Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 1, 1-11
En mi primer libro, Teófilo, escribí de todo lo que Jesús hizo y
enseñó desde el comienzo hasta el día en que fue llevado al cielo, después de
haber dado instrucciones a los apóstoles que había escogido, movido por el
Espíritu Santo. Se les presentó él mismo después de su pasión, dándoles
numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y
hablándoles del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les ordenó que no se
alejaran de Jerusalén, sino “aguardad que se cumpla la promesa del Padre, de la
que me habéis oído hablar, porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis
bautizados con Espíritu Santo, dentro de no muchos días.
Los que se habían reunido, le preguntaron, diciendo:
-Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?
Les dijo:
-No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre
ha establecido con su propia autoridad; en cambio, recibiréis la fuerza del
Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en
Jerusalén, en toda Judea y Samaría y “hasta el confín de la tierra”.
Dicho esto, a la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que
una nube se lo quitó de la vista. Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se
iba marchando, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les
dijeron:
-Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando el cielo? El mismo
Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo volverá como lo
habéis visto marcharse al cielo.
Textos
paralelos.
El primer libro lo
dediqué, Teófilo, a todo lo que Jesús hizo.
Lc 1, 1-4: Puesto que muchos
emprendieron la tarea de contar los sucesos que nos han acontecido, tal como
nos lo transmitieron los primeros testigos presenciales, puestos al servicio de
la palabra, también yo he pensado, ilustre Teófilo, escribirte todo por orden y
exactamente, comenzando desde el principio; así comprenderás con certeza las
enseñanzas que has recibido.
Hch 1, 22: Desde el bautismo de
Juan hasta que nos fue arrebatado, uno tiene que ser con nosotros testigo de su
resurrección.
Después de haber dado
instrucciones.
Mt 28, 19-20: Por tanto, id a
hacer discípulos entre todos los pueblos, bautizadlos consagrándolos al Padre y
al Hijo y al Espíritu Santo, y enseñadlos a cumplir cuanto os he mandado. Yo
estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo.
Lc 24, 49: Yo os envío lo que
el Padre prometió. Vosotros quedaos en la ciudad hasta que desde el cielo os
revistan de fuerza.
Alos apóstoles que él
había elegido.
Lc 24, 51: Y mientras los
bendecía se separó de ellos y era llevado al cielo.
1 Tm 3, 16: Grande es, sin
duda, el misterio de nuestra religión: Se manifestó corporalmente, lo garantizó
el Espíritu, se apareció a los ángeles, fue proclamado a los paganos, fue
creído en el mundo y exaltado en la gloria.
Después de su pasión, se
presentó dándoles pruebas de que vivía.
Hch 10, 40-41: Pero Dios lo
resucitó al tercer día e hizo que se apareciese, no a todo el pueblo, sino a
los testigos designados de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos
con él después de resucitar de la muerte.
Hch 13, 31: Y se apareció
durante muchos días a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén.
Ellos son hoy sus testigos ante el pueblo.
Dejándose ver durante
cuarenta días.
Mt 28, 10: Jesús les dijo: No
temáis; id a avisar a mis hermanos que vayan a Galilea, donde me verán.
Lc 24, 42-43: Le ofrecieron un
trozo de pescado asado. Lo tomó y lo comió en su presencia.
No vayáis a Jerusalén.
Lc 24, 49: Yo os envío lo que
el Padre prometió. Vosotros quedaos en la ciudad hasta que desde el cielo os
revistan de fuerza.
Hch 2, 33: Exaltado a la
diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha
derramado. Es lo que estáis viendo y oyendo.
Aguardad la promesa del
Padre.
Ga 3, 14: Así la bendición de
Abrahán, por medio de Cristo Jesús se extiende a los paganos, para que podamos
recibir por la fe el Espíritu prometido.
Ef 1, 13: Por él, también
vosotros, al escuchar el mensaje de la verdad, la buena noticia de vuestra
salvación, creísteis en él y fuisteis sellados con el Espíritu Santo prometido.
Seréis bautizados con
Espíritu Santo.
Hch 11, 16: Queridos hermanos,
tenía que cumplirse lo que el Espíritu Santo profetizó por medio de David
acerca de Judas, el que guio a los que
arrestaron a Jesús.
Lc 3, 16: Juan se dirigió a
todos: Yo os bautizo con agua; pero está para llegar el que tiene más autoridad
que yo, y yo no tengo derecho a desatarle la correa de las sandalias. Él os
bautizará con Espíritu Santo y fuego.
No os toca a vosotros
conocer el tiempo.
Dn 2, 21: Él cambia tiempos y
estaciones, destrona y entroniza a los reyes. Él da sabiduría a los sabios y
ciencia a los expertos.
Mt 24, 36: En cuanto al día y a
la hora, no los conoce nadie, ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solo los
conoce el Padre.
1 Ts 5, 1-2: Acerca de fechas y
momentos no hace falta que os escriba; pues vosotros sabéis exactamente que el
día del Señor llegará como ladrón nocturno.
Cuando el Espíritu Santo
venga sobre vosotros.
Is 32, 15: Hasta que se derrame
sobre nosotros un aliento de lo alto; entonces el desierto será un vergel, el
vergel contará como un bosque.
Recibiréis una fuerza que
os hará ser mis testigos.
Lc 24, 47-48: Que en su nombre
se predicará penitencia y perdón de pecados a todas las naciones, empezando por
Jerusalén. Vosotros sois testigos de ello.
Hasta los confines de la
tierra.
Mt 28, 19: Por tanto, id a
hacer discípulos entre todos los pueblos, bautizándolos, consagrándolos al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Fue levantado en
presencia de ellos.
2 R 2, 11: Mientras ellos
seguían conversando por el camino, los separó un carro de fuego con caballos de
fuego, y Elías subió al cielo en el torbellino.
Una nube lo ocultó a sus
ojos.
Lc 24, 50-51: Después los sacó
hacia Betania y, alzando las manos, los bendijo. Y, mientras los bendecía, se
separó de ellos y era llevado al cielo.
Mc 16, 19: El Señor Jesús,
después de hablar con ellos, fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de
Dios.
Jn 20, 17: Le dice Jesús:
Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: Subo a
mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.
Mientras ellos estaban
mirando fijamente al cielo.
Rm 10, 6: En cambio, la
justicia que procede de la fe suena así: No digas por dentro: ¿quién subirá al
cielo (a saber, para hacer bajar al Mesías)?
Ef 4, 8-10: Por eso se dice:
Subiendo a lo alto llevaba cautivos y repartió dones a los hombres. (Lo de
subió ¿qué significa sino que bajó a lo profundo de la tierra?). El que bajó es
el que subió por encima de los cielos para llenar el universo.
Se presentaron de pronto
dos hombres.
1 P 3, 22: Que subió al cielo y
está sentado a la diestra de Dios, y se le han sometido ángeles, potestades y
dominaciones.
Lc 24, 4: Estaban
desconcertadas por el hecho, cuando se les presentaron dos personajes con
vestidos refulgentes.
Volverá como lo habéis
visto marchar.
Hch 3, 20: Y así recibáis del
Señor tiempos favorables y os envíe a Jesús, el Mesías predestinado.
Za 14, 4: Aquel día asentará
los pies sobre el Monte de los Olivos, a oriente de Jerusalén, y lo dividirá
por el medio con una vega dilatada de levante a poniente: la mitad del monte se
apartará al norte, la otra mitad hacia el sur.
Notas
exegéticas.
1 1 El evangelio de Lucas.
1 2 (a) Se subraya la acción del
Espíritu en los comienzos de la misión de los apóstoles como en los comienzos
del ministerio de Jesús.
1 2 (b) El texto occidental no
menciona aquí la Ascensión.
1 3 (a) Este texto parece no
avenirse al evangelio de Lucas. Aquí hay una separación de cuarenta días entre
la resurrección y la ascensión. Este espacio de tiempo puede entenderse como
una duración tipo de la iniciación a la enseñanza del Resucitado o como el tiempo
límite para sentar las bases de la autoridad de los primeros testigos.
1 3 (b) El Reino de Dios será el
gran tema de la predicación de los apóstoles, como lo había sido de la
predicación de Jesús.
