Lectura del libro de la
Sabiduría 2, 12.17-20.
Se decían los impíos:
“Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso: se opone a nuestro modo de
actuar, nos reprocha las faltas contra la ley y nos reprende contra la
educación recibida. Veamos si es verdad lo que dice, comprobando cómo es su
muerte. Si el justo es hijo de Dios, él lo auxiliará y lo librará de las manos
de sus enemigos. Lo someteremos a ultrajes y torturas, para conocer su temple y
comprobar su resistencia. Lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues, según dice,
Dios lo salvará.
Textos paralelos.
Pongamos trampas al justo, que nos fastidia.
Jr 11, 19: Yo, como cordero manso llevado al
matadero, no sabía los planes homicidas que tramaban contra mí: “Cortemos el
árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra de los vivos, que su nombre no
se pronuncie más”.
20, 10-13: Oía el cuchicheo de la gente:
“Cerco de Pavor”, ¡a delatarlo, a delatarlo! Mis amigos, acechaban mi traspié.
A ver si se deja seducir, lo violaremos y nos vengaremos de él. Pero el Señor
está conmigo como fiero soldado, mis perseguidores tropezarán y no me vencerán;
sentirán la confusión de su fracaso, un sonrojo eterno e inolvidable. Señor de
los ejércitos, examinador justo que ves las entrañas y el corazón, que yo vea
como tomas venganza de ellos, pues a ti encomendé mi causa. Cantad al Señor, alabad
al Señor, que libró al pobre del poder de los malvados”.
Jn 5, 15: El hombre fue y dijo a los judíos
quien lo había curado.
Jn 5, 18: Por lo cual los judíos con más
ganas intentaban darle muerte, porque no solo violaba el sábado, sino además
llamaba a Dios Padre suyo, igualándose a Dios.
Mt 26, 3-4: Entonces se reunieron los sumos
sacerdotes y senadores del pueblo en casa del sumo sacerdote Caifás, y se
pusieron de acuerdo para apoderarse de Jesús, con una estratagema y darle
muerte.
Mt 23, 37: ¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas
a los profetas y apedreas a los enviados, cuántas veces intenté reunir a tus
hijos como la gallina reúne la pollada bajo sus alas, y os resististeis.
Pues si el justo es hijo de dios, él lo rescatará.
Sal 22, 9: Acudió al Señor, que lo ponga a
salvo, que lo libre si tanto lo quiere.
Mt 27, 43: Se ha fiado de Dios, que lo libre
si es que lo ama. Pues ha dicho que es hijo de Dios.
Para conocer su temple.
Is 53, 7: Maltratado, aguantaba, no abría la
boca; como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante el esquilador, no
abría la boca.
Mt 26, 67-68: Entonces le escupieron al
rostro, le dieron bofetadas y lo golpeaban diciendo: “Mesías, adivina quien te
ha pegado”.
Mt 27, 12: Pero, cuando lo acusaban los
sumos sacerdotes y los senadores, no respondía nada. Entonces le dice Pilato:
“¿No oyes de cuántas cosas te acusan?”.
Notas exegéticas.
2 12 Influencia literaria de Is 3, 10 (LXX), a mes que la dependencia
haya sido en sentido inverso. – Los malvados se ensañan con el justo con
intención de darle muerte, pues para ellos es un continuo reproche. Puede
tratarse de un individuo concreto, cuya suerte ha sido comparada con la del
Maestro de Justicia de Qumrán o con la del Siervo sufriente de Is 53. Pero el
singular podría designar también a los justos en general, tanto más cuanto que
el autor hablará después del destino colectivo de los justos (3, 1-9).
2 17 Latina añade: “y sabremos cuál será su suerte final”. Es una
segunda traducción del texto griego.
2 18 En la Biblia, la expresión “hijo de Dios” designa a menudo a
Israel o a los Israelitas, Ex 4, 22-23. Pero pronto se nota la tendencia a
reservarla solo para los justos o para el pueblo del futuro, ver Os 2, 1. En
ocasiones recibe una aplicación individual. Pero aunque un israelita invoque a
Dios como padre, Si 23, 1-4, ver también Sal 89, 27, nadie se designa a sí
mismo como “hijo suyo”. En el resto del libro, se atribuye el título a los
israelitas del pasado, miembros de un pueblo santo, 9, 7.
2 20 Lit.: “habrá una visita (de Dios) para él. Sobre esta visita, ver
3, 7. – Las correspondencias con la Pasión de Cristo condenado a una “muerte
afrentosa” porque afirmaba ser “hijo de Dios” llamaron la atención de las
primeras generaciones cristianas y muchos Padres consideraron este pasaje como
profético. El autor se refiere directamente a judíos fieles de Alejandría,
blanco de los sarcasmos y persecuciones de los renegados y de sus aliados
paganos. Pero se ve inducido a describir una persecución ideal o típica. Por
eso su texto cuadra a la perfección al Justo por excelencia, Hb 12, 3.
Salmo responsorial
Salmo 54 (53), 3-6.8.
El Señor sostiene mi vida R/.
