Lectura del libro del Deuteronomio 4,
32-34.39-40
Moisés habló al pueblo diciendo:
-Pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el
día en que Dios creó al hombre sobre la tierra; pregunta desde un extremo al
otro del cielo, ¿sucedió jamás algo tan grande como esto o se oyó cosa
semejante? ¿Escuchó algún pueblo, como tú has escuchado, la voz de Dios,
hablando desde el fuego, y ha sobrevivido? ¿Intentó jamás algún dios venir a
escogerse una nación entre las otras mediante pruebas, signos, prodigios y
guerras y con mano fuerte y brazo poderoso, con terribles portentos, como todo
lo que hizo el Señor, vuestro Dios, con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos?
Así pues, reconoce hoy, y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios
allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Observa los
mandatos y preceptos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus
hijos, después de ti, y se prolonguen tus días en el suelo que el Señor, tu
Dios, te da para siempre.
Textos
paralelos.
¿Hay algún pueblo que haya oído como tú has
oído la voz del Dios vivo?
Dt 4, 7: Pues ¿qué nación
grande tiene un dios tan cercano como está el Señor, nuestro Dios, cuando lo
invocamos?
Ex 33, 20: Pero mi rostro no lo
puedes ver, porque nadie puede verlo y quedar con vida.
Dt 7, 6: Porque tú eres un
pueblo consagrado al Señor, tu Dios; él te eligió para que fueras entre todos
los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad.
¿Algún Dios intentó jamás
venir a buscarse una nación?
Jr 32, 21: Sacaste de Egipto a
tu pueblo, Israel, con prodigios y portentos, con mano fuerte y brazo
extendido, y con gran terror.
Sal 40, 6: ¡Cuántas maravillas
has hecho tú, Señor Dios mío, cuántos planes en favor nuestro! Eres
incomparable.
Yahvé es el Dios allá
arriba.
Dt 6, 4: Escucha, Israel, el
Señor, nuestro Dios, es solamente uno.
1 Re 8, 23: Y dijo: “¡Señor,
Dios de Israel! Ni arriba en el cielo ni abajo en la tierra hay un Dios como
tú, fiel a la alianza con tus vasallos, si proceden de todo corazón como tú
quieres.
2 Cro 20, 6: Señor, Dios de
nuestros padres. ¿No eres tú el Dios del cielo, el que gobierna los reinos de
la tierra, lleno de fuerza y de poder, al que nadie puede resistir?
No hay otro.
Sal 83, 19: Y reconozcan que tu
nombre es Señor, solo tú Soberano de toda la tierra.
Prolongues tus días en la
tierra.
Is 65, 20: Ya no habrá allí
niños malogrados ni adultos que no colmen sus años, pues será joven el que
muera a los cien años, y el que no los alcance se tendrá por maldito.
Za 8, 4: Así dice el Señor de
los ejércitos: Otra vez se sentarán ancianos y ancianas en las calles de
Jerusalén, y habrá hombres tan ancianos, que se apoyen en cayados.
Notas
exegéticas.
4 32 Este pasaje es el único del Dt
en que Dios es reconocido como creador, algo que encontramos ya en Amós 4, 13
y, sobre todo, en el Deuteroisaías (Is 40, 28), así como en la tradición
sacerdotal (Gn 1, 1).
4 33 “vivo” griego; omitido por
hebreo.
Salmo
responsorial
Salmo 33 (32), 4-6.9.18-20.22
Dichoso
el pueblo que el señor
se
escogió como heredad. R/.
La
palabra del Señor es sincera,
y
todas sus acciones son leales;
él
ama la justicia y el derecho,
y
su misericordia llena la tierra. R/.
La
palabra del Señor hizo el cielo;
el
aliento de su boca, sus ejércitos.
Porque
él lo dijo y existió,
él
lo mandó y todo fue creado. R/.
Los
ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en
los que esperan en su misericordia,
para
librar sus vidas de la muerte
y
reanimarlos en tiempo de hambre. R/.
Nosotros
aguardamos al Señor:
él
es nuestro auxilio y escudo.
Que
tu misericordia, Señor,
venga
sobre nosotros,
como
lo esperamos de ti. R/.
Textos
paralelos.
Es recta la palabra de
Yahvé.
Dt 32, 4: Él es la Roca, sus
obras son perfectas, sus caminos son justos; es un Dios fiel, sin maldad, es
justo y recto.
Sal 89, 15: Justicia y Derecho
sostienen tu trono, Lealtad y Fidelidad se presentan ante ti.
Del amor de Yahvé está
llena la tierra.
Sal 119, 65: Trataste bien a tu
siervo, Señor, según tu palabra.
Por la palabra de Yahvé
fueron hechos los cielos.
Gn 2, 1: Y quedaron concluidos
el cielo, la tierra y sus muchedumbres.
Jn 1, 1: Al principio ya
existía la Palabra y la Palabra se dirigía a Dios y la Palabra era Dios.
Pues él habló y así fue.
Gn 1, 3: Dijo Dios: Que exista
la luz. Y la luz existió.
Is 58, 13-14b: Si detienes los
pies el sábado, y no traficas en mi día santo; si llamas al sábado tu delicia,
y honras el día consagrado al Señor; si lo honras absteniéndote de viajes, de
buscar tu interés, de tratar tus negocios, entonces el Señor será tu delicia.
Sal 148, 5: Alaben el nombre
del Señor, porque él lo mandó y quedaron creados.
Los ojos de Yahvé sobre
sus adeptos.
Sal 32, 8: Te instruiré, te
señalaré el camino que has de seguir te aconsejaré, fijaré en ti mis ojos;
cuando llegue la tribulación, no se acercará a ti.
Sal 34, 16: El Señor está cerca
de los atribulados y salva a los abatidos.
Él es nuestra ayuda y
nuestro escudo.
Sal 115, 9: Israel, confía en
el Señor; él es su auxilio y escudo.
Notas
exegéticas.
33 9 Los tiempos empleados en hebreo
remiten al primer acto creador; pero también a la actividad de Yahvé en el
momento presente.
33 18 Lit: “los que le temen”.
Segunda
lectura.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 14-18
Hermanos:
Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de
Dios. Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el
temor, sino que habéis recibido un espíritu de hijos de adopción, en el que
clamamos: “¡Abba, Padre!”. Ese mismo Espíritu da testimonio, a nuestro espíritu
de que somos hijos de Dios; y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y
coherederos de Cristo; de modo que, si sufrimos con él, seremos también
glorificados con él.
Textos
paralelos.
Todos los que se dejan guiar por el Espíritu
de Dios son hijos de Dios.
Ga 4, 4-8: Pero cuando se
cumplió el plazo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley;
para que rescatase a los súbditos de la ley y nosotros recibiéramos la
condición de hijos. Y como sois hijos, Dios infundió en vuestro corazón el
Espíritu de su Hijo que clama Abba Padre. De modo que no eres esclavo, sino
hijo; y si eres hijo, eres heredero por disposición de Dios. Antes, cuando no
conocíais a Dios, venerabais a los que realmente no son dioses.
Vosotros no habéis
recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor de Dios.
Ga 5, 18: Pero si os guía el
Espíritu, no estáis sometidos a la ley.
Jn 1, 12: Pero a los que la
recibieron los hizo capaces de ser hijos de Dios: a los que creen en él.
Habéis recibido un
espíritu de hijos adoptivos.
Jn 15, 15: Ya no os llamo
siervos, porque el siervo no sabe lo que hace el amo. A vosotros os llamo
amigos porque os comuniqué cuánto escuché a mi Padre.
1 Jn 4, 18: En el amor no cabe
el temor, antes bien, el amor desaloja el temor. Pues el temor se refiere al
castigo, y quien teme no ha alcanzado un amor perfecto.
El Espíritu mismo se une
a nuestro espíritu.
1 Jn 5, 5: ¿Quién vence al
mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Ga 4, 6: Y como sois hijos,
Dios infundió en vuestro corazón el Espíritu de su Hijo que clama Abba Padre.
