigos, que guardan los puercos de los demonios y aun no se
hartan de lo que comen los puercos (cf. Lc 15, 16).
Santísimo Sacramento, III, pg. 758.
Y para más memoria, es bien, si hubiere caído en alguna cosa grave o
dudosa, para preguntalla, que luego que caiga la escriba y la guarde, y el
domingo por la mañana se confiese por la misma orden que se examinó y reciba el
santísimo Sacramento, para que, por la virtud del santísimo cuerpo y sangre de
Cristo metido dentro de sus entrañas, alcance su gracia y amor. Antes que le
reciba, diga esta preparación, hiriendo sus pechos: Pater, peccavi incaelum et contra te, et non sum
dignus vocari filuus tuus… (cf. Lc 15, 17-10).
A un discípulo. IV, pg. 743.
San Oscar Romero.
Yo le invito, hermanos, a que en sus hogares o en una
Iglesia, en un lugar silencioso, lean esa parábola pero pensando en ustedes
mismos y pensando: ¿cuántas veces se ha realizado en mi vida la locura de haber
dejado a Dios, la ilusión de querer encontrar la dicha allá lejos del padre, y,
tal vez, mientras se tiene dinero, mientras se tiene salud, mientras lo pueden
explotar a uno, hay amigos y le ofrecen todo, pero cuando todo eso se acaba,
eso que llamábamos el todo, mi dinero es mi Dios, mi dinero, mi poder, los
idólatras, cuando caen en la cuenta que no estaba adorando más ídolos y caen en
un despertar duro ante la realidad? ¡Ah! no era dios.
¡Ah! el dinero no podía darme todas las satisfacciones. ¡Ah!
no puede hacer todo lo que yo quería con el poder. ¡Qué insensatos nos
sentimos! Nos parecemos el hijo pródigo en ese momento, queriendo comer el maíz
que le tiran a los cerdos. Sentía al hijo pródigo que los cerdos eran más
felices que él, ellos comían y a él no le daban ni siquiera las algarrobas de
los cerdos. Y por vergüenza de no comer en la misma canoa con los cerdos,
quitaba de escondidas unas mazorcas, unas algarrobas; allá escondido, como un
cerdo avergonzado, comiéndose su propia miseria.
¿Quién no ha sentido realizarse en su vida después del pecado
este asco, este sentirse cerdo, sentirse vacíos, sentirse sin Dios, sin nada,
sin amigos?
Homilía 16 marzo 1980.
Francisco. Angelus. 6 de marzo de
2016.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el
capítulo quince del Evangelio de san Lucas encontramos las tres parábolas de la
misericordia: la de la oveja encontrada (vv. 4-7), la de la moneda encontrada
(vv. 8-10), y la gran parábola del hijo pródigo, o mejor, del padre
misericordioso (vv. 11-32). Hoy sería bonito que cada uno de nosotros,
tomara el Evangelio, este capítulo xv de Lucas, y leyera las tres parábolas. Dentro
del itinerario cuaresmal, el Evangelio nos presenta precisamente esta última
parábola del padre misericordioso, que tiene como protagonista a un padre con
sus dos hijos. El relato nos hace ver algunas características de este padre:
es un hombre siempre preparado para perdonar y que espera contra toda
esperanza. Sorprende sobre todo su tolerancia ante la decisión del hijo más
joven de irse de casa: podría haberse opuesto, sabiendo que todavía es
inmaduro, un muchacho joven, o buscar algún abogado para no darle la herencia
ya que todavía estaba vivo. Sin embargo le permite marchar, aun previendo los
posibles riesgos. Así actúa Dios con nosotros: nos deja libres, también
para equivocarnos, porque al crearnos nos ha hecho el gran regalo de la
libertad. Nos toca a nosotros hacer un buen uso. ¡Este regalo de la libertad
que nos da Dios, me sorprende siempre!
