martes, 21 de mayo de 2024

207. Santísima Trinidad. 26 de mayo de 2024.

 


Primera lectura.

Lectura del libro del Deuteronomio 4, 32-34.39-40

Moisés habló al pueblo diciendo:

-Pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra; pregunta desde un extremo al otro del cielo, ¿sucedió jamás algo tan grande como esto o se oyó cosa semejante? ¿Escuchó algún pueblo, como tú has escuchado, la voz de Dios, hablando desde el fuego, y ha sobrevivido? ¿Intentó jamás algún dios venir a escogerse una nación entre las otras mediante pruebas, signos, prodigios y guerras y con mano fuerte y brazo poderoso, con terribles portentos, como todo lo que hizo el Señor, vuestro Dios, con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos? Así pues, reconoce hoy, y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Observa los mandatos y preceptos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos, después de ti, y se prolonguen tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre.

 

Textos paralelos.

 ¿Hay algún pueblo que haya oído como tú has oído la voz del Dios vivo?

Dt 4, 7: Pues ¿qué nación grande tiene un dios tan cercano como está el Señor, nuestro Dios, cuando lo invocamos?

Ex 33, 20: Pero mi rostro no lo puedes ver, porque nadie puede verlo y quedar con vida.

Dt 7, 6: Porque tú eres un pueblo consagrado al Señor, tu Dios; él te eligió para que fueras entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad.

¿Algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación?

Jr 32, 21: Sacaste de Egipto a tu pueblo, Israel, con prodigios y portentos, con mano fuerte y brazo extendido, y con gran terror.

Sal 40, 6: ¡Cuántas maravillas has hecho tú, Señor Dios mío, cuántos planes en favor nuestro! Eres incomparable.

Yahvé es el Dios allá arriba.

Dt 6, 4: Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es solamente uno.

1 Re 8, 23: Y dijo: “¡Señor, Dios de Israel! Ni arriba en el cielo ni abajo en la tierra hay un Dios como tú, fiel a la alianza con tus vasallos, si proceden de todo corazón como tú quieres.

2 Cro 20, 6: Señor, Dios de nuestros padres. ¿No eres tú el Dios del cielo, el que gobierna los reinos de la tierra, lleno de fuerza y de poder, al que nadie puede resistir?

No hay otro.

Sal 83, 19: Y reconozcan que tu nombre es Señor, solo tú Soberano de toda la tierra.

Prolongues tus días en la tierra.

Is 65, 20: Ya no habrá allí niños malogrados ni adultos que no colmen sus años, pues será joven el que muera a los cien años, y el que no los alcance se tendrá por maldito.

Za 8, 4: Así dice el Señor de los ejércitos: Otra vez se sentarán ancianos y ancianas en las calles de Jerusalén, y habrá hombres tan ancianos, que se apoyen en cayados.

 

Notas exegéticas.

4 32 Este pasaje es el único del Dt en que Dios es reconocido como creador, algo que encontramos ya en Amós 4, 13 y, sobre todo, en el Deuteroisaías (Is 40, 28), así como en la tradición sacerdotal (Gn 1, 1).

4 33 “vivo” griego; omitido por hebreo.

 

Salmo responsorial

Salmo 33 (32), 4-6.9.18-20.22

 

Dichoso el pueblo que el señor

se escogió como heredad. R/.

La palabra del Señor es sincera,

y todas sus acciones son leales;

él ama la justicia y el derecho,

y su misericordia llena la tierra.  R/.

 

La palabra del Señor hizo el cielo;

el aliento de su boca, sus ejércitos.

Porque él lo dijo y existió,

él lo mandó y todo fue creado. R/.

 

Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,

en los que esperan en su misericordia,

para librar sus vidas de la muerte

y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.

 

Nosotros aguardamos al Señor:

él es nuestro auxilio y escudo.

Que tu misericordia, Señor,

venga sobre nosotros,

como lo esperamos de ti. R/.

 

 

Textos paralelos.

Es recta la palabra de Yahvé.

Dt 32, 4: Él es la Roca, sus obras son perfectas, sus caminos son justos; es un Dios fiel, sin maldad, es justo y recto.

Sal 89, 15: Justicia y Derecho sostienen tu trono, Lealtad y Fidelidad se presentan ante ti.

Del amor de Yahvé está llena la tierra.

Sal 119, 65: Trataste bien a tu siervo, Señor, según tu palabra.

Por la palabra de Yahvé fueron hechos los cielos.

Gn 2, 1: Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y sus muchedumbres.

Jn 1, 1: Al principio ya existía la Palabra y la Palabra se dirigía a Dios y la Palabra era Dios.

Pues él habló y así fue.

Gn 1, 3: Dijo Dios: Que exista la luz. Y la luz existió.

Is 58, 13-14b: Si detienes los pies el sábado, y no traficas en mi día santo; si llamas al sábado tu delicia, y honras el día consagrado al Señor; si lo honras absteniéndote de viajes, de buscar tu interés, de tratar tus negocios, entonces el Señor será tu delicia.

Sal 148, 5: Alaben el nombre del Señor, porque él lo mandó y quedaron creados.

Los ojos de Yahvé sobre sus adeptos.

Sal 32, 8: Te instruiré, te señalaré el camino que has de seguir te aconsejaré, fijaré en ti mis ojos; cuando llegue la tribulación, no se acercará a ti.

Sal 34, 16: El Señor está cerca de los atribulados y salva a los abatidos.

Él es nuestra ayuda y nuestro escudo.

Sal 115, 9: Israel, confía en el Señor; él es su auxilio y escudo.

 

Notas exegéticas.

33 9 Los tiempos empleados en hebreo remiten al primer acto creador; pero también a la actividad de Yahvé en el momento presente.

33 18 Lit: “los que le temen”.

 

Segunda lectura.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 14-18

Hermanos:

Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: “¡Abba, Padre!”. Ese mismo Espíritu da testimonio, a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo; de modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con él.

 

Textos paralelos.

 Todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.

Ga 4, 4-8: Pero cuando se cumplió el plazo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley; para que rescatase a los súbditos de la ley y nosotros recibiéramos la condición de hijos. Y como sois hijos, Dios infundió en vuestro corazón el Espíritu de su Hijo que clama Abba Padre. De modo que no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres heredero por disposición de Dios. Antes, cuando no conocíais a Dios, venerabais a los que realmente no son dioses.

Vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor de Dios.

Ga 5, 18: Pero si os guía el Espíritu, no estáis sometidos a la ley.

Jn 1, 12: Pero a los que la recibieron los hizo capaces de ser hijos de Dios: a los que creen en él.

Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos.

Jn 15, 15: Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace el amo. A vosotros os llamo amigos porque os comuniqué cuánto escuché a mi Padre.

1 Jn 4, 18: En el amor no cabe el temor, antes bien, el amor desaloja el temor. Pues el temor se refiere al castigo, y quien teme no ha alcanzado un amor perfecto.

El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu.

1 Jn 5, 5: ¿Quién vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?

Ga 4, 6: Y como sois hijos, Dios infundió en vuestro corazón el Espíritu de su Hijo que clama Abba Padre.

Herederos de Dios.

Ga 3, 16: Ahora bien, las promesas se le hicieron a Abrahán y a su descendencia: no dice descendientes en plural, sino en singular y a tu descendiente, que es Cristo.