1 4 Para Lucas Jerusalén es el
centro predestinado de la obra de la salvación, el punto terminal de la misión
terrestre de Jesús y el punto inicial de la misión universal de los apóstoles.
1 5 El bautismo en el Espíritu
anunciado ya por Juan el Bautista y prometido aquí por Jesús, se inaugurará con
la efusión de Pentecostés. Los apóstoles seguirán administrando el bautismo de
agua como rito de iniciación al Reino mesiánico, pero lo conferirán “en el
nombre de Jesús”; y por la fe en la obra realizada por Cristo, dispondrá en lo
sucesivo del poder eficaz de perdonar los pecados y de dar el Espíritu Santo.
Se ve aparecer por otra parte, y en conexión con este Bautismo cristiano de
agua, otro rito, el de la imposición de manos, que se ordena a una comunicación
visible y carismática del Espíritu, análoga a la de Pentecostés; rito que está
en el origen del sacramento de la Confirmación. Al lado de estos sacramentos
cristianos, siguió practicándose por algún tiempo y por algunos fieles,
imperfectamente instruidos, el bautismo de Juan.
1 6 (a) Hch 1 6 reanuda el hilo del
relato interrumpido en Lc 24, 49.
1 6 (b) El establecimiento del Reino
mesiánico se les representa aún a los apóstoles como una restauración temporal
de la realeza davídica.
1 7 Insertando su plan de salvación
en la historia humana, Dios ha dispuesto desde toda la eternidad “su tiempo y
su momento”: primero, el tiempo de la preparación y de la paciencia; luego, en
la “plenitud de los tiempos” el momento escogido para la venida de Cristo, que
inaugura la era de la salvación; después el tiempo que transcurre hasta la
Parusía; finalmente precedido por los “últimos días”, el “Día” escatológico, y
el Juicio Final.
1 8 (a) El Espíritu, tema
especialmente predilecto de San Lucas, ante todo aparece como un poder enviado
de junto a Dios por Cristo para la difusión de la Buena Nueva. El Espíritu
otorga los carismas, que garantizan la predicación: don de lenguas, de
milagros, de profecía, de sabiduría, comunica fuerza para anunciar a
Jesucristo, a pesar de las persecuciones y para dar testimonio de él, ver nota
siguiente, finalmente interviene en las decisiones de capital importancia:
admisión de los gentiles en la Iglesia, supresión para ellos de observancias
legales, misión de Pablo a través del mundo gentil (texto Occidental). Pero los
Hechos conocen también el don del Espíritu recibido en el bautismo y que
concede el perdón de los pecados.
1 8 (b) La misión esencial de los
apóstoles es dar testimonio de la resurrección de Jesús y también de toda su
vida pública.
1 8 (c) La misión de los apóstoles
se extiende al universo. Las etapas aquí señaladas dibujan, a grandes rasgos,
el esquema geográfico de los Hechos: Jerusalén, que era el punto de llegada del
Evangelio, es ahora el punto de partida.
1 9 La nube forma parte del marco de
las teofanías[1] del Antiguo Testamento.
Es característica de la Parusía[2] del Hijo del hombre.
1 11 El glorioso advenimiento de la
Parusía.
Salmo
responsorial
Salmo 47 (46), 1-2.6-9
Dios
asciende entre aclamaciones;
el
Señor, al son de trompetas. R/.
Pueblos
todos, batid palmas,
aclamad
a Dios con gritos de júbilo;
porque
el Señor altísimo es terrible,
emperador
de toda la tierra. R/.
Dios
asciende entre aclamaciones;
el
Señor al son de trompetas:
tocad
para Dios, tocad;
tocad
para nuestro Rey, tocad. R/.
Porque
Dios es el rey del mundo:
tocad
con maestría.
Dios
reina sobre las naciones,
Dios
se sienta en su trono sagrado. R/.
Textos
paralelos.
Sube Dios entre
aclamaciones.
So 3, 14-15: ¡Grita, ciudad de
Sión; lanza vítores, Israel; festéjalo exultante, Jerusalén, capital! Que el
Señor ha expulsado a los tiranos, ha echado a tus enemigos; el Señor dentro de
ti es el rey de Israel y ya no temerás nada malo.
Nm 23, 21: No descubre maldad
en Jacob ni encuentra crimen en Israel; el Señor, su Dios, está con él y él lo
aclama como a rey.
Sal 24, 7-10: ¡Portones, alzad
los dinteles! que se alcen las antiguas compuertas: que va a entrar el Rey de
la Gloria. - ¿Quién es ese Rey de la Gloria? – El Señor, héroe valeroso, el
Señor, héroe de la guerra. – ¡Portones, alzad los dinteles! alzad las antiguas
compuertas: que va a entrar el Rey de la Gloria. – ¿Quién es el Rey de la
Gloria? – El Señor de los Ejércitos, él es el Rey de la Gloria.
Sal 68, 19: Subiste a la cumbre
llevando cautivos, recibiste como tributo hombres, incluso rebeldes; y te
instalaste, Señor Dios.
Sal 89, 16: Dichoso el pueblo
que sabe aclamarte: caminará, Señor, a la luz de tu rostro.
Sal 98, 6: Con clarines y al
son de trompetas vitoread ante el Señor y Rey.
Reina Dios sobre todas
las naciones.
Jr 10, 7: Tú lo mereces, Rey de
las naciones; entre todos sus sabios y reyes, ¿quién hay como tú?
Sal 72, 11: Así son los
malvados: siempre seguros acumulan riquezas.
Notas
exegéticas.
47 Himno escatológico, el primero de
los “salmos del Reino”; desarrolla la aclamación “Yahvé es Rey”. El Rey de
Israel sube al templo con un cortejo triunfal, en medio de aclamaciones
rituales. Su gobierno se extiende a todos los pueblos, que vendrán a sumarse al
pueblo elegido.
47 7 “nuestro Dios”, griego, “Dios”
hebreo.
Segunda
lectura.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 17-23
Hermanos:
El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé
espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de
vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama,
cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la
extraordinaria grandeza de su poder en favor de nosotros, los creyentes, según
la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de
entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo
principado, poder, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido,
no solo en este mundo, sino en el futuro. Y “todo lo puso bajo sus pies·, y lo
dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que
llena todo en todos.
Textos
paralelos.
Al Padre de la gloria.
Ef 3, 14: Por eso doblo las
rodillas ante el Padre.
Ef 3, 16: Para que os conceda
por la riqueza de su gloria: fortaleceros internamente con el Espíritu.
Para conocerle
perfectamente.
1 Jn 5, 20: Sabemos que el Hijo
de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia para conocer al Verdadero. Estamos
con el Verdadero y con su hijo Jesucristo. Él es el Dios verdadero y vida
eterna.
Ilumine los ojos de
vuestro corazón.
2 Co 4, 6: El mismo Dios que
mandó a la luz brillar en la tiniebla, iluminó vuestras mentes para que brille
en el rostro de Cristo la manifestación de la gloria de Dios.
Notas
exegéticas.
1 17 Este “espíritu” designa lo que
hoy entendemos por “gracia” (actual).
1 18 Las acepciones morales y
espirituales de “corazón” en el AT siguen vigentes en el NT. Dios conoce el
corazón. El hombre ha de amar a Dios de todo corazón. Dios ha depositado en el
corazón del hombre el don de su Espíritu. También Cristo habita en el corazón.
Los corazones sencillos, rectos, puros, están abiertos sin limitaciones a la
presencia y acción de Dios. Y los creyentes tienen un solo corazón y una sola
alma.
1 21 Nombres de las potencias
cósmicas frecuentes en la literatura judía apócrifa. Sin someter a crítica la
existencia de esos seres celestes, Pablo se limita a encuadrarlos bajo el
dominio de Cristo. Al asociarlas con los ángeles de la tradición bíblica y con
el don de la Ley, las integra en la historia de la salvación, con una
calificación moral cada vez más peyorativa, que concluye convirtiéndolas en
potencias demoniacas.
