Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 12, 1-11
En aquellos días, el rey Herodes decidió arrestar a algunos
miembros de la Iglesia para maltratarlos. Hizo pasar a cuchillo a Santiago,
hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener también
a Pedro. Eran los días de los Ácimos. Después de prenderlo, lo metió en la
cárcel, entregándolo a la custodia de cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno;
tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua. Mientras
Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a
Dios por él. Cuando Herodes iba a conducirlo al tribunal, aquella misma noche,
estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían
guardia a la puerta de la cárcel. De repente, se presentó el ángel del Señor, y
se iluminó la celda. Tocando a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo:
-Date prisa, levántate.
Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió:
-Ponte el cinturón y las sandalias.
Así lo hizo, y el ángel le dijo:
-Envuélvete en el mando y sígueme.
Salió y lo seguía, sin acabar de creerse que era realidad lo que
hacía el ángel, pues se figuraba que estaba viendo una visión. Después de
atravesar la primera y la segunda guardia, llegaron al protón de hierro que
daba a la ciudad, que se abrió solo ante ellos. Salieron y anduvieron una calle
y de pronto se marchó el ángel. Pedro volvió en sí y dijo:
-Ahora sé realmente que el Señor ha enviado a su ángel para
librarme de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo de los
judíos.
Textos
paralelos.
Detener a algunos de la Iglesia.
Mt 20, 23: Él les dijo: Mi cáliz lo beberéis,
pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mi concederlo, es para
aquellos a quienes lo tiene reservado mi Padre.
Eran los días de los ácimos.
Ex 12, 8: Esa noche comeréis la carne asada al
fuego, y comeréis panes sin fermentar y huerbas amargas.
Herodes había decidido ya el día en que iba a
presentarlo.
Hch 5, 18-19: Prendieron a los apóstoles y los
metieron en la cárcel pública. Pero, por la noche, el ángel del Señor les abrió
las puertas de la cárcel y los sacó fuera.
Hch 16, 25-26: A eso de medianoche, Pablo y
Silas oraban cantando himnos a Dios. Los presos los escuchaban. De repente,
vino un terremoto tan violento, que temblaban los cimientos de la cárcel. Al
momento se abrieron todas las puertas, y a todos se les soltaron las cadenas.
Se le presentó el ángel del Señor.
Mt 1, 20a: Pero apenas había tomado esta
resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor.
Al momento cayeron las cadenas.
1 Re 19, 5-7: Se recostó y quedó dormido bajo
la retama, pero un ángel lo tocó y dijo: “Levántate y come”.
Termina de vestirte y ponte las sandalias:
Ex 12, 12: Yo pasaré esta noche por la tierra
de Egipto y heriré a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, desde los
hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto.
Yo, el Señor.
El Señor ha enviado su ángel.
Dn 3, 28 (95): Nabucodonosor, entonces, dijo:
Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdenago, que envió un ángel a salvar a
sus siervos, que, confiando en él, desobedecieron el decreto real y entregaron
sus cuerpos antes que venerar y adorar a otros dioses fuera del suyo.
Salmo
responsorial
Sal 33.
R/. El
Señor me libró de todas mis ansias.
Bendigo
al Señor en todo momento,
su
alabanza está siempre en mi boca;
mi
alma se gloría en el Señor:
que
los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
Proclamad
conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos
juntos su nombre.
Yo
consulté al Señor, y me respondió,
me
libró de todas mis ansias. R/.
Contempladlo
y quedaréis radiantes,
vuestro
rostro no se avergonzará.
El
afligido invocó al Señor,
él
lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R/.
El
ángel del Señor acampa entorno a quienes
lo
temen y los protege.
Gustad
y ved que bueno es el Señor,
dichoso
el que se acoge a él. R/.
Textos
paralelos.
El ángel del Señor acampa entorno a quienes lo
temen.
Ex 14, 19: Se puso
en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó
a retaguardia. También la columna de nube que iba delante de ellos, se desplazó
y se colocó detrás.
Gustad
y ved que bueno es el Señor.
1 Pe 2, 3: Ya que
habéis gustado qué bueno es el Señor.
Dichoso
el que se acoge a Él.
Sal 2, 12: Rendidle
homenaje temblando; aprended la enseñanza, no sea que se irrite y vayáis a la
ruina, porque se inflama de pronto su ira. ¡Dichosos los que se refugian en él!
Segunda
lectura.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8.17-18.
Querido hermano:
Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi
partida es inminente. He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he
conservado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia, que
el Señor, juez justo, me dará en aquel día; y no solo a mí, sino también a
todos los que hayan aguardado con amor su manifestación. Mas el Señor estuvo a
mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el
mensaje y lo oyeran todas las naciones. Y fui librado de la boca del león. El
Señor me librará de toda obra mala y me salvará llevándome a su reino celestial.
A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Textos
paralelos.
Porque yo estoy a punto de ser derramado en
libación.
Flp 2, 17: Y si mi sangre se ha
de derramar, rociando el sacrificio litúrgico que es vuestra fe, yo estoy
alegre y me asocio a vuestra alegría.
He participado en una noble competición.
1 Tm 1, 18: Timoteo, hijo mío, te confío
este encargo, de acuerdo con las profecías pronunciadas anteriormente acerca de
ti, para que, apoyado en ellas, combatas el noble combate.
He llegado a la meta.
1 Co 9, 24: ¿No sabéis que en el estadio
todos los corredores cubren la carrera, aunque uno solo se lleva el premio?
Hch 20, 24: Pero a mí no me importa la vida,
sino completar mi carrera y consumar el ministerio que recibí del Señor Jesús:
ser testigo del Evangelio de la gracia de Dios.
Ga 5, 7: Estabais corriendo bien; quién os
cerró el paso para que no obedecieseis a la verdad?
2 Tim 2, 4-5: Nadie, mientras sirve en el
ejército, se enreda en las normales ocupaciones de la vida; así agrada al que
lo alistó en sus filas. Tampoco el atleta recibe la corona si no lucha conforme
a las reglas.
1 Co 9, 25: Pero un atleta se impone toda
clase de privaciones; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en
cambio, una que no se marchita.
1 Tm 6, 14: Que guardes el mandamiento sin
mancha ni reproche hasta la manifestación de Nuestro Señor Jesucristo.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Mateo 16, 13-19.
En aquel tiempo, al llegar a la
región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
-¿Quién dice la gente que es el
Hijo del hombre?
Ellos contestaron:
-Unos que Juan el Bautista, otros
que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.
Él les preguntó:
-Y vosotros, ¿quién decís que
soy yo?
Simón Pedro tomó la palabra y
dijo:
-Tú eres el Mesías, el Hijo de
Dios vivo.
Jesús le respondió:
-¡Bienaventurado tú, Simón,
hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nila carne ni la sangre, sino
mi Padre que está en los cielos. Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré
las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los
cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.
Textos
paralelos.
Mc 8, 27-30 |
Mt 16, 13-19 |
Lc 9, 18-21 |
Jesús emprendió el viaje con
sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de Felipe. Por el camino preguntaba a
los discípulos: -¿Quién dicen los hombres que
soy yo? Respondieron: -Unos que Juan el Bautista,
otros que Elías, otros que uno de los profetas. Él les preguntó a ellos: -Y vosotros, ¿quién decís que
soy yo? Respondió Pedro: -Tú eres el Mesías. Entonces los amonestó para que a nadie
hablasen de ello. |
En aquel tiempo,
al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: -¿Quién dice la
gente que es el Hijo del hombre? Ellos contestaron: -Unos que Juan el
Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas. Él les preguntó: -Y vosotros,
¿quién decís que soy yo? Simón Pedro tomó
la palabra y dijo: -Tú eres el
Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús le
respondió: -¡Bienaventurado
tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la
sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Ahora yo te digo: tú eres
Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no
la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la
tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará
desatado en los cielos. |
Estando él una vez orando a
solas, se acercaron los discípulos y
él los interrogó: -¿Quién dice la gente que soy
yo? Contestaron: -Unos que Juan Bautista,
otros que Elías, otros dicen que ha surgido un profeta de los antiguos. Les preguntó: -Y vosotros, ¿quién decís que
soy yo? Respondió Pedro: -Tú eres el Mesías de Dios. Él los amonestó encargándoles
que no se lo dijeran a nadie. |
Unos que Juan el
Bautista.