Ga 3, 26-29: Por la fe en Cristo Jesús todos sois hijos de Dios. Los que os habéis bautizado consagrándoos a Cristo os habéis revestido de Cristo. Ya no se distinguen judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, pues con Cristo Jesús todos sois uno.

Ap 21, 7: El vencedor heredará todo esto. Yo seré su Dios y él será mi hijo.

Ser también con él glorificados.

Lc 22, 28-30: Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en las pruebas, y yo os encomiendo el reino como mi Padre me lo encomendó: para que comáis y bebáis y os sentéis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel.

Lc 24, 26: ¿No tenía que padecer eso para entrar en la gloria?

Flp 3, 10-11: ¡Oh! conocerle a él y el poder de su resurrección y la participación en sus sufrimientos; configurarme con su muerte para ver si alcanzo la resurrección de la muerte.

1 P 4, 13: Por tanto, ceñidos mentalmente y sobrios, esperad de lleno esa gracia que se os concederá cuando se revele Jesucristo.

 

Notas exegéticas.

8 14 Mas que simple “maestro interior”, el Espíritu es el principio de una vida propiamente divina en Cristo.

8 15 La misma oración de Cristo en Getsemaní, Mc 14, 36. El término arameo “Abbá” expresa una intimidad filial, llena de familiaridad y ternura, entre Jesús y su padre. Es posible que Pablo aluda al comienzo del Padrenuestro en la tradición lucana (Lc 11, 2).

8 16 O (Vulgata): “testifica a nuestro espíritu”.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Mateo 28, 16-20 .

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

-Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos.

 

Textos paralelos.

Al verlo, lo adoraron, si bien algunos dudaron.

Mt 8, 10: Al oírlo, Jesús se admiró y dijo a los que lo seguían: Os lo aseguro, una fe semejante no la he encontrado en ningún israelita.

Me ha sido dado todo poder en el cielo.

2 Cro 36, 23: Ciro, rey de Persia, decreta: El Señor, Dios del cielo, me ha entregado todos los reinos de la tierra y me ha encargado construirle un templo en Jerusalén de Judá. Todos, los de este pueblo que viven entre nosotros pueden volver. Y que el Señor, su Dios, esté con ellos.

Dn 7, 14: Le dieron poder real y domino: todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.

Jn 3, 35: El Padre ama al Hijo y todo lo que pone en sus manos.

Mc 16, 15-16: Id por todo el mundo proclamando la buena noticia a toda la humanidad. Quien crea y se bautice se salvará; quien no crea se condenará.

Lc 24, 47: Que en su nombre se predicaría penitencia y perdón de pecados a todas las naciones, empezando por Jerusalén.

Hch 2, 38: Pedro les contestó: arrepentíos, bautizaos cada uno invocando el nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Hch 1, 8: Pero recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis testigos míos en Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo.

Enseñando a guardar todo lo que yo os he mandado.

Dt 34, 9: Josué, hijo de Nun, poseía grandes dotes de prudencia, porque Moisés le había impuesto las manos. Los israelitas le obedecieron e hicieron lo que el Señor había mandado a Moisés.

Jos 22, 2: Y les dijo: Obedecisteis las órdenes de Moisés, siervo del Señor, y a mí también me habéis obedecido en lo que os he mandado.

Yo estaré con vosotros día tras día.

Nm 35, 34: No contaminéis la tierra en que vivís y en la que yo habito. Porque yo, el Señor, habito en medio de los israelitas.

Mt 1, 23: Mira, la virgen está encinta, dará a luz a un hijo que se llamará Emanuel (que significa Dios-con-nosotros).

Mt 18, 20: El joven le dijo: Todo eso lo he cumplido, ¿qué me queda por hacer?

Jn 14, 18-21: No os dejo huérfanos, volveré a visitaros. Dentro de poco el mundo ya no me verá; vosotros, en cambio, me veréis, porque yo vivo y vosotros viviréis. Aquel día comprenderéis que yo estoy en el Padre y vosotros en mí y yo en vosotros. Quien conserva y guarda mis mandamientos, ese sí que me ama. A quien me ama lo amará mi Padre, lo amaré yo y me manifestaré a él.

Dn 2, 44: Durante esos reinados, el Dios del cielo suscitará un reino que nunca será destruido ni su dominio pasará a otro, sino que destruirá y acabará con todos los demás reinos, pero él durará por siembre.

Dn 12, 12: Dichoso el que aguarde hasta que pasen mi trescientos treinta y cinco días.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén

28 16 Monte imposible de identificar, aunque puede ser que Mt se refiera al monte de la Tentación (4, 8) o al de la Transfiguración (17, 1).

28 17 Otra traducción menos autorizada por la gramática: “ellos que habían dudado”. – Sobre estas dudas que Mt tiene que mencionar aquí por no haber narrado otra aparición a los discípulos, ver Mc 16, 1.14.

28 18 En estas últimas instrucciones de Jesús, con la promesa que les sigue, está condensada la misión de la Iglesia apostólica. El Cristo glorioso ejerce tanto en la tierra como en el cielo el poder sin límites que ha recibido de su padre. Sus discípulos ejercerán, “pues”, este poder en nombre de él por el bautismo y la formación de los cristianos. Su misión es universal: después de haber sido anunciada primeramente al pueblo de Israel, como lo pedía el plan divino, la salvación debe ser en adelante ofrecida a todas las naciones. En esta obra de conversión universal, por larga y laboriosa que pueda ser, el Resucitado estará vivo y operante con los suyos.

28 19 Es posible que esta fórmula se resienta, en su precisión, del uso litúrgico establecido más tarde en la comunidad primitiva. Es sabido que los Hechos habían de bautizar “en el nombre de Jesús”. Mas tarde se habrá hecho explícita la vinculación del bautizado con las tres personas de la Trinidad. Sea lo que fuere de estas variaciones posibles, la realidad profunda sigue siendo la misma. El bautismo vincula con la persona de Jesús Salvador, ahora bien, toda su obra de salvación procede del amor del Padre y culmina con la efusión del Espíritu.

28 20 Con estas palabras, el Resucitado realiza la promesa de la presencia divina en el AT. No solo asegura dones particulares o una presencia continua, sino una asistencia eficaz “día tras día”, incluso en la persecución. Por otra parte, esta presencia es análoga a la del Paráclito joánico.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

16-20 Las apariciones de Jesús, revelaciones de su gloria, no tuvieron como destinatarios a cualquiera, sino a los testigos elegidos por Dios (cf. Hch 10, 41). Este Jesús todopoderoso, es el mismo de corazón manso y humilde que hablaba en 11, 27-30; ambas escenas siguen en realidad el mismo esquema: a) Una orden o invitación de Jesús (“… les había ordenado”, “venid a mí”); b) un encargo apremiante (“id… bautizad… enseñad…”, “aprended de mí”; c) reafirmado con una promesa consoladora (“sigo estando con vosotros”, “hallaréis descanso… mi carga es ligera”).

17 AUNQUE ALGUNOS DUDARON (o aunque otros dudaron): es decir, tuvieron un momento de vacilación. Las manifestaciones de Jesús resucitado, por lo mismo que eran revelación, no forzaban a nadie a creer; la fe es acto libre, una adhesión libre.

