Lectura de la profecía de Daniel 7, 9-10.13-14.
Miré y vi que colocaban unos tronos. Un
anciano se sentó. Su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana
limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas; un río impetuoso
de fuego brotaba y corría ante él. Miles y miles le servían, millones estaban a
sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Seguí mirando. Y en mi
visión nocturna vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del
cielo. Avanzó hacia el anciano y llegó hasta su presencia. A él se le dio
poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron. Su
poder es un poder eterno, no cesará. Su reino no acabará.
Textos
paralelos.
Prepararon
unos tronos.
Ap 20, 4: Vi unos tronos y se sentaron sobre
ellos, y se les dio el poder de juzgar; vi también las almas de los decapitados
por el testimonio de Jesús y la palabra de Dios, los que no habían adorado a la
bestia ni a su imagen y no habían recibido su marca en la frente ni en la mano.
Estos volvieron a la vida y reinaron con Cristo mil años.
Sus cabellos, como lana pura.
Ap 1, 14: Su cabeza y sus cabellos eran
blancos como la lana blanca, como la nieve, y sus ojos como llama de fuego.
Fluía un río de fuego
Sal 50, 3: Viene nuestro Dios, y no callará.
Lo precede fuego voraz, lo rodea tempestad violenta.
Miles y miles le servían.
Ap 5, 11: Miré, y escuché la voz de muchos
ángeles alrededor del trono de los vivientes y de los ancianos, y eran miles de
miles, miríadas de miríadas.
El tribunal se sentó y se abrieron los libros.
Jn 5, 22: Porque el Padre no juzga a nadie,
sino que ha confiado al Hijo todo el juicio.
Ap 20, 12: Vi a los muertos, pequeños y
grandes, de pie ante el trono. Se abrieron los libros y se abrió otro libro, el
libro de la vida. Los muertos fueron juzgados según sus obras, escritas en los
libros.
Alguien parecido a un ser humano.
Mt 24, 30: Entonces aparecerá en el cielo el
signo del Hijo del hombre. Todas las razas del mundo harán duelo y verán venir
al Hijo del hombre sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria.
Mt 26, 64: Jesús le respondió: “Tú lo has
dicho. Mas aún, yo os digo: desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la
derecha del Poder y que viene sobre las nubes del cielo”.
Ap 1, 7:
Mirad: viene entre las nubes. Todo ojo lo verá, también los que lo
traspasaron. Por él se lamentarán todos los pueblos de la tierra.
Ap 14, 14: Miré, y apareció una nube blanda; y
sentado sobre la nube alguien como un Hijo de hombre, que tenía en la cabeza una
corona de oro y en su mano una hoz afilada.
Mt 8, 20: Jesús le respondió: “Las zorras
tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijio del hombre no tiene donde
reclinar la cabeza”.
Su poder es eterno.
Dn 2, 44: Durante ese reinado, el Dios del
cielo suscitará un reino que nunca será destruido, ni su dominio pasará a otro
pueblo, sino que destruirá y acabará con todos los demás reinos, y él durará
por siempre.
Dn 2, 28: Pero hay un Dios en el cielo que
revela los secretos y que ha anunciado al rey Nabucodonosor lo que sucederá al
final de los tiempos.
Mt 4, 17: Desde entonces comenzó Jesús a
predicar diciendo: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”.
Notas
exegéticas.
7 9 Los tronos de los jueces: los santos de Dios son llamados a
juzgar con él, ya según la tradición judía (Henoc) y más claramente según las
promesas de Jesús (Mt 19, 28). El trono de Dios con sus ruedas, aridente y
deslumbrador, recuerda el carro divino de Ez 1.
7 10 El libro en que se inscriben todos los actos humanos buenos
y malos. Ver Jr 17, 1; Ml 3, 16; Sal 40, 8; Lc 10, 20; Ap 20, 12. Sobre el
Libro de la Vida ver 12, 1. Sobre el fuego como elemento de la venganza divina,
véase Is 66, 16; Salmos de Salomón 15.
7 13 El arameo bar nasa, como el hebreo ben ’adam, a
la letra significa “hijo de hombre”, y equivale a “hombre” o “ser humano”. En
Ezequiel, Dios llama al profeta. Pero la expresión tiene aquí un sentido
especial, eminente, por el que se designa a un hombre que supera
misteriosamente la condición humana. Sentido personal, como atestiguan los antiguos
textos judíos apócrifos inspirados en nuestro pasaje: Henoc y IV
Esdras, así como también la interpretación rabínica más constante, y sobre
todo el uso que de él hace Jesús aplicándoselo a sí mismo. Pero también sentido
colectivo basado en el v. 18, en el que el ser humano se identifica de algún
modo con los santos del Altísimo: pero el sentido colectivo (igualmente
mesiánico) prolonga el sentido personal, ya que el ser humano es a la vez la
cabeza, el representante y el modelo del pueblo de los santos. Por eso pensaba San
Efren que la profecía se refiere en primer lugar a los judíos (los Macabeos),
luego por encima de ellos, y de una manera perfecta a Jesús.
Salmo
responsorial
Sal 96
R/.
El Señor reina, Altísimo sobre toda la tierra.
El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono. R/.
Los montes se derriten como cera ante el
Señor,
ante el Señor de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria. R/.
Porque tú eres, Señor,
Altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses. R/.
Textos
paralelos.
Reina
Yahvé.
Sal 93, 1: El Señor
reina, vestido de majestad; el Señor, vestido y ceñido de poder: así está firme
el orbe y no vacila.
Nubes
y densas brumas lo rodean.
Sal 85, 11: La
misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan.
Los
montes se derriten como cera.
Sal 68, 3: Como el
humo se disipa, se disipan ellos; como se derrite la cera ante el fuego, así
perecen los impíos ante Dios.
Los
pueblos todos ven su gloria.
Sal 50, 6: Proclame
el cielo su justicia, Dios en persona va a juzgar.
Porque
eres tú Yahvé.
Sal 83, 19: Y
reconozcan que tu nombre es “el Señor”, que tú solo eres Altísimo sobre la
tierra.
Notas
exegéticas.
97 Himno escatológico. Hay en él numerosas
reminiscencias de salmos anteriores.
Segunda
lectura.
Lectura de la segunda carta del apóstol san
Pedro 1, 16-19.
Queridos hermanos:
No nos fundábamos en fábulas fantasiosas
cuando os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo,
sino en que habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Porque él recibió
de Dios Padre honor y gloria cuando desde la sublime Gloria se le transmitió
aquella voz: “Este es mi Hijo amado, en quien me he complacido”. Y esta misma
voz, transmitida desde el cielo, es la que nosotros oímos estando con él en la
montaña sagrada. Así tenemos más confirmada la palabra profética y hacéis muy
bien en prestarle atención como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro
hasta que despunte el día y el lucero amanezca en vuestros corazones.
Textos
paralelos.
La venida de nuestro Señor Jesucristo.
1 Co 15, 23: Pero cada uno en su puesto: primero
Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo, en su venida.
Os hemos hablado después de haber visto con
nuestros propios ojos su majestad.
Lc 9, 31-32: Que, apareciendo con gloria,
hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus
compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los
hombres que estaban con él.
Jn 1, 14: Y el Verbo se hizo carne y habitó
entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del
Padre, lleno de gracia y de verdad.
La sublime Gloria le dirigió esta voz.
Mt 17, 5: Todavía estaba hablando cuando una
nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz desde la nube decía: “Este es
mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo”.
Notas
exegéticas:
1 16 (a) Los gnósticos levantaban especulaciones gratuitas con el
apoyo de sus errores sobre la Parusía. Pedro y los apóstoles, por su parte,
transmiten hechos de los que han sido testigos oculares y que el Padre mismo ha
testificado.
1 16 (b) En la transfiguración.
1 17 “la sublime Gloria le dirigió” var: “del seno de la Gloria
le llegó”.
1 18 La denominación “monte santo” evoca al monte Sión o bien al
Sinaí, como “tipo” de monte de la Transfiguración.
1 19 Las Escrituras anunciaban ya la gloria del Mesías. La
manifestación gloriosa de Cristo en la Transfiguración permitió ya ver su
realización.
Evangelio.
X Lectura
del santo evangelio según san Mateo 17, 1-9
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a
Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto. Se transfiguró
delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se
volvieron blancos como la luz. De repente se les aparecieron Moisés y Elías
conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:
-Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si
quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Todavía estaba hablando cuando una nube
luminosa los cubrió con su sombra y una voz desde la nube decía:
-Este es mi Hijo, el amado, en quien me
complazco. Escuchadlo.
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces,
llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:
-Levantaos, no temáis.
Al alzar los ojos, no vieron a nadie, más que
a Jesús, solo. Cuando bajaban del onte, Jesús les mandó:
-No contéis a nadie la visión hasta que el
Hijo del hombre resucite de entre los muertos.
Textos paralelos.
Mc 9, 2-9 |
Mt 17, 1-9 |
Lc 9, 28-36 |
Seis
días más tarde Jesús toma consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, sube aparte
con ellos solos a un monte alto, y se
transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco
deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se
les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces
Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bueno es que estemos
aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para
Elías. No sabía qué decir, pues estaban asustados. Se
formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: “Este
es mi Hijo, el amado, escuchadlo”. De
pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con
ellos. Cuando bajaban del monte, les ordenó que no
contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de
entre los muertos. |
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano
Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol,
y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: -Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, haré tres tiendas:
una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su
sombra y una voz desde la nube decía: -Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo. Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se
acercó y, tocándolos, les dijo: -Levantaos, no temáis. Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban del monte Jesús les mandó: -No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de
entre los muertos. |
Unos
ocho días después de estas palabras, tomó a Pedro, a Juan y a Santiago y
subió a lo alto del monte para orar. Y,
mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de
resplandor. De
repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que,
apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en
Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y
vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras
estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús: “Maestro, ¡qué bueno es que estemos
aquí! Haremos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”.
No sabía lo que decía. Todavía
estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se
llenaron de temor al entrar en la nube. Y una voz desde la nube decía: “Este
es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo”. Después
de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos
guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que
habían visto. |
Tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan.
2 Pe 1, 16-18: Pues no nos fundábamos en fábulas fantasiosas cuando os
dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, sino en que
habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Porque él recibió de Dios Padre
honor y gloria cuando desde la sublime Gloria se le transmitió aquella voz: “Este
es mi Hijo amado, en quien me he complacido”. Y esta misma voz, transmitida desde
el cielo, es la que nosotros oímos estando con él en la montaña sagrada.
Se transfiguró.
Ex 24, 13-16: Se levantó Moisés, con Josué, su ayudante, y subieron a
la montaña de Dios. A los ancianos les dijo: “Quedaos aquí hasta que volvamos; Aarón
y Jur están con vosotros, el que tenga algún asunto que se lo traiga a ellos”.
Subió, pues, Moisés a la montaña; la nube cubría la montaña. La gloria del
Señor descansaba sobre la montaña del Sinaí y la nube cubrió la montaña durante
seis días. Al séptimo día llamó a Moisés desde la nube.
Blancos como la luz.
Mt 28, 3: Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la
nieve.
Todavía estaba hablando.
Ex 19, 16: Al tercer día, al amanecer, hubo truenos y relámpagos y una densa
nube sobre la montaña; se oía un fuerte sonido de trompeta y toda la gente que
estaba en el campamento se echó a temblar.
Mt 24, 30: Entonces aparecerá el Hijo del hombre sobre nubes del cielo
con gran poder y gloria.
Salió de la nube una voz.
Mt 3, 17: Y vino una voz de los cielos que decía: “Este es mi Hijo amado,
en quien me complazco”.
Mt 12, 18: “Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, en quien me complazco.
Sobre él pondré mi espíritu para que anuncie el derecho de las naciones”.
Gn 22, 2 (LXX): Dijo Dios: “Toma a tu hijo único, al que amas, a Isaac,
y vete a la tierra de Moria, y ofrécemelo allí en holocausto en uno de los
montes que yo te indicaré”.
Dt 18, 15-19: El Señor, tu Dios, te suscitará de entre los tuyos, de
entre tus hermanos, un profeta como yo. A él lo escucharéis.
Is 42, 1: Mirad a mi siervo, / a quien sostengo; / mi elegido, / en
quien me complazco. / He puesto mi espíritu sobre él, / manifestará la justicia
a las naciones.
Dn 10, 9: Entonces oí el sonido de sus palabras y, al oírlo, caí de
bruces, en un letargo, con el rostro en tierra.
Ha 3, 2 (LXX): Señor, he oído tu fama. / En medio de los años, realízala;
/ en medio de los años, manifiéstala; / en el terremoto acuérdate de la
misericordia.
Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.
1-13 Para los discípulos, que acaban de oír que el Mesías realizaría su misión
mediante el sufrimiento, la transfiguración de Jesús tenía una funciónpedagógica:
sostener su fe con una experiencia de gloria, breve anticipación de lo que
verían cuando el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos (v. 9). Como todos
los misterios de la vida terrena de Jesús, también la Transfiguración está
relacionada con la Encarnación: en ella asumió nuestrta carne para poder
transfigurarla.
Notas
exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica:
1 Pedro, Santiago y Juan. cf. referencias bíblicas en Mc 5, 37.
2 Se transfiguró: o fue transfigurado (por Dios; voz pasiva
“teológica”).
3 Moisés,
junto con Elías, representan la revelación del AT, la alianza antigua.
4 Tomando Pedro la palabra: cf. 3, 15. Lo que lit. dice Pedro es: Señor, hermoso (o bueno) es
nosotros aquí estar. Como el verbo “einai” a veces equivale a “permanecer”
(p.ej. v. 17; 2,13), y en el griego del NT es corriente la indeterminación de
grados de comparación, las palabras de Pedro suenan así: “Lo mejor [que
podemos hacer] es quedarnos aquí”. ¿Pensaba Pedro en la fiesta de los
Tabernáculos, cuyo rito principal era hacer o poner cabañas de ramaje
y habitar en ellas (Ex 23,16; Lv 23,33-36; Dt 16,13)? Probablemente como le
ocurrió en otras ocasiones, “no sabía lo que decía” (lo anotan expresamente Mc
9, 6 y Lc 9, 33).
5 Estaba hablando, cuando una nube… (lit. él hablante, mira, nube,…). En
las teofanías más importantes del AT la nube indica la presencia de Dios
que se manifiesta. Es un elemento de las tradiciones judías sobre la fiesta de
los Tabernáculos, junto con la gloria o esplendor de Dios (v. 2). Cabaña
y nube. Dios habita entre los suyos y los protege.
Los cubrió
(probablemente solo a Jesús y a sus dos interlocutores) con su sombra; o los
envolvió.
Este es mi Hijo… (cf. Mc 1,1), en quien me complazco: el tiempo verbal griego es
aoristo.
7 No tengáis miedo: dejad de tener miedo, no sigáis teniendo miedo (imperativo griego
negativo de presente).
8 Más que… solo: lit. sino a él en persona a Jesús solo.
Notas exegéticas desde la Biblia Didajé:
17, 1-13 En la Transfiguración aparece la divinidad de Cristo de una manera extraordinaria.
Moisés y Elías recuerdan dos montañas sagradas: el monte Sinaí y el Horeb,
respectivamente y representan la Ley y los Profetas. Cristo, en el centro, se
muestra como el referente de toda la revelación de Dios. Cat. 444 y 554.
Catecismo de la Iglesia Católica.
444 Los evangelios narran dos
momentos solemnes, el Bautismo y la Transfiguración de Cristo, que la voz del
Padre lo designa como “Hijo amado” (Mt 3, 17; 17, 5).