Herederos de Dios.
Ga 3, 16: Ahora bien, las
promesas se le hicieron a Abrahán y a su descendencia: no dice descendientes en
plural, sino en singular y a tu descendiente, que es Cristo.
Ga 3, 26-29: Por la fe en
Cristo Jesús todos sois hijos de Dios. Los que os habéis bautizado
consagrándoos a Cristo os habéis revestido de Cristo. Ya no se distinguen judío
y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, pues con Cristo Jesús todos sois
uno.
Ap 21, 7: El vencedor heredará
todo esto. Yo seré su Dios y él será mi hijo.
Ser también con él
glorificados.
Lc 22, 28-30: Vosotros sois los
que habéis permanecido conmigo en las pruebas, y yo os encomiendo el reino como
mi Padre me lo encomendó: para que comáis y bebáis y os sentéis en doce tronos
para regir a las doce tribus de Israel.
Lc 24, 26: ¿No tenía que
padecer eso para entrar en la gloria?
Flp 3, 10-11: ¡Oh! conocerle a
él y el poder de su resurrección y la participación en sus sufrimientos;
configurarme con su muerte para ver si alcanzo la resurrección de la muerte.
1 P 4, 13: Por tanto, ceñidos
mentalmente y sobrios, esperad de lleno esa gracia que se os concederá cuando
se revele Jesucristo.
Notas
exegéticas.
8 14 Mas que simple “maestro
interior”, el Espíritu es el principio de una vida propiamente divina en
Cristo.
8 15 La misma oración de Cristo en
Getsemaní, Mc 14, 36. El término arameo “Abbá” expresa una intimidad filial,
llena de familiaridad y ternura, entre Jesús y su padre. Es posible que Pablo
aluda al comienzo del Padrenuestro en la tradición lucana (Lc 11, 2).
8 16 O (Vulgata): “testifica a
nuestro espíritu”.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Mateo 28, 16-20 .
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte
que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos
dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
-Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y
haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he
mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin de los
tiempos.
Textos
paralelos.
Al verlo, lo adoraron, si
bien algunos dudaron.
Mt 8, 10: Al oírlo, Jesús se
admiró y dijo a los que lo seguían: Os lo aseguro, una fe semejante no la he
encontrado en ningún israelita.
Me ha sido dado todo
poder en el cielo.
2 Cro 36, 23: Ciro, rey de
Persia, decreta: El Señor, Dios del cielo, me ha entregado todos los reinos de
la tierra y me ha encargado construirle un templo en Jerusalén de Judá. Todos,
los de este pueblo que viven entre nosotros pueden volver. Y que el Señor, su
Dios, esté con ellos.
Dn 7, 14: Le dieron poder real
y domino: todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es
eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.
Jn 3, 35: El Padre ama al Hijo
y todo lo que pone en sus manos.
Mc 16, 15-16: Id por todo el
mundo proclamando la buena noticia a toda la humanidad. Quien crea y se bautice
se salvará; quien no crea se condenará.
Lc 24, 47: Que en su nombre se
predicaría penitencia y perdón de pecados a todas las naciones, empezando por
Jerusalén.
Hch 2, 38: Pedro les contestó:
arrepentíos, bautizaos cada uno invocando el nombre de Jesucristo para que se
os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Hch 1, 8: Pero recibiréis la
fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis testigos míos en
Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo.
Enseñando a guardar todo
lo que yo os he mandado.
Dt 34, 9: Josué, hijo de Nun,
poseía grandes dotes de prudencia, porque Moisés le había impuesto las manos.
Los israelitas le obedecieron e hicieron lo que el Señor había mandado a
Moisés.
Jos 22, 2: Y les dijo:
Obedecisteis las órdenes de Moisés, siervo del Señor, y a mí también me habéis
obedecido en lo que os he mandado.
Yo estaré con vosotros
día tras día.
Nm 35, 34: No contaminéis la
tierra en que vivís y en la que yo habito. Porque yo, el Señor, habito en medio
de los israelitas.
Mt 1, 23: Mira, la virgen está
encinta, dará a luz a un hijo que se llamará Emanuel (que significa
Dios-con-nosotros).
Mt 18, 20: El joven le dijo:
Todo eso lo he cumplido, ¿qué me queda por hacer?
Jn 14, 18-21: No os dejo
huérfanos, volveré a visitaros. Dentro de poco el mundo ya no me verá;
vosotros, en cambio, me veréis, porque yo vivo y vosotros viviréis. Aquel día
comprenderéis que yo estoy en el Padre y vosotros en mí y yo en vosotros. Quien
conserva y guarda mis mandamientos, ese sí que me ama. A quien me ama lo amará
mi Padre, lo amaré yo y me manifestaré a él.
Dn 2, 44: Durante esos
reinados, el Dios del cielo suscitará un reino que nunca será destruido ni su
dominio pasará a otro, sino que destruirá y acabará con todos los demás reinos,
pero él durará por siembre.
Dn 12, 12: Dichoso el que
aguarde hasta que pasen mi trescientos treinta y cinco días.
Notas exegéticas Biblia de Jerusalén
28 16 Monte imposible de identificar,
aunque puede ser que Mt se refiera al monte de la Tentación (4, 8) o al de la
Transfiguración (17, 1).
28 17 Otra traducción menos
autorizada por la gramática: “ellos que habían dudado”. – Sobre estas dudas que
Mt tiene que mencionar aquí por no haber narrado otra aparición a los
discípulos, ver Mc 16, 1.14.
28 18 En estas últimas instrucciones
de Jesús, con la promesa que les sigue, está condensada la misión de la Iglesia
apostólica. El Cristo glorioso ejerce tanto en la tierra como en el cielo el
poder sin límites que ha recibido de su padre. Sus discípulos ejercerán,
“pues”, este poder en nombre de él por el bautismo y la formación de los
cristianos. Su misión es universal: después de haber sido anunciada
primeramente al pueblo de Israel, como lo pedía el plan divino, la salvación
debe ser en adelante ofrecida a todas las naciones. En esta obra de conversión
universal, por larga y laboriosa que pueda ser, el Resucitado estará vivo y
operante con los suyos.
28 19 Es posible que esta fórmula se
resienta, en su precisión, del uso litúrgico establecido más tarde en la
comunidad primitiva. Es sabido que los Hechos habían de bautizar “en el nombre
de Jesús”. Mas tarde se habrá hecho explícita la vinculación del bautizado con
las tres personas de la Trinidad. Sea lo que fuere de estas variaciones
posibles, la realidad profunda sigue siendo la misma. El bautismo vincula con
la persona de Jesús Salvador, ahora bien, toda su obra de salvación procede del
amor del Padre y culmina con la efusión del Espíritu.
28 20 Con estas palabras, el
Resucitado realiza la promesa de la presencia divina en el AT. No solo asegura
dones particulares o una presencia continua, sino una asistencia eficaz “día
tras día”, incluso en la persecución. Por otra parte, esta presencia es análoga
a la del Paráclito joánico.
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión
crítica.
16-20
Las
apariciones de Jesús, revelaciones de su gloria, no tuvieron como destinatarios
a cualquiera, sino a los testigos elegidos por Dios (cf. Hch 10, 41). Este
Jesús todopoderoso, es el mismo de corazón manso y humilde que hablaba en 11,
27-30; ambas escenas siguen en realidad el mismo esquema: a) Una orden o
invitación de Jesús (“… les había ordenado”, “venid a mí”); b) un
encargo apremiante (“id… bautizad… enseñad…”, “aprended de mí”; c)
reafirmado con una promesa consoladora (“sigo estando con vosotros”, “hallaréis
descanso… mi carga es ligera”).
17 AUNQUE ALGUNOS
DUDARON (o aunque otros dudaron): es decir, tuvieron un momento de
vacilación. Las manifestaciones de Jesús resucitado, por lo mismo que eran
revelación, no forzaban a nadie a creer; la fe es acto libre, una adhesión
libre.