1 23 A la Iglesia, cuerpo de Cristo,
se le puede llamar plenitud, ver también en el sentido de que abarca todo el
mundo nuevo, que participa, en cuanto marco de la humanidad de la regeneración
universal bajo la autoridad de Cristo, Señor y Cabeza. La expresión adverbial
“todo en todo” intenta sugerir una amplitud ilimitada.
Evangelio.
X Lectura
del santo evangelio según san Lucas 24, 46-53.
En aquel tiempo,
dijo Jesús a sus discípulos:
Así está escrito: el
Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre
se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos,
comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Mirad, yo voy a enviar
sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en
la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto”.
Y los sacó hasta
cerca de Betania y, levantando las manos, los fue llevando hacia el cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y
estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
Textos
paralelos.
Debía padecer y
resucitar de entre los muertos al tercer día
Hch 10, 40-41: Pero
Dios lo resucitó al tercer día e hizo que se apareciese no a todo el pueblo,
sino a los testigos designados de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y
bebimos con él después de resucitar de la muerte.
Se predicaría, en su
nombre la conversión para el perdón.
Mt 3, 2: Es lo que
había anunciado el profeta Isaías: Una voz clama en el desierto: Preparad el
camino al Señor, allanad su calzada.
Mt 28, 18-20: Me han
concedido plena autoridad en cielo y tierra. Por tanto, id a hacer discípulos
entre todos los pueblos, bautizadlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al
Espíritu Santo, y enseñando a cumplir cuanto os he mandado. Yo estaré con
vosotros siempre, hasta el fin del mundo.
Mc 16, 15-16: Id por
todo el mundo proclamando la buena noticia a toda la humanidad. Quien crea y se
bautice se salvará; quien no crea se condenará.
Empezando desde
Jerusalén.
Lc 2, 38: Se
presentó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a c
Ahora voy a enviar
sobre vosotros la Promesa del Padre.
Hch 1, 8: Pero
recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis
testigos míos en Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo.
Hch 1, 4: Estando
comiendo con ellos, les encargó que no se alejaran de Jerusalén, sino que
esperaran lo prometido por el Padre, lo que me habéis escuchado.
Hch 2, 33: Exaltado
a la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha
derramado. Es lo que estáis viendo y oyendo.
Ga 3, 14: Así la
bendición de Abrahán, por medio de Cristo Jesús se extiende a los paganos, para
que podamos recibir por la fe el Espíritu prometido.
Seáis revestidos de
poder desde lo alto.
Ef 1, 13: Por él,
también vosotros, al escuchar el mensaje de la verdad, la buena noticia de
vuestra salvación, creísteis en él y fuisteis sellados con el Espíritu Santo
prometido.
Los sacó hasta cerca
de Betania.
Mc 16, 19: El Señor
Jesús, después de hablar con ellos, fue llevado al cielo y se sentó a la
derecha de Dios.
Hch 1, 9: Dicho
esto, en su presencia se elevó, y una nube se lo quitó de la vista.
Hch 1, 12: Entonces
se volvieron a Jerusalén desde el monte de los Olivos, que dista de Jerusalén
tan solo un camino de sábado.
Mientras los
bendecía, se separó de ellos.
Lv 9, 22: Aarón,
alzando las manos sobre el pueblo, lo bendijo, y después de haber ofrecido el
sacrificio expiatorio, el holocausto y el sacrificio de comunión, bajó.
Si 50, 20: Bajaba, y
alzando las manos hacia la asamblea de Israel, pronunciaba la bendición del
Señor, honrándose con el nombre del Señor.
Después de postrarse
ante él.
Lc 9, 51: Cuando se
iba cumpliendo el tiempo de que se lo llevaran afrontó decidido el viaje hacia
Jerusalén.
Estaban siempre en
el templo alabando a Dios.
Lc 1, 14: Te llenará
de gozo y alegría y muchos se alegrarán de su nacimiento.
Lc 2, 20: Los
pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían
oído y visto; tal como se lo habían anunciado.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
24
46 Los
vv. 46-48 incluyen todos los temas de la predicación apostólica tal como
aparece en el libro de los Hechos: empleo de las Escrituras, predicación de la
conversión y del perdón, papel conferido a los Doce.
24
49 (a) Es decir: el Espíritu Santo.
24 49
(b) Jerusalén
es en Lc el punto de partida del mensaje de la salvación, el objetivo de la
misión de Jesús. Y será el centro de irradiación de la misión apostólica.
24
50 Los
vv. 50-53 son la conclusión del evangelio: el Resucitado bendice a los suyos,
que le adoran como su Señor y bendicen a Dios. El evangelio concluye en el
Templo, donde había empezado.
24
51 Omitido:
“y fue llevado al cielo”. Esta omisión pretende evitar la Ascensión el día
mismo de la Resurrección, que parece contradecir a la de Hch 1, 3.9, cuarenta
días después.
24
52 Omitido:
“después de postrarse ante él”.
24
53 Un
buen número de testigos subraya el carácter litúrgico del texto añadiendo.
“Amén”.
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión
crítica.
46-48
Está
aquí concentrada la predicación de los primeros evangelizadores, testigos de
Jesús, según nos la transmite Hechos, que es el segundo relato de Lucas. // EN
SU NOMBRE: basados en su nombre (=en él), que es garantía de “eficacia” según
el estilo de Dios. El final del v. 47 y el comienzo del v. 48 pueden leerse
también, con otra puntuación: “…. las naciones empezando a partir de Jerusalén.
Vosotros (sois) testigos…”.
49 LA PROMESA: lo
prometido, el Espíritu Santo prometido. FORTALEZA: o “fuerza”, “poder”, en los
textos de la Iglesia primitiva son términos y realidades frecuentemente
relacionadas con la persona y acción del Espíritu Santo (cf. 1, 35: “el
Espíritu Santo, es decir, el poder del Altísimo”). // ARRIBA: el cielo.
51 El final de Lc está
redactado como si todo hubiera sucedido el mismo día, casa en el mismo
instante; no solo por razones de brevedad y síntesis (los detalles quedan para
Hch 1, 3-11), sino porque la resurrección de Jesús, su exaltación a la derecha
del Padre, su reconocimiento como Señor por la Iglesia naciente, el envío del
Espíritu Santo, y la misión universal, son realidades teológicamente
inseparables. En concreto, la resurrección gloriosa es ya, esencialmente,
ascensión; si esta no “añadió” nada a la humanidad glorificada de Jesús, para
los discípulos, en cambio, sí fue un hecho nuevo, que puso fin a la etapa de la
comunicación de Cristo perceptible por los sentidos; y fue además una
revelación nueva sobre cuál era, a partir de entonces, la situación de su
Maestro.
52 CON GRAN ALEGRÍA:
cf. 1, 14. El primer relato de Lucas se cierra con la adoración de Jesús por
los suyos, que glorifican a Dios proclamando las “grandes obras del Poderoso”
(1, 49); superada la crisis de la pasión y muerte de Jesús, pueden sentirse
contentos por el triunfo de su Maestro y exclamar como Marcelo en De los
nombres de Cristo, al ver triunfante la avecilla perseguida por el ave de
presa: “… levantando al cielo los ojos, como entre dientes y con un suspiro
disimulado, dijo: Al fin, Jesús es Jesús” (fray Luis de León).
Notas
exegéticas de la Biblia Didajé.
24,
44-49 Al igual que hizo con los discípulos de Emaús, Cristo abrió la mente de
los Apóstoles al significado de la Escritura. Él les encargó continuar y
predicar el arrepentimiento y salvación a todas las personas pero les pidió que
esperaran a “la promesa de mi Padre”, el Espíritu Santo que él enviaría. Una
vez recibido el poder del Espíritu Santo, los discípulos de Cristo comenzarían
la tarea evangelizadora de la Iglesia o de difusión de la Buena Nueva a todos
los rincones del mundo. Cat. 108, 572, 627, 730, 981, 1118-1122.
24,
50-53 Al ascender al cielo en cuerpo y alma, su humanidad entró en la gloria
divina, también tendremos una participación de esa gloria en nuestra propia
resurrección al final de los tiempos. Cat. 659, 2451.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
108 Para que las
Escrituras no queden en letra muerta, es preciso que Cristo, Palabra eterna del
Dios vivo, por el Espíritu Santo, nos abra el espíritu a la inteligencia de las
mismas.