Pero la
separación de ese hijo es sólo física; el padre lo lleva siempre en el
corazón; espera con confianza su regreso, escruta el camino con la
esperanza de verlo. Y un día lo ve aparecer a lo lejos (cf. v. 20). Y esto
significa que este padre, cada día subía a la terraza para ver si su hijo
volvía. Entonces se conmueve al verlo, corre a su encuentro, lo abraza y lo
besa. ¡Cuánta ternura! ¡Y este hijo había hecho cosas graves! Pero el padre lo
acoge así.
La misma
actitud reserva el padre al hijo mayor, que siempre ha permanecido en casa, y
ahora está indignado y protesta porque no entiende y no comparte toda la bondad
hacia el hermano que se había equivocado. El padre también sale al encuentro de
este hijo y le recuerda que ellos han estado siempre juntos, tienen todo en
común (v. 31), pero es necesario acoger con alegría al hermano que finalmente
ha vuelto a casa. Y esto me hace pensar en una cosa: cuando uno se siente
pecador, se siente realmente poca cosa, o como he escuchado decir a alguno
—muchos—: «Padre, soy una porquería», entonces es el momento de ir al
Padre. Por el contrario, cuando uno se siente justo —«Yo siempre he
hecho las cosas bien...»—, igualmente el Padre viene a buscarnos porque esa
actitud de sentirse justo es una actitud mala: ¡es la soberbia! Viene del
diablo. El padre espera a los que se reconocen pecadores y va a buscar a
aquellos que se sienten justos. ¡Este es nuestro Padre! En esta parábola
también se puede entrever un tercer hijo. ¿Un tercer hijo? ¿Y dónde? ¡Está
escondido! Es el que «siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser
igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo» (Fil
2, 6-7). ¡Este Hijo-Siervo es Jesús! Es la extensión de los brazos y del
corazón del Padre: Él ha acogido al pródigo y ha lavado sus pies sucios; Él
ha preparado el banquete para la fiesta del perdón. Él, Jesús, nos enseña a
ser «misericordiosos como el Padre». La figura del padre de la parábola
desvela el corazón de Dios. Él es el Padre misericordioso que en Jesús nos
ama más allá de cualquier medida, espera siempre nuestra conversión
cada vez que nos equivocamos; espera nuestro regreso cuando nos alejamos
de Él pensando que podemos prescindir de Él; está siempre preparado a
abrirnos sus brazos pase lo que pase. Como el padre del Evangelio, también
Dios continúa considerándonos sus hijos cuando nos hemos perdido, y
viene a nuestro encuentro con ternura cuando volvemos a Él. Y nos habla con
tanta bondad cuando nosotros creemos ser justos. Los errores que
cometemos, aunque sean grandes, no rompen la fidelidad de su amor. En el
sacramento de la Reconciliación podemos siempre comenzar de nuevo: Él
nos acoge, nos restituye la dignidad de hijos suyos, y nos dice: «¡Ve hacia
adelante! ¡Quédate en paz! ¡Levántate, ve hacia adelante!».
En este
tramo de la Cuaresma que aún nos separa de la Pascua, estamos llamados a
intensificar el camino interior de conversión. Dejémonos alcanzar por la
mirada llena de amor de nuestro Padre, y volvamos a Él con todo el corazón,
rechazando cualquier compromiso con el pecado. Que la Virgen María nos
acompañe hasta el abrazo regenerador con la Divina Misericordia.
Francisco. Angelus. 27 de marzo de
2022
Queridos hermanos y hermanas, feliz domingo,
¡buenos días!
El Evangelio de la Liturgia de este domingo
narra la parábola llamada del hijo pródigo (cfr. Lc 15,11-32).
Esta nos lleva al corazón de Dios, que siempre perdona con compasión y
ternura, siempre. Dios perdona siempre, somos nosotros los que nos
cansamos de pedir perdón, pero Él perdona siempre. Nos dice que Dios es
Padre, que no solo acoge de nuevo, sino que se alegra y hace fiesta por su
hijo, que ha vuelto a casa después de haber derrochado todos sus bienes.