554 A partir del día en que Pedro confesó
que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, el Maestro “comenzó a mostrar a
sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir y ser condenado a muerte y
resucitar al tercer día” (Mt 16, 21). Pedro rechazó este anuncio, los otros no
lo comprendieron mejor. En este contexto se sitúa el episodio misterioso de la
transfiguración de Jesús, sobre una montaña, ante tres testigos elegidos por
él: Pedro, Santiago y Juan. El rostro y los vestidos de Jesús se pusieron
fulgurantes como luz. Moisés y Elías aparecieron y le “hablaban de su partida,
que estaba para cumplirse en Jerusalén” (Lc 9, 31). Una nube les cubrió y se oyó
una voz desde el cielo que decía: “Este es mi Hijo, mi elegido, escuchadle” (Lc
9, 35).
Concilio Vaticano II
Vino, pues, el Hijo, enviado por el Padre, que nos
eligió en Él antes de la creación del mundo y nos predestinó a ser sus hijos
adoptivos porque quiso instaurar todas las cosas en Él. Cristo, por tanto, para
cumplir la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el reino de los cielos,
nos reveló su misterio y nos redimió con su obediencia. La Iglesia, o el reino
de Cristo presenta ya en misterio, crece visiblemente en el mundo por el poder
de Dios.
Lumen gentium 3.
San Agustín
En ella está el Señor, la Ley y los profetas; pero el Señor como Señor;
la ley en Moisés; la profecía en Elías, en condición de servidores, de
ministros. Ellos, como vasos; él, como fuente. Moisés y los profetas hablaban y
escribían, pero cuanto fluía de ellos, de él lo tomaban.
El que me ama será amado por mi Padre y yo también lo amaré. Y como si te preguntase: “Dado
que le amas, ¿qué le vas a dar?”. Y me mostraré a él. ¡Gran don y gran
promesa! El premio que Dios te reserva no es algo suyo, sino él mismo. ¿Por qué
no te basta, ¡oh avaro!, lo que Cristo prometió? Te crees rico, pero si no
tienes a Dios, ¿qué tienes? Otro puede ser pobre, pero si tiene a Dios, ¿qué no
tiene?
Ahora, no obstante, dice: “Desciende [Pedro] a trabajar a la tierra, a
servir a la tierra, a ser despreciado, a ser crucificado en la tierra.
Descendió la Vida para encontrar la muerte; bajó el Pan para sentir hambre;
bajó el Camino para cansarse en el camino; descendió el manantial para sentir
sed, y ¿rehúsas trabajar tú? No busques tus cosas. Ten caridad, predica la verdad;
entonces llegarás a la eternidad, donde encontrarás seguridad.
Comentario al salmo 90, II 6-7[1].
Los Santos Padres.
Orígenes. Comentarios al Ev. de Mateo, 12, 37.
Y cuando se transfiguró su rostro brilló como el sol porque se manifestó
a los hijos de la luz que habían abandonado las obras de las tinieblas y fueron
revestidos de la armas de la luz (cf. Ef 5, 8); ya no eran hijos de las tinieblas
ni de la noche, sino que eran hijos del día, comportándose honradamente como a
pleno día. Jesús, una vez manifestado, ya no brillará simplemente como un sol,
sino que les demostrará que Él es “el sol de justicia”.
San Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Ev. de Mateo, 56, 2.
Los dos [Moisés y Elías] se enfrentaron valientemente a tiranos: Moisés
al de Egipto, Elías a Acab, y en favor de hombres ingratos y rebeldes. Porque
los dos se vieron en extremo peligro por culpa justamente de los mismos a
quienes habían salvado. Los dos trataron de librar al pueblo de la idolatría, y
los dos eran hombres privados. El uno era mudo y de escasa voz; el otro de
trato rústico. Los dos, seguidores de la suma perfección de la pobreza puesto
que ni Moisés poseía nada, ni menos Elías. ¿Qué tenía este fuera de una piel de
oveja?
Orígenes. Comentarios al Ev. de Mateo, 12, 42.
Puede que la nube luminosa sea también el Espíritu Santo, que da sombra a
los justos y habla proféticamente, pues es Dios quien actúa en esa nube: “Este
es mi Hijo, el Amado, en quien me he complacido”. Incluso me atrevería a decir
que esta nube es también nuestro salvador.
San León Magno, Sermones, 51, 7.
Escuchad al que han anunciado los misterios de la Ley y han cantado la
voz de los profetas. Escuchad al que ha redimido al mundo con su sangre, ha
arado al diablo y le ha arrebatado sus armas; ha roto la cédula del pecado y el
pacto de la prevaricación. Escuchad al que abre el camino del cielo y por el
suplicio de la cruz os prepara la escala para subir al reino.
San Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Ev. de Mateo, 56, 2.
Es que la soledad, la altura, el silencio grande, la transfiguración del
Señor, llena de tanto estremecimiento; aquella luz purísima, aquella nube que
los cubría, todo hubo de contribuir a infundirles un gran terror.
San Juan de Ávila
Sea el primero, que la tal revelación o espíritu no
venga sola, mas acompañada de la Escriptura de Dios, contenida en el Viejo y
Nuevo Testamento, y nuevas cosas conforme a la enseñanza y vida de Cristo y de
los santos pasados. De esta manera leemos que, cuando apareció Cristo en el
monte Tabor, no fue solo, mas con copia de abonados testigos (cf. Mt 17, 1ss).
No porque Él los hobiese menester, pues es verdad inmutable, de cuya
participación reciben firmeza todas las otras verdades, mas por darnos a
entender que así como en otras cosas Él
padeció y hizo por nuestro ejemplo que mirando a Él no había necesidad de hacerlo,
así trayendo testigos el que no los hubo menester, se nos da a entender que no
debemos recebir cosa ninguna de aquestas, si no trae por testigos al Viejo
Testamento, con sus profetas, que son figurados en Moisén y Elías, y al Nuevo y
doctrina apostólica, figurado en San Pedro, San Juan y Santiago, que presentes estaban.
Audi, filia (I). I, pg. 485.
Y cierto, si con esos ojos miráredes a Cristo, no
os parecerá feo, como a los canales, que en su pasión le despreciaban; mas con
los santos apóstoles que en el monte Tabor le miraron, pareceros ha su
cara resplandeciente como el sol, y sus vestiduras blancas como la nieve (Mt 18, 2), y tan
blancas que, como dice San Marcos, ningún batanero sobre la tierra los pudiera
emblanquecer tan bien (Mc 9, 2), lo cual significa que nosotros, que
somos dichos vestidura de Cristo (Is 49, 18), porque le rodeamos
y ataviamos con creerle y alabarle, y amarle, somos tan blanqueados por Él, que
ningún hombre sobre la tierra nos pudiera dar la hermosura que Él nos dio.
Parézcaos Él como el sol, y las almas por Él redimidas blancas
como la nieve. Aquellas , digo, que confesando y conociendo y aborreciendo su propia
fealdad, piden ser hermoseadas y lavadas en esta piscina de sangre del
Salvador, de la cual salen tan hermoseadas por Él que basten para enamorar a
Dios, y que les sean cantadas con gran verdad las palabras ya dichas: Deseará
el Rey tu hermosura.
Audi, filia (I). I, pg. 532.
Y, cierto, si con otros ojos mirásedes a Cristo, no
os parecería feo, como aa los carnales que en su pasión le despreciaban; mas,
con los santos apóstoles, que en el monte Tabor lo miraban, pareceros ha su
rostro resplandeciente como el sol, y sus vestiduras blancas como la nieve (Mt 17, 2).
Audi, filia (II), pg. 780.
Y aunque a toda Escriptura de Dios hayáis de
inclinar vuestra oreja con muy gran reverencia, mas inclinada con muy mayor y
particular devoción y humildad a las benditas palabras del Verbo de Dios hecho
carne, abriendo vuestras orejas del cuerpo y del ánima a cualquier palabra de
este Señor, particularmente dado a nosotros por maestro, por voz del Eterno
Padre, que dijo: Este es mi amado Hijo, en el cual me he
aplacido, a él oíd (Mt 17, 5). Sed estudiosa de leer y oír con atención y deseo de
aprovechar estas palabras de Jesucristo. E sin duda hallaréis en ellas una
excelente eficacia que obre en vuestra ánima, la cual no la hallaréis en todas
las cosas, que desde el principio del mundo Dios ha hablado ni ha de hablar
hasta el fin de él.
Audi, filia (I). I, pg. 476.
T aunque a toda la Escritura de Dios hayáis de
inclinar vuestra oreja con igual crédito de fe, porque toda ella es palabra de
una misma suma Verdad, mas debéis tener particular respecto de os aprovechar de
las benditas palabras que en la tierra habló el verdadero Dios hecho carne,
abriendo con devota atención vuestras orejas de cuerpo y de ánima a cualquier
palabra de este Señor, dado a nosotros por especial maestro, por voz del Eterno
Padre, que dijo: Este es mi muy amado Hijo, en el cual me he
agradado; a él oíd (Mt 17, 5). Sed estudiosa de leer y oír aquellas palabras, y sin dubda
hallaréis en ellas una singular medicina y poderosa eficacia para lo que a
vuestra anima toda, cual no hallaréis en todas las otras que desde el principio
del mundo Dios haya hablado.
Audi, filia (II). I, pg. 633.
Una vez quiso el Señor de este mundo enseñar la hermosura
de su cuerpo en el monte Tabor (cf.. Mt 17, 2), y quedaron los que le vieron tan
aficionados y tan satisfechos, que tuvieron por gran bienaventuranza cebar
siempre sus ojos en tal hermosura, aunque ni bebieran, ni comieran, ni tuvieran
otra riqueza. Y cierto, nosotros haríamos lo que ellos hicieron si viésemos lo
que ellos vieron y se quitase el Señor su velo que allí le encubre para que le
pudiésemos ver faz a faz. Y si esto no hace, no es por privarnos de tanto
placer, mas por darnos ocasión de mayor provecho.
Sermón vísperas del Corpus. III, pg. 454.
Y así como Él es lucidísimo y hermosísimo sol, así
la parara ella resplandeciente, semejante a Él, como fue figurado cuando se
transfiguró en el monte Tabor, y le resplandeció la cara como el sol, y
fueron hechas sus vestiduras blancas como la nieve (Mt 17, 2).
Nosotros nos vestimos de Cristo, como dice San Pablo (cf. Gal
3, 27), porque nuestros bienes son gloria suya y lo atavían y honran, pues son
testimonio de su grande bondad, con que nos lo dio, y el gran valor de su sangre,
con que nos lo mereció (cf. 1 Cor 12, 27). Y estas vestiduras que atavían su
cuerpo, y aun se llaman su cuerpo, que somos nosotros cuando nos transformamos
en Él, participamos del resplandor que recibió en su cara cuando se transformó
siendo emblanquecido más que la nieve, como David lo deseaba y pedía, diciendo:
Rociarme has, Señor, con hisopo, y seré limpio; lo cual se hace
cuando nos limpian de pecados mortales; lavarme has, y seré
emblanquecido más que la nieve (Sal 50, 9), cuando se nos limpian de pecados
veniales.
Sermón del Santísimo Sacramento. III, pg. 671.
Y después de recebido el anillo, que hermosea un
aparte del cuerpo, vístela su benditísimo Hijo de vestidura de muy blanca
holanda, la cual color es la que usa en el cielo y significa la gracia, sin la
cual el ánima está desnuda y ennegrecida, sigún Cristo lo dice: Aconséjote
que te vistas de vestiduras blancas, porque no aparezca tu desnudez (cf. Ap 3, 18). Y
también significa a la gloria , que es gracia acabada y preciosa vestidura del
ánima, que se dará a los que bien vivieren, sigún lo ha prometido Jesucristo
nuestro Señor, diciendo: Andarán conmigo y con vestiduras blancas (cf. Ap 3, 4). Y
así los ángeles que aparecieron a los santos apóstoles en el día de la ascensión
del Señor, vestiduras blancas traían (Hch 1, 10); y cuando el
Señor quiso declarar su gloria en el monte Tabor, fueron sus vestiduras hechas
blancas como la nieve (cf. Mt 17, 2) con gloria.
Sermón fiesta de la Asunción de María. III, pg. 984-985.
Este es el Señor, por el cual el Padre nos mira con
agraciados ojos, por vernos hechos miembros de Aquel de quien el Padre mismo
dio testimonio diciendo: Este es mi Hijo muy amado, en el cual yo me he
agradado (Mt 17, 5). Y así como la desgracia de Adán se extendió a los que
venían de él, así mucho más el amor y agradamiento que Dios Padre tiene en su Hijo
es cosa universal y general para todos,
chicos y grandes, que se quisieren juntar e encorporar en el mismo Hijo.
Sermón de Jueves Santo. III, pg. 426.
Mas diréis: ¿Por que le llama escondrijo? Por cierto con
mucha razón; porque así como la faz divina no es escondrijo, sino cosa
luciente, según la divinidad, así la faz de Cristo, Dios y hombre, se llama escondrijo
según
la humanidad, y esto no cuando en el monte Tabor resplandeció su faz, como sol y sus
vestiduras como luz (Mt 17, 2), mas cuando se desfiguró en el mone
Calvario y parecieron sus vestiduras y carne bermejas con la sangre que de Él
salía en precio de nuestro rescate.
Carta a un su devoto. IV, pg. 273.
Si en la noche del nacimiento del Señor llevaron a
vuestra merced al monte Calvario y le dieron compasión del Crucificado y
lágrimas con que lavar sus pies, de creer es que agora, en Cuaresma y cerca del
tiempo en que se representa su pasión, la terná el Señor por tan moradora de
aquel monte, que de allí no la deje salir. Bien está allí, señora. Dígale al
señor como San Pedro: Bien es que nos estemos aquí (Mt 17, 4), y será
mejor petición. Porque él deseaba el monte donde había el descanso; en estotro
hay trabajo; y por esto lo postrero es señal de mayor amor, pues no en el
descansar, mas en el penar se demuestra y emplea el amor del Señor.
A una señora. IV, pg. 459.
También parecía grande amor querer estar San Pedro
en el monte a la golosina de la transfiguración de Jesucristo (cf. Mt 17, 4), y
era propio amor e interés, pues lo quería vestido de gloria y no penado en la
cruz.
A un mancebo. IV, pg. 610.
El dechado que el Padre Eterno ha dado a todo
género de personas para que acierten a servir a Dios según su contento, es su
benditísimo Hijo Jesucristo nuestro Señor, cuya doctrina y vida ha de ser el nivel
de la nuestra y ha de ser la que nos ha de juzgar en el día postrero. Y así en
el monte Tabor sonó la voz: Este es mi Hijo muy amado; a Él oíd (Mt 17, 5). Y el
mismo Señor, dado por maestro en la doctrina, amonesta muchas veces a la imitación
de su vida, así en obrar virtudes como en la mortificación de la cruz, aun
hasta perder por su amor en ella la vida.
A un señor de este reino, siendo asistente de
Sevilla. IV, pg. 58.
San Oscar Romero.
Y finalmente, queridos hermanos, la voz de Cristo se hace más
íntima, es para nosotros los que formamos su Iglesia: He distinguido bien, al
pueblo de Dios que ha de ser un día el pueblo de los santos del Altísimo. No se
identifica con el pueblo profano al que la Iglesia ayuda. Es un pueblo más
íntimo de Cristo, casi diríamos, el ropaje de Cristo. Somos sus obispos, sus
sacerdotes, sus religiosos, sus catequistas, las comunidades que se alimentan
de la palabra de Dios y tratan de seguir íntimamente al Señor. A nosotros más
que a nadie, la palabra de Cristo se vuelve un imperativo para que seamos de
verdad la Iglesia que ilumina como lámpara en la noche. La iglesia que no se
confunde con otras luces para dar siempre la luz pura de Cristo, hermanos, una
iglesia que transparente a Cristo Transfigurado. En una palabra, queridos
hermanos, salvadoreños o extranjeros, todos somos pueblo de Dios. Hagamos, en
medio del pueblo salvadoreño, un pueblo de Dios que de verdad sea la Iglesia
del Divino Salvador. Así sea.
Día del Salvador del mundo. 6 de agosto de 1978.
Papa Francisco.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este domingo, la liturgia celebra la fiesta de
la Transfiguración del Señor. La página evangélica de hoy cuenta que los
apóstoles Pedro, Santiago y Juan fueron testigos de este suceso extraordinario.
Jesús les tomó consigo «y los lleva aparte, a un monte alto» (Mateo 17, 1) y,
mientras rezaba, su rostro cambió de aspecto, brillando como el sol, y sus
ropas se convirtieron en cándidas como la luz. Aparecieron entonces Moisés y
Elías, y empezaron a hablar con Él. En ese momento, Pedro dijo a Jesús: «Señor,
bueno es que estemos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti,
otra para Moisés, y otra para Elías» (v. 4). Todavía estaba hablando, cuando
una nube luminosa los cubrió.
El evento de la Transfiguración del Señor nos ofrece un
mensaje de esperanza —así seremos nosotros, con Él—: nos invita a encontrar
a Jesús, para estar al servicio de los hermanos.
La ascensión de los discípulos al monte Tabor nos
induce a reflexionar sobre la importancia de separarse de las cosas
mundanas, para cumplir un camino hacia lo alto y contemplar a Jesús. Se
trata de ponernos a la escucha atenta y orante del Cristo, el Hijo amado
del Padre, buscando momentos de oración que permiten la acogida dócil y
alegre de la Palabra de Dios. En esta ascensión espiritual, en esta separación
de las cosas mundanas, estamos llamados a redescubrir el silencio pacificador y
regenerador de la meditación del Evangelio, de la lectura de la Biblia,
que conduce hacia una meta rica de belleza, de esplendor y de alegría. Y cuando
nosotros nos ponemos así, con la Biblia en la mano, en silencio, comenzamos a
escuchar esta belleza interior, esta alegría que genera la Palabra de Dios en
nosotros. En esta perspectiva, el tiempo estivo es momento providencial para
acrecentar nuestro esfuerzo de búsqueda y de encuentro con el Señor. En
este periodo, los estudiantes están libres de compromisos escolares y muchas
familias se van de vacaciones; es importante que en el periodo de descanso y
desconexión de las ocupaciones cotidianas, se puedan restaurar las fuerzas
del cuerpo y del espíritu, profundizando el camino espiritual.
Al finalizar la experiencia maravillosa de la
Transfiguración, los discípulos bajaron del monte (cf v. 9) con ojos y corazón
transfigurados por el encuentro con el Señor. Es el recorrido que podemos hacer
también nosotros. El redescubrimiento cada vez más vivo de Jesús no es fin
en sí mismo, pero nos lleva a «bajar del monte», cargados con la fuerza del
Espíritu divino, para decidir nuevos pasos de conversión y para testimoniar
constantemente la caridad, como ley de vida cotidiana. Transformados por la
presencia de Cristo y del ardor de su palabra, seremos signo concreto del
amor vivificante de Dios para todos nuestros hermanos, especialmente para
quien sufre, para los que se encuentran en soledad y abandono, para los
enfermos y para la multitud de hombres y de mujeres que, en distintas
partes del mundo, son humillados por la injusticia, la prepotencia y la
violencia. En la Transfiguración se oye la voz del Padre celeste que dice:
«Este es mi hijo amado, ¡escuchadle!» (v. 5). Miremos a María, la Virgen de la
escucha, siempre preparada a acoger y custodiar en el corazón cada palabra del
Hijo divino (cf. Lucas 1, 51). Quiera nuestra Madre y Madre de Dios ayudarnos a
entrar en sintonía con la Palabra de Dios, para que Cristo se convierta en luz
y guía de toda nuestra vida. A Ella encomendamos las vacaciones de todos,
para que sean serenas y provechosas, pero sobre todo el verano de los que no
pueden tener vacaciones porque se lo impide la edad, por motivos de salud o
de trabajo, las limitaciones económicas u otros problemas, para que aun así sea
un tiempo de distensión, animado por las amistades y momentos felices.
Ángelus. 6 agosto 2017.
Homilía Chat GPT (Inteligencia
Artificial).
Buenas tardes. Claro, estaré encantado de ayudarte
a preparar la homilía para el día de la Transfiguración. La fiesta de la
Transfiguración se celebra el 6 de agosto en la Iglesia Católica,
mientras que en algunas tradiciones ortodoxas se celebra el 19 de agosto.
Este día conmemora el momento en el que Jesús se reveló en su gloria divina
ante tres de sus discípulos: Pedro, Santiago y Juan, en la cima de un monte. La
historia se encuentra en los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas (Mateo
17:1-13, Marcos 9:2-13 y Lucas 9:28-36).