18-20
Para
bien de toda la Iglesia, Cristo concedió a los apóstoles: a) El
magisterio autoritativo (“Se me dio toda autoridad… por lo tanto, id…”), no
para impartir cualquier enseñanza, sino para “hacer discípulos” de Cristo. b)
El magisterio infalible, por su asistencia ininterrumpida y perenne “todos los
días hasta el fin del mundo”. c) La íntima conexión entre predicación
del Evangelio, fe y bautismo. Aún dicen más estos versículos; la Iglesia: 1)
Forma una comunidad universal 2) de discípulos de Jesús 3) que observan lo que
el Señor ha mandado, 4) a la que se agregan mediante la fe y el signo eficaz
del bautismo, 5) y en la que viven orientados hacia la manifestación definitiva
del Señorío de Jesús sobre toda la creación.
18 ME DIO (o, si se
entiende como aoristo ingresivo: Acaba de darme) en voz pasiva
“teológica”: Dios me dio, Dios acaba de darme. // TODA AUTORIDAD
posible (sin artículo). Quien habla es “el Hijo del Hombre”, recientemente
entronizado por Dios en la resurrección, como dueño del universo: realeza de
Cristo por “derecho de conquista”.
19 Este es uno de los
textos que sirvieron al Concilio de Trento (DS 1526-1527) para definir la
validez y necesidad de nuestra preparación a la gracia de la justificación; a
impulsos de Dios y con su ayuda, el hombre se abre a la fe por la predicación,
y se mueve libremente hacia Dios. // El original dice lit.: habiendo ido,
pues, haced discípulos…, con lo cual, el peso de la frase, y lo más
importante en la orden de Jesús, recae directamente sobre HACED DISCÍPULOS. La
sintaxis está violentada, pues los DISCÍPULOS no son LOS PUEBLOS, propiamente,
sino los individuos, y porque sigue una concordancia ad sensum:
BAUTIZÁNDOLOS (el texto griego pasa del neutro plural al masculino plural) EN
EL NOMBRE (lit. al nombre) DEL…: consagrándolos al culto y servicio de
Dios, que es PADRE, Y es HIJO, Y es ESPÍRITU SANTO. Otros significados menos
probables de esta frase apretada: relacionándolos con…, o bautizándolos
a la intención de…, o bautizándolos invocando el nombre de… // Sobre
la mención del ESPÍRITU SANTO en el bautismo, cf. en Hch 19, 1-6 la extrañeza
de Pablo, porque ni siquiera habían oído hablar del Espíritu Santo, lo cual
supone la referencia al Espíritu Santo en la fórmula bautismal; o, al menos, en
la enseñanza impartida al catecúmeno, o en su profesión de fe al ser bautizado.
20 ENSEÑÁNDOLES… TODO
LO QUE OS MANDÉ: la predicación apostólica no debía solamente dar testimonio de
la resurrección de Jesús, sino también transmitir las enseñanzas de Jesús en su
vida eterna. // YO SIGO ESTANDO : o, con significado de futuro: estaré,
seguiré estando. // HASTA EL FIN DEL MUNDO: en sentido temporal: hasta el
final de los tiempos.
Notas
exegéticas desde la Biblia Didajé.
28, 17 A pesar de todas las
predicciones y apariciones de Cristo, los discípulos dudaban todavía de la
resurrección. Esta duda evidencia que la resurrección física de Cristo tuvo
lugar verdaderamente y no fue un engaño conspirativo o una extravagante
expresión de la fe de los discípulos. Cat 644-645.
28, 18 Al ser hijo de Dios, Cristo
poseía la facultad de delegar o compartir su poder con sus apóstoles y sus
sucesores, que confieren la gracia mediante los sacramentos y actúan en nombre
de Cristo. Cat. 1444-1445; 1049-1051, 2156, 2165.
28, 19 La Iglesia es misionera por
naturaleza, ya que fue Cristo quien la envió a sus apóstoles a ir por el mundo
proclamando el Evangelio, al decirles “haced discípulos a todos los pueblos”.
Llamamos a la Iglesia “católica” (“universal”) porque Cristo, a través de la
Iglesia, busca la salvación de todos los pueblos. La gracia de la redención
llega a las personas a través de los sacramentos de la Iglesia, comenzando por
el Bautismo. Cristo está con nosotros de muchas maneras, pero especialmente a
través de los sacramentos de la Iglesia. También está presente en la doctrina
de la Iglesia, que él protege de todo error (Cat. 767, 2, 1257, 189, 831, 730,
1122, 788, 860). En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo:
esta fórmula trinitaria que nos dejó Cristo constituye el inicio de toda
oración cristiana, incluyendo la oración litúrgica de la Iglesia. La solemnidad
de la Santísima Trinidad, a menudo llamada Domingo de la Trinidad, se celebra
el domingo después de Pentecostés.
29, 20 La promesa de Cristo de
permanecer con la Iglesia se cumple con su presencia mística entre nosotros y
en los sacramentos, especialmente la Eucaristía; también se manifiesta en el
Espíritu Santo, que protege del error al magisterio de la Iglesia. Cat. 1-2,
80-83, 849-850, 1223, 2743.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
644 Tan imposible les parece la cosa
que, incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado, los discípulos dudan
todavía: creen ver un espíritu. “No acaban de creerlo a causa de la alegría y
estaban asombrados” (Lc 24, 41). Tomás conocerá la misma prueba de la duda y,
en la última aparición en Galilea referida por Mateo, “algunos sin embargo
dudaron” (Mt 28, 17)(. Por esto la hipótesis, según la cual la Resurrección
habría sido un “producto” de la fe (o de la credulidad) de los apóstoles no tiene
consistencia. Muy al contrario, su fe en la Resurrección nació – bajo la acción
de la gracia divina – de la experiencia directa de la realidad de Jesús
resucitado.
645 Jesús resucitado establece con
sus discípulos relaciones directas mediante el tacto y el compartir la comida.
1444 Al hacer partícipes a los
Apóstoles de su propio poder de perdonar los pecados, el Señor les da también
la autoridad de reconciliar a los pecadores con la Iglesia.
1445 Las palabras atar y desatar
significan: aquel a quien excluyáis de vuestra comunión, será excluido de la
comunión con Dios; aquel a quien recibáis de nuevo en vuestra comunión, Dios lo
acogerá también en la suya. La reconciliación con la Iglesia es inseparable de
la reconciliación con Dios.
1048 Ignoramos el momento de la
consumación de la tierra y de la humanidad, y no sabemos cómo se transformará
el universo.
1049 No obstante, la espera de una
tierra nueva no debe debilitar, sino más bien avivar la preocupación de
cultivar esta tierra, donde crece aquel cuerpo de la nueva familia, que puede
ofrecer ya un cierto esbozo del siglo nuevo.
2156 El sacramento del Bautismo es
conferido “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19).
232 Los cristianos son bautizados
“en el nombre del padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19). Antes
responden “Creo” a la triple pregunta que les pide confesar su fe en el Padre y
en Hijo y en el Espíritu: Fides omnium christianorum in Trinitate consistit,
“la fe de todos los cristianos se cimenta en la Santísima Trinidad” (S.
Cesareo de Arles).
233 Los cristianos son bautizados en
“el nombre” del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y no en “los nombres” de
estos, pues no hay más que un solo Dios, el Padre todopoderoso y su Hijo único
y el Espíritu Santo: la Santísima Trinidad.
234 El misterio de la Santísima
Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio
de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe;
es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la
jerarquía de verdades de fe. Toda la historia de la salvación no es otra cosa
que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y
único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela a los hombres, los aparta del
pecado y los reconcilia y une consigo.
249 La verdad revelada de la
Santísima Trinidad ha estado desde los orígenes en la raíz de la fe viva de la
Iglesia.
