Lectura del libro del Éxodo 20, 1-17.
En aquellos días, el Señor pronunció estas palabras:
-Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de
la casa de esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí. No te fabricarás
ídolos, ni figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra,
o en el agua debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos, ni les darás
culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso. que castigo el pecado
de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian.
Pero tengo misericordia por mil generaciones de los que me aman y guardan mis
preceptos. No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque no
dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso. Recuerda el día
del sábado para santificarlo. Durante seis días trabajarás y harás todas tus
tareas, pero el día séptimo es día de descanso, consagrado al Señor, tu Dios.
No harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu
esclava, ni tu ganado, ni el emigrante que reside en tus ciudades. Porque en
seis días hizo el Señor el cielo, la tierra, el mar y lo que hay en ellos; y el
séptimo día descanso. Por eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó. Honra
a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días en la tierra, que el
Señor, tu Dios, te va a dar. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No
darás falso testimonio contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu
prójimo. No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni
su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo.
Textos
paralelos.
Dios pronunció estas palabras.
Dt 5, 6-22: El Señor dijo: “Yo
soy el Señor, tu Dios. Yo te saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás
otros dioses frente a mí. No te harás ídolos: figura alguna de lo que hay
arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua debajo de la tierra. No te
postrarás ante ellos ni les darás culto, porque yo, el Señor, tu Dios, soy un
Dios celoso: castigo el pecado de los padres en los hijos, nietos y biznietos cuando
me aborrecen. Pero actúo con lealtad por mil generaciones cuando me aman y
guardan mis preceptos. No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso,
porque no dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre falso. Guarda el
día del sábado, santificándolo, como el Señor, tu Dios, te ha mandado. Durante
seis días trabaja y haz tus tareas; pero el día séptimo es día de descanso
dedicado al Señor, tu Dios. No te harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni
tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu buey, ni tu asno, ni tu ganado, ni
el emigrante que viva en tus ciudades, para que descansen como tú, el esclavo y
la esclava. recuerda que fuiste esclavo en Egipto y que te sacó de allí el
Señor, tu Dios, con mano fuerte y con brazo extendido. Por eso te manda el
Señor, tu Dios, guardar el día del sábado. Honra a tu padre y a tu madre, como
te mandó el Señor; así prolongarás la vida y te irá bien en la tierra que el
Señor, tu Dios, te va a dar. No matarás. Ni cometerás adulterio. Ni robarás. Ni
darás testimonio falso contra tu prójimo. Ni pretenderás la mujer de tu
prójimo. Ni codiciarás su casa, ni sus tierras, ni su esclavo, ni su esclava,
ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él”. Estos son los mandamientos que
el Señor pronunció con voz potente ante toda vuestra asamblea, en la montaña,
desde el fuego y los nubarrones. Y, sin añadir más, los grabó en dos losas de
piedra y me las entregó.
Ex 34, 10-28: Respondió el
Señor: “Yo voy a hacer un pacto. En presencia de tu pueblo haré maravillas como
no se ha hecho en ningún país ni nación; así, todo el pueblo que te rodea verá
la obra impresionante que el Señor va a realizar contigo. Cumple lo que yo te
mando hoy, y te quitaré de delante a amorreos, cananeos, hititas, fereceos,
hebeos y jebuseos. No hagas alianza con los habitantes del país donde vas a
entrar, porque sería un lazo para ti. Derribarás sus altares, destrozarás sus
estelas, talarás sus árboles sagrados. No te postres ante dioses extraños, porque
el señor se llama Dios celoso, y lo es. No hagas alianza con los habitantes del
país, porque se prostituyen con sus dioses, y cuando les ofrezcan sacrificios
te invitarán a comer de las víctimas. Ni tomes a sus hijas por mujeres para tus
hijos, pues cuando sus hijas se prostituyan con sus dioses, prostituirán a tus
hijos con sus dioses. No te hagas estatuas de dioses. Guarda la fiesta de los
ázimos: comerás ázimos durante siete días por la fiesta del mes de abril, según
te mandé, porque en ese mes saliste de Egipto. Todas las primeras crías machos
de tu ganado me pertenecen, sean terneros o corderos. La primera cría del
borrico la rescatarás con un cordero, y si no la rescatas, la desnucarás. A tu
primogénito lo rescatarás, y nadie se presentará ante mí con las manos vacías.