572 La Iglesia permanece
fiel a la interpretación de todas las Escrituras dada por Jesús mismo, tanto
antes como después de su Pascua. “¿No era necesario que Cristo padeciera eso y
entrara en su gloria?” (Lc 24, 26-27. 44-45). Los padecimientos de Jesús han tomado
una forma histórica concreta por el hecho de haber sido “reprobado por los
ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas” (Mc 8, 31), que lo “entregaron a
los gentiles, para burlarse de él, azotarle y crucificarle” (Mt 20, 19).
627 La Resurrección de
Jesús “al tercer día” (Lc 24, 46) era el signo de ello, también porque se
suponía que la corrupción se manifestaba a partir del cuarto día.
981 Cristo, después de
la Resurrección, envió a sus Apóstoles a predicar “en su nombre la conversión
de los pecados a todas las naciones” (Lc 24, 47). Este ministerio de
reconciliación no lo cumplieron los Apóstoles y sus sucesores anunciando
solamente a los hombres el perdón de Dios, merecido para nosotros por Cristo y
llamándoles a la conversión de la fe, sino comunicándoles también la remisión
de los pecados por el Bautismo y reconciliándolos con Dios y con la Iglesia
gracias al poder de las llaves recibido de Cristo.
1118
Los
sacramentos son de la Iglesia en el doble sentido de que existen por ella y
para ella. Existen por la Iglesia porque ella es el sacramento de la acción de
Cristo que actúa en ella gracias a la misión del Espíritu Santo. Y existen para
la Iglesia, porque ellos son sacramentos que constituyen la Iglesia, ya que
manifiestan y comunican a los hombres, sobre todo en la Eucaristía, el misterio
de la comunión del Dios Amor, uno en tres Personas.
659 El cuerpo de Cristo
fue glorificado desde el instante de su Resurrección como lo prueban las
propiedades nuevas y sobrenaturales, de las que desde entonces su cuerpo
disfruta para siempre. Pero durante los cuarenta días en los que él come y bebe
familiarmente con sus discípulos y les instruye sobre el Reino, su gloria aún
queda velada bajo los rasgos de la humanidad ordinaria. La última aparición de
Jesús termina con la entrada irreversible de su humanidad en la gloria
simbolizada por la nube. Solo de manera completamente excepcional y única, se
muestra a Pablo “como un abortivo” (1 Co 15, 8) en la última aparición que
constituye a este en apóstol.
665 La Ascensión de
Jesucristo marca la entrada definitiva de la humanidad en el dominio celestial
de Dios de donde ha de volver, aunque mientras tanto se esconde a los ojos de
los hombres.
666 Jesucristo, Cabeza
de la Iglesia, nos precede en el Reino glorioso del Padre para que nosotros,
miembros de su cuerpo, vivamos en la esperanza de estar un día con Él
eternamente.
667 Jesucristo, habiendo
entrado una vez por todas en el santuario del cielo, intercede sin cesar por
nosotros como el mediador que nos asegura permanentemente la efusión del
Espíritu Santo.
Concilio
Vaticano II.
Los envió, en primer
lugar, a los hijos de Israel, luego a todos los pueblos para que, participando
de su potestad, hicieran a todos los pueblos sus discípulos, los santificaran y
gobernaran (cf. Lc 24, 45-48) y así extendieran la Iglesia y la apacentaran con
su ministerio bajo la dirección del señor, todos los días hasta el fin del
mundo.
Lumen gentium, 19.
El Verbo de Dios,
por quien todo fue hecho, se hizo carne de modo que, siendo Hombre perfecto,
salvara a todos y recapitulara todas las cosas. El Señor es el fin de la
historia humana, el punto en el que convergen los deseos d ela historia y de la
civilización, centro del género humano, gozo de todos los corazones y plenitud
de todas sus aspiraciones. Él es Aquel a quien el Padre resucitó de entre los
muertos, exaltó y colocó a su derecha, constituyéndolo juez de vivos y muertos.
Vivificados y reunidos en su Espíritu, peregrinamos hacia la consumación de la
historia humana, que coincide plenamente con el designio de su amor: “Restaurar
en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra” (Ef 1, 10=.
Dice el mismo Señor:
“He aquí que vengo presto y conmigo mi recompensa para dar a cada uno según sus
obras. Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el
fin” (Ap 22, 12-13).
Gaudium et spes, 45-46.
Comentarios de los Santos Padres.
Se manifestó personalmente a los discípulos y les
prometió la Iglesia; a nosotros nos mostró la Iglesia y nos ordenó creer lo que
se refiere a Él.
Agustín, Sermón 229.
III, pg. 511.
Tenía que haber una
progresión: primero, que la sangre de Cristo fuera derramada por la redención
del mundo, después, que por su resurrección y ascensión se abriera la puerta
del cielo a los hombres, y finalmente que fueran enviados los que iban a predicar
a todos los pueblos del mundo la palabra de vida y administrar los sacramentos
de la fe con los que podrían salvarse y llegar a los gozos de la patria celeste
con la cooperación del mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo, que vive
y reina por los siglos de los siglos.
Beda, Homilías sobre
los Evangelios. III, pg. 511.
Así como Betania
representa a la Iglesia que obedece los mandamientos de Dios, así también el
monte de los Olivos representa con más razón la persona misma de nuestro
Redentor.
Beda, Homilías sobre
los Evangelios, 2. III, pg. 515.
Habiéndoles bendecido se
adelantó un poco y ascendió al cielo para sentarse junto al Padre, incluso con
la carne que había estado unida a Él. El verbo consagró para nosotros este
camino al encarnarse.
Cirilo de Alejandría. Comentario
al Ev. de Lucas, 24.
La ascensión de Cristo
constituye nuestra elevación, y el cuerpo tiene la esperanza de estar algún día
en donde le ha precedido su gloriosa Cabeza; por eso, con dignos sentimientos
de júbilo, alegrémonos y gocemos con piadosas acciones de gracias.
Hoy no solo henos sido
constituidos poseedores del paraíso, sino que con Cristo hemos ascendido a lo
más elevado de los cielos, consiguiendo una gracia más inefable por Cristo que
la que habíamos perdido por la envidia del diablo. Pues a los que el malvado
enemigo arrojó del paraíso, el Hijo de Dios, juntándolos consigo, los colocó a
la diestra de Dios Padre.
León Magno, Sermón,
73. III, pg. 506.
San Agustín
Tened en cuenta que los discípulos no solo vieron a Cristo después de su
resurrección, sino que también oyeron de su boca que, según la Escritura, así
tenía que suceder. Nosotros no hemos visto a Cristo presente en su carne, pero
escuchamos a diario las Escrituras, con las que también ellos fueron
fortalecidos.
Sermón 229.
I, pg. 611.
San Juan de Ávila
No sin causa dice San Lucas: Sedete in civitate, quodusque induamini virtute ex alto (Lc 24, 49). Por eso los que
quisieren ser buenos clérigos, tomen el agua dende el principio; y, si no
fueren tales, no los ordenen.
Plática a sacerdotes. I, pg. 856.
Porque ese negocio de predicar las buenas nuevas del Evangleio es muy
grande, mandó Jesucristo a sus discípulos: Íos a la ciudad de Hierusalem, y no salgáis de ahí a
predicar el evangelio hasta que yo os envíe una fortaleza de lo alto (cf. Lc 24, 49), que os haga
idóneos para predicarlo.
Sermón jueves de la Ascensión. III, pg. 228.
Dijo Cristo a sus apóstoles: Sentaos en la ciudad (Lc 24, 49).
-¿Pues para qué, Señor? ¿No iremos a predicar? ¿Qué hemos de hacer
sentados? ¿Qué nos falta?
Antes que venta este Consolador, antes que sople este viento del
Espíritu Santo, estamos sentados, estamos pesados, pesará mucho nuestra ánima,
todo se le hace dificultoso, todo le parece imposible, no le parece que hay camino
para el cielo, en todo halla estorbo y anda cargado con una arroba de plomo,
¡qué digo arroba!, como con cien quintales de plomo. ¿Cómo los huesos muertos
han de tener vida? ¿Cómo, estando secos, han de cubrirse de carne y resucitar?
