Lectura del libro del Deuteronomio 8,
2-3.14b-16a
Moisés habló al pueblo diciendo:
-Recuerda todo el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho
recorrer estos cuarenta años por el desierto, para afligirte, para probarte y conocer
lo que hay en tu corazón: si observas tus preceptos o no. Él te afligió,
haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías
ni conocieron tus padres, para hacerte reconocer que no solo de pan vive el
hombre, sino que vive de todo cuanto sale de la boca de Dios. No olvides al Señor,
tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud, que te
hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con serpientes abrasadoras y
alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca
de pedernal, que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus
padres.
Palabra de Dios.
Textos
paralelos.
Para conocer las
intenciones que llevabas.
Dt 29, 4-5: Yo os he
conducido cuarenta años por el desierto; no se os gastaron los vestidos que
llevabais ni se os estropearon las sandalias de los pies; no comisteis pan ni
bebisteis vino ni licor; para que reconozcáis que yo soy el Señor, vuestro
Dios.
Te alimentó con el
maná.
Ex 16, 14: Cuando se
evaporó la capa de rocío, apareció en la superficie del desierto un polvo fino,
como escamas, parecido a la escarcha sobre la tierra.
Yahvé tu Dios que te
sacó de Egipto.
Si 10, 12: Principio
de la soberbia es alejarse del Señor / y apartar el corazón del Creador.
Jr 2, 6: No fueron
capaces de preguntarse: / “¿Dónde está el Señor, / que nos trajo de Egipto, /
que nos guió por el desierto, / por estepas y barrancos, / por tierra sedienta
y oscura, / tierra que nadie atraviesa, / en donde nadie se asienta.
Nm 21, 6: El Señor
envió contra el pueblo serpientes abrasadoras, que los mordían, y murieron muchos
de Israel.
Hizo brotar para ti
agua de la roca más dura.
Ex 17, 5-6: Respondió
el Señor a Moisés: “Pasa al frente del pueblo y toma contigo algunos de los
ancianos de Israel; empuja el bastón con el que golpeaste el Nilo y marcha. Yo
estaré allí ante ti, junto a la roca de Horeb. Golpea la roca, y saldrá agua
para que beba el pueblo”.
Nm 20, 11: Moisés
alzó la mano y golpeó la roca con la vara dos veces, y brotó agua tan abundante
que bebió toda la comunidad y las bestias.
Notas
exegéticas.
8 En contraste con los profetas, que
consideraban la permanencia en el desierto como una época ideal el Dt presenta
aquí los cuarenta años como una prueba. El redactor sacerdotal de Nm 26-35 lo verá
como un castigo.
8 3 Yahvé, que puede crear todo con
su palabra, da vida a los israelitas, con los mandamientos (miswâ) que salen
(môsa) de su boca. Sobre este texto, citado por Mt 4,4 (las tentaciones
del desierto), véase Am 8, 11.
Salmo
responsorial
Sal 147, 12-15.19-20
R/. Glorifica
al Señor, Jerusalén.
Glorifica
al Señor, Jerusalén;
alaba
a tu Dios, Sión.
Que
ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y
ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R/.
Ha
puesto paz en tus fronteras,
te
sacia con flor de harina.
Él
envía su mensaje a la tierra,
y
su palabra corre veloz. R/.
Anuncia
su palabra a Jacob,
sus
decretos y mandatos a Israel;
con
ninguna nación obró así,
ni
les dio a conocer sus mandatos. R/.
Textos
paralelos.
Que
refuerza los cerrojos de tus puertas.
Jr 33, 10: Esto
dice el Señor: En este lugar del que decís que es una ruina, sin hombres ni ganados,
en todos los poblados de Judá y en las calles desoladas de Jerusalén, sin
hombres, sin habitantes, y sin ganados, volverá a escucharse la voz de la
alegría y de la fiesta.
Is 65, 18: Regocijaos,
alegraos por siempre / por lo que voy a crear: / yo creo a Jerusalén “alegría”,
/ y a su pueblo, “júbilo”.
Sal 48, 14: Fijaos
en sus baluartes, / observad sus palacios, / para poder decirle a la próxima
generación.
Lv 26, 6: Yo traeré
la paz al país y dormiréis sin que nadie perturbe vuestro sueño; haré desaparecer
del país las fieras, y la espada no traspasará vuestras fronteras.
Sal 81, 17: Los
alimentaría con flor de harina; / los saciaría con miel silvestre.
Que
envía a la tierra su mensaje.
Sal 29, 3: La voz
del Señor sobre las aguas, / el Dios de la gloria ha tronado, / el Señor sobre
las aguas torrenciales.
Sal 33, 9: Porque
él lo dijo, y existió; / él lo mandó y todo fue creado.
Sal 107, 20: Envió
su palabra para curarlos, / para salvarlos de la perdición.
Is 55, 10-11: Como
bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, / y no vuelven allá sino después de
empapar la tierra, / de fecundarla y hacerla germinar, / para que dé semilla al
sembrador / y pan al que come.
Revela
a Jacob sus palabras.
Dt 4, 7-9: Porque
¿dónde hay una nación tan grande que tenga unos mandatos y decretos tan justos
como toda esta ley que yo os propongo hoy? Pero, ten cuidado y guárdate bien de
olvidar las cosas que han visto tus ojos y que no se aparten de tu conversión
mientras vivas; cuéntaselas a tus hijos y a tus nietos.
Hch 14, 16: En las
generaciones pasadas, permitió que cada pueblo anduviera por su camino.
Notas
exegéticas.
147 (a) Aunque este salmo forma una
unidad, algunas versiones (entre ellas la Vulgata) lo cortan en dos por el v.
12. El poeta enlaza a Yahvé como libertador de Israel, Creador, amigo de los “pobres”.
147 (b) “Aleluya” griego: unido por
el hebreo al salmo anterior.
147 12 Los Padres han aplicado esta
segunda parte del salmo a la nueva Jerusalén, militante o triunfante.
147 15 Aquí es presentada la palabra
divina como mensajera, casi como hipóstasis.
147 20 El hebreo añade aquí “Aleluya”;
omitido por el griego. Igualmente en lod dos salmos siguientes.
Segunda
lectura.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 10, 16-17
Hermanos: El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión
de la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de
Cristo? Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo,
pues todos comemos del mismo pan.
Palabra de Dios.
Textos
paralelos.