Seis días trabajarás y al séptimo descansarás; durante la siembra y la siega
descansarás. Celebra la fiesta de las semanas al comenzar la siega del trigo y
la fiesta de la cosecha al terminar el año. Tres veces al año se presentarán
todos los varones al Señor, dios de Israel. Cuando desposea a las naciones a tu
llegada y ensanche tus fronteras, si subes a visitar al Señor, tu Dios, tres
veces al año, nadie codiciará tu tierra. No ofrezcas nada fermentado con la sangra
de tus víctimas. De la víctima de la Pascua no quedará nada para el día
siguiente. Ofrece en el templo del Señor, tu Dios, las primicias de tus
tierras. No cocerás el cabrito en la leche de la madre”. El Señor dijo a Moisés:
“Escríbete estos mandatos hago alianza contigo y con Israel”. Moisés pasó allí
con el Señor cuarenta días con sus cuarenta noches: no comió pan ni bebió agua,
y escribió en las losas las cláusulas del pacto, los diez mandamientos.
Mt 19, 16-22: Entonces se le
acercó uno y le dijo: “Maestro, ¿qué obras buenas tengo que hacer para alcanzar
vida perdurable?”. Le contestó: “Guarda los mandamientos”. Le pregunta: “¿Cuáles?”.
Jesús le dijo: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no perjurarás,
honra al padre y a la madre, y amarás al prójimo como a ti mismo”. El joven le
dijo: “Todo eso lo he cumplido, ¿qué me queda por hacer?”. Jesús le contestó: “Si
quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro
en el cielo; después sígueme”. Al oírlo, el joven se marchó triste, pues era
muy rico.
Mt 5, 17: “No penséis que he
venido a abolir la ley o los profetas. No vine para abolir, sino para cumplir”.
No tendrás otros dioses.
Dt 6, 4: Escucha, Israel, el
Señor nuestro Dios, es solamente uno.
Os 13, 4: Pero yo soy el Señor,
Dios tuyo desde Egipto, no conocías a otro dios que a mí, ningún salvador fuera
de mí.
Lv 19, 4: No acudáis a ídolos
ni os hagáis dioses de fundición. Yo soy el Señor, vuestro Dios.
Dt 4, 15-20: ¡Mucho cuidado!,
que cuando el Señor, vuestro Dios, os habló en el Horeb, desde el fuego, no
visteis figura humana. No os pervirtáis haciéndoos ídolos o figuras esculpidas,
imágenes de varón o hembra, imágenes de animales terrestres, imágenes de aves
que vuelan con el cielo, imágenes de reptiles del suelo, imágenes de peces del
agua bajo la tierra. Al levantar los ojos al cielo y ver el sol, la luna y las estrellas,
el ejército entero del cielo, no te dejes arrastrar a prosternarte ante ellos para
darles culto; pues el Señor, tu Dios, se lo ha repartido a todos los pueblos
bajo el cielo. En cambio a vosotros os tomó el Señor y os sacó del fuego del
horno de hierro de Egipto para que fueseis el pueblo de su heredad, como lo
eres hoy.
Soy un Dios celoso.
Dt 4, 24: Pues el Señor, tu
Dios, es fuego voraz, dios celoso.
Ex 24, 7: Tomó el documento del
pacto y se lo leyó en voz alta al pueblo, el cual respondió: “Haremos todo lo
que manda el Señor y obedeceremos”.
No pronunciarás el nombre
de Yahvé.
Lv 19, 12: No juraréis en falso
por mi nombre, profanando el nombre de tu Dios. Yo soy el Señor.
Recuerda el día del
sábado.
Ex 23, 12: Durante seis días
harás tus faenas, pero el séptimo día descansarás, para que reposen tu turo y
tu asno y se repongan el hijo de tu esclava y el emigrante.
Ex 31, 12-17: El Señor habló a
Moisés: “Di a los israelitas: Guardaréis mis sábados, porque el sábado, es la
señal convenida entre yo y vosotros, por todas vuestras generaciones, por las
que conocéis que yo soy el Señor, que os santifica. Guardaréis el sábado porque
es día santo para vosotros; el que lo profane es reo de muerte; el que trabaje
será excluido de su pueblo. Seis días podéis trabajar; el séptimo es día de
descanso solemne dedicado al Señor. El que trabaje en sábado es reo de muerte.
Los israelitas guardarán el sábado en todas sus generaciones como alianza
perpetua. Será la señal perpetua entre yo y los israelitas, porque el Señor
hizo el cielo y la tierra en seis días y el séptimo descansó”.
Ex 34, 21: Seis días trabajarás
y al séptimo descansarás; durante la siembra y la siega descansarás.
Ex 35, 1-3: Moisés convocó a
toda la asamblea de los israelitas y les dijo: “Esto es lo que el Señor so
manda hacer: Durante seis días haréis vuestras tareas, pero el séptimo es el
día del descanso solemne dedicado al Señor. El que trabaje en él es reo de
muerte. Ese día no haréis lumbre en ninguno de vuestros poblados”.
