Lectura del libro del Éxodo 34,4b-6.8-9
En aquellos días, Moisés madrugó y subió a la montaña del Sinaí,
como le había mandado el Señor, llevando en la mano las dos tablas de piedra.
El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí y Moisés pronunció el nombre
del Señor. El Señor pasó ante él proclamando:
-Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y
rico en clemencia y lealtad.
Moisés al momento se inclinó y se postró en tierra. Y le dijo:
-Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque
es u9npueblo de dura cerviz, perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como
heredad tuya.
Textos
paralelos.
Moisés invocó el
nombre de Yahvé.
Ex 33, 18-23:
Entonces, Moisés exclamó: “Muéstrame tu gloria”. Y él le respondió: “Yo haré
pasar ante ti toda mi bondad y pronunciaré ante ti el nombre del Señor, pues yo
me compadezco de quien quiero y concedo mi favor a quien quiero”. Y añadió: “Pero
mi rostro no lo puedes ver, porque no puede verlo nadie y quedar con vida”.
Luego dijo el Señor: “Aquí hay un sitio, junto a mí; ponte sobre la roca.
Cuando pase mi gloria, te meteré en una hendidura de la roca y te cubriré con
mi mano hasta que haya pasado”. Después, cuando retire la mano, podrás ver mi
espalda, pero mi rostro no lo verás”.
Yahvé pasó delante
de él y exclamó:
Ex 3, 14: Dijo Dios a Moisés: “Yo soy el que
soy”; esto dirás a los hijos de Israel, “Yo soy” me envía a vosotros.
Yahvé Dios misericordioso y clemente.
Ex 20, 5: No te postrarás ante ellos, ni les
darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo el
pecado de los padres en los hijos, hasta la tercera y la cuarta generación de
los que me odian. Pero tengo misericordia por mil generaciones de los que me
aman y guardan mis preceptos.
Nm 14, 18: Señor, lento a la ira y rico en
piedad, que perdona la culpa y el delito, pero no lo deja impune, que castiga
la culpa de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación.
Dt 5, 9-10: No te postrarás ante ellos ni les
darás culto, porque yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la
culpa de los padres en los hijos hasta la tercera y la cuarta generación de los
que me odian, pero tengo misericordia por mil generaciones de los que me aman y
observan mis preceptos.
Sal 86, 15: Pero tú, Señor, / Dios clemente y
misericordioso, / lento a la cólera, rico en piedad y leal.
Jr 32, 18: Tú manifiestas tu amor a lo largo
de generaciones, pero pides cuentas a los hijos de la culpa de los padres. Tú
eres un Dios grande y fuerte: te llamas Señor del universo.
Na 1, 3: Camina sobre la tormenta y la
tempestad, / la nube es el polvo de sus pies.
Jl 2, 13: Rasgad vuestros corazones, no
vuestros vestidos, / y convertíos al Señor vuestro Dios, / un Dios compasivo y
misericordioso, / lento a la cólera y rico en amor, / que se arrepiente del
castigo.
Jn 1, 14: Y el Verbo se hizo carne y habitó
entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del
Padre, lleno de gracia y de verdad.
Si he obtenido tu favor.
Ex 32, 11-14: Entonces Moisés suplicó al
Señor: “¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú
sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? ¿Por qué han de decir los
egipcios: “con mala intención los sacó, para hacerlos morir en las montañas y
exterminarlos de la superficie de la tierra”? Aleja el incendio de tu ira,
arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de tus siervos, Abrahán,
Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo: “Multiplicaré vuestra
descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado
se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre”. Entonces se
arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.
Notas
exegéticas.
34 El capítulo 34, 1-28 es el relato
de la tradición yahvista de la conclusión de la alianza, pero glosas en los vv.
2 y 4 hacen de él solo yna renovación de la alianza. Fuera de esas glosas y de
los vv. 6-9 hay adiciones de los redactores.
34 6 No se sabe si el sujeto de “exclamó”
es Yahvé o Moisés, pero, aunque lo que sigue parece una confesión de fe, Yahvé
había prometido proclamar su nombre. Lo mejor es ver aquí la realización de la
promesa de 33, 19-23. La cita de Nm 14, 17-18 lo confirma.
Salmo
responsorial
Daniel 3, 52-56b.
R/. ¡A
ti gloria y alabanza por los siglos!
Bendito
eres, Señor, Dios de nuestros padres.
Bendito
tu nombre, santo y glorioso. R/.
Bendito
eres en el templo de tu santa gloria. R/.
Bendito
eres sobre el trono de tu reino. R/.
Bendito
eres tú, que sentado sobre querubines
sondeas
los abismos. R/.
Bendito
eres en la bóveda del cielo. R/.
Textos
paralelos.
Bendigo
seas, Señor, Dios de nuestros padres.
Dn 3, 26: Bendito
eres, Señor, Dios de nuestros padres / digno de alabanza y glorioso, es tu
nombre.
Bendito
seas en el templo de tu santa gloria.
Is 6, 1: El año de
la muerte del rey Ozías vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la
orla de su manto llenaba el templo.
Sal 150, 1:
Aleluya. Alabad al Señor en su templo, / alabadlo en su fuerte firmamento.
Sentado
sobre querubines.
Ex 25, 18: Harás
dos querubines cincelados en oro, para los dos extremos del propiciatorio.
2 S 6, 3: Pusieron
el Arca de Dios en un carro nuevo y la llevaron desde la casa de Abinadab; en
la colina. Uzá y Ajió hijos de Abinadab, conducían el carro nuevo.
Notas
exegéticas.