250 Durante los primeros siglos, la
Iglesia formula más explícitamente su fe trinitaria tanto para profundizar su
propia inteligencia de la fe como para defenderla contra los errores que la
deformaban. Esta fue la obra de los Concilios antiguos, ayudados por el trabajo
teológico de los Padres de la Iglesia y sostenidos por el sentido de la fe del
pueblo cristiano.
251 Para la formulación del dogma de
la Trinidad, la Iglesia debió crear una terminología propia con ayuda de
nociones de origen filosófico.
253 La Trinidad es una. No
confesamos tres dioses, sino un Dios en tres personas: la Trinidad
consubstancial. Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino
que cada una de ellas es enteramente Dios.
254 Las personas divinas son
realmente distintas entre sí. “Dios es único pero no solitario”. “Padre”,
“Hijo”, “Espíritu Santo” no son simplemente nombres que designan modalidades
del ser divino, pues son realmente distintos entre sí.
Concilio
Vaticano II
Todo el que ha sido llamado a la profesión de los consejos ha de procurar
perseverar y progresar en la vocación a la que Dios le ha llamado para que la
Iglesia sea más santa y para la mayor gloria de la única e indivisible
Trinidad, que en Cristo y por Cristo en la fuente y el origen de toda santidad.
Lumen gentium, 46
Todos los hijos de Dios y miembros de una misma familia en Cristo, al
unirnos en la caridad mutua y en la misma alabanza a la Santísima Trinidad,
estamos respondiendo a la íntima vocación de Iglesia y tomando parte en la
liturgia perfecta degustada anticipadamente.
Lumen Gentium, 51.
Comentarios de los Santos Padres.
Esta es, a mi parecer, la última aparición en Galilea, cuando los envió
para bautizar. Y si algunos dudaron, admiremos también aquí la sinceridad de
los evangelistas, pues ni en el último momento ocultan sus propios defectos.
Sin embargo, aun estos, a su vista hubieron de quedar fortificados en la fe.
Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev. de Mateo, 90, 2. 1b, pg.
380.
Les ha sido dado poder en el cielo y en la tierra para que aquel que
antes reinaba en el cielo, por la fe de los creyentes reine sobre la tierra.
Son bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
para que sea único el don de aquellos cuya divinidad es una. El nombre de la
Trinidad es el nombre del Dios único.
Y para que no pensemos que sus mandamientos no tienen importancia y son
pocos agregó: “Todo lo que yo os he mandado”, a fin de que los que han creído,
que han sido bautizados en la Trinidad, cumplan todos sus preceptos.
Jerónimo, Comentario al Ev. de Mateo, 4, 28, 18-20. 1b, pg. 380.
No me vengáis, pues – parece decirles –, con la dificultad de lo que os
mando, porque yo estoy con vosotros para facilitároslo todo. Lo mismo decía
constantemente a los profetas en el Antiguo Testamento: a Jeremías, que le
oponía su juventud; a Moisés y a Ezequiel, que rehusaban su misión: “Yo – les
dice – estoy con vosotros”. Algo así hace con sus apóstoles.
Mas no nos contentemos con temer y estremecernos, sino convirtamonos
mientras es tiempo y levantémonos de la maldad. Porque, si queremos, podemos
hacerlo. Muchos lo hicieron antes de la gracia; mucho mejor lo podremos hacer
nosotros después de la gracia.
Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev. de Mateo, 90, 2. 1b, pg.
381.
San Agustín.
Dame fuerzas para la búsqueda, tú que hiciste que
te encontrara y me has dado esperanzas de un conocimiento más perfecto. Ante ti
está mi firmeza y mi debilidad; sana esta, conserva aquella. Ante ti está mi
ciencia y mi ignorancia; si me abres, recibe al que entra; si me cierras, abre
al que llama. Haz que me acuerde de ti, te comprenda y te ame. Acrecienta en mí
estos dones hasta la reforma completa.
Hablando el sabio de ti en su libro, hoy conocido
con el nombre de Eclesiástico, dice: Muchas cosas decimos, sin acabar nunca; sea la
conclusión de nuestro discurso él mismo (43, 29). Cuando arribemos a tu
presencia, cesarán estas muchas cosas que ahora hablamos sin entenderlas, y tú
permanecerás todo en todos, y entonces modularemos un cántico eterno, loándote
a un tiempo todos unidos en ti. Señor, Dios uno y Dios Trinidad, cuanto queda
dicho en estos mis libros porque tú me lo has inspirado, conózcanlo los tuyos;
si algo hay en ellos de mi cosecha, perdónalo tú, Señor, y perdóname los tuyos.
Así sea.
La Trinidad, XV, 28, 51. I, pg. 663-664.
S. Juan de Ávila
Y si esto es así, menester es buscar dónde se pasó
la Iglesia que estaba en los santos apóstoles y en los cristianos de su tiempo,
y de la que dice el Señor: Ecce ego vobiscum sum, usque ad consummationem
seculi[1]
(Mt
28, 20).
Causas y remedios de las herejías, 3, 19. OC II, pg.
543.
Yo voy glorioso al cielo. Voy a reinar allá, porque
todo el poder me es dado, en el cielo y en la tierra (Mt 28, 18): desde allá lo
mandaré todo, el cielo y la tierra, y el mar y el infierno.
Jueves de la Ascensión, 2. OC III, pg.
228.
Mas porque su morada según el cuerpo en este
destierro convenía – sigun la ordinación de Dios – que fuese por pocos años y
en pequeña parte de la tierra, y había de tener en todo el mundo hijos que
mantener, ordenó su amor que ya subido – resucitado y glorioso – a las alturas
del cielo, descendiese a la tierra, no a aquesta parte ni a aquélla, sino a
todo el mundo universo donde hijos tuviese, y no por tiempo de treinta años,
sino por todo el tiempo que el mundo durare, hecho manjar de ellos según su divina
palabra, más firme que el cielo y la tierra: Yo con vosotros estoy todos los
días hasta que el mundo se acabe (Mt 28, 30).
En la infraoctava del Corpus, 12. OC III, pg.
719.
San Oscar Romero.
Un espíritu de hijos adoptivos que nos hace gritar: ¡Abba!. Era la
palabra aramea, en la que Cristo habló cuando le oraba al Padre. Abba, quiere
decir: papá, padre. Y nos enseñó también: Padre Nuestro, pero cuando estamos en
gracia de Dios esto lo decimos porque el Espíritu da testimonio en el interior
del hombre que somos de verdad hijos de Dios. Nos ha adoptado, nos ha enviado
la corriente de filiación divina que nos eleva, no sólo en la eternidad después
de nuestra muerte, sino ya aquí. El que vive en gracia de Dios y gracias a Dios
tenemos tantos santos en nuestra Iglesia, tantos hombres y mujeres
verdaderamente santos, porque los ha engarzado Dios en su vida trinitaria.
Muchos de ellos también trabajan y todos deben trabajar por estas justas
reivindicaciones de nuestro pueblo, pero desde estas perspectivas de la vida de
Dios que le da una sólida firmeza a nuestros ideales y a nuestras pretensiones.
Y para terminar, cito un pensamiento de San Cipriano que lo recogió el
Concilio, cuando después de describir la obra del Padre en la Iglesia, la obra
del Hijo y la obra del Espíritu Santo, al sentirnos como arropados en el amor
de la Santísima Trinidad, como invitados a formar parte de su familia, a
elevarnos para hacer de la tierra una imagen de ese cielo hacia el cual
aspiramos, termina diciendo: "Y así toda la Iglesia -es decir, todos
nosotros- aparece como un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre, y
del Hijo y del Espíritu Santo". Así sea...
Homilía, 10 de junio de 1979.
Papa Francisco. Regina Coeli. 31 de
mayo de 2015
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y feliz
domingo!
