Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 2, 1-11
Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el
mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento
que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados.
Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose
encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a
hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse. Residían
entonces en Jerusalén judíos devotos venidos de todos los pueblos que hay bajo
el cielo. Al oírse este ruido, acudió la multitud y quedaron desconcertados,
porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Estaban todos estupefactos
y admirados, diciendo:
-¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo
es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre
nosotros hay partos, medos, elamitas y habitantes de Mesopotamia, de Judea y
Capadocia, del Ponto y Asia, de Frigia y Panfilia, de Egipto y de la zona de
Libia que limita con Cirene; hay ciudadanos romanos forasteros, tanto judíos
como prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de
las grandezas de Dios en nuestra propia lengua.
Textos
paralelos.
Al llegar el día de
Pentecostés.
Ex 23, 14: Tres
veces al año me has de festejar.
Un ruido como una
impetuosa ráfaga de viento.
Hch 4, 31: Al
terminar la oración, tembló el lugar donde estaban reunidos; los llenó a todos
el Espíritu Santo, y predicaban con valentía la palabra de Dios.
Jn 3, 8: El viento
sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de donde viene ni adónde va.
Así es todo el que ha nacido del Espíritu.
Sal 108, 30: Daré
gracias al Señor a boca llena, / y en medio de las muchedumbres te alabaré.
Sal 33, 6: La
palabra del Señor hizo el cielo, / el aliento de su boca, sus ejércitos.
Jn 20, 22: Y dicho
esto sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”.
Entonces se quedaron
todos llenos de Espíritu Santo.
Hch 1, 5: Porque
Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo
dentro de no muchos días.
Lc 1, 15: Pues será
grande a los ojos del Señor, no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu
Santo ya en el vientre materno.
Hch 1, 8: En cambio,
recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis
mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la
tierra.
Hombres piadosos,
venidos de todas las naciones.
Mt 28, 19: Id, pues,
y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo.
Col 1, 23: A
condición de que permanezcáis cimentados y estables en la fe, e inamovibles en
la esperanza del Evangelio que habéis escuchado; el mismo que se proclama en la
creación entera bajo el cielo, del que yo, Pablo, he llegado a ser servidor.
Oía hablar en su
propia lengua.
Gn 11, 7: [La torre
de Babel] Bajemos, pues, y confundamos allí su lengua, de modo que ninguno
entienda la lengua del prójimo.
Les oigamos proclamar
en nuestras lenguas las maravillas de Dios.
1 Co 14, 23: Por
tanto, si se reúne toda la comunidad en el mismo lugar y todos hablan en lenguas,
y entran en ella personas no iniciadas o no creyentes, ¿no dirán que estáis
locos?
Notas
exegéticas.
2 1 (a) Es decir, concluido el
periodo de cincuenta días entre la Pascua y Pentecostés. Pentecostés, que
primeramente fue la fiesta de la siega se había convertido también en la fiesta
de la renovación de la Alianza. Este nuevo valor litúrgico pudo inspirar la
escenificación de Lucas, que evoca la entrega de la Ley del Sinaí.
2 1 (b) No la asamblea de los ciento
veinte de 1, 15-26, sino el grupo apostólico presentado en 1, 13-14.
2 2 (a) Hay afinidad entre el
Espíritu ye l viento: la misma palabra significa “espíritu” y “soplo”.
2 2 (b) Probablemente la misma
vivienda que en 1, 13-14, lugar de reunión y de oración del grupo apostólico.
2 3 Según uno de sus aspectos el
milagro de Pentecostés es afín al carisma de la glosolalia, frecuente en los
comienzos de la Iglesia. Sus antecedentes se hallan en el antiguo profetismo
israelita, ver Nm 11, 25-29 y Joel 3, 1-5, citado por Pedro, vv. 17s.
2 5 “hombres piadosos”. Sin. El
texto occ.: “los judíos que residían en Jerusalén eran hombres venidos de todas
las naciones que hay bajo el cielo”. Los demás textos combinan “hombres piadosos”
y “judíos”.
2 6 La glosolalia utilizaba palabras
en lenguas extranjeras para cantar las alabanzas de Dios. Lucas ve en este
hablar en todas las lenguas del mundo la restauración de la unidad perdida en
Babel, símbolo y anticipación maravillosa de la misión universal de los
apóstoles.
2 11 (a) Los “prosélitos” son los
que, sin ser judíos de origen, han abrazado la religión judía y aceptado la
circuncisión, constituyéndose así en miembros del pueblo elegido. “Judíos” y “prosélitos”
no son, pues, nuevas denominaciones de los pueblos: son palabras que califican
a los que se acaba de enumerar.
2 11 (b) Esta enumeración de los
pueblos del mundo mediterráneos, que en conjunto se describe de este a oeste y
de norte a sur, sin duda se inspira en el antiguo calendario astrológico, conocido
por otros documentos, en el que los pueblos se hallaban relacionados con los
signos del zodiaco y enumerados por su orden. Lucas pudo haberlo adoptado como
una descripción cómoda de la oikumené de entonces. No se explica bien la
mención de Judea y ha suscitado desde la antigüedad varios intentos de
corrección.
Salmo
responsorial
Salmo 103
R/. Envía
tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Bendice,
alma mía, al Señor:
¡Dios
mío, qué grande eres!
Cuántas
son tus obras, Señor;
la
tierra está llena de tus criaturas. R/.
Les
retiras el aliento, y expiran
y
vuelven a ser polvo;
envías
tu espíritu, y los creas,
y
repueblas la faz de la tierra. R/.
Gloria
a Dios para siempre,
goce
el Señor con sus obras;
que
le sea agradable mi poema,
y
yo me alegraré con el Señor. R/.
Textos
paralelos.
¡Cuán
numerosas son tus obras, Yahvé!
Sal 8, 2: ¡Señor,
Dios nuestro / qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Les
retiras tu soplo y expiran.
Gn 3, 19: Comerás
el pan con el sudor de tu frente, / hasta que vuelvas a la tierra, / porque de
ella fuiste sacado; / pues eres polvo y al polvo volverás”.
Qo 12, 7: Y el
polvo vuelva a la tierra que fue, y el espíritu vuelva al Dios que lo dio.
Y retornan
al polvo que son.
Sal 90, 3: Tú
reduces el hombre a polvo, / diciendo: “Retornad, hijos de Adán”.
Si
envías tu aliento, son creados.
Gn 1,2: La tierra
estaba informe y vacía: la tiniebla cubría la superficie del abismo, mientras
el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.
Gn 2, 7: Entonces
el Señor Dios modeló al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz
aliento de vida; y el hombre se convirtió en ser vivo.
Hch 2, 2: De
repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba
fuertemente, y llenó toda la casa donde estaban sentados.
En
sus obras Yahvé se regocije.
Gn 1, 31: Vio Dios
todo lo que había hecho, y era muy bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el
día sexto.
¡Que
le sea agradable mi poema!
Sal 7, 18: Yo daré
gracias al Señor por su justicia, / tañendo para el nombre del Señor altísimo.
Notas
exegéticas.
104 (103) Este himno sigue el mismo
orden que la cosmogonía de Gn 1.
104 30 El espíritu de Dios
interviene en el origen del ser y de la vida.
Segunda
lectura.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Corintios 13, 3b-7.12-13
Hermanos:
Nadie puede decir: “Jesús es el Señor”, sino por el Espírtiu
Santo. Y hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de
ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un
mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la
manifestación del Espíritu para el bien común. Pues, lo mismo que el cuerpo es
uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser
muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Pues todos nosotros, judíos
y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para
formar un cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
Textos
paralelos.
Nadie movido por el
Espíritu de Dios, puede decir.
Jn 14, 26: Pero el Paráclito,
el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe
todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.
1 Jn 4, 1-3: No os fieis de
cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos
falsos profetas han salido del mundo. En esto podréis conocer el Espíritu de
Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne es de Dios; y
todo espíritu que no confiesa a Jesús no es de Dios: es del Anticristo.
Jesús es el Señor.
Hch 2, 21: Y todo el que
invocaré el nombre del Señor se salvará.
Hch 2, 36: Por lo tanto, con
toda seguridad conozca toda la casa de Israel que al mismo Jesús, a quien
vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías.
Rm 10, 9: Porque, si profesas
con tus labios que Jesús es el Señor, y crees con tu corazón que Dios lo
resucitó de entre los muertos, serás salvo.
Flp 2, 11: Y toda lengua
proclame: / Jesucristo es Señor, / para gloria de Dios Padre.
El cuerpo humano, aunque
tiene muchos miembros, es uno.
Rm 12, 4-5: Pues, así como en
un solo cuerpo tenemos muchos miembros y no todos los miembros cumplen la misma
función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada
cual existe en relación con los otros miembros.
No obstante su pluralidad.
Ef 4, 4-6: Un Dios, Padre de
todos, que está sobre todos, actúa pr medio de todos y está en todos. A cada
uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo.
Pues, así también es
Cristo.
Ga 3, 28: No hay judío y
griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos vosotros sois uno en
Cristo Jesús.
Col 3, 11: Donde no hay griego
y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y libre, sino
Cristo, que lo es todo, y en todos.
Flm 16: Y no como esclavo, como
un hermano querido, que si lo es mucho para mí, cuánto más para ti, humanamente
y en el Señor.
Notas
exegéticas:
12 6 Nótese la presentación
trinitaria del pensamiento.
12 12 (a) Aunque utilice el apólogo
clásico que compara a la sociedad con un cuerpo que teniendo miembros diversos
es uno, Pablo, no se inspira en él para su doctrina sobre el Cuerpo de Cristo.
Esta brota más bien de su peculiar modo de entender el amor como la base de la
existencia cristiana. En efecto, él veía a los creyentes como partes de una
unidad orgánica, y el cuerpo humano le brindaba una imagen perfecta de la
diversidad articulada en la unidad. El designa aquí a “Cristo” como la realidad
que corresponde a ese hombre nuevo. Como cuerpo suyo, la Iglesia es la
presencia física de Cristo en el mundo en la medida en que prolonga su
ministerio. Esta doctrina, de tan gran realismo, que ya aparece en 1 Co, se repite
y amplía en las epístolas de la cautividad. Es cierto que la reconciliación de
los hombres, que son miembros de Cristo se realiza siempre en el Cuerpo de
Cristo crucificado según la carne y vivificado por el Espíritu. Pero la unidad de
ese Cuerpo que reúne a todos los cristianos en el mismo Espíritu y su
identificación con la iglesia adquieren mayor relieve. Así personalizado este cuerpo
tiene en adelante a Cristo por cabeza, por influencia sin duda de la idea de
Cristo cabeza de las potestades, Col 2, 10. Finalmente llega hasta englobar en
cierto modo todo el universo reunido bajo el dominio del Kyrios.
12 12 (b) Como el cuerpo humano da unidad
a la pluralidad de los miembros, así Cristo, principio unificador de su
Iglesia, da unidad a todos los cristianos en su cuerpo.
12 13 Literariamente este v. es un
paréntesis: no forma parte del relato-parábola, sino que ofrece una explicación
teológica que remite al bautismo y a la eucaristía. El primer miembro es
paralelo de 10, 2: todos quedaron vinculados a Moisés al ser bautizados en la
nube y en el mar: “Bebieron la misma bebida espiritual” (10, 4) era una alusión
a la eucaristía.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 20, 19-23.
Al anochecer de aquel día, el
primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas
por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
-Paz a vosotros.
Y, diciendo esto, les enseñó
las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al
Señor. Jesús repitió:
-Paz a vosotros.
Y, dicho esto, sopló sobre
ellos y les dijo:
-Recibid el Espíritu Santo; a
quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos.
Textos
paralelos.
// Lc 24, 36-49: Estaban
hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice: “Paz
a vosotros”. Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo creían ver un
espíritu. Y él les dijo: “¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro
corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta
de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo”. Dicho
esto, les mostró las manos y los pies. ¡Pero como no acababan de creer por la
alegría, y seguían atónitos, les dijo: “¿Tenéis ahí algo de comer?”. Ellos le
ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les
dijo: “Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario
que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos
acerca de mí”. Entonces les abrió el entendimiento para comprender las
Escrituras. Y les dijo: “Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de
entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para
el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa
de mi Padre: vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que os
revistáis de la fuerza que viene de lo alto.
Se presentó Jesús en medio
de ellos.
Jn 14, 27: La paz os dejo mi
paz os doy; no os la doy como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón
ni se acobarde.
Jn 16, 33: Os he hablado de
esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened
valor, yo he vencido al mundo.
Lc 24, 16: Pero sus ojos no
eran capaces de reconocerlo.
Los discípulos se
alegraron al ver al Señor.
Jn 15, 11: Os he hablado de
esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Jn 16, 22: También vosotros
ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y
nadie os quitará vuestra alegría.
Como el Padre me envió.
Jn 17, 18: Como tú me enviaste
al mundo, así yo los envío también al mundo.
Mt 28, 19: Id, pues, y haced
discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo.
Mc 16, 15: Él les preguntó: “¿Y
vosotros, quién decís que soy yo?”.
Dicho esto, sopló y les
dijo.
Lc 24, 49: Mirad, yo voy a
enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros por vuestra parte,
quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto.
Hch 1, 8: En cambio, recibiréis
la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis
testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la tierra.
Jn 1, 33: Yo no lo conocía,
pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar
el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”.
¡A quienes perdonéis los
pecados…
Mt 16, 19: Te daré las llaves
del reino de los cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos,
y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.
Mt 18, 18: En verdad os digo que todo lo
que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en
la tierra, quedará desatado en los cielos.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
20 20 Lc 24, 39 tiene una perspectiva
más apologética. Aquí se trata de poner de relieve la continuidad entre el
Jesús que ha sufrido y el que está para siempre con ellos (ver Hb 2, 18). El
Señor glorioso de la Iglesia no es otro que Jesús crucificado.
20 22 El soplo de Jesús simboliza al
Espíritu (en hebreo: soplo) principio de vida. Igual verbo raro que en Gn 2, 7:
Cristo resucitado da a los discípulos el Espíritu que realiza como una recreación
de la humanidad. Poseyendo desde ahora este principio de vida el hombre ha
pasado de la muerte a la vida y no morirá jamás. Es el principio de una
escatología ya realizada. Para Pablo (al menos en sus primeras cartas) esta recreación
de la humanidad no se producirá hasta la vuelta de Cristo.
20 23 Jn hace suya una fórmula
tradicional que es necesario entender en la medida de lo posible, en el marco
de su propia teología: los discípulos perdonarán o retendrán los pecados en la
medida en que prolonguen la misión de Jesús en el mundo. Las tradiciones católica
y ortodoxa piensan que el poder de perdonar los pecados incumbe a los miembros
del colegio apostólico, al que se encomienda en comunión con Jesús, la tarea
pastoral. Para la tradición reformada, este poder y esta tarea pastoral
compiten a todos los discípulos, es decir: a los creyentes de todos los tiempos
y no a Pedro en particular o a un determinado orden sacerdotal. Escuchando su
testimonio los hombres creerán (serán perdonados sus pecados) o se escandalizarán
(se juzgarán a si mismos; sus pecados quedarán retenidos).
Notas
exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica
19 El primero de [la] semana.
Estando candadas …. las puertas
llegó…: el cuerpo
glorioso y “espiritualizado” de Jesús queda fuera de las leyes físicas del
mundo material (cf. 1 Cor 15, 44).
20 Les enseñó… las heridas de las manos y
del costado, signos de identificación; el resucitado es el mismo que fue
crucificado. Y las huellas transfiguradas del sufrimiento anterior ya no causan
tristezas.
21-22 Para la impresión de que resurrección,
ascensión, venida del Espíritu y misión de la Iglesia sucedieron en el mismo
día, cf. Lc 24, 51.
Lc 24, 51 El final de Lc está redactado
como si todo hubiera sucedido el mismo día, casi en el mismo instante;
no sólo por razones de brevedad y síntesis, sino porque la resurrección de
Jesús, su exaltación a la derecha del Padre, su reconocimiento como Señor por
la Iglesia naciente, el envío del Espíritu Santo, y la misión universal, son
realidades teológicamente inseparables. En concreto, la resurrección gloriosa
es ya, esencialmente, ascensión; si esta no “añadió” nada a la humanidad
glorificada de Jesús, para los discípulos, en cambio, si fue un hecho
nuevo, que puso fin a la etapa de la comunicación de Cristo perceptible por los
sentidos; y fue además una revelación nueva sobre cuál era, a partir de
entonces, la “situación” de su maestro.
Me envió: el tiempo verbal griego
(perfecto) equivale a “me envió y continúo siendo enviado”.
Sopló: como en una nueva creación, es
necesario “el aliento” (el espíritu) de Dios.
Espíritu Santo: aliento divino, dador de vida
sobrenatural, como el soplo que infundió vida al primer hombre (cf. Gn 2, 7).
sin duda hay que sobreentender dos artículos determinados en el texto griego (“el
Espíritu el Santo), usados por Jn otras veces (cf. 14, 20). Jesús
les comunica el Espíritu Santo, primeramente para suscitar y reafirmar en ellos
la fe en su resurrección (para que vean, e.d., para que crean); y luego,
para hacer que otros vean, quitando la ceguera del pecado.
23 Es verdad de fe definida que las
palabras de Jesús en estos versículos “hay que entenderlas de la potestad de
perdonar y de retener los pecados en el sacramento de la penitencia” (DS 1703 y
1670). “Atar (retener) y desatar” se aplican aquí, concretamente, a los
pecados.
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé:
20, 19-23 Cristo tiene un cuerpo
glorificado con las marcas de la crucifixión en su forma gloriosa como signo de
rotunda victoria. Los cuerpos de los justos serán glorificados del mismo modo
en el juicio final. Cat 645, 659, 690, 1042, 1060.
20, 22-23 Inmediatamente después de la
Resurrección, el último signo de la victoria sobre el pecado y la muerte,
Cristo instituyó el sacramento de la penitencia y la reconciliación otorgando a
los Apóstoles y a sus sucesores el poder de perdonar los pecados en su nombre.
Soplando sobre los Apóstoles – denominado a veces como “El Pentecostés de Juan”
– fue un presagio de la venida del Espíritu Santo. Por lo tanto, ellos
recibieron el Espíritu Santo de Cristo y así están facultados para actuar en su
nombre. Para los Apóstoles, los primeros sacerdotes ordenados, el poder de
perdonar los pecados fue una parte vital en su papel de santificar al pueblo.
Al enviarlos al mundo, Jesús les mandó continuar su misión de curación
espiritual a través de los sacramentos del Bautismo y la Penitencia. Creer en
el perdón de los pecados es una declaración esencial del Credo de los Apóstoles
y el Credo de Nicea, que se rezan en la liturgia de la Iglesia. Cat. 730, 858,
976-980, 1287, 1485-1488.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
645 Jesús resucitado establece con sus discípulos relaciones directas
mediante el tacto y el compartir la comida. Les invita así a reconocer que él
no es un espíritu, pero sobre todo a que comprueben que el cuerpo resucitado
con el que se presenta ante ellos es el mismo que ha sido martirizado y
crucificado, ya que sigue llevando las huellas de su pasión. Este cuerpo
auténtico y real posee, sin embargo, al mismo tiempo, las propiedades nuevas de
un cuerpo glorioso: no está situado en el espacio ni en el tiempo, pero puede
hacerse presente a su voluntad donde quiere y cuando quiere porque su humanidad
ya no está retenida en la tierra y no pertenece ya más que al dominio divino
del Padre. Por esta razón también Jesús resucitado es soberanamente libre de
aparecer como quiere: bajo la apariencia de un jardinero o “bajo otra figura”
(Mc 16, 12) distinta de la que les era familiar a los discípulos, y eso para
suscitar la fe.
659 “Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al Cielo y
se sentó a la diestra de Dios” (Mc 16, 19). El cuerpo de Cristo fue glorificado
desde el instante de su resurrección como lo prueban las propiedades nuevas y
sobrenaturales, de las que desde entonces su cuerpo disfruta para siempre.
690 Jesús es Cristo, “ungido”, porque el Espíritu es su Unción y, todo lo que
sucede a partir de la Encarnación mana de esta plenitud. Cuando por fin Cristo
es glorificado, puede a su vez, de junto al Padre, enviar el Espíritu a los que
creen en Él: Él les comunica su Gloria, es decir, el Espíritu Santo que lo
glorifica. La misión conjunta se desplegará desde entonces en los hijos
adoptados por el Padre en el Cuerpo de su Hijo: la misión del Espíritu de
adopción será unirlos a Cristo y hacerles vivir en Él. La noción de la unción
sugiere que no hay ninguna distancia entre el Hijo y el Espíritu. En efecto, de
la misma manera que entre la superficie del cuerpo y la unción del aceite ni la
razón ni los sentidos conocen intermediario, así es inmediato el contacto del
Hijo con el Espíritu, de tal modo que quien va a tener contacto con el Hijo con
el Espíritu, de tal modo que quien va a tener contacto con el Hijo por la fe
tiene que tener antes contacto necesariamente con el óleo. En efecto, no hay
parte alguna que esté privada del Espíritu Santo. Por eso es por lo que la
confesión del Señorío del Hijo se hace en el Espíritu Santo por aquellos que
las aceptan, viniendo el Espíritu desde todas partes delante de los que se
acercan por la fe” (S. Gregorio de Nisa, Adversus Macedonianos de Spiritu
Sancto).
730 Por fin llega la hora de Jesús: Jesús entrega su espíritu en las manos
del Padre en el momento en que por su Muerte es vencedor de la muerte, de modo
que, “resucitado de los muertos por la gloria del Padre” (Rm 6, 4), en seguida
da a sus discípulos el Espíritu Santo exhalando sobre ellos su aliento. A
partir de esa hora, la misión de Cristo y del Espíritu se convierte en la misión
de la Iglesia: “Como el Padre me envió, también yo os envío” (Jn 20, 21).
731 El día de Pentecostés (al término de las siete semanas pascuales), la
Pascua de Cristo se consuma con la efusión del Espíritu Santo que se
manifiesta, da y comunica como Persona divina: desde su plenitud. Cristo, el
Señor, derrama profusamente el Espíritu.
732 En este día se revela plenamente la Santísima Trinidad. Desde ese día el
Reino anunciado por Cristo está abierto a todos los que creen en Él: en la
humildad de la carne y en la fe, participan ya en la comunión de la Santísima
Trinidad. Con su venida, que no cesa, el Espíritu Santo hace entrar al mundo en
los “últimos tiempos”, el tiempo de la Iglesia, el Reino ya heredado, pero
todavía no consumado.
733 “Dios es Amor” (1 Jn 4, 8.16) y el Amor que es el primer don, contiene
todos los demás. Este amor “Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el
Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5, 5).
734 Puesto que hemos muerto, o al menos, hemos sido heridos por el pecado, el
primer efecto del don del Amor es la remisión de nuestros pecados. La comunión
con el Espíritu Santo (2 Co 13, 13) es la que, en la Iglesia, vuelve a dar a
los bautizados la semejanza divina perdida por el pecado.
735 Él nos da entonces las “arras” o las “primicias” de nuestra herencia: la
vida misma de la Santísima Trinidad que es amar “como él nos ha amado”. Este
amor (la caridad que se menciona en 1 Co 13) es el principio de la vida nueva
en Cristo, hecha posible porque hemos “recibido una fuerza, la del Espíritu
Santo” (Hch 1, 8).
747 El Espíritu Santo que Cristo, Cabeza, derrama sobre sus miembros, construye,
anima y santifica a la Iglesia. Ella es el sacramento de la comunión de la
Santísima Trinidad con los hombres.
Concilio Vaticano II
Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó realizar en la
tierra, fue envidado el Espíritu Santo el día de Pentecostés para que
santificara continuamente a la Iglesia y de esta manera los creyentes pudieran
ir al Padre a través de Cristo en el mismo Espíritu. Él es el Espíritu de vida,
la fuente de agua que mana para la vida eterna. Por Él, el Padre da la vida a
los hombres, muertos por el pecado, hasta que resucite en Cristo sus cuerpos
mortales. El Espíritu habita en la iglesia y en los corazones de los creyentes
como en un templo, ora en ellos y da testimonio de que son hijos adoptivos. Él
conduce la Iglesia a la verdad total, la une en la comunión y el servicio, la
construye y dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos y la adorna
con sus frutos. Con la fuerza del Evangelio, el Espíritu rejuvenece a la
Iglesia, la renueva sin cesar y la lleva a la unión perfecta con su esposo. En
efecto, el Espíritu y lka Esposa dicen al Señor Jesús: “¡Ven!” (Ap 22, 17). Así
toda la Iglesia aparece como el pueblo unido por la unidad del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo (cf. S. Cipriano, S. Agustín y S. Juan Damasceno).
Lumen gentium, 4.
San Agustín
Lo que es el alma respecto al cuerpo del hombre, eso mismo es el Espíritu
Santo respecto al cuerpo de Cristo que es la Iglesia. El Espíritu Santo obra en
la Iglesia lo mismo que el alma en todos los miembros de un único cuerpo.
Sermón 267. I, pg. 650.
¿Y quién dice “Jesús es el Señor” del modo que lo dio a entender el
Apóstol sino aquel que le ama? Muchos lo pronuncian con la lengua y lo arrojan
del corazón y de sus obras, según lo que afirma de ellos el Apóstol: Confiesan
conocer a Dios, pero lo niegan con sus hechos (Tit 1, 16). Por tanto, si
con los hechos se puede negar, también con ellos se puede afirmar. Nadie, pues,
puede decir Señor Jesús de forma provechosa con la mente, con la palabra, con
la obra, con el corazón, con la boca, con los hechos, sino es en el Espíritu
Santo; y de este modo solo lo puede decir el que ama. De este modo decían a los
apóstoles: Señor Jesús. Y si lo decían sin fingimiento, confesándolo con
su voz, con su corazón y con sus hechos, es decir, si lo decían con la verdad,
era porque amaban ciertamente. Y ¿cómo podían amar, sino por el Espíritu Santo?
Con todo, a ellos se les mandaba amarle y guardar sus mandamientos para recibir
al Espíritu Santo, sin cuya presencia en sus almas no podían amar ni guardar
sus mandamientos. No queda más que decir que quien ama tiene consigo al
Espíritu Santo y que teniéndole, merece tenerle más abundantemente, y que
teniéndole con mayor abundancia es más intenso el amor. Los discípulos tenían ya consigo el Espíritu
Santo prometido por el Señor, sin el cual no podían llamarle “Señor”; pero no
lo tenían aún con la plenitud que el Señor prometía. Lo tenían y no lo tenían, porque
aún no lo tenían con la plenitud que debían tenerlo. Lo tenían en pequeña
cantidad, y había de serles dado con mayor abundancia. Lo que tenían
ocultamente, y debían recibirlo manifiestamente, porque es un don mayor del Espíritu
Santo hacer que ellos se diesen cuenta de lo que tenían. [...] ¿Por qué esa
donación manifiesta fue doble? Quizá en atención a los dos preceptos del amor:
el amor de Dios y el amor del prójimo.
Comentarios sobre el evangelio de san Juan 74, 1-2. I, pgs. 652-653.
Los Santos Padres.
[Los discípulos de Cristo] recibieron [el Espíritu]
en tres ocasiones: antes de que Cristo fuera glorificado en la pasión; después
de haber sido glorificado por la resurrección, y después de ascender al cielo.
S. Gregorio Nacianceno, Discurso sobre Pentecostés. IVb, pg. 458.
La causa por la que otorga el Espíritu Santo
primero en la tierra, después de su resurrección, y luego lo envía desde el
cielo, es, a mi juicio, porque la caridad, que ha sido derramada en nuestros
corazones por el Don, nos impulsa al amor de Dios y al amor del prójimo, según
aquellos dos preceptos de los cuales dependen la ley y los profetas. Para
significar esto, el Señor Jesús dio dos veces el Espíritu Santo: la una, en la
tierra, para significar el amor al prójimo; la segunda, desde el cielo, para
indicar el amor de Dios.
S. Agustín, Sobre la Santísima Trinidad, 15, 6, 46. IVb,
pg. 458.
¿Y por medio de quien y por quién era necesario que
el Espíritu fuera concedido sino por medio del Hijo, a quien pertenece el
Espíritu? ¿Cuándo habríamos sido capaces de recibirlo, sino cuando el Logos ha
llegado a ser hombre?
Atanasio, Discursos contra los arrianos, 1. IVb, pg. 460.
San Juan de Ávila
Todos estos [los sacerdotes] tienen por oficio encaminar las ánimas para
el cielo. Sicut misit me Pater, et ego mitto vos (Jn 20, 21). Y, por
tanto, yo saco la conclusión que han de ser ejemplares, y que, si no lo son, se
perderán; porque, si el rey criase un capitán, no satisfaría si fuese soledado.
Ideo vos estis lux mundi, sal terrae (cf. Mt 5, 14.13).
Plática a sacerdotes. I, pg. 852.
Ítem, el mismo Señor dijo a sus apóstoles, cuando instituyó el sacramento
de la penitencia: Cuyos pecados perdonáredes, son perdonados (Jn 20,
23), etc. Y, por consiguiente, se da gracia y justicia por este sacramento,
pues no puede haber perdón de pecados sin que se dé la gracia, la cual es
significada y contenida en todos los siete sacramentos de la Iglesia; y se da a
quien bien los recibe, y con mayor abundancia que la disposición de quien los
recibe, por ser obras privilegiadas, que por la misma obra que son, dan gracia.
Por lo cual debe ser en gran manera reverenciados y usados, como la Iglesia
católica lo cree y nos lo enseña.
Audi, filia (II). I, pg. 630.
No es Dios de flojos; no los cuenta Dios por hijos: Habitabunt recti
cum vultu tuo (Sal 139, 14). ¿Qué hace que me siento con gran flaqueza? Buscá
el remedio donde os vino la llaga; buscad la gracia de Dios: Él os la dará, que
él dio la ley de la gracia para cumplirla: Gavisi sunt discipuli, viso
Domino (Jn 20, 20).
Lecciones sobre 1 San Juan (I). II, pg. 189.
Y luego tras este preámbulo, podrá decirles cómo el fin del sacerdote es
sacar almas de pecado, y que para esto Cristo les instituyó en la Iglesia,
según aquello de San Juan, capítulo 20, como el Padre me envió, así os envío
a vosotros. Y pues Cristo fue enviado a sacar almas de pecado, así también
ellos son enviados.
Para el sermón a los clérigos. II, pg. 1044.
Que hallaréis en la Santa Madre Iglesia de tradiciones que no están
escriptas en los Evangelistas, como es la forma de consagrar. Por eso nos dijo
nuestro Señor: “Allá os doy mi Espíritu Santo” (cf. Jn 20, 22); y donde
se infunde este Espíritu Santo y la práctica que procede del Espíritu Santo,
habla Dios y es tradición de Dios. Y por eso, lo que los santos Padres,
alumbrados por el Espíritu Santo, ordenaron, es ordenado de Dios; y por eso se
escribió poco, porque lo remitió a aquellos que fuesen ayuntados en el Espíritu
Santo.
Lecciones sobre 1 San Juan (I). II, pg. 334.
Materia necesaria y materia voluntaria, ambas son materias. Si queréis
confesar los pecados veniales por las claves del sacramento, son perdonados,
porque son pecados. Nuestro Señor dijo: Los pecados que perdonáredes serán
perdonados (Jn 20, 23), pecados también se entiende veniales, y es materia
voluntaria.
Lecciones sobre 1 San Juan (I). II; pg. 165.
Mirad que dijo Dios a los sacerdotes: Cuyos pecados perdonáredes,
serán perdonados (Jn 20, 23). Dice el confesor: “Yo te absuelvo de todos
pecados”. Asíos a esta palabra: que veis ahí los remedios que Dios dejó para los
que le ofendieren.
Lecciones sobre 1 San Juan (I). II, pg. 339.
-Por pecado venial no se quita la amistad con Dios; y si pecaste
mortalmente, remedio hay. ¿Quebrantaste la palabra de la castidad, la de no
jurar? Palabra hay con que se suelde y remedie. ¿Qué palabra? Arrepentíos y
confesaos, y con esta palabra se remediará el mal de la otra. Conviene a saber:
Quorum remiseritis peccata (Jn 20, 23). Que, si por pecar habéis de
perder el esperanza, San Pedro Pecó y David. Levantaos, que Dios os da la mano.
Lecciones sobre 1 San Juan (II). II, pg. 456.
–¿Qué día es este? – Día de consolación. – ¿Qué día es hoy? – Hoy es el
día cuando el Consolador vino del cielo a la tierra. – ¿Qué día es hoy, padre?
Este día es tan grande, de tanta dignidad, que quien en él no tiene parte, no la
tiene en ningún otro día de Jesucristo; ya que la muerte de Jesucristo ganó perdón
de pecados, pero sin la gracia que hoy se da, no te aprovecha nada. Ven acá,
¿qué te aprovecharía que gastases toda tu hacienda por tener una medicina que
mucho vale, si después de habida no la quieres tomar? ¿Qué aprovecha la
medicina no tomada para tu enfermedad? Quedarte has enfermo y hacerte han que
pagues la medicina. Lo que Jesucristo obró, la muerte que Jesucristo pasó, la
costa que hizo, la medicina que obró para tu enfermedad, si quieres tomarla
sanarás, quedarás libre del todo; si no la quieres tomar, haránte que paguen en
el infierno lo que Jesucristo pasó. Si la recibes, Jesucristo quedará muy
contento y pagado de todo cuanto pasó en este mundo; pero si no quieres tener
parte con este día, si no quieres recibir el Espíritu Santo; “Si alguno no tuviere
el Espíritu de Cristo, este tal no es de Jesucristo”, no se puede salvar (cf. Rm
8, 9).
Salió la sacratísima Virgen a ellos como solía, y esforzólos y dijoles: “¿Por
qué tenéis poca fe en vuestro Maestro y mi Hijo? Él os consolará como lo ha
prometido. ¿No sabéis amados hijos y discípulos de mi sacratísimo Hijo, que la
Ley que se dio en el monte Siná se dio desde a cincuenta días que subieron de
Egipto? Cincuenta días ha que padeció Jesucristo mi Hijo y os sacó del
captiverio del pecado; hoy vendrá el Espíritu Santo. ¿No sabéis también que de
cincuenta años era el jubileo en que los captivos eran libres, y las cosas
vendidas, volvía a sus dueños, y era año de alegría y gran regocijo, año de
perdón, donde se soltaban las deudas? Así, a cincuenta días después de la
pasión vendrá el jubileo, vendrá el Esíritu Santo Consolador, que os remediará
del captiverio en que estáis. Dios os perdonará las deudas, no sólo a vosotros,
pero a todos; porque determinado está que a la misma hora que dio Dios vida al
cuerpo, que le dio Dios ánima, a esa misma hora dará ánima a nuestra ánima. A
las nueve vendrá, no os desmayéis, tened confianza, que vendrá. Sentaros.
Como un desposado que da joyas a su esposa; pero no es aquel desposorio
sino señales: darle manillas en los brazos, darle zarcillos [arete o anillo
de metal, casi siempre precioso, que como adorno llevan algunas mujeres
atravesado en el lóbulo de cada una de las orejas, rae.es] en las orejas.
Así hace el Espíritu Santo: da joyas, da manillas y ajorcas [especie de argolla
(aro grueso, anillo de matrimonio) de oro, plata u otro metal, usada en las
muñecas, brazos o tobillos, rae.es] de
virtudes y de buenas obras en entre ambos brazos, para que el pecador, tan bien
aderezado, le abrace. Da también zarcillos en las orejas, pidiendo atención
para obedecer a lo que al oído allá dentro le dijere; pero no es éste el matrimonio.
Dale los siete dones suyos. Todas estas dádivas son arras y ajuar y preparación
para la venida; dones son el desposado, pero el abrazo no sé qué es.
Es fuego que quema todas estas cosas y las deshace para que nos puedan
empecer [dañar, rae.es], como a pajuelas. No es más esto delante del
fuego del Espíritu Santo que una pajita liviana, echada en una grandísima
hoguera. Cuando tengas el Espíritu Santo, Él mata todo lo que daña; pero si hay
pajitas, señal es que no hay fuego que las queme. Si estás hermano, sometido a tus
vicios, si estás inclinado a maldades, si tienes en tu corazón pensamientos de
liviandad, si tienes fantasía, todo esto estorba; y todo esto quema el Espíritu
Santo cuando viene, y no hay cosa que no se le resista. Cuando viene el
Espíritu Santo, no basta nadie a resistirle. Ni la mozuela loca que su vida no
era otra cosa sino un continuo pensamiento en cómo se vestiría, y como se
pondría galana, y como se había de afeitar la cara Cuando el Espíritu Santo
viene, hace que la mozuela se huelgue de andar templada en el vestido; ya
escoge las lágrimas como agua maravillosa para la cara, ya tiene humildad,
porque vino el Espíritu Santo.
Esfuerza, hermano, que hoy es día de perdón; hoy se admiten todos; si
quieren conocer sus culpas y dolerse de ellas y confesarse, no hay más. Y tú,
mancebo, ¿piensas que no puedes dejar de pecar y que no te puedes apartar de
ello? Prueba y apártate que hoy es día de perdón; hoy se da fuerza para vender
y derribar aquello que te derribaba; hoy se dan fuerzas, si tú las quieres
tomar para vencer tus pasiones; hoy es el día en el cual prometió Dios de quitar
el corazón de piedra, de quitar la sequedad del alma; hoy es el día en que da
corazones blandos, corazones arrepentidos; hoy es el día en que dará corazones
aparejados para llorar vuestros pecados y saberlos conocer; hoy es el día en
que os dará un soplo, no en las orejas, no en los oídos, no en nada de lo que acá fuera, sino
dentro de vuestros corazones, u9n soplo que os dé vida, un soplo que os dé
fortaleza, un soplo que os dé castidad, un soplo que os dé humildad, un soplo
que os dé caridad y amor y todas las virtudes, un soplo que refresque vuestras
ánimas.
Plegue el Espíritu Santo, por los merecimientos de Jesucristo, y por
aquella sangre que derramó en la cruz por nosotros, tenga por bien venir en
nuestros corazones y sanar nuestras ánimas, alumbrar nuestros entendimientos,
para que conozcamos a Dios, y enderezar nuestra voluntad para solamente amar a
Dios y se olvidar de las cosas del suelo, y soportar nuestra carne, y darnos
humildad, castidad y caridad para con nuestros prójimos, y darnos sus siete
dones, para que teniendo su gracia nos dé la gloria.
Sermón del Lunes de Pentecostés. III, pgs. 378-386
A cuando se os muere algún hijo chiquito, que lloráis y dais gritos. ¿Y de
qué lloráis? Si el niño supiese hablar, diría: “¿No lloréis, madre, mas gozaos
de mi bien, que voy a gozar a Dios”. ¿Qué sentiremos de esta subida de Cristo a
lo alto? Dijo en otra parte a la Magdalena: Decid a mis hermanos que subo al
Padre mío y al Padre vuestro, al Dios mío y al Dios vuestro (cf. Jn 20,
19).
Sermón del Jueves de la Ascensión. III, pg. 229.
Sicut me misit (cf. Jn 20, 21). No fue desamor de mi Padre, ni mío, enviaros a predicar
mi nombre, poneros a fuerza e violencia del mundo. Para tan gran hecho gran
ayuda: Accipite Spiritum Sanctum (Jn 20, 23). Extraña largueza, que
aquel poder que hasta aquel punto ante Dios quería dar a entender que Dios le
tenía, no usó de él: que un hombre pueda abrir e cerrar el cielo.
Sermón del martes de Pascua. III, pg. 227.
Y a quien le pareciere pequeña la autoridad de ellos, oiga la palabra de
Cristo nuestro Redemptor, que dice: Cuyos pecados perdonáredes, serán
perdonados; y los que retuviéredes, serán retenidos (Jn 20, 23). En las
cuales palabras instituyó el santísimo sacramento de la Penitencia.
Sermón del Santísimo Sacramento. III, pg. 657.
Pues ansí lo hizo Jesucristo con nosotros, que nos dio poder para que negocien
con nosotros todo lo que a su hacienda y honra tocare, y que por soberbio, por
sucio, por abominable, por endiablado que sea el hombre, por deshonra que haya
hecho a Dios y con ellos al hombre, dirá Dios: “Id a un sacerdote, pues le he dado
poder para que de mi parte os perdone y absuelva de todos vuestros pecados, y
él os perdonará en mi nombre”. - ¿Quién lo dijo, padre? ¿Es por ventura Escoto,
es San Agustín? – Más que eso, es el mismo Jesucristo. ¡Bendito Él sea! Amén. A
quien perdonáredes sus pecados, serles han perdonados, etc. (Jn 20, 23).
Sermón de la Octava del Corpus. III, pg. 784.
Cierto es que nació en pobreza y aspereza, y de la misma manera vivió, y
con crecimiento de esto murió. Y habiendo Él traído la embajada del Padre con
este tan humilde aparato, no se agradará que su embajador, pues es de rey
celestial, vaya con aparato de mundo, pues dijo por San Joan: Sicut misit me
Pater, et ego mittam vos (Jn 20, 21). El corazón ardiendo en celo de la
honra del Padre y de la salvación de las ánimas le trajo al mundo. Y aquel gran
fuego del celo de la casa de Dios quemó todo el aparato mundano, que, pesado
con justas balanzas, no es sino pajas, y donde hay fuego de amor de Dios, luego
son quemadas con gran ligereza. No piense vuestra señoría persuadir a nadie reformación,
si él no va reformado.
A un obispo de Córdoba. IV, pg. 603.
Diga misa cada día, aunque no sienta devoción, y confiese a no más tardar
de tres a tres días, con profundo conocimiento de sus males y crédito que son
muy más y mayores que él conoce y con entera fe y devoción en este sacramento,
por la palabra del Señor: Quorum remiseritis peccata, etc. (Jn 20, 23),
y si Dios le da luz con que se conozca y fe para esta palabra, serle ha este
sacramento grandísima dulcedumbre y seguridad. Si alguna persona le importunare
mucho que la confiese, hágalo con aquel aparejo como cuando va a decir misa; y
no querría que fuesen mujeres ni que fuesen muchos, sino a alguna cosa
particular que pareca mandarla Dios.
A un predicador. IV, pg. 39.
San Oscar Romero.
Por eso, en este día del cumpleaños de la Iglesia, hemos de implorar
mucho la fuerza del Espíritu para que esta Iglesia, concretamente en la
Arquidiócesis de San Salvador, tenga muchos sacerdotes, religiosos, religiosas,
catequistas, seglares comprometidos, comunidades que de veras se dejan conducir
por la fuerza del Espíritu Santo. Pero baste cuanto se ha dicho para que quede
bien claro en nuestra fe y en nuestra esperanza, en nuestra alegría pascual,
que nosotros tenemos la dicha de pertenecer a ésta Iglesia que es en medio del
mundo el signo eficaz de una nueva creación. Y entonces tratemos católicos, si
de verdad tenemos fe en el Espíritu Santo, de dejamos renovar, ser hombres
nuevos, de esos que necesitan las estructuras nuevas; y hacer de nuestra patria
una patria nueva, y hacer de todos los pecados de El Salvador y de todas sus
instituciones también el objeto de nuestra misión: destruir el pecado y en cambio
construir el reino de Dios.
Si de veras somos el pueblo que ha invadido el Espíritu Santo, y en El
Salvador tiene que ser el católico salvadoreño un germen de renovación, si la
Iglesia es la depositaria de aquel soplo creador del Redentor para hacer de
todos sus seguidores, liberadores auténticos de la verdadera libertad del
pecado y para la verdadera promoción de la vida en gracia de Dios, hacer hijos
de Dios, ciudadanos del cielo, no permitamos que este país, tan gloriosamente
llamado el del Divino Salvador, que así se podía llamar todo el mundo porque
todo el mundo que cree en Cristo es una prolongación de su divina salvación,
pero nosotros salvadoreños con mayor empeño, hagamos de nuestro bautismo, de
nuestro compromiso, de nuestro evangelio, verdaderamente una promesa fiel a
pesar de todo, de que hemos de trabajar impulsados por el Espíritu. Lo sentimos
todos, pero no todos somos fieles a Él. Sentimos que nos reprocha nuestras
cobardías, pero somos capaces de superar esas cobardías. Sentimos que sopla
fuertemente para hacernos más valientes y somos cobardes y hasta traidores y
mentimos cuando él es el Espíritu de la verdad. No debían llamarse cristianos
aquellos que han recibido el Espíritu Santo y lo están tratando a bofetadas
porque sólo viven de la mentira, de la injusticia, de la calumnia, de la
violencia y de todo aquello que es reprimir la vida del Espíritu.
Ojalá nuestra Iglesia fuera, de veras, la nueva creación en medio de
todas las circunstancias de nuestra historia.
Homilía, 14 de mayo de 1978.
Papa Francisco. Regina Caeli.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Ahora que la plaza está abierta, podemos volver.
¡Es un placer!
Hoy celebramos la gran fiesta de Pentecostés, en
memoria de la efusión del Espíritu Santo sobre la primera Comunidad Cristiana.
El Evangelio de hoy (cf. Juan 20, 19-23) nos remite a la tarde de Pascua y nos
muestra a Jesús resucitado que se aparece en el Cenáculo, donde se refugiaron
los discípulos. Tenían miedo. «Se presentó en medio de ellos y les dijo: “La
paz con vosotros”» (v. 19). Estas primeras palabras que pronuncia el
Resucitado: «La paz con vosotros», se deben considerar más que un saludo:
expresan el perdón, el perdón concedido a los discípulos que, a decir verdad,
lo habían abandonado. Son palabras de reconciliación y perdón. Y nosotros
también, cuando deseamos la paz a los demás, estamos dando el perdón y pidiendo
perdón también. Jesús ofrece su paz precisamente a estos discípulos que tienen
miedo, a los que les cuesta creer lo que han visto, es decir, la tumba vacía, y
que subestiman el testimonio de María Magdalena y de las otras mujeres. Jesús
perdona, siempre perdona, y ofrece su paz a sus amigos. No lo olvidéis: Jesús
nunca se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir
perdón.
Al perdonar y reunir a los discípulos en torno a Sí
mismo, Jesús hace de ellos una Iglesia, su Iglesia, que es una comunidad
reconciliada y lista para la misión. Reconciliados y listos para la
misión. Cuando una comunidad no está reconciliada, no está lista para la
misión: está lista para discutir dentro de sí misma, está lista para las
[discusiones] internas. El encuentro con el Señor Resucitado transforma la
existencia de los Apóstoles y los convierte en valientes testigos. De hecho,
inmediatamente después dice: «Como el Padre me envió, también yo os envío» (v.
21). Estas palabras dejan claro que los Apóstoles son enviados a prolongar la
misma misión que el Padre ha confiado a Jesús. «Os envío»: no es tiempo de
encerrarse, ni de lamentarse: de lamentarse recordando los “buenos tiempos”, el
tiempo pasado con el Maestro. La alegría de la Resurrección es grande, pero
es una alegría expansiva, que no debe guardarse para sí mismo, es para darla.
En los domingos del Tiempo pascual escuchamos primero este mismo episodio,
luego el encuentro con los discípulos de Emaús, seguidamente el Buen Pastor, los
discursos de despedida y la promesa del Espíritu Santo: todo ello está
orientado a fortalecer la fe de los discípulos —y también la nuestra— en vista
de la misión.
Y precisamente para animar la misión, Jesús da a
los Apóstoles su Espíritu. El Evangelio dice: «Sopló sobre ellos y les dijo:
“Recibid el Espíritu Santo”» (v. 22). El Espíritu Santo es fuego que quema
los pecados y crea hombres y mujeres nuevos; es fuego de amor con el que
los discípulos pueden “incendiar el mundo”, ese amor tierno que prefiere a los
pequeños, a los pobres, a los excluidos... En los sacramentos del Bautismo y de
la Confirmación hemos recibido el Espíritu Santo con sus dones: sabiduría,
inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad, temor de Dios. Este último
don —el temor de Dios— es precisamente lo contrario del miedo que antes paralizaba
a los discípulos: es el amor al Señor, es la certeza de su misericordia y
bondad, es la confianza de que podemos avanzar en la dirección indicada por Él,
sin perder nunca su presencia y su apoyo.
La fiesta de Pentecostés renueva la conciencia de que
la presencia vivificante del Espíritu Santo habita en nosotros. También nos da
el coraje de salir de las cuatro paredes protectoras de nuestros “cenáculos”,
de los grupos pequeños, sin acomodarnos en una vida tranquila o encerrarnos en
hábitos estériles. Ahora elevemos nuestros pensamientos a María. Ella estaba
allí, con los Apóstoles, cuando vino el Espíritu Santo, protagonista con la
primera Comunidad de la admirable experiencia de Pentecostés, y le rogamos que
obtenga para la Iglesia el ardiente espíritu misionero.
Regina Coeli, 31 de mayo de 2020.
DOMINGO
SANTÍSIMA TRINIDAD. 4 de junio de 2023.
Monición de entrada.-
Dios nos invita a la misa.
Y comenzamos la misa en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Hoy es la fiesta de la Santísima Trinidad,
el domingo que dedicamos a pensar en ella.
En Dios que es una familia de personas que
se quieren desde siempre y para siempre.
Señor, ten piedad.-
A ti el Hijo
de Dios vivo te pedimos. Señor, ten piedad.
A ti la cara viva
de Dios Padre, te pedimos. Cristo, ten
piedad.
A ti el que
tiene el Espíritu Santo, te pedimos. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Jesús, te pido por el Papa Francisco y el obispo
Enrique; para que los tres estéis siempre en sus corazones. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por todos los cristianos;
para que estemos unidos y nos queramos. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por los musulmanes y los
judíos; para que les ayudes a querer mucho a Dios. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por los que no creen en
ti; para que les ayudes a querer a los demás. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por nosotros; para que seamos
una sola familia. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.-
María, queremos darte las gracias por
decir sí a Dios y así hacer que el Hijo de Dios pudiese tener una cara como la
nuestra.
GUIÓ
MISSA D’INFANTS. SANTÍSSIMA TRINITAT. 4 de juny de 2023.
Monició d’entrada.-
Déu
ens convida a missa.
I
comencem la missa amb el nom del Pare i del Fill i de l’Esperit Sant.
Avui
és la festa de la Santíssima Trinitat, el diumenge que dediquem a pensar en
ella.
En
Déu que és una família de persones que s’estimen des de sempre i per sempre.
Senyor, tingueu pietat.-
Vos, el Fill
de Déu viu, et demanem. Senyor, tingueu pietat.
Vos, el rostre
viu de Déu Pare, et demanem. Crist, tingueu pietat.
Vos, el qui té
l’Esperit Sant, et demanem. Senyor, tingueu pietat.
Plegaries.-
Jesús, et demane pel Papa Francesc i el
bisbe Enric; per que els tres estigueu sempre als seus cors. T’ho demane,
Senyor.
Jesús, et demane per tots els cristians;
per que estiguem units i ens estimem. T’ho demane, Senyor.
Jesús, et demane pels musulmans i els jueus;
per que els ajudes a estimar molt a Déu. T’ho demane, Senyor.
Jesús, et demane pels qui no creuen en tu;
per que els ajudes a estimar els altres. T’ho demane, Senyor.
Jesús, et demane per nosaltres; per que
siga’m una sola família. T’ho demane, Senyor.
Acció de gràcies.
Maria, volem donar-te les gràcies per
dir Sí a l’àngel i així fer que el Fill de Déu puguesi tindre una cara com la
nostra.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española.
BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Nuevo
Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González.
BAC. Madrid. 2017.
Biblia
Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.
Catecismo
de la Iglesia Católica. Nueva Edición. Asociación
de Editores del Catecismo. Barcelona 2020.
La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia.
Ciudad Nueva. Madrid. 2006.
Pío de Luis,
OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las
lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.
San Juan de
Ávila. Obras Completas I. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid.
2015.
San Juan de Ávila. Obras
Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores.
BAC. Madrid. 2013.
San
Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid. 2015.
San
Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.
No hay comentarios:
Publicar un comentario