3 52 (a) El cántico de bendición de
los vv. 52-90, probablemente más antiguo que lo precedente, se caracteriza por
un lirismo barroco que ha ido creciendo por acumulación.
3 52 (b) En distintos momentos, el
grito utiliza verbos compuestos: “super-alabado”, “super-exaltado”, “super-glorificado”.
Este estilo, inimitable en castellano, no ha sido reproducido en la traducción.
3 55 Es una de las formas de invocar
a Yahvé en el arca de la Alianza, ver 1 S 4, 4. Sobre los querubines del templo
de Jerusalén, ver Ex 25, 18; 1 R 6, 22-28; 2 Cro 3, 10-13.
Segunda
lectura.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 13, 11-13
Hermanos, alegraos, trabajad por vuestra perfección, animaos;
tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con
vosotros. Saludaos mutuamente con el beso santo. Os saludan todos los santos.
La gracia del Señor Jesucristo, el amor d Dios y la comunión del Espíritu Santo
están siempre con vosotros.
Textos
paralelos.
Con el beso santo.
Rm 16, 16: Saludaos unos a
otros con el beso santo. Os saludan todas las Iglesias de Cristo.
1 Co 16, 20: Os saludan todos
los hermanos. Saludaos mutuamente con el beso santo.
1 Ts 5, 26: Saludad a todos los
hermanos con el beso santo.
Notas
exegéticas:
13 12 Se trata del beso litúrgico,
símbolo de la fraternidad cristiana.
13 13 Esta fórmula trinitaria, probablemente
de origen litúrgico, ver también Mt 28, 19, tiene eco en diversos pasajes de
las epístolas, donde las funciones repetitivas de la Tres personas se presentan,
según las variaciones de los diversos contextos, fórmulas ternarias que refuerzan el
pensamiento trinitario. Comparar también la tríada de las virtudes teologales,
1 Co 13, 13.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 3, 16-18
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito para que todo el
que cree en él no perezca, sino que tenga la vida eterna. Porque Dios no envió
a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por
él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque
no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Textos
paralelos.
Tanto amó Dios al mundo.
1 Jn 4, 9: En esto se manifestó
el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que
vivamos por medio de él.
Gn 22, 13: Pero el ángel del
señor le gritó desde el cielo: “¡Abrahán”. Él contestó: “Aquí estoy”. El ángel
le ordenó: “No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he
comprobado que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único
hijo”. Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos de la
maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su
hijo. Abrahán llamó aquel sitio: “El Señor ve”, por lo que se dice aún hoy: “En
el monte el Señor es visto”.
Mt 21, 37: Por último les mandó
a su hijo, diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo”.
Rm 8, 22: Porque sabemos que
hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto.
Para que el mundo se
salve por él.
Jn 1, 9: El Verbo era la luz
verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
Jn 12, 47: Al que oiga mis
palabras y no las cumpla, yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al
mundo, sino para salvar al mundo.
2 Co 5, 19: Porque Dios mismo
estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirles cuenta de sus
pecados, y ha puesto en nosotros el mensaje de reconciliación.
Hch 4, 12: No hay salvación en
ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el
que debamos salvarnos.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
3 15 La sección 3, 16-21 tiene su
paralelo en 12, 46-50, pero parece de redacción más reciente. Un mismo tema
joánico se ha desarrollado en dos perspectivas diferentes. Esta sección
desarrolla una cristología “elevada”; la otra, que glosa a Dt 18, 15-18 ,
presenta simplemente a Cristo como el nuevo Moisés.
3 18 Para el judaísmo y muchos textos
neotestamentarios, el juicio final es esperado para el fin de la historia. Para
Jn el juicio tiene ya lugar cuando el hombre se encuentra en presencia de Jesús
(especialmente de su cruz, 16, 11) y rechaza la revelación (3, 19-21).
Notas
exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica
16-21 Muy en el estilo de Jn, la
conversación [con Nicodemo] no concluye, sino que deriva hacia reflexiones
meditativas del evangelista: la redención tiene su fuente en el amor de Dios a
los hombres, y la realiza el Hijo entregando su vida: su finalidad es salvar;
pero el hombre puede permanecer en la oscuridad y no creer en el Hijo.
16 De tal manera amó Dios… que
entregó a su Hijo: la admiración de santa Teresa: “Bendito seáis por siempre”, venía de
siglos: “El que a su propio Hijo no lo perdonó, sino que lo entregó por todos
nosotros, ¿cómo junto con él, no va también a regalarnos todo?” (Rm 8, 32). “Dios
ha dado al hombre, “la tierra, el mar, y cuanto hay en ellos” […]. Pero,
después de todo esto, se dio a sí mismo: “De tal manera amó Dios al mundo que
le entregó a su Hijo unigénito” para la vida de este mundo. Así, pues, ¿qué
cosa grande hará un hombre si se ofrece a Dios, cuando el mismo Dios se ofreció
antes a él” (Orígenes).
El mundo: en los escritos de san Juan es
palabra polivalente: puede significar el universo (lo que un judío
llamaría “el cielo y la tierra”), o la humanidad, el género humano; y
este segundo significado se desdobla en dos: el conjunto de seres humanos,
objeto del amor salvador de Dios (así en este pasaje), o el mundo malo, es
decir, los seres humanos que, como seres libres, rechazan creer en Jesús,
revelador del Padre (1 Jn 2, 15-17); compárese el término mundo en el
lenguaje de san Pablo: 1 Cor 3, 19.
17 Condenar: lit. juzgar, en sentido
peyorativo. Lio mismo que en otros textos de Jn, como en v. 18; 7, 51; 18, 31.