Nosotros somos ese hijo, y conmueve pensar en cuánto nos ama y espera siempre
el Padre.
Pero en la misma parábola está también el
hijo mayor, que entra en crisis frente a este Padre. Y que puede
ponernos en crisis también a nosotros. De hecho, dentro de nosotros está
también este hijo mayor y, al menos en parte, tenemos la tentación de darle
la razón: siempre había hecho su deber, no se había ido de casa, por eso
se indigna al ver al Padre abrazar de nuevo al hermano que se ha portado mal.
Protesta y dice: «Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una
orden tuya», sin embargo, por «ese hijo tuyo» ¡incluso celebras una fiesta!
(vv. 29-30). “No te entiendo”. Es la indignación del hermano mayor.
De estas palabras emerge el problema del hijo
mayor. En la relación con el Padre él basa todo en el puro cumplimiento de
los mandamientos, en el sentido del deber. Puede ser también
nuestro problema, nuestro problema entre nosotros y con Dios: perder de
vista que es Padre y vivir una religión distante, hecha de prohibiciones y
deberes. Y la consecuencia de esta distancia es la rigidez hacia el
prójimo, que ya no se ve como hermano. De hecho, en la parábola el hijo
mayor no dice al Padre mi hermano, no, dice tu hijo,
como diciendo: no es mi hermano. Y al final precisamente él corre el riesgo de
quedar fuera de casa. De hecho —dice el texto— «no quería entrar» (v. 28).
Porque estaba el otro.
Viendo esto, el Padre sale a suplicarlo: «Hijo,
tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo» (v. 31). Trata de hacerle
entender que para él cada hijo es toda su vida. Lo saben bien los
padres, que se acercan mucho al sentir de Dios. Es bonito lo que dice un
padre en una novela: «Cuando me convertí en padre, entendí a Dios» (H.
de Balzac, El padre Goriot, Milán 2004, 112). En este momento de la
parábola, el Padre abre el corazón al hijo mayor y le expresa dos
necesidades, que no son mandamientos, sino necesidad del corazón: «Convenía
celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha
vuelto a la vida» (v. 32). Veamos si también nosotros tenemos en el corazón dos
necesidades del Padre: celebrar una fiesta y alegrarse.
En primer lugar, celebrar una fiesta,
es decir manifestar nuestra cercanía a quien se arrepiente o está en camino,
a quien está en crisis o alejado. ¿Por qué hay que hacer así? Porque
esto ayudará a superar el miedo y el desánimo, que pueden venir al
recordar los propios pecados. Quien se ha equivocado, a menudo se siente
reprendido por su propio corazón; distancia, indiferencia y palabras
hirientes no ayudan. Por eso, según el Padre, es necesario ofrecerle una
acogida cálida, que aliente para ir adelante. “¡Pero padre este ha hecho muchas
cosas!”: cálida acogida. Y nosotros, ¿hacemos esto? ¿Buscamos a quien está
lejos, deseamos celebrar fiesta con él? ¡Cuánto bien puede hacer un corazón
abierto, una escucha verdadera, una sonrisa transparente; celebrar fiesta,
no hacer sentir incómodo! El padre podría decir: está bien hijo, vuelve a
casa, vuelve a trabajar, vete a tu habitación, prepárate y ¡al trabajo! Y este
habría sido un buen perdón. ¡Pero no! ¡Dios no sabe perdonar sin hacer
fiesta! Y el padre hace fiesta, por la alegría que tiene porque ha vuelto
el hijo.
Y después, según el Padre, es necesario alegrarse.
Quien tiene un corazón sintonizado con Dios, cuando ve el arrepentimiento de
una persona, por graves que hayan sido sus errores, se alegra. No se queda
quieto sobre los errores, no señala con el dedo el mal, sino que se alegra
por el bien, ¡porque el bien del otro es también el mío! Y nosotros,
¿sabemos ver a los otros así?