Mt 8, 20: Las zorras tienen
madrigueras, los pájaros tienen nidos, pero este Hombre no tiene donde recostar
la cabeza.
Mt 14, 2: Y [Herodes] dijo a
sus cortesanos: “Este es Juan el Bautista, que ha resucitado, y por eso el
poder milagroso actúa por medio de él”.
Tú eres el Cristo, el
Hijo de Dios vivo.
Mt 14, 28: Pedro le contestó: “Señor,
si eres tú, mándame ir por el agua hasta ti”.
Mt 4 3: Se acercó el tentador y
le dijo: “Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”.
Jn 6, 69: Nosotros hemos creído
y reconocemos que tú eres el Consagrado de Dios.
Mt 11, 27: Todo me lo ha
encomendado mi Padre: nadie conoce al Hijo, sino el Padre, nadie conoce al
Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo decida revelárselo.
Gal 1, 15-16a: Pero, cuando el
que me apartó desde el vientre materno y me llamó por puro favor, tuvo a bien
revelarme a su Hijo para que yo lo anunciara a los paganos.
Rm 7, 5: Mientras vivimos bajo
el instinto, las pasiones pecaminosas, incitadas por la ley, actuaban en
nuestros miembros y dábamos fruto para la muerte.
Hb 2, 14: Como los hijos comparten
carne y sangre, lo mismo las compartió él, apra anular con su muerte al que
controlaba la muerte, es decir, al Diablo.
Gn 17, 5: Ya no te llamarás Abrán,
sino Abrahán, porque te hago padre de una multitud.
Is 28, 16: Él Señor dice así:
Mirad, yo coloco en Sión una piedra / probada, angular, / preciosa, de cimiento:
/ “Quien se apoya no vacila”.
Jn 1, 42: Y lo condujo a Jesús.
Jesús lo miró y dijo: “Tú eres Simón hijo de Juan; te llamarás Cefas (que
significa piedra).
Gn 22, 17: Te bendeciré,
multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena
de la playa. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos.
Is 45, 1-2: Así dice el Señor /
a su ungido, Ciro, / a quien lleva de la mano. / Doblegaré ante él naciones, /
desceñiré las cinturas de los reyes, / abriré ante él las puertas, / los
batientes no se cerrarán. / Yo iré delante de ti / allanándote cerros: haré trizas las puertas de bronce, / arrancaré
los cerrojos de hierro.
Jb 38, 17: ¿Te han enseñado las
puertas de la Muerte, / o has visto los portales de las Sombras?
Sal 9, 14: ¡Piedad, Señor! Mira
mi desgracia, / tú que levantas del portal de la Muerte.
Sb 16, 13: Porque tú tienes
poder sobre la vida y la muerte, / llevas a las puertas del infierno y haces
regresar.
Lc 22, 32: Pero yo he rezado
por ti para que no falle tu fe. Y tú, una vez convertido, fortalece a tus
hermanos.
Is 22, 22: Le pondré en el
hombre / la llave del palacio de David: / lo que él abra nadie lo cerrará, / lo
que él cierre nadie lo abrirá.
Ap 3, 7: Al ángel de la iglesia
de Filadelfia escríbele: Esto dice el Santo, el veraz, el que tiene la llave de
David; el que abre y nadie cierra, cierra y nadie abre.
Mt 18, 18: Os aseguro que lo
que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, lo que desatéis en la tierra
quedará desatado en el cielo.
Jn 20, 23: A quienes les
perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los mantengáis les
quedan mantenidos.
Dt 17, 8-9: Si una causa te parece
demasiado difícil de sentenciar, causas dudosas de homicidio, pleitos,
lesiones, que surjan en tus ciudades, subirás al lugar elegido por el Señor,
acudirás a los sacerdotes levitas, al juez que esté en funciones y les
consultarás: ellos te comunicarán la sentencia.
Mc 1, 34: Él curó a muchos
enfermos de dolencias diversas, expulsó muchos demonios, y no les permitía
hablar, porque lo conocían.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
16 13 Encontramos en el Pentateuco
paralelos sobre la institución de un “alto funcionario”.
16 14 Este título de “profeta”, que
Jesús solo de manera indirecta y velada reivindica, pero que la gente le otorga
claramente, tenía valor mesiánico. Pues el espíritu de profecía, extinguido
desde Malaquías, debía reaparecer, según expertos del Judaísmo, como señal de
la era mesiánica o en la persona de Elías, o, en forma de efusión general del
Espíritu. De hecho muchos (falsos) profetas se presentaron en tiempo de Jesús.
Juan Bautista fue, sí, verdadero profeta, pero el título de precursor venido
con el espíritu de Elías y él mismo negó ser “el Profeta” que había anunciado
Moisés. Solo Jesús es para la fe cristiana este Profeta. Sin embargo,
habiéndose difundido el carisma profético en la Iglesia primitiva después de Pentecostés
este título de Jesús cayó pronto en desuso ante otros títulos más específicos
de la cristología.
16 16 A la confesión de la mesianidad
de Jesús referida por Mc y Lc Mt añade la de la filiación divina.
16 17 Esta expresión designa al
hombre, subrayando el aspecto material limitado de su naturaleza por oposición
al mundo de los espíritus.
16 18 (a) Este cambio de nombre pudo
haberse producido antes. El término griego Pétros no se usaba como
nombre de persona antes que Jesús llamara así al jefe de los apóstoles para
simbolizar su papel en la fundación de la Iglesia. Pero su correspondiente
arameo Kefa (“piedra”) está atestiguado por lo menos una vez en un
documento de Elefantita, en 416 a. de JC.
16 18 (b) El término semítico traducido
por ekklesía significa “asamblea” y se encuentra con frecuencia en el AT
para designar a la comunidad del pueblo elegido. Algunos círculos judíos, que se
creían el Resto de Israel de los últimos tiempos, como la comunidad de Qumrán,
denominaron así a su agrupación. El término ekklesía designa aquí a la
nueva comunidad que Jesús va a crear y de la que san Pedro será los cimientos.
Esta declaración de Jesús corresponde al papel eminente que, según el NT,
ejerció Pedro en los primeros días de la Iglesia. La tradición católica se
refiere a este texto para fundamentar la doctrina según la cual los sucesores
de Pedro heredan su primado. La tradición ortodoxa considera que, en sus
diócesis, todos los obispos que confiesan la verdadera fe están en la línea de
sucesión de Pedro y en la del resto de los apóstoles. Los exégetas
protestantes, al tiempo que reconocen el puesto y el papel privilegiado de
Pedro en los orígenes de la Iglesia, creen que Jesús solo se refiere aquí a la
persona de Pedro.
16 18 (c) Sobre el Hades (en hebreo
el seol) designación de la mansión de los muertos. Aquí sus “puertas”
personificadas evocan las potencias del Mal que, tras haber arrastrado a los
hombres a la muerte del pecado, los encadenan definitivamente en la muerte
eterna. A imitación de su Maestro, muerto, “descendido a los infiernos” y
resucitado, la misión de la Iglesia será la de arrancar a los elegidos al
imperio de la muerte temporal y sobre todo eterna, para hacerles entrar en el
Reino de los Cielos.