El que se gloríe, gloríese
en el Señor.
Jr 9, 22-23: Esto dice el
Señor: / “Que el sabio no presuma de su saber, / ni el fuerte de su fuerza, /
ni el rico de su riqueza. / Quien presuma, presuma de esto: / de tener
entendimiento y conocerme, / de saber que yo soy el Señor, / que pone en
práctica la lealtad, / la justicia y el derecho en el país. / Estas son las
cosas que me gustan / - oráculo del Señor –“.
1 Co 1, 31: Y así – como está escrito –; el
que se gloríe que se gloríe en el Señor.
Notas
exegéticas:
10 16 La norma que Pablo se impone
es: no construir sobre los fundamentos puestos por otros, Rm 15, 20 ss.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 6, 51-58
En aquel tiempo, dijo Jesús a
los judíos:
-Yo soy el pan vivo que ha
bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo
daré es mi carne por la vida del mundo.
Disputaban los judíos entre sí:
-¿Cómo puede este darnos a
comer su carne?
Entonces Jesús les dijo:
-En verdad, en verdad os digo:
si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida
en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo
resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera
bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el
Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que
me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de
vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para
siempre.
Textos
paralelos.
El pan que yo le voy a
dar.
Lc 22, 19: Y tomando pan,
después de pronunciar la acción de gracias, lo partió y se lo dio diciendo: “Esto
es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía”.
1 Co 11, 24: Y pronunciando la
Acción de Gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por
vosotros. Haced esto en memoria mía”.
Permanece en mí y yo en
él.
Jn 15, 4-5: Permaneced en mí, y
yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, sino permanece en
la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros
los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante,
porque sin mí no podéis hacer nada.
El que me coma vivirá por
mí.
Jn 5, 26: Porque, igual que el
Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado también el Hijo tener vida en sí
mismo.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
6 51 (a) Referencias a Gn 3, 22: “y
comiendo de él viva para siempre”. Con su enseñanza, Cristo-Sabiduría nos da
acceso de nuevo al árbol de la vida del que Adán había sido privado. Ya nunca
más seremos arrojados del paraíso.
6 51 (b) La última sección del discurso
está dedicada explícitamente al sacramento de la eucaristía. Aunque se
reconozca generalmente el colorido joánico del pasaje, no es imposible, que
estos versículos sean un añadido posterior a la redacción del resto de este
capítulo o, al contrario, que Jn se haya valido aquí de una tradición más
antigua.
6 51 (c) Se sobreentiende: “dada” o “entregada”
(como precisan muchos manuscritos). Este giro conciso recuerda a 1 Co 14, 24: “Este
es mi cuerpo que se da por vosotros”, ver Lc 22 19. Alusión a la Pasión. Pero
Juan sustituye el término “cuerpo” por “carne”, que designaba al hombre en su
condición débil y de mortalidad. En el judaísmo, la expresión más compleja “la
carne y la sangre” significaba lo mismo.
6 54 (a) Este verbo (trogo)
significa principalmente “roer”, “rumiar”, “masticar”. Juan utiliza un
vocabulario esencialmente realista para caracterizar la participación en la
Eucaristía. Pone así en guardia a sus lectores ante una interpretación
docetista del ministerio de Jesús. Según la costumbre judía, los alimentos de
la cena pascual debían ser cuidadosamente masticados.
6 54 (b) La Eucaristía es el fermento de
la reconciliación para los creyentes.
6 56 “Estar en”, y más todavía “permanecer
en”, con bastantes variantes en cuanto a los sujetos y complementos, es uno de
los rasgos propios del lenguaje joánico. La relación de presencia interior que
así se expresa está evidentemente determinada por la naturaleza de las
realidades o personas en cuestión: una es siempre mayor que la otra, sobre todo
si se trata de una persona divina. Esto se observa particularmente si la
relación es recíproca, como aquí.
6 57 La Eucaristía comunica a los
fieles la vida que el Hijo recibe del Padre.
Notas
exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica
50-51 De modo que… no muera: Ese pan eucarístico “es medicina
de inmortalidad, antídoto que impide morir y hace vivir” (Ignacio de Antioquía,
Eph 20, 2).
Mi carne: mi naturaleza humana, mi
humanidad.
Por la vida: en favor de la vida, para que
los hombres tengan vida. El anuncio de la Eucaristía es claro y sin
ambigüedades, hasta provocar el escándalo. El texto del v. 51 parece un eco de
la fórmula de los Sinópticos para la institución de la Eucaristía bajo la
especie de pan, acentuando su aspecto redentor, de sacrificio.
53 No podéis tener: lit. no tenéis (tiempo
presente gramatical con valor de futuro).
54-58 “Masticar”: el verbo griego podría considerarse simple sinónimo de “comer”
(así en 13, 18 citando el Sal 41, 10); pero lo más probable es que aquí
conserve su significado específico de mascar, roer, quizá para
rechazar interpretaciones puramente espiritualistas, propias del docetismo, de
estas frases. Recuérdese también la norma tradicional para la cena del cordero
pascual: había que masticarlo bien. El realismo de la carne y la
sangre dice también la totalidad de la persona de Jesús bajo el aspecto de
su corporalidad que se entrega al sacrificio; Jesús está verdaderamente
presente en esta carne y esa sangre. El que come esa carne y bebe
esa sangre no sólo come una materia dotada de determinada fuerza, sino al mismo
Jesús.
57 Creer las palabras de Jesús, en
vez de escandalizarse, produce ganas de vivir, hambre y sed de recibirlo como
alimento y bebida; es la experiencia de san Ignacio de Antioquía: “Quiero
conseguir el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo nacido del linaje de David,
y quiero como bebida su sangre, que es caridad incorruptible” (Rom 7,
2). El término comparativo “como” parece afectar más bien a “la fuente
de vida” que a “la misión”; la traducción se ciñe al orden del texto griego.
Jesús ha sido enviado por el Padre a imagen del Padre que da vida.
Gracias a: o, mediante, en virtud
de; como vivimos gracias a los alimentos.
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé:
6, 51 Cristo, a través de su pasión,
muerte y resurrección, ofrece la redención de toda la humanidad. Además la
santidad movida por al Eucaristía trae vida al mundo. En el Padrenuestro
rezamos: “Danos hoy nuestro pan de cada día”, una referencia no sólo a nuestras
necesidades temporales, sino más específicamente a la propia eucaristía.