Claro está que ellos de su parte, y solos por sí, que no podrán nada; pero
Dios, que todo lo puede, lo puede cubrir de carne, y dalles espíritu de vida, y
resucitarlos, y dalles movimiento y vida.
Sermón del domingo de Pentecostés. III, pg. 370.
Este es el Huésped dulce que sana la llaga que la ausencia de
Jesucristo hizo en los corazones de los que le amaban, hinchió el hoyo que la
ida de Él había hecho. Y si pudo consolar la tristeza causada por la ausencia
de Jesucristo, mejor podrá hacerla en ausencia de criatura, cuando de no verlas
tuviéramos pena. Este es el Padre cuidadoso de huérfanos, que los viste de
virtud de lo alto (cf. Lc 24, 49) y los abriga debajo de su manto, y los hace
entender que tienen Padre en el cielo, y que lo llaman osada y no soberbiamente
Padre. Renueva lo caído, alumbra lo oscuro, calienta lo frío , endereza lo
tuerto, alienta lo cansado y, dando cada día nuevas fuerzas, hace volar hasta
el monte de Dios.
Carta a una señora. IV, pg. 190.
Creo yo que, si fuésemos lo que debemos, no daríamos sueño a nuestros
ojos ni descanso a nuestras sienes hasta que hallásemos morada para el Señor,
pues tan desechado y alcanzado está de las que por tantos títulos son suyas. Mitat Dominus ignem sui
Spiritus de excelso ut erudiat nos (cf. Lamentaciones 1, 13), inflame ex alto
induatquie virtute 8cf. Lc 24, 49) ut eo confortante omnia possimus 8cf. Flp 4, 13). Amén (Envíe el señor desde lo
alto el fuego de su Espíritu, para que nos ilumine, nos inflame y nos colme de
valor y con su fuerza lo alcancemos todo).
Carta a un amigo suyo sacerdote. IV, pg. 670.
190, 675
San Oscar Romero.
Es tiempo, hermanos, de que nuestra fe, no la arrinconemos en
la vida privada, y luego vivamos en público como si no tuviéramos fe. Este
divorcio entre la fe y la vida práctica es uno de los grandes errores de
nuestros tiempos, dijo el Concilio. Y tan grande error que, en nombre de este
error, se llama a la Iglesia subversiva, porque precisamente quiere llevar al
cristiano a comprometer su fe con su vida concreta
Homilía. 22 de mayo de 1977.
León XIV. Regina Coeli. 25 de mayo
de 2025.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
Estoy
todavía en los inicios de mi ministerio entre ustedes y deseo agradecerles ante
todo el afecto que me están manifestando, al mismo tiempo les pido que me
sostengan con su oración y cercanía.
En
todo aquello a lo que el Señor nos llama, tanto en el camino de la vida como en el de la fe, nos sentimos a
veces insuficientes. Sin embargo, el Evangelio de este domingo (cf. Jn 14,23-29)
justamente nos dice que no debemos fijarnos en nuestras fuerzas, sino en la
misericordia del Señor que nos ha elegido, seguros de que el Espíritu Santo
nos guía y nos enseña todo.
A los
Apóstoles que, en la víspera de la muerte del Maestro, se encontraban turbados
desconcertados y afligidos, preguntándose cómo podrían ser continuadores y
testigos del Reino de Dios, Jesús les anuncia el don del Espíritu Santo, con
esta promesa maravillosa: «El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo
amará; iremos a él y habitaremos en él» (v. 23).
De este
modo, Jesús libera a los discípulos de toda angustia y preocupación y
puede decirles: «¡No se inquieten ni teman!» (v. 27). Si permanecemos en su
amor, en efecto, Él mismo hace morada en nosotros, nuestra vida se
convierte en templo de Dios, y ese amor nos ilumina, y va entrando en nuestra
forma de pensar y en nuestras decisiones, hasta alcanzar también a los demás,
iluminando todos los ámbitos de nuestra existencia.
Sí,
hermanos y hermanas, este morar de Dios en nosotros es precisamente el
don del Espíritu Santo, que quien nos toma de la mano y nos hace
experimentar, incluso en la vida cotidiana, la presencia y la cercanía
de Dios, convirtiéndonos en morada suya.
Es
hermoso que cuando al mirar a nuestro llamado, a las realidades y personas que
nos han sido confiadas, a los compromisos que llevamos adelante y a nuestro
servicio en la Iglesia, cada uno de nosotros pueda decir con confianza: aunque
soy frágil, el Señor no se avergüenza de mi humanidad, al contrario, viene a
habitar dentro de mí. Él me acompaña con su Espíritu, me ilumina y me
transforma en instrumento de su amor para los demás, para la sociedad y
para el mundo.
Queridos
amigos, sobre el fundamento de esta promesa, caminemos en la alegría de la fe,
para ser templo santo del Señor. Comprometámonos a llevar su amor a todas
partes, recordando que cada hermana y cada hermano es morada de Dios; y que
su presencia se revela especialmente en los pequeños, en los pobres y en
quienes sufren, y nos pide ser cristianos atentos y compasivos.
Encomendémonos
todos a la intercesión de María Santísima. Por obra del Espíritu, ella se
convirtió en la “Morada consagrada a Dios”. Junto con ella, también nosotros
podemos experimentar la alegría de acoger al Señor y ser signo e instrumento de
su amor.
León XIV. Catequesis - Ciclo de catequesis -
Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. II La vida de Jesús. Las
parábolas 6.«El
sembrador. Entonces él les habló extensamente por medio de
parábolas»(Mt 13).
Queridos
hermanos y hermanas:
Me
alegra darles la bienvenida en mi primera audiencia general. Hoy retomo el
ciclo de catequesis jubilares sobre el tema «Jesucristo, nuestra esperanza»,
iniciado por el Papa
Francisco.
Hoy
seguiremos meditando sobre las parábolas de Jesús, que nos ayudan a recuperar
la esperanza, porque nos muestran cómo obra Dios en la historia. Hoy me
gustaría detenerme en una parábola un poco particular, porque es una especie de
introducción a todas las parábolas. Me refiero a la del sembrador (cf. Mt 13,1-17).
En cierto sentido, en este relato podemos reconocer la forma de comunicarse
de Jesús, que tiene mucho que enseñarnos para el anuncio del Evangelio hoy.
Cada
parábola cuenta una historia tomada de la vida cotidiana, pero quiere decirnos
algo más, nos remite a un significado más profundo. La parábola suscita en
nosotros interrogantes, nos invita a no quedarnos en las apariencias. Ante
la historia que se cuenta o la imagen que se me presenta, puedo preguntarme: ¿dónde
estoy yo en esta historia? ¿Qué dice esta imagen a mi vida? El término
parábola proviene, de hecho, del verbo griego paraballein,
que significa lanzar delante. La parábola me lanza delante una palabra
que me provoca y me empuja a interrogarme.
La parábola
del sembrador habla precisamente de la dinámica de la palabra de Dios y
de los efectos que produce. De hecho, cada palabra del Evangelio es como
una semilla que se arroja al terreno de nuestra vida. Muchas veces Jesús
utiliza la imagen de la semilla, con diferentes significados. En el capítulo 13
del Evangelio de Mateo, la parábola del sembrador introduce una serie de
otras pequeñas parábolas, algunas de las cuales hablan precisamente de lo
que ocurre en el terreno: el trigo y la cizaña, el grano de mostaza, el
tesoro escondido en el campo. ¿Qué es, entonces, este terreno? Es nuestro
corazón, pero también es el mundo, la comunidad, la Iglesia. La
palabra de Dios, de hecho, fecunda y provoca toda realidad.
Al
principio, vemos a Jesús que sale de su casa; una gran multitud se reúne a su
alrededor (cf. Mt 13,1). Su palabra fascina y despierta la
curiosidad. Entre la gente hay, evidentemente, muchas situaciones diferentes.
La palabra de Jesús es para todos, pero actúa en cada uno de manera
diferente. Este contexto nos permite comprender mejor el sentido de la
parábola.
