Lectura del libro de Isaías 40, 4-7.
El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir
al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que
escuche como los discípulos. El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni
me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que
mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos. El Señor Dios
me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como
pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
Textos
paralelos.
El Señor Yahvé me ha dado una lengua avezada.
Is 42, 1: Mirad a mi siervo, a
quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu,
para que promueva el derecho a las naciones.
Jn 3, 11: Te lo aseguro:
hablamos de lo que sabemos, atestiguamos lo que hemos visto, y no aceptáis
nuestro testimonio.
No me resistí, ni me hice
atrás.
Is 53, 7: Maltratado,
aguantaba, no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja muda
ante el esquilador, no abría la boca.
No hurté mi rostro a
insultos y salivazos.
Mt 27, 30: Le escupían, le
quitaban la caña y le pegaban con ella en la cabeza.
Ofreció mi cara como el
pedernal.
Ez 3, 8-9: Mira, hago tu rostro
tan duro como el de ellos y tu cabeza terca como la de ellos; como el diamante,
más dura que el pedernal hago tu cabeza. No les tengas miedo ni te acobardes
ante ellos, aunque sean casa rebelde.
Sabiendo que no quedaría
defraudado.
Sal 25, 3: Los que esperan en
ti no quedan defraudados; quedan defraudados los desleales sin razón.
Notas
exegéticas.
50 4 En este tercer canto, el Siervo
se muestra menos como profeta que como sabio, discípulo fiel a Yahvé, encargado
de enseñar a su vez a los que “temen a Dios”, es decir, a todos los judíos
piadosos y también a los extraviados o infieles “que andan a oscuras”. Gracias
a su coraje y a la ayuda divina soportará las persecuciones hasta que Dios le
haya concedido un triunfo definitivo. – El que habla hasta el v. 9 incluido es
el Siervo.
50 6 Esta descripción de los
sufrimientos del Siervo se repetirá con más amplitud en el canto cuarto 52,
13-53, 12. Evoca ya a Mt 26, 67; 27, 30 y paralelos.
Salmo
responsorial
Salmo 22 (21),
1a.8-9.17-18a.19-20.23-24
Dios
mío, Dios mío,
¿por
qué me has abandonado? R/.
Al
verme, se burlan de mí,
hacen
visajes, menean la cabeza:
“Acudió
al Señor, que lo ponga a salvo;
que
lo libre si tanto lo quieres”. R/.
Me
acorrala una jauría de mastines,
me
cerca una banda de malhechores;
me
taladran las manos y los pies,
puedo
contar mis huesos. R/.
Se
reparten mi ropa,
echan
a suerte mi túnica.
Pero
tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza
mía, ven corriendo a ayudarme. R/.
Contaré
tu fama a mis hermanos,
en
medio de la asamblea te alabaré.
“Los
que teméis al Señor, alabadlo;
linaje
de Jacob, glorificadlo;
temedlo,
linaje de Israel”. R/.
Textos
paralelos.
¡Dios mío, Dios mío! ¿Por
qué me has abandonado?
Mt 27, 46: A media tarde Jesús
gritó con voz potente: “Eli Eli lema sabactani ( o sea: Dios mío, Dios mío,
¿por qué me abandonaste?).
Is 49, 14: Decía Sión: “Me ha
abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado”.
Is 54, 7: Por un instante te
abandoné, pero con gran cariño te reuniré.
Todos cuantos me ven, se
mofan de mí.
Mt 27, 39: Los que pasaban lo insultaban meneando la
cabeza.
Se confió a Yahvé, pues
que lo libre.
Mt 27, 43: Se ha fiado de Dios:
que lo libre si tanto es que lo ama. Pues ha dicho que es hijo de Dios.
Sb 2, 18-20: Si el justo ese es
hijo de Dios, él lo auxiliará y lo arrancará de las manos de los enemigos. Lo
sometemos a tormentos despiadados, para apreciar su paciencia y comprobar su
temple.
Reparten entre sí mi ropa
y se echan a suertes mi túnica.
Mt 27, 35: Después de
crucificarlo, se repartieron a suertes sus vestidos.
Jn 19, 24: Así que dijeron: “No
la rasguemos; echémosla a suertes, para quien le toque”. Así se cumplió lo
escrito: Se repartieron mis vestidos y se sortearon mi túnica). Es lo que
hicieron los soldados.
Contaré tu fama a mis
hermanos.
Hb 2, 12: Anunciaré tu nombre a
mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré.
Sal 40, 10: He proclamado el
derecho a una asamblea numerosa. No he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes.
Notas
exegéticas.
22 La lamentación y la oración de un
inocente perseguido concluyen en acción de gracias por la liberación esperada y
se adaptan a la liturgia nacional mediante el v. 24 y el final universalista,
vv.28-32, en que el advenimiento del reino de Dios al mundo entero aparece como
consecuencia de las pruebas del siervo fiel. Afín al poema del Siervo Doliente
Is 52, 13-53, 12, este salmo, cuyo comienzo pronunció Cristo en la cruz, y en
el que los evangelistas han visto descritos por anticipado varios episodios de la
Pasión, es por lo mismo mesiánico, al menos en sentido típico.
22 1 Quizá el comienzo de una
melodía conocida. Versiones: “Para el consuelo matinal”.
22 17 Otros: “me inmovilizan mis
manos y mis pies” o, con 2 manuscritos y las versiones antiguas, “me
atraviesan”. Hebreo a‘arî “como un león”, ininteligible. El pasaje
recuerda Is 53, 2, pero los evangelistas no lo utilizaron en el relato de la
Pasión.
Segunda
lectura.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11.
Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el
ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de
esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su
presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte
de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el
Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es
Señor, para gloria de Dios Padre.
Textos
paralelos.
El cual, siendo de condición divina.
Sb 2, 23: Dios creó al hombre
para la inmortalidad y lo hizo imagen de su propio ser.
A ser tratado igual a
Dios.
Is 53, 12: Por eso le asignaré
una porción entre los grandes y repartirá botín con los poderosos; porque
desnudó el cuello para morir y fue contado entre los pecadores, él cargó con el
pecado de todos e intercedió por los pecadores.
Sino que se despojó de sí
mismo.
2 Co 8, 9: Pues conocéis la
generosidad de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, por vosotros se hizo
pobre para enriqueceros con su pobreza.
Asumiendo semejanza
humana.
Ga 4, 4: Pero cuando se cumplió
el plazo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley.
Haciéndose obediente
hasta la muerte.
Rm 5, 19: Hay más: por medio de
Jesucristo, que nos ha traído la reconciliación, ponemos nuestro orgullo en
Dios.
Por eso Dios lo exaltó.
Is 52, 13: Mirad, mi siervo
tendrá éxito, subirá y crecerá mucho.
Le otorgó el nombre.
Rm 14, 9: Para eso murió el
Mesías y resucitó: para ser Señor de muertos y vivos.
Toda rodilla se doble.
Is 45, 23: Lo juro por mi
nombre, de mi boca sale una sentencia, una palabra irrevocable: Ante mí se
doblará toda rodilla, por mí jurará toda lengua.
Toda lengua confiese.
Rm 10, 9: Si confiesas con la
boca que Jesús es Señor, si crees de corazón que Dios lo resucitó de la muerte,
te salvarás.
Para gloria de Dios
Padre.
1 Co 12, 3: Pero quiero que
comprendáis que el Mesías es cabeza de todo, el varón es cabeza de la mujer y
Dios es cabeza del Mesías.
Notas
exegéticas.
2 6 (a) Lit “en la forma de Dios”. La
misma palabra griega (morphe) es utilizada en el v. 7 (lit. “tomando la forma de esclavo”). Su
significado es casi idéntico al de “imagen” (eikôn), y los dos términos son utilizados indistintamente por los LXX. La
“forma de Dios” es, pues, sinónimo de “imagen de Dios”, que es el predicado
aplicado a Adán y a Cristo.
2 6 (b) Cristo, al no tener pecado no
tenía que morir (idéntica idea aparece en algunos apócrifos, como Henoc, IV
Esdras o II Baruc). Tenía, pues, el derecho a vivir eternamente, algo propio de
la divinidad. Otras traducciones posibles: “No retuvo celosamente el rango que
le igualaba a Dios” o “No consideró como presa el ser igual a Dios·. En este
último caso, habría una oposición implícita entre Jesús, segundo o último Adán
y el primer Adán.
2 7 (a) Lit.: “Se vació a sí mismo·. El
término kénosis
procede de una
raíz que significa “vaciar”. La fórmula está tomada de Is 53, 12. El pronombre
reflexivo, que aparece en el v. 7 (y ver Ga 2, 20), subraya la decisión del
mismo Cristo, que optó por la muerte.
2 7 (b) Este modo de existencia, a la
luz de la alusión a Is 53, 12, solo puede ser el del humillado Siervo paciente
de Yahvé, que murió por los demás. Nótese el contraste con Señor, v. 11.
2 7 (c) No hay intención de atenuar la
humanidad de Jesús. No obstante, si no hubiera sido diferente, no habría podido
salvarnos. Él que estaba “vivo” resucitó a los que estaban “muertos”. Él no
tenía necesidad de ser reconciliado con Dios, mientras todos los demás la
tenían.
2 7 (d) Aunque diferente en su modo de
existencia, Cristo compartió la naturaleza humana común a todos.
2 8 (a) Al envío del Hijo con el Padre
para salvar a la humanidad, corresponde, de parte de Cristo, la obediencia.
2 8 (b) Mientras que la tradición
primitiva solo insistía en el efecto salvífico de la muerte de Cristo, Pablo
subraya lógicamente que el valor ejemplar de esta muerte está en el cruel
castigo de la crucifixión.
2 9 (a) Lit.: “sobre-exaltó”. El verbo
griego hypsoô, que significa normalmente
elevar, se traduce a menudo por “exaltar”. Aquí lleva además el prefijo hyper (del que se forma el mismo
verbo), que redobla su significado, por el hecho de que, si es cierto que todos
los justos serán exaltados, Cristo es superior a todos ellos.
2 9 (b) El nombre es el de “Señor”,
como explica el v. 11. Se trata aquí de un término funcional que no se refiere
precisamente a la naturaleza de Cristo; es un título que Cristo lo consigue por
su pasión y resurrección. A pesar de su uso cotidiano, y de su frecuente
aplicación a Cristo a lo largo de todo el NT, aquí se toma como que Cristo lo
consigue por su pasión y resurrección. A pesar de su uso cotidiano, y de
su frecuente aplicación a Jesucristo a lo largo de todo el NT, aquí se toma
como un título “que está sobre todo nombre”, la razón es que el NT lo reserva
para Dios.
2 10 (a) La humanidad entera reconoce la
nueva dignidad de Jesús, como estaba anunciado que las naciones reconocerían a
Yahvé, Is 45, 23. El nombre propio de “Jesús” – sin más añadiduras – se usa
aquí deliberadamente para evocar la figura humillada y paciente de los vv. 6-8.
2 10 (b) Estas frases, que alteran la
cuidada estructura del himno, fueron probablemente añadidas por Pablo con el
fin de poner de relieve tanto el ilimitado alcance de la autoridad de Cristo,
como la dependencia respecto de su Padre.
2 11 Es la profesión de fe esencial
del cristianismo. – El Padre, que ha exaltado a Jesús, recibe toda gloria
cuando el Nombre que Él le ha dado es adorado y confesado. En Él desemboca,
pues, la glorificación del Hijo y, al mismo tiempo, su humillación.
Evangelio.
C.- |
X Pasión de
nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 14, 1-15, 47. Faltaban dos días para la Pascua y los Ácimos. Los sumos
sacerdotes y los escribas andaban buscando como prender a Jesús a traición y
darle muerte. Pues decían: |
S.- |
No
durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo. |
C.- |
Estando
Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una
mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y se
lo derramó sobre la cabeza. Algunos comentaban indignados: |
S.- |
-¿A
qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de
trescientos denarios para dárselo a los pobres. |
C.- |
Y
reprendían a la mujer. Pero Jesús replicó: |
X |
-Dejadla,
¿por qué la molestáis? Una obra buena ha hecho conmigo. Porque a los pobres
los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis; pero a
mí no me tenéis siempre. Ella ha hecho lo que podía: se ha adelantado a
embalsamar mi cuerpo para la sepultura. En verdad os digo que, en cualquier
parte del mundo donde se proclame este evangelio, se hablará de lo que esta
ha hecho, para memoria suya. |
C.- |
Judas
Iscariote, uno de los Doce, fue a los sumos sacerdotes para entregárselo. Al
oírlo, se alegraron y le prometieron darle dinero. Él andaba buscando ocasión
propicia para entregarlo. El
primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le
dijeron a Jesús sus discípulos. |
S.- |
-¿Dónde
quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua? |
C.- |
Él
envió a dos discípulos, diciéndoles: |
X |
-Id
a la ciudad, os saldrá al paso un hombre que lleva un cántaro de agua;
seguidlo, y en la casa adonde entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta:
¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?”. Él
os enseñará una habitación grande en el piso de arriba, acondicionada y
dispuesta. Preparádnosla allí. |
C.- |
Los
discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había
dicho y prepararon la Pascua. Al
atardecer fue él con los doce. Mientras estaban a la mesa comiendo dijo
Jesús: |
X |
-En
verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo
conmigo. |
C.- |
Ellos
comenzaron a entristecerse y a preguntarle uno tras otro. |
S.- |
-¿Seré
yo? |
C.- |
Respondió: |
X |
Uno
de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del
hombre se va, como está escrito; pero, ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo
del hombre será entregado!; ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido! |
C.- |
Mientras
comían, tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio
diciendo: |
X |
Tomad,
esto es mi cuerpo. |
C.- |
Después
tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y
les dijo: |
X |
Esta
es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo
que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino
nuevo en el reino de Dios. |
C.- |
Después
de cantar el himno, salieron para el monte de los Olivos. Jesús les dijo: |
X |
Todos
os escandalizaréis, como está escrito: “Heriré al pastor y se dispersarán las
ovejas”. Pero cuando resucite, iré delante de vosotros a Galilea. |
C.- |
Pedro
le replicó: |
S.- |
Aunque
todos caigan, yo no. |
C.- |
Jesús
le dice: |
X |
En
verdad te digo que hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces,
tú me habrás negado tres. |
C.- |
Pero
él insistía: |
S.- |
Aunque
tenga que morir contigo, no te negaré. |
C.- |
Y
los demás decían lo mismo. Llegan
a un huerto, que llaman Getsemaní, y dice a sus discípulos: |
X |
Sentaos
aquí mientras voy a orar. |
C.- |
Se
lleva consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir espanto y
angustia, y les dice: |
X |
Mi
alma está triste hasta la muerte. Quedaos aquí y velad. |
C.- |
Y,
adelantándose un poco, cayó en tierra y rogaba que, si era posible, se
alejase de él aquella hora; y decía: |
X |
-¡Abba!,
Padre: tú lo puedes todo, aparta de mí este cáliz. Pero
no sea como yo quiero, sino como tú quieres. |
C.- |
Vuelve
y, al encontrarlos dormidos, dice a Pedro: |
S.- |
Simón,
¿duermes?, ¿no has podido velar una hora? Velad y orad, para no caer en
tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es débil. |
C.- |
De
nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió y los encontró
otra vez dormidos, porque sus ojos se les cerraban. Y no sabían que
contestarle. Vuelve por tercera vez y les dice: |
X |
Ya
podéis dormir y descansar. ¡Basta! ¡Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del
hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ‘Levantaos, vamos! Ya
está cerca el que me entrega. |
C.- |
Todavía
estaba hablando, cuando se presenta Judas, uno de los Doce, y con él gente
con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los escribas y los
ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles: |
S.- |
-Al
que yo bese, es él: prendedlo y conducidlo bien sujeto. |
C.- |
Y
en cuanto llegó, acercándosele le dice: |
X |
-¡Rabbí!. |
C.- |
Y
lo besó. Ellos
le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la
espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús
tomó la palabra y les dijo: |
S.- |
¿Habéis
salido a prenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido? A diario os
estaba enseñando en el templo y no me detuvisteis. Pero, que se cumplan las
Escrituras. |
C.- |
Y
todos lo abandonaron y huyeron. Lo
iba siguiendo un muchacho envuelto solo en una sábana; y le echaron mano,
pero él, soltando la sábana se le escapó desnudo. Condujeron
a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes
y los escribas y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el
interior del patio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre
para calentarse. Los
sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús,
para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban
falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban. Y algunos,
poniéndose de pie, daban falso testimonio contra él diciendo: |
S.- |
-Nosotros
le hemos oído decir: “Yo destruiré este templo, edificado por manos humanas,
y en tres días construiré otro no edificado por manos humanas”. |
C.- |
Pero
ni siquiera en esto concordaban los testimonios. El sumo sacerdote,
levantándose y poniéndose en el centro, preguntó a Jesús: |
S.- |
-¿No
tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que presentan contra ti? |
C.- |
Pero
él callaba, sin dar respuesta. De nuevo le preguntó el sumo sacerdote: |
S.- |
-¿Eres
tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito? |
C.- |
Jesús
contestó: |
X |
-Yo
soy. Y veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene
entre las nubes del cielo. |
C.- |
El
sumo sacerdote, rasgándose las vestiduras, dice: |
S.- |
¿Qué
necesidad tenemos ya de testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece? |
C.- |
Y
todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle y,
tapándose la cara, lo abofeteaban y le decían: |
S.- |
-Profetiza. |
C.- |
Y
los criados le daban bofetadas. Mientras
Pedro estaba abajo en el patio, llega una criada del sumo sacerdote, ve a
Pedro calentándose, lo mira fijamente y dice: |
S.- |
-También
tú estabas con el Nazareno, con Jesús. |
C.- |
Él
lo negó diciendo: |
S.- |
-Ni
sé ni entiendo lo que dices. |
C.- |
Salió
fuera al zaguán y un gallo cantó. La criada, al verlo, volvió a decir a los
presentes: |
S.- |
-Este
es uno de ellos. |
C.- |
Pero
él de nuevo lo negaba. Al poco rato, también los presentes decían a Pedro: |
S.- |
-Seguro
que eres uno de ellos, pues eres galileo. |
C.- |
Pero
él se puso a echar maldiciones y a jurar: |
S.- |
-No
conozco a ese hombre del cual habláis. |
C.- |
Y
enseguida, por segunda vez, cantó el gallo. Pedro se acordó de las palabras
que le había dicho Jesús: “Antes
que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres”, y rompió a llorar. Apenas
se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el
Sanedrín en pleno, hicieron una reunión. Llevaron atado a Jesús y lo
entregaron a Pilato. Pilato le preguntó: |
S.- |
¿Eres
tú el rey de los judíos? |
C.- |
Él
respondió: |
X |
-Tú
lo dices. |
C.- |
Y
los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de
nuevo: |
S.- |
-¿No
contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan. |
C.- |
Jesús
no contestó más; de modo que Pilato estaba extrañado. Por la fiesta solía
soltarles un preso, el que le pidieran. Estaba
en la cárcel un tal Barrabás, con los rebeldes que habían cometido un
homicidio en una revuelta. La muchedumbre que se había reunido comenzó a
pedirle lo que era costumbre. Pilato les preguntó: |
S.- |
-¿Queréis
que os suelte al rey de los judíos? |
C.- |
Pues
sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los
sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de
Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó: |
S.- |
-¿Qué
hago con el que llamáis rey de los judíos? |
C.- |
Ellos
gritaron de nuevo: |
S.- |
Crucifícalo.
|
C.- |
Pilato
les dijo: |
S.- |
-Pues,
¿qué mal ha hecho? |
C.- |
Ellos
gritaron más fuete: |
S.- |
-Crucifícalo. |
C.- |
Y
Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús,
después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los
solados se lo llevaron al interior del palacio – al pretorio – y convocaron a
toda la compañía. Lo visten de púrpura, le ponen una corona de espinas, que
habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo: |
S.- |
-¡Salve,
rey de los judíos! |
C.- |
Le
doblegaron la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas,
se postraban ante él. Terminada
la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacan para
crucificarlo. Pasaba
uno que volvía del campo, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo; y
lo obligan a llevar la cruz. Y
conducen a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de “la Calavera”), y le
ofrecían vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucifican y se reparten
sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era
la hora tercia cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba
escrito: “El rey de los judíos”. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su
derecha y otro a su izquierda. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la
cabeza y diciendo: |
S.- |
-Tú
que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo
bajando de la cruz. |
C.- |
De
igual modo, también los sumos sacerdotes comentaban entre ellos, burlándose: |
S.- |
-A
otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de
Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos. |
C.- |
También
los otros crucificados lo insultaban. Al llegar la hora sexta toda la región
quedó en tinieblas hasta la hora nona. Y a la hora nona, Jesús clamó con voz
potente: |
X |
-Eloí,
Eloí, lemá sabaqtaní. |
C.- |
Que
significa: |
X |
-Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? |
C.- |
Algunos
de los presentes, al oírlo, decían: |
S.- |
-Mira,
llama a Elías. |
C.- |
Y
uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña,
y le daba de beber diciendo: |
S.- |
-Dejad,
a ver si viene Elías a bajarlo. |
C.- |
Y
Jesús, dando un fuerte grito, expiró. Todos se arrodillan y se hace una pausa. El
velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El
centurión, que estaba enfrente, al ver como había expirado, dijo: |
S.- |
-Verdaderamente
este hombre era el Hijo de Dios. |
C.- |
Había
también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas María la Magdalena,
María la madre de Santiago el Menor y de Joset, y Salomé, las cuales, cuando
estaba en Galilea, lo seguían y servían; y otras muchas que habían subido con
él a Jerusalén. Al
anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José
de Arimatea, miembro noble del Sanedrín, que también aguardaba el reino de
Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato
se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si
hacía mucho tiempo que había muerto. Informado
por el centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana y,
bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en el sepulcro, excavado
en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y
María, la madre de Joset, observaban donde lo ponían. |
Textos
paralelos.
