martes, 18 de noviembre de 2025

Nº 285. Cristo Rey del Universo. 23 de noviembre de 2025.


 Lectura del segundo libro de Samuel 5, 1-3.

En aquellos días, todas las tribus de Israel se presentaron ante David en Hebrón y le dijeron:

-Hueso tuyo y carne tuya somos. Desde hace tiempo, cuando Saúl reinaba sobre nosotros, eras tú el que dirigía las salidas y entradas de Israel. Por su parte, el Señor te ha dicho: “Tú pastorearás a mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel”.

Los ancianos de Israel vinieron a ver al rey en Hebrón. El rey hizo una alianza con ellos en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos le ungieron como rey de Israel.

 

Textos paralelos.

1 Cr 11, 1-3: Los israelitas se reunieron con David en Hebrón y le dijeron: Mira, somos de la misma sangre. Ya antes, cuando todavía era Saúl rey, tu eras el verdadero general de Israel. El Señor, tu Dios, te dijo: Tú pastorearás a mi pueblo, Israel; tú serás jefe de mi pueblo, Israel. Fueron, pues, a Hebrón todos los concejales de Israel a visitar al rey. David hizo un pacto con ellos delante del señor y ellos ungieron a David rey de Israel, como había dicho el Señor por medio de Samuel.

Mirad, somos hueso tuyo y carne tuya.

Dt 17, 15: Nombrarás rey tuyo a uno de tus hermanos, no podrás nombrar a un extranjero que no sea hermano tuyo.

Eras el que dirigías las entradas y salidas de Israel.

1 S 18, 16: Todo Israel y Judá querían a David, porque los guiaba en sus expediciones.

Apacentarás a mi pueblo Israel.

2 S 3, 10: Le pasaré el reino de Saúl, afianzaré el trono de David sobre Israel y Judá, desde Dan hasta Berseba.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

5 1 El v. 1 habla de todas las tribus de Israel, mientras que en el v.3 solo son mencionados todos los ancianos de Israel. Esta ampliación y los motivos teológicos que presentan los vv. 1-2 permiten reconocer aquí la mano del redactor, que parece haber querido que prevalezca la elección del rey por Yahvé sobre la investidura popular de la que v. 3 guarda el recuerdo.

 

Salmo responsorial

Sal 122 (121), 1-5.

 

Vamos alegres a la casa del Señor. R/.

¡Qué alegría cuando me dijeron:

“Vamos a la casa del Señor”!

Ya están pisando nuestros pies

tus umbrales, Jerusalén. R/.

 

Allá suben las tribus,

las tribus del Señor,

según la costumbre de Israel,

a celebrar el nombre del Señor;

en ella están los tribunales de justicia,

en el palacio de David.  R/.

 

Textos paralelos.

¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa de Yahvé!

Sal 42, 5-7: Recordándolo me desahogo conmigo; cómo pasaba al recinto y avanzaba hasta la casa de Dios, entre gritos de júbilo y acción de gracias, en el bullicio festivo. ¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué estás gimiendo? Espera en Dios, que aún le darás gracias: Salvación de mi rostro, Dios mío. Cuando mi alma se acongoja, entonces me acuerdo de ti, desde la zona del Jordán y el Hermón y el Monte Menor.

Sal 43, 3: Mi alma está sedienta de Dios, del Dios vivo: ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?

Sal 84, 2-5: ¡Qué delicia tu morada, Señor de los Ejércitos! Mi aliento se consume anhelando los atrios del Señor; mi corazón y mi carne exultan por el Dios vivo. Hasta el gorrión ha encontrado una casa, la golondrina un nido donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor de los Ejércitos, Rey mío y Dios mío. Dichosos los que habitan en tu casa alabándote siempre.

Jerusalén, ciudad edificada.

Sal 48, 13-14: Dad vueltas en torno a Sión, contad sus torreones, fijaos en sus baluartes, observad sus palacios, para poder contarle a la próxima generación.

Ef 2, 19-22: De modo que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los consagrados y de la familia de Dios; edificados sobre el cimiento de los Apóstoles, con Cristo Jesús como piedra angular. Por él todo el edificio bien trabado crece hasta ser templo consagrado al Señor, por él vosotros entráis con los otros en la construcción para ser morada espiritual de Dios.

Adonde suben las tribus.

Dt 16, 16: Tres veces al año irán todos los varones en peregrinación al lugar que el Señor se elija: por la fiesta de los Ázimos, por la fiesta de las Semanas y por la fiesta de las Chozas. Y no se presentarán al Señor con las manos vacías.

Allí están los tronos para el juicio.

1 R 7, 7: Hizo el Salón del Trono o Audiencia, donde administraba justicia; lo recubrió con madera de cedro, desde el piso hasta el artesonado.

Dt 17, 8: Si una causa te parece demasiado difícil de sentenciar, causas dudosas de homicidio, pleitos, lesiones, que surjan en tus ciudades, subirás al lugar elegido por el Señor.

2 Cro 19, 8: También en Jerusalén designó a algunos levitas, sacerdotes y cabezas de familia para que se encargasen del derecho divino y de los litigios de los habitantes de Jerusalén.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

122 Deteniéndose a las puertas de la ciudad santa, los peregrinos le dirigen un saludo: Shalóm (“paz”) jugando con la etimología popular de Jerusalén: “ciudad de paz”. La paz deseada formaba parte de las esperanzas mesiánicas. El amor a la santa Sión es un rasgo de la piedad judía.

122 3 Jerusalén sólidamente restaurada. Ne 2, 17, es el símbolo de la unidad del pueblo elegido (versiones: “donde la comunidad es una”) y figura de la unidad d ela Iglesia. – Otra interpretación podría ser: “sólidamente unificada”, aludiendo a la sólida muralla, construida por Ezequías y halla en las excavaciones de Jerusalén, mediante la cual se unían a la ciudad los antiguos barrios extramuros.

 

Segunda lectura.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 1, 12-20.

Hermanos:

Demos gracias a Dios Padre, que os ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles. Tronos y dominaciones, principados y potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.

 

Textos paralelos.

Gracias al padre, que os hizo capaces de participar en la luminosa herencia de los santos.

Hch 26, 18: Les abrirás los ojos para que se conviertan de las tinieblas a la luz, del dominio de Satanás a Dios, para recibir el perdón de los pecados y una porción entre los consagrados por creer en mí.