Me permito contar una historia, inventada, pero
que hace ver el corazón del padre. Está esta obra pop, hace tres o cuatro años,
sobre el argumento del hijo pródigo, con toda la historia. Y al final, cuando
el hijo decide volver a casa del padre, habla con un amigo y le dice: “Sabes,
tengo miedo de que mi padre me rechace, que no me perdone”. Y el amigo le
aconseja: “Manda una carta a tu padre y dile: ‘Padre, estoy arrepentido, quiero
volver a casa, pero no estoy seguro si tú estarás contento. Si quieres recibirme,
por favor, pon un pañuelo blanco en la ventana’”. Y después empezó el camino. Y
cuando estaba cerca de casa, en la última curva del camino, tuvo de frente su
casa. ¿Y qué vio? No un pañuelo: estaba llena de pañuelos blancos, las
ventanas, ¡todo! El Padre nos recibe así, con plenitud, con alegría. ¡Este es
nuestro Padre!
¿Sabemos alegrarnos por los otros? Que la
Virgen María nos enseñe a acoger la misericordia de Dios, para que se vuelva la
luz en la que mirar a nuestro prójimo.
Benedicto XVI. Angelus. 18 de
marzo de 2007.
Queridos hermanos y hermanas:
Acabo de volver del centro penitenciario de menores de Casal del Marmo, en
Roma, que fui a visitar en este cuarto domingo de Cuaresma, llamado en latín
domingo "Laetare", es decir, "Alégrate", por la primera
palabra de la antífona de entrada de la liturgia de la misa. Hoy la liturgia
nos invita a alegrarnos porque se acerca la Pascua, el día de la victoria de
Cristo sobre el pecado y la muerte. Pero, ¿dónde se encuentra el
manantial de la alegría cristiana sino en la Eucaristía, que Cristo nos ha
dejado como alimento espiritual, mientras somos peregrinos en esta tierra? La
Eucaristía alimenta en los creyentes de todas las épocas la alegría profunda,
que está íntimamente relacionada con el amor y la paz, y que tiene su origen en
la comunión con Dios y con los hermanos.
El martes pasado se presentó la exhortación apostólica postsinodal Sacramentum
caritatis, que tiene como tema precisamente la Eucaristía, fuente y culmen
de la vida y de la misión de la Iglesia. La elaboré recogiendo los frutos de la
XI Asamblea general del Sínodo de los obispos, que se celebró en el Vaticano en
octubre de 2005. Espero volver a reflexionar sobre este importante texto, pero
ya desde ahora deseo subrayar que es expresión de la fe de la Iglesia universal
en el misterio eucarístico, y está en continuidad con el concilio
Vaticano II y el magisterio de mis venerados predecesores Pablo VI y Juan Pablo
II.
En este documento quise poner de relieve, entre otras cosas, su vínculo con
la encíclica Deus
caritas est: por eso elegí como título Sacramentum caritatis,
retomando una hermosa definición de la Eucaristía de santo Tomás de Aquino
(cf. Summa Theol., III, q. 73, a. 3, ad 3),
"Sacramento de la caridad". Sí, en la Eucaristía Cristo quiso
darnos su amor, que lo impulsó a ofrecer en la cruz su vida por
nosotros.
En la última Cena, al lavar los pies a sus discípulos, Jesús nos dejó el
mandamiento del amor: "Como yo os he amado, así amaos también
vosotros los unos a los otros" (Jn 13, 34). Pero, dado que esto sólo
es posible permaneciendo unidos a él, como sarmientos a la vid
(cf. Jn 15, 1-8), decidió quedarse él mismo entre nosotros en la
Eucaristía, para que nosotros pudiéramos permanecer en él. Por tanto, cuando
nos alimentamos con fe de su Cuerpo y de su Sangre, su amor pasa a nosotros y
nos capacita para dar, también nosotros, la vida por nuestros hermanos
(cf. 1 Jn 3, 16) y no vivir para nosotros mismos. De aquí brota la
alegría cristiana, la alegría del amor y de ser amados.