Dejadla, ¿por qué la molestáis?
Dt 15, 11-12: Nunca dejará de
haber pobres en la tierra; por eso yo te mando: Abre la mano a tu hermano, a tu
pobre, a tu indigente de tu tierra.
Id a la ciudad. Os saldrá
al paso una persona.
1 S 10, 2: [Samuel a Saúl] El
Señor te unge como jefe de su heredad. Hoy mismo, cuando te separes de mí, te
tropezarás con dos hombres junto a la tumba de Raquel, en la linde de Benjamín,
que te dirán: “Aparecieron las burras que saliste a buscar; mira, tu padre ha
olvidado el asunto de las burras y está preocupado por vosotros, pensando qué
va a ser de su hijo”.
Mientras estaban
comiendo.
1 Co 11, 23-25: Pues recibí del
Señor lo que os transmití: que el Señor, la noche que era entregado, tomó pan,
dando gracias lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros.
Haced esto en memoria mía. Lo mismo, después de cenar, tomó la copa y dijo:
esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre. Haced esto cada vez que lo
bebéis en memoria mía”.
Sangre de la alianza.
Mt 8, 11:Os digo que muchos
vendrán de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el
reino de Dios.
Heriré al pastor y se
dispersarán las ovejas.
Za 13, 7: ¡Despierta, espada,
contra mi pastor, contra mi valeroso compañero! – oráculo del Señor del
universo –. Hiere al pastor, que se dispersen las ovejas, mi brazo castigará
incluso a los zagales.
Tú me habrás negado tres.
Mc 14, 72: Al instante cantó
por segunda vez el gallo. Pedro recordó lo que le había dicho Jesús: Antes que
el gallo cante dos veces me habrás negado tres. Y rompió a llorar.
Pedro, Santiago y Juan.
Mc 5, 37: No permitió que lo
acompañase nadie, salvo Pedro, Santiago y su hermano Juan.
El espíritu está pronto.
Rm 7, 5: Mientras vivíamos bajo
el instinto, las pasiones pecaminosas, incitadas por la ley, actuaban en
nuestros miembros y dábamos fruto para la muerte.
Sus ojos estaban
cargados.
Mc 9, 6: (No sabía lo que decía
pues estaban llenos de miedo).
Mirad, el que me va a
entregar está cerca.
Jn 14, 31: Pero el mundo ha de
saber que amo al Padre y hago lo que el Padre me encargó. ¡Arriba! vámonos de
aquí.
Pero él, dejando el
lienzo, se escapó desnudo.
Am 2, 16: El más valiente entre
los soldados huirá desnudo aquel día – oráculo del Señor –.
Destruiré este santuario
hecho por hombres.
2 Co 5, 1: Para ser libres
Cristo nos ha librado: manteneos pues firmes y no os dejéis atrapar de nuevo en
el yugo de la esclavitud.
Veréis al Hijo del hombre
sentado a la diestra del Poder.
Mc 13, 26: Entonces verán
llegar al Hijo del Hombre en una nube, con gran poder y majestad.
Sal 110, 1: Oráculo del Señor a
mi Señor; “Siéntate a mi derecha hasta que haga de tus enemigos escabel[1] de tus pies”.
También tú estabas con
Jesús de Nazaret.
Mt 2, 23: Y se estableció en
una población llamada Nazaret. Así se cumplió la anunciado por el profeta: se
llamará Nazareno (Is 11, 1).
Se repartieron sus
vestidos, echándolos a suertes.
Sal 22, 19: Se reparten mis
vestidos, se sortean mi túnica.
Crucificaron a dos
bandidos.
Is 53, 12: Por eso le asignaré
una porción entre los grandes y repartirá botín con los poderosos: porque
desnudó el cuello para morir y fue contado entre los pecadores, él cargó con el
pecado de todos e intercedió por todos los pecadores.
¡Es el Cristo, el rey de
Israel!
Jn 6, 30: ¿Qué señal haces para
que veamos y creamos?, ¿en qué trabajas?
Verdaderamente este
hombre era hijo de Dios.
Mt 4, 3: Se acercó el tentador
y le dijo: “Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”.
Que le seguían y servían.
Mc 6, 3: ¿No es este el
carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago y José, Judas y Simón? ¿No
viven aquí, entre nosotros, sus hermanas? Y esto lo sentían como un obstáculo.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén.
14 1 Aunque de origen distinto, la
fiesta de Pascua y la de los Ázimos estaban tan unidas entre sí que
prácticamente se la identificaba (ver Dt 16, 1-8). Según la costumbre de
Jerusalén, los corderos eran sacrificados en el templo la tarde del día 14 del
primer mes (Nisán, generalmente en abril), víspera del plenilunio que sigue al
equinoccio de primavera. Los corderos eran consumidos al atardecer en el
interior de la ciudad, en familia o en grupos de diez a veinte personas (Ex 12,
1-14). A partir de las últimas luces del día 14, la levadura era retirada de
las casas y la consumición de pan fermentado estaba prohibida durante siete
días (Ex 12, 15-20). Al celebrar la antigua liberación de Egipto, Israel
recordaba y actualizaba los beneficios de Dios con la esperanza puesta en la
salvación mesiánica. Era la fiesta más grande el año. Como Pentecostés y la
fiesta de las Chozas, atraía a Jerusalén a numerosos peregrinos.
14 3 (a) Quizá un antiguo leproso, que
había conservado este apodo tras la curación.
14 3 (b) Mc concreta, con Jn 12, 3, la
calidad del perfume: nardo, extracto de una planta aromática de la India, y
solo él da el detalle de que la mujer quiebra el frasco para derramarlo más
abundantemente y más deprisa, gesto de afectuosa prodigalidad.
14 5 El equivalente a trescientas
jornadas laborales de un obrero agrícola (ver Mt 20, 20).
14 7 En griego los verbos están en
presente, por lo que la frase podría traducirse: “Porque pobres tenéis siempre
con vosotros y podéis hacerles bien cuando queráis, pero a mi no me tenéis
siempre”. Pero estos tiempos verbales pueden tener matiz de futuro. Expresan el
valor, siempre actual, de las palabras de Jesús.
14 8 Jesús relaciona el gesto de la
mujer con el drama que se avecina. Probablemente es esta la razón por la que Mc
sitúa este episodio al comienzo de los relatos de la Pasión, poniendo así de
relieve que esta unción desvela su sentido desde la Pasión y Resurrección de
Jesús.
14 9 Ver 8, 35. Se puede reconocer
aquí el interés de Mc por la proclamación del evangelio, cuya finalidad es
proponer al creyente la obra de salvación cumplida en Cristo. Debido a su
referencia a la Pasión, el gesto de la mujer forma parte de la Buena Nueva.
14 12 Según Mt Jesús daba a conocer su
decisión al morador de Jerusalén a cuya casa él mismo se invitaba; según Mc,
una señal llevará a los discípulos delegados a una sala que encontrarán
completamente preparada. Aunque señal y preparación pudieron haberse ya
convenido de antemano, su presentación literaria, inspirada en 1 S 10, 2-5, da
a la escena una aureola de presciencia[2] sobrenatural. Obsérvese además que la estructura del episodio se parece
mucho a la preparación de la entrada mesiánica, Mc 11, 1-6.
14 14 Se puede entender de dos formas:
“la sala que me pertenece” o, más probablemente, “la sala que necesito”.
14 20 Estas palabras evocan también el
Sal 41. Cada invitado tomaba el alimento con la mano, directamente del plato
común.
14 21 No se puede aducir ningún texto
del AT que hable específicamente de la traición al Hijo del hombre. Quizás esta
referencia a la Escritura evoque en sentido muy amplio el Sal 41, citado antes
(ver Lc 22, 22 “según está determinado), y aplicado a la tradición de Judas por
Jn 13, 18.
14 24 La expresión “sangre de la
alianza· es la de Ex 24, 8.
14 25 El Reino de Dios es presentado
aquí con la imagen del banquete mesiánico (ver Is 25, 6; Lc 13, 28).
14 26 Se trata de los Salmos 115-118,
que se cantaban como acción de gracias al final de la cena pascual. Formaban la
segunda parte del Hallel, serie de salmos que empezaban con la aclamación Aleluya
= Alabad al Señor.
14 28 Otra traducción: “Yo os
conduciré a Galilea”. En contraste con el anuncio de la defección[3] de los discípulos, estas palabras de esperanza dejan entrever su
reagrupación. Según Mc, fue en Galilea, donde Jesús se manifestó por primera
vez (ver 1, 14); será allí también donde se aparecerá resucitado (16, 7).
14 30 Entendido quizá en sentido
literal: “antes de que un gallo tenga tiempo de cantar dos veces” (e.d. de
inmediato), o como expresión proverbial de “antes de la aurora”.
14 33 Una vez más, estos tres
discípulos son señalados como testigos privilegiados. Mc subraya así la
importancia que concede a esta última escena, en al que el Maestro y los suyos
están todavía reunidos, pero en la que se manifestará la oposición entre la actitud
de Jesús y la de los discípulos.
14 35 No se trata de una mera
indicación temporal. El contenido de esta “hora” que se aproxima es el de la
Pasión. Idéntico sentido de la palabra “copa”. Es la hora del cumplimiento del
designio de Dios.
14 36 Abbá es un nombre arameo que, en
labios de Jesús, expresa la familiaridad del Hijo de Dios con el Padre. Por eso
será puesto en boca de los cristianos a los que el Espíritu, Rm 5, 6, hace
hijos de Dios.
14 37 En este uso del nombre que Pedro
tenía antes de ser discípulo se advierte una clara intención: no poder
asociarse durante una hora a la vigilia de Cristo en agonía no es digno del
discípulo Pedro. El evangelista juega también con el término “hora”: mientras
Jesús, en último término, parece estar dispuesto a aceptar la “hora”
determinada por el Padre, Pedro es incapaz de compartir una “hora” con él.
14 38 La contraposición espíritu-carne
debe ser entendida no en el sentido paulino (el hombre natural opuesto al
espíritu de Dios) o griego (el cuerpo opuesto al espíritu), sino en el sentido
en que lo entendían algunos judíos de la época: Dios ha puesto en el ser humano
un espíritu orientado hacia el bien, pero al mismo tiempo es todo él carne,
en cuanto sometido al poder del pecado. El ser humano no está dividido en dos
partes, una buena y otra mala, sino que en su totalidad se halla situado entre
dos poderes.
14 41 (a) Estas palabras pueden significar
“ya no es necesario que veléis”, pero probablemente tienen un matiz irónico.
Otros traducen: “¿Estáis durmiendo y descansando?
14 41 (b) Para “Basta ya. Llegó…” existe
una variante: “El fin apremia”. La forma del verbo (apajei) está bien
atestiguada en los documentos profanos de la época (papyri), donde significa
“pagada”, “satisfecha”, hablando de una deuda. La expresión “Basta ya” (o,
según otros, “Se acabó”) se explica en relación con la hora determinada por
Jesús. Jesús se somete a la voluntad de su Padre, que él reconoce en la llegada
a la hora escatológica (v. 35).
14 44 Forma corriente de saludo entre
maestro y discípulo.
14 52 Detalle propio de Mc. Muchos
comentaristas ven en este joven al propio evangelista.
14 55 Mc presenta esta reunión como
una sesión oficial del Sanedrín, que está decidido a terminar con el proceso
mediante una condena a muerte. La búsqueda de testigos supone que se quieren
respetar las normas jurídicas de un proceso.
14 56 Lit. “No eran iguales”, bien
porque los testimonios eran distintos (de ahí la traducción; ver Dn 13, 48-61),
o bien porque no respondían a la realidad.
14 57 Mc insiste en los falsos
testigos (ver v. 59). Una afirmación como la de 13, 2 podía estar en el origen
de esta actuación, que reaparecerá en la crucifixión, (ver 15, 29 que aplica
estas palabras al cuerpo de Cristo resucitado).
14 58 Se trata del edificio reservado
a los sacerdotes, que constituía el lugar más sagrado del Templo. A diferencia
de Mt 26, 61, Mc destaca la oposición entre el templo antiguo y el templo
nuevo.
14 60 Como en Mt 26, 62, también se
traduce: “¿Nada respondes a lo que estos atestiguan contra ti?”.
14 61 (a) El silencio de Jesús ha sido
interpretado de diversas maneras. Parece evocar el del Siervo de Is 50, 6-8;
53, 7; ver también Sal 39, 3.10.
14 61 (b) Calificativo que sustituye al
nombre de Yahvé, cuya pronunciación evitaban los judíos. De igual modo “el
Poder”, en el v. 62.
14 62 Esta declaración es una fórmula
de revelación. Según Mc, Jesús reconoce que es el Mesías y el Hijo de Dios, tal
como lo anu9nció al comienzo del evangelio. Según Mt 26, 64 (“Tú lo has dicho”)
y Lc 22, 67 (“Si os lo digo, no me creeréis), Jesús se expresa con cierta
reserva.
14 64 (a) Declararse el Mesías o el Hijo
de Dios (en el sentido de los textos judíos antiguos) no constituía una
blasfemia. Pero al hablar a la vez, de “sentarse a la diestra del Padre” y de
“venir entre las nubes del cielo”, Jesús reivindicaba un rango divino y podía
ser acusado de atentar contra las prerrogativas divinas.
14 64 (b) Mc piensa en un acto jurídico de
condena (Mt 26, 6 es menos explícito; Lc 22, 71 no menciona el veredicto). La
fórmula empleada distinta de la de 10 33, no permite decir si se trata de una
condena a muerte o de una decisión de enviar a Jesús donde Pilato reclamando su
muerte.
14 65 “escupirle” D Antigua Versión
Latina (a.f) , , texto de Cesarea Pesitta: “escupirle encima y cubrirle la cara
con un velo”, la mayoría de los manuscritos, por armonización con Lc 22, 64.
Adicción: “¿Quién es el que te ha pegado?”, testimonios de valor secundario,
por armonización con Mt 26, 68 y Lc 22, 65. Si Mc no menciona ni el velo ni la
pregunta, la escena no tiene carácter adivinatorio y se limita a ser una
ilustración de los ultrajes al profeta anunciados por Is 50, 6.
14 68 Este primer canto del galo, que
no inmuta a Pedro, y la falsa salida que le acompaña resultan extraños y llevan
a presentir un relato primitivo que solamente contenía una negación, con canto
del gallo y salida. Su combinación con dos relatos paralelos, procedentes de
otras tradiciones, produjo la cifra tradicional de tres negaciones. La
combinación de los textos, perceptible en Mc, ha sido difuminada en Mt y Lc,
que han suprimido el primer canto del gallo y restringido (o eliminado, Lc) la
primera falsa salida; esta está sugerida en Jn por la separación entre la
primera negación y las otras dos.
15 2 También podría traducirse: “Eres
tú quien lo dices”, una respuesta que implicaría cierta reserva por parte de
Jesús. En toda esta escena, Mc subraya más que Mt y Lc que el debate gira en
torno a la realeza de Jesús.
15 3 La imprecisión que se desprende
de “muchas cosas” (Lc 23, 3.5.14 menciona algunas) resalta la importancia dada
al tema de la realeza de Jesús.
15 8 Esta indicación supone que el
Pretorio se hallaba en un lugar elevado, lo cual se justifica mejor tratándose
de la colina occidental, donde se hallaba el antiguo palacio de Herodes el
Grande.
15 9 En Mc, la muchedumbre llega al
Pretorio para pedir el indulto de un preso, sin pensar en el caso de Jesús.
Pilato es el que se aprovecha de esta petición para proponer el indulto de
Jesús y librarse de ese modo de un caso embarazoso; pero los sumos sacerdotes
desbaratan su maniobra, contraponiéndole el nombre de Barrabás. Mt 27 17 ha
perdido estos matices atribuyendo a Pilato la torpeza de proponer él mismo la
elección entre Barrabás y Jesús.
15 13 La crucifixión, suplicio de
origen persa, fue adoptada por los cartagineses y se convirtió, entre los
romanos, en la pena más cruel e infamante para castigar el robo, el asesinato,
la traición y8 las revueltas. No podía ser aplicada a los ciudadanos romanos.
En Palestina fueron crucificados dos mil rebeldes por orden del legado romano
Varo, tras la muerte de Herodes el Grande. El año 7 sufrió el mismo suplicio
Judas el Galileo, por haber promovido un movimiento de oposición a los romanos.
15 15 Conforme a la costumbre romana,
la flagelación precedía a la crucifixión.
15 16 La cohorte era la décima parte
de una legión y estaba formada por seiscientos hombres. Pero no es necesario
dar al término su sentido técnico; posiblemente Mc piensa sin más en todos los
solados que estaban en el palacio.
15 18 El vestido púrpura (simulado
aquí con algún paño rojo), la corona y ese tipo de saludos eran prerrogativas
de un rey. En esta escena de escarnio, Mc insiste de nuevo en el tema de la
realeza de Jesús, Mesías crucificado.
15 21 Alejandro y Rufo eran sin duda
conocidos de la comunidad romana donde Marcos escribió su evangelio. Ver Rm 16,
13.
15 23 Según una costumbre judía, que
el Talmud fundamenta en Pr 31, 6, se suministraba a los condenados esta bebida
sedante o adormecedora.
15 25 Nueve de la mañana o, en sentido
más amplio, en tiempo entre las nueve y el mediodía.
15 27 Adicción v. 28: “Y se cumplió la
escritura que dice: Ha sido contado entre los malhechores” (Is 53, 12)”. Ver Lc
22, 37.
15 29 La expresión evoca Salmo 22, 8.
Se trata de un gesto de desprecio (Sal 109, 25).