Lv 19, 3: Respetad a vuestros
padres y guardad mis sábados. Yo soy el Señor, vuestro Dios.
Lv 23, 3: Durante seis días trabajaréis, pero el día séptimo
es día de descanso solmene, de asamblea litúrgica. No haréis trabajo alguno. Es
día de descanso dedicado al Señor en todos vuestros poblados.
Nm 15, 32-36: Estando los
israelitas en el desierto, sorprendieron a un hombre recogiendo leña en sábado.
Se lo llevaron a Moisés, a Aarón y a toda la comunidad. Lo arrestaron mientras
se decidía lo que había que hacer con él. El Señor dijo a Moisés: “Ese hombre
es reo de muerte. Que toda la comunidad lo apedree fuera del campamento”. La
comunidad lo sacó fuera del campamento y lo apedrearon ahsta matarlo, como el
Señor había mandado a Moisés.
Dt 5, 12-15: Guarda el día del sábado,
santificándolo, como el Señor, tu Dios, te ha mandado. Durante seis días
trabaja y haz tus tareas; pero el día séptimo es día de descanso dedicado al
Señor, tu Dios. No harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu
esclavo, ni tu esclava, ni tu buey, ni tu asno, ni tu ganado, ni el emigrante
que viva en tus ciudades, para que descansen como tú, el esclavo y la esclava.
Recuerda que fuiste esclavo en Egipto y que te sacó de allí el Señor, tu Dios,
con mano fuerte y con brazo extendido. Por eso te manda el Señor, tu Dios,
guardar el día del sábado.
2 Cro 36, 21: Así se cumplió lo
que anunció el Señor por Jeremías, y la tierra disfrutó de su descanso sabático
todo el tiempo que estuvo desolada, hasta cumplirse setenta años.
Lc 13, 14: El jefe de la
sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, intervino para decir a
la gente: “Hay seis días en que se debe trabajar: venid esos días a curaros y
no en sábado”.
Ni el forastero que
habita en la ciudad.
Gn 2, 2-3: Para el día séptimo
había concluido Dios toda su tarea; y descansó el día séptimo de toda su tarea.
Y bendijo Dios el día séptimo y lo consagró, porque ese día descansó Dios de
toda su tarea de crear.
Honra a tu padre y a tu
madre.
Lv 19, 3: Respetad a vuestros
padres y guardad mis sábados. Yo soy el Señor, vuestro Dios.
Ef 6, 2-6: Honra a tu padre y a
tu madre: es el primer mandamiento que incluye una promesa: para que te vaya
bien y vivas mucho tiempo en la tierra. Padres, no irritéis a vuestros hijos;
educadlos, más bien, en la disciplina y con la exhortación de Dios. Esclavos,
obedeced a vuestros amos corporales, escrupulosa y sinceramente, como Cristo;
no por servilismo o para halagarlos, sino como siervos de Cristo que cumplen
con toda el alma la voluntad de Dios.
No matarás.
St 2, 11: El que dijo no
cometerás adulterio dijo también no matarás. Si tú no cometes adulterio, pero
matas, has quebrantado la ley.
No darás testimonio falso
contra tu prójimo.
Lv 19, 11: No robaréis, ni
defraudaréis, ni engañaréis a ninguno de vuestro pueblo.
Dt 5, 20: Ni darás falso
testimonio contra el prójimo.
No codiciarás la casa de
tu prójimo.
Mi 2, 2: Codician campos y los
roban, casas y las ocupan, oprimen al varón con su casa, al hombre con su
heredad.
Notas
exegéticas.