Hoy celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad,
que nos recuerda el misterio del único Dios en tres Personas: el Padre, el Hijo
y el Espíritu Santo. La Trinidad es comunión de Personas divinas, las cuales
son una con la otra, una para la otra y una en la otra: esta comunión es la
vida de Dios, el misterio de amor del Dios vivo. Y Jesús nos reveló este
misterio. Él nos habló de Dios como Padre; nos habló del Espíritu; y nos habló
de sí mismo como Hijo de Dios. Y así nos reveló este misterio. Y cuando, resucitado,
envió a los discípulos a evangelizar a todos los pueblos les dijo que los
bautizaran «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,
19). Este mandato, Cristo lo encomienda en todo tiempo a la Iglesia, que heredó
de los Apóstoles el mandato misionero. Lo dirige también a cada uno de nosotros
que, en virtud del Bautismo, formamos parte de su comunidad.
Por lo tanto, la solemnidad litúrgica de hoy,
al tiempo que nos hace contemplar el misterio estupendo del cual
provenimos y hacia el cual vamos, nos renueva la misión de vivir la comunión
con Dios y vivir la comunión entre nosotros según el modelo de la comunión
divina. No estamos llamados a vivir los unos sin los otros, por encima o
contra los demás, sino los unos con los otros, por los otros y en los otros.
Esto significa acoger y testimoniar concordes la belleza del Evangelio; vivir
el amor recíproco y hacia todos, compartiendo alegrías y sufrimientos,
aprendiendo a pedir y conceder el perdón, valorizando los diversos carismas
bajo la guía de los pastores. En una palabra, se nos encomienda la tarea de
edificar comunidades eclesiales que sean cada vez más familia, capaces de
reflejar el esplendor de la Trinidad y evangelizar, no sólo con las
palabras, sino con la fuerza del amor de Dios que habita en nosotros.
La Trinidad, como indicaba, es también el fin
último hacia el cual está orientada nuestra peregrinación terrenal. El
camino de la vida cristiana es, en efecto, un camino esencialmente «trinitario»:
el Espíritu Santo nos guía al pleno conocimiento de las enseñanzas de Cristo,
y también nos recuerda lo que Jesús nos enseñó; y Jesús, a su vez, vino
al mundo para hacernos conocer al Padre, para guiarnos hacia Él, para
reconciliarnos con Él. Todo, en la vida cristiana, gira alrededor del misterio
trinitario y se realiza en orden a este misterio infinito. Intentemos pues,
mantener siempre elevado el «tono» de nuestra vida, recordándonos para qué fin,
para cuál gloria nosotros existimos, trabajamos, luchamos y sufrimos; y a cuál
inmenso premio estamos llamados. Este misterio abraza toda nuestra vida y todo
nuestro ser cristiano. Lo recordamos, por ejemplo, cada vez que hacemos la
señal de la cruz: en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y ahora
os invito a hacer todos juntos, y con voz fuerte, esta señal de la cruz: «En el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».
En este último día del mes de mayo, el mes mariano,
nos encomendamos a la Virgen María. Que Ella, quien más que cualquier otra
criatura, ha conocido, adorado, amado el misterio de la Santísima Trinidad, nos
guíe de la mano; nos ayude a percibir, en los acontecimientos del mundo, los
signos de la presencia de Dios, Padre Hijo y Espíritu Santo; nos conceda amar
al Señor Jesús con todo el corazón, para caminar hacia la visión de la
Trinidad, meta maravillosa a la cual tiende nuestra vida. Le pedimos también que
ayude a la Iglesia a ser misterio de comunión y comunidad hospitalaria, donde
toda persona, especialmente pobre y marginada, pueda encontrar acogida y
sentirse hija de Dios, querida y amada.
Papa Francisco. Regina Coeli. 27
de mayo de 2018.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, domingo después de Pentecostés, celebramos la
fiesta de la Santísima Trinidad. Una fiesta para contemplar y alabar el
misterio del Dios de Jesucristo, que es Uno en la comunión de tres Personas: el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Para celebrar con asombro siempre nuevo
Dios-Amor, que nos ofrece gratuitamente su vida y nos pide difundirla en el
mundo.
La lecturas bíblicas de hoy nos hacen entender que
Dios no quiere tanto revelarnos que Él existe, sino más bien que es el «Dios
con nosotros», cerca de nosotros, que nos ama, que camina con nosotros, está
interesado en nuestra historia personal y cuida de cada uno, empezando por los
más pequeños y necesitados. Él «es Dios allá arriba en el cielo» pero también
«aquí abajo en la tierra» (cf. Deuteronomio 4, 39). Por tanto, nosotros no
creemos en una entidad lejana, ¡no! En una entidad indiferente, ¡no! Sino, al
contrario, en el Amor que ha creado el universo y ha generado un pueblo, se ha
hecho carne, ha muerto y resucitado por nosotros, y como Espíritu Santo todo
transforma y lleva a plenitud.
San Pablo (cf. Romanos 8, 14-17), que en primera
persona ha experimentado esta transformación realizada por el Dios-Amor, nos
comunica su deseo de ser llamado Padre, es más «Papá» —Dios es «nuestro Papá»—,
con la total confianza de un niño que se abandona en los brazos de quien le ha
dado la vida. El Espíritu Santo —recuerda el apóstol— actuando en
nosotros hace que Jesucristo no se reduzca a un personaje del pasado, no, sino
que lo sentimos cerca, nuestro contemporáneo, y experimentamos la alegría de
ser hijos amados por Dios. Finalmente, en el Evangelio, el Señor resucitado
promete permanecer con nosotros para siempre. Y precisamente gracias a esta
presencia suya y a la fuerza de su Espíritu podemos realizar con serenidad la
misión que Él nos confía. ¿Cuál es la misión? Anunciar y testimoniar a todos su
Evangelio y así dilatar la comunión con Él y la alegría que se deriva. Dios,
caminando con nosotros, nos llena de alegría y la alegría es un poco el primer
lenguaje del cristiano. Por tanto, la fiesta de la Santísima Trinidad nos
hace contemplar el misterio de Dios que incesantemente crea, redime y
santifica, siempre con amor y por amor, y a cada criatura que lo acoge le da la
posibilidad de reflejar un rayo de su belleza, bondad y verdad. Él desde
siempre ha elegido caminar con la humanidad y formar un pueblo que sea
bendición para todas las naciones y para cada persona, ninguna excluida. El
cristiano no es una persona aislada, pertenece a un pueblo: este pueblo que
forma Dios. No se puede ser cristiano sin tal pertenencia y comunión. Nosotros
somos pueblo: el Pueblo de Dios. Que la Virgen María nos ayude a cumplir con
alegría la misión de testimoniar al mundo, sediento de amor, que el sentido de
la vida es precisamente el amor infinito, el amor concreto del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo.
Papa Francisco. Regina Coeli. 30 de mayo de 2021.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En esta fiesta en la que celebramos a Dios: el
misterio de un único Dios y este Dios es el Padre y el Hijo y el Espíritu
Santo. ¡Tres personas, pero Dios es uno! El Padre es Dios, el Hijo es Dios, el
Espíritu es Dios. Pero no son tres dioses: es un solo Dios en tres Personas. Es
un misterio que nos ha revelado Jesucristo: la Santa Trinidad. Hoy nos
detenemos a celebrar este misterio, porque las Personas no son adjetivaciones
de Dios: no. Son Personas, reales, distintas, diferentes; no son —como decía aquel
filósofo— “emanaciones de Dios”: ¡no, no! Son Personas. Está el Padre, al
que rezo con el Padrenuestro; está el Hijo que me ha dado la redención, la
justificación; está el Espíritu Santo que habita en nosotros y habita en la
Iglesia. Y este nos habla al corazón, porque lo encontramos encerrado en
esa frase de san Juan que resume toda la revelación: «Dios es amor» (1Jn
4,8.16). El Padre es amor, el Hijo es amor, el Espíritu Santo es amor. Y en
cuanto es amor, Dios, aunque es uno y único, no es soledad sino comunión, entre
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Porque el amor es esencialmente don de
sí mismo, y en su realidad originaria e infinita es Padre que se da generando
al Hijo, que a su vez se da al Padre, y su amor mutuo es el Espíritu Santo,
vínculo de su unidad. No es fácil entenderlo, pero se puede vivir este
misterio; todos nosotros; se puede vivir tanto.