Catecismo de la Iglesia Católica 728, 1355, 1406-1407 y 2837.
6, 53 Muchas personas de la multitud,
al oír a Cristo hablando de comer su carne, tomaron sus palabras como una
invitación al canibalismo. Cristo se refería a comer su carne y beber su sangre
de una manera sacramental. En la Eucaristía, que él instituiría en la Última
Cena, el pan y el vino se convertirían en su cuerpo y sangre para alimento
espiritual de los fieles. Al instituir el sacerdocio, Cristo dio a sus
apóstoles y a sus sucesores el poder de hacer lo mismo. En el discurso, enseñó
sobre su presencia real en la Eucaristía. La palabra que la Iglesia utiliza
para describir el cambio que tiene lugar cuando el sacerdote consagra el pan y
el vino en Misa es transustanciación, en la que la sustancia del pan y
el vino cambia en el cuerpo y sangre de Cristo
pero los accidentes o apariencias no. La vida que confiere la Eucaristía
pertenece a la vida sobrenatural que nos une cada vez más a Cristo y nos
prepara para la eternidad en el cielo. Cat 787, 1382-1384, 1391-1392, 1406 y
1509.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
1355 En la comunión, precedida por la oración del Señor y de la
fracción del pan, los fieles reciben “el pan del cielo” y “el cáliz de la
salvación”, el Cuerpo y la Sangre de Cristo que se entregó “para la vida del
mundo” (Jn 6, 51). “Porque este pan y este vino han sido, según la expresión antigua,
eucaristizados, llamaos alimento a este alimento Eucaristía y nadie puede tomar
parte en él si no cree en la verdad de lo que enseña entre nosotros, si no ha
recibido el baño para el perdón de los pecados y el nuevo nacimiento, y si no
vive según los preceptos de Cristo” (S. Justino, Apología, 1).
1407 La eucaristía es el corazón y la cumbre de la vida de la Iglesia, pues en
ella Cristo asocia su Iglesia y todos sus miembros a su sacrificio de alabanza
y acción de gracias ofrecido una vez por todas en la cruz a su Padre; por medio
de este sacrificio derrama las gracias de la salvación sobre su Cuerpo, que es
la Iglesia.
787 Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida , les reveló
el misterio del Reino; les dio parte en su misión, en su alegría y en sus sufrimientos.
Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre Él y los que le sigan: “Permaneced
en mí, como yo en vosotros. Yo soy la vid y vosotros los sarmientos” (Jn 15, 4-5).
Anuncia una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: “¿Quién
come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (Jn 6, 56).
1382 La misa es, a la vez e inseparablemente, el memorial sacrificial en el
que se perpetúa el sacrificio de la cruz, y el banquete sagrado de la comunión
en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Pero la celebración del sacrificio
eucarístico está totalmente orientada hacia la unión íntima de los fieles con
Cristo por medio de la comunión. Comulgar es recibir a Cristo mismo que se
entregó por nosotros.
1384 El Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el sacramento de
la Eucaristía: “En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo
del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros” (Jn 6, 53).
1391 La comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. Recibir la Eucaristía en
la comunión da como fruto principal la unión íntima con Cristo Jesús. En
efecto, el Señor dice: “Quién come mi Carne y bebe mi Sangre permanece en mí y
yo en él” (Jn 6, 56). La vida en Cristo encuentra su fundamento en el banquete
eucarístico: “Lo mismo que me ha enviado el Padre, que vive, y yo vivo en el
Padre, también el que me coma vivirá por mí” (Jn 6, 57). “ Cuando en las
fiestas los fieles reciben el Cuerpo del Hijo, proclaman unos a otros la Buena
Nueva, se nos han dado las arras de la vida, como cuando el ángel dijo a María:
‘¡Cristo ha resucitado!’ He aquí que ahora también la vida y la resurrección
son comunicadas a quien recibe a Cristo” (C. Vaticano II, Presbyterorum
ordinis, 5).
1392 Lo que el alimento material reduce en nuestra vida corporal, la comunión
lo realiza de manera admirable en nuestra vida espiritual. La comunión con la
Sangre de Cristo resucitado, “vivificada por el Espíritu Santo y vivificante”,
conserva, acrecienta y renueva la vida de gracia recibida en el Bautismo. Este crecimiento
de la vida cristiana necesita ser alimentada por la comunión eucarística, pan
de nuestra peregrinación, hasta el momento de la muerte, cuando nos sea dada
como viático.
Concilio Vaticano II
En la fracción del pan eucarístico compartimos realmente el Cuerpo del
Señor, que nos eleva hasta la comunión con Él y entre nosotros. “Puesto que el
pan es uno, aunque muchos, somos un solo cuerpo todos los que participamos de
un mismo pan” (1 Cor 10, 17). Así todos somos miembros de su Cuerpo (cf. 1 Cor
12, 27) “y cada uno miembro del otro” (Rm 12, 5).
Lumen gentium, 7.
San Agustín
Cuando se come a Cristo, se come la vida. No se le da muerte para
comerlo; al contrario, él da la vida a los muertos. Cuando se le come, da
fuerzas, pero él no mengua. Por tanto, hermanos, no temamos comer este pan por
miedo a que se acabe y no encontremos después que tomar. Comamos a Cristo:
aunque comido, vive, puesto que habiendo muerto resucitó. Ni siquera lo
partimos en trozos cuando lo comemos. Así acontece, en efecto, en el
sacramento. Los fieles saben cómo comen la carne de Cristo: cada uno recibe su
parte, razón por la que a esa gracia llamamos “partes”. Se le come en
porciones, pero permanece todo entero; en el sacramento se le come en
porciones, pero permanece íntegro en el cielo, íntegro en tu corazón. ïntegro
estaba junto al Padre cuando vino a la Virgen; la llenó, pero sin apartarse de
él. Venía a la carne para que los hombres lo comieran, y, a la vez, permanecía
íntegro en el Padre, para alimentar a los ángeles. Para que lo sepáis, hermanos
– los que ya lo sabéis; y quienes no lo sabéis debéis saberlo –, cuando Cristo
se hizo hombre, el hombre comió pan de los ángeles (Sal 77, 25). ¿En
base a qué, cómo, por qué camino, por mérito de quien, por qué dignidad iba a
comer el hombre pan de los ángeles si no se hubiera hecho hombre el creador de
los ángeles? Comámosle, pues, tranquilos, no se agota lo que comemos; comámoslo
para no agotarnos nosotros. Pero, ¿cómo ha de ser comido Cristo? Cómo él mismo
lo indica: quien come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él
(Jn 6, 57). Así, pues, si él permanece en mí y yo en él, es entonces cuando me
come y me bebe; quien, en cambio, no permanece en mí ni yo en él, aunque reciba
el sacramento, lo que consigue es un gran tormento. Si, pues, os separáis hasta
el punto de no tomar el cuerpo ni la sangre del Señor, es de temer que muráis;
en cambio, si lo recibís y bebéis indignamente, es de temer que comáis y bebáis
vuestra condenación. Al obrar el bien y al vivir bien, él os llenará. Examinad
vuestra conciencia. Vuestra boca se llenará de alabanza y gozo de Dios.