20 En el estado actual del libro, el
Decálogo no enlaza con el relato que lo enmarca: parece estar relacionado más
bien con la orden de hablar al pueblo. El Decálogo, las “diez palabras” ha sido
conservado en dos lugares del Pentateuco: aquí y en Dt 5, 6-21. Las
indicaciones de la introducción aquí (v. 1), del contexto inmediato (Dt 5) y de
la conclusión de la alianza en Ex 24, 3-8 permiten decir que esta lista de
mandamientos, de hecho, más que nada prohibiciones, contiene las “Palabras” de
Yahvé. El Decálogo señala al pueblo las obligaciones de la alianza y el pueblo
se compromete a poner en práctica sus exigencias. Por tal motivo se hablará
también de un “libro de la alianza”, “libro” porque Moisés puso por escrito las
“Palabras”; “de la alianza” porque sus mandamientos son las cláusulas de la
alianza entre Yahvé e Israel. El actual tiene tras de sí una larga historia. Dt
5, 6-21, con el contexto inmediato, pertenece a una de las últimas redacciones
del Deuteronomio, y algunas de sus formulaciones han pasado a Ex 20, 2-17. Aquí
parece que algunas de sus fórmulas, sobre todo la motivación del sábado,
pertenecen a una redacción sacerdotal, todavía más reciente. Pero eso vale de
los desarrollos posteriores: explicaciones y motivaciones. Se puede pensar que
una lista de prohibiciones (“Honra a tu padre y a tu madre” podría haber tenido
también una formulación negativa, y la mención del sábado es un elemento tardío
en el Decálogo) con una introducción más breve: “Yo soy Yahvé, tu Dios desde el
país de Egipto es más antigua, quizás de tradición elohísta. Os 4, 2 sería
probablemente la primera cita explícita de una parte de las prohibiciones del
Decálogo, una cita posterior es la Jr 7, sobre todo v. 9. En el estado actual
de nuestros conocimientos, nos podemos remontar aproximadamente al s. VIII,
pero no hasta Moisés. El Decálogo abarca todo el campo de la vida religiosa y
moral. Se ha propuesto dos divisiones de los mandamientos: a) vv. 2-3; 4-6;
8-11; 12; 1; 14; 15; 16; 17; b) vv. 3-6; 8-11; 12; 13; 14; 15; 16; 17a; 17b. La
primera, que es la de los Padres griegos se ha conservado en las Iglesias ortodoxas
y reformadas. La Iglesia católica y luterana han adoptado la segunda,
establecida por San Agustín conforme al Deuteronomio. La polémica de San Pablo contra
la Ley, Rm y Ga, no afecta a estos deberes esenciales para con Dios y para con
el prójimo.
20 3 Yahvé exige a Israel un culto
exclusivo, es la condición de la Alianza. La negación de la existencia de otros
dioses no vendrá hasta más adelante.
20 4 Prohibición de hacer imágenes
cultuales de Yahvé (véase la justificación dada en Dt 4, 15). Esta prohibición
separa a Israel de todos los pueblos que lo rodean. Se puede observar el paso
casi imperceptible de la prohibición de toda imagen cultual a la polémica
contra los ídolos.
20 5 “ante ellas”, es decir, los
dioses del v. 3, con el que está relacionado este verso.
20 7 Lo cual podría incluir, además
del perjuro, Mt 5, 33, y el falso testimonio, v. 16 y Dt 5, 20, el empleo
mágico del nombre divino: el griego y la Vulgata lo han traducido “en vano”.
20 8 El nombre del sábado es
relacionado explícitamente por la Biblia, Ex 16, 29-30, con una raíz que
significa “cesar”, “descansar”. Es un día de reposo semanal, consagrado a
Yahvé, que descansó en el séptimo día de la creación, ver Gn 2, 2-3. A este
motivo religioso se añade una preocupación humanitaria. La institución del
sábado es muy antigua, pero su observancia cobró especial importancia a partir
del Destierro y se convirtió en un distintivo del Judaísmo, Ne 13, 15-22; 1 M
2, 32-41.
20 15 Según una tradición bien
atestiguada (Ex 21, 16; los midrashim más antiguos; la exégesis judía de Rashi)
adoptada por algunos exegetas modernos este mandamiento prohibiría retener
contra su voluntad a personas para reducirlas a esclavitud; por otra parte,
apuntaría a cualquier tipo de alienación de la libertad de los demás. Pero es
perfectamente legítimo considerar este mandamiento como una prohibición general
de desposeer a otra persona de sus bienes.
Salmo responsorial
Salmo 118, 8-11
Señor,
tu tienes palabras de vida eterna. R/.
La
ley del Señor es perfecta
y
es descanso del alma;
el
precepto del señor es fiel
e
instruye al ignorante. R/.
Los
mandatos del Señor son rectos
y
alegran el corazón;
la
norma del Señor es límpida
y
da a luz a los ojos. R/.
El
temor del señor es puro
y
eternamente estable;
los
mandamientos del Señor son verdaderos
y
enteramente justos. R/.
Mas
preciosos que el oro,
más
que el oro fino;
más
dulces que la miel
de
un panal que destila. R/.
Textos
paralelos.
Hace revivir.
Sal 119, 1: Dichosos los de
conducta intachable, que siguen la voluntad de Dios.
Apetecibles más que el
oro.
Sal 119, 127: Por eso amo tus
mandatos más que el oro más puro.
Más dulces que la miel.
Sal 119, 103: ¡Qué dulce es tu
promesa al paladar! más que miel a la boca.
Notas
exegéticas.