Un
sembrador, bastante original, sale a sembrar, pero no se preocupa de dónde cae
la semilla. La arroja incluso donde es improbable que dé fruto: en el camino,
entre las piedras, entre los espinos. Esta actitud sorprende a los oyentes y
los lleva a preguntarse: ¿por qué?
Estamos
acostumbrados a calcular las cosas —y a veces es necesario—, ¡pero esto no vale
en el amor! La forma en que este sembrador «derrochador» arroja la semilla
es una imagen de la forma en que Dios nos ama. Es cierto que el destino de
la semilla depende también de la forma en que la acoge el terreno y de la
situación en que se encuentra, pero ante todo, con esta parábola, Jesús nos
dice que Dios arroja la semilla de su palabra sobre todo tipo de terreno,
es decir, en cualquier situación en la que nos encontremos: a veces
somos más superficiales y distraídos, a veces nos dejamos llevar por el entusiasmo,
a veces estamos agobiados por las preocupaciones de la vida, pero
también hay momentos en los que estamos disponibles y acogedores. Dios
confía y espera que tarde o temprano la semilla florezca. Él nos ama así: no
espera a que seamos el mejor terreno, siempre nos da generosamente su palabra.
Quizás precisamente al ver que Él confía en nosotros, nazca en nosotros el
deseo de ser un terreno mejor. Esta es la esperanza, fundada sobre la roca
de la generosidad y la misericordia de Dios.
Al
contar cómo la semilla da fruto, Jesús también está hablando de su vida. Jesús
es la Palabra, es la Semilla. Y la semilla, para dar fruto, debe morir.
Entonces, esta parábola nos dice que Dios está dispuesto a «desperdiciarse»
por nosotros y que Jesús está dispuesto a morir para transformar nuestra
vida.
Tengo en
mente ese hermoso cuadro de Van Gogh: El sembrador al atardecer.
Esa imagen del sembrador bajo el sol abrasador me habla también del
esfuerzo del campesino. Y me llama la atención que, detrás del sembrador,
Van Gogh haya representado el trigo ya maduro. Me parece una imagen de
esperanza: de una forma u otra, la semilla ha dado fruto. No sabemos muy
bien cómo, pero es así. En el centro de la escena, sin embargo, no está el
sembrador, que está a un lado, sino que todo el cuadro está dominado por la
imagen del sol, tal vez para recordarnos que es Dios quien mueve la
historia, aunque a veces nos parezca ausente o lejano. Es el sol que
calienta la tierra y hace madurar la semilla. Queridos hermanos y hermanas, ¿en
qué situación de la vida nos alcanza hoy la palabra de Dios? Pidamos al
Señor la gracia de acoger siempre esta semilla que es su palabra. Y si nos
damos cuenta de que no somos terreno fértil, no nos desanimemos, sino pidámosle
que siga trabajando en nosotros para convertirnos en terreno mejor.
Francisco. Regina Coeli. 12 de
mayo de 2013.
Queridos
hermanos y hermanas:
Al
término de esta
celebración, deseo saludar a todos vosotros que habéis venido a rendir
homenaje a los nuevos santos, de modo particular a las delegaciones oficiales
de Italia, Colombia y México.
Que los
mártires de Otranto ayuden al querido pueblo italiano a mirar con esperanza al
futuro, confiando en la cercanía de Dios que nunca abandona, incluso en los
momentos difíciles.
Que por
intercesión de Madre Laura Montoya, el Señor conceda un nuevo impulso misionero
y evangelizador a la Iglesia, y que, inspirados en el ejemplo de concordia y
reconciliación de esta nueva santa, los amados hijos de Colombia continúen
trabajando por la paz y el justo desarrollo de su patria.
En las
manos de santa Guadalupe García Zavala ponemos a todos los pobres, los enfermos
y a cuantos los asisten, y encomendamos a su intercesión la noble nación
mexicana, para que, desterrada toda violencia e inseguridad, avance cada vez
más por el camino de la solidaridad y la convivencia fraterna.
Me
complace además recordar que ayer, en Roma, fue proclamado beato el sacerdote
Luigi Novarese, fundador del Centro Voluntarios del Sufrimiento y de los
Silenciosos Operarios de la Cruz. Me uno a la acción de gracias por este
sacerdote ejemplar, que supo renovar la pastoral de los enfermos haciendo de
ellos sujetos activos en la Iglesia.
Saludo a
los participantes en la «Marcha por la vida» que tuvo lugar esta mañana en Roma
e invito a mantener viva la atención de todos sobre el tema tan importante del
respeto por la vida humana desde el momento de su concepción. Al respecto, me
complace recordar también la recogida de firmas que se realiza hoy en muchas
parroquias italianas con el fin de sostener la iniciativa europea «Uno de
nosotros», para garantizar protección jurídica al embrión, tutelando a todo ser
humano desde el primer instante de su existencia. Un momento especial para
quienes prestan especial atención a la defensa de la sacralidad de la vida
humana será la «Jornada de la Evangelium
vitae», que tendrá lugar aquí, en el Vaticano, en el contexto del Año de la fe,
el 15 y 16 de junio próximo.
Saludo
con afecto a todos los grupos parroquiales, a las familias, las escuelas, los
jóvenes presentes. Con amor filial nos dirigimos a la Virgen María, madre y
modelo de todos los cristianos.
Francisco. Regina Coeli. 8 de mayo
de 2016.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, en
Italia y en otros países, se celebra la Ascensión de Jesús al cielo, acaecida
cuarenta días después de la Pascua. Contemplamos el misterio de Jesús que sale
de nuestro espacio terreno para entrar en la plenitud de la gloria de Dios,
llevando consigo nuestra humanidad. Es decir, nosotros, nuestra humanidad entra
por primera vez en el cielo. El Evangelio de Lucas nos muestra la reacción de
los discípulos ante el Señor que «se separó de ellos y fue llevado al cielo»
(24, 51). No hubo en ellos dolor y desconsuelo, sino que se postraron «ante
él, y se volvieron a Jerusalén con gran gozo» (v. 52). Es el regreso de
quien no teme ya a la ciudad que había rechazado al Maestro, que había
visto la traición de Judas y la negación de Pedro, había visto la dispersión de
los discípulos y la violencia de un poder que se sentía amenazado. A partir
de aquel día para los apóstoles y para todo discípulo de Cristo fue posible
habitar en Jerusalén y en todas las ciudades del mundo, también en las más
atormentadas por la injusticia y la violencia, porque sobre todas las
ciudades está el mismo cielo y cualquier habitante puede alzar la mirada con
esperanza. Jesús, Dios, es un hombre verdadero, con su cuerpo de hombre
está en el cielo. Y esta es nuestra esperanza, es nuestra ancla, y nosotros
estamos firmes en esta esperanza si miramos al cielo.
En este
cielo habita aquel Dios que se ha revelado tan cercano que llegó a asumir el
rostro de un hombre, Jesús de Nazaret. Él permanece para siempre el
Dios-con-nosotros —recordemos esto: Emmanuel, Dios con nosotros— y no nos deja
solos. Podemos mirar hacia lo alto para reconocer delante de nosotros nuestro
futuro. En la Ascensión de Jesús, el crucificado resucitado, está la promesa de
nuestra participación en la plenitud de vida junto a Dios.
Antes de
separarse de sus amigos, Jesús, refiriéndose al evento de su muerte y
resurrección, les había dicho: «Vosotros sois testigos de estas cosas» (v. 48).
Es decir, los discípulos son testigos de la muerte y de la resurrección de
Cristo, ese día, también de la Ascensión de Cristo. Y, en efecto, después de
haber visto a su Señor subir al cielo, los discípulos regresaron a la ciudad
como testigos que con gozo anuncian a todos la vida nueva que viene del
Crucificado resucitado, en cuyo nombre «se predicarán a todos los pueblos la
conversión y el perdón de los pecados» (v. 47). Este es el testimonio —hecho no
sólo de palabras sino también con la vida cotidiana—, el testimonio que cada
domingo debería salir de nuestras iglesias para entrar durante la semana en las
casas, en las oficinas, en la escuela, en los lugares de encuentro y de
diversión, en los hospitales, en las cárceles, en las casas para ancianos, en
los lugares llenos de inmigrantes, en las periferias de la ciudad... Este
testimonio nosotros debemos llevarlo cada semana: ¡Cristo está con nosotros;
Jesús subió al cielo, está con nosotros; Cristo está vivo!
Jesús
nos ha asegurado que en este anuncio y en este testimonio seremos «revestidos
de poder desde lo alto» (v. 49), es decir, con el poder del Espíritu Santo.
Aquí está el secreto de esta misión: la presencia entre nosotros del Señor
resucitado, que con el don del Espíritu continúa abriendo nuestra mente y
nuestro corazón, para anunciar su amor y su misericordia también en los
ambientes más refractarios de nuestras ciudades. Es el Espíritu Santo el
verdadero artífice del multiforme testimonio que la Iglesia y cada bautizado
ofrece al mundo. Por lo tanto, no podemos jamás descuidar el recogimiento en
la oración para alabar a Dios e invocar el don del Espíritu. En esta
semana, que nos lleva a la fiesta de Pentecostés, permanezcamos espiritualmente
en el Cenáculo, junto a la Virgen María, para acoger al Espíritu Santo. Lo
hacemos también ahora, en comunión con los fieles reunidos en el Santuario de
Pompeya para la tradicional súplica.
Francisco. Regina Coeli. 2 de junio
de 2019.
Queridos hermanos y hermanas:
Antes de concluir esta
Divina Liturgia, deseo saludaros una vez más a los que estáis aquí
presentes y a los que he encontrado durante estos días, asimismo agradezco a
todos la cordial acogida. Saludo respetuosamente al señor Presidente de la
República y a las demás autoridades, manifestándoles un sincero agradecimiento
por su fructuosa colaboración en la preparación y el desarrollo de mi visita.
Estoy agradecido a Su Beatitud el Patriarca Daniel, al Santo Sínodo, al clero y
a los fieles de la Iglesia Ortodoxa de Rumanía, que me han acogido fraternalmente.
Que el Señor bendiga esta antigua e ilustre Iglesia y la sostenga en su misión.
[Aplauso] Un fraterno aplauso a todos ellos.
Dirijo un saludo lleno de afecto y de gratitud a Su Beatitud el Cardenal
Lucian Mureşan. Saludo a los fieles de la Iglesia Católica, a los obispos,
sacerdotes, religiosos y a los fieles laicos de Bucarest y de Iaşi, así como a
los numerosos pelegrinos de şumuleu Ciuc. Doy gracias al Señor porque me ha
dado la posibilidad de rezar con vosotros y de animar vuestro empeño en la
evangelización y en el testimonio de la caridad. Aquí en Blaj, tierra
de martirio, libertad y misericordia, rindo homenaje a vosotros, hijos de la
Iglesia Greco-Católica, que desde hace tres siglos testimoniáis con ardor
apostólico vuestra fe.
Que la Virgen María haga extensiva su protección materna a todos los
ciudadanos de Rumanía que a lo largo de la historia han confiado siempre en su
intercesión. A ella os encomiendo a todos y le pido que os guíe en el camino de
la fe, para avanzar hacia un futuro de auténtico progreso y de paz, y para
contribuir en la construcción de una patria cada vez más justa, armoniosa y
fraterna.
Regina Caeli…
Francisco. Regina Coeli. 29 de mayo
de 2022.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy en Italia y en muchos países celebramos la Ascensión del Señor, es
decir, su regreso al Padre. En la Liturgia, el Evangelio según Lucas narra la
última aparición del Resucitado a los discípulos (cf. 24,46-53). La vida
terrenal de Jesús culmina precisamente con la Ascensión, que también profesamos
en el Credo: "Ha subido al cielo, está sentado a la derecha del
Padre". ¿Qué significa este acontecimiento? ¿Cómo debemos
entenderlo? Para responder a esta pregunta, detengámonos en dos acciones que
Jesús realiza antes de subir al cielo: primero anuncia el don del
Espíritu y luego bendice a los discípulos. Anuncia el
don del Espíritu y bendice.
En primer lugar, Jesús dice a sus amigos: "Les envío al que mi
Padre ha prometido" (v. 49). Está hablando del Espíritu Santo, el
Consolador, el que los acompañará, los guiará, los apoyará en su misión, los
defenderá en las batallas espirituales. Entonces comprendemos algo importante:
Jesús no abandona a los discípulos. Sube al cielo, pero no nos deja solos.
Por el contrario, precisamente al ascender al Padre asegura la efusión del
Espíritu Santo, de su Espíritu. En otra ocasión había dicho:
"Les conviene que me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a
ustedes" (Jn 16,7), es decir, el Espíritu. El amor de Jesús
por nosotros también se puede ver en esto: la suya es una presencia que no
quiere restringir nuestra libertad. Al contrario, nos hace un espacio,
porque el verdadero amor siempre genera una cercanía que no aplasta, no es
posesivo, es cercano, pero no posesivo; es más, el verdadero
amor nos hace protagonistas. Por eso, Cristo asegura: "Voy al Padre, y
serán revestidos de un poder de lo alto: les enviaré mi propio Espíritu, y con
su poder continuarán mi obra en el mundo" (cf. Lc 24,49).
Por eso, al subir al cielo, Jesús, en lugar de permanecer cerca de unos
pocos con su cuerpo, se hace cercano a todos con su Espíritu. El Espíritu
Santo hace presente a Jesús en nosotros, más allá de las barreras del tiempo y
del espacio, para que seamos sus testigos en el mundo.
Inmediatamente después —es la segunda acción— Cristo levanta las manos
y bendice a los apóstoles (cf. v. 50). Es un gesto
sacerdotal. Dios, desde los tiempos de Aarón, había confiado a los
sacerdotes la tarea de bendecir al pueblo (cf. Nm 6,26). El
Evangelio quiere decirnos que Jesús es el gran sacerdote de nuestra
vida. Jesús sube al Padre para interceder por nosotros,
para presentarle nuestra humanidad. Así, ante los ojos del
Padre, están y estarán siempre, con la humanidad de Jesús, nuestras vidas,
nuestras esperanzas, nuestras heridas. Así, al hacer su "éxodo" al
Cielo, Cristo "nos abre camino", va a preparar un lugar para nosotros
y, desde ahora, intercede por nosotros, para que siempre estemos acompañados
y bendecidos por el Padre.
Hermanos y hermanas, pensemos hoy en el don del Espíritu que hemos
recibido de Jesús para ser testigos del Evangelio. Preguntémonos si
realmente lo somos; y también si somos capaces de amar a los demás,
dejándolos libres y dejándoles espacio. Y luego: ¿sabemos hacernos
intercesores por los demás, es decir, sabemos rezar por ellos y bendecir sus
vidas? ¿O servimos a los demás por nuestros propios intereses? Aprendamos
esto: la oración de intercesión, interceder por las esperanzas y los
sufrimientos del mundo, interceder por la paz. Y bendigamos con la mirada y las
palabras a quienes encontramos cada día.
Ahora recemos a la Virgen, la bendita entre las mujeres, que, llena del
Espíritu Santo, siempre reza e intercede por nosotros.
Benedicto XVI. Regina Coeli. 20 de
mayo de 2007.
Queridos hermanos y hermanas:
Ante todo deseo renovar mi agradecimiento al Señor por el viaje
apostólico a Brasil, que realicé del 9 al 14 de este mes; al mismo tiempo,
doy las gracias a todos los que me acompañaron con su oración. Como sabéis, el
motivo de mi visita pastoral fue la inauguración de la V Conferencia general
del Episcopado latinoamericano y del Caribe. Pero antes de ese gran
acontecimiento eclesial, me encontré con la comunidad católica brasileña.
Muchos fieles acudieron, con esa ocasión, a la metrópoli de São Paulo,
especialmente para la canonización del primer beato nativo de Brasil:
fray Antonio de Santa Ana Galvão. Hablaré más ampliamente de este viaje el
miércoles próximo, durante la audiencia general. Mientras tanto, os invito a
seguir rezando por la Conferencia que se está celebrando en Aparecida y por el
camino del pueblo de Dios que vive en América Latina.