18-21 El misterio de la incredulidad
de los hombres está en que, al no aceptar a Cristo, el mensaje del Evangelio se
les convierte en motivo de condenación; el incrédulo se condena a sí mismo. Los
tiempos gramaticales de los verbos indican, conforme al pensamiento de Jn, que
la vida y la condenación eternas comienzan ya ahora, según que uno se
decida en favor o en contra de Jesús. Esta decisión adelanta al tiempo presente
la sentencia del juicio futuro (que Jn admite como tal: 5, 27-29).
18 El nombre: que tiene Jesús en los escritos
de san Juan es “el Hijo” (cf. 1, 12).
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé:
3, 16 El acto que realizó Dios de
mandar a su Hijo unigénito para nuestra redención y para otorgarnos vida eterna
fue fruto de su amor supremo. De hecho, Dios Padre nos entregó a Cristo en la
Encarnación precisamente para revelar su grandísimo amor. Aquellos que rechazan
este regalo de Cristo, de amor y redención, se privan a sí mismos de la vida
eterna. Aquellos que eligen caminar bajo la luz de Cristo obtendrán la
felicidad en esta vida y vida eterna en la siguiente. Cat 219, 444, 454 y 458.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
219 El amor de Dios a Israel es comparado al amor de un padre a su hijo (Os
11, 1). Este amor es más fuerte que el amor de una madre a sus hijos. Dios ama
a su pueblo más que un esposo a su amada (Is 62, 14-15); este amor vencerá
incluso las peores infidelidades (Ez 16; Os 11); llegará hasta el don más
precioso: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único” (Jn 3, 16).
444 Los evangelios narran en dos momentos solemnes, el Bautismo y la
transfiguración de Cristo, que la voz del Padre lo designa como su “Hijo amado”
(Mt 3, 17). Jesús se designa a sí mismo como “el Hijo Único de Dios” (Jn 3, 16)
y afirma mediante este título su preexistencia eterna (Jn 10, 36). Pide la fe
en “el Nombre del Hijo Único de Dios” (Jn 3, 18). Esta confesión cristiana
aparece ya en la exclamación del centurión delante de Jesús en la cruz: “Verdaderamente
este hombre era hijo de Dios” (Mc 15, 39), porque es solamente en el misterio
pascual donde el creyente puede alcanzar el sentido pleno del título “Hijo de
Dios”.
454 El nombre de Hijo de Dios significa la relación única y eterna de
Jesucristo con Dios su Padre: Él es el Hijo único del Padre (Jn 1, 14) y Él
mismo es Dios (Jn 1, 1). Para ser cristiano es necesario creer que Jesucristo
es el Hijo de Dios (Hch 8, 37).
458 El Verbo se encarnó para que nosotros conociésemos el amor de Dios: “En
esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su
Hijo único para que vivamos por medio de él” (1 Jn 4, 9). “Porque tanto amó
Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no
perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16).
198 Nuestra Profesión de Fe comienza por Dios, porque Dios es “el primero y
el [...] último” (Is 44, 6), el principio y el fin de todo. El Credo comienza por
Dios Padre, porque el Padre es la primera Persona divina de la Santísima
Trinidad; nuestro Símbolo se inicia con la creación del cielo y de la tierra,
ya que la creación es el comienzo y el fundamento de todas las obras de Dios.
232 Los cristianos son bautizados “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo” (Mt 28, 19). Antes responden “Creo” a la triple pregunta que les pide
confesar su fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu: Fides omnium christianorum
in Trinitate consistit (“La fe de todos los cristianos se cimenta en la Santísima
Trinidad”, S. Cesareo de Arles).
233 Los cristianos son bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo y no en los nombres de estos (Virgilio), pues no hay más que un
solo Dios, el Padre todopoderoso y su Hijo único y el Espíritu Santo: la Santísima
Trinidad.
234 El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de
la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de
todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza
más fundamental y esencial de la jerarquía de las verdades de fe. Toda la
historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los
medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
se revela a los hombres, los aparta del pecado y los reconcilia consigo.
237 La Trinidad es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los
misterios escondidos en Dios, “que no pueden ser conocido si no son revelados
desde lo alto” (C. Vaticano I, Const. Dogm. Dei Filius, c. 4). Dios,
ciertamente, ha dejado huellas de su ser trinitario en su obra de Creación y en
su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de su Ser
como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón e
incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el envío
del Espíritu Santo.
Concilio Vaticano II
No se debe infravalorar el hecho de que los dogmas fundamentales de la fe
cristiana sobre la Trinidad y el Verbo de Dios, encarnado de la Virgen María,
fueron definidos en Concilios ecuménicos celebrados en Oriente. Aquellas Iglesias
han sufrido y sufren mucho para conservar esta fe.
Unitatis redintegratio, 14.
Todo el que ha sido llamado a la profesión de los consejos ha de procurar
con empeño perseverar y progresar en la vocación a la que Dios le ha llamado,
para que la Iglesia sea más santa y para la mayor gloria de la única e
indivisible Trinidad, que en Cristo y por Cristo es la fuente y el origen de
toda santidad.
Lumen gentium, 47.
Quera Dios y Padre de todos que la familia humana, observando con
diligencia el principio de libertad religiosa en la sociedad, por la gracia de
Cristo y el poder del Espíritu Santo, llegue a aquella sublime e indefectible “libertad
de la gloria de los hijos de Dios” (Rm 8, 21).
Dignitatis humanae, 15.