19 El himno celebra en Yahvé al
creador del cielo, especialmente del sol, y al autor de la Ley: la naturaleza y
la Ley manifiestan las perfecciones divinas. En el Antiguo Oriente, el sol era
el símbolo de la justicia, ver Sb 5, 6; Ml 3, 20: así se explica la unión de
las dos partes del salmo. La liturgia de Navidad lo aplica al Verbo de Dios,
sol de Justicia, Ml 3, 20; Jn 1,9; Lc 1, 78. El v. 5 es aplicado a los apóstoles,
ver Rm 10, 18; 19, 4. Las versiones entienden, por el contrario, “cuyo sonido
no se oiga”. Pero lo que sigue alude al tema asirio-babilónico de los astros,
silenciosa “escritura de los cielos”.
Segunda
lectura.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 22-25.
Hermanos:
Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero
nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para
los gentiles; pero para los llamados – judíos o griegos –, un Cristo que es
fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los
hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
Textos
paralelos.
Así, mientras los judíos
piden señales.
Mt 12, 38: Entonces algunos
letrados y fariseos le dijeron: “Maestro, queremos ver te hacer algún prodigio”.
Jn 2, 18: Los judíos le
dijeron: “¿Qué señal nos presentas para actuar de ese modo?”.
Hch 17, 19-23: Lo llevaron al
Areópago y le preguntaron: “¿Podemos saber en qué consiste esa nueva doctrina
que expones? Dices cosas que nos suena extrañas y queremos saber lo que
significan” (Pues todos los atenienses y los extranjeros que residen allí en
nada pasan mejor el tiempo que en contar y escuchar novedades). Pablo se puso en
pie en medio del Areópago y habló así: “Atenienses, observo que sois en extremo
religiosos. Pues paseando y observando vuestros lugares de culto, sorprendí un
ara con esta inscripción: Al Dios desconocido. Pues bien, al que veneráis sin conocerlo
yo os lo anuncio”.
Jn 12, 34: La gente le
contestó: “Hemos oído en la ley que el Mesías permanece para siempre; ¿cómo
dices tú que aquel Hombre tiene que ser levantado? ¿Quién es ese hombre?
Ga 5, 11: En cuanto a mí,
hermanos, si todavía predico la circuncisión, ¿por qué me persiguen? ¡Se acabó
el escándalo de la cruz!
Notas
exegéticas.
1 22 Se buscan seguridades humanas:
milagros que garanticen la verdad del mensaje; sabiduría o doctrina que
satisfaga a una inteligencia ávida de conocimiento. Este interés no es
condenable en sí mismo y, paradójicamente, la cruz de Cristo será su respuesta.
Pero si se trata de una exigencia previa, y desde ella se rechaza la adhesión,
es inadmisible.
1 24 Humanamente, la Cruz aparecía
como lo contrario a las aspiraciones tanto de judíos como de griegos; fracaso
en vez de manifestación gloriosa, locura en vez de sabiduría. Pero en la fe, la
cruz aparece como algo que colma y supera las aspiraciones en el poder y la
sabiduría divina por excelencia.
1 25 Este carácter paradójico de la
acción divina tiene lugar en la elección de los Corintios y en la predicación
de Pablo.
Evangelio.
X Lectura del santo evangelio según
san Juan 2, 13-25.
Se acercaba la Pascua de los
judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de
bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo una zote de
cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les
esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les
dijo:
-Quitad esto de aquí: no convirtáis
en un mercado la casa de mi Padre.
Sus discípulos se acordaron de
lo que está escrito: “El celo de tu casa me devora”. Entonces intervinieron los
judíos y le preguntaron:
-¿Qué signos nos muestras para
obrar así?
Jesús contestó:
-Destruid este templo, y en
tres días lo levantaré.
Los judíos replicaron:
-Cuarenta y seis años ha costado
construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?
Pero él hablaba del templo de
su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron
de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la palabra que había dicho
Jesús. Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron
en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba a ellos,
porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un
hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.
Textos
paralelos.
Mt 21, 12-13 |
Mc 11, 11.15-17 |
Lc 19, 45-46 |
Jn 2, 13-17 |
Entró Jesús en el templo y echó fuera a los que
vendían y compraban en el templo, volcó las mesas de los cambistas y las
sillas de los que vendían palomas. Les dijo: -Está escrito que mi casa
será casa de oración, mientras que vosotros la habéis convertido en guarida de
bandidos. |
Entró en Jerusalén y se
dirigió al templo. Después de inspeccionarlo
todo, como era tarde, volvió con los doce a Betania. Llegaron a Jerusalén y,
entrando en el templo, se puso a echar a los que vendían y compraban en el
templo, volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían
palomas, y no dejaba a nadie transportar objetos por el templo. Y les
explicó: -Está escrito: mi casa será
casa de oración, mientras que vosotros la habéis convertido en guarida de
bandidos. |
Después entró en el templo y se puso a echar a los
mercadores diciéndoles: -Está escrito que mi casa es
casa de oración y vosotros la habéis convertido en guarida de bandidos. |
Como se acercaba la Pascua
judía, Jesús subió a Jerusalén. Encontró en el recinto del templo a los vendedores de bueyes,
ovejas y palomas, y a los cambistas sentados. Se hizo un látigo de cuerdas y
expulsó del templo ovejas y bueyes; espació las monedas de los cambistas y volcó
las mesas; a los que vendía palomas les dijo: -Quitad eso de aquí y no convirtáis
la casa de mi Padre en un mercado. Los discípulos se acordaron
de aquel texto: el celo por tu casa me devora. |
Se acercaba la Pascua.
Ne 13, 7: Volví a Jerusalén y
advertí la maldad que había cometido Eliasib acondicionándole a Tobías una
habitación en los atrios del templo.
Cambistas en sus puestos.
Ml 3, 1-4: Mirad, yo envío un
mensajero a prepararme el camino. De pronto entrará en el santuario el Señor
que buscáis; el mensajero de la alianza que deseáis, miradlo entrar – dice el
Señor de los ejércitos - ¿Quién resistirá cuando él llegue?, ¿Quién quedará en
pie cuando aparezca? Será fuego de fundidor, lejía de lavandero: se sentará
como fundidor a refinar la plata, refinará y purificará como plata y oro a los
levitas, y ellos ofrecerán al Señor ofrendas legítimas. Entonces agradará al Señor
la ofrenda de Judá y Jerusalén, como en tiempos pasados, como en años remotos.
Za 14, 21: Todos los calderos
de Jerusalén y Judá estarán consagrados al Señor. Los que vengan a ofrecer
sacrificios los usarán para guisar en ellos. Y ya no habrá mercaderes en el
templo del Señor de los ejércitos aquel día.
El celo por tu casa me
devorará.
Sal 69, 10: Porque me devora el
celo por tu templo y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí.
¿Qué signo puedes darnos?
Jn 6, 30: Le dijeron: “¿Qué señal
haces para que veamos y creamos?, ¿en qué trabajas?”.
Destruid este santuario.
Mt 26, 61: Y, aunque se
presentaron muchos testigos falsos, no lo encontraron. Finalmente se
presentaron dos alegando: “Este ha dicho: Puedo derribar el templo de Dios y
reconstruirlo en tres días”.
Cuarenta y seis años se
ha tardado.
Mt 12, 6: Pues os digo que aquí
hay alguien mayor que el templo.
Mt 12, 38-40: Entonces algunos
letrados y fariseos le dijeron: “Maestro, queremos verte hacer algún prodigio”.
Él les contestó: “Una generación malvada y adúltera reclama un prodigio, y no
se le concederá otro prodigio que el del profeta Jonás: Como estuvo Jonás en el
vientre del cetáceo tres días y tres noches, así estará este Hombre en las
entrañas de la tierra tres días y tres noches”.
Pero él hablaba del
santuario de su cuerpo.
Jn 1, 14: La Palabra se hizo
hombre y acampó entre nosotros. Contemplamos su gloria, gloria como de Hijo
único del Padre, lleno de lealtad y fidelidad.
Creyeron en la Escritura.
Jn 5, 39: Estudiáis la
Escritura pensando que encierra vida eterna: pues ella da testimonio de mí.
Jn 14, 26: El Valedor, el
Espíritu Santo que enviará el Pare en mi nombre, os lo enseñará todo y os
recordará todo lo que yo os dije.
No necesitaba que alguien
le dijera como son las personas.
Jn 1, 48: Le pregunta Natanael:
“¿De qué me conoces?”. Jesús le contestó: “Antes de que te llamara Felipe, te
vi bajo la higuera”.
Jr 7, 1-11a: Palabras que el
Señor dirigió a Jeremías: “Ponte a la puerta del templo y proclama allí: Escuchad,
judíos, la palabra del Señor, los que entráis por estas puertas a adorar al
Señor, así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel. Enmendad vuestra
conducta y vuestras acciones, y habitaré con vosotros en este lugar; no os
hagáis ilusiones con razones falsas, repitiendo: el templo del Señor, el templo
del Señor, el templo del Señor. Si enmendáis vuestra conducta y vuestras
acciones, si juzgáis rectamente los pleitos, si no explotáis al emigrante, al
huérfano y a la viuda, si no derramáis sangre inocente en este lugar, si no
seguís a dioses extranjeros, para vuestro mal, entonces habitaré con vosotros
en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres, desde antiguo y para
siempre. Os hacéis ilusiones con razones falsas, que no sirven: ¿de modo que
robáis, matáis, cometéis adulterio, juráis en falso, quemáis incienso a Baal,
seguís a dioses extranjeros y desconocidos, y, después entráis a presentaros
ante mí, en este templo que lleva mi nombre, y decís: Estamos salvados, para
seguir cometiendo tales abominaciones? ¿Creéis que es una cueva de bandidos
este templo que lleva mi nombre?”.
Notas exegéticas
Biblia de Jerusalén.
2 14 Se trata de animales destinados
a los sacrificios y de monedas autorizadas para las ofrendas, señales de una
economía ya caduca.
2 17 Los discípulos explican el
significado del acontecimiento recordando el Sal 69, 10 (LXX). La Iglesia
primitiva captó el carácter mesiánico de este gesto y percibió aquí un anuncio
de la Pasión (el uso del futuro y el contexto general del evangelio lo sugieren
con bastante claridad).
2 18 En opinión de los judíos, la autoridad
que Jesús se arroja en los asuntos del templo debería ser autentificada
mediante un hecho prodigioso.
2 19 En el evangelio de Juan, Cristo
suele emplear palabras que, además de su sentido natural (el único comprendido
por sus interlocutores), puede incluir otro sentido, sobrenatural o figurado; ver
2, 21 (templo); 3,3 (nuevo nacimiento); 4, 15 (agua viva); 4 32 (alimento); 6,
24 (pan vivo); 7, 35 (irse); 8, 33 (esclavitud); 11, 11 (despertar); 12, 34
(levantar); 13, 9 (lavar); 13, 36s (irse); 14, 22 (manifestarse). De ahí un malentendido
que da ocasión a Cristo para desarrollar su enseñanza.
2 20 La reconstrucción del Templo se
había emprendido el año 19 antes de nuestra era. Esto sitúa la escena en la
Pascua del año 28.
2 21 La humanidad de Cristo es el
lugar de la presencia y de la manifestación de Dios en medio de los hombres:
Jesús es, pues, el verdadero templo, y en adelante el culto estará vinculado a
su persona.
2 22 En función de la resurrección de
Jesús y del don del Espíritu, los discípulos comprenden plenamente los
acontecimientos y las palabras de la vida terrena de Jesús.
2 23 Igual que en los sinópticos,
Juan ofrece sumarios que aluden a signos que él no relata. A diferencia de Mt, Mc
y Lc, que (a excepción de la Pasión) sitúan lo esencial de la actividad de Jesús
en Galilea, Juan localiza la mayor parte de su obra en Jerusalén.
Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.
13-22
La
colocación de este relato en este momento del ministerio público, responde más
al significado del hecho y de las palabras de Jesús que a la exactitud
cronológica, que en este caso parece más respetada por los tres evangelios
sinópticos.
15 UN AZOTE: un
zurriago: el vocablo griego phragéllion es un latinismo (flagelum).
16 ¡BASTA YA DE CONVERTIR…!:
es el matiz del imperativo griego de presente: “no sigáis convirtiendo”, dejad de
convertir. // PLAZA DE MERCADO (o mercado, sin más): el texto griego
traduce un semitismo arcaico casa de préstamos, casa de banca), que me
corresponde, en total oposición, con la CASA DE MI PADRE.
17 ME DEVORARÁ: otra
traducción posible: me va a destruir, o me va a perder. De hecho, Jesús
arriesgó su vida con este gesto.
18 La pregunta de Mc
11, 28 (“¿con qué autoridad haces esto?”), en Jn es literal: “¿qué
prueba muestras nosotros porque esto haces?”.
19 Hay un juego con el
doble significado del verbo griego: levantar o despertar (“resucitar”).
Tal vez la creencia judía en que la corrupción de un cadáver empezaba el cuarto
día después de la muerte explica, un poco, la insistencia de la primera
tradición cristiana en la resurrección al tercer día: realmente murió,
pero no permaneció bajo el dominio de la muerte (Hch 2, 31). Implícitamente,
las palabras de Jesús dicen más: si la resurrección de un cadáver requiere la
intervención divina, al declararse Jesús autor de su propia existencia (cf.
también 10, 17s) está afirmando su divinidad.
20 Comenzado en el año
20 o 19 a.C., durante el reinado de Herodes el Grande, el templo estaba aún en
construcción; se terminó propiamente en el año 66 d.C.; cuatro años más tarde
fue destruido por los romanos.
21 La humanidad de
Jesús es el verdadero templo de los cristianos: en él “habita corporalmente
toda la plenitud de la esencia divina” (Col 2, 9); a su imagen, en medida muy
inferior, también el cristiano es “templo de Dios”.
