Lectura del libro del Génesis 9, 8-15.
Dios dijo a Noé y a sus hijos:
-Yo establezco mi alianza con vosotros y con vuestros
descendientes, con todos los animales que os acompañan, aves, ganados y fieras,
con todos los que salieron del arca y ahora viven en la tierra. Establezco,
pues, mi alianza con vosotros: el diluvio no volverá a destruir criatura alguna
ni habrá otro diluvio que devaste la tierra.
Y Dios añadió:
-Esta es la señal de la alianza que establezco con vosotros y con
todo lo que vive con vosotros, para todas las generaciones: pondré mi arco en
el cielo, como señal de mi alianza con la tierra. Cuando traiga nubes sobre la
tierra, aparecerá en las nubes el arco y recordaré mi alianza con vosotros y
con todos los animales, y el diluvio no volverá a destruir a los vivientes.
Textos
paralelos.
He pensado establecer mi alianza con vosotros y con vuestra futura
descendencia.
Gn 6, 18: Pero hago un pacto contigo [Noé]: Entra en el arca con
tu mujer, tus hijos y sus mujeres.
Nunca más volverá a ser aniquilada la vida por las aguas del
diluvio.
Si 44, 18: Con señal perpetua se sancionó el pacto de no destruir
otra vez a los vivientes.
Is 54, 9-10: Me sucede como en tiempo de Noé: juré que las aguas
del diluvio no volverían a cubrir la tierra; así juro no airarme contra ti ni
reprocharte. Aunque se retiren los montes y vacilen las colinas, no te retiraré
mi lealtad ni mi alianza de paz vacilará – dice el Señor, que te quiere –.
Servirá de señal de la alianza entre yo y la tierra.
Ez 1, 28: El resplandor que lo nimbaba era como el arco que
aparece en las nubes cuando llueve. Era la apariencia visible de la gloria del
Señor. Al contemplarla, caí rostro en tierra, y oí la voz de uno que me
hablaba.
Ap 4, 3: Y en él sentado uno cuyo aspecto era de jaspe y
cornalina; rodeando al trono brillaba un hallo como de esmeralda.
Gn 17, 4: Mira, este es mi pacto contigo: serás padre de una
multitud de pueblos.
Ex 19, 5: Por tanto, si queréis obedecerme y guardar mi alianza,
entre todos los pueblos seréis mi propiedad, porque es mía toda la tierra.
Ex 31, 16-17: Los israelitas guardarán el sábado en todas sus
generaciones como alianza perpetua. Será la señal perpetua entre yo y los israelitas,
porque el Señor hizo el cielo y la tierra en seis días y el séptimo descansó.
Ez 34, 25: Haré con ellos alianza de paz: descastaré de la tierra los
animales dañinos; acamparán seguros en la estepa, dormirán en los bosques.
Os 2, 20: En aquel día haré en su favor una alianza con los
animales salvajes, con las aves del cielo y los reptiles de la tierra. Arco y
espada y armas romperé en el país, y los haré dormir tranquilos.
Jl 1, 18: ¡Como muge el ganado, está inquieta la vacada, porque no
quedan pastos, y las ovejas lo pagan!
Dt 17,1: No sacrificarás al Señor, tu Dios, toros o corderos
mutilados o deformes: sería una abominación para el Señor, tu Dios.
Notas
exegéticas.
9 9 La alianza con Noé, cuya señal
es el arco iris, se extiende a toda la creación; la alianza con Abrahán, cuya
señal será la circuncisión, no afecta más que a los descendientes del
patriarca, Gn 17; bajo Moisés, se limitará exclusivamente a Israel, con la obediencia
de la ley como contrapartida, Ex 19,5, y especialmente la observancia del
sábado, Ex 31, 16-17.
9 10 Sobre la participación de los
animales en la alianza de Dios con el hombre, ver Ez 34, 25; Os 2, 20. Otros
pasajes bíblicos subrayan la estrecha relación existente entre el ser humano y
los animales, ver Jl 1, 18.
9 12 En los textos sacerdotales,
cada una de las dos alianzas que Dios lleva a cabo en el Génesis va acompañada
de una señal que recuerda de manera visible su acción saludable: el arco iris
para Noé (y por tanto para la humanidad) salvado del Diluvio y la circuncisión
para Abrahán y su descendencia (Dt 17).
Salmo responsorial
Salmo 25 (24), 4-6.7c-9
Tus
sendas, Señor, son misericordia y lealtad
para
los que guardan tu alianza. R/.
Señor,
enséñame tus caminos,
instrúyeme
en tus sendas:
haz
que camine con lealtad;
enséñame,
porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.
Recuerda,
Señor, que tu ternura
y
tu misericordia son eternas.
Acuérdate
de mí con misericordia,
por
tu bondad, Señor. R/.
El
Señor es bueno y es recto,
y
enseña el camino a los pecadores;
hace
caminar a los humildes con rectitud,
enseña
su camino a los humildes. R/.
Textos
paralelos.
Muéstrame tus caminos,
Yahvé.
Sal 27, 11: Indícame, Señor, tu
camino / guíame por un sendero llano.
Sal 86, 11: Enséñame, Señor, tu
camino / para que lo siga con fidelidad.
Sal 119, 35: Encamíname a cumplir
tu voluntad / y observarla de todo corazón.
Sal 143, 8: Por la mañana dame
noticia de tu lealtad, / pues en ti confío. / Indícame el camino que he de
seguir, / pues acudo a ti.
Jn 14, 6: Le dice Jesús: “Yo
soy el camino, la verdad y la vida”.
Jn 16, 13: Cuando venga él, el
Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por su
cuenta, sino que dirá lo que oye y os anunciará el futuro”.
Notas
exegéticas (Biblia del Peregrino).
25 Salmo alfabético. El tono es de
reflexión sapiencial, capaz de incorporar elementos dispares; entre ellos los
temas de la alianza, perdón y pecado.
25, 6 Reminiscencia de los atributos
de Dios. Dios “encamina” al hombre revelándole su voluntad genérica y concreta.
Segunda
lectura.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 3, 18-22.
Queridos hermanos:
Cristo sufrió su pasión, de una vez para siempre, por los pecados,
el justo por los injustos, para conducirnos a Dios. Muerto en la carne pero
vivificado en el Espíritu; en el espíritu fue a predicar incluso a los
espíritus en prisión, a los desobedientes en otro tiempo, cuando la paciencia
de Dios aguardaba, en los días de Noé, a que se construyera el arca, para que
unos pocos, es decir, ocho personas, se salvaran por medio del agua. Aquello
era también un símbolo del bautismo que actualmente os está salvando, que no es
purificación de una mancha física, sino petición a Dios de una buena
conciencia, por la resurrección de Jesucristo, el cual fue al cielo, está
sentado a la derecha de Dios y tiene a su disposición ángeles, potestades y
poderes.
Textos
paralelos.
Pues también Cristo, para
llevarnos a Dios, murió una sola vez por los pecados.
Rm 5, 6: Cuando todavía éramos
inválidos, a su tiempo, Cristo murió por los malvados.
Rm 6, 10: Muriendo murió al
pecado definitivamente; viviendo vive para Dios.
Hb 9, 26-28: En tal caso
tendría que haber padecido repetidas veces desde la creación del mundo. Ahora
en cambio, al final de los tiempos, ha aparecido para destruir con su sacrificio
los pecados. Como es destino humano morir una vez, y después ser juzgado, así
Cristo se ofreció una vez para quitar los pecados de todos y aparecerá una segunda
vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que esperan.
Hch 3, 14: Vosotros rechazasteis
al santo e inocente, pedisteis que os indultasen a un homicida.
Is 53, 11: Por los trabajos
soportados verá la luz, se saciará de saber; mi siervo inocente rehabilitará a
todos porque cargó con sus crímenes.
1 P 2, 21-24: Tal es vuestra
vocación, pues también Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para
que sigáis sus huellas. No había pecado ni hubo engaño en su boca; injuriado no
respondía con injurias, padeciendo no amenazaba, antes se sometía al que juzga
con justicia. Nuestros pecados él los llevó en su cuerpo al madero, para que,
muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus cicatrices nos curaron.
Rm 1, 3-4: Acerca de su Hijo
nacido por línea carnal del linaje de David, a partir de la resurrección
establecido por el Espíritu Santo Hijo de Dios con poder.
En otro tiempo
incrédulos.
2 P 3, 9: El Señor no se
retrasa en cumplir su promesa, como algunos piensan, sino que tiene paciencia
con vosotros, pues no quiere que se pierda nadie, sino que todos se
arrepientan.
En los días en que Noé
construía el arca.
Gn 7, 7: Noé entró en el arca
con sus hijos, mujer y nueras, refugiándose del diluvio.
2 P 2, 5: Si no perdonó a la
humanidad de antaño, antes bien los sepultó en antros lóbregos, reservándolos
para el juicio.
Fueron salvados a través
del agua.
Col 2, 12-13: Que consiste en
ser sepultados con él en el bautismo y en resucitar con él pro la fe en el
poder de Dios, que lo resucitó a él de la muerte. Vosotros estabais muertos por
vuestros pecados y la incircuncisión carnal; pero os ha vivificado con él,
perdonándoos todos los pecados.
Rm 6, 4: Por el bautismo nos
sepultamos con él en la muerte, para vivir una vida nueva, lo mismo que Cristo
resucitó de la muerte por la acción gloriosa del Padre.
Hb 10, 22: Por tanto, acerquémonos
con corazón sincero, con fe colmada, purificados por dentro de la mala
conciencia y lavados por fuera con agua pura.
El que se fue al cielo,
está a la diestra.
Ef 1, 20-21: Poder que ejerció
en Cristo resucitándolo de la muerte y sentándolo a su diestra en el cielo por
encima de toda autoridad y potestad y poder y soberanía, y de cualquier título
que se pronuncie en este mundo o en el venidero.
Hch 2, 33: Exaltado a la
diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha
derramado. Es lo que estáis viendo y oyendo.
Col 2, 15: Despojando
autoridades y potestades, las hizo desfilar públicamente en su marcha triunfal.
Mt 27, 52: Los sepulcros se
abrieron y muchos cadáveres de santos resucitaron. Y, cuando él resucitó,
salieron de los sepulcros y se aparecieron a muchos en la ciudad santa.
Lc 20, 20: Así que, puestos al
acecho, le enviaron agentes, fingiendo ser gente de bien, para atraparlo en sus
palabras y poderlo entregar a la autoridad y jurisdicción del gobernador.
Tt 3, 1: Encárgales que se
sometan y obedezcan a gobernantes y autoridades, estando dispuestos a cualquier
tarea horada.
Notas
exegéticas.
3 18 (a) Todo este pasaje contiene los
elementos de una antigua profesión de fe: muerte de Cristo, bajada a los
infiernos, resurrección, asiento a la derecha de Dios, juicio de los vivos y
los muertos.
3 18 (b) Om.: “a Dios” – “los pecados”;
Vulgata: “nuestros pecados”.
3 19 Probable alusión al descenso de
Cristo al Hades, entre su muerte y su resurrección, a donde fue “en espíritu”,
o mejor según el Espíritu, estando muerta su “carne” en la cruz. Los “espíritus
encarcelados” a los que “predicó” (o “anunció”) la salvación son, según
algunos, los demonios encadenados de que habla el Libro de Henoc (algunos, corrigiendo el texto, atribuyen
incluso esta predicación a Henoc, y no a Cristo): de hecho fueron entonces
sometidos a su dominio de Kyrios; en espera de su sometimiento definitivo.
Otros ven en ellos a los espíritus difuntos que, castigados con el diluvio, son
con todo llamados por la “paciencia de Dios” a la vida. Mt 27, 52 contienen una
alusión análoga a la liberación por Cristo, entre su muerte y su resurrección,
de los “santos”, es decir, de los justos que le esperaban para entrar en pos de
él en la “Ciudad santa” escatológica. Este descenso de Cristo a los infiernos
es uno de los artículos del Símbolo de los Apóstoles.
3 21 (a) Lit. “el antiguo”, es
decir, la realidad prefigurada por el “tipo”. Este tipo es aquí el paso a
través del agua, mediante el arca.
3 21 (b) El agua del diluvio que permitió
salvarse a unas pocas personas, simboliza la economía de la antigua Ley, cuyas
prescripciones rituales no conseguían generalmente más que una purificación
completamente exterior y “carnal”. Por el contrario, ninguna limitación para la
eficacia del bautismo, que obra la regeneración del alma.
3 21 (c) Formulado por el neófito en el
momento de su bautismo. También se traduce “la petición”.
3 22 (a) Adicción (Vulgata): “aceptando
la muerte para hacernos herederos de la vida eterna”.
3 22 (b) Las “dominaciones y las
potestades” designaban a funcionarios del poder civil, Lc 20, 20; Tt 3, 1. Se compara
la corte celestial con una corte humana. Estas “dominaciones” se hallaban
especialmente encargadas de funciones judiciales, y ello explica el papel de
acusador que ejercía Satán ante Dios. Por el contrario, se podrá designar a
Jesús como nuevo “abogado” ante Dios.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Marcos 1, 12-15.
En aquel tiempo, el Espíritu
empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, siendo
tentado por Satanás; vivía con las fieras y los ángeles lo servían. Después de
que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el evangelio de
Dios; decía:
-Se ha cumplido el tiempo y
está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el evangelio.
Textos
paralelos.
Mc 1, 12-15 |
Mt 4, 1-17 |
Lc 4, 1-15 |
Inmediatamente el Espíritu lo
sacó al desierto, donde pasó cuarenta días, sometido a prueba por Satanás. Vivía con las fieras y los
ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan,
Jesús se dirigió a Galilea a proclamar la buena noticia de
Dios. Decía: “Se ha complido el plazo y
está cerca el reinado de Dios: arrepentíos y creed la buena noticia”. |
Entonces Jesús, movido por el
Espíritu, se retiró al desierto para ser puesto a prueba por el Diablo. Guardó un ayuno de cuarenta
días con sus noches y al final sintió hambre. Se acercó el tentador y le
dijo: “Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”. Él contestó:
“Está escrito que no de solo pan vive el hombre, sino de toda palabra que
sale de la boca de Dios”. Entonces el Diablo se lo
llevó a la Ciudad Santa, lo colocó en el alero del templo y le dijo: “Si eres
hijo de Dios, tírate abajo, pues está escrito que a sus ángeles ha dado órdenes
acerca de ti; te llevarán en sus palmas para que tu pie no tropiece en la
piedra”. Jesús replicó: “También está escrito: no pondrás a prueba al Señor
tu Dios”. De nuevo se lo llevó el
Diablo a una montaña altísima y le mostró todos los reinos del mundo en su
esplendor, y le dijo: “Todo eso te lo daré si postrado me rindes homenaje”. Entonces
Jesús le replicó: “¡Vete, Satanás!, que está escrito: Al señor tu Dios
adorarás, a él solo darás culto”. Al punto lo dejó el diablo y
unos ángeles vinieron a servirle. Al enterarse de que Juan
había sido arrestado, Jesús se retiró a Galilea, salió de Nazaret y se
estableció en Cafarnaún, junto al lago, en territorio de Zabulón y Neftalí.
Así se cumplió lo anunciado por el profeta Isaías: Territorio de Zabulón y
territorio de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de
los paganos. El pueblo que habita en tinieblas vio una luz intensa, a los que
habitaban en sombras de muerte les amaneció la luz. Desde entonces comenzó Jesús
a proclamar: “Arrepentíos, que está cerca
el reinado de Dios”. |
Jesús, lleno de Espíritu
Santo, se alejó del Jordán y se dejó llevar por el Espíritu en el desierto,
durante cuarenta días, mientras el diablo lo ponía a prueba. En ese tiempo no comió nada,
y al final sintió hambre. El Diablo le dijo: “Si eres
hijo de Dios, di a esa piedra que se convierta en pan”. Le replicó Jesús: “Está
escrito que el hombre no vive de solo pan”. Después lo llevó a una cima y
le mostró en un instante todos los reinos del mundo. El Diablo le dijo: “Te daré
todo ese poder y su gloria, porque a mí me lo han dado y lo doy a quien
quiero. Por tanto si te postras ante mí, todo será tuyo”. Le replicó Jesús: “Está
escrito: Al Señor tu Dios adorarás, a él solo darás culto”. Entonces lo condujo a Jerusalén,
lo colocó en el alero del templo y le dijo: “Si eres hijo de Dios, tírate
abajo desde aquí, pues está escrito que ha dado órdenes a sus ángeles para
que te guarden y te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la
piedra”. Le replicó Jesús: “Está dicho que no pondrás a prueba al Señor tu
Dios”. Concluida la prueba, el
Diablo se alejó de él hasta otra ocasión. Impulsado por el Espíritu,
Jesús volvió a Galilea, y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en sus sinagogas,
respetado de todos. |
Siendo tentado por Satanás.
Jb 1, 6: Un día fueron los
ángeles y se presentaron al Señor, entre ellos llegó también Satán.
Proclamaba la Buena Nueva
de Dios.
Rm 1, 1: De Pablo, siervo de
Jesús Mesías, llamado a ser apóstol, reservado para anunciar la buena noticia
de Dios.
El tiempo se ha cumplido.
Dn 7, 22: Hasta que llegó el anciano
para hacer justicia a los santos del Altísimo, y empezó el imperio de los
santos.
Mt 3, 2: Arrepentíos, que está
cerca el reino de Dios.
Mt 8, 10: Al oírlo, Jesús se
admiró y dijo a los que lo seguían: “Os lo aseguro, una fe semejante no he
encontrado en ningún israelita”.
Is 11, 6-9: Entonces el lobo y
el cordero irán juntos, y la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el
león engordarán juntos; un chiquillo los pastorea; la vaca pasta con el oso, sus
crías se tumbarán juntas, el león comerá paja como el buey. El niño jugará en
la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente.
No harán daño ni estrago por todo mi Monte Santo, porque se llenará el país de
conocimiento del Señor, como colman las aguas el mar.
Os 2, 16: Por tanto, ira, me voy
a seducirla llevándomela al desierto y hablándole al corazón.
Sal 91, 11-13: Porque a sus
ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos.
Mt 4, 6: Y le dijo: “Si eres
hijo de Dios, tírate abajo, pues está escrito que a sus ángeles ha dado órdenes
acerca de ti; te llevarán en sus palmas para que tu pie no tropiece en la piedra”.
Sal 104, 29:
Escondes el rostro y se espantan, les retiras el aliento y perecen y vuelven al
polvo.
Gn 7, 12: Estuvo
lloviendo sobre la tierra cuarenta días con sus noches.
Ex 34, 28: Moisés
pasó allí con el Señor cuarenta días con sus cuarenta noches: no comió pan ni
bebió agua, y escribió en las losas las cláusulas del pacto, los diez
mandamientos.
Nm 14, 34: Contando
los días que explorasteis la tierra, cuarenta días, cargaréis con vuestra culpa
un año por cada día, cuarenta años.
Sal 95, 10: Cuarenta
años me asqueó aquella generación, dije: Son un pueblo de corazón extraviado
que no reconocen mi camino.
Hb 2, 18: Como él
mismo sufrió la prueba, puede ayudar a los que son probados.
Hb 4, 15: El sumo
sacerdote que tenemos no es insensible a nuestra debilidad, ya que, como
nosotros, ha sido probado en todo excepto el pecado.
Gn 1, 19: Pasó una
tarde, pasó una mañana: el día cuarto.
Rm 8, 19-22: La
humanidad aguarda expectante a que se revelen los hijos de Dios. La humanidad
fue sometida al fracaso, no de grado, sino por imposición de otro; pero con la
esperanza de que esa humanidad se emanciparía de la esclavitud de la corrupción
para obtener la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Sabemos que hasta ahora
la humanidad entera está gimiendo con dolores de parto.
Mt 3, 2: Arrepentíos,
que está cerca el reinado de Dios.
Notas exegéticas
Biblia de Jerusalén.
1 12 Marcos omite o desconoce el
detalle de las tres tentaciones, que Mt y Lc deben a otra fuente. La mención de
los animales del campo evoca el ideal mesiánico, anunciado por los profetas, de
una vuelta a la paz paradisíaca, ver Is 11, 6-9, asociada al tema del retiro en
el desierto, ver Os 2, 16. El servicio de los ángeles expresa la protección
divina, ver Sal 91, 11-13, texto utilizado aquí mismo por Mt 4, 6.
1 15 Hablar de cumplimiento es
suponer que hay una continuidad que enlaza las etapas del designio de Dios y
que los hombres tienen conocimiento de ello. Al iniciarse la última de las
etapas se han “cumplido” los tiempos, no solo las Escrituras, sino también toda
la economía de la Alianza antigua llevada por Dos hasta la plenitud final de
este último período de la historia, que es “el fin de los tiempos”, vendrá otro
fin, el “del tiempo”, es decir, el Día de la venida de Cristo, de su Revelación
y del Juicio.