16 19 Al igual que la Ciudad de la
Muerte, también la Ciudad de Dios tiene puertas, que no dejan entrar más que
los dignos de ella. “Atar” y “desatar” son dos términos técnicos del lenguaje
rabínico que primeramente se aplicaban al campo disciplinar de la excomunión a
la que se “condena” (atar) o de la que se “absuelve” (desatar) a alguien, y
ulteriormente a las decisiones doctrinales o jurídicas, con el sentido de “prohibir”
(atar) o “permitir” (desatar). Pedro, como mayordomo (cuyo distintivo son las
llaves) de la Casa de Dios, ejercerá el poder disciplinar de admitir o excluir
a quien le parezca bien, y administrará la comunidad por medio de todas las
decisiones oportunas en materia de doctrina y de moral. Esta autoridad
prometida a Pedro se amplía después al conjunto de los discípulos, el colegio
apostólico; se le concede a los discípulos reunidos. Se manifiesta especialmente
en el perdón de los pecados y permite el acceso al Reino de Dios. Este se
halla, pues vinculado de algún modo a una Iglesia cuyos rasgos no son todavía precisos,
pero que aparece ya aquí, con el poder de las llaves, como no desprovista de
ciertas estructuras. – La exégesis católica sostiene que estas promesas eternas
no valen solo para la persona de Pedro, sino también para sus sucesores, si
bien esta consecuencia no está explícitamente indicada en el texto –. Dos
textos más, Lc 22, 31s y Jn 21, 15s. subrayan que el primado de Pedro se ha de
ejercer especialmente en el orden de la fe.
16 20 Vulgata: “Jesucristo”.
Notas
exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica
13-20 De los tres pasajes del NT sobre
la primacía o primado de Pedro en la Iglesia (Mt 16, 13-20; Lc 22, 32; Jn 21, 15-17),
este de Mt, críticamente seguro, es de especial importancia. Es de fe divina y
católica, solemnemente definida (DS 3055), que Cristo, conforme a su promesa, concedió
a Pedro el primado de jurisdicción sobre toda la Iglesia.
13 CESAREA DE: Herodes FILIPO: de
construcción reciente, esta ciudad, llamada así en honor del emperador (=césar)
Tiberio y de Filipo el tetrarca, daba nombre a su distrito; estaba en el norte
de Palestina, al pie del monte Hermón, cerca del nacimiento del Jordán. //
PREGUNTÓ: lit. preguntaba, los apremiaba o estimulaba con preguntas.
16 En la primera parte de su
respuesta, Pedro confiesa la dignidad mesiánica de Jesús; en la segunda,
la calidad mesiánica de Jesús: es más que “Hijo de David”, está en
relación completamente única con Dios-Padre. “La primitiva forma del dogma
cristiano es la profesión de fe, centran en el NT: Jesucristo es Hijo de Dios”
(Comisión Teológica Internacional, 31 octubre 1989). // VIVO: en vez de esta
palabra, el texto griego llamado “occidental” (códice D) traduce que salva;
quizás leyó el arameo jyy, que puede significar las dos cosas.
17 FELIZ TÚ (lit. feliz eres),
SIMÓN BARJONÁ: SIMÓN (o Simeón) es nombre hebreo de persona, frecuente en el
NT; significa: “el Señor escucha”, BARJONÁ (aramaísmo) significa “hijo de Jonás”
o “hijo de Juan”, Jn 1, 43). Al pronunciar ese nombre con su apellido, Jesús
los inutiliza y los deja anticuados; en adelante, con la misma importancia y
fuerza que revisten en la Biblia los cambios de nombre, SIMÓN se llamará y será
Pedro, aunque, hasta la efusión del Espíritu en Pentecostés coexistirán
en él el hombre viejo (el Simón de las negaciones en la pasión) con el hombre
nuevo (el Pedro del arrepentimiento y del “Tú sabes que te amo”). // CARNE
Y SANGRE (hebraísmo): la naturaleza humana, una criatura de carne y hueso con
sus propias fuerzas naturales y con el matiz peyorativo de debilidad y
limitación.
18 PEDRO Y PEÑA, traducen el arameo
kêfa (“Cefas” 1 Cor 1, 12). El mejor equivalente griego sería pétra (“roca”,
“peñasco”), no pétros, que significa “piedra”, “guijarro” (sin solidez),
pero el masculino pétros pareció a los primeros cristianos más apto para
nombre de varón, aunque, como tal, inusitado hasta entonces; así lo tradujeron
al griego. “Dar Cristo a san Pedro este nuevo público nombre fue cierta señal [de]
que en lo secreto del alma le infundía a él, más que a ninguno de sus
compañeros, un don de firmeza no vencible” (fray Luis de León). // EDIFICARÉ la
Iglesia, como plaza fortificada sobre roca (cf. 7, 24s), como ciudad en la cima
de un monte (cf. 5, 14). En textos de Qumrán (como 4QpSI 37, col. III, 16) se
habla del Maestro a quien Yahweh estableció para “edificar” la comunidad de los
que pertenecen a la sociedad de salvación; en algún pasaje se habla de poner “sobre
la roca” el cimiento de una “construcción solida que no se derrumbará”. // MI
IGLESIA: solo Mt, entre los evangelistas, emplea este vocablo (cf. Hch 5, 11);
aquí con el sentido de comunidad universal de los creyentes en Cristo
(“mi Iglesia). En 18, 17 se trata de la comunidad local, dotada
de cierta estructura. // LAS PUERTAS (metonimia = ciudad amurallada) DE
LA MORADA DE LOS MUERTOS (cf. Ap 1, 17s): circunlocución hebrea, que significa
las fuerzas de la muerte, de la destrucción; menos exactamente de la ciudad
infernal, o el anti-reino. Esas fuerzas contrarias NO PODRÁN CONTRA ELLA, es
decir, la Iglesia no morirá, no será destruida (menos exactamente: “la ciudad
infernal no la vencerá”).
19 LAS LLAVES: símbolo de poder,
en el AT y en el rabinismo; en particular, del poder de enseñar, de adoctrinar.
Pedro administra un poder cuyo dueño es Jesús. EL REINO DE LOS CIELOS es aquí,
por contexto, el reino de Dios existente en la tierra (cuyo instrumento de
extensión, y su puerta de entrada, es la Iglesia). Jesús entregará a Pedro la
suprema autoridad visible sobre su Iglesia; cuando Jesús se ausente
visiblemente, Pedro quedará haciéndolo presente y visible, con una presencia
singular. // LO QUE ATES… LO QUE DESATES (cf. 18, 18): esa bina de términos
opuestos es un semitismo que indica totalidad de poder: todo poder. ¿En
qué campo? En terminología rabínica, “atar y desatar” es “declarar
lícito-declarar ilícito” en lo doctrinal, permitir-prohibir, y “admitir-rechazar”
(in-comulgar y excomulgar) en la comunidad religiosa, sin duda, incluye
plenos poderes para absolver o condenar; en N es frecuente la perífrasis “sry-sbq”
para indicar el perdón (cf. Jn 20, 20). La afirmación de Lutero, de que estas
palabras de Jesús solo se dirigían a Pedro, no a sus sucesores, es una de las
proposiciones condenadas por la bula Exurge, Domine, de León X (DS
1476).
20 Sobre la consigna del silencio,
cf. Mc 8, 29s; 9,9.
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé:
16, 13-20 Simón Pedro fue el primero de
los apóstoles en Mateo que reconoce verbalmente que Jesús es el Mesías, el Hijo
de Dios (una verdad indispensable de la fe que le había sido revelada por el
Padre a través del Espíritu). Cat. 50, 153, 298, 424, 440-442.
16, 18 Cristo cambió el nombre de Simón
por Pedro, “piedra”, y designó a este como la piedra sobre la que edificaría su
Iglesia. Pedro serviría como punto visible de unidad y sería pastor de los
apóstoles y de la Iglesia entera. Esta llamada especial al Pedro es el origen
del ministerio petrino, el oficio papal, que continua en el obispo de Roma en
una línea ininterrumpida hasta nuestros días. La autoridad del obispo en su
diócesis está representada por su sede (en latín, cathedra). Cat.
552-553, 816, 834, 881, 935-937.
16, 19 Estas “llaves” representan la
autoridad otorgada a Pedro para regir la Iglesia e incluyen tanto el poder de
absolver pecados como el de llevar a cabo pronunciamientos doctrinales y disciplinares.
Por lo tanto, Pedro y sus sucesores, los obispos de Roma, son el signo de la
unidad de la Iglesia entera. La Iglesia ha interpretado siempre que esta
autoridad se ha entregado a los sucesores de Pedro, los papas. Esta garantía de
verdad se vio reforzada con el dogma de la infalibilidad papal en materia de fe
y de moral, formalmente definido en el Concilio Vaticano I en el año 1870. Cat.
85-86, 567, 869, 1444.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
50 Mediante
la razón natural, el hombre puede conocer a Dios con certeza a partir de sus
obras. Pero existe otro orden de conocimiento que el hombre no puede de ningún modo
alcanzar por sus propias fuerzas, el de la Revelación Divina (cf. C. Vaticano
I, Dei Filius). Por una decisión enteramente libre, Dios se revela y se
da al hombre. Lo hace revelando su misterio, su designio benevolente que
estableció desde la eternidad en Cristo en favor de todos los hombres. Revela
plenamente su designio enviando a su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, y al
Espíritu Santo.
153 Cuando san Pedro confiesa que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, Jesús
le declara que esta revelación no le ha venido “de la carne y de la sangre,
sino de mi Padre que está en los cielos” (Mt 16, 17). La fe es un don de Dios,
una virtud sobrenatural infundida por Él. “Para dar esta respuesta de la fe es
necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con los
auxilios interiores del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios,
abre los ojos del espíritu y concede “a todos gusto en aceptar y creer la
verdad” (C. Vaticano II, Dei Verbum, 5).
424. Movidos por la gracia del Espíritu Santo y atraídos por el Padre,
nosotros creemos y confesamos a propósito de Jesús: “Tú eres el Cristo, el Hijo
de Dios vivo” (Mt 16, 16). Sobre la roca de esta fe, confesada por Pedro,
Cristo ha construido su Iglesia.
440 Jesús acogió la confesión de fe de Pedro que le reconocía como el Mesías
anunciándole la próxima pasión del Hijo del Hombre.
552 En el colegio de los Doce, Simón Pedro ocupa el primer lugar. Jesús le
confía una misión única. Gracias a una revelación del Padre, Pedro había
confesado: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16, 16). Entonces
Nuestro Señor te declaró: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella” (Mt 16, 18).
Cristo, “Piedra viva” (cf. Mc 3, 16), asegura a su Iglesia edificada sobre
Pedro, la victoria sobre los poderes de la muerte. Pedro, a causa de la fe
confesada por él, será la roca inquebrantable de la Iglesia. Tendrá la misión
de custodiar esta fe ante todo desfallecimiento y de confirmar en ella a sus
hermanos” (Lc 22, 32).
553 Jesús ha confiado a Pedro una autoridad específica: “A ti te daré las
llaves del Reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los
cielos y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16,
19). El poder de las llaves designa la autoridad para gobernar la casa de Dios,
que es la Iglesia.
881 El Señor hizo de Simó, al que dio el nombre de Pedro, y solamente de él,
la piedra de la Iglesia. Le entregó las llaves de ella (cf. Mt 16, 18-19); lo
instituyó pastor de todo el rebaño. “Consta que también el colegio de los apóstoles,
unido a su cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro” (C.
Vaticano II, Lumen gentium, 22). Este oficio pastoral de Pedro y de los
demás Apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia. Se continua por los
obispos bajo el primado del Papa.
937 El Papa “goza, por institución divina, de una potestad suprema, plena,
inmediata y universal para cuidar las almas” (C. Vaticano II, Chistus
Dominus, 2).
Concilio Vaticano II
En esta Iglesia de Cristo, el Romano Pontífice es el sucesor de Pedro, a
quien Cristo encarrgó apacentar sus ovejas y corderos. Como tal, goza, por
institución divina, de una potestad suprema, plena, inmediata y universal para
cuidar las almas. Él ha sido enviado como pastor de todos los fieles para
procurar el bien común de la Iglesia universal y el bien de cada Iglesia. Por
eso tiene el primado de la potestad ordinaria sobre todas las Iglesias.
Decreto Crhistus Dominus, 2.
Los Santos Padres.
Vosotros, es decir, los que estáis siempre conmigo, los que me veis hacer
milagros, los que por virtud mía habéis hecho también muchos.
Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev de Mateo, 54. 1b, pg. 52.
No dijo Pedro: tú eres Cristo, o hijo de Dios, sino “el Cristo, el Hijo
de Dios”. Pues hay muchos cristos de acuerdo a la gracia, que tienen la
dignidad de la adopción, pero solo uno es por naturaleza el Hijo de Dios. Por
esto dijo: “el Cristo, el Hijo de Dios” con artículo determinado. Llamándolo “hijo
de Dios vivo” muestra que Él es la vida y que la muerte no lo domina. E incluso
si la carne fuera débil durante un corto espacio de tiempo y muriera, se
levantaría, pues, la Palabra que hay en ella y que no puede ser dominada por
las cadenas de la muerte.
Cirilo de Alejandría. Fragmentos sobre el Ev. de Mateo, 190. 1b,
pg. 73.
San Jerónimo.
13. No dijo: ¿quién dicen los hombres que soy yo? sino el hijo del
hombre, para que no creyeran que s pregunta estaba inspirada por la
vanidad. Y fíjate que en todas partes donde en el Antiguo Testamento figura “hijo
del hombre”, el hebreo trae “hijo de Adán”, y allí donde leemos en el salmo: Hijos
del hombre, ¿hasta cuándo vais a tener el corazón injurioso? (Sal 4,3), el
hebreo dice “hijos de Adán”. La pregunta está, pues, bien planteada: ¿Quién dicen
los hombres que es el hijo del hombre? porque los que hablan del hijo del
hombre son hombres, pero los que reconocen su divinidad ya no son hombres, sino
dioses.
15.16. Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Prudente lector, fíjate que, según el
contexto, los apóstoles no son llamados hombres sino dioses, pues después de
estas palabras agregó, ¿quién decís que soy? Ellos, porque son hombres,
opinan como hombres, pero vosotros que sois dioses, ¿quién creéis que soy? Pedro,
en nombre de todos los apóstoles, hace esta profesión de fe: Tú eres el
Cristo, el Hijo de Dios vivo. Lo llama Dios vivo para distinguirlo de los
otros dioses, que pasan por dioses pero están muertos: Saturno, Júpiter, Ceres,
Baco, Hércules y todos los otros ídolos monstruosos.
17.
De su profesión de fe proviene el nombre que indica que ha recibido su
revelación del Espíritu Santo, de quien debe también ser hijo. En efeto, Bar
Iona significa en nuestra lengua [latín] “hijo de la paloma”. Otros entienden
simplemente que Simón, es decir Pedro, es hijo de Juan, según la pregunta hecha
en otro pasaje: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? (Jn 21, 16), a lo que
respondió: Ser, tú lo sabes y pretenden que hay un error de los copistas:
en lugar de “Bar Iohanna”, es decir, hijo de Juan, omitiendo una sílaba,
habrían escrito Bar Iona. Iohanna significa gracia del Señor. Los dos nombres
admiten una interpretación mística porque la paloma designa al Espíritu Santo y
la gracia de Dios un don del Espíritu. En cuanto a las palabras: Porque no
te lo reveló la carne ni la sangre, compáralas al relato del Apóstol donde
dice: De inmediato, sin consultar a la carne ni a la sangre (Ga 1, 16);
aquí la carne y la sangre designa a los judíos, de modo que, con otros
términos, se muestra que no es la doctrina de los Fariseos sino la gracia de
Dios la que le ha revelado a Cristo, Hijo de Dios.
18. Que tú eres pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Así como él mismo dio la luz a
los apóstoles para que fueran llamados luz del mundo (cf. Mt 5, 6) y también
los otros nombres que recibieron del Señor, así a Pedro, que creía en la piedra
que es Cristo, le fue concedido el nombre de Pedro y, siguiendo con la metáfora
de Piedra le dice justamente: Edificaré mi Iglesia sobre ti. Y las puertas
del infierno no prevalecerán contra ella. Por puertas del infierno yo
entiendo los vicios y pecados o, al menos, las doctrinas de los herejes que
seducen a los hombres y los conducen al infierno. Nadie crea, pues, que se
trata de la muerte y que los apóstoles no estaban sujetos a la condición mortal
ya que vemos resplandecer su martirio.
19.
Te daré las llaves… No sea que al no comprender este pasaje los obispos
y presbíteros adquieran un orgullo farisaico y condenen a los inocentes o
juzguen que pueden absolver a los culpables, cuando Dios examina no la sentencia
de los sacerdotes sino la vida de los acusados. Leemos en el Levítico, respecto
de los leprosos, que deben mostrarse a los sacerdotes y, si tuvieran lepra,
ellos lo declararán impuros. No se trata de que los sacerdotes los hagan leprosos
o impuros, sino que, como saben distinguir el leproso del que no lo es, también
puedan discernir el que es puro del que es impuro. De la misma manera que allí
el sacerdote hace impuro a un leproso, también aquí el obispo o el sacerdote
ata o desata, no indiferentemente a inocentes y culpables, sino, en virtud de
su ministerio, después de haber oído los diversos pecados, sabe qué es lo que
debe ser atado y qué desatado.
San Agustín.
Quien confiesa que
Cristo vino en la carne, automáticamente confiesa que el Hijo de Dios vino en
la carne. Diga ahora el arriano si confiesa que Cristo vino en la carne. Si
confiesa que el Hijo de Dios vino en la carne, entonces confiesa que Cristo
vino en la carne. Si niega que Cristo es hijo de Dios, desconoce a Cristo;
confunde a una persona con otra, no habla de la misma. ¿Qué es, pues, el Hijo
de Dios? Como antes preguntábamos qué era Cristo y escuchamos que era el Hijo
de Dios, preguntemos ahora qué es el Hijo de Dios. He aquí el Hijo de Dios: En
el principio existía la Palabra y la Palabra estaba en Dios y la Palabra era
Dios (Jn 1,1)
Sermón
183, 3-4
San Juan de Ávila.
Y el mismo Señor, habiéndole San Pedro confesado por verdadera Hijo de
Dios y por Mesías prometido en la Ley, dándole a entender que no a sus fuerzas,
sino al don de Dios había de agradecer tal fe y confesión, le dijo: Bienaventurado
eres, Simón, hijo de Joná, porque no te descubrió aquestas cosas la carne y la
sangre, mas mi Padre que está en los cielos (Mt 16, 17). Y en otra parte
dice: Todo aquel que oyó y aprendió de mi Padre, viene a mí (Jn 6, 45).
Soberana escuela es aquesta, donde Dios Padre es el que enseña, y la doctrina
que enseña es la fe de Jesucristo, su Hijo, y que vayan a él con pasos de fe y
de amor.
Audi, filia (II). I, pg. 626.
Esta fe es fundamento de todos los bienes, y la primera reverencia que el
hombre hace al Señor cuando le toma por Dios; y es fundamento tan firme de todo
el edificio de Dios que no le pueden derribar ni vientos ni persecuciones, ni ríos
de deleites carnales, ni lluvias de espirituales tentaciones, mas entre todos
los peligros tiene el ánima en marcha firmeza como el áncora tiene a la nao en
las mudanzas del mar. Y es tanta su firmeza, que las puertas de los
infiernos, que son errores y pecados, y hombres malos y demonios, no
prevalecerán contra ella (cf. Mt 16, 18); porque no la enseñó carne ni sangre,
mas el Padre que está en los cielos, a cuyas obras y poder no hay quien
resista.
Audi, filia (II), I, pg. 436.
Mirad en lo que ha parado los que se apartaron de la creencia de esta
Iglesia católica y cómo fueron semejables a un ruido de viento que prestó se
pasa y presto se olvida; y cómo la firmeza de nuestra fe ha quedado por
vencedora, y aunque combatida, nunca vencida, por estar firmada sobre firme
piedra (cf. Mt 7, 25), contra la cual ni lluvias, ni vientos, ni ríos,
ni las puertas del infierno pueden prevalecer (Mt 16, 18).
Audi, filia (I), I, pg. 477.
Y mirad, por otra parte, la firmeza de nuestra fe y de nuestra Iglesia, y
cómo ha quedado por vencedora; y, aunque combatida desde su nacimiento nunca
vencida, por estar fundada sobre firme piedra (cf. Mt 7, 25), contra la
cual ni lluvias, ni vientos, ni ríos, ni las puertas de los infiernos pueden
prevalecer (cf. Mt 16, 18).
Audi, filia (II), I, pg. 635.
Y así, se ha de esforzar a tratar esto por tales maneras de hablar, que
dé a entender a los oyentes esta buena nueva del Evangelio; y traiga a su
memoria, que por eso él se llama predicador evangélico, porque lo principal que
incumbe a su oficio es declarar la buena nueva de la Redención, que por eso
Cristo nuestro Redentor dijo: Praedicate Evangelium omni creaturae (Mt
16, 15). Porque evangelium quiere decir buena nueva; la cual es esta que
está dicha. Y así, de ella ha de sacar todos estos frutos en los oyentes: lo
primero, agradecimiento a Dios y grande amor a Él; lo segundo, grande amor a Cristo
nuestro Redentor en cuanto hombre, porque hizo tal obra; lo tercero, grande
confianza y esperanza para despertar los hombres, que esperen por aquella Sangre
y pasión remedio para sus almas,...
Escrito sobre el pecado original y la Redención. II, pg. 1041.
Super hunc Ecce ego vobiscum sum usque ad consummationen seculi (Mt 28, 20) y Spuer petram
aedificabo eclesiam meam, et portae inferi non praevalebunt adversus eam (Mt
16, 18). Claro es que, muertos los apóstoles, la Iglesia no se pasó a la gente
que adoraba ídolos, sino a la que recibió la fe de Cristo, ensañada por los
apóstoles, y permaneció en ella. Y, si estos en quien sucedió, fueron
engañados, no ha habido Iglesia en todo este tiempo en la tierra, siendo
imposible, de ley ordinaria de Dios, que haya tiempo, aunque muy breve, que
haya estado sin ella, pues el Señor dijo que estaría con ella omnibus diebus
(Mt 28, 20). Y, si no ha habido Iglesia, no hay fundamento para recibir alguna escriptura
por de inefable, verdad, pues que por otro medio no tenemos los católicos ni
los herejes a una escriptura por inefable sino porque la Iglesia la aprobó por
tal.