22 Despertó: lit. fue
despertado (se entiende: por Dios; voz pasiva “teológica”). Los
textos del NT atribuyen la resurrección de Jesús indistintamente a Jesús, al
Padre, al Espíritu Santo. // HABÍA DICHO AQUELLO: lit. esto decía. // LA
ESCRITURA: el artículo puede indicar un pasaje concreto: “aquel texto de
la Escritura”: ¿el citado en el v. 17?
23 EN LA FIESTA DE LA
PASCUA (cf. Lc 22, 1): lit. en la Pascua, en la fiesta. Juan menciona
diversas fiestas: tres Pascuas (2, 13; 6, 4; 11, 55), una fiesta de los Tabernáculos
(7, 2), una fiesta de la dedicación del templo (10, 22), además de una fiesta
no precisada (5, 1).
24-25
NO
SE CONFIABA A ELLOS. Jn usa el mismo verbo griego traducido por “creer” en el
v. 23, pero la construcción es diversa. // CONOCÍA POR EXPERIENCIA: por el
conocimiento natural (verbo griego ginôskó, no oída). // EN EL
INTERIOR DEL HOMBRE: lit. qué había en el hombre.
Notas exegéticas
desde la Biblia Didajé.
2, 13-23 Juan deja claro que lo que
Cristo dice sobre volver a construir el Templo es una referencia a su propio
cuerpo. Sin embargo, estas palabras se usarán contra Cristo cuando fue
arrestado y desafiado. El Templo de Jerusalén sería destruido por los romanos
en el 70 d.C., pero el mismo Cristo es el nuevo y eterno templo de Dios. La afirmación
que hace aquí predice su muerte y resurrección, a pesar de que los discípulos
no llegarían a comprender esto verdaderamente hasta después de la resurrección.
Cat. 575, 583, 586, 994.
2, 13 Juan sitúa la purificación del
Templo al comienzo del ministerio de Jesús. Cristo echó a los mercaderes del Templo
por amor a la casa de su Padre, que en teoría es un lugar de oración. Cat 584.
2, 18 En Juan, este término debería
tomarse por el significado de “autoridades judías” más que por la totalidad de
la población judía. Incluso en eso, entre las autoridades judías (escribas,
fariseos, sanedrín, etc.) había muchos que simpatizaban con Cristo e incluso le
apoyaban. Cat. 575.
2, 25 Como su naturaleza humana estaba
plenamente unida a su naturaleza divina en la unión hipostática, Cristo podía
leer los pensamientos internos y los corazones de los demás. Cat. 473.
Catecismo
de la Iglesia Católica
575 Muchas de las obras y de las
palabras de Jesús han sido, pues, un signo de contradicción para las
autoridades religiosas de Jerusalén, aquellas a las que el Evangelio de san
Juan denomina con frecuencia los judíos, más incluso que a la generalidad del
pueblo de Dios.
583 Como los profetas anteriores a
Él, Jesús profesó el más profundo respeto al Templo de Jerusalén. Fue
presentado en él por José y María cuarenta días después de su nacimiento. A la
edad de doce años, decidió quedarse en el Templo para recordar a sus padres que
se debía a los asuntos de su Padre. Durante su vida oculta, subió allí todos
los años al menos con ocasión de la Pascua; su ministerio público estuvo
jalonado por sus peregrinaciones a Jerusalén con motivo de las grandes fiestas
judías.
584 Jesús subió al Templo como al
lugar privilegiado para el encuentro con Dios. El Templo era para Él la casa de
su Padre, una casa de oración, y se indigna porque el atrio exterior se haya
convertido en un mercado. Si expulsa a los mercaderes del Templo es por celo
hacia las cosas de su Padre: “No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de
mercado. Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: “El celo por tu
Casa me devorará” (Sal 69, 10; Jn 2, 16-17). Después de su Resurrección los
Apóstoles mantuvieron un respeto religioso hacia el Templo.
585 Jesús anunció, no obstante, en
el umbral de su Pasión, la ruina de ese espléndido edificio del cual no quedará
piedra sobre piedra. Hay aquí un anuncio de una señal de los últimos tiempos
que se van a abrir con su propia Pascua. Pero esta profecía pudo ser deformada
por falsos testigos en su interrogatorio en casa del sumo sacerdote y serle
reprochada como injuriosa cuando estaba clavado en la cruz.
586 Lejos de haber sido hostil al
Templo, donde expuso lo esencial de su enseñanza, Jesús quiso pagar el impuesto
del Templo asociándose con Pedro, a quien acababa de poner como fundamento de
su futura Iglesia. Aún