San Agustín
Dios Padre no es Padre del Espíritu Santo, sino del Hijo; y Dios Hijo no
es hijo del Espíritu Santo, sino del Padre; y Dios Espíritu Santo no es
espíritu de solo el Padre o de solo el Hijo sino del Padre y del Hijo. [...]
Por eso, según nuestra capacidad, y en cuanto se nos permite ver estas cosas
por espejo y en enigma (1 Co 13, 12), especialmente a unos hombres como
nosotros, se nos presenta en el Padre el origen, en el Hijo la natividad, en el
Espíritu Santo del Padre y del Hijo la comunidad, y en los tres la igualdad. [...]
El Padre es, pues, para el Hijo verdad, origen veraz; el Hijo es la verdad, nacida
del Padre veraz; y el Espíritu Santo es la bondad, difundida por el Padre bueno
y el Hijo bueno; y los tres son una divinidad igual, inseparable unidad.
Los Santos Padres.
Dios, al amar al mundo, dio al Hijo; no al
adoptivo, sino al suyo, al unigénito. Se trata de lo que le es propio, del que
ha nacido, del que es realmente Hijo. No hay creación ninguna, ni adopción, ni
falsedad. Esta es la garantía del amor y la caridad de Dios; haber dado a su
Hijo Unigénito para la salvación del mundo.
Hilario de Poitiers, Sobre la Trinidad, 6, 10. 4a, pg.
198.
Muchos de los más deshonestos, abusando de la
bondad de Dios para con el género humano, a fin de cometer más pecados y
sumergirse cada vez más en la pereza, hacen razonamientos como el que sigue: el
infierno no existe, no hay castigos, Dios nos perdona todos los pecados... Pero
os recuerdo que dos serán las venidas de Cristo. Una ya se ha producido, la
otra sucederá en el futuro. La primera fue no para castigar nuestros pecados,
sino para perdonarlos. La segunda, por el contrario, no será para perdonar, sino
para juzgar el mal que hayamos cometido. Él dice de la primera: “No he venido
para juzgar, sino para salvar el mundo”. Y de la segunda, en cambio: “Cuando
venga el Hijo en la gloria de su Padre, pondrá las ovejas a su derecha y las
cabras a su izquierda" (Mt 25, 31.33). “ Los unos irán a la vida, los
otros al suplicio eterno” (Mt 25, 46). También la primera venida habría podido
tener como fin el juicio, en estricto rigor de justicia... Mas, siendo
indulgente, no quiso pedir cuentas, sino que ofreció el perdón. Si entonces hubiera
hecho justicia, todos habrían sido castigados: “Todos pecaron y están privados
de la gloria de Dios” (Rm 3, 23), dice el Apóstol. ¿Veis, así, cómo resplandece
la infinita grandeza de la misericordia de Dios respecto al género humano?
Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev. de Juan, 28, 1. 4a, pgs.
199-200.
San Juan de Ávila
Mucha razón tiene Dios de quejarse, y sus pregoneros para reprehender a
los hombres, de que tan olvidados estén de esta merced, digna que por ella se
diesen gracias a Dios de noche y de día. Porque, como dice San Juan, así amó
Dios al mundo que dio su unigénito Hijo, para que todo hombre que creyere en él
y le amare no perezca, mas tenga la vida eterna (Jn 3, 16). Y en
esta merced están encerradas las otras, como menores en la mayor, y efectos en
causa. Claro es que quien dio el sacrificio contra los pecados, perdón de
pecados dio cuanto es de su parte; y quien el Señor dio, también dio el señorío;
y, finalmente, quien dio su Hijo, y tal hijo, dando a nosotros, y nacido
para nosotros, no nos negará cosa que necesaria nos sea.
Audi, filia (II). I, pg. 578.
Y si a todas estas cosas estás sordo, no es razón que lo estés a las
voces que Dios te da en el Evangelio, diciendo: En tanta manera amó Dios al
mundo, que dio su único Hijo, para que todo el que creyere en Él no perezca, mas
nos alcance la vida eterna (Jn 3, 16). Todas estas son señales de amor, y
esta más que ninguna de todas ellas. como escribe aquel muy amado y amador de
Dios, su evangelista San Juan, diciendo: En esto hemos conocido el amor que
Dios nos tiene, que nos dio su Hijo para que vivamos por Él (1 Jn 4, 9). Y
este beneficio con los demás son señales de grande amor que Dios nos tiene y
como centellas que salen ¡afuera abrasado fuego de amor.
Tratado del amor de Dios. I, pg. 953.
No alcanza ningún entendimiento angélico qué tanto arda este fuego ni hasta
donde llegue su virtud. No es el término hasta donde llegue solamente la muerte
y la cruz; porque si, como le mandaron padecer una muerte, le mandaran millares
de muertes, para todo tenía amor ( cf. Jn 3, 17). Y si lo que le mandaron hacer
por la salud de todos los hombres, le mandaran hacer por cada uno de ellos, así
lo hiciera por cada uno como por todos. Y si, como estuvo aquellas tres horas
penando en la cruz, fuera menester estar allí hasta el día del juicio, amor
había para todo, si nos fuera necesario. De manera que mucho más amó que
padeció; muy mayor amor le quedaba encerrado en las entrañas de lo que nos
mostró acá de fuera en sus llagas.
Tratado del amor de Dios. I, pg. 962.
Y, ¿qué justicia es que haga yo pecador y pague Jesucristo? – La justicia
nació de la misericordia. Dice David: Todos los caminos de Dios, son
misericordia y verdad (Sal 24, 10); primero misericordia y luego verdad: Sic
Deus dilegit mundum, ut Filium suum unigenitum daret: ut omnis qui credit in
eum, non pereat, sed habeat vitam aeternam (Tanto amó Dios al mundo..., Jn
3, 16). “Estos hombres no me pueden pagar, aunque los eche en el infierno”. No
tienen caudal para eso. No quiero yo venganza: que todos mueran y, con todo, no
basta para hacerme condigno. Envió a su Hijo unigénito. Solo Dios pudo pagar de
justicia condigna la ofensa que a Dios se había hecho. Si Dios es ofendido, de
ser ofendido persona tan altísima, resulta ser la pena infinita, porque es Dios
infinito. La maldad es hecha contra Dios: nazca la paga de la grandeza de Dios.
Así amónos, que usó con nosotros de tan gran misericordia que nos dio a su
Hijo.
Lecciones sobre 1 San Juan (I). II, pg. 150.
¿Qué sienten vuestras orejas cuando oís decir: Ansí amó Dios al mundo,
que dio a su Hijo que tenía, y sabiendo que le había de costar la vida lo
que había de hacer por el mundo? ¡Que sea yo amado de Dios! ¡Que parezca tan
bien mi ánima a Dios, que le es tan preciosa, que, porque no se pierda, envió a
su único Hijo que muriese por ella!
Sermón del lunes de Pentecostés. III, pg. 381.
Grande gloria fue esta de Dios, y muy ilustre parécese (sic) su
perfección y bondad, pues amó tanto al mundo, que le diese su unigénito Hijo
(Jn 3, 16) para remedio de él, y que lo entregase a muerte para que los
pecadores fuesen justificados, y los enemigos reconciliados, y los que estaban
desheredados del cielo recobrasen la herencia perdida. ¿Quién dirá que estos
beneficios pueden crecer, ni que hay más amor que enseñar a los hombres, ni que
hay más que pedir ni desear?
Sermón en la infraoctava del Corpus. III, pg. 697.
Hanse cantado en el evangelio de la misa, etc. Son palabras dulces, y más
por estar en la boca de Cristo. Quiere decir: No envió Dios al mundo a su
Hijo para juzgar y condenar el mundo, sino para que el mundo se salve por Él (Jn
3, 17). Gana lo debe de tener, pues que tal pieza envía; gana tiene de esa joya,
pues que tanto precio da por ella. Por vuestra vida, que los que sabéis latín leáis
este capítulo. Paréceme que son las más dulces que hay en el Evangelio.
Sermón del lunes de Pentecostés. III, pg. 379.
Por la salud de sus vasallos nace pobre, y llora, y pasa trabajos, y
derrama su sangre: posuit animam suam pro ovibus suis, pro nobis omnibus tradidit
illum (Dio su vida por sus ovejas; lo entregó por nosotros, cf. Jn 3, 16).
Ninguno se podía salvar sino naciendo y muriendo Él. Y así mirad qué debéis a
Jesucristo, que, si os son perdonados todos vuestros pecados, por Él os son
perdonados; y si tenéis gracia, por Él os la dieron; si tienen merecimiento y
valor vuestros trabajos, por Jesucristo nuestro Señor es.
Sermón de la Epifanía. III, pgs. 81-82.
Decirlo he, Señor; ¡bendígante los cielos y la tierra! “Yo haré que feo
ames y hermoso te parezca”. No hay más, fue casamiento por amores. Quísonos
bien el Padre, que tal casamiento y Hijo nos dio. Sic Deus dilexit mundum,
ut Filium suum unigenitum daret (Tanto amó Dios al mundo,..., cf. Jn 3,
16). Quísonos bien el Padre, quísonos bien el Hijo, que tal consintió; quísonos
bien el Espíritu Santo, que tal ordenó.
[...] ¡Bendito seas, Señor, que el que hizo el vaso lo vino a soldar, y
aquel a cuyo molde se hizo, Él mismo le vino a remediar y enmoldar!
Sermón de la Anunciación de Nuestra Señora. III, pg. 873.
Señor, cosa recia dicir a un ladrón: el juez viene. Huirá, como hizo
Adam, que, en oyendo la voz del Señor, echó a huir. Señor, ¿ a qué venís? Él
mesmo lo dice por San Juan: Non enim misit... (Jn 3, 17). Viene el Rey y
trae consigo el reino, para que si alguno hobiere avariento que le parezco poco
venir Dios a él, y le muevan y se aficione más [que a] Dios a otras cosas, trae
Dios muchas riquezas, y viene a hacernos grandes mercedes, y dice: Por eso no
me dejéis de recibir, que yo os traigo todo lo que podéis querer y desear, y
mucho más.
Sermón domingo III de Adviento. III, pg. 38.
Dios de a vuestras señorías muy buenas Pascuas y mucha gracia del
Espíritu Santo. Cábenos hoy de predicar unas palabras que las escribió el
Espíritu Santo por boca del evangelista San Juan. Hanse cantado en el evangelio
de la misa, etc. Son palabras dulces, y más por estar en la boca de Cristo.
Quiere decir: No envió Dios al mundo a su Hijo para juzgar y condenar el
mundo, sino para que el mundo se salve por Él (Jn 3, 17). Gana lo debe de
tener, pues que tal pieza envía; gana tiene de esa joya, pues que tanto precio
da por ella. Por vuestra vida, que los que sabéis latín leáis este capítulo. Paréceme
que son las más dulces que hay en el Evangelio.
Sermón lunes de Pentecostés. III, pg. 379.