"Mujer eucarística" por excelencia es María, obra maestra de la
gracia divina: el amor de Dios la hizo inmaculada "en su presencia,
en el amor" (cf. Ef 1, 4). Junto a ella, para custodiar al
Redentor, Dios puso a san José, cuya solemnidad litúrgica celebraremos mañana.
Invoco en particular a este gran santo, mi patrono, para que creyendo,
celebrando y viviendo con fe el misterio eucarístico, el pueblo de Dios sea
colmado del amor de Cristo y difunda sus frutos de alegría y paz a toda la
humanidad.
Benedicto XVI. Angelus. 14 de marzo
de 2010.
Queridos hermanos y hermanas:
En este cuarto domingo de Cuaresma se
proclama el Evangelio del padre y de los dos hijos, más conocido como parábola
del "hijo pródigo" (Lc15,11-32). Este pasaje de san Lucas constituye
una cima de la espiritualidad y de la literatura de todos los tiempos. En
efecto, ¿qué serían nuestra cultura, el arte, y más en general nuestra
civilización, sin esta revelación de un Dios Padre lleno de misericordia? No
deja nunca de conmovernos, y cada vez que la escuchamos o la leemos tiene la
capacidad de sugerirnos significados siempre nuevos. Este texto evangélico
tiene, sobre todo, el poder de hablarnos de Dios, de darnos a conocer su
rostro, mejor aún, su corazón. Desde que Jesús nos habló del Padre
misericordioso, las cosas ya no son como antes; ahora conocemos a Dios: es
nuestro Padre, que por amor nos ha creado libres y dotados de conciencia, que
sufre si nos perdemos y que hace fiesta si regresamos. Por esto, la
relación con él se construye a través de una historia, como le sucede a todo
hijo con sus padres: al inicio depende de ellos; después reivindica su propia
autonomía; y por último —si se da un desarrollo positivo— llega a una relación
madura, basada en el agradecimiento y en el amor auténtico.
En estas etapas podemos ver también momentos del camino del hombre en la
relación con Dios. Puede haber una fase que es como la infancia: una
religión impulsada por la necesidad, por la dependencia. A medida que el
hombre crece y se emancipa, quiere liberarse de esta sumisión y llegar a ser
libre, adulto, capaz de regularse por sí mismo y de hacer sus propias
opciones de manera autónoma, pensando incluso que puede prescindir de Dios.
Esta fase es muy delicada: puede llevar al ateísmo, pero con frecuencia esto
esconde también la exigencia de descubrir el auténtico rostro de Dios. Por
suerte para nosotros, Dios siempre es fiel y, aunque nos alejemos y
nos perdamos, no deja de seguirnos con su amor, perdonando nuestros errores y
hablando interiormente a nuestra conciencia para volvernos a atraer hacia sí.
En la parábola los dos hijos se comportan de manera opuesta: el menor se va y
cae cada vez más bajo, mientras que el mayor se queda en casa, pero también él
tiene una relación inmadura con el Padre; de hecho, cuando regresa su hermano,
el mayor no se muestra feliz como el Padre; más aún, se irrita y no quiere
volver a entrar en la casa. Los dos hijos representan dos modos inmaduros de
relacionarse con Dios: la rebelión y una obediencia infantil. Ambas
formas se superan a través de la experiencia de la misericordia. Sólo
experimentando el perdón, reconociendo que somos amados con un amor gratuito,
mayor que nuestra miseria, pero también que nuestra justicia, entramos por fin
en una relación verdaderamente filial y libre con Dios.
