Lectura del libro de Jeremías 31, 31-34.
Ya llegan días – oráculo del Señor – en que haré con la casa de
Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No será una alianza como la que
hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, pues
quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor – oráculo del Señor –. Esta
será la alianza que haré con ellos después de aquellos días – oráculo del Señor
–: Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su
Dios y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que enseñarse unos a otros
diciendo: “Conoced al Señor”, pues todos me conocerán, desde el más pequeño al
mayor – oráculo del Señor –, cuando perdone su culpa y no recuerde ya sus
pecados.
Textos
paralelos.
Van a llegar días – oráculo de Yahvé – en que
yo pactaré con la casa de Israel.
Hb 8, 8-12: Pero él pronuncia
un reproche: Mirad que llegan días – oráculo del Señor – en que haré una
alianza nueva con Israel y con Judá; no será como la alianza que hice con sus
padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto; pues ellos no se
atuvieron a mi alianza y yo me desentendí de ellos – dice el Señor –. Así será
la alianza que haré con la casa de Israel en el futuro – oráculo del Señor –:
Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en su corazón; yo seré su Dios y ellos
serán mi pueblo. No tendrá que instruir uno a su prójimo, otro a su hermano,
diciendo: tienes que conocer al Señor; porque todos, grandes y pequeños me
conocerán. Pues yo perdono sus cumplas y olvido sus pecados.
No como la alianza que
pacté con sus padres.
Lc 22, 20: Igualmente tomó la
copa después de cenar y dijo: “Esta es la copa de la nueva alianza, sellada con
mi sangre, que se derrama por vosotros”.
Pues ellos rompieron mi
alianza y yo hice estrago.
Ex 19, 4-6: Habla así a la casa
de Jacob, diles a los hijos de Israel: Vosotros habéis visto lo que hice a los
egipcios, os llevé en alas de águila y os traje a mí; por tanto, si queréis
obedecerme y guardar mi alianza, entre todos los pueblos seréis mi propiedad,
porque es mía toda la tierra. Seréis un pueblo sagrado, u9n reino sacerdotal.
Esto es lo que has de decir a los israelitas.
Hb 10, 16: Esta es la alianza
que haré con ellos en el futuro – oráculo del Señor –: Meteré mis leyes en su
pecho y las escribiré en su corazón. Me olvidaré de sus pecados y delitos.
Ahora bien, si son perdonados, ya no hace falta ofrenda por el pecado.
Pondré mi Ley en su
interior.
Jr 24, 7: Les daré inteligencia
para que reconozcan que soy el Señor; ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios,
si vuelven a mí de todo corazón.
Jr 32, 39-40: Les daré un
corazón entero y una conducta íntegra, para que me respeten toda la vida, para
su bien y el de sus hijos que los sucedan.
2 Co 3, 3: Demostráis ser carta
de Cristo, expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de
Dios vivo, no en losas de piedra, sino en corazones de carne.
Conoced a Yahvé.
Os 2, 22: Me casaré contigo a
precio de fidelidad y conocerás al Señor.
1 Jn 2, 27: Vosotros conservad
la unción que recibisteis de él y no tendréis necesidad de que nadie os enseñe;
pues su unción, que es verdadera e infalible, os instruirá acerca de todo. Lo
que os enseñe conservadlo.
Cuando perdone su culpa y
de su pecado no vuelva a acordarme.
Hb 10, 17: Me olvidaré de sus
pecados y delitos.
Notas
exegéticas.
31 31 Los versículos 31-34 son la
cumbre espiritual del libro de Jeremías. Tras el fracaso de la antigua alianza
y el fallido intento de Josías de restaurarla, el plan de Dios aparece bajo un
aspecto nuevo. Después de una catástrofe que solo dejará subsistir a un “Resto”
nuevamente se concluirá una alianza eterna, como en los días de Noé. Subsisten
las antiguas perspectivas: fidelidad de los hombres a la Ley, presencia divina
que garantiza a los hombres la paz y la prosperidad material, expresándose este
ideal con la fórmula: “Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo·. La
novedad de la alianza se refiere a tres puntos: 1º, la iniciativa divina del
perdón de los pecados; 2º la responsabilidad y la retribución personal; 3º la
interiorización de la religión: la Ley deja de ser un mero código exterior para
convertirse en una aspiración que alcanza al “corazón” del hombre, bajo la
influencia del Espíritu de Dios que da al hombre un corazón nuevo capaz de
“conocer” a Dios. Esta nueva y eterna alianza, proclamada nuevamente por
Ezequiel, por los últimos capítulos de Isaías, vivida en el Sal 51, será
inaugurada por el sacrificio de Cristo, y los apóstoles anunciarán su
cumplimiento.
31 32 Leyendo bala’tî por ba‘alti:
“tuve señorío”.
Salmo
responsorial
Salmo 51 (50), 2-4.12-15
Oh,
Dios, crea en mí un corazón puro. R/.
Misericordia,
Dios mío, por tu bondad,
por
tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava
del todo mi delito,
limpia
mi pecado. R/.
Oh,
Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame
por dentro con espíritu firme.
No
me arrojes lejos de tu rostro,
no
me quites tu santo espíritu. R/.
Devuélveme
la alegría de tu salvación,
afiánzame
con espíritu generoso.
Enseñaré
a los malvados tus caminos,
los
pecadores volverán a ti. R/.
Textos
paralelos.
Salmo 51 (50),
2-4.12-15
Piedad de mí, oh Dios, por tu bondad.
Ez 18, 23: ¿Acaso quiero yo la muerte del
malvado – oráculo del Señor – y no que se convierta de su conducta y que viva?
Crea en mí, oh Dios, un corazón puro.
Ez 11, 19: Les daré un corazón íntegro e
infundiré en ellos un espíritu nuevo: les arrancaré el corazón de piedra y les
daré un corazón de carne.
No retires de mí tu santo espíritu.
Sb 1, 5: El espíritu educador y santo rehúye
la estratagema, levanta el campo ante los razonamientos sin sentido y se rinde
ante el asalto de la injusticia.
Sb 9, 17: ¿Quién conocerá tu designio, si tú
no le das la sabiduría enviando tu santo espíritu desde el cielo?
Rm 8,9: Pero vosotros no seguís el instinto,
sino al Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros. Y si alguno
no tiene el Espíritu del Mesías, no le pertenece.
Rm 8, 14-16: Cuantos se dejan llevar del
Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y no habéis recibido un espíritu de
esclavos, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos que nos permite
clamar Abba, Padre. El Espíritu atestigua a nuestro espíritu que somos hijos de
Dios.
Is 37, 20: Ahora, Señor, Dios nuestro,
sálvanos de su mano, para que sepan todos los reinos del mundo que tú solo,
Señor, eres Dios.
Notas
exegéticas.
51 Este salmo penitencial tiene un
estrecho parentesco con la literatura profética, sobre todo con Isaías y
Ezequiel.
51 12 Este verbo es exclusivo de
Dios y designa el acto por el cual da existencia a algo nuevo y maravilloso. La
justificación del pecador es la obra divina por excelencia, análoga al acto
creador.
5 13 Se trata del principio,
intrínseco al hombre, pero dado por Dios, de la vida moral y religiosa, ya sea
individual, ya de todo el pueblo.
Segunda
lectura.
Lectura de la carta a los Hebreos 5, 7-9.
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas,
presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo
escuchado por su piedad filial. Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo a
obedecer. Y, llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que lo
obedecen, en autor de salvación eterna.
Textos
paralelos.
De haber ofrecido en los días de su vida
mortal.
Rm 7, 5: Mientras vivíamos bajo
el instinto, las pasiones pecaminosas, incitadas por la ley, actuaban en
nuestros miembros y dábamos frutos para la muerte.
Mt 26, 39: Se adelantó un poco
y, postrado rostro en tierra, oró así: “Padre, si es posible, que se aparte de
mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Aunque era Hijo, aprendió
la obediencia a través del sufrimiento.
Flp 2, 8: Se humilló, se hizo
obediente hasta la muerte, una muerte de cruz.
Alcanzada la perfección,
se convirtió en causa de salvación.
Hb 2, 10: En efecto, convenía
que Dios, por quien y para quien todo existe, queriendo conducir a la gloria a
muchos hijos, llevara a la perfección por el sufrimiento al pionero de su
salvación.
Hb 7, 28: La ley nombra sumos
sacerdotes a hombres débiles; el juramento que sucede a la ley nombra a un Hijo
consumado para siempre.
Jn 17, 19: Por ellos me
consagro, para que queden consagrados a la verdad.
Rm 1, 5: Por medio de él recibimos la
gracia del apostolado, para que todos los pueblos respondan con la fe en su
nombre.
Notas
exegéticas.
5 7 (a) En toda esta sección se pone de
relieve la condición humana del sacerdote. Para representar a los hombres, debe
ser uno de ellos; para compadecer sus miserias, debe haberlos compartido. Pues
bien, esta condición humana de “carne” queda bien probada en Jesús por toda su
vida terrena, por su debilidad, y sobre todo por su agonía y su muerte. La
diferencia capital entre el sumo sacerdote aarónida y Jesús reside en el hecho
de que el primero mediante una serie de abstenciones que lo mantienen separado
es solidario solo en el pecado, mientras que Cristo es plenamente laico desde dicha perspectiva
aaronida, pero no tiene pecado.
5 7 (b) No es que Dios librara a Jesús de la muerte
física, sino que le arrancó de su poder y transformó esta muerte en una
exaltación de gloria.
5 7 (c) El término implica respeto y
sumisión. La oración de Cristo en la agonía seguía inspirándose en una total
sumisión a la voluntad de su Padre. Los vv. 7-8, de redacción particularmente
cuidada, se apoyan en la raíz común de hyp-akúein: “escuchar desde abajo, obedecer”, ep-akúein: “escuchar desde arriba,
atender”, y en el tópico clásico de la educación antigua. LXX, páthein – máthein: “sufrir – aprender”.
5 9 En su oficio de Sacerdote y
Víctima – La forma verbal es pasiva: lit. “hecho perfecto” (teleotheis). Este verbo tiene aquí un
doble matiz. En primer lugar expresa una transformación profunda: por la
obediencia de Cristo, la naturaleza humana ha sido totalmente refundida en el
crisol del sufrimiento según la voluntad de Dios. El término evoca también una
consagración sacerdotal, pues ese es el sentido en los LXX. La perfección de
Cristo mediante el sufrimiento es condición previa a la proclamación de su sacerdocio.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 12, 20-22.
