Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 1-11
Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, en el monte
de los Olivos, envió a dos discípulos diciéndoles:
-Id a la aldea de enfrente, encontraréis enseguida una borrica
atada con un piollino, lo desatáis y me lo traéis. Si alguien os dice algo,
contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto.
Esto ocurrió para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta:
“Decid a la hija de Sión: “Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en
una borrica, en un pollino, hijo de acémila”.
Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús:
trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos y Jesús se montó.
La multitud alfombró el camino con sus mantos; algunos cortaban ramas de árboles
y alfombraban la calzada. Y la gente que iba delante y detrás gritaba:
-¡Hosanna! al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del
Señor! ¡Hosanna en las alturas!
Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad se sobresaltó preguntando:
-¿Quién es este?
La multitud contestaba:
-Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea.
Palabra de Dios.
Textos
paralelos[1].
Cuando se
aproximaron a Jerusalén y llegados a Betfagé.
Mc 11,1-10: Cuando
se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monto de los Olivos,
mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Id a la aldea de enfrente y, en
cuanto entréis, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado todavía.
Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis contestadle: “El
Señor lo necesita, y lo devolverá pronto”. Fueron y encontraron el pollino en
la calle atado a una puerta y lo soltaron. Algunos de los presentes le
preguntaron: “¿Qué hacéis desatando el pollino? Ellos les contestaron como
había dicho Jesús y se lo permitieron. Llevaron el pollino, le echaron encima
los mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos,
otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás gritaban: “¡Hosanna!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el de
nuestro padre David! ¡Honassa en las alturas!”. Entró Jesús en Jerusalén, en el
templo, lo estuvo observando todo y, como era ya tarde, salió hacia Betania con
los Doce.
Lc 19, 28-38: Al
acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olvis, mandó a dos
discípulos, diciéndoles: “Id a la aldea de enfrente; al entrar en ella,
encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado nunca. Desatadlo y traedlo.
Y si alguien os pregunta: “¿Por qué lo desatáis?”, le diréis así: “El Señor lo
necesita”. Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho.
Mientras desataban el pollino, los dueños les dijeron: “¿Por qué desatáis el
pollino?”. Ellos dijeron: “El Señor lo necesita”. Se lo llevaron a Jesús y,
después de poner sus mantos sobre el pollino, ayudaron a Jesús a montar sobre
él. Mientras él iba avanzando, extendía sus manos por el camino. Y, cuando se
acercaba ya a la bajada del monte de los Olivos, la multitud de los discípulos,
llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios a grandes voces por todos los
milagros que habían visto, diciendo: “¡Bendito el rey que viene en nombre del
Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas”. Algunos fariseos de entre la
gente le dijeron: “Maestro, reprende a tus discípulos”. Y respondiendo, dijo: “Os
digo que si estos callan, gritarán las piedras”.
Jn 12. 12-16: Al día
siguiente, la multitud de gente que había venido a la fiesta al oír que Jesús
venía a Jerusalén, tomaron ramos de palmeras y salieron a su encuentro
gritando: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de
Israel!”. Encontrando Jesús un pollino montó sobre él, como está escrito: “No
temas, hija de Sión, he aquí que viene tu Rey, sentado sobre un pollino de asna”.
Estas cosas no las comprendieron sus discípulos al principio, pero cuando Jesús
fue glorificado, entonces se acordaron de que esto estaba escrito acerca de él
y que así lo habían hecho para con él.
Za 14. 4: Aquel día
se plantarán sus pies sobre el monto de los Olivos, al este de Jerusalén. El monte
de los Olivos se partirá en dos, al este y al oeste; quedará un gran valle. La
mitad de la montaña se retirará hacia el norte y la otra mitad hacia el sur.
Decid a la hija de
Sión.
Is 62, 11: El Señor
hace oír esto / hasta el confín de la tierra: / “Decid a la hija de Sión: /
Mira a tu salvador, que llega, / el premio de su victoria lo acompaña, / la
recompensa lo precede.
Za 9, 9: ¡Salta de
gozo, Sión; / alégrate, Jerusalén! / Mira que viene tu rey, / justo y
triunfador, / pobre y montado en un borrico, / en un pollino de asna.
Manos y montado en
un asna.
Mt 11, 29: Tomad mi
yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis
descanso para vuestras almas.
Gn 49, 11: Ata su
asno a una viña, / y a una cepa, el pollino de la asna; / lava su sayo en vino,
/ y su túnica en sangre de uvas.
Pusieron sobre ellos
sus mantos.
1 R 1, 33-34: Les
dijo: “Tomad con vosotros a los leales de vuestro señor, montad a mi hijo
Salomón en mi propia mula; bajadlo a Guijón y allí lo ungirán rey de Israel, el
sacerdote Sadoc y Natán el profeta. Tocad entonces el cuerno y aclamad: ‘¡Viva
el rey Salomón!”.
Extendía sus mantos
por el camino.
2 R 9, 13: De
inmediato cada uno se apresuró a tomar su manto para colocarlo a sus pies sobre
el empedrado. Luego tocaron el cuerno y gritaron: “Jehú es rey”.
¡Hosanna al Hijo de
David!
9, 27: Cuando Jesús
salía de allí, dos ciegos lo seguían gritando: “Ten compasión de nosotros, hijo
de David”.
Sal 118, 25-26: Señor,
danos la salvación; / Señor, danos prosperidad. // Bendito el que viene en
nombre del Señor, / os bendecimos desde la casa del Señor. // El Señor es Dios,
él nos ilumina, / Ordenad una procesión con ramos / hasta los angulos del
altar.
Hch 2, 33: Exaltado,
pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del
Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo.
Este es el profeta
Jesús.
16, 14: Ellos contestaron:
“Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los
profetas”.
Notas exegéticas de la Biblia Didajé.
37,
12 Yo abriré vuestros sepulcros: es comprensible que los Padres
de la Iglesia vieran este pasaje como una profecía de la restauración de los
muertos. En el juicio final, las almas y los cuerpos de todos los que alguna
vez existieron se reunirán; en la gloria, para el caso de los justos, y en la
desgracia, para los condenados.
Salmo responsorial
21 5 Cita de Za 9, 9, con una
introducción modificada (quizá según Is 62, 11) y ligeras variantes. El profeta
dice: “Montado en un asno, en una cría de asna” – Este modesto aparato del Rey
mesiánico debía manifestar en el pensamiento del profeta, el carácter humilde y
pacífico de su reino. Mateo aplica esta profecía a Jesús, Mesías humilde.
21 9 Transcripción de una forma
tardía del hebreo hosiana (“Salva”, ver Sal 118, 25). De grito de
llamada (ver S 4: hosia dirigido al rey) lanzado especialmente el séptimo
día de la Fiesta de las Tiendas agitando ramos (también en otras ocasiones, ver
2 M 10, 6-7), el ´termino se convierte, quizá desde el judaísmo (en todo caso
en el cristianismo primitivo), en una aclamación cuyo destinatario es
mencionado eventualmente (en griego) mediante un complemento dativo.
21 10 Lit. “fue sacudida” (vb. seio
en pas. empleado para describir los temblores de tierra: Mt 27, 15; 28, 4;
ver 8, 24; Ap 6, 13). Cuando Jesús entra en Jerusalén como rey mesiánico, la
ciudad queda conmovida, como había ocurrido en el anuncio de su nacimiento (2,
3): la vida de Jesús es un acontecimiento público.
21 11 Mt es el único en contar lo
que dice de Jesús la muchedumbre (ver 9, 33 y 12, 23). Jesús es reconocido como
profeta (ver Mt 16, 14; Mc 6, 15; Lc 7, 16-39), sin que su origen galileo sea
una objeción, como en Jn 7, 52 (ver Mt 13, 57). La comunidad cristiana verá en
él al profeta (ch 3,22-23), citando Dt 18, 15; ver Mt 17, 5 y paralelo Jn 1,21;
5, 14; 7, 40).
Primera lectura.
Lectura del libro de Isaías 50, 4-7
El Señor em ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido
una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como
los discípulos. El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi
barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos. El Señor Dios me ayuda,
por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal,
sabiendo que no quedaría defraudado.
Palabra de Dios.
Textos
paralelos[2].
El Señor Yahvé me ha dado una lengua de
iniciado.
Is 42, 1: Mirad a mi
siervo, / a quien sostengo, / mi elegido, / en quien me complazco. / He puesto
mi espíritu sobre él, / manifestará la justicia a las naciones.
Jn 3, 11: En verdad,
en verdad te digo: hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que
hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio.
El Señor Yahvé me ha
abierto el oído.
Is 53, 7: Maltratado,
voluntariamente, se humillaba / y no abría la boca: / como cordero llevado al
matadero, / como oveja ante el esquilador, / enmudecía y no abría la boca.
Y no hurté mi rostro
a insultos y salivazos.
Mt 27, 30: Luego le
escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza.
Ofrecí mi cara como
el pedernal.
Ez 3, 8-9: Mira,
hago tu rostro tan duro como el de ellos, y tu cabeza terca como la de ellos,
como el diamante, más dura que el pedernal hago tu cabeza. No les tengas miedo
ni te espantes de ellos, aunque sean un pueblo rebelde.
Sal 25, 3: Pues los
que esperan en ti no quedan defraudados, / mientras que el fracaso malogra a
los traidores.
Notas
exegéticas[3].
50 4 En este tercer canto, e Siervo se muestra menos como profeta que
como sabio, discípulo fiel de Yahvé, vv. 4-5, encargado de enseñar a su vez a
los que temen a Dios, es decir, a todos los judíos piadosos, v. 10 y también a
los extraviados o infieles “que andan a oscuras”. Gracias a su coraje y a la
ayuda divina, vv. 7-9, soportará las persecuciones, vv. 5-6, hasta que dios le
haya concedido un triunfo definitivo, vv. 9-11. – El que habla hasta el v. 9
incluido es el Siervo.
50 6 Esta descripción de los
sufrimientos del siervo se repetirá con más amplitud en el canto cuarto, 52, 13-53,
12. Evoca ya a Mt 26, 67; 27,30.
Salmo
responsorial
Salmo 21
R/. Dios
mío, Dios mío,
¿por
qué me has abandonado?
Al
verme, se burlan de mí,
hacen
visajes, menean la cabeza:
“Acudió
al Señor, que lo ponga a salvo;
que
lo libre si tanto lo quiere”. R/.
Me
acorrala una jauría de mastines,
me
cerca una banda de malhechores;
me
taladran las manos y los pies,
puedo
contar mis huesos. R/.
Se
reparten mi ropa,
echan
a suerte mi túnica.
Pero
tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza
mía, ven corriendo a ayudarme. R/.
Contaré
a mis hermanos,
en
medio de la asamblea te alabaré.
“Los
que teméis al Señor, alabadlo;
linaje
de Jacob, glorificadlo;
temedlo,
linaje de Israel. R/.
Textos
paralelos[4].
Todos
cuantos me ven de mí se mofan.
Mt 27, 39: Los que
pasaban, lo injuriaban, y meneando la cabeza, decían: “Tú que destruyes el
templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de
Dios, baja de la cruz”.
Se
confío a Yahvé, pues que lo libre.
Mt 27, 43: Confió
en Dios, que lo libre si es que lo ama, pues dijo: “Soy Hijo de Dios”.
Sb 2, 18-20: Si el
justo es hijo de Dios, él lo auxiliará / y lo librará de las manos de sus
enemigos.
Reparten
entre sí mi ropa.
Jn 19, 24: Así se
cumplió la Escritura: “Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica”.
Esto hicieron los soldados.
Contaré
tu fama a mis hermanos.
Hb 2, 12: Anunciaré
tu nombre a mis hermanos, / en medio de la asamblea te alabaré.
Sal 40, 10: He proclamado tu justicia / ante
la gran asamblea; / no he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes.
Segunda
lectura.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11.
Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el
ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de
esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su
presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte
de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra,
en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios
Padre.
Palabra de Dios.
Textos
paralelos[5].
El cual, siendo de condición divina.
Sb 2, 23: Dios creó al hombre
incorruptible / y lo hizo a imagen de su propio ser.
A ser tratado igual a Dios.
Is 53,12: Le daré una multitud
como parte, / y tendrá como despojo una muchedumbre, / Porque expuso su vida a
la muerte / y fue contado entre los pecadores, / él tomó el pecado de muchos / e
intercedió por los pecadores.
2 Co 8, 9: Pues conocéis la
gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por
vosotros para enriqueceros con su pobreza.
Asumiendo semejanza
humana
Gn 4,4: También Abel ofreció
las primicias y la grasa de sus ovejas. El Señor se fijó en Abel y en su
ofrenda.
Haciéndose obediente
hasta la muerte.
Rm 8, 19: Porque la creación,
expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios.
Por eso Dios lo exaltó.
Is 52, 13: Mirad, mi siervo
tendrá éxito, / subirá y crecerá mucho.
Y le otorgó el Nombre.
Rm 14, 9: Pues para esto murió
y resucitó Cristo: para ser Señor de muertos y vivos.
Y toda lengua confiese.
Rm 10, 9: Porque, si profesas
con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó
de entre los muertos, serás salvo.
Para gloria de Dios Padre.
1 Co 12, 1: Acerca de los dones
espirituales, no quiero, hermanos, que sigáis en la ignorancia.
Notas
exegéticas[6]:
2 6 (a) Lit. “en la forma de Dios”. La
misma palabra griega (morphe) es utilizada en el v. 7 (lit. “tomando la
forma de esclavo”). Su significado es casi idéntico al de “Imagen” (eikon),
y los dos términos son utilizados indistintamente por los LXX. La “forma de
Dios” es, pues, sinónimo de “imagen de Dios”, que es el predicado aplicado a
Adán (Gn 1, 27; 1 Co 17, 7, y a Cristo 2 Co 5,5).
2 6 (b) Cristo al no tener pecado no
tenía que morir. Idéntica idea aparece en algunos apócrifos, como Henoc, IV Esdras
o II Baruc. Tenía pues, el derecho a vivir eternamente, algo propio de la
divinidad. Gn 3, 4-5. Otras traducciones posibles: “No retuvo celosamente el
rango que le igualaba a Dios” o “No consideró como presa el ser igual a Dios”.
En este último caso, habría una oposición implícita entre Jesús, segundo o
último Adán 1 Co 15, 56 y el primer Adán Gn 3, 4-5.
2 7 (a) Lit. “Se vacío a sí mismo”. El
término kénosis procede de una raiz que significa “vaciar”. La fórmula está
tomada de Is 53, 12. El pronombre reflexivo, que aparece en el v. 7 ( y ver Gn
2, 20), subraya la decisión del mismo Cristo, que optó por la muerte.
2 7 (b) Este modo de existencia, a la
luz de la alusión a Is 53, 12, sólo puede ser el del humillado Siervo paciente
de Yahvé, que murió por los demás. Is 53, 3.5.7. Nótese el contraste con Señor,
v. 11.
2 7 (c) No hay intención de atenuar la
humanidad de Jesús. No obstante si él no hbuera sido diferente no habría podido
salvarnos. Él, que estaba vivo, resucitó a los que estaban muertos. Él no tenía
necesidad de ser reconciliado con Dios, mientras todos los demás la tenían.
2 7 (d) Aunque diferente en su modo de
existencia, Cristo compartió la naturaleza humana común a todos.
2 8 (a) Al envío del Hijo por el Padre
para celebrar a la humanidad corresponde de parte de Cristo la obediencia.
2 8 (b) Mientras que la tradición
primitiva sólo insistía en el efecto salvífico de la muerte de Cristo, Pablo
subraya lógicamente que el valor ejemplar de esta muerte está en el cruel
castigo de la crucifixión. Lit. “sobre-exaltó”. El verbo griego hypsou,
que significa normalmente elevar, se traduce a menudo por “exaltar”. Aquí lleva
además el prefijo hyper (del que se forma el mismo verbo), que redobla
su significado, por el hecho de que, si es cierto que todos los justos serán
exaltados, Is 52, 13; Sb 3, 1-8, Cristo es superior a todos ellos.
2 9 (b) El nombre es el de “Señor”, como
explica el v. 11. Se trata aquí de un ´termino funcional que no se refiere
precisamente a la naturaleza de Cristo, es un título que Cristo lo consigue por
su pasión y resurrección. A pesar de su uso cotidiano, y de su frecuente
aplicación a Cristo a lo largo de todo el NT aquí se toma como un título “que
está sobre todo nombre”, la razón es que el NT lo reserva a Dios.
2 10 (a) La humanidad entera reconoce la
nueva dignidad de Jesús, como estaba anunciado que las naciones reconocería a Yahvé.
Is 45, 23; Rm 14, 11. El nombre propio de Jesús -sin más añadiduras – se usa
aquí deliberadamente para evocar la figura humillada y paciente de los vv. 6-8.
2 10 (b) Estas frases, que alternan la
cuidada estructura del himno fueron propiamente añadidas por Pablo con el fin
de poner de relieve tanto el ilimitado alcance de la autoridad de Cristo como
la dependencia respecto a su Padre.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Mateo 26, 14-27,66
Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo
forzaron a llevar su cruz.
Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir lugar
de “la Calavera”), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero
no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a
suertes y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de la cabeza colocaron un
letrero con la acusación: “Este es Jesús, el rey de los judíos”. Crucificaron
con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban,
lo injuriaban, y, meneando la cabeza, decían:
-Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días,
sálvate a ti mismo; si eres Hijo de dios, baja de la cruz.
Igualmente los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se
burlaban también diciendo:
-A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¡Es el Rey de Israel!,
que baje ahora de la cruz y le creeremos. Confió en Dios, que lo libre si es
que lo ama, pues dijo: “Soy Hijo de Dios”.
De la misma manera los bandidos que estaban crucificados con él lo
insultaban.
Desde la hora sexta hasta la hora nona vinieron tinieblas sobre
toda la tierra. A la hora nona, Jesús gritó con voz potente:
-Elí, Elí, lemá sabaqtaní?
(Es decir:
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Al oírlo algunos de los que estaban allí dijeron:
-Está llamando a Elías.
Enseguida uno de ellos fue corriendo, cogió una esponja empapada
de vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber.
Los demás decían:
-Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.
Jesús, gritando de nuevo con voz potente, exhaló el espíritu.
Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la
tierra tembló, las rocas se resquebrajaron, las tumbas se abrieron y muchos
cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas
después que él resucitó, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.
El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el
terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:
-Verdaderamente este era Hijo de Dios.
Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que
habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo; entre ellas, María la Magdalena
y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que
era también discípulo de Jesús. Este acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús.
Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo
envolvió en una sábana limpia, lo puso en su sepulcro nuevo que se había excavado
en la roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó.
María la Magdalena y la otra María quedaron allí sentadas enfrente
del sepulcro.
A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron
eng rupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:
-Señor, nos hemos acordado de que aquel impostor estando en vida
anunció: “A los tres días resucitaré”. Por eso ordena que vigilen el sepulcro
hasta el tercer día, no sea uqe vayan sus discípulos, se lleven el cuerpo y
digan al pueblo: “Ha resucitado de entre los muertos”. La última impostura será
peor que la primera.
Pilato contestó:
-Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como
sabéis.
Ellos aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y colocando la
guardia.
Textos
paralelos.
Salve, Rey de los judíos.
Sal 27, 7-8: Escúchame, Señor,
/ que te llamo, / ten piedad, respóndeme. / Oigo en mi corazón: / “Buscad mi
rostro. / Tu rostro buscaré, Señor.
Sal 69, 11-12: Cuando me aflijo
con ayunos, / se burlan de mí. // Cuando me visto de saco, / se ríen de mí.
Sal 109, 25: Soy despreciable
para ellos; / al verme, menean la cabeza.
Is 50, 6: Ofrecí la espalda a
los que me golpeaban, / las mejillas a los que mesaban mi barba; / no escondí
el rostro ante ultrajes y salivazos.
Le dieron a beber vino
mezclado con hiel.
Sal 69, 22: En mi comida me echaron
hiel, / para mi sed me dieron vinagre.
Pr 31, 6-7: Ofrece licor al desgraciado,
/ vino al que se siente abatido: / que beba y olvide su miseria, / y ya no se
acuerde de sus penas.
Se repartieron sus
vestidos.
Sal 22, 19: Se reparten mi
ropa, / echan a suerte mi túnica.
Uno a la derecha y otro a
la izquierda.
Is 53, 12: Le daré una multitud
como parte, / y tendrá como despojo una muchedumbre. / Porque expuso su vida a
la muerte / y fue contado entre los pecadores, / él tomó el pecado de muchos /
e intercedió por los pecadores.
Is 53, 9: Le dieron sepultura
con los malvados / y una tumba con los malhechores, / aunque no había cometido
crímenes / ni hubo engaño en su boca.
Tú que destruyes el
Santuario.
Sal 22, 7: Pero yo soy un
gusano, no un hombre / vergüenza de la gente, desprecio del pueblo.
Sal 109, 25: Soy despreciable
para ellos; / al verme, menean la cabeza.
Lm 2, 15: Baten palmas contra
ti / cuantos pasan por el camino, /
silban y mueven su cabeza / contra la hija de Jerusalén / “¿Es esta la ciudad
más hermosa, / la alegría de toda la tierra?”.
Si 12, 18: Meneará la cabeza,
aplaudirá, / hablará largo rato entre dientes y cambiará la cara.
Si 13, 7: Te avergonzará en sus
banquetes, / te despojará dos o tres veces / y acabará burlándose de ti. / Y
después, si te ve, te evitará / y meneará la cabeza mofándose de ti.
Sal 22, 8: Al verme, se burlan
de mí, / hacen visajes, menean la cabeza.
A otros ha salvado.
So 3, 15: El Señor ha revocado tu
sentencia, / ha expulsado a tu enemigo. / El rey de Israel, el Señor, / está en
medio de ti, / no temas mal alguno.
Jn 1, 49: Natanael respondió: “Rabí,
tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”.
Mt 4, 6: Y le dijo: “Si eres
Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles
acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las
piedras”.
Sal 22, 9: “Acudió al Señor,
que lo ponga a salvo; / que lo libre si tanto lo quiere”.
Ha puesto su confianza en
Dios.
Sb 2, 18-20: Si el justo es
hijo de Dios, él lo auxiliará / y lo librará de las manos de sus enemigos. //
Lo someteremos a ultrajes y torturas, / para conocer su temple y comprobar su
resistencia. // Lo condenaremos a muerte ignominiosa, / pues según dice, Dios
lo salvará.
Mt 4, 3: El tentador se le
acercó y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en
panes”.
Jn 10, 33: Los judíos le contestaron:
“No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo
hombre, te haces Dios”.
¡Elí, Elí! ¿lemá
sabactaní?
Jr 15, 9: La madre de siete
hijos / desfallece y pierde el aliento; / su sol se pone en pleno día, / se
siente confusa y desconcertada. / El resto lo entregaré a la espada / de sus
enemigos – oráculo del Señor.
Am 8, 9: Aquel día – oráculo del
Señor Dios - / haré que el sol se oculte a mediodía, / y oscureceré la tierra
en pleno día.
Za 14, 16: Todos los
supervivientes de las naciones que atacaron Jerusalén subirán cada año para
postrarse ante el rey, el Señor del universo.
Sal 22, 2: Dios mío, Dios mío /
¿por qué me has abandonado? / A pesar de mis gritos, / mi oración no te alcanza.
La empapó con vinagre.
Sal 69, 22: En mi comida me echaron
hiel, / para mi sed me dieron vinagre.
Tembló la tierra y las
rocas se hendieron.
Ez 37, 12: Por eso profetiza y
diles: “Esto dice el Señor Dios: Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os
sacaré de ellos, pueblo mío, y os llevaré a la tierra de Israel”.
Dn 12, 13: Tú, vete hasta el
final y descansa. Te alzarás a recibir tu destino al final de los tiempos.
Jn 5, 25: En verdad, en verdad
os digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo
de Dios, y los que hayan oído vivirán.
1 Co 15, 20: Pero Cristo ha
resucitado de entre los muertos y es primicia de lso que han muerto.
Col 1, 18: Él es también la
cabeza del cuerpo de la Iglesia. / Él es el principio, el primogénito de entre
los muertos, / y, así es el primero en todo.
1 P 3, 19: En el espíritu fue a
predicar incluso a los espíritus en prisión.
Verdaderamente este era
hijo de Dios.
Sb 2, 18: Si el justo es hijo
de Dios, él lo auxiliará / y lo librará de las manos de sus enemigos.
Entre ellas estaban María
Magdalena.
Mt 13, 55: ¿No es el hijo del
carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y
Judas?
Se presentó a Pilato.
Dt 21, 22: Si uno, reo de la
pena de muerte, es ejecutado y lo cuelgas de un árbol. su cadáver no quedará en
el árbol de noche, sino que lo enterrarás ese mismo día, pues un colgado es
maldición de Dios, y no debes contaminar la tierra que el Señor, tu Dios, te da
en heredad.
Se lo entregase.
1 R 13, 29: El profeta recogió
entonces el cadáver del hombre de Dios, lo acomodó sobre el asno y regresó a la
ciudad del anciano profeta para enterrarlo.
Puso en su sepulcro
nuevo.
Is 53, 9: Le dieron sepultura
con los malvados / y una tumba con los malhechores, / aunque no había cometido crímenes
/ ni hubo engaño en su boca.
A los tres días
resucitaré.
Mt 16, 21: Desde entonces comenzó
Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí
mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que
ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Hch 10, 40: Pero Dios lo
resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse.
Aseguraron el sepulcro.
Dn 6, 17: Entonces el rey mandó
traer a Daniel y echarlo al foso de los leones. Y dijo a Daniel: ¡Que te salve
tu Dios al que veneras fielmente!
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
27 33 Transcripción de la palabra
aramea Gulgutá, “lugar del cráneo”, en latín Calvaria (de aquí “Calvario”).
27 34 Brebaje embriagante que mujeres
judías compasivas, ver Lc 23, 7, solían ofrecer a los ajusticiados para atenuar
sus sufrimientos. De echo a este vino se le mezclaba más bien “mirra”, ver Mc
15, 23: la “hiel” en Mt se debe a una reminiscencia del Sal 69, 22 (al igual
que la corr. de “vino” en “vinagre” de la resención antioquena). Jesús rechaza
este estupefaciente.
27 35 Adic.: “Para que se cumpliera el
oráculo del profeta. Se han repartido mis vestidos, y han echado a suertes mi
túnica” (Sal 22, 19), glosa tomada de Jn 19, 24.
27 45 Desde el mediodía hasta las tres
de la tarde. Estas tinieblas (ver Ex 10, 22; Am 8, 9-10) representan probablemente
el juicio de Dios, que se extiende desde la cruz por toda la tierra (o “todo el
país”).
27 46 Grito de angustia, pero no de
desesperación, esta queja, tomada de la Escritura, es una oración a Dios, y en
el Salmo le sigue la alegre seguridad del triunfo final.
27 47 Mordaz juego de palabras, basado
en la esper de Elías como precursor del Mesías, ver 17, 10-13, o en la creencia
judía de que él socorría a los justos en la necesidad.
27 48 Bebida ácida que usaban los
soldados romanos. El gesto fue sin duda de compasión, ver Jn 19, 28s.; los
Sinópticos lo consideran mal intencionado. Lc 23, 36 y lo describen con términos
que evocan Sal 69, 27.
27 51 (a) La cortina que cerraba el Santo,
o mejor la que separaba el Santo del Santo de los Santos, ver Ex 25, 31s.
Siguiendo Hb 9, 12; 10, 20, la tradición cristiana ha visto en este desgarrarse
del velo la supresión del antiguo culto mosaico y el acceso abierto por Cristo
al santuario escatológico.
27 51 (b) Estas manifestaciones extraordinarias,
como también las tinieblas del v. 45, estaban anunciadas por los profetas como
señales características del “día de Yahvé”, ver Am 8, 9.
27 53 Esta resurrección de los justos
del AT es un signo de la era escatológica, Is 26, 19; Ez 37; Dn 12, 2.
Liberados del Hades por la muerte de Cristo, ver Mt 16, 18, esperan ellos su
resurrección para entrar con él en la Ciudad Santa, es decir, Jerusalén.
Tenemos aquí una de las primeras expresiones de la fe en la liberación de los
muertos por el descenso de Cristo a los infiernos, ver 1 P 3, 19.
27 57 Puede también traducirse: “que
se había instruido en la enseñanza de Jesús” (idéntico verbo en 13, 52 y 28, 19)
Podría pensarse que este hombre era originario de Arimatea, ciudad de Judea al noreste
de Lida, o bien que llegaba de esa ciudad en el momento de la crucifixión.
27 60 Sábana “limpia” y sepulcro nuevo”
subrayan la piedad del entierro; el segundo dato explica también el que haya
sido posible, ya que el cadáver de un ajusticiado no podía ser puesto en un
sepulcro ya ocupado, donde habría contaminado los huesos del justo.
27 62 En griego “Parasceve”.
Este término se aplicaba al viernes, día en que se hacían los preparativos del
sábado. Ver Jn 19, 14. Sobre el problema de la cronología, véase Mc 26, 17.
27 65 Es decir: “Utilizad vuestra
guardia”, ver Lc 22, 4, o bien, “Pongo una guardia a vuestra disposición”, ver
Jn 18, 3.
Notas
exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica
34 LO GUSTÓ... BEBERLO: lit. y
habiendo gustado no quiso beber.
38 FUERON CRUCIFICADOS: Gr. 4 (“son
crucificados”: presente narrativo).
39-44 Los insultos contra Jesús, como
la frase de la multitud en el v. 25, son “religiosos”, no políticos. Se burlan
de su mesianismo, y de su filiación divina. Aunque la autoridad romana lo
condenase por revolucionario, en la idea del pueblo y de sus jefes religiosos
Jesús moría condenado por blasfemo.
43 El sujeto de los verbos LIBRE Y
QUIERE es Dios. // SI REALMENTE (oración condicional real) LO QUIERE: si Dios
se agrada en él.
44 DE LA MISMA MANERA: o “[diciendo]
lo mismo”.
45 TODO EL PAÍS: Palestina, la “Tierra
Santa”; quizás, en la mente de Mt: toda la tierra.
46 Las dos primeras palabras de la
cita del Sal 22, rezado por Jesús, son hebreas (aunque usadas también en textos
arameos); las restantes son arameas.
48 La construcción lit. del texto
griego es: “corriendo uno de ellos y cogiendo esponja y habiendo empapado...
y habiendo puesto una caña...”.
51-53 El efecto polisíndeton del texto
griego está sustituido por el recurso contrario: el asíndeton (la
traducción suprime “y” del texto original). Doctrinalmente, Mt está
diciendo que los efectos de la muerte de Jesús han alcanzado todos los estratos
de la vida humana y de la naturaleza inanimada que le rinde homenaje. El
triunfo de Jesús sobre la muerte ha llegado hasta MUCHOS CUERPOS (la
parte “material”) DE LOS SANTOS (los que Mt llama “justos” en otros pasajes_ cf.
1, 19), de las personas piadosas del AT QUE DORMÍAN (eufemismo: que habían
muerto, cf. 23, 29, donde se habla de los monumentos sepulcrales de los justos).
// DESPERTARON: lit. fueron despertados (se entiende: por Dios;
voz pasiva “teológica”. // Liberados de la Morada de los muertos resucitaron
propiamente DESPUÉS DE resucitar JESÚS (lit... de la resurrección de él),
formando la escolta de honor de Cristo Rey, vencedor de la muerte. // La
tradición reflejada en este texto, muy antigua, sin relación con textos judíos
sobre la teofanía en el Sinaí, que son posteriores, da a entender que los
primeros cristianos consideraban los acontecimientos del día de Pascua como el
comienzo de la gran resurrección universal. // LA CIUDAD SANTA, e.d. Jerusalén,
acaba de ser purificada con la sangre de Jesús: los resucitados con él son ya
la nueva Jerusalén: “la ciudad santa” del cielo (Ap 21, 2).
54 HIJO DE DIOS: o quizá hijo de
un dios, de una divinidad, expresión que cuadraría mejor en la boca de los
soldados paganos.
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé:
27, 32-56 Con las burlas del gentío, la
repartición de la ropa, el grito de abandono de Cristo en la cruz, y con otros
detalles de la pasión se cumplen directamente las profecías del Antiguo
Testamento. El intenso sufrimiento de Cristo en su cruz y alma era real y no
fue paliado por su naturaleza divina. Cristo rechazó el vinagre, que se
utilizaba como analgésico, para mostrar su voluntad de aceptar todo el
sufrimiento para la redención. Experimentó una muerte terrible, naturalmente
implicando la separación del cuerpo y del alma, cargando con el peso de los
pecados de todos. Cat. 515, 585, 599-602.
27, 46 Estas palabras, que forman el
comienzo del salmo 22, ponen voz al sufrimiento. Aunque a primera vista parece
que las palabras muestran desesperación, el salmo concluye con una entusiasta
exclamación de esperanza, de gloria y victoria. Cat. 2853.
27, 50 La muerte y resurrección de
Cristo se produjeron en un momento determinado de la historia. No obstante,
este sacrificio redentor se hace presente sacramentalmente en cada celebración
de la Santa Misa. Con esta celebración, podemos unir nuestro trabajo y
sufrimiento al sacrificio mismo de nuestro Señor en la cruz, que vuelve a ser
presentado en el sacrificio eucarístico. Cat. 613-614, 1364.
27, 51 El velo separaba a la gente de
la presencia de Dios en el Santo de los Santos, el sancta sanctorum del Templo,
donde solo el sumo sacerdote hacía sacrificios en presencia de Dios en nombre
del pueblo una vez al año. Su desgarramiento simboliza la reconciliación de
Dios con la humanidad, el desgarramiento de lo que separaba al hombre de Dios.
La Antigua Alianza había cumplido su función y fue abriendo paso a la Nueva
Alianza, en Cristo. El hecho de que el velo se rasgase de arriba abajo sugiere
que fue un acto de Dios.
27, 53 No está claro si las apariciones
de los santos se refieren a apariciones o a una vuelta verdadera a la vida
corporal humana, pero puede referirse a la salvación de aquellos que habían
muerto bajo la Antigua Alianza, antes de la reconciliación entre Dios y la
humanidad. La Iglesia nos enseña que después de su muerte, como profesamos en
el credo de los Apóstoles, Cristo “descendió a los infiernos” (aquí no se
refiere al infierno eterno, sino a una especie de estado intermedio o purgatorio
para los hombres y mujeres justos de la Antigua Alianza que esperaban la
apertura de las puertas del cielo. Esto se denomina a veces como “el seno de
Abrahán”. Cat. 586, 624, 627, 632-637.
27, 54 No está claro si el centurión
reconoce a Jesús como el Mesías o como un ser divino. En el Antiguo Testamento,
a menudo se utilizaba “Hijo de Dios” para referirse a alguien que tenía una
relación especialmente estrecha con Dios, similar a un “hijo adoptivo”. El
término se aplicó en varias ocasiones a los fieles, a los ángeles, o a determinados
líderes judíos. Cat. 441.
27, 55s María, la madre de Santiago y
José. Esta
María y sus hijos eran parientes de Cristo, pero claramente, esta María no era
su madre, y Santiago y José no eran hermanos suyos literalmente. Esta conclusión
se ve reforzada más tarde, cuando se nombre a la mujer como “la otra María” (Mt
28, 1). Las diversas partes de la pasión y muerte de Cristo se conmemoran en
muchos sentidos en la liturgia y en el culto hoy en día, incluyendo el
sacrificio de la Misa, la liturgia del Viernes Santo, la lectura de la
narración de la pasión, el Domingo de Ramos y la devoción popular de las estaciones
de la Cruz. Cat. 500.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
599 La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una desgraciada
constelación de circunstancias. Pertenece al misterio del designio de Dios,
como lo explica san Pedro a los judíos de Jerusalén ya en su primer discurso de
Pentecostés: “Fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento
de Dios” (Hch 2, 23). Este lenguaje bíblico no significa que los que han “entregado
a Jesús” fuesen solamente ejecutores pasivos de un drama escrito de antemano
por Dios.
613 La muerte de Jesús es a la vez sacrificio pascual que lleva a cabo
la redención definitiva de los hombres por medio del “Cordero que quita el
pecado del mundo” (Jn 1, 29) y el sacrificio de la Nueva Alianza que
devuelve al hombre a la comunión con Dios reconciliándole con Él por “la sangre
derramada por muchos para remisión de los pecados” (cf. Mt 26, 28).
614 Este sacrificio de Cristo es único, da plenitud y sobrepasa a todos los
sacrificios. Ante todo es un don del mismo Dios Padre: es el Padre quien
entrega al Hijo para reconciliarnos consigo. Al mismo tiempo es ofrenda del
Hijo de Dios hecho hombre que, libremente y por amor, ofrece su vida a su Padre
por medio del Espíritu Santo para reparar nuestra desobediencia.
2853 La victoria sobre el “príncipe de este mundo” (Jn 14, 30) se adquirió de
una vez por todas en la Hora en que Jesús se entregó libremente a la muerte para
darnos su vida.
1364 El memorial recibe un sentido nuevo en el Nuevo Testamento. Cuando la
Iglesia celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y esta se
hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la
cruz, permanece siempre actual.
624 “Por la gracia de Dios, gustó la muerte para bien de todos” (Hb 2, 9). En
su designio de salvación, Dios dispuso que su Hijo no solamente “muriese por
nuestros pecados” (1 Co 15, 3), sino también que “gustase la muerte”, es decir,
que conociera el estado de muerte, el estado de separación entre su alma y su
cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que Él expiró en la
Cruz y el momento en que resucitó. Este estado de Cristo muerto es el misterio
del sepulcro y del descenso a los infiernos. Es el misterio del Sábado Santo en
el que Cristo depositado en la tumba manifiesta el gran reposo sabático de Dios
después de realizar la salvación de los hombres, que estable en la paz al
universo entero.
Concilio Vaticano II
Para llevar a cabo una obra tan grande, Cristo está
siempre presente en su Iglesia, principalmente en los actos litúrgicos. Está
presente en el sacrificio de la misa, no solo en la persona del ministro, “ofreciéndose
ahora por el ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en
la cruz” (C. Trento), sino también, sobre todo, bajo las especies eucarísticas.
Sacrosanctum Concilium, 7.
Cree, pues, la Iglesia que Cristo, nuestra paz, por
la cruz reconcilió a judíos y gentiles y que de ambos hizo una sola cosa en sí
mismo.
Nostra aetate, 4.
La paz terrena, que nace del amor al prójimo, es
figura y efecto de la paz de Cristo, que procede de Dios Padre. Pues el mismo
Hijo encarnado, Príncipe de la Paz, por su cruz reconcilió a todos los hombres
con Dios, mató en su propia carne el odio (cf. Ef 2, 16) y, exaltado por la
resurrección, derramó el Espíritu de caridad en los corazones de los hombres.
Gaudium et spes, 78.
San Agustín
He aquí la debilidad de Dios que es más fuerte que los hombres, y la necedad
de Dios más sabia que los hombres.
He aquí la debilidad de Dios que es más fuerte que los hombres y la
necedad de Dios más sabia que los hombres. El sucederse de los acontecimientos
lo mostró con mayor claridad aún. ¿Qué buscaba entonces la ira rabiosa de los
enemigos, sino arrancar su memoria de la tierra? Pero quien fue crucificada en
una sola nación se ha asentado en los corazones de tantas otras y quien
entonces fue entregado a la muerte en un solo pueblo, ahora es adorado por
todos.
Por tanto, amadísimos, celebremos este aniversario con devoción; gloriémonos
en la cruz de Cristo, pero no una sola vez al año, sino con una vida continua
de santidad.
Sermón 218
B.
Los Santos Padres.
Considerando todo esto, armémonos contra toda irritación, contra toda
ira. Cuando veas que se te enciende el corazón, sella tu pecho, poniendo sobre
él la cruz; recuerda entonces un paso de la pasión del Señor, y, al recuerdo de
lo que Él sufrió, sacudirás de ti, como polvo, todo sentimiento de enojo.
Considera que Él es Señor, tú esclavo; que Él sufrió por ti y tú sufres por tu
culpa; Él por quienes había colmado de beneficios y le estaban crucificando, y
tú por ti mismo; Él por los que lo habían injuriado, y tú muchas veces por los
mismos a quienes has agraviado.
San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev. de Mateo, 87. Ib, pg.
354.
Ha tomado el principio del salmo 21; pero lo que se lee en la mitad del
versículo: “Mírame”, está de más, pues en el texto hebreo se lee: “Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
San Jerónimo, Comentario al Ev. de Mateo 4, 27, 46. Ib, pg. 360.
San Juan de Ávila
Y entre todos los atavíos de desposorio, que lleva,
mirad a la guirnalda de espina que en su divina
cabeza lleva, la cual, aunque la trajeron y se la pusieron los caballeros de Pilato,
que eran gentiles, dícese habérsela puesto su madre [salmo 44], que es
la sinagoga, de cuyo linaje Cristo descendió según la carne; porque por la
acusación de la sinagoga, y por complacer a ella, fue Cristo así atormentado. Y
si alguno os dijere: “Nuevos atavíos de desposado son estos: por guirnalda,
lastimera corona; por atavíos de pies y manos, clavos agudos que se los
traspasan y rompen; azotes por cinta; los cabellos pegados y enrubiados con su
propia sangre; la sagrada barba arrancada; las mejillas bermejas con bofetadas;
y la cama áspera cruz donde justiciaban los malhechores”. ¿Qué tiene que ver
este abatimiento extremo con atavíos de desposorio? ¿Qué tiene que ver acompañado
de ladrones (cf. Mt 27, 38), con ser acompañado de amigos, que se huelgan
[alegran] de honrar al nuevo desposado? ¿Qué fruto, que música, qué placeres
vemos aquí, pues la madre y amigos del desposado comen dolores y beben
lágrimas, y los ángeles de la paz lloran amargamente (Is 33, 7)(, y no
hay cosa más lejos de desposorio que todo lo que aquí parece?
Audi filia (I). I, pg. 471.
También es cosa maravillosa que un hombrecillo
terrenal es´ta en el cielo gozando de Dios, y acompañado de ángeles con honra
inefable; mas mucho más fue estar Dios puesto en tormentos y menosprecios de
cruz, y morir entre dos ladrones (cf. Mt 27, 38); con lo cual quedó justicia
divina tan satisfecha, así por lo mucho que el Señor padeció como
principalmente por ser Dios elq ue padeció, que nos da perdón de lo pasado, y
nos echa bendiciones con que nuestra esterilidad haga fruto de buena vida y
digna del cielo; figurada en el hijo que fue dado a Sara, vieja y estéril (cf.
Gn 21, 2). Porque el becerro cocido en la casa de Abrahán (c. Gn 18,
7), que es Jesucristo, crucificado en el pueblo que de Abrahán venía, fue a
Dios tan gustoso que de airado se tornó manso, y la maldición conmutó en
bendición, pues recibió cosa que más le agradó que todos los pecados del mundo
le pueden desagradar.
Audi, filia (II). I, pg. 579
Y si una vez de verdad desterrásemos de nosotros
nuestra secreta cobdicia, caerían con ella muchos malos frutos que de ella
proceden, y cogeríamos otros más valerosos de gozo y de paz, que de la unión
con la divina voluntad suelen venir, y tan firmes que aun la misma tribulación
no nos lo puede qitar. Pues, aunque los tales se sientan atribulados y desamparados,
mas no por eso desesperados ni muy turbados, porque conocen ser aquél el camino
de la cruz, a la cual ellos se han ofrecido, y por el cual Cristo anduvo; como
parece que, estando en la cruz, dijo a su Padre: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
desamparaste? (Mt 27, 46.
Audi, filia (II), pg. 594.
Tan maravillosamente favorecidos en la tribulación
que, viendo la bonanza del mar de su corazón tan súbita, dicen lo que los
apóstoles: ¿Quién es Aqueste a quien los vientos y mar obedecen? (Mt 8, 27). Verdaderamente
es el santo Hijo de Dios (cf. Mt 14, 33; 27, 54).
Lo mismo decir de comminuetis ex eo (Jn 19, 36), y de Diviserunt
sibi vestimenta mea (Mt 27, 35), etc., y de otros lugares que los
evangelistas tractan y los apóstoles en los Actos, traídos en confirmación de
una doctrina que fue aprobada con tantos milagros, a testimonio de cuanto caso
se debía de hacer de la palabra [de] Dios, y de cómo su autoridad prevalece, y
que, faltando ella o diciendo lo contrario, todo lo demás es incierto.
Lecciones sobre la Epístola a los Gálatas. II, pg. 32.
Solo peregrino. Gran muchedumbre de
ellos, después de perdido asiento del paraíso. Una singularidad extraña en
Cristo, de su peregrinación, que descansa en el trono y es caminante, viator,
comprehensor; padecía en la cruz e gozaba en gloria. Solo en todos sus trabajos, último
discipuli fugerunt (cf. Mt 26, 56; Mc 14, 50), para mayor pena suya. Esto lamentaba en la
cruz: Ut quid dereliquisti? (Mt 27, 46, ¿Por qué me has
abandonado?): Mírame aquí colgado, golpeado, mira este mi sacrificio que te
ofrezco por los hombres; mira a tu Hijo. (...) Todos los que sanó e curo, que
le gritaban por rey, desaparecieron. No hobo qu(i)en volviese por Él. Y así el
día de su trabajo dice: Torcular calcavi solus (Is 63, 3, He
pisado yo solo en el lagar).
Sermón del lunes de Pascua. III, pg. 222-223.
También dijo Cristo nuestro Redemptor en la parte sensitiva,
viendo que Dios le dejaba padecer y viendo los tormentos que pasaba: Deus
meus, Deus meus, ut quid derelisti me? (Mt 27, 46). Fue tanto, hermanos
míos, lo mucho que nuestro Señor pasó; fueron tantos los tormentos que pasó,
los azotes, corona de espinas, las bofetadas que en su divino rostro le dieron,
que dice Él mismoL O vos omnes, qui transitis per viam: Todos
los que pasáis por el camino, todos los que vivís en el mundo, mirá
si hay dolor como el mío (Lamentaciones 1, 12). ¡Bendito seáis vos,
Redemptor mío, por siempre? ¿Qué es la causa de tantos dolores, Señor? Los dolores,
los tormentos, ¿no son pena de los pecados y castigo de los malos? A los que
mal hacen les conviene el castigo; vos, Señor mío, ¿qué mal el que hecistes,
que tantos tormentos pasastes? ¿Por qué tantos dolores? Dice nuestro Redemptor
Jesucristo: - ¿Qué deben estos? – Señor, muchos pecados han hecho. – Pues quiero
– dice Jesucristo – caiga sobre mí el castigo, porque caiga el descanso del
cielo encima de ellos; la tristeza caiga en mí, porque la alegría caiga sobre
ellos. Quiero que me den hiel a mí, porque les den a ellos miel; denme a mí
tormentos, porque den a ellos descanso; den a mí la muerte, porque a ellos les
den la vida. Ten, pues, hermano, confianza en estos merecimientos que
Jesucristo tuvo. No pienses que es voz muda la que tienes en el cielo en tu
defensa; los merecimientos de Jesucristo están allá abogando por ti.
Sermón domingo infraoctava de la Ascensión. III, pg. 332.
En la cruz, ¿qué otra cosa da más que su sangre, y su
pasión y misericordia para el hombre, por cuyo consuelo da
voces el Señor, que fue desamparado (cf. Mt 27, 46; Mc 15, 34) y
desconsolado? Mas allí está tan guardado de sus enemigos, que sus amigos por
mucho que lo deseen y lloren no pueden llegar a Él. Y aquí está tan puesto en
nuestras manos y tan abierta la puerta, que Él está rogando consigo, y solo
aquel que no quiere no llega. Y aunque el velle derramar su sangre en la cruz
es grande consuelo para el pecador, mas como se derrama por todos, y es menester
se aplique a cada uno en particular, por eso es necesario que tú le recibas en
t pecho con fe y amor para que participes de tantas riquezas como allí se dan.
Gocémonos, pues, de que esté una medicina hecha con que pueden sanar todos los
males.
Sermón en la infraoctava del Corpus. III, pg. 648.
Mas como tenga vuestra merced por hijo
de promisión como a Isaac (cf. Gn 17, 19), espero de Jesucristo no morirá con manjar
de piedras, sino que lo gustará, como Cristo el
vino mirrado (cf. Mt 27, 34). El consentimiento le quitará Dios; el sentimiento será
tormento de cruz para gloria del que nos amó en ella; y rogándonos nuestros
enemigos que decendamos de ella, queremos más confesar a Cristo y estar en ella
que negar y descansar.
Carta a un caballero ce estos reinos discípulo
suyo. IV, pg. 431.
Estése, señora, en las llagas de su Señor, pues por
sanar la de ella pasó Él aquellas. Y si no es para pasar ella por Él otras
tales, sea para agradecérselo a Él para compadecerse con Él y llorar porque sus
pecados le pusieron en aprieto tan grande. More allí, señora, no de paso, como
por venta, como los que pasaban por el camino y movían sus
cabezas blasfemando del Señor (cf. Mt 27, 39), sino esté de reposo muy fijada par
de la cruz, como la Virgen y Madre y el amado discípulo y las otras santas
mujeres. Porque los que de paso se pasan por este beneficio tan grande, ni lo
conocen, ni agradecen, ni les queda más que el sonido; y algunos, como son los
infieles, con blasfemar de Él, porque no se paran a mirar despacio esta gran
maravilla de amor. Mas el cristiano que mora aquí, dice de corazón: Esta
es mi holganza en el siglo del siglo; aquí moraré, porque la escogí (Sal 131, 14).
Carta a una señora. IV, pg. 459.
Sí, señora, sí sé que vuestra merced está en la
cruz, y no a solas; que no pienso yo que nuestro Señor la ama tan poco, que la
quiera tener lejos de sí. Su cama, señora, y su mesa, la cruz fue; en ellos ha
de poner a sus amados si lo quieren ser. Y no se turbe vuestra merced porque no
hay cosa que le consuele, pues ha oído que el Señor dijo puesto en la cruz: Busqué
quien me consolase, y no hallé (Sal 68, 21). Desmaparado de su Padre dijo que
estaba (cf. Mt 27, 46); y esto excede a nuestro desmamparo; por mucho que sea,
como también sus dolores exceden a los nuestros. Tenga, señora, firme en la
cruz. No quiera descender de ella por descansar. Ofrézcase a la voluntad de
Dios para que haga de ella su voluntad, sin que le resista. Déjese llevar tan
buen Padre a donde Él mandare, y diga como dijo Santo Tomás: Vamos
y muramos con Él (Jn 11, 16). Mire que este negocio no es palabras, sino obras y finos
dolores y desmamparos; y no tiene uno más amor del que parece en el tiempo de
la tribulación.
Carta a una señora que padecía trabajos. IV, pg. 426.
En todo, señora, cosa es que Dios usa con todos,
aunque sean sus amigos, para probar si con el desamparo se aflojan en el
servicio suyo y en el amor y confianza; porque cuando haya sentimientos de Él y
de su amor, pocas gracias que el hombre ande confiado y diligente, porque como
dice el Contemtus mundi (el Kempis), “suavemente
camina a quien la mano del Omnipotente lleva; mas estar en cruz y sin
sentimientos ni consuelo interior nie xgterior, y no por eso desconfiar ni aflojar,
este es el servir a Cristo, que en cruz dijo: Padre mío, ¿por qué me
desamparaste? (Mt 27, 47). El cual sintió entonces este desamparo, mas no desmayó. Aunque
parece que se queja, no es sino queja de regalo, no de desconfiado. Y dijo lo
que sentía, para que supiesen sus siervos que si Él sentía aquel desamparo,
siendo Hijo natural de Dios, no se espantasen ellos, siendo adoptivos, de pasar
por donde el Señor pasó.
A una persona que padecía sequedades y
tentaciones. IV, pg. 734.
San Oscar Romero.
Queridos hermanos, aunque estamos viviendo como en un callejón
sin salida, no desesperemos. En la palabra bíblica de Isaías, un poco antes de
la lectura que se ha hecho hoy, dice Dios al pueblo: "¿Por qué desconfías?
¿qué acaso se ha acortado mi mano para darle bendiciones? ¿qué acaso no tengo
energías para salvarte?" Hermanos, respondamos a esas preguntas de Dios
con un acto de fe y de esperanza. "Si Señor, nosotros creemos que tú eres
el Redentor y por eso hemos aclamado hoy con la alegría de los que te han
recibido: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, Hosanna en los
cielos!"
Vamos a proseguir ahora nuestra Eucaristía donde vamos a
poner en el altar de Cristo todas nuestras esperanzas y nuestros buenos deseos
de celebrar una Semana Santa, digna de nuestra fe.
Homilía. 19 de marzo de 1978.
Papa Francisco.
Jesús «se despojó de sí mismo tomando la condición
de esclavo» (Flp 2,7). Con estas palabras del apóstol Pablo, dejémonos
introducir en los días santos, donde la Palabra de Dios, como un estribillo,
nos muestra a Jesús como siervo: el siervo que lava los pies a los discípulos
el Jueves santo; el siervo que sufre y que triunfa el Viernes santo (cf. Is
52,13); y mañana, Isaías profetiza sobre Él: «Mirad a mi Siervo, a quien
sostengo» (Is 42,1). Dios nos salvó sirviéndonos. Normalmente pensamos
que somos nosotros los que servimos a Dios. No, es Él quien nos sirvió
gratuitamente, porque nos amó primero. Es difícil amar sin ser amados, y es aún
más difícil servir si no dejamos que Dios nos sirva.
Pero, una pregunta: ¿Cómo nos sirvió el Señor?
Dando su vida por nosotros. Él nos ama, puesto que pagó por nosotros un gran
precio. Santa Ángela de Foligno aseguró haber escuchado de Jesús estas
palabras: «No te he amado en broma». Su amor lo llevó a sacrificarse por
nosotros, a cargar sobre sí todo nuestro mal. Esto nos deja con la boca
abierta: Dios nos salvó dejando que nuestro mal se ensañase con Él. Sin
defenderse, sólo con la humildad, la paciencia y la obediencia del siervo,
simplemente con la fuerza del amor. Y el Padre sostuvo el servicio de
Jesús, no destruyó el mal que se abatía sobre Él, sino que lo sostuvo en su
sufrimiento, para que sólo el bien venciera nuestro mal, para que fuese
superado completamente por el amor. Hasta el final.
El Señor nos sirvió hasta el punto de experimentar las situaciones
más dolorosas de quien ama: la traición y el abandono.
La traición. Jesús sufrió la traición del discípulo
que lo vendió y del discípulo que lo negó. Fue traicionado por la gente que lo
aclamaba y que después gritó: «Sea crucificado» (Mt 27,22). Fue traicionado por
la institución religiosa que lo condenó injustamente y por la institución
política que se lavó las manos. Pensemos en las traiciones pequeñas o grandes
que hemos sufrido en la vida. Es terrible cuando se descubre que la confianza
depositada ha sido defraudada. Nace tal desilusión en lo profundo del corazón
que parece que la vida ya no tuviera sentido. Esto sucede porque nacimos para
amar y ser amados, y lo más doloroso es la traición de quién nos prometió ser
fiel y estar a nuestro lado. No podemos ni siquiera imaginar cuán doloroso haya
sido para Dios, que es amor.
Examinémonos interiormente. Si somos sinceros con
nosotros mismos, nos daremos cuenta de nuestra infidelidad. Cuánta falsedad,
hipocresía y doblez. Cuántas buenas intenciones traicionadas. Cuántas promesas
no mantenidas. Cuántos propósitos desvanecidos. El Señor conoce nuestro
corazón mejor que nosotros mismos, sabe que somos muy débiles e inconstantes,
que caemos muchas veces, que nos cuesta levantarnos de nuevo y que nos resulta
muy difícil curar ciertas heridas. ¿Y qué hizo para venir a nuestro encuentro,
para servirnos? Lo que había dicho por medio del profeta: «Curaré su
deslealtad, los amaré generosamente» (Os 14,5). Nos curó cargando sobre sí
nuestra infidelidad, borrando nuestra traición. Para que nosotros, en vez
de desanimarnos por el miedo al fracaso, seamos capaces de levantar la mirada
hacia el Crucificado, recibir su abrazo y decir: “Mira, mi infidelidad está
ahí, Tú la cargaste, Jesús. Me abres tus brazos, me sirves con tu amor,
continúas sosteniéndome... Por eso, ¡sigo adelante!”.
El abandono. En el Evangelio de hoy, Jesús en la
cruz dice una frase, sólo una: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?» (Mt 27,46). Es una frase dura. Jesús sufrió el abandono de los
suyos, que habían huido. Pero le quedaba el Padre. Ahora, en el abismo de la
soledad, por primera vez lo llama con el nombre genérico de “Dios”. Y le grita
«con voz potente» el “¿por qué?”, el porqué más lacerante: “¿Por qué, también
Tú, me has abandonado?”. En realidad, son las palabras de un salmo (cf. 22,2)
que nos dicen que Jesús llevó a la oración incluso la desolación extrema, pero
el hecho es que en verdad la experimentó. Comprobó el abandono más grande, que
los Evangelios testimonian recogiendo sus palabras originales.
¿Y todo esto para qué? Una vez más por nosotros,
para servirnos. Para que cuando nos sintamos entre la espada y la pared, cuando
nos encontremos en un callejón sin salida, sin luz y sin escapatoria, cuando
parezca que ni siquiera Dios responde, recordemos que no estamos solos. Jesús
experimentó el abandono total, la situación más ajena a Él, para ser solidario
con nosotros en todo. Lo hizo por mí, por ti, por todos nosotros, lo ha
hecho para decirnos: “No temas, no estás solo. Experimenté toda tu desolación
para estar siempre a tu lado”. He aquí hasta dónde Jesús fue capaz de
servirnos: descendiendo hasta el abismo de nuestros sufrimientos más atroces,
hasta la traición y el abandono. Hoy, en el drama de la pandemia, ante
tantas certezas que se desmoronan, frente a tantas expectativas traicionadas,
con el sentimiento de abandono que nos oprime el corazón, Jesús nos dice a cada
uno: “Ánimo, abre el corazón a mi amor. Sentirás el consuelo de Dios, que te
sostiene”.
Queridos hermanos y hermanas: ¿Qué podemos hacer
ante Dios que nos sirvió hasta experimentar la traición y el abandono? Podemos no
traicionar aquello para lo que hemos sido creados, no abandonar lo que de
verdad importa. Estamos en el mundo para amarlo a Él y a los demás. El resto
pasa, el amor permanece. El drama que estamos atravesando en este tiempo
nos obliga a tomar en serio lo que cuenta, a no perdernos en cosas
insignificantes, a redescubrir que la vida no sirve, si no se sirve. Porque la
vida se mide desde el amor. De este modo, en casa, en estos días santos
pongámonos ante el Crucificado —mirad, mirad al Crucificado—, que es la medida
del amor que Dios nos tiene. Y, ante Dios que nos sirve hasta dar la vida,
pidamos, mirando al Crucificado, la gracia de vivir para servir. Procuremos
contactar al que sufre, al que está solo y necesitado. No pensemos tanto en
lo que nos falta, sino en el bien que podemos hacer.
Mirad a mi Siervo, a quien sostengo. El Padre, que
sostuvo a Jesús en la Pasión, también a nosotros nos anima en el servicio. Es
cierto que puede costarnos amar, rezar, perdonar, cuidar a los demás, tanto en
la familia como en la sociedad; puede parecer un vía crucis. Pero el camino del
servicio es el que triunfa, el que nos salvó y nos salva, nos salva la vida.
Quisiera decirlo de modo particular a los jóvenes, en esta Jornada que desde
hace 35 años está dedicada a ellos. Queridos amigos: Mirad a los verdaderos
héroes que salen a la luz en estos días. No son los que tienen fama, dinero y
éxito, sino son los que se dan a sí mismos para servir a los demás. Sentíos
llamados a jugaros la vida. No tengáis miedo de gastarla por Dios y por los
demás: ¡La ganaréis! Porque la vida es un don que se recibe entregándose. Y
porque la alegría más grande es decir, sin condiciones, sí al amor. Es decir,
sin condiciones, sí al amor, como hizo Jesús por nosotros.
Homilía Domingo de Ramos. 5 de abril de 2020.
Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días!
Hoy nos ponemos a
la escucha de la “carta magna” de la evangelización en el mundo contemporáneo:
la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi de san Pablo VI (EN, 8 de
diciembre de 1975). Es actual, fue escrita en 1975, pero es como si hubiera
sido escrita ayer. La evangelización es más que una simple transmisión
doctrinal y moral. Es en primer lugar testimonio: no se puede evangelizar sin
testimonio; testimonio del encuentro personal con Jesucristo, Verbo
Encarnado en el cual la salvación se ha cumplido. Un testimonio indispensable
porque, ante todo, el mundo necesita «evangelizadores que le hablen de un Dios
a quien ellos mismos conocen y tratan familiarmente» (EN, 76). No es
transmitir una ideología o una “doctrina” sobre Dios, no. Es transmitir a Dios
que se hace vida en mí: esto es dar testimonio; y además porque «el hombre
contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que
enseñan, […] o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio» (ibid.,
41). El testimonio de Cristo, por tanto, es al mismo tiempo el primer medio de
la evangelización (cf. ibid.) y condición esencial para su eficacia (cf. ibid.,
76), para que sea fructuoso el anuncio del Evangelio. Ser testigos.
Es necesario
recordar que el testimonio comprende también la fe profesada, es decir, la
adhesión convencida y manifiesta a Dios Padre e Hijo y Espíritu Santo, que por
amor nos ha creado, nos ha redimido. Una fe que nos transforma, que
transforma nuestras relaciones, los criterios y los valores que determinan
nuestras elecciones. El testimonio, por tanto, no puede prescindir de la
coherencia entre lo que se cree y lo que se anuncia y lo que se vive. No se es
creíble solamente diciendo una doctrina o una ideología, no. Una persona es
creíble si tiene armonía entre lo que cree y lo que vive. Muchos cristianos
solamente dicen que creen, pero viven de otra cosa, como si no lo fueran. Y
esto es hipocresía. Lo contrario del testimonio es la hipocresía. Cuántas veces
hemos escuchado “ah, este va a misa todos los domingos, y después vive así,
así, así, así”: es verdad, es el contratestimonio.
Cada uno de
nosotros está llamado a responder a tres preguntas fundamentales, así
formuladas por Pablo VI: “¿Creéis verdaderamente en lo que anunciáis?
¿Vivís lo que creéis? ¿Predicáis verdaderamente lo que vivís?” (cf. ibid.). Hay
una armonía: ¿crees en lo que anuncias? ¿Tú vives lo que crees? ¿Tú anuncias lo
que vives? No nos podemos conformar con respuestas fáciles, preconfeccionadas.
Estamos llamados a aceptar también el riesgo desestabilizante de la búsqueda,
confiando plenamente en la acción del Espíritu Santo que obra en cada uno de
nosotros, impulsándonos a ir siempre más allá: más allá de nuestros confines,
más allá de nuestras barreras, más allá de nuestros límites, de cualquier tipo.
En este sentido, el
testimonio de una vida cristiana conlleva un camino de santidad, basado en el
Bautismo, que nos hace «partícipes de la divina naturaleza, y, por lo mismo,
realmente santos» (Const. dogm. Lumen gentium, 40). Una santidad que no está
reservada a pocos; que es don de Dios y requiere ser acogido y que fructifique
para nosotros y para los demás. Nosotros elegidos y amados por Dios, debemos
llevar este amor a los otros. Pablo VI enseña que el celo por la evangelización
brota de la santidad, brota del corazón que está lleno de Dios. Alimentada
por la oración y sobre todo del amor por la Eucaristía, la evangelización a su
vez hace crecer en santidad a la gente que la realiza (cf. EN, 76). Al
mismo tiempo, sin la santidad la palabra del evangelizador «difícilmente abrirá
brecha en el corazón de los hombres de este tiempo», sino que «corre el riesgo
de hacerse vana e infecunda» (ibid.).
Entonces, debemos
ser conscientes que los destinatarios de la evangelización no son solamente los
otros, aquellos que profesan otros credos o que no los profesan, sino
también nosotros mismos, creyentes en Cristo y miembros activos del Pueblo
de Dios. Y debemos convertirnos cada día, acoger la palabra de Dios y cambiar
de vida: cada día. Y así se hace la evangelización del corazón. Para dar este testimonio, también la
Iglesia en cuanto tal debe comenzar con la evangelización de sí misma. Si la
Iglesia no se evangeliza a sí misma se queda en una pieza de museo. En
cambio, lo que la actualiza constantemente es la evangelización de sí misma.
Necesita escuchar sin cesar lo que debe creer, las razones de su esperanza, el
mandamiento nuevo del amor. La Iglesia, que es un pueblo de Dios inmerso en el
mundo y, con frecuencia, tentado por los ídolos —muchos— siempre necesita oír
proclamar las obras de Dios. En una palabra, esto quiere decir que la Iglesia
siempre tiene necesidad de ser evangelizada, tiene necesidad de tomar el
Evangelio, rezar y sentir la fuerza del Espíritu que va cambiando el corazón
(cf. EN, 15).
Una Iglesia que se
evangeliza para evangelizar es una Iglesia que, guiada por el Espíritu Santo,
está llamada a recorrer un camino exigente, un camino de conversión, de
renovación. Esto conlleva también la capacidad de cambiar los modos de
comprender y vivir su presencia evangelizadora en la historia, evitando
refugiarse en las cómodas zonas de la lógica del “siempre se ha hecho así”. Son
refugios que enferman la Iglesia. La Iglesia debe ir adelante, debe crecer
continuamente, así permanecerá joven. Esta Iglesia está completamente dirigida
a Dios, por tanto, es partícipe de su proyecto de salvación para la humanidad,
y, al mismo tiempo, enteramente dirigida hacia la humanidad. La Iglesia debe
ser una Iglesia que encuentra dialógicamente el mundo contemporáneo, que teje
relaciones fraternas, que genera espacios de encuentro, aplicando buenas
prácticas de hospitalidad, de acogida, de reconocimiento e integración del otro
y de la alteridad, y que cuida de la casa común que es la creación. Es decir,
una Iglesia que encuentra dialógicamente el mundo contemporáneo, dialoga con el
mundo contemporáneo, pero que encuentra cada día al Señor y dialoga con el
Señor, y deja entrar al Espíritu Santo que es el protagonista de la
evangelización. Sin el Espíritu Santo nosotros podremos solamente hacer
publicidad de la Iglesia, no evangelizar. Es el Espíritu Santo en nosotros,
lo que nos impulsa hacia la evangelización y esta es la verdadera libertad de
los hijos de Dios.
Queridos hermanos y
hermanas, os renuevo la invitación a leer y releer la Evangelii nuntiandi: os
digo la verdad, yo la leo a menudo, porque es la obra maestra de san Pablo VI,
es la herencia que nos ha dejado a nosotros para evangelizar.
GUIÓN MISA NIÑOS.
DOMINGO
DE PASCUA. 9 de abril de 2023.
Monición de entrada.-
Buenos
días:
Hoy
es el domingo de Pascua.
Es
el primer día del año para los cristianos, porque hoy Jesús ha resucitado.
Es
el primer domingo porque todos los demás son como un eco del domingo de Pascua.
Es
la fiesta de las fiestas, la más importante del año.
Señor, ten piedad.-
Tú que has
vencido a la muerte. Señor, ten piedad.
Tú que eres la
vida. Cristo, ten piedad.
Tú que rezas
por nosotros. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Jesús, te pido por el Papa Francisco y el obispo
Enrique. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por la Iglesia para que pueda
decir en todos los sitios que has resucitado. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por los niños y mayores
que anoche fueron bautizados, para que sean siempre buenos bautizados. Te lo
pedimos, Señor.
Jesús, te pido por las personas que
sufren, para que no pierdan la ilusión por mejorar. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por nosotros, para que vivamos
siempre con Jesús. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.-
María, queremos felicitarte porque Jesús
ha resucitado. Y tú estás muy contenta, como vemos en los encuentros del día de
Pascua.
GUIÓ
MISSA D’INFANTS. DIUMENGE DE PASQUA. 9 d’abril de 2023.
Monició d’entrada.-
Bon
dia:
Hui
és el Diumenge de Pasqua.
És
el primer dia de l’any per als cristians, perquè hui Jesús ha ressuscitat.
És
el primer diumenge, perquè tots els demés són un espill del Diumenge de Pasqua.
És
la festa de les festes, la més important de l’any.
Senyor, tingueu pietat.-
Tu que has
guanyat a la mort. Senyor, tingueu pietat.
Tu que eres la
vida. Crist, tingueu pietat.
Tu que reses
per nosaltres. Senyor, tingueu pietat.
Plegaries.-
Jesús, et demane pel Papa Francesc i el
bisbe Enrique. T’ho demane Senyor.
Jesús, et demane per l’església, perquè
puga dir en tots els llocs que Jesús ha ressuscitat. T’ho demane Senyor.
Jesús, et demane pels xiquets i majors
que anit van ser batejats, perquè siguen sempre bons batejats. T’ho demane
Senyor.
Jesús, et demane per les persones que
pateixen, perquè no perden l’il.lusió per millorar. T’ho demane Senyor.
Jesús, et demane per nosaltres, perquè
visca’m sempre amb tu. T’ho demane Senyor.
Acció de gràcies.
Maria, volem felicitar-te perquè Jesús
ha ressuscitat i estàs molt contenta. Així ho veiem als encontres del dia de
Pasqua.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española.
BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Nuevo
Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González.
BAC. Madrid. 2017.
Biblia
Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.
Catecismo
de la Iglesia Católica. Nueva Edición. Asociación
de Editores del Catecismo. Barcelona 2020.
La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia.
Ciudad Nueva. Madrid. 2006.
Pío de Luis,
OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las
lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.
San Juan de
Ávila. Obras Completas I. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid.
2015.
San Juan de Ávila. Obras
Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores.
BAC. Madrid. 2013.
San
Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid. 2015.
San
Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.
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