Ef 1, 11-13: Por medio de él y tal como lo había establecido el que ejecuta todo según su libre decisión, nos había predestinado a ser herederos de modo que nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, fuéramos la alabanza de su gloria. Por él, también vosotros, al escuchar el mensaje de la verdad, la buena noticia de vuestra salvación, creísteis en él y fuisteis sellados con el Espíritu Santo prometido.

1 P 2, 9: Pero vosotros sois raza escogida, sacerdocio real, nación santa y pueblo adquirido para que proclame las proezas del que os llamó de las tinieblas a su maravillosa luz.

Él nos libro del poder de las tinieblas.

Jn 8, 12: De nuevo les habló Jesús: Yo soy la luz del mundo, quien me siga no caminará en tinieblas, antes tendrá la luz de la vida.

Nos trasladó al Reino de su Hijo querido.

Ga 1, 4: Que se entregó por nuestros pecados, para sacarnos de la perversa situación presente, según el deseo de Dios nuestro Padre.

Para quien recibimos la redención.

Ef 1, 6-7: De modo que redunde en alabanza de la gloriosa gracia que nos otorgó por medio del Predilecto. Por él, por medio de su sangre, obtenemos el rescate, el perdón de los pecados. Según la riqueza de su gracia.

Rm 3, 24: Pero son absueltos sin merecerlo, generosamente, por el rescate que Jesucristo entregó.

Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda la creación.

Sb 7, 26: Es reflejo de la luz eterna, espejo nítido de la actividad de Dios e imagen de su bondad.

Col 1, 18: Él es la cabeza del cuerpo, de la Iglesia. Es el principio, el primogénito de los muertos, para ser el primero de todos.

Rm 8, 29: A los que escogió de antemano los destinó a reproducir la imagen de su Hijo, de modo que fuera él el primogénito de muchos hermanos.

Hb 1, 3: Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser, y sustenta todo con su palabra poderosa. Realizada la purificación de los pecados, tomó asiento en el cielo a la diestra de la Majestad.

En los cielos y en la tierra.

Ef 1, 10: Que se había de realizar en Cristo al cumplirse el tiempo: Que el universo, lo celeste y lo terrestre, alcanzaran su unidad en Cristo.

Tronos, dominaciones, principados, potestades.

Ef 1, 21: Por encima de toda autoridad y potestad y poder y soberanía, y de cualquier título que se pronuncie en este mundo o el venidero.

Todo fue creado por él y para él.

1 Co 8, 6: Para nosotros existe un solo Dios, el Padre, que es principio de todo y fin nuestro, y existe un solo Señor, Jesucristo, por quien todo existe y también nosotros.

Él es también la cabeza del cuerpo.

Col 1, 24: Ahora me alegro de padecer por vosotros, de completar, a favor de su cuerpo, que es la Iglesia, lo que falta a los sufrimientos de Cristo.

Ef 1, 22-23: Todo lo ha sometido bajo sus pies, lo ha nombrado cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo y se llena del que llena de todo a todos.

Col 5, 23: Él Dios de la paz os santifique completamente; os conserve íntegros en espíritu, alma y cuerpo, e irreprochables para cuando venga el Señor nuestro Jesucristo.

Él es el Principio.

Pr 8, 22: El Señor me creó como primera de sus tareas, antes de sus obras.

El Primogénito de entre los muertos.

1 Co 15, 20: Ahora bien, Cristo ha resucitado, primicia de los que han muerto.

Ap 1, 5: Y de parte de Jesucristo, el testigo fidedigno, el primogénito de los muertos, el Señor de los reyes del Mundo. Al que nos llamó y nos libró con su sangre de nuestros pecados.

En toda la plenitud.

Col 2, 9: Pues en él reside corporalmente la plenitud de la divinidad.

Reconciliar por él y para él todas las cosas.

Ef 1, 10: Por medio de él y tal como lo había establecido el que ejecuta todo según su libre decisión, nos había predestinado a ser herederos.

Col 2, 14-16: Canceló el documento de nuestra deuda con sus cláusulas adversas a nosotros, y lo quitó de en medio clavándolo consigo en la cruz. Despojando, autoridades y potestades, las hizo desfilar públicamente en su marcha triunfal. Así pues, que nadie os juzgue por asuntos de comida o bebida, solemnidades, fiestas mensuales o semanales.

Pacificando, mediante la sangre de su cruz.

Flp 2, 8: Se humilló, se hizo obediente hasta la muerte, una muerte de cruz.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

1 12 “os (var.: “nos”) ha hecho capaces de”. – La herencia es la salvación reservada en otro tiempo a Israel y a la que también ahora son llamados los gentiles. Los santos son los cristianos, llamados desde ahora a vivir en la luz de la salvación, o los ángeles que viven con Dios en la luz escatológica.

1 13 La fórmula recuerda la expresión Hijo amado de los relatos del bautismo de Jesús y el título de Ef 1, 6. Como en Rm 1, 4 designa al que la resurrección entroniza como Hijo único. Los vv. 12-14 tienen un paralelo notable en Hch 26, 18. Los dos pasajes tienen en común: el poder de las tinieblas, el traslado de un reino a otro, la herencia, el perdón de los pecados y la entrada en la comunidad de los santos.

1 14 Adicción (Vulgata): por su sangre.

1 15 (a) Pablo cita aquí un primitivo himno cristiano compuesto de dos estrofas que celebraba el papel de Cristo en la primera y en la nueva creación. En los vv. 16bcd, 20b, desarrolla el significado de todas las cosas, por reacción contra la preeminencia que los colosenses daban a los ángeles.

1 15 (b) Imagen de Dios, como el ser humano creado por Dios (Gn 1, 26), pero también como la Sabiduría (Sb 7, 26). Platón identifica esta imagen con el mundo, Filón con el Logos, Pablo con Jesús.

1 15 (c) Este término implica en Israel preeminencia y consagración (Ex 13, 1-16). Expresa también la función privilegiada de la Sabiduría en la creación (Pr 8, 22).