18-20 Para bien de toda la Iglesia, Cristo concedió a los apóstoles: a) El magisterio autoritativo (“Se me dio toda autoridad… por lo tanto, id…”), no para impartir cualquier enseñanza, sino para “hacer discípulos” de Cristo. b) El magisterio infalible, por su asistencia ininterrumpida y perenne “todos los días hasta el fin del mundo”. c) La íntima conexión entre predicación del Evangelio, fe y bautismo. Aún dicen más estos versículos; la Iglesia: 1) Forma una comunidad universal 2) de discípulos de Jesús 3) que observan lo que el Señor ha mandado, 4) a la que se agregan mediante la fe y el signo eficaz del bautismo, 5) y en la que viven orientados hacia la manifestación definitiva del Señorío de Jesús sobre toda la creación.

18 ME DIO (o, si se entiende como aoristo ingresivo: Acaba de darme) en voz pasiva “teológica”: Dios me dio, Dios acaba de darme. // TODA AUTORIDAD posible (sin artículo). Quien habla es “el Hijo del Hombre”, recientemente entronizado por Dios en la resurrección, como dueño del universo: realeza de Cristo por “derecho de conquista”.

19 Este es uno de los textos que sirvieron al Concilio de Trento (DS 1526-1527) para definir la validez y necesidad de nuestra preparación a la gracia de la justificación; a impulsos de Dios y con su ayuda, el hombre se abre a la fe por la predicación, y se mueve libremente hacia Dios. // El original dice lit.: habiendo ido, pues, haced discípulos…, con lo cual, el peso de la frase, y lo más importante en la orden de Jesús, recae directamente sobre HACED DISCÍPULOS. La sintaxis está violentada, pues los DISCÍPULOS no son LOS PUEBLOS, propiamente, sino los individuos, y porque sigue una concordancia ad sensum: BAUTIZÁNDOLOS (el texto griego pasa del neutro plural al masculino plural) EN EL NOMBRE (lit. al nombre) DEL…: consagrándolos al culto y servicio de Dios, que es PADRE, Y es HIJO, Y es ESPÍRITU SANTO. Otros significados menos probables de esta frase apretada: relacionándolos con…, o bautizándolos a la intención de…, o bautizándolos invocando el nombre de… // Sobre la mención del ESPÍRITU SANTO en el bautismo, cf. en Hch 19, 1-6 la extrañeza de Pablo, porque ni siquiera habían oído hablar del Espíritu Santo, lo cual supone la referencia al Espíritu Santo en la fórmula bautismal; o, al menos, en la enseñanza impartida al catecúmeno, o en su profesión de fe al ser bautizado.

20 ENSEÑÁNDOLES… TODO LO QUE OS MANDÉ: la predicación apostólica no debía solamente dar testimonio de la resurrección de Jesús, sino también transmitir las enseñanzas de Jesús en su vida eterna. // YO SIGO ESTANDO : o, con significado de futuro: estaré, seguiré estando. // HASTA EL FIN DEL MUNDO: en sentido temporal: hasta el final de los tiempos.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

28, 17 A pesar de todas las predicciones y apariciones de Cristo, los discípulos dudaban todavía de la resurrección. Esta duda evidencia que la resurrección física de Cristo tuvo lugar verdaderamente y no fue un engaño conspirativo o una extravagante expresión de la fe de los discípulos. Cat 644-645.

28, 18 Al ser hijo de Dios, Cristo poseía la facultad de delegar o compartir su poder con sus apóstoles y sus sucesores, que confieren la gracia mediante los sacramentos y actúan en nombre de Cristo. Cat. 1444-1445; 1049-1051, 2156, 2165.

28, 19 La Iglesia es misionera por naturaleza, ya que fue Cristo quien la envió a sus apóstoles a ir por el mundo proclamando el Evangelio, al decirles “haced discípulos a todos los pueblos”. Llamamos a la Iglesia “católica” (“universal”) porque Cristo, a través de la Iglesia, busca la salvación de todos los pueblos. La gracia de la redención llega a las personas a través de los sacramentos de la Iglesia, comenzando por el Bautismo. Cristo está con nosotros de muchas maneras, pero especialmente a través de los sacramentos de la Iglesia. También está presente en la doctrina de la Iglesia, que él protege de todo error (Cat. 767, 2, 1257, 189, 831, 730, 1122, 788, 860). En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo: esta fórmula trinitaria que nos dejó Cristo constituye el inicio de toda oración cristiana, incluyendo la oración litúrgica de la Iglesia. La solemnidad de la Santísima Trinidad, a menudo llamada Domingo de la Trinidad, se celebra el domingo después de Pentecostés.

29, 20 La promesa de Cristo de permanecer con la Iglesia se cumple con su presencia mística entre nosotros y en los sacramentos, especialmente la Eucaristía; también se manifiesta en el Espíritu Santo, que protege del error al magisterio de la Iglesia. Cat. 1-2, 80-83, 849-850, 1223, 2743.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

644 Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado, los discípulos dudan todavía: creen ver un espíritu. “No acaban de creerlo a causa de la alegría y estaban asombrados” (Lc 24, 41). Tomás conocerá la misma prueba de la duda y, en la última aparición en Galilea referida por Mateo, “algunos sin embargo dudaron” (Mt 28, 17)(. Por esto la hipótesis, según la cual la Resurrección habría sido un “producto” de la fe (o de la credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en la Resurrección nació – bajo la acción de la gracia divina – de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado.

645 Jesús resucitado establece con sus discípulos relaciones directas mediante el tacto y el compartir la comida.

1444 Al hacer partícipes a los Apóstoles de su propio poder de perdonar los pecados, el Señor les da también la autoridad de reconciliar a los pecadores con la Iglesia.

1445 Las palabras atar y desatar significan: aquel a quien excluyáis de vuestra comunión, será excluido de la comunión con Dios; aquel a quien recibáis de nuevo en vuestra comunión, Dios lo acogerá también en la suya. La reconciliación con la Iglesia es inseparable de la reconciliación con Dios.

1048 Ignoramos el momento de la consumación de la tierra y de la humanidad, y no sabemos cómo se transformará el universo.

1049 No obstante, la espera de una tierra nueva no debe debilitar, sino más bien avivar la preocupación de cultivar esta tierra, donde crece aquel cuerpo de la nueva familia, que puede ofrecer ya un cierto esbozo del siglo nuevo.

2156 El sacramento del Bautismo es conferido “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19).

232 Los cristianos son bautizados “en el nombre del padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19). Antes responden “Creo” a la triple pregunta que les pide confesar su fe en el Padre y en Hijo y en el Espíritu: Fides omnium christianorum in Trinitate consistit, “la fe de todos los cristianos se cimenta en la Santísima Trinidad” (S. Cesareo de Arles).

233 Los cristianos son bautizados en “el nombre” del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y no en “los nombres” de estos, pues no hay más que un solo Dios, el Padre todopoderoso y su Hijo único y el Espíritu Santo: la Santísima Trinidad.

234 El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la jerarquía de verdades de fe. Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela a los hombres, los aparta del pecado y los reconcilia y une consigo.

249 La verdad revelada de la Santísima Trinidad ha estado desde los orígenes en la raíz de la fe viva de la Iglesia.

250 Durante los primeros siglos, la Iglesia formula más explícitamente su fe trinitaria tanto para profundizar su propia inteligencia de la fe como para defenderla contra los errores que la deformaban. Esta fue la obra de los Concilios antiguos, ayudados por el trabajo teológico de los Padres de la Iglesia y sostenidos por el sentido de la fe del pueblo cristiano.

251 Para la formulación del dogma de la Trinidad, la Iglesia debió crear una terminología propia con ayuda de nociones de origen filosófico.