Oh, Dios, sálvame por tu
nombre,
sal por mí con tu poder.
Oh, Dios, escucha mi
súplica,
atiende a mis palabras. R/.
Porque unos insolentes se
alzan contra mí,
y hombres violentos me
persiguen a muerte,
sin tener presente a Dios.
R/.
Dios es mi auxilio,
el Señor sostiene mi vida.
Te ofreceré un sacrificio
voluntario,
dando gracias a tu nombre,
que es bueno. R/.
Textos paralelos.
Contra mí han surgido
arrogantes.
Sal 86, 14: ¡Oh Dios,
gente soberbia se levanta contra mí, una banda violenta atenta contra mi vida,
sin contar contigo.
El Señor defiende mi
vida.
Sal 118, 7: El Señor está
de mi parte y me auxilia: veré la derrota de mis enemigos.
Te daré gracias por tu
bondad.
Sal 52, 11: Te daré
gracias siempre porque has actuado; espero en tu nombre, que es bueno, delante
de tus fieles.
Notas exegéticas.
54 3 El nombre es sustitutivo de la persona, ver Ex 3, 14s.:
54 5 “Arrogantes” zedîm manuscrito hebreo. Targum: “extranjeros”
zarîm hebreo, testigo de una relectura xenófoba de la época macabea.
Segunda lectura.
Lectura de la carta del
apóstol Santiago 3, 16-4,3.
Queridos hermanos:
Donde hay envidia y
rivalidad, hay turbulencia y todo tipo de malas acciones. En cambio, la
sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar, intachable, y además es
apacible, comprensiva, conciliadora, llena de misericordia y buenos frutos,
imparcial y sincera. El fruto de la justicia se siembra en la paz para quienes
trabajan por la paz. ¿De dónde proceden los conflictos y las luchas que se dan
entre vosotros? ¿No es precisamente de esos deseos de placer que pugnan dentro
de vosotros? Ambicionáis y no tenéis, asesináis y envidiáis y no podéis
conseguir nada, lucháis y os hacéis la guerra, y no obtenéis porque no pedís.
Pedís y no recibís, porque pedís mal, con la intención de satisfacer vuestras
pasiones.
Textos paralelos.
En cambio, la sabiduría que
viene de lo alto.
St 1, 5: Si a alguien de vosotros le falta sensatez, pídala a Dios, que
da a todos generosamente sin reproches, y se la dará.
Pacífica, indulgente, dócil, llena de misericordia.
1 Co 13, 4-7: El amor es paciente, es amable, el amor no es envidioso
ni fanfarrón, no es orgulloso ni destemplado, no busca su interés, no se
irrita, no apunta las ofensas, no se alegra de la injusticia, se alegra de la
verdad. Todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
Flp 1, 11: Cargados con el fruto de la honradez que procura Cristo
Jesús, para gloria y alabanza de Dios.
Hb 12, 11: Ninguna corrección, cuando es aplicada, resulta agradable,
antes duele; pero más tarde produce a los que la han ejercitado frutos de paz y
de justicia.
Los que procuran la paz siembran en paz frutos de justicia.
Mt 5, 9: Dichosos los que procuran la paz, porque se llamarán hijos de
Dios.
Sino de los deseos de placer que luchan en vuestros miembros.
Rm 7, 23: En los miembros descubro otra ley que guerrea con la ley de
la razón y me hace prisionero de la ley del pecado que habita en mis miembros.
Ga 5, 17: Pues el instinto desea contra el Espíritu y el Espíritu
contra el instinto; y son tan opuestos, que no hacéis lo que queréis.
1 P 2, 11: Queridos, como a huéspedes y forasteros os exhorto a
absteneros de los deseos sensuales, que hacen guerra al espíritu.
No tenéis porque no pedís.
Sal 66, 18: Si hubiera yo tenido miras perversas, no me habría
escuchado el Señor.
Mt 6, 5-13: Cuando oréis, no hagáis como los hipócritas, que aman rezar
de pie en las sinagogas y en las esquinas para exhibirse a la gente. Os aseguro
que ya han recibido su paga. Cuando tú vayas a rezar, entra en tu cuarto,
cierra la puerta y reza a tu Padre en secreto. Y tu Padre, que ve lo escondido,
te lo pagará. Cuando recéis, no seáis palabreros como los paganos, que piensan
que a fuerza de palabras serán escuchados. No los imitéis, pues vuestro Padre
sabe lo que necesitáis antes de que se lo pidáis. Vosotros rezad así: ¡Padre
nuestro del cielo! Sea respetada la santidad de tu nombre, venga tu reinado,
cúmplase tu designio en la tierra como en el cielo; danos hoy el pan del
mañana, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos
ofenden; no nos dejes sucumbir a la prueba y líbranos del maligno.
Mt 6, 13: No nos dejes sucumbir a la prueba y líbranos del maligno.
Rm 8, 26: De ese modo el Espíritu socorre nuestra debilidad. Aunque no
sabemos pedir como es debido, el Espíritu mismo intercede por nosotros con
gemidos inarticulados.