15 33 Esta mención de la oscuridad en
pleno mediodía evoca quizá Am 8, 9-10; ver Ex 10, 22. – “Toda la tierra” o
también “todo el país”.
15 34 Forma aramea, Elahî, transcrito
Elôí, quizá bajo la influencia del hebreo Elohím. La forma Elí
dada por Mt es hebrea; es la del texto original del salmo y explica mejor
el juego de palabras de los soldados.
15 36 En torno de burla fingen querer
prolongar la vida de Jesús para ver si llega Elías. Pero, por alusión al Sal
69, 22, el relato vuelve a poner de relieve su interés teológico.
15 38 Este v. y el siguiente quieren
resaltar la importancia de la muerte de Jesús para la historia de la salvación.
El velo que ocultaba el Santo de los Santos (ver Ex 26, 33) se rasga, como
símbolo del libre acceso de todos a Dios (ver Hb 6, 19-20). Mc se muestra así
atento a todo lo que preludia la participación de los paganos en la salvación.
15 39 Lc hace decir al centurión:
“Ciertamente, este hombre era justo”, 23, 37. Ha visto, pues en Mc 15, 39 una
alusión al texto de Sb 2, 17: “Si el justo es hijo de Dios, él lo rescatará y
lo librará del poder de sus adversarios. Es un anuncio velado de la resurrección
que será confirmado por el descubrimiento del sepulcro vacío. La profesión de
fe del centurión forma inclusión con la proclamación de la voz celeste en el
bautismo de Cristo.
15 40 Probablemente la misma a la que
Mt 27, 56 llama madre de los hijos de Zebedeo.
15 43 Es decir, del Sanedrín. Los
romanos no se preocupaban del enterramiento de los condenados. Por el
contrario, la ley judía ordenaba enterrar a un ajusticiado antes de la caída
del sol (Dt 21, 22-23). También Hch 13, 29 atribuye a los judíos el enterramiento
de Jesús. El relato de Mc sugiere que era urgente debido a la proximidad de la
noche y el comienzo del sabbat. – Mc hace de José un simpatizante (ver Lc 23,
51); Mt 27, 57 y Jn 19, 38 lo presentan como discípulo de Jesús.
15 44 Var.: “si efectivamente había
muerto ya”.
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión
crítica.
14 El relato de la
pasión y resurrección de Jesús según Mc es el más sobrio y realista en los
evangelios sinópticos. En él se revela e interpreta totalmente el misterio de
Jesús-Cristo (cf. 1,1), verdadero Hijo del hombre y verdadero Hijo de
Dios. En medio de las tinieblas brota la luz en la confesión del centurión
pagano.
1 ERA LA PASCUA:
gramaticalmente, casi con valor de futuro: iba a ser, LA PASCUA no fue
en su origen lo mismo que la fiesta de LOS (PANES) ÁZIMOS (fiesta agrícola de
primavera que empezaba el día siguiente de la Pascua y duraba una semana; cf.
Lv 23, 5-14. // COMO MATAR (LO)…: lit. cómo de él en astucia habiéndose
apoderado matarían.
3-9 Teniendo en cuenta
el dato de Jn 11, 2 y 12, 3, el título de esta perícopa[4] concreta identificamos a quien es llamado por Mc y
Mt, sin más, “una mujer”. La unción en Betania tuvo lugar seis días
antes de la Pascua, en casa de un tal Simón, que había sido leproso; Jesús la
interpreta y agradece como honras fúnebres anticipadas, homenaje a su cuerpo
entregado a la muerte. El relato es antítesis del siguiente, brevísimo (vs.
10-11); María, frente a Judas; la generosidad frente al cálculo mezquino; el
amor al Maestro frente a la traición.
3 BETANIA: aldea de
Lázaro, Marta y María, en cuya casa solía hospedarse Jesús. // NARDO AUTÉNTICO:
en oposición al falsificado; o quizá se trata, simplemente, del nombre concreto
– transliteración del arameo – de aquel perfume. El vocablo griego nárdos es
de origen semítico. // ROMPIÓ… Y… : “Si el alabastro no se rompe, no podemos
ungir”, el perfume no se expande (san Jerónimo).
4 ENTRE ELLOS: en su
origen parecería un dativo ético[5] arameo; o quizá equivale a: “realmente indignados”
(M. Black).
7 LOS TENÉIS: o, con
valor de futuro: los tendréis.
8 La muerte que Jesús
ve próxima, en condiciones externas iguales a las de un malhechor público,
debería acabar sin ritos funerarios: su cadáver podría quedar insepulto, a
merced de las aves de rapiña, o ser arrojado a la fosa común. Esta mujer que lo
unge, al adelantarse a rendir homenaje a un “difunto”, hace, previsoramente,
una obra de caridad, y por caridad: ama a Jesús.
9 Os digo de verdad:
cf. Mt 5, 18.
10 Para determinar a
JUDAS ISCARITOE (cf. 3, 19) el texto griego dice: “el UNO DE LOS DOCE”.
11 PROMETIERON DARLE
DINERO: la colocación estratégica del pronombre griego permite traducir: “le
prometieron que (le) darían dinero”.
12 EL PRIMER DÍA DE LOS
(PANES) ÁZIMOS: probablemente, el día anterior a la fiesta de los
panes ázimos (panes sin levadura). // EL CORDERO PASCUAL, lo mismo que en
el v. 14, es, lit., la Pascua. // VAYAMOS A HACER LOS PREPARATIVOS: lit.
habiendo ido preparemos.
15 CON ALFOMBRAS:
actualmente diríamos amueblada elegantemente.
19 UNO TRAS OTRO (lit. uno
tras uno): o individualmente, e.d., cada uno por su parte.
20 EL QUE MOJA: el que
“está mojando” ahora mismo; o “el que suele mojar” a diario. Si tenemos en
cuenta el simbolismo de la comida en Oriente, las palabras de Jesús dicen: “El
que participa de mi intimidad”.
21 “Aquel “¡ay!” no de
dijo únicamente por Judas, sino por todos los que traicionan a Cristo”.
(Orígenes).
23-24
Jesús
rubrica con su propia sangre un pacto nuevo (cf. Jr 31, 31-33), que supera al
de Moisés sellado con sangre de víctimas (cf. Ex 24, 8). De todo el contexto se
deduce que Jesús celebró en la cena un verdadero sacrificio, aunque incruento y
misterioso: la víctima real son el cuerpo y la sangre de Jesús.
29 LE DIJO: lit. decía
a él.
30 HOY. el día empezaba
a contar desde la puesta del sol.
31 Lit. él empero
sobreabundantemente hablaba…
32 Y LLEGAN A…
GETSEMANÍ (= “lagar de aceite”, almazara); finca particular (“huerto”; Jn 18,
1) en la ladera occidental del Monte de los Olivos.
33 LLEVÓ… Y JUAN: cf.
referencias bíblicas en 5, 37. // HORRORIZADO: o desanimado, desmoralizado.
SENTIRSE… HUNDIDO es angustiarse. Mc registra sin tapujos las reacciones
de angustia y tristeza mortal de Jesús aquella noche: tristeza del Hijo
del hombre ante su rechazo por parte del pueblo elegido y ante los pecados de
los hombres, aun dentro de la Iglesia, a lo largo de la historia humana; angustia
y pavor ante el gravísimo sufrimiento injusto; repugnancia y tedio
ante la muerte, y muerte en cruz, humillación suprema para un inocente que
prevé la ingratitud de muchos redimidos por él.
34 LLENA DE TRISTEZA
MORTAL: lit. triste hasta la muerte. // QUEDAOS AQUÍ Y VELAD: el tiempo
verbal griego, diverso en cada uno de estos imperativos, da matices a la
petición de Jesús: “No os marchéis… quedaos velando”.
35 SE POSTRÓ: lit. se
postraba. // SI ERA POSIBLE: lit. si posible es. // AQUELLA HORA: lit. la
hora dolorosa de la Pasión, que entraba en los planes divinos.
36 ABBÁ (cf. Rm 8,
14-17), traducido por el evangelista para sus lectores no judíos (PADRE), es el
término del lenguaje infantil para llamar padre natural (papá). Aunque
más tarde se extendió como título de cortesía (cf. Mt 23, 9), siempre se
consideró demasiado familiar para que un judío se dirigiera de esa forma a Dios
en su oración ersonal. Lit, abbá, el Padre. // ESTE CÁLIZ: el término ha
entrado en nuestra lengua, en expresiones como “el cáliz de la Pasión”, “cáliz
de amargura”. El vocablo grtiego es el mismo que en el v. 23 traducimos por vaso.
(( PERO NO SE TRATA DE LO QUE YO QUIERO, SINO más bien de LO QUE q uieres TÚ: el “yo” y el “tú” encierran las dos
últimas frases; el tú final triunfa sobre la sensibilidad humana del
hijo.
37 FUE Y LO ENCONTRÓ:
¿Por qué Jesús llama a PEDRO con su nombre antiguo de SIMÓN?
38 VELAD Y REZAD: o,
como endíadis: velad rezando, velad en oración. // EL ESPÍRITU … LA
CARNE…: la buena voluntad, deseosa de agradar a Dios; y la debilidad natural o
corporal, que resiste el esfuerzo. La contraposición supone el dualismo
alma-cuerpo en el ser humano.
39 VOLVIÓ A APARTARSE:
lit. de nuevo habiéndose apartado. // LA MISMA ORACIÓN: lit. la misma
palabra, en singular; no necesariamente “las mismas palabras”.
41 ¡PODÉIS SEGUIR
DURMIENDO Y DESCANSANDO!: la diversa puntuación que puede adoptarse en el
texto, y la expresión griega “tò loipòn”, hacen posibles otras
traducciones: interrogativa, de queja (“Y, mientras tanto, dormís!”; o “Lo que
queda por hacer es dormir”); o permisiva, en tono irónico (“Para lo que queda,
¡dormid!”); o “Lo que es por mí, seguid durmiendo”). // ¡YA ESTÁ! o ¡basta! ¿Es
una expresión familiar? ¿Hay que dar al verbo griego el sentido comercial de
“recibir” (“Ya está cerrada la cuenta”)? ¿Hay que pensar bajo esa palabra, en
el verbo arameo “dhq”, no “rhq”, que diría “urge” (=urge
la hora)? // MIRAD: lo mismo que en el versículo siguiente es, lit., mira (imperativo
griego singular, prácticamente convertido en una partícula para llamar la
atención). // EN MANOS: lit. a las manos.
43 LOS SUMOS
SACERDOTES… LOS ESCRIBAS Y… LOS ANCIANOS: los tres grupos que componían el
sanedrín (cf. Hch 5, 21). Judíos, básicamente del partido saduceo, fueron los
directamente responsables del prendimiento de Jesús.
44 AQUEL ES: lit. este
(o ese) precisamente es.
47 UNO DE LOS
PRESENTES: por Jn 18, 10 sabemos que fue Pedro. // LA ESPADA: su propia ESPADA:
es uno de los posibles matices de la voz media griega original: aspasámenos.
49 QUE SE CUMPLAN LAS
ESCRITURAS: o bien: “(Tenía que suceder esto) para que se cumplieran las
Escrituras”.
50 ABANDONÁNDOLO,
HUYERON TODOS: dejaron de ser discíulos suyos. Demasiado contraste con 1, 18.20
(“dejando las redes lo siguieron”, “dejando a su padre en la barca lo
siguieron”) y con 10, 28 (¡nosotros dimos el paso de dejarlo todo, y venimos
siguiéndote”).
51-52
¿Tal
vez es un dato autobiográfico del evangelista? DESNUDO: el vocablo original
puede significar también 2vestido con ropa interior”.
53 SE REUNIERON los
tres grupos componentes del sanedrín. Tal vez el relato de Mc anticipa a la
reunión nocturna, precipitada, los datos de la reunión “legal” tenida al
amanecer (cf. 15,1).
54 LA LUMBRE es, lit., la
luz; quizá se tradujo equivocadamente al griego el vocablo hebreo-arameo ’wr
(or/ur): “luz” y “fuego”.
58 En Jn 2, 19 se
aplica la frase a la resurrección de Jesús. Al poner en boca de Jesús que él
mismo destruiría violentamente el templo de Jerusalén, deformaban lo que
realmente había dicho: “Podéis destruir vosotros este templo, pero yo lo
levantaré en tres días”. La fórmula EN TRES DÍAS es similar a la de Lc 9, 22.
60-61
A(L)
MEDIO: o en medio, ante todos, en público. // QUE TESTIFICAN ESTOS: qué
es lo que estos están diciendo contra ti. // CALLABA Y NO RESPONDÍA NADA: sobre
el silencio de Jesús ante los diversos tribunales, dato que repiten todos los
evangelistas. // ¿TÚ ERES… EL HIJO BENDITO?: “el Bendito” era un apelativo que
evitaba pronunciar directamente el nombre de Dios. Se ha considerado imposible
que un sumo sacerdote saduceo preguntara eso, por asumir él mismo la dignidad
de Mesías; si eso es cierto, la respuesta de Jesús fue, en los oídos de
aquellos hombres, además de “blasfema”, ofensiva para Caifás.
62 Ha terminado el
tiempo del “secreto mesiánico”. Ante la pregunta del sumo sacerdote confiesa
Jesús públicamente su identidad; con su declaración firma su sentencia de
muerte; luego, con la alusión al texto de Dan 7, 13, añade una advertencia a
sus jueces: “También vosotros seréis juzgados un día”. // “Sentarse a la
derecha” de Dios (hebraísmo); circunlocución que significa participar de la
divinidad, tener el mismo poder de Dios. // EL PODER: la Omnipotencia, el
Omnipotente. También Jesús, con esa fórmula, evita pronunciar directamente el
nombre de Dios, aunque entonces no hubiera sido pronunciado “en vano”.
63 RASGÁNDOSE LA TÚNICA
(lit. rasgado las túnicas de él) como signo oriental de horror, de
disgusto o de tristeza. “Rompió su vestido para romper las leyes divinas y
humanas. Hizo pedazos su ropa para hacer pedazos la sacrosanta humanidad de
Cristo. ¿Qué necesidad tenemos de testigos, dijo. Respondido se está que
ninguna, donde el juez es juntamente testigo falso y falso testimonio”; es el
comentario de Quevedo.
64 Conforme a Sn 7, 5
nadie es culpable de blasfemia “si no pronuncia explícitamente el Nombre (de
Dios)”. LA BLASFENIA de Jesús, según apreciación de Caifás, consiste en que
aquel aldeano de Nazaret, al aplicarse las prerrogativas de Juez escatológico,
propias de Dios, se colocaba en la esfera divina. Entendieron la respuesta de
Jesús en su verdadero significado; así la dignidad mesiánica de Jesús quedó
rechazada clamorosamente. El blasfemo merecía la pena de muerte, en concreto
ser colgado de un madero o de un árbol (Escritos rabínicos Sifre Deuteronomio
21,22 y Sn 6, 4).
65 ALGUNOS de los
mismos miembros del sanedrín, según el relato de Mc, empezaron a torturar al
prisionero. // … A ESCUPIRLE, Y A TAPARLE EL ROSTRO “para poder abofetearle a
gusto” (A. Manaranche). Probablemente la expresión “SE ENSAÑARON…” es en el
texto griego un latinismo vulgar.
66-72
Mc
narra con crudeza la caída de Pedro, que tantas veces le oiría predicar. Hay
tres pasos: ignorancia fingida, negación seca, negación reforzada con
maldiciones y juramente.
67 SE FIJÓ… Y DICE: las
palabras de la sierva suenan así, lit.: también tú con el Nazareno estabas,
el Jesús.
70 La traducción de la
parte narrativa del versículo quiere señalar el matiz de acción repetida de las
formas verbales griegas: lit. nuevamente negaba… nuevamente decían.
72 LA FRASE (lit. la
palabra) QUE LE HABÍA DICHO (lit. cómo dijo a él). // ROMPIÓ A
LLORAR ES, lit. habiendo irrumpido (?) lloró.
15,
1 DE
MADRUGADA: porque sólo tenían valor legal los juicios celebrados durante el
día. // ES DECIR, TODO EL SANEDRÍN: pero no asistieron todos sus miembros (al
menos José de Arimatea, según Lc 23, 52; y probablemente tampoco asistió
Nicodemo). // PARA ENTREGAR(LO) A PILATO, que normalmente residía en Cesarea,
pero en las grandes fiestas subía a Jerusalén para prevenir o controlar de
cerca posibles revueltas. Su residencia en Jerusalén era: o la torre Antonia,
cuartel de la guarnición romana en el noroeste del templo o, más probablemente,
el palacio de Herodes (llamado palacio “de los asmoneos”), en la colina
occidental, distrito en el que residía Herodes Antipas.
2 TÚ (LO) DICES (cf.
“Tú lo has dicho”: Mt 26, 25: afirmación velada de que verdaderamente es eso
que le reprochan: EL REY DE LOS JUDÍOS, e.d., el Mesías, aunque no como
ellos lo imaginan.
4-5 DE CUANTAS COSAS: O,
COMO ADVERBIO: con que insistencia. Sobre el silencio de Jesús en la
Pasión, cf. referencias bíblicas en 14, 60s. San Ambrosio comentó: “Acusan al
Señor, y calla. Y calla bien, pues no necesita defensa. Ansíen ser defendidos
los que temen ser vencidos. Con su silencio, (Jesús) no confirma la acusación,
sino que, al no rechazarla, la menosprecia. Pues, ¿qué podría temer el que no
ambicionaba su propia salvación? La salvación de todos pone en peligro la suya,
para poder seguir la de todos”.
6 Esta costumbre de
que EN CADA FIESTA (DE PASCUA) dejara el gobernador en libertad a un preso la
conocemos únicamente por los textos evangélicos.
8 AL SUBIR hacia el
pretorio. // LA GENTE: la turba, quizá son los partidarios de Barrabás el
revolucionario.
10 La palabra hebrea y
aramea quin‘ah “envidia”, “ira”, también vale para decir “celos”. En el
texto quizás subyace ese aramaísmo, y así resultaría que LOS SUMOS SACERDOTES
pidieron la muerte de Jesús por celo de Dios, por honra de Dios. Impresiona esa
ira santa contra un “blasfemo”. Por su parte, Pilato sabía que en la
acusación de traición contra la autoridad romana había otros intereses, y no la
tomó en serio; pero por esto mismo, si pensaba que Jesús era inocente, al
condenarlo a muerte cometía pecado (Jn 19, 11).
12-14
LES
DIJO (bis): lit. decía a ellos. // VOLVIERON A GRITAR: Mc no ha
hablado de un clamor anterior, pero es característico de su estilo el uso
frecuente del adverbio griego pálin (“de nuevo”, “otra vez”), sin valor
específico.
15 El gran motivo de la
justicia humana para condenar a un inocente: QUERIENDO DAR GUSTO A LA GENTE. //
DESPUÉS DE FLAGELAR(LO): Para evitar la flagelación Jesús no pudo apelar a la
ciudadanía romana, como Pablo (cf. Hch 22, 25-29), ni acogerse a la Ley judía,
que prohibía dar más de cuarenta golpes, suponiendo que el reo los soportase
(cf. Makkot 3, 11). Los romanos no ponían límite al número de azotes de modo
que el reo podía morir bajo los golpes. En el caso de Jesús, la flagelación no
fue la tortura en un interrogatorio, ni suplicio independiente de la
crucifixión, capaz por sí solo de dar la muerte al reo, sino el tormento
aplicado al reo antes de crucificarlo, para quebrantar sus fuerzas y abreviar
el final.