Este misterio de la Trinidad nos fue desvelado por
el mismo Jesús. Él nos hizo conocer el rostro de Dios como Padre
misericordioso; se presentó a Sí mismo, verdadero hombre, como Hijo de Dios y
Verbo del Padre, Salvador que da su vida por nosotros y habló del Espíritu
Santo que procede del Padre y del Hijo, Espíritu de la Verdad, Espíritu
Paráclito —el domingo pasado hablamos de esta palabra “paráclito”— es decir,
Consolador y Abogado. Y cuando Jesús se apareció a los apóstoles después de la
Resurrección, Jesús los mandó a evangelizar «a todas las gentes, bautizándolas
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19).
La fiesta de hoy, pues, nos hace contemplar este
maravilloso misterio de amor y luz del que procedemos y hacia el cual se
orienta nuestro camino terrenal.
En el anuncio del Evangelio y en toda forma de la
misión cristiana, no se puede prescindir de esta unidad a la que llama Jesús,
entre nosotros, siguiendo la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo:
no se puede prescindir de esta unidad. La belleza del Evangelio requiere ser
vivida —la unidad— y testimoniada en la concordia entre nosotros, que somos tan
diferentes. Y esta unidad me atrevo a decir que es esencial para el cristiano:
no es una actitud, una forma de decir: no, es esencial, porque es la unidad que
nace del amor, de la misericordia de Dios, de la justificación de Jesucristo y
de la presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones.
María Santísima, en su sencillez y humildad,
refleja la Belleza de Dios Uno y Trino, porque recibió plenamente a Jesús en su
vida. Que ella sostenga nuestra fe; que nos haga adoradores de Dios y
servidores de nuestros hermanos.
Benedicto XVI. Regina Coeli. 11 de
junio de 2006.
Queridos hermanos y hermanas:
En este domingo, que sigue a Pentecostés,
celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad. Gracias al Espíritu Santo,
que ayuda a comprender las palabras de Jesús y guía a la verdad completa (cf.
Jn 14, 26; 16, 13), los creyentes pueden conocer, por decirlo así, la intimidad
de Dios mismo, descubriendo que él no es soledad infinita, sino comunión de
luz y de amor, vida dada y recibida en un diálogo eterno entre el Padre y el
Hijo en el Espíritu Santo, como dice san Agustín, Amante, Amado y Amor.
En este mundo nadie puede ver a Dios, pero él mismo
se dio a conocer de modo que, con el apóstol san Juan, podemos afirmar: "Dios es amor" (1 Jn 4, 8.
16), "hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en
él" (Deus caritas est, 1; cf. 1 Jn 4, 16). Quien se encuentra con
Cristo y entra en una relación de amistad con él, acoge en su alma la misma
comunión trinitaria, según la promesa de Jesús a los discípulos: "Si alguno me ama, guardará mi Palabra,
y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada en él" (Jn 14,
23).
Todo el universo, para quien tiene fe, habla de
Dios uno y trino. Desde los espacios interestelares hasta las partículas
microscópicas, todo lo que existe remite a un Ser que se comunica en la
multiplicidad y variedad de los elementos, como en una inmensa sinfonía. Todos
los seres están ordenados según un dinamismo armonioso, que analógicamente
podemos llamar "amor". Pero sólo en la persona humana, libre y
racional, este dinamismo llega a ser espiritual, llega a ser amor responsable,
como respuesta a Dios y al prójimo en una entrega sincera de sí. En este amor,
el ser humano encuentra su verdad y su felicidad. Entre las diversas
analogías del misterio inefable de Dios uno y trino que los creyentes pueden
vislumbrar, quisiera citar la de la familia, la cual está llamada a ser una
comunidad de amor y de vida, en la que la diversidad debe contribuir a formar
una "parábola de comunión".
Obra maestra de la santísima Trinidad, entre todas
las criaturas, es la Virgen María: en su
corazón humilde y lleno de fe Dios se preparó una morada digna para realizar el
misterio de la salvación. El Amor divino encontró en ella una correspondencia
perfecta, y en su seno el Hijo unigénito se hizo hombre. Con confianza filial
dirijámonos a María, para que, con su ayuda, progresemos en el amor y hagamos
de nuestra vida un canto de alabanza al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo.
Benedicto XVI. Regina Coeli. 7 de
junio de 2009.
Queridos hermanos y hermanas:
Después del tiempo pascual, que culmina en la
fiesta de Pentecostés, la liturgia prevé estas tres solemnidades del Señor:
hoy, la Santísima Trinidad; el jueves próximo, el Corpus Christi,
que en muchos países, entre ellos Italia, se celebrará el domingo próximo; y,
por último, el viernes sucesivo, la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.
Cada una de estas celebraciones litúrgicas subraya una perspectiva desde la
que se abarca todo el misterio de la fe cristiana; es decir,
respectivamente, la realidad de Dios uno y trino, el sacramento de la Eucaristía
y el centro divino-humano de la Persona de Cristo. En verdad, son
aspectos del único misterio de salvación, que en cierto sentido resumen todo el
itinerario de la revelación de Jesús, desde la encarnación, la muerte y la
resurrección hasta la ascensión y el don del Espíritu Santo.
Hoy contemplamos la Santísima Trinidad tal como nos
la dio a conocer Jesús. Él nos reveló que Dios es amor "no
en la unidad de una sola persona, sino en la trinidad de una sola
sustancia" (Prefacio): es Creador y Padre misericordioso; es Hijo
unigénito, eterna Sabiduría encarnada, muerto y resucitado por nosotros; y,
por último, es Espíritu Santo, que lo mueve todo, el cosmos y la
historia, hacia la plena recapitulación final. Tres Personas que son un solo
Dios, porque el Padre es amor, el Hijo es amor y el Espíritu es amor. Dios es
todo amor y sólo amor, amor purísimo, infinito y eterno. No vive en una
espléndida soledad, sino que más bien es fuente inagotable de vida que se
entrega y comunica incesantemente.
Lo podemos intuir, en cierto modo, observando tanto
el macro-universo —nuestra tierra, los planetas, las estrellas, las galaxias—
como el micro-universo —las células, los átomos, las partículas elementales—.
En todo lo que existe está grabado, en cierto sentido, el "nombre" de
la Santísima Trinidad, porque todo el ser, hasta sus últimas partículas, es ser
en relación, y así se trasluce el Dios-relación, se trasluce en última
instancia el Amor creador. Todo proviene del amor, tiende al amor y se mueve
impulsado por el amor, naturalmente con grados diversos de conciencia y
libertad.
"¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu
nombre en toda la tierra!" (Sal 8, 2), exclama el salmista. Hablando del
"nombre", la Biblia indica a Dios mismo, su identidad más verdadera,
identidad que resplandece en toda la creación, donde cada ser, por el mismo
hecho de existir y por el "tejido" del que está hecho, hace
referencia a un Principio trascendente, a la Vida eterna e infinita que se
entrega; en una palabra, al Amor. "En él —dijo san Pablo en el Areópago de
Atenas— vivimos, nos movemos y existimos" (Hch 17, 28). La prueba más
fuerte de que hemos sido creados a imagen de la Trinidad es esta: sólo el amor
nos hace felices, porque vivimos en relación, y vivimos para amar y ser
amados. Utilizando una analogía sugerida por la biología, diríamos que el
ser humano lleva en su "genoma" la huella profunda de la Trinidad, de
Dios-Amor.