En aquel tiempo, entre los que
habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; estos, acercándose a
Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:
-Señor, queremos ver a Jesús.
Felipe fue a decírselo a
Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó:
-Ha llegado la hora de que sea
glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de
trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto.
El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este
mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y
donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo
honrará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora?
Pero si por esto he venido, para esta hora: Padre, glorifica tu nombre.
Entonces vino una voz del
cielo:
-Lo he glorificado y volveré a
glorificarlo.
La gente que estaba allí y lo
oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.
Jesús tomó la palabra y dijo:
-Esta voz no ha venido por mí,
sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este
mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a
todos hacia mí.
Esto lo decía dando a entender
la muerte de que iba a morir.
Textos
paralelos.
Entre los que subían a
adorar en la fiesta.
Hch 8, 26: El ángel del Señor
dijo a Felipe: “¡En pie! dirígete al sur, al camino que conduce de Jerusalén a
Gaza (un camino desierto)”.
Za 14, 16: Los supervivientes
de las naciones que invadieron Jerusalén vendrán cada año a rendir homenaje al
Rey, al Señor de los ejércitos, ya celebrar la fiesta de las chozas.
Se dirigieron a Felipe.
Jn 1, 40: Uno de los que habían
oído a Juan y habían seguido a Jesús era Andrés, hermano de Simón Pedro.
Jn 1, 44: Felipe era de
Betsaida[1], patria de Andrés y Pedro.
Señor, queremos ver a
Jesús.
Jn 6, 40: Porque esta es la
voluntad de mi Padre, que todo el que contempla al Hijo y cree en él tenga vida
eterna, y yo lo resucitaré el último día.
Ha llegado la hora.
Jn 2, 4: Le responde Jesús:
“¿Qué quieres de mí, mujer? Aún no ha llegado mi hora”.
De que el Hijo del hombre
sea glorificado.
Jn 3, 14: Como Moisés en el
desierto levantó la serpiente, así ha de ser levantado este Hombre.
Mt 8, 20: Jesús le contestó:
“Las zorras tienen madrigueras, los pájaros tienen nidos, pero este Hombre no
tiene donde recostar la cabeza”.
Que si el grano de trigo.
1 Co 15, 36: ¡Necio! Lo que tú
siembras no cobra vida si antes no muere.
El que ama su vida, la
perderá.
Mt 16, 25: Quien se empeñe en
salvar la vida la perderá; quien pierda la vida por mí la alcanzará.
Mc 8, 35: Quien se empeñe en
salvar la vida, la perderá; quien la pierda por mí y por la buena noticia, la
salvará.
Lc 9, 24: Quien se empeñe en
salvar su vida la perderá; quien pierda su vida por mí la salvará.
Ap 12, 11: Por eso festejadlo,
cielos, y los que habitáis en ellos. ¡Ay de la tierra y del mar! porque ha
bajado a vosotros el diablo, enfurecido porque sabe que le queda poco tiempo.
La guardará para una vida
eterna.
Jn 1, 12: Pero a los que la
recibieron los hizo capaces de ser hijos de Dios; a los que creen en él.
Si alguno me sirve, que
me siga.
Mt 16, 24: Entonces Jesús dijo
a los discípulos: “Quien quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue con
su cruz y me siga”.
Y donde yo esté.
Jn 7, 34: Me buscaréis y no me
encontraréis, y adonde yo vaya no podréis ir vosotros.
Jn 14, 3: Cuando vaya y os lo
tenga preparado, volveré a llevaros conmigo, para que estéis donde yo estoy.
Jn 17, 24: Padre, los que me
confiaste, quiero que estén conmigo, donde yo estoy; para que contemplen mi
gloria; la que me diste, porque me amaste antes de la creación del mundo.
Ahora mi alma está
turbada.
Jn 11, 33: Al ver Jesús a María
llorando y a los judíos que la acompañaban llorando, se estremeció por dentro.
Jn 13, 21: Dicho esto, Jesús se
estremeció por dentro y declaró: “Os aseguro que uno de vosotros me entregará”.
Hb 5, 7-8: Durante su vida
mortal dirigió peticiones y súplicas, con clamores y lágrimas, al que podía
librarlo de la muerte, y por esa cautela[2] fue escuchado.
¡Padre, líbrame de esta
hora!
Lc 22, 40-46: Al llegar al
lugar, les dijo: “Pedid no sucumbir en la prueba”. Se apartó de ellos como un
tiro de piedra, se arrodilló y oraba: “Padre, si quieres, aparta de mí esta
copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Se le apareció un ángel del
cielo que le dio fuerza. Y, entrando en combate, oraba más intensamente. Le
corría el sudor como gotas de sangre cayendo al suelo. Se levantó de la
oración, se acercó a sus discípulos y los halló dormidos de tristeza; y les
dijo: “Levantaos y pedid no sucumbir en la prueba”.
Sal 22, 20-24: Pues tú, Señor,
no te quedes lejos, fuerza mía, apresúrate a socorrerme; libra mi vida de la
espada, la única, de la garra del mastín; sálvame de las fauces del león, de
los cuernos de búfalos a este desgraciado. Contaré tu fama a mis hermanos, en
plena asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alabadlo, linaje de Jacob,
glorificadlo, reverenciadlo, linaje de Israel”.
Jn 18, 11: Jesús dijo a Pedro:
“Envaina la espada: la copa que me ha ofrecido mi Padre ¿no la voy a beber?
Lo he glorificado y de
nuevo lo glorificaré.
Jn 2, 11: En Caná de Galilea
hizo Jesús esta primera señal, manifestó su gloria y creyeron en él los
discípulos.
Jn 1, 14: La Palabra se hizo
hombre y acampó entre nosotros. Contemplamos su gloria, gloria como de Hijo
único del Padre, lleno de lealtad y fidelidad.
Jn 17, 5: Ahora tú, Padre, dame
gloria junto a ti, la gloria que tenía junto a ti, antes de que hubiera mundo.
Otros decían: “Le ha
hablado un ángel”.
Lc 22, 43: Se le apareció un
ángel del cielo que le dio fuerzas.
No ha venido esta voz por
mí.
Jn 11, 42: Yo sabía que siempre
me escuchas, pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me
enviaste.
Ahora es el juicio de
este mundo.
Jn 3, 19: El juicio versa sobre
esto: que la luz vino al mundo y los hombres prefirieron las tinieblas a la
luz. Y es que sus acciones eran malas.
Jn 1, 10: En el mundo estaba,
el mundo existió por ella, y el mundo no la reconoció.
Lc 10, 18: Les contestó:
“Estaba viendo a Satanás caer como un rayo del cielo”.
Ap 12, 9: El dragón gigante, la
serpiente primitiva, llamada diablo y Satanás, que engañaba a todo el mundo,
fue arrojada a la tierra con todos su ángeles.
Ap 20, 1-6: Vi un ángel que
bajaba del cielo con la llave del Abismo y una enorme cadena en la mano. Sujetó
al dragón, la serpiente primitiva, que es el diablo y Satanás, lo encadenó por
mil años y lo arrojó al Abismo. Cerró y selló por fuera, para que no extravíe a
las naciones hasta que se cumplan los mil años. Después lo han de soltar por
breve tiempo. Vi unos tronos, y sentados en ellos los encargados de juzgar; y
las almas de los que habían sido decapitados por el testimonio de Jesús y la
palabra de Dios, los que no adoraron a la bestia ni su imagen, los que no
aceptaron su marca ni en la frente ni en la mano. Vivieron y reinaron con el
Mesías mil años. Los demás muertos no revivieron hasta pasados los mil años.
Esta es la resurrección primera. Dichoso el santo que tome parte en la
resurrección primera. No tendrá poder sobre ellos la muerte segunda, sino que
serán sacerdotes de Dios y del Mesías y reinarán con él mil años.
Atraeré a todos hacia mí.
Jn 3, 35: El Padre ama al Hijo
y todo lo pone en sus manos.
Decía esto para dar a
entender que tipo de muerte le iban a aplicar.
Jn 18, 32: Para que se
cumpliera lo que había dicho Jesús indicando de qué muerte iba a morir.
Jn 21, 19: (Lo decía indicando
con qué muerte había de glorificar a Dios). Dicho esto añadió: “Sígueme”.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
12 20 No se trata de judíos, sino de
adheridos al monoteísmo de Israel y, hasta cierto punto, a las observancias
mosaicas: los “temerosos de Dios” de Hch 10, 2.
12 24 Habitual en la predicación
evangélica. La imagen de la semilla que muere para dar una cosecha abundante
había sido aplicada a la doctrina de la elevación y la glorificación por los
doctores judíos y por san Pablo. La pasión, tal como Jesús va a vivirla, desembocará
en la fecundidad de la resurrección, que deberá reunir a judíos y cristianos en
la misma comunidad mesiánica.
12 26 En la gloria del Padre, ver 14,
3.
12 27 Escena que en más de un rasgo
evoca a Getsemaní: angustia ante la Hora que se acerca, llamamiento a la
compasión del Padre, aceptación del sacrificio, consuelo venido del cielo.
Nótese con todo dos diferencias: Cristo sigue de pie, su llamada a la compasión
queda reducida a la lucha interior (Jn); “se pone de rodillas” (Lc); “cae
rostro en tierra” (Mt y Mc).
12 28 (a) “tu Nombre” (var.: “a tu Hijo”)
designa a la misma persona del Padre. Jesús se ofrece a la muerte para que se
cumpla la obra que glorificará al Padre manifestando su amor por el mundo.
12 28 (b) El Nombre de Dios ha sido ya
glorificado gracias a los “signos” realizados por Jesús; y será glorificado por
la ascensión de Cristo a la gloria, el “signo” por excelencia.
12 30 El acontecimiento es como un
sello divino puesto por anticipado a la muerte de Jesús.
12 31 Como en Lc 10, 18 y Ap 12, 9, su
caída contrasta con la elevación de Cristo, que debe entenderse en dos sentidos
complementarios: elevación en la cruz y elevación a la derecha del Padre. El
reinado de Satán sobre el mundo va a llegar a su fin para ceder el sitio al
reinado de Cristo. Esta doble realeza debe ser entendida en una perspectiva
ética. El diablo es mentiroso por naturaleza Desde los orígenes ha engañado a
la humanidad acerca de los mandamientos divinos, lo cual le ha costado la
muerte; es, pues, homicida. Las autoridades judías que quiere matar a Jesús lo
hacen por instigación del diablo, como lo hizo Caín. Es el Príncipe de este
mundo quien, por sus mentiras, es la causa de todos los desórdenes morales. Su
reinado es el del Mal y engendra la muerte. Por el contrario, Cristo fue
enviado por Dios para decirnos la verdad, esa verdad que debe liberarnos de la
esclavitud del diablo, porque no se hace saber claramente cuál es la voluntad
de Dios sobre nosotros. Ahora bien, será la excelencia que nos probará que él
ha sido en efecto enviado por Dios, y que él nos transmite sus palabras. Cristo
entonces atraerá a sí a toda la humanidad, en el sentido de que todos vendrán a
él y recibirán su enseñanza, que es, no de odio, sino de amor mutuo. El reinado
de Cristo es el del Amor y engendra la vida. Var.: “echado fuera”.
12 32 Var.: “a todo hombre” o “todo”.
12 33 Si los judíos hubieran ejecutado
ellos mismos a Cristo, lo habrían lapidado después de “arrojarlo” desde lo alto
de un lugar escarpado. Al ser ejecutado por los romanos, fue “elevado” en la
cruz, primer paso que debía llevarlo a la derecha del Padre. El tipo de muerte
que recibió Cristo tenía, por tanto, un valor de símbolo.
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión
crítica.
20 UNOS GRIEGOS:
gentiles, no judíos helenistas. Eran “temerosos de Dios”, simpatizantes del
judaísmo. // SUBÍAN a Jerusalén: cf. Lc 2, 22.
21-22
ANDRÉS
Y FELIPE intervienen singularmente en este episodio como en 6, 5. // QUEREMOS
VER A JESÚS: ¿Accedió Jesús a su deseo? Lo que dice a continuación es una
respuesta indirecta: “Si quieren verme, que me vean en la cruz”.
23 HA LLEGADO LA HORA …
EL HIJO DEL HOMBRE: la glorificación de Jesús empieza ya con la pasión.
24 SI EL GRANO DE
TRIGO…: La 1ª de Clemente 24, 5 recordaba la misma enseñanza: las semillas,
“una vez caídas en tierra, secas y desnudas, se deshacen; después, la grandeza
de la Providencia del Señor las hace surgir de su destrucción, y de una sola
crecen muchas y dan fruto”.
26 ESTÉ: lit. estará,
como imperativo (igual que SIGA), o con valor de simple afirmación: “Mi
servidor estará también él un día en la gloria de mi Padre”; o ambas
cosas: mandato y promesa. Pero, para estar un día en la gloria con el Hijo
resucitado, su servidor tiene que vivir también – no de modo fortuito, sino
necesariamente – en comunidad de cruz con él. // EL PADRE LO HONRARÁ: o… lo
festejará; probablemente con el matiz de “lo honrará con un banquete”,
celebrará un banquete de fiesta en su honor (hebrero: ykabbed).
27-28
MI
ALMA. Jesús acepta voluntariamente su muerte redentora, pero la idea de sufrir
lo turba instintivamente, como en Getsemaní. Desearía verse libre de esa hora
dolorosa, pero su oración no es egoísta: solo busca que el Padre sea
glorificado: es la primera petición del Padrenuestro). La respuesta del Padre,
que ya ha actuado en las señales reveladoras de Jesús, indica que
precisamente ahora, en la muerte y la resurrección, va a mostrar con más
claridad “el esplendor del Hijo único”.
31 (LA) CONDENA: lit. el
juicio (condenatorio). // EL JEFE DE ESTE MUNDO es Satanás (cf. referencias
bíblicas).
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé.
12, 20-36 Cristo anunció que había llegado
su “hora”, la hora para el sacrificio supremo de su pasión y muerte. Sus
palabras indicaban su absoluto conocimiento y consentimiento del tipo de muerte
que estaba a punto de sufrir, y su aceptación de la voluntad de su Padre. Cat.
569.
12, 24 La imagen del grano de trigo
está cargada de significado. El grano de trigo señala a la Sagrada Eucaristía,
en la que el sacrificio de Cristo se hace realmente presente. Al morir a
nosotros mismos en unión con él, sobre todo en el sacramento de la Eucaristía,
nos convertimos en otros cristos. Cat. 2731.
12, 27 Cristo sabía la agonía que tenía
que soportar, y todo lo que conllevaba; sufrir y morir. Él acogió la voluntad
del Padre por completo y deseó cumplirla sin ninguna duda (cat. 363, 307).
12, 31 El príncipe de este mundo, el diablo, o Satán, tiene en sus
garras al mundo entero desde la caída de Adán y Eva. Cristo, que había
demostrado su poder para expulsar demonios, y vencería a Satán por medio de su
sacrificio en la cruz y establecería su reino con firmeza. Cat. 550, 2853.
12, 32 Cuando yo sea elevado: Juan emplea esta frase en tres
ocasiones; es una referencia tanto a la crucifixión de Cristo como a su
Ascensión. La expresión evoca la serpiente de bronce que Moisés elevó para
salvar a los israelitas que habían sido mordidos por serpientes venenosas (Números
21, 8). También representa una reminiscencia del Siervo doliente de Isaías, que
sería rechazado por su propio pueblo para posteriormente elevado a la vista de
todos (Is 52, 13; 53, 12). Atraeré a todos hacia mí: ya no se distingue
entre judíos y gentiles. Con su muerte y resurrección, Cristo llamó a las
gentes de todas las naciones a la salvación y a unirse como un solo Pueblo de
Dios. Los cristianos están llamados a colocar a Cristo en el centro de toda su
actividad humana a través de sus esfuerzos para crecer en santidad en las
actividades del día a día. Cat. 542, 662, 786, 1428, 2795.
Catecismo
de la Iglesia Católica
569 Jesús ha subido voluntariamente
a Jerusalén sabiendo perfectamente que allí moriría de muerte violenta a causa
de la contradicción de los pecadores.
2731 Otra dificultad, especialmente
para los que quieren sinceramente orar, es la sequedad. Forma parte de la
oración en la que el corazón está desprendido, sin gusto por los pensamientos,
recuerdos y sentimientos, incluso espirituales. Es en ese momento en que la fe
es más pura, la fe que se mantiene firme junto a Jesús en su agonía y en el
sepulcro. “El grano de trigo, si (…) muere, da mucho fruto” (Jn 12, 24). Si la sequedad se debe a la
falta de raíz, porque la Palabra ha caído sobre roca, no hay éxito en el
combate sin una mayor conversión.
363 A menudo, el término alma
designa en la sagrada Escritura la vida humana o toda la persona humana. Pero
designa también lo que hay de más íntimo en el hombre y de más valor en él,
aquello por lo que es particularmente imagen de Dios: “alma” significa el principio
espiritual en el hombre.
2853 La victoria sobre el príncipe de
este mundo se adquirió de una vez por todas en la Hora en que Jesús se entregó
libremente a la muerte para darnos su Vida. Es el juicio de este mundo, y el
príncipe de este mundo ha sido echado abajo.
542 (Cristo) realizará la venida de
su Reino por medio del gran Misterio de su Pascua: su muerte en la Cruz y su
Resurrección: “Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí”
(Jn 12, 32).
662 “Cuando yo sea levantado de la
tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32). La elevación en la cruz
significa y anuncia la elevación en la Ascensión al cielo.
Concilio
Vaticano II
Negándose a ser un Mesías político y dominador por la fuerza, prefirió
decir que él era el Hijo del hombre, que ha venido a servir y dar su vida para
la redención de muchos. Se ofreció como el Siervo perfecto de Dios, que no
rompe la caña y no extingue la mecha humeante. Reconoció los derechos del poder
civil al ordenar dar el tributo al César, pero advirtió con claridad que deben
respetarse los derechos superiores de Dios. Dad al Cesar lo que es del César y
a Dios lo que es de Dios. Finalmente, completando en la cruz la obra de
redención, con la que adquirió la salvación y la verdadera libertad para los
hombres, concluyó su revelación. Dio testimonio de la verdad, pero no quiso
imponerla por la fuerza a los que le contradecían. Pues su Reino no se defiende
a golpes, sino que se establece dando testimonio de la verdad y oyéndola, y
crece por el amor con que Cristo, exaltado en la cruz, atrae a los hombres
hacia Él (cf. Jn 12, 32).
Declaración “Dignitatis humanae”, 11.
Comentarios de los Santos Padres.
Era habitual entre algunos habitantes de Palestina, sobre todo entre los
griegos que vivían en países limítrofes con Judea, adaptarse de alguna manera a
las costumbres de honrar el nombre del monoteísmo conforme había sido esparcido
entre aquellos que acabamos de mencionar, aunque de manera distinta a como
creemos nosotros. Estos, que no estaban del todo dispuestos hacia los ritos
judíos y tampoco olvidaban sus costumbres griegas, tenían una opinión
intermedia entre ambos y se llamaban “los adoradores de Dios”. Por tanto, los
griegos que vivían en las ciudades vecinas, al ver que sus costumbres no se
diferenciaban mucho de las de los judíos …, solían ir a adorar, sobre todo en
las grandes fiestas; así se comportaban de manera que no ofendían
intencionadamente a la religión judía y su culto, sino que honraban al único
Dios de todos.
Cirilo de Alejandría. Comentario al Ev. de Juan, 8. 4b, pg. 96-97.
La glorificación se refiere a la cruz. Por ella se dio a conocer el poder
del Señor, pues cambió la vergüenza en gloria, el insulto en honor, la
maldición en bendición, la amargura en dulzor, el vinagre en leche, las
bofetadas en la cara en libertad y la muerte en vida.
Proclo de Constantinopla. Homilía sobre el Domingo de Ramos, 9, 3.
4b, pg. 98.
Trae una balanza, pero la de la verdad, no la de la ambición; tráela, te
lo ruego, y pon en un platillo el dinero y el otro el alma. (…). Apártate, sea
Dios quien pese; Él, que no puede engañar ni ser engañado. Ved que pesa él;
vedlo pensado y escuchad su fallo: “¿Qué aprovecha a un hombre ganar todo el
mundo si pierde su alma?” (…) Querías poner en la misma balanza tu alma y tus
ganancias; compárala con el mundo. Querías perderla para adquirir la tierra: el
alma pesa más que el cielo y la tierra. Pero actúas así porque, abandonando a
Dios y amándote a ti, saliste hasta de ti mismo; y así valoras más las cosas
que están fuera de ti que a ti mismo. Vuelve a ti mismo; pero cuando hayas
vuelto de nuevo a ti, no permanezcas en ti. Antes de nada, vuelve a ti mismo
desde lo que está fuera de ti, y luego devuélvete a quien te creó, a quien te
buscó cuando estabas perdido.
Agustín. Sermones, 330, 2-3. 4b, pgs. 100-101.
Cuida mucho de no caer en la tentación de quererte matar por entender que
de este modo debes odiar a tu alma en este mundo. (…) No son estas las
enseñanzas de Cristo; antes bien, el demonio, que le instigaba a precipitarse,
le respondió: “Aléjate, Satanás” (…) Pero, cuando no hay alternativa y el
hombre se vea forzado a elegir entre dos cosas: o traspasar la ley de Dios, o
morir bajo la espada del perseguidor…, entonces debe odiar a su alma en este
mundo, a fin de guardarla para la vida eterna.
Agustín. Tratados sobre el Ev. de Juan, 51, 10. 4b, pags. 101-102.
Él estaba tan angustiado que buscaba librarse de ello, si fuera posible
rehuirlo. En esto consiste la debilidad de su naturaleza humana.
Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Ev. de Juan, 67, 1. 4b, pg.
103.
Te enseñó lo que tú debes pensar, qué debes decir, a quién debes invocar,
en quien debes esperar, cuya voluntad segura y divina debes anteponer a la tuya
humana y flaca. No creas que Él perdió algo de su excelsa gloria por querer
levantarte a ti de la profundidad de tu caída… Tomó sobre sí la flaqueza humana
para enseñar a quien estuviese contristado y conturbado a decir: “Pero no sea
como yo quiero, sino como tú, Padre quieres”. Y así, anteponiendo la voluntad
divina a la voluntad humana, el hombre sube de lo humano a lo divino.
Agustín. Tratados sobre el Ev. de Juan, 52, 3. 4b, pg. 106.
Cristo, despreciando la muerte y la vergüenza que procede del
sufrimiento, puso los ojos solamente en los éxitos que se desprenden del
sufrimiento. (…). Su aceptación del sufrimiento por el bien de los demás es un
signo de extraordinaria compasión y la forma más alta de gloria. La
glorificación del Hijo tuvo lugar también de otra manera. A causa de su
victoria sobre la muerte conocemos que Él es la vida y el Hijo de Dios
viviente. Y el Padre es glorificado, entonces, cuando se manifiesta que tiene
un Hijo, nacido de sí mismo, de igual naturaleza que Él mismo.
Cirilo de Alejandría. Comentario al Ev. de Juan, 8. 4b, pg. 107.
“Lo glorifiqué” cuando nació de una virgen, cuando obró prodigios, cuando
por indicio celestial fue adorado por los Magos, cuando fue reconocido por sus
elegidos, llenos del Espíritu Santo; cuando fue declarado por el Espíritu
Santo, que bajó sobre Él en forma de paloma y fue manifestado por una voz del
cielo; cuando se transfiguró, cuando obró tantos milagros, cuando curó y limpió
a muchos, cuando con pocos panes dio de comer a tan grande muchedumbre, cuando
imperó sobre los vientos y las olas, cuando resucitó a los muertos. “Y lo
volveré a glorificar” cuando resucite de entre los muertos, cuando sea elevado
a los cielos como Dios; y cuando su gloria se extienda por toda la tierra.
Agustín. Tratados sobre el Ev. de Juan, 52, 4. 4b, pg. 108.
Únicamente es en la cruz donde se muere con las manos extendidas. Era,
además, conveniente que el Señor sufriese esa muerte y extendiese las manos:
con una atraería al pueblo antiguo, con la otra a los gentiles y reuniría a
ambos en sí. Él mismo lo ha dicho al indicar qué muerte utilizaría para redimir
a los hombres: “Cuando sea elevado atraeré a todos hacia mí”.
Atanasio. La Encarnación del Verbo, 25, 3-4. 4b, pg. 110.
San Agustín.
Hermanos, no penséis que el Señor dijo: Donde
yo estoy, allí estará también mi servidor, pensando solo en los obispos y
clérigos buenos. También vosotros podéis servir a Cristo viviendo bien,
haciendo limosnas, enseñando su nombre y su doctrina a cuantos os sea posible,
haciendo que todos los padres de familia sepan que, por este nombre, deben amar
a su familia con afecto paternal. Por el amor a Cristo y por la vida eterna
amoneste, enseñe, exhorte, corrija, sea benevolente y mantenga la disciplina
entre los suyos.
Comentarios sobre el evangelio de San Juan, 51, 9-13. Pg.
371.
San Juan de Ávila.
Gracias, Señor, a tu
amor y bondad, que, con tu muerte nos diste la vida. Y también gracias a ti,
porque en tu vida guardas la nuestra, y nos tienes juntos contigo en este
destierro, que, si perseveramos en tu servicio, nos llevarás contigo, y nos
ternás para siempre en el cielo, donde tú estás, según tu lo dijiste: Donde
yo estoy, estará mi sirviente (Jn 12, 26).
Audi, filia (II). Capítulo 85. 9. OC I. Pg. 721.
Por lo cual dice el
príncipe de este mundo (Jn 12, 31), y regidor y señor de él, no porque él
lo haya criado, mas porque los malos que son de Dios por creación, quieren
sujetarse al demonio, conforme con su voluntad, para que así sean también
conformes con él en la infernal pena.
Audi, filia (I), V, 2. OC I. Pg. 512.
A las cuales, con las
tres lanzas ya dichas, de soberbia de vida, y cobdicia de carne, y cobdicia de ojos, alancea el
demonio, que es llamado príncipe de este mundo (Jn 12, 31), porque rige y manda
a los malos.
Audi, filia (II), cap. 98, 5. OC I. Pg. 750.
Por lo cual se dice, el
príncipe de este mundo (Jn 12, 31), y regidor y señor de él; no porque lo haya
criado, mas porque los malos, que son de Dios por creación, quieren ser de él
por imitación, conformándose con su voluntad, para que, con justicia, sean
también conformes con él en la infernal pena.
Audia, filia (II), cap. 100. OC I. Pg. 754.
Si yo fuere alzado de la
tierra, puesto en cruz, todo lo traeré a mí mismo (Jn 12, 32). Y así parece que
alcanzó victoria de corazones humanos con la bajeza, flaqueza y tormentos y
muerte, la cual no alcanzó estándose en la alteza de su majestad. Y así se
cumplió lo que dijo San Pablo, que lo flaco de Dios es más fuerte que los
hombres (1 Cor 1, 25)(. Y así parece claro que no solo gana Dios honra de
bueno, mas de sabio y poderoso, en tomar nuestra bajeza, y con ella obrar de lo
que en su alteza no obró.
Audia, filia (II), cap. 40. OC I. Pg. 621.
Porque de este corazón,
aunque uno, siendo mortificado como es dicho, nacerán innumerables corazones,
que se ofrecerá a Dios, tras él y con él, mortificados a sí mismos y vivos para
Dios.
Tratados de reforma. OC II. Pg. 567.
Nadie le puede servir si
no le sigue.
Lecciones sobre 1 San
Juan (I). OC II. Pg. 174.
Y, de esta manera, el
que tuviere casa y familia, terná aquella hacienda que ha menester para ello;
vestirse ha de la manera que conviene a persona que su voluntad es de agradar a
Dios y no al mundo; socorrerá a los pobres pudiendo, y aprovechará a los prójimo
en lo que pudiere; cuando se le ofreciere a él injuria, súfrala, como lo hizo
Jesucristo. Y si se pudiere sustentar sin propia hacienda, no la terná, por más
desocuparse al servicio de nuestro Señor. Y esto es andar como anduvo
Jesucristo. Qui michi ministrat, me sequatur[3]
(Jn 12, 26). Seguir e imitar dice. Hemos también de andar, como el Señor, de
palabra, que fue lo mismo que obra.
Lecciones sobre 1 San
Juan (II), Lección 8. OC II. Pg. 369.
Luego , pues Jesucristo
no ha de dar sentencia contra sí, claro está que tampoco la dará contra su
carne y sus miembros, que todo su cuerpo entero ha de llevar al cielo. Pater,
volo, ut ubi ego sum, illic et minister meis sit[4].¿Y
quién está en Jesucristo? Él lo dijo: Si praecepta mea servaveritis,
manebitis in dilectione mea, sicut et ego praecepta Patris mei servavi, et
maneo in eius dilectione (Jn 15, 10)[5].
Este seguro estará que no será condenado en el juicio.
Lecciones sobre 1 San
Juan (II). Lección 17. OC II, pg. 415.
En levantando la señal
de la cruz, luego había de haber en los hombres estos efectos. En viniendo,
Jesucristo, poniéndose en el madero, luego se levantó señal que llamaba y traía
a sí, no solamente un pueblo, sino todos los pueblos: Et ego, si exaltatus
fuero a terra, omnia traham ad me (Jn 12, 32).
Lecciones sobre la
Epístola a los Gálatas. OC II. Pg. 28.
Por cierto, Rey nuestro,
vos ternéis mucha razón de huir de nosotros y por vuestro justo juicio permitir
que perdamos la fe sagrada de este misterio y que ni haya misa, ni comunión, ni
cosa que le parezca. Y a quien de esto se quejare le podréis con mucha razón
decir: “Yo fui grano de trigo sembrado en el vientre virginal de mi sacratísima
Madre” (cf. Jn 12, 24); salí de él tierno y fresco, como un trigo que está en
berza; creciéndome aires y muy recios soles de trabajos, caminos y
persecuciones y cuando fui casi de treinta años, echaron los malos su hoz en
mí, y fui contado de esta vida, molido y atormentado, y hecho harina para que
de ella se hiciese este pan sagrado.
Santísimo Sacramento,
56, 43. OC III. Pg. 764.
¿No oisteis a
Jesucristo, que dice: Quien aborrece su propia vida, ese la guarda (Jn 12, 25;
Mc 8, 35; Lc 17, 33)? Si vos allá la aborreciérades, ahora lo amáredes. Entrad
como quien entra en cárcel, porque habéis de estar juntos a padecer los que
fuisteis compañeros al pecar. Los buenos tomarán su cuerpo con alegría,
entrarán en los compañeros de su bondad. Levantarse han todos.
Domingo I de
Adviento, I. OC III. Pg. 11.
Porque las cosas santas,
si no queremos que se nos tornen en dañosas, con santidad las habemos de
celebrar y tratar; y muy mal celebrará la fiesta santa de la reluciente Niña
[Natividad de María], que tiene luz de alba, de luna y de sol, que siempre es victoriosa
de sus enemigos, el que está en la triste oscuridad de la noche del pecado
mortal, en la cual, como hombre que vive sin lumbre, si conoce sus males que de
presente tiene ni los terribles tormentos del infierno, que con longura eterna
han de ser vengadores de sus momentáneos placeres que en esta vida pasó, ni
tiene lumbre de gracia para conocer y amar a su Dios ni a sus prójimos; pues
según está escrito: El que anda en la noche no sabe para dónde va (Jn
12, 35).
Natividad de la
Virgen. 60, 11. OC III: Pg. 806.
Padre, si con todo eso
soy tan codicioso que no quiero dar mi bestia a Dios, ¿qué le daré? ¿Qué
remedio tengo, si no quiero dar mi mayorazgo? Porque no sé lo que querrá hacer
Dios de mí; no sé si me ha de mandar perder hacienda, honra y vida. – Pues mira
cómo os engañáis, que el perder por Dios ganar es. Qui amat animam suam perdet
eam: El que ama su ánima perderla ha, y al que perdiere su ánima por mí,
hallarla ha en la bienaventuranza (Jn 12, 25); que el perder por Dios ganar es,
y el no perder por Dios perder es. ¿De eso os espantáis? Sé que juego hay que
se llama el ganapierde. Todo cuanto guardas para ti, lo pierdes; y cuanto
pierdes por Jesucristo, tienes guardado; que la piedra preciosa en el arca,
aunque no la veáis, más guardada está que en la mano.
Purificación de
Nuestra Señora, 19. OC III. Pg. 861.
Pues Él ha dicho: Yo amo
a los que me aman (Proverbios 8, 17); yo glorificaré al que me honrare (1
Samuel 2, 30); y adonde yo estoy estará mi sirviente (Juan 12, 26); con las
cuales palabras da certidumbre que no trabajará en balde el que le sirviere y amare,
aunque sea dar por su amor un jarro de agua, ¿quién contará la grandeza del
galardón que dio hoy a esta Virgen, la cual San Anselmo dice, resplandeció con
tanta pureza y santidad de vida, cuanto no se puede entender mayor debajo de
Dios y, por consiguiente, conviene que le den la mayor gloria después de Dios.
Asunción de María, 19. OC III. Pg. 982.
¡Oh bienaventurada tú y
el vientre tuyo, que tal bien nos trujo, y en cual se fabricó el ámbar
excelente, Cristo, que, refregado en la cruz de su pasión, atrajo y cada día
atrae a nosotros pecadores, que somos pajas: Si exaltatus fuero a terra,
omnia traham ad me ipsum[6]
(Jn 12, 32). Y con mucha razón. ¿Cuyo corazón aunque de piedra sea, no se
encenderá en servir y amar a Cristo, Dios nuestro, viendo lo que por nosotros
pasó? Y, por tanto, Señora, pues tanto bien por vos nos vino, nosotros nos
conocemos obligados a os servir y honrar toda nuestra vida.
Domingo 12 después de
Pentecostés, 6. OC III. Pg. 267.
Dice nuestro Redemptor:
“¿Así que pensáis que, porque yo muera, no tengo de tener quien me siga? Pues
espera: Cum exaltatus fuero a terra, omnia traham ad me (cf. Jn 12, 32).
Cuando fuere puesto en una cruz entre dos ladrones; cuando me pusieren en la
cruz y me enclavaren en ella; cuando allí me dijeren deshonras y blasfemias,
entonces yo los traeré todos a mí, y no así como quiera, sino por una fuerza
amorosa, y que ni sepan cómo ni cómo no, los traeré a mí. Así como la grana
fina y el ámbar refregado atrae a sí a las pajicas, traerá a sí las ánimas de
aquel que pensaren en su pasión.
Corpus Christi, 17. OC III. Pg. 518.
Alce los ojos vuestra
señoría al Hijo de Dios puesto en una cruz, desnudo y crucificado, y procure
desnudarse del mundo y de la carne y sangre, codicia, y de honra y de sí mismo,
para que otros vivan, porque, si esto no lo hace, perderse ha a sí y a los otros,
pues la palabra de Cristo Señor nuestro no puede faltar: Nisi granum
frumenti, etc. (Jn 12, 24). ¡Oh muerte dichosa, pues tantas vidas y tan
preciosas y eternas se siguen de ella, y desdichado de aquel que, por quererse
quedar encima de la tierra, pretendiendo algo de ella, se pierde a sí y a los
que pudiera ganar! ¡Cuánto mejor consejo es ofrecer vuestra señoría sus dos
cornadillos[7],
cuerpo y alma, al mismo Señor que se los dio, y que murió por él, para
provocarle a que de buena gana le tornase lo mismo que Él dio y evitase la
deuda propia y ajena y ganar de presente gracia delante del Señor, y después
aquella corona que le será dada.
A un obispo de
Córdoba. OC IV. Pg. 603.
¿Quién no mortificara su
carne con santos trabajos y castidad, para que, así maltratada, se esconda como
grano de trigo debajo de la tierra, para que, muriendo acá, dé mucho fruto en
la eternidad (Jn 12, 24-25). Y pues hay muchas aun hoy que, provocadas con
estos bienes eternos, dejan los casamientos de acá, aunque muy rogadas, por
casarse con Cristo, más razón es, hermana, que vos, habiéndoos casado con Él,
no os descaséis ni tornéis atrás, pues que las buenas casadas de acá sufren con
paciencia los trabajos del matrimonio ya que está hecho.
A una doncella que se
quería casar. OC IV. Pg. 307.
No hay miedo de ponerse
y perderse en las manos de Dios, que todo lo que en ellas se pone queda salvo,
y lo que no, será perdido sin falta. Sentencia es del Salvador: Que quien se
ama se perderá, y quien se pierde se ganará (cf. Jn 12, 25). No mire a lo presente,
que cuantos a ello han mirado han sido engañados; alce sus ojos al cielo, para
donde fue criada, y pide que la lleven allá, y cueste lo que costare.
A una señora penada
por la ausencia de su hijo. OC IV. Pg. 374.
No dudéis, hermanas muy
amadas, de seguir la luz, que es Cristo; que, sin falta, si vais donde Él fue,
iréis a donde Él fue; porque palabra suya tenemos que adonde Él estuviere,
estará su sirviente (cf. Jn 12, 26). No miréis de quien o por quien vienen los
trabajos, como hacen los que dicen: Si Dios me los enviase, sufrirlo hía; mas
vienen de fulano y fulano, ¿por qué los eh de sufrir? Estos, teniendo ojos, no
ven, porque los tienen puestos en tierra, y por eso se ciegan; mas si a Dios
los alzasen, verían la luz de la doctrina de Dios, que nos enseña que por mano
de los malos alimpia Dios a los suyos y por mano de esclavos enseña a sus
hijos, y que todo lo ordena Él para provecho de quien le ama.
A unas mujeres
devotas que padecían trabajos. OC IV. Pg. 263.
Su vida está en llegar
su ánima a Dios, y para esto ha de trabajar por tener su corazón desasido de lo
de acá; y mirando esto como cosa que mañana dejará, entender en su lección,
oración, confesión y comunión, y pensar que no vive acá sino para hacer algo
por Dios y para sufrir cosas que no quiera. Conviénele ser muy blando en lo
uno, dando el corazón a Dios y haciendo lo que pudiere por sus prójimos, y ser
duro como piedra en sufrir lo que Dios le enviare, que ni aprovecha bien obrar
sin llevar cruz, ni trabajos sin buena vida. Y si esto parece recio, iremos a
nuestro Señor y Maestro cuando lleno de entrambas cosas fue; y tales quiere que
sean, en su modo, sus servidores. Que, pues Él pidió a su Padre, y lo alcanzó,
que donde Él agora está, allá estén sus servidores (cf. Jn 12, 26; 17,24),
razón es que no huigamos en el destierro de estar con Él donde Él estuvo, pues
deseamos estar adonde agora está. Y aunque esto sea muy penoso, aquello es más
sabroso, pues es más gozar de Dios que el padecer acá por él.
A un amigo suyo. OC IV. Pg. 481.
Acompañémosle aquí en su
cruz, y cierto le acompañaremos en la gloria en su reino, según la palabra que
Él dijo: Donde yo estoy, estará mi sirviente (cf. Jn 12, 26), y el
verdadero servicio es obedecerle; y Él quiere servirse de vuestra merced que
esté en esa cama con las aflicciones que Él sabe. Y si quiere ser siervo suyo,
no ande pensando en esto o en estotro servirá mejor al Señor, más, cerrados los
ojos, acepte lo que le envía, y déle muchas gracias por ello, y entienda que lo
que Cristo le da con su paternal amor le es muy más provechoso que lo que él
con su humana prudencia pudiera pensar. Y si su parecer y carne no se
conténtare de ello, reprehéndale como el Señor a San Pedro, diciéndole: El
cáliz que mi Padre me dio, ¿no quieres tú que lo beba? (Jn 18, 11). Sea cuan
amargo fuere a la carne lo que nos viniere, que por enviarlo el celestial Padre
es justo que nos sea muy sabroso al espíritu y lo bebamos con mucha paciencia y
hacimiento de gracias, repitiendo muchas veces aquella saludable palabra de obediencia
que Cristo dijo sudando gotas de sangre: Padre, no mi voluntad, sino la
vuestra, sea hecha (Lc 22, 42).
A una persona
enferma. OC IV. Pg. 497.
Y pues ceba a vuestra
reverencia con darle a comer esas ánimas, muertas al pecado y vivas a Él, cobre
aliento y, ceñido de la espada de la palabra de Dios, haga sangre de los
pecados, enemigos nuestros, y saque la presa de la boca del león y los peces que
en el profundo de la mar están, y ofrézcase a todo trabajo, hasta muerte de
cruz, no dando sueño a sus ojos ni descanso a sus pestañas hasta que halle y
gane muchas ánimas donde Dios se aposente (cf. Sal 1321q, 4s), y como en cama
descanse, para que, siendo imitador del filelísimo Hijo, que con tanto cuidado
buscó la honra del Padre y manifestó a los hombres su nombre (cf. Jn 17, 6),
sea participante en aquella bienaventurada promesa, dicha por la boca de la
Verdad. Ubi ego sum, illic et minister meus erit (Jn 12, 26).
A un discípulo
predicador. OC IV. Pg. 561.
Tenga por cierto que, si
se atreviere a ser fiel trabajador de Jesucristo y ser de su bando todo él
entero, que le será muy bien agradecido y se cumplirá con él lo que el Señor
dijo: Ubi sum ego erit minister meus (Jn 12, 26). Gran galardón es este
y eterno, el trabajo es poco y presto se acabará, y cuando no pensemos vendrá
la hora en que seamos presentados en el juicio de este Señor que agora
encomienda a vuestra señoría un negocio tan importante, y entonces se holgará
de haberlo hecho fielmente y a contento de Él, aunque sea a disgusto de todo el
mundo.
A un obispo de
Córdoba. OC IV. Pg. 604.
Considerad cuán poco es
lo que vos padecéis en comparación de lo que padeció Cristo y sus mártires, y
por tener compañía de ellos en el reino no os despreciéis de la tener con ellos
en la pelea. Cristo dice: adonde yo soy allí estará mi siervo, y: el que me
sirve sígame (Jn 12, 26). Pues, alegraos que seguís a Cristo en su cruz y
esperad que estaréis con él en su reino, al cual él sube desde la cruz por el
camino muy derecho.
A un enfermo. OC IV. Pg. 794.
Cierto, otro no lo hizo
que el amor que desde el cielo le trajo preso al vientre virginal de nuestra
Señora, y del vientre le llevó al duro pesebre, y de allí a otros trabajos, y
después a la cruz, adonde amándonos verdaderamente, nos hizo que de verdad le
amemos, según Él mismo lo dijo antes: Si me ensalzaredes de la tierra, todas
las cosas traeré a mí (Jn 12, 32). Ensalzar de la tierra quiere decir morir en
cruz, como murió; y entonces trajo todas las cosas así, mediante el grande amor
que encendió en los corazones. Porque mirando a este verdadero Amador, unos han
olvidado sus tierras, viviendo en peregrinaje; otros dejado sus haciendas,
viviendo en pobreza; otros se han ofrecido a trabajos y muerte, deseando más
padecer por Cristo que holgar sin Él.
A una persona. OC IV. Pg. 276.
San Oscar Romero.
Preparémonos queridos hermanos, y vivamos ya esta eucaristía junto al
Cristo que da su vida por nosotros y que nos invita desde el ejemplo de su
entrega por obediencia y por amor, a que busquemos solución a nuestros
problemas; no en caminos de odios, de venganzas, sino en estos caminos del
Crucificado ¡El amor nos hará libres!...
Homilía, 25 de marzo de 1979.
Papa Francisco. Ángelus. 22 de marzo de 2015
Queridos hermanos y hermanas:
En este quinto domingo de Cuaresma, el evangelista
Juan nos llama la atención con un particular curioso: algunos «griegos», de
religión judía, llegados a Jerusalén para la fiesta de la Pascua, se dirigen al
apóstol Felipe y le dicen: «Queremos ver a Jesús» (Jn 12, 21). En la ciudad
santa, donde Jesús fue por última vez, hay mucha gente. Están los pequeños y
los sencillos, que han acogido festivamente al profeta de Nazaret reconociendo
en Él al Enviado del Señor. Están los sumos sacerdotes y los líderes del pueblo,
que lo quieren eliminar porque lo consideran herético y peligroso. También hay
personas, como esos «griegos», que tienen curiosidad por verlo y por saber más
acerca de su persona y de las obras realizadas por Él, la última de las cuales
—la resurrección de Lázaro— causó mucha sensación.
«Queremos ver a Jesús»: estas palabras, al
igual que muchas otras en los Evangelios, van más allá del episodio particular
y expresan algo universal; revelan un deseo que atraviesa épocas y culturas, un
deseo presente en el corazón de muchas personas que han oído hablar de Cristo,
pero no lo han encontrado aún. «Yo deseo ver a Jesús», así siente el
corazón de esta gente.
Respondiendo indirectamente, de modo profético, a
aquel pedido de poderlo ver, Jesús pronuncia una profecía que revela su
identidad e indica el camino para conocerlo verdaderamente: «Ha llegado la
hora de que sea glorificado el Hijo del hombre» (Jn 12, 23). ¡Es la hora de la
Cruz! Es la hora de la derrota de Satanás, príncipe del mal, y del triunfo
definitivo del amor misericordioso de Dios. Cristo declara que será
«levantado sobre la tierra» (v. 32), una expresión con doble significado:
«levantado» en cuanto crucificado, y «levantado» porque fue exaltado por el
Padre en la Resurrección, para atraer a todos hacia sí y reconciliar a los
hombres con Dios y entre ellos. La hora de la Cruz, la más oscura de la
historia, es también la fuente de salvación para todos los que creen en Él.
Continuando con la profecía sobre su Pascua ya
inminente, Jesús usa una imagen sencilla y sugestiva, la del «grano de trigo»
que, al caer en la tierra, muere para dar fruto (cf. v. 24). En esta imagen
encontramos otro aspecto de la Cruz de Cristo: el de la fecundidad. La
cruz de Cristo es fecunda. La muerte de Jesús, de hecho, es una fuente
inagotable de vida nueva, porque lleva en sí la fuerza regeneradora del amor de
Dios. Inmersos en este amor por el Bautismo, los cristianos pueden
convertirse en «granos de trigo» y dar mucho fruto si, al igual que Jesús,
«pierden la propia vida» por amor a Dios y a los hermanos (cf. v. 25).
Por este motivo, a aquellos que también hoy
«quieren ver a Jesús», a los que están en búsqueda del rostro de Dios; a quien
recibió una catequesis cuando era pequeño y luego no la profundizó más y quizá
ha perdido la fe; a muchos que aún no han encontrado a Jesús
personalmente...; a todas estas personas podemos ofrecerles tres cosas: el
Evangelio; el Crucifijo y el testimonio de nuestra fe, pobre pero sincera.
El Evangelio: ahí podemos encontrar a Jesús, escucharlo, conocerlo. El
Crucifijo: signo del amor de Jesús que se entregó por nosotros. Y luego, una fe
que se traduce en gestos sencillos de caridad fraterna. Pero principalmente en
la coherencia de vida: entre lo que decimos y lo que vivimos, coherencia entre
nuestra fe y nuestra vida, entre nuestras palabras y nuestras acciones.
Evangelio, Crucifijo y testimonio. Que la Virgen nos ayude a llevar estas tres
cosas.
Papa Francisco. Ángelus. 18 de
marzo de 2018.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy (cf. Juan 12, 20-33) cuenta un episodio
sucedido en los últimos días de la vida de Jesús. La escena se desarrolla
en Jerusalén, donde Él se encuentra por la fiesta de la Pascua hebrea. Para
esta celebración, habían llegado también algunos griegos; se trata de hombres
animados por sentimientos religiosos, atraídos por la fe del pueblo hebreo y
que, habiendo escuchado hablar de este gran profeta, se acercaron a Felipe, uno
de los doce apóstoles y le dijeron: «Señor, queremos ver a Jesús» (v.
21). Juan resalta esta frase, centrada en el verbo ver, que en el
vocabulario del evangelista significa ir más allá de las apariencias para
recoger el misterio de una persona. El verbo que utiliza Juan, «ver» es
llegar hasta el corazón, llegar con la vista, con la comprensión hasta lo
íntimo de la persona, dentro de la persona.
La reacción de Jesús es sorprendente. Él no
responde con un «sí» o con un «no», sino que dice: «Ha llegado la hora de
que sea glorificado el Hijo del hombre» (v. 23). Estas palabras, que parecen
a primera vista ignorar la pregunta de aquellos griegos, en realidad dan la
verdadera respuesta, porque quien quiere conocer a Jesús debe mirar dentro de
la cruz, donde se revela su gloria. Mirar dentro de la cruz. El
Evangelio de hoy nos invita a dirigir nuestra mirada hacia el crucifijo,
que no es un objeto ornamental o un accesorio para vestir —¡a veces manido!—
sino que es un símbolo religioso para contemplar y comprender. En la imagen de
Jesús crucificado se desvela el misterio de la muerte del hijo como supremo
acto de amor, fuente de vida y de salvación para la humanidad de todos los
tiempos. En sus llagas fuimos curados.
Puedo pensar: «¿Cómo miro el crucifijo? ¿Como
una obra de arte, para ver si es hermoso o no es hermoso? ¿O miro
dentro, en las llagas de Jesús, hasta su corazón? ¿Miro el misterio del
Dios aniquilado hasta la muerte, como un esclavo, como un criminal?». No os
olvidéis de esto: mirad el crucifijo, pero miradlo dentro. Está esta
hermosa devoción de rezar un Padre Nuestro por cada una de las cinco llagas:
cuando rezamos ese Padre Nuestro, intentamos entrar a través de las llagas de
Jesús, dentro, precisamente a su corazón. Y allí aprenderemos la gran sabiduría
del misterio de Cristo, la gran sabiduría de la cruz.
Y para explicar el significado de su muerte y
resurrección, Jesús se sirve de una imagen y dice «si el grano de trigo no
cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (v.
24). Quiere hacer entender que su caso extremo —es decir, la cruz, muerte y
resurrección— es un acto de fecundidad —sus llagas nos han curado—, una
fecundidad que dará fruto para muchos. Así se compara a sí mismo con el
grano de trigo que pudriéndose en la tierra genera nueva vida. Con la
Encarnación, Jesús vino a la tierra; pero eso no basta: Él debe también morir,
para rescatar a los hombres de la esclavitud del pecado y darles una nueva vida
reconciliada en el amor. He dicho «para rescatar a los hombres»: pero, para
rescatar a mí, a ti, a todos nosotros, a cada uno de nosotros, Él pagó ese
precio. Este es el misterio de Cristo. Ve hacia sus llagas. Entra, contempla;
ve a Jesús, pero desde dentro.
Y este dinamismo del grano de trigo, cumplido en
Jesús, debe realizarse también en nosotros sus discípulos: estamos llamados a
hacer nuestra esa ley pascual del perder la vida para recibirla nueva y eterna.
¿Y qué significa perder la vida? Es decir, ¿qué significa ser el grano de
trigo? Significa pensar menos en sí mismos, en los intereses personales y
saber «ver» e ir al encuentro de las necesidades de nuestro prójimo,
especialmente de los últimos. Cumplir con alegría obras de caridad hacia los
que sufren en el cuerpo y en el espíritu es el modo más auténtico de vivir el
Evangelio, es el fundamento necesario para que nuestras comunidades crezcan en
la fraternidad y en la acogida recíproca. Quiero ver a Jesús, pero verlo desde
dentro. Entra en sus llagas y contempla ese amor en su corazón por ti, por ti,
por ti, por mí, por todos.
Que la Virgen María, que ha tenido siempre la
mirada del corazón fija en su Hijo, desde el pesebre de Belén hasta la cruz en
el Calvario, nos ayude a encontrarlo y conocerlo así como Él quiere, para que
podamos vivir iluminados por Él y llevar al mundo frutos de justicia y de paz.
Papa Francisco. Ángelus. 21 de
marzo de 2021.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La liturgia de este quinto domingo de Cuaresma
proclama el Evangelio en el que san Juan relata un episodio que ocurrió en los
últimos días de vida de Cristo, poco antes de la Pasión (cf. Jn 12,20-33).
Mientras Jesús estaba en Jerusalén para la fiesta de pascua, algunos griegos,
llenos de curiosidad por lo que estaba haciendo, expresaron su deseo de verlo.
Se acercaron al apóstol Felipe y le dijeron: «Queremos ver a Jesús» (v.21).
«Queremos ver a Jesús», recordemos este deseo: «Queremos ver a Jesús». Felipe se
lo dice a Andrés y luego juntos van a decírselo al Maestro. En la petición
de aquellos griegos podemos ver la súplica que muchos hombres y mujeres, en todo lugar y tiempo, dirigen a la Iglesia
y también a cada uno de nosotros: “Queremos ver a Jesús”.
¿Cómo responde Jesús a esta petición? De un modo
que lleva a reflexionar. Dice así: «Ha llegado la hora de que sea glorificado
el Hijo del hombre […] Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él
solo; pero si muere, da mucho fruto» (vv. 23.24). Estas palabras no parecen
responder a la petición que habían hecho aquellos griegos. En realidad, van más
allá. De hecho, Jesús revela que Él, para todo hombre que quiera buscarlo,
es la semilla escondida dispuesta a morir para dar mucho fruto. Como diciendo: si queréis conocerme, si
queréis comprenderme, mirad el grano de trigo que muere en la tierra, es decir,
mirad la cruz
Cabe pensar en el signo de la cruz, que a lo largo de
los siglos se ha convertido en el emblema por excelencia de los cristianos.
Quien también hoy quiere “ver a Jesús”, tal vez proveniente de países y
culturas donde el cristianismo es poco conocido, ¿qué ve en primer lugar? ¿Cuál
es el signo más común que encuentra? El crucifijo, la cruz. En las iglesias, en
los hogares de los cristianos, incluso colgado en el pecho. Lo importante es
que el signo sea coherente con el Evangelio: la cruz no puede sino expresar
amor, servicio, entrega sin reservas: sólo así es verdaderamente el “árbol de
la vida”, de la vida sobreabundante.
También hoy mucha gente, a menudo sin decirlo
implícitamente, quisiera “ver a Jesús”, encontrarlo, conocerlo. Esto nos hace
comprender la gran responsabilidad de los cristianos y de nuestras comunidades.
Nosotros también debemos responder con el testimonio de una vida que se
entrega en el servicio, de una vida que toma sobre sí el estilo de Dios
—cercanía, compasión y ternura— y se entrega en el servicio. Se trata de
sembrar semillas de amor no con palabras que se lleva el viento, sino con
ejemplos concretos, sencillos y valientes, no con condenas teóricas,
sino con gestos de amor. Entonces el Señor, con su gracia, nos hace
fructificar, incluso cuando el terreno es árido por incomprensiones,
dificultades o persecuciones, o pretensiones de legalismos o moralismos
clericales. Esto es terreno árido. Precisamente entonces, en la prueba y en
la soledad, mientras muere la semilla, es el momento en que brota la vida, para
dar fruto maduro en su momento. Es en esta trama de muerte y de vida que
podemos experimentar la alegría y la verdadera fecundidad del amor, que
siempre, repito, se da en el estilo de Dios: cercanía, compasión, ternura.
Que la Virgen María nos ayude a seguir a Jesús, a
caminar fuertes y felices por el camino del servicio, para que el amor de
Cristo brille en todas nuestras actitudes y se convierta cada vez más en el
estilo de nuestra vida diaria.
Benedicto XVI. Ángelus. 29 de marzo
de 2009.
Queridos hermanos y hermanas:
Ante todo, deseo dar gracias a Dios y a todos los
que, de diferentes maneras, colaboraron en el éxito del viaje apostólico que
realicé a África durante los días pasados, e invoco la abundancia de las
bendiciones del cielo sobre las semillas sembradas en tierra africana. Me
propongo hablar más ampliamente de esta significativa experiencia pastoral el
próximo miércoles durante la audiencia general, pero no puedo dejar de
aprovechar esta ocasión para manifestar la profunda emoción que experimenté al
encontrarme con las comunidades católicas y las poblaciones de Camerún y
Angola.
Sobre todo, me impresionaron dos aspectos, ambos
muy importantes. El primero es la alegría visible en el rostro de la gente, la
alegría de sentirse parte de la única familia de Dios, y doy gracias al Señor
por haber podido compartir con las multitudes de estos hermanos y hermanas
nuestros momentos de fiesta sencilla, comunitaria y llena de fe.
El segundo aspecto es precisamente el fuerte
sentido de lo sagrado que se respiraba en las celebraciones litúrgicas,
característica común a todos los pueblos africanos, que se manifestó,
podría decir, en cada momento de mi estancia entre esas queridas poblaciones.
La visita me permitió ver y comprender mejor la realidad de la Iglesia en
África en la variedad de sus experiencias y de los desafíos que debe afrontar
en este tiempo.
Pensando precisamente en los desafíos que marcan el
camino de la Iglesia en el continente africano, y en cualquier otra parte del
mundo, constatamos cuán actuales son las palabras del Evangelio de este quinto
domingo de Cuaresma. Jesús, en la inminencia de su pasión, declara: "Si el
grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho
fruto" (Jn 12, 24). Ya no es hora de palabras y discursos; ha llegado
la hora decisiva, para la cual ha venido al mundo el Hijo de Dios y, a pesar de
que su alma está turbada, se muestra dispuesto a cumplir hasta el fondo la
voluntad del Padre. Y la voluntad de Dios es darnos la vida eterna que
hemos perdido. Pero para que esto se realice es necesario que Jesús
muera, como un grano de trigo que Dios Padre ha sembrado en el mundo, pues
sólo así podrá germinar y crecer una nueva humanidad, libre del dominio del
pecado y capaz de vivir en fraternidad, como hijos e hijas del único Padre que
está en los cielos.
En la gran fiesta de la fe que vivimos juntos en
África, experimentamos que esta nueva humanidad está viva, a pesar de sus
límites humanos. Donde los misioneros, como Jesús, han dado y siguen dando su
vida por el Evangelio, se recogen abundantes frutos. A ellos en particular
deseo expresar mi gratitud por el bien que hacen. Se trata de religiosas,
religiosos, laicos y laicas. Para mí fue hermoso ver el fruto de su amor a
Cristo y constatar el profundo agradecimiento que los cristianos sienten por
ellos. Demos gracias a Dios por ello y oremos a María santísima para que en
todo el mundo se difunda el mensaje de esperanza y de amor de Cristo.
Francisco. Catequesis. Vicios y
virtudes. 10. La soberbia.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En nuestro itinerario catequético sobre los vicios
y las virtudes, llegamos hoy al último de los vicios: la soberbia. Los antiguos
griegos lo definían con una palabra que podría traducirse como "esplendor
excesivo". En realidad, la soberbia es la auto-exaltación, el
engreimiento, la vanidad. El término aparece también en esa serie de vicios
que Jesús enumera para explicar que el mal procede siempre del corazón del
hombre (cf. Mc 7,22). El soberbio es aquel que cree ser mucho más de lo que
es en realidad; aquel que se estremece por ser reconocido como superior a los
demás, siempre quiere ver reconocidos sus propios méritos y desprecia a los
demás considerándolos inferiores.
A partir de esta primera descripción, vemos cómo el
vicio de la soberbia está muy cerca del de la vanagloria, que presentamos la
última vez. Pero si la vanagloria es una enfermedad del yo humano, se trata de
una enfermedad infantil en comparación con los estragos que puede causar la
soberbia. Analizando las locuras del hombre, los monjes de la antigüedad
reconocían un cierto orden en la secuencia de los males: se empieza por los
pecados más groseros, como la gula, y se llega a los monstruos más inquietantes.
De todos los vicios, la soberbia es la gran reina. No es casualidad que, en
la Divina Comedia, Dante lo sitúe en el primer círculo del purgatorio:
quien cede a este vicio está lejos de Dios, y la enmienda de este mal requiere
tiempo y esfuerzo, más que cualquier otra batalla a la que esté llamado el
cristiano.
En realidad, en este mal se esconde el pecado
radical, la absurda pretensión de ser como Dios. El pecado de primeros
padres, relatado en el libro del Génesis, es a todos los efectos un
pecado de soberbia. El tentador les dice: «…Dios sabe muy bien que el
día en que coman de él, se les abrirán a ustedes los ojos; entonces ustedes
serán como dioses» (Gen 3,5). Los escritores de espiritualidad están más
atentos a describir las repercusiones de la soberbia en la vida de todos los
días, a ilustrar cómo arruina las relaciones humanas, a subrayar cómo
este mal envenena ese sentimiento de fraternidad que, en cambio, debería unir a
los hombres.
He aquí, entonces, la larga lista de síntomas que
revelan que una persona ha sucumbido al vicio de la soberbia. Es un mal con un
aspecto físico evidente: el hombre orgulloso es altivo, tiene una “dura
cerviz”, es decir, tiene el cuello rígido que no se dobla. Es un hombre que
con facilidad juzga despreciativamente: por una nadería, emite juicios
irrevocables sobre los demás, que le parecen irremediablemente ineptos e
incapaces. En su arrogancia, olvida que Jesús en los Evangelios nos dio muy
pocos preceptos morales, pero en uno de ellos fue inflexible: no juzgar nunca.
Te das cuenta de que estás tratando con una persona orgullosa cuando, si le
haces una pequeña crítica constructiva, o un comentario totalmente
inofensivo, reacciona de forma exagerada, como si alguien hubiera
ofendido su majestad: monta en cólera, grita, rompe relaciones con los demás de
forma resentida.
Poco se puede hacer con una persona enferma de
soberbia. Es imposible hablar con ella, y mucho menos corregirla, porque
en el fondo ya no está presente a sí misma. Sólo hay que tenerle paciencia,
porque un día su edificio se derrumbará. Un proverbio italiano dice: “La
soberbia va a caballo y vuelve a pie". En los Evangelios, Jesús trata con
muchas personas orgullosas, y a menudo fue a desenterrar este vicio incluso en
personas que lo ocultaban muy bien. Pedro alardea al máximo su fidelidad:
"Aunque todos te abandonen, yo no lo haré" (cf. Mt 26,33). Sin
embargo, pronto experimentará que es como los demás, también él temeroso ante
la muerte que no imaginaba que pudiera estar tan cerca. Y así, el segundo
Pedro, el que ya no levanta el mentón, sino que llora lágrimas saladas, será
medicado por Jesús y será por fin apto para soportar el peso de la Iglesia.
Antes ostentaba una presunción de la que era mejor no hacer alarde; ahora, en
cambio, es un discípulo fiel al que, como dice una parábola, el amo "hará
administrador de todos sus bienes” (Lc 12,44).
La salvación pasa por la humildad, verdadero
remedio para todo acto de soberbia. En el Magnificat María canta a
Dios que dispersa con su poder a los soberbios en los pensamientos enfermos de
sus corazones. Es inútil robarle algo a Dios, como esperan hacer los
soberbios, porque al final Él quiere regalarnos todo. Por eso el Apóstol
Santiago, a su comunidad herida por luchas intestinas originadas en el orgullo,
escribe: «Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes les da su
gracia" (St 4,6).
Por tanto, queridos hermanos y hermanas, aprovechemos
esta Cuaresma para luchar contra nuestra soberbia.
MISA DE NIÑOS. DOMINGO DE RAMOS.
Monición de entrada.
Buenos días:
Desde que empezó la Cuaresma estamos preparándonos para
el domingo de Pascua.
Este domingo vamos a empezar la Semana Santa, en la que
nos acordaremos de lo que le pasó a Jesús los últimos días de su vida entre
nosotros.
Hoy empezamos acordándonos del día en que entró en
Jerusalén acompañado por los niños y mayores que estaban muy contentos.
Señor, ten piedad.
Tú que fuiste condenado. Señor, ten piedad.
Tú que cargaste con la cruz. Cristo, ten piedad.
Tú que moriste en la cruz. Señor, ten piedad.
Peticiones.
-Por el Papa Francisco que las palabras que nos dirá
estos días lleguen a nuestro corazón. Te lo pedimos Señor.
-Por la familia de Jesús que es la Iglesia, para que sepa
ayudar a las personas que están malas. Te lo pedimos Señor.
-Por todos los amigos de Jesús, para que estos días nos
ayuden a quererle mucho. Te lo pedimos, Señor.
-Por las personas que están enfermas, las que no tienen
comida y trabajo, para que les ayudes. Te lo pedimos, Señor.
-Por nosotros, para que esta Semana Santa dediquemos ratos a
estar con Jesús. Te lo pedimos Señor.
Acción de gracias.
Virgen María hemos empezado la
Semana Santa. Te damos gracias porque tú estuviste muy cerca de Jesús y te
pedimos nos ayudes estos días a estarlo también.
EXPERIENCIA.
Piensa en estas
imágenes: una pala con tierra, un agujero, la cuchara de una grúa, tierra,
excavación con una grúa, puño cerrado que se abre, una persona sentada en el
banco de un parque, un pozo en el desierto, un surco de tierra con granos de
trigo, lluvia regando el surco, unas manos juntas orando.
Escribe en un tuit un
relato.
¿Cuál de las imágenes
representa tu estado de ánimo en estos momentos?
¿Cuál tus esperanzas?
¿Cuál tus vacíos
interiores, tristezas, cansancios?
Mira el vídeo “De la
superficie a lo profundo” (Verbo Divino): https://www.youtube.com/watch?v=D0dq7XGToi8
¿Cómo te sientes?
Exprésalo con una o varias de las palabras del vídeo?
La amistad con Jesús,
¿qué te aporta?, ¿cómo puede él llenar tu corazón?
REFLEXIÓN.
Con la música del vídeo busca
en la Biblia el evangelio de este domingo, Juan 12, 20-22.
Ábrela, toma conciencia de que
estás ante Dios, Él va a hablarte en cada una de las palabras del texto.
Pídele a Dios que te envíe el
Espíritu Santo para que te de conocimiento interno de Jesús, es decir, a través
de esta oración adentrarte en el corazón de Jesús, sus sentimientos, ilusiones,
miedos, tristezas, gozos,…
Lee el texto 2 veces.
En la segunda sitúate en la
escena, mediante la composición de lugar. Según san Ignacio de Loyola consiste
en imaginar el lugar, es decir, pintar un cuadro con lo sucedido.
¿Cómo se sentía Jesús cuando se
acercaron los griegos, durante el primer discurso, al escuchar la voz del
Padre, al responder a la gente, cuando pensaba en la cruz.
¿Cómo te sientes tú?
Repite algunas de estas frases
las veces que necesites, quedándote con aquella que te es más cercana a ti:
Señor, queremos ver a Jesús; si el grano de trigo no cae en tierra y muere
queda infecundo; el que se ama a sí mismo, se pierde; se guardará para la vida
eterna; el que quiera servirme, que me siga; donde esté yo, allí también estará
mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará; mi alma está agitada;
Padre, líbrame de esta hora; por esto he venido; Padre, glorifica tu nombre;
ahora va a ser juzgado el mundo; el Príncipe de este mundo va a ser echado
fuera; cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos sobre mí.
Quédate con una de ellas y
pregúntate: ¿qué dice?, ¿qué me dice? y ¿qué te digo Jesús?
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 12, 20-22.
En aquel tiempo, entre los que
habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; estos, acercándose a
Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:
-Señor, queremos ver a Jesús.
Felipe fue a decírselo a
Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó:
-Ha llegado la hora de que sea
glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de
trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto.
El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este
mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y
donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo
honrará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora?
Pero si por esto he venido, para esta hora: Padre, glorifica tu nombre.
Entonces vino una voz del
cielo:
-Lo he glorificado y volveré a
glorificarlo.
La gente que estaba allí y lo
oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.
Jesús tomó la palabra y dijo:
-Esta voz no ha venido por mí,
sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este
mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a
todos hacia mí.
Esto lo decía dando a entender
la muerte de que iba a morir.
COMPROMISO.
Durante esta semana busca un rato para visitar
la iglesia de tu parroquia, entrar en el sagrario y estar con él.
O acércate a la capilla de tu colegio, a una
ermita de tu pueblo, piensa en Jesús. Pídele verle.
También es importante el que lo busques en las
personas que van a encontrase contigo: en cada uno de ellos está Jesús y el te
pide una actitud: amistad, paciencia, escucha,… Las personas que nos cansan por
su manera de ser son cristos crucificados que nos enseñan, a través de su
comportamiento, la crudeza de la cruz.
CELEBRACIÓN.
Entra en este vídeo de Juniors, escúchalo y
reza la oración Juniors: https://www.youtube.com/watch?v=3gLPEXWjPuk
BIBLIOGRAFÍA.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal
Española. BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Biblia
del Peregrino. Edición de Luis Alonso Schökel. EGA-Mensajero.
Bilbao. 1995.
Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego
de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.
Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia
Católica. BAC. Madrid. 2016.
Secretariado Nacional de Liturgia. Libro de
la Sede. Primera
edición: 1983. Coeditores Litúrgicos. Barcelona. 2004.
Robinson, Jame M.; Hoffmann Paul y John S., Kloppenborg. El Documento
Q. Ediciones Sígueme. Salamanca. 2004.
Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios
de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio
Agustiniano. Valladolid. 1986.
Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por
los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 2. Evangelio según san Marcos. Ciudad
Nueva. Madrid. 2009.
Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por
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Nueva. Madrid. 2006.
Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por
los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 4a. Evangelio según san Juan
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San Juan de Ávila. Obras Completas i. Audi, filia – Pláticas –
Tratados. BAC. Madrid. 2015.
San Juan
de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma –
Tratados y escritos menores. BAC.
Madrid. 2013.
San Juan de Ávila. Obras Completas III.
Sermones. BAC. Madrid. 2015.
San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.
[1] Se trata de Betsaida
Julias, situada al norte del lago Tiberiades. Nota Biblia de Jerusalén.
[2] Se sigue discutiendo el
significado de eulabeia: cautela o reverencia, o: actitud reverente.
Nota Biblia del Peregrino.
[3] El que me sirve, que me
siga. Traducción editor.
[4] Donde estoy yo, también
estará mi servidor. Ib.
[5] Si guardáis mis
mandamientos permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos
de mi Padre y permanezco en su amor.
[6] Una vez que yo haya
sido elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí. Trad. editor.
[7] Emplear, o poner,
alguien su cornadillo: contribuir con medios o diligencias para el logro de un
fin. www.rae.es
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