253 La Trinidad es una. No confesamos tres dioses, sino un Dios en tres personas: la Trinidad consubstancial. Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios.

254 Las personas divinas son realmente distintas entre sí. “Dios es único pero no solitario”. “Padre”, “Hijo”, “Espíritu Santo” no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí.

 

Concilio Vaticano II

Todo el que ha sido llamado a la profesión de los consejos ha de procurar perseverar y progresar en la vocación a la que Dios le ha llamado para que la Iglesia sea más santa y para la mayor gloria de la única e indivisible Trinidad, que en Cristo y por Cristo en la fuente y el origen de toda santidad.

Lumen gentium, 46

Todos los hijos de Dios y miembros de una misma familia en Cristo, al unirnos en la caridad mutua y en la misma alabanza a la Santísima Trinidad, estamos respondiendo a la íntima vocación de Iglesia y tomando parte en la liturgia perfecta degustada anticipadamente.

Lumen Gentium, 51.

 

Comentarios de los Santos Padres.

Esta es, a mi parecer, la última aparición en Galilea, cuando los envió para bautizar. Y si algunos dudaron, admiremos también aquí la sinceridad de los evangelistas, pues ni en el último momento ocultan sus propios defectos. Sin embargo, aun estos, a su vista hubieron de quedar fortificados en la fe.

Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev. de Mateo, 90, 2. 1b, pg. 380.

Les ha sido dado poder en el cielo y en la tierra para que aquel que antes reinaba en el cielo, por la fe de los creyentes reine sobre la tierra.

Son bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo para que sea único el don de aquellos cuya divinidad es una. El nombre de la Trinidad es el nombre del Dios único.

Y para que no pensemos que sus mandamientos no tienen importancia y son pocos agregó: “Todo lo que yo os he mandado”, a fin de que los que han creído, que han sido bautizados en la Trinidad, cumplan todos sus preceptos.

Jerónimo, Comentario al Ev. de Mateo, 4, 28, 18-20. 1b, pg. 380.

No me vengáis, pues – parece decirles –, con la dificultad de lo que os mando, porque yo estoy con vosotros para facilitároslo todo. Lo mismo decía constantemente a los profetas en el Antiguo Testamento: a Jeremías, que le oponía su juventud; a Moisés y a Ezequiel, que rehusaban su misión: “Yo – les dice – estoy con vosotros”. Algo así hace con sus apóstoles.

Mas no nos contentemos con temer y estremecernos, sino convirtamonos mientras es tiempo y levantémonos de la maldad. Porque, si queremos, podemos hacerlo. Muchos lo hicieron antes de la gracia; mucho mejor lo podremos hacer nosotros después de la gracia.

Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Ev. de Mateo, 90, 2. 1b, pg. 381.

 

San Agustín.

Dame fuerzas para la búsqueda, tú que hiciste que te encontrara y me has dado esperanzas de un conocimiento más perfecto. Ante ti está mi firmeza y mi debilidad; sana esta, conserva aquella. Ante ti está mi ciencia y mi ignorancia; si me abres, recibe al que entra; si me cierras, abre al que llama. Haz que me acuerde de ti, te comprenda y te ame. Acrecienta en mí estos dones hasta la reforma completa.

Hablando el sabio de ti en su libro, hoy conocido con el nombre de Eclesiástico, dice: Muchas cosas decimos, sin acabar nunca; sea la conclusión de nuestro discurso él mismo (43, 29). Cuando arribemos a tu presencia, cesarán estas muchas cosas que ahora hablamos sin entenderlas, y tú permanecerás todo en todos, y entonces modularemos un cántico eterno, loándote a un tiempo todos unidos en ti. Señor, Dios uno y Dios Trinidad, cuanto queda dicho en estos mis libros porque tú me lo has inspirado, conózcanlo los tuyos; si algo hay en ellos de mi cosecha, perdónalo tú, Señor, y perdóname los tuyos. Así sea.

La Trinidad, XV, 28, 51. I, pg. 663-664.

 

S. Juan de Ávila

Y si esto es así, menester es buscar dónde se pasó la Iglesia que estaba en los santos apóstoles y en los cristianos de su tiempo, y de la que dice el Señor: Ecce ego vobiscum sum, usque ad consummationem seculi[1] (Mt 28, 20).

Causas y remedios de las herejías, 3, 19. OC II, pg. 543.

Yo voy glorioso al cielo. Voy a reinar allá, porque todo el poder me es dado, en el cielo y en la tierra (Mt 28, 18): desde allá lo mandaré todo, el cielo y la tierra, y el mar y el infierno.

Jueves de la Ascensión, 2. OC III, pg. 228.

Mas porque su morada según el cuerpo en este destierro convenía – sigun la ordinación de Dios – que fuese por pocos años y en pequeña parte de la tierra, y había de tener en todo el mundo hijos que mantener, ordenó su amor que ya subido – resucitado y glorioso – a las alturas del cielo, descendiese a la tierra, no a aquesta parte ni a aquélla, sino a todo el mundo universo donde hijos tuviese, y no por tiempo de treinta años, sino por todo el tiempo que el mundo durare, hecho manjar de ellos según su divina palabra, más firme que el cielo y la tierra: Yo con vosotros estoy todos los días hasta que el mundo se acabe (Mt 28, 30).

En la infraoctava del Corpus, 12. OC III, pg. 719.

 

San Oscar Romero.

Un espíritu de hijos adoptivos que nos hace gritar: ¡Abba!. Era la palabra aramea, en la que Cristo habló cuando le oraba al Padre. Abba, quiere decir: papá, padre. Y nos enseñó también: Padre Nuestro, pero cuando estamos en gracia de Dios esto lo decimos porque el Espíritu da testimonio en el interior del hombre que somos de verdad hijos de Dios. Nos ha adoptado, nos ha enviado la corriente de filiación divina que nos eleva, no sólo en la eternidad después de nuestra muerte, sino ya aquí. El que vive en gracia de Dios y gracias a Dios tenemos tantos santos en nuestra Iglesia, tantos hombres y mujeres verdaderamente santos, porque los ha engarzado Dios en su vida trinitaria. Muchos de ellos también trabajan y todos deben trabajar por estas justas reivindicaciones de nuestro pueblo, pero desde estas perspectivas de la vida de Dios que le da una sólida firmeza a nuestros ideales y a nuestras pretensiones.

Y para terminar, cito un pensamiento de San Cipriano que lo recogió el Concilio, cuando después de describir la obra del Padre en la Iglesia, la obra del Hijo y la obra del Espíritu Santo, al sentirnos como arropados en el amor de la Santísima Trinidad, como invitados a formar parte de su familia, a elevarnos para hacer de la tierra una imagen de ese cielo hacia el cual aspiramos, termina diciendo: "Y así toda la Iglesia -es decir, todos nosotros- aparece como un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo". Así sea...

Homilía, 10 de junio de 1979.

 

Papa Francisco. Regina Coeli. 31 de mayo de 2015

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y feliz domingo!

Hoy celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad, que nos recuerda el misterio del único Dios en tres Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La Trinidad es comunión de Personas divinas, las cuales son una con la otra, una para la otra y una en la otra: esta comunión es la vida de Dios, el misterio de amor del Dios vivo. Y Jesús nos reveló este misterio. Él nos habló de Dios como Padre; nos habló del Espíritu; y nos habló de sí mismo como Hijo de Dios. Y así nos reveló este misterio. Y cuando, resucitado, envió a los discípulos a evangelizar a todos los pueblos les dijo que los bautizaran «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19). Este mandato, Cristo lo encomienda en todo tiempo a la Iglesia, que heredó de los Apóstoles el mandato misionero. Lo dirige también a cada uno de nosotros que, en virtud del Bautismo, formamos parte de su comunidad.