Tercera causa de las herejías. II, pg. 543.
Después de te haber humillado y abajado tus ojos con el publicano
arrepentido (cf. Lc 18, 13), toma confianza cristiana para los alzar al Señor,
y dije con muy firme fe: “Yo creo, Señor, que tú eres Cristo, Hijo de Dios
vivo, como dijo San pedro (Mt 16, 16), y dile con todas tus entrañas: “Gracias
te hago, Señor, porque derramaste tu sangre y perdiste tu vida por mí. También,
Señor, te bendigo, y particularmente te agradezco, que por tu gran caridad te
quisiste quedar con nosotros en manjar para vida, y en defensa de nuestros
peligros, y en remedio cumplido de todas nuestras necesidades.
Sermón Vísperas del Corpus, 90. III. Pg. 483
Y porque al mundo importaba la salvación, saber los hombres quién es
Jesucristo, y ellos no lo podían saber, proveyó el Eterno Padre de lo decir por
boca del apóstol San Pedro, diciendo: Tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo
(Mt 16, 16).
Sermón Natividad de la Virgen, 1. III. Pg. 801.
Y si los pasados en alguna cosa como hombres faltaron, para eso está la
Iglesia romana, a la cual en su Pontífice es dado poder de las llaves del
reino de los cielos y de apacentar la universal Iglesia (cf. Mt 16, 19); y a
quien esto está dado, también le es dada la lumbre para discernir y juzgar cuál
o cuál es la verdadera doctrina y el verdadero sentido de la Escriptura; porque
¿cómo tiene llave, si no abre la verdad por encerrada que esté? ¿Y cómo
apacentará, si no me dice qué he de creer, pues el pasto es de doctrina? Así
que, en esto, señor, haga lo que hace y busque oraciones que lo pidan al Señor,
que Él tornará por su verdad, como lo ha hecho en otros mayores conflictos, y
abajará toda ciencia, que con soberbia se ensalza, con firmeza de la Piedra
cristiana.
Carta a un predicador. IV, pgs. 52-53.
San Oscar Romero. Homilía.
Ven cómo el Papa, en el primer Papa, Pedro, nos refleja su razón de ser.
El Papa es el que garantiza nuestra fe. Cristo mismo ha aprobado la confesión
de San Pedro -así se llama este episodio del evangelio: la confesión de San
Pedro Entonces nuestra fe de Iglesia, la que nos pregunta cuando nos van a
bautizar. ¿Crees en Dios Padre creador del cielo y de la tierra? -Sí, creo.
¿Crees en Jesucristo su único hijo que nació de la Virgen, murió, resucitó y
está sentado a la derecha del Padre? -Sí, creo. ¿Crees en el Espíritu Santo que
ese Cristo Redentor nos ha enviado y es la vida de esta Iglesia a la que tú
quieres pertenecer? -Sí, creo. ¿Crees en la vida eterna, crees en el perdón de
los pecados, crees en la redención omnipotente de Cristo? -Sí, creo. Y el
Sacerdote, haciéndose voz de la Iglesia dice: Esta es la fe de nuestra Iglesia.
¿Quieres ser bautizado en esta fe? -Sí, quiero. ¡Qué honor pertenecer a esta
confesión, pero cuya roca sólida está allá en el fundamento: El Papa!
Homilía, 27
de agosto de 1978.
Papa Francisco. Homilía.
El testimonio de los dos grandes apóstoles Pedro y
Pablo revive hoy en la liturgia de la Iglesia. Al primero, a quien hizo encarcelar
el rey Herodes, el ángel del Señor le dijo: «¡Levántate rápido!» (Hch 12,7); el
segundo, resumiendo toda su vida y su apostolado, dijo: «He peleado el buen
combate» (2 Tm 4,7). Consideremos estos dos aspectos —levantarse rápido y
pelear el buen combate— y preguntémonos qué nos sugieren a las comunidades
cristianas de hoy, mientras está en curso el proceso sinodal.
En primer lugar, los Hechos de los Apóstoles nos
han relatado lo que sucedió la noche en que Pedro fue liberado de las cadenas
de la prisión; un ángel del Señor lo sacudió mientras dormía y «lo hizo
levantar, diciéndole: “¡Levántate rápido!”» (12,7). Lo despertó y le pidió que
se levantara. Esta escena evoca la Pascua, pues aquí encontramos dos verbos
usados en los relatos de la resurrección: despertar y levantarse. Significa que
el ángel despertó a Pedro del sueño de la muerte y lo instó a levantarse, es
decir, a resurgir, a salir fuera hacia la luz, a dejarse conducir por el Señor
para atravesar el umbral de todas las puertas cerradas (cf. v. 10). Es una
imagen significativa para la Iglesia. También nosotros, como discípulos del
Señor y como comunidad cristiana, estamos llamados a levantarnos rápidamente
para entrar en el dinamismo de la resurrección y dejarnos guiar por el Señor en
los caminos que Él quiere mostrarnos.
Experimentamos todavía muchas resistencias
interiores que no nos permiten ponernos en marcha. Muchas resistencias. A veces,
como Iglesia, nos abruma la pereza y preferimos quedarnos sentados a
contemplar las pocas cosas seguras que poseemos, en lugar de levantarnos para
dirigir nuestra mirada hacia nuevos horizontes, hacia el mar abierto. A menudo
estamos encadenados como Pedro en la prisión de la costumbre, asustados
por los cambios y atados a la cadena de nuestras tradiciones. Pero de este modo
nos deslizamos hacia la mediocridad espiritual, corremos el riesgo de
“sólo tratar de arreglárnoslas” incluso en la vida pastoral, el entusiasmo por
la misión disminuye y, en lugar de ser un signo de vitalidad y creatividad,
acabamos dando una impresión de tibieza e inercia. En consecuencia,
la gran corriente de novedad y vida que es el Evangelio —escribía el padre
de Lubac— se convierte, en nuestras manos, en una fe que «cae en el
formalismo y la costumbre, […] religión de ceremonias y de devociones, de
ornamentos y de consuelos vulgares […]. Cristianismo clerical, cristianismo
formalista, cristianismo apagado y endurecido» (El drama del humanismo ateo).
El Sínodo que estamos celebrando nos llama a
convertirnos en una Iglesia que se levanta, que no se encierra en sí misma,
sino que es capaz de mirar más allá, de salir de sus propias prisiones al
encuentro del mundo. Con la valentía de abrir las puertas. Esa misma noche hubo otra
tentación (cf. Hch 12,12-17), esa joven asustada, en vez de abrir la puerta,
regresó a contar fantasías. Abramos las puertas, es el Señor quien llama.
No seamos como Rosa que volvió hacia atrás. Una Iglesia sin cadenas y sin
muros, en la que todos puedan sentirse acogidos y acompañados, en la que se
cultive el arte de la escucha, del diálogo, de la participación, bajo la única
autoridad del Espíritu Santo. Una Iglesia libre y humilde, que “se levanta
rápido”, que no posterga, que no acumula retrasos ante los desafíos del ahora,
que no se detiene en los recintos sagrados, sino que se deja animar por la
pasión del anuncio del Evangelio y el deseo de llegar a todos y de acoger a
todos. No nos olvidemos de esta palabra, todos. ¡Todos! Vayan a los cruces
de los caminos y traigan a todos: ciegos, sordos, cojos, enfermos, justos,
pecadores, ¡a todos, a todos! Esta palabra del Señor debe resonar en la mente y
en el corazón, todos, en la Iglesia hay lugar para todos. Muchas veces
nosotros nos convertimos en una Iglesia de puertas abiertas, pero para despedir
y para condenar a la gente. Ayer uno de ustedes me decía: “Para la Iglesia
este no es el tiempo de las despedidas, es el tiempo de la acogida”. “Pero no
vinieron al banquete” — Vayan al cruce de los caminos y traigan a todos, a
todos — “Pero son pecadores” — ¡Traigan a todos!
Posteriormente, la segunda lectura nos propuso las
palabras de Pablo que, haciendo un repaso de toda su vida, decía: «He peleado
el buen combate» (2 Tm 4,7). El Apóstol se refería a las innumerables
situaciones, a veces marcadas por la persecución y el sufrimiento, en las que
no escatimó esfuerzos para anunciar del Evangelio de Jesús. En ese momento
final de su vida, él veía que en la historia sigue habiendo un gran “combate”,
porque muchos no están dispuestos a acoger a Jesús, prefiriendo ir tras sus
propios intereses y otros maestros, más cómodos, más fáciles, más conformes a
nuestra voluntad. Pablo ha afrontado su combate y, ahora que ha terminado su
carrera, le pide a Timoteo y a los hermanos de la comunidad que continúen esta
labor con la vigilancia, el anuncio, la enseñanza: que cada uno, en definitiva,
cumpla la misión encomendada y haga su parte.
Para nosotros es también una Palabra de vida, que
despierta nuestra conciencia de cómo, en la Iglesia, todos estamos llamados a
ser discípulos misioneros y a aportar nuestra propia contribución. Y aquí me
vienen en mente dos preguntas. La primera es, ¿qué puedo hacer por la
Iglesia? No quejarnos de la Iglesia, sino comprometernos con la Iglesia.
Participar con pasión y humildad. Con pasión, porque no debemos
permanecer como espectadores pasivos; con humildad, porque participar en la
comunidad nunca debe significar ocupar el centro del escenario, sentirnos
mejores que los demás e impedir que se acerquen. Iglesia en proceso sinodal
significa que todos participan, ninguno en el lugar de los otros o por encima
de los demás. No hay cristianos de primera o de segunda clase, todos están
llamados.
Pero participar también significa llevar adelante
el “buen combate” del que habla Pablo. De hecho, es una “batalla” porque el
anuncio del Evangelio no es neutro —por favor, que el Señor nos libre de diluir
el Evangelio para hacerlo neutro, el Evangelio no es agua destilada—, no
deja las cosas como están, no acepta el compromiso con la lógica del mundo,
sino que, por el contrario, enciende el fuego del Reino de Dios allá donde, en
cambio, reinan los mecanismos humanos del poder, del mal, de la violencia, de
la corrupción, de la injusticia y de la marginación. Desde que Jesucristo
resucitó, convirtiéndose en línea divisoria de la historia, “comenzó una gran
batalla entre la vida y la muerte, entre la resignación ante lo peor y la lucha
por lo mejor, una batalla que no cesará hasta la derrota definitiva de todas
las fuerzas del odio y de la destrucción” (cf. C. M. Martini, Homilía Pascua de
Resurrección, 4 abril 1999).
Por eso la segunda pregunta es: ¿qué podemos
hacer juntos, como Iglesia, para que el mundo en el que vivimos sea más humano,
más justo, más solidario, más abierto a Dios y a la fraternidad entre los hombres?
Es evidente que no debemos encerrarnos en nuestros círculos
eclesiales y quedarnos atrapados en ciertas discusiones estériles. Estén
atentos a no caer en el clericalismo, el clericalismo es una perversión.
El ministro que asume una actitud clericalista ha tomado un camino equivocado,
y peor aún son los laicos clericalizados. Estemos muy atentos a esta perversión
del clericalismo. Ayudémonos a ser levadura en la masa del mundo. Juntos
podemos y debemos establecer gestos de cuidado por la vida humana, por la
protección de la creación, por la dignidad del trabajo, por los problemas de
las familias, por la situación de los ancianos y de los abandonados, rechazados
y despreciados. En definitiva, ser una Iglesia que promueve la cultura
del cuidado, de la caricia, la compasión por los débiles y la lucha contra toda
forma de degradación, incluida la de nuestras ciudades y de los lugares que
frecuentamos, para que la alegría del Evangelio brille en la vida de cada uno:
este es nuestro “combate”, este es nuestro desafío. Las tentaciones de
quedarnos son muchas, la tentación de la nostalgia que nos hace pensar que
otros fueron los tiempos mejores. Por favor, no caigamos en la tentación de
“retroceder”, que hoy está de moda en la Iglesia.
Hermanos y hermanas, hoy, según una hermosa
tradición, he bendecido los palios para los arzobispos metropolitanos nombrados
recientemente, muchos de los cuales participan en nuestra celebración. En
comunión con Pedro, ellos están llamados a “levantarse rápidamente”, a no
dormir, para ser centinelas vigilantes del rebaño y, levantados, a “pelear el
buen combate”, nunca solos, sino con todo el santo Pueblo fiel de Dios. Y como
buenos pastores tienen que estar delante del pueblo, en medio del pueblo y
detrás del pueblo, siempre con el santo pueblo fiel de Dios, porque ellos
mismos son parte del santo pueblo fiel de Dios. Y saludo de corazón a la
Delegación del Patriarcado Ecuménico, enviada por el querido hermano Bartolomé.
¡Gracias! Gracias por vuestra presencia aquí y por el mensaje de Bartolomé.
Gracias, gracias por caminar juntos, porque sólo juntos podemos ser semilla del
Evangelio y testigos de la fraternidad.
Que Pedro y Pablo intercedan por nosotros,
intercedan por la ciudad de Roma, intercedan por la Iglesia y por el mundo entero.
Amén.
Homilía, 29 de junio de 2022.
Papa Francisco. Audiencia. Catequesis. La pasión
por la evangelización: el celo apostólico del creyente 17. Testigos: Santa
María MacKillop.
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
¡Hoy tenemos que tener un poco de paciencia, con
este calor! ¡Gracias por haber venido con este calor, con este sol, muchas
gracias por vuestra visita!
En esta serie de catequesis sobre el celo
apostólico, estamos viendo algunas figuras ejemplares de hombres y mujeres de
todo tiempo y lugar, que dieron la vida por el Evangelio. Hoy nos vamos lejos,
a Oceanía, un continente formado por muchísimas islas, grandes y pequeñas. La
fe en Cristo, que tantos emigrantes europeos llevaron a esas tierras, echó
raíces pronto y dio frutos abundantes (cfr. Exhort. ap. postsin. Ecclesia in
Oceania, 6). Entre ellos está una religiosa extraordinaria, santa Mary
MacKillop (1842-1909), fundadora de las Hermanas de San José del Sagrado
Corazón, que dedicó su vida a la formación intelectual y religiosa de los
pobres en la Australia rural.
Mary MacKillop nació cerca de Melbourne de padres
que emigraron a Australia desde Escocia. De niña, se sintió llamada por Dios
a servirlo y testimoniarlo no solo con las palabras, sino sobre todo con una
vida transformada por la presencia de Dios (cfr. Evangelii gaudium, 259).
Como María Magdalena, que fue la primera en encontrar a Jesús resucitado y fue
enviada por Él a llevar el anuncio a los discípulos, Mary estaba convencida de
ser ella también enviada a difundir la Buena Noticia y a atraer a otros al
encuentro con el Dios viviente.
Leyendo con sabiduría los signos de los tiempos,
entendió que para ella la mejor forma de hacerlo era a través de la educación
de los jóvenes, siendo consciente de que la educación católica es una forma
de evangelización. Es una gran forma de evangelización. Así, si podemos
decir que «cada santo es una misión; es un proyecto del Padre para reflejar y
encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio»
(Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 19), Mary MacKillop lo fue sobre todo a
través de la fundación de escuelas.
Una característica esencial de su celo por el
Evangelio consistía en cuidar de los pobres y los marginados. Y esto es muy
importante: en el camino de la santidad, que es el camino cristiano, los
pobres y los marginados son protagonistas y una persona no puede ir adelante en
la santidad si no se dedica también a ellos, de una forma u otra. Estos,
que necesitan de la ayuda del Señor, llevan la presencia del Señor. Una vez leí
una frase que me impresionó; decía así: “El protagonista de la historia es el
mendigo: los mendigos son aquellos que atraen la atención sobre la injusticia,
que es la gran pobreza en el mundo”, se gasta el dinero para fabricar armas
y no para producir comidas…. Y no lo olvidéis: no hay santidad si, de una
manera u otra, no hay cuidado de los pobres, los necesitados, de aquellos que
están un poco al margen de la sociedad. Este cuidar de los pobres y de los
marginados impulsaba a Mary a ir a donde otros no querían o no podían ir. El 19
de marzo de 1866, fiesta de San José, abrió la primera escuela en un pequeño
suburbio al sur de Australia. Le siguieron tantas otras que ella y sus hermanas
fundaron en las comunidades rurales de Australia y Nueva Zelanda. Se
multiplicaron, porque el celo apostólico hace así: multiplica las obras.
Mary MacKillop estaba convencida de que el
propósito de la educación es el desarrollo integral de la persona tanto como
individuo que como miembro de la comunidad; y que esto requiere sabiduría, paciencia
y caridad por parte de todo educador. En efecto, la educación no
consiste en llenar la cabeza de ideas: no, no es solo esto. ¿En qué consiste la
educación? En acompañar y animar a los estudiantes en el camino de crecimiento
humano y espiritual, mostrándoles cuánto la amistad con Jesús Resucitado dilata
el corazón y hace la vida más humana. Educar es ayudar a pensar bien: a
sentir bien —el lenguaje del corazón— y a hacer bien —el lenguaje de las
manos—. Esta visión es plenamente actual hoy, cuando sentimos la necesidad
de un “pacto educativo” capaz de unir a las familias, las escuelas y toda la
sociedad.
El celo de Mary MacKillop por la difusión del
Evangelio entre los pobres la condujo también a emprender otras obras de
caridad, empezando por la “Casa de la Providencia” abierta en Adelaida para
acoger ancianos y niños abandonados. Mary tenía mucha fe en la Providencia de
Dios: siempre confiaba que en cualquier situación Dios provee. Pero esto no le
ahorraba las preocupaciones y las dificultades que derivan de su apostolado, y
María tenía buenas razones: tenía que pagar las cuentas, tratar con los obispos
y los sacerdotes locales, gestionar las escuelas y cuidar la formación
profesional y espiritual de las Hermanas; y, más tarde, los problemas de salud.
Sin embargo, en todo esto, permanecía tranquila, llevando con paciencia la cruz
que es parte integrante de la misión.
En una ocasión, en la fiesta de la Exaltación de la
Cruz, Mary le dijo a una de sus hermanas: “Hija mía, desde hace muchos años
he aprendido a amar la Cruz”. No se rindió en los momentos de prueba y
de oscuridad, cuando la oposición y el rechazo trataban de apagar su alegría.
Veis: todos los santos han encontrado oposiciones, también dentro de la
Iglesia. Es curioso, esto. También ella las vivió. Estaba convencida de que,
incluso cuando el Señor le asignaba «pan de asedio y aguas de opresión» (Is
30,20), el mismo Señor respondería pronto a su grito y la rodearía con su
gracia. Este es el secreto del celo apostólico: la relación continua con el
Señor.
Hermanos y hermanas, que el discipulado misionero
de santa Mary MacKillop, su respuesta creativa a las necesidades de la Iglesia
de su tiempo, su compromiso por la formación integral de los jóvenes nos
inspire hoy a todos nosotros, llamados a ser levadura del Evangelio en nuestras
sociedades en rápida transformación. Que su ejemplo y su intercesión sostengan
el trabajo cotidiano de los padres, de los profesores, de los catequistas y de
todos los educadores, por el bien de los jóvenes y por un futuro más humano y
lleno de esperanza.
Audiencia. 28 de junio de 2023.
SANTOS
PEDRO Y PABLO. 2 de julio de 2023.
Monición de entrada.-
En esta misa nos acordamos de san Pedro y
San Pablo.
Pedro era pescador y se fue con Jesús.
Jesús lo eligió para cuidar de sus ovejas,
la Iglesia.
Pablo no quería a los cristianos, hasta
que se encontró con Jesús.
Desde entonces fue por Europa enseñando
las palabras de Jesús.
Nuestra parroquia se apoya en las
enseñanzas de los dos.
Señor, ten piedad.-
Tú, que
perdonaste a Pedro. Señor, ten piedad.
Tú, que
cambiaste a Pablo. Cristo, ten piedad.
Tú, que gracias
al Papa y los obispos nos perdonas los pecados. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Jesús, te pido por el Papa Francisco y el obispo
Enrique; para que nos guarden la unidad en el amor. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por la Iglesia; para que
sea querida en todos los sitios. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por los cristianos que no
pueden hablar de ti porque los castigan; para que sean fuertes . Te lo pedimos,
Señor.
Jesús, te pido por nosotros, para que no
nos cansemos de venir a misa y ser amigos tuyos. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.-
María, queremos darte las gracias por los
apóstoles Pedro y Pablo y por el Papa Francisco que tanto bien está haciendo y
tanto nos está ayudando a ser buenos amigos de Jesús.
DOMINGO
XIV T.O. 9 de julio de 2023.
Monición de entrada.-
¿Qué
somos nosotros?
La
misa de este domingo nos ayudará a responder a la pregunta.
Porque
somos personas como los demás, pero que tenemos a Jesús en la Iglesia y en
nuestro corazón.
Señor, ten piedad.-
En ti
confiamos. Señor, ten piedad.
A ti vamos. Cristo, ten piedad.
De ti
esperamos. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Jesús, te pido por el Papa Francisco y el obispo
Enrique; para que les ayudes mucho. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por la iglesia; para que te
quiera mucho. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por los países que están
en guerra; para que confíen más en las palabras que en las pistolas. Te lo pedimos,
Señor.
Jesús, te pido los que están cansados;
para que les ayudemos. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por nosotros; para que
encontremos en ti el amigo que nos ayuda. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.-
María, queremos darte las gracias por que
cuando te rezamos sentimos que nos ayudas, sobre todo cuando estamos tristes y
cansados.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española.
BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Nuevo
Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González.
BAC. Madrid. 2017.
Biblia
Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.
Catecismo
de la Iglesia Católica. Nueva Edición. Asociación
de Editores del Catecismo. Barcelona 2020.
La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia.
Ciudad Nueva. Madrid. 2006.
Pío de Luis,
OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las
lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.
Jerónimo.
Comentario al evangelio de Mateo. Editorial Ciudad Nueva. Madrid. 1999. Pgs. 105-106.
San Juan de
Ávila. Obras Completas I. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid.
2015.
San Juan de Ávila. Obras
Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores.
BAC. Madrid. 2013.
San
Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid. 2015.
San
Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.
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