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.
12-13
La
concisión de Mc aporta un dato importante: las tentaciones de Jesús muestran
que el Hijo de Dios, hecho hombre, vino a derrotar al demonio y su imperio sobre
el mundo. // EL ESPÍRITU, el mismo del v. 10 es, desde la primera página de la
Biblia, la omnipotencia, el amor y el aliento de Dios, que crea y renueva todo
(Sal 104, 29 s.), y capacita para determinadas misiones. // LO CONDUJO: el
texto griego suena como si se tratara de una compulsión violenta: lo empujó, lo
obligó a… // SE QUEDÓ: lit. estaba. El número CUARENTA, como medida de
tiempo, suele significar en la Biblia un largo período indeterminado,
normalmente lleno de dificultades o desgracias, en el que se completa una
experiencia: Gen 7, 12 (duración del diluvio), Ex 34, 28 (estancia de Moisés en
el Sinaí), 1 Re 19, 18 (camino de Elías al Horeb), etc.; si se trata de años
(cf. Num 14, 34; Sal 95, 10) cuarenta años equivale a la duración de una generación.
// TENTADO: o probado, sometido a prueba (cf. Heb 2, 18; 4, 15). La construcción
de la frase griega parece indicar que Jesús fue sometido a prueba durante toda
su estancia en el desierto. // ENTRE LAS FIERAS: aparte de ser un dato real (chacales,
serpientes, alimañas de la zona esteparia donde Jesús se retiró), puede entenderse
también con el valor simbólico: Jesús comenzó a restaurar la armonía de la
creación, rota por el pecado: cf. Gn 1, 19; Is 11, 6-9; Rm 8, 19-22.
14 FUE APRESADO (lit.
con el mismo verbo griego, tan frecuente en el relato de la Pasión de Jesús: el
verbo de la entrega y de la traición) a la cárcel; fue detenido.
// GALILEA tiene importancia en Mc: campo primordial de la actividad pública de
Jesús, y escenario del encuentro con Jesús resucitado. // EL EVANGELIO venido
DE DIOS, o acerca DE DIOS. Jesús es a la vez el predicador y el
contenido de “su” Evangelio (cf. 1,1).
15 CON ESTAS PALABRAS:
lit. y diciendo que. // EL TIEMPO señalado por Dios (lit. la ocasión,
el momento preciso, crítico). // Para HA LLEGADO y ARREPENTÍOS cf. Mt 3, 2.
// DEL REINO (el reinado, el señorío, la soberanía) DE DIOS: expresión y
contenido común al fariseísmo y al cristianismo primitivo; indica el dominio universal
de Dios, que va realizándose en la tierra y se consumará en el cielo;
brevemente: EL REINO DE DIOS son las relaciones de Dios con la humanidad. Ese
reino empezó con los hechos salvadores en el AT, llegó al mundo con Jesús, avanza
mediante la Iglesia – instrumento del que Dios se vale para “reinar” –, hasta
que definitivamente sean destruidos el pecado y el mal al fin del mundo. El NT
habla de ese Reino como de una situación o estado (que llega, se
manifiesta, se da, se recibe, se posee, en el que se puede ser grande o pequeño),
y como un lugar (al que se entra o no se entra, que se hereda, que hay
que pedir y buscar). En su predicación inicial, Jesús parece aludir a la
soberanía de Dios al fin de los tiempos; como si dijera: “La etapa final de la
historia ya ha comenzado”. // CREED AL EVANGELIO: lit. creed en (hebraísmo)
el evangelio.
Notas exegéticas
desde la Biblia Didajé.
1, 12s La tentación de Cristo es
reminiscencia de las tentaciones de Adán y Eva entre las bestias salvajes
en el jardín, y de los Israelitas, que caminaron por el desierto durante
cuarenta años. Cristo, sin embargo, como el nuevo Adán y como fundador del nuevo
Israel, es decir, la Iglesia, era perfectamente fiel y obediente a la voluntad
del Padre y venció las tentaciones de Satanás. Cat. 538-539.
1, 13 Encontramos ángeles en todo el
Antiguo Testamento que preparan y prestan asistencia para llevar el plan de Dios.
En este caso, los ángeles sirvieron a Cristo. Cat. 333-351.
1, 15 En griego metanoia significa
una profunda conversión del corazón. Esta gracia de la conversión y de la
capacidad de alcanzar la santidad se confiere a los fieles en el Bautismo. La
rápida aceptación de los Apóstoles y su respuesta incondicional a la llamada de
Cristo es un ejemplo de las disposiciones adecuadas para abrazar el
discipulado. El arrepentimiento no está reservado solamente para el comienzo de
la vida cristiana, sino que debe ser un constante sentimiento a lo largo de
cada día de nuestra vida. La Cuaresma es un tiempo especial de conversión a través
de la oración y la penitencia. Cat. 541, 1422-1423, 1427.
Catecismo
de la Iglesia Católica
538 Los evangelios hablan de un
tiempo de soledad de Jesús en el desierto inmediatamente después de su bautismo
por Juan: “Impulsado por el Espíritu” al desierto. Jesús permanece allí sin
comer durante cuarenta días; vive entre los animales y los ángeles le servían.
Al final de este tiempo, Satanás le tienta tres veces tratando de poner a
prueba su actitud filial hacia Dios. Jesús rechaza estos ataques que
recapitulan las tentaciones de Adán en el Paraíso y de Israel en el desierto, y
el diablo se aleja de él “hasta un tiempo oportuno” (Lc 4, 13).
539 Los evangelistas indican el
sentido salvífico de este acontecimiento misterioso. Jesús es el nuevo Adán que
permaneció fiel allí donde el primero sucumbió a la tentación. Jesús cumplió
perfectamente la vocación de Israel: al contrario de los que anteriormente
provocaron a Dios durante cuarenta años por el desierto, Cristo se revela como
el Siervo de Dios totalmente obediente a la voluntad divina. En esto Jesús es
vencedor del diablo; él ha atado al hombre fuerte para despojarle de lo que se
había apropiado. La victoria de Jesús en el desierto sobre el Tentador es un
anticipo de la victoria de la Pasión, suprema obediencia de su amor filial al
Padre.
540 La tentación de Jesús manifiesta
la manera que tiene de ser Mesías el Hijo de Dios, en oposición a lo que le propone
Satanás y a la que los hombres le quieren atribuir. Por eso Cristo ha vencido
al Tentador en beneficio nuestro: “Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no
pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que
nosotros, excepto en el pecado” (Hb 4, 15). La Iglesia se une todos los años,
durante los cuarenta días de la Gran Cuaresma, al Misterio de Jesús en
el desierto.
541 “Después que Juan fue preso,
marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: El tiempo se ha
cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva”
(Mc 1, 14-15). Cristo, por tanto, para hacer la voluntad del Padre inauguró en la
tierra el Reino de los cielos. Pues bien, la voluntad del Padre es elevar a los
hombres a la participación de la vida divina. Lo hace reuniendo a los hombres
en torno a su Hijo, Jesucristo. Esta reunión es la Iglesia, que es sobre la
tierra el germen y el comienzo de este Reino.
333 [Los ángeles] protegen la
infancia de Jesús, le sirven en el desierto, lo reconfortan en la agonía,
cuando Él habría podido ser salvado por ellos de la mano de sus enemigos como
en otro tiempo Israel.
Concilio
Vaticano II
El Pueblo de Dios se reune, sobre todo, por la palabra de Dios vivo al
cual es muy lícito buscarla en la boca del sacerdote. Nadie puede salvarse si
antes no ha tenido fe. Por eso los presbíteros, como colaboradores de los
obispos, tienen como primer deber el anunciar a todos el Evangelio de Dios.
Así, cumpliendo el mandato de Cristo: “Id por todo el mundo y predicad el
Evangelio a todos los hombres” (Mc 16, 15) construyen y acrecientan al Pueblo
de Dios. En efecto, la fe se suscita en el corazón de los no creyentes y se
alimenta en el corazón de los creyentes con la palabra de la salvación. Con la
fe empieza y se desarrolla la comunidad de los creyentes. Es lo que dice el
Apóstol: “La fe viene del mensaje, y el mensaje, a través de la palabra de
Cristo” (Rm 10, 17).
Decreto Presbyterorum ordinis, 4.
Comentarios de los Santos Padres.
Suele el diablo atacarnos particularmente cuando nos ve solos y
concentrados en nosotros mismos. Así atacó al principio a la mujer, al
sorprenderla sola y hallarla sin la compañía del marido.
Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Ev. de Mateo, 13, 1. Pg. 62-63.
Debemos conocer que la tentación se produce de tres maneras: por
sugestión, por delectación y por consentimiento. Nosotros, cuando somos
tentados, nos deslizamos generalmente en la delectación e incluso hasta el consentimiento,
porque engendrados en el pecado, llevamos además con nosotros el campo donde soportar
los combates. Pero Dios, hecho carne en el seno de la Virgen, que había venido
sin pecado al mundo, no soportaba nada que fuera contrario a él mismo. Por tanto,
pudo ser tentado por sugestión, mas la delectación del pecado no rozó siquiera
el alma; así toda aquella tentación diabólica fue exterior, no permaneció
dentro.
Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios, 1, 16, 1. Pg. 63.
Nos enseñó con su ejemplo que, una vez recibido el perdón de los pecados
mediante el bautismo, con vigilia, ayunos, oraciones y otros frutos del
Espíritu debemos prepararnos para evitar que, mientras somos torpes o menos
prontos, vuelva el espíritu inmundo que ha sido expulsado de nuestro corazón.
Beda. Homilías sobre los Evangelios, 1, 12. Pg. 63.
En cuanto puedo recordar, del reino de los cielos no he oído hablar nunca,
leyendo la ley, leyendo los profetas o leyendo el salterio, sino solo en el Evangelio.
El reino de Dios ha quedado abierto solo después de que haya venido aquel que
dijo: “El reino de Dios está dentro de vosotros”.
Jerónimo. Comentario al Ev. de Marcos, homilía 2. Pg. 64.
Haced penitencia y creed en el Evangelio. No en la ley, sino en el
Evangelio; mejor aún: por la ley en el Evangelio, tal como está escrito: “de fe
en fe”. La fe en la ley corroboró la fe en el Evangelio.
Jerónimo. Comentario al Ev. de Marcos. Homilía 2. Pg. 65.
San Agustín.
Las primeras tentaciones sugeridas a nuestro Señor
versaban sobre algo tan dulce: Di que todas estas piedras se conviertan en
pan. Te daré todos los reinos. Veamos si te recogen los ángeles, pues está
escrito: “Para que tu pie no tropiece contra la piedra” (Mt 4, 3.6). Estas
son las alegrías del mundo: en el pan está la concupiscencia de la carne; en la
promesa de los reinos, la ambición mundana; y en la curiosidad de la prueba, la
concupiscencia de los ojos. Todas estas cosas pertenecen al mundo, pero son cosas
dulces, no crueles.
Mirad ahora al rey de los mártires presentándonos
ejemplos de cómo hemos de combatir y ayudando misericordiosamente a los
combatientes. ¿Por qué permitió ser tentado, sino para enseñarnos a resistir al
tentador? Si el mundo te promete el placer carnal, respóndele: “Más deleitable
es Dios”. Si te promete honores y dignidades temporales, respóndele: “El reino
de Dios es más excelso que todo”. Si te promete curiosidades superfluas y condenables,
respóndele: “Solo la verdad de Dios no se equivoca”. Puesto que en todos los halagos
del mundo aparecen estas tres cosas: o el placer, o la curiosidad, o la
soberbia.
Se alejó de él en cuanto serpiente astuta, ha de
volver como león rugiente; pero lo vencerá, porque pisoteará al león y al
dragón. Regresará el diablo: entrará en Judas y lo convertirá en traidor de su
maestro.
¿Por qué nos extrañamos de que Cristo haya salido
vendedor allí? Era Dios todopoderoso.
Sermón 284, 5. I. Pg. 258-259.
San Juan de Ávila.
Las cuales [las tentaciones] él [demonio] nos traía para probarnos si éramos hijos de Dios (cf. Mt 4, 3), y sacamos de la ponzoña miel, de las llagas salud;
y así de la tentación salimos probados y aprovechados.
Audi, filia [I],
lenguaje del demonio, 55. OC I. Pg. 430.
Y sucede de aquí que,
estando nuestra ánima en flor de principios, comience a dar fruto de hombres
perfectos, pues, mamando antes leche de devoción tierna, comemos ya pan con corteza,
manteniéndonos con las piedras duras de las tentaciones, las cuales él nos
traía para probarnos si éramos hijos de Dios, como hizo con nuestro
Señor (cf. Mt 4, 3). Y así sacamos de la ponzoñosa miel y de las heridas salud,
y de las tentaciones salimos probados, con otros millones bienes.
Audi, filia [II], 28, 4. OC I. Pg. 597.
Aprovechaos de esta
merced, pues Dios tan cerca os la dio. Y pedid al que tuviere cargo de
encaminar vuestra ánima que os busque en la sagrada Escritura, en doctrina de
la Iglesia y dichos de los santos, palabras apropiadas para las necesidades de
vuestra ánima, ahora sean para defenderos de las tentaciones, según el mismo
Señor, ayunando en el desierto (cf. Lc 4, 12), lo hizo para nuestro ejemplo,
ora sea para estimularos a tener virtudes que os faltan, ahora sea para haberos
con Dios como debéis, y con vos, y con vuestros prójimos, mayores y menores e
iguales; y cómo os habéis de haber en la prosperidad y en la tribulación y,
finalmente, para todo lo que hobiéredes menester en el camino de Dios; de
manera que podáis decir: En mi corazón escondí tus palabras, para no pecar a
ti. Tu palabra es antorcha para mis pes y lumbre para mis sendas (Sal 118,
11).
Audi, filia [II], 45, 5. OC
I. Pg. 634.
Este es oficio de
ángeles, animar con Jesucristo, que es dar ayuda, descanso y paraíso y lo
demás, y así no será menester pedilles siempre que den, sino darles lo que han menester;
porque Cristo nuestro Señor es el que envió al Padre para remedio de nuestros
males, y después de enseñados los males que nos vinieron por él pecado, debet
evangelizare illis Iesum, que es sanare contritos, y lo que más dice
San Lucas en el capítulo 4 (cf. Lc 4, 18); y estas dos cosas se han de tratar
mucho, scilicet, Jesucristo en la cruz, y en el altar.
Recordar e imitar la
pasión de Jesucristo. A los mismos padres de la Compañía, 1. OC I. Pg. 827.
Ductus est Iesus, etc. (Mt 4, 1), ubi supra. Muéstranos hoy el santo
Evangelio una batalla que nuestro Señor Jesucristo con el demonio tuvo, como lo
venció la maña y arte que en ello tuvo.
A la entrada del santo
Evangelio se ofrece una duda y una pregunta: ¿Qué fue lo que movió a Cristo a
querer ser tentado de una cosa tan baja y sucia como es el demonio? Aun acá una
casta y honesta mujer se avergüenza y recibe gran pena por cualquier palabra
que un hombre sucio se le atreve, a decir, y recibe pena aunque está cierta que
por su parte hay toda limpieza, y antes consentirá en la muerte que en nada que
fuese contra su honor y limpieza; y esta tal de creer es que si ella pudiese
excusar que el tal hombre no le hablase ninguna palabra sucia, que de buena voluntad
l excusaría. ¿Cómo, pues, nuestro Señor, siendo verdadero Dios y la misma
Verdad, permitió, poniéndolo excusar, que el demonio, que es la misma mentira y
suciedad, se atreviese a lo tentar y convidar con ofensas de la Majestad de
Dios?
Mirad, por vuestra vida,
por dónde comenzó, y mirad en qué acabo su sermón. Comenzó con buenas palabras
y piadosas, y acabó en: “¡Adórame!”, como quien no dice nada. ¡Oh astucias y
engaños de Satanás! ¿Quién podrá valerse con artes y con la diversidad de
tentaciones con que a los hombres acometes? Mira qué vas del comienzo al cabo y
de la entrada a la salida.
¿Por qué quiso
Jesucristo bendito ser tentado? ¿Qué fue la causa que, pudiéndolo evitar, no lo
evitó?
Es tan grande el amor que
en su corazón nos tiene, que nunca jamás se olvida de nosotros, ni quita sus
benditos ojos de nuestras necesidades, flaquezas y miserias para remediarlas,
ni quita su favor y mano para en ellas ayudarnos y proveernos, como verdadero
pontífice que verdaderamente se compadece de nuestras flaquezas. Y por esto su
misericordia consintió que el demonio, cabeza de mentira y maldad, osase llegar
a Él y tentalle, para que, tentauts per omnia per similitudinem absque peccato
[las ha experimentado todas (las flaquezas) menos el pecado], sacase por
experiencia y supiese de nuestras tentaciones sin pecado alguno, porque
después, viéndonos a nosotros tentados, nos consolásemos con haber visto
tentado a nuestro dechado Jesucristo y creyésemos que seríamos por Él librados
como pontífice que se duele de nuestras tentaciones, y para que vos, hermano,
siendo tentado, no desmayásedes, ni pensásedes que érades de Dios olvidado,
antes habéis de creer que, con la ayuda del Señor venciendo la tentación, se os
volverá en corona, y los trabajos y penas de ella en alegría.
La segunda razón es para
que sepáis, hermano, que hay demonios tentadores y enemigos y tentaciones y que
tenemos cruel guerra siempre con los demonios, para que no nos descuidemos.
Domingo I de Cuaresma, 3 y 4. OC III. Pgs. 130-131.
¡Qué de personas, qué de
corazones hay flojos y quejosos, porque son tentados, como los así tentados se
aflojen y descontenten; como si esto lo permitiese Dios para daño suyo! Tened
paciencia en los trabajos y tentaciones, pues es cierto que el Señor lo permite
por vuestro bien. ¿Cómo coronará Dios vuestros trabajos sin paciencia? ¿Cómo te
coronará Dios si en todo se hace tu voluntad, la cual está inclinada a no
padecer? Espera y llégate debajo de la sombra de las alas de Dios, y en todo será
ayudado y de todos los males y peligros librado. Verdaderamente te ama y
procura tu bien. Padre tuyo es y buen padre; a todos ayuda, y hace bien a los
que lo esperan.
-Padre, si el Señor me
tiene amor, ¿por qué permite ser afligido y maltratado del demonio? – Dice San
Pablo: Ne magnitudo revelationum exaltet, porque no me ensorbezca (cf. 2
Cor 12, 7).
Domingo I de Cuaresma,
17-18. OC III. Pg. 135.
Cante, señora, este
cantar, si quiere alegrar a sí y que se le tornen las piedras en pan (cf.
Mt 4, 3); porque verná a tomar tanto sabor en las tribulaciones, que se
mantenga y haga fuerte con ellas y las pida al Señor, como el niño pide pan a
su madre. Ligeramente hará esto si ha dado a sí y a sus cosas a Dios.
A una mujer casada. OC IV. Pg. 251.
Papa Francisco. Ángelus. 22 de febrero de 2015
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El miércoles pasado, con el rito de la Ceniza,
inició la Cuaresma, y hoy es el primer domingo de este tiempo litúrgico que
hace referencia a los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto, después del
bautismo en el río Jordán. Escribe san Marcos en el Evangelio de hoy: «El
Espíritu lo empujó al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, siendo
tentado por Satanás; vivía con las fieras y los ángeles lo servían» (1, 12-13).
Con estas escuetas palabras el evangelista describe la prueba que Jesús
afrontó voluntariamente, antes de iniciar su misión mesiánica. Es una prueba de
la que el Señor sale victorioso y que lo prepara para anunciar el Evangelio del
Reino de Dios. Él, en esos cuarenta días de soledad, se enfrentó a Satanás
«cuerpo a cuerpo», desenmascaró sus tentaciones y lo venció. Y en Él hemos
vencido todos, pero a nosotros nos toca proteger esta victoria en nuestra vida
diaria.
La Iglesia nos hace recordar ese misterio al inicio
de la Cuaresma, porque nos da la perspectiva y el sentido de este tiempo,
que es un tiempo de combate —en Cuaresma se debe combatir—, un tiempo de
combate espiritual contra el espíritu del mal (cf. Oración colecta del
Miércoles de Ceniza). Y mientras atravesamos el «desierto» cuaresmal,
mantengamos la mirada dirigida a la Pascua, que es la victoria
definitiva de Jesús contra el Maligno, contra el pecado y contra la muerte. He
aquí entonces el significado de este primer domingo de Cuaresma: volver a
situarnos decididamente en la senda de Jesús, la senda que conduce a la
vida. Mirar a Jesús, lo que hizo Jesús, e ir con Él.
Y este camino de Jesús pasa a través del
desierto. El desierto es el lugar donde se puede escuchar la voz de Dios
y la voz del tentador. En el rumor, en la confusión esto no se puede hacer; se
oyen sólo las voces superficiales. En cambio, en el desierto podemos
bajar en profundidad, donde se juega verdaderamente nuestro destino, la
vida o la muerte. ¿Y cómo escuchamos la voz de Dios? La escuchamos en
su Palabra. Por eso es importante conocer las Escrituras, porque de otro
modo no sabremos responder a las asechanzas del maligno. Y aquí quisiera volver
a mi consejo de leer cada día el Evangelio: cada día leer el Evangelio,
meditarlo, un poco, diez minutos; y llevarlo incluso siempre con nosotros:
en el bolsillo, en la cartera... Pero tener el Evangelio al alcance de la mano.
El desierto cuaresmal nos ayuda a decir no a la mundanidad, a los
«ídolos», nos ayuda a hacer elecciones valientes conformes al Evangelio y a
reforzar la solidaridad con los hermanos.
Entonces entramos en el desierto sin miedo,
porque no estamos solos: estamos con Jesús, con el Padre y con el Espíritu
Santo. Es más, como lo fue para Jesús, es precisamente el Espíritu Santo
quien nos guía por el camino cuaresmal, el mismo Espíritu que descendió sobre
Jesús y que recibimos en el Bautismo. La Cuaresma, por ello, es un
tiempo propicio que debe conducirnos a tomar cada vez más conciencia de cuánto
el Espíritu Santo, recibido en el Bautismo, obró y puede obrar en nosotros.
Y al final del itinerario cuaresmal, en la Vigilia pascual, podremos renovar
con mayor consciencia la alianza bautismal y los compromisos que de ella
derivan.
Que la Virgen santa, modelo de docilidad al
Espíritu, nos ayude a dejarnos conducir por Él, que quiere hacer de cada uno de
nosotros una «nueva creatura».
A Ella encomiendo, en especial, esta semana de
ejercicios espirituales, que iniciará hoy por la tarde, y en la que participaré
juntamente con mis colaboradores de la Curia romana. Rezad para que en este
«desierto» que son los ejercicios espirituales podamos escuchar la voz de Jesús
y también corregir tantos defectos que todos nosotros tenemos, y hacer frente a
las tentaciones que cada día nos atacan. Os pido, por lo tanto, que nos
acompañéis con vuestra oración.
Papa Francisco. Ángelus. 18 de
febrero de 2018.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este primer domingo de Cuaresma, el Evangelio
menciona los temas de la tentación, la conversión y la Buena Noticia. Escribe
el evangelista Marcos: «El Espíritu le empuja al desierto, y permaneció en el
desierto cuarenta días, siendo tentando por Satanás» (Marcos 1, 12-13). Jesús
va al desierto a prepararse para su misión en el mundo. Él no necesita
conversión, pero, en cuanto hombre, debe pasar a través de esta prueba, ya sea
por sí mismo, para obedecer a la voluntad del Padre, como por nosotros, para
darnos la gracia de vencer las tentaciones. Esta preparación consiste en la
lucha contra el espíritu del mal, es decir, contra el diablo. También para
nosotros la Cuaresma es un tiempo de «agonismo» espiritual, de lucha
espiritual: estamos llamados a afrontar al maligno mediante la oración para ser
capaces, con la ayuda de Dios, de vencerlo en nuestra vida cotidiana.
Nosotros lo sabemos, el mal está lamentablemente funcionando en nuestra
existencia y entorno a nosotros, donde se manifiestan violencias, rechazo del
otro, clausuras, guerras, injusticias. Todas estas son obra del maligno, del
mal.
Inmediatamente después de las tentaciones en
el desierto, Jesús empieza a predicar el Evangelio, es decir, la Buena
Noticia, la segunda palabra. La primera era «tentación»; la segunda, «Buena
Noticia». Y esta Buena Noticia exige del hombre conversión —tercera palabra— y
fe. Él anuncia: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca»;
después dirige la exhortación: «convertíos y creed en la Buena Nueva» (v. 15),
es decir creed en esta Buena Noticia que el Reino de Dios está cerca. En
nuestra vida siempre necesitamos conversión —¡todos los días!—, y la
Iglesia nos hace rezar por esto. De hecho, no estamos nunca suficientemente
orientados hacia Dios y debemos continuamente dirigir nuestra mente y nuestro
corazón a Él. Para hacer esto es necesario tener la valentía de rechazar
todo lo que nos lleva fuera del camino, los falsos valores que nos engañan
atrayendo nuestro egoísmo de forma sutil. Sin embargo, debemos fiarnos
del Señor, de su bondad y de su proyecto de amor para cada uno de nosotros.
La Cuaresma es un tiempo de penitencia, sí, ¡pero
no es un tiempo triste! Es un tiempo de penitencia, pero no es un tiempo
triste, de luto. Es un compromiso alegre y serio para despojarnos de
nuestro egoísmo, de nuestro hombre viejo, y renovarnos según la
gracia de nuestro bautismo. Solamente Dios nos puede donar la verdadera
felicidad: es inútil que perdamos nuestro tiempo buscándola en otro lugar, en
las riquezas, en los placeres, en el poder, en la carrera... El Reino de Dios
es la realización de todas nuestras aspiraciones, porque es, al mismo tiempo,
salvación del hombre y gloria de Dios.
En este primer domingo de Cuaresma, estamos
invitados a escuchar con atención y recoger este llamamiento de Jesús a
convertirnos y a creer en el Evangelio. Somos exhortados a iniciar con
compromiso el camino hacia la Pascua, para acoger cada vez más la
gracia de Dios, que quiere transformar el mundo en un reino de justicia, de
paz, de fraternidad.
Que María Santísima nos ayude a vivir esta Cuaresma
con fidelidad a la Palabra de Dios y con una oración incesante, como hizo Jesús
en el desierto.
¡No es imposible! Se trata de vivir las jornadas
con el deseo de acoger el amor que viene de Dios y que quiere transformar
nuestra vida y el mundo entero.
Papa Francisco. Ángelus. 21 de
febrero de 2021.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El pasado miércoles, con el rito penitencial de la
ceniza, iniciamos el camino de la Cuaresma. Hoy, primer domingo de este tiempo
litúrgico, la Palabra de Dios nos indica el camino para vivir fructuosamente
los cuarenta días que conducen a la celebración anual de la Pascua. Es el
camino recorrido por Jesús, que el Evangelio, en el estilo esencial de Marcos,
resume diciendo que Él, antes de comenzar su predicación, se retiró durante
cuarenta días al desierto, donde fue tentado por Satanás (cf. 1,12-15). El
evangelista subraya que «el Espíritu empuja a Jesús al desierto» (v. 12). El
Espíritu Santo, que descendió sobre Él nada más recibir el bautismo de Juan en
el río Jordán, el mismo Espíritu le empuja ahora a ir al desierto, para
enfrentarse al Tentador, para luchar contra el diablo. Toda la existencia de
Jesús se pone bajo el signo del Espíritu de Dios, que lo anima, lo inspira y lo
guía.
Pero pensemos en el desierto. Detengámonos un
momento en este entorno, natural y simbólico, tan importante en la Biblia. El
desierto es el lugar donde Dios habla al corazón del hombre, y donde brota la
respuesta de la oración, o sea, el desierto de la soledad, el corazón
sin apego a otras cosas y solo, en esa soledad, se abre a la Palabra de Dios.
Pero es también el lugar de la prueba y la tentación, donde el Tentador,
aprovechando la fragilidad y las necesidades humanas, insinúa su voz engañosa,
alternativa a la de Dios, una voz alternativa que te muestra otro camino, un
camino de engaños. El Tentador seduce. Efectivamente, durante los cuarenta días
vividos por Jesús en el desierto, comienza el “duelo” entre Jesús y el
diablo, que terminará con la Pasión y la Cruz. Todo el ministerio de
Cristo es una lucha contra el Maligno en sus múltiples manifestaciones:
curaciones de enfermedades, exorcismos de los endemoniados, perdón de los
pecados. Después de la primera fase en la que Jesús demuestra que habla y actúa
con el poder de Dios, parece que el diablo prevalezca cuando el Hijo de Dios es
rechazado, abandonado y finalmente capturado y condenado a muerte. Parece que
el vencedor es el diablo. En realidad, la muerte era el último “desierto” a
atravesar para derrotar definitivamente a Satanás y liberarnos a todos de su
poder. Y así Jesús triunfó en el desierto de la muerte para triunfar después
en la Resurrección.
Cada año, al comienzo de la Cuaresma, este
Evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto nos recuerda que la vida
del cristiano, tras las huellas del Señor, es una batalla contra el espíritu
del mal. Nos muestra que Jesús se enfrentó voluntariamente al Tentador y lo
venció; y al mismo tiempo nos recuerda que al diablo se le concede la
posibilidad de actuar también sobre nosotros con sus tentaciones. Debemos
ser conscientes de la presencia de este enemigo astuto, interesado en
nuestra condena eterna, en nuestro fracaso, y prepararnos para defendernos
de él y combatirlo. La gracia de Dios nos asegura, mediante la fe, la
oración y la penitencia, la victoria sobre el enemigo. Pero hay algo que me
gustaría subrayar: en las tentaciones Jesús no dialoga nunca con el diablo,
nunca. En su vida, Jesús no tuvo jamás un diálogo con el diablo, jamás. O lo
expulsa de los endemoniados o lo condena o muestra su malicia, pero nunca un
diálogo. Y en el desierto parece que haya un diálogo porque el diablo le hace
tres propuestas y Jesús responde. Pero Jesús no responde con sus palabras;
responde con la Palabra de Dios, con tres pasajes de la Escritura. Y esto es lo
que debemos hacer también todos nosotros. Cuando se acerca el seductor,
comienza a seducirnos: “Pero piensa esto, haz aquello...”. La tentación es
la de dialogar con él, como hizo Eva; y si nosotros entablamos diálogo
con el diablo seremos derrotados. Grabaos esto en la cabeza y en el corazón: no
se dialoga nunca con el diablo, no hay diálogo posible. Solo la Palabra de
Dios.
En el tiempo de Cuaresma, el Espíritu Santo nos
empuja también a nosotros, como a Jesús, a entrar en el desierto. No se trata —como
hemos visto— de un lugar físico, sino de una dimensión existencial en la que hacer
silencio y ponernos a la escucha de la palabra de Dios, «para que se cumpla
en nosotros la verdadera conversión» (Oración colecta 1er Domingo de Cuaresma
B). No tengáis miedo del desierto, buscad más momentos de oración, de
silencio, para entrar en nosotros mismos. No tengáis miedo. Estamos
llamados a caminar por las sendas de Dios, renovando las promesas de nuestro
bautismo: renunciar a Satanás, a todas sus obras y a todas sus seducciones. El
enemigo está ahí, al acecho, tened cuidado. Pero no dialoguéis nunca con él.
Nos encomendamos a la intercesión maternal de la Virgen María.
Benedicto XVI. Ángelus. 5 de marzo
de 2006.
Queridos hermanos y hermanas:
El miércoles pasado iniciamos la Cuaresma, y hoy
celebramos el primer domingo de este tiempo litúrgico, que estimula a los
cristianos a comprometerse en un camino de preparación para la Pascua. Hoy el
evangelio nos recuerda que Jesús, después de haber sido bautizado en el río
Jordán, impulsado por el Espíritu Santo, que se había posado sobre él
revelándolo como el Cristo, se retiró durante cuarenta días al desierto de
Judá, donde superó las tentaciones de Satanás (cf. Mc 1, 12-13). Siguiendo a
su Maestro y Señor, también los cristianos entran espiritualmente en el
desierto cuaresmal para afrontar junto con él "el combate contra el
espíritu del mal".
La imagen del desierto es una metáfora muy
elocuente de la condición humana. El libro del Éxodo narra la
experiencia del pueblo de Israel que, habiendo salido de Egipto, peregrinó por
el desierto del Sinaí durante cuarenta años antes de llegar a la tierra
prometida. A lo largo de aquel largo viaje, los judíos experimentaron toda
la fuerza y la insistencia del tentador, que los inducía a perder la confianza
en el Señor y a volver atrás; pero, al mismo tiempo, gracias a la mediación de
Moisés, aprendieron a escuchar la voz de Dios, que los invitaba a convertirse
en su pueblo santo.
Al meditar en esta página bíblica, comprendemos
que, para realizar plenamente la vida en la libertad, es preciso superar la
prueba que la misma libertad implica, es decir, la tentación. Sólo liberada
de la esclavitud de la mentira y del pecado, la persona humana, gracias a la
obediencia de la fe, que la abre a la verdad, encuentra el sentido pleno de su
existencia y alcanza la paz, el amor y la alegría.
Precisamente por eso, la Cuaresma constituye un
tiempo favorable para una atenta revisión de vida en el recogimiento, la
oración y la penitencia. Los ejercicios espirituales que, como es
costumbre, tendrán lugar desde esta tarde hasta el sábado próximo aquí, en el
palacio apostólico, me ayudarán a mí y a mis colaboradores de la Curia romana a
entrar más conscientemente en este característico clima cuaresmal.
Queridos hermanos y hermanas, a la vez que os pido
que me acompañéis con vuestras oraciones, os aseguro un recuerdo ante el Señor
a fin de que la Cuaresma sea para todos los cristianos una ocasión de
conversión y de impulso aún más valiente hacia la santidad. Con este fin,
invoquemos la intercesión materna de la Virgen María.
Benedicto XVI. Ángelus. 1 de marzo
de 2009.
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy es el primer domingo de Cuaresma, y el
Evangelio, con el estilo sobrio y conciso de san Marcos, nos introduce en el
clima de este tiempo litúrgico: "El Espíritu impulsó a Jesús al desierto y
permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás" (Mc
1, 12-13). En Tierra Santa, al oeste del río Jordán y del oasis de Jericó, se
encuentra el desierto de Judea, que, por valles pedregosos, superando un
desnivel de cerca de mil metros, sube hasta Jerusalén. Después de recibir el bautismo
de Juan, Jesús se adentró en aquella soledad conducido por el mismo Espíritu
Santo que se había posado sobre él consagrándolo y revelándolo como Hijo de
Dios.
En el desierto, lugar de la prueba, como
muestra la experiencia del pueblo de Israel, aparece con intenso dramatismo
la realidad de la kénosis, del vaciamiento de Cristo, que se despojó de la
forma de Dios (cf. Flp 2, 6-7). Él, que no ha pecado y no puede pecar, se
somete a la prueba y por eso puede compadecerse de nuestras flaquezas (cf. Hb
4, 15). Se deja tentar por Satanás, el adversario, que desde el
principio se opuso al designio salvífico de Dios en favor de los hombres.
Casi de pasada, en la brevedad del relato, ante
esta figura oscura y tenebrosa que tiene la osadía de tentar al Señor, aparecen
los ángeles, figuras luminosas y misteriosas. Los ángeles, dice el
evangelio, "servían" a Jesús (Mc 1, 13); son el contrapunto de
Satanás. "Ángel" quiere decir "enviado". En todo el
Antiguo Testamento encontramos estas figuras que, en nombre de Dios, ayudan y
guían a los hombres. Basta recordar el libro de Tobías, en el que aparece la
figura del ángel Rafael, que ayuda al protagonista en numerosas vicisitudes. La
presencia tranquilizadora del ángel del Señor acompaña al pueblo de Israel en
todas las circunstancias, tanto en las buenas como en las malas.
En el umbral del Nuevo Testamento, Gabriel es
enviado a anunciar a Zacarías y a María los acontecimientos felices que
constituyen el inicio de nuestra salvación; y un ángel, cuyo nombre no se dice,
advierte a José, orientándolo en aquel momento de incertidumbre. Un coro de
ángeles lleva a los pastores la buena nueva del nacimiento del Salvador; y, del
mismo modo, son también los ángeles quienes anuncian a las mujeres la feliz
noticia de su resurrección. Al final de los tiempos, los ángeles acompañarán a
Jesús en su venida en la gloria (cf. Mt 25, 31). Los ángeles sirven a Jesús,
que es ciertamente superior a ellos, y su dignidad se proclama aquí, en el
evangelio, de modo claro aunque discreto. En efecto, incluso en la
situación de extrema pobreza y humildad, cuando es tentado por Satanás, sigue
siendo el Hijo de Dios, el Mesías, el Señor.
Queridos hermanos y hermanas, quitaríamos una parte
notable del Evangelio, si dejáramos de lado a estos seres enviados por Dios,
que anuncian su presencia en medio de nosotros y son un signo de ella.
Invoquémoslos a menudo, para que nos sostengan en el compromiso de seguir a
Jesús hasta identificarnos con él. Pidámosles, de modo especial hoy, que velen
sobre mí y sobre mis colaboradores de la Curia romana que esta tarde, como cada
año, comenzaremos la semana de ejercicios espirituales. María, Reina de los ángeles,
ruega por nosotros.
Benedicto XVI. Ángelus. 26 de
febrero de 2012.
Queridos hermanos y hermanas:
En este primer domingo de Cuaresma encontramos a
Jesús, quien, tras haber recibido el bautismo en el río Jordán por Juan el
Bautista (cf. Mc 1, 9), sufre la tentación en el desierto (cf. Mc 1, 12-13). La
narración de san Marcos es concisa, carente de los detalles que leemos en los
otros dos evangelios de Mateo y de Lucas. El desierto del que se habla tiene
varios significados. Puede indicar el estado de abandono y de soledad, el
«lugar» de la debilidad del hombre donde no existen apoyos ni seguridades,
donde la tentación se hace más fuerte. Pero puede también indicar un
lugar de refugio y de amparo —como lo fue para el pueblo de Israel en fuga de
la esclavitud egipcia— en el que se puede experimentar de modo particular la
presencia de Dios. Jesús «se quedó en el desierto cuarenta días, siendo
tentado por Satanás» (Mc 1, 13). San León Magno comenta que «el Señor quiso
sufrir el ataque del tentador para defendernos con su ayuda y para instruirnos
con su ejemplo» (Tractatus XXXIX, 3 De ieiunio quadragesimae: ccl 138/a,
Turnholti 1973, 214-215).
¿Qué puede enseñarnos este episodio? Como leemos en
el libro de la Imitación de Cristo, «el hombre jamás está del todo exento de
las tentaciones mientras vive... pero es con la paciencia y con la verdadera
humildad como nos haremos más fuertes que cualquier enemigo» (Liber I, c.
XIII, Ciudad del Vaticano 1982, 37); con la paciencia y la humildad de seguir
cada día al Señor, aprendemos a construir nuestra vida no fuera de Él y como
si no existiera, sino en Él y con Él, porque es la fuente de la vida
verdadera. La tentación de suprimir a Dios, de poner orden solos en uno mismo y
en el mundo contando exclusivamente con las propias capacidades, está siempre
presente en la historia del hombre.
Jesús proclama que «se ha cumplido el tiempo y está
cerca el reino de Dios» (Mc 1, 15), anuncia que en Él sucede algo nuevo: Dios
se dirige al hombre de forma insospechada, con una cercanía única y concreta,
llena de amor; Dios se encarna y entra en el mundo del hombre para cargar
con el pecado, para vencer el mal y volver a llevar al hombre al mundo de Dios.
Pero este anuncio se acompaña de la petición de corresponder a un don tan
grande. Jesús, en efecto, añade: «convertíos y creed en el Evangelio» (Mc
1, 15); es la invitación a tener fe en Dios y a convertir cada día nuestra vida
a su voluntad, orientando hacia el bien cada una de nuestras acciones y
pensamientos. El tiempo de Cuaresma es el momento propicio para renovar y
fortalecer nuestra relación con Dios a través de la oración diaria, los gestos
de penitencia, las obras de caridad fraterna.
Supliquemos con fervor a María santísima que
acompañe nuestro camino cuaresmal con su protección y nos ayude a imprimir en
nuestro corazón y en nuestra vida las palabras de Jesucristo para convertirnos
a Él. Encomiendo, además, a vuestra oración la semana de ejercicios
espirituales que esta tarde iniciaré con mis colaboradores de la Curia romana.
Francisco. Catequesis. Vicios y
virtudes. 7. La tristeza.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En nuestro recorrido de catequesis sobre los vicios
y las virtudes, hoy nos detenemos en un vicio bastante feo, la tristeza,
entendida como un abatimiento del ánimo, una aflicción constante que impide al
ser humano experimentar alegría por su propia existencia.
Ante todo, hay que señalar que, respecto a la
tristeza, los Padres hacían una distinción importante. Hay, en efecto, una
tristeza que conviene a de la vida cristiana, y que con la gracia de Dios se
transforma en alegría: ésta, por supuesto, no debe rechazarse y forma
parte del camino de conversión. Pero existe también un segundo tipo de
tristeza que se insinúa en el alma y la postra en un estado de
abatimiento: es este segundo tipo de tristeza el que hay que combatir
resueltamente y con todas las fuerzas, porque procede del Maligno. Esta
distinción la encontramos también en San Pablo, que cuando escribe a los
Corintios dice lo siguiente: «La tristeza que proviene de Dios produce un
arrepentimiento que lleva a la salvación y no se debe lamentar; en cambio, la
tristeza del mundo produce la muerte.» (2 Cor 7,10).
Hay, entonces, una tristeza amiga que nos lleva a
la salvación. Pensemos en el hijo pródigo de la parábola: cuando toca el fondo
de su degeneración, experimenta una gran amargura, y esto le impulsa a
recapacitar y a decidir volver a la casa paterna (cfr. Lc 15, 11-20). Es una
gracia gemir por los propios pecados, recordar el estado de gracia del que
hemos caído, llorar porque hemos perdido la pureza con la que Dios nos soñó.
Pero hay una segunda tristeza, que es una enfermedad
del alma. Surge en el corazón humano cuando se desvanece un deseo o
una esperanza. Aquí podemos referirnos al relato de los discípulos de Emaús.
Aquellos dos discípulos salen de Jerusalén con el corazón desilusionado, y se
confían al forastero, que en cierto momento los acompaña: «Nosotros esperábamos
que fuera él – o sea, Jesús - quien librara a Israel.» (Lc 24,21). La
dinámica de la tristeza está ligada a la experiencia de la pérdida. En el
corazón del ser humano nacen esperanzas que a veces se ven defraudadas.
Puede tratarse del deseo de poseer algo que no se puede conseguir, pero
también de algo importante, como la pérdida de un afecto. Cuando esto
sucede, es como si el corazón del ser humano cayera en un precipicio, y los
sentimientos que experimenta son desánimo, debilidad de espíritu, depresión,
angustia. Todos pasamos por pruebas que nos generan tristeza, porque la
vida nos hace concebir sueños que luego se hacen añicos. En esta situación,
algunos, tras un tiempo de agitación, se apoyan en la esperanza; pero otros
se regodean en la melancolía, dejando que ésta se pudra en sus corazones.
¿Se siente placer en esto? Verán: la tristeza es como el placer del no-placer;
es como tomar un caramelo amargo, sin azúcar, malo, y chupar ese caramelo. La
tristeza es el placer del no-placer.
El monje Evagrio explica que todos los vicios
persiguen un placer, por efímero que sea, mientras que la tristeza disfruta de
lo contrario: del adormecerse en una tristeza sin fin. Ciertos lutos
prolongados, en los que una persona sigue agrandando el vacío de quien ya
no está, no son propios de la vida en el Espíritu. Ciertas amarguras
resentidas, en las que una persona tiene siempre en mente una
reivindicación que le hace adoptar el papel de víctima, no producen en nosotros
una vida sana, y menos aún cristiana. Hay algo en el pasado de todos que
necesita ser sanado. La tristeza, de ser una emoción natural, puede
convertirse en un estado de ánimo maligno.
Es un demonio taimado, el de la tristeza. Los
padres del desierto la describían como un gusano del corazón, que roe y
vacía a quien lo alberga. Esta imagen es buena, nos ayuda a comprender.
Entonces, ¿qué debo hacer cuando estoy triste? Detenerte y ver: ¿esta
tristeza es buena? ¿No es una buena tristeza? Y reaccionar según la naturaleza
de la tristeza. No se olviden de que la tristeza puede ser algo muy malo
que nos lleva al pesimismo, nos lleva a un egoísmo que difícilmente se cura.
Hermanos y hermanas, debemos tener cuidado con esta
tristeza y pensar que Jesús nos trae la alegría de la resurrección.
Por muy llena que esté la vida de contradicciones,
de deseos incumplidos, de sueños no realizados, de amistades perdidas, gracias
a la resurrección de Jesús podemos creer que todo se salvará. Jesús ha
resucitado no sólo para sí mismo, sino también para nosotros, a fin de rescatar
todas las felicidades que no se han realizado en nuestras vidas. La fe
expulsa el miedo, y la resurrección de Cristo quita la tristeza como la piedra
del sepulcro. Cada día del cristiano es un ejercicio de resurrección.
Georges Bernanos, en su famosa novela Diario de un cura rural, hace decir al
párroco de Torcy lo siguiente: "La Iglesia dispone de la alegría, de toda
esa alegría que está reservada a este triste mundo. Lo que han hecho contra
ella, lo han hecho contra la alegría". Y otro escritor francés, León Bloy,
nos dejó esta maravillosa frase: "No hay más que una tristeza, [...] la
de no ser santos". Que el Espíritu de Jesús resucitado nos ayude a
vencer la tristeza con la santidad.
Francisco. Mensaje para la cuaresma
2024. A través del desierto Dios nos guía a la libertad.
Queridos hermanos y hermanas:
Cuando nuestro Dios se revela, comunica la libertad: «Yo soy el Señor,
tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2). Así
se abre el Decálogo dado a Moisés en el monte Sinaí. El pueblo sabe bien de qué
éxodo habla Dios; la experiencia de la esclavitud todavía está impresa en su
carne. Recibe las diez palabras de la alianza en el desierto como camino hacia
la libertad. Nosotros las llamamos “mandamientos”, subrayando la fuerza del
amor con el que Dios educa a su pueblo. La llamada a la libertad es, en
efecto, una llamada vigorosa. No se agota en un acontecimiento único, porque madura
durante el camino. Del mismo modo que Israel en el desierto lleva
todavía a Egipto dentro de sí ―en efecto, a menudo echa de menos el pasado
y murmura contra el cielo y contra Moisés―, también hoy el pueblo de Dios
lleva dentro de sí ataduras opresoras que debe decidirse a abandonar. Nos
damos cuenta de ello cuando nos falta esperanza y vagamos por la vida como
en un páramo desolado, sin una tierra prometida hacia la cual encaminarnos
juntos. La Cuaresma es el tiempo de gracia en el que el desierto vuelve a ser
―como anuncia el profeta Oseas― el lugar del primer amor (cf. Os 2,16-17). Dios
educa a su pueblo para que abandone sus esclavitudes y experimente el paso de
la muerte a la vida. Como un esposo nos atrae nuevamente hacia sí y susurra
palabras de amor a nuestros corazones.
El éxodo de la esclavitud a la libertad no es un
camino abstracto. Para que nuestra Cuaresma sea también concreta, el primer
paso es querer ver la realidad. Cuando en la zarza ardiente el Señor
atrajo a Moisés y le habló, se reveló inmediatamente como un Dios que ve y
sobre todo escucha: «Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en
Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí,
conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo del poder de
los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y
espaciosa, a una tierra que mana leche y miel» (Ex 3,7-8). También hoy llega al
cielo el grito de tantos hermanos y hermanas oprimidos. Preguntémonos:
¿nos llega también a nosotros? ¿Nos sacude? ¿Nos conmueve? Muchos
factores nos alejan los unos de los otros, negando la fraternidad que nos une
desde el origen.
En mi viaje a Lampedusa, ante la globalización de
la indiferencia planteé dos preguntas, que son cada vez más actuales: «¿Dónde
estás?» (Gn 3,9) y «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9). El camino cuaresmal será
concreto si, al escucharlas de nuevo, confesamos que seguimos bajo el dominio
del Faraón. Es un dominio que nos deja exhaustos y nos vuelve insensibles.
Es un modelo de crecimiento que nos divide y nos roba el futuro; que ha
contaminado la tierra, el aire y el agua, pero también las almas. Porque,
si bien con el bautismo ya ha comenzado nuestra liberación, queda en nosotros
una inexplicable añoranza por la esclavitud. Es como una atracción hacia la
seguridad de lo ya visto, en detrimento de la libertad.
Quisiera señalarles un detalle de no poca
importancia en el relato del Éxodo: es Dios quien ve, quien se conmueve y
quien libera, no es Israel quien lo pide. El Faraón, en efecto, destruye
incluso los sueños, roba el cielo, hace que parezca inmodificable un mundo en
el que se pisotea la dignidad y se niegan los vínculos auténticos. Es decir,
logra mantener todo sujeto a él. Preguntémonos: ¿deseo un mundo nuevo?
¿Estoy dispuesto a romper los compromisos con el viejo? El testimonio de muchos
hermanos obispos y de un gran número de aquellos que trabajan por la paz y la
justicia me convence cada vez más de que lo que hay que denunciar es un
déficit de esperanza. Es un impedimento para soñar, un grito mudo
que llega hasta el cielo y conmueve el corazón de Dios. Se parece a esa
añoranza por la esclavitud que paraliza a Israel en el desierto, impidiéndole
avanzar. El éxodo puede interrumpirse. De otro modo no se explicaría que una
humanidad que ha alcanzado el umbral de la fraternidad universal y niveles de
desarrollo científico, técnico, cultural y jurídico, capaces de garantizar la
dignidad de todos, camine en la oscuridad de las desigualdades y los
conflictos.
Dios no se cansa de nosotros. Acojamos la Cuaresma
como el tiempo fuerte en el que su Palabra se dirige de nuevo a nosotros: «Yo
soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud»
(Ex 20,2). Es tiempo de conversión, tiempo de libertad. Jesús mismo, como
recordamos cada año en el primer domingo de Cuaresma, fue conducido por el
Espíritu al desierto para ser probado en su libertad. Durante cuarenta días
estará ante nosotros y con nosotros: es el Hijo encarnado. A diferencia del Faraón,
Dios no quiere súbditos, sino hijos. El desierto es el espacio en el que
nuestra libertad puede madurar en una decisión personal de no volver a caer en
la esclavitud. En Cuaresma, encontramos nuevos criterios de juicio y una
comunidad con la cual emprender un camino que nunca antes habíamos recorrido.
Esto implica una lucha, que el libro del
Éxodo y las tentaciones de Jesús en el desierto nos narran claramente. A la voz
de Dios, que dice: «Tú eres mi Hijo muy querido» (Mc 1,11) y «no tendrás otros
dioses delante de mí» (Ex 20,3), se oponen de hecho las mentiras del enemigo. Más
temibles que el Faraón son los ídolos; podríamos considerarlos como su voz
en nosotros. El sentirse omnipotentes, reconocidos por todos, tomar ventaja
sobre los demás: todo ser humano siente en su interior la seducción de esta
mentira. Es un camino trillado. Por eso, podemos apegarnos al dinero, a
ciertos proyectos, ideas, objetivos, a nuestra posición, a una tradición e
incluso a algunas personas. Esas cosas en lugar de impulsarnos, nos
paralizarán. En lugar de unirnos, nos enfrentarán. Existe, sin embargo, una
nueva humanidad, la de los pequeños y humildes que no han sucumbido al encanto
de la mentira. Mientras que los ídolos vuelven mudos, ciegos, sordos,
inmóviles a quienes les sirven (cf. Sal 115,8), los pobres de espíritu están
inmediatamente abiertos y bien dispuestos; son una fuerza silenciosa del
bien que sana y sostiene el mundo.
Es tiempo de actuar, y en Cuaresma actuar es
también detenerse. Detenerse en oración, para acoger la Palabra de Dios, y
detenerse como el samaritano, ante el hermano herido. El amor a Dios y
al prójimo es un único amor. No tener otros dioses es detenerse ante la
presencia de Dios, en la carne del prójimo. Por eso la oración, la limosna
y el ayuno no son tres ejercicios independientes, sino un único movimiento de
apertura, de vaciamiento: fuera los ídolos que nos agobian, fuera los apegos
que nos aprisionan. Entonces el corazón atrofiado y aislado se despertará. Por
tanto, desacelerar y detenerse. La dimensión contemplativa de la vida, que
la Cuaresma nos hará redescubrir, movilizará nuevas energías. Delante de la
presencia de Dios nos convertimos en hermanas y hermanos, percibimos a los
demás con nueva intensidad; en lugar de amenazas y enemigos encontramos
compañeras y compañeros de viaje. Este es el sueño de Dios, la tierra prometida
hacia la que marchamos cuando salimos de la esclavitud.
La forma sinodal de la Iglesia, que en estos
últimos años estamos redescubriendo y cultivando, sugiere que la Cuaresma
sea también un tiempo de decisiones comunitarias, de pequeñas y grandes
decisiones a contracorriente, capaces de cambiar la cotidianeidad de las
personas y la vida de un barrio: los hábitos de compra, el cuidado de la
creación, la inclusión de los invisibles o los despreciados. Invito a todas
las comunidades cristianas a hacer esto: a ofrecer a sus fieles momentos para reflexionar
sobre los estilos de vida; a darse tiempo para verificar su presencia en el
barrio y su contribución para mejorarlo. Ay de nosotros si la penitencia
cristiana fuera como la que entristecía a Jesús. También a nosotros Él nos
dice: «No pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su
rostro para que se note que ayunan» (Mt 6,16). Más bien, que se vea la alegría
en los rostros, que se sienta la fragancia de la libertad, que se libere ese
amor que hace nuevas todas las cosas, empezando por las más pequeñas y cercanas.
Esto puede suceder en cada comunidad cristiana.
En la medida en que esta Cuaresma sea de
conversión, entonces, la humanidad extraviada sentirá un estremecimiento de
creatividad; el destello de una nueva esperanza. Quisiera decirles, como a los
jóvenes que encontré en Lisboa el verano pasado: «Busquen y arriesguen,
busquen y arriesguen. En este momento histórico los desafíos son enormes, los
quejidos dolorosos —estamos viviendo una tercera guerra mundial a pedacitos—,
pero abrazamos el riesgo de pensar que no estamos en una agonía, sino en un parto;
no en el final, sino al comienzo de un gran espectáculo. Y hace falta coraje
para pensar esto» ( Discurso a los universitarios, 3 agosto 2023). Es la
valentía de la conversión, de salir de la esclavitud. La fe y la caridad llevan
de la mano a esta pequeña esperanza. Le enseñan a caminar y, al mismo tiempo,
es ella la que las arrastra hacia adelante. [1]
Los bendigo a todos y a vuestro camino cuaresmal.
Roma, San Juan de Letrán, 3 de diciembre de 2023, I
Domingo de Adviento.
FRANCISCO
MISA DE NIÑOS. DOMINGO II TIEMPO DE CUARESMA.
Monición
de entrada.
Hoy es el segundo domingo de
cuaresma.
En la primera lectura la
persona que la lea nos contará la historia de un papá y su hijo.
Veremos como Abraham es muy
obediente a Dios.
Y en el evangelio el
sacerdote nos contará lo que le pasó a Jesús y tres de sus amigos cuando
subieron a una montaña.
Señor,
ten piedad.
Tú que no has venido a castigarnos.
Señor, ten piedad.
Tú que eras obediente.
Cristo, ten piedad.
Tú que eres la cara de Dios
Padre. Señor, ten piedad.
Peticiones.
-Por el Papa Francisco que cada
día sienta que estás en su corazón. Te lo pedimos Señor.
-Por la Iglesia, para que esta
cuaresma le ayude a ser más parecida a Jesús. Te lo pedimos Señor.
-Por las personas que buscan
a Jesús sin saberlo, para que lo encuentren. Te lo pedimos, Señor.
-Por todas las personas, que
ayudan a hacer a las personas mejores, para que les premies. Te lo pedimos,
Señor.
-Por nosotros para que no nos
desanimemos. Señor.
Acción de gracias.
San
José este domingo es el quinto domingo. Hoy recordamos cuando tuvisteis que
salir de Belén y marcharos a Egipto porque querían matar a Jesús.
Te
pedimos por los niños que tiene que salir de sus países con sus mamás y papás porque
tienen miedo a que los maten.
EXPERIENCIA.
Entra en https://www.youtube.com/watch?v=6lmjgje8rUM Es la hora.
Inicia el vídeo. Cierra
los ojos. Escucha la música: ¿qué emociones despierta? ¿Cómo te sentías? ¿Cómo
te sientes después de escucharla?
Vuelve a verlo, con los
ojos abiertos, fijándote solo en las imágenes. No leas las frases. Relaciónalas
con momentos de tu vida y estados de ánimo que has experimentado en ella o en
los últimos días. ¿Cuál de ellas te identifica en estos momentos? ¿Con cuál te
quedas?
Por tercera vez visualízalo
leyendo las frases, puedes repetirlo cuanto consideres necesario. Memoriza
alguna de ellas: ¿Con cuál te identificas más? ¿Por qué?
Trata de recordar con
el vídeo los momentos vividos en los Juniors: inicio de curso, de una
convivencia, los campamentos: ¿cuáles han sido los momentos de ponerse en
marcha, prepararse, elegir, abandonar, dudas, dificultades, retos, oscuridad,
luz, encuentro, espera, acogida, anhelos, preparación, vaciarse, desapegarse,
disponerse, buena noticia, cumplimiento,…?
Cuando todo esto termine
el centro te encarga realizar el cartel para apuntarse, una convivencia, un
campamento. ¿Cuál de todas las imágenes utilizarías?
Imagina que a partir de
este vídeo tienes que explicar lo que son los juniors o eres el jefe de
campamento y con él vas a comenzar la preparación: ¿qué les dirías a los
monitores? ¿o a los niños en la primera noche de campamento, durante la
oración, antes de ir al aseo y tienda de campaña? O en la reunión de madres y
padres antes del inicio de curso, durante el curso o antes del campamento.
REFLEXIÓN.
Busca la cita en tu
Biblia (Marcos 1,
12-15), como quien va a iniciar
un viaje, porque lo es, por los caminos de Jesús.
Párate un momento,
realiza la señal de la cruz, pídele al Padre que te envíe el Espíritu Santo para
que puedas descubrir lo que Jesús espera de ti con la lectura del texto.
Lee el texto.
Relaciónalo con el
vídeo: ¿cuál fue el viaje de Jesús? ¿De todas las imágenes y palabras cuáles
son las que se relacionan con la etapa del desierto y las tentaciones y con la
primera predicación de Jesús?
Y ahora ¿qué dice?,
¿qué te dice? y ¿qué le dices?
¿Cuáles son las
tentaciones que te impiden ser mejor cristiano en la sociedad, la parroquia,
los Juniors?
¿Qué frase del Evangelio
te ayuda a superarla?
Resume lo que sientes
después de leer el texto, lo que crees que Dios te está pidiendo para salir de
tu zona de confort e iniciar la Cuaresma como un viaje de cuarenta días hacia
el encuentro de Cristo, libre de todo cuanto te ata a ti mismo y te impide ser
el que realmente deseas, realizar el proyecto de Dios que desde la eternidad Él
ha diseñado. Vas a ser probado, lo has sido y lo eres, como Jesús, pero cuentas
con su ayuda, la Iglesia, entre otros lugares, a través de tu parroquia, te los
ofrece: el templo, el sagrario, las capillas y ermitas, las misas, exposiciones
del Santísimo, la presencia del sacerdote para que te acompañe como hermano que
recorre el mismo camino, las personas que forman parte de la parroquia,…
A continuación puedes
ayudarte con los anexos 1 y 2.
COMPROMISO.
Toma una de las frases de la Oración Juniors y
concrétala con un pequeño compromiso que te ayude a vivirla durante la semana.
CELEBRACIÓN.
Reza
pausadamente la oración Juniors, repitiendo la frase que has elegido.
Reza este Padrenuestro.
No digas Padrenuestro.
No digas Padre, si cada día no te portas como
su Hijo; no digas nuestro, si vives aislado en tu egoísmo; no digas que estás
en los cielos, si sólo piensas en cosas terrenas; no digas santificado sea tu
nombre, si no lo honras; no digas venga a nosotros tu reino, si lo confundes
con el éxito material; no digas hágase tu voluntad, si no la aceptas cuando es
dolorosa; no digas el pan nuestro dánosle hoy, si no te preocupas por la gente
con hambre…; no digas perdona nuestras ofensas, si guardas rencor a tu hermano;
no digas no nos dejes caer en la tentación, si tienes intención de seguir
pecando; no digas líbranos del mal, si no tomas partido contra el mal; no digas
amén, si no has tomado en serio las palabras de esta oración.
Juniors m.d. Libro 1. Pacto. Pg. 103.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española.
BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Nuevo
Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González.
BAC. Madrid. 2017.
Biblia
Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.
Catecismo
de la Iglesia Católica. Nueva Edición. Asociación
de Editores del Catecismo. Barcelona 2020.
La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia.
Ciudad Nueva. Madrid. 2006.
Pío de Luis,
OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las
lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.
San Juan de
Ávila. Obras Completas I. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid.
2015.
San Juan de Ávila. Obras
Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores.
BAC. Madrid. 2013.
San
Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid. 2015.
San
Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.
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