Por lo tanto, la solemnidad litúrgica de hoy, al tiempo que nos hace contemplar el misterio estupendo del cual provenimos y hacia el cual vamos, nos renueva la misión de vivir la comunión con Dios y vivir la comunión entre nosotros según el modelo de la comunión divina. No estamos llamados a vivir los unos sin los otros, por encima o contra los demás, sino los unos con los otros, por los otros y en los otros. Esto significa acoger y testimoniar concordes la belleza del Evangelio; vivir el amor recíproco y hacia todos, compartiendo alegrías y sufrimientos, aprendiendo a pedir y conceder el perdón, valorizando los diversos carismas bajo la guía de los pastores. En una palabra, se nos encomienda la tarea de edificar comunidades eclesiales que sean cada vez más familia, capaces de reflejar el esplendor de la Trinidad y evangelizar, no sólo con las palabras, sino con la fuerza del amor de Dios que habita en nosotros.

La Trinidad, como indicaba, es también el fin último hacia el cual está orientada nuestra peregrinación terrenal. El camino de la vida cristiana es, en efecto, un camino esencialmente «trinitario»: el Espíritu Santo nos guía al pleno conocimiento de las enseñanzas de Cristo, y también nos recuerda lo que Jesús nos enseñó; y Jesús, a su vez, vino al mundo para hacernos conocer al Padre, para guiarnos hacia Él, para reconciliarnos con Él. Todo, en la vida cristiana, gira alrededor del misterio trinitario y se realiza en orden a este misterio infinito. Intentemos pues, mantener siempre elevado el «tono» de nuestra vida, recordándonos para qué fin, para cuál gloria nosotros existimos, trabajamos, luchamos y sufrimos; y a cuál inmenso premio estamos llamados. Este misterio abraza toda nuestra vida y todo nuestro ser cristiano. Lo recordamos, por ejemplo, cada vez que hacemos la señal de la cruz: en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y ahora os invito a hacer todos juntos, y con voz fuerte, esta señal de la cruz: «En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».

En este último día del mes de mayo, el mes mariano, nos encomendamos a la Virgen María. Que Ella, quien más que cualquier otra criatura, ha conocido, adorado, amado el misterio de la Santísima Trinidad, nos guíe de la mano; nos ayude a percibir, en los acontecimientos del mundo, los signos de la presencia de Dios, Padre Hijo y Espíritu Santo; nos conceda amar al Señor Jesús con todo el corazón, para caminar hacia la visión de la Trinidad, meta maravillosa a la cual tiende nuestra vida. Le pedimos también que ayude a la Iglesia a ser misterio de comunión y comunidad hospitalaria, donde toda persona, especialmente pobre y marginada, pueda encontrar acogida y sentirse hija de Dios, querida y amada.

 

Papa Francisco. Regina Coeli. 27 de mayo de 2018.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy, domingo después de Pentecostés, celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad. Una fiesta para contemplar y alabar el misterio del Dios de Jesucristo, que es Uno en la comunión de tres Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Para celebrar con asombro siempre nuevo Dios-Amor, que nos ofrece gratuitamente su vida y nos pide difundirla en el mundo.

La lecturas bíblicas de hoy nos hacen entender que Dios no quiere tanto revelarnos que Él existe, sino más bien que es el «Dios con nosotros», cerca de nosotros, que nos ama, que camina con nosotros, está interesado en nuestra historia personal y cuida de cada uno, empezando por los más pequeños y necesitados. Él «es Dios allá arriba en el cielo» pero también «aquí abajo en la tierra» (cf. Deuteronomio 4, 39). Por tanto, nosotros no creemos en una entidad lejana, ¡no! En una entidad indiferente, ¡no! Sino, al contrario, en el Amor que ha creado el universo y ha generado un pueblo, se ha hecho carne, ha muerto y resucitado por nosotros, y como Espíritu Santo todo transforma y lleva a plenitud.

San Pablo (cf. Romanos 8, 14-17), que en primera persona ha experimentado esta transformación realizada por el Dios-Amor, nos comunica su deseo de ser llamado Padre, es más «Papá» —Dios es «nuestro Papá»—, con la total confianza de un niño que se abandona en los brazos de quien le ha dado la vida. El Espíritu Santo —recuerda el apóstol— actuando en nosotros hace que Jesucristo no se reduzca a un personaje del pasado, no, sino que lo sentimos cerca, nuestro contemporáneo, y experimentamos la alegría de ser hijos amados por Dios. Finalmente, en el Evangelio, el Señor resucitado promete permanecer con nosotros para siempre. Y precisamente gracias a esta presencia suya y a la fuerza de su Espíritu podemos realizar con serenidad la misión que Él nos confía. ¿Cuál es la misión? Anunciar y testimoniar a todos su Evangelio y así dilatar la comunión con Él y la alegría que se deriva. Dios, caminando con nosotros, nos llena de alegría y la alegría es un poco el primer lenguaje del cristiano. Por tanto, la fiesta de la Santísima Trinidad nos hace contemplar el misterio de Dios que incesantemente crea, redime y santifica, siempre con amor y por amor, y a cada criatura que lo acoge le da la posibilidad de reflejar un rayo de su belleza, bondad y verdad. Él desde siempre ha elegido caminar con la humanidad y formar un pueblo que sea bendición para todas las naciones y para cada persona, ninguna excluida. El cristiano no es una persona aislada, pertenece a un pueblo: este pueblo que forma Dios. No se puede ser cristiano sin tal pertenencia y comunión. Nosotros somos pueblo: el Pueblo de Dios. Que la Virgen María nos ayude a cumplir con alegría la misión de testimoniar al mundo, sediento de amor, que el sentido de la vida es precisamente el amor infinito, el amor concreto del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

 

Papa Francisco. Regina Coeli.  30 de mayo de 2021.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En esta fiesta en la que celebramos a Dios: el misterio de un único Dios y este Dios es el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Tres personas, pero Dios es uno! El Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu es Dios. Pero no son tres dioses: es un solo Dios en tres Personas. Es un misterio que nos ha revelado Jesucristo: la Santa Trinidad. Hoy nos detenemos a celebrar este misterio, porque las Personas no son adjetivaciones de Dios: no. Son Personas, reales, distintas, diferentes; no son —como decía aquel filósofo— “emanaciones de Dios”: ¡no, no! Son Personas. Está el Padre, al que rezo con el Padrenuestro; está el Hijo que me ha dado la redención, la justificación; está el Espíritu Santo que habita en nosotros y habita en la Iglesia. Y este nos habla al corazón, porque lo encontramos encerrado en esa frase de san Juan que resume toda la revelación: «Dios es amor» (1Jn 4,8.16). El Padre es amor, el Hijo es amor, el Espíritu Santo es amor. Y en cuanto es amor, Dios, aunque es uno y único, no es soledad sino comunión, entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Porque el amor es esencialmente don de sí mismo, y en su realidad originaria e infinita es Padre que se da generando al Hijo, que a su vez se da al Padre, y su amor mutuo es el Espíritu Santo, vínculo de su unidad. No es fácil entenderlo, pero se puede vivir este misterio; todos nosotros; se puede vivir tanto.

Este misterio de la Trinidad nos fue desvelado por el mismo Jesús. Él nos hizo conocer el rostro de Dios como Padre misericordioso; se presentó a Sí mismo, verdadero hombre, como Hijo de Dios y Verbo del Padre, Salvador que da su vida por nosotros y habló del Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo, Espíritu de la Verdad, Espíritu Paráclito —el domingo pasado hablamos de esta palabra “paráclito”— es decir, Consolador y Abogado. Y cuando Jesús se apareció a los apóstoles después de la Resurrección, Jesús los mandó a evangelizar «a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19).

La fiesta de hoy, pues, nos hace contemplar este maravilloso misterio de amor y luz del que procedemos y hacia el cual se orienta nuestro camino terrenal.

En el anuncio del Evangelio y en toda forma de la misión cristiana, no se puede prescindir de esta unidad a la que llama Jesús, entre nosotros, siguiendo la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: no se puede prescindir de esta unidad. La belleza del Evangelio requiere ser vivida —la unidad— y testimoniada en la concordia entre nosotros, que somos tan diferentes. Y esta unidad me atrevo a decir que es esencial para el cristiano: no es una actitud, una forma de decir: no, es esencial, porque es la unidad que nace del amor, de la misericordia de Dios, de la justificación de Jesucristo y de la presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones.

María Santísima, en su sencillez y humildad, refleja la Belleza de Dios Uno y Trino, porque recibió plenamente a Jesús en su vida. Que ella sostenga nuestra fe; que nos haga adoradores de Dios y servidores de nuestros hermanos.

 

Benedicto XVI. Regina Coeli. 11 de junio de 2006.

Queridos hermanos y hermanas:

En este domingo, que sigue a Pentecostés, celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad. Gracias al Espíritu Santo, que ayuda a comprender las palabras de Jesús y guía a la verdad completa (cf. Jn 14, 26; 16, 13), los creyentes pueden conocer, por decirlo así, la intimidad de Dios mismo, descubriendo que él no es soledad infinita, sino comunión de luz y de amor, vida dada y recibida en un diálogo eterno entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo, como dice san Agustín, Amante, Amado y Amor.

En este mundo nadie puede ver a Dios, pero él mismo se dio a conocer de modo que, con el apóstol san Juan, podemos afirmar:  "Dios es amor" (1 Jn 4, 8. 16), "hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él" (Deus caritas est, 1; cf. 1 Jn 4, 16). Quien se encuentra con Cristo y entra en una relación de amistad con él, acoge en su alma la misma comunión trinitaria, según la promesa de Jesús a los discípulos:  "Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada en él" (Jn 14, 23).

Todo el universo, para quien tiene fe, habla de Dios uno y trino. Desde los espacios interestelares hasta las partículas microscópicas, todo lo que existe remite a un Ser que se comunica en la multiplicidad y variedad de los elementos, como en una inmensa sinfonía. Todos los seres están ordenados según un dinamismo armonioso, que analógicamente podemos llamar "amor". Pero sólo en la persona humana, libre y racional, este dinamismo llega a ser espiritual, llega a ser amor responsable, como respuesta a Dios y al prójimo en una entrega sincera de sí. En este amor, el ser humano encuentra su verdad y su felicidad. Entre las diversas analogías del misterio inefable de Dios uno y trino que los creyentes pueden vislumbrar, quisiera citar la de la familia, la cual está llamada a ser una comunidad de amor y de vida, en la que la diversidad debe contribuir a formar una "parábola de comunión".

Obra maestra de la santísima Trinidad, entre todas las criaturas, es la Virgen María:  en su corazón humilde y lleno de fe Dios se preparó una morada digna para realizar el misterio de la salvación. El Amor divino encontró en ella una correspondencia perfecta, y en su seno el Hijo unigénito se hizo hombre. Con confianza filial dirijámonos a María, para que, con su ayuda, progresemos en el amor y hagamos de nuestra vida un canto de alabanza al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo.

 

Benedicto XVI. Regina Coeli. 7 de junio de 2009.

Queridos hermanos y hermanas:

Después del tiempo pascual, que culmina en la fiesta de Pentecostés, la liturgia prevé estas tres solemnidades del Señor: hoy, la Santísima Trinidad; el jueves próximo, el Corpus Christi, que en muchos países, entre ellos Italia, se celebrará el domingo próximo; y, por último, el viernes sucesivo, la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Cada una de estas celebraciones litúrgicas subraya una perspectiva desde la que se abarca todo el misterio de la fe cristiana; es decir, respectivamente, la realidad de Dios uno y trino, el sacramento de la Eucaristía y el centro divino-humano de la Persona de Cristo. En verdad, son aspectos del único misterio de salvación, que en cierto sentido resumen todo el itinerario de la revelación de Jesús, desde la encarnación, la muerte y la resurrección hasta la ascensión y el don del Espíritu Santo.

Hoy contemplamos la Santísima Trinidad tal como nos la dio a conocer Jesús. Él nos reveló que Dios es amor "no en la unidad de una sola persona, sino en la trinidad de una sola sustancia" (Prefacio): es Creador y Padre misericordioso; es Hijo unigénito, eterna Sabiduría encarnada, muerto y resucitado por nosotros; y, por último, es Espíritu Santo, que lo mueve todo, el cosmos y la historia, hacia la plena recapitulación final. Tres Personas que son un solo Dios, porque el Padre es amor, el Hijo es amor y el Espíritu es amor. Dios es todo amor y sólo amor, amor purísimo, infinito y eterno. No vive en una espléndida soledad, sino que más bien es fuente inagotable de vida que se entrega y comunica incesantemente.

Lo podemos intuir, en cierto modo, observando tanto el macro-universo —nuestra tierra, los planetas, las estrellas, las galaxias— como el micro-universo —las células, los átomos, las partículas elementales—. En todo lo que existe está grabado, en cierto sentido, el "nombre" de la Santísima Trinidad, porque todo el ser, hasta sus últimas partículas, es ser en relación, y así se trasluce el Dios-relación, se trasluce en última instancia el Amor creador. Todo proviene del amor, tiende al amor y se mueve impulsado por el amor, naturalmente con grados diversos de conciencia y libertad.

"¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!" (Sal 8, 2), exclama el salmista. Hablando del "nombre", la Biblia indica a Dios mismo, su identidad más verdadera, identidad que resplandece en toda la creación, donde cada ser, por el mismo hecho de existir y por el "tejido" del que está hecho, hace referencia a un Principio trascendente, a la Vida eterna e infinita que se entrega; en una palabra, al Amor. "En él —dijo san Pablo en el Areópago de Atenas— vivimos, nos movemos y existimos" (Hch 17, 28). La prueba más fuerte de que hemos sido creados a imagen de la Trinidad es esta: sólo el amor nos hace felices, porque vivimos en relación, y vivimos para amar y ser amados. Utilizando una analogía sugerida por la biología, diríamos que el ser humano lleva en su "genoma" la huella profunda de la Trinidad, de Dios-Amor.

La Virgen María, con su dócil humildad, se convirtió en esclava del Amor divino: aceptó la voluntad del Padre y concibió al Hijo por obra del Espíritu Santo. En ella el Omnipotente se construyó un templo digno de él, e hizo de ella el modelo y la imagen de la Iglesia, misterio y casa de comunión para todos los hombres. Que María, espejo de la Santísima Trinidad, nos ayude a crecer en la fe en el misterio trinitario.

 

Benedicto XVI. Regina Coeli. 3 de junio de 2012.

Queridos hermanos y hermanas:

No encuentro palabras para dar las gracias por esta fiesta de Dios, por esta comunión de la familia de Dios que somos nosotros. Al final de esta celebración, nuestra acción de gracias se dirige a Dios que nos ha donado esta gran experiencia eclesial. Por mi parte, expreso mi agradecimiento a todos los que han trabajado para este evento, comenzando por el cardenal Ennio Antonelli, presidente del Consejo pontificio para la familia —¡gracias, eminencia!—, y el cardenal Angelo Scola, arzobispo de Milán —¡gracias!—. También por este hermoso templo de Dios que nos ha dado. Doy las gracias a todos los responsables de la organización y a todos los voluntarios. Y me alegra anunciar que el próximo Encuentro mundial de las familias tendrá lugar en 2015, en Filadelfia, Estados Unidos. Saludo al arzobispo de Filadelfia, monseñor Charles Chaput, y le agradezco desde ahora la disponibilidad que ha ofrecido.

Saludo afectuosamente a las familias de lengua francesa y sobre todo a las que han venido a Milán. Encomiendo a todas las familias a la Sagrada Familia de Nazaret para que sean lugares donde se desarrolle la vida, familias donde Dios encuentre su lugar. Hoy participo también espiritualmente en la alegría de los fieles de la archidiócesis de Besançon que están reunidos para la celebración de la beatificación del padre Marie Jean-Joseph Lataste, sacerdote de la Orden de Predicadores, apóstol de la misericordia y «apóstol de las cárceles». Me siento feliz de anunciar que el próximo Encuentro mundial de las familias tendrá lugar en la ciudad de Filadelfia, Estados Unidos, en 2015. Que por la intercesión de la Virgen María abráis vuestro corazón y vuestros hogares a Cristo.

Al concluir esta celebración dirigiéndonos en oración a la Virgen María, quiero extender mi agradecimiento a todos los que han contribuido al éxito de este Encuentro mundial de las familias, especialmente al cardenal Ennio Antonelli, presidente del Consejo pontificio para la familia, al cardenal Angelo Scola, a la archidiócesis y a la ciudad de Milán, y a las numerosas personas de Italia y de otras partes que han orado y trabajado duramente para que este encuentro fuera un tiempo de gracia para todos. Ahora tengo la alegría de anunciar que el próximo Encuentro mundial de las familias tendrá lugar en 2015 en Filadelfia, Estados Unidos. Dirijo mi cordial saludo al arzobispo Charles Chaput y a los católicos de esa gran ciudad, y espero encontrarme allí con numerosas familias de todo el mundo. Que Dios os bendiga a todos.

Saludo cordialmente a todos los peregrinos y familias de los países de lengua alemana. Os agradezco vuestra participación en este Encuentro mundial de las familias en Milán. Sabemos que la familia es de importancia vital para la sociedad. Según el plan divino de la creación es el lugar preferido donde el hombre crece y puede aprender cómo ser hombre rectamente. Su contribución al desarrollo integral del hombre es insustituible. Por tanto, hagamos todo lo posible para crear también un clima propicio para la familia y roguemos para que haya buenas familias y para que estén unidas. Desde ahora os invito al próximo Encuentro mundial de las familias en Filadelfia, en 2015. Que el Señor bendiga y custodie a las familias y a todos nosotros.

Saludo con particular afecto a los fieles de lengua española, que con gran entusiasmo participan en este Encuentro mundial de las familias, así como a aquellos que se unen espiritualmente al mismo a través de los medios de comunicación. Que la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, haga crecer a todos interiormente en la sabiduría del amor y de la entrega, de modo que siguiendo el ejemplo de la Virgen María, modelo perfecto de hija, madre y esposa, los hogares sean cada vez más templos de Dios y verdaderas Iglesias domésticas por la copiosidad de sus virtudes y la belleza de la mutua unión y la constante fidelidad. Con alegría os anuncio que el próximo Encuentro mundial de las familias de 2015 tendrá lugar en la ciudad de Filadelfia, en los Estados Unidos de América. ¡Feliz domingo!

Saludo a las familias de los diversos países de lengua portuguesa, aquí presentes o en comunión con nosotros, recordando a todas la mirada de la Trinidad divina que, desde la aurora de la creación, se posó sobre la obra realizada y se alegró de ella: «¡Era muy buena!». Queridas familias, sois la obra y la fiesta de Dios. Reservando el domingo para Dios, haced fiesta con Dios y descansad juntos en la Fuente de donde brota la vida para construir el presente y el futuro. Las fuerzas divinas son más poderosas que vuestras dificultades. ¡No tengáis miedo! Sed fuertes con Dios. Con alegría os anuncio que el próximo Encuentro mundial será en 2015 en la ciudad estadounidense de Filadelfia.

Saludo cordialmente a las familias polacas presentes aquí en Milán y a las que se unen a nosotros a través de los medios de comunicación. Que los temas tratados en estos días, «Familia, trabajo y fiesta», refuercen en vosotros el amor, la fidelidad y la honestidad conyugal, alienten a los jóvenes para que deseen “ser” más bien que “tener”, para que ayuden a todos a vivir el domingo como encuentro con Cristo, en la alegría de la fiesta de familia. Para el próximo Encuentro mundial de las familias os invito a Filadelfia en Estados Unidos —Dios mediante— dentro de tres años. Encomiendo a todas vuestras familias a María, Reina de las familias.

Queridas familias milanesas, lombardas, italianas y del mundo entero, os saludo a todas con afecto y os agradezco vuestra participación. Os animo a ser siempre solidarias con las familias que atraviesan mayores dificultades; pienso en la crisis económica y social; pienso en el reciente terremoto en Emilia Romaña. Que la Virgen María os acompañe y os sostenga siempre.

Gracias.

 

Francisco. Catequesis. Vicios y virtudes. 19. La caridad.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy vamos a hablar de la tercera virtud teologal, la caridad. Las otras dos, recordamos, eran la fe y la esperanza: hoy hablaremos de la tercera, la caridad. Es el culmen de todo el itinerario que hemos recorrido con las catequesis sobre las virtudes. Pensar en la caridad ensancha inmediatamente el corazón, la mente corre hacia las inspiradas palabras de San Pablo en la Primera Carta a los Corintios. Como conclusión de ese maravilloso himno, San Pablo cita la tríada de las virtudes teologales y exclama: “En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor” (1 Co 13,13). Pablo dirige estas palabras a una comunidad que distaba mucho de ser perfecta en el amor fraterno: los cristianos de Corinto eran más bien pendencieros, había divisiones internas, había quienes pretendían tener siempre la razón y no escuchaban a los demás, considerándolos inferiores. A ellos Pablo les recuerda que la ciencia engríe, mientras que la caridad edifica (cf. 1 Co 8,1). A continuación, el Apóstol recoge un escándalo que afecta incluso al momento de mayor unidad de una comunidad cristiana, a saber, la "Cena del Señor", la celebración de la Eucaristía: incluso allí hay divisiones, y hay quien aprovecha para comer y beber excluyendo a los que no tienen nada (cf. 1 Co 11,18-22). Frente a esto, Pablo pronuncia un juicio severo: "Así pues, cuando se reúnen, lo suyo ya no es comer la cena del Señor" (v. 20): ustedes tienen otro ritual, que es pagano. No es la cena del Señor.  

Quién sabe, tal vez nadie en la comunidad de Corinto pensara que había pecado y aquellas duras palabras del Apóstol sonaban un poco incomprensibles para ellos. Probablemente todos estaban convencidos de que eran buenas personas y, al ser interrogados sobre el amor, habrían respondido que el amor era, sin duda, un valor muy importante para ellos, al igual que la amistad y la familia. Incluso hoy en día, el amor está en boca de muchos, está en la boca de muchos; en la boca de muchos "influencers" y en los estribillos de muchas canciones. Se habla tanto del amor, pero ¿qué cosa es el amor?

"¿Pero el otro amor?", parece preguntar Pablo a sus cristianos de Corinto. No el amor que sube, sino el que baja; no el que quita, sino el que da; no el que aparece, sino el que está oculto. A Pablo le preocupa que en Corinto -como también entre nosotros hoy- haya confusión y que, de la virtud teologal del amor, la que viene solo de Dios, en realidad no haya ni rastro. Y si incluso de palabra todos aseguran que son buenas personas, que aman a su familia y a sus amigos, en realidad saben muy poco del amor de Dios.

Los cristianos de la antigüedad tenían varias palabras griegas para definir el amor. Finalmente, surgió la palabra "ágape", que normalmente traducimos por "caridad". Porque, en realidad, los cristianos son capaces de todos los amores del mundo: también ellos se enamoran, más o menos como le ocurre a todo el mundo. También experimentan la bondad de la amistad. Asimismo, experimentan el amor a la patria y el amor universal a toda la humanidad. Pero hay un amor más grande, un amor que viene de Dios y se dirige a Dios, que nos empuja a amar a Dios, a convertirnos en sus amigos, y nos impulsa a amar al prójimo como Dios lo ama, con el deseo de compartir la amistad con Dios. Este amor, por causa de Cristo, nos lleva a donde humanamente no iríamos: es amor por los pobres, por lo que no es amable, por los que no nos quieren y no son agradecidos. Es amor por lo que nadie amaría; incluso por el enemigo. Incluso por el enemigo. Esto es "teologal", esto viene de Dios, es obra del Espíritu Santo en nosotros.

Jesús predica, en el Sermón de la Montaña: “Si aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacen bien solo a los que les hacen bien, ¿qué mérito tienen? También los pecadores hacen lo mismo” (Lc 6,32-33). Y concluye: "Por el contrario, amen a sus enemigos - nosotros estamos acostumbrados a hablar mal de los enemigos- hagan el bien y presten sin esperar nada, con generosidad, y será grande su recompensa y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los malvados y desagradecidos” (v. 35). Recordemos esto: “amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada”. No lo olvidemos.

En estas palabras, el amor se revela como una virtud teologal y toma el nombre de "caridad". El amor es caridad. Enseguida nos damos cuenta de que es un amor difícil, incluso imposible de practicar si no se vive en Dios. Nuestra naturaleza humana nos hace amar espontáneamente lo que es bueno y bello. En nombre de un ideal o de un gran afecto podemos incluso ser generosos y realizar actos heroicos. Pero el amor de Dios va más allá de estos criterios. El amor cristiano abraza lo que no es amable, ofrece el perdón- cuan difícil es perdonar: cuanto amor hace falta para perdonar: El amor cristiano bendice a los que maldicen, y estamos acostumbrados ante un insulto, una maldición, a responder con otro insulto, con otra maldición. Es un amor tan audaz que parece casi imposible, y sin embargo es lo único que quedará de nosotros. El amor es la “puerta estrecha” por la que debemos pasar para entrar en el Reino de Dios. Porque al atardecer de la vida no seremos juzgados por el amor genérico, sino juzgados precisamente por la caridad, por el amor que hemos dado concretamente. Y Jesús nos dice esto tan bello: "En verdad les digo que cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron" (Mt 25,40). Esta es la cosa bella, la cosa grande del amor. ¡Adelante y ánimo!

 

MISA DE NIÑOS. CORPUS CHRISTI.

Monición de entrada.

Buenos días.

Hoy es la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Jesús.

Él, en la Última Cena, dijo a los apóstoles que repitieran lo mismo que Él había hecho.

Además hoy los cristianos colocamos el pan, que es Jesús, en la custodia, para que así rezarle y llevarlo en procesión por la iglesia.

 

 Señor, ten piedad.

Tú que estás con nosotros en la comunión. Señor, ten piedad.

Tú que nos alimentas en la comunión. Cristo, ten piedad.

Tú que nos ayudas en la comunión. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.

-Por el Papa Francisco, para que no le falte nunca tu alimento. Te lo pedimos Señor.

-Por todos los cristianos para que formemos una sola familia. Te lo pedimos Señor.

-Por Cáritas, que ayuda a los pobres, para que siga ayudándonos a querer a los pobres. Te lo pedimos, Señor.

-Por las niñas y los niños que no tienen comida, para que los queramos. Te lo pedimos, Señor.

-Por las niñas y los niños que están tomando la Primera Comunión, para que sean siempre tus amigos. Te lo pedimos, Señor.

-Por nosotros para que siempre queramos recibir a Jesús en la comunión... Te lo pedimos Señor.

 

 Acción de gracias.

Virgen María, hoy vamos a hacer lo que tu hiciste cuando tenías a Jesús en la tripa. Vamos a llevar a Jesús por la iglesia en la custodia. Cuando lo vemos le diremos que queremos que esté siempre en nuestro corazón.

 

 

ORACIÓN PARA EL CENTRE JUNIORS CORBERA.  DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR.

EXPERIENCIA.

Mira el vídeo sin sonido  https://www.youtube.com/watch?v=HTud082tLXE

Cierra los ojos: ¿qué te sugieren las imágenes?

Escoge una de ellas, la que más te sugiera,  realiza una copia de pantalla, piensa en un título, guárdala.

Vuelve a conectar el vídeo. Escúchalo con los ojos cerrados.

Escoge 2-3 frases, piensa en ellas.

REFLEXIÓN.

Lee el evangelio de este domingo.

X Lectura del santo evangelio según san Mateo 28, 16-20 .

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

-Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos.

Imagina la escena: un valle verde, rebosante de trigo esperando la cosecha, una montaña, el mar de Galilea a los pies; los Once esperando toda la mañana, el mediodía y al atardecer, entre los rayos del sol Jesús, unos se arrodillan, otros permanecen indiferentes, llenos de dudas; Jesús se acerca a todos, les habla. ¿Con quiénes de los Once te sientes más cómodo? ¿Con los que dudan o con los que creen?

Imagínate allí. Jesús se acerca, confía en ti, estés de pie o de rodillas, con el corazón abierto o dubitativo. Escucha la Palabra de Jesús dirigida a ti. De nuestra madre la Iglesia, a través de los sacerdotes, has recibido el bautismo. Este es un don gratuito, gratis. A ti te corresponde enseñar en los Juniors, la catequesis, allí donde te encuentres, que hay otra forma de vida, donde hay primacía del amor y de la otra persona.

Es difícil ser diferente, pensar de manera diferente a quienes colocan los propios intereses a los de Jesús, díselo. Él siempre está con nosotros. Concreta lo que él nos ha mandado en una de las frases del vídeo.

COMPROMISO.

Busca la imagen que has guardado, recórtala y envíala a una persona que aprecies.

CELEBRACIÓN.

Este cuadro representa a la Santísima Trinidad. Reza el Padrenuestro mirándolo.



[1] He aquí que yo estoy con vosotros hasta la consumación de los tiempos.

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