La Virgen María, con su dócil humildad, se
convirtió en esclava del Amor divino: aceptó la voluntad del Padre y concibió
al Hijo por obra del Espíritu Santo. En ella el Omnipotente se construyó un
templo digno de él, e hizo de ella el modelo y la imagen de la Iglesia,
misterio y casa de comunión para todos los hombres. Que María, espejo de la
Santísima Trinidad, nos ayude a crecer en la fe en el misterio trinitario.
Benedicto XVI. Regina Coeli. 3 de
junio de 2012.
Queridos hermanos y hermanas:
No encuentro palabras para dar las gracias por esta
fiesta de Dios, por esta comunión de la familia de Dios que somos nosotros. Al
final de esta celebración, nuestra acción de gracias se dirige a Dios que nos
ha donado esta gran experiencia eclesial. Por mi parte, expreso mi
agradecimiento a todos los que han trabajado para este evento, comenzando por
el cardenal Ennio Antonelli, presidente del Consejo pontificio para la familia
—¡gracias, eminencia!—, y el cardenal Angelo Scola, arzobispo de Milán —¡gracias!—.
También por este hermoso templo de Dios que nos ha dado. Doy las gracias a
todos los responsables de la organización y a todos los voluntarios. Y me
alegra anunciar que el próximo Encuentro mundial de las familias tendrá lugar
en 2015, en Filadelfia, Estados Unidos. Saludo al arzobispo de Filadelfia,
monseñor Charles Chaput, y le agradezco desde ahora la disponibilidad que ha
ofrecido.
Saludo afectuosamente a las familias de lengua
francesa y sobre todo a las que han venido a Milán. Encomiendo a todas las
familias a la Sagrada Familia de Nazaret para que sean lugares donde se
desarrolle la vida, familias donde Dios encuentre su lugar. Hoy participo
también espiritualmente en la alegría de los fieles de la archidiócesis de
Besançon que están reunidos para la celebración de la beatificación del padre
Marie Jean-Joseph Lataste, sacerdote de la Orden de Predicadores, apóstol de la
misericordia y «apóstol de las cárceles». Me siento feliz de anunciar que el
próximo Encuentro mundial de las familias tendrá lugar en la ciudad de
Filadelfia, Estados Unidos, en 2015. Que por la intercesión de la Virgen María
abráis vuestro corazón y vuestros hogares a Cristo.
Al concluir esta celebración dirigiéndonos en
oración a la Virgen María, quiero extender mi agradecimiento a todos los que
han contribuido al éxito de este Encuentro mundial de las familias,
especialmente al cardenal Ennio Antonelli, presidente del Consejo pontificio
para la familia, al cardenal Angelo Scola, a la archidiócesis y a la ciudad de
Milán, y a las numerosas personas de Italia y de otras partes que han orado y
trabajado duramente para que este encuentro fuera un tiempo de gracia para
todos. Ahora tengo la alegría de anunciar que el próximo Encuentro mundial de
las familias tendrá lugar en 2015 en Filadelfia, Estados Unidos. Dirijo mi
cordial saludo al arzobispo Charles Chaput y a los católicos de esa gran
ciudad, y espero encontrarme allí con numerosas familias de todo el mundo. Que
Dios os bendiga a todos.
Saludo cordialmente a todos los peregrinos y
familias de los países de lengua alemana. Os agradezco vuestra participación en
este Encuentro mundial de las familias en Milán. Sabemos que la familia es de
importancia vital para la sociedad. Según el plan divino de la creación es el
lugar preferido donde el hombre crece y puede aprender cómo ser hombre
rectamente. Su contribución al desarrollo integral del hombre es insustituible.
Por tanto, hagamos todo lo posible para crear también un clima propicio para la
familia y roguemos para que haya buenas familias y para que estén unidas. Desde
ahora os invito al próximo Encuentro mundial de las familias en Filadelfia, en
2015. Que el Señor bendiga y custodie a las familias y a todos nosotros.
Saludo con particular afecto a los fieles de lengua
española, que con gran entusiasmo participan en este Encuentro mundial de las
familias, así como a aquellos que se unen espiritualmente al mismo a través de
los medios de comunicación. Que la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, haga crecer a todos interiormente en la sabiduría del amor y de
la entrega, de modo que siguiendo el ejemplo de la Virgen María, modelo
perfecto de hija, madre y esposa, los hogares sean cada vez más templos de Dios
y verdaderas Iglesias domésticas por la copiosidad de sus virtudes y la belleza
de la mutua unión y la constante fidelidad. Con alegría os anuncio que el
próximo Encuentro mundial de las familias de 2015 tendrá lugar en la ciudad de
Filadelfia, en los Estados Unidos de América. ¡Feliz domingo!
Saludo a las familias de los diversos países de
lengua portuguesa, aquí presentes o en comunión con nosotros, recordando a
todas la mirada de la Trinidad divina que, desde la aurora de la creación, se
posó sobre la obra realizada y se alegró de ella: «¡Era muy buena!». Queridas
familias, sois la obra y la fiesta de Dios. Reservando el domingo para Dios,
haced fiesta con Dios y descansad juntos en la Fuente de donde brota la vida
para construir el presente y el futuro. Las fuerzas divinas son más poderosas que
vuestras dificultades. ¡No tengáis miedo! Sed fuertes con Dios. Con alegría os
anuncio que el próximo Encuentro mundial será en 2015 en la ciudad
estadounidense de Filadelfia.
Saludo cordialmente a las familias polacas
presentes aquí en Milán y a las que se unen a nosotros a través de los medios
de comunicación. Que los temas tratados en estos días, «Familia, trabajo y
fiesta», refuercen en vosotros el amor, la fidelidad y la honestidad conyugal,
alienten a los jóvenes para que deseen “ser” más bien que “tener”, para que
ayuden a todos a vivir el domingo como encuentro con Cristo, en la alegría de
la fiesta de familia. Para el próximo Encuentro mundial de las familias os invito
a Filadelfia en Estados Unidos —Dios mediante— dentro de tres años. Encomiendo
a todas vuestras familias a María, Reina de las familias.
Queridas familias milanesas, lombardas, italianas y
del mundo entero, os saludo a todas con afecto y os agradezco vuestra
participación. Os animo a ser siempre solidarias con las familias que
atraviesan mayores dificultades; pienso en la crisis económica y social; pienso
en el reciente terremoto en Emilia Romaña. Que la Virgen María os acompañe y os
sostenga siempre.
Gracias.
Francisco. Catequesis. Vicios y
virtudes. 19. La caridad.
Queridos hermanos y hermanas,
¡buenos días!
Hoy vamos a hablar de la tercera
virtud teologal, la caridad. Las otras dos, recordamos, eran la fe y la
esperanza: hoy hablaremos de la tercera, la caridad. Es el culmen de todo el
itinerario que hemos recorrido con las catequesis sobre las virtudes. Pensar
en la caridad ensancha inmediatamente el corazón, la mente corre hacia las
inspiradas palabras de San Pablo en la Primera Carta a los Corintios. Como
conclusión de ese maravilloso himno, San Pablo cita la tríada de las virtudes
teologales y exclama: “En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y
el amor. La más grande es el amor” (1 Co 13,13). Pablo dirige estas palabras a
una comunidad que distaba mucho de ser perfecta en el amor fraterno: los
cristianos de Corinto eran más bien pendencieros, había divisiones internas,
había quienes pretendían tener siempre la razón y no escuchaban a los demás,
considerándolos inferiores. A ellos Pablo les recuerda que la ciencia engríe,
mientras que la caridad edifica (cf. 1 Co 8,1). A continuación, el Apóstol
recoge un escándalo que afecta incluso al momento de mayor unidad de una
comunidad cristiana, a saber, la "Cena del Señor", la celebración de
la Eucaristía: incluso allí hay divisiones, y hay quien aprovecha para comer y
beber excluyendo a los que no tienen nada (cf. 1 Co 11,18-22). Frente a esto,
Pablo pronuncia un juicio severo: "Así pues, cuando se reúnen, lo suyo ya
no es comer la cena del Señor" (v. 20): ustedes tienen otro ritual, que es
pagano. No es la cena del Señor.
Quién sabe, tal vez nadie en la
comunidad de Corinto pensara que había pecado y aquellas duras palabras del
Apóstol sonaban un poco incomprensibles para ellos. Probablemente todos estaban
convencidos de que eran buenas personas y, al ser interrogados sobre el amor,
habrían respondido que el amor era, sin duda, un valor muy importante para
ellos, al igual que la amistad y la familia. Incluso hoy en día, el amor
está en boca de muchos, está en la boca de muchos; en la boca de muchos
"influencers" y en los estribillos de muchas canciones. Se habla
tanto del amor, pero ¿qué cosa es el amor?
"¿Pero el otro amor?",
parece preguntar Pablo a sus cristianos de Corinto. No el amor que sube, sino
el que baja; no el que quita, sino el que da; no el que aparece, sino el que
está oculto. A Pablo le preocupa que en Corinto -como también entre nosotros
hoy- haya confusión y que, de la virtud teologal del amor, la que viene solo de
Dios, en realidad no haya ni rastro. Y si incluso de palabra todos aseguran que
son buenas personas, que aman a su familia y a sus amigos, en realidad saben
muy poco del amor de Dios.
Los cristianos de la antigüedad
tenían varias palabras griegas para definir el amor. Finalmente, surgió la
palabra "ágape", que normalmente traducimos por "caridad".
Porque, en realidad, los cristianos son capaces de todos los amores del mundo:
también ellos se enamoran, más o menos como le ocurre a todo el mundo.
También experimentan la bondad de la amistad. Asimismo, experimentan el amor a
la patria y el amor universal a toda la humanidad. Pero hay un amor más grande,
un amor que viene de Dios y se dirige a Dios, que nos empuja a amar a Dios, a
convertirnos en sus amigos, y nos impulsa a amar al prójimo como Dios lo ama,
con el deseo de compartir la amistad con Dios. Este amor, por causa de
Cristo, nos lleva a donde humanamente no iríamos: es amor por los pobres,
por lo que no es amable, por los que no nos quieren y no son agradecidos. Es
amor por lo que nadie amaría; incluso por el enemigo. Incluso por el
enemigo. Esto es "teologal", esto viene de Dios, es obra del
Espíritu Santo en nosotros.
Jesús predica, en el Sermón de
la Montaña: “Si aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? También los
pecadores aman a los que los aman. Y si hacen bien solo a los que les hacen
bien, ¿qué mérito tienen? También los pecadores hacen lo mismo” (Lc 6,32-33). Y
concluye: "Por el contrario, amen a sus enemigos - nosotros estamos
acostumbrados a hablar mal de los enemigos- hagan el bien y presten sin esperar
nada, con generosidad, y será grande su recompensa y serán hijos del Altísimo,
porque él es bueno con los malvados y desagradecidos” (v. 35). Recordemos esto:
“amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada”. No lo
olvidemos.
En estas palabras, el amor se
revela como una virtud teologal y toma el nombre de "caridad". El
amor es caridad. Enseguida nos damos cuenta de que es un amor difícil,
incluso imposible de practicar si no se vive en Dios. Nuestra naturaleza
humana nos hace amar espontáneamente lo que es bueno y bello. En nombre de un
ideal o de un gran afecto podemos incluso ser generosos y realizar actos
heroicos. Pero el amor de Dios va más allá de estos criterios. El amor
cristiano abraza lo que no es amable, ofrece el perdón- cuan difícil es
perdonar: cuanto amor hace falta para perdonar: El amor cristiano bendice a
los que maldicen, y estamos acostumbrados ante un insulto, una maldición, a
responder con otro insulto, con otra maldición. Es un amor tan audaz que parece
casi imposible, y sin embargo es lo único que quedará de nosotros. El amor
es la “puerta estrecha” por la que debemos pasar para entrar en el Reino
de Dios. Porque al atardecer de la vida no seremos juzgados por el amor
genérico, sino juzgados precisamente por la caridad, por el amor que hemos dado
concretamente. Y Jesús nos dice esto tan bello: "En verdad les digo que
cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo
hicieron" (Mt 25,40). Esta es la cosa bella, la cosa grande del amor.
¡Adelante y ánimo!
MISA DE NIÑOS. CORPUS
CHRISTI.
Monición de entrada.
Buenos días.
Hoy es la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Jesús.
Él, en la Última Cena, dijo a los apóstoles que
repitieran lo mismo que Él había hecho.
Además hoy los cristianos colocamos el pan, que es Jesús,
en la custodia, para que así rezarle y llevarlo en procesión por la iglesia.
Señor, ten
piedad.
Tú que estás con nosotros en la comunión. Señor, ten
piedad.
Tú que nos alimentas en la comunión. Cristo, ten piedad.
Tú que nos ayudas en la comunión. Señor, ten piedad.
Peticiones.
-Por el Papa Francisco, para que no le falte nunca tu
alimento. Te lo pedimos Señor.
-Por todos los cristianos para que formemos una sola
familia. Te lo pedimos Señor.
-Por Cáritas, que ayuda a los pobres, para que siga
ayudándonos a querer a los pobres. Te lo pedimos, Señor.
-Por las niñas y los niños que no tienen comida, para que
los queramos. Te lo pedimos, Señor.
-Por las niñas y los niños que están tomando la Primera
Comunión, para que sean siempre tus amigos. Te lo pedimos, Señor.
-Por nosotros para que siempre queramos recibir a Jesús
en la comunión... Te lo pedimos Señor.
Acción de gracias.
Virgen María, hoy
vamos a hacer lo que tu hiciste cuando tenías a Jesús en la tripa. Vamos a
llevar a Jesús por la iglesia en la custodia. Cuando lo vemos le diremos que
queremos que esté siempre en nuestro corazón.
EXPERIENCIA.
Mira el vídeo sin
sonido https://www.youtube.com/watch?v=HTud082tLXE
Cierra los ojos: ¿qué
te sugieren las imágenes?
Escoge una de ellas, la
que más te sugiera, realiza una copia de
pantalla, piensa en un título, guárdala.
Vuelve a conectar el
vídeo. Escúchalo con los ojos cerrados.
Escoge 2-3 frases,
piensa en ellas.
REFLEXIÓN.
Lee el evangelio de este
domingo.
X Lectura del santo evangelio según
san Mateo 28, 16-20 .
En aquel tiempo, los once
discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al
verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les
dijo:
-Se me ha dado pleno poder
en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos,
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo;
enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el fin de los tiempos.
Imagina la escena: un valle
verde, rebosante de trigo esperando la cosecha, una montaña, el mar de Galilea
a los pies; los Once esperando toda la mañana, el mediodía y al atardecer,
entre los rayos del sol Jesús, unos se arrodillan, otros permanecen indiferentes,
llenos de dudas; Jesús se acerca a todos, les habla. ¿Con quiénes de los Once
te sientes más cómodo? ¿Con los que dudan o con los que creen?
Imagínate allí. Jesús se
acerca, confía en ti, estés de pie o de rodillas, con el corazón abierto o
dubitativo. Escucha la Palabra de Jesús dirigida a ti. De nuestra madre la
Iglesia, a través de los sacerdotes, has recibido el bautismo. Este es un don
gratuito, gratis. A ti te corresponde enseñar en los Juniors, la catequesis,
allí donde te encuentres, que hay otra forma de vida, donde hay primacía del amor
y de la otra persona.
Es difícil ser diferente,
pensar de manera diferente a quienes colocan los propios intereses a los de
Jesús, díselo. Él siempre está con nosotros. Concreta lo que él nos ha mandado
en una de las frases del vídeo.
COMPROMISO.
Busca la imagen que has guardado, recórtala y
envíala a una persona que aprecies.
CELEBRACIÓN.
Este cuadro representa
a la Santísima Trinidad. Reza el Padrenuestro mirándolo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario