Lectura del libro de Isaías 50, 5-9a.
El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí
la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no
escondí el rostro ante ultrajes y salivazos. El Señor Dios me ayuda, por eso no
sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no
quedaría defraudado. Mi defensor está cerca, ¿quién pleiteará contra mí?
Comparezcamos juntos, ¿quién me acusará? Que se acerque. Mirad, el Señor Dios
me ayuda, ¿quién me condenará?
Textos
paralelos.
No me resistí, ni me hice
atrás.
Is 52, 14: Como muchos se
espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre ni tenía aspecto humano.
Is 53, 7: Maltratado,
aguantaba, no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja muda
ante el esquilador, no abría la boca.
No hurtaré mi rostro a
insultos y salivazos.
Mt 26, 67: Entonces le
escupieron al rostro, le dieron bofetadas y lo golpeaban diciendo: “Mesías,
adivina quien te ha pegado”.
Mt 27, 30: Le escupían, le
quitaban la caña y le pegaban con ella en la cabeza.
Ofrecí mi cara como el
pedernal.
Ez 3, 8-9: Mira, hago tu rostro
tan duro como el de ellos y tu cabeza terca como la de ellos; como el diamante,
más dura que el pedernal hago tu cabeza. No les tengas miedo ni te acobardes
ante ellos, aunque sean casa rebelde.
Sabiendo que no quedaría
defraudado.
Sal 25, 3: Los que esperan en
ti no quedan defraudados; quedan defraudados los desleales sin razón.
Cerca está el que me
justifica.
Rm 8,
31-33: Teniendo esto en cuenta, ¿qué podemos decir? Si Dios está de nuestra
parte, ¿quién estará en contra? El que no reservó a su propio Hijo, sino que lo
entregó por todos nosotros ¿cómo no nos va a regalar todo lo demás con él?
Notas
exegéticas.
50 Poema difícil y quizá incompleto.
No es seguro que sea continuación del poema precedente, pero parece que reanuda
el tema de 49, 24-26: es una respuesta a los israelitas que no quieren creer en
la liberación cercana.
50 6 Esta descripción de los
sufrimientos del Siervo se repetirá con más amplitud en el canto cuarto, 53,
13-43, 12. Evoca ya a Mt 26, 67; 27, 30 y paralelos.
Salmo
responsorial
Salmo 116 (114-115), 1-6.8-9.
Caminaré
en presencia del Señor
en
el país de los vivos. R/.
Amo
al Señor, porque escucha
mi
voz suplicante,
porque
inclina su oído hacia mí
el
día que lo invoco. R/.
Me
envolvían redes de muerte,
me
alcanzaron los lazos del abismo,
caí
en tristeza y angustia.
Invoqué
el nombre del Señor:
“Señor,
salva mi vida”. R/.
El
Señor es benigno y justo,
nuestro
Dios es compasivo;
el
Señor guarda a los sencillos:
estando
yo sin fuerzas, me salvó. R/.
Arrancó
mi alma de la muerte,
mis
ojos de las lágrimas,
mis
pies de la caída.
Caminaré
en presencia del Señor
en
el país de los vivos. R/.
Textos paralelos.
Me aferraban los lazos de
la muerte.
Sal 18, 5-7: Me cercaban lazos
de muerte, torrentes destructores me aterraban, me envolvían lazos del Abismo,
me asaltaban redes de muerte. En el peligro invocaba al Señor pidiendo socorro
a mi Dios; desde su templo escuchó mi clamor, mi grito de socorro llegó a su
presencia, a sus oídos.
Me sorprendieron las
redes del Seol.
Jon 2, 3: En el peligro grité
al Señor y me atendió, desde el vientre del abismo pedí auxilio y me escuchó.
Ha guardado mi vida de la
muerte.
Sal 56, 14: Has librado mi vida
de la muerte, mis pies del empujón, para que camine en presencia de Dios a la
luz de la vida.
Is 25, 8: Y aniquilará la
muerte para siempre. El Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros y
alejará de la tierra entera el oprobio de su pueblo -lo ha dicho el Señor -.
Mis pies de la caída.
Ap 21, 4: Les enjugará las
lágrimas de los ojos. Ya no habrá muerte ni pena ni llanto ni dolor. Todo lo
antiguo ha pasado.
Sal 27, 13: Yo en cambio espero
gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Sal 42, 7: Cuando mi alma se
acongoja, entonces me acuerdo de ti, desde la zona del Jordán y el Hermón y el
Monte Menor.
Caminaré en presencia de
Yahvé en el mundo de los vivos.
Sal 142, 6: A ti grito, Señor,
te digo: Tú eres mi refugio, mi lote en la tierra de los vivos.
Is 38, 11: Yo prensé: “Ya no
veré más al Señor en la tierra de los vivos, ya no miraré a los hombres entre
los habitantes del mundo”.
1 Co 4, 13: Calumniados
suplicamos. Somos la basura del mundo, el desecho de todos hasta ahora.
Notas
exegéticas.
116 “Aleluya” según griego; unido
por el hebreo al salmo anterior, como en los dos salmos siguientes.
116 2 “El día que” siriaco: “y en
mis días” hebreo.
116 3 “redes” Jerónimo: “angustia”
hebreo, que añade al final del versículo “yo encuentro”.
116 8 “Ha” versiones; “has” hebreo.
– “mi vida de la muerte” parece adición.
Segunda
lectura.
Lectura de la carta del apóstol Santiago 2,
14-18.
¿De qué le sirve a uno hermanos míos, decir que tiene fe, si no
tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan
desnudos y faltos de alimento diario y uno de vosotros le dice: “Id en paz,
abrigaos y saciaos”, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?
Así es también la fe: si no tiene obras, está muerta por dentro. Pero alguno
dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo
con mis obras te mostraré la fe?”.
Textos
paralelos.
¿De qué sirve, hermanos
míos, que alguien diga: “Tengo fe”.
Ga 5, 6: Siendo de Cristo
Jesús, no importa estar o no circuncidados; lo que cuenta es una fe activa por
el amor.
1 Co 13, 3: Aunque reparta
todos mis bienes y entregue mi cuerpo en llamas, si no tengo amor, de nada me
sirve.
Si un hermano o una
hermana están desnudos.
Mt 7, 21: No todo el que me
diga: ¡Señor, Señor! Entrará en el reino de Dios, sino el que cumpla la
voluntad de mi Padre del cielo.
Mt 25, 41-45: Después dirá a
los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para
el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed
y no me disteis de beber, era emigrante y no me vestisteis, estaba enfermo y
encarcelado y no me visitasteis. Ellos replicarán: Señor, ¿cuándo te vimos
hambriento o sediento, emigrante o desnudo, enfermo o encarcelado y no te
socorrimos? El responderá: Os aseguro que lo que hicisteis a uno de estos, más
pequeños no me lo hicisteis a mí.
1 Jn 3, 17: Si uno posee bienes
del mundo y ve a su hermano necesitado y le cierra las entrañas y no se
compadece de él, ¿cómo puede conservar el amor de Dios?
Notas
exegéticas.
2 14 Una declaración de principio
aclarará las disposiciones precedentes. El que oye la palabra debe ponerla por
obra. El punto de vista de Santiago no es inconciliable con el que defiende
Pablo. Lo que este rechaza es el valor de las obras humanas para merecer la
salvación sin la fe en Cristo. Esta confianza en el esfuerzo del hombre para
hacerse justo olvida que el hombre es radicalmente pecador y hace inútil la fe
en Cristo. Pero también Pablo admite que, una vez recibida la justificación por
pura gracia, la fe debe hacerse activa mediante la caridad, y finalmente
cumplir en verdad la ley, que es la ley de Cristo y del Espíritu, la ley del
amor. Cada cual será juzgado según sus obras. Con todo, el pensamiento de
Santiago incluso respecto de la historia de Abrahán está más cerca del Judaísmo
que el de pablo.
2 17 Lit.: “está muerta en sí
misma”.
X Lectura del santo evangelio según san Marcos 8, 27-35.
En aquel tiempo, Jesús y
sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino
preguntó a sus discípulos:
-¿Quién dice la gente que
soy yo?
Ellos le contestaron:
-Unos, Juan el Bautista;
otros, Elías, y otros, uno de los profetas.
Él les preguntó:
-Y vosotros, ¿quién decís
que soy yo?
Tomando la palabra Pedro
le dijo:
-Tú eres el Mesías.
Y les conminó a que no
hablaran a nadie acerca de esto. Y empezó a instruirlos:
-El Hijo del hombre tiene
que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas,
ser ejecutado y resucitar a los tres días.
Se lo explicaba con toda
claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Pero él se
volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro:
-¡Ponte detrás de mí,
Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios”
Y llamando a la gente y a
sus discípulos les dijo:
-Si alguno quiere venir en
pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien
quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el
evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero
y perder su alma?
Textos paralelos.
Mc 8, 27-35 |
Mt 16, 13-28 |
Lc 9, 18-27 |
Jesús emprendió el viaje con sus discípulos hacia las aldeas de
Cesarea de Felipe. Por el camino preguntaba a los discípulos: -¿Quién dicen los hombres que soy yo? Le respondieron: -Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que uno de los
profetas. Él les preguntó a ellos: -Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondió Pedro: -Tú eres el Mesías. Entonces los amonestó para que a nadie hablase de ello. Y empezó a explicarles que aquel Hombre tenía que padecer mucho, ser
reprobado por los senadores, los sumos sacerdotes y los letrados, sufrir la
muerte y al cabo de tres días resucitar. Les hablaba con franqueza. Pedro se lo llevó aparte y se puso a
increparlo: Pero él se volvió y, viendo a los discípulos, dice a Pedro: -¡Retírate, Satanás! Piensas al modo humano, no según Dios. Y llamando a la gente con los discípulos, les dijo: -Quien quiera seguirme, niéguese a sí, cargue con su cruz y sígame. Quien se empeñe en salvar la vida la perderá; quien la pierda por mí
y por la buena noticia, la salvará. |
Cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Felipe, interrogó a los discípulos: -¿Quién dicen los hombres que es este Hombre? Contestaron: -Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o
algún otro profeta. Les dice: -Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondió Simón Pedro: -Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús le replicó: -¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás! porque no te lo ha revelado nadie
de carne y sangre, sino mi Padre del cielo. Pues yo te digo que tú eres Pedro
y sobre esta Piedra construiré mi iglesia y el imperio de la Muerte no la
vencerá. A ti te daré las llaves del reino de Dios: lo que ates en la tierra
quedará atado en cielo; lo que desates en la tierra quedará desatado en el
cielo. Entonces les ordenó que no dijeran a nadie que era él el Mesías. A partir de entonces comenzó a explicar a los discípulos que habría
de ir a Jerusalén, padecer mucho por causa de los senadores, sumos sacerdotes
y letrados, sufrir la muerte y al tercer día resucitar. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. -¡Dios te libre, Señor! No te sucederá tal cosa. Él se volvió y dijo a Pedro: -¡Retírate, Satanás! Quieres hacerme caer: Piensas al modo humano, no
según Dios. Entonces Jesús dijo a los discípulos: -Quien quiera seguirme que se niegue a sí, cargue con su cruz y me
siga. Quien se empeñe en salvar la vida la perderá; quien pierda la vida por
mí la alcanzará. ¿Qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo a costa de
su vida? ¿qué precio pagará por su vida? El Hijo del hombre ha de venir con
la gloria de su Padre y acompañado de sus ángeles. Entonces pagará a cada uno
según su conducta. Os aseguro: hay algunos de los que están aquí que no sufrirán la
muerte antes de ver venir al Hijo del Hombre como rey. |
Estando él una vez orando a solas, se le acercaron los discípulos y él los interrogó: -¿Quién dice la gente que soy yo? Contestaron: -Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha surgido
un profeta de los antiguos. Les preguntó: -Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondió Pedro: -Tú eres el Mesías de Dios. Él los amonestó encargándoles que no se lo dijeran a nadie. Y añadió: -Este Hombre tiene que sufrir mucho, ser reprobado por los senadores,
sumos sacerdotes y letrados, tiene que ser condenado a muerte y resucitar al
tercer día. Y a todos les decía: -Quien quiera seguirme, niéguese a sí, cargue con su cruz cada día y
venga conmigo. Quien se empeñe en salvar su vida la perderá; quien pierda su
vida por mí la salvará. ¿Qué le aprovecha al hombre ganar el mundo entero si
se pierde o se malogra él? Si uno se avergüenza de mí y de mis palabras, este
Hombre se avergonzará de él cuando vuelva con su gloria, la de su Padre y de
los santos ángeles. Os aseguro que algunos de los aquí presentes no sufrirán la muerte
antes de ver el reinado de Dios. |
Entonces les ordenó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de
él.
Mc 1, 34: Él curó a muchos enfermos de dolencias diversas, expulsó
muchos demonios, y no les permitía hablar, porque lo conocían.
Resucitará a los tres días.
Mt 21, 42: Jesús les dice: ¿No habéis leído nunca en la Escritura: La
piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular; es el Señor
quien lo ha hecho y nos parece un milagro?
Mc 9, 9-10: Mientras bajaban de la montaña les encargó que no contaran
a nadie lo que habían visto, si no era cuando aquel Hombre resucitara de la
muerte. Se agarraron a esas palabras y discutían que significaba resucitar de
la muerte.
Mc 9, 31-32: A los discípulos les explicaba: Este hombre va a ser
entregado en manos de hombres, que le darán muerte; después de morir, al cabo
de tres días resucitará. Ellos, aunque no entendían el asunto no se atrevían a
hacerle preguntas.
Mc 10, 32-34: Iban de camino, subiendo hacia Jerusalén. Jesús se les
adelantó y ellos se sorprendían; los que seguían iban con miedo. Él reunió otra
vez a los doce y se puso a anunciarles lo que iba a suceder: Mirad, estamos
subiendo a Jerusalén: este Hombre será entregado a los sumos sacerdotes y los
letrados, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos, que se burlarán
de él, le escupirán, lo azotarán y le darán muerte, y al cabo de tres días
resucitará.
Notas
exegéticas Biblia de Jerusalén
8 27 Durante
la primera parte del evangelio, viene planteándose la cuestión de quien es
Jesús de Nazaret. En razón de su enseñanza y de los prodigios que obra, se
presiente su personalidad misteriosa, pero solo Pedro da la verdadera
respuesta: “Tú eres el Cristo”, es decir el Rey Mesiánico. Dada la
incomprensión de los discípulos, subrayada por Jesús mismo, Pedro no ha podido
hacer esta profesión de fe sino en virtud de la revelación divina.
8 29 Lit.:
“el Ungido” (griego chistós, correspondiente al hebreo masîah = Mesías). Este título designaba al salvador prometido antaño por
Yahvé a su pueblo. Los contemporáneos de Jesús esperaban de este Mesías el
restablecimiento político de la realeza davídica, una intervención militar
(expulsión de los romanos) y la purificación de Israel de todos sus elementos
religiosamente dudosos. Jesús rechaza tal tipo de mesianismo como quedará claro
en los vv. 31-33. Sin embargo, tras la Pascua, sus discípulos le atribuirán
dicho título, si bien despojado de sus dimensiones políticas y militares, y
reducido a su sentido fundamental de “Salvador prometido por Dios”.
8 30 El
título Cristo/Mesías es sometido a la consigna del silencio, como el de Hijo de
Dios y otras expresiones de la fe de la Iglesia prematura, según Mc, antes de
la resurrección. Para entender la insistencia de Mc en la consigna dada por
Jesús hay que tener en cuenta no solo las ambigüedades de los títulos
mesiánicos judíos, no aptos para definir la misión de Jesús, sino también los
descubrimientos de la fe de la Iglesia primitiva y las tareas de Mc de releer
la vida terrena de Jesús a la luz de la revelación de la Pascua.
8 31 Se
trata de los grupos que integraban el gran Sanedrín, colegio de 71 miembros que
gobernaba el pueblo judío. Estaba formado por representantes de la aristocracia
laica (los “ancianos”), de las grandes familias sacerdotales (los “sumos
sacerdotes”, entre las que se elegía al Sumo Sacerdote, y de los “escribas” o
intérpretes de la Ley (por lo general de tendencia farisea). El Sanedrín era
presidido por el Sumo Sacerdote en funciones (por entonces Caifás).
8 32 La
reacción de Pedro ilustra muy bien la dificultad de asociar el título “Cristo”
con las perspectivas de la pasión y de la muerte. También eso explicaría quizá
que Mc evite este título (y lo de “Santo” e “Hijo de Dios”) hasta la pasión
8 33 Lo
que los discípulos no comprenden no es ya la verdadera personalidad de Jesús,
sino el misterio de su muerte. La idea de un Cristo-Rey que tenga que morir les
escandaliza, porque ignoran lo que es la resurrección.
8 35 Algunos
manuscritos dicen solo “por el Evangelio”, pero ver 10, 29. Según Mc, la obra
de Jesús continua en la predicación del Evangelio, y tal actividad puede
conducir al discípulo al sacrificio de la propia vida, del mismo modo que la
misión de Jesús desemboca en la cruz.
Notas
exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.
30 EL
MESÍAS: traducción literal del vocablo hebreo, que significa el Ungido,
dio en griego – de ahí en latín y en nuestra lengua – la palabra “Cristo”.
Primariamente fue término indicador de oficio o función, pero pronto pasó a
ser, en muchos textos, nombre personal sin artículo. En la mentalidad
apocalíptica, el Mesías = la persona designada por Dios para dirigir a
sus elegidos en la lucha final contra las fuerzas del mal. Jesús no rechazó ese
título, él era efectivamente, el Mesías; pero pedía a quienes lo reconocen como
tal que guardaran silencio (v. 30). Ese silencio era aconsejable para evitar
falsas interpretaciones de mesianismo político y para no provocar
innecesariamente la odiosidad de los jefes religiosos.
31 A
partir de ahora se invierte la estructura literaria de Mc. Anteriormente
abundaban los milagros y eran pocas las instrucciones de Jesús, dirigidas más
bien al gran público; ahora abundarán las instrucciones sobre todo para los
discípulos, y escasearán las curaciones milagrosas. // EMPEZÓ a orientar su
enseñanza hacia un aspecto nuevo de su persona y obras, apenas captado por sus
discípulos: la revelación de “EL HIJO DEL HOMBRE” sufriente, que,
mediante la muerte, TENÍA QUE cumplir su misión, por obedecer a la voluntad
divina consignada en la Escritura. LOS ANCIANOS… LOS SUMOS SACERDOTES Y LOS
ESCRIBAS, e.d., el sanedrín. // SUFRIR LA MUERTE: lit. ser matado. //
DESPUÉS DE TRES DÍAS, contando como un día el mismo de la muerte; la fórmula es
equívoca, porque pasados tres días ya es el día cuarto; Mt y Lc lo formulan más
precisos: “Al tercer día”.
32 Pedro
no parece haber oído lo de “resucitar”.
34 Instrucción,
no exclusiva para los Doce, sino también para LA GENTE: ¿Qué hay que hacer para
ser discípulo; o, con términos sinónimos, para “ir detrás” de Jesús y
“seguirlo”? Negarse a si mismo y cargar sobre los hombres el patibulum de
la cruz, para emprender el camino del propio viacrucis. No es simplemente
“estar de acuerdo” con Jesús, sino vivir como él. “Negarse a sí mismo”,
renunciar al propio yo y a la voluntad propia, vale si nace del amor:
“La obediencia que damos a Dios en el amor presupone que neguemos el nuestro.
El arrimo que ponemos en Él ha de ser desarrimándonos de nosotros” (san Juan de
Ávila). Sobre la radicalidad de estas palabras, cf. el texto de san Juan de la
Cruz: “¡Oh, quien pudiera aquí ahora dar a entender y ejercitar y gustar qué
cosas sea este consejo que nos da nuestro Salvador, de negarnos a nosotros
mismos, para que vieran los espirituales cuán diferente es el modo que en este
camino deben llevar del que muchos de ellos piensan! Que entienden que basta
cualquier manera de retiramiento y reformación en las cosas…, mas no llegan a
la desnudez y pobreza o enajenación o pureza espiritual – que todo es lo mismo
– que aquí nos aconseja el Señor”. // VAYA SIGUIÉNDOME: el tiempo verbal griego
(presente) indica continuidad; seguir a Jesús no se hace de una vez para
siempre. La partícula “y”, que precede a este último imperativo, apunta
a una consecuencia de lo anterior: “… y así ya podrá seguirme como
discípulo”.
35-37 En su sentido literal, estas palabras de Jesús no se refieren solamente a
la vida temporal del hombre, sino a su salvación eterna, como declaró la
Pontificia Comisión Bíblica a propósito de los textos paralelos de Mt y Lc (DS
3751). Según el NT, el valor supremo de la “vida” física está en sacrificarla
para adquirir la verdadera Vida. En la jerarquía cristiana de valores, “la vida
del alma” (la amistad con Dios, el “permanecer en su amor”) vale el precio del
sacrificio de los demás vienes. // VIDA (lit. alma): “alma”, “vida” y
“persona” son tres acepciones con frecuencia implicadas y unidas en el mismo
término, pero no siempre idénticas. En estos versículos, alma hace las
veces de pronombre reflexivo: “salvarse”, “perderse”. // ES
DECIR: Mc es el único evangelista que en dos ocasiones (aquí y en 10, 29) da a
la palabra Evangelio un significado absoluto: el Evangelio de Jesucristo.
// QUE PROVECHO SACA UNO: lit. qué, pues, aprovecha hombre ganar…
Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.
8, 31-9, 1 Una vez que los discípulos
llegaron a saber que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, Él comenzó a
explicarles que iba a ser entregado y que sufriría, moriría y resucitaría.
Pedro, el primero en profesar a Jesús como el Mesías, fue también el primero en
oponerse y, como resultado de ello, recibió una severa reprimenda. Los
discípulos entendieron la futura muerte del Señor como algo difícil de aceptar
debido a la cantidad de dolor y humillación que ello implicaría. Cat. 557, 572
y 659.
8, 31 Cristo sabía que su misión
redentora implicaría su pasión, muerte y resurrección. Cat. 474.
8, 33 Al tratar de convencer a Cristo
para que evite la cruz, Pedro estaba actuando inconscientemente de la misma
manera que Satanás cuando había tentado a Cristo en el desierto (Mt 4, 1-11).
El diablo había tentado a Cristo para que rehuyese del sacrificio, que era
necesario para hacer la reparación del pecado y para romper el cautiverio que
el maligno tenía en el mundo. Cat. 1851.
8, 35 Cristo es nuestro modelo, incluso
hasta en su muerte en la cruz. Ser un verdadero discípulo de Cristo significa
estar dispuesto a soportar todo tipo de rechazo, persecución e incluso la
muerte por su causa. Cristo pide a sus seguidores que se despojen de sus vidas
con la esperanza de alcanzar una santidad que refleja su propia alegría y su
paz. Cat. 459, 614, 2157, 2166, 2644.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
557 “Como se iban
cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a
Jerusalén” (Lc 9, 51). Por esa decisión manifestaba que subía a Jerusalén
dispuesto a morir. En tres ocasiones había repetido el anuncio de su pasión y
de su Resurrección. Al dirigirse a Jerusalén dice: “No cabe que un profeta
perezca fuera de Jerusalén” (Lc 13, 33).
572 La Iglesia permanece
fiel a “la interpretación de todas las Escrituras” dada por Jesús mismo, tanto
antes como después de su Pascua: “¿No era necesario que Cristo padeciera eso y
entrara así en su gloria?” (Lc 24, 26-27.44-45). Los padecimientos de Jesús han
tomado una forma histórica concreta por el hecho de haber sido “reprobado por
los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas” (Mc 8, 31), que lo
“entregaron a los gentiles, para burlarse de él, azotarle y crucificarle” (Mt
20, 19).
474 Debido a su unión
con la Sabiduría divina en la persona del Verbo encarnado, el conocimiento
humano de Cristo gozaba en plenitud de la ciencia de los designios eternos que
había venido a revelar (cf. Mc 8, 31). Lo que reconoce ignorar en este campo
(cf. Mc 13, 32), declara en otro lugar no tener misión de revelarlo (cf. Hch 1,
7).
1851
Es
precisamente en la Pasión, en la que la misericordia de Cristo vencería, donde
el pecado manifiesta mejor su violencia y su multiplicidad: incredulidad,
rechazo y burlas por parte de los jefes del pueblo, debilidad de Pilato y
crueldad de los soldados, traición de Judas tan dura a Jesús, negación de Pedro
y abandono de los discípulos. Sin embargo, en la hora misma de las tinieblas y
del príncipe de este mundo, el sacrificio de Cristo se convierte secretamente
en la fuente de la que brotará inagotable el perdón de nuestros pecados.
614 Este sacrificio de
Cristo es único, da plenitud y sobrepasa todos los sacrificios. Ante todo es un
don del mismo Dios Padre: es el Padre quien entrega al Hijo para reconciliarnos
consigo. Al mismo tiempo es ofrenda del Hijo de Dios hecho hombre que, libremente
y por amor, ofrece su vida a su Padre por medio del Espíritu Santo, para
reparar nuestra desobediencia.
2644
El
Espíritu Santo que enseña a la Iglesia y le recuerda todo lo que Jesús dijo, la
educa también en la vida de oración, suscitando expresiones que se renuevan
dentro de unas formas permanentes de orar: bendición, petición, intercesión,
acción de gracias y alabanza.
Concilio
Vaticano II
Ignoramos el momento de la consumación de la tierra y de la humanidad
(cf. Hch 1, 7), y no sabemos cómo se transformará el universo. Ciertamente, la
figura de este mundo, deformada por el pecao, pasa (cf. 1 Cor 7, 31; S. Ireneo,
Adv. Haer. V, 36), pero se nos enseña que Dios ha preparado una morada y
una tierra en la que habita la justicia y cuya bienaventuranza llenará y
superará todos los deseos de paz que se levantan en los corazones de los
hombres. Entonces, vencida la muerte, los hijos de Dios serán resucitados en
Cristo, y lo que fue sembrado en debilidad y corrupción, se vestirá de
incorruptibilidad y, permaneciendo la caridad y sus obras, toda aquella
creación que Dios hizo a causa del hombre será liberada de la servidumbre de la
vanidad.
Se nos advierte que de nada sirve al hombre ganar todo el mundo si se
pierde a sí mismo. No obstante, la espera de una tierra nueva no debe
debilitar, sino más bien avivar la preocupación de cultivar esta tierra, donde
crece aquel cuerpo de la nueva familia humana, que puede ofrecer ya un cierto
esbozo del siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente el
progreso terreno del crecimiento del Reino de Cristo, sin embargo, el primero,
en la medida en que puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana,
interesa mucho al reino de Dios (cf. Pío XI, Enc. Quadragesimo anno, AAS
23 (1931) 207).
Comentarios de los Santos Padres.
Mesías significa lo mismo que Cristo; se dice Mesías en hebreo. Cristo en
griego y Ungido en latín. Por ello en griego se habla de crisma, mientras que
en latín se dice unción. El Señor es llamado Cristo, es decir, el Ungido,
porque, como dice Pedro: “Dios lo ha ungido del Espíritu Santo y de poder”.
Beda. Homilía sobre los Evangelios, 1, 16. II, pg. 169.
Duro y grave parece aquel mandamiento del señor: el de negarse a sí mismo
quien haya de seguirle; mas nada de cuanto él ordena es duro y pesado, ya que
nos ayuda a cumplirlo. En efecto, todo lo duro de los mandamientos lo hace
suave el amor.
Agustín. Sermón, 96, 1. II, pg. 170.
Si quieres ser discípulo del Señor es necesario que tomes tu cruz y sigas
al Señor, es decir, tus mismas angustias y sufrimientos en tu propio cuerpo,
que de alguna manera tiene forma de cruz.
Tertuliano, La idolatría, 12, 2. II, pg. 170.
¿Qué significa “tome su cruz? Lleve lo que es molesto, y así ha de
seguirme. Cuando ha comenzado a seguirme conforme a mis mandatos y enseñanzas
tendrá muchos contradictores, muchos que le prohibirán, tendrá no solo muchos
desertores, sino muchos perseguidores. Y no solo de entre los paganos, de los
que están fuera de la Iglesia, sino también de entre los que parecen estar
dentro del cuerpo, pero que están fuera por la maldad de sus obras, y, aunque
se gloríen con el solo nombre cristiano, sin embargo persiguen continuamente a
los buenos cristianos. Esos tales forman parte de los miembros de la Iglesia,
de igual manera que los malos humores del cuerpo. Tú, si pretendes seguir a
Cristo, no rechaces el llevar su cruz: tolera a los pecadores, pero no quieras sucumbir.
No te debe corromper la falsa felicidad de los malos. Por Cristo debes
despreciar todo con tal de poder alcanzar su amistad.
Cesáreo de Arles, Sermón, 159, 5. II, pg. 170.
San Agustín
¿Qué significa, pues, niéguese a sí mismo? Niégate a ti mismo. ¿Y qué
significa eso? ¿Se te obliga a negar a Dios? Niégate a ti, pero no niegues a
Dios. No ames esta vida temporal y esfuérzate, al contrario, por la vida
eterna; mas aun, cede ante la vida eterna para hacerte eterno también tú;
niégate para confesar a Dios; niégate, hombre, para ser como los ángeles;
niégate, hombre mortal, para que, después de haber confesado a Dios, merezcas
vivir por siempre. […] Pero me dirás: “¿Cómo voy a perder lo que amo?”. ¡Eso
haces también en tu casa. Amas el trigo y esparces ese trigo que con tanto
cuidado habías almacenado en tu granero, que con tanta fatiga de siega y trilla
habías limpiado; ya guardado y limpio, lo tiras cuando llega la sementara; lo
tiras, lo esparces, lo cubres de tierra para no ver eso que esparces. Mira
cómo, por amor al trigo, esparces el trigo; derrama la vida por amor a la vida;
pierde tu alma por amor a ella, puesto que, una vez que la hayas perdido por
Dios en este tiempo, la encontrarás en el futuro para que viva eternamente.
Derrama, pues, la vida por amor a la vida.
Sermón 313,
D. 2. II, pgs. 1277-1278.
San Juan de Ávila
Hemos también de andar, como el Señor, de palabra,
que fue lo mesmo que obra, pues comenzó
a hacer y enseñar (Hch 1, 1), como él mesmo lo digo por San Marcos: El
cual dijo a todos: El que quiera venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo y
tome su cruz (Mc 8, 34). No lo limitó a solos los apóstoles, sino dijo
a todos. Pues, si no imos tras Jesucristo, no iremos adonde Él fue; y como no
hay otro lugar de Iglesia sino aquel, que quedarnos hemos en nuestra miseria.
Lecciones sobre 1 San Juan (II). Lección 8. II, pg. 369.
Estos son los tres panes que Jesucristo nos ganó
por su misericordia, porque cuando el demonio os viniere a tentar, le digáis: Vade
retro, Satana (cf. Mc 8, 33), que no tengo temor ninguno de ti.