Un motivo ulterior de reflexión y de oración nos lo brinda hoy la
celebración anual de la Jornada mundial de las comunicaciones sociales, cuyo
tema es: «Los
niños y los medios de comunicación: un desafío para la educación». Los
desafíos educativos del mundo actual a menudo están relacionados con la
influencia de los medios de comunicación social, que compiten con la escuela,
con la Iglesia e, incluso, con la familia.
En este contexto, es esencial una adecuada formación en el uso correcto
de esos medios: los padres, los maestros y la comunidad eclesial
están llamados a colaborar para educar a los niños y a los muchachos a saber
seleccionar y a formar una actitud crítica, cultivando el gusto por lo que
es estética y moralmente válido. Pero también los medios de comunicación
deben contribuir a este compromiso educativo, promoviendo la dignidad de la
persona humana, el matrimonio y la familia, las conquistas y las metas de la
civilización.
Los programas que inculcan violencia y comportamientos antisociales o
vulgarizan la sexualidad humana son inaceptables, mucho más si se proponen a los
menores. Por tanto, renuevo mi llamamiento a los responsables de la industria
de los medios de comunicación y a los agentes de la comunicación social, para
que salvaguarden el bien común, respeten la verdad y protejan la dignidad de
la persona y de la familia.
Queridos hermanos y hermanas, en algunos países se celebra hoy la
solemnidad de la Ascensión del Señor, que la liturgia recordó el jueves pasado.
Jesús resucitado vuelve al Padre, así nos abre el camino a la vida eterna y
hace posible el don del Espíritu Santo. Como entonces los Apóstoles,
también nosotros, después de la Ascensión, nos recogemos en oración para
invocar la efusión del Espíritu, en unión espiritual con la Virgen María
(cf. Hch 1, 12-14). Que su intercesión obtenga para toda la
Iglesia un renovado Pentecostés.
Benedicto XVI. Regina Coeli. 16 de
mayo de 2010.
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy en Italia y otros países se celebra la
Ascensión de Jesús al cielo, que tuvo lugar cuarenta días después de la Pascua.
Este domingo celebramos, además, la Jornada mundial de las comunicaciones
sociales, sobre el tema: «El sacerdote y la pastoral en el mundo digital: los
nuevos medios de comunicación al servicio de la Palabra». En la liturgia se
narra el episodio de la última vez que el Señor Jesús se separó de sus
discípulos (cf. Lc 24, 50-51; Hch 1, 2.9); pero no se
trata de un abandono, porque él permanece para siempre con ellos —con nosotros—
de una forma nueva. San Bernardo de Claraval explica que la Ascensión de
Jesús al cielo se realiza en tres grados: «El primero es la gloria de la resurrección;
el segundo, el poder de juzgar; y el tercero, sentarse a la derecha
del Padre» (Sermo de Ascensione Domini, 60, 2: Sancti Bernardi Opera,
t. VI, 1, 291, 20-21). Inmediatamente antes de este acontecimiento tuvo lugar la
bendición de los discípulos, que los preparó a recibir el don del
Espíritu Santo, para que la salvación fuera proclamada en todas partes.
Jesús mismo les dijo: «Vosotros sois testigos de estas cosas. Mirad, yo voy a
enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre» (Lc 24, 48-49).
El Señor atrae la mirada de los
Apóstoles —nuestra mirada— hacia el cielo para indicarles cómo recorrer el
camino del bien durante la vida terrena. Sin embargo, él permanece en la trama de la historia
humana, está cerca de cada uno de nosotros y guía nuestro camino cristiano:
acompaña a los perseguidos a causa de la fe, está en el corazón de los
marginados, se halla presente en aquellos a los que se niega el derecho a la
vida. Podemos escuchar, ver y tocar al Señor Jesús en la Iglesia,
especialmente mediante la palabra y los sacramentos. A este propósito, exhorto
a los muchachos y jóvenes que en este tiempo pascual reciben el sacramento de
la Confirmación a permanecer fieles a la Palabra de Dios y a la doctrina que
han aprendido, como también a acercarse asiduamente a la Confesión y a la
Eucaristía, conscientes de haber sido elegidos y constituidos para testimoniar
la Verdad. Renuevo también mi invitación especial a los hermanos en el
sacerdocio a que «con su vida y sus obras, se distingan por un vigoroso
testimonio evangélico» (Carta
de convocatoria del Año sacerdotal) y sepan utilizar con sabiduría
también los medios de comunicación, para dar a conocer la vida de la Iglesia y
ayudar a los hombres de hoy a descubrir el rostro de Cristo (cf. Mensaje
para la 44ª Jornada mundial de las comunicaciones sociales, 24 de enero de
2010).
Queridos hermanos y hermanas, el Señor, al
abrirnos el camino del cielo, nos permite saborear ya en esta tierra la vida
divina. Un autor ruso del siglo XX, en su testamento espiritual, escribió:
«Observad más a menudo las estrellas. Cuando tengáis un peso en el alma,
mirad las estrellas o el azul del cielo. Cuando os sintáis tristes, cuando
os ofendan, … deteneos a mirar el cielo. Así vuestra alma encontrará la paz»
(N. Valentini - L. Žák (ed.), Pavel A. Florenskij. Non dimenticatemi. Le
lettere dal gulag del grande matematico, filosofo e sacerdote russo, Milán
2000, p. 418). Doy gracias a la Virgen María, a quien en los días pasados pude
venerar en el santuario de Fátima, por su materna protección durante la
intensa peregrinación
a Portugal. A ella, que vela por los testigos de su Hijo amado,
dirigimos con confianza nuestra oración.
PENTECOSTÉS.
Monición de entrada.-
Hoy es el domingo de los cincuenta
días después del día de pascua.
Es la fiesta del Espíritu Santo.
Es el que nos hace ver a Jesús en la
misa, los sacramentos y los demás.
Señor ten piedad.-
Tú que nos diste el
Espíritu de amabilidad. Señor, ten piedad.
Tú que nos diste el
Espíritu de bondad. Cristo ten piedad.
Tú que nos diste el Espíritu de alegría. Señor,
ten piedad.
Peticiones.-
Por el
papa León para que el Espíritu Santo le ilumine. Te lo pedimos, Señor.
Por los
que no conocen a Jesús, para que el Espíritu Santo haga que le sientan cerca. Te
lo pedimos, Señor.
Por los
niños de Primera Comunión para que hagamos caso a lo que Jesús nos dice. Te lo
pedimos, Señor.
Por las
chicas y los chicos que recibirán en la confirmación el Espíritu Santo, para
que le reciban con todo el corazón. Te lo pedimos, Señor.
Por todos
nosotros, para que venga el Espíritu Santo a nuestro corazón. Te lo pedimos,
Señor.
Acción de gracias.-
Virgen María. Tú eres la mujer llena del
Espíritu Santo porque abriste tu corazón del todo. Te damos gracias por él,
porque nos ayuda a ser niños alegres que ayudan a los mayores.
BIBLIOGRAFÍA.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal
Española. BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Biblia
del Peregrino. Edición de Luis Alonso Schökel. EGA-Mensajero.
Bilbao. 1995.
Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego
de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.
Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia
Católica. BAC. Madrid. 2016.
Secretariado Nacional de Liturgia. Libro de
la Sede. Primera
edición: 1983. Coeditores Litúrgicos. Barcelona. 2004.
Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios
de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio
Agustiniano. Valladolid. 1986.
Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por
los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 2. Evangelio según san Marcos. Ciudad
Nueva. Madrid. 2009.
San Juan de Ávila. Obras Completas i. Audi, filia – Pláticas –
Tratados. BAC. Madrid. 2015.
San Juan
de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma –
Tratados y escritos menores. BAC.
Madrid. 2013.
San Juan de Ávila. Obras Completas III.
Sermones. BAC. Madrid. 2015.
San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.
http://www.vatican.va/content/vatican/es.htmlTrinidad. Reza el Padrenuestro mirándolo.
[1] Teofanía: 1.
Manifestación de la divinidad de Dios. www.rae.es
[2] Parusía: 1.
Advenimiento glorioso de Jesucristo al fin de los tiempos. Ib.
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