1 16 Frente a las especulaciones colosenses, la epístola desarrolla la afirmación apostólica de la victoria pascual de Cristo sobre los poderes invisibles; con referencia a Sal 110, 2. Las enumeraciones paulinas tienen como núcleo central los principados y las potestades: la lista de Ef 1, 21 se distingue de Col 1 16 por la sustitución de poderes (dynameis) por tronos (thronoi). Se pensaba que estos seres celestes, poderes angélicos o astrales, tomaban parte en el gobierno del universo físico y del mundo religioso precristiano, y especialmente eran considerados guardianes de le ley mosaica y de su régimen.

1 17 (a) La expresión denota, al mismo tiempo, anterioridad y supremacía.

1 17 (b) Idea tomada de los estoicos, que consideraban el universo como un todo divino, armónico y coherente. Si 42 26 y Sb 1 7 la adaptaron al monoteísmo bíblico. El Hijo aparece como el vínculo que une todas las cosas.

1 18 Sobre la Iglesia como cuerpo de Cristo, ver 1 Co 12, 12. Cristo es su cabeza por su prioridad en el tiempo (es el primer resucitado) así como por su función de Principio en el orden de la salvación.

1 19 Palabra de interpretación difícil, en el que muchos ven indicada la plenitud de la divinidad como en 2, 9. Pero aquí se puede pensar más bien en la idea muy bíblica del universo lleno de la presencia creadora, idea por otra parte muy difundida en el mundo grecorromano por el panteísmo estoico. Para Pablo, la encarnación, coronada por la Resurrección, ha puesto a la naturaleza humana de Cristo a la cabeza no solo del género humano, sino también de todo el universo creado, asociado en la salvación, como lo había estado en el pecado.

1 20 (a) Por Cristo y para Cristo, en paralelismo con el final del v. 16. Otra interpretación refiere el segundo “él” al Padre y traduce “para reconciliar consigo”.

1 20 (b) Esta reconciliación universal engloba a todos los espíritus celestes, lo mismo que a todos los hombres. Pero no significa la salvación individual de todos, sino la salvación colectiva del mundo por su vuelta al orden y a la paz en al sumisión perfecta a Dios. Los individuos que no entren por la gracia en este nuevo orden, entrarán por la fuerza, ver 2, 15 (los espíritus celestes) y 2 Ts 1, 8-9 (los hombres).

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según Lucas 23, 35-43.

En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo:

-A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.

Se burlaban de él también los soldados que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:

-Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

Había también por encima de él un letrero: “Este es el rey de los judíos”. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:

-¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.

Pero el otro respondiéndole e increpándolo, le decía:

-¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo.

Y decía:

-Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.

Jesús le dijo:

-En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso.

 

Textos paralelos.

 

Mc 15, 29-32a

Mt 27, 39-43

Lc 23, 35-38

Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:

 

-Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.

 

De igual modo, también los sumos sacerdotes comentaban entre ellos, burlándose:

 

 

-A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.

Los que pasaban, lo injuriaban, y meneando la cabeza, decían:

 

-Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz.

 

Igualmente los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también diciendo:

 

-A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¡Es el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz y le creeremos. Confió en Dios, que lo libre si es que lo ama, pues dijo: “Soy Hijo de Dios”.

El pueblo estaba mirando,

 

 

 

 

 

 

 

 

pero los magistrados le hacían muecas diciendo:

 

 

 

-A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.

 

 

 

 

 

 

Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:

-Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.

Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:

-Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

Había también por encima de él un letrero: “Este es el rey de los judíos”.

 

Si es el Cristo de Dios, el Elegido.

Lc 2, 26: Le había sido revelado [a Simeón] por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor.

Lc 9, 35: [Transfiguración] Y una voz desde la nube decía: “Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo”.

Is 49, 7: Así dice el Señor, redentor y Santo de Israel, al despreciado, al aborrecido de las naciones, al esclavo de los tiranos: “Te verán los reyes, y se alzarán; los príncipes, y se postrarán; porque el Señor es fiel, porque el Santo de Israel te ha elegido”.

Uno de los malhechores.

Mt 27, 44: De esta manera los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.

Mc 15, 32b: También los otros crucificados lo insultaban.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

23 35 Este título, al que aluden las palabras del Padre en 9, 35, evocan Is 49, 7, donde designa al Siervo elegido por Dios para llevar a cabo su obra de salvación y despreciado por los hombres. Es también uno de los nombres del Mesías en el libro de las Parábolas de Henoc.

23, 38 Numerosos testigos añaden: “en caracteres griegos, latinos y hebreos” (ver Jn 19, 20).

23, 39 El mal ladrón interpela a Jesús como “Cristo”, v. 39, el buen ladrón le reconoce como “Rey”, v. 42: son los dos títulos, religioso y político, entorno a los cuales ha girado todo el proceso de Jesús, ante los Judíos primeramente, y ante Pilato después.

23 40 El episodio de los vv. 40-43 es propio de Lc, que se interesa por las escenas de conversión (7, 36-50; 19, 1-10; Hch 9, 1-25; 10; 16, 14-15.29.34).

23 42 “con” (es decir en posesión de) tu Reino”. – Var.: “cuando vengas en tu Reino”, es decir, para inaugurarlo.

23 43 Para algunos judíos de aquel tiempo, el paraíso era el lugar donde los justos difuntos esperaban la resurrección. Se encuentra la idea, aunque no la palabra, en Lc 16, 22-31 (Lázaro y el rico).

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

35 EL ELEGIDO: apelativo del Mesías, muy frecuente en la segunda parte de Henoc, en el llamado Libro de las Parábolas.

39 CRUCIFICADOS: lit. colgados, traducción que sería valida si esa palabra en nuestra lengua no significase “ahorcados”.

40-43 El llamado “Buen Ladrón” fue también buen evangelizador: por la luz de la gracia se confesó pecador, conoció al Dios perdonador que es Jesús, lo aceptó, y lo anunció a su manera, no con palabras de sabiduría humana (cf. 1 Cor 2, 1-5). En él tenemos condensado el itinerario de salvación descrito en Rm 10, 8-10. Su carrera fue rápida: “Poco antes homicida, poco después acusado, convicto, condenado, crucificado, liberado” (san Agustín).

40 DIJO: lit. decía. // Y ESO QUE...: o “ (tú) que...”, con matiz adversativo: “a pesar de que...”. // SUFRES: lit. estás en.

