Lectura del libro de los Proverbios 8,
22-31
Esto dice la Sabiduría de Dios:
El Señor me creó al principio, de sus tareas, al comienzo de sus
obras antiquísimas. En un tiempo remoto fui formada, antes de que la tierra
existiera. Antes de los abismos fui engendrada, antes de los manantiales de las
aguas. Aún no estaban aplomados los montes, antes de las montañas fui
engendrada. No había hecho aún la tierra y la hierba, ni los primeros terrones
del orbe. Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda
sobre la faz del abismo; cuando sujetaba las nubes en la altura, y fijaba las
fuentes abismales; cuando ponía un límite al mar, cuyas aguas no traspasan su
mandato; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como
arquitecto, y día tras día lo alegraba, todo el tiempo jugaba en su presencia:
jugaba con la bola de la tierra, y mis delicias están con los hijos de los
hombres.
Textos
paralelos.
Jn 1, 1-3: Al principio ya
existía la Palabra y la Palabra se dirigía a Dios y la Palabra era Dios. Esta al
principio se dirigía a Dios. Todo existió por medio de ella y sin ella nada
existió de cuanto existe.
Yahvé me creó, primicia
de su actividad.
Si 1, 4: Antes que todo fue
creada la sabiduría, la inteligencia y la prudencia antes de los siglos.
Si 1, 9: El Señor en persona la
creó, la conoció y la midió, la derramó sobre todas sus obras.
Si 24, 8: Entonces el creador
del universo me ordenó, el que me creó estableció mi residencia. Reside en
Jacob, sea Israel su heredad.
Si 24, 9: Desde el principio,
antes de los siglos me creó, y no cesaré jamás.
Fui engendrada cuando no
existían océanos.
Jn 1, 1: Al principio ya
existía la Palabra y la Palabra se dirigía a Dios y la Palabra era Dios.
Cuando colocaba los
cielos, allí estaba yo.
Gn 1, 6: Y dijo Dios: Que
exista una bóveda entre las aguas, que separe aguas de aguas.
Cuando trazaba la bóveda.
Jb 28, 23-27: Solo Dios sabe su
camino, solo él conoce su yacimiento, pues él contempla los límites del orbe y
ve cuanto hay bajo el cielo. Cuando señaló su peso al viento y definió la
medida de las aguas, cuando impuso su ley a la lluvia y su ruta al relámpago y
al trueno, entonces la observó y la calculó, la escrutó y la asentó. Y dijo al
hombre: “Respetar al Señor es sabiduría, apartarse del mal es prudencia”.
Cuando sujetaba las nubes
en lo alto.
Sb 9, 9: Contigo está la
sabiduría, que conoce tus obras, a tu lado estaba cuando hiciste el mundo; ella
sabe lo que a ti te agrada, lo que responde a tus mandamientos.
Cuando marcaba límite al
mar.
Jb 38, 8-11: ¿Quién cerró el
mar con una puerta cuando salía impetuoso del seno materno, cuando le puse
nubes por mantillas y niebla por pañales, cuando le impuso un límite con
puertas y cerrojos y le dije: “Hasta aquí llegarás y no pasarás, aquí cesará la
arrogancia de tus olas”?
Para que las aguas no
desbordaran sus orillas.
Sal 104, 7-9: Pero a tu bramido
huyeron, al fragor de tu trueno se precipitaron, mientras subían los montes y
bajaban los valles, cada cual al puesto asignado. Trazaste una frontera
infranqueable, para que no vuelvan a cubrir la tierra.
Compartiendo mi alegría
con los humanos.
Sb 1, 6: La sabiduría es un
espíritu amigo de los hombres que no deja impune al deslenguado; Dios penetra
sus entrañas, vigila puntualmente su corazón y escucha lo que dice su lengua.
Notas
exegéticas.
8 22 (a) La idea de una sabiduría
personificada, simple artificio literario en Pr 14, 1, se desarrolló en Israel
a partir del Destierro, cuando el politeísmo dejó de ser una amenaza para la
verdadera religión. Aunque en Jb 28 y Ba 3, 9 -4, la sabiduría aparece com una
cosa, un bien deseable , exterior a Dios y al hombre, en Pr 1, se nos presenta
como una persona. Aquí, ella misma revela su origen (creada antes de toda
criatura), así como la parte activa que toma en la creación y el papel que
desempeña ante los hombres, para llevarlos a Dios. Ben Sirá desarrollará esta
doctrina: Sirá recuerda a Jb 28, pero Si 4 y sobre todo 24 son prolongación de
Pr 8. No obstante, en todos estos textos en que la sabiduría aparece
personificada como en otros pasajes la Palabra o Espíritu, es difícil distinguir
lo que hay de artificio poético, de expresión de viejas concepciones religiosas
o de intuición de nuevas revelaciones. Finalmente Sb 7 da la impresión de que
la sabiduría, emanación pura de la gloria del Omnipotente, participa de la
naturaleza divina, pero los términos abstractos que la describen convienen a un
atributo divino tanto como a una hipóstasis distinta. – La doctrina de la
Sabiduría, así elaborada en el AT, será recogida por el NT, donde realizará un
nuevo y decisivo progreso al aplicarse a la persona de Cristo. Jesús es
designado como Sabiduría y sabiduría de Dios (Mt 11, 19; 1 Co 1, 24-30);
Cristo, al igual que la Sabiduría, participa en la creación y conservación del
mundo, en la protección de Israel. Finalmente el prólogo de Jn atribuye al
Verbo rasgos de la Sabiduría creadora, y todo el evangelio joánico presenta a
Cristo como la Sabiduría de Dios. Así se explica que la tradición cristiana,
desde San Justino, haya reconocido a Cristo en la Sabiduría del AT. Por
acomodación, la liturgia ha aplicado Pr a la Virgen, colaboradora del Redentor,
como la sabiduría lo es del Creador.
8 22 (b) Griego, Sirio, Targum,
traducen el verbo (qanani) por “me creó”. La traducción “me adquirió” o
“me poseyó” (Áquila, Simaco, Teodoción) fue recogida por san Jerónimo
(Vulgata), sin duda para combatir el error de Arrio, que consideraba como
criatura al Verbo (identificado con la Sabiduría). La fórmula “primicia de su
actividad” (o “de sus caminos”, si seguimos a las versiones; es decir,
“primicia de sus obras”) debe relacionarse con el título de “Primogénito de
toda la creación” que san Pablo da a Cristo, Col 1, 16, o el de “Principio de
las criaturas de Dios”, Ap 3, 14.
8 23 Según el sentido del verbo nasak
atestiguado por Sal 2, 6. Algunos prefieren el sentido habitual de
“vaciar”, “modelar” (un objeto de metal). Otros corrigen, para derivar esta
palabra a la raíz sakak, y traducen “estuve oculta” o “apartada”.
8 24 Los “océanos” o los “abismos”.
Se trata del abismo líquido sobre el que reposa a la vez el círculo de la
tierra y la bóveda del cielo.
8 26 Elementos primarios y
fragmentos de los que estaba hecho el mundo, según el pensamiento antiguo.
También en acádico son designados como “polvo”. La expresión recuerda los
“elementos del mundo” de Ga 4, 3, que para Pablo se oponen al Cristo
trascendente (Col 2, 8-20). Es difícil saber cuáles eran los términos semíticos
subyacentes a los que utilizó Pablo en los dos textos citados.
8 27 Sb 9 9 retoma la idea de la
presencia de la Sabiduría en la actividad creadora. El horizonte parece
obstaculizar la invasión de las aguas abisales. La expresión hebrea haq hwg (“trazar
la bóveda”, lit. “trazar un círculo”) indica que esta bóveda ha sido
“diseñada”, más exactamente “grabada”.
8 30 Término raro en hebreo (amón)
que, con ligeras correcciones, puede referirse tanto al artesano (y, por
extensión “oficial” o “aprendiz”), como al “artista” u “orfebre”, como al “ayo”
o a la “nodriza”. Algunos leen ‘amûn, “niño de pecho” o “hijo querido”.
No falta quien refiere el término al Creador: “yo estaba junto a él, el
Artesano…” (lectura que, en correspondencia dinámica, también justifica nuestra
opción por “aprendí”).
8 31 Encontramos una idea análoga en
Ba 3 y en Si 24, pero como exclusividad de Israel, morada por excelencia de la
Sabiduría-Torá. Un rasgo más universalista en Sb 1, 6, donde la Sabiduría es
identificada con la permanencia del Espíritu de Dios entre los humanos. Aquí
estamos ante un contexto similar. Podemos decir que esos textos expresan una
doble visión, del vínculo establecido por la Sabiduría entre Dios y los
hombres: como Ley (Baruc y Sirá) y como elemento participativo en la actividad
divina (Pr 8 y Sb 7).
Salmo
responsorial
Salmo 8, 4-5.6-7.8-9
¡Señor,
Dios nuestro,
que
admirable es tu nombre en toda la tierra! R/.
Cuando
contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la
luna y las estrellas que has creado.
¿Qué
es el hombre para que te acuerdes de él,
el
ser humano, para mirar por él? R/.
Lo
hiciste poco inferior a los ángeles,
lo
coronaste de gloria y dignidad;
le
diste el mando sobre las obras de tus manos.
Todo
lo sometiste bajo sus pies. R/.
Rebaños
de ovejas y toros,
y
hasta las bestias del campo,
las
aves del cielo, los peces del mar
que
trazan sendas por el mar. R/.
Textos
paralelos.
Cuando veo tu cielo.
Sal 144, 3: Señor, ¿qué es el
hombre para que te fijes en él, el ser humano para que lo tengas en cuenta?
¿Qué es el hombre?
Jb 7, 17-18: ¿Qué es el hombre
para que le des importancia, para que te ocupes de él, para que le pases
revista por la mañana y lo examines a cada momento?
El hijo de Adán.
Hb 2, 6-9: Como atestigua
alguien cuando dice: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él o el ser
humano para que te ocupes de él? Lo hiciste poco menos que los ángeles, lo
coronaste de gloria y honor, todo lo sometiste bajo sus pies. Al someterle
todo, n deja nada sin someter. Pues bien, ahora no vemos aún que todo está
sometido. Vemos, en cambio a Jesús, que por la pasión y muerte fue algo
inferior a los ángeles, coronado de gloria y honor. Así, por gracia de Dios,
padeció la muerte por todos.
Apenas inferior a un
dios.
Gn 1, 26: Y dijo Dios: Hagamos
al hombre a nuestra imagen y semejanza: que ellos dominen el mar, las aves del
cielo, los animales domésticos y todos los reptiles.
Si 17, 1-4: El Señor formó al
hombre de tierra y le hizo volver de nuevo a ella; le concedió un plazo de días
contados y le dio dominio sobre la tierra; lo revistió de un poder como el suyo
y lo hizo a su propia imagen; impuso su temor a todo viviente, para que
dominara a bestias y aves.
Sab 2, 23: Dios creó al hombre
para la inmortalidad y lo hizo imagen de su propio ser.
1 Co 15, 27: Todo lo ha
sometido bajo sus pies: al decir que todo le está sometido, es evidente que se
excluye aquel que se le somete.
Ef 1, 22: Todo lo ha sometido
bajo sus pies, lo ha nombrado cabeza suprema de la Iglesia.
Notas
exegéticas.
8 6 El autor piensa en los seres
misteriosos que componen la corte de Yahvé, los ángeles del griego y de la
Vulgata.
Segunda
lectura.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 1-5.
Hermanos:
Habiendo sido justificados en virtud de la fe, estamos en paz con
Dios, por emdio de nuestro Señor Jesucristo, por el cual hemos obtenido además
por la fe el acceso a esta gracia, en la cual nos encontramos; y nos gloriamos
en la esperanza de la gloria de Dios. Más aún, nos gloriamos incluso en las
tribulaciones, sabiendo que una tribulación produce paciencia, la paciencia,
virtud probada, la virtud probada, esperanza, y la esperanza no defrauda,
porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu
Santo que se nos ha dado.
Textos
paralelos.
Nos gloriamos en esperanza.
Rm 3, 27: ¿Dónde, pues, queda
el orgullo? Queda excluido, ¿Por qué ley?, ¿de las obras? Nada de eso, por la
ley de la fe.
Rm 3, 23: Por la fe en Jesús
como Mesías; válida sin distinción para cuantos creen.
2 Co 12, 9-10: Y me contestó:
te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad. Así que muy a gusto
presumiré de mis debilidades, para que se aloje en mí el poder de Cristo. Por
eso estoy contento con las debilidades, insolencias, necesidades, persecuciones
y angustias por Cristo. Pues cuando soy débil, entonces soy fuerte.
St 1, 2-4: Hermanos míos,
cuando pasáis por pruebas variadas, tenedlo por grande dicha, pues sabéis que,
al probarse la fe, produce paciencia, la paciencia hace perfecta la tarea, y
así seréis perfectos y cabales, sin mengua alguna.
1 P 4, 13-14: Alegraos, más
bien, de compartir los sufrimientos de Cristo, y así, cuando se revele su
gloria, vuestro gozo estará colmado. Si os insultan por ser cristianos,
dichosos vosotros, porque el Espíritu de Dios y su gloria reposa en vosotros.
Ap 1, 9: Yo Juan, hermano
vuestro, compañero vuestro en la pena y el reinado y la paciencia por Jesús, me
encontraba en la isla de Patmos a causa de la palabra de Dios y el testimonio
de Jesús.
La paciencia, virtud
probada.
1 Co 13, 13: Ahora nos quedan
la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande de todas es el amor.
El espíritu Santo que nos
ha sido dado.
Rm 8, 14-16: Cuantos se dejan
llevar del Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y no habéis recibido un espíritu
de esclavos, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos que nos permite
clamar Abba, Padre. El Espíritu atestigua nuestro a nuestro espíritu que somos
hijos de Dios.
Ga 4, 4-6: Pero cuando se
cumplió el plazo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley,
para que rescatase a los súbditos de la ley y nosotros recibiéramos la
condición de hijos. Y como sois hijos, Dios infundió en vuestro corazón el
Espíritu de su Hijo que clama Abba Padre.
Notas
exegéticas.
5 Tema de la segunda parte, 5-8:
el cristiano justificado halla en el amor de Dios y el don del Espíritu la
garantía de su salvación. Los vv. 1-11, introducción a la sección Rm 5-8, se
orientan al futuro, mientras que los vv. 12-21 se vuelven al pasado para
subrayar en contraposición a la figura de Adán, el papel único de Cristo, por
quien toda gracia nos ha sido dada en plenitud.
5 1 Var.: “estemos”. Esta lectura
se aviene mal con el contexto. Pablo no quiere tanto exhortar a los creyentes a
buscar la paz, cuanto hacerles tomar conciencia de que la paz les es concedida
ahora en Jesucristo. La paz es el gran bien mesiánico y no una simple
disposición del alma.
5 2 (a) El favor de vivir en la amistad
divina, el estado de gracia.
5 2 (b) La esperanza cristiana es
espera de los bienes escatológicos: la resurrección del cuerpo, la herencia de
los santos, la vida eterna, en una palabra, la salvación, propia y de los
demás. Designa primero la virtud que espera esos bienes, pero puede a veces
significar esos mismos bienes celestes. Confiada antes a Israel, con exclusión
de los paganos, preparaba en él una mejor esperanza, que hoy se ofrece aun a
los paganos en el misterio de Cristo. Se funda en Dios, en su amor, en su
llamada, en su poder y en su fidelidad, en mantener sus promesas formuladas en
las Escrituras y en el Evangelio y realizadas en la persona de Cristo. No puede
por lo mismo fallar. Dirigida esencialmente hacia bienes invisibles se apoya en
la fe y se nutre de la caridad, las otras dos virtudes teologales con las que
mantiene estrecha unión. El Espíritu Santo, el don escatológico por excelencia
poseído ya parcialmente es su fuente privilegiada que la ilumina, la fortalece,
le hace orar. Y realiza por ella la unidad del Cuerpo fundada en la
justificación por la fe en Cristo; ofrece plena seguridad, consuelo, alegría y
ufanía, no se deja abatir por los sufrimientos del presente, que cuentan poco
en comparación de la gloria prometida, sino que por el contrario los soporta
con una paciencia que la purifica y la afianza.
5 3 En el AT esta palabra designa,
sobre todo, los infortunios del pueblo y de la gente religiosa. Así, en los
Salmos describe las desgracias del justo. En el judaísmo, las tribulaciones son
una señal del final de los tiempos (la era mesiánica solo se instaura tras los
dolores de parto), al que está por venir. Para los cristianos ya ha llegado: la
era escatológica ya está aquí. En el NT (especialmente en Pablo) el término en
cuestión (thlipsis) juega un importante papel. La
condición de los fieles, y sobre todo de los apóstoles, es conocer la
tribulación. Es incluso una condición a la que no pueden escapar los misioneros
y los fieles. A la tribulación se vincula, en el NT, una nota escatológica
perceptible en varios textos (Mt 24). Pablo quiere decir que el creyente no
debe poner su orgullo ni en las tribulaciones consideradas en ´si mismas ni en
los esfuerzos que haría por superarlas; pone toda su confianza en la gracia de
Dios, que se despliega precisamente en la debilidad de la persona.
5 5 (a) El amor con que Dios nos ama, y
del que el Espíritu Santo es prenda y, por su presencia activa en nosotros,
testigo. Por él nos dirigimos a Dios como un hijo a su Padre: el amor es
recíproco. Por él también amamos a nuestros hermanos con el mismo amor con que
el Padre ama al Hijo y a nosotros.
5 5 (b) El Espíritu Santo de la promesa
que caracteriza la nueva alianza no es solamente una manifestación exterior de
poder taumatúrgico y carismático: es sobre todo un principio interior de vida
nueva que Dios da, envía, suministra, derrama. Recibido por la fe y el bautismo
habita en el cristiano, en su espíritu y aun en su cuerpo. Este Espíritu, que
es el Espíritu de Cristo, hace hijo de Dios al cristiano y hace habitar a
Cristo en su corazón. Es para el cristiano (como para el mismo Cristo)
principio de resurrección, por un don escatológico, que desde ahora le marca
como con sello y se encuentra en él a título de arras y primicias. Sustituyendo
al principio malo de la carne se hace en el hombre principio de fe, de
conocimiento sobrenatural, de santificación, de conducta moral, de intrepidez
apostólica, de esperanza y de oración. No hay que extinguirlo, ni contristarlo.
Uniéndonos con Cristo realiza la unidad de su cuerpo.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 16, 12-15.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con
ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la
verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye
y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de lo
mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho
que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará.
Textos
paralelos.
El Espíritu de la verdad.
Jn 14, 16: Yo pediré al Padre
que os envíe otro Valedor que esté con vosotros siempre.
Os guiará hasta la verdad
completa.
Sal 25, 5: Encamíname con tu fidelidad,
enséñame, pues tú eres mi Dios salvador. En ti espero todo el día, por tu
bondad, Señor.
Sal 86, 11: Enséñame, Señor, tu
camino, para que lo siga con fidelidad; unifica mi corazón en el respeto de tu
nombre.
Todo lo que tiene el
Padre es mío.
Jn 17, 10: Todo lo mío es tuyo
y lo tuyo es mío: en ellos se revela mi gloria.
Lc 15, 31: Le contestó: Hijo, tú
estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo.
Notas exegéticas Biblia de Jerusalén
16 12 Lit. “no lo podéis llevar”. El
verbo en cuestión (bastádso) es utilizado con frecuencia en el contexto de la Pasión y sugiere que
los discípulos tendrán todavía que llegar a comprender (y a participar en) la
muerte y glorificación de Jesús, en virtud del don del Espíritu.
16 13 (a) Variante: “él os introducirá en
la verdad completa”.
16 13 (b) Os “explicará”, como en 4, 25 y
en la línea de los vv. 8-11. “Lo que ha de venir” son los acontecimientos que
van a desencadenarse hasta la muerte de Cristo. El Espíritu hará comprender que
la elevación de Cristo en la cruz será también su elevación a la gloria. En
este sentido, él dará gloria a Cristo. Juan atribuye al Espíritu lo que Lucas
dice de Cristo resucitado.
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión
crítica.
12 NO TENÉIS FUERZAS:
lit. no podéis cargar; no sois capaces de soportar (e.d. de entender).
15 Actividad del
Espíritu en la Iglesia, prolongando la presencia de Jesús; el Espíritu Santo,
como principio y garantía de la tradición eclesiástica. // EN… LA VERDAD TOTAL: algunos
manuscritos leen hacia la verdad total. // OS INDICARÁ LO VENIDERO: os
dará el sentido profundo de los acontecimientos que sobrevengan. // TOMARÁ DE
LO MÍO…: lo que Jesús llama mío es también, como dice a continuación, de
Dios Padre.
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé.
16, 13 El Espíritu Santo ilumina a la
Iglesia para enseñar la verdad de acuerdo con los pensamientos de Cristo. Él
guía a la Iglesia con seguridad en que sus enseñanzas son totalmente verídicas
con respecto a la totalidad del depósito de la fe, que incluye sus enseñanzas
sobre los dogmas de fe, los sacramentos, textos inspirados de la Esceritura, y
principios de la moral. Pues no hablará por cuenta propia: el Espíritu
Santo ayuda a cada cristiano a comprender las palabras de Cristo y a seguirle
con fe y verdad. Nosotros advertimos la obra del Espíritu Santo gracias a sus
obras de santificación e inspiración. El emotivo testimonio de los santos es la
mayor manifestación de la obra del Espíritu Santo. Cat. 95, 687, 1117,
2034-2035, 2466.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
95 La santa Tradición, la sagrada
Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están
unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros; los tres,
cada uno según su carácter, y bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen
eficazmente a la salvación de las almas (Concilio Vaticano II, Dei Verbum 10).
687 “Nadie conoce lo íntimo de Dios,
sino el Espíritu de Dios” (1 Co 2, 11). Pues bien, su Espíritu que lo revela
nos hace conocer a Cristo, su Verbo, su Palabra viva, pero no se revela a sí
mismo. Él que habló por los profetas nos hace oír la Palabra del Padre. Pero a
él no le oímos. No le conocemos sino en la obra mediante la cual revela al
Verbo y nos dispone a recibir al Verbo en la e. El espíritu de la verdad que
nos desvela a Cristo no habla de sí mismo (Símbolo Niceno-Constantinopolitano).
Un ocultamiento tan discreto, propiamente divino, explica por qué el mundo
no puede recibirle, porque ni le ve ni le conoce, mientras que los que creen en
Cristo le conocen porque él mora en ellos (cf. Jn 16, 13).
1117 Por el Espíritu que la conduce a
“la verdad completa” (Jn 16, 13), la Iglesia reconoció poco a poco este tesoro
recibido de Cristo y precisó su dispensación, tal como lo hizo con el canon de
las Sagradas Escrituras y con la doctrina de la fe, como fiel dispensadora de
los misterios de Dios.
2466 Seguir a Jesús es vivir del
Espíritu de verdad que el Padre envía en su nombre y que conduce a la verdad
completa (Jn 16, 13).
234 El misterio de la Santísima
Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio
de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe;
es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la
jerarquía de verdades de fe. Toda la historia de la salvación no es otra cosa
que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y
único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela a los hombres, los aparta del
pecado y los reconcilia y une consigo.
253 La Trinidad es una. No
confesamos tres dioses, sino un Dios en tres personas: la Trinidad
consubstancial. Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino
que cada una de ellas es enteramente Dios.
Concilio
Vaticano II
Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó realizar en la
tierra fue enviado el Espíritu Santo el día de pentecostés para que santificara
continuamente a la Iglesia y de esta manera los creyentes pudieran ir al Padre
a través de Cristo en el mismo Espíritu. Él es el Espíritu de vida, la fuente
de agua que mana para la vida eterna. Por Él, el Padre da la vida a los
hombres, muertos por los pecados, hasta que resucite en cristo sus cuerpos
mortales. El Espíritu habita en la Iglesia y en los corazones de los creyentes
como en un templo, ora en ellos y da testimonio de que son hijos adoptivos. Él
conduce la Iglesia a la verdad total (Jn 16, 13), la une en la comunión y el
servicio, la construye y dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos y
la adorna con sus frutos. Con la fuerza del Evangelio, el Espíritu rejuvenece a
la Iglesia, la renueva sin cesar y la lleva a la unión perfecta con su esposo.
En efecto, el Espíritu y la Esposa dicen al Señor Jesús: “¡Ven!” (Ap 22, 17).
Lumen gentium, 4.
Así toda la Iglesia aparece como el pueblo unido por la unidad delPadre,
del Hijo y del Espírtu Santo.
Comentarios de los Santos Padres.
Conserva, te ruego, inmaculado el sentimiento de mi fe y dame, hasrta el
momento de la partida de mi espíritu, estas palabras que expresan mi
convicción, para que siempre em conserve fiel a lo que confesé en el símbolo de
mi regeneración, cuando fui bautizado en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo;
es decir, que te adore a ti, Padre nuestro, y a tu Hijo, juntamente contigo, y
que merezca tu Espíritu Santo, que procede de tu Unigénito.
S. Hilario de Poitiers, Sobre la Trinidad, 12. IV b, pg. 270.
Sin necesidad de maestros externos, llegaréis a conocer las cosas que el
Señor no quiso decir entonces. Sed todos aprendices de Dios, para que las cosas
que habéis aprendido y creído por lecturas y explicaciones externas… podáis
contemplarlas con vuestra inteligencia.
S. Agustín. Tratados sobre el Ev. de Juan, 96. IV b, pg. 271.
Puesto que la debilidad humana no podía abarcrlo todo de una vez, el
Señor envió al Paráclito para que la dirigiera, regulara y llevara poco a poco
con disciplina a la perfección mediante el vicario del Señor, el Espíritu
Santo… Y por eso habló anteriormente d ela tarea del Espíritu. Por tanto, la
obra del Paráclito es dirigir la disciplina, revelar las Escrituras, reformar
el entendimiento y hacer que progresemos hacia cosas mejores.
Tertuliano, Sobre el velo de las vírgenes, 1. IV b, pg. 272.
El Hijo o el Espíritu no hablan nada por sí mismos, puesto que la
Trinidad no habla nada fuera de sí.
S. Ambrosio, El Espíritu Santo, 2, 12. IV b, pg. 273.
Una es, en definitiva, la voluntad del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Y así desea que seamos nosotros cuando dice: “Para que sean uno como tú
y yo somos uno” (Jn 17, 11).
S. Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev. de Juan, 78. IV b, pg.
274.
Nada, por tanto, es propio de cada uno, porque todo les es común; hasta
el mismo ser les es común e igual en dignidad, aunque el Hijo lo tenga del
Padre.
S. Gregorio Nacianceno, Discurso sobre el Hijo, 30. IV b, pg. 277.
San Agustín.
No se ama lo que se desconoce totalmente. Mas
cuando se ama lo que ya se conoce de algún modo, el mismo amor lleva a un
conocimiento superior y más perfecto.
Comentario sobre el evangelio de Juan 96. I, pg. 666.
S. Juan de Ávila
Sintieron muy bien la gravedad de este delito los
santos apóstoles, alumbrados por el Espíritu Santo, cuando ordenaron que el
sacerdote que cayese en fornicación, por el mismo hecho, nunca más en toda su
vida consagrase ni tratase el santo cuerpo de Cristo, sino que, puesto en
honra, y tal honra, no la conoció, pierda el uso del oficio, pues tan ingrato
fue contra él. […] No parezca esto a nadie riguroso; y, si pareciere, entienda
que no tiene espíritu del Señor, porque de este dice el mismo Cristo: Ille
me clarificabit, quia de meo accipet (Jn 16, 14) [Él me glorificará,
porque tomará de lo mío].
Tratado sobre el sacerdocio. I, pg. 922-923.
Los amigos de Dios van por camino contrario:
grandes amigos de la verdad y grandes aborrecedores de la mentira, de los
engaños y de los errores. […] De esto se precian: que todas sus palabras
parezcan verdad, certidumbre, no repunta de engaño. Para esto dice Cristo que
vino al mundo: para desengañar el mundo; para enseñarle verdad , para que con
su claridad y luz deshacer las tinieblas de los errores. Y para esto dice que
envió su Espíritu al mundo: Cum autem… (Jn 16, 13).
Lecciones sobre la Epístola a los Gálatas. II, pg. 85.
¡Oh benditísimo y dulcísimo Señor! ¿Dónde vais? ¿Y
adónde nos dejáis? ¿Cómo Señor, podemos oír con paciencia decir que, Señor, os
vais y que tornaréis presto? ¡Oh Señor, y cuan largo en el tiempo que no os
vemos, en que no estamos con vos, en que estamos acá apartados de vos, bien
nuestro y reposo nuestro! Este presto que decís que volveréis (cf. Jn 16, 16),
¡cuán tarde es para quien os ama, para quien no tiene otro deseo sino de vos,
ni querría ver, ni oír, ni hablar a nadie sino a vos!
Sermón del domingo 12 después de Pentecostés, III, pg. 273.
¡Oh cuántas veces, viéndose tan deificados y
enriquecidos amadores y amados de Dios, daban mil alabanzas a Jesucristo,
maestro suyo, conociendo que Él les había enviado este don en cuanto Dios y
merecido en cuanto hombre! Porque, según el mesmo Señor lo prometió, el
Espíritu Santo venido había de declarar a Jesucristo (cf. Jn 16, 15) y había de
dar testimonio de Él (cf. Jn 15, 26).
Carta a una señora. IV, pg. 189.
El espíritu consolador y virtud de lo alto more
siempre con vuestra reverencia y obre en él el premio de la gloria de Cristo,
pues el oficio suyo es aqueste, según el Señor lo dijo: Ille
me clarifabit (Jn 16, 14). Para lo cual conviene vivir con cuidado, porque el
limpísimo Espíritu limpia morada requiere, y la deidad muy alta pide reverencia
profunda, y la bondad infinita es muy celosa si ve que en otra parte se pone un
poco de amor.
Carta a un discípulo predicador. IV, pg. 560.
Y porque así se humilló y obedeció, fue ensalzado y
clarificado por el Padre (cf. 16, 15), y quedó hecho ejemplo de obediencia a
los hijos adoptivos, al cual mirando, se esforzasen a obedecer, aunque dura
cruz les fuese impuesta, y esperasen con certidumbre que, siendo obedientes,
serán ensalzados y hallarán gracia delante de los ojos de Dios.
Carta a otro discípulo suyo que estaba
atribulado. IV, pg. 571.
San Oscar Romero.
La Santísima Trinidad no es otra cosa que el Dios en comunidad de
personas, expresión de amor y de verdad, de luz y de felicidad, que ha querido
asociarse en una familia a todos los hombres y lo realiza en este círculo de
luz que es la Iglesia, para hacer un llamamiento a todos los católicos a
intensificar la santidad, la unidad, la relación con Dios y, desde allí,
iluminar al mundo con la luz de Dios.
Homilía, 5 de junio de 1977.
León XIV. Regina Coeli. 8 de junio
de 2025.
Antes de
concluir esta
celebración, dirijo un afectuoso saludo a todos ustedes que han participado
y también a cuantos se han conectado a través de los medios de comunicación.
Mi
agradecimiento va a los señores cardenales y obispos presentes y a todos los
representantes de las asociaciones y movimientos eclesiales y de las nuevas
comunidades. Queridas hermanas y queridos hermanos, con la fuerza del Espíritu
Santo, partan renovados de este Jubileo dedicado a ustedes. ¡Vayan y lleven
a todos la esperanza del Señor Jesús!
Italia y
otros países concluyen en estos días el año escolar. Deseo saludar a los
jóvenes y a todos los estudiantes y profesores, especialmente a los estudiantes
que en los próximos días realizarán los exámenes al final del ciclo de
estudios.
Y ahora,
por intercesión de la Virgen María, supliquemos al Espíritu Santo el don de
la paz. Ante todo, la paz en los corazones: sólo un corazón pacífico
puede difundir la paz en la familia, en la sociedad, en las relaciones
internacionales. Que el Espíritu de Cristo resucitado abra caminos de
reconciliación dondequiera que haya guerra; ilumine a los gobernantes y les
dé el valor de realizar gestos de distensión y diálogo.
León XIV. Audiencia General. 4 de
junio de 2025. Ciclo
de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. II. La vida de
Jesús. Las parábolas 8. Los obreros en la viña «Y les dijo: "Vayan
ustedes también a mi viña» (Lc 10).
Queridos
hermanos y hermanas,
deseo
detenerme una vez más en una parábola de Jesús. También en este caso, se trata
de un relato que alimenta nuestra esperanza. A veces, en efecto, tenemos
la impresión de que no encontramos sentido a nuestra vida: nos sentimos
inútiles, inadecuados, como los obreros que esperan en la plaza del mercado
a que alguien los contrate para trabajar. Pero a veces el tiempo pasa, la
vida transcurre y no nos sentimos reconocidos ni apreciados. Quizás no
hemos llegado a tiempo, otros se han presentado antes que nosotros, o las
preocupaciones nos han retenido en otro lugar.
La
metáfora de la plaza del mercado es muy adecuada también para nuestros tiempos, porque el mercado es el lugar de los negocios,
donde, lamentablemente, también se compran y se venden el afecto y la
dignidad, tratando de ganar algo. Y cuando no nos sentimos apreciados,
reconocidos, corremos el riesgo de vendernos al mejor postor. El Señor,
en cambio, nos recuerda que nuestra vida vale, y su deseo es ayudarnos a
descubrirlo.
En la
parábola que comentamos hoy, unos jornaleros esperan a que alguien los contrate
para ese día. Estamos en el capítulo 20 del Evangelio de Mateo, y también aquí
encontramos un personaje que se comporta de manera insólita, que asombra e
interpela. Es el dueño de una viña, que sale personalmente a buscar a sus
obreros. Evidentemente quiere establecer con ellos una relación personal.
Como
decía, se trata de una parábola que da esperanza, porque nos dice que este
amo sale varias veces a buscar a quienes esperan dar sentido a sus vidas.
El amo sale al amanecer, y, luego, cada tres horas, vuelve a buscar obreros
para enviarlos a su viña. Siguiendo este ritmo, después de salir a las tres de
la tarde, ya no habría razón para salir de nuevo, porque la jornada laboral
terminaba a las seis.
Mas este
amo incansable, que quiere a toda costa dar valor a la vida de cada uno de
nosotros, sale también a las cinco. Los jornaleros que se habían quedado en
la plaza del mercado probablemente habían perdido toda esperanza. Ese día había
sido en vano. Pero alguien siguió creyendo en ellos. ¿Qué sentido tiene
contratar trabajadores solo para la última hora de la jornada laboral? ¿Qué
sentido tiene ir a trabajar solo por una hora? Sin embargo, incluso cuando nos
parece que podemos hacer poco en la vida, siempre vale la pena. Siempre
existe la posibilidad de encontrar un sentido, porque Dios ama nuestra
vida.
Y aquí
es donde se ve la originalidad de este amo, al final del día, a la hora de
pagar. Con los primeros trabajadores, los que van a la viña al amanecer, el amo
había acordado una paga de un denario, que era el coste habitual de una jornada
de trabajo. A los demás les dice que les dará lo que sea justo. Y aquí es donde
la parábola vuelve a provocarnos: ¿qué es justo? Para el dueño de la
viña, es decir, para Dios, es justo que cada uno tenga lo necesario para
vivir. Él ha llamado personalmente a los trabajadores, conoce su dignidad
y, en función de ella, quiere pagarles. Y da a todos un denario.
El
relato dice que los trabajadores de la primera hora se sienten decepcionados:
no logran ver la belleza del gesto del amo, que no ha sido injusto, sino
simplemente generoso; que no ha mirado solo el mérito, sino también la
necesidad. Dios quiere dar a todos su Reino, es decir, la vida plena, eterna y
feliz. Y así hace Jesús con nosotros: no establece un ranking, sino se dona
enteramente a quien le abre su corazón.
A la luz
de esta parábola, el cristiano de hoy podría caer en la tentación de pensar:
«¿Por qué empezar a trabajar enseguida? Si la remuneración es la misma, ¿por
qué trabajar más?». A estas dudas san Agustín respondía así: «¿Por qué
tardas en seguir a quien te llama, cuando estás seguro de la recompensa, pero
incierto del día? Cuida de no privarte, por tu dilación, de lo que Él te
dará según su promesa». [1]
Quisiera
decir, especialmente a los jóvenes, que no esperen, sino que respondan con
entusiasmo al Señor que nos llama a trabajar en su viña. ¡No lo pospongas,
arremángate, porque el Señor es generoso y no te decepcionará! Trabajando en
su viña, encontrarás una respuesta a esa pregunta profunda que llevas dentro:
¿qué sentido tiene mi vida?
Queridos
hermanos y hermanas, ¡no nos desanimemos! Incluso en los momentos
oscuros de la vida, cuando el tiempo pasa sin darnos las respuestas que
buscamos, pidamos al Señor que salga de nuevo y nos alcance allí donde lo
estamos esperando. ¡El Señor es generoso y vendrá pronto!
_______________________
[1] Discorso 87, 6, 8.
Francisco. Regina Coeli. 26 de
mayo de 2013.
Queridos
hermanos y hermanas:
¡Buenos
días! Esta mañana he realizado mi
primera visita a una parroquia de la diócesis de Roma. Doy gracias al Señor
y os pido que oréis por mi servicio pastoral a esta Iglesia de Roma, que tiene
la misión de presidir en la caridad universal.
Hoy es
el domingo de la Santísima Trinidad. La luz del tiempo pascual y de Pentecostés
renueva cada año en nosotros la alegría y el estupor de la fe: reconocemos que
Dios no es una cosa vaga, nuestro Dios no es un Dios «spray», es
concreto, no es un abstracto, sino que tiene un nombre: «Dios es amor».
No es un amor sentimental, emotivo, sino el amor del Padre que está
en el origen de cada vida, el amor del Hijo que muere en la cruz y
resucita, el amor del Espíritu que renueva al hombre y el mundo. Pensar
en que Dios es amor nos hace mucho bien, porque nos enseña a amar, a
darnos a los demás como Jesús se dio a nosotros, y camina con nosotros. Jesús
camina con nosotros en el camino de la vida.
La
Santísima Trinidad no es el producto de razonamientos humanos; es el rostro con
el que Dios mismo se ha revelado,
no desde lo alto de una cátedra, sino caminando con la humanidad. Es
justamente Jesús quien nos ha revelado al Padre y quien nos ha prometido el
Espíritu Santo. Dios ha caminado con su pueblo en la historia del pueblo de
Israel y Jesús ha caminado siempre con nosotros y nos ha prometido el Espíritu
Santo que es fuego, que nos enseña todo lo que no sabemos, que dentro de
nosotros nos guía, nos da buenas ideas y buenas inspiraciones.
Hoy
alabamos a Dios no por un particular misterio, sino por Él mismo, «por su inmensa gloria», como dice el himno
litúrgico. Le alabamos y le damos gracias porque es Amor, y porque nos llama
a entrar en el abrazo de su comunión, que es la vida eterna.
Confiemos
nuestra alabanza a las manos de la Virgen María. Ella, la más humilde entre las
criaturas, gracias a Cristo ya ha llegado a la meta de la peregrinación
terrena: está ya en la gloria de la Trinidad. Por esto María nuestra Madre, la
Virgen, resplandece para nosotros como signo de esperanza segura. Es la Madre
de la esperanza; en nuestro camino, en nuestra vía, Ella es la Madre de la
esperanza. Es la madre que también nos consuela, la Madre de la consolación y
la Madre que nos acompaña en el camino. Ahora recemos a la Virgen todos juntos,
a nuestra Madre que nos acompaña en el camino.
Francisco. Regina Coeli. 22 de
mayo de 2016.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy,
fiesta de la Santísima Trinidad, el Evangelio de san Juan nos presenta un
pasaje del largo discurso de despedida, pronunciado por Jesús poco antes
de su pasión. En este discurso Él explica a los discípulos las verdades más
profundas relacionadas con Él; y así se expresa la relación entre Jesús,
el Padre y el Espíritu. Jesús sabe que está cerca de la realización del
designio del Padre, que se cumplirá con su muerte y resurrección; por esto
quiere asegurar a los suyos que no los abandonará, porque su misión será
prolongada por el Espíritu Santo. Será el Espíritu quien prolongará la
misión de Jesús, es decir, guiará a la Iglesia hacia adelante.
Jesús
revela en qué consiste esta misión. Sobre todo el Espíritu nos conduce a
entender muchas cosas que Jesús mismo tiene aún que decir (cf. Jn 16,
12). No se trata de doctrinas nuevas y especiales, sino de una plena
comprensión de todo lo que el Hijo oyó del Padre y dio a conocer a los
discípulos (cf. v. 15). El Espíritu nos guía por nuevas situaciones
existenciales con una mirada dirigida a Jesús y, al mismo tiempo, abierto a
los eventos y al futuro. Él nos ayuda a caminar en la historia firmemente
radicados en el Evangelio y también con dinámica fidelidad a nuestras
tradiciones y costumbres.
Pero el
misterio de la Trinidad nos habla también de nosotros, de nuestra
relación con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En efecto, mediante
el Bautismo, el Espíritu Santo nos ha insertado en el corazón y en la vida
misma de Dios, que es comunión de amor. Dios es una «familia» de tres
Personas que se aman tanto que forman una sola cosa. Esta «familia
divina» no está cerrada en sí misma, sino que está abierta, se
comunica en la creación y en la historia y ha entrado en el mundo de los
hombres para llamar a todos a formar parte de ella. El horizonte trinitario de
comunión nos envuelve a todos y nos anima a vivir en el amor y la
fraternidad, seguros de que ahí donde hay amor, ahí está Dios.
Nuestro
ser creados a imagen y semejanza de Dios-comunión nos llama a comprendernos a
nosotros mismos como seres-en-relación y a vivir las relaciones interpersonales
en la solidaridad y en el amor recíproco. Tales relaciones se juegan, sobre
todo, en el ámbito de nuestras comunidades eclesiales, para que sea cada vez
más evidente la imagen de la Iglesia icono de la Trinidad. Pero se juega en las
distintas relaciones sociales, desde la familia, hasta las amistades y el
ambiente de trabajo: son ocasiones concretas que se nos ofrecen para construir
relaciones cada vez más humanamente ricas, capaces de respeto recíproco y de
amor desinteresado.
La
fiesta de la Santísima Trinidad nos invita a comprometernos en los
acontecimientos cotidianos para ser fermento de comunión, de consolación y de
misericordia. En esta misión, nos
sostiene la fuerza que el Espíritu Santo nos dona: ella cura la carne de la
humanidad herida por la injusticia, por los abusos, por el odio y la avidez. La
Virgen María en su humildad, acogió la voluntad del Padre y concibió al Hijo
por obra del Espíritu Santo. Que ella, espejo de la Trinidad, nos ayude a
reforzar nuestra fe en el Misterio trinitario y a encarnarla con elecciones y
actitudes de amor y de unidad.
Francisco. Regina Coeli. 16 de junio
de 2019.
Ayer, en Pozzomaggiore, en Cerdeña, fue proclamada beata Edvige Carboni,
una sencilla mujer del pueblo que en su humilde vida cotidiana abrazó la Cruz,
dando testimonio de fe y de caridad. Demos gracias por esta fiel discípula de
Cristo, que pasó toda su vida al servicio de Dios y del prójimo. Un aplauso
para la nueva beata, todos.
Hoy queremos recordar de una manera particular a los refugiados, en el Día
Mundial que las Naciones Unidas les dedican. Esta fecha invita a todos a la
solidaridad con los hombres, las mujeres y los niños que huyen de las guerras,
la persecución y las violaciones de los derechos fundamentales. ¡Qué nuestras
comunidades eclesiales y civiles estén cerca de ellos y atentas a sus
necesidades y sufrimientos!
Sigo también con preocupación las crecientes tensiones en el Golfo Pérsico.
Invito a todos a hacer uso de las herramientas de la diplomacia para resolver
los complejos problemas de los conflictos en el Medio Oriente. También renuevo
un sincero llamamiento a la comunidad internacional para que haga todo lo
posible por fomentar el diálogo y la paz.
Al final de esta
celebración, un cordial saludo a todos los presentes. Extiendo mi saludo
con afecto a los enfermos, a los ancianos, a los presos y a todos aquellos que,
a través de la radio y la televisión, se han unido espiritualmente a esta Santa
Misa. Expreso mi más sincero agradecimiento a todas aquellas instituciones,
organizaciones, asociaciones y personas que han trabajado en mi breve pero
intensa visita, colaborando generosamente con la archidiócesis de Camerino-San
Severino Marche. Me gustaría enviar un saludo especial y mi aliento a los
habitantes de San Severino Marche, que saludaré desde lo alto saludando en
helicóptero a su ciudad.
Queridos hermanos y hermanas, caminad juntos por el camino de la fe, la
esperanza y la caridad, fieles a los muchos testimonios de santidad con que
se enriquece vuestra tierra. Pienso, entre otros, en San Venancio, San
Severino, San Ansovino, San Nicolás de Tolentino, San Pacífico y la beata
Battista Varano. También pienso en las numerosas figuras de «santos de la
puerta de al lado» que no son beatificados ni canonizados, pero que han
sostenido —y sostienen— y han transformado a las familias y comunidades con la
fuerza de su vida cristiana.
Y ahora recemos juntos la oración del Ángelus. Encomiendo toda la comunidad
diocesana a la Santísima Virgen, a quien veneráis en numerosos santuarios y a
quien invocáis especialmente con el título de Santa María en Vía. Ella, que
animó a la primera comunidad de discípulos de Jesús con su presencia materna,
también ayude hoy a la Iglesia a dar un buen testimonio del Evangelio.
Francisco. Regina Coeli. 12 de junio de 2022.
Queridos hermanos y hermanos, ¡buenos días y feliz domingo!
Hoy es la solemnidad de la Santísima Trinidad, y en el Evangelio de la
celebración Jesús nos presenta a las otras dos Personas divinas, al Padre y al
Espíritu Santo. Dice del Espíritu: «No hablará de sí mismo, sino que recibirá
de lo mío y os lo comunicará a vosotros». Y luego, respecto al Padre, dice:
«Todo lo que tiene el Padre es mío» (Jn 16,14-15). Vemos que el
Espíritu habla, pero no de sí mismo: anuncia a Jesús y revela al
Padre. Y vemos también que el Padre, que posee todo porque es el
origen de todo, le da al Hijo todo lo que posee, no se queda con nada para
sí mismo y se dona enteramente al Hijo. Es decir, el Espíritu
Santo no habla de sí mismo, habla de Jesús. Y el Padre, no da sí mismo, da el
Hijo. Es la generosidad abierta, uno abierto al otro.
Pasemos ahora a nosotros, a las cosas de las que hablamos y
a lo que poseemos. Cuando hablamos, queremos siempre que se
hable bien de nosotros y a menudo hablamos de nosotros y de lo que hacemos.
¡Cuántas veces! “Yo he hecho esto, y eso…”, “tenía este problema…”. Se
habla siempre así. ¡Qué diferencia respecto al Espíritu Santo, que habla
anunciando a los otros, el Padre, el Hijo! Y, sobre lo que poseemos,
¡qué celosos somos y cuánto nos cuesta compartirlo con los demás, incluso
con los que carecen de lo necesario! De palabra es fácil, pero luego en la
práctica es muy difícil.
Por ello, celebrar la Santísima Trinidad no es solo un ejercicio
teológico, sino una revolución de nuestra manera de vivir. Dios, en
quién cada Persona vive para la otra en continua relación, no para sí misma, nos
estimula a vivir con los demás y para los demás. Abiertos. Hoy podemos
preguntarnos si nuestra vida refleja el Dios en el que creemos: yo, que
profeso la fe en Dios Padre e Hijo y Espíritu Santo, ¿creo verdaderamente
que para vivir necesito a los demás, necesito entregarme a los demás,
necesito servir a los demás? ¿Lo afirmo de palabra o lo afirmo con la vida?
Dios trino y uno, queridos hermanos y hermanas, hay que mostrarlo
así, con los hechos antes que con las palabras. Dios, que es el autor de
la vida, se transmite menos a través de los libros y más a través del
testimonio de vida. Él que, como escribe el evangelista Juan, «es amor»
(1 Jn 4,16), se revela a través del amor. Pensemos en las personas
buenas, generosas, mansas que hemos conocido: recordando su manera de pensar y
actuar podemos tener un pequeño reflejo de Dios-Amor. Y, ¿qué quiere decir
amar? No sólo apreciar y hacer el bien, sino antes incluso, en la
raíz, acoger, estar abierto a los otros, hacer sitio a los otros, dejar
espacio a los otros. Esto significa amar, en la raíz.
Para entenderlo mejor, pensemos en los nombres de las Personas divinas
que pronunciamos cada vez que hacemos la señal de la cruz: en cada nombre está
la presencia del otro. El Padre, por ejemplo, no sería tal sin el
Hijo; del mismo modo el Hijo no puede ser pensado por sí solo, sino
siempre como Hijo del Padre. Y el Espíritu Santo, a su vez, es
Espíritu del Padre y del Hijo. En resumen, la Trinidad nos enseña que no
se puede estar nunca sin el otro. No somos islas, estamos en el mundo
para vivir a imagen de Dios: abiertos, necesitados de los demás y
necesitados de ayudar a los demás. Así pues, hagámonos esta última pregunta: ¿Soy
un reflejo de la Trinidad en la vida de todos los días? La seña de la cruz
que hago cada día —Padre e Hijo y Espíritu Santo—, esa señal de la cruz que
hago todos los días, ¿se queda en un mero gesto ocioso o inspira mi
manera de hablar, conocer, responder, juzgar, perdonar?
Que la Virgen, hija del Padre, madre del Hijo y esposa del Espíritu, nos
ayude a acoger y testimoniar en la vida el misterio de Dios-Amor.
Benedicto XVI. Regina Coeli. 3 de
junio de 2007.
Queridos hermanos y hermanas:
Al final de esta celebración,
deseo dirigir algunos saludos particulares a los numerosos peregrinos
presentes. Os agradezco vuestra paciencia. El agua es un gran bien, por eso
también demos gracias por el agua.
(francés)
Os saludo a vosotros, queridos peregrinos de los diferentes países donde están
presentes las Religiosas de la Asunción, que habéis venido para la canonización
de María Eugenia Milleret. A ejemplo de la nueva santa, encontraréis en María
una guía segura, porque se dejó conquistar por el amor, humildemente. Ojalá
que, con santa María Eugenia, os revistáis de Cristo y renovéis sin cesar
vuestra valentía y vuestra esperanza.
(inglés)
En esta fiesta de la Santísima Trinidad, dirijo un saludo cordial a todos los
peregrinos de lengua inglesa, especialmente a los que han venido a Roma en tan
gran número de Malta, Irlanda y Gran Bretaña para participar en la canonización
de hoy. Que estos nuevos santos os acompañen con sus oraciones y os inspiren
con el ejemplo de su vida santa. Dios os bendiga a todos.
(alemán)
Saludo cordialmente a los peregrinos y visitantes de los países de lengua
alemana. Con toda la Iglesia, queremos alabar la grandeza de la santísima
Trinidad y reconocer en los nuevos santos Jorge Preca, Simón de Lipnica, Carlos
de San Andrés Houben y María Eugenia de Jesús Milleret la obra maravillosa de la
gracia, que hace a los hombres partícipes de la gloria de Dios. A
todos vosotros, amados hermanos y hermanas, os deseo una feliz
estancia aquí, en Roma.
(español)
Saludo cordialmente a los peregrinos de España y Latinoamérica, especialmente a
los numerosos fieles de México y miembros del grupo "Asunción
juntos", que han participado en la canonización de la madre María Eugenia
de Jesús. Que el ejemplo de la nueva santa, fundadora de las Religiosas de la
Asunción, os ayude a centrar vuestra vida espiritual en Cristo y en el misterio
de la Encarnación, y os impulse a un decidido y valiente compromiso apostólico,
transmitiendo los valores evangélicos a la cultura actual, particularmente a
través de la educación de los más jóvenes.
(holandés)
Saludo cordialmente a la delegación oficial y a los peregrinos que han venido
de los Países Bajos para la canonización del sacerdote pasionista Carlos de San
Andrés Houben, nativo de Munstergeleen. Que por su intercesión el pueblo de
Dios en los Países Bajos camine siempre en la fe, en la esperanza y en la
caridad.
(maltés)
Amadísimos hermanos en Cristo de Malta y de Gozo, ¡la paz esté con vosotros!
San Jorge Preca es el primer hijo canonizado de vuestra amada tierra. Es
vuestro segundo padre en la fe, después del apóstol san Pablo. Intercede por
vosotros, para que seáis siempre amigos del Evangelio. San Jorge Preca, ¡ruega
por nosotros!
(polaco)
Saludo a los peregrinos provenientes de Polonia. San Simón de Lipnica,
siguiendo el ejemplo de María, se esforzó por servir a los más necesitados. Por
su intercesión, roguemos por quienes consagran su vida al servicio de los
enfermos, de los que sufren y de los abandonados. Dios os bendiga.
(italiano)
Saludo a los peregrinos de lengua italiana, en particular a la Asociación
nacional de la sanidad militar, cuyo lema es: "Arma pietati
cedant", "Las armas cedan a la piedad". Que esto se realice
en el mundo entero. Por último, mi pensamiento va a la Iglesia de Bolonia, que
celebra el 750° aniversario del acto con el cual el Senado de esa ciudad
sancionó la abolición de la esclavitud en su territorio. Que esta iniciativa
suscite un renovado compromiso para superar las nuevas esclavitudes que aún
afligen a la humanidad.
Benedicto XVI. Regina Coeli. 30 de
mayo de 2010.
Queridos hermanos y hermanas:
Después del tiempo pascual, que concluyó el domingo
pasado con Pentecostés, la liturgia ha vuelto al «tiempo ordinario». Pero esto
no quiere decir que el compromiso de los cristianos deba disminuir; al
contrario, al haber entrado en la vida divina mediante los sacramentos, estamos
llamados diariamente a abrirnos a la acción de la gracia divina, para progresar
en el amor a Dios y al prójimo. La solemnidad de hoy, domingo de la
Santísima Trinidad, en cierto sentido recapitula la revelación de Dios
acontecida en los misterios pascuales: muerte y resurrección de Cristo, su
ascensión a la derecha del Padre y efusión del Espíritu Santo. La mente y el
lenguaje humanos son inadecuados para explicar la relación que existe entre el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y, sin embargo, los Padres de la
Iglesia trataron de ilustrar el misterio de Dios uno y trino viviéndolo en su
propia existencia con profunda fe.
La Trinidad divina, en efecto, pone su morada en
nosotros el día del Bautismo: «Yo te bautizo —dice el ministro— en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». El nombre de Dios, en el
cual fuimos bautizados, lo recordamos cada vez que nos santiguamos. El
teólogo Romano Guardini, a propósito del signo de la cruz, afirma: «Lo hacemos antes
de la oración, para que… nos ponga espiritualmente en orden;
concentre en Dios pensamientos, corazón y voluntad; después de la
oración, para que permanezca en nosotros lo que Dios nos ha dado … Esto
abraza todo el ser, cuerpo y alma, … y todo se convierte en consagrado en el
nombre del Dios uno y trino» (Lo spirito della liturgia. I santi segni, Brescia
2000, pp. 125-126).
Por tanto, en el signo de la cruz y en el nombre
del Dios vivo está contenido el anuncio que genera la fe e inspira la oración.
Y, al igual que en el Evangelio Jesús promete a los Apóstoles que «cuando venga
él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa» (Jn 16,
13), así sucede en la liturgia dominical, cuando los sacerdotes dispensan, cada
semana, el pan de la Palabra y de la Eucaristía. También el santo cura de Ars
lo recordaba a sus fieles: «¿Quién ha recibido vuestra alma —decía— recién
nacidos? El sacerdote. ¿Quién la alimenta para que pueda terminar su
peregrinación? El sacerdote. ¿Quién la preparará para comparecer ante Dios,
lavándola por última vez en la sangre de Jesucristo? … Siempre el sacerdote» (Carta
de convocatoria del Año sacerdotal).
Queridos amigos, hagamos nuestra la oración de
san Hilario de Poitiers: «Mantén incontaminada esta fe recta que hay en mí y,
hasta mi último aliento, dame también esta voz de mi conciencia, a fin de que
me mantenga siempre fiel a lo que profesé en mi regeneración, cuando fui
bautizado en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo» (De Trinitate,
XII, 57: CCL 62/a, 627). Invocando a la Virgen María, primera criatura
plenamente habitada por la Santísima Trinidad, pidamos su protección para
proseguir bien nuestra peregrinación terrena.
CORPUS
CHRISTI.
Monición de entrada.-
Hoy de nuevo venimos con el traje de comunión,
porque es un día muy especial para nosotros.
Hoy es la misa del cuerpo de Jesús, que
terminará con la procesión en la que acompañaremos a Jesús por las calles.
Además este día nos acordamos de las personas
que no tienen para comer, por eso la colecta se la daremos a ellas.
Señor ten piedad.-
Tú que nos das tu corazón. Señor, ten piedad.
Tú que nos das tu cuerpo. Cristo ten piedad.
Tú que nos das tu sangre. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Para que al papa León y a
la Iglesia no le falte nunca tu cuerpo y sangre. Te lo pedimos, Señor.
Para que a los pobres no
les falte tu pan. Te lo pedimos, Señor.
Para que siempre haya
personas que donen su sangre. Te lo pedimos, Señor.
Para que nunca dejemos de
tener ojos de niño. Te lo pedimos, Señor.
Para que no se acabe en
nuestra casa el amor. Te lo pedimos, Señor.
Para que siempre te
tengamos en el corazón. Te lo pedimos, Señor.
Despedida.-
La
misa a terminado. Ahora el sacerdote pondrá a Jesús en la custodia y lo
llevaremos en procesión. Al acompañarlo en silencio abramos nuestro corazón a
quien hoy sale a caminar con nosotros.
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