En vísperas de Navidad. III, pg. 63.
Mira en qué fue a acabar. Estas son sus salidas.
Díjole Cristo: Vade retro; al Señor adorarás y a Él solo has de servir (Mc 8, 33). Confuso
y avergonzado con las respuestas que a sus tentaciones hizo Cristo, fuese, y
quedó Cristo en el campo como fuerte guerrero.
Domingo I de Cuaresma, III, pg. 139.
Decid, malaventurado, ¿no es este vuestro cuerpo
querido, no es este vuestro ídolo, que lo regalábades tanto, que lo amábedes
tanto y más que a Dios? ¡Tarde habéis acudido! ¿No oísteis a Jesucristo, que
dice: Quien aborrece su propia vida, ese la guarda (Mc 8, 35). Si vos
allá la aborreciérades, ahora lo amáredes. Entrad como quien entra en cárcel,
porque habéis de estar juntos a padecer los que fuisteis compañeros al pecar.
Los buenos tomarán su cuerpo con alegría, entrarán en los compañeros de su bondad.
Levantarse han todos.
Domingo I de Adviento. III, pg. 11.
San Oscar Romero.
El mesianismo sin cruz está muy de moda entre
nosotros. Mesianismos sin compromisos, mesianismos facilones, mesianismos que,
aun a los que están trabajando, quieren hacerlos retroceder. ¡Déjenlos!. Si
ustedes son cobardes, dejen a los valientes que sigan adelante. Y que éstos,
que han comprendido el verdadero mesianismo, nos conviertan a nosotros los
cobardes y nos den la verdadera clave que Cristo va a dar al final cuando trate
de sus seguidores. Pero mirémoslo a Él que no es que aconseja y se queda atrincherado,
sino que va adelante: "¡Sígame y tome su cruz!".
Homilía, 16 de septiembre de 1979.
Papa Francisco. Angelus. 13 de
septiembre de 2015
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús que, en
camino hacia Cesarea de Filipo, interroga a los discípulos: «¿Quién dice la
gente que soy yo?» (Mc 8, 27). Ellos respondieron lo que decía la gente:
algunos lo consideran Juan el Bautista, redivivo, otros Elías o uno de los
grandes profetas. La gente apreciaba a Jesús, lo consideraba un «enviado de
Dios», pero no lograba aún reconocerlo como el Mesías, el Mesías
preanunciado y esperado por todos. Jesús mira a los apóstoles y pregunta una
vez más: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (v. 29). Esta es la pregunta
más importante, con la que Jesús se dirige directamente a aquellos que lo han
seguido, para verificar su fe. Pedro, en nombre de todos, exclama con
naturalidad: «Tú eres el Mesías» (v. 29). Jesús queda impresionado con la fe de
Pedro, reconoce que ésta es fruto de una gracia, de una gracia especial de Dios
Padre. Y entonces revela abiertamente a los discípulos lo que le espera en
Jerusalén, es decir, que “el Hijo del hombre tiene que padecer mucho… ser
ejecutado y resucitar a los tres días» (v. 31).
Al escuchar esto, el mismo Pedro, que acaba de
profesar su fe en Jesús como Mesías, se escandaliza. Llama aparte al Maestro y
lo reprende Y, ¿cómo reacciona Jesús? A su vez increpa a Pedro por esto, con
palabras muy severas: «¡Aléjate de mí, Satanás!» —le dice Satanás— «tú piensas
como los hombres, no como Dios» (v. 33). Jesús se da cuenta de que en Pedro,
como en los demás discípulos —¡también en cada uno de nosotros!— a la gracia
del Padre se opone la tentación del Maligno, que quiere apartarnos de la
voluntad de Dios. Anunciando que deberá sufrir y ser condenado a muerte
para después resucitar, Jesús quiere hacer comprender a quienes lo siguen
que Él es un Mesías humilde y servidor. Él es el Siervo obediente a la palabra
y a la voluntad del Padre, hasta el sacrificio completo de su propia vida.
Por esto, dirigiéndose a toda la multitud que estaba allí, declara que quien
quiere ser su discípulo debe aceptar ser siervo, como Él se ha hecho siervo, y
advierte: «El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que
cargue con su cruz y me siga» (v. 34).
Seguir a Jesús significa tomar la propia cruz
—todos la tenemos…— para acompañarlo en su camino, un camino incómodo que no es
el del éxito, de la gloria pasajera, sino el que conduce a la verdadera
libertad, que nos libera del egoísmo y del pecado. Se trata de realizar un
neto rechazo de esa mentalidad mundana que pone el propio «yo» y los propios
intereses en el centro de la existencia: ¡eso no es lo que Jesús quiere de
nosotros! Por el contrario, Jesús nos invita a perder la propia vida por Él,
por el Evangelio, para recibirla renovada, realizada, y auténtica. Podemos
estar seguros, gracias a Jesús, que este camino lleva, al final, a la
resurrección, a la vida plena y definitiva con Dios. Decidir seguirlo a Él,
nuestro Maestro y Señor que se ha hecho Siervo de todos, exige caminar detrás
de Él y escucharlo atentamente en su Palabra —acordaos de leer todos los días
un pasaje del Evangelio— y en los Sacramentos.
Hay jóvenes aquí, en la plaza: chicos y chicas. Yo
os pregunto: ¿habéis sentido ganas de seguir a Jesús más de cerca? Pensad.
Rezad. Y dejad que el Señor os hable.
Que la Virgen María, que ha seguido a Jesús hasta
el Calvario, nos ayude a purificar siempre nuestra fe de falsas imágenes de
Dios, para adherirnos plenamente a Cristo y a su Evangelio.
Papa Francisco. Angelus. 16 de
septiembre de 2018.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el pasaje evangélico de hoy (cf. Marcos 8,
27-35) vuelve la pregunta que atraviesa todo el Evangelio de Marcos: ¿Quién es
Jesús? Pero esta vez es Jesús mismo quien la hace a los discípulos, ayudándolos
gradualmente a afrontar el interrogativo sobre su identidad. Antes de
interpelarlos directamente, a los Doce, Jesús quiere escuchar de ellos qué
piensa de Él la gente y sabe bien que los discípulos son muy sensibles a la
popularidad del Maestro. Por eso, pregunta: «¿Quién dicen los hombres que soy
yo?» (v. 27) De ahí emerge que Jesús es considerado por el pueblo como un gran
profeta. Pero, en realidad, a Él no le interesan los sondeos de las habladurías
de la gente. Tampoco acepta que sus discípulos respondan a sus preguntas con
fórmulas prefabricadas, citando a personajes famosos de la Sagrada Escritura,
porque una fe que se reduce a las fórmulas es una fe miope.