41 EL PAGO DE: lit. cosas dignas de. // La palabra griega traducida por MALO es, lit., fuera-de-sitio, algo parecido a nuestro “desordenado”, “desencaminado”.

42 CUANDO VUELVAS (matiz de retorno, frecuentemente implícito en el verbo griego érkhomai) COMO REY: lit. en la realeza (o en el reino) de ti. La partícula griega en es, en este caso, instrumental y asociativa: “volver con el reino” propio de uno es “volver como rey”. Si con algunos manuscritos leemos eis en vez de en, habría que traducir: cuando vayas (o llegues) a tu reino. De hecho, Jesús ahora no aparece visiblemente COMO REY, pero el título de la cruz, que ha podido leer el malhechor, será efectivo un día; para ese día de Cristo Rey, su compañero de suplicio solo le pide una cosa: que se acuerde de él. La petición quedará superada por la concesión.

43 HOY: más bien que indicación cronológica exacta (“en estas veinticuatro horas”), aunque no se excluya ese significado, es el tiempo de la salvación inaugurado por Jesús: “no tendrás que esperar; ya, a partir de ahora...”). // EL PARAÍSO: la respuesta de Jesús amplía el significado del término: el ladrón arrepentido no va a estar simplemente en “el regazo de Abrahán”, sino que estará en la intimidad de Dios (=CONMIGO). EL PARAÍSO era, como en el judaísmo tardío, la morada de los justos antes de la resurrección corporal al fin del mundo; es, como lo llama Henoc 61, 12, “el jardín de la vida” donde “habitan los elegidos”.

 

Notas exegéticas de la Biblia Didajé.

23, 39-43 Este episodio ilustra cómo la aceptación voluntaria por los delitos de uno puede tener un valor expiatorio, y por tanto redentor. También implica un juicio inmediato después de la muerte y el destino final del alma a la salvación o a la condenación eterna. Cat. 440, 1021, 2266 y 2615.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

440 Jesús acogió la confesión de fe de Pedro que le reconocía como el Mesías anunciándole la próxima pasión del Hijo del Hombre. Reveló el auténtico contenido de su realeza mesiánica en la identidad trascendente del Hijo del hombre “que ha bajado del cielo” (Jn 3, 13), a la vez que en su misión redentora como Siervo sufriente: “el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mt 20, 28). Por esta razón, el verdadero sentido de su realeza no se ha manifestado más que desde lo alto de la Cruz (cf. Lc 23, 39-43). Solamente después de su resurrección su realeza mesiánica podrá ser proclamada por Pedro ante el pueblo de Dios: “Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado” (Hch 2, 36).

 

Concilio Vaticano II

Cristo, como siempre lo ha profesado y profesa la Iglesia, abrazó voluntariamente, y movido por inmensa caridad, su pasión y muerte por los pecados de todos los hombres, para que todos consigan la salvación. Es, pues, deber de la Iglesia en su predicación el anunciar la cruz de Cristo como signo del amor universal de Dios y como fuente de toda gracia.

Declaración Nostre aetate, 4.

 

San Agustín

Él anunció, anunciemos nosotros también; sufrió él, suframos nosotros con él; él fue glorificado, también nosotros lo seremos con él.

Con el corazón se cree para la justicia y con la boca se hace la profesión que aporta la salvación (Rm 10, 10). Tal fue hallado aquel ladrón que pendía en la cruz con el ladrón y reconoció que era el Señor, precisamente en su cruz. Algunos no lo reconocieron cuando hacía milagros, y él lo reconoció cuando estaba en la cruz. Tenía clavados todos sus miembros taladrados, todo el cuerpo estaba adherido al madero; no quedaba libre: solo la lengua y el corazón: en su corazón creyó, con la lengua hizo la profesión de fe. Le dijo: Acuérdate de mí, Señor, cuando estés en tu reino. Esperaba su salvación para el futuro y estaba contento de recibirla tras un largo plazo de tiempo. La esperaba para largo, pero el día no se hizo esperar. Él dijo: Acuérdate de mí, cuando llegues a tu reino, a lo que el Señor respondió: En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. Hoy – dijo – estarás conmigo en el paraíso (Lc 23, 42-43). El paraíso tiene árboles de felicidad: hoy estás conmigo en el madero de la cruz, hoy estarás conmigo en el árbol de la salvación.

Comentario al salmo 39, 15. II, pgs. 179-180.

 

Los Santos Padres.

Extiendo tu brazo hacia la cruz, para que el Señor crucificado extienda sus brazos hacia ti; pues el que no extiende la mano hacia la cruz no puede acercarse a la mesa. Privará de su mesa a los invitados que deberían acercarse a Él hambrientos y en cambio van sacios. No te sacies antes de acercarte a la mesa del Hijo, pues te hará levantarte mientras estás hambriento todavía.

Efrén de Siria, Comentario al Diatessaron, 20, 23. III, pg. 480.

Precisamente [el buen ladrón] mereció el paraíso porque pensó que la cruz de Cristo no es escándalo, sino poder.

Por eso, sin duda, el Señor también le confiere el paraíso, porque sobre el patíbulo de la cruz confiesa a aquel que Judas Iscariote había vendido en el monte de los Olivos. ¡Oh maravilla!, repito: el ladrón confiesa a aquel al que el discípulo había negado. ¡Oh maravilla!, repito: el ladrón alaba, mientras sufre, al que Judas había traicionado mientras le besaba. Uno vende el afecto de la paz; el otro alaba las heridas de la cruz.

Máximo de Turín, Sermón, 74, 3. III, pg. 481.

Puso una espada llameante para guardar el paraíso (cf. Gn 3, 24); pero Cristo abrió el paraíso con su propia autoridad e introdujo al ladrón.

Juan Crisóstomo, Contra anomeos, 9, 2. III, pg. 482.

 

San Juan de Ávila

Cosa triste que un pecador y un rufián tiemblen de una amenaza de Dios oyendo un sermón (cf. Lc 23, 40), y tengan alguna reverencia al templo, y altar y sus cosas; y el sacerdote ha pedido el temor con mucha comunicación. Amor no lo tiene, ni sabe qué es.  ¿Qué falta para hacerse semejable a Judas en vida y muerte?

Tratado sobre el sacerdocio. I, pg. 935.