Esta locura y presumpción, esta confianza en nuestras fuerzas nos tiene echados
a perder. Al fin perdióse el hombre por la hora, y vino a ser más bajo que
bestia. Y en la séptima edad, desque los hombres eran tratados como bestias de
los pecados, envía Dios al Salvador de los perdidos, no para que los juzgue y
los castigue – non enim misit Deus Filium suum,... (Jn 3, 17).
Sermón lunes de Pentecostés. III, pg. 382.
¡Oh abismo de infinita bondad, del cual tal dádiva sale el mundo, que así
lo ames, que des a tu ungénito Hijo, para que todo hombre que cree en Él y le
ama no prerezca, mas tenga la vida eterna (Jn 3, 16). Alábente los cielos
con todo lo que en ellos está, y la tierra y la mar con todo su arreo, porque
tú, tan grande, has amado tan grandemente a los que eran dignos de desamor.
Carta a unas mujeres devotas que padecián trabajos. IV, pg. 264.
¡Qué cosa es considerar cómo, estando Dios enojado con los hombres, y no
sin causa, mas con muy sobrada y tan justa, que muy justamente nos pudiera enviar
a tormentos eternos, quiso antes salvarnos y perdonarnos que condenarnos, y
tomar por hijos a los que habían sido malos esclavos! ¡Oh bondad sin término, y
cuán sin término nos amaste, cuando, tanto amaste al mundo, que diste a tu
único Hijo para que todo hombre que en Él creyere se salve (cf. Jn 3, 16).
Carta para la villa de Utrera. IV, pg. 366-367.
Mas, ¡oh Señor!, ¡y quién osará quejarse de ti porque lo tratas con
rigor, pues luego le atapas la boca con que así amaste al mundo, que a tu
Unigénito diste (cf. Jn 3, 16), para que a poder de trabajos, dolores y muerte
que de Él cargase, el mundo evitase los del infierno y gozase del cielo?
¿Quién, Señor, se osará quejar, viendo reciamente tratados a tus más amados, y
que andan a porfía en tu palacio los favores y los dolores, y que digan, mandándolo
tú, a uno de tus favoridos: ¿Por qué eras acepto a Dios fue necesario que la
tentación te probase? (Tob 12, 13). Pues si con esta carga das tu gracia, amor
y cielo, y a ti mismo, no nos quejemos, no, del contrapeso, pues es Dios el
peso.
Carta a un caballero amigo suyo. IV, pg. 450.
San Oscar Romero.
Toda esta vida de fe que nos congrega todos los domingos, toda esa
religión del corazón del hombre, toda esa ansia en la búsqueda de Dios,
encuentra este domingo su respuesta. Repito, como quien tiene la dicha de
encontrarse allá donde nace el río que se convierte en torrente que hace brotar
energías, vida, fecundidad por todas partes. Por eso, podemos llamar esta
homilía de hoy: el Dios de nuestra fe. Este Dios de nuestra fe es un fenómeno
que en muchos hombres y sociedades se ha degenerado. De allí que hoy tenemos
necesidad de tomar una conciencia clara de este Dios tal como nos lo presenta
la fe iluminada por la palabra del mismo Dios que bondadosamente se ha querido
revelar y que en las tres lecturas de hoy nos ofrece una imagen muy exacta. [...]
Esto es, hermanos, la realidad de nuestro peregrinar actual por la vida, pero
ante todo que no se nos olvide que este peregrinar de nuestra historia en medio
de tantas vicisitudes, va acompañada de aquel Dios de Moisés, de aquel Dios de
nuestro Señor Jesucristo y de este Dios que está presente en nuestra comunidad
porque es el amor del Padre, la gracia de nuestro Señor Jesucristo y la
comunión en el Espíritu Santo. Nuestra fe proclamémosla ahora, limpia de toda
falsa idea de Dios, para creer y con amor agradecer al Dios presente en nuestro
pueblo.
Homilía, 21 de mayo de 1978.
Papa Francisco. Angelus.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El evangelio de hoy (cfr. Juan 3, 16-18), fiesta de
la Santísima Trinidad, muestra —en el lenguaje sintético del apóstol Juan — el
misterio del amor de Dios al mundo, su creación. En el breve diálogo con
Nicodemo, Jesús se presenta como Aquel que lleva a cabo el plan de salvación
del Padre para el mundo. Afirma: «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su
Hijo único» (v. 16). Estas palabras indican que la acción de las tres Personas
divinas —Padre, Hijo y Espíritu Santo— es todo un único plan de amor que salva
a la humanidad y al mundo. Es un plan de salvación, para nosotros.
Dios creó el mundo bueno, bello, pero después del
pecado el mundo está marcado por la maldad y la corrupción. Nosotros, hombres y
mujeres, somos pecadores, todos; por lo tanto, Dios podría intervenir para
juzgar el mundo, para destruir el mal y castigar a los pecadores. En cambio, Él
ama al mundo, a pesar de sus pecados; Dios nos ama a cada uno de nosotros
incluso cuando cometemos errores y nos distanciamos de Él. Dios Padre ama tanto
al mundo que, para salvarlo, da lo más precioso que tiene: su único Hijo, que
da su vida por la humanidad, resucita, vuelve al Padre y, junto con Él, envía
el Espíritu Santo. La Trinidad es por lo tanto Amor, totalmente al
servicio del mundo, al que quiere salvar y recrear. Y hoy pensando en Dios,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, ¡pensemos en el amor de Dios! Y sería bueno que
nos sintiéramos amados: “¡Dios me ama!”. Este es el sentimiento de hoy.