El Señor quiere que sus discípulos de ayer y de hoy
establezcan con Él una relación personal, y así lo acojan en el centro de sus
vidas.
Por este motivo los exhorta a ponerse con toda la verdad ante sí mismos y les
pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (v. 29). Jesús, hoy, nos
vuelve a dirigir esta pregunta tan directa y confidencial a cada uno de
nosotros: «¿Tú quién dices que soy? ¿Vosotros quién decís que soy?
¿Quién soy yo para ti?». Cada uno de nosotros está llamado a responder, en
su corazón, dejándose iluminar por la luz que el Padre nos da para conocer a su
Hijo Jesús. Y puede sucedernos a nosotros lo mismo que le sucedió a Pedro,
y afirmar con entusiasmo: «Tú eres el Cristo».
Cuando Jesús les dice claramente aquello que dice a
los discípulos, es decir, que su misión se cumple no en el amplio camino del triunfo,
sino en el arduo sendero del Siervo sufriente, humillado, rechazado y
crucificado, entonces puede sucedernos también a nosotros como a Pedro, y
protestar y rebelarnos porque eso contrasta con nuestras expectativas, con las
expectativas mundanas. En esos momentos, también nosotros nos merecemos el
reproche de Jesús: «¡Quítate de mi vista, Satanás! Porque tus pensamientos no
son los de Dios, sino los de los hombres» (v. 33).
Hermanos y hermanas, la profesión de fe en
Jesucristo no puede quedarse en palabras, sino que exige una auténtica elección
y gestos concretos, de una vida marcada por el amor de Dios, de una vida
grande, de una vida con tanto amor al prójimo. Jesús nos dice que, para
seguirle, para ser sus discípulos, se necesita negarse a uno mismo (cf. v. 34),
es decir, los pretextos del propio orgullo egoísta y cargar con la cruz.
Después da a todos una regla fundamental. ¿Y cuál es esta regla? «Quien quiera
salvar su vida, la perderá». A menudo, en la vida, por muchos motivos, nos
equivocamos de camino, buscando la felicidad solo en las cosas o en las
personas a las que tratamos como cosas. Pero la felicidad la encontramos
solamente cuando el amor, el verdadero, nos encuentra, nos sorprende,
nos cambia. ¡El amor cambia todo! Y el amor puede cambiarnos también a
nosotros, a cada uno de nosotros. Lo demuestran los testimonios de los santos.
Que la Virgen María, que ha vivido su fe siguiendo
fielmente a su Hijo Jesús, nos ayude también a nosotros a caminar en su camino,
gastando generosamente nuestra vida por Él y por los hermanos.
Benedicto XVI. Angelus. 13 de
septiembre de 2012.
Este domingo —XXIV
del tiempo ordinario— la Palabra de Dios nos interpela con dos cuestiones
cruciales que resumiría así: "¿Quién es para ti Jesús de Nazaret?". Y
a continuación: "¿Tu fe se traduce en obras o no?". El primer
interrogante lo encontramos en el Evangelio de hoy, cuando Jesús pregunta a sus
discípulos: "Vosotros, ¿quién decís que soy yo?" (Mc 8, 29). La
respuesta de Pedro es clara e inmediata: "Tú eres el Cristo", esto
es, el Mesías, el consagrado de Dios enviado a salvar a su pueblo. Así pues,
Pedro y los demás Apóstoles, a diferencia de la mayor parte de la gente,
creen que Jesús no es sólo un gran maestro o un profeta, sino mucho más. Tienen
fe: creen que en él está presente y actúa Dios. Inmediatamente después de
esta profesión de fe, sin embargo, cuando Jesús por primera vez anuncia
abiertamente que tendrá que padecer y morir, el propio Pedro se opone a la
perspectiva de sufrimiento y de muerte. Entonces Jesús tiene que reprocharle
con fuerza para hacerle comprender que no basta creer que él es Dios, sino que,
impulsados por la caridad, es necesario seguirlo por su mismo camino, el de la
cruz (cf. Mc 8, 31-33). Jesús no vino a enseñarnos una filosofía, sino a
mostrarnos una senda; más aún, la senda que conduce a la vida.
Esta senda es el
amor, que es la expresión de la verdadera fe. Si uno ama al prójimo con corazón
puro y generoso, quiere decir que conoce verdaderamente a Dios. En cambio, si
alguien dice que tiene fe, pero no ama a los hermanos, no es un verdadero
creyente. Dios no habita en él. Lo afirma claramente Santiago en la segunda
lectura de la misa de este domingo: "La fe, si no tiene obras, está
realmente muerta" (St 2, 17). Al respecto me agrada citar un escrito
de san Juan Crisóstomo, uno de los grandes Padres de la Iglesia que el
calendario litúrgico nos invita hoy a recordar. Justamente comentando el pasaje
citado de la carta de Santiago, escribe: "Uno puede incluso tener una
recta fe en el Padre y en el Hijo, como en el Espíritu Santo, pero si carece de
una vida recta, su fe no le servirá para la salvación. Así que cuando lees
en el Evangelio: "Esta es la vida eterna: que te conozcan ti, el único
Dios verdadero" (Jn 17, 3), no pienses que este versículo basta para
salvarnos: se necesitan una vida y un comportamiento purísimos" (cit. en
J.A. Cramer, Catenae graecorum Patrum in N.T., vol. VIII: In Epist. Cath. et
Apoc., Oxford 1844).
Queridos amigos,
mañana celebraremos la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, y al día
siguiente la Virgen de los Dolores. La Virgen María, que creyó en la
Palabra del Señor, no perdió su fe en Dios cuando vio a su Hijo rechazado,
ultrajado y crucificado. Antes bien, permaneció junto a Jesús, sufriendo y
orando, hasta el final. Y vio el alba radiante de su Resurrección. Aprendamos
de ella a testimoniar nuestra fe con una vida de humilde servicio, dispuestos a
sufrir en carne propia por permanecer fieles al Evangelio de la caridad y de la
verdad, seguros de que nada de cuanto hagamos se pierde.
MISA DE NIÑOS. XXV T.O.
Monición de entrada.
Buenos días:
Estamos ya en septiembre y hemos empezado a ir a la
escuela.
Allí y aquí y donde estemos somos siempre cristianos.
Pero, ¿qué quiere decir ser cristiano?
Estemos atentos a las lecturas y las palabras del
sacerdote.
Ellas nos ayudarán a saberlo.
Señor, ten
piedad.
Tú que sabes lo que es estar solo. Señor, ten piedad.
Tú que has ganado al pecado. Cristo, ten piedad.
Tú que nos has dado la vida. Señor, ten piedad.
Peticiones.
-Para que el Papa Francisco siga dándonos el ejemplo de
lo que es no buscar los primeros sitios. Te lo pedimos Señor.
-Para que la Iglesia sea una madre que sirve y da la vida
por nosotros, sus hijos. Te lo pedimos
Señor.
-Para que las personas que no son importantes no sean
insultadas ni abandonadas. Te lo pedimos, Señor.
-Para que en nuestros pueblos y ciudades se valore más
ser personas que no son caprichosas. Te lo pedimos, Señor.
-Para que hagamos caso a Jesús y ayudemos a todas las
personas que nos necesitan. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.
Virgen María, te
damos gracias porque en la vida de Jesús nunca ocupaste un puesto importante y
así nos lo enseñas a nosotros: las personas más importantes para Jesús no son
las que mandan mucho sino las que aman mucho.
ORACIÓN PARA
EL CENTRE JUNIORS CORBERA Y PARROQUIAS DE CORBERA, FAVARA Y LLAURÍ. DOMINGO
XXIV T.O.
EXPERIENCIA.
Haz la señal de la cruz sobre tu frente, boca y
corazón.
Realiza sucesivas respiraciones hasta que
oxigenando el cerebro aquietes tu actividad mental y tu corazón.
Enlaza las manos, cierra los ojos. Toma conciencia
de hallarte ante Dios que te habla allí donde te encuentras, siempre que le
abras el corazón.
Pídele que te envíe el Espíritu Santa para que te
conceda el don de la oración.
Mira este vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=liXDk4ggko0
Vuelve a mirarlo, pero ahora deteniéndolo en cada
pregunta, respondiendo a ella con tiempo y evitando los monosílabos,
profundiza: ¿Quién soy?, ¿qué estoy haciendo con mi vida?,
¿soy realmente libre?, ¿he perdido contacto conmigo mismo?
Lee detenidamente cada una de las acciones que te
propone. ¿Con cuál te quedas?
REFLEXIÓN.
Lectio.
Toma la Biblia con solemnidad, consciente de que no es un libro más, es
la Palabra de Dios. Él tiene un mensaje para ti, búscalo como quien excava un
tesoro y abre un cobre. Busca Marcos 8, 27-35 y lee el texto pausadamente.
X Lectura del santo evangelio según
san Marcos 8, 27-35.
En aquel tiempo,
Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el
camino preguntó a sus discípulos:
-¿Quién dice la
gente que soy yo?
Ellos le
contestaron:
-Unos, Juan el
Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas.
Él les preguntó:
-Y vosotros,
¿quién decís que soy yo?
Tomando la
palabra Pedro le dijo:
-Tú eres el
Mesías.
Y les conminó a
que no hablaran a nadie acerca de esto. Y empezó a instruirlos:
-El Hijo del
hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos
sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.
Se lo explicaba
con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo.
Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro:
-¡Ponte detrás
de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios”
Y llamando a la
gente y a sus discípulos les dijo:
-Si alguno
quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.
Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por
mí y por el evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve a un hombre ganar el
mundo entero y perder su alma?
Meditatio.
Pide a Cristo la gracia de reconocerle como el
Mesías, la única persona que puede sanar y salvar tu vida. Imagina la escena,
el lugar, los apóstoles, Pedro, Jesús.
Responde a las
siguientes preguntas: ¿qué dice el texto? y ¿qué te dice?
Para ello te ayudará
separarlo por unidades temáticas, o tomar una frase y responder a ella,
repitiéndolas varias veces. No es necesario que lo hagas con todas ellas.
Quédate con la que te ha conducido el Espíritu y mastícala hasta que el jugo
contenido en ella alcance tu corazón. También puedes dividirla en siete
fragmentos e ir meditando cada día uno de ellos.
Piensa en estas palabras
del Papa Francisco: “Seguir
a Jesús significa tomar la propia cruz —todos la tenemos…— para acompañarlo en
su camino, un camino incómodo que no es el del éxito, de la gloria pasajera,
sino el que conduce a la verdadera libertad, que nos libera del egoísmo y del
pecado. Se trata de realizar un neto rechazo de esa mentalidad mundana que pone
el propio «yo» y los propios intereses en el centro de la existencia: ¡eso no
es lo que Jesús quiere de nosotros! Por el contrario, Jesús nos invita a perder
la propia vida por Él, por el Evangelio, para recibirla renovada, realizada, y
auténtica. Podemos estar seguros, gracias a Jesús, que este camino lleva, al
final, a la resurrección, a la vida plena y definitiva con Dios. Decidir
seguirlo a Él, nuestro Maestro y Señor que se ha hecho Siervo de todos, exige
caminar detrás de Él y escucharlo atentamente en su Palabra —acordaos de leer
todos los días un pasaje del Evangelio— y en los Sacramentos. Hay jóvenes aquí,
en la plaza: chicos y chicas. Yo os pregunto: ¿habéis sentido ganas de seguir a
Jesús más de cerca? Pensad. Rezad. Y dejad que el Señor os hable” (Angelus, 13
septiembre 2015).
Oratio.
Responde a Jesús las pregunta que ha dirigido a los
apóstoles, de forma personal, tal como brota de tu corazón.
COMPROMISO.
Esta
semana presta más atención cuando te hablan en tu casa, evitando
invisibilizarlos.
CELEBRACIÓN.
Escucha la canción de Brotes de Olivo Jesús,
quién eres.
https://www.youtube.com/watch?v=ItGwQ-sourU
Jesús,
¿quién eres tú?,
tan pobre al nacer,
que mueres en cruz.
Tú das paz al ladrón,
inquietas al fiel,
prodigas perdón.
Tú, siendo creador,
me quieres a mí,
que soy pecador.
Tú, dueño y Señor,
me pides a mí,
salvar la creación.
Jesús, ¿quién eres tú?
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