Lectura del segundo libro de Samuel 5, 1-3.
En
aquellos días, todas las tribus de Israel se presentaron ante David en Hebrón y
le dijeron:
-Hueso
tuyo y carne tuya somos. Desde hace tiempo, cuando Saúl reinaba sobre nosotros,
eras tú el que dirigía las salidas y entradas de Israel. Por su parte, el Señor
te ha dicho: “Tú pastorearás a mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel”.
Los
ancianos de Israel vinieron a ver al rey en Hebrón. El rey hizo una alianza con
ellos en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos le ungieron como rey de
Israel.
Textos
paralelos.
1 Cr 11, 1-3: Los israelitas se reunieron con
David en Hebrón y le dijeron: Mira, somos de la misma sangre. Ya antes, cuando todavía
era Saúl rey, tu eras el verdadero general de Israel. El Señor, tu Dios, te
dijo: Tú pastorearás a mi pueblo, Israel; tú serás jefe de mi pueblo, Israel.
Fueron, pues, a Hebrón todos los concejales de Israel a visitar al rey. David
hizo un pacto con ellos delante del señor y ellos ungieron a David rey de
Israel, como había dicho el Señor por medio de Samuel.
Mirad, somos hueso tuyo y carne tuya.
Dt 17, 15: Nombrarás rey tuyo a uno de tus
hermanos, no podrás nombrar a un extranjero que no sea hermano tuyo.
Eras el que dirigías las entradas y salidas de
Israel.
1 S 18, 16: Todo Israel y Judá querían a
David, porque los guiaba en sus expediciones.
Apacentarás a mi pueblo Israel.
2 S 3, 10: Le pasaré el reino de Saúl,
afianzaré el trono de David sobre Israel y Judá, desde Dan hasta Berseba.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
5 1 El v. 1 habla de
todas las tribus de Israel, mientras que en el v.3 solo son mencionados todos
los ancianos de Israel. Esta ampliación y los motivos teológicos que presentan
los vv. 1-2 permiten reconocer aquí la mano del redactor, que parece haber
querido que prevalezca la elección del rey por Yahvé sobre la investidura
popular de la que v. 3 guarda el recuerdo.
Salmo
responsorial
Sal 122 (121), 1-5.
Vamos
alegres a la casa del Señor. R/.
¡Qué
alegría cuando me dijeron:
“Vamos
a la casa del Señor”!
Ya
están pisando nuestros pies
tus
umbrales, Jerusalén. R/.
Allá
suben las tribus,
las
tribus del Señor,
según
la costumbre de Israel,
a
celebrar el nombre del Señor;
en
ella están los tribunales de justicia,
en
el palacio de David. R/.
Textos
paralelos.
¡Qué
alegría cuando me dijeron vamos a la casa de Yahvé!
Sal 42, 5-7: Recordándolo
me desahogo conmigo; cómo pasaba al recinto y avanzaba hasta la casa de Dios,
entre gritos de júbilo y acción de gracias, en el bullicio festivo. ¿Por qué te
acongojas, alma mía, por qué estás gimiendo? Espera en Dios, que aún le darás
gracias: Salvación de mi rostro, Dios mío. Cuando mi alma se acongoja, entonces
me acuerdo de ti, desde la zona del Jordán y el Hermón y el Monte Menor.
Sal 43, 3: Mi alma
está sedienta de Dios, del Dios vivo: ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Sal 84, 2-5: ¡Qué
delicia tu morada, Señor de los Ejércitos! Mi aliento se consume anhelando los
atrios del Señor; mi corazón y mi carne exultan por el Dios vivo. Hasta el
gorrión ha encontrado una casa, la golondrina un nido donde colocar sus
polluelos: tus altares, Señor de los Ejércitos, Rey mío y Dios mío. Dichosos
los que habitan en tu casa alabándote siempre.
Jerusalén,
ciudad edificada.
Sal 48, 13-14: Dad
vueltas en torno a Sión, contad sus torreones, fijaos en sus baluartes,
observad sus palacios, para poder contarle a la próxima generación.
Ef 2, 19-22: De
modo que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los
consagrados y de la familia de Dios; edificados sobre el cimiento de los
Apóstoles, con Cristo Jesús como piedra angular. Por él todo el edificio bien
trabado crece hasta ser templo consagrado al Señor, por él vosotros entráis con
los otros en la construcción para ser morada espiritual de Dios.
Adonde
suben las tribus.
Dt 16, 16: Tres
veces al año irán todos los varones en peregrinación al lugar que el Señor se
elija: por la fiesta de los Ázimos, por la fiesta de las Semanas y por la
fiesta de las Chozas. Y no se presentarán al Señor con las manos vacías.
Allí están
los tronos para el juicio.
1 R 7, 7: Hizo el
Salón del Trono o Audiencia, donde administraba justicia; lo recubrió con
madera de cedro, desde el piso hasta el artesonado.
Dt 17, 8: Si una
causa te parece demasiado difícil de sentenciar, causas dudosas de homicidio,
pleitos, lesiones, que surjan en tus ciudades, subirás al lugar elegido por el
Señor.
2 Cro 19, 8:
También en Jerusalén designó a algunos levitas, sacerdotes y cabezas de familia
para que se encargasen del derecho divino y de los litigios de los habitantes
de Jerusalén.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
122 Deteniéndose a las puertas de la
ciudad santa, los peregrinos le dirigen un saludo: Shalóm (“paz”)
jugando con la etimología popular de Jerusalén: “ciudad de paz”. La paz deseada
formaba parte de las esperanzas mesiánicas. El amor a la santa Sión es un rasgo
de la piedad judía.
122 3 Jerusalén sólidamente
restaurada. Ne 2, 17, es el símbolo de la unidad del pueblo elegido (versiones:
“donde la comunidad es una”) y figura de la unidad d ela Iglesia. – Otra
interpretación podría ser: “sólidamente unificada”, aludiendo a la sólida muralla,
construida por Ezequías y halla en las excavaciones de Jerusalén, mediante la
cual se unían a la ciudad los antiguos barrios extramuros.
Segunda
lectura.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 1,
12-20.
Hermanos:
Demos gracias a Dios Padre, que os ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las
tinieblas, y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor, por cuya sangre
hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Él es imagen del Dios
invisible, primogénito de toda criatura; porque en él fueron creadas todas las
cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles. Tronos y dominaciones,
principados y potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a
todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo de la
Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el
primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por
él y para él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la
tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Textos
paralelos.
Gracias al padre, que os
hizo capaces de participar en la luminosa herencia de los santos.
Hch 26, 18: Les abrirás los ojos
para que se conviertan de las tinieblas a la luz, del dominio de Satanás a
Dios, para recibir el perdón de los pecados y una porción entre los consagrados
por creer en mí.
Ef 1, 11-13: Por medio de él y
tal como lo había establecido el que ejecuta todo según su libre decisión, nos
había predestinado a ser herederos de modo que nosotros, los que ya esperábamos
en Cristo, fuéramos la alabanza de su gloria. Por él, también vosotros, al
escuchar el mensaje de la verdad, la buena noticia de vuestra salvación,
creísteis en él y fuisteis sellados con el Espíritu Santo prometido.
1 P 2, 9: Pero vosotros sois
raza escogida, sacerdocio real, nación santa y pueblo adquirido para que
proclame las proezas del que os llamó de las tinieblas a su maravillosa luz.
Él nos libro del poder de
las tinieblas.
Jn 8, 12: De nuevo les habló
Jesús: Yo soy la luz del mundo, quien me siga no caminará en tinieblas, antes
tendrá la luz de la vida.
Nos trasladó al Reino de
su Hijo querido.
Ga 1, 4: Que se entregó por
nuestros pecados, para sacarnos de la perversa situación presente, según el
deseo de Dios nuestro Padre.
Para quien recibimos la
redención.
Ef 1, 6-7: De modo que redunde
en alabanza de la gloriosa gracia que nos otorgó por medio del Predilecto. Por
él, por medio de su sangre, obtenemos el rescate, el perdón de los pecados.
Según la riqueza de su gracia.
Rm 3, 24: Pero son absueltos
sin merecerlo, generosamente, por el rescate que Jesucristo entregó.
Él es imagen de Dios
invisible, primogénito de toda la creación.
Sb 7, 26: Es reflejo de la luz
eterna, espejo nítido de la actividad de Dios e imagen de su bondad.
Col 1, 18: Él es la cabeza del
cuerpo, de la Iglesia. Es el principio, el primogénito de los muertos, para ser
el primero de todos.
Rm 8, 29: A los que escogió de
antemano los destinó a reproducir la imagen de su Hijo, de modo que fuera él el
primogénito de muchos hermanos.
Hb 1, 3: Él es reflejo de su
gloria, impronta de su ser, y sustenta todo con su palabra poderosa. Realizada
la purificación de los pecados, tomó asiento en el cielo a la diestra de la
Majestad.
En los cielos y en la
tierra.
Ef 1, 10: Que se había de
realizar en Cristo al cumplirse el tiempo: Que el universo, lo celeste y lo
terrestre, alcanzaran su unidad en Cristo.
Tronos, dominaciones,
principados, potestades.
Ef 1, 21: Por encima de toda
autoridad y potestad y poder y soberanía, y de cualquier título que se
pronuncie en este mundo o el venidero.
Todo fue creado por él y
para él.
1 Co 8, 6: Para nosotros existe
un solo Dios, el Padre, que es principio de todo y fin nuestro, y existe un
solo Señor, Jesucristo, por quien todo existe y también nosotros.
Él es también la cabeza
del cuerpo.
Col 1, 24: Ahora me alegro de
padecer por vosotros, de completar, a favor de su cuerpo, que es la Iglesia, lo
que falta a los sufrimientos de Cristo.
Ef 1, 22-23: Todo lo ha
sometido bajo sus pies, lo ha nombrado cabeza suprema de la Iglesia, que es su
cuerpo y se llena del que llena de todo a todos.
Col 5, 23: Él Dios de la paz os
santifique completamente; os conserve íntegros en espíritu, alma y cuerpo, e
irreprochables para cuando venga el Señor nuestro Jesucristo.
Él es el Principio.
Pr 8, 22: El Señor me creó como
primera de sus tareas, antes de sus obras.
El Primogénito de entre
los muertos.
1 Co 15, 20: Ahora bien, Cristo
ha resucitado, primicia de los que han muerto.
Ap 1, 5: Y de parte de
Jesucristo, el testigo fidedigno, el primogénito de los muertos, el Señor de
los reyes del Mundo. Al que nos llamó y nos libró con su sangre de nuestros
pecados.
En toda la plenitud.
Col 2, 9: Pues en él reside
corporalmente la plenitud de la divinidad.
Reconciliar por él y para
él todas las cosas.
Ef 1, 10: Por medio de él y tal
como lo había establecido el que ejecuta todo según su libre decisión, nos
había predestinado a ser herederos.
Col 2, 14-16: Canceló el
documento de nuestra deuda con sus cláusulas adversas a nosotros, y lo quitó de
en medio clavándolo consigo en la cruz. Despojando, autoridades y potestades,
las hizo desfilar públicamente en su marcha triunfal. Así pues, que nadie os
juzgue por asuntos de comida o bebida, solemnidades, fiestas mensuales o
semanales.
Pacificando, mediante la
sangre de su cruz.
Flp 2, 8: Se humilló, se hizo
obediente hasta la muerte, una muerte de cruz.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
1 12 “os (var.: “nos”) ha hecho
capaces de”. – La herencia es la salvación reservada en otro tiempo a Israel y
a la que también ahora son llamados los gentiles. Los santos son los cristianos,
llamados desde ahora a vivir en la luz de la salvación, o los ángeles que viven
con Dios en la luz escatológica.
1 13 La fórmula recuerda la
expresión Hijo amado de los relatos del bautismo de Jesús y el título de Ef 1,
6. Como en Rm 1, 4 designa al que la resurrección entroniza como Hijo único.
Los vv. 12-14 tienen un paralelo notable en Hch 26, 18. Los dos pasajes tienen
en común: el poder de las tinieblas, el traslado de un reino a otro, la
herencia, el perdón de los pecados y la entrada en la comunidad de los santos.
1 14 Adicción (Vulgata): por su
sangre.
1 15 (a) Pablo cita aquí un primitivo
himno cristiano compuesto de dos estrofas que celebraba el papel de Cristo en
la primera y en la nueva creación. En los vv. 16bcd, 20b, desarrolla el
significado de todas las cosas, por reacción contra la preeminencia que los
colosenses daban a los ángeles.
1 15 (b) Imagen de Dios, como el ser
humano creado por Dios (Gn 1, 26), pero también como la Sabiduría (Sb 7, 26).
Platón identifica esta imagen con el mundo, Filón con el Logos, Pablo con
Jesús.
1 15 (c) Este término implica en Israel
preeminencia y consagración (Ex 13, 1-16). Expresa también la función
privilegiada de la Sabiduría en la creación (Pr 8, 22).
1 16 Frente a las especulaciones
colosenses, la epístola desarrolla la afirmación apostólica de la victoria
pascual de Cristo sobre los poderes invisibles; con referencia a Sal 110, 2.
Las enumeraciones paulinas tienen como núcleo central los principados y las
potestades: la lista de Ef 1, 21 se distingue de Col 1 16 por la sustitución de
poderes (dynameis) por tronos (thronoi). Se pensaba que estos seres
celestes, poderes angélicos o astrales, tomaban parte en el gobierno del
universo físico y del mundo religioso precristiano, y especialmente eran
considerados guardianes de le ley mosaica y de su régimen.
1 17 (a) La expresión denota, al mismo
tiempo, anterioridad y supremacía.
1 17 (b) Idea tomada de los estoicos,
que consideraban el universo como un todo divino, armónico y coherente. Si 42
26 y Sb 1 7 la adaptaron al monoteísmo bíblico. El Hijo aparece como el vínculo
que une todas las cosas.
1 18 Sobre la Iglesia como cuerpo de
Cristo, ver 1 Co 12, 12. Cristo es su cabeza por su prioridad en el tiempo (es
el primer resucitado) así como por su función de Principio en el orden de la
salvación.
1 19 Palabra de interpretación
difícil, en el que muchos ven indicada la plenitud de la divinidad como en 2,
9. Pero aquí se puede pensar más bien en la idea muy bíblica del universo lleno
de la presencia creadora, idea por otra parte muy difundida en el mundo grecorromano
por el panteísmo estoico. Para Pablo, la encarnación, coronada por la
Resurrección, ha puesto a la naturaleza humana de Cristo a la cabeza no solo
del género humano, sino también de todo el universo creado, asociado en la
salvación, como lo había estado en el pecado.
1 20 (a) Por Cristo y para Cristo, en
paralelismo con el final del v. 16. Otra interpretación refiere el segundo “él”
al Padre y traduce “para reconciliar consigo”.
1 20 (b) Esta reconciliación universal
engloba a todos los espíritus celestes, lo mismo que a todos los hombres. Pero
no significa la salvación individual de todos, sino la salvación colectiva del
mundo por su vuelta al orden y a la paz en al sumisión perfecta a Dios. Los
individuos que no entren por la gracia en este nuevo orden, entrarán por la fuerza,
ver 2, 15 (los espíritus celestes) y 2 Ts 1, 8-9 (los hombres).
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
Lucas 23, 35-43.
En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a
Jesús diciendo:
-A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él
es el Mesías de Dios, el Elegido.
Se burlaban de él también los soldados que se
acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
-Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti
mismo.
Había también por encima de él un letrero: “Este es
el rey de los judíos”. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba
diciendo:
-¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a
nosotros.
Pero el otro respondiéndole e increpándolo, le
decía:
-¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma
condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo
pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo.
Y decía:
-Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.
Jesús le dijo:
-En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el
paraíso.
Textos paralelos.
|
Mc 15, 29-32a |
Mt 27, 39-43 |
Lc 23, 35-38 |
|
Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
-Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a
ti mismo bajando de la cruz.
De igual modo, también los sumos sacerdotes comentaban entre ellos,
burlándose:
-A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el
rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos. |
Los que pasaban, lo injuriaban, y meneando la cabeza, decían:
-Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a
ti mismo; si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz.
Igualmente los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se
burlaban también diciendo:
-A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¡Es el Rey de Israel!, que
baje ahora de la cruz y le creeremos. Confió en Dios, que lo libre si es que
lo ama, pues dijo: “Soy Hijo de Dios”. |
El pueblo estaba mirando,
pero los magistrados le hacían muecas diciendo:
-A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de
Dios, el Elegido.
Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían
vinagre, diciendo: -Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo, si él es el
Mesías de Dios, el Elegido. Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían
vinagre, diciendo: -Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Había también por encima de él un letrero: “Este es el rey de los
judíos”.
|
Si es el Cristo de Dios, el Elegido.
Lc 2, 26: Le había sido revelado [a Simeón] por el
Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor.
Lc 9, 35: [Transfiguración] Y una voz desde la nube
decía: “Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo”.
Is 49, 7: Así dice el Señor, redentor y Santo de
Israel, al despreciado, al aborrecido de las naciones, al esclavo de los
tiranos: “Te verán los reyes, y se alzarán; los príncipes, y se postrarán;
porque el Señor es fiel, porque el Santo de Israel te ha elegido”.
Uno de los malhechores.
Mt 27, 44: De esta manera los bandidos que estaban
crucificados con él lo insultaban.
Mc 15, 32b: También los otros crucificados lo
insultaban.
Notas exegéticas Biblia de
Jerusalén.
23 35 Este título, al que aluden las
palabras del Padre en 9, 35, evocan Is 49, 7, donde designa al Siervo elegido
por Dios para llevar a cabo su obra de salvación y despreciado por los hombres.
Es también uno de los nombres del Mesías en el libro de las Parábolas de
Henoc.
23, 38 Numerosos testigos añaden: “en
caracteres griegos, latinos y hebreos” (ver Jn 19, 20).
23, 39 El mal ladrón interpela a Jesús
como “Cristo”, v. 39, el buen ladrón le reconoce como “Rey”, v. 42: son los dos
títulos, religioso y político, entorno a los cuales ha girado todo el proceso
de Jesús, ante los Judíos primeramente, y ante Pilato después.
23 40 El episodio de los vv. 40-43 es
propio de Lc, que se interesa por las escenas de conversión (7, 36-50; 19,
1-10; Hch 9, 1-25; 10; 16, 14-15.29.34).
23 42 “con” (es decir en posesión de)
tu Reino”. – Var.: “cuando vengas en tu Reino”, es decir, para inaugurarlo.
23 43 Para algunos judíos de aquel
tiempo, el paraíso era el lugar donde los justos difuntos esperaban la
resurrección. Se encuentra la idea, aunque no la palabra, en Lc 16, 22-31
(Lázaro y el rico).
Notas
exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.
35 EL ELEGIDO: apelativo del Mesías,
muy frecuente en la segunda parte de Henoc, en el llamado Libro de
las Parábolas.
39 CRUCIFICADOS: lit. colgados,
traducción que sería valida si esa palabra en nuestra lengua no significase
“ahorcados”.
40-43 El llamado “Buen Ladrón” fue
también buen evangelizador: por la luz de la gracia se confesó pecador, conoció
al Dios perdonador que es Jesús, lo aceptó, y lo anunció a su manera, no con
palabras de sabiduría humana (cf. 1 Cor 2, 1-5). En él tenemos condensado el
itinerario de salvación descrito en Rm 10, 8-10. Su carrera fue rápida: “Poco
antes homicida, poco después acusado, convicto, condenado, crucificado,
liberado” (san Agustín).
40 DIJO: lit. decía. // Y ESO
QUE...: o “ (tú) que...”, con matiz adversativo: “a pesar de que...”. //
SUFRES: lit. estás en.
41 EL PAGO DE: lit. cosas dignas
de. // La palabra griega traducida por MALO es, lit., fuera-de-sitio,
algo parecido a nuestro “desordenado”, “desencaminado”.
42 CUANDO VUELVAS (matiz de retorno,
frecuentemente implícito en el verbo griego érkhomai) COMO REY: lit. en
la realeza (o en el reino) de ti. La partícula griega en es,
en este caso, instrumental y asociativa: “volver con el reino” propio de uno es
“volver como rey”. Si con algunos manuscritos leemos eis en vez de en,
habría que traducir: cuando vayas (o llegues) a tu reino. De hecho,
Jesús ahora no aparece visiblemente COMO REY, pero el título de la cruz, que ha
podido leer el malhechor, será efectivo un día; para ese día de Cristo Rey,
su compañero de suplicio solo le pide una cosa: que se acuerde de él. La
petición quedará superada por la concesión.
43 HOY: más bien que indicación
cronológica exacta (“en estas veinticuatro horas”), aunque no se excluya ese
significado, es el tiempo de la salvación inaugurado por Jesús: “no tendrás que
esperar; ya, a partir de ahora...”). // EL PARAÍSO: la respuesta de
Jesús amplía el significado del término: el ladrón arrepentido no va a estar
simplemente en “el regazo de Abrahán”, sino que estará en la intimidad de Dios
(=CONMIGO). EL PARAÍSO era, como en el judaísmo tardío, la morada de los justos
antes de la resurrección corporal al fin del mundo; es, como lo llama Henoc 61,
12, “el jardín de la vida” donde “habitan los elegidos”.
Notas exegéticas de la Biblia
Didajé.
23, 39-43 Este episodio ilustra cómo la
aceptación voluntaria por los delitos de uno puede tener un valor expiatorio, y
por tanto redentor. También implica un juicio inmediato después de la muerte y
el destino final del alma a la salvación o a la condenación eterna. Cat. 440,
1021, 2266 y 2615.
Catecismo de la Iglesia Católica.
440 Jesús acogió la confesión de fe
de Pedro que le reconocía como el Mesías anunciándole la próxima pasión del
Hijo del Hombre. Reveló el auténtico contenido de su realeza mesiánica en la
identidad trascendente del Hijo del hombre “que ha bajado del cielo” (Jn 3,
13), a la vez que en su misión redentora como Siervo sufriente: “el Hijo del
hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate
por muchos” (Mt 20, 28). Por esta razón, el verdadero sentido de su realeza no
se ha manifestado más que desde lo alto de la Cruz (cf. Lc 23, 39-43).
Solamente después de su resurrección su realeza mesiánica podrá ser proclamada
por Pedro ante el pueblo de Dios: “Sepa, pues, con certeza toda la casa de
Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros
habéis crucificado” (Hch 2, 36).
Concilio Vaticano II
Cristo, como siempre lo ha profesado y profesa la
Iglesia, abrazó voluntariamente, y movido por inmensa caridad, su pasión y
muerte por los pecados de todos los hombres, para que todos consigan la
salvación. Es, pues, deber de la Iglesia en su predicación el anunciar la cruz
de Cristo como signo del amor universal de Dios y como fuente de toda gracia.
Declaración Nostre aetate, 4.
San Agustín
Él anunció, anunciemos nosotros también; sufrió él,
suframos nosotros con él; él fue glorificado, también nosotros lo seremos con
él.
Con el corazón se cree para la justicia y con la
boca se hace la profesión que aporta la salvación (Rm 10, 10). Tal fue hallado
aquel ladrón que pendía en la cruz con el ladrón y reconoció que era el Señor,
precisamente en su cruz. Algunos no lo reconocieron cuando hacía milagros, y él
lo reconoció cuando estaba en la cruz. Tenía clavados todos sus miembros
taladrados, todo el cuerpo estaba adherido al madero; no quedaba libre: solo la
lengua y el corazón: en su corazón creyó, con la lengua hizo la profesión de
fe. Le dijo: Acuérdate de mí, Señor, cuando estés en tu reino. Esperaba
su salvación para el futuro y estaba contento de recibirla tras un largo plazo
de tiempo. La esperaba para largo, pero el día no se hizo esperar. Él dijo: Acuérdate
de mí, cuando llegues a tu reino, a lo que el Señor respondió: En verdad
te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. Hoy – dijo – estarás
conmigo en el paraíso (Lc 23, 42-43). El paraíso tiene árboles de
felicidad: hoy estás conmigo en el madero de la cruz, hoy estarás conmigo en el
árbol de la salvación.
Comentario al salmo 39, 15. II, pgs. 179-180.
Los Santos Padres.
Extiendo tu brazo hacia la cruz, para que el Señor crucificado extienda
sus brazos hacia ti; pues el que no extiende la mano hacia la cruz no puede
acercarse a la mesa. Privará de su mesa a los invitados que deberían acercarse
a Él hambrientos y en cambio van sacios. No te sacies antes de acercarte a la
mesa del Hijo, pues te hará levantarte mientras estás hambriento todavía.
Efrén de Siria, Comentario al Diatessaron, 20, 23. III, pg. 480.
Precisamente [el buen ladrón] mereció el paraíso porque pensó que la cruz
de Cristo no es escándalo, sino poder.
Por eso, sin duda, el Señor también le confiere el paraíso, porque sobre
el patíbulo de la cruz confiesa a aquel que Judas Iscariote había vendido en el
monte de los Olivos. ¡Oh maravilla!, repito: el ladrón confiesa a aquel al que
el discípulo había negado. ¡Oh maravilla!, repito: el ladrón alaba, mientras
sufre, al que Judas había traicionado mientras le besaba. Uno vende el afecto
de la paz; el otro alaba las heridas de la cruz.
Máximo de Turín, Sermón, 74, 3. III, pg. 481.
Puso una espada llameante para guardar el paraíso (cf. Gn 3, 24); pero
Cristo abrió el paraíso con su propia autoridad e introdujo al ladrón.
Juan Crisóstomo, Contra anomeos, 9, 2. III, pg. 482.
San Juan de Ávila
Cosa
triste que un pecador y un rufián tiemblen de una amenaza de Dios oyendo un
sermón (cf. Lc 23, 40), y tengan alguna reverencia al templo, y altar y sus
cosas; y el sacerdote ha pedido el temor con mucha comunicación. Amor no lo
tiene, ni sabe qué es. ¿Qué falta para
hacerse semejable a Judas en vida y muerte?
Tratado sobre el sacerdocio. I, pg. 935.
Y, por escondida que sea la cosa, no se puede esconder a los ojos de la
fe; como parece en aquel buen ladrón, que, viendo en Cristo crucificado tanto
desprecio y bajeza exterior, entró con la fe en lo escondido, y conociólo por
Señor del cielo y por tal lo confesó con grande humildad y firmeza.
Audi, filia (II). I, pg. 628.
Cuando os levantáis de la cama, acordaos cómo le levantaron en la cruz,
y pedidle que levante vuestro corazón a las cosas divinas; cuando os vestís,
acordaos cómo le vistieron en casa de Herodes y Pilato (cfr. Lc 23, 11), y
pedilde que vista vuestra ánima de gracia y virtudes; cuando os calzáis, cómo
le enclavaron (cf. Mc 15, 17), y pedilde que vuestro corazón esté enclavado con
Él con tres clavos, que son fe, esperanza y caridad; cuando ponéis el bonete,
la corona de espinas (cf. Lc 23, 33), y pedilde que no perdáis vos la corona
que Él con tanto trabajo ganó; cuando os ceñís, la soga con que fue atado (cf.
Jn 19, 5), y pedid que os libre de las prisiones del pecado; cuando os laváis,
pedid que lave vuestra alma, etc. cuando andáis por las calles, aquellas
estaciones de la pasión, como si le fuésedes acompañando; cuando coméis, pensad
la hiel y vinagre del Señor (cf. Lc 23, 36); cuando os desnudáis para
acostaros, como le desnudaron para crucificarlo (cf. Lc 23, 34) y cómo Él es
descanso de mi alma mucho mejor que la cama de mi cuerpo, etc.
Dialogus inter confessarium et paenitentem. II, ps. 783-784.
Estad muy atentos a lo que pasa en este convite y veréis una clara
figura de cómo la ira a cada uno en el día del juicio que está por venir. San
Agustín dice que la cruz donde el Señor fue crucificado, “no solo fue tormento
de quien padecía, mas también silla de Juez que daba sentencia”. Dos culpados
tenía a los lados este Juez; y a aquel que confesó sus pecados y le dijo: ¡Señor, acuérdate de mí
cuando estuvieres en el reino! (Lc 23, 42), lo perdonó y aquel mismo día lo llevó a paraíso, y lo hizo convidado de su mesa divina, compañero de los santos y de los
ángeles, que comen a Dios y se mantienen de Él para siempre. ¡Dichosa suerte,
por cierto, y copiosa paga de su confesión! Y por el contrario desdichado el de
la mano izquierda, que, por no hacer lo que el otro hizo, perdió el convite de
Dios y fue sentenciado a serle manjar de la muerte que lo pazca, y sin
acabarlo, lo esté siempre matando, mientras Dios fuere Dios. Pues aquello que
en la cruz pasó, de ser salvo el que estaba a la mano derecha y condenado el
que a la izquierda mano, que fue figura del día postrero, cuando el Señor, que
fue de los hombres juzgado y condenado, venga en las nubes del cielo con gran majestad (cf. Mt 24, 30) y absuelva a
los de la mano derecha y condene a los de la mano izquierda, esto mismo se
representa en esta mesa sagrada: mal de unos, bien de otros, si hay ojos que lo
saben mirar.
¿Qué piensas, hermano, que es paraíso? Es un juntarse con Dios y decir:
Él: Venid,
benditos de mi Padre, a poseer el reino que está aparejado desde el principio
del mundo (cf.
Mt 25, 34).
En la infraoctava del Corpus. III, pg. 744-745.
Llamole el ladrón y respondióle: Hoy serás conmigo en paraíso (Lc 23, 43).
Viernes de la semana 4 de Cuaresma. III, pg. 200.
Conjeturan los santos algunas cosas; a mí más cierto e razonable me
parece que paró en el paraíso terrenal, y así entiendo aquello: Hoy en paraíso (cf. Lc 23, 43).
Lunes de Pascua. III, pg. 224.
San Oscar Romero.
Los cristianos, desde luego, no se dejen llevar por el miedo,
vivan en su corazón la certeza de que Cristo vive. Vive ofreciéndonos todas las
soluciones de los problemas. Únicamente nos pide que no seamos sordos mucho
menos perseguidores de su mensaje, sino que lo escuchemos y tratemos, sobre
todo, de vivirlo. No señalemos en otros las culpas de los males. Veamos a
nosotros mismos, si hemos vivido realmente como verdaderos seguidores del
Cristo Profeta, del Cristo sacerdote, del Cristo rey.
Homilía Cristo Rey. 20 de noviembre 1977.
León XIV. Audiencia general. 12 de
noviembre de 2025. Ciclo
de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. IV. La
resurrección de Cristo y los desafíos del mundo actual. 4. La
espiritualidad pascual inspira la fraternidad. «Ámense los unos a los
otros como yo los he amado» (cf. Jn 15,12)
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!
Creer
en la muerte y resurrección de Cristo y vivir la espiritualidad pascual infunde
esperanza en la vida y anima a invertir en el bien. En particular, nos ayuda a amar y a alimentar
la fraternidad, que es sin duda uno de los grandes desafíos para la
humanidad contemporánea, como vio claramente el Papa Francisco.
La
fraternidad nace de un dato profundamente humano. Somos capaces de
relacionarnos y si queremos, sabemos construir vínculos auténticos entre
nosotros. Sin relaciones, que nos sostienen y que nos enriquecen desde el
inicio de nuestra vida, no podremos sobrevivir, crecer, aprender. Estas son
múltiples, diferentes en cuanto a modalidad y profundidad. Pero es cierto que
nuestra humanidad se realiza mejor cuando estamos y vivimos juntos, cuando
somos capaces de experimentar vínculos auténticos, no formales, con las
personas que tenemos al lado. Si nos encerramos en nosotros mismos, corremos
el riesgo de enfermarnos de soledad e incluso de un narcisismo que se preocupa
solo de los demás por interés. El otro se reduce, entonces, a alguien de
quien tomar, sin que estemos nunca dispuestos verdaderamente a dar, a
entregarnos.
Sabemos
bien que tampoco hoy la fraternidad no es algo ni inmediato ni que se pueda dar
por descontado. Es más, muchos conflictos, tantas guerras esparcidas por el
mundo, tensiones sociales y sentimientos de odio parecerían demostrar lo
contrario. Sin embargo, la fraternidad no es un hermoso sueño imposible, no
es un deseo de unos pocos ilusos. Pero para superar las sombras que la amenazan
hay que ir a las fuentes y, sobre todo, obtener luz y fuerza de Aquel
que solo nos libra del veneno de la enemistad.
La
palabra “hermano” deriva de una raíz muy antigua, que significa cuidar,
preocuparse, apoyar y sustentar.
Aplicada a cada persona humana se convierte en un llamamiento, una invitación.
A menudo pensamos que el papel de hermano, de hermana, se refiera al
parentesco, al hecho de ser consanguíneos, de pertenecer a la misma familia. En
realidad, sabemos bien que los desacuerdos, las fracturas y a veces el odio
pueden devastar también las relaciones entre parientes, no solo entre extraños.
Esto
demuestra la necesidad, hoy más urgente que nunca, de volver a considerar el
saludo con el que San Francisco de Asís se dirigía a todas y a todos,
independientemente de su procedencia geográfica y cultural, religiosa o
doctrinal: omnes fratres era el modo inclusivo con el que
San Francisco ponía en el mismo plano a todos los seres humanos, precisamente
porque les reconocía en el destino común de dignidad, de diálogo, de acogida y
de salvación. El Papa Francisco retomó
este enfoque del Poverello de Asís, dando valor a su
actualidad después de 800 años, en la Encíclica Fratelli
tutti.
Ese
“tutti” (todos) que para San
Francisco significaba la señal acogedora de una fraternidad universal expresa
un rasgo esencial del cristianismo, que desde el inicio fue el anuncio de
la Buena Noticia destinada a la salvación de todos, nunca de forma exclusiva o
privada. Esta fraternidad se basa en el mandamiento de Jesús, que es de
nuevo, en cuanto realizado por Él mismo, cumplimiento sobreabundante de la
voluntad del Padre: gracias a Él, que nos amó y se entregó por nosotros,
nosotros podemos, a su vez, amarnos y dar la vida por los demás, como hijos
del único Padre y verdaderos hermanos en Jesucristo.
Jesús
nos amó hasta el final, dice el Evangelio de Juan (cfr 13,1). Cuando se acerca
la pasión, el Maestro sabe bien que su tiempo histórico está a punto de
concluirse. Teme lo que está a punto de suceder, experimenta el suplicio más
terrible y el abandono. Su Resurrección, al tercer día, es el inicio de una
historia nueva. Y los discípulos se convierten plenamente en hermanos,
después de tanto tiempo de vida en común, no solo cuando viven el dolor de la
muerte de Jesús, sino, sobre todo, cuando lo reconocen como el Resucitado,
reciben el don del Espíritu y se convierten en testigos.
Los
hermanos y las hermanas que se apoyan mutuamente en las pruebas no dan la
espalda a quienes están necesitados: lloran y se alegran juntos en la perspectiva laboriosa de la unidad, de
la confianza, de la entrega mutua. La dinámica es la que el mismo Jesús nos
entrega: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (cfr Jn 15,12).
La fraternidad que nos brindó Cristo muerto y resucitado nos libra de las
lógicas negativas de los egoísmos, de las divisiones, de las prepotencias, y
nos devuelve a nuestra vocación original, en el nombre de un amor y de una
esperanza que se renuevan cada día. El Resucitado nos indicó el camino a
recorrer junto a Él, para sentirnos y para ser “fratelli tutti” (hermanos
todos).
León XIV. Angelus. 16 de noviembre
de 2025.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
Mientras
el año litúrgico llega a término, el Evangelio de hoy (Lc 21,5-19)
nos hace reflexionar sobre los avatares de la historia y el fin de las cosas.
Como Jesús conoce nuestro corazón, al contemplar estos acontecimientos nos
invita ante todo a no dejarnos vencer por el miedo: «Cuando oigan hablar de
guerras y revoluciones —dice— no se alarmen» (v. 9).
Su
llamamiento es muy actual. Lamentablemente, cada día recibimos noticias de
conflictos, calamidades y persecuciones que atormentan a millones de hombres y
mujeres. Sin embargo, tanto ante estas aflicciones como ante la indiferencia
que quiere ignorarlas, las palabras de Jesús anuncian que la agresión del
mal no puede destruir la esperanza de quienes confían en Él. Cuanto más oscura
es la noche, más brilla la fe como el sol.
Cristo,
de hecho, afirma dos veces que «a causa de mi Nombre» muchos sufrirán violencia
y traición (v. 12.17), pero precisamente entonces tendrán la oportunidad de dar
testimonio (cf. v. 13). Siguiendo el ejemplo del Maestro, que en la cruz
reveló la inmensidad de su amor, tal invitación nos concierne a todos. La
persecución de los cristianos, de hecho, no sólo se produce con armas y
maltratos, sino también con palabras, es decir, a través de la mentira y
la manipulación ideológica. Sobre todo, cuando estamos oprimidos por estos
males, físicos y morales, estamos llamados a dar testimonio de la verdad que
salva al mundo, de la justicia que redime a los pueblos de la opresión, de la
esperanza que indica a todos el camino de la paz.
En su
estilo profético, las palabras de Jesús atestiguan que los desastres y los
dolores de la historia tienen un final, mientras que la alegría de quienes
reconocen en Él al Salvador está destinada a durar para siempre. «Gracias a
la constancia salvarán sus vidas» (v. 19), esta promesa del Señor nos infunde
la fuerza para resistir los acontecimientos amenazantes de la historia y toda
ofensa; no permanezcamos impotentes ante el dolor, porque Él mismo nos da
«elocuencia y sabiduría» (v. 15) para obrar siempre el bien con corazón
ardiente.
Queridos
hermanos, a lo largo de toda la historia de la Iglesia, son sobre todo los
mártires quienes nos recuerdan que la gracia de Dios es capaz de transfigurar
incluso la violencia en signo de redención. Por eso, uniéndonos a nuestros
hermanos y hermanas que sufren por el nombre de Jesús, busquemos con confianza
la intercesión de María, auxilio de los cristianos. Que la Santa Virgen nos
consuele y nos sostenga en cada prueba y dificultad.
Papa Francisco. Ángelus. 20 de noviembre de 2022.
Al final de esta
celebración deseo expresar mi agradecimiento a la diócesis, a la
provincia y a la ciudad de Asti: ¡gracias por la acogida entusiasta que me
habéis ofrecido! También estoy muy agradecido a las autoridades civiles y
religiosas por los preparativos que han hecho posible esta deseada visita. Os
quiero decir a todos que a la fame propri piasi’ encuntreve! [en
dialecto piamontés: ha sido un placer encontrarme con vosotros]; y
desearos: ch’a staga bin! [que vaya bien]
Me gustaría dirigir un pensamiento y un abrazo especial a los jóvenes
—gracias por haber venido tan numerosos—. Desde el año pasado, la Jornada
Mundial de la Juventud se celebra en las Iglesias particulares precisamente en
la solemnidad de Cristo Rey. El tema, el mismo que el de la JMJ de Lisboa, en
la que os invito de nuevo a participar, es «María se levantó y partió sin
demora» (Lc 1,39). La Virgen hizo esto cuando era joven, y
nos dice que el secreto para mantenerse jóvenes está precisamente es esos dos
verbos, levantarse y partir. Me gusta pensar
en la Virgen que partió deprisa, realmente se fue deprisa y muchas veces le
pido a la Virgen: “Date prisa en resolver este problema”. Levantarse y partir: no
quedarse quietos pensando en uno mismo, desperdiciando la vida tras comodidades
y últimas modas, sino apuntar alto, ponerse en camino, salir de los propios
miedos para tender la mano a quien lo necesita. Y hoy hacen falta
jóvenes realmente “transgresores”, no conformistas, que no sean esclavos del
móvil, sino que cambien el mundo como María, llevando Jesús a los demás,
cuidando a los demás, construyendo comunidades fraternas con los demás,
realizando sueños de paz.
Nuestro tiempo está viviendo una carestía de paz: estamos viviendo una carestía de
paz. Pensemos en los muchos lugares del mundo asolados por la guerra, en
particular en la martirizada Ucrania. ¡Manos a la obra y sigamos rezando por la
paz! Recemos también por las familias de las víctimas del grave incendio
ocurrido hace unos días en un campo de refugiados en Gaza, Palestina, donde
también fallecieron varios niños. Que el Señor acoja en el cielo a los que han
perdido la vida y consuele a esa población tan probada por años de conflicto. Y
ahora invocamos a la Reina de la Paz, la Virgen, a la que está dedicada esta
hermosa catedral. A ella encomiendo nuestras familias, los enfermos y cada uno
de vosotros, con las preocupaciones y las buenas intenciones que lleváis en el
corazón.
Papa Francisco. Ángelus. 24 de
noviembre de 1919.
Viaje apostólico a Japón.
Papa Francisco. Ángelus. 20 de
noviembre de 1916.
Queridos hermanos y hermanas:
Al final de esta
celebración, elevamos a Dios la alabanza y el agradecimiento por el don que
el Año Santo de la Misericordia ha sido para la Iglesia y para tantas personas
de buena voluntad. Saludo con deferencia al Presidente de la República Italiana
y a las delegaciones oficiales presentes. Expreso profundo agradecimiento a los
líderes del Gobierno italiano y demás instituciones, por su colaboración y
esfuerzo realizado. Un caluroso agradecimiento a las Fuerzas del Orden, a los
operadores de los servicios de acogida, información, personal de sanidad y a
los voluntarios de todas las edades y procedencias. Doy las gracias de manera
especial al Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, a
su Presidente y a quienes han cooperado en sus distintas articulaciones.
Un agradecido recuerdo va dirigido hacia quienes han contribuido
espiritualmente en el éxito del Jubileo: pienso en las muchas personas ancianas
y enfermas, que han rezado incesantemente, incluso ofreciendo sus sufrimientos
por el Jubileo. En especial me gustaría dar las gracias a las monjas de
clausura, en la vigilia del Día Pro Orantibus que se celebra
mañana.
Invito a todos a tener un recuerdo especial para estas hermanas nuestras
que se dedican totalmente a la oración y que necesitan solidaridad espiritual y
material. Ayer, en Avignon, Francia, fue beatificado el Padre María Eugenio del
Niño Jesús, de la Orden de los Carmelitas Descalzos, fundador del Instituto
secular «Nuestra Señora de la Vida», hombre de Dios, atento a las necesidades
espirituales y materiales del prójimo. Que su ejemplo y su intercesión
sostengan nuestro camino de fe.
Deseo saludar cordialmente a todos vosotros que habéis venido desde
diferentes países para el cierre de la Puerta Santa de la Basílica de San
Pedro. Que la Virgen María nos ayude a todos a conservar en el corazón y a
hacer fructíferos los dones espirituales del Jubileo de la Misericordia.
Papa Francisco. Ángelus. 24 de
noviembre de 1913.
Antes de concluir esta celebración, deseo saludar a todos los peregrinos,
las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones y los movimientos
venidos de muchos países. Saludo a los participantes en el Congreso nacional de
la misericordia; saludo a la comunidad ucraniana, que recuerda el 80°
aniversario del Holodomor, la «gran hambruna» provocada por el
régimen soviético que causó millones de víctimas.
En esta jornada, nuestro recuerdo agradecido se dirige a los misioneros
que, a lo largo de los siglos, anunciaron el Evangelio y esparcieron la semilla
de la fe en tantas partes del mundo; entre éstos el beato Junípero Serra,
misionero franciscano español, de quien se conmemora el tercer centenario del
nacimiento.
No quiero terminar sin recordar a todos aquellos que trabajaron para llevar
adelante este Año de la fe. A monseñor Rino Fisichella, quien guió
este camino, le agradezco mucho, de corazón, a él y a todos sus colaboradores.
¡Muchas gracias!
Ahora rezamos juntos el Ángelus. Con esta oración invocamos la protección
de María especialmente para nuestros hermanos y nuestras hermanas que son
perseguidos por motivo de su fe, y ¡son muchos!
Angelus Domini...
Os agradezco vuestra presencia en esta concelebración. Os deseo un feliz
domingo y un buen almuerzo.
Benedicto XVI. Ángelus. 21 de noviembre de 2010.
Queridos hermanos y hermanas:
Acaba de concluir en la basílica vaticana la liturgia de Nuestro Señor
Jesucristo Rey del universo, concelebrada también por los 24 nuevos cardenales,
creados en el consistorio
de ayer. La solemnidad de Cristo Rey fue instituida por el Papa Pío XI
en 1925 y más tarde, después del concilio Vaticano II, se colocó al final del
año litúrgico. El Evangelio de san Lucas presenta, como en un gran
cuadro, la realeza de Jesús en el momento de la crucifixión. Los jefes del
pueblo y los soldados se burlan del «primogénito de toda la creación» (Col 1,
15) y lo ponen a prueba para ver si tiene poder para salvarse de la muerte
(cf. Lc 23, 35-37). Sin embargo, precisamente «en la cruz,
Jesús se encuentra a la “altura” de Dios, que es Amor. Allí se le puede
“reconocer”. (...) Jesús nos da la “vida” porque nos da a Dios. Puede
dárnoslo porque él es uno con Dios» (Benedicto XVI, Jesús de
Nazaret, Madrid 2007, pp. 403-404. 409). De hecho, mientras que el Señor
parece pasar desapercibido entre dos malhechores, uno de ellos, consciente de
sus pecados, se abre a la verdad, llega a la fe e implora «al rey de los
judíos»: «Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu reino» (Lc 23,
42). De quien «existe antes de todas las cosas y en él todas subsisten» (Col 1,
17) el llamado «buen ladrón» recibe inmediatamente el perdón y la alegría de
entrar en el reino de los cielos. «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en
el Paraíso» (Lc 23, 43). Con estas palabras Jesús, desde
el trono de la cruz, acoge a todos los hombres con
misericordia infinita. San Ambrosio comenta que «es un buen ejemplo de la
conversión a la que debemos aspirar: muy pronto al ladrón se le concede el
perdón, y la gracia es más abundante que la petición; de hecho, el Señor —dice
san Ambrosio— siempre concede más de lo que se le pide (...) La vida consiste
en estar con Cristo, porque donde está Cristo allí está el Reino» (Expositio
Evangelii secundum Lucam X, 121: ccl 14, 379).
Queridos amigos, el camino del amor, que el Señor nos revela y nos invita a
recorrer, se puede contemplar también en el arte cristiano. De hecho,
antiguamente, «en la configuración de los edificios sagrados (...) se hizo
habitual representar en el lado oriental al Señor que regresa como rey —imagen
de la esperanza—, mientras en el lado occidental estaba el Juicio final, como
imagen de la responsabilidad respecto a nuestra vida» (Spe
salvi, 41): esperanza en el amor infinito de Dios y compromiso
de ordenar nuestra vida según el amor de Dios. Cuando contemplamos las
representaciones de Jesús inspiradas en el Nuevo Testamento, como enseña un
antiguo Concilio, se nos lleva a «comprender (...) la sublimidad de la
humillación del Verbo de Dios y (...) a recordar su vida en la carne, su pasión
y muerte salvífica, y la redención que de allí se deriva para el mundo»
(Concilio de Trullo [año 691 o 692], canon 82). «Sí, las necesitamos para poder
reconocer en el corazón traspasado del Crucificado el misterio de Dios» (Joseph
Ratzinger, Teologia della liturgia. La fondazione sacramentale
dell'esistenza cristiana, LEV, 2010, 69).
En la celebración de su Presentación en el templo encomendamos a la Virgen
María a los nuevos purpurados del Colegio cardenalicio y nuestra peregrinación
terrena hacia la eternidad.
Benedicto XVI. Ángelus. 26 de noviembre de 2007.
Queridos hermanos y hermanas:
El martes próximo, en Annapolis, Estados Unidos, israelíes y palestinos,
con la ayuda de la comunidad internacional, quieren reanudar las negociaciones
para encontrar una solución justa y definitiva al conflicto que desde hace
sesenta años ensangrienta la Tierra Santa y ha provocado tantas lágrimas y
sufrimientos en los dos pueblos. Os pido que os unáis a la Jornada de oración
convocada para hoy por la Conferencia episcopal de Estados Unidos para implorar
del Espíritu de Dios la paz para aquella región tan querida para nosotros y los
dones de sabiduría y valentía para todos los protagonistas de ese importante
encuentro.
Después de la conclusión
de la solemne celebración de hoy, dirijo mi cordial saludo a todos los
presentes, incluyendo precisamente a cuantos han permanecido fuera de la
basílica. Expreso gratitud especial a los fieles que han venido desde lejos
para acompañar a los nuevos cardenales y participar en este acontecimiento, que
manifiesta de manera singular la unidad y la universalidad de la Iglesia
católica. Renuevo mi saludo deferente a las distinguidas autoridades civiles.
Nos disponemos ahora a rezar, como de costumbre, la oración del Ángelus.
En ocasiones como esta se siente más viva aún la presencia espiritual de María
santísima. Como en el Cenáculo de Jerusalén, ella está hoy en medio de nosotros
y nos acompaña en esta etapa del camino eclesial. A la Virgen queremos
encomendar a los nuevos miembros del Colegio cardenalicio, para que a cada uno
de ellos, así como a todos los ministros de la Iglesia, les obtenga imitar
siempre a Cristo en el servicio generoso a Dios y a su pueblo, para participar
en su realeza gloriosa.
DOMINGO 1º DE
ADVIENTO.
Monición de entrada.-
En esta misa empezamos el Adviento.
Adviento es esperar a Dios.
Adviento es esperar a Jesús que un día
volverá y quienes estén vivos le verán.
Adviento es preparar la Navidad.
Así durante cuatro semanas iremos preparando
el nacimiento de Jesús.
La corona de Adviento.
Jesús, la tierra te está esperando.
Y nosotros también, tu familia en nuestro
pueblo.
Por eso hemos preparado esta corona, con
velas y ramas.
Cada semana encenderemos una vela más hasta
que estén las cuatro encendidas.
Hoy nos dices estad en vela.
Y nosotros te decimos que lo estaremos
encendiendo la primera vela.
Señor ten piedad.-
Porque a veces no te hacemos caso. Señor, ten
piedad.
Porque a veces nos olvidamos de ti. Cristo,
ten piedad.
Porque a veces nos hacemos los sordos. Señor,
ten piedad.
Peticiones.-
Jesús,
te pido por el Papa León y el obispo Enrique; para que no te separes de
ellos. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por la misión de la iglesia de
Valencia; para que nos ayudes a hacerla bien. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por la Iglesia; para que nos
ilumine con tus palabras. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por las personas que mandan;
para que se preocupen para que no haya guerra. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por los mayores que no tienen
ilusión; para que la encuentren contigo. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por nosotros; para que estemos
en vela. Te lo pedimos, Señor.
Oración
a la Virgen María.-

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