Al afirmar Jesús que el Padre ha dado a su Hijo
unigénito, recordamos espontáneamente a Abraham, quien ofrecía a su hijo Isaac,
como narra el Libro del Génesis (cf. 22, 1-14): ésta es la “medida sin medida”
del amor de Dios. Y pensemos también en cómo Dios se revela a Moisés: lleno de
ternura, misericordioso y piadoso, lento en la ira y lleno de gracia y
fidelidad (cf. Ex 34,6). El encuentro con este Dios animó a Moisés, quien, como
nos dice el libro del Éxodo, no tuvo miedo de interponerse entre el pueblo y el
Señor, diciéndole: «Aunque sea un pueblo de dura cerviz, perdona nuestra
iniquidad y nuestro pecado, y recíbenos por herencia tuya» (v. 9). Y así hizo
Dios enviando a su Hijo. ¡Somos hijos en el Hijo con la fuerza del Espíritu
Santo! ¡Somos la herencia de Dios!
Queridos hermanos y hermanas, la fiesta de hoy
nos invita a dejarnos fascinar una vez más por la belleza de Dios; belleza, bondad
e inagotable verdad. Pero también belleza, bondad y verdad humilde,
cercana, que se hizo carne para entrar en nuestra vida, en nuestra
historia, en mi historia, en la historia de cada uno de nosotros, para que cada
hombre y mujer puedan encontrarla y obtener la vida eterna. Y esto es la fe:
acoger a Dios-Amor, acoger a este Dios-Amor que se entrega en Cristo, que hace
que nos movamos en el Espíritu Santo; dejarnos encontrar por Él y confiar en
Él. Esta es la vida cristiana. Amar, encontrar a Dios, buscar a Dios; y Él nos
busca primero, Él nos encuentra primero.
Que la Virgen María, morada de la Trinidad, nos
ayude a acoger con un corazón abierto el amor de Dios, que nos llena de alegría
y da sentido a nuestro camino en este mundo, orientándolo siempre hacia la meta
que es el Cielo.
Angelus, 7 de junio de 2023.
Papa Francisco. Audiencia. Catequesis. La pasión
por la evangelización: el celo apostólico del creyente 14. Testigos: San Andrés
Kim Tae-gon.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En esta serie de catequesis aprendemos de algunos
santos y santas que, como testigos ejemplares, nos enseñan el celo apostólico.
Recordemos que estamos hablando del celo apostólico, el que nosotros debemos
tener para anunciar el Evangelio.
Un gran ejemplo de santo de la pasión por la
evangelización vamos a buscarlo hoy a una tierra muy lejana, a la Iglesia
coreana. Hablamos del mártir y primer sacerdote coreano san Andrés Kim Tae-gon.
Aunque la evangelización de Corea la hicieron los laicos. Fueron los
laicos bautizados los que transmitieron la fe, no había sacerdotes, porque no
los tenían entonces: vinieron más tarde, por tanto la primera evangelización la
hicieron los laicos. ¿Seremos capaces nosotros de algo similar? Pensémoslo:
es algo interesante. Y este es uno de los primeros sacerdotes, san Andrés. Su
vida fue y sigue siendo un elocuente testimonio de celo por el anuncio del
Evangelio.
Hace unos 200 años, la tierra coreana fue escenario
de una durísima persecución: lo cristianos eran perseguidos y aniquilados.
Creer en Jesucristo, en la Corea de entonces, significaba estar dispuesto a dar
testimonio hasta la muerte. En particular, el ejemplo de san Andrés Kim
se desprende de dos aspectos concretos de su vida.
El primero es el modo que él tenía que usar para
encontrarse con los fieles. Dado el contexto altamente intimidatorio, el santo
se vio obligado a acercarse a los cristianos de forma no evidente, y siempre en
presencia de otras personas, como si se hablaran desde hacía tiempo. Así́, para
identificar la identidad cristiana de su interlocutor, san Andrés utilizaba
estos medios: en primer lugar, una señal de reconocimiento previamente
acordada: tú te encontraras con este cristiano y él tendrá este signo en la
ropa o en la mano; después, él planteaba a escondidas la pregunta —pero en voz
baja—: “¿Eres discípulo de Jesús?”. Como había otras personas que asistían a la
conversación, el santo tenía que hablar en voz baja, pronunciando solo unas
pocas palabras, las más esenciales. Así, para Andrés Kim, la expresión que
resumía toda la identidad del cristiano era “discípulo de Cristo”: “¿Eres
discípulo de Cristo”?, pero en voz baja porque era peligroso. Estaba prohibido
ser cristiano.
En efecto, ser discípulo del Señor significa
seguirle, seguir su camino. Y el cristiano es por su naturaleza uno que predica
y da testimonio de Jesús. Toda comunidad cristiana recibe esta identidad
del Espíritu Santo, y así toda la Iglesia, desde el día de Pentecostés (cf.
Conc. Vat. II, Decr. Ad gentes, 2). Y de este Espíritu que nosotros
recibimos, nace la pasión, la pasión por la evangelización, este celo
apostólico grande: es un don del Espíritu. Y aunque el contexto circundante
no sea favorable, como el del coreano de Andrés Kim, la pasión no cambia,
al contrario, adquiere aún más valor. San Andrés Kim y otros creyentes coreanos
han demostrado que el testimonio del Evangelio dado en tiempos de
persecución puede dar mucho fruto para la fe.