Queridos amigos, meditemos esta parábola. Identifiquémonos con los dos
hijos y, sobre todo, contemplemos el corazón del Padre. Arrojémonos en sus
brazos y dejémonos regenerar por su amor misericordioso. Que nos ayude en esto
la Virgen María, Mater misericordiae.
Francisco. Ciclo de catequesis
- Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. II. La vida de Jesús.
Los encuentros. 1. Nicodemo. “Ustedes deben renacer de lo alto” (Jn
3,7b)
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Con esta catequesis comenzamos a contemplar
algunos encuentros narrados en los Evangelios, para comprender la forma en que
Jesús da esperanza. De hecho, hay encuentros que iluminan la vida y
traen esperanza. Puede suceder, por ejemplo, que alguien nos ayude a ver
desde una perspectiva diferente una dificultad o un problema que estamos
viviendo; o puede suceder que alguien simplemente nos regale una palabra que no
nos haga sentir solos en el dolor que estamos atravesando. A veces también
puede haber encuentros silenciosos, en los que no se dice nada, y sin embargo
esos momentos nos ayudan a retomar el camino.
El primer encuentro en el que me gustaría
detenerme es el de Jesús con Nicodemo, narrado en el capítulo 3 del Evangelio
de Juan. Empiezo por este episodio porque Nicodemo es un hombre que, con
su historia, demuestra que es posible salir de la oscuridad y encontrar la
valentía para seguir a Cristo.
Nicodemo va a ver a Jesús de noche: una
hora inusual para un encuentro. En el lenguaje de Juan, las referencias
temporales a menudo tienen un valor simbólico: aquí la noche es probablemente la
que hay en el corazón de Nicodemo. Es un hombre que se encuentra en la
oscuridad de las dudas, en esa oscuridad que vivimos cuando ya no entendemos
lo que está sucediendo en nuestra vida y no vemos bien el camino a seguir.
Si uno está en la oscuridad, obviamente busca la
luz. Y Juan, al comienzo de su Evangelio, escribe así: «Vino a este mundo
la luz verdadera, la que ilumina a todo hombre» (1,9). Nicodemo busca a
Jesús porque intuye que Él puede iluminar la oscuridad de su corazón.
Sin embargo, el Evangelio nos cuenta que
Nicodemo no logra comprender de inmediato lo que Jesús le dice. Y así
vemos que hay muchos malentendidos en este diálogo, y también mucha
ironía, que es una característica del evangelista Juan. Nicodemo no entiende
lo que Jesús le dice porque sigue pensando con su lógica y sus categorías.
Es un hombre con una personalidad bien definida, tiene un papel público, es uno
de los jefes de los judíos. Pero probablemente las cuentas ya no le salen.
Nicodemo siente que algo ya no funciona en su vida. Siente la necesidad de
cambiar, pero no sabe por dónde empezar.
En algunos momentos de la vida esto nos sucede a
todos. Si no aceptamos cambiar, si nos encerramos en nuestra rigidez, en
nuestras costumbres o en nuestras formas de pensar, corremos el riesgo de morir. La
vida radica en la capacidad de cambiar para encontrar una nueva forma de amar.
De hecho, Jesús habla a Nicodemo de un nuevo nacimiento, que
no solo es posible, sino incluso necesario en algunos momentos de nuestro
camino. A decir verdad, la expresión utilizada en el texto ya es ambivalente en
sí misma, porque anōthen (ἄνωθεν) puede traducirse
tanto como «desde arriba» como «de nuevo». Poco a
poco, Nicodemo comprenderá que estos dos significados van juntos: si dejamos
que el Espíritu Santo genere en nosotros una nueva vida, volveremos a nacer.
Recuperaremos esa vida que quizás se estaba apagando en nosotros.
He elegido empezar por Nicodemo también
porque es un hombre que, con su propia vida, demuestra que este cambio es
posible. Nicodemo lo conseguirá: ¡al final estará entre los que van a
Pilato a pedir el cuerpo de Jesús (cf. Jn 19,39)! Nicodemo
ha salido a la luz por fin, ha renacido y ya no necesita estar
en la noche.
Los cambios a veces nos asustan. Por un
lado, nos atraen, a veces los deseamos, pero por otro preferiríamos
quedarnos en nuestras comodidades. Por eso el Espíritu nos anima a
afrontar estos miedos. Jesús le recuerda a Nicodemo- que es un
maestro en Israel- que también los israelitas tuvieron miedo mientras
caminaban por el desierto. Y se fijaron tanto en sus preocupaciones que en
un momento dado esos miedos tomaron la forma de serpientes venenosas (cf. Nm 21,4-9).
Para ser liberados, debían mirar la serpiente de bronce que Moisés había
colocado en una vara, es decir, debían levantar la vista y estar frente al
objeto que representaba sus miedos. Solo mirando de frente a lo que nos
da miedo, podemos empezar a ser liberados.
Nicodemo, como todos nosotros, podrá mirar al
Crucificado, Aquel que venció la muerte, la raíz de todos nuestros miedos.
Levantemos también nosotros la mirada hacia Aquel a quien traspasaron, dejemos
que Jesús también se encuentre con nosotros. En Él encontramos la esperanza
para afrontar los cambios de nuestra vida y renacer.
DOMINGO 5 T. C.
Monición de entrada.-
Estamos en el último domingo antes del domingo
de ramos. Así que queda una semana para que empiece la Semana Santa.
Y hoy Jesús también está con nosotros, para
ayudarnos a defender a los compañeros que son maltratados por otros niños o
niñas.
Así que empezamos pidiéndole perdón.
Señor, ten piedad.
Tú que nos perdonas siempre. Señor, ten piedad.
Tú que quieres que perdonemos siempre a los
amigos. Cristo ten piedad.
Tú que nos ayudas a perdonar. Señor, ten
piedad.
Peticiones.-
Para que el papa Francisco, que defiende a los
que son insultados. Te lo pedimos, Señor.
Por las mujeres a las que les pegan. Te lo
pedimos, Señor.
Por los niños y niñas que sufren bullying. Te
lo pedimos, Señor.
Por los niños que se burlan de los otros niños,
para que cambien. Te lo pedimos, Señor.
Por nosotros y las personas que nos quieren. Te lo pedimos, Señor
Acción de gracias
Virgen María, estos días estamos rezando
tus Siete Dolores. En ellos recordamos cuando sufriste por ser la madre de
Jesús. Y el viernes será tu fiesta, la de la Virgen de los Dolores. Te damos
gracias por los niños y los mayores que nos defienden cuando nos insultan o
intentan pegarnos.
ORACIÓN JUNIORS CORBERA.
EXPERIENCIA.
Prepara tu lugar de oración: una cruz, una estampa
de la Virgen María, la Biblia y una pequeña vela encendida.
Cierra los ojos y sígnate, tomando conciencia de
hallarte en unas coordenadas diferentes.
Inspira y expira, pidiendo a Cristo te envíe el
Espíritu Santo para poder escuchar al Padre.
Permanece en silencio unos minutos.
¿Con quién te gustaría estar ahora? ¿Qué sientes?
Imagínate con esa persona o esas personas, el lugar, las acciones, las miradas,
las palabras. Toma conciencia de tus sentimientos.
Mira el vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=mQTBQ_jEE5U
¿Qué significa volver?
¿De dónde vuelven y a dónde vuelven?
+REFLEXIÓN.
Toma la Biblia y lee :
X Lectura del santo evangelio según
san Lucas 15, 1-3.11-32.
En aquel tiempo, solían acercarse
a Jesús todos los publicanos y pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los
escribas murmuraban diciendo:
-Este acoge a los pecadores y
come con ellos.
Jesús les dijo esta parábola:
-Un hombre tenía dos hijos; el
menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la
fortuna”. El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo
menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su
fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella
tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y se
contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a
apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos,
pero nadie le daba nada. Recapacitando entonces, se dijo: “Cuántos jornaleros
de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me
levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he
pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame
como a uno de tus jornaleros”. Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando
todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y,
echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Su hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo
tuyo”. Pero el padre dijo a sus criados: “Sacad enseguida la mejor túnica y
vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el
ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este
hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”. Y
empezaron a celebrar el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al
volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los
criados, le preguntó qué era aquello. Este le contestó: “Ha vuelto tu hermano;
y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.
Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre: “Mira: en tantos años como te sirvo, sin
desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener
un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha
comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”. El padre le
dijo: “Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso
celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha
revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado.
¿QUÉ DICE? Lee de nuevo el texto sirviéndote de la composición de lugar, esto
es, entrando en la escena y representando a los dos hijos, a modo de “role
playing”.
¿QUÉ TE DICE? Quédate con la frase que
más te llame la atención, repítela en silencio durante unos minutos. ¿Cuándo
has actuado como hijo menor?, ¿cuándo como hijo mayor? ¿Cómo juzgas al resto
del equipo de monitores o catequistas, a los niños, a los que van a la
parroquia y los que solo se acercan con motivo de una celebración familiar,
social o festiva? Céntrate en la figura del Padre, sus gestos, sus palabras,
dirigidas a ti. Contémplalo en toda su misericordia.
COMPROMISO.
¿Y tú, a quién has
cerrado la puerta por dentro? Nunca podemos obligar a quienes se han ido de
nuestra vida que regresen, pero sí podemos no cerrar la puerta.
CELEBRACIÓN.
Escucha esta canción.
Se dirige a María, pero también a Dios, quien es madre y padre. Sería bueno
visitar un sagrario y, con los auriculares, escucharla.
https://www.youtube.com/watch?v=7XGTciGU8Bw
Cuantas veces, siendo niño, te recé,
con mis besos te decía que te amaba,
poco a poco, con el tiempo alejándome de ti,
/ por caminos que se alejan me perdí. / (2)
HOY HE VUELTO, MADRE, A RECORDAR
CUANTAS COSAS DIJE ANTE TU ALTAR,
Y AL REZARTE PUEDO COMPRENDER
/ QUE UNA MADRE NO SE CANSA DE ESPERAR. / (2)
Al regreso me encendías una luz,
sonriendo desde lejos me esperabas,
en la mesa la comida aún caliente y el mantel,
/ y tu abrazo en mi alegría de volver. / (2)
ESTRIBILLO.
Aunque el hijo se alejara del hogar,
una madre siempre espera su regreso,
que el regalo más hermoso
que a los hijos da el Señor,
/ es su madre y el milagro de su amor. / (2)
ESTRIBILLO.
BIBLIOGRAFÍA.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal
Española. BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Biblia
del Peregrino. Edición de Luis Alonso Schökel. EGA-Mensajero.
Bilbao. 1995.
Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego
de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.
Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia
Católica. BAC. Madrid. 2016.
Secretariado Nacional de Liturgia. Libro de
la Sede. Primera
edición: 1983. Coeditores Litúrgicos. Barcelona. 2004.
Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios
de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio
Agustiniano. Valladolid. 1986.
Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por
los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 2. Evangelio según san Marcos. Ciudad
Nueva. Madrid. 2009.
San Juan de Ávila. Obras Completas i. Audi, filia – Pláticas –
Tratados. BAC. Madrid. 2015.
San Juan
de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma –
Tratados y escritos menores. BAC.
Madrid. 2013.
San Juan de Ávila. Obras Completas III.
Sermones. BAC. Madrid. 2015.
San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.
http://www.vatican.va/content/vatican/es.htmlTrinidad. Reza el Padrenuestro mirándolo.
https://www.bing.com/images/create?toWww=1&redig=8036EAF8BF8E4FF0B5D3540B038CBA2E
No hay comentarios:
Publicar un comentario