Homilía para el día de la Transfiguración:
Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Hoy nos reunimos para celebrar una de las fiestas
más significativas en el calendario litúrgico: la Transfiguración de nuestro
Señor Jesucristo. Este evento extraordinario y misterioso revela la
verdadera naturaleza divina de nuestro Salvador y nos invita a reflexionar
sobre el significado profundo de su misión redentora en el mundo.
La Transfiguración tuvo lugar en un monte alto,
donde Jesús llevó consigo a tres de sus discípulos más cercanos: Pedro,
Santiago y Juan. Mientras estaban allí, algo asombroso sucedió: el rostro de
Jesús comenzó a brillar como el sol, y sus ropas se volvieron blancas y
deslumbrantes. Además, Moisés y Elías, dos grandes figuras del Antiguo
Testamento, aparecieron y conversaron con Él.
Esta escena de esplendor divino nos invita a
considerar tres aspectos importantes:
La identidad divina de Jesús: En la
Transfiguración, Dios mismo testifica que Jesús es su Hijo amado, en
quien está complacido. Es una confirmación de que Jesús no es solo un
maestro sabio o un profeta extraordinario, sino que es el Hijo de Dios
encarnado, el Mesías esperado, el Salvador del mundo. Debemos recordar que
su divinidad no disminuye su humanidad, sino que la trasciende y la ennoblece.
La importancia de la oración: La
Transfiguración ocurrió mientras Jesús oraba en la montaña. Esto nos
enseña la importancia de la oración en nuestra vida diaria. Al igual que Jesús,
necesitamos momentos de silencio y comunión con Dios para fortalecer
nuestra fe y discernir su voluntad en nuestras vidas. La oración nos ayuda
a acercarnos a la presencia divina y a experimentar una transformación
espiritual.
La promesa de la gloria futura: La visión de
la gloria de Jesús en la Transfiguración es una anticipación de la gloria que
nos espera en el Reino de Dios. Nos recuerda que, a pesar de las
dificultades y desafíos que enfrentamos en esta vida, hay una esperanza eterna
para aquellos que siguen a Cristo. La Transfiguración nos anima a
perseverar en nuestra fe y a mantener nuestros ojos puestos en el premio
celestial que nos aguarda.
Queridos hermanos y hermanas, la Transfiguración de
Jesús es un recordatorio poderoso de que nuestra fe se basa en una
verdad que va más allá de lo que podemos ver con nuestros ojos. Jesús es
verdaderamente el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, y su gloria trasciende
el tiempo y el espacio. Que este día de la Transfiguración nos inspire a
profundizar en nuestra relación con Dios a través de la oración, a vivir con
esperanza y a seguir el ejemplo de amor y servicio que Jesús nos dejó.
Encomendemos nuestras vidas a la guía de Cristo,
para que, como Pedro, Santiago y Juan, podamos ser testigos de su gloria y
llevar la luz del Evangelio al mundo que nos rodea. Amén.
Que Dios los bendiga a todos.
DOMINGO XIX T. O. 13 de agosto de 2023.
Monición de entrada.-
No
es fácil ser amigos de Jesús.
Porque
ser amigos de Jesús es una aventura.
Y
a veces, como pasa cuando hacemos una caminata muy larga, nos cansamos y
desanimamos.
Pero
Él nos dice lo mismo que dijo a los apóstoles:
No
tengáis miedo.
Señor, ten piedad.-
Tú eres el
Salvador. Señor, ten piedad.
Tú eres el
Mesías. Cristo, ten piedad.
Tú eres el
Hijo de Dios. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Por el Papa Francisco y a nuestro obispo
Enrique, para que cuando están cansados les ayudes. Te lo pedimos, Señor.
Por la Iglesia, que en los días del
Concilio volvió a las fuentes, para que tenga el mismo ánimo que en los días
del Concilio. Te lo pedimos, Señor.
Por los pescadores, para que cuando haya
tormenta les ayudes. Te lo pedimos, Señor.
Por los que tienen miedo a ser amigos
tuyos, para que confíen en ti. Te lo pedimos, Señor.
Por los campamentos que este verano se
están haciendo en los Juniors y las parroquias, para que estes en el corazón de
los acampados. Te lo pedimos, Señor.
Por nosotros, para que no tengamos miedo
a ser cada vez más amigos tuyos. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.-
María, queremos darte las gracias los
campamentos y las fiestas de las calles y pueblos, gracias por estar en ellos y
ayudarnos a no tener miedo a ser amigos de tu Hijo Jesús.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española.
BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Nuevo
Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González.
BAC. Madrid. 2017.
Biblia
Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.
Catecismo
de la Iglesia Católica. Nueva Edición. Asociación
de Editores del Catecismo. Barcelona 2020.
La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia.
Ciudad Nueva. Madrid. 2006.
Pío de Luis,
OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las
lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.
Jerónimo.
Comentario al evangelio de Mateo. Editorial Ciudad Nueva. Madrid. 1999. Pgs. 105-106.
San Juan de
Ávila. Obras Completas I. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid.
2015.
San Juan de Ávila. Obras
Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores.
BAC. Madrid. 2013.
San
Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid. 2015.
San
Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.
https://www.servicioskoinonia.org/romero/homilias/B/#IRA
[1] Pío de Luis, OSA. Comentarios
de san Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). Selección de textos e introducción.
Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.
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