Y, por escondida que sea la cosa, no se puede esconder a los ojos de la fe; como parece en aquel buen ladrón, que, viendo en Cristo crucificado tanto desprecio y bajeza exterior, entró con la fe en lo escondido, y conociólo por Señor del cielo y por tal lo confesó con grande humildad y firmeza.

Audi, filia (II). I, pg. 628.

Cuando os levantáis de la cama, acordaos cómo le levantaron en la cruz, y pedidle que levante vuestro corazón a las cosas divinas; cuando os vestís, acordaos cómo le vistieron en casa de Herodes y Pilato (cfr. Lc 23, 11), y pedilde que vista vuestra ánima de gracia y virtudes; cuando os calzáis, cómo le enclavaron (cf. Mc 15, 17), y pedilde que vuestro corazón esté enclavado con Él con tres clavos, que son fe, esperanza y caridad; cuando ponéis el bonete, la corona de espinas (cf. Lc 23, 33), y pedilde que no perdáis vos la corona que Él con tanto trabajo ganó; cuando os ceñís, la soga con que fue atado (cf. Jn 19, 5), y pedid que os libre de las prisiones del pecado; cuando os laváis, pedid que lave vuestra alma, etc. cuando andáis por las calles, aquellas estaciones de la pasión, como si le fuésedes acompañando; cuando coméis, pensad la hiel y vinagre del Señor (cf. Lc 23, 36); cuando os desnudáis para acostaros, como le desnudaron para crucificarlo (cf. Lc 23, 34) y cómo Él es descanso de mi alma mucho mejor que la cama de mi cuerpo, etc.

Dialogus inter confessarium et paenitentem. II, ps. 783-784.

Estad muy atentos a lo que pasa en este convite y veréis una clara figura de cómo la ira a cada uno en el día del juicio que está por venir. San Agustín dice que la cruz donde el Señor fue crucificado, “no solo fue tormento de quien padecía, mas también silla de Juez que daba sentencia”. Dos culpados tenía a los lados este Juez; y a aquel que confesó sus pecados y le dijo: ¡Señor, acuérdate de mí cuando estuvieres en el reino! (Lc 23, 42), lo perdonó y aquel mismo día lo llevó a paraíso, y lo hizo convidado de su mesa divina, compañero de los santos y de los ángeles, que comen a Dios y se mantienen de Él para siempre. ¡Dichosa suerte, por cierto, y copiosa paga de su confesión! Y por el contrario desdichado el de la mano izquierda, que, por no hacer lo que el otro hizo, perdió el convite de Dios y fue sentenciado a serle manjar de la muerte que lo pazca, y sin acabarlo, lo esté siempre matando, mientras Dios fuere Dios. Pues aquello que en la cruz pasó, de ser salvo el que estaba a la mano derecha y condenado el que a la izquierda mano, que fue figura del día postrero, cuando el Señor, que fue de los hombres juzgado y condenado, venga en las nubes del cielo con gran majestad (cf. Mt 24, 30) y absuelva a los de la mano derecha y condene a los de la mano izquierda, esto mismo se representa en esta mesa sagrada: mal de unos, bien de otros, si hay ojos que lo saben mirar.

¿Qué piensas, hermano, que es paraíso? Es un juntarse con Dios y decir: Él: Venid, benditos de mi Padre, a poseer el reino que está aparejado desde el principio del mundo (cf. Mt 25, 34).

En la infraoctava del Corpus. III, pg. 744-745.

Llamole el ladrón y respondióle: Hoy serás conmigo en paraíso (Lc 23, 43).

Viernes de la semana 4 de Cuaresma. III, pg. 200.

Conjeturan los santos algunas cosas; a mí más cierto e razonable me parece que paró en el paraíso terrenal, y así entiendo aquello: Hoy en paraíso (cf. Lc 23, 43).

Lunes de Pascua. III, pg. 224.

 

San Oscar Romero.

Los cristianos, desde luego, no se dejen llevar por el miedo, vivan en su corazón la certeza de que Cristo vive. Vive ofreciéndonos todas las soluciones de los problemas. Únicamente nos pide que no seamos sordos mucho menos perseguidores de su mensaje, sino que lo escuchemos y tratemos, sobre todo, de vivirlo. No señalemos en otros las culpas de los males. Veamos a nosotros mismos, si hemos vivido realmente como verdaderos seguidores del Cristo Profeta, del Cristo sacerdote, del Cristo rey.

Homilía Cristo Rey. 20 de noviembre 1977.

 

León XIV. Audiencia general. 12 de noviembre de 2025. Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. IV. La resurrección de Cristo y los desafíos del mundo actual. 4. La espiritualidad pascual inspira la fraternidad. «Ámense los unos a los otros como yo los he amado» (cf. Jn 15,12)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!

Creer en la muerte y resurrección de Cristo y vivir la espiritualidad pascual infunde esperanza en la vida y anima a invertir en el bien. En particular, nos ayuda a amar y a alimentar la fraternidad, que es sin duda uno de los grandes desafíos para la humanidad contemporánea, como vio claramente el Papa Francisco.

La fraternidad nace de un dato profundamente humano. Somos capaces de relacionarnos y si queremos, sabemos construir vínculos auténticos entre nosotros. Sin relaciones, que nos sostienen y que nos enriquecen desde el inicio de nuestra vida, no podremos sobrevivir, crecer, aprender. Estas son múltiples, diferentes en cuanto a modalidad y profundidad. Pero es cierto que nuestra humanidad se realiza mejor cuando estamos y vivimos juntos, cuando somos capaces de experimentar vínculos auténticos, no formales, con las personas que tenemos al lado. Si nos encerramos en nosotros mismos, corremos el riesgo de enfermarnos de soledad e incluso de un narcisismo que se preocupa solo de los demás por interés. El otro se reduce, entonces, a alguien de quien tomar, sin que estemos nunca dispuestos verdaderamente a dar, a entregarnos.

Sabemos bien que tampoco hoy la fraternidad no es algo ni inmediato ni que se pueda dar por descontado. Es más, muchos conflictos, tantas guerras esparcidas por el mundo, tensiones sociales y sentimientos de odio parecerían demostrar lo contrario. Sin embargo, la fraternidad no es un hermoso sueño imposible, no es un deseo de unos pocos ilusos. Pero para superar las sombras que la amenazan hay que ir a las fuentes y, sobre todo, obtener luz y fuerza de Aquel que solo nos libra del veneno de la enemistad.

La palabra “hermano” deriva de una raíz muy antigua, que significa cuidar, preocuparse, apoyar y sustentar. Aplicada a cada persona humana se convierte en un llamamiento, una invitación. A menudo pensamos que el papel de hermano, de hermana, se refiera al parentesco, al hecho de ser consanguíneos, de pertenecer a la misma familia. En realidad, sabemos bien que los desacuerdos, las fracturas y a veces el odio pueden devastar también las relaciones entre parientes, no solo entre extraños.

Esto demuestra la necesidad, hoy más urgente que nunca, de volver a considerar el saludo con el que San Francisco de Asís se dirigía a todas y a todos, independientemente de su procedencia geográfica y cultural, religiosa o doctrinal: omnes fratres era el modo inclusivo con el que San Francisco ponía en el mismo plano a todos los seres humanos, precisamente porque les reconocía en el destino común de dignidad, de diálogo, de acogida y de salvación. El Papa Francisco retomó este enfoque del Poverello de Asís, dando valor a su actualidad después de 800 años, en la Encíclica Fratelli tutti.

Ese “tutti” (todos) que para San Francisco significaba la señal acogedora de una fraternidad universal expresa un rasgo esencial del cristianismo, que desde el inicio fue el anuncio de la Buena Noticia destinada a la salvación de todos, nunca de forma exclusiva o privada. Esta fraternidad se basa en el mandamiento de Jesús, que es de nuevo, en cuanto realizado por Él mismo, cumplimiento sobreabundante de la voluntad del Padre: gracias a Él, que nos amó y se entregó por nosotros, nosotros podemos, a su vez, amarnos y dar la vida por los demás, como hijos del único Padre y verdaderos hermanos en Jesucristo.

Jesús nos amó hasta el final, dice el Evangelio de Juan (cfr 13,1). Cuando se acerca la pasión, el Maestro sabe bien que su tiempo histórico está a punto de concluirse. Teme lo que está a punto de suceder, experimenta el suplicio más terrible y el abandono. Su Resurrección, al tercer día, es el inicio de una historia nueva. Y los discípulos se convierten plenamente en hermanos, después de tanto tiempo de vida en común, no solo cuando viven el dolor de la muerte de Jesús, sino, sobre todo, cuando lo reconocen como el Resucitado, reciben el don del Espíritu y se convierten en testigos.

Los hermanos y las hermanas que se apoyan mutuamente en las pruebas no dan la espalda a quienes están necesitados: lloran y se alegran juntos en la perspectiva laboriosa de la unidad, de la confianza, de la entrega mutua. La dinámica es la que el mismo Jesús nos entrega: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (cfr Jn 15,12). La fraternidad que nos brindó Cristo muerto y resucitado nos libra de las lógicas negativas de los egoísmos, de las divisiones, de las prepotencias, y nos devuelve a nuestra vocación original, en el nombre de un amor y de una esperanza que se renuevan cada día. El Resucitado nos indicó el camino a recorrer junto a Él, para sentirnos y para ser “fratelli tutti” (hermanos todos).

 

León XIV. Angelus. 16 de noviembre de 2025.

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

Mientras el año litúrgico llega a término, el Evangelio de hoy (Lc 21,5-19) nos hace reflexionar sobre los avatares de la historia y el fin de las cosas. Como Jesús conoce nuestro corazón, al contemplar estos acontecimientos nos invita ante todo a no dejarnos vencer por el miedo: «Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones —dice— no se alarmen» (v. 9).

Su llamamiento es muy actual. Lamentablemente, cada día recibimos noticias de conflictos, calamidades y persecuciones que atormentan a millones de hombres y mujeres. Sin embargo, tanto ante estas aflicciones como ante la indiferencia que quiere ignorarlas, las palabras de Jesús anuncian que la agresión del mal no puede destruir la esperanza de quienes confían en Él. Cuanto más oscura es la noche, más brilla la fe como el sol.

Cristo, de hecho, afirma dos veces que «a causa de mi Nombre» muchos sufrirán violencia y traición (v. 12.17), pero precisamente entonces tendrán la oportunidad de dar testimonio (cf. v. 13). Siguiendo el ejemplo del Maestro, que en la cruz reveló la inmensidad de su amor, tal invitación nos concierne a todos. La persecución de los cristianos, de hecho, no sólo se produce con armas y maltratos, sino también con palabras, es decir, a través de la mentira y la manipulación ideológica. Sobre todo, cuando estamos oprimidos por estos males, físicos y morales, estamos llamados a dar testimonio de la verdad que salva al mundo, de la justicia que redime a los pueblos de la opresión, de la esperanza que indica a todos el camino de la paz.

En su estilo profético, las palabras de Jesús atestiguan que los desastres y los dolores de la historia tienen un final, mientras que la alegría de quienes reconocen en Él al Salvador está destinada a durar para siempre. «Gracias a la constancia salvarán sus vidas» (v. 19), esta promesa del Señor nos infunde la fuerza para resistir los acontecimientos amenazantes de la historia y toda ofensa; no permanezcamos impotentes ante el dolor, porque Él mismo nos da «elocuencia y sabiduría» (v. 15) para obrar siempre el bien con corazón ardiente.

Queridos hermanos, a lo largo de toda la historia de la Iglesia, son sobre todo los mártires quienes nos recuerdan que la gracia de Dios es capaz de transfigurar incluso la violencia en signo de redención. Por eso, uniéndonos a nuestros hermanos y hermanas que sufren por el nombre de Jesús, busquemos con confianza la intercesión de María, auxilio de los cristianos. Que la Santa Virgen nos consuele y nos sostenga en cada prueba y dificultad.

 

Papa Francisco. Ángelus.  20 de noviembre de 2022.

Al final de esta celebración deseo expresar mi agradecimiento a la diócesis, a la provincia y a la ciudad de Asti: ¡gracias por la acogida entusiasta que me habéis ofrecido! También estoy muy agradecido a las autoridades civiles y religiosas por los preparativos que han hecho posible esta deseada visita. Os quiero decir a todos que a la fame propri piasi’ encuntreve! [en dialecto piamontés: ha sido un placer encontrarme con vosotros]; y desearos: ch’a staga bin! [que vaya bien]

Me gustaría dirigir un pensamiento y un abrazo especial a los jóvenes —gracias por haber venido tan numerosos—. Desde el año pasado, la Jornada Mundial de la Juventud se celebra en las Iglesias particulares precisamente en la solemnidad de Cristo Rey. El tema, el mismo que el de la JMJ de Lisboa, en la que os invito de nuevo a participar, es «María se levantó y partió sin demora» (Lc 1,39). La Virgen hizo esto cuando era joven, y nos dice que el secreto para mantenerse jóvenes está precisamente es esos dos verbos, levantarse y partir. Me gusta pensar en la Virgen que partió deprisa, realmente se fue deprisa y muchas veces le pido a la Virgen: “Date prisa en resolver este problema”. Levantarse y partir: no quedarse quietos pensando en uno mismo, desperdiciando la vida tras comodidades y últimas modas, sino apuntar alto, ponerse en camino, salir de los propios miedos para tender la mano a quien lo necesita. Y hoy hacen falta jóvenes realmente “transgresores”, no conformistas, que no sean esclavos del móvil, sino que cambien el mundo como María, llevando Jesús a los demás, cuidando a los demás, construyendo comunidades fraternas con los demás, realizando sueños de paz.

Nuestro tiempo está viviendo una carestía de paz: estamos viviendo una carestía de paz. Pensemos en los muchos lugares del mundo asolados por la guerra, en particular en la martirizada Ucrania. ¡Manos a la obra y sigamos rezando por la paz! Recemos también por las familias de las víctimas del grave incendio ocurrido hace unos días en un campo de refugiados en Gaza, Palestina, donde también fallecieron varios niños. Que el Señor acoja en el cielo a los que han perdido la vida y consuele a esa población tan probada por años de conflicto. Y ahora invocamos a la Reina de la Paz, la Virgen, a la que está dedicada esta hermosa catedral. A ella encomiendo nuestras familias, los enfermos y cada uno de vosotros, con las preocupaciones y las buenas intenciones que lleváis en el corazón.

 

Papa Francisco. Ángelus. 24 de noviembre de 1919.

Viaje apostólico a Japón.

 

Papa Francisco. Ángelus. 20 de noviembre de 1916.

Queridos hermanos y hermanas:

Al final de esta celebración, elevamos a Dios la alabanza y el agradecimiento por el don que el Año Santo de la Misericordia ha sido para la Iglesia y para tantas personas de buena voluntad. Saludo con deferencia al Presidente de la República Italiana y a las delegaciones oficiales presentes. Expreso profundo agradecimiento a los líderes del Gobierno italiano y demás instituciones, por su colaboración y esfuerzo realizado. Un caluroso agradecimiento a las Fuerzas del Orden, a los operadores de los servicios de acogida, información, personal de sanidad y a los voluntarios de todas las edades y procedencias. Doy las gracias de manera especial al Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, a su Presidente y a quienes han cooperado en sus distintas articulaciones.

Un agradecido recuerdo va dirigido hacia quienes han contribuido espiritualmente en el éxito del Jubileo: pienso en las muchas personas ancianas y enfermas, que han rezado incesantemente, incluso ofreciendo sus sufrimientos por el Jubileo. En especial me gustaría dar las gracias a las monjas de clausura, en la vigilia del Día Pro Orantibus que se celebra mañana.

Invito a todos a tener un recuerdo especial para estas hermanas nuestras que se dedican totalmente a la oración y que necesitan solidaridad espiritual y material. Ayer, en Avignon, Francia, fue beatificado el Padre María Eugenio del Niño Jesús, de la Orden de los Carmelitas Descalzos, fundador del Instituto secular «Nuestra Señora de la Vida», hombre de Dios, atento a las necesidades espirituales y materiales del prójimo. Que su ejemplo y su intercesión sostengan nuestro camino de fe.

Deseo saludar cordialmente a todos vosotros que habéis venido desde diferentes países para el cierre de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro. Que la Virgen María nos ayude a todos a conservar en el corazón y a hacer fructíferos los dones espirituales del Jubileo de la Misericordia.

 

Papa Francisco. Ángelus. 24 de noviembre de 1913.

Antes de concluir esta celebración, deseo saludar a todos los peregrinos, las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones y los movimientos venidos de muchos países. Saludo a los participantes en el Congreso nacional de la misericordia; saludo a la comunidad ucraniana, que recuerda el 80° aniversario del Holodomor, la «gran hambruna» provocada por el régimen soviético que causó millones de víctimas.

En esta jornada, nuestro recuerdo agradecido se dirige a los misioneros que, a lo largo de los siglos, anunciaron el Evangelio y esparcieron la semilla de la fe en tantas partes del mundo; entre éstos el beato Junípero Serra, misionero franciscano español, de quien se conmemora el tercer centenario del nacimiento.

No quiero terminar sin recordar a todos aquellos que trabajaron para llevar adelante este Año de la fe. A monseñor Rino Fisichella, quien guió este camino, le agradezco mucho, de corazón, a él y a todos sus colaboradores. ¡Muchas gracias!

Ahora rezamos juntos el Ángelus. Con esta oración invocamos la protección de María especialmente para nuestros hermanos y nuestras hermanas que son perseguidos por motivo de su fe, y ¡son muchos!

Angelus Domini...

Os agradezco vuestra presencia en esta concelebración. Os deseo un feliz domingo y un buen almuerzo.

 

Benedicto XVI. Ángelus.  21 de noviembre de 2010.

Queridos hermanos y hermanas:

Acaba de concluir en la basílica vaticana la liturgia de Nuestro Señor Jesucristo Rey del universo, concelebrada también por los 24 nuevos cardenales, creados en el consistorio de ayer. La solemnidad de Cristo Rey fue instituida por el Papa Pío XI en 1925 y más tarde, después del concilio Vaticano II, se colocó al final del año litúrgico. El Evangelio de san Lucas presenta, como en un gran cuadro, la realeza de Jesús en el momento de la crucifixión. Los jefes del pueblo y los soldados se burlan del «primogénito de toda la creación» (Col 1, 15) y lo ponen a prueba para ver si tiene poder para salvarse de la muerte (cf. Lc 23, 35-37). Sin embargo, precisamente «en la cruz, Jesús se encuentra a la “altura” de Dios, que es Amor. Allí se le puede “reconocer”. (...) Jesús nos da la “vida” porque nos da a Dios. Puede dárnoslo porque él es uno con Dios» (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Madrid 2007, pp. 403-404. 409). De hecho, mientras que el Señor parece pasar desapercibido entre dos malhechores, uno de ellos, consciente de sus pecados, se abre a la verdad, llega a la fe e implora «al rey de los judíos»: «Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu reino» (Lc 23, 42). De quien «existe antes de todas las cosas y en él todas subsisten» (Col 1, 17) el llamado «buen ladrón» recibe inmediatamente el perdón y la alegría de entrar en el reino de los cielos. «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23, 43). Con estas palabras Jesús, desde el trono de la cruz, acoge a todos los hombres con misericordia infinita. San Ambrosio comenta que «es un buen ejemplo de la conversión a la que debemos aspirar: muy pronto al ladrón se le concede el perdón, y la gracia es más abundante que la petición; de hecho, el Señor —dice san Ambrosio— siempre concede más de lo que se le pide (...) La vida consiste en estar con Cristo, porque donde está Cristo allí está el Reino» (Expositio Evangelii secundum Lucam X, 121: ccl 14, 379).

Queridos amigos, el camino del amor, que el Señor nos revela y nos invita a recorrer, se puede contemplar también en el arte cristiano. De hecho, antiguamente, «en la configuración de los edificios sagrados (...) se hizo habitual representar en el lado oriental al Señor que regresa como rey —imagen de la esperanza—, mientras en el lado occidental estaba el Juicio final, como imagen de la responsabilidad respecto a nuestra vida» (Spe salvi41): esperanza en el amor infinito de Dios y compromiso de ordenar nuestra vida según el amor de Dios. Cuando contemplamos las representaciones de Jesús inspiradas en el Nuevo Testamento, como enseña un antiguo Concilio, se nos lleva a «comprender (...) la sublimidad de la humillación del Verbo de Dios y (...) a recordar su vida en la carne, su pasión y muerte salvífica, y la redención que de allí se deriva para el mundo» (Concilio de Trullo [año 691 o 692], canon 82). «Sí, las necesitamos para poder reconocer en el corazón traspasado del Crucificado el misterio de Dios» (Joseph Ratzinger, Teologia della liturgia. La fondazione sacramentale dell'esistenza cristiana, LEV, 2010, 69).

En la celebración de su Presentación en el templo encomendamos a la Virgen María a los nuevos purpurados del Colegio cardenalicio y nuestra peregrinación terrena hacia la eternidad.

 

Benedicto XVI. Ángelus.  26 de noviembre de 2007.

Queridos hermanos y hermanas:

El martes próximo, en Annapolis, Estados Unidos, israelíes y palestinos, con la ayuda de la comunidad internacional, quieren reanudar las negociaciones para encontrar una solución justa y definitiva al conflicto que desde hace sesenta años ensangrienta la Tierra Santa y ha provocado tantas lágrimas y sufrimientos en los dos pueblos. Os pido que os unáis a la Jornada de oración convocada para hoy por la Conferencia episcopal de Estados Unidos para implorar del Espíritu de Dios la paz para aquella región tan querida para nosotros y los dones de sabiduría y valentía para todos los protagonistas de ese importante encuentro.

Después de la conclusión de la solemne celebración de hoy, dirijo mi cordial saludo a todos los presentes, incluyendo precisamente a cuantos han permanecido fuera de la basílica. Expreso gratitud especial a los fieles que han venido desde lejos para acompañar a los nuevos cardenales y participar en este acontecimiento, que manifiesta de manera singular la unidad y la universalidad de la Iglesia católica. Renuevo mi saludo deferente a las distinguidas autoridades civiles.

Nos disponemos ahora a rezar, como de costumbre, la oración del Ángelus. En ocasiones como esta se siente más viva aún la presencia espiritual de María santísima. Como en el Cenáculo de Jerusalén, ella está hoy en medio de nosotros y nos acompaña en esta etapa del camino eclesial. A la Virgen queremos encomendar a los nuevos miembros del Colegio cardenalicio, para que a cada uno de ellos, así como a todos los ministros de la Iglesia, les obtenga imitar siempre a Cristo en el servicio generoso a Dios y a su pueblo, para participar en su realeza gloriosa.

 

DOMINGO 1º DE ADVIENTO.

 

Monición de entrada.-

En esta misa empezamos el Adviento.

Adviento es esperar a Dios.

Adviento es esperar a Jesús que un día volverá y quienes estén vivos le verán.

Adviento es preparar la Navidad.

Así durante cuatro semanas iremos preparando el nacimiento de Jesús.

 

La corona de Adviento.

Jesús, la tierra te está esperando.

Y nosotros también, tu familia en nuestro pueblo.

Por eso hemos preparado esta corona, con velas y ramas.

Cada semana encenderemos una vela más hasta que estén las cuatro encendidas.

Hoy nos dices estad en vela.

Y nosotros te decimos que lo estaremos encendiendo la primera vela.

 

Señor ten piedad.-

Porque a veces no te hacemos caso. Señor, ten piedad.

Porque a veces nos olvidamos de ti. Cristo, ten piedad.

Porque a veces nos hacemos los sordos. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.-

Jesús,  te pido por el Papa León y el obispo Enrique; para que no te separes de ellos. Te lo pedimos, Señor.

Jesús, te pido por la misión de la iglesia de Valencia; para que nos ayudes a hacerla bien. Te lo pedimos, Señor.

Jesús, te pido por la Iglesia; para que nos ilumine con tus palabras. Te lo pedimos, Señor.

Jesús, te pido por las personas que mandan; para que se preocupen para que no haya guerra. Te lo pedimos, Señor.

Jesús, te pido por los mayores que no tienen ilusión; para que la encuentren contigo. Te lo pedimos, Señor.

Jesús, te pido por nosotros; para que estemos en vela. Te lo pedimos, Señor.

 Oración a la Virgen María.-

María, madre de Jesús, queremos darte gracias por decir que sí al ángel. Así Jesús nació en Belén y podemos prepararnos con el Adviento. Ayúdanos a preparar la Navidad como tú la preparaste. 

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