Notas exegéticas.
3 17 Vulgata
añade: “concorde con lo bueno”.
4 1 Guerras
y contiendas en las comunidades están directamente relacionadas con los daños causados
por la lengua y por los falsos doctores. Sin embargo, la alusión a las pasiones
(“que luchan en vuestros miembros”), que dan pábulo al mundo y al diablo, es un
indicio de que se da paso a una nueva sentencia proveniente de la tradición.
4 2 Otra
traducción (corr.): “Deseáis y no tenéis; codiciáis y envidiáis, y no podéis
conseguir, combatís y hacéis la guerra”. – La “guerra” no designa aquí las
luchas interiores de cada hombre sino las disensiones o rencillas entre los
fieles, quizá verdaderos conflictos, en los que se supone que los cristianos
tomaban parte activa.
4 3 La
epístola usa dos términos para designar la intercesión: los verbos “pedir” (aiteo, 1 5) y “orar” (proséuchomai; ver 5, 13-18). Los dos son
utilizados con idéntico significado en el NT. Quizá estas variantes de
vocabulario son indicio de sentencias provenientes de tradiciones diferentes.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según san Marcos 9, 30-37.
En aquel tiempo, Jesús y
sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba
instruyendo a sus discípulos. Les decía:
-El Hijo del hombre va a
ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los
tres días resucitará.
Pero no entendían lo que
decía, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa,
les preguntó:
-¿De qué discutíais por el
camino?
Ellos callaban, pues por
el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a
los Doce y les dijo:
-Quien quiera ser el
primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
Y tomando un niño, lo puso
en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
-El que acoge a un niño
como este en mi nombre, me acoge a mí; el que me acoge a mí, no me acoge a mí,
sino al que me ha enviado.
Textos paralelos.
Mc 9, 30-37 |
Mt 17, 22-23; 18, 1-5 |
Lc 9, 43-48 |
Desde allí fue recorriendo Galilea, y no quería que nadie lo supiese.
A los discípulos les explicaba: -Este Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, que le darán
muerte; después de morir, al cabo de tres días, resucitará. Ellos, aunque no entendían el asunto, no se atrevían a hacerle preguntas. Llegaron a Cafarnaúm y, ya en casa, les preguntaba: -¿De qué hablabais por el camino? Se quedaron callados, pues por el camino iban discutiendo quien era el más grande. Se sentó, llamó a los doce, y les dice: -Si uno aspira a ser el primero, sea el último y servidor de todos. Después llamó a un niño, lo colocó en medio de ellos, lo acarició y
le dijo: -Quien acoja a uno de estos niños en atención a mí, a mí me acoge.
Quien me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me envió. |
Mientras paseaban juntos por Galilea, Jesús les dijo: -Este Hombre será entregado en manos de los hombres que le darán
muerte. Al tercer día resucitará. Ellos se entristecieron profundamente. En aquel tiempo los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron:
-¿Quién es el más grande en el reino de Dios? Él llamó a un niño, lo colocó en medio de ellos y dijo: -Os aseguro que si no os convertís y os hacéis como los niños, no
entraréis en el reino de Dios. Quien se humille como este niño, es el más
grande en el reino de Dios. Y el que acoja a uno de estos niños en atención a mí, a mí me acoge. |
Y todos se maravillaron de la grandeza de Dios. Como todos se
admiraban de lo que hacía, dijo a sus discípulos: -Prestad atención a estas palabras: Este Hombre será entregado en manos de los hombres. Pero ellos no entendían aquel lenguaje; su sentido les resultaba
oculto e inteligible; pero no se atrevían a preguntar acerca de ello. Surgió una discusión entre ellos sobre quién era el más grande. Jesús sabiendo lo que pensaban, acercó un niño, lo colocó junto a sí
y le dijo: -¿Quién acoge a este niño en atención a mí, a mí me acoge; y quien me
acoge a mí acoge al que me envió. El más pequeño de todos vosotros es el
mayor. |
Iba enseñando a sus discípulos.
Jn 7, 1: Algún tiempo después recorría Jesús la Galilea, y no quería
recorrer la Judea porque los judíos intentaban darle muerte.
Mc 1, 39: Y fue predicando y expulsando demonios en sus sinagogas por
toda Gailea
Lo matarán, mas a los tres días de haber muerto resucitará.
Mc 8, 31: Y empezó a explicarles que aquel Hombre tenía que padecer
mucho, ser reprobado por los senadores, los sumos sacerdotes y los letrados,
sufrir la muerte y al cabo de tres días resucitar.
No entendían sus palabras.
Mc 4, 13: Y les añadió: Si no entendéis esta parábola, ¿cómo vais a
entender las restantes?
¿De qué discutíais?
Mc 7, 24: Desde allí se puso en camino y se dirigió al territorio de
Tiro. Entró en una casa con intención de pasar desapercibido, pero no logró
ocultarse.
Me acoja a mí, no me acoge a mí, sino a Aquel que me ha enviado.
Mt 10, 40: Quien os recibe a vosotros a mí me recibe; quien me recibe a
mí recibe al que me envió.
Notas
exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.
30 NADIE:
lit. alguno.
31 VA
A SER ENTREGADO: el tiempo verbal es presente con valor de futuro y está en voz
pasiva “teológica”: Dios es quien entrega a su Hijo (Is 53, 6, según el
texto de la LXX decía: “y (el) Señor (=Yahveh) lo entregó a (o por; o a
merced de) nuestros pecados”). La formulación original en labios de Jesús
pudo ser una sentencia enigmática, jugando con el uso genérico de la expresión:
“Hijo del Hombre”; tal vez esta: “Dios va a entregar al Hombre a los hombres”
(J. Jeremías).
32 AQUELLA
CONVERSACIÓN: lit. la palabra, o la cosa.
33 LES
PREGUNTÓ: lit. preguntaba a ellos.
35 SE
SENTÓ…: lit.: y habiéndose sentado llamó… y dice a ellos. // sea (lit. será)…
SERVIDOR DE TODOS: es la lección central. La acepción de “servidor” y la de
“niño” con intercambiables en el mismo vocablo griego (NT y LXX), hebreo (AT) y
arameo; Jesús pudo usar la palabra tly’; o, si pensamos en la tradición
targúmica, ‘wlym’.
36 EN
MEDIO DE: puede ser también ante. // LO ALZÓ EN BRAZOS Y LE DIJO: lit. y
habiendo alzado en brazos a él dijo a ellos.
37 NO
TANTO… CUANTO: otra posibilidad: no solo…, sino también.
Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.
9, 32 A pesar de todos los signos que
Cristo había efectuado y de la instrucción privilegiada que Él le había dado,
los discípulos no estaban reconciliados todavía con su inminente pasión y
muerte en cruz. Ellos solamente lo entenderían con la efusión del Espíritu en
Pentecostés. Cat. 474, 557.
9, 36 Aquí el niño no es solo una
imagen de juventud, sino de todos aquellos que son débiles y dependen de los
demás. Cat. 1825.
Catecismo
de la Iglesia Católica.
474 Debido a su unión
con la Sabiduría divina en la persona del Verbo encarnado, el conocimiento
humano de Cristo gozaba de plenitud de la ciencia de los designios eternos que
había venido a revelar. Lo que reconoce ignorar en este campo, declara en otro
lugar que no tiene la misión de revelarlo.
557 “Como se iban
cumpliendo los días de la asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a
Jerusalén” (Lc 9, 51). Por esta decisión, manifestaba que subía a Jerusalén
dispuesto a morir. En tres ocasiones había repetido el anuncio de su pasión y
de su Resurrección (cf. Mc 8, 31-33; 9, 31-32; 10, 32-34). Al dirigirse a
Jerusalén dice: “No cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén” (Lc 13, 33).
1825
Cristo
murió por amor a todos nosotros cuando éramos todavía enemigos (Rm 5, 10). El
Señor nos pide que amemos como Él hasta a nuestros enemigos, que nos hagamos
prójimos del más lejano, que amemos a los niños y a los pobres como Él mismo.
474, 557. 1825.
Concilio
Vaticano II
Cordero inocente, por su sangre libremente derramada, mereció para
nosotros la vida, y en Él Dios nos reconcilió consigo y entre nosotros y nos
arrancó de la esclavitud del diablo y del pecado, de modo que cualquiera de
nosotros pueda decir con el Apóstol: El Hijo de Dios “me amó y se entregó a sí
mismo por mí” (Gal 2, 29). Padeciendo por nosotros, no solo nos dio ejemplo
para que sigamos sus huellas, sino que también instauró el camino con cuyo
seguimiento la vida y la muerte se santifican y adquieren un sentido nuevo.
En su predicación mandó claramente a los hijos de Dios que se comportaran
entre sí como hermanos. En su oración pidió que todos sus discípulos fueran “uno”.
Más aún, Él mismo se ofreció hasta la muerte por todos, como Redentor de todos.
“Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13).
Mandó a los apóstoles predicar a todos los pueblos el mensaje evangélico para que
el género humano se convirtiera en la familia de Dios, en la que la plenitud de
la ley fuera el amor.
Gaudium et spes, 22.32.
Comentarios de los Santos Padres.
Tristeza que procedía de ignorar la fuerza de la palabra del Señor. (…)
Si lo ignoraban, ¿cómo se entristecieron? Porque no todo lo ignoraban. Que
había de morir lo sabían perfectamente, pues se lo estaban oyendo de continuo;
mas qué muerte había de ser aquella y cómo había de terminar rápidamente y los
bienes inmensos que había de producir, todo eso no lo sabían aun a ciencia
cierta, lo mismo que ignoraban totalmente qué cosa fuera, en fin, la
resurrección.
Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Ev. de Mateo, 58, 1. II, pg.
185.
Observad el árbol: echa primero raíces hacia abajo para crecer después
hacia arriba, clava su raíz en lo humilde para lanzar al cielo su picota.
¿Dónde sino en la humildad se afianza? ¿Quieres, pues, tú, sin caridad, subir a
las almas? ¿Buscas sin raíz el espacio? Esto es la ruina, no el crecimiento.
Agustín. Sermón, 117, 17. II, pg. 186.
Que ningún aire de orgullo se manifieste entre vosotros, sino que la
simplicidad, la armonía y la actitud sencilla forjan la comunidad. Y que cada
uno se persuada no solo de que es inferior al hermano que vive con él, sino que
es inferior a todo hombre. Cuando haya entendido todo esto será en verdad
discípulo de Cristo.
Gregorio de Nisa. Sobre la forma de vida cristiana. II, pg. 186.
San Agustín
Quien, pues, esté hinchado, no se tenga por grande; deshínchese para
tener grandeza auténtica y sólida. No ambiciones estas cosas huidizas y
corruptibles; oiga la voz. (…) En dos palabras lo dice: sé humilde, sé manso.
(…) Escucha lo que dice el Apóstol; escucha, según te dice antes; no te quiebre
la desesperación las alas del ánimo; oye cómo fuiste amado cuando no eras digno
de serlo; oye cómo fuiste amado cuando eras torpe y feo; antes, en fin, de que
hubiera en ti cosa signa de amor. Fuiste amado primero para que te hicieras
digno de ser amado.
Sermón 142,
5-6. II, pgs. 1311-1312.
San Juan de Ávila
Porque mirado el precioso precio que Jesucristo dio
por un hombre, cuando con su preciosa sangre lo compró en la cruz, ¿qué debe
hacer este tal, sino ofrecerse todo a servicio de Cristo, deseando que se
ofrezcan cosas en que enseñe su agradecimiento y su amor? Y como oye de la boca
de Dios: Si me amas, apacienta mis ovejas (Jn 21, 17); y: Quien
a un chiquito de estos recibe, a mí me recibe (Mc 9, 37); y: Quien
hace obras de misericordia a uno de estos, a mí las hace (Mt 25, 40), tiene
por señalada merced que tenga tan cerca de sí tan buen aparejo en que mostrar y
ejercitar el amor que él tiene a Jesucristo; pareciéndole el trabajo, que por
el prójimo pasa, pequeño, y los años breves, por la grandeza del amor (cf. Gn 29, 20) que
a Cristo tiene por sí, ya e los por él y en él. Y trae a la contina en su
corazón lo que el Señor amoroso tan estrechamente mandó, cuando dijo: Mi
mandamiento es aqueste: que os améis unos a otros como yo os amé (Jn 15, 12).
San Oscar Romero.
"La verdadera grandeza -dice Cristo-, El que
quiera ser grande entre ustedes, el que quiera ser el primero, hágase el último
y sea servidor de todos". Discutan, entonces, a la luz de este principio
cristiano ¿quién es más grande? ¿Será más grande el que sirve con más humildad
y con más amor? Si un hombre, por la necesidad de la sociedad, es elegido para
ministro, para presidente de la república, para arzobispo, para servidor, es
servidor del pueblo de Dios. ¡No hay que olvidarlo! La actitud que hay que tomar
en esos cargos no es decir: "Yo mando y aquí se hace despóticamente lo que
yo quiero". No eres más que un hombre ministro de Dios y tienes que estar
pendiente de la mano del Señor para servir al pueblo según la voluntad de Dios
y no según tu capricho.
Homilía, 23 de septiembre de 1979.
Papa Francisco. Angelus. 19 de
septiembre de 2021.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de la liturgia de hoy (Mc 9,30-37) nos
cuenta que, de camino a Jerusalén, los discípulos de Jesús discutían sobre
quién «era el más grande entre ellos» (v. 34). Entonces Jesús les habló de
forma contundente, que también se aplica a nosotros hoy: «Si uno quiere ser el
primero, sea el último de todos y el servidor de todos» (v. 35). Si quieres
ser el primero, tienes que ir al final de la fila, ser el último y servir a
todos. Con esta frase lapidaria, el Señor inaugura una inversión: da un
vuelco a los criterios que marcan lo que realmente cuenta. El valor de una
persona ya no depende del papel que desempeña, del éxito que tiene, del
trabajo que hace, del dinero que tiene en el banco; no, no depende de eso; la
grandeza y el éxito, a los ojos de Dios, tienen otro rasero: se miden por el
servicio. No por lo que se tiene, sino por lo que se da. ¿Quieres
sobresalir? Sirve. Este es el camino.
Hoy en día la palabra “servicio” parece un poco
descolorida, desgastada por el uso. Pero en el Evangelio tiene un significado
preciso y concreto. Servir no es una expresión de cortesía: es hacer como
Jesús, que, resumiendo su vida en pocas palabras, dijo que había venido «no a
ser servido, sino a servir» (Mc 10,45). Así dijo el Señor. Por eso, si queremos
seguir a Jesús, debemos recorrer el camino que Él mismo ha trazado, el camino
del servicio. Nuestra fidelidad al Señor depende de nuestra disponibilidad a
servir. Y esto cuesta, lo sabemos, porque “sabe a cruz”. Pero a medida
que crecemos en el cuidado y la disponibilidad hacia los demás, nos volvemos
más libres por dentro, más parecidos a Jesús. Cuanto más servimos, más sentimos
la presencia de Dios. Sobre todo cuando servimos a los que no tienen nada
que devolvernos, los pobres, abrazando sus dificultades y necesidades con la
tierna compasión: y ahí descubrimos que a su vez somos amados y abrazados por
Dios.
Precisamente para ilustrarlo, Jesús después de
haber hablado de la primacía del servicio, hace un gesto. Hemos visto que los
gestos de Jesús son más fuertes que las palabras que usa. Y ¿cuál es el
gesto? Toma un niño y lo coloca en medio de los discípulos, en el centro, en el
lugar más importante (cf. v. 36). El niño, en el Evangelio, no simboliza tanto
la inocencia como la pequeñez. Porque los pequeños, como los niños, dependen de
los demás, de los adultos, necesitan recibir. Jesús abraza a ese niño y dice
que quien recibe a un pequeño, a un niño, lo recibe a Él (cf. v. 37). Esto es,
en primer lugar, a quién servir: a los que necesitan recibir y no tienen nada
que devolver. Servir a los que necesitan recibir y no tienen para devolver.
Acogiendo a los que están en los márgenes, desatendidos, acogemos a Jesús,
porque Él está ahí. Y en un pequeño, en un pobre al que servimos, también
nosotros recibimos el tierno abrazo de Dios.
Queridos hermanos y hermanas, interpelados por el
Evangelio, preguntémonos: yo, que sigo a Jesús, ¿me intereso por los más
abandonados? ¿O, como los discípulos aquel día, busco la gratificación
personal? ¿Entiendo la vida como una competición para abrirme un hueco a costa
de los demás, o creo que sobresalir es servir? Y, concretamente: ¿dedico tiempo
a algún “pequeño”, a una persona que no tiene medios para corresponder? ¿Me
ocupo de alguien que no puede devolverme el favor, o sólo de mis familiares y
amigos? Son preguntas que podemos hacernos.
Que la Virgen María, humilde sierva del Señor, nos
ayude a comprender que servir no nos disminuye, sino que nos hace crecer. Y que
hay más alegría en dar que en recibir (cf. Hch 20,35).
Benedicto XVI. Angelus. 24 de
septiembre de 2006.
Queridos hermanos y hermanas:
En el evangelio de este domingo, Jesús anuncia por
segunda vez a los discípulos su pasión, muerte y resurrección (cf. Mc 9,
30-31). El evangelista san Marcos pone de relieve el fuerte contraste entre su
mentalidad y la de los doce Apóstoles, que no sólo no comprenden las palabras
del Maestro y rechazan claramente la idea de que vaya al encuentro de la muerte
(cf. Mc 8, 32), sino que discuten sobre quién de ellos se debe considerar «el
más importante» (cf. Mc 9, 34). Jesús les explica con paciencia su lógica,
la lógica del amor que se hace servicio hasta la entrega de sí: «Quien quiera
ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9,
35).
Esta es la lógica del cristianismo, que responde a
la verdad del hombre creado a imagen de Dios, pero, al mismo tiempo, contrasta
con su egoísmo, consecuencia del pecado original. Toda persona humana es
atraída por el amor —que en último término es Dios mismo—, pero a menudo se
equivoca en los modos concretos de amar, y así, de una tendencia positiva
en su origen pero contaminada por el pecado, pueden derivarse intenciones y
acciones malas. Lo recuerda, en la liturgia de hoy, también la carta de
Santiago: «Donde existen envidias y espíritu de contienda, hay desconcierto y
toda clase de maldad. En cambio la sabiduría que viene de lo alto es, en primer
lugar, pura, además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos
frutos, imparcial, sin hipocresía». Y el Apóstol concluye: «Frutos de justicia
se siembran en la paz para los que procuran la paz» (St 3, 16-18).
Estas palabras nos hacen pensar en el testimonio de
tantos cristianos que, con humildad y en silencio, entregan su vida al servicio
de los demás a causa del Señor Jesús, trabajando concretamente como servidores
del amor y, por eso, como «artífices» de paz. A algunos se les pide a veces el
testimonio supremo de la sangre, como sucedió hace pocos días también a la
religiosa italiana sor Leonella Sgorbati, que cayó víctima de la violencia.
Esta religiosa, que desde hacía muchos años servía a los pobres y a los
pequeños en Somalia, murió pronunciando la palabra «perdón»: he aquí el
testimonio cristiano más auténtico, signo pacífico de contradicción que
demuestra la victoria del amor sobre el odio y sobre el mal.
No cabe duda de que seguir a Cristo es difícil,
pero —como él dice— sólo quien pierde la vida por causa suya y del Evangelio,
la salvará (cf. Mc 8, 35), dando pleno sentido a su existencia. No existe otro
camino para ser discípulos suyos; no hay otro camino para testimoniar su
amor y tender a la perfección evangélica.
Que María, a quien hoy invocamos como Nuestra
Señora de la Merced, nos ayude a abrir cada vez más nuestro corazón al amor de
Dios, misterio de alegría y de santidad.
Benedicto XVI. Angelus. 20 de
septiembre de 2009.
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy, para la acostumbrada reflexión dominical, tomo
como punto de partida el pasaje de la carta de Santiago que nos presenta la
liturgia del día (St 3, 16-4, 3), y me detengo, en particular, en una expresión
que impresiona por su belleza y su actualidad. Se trata de la descripción de la
verdadera sabiduría, que el Apóstol contrapone a la falsa. Mientras esta
última es "terrena, material, demoníaca", y se reconoce por el hecho
de que provoca envidias, rencillas, desorden y toda clase de maldad (cf. 3,
16), en cambio, "la sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar, pura,
además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos,
imparcial, sin hipocresía" (3,17). Una lista de siete cualidades,
según el uso bíblico, en la que destacan la perfección de la auténtica
sabiduría y los efectos positivos que produce.
Como primera y principal cualidad, presentada casi
como una premisa de las demás, Santiago cita la "pureza", es
decir, la santidad, el reflejo trasparente, por decir así, de Dios en el
alma humana. Y, como Dios de quien procede, la sabiduría no necesita
imponerse con la fuerza, pues tiene el vigor invencible de la verdad y del
amor, que se afirma por sí mismo. Por eso es pacífica, dócil, complaciente; no
es parcial y no recurre a mentiras; es indulgente y generosa; se reconoce por
los buenos frutos que suscita en abundancia.
¿Por qué no detenerse a contemplar de vez en cuando
la belleza de esta sabiduría? ¿Por qué no sacar del manantial incontaminado
del amor de Dios la sabiduría del corazón, que nos desintoxica de las escorias
de la mentira y el egoísmo? Esto vale para todos, pero en primer lugar para
quien está llamado a ser promotor y "tejedor" de paz en las
comunidades religiosas y civiles, en las relaciones sociales y políticas, y en
las relaciones internacionales. En nuestros días, quizá en parte a causa de
ciertas dinámicas propias de las sociedades de masa, se constata con frecuencia
una falta de respeto por la verdad y la palabra dada, junto a una generalizada
tendencia a la agresividad, al odio y a la venganza.
"Para los que procuran la paz —escribe
Santiago— se siembran en la paz frutos de justicia" (St 3, 18). Pero para
realizar obras de paz hay que ser hombres de paz, entrando en la escuela de la
"sabiduría que desciende de lo alto" para asimilar sus cualidades y
producir sus efectos. Si cada quien, en su propio ambiente, lograra rechazar la
mentira y la violencia en las intenciones, en las palabras y en las acciones,
cultivando con esmero sentimientos de respeto, de comprensión y de estima por
los demás, quizá no resolvería todos los problemas de la vida cotidiana, pero
podría afrontarlos con más serenidad y eficacia.
Queridos amigos, una vez más la sagrada Escritura
nos ha llevado a reflexionar sobre aspectos morales de la existencia humana,
pero a partir de una realidad que precede a la moral misma, es decir, la
verdadera sabiduría. Pidamos a Dios con confianza la sabiduría del corazón por
intercesión de Aquella que acogió en su seno y engendró a la Sabiduría
encarnada, Jesucristo, nuestro Señor. ¡María, Sede de la Sabiduría, ruega por
nosotros!
Benedicto XVI. Angelus. 23 de
septiembre de 2012.
Queridos hermanos y hermanas:
En nuestro camino con el Evangelio de san Marcos, el domingo pasado
entramos en la segunda parte, esto es, el último viaje hacia
Jerusalén y hacia el culmen de la misión de Jesús. Después de que Pedro, en
nombre de los discípulos, profesara la fe en Él reconociéndolo como el Mesías
(cf. Mc 8, 29), Jesús empieza a hablar abiertamente de lo que le sucederá al
final. El evangelista refiere tres predicciones sucesivas de la muerte y
resurrección, en los capítulos 8, 9 y 10: en ellas Jesús anuncia de manera cada
vez más clara el destino que le espera y su intrínseca necesidad. El pasaje
de este domingo contiene el segundo de estos anuncios. Jesús dice: «El Hijo del
hombre —expresión con la que se designa a sí mismo— va a ser entregado en manos
de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará»
(Mc 9, 31). Pero los discípulos «no entendían lo que decía y les daba miedo
preguntarle» (v. 32). En efecto, leyendo esta parte del relato de Marcos se
evidencia que entre Jesús y los discípulos existía una profunda distancia
interior; se encuentran, por así decirlo, en dos longitudes de onda
distintas, de forma que los discursos del Maestro no se comprenden o sólo es
así superficialmente. El apóstol Pedro, inmediatamente después de haber
manifestado su fe en Jesús, se permite reprocharle porqué ha predicho que
tendrá que ser rechazado y matado. Tras el segundo anuncio de la pasión, los
discípulos se ponen a discutir sobre quién de ellos será el más grande (cf. Mc
9, 34); y después del tercero, Santiago y Juan piden a Jesús poderse sentar a
su derecha y a su izquierda, cuando esté en la gloria (cf. Mc 10, 34-35).
Existen más señales de esta distancia: por ejemplo, los discípulos no consiguen
curar a un muchacho epiléptico, a quien después Jesús sana con la fuerza de la
oración (cf. Mc 9, 14-29); o cuando se le presentan niños a Jesús, los
discípulos les regañan y Jesús en cambio, indignado, hace que se queden y
afirma que sólo quien es como ellos puede entrar en el Reino de Dios (cf. Mc
10, 13-16).
¿Qué nos dice todo esto? Nos recuerda que la lógica de Dios es siempre
«otra» respecto a la nuestra, como reveló Dios mismo por boca del profeta
Isaías: «Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis
caminos» (Is 55, 8). Por esto seguir al Señor requiere siempre al
hombre una profunda con-versión —de todos nosotros—, un cambio en el
modo de pensar y de vivir; requiere abrir el corazón a la escucha para
dejarse iluminar y transformar interiormente. Un punto clave en el que Dios
y el hombre se diferencian es el orgullo: en Dios no hay orgullo porque
Él es toda la plenitud y tiende todo a amar y donar vida; en nosotros los
hombres, en cambio, el orgullo está enraizado en lo íntimo y requiere
constante vigilancia y purificación. Nosotros, que somos pequeños,
aspiramos a parecer grandes, a ser los primeros; mientras que Dios, que es
realmente grande, no teme abajarse y hacerse el último. Y la Virgen María está
perfectamente «sintonizada» con Dios. Invoquémosla con confianza para que nos
enseñe a seguir fielmente a Jesús en el camino del amor y de la humildad.
MISA DE NIÑOS. XXVI
T.O.
Monición de entrada.
Buenos días:
La misa de los domingos tiene que ser la reunión de la
familia de Jesús que está unida y por tanto nos queremos todos y no estamos
peleados.
Porque es lo que quiere Jesús.
Señor, ten
piedad.
Porque a veces nos peleamos. Señor, ten piedad.
Porque a veces tenemos celos. Cristo, ten piedad.
Porque a veces somos envidiosos.. Señor, ten piedad.
Peticiones.
-Para que todos los que vamos a misa queramos mucho al
Papa Francisco. Te lo pedimos Señor.
-Para que los cristianos estemos unidos y no nos
peleemos. Te lo pedimos Señor.
-Para que los que mandan en los países no dividan a los
que viven en ellos. Te lo pedimos, Señor.
-Para que queramos a las personas que no piensan como
nosotros Te lo pedimos, Señor.
-Para que los que vamos a misa acojamos a todos,
especialmente a las personas que no son queridas. Te lo pedimos, Señor.
Acción de gracias.
Virgen María, te
damos gracias porque eres madre que cada día quiere que todos estemos unidos y
haces que hagamos las paces entre nosotros.
ORACIÓN PARA EL
CENTRE JUNIORS CORBERA Y LAS PARROQUIAS DE CORBERA, FAVARA Y LLAURÍ. DOMINGO XXV T.O.
EXPERIENCIA.
Durante unos minutos permanece en silencio, tomando
conciencia de que Dios está aquí y va a hablarte al corazón.
Mira este vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=sNK_-dG6Azk
Piensa en alguna de las frases, en la escalera, en
la última frase.
¿Qué opinas sobre “para ser más, tienes que ser
menos?
Este menos no se refiere a que te dejes pisotear o
acosar en la familia, el trabajo, los estudios, tu entorno. Entonces, ¿qué
significa ser menos?
REFLEXIÓN.
Toma la Biblia y lee el evangelio de este domingo:
X Lectura del santo evangelio según
san Marcos 9, 30-37.
En aquel tiempo,
Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase,
porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía:
-El Hijo del
hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de
muerto, a los tres días resucitará.
Pero no
entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y
una vez en casa, les preguntó:
-¿De qué
discutíais por el camino?
Ellos callaban,
pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se
sentó, llamó a los Doce y les dijo:
-Quien quiera
ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
Y tomando un
niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
-El que acoge a
un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; el que me acoge a mí, no me
acoge a mí, sino al que me ha enviado.
Imagina la escena, incluso sitúate en el lugar del niño, siente el
abrazo de Jesús.
Después sitúate en el lugar de los discípulos.
¿Cómo se ven a sí mismos cada uno? ¿Cómo los ve Jesús?
¿Dónde te sientes mejor? ¿Dónde te pide Jesús que estés?
Repite en tu interior alguna o algunas de las frases que dice el texto.
¿Qué te dicen a ti? ¿En qué ha cambiado tu manera de pensar, sentir y
actuar?
Habla con Jesús a propósito del texto y el vídeo.
COMPROMISO.
Juan
XXIII escribió una oración que comenzaba así: “Solo por hoy…”. ¿Qué harás tú
“solo por hoy” en relación con el evangelio? Complétala y cada día al
levantarte recuérdala.
CELEBRACIÓN.
Escucha
la canción Tuyo soy de Luis Alfredo.
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