16 Comienza una
descripción brevísima de la mayor vergüenza histórica del género humano: el
reino de Dios, presente ya en Jesús, no solo es rechazado intelectualmente,
sino que es tomado a burla: ¡los hombres se divierten burlándose de Dios! // O
SEA, (EL) PRETORIO: lit. que es pretorio. // TODA LA COHORTE: todos los
soldados de la cohorte que andaban por allí. Una cohorte solía tener entre
seiscientos y mil hombres; el gobernador romano disponía de cuatro cohortes:
una en Jerusalén, las otras tres, normalmente en Cesarea.
20 DE LA LABRANZA: o,
simplemente, del campo. // ALEJANDRO Y RUFO eran, sin duda, conocidos
por los destinatarios de Mc. // LA CRUZ DE JESÚS: el texto griego, traducido a
la letra, podría crear confusión: dice “su cruz”.
22 A (JESÚS): lit. a
él. // La pequeña elevación rocosa DEL GÓLGOTA (en arameo Gûlgûta‘:
cráneo, o CALAVERA) estaba fuera de la muralla, en el noroeste de la ciudad; su
nombre se debía a su parecido con una calavera humana. // SIGNIFICA: lit. es.
23 EL VINO MIRRADO
servía de narcótico.
24 LO CRUCIFICARON:
“Así, con los términos más sencillos posibles, se consigna aquel acto
espantoso, sin intentar describir los detalles desgarradores (V. Taylor). La
crucifixión, suplicio originario de Persia (s. V a.C.), era usada por los
romanos para ajusticiar a esclavos, bandidos, y revolucionarios.
25 ERA (LA ) HORA
TERCIA: las nueve de la mañana, dato que parece menos exacto que el de Jn 19,
14; ¿reconstruyó Mc el horario de la Pasión tomándolo de alguna primitiva
celebración cristiana, o fijándose en las horas usuales de oración?
26 ESTABA ESCRITA LA
ACUSACIÓN…: lit. y estaba la inscripción de la causa (= de la denuncia,
del cargo, del motivo de la condena) de él (=contra él) sobre
escrita. // EL REY DE LOS JUDÍOS: Oficialmente en los informes del
gobernador a Roma pudo figurar esta explicación de la muerte de Jesús como
revolucionario o subversivo. Pero Jesús nunca se consideró Mesías
político-social, ni aceptó ser tenido por tal; al contrario, rechazó como
tentación la concepción política del mesianismo; basta repasar su predicación
sobre la no violencia, sobre no devolver mal por mal, el amor a los enemigos,
la bienaventuranza de los pacificadores, la orden de no sacar la espada, la
obediencia a la autoridad, etc.
27 UNO A… SU IZQUIERDA:
lit. a uno desde (las regiones) derecha y otro desde (las
regiones) izquierdas de él. Algunos manuscritos añaden el v. 28 con
parte de Lc 22, 37.
29 (TÚ), QUE IBAS A
DESTRUIR… Y A EDIFICAR (LO): lit. el que destruye… y que edifica.
33 (LA) HORA SEXTA: EL
MEDIODÍA. // EL PAÍS: Palestina. // (LA) HORA NONA: las tres de la tarde.
34 Las palabras
iniciales del Sal 22, que probablemente Jesús recitó entero, expresan el
abandono misterioso del Hijo (aunque un “justo” que empieza su oración
diciendo: “Dios mío, Dios mío” …¡no está abandonado de Dios!). En
la cita del Salmo en arameo, como es el caso de Mc, el por qué arameo
original ha sido traducido para qué (también en Mt). Es verdad que la
frontera entre ambos significados – por qué y para qué – es fácilmente franqueable, pero aquí el enfoque es diverso:
para Mc y Mt Jesús (y con él ha de hacer lo mismo todo cristiano que sufre) no
pregunta el motivo (=¿qué he hecho yo de malo para sufrir esto?), sino la
finalidad, la intención de
Dios para mayores bienes (=¿qué pretende Dios con mi crucifixión?, ¿hacia dónde
me lleva?, ¿qué objetivo quiere alcanzar con este sufrimiento mío?. //
SIGNIFICA: lit. es. // DIOS MÍO: lit. es vocativo semítico: el Dios
de mí.
36 VINAGRE: vino-agrio,
la bebida de los soldados.
37 La muerte real de
Jesús, sucedida aproximadamente el 7 de abril del año 30 de nuestra era, fue
atestiguada por testigos fidedignos (explícitamente los cuatro evangelistas;
Pedro en sus discursos de Hechos y en sus cartas, las mujeres que estuvieron en
el Calvario, Nicodemo y José de Arimatea, los sumos sacerdotes y el centurión
que dirigió la ejecución: vv. 44-45). Es dato que no pudieron rebatir los jefes
religiosos de Israel.
38 LA CORTINA del
“Santo de los santos” (Ex 26, 31-33) SE RASGÓ EN DOS, DE ARRIBA ABAJO: así ha
quedado abierta la entrada a la intimidad de Dios; podemos pasar al Padre a
través de la humanidad de su Hijo.
39 Las palabras de un
pagano que vio morir a Jesús son el punto culminante del “Evangelio de
Jesucristo Hijo de Dios”. Aparte del significado original que pudieron
tener en boca de un soldado romano, el evangelista Mc ha considerado esas
palabras como auténtica confesión de fe en la filiación divina de Jesús.
40 MARÍA LA MAGDALENA:
e.d. probablemente, oriunda o habitante de Magdala (o Magdala, del hebreo migdôl
= torre), importante centro industrial de consrvas de pescado, en la ribera
occidental del lago de Galilea, doce kilómetros al sur de Cafarnaún. ¿Por qué
los evangelistas no mencionan ninguna visita de Jesús a esta ciudad, situada en
una ruta que él frecuentó? // SANTIAGO… Y… JOSÉ: ¿son los mismos citados en 6,
3? // SALOMÉ: madre de los apóstoles Santiago (el Mayor) y Juan, según Mt 27,
56.
42 O SEA: lit. que
es (=que significa). En un parénteisis, Mc explica el término griego que
traducimos “Preparación”; como si dijera: puesto que era el viernes.
43 DE la aldea llamada
ARIMATEA, a unos treinta kilómetros al norte de Jesusalén. // AUDAZMENTE FUE:
lit. habiéndose atrevido, fue.
44 En vez de SI HACÍA
TIEMPO QUE, algunos manuscritos leen: si ya.
46 A (JESÚS): lit. a
él.
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé.
14, 1s. Con Cristo ahora en Jerusalén,
la determinación de sus enemigos se fortaleció. Sin embargo, temían una
protesta pública e incluso un motín si lo detenían, ya que tenía un respaldo
significativo entre el pueblo judío. Cuando Judas se acercó a los sumos
sacerdotes para tramar el arresto de Cristo, su plan de acción comenzó a tomar
forma. Cat. 574.
14, 1 La Pascua conmemora la
liberación de Israel de Egipto e implica una comida compartida, sagrada. En los
días del Templo, era necesario que los hombres judíos celebrasen esta fiesta en
Jerusalén; por tanto, la población de la ciudad santa aumentaba varias veces al
llegar los peregrinos llegaban. Cat. 1363.
14, 5 Un denario era un día de salario
para un obrero (Mt 20,2). El perfume era muy costoso.
14, 8 Los cuerpos de aquellos que eran
condenados a la pena de muerte por sus crímenes no eran ungidos con los
perfumes utilizados habitualmente en las prácticas funerarias judías. En este
pasaje, la unción de Cristo por la mujer le prepara espiritualmente para su
sepultura anticipando parte de su muerte en la cruz. Cat 1525.
14, 12-31 En la comida de Pascua que
Cristo celebró con sus discípulos, anunció la traición de un apóstol. Debido a
que Dios puede sacar el bien incluso del mal, nuestra libertad de elección
hacia el mal, puede mediante las intervenciones misteriosas de la gracia de
Dios, estar integrada en los planes para nuestra redención. Cat. 597 y 1339.
14, 21 Esta declaración fue hecha para
subrayar la enorme gravedad del pecado de Judas. Sin embargo, solo Dios conoce
el grado del pecado y la culpabilidad de cada uno de los que jugaron un papel
en la traición y muerte de Cristo. Cat 597.
14, 22-25 Cristo, el cordero inmaculado de
Dios, ofreció su propio cuerpo y su propia sangre instituyendo así la
Eucaristía en la Última Cena. La liturgia eucarística es una participación en
el banquete celestial y una representación del único sacrificio de Cristo. En
la Última Cena, el sacrificio eucarístico de Cristo anticipó su pasión y8
muerte de una manera incruenta. En cada Misa, se renueva ese mismo sacrificio.
La palabra de Cristo en el relato de la institución no puede tomarse solamente
de forma simbólica. La Iglesia ha enseñado siempre que tras las palabras de la
consagración, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo. La presencia de Cristo en la Eucaristía se conoce como la presencia
real, mientras que la manera de cambio se llama transustanciación. Cat.
1339-1340, 1374-1378.
14, 22 Nótese cómo las palabras usadas
por Cristo en la institución de la eucaristía son las que empleó en la
multiplicación de los panes (Mc 6, 41). Las palabras “tomó”, “bendición”,
“partió” y “dio” vinculan claramente la alimentación de las multitudes con la
institución de la Eucaristía. Por su parte, la institución de la Eucaristía
predijo la ofrenda de su cuerpo en la Cruz. Estas mismas palabras se emplean en
la oración eucarística en la Misa. Cat. 1328-1332.
14, 24 Al igual que la sangre del
sacrificio fue derramada en el Monte Sinaí para establecer la antigua alianza
con Moisés, la sangre del sacrificio de Cristo fue derramada para establecer la
antigua alianza. La oferta sacramental de su Cuerpo y Sangre reafirma el nuevo
pacto de Cristo de gracia y amor. Cat. 1365.
14, 25 El “nuevo” vino representa el
banquete de bodas del cielo, “donde los fieles beberán el vino nuevo convertido
en la Sangre de Cristo (Cat 1335). La pasión y muerte de Cristo son la Pascua
definitiva y, al mismo tiempo, la recepción de la Eucaristía es la definitiva
comida de la Pascua. Cat. 1402-1403.
14, 36 En su angustia y temor, Cristo
pidió a su Padre un aplazamiento de su sufrimiento inminente. Aunque Cristo se
dirigió a su pasión y crucifixión con angustia, en su oración afirmaba
claramente, que aceptaba plenamente la voluntad del Padre. Cat. 473, 2607, 2620
y 2701.
14, 38 Con estas palabras se describe
el problema fundamental del pecado. No solo debemos desear el bien sino también
trabajar para conseguirlo. La oración y el negarse a sí mismo (mortificación)
son esenciales en esta batalla. Cat. 2849.
14, 43-52 Con el arresto de Cristo, los
discípulos lo abandonaron. Entre aquellos que huyeron estaba un hombre joven
que huyó desnudo. Algunos estudiosos sugieren que Marcos puede estar
refiriéndose a sí mismo. Cat. 1851.
14, 55 El sanedrín – del griego syn y
hedra, significan “con asiento” – fue el más alto tribunal de la ley
judía, y los romanos le permitieron mantener una amplia autoridad sobre los
asuntos religiosos y civiles. Presidido por el sumo sacerdote, el sanedrín
incluía a los jefes de los sacerdotes (antiguos sumos sacerdotes), a los
ancianos, y a los escribas. Cat. 443, 585.
14, 58 Cristo predijo la destrucción
del Templo (Mc 13, 2) pero aquí se estaba refiriendo al templo de su cuerpo que
sería reconstruido en tres días por medio de su resurrección. Cat. 593.
14, 62 Yo soy: estas palabras de Cristo son
una reminiscencia de YHWH (Ex 3, 14-15), el nombre de Dios dado a Moisés. Aquí,
Cristo aceptó el título de “Hijo del Bendito” (es decir, “Hijo de Dios”), que
le condujo a su condena por blasfemia. A la derecha del todopoderoso:
esto indica la gloria y honor de Cristo como una de las Tres Personas de la
Trinidad, de Dios. El credo de los apóstoles y el credo de Nicea afirman que
Cristo, después de su Ascensión, está sentado a la derecha de Dios Padre. Cat.
659 y 663.
14, 63 Este acto dramático expresa una
gran angustia o tristeza, así como indignación y protesta contra el sacrilegio
de blasfemia. Al rasgar sus vestidos, Caifás acusó a Cristo de blasfemia; sin
embargo, violó la misma ley mosaica (Lv 21,10) en virtud de la cual él acababa
de condenar a Cristo. Como señala Juan, la túnica de Cristo, símbolo de su
eterno sumo sacerdocio, no fue dividida (Jn 19, 23-24).
14, 66-72 Tras la negación, Pedro recordó
inmediatamente las predicciones de Jesús y lloró amargamente de dolor por su
pecado. Cat 1429.
15, 1-15 Cristo habló poco con Poncio
Pilato, el procurador romano de Judea, que se dirigió a la multitud para
ofrecerles la opción de liberar a Jesús o a Barrabás, un revolucionario. Barrabás
en arameo significa “hijo del padre”; es irónico que fuese liberado
mientras que Jesucristo, el Hijo de Dios Padre, era condenado a muerte. Cat.
591.
15, 15 Pilato era de personalidad débil
que sabía perfectamente que Cristo era inocente pero lo declaró culpable por
cobardía y lo entregó para que lo crucificarona con el objetivo de aplacar las
multitudes encolerizadas. La flagelación era un tipo de castigo que implicaba
azotar a la víctima con un látigo. Cat 572.
15, 16-20 Cristo fue rechazado no solo por
los judíos sino también por los gentiles. Los soldados gentiles lo reconocen
como rey, pero en tono de burla. Cat. 597-598.
15, 27 Muchos códices añaden aquí (v.
28): “Así se cumplió la Escritura que dice: “Lo consideraron como un malhechor”
(cita de Is 53, 12); la lectura no parece original, pues no corresponde a la
forma normal de citar el AT Marcos.
15, 34 El grito de Cristo viene del
salmo 22, que es la oración de un hombre santo humillado y perseguido, pero que
finalmente sale victorioso, alabando a Dios por su amparo final. La oración de
Cristo no es, por tanto, de desesperación sino de identificación con el
salmista en un dolor al que puede descubrirse un sentido. Cat. 603, 2605.
15, 38 Este velo establecía una
separación entre el pueblo y la presencia de Dios ene l santo de los santos, el
sanctum del Templo, donde el sumo sacerdote, solo, hacia sacrificios en
presencia de Dios, en nombre del pueblo, una vez al año. Su desgarramiento
simboliza la reconciliación de Dios con la humanidad, desgarrándose lo que
separa al hombre de Dios. La antigua alianza había cumplido su función y ahora
reflejaba por la nueva alianza en Cristo.
15, 39 El reconocimiento de la
divinidad de Cristo por parte del centurión es un signo de que las personas de
todas las naciones y culturas están invitadas a participar en su ofrenda de
redención. Cat. 444, 599-603.
15, 42-47 Los hombres de Pilato
confirmaron que Cristo había muerto, y un destacado miembro del sanedrín lo
enterró en su propio sepulcro con las dos Marías como testigos. El entierro
tuvo que hacerse de prisa porque el Sabbat comenzaría con la puesta del
sol. Cat. 641.
Catecismo
de la Iglesia Católica
574 Desde los comienzos del
ministerio público de Jesús, fariseos y partidarios de Herodes, junto con
sacerdotes y escribas, se pusieron de acuerdo para perderle. Por algunas de sus
obras (expulsión de los demonios; perdón de los pecados, curaciones en sábado;
interpretación original de los preceptos de pureza de la Ley, familiaridad con
los publicanos y los pecadores públicos), Jesús apareció a algunos
malintencionados sospechoso de posesión diabólica. Se le acusa de blasfemo y de
falso profetismo, crímenes religiosos que la Ley castigaba con pena de muerte a
pedradas.
1363 En el sentido empleado por la
Sagrada Escritura, el memorial no es solamente el recuerdo de los
acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios ha
realizado en favor de los hombres. En la celebración litúrgica, estos acontecimientos
se hacen, en cierta forma, presentes y actuales. De esta manera Israel entiende
su liberación de Egipto: cada vez que es celebrada la Pascua, los
acontecimientos del Éxodo se hacen presentes a la memoria de los creyentes a
fin de que conformen su vida a estos acontecimientos.
1364 El memorial recibe un sentido
nuevo en el Nuevo Testamento. Cuanto la Iglesia celebra la Eucaristía, hace
memoria de la Pascua de Cristo y esta se hace presente: el sacrificio que
Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz, permanece para siempre actual.
“Cuantas veces veces se renueva en el altar el sacrificio de la cruz, en la que
Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado, se realiza la obra de nuestra redención”
(C. Vaticano II, Lumen gentium, 3).
1365 Por ser memorial de la Pascua de
Cristo, la Eucaristía es también sacrificio. El carácter sacrificial de la
Eucaristía se manifiesta en las palabras mismas de la institución: “Esto es mi
Cuerpo que será entregado por vosotros” y “Esta copa es la nueva Alianza en mi
sangre, que será derramada por vosotros” (Lc 22, 19-20). En la Eucaristía,
Cristo da el mismo cuerpo que por nosotros entregó en la cruz y la sangre misma
que “derramó por muchos para remisión de los pecados”.
1366 La eucaristía es, pues, un
sacrificio porque representa (=hace presente) el sacrificio de la cruz, porque
es un memorial y aplica su fruto: “(Cristo), nuestro Dios y Señor (…) se
ofreció a Dios Padre (…) una vez por todas, muriendo como intercesor sobre el
altar de la cruz, a fin de realizar para ellos (los hombres) la redención
eterna. Sin embargo, como su muerte no debía poner fin a su sacerdocio, en la
última Cena, la noche en que fue entregado, dejó a la Iglesia, su esposa amada,
un sacrificio visible (como lo reclama la naturaleza humana) (…) donde se
representará el sacrificio sangriento que iba a realizarse una única vez en la
cruz, cuya memoria se perpetuará hasta el fin de los siglos y cuya virtud
saludable se aplicará a la remisión de los pecados que cometemos cada día” (C.
Trento, Doctrina del Santo Sacrificio de la misa).
1367 El sacrificio de Cristo y el
sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único sacrificio: “La víctima es una
y la misma. El amor que se ofrece ahora por el ministerio de los sacerdotes, el
que se ofreció a sí mismo en la cruz, y solo es diferente el modo de ofrecer”
(Ib.).
597 Teniendo en cuenta la
complejidad histórica manifestada en las narraciones evangélicas sobre el
proceso de Jesús y sea cual sea el pecado personal de los protagonistas del
proceso (Judas, el Sanedrín, Pilato), lo cual solo Dios conoce, no se puede
atribuir la responsabilidad del proceso al conjunto de los judíos de Jerusalén,
a pesar de los gritos de una muchedumbre manipulada y de las acusaciones
colectivas contenidas en las exhortaciones a la conversión después de
Pentecostés. El mismo Jesús perdonando en la Cruz y Pedro siguiendo su ejemplo
apelan a la ignorancia de los judíos de Jerusalén e incluso de sus jefes.
598 La Iglesia, en el magisterio de
su fe y en el testimonio de sus santos, no ha olvidado jamás que los pecadores
mismos fueron los autores y como los instrumentos de todas las penas que
soportó el divino Redentor. Teniendo en cuenta que nuestros pecados alcanzar a
Cristo mismo. La Iglesia no duda en imputar a los cristianos la responsabilidad
más grave en el suplicio de Jesús, responsabilidad con la que ellos, con
demasiada frecuencia, han abrumado únicamente a los judíos. “Debemos considerar
como culpalbwes de esta horrible falta a los que continuan recayendo en sus
pecados. Ya que son nuestras malas acciones las que han hecho sufrir a Nuestro
Señor Jesucristo, el suplicio de la cruz” (Catecismo Romano).
599 La muerte violenta de Jesús no
es fruto del azar es una desgraciada constelación de circunstancias. Pertenece
al misterio del designio de Dios.