Veamos ahora un segundo ejemplo concreto. Cuando
aún era seminarista, san Andrés tuvo que encontrar la manera de acoger en
secreto a misioneros del extranjero. No era tarea fácil, pues el régimen de la
época prohibía terminantemente la entrada en el territorio a todos los
extranjeros. Por eso fue —antes de esto— tan difícil encontrar un sacerdote que
viniera a misionar: la misión la hicieron los laicos. Una vez —pensad en esto
que hizo san Andrés—, iba caminando bajo la nieve, sin comer, durante tanto
tiempo, que cayó al suelo exhausto, corriendo el riesgo de perder el
conocimiento y quedarse congelado. En ese momento, oyó de repente una voz:
“¡Levántate, camina!”. Al oír esa voz, Andrés se despertó, viendo como la
sombra de alguien que le guiaba.
Esta experiencia del gran testigo coreano nos hace
comprender un aspecto muy importante del celo apostólico. Es decir, la
valentía de volver a levantarse cuando uno se cae. ¿Pero los santos
caen? ¡Sí! Pero desde los primeros tiempos: pensad en san Pedro: cometió
un gran pecado, pero tuvo fuerza en la misericordia de Dios y se levantó. Y
en san Andrés nosotros vemos esta fuerza: se había caído físicamente, pero tuvo
la fuerza de seguir, seguir para llevar el mensaje adelante. Por difícil que
sea la situación, a veces incluso puede parecer que no deja espacio para el
mensaje evangélico, no debemos rendirnos y no debemos renunciar a llevar
adelante lo que es esencial en nuestra vida cristiana, es decir, la
evangelización. Este es el camino. Cada uno de nosotros puede pensar: “Pero
yo, ¿cómo puedo evangelizar?”. Pues mira a estos grandes y piensa en tus
límites, pensemos en nuestras modestas posibilidades: evangelizar la
familia, evangelizar los amigos, hablar de Jesús, pero hablar de Jesús y
evangelizar con el corazón lleno de alegría, lleno de fuerza. Y esto lo da
el Espíritu Santo. Preparémonos a recibir el Espíritu Santo en el próximo
Pentecostés y pidámosle esa gracia, la gracia de la valentía apostólica, la
gracia de evangelizar, de llevar adelante siempre el mensaje de Jesús.
Audiencia, 24 de mayo de 2023.
DOMINGO
DEL CORPUS CHRISTI. 11 de junio de 2023.
Monición de entrada.-
Hoy es la fiesta del Cuerpo y la Sangre de
Jesús.
Él dijo a los apóstoles: “Hace esto, la
consagración, en memoria mía”.
Y es lo que hacemos todos los días en la
misa.
Además la colecta será para Cáritas, para
que den a los pobres.
Y Jesús sale por la calle acompañado de
las niñas y niños de primera comunión.
Señor, ten piedad.-
Tú, el pan de
vida. Señor, ten piedad.
Tú, el vino de
vida. Cristo, ten piedad.
Tú, el cuerpo
y la sangre de vida. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Jesús, te pido por el Papa Francisco y el obispo
Enrique; para la oración ante el sagrario les ayude mucho. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por todos los cristianos;
para que nos queramos y sigamos rezando muchas veces juntos. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por Cáritas; para que nos
ayude a querer a los pobres. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por las personas que no
tienen comida; para que les ayudemos. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por nosotros; para que siempre
tengamos hambre de recibirte en la comunión. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.-
María, queremos darte las gracias porque
tú fuiste la primera que llevó a Jesús. Esta tarde las niñas y niños de primera
comunión vamos a acompañar al sacerdote que lleva a Jesús. Que nunca Jesús se
separe de nosotros y nosotros de Él.
GUIÓ
MISSA D’INFANTS. CORPUS CHRISTI. 11 de juny de 2023.
Monició d’entrada.-
Hui
és la festa del Cos i la Sang de Jesús.
Ell
va dir als seus deixebles: “Feu açò, la consagració, en memòria meua”.
I
és el que fem tots els dies a la missa.
A
més la col.lecta serà per a Càritas, perquè ho donen als pobres.
I
Jesús ix pel carrer acompanyat de les xiquetes i xiquets de primera comunió.
Senyor, tingueu pietat.-
Tu, el pa de
vida. Senyor, tingueu pietat.
Tu, el vi de
vida. Crist, tingueu pietat.
Tu, el cos i
la sang de vida. Senyor, tingueu pietat.
Plegaries.-
Jesús, et demane pel Papa Francesc i el
bisbe Enrique; perquè l’oració davant el sagrari els ajude molt. T’ho demane,
Senyor.
Jesús, et demane pels cristians; perquè s’estimem
i siga’m resant moltes vegades junts. T’ho demane, Senyor.
Jesús, et demane per Càrites; perquè ens
ajude a estimar als pobres. T’ho demane, Senyor.
Jesús, et demane per les persones que no
tenen menjar; perquè els ajudem. T’ho demane, Senyor.
Jesús, et demane per nosaltres; perquè
sempre tinga’m fam de rebre’t a la comunió. T’ho demane, Senyor.
Acció de gràcies.
Maria, volem donar-te les gràcies perquè
vas ser la primera que va portar a Jesús. Aquesta vesprada les xiquetes i
xiquets de primera comunió acompanyarem al sacerdot que porta a Jesús. Que mai
Jesús és separe de nosaltres i nosaltres d’Ell.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española.
BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Nuevo
Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González.
BAC. Madrid. 2017.
Biblia
Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.
Catecismo
de la Iglesia Católica. Nueva Edición. Asociación
de Editores del Catecismo. Barcelona 2020.
La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia.
Ciudad Nueva. Madrid. 2006.
Pío de Luis,
OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las
lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.
San Juan de
Ávila. Obras Completas I. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid.
2015.
San Juan de Ávila. Obras
Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores.
BAC. Madrid. 2013.
San
Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid. 2015.
San
Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.
No hay comentarios:
Publicar un comentario