martes, 3 de septiembre de 2024

223. Domingo 23 T. O. 8 de septiembre de 2024.

 




Lectura del libro de Isaías 35, 4-7a.

Decid a los inquietos:

-Sed fuertes, no temáis. ¡He aquí vuestro Dios! Llega el desquite, la retribución de Dios. Viene en persona y os salvará. Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán; entonces saltará el cojo como un ciervo y cantará la lengua del mudo, porque han brotado aguas en el desierto y corrientes en la estepa. El páramo se convertirá en estanque, el suelo sediento en manantial.

 

Textos paralelos.

Entonces se abrirán los ojos de los ciegos.

Mt 11, 5: Ciegos recobrarán la vista, cojos caminan, leprosos quedan limpios, sordos oyen, muertos resucitan, pobres reciben la buena noticia.

Entonces saltará el cojo como ciervo.

Hch 3, 8: Se irguió de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo, paseando, saltando y alabando a Dios.

Manarán aguas en el desierto.

Is 41, 18: Alumbraré ríos en las dunas; en medio de las vaguadas, manantiales; transformaré el desierto en estanque y el yermo en fuentes de agua.

Is 43, 20: Me glorificarán las fieras salvajes, chacales y avestruces, porque ofreceré agua en el desierto, ríos en el yermo, para apagar la sed de mi pueblo, de mi elegido.

Correrán torrentes por la estepa.

Jn 4, 13-14: Le contestó Jesús: El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; quien beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, porque el agua que le daré se convertirá dentro de él en un manantial que brota dando vida eterna.

 

Notas exegéticas.

35 A la sentencia pronunciada contra Edom se contraponen las bendiciones reservadas a Jerusalén. Las relaciones con el Segundo Isaías son aquí especialmente abundantes.

 

Salmo responsorial

Salmo 144 (145) 1b.6b.7c-10b.

 

Alaba, alma mía, al Señor. R/.

El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,

hace justicia a los oprimidos,

da pan a los hambrientos.

El Señor liberta a los cautivos. R/.

 

El Señor abre los ojos al ciego,

el Señor endereza a los que ya se doblan,

el Señor ama a los justos.

El Señor guarda a los peregrinos. R/.

 

Sustenta al huérfano y a la viuda

y trastorna el camino de los malvados.

El Señor reina eternamente,

tu Dios, Sión, de edad en edad.  R/.

 

 Textos paralelos.

Que hizo el cielo y la tierra.

Sal 121, 2: El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Sal 124, 8: Nuestro auxilio es el nombre del Señor que hizo el cielo y la tierra.

Yahvé libera a los condenados.

Sal 68, 7: Dios da un hogar a los que están solos, saca de la prisión a los cautivos; solo los rebeldes se quedan en el yermo.

Is 49, 6: Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.

Is 61, 1: El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar una buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros la libertad.

Yahvé endereza a los encorvados.

Sal 145, 14: El Señor sostiene a los que van a caer y endereza a los que ya se doblan.

Yahvé protege al forastero.

Ex 22, 20: No oprimirás ni vejarás al emigrante, porque emigrantes fuisteis vosotros en Egipto.

Sal 68, 6: Padre de huérfanos, protector de viudas es Dios en su santa morada.

Yahvé ama a los honrados.

Sal 11, 7: Porque el Señor es justo y ama la justicia; los rectos verán su rostro.

Yahvé reina para siempre.

Ex 15, 18: El Señor reina por siempre jamás.

Tu Dios, Sión, de edad en edad.

Sal 145, 13: Tu reinado es un reinado eterno, tu gobierno, de generación en generación.

 

Notas exegéticas.

146 Este salmo es el comienzo de un tercer Hallel, Sal 146-150, que los judíos recitaban por la mañana.

 

Segunda lectura.

Lectura de la carta del apóstol Santiago 2, 1-5.

Hermanos míos, no mezcléis la fe en nuestro Señor Jesucristo glorioso con la acepción de personas. Suponed que en vuestra asamblea entra un hombre con sortija de oro y traje lujoso, y entra también un pobre con traje mugriento; si vosotros atendéis al que lleva el traje de lujo y le decís: “Tú siéntate aquí cómodamente”, y al pobre le decís: “Tú quédate ahí de pie” o “siéntate en el suelo a mis pies”, ¿no estáis haciendo discriminaciones entre vosotros y convirtiéndoos en jueces de criterios inicuos? Escuchad, mis queridos hermanos: ¿acaso no eligió Dios a los pobres según el mundo como ricos en la fe y herederos del reino que prometió a los que lo aman?

 

Textos paralelos.

 Hermanos míos, no mezcléis con la acepción de personas.

Dt 1, 17: No seáis parciales en la sentencia, oíd por igual a pequeños y grandes; no os dejéis intimidar por nadie, que la sentencia es de Dios. Si una causa os resulta demasiado ardua, pasádmela y yo la resolveré.

Escuchad, hermanos míos muy queridos.

1 Co 1, 26-29: Observad, hermanos, quienes habéis sido llamados: no muchos sabios en lo humano, no muchos poderosos, no muchos nobles; antes bien, Dios ha elegido a los locos del mundo para humillar a los sabios, Dios ha elegido a los débiles del mundo para humillar a los fuertes, a los plebeyos y despreciados del mundo ha elegido Dios, a los que nada son, para anular a los que son algo. Y así nadie podrá engreírse frente a Dios.

So 2, 3: Buscad al Señor, los humildes que cumplís sus mandatos: buscad la justicia, buscad la humildad, para tener un refugio el día de la ira del Señor.

Ap 2, 9: Conozco tu aflicción y tu pobreza, pero eres rico; que te injurian los que se dicen judíos y son más bien la sinagoga de Satanás.

Ga 3, 29: Y si vosotros pertenecéis a Cristo, sois descendencia de Abrahán, herederos de la promesa.

Mt 4, 17: Jesús replicó: También está escrito: No pondrás a prueba al Señor tu Dios.

 

Notas exegéticas.

2 1 (a) La acepción de personas se opone a la fe en el Señor Jesucristo, pues la única gloria que cuenta para el creyente es la del Señor. En Cristo, Dios no manifiesta favoritismos, particularmente en el ejercicio del juicio: el cristiano no podría obrar de otra manera.

2 1 (b) Lit.: “de la gloria”.

2 2 Lit.: “sinagoga”, Único pasaje del NT en que así se llama a la asamblea cristiana. Hay quienes ven en ello un indicio de que Santiago se dirigía a judíos que se habían hecho cristianos.

2 5 Los pobres 1, 9-10, poseen la verdadera riqueza.

 

X Lectura del santo evangelio según san Marcos 7, 31-37.

En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano. Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo:

-“Effetá” (esto es, “ábrete”).

Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían:

-Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

 

Textos paralelos.

Atravesando la Decápolis.

Mc 5, 20: Se fue y se puso a pregonar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él, y todos se maravillaban.

Impusiera la mano sobre él.

Mc 6, 5: Y no podía hacer allí ningún milagro, salvo unos pocos enfermos a quienes impuso las manos y curó.

1 Tm 4, 14: No descuides tu carisma personal, que te fue concedido por indicación profética al imponerte las manos los ancianos.

Se le abrieron sus oídos.

Mt 8, 3: Él extendió la mano y le tocó diciendo: lo quiero, queda curado.

Jesús les mandó que a nadie se lo contaran.

Mc 1, 34: Él curó a muchos enfermos de dolencias diversas, expulsó muchos demonios, y no les permitía hablar, porque lo conocían.

La gente quedó maravillada.

Is 35, 5-6: Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará; porque ha brotado agua en el desierto, torrentes en la estepa.

Hace oír a los sordos.

Mc 9, 25: Viendo Jesús que la gente se agolpaba sobre ellos, conminó al espíritu inmundo.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén

7 31 Otra lectura: “de Tiro y Sidón y volvió hacia el mar”. Esta noticia geográfica no pretende trazar un itinerario preciso, sino situar en tierra de paganos los dos relatos siguientes.

7 32 (a) Los vv. 32-37 ofrecen algunas semjanzas con 8, 22-26. Estos dos relatos, propios de Mc y situados cada uno al final deuna serie de episodios vinculados a un milagro del pan compartido parecen tener en Mc valor de prueba para una catequesis inspirada en Is 35, 5-6, texto citado aquí en el v. 37. El texto de Isaías no solo habla de la curación de sordos y mudos, ilustrada por el primer relato, sino también de la de ciegos, ilustrada por el segundo.

7 32 (b) En el AT la expresión “hablar con dificultad” solo se encuentra en Is 35, 5 griego.

7 32 (c) La expresión normal en el NT es el plural “imponer las manos·. El singular solo aquí y en Mt 9, 18.

7 36 El secreto mesiánico está destinado a su manifestación. Su carácter provisional se advierte sobre todo a propósito de los milagros, cuya proclamación anticipa la del Evangelio. También aquí las palabras finales de la muchedumbre anticipan el reconocimiento en la comunidad cristiana de la obra escatológica de Dios en Jesús.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

31-32 Todavía en tierra de paganos – A TRAVÉS… DE LA DECÁPOLIS (cf. 5, 20) – Jesús hace esta curación de UN SORDO Y TARTAMUDO (más exacto que sordomudo, a juzgar por el v. 35), presentado por unos amigos y parientes que piden a Jesús QUE PONGA LA MANO SOBRE ÉL.

33 La traducción retoca el texto griego, que pesadamente repite tres veces el genitivo “de él”. // La curación se realiza LEJOS DEL PUEBLO - ¡no se trata de levantar entusiasmos! – y a manera de sacramento: materia, palabras, gestos simbólicos. // CON SALIVA (lit. habiendo escupido): los antiguos atribuían a la saliva, con razón, poderes curativos: cf. Jn 9, 6.

34 Mc no indica el motivo de la conmoción de Jesús, exteriorizada en un profundo suspiro.  // SIGNIFICA: cf. Mt 13, 18. // ÁBRETE: este imperativo se dirige, más que a los oídos (plural) a la persona: “Hazte abierto” (semitismo), e.d., escucha. La palabra effatá es, probablemente, vocablo arameo de Galilea.

36 De nuevo, el “secreto mesiánico” (cf. 1, 34). Jesús, que acaba de dejar expedita la facultad de hablar, pide silencio.

37 LOS SORDOS… LOS MUDOS: ese plural, referido a un caso particular puede ser plural de generalización.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

7, 31-37 Cristo usaba a menudo signos y gestos físicos para acompañar sus curaciones: un toque, la imposición de las manos, el agua, un lavado, barro, o su propia saliva. Estos signos sentaron las bases para la institución de los siete sacramentos, los signos externos con los que Cristo, a través de su curación “por tacto” ofrecida por los ministros designados, nos da su gracia santificadora y curativa. La Iglesia conserva el effetá, “ábrete” en arameo, en el rito del bautismo, que expresa que el recién bautizado abre su vida a la Palabra de Dios. Este gesto de Jesús se pone en conexión explícita con las profecías de Isaías 35, 5: “Se despegarán los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos se abrirán”. Cat. 1151 y 1504.

 

Notas exegéticas Biblia del Peregrino

7, 31-37 El dedo transmite poder y es signo de él (Ex 8, 15), penetra y abre el oído (cf. Sal 40, 7).

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

1151 Al morir cada hombre recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular por Cristo, juez de vivos y de muertos.

1504 A menudo Jesús pide a los enfermos que crean. Se sirve de signos para curar: saliva e imposición de manos, barro y ablución. Los enfermos tratan de tocarlo, “pues salía de él una fuerza que los curaba a todos” (Lc 6, 19). Así, en los sacramentos, Cristo continúa “tocándonos” para sanarnos.

 

Concilio Vaticano II

La liturgia de los sacramentos y sacramentales hace que, en los fieles bien dispuestos, casi todos los acontecimientos de la vida sean santificados por la gracia divina que emana del misterio pascual, de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, de quien reciben su poder todos los sacramentos y sacramentales, y que todo unos honesto de las cosas pueda estr ordenado a la santificación del hombre y a la alabanza de Dios.

 

San Agustín

Una vida solo la hace buena un buen amor. Elimínese el oro de los asuntos humanos; mejor, haya oro a fin de que sirva de prueba para los asuntos humanos. Córtese la lengua humana, porque hay quienes blasfeman contra Dios. ¿Cómo habrá entonces quienes le alaben? ¿Qué te hizo la lengua? Si hay un buen cantor hay un buen instrumento. Tenga tu lengua un alma buena: hablará el bien, pondrá de acuerdo a quienes no lo están, consolarán a los que lloran, corregirá a los derrochadores y pondrá un freno a los iracundos.

 

San Juan de Ávila

Para lo cual os debéis acordar que en la villa de Betsaida, curando el Señor a un hombre sordo, dice el Evangelio que alzó el Señor sus sagrados ojos al cielo, y gimió, y tras esto curó al enfermo (cf. Mc 7, 34). Aquel gemido, que de fuera sonó, uno era, y en breve tiempo que pasaría; mas fue testimonio de otro gemido, y gemidos entrañables, y que le duraron, no por un rato breve, sino por meses y años.

Audi, filia (II). OC I, pg. 707

Y no solo el Señor fue hermoso en su nacimiento; fuelo también en su niñez, fuelo siendo mayor de edad, sanando enfermos, haciendo milagros y obras tan ilustres y llenas de admiración, que, como dice San Atanasio, “escureció la fama de todos los hombres que tenían fama en el mundo y los que después la tendrán”; y por sentencia del Espíritu Santo fue dicho de Él: Todas las cosas hizo bien; y a los sordos hizo oír, y a los mudos hablar (Mc 7, 37); y ningún hombre habló en el mundo como éste habló (Jn 7, 46). Y no solo fue bueno y hermoso en el hablar y obrar, mas en el padecer muerte y pasión por amor de los hombres, manifestando su grandísimo amor y, por consiguiente, su gran hermosura.

Víspera del Corpus. OC III, pg. 484.

¡Cuán bien, Señor benditísimo, tu sagrado cuerpo cumple la figura del maná pasado, y con muchas ventajas! Y si no hubiera otra figura, que cumplimos nosotros, todo fuera de alegría y contentamiento. De ti, Señor, se dijo: Todas las cosas heciste bien (cf. Mt 7, 37); y por cierto, así es la verdad que muy bueno y suave ha sido tu espíritu (Sab 12, 1), y demostrando has de tu dulcedumbre a tus hijos (Sab 16, 21) en mantenerlos contigo mismo, para que, comiéndote a ti, vivan por ti.

Santísimo Sacramento. OC III, pg. 736.

 

San Oscar Romero.

Ésta es la Iglesia y éste es el panorama en que la Iglesia desarrolla su misión. Ojalá, queridos hermanos, que todos nos comprometamos en esta eucaristía de este domingo, junto al Cristo liberador, que lo que interesa es como a Cristo le interesa, venir en persona a salvarnos. Pero a salvar el hombre todo entero, en su dimensión trascendente y en su dimensión histórica.

Su método de salvar no es negativo, sino muy positivo no destruye sino que rehace. Hoy precisamente es lo que vamos a hacer. En el altar el sacrificio eucarístico nos da la presencia de Cristo muerto y resucitado. Allí comenzó la historia de la restauración, todo hombre por más pecador y traidor que haya sido cuando se incorpora a esta muerte y a esta resurrección ya se hace un elemento útil para la patria. Ojalá atendieran este llamamiento quienes hasta ahora no han hecho más que sembrar sangre, desolación, muerte, dolor, crimen. Ya es tiempo de que se conviertan y vivan. La Iglesia los ama demasiado para estar tranquila de que sigan caminando por esos caminos de sangre y de violencia.

Homilía, 9 de septiembre de 1979.

 

Papa Francisco. Angelus. 6 de septiembre de 2015

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy (Mc 7, 31-37) relata la curación de un sordomudo por parte de Jesús, un acontecimiento prodigioso que muestra cómo Jesús restablece la plena comunicación del hombre con Dios y con los otros hombres. El milagro está ambientado en la zona de la Decápolis, es decir, en pleno territorio pagano; por lo tanto, ese sordomudo que es llevado ante Jesús se transforma en el símbolo del no-creyente que cumple un camino hacia la fe. En efecto, su sordera expresa la incapacidad de escuchar y de comprender no sólo las palabras de los hombres, sino también la Palabra de Dios. Y san Pablo nos recuerda que «la fe nace del mensaje que se escucha» (Rm 10, 17).

La primera cosa que Jesús hace es llevar a ese hombre lejos de la multitud: no quiere dar publicidad al gesto que va a realizar, pero no quiere tampoco que su palabra sea cubierta por la confusión de las voces y de las habladurías del entorno. La Palabra de Dios que Cristo nos transmite necesita silencio para ser acogida como Palabra que sana, que reconcilia y restablece la comunicación.

Se evidencian después dos gestos de Jesús. Él toca las orejas y la lengua del sordomudo. Para restablecer la relación con ese hombre «bloqueado» en la comunicación, busca primero restablecer el contacto. Pero el milagro es un don que viene de lo alto, que Jesús implora al Padre; por eso, eleva los ojos al cielo y ordena: «¡Ábrete!». Y los oídos del sordo se abren, se desata el nudo de su lengua y comienza a hablar correctamente (cf. v. 35). La enseñanza que sacamos de este episodio es que Dios no está cerrado en sí mismo, sino que se abre y se pone en comunicación con la humanidad. En su inmensa misericordia, supera el abismo de la infinita diferencia entre Él y nosotros, y sale a nuestro encuentro. Para realizar esta comunicación con el hombre, Dios se hace hombre: no le basta hablarnos a través de la ley y de los profetas, sino que se hace presente en la persona de su Hijo, la Palabra hecha carne. Jesús es el gran «constructor de puentes» que construye en sí mismo el gran puente de la comunión plena con el Padre.

Pero este Evangelio nos habla también de nosotros: a menudo nosotros estamos replegados y encerrados en nosotros mismos, y creamos muchas islas inaccesibles e inhóspitas. Incluso las relaciones humanas más elementales a veces crean realidades incapaces de apertura recíproca: la pareja cerrada, la familia cerrada, el grupo cerrado, la parroquia cerrada, la patria cerrada… Y esto no es de Dios. Esto es nuestro, es nuestro pecado.

Sin embargo, en el origen de nuestra vida cristiana, en el Bautismo, están precisamente aquel gesto y aquella palabra de Jesús: «¡Effatá! – ¡Ábrete!». Y el milagro se cumplió: hemos sido curados de la sordera del egoísmo y del mutismo de la cerrazón y del pecado y hemos sido incorporados en la gran familia de la Iglesia; podemos escuchar a Dios que nos habla y comunicar su Palabra a cuantos no la han escuchado nunca o a quien la ha olvidado y sepultado bajo las espinas de las preocupaciones y de los engaños del mundo.

Pidamos a la Virgen santa, mujer de la escucha y del testimonio alegre, que nos sostenga en el compromiso de profesar nuestra fe y de comunicar las maravillas del Señor a quienes encontramos en nuestro camino.

 

Papa Francisco. Angelus. 9 de septiembre de 2018.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este domingo (cf. Marcos 7, 31-37) se refiere al episodio de la sanación milagrosa de un sordomudo, realizada por Jesús. Le llevaron a un sordomudo, pidiéndole que le impusiera la mano. Él, sin embargo, realiza sobre él diferentes gestos: antes de todo lo apartó lejos de la multitud. En esta ocasión, como en otras, Jesús actúa siempre con discreción. No quiere impresionar a la gente, Él no busca popularidad o éxito, sino que desea solamente hacer el bien a las personas. Con esta actitud, Él nos enseña que el bien se realiza sin clamores, sin ostentación, sin «hacer sonar la trompeta». Se realiza en silencio.

Cuando se encontró apartado, Jesús puso los dedos en las orejas del sordomudo y con la saliva le tocó la lengua. Esto recuerda a la Encarnación. El Hijo de Dios es un hombre insertado en la realidad humana: se ha hecho hombre, por tanto puede comprender la condición penosa de otro hombre e interviene con un gesto en el cual está implicada su propia humanidad. Al mismo tiempo, Jesús quiere hacer entender que el milagro sucede por motivo de su unión con el Padre: por esto, levantó la mirada al cielo. Después emitió un suspiro y pronunció la palabra resolutiva: «Effatá», que significa «Ábrete». Y en seguida el hombre fue sanado: se le abrieron los oídos, se soltó la atadura de su lengua. La sanación fue para él una «apertura» a los demás y al mundo.

Este pasaje del Evangelio subraya la exigencia de una doble sanación. Sobre todo la sanación de la enfermedad y del sufrimiento físico, para restituir la salud del cuerpo; incluso esta finalidad no es completamente alcanzable en el horizonte terreno, a pesar de tantos esfuerzos de la ciencia y de la medicina. Pero hay una segunda sanación, quizá más difícil, y es la sanación del miedo. La sanación del miedo que nos empuja a marginar al enfermo, a marginar al que sufre, al discapacitado. Y hay muchos modos de marginar, también con una pseudo piedad o con la eliminación del problema; nos quedamos sordos y mudos delante de los dolores de las personas marcadas por la enfermedad, angustias y dificultades. Demasiadas veces el enfermo y el que sufre se convierten en un problema, mientras que deberían ser ocasión para manifestar la preocupación y la solidaridad de una sociedad en lo relacionado con los más débiles.

Jesús nos ha desvelado el secreto de un milagro que podemos repetir también nosotros, convirtiéndonos en protagonistas del «Effatá», de esa palabra «Ábrete» con la cual Él dio de nuevo la palabra y el oído al sordomudo. Se trata de abrirnos a las necesidades de nuestros hermanos que sufren y necesitan ayuda, escapando del egoísmo y la cerrazón del corazón. Es precisamente el corazón, es decir el núcleo profundo de la persona, lo que Jesús ha venido a «abrir», a liberar, para hacernos capaces de vivir plenamente la relación con Dios y con los demás. Él se hizo hombre para que el hombre, que se ha vuelto interiormente sordo y mudo por el pecado, pueda escuchar la voz de Dios, la voz del Amor que habla a su corazón, y así aprenda a hablar a su vez el lenguaje del amor, traduciéndolo en gestos de generosidad y de donación de sí.

Que María, Aquella que se ha «abierto» totalmente al amor del Señor, nos conceda experimentar cada día, en la fe, el milagro del «Effatá», para vivir en comunión con Dios y con los hermanos.

 

Papa Francisco. Angelus. 5 de septiembre de 2021

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de la Liturgia de hoy presenta a Jesús que cura a un sordomudo. Lo que llama la atención en el relato es la forma en que el Señor realiza este signo milagroso. Y lo hace así: aparta de la gente al sordomudo, le mete los dedos en los oídos y le toca la lengua con su saliva, luego mira al cielo, suspira y dice: «Effatá», es decir, «¡Ábrete!» (cf. Mc 7,33-34). En otras curaciones, de enfermedades igualmente graves, como la parálisis o la lepra, Jesús no hace tantos gestos. ¿Por qué hace todo esto ahora, cuando sólo le habían pedido que impusiera su mano sobre el enfermo (cf. v. 32)? ¿Por qué hace estos gestos? Quizás porque la condición de esa persona tiene un valor simbólico particular. Ser sordomudo es una enfermedad, pero también es un símbolo. Y este símbolo tiene algo que decirnos a todos. ¿De qué se trata? Se trata de la sordera. Ese hombre no podía hablar porque no podía oír. Jesús, de hecho, para curar la causa de su malestar, primero le pone los dedos en los oídos, luego en la boca, pero antes en los oídos.

Todos tenemos oídos, pero muchas veces no somos capaces de escuchar. ¿Por qué? Hermanos y hermanas, hay de hecho una sordera interior, que hoy podemos pedir a Jesús que toque y sane. Y esta sordera interior es peor que la física, porque es la sordera del corazón. Atrapados por las prisas, por mil cosas que decir y hacer, no encontramos tiempo para detenernos a escuchar a quien nos habla. Corremos el riesgo de volvernos impermeables a todo y de no dar cabida a quienes necesitan ser escuchados: pienso en los hijos, en los jóvenes, en los ancianos, en muchos que no necesitan tanto palabras y sermones, sino ser escuchados. Preguntémonos: ¿cómo va mi escucha? ¿Me dejo tocar por la vida de las personas, sé dedicar tiempo a los que están cerca de mí para escuchar? Esto es para todos nosotros, pero de manera especial para los curas, para los sacerdotes. El sacerdote debe escuchar a la gente, no tener prisa, escuchar..., y ver cómo puede ayudar, pero después de escuchar. Y todos nosotros: primero escuchar, luego responder. Pensemos en la vida familiar: ¡cuántas veces se habla sin escuchar primero, repitiendo los propios estribillos que son siempre iguales! Incapaces de escuchar, siempre decimos las mismas cosas, o no dejamos que el otro termine de hablar, de expresarse, y lo interrumpimos. La reanudación de un diálogo, a menudo, no se da mediante las palabras, sino mediante el silencio, por el hecho de no obstinarse y volver a empezar pacientemente a escuchar a la otra persona, escuchar sus agobios, lo que lleva dentro. La curación del corazón comienza con la escucha. Escuchar. Y esto restablece el corazón. "Pero padre, hay gente aburrida que siempre dice lo mismo...". Escúchalos. Y luego, cuando terminen de hablar, di la tuya, pero escucha todo.

Y lo mismo ocurre con el Señor. Hacemos bien en inundarle con peticiones, pero haríamos mejor si primero lo escucháramos. Jesús lo pide. En el Evangelio, cuando le preguntan cuál es el primer mandamiento, responde: «Escucha, Israel». Luego añade el primer mandamiento: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón [...] y a tu prójimo como a ti mismo» (Mc 12,28-31). Pero en primer lugar: “Escucha, Israel”. Escucha, tú. ¿Nos acordamos de escuchar al Señor? Somos cristianos, pero quizás, entre las miles de palabras que escuchamos cada día, no encontramos unos segundos para dejar que resuenen en nosotros algunas palabras del Evangelio. Jesús es la Palabra: si no nos detenemos a escucharlo, pasa de largo. Si no nos detenemos a escuchar a Jesús, pasa de largo. Decía san Agustín: “Tengo miedo del Señor cuando pasa”. Y el miedo era dejarlo pasar sin escucharlo. Pero si dedicamos tiempo al Evangelio, encontraremos un secreto para nuestra salud espiritual. He aquí la medicina: cada día un poco de silencio y de escucha, algunas palabras inútiles de menos y algunas palabras más de Dios. Siempre con el Evangelio en el bolsillo, que ayuda mucho. Escuchemos hoy, como el día de nuestro bautismo, las palabras de Jesús: ¡“Effatá, ábrete”! Ábrete los oídos. Jesús, deseo abrirme a tu Palabra, Jesús abrirme a tu escucha; Jesús sana mi corazón de la cerrazón, Jesús sana mi corazón de la prisa, Jesús sana mi corazón de la impaciencia.

Que la Virgen María, abierta a la escucha de la Palabra, que en ella se hizo carne, nos ayude cada día a escuchar a su Hijo en el Evangelio y a nuestros hermanos y hermanas con un corazón dócil, con corazón paciente y con corazón atento.

 

Benedicto XVI. Angelus. 9 de septiembre de 2012.

Queridos hermanos y hermanas:

En el centro del Evangelio de hoy (Mc 7, 31-37) hay una pequeña palabra, muy importante. Una palabra que —en su sentido profundo— resume todo el mensaje y toda la obra de Cristo. El evangelista san Marcos la menciona en la misma lengua de Jesús, en la que Jesús la pronunció, y de esta manera la sentimos aún más viva. Esta palabra es «Effetá», que significa: «ábrete». Veamos el contexto en el que está situada. Jesús estaba atravesando la región llamada «Decápolis», entre el litoral de Tiro y Sidón y Galilea; una zona, por tanto, no judía. Le llevaron a un sordomudo, para que lo curara: evidentemente la fama de Jesús se había difundido hasta allí. Jesús, apartándolo de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua; después, mirando al cielo, suspiró y dijo: «Effetá», que significa precisamente: «Ábrete». Y al momento aquel hombre comenzó a oír y a hablar correctamente (cf. Mc 7, 35). He aquí el significado histórico, literal, de esta palabra: aquel sordomudo, gracias a la intervención de Jesús, «se abrió»; antes estaba cerrado, aislado; para él era muy difícil comunicar; la curación fue para él una «apertura» a los demás y al mundo, una apertura que, partiendo de los órganos del oído y de la palabra, involucraba toda su persona y su vida: por fin podía comunicar y, por tanto, relacionarse de modo nuevo.

Pero todos sabemos que la cerrazón del hombre, su aislamiento, no depende sólo de sus órganos sensoriales. Existe una cerrazón interior, que concierne al núcleo profundo de la persona, al que la Biblia llama el «corazón». Esto es lo que Jesús vino a «abrir», a liberar, para hacernos capaces de vivir en plenitud la relación con Dios y con los demás. Por eso decía que esta pequeña palabra, «Effetá» —«ábrete»— resume en sí toda la misión de Cristo. Él se hizo hombre para que el hombre, que por el pecado se volvió interiormente sordo y mudo, sea capaz de escuchar la voz de Dios, la voz del Amor que habla a su corazón, y de esta manera aprenda a su vez a hablar el lenguaje del amor, a comunicar con Dios y con los demás. Por este motivo la palabra y el gesto del «Effetá» han sido insertados en el rito del Bautismo, como uno de los signos que explican su significado: el sacerdote, tocando la boca y los oídos del recién bautizado, dice: «Effetá», orando para que pronto pueda escuchar la Palabra de Dios y profesar la fe. Por el Bautismo, la persona humana comienza, por decirlo así, a «respirar» el Espíritu Santo, aquel que Jesús había invocado del Padre con un profundo suspiro, para curar al sordomudo.

Nos dirigimos ahora en oración a María santísima, cuya Natividad celebramos ayer. Por su singular relación con el Verbo encarnado, María está plenamente «abierta» al amor del Señor; su corazón está constantemente en escucha de su Palabra. Que su maternal intercesión nos obtenga experimentar cada día, en la fe, el milagro del «Effetá», para vivir en comunión con Dios y con los hermanos.

 

 

Catequesis. Mar y desierto.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy, pospongo la catequesis habitual y quisiera detenerme con vosotros para pensar en las personas que – también en este momento – están atravesando mares y desiertos para llegar a una tierra donde puedan vivir en paz y seguridad.

Mar y desierto: estas dos palabras vuelven a aparecer en muchos testimonios que recibo, tanto de migrantes, como de personas que se comprometen a rescatarlos. Y cuando digo «mar», en el contexto de migración, también me refiero al océano, lago, río, todas las masas de agua traicioneras que tantos hermanos y hermanas de cualquier parte del mundo se ven obligados a cruzar para llegar a su destino. Y «desierto» no es solo el de arena y dunas, o el rocoso, sino también todos aquellos territorios inaccesibles y peligrosos como bosques, selvas, estepas, donde los migrantes caminan solos, abandonados a su suerte. Migrantes, mar y desierto. Las rutas migratorias actuales a menudo están marcadas por travesías de mares y desiertos, que, para muchas, demasiadas personas, - ¡demasiadas! -  son mortales. Por eso quiero detenerme en este drama, en este dolor. Algunas de estas rutas las conocemos mejor, porque suelen estar a menudo bajo los reflectores; otras, la mayoría, son poco conocidas, pero no por ello menos transitadas.

Del Mediterráneo he hablado muchas veces, porque soy Obispo de Roma y porque es emblemático: el mare nostrum, lugar de comunicación entre pueblos y civilizaciones, se ha convertido en un cementerio. Y la tragedia es que muchos, la mayoría de estos muertos, podrían haberse salvado. Hay que decirlo claramente: hay quienes trabajan sistemáticamente por todos los medios para repeler a los migrantes – para repeler a los migrantes. Y esto, cuando se hace con conciencia y con responsabilidad, es un pecado grave. No olvidemos lo que dice la Biblia: «No maltratarás ni oprimirás al emigrante» (Ex 22,20). El huérfano, la viuda y el forastero son los pobres por excelencia a los que Dios siempre defiende y pide defender.

También algunos desiertos, por desgracia, se convierten en cementerios de migrantes. A menudo, tampoco aquí se trata de muertes “naturales”. No. A veces los llevan al desierto y los abandonan allí. Todos conocemos la foto de la mujer y de la hija de Pato, muertas de hambre y de sed en el desierto. En la era de los satélites y de los drones, hay hombres, mujeres y niños migrantes que nadie debe ver: les esconden. Solo Dios los ve y escucha su clamor. Y esta es una crueldad de nuestra civilización.

De hecho, el mar y el desierto son también lugares bíblicos cargados de valor simbólico. Son escenarios muy importantes en la historia del éxodo, la gran migración del pueblo guiada por Dios a través de Moisés desde Egipto hasta la Tierra Prometida. Estos lugares son testigos del drama del pueblo que huye de la opresión y la esclavitud. Son lugares de sufrimiento, de miedo, de desesperación, pero al mismo tiempo son lugares de paso hacia la liberación, – y cuánta gente pasa por los mares y los desiertos para liberarse, hoy – son lugares de paso hacia la redención, hacia la libertad y el cumplimiento de las promesas de Dios (cf. Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2024).

Hay un salmo que, dirigiéndose al Señor, dice: «Tú te abriste camino por las aguas, | un vado por las aguas caudalosas, | y no quedaba rastro de tus huellas» (77,20). Y otro canta así: «Guio por el desierto a su pueblo: | porque es eterna su misericordia» (136,16). Estas palabras santas nos dicen que, para acompañar al pueblo en el camino de la libertad, Dios mismo atraviesa el mar y el desierto; Dios no permanece a distancia, no, comparte el drama de los emigrantes, Dios está con ellos, con los migrantes, sufre con ellos, con los migrantes, llora y espera con ellos, con los migrantes. Nos hará bien, hoy, pensar: El Señor está con nuestros migrantes en el mare nostrum, el Señor está con ellos, no con lo que les rechazan.

Hermanos y hermanas, en una cosa podremos estar todos de acuerdo: en esos mares y desiertos mortíferos, los migrantes de hoy no deberían estar – y están, desafortunadamente. Pero no es mediante leyes más restrictivas, no es mediante la militarización de las fronteras, no es mediante rechazos como lo conseguiremos. Por el contrario, lo conseguiremos ampliando las rutas de acceso seguras y las vías de acceso legales para los migrantes, facilitando el refugio a quienes huyen de la guerra, de la violencia, de la persecución y de tantas calamidades; lo conseguiremos fomentando por todos los medios una gobernanza mundial de la migración basada en la justicia, la fraternidad y la solidaridad. Y aunando esfuerzos para combatir el tráfico de seres humanos, para detener a los traficantes criminales que se aprovechan sin piedad de la miseria ajena.

Queridos hermanos y hermanas, pensad en tantas tragedias de migrantes: Cuántos mueren en el Mediterráneo. Pensad en Lampedusa, en Crotone… Cuántas cosas feas y tristes. Y quisiera concluir reconociendo y alabando los esfuerzos de tantos buenos samaritanos, que hacen todo lo posible por rescatar y salvar a los migrantes heridos y abandonados en las rutas de la esperanza desesperada, en los cinco continentes. Estos hombres y mujeres valientes son signo de una humanidad que no se deja contagiar por la malvada cultura de la indiferencia y el descarte: lo que mata a los migrantes es nuestra indiferencia y esa actitud de descartar.  Y quienes no pueden estar como ellos «en primera línea», - pienso en tantos buenos que están ahí en primera línea, como Mediterranea Saving Humans y tantas otras asociaciones - no están excluidos de esta lucha por la civilización: nosotros no podemos estar en primera línea, pero no estamos excluidos; hay muchas formas de contribuir, ante todo la oración. Y os pregunto a vosotros: ¿Vosotros rezáis por los migrantes, por los que vienen en nuestras tierras para salvar la vida? Y “vosotros” queréis echarles.

Queridos hermanos y hermanas, unamos nuestros corazones y nuestras fuerzas, para que los mares y los desiertos no sean cementerios, sino espacios donde Dios pueda abrir caminos de libertad y fraternidad.

 

MISA DE NIÑOS. XXIV T.O.

Monición de entrada.

Buenos días:

La misa de este domingo y de cada domingo es como el recreo.

Salimos, no de la clase, sino de nuestras casas para estar juntos con Jesús.

Aquí le escuchamos y nos sentamos cerca de él, que también estará en la mesa del altar.

Y así vamos cada día siendo más amigos de Jesús.

 

 Señor, ten piedad.

Por tu pasión. Señor, ten piedad.

Por tu muerte. Cristo, ten piedad.

Por tu resurrección. Señor, ten piedad.

 

Peticiones.

-Por el Papa Francisco, para que le escuchemos con atención y le hagamos caso. Te lo pedimos Señor.

-Por las personas que no tienen miedo a morir por anunciar a Jesús.  Te lo pedimos Señor.

-Por las personas que no conocen a Jesús. Te lo pedimos, Señor.

-Por nosotros, para que queramos a los demás como Jesús los quiere. Te lo pedimos, Señor.

 

 Acción de gracias.

Virgen María, te damos gracias porque nos ayudas a venir a misa y a ser menos egoístas.

 

ORACIÓN PARA EL CENTRE JUNIORS CORBERA Y PARROQUIAS DE FAVARA, LLAURÍ Y CORBERA.

EXPERIENCIA.

Haz la señal de la cruz sobre tu frente, boca y corazón.

Con tus dedos toca los oídos y permanece en silencio.

Con tus dedos toca tus labios y permanece en silencio.

¿Cómo te has sentido? ¿Y si hubiesen sido los de Jesús, cómo te sentirías?

Mira este vídeo:

https://www.youtube.com/watch?v=RSbpdO-Jklw

¿Qué ocurre?, ¿por qué sucede?

¿Cuál es la raíz, la causa principal de los gestos y palabras de la pareja?

¿Cuáles son los gestos de la hija? ¿Y sus sentimientos? ¿Cómo actúa?

En tu vida cuando te has comportado de este modo. ¿Con quienes? ¿En qué momentos?

Siente el dolor de haber actuado así.

 

REFLEXIÓN.

Lee el evangelio de este domingo.

X Lectura del santo evangelio según san Marcos 7, 31-37.

En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano. Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo:

-“Effetá” (esto es, “ábrete”).

Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían:

-Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

Cuando en la vida suceden conflictos nos queda dos caminos complementarios: mirar alrededor para descubrir quien nos puede ayudar y orar.

Imagina la escena y sitúate en el lugar del hombre sanado.

Recuerda tus sorderas y preséntaselas a Jesús para que él las cure.

 

COMPROMISO.

Esta semana presta más atención cuando te hablan en tu casa, evitando invisibilizarlos.

 

CELEBRACIÓN.

Escucha la canción de Hakuna No  tengo miedo (Himno Effetá).

https://www.youtube.com/watch?v=RUTx1_-rqqA&list=RDEM-Piv8ysjQb6FkL3tDxXnXw&start_radio=1

Cristo, tu Cruz es respuesta real

para este mundo, para este tiempo

que huye en temores.

Tú eres Camino, eres Verdad, eres la Vida.

CORO:

NO TENGO MIEDO DE LA LIBERTAD,

NO TENGO MIEDO, SEÑOR DE LA VIDA,

ME QUIERO ENTREGAR.

TOMA MIS MANOS MI VOZ Y MI ANDAR

Y YO ALZARÉ ALTO LA CRUZ DERRAMADA DE AMOR,

PARA QUE SEA BANDERA DE LA JUVENTUD,

TU TRIUNFO SANTO QUE JUNTO A MI CANTO

SE HARÁN FUERTE LUZ

PARA QUE VEAN TU ROSTRO, JESÚS,

HOMBRES CON SED,

HOMBRES VALIENTES QUE QUIERAN SEGUIR TU CAMINAR.

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