jueves, 29 de mayo de 2025

Nº 261. Ascensión del Señor. 1 de junio de 2025.

 


Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 1, 1-11

En mi primer libro, Teófilo, escribí de todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el comienzo hasta el día en que fue llevado al cielo, después de haber dado instrucciones a los apóstoles que había escogido, movido por el Espíritu Santo. Se les presentó él mismo después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les ordenó que no se alejaran de Jerusalén, sino “aguardad que se cumpla la promesa del Padre, de la que me habéis oído hablar, porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo, dentro de no muchos días.

Los que se habían reunido, le preguntaron, diciendo:

-Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?

Les dijo:

-No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha establecido con su propia autoridad; en cambio, recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y “hasta el confín de la tierra”.

Dicho esto, a la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:

-Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando el cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo volverá como lo habéis visto marcharse al cielo.

 

Textos paralelos.

El primer libro lo dediqué, Teófilo, a todo lo que Jesús hizo.

Lc 1, 1-4: Puesto que muchos emprendieron la tarea de contar los sucesos que nos han acontecido, tal como nos lo transmitieron los primeros testigos presenciales, puestos al servicio de la palabra, también yo he pensado, ilustre Teófilo, escribirte todo por orden y exactamente, comenzando desde el principio; así comprenderás con certeza las enseñanzas que has recibido.

Hch 1, 22: Desde el bautismo de Juan hasta que nos fue arrebatado, uno tiene que ser con nosotros testigo de su resurrección.

Después de haber dado instrucciones.

Mt 28, 19-20: Por tanto, id a hacer discípulos entre todos los pueblos, bautizadlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y enseñadlos a cumplir cuanto os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo.

Lc 24, 49: Yo os envío lo que el Padre prometió. Vosotros quedaos en la ciudad hasta que desde el cielo os revistan de fuerza.

Alos apóstoles que él había elegido.

Lc 24, 51: Y mientras los bendecía se separó de ellos y era llevado al cielo.

1 Tm 3, 16: Grande es, sin duda, el misterio de nuestra religión: Se manifestó corporalmente, lo garantizó el Espíritu, se apareció a los ángeles, fue proclamado a los paganos, fue creído en el mundo y exaltado en la gloria.

Después de su pasión, se presentó dándoles pruebas de que vivía.

Hch 10, 40-41: Pero Dios lo resucitó al tercer día e hizo que se apareciese, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él después de resucitar de la muerte.

Hch 13, 31: Y se apareció durante muchos días a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén. Ellos son hoy sus testigos ante el pueblo.

Dejándose ver durante cuarenta días.

Mt 28, 10: Jesús les dijo: No temáis; id a avisar a mis hermanos que vayan a Galilea, donde me verán.

Lc 24, 42-43: Le ofrecieron un trozo de pescado asado. Lo tomó y lo comió en su presencia.

No vayáis a Jerusalén.

Lc 24, 49: Yo os envío lo que el Padre prometió. Vosotros quedaos en la ciudad hasta que desde el cielo os revistan de fuerza.

Hch 2, 33: Exaltado a la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado. Es lo que estáis viendo y oyendo.

Aguardad la promesa del Padre.

Ga 3, 14: Así la bendición de Abrahán, por medio de Cristo Jesús se extiende a los paganos, para que podamos recibir por la fe el Espíritu prometido.

Ef 1, 13: Por él, también vosotros, al escuchar el mensaje de la verdad, la buena noticia de vuestra salvación, creísteis en él y fuisteis sellados con el Espíritu Santo prometido.

Seréis bautizados con Espíritu Santo.

Hch 11, 16: Queridos hermanos, tenía que cumplirse lo que el Espíritu Santo profetizó por medio de David acerca de Judas, el que guio a los  que arrestaron a Jesús.

Lc 3, 16: Juan se dirigió a todos: Yo os bautizo con agua; pero está para llegar el que tiene más autoridad que yo, y yo no tengo derecho a desatarle la correa de las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.

No os toca a vosotros conocer el tiempo.

Dn 2, 21: Él cambia tiempos y estaciones, destrona y entroniza a los reyes. Él da sabiduría a los sabios y ciencia a los expertos.

Mt 24, 36: En cuanto al día y a la hora, no los conoce nadie, ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solo los conoce el Padre.

1 Ts 5, 1-2: Acerca de fechas y momentos no hace falta que os escriba; pues vosotros sabéis exactamente que el día del Señor llegará como ladrón nocturno.

Cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros.

Is 32, 15: Hasta que se derrame sobre nosotros un aliento de lo alto; entonces el desierto será un vergel, el vergel contará como un bosque.

Recibiréis una fuerza que os hará ser mis testigos.

Lc 24, 47-48: Que en su nombre se predicará penitencia y perdón de pecados a todas las naciones, empezando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de ello.

Hasta los confines de la tierra.

Mt 28, 19: Por tanto, id a hacer discípulos entre todos los pueblos, bautizándolos, consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

Fue levantado en presencia de ellos.

2 R 2, 11: Mientras ellos seguían conversando por el camino, los separó un carro de fuego con caballos de fuego, y Elías subió al cielo en el torbellino.

Una nube lo ocultó a sus ojos.

Lc 24, 50-51: Después los sacó hacia Betania y, alzando las manos, los bendijo. Y, mientras los bendecía, se separó de ellos y era llevado al cielo.

Mc 16, 19: El Señor Jesús, después de hablar con ellos, fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.

Jn 20, 17: Le dice Jesús: Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.

Mientras ellos estaban mirando fijamente al cielo.

Rm 10, 6: En cambio, la justicia que procede de la fe suena así: No digas por dentro: ¿quién subirá al cielo (a saber, para hacer bajar al Mesías)?

Ef 4, 8-10: Por eso se dice: Subiendo a lo alto llevaba cautivos y repartió dones a los hombres. (Lo de subió ¿qué significa sino que bajó a lo profundo de la tierra?). El que bajó es el que subió por encima de los cielos para llenar el universo.

Se presentaron de pronto dos hombres.

1 P 3, 22: Que subió al cielo y está sentado a la diestra de Dios, y se le han sometido ángeles, potestades y dominaciones.

Lc 24, 4: Estaban desconcertadas por el hecho, cuando se les presentaron dos personajes con vestidos refulgentes.

Volverá como lo habéis visto marchar.

Hch 3, 20: Y así recibáis del Señor tiempos favorables y os envíe a Jesús, el Mesías predestinado.

Za 14, 4: Aquel día asentará los pies sobre el Monte de los Olivos, a oriente de Jerusalén, y lo dividirá por el medio con una vega dilatada de levante a poniente: la mitad del monte se apartará al norte, la otra mitad hacia el sur.

 

Notas exegéticas.

1 1 El evangelio de Lucas.

1 2 (a) Se subraya la acción del Espíritu en los comienzos de la misión de los apóstoles como en los comienzos del ministerio de Jesús.

1 2 (b) El texto occidental no menciona aquí la Ascensión.

1 3 (a) Este texto parece no avenirse al evangelio de Lucas. Aquí hay una separación de cuarenta días entre la resurrección y la ascensión. Este espacio de tiempo puede entenderse como una duración tipo de la iniciación a la enseñanza del Resucitado o como el tiempo límite para sentar las bases de la autoridad de los primeros testigos.

1 3 (b) El Reino de Dios será el gran tema de la predicación de los apóstoles, como lo había sido de la predicación de Jesús.

1 4 Para Lucas Jerusalén es el centro predestinado de la obra de la salvación, el punto terminal de la misión terrestre de Jesús y el punto inicial de la misión universal de los apóstoles.

1 5 El bautismo en el Espíritu anunciado ya por Juan el Bautista y prometido aquí por Jesús, se inaugurará con la efusión de Pentecostés. Los apóstoles seguirán administrando el bautismo de agua como rito de iniciación al Reino mesiánico, pero lo conferirán “en el nombre de Jesús”; y por la fe en la obra realizada por Cristo, dispondrá en lo sucesivo del poder eficaz de perdonar los pecados y de dar el Espíritu Santo. Se ve aparecer por otra parte, y en conexión con este Bautismo cristiano de agua, otro rito, el de la imposición de manos, que se ordena a una comunicación visible y carismática del Espíritu, análoga a la de Pentecostés; rito que está en el origen del sacramento de la Confirmación. Al lado de estos sacramentos cristianos, siguió practicándose por algún tiempo y por algunos fieles, imperfectamente instruidos, el bautismo de Juan.

1 6 (a) Hch 1 6 reanuda el hilo del relato interrumpido en Lc 24, 49.

1 6 (b) El establecimiento del Reino mesiánico se les representa aún a los apóstoles como una restauración temporal de la realeza davídica.

1 7 Insertando su plan de salvación en la historia humana, Dios ha dispuesto desde toda la eternidad “su tiempo y su momento”: primero, el tiempo de la preparación y de la paciencia; luego, en la “plenitud de los tiempos” el momento escogido para la venida de Cristo, que inaugura la era de la salvación; después el tiempo que transcurre hasta la Parusía; finalmente precedido por los “últimos días”, el “Día” escatológico, y el Juicio Final.

1 8 (a) El Espíritu, tema especialmente predilecto de San Lucas, ante todo aparece como un poder enviado de junto a Dios por Cristo para la difusión de la Buena Nueva. El Espíritu otorga los carismas, que garantizan la predicación: don de lenguas, de milagros, de profecía, de sabiduría, comunica fuerza para anunciar a Jesucristo, a pesar de las persecuciones y para dar testimonio de él, ver nota siguiente, finalmente interviene en las decisiones de capital importancia: admisión de los gentiles en la Iglesia, supresión para ellos de observancias legales, misión de Pablo a través del mundo gentil (texto Occidental). Pero los Hechos conocen también el don del Espíritu recibido en el bautismo y que concede el perdón de los pecados.

1 8 (b) La misión esencial de los apóstoles es dar testimonio de la resurrección de Jesús y también de toda su vida pública.

1 8 (c) La misión de los apóstoles se extiende al universo. Las etapas aquí señaladas dibujan, a grandes rasgos, el esquema geográfico de los Hechos: Jerusalén, que era el punto de llegada del Evangelio, es ahora el punto de partida.

1 9 La nube forma parte del marco de las teofanías[1] del Antiguo Testamento. Es característica de la Parusía[2] del Hijo del hombre.

1 11 El glorioso advenimiento de la Parusía.

 

Salmo responsorial

Salmo 47 (46), 1-2.6-9

 

Dios asciende entre aclamaciones;

el Señor, al son de trompetas. R/.

Pueblos todos, batid palmas,

aclamad a Dios con gritos de júbilo;

porque el Señor altísimo es terrible,

emperador de toda la tierra.  R/.

 

Dios asciende entre aclamaciones;

el Señor al son de trompetas:

tocad para Dios, tocad;

tocad para nuestro Rey, tocad. R/.

 

Porque Dios es el rey del mundo:

tocad con maestría.

Dios reina sobre las naciones,

Dios se sienta en su trono sagrado. R/.

 

Textos paralelos.

Sube Dios entre aclamaciones.

So 3, 14-15: ¡Grita, ciudad de Sión; lanza vítores, Israel; festéjalo exultante, Jerusalén, capital! Que el Señor ha expulsado a los tiranos, ha echado a tus enemigos; el Señor dentro de ti es el rey de Israel y ya no temerás nada malo.

Nm 23, 21: No descubre maldad en Jacob ni encuentra crimen en Israel; el Señor, su Dios, está con él y él lo aclama como a rey.

Sal 24, 7-10: ¡Portones, alzad los dinteles! que se alcen las antiguas compuertas: que va a entrar el Rey de la Gloria. - ¿Quién es ese Rey de la Gloria? – El Señor, héroe valeroso, el Señor, héroe de la guerra. – ¡Portones, alzad los dinteles! alzad las antiguas compuertas: que va a entrar el Rey de la Gloria. – ¿Quién es el Rey de la Gloria? – El Señor de los Ejércitos, él es el Rey de la Gloria.

Sal 68, 19: Subiste a la cumbre llevando cautivos, recibiste como tributo hombres, incluso rebeldes; y te instalaste, Señor Dios.

Sal 89, 16: Dichoso el pueblo que sabe aclamarte: caminará, Señor, a la luz de tu rostro.

Sal 98, 6: Con clarines y al son de trompetas vitoread ante el Señor y Rey.

Reina Dios sobre todas las naciones.

Jr 10, 7: Tú lo mereces, Rey de las naciones; entre todos sus sabios y reyes, ¿quién hay como tú?

Sal 72, 11: Así son los malvados: siempre seguros acumulan riquezas.

 

Notas exegéticas.

47 Himno escatológico, el primero de los “salmos del Reino”; desarrolla la aclamación “Yahvé es Rey”. El Rey de Israel sube al templo con un cortejo triunfal, en medio de aclamaciones rituales. Su gobierno se extiende a todos los pueblos, que vendrán a sumarse al pueblo elegido.

47 7 “nuestro Dios”, griego, “Dios” hebreo.

 

Segunda lectura.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 17-23

Hermanos:

El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder en favor de nosotros, los creyentes, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, poder, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no solo en este mundo, sino en el futuro. Y “todo lo puso bajo sus pies·, y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que llena todo en todos.

 

Textos paralelos.

 Al Padre de la gloria.

Ef 3, 14: Por eso doblo las rodillas ante el Padre.

Ef 3, 16: Para que os conceda por la riqueza de su gloria: fortaleceros internamente con el Espíritu.

Para conocerle perfectamente.

1 Jn 5, 20: Sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia para conocer al Verdadero. Estamos con el Verdadero y con su hijo Jesucristo. Él es el Dios verdadero y vida eterna.

Ilumine los ojos de vuestro corazón.

2 Co 4, 6: El mismo Dios que mandó a la luz brillar en la tiniebla, iluminó vuestras mentes para que brille en el rostro de Cristo la manifestación de la gloria de Dios.

 

Notas exegéticas.

1 17 Este “espíritu” designa lo que hoy entendemos por “gracia” (actual).

1 18 Las acepciones morales y espirituales de “corazón” en el AT siguen vigentes en el NT. Dios conoce el corazón. El hombre ha de amar a Dios de todo corazón. Dios ha depositado en el corazón del hombre el don de su Espíritu. También Cristo habita en el corazón. Los corazones sencillos, rectos, puros, están abiertos sin limitaciones a la presencia y acción de Dios. Y los creyentes tienen un solo corazón y una sola alma.

1 21 Nombres de las potencias cósmicas frecuentes en la literatura judía apócrifa. Sin someter a crítica la existencia de esos seres celestes, Pablo se limita a encuadrarlos bajo el dominio de Cristo. Al asociarlas con los ángeles de la tradición bíblica y con el don de la Ley, las integra en la historia de la salvación, con una calificación moral cada vez más peyorativa, que concluye convirtiéndolas en potencias demoniacas.

1 23 A la Iglesia, cuerpo de Cristo, se le puede llamar plenitud, ver también en el sentido de que abarca todo el mundo nuevo, que participa, en cuanto marco de la humanidad de la regeneración universal bajo la autoridad de Cristo, Señor y Cabeza. La expresión adverbial “todo en todo” intenta sugerir una amplitud ilimitada.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 46-53.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto”.

Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando las manos, los fue llevando hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

 

Textos paralelos.

Debía padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día

Hch 10, 40-41: Pero Dios lo resucitó al tercer día e hizo que se apareciese no a todo el pueblo, sino a los testigos designados de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él después de resucitar de la muerte.

Se predicaría, en su nombre la conversión para el perdón.

Mt 3, 2: Es lo que había anunciado el profeta Isaías: Una voz clama en el desierto: Preparad el camino al Señor, allanad su calzada.

Mt 28, 18-20: Me han concedido plena autoridad en cielo y tierra. Por tanto, id a hacer discípulos entre todos los pueblos, bautizadlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y enseñando a cumplir cuanto os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo.

Mc 16, 15-16: Id por todo el mundo proclamando la buena noticia a toda la humanidad. Quien crea y se bautice se salvará; quien no crea se condenará.

Empezando desde Jerusalén.

Lc 2, 38: Se presentó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a c

Ahora voy a enviar sobre vosotros la Promesa del Padre.

Hch 1, 8: Pero recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis testigos míos en Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo.

Hch 1, 4: Estando comiendo con ellos, les encargó que no se alejaran de Jerusalén, sino que esperaran lo prometido por el Padre, lo que me habéis escuchado.

Hch 2, 33: Exaltado a la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado. Es lo que estáis viendo y oyendo.

Ga 3, 14: Así la bendición de Abrahán, por medio de Cristo Jesús se extiende a los paganos, para que podamos recibir por la fe el Espíritu prometido.

Seáis revestidos de poder desde lo alto.

Ef 1, 13: Por él, también vosotros, al escuchar el mensaje de la verdad, la buena noticia de vuestra salvación, creísteis en él y fuisteis sellados con el Espíritu Santo prometido.

Los sacó hasta cerca de Betania.

Mc 16, 19: El Señor Jesús, después de hablar con ellos, fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.

Hch 1, 9: Dicho esto, en su presencia se elevó, y una nube se lo quitó de la vista.

Hch 1, 12: Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte de los Olivos, que dista de Jerusalén tan solo un camino de sábado.

Mientras los bendecía, se separó de ellos.

Lv 9, 22: Aarón, alzando las manos sobre el pueblo, lo bendijo, y después de haber ofrecido el sacrificio expiatorio, el holocausto y el sacrificio de comunión, bajó.

Si 50, 20: Bajaba, y alzando las manos hacia la asamblea de Israel, pronunciaba la bendición del Señor, honrándose con el nombre del Señor.

Después de postrarse ante él.

Lc 9, 51: Cuando se iba cumpliendo el tiempo de que se lo llevaran afrontó decidido el viaje hacia Jerusalén.

Estaban siempre en el templo alabando a Dios.

Lc 1, 14: Te llenará de gozo y alegría y muchos se alegrarán de su nacimiento.

Lc 2, 20: Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto; tal como se lo habían anunciado.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

24 46 Los vv. 46-48 incluyen todos los temas de la predicación apostólica tal como aparece en el libro de los Hechos: empleo de las Escrituras, predicación de la conversión y del perdón, papel conferido a los Doce.

24 49 (a) Es decir: el Espíritu Santo.

24 49 (b) Jerusalén es en Lc el punto de partida del mensaje de la salvación, el objetivo de la misión de Jesús. Y será el centro de irradiación de la misión apostólica.

24 50 Los vv. 50-53 son la conclusión del evangelio: el Resucitado bendice a los suyos, que le adoran como su Señor y bendicen a Dios. El evangelio concluye en el Templo, donde había empezado.

24 51 Omitido: “y fue llevado al cielo”. Esta omisión pretende evitar la Ascensión el día mismo de la Resurrección, que parece contradecir a la de Hch 1, 3.9, cuarenta días después.

24 52 Omitido: “después de postrarse ante él”.

24 53 Un buen número de testigos subraya el carácter litúrgico del texto añadiendo. “Amén”.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

46-48 Está aquí concentrada la predicación de los primeros evangelizadores, testigos de Jesús, según nos la transmite Hechos, que es el segundo relato de Lucas. // EN SU NOMBRE: basados en su nombre (=en él), que es garantía de “eficacia” según el estilo de Dios. El final del v. 47 y el comienzo del v. 48 pueden leerse también, con otra puntuación: “…. las naciones empezando a partir de Jerusalén. Vosotros (sois) testigos…”.

49 LA PROMESA: lo prometido, el Espíritu Santo prometido. FORTALEZA: o “fuerza”, “poder”, en los textos de la Iglesia primitiva son términos y realidades frecuentemente relacionadas con la persona y acción del Espíritu Santo (cf. 1, 35: “el Espíritu Santo, es decir, el poder del Altísimo”). // ARRIBA: el cielo.

51 El final de Lc está redactado como si todo hubiera sucedido el mismo día, casa en el mismo instante; no solo por razones de brevedad y síntesis (los detalles quedan para Hch 1, 3-11), sino porque la resurrección de Jesús, su exaltación a la derecha del Padre, su reconocimiento como Señor por la Iglesia naciente, el envío del Espíritu Santo, y la misión universal, son realidades teológicamente inseparables. En concreto, la resurrección gloriosa es ya, esencialmente, ascensión; si esta no “añadió” nada a la humanidad glorificada de Jesús, para los discípulos, en cambio, sí fue un hecho nuevo, que puso fin a la etapa de la comunicación de Cristo perceptible por los sentidos; y fue además una revelación nueva sobre cuál era, a partir de entonces, la situación de su Maestro.

52 CON GRAN ALEGRÍA: cf. 1, 14. El primer relato de Lucas se cierra con la adoración de Jesús por los suyos, que glorifican a Dios proclamando las “grandes obras del Poderoso” (1, 49); superada la crisis de la pasión y muerte de Jesús, pueden sentirse contentos por el triunfo de su Maestro y exclamar como Marcelo en De los nombres de Cristo, al ver triunfante la avecilla perseguida por el ave de presa: “… levantando al cielo los ojos, como entre dientes y con un suspiro disimulado, dijo: Al fin, Jesús es Jesús” (fray Luis de León).

 

Notas exegéticas de la Biblia Didajé.

24, 44-49 Al igual que hizo con los discípulos de Emaús, Cristo abrió la mente de los Apóstoles al significado de la Escritura. Él les encargó continuar y predicar el arrepentimiento y salvación a todas las personas pero les pidió que esperaran a “la promesa de mi Padre”, el Espíritu Santo que él enviaría. Una vez recibido el poder del Espíritu Santo, los discípulos de Cristo comenzarían la tarea evangelizadora de la Iglesia o de difusión de la Buena Nueva a todos los rincones del mundo. Cat. 108, 572, 627, 730, 981, 1118-1122.

24, 50-53 Al ascender al cielo en cuerpo y alma, su humanidad entró en la gloria divina, también tendremos una participación de esa gloria en nuestra propia resurrección al final de los tiempos. Cat. 659, 2451.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

108 Para que las Escrituras no queden en letra muerta, es preciso que Cristo, Palabra eterna del Dios vivo, por el Espíritu Santo, nos abra el espíritu a la inteligencia de las mismas.

572 La Iglesia permanece fiel a la interpretación de todas las Escrituras dada por Jesús mismo, tanto antes como después de su Pascua. “¿No era necesario que Cristo padeciera eso y entrara en su gloria?” (Lc 24, 26-27. 44-45). Los padecimientos de Jesús han tomado una forma histórica concreta por el hecho de haber sido “reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas” (Mc 8, 31), que lo “entregaron a los gentiles, para burlarse de él, azotarle y crucificarle” (Mt 20, 19).

627 La Resurrección de Jesús “al tercer día” (Lc 24, 46) era el signo de ello, también porque se suponía que la corrupción se manifestaba a partir del cuarto día.

981 Cristo, después de la Resurrección, envió a sus Apóstoles a predicar “en su nombre la conversión de los pecados a todas las naciones” (Lc 24, 47). Este ministerio de reconciliación no lo cumplieron los Apóstoles y sus sucesores anunciando solamente a los hombres el perdón de Dios, merecido para nosotros por Cristo y llamándoles a la conversión de la fe, sino comunicándoles también la remisión de los pecados por el Bautismo y reconciliándolos con Dios y con la Iglesia gracias al poder de las llaves recibido de Cristo.

1118 Los sacramentos son de la Iglesia en el doble sentido de que existen por ella y para ella. Existen por la Iglesia porque ella es el sacramento de la acción de Cristo que actúa en ella gracias a la misión del Espíritu Santo. Y existen para la Iglesia, porque ellos son sacramentos que constituyen la Iglesia, ya que manifiestan y comunican a los hombres, sobre todo en la Eucaristía, el misterio de la comunión del Dios Amor, uno en tres Personas.

659 El cuerpo de Cristo fue glorificado desde el instante de su Resurrección como lo prueban las propiedades nuevas y sobrenaturales, de las que desde entonces su cuerpo disfruta para siempre. Pero durante los cuarenta días en los que él come y bebe familiarmente con sus discípulos y les instruye sobre el Reino, su gloria aún queda velada bajo los rasgos de la humanidad ordinaria. La última aparición de Jesús termina con la entrada irreversible de su humanidad en la gloria simbolizada por la nube. Solo de manera completamente excepcional y única, se muestra a Pablo “como un abortivo” (1 Co 15, 8) en la última aparición que constituye a este en apóstol.

665 La Ascensión de Jesucristo marca la entrada definitiva de la humanidad en el dominio celestial de Dios de donde ha de volver, aunque mientras tanto se esconde a los ojos de los hombres.

666 Jesucristo, Cabeza de la Iglesia, nos precede en el Reino glorioso del Padre para que nosotros, miembros de su cuerpo, vivamos en la esperanza de estar un día con Él eternamente.

667 Jesucristo, habiendo entrado una vez por todas en el santuario del cielo, intercede sin cesar por nosotros como el mediador que nos asegura permanentemente la efusión del Espíritu Santo.

 

Concilio Vaticano II.

Los envió, en primer lugar, a los hijos de Israel, luego a todos los pueblos para que, participando de su potestad, hicieran a todos los pueblos sus discípulos, los santificaran y gobernaran (cf. Lc 24, 45-48) y así extendieran la Iglesia y la apacentaran con su ministerio bajo la dirección del señor, todos los días hasta el fin del mundo.

Lumen gentium, 19.

El Verbo de Dios, por quien todo fue hecho, se hizo carne de modo que, siendo Hombre perfecto, salvara a todos y recapitulara todas las cosas. El Señor es el fin de la historia humana, el punto en el que convergen los deseos d ela historia y de la civilización, centro del género humano, gozo de todos los corazones y plenitud de todas sus aspiraciones. Él es Aquel a quien el Padre resucitó de entre los muertos, exaltó y colocó a su derecha, constituyéndolo juez de vivos y muertos. Vivificados y reunidos en su Espíritu, peregrinamos hacia la consumación de la historia humana, que coincide plenamente con el designio de su amor: “Restaurar en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra” (Ef 1, 10=.

Dice el mismo Señor: “He aquí que vengo presto y conmigo mi recompensa para dar a cada uno según sus obras. Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin” (Ap 22, 12-13).

Gaudium et spes, 45-46.

 

Comentarios de los Santos Padres.

Se manifestó personalmente a los discípulos y les prometió la Iglesia; a nosotros nos mostró la Iglesia y nos ordenó creer lo que se refiere a Él.

Agustín, Sermón 229. III, pg. 511.

Tenía que haber una progresión: primero, que la sangre de Cristo fuera derramada por la redención del mundo, después, que por su resurrección y ascensión se abriera la puerta del cielo a los hombres, y finalmente que fueran enviados los que iban a predicar a todos los pueblos del mundo la palabra de vida y administrar los sacramentos de la fe con los que podrían salvarse y llegar a los gozos de la patria celeste con la cooperación del mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Beda, Homilías sobre los Evangelios. III, pg. 511.

Así como Betania representa a la Iglesia que obedece los mandamientos de Dios, así también el monte de los Olivos representa con más razón la persona misma de nuestro Redentor.

Beda, Homilías sobre los Evangelios, 2. III, pg. 515.

Habiéndoles bendecido se adelantó un poco y ascendió al cielo para sentarse junto al Padre, incluso con la carne que había estado unida a Él. El verbo consagró para nosotros este camino al encarnarse.

Cirilo de Alejandría. Comentario al Ev. de Lucas, 24.

La ascensión de Cristo constituye nuestra elevación, y el cuerpo tiene la esperanza de estar algún día en donde le ha precedido su gloriosa Cabeza; por eso, con dignos sentimientos de júbilo, alegrémonos y gocemos con piadosas acciones de gracias.

Hoy no solo henos sido constituidos poseedores del paraíso, sino que con Cristo hemos ascendido a lo más elevado de los cielos, consiguiendo una gracia más inefable por Cristo que la que habíamos perdido por la envidia del diablo. Pues a los que el malvado enemigo arrojó del paraíso, el Hijo de Dios, juntándolos consigo, los colocó a la diestra de Dios Padre.

León Magno, Sermón, 73. III, pg. 506.

 

San Agustín

Tened en cuenta que los discípulos no solo vieron a Cristo después de su resurrección, sino que también oyeron de su boca que, según la Escritura, así tenía que suceder. Nosotros no hemos visto a Cristo presente en su carne, pero escuchamos a diario las Escrituras, con las que también ellos fueron fortalecidos.

Sermón 229. I, pg. 611.

 

San Juan de Ávila

No sin causa dice San Lucas: Sedete in civitate, quodusque induamini virtute ex alto (Lc 24, 49). Por eso los que quisieren ser buenos clérigos, tomen el agua dende el principio; y, si no fueren tales, no los ordenen. 

Plática a sacerdotes. I, pg. 856.

Porque ese negocio de predicar las buenas nuevas del Evangleio es muy grande, mandó Jesucristo a sus discípulos: Íos a la ciudad de Hierusalem, y no salgáis de ahí a predicar el evangelio hasta que yo os envíe una fortaleza de lo alto (cf. Lc 24, 49), que os haga idóneos para predicarlo.

Sermón jueves de la Ascensión. III, pg. 228.

Dijo Cristo a sus apóstoles: Sentaos en la ciudad (Lc 24, 49).

-¿Pues para qué, Señor? ¿No iremos a predicar? ¿Qué hemos de hacer sentados? ¿Qué nos falta?

Antes que venta este Consolador, antes que sople este viento del Espíritu Santo, estamos sentados, estamos pesados, pesará mucho nuestra ánima, todo se le hace dificultoso, todo le parece imposible, no le parece que hay camino para el cielo, en todo halla estorbo y anda cargado con una arroba de plomo, ¡qué digo arroba!, como con cien quintales de plomo. ¿Cómo los huesos muertos han de tener vida? ¿Cómo, estando secos, han de cubrirse de carne y resucitar? Claro está que ellos de su parte, y solos por sí, que no podrán nada; pero Dios, que todo lo puede, lo puede cubrir de carne, y dalles espíritu de vida, y resucitarlos, y dalles movimiento y vida.

Sermón del domingo de Pentecostés. III, pg. 370.

Este es el Huésped dulce que sana la llaga que la ausencia de Jesucristo hizo en los corazones de los que le amaban, hinchió el hoyo que la ida de Él había hecho. Y si pudo consolar la tristeza causada por la ausencia de Jesucristo, mejor podrá hacerla en ausencia de criatura, cuando de no verlas tuviéramos pena. Este es el Padre cuidadoso de huérfanos, que los viste de virtud de lo alto (cf. Lc 24, 49) y los abriga debajo de su manto, y los hace entender que tienen Padre en el cielo, y que lo llaman osada y no soberbiamente Padre. Renueva lo caído, alumbra lo oscuro, calienta lo frío , endereza lo tuerto, alienta lo cansado y, dando cada día nuevas fuerzas, hace volar hasta el monte de Dios.

Carta a una señora. IV, pg. 190.

Creo yo que, si fuésemos lo que debemos, no daríamos sueño a nuestros ojos ni descanso a nuestras sienes hasta que hallásemos morada para el Señor, pues tan desechado y alcanzado está de las que por tantos títulos son suyas. Mitat Dominus ignem sui Spiritus de excelso ut erudiat nos (cf. Lamentaciones 1, 13), inflame ex alto induatquie virtute 8cf. Lc 24, 49) ut eo confortante omnia possimus 8cf. Flp 4, 13). Amén (Envíe el señor desde lo alto el fuego de su Espíritu, para que nos ilumine, nos inflame y nos colme de valor y con su fuerza lo alcancemos todo).

Carta a un amigo suyo sacerdote. IV, pg. 670.

190, 675

 

San Oscar Romero.

Es tiempo, hermanos, de que nuestra fe, no la arrinconemos en la vida privada, y luego vivamos en público como si no tuviéramos fe. Este divorcio entre la fe y la vida práctica es uno de los grandes errores de nuestros tiempos, dijo el Concilio. Y tan grande error que, en nombre de este error, se llama a la Iglesia subversiva, porque precisamente quiere llevar al cristiano a comprometer su fe con su vida concreta

Homilía. 22 de mayo de 1977.

 

León XIV. Regina Coeli. 25 de mayo de 2025.

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

Estoy todavía en los inicios de mi ministerio entre ustedes y deseo agradecerles ante todo el afecto que me están manifestando, al mismo tiempo les pido que me sostengan con su oración y cercanía.

En todo aquello a lo que el Señor nos llama, tanto en el camino de la vida como en el de la fe, nos sentimos a veces insuficientes. Sin embargo, el Evangelio de este domingo (cf. Jn 14,23-29) justamente nos dice que no debemos fijarnos en nuestras fuerzas, sino en la misericordia del Señor que nos ha elegido, seguros de que el Espíritu Santo nos guía y nos enseña todo.

A los Apóstoles que, en la víspera de la muerte del Maestro, se encontraban turbados desconcertados y afligidos, preguntándose cómo podrían ser continuadores y testigos del Reino de Dios, Jesús les anuncia el don del Espíritu Santo, con esta promesa maravillosa: «El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él» (v. 23).

De este modo, Jesús libera a los discípulos de toda angustia y preocupación y puede decirles: «¡No se inquieten ni teman!» (v. 27). Si permanecemos en su amor, en efecto, Él mismo hace morada en nosotros, nuestra vida se convierte en templo de Dios, y ese amor nos ilumina, y va entrando en nuestra forma de pensar y en nuestras decisiones, hasta alcanzar también a los demás, iluminando todos los ámbitos de nuestra existencia.

Sí, hermanos y hermanas, este morar de Dios en nosotros es precisamente el don del Espíritu Santo, que quien nos toma de la mano y nos hace experimentar, incluso en la vida cotidiana, la presencia y la cercanía de Dios, convirtiéndonos en morada suya.

Es hermoso que cuando al mirar a nuestro llamado, a las realidades y personas que nos han sido confiadas, a los compromisos que llevamos adelante y a nuestro servicio en la Iglesia, cada uno de nosotros pueda decir con confianza: aunque soy frágil, el Señor no se avergüenza de mi humanidad, al contrario, viene a habitar dentro de mí. Él me acompaña con su Espíritu, me ilumina y me transforma en instrumento de su amor para los demás, para la sociedad y para el mundo.

Queridos amigos, sobre el fundamento de esta promesa, caminemos en la alegría de la fe, para ser templo santo del Señor. Comprometámonos a llevar su amor a todas partes, recordando que cada hermana y cada hermano es morada de Dios; y que su presencia se revela especialmente en los pequeños, en los pobres y en quienes sufren, y nos pide ser cristianos atentos y compasivos.

Encomendémonos todos a la intercesión de María Santísima. Por obra del Espíritu, ella se convirtió en la “Morada consagrada a Dios”. Junto con ella, también nosotros podemos experimentar la alegría de acoger al Señor y ser signo e instrumento de su amor.

 

León XIV. Catequesis - Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. II La vida de Jesús. Las parábolas 6.«El sembrador. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas»(Mt 13).

Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra darles la bienvenida en mi primera audiencia general. Hoy retomo el ciclo de catequesis jubilares sobre el tema «Jesucristo, nuestra esperanza», iniciado por el Papa Francisco.

Hoy seguiremos meditando sobre las parábolas de Jesús, que nos ayudan a recuperar la esperanza, porque nos muestran cómo obra Dios en la historia. Hoy me gustaría detenerme en una parábola un poco particular, porque es una especie de introducción a todas las parábolas. Me refiero a la del sembrador (cf. Mt 13,1-17). En cierto sentido, en este relato podemos reconocer la forma de comunicarse de Jesús, que tiene mucho que enseñarnos para el anuncio del Evangelio hoy.

Cada parábola cuenta una historia tomada de la vida cotidiana, pero quiere decirnos algo más, nos remite a un significado más profundo. La parábola suscita en nosotros interrogantes, nos invita a no quedarnos en las apariencias. Ante la historia que se cuenta o la imagen que se me presenta, puedo preguntarme: ¿dónde estoy yo en esta historia? ¿Qué dice esta imagen a mi vida? El término parábola proviene, de hecho, del verbo griego paraballein, que significa lanzar delante. La parábola me lanza delante una palabra que me provoca y me empuja a interrogarme.

La parábola del sembrador habla precisamente de la dinámica de la palabra de Dios y de los efectos que produce. De hecho, cada palabra del Evangelio es como una semilla que se arroja al terreno de nuestra vida. Muchas veces Jesús utiliza la imagen de la semilla, con diferentes significados. En el capítulo 13 del Evangelio de Mateo, la parábola del sembrador introduce una serie de otras pequeñas parábolas, algunas de las cuales hablan precisamente de lo que ocurre en el terreno: el trigo y la cizaña, el grano de mostaza, el tesoro escondido en el campo. ¿Qué es, entonces, este terreno? Es nuestro corazón, pero también es el mundo, la comunidad, la Iglesia. La palabra de Dios, de hecho, fecunda y provoca toda realidad.

Al principio, vemos a Jesús que sale de su casa; una gran multitud se reúne a su alrededor (cf. Mt 13,1). Su palabra fascina y despierta la curiosidad. Entre la gente hay, evidentemente, muchas situaciones diferentes. La palabra de Jesús es para todos, pero actúa en cada uno de manera diferente. Este contexto nos permite comprender mejor el sentido de la parábola.

Un sembrador, bastante original, sale a sembrar, pero no se preocupa de dónde cae la semilla. La arroja incluso donde es improbable que dé fruto: en el camino, entre las piedras, entre los espinos. Esta actitud sorprende a los oyentes y los lleva a preguntarse: ¿por qué?

Estamos acostumbrados a calcular las cosas —y a veces es necesario—, ¡pero esto no vale en el amor! La forma en que este sembrador «derrochador» arroja la semilla es una imagen de la forma en que Dios nos ama. Es cierto que el destino de la semilla depende también de la forma en que la acoge el terreno y de la situación en que se encuentra, pero ante todo, con esta parábola, Jesús nos dice que Dios arroja la semilla de su palabra sobre todo tipo de terreno, es decir, en cualquier situación en la que nos encontremos: a veces somos más superficiales y distraídos, a veces nos dejamos llevar por el entusiasmo, a veces estamos agobiados por las preocupaciones de la vida, pero también hay momentos en los que estamos disponibles y acogedores. Dios confía y espera que tarde o temprano la semilla florezca. Él nos ama así: no espera a que seamos el mejor terreno, siempre nos da generosamente su palabra. Quizás precisamente al ver que Él confía en nosotros, nazca en nosotros el deseo de ser un terreno mejor. Esta es la esperanza, fundada sobre la roca de la generosidad y la misericordia de Dios.

Al contar cómo la semilla da fruto, Jesús también está hablando de su vida. Jesús es la Palabra, es la Semilla. Y la semilla, para dar fruto, debe morir. Entonces, esta parábola nos dice que Dios está dispuesto a «desperdiciarse» por nosotros y que Jesús está dispuesto a morir para transformar nuestra vida.

Tengo en mente ese hermoso cuadro de Van Gogh: El sembrador al atardecer. Esa imagen del sembrador bajo el sol abrasador me habla también del esfuerzo del campesino. Y me llama la atención que, detrás del sembrador, Van Gogh haya representado el trigo ya maduro. Me parece una imagen de esperanza: de una forma u otra, la semilla ha dado fruto. No sabemos muy bien cómo, pero es así. En el centro de la escena, sin embargo, no está el sembrador, que está a un lado, sino que todo el cuadro está dominado por la imagen del sol, tal vez para recordarnos que es Dios quien mueve la historia, aunque a veces nos parezca ausente o lejano. Es el sol que calienta la tierra y hace madurar la semilla. Queridos hermanos y hermanas, ¿en qué situación de la vida nos alcanza hoy la palabra de Dios? Pidamos al Señor la gracia de acoger siempre esta semilla que es su palabra. Y si nos damos cuenta de que no somos terreno fértil, no nos desanimemos, sino pidámosle que siga trabajando en nosotros para convertirnos en terreno mejor.

 

Francisco. Regina Coeli. 12 de mayo de 2013.

Queridos hermanos y hermanas:

Al término de esta celebración, deseo saludar a todos vosotros que habéis venido a rendir homenaje a los nuevos santos, de modo particular a las delegaciones oficiales de Italia, Colombia y México.

Que los mártires de Otranto ayuden al querido pueblo italiano a mirar con esperanza al futuro, confiando en la cercanía de Dios que nunca abandona, incluso en los momentos difíciles.

Que por intercesión de Madre Laura Montoya, el Señor conceda un nuevo impulso misionero y evangelizador a la Iglesia, y que, inspirados en el ejemplo de concordia y reconciliación de esta nueva santa, los amados hijos de Colombia continúen trabajando por la paz y el justo desarrollo de su patria.

En las manos de santa Guadalupe García Zavala ponemos a todos los pobres, los enfermos y a cuantos los asisten, y encomendamos a su intercesión la noble nación mexicana, para que, desterrada toda violencia e inseguridad, avance cada vez más por el camino de la solidaridad y la convivencia fraterna.

Me complace además recordar que ayer, en Roma, fue proclamado beato el sacerdote Luigi Novarese, fundador del Centro Voluntarios del Sufrimiento y de los Silenciosos Operarios de la Cruz. Me uno a la acción de gracias por este sacerdote ejemplar, que supo renovar la pastoral de los enfermos haciendo de ellos sujetos activos en la Iglesia.

Saludo a los participantes en la «Marcha por la vida» que tuvo lugar esta mañana en Roma e invito a mantener viva la atención de todos sobre el tema tan importante del respeto por la vida humana desde el momento de su concepción. Al respecto, me complace recordar también la recogida de firmas que se realiza hoy en muchas parroquias italianas con el fin de sostener la iniciativa europea «Uno de nosotros», para garantizar protección jurídica al embrión, tutelando a todo ser humano desde el primer instante de su existencia. Un momento especial para quienes prestan especial atención a la defensa de la sacralidad de la vida humana será la «Jornada de la Evangelium vitae», que tendrá lugar aquí, en el Vaticano, en el contexto del Año de la fe, el 15 y 16 de junio próximo.

Saludo con afecto a todos los grupos parroquiales, a las familias, las escuelas, los jóvenes presentes. Con amor filial nos dirigimos a la Virgen María, madre y modelo de todos los cristianos.

 

Francisco. Regina Coeli. 8 de mayo de 2016.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy, en Italia y en otros países, se celebra la Ascensión de Jesús al cielo, acaecida cuarenta días después de la Pascua. Contemplamos el misterio de Jesús que sale de nuestro espacio terreno para entrar en la plenitud de la gloria de Dios, llevando consigo nuestra humanidad. Es decir, nosotros, nuestra humanidad entra por primera vez en el cielo. El Evangelio de Lucas nos muestra la reacción de los discípulos ante el Señor que «se separó de ellos y fue llevado al cielo» (24, 51). No hubo en ellos dolor y desconsuelo, sino que se postraron «ante él, y se volvieron a Jerusalén con gran gozo» (v. 52). Es el regreso de quien no teme ya a la ciudad que había rechazado al Maestro, que había visto la traición de Judas y la negación de Pedro, había visto la dispersión de los discípulos y la violencia de un poder que se sentía amenazado. A partir de aquel día para los apóstoles y para todo discípulo de Cristo fue posible habitar en Jerusalén y en todas las ciudades del mundo, también en las más atormentadas por la injusticia y la violencia, porque sobre todas las ciudades está el mismo cielo y cualquier habitante puede alzar la mirada con esperanza. Jesús, Dios, es un hombre verdadero, con su cuerpo de hombre está en el cielo. Y esta es nuestra esperanza, es nuestra ancla, y nosotros estamos firmes en esta esperanza si miramos al cielo.

En este cielo habita aquel Dios que se ha revelado tan cercano que llegó a asumir el rostro de un hombre, Jesús de Nazaret. Él permanece para siempre el Dios-con-nosotros —recordemos esto: Emmanuel, Dios con nosotros— y no nos deja solos. Podemos mirar hacia lo alto para reconocer delante de nosotros nuestro futuro. En la Ascensión de Jesús, el crucificado resucitado, está la promesa de nuestra participación en la plenitud de vida junto a Dios.

Antes de separarse de sus amigos, Jesús, refiriéndose al evento de su muerte y resurrección, les había dicho: «Vosotros sois testigos de estas cosas» (v. 48). Es decir, los discípulos son testigos de la muerte y de la resurrección de Cristo, ese día, también de la Ascensión de Cristo. Y, en efecto, después de haber visto a su Señor subir al cielo, los discípulos regresaron a la ciudad como testigos que con gozo anuncian a todos la vida nueva que viene del Crucificado resucitado, en cuyo nombre «se predicarán a todos los pueblos la conversión y el perdón de los pecados» (v. 47). Este es el testimonio —hecho no sólo de palabras sino también con la vida cotidiana—, el testimonio que cada domingo debería salir de nuestras iglesias para entrar durante la semana en las casas, en las oficinas, en la escuela, en los lugares de encuentro y de diversión, en los hospitales, en las cárceles, en las casas para ancianos, en los lugares llenos de inmigrantes, en las periferias de la ciudad... Este testimonio nosotros debemos llevarlo cada semana: ¡Cristo está con nosotros; Jesús subió al cielo, está con nosotros; Cristo está vivo!

Jesús nos ha asegurado que en este anuncio y en este testimonio seremos «revestidos de poder desde lo alto» (v. 49), es decir, con el poder del Espíritu Santo. Aquí está el secreto de esta misión: la presencia entre nosotros del Señor resucitado, que con el don del Espíritu continúa abriendo nuestra mente y nuestro corazón, para anunciar su amor y su misericordia también en los ambientes más refractarios de nuestras ciudades. Es el Espíritu Santo el verdadero artífice del multiforme testimonio que la Iglesia y cada bautizado ofrece al mundo. Por lo tanto, no podemos jamás descuidar el recogimiento en la oración para alabar a Dios e invocar el don del Espíritu. En esta semana, que nos lleva a la fiesta de Pentecostés, permanezcamos espiritualmente en el Cenáculo, junto a la Virgen María, para acoger al Espíritu Santo. Lo hacemos también ahora, en comunión con los fieles reunidos en el Santuario de Pompeya para la tradicional súplica.

 

Francisco. Regina Coeli. 2 de junio de 2019.

Queridos hermanos y hermanas:

Antes de concluir esta Divina Liturgia, deseo saludaros una vez más a los que estáis aquí presentes y a los que he encontrado durante estos días, asimismo agradezco a todos la cordial acogida. Saludo respetuosamente al señor Presidente de la República y a las demás autoridades, manifestándoles un sincero agradecimiento por su fructuosa colaboración en la preparación y el desarrollo de mi visita. Estoy agradecido a Su Beatitud el Patriarca Daniel, al Santo Sínodo, al clero y a los fieles de la Iglesia Ortodoxa de Rumanía, que me han acogido fraternalmente. Que el Señor bendiga esta antigua e ilustre Iglesia y la sostenga en su misión. [Aplauso] Un fraterno aplauso a todos ellos.

Dirijo un saludo lleno de afecto y de gratitud a Su Beatitud el Cardenal Lucian Mureşan. Saludo a los fieles de la Iglesia Católica, a los obispos, sacerdotes, religiosos y a los fieles laicos de Bucarest y de Iaşi, así como a los numerosos pelegrinos de şumuleu Ciuc. Doy gracias al Señor porque me ha dado la posibilidad de rezar con vosotros y de animar vuestro empeño en la evangelización y en el testimonio de la caridad.  Aquí en Blaj, tierra de martirio, libertad y misericordia, rindo homenaje a vosotros, hijos de la Iglesia Greco-Católica, que desde hace tres siglos testimoniáis con ardor apostólico vuestra fe.  

Que la Virgen María haga extensiva su protección materna a todos los ciudadanos de Rumanía que a lo largo de la historia han confiado siempre en su intercesión. A ella os encomiendo a todos y le pido que os guíe en el camino de la fe, para avanzar hacia un futuro de auténtico progreso y de paz, y para contribuir en la construcción de una patria cada vez más justa, armoniosa y fraterna.

Regina Caeli…

 

Francisco. Regina Coeli. 29 de mayo de 2022.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy en Italia y en muchos países celebramos la Ascensión del Señor, es decir, su regreso al Padre. En la Liturgia, el Evangelio según Lucas narra la última aparición del Resucitado a los discípulos (cf. 24,46-53). La vida terrenal de Jesús culmina precisamente con la Ascensión, que también profesamos en el Credo: "Ha subido al cielo, está sentado a la derecha del Padre". ¿Qué significa este acontecimiento? ¿Cómo debemos entenderlo? Para responder a esta pregunta, detengámonos en dos acciones que Jesús realiza antes de subir al cielo: primero anuncia el don del Espíritu y luego bendice a los discípulos. Anuncia el don del Espíritu y bendice.

En primer lugar, Jesús dice a sus amigos: "Les envío al que mi Padre ha prometido" (v. 49). Está hablando del Espíritu Santo, el Consolador, el que los acompañará, los guiará, los apoyará en su misión, los defenderá en las batallas espirituales. Entonces comprendemos algo importante: Jesús no abandona a los discípulos. Sube al cielo, pero no nos deja solos. Por el contrario, precisamente al ascender al Padre asegura la efusión del Espíritu Santo, de su Espíritu. En otra ocasión había dicho: "Les conviene que me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes" (Jn 16,7), es decir, el Espíritu. El amor de Jesús por nosotros también se puede ver en esto: la suya es una presencia que no quiere restringir nuestra libertad. Al contrario, nos hace un espacio, porque el verdadero amor siempre genera una cercanía que no aplasta, no es posesivo, es cercano, pero no posesivo; es más, el verdadero amor nos hace protagonistas. Por eso, Cristo asegura: "Voy al Padre, y serán revestidos de un poder de lo alto: les enviaré mi propio Espíritu, y con su poder continuarán mi obra en el mundo" (cf. Lc 24,49). Por eso, al subir al cielo, Jesús, en lugar de permanecer cerca de unos pocos con su cuerpo, se hace cercano a todos con su Espíritu. El Espíritu Santo hace presente a Jesús en nosotros, más allá de las barreras del tiempo y del espacio, para que seamos sus testigos en el mundo.

Inmediatamente después —es la segunda acción— Cristo levanta las manos y bendice a los apóstoles (cf. v. 50). Es un gesto sacerdotal. Dios, desde los tiempos de Aarón, había confiado a los sacerdotes la tarea de bendecir al pueblo (cf. Nm 6,26). El Evangelio quiere decirnos que Jesús es el gran sacerdote de nuestra vida. Jesús sube al Padre para interceder por nosotros, para presentarle nuestra humanidad. Así, ante los ojos del Padre, están y estarán siempre, con la humanidad de Jesús, nuestras vidas, nuestras esperanzas, nuestras heridas. Así, al hacer su "éxodo" al Cielo, Cristo "nos abre camino", va a preparar un lugar para nosotros y, desde ahora, intercede por nosotros, para que siempre estemos acompañados y bendecidos por el Padre.

Hermanos y hermanas, pensemos hoy en el don del Espíritu que hemos recibido de Jesús para ser testigos del Evangelio. Preguntémonos si realmente lo somos; y también si somos capaces de amar a los demás, dejándolos libres y dejándoles espacio. Y luego: ¿sabemos hacernos intercesores por los demás, es decir, sabemos rezar por ellos y bendecir sus vidas? ¿O servimos a los demás por nuestros propios intereses? Aprendamos esto: la oración de intercesión, interceder por las esperanzas y los sufrimientos del mundo, interceder por la paz. Y bendigamos con la mirada y las palabras a quienes encontramos cada día.

Ahora recemos a la Virgen, la bendita entre las mujeres, que, llena del Espíritu Santo, siempre reza e intercede por nosotros.

 

Benedicto XVI. Regina Coeli. 20 de mayo de 2007.  

Queridos hermanos y hermanas: 

Ante todo deseo renovar mi agradecimiento al Señor por el viaje apostólico a Brasil, que realicé del 9 al 14 de este mes; al mismo tiempo, doy las gracias a todos los que me acompañaron con su oración. Como sabéis, el motivo de mi visita pastoral fue la inauguración de la V Conferencia general del Episcopado latinoamericano y del Caribe. Pero antes de ese gran acontecimiento eclesial, me encontré con la comunidad católica brasileña. Muchos fieles acudieron, con esa ocasión, a la metrópoli de São Paulo, especialmente para la canonización del primer beato nativo de Brasil:  fray Antonio de Santa Ana Galvão. Hablaré más ampliamente de este viaje el miércoles próximo, durante la audiencia general. Mientras tanto, os invito a seguir rezando por la Conferencia que se está celebrando en Aparecida y por el camino del pueblo de Dios que vive en América Latina.

Un motivo ulterior de reflexión y de oración nos lo brinda hoy la celebración anual de la Jornada mundial de las comunicaciones sociales, cuyo tema es: «Los niños y los medios de comunicación:  un desafío para la educación». Los desafíos educativos del mundo actual a menudo están relacionados con la influencia de los medios de comunicación social, que compiten con la escuela, con la Iglesia e, incluso, con la familia.

En este contexto, es esencial una adecuada formación en el uso correcto de esos medios:  los padres, los maestros y la comunidad eclesial están llamados a colaborar para educar a los niños y a los muchachos a saber seleccionar y a formar una actitud crítica, cultivando el gusto por lo que es estética y moralmente válido. Pero también los medios de comunicación deben contribuir a este compromiso educativo, promoviendo la dignidad de la persona humana, el matrimonio y la familia, las conquistas y las metas de la civilización.

Los programas que inculcan violencia y comportamientos antisociales o vulgarizan la sexualidad humana son inaceptables, mucho más si se proponen a los menores. Por tanto, renuevo mi llamamiento a los responsables de la industria de los medios de comunicación y a los agentes de la comunicación social, para que salvaguarden el bien común, respeten la verdad y protejan la dignidad de la persona y de la familia.

Queridos hermanos y hermanas, en algunos países se celebra hoy la solemnidad de la Ascensión del Señor, que la liturgia recordó el jueves pasado. Jesús resucitado vuelve al Padre, así nos abre el camino a la vida eterna y hace posible el don del Espíritu Santo. Como entonces los Apóstoles, también nosotros, después de la Ascensión, nos recogemos en oración para invocar la efusión del Espíritu, en unión espiritual con la Virgen María (cf. Hch 1, 12-14). Que su intercesión obtenga para toda la Iglesia un renovado Pentecostés.

 

Benedicto XVI. Regina Coeli. 16 de mayo de 2010.

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy en Italia y otros países se celebra la Ascensión de Jesús al cielo, que tuvo lugar cuarenta días después de la Pascua. Este domingo celebramos, además, la Jornada mundial de las comunicaciones sociales, sobre el tema: «El sacerdote y la pastoral en el mundo digital: los nuevos medios de comunicación al servicio de la Palabra». En la liturgia se narra el episodio de la última vez que el Señor Jesús se separó de sus discípulos (cf. Lc 24, 50-51; Hch 1, 2.9); pero no se trata de un abandono, porque él permanece para siempre con ellos —con nosotros— de una forma nueva. San Bernardo de Claraval explica que la Ascensión de Jesús al cielo se realiza en tres grados: «El primero es la gloria de la resurrección; el segundo, el poder de juzgar; y el tercero, sentarse a la derecha del Padre» (Sermo de Ascensione Domini, 60, 2: Sancti Bernardi Opera, t. VI, 1, 291, 20-21). Inmediatamente antes de este acontecimiento tuvo lugar la bendición de los discípulos, que los preparó a recibir el don del Espíritu Santo, para que la salvación fuera proclamada en todas partes. Jesús mismo les dijo: «Vosotros sois testigos de estas cosas. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre» (Lc 24, 48-49).

El Señor atrae la mirada de los Apóstoles —nuestra mirada— hacia el cielo para indicarles cómo recorrer el camino del bien durante la vida terrena. Sin embargo, él permanece en la trama de la historia humana, está cerca de cada uno de nosotros y guía nuestro camino cristiano: acompaña a los perseguidos a causa de la fe, está en el corazón de los marginados, se halla presente en aquellos a los que se niega el derecho a la vida. Podemos escuchar, ver y tocar al Señor Jesús en la Iglesia, especialmente mediante la palabra y los sacramentos. A este propósito, exhorto a los muchachos y jóvenes que en este tiempo pascual reciben el sacramento de la Confirmación a permanecer fieles a la Palabra de Dios y a la doctrina que han aprendido, como también a acercarse asiduamente a la Confesión y a la Eucaristía, conscientes de haber sido elegidos y constituidos para testimoniar la Verdad. Renuevo también mi invitación especial a los hermanos en el sacerdocio a que «con su vida y sus obras, se distingan por un vigoroso testimonio evangélico» (Carta de convocatoria del Año sacerdotal) y sepan utilizar con sabiduría también los medios de comunicación, para dar a conocer la vida de la Iglesia y ayudar a los hombres de hoy a descubrir el rostro de Cristo (cf. Mensaje para la 44ª Jornada mundial de las comunicaciones sociales, 24 de enero de 2010).

Queridos hermanos y hermanas, el Señor, al abrirnos el camino del cielo, nos permite saborear ya en esta tierra la vida divina. Un autor ruso del siglo XX, en su testamento espiritual, escribió: «Observad más a menudo las estrellas. Cuando tengáis un peso en el alma, mirad las estrellas o el azul del cielo. Cuando os sintáis tristes, cuando os ofendan, … deteneos a mirar el cielo. Así vuestra alma encontrará la paz» (N. Valentini - L. Žák (ed.), Pavel A. Florenskij. Non dimenticatemi. Le lettere dal gulag del grande matematico, filosofo e sacerdote russo, Milán 2000, p. 418). Doy gracias a la Virgen María, a quien en los días pasados pude venerar en el santuario de Fátima, por su materna protección durante la intensa peregrinación a Portugal. A ella, que vela por los testigos de su Hijo amado, dirigimos con confianza nuestra oración.

PENTECOSTÉS.

Monición de entrada.-

Hoy es el domingo de los cincuenta días después del día de pascua.

Es  la fiesta del Espíritu Santo.  

Es el que nos hace ver a Jesús en la misa, los sacramentos y los demás.

 

Señor ten piedad.-

Tú que nos diste el Espíritu de amabilidad. Señor, ten piedad.

Tú que nos diste el Espíritu de bondad. Cristo ten piedad.

Tú que nos diste el Espíritu de alegría. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.-

Por el papa León para que el Espíritu Santo le ilumine. Te lo pedimos, Señor.

Por los que no conocen a Jesús, para que el Espíritu Santo haga que le sientan cerca. Te lo pedimos, Señor.

Por los niños de Primera Comunión para que hagamos caso a lo que Jesús nos dice. Te lo pedimos, Señor.

Por las chicas y los chicos que recibirán en la confirmación el Espíritu Santo, para que le reciban con todo el corazón. Te lo pedimos, Señor.

Por todos nosotros, para que venga el Espíritu Santo a nuestro corazón. Te lo pedimos, Señor.

 

Acción de gracias.-

Virgen María. Tú eres la mujer llena del Espíritu Santo porque abriste tu corazón del todo. Te damos gracias por él, porque nos ayuda a ser niños alegres que ayudan a los mayores.

 

BIBLIOGRAFÍA.

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. BAC. Madrid. 2016.

Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.

Biblia del Peregrino. Edición de Luis Alonso Schökel. EGA-Mensajero. Bilbao. 1995.

Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.

Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.

Secretariado Nacional de Liturgia. Libro de la Sede. Primera edición: 1983. Coeditores Litúrgicos. Barcelona. 2004.

Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.

Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 2. Evangelio según san Marcos. Ciudad Nueva. Madrid. 2009.

San Juan de Ávila. Obras Completas i. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid. 2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores. BAC. Madrid. 2013.

San Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid.   2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.

www.vatican.va

http://www.quierover.org

https://www.juniorsmd.org

http://www.vatican.va/content/vatican/es.htmlTrinidad. Reza el Padrenuestro mirándolo.

https://www.bing.com/images/create?toWww=1&redig=8036EAF8BF8E4FF0B5D3540B038CBA2E


[1] Teofanía: 1. Manifestación de la divinidad de Dios. www.rae.es

[2] Parusía: 1. Advenimiento glorioso de Jesucristo al fin de los tiempos. Ib.

No hay comentarios: