Primera lectura.
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 10, 34a.37-43
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
-Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por
Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret,
ungido por Dios por la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y
curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en
Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al
tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a
los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él
después de su resurrección de entre los muertos. Nos encargó predicar al
pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y
muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él
reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.
Textos paralelos[1].
Vosotros sabéis lo
que sucedió en toda Judea.
Rm 10, 12: En
efecto, no hay distinción entre judío y griego, porque uno mismo es el Señor de
todos, generoso con todos los que lo invocan.
Comenzando por
Galilea.
Lc 4, 44: Y
predicaba en las sinagogas de Judea.
Dios ungió con el
Espíritu Santo y con poder.
Is 61,1: El Espíritu
del Señor, Dios, está sobre mí, / porque el Señor me ha ungido. / Me ha enviado
para dar la buena noticia a los pobres, / para curar los corazones desgarrados,
/ proclamar la amnistía a los cautivos, / y a los prisioneros la libertad.
Mt 3, 16: Apenas se
bautizó Jesús, salió del agua; se abrieron los cielos y vio que el Espíritu de
Dios bajaba como una paloma y se posaba en él.
Hch 1, 8: En cambio,
recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis
mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la
tierra.
Como pasó haciendo
el bien.
Hch 4, 27: Pues en
verdad se aliaron en esta ciudad Herodes y Poncio Pilato con los gentiles y el
pueblo de Israel contra su santo siervo Jesús, a quien ungiste.
Hch 2, 22:
Israelitas, escuchad estas palabras: a Jesús, el Nazareno, varón acreditado por
Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó por
medio de él, como vosotros mismos sabéis.
Mt 4, 1: Entonces
Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo.
Nosotros somos
testigos.
Mt 8, 29: Y le
dijeron a gritos: “¿Qué tenemos que ver nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido
aquí a atormentarnos antes de tiempo?”.
Cuanto hizo en la
región de los judíos.
Hch 1, 22:
Comenzando en el bautismo de Juan hasta el día en que nos fue quitado y llevado
al cielo, se asocie a nosotros como testigo de su resurrección.
Dios lo resucitó.
Hch 2, 23: A este,
entregado conforme al plan que Dios tenía establecido y previsto, lo matasteis,
clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos.
Sino a los testigos
que Dios había escogido de antemano.
Hch 1, 3-4: Se les
presentó él mismo después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que
estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de
Dios. Una vez que comían juntos, les ordenó que no se alejaran de Jerusalén,
sino “aguardad que se cumpla la promesa del Padre, de la que me habéis oído
hablar”.
Hch 13, 31: Durante
muchos días, se pareció a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén,
y ellos son ahora sus testigos ante el pueblo.
Jn 14, 22: Le dijo
Judas, no el Iscariote: “Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros
y no al mundo?”.
Bebimos con él
después que resucitó.
Lc 24, 41-43: Pero
como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónicos, les dijo: “¿Tenéis
ahí algo de comer?”. Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y
comió delante de ellos.
Constituido por Dios
juez de vivos y muertos.
Hch 2, 36: Por
tanto, con toda seguridad conozca toda la casa de Israel que al mismo Jesús, a
quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías.
Todos los profetas
dan testimonio.
Hch 2, 38: Pedro les
contestó: “Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de
Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del
Espíritu Santo.
Alcanzará, por su
nombre, el perdón de los pecados.
Hch 3, 16: Por la
fe en su nombre, este, que veis aquí y que conocéis, ha recobrado el vigor por
medio de su nombre; la fe que viene por medio de él le ha restituido
completamente la salud, a la vista de todos vosotros.
Notas exegéticas.
10 37 (a) Los vv. 37-42 forman un
resumen de la historia evangélica que subraya los puntos que el mismo Lucas
pone de relieve en su evangelio.
10 37 (b) Variante: “el comienzo”.
10 38 Ver Lc 4, 18-21 (citando a Is
61, 1), que sugiere que la bajada del Espíritu sobre Jesús con ocasión del
bautismo fue una unción. Este mismo Espíritu va a descender sobre los
incircuncisos creyentes que escuchan a Pedro.
10 40 “Lo resucitó al tercer día”:
la fórmula clásica de la predicación y de la fe cristianas. Aparece ya en el Credo
embrionario de 1 Co 15, 4, con esta precisión: “según las Escrituras”. La fórmula
es eco de Jon 2, 1.
10 41 (a) Separado así del grupo de
testigos privilegiados, al pueblo judíos solo le queda, en cierto sentido, una
prerrogativa: ser el primer destinatario de un mensaje que Pedro anuncia
también en este momento a las naciones paganas.
10 41 (b) Adicción texto occidental:
“y vivimos familiarmente en su compañía cuarenta días después de su
resurrección de entre los muertos”.
10 42 (a) El “Pueblo” por excelencia
es el pueblo de Israel.
10 42 (b) Los “vivos”: los que en el
momento de la parusía [segunda venida de Cristo] estarán vivos; los “muertos”:
los que muertos ya resucitarán entonces para el juicio. Dios, resucitando a
Jesús, le ha constituido en la dignidad de Juez soberano; así pues, la proclamación
de la Resurrección es a la vez para los hombres una invitación al
arrepentimiento.
10 43 (a) Único recurso explícito,
en este discurso, a un aspecto fundamental de la predicación apostólica: el
cumplimento de las profecías. El autor piensa en textos proféticos relativos a
la fe y el perdón de los pecados.
10 43 (b) Esta afirmación completa la
que abría el discurso y anuncia la que dará fin a todo el “ciclo” de Cornelio.
En Jesús muerto y resucitado, Señor de todos, la salvación será ofrecida a
cualquiera que crea, judío o pagano. Solo la fe purifica verdaderamente los corazones.
Salmo responsorial
Salmo 117
R/. Este
es el día que hizo el Señor:
sea
nuestra alegría y nuestro gozo.
Dad
gracias al Señor porque es bueno,
porque
es eterna su misericordia.
Diga
la casa de Israel:
eterna
es su misericordia. R/.
La
diestra del Señor es poderosa,
la
diestra del Señor es excelsa.
No
he de morir, viviré
para
contar las hazañas del Señor. R/.
La
piedra que desecharon los arquitectos
es
ahora la piedra angular.
Es
el Señor quien lo ha hecho,
ha
sido un milagro patente. R/.
Textos paralelos[2].
Dad
gracias a Yahvé, porque es bueno.
Sal 100, 5: El
Señor es bueno, / su misericordia es eterna, / su fidelidad por todas las
edades.
Sal 136, : Dad
gracias al Señor porque es bueno; / porque es eterna su misericordia.
Diga
la casa de Israel: eterno es su amor.
Sal 115, 9: Israel
confía en el Señor: / él es su auxilio y su escudo.
Sal 115, 11: Los
que temen al Señor confían en el Señor; / él es su auxilio y su escudo.
Sal 135, 19-20:
Casa de Israel, bendice al Señor; / casa de Aarón, bendice al Señor; / casa de
Leví, bendice al Señor; / los que teméis al Señor, bendecid al Señor.
No he
de morir, viviré.
Sal 115, 17-18: Los
muertos ya no alaban al Señor, / ni los que bajan al silencio. / Nosotros, los
que vivimos, bendeciremos al Señor, / ahora y por siempre. / ¡Aleluya!
La
piedra que desecharon los albañiles.
Is 28, 16: Por eso
así dice el Señor, Dios: / “He puesto en Sión como fundamento una piedra, / una
piedra probada, / una piedra angular preciosa, / un fundamento sólido. / Quien
se apoya en ella no vacila.
Za 3, 9: Mirad la
piedra que pongo ante Josué, / es piedra única con siete ojos. / Yo mismo grabaré
su inscripción / -oráculo del Señor del universo –, / y apartaré el pecado de
este país / en un solo día – oráculo del Señor.
Za 4, 7: ¿Quién
eres tú, gran montaña? Conviértete en llano ante Zorobabel. ¡Él es quien saca
la piedra de remate entre aclamaciones y vivas!
Mt 21, 42: Y Jesús
les dice: ¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los
arquitectos es ahora la piedra angular? Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido
un milagro patente?”.
Hch 4, 11: Él es la
piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos y que se ha convertido en la
piedra angular.
Ef 2, 20: Estáis
edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo
Jesús es la piedra angular.
1 Co 3, 11: Pues
nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo.
Notas exegéticas.
118 Este canto cierra el Hallel. Un
invitatorio precede al himno de acción de gracias puesto en labios de la
comunidad personificada, completado en la serie de responsorios recitados por
diversos grupos cuando la procesión entraba en el Templo. El conjunto se
utilizó quizá para la fiesta descrita en Ne 8, 1
118 23 El Templo ha sido
reconstruido. La “piedra angular” (o “clave de la bóveda”), ver Jr 51, 26, que puede
convertirse en “piedra de escándalo” es un tema mesiánico, Is 8, 14.
Segunda lectura.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5, 6b-8
Hermanos:
¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa? Barred
la levadura vieja para ser una masa nueva, ya que sois panes ácimos. Porque ha
sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebremos la Pascua,
no con levadura vieja (levadura de la corrupción y de la maldad), sino con los
panes ácimos de la sinceridad y la verdad.
Palabra de Dios.
Textos paralelos.
Si habéis resucitado con
Cristo.
Ef 2, 6: Nos ha resucitado con
Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con él.
Flp 3, 20: Nosotros en cambio
somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor
Jesucristo.
Hch 2, 33: Exaltado, pues, por
la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo,
lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo.
Sal 110, 1: Oráculo del Señor a
mi Señor: / “Siéntate a mi derecha, / y haré de tus enemigos / estrado de tus
pies”.
Cuando aparezca Cristo.
Col 2, 13: Y a vosotros, que
estabais muertos por vuestros pecados y la incircuncisión de vuestra carne; os
vivificó con él.
1 Jn 3, 2: Queridos, ahora sois
hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él
se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Rm 8, 19: Porque la creación,
expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios.
Col 1, 27: A quienes Dios ha
querido dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre
los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria.
Notas
exegéticas:
3 1 Es decir, la nueva vida
revelada en Jesucristo, por oposición al mundo antiguo (“las de la tierra”, v.
2). Pero no se trata de un menosprecio a las realidades terrestres”.
3 4 (b) El cristiano, unido a Cristo
por el bautismo participa ya realmente de su vida celestial, pero esta vida es
espiritual y oculta, y no llegará a ser manifiesta y gloriosa sino en la Parusía.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 20, 1-9
El primer día de la semana,
María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio
la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el
otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
-Se han llevado del sepulcro al
Señor y no sabemos dónde lo han puesto.
Salieron Pedro y el otro
discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo
corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose,
vio los lienzos tendidos; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él
y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían
cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces
entró también el otro discípulo, el que había llegado `rimero al sepulcro: vio
y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de
resucitar de entre los muertos.
Textos paralelos.
Echó a correr.
Mt 28, 10: Jesús les dijo: “No
temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verás”.
Jn 18, 15: Simón Pedro y otro
discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote.
Entró en el sepulcro.
Jn 11, 44: El muerto salió, los
pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les
dijo: “Desatadlo y dejadlo andar”.
Jn 19, 40: Tomaron el cuerpo de
Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a
enterrar entre los judíos.
Lc 24, 12: Pedro, sin embargo,
se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose, ve solo los lienzos. Y se
volvió a su casa, admirándose de lo sucedido.
Hasta entonces no había
comprendido.
Jn 5, 39: Estudiáis las Escrituras
pensando encontrar en ellas la vida eterna; pues ellas están dando testimonio
de mí.
Jn 14, 26: Pero el Paráclito,
el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe
todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.
1 Co 15, 4: Y que fue sepultado
y que resucitó al tercer día, según las Escrituras.
Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.
20 1 (a) Convertido en el “Día del Señor”,
el domingo cristiano.
20 1 (b) Los sinópticos hablan de una
actuación de varias mujeres, entre las que siempre es mencionada María
Magdalena, que también estuvo presente en el Calvario.
20 2 Este plural es quizá la huella
de un estadio más antiguo de la tradición, que mencionaba la presencia de
varias mujeres en la tumba.
20 5 El discípulo reconoce en Pedro cierta
preeminencia.
20 8 A diferencia de María, el
discípulo percibe en la tumba vacía y en los lienzos cuidadosamente plegados el
signo que le lleva a comprender que el cuerpo no ha sido robado ni desplazado,
y a reconocer en la fe la resurrección de Jesús.
20 19 El evangelista no cita ningún
texto. Quiere subrayar el estado de falta de preparación de los discípulos en
cuanto a la revelación pascual, a pesar de la escritura.
Notas exegéticas Nuevo Testamento,
versión crítica
Para Juan la resurrección corona
la glorificación del Hijo, realizada ya en la muerte en cruz.
1 El primer (día) de la semana. Lit. el uno de los sábados)
para los seguidores de Jesús es, ya, el domingo – “día del Señor” –.
2 Echa a correr y llega: lit. corre, pues, y va.
Al que Jesús … especialmente: lit. al que quería-con-afecto-de-amistad
el Jesús.
Llevaron… no sabemos…: el plural gramatical no se
refiere necesariamente a varias mujeres; la sustitución de “yo” por “nosotras”
era un modismo del arameo hablado en Galilea (G. Dalman).
5 Que yacían allanados suavemente, sin el relieve que habían tenido al
envolver el cadáver.
6 Llegó… y observó. En el texto griego todo el
pasaje abunda en verbos en presente de indicativo, a la manera de presentes
descriptivos que hacen al lector revivir de cerca, casi nerviosamente, lo
ocurrido.
7 De modo diverso: la traducción entiende el verbo
griego kloris no en sentido local (=separadamente) , sino en sentido de
modo: el pañuelo estaba “independiente” de los lienzos.
8 Vio y creyó: aunque el hecho de encontrar
el sepulcro vacío tiene gran importancia, en sí mismo no es prueba de la resurrección
de Jesús, sino una especie de contraprueba, un signo según la
terminología teológica de Jn; el pañuelo aún enrollado, y la sábana caída
suavemente en el suelo, liberada del cuerpo que cubría, indicaba que el cadáver
de Jesús había desaparecido, pero que no había sido robado ni había habido
violencia. Después la gracia de comprender la Escritura, y las apariciones de
Jesús resucitado fueron datos determinantes para la fe de la primera comunidad
cristiana.
9 La escritura…: o quizás: aquel texto de la
Escritura: “Él tiene que resucitar (lit. levantarse), etc.”.
Jn no cita ningún pasaje bíblico concreto.
Notas exegéticas desde la Biblia Didajé:
20, 1-31 Cuando Cristo se apareció a sus
discípulos, mostró su Cuerpo glorificado; se podía reconocer su cuerpo humano
pero con aptitudes totalmente nuevas que trascendía los límites del tiempo,
espacio y materia. Cat. 640-645, 659.
20, 1-10 El sepulcro vacío no es en ´si
mismo evidencia irrefutable de la Resurrección, pero es evidentemente una señal
esencia de la Resurrección. Cat. 640.
20, 1 El domingo es el día de la Resurrección
de Cristo. Por esa razón, la Iglesia considera el domingo como el Día del Señor
y estableció su culto en el mismo día para la celebración de la Eucaristía. En
la Iglesia primitiva, antes de que los cristianos se separaran completamente del
judaísmo, realizaban el culto en el Templo y en las sinagogas el Sabbat y después se reunían para celebrar la eucaristía en casas privadas
al día siguiente, que era domingo. Siendo el primer día, el domingo también nos
recuerda el primer día de la creación y, por lo tanto, significa una nueva
creación en Cristo. Cat. 2174, 2190-2195.
20, 4 El otro discípulo (juan) llegó
a la tumba en primer lugar, pero dejó entrar a Pedro antes que él. Esto fue
como deferencia hacia Pedro en su papel de cabeza de los Apóstoles, a quien hoy
reconocemos como el primer Papa. Cat 552-553.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
638 “Os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los padres Dios
la ha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús” (Hch 13, 32-33).
La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creía
y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida
como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos del Nuevo
Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo
que la cruz.
639 El misterio de la resurrección de Cristo es un acontecimiento real que
tuvo manifestaciones históricamente comprobadas como lo atestigua el Nuevo
Testamento.
640 En el marco de los acontecimientos de Pascua, el primer elemento que se
encuentra es el sepulcro vacío. No es en sí una prueba directa. La ausencia del
cuerpo de Cristo en el sepulcro podría explicarse de otro modo. A pesar de eso,
el sepulcro vacío ha constituido para todos un signo esencial. Su descubrimiento
por los discípulos fue el primer paso para el reconocimiento del hecho de la
Resurrección. Es el caso, en primer lugar, de las santas mujeres, después de
Pedro.
641 María Magdalena y las santas mujeres, que iban a embalsamar el cuerpo de
Jesús enterrado a prisa en la tarde del Viernes Santo por la llegada del
Sábado, fueron las primeras en encontrar al Resucitado. Así las mujeres fueron
las primeras mensajeras de la Resurrección de Cristo para los propios Apóstoles.
Jesús se apareció en seguida a ellos, primero a Pedro, después a los Doce.
642 La Resurrección de Cristo no fue un retorno a la vida terrena como en el
caso de las resurrecciones que Él había realizado antes de Pascua. (...) La Resurrección
de Cristo es esencialmente diferente. En su cuerpo resucitado, pasa del estado
de muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio. En la resurrección, el
cuerpo de Jesús se llena de poder del Espíritu Santo; participa de la vida
divina en el estado de su gloria, tanto que san Pablo puede decir de Cristo que
es el hombre celestial.
2174 Jesús resucitó de entre los muertos “el primer día de la semana” (Mt 16,
2). En cuanto es el “primer día”, el día de la Resurrección de Cristo recuerda
la primera creación. En cuanto es el “octavo día”, que sigue al sábado,
significa la nueva creación inaugurada con la resurrección de Cristo. Para los
cristianos vino a ser el primero de todos los días, la primera de todas las
fiestas, el día del Señor (Hè kryiakè hemera, dies dominica), el “domingo”:
“Nos reunimos todos el día del sol porque es el primer día en que Dios, sacando la materia de las
tinieblas, creó al mundo; ese mismo día, Jesucristo nuestro Salvador resucitó de
entre los muertos” (S. Justino, Apología 1, 67).
2191 La Iglesia celebra el día de la Resurrección de Cristo el octavo día, que
es llamado con toda razón día del Señor, o domingo.
Concilio Vaticano II
La Iglesia, desde la tradición apostólica que tiene
su origen en el mismo día de la Resurrección de Cristo, celebra el misterio
pascual cada ocho días, en el día que se llama con razón “día del Señor” o
domingo. Así pues, en este día los fieles deben reunirse para, escuchando la
palabra de Dios, y participando en la Eucaristía, recordar la Pasión,
Resurrección y gloria del Señor Jesús y dar gracias a Dios, que los “hizo
renacer a la esperanza viva por la Resurrección de Jesucristo de entre los
muertos” (1 Pe 1, 3). Por consiguiente, el domingo es la fiesta primordial que
debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea
también un día de alegría y de liberación del trabajo. No debe anteponerse a
esta ninguna otra solemnidad, a no ser que sea realmente de gran importancia, puesto
que el domingo es el fundamento y el núcleo de todo el año litúrgico.
Sacrosanctum Concilium, 106.
El Hijo de Dios, en la naturaleza humana que tomó
para sí, venció a la muerte con su muerte y resurrección, y así redimió al
hombre y lo convirtió en una nueva criatura. En efecto, por la comunicación de
su Espíritu a sus hermanos, reunidos de todos los pueblos, Cristo los
constituye místicamente en su cuerpo. En este cuerpo, la vida de Cristo se
comunica a los creyentes, que se unen a Cristo, muerto y glorificado, por medio
de los sacramentos de una manera misteriosa, pero real. En efecto, por medio
del bautismo nos identificamos con Cristo: “todos fuimos bautizados en un mismo
Espíritu para ser un solo cuerpo” (1 Co 12, 13). Este rito sagrado significa y
realiza la participación en la muerte y resurrección de Cristo: “En efecto,
fuimos sepultados con Él por medio del bautismo para morir”; pero si “estuvimos
unidos a Él en la semejanza de su muerte, también estaremos en la resurrección”
(Rm 6, 4-5).
Lumen gentium 7.
San Agustín
La resurrección de nuestro Señor es nueva vida para los que creen en
Jesús. Y este es el misterio de su pasión y resurrección que debéis conocer
bien y vivirlo. Pues no sin motivo vino la vida a la muerte; no sin motivo la
fuente de la vida, de la que se bebe para vivir, bebió este cáliz que no le
correspondía. Cristo, en efecto, no debía morir. Si investigamos el origen de
la muerte, de donde procede, el pecado es el padre de ella. Si nadie hubiese
pecado nunca, nadie moriría. El primer hombre recibió la ley de Dios, esto es,
una orden de Dios, con la condición de que viviría si la guardaba y moriría si
la transgredía. Creyendo que no iba a morir fue causante de la muerte, y
encontró ser cierto lo que había dicho quien había dado la ley. De ahí viene la
muerte, de ahí la condición mortal, de ahí la fatiga, la miseria; de ahí
también la muerte segunda después de la primera muerte. (...) El sábado, en efecto,
es el séptimo día, el que completa la semana. El Señor yació en el sepulcro el
día del sábado, es decir, el séptimo, y resucitó al octavo. Su resurrección nos
renueva. En consecuencia en el octavo día nos circunda. Con esta esperanza vivimos.
Sermón 231.
I, pgs. 425-426.
Los Santos Padres.
San Agustín. Tratados sobre el Ev. de Juan, 120, 6.2
Ese día primero de la semana es el que, en memoria de la resurrección del
Señor, los cristianos tienen por costumbre llamar el día del señor.
San Juan Crisóstomo. Homilía sobre el sábado santo. 10, 3.
De igual manera que al nacer no rompió la virginidad de su madre virgen,
tampoco al resucitar rompió los sellos del sepulcro. Por eso no puedo expresar
con la palabra ni su nacimiento ni tampoco puedo abarcar lo referente a la
tumba.
San Juan de Ávila
Y así como buscastes pensar con vuestras miserias
un rato de la noche, y un lugar recogido, y con mayor vigilancia, buscad otro
rato antes que amanezca, o por la mañana, en que con atención penséis en aquel
que tomó sobre sí vuestras miserias y pagó vuestros pecados para daros a vos la
libertad y descanso. Y el modo que ternéis será este, si otro mejor no se
ofreciere. Repartid los pasos de la pasión por los dáis de la semana en esta
manera: (...) Del domingo no hablo, porque ya sabéis que es diputado [elegido]
el pensamiento de la resurrección (cf. Jn 20, 1 ss) y a la gloria que en el
cielo poseen los que allá están, y en esto os habéis de ocupar aquel día.
Audi, filiae (I). I, pg. 460.
San Oscar Romero.
Este será el gran trabajo de la Iglesia, llevar esta noticia,
esta buena nueva que yo tengo el honor de estar anunciando en esta mañana:
¡Cristo ha resucitado, Cristo vive! Hermanos cristianos, somos seguidores de un
hombre redentor que murió pero resucitó y vive una vida que no morirá jamás.
¡Ah! si los cristianos viviéramos de veras la alegría y la esperanza de este
sublime mensaje no habría tristeza en el mundo. Aun las angustias más pesadas,
aun los problemas que parecen sin solución, encontrarían aquí una tranquilidad
de Sábado Santo en que la tumba de Cristo no predica pesimismo, sino serenidad.
Ha dicho que va a resucitar. Y como María, llena de esperanza, esperaríamos
como esperábamos anoche aquí, en esta Catedral el bello espectáculo de la
Vigilia Pascual. Cuando en la noche cerrada aparece por el portón de Catedral
el cirio encendido: ¡Ha resucitado! Y todos encendiendo nuestras velas,
creyendo en esa luz, hicimos luz en la noche y se hizo alegría, y el cirio
siguió alumbrando hasta que amanece el día que es ese el oficio de la Iglesia.
En esta noche de la historia donde hay tantas intrigas,
tantas sombras y tantos pecados, tantos crímenes que parece que se quedarán
ocultos, tantos desaparecidos que parece que nadie dará cuenta de ellos, la
Iglesia está alumbrando con su lucecita en la noche: brillará la verdad,
brillará la justicia, volverá el Señor y no se quedará nadie sin recibir su
justa paga. La misión de la Iglesia es estar anunciando esta presencia viva del
resucitado.
Homilía, 26 de marzo de 1978.
Papa Francisco.
«Pasado el sábado» (Mt 28,1) las mujeres fueron al
sepulcro. Así comenzaba el evangelio de esta Vigilia santa, con el sábado. Es
el día del Triduo pascual que más descuidamos, ansiosos por pasar de la cruz
del viernes al aleluya del domingo. Sin embargo, este año percibimos más que
nunca el sábado santo, el día del gran silencio. Nos vemos reflejados en los
sentimientos de las mujeres durante aquel día. Como nosotros, tenían en los
ojos el drama del sufrimiento, de una tragedia inesperada que se les vino
encima demasiado rápido. Vieron la muerte y tenían la muerte en el corazón. Al
dolor se unía el miedo, ¿tendrían también ellas el mismo fin que el
Maestro? Y después, la inquietud por el futuro, quedaba todo por reconstruir.
La memoria herida, la esperanza sofocada. Para ellas, como para nosotros, era
la hora más oscura.
Pero en esta situación las mujeres no se quedaron
paralizadas, no cedieron a las fuerzas oscuras de la lamentación y del
remordimiento, no se encerraron en el pesimismo, no huyeron de la realidad.
Realizaron algo sencillo y extraordinario: prepararon en sus casas los perfumes
para el cuerpo de Jesús. No renunciaron al amor: la misericordia iluminó la
oscuridad del corazón. La Virgen, en el sábado, día que le sería dedicado,
rezaba y esperaba. En el desafío del dolor, confiaba en el Señor. Sin saberlo,
esas mujeres preparaban en la oscuridad de aquel sábado el amanecer del «primer
día de la semana», día que cambiaría la historia. Jesús, como semilla en la
tierra, estaba por hacer germinar en el mundo una vida nueva; y las mujeres,
con la oración y el amor, ayudaban a que floreciera la esperanza. Cuántas
personas, en los días tristes que vivimos, han hecho y hacen como aquellas
mujeres: esparcen semillas de esperanza. Con pequeños gestos de atención, de
afecto, de oración.
Al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro. Allí,
el ángel les dijo: «Vosotras, no temáis […]. No está aquí: ¡ha resucitado!»
(vv. 5-6). Ante una tumba escucharon palabras de vida… Y después encontraron a
Jesús, el autor de la esperanza, que confirmó el anuncio y les dijo: «No
temáis» (v. 10). No temáis, no tengáis miedo: He aquí el anuncio de la esperanza.
Que es también para nosotros, hoy. Hoy. Son las palabras que Dios nos repite en
la noche que estamos atravesando.
En esta noche conquistamos un derecho fundamental,
que no nos será arrebatado: el derecho a la esperanza; es una esperanza nueva,
viva, que viene de Dios. No es un mero optimismo, no es una palmadita en
la espalda o unas palabras de ánimo de circunstancia, con una sonrisa pasajera.
No. Es un don del Cielo, que no podíamos alcanzar por nosotros mismos: Todo irá
bien, decimos constantemente estas semanas, aferrándonos a la belleza de
nuestra humanidad y haciendo salir del corazón palabras de ánimo. Pero, con el
pasar de los días y el crecer de los temores, hasta la esperanza más intrépida
puede evaporarse. La esperanza de Jesús es distinta, infunde en el
corazón la certeza de que Dios conduce todo hacia el bien, porque incluso hace
salir de la tumba la vida.
El sepulcro es el lugar donde quien entra no sale.
Pero Jesús salió por nosotros, resucitó por nosotros, para llevar vida donde
había muerte, para comenzar una nueva historia que había sido clausurada,
tapándola con una piedra. Él, que quitó la roca de la entrada de la tumba,
puede remover las piedras que sellan el corazón. Por eso, no cedamos a la
resignación, no depositemos la esperanza bajo una piedra. Podemos y debemos
esperar, porque Dios es fiel, no nos ha dejado solos, nos ha visitado y ha
venido en cada situación: en el dolor, en la angustia y en la muerte. Su luz
iluminó la oscuridad del sepulcro, y hoy quiere llegar a los rincones más
oscuros de la vida. Hermana, hermano, aunque en el corazón hayas sepultado
la esperanza, no te rindas: Dios es más grande. La oscuridad y la muerte no
tienen la última palabra. Ánimo, con Dios nada está perdido.
Ánimo: es una palabra que, en el Evangelio, está
siempre en labios de Jesús. Una sola vez la pronuncian otros, para decir a un
necesitado: «Ánimo, levántate, que [Jesús] te llama» (Mc 10,49). Es Él, el
Resucitado, el que nos levanta a nosotros que estamos necesitados. Si en el
camino eres débil y frágil, si caes, no temas, Dios te tiende la mano y te
dice: «Ánimo”. Pero tú podrías decir, como don Abundio: «El valor no se lo
puede otorgar uno mismo» (A. Manzoni, Los Novios (I Promessi Sposi), XXV). No
te lo puedes dar, pero lo puedes recibir como don. Basta abrir el corazón en la
oración, basta levantar un poco esa piedra puesta en la entrada de tu corazón
para dejar entrar la luz de Jesús. Basta invitarlo: “Ven, Jesús, en medio de
mis miedos, y dime también: Ánimo”. Contigo, Señor, seremos probados, pero no
turbados. Y, a pesar de la tristeza que podamos albergar, sentiremos que
debemos esperar, porque contigo la cruz florece en resurrección, porque Tú
estás con nosotros en la oscuridad de nuestras noches, eres certeza en
nuestras incertidumbres, Palabra en nuestros silencios, y nada podrá nunca
robarnos el amor que nos tienes.
Este es el anuncio pascual; un anuncio de esperanza
que tiene una segunda parte: el envío. «Id a comunicar a mis hermanos que vayan
a Galilea» (Mt 28,10), dice Jesús. «Va por delante de vosotros a Galilea» (v.
7), dice el ángel. El Señor nos precede, nos precede siempre. Es hermoso saber que
camina delante de nosotros, que visitó nuestra vida y nuestra muerte para
precedernos en Galilea; es decir, el lugar que para Él y para sus discípulos
evocaba la vida cotidiana, la familia, el trabajo. Jesús desea que llevemos la
esperanza allí, a la vida de cada día. Pero para los discípulos, Galilea
era también el lugar de los recuerdos, sobre todo de la primera llamada. Volver
a Galilea es acordarnos de que hemos sido amados y llamados por Dios. Cada uno
de nosotros tiene su propia Galilea. Necesitamos retomar el camino, recordando
que nacemos y renacemos de una llamada de amor gratuita, allí, en mi Galilea.
Este es el punto de partida siempre, sobre todo en las crisis y en los tiempos
de prueba. Con la memoria de mi Galilea.
Pero hay más. Galilea era la región más alejada de
Jerusalén, el lugar donde se encontraban en ese momento. Y no sólo
geográficamente: Galilea era el sitio más distante de la sacralidad de la
Ciudad santa. Era una zona poblada por gentes distintas que practicaban varios
cultos, era la «Galilea de los gentiles» (Mt 4,15). Jesús los envió allí, les
pidió que comenzaran de nuevo desde allí. ¿Qué nos dice esto? Que el anuncio
de la esperanza no se tiene que confinar en nuestros recintos sagrados, sino
que hay que llevarlo a todos. Porque todos necesitan ser reconfortados y,
si no lo hacemos nosotros, que hemos palpado con nuestras manos «el Verbo de la
vida» (1 Jn 1,1), ¿quién lo hará? Qué hermoso es ser cristianos que
consuelan, que llevan las cargas de los demás, que animan, que son mensajeros
de vida en tiempos de muerte. Llevemos el canto de la vida a cada Galilea,
a cada región de esa humanidad a la que pertenecemos y que nos pertenece,
porque todos somos hermanos y hermanas. Acallemos los gritos de muerte, que
terminen las guerras. Que se acabe la producción y el comercio de armas, porque
necesitamos pan y no fusiles. Que cesen los abortos, que matan la vida
inocente. Que se abra el corazón del que tiene, para llenar las manos vacías
del que carece de lo necesario.
Al final, las mujeres «abrazaron los pies» de Jesús
(Mt 28,9), aquellos pies que habían hecho un largo camino para venir a nuestro
encuentro, incluso entrando y saliendo del sepulcro. Abrazaron los pies que
pisaron la muerte y abrieron el camino de la esperanza. Nosotros, peregrinos en
busca de esperanza, hoy nos aferramos a Ti, Jesús Resucitado. Le damos la
espalda a la muerte y te abrimos el corazón a Ti, que eres la Vida.
Homilía Vigilia Pascual, 11 de abril de
2020.
Papa Francisco. Catequesis. La pasión por la evangelización: el celo apostólico del
creyente 9. Los testigos: san Pablo 1
¡Queridos
hermanos y hermanas buenos días!
En
el camino de catequesis sobre el celo apostólico, empezamos hoy a mirar a
algunas figuras que, en formas y tiempos diferentes, han dado testimonio
ejemplar de qué quiere decir pasión por el Evangelio. Y, naturalmente, el
primer testigo es el apóstol Pablo. A él quisiera dedicar dos catequesis.
La
historia de Pablo de Tarso es emblemática sobre este argumento. En el primer
capítulo de la Carta los Gálatas, así como en la narración de los Hechos de los
Apóstoles, podemos detectar que su celo por el Evangelio aparece después de su
conversión, y toma el lugar de su precedente celo por el judaísmo.
Era un hombre celante por la ley de Moisés, por el judaísmo y después de la
conversión este celo continúa, pero para proclamar, para predicar a Jesucristo.
Pablo era un enamorado de Jesús. Saulo
—el primer nombre de Pablo— ya era celante, pero Cristo convierte su celo: de
la Ley al Evangelio. Su impulso primero quería
destruir la Iglesia, después, en cambio, la construye. Nos podemos preguntar:
¿qué ha sucedido, que sucede de la destrucción a la construcción? ¿Qué ha
cambiado en Pablo? ¿En qué sentido su celo, su impulso por la gloria de Dios ha
sido transformado?
Santo
Tomás de Aquino enseña que la pasión, desde el punto de vista moral, no es ni
buena ni mala: su uso virtuoso la hace moralmente buena, el pecado la hace mala
[1]. En el caso de Pablo, lo que le ha cambiado no es una simple idea o una
convicción: ha sido el encuentro con el Señor resucitado —no olvidéis esto, lo
que cambia una vida es el encuentro con el Señor—, para Saulo ha sido el encuentro con el Señor
resucitado lo que ha transformado todo su ser. La humanidad de Pablo, su
pasión por Dios y su gloria no es aniquilada, sino transformada, “convertida”
por el Espíritu Santo. El único que puede cambiar
nuestros corazones es el Espíritu Santo. Y así para cada aspecto de su vida.
Precisamente como sucede en la Eucaristía: el pan y el vino no desaparecen,
sino que se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. El celo de Pablo
permanece, pero se convierte en celo de Cristo. Cambia el sentido, pero el celo
es el mismo. Al Señor se le sirve con nuestra humanidad, con nuestras prerrogativas
y nuestras características, pero lo que cambia todo no es una idea, sino la
vida auténtica, como dice el mismo Pablo: «El que está en Cristo,
es una nueva creación: pasó lo viejo, todo es nuevo» ( 2 Cor 5,17). El encuentro con
Jesús te cambia desde dentro, te hace otra persona. Si uno
está en Cristo es una nueva criatura, este es el sentido de ser una nueva
criatura. Convertirse en cristiano no es un maquillaje que te cambia la cara,
¡no! Si tú eres
cristiano te cambia el corazón, pero si tú eres cristiano de apariencia, esto
no va bien… cristianos de maquillaje no está bien. El
verdadero cambio es del corazón. Y esto le sucedió a Pablo.
La pasión por el
Evangelio no es una cuestión de comprensión o de estudios, que también son
necesarios pero no la generan; significa más bien recorrer esa misma
experiencia de “caída y resurrección” que Saulo/Pablo vivió
y que está en el origen de la transfiguración de su impulso apostólico. Tú
puedes estudiar toda la teología que quieras, tú puedes estudiar la Biblia y
todo eso y convertirte en ateo o mundano, no es una cuestión de estudios; ¡en
la historia ha habido muchos teólogos ateos! Estudiar es necesario, pero no
genera la nueva vida de gracia. De hecho, como dice san Ignacio de Loyola: «No el mucho saber
harta y satisface al anima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente»
[2]. Se trata de las cosas que te cambian dentro, que te hacen saber otra cosa,
gustar otra cosa. Cada uno de nosotros piense en esto: “¿Yo soy religioso?” –
“De acuerdo” – “¿Yo rezo?” – “Sí” – “¿Yo trato de cumplir los mandamientos?” –
“Sí” – “Pero ¿dónde está Jesús en mi vida?” – “Ah no, yo hago lo que manda la
Iglesia”. Pero Jesús ¿dónde está? ¿Has encontrado a Jesús? ¿Has
hablado con Jesús? ¿Lees el Evangelio o hablas con Jesús? ¿Te acuerdas de quién
es Jesús? Y esto es algo que nos falta muchas veces. Cuando Jesús entra en tu
vida, como entró en la vida de Pablo, Jesús entra, cambia todo. Muchas veces
hemos escuchado comentarios sobre la gente: “Mira ese otro, que era un
desgraciado y ahora es un hombre bueno, una mujer buena… ¿Quién lo ha cambiado?
Jesús, ha encontrado a Jesús. Tu vida que es cristiana ¿ha cambiado? “Eh, no, más o menos, sí…”. Si no ha entrado
Jesús en tu vida no ha cambiado. Tú puedes ser cristiano por
fuera solamente. No, debe entrar Jesús y esto te cambia y esto le sucedió a
Pablo. Es necesario encontrar a Jesús y por esto Pablo decía que el amor de
Cristo nos impulsa, lo que te lleva adelante. El mismo cambio les sucedió a
todos los santos, que cuando encontraron a Jesús fueron adelante.
Podemos
hacer una ulterior reflexión sobre el cambio que tiene lugar en Pablo, el cual
de perseguidor se convirtió en apóstol de Cristo. Notemos que en él se verifica
una especie de paradoja: mientras se
considera justo delante de Dios, se siente autorizado a perseguir, a arrestar,
incluso a matar, como en el caso de Esteban; pero cuando iluminado por el Señor
Resucitado descubre haber sido “un blasfemo y un violento” (cfr. 1 Tm 1, 13)
—así dice de sí mismo: “yo he sido un blasfemador y un violento”—, entonces empieza a ser realmente capaz de
amar. Y este es el camino. Si uno de nosotros dice: “Ah, gracias Señor,
porque soy una persona buena, yo hago cosas buenas, no hago pecados grandes…”.
Este no es un buen camino, este es un camino de autosuficiencia, es un camino
que no te justifica, te hace un católico elegante, pero un católico elegante no
es un católico santo, es elegante. El verdadero católico, el
verdadero cristiano es el que recibe a Jesús dentro, que cambia el corazón.
Esta es la pregunta que os hago a todos vosotros hoy: ¿qué significa Jesús para
mí? ¿Le he dejado entrar en mi corazón o solamente lo tengo a mano pero que no
vaya muy dentro? ¿Me he dejado cambiar por Él? O Jesús es solamente una idea, una
teología que va adelante… Y el celo es que cuando uno
encuentra a Jesús siente el fuego y como Pablo debe predicar a Jesús, debe
hablar de Jesús, debe ayudar a la gente, debe hacer cosas buenas. Cuando uno
encuentra la idea de Jesús permanece un ideólogo del cristianismo y esto no
salva, solamente Jesús nos salva, si tú lo has encontrado y le has abierto la
puerta de tu corazón. ¡La idea de Jesús no te salva!
Que el Señor nos ayude a encontrar a Jesús, a encontrarnos con Jesús, y que
Jesús desde dentro nos cambie la vida y nos ayude a ayudar a los demás.
GUIÓN
MISA NIÑOS.
DOMINGO II DE PASCUA. 17 de abril de
2023.
Monición de entrada.-
Como
a los amigos de Jesús que estaban donde hicieron la Última Cena también a
nosotros se nos aparece Jesús.
Y
con los oídos del corazón le escuchamos en las lecturas de la Palabra de Dios y
le vemos en el pan y el vino, su cuerpo y sangre.
Además
hoy es el domingo de la misericordia.
Esto
quiere decir que hoy nos acordamos de lo bueno que es Dios.
Es
tan bueno que su corazón siente lastima por todos, sobre todo cuando estamos
enfermos o nos portamos mal.
Señor, ten piedad.-
Tú el primero
de los resucitados. Señor, ten piedad.
Tú el que
ganaste al pecado y la muerte. Cristo, ten piedad.
Tú el que eres
la vida. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Jesús, te pido por el Papa Francisco y el obispo
Enrique. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por la Iglesia para que contagie
la alegría de Jesús resucitado. Te lo pedimos,
Señor.
Jesús, te pido por los pueblos para que tu
paz haga que no tengan guerras entre ellos. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por las personas que te
buscan pero no te encuentran, para que te encuentren. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por nosotros, para que seamos
compasivos como lo eres tú. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.-
María, queremos darte gracias por ser
como Jesús, buena, compasiva y siempre atenta y dispuesta a ayudarnos cuando
nos portamos mal.
GUIÓ MISSA D’INFANTS. II DIUMENGE DE
PASQUA. 16 d’abril de 2023.
Monició d’entrada.-
Com
els amics de jesús que estaven on feren l’Últim Sopar, també a nosaltres s’apareix
Jesús.
I
amb els oïts del cor l’escoltem a les lectures de la Paraula de Déu i el veiem
al pa i al vi, el seu cos i sang.
A
més, avui és el diumenge de la misericòrdia.
És
a dir avuí recordem de el bo que és Déu.
És
tan bon que el seu cor té llastima per tots, quan estem malalts o ens portem
mal.
Senyor, tingueu pietat.-
Tu el primer
dels ressuscitats. Senyor, tingueu pietat.
Tu, el que
guanyares al pecat i la mort. Crist, tingueu pietat.
Tu el qui eres
la vida. Senyor, tingueu pietat.
Plegaries.-
Jesús, et demane pel Papa Francesc i el
bisbe Enrique. T’ho demane Senyor.
Jesús, et demane per l’església; perquè
contagie l’alegria de Jesús ressuscitat. T’ho demane, Senyor.
Jesús, et demane pels pobles, per què la
teua pau faça que no tinguen guerres entre ells. T’ho demane, Senyor.
Jesús, et demane per les persones que et
busquen, però no et troben, perquè et troben. T’ho demane, Senyor.
Jesús, et demane per nosaltres, perquè
siga’m compassius com ho eres tu. T’ho demane, Senyor.
Acció de gràcies.
Maria, volem donar-te les gràcies per
ser com Jesús, bona, compassiva i sempre atenta i disposta a ajudar-nos quan és
portem mal.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española.
BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Nuevo
Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González.
BAC. Madrid. 2017.
Biblia
Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.
Catecismo
de la Iglesia Católica. Nueva Edición. Asociación
de Editores del Catecismo. Barcelona 2020.
La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia.
Ciudad Nueva. Madrid. 2006.
Pío de Luis,
OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las
lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.
San Juan de
Ávila. Obras Completas I. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid.
2015.
San Juan de Ávila. Obras
Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores.
BAC. Madrid. 2013.
San
Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid. 2015.
San
Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.
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