Sermón 132
A. I, pgs. 670-671.
Los Santos Padres.
Este alimento, provechoso y adecuado para el niño
recien formado y recién nacido, es dispensado por Dios – padre nutricio de todos
los nacidos y regenerados – como el maná, celeste alimento de los ángeles, que
manaba del cielo para los antiguos hebreos. Cuando el Padre, amante y benigno
para con el hombre, derramó el rocío del Logos, se convirtió Él mismo en
alimento espiritual para los sencillos. He aquí los excelentes alimentos que el
Señor nos ofrece con largueza: nos da su carne y derrama su sangre. Admirable
misterio.
Clemente de Alejandría. El pedagogo I. 4a, pg. 332.
Cuando oramos, somos todos mendigos de Dios,
estamos en pie a la puerta del padre de familia; más aún, nos postramos y
gemimos suplicantes, queriendo recibir algo, y este algo es Dios mismo. ¿Qué
pide el mendigo? Pan. ¿Y qué es lo que pides tú a Dios sino a Cristo que dice: “Yo
soy el pan vivo que ha bajado del cielo”?
Agustín. Sermones, 83. 4a, pg. 332.
No los tengas como pan y vino sin más; según la
declaración del Señor son cuerpo y sangre de Cristo. Y aunque el sentido te
sugiera eso, la fe debe darte la certeza. No juzgues el hecho por lo que te dicte
el gusto, sino que, después de ser considerado digno del cuerpo y sangre de
Cristo, debes estar plenamente convencido desde la fe, sin dudar.
Cirio de Jerusalén. Las catequesis, 4. 4a., pg. 334.
El que come la santa carne de Cristo tiene vida
eterna, pues esa carne tiene en sí al mismo Verbo, que por naturaleza es vida.
Cirilo de Alejandría. Comentario al Ev. de Juan, 4. 4a, pg. 334.
Es evidente que no hablaba de una vida sin más,
sino de aquella, gloriosa e inefable. Pues todos, infieles o no iniciados,
viven, a pesar de no haber comido aquella carne. ¿Ves que no se trata de esta
vida, sino de aquélla? Lo que quiere decir es que resucitarán. Mas no se
refiere a la común resurrección, pues todos resucitarán igualmente, sino a
aquella eximia y gloriosa resurrección que será acompañada de premio.
Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Ev. de Juan, 47. 4a, pg. 338.
San Juan de Ávila
El Apóstol dice que Cristo es nuestra vida (cf. Col 3, 4); mas por
esto no se sigue que los justos no viven, pues que dice el Señor: El que
come a mí, vive por mí (Jn 6, 58). Y no ternía razón de hombre quien, por
oír que Dios es hermosura de la rosa, o fortaleza del león, o cosas de esta
manera, negase tener estas criaturas hermosura y fortaleza distintas de las de
Dios. La Escritura dice: Dios es vida tuya, y longura de tus días (Dt
30, 20); el cual modo de hablar quiere decir que Dios es causa eficiente
de estas cosas, y el que nos las da.
Audi, filia (II), 39. I, pg. 737.
Llamalde a boca llena cuestión curiosa: ese conocimeinto está acá, como
en el cielo. Dice Sant Juan: Quien come mi carne y bebe mi sangre, habet
vitam aeternam, tiene la vida eterna (Jn 6, 55). ¿No dijera: terná la vida
eterna? ¿Por qué se llama vida eterna estar en gracia? Porque el que dignamente
comulga, conoce a Dios y le ama. Si se llama vida, ¿por qué eterna? Porque si
vos no la matáis, no hayáis miedo que se muera. Vuestra vida morirá; la gracia
no se muere si vos no la matáis. Y esta gracia es principio de la vida eterna,
aunque imperfecta.
Lecciones sobre 1 San Juan (I), 7. II, pg. 155.
Pregunta: si alguna persona pidiese a su prelado o cura que lo comulgase
muchas veces en el año, si el tal prelado o cura es obligado a comulgarlo
cuantas veces lo pidiere, no habiendo legítimo impedimento.
Mi parecer (salvo mejor juicio) es que, no habiendo legítimo impedimento,
el prelado (en nombre del prelado entiendo cualquiera que tiene cargo de
administrar el santísimo sacramento de la eucaristía) es obligado a darlo, a su
súbdito cuantas veces le pidiere. Lo uno, por razón del nombre, que es
sacerdote: que da cosas sagradas o sacramentos; ¿y cuál mejor ni tal como el de
la comunión? Lo segundo, por razón del amor que debe tener a Dios. Si le
ama, apaciente sus ovejas (Jn 21, 17). ¿Y qué pasto? El que el mismo Dios
dice: Mi carne es verdaderamente manjar (Jn 6, 56). Y el que este
santísimo sacramento niega es injusto, porque le niega lo que con tanta
justicia se le debe, como Santo Tomás dice: que “el cristiano tiene tanto derecho
para pedir el santísimo sacramento, que ni su prelado, se lo puede negar;
cuánto más debe el que con devoción se lo pide”. Es cruel, porque quita el pan
a su hijo, al cual es obligado a mantener con manjar espiritual, mucho más que
el pare carnal a su hijo con pan material.
Miscelánea breve. II, pg. 861.
Veamos que te da por virtud de este sacramento. Innumerables son sus
efectos y virtudes; mas la primera y más principal es hacerse semejante el
hombre a Dios en la pureza de la vida, y después en la bienaventuranza de la
gloria, que es hacer al hombre divino, deificada su ánima y haciéndola
participante de las costumbres y naturaleza de Dios. Y, porqué esta es una tan
gran cosa que parece increíble oye cómo así lo dice el mesmo Dios: El que
come, dice Él, mi carne y bebe mi sangre, él está en mí y yo en él (Jn
6, 57).
Meditación del beneficio que nos hizo el Señor en el sacramento de la
Eucaristía. II,
pg. 759.
De tras medidas se hizo este pan, de la flor de lo mejor de la harina, que
quiere decir que hay allí tres cosas que son metro y mesura de todas las otras
cosas, y que cuanto las cosas todas del mundo más se allegan a ellas, más
perfectamente se hacen. – ¿Qué hay allí en el Sacramento? – ¡Oh Señor, y quien
nunca de otra cosa se acordase! ¿Qué hay
allí? Dios sobre todas las cosas. – Mirad, también está en todas partes.
– Es verdad, pero tan maravillosamente como allí. - ¿Qué más hay allí? – El anima
de Jesucristo, que es flor de todas las ánimas, más alta que los serafines
en esencia, aunque más baja en naturaleza. – ¿Qué más hay allí? – La carne de
Jesucristo, flor de todas las carnes. – ¿Qué hay allí? – Tres excelencias, tres
sustancias y una persona. - ¿Qué pan es éste? – ¡Y qué pan es este cocido
en el rescoldo!, que quiere decir que parece tan bajo Jesucristo, que no
parece, a lo de fuera, sino un puro hombre, tan trabajado, qué desde que nació
en este mundo hasta el punto que murió nunca tuvo una hora de descanso: ¡qué de
hambre, qué de desnudez, qué de frío, qué de necesidades padeció!
En la Infraoctava del Corpus. 49, 3. III. Pg. 636.
Porque, ¿qué quiere decir: Si alguno comiere de este pan, vivirá para
siempre (Jn 6, 52) sino: “por virtud de este pan la muerte está muerta para
siempre¨.
En la
Infraoctava del Corpus. 43, 2. III.
Pg. 569.
Aquí el Señor se amansa con nuestros pecados; aquí da fuerza a nuestra
ánima para que de aquí adelante no caiga en ellos; aquí sana nuestras enfermedades
e imperfecciones. Aquí nos junta consigo; aquí se nos da Él mismo en prendas de
que viviremos para siempre en él; porque es la levadura que se echó en las
tres medidas de harina (Mt 13, 33) para que el pan fuese sazonado y fuese
gustoso el Señor; y fuera de este sacratísimo cuerpo no hay vida ni salud, en
las buenas obras; no hay gracia, ni gloria, ni bien alguno. Porque ansí como la
fuente del hambre es el sol y en el mar se juntan las aguas, así en este
poderosísimo Señor están juntos todos los bienes, y quien lo recibe puede decir
Todos los bienes vinieron con Él (cf. Sb 7, 11). Y esté sin miedo de la
muerte, pues ha recebido la Vida, y espere de gozar de la dulce y verdadera
promesa de Jesucristo que dicen las palabras del tema: El que come de este
pan vivirá para siempre (Jn 6, 52).
Ibid.
43, 52. III. Pgs. 585-586.
– Padre, abajaos un poco. – Que me place. Cuando tú piensas que has
comulgado, no sea el comulgar sin que pienses: “¡Señor! ¡Qué tanto me amaste,
que derramaste vuestra Sangre por mí! ¡Que sin buscaros, me llamastes, y sin
rogároslo yo, me hicistes, y me distes tantos bienes y más que me tenéis
aparejados!”. Cuanto esto has pensado, ¿no queda tu ánima contenta? ¿Qué es eso
que has comido? Páratelo a desmenuzar, que así lo han de comer; no lo tragues
entero, que te hará mal. Que por eso mandaba Dios en la ley que no le
ofreciesen el carnero todo entero, sino que lo partieran por padres (cf. Lv 9).
Quiere decir, que para que te aproveche el Cordero pascual, que es Cristo, no
lo has de tragar a bulo todo junto, sino que lo partas. Una coyuntura es cómo
nació pobre, otra sus trabajos, otra cómo fue azotado, otra crucificado, otra sepultado
No lo tragues entero, piénsalo bien, rúmialo; que aunque seas de hierro y de
piedra, te derretirá el corazón y comerás y sacarás provecho[1].
O.c. Santísimo
Sacramento, 46, 15. III. Pg. 607.
San Oscar Romero.
Y esta presencia la llega a traducir para los hombres de hoy y
precisamente para ustedes los laicos, los que no son sacerdotes ni religiosos,
ustedes señores y señoras, casados; ustedes profesionales; ustedes que viven en
el mundo, oigan este texto del Concilio Vaticano II a los laicos. Lumen Gentium
38. "Cada laico debe ser ante el mundo un testigo de la resurrección y de
la vida del Señor Jesús y una señal del Dios vivo. Todos juntos, y cada uno de
por sí, deben alimentar al mundo con frutos espirituales y difundir en él, el
espíritu de que están animados a aquellos pobres mansos y pacíficos que el
evangelio llama bienaventurados. En una palabra -concluye el Concilio citando
un texto de los primeros siglos del cristianismo- lo que es el alma en el
cuerpo, esto han de ser los cristianos en el mundo."
Hermanos, hoy van a salir ustedes de la Catedral con la fe iluminada por
la presencia de Cristo en nuestro altar, y los que han comulgado van a salir
también repletos del Espíritu de Cristo. ¿Cuándo será el día en que todos los
que vienen a misa están tan unidos a Dios, tan lejos del pecado, de las
pasiones, de las locuras de la tierra, que se identifican tanto con Dios, que
al salir de la Catedral o de la Iglesia parroquias o donde quiera que se
celebra la Eucaristía, van a ser en el mundo almas del mundo, a poner fermento
de Eucaristía en la familia, en la profesión, en el trabajo, en la vida social?
Nos faltan muchos cristianos de esos, que vivan de verdad la Eucaristía.
l Corpus viene a recordar precisamente nuestro deber de este punto de fe.
Si creemos de verdad que Cristo, en la Eucaristía de nuestra Iglesia, es el pan
vivo que alimenta al mundo, y que yo soy el instrumento como cristiano que creo
y recibo esa hostia y la debo llevar al mundo, tengo la responsabilidad de ser
fermento de la sociedad, de transformar este mundo tan feo. Eso sí sería
cambiar el rostro de la patria, cuando de veras inyectáramos la vida de Cristo
en nuestra sociedad, en nuestras leyes, en nuestra política, en todas las
relaciones. ¿Quién lo va a hacer? ¡Ustedes! Si no lo hacen ustedes los
cristianos salvadoreños, no esperen que El Salvador se componga. Sólo El
Salvador será fermentado en la vida divina, en el reino de Dios, si de verdad
los cristianos de El Salvador se proponen a no vivir una fe tan lánguida, una
fe tan miedosa, una fe tan tímida; sino que de verdad como decía aquel santo
-creo que San Juan Crisóstomo-: "Cuando comulgas, recibes fuego; debías de
salir respirando la alegría, la fortaleza de transformar el mundo."
ermanos, ojalá que la comunión de este Corpus de verdad sea para
transformarnos en fuerza de Dios.
Homilía, 28 de mayo de 1978.
Papa Francisco. Homilía.
«Recuerda todo el camino que el Señor, tu Dios, te
ha hecho recorrer» (Dt 8,2). Recuerda: la Palabra de Dios comienza hoy con esa
invitación de Moisés. Un poco más adelante, Moisés insiste: “No te olvides del
Señor, tu Dios” (cf. v. 14). La Sagrada Escritura se nos dio para evitar que
nos olvidemos de Dios. ¡Qué importante es acordarnos de esto cuando rezamos!
Como nos enseña un salmo, que dice: «Recuerdo las proezas del Señor; sí,
recuerdo tus antiguos portentos» (77,12). También las maravillas y prodigios
que el Señor ha hecho en nuestras vidas.
Es fundamental recordar el bien recibido: si no
hacemos memoria de él nos convertimos en extraños a nosotros mismos, en
“transeúntes” de la existencia. Sin memoria nos desarraigamos del terreno que nos
sustenta y nos dejamos llevar como hojas por el viento. En cambio, hacer
memoria es anudarse con lazos más fuertes, es sentirse parte de una historia,
es respirar con un pueblo. La memoria no es algo privado, sino el camino que
nos une a Dios y a los demás. Por eso, en la Biblia el recuerdo del Señor se
transmite de generación en generación, hay que contarlo de padres a hijos, como
dice un hermoso pasaje: «Cuando el día de mañana te pregunte tu hijo: “¿Qué son
esos mandatos […] que os mandó el Señor, nuestro Dios?”, responderás a tu hijo:
“Éramos esclavos […] ―toda la historia de la esclavitud― y el Señor hizo signos
y prodigios grandes […] ante nuestros ojos» (Dt 6,20-22). Tú le darás la
memoria a tu hijo.
Pero hay un problema, ¿qué pasa si la cadena de
transmisión de los recuerdos se interrumpe? Y luego, ¿cómo se puede recordar
aquello que sólo se ha oído decir, sin haberlo experimentado? Dios sabe lo
difícil que es, sabe lo frágil que es nuestra memoria, y por eso hizo algo
inaudito por nosotros: nos dejó un memorial. No nos dejó sólo palabras,
porque es fácil olvidar lo que se escucha. No nos dejó sólo la Escritura,
porque es fácil olvidar lo que se lee. No nos dejó sólo símbolos, porque
también se puede olvidar lo que se ve. Nos dio, en cambio, un Alimento, pues es
difícil olvidar un sabor. Nos dejó un Pan en el que está Él, vivo y
verdadero, con todo el sabor de su amor. Cuando lo recibimos podemos decir:
“¡Es el Señor, se acuerda de mí!”. Es por eso que Jesús nos pidió: «Haced esto
en memoria mía» (1 Co 11,24). Haced: la Eucaristía no es un simple recuerdo,
sino un hecho; es la Pascua del Señor que se renueva por nosotros. En la Misa,
la muerte y la resurrección de Jesús están frente a nosotros. Haced esto en
memoria mía: reuníos y como comunidad, como pueblo, como familia, celebrad la
Eucaristía para que os acordéis de mí. No podemos prescindir de ella, es el
memorial de Dios. Y sana nuestra memoria herida.
Ante todo, cura nuestra memoria huérfana.
Vivimos en una época de gran orfandad. Cura la memoria huérfana. Muchos tienen la memoria herida por la falta
de afecto y las amargas decepciones recibidas de quien habría tenido que dar
amor pero que, en cambio, dejó desolado el corazón. Nos gustaría volver atrás y
cambiar el pasado, pero no se puede. Sin embargo, Dios puede curar estas
heridas, infundiendo en nuestra memoria un amor más grande: el suyo. La
Eucaristía nos trae el amor fiel del Padre, que cura nuestra orfandad. Nos da
el amor de Jesús, que transformó una tumba de punto de llegada en punto de
partida, y que de la misma manera puede cambiar nuestras vidas. Nos
comunica el amor del Espíritu Santo, que consuela, porque nunca deja solo a
nadie, y cura las heridas.
Con la Eucaristía el Señor también sana nuestra
memoria negativa, esa negatividad que aparece muchas veces en nuestro corazón. El Señor sana
esta memoria negativa. que siempre
hace aflorar las cosas que están mal y nos deja con la triste idea de que no
servimos para nada, que sólo cometemos errores, que estamos “equivocados”.
Jesús viene a decirnos que no es así. Él está feliz de tener intimidad con
nosotros y cada vez que lo recibimos nos recuerda que somos valiosos: somos los
invitados que Él espera a su banquete, los comensales que ansía. Y no sólo
porque es generoso, sino porque está realmente enamorado de nosotros: ve y ama
lo hermoso y lo bueno que somos. El Señor sabe que el mal y los pecados no
son nuestra identidad; son enfermedades, infecciones. Y viene a curarlas con la
Eucaristía, que contiene los anticuerpos para nuestra memoria enferma de
negatividad. Con Jesús podemos inmunizarnos de la tristeza. Ante nuestros
ojos siempre estarán nuestras caídas y dificultades, los problemas en casa y en
el trabajo, los sueños incumplidos. Pero su peso no nos podrá aplastar porque
en lo más profundo está Jesús, que nos alienta con su amor. Esta es la fuerza
de la Eucaristía, que nos transforma en portadores de Dios: portadores de
alegría y no de negatividad. Podemos preguntarnos: Y nosotros, que vamos a
Misa, ¿qué llevamos al mundo? ¿Nuestra tristeza, nuestra amargura o la alegría
del Señor? ¿Recibimos la Comunión y luego seguimos quejándonos, criticando y
compadeciéndonos a nosotros mismos? Pero esto no mejora las cosas para
nada, mientras que la alegría del Señor cambia la vida.
Además, la Eucaristía sana nuestra memoria
cerrada. Las heridas que llevamos dentro no sólo nos crean problemas a
nosotros mismos, sino también a los demás. Nos vuelven temerosos y suspicaces;
cerrados al principio, pero a la larga cínicos e indiferentes. Nos llevan a
reaccionar ante los demás con antipatía y arrogancia, con la ilusión de creer
que de este modo podemos controlar las situaciones. Pero es un engaño, pues
sólo el amor cura el miedo de raíz y nos libera de las obstinaciones que
aprisionan. Esto hace Jesús, que viene a nuestro encuentro con dulzura, en la
asombrosa fragilidad de una Hostia. Esto hace Jesús, que es Pan partido para
romper las corazas de nuestro egoísmo. Esto hace Jesús, que se da a sí mismo
para indicarnos que sólo abriéndonos nos liberamos de los bloqueos interiores,
de la parálisis del corazón. El Señor, que se nos ofrece en la sencillez
del pan, nos invita también a no malgastar nuestras vidas buscando mil cosas
inútiles que crean dependencia y dejan vacío nuestro interior. La Eucaristía
quita en nosotros el hambre por las cosas y enciende el deseo de servir. Nos
levanta de nuestro cómodo sedentarismo y nos recuerda que no somos solamente
bocas que alimentar, sino también sus manos para alimentar a nuestro prójimo.
Es urgente que ahora nos hagamos cargo de los que tienen hambre de comida y de
dignidad, de los que no tienen trabajo y luchan por salir adelante. Y hacerlo
de manera concreta, como concreto es el Pan que Jesús nos da. Hace falta una
cercanía verdadera, hacen falta auténticas cadenas de solidaridad. Jesús en la
Eucaristía se hace cercano a nosotros, ¡no dejemos solos a quienes están cerca
nuestro!
Queridos hermanos y hermanas: Sigamos celebrando el
Memorial que sana nuestra memoria, ―recordemos: sanar la memoria; la memoria es
la memoria del corazón―, este memorial es la Misa. Es el tesoro al que hay dar
prioridad en la Iglesia y en la vida. Y, al mismo tiempo, redescubramos la
adoración, que continúa en nosotros la acción de la Misa. Nos hace bien, nos
sana dentro. Especialmente ahora, que realmente lo necesitamos.
Homilía, 14 de junio de 2020.
Papa Francisco. Audiencia. Catequesis. La pasión por la
evangelización: el celo apostólico del creyente 15. Testigos: El venerable Mateo Ricci.
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
Seguimos en estas catequesis hablando sobre el celo
apostólico, es decir, lo que siente el cristiano para llevar adelante el
anuncio de Jesucristo. Y hoy quisiera presentar otro gran ejemplo de celo
apostólico: hemos hablado de san Francisco Javier, de san Pablo, el celo
apostólico de los grandes celantes; hoy hablaremos de uno que era italiano y se
fue a China: Mateo Ricci.
Originario de Macerata, en Las Marcas, después de
haber estudiado en las escuelas de los jesuitas y haber entrado en la Compañía
de Jesús, entusiasmado por los informes de los misioneros que escuchaba como
muchos otros jóvenes, pidió que lo enviaran a las misiones en Extremo Oriente.
Después del intento de Francisco Javier, otros veinticinco jesuitas habían
tratado inútilmente de entrar en China. Pero Ricci y otro hermano se preparan
muy bien, estudiando cuidadosamente la lengua y las costumbres chinas, y al
final lograron establecerse en el sur del país. Fueron necesarios dieciocho
años, con cuatro etapas a través de cuatro ciudades diferentes, antes de llegar
a Pekín, que era el centro. Con constancia y paciencia, animado por una fe
inquebrantable, Mateo Ricci pudo superar dificultades, peligros, desconfianzas
y oposiciones. Pensad en aquella época, caminar o ir a caballo, largas
distancias… y él seguía adelante. ¿Cuál era el secreto de Mateo Ricci? ¿Por
qué camino le impulsó el celo?
Él siguió siempre el camino del diálogo y de la
amistad con todas las personas que encontraba, y esto le abrió muchas puertas
para el anuncio de la fe cristiana. Su primera obra en lengua china
fue precisamente un tratado Sobre la amistad, que tuvo gran resonancia. Para
entrar en la cultura y en la vida china en un primer momento se vestía como los
bonzos budistas, según la costumbre del país, pero después entendió que la
mejor forma era la de asumir el estilo de vida y los vestidos de los literatos,
como los profesores universitarios, y se vestía como ellos. Estudió de forma
profunda sus textos clásicos, para poder presentar el cristianismo en diálogo
positivo con su sabiduría confuciana y con los usos y las costumbres de la
sociedad china. Y esto se llama una actitud de inculturación. Este
misionero supo “inculturar” la fe cristiana en diálogo, como los Padres
antiguos con la cultura griega.
Su óptima preparación científica suscitaba interés
y admiración por parte de los hombres cultos, empezando por su famoso
mapamundi, el mapa del mundo entero entonces conocido, con los diferentes
continentes, que por primera vez revela a los chinos una realidad exterior a
China más amplia de lo que hubieran imaginado. Les muestra que el mundo es más
grande que China, y ellos lo entendían, porque eran inteligentes. Pero también
los conocimientos matemáticos y astronómicos de Ricci y de los misioneros que
le acompañaban contribuyeron a un encuentro fecundo entre la cultura y la
ciencia de occidente y de oriente, que vivirá entonces uno de sus momentos más
felices, en el signo del diálogo y la amistad. De hecho, la obra de Mateo Ricci
nunca hubiera sido posible sin la colaboración de sus grandes amigos chinos,
como los famosos “Doctor Pablo” (Xu Guangqi) y “Doctor León” (Li Zhizao).
Sin embargo, la fama de Ricci como hombre de ciencia
no debe oscurecer la motivación más profunda de todos sus esfuerzos, es decir,
el anuncio del Evangelio. Continuaba con el diálogo científico con los
hombres de ciencia, pero al mismo tiempo daba testimonio de la propia fe,
del Evangelio. La credibilidad obtenida con el diálogo científico le daba
autoridad para proponer la verdad de la fe y de la moral cristiana, de la
que habla de forma profunda en sus principales obras chinas, como El verdadero
significado del Señor del Cielo —así se llama ese libro—. Además de la
doctrina, son su testimonio de vida religiosa, de virtud y de oración: estos
misioneros rezaban. Iban a predicar, se movían, hacían gestos políticos,
todo lo que quieran: pero rezaban. Es la oración la que alimenta la vida
misionera, una vida de caridad, y ayudaban a los otros, a los humildes, con
total desinterés por honores y riquezas, lo que inducía a muchos de sus
discípulos y amigos chinos a acoger la fe católica. Porque veían un hombre
tan inteligente, tan sabio, tan astuto —en el buen sentido de la palabra— para
llevar adelante las cosas, y tan creyente que decían: “Eso que predica es
verdad porque lo dice una personalidad que da testimonio: testimonia con su
propia vida lo que anuncia”. Esta es la coherencia de los evangelizadores. Y esto
nos toca a todos nosotros, cristianos, que somos evangelizadores. Puedo
decir el “Credo” de memoria, puedo decir todas las cosas que creemos, pero
si mi vida no es coherente con lo que profeso no sirve de nada. Lo que
atrae a las personas es el testimonio de coherencia: los cristianos estamos
llamados a vivir lo que decimos, y no fingir que vivimos como cristianos, y
luego vivimos como mundanos. Mirad estos grandes misioneros —como Mateo
Ricci que era italiano—, mirando estos grandes misioneros veréis que la fuerza
más grande es la coherencia: son coherentes.
En los últimos días de su vida, a quien estaba más
cerca de él y le preguntaba cómo se sentía, Mateo Ricci «respondió que estaba
pensando en ese momento si era más grande la alegría y la felicidad que sentía
interiormente por la idea de que estaba cerca su viaje para ir a gustar de
Dios, o la tristeza que le podía causar el dejar a los compañeros de toda la
misión que amaba mucho, y el servicio que aún podía hacer a Dios Nuestro Señor
en esta misión» (S. De Ursis, Relación sobre M. Ricci, Archivo Histórico Romano
S.I.). Es la misma actitud del apóstol Pablo (cfr. Fil 1,22-24), que quería
irse con el Señor, encontrar al Señor, pero “me quedo para serviros.”.
Mateo Ricci murió en Pekín en 1610, a los 57 años,
un hombre que dio toda su vida por la misión. El Espíritu misionero de Mateo
Ricci constituye un modelo vivo actual. Su amor por el pueblo chino es un
modelo; pero lo que representa un camino actual es su coherencia de vida, el
testimonio de su vida como cristiano. Él llevó el cristianismo a China; él
es grande sí, porque es un gran científico, es grande porque es valiente, es
grande porque ha escrito muchos libros, pero sobre todo es grande porque ha
sido coherente con su vocación, coherente con ese deseo de seguir a Jesucristo.
Hermanos y hermanas, hoy nosotros, cada uno de nosotros, preguntémonos
dentro: “¿Soy coherente, o soy un poco así así?”.
Audiencia, 31 de mayo de 2023.
DOMINGO
XI T.O. 18 de junio de 2023.
Monición de entrada.-
Hemos venido a misa no solo porque
queremos, sino porque Jesús en nuestro corazón nos ha dicho que vengamos.
Porque él es nuestro pastor, que nos
cuida.
Y él como hizo con los apóstoles nos envía
a los sacerdotes, para que ellos nos alimenten con la Palabra de Dios y el
cuerpo y la sangre de Jesús.
Señor, ten piedad.-
Tú, que nos
perdonaste. Señor, ten piedad.
Tú, que nos
diste la vida. Cristo, ten piedad.
Tú, que nos
diste tu sangre. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Jesús, te pido por el Papa Francisco y el obispo
Enrique; para que les ayudes a cuidarnos. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por la Iglesia; para que
cure a las personas que sufren. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por las personas que
están solas; para que tus amigos les quitemos la soledad estando con ellas. Te
lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por las personas que
mandan; para que cuiden de las personas pobres. Te lo pedimos, Señor.
Jesús, te pido por nosotros; para que ayudemos
a los demás sin esperar nada a cambio. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.-
María, queremos darte las gracias porque
eres madre que cuida de nosotros, sobre todo cuando estamos tristes.
GUIÓ
MISSA D’INFANTS. XI T. ORDINARI. 18 de juny de 2023.
Monició d’entrada.-
Hem
vingut a missa no sols perquè volem, si no perquè Jesús en el nostre cor ens ha
dit que vingam.
Perquè
ell és el nostre pastor, que ens cuída.
I
ell com va fer als apóstols ens envia als retors, perque ells ens alimenten amb
la Paraula de Déu i el Cos i la Sang de Jesús.
Senyor, tingueu pietat.-
Tu, que ens
perdonares. Senyor, tingueu pietat.
Tu, que ens
donares la vida. Crist, tingueu pietat.
Tu, que ens
donares la teua sang. Senyor, tingueu pietat.
Plegaries.-
Jesús, et demane pel Papa Francesc i el
bisbe Enrique; perquè els ajudes a cuidar-nos. T’ho demane, Senyor.
Jesús, et demane per l’Església; perquè
cure a les persones que sofreixen. T’ho demane, Senyor.
Jesús, et demane per les persones que
estan soles; perquè els teus amics els llevem la soledat estiguen amb elles. T’ho
demane, Senyor.
Jesús, et demane per les persones que
manen; perque cuiden de les persones pobres. T’ho demane, Senyor.
Jesús, et demane per nosaltres; perque
ajudem als altres sense esperar res a canvi. T’ho demane, Senyor.
Acció de gràcies.
Maria, volem donar-te les gràcies perquè
eres mare que cuida de nosaltres, especialment quan estem tristos.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española.
BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Nuevo
Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González.
BAC. Madrid. 2017.
Biblia
Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.
Catecismo
de la Iglesia Católica. Nueva Edición. Asociación
de Editores del Catecismo. Barcelona 2020.
La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia.
Ciudad Nueva. Madrid. 2006.
Pío de Luis,
OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las
lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.
San Juan de
Ávila. Obras Completas I. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid.
2015.
San Juan de Ávila. Obras
Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores.
BAC. Madrid. 2013.
San
Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid. 2015.
San
Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.
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