601 Este designio divino de
salvación a través de la muerte del Siervo, el Justo había sido anunciado antes
en la Escritura como un misterio de redención universal, es decir, de rescate
que nos libera a los hombres de la esclavitud del pecado (cf. Is 53, 11-12).
604 Al entregar a su Hijo por
nuestros pecados, Dios manifiesta que su designio sobre nosotros es un designio
de amor benevolente que precede a todo mérito por nuestra parte: “En esto
consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos
amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1 Jn 4, 10).
“La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía
pecadores, murió por nosotros” (Rm 5, 8).
605 (Jesús) afirma “dar su vida en
rescate por muchos” (Mt 20, 28); este último término no es restrictivo: opone
el conjunto de la humanidad a la única persona del Redentor que se entrega para
salvarla. La Iglesia, siguiendo a los Apóstoles, enseña que Cristo ha muerto
por todos los hombres sin excepción: “no hay, ni hubo, ni habrá hombre alguno
por quien no haya padecido Cristo” (Concilio de Quiercy, 853).
606 El sacrificio de Jesús por los
pecados del mundo entero es la expresión de su comunión de amor con el Padre:
“el mundo ha de saber que amo al Padre y que obro según el Padre me ha
ordenado” (Jn 14, 31).
607 Este deseo de aceptar el
designio de amor redentor de su Padre anima toda la vida de Jesús porque su
Pasión redentora es la razón de ser de su Encarnación.
610 Jesús expresó de forma suprema
la ofrenda de sí mismo en la cena tomada con los doce Apóstoles.
612 El cáliz de la Nueva Alianza que
Jesús anticipó en la Cena al ofrecerse a sí mismo, lo acepta a continuación de
manos del Padre en la agonía de Getsemaní.
624 Por la gracia de Dios, gustó la
muerte para bien de todos. En su designio de salvación, Dios dispuso que su
Hijo no solamente muriese por nuestros pecados, sino también que gustase de la
muerte, es decir, que conociera el estado de muerte, el estado de separación
entre su alma y su cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en
que Él expiró en la Cruz y el momento en que resucitó. Este estado de Cristo
muerto es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos. Es el
misterio del Sábado Santo en el que Cristo depositado en la tumba manifiesta el
gran reposo sabático de Dios después de realizar la salvación de los hombres,
que establece en la paz al universo entero.
Concilio
Vaticano II
Dios quiere “que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de
la verdad” (1 Tm 2, 4), habiendo hablado antiguamente en muchas ocasiones y de
diferentes maneras a nuestros padres por medio de los profetas (Hb 1, 1),
cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo, el verbo hecho carne,
ungido por el Espíritu Santo, para evangelizar a los pobres y curar a los contritos
de corazón (cf. Is 61, 1), como “médico
corporal y espiritual” (S. Ignacio de Antioquía”, Mediador entre Dios y los
hombres (cf. 1 Tm 2, 5). En efecto, su humanidad, unida a la persona del Verbo,
fue instrumento de nuestra salvación. Por esto, en Cristo “se realizó la
perfecta satisfacción de nuestra reconciliación y se nos dio la plenitud del
culto divino” (Sacramentarium Veronense, Leonianum).
Cristo el Señor realizó esta obra de redención humana y de glorificación
perfecta de Dios, preparada por las maravillas que Jesús hizo en el pueblo de
la Antigua Alianza, principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada
Pasión, de su Resurrección de entre los muertos y de su gloriosa Ascensión. Por
este misterio, “con su muerte destruyó nuestra muerte y con su resurrección
restauró nuestra vida” (Prefacio Pascual, Misal Romano). Pues del
costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la
Iglesia (cf. S. Agustín, Comentario al Salmo 138).
Por esta razón, cono Cristo fue enviado por el Padre, él mismo envió
también a los Apóstoles, llenos del Espíritu Santo, no solo para que, al
predicar el Evangelio a toda criatura, anunciaran que el Hijo de Dios, con su
muerte y resurrección, nos ha liberado del poder de Satanás y de la muerte y
nos ha conducido al reino del Padre, sino también para que realizaran lo que la
obra de salvación anunciaban: mediante el sacrificio y los sacramentos en torno
a los cuales gira la vida litúrgica. Así, mediante el bautismo, los hombres se
insertan en el misterio pascual de Cristo; mueren con Él, son sepultados con Él
y resucitan con Él (cf. Rm 6, 4); reciben el espíritu de adopción de hijos “en
el que clamamos Abba, Padre” (Rm 8, 15), y así se convierten en los verdaderos
adoradores que busca el Padre” (cf. Jn 4, 23).
Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium, 5-6.
Comentarios de los Santos Padres.
Por tanto, duda como hombre, y como hombre se perturba. No se perturba
como Poder, no se perturba su divinidad, sino que se perturba el alma; se
perturba porque ha asumido la fragilidad humana. Precisamente porque asumió el
alma, asumió también las pasiones del alma. Porque era Dios no podía
perturbarse ni morir. Finalmente, dijo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?”. Habla como hombre, llevando consigo mismo mis propios miedos,
pues cuando nos encontramos en peligros también nosotros pensamos que Dios nos
ha abandonado. Es perturbado como hombre, como hombre llora, y como hombre es
crucificado.
Ambrosio. Sobre la fe, 2, 7, 56. 2, pg. 299.
Sale de esta vida por un acto de su poder, ya que no había venido por la
ley de la fatalidad. Por eso algunos se asombraron más de este poder del que
muere que del poder de hacer milagros.
Agustín. Tratado sobre el Ev. de Juan, 31, 6. 2, pg. 300.
El velo se rasgó. El Señor indica por este hecho que quitaría el Reino
para dárselo a otro pueblo que diera fruto (cf. Mt 21, 43). También el velo
rasgado podría significar que el templo sería destruido, puesto que ya no
albergaba su Espíritu. El sumo sacerdote, al desgarrar injustamente su vestido,
rasgó también el velo del Espíritu.
Efrén de Nisibi. Comentario al Diatesaron, 21, 4. 2, pg. 300.
Entrega el alma (al Padre), pero tiene poder para recuperarla, se rompe
el velo del Templo – porque se manifiestan las cosas de lo alto –, las piedras
se resquebrajan y los muertos resucitan antes de tiempo.
Gregorio Nacianceno. Discurso teológico, 22, 20. 2, pg. 301.
Fueron muchos los milagros de aquellos tiempos: Dios pendiendo de una
cruz, el sol se ocultó y de nuevo se inflamó (pues convenía que las criaturas
se lamentaran con su Creador), el velo del templo se rasgó, sangre y agua
fluyeron del costado; unas cosas (sucedieron) como hombre que era, y otras, por
ser más que hombre. La tierra se convulsionó por un temblor; las piedras se
rompieron unas contra otras; los muertos resucitaban para testimoniar la
resurrección última y universal. Las señales del sepulcro, y las posteriores a
la sepultura, ¿quién puede no alabarlas con admiración? No obstante, ninguna se
puede comparar con el milagro de mi propia salvación. En dicho milagro, unas
insignificantes gotas de sangre renuevan el mundo entero y, lo mismo que la leche
coagulada, sirven a todos los hombres para que estemos nosotros bien unidos y
trabados en uno.
Gregorio Nacianceno. Discurso teológico, 45, 29. 2, pg. 301.
Por la sencillez del sepulcro del Señor se condena la ambición de
riquezas de aquellos que no pueden estar sin ellas ni siquiera en los
sepulcros… Por esto mismo nació en la Iglesia la costumbre de no celebrar el
sacrificio del altar con manteles de seda o de tela teñida, sino de lino, lo
mismo que el cuerpo del Señor fue colocado en el sepulcro con una sábana
limpia.
Agustín. Exposición al Ev. de Marcos, 4, 15, 46.
San Agustín.
He aquí la debilidad de Dios que es más fuerte que
los hombres, y la necedad de Dios más sabia que los hombres. El sucederse de
los acontecimientos lo mostró con mayor claridad aún. ¿Qué buscaba entonces la
ira rabiosa de los enemigos, sino arrancar su memoria de la tierra? Pero quien
fue crucificado en una sola nación se ha asentado en los corazones de tantas
otras y quien entonces fue entregado a la muerte en un solo pueblo ahora es
adorado por todos.
Amadísimos celebremos este aniversario con
devoción; gloriémonos en la cruz de Cristo, pero no una sola vez al año, sino
con una vida continua de santidad.
Sermón, 218 B. I, pgs. 395-396.
San Juan de Ávila.
Aunque delate el
acatamiento de Dios debemos estar postrados, y temiendo no nos desampare él por
nuestros pecados, mas en el tiempo de la guerra, que nuestro enemigo,
despreciándolo a él, y llamando a nuestro Señor. De esta manera leemos que el
mismo Señor oró a su Padre antes de su prendimiento, postrado y con angustia de
corazón; y de allí salió tan esforzado, que él mismo fue a recebir a sus
enemigos.
Audi, fiia (II), cap.
29, 1. I, pg. 598.
Somos hechos contrarios
a nos y aun contrarios a Dios; por eso volvamos a Él, pidámosle misericordia,
supliquémosle que nos quite esta pesadumbre y nos dé corazón conforme al suyo,
porque ni santo ni santa de su cosecha no hubo que no fuese hecho al revés de
Dios; y por eso fueron conformes a Dios, porque trabajaron y con lágrimas se lo
pidieron; y ansí, si alguno siente en su corazón alguna poquita devoción, algún
buen deseo, alguna buena obra, donde Dios es; agradézcaselo y déle muchas
gracias, y diga de aquí adelante cada uno: “Señor, pues que tan malo soy, no se
haga cosa que yo quiera; sígase vuestra voluntad y no la mía” (Mc 14, 36).
Plática 16. A unas
monjas de Zafra, 14. OC I, pg. 894-895.
En cualquier cosa que
hiciérades, sea como una representación del Señor: cuando os levantáis de la
cama, acordaos cómo le levantaron en la cruz, y pedilde que levante vuestro
corazón a las cosas divinas; cuando os vestís, acordaos cómo le vistieron en casa
de Herodes y Pilato (cf. Lc 23, 11), y pedilde que vista vuestra ánima de
gracia y virtudes; cuando os calzáis, cómo le enclavaron (cf. Mc 15, 17), y
pedilde que vuestro corazón esté clavado con él con tres clavos, que son fe,
esperanza y caridad; cuando ponéis el bonete, la corona de espinas (cf. Lc 23,
33), y pedilde que no perdáis vos la corona que Él con tanto trabajo ganó;
cuando os ceñís, la soga con que fue atado (cf. Jn 19, 5), y pedid que os libre
de las prisiones del pecado; cuando os laváis, pedid que lave vuestra alma,
etc.; cuando andéis por las calles, aquellas estaciones de la pasión, como si
le fuésedes acompañando; cuando coméis, pensad la hiel y vinagre del Señor (cf.
Lc 23, 36); cuando os desnudáis para acostaros, cómo le desnudaron para crucificarlo
(cf. Lc 23, 34) y cómo Él es descanso de mi alma mucho mejor que la cama de mi
cuerpo, etc.
Dialogus ingter
confessarium et paenitentem, 20. OC II, pgs.
783-784.
Caminó nuestra Arca en
el día del Jueves Santo desde Betania al sacro Cenáculo de Jerusalem (Mt 26,
17ss; Mc 14, 12ss), dejando allí a su sacratísima Madre muy llena de penas,
como lo iba Él; y anduvo camino de dos millas, con pasos bastantes para cansar
a su delicadísimo cuerpo, mayormente con la carga de la compasión que de su
sagrada Madre llevaba. Y después de esta procesión que con sus discípulos hizo
(Jn 18, 1ss), se siguió otra, desde el dicho Cenáculo hasta el huerto de
Getsemaní, que, según Él estaría cansado del primero camino, y del trabajo de
lavar los pies a sus discípulos, y de la gran tristeza que su ánima sintió, no
se pudieron dejar de andar sin grande cansancio.
Mas, en lugar de
descanso, es el Señor preso, y con muy mal tratamiento es llevado cuesta arriba
hasta casa de Anás, que estaba en lo alto del monte de Sión, en distancia de
otros mi y tantos pasos; de allí anduvo otros cuarenta y ocho pasos hasta la
casa de Caifás, en la cual fue muy maltratado gran parte de la noche; y lo
demás de ella estuvo preso y atado a una coluna en una estrechísima cárcel. Y
tras haber estado toda la noche en pie, anduvo por la mañana otra procesión de
mil y trescientos y cincuenta y cuatro pasos que había desde casa de Caifás
hasta la casa de Pilato. De allí fue llevado a casa de Herodes, que hay ciento
veinte pasos; y después tornó a andar, siendo traído de Herodes a Pilato. El
trabajo y todo lo cual fue tan grande, que, si no fuera por vía de milagro, no
se pudiera tener el Señor en pie.
Salgan mañana los
sacerdotes, a quien Él tanto honró, que los eligió por ministros suyos, y
llévenlo encima de sus hombros con gran reverencia y amor, tiniéndose en esto
por muy favoridos, en recompensa de que el Señor llevó la cruz a cuestas y
todos nuestros pecados encima de él. Cérquenle los devotos cristianos,
honrándole tan de corazón, que echen delante de Él la ropa en el suelo, para
que la huellen los pies de los que al Señor llevan, como hicieron los que iban
con Él el día de Ramos (cf. Mt 21, 8).
37. Vísperas del
Corpus, 10-11.17. OC III, pgs. 492-493 y495.
En la cruz, ¿qué otra
cosa da más que su sangre y su pasión y misericordia para el hombre, por cuyo
consuelo da voces el Señor, que fue desamparado (Mc 15, 34) y desconsolado? Mas
allí está tan guardado de sus enemigos, que sus amigos, por mucho que lo deseen
y lloren, no pueden llegar a él. Y aquí está tan puesto en nuestras manos y tan
abierta la puerta, que Él está rogando consigo, y solo aquel que no quiere no
llega. Y aunque el velle derramar su sangre en la cruz es tan grande consuelo
para el pecador, mas como se derrama por todos, y es menester que se aplique a
cada uno en particular, por eso es necesario que tú le recibas en tu pecho con
fe y amor para que participes de tantas riquezas como allí se dan.
30. En la Infraoctava
del Corpus, 15. OC III, pg. 648.
Dícenme que vuestra
merced trabaja mucho: querría que se templase, a lo menos en las confesiones;
porque, cierto, somos de carne, la cual es flaca, aunque el espíritu sea fuerte
(cf. Mc 14, 38), y no querría verle como yo estoy de indiscretos trabajos, que
a cada sermón me da una calentura. Esto es en cuanto a lo del cuerpo, en lo
cual encomiendo que ni es regalado ni demasiadamente lo trabaje. Y porque por
carta no se puede esto especificar, baste esto.
4. A un predicador. OC IV, pg. 30.
Entended que la cosa en
que más podéis agradar a Dios es tener vuestra ánima limpia delante su
acatamiento; y la mayor misericordia que podéis hacer es tener vuestra ánima
agradable a él. Por tanto, velad y orad (Mc 14, 38), como dijo nuestro Señor;
porque no os halle el demonio desapercibido, que os anda buscando mil achaques
y lazos para os derribar.
46. Al mismo Juan de
Dios. OC IV, pg. 239.
En cruz conviene estar
hasta que demos el espíritu al Padre; y vivos, no hemos de bajar de ella, por
mucho que letrados y fariseos nos digan que descendamos y que seguirá provecho
de la descendida, como decían al Señor (cf. Mc 15, 32). La cruz se tomó por Él,
y Él la ha ayudado a llevar hasta agora; y si alguna vez es tan pesada que hace
arrodillar, así también hizo a nuestro Señor; y no se maravillará Él que
nuestra flaqueza arrodille, pues su gran fortaleza arrodilló; lo cual Él quiso
hacer para que no desmayasen los flacos, cuando con el peso de los trabajos
algunas veces les parece que, no pudiendo sufrir tanto, quedan atollados con
tristeza y como con alguna desconfianza, y sin aquella alegría en el padecer
que otras veces.
97. A la misma (una
señora que sentía muchos impedimentos en el servicio de Dios). OC IV, pg. 404.
San Oscar Romero.
Les invitamos a todos. Tratamos de comprender a todos. Sepan
comprendernos también a nosotros. Sepan comprender el lenguaje de la Iglesia,
que en la Semana Santa es tan claro con un Cristo humillado hasta la cruz.
Violento sí, pero para sí mismo, para dar su vida por los demás y no para
quitarla a los demás. Un Cristo que se entrega nos hace reflexionar el
verdadero camino de salida de este callejón de la patria: no puede ser otro más
que el amor de Cristo, salvación del mundo.
Imitémoslo, queridos hermanos, y que este Domingo de Ramos, entre las
palmas que se agitan por el triunfo de Cristo entrando a San Salvador, sea todo
un poema de esperanza de que El Salvador ha puesto en Cristo, toda su esperanza
y le dice: en ti señor, hemos confiado y no quedaremos confundidos. Así sea...
Homilía, 8 de abril de 1979.
Papa Francisco. Homilía. 29 de
marzo de 2015
En el centro de esta celebración, que se presenta
tan festiva, está la palabra que hemos escuchado en el himno de la Carta a los
Filipenses: «Se humilló a sí mismo» (2,8). La humillación de Jesús.
Esta palabra nos desvela el estilo de Dios
y, en consecuencia, aquel que debe ser el del cristiano: la humildad.
Un estilo que nunca dejará de sorprendernos y ponernos en crisis: nunca nos
acostumbraremos a un Dios humilde.
Humillarse es ante todo el estilo de Dios: Dios
se humilla para caminar con su pueblo, para soportar sus infidelidades.
Esto se aprecia bien leyendo la historia del Éxodo: ¡Qué humillación para el
Señor oír todas aquellas murmuraciones, aquellas quejas! Estaban dirigidas
contra Moisés, pero, en el fondo, iban contra él, contra su Padre, que los
había sacado de la esclavitud y los guiaba en el camino por el desierto hasta
la tierra de la libertad.
En esta semana, la Semana Santa, que nos
conduce a la Pascua, seguiremos este camino de la humillación de Jesús.
Y sólo así será «santa» también para nosotros.
Veremos el desprecio de los jefes del pueblo y sus
engaños para acabar con él. Asistiremos a la traición de Judas, uno de los
Doce, que lo venderá por treinta monedas. Veremos al Señor apresado y tratado
como un malhechor; abandonado por sus discípulos; llevado ante el Sanedrín,
condenado a muerte, azotado y ultrajado. Escucharemos cómo Pedro, la «roca» de
los discípulos, lo negará tres veces. Oiremos los gritos de la muchedumbre,
soliviantada por los jefes, pidiendo que Barrabás quede libre y que a él lo crucifiquen.
Veremos cómo los soldados se burlarán de él, vestido con un manto color púrpura
y coronado de espinas. Y después, a lo largo de la vía dolorosa y a los pies de
la cruz, sentiremos los insultos de la gente y de los jefes, que se ríen de su
condición de Rey e Hijo de Dios.
Esta es la vía de Dios, el camino de la humildad.
Es el camino de Jesús, no hay otro. Y no hay humildad sin humillación.
Al recorrer hasta el final este camino, el Hijo de
Dios tomó la «condición de siervo» (Flp 2,7). En efecto, la humildad quiere
decir también servicio, significa dejar espacio a Dios negándose a uno mismo,
«despojándose», como dice la Escritura (v. 7). Este «despojarse» es la
humillación más grande.
Hay otra vía, contraria al camino de Cristo: la
mundanidad. La mundanidad nos ofrece el camino de la vanidad, del
orgullo, del éxito... Es la otra vía. El maligno se la propuso también a
Jesús durante cuarenta días en el desierto. Pero Jesús la rechazó sin dudarlo.
Y, con él, solamente con su gracia y con su ayuda, también nosotros podemos
vencer esta tentación de la vanidad, de la mundanidad, no sólo en las grandes
ocasiones, sino también en las circunstancias ordinarias de la vida.
En esto, nos ayuda y nos conforta el ejemplo de
muchos hombres y mujeres que, en silencio y sin hacerse ver, renuncian cada día
a sí mismos para servir a los demás: un familiar enfermo, un anciano solo,
una persona con discapacidad, una persona sin techo...
Pensemos también en la humillación de los que,
por mantenerse fieles al Evangelio, son discriminados y sufren las
consecuencias en su propia carne. Y pensemos en nuestros hermanos y
hermanas perseguidos por ser cristianos, los mártires de hoy —que son muchos—:
no reniegan de Jesús y soportan con dignidad insultos y ultrajes. Lo siguen por
su camino. Podemos hablar, verdaderamente, de “una nube de testigos”: los
mártires de hoy (cf. Hb 12,1).
Durante esta semana, emprendamos también
nosotros con decisión este camino de la humildad, movidos por el amor a nuestro
Señor y Salvador. El amor nos guiará y nos dará fuerza. Y, donde está él,
estaremos también nosotros (cf. Jn 12,26).
Papa Francisco. Homilía. 25 de
marzo de 2018.
Jesús entra en Jerusalén. La liturgia nos invitó a
hacernos partícipes y tomar parte de la alegría y fiesta del pueblo que es
capaz de gritar y alabar a su Señor; alegría que se empaña y deja un sabor
amargo y doloroso al terminar de escuchar el relato de la Pasión. Pareciera
que en esta celebración se entrecruzan historias de alegría y sufrimiento, de
errores y aciertos que forman parte de nuestro vivir cotidiano como discípulos,
ya que logra desnudar los sentimientos contradictorios que también hoy, hombres
y mujeres de este tiempo, solemos tener: capaces de amar mucho… y también de
odiar ―y mucho―; capaces de entregas valerosas y también de saber «lavarnos
las manos» en el momento oportuno; capaces de fidelidades pero también de
grandes abandonos y traiciones.
Y se ve claro en todo el relato evangélico que la
alegría que Jesús despierta es motivo de enojo e irritación en manos de
algunos.
Jesús entra en la ciudad rodeado de su pueblo,
rodeado por cantos y gritos de algarabía. Podemos imaginar que es la voz del hijo
perdonado, la del leproso sanado o el balar de la oveja perdida, que
resuenan a la vez con fuerza en ese ingreso. Es el canto del publicano y del
impuro; es el grito del que vivía en los márgenes de la ciudad. Es el
grito de hombres y mujeres que lo han seguido porque experimentaron su
compasión ante su dolor y su miseria… Es el canto y la alegría espontánea de
tantos postergados que tocados por Jesús pueden gritar: «Bendito el que llega
en nombre del Señor». ¿Cómo no alabar a Aquel que les había devuelto la
dignidad y la esperanza? Es la alegría de tantos pecadores perdonados que
volvieron a confiar y a esperar. Y estos gritan. Se alegran. Es la alegría.
Esta alegría y alabanza resulta incómoda y se
transforma en sinrazón escandalosa para aquellos que se consideran a sí mismos
justos y «fieles» a la ley y a los preceptos rituales[1]. Alegría
insoportable para quienes han bloqueado la sensibilidad ante el dolor, el
sufrimiento y la miseria. Muchos de estos piensan: «¡Mira que pueblo más
maleducado!». Alegría intolerable para quienes perdieron la memoria y se
olvidaron de tantas oportunidades recibidas. ¡Qué difícil es comprender la
alegría y la fiesta de la misericordia de Dios para quien quiere justificarse a
sí mismo y acomodarse! ¡Qué difícil es poder compartir esta alegría para
quienes solo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros![2]
Y así nace el grito del que no le tiembla la voz
para gritar: «¡Crucifícalo!». No es un grito espontáneo, sino el grito
armado, producido, que se forma con el desprestigio, la calumnia, cuando se
levanta falso testimonio. Es el grito que nace cuando se pasa del hecho a lo
que se cuenta, nace de lo que se cuenta. Es la voz de quien manipula la
realidad y crea un relato a su conveniencia y no tiene problema en «manchar» a
otros para salirse con la suya. Esto es un falso relato. El grito del que
no tiene problema en buscar los medios para hacerse más fuerte y silenciar las
voces disonantes. Es el grito que nace de «trucar» la realidad y pintarla de
manera tal que termina desfigurando el rostro de Jesús y lo convierte en un
«malhechor». Es la voz del que quiere defender la propia posición
desacreditando especialmente a quien no puede defenderse. Es el grito
fabricado por la «tramoya» de la autosuficiencia, el orgullo y la soberbia
que afirma sin problemas: «Crucifícalo, crucifícalo».
Y así se termina silenciando la fiesta del
pueblo, derribando la esperanza, matando los sueños, suprimiendo la alegría;
así se termina blindando el corazón, enfriando la caridad. Es el grito del
«sálvate a ti mismo» que quiere adormecer la solidaridad, apagar los ideales,
insensibilizar la mirada… el grito que quiere borrar la compasión, ese
«padecer con», la compasión, que es la debilidad de Dios.
Frente a todos estos titulares, el mejor
antídoto es mirar la cruz de Cristo y dejarnos interpelar por su último grito.
Cristo murió gritando su amor por cada uno de nosotros; por jóvenes y
mayores, santos y pecadores, amor a los de su tiempo y a los de nuestro tiempo.
En su cruz hemos sido salvados para que nadie apague la alegría del
evangelio; para que nadie, en la situación que se encuentre, quede lejos de la
mirada misericordiosa del Padre. Mirar la cruz es dejarse interpelar en
nuestras prioridades, opciones y acciones. Es dejar cuestionar nuestra
sensibilidad ante el que está pasando o viviendo un momento de dificultad.
Hermanos y hermanas: ¿Qué mira nuestro corazón? ¿Jesucristo sigue siendo
motivo de alegría y alabanza en nuestro corazón o nos avergüenzan sus
prioridades hacia los pecadores, los últimos, los olvidados?
Y a ustedes, queridos jóvenes, la alegría que Jesús
despierta en ustedes es para algunos motivo de enojo y también de irritación,
ya que un joven alegre es difícil de manipular. ¡Un joven alegre es difícil de
manipular!
Pero existe en este día la posibilidad de un tercer
grito: «Algunos fariseos de entre la gente le dijeron: Maestro, reprende a tus
discípulos» y él responde: «Yo les digo que, si éstos callan, gritarán las
piedras» (Lc 19,39-40).
Hacer callar a los jóvenes es una tentación que
siempre ha existido. Los mismos fariseos increpan a Jesús y le piden que los
calme y silencie.
Hay muchas formas de silenciar y de volver
invisibles a los jóvenes. Muchas formas de anestesiarlos y adormecerlos para
que no hagan «ruido», para que no se pregunten y cuestionen. «¡Estad
callados!». Hay muchas formas de tranquilizarlos para que no se involucren y
sus sueños pierdan vuelo y se vuelvan ensoñaciones rastreras, pequeñas,
tristes.
En este Domingo de ramos, festejando la Jornada
Mundial de la Juventud, nos hace bien escuchar la respuesta de Jesús a los
fariseos de ayer y de todos los tiempos, también a los de hoy: «Si ellos
callan, gritarán las piedras» (Lc 19,40).
Queridos jóvenes: Está en ustedes la decisión de
gritar, está en ustedes decidirse por el Hosanna del domingo para no caer en el
«crucifícalo» del viernes... Y está en ustedes no quedarse callados. Si los
demás callan, si nosotros los mayores y responsables ―tantas veces corruptos― callamos, si el
mundo calla y pierde alegría, les pregunto: ¿Ustedes gritarán?
Por favor, decídanse antes de que griten las
piedras.
Papa Francisco. Homilía. 28 de
marzo de 2021.
Esta Liturgia suscita cada año en nosotros un sentimiento
de asombro. Pasamos de la alegría que supone acoger a Jesús que entra en
Jerusalén al dolor de verlo condenado a muerte y crucificado. Es un
sentimiento profundo que nos acompañará toda la Semana Santa. Entremos entonces
en este estupor.
Jesús nos sorprende desde el primer momento. Su gente lo acoge
con solemnidad, pero Él entra en Jerusalén sobre un humilde burrito. La
gente espera para la Pascua al libertador poderoso, pero Jesús viene para
cumplir la Pascua con su sacrificio. Su gente espera celebrar la
victoria sobre los romanos con la espada, pero Jesús viene a celebrar la
victoria de Dios con la cruz. ¿Qué le sucedió a aquella gente, que en pocos
días pasó de aclamar con hosannas a Jesús a gritar “crucifícalo”? ¿Qué les
sucedió? En realidad, aquellas personas seguían más una imagen del Mesías,
que al Mesías real. Admiraban a Jesús, pero no estaban dispuestas a dejarse
sorprender por Él. El asombro es distinto de la simple admiración. La
admiración puede ser mundana, porque busca los gustos y las expectativas de
cada uno; en cambio, el asombro permanece abierto al otro, a su novedad.
También hoy hay muchos que admiran a Jesús, porque habló bien, porque amó y
perdonó, porque su ejemplo cambió la historia... y tantas cosas más. Lo
admiran, pero sus vidas no cambian. Porque admirar a Jesús no es suficiente.
Es necesario seguir su camino, dejarse cuestionar por Él, pasar de la
admiración al asombro.
¿Y qué es lo que más sorprende del Señor y
de su Pascua? El hecho de que Él llegue a la gloria por el camino de la
humillación. Él triunfa acogiendo el dolor y la muerte, que nosotros,
rehenes de la admiración y del éxito, evitaríamos. Jesús, en cambio —nos
dice san Pablo—, «se despojó de sí mismo, […] se humilló a sí mismo» (Flp
2,7.8). Sorprende ver al Omnipotente reducido a nada. Verlo a Él, la Palabra
que sabe todo, enseñarnos en silencio desde la cátedra de la cruz. Ver al rey de
reyes que tiene por trono un patíbulo. Ver al Dios del universo despojado de
todo. Verlo coronado de espinas y no de gloria. Verlo a Él, la bondad en
persona, que es insultado y pisoteado. ¿Por qué toda esta humillación?
Señor, ¿por qué dejaste que te hicieran todo esto?
Lo hizo por nosotros, para tocar lo más íntimo de
nuestra realidad humana, para experimentar toda nuestra existencia, todo
nuestro mal. Para acercarse a nosotros y no dejarnos solos en el dolor y en la
muerte. Para recuperarnos, para salvarnos. Jesús subió a la cruz para descender
a nuestro sufrimiento. Probó nuestros peores estados de ánimo: el fracaso,
el rechazo de todos, la traición de quien le quiere e, incluso, el abandono de
Dios. Experimentó en su propia carne nuestras contradicciones más dolorosas, y
así las redimió, las transformó. Su amor se acerca a nuestra fragilidad, llega
hasta donde nosotros sentimos más vergüenza. Y ahora sabemos que no estamos
solos. Dios está con nosotros en cada herida, en cada miedo. Ningún mal,
ningún pecado tiene la última palabra. Dios vence, pero la palma de la victoria
pasa por el madero de la cruz. Por eso las palmas y la cruz están juntas.
Pidamos la gracia del estupor. La vida cristiana,
sin asombro, es monótona. ¿Cómo se puede testimoniar la alegría de haber
encontrado a Jesús, si no nos dejamos sorprender cada día por su amor
admirable, que nos perdona y nos hace comenzar de nuevo? Si la fe pierde su
capacidad de sorprenderse se queda sorda, ya no siente la maravilla de la
gracia, ya no experimenta el gusto del Pan de vida y de la Palabra, ya no
percibe la belleza de los hermanos y el don de la creación. Y no tiene
ninguna otra salida más que refugiarse en el legalismo, en el clericalismo
y en todas esas actitudes que Jesús condena en el capítulo 23 de Mateo.
En esta Semana Santa, levantemos nuestra mirada
hacia la cruz para recibir la gracia del estupor. San Francisco de Asís,
mirando al Crucificado, se asombraba de que sus frailes no llorasen. Y
nosotros, ¿somos capaces todavía de dejarnos conmover por el amor de Dios?
¿Por qué hemos perdido la capacidad de asombrarnos ante él? ¿Por qué?
Tal vez porque nuestra fe ha sido corroída por la costumbre. Tal vez porque
permanecemos encerrados en nuestros remordimientos y nos dejamos paralizar por
nuestras frustraciones. Tal vez porque hemos perdido la confianza en todo y
nos creemos incluso fracasados. Pero detrás de todos estos “tal vez” está
el hecho de que no nos hemos abierto al don del Espíritu, que es Aquel que nos
da la gracia del estupor.
Volvamos a comenzar desde el asombro; miremos al
Crucificado y digámosle: “Señor, ¡cuánto me amas, qué valioso soy para
Ti!”. Dejémonos sorprender por Jesús para volver a vivir, porque la
grandeza de la vida no está en tener o en afirmarse, sino en descubrirse amados.
Ésta es la grandeza de la vida, descubrirse amados. Y la grandeza de la vida
está precisamente en la belleza del amor.
En el Crucificado vemos a Dios humillado, al Omnipotente reducido a un
despojo. Y con la gracia del estupor entendemos que, acogiendo a quien es
descartado, acercándonos a quien es humillado por la vida, amamos a Jesús.
Porque Él está en los últimos, en los rechazados, en aquellos que nuestra
cultura farisaica condena.
Hoy el Evangelio nos muestra, justo después de la
muerte de Jesús, la imagen más hermosa del estupor. Es la escena del centurión
que, al verlo «expirar así, exclamó: “¡Realmente este hombre era Hijo de
Dios!”» (Mc 15,39). Se dejó asombrar por el amor. ¿Cómo había visto morir a
Jesús? Lo había visto morir amando, y esto lo impresionó. Sufría, estaba
agotado, pero seguía amando. Esto es el estupor ante Dios, quien sabe llenar de
amor incluso el momento de la muerte. En este amor gratuito y sin
precedentes, el centurión, un pagano, encuentra a Dios. ¡Realmente este hombre
era Hijo de Dios! Su frase ratifica la Pasión. Muchos antes de él en el
Evangelio, admirando a Jesús por sus milagros y prodigios, lo habían reconocido
como Hijo de Dios, pero Cristo mismo los había mandado callar, porque
existía el riesgo de quedarse en la admiración mundana, en la idea de un Dios
que había que adorar y temer en cuanto potente y terrible. Ahora ya no, ante
la cruz no hay lugar a malas interpretaciones. Dios se ha revelado y reina sólo
con la fuerza desarmada y desarmante del amor.
Hermanos y hermanas, hoy Dios continúa
sorprendiendo nuestra mente y nuestro corazón. Dejemos que este estupor nos
invada, miremos al Crucificado y digámosle también nosotros: “Realmente eres el
Hijo de Dios. Tú eres mi Dios”.
Benedicto XVI. Homilía. 9 de abril
de 2006.
Queridos hermanos y hermanas:
Desde hace veinte años, gracias al Papa Juan Pablo
II, el domingo de Ramos ha llegado a ser de modo particular el día de la
juventud, el día en que los jóvenes en todo el mundo van al encuentro de
Cristo, deseando acompañarlo en sus ciudades y en sus pueblos, para que esté en
medio de nosotros y pueda instaurar su paz en el mundo. Pero si queremos ir
al encuentro de Jesús y después avanzar con él por su camino, debemos
preguntarnos: ¿Por qué camino quiere
guiarnos? ¿Qué esperamos de él? ¿Qué espera él de nosotros?
Para entender lo que sucedió el domingo de Ramos y saber qué
significa, no sólo para aquella hora, sino para toda época, es importante un
detalle, que también para sus discípulos se transformó en la clave para la
comprensión del acontecimiento, cuando, después de la Pascua, repasaron con una
mirada nueva aquellas jornadas agitadas.
Jesús entra en la ciudad santa montado en un asno,
es decir, en el animal de la gente sencilla y común del campo, y además un asno
que no le pertenece, sino que pide prestado para esta ocasión. No llega en
una suntuosa carroza real, ni a caballo, como los grandes del mundo, sino en un
asno prestado. San Juan nos relata que, en un primer momento, los
discípulos no lo entendieron. Sólo después de la Pascua cayeron en la cuenta de
que Jesús, al actuar así, cumplía los anuncios de los profetas, que su
actuación derivaba de la palabra de Dios y la realizaba. Recordaron —dice san
Juan— que en el profeta Zacarías se lee:
"No temas, hija de Sión; mira que viene tu Rey montado en un
pollino de asna" (Jn 12, 15; cf. Za 9, 9).
Para comprender el significado de la profecía y, en
consecuencia, de la misma actuación de Jesús, debemos escuchar todo el texto de
Zacarías, que prosigue así: "El
destruirá los carros de Efraím y los
caballos de Jerusalén; romperá el arco de combate, y él proclamará la paz a las
naciones. Su dominio irá de mar a mar y desde el río hasta los confines de la
tierra" (Za 9, 10). Así afirma el profeta tres cosas sobre el futuro
rey.
En primer lugar, dice que será rey de los
pobres, pobre entre los pobres y para los pobres. La pobreza, en este caso, se
entiende en el sentido de los anawin de Israel, de las almas creyentes y
humildes que encontramos en torno a Jesús, en la perspectiva de la primera
bienaventuranza del Sermón de la montaña. Uno puede ser materialmente pobre,
pero tener el corazón lleno de afán de riqueza material y del poder que deriva
de la riqueza. Precisamente el hecho de que vive en la envidia y en la codicia
demuestra que, en su corazón, pertenece a los ricos. Desea cambiar la
repartición de los bienes, pero para llegar a estar él mismo en la situación de
los ricos de antes.
La pobreza, en el sentido que le da Jesús —el
sentido de los profetas—, presupone sobre todo estar libres interiormente de la
avidez de posesión y del afán de poder. Se trata de una realidad mayor
que una simple repartición diferente de los bienes, que se limitaría al campo
material y más bien endurecería los corazones. Ante todo, se trata de la
purificación del corazón, gracias a la cual se reconoce la posesión como
responsabilidad, como tarea con respecto a los demás, poniéndose bajo la mirada
de Dios y dejándose guiar por Cristo que, siendo rico, se hizo pobre por
nosotros (cf. 2 Co 8, 9).
La libertad interior es el presupuesto para superar
la corrupción y la avidez que arruinan al mundo; esta libertad sólo puede
hallarse si Dios llega a ser nuestra riqueza; sólo puede hallarse en la
paciencia de las renuncias diarias, en las que se desarrolla como libertad
verdadera. Al rey que nos indica el camino hacia esta meta —Jesús— lo aclamamos
el domingo de Ramos; le pedimos que nos lleve consigo por su camino.
En segundo lugar, el profeta nos muestra que este
rey será un rey de paz; hará desaparecer los carros de guerra y los
caballos de batalla, romperá los arcos y anunciará la paz. En la figura de
Jesús esto se hace realidad mediante el signo de la cruz. Es el arco roto,
en cierto modo, el nuevo y verdadero arco iris de Dios, que une el cielo y la
tierra y tiende un puente entre los continentes sobre los abismos. La nueva
arma, que Jesús pone en nuestras manos, es la cruz, signo de reconciliación, de
perdón, signo del amor que es más fuerte que la muerte. Cada vez que
hacemos la señal de la cruz debemos acordarnos de no responder a la injusticia
con otra injusticia, a la violencia con otra violencia; debemos recordar
que sólo podemos vencer al mal con el bien, y jamás devolviendo mal por mal.
La tercera afirmación del profeta es el anuncio de
la universalidad. Zacarías dice que el reino del rey de la paz se extiende "de mar
a mar (...) hasta los confines de la tierra". La antigua promesa de la
tierra, hecha a Abraham y a los Padres, se sustituye aquí con una nueva visión: el espacio del rey mesiánico ya no es un
país determinado, que luego se separaría de los demás y, por tanto, se
pondría inevitablemente contra los otros países. Su país es la tierra, el
mundo entero. Superando toda delimitación, él crea unidad en la
multiplicidad de las culturas. Atravesando con la mirada las nubes de la
historia que separaban al profeta de Jesús, vemos cómo desde lejos emerge en
esta profecía la red de las comunidades eucarísticas que abraza a la tierra,
a todo el mundo, una red de comunidades que constituyen el "reino de la
paz" de Jesús de mar a mar hasta los confines de la tierra.
Él llega a todas las culturas y a todas las partes
del mundo, adondequiera, a las chozas miserables y a los campos pobres, así
como al esplendor de las catedrales. Por doquier él es el mismo, el Único, y
así todos los orantes reunidos, en comunión con él, están también unidos entre
sí en un único cuerpo. Cristo domina convirtiéndose él mismo en nuestro pan y
entregándose a nosotros. De este modo construye su reino.
Este nexo resulta totalmente claro en la otra frase
del Antiguo Testamento que caracteriza y explica la liturgia del domingo de
Ramos y su clima particular. La multitud aclama a Jesús: "Hosanna, bendito el que viene en
nombre del Señor (Mc 11, 9; Sal 118, 25). Estas palabras forman parte del
rito de la fiesta de las tiendas, durante el cual los fieles dan vueltas en
torno al altar llevando en las manos ramos de palma, mirto y sauce.
Ahora la gente grita eso mismo, con palmas en las
manos, delante de Jesús, en quien ve a Aquel que viene en nombre del Señor. En
efecto, la expresión "el que viene en nombre del Señor" se había
convertido desde hacía tiempo en la manera de designar al Mesías. En Jesús
reconocen a Aquel que verdaderamente viene en nombre del Señor y les trae la
presencia de Dios. Este grito de esperanza de Israel, esta aclamación a
Jesús durante su entrada en Jerusalén, ha llegado a ser con razón en la Iglesia
la aclamación a Aquel que, en la Eucaristía, viene a nuestro encuentro de un
modo nuevo. Con el grito "Hosanna" saludamos a Aquel que, en
carne y sangre, trajo la gloria de Dios a la tierra. Saludamos a Aquel que vino
y, sin embargo, sigue siendo siempre Aquel que debe venir. Saludamos a Aquel
que en la Eucaristía viene siempre de nuevo a nosotros en nombre del Señor,
uniendo así en la paz de Dios los confines de la tierra.
Esta experiencia de la universalidad forma parte
esencial de la Eucaristía. Dado que el Señor viene, nosotros salimos de
nuestros particularismos exclusivos y entramos en la gran comunidad de todos
los que celebran este santo sacramento. Entramos en su reino de paz y, en
cierto modo, saludamos en él también a todos nuestros hermanos y hermanas a
quienes él viene, para llegar a ser verdaderamente un reino de paz en este
mundo desgarrado.
Las tres características anunciadas por el profeta
—pobreza, paz y universalidad— se resumen en el signo de la cruz. Por eso, con
razón, la cruz se ha convertido en el centro de las Jornadas mundiales de la
juventud. Hubo un período —que aún no se ha superado del todo— en el que se
rechazaba el cristianismo precisamente a causa de la cruz. La cruz habla de
sacrificio —se decía—; la cruz es signo de negación de la vida. En cambio,
nosotros queremos la vida entera, sin restricciones y sin renuncias. Queremos
vivir, sólo vivir. No nos dejamos limitar por mandamientos y prohibiciones;
queremos riqueza y plenitud; así se decía y se sigue diciendo todavía.
Todo esto parece convincente y atractivo; es el
lenguaje de la serpiente, que nos dice:
"¡No tengáis miedo! ¡Comed tranquilamente de todos los árboles del
jardín!". Sin embargo, el domingo de Ramos nos dice que el auténtico
gran "sí" es precisamente la cruz; que precisamente la cruz es el
verdadero árbol de la vida. No hallamos la vida apropiándonos de ella, sino
donándola. El amor es entregarse a sí mismo, y por eso es el camino de la
verdadera vida, simbolizada por la cruz.
Hoy la cruz, que estuvo en el centro de la última
Jornada mundial de la juventud, en Colonia, se entrega a una delegación para
que comience su camino hacia Sydney, donde, en 2008, la juventud del mundo
quiere reunirse nuevamente en torno a Cristo para construir con él el reino de
paz.
Desde Colonia hasta Sydney, un camino a través de
los continentes y las culturas, un camino a través de un mundo desgarrado y
atormentado por la
violencia.
Simbólicamente es el camino indicado por el
profeta, de mar a mar, desde el río hasta los confines de la tierra. Es el
camino de Aquel que, con el signo de la cruz, nos da la paz y nos transforma en
portadores de la reconciliación y de su paz. Doy las gracias a los jóvenes que
ahora llevarán por los caminos del mundo esta cruz, en la que casi podemos
tocar el misterio de Jesús. Pidámosle que, al mismo tiempo, nos toque a
nosotros y abra nuestro corazón, a fin de que siguiendo su cruz lleguemos a ser
mensajeros de su amor y de su paz. Amén.
Benedicto XVI. Homilía. 5 de abril
de 2009.
Queridos hermanos y hermanas:
Junto con una creciente muchedumbre de peregrinos,
Jesús había subido a Jerusalén para la Pascua. En la última etapa del camino,
cerca de Jericó, había curado al ciego Bartimeo, que lo había invocado como
Hijo de David y suplicado piedad. Ahora que ya podía ver, se había sumado con
gratitud al grupo de los peregrinos. Cuando a las puertas de Jerusalén Jesús
montó en un borrico, que simbolizaba el reinado de David, entre los peregrinos
explotó espontáneamente la alegre certeza: Es él, el Hijo de David. Y saludan a
Jesús con la aclamación mesiánica: «¡Bendito el que viene en nombre del
Señor!»; y añaden: «¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David!
¡Hosanna en el cielo!», (Mc 11,9s). No sabemos cómo se imaginaban exactamente
los peregrinos entusiastas el reino de David que llega. Pero nosotros, ¿hemos
entendido realmente el mensaje de Jesús, Hijo de David? ¿Hemos entendido lo
que es el Reino del que habló al ser interrogado por Pilato? ¿Comprendemos
lo que quiere decir que su Reino no es de este mundo? ¿O acaso quisiéramos más
bien que fuera de este mundo?
San Juan, en su Evangelio, después de narrar la
entrada en Jerusalén, añade una serie de dichos de Jesús, en los que Él explica
lo esencial de este nuevo género de reino. A simple vista podemos
distinguir en estos textos tres imágenes diversas del reino en las que,
aunque de modo diferente, se refleja el mismo misterio. Ante todo, Juan relata
que, entre los peregrinos que querían «adorar a Dios» durante la fiesta, había
también algunos griegos (cf. 12,20). Fijémonos en que el verdadero objetivo de
estos peregrinos era adorar a Dios. Esto concuerda perfectamente con lo que
Jesús dice en la purificación del Templo: «Mi casa será llamada casa de oración
para todos los pueblos» (Mc 11,17). La verdadera meta de la peregrinación ha de
ser encontrar a Dios, adorarlo, y así poner en el justo orden la relación de
fondo de nuestra vida. Los griegos están en busca de Dios, con su vida están en
camino hacia Dios. Ahora, mediante dos Apóstoles de lengua griega, Felipe y
Andrés, hacen llegar al Señor esta petición: «Quisiéramos ver a Jesús» (Jn
12,21). Son palabras mayores. Queridos amigos, por eso nos hemos reunido aquí:
Queremos ver a Jesús. Para eso han ido a Sydney el año pasado miles de jóvenes.
Ciertamente, habrán puesto muchas ilusiones en esta peregrinación. Pero el
objetivo esencial era éste: Queremos ver a Jesús.
¿Qué dijo, qué hizo Jesús en aquel momento ante
esta petición? En el Evangelio no aparece claramente que hubiera un encuentro
entre aquellos griegos y Jesús. La vista de Jesús va mucho más allá. El núcleo
de su respuesta a la solicitud de aquellas personas es: «Si el grano de
trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto»
(Jn 12,24). Y esto quiere decir: ahora no tiene importancia un coloquio más o
menos breve con algunas personas, que después vuelven a casa. Vendré al
encuentro del mundo de los griegos como grano de trigo muerto y resucitado, de
manera totalmente nueva y por encima de los límites del momento. Por su
resurrección, Jesús supera los límites del espacio y del tiempo. Como
Resucitado, recorre la inmensidad del mundo y de la historia. Sí, como
Resucitado, va a los griegos y habla con ellos, se les manifiesta, de modo que
ellos, los lejanos, se convierten en cercanos y, precisamente en su lengua, en
su cultura, la palabra de Jesús irá avanzando y será entendida de un modo
nuevo: así viene su Reino. Por tanto, podemos reconocer dos características
esenciales de este Reino. La primera es que este Reino pasa por la cruz.
Puesto que Jesús se entrega totalmente, como Resucitado puede pertenecer a
todos y hacerse presente a todos. En la sagrada Eucaristía recibimos el
fruto del grano de trigo que muere, la multiplicación de los panes que
continúa hasta el fin del mundo y en todos los tiempos. La segunda
característica dice: su Reino es universal. Se cumple la antigua esperanza
de Israel: esta realeza de David ya no conoce fronteras. Se extiende «de mar a
mar», como dice el profeta Zacarías (9,10), es decir, abarca todo el mundo.
Pero esto es posible sólo porque no es la soberanía de un poder político,
sino que se basa únicamente en la libre adhesión del amor; un amor que
responde al amor de Jesucristo, que se ha entregado por todos. Pienso que
siempre hemos de aprender de nuevo ambas cosas. Ante todo, la universalidad,
la catolicidad. Ésta significa que nadie puede considerarse a sí
mismo, a su cultura a su tiempo y su mundo como absoluto. Y eso requiere
que todos nos acojamos recíprocamente, renunciando a algo nuestro. La
universalidad incluye el misterio de la cruz, la superación de sí mismos, la
obediencia a la palabra de Jesucristo, que es común, en la común Iglesia.
La universalidad es siempre una superación de sí mismos, renunciar a algo
personal. La universalidad y la cruz van juntas. Sólo así se crea la
paz.
La palabra sobre el grano de trigo que muere sigue
formando parte de la respuesta de Jesús a los griegos, es su respuesta. Pero, a
continuación, Él formula una vez más la ley fundamental de la existencia
humana: «El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí
mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna» (Jn 12,25). Es decir,
quien quiere tener su vida para sí, vivir sólo para él mismo, tener todo en
puño y explotar todas sus posibilidades, éste es precisamente quien pierde la
vida. Ésta se vuelve tediosa y vacía. Solamente en el abandono de sí
mismo, en la entrega desinteresada del yo en favor del tú, en el «sí» a la vida
más grande, la vida de Dios, nuestra vida se ensancha y engrandece. Así,
este principio fundamental que el Señor establece es, en último término,
simplemente idéntico al principio del amor. En efecto, el amor significa
dejarse a sí mismo, entregarse, no querer poseerse a sí mismo, sino liberarse
de sí: no replegarse sobre sí mismo —¡qué será de mí!— sino mirar adelante,
hacia el otro, hacia Dios y hacia los hombres que Él pone a mi lado. Y este
principio del amor, que define el camino del hombre, es una vez más idéntico al
misterio de la cruz, al misterio de muerte y resurrección que encontramos en
Cristo. Queridos amigos, tal vez sea relativamente fácil aceptar esto como
gran visión fundamental de la vida. Pero, en la realidad concreta, no se trata
simplemente de reconocer un principio, sino de vivir su verdad, la verdad de la
cruz y la resurrección. Y por ello, una vez más, no basta una única
gran decisión. Indudablemente, es importante, esencial, lanzarse a la gran
decisión fundamental, al gran «sí» que el Señor nos pide en un determinado
momento de nuestra vida. Pero el gran «sí» del momento decisivo en nuestra vida
—el «sí» a la verdad que el Señor nos pone delante— ha de ser después
reconquistado cotidianamente en las situaciones de todos los días en las que,
una y otra vez, hemos de abandonar nuestro yo, ponernos a disposición, aun
cuando en el fondo quisiéramos más bien aferrarnos a nuestro yo. También el
sacrificio, la renuncia, son parte de una vida recta. Quien promete una vida
sin este continuo y renovado don de sí mismo, engaña a la gente. Sin
sacrificio, no existe una vida lograda. Si echo una mirada retrospectiva
sobre mi vida personal, tengo que decir que precisamente los momentos en que he
dicho «sí» a una renuncia han sido los momentos grandes e importantes de mi
vida.
Finalmente, san Juan ha recogido también en su
relato de los dichos del Señor para el «Domingo de Ramos» una forma modificada
de la oración de Jesús en el Huerto de los Olivos. Ante todo una afirmación: «Mi
alma está agitada» (12,27). Aquí aparece el pavor de Jesús, ampliamente
descrito por los otros tres evangelistas: su terror ante el poder de la muerte,
ante todo el abismo de mal que ve, y al cual debe bajar. El Señor sufre
nuestras angustias junto con nosotros, nos acompaña a través de la última
angustia hasta la luz. En Juan, siguen después dos súplicas de Jesús. La
primera formulada sólo de manera condicional: «¿Qué diré? Padre, líbrame de
esta hora» (12,27). Como ser humano, también Jesús se siente impulsado a rogar
que se le libre del terror de la pasión. También nosotros podemos orar de este
modo. También nosotros podemos lamentarnos ante el Señor, como Job,
presentarle todas las nuestras peticiones que surgen en nosotros frente a la
injusticia en el mundo y las trabas de nuestro propio yo. Ante Él, no hemos
de refugiarnos en frases piadosas, en un mundo ficticio. Orar siempre significa
luchar también con Dios y, como Jacob, podemos decirle: «no te soltaré hasta
que me bendigas» (Gn 32,27). Pero luego viene la segunda petición de Jesús:
«Glorifica tu nombre» (Jn 12,28). En los sinópticos, este ruego se
expresa así: «No se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc 22,42). Al final, la
gloria de Dios, su señoría, su voluntad, es siempre más importante y más
verdadera que mi pensamiento y mi voluntad. Y esto es lo esencial en
nuestra oración y en nuestra vida: aprender este orden justo de la realidad,
aceptarlo íntimamente; confiar en Dios y creer que Él está haciendo lo que es
justo; que su voluntad es la verdad y el amor; que mi vida se hace buena si
aprendo a ajustarme a este orden. Vida, muerte y resurrección de Jesús,
son para nosotros la garantía de que verdaderamente podemos fiarnos de Dios.
De este modo se realiza su Reino.
Queridos amigos. Al término de esta liturgia, los
jóvenes de Australia entregarán la Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud a
sus coetáneos de España. La Cruz está en camino de una a otra parte del mundo,
de mar a mar. Y nosotros la acompañamos. Avancemos con ella por su camino y así
encontraremos nuestro camino. Cuando tocamos la Cruz, más aún, cuando la
llevamos, tocamos el misterio de Dios, el misterio de Jesucristo: el misterio
de que Dios ha tanto amado al mundo, a nosotros, que entregó a su Hijo único
por nosotros (cf. Jn 3,16). Toquemos el misterio maravilloso del amor de
Dios, la única verdad realmente redentora. Pero hagamos nuestra también la ley
fundamental, la norma constitutiva de nuestra vida, es decir, el hecho
que sin el «sí» a la Cruz, sin caminar día tras día en comunión con Cristo, no
se puede lograr la vida. Cuanto más renunciemos a algo por amor de la
gran verdad y el gran amor — por amor de la verdad y el amor de Dios —, tanto
más grande y rica se hace la vida. Quien quiere guardar su vida para sí
mismo, la pierde. Quien da su vida — cotidianamente, en los pequeños gestos que
forman parte de la gran decisión —, la encuentra. Esta es la verdad exigente,
pero también profundamente bella y liberadora, en la que queremos entrar paso a
paso durante el camino de la Cruz por los continentes. Que el Señor bendiga
este camino. Amén.
Benedicto XVI. Homilía. 1 de abril
de 2012.
¡Queridos hermanos y hermanas!
El Domingo de Ramos es el gran pórtico que nos
lleva a la Semana Santa, la semana en la que el Señor Jesús se dirige hacia la
culminación de su vida terrena. Él va a Jerusalén para cumplir las Escrituras y
para ser colgado en la cruz, el trono desde el cual reinará por los siglos,
atrayendo a sí a la humanidad de todos los tiempos y ofrecer a todos el don de
la redención. Sabemos por los evangelios que Jesús se había encaminado hacia
Jerusalén con los doce, y que poco a poco se había ido sumando a ellos una
multitud creciente de peregrinos. San Marcos nos dice que ya al salir de Jericó
había una «gran muchedumbre» que seguía a Jesús (cf. 10,46).
En la última parte del trayecto se produce
un acontecimiento particular, que aumenta la expectativa sobre lo que está por
suceder y hace que la atención se centre todavía más en Jesús. A lo largo del
camino, al salir de Jericó, está sentado un mendigo ciego, llamado Bartimeo.
Apenas oye decir que Jesús de Nazaret está llegando, comienza a gritar: «¡Hijo
de David, Jesús, ten compasión de mí» (Mc 10,47). Tratan de acallarlo, pero
en vano, hasta que Jesús lo manda llamar y le invita a acercarse. «¿Qué quieres
que te haga?», le pregunta. Y él contesta: «Rabbuní, que vea» (v. 51).
Jesús le dice: «Anda, tu fe te ha salvado». Bartimeo recobró la vista y se puso
a seguir a Jesús en el camino (cf. v. 52). Y he aquí que, tras este signo
prodigioso, acompañado por aquella invocación: «Hijo de David», un
estremecimiento de esperanza atraviesa la multitud, suscitando en muchos una
pregunta: ¿Este Jesús que marchaba delante de ellos a Jerusalén, no sería
quizás el Mesías, el nuevo David? Y, con su ya inminente entrada en la
ciudad santa, ¿no habría llegado tal vez el momento en el que Dios restauraría
finalmente el reino de David?
También la preparación del ingreso de Jesús con sus
discípulos contribuye a aumentar esta esperanza. Como hemos escuchado en el
Evangelio de hoy (cf. Mc 11,1-10), Jesús llegó a Jerusalén desde Betfagé y el
monte de los Olivos, es decir, la vía por la que había de venir el Mesías.
Desde allí, envía por delante a dos discípulos, mandándoles que le trajeran un
pollino de asna que encontrarían a lo largo del camino. Encuentran
efectivamente el pollino, lo desatan y lo llevan a Jesús. A este punto, el
ánimo de los discípulos y los otros peregrinos se deja ganar por el entusiasmo:
toman sus mantos y los echan encima del pollino; otros alfombran con ellos el
camino de Jesús a medida que avanza a grupas del asno. Después cortan ramas de
los árboles y comienzan a gritar las palabras del Salmo 118, las antiguas
palabras de bendición de los peregrinos que, en este contexto, se convierten en
una proclamación mesiánica: «¡Hosanna!, bendito el que viene en el nombre del
Señor. ¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David! ¡Hosanna en las
alturas!» (vv. 9-10). Esta alegría festiva, transmitida por los cuatro
evangelistas, es un grito de bendición, un himno de júbilo: expresa la
convicción unánime de que, en Jesús, Dios ha visitado su pueblo y ha llegado
por fin el Mesías deseado. Y todo el mundo está allí, con creciente
expectación por lo que Cristo hará una vez que entre en su ciudad.
Pero, ¿cuál es el contenido, la resonancia
más profunda de este grito de júbilo? La respuesta está en toda la Escritura,
que nos recuerda cómo el Mesías lleva a cumplimiento la promesa de la
bendición de Dios, la promesa originaria que Dios había hecho a Abraham,
el padre de todos los creyentes: «Haré de ti una gran nación, te bendeciré… y en
ti serán benditas todas las familias de la tierra» (Gn 12,2-3). Es la
promesa que Israel siempre había tenido presente en la oración, especialmente
en la oración de los Salmos. Por eso, el que es aclamado por la muchedumbre
como bendito es al mismo tiempo aquel en el cual será bendecida toda la
humanidad. Así, a la luz de Cristo, la humanidad se reconoce profundamente
unida y cubierta por el manto de la bendición divina, una bendición que todo lo
penetra, todo lo sostiene, lo redime, lo santifica.
Podemos descubrir aquí un primer gran mensaje
que nos trae la festividad de hoy: la invitación a mirar de manera justa a
la humanidad entera, a cuantos conforman el mundo, a sus diversas culturas
y civilizaciones. La mirada que el creyente recibe de Cristo es una mirada
de bendición: una mirada sabia y amorosa, capaz de acoger la belleza del mundo
y de compartir su fragilidad. En esta mirada se transparenta la mirada misma de
Dios sobre los hombres que él ama y sobre la creación, obra de sus manos.
En el Libro de la Sabiduría, leemos: «Te compadeces de todos, porque todo lo
puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan.
Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste;… Tú eres
indulgente con todas las cosas, porque son tuyas, Señor, amigo de la vida» (Sb
11,23-24.26).
Volvamos al texto del Evangelio de hoy y
preguntémonos: ¿Qué late realmente en el corazón de los que aclaman a Cristo
como Rey de Israel? Ciertamente tenían su idea del Mesías, una idea de
cómo debía actuar el Rey prometido por los profetas y esperado por tanto
tiempo. No es de extrañar que, pocos días después, la muchedumbre de Jerusalén,
en vez de aclamar a Jesús, gritaran a Pilato: «¡Crucifícalo!». Y que los mismos
discípulos, como también otros que le habían visto y oído, permanecieran mudos
y desconcertados. En efecto, la mayor parte estaban desilusionados por el
modo en que Jesús había decidido presentarse como Mesías y Rey de Israel.
Este es precisamente el núcleo de la fiesta de hoy también para nosotros. ¿Quién
es para nosotros Jesús de Nazaret? ¿Qué idea tenemos del Mesías, qué idea
tenemos de Dios? Esta es una cuestión crucial que no podemos eludir, sobre
todo en esta semana en la que estamos llamados a seguir a nuestro Rey, que
elige como trono la cruz; estamos llamados a seguir a un Mesías que no nos
asegura una felicidad terrena fácil, sino la felicidad del cielo, la eterna
bienaventuranza de Dios. Ahora, hemos de preguntarnos: ¿Cuáles son nuestras
verdaderas expectativas? ¿Cuáles son los deseos más profundos que nos han
traído hoy aquí para celebrar el Domingo de Ramos e iniciar la Semana Santa?
Queridos jóvenes que os habéis reunido aquí. Esta
es de modo particular vuestra Jornada en todo lugar del mundo donde la Iglesia
está presente. Por eso os saludo con gran afecto. Que el Domingo de Ramos sea
para vosotros el día de la decisión, la decisión de acoger al Señor y de
seguirlo hasta el final, la decisión de hacer de su Pascua de muerte y
resurrección el sentido mismo de vuestra vida de cristianos. Como he
querido recordar en el Mensaje a los jóvenes para esta Jornada —«alegraos
siempre en el Señor» (Flp 4,4)—, esta es la decisión que conduce a la verdadera
alegría, como sucedió con santa Clara de Asís que, hace ochocientos años,
fascinada por el ejemplo de san Francisco y de sus primeros compañeros, dejó la
casa paterna precisamente el Domingo de Ramos para consagrarse totalmente al
Señor: tenía 18 años, y tuvo el valor de la fe y del amor de optar por Cristo,
encontrando en él la alegría y la paz.
Queridos hermanos y hermanas, que reinen
particularmente en este día dos sentimientos: la alabanza, como hicieron
aquellos que acogieron a Jesús en Jerusalén con su «hosanna»; y el
agradecimiento, porque en esta Semana Santa el Señor Jesús renovará el don más
grande que se puede imaginar, nos entregará su vida, su cuerpo y su sangre, su
amor. Pero a un don tan grande debemos corresponder de modo adecuado, o
sea, con el don de nosotros mismos, de nuestro tiempo, de nuestra
oración, de nuestro estar en comunión profunda de amor con Cristo que sufre,
muere y resucita por nosotros. Los antiguos Padres de la Iglesia han visto un
símbolo de todo esto en el gesto de la gente que seguía a Jesús en su ingreso a
Jerusalén, el gesto de tender los mantos delante del Señor. Ante Cristo
—decían los Padres—, debemos deponer nuestra vida, nuestra persona, en actitud
de gratitud y adoración. En conclusión, escuchemos de nuevo la voz de uno
de estos antiguos Padres, la de san Andrés, obispo de Creta: «Así es como
nosotros deberíamos prosternarnos a los pies de Cristo, no poniendo bajo sus
pies nuestras túnicas o unas ramas inertes, que muy pronto perderían su verdor,
su fruto y su aspecto agradable, sino revistiéndonos de su gracia, es decir, de
él mismo... Así debemos ponernos a sus pies como si fuéramos unas túnicas...
Ofrezcamos ahora al vencedor de la muerte no ya ramas de palma, sino trofeos de
victoria. Repitamos cada día aquella sagrada exclamación que los niños
cantaban, mientras agitamos los ramos espirituales del alma: “Bendito el que
viene, como rey, en nombre del Señor”» (PG 97, 994). Amén.
Francisco. Catequesis. Vicios y
virtudes. 11. El actuar virtuoso.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Después de haber concluido nuestra visión general
de la serie sobre los vicios, ha llegado el momento de volver la mirada a la
imagen especular que se opone a la experiencia del mal. El corazón humano puede complacerse en malas
pasiones, puede prestar atención a tentaciones nocivas disfrazadas con vestidos
seductores, pero también puede oponerse a todo esto. Por fatigoso que sea,
el ser humano está hecho para el bien, que le realiza verdaderamente, y
también puede practicar este arte, haciendo que ciertas disposiciones se hagan
permanentes en él. La reflexión sobre esta maravillosa posibilidad nuestra
constituye un capítulo clásico de la filosofía moral: el capítulo de las
virtudes.
Los filósofos romanos la llamaban virtus, los
griegos aretè. El término latino subraya sobre todo que la persona virtuosa
es fuerte, valiente, capaz de disciplina y ascetismo; por tanto, el
ejercicio de la virtud es fruto de una larga germinación que requiere esfuerzo
e incluso sufrimiento. La palabra griega aretè, indica algo que sobresale,
algo que resalta, que suscita admiración. La persona virtuosa es, entonces,
la que no se desnaturaliza deformándose, sino que es fiel a su vocación,
realiza plenamente su ser.
Nos equivocaríamos si pensáramos que los santos son
excepciones de la humanidad: una suerte de estrecho círculo de campeones que
viven más allá de los límites de nuestra especie. Los santos, en esta
perspectiva que acabamos de introducir sobre las virtudes, son, en cambio,
aquellos que llegan a ser plenamente ellos mismos, que realizan la vocación
propia de todo ser humano. ¡Qué feliz sería el mundo si la justicia, el
respeto, la benevolencia mutua, la amplitud del corazón y la esperanza fueran
la normalidad compartida, y no una rara anomalía! Por eso el capítulo del
actuar virtuoso, en estos tiempos dramáticos nuestros, en los que a menudo nos
encontramos con lo peor de lo humano, debería ser redescubierto y practicado
por todos. En un mundo deformado, debemos recordar la forma en la que hemos
sido plasmados, la imagen de Dios que está impresa para siempre en nosotros.
Pero, ¿cómo definir el concepto de virtud? El
Catecismo de la Iglesia Católica nos ofrece una definición precisa y concisa:
"La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien"
(n. 1803). No es, por tanto, un bien improvisado y algo casual que cae del
cielo de forma episódica. La historia nos dice que incluso los criminales, en
un momento de lucidez, han realizado buenas acciones; ciertamente estas
acciones están escritas en el "libro de Dios", pero la virtud es otra
cosa. Es un bien que nace de una lenta maduración de la persona, hasta
convertirse en una característica interior suya. La virtud es un hábitus
de la libertad. Si somos libres en cada acto, y cada vez estamos llamados a
elegir entre el bien y el mal, la virtud es lo que nos permite tener un hábito
hacia la elección correcta.
Si la virtud es un don tan hermoso, inmediatamente
surge una pregunta: ¿cómo es posible adquirirla? La respuesta a esta
pregunta no es sencilla, sino compleja.
Para el cristiano, el primer auxilio es la
gracia de Dios. De hecho, el Espíritu Santo actúa en nosotros, quienes
hemos sido bautizados, obrando en nuestra alma para conducirla a una vida
virtuosa. ¡Cuántos cristianos han llegado a la santidad a través de las
lágrimas, al constatar que no podían superar ciertas debilidades! Pero han
experimentado que Dios ha completado esa obra buena que para ellos era sólo un
esbozo. La gracia precede siempre a nuestro compromiso moral.
Además, no debemos olvidar nunca la riquísima
lección que nos ha llegado de la sabiduría de los antiguos, que nos dice que la
virtud crece y puede ser cultivada. Y para que esto ocurra, el primer don del
Espíritu que hay que pedir es precisamente la sabiduría. El ser humano no
es territorio libre para la conquista de los placeres, de las emociones, de los
instintos, de las pasiones, sin que pueda hacer nada contra esas fuerzas a
veces caóticas que lo habitan. Un don inestimable que poseemos es la
apertura mental, es la sabiduría que sabe aprender de los errores para dirigir
bien la vida. Luego se necesita la buena voluntad: la capacidad de
elegir el bien, de plasmarnos mediante el ejercicio ascético, rehuyendo los
excesos.
Queridos hermanos y hermanas,
comencemos así nuestro viaje a través de las virtudes, en este universo sereno
que resulta desafiante, pero que es decisivo para nuestra felicidad.
MISA DEL JUEVES SANTO.
Monición de entrada:
Queridos hermanos:
Esta tarde de jueves es distinta y la misa también.
Porque esta tarde hemos venido a misa y en ella nos van a
lavar los pies.
Así la misa de hoy se llama de la Cena del Señor y en ella
nos acordamos cuando Jesús nos dio tres regalos: la comunión, los sacerdotes y
el mandamiento de amarnos los unos a los otros.
Los niños de comunión que somos hoy como los apóstoles os
damos la bienvenida.
Señor, ten piedad.
Tú que nos amas del todo. Señor, ten piedad.
Tú que nos ayudas mucho.
Cristo, ten piedad.
Tú que nos vas a lavar los pies. Señor, ten piedad.
Peticiones.-
Te pedimos por el Papa Francisco para que esté muchos años como papa.
Te lo pedimos Señor.
Te pedimos por los sacerdotes, para que les ayudes a quererte mucho. Te
lo pedimos Señor.
Te pedimos por las personas que en Cáritas ayudan a los pobres, para
que les ayudes. Te lo pedimos Señor.
Te pedimos por los niños y las personas que estos días están en los
hospitales y por los que los cuidan, para que te tengan muy cerca. Te lo
pedimos Señor.
Te pedimos por la familia de Jesús en nuestro pueblo, para que nos
dejemos querer por Jesús. Te lo pedimos Señor.
Monición
antes de la reserva:
La misa del
jueves no se termina ahora, sino que continúa hasta el sábado por la noche.
Ahora vamos a
acompañar a Jesús al Monumento.
Esta noche
tendremos una oración.
Mañana por la
mañana tendremos el vía crucis y por la tarde nos acordaremos con dos oraciones
de cuando murió Jesús.
CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (VIERNES SANTO)
Monición de entrada:
Esta tarde no hay misa sino una oración.
En ella nos acordamos de la pasión y muerte de Jesús.
Y lo hacemos leyendo la lectura que nos cuenta como sufrió y murió
Jesús.
Después rezaremos por todas las personas.
Y besaremos la cruz, terminando recibiendo la comunión.
Monición a las peticiones.
Esta
tarde en todas las iglesias del mundo rezamos por todas las personas que viven
en la tierra o han vivido en ella.
Monición a la adoración de la cruz.
El sacerdote va a enseñarnos una cruz.
Además dirá unas palabras: mirad el árbol donde estuvo colgada la
salvación del mundo.
Nosotros responderemos y después la besaremos.
VIGILIA PASCUAL
Monición
de entrada.-
Buenas noches.
La misa de hoy
es la más importante del año.
Y la empezamos
fuera de la iglesia encendiendo el cirio pascual.
Porque hoy es
la primera misa, la que nos acordamos de cuando Jesús volvió a la vida.
Pongamos
nuestro corazón en todos los gestos, como este primero, de encender el cirio y
entrarlo en la iglesia.
Monición
a las lecturas.
Esta noche las
lecturas son más que otros días.
En ellas
escucharemos historias de como Dios creó la tierra, eligió a personas muy
buenas, libró a su pueblo de la esclavitud y les dijo que un día vendría Jesús.
Monición
a la liturgia bautismal.
Después de
la cuaresma, en la que nos hemos preparado para esta noche, vamos a acordarnos
del bautismo.
Lo haremos
contestando a las preguntas del sacerdote y recibiendo el agua bendecida.
Acción de gracias.-
María,
queremos felicitarte porque esta noche has tenido el regalo más grande que
pueda tener una madre a la que se ha muerto su hijo: verlo vivo.
Y lo vamos a
recordar con el encuentro.
MISA DE NIÑOS. DOMINGO DE PASCUA.
Monición
de entrada.
Buenos días:
Hoy es un día de alegría,
porque Jesús ha resucitado.
Es el día más importante para
los amigos de Jesús.
Tan importante es que todos
los domingos son como repetir este domingo de Pascua.
Y cada misa Jesús está con
nosotros porque él resucitó.
Señor, ten piedad.
Tú que estás vivo. Señor, ten
piedad.
Tú que eres nuestra vida.
Cristo, ten piedad.
Tú que nos cuidas. Señor, ten
piedad.
Peticiones.
-Por el Papa Francisco para
que sus palabras nos ayuden a tener la vida. Te lo pedimos Señor.
-Por la Iglesia, para que
pueda decir en todos los sitios que Jesús ha resucitado. Te lo pedimos Señor.
-Por los que hemos sido
bautizados, para que cada día intenten ser más amigos de Jesús. Te lo pedimos,
Señor.
-Por las personas que están
enfermas, para que sientan que Jesús les ayuda. Te lo pedimos, Señor.
-Por nosotros que estamos
celebrando la Pascua, para que no nos olvidemos que Jesús está dentro de
nuestro corazón, aunque no le veamos. Te lo pedimos Señor.
Acción de gracias.
Virgen
María este domingo queremos contarte que estamos muy contentos de que tú lo
estés y te felicitamos porque Jesús ha resucitado y ya nunca más va a separarse
de ti.
EXPERIENCIA.
Mira el vídeo “Querido
diario” (Verbo Divino): https://www.youtube.com/watch?v=G-ZzM2M_xoU
¿Cómo te has sentido
mientras escuchabas el vídeo?
¿De qué se habla en él?
¿Quién es el autor del
diario?, ¿cómo se siente?
Al final hace unas
afirmaciones donde compara lo que piensan muchos y lo que él piensa. Escúchalo
de nuevo. ¿Con qué te frase te quedas?
¿Quiénes son hoy, en
2021, María y Jesús? A nivel social y a nivel cercano, en tu pueblo o barrio.
Piensa en ellos.
REFLEXIÓN.
Lee el fragmento o perícopa de
la muerte de Jesús.
X Del
evangelio según san Marcos.
Y lo
sacan para crucificarlo. Pasaba uno que volvía del campo, Simón de Cirene, el
padre de Alejandro y de Rufo; y lo obligan a llevar la cruz. Y conducen a Jesús
al Gólgota (que quiere decir lugar de “la Calavera”), y le ofrecían vino con
mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucifican y se reparten sus ropas, echándolas
a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era la hora tercia cuando lo
crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: “El rey de los
judíos”. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su
izquierda. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
-Tú
que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo
bajando de la cruz.
De
igual modo, también los sumos sacerdotes comentaban entre ellos, burlándose:
-A
otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de
Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.
También
los otros crucificados lo insultaban. Al llegar la hora sexta toda la región
quedó en tinieblas hasta la hora nona. Y a la hora nona, Jesús clamó con voz
potente:
-Eloí,
Eloí, lemá sabaqtaní.
Que
significa:
-Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Algunos
de los presentes, al oírlo, decían:
-Mira,
llama a Elías.
Y uno
echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le
daba de beber diciendo:
-Dejad,
a ver si viene Elías a bajarlo.
Y
Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
El
velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión, que estaba enfrente, al ver como
había expirado, dijo:
Verdaderamente este hombre era el Hijo de
Dios.
Pídele a Dios que te envíe el
Espíritu Santo para que te de conocimiento interno de Jesús, es decir, a través
de esta oración adentrarte en la escena de la pasión.
Lee el texto 2 veces.
En la segunda sitúate en la
escena, mediante la composición de lugar. Según san Ignacio de Loyola consiste
en imaginar el monte Gólgota, las tres cruces, los soldados, el camino, las
montañas de alrededor.
Visualiza los diálogos.
Pregúntate: ¿qué narra y qué le
dicen?, ¿qué me dice?
Mantén sendos coloquios con
Jesús y la Virgen María, contándoles aquello que brota de tu corazón, o como si
estuvieses en el lugar.
COMPROMISO.
Escribe en una hoja el programa para esta
semana, integrando las celebraciones principales de la parroquia a las que te
comprometas asistir: Misa Cena del Señor, Hora Santa el jueves; Vía Crucis y
Acción Litúrgica de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesús; y Vigilia
Pascual.
Si no puedes prográmate para el jueves,
viernes, sábado y domingo un tiempo para estar solo, tomar en tus manos una
cruz y leer las última cena y Getsemaní (jueves), camino de la cruz y muerte
(viernes) y resurrección de Jesús (sábado-domingo).
CELEBRACIÓN.
Mira este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=XLrXnr2GAmE
BIBLIOGRAFÍA.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal
Española. BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Biblia
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Bilbao. 1995.
Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego
de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.
Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia
Católica. BAC. Madrid. 2016.
Secretariado Nacional de Liturgia. Libro de
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edición: 1983. Coeditores Litúrgicos. Barcelona. 2004.
Robinson, Jame M.; Hoffmann Paul y John S., Kloppenborg. El Documento
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Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios
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Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por
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Nueva. Madrid. 2009.
Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por
los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 3. Evangelio según san Lucas. Ciudad
Nueva. Madrid. 2006.
Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por
los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 4a. Evangelio según san Juan
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San Juan de Ávila. Obras Completas i. Audi, filia – Pláticas –
Tratados. BAC. Madrid. 2015.
San Juan
de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma –
Tratados y escritos menores. BAC.
Madrid. 2013.
San Juan de Ávila. Obras Completas III.
Sermones. BAC. Madrid. 2015.
San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.
[1] Escabel:1. Tarima
pequeña que se pone delante de la silla para que descansen los pies del que
está sentado. 2. Asiento pequeño hecho de tablas, sin respaldo. www.rae.es
[2] Presciencia: 1.
Conocimiento de las cosas futuras. www.rae.es
[3] Defección: 1. Acción de
separarse con deslealtad de la causa o parcialidad a que se pertenecía. Ib.
[4] Perícopa: 1. Pasaje de
la Biblia que se lee en determinadas ocasiones del culto religioso.
[5] Dativo ético: 1.
Pronombre dativo no requerido por el significado del verbo que se usa con
intención afectiva para aludir a la persona que se verá afectada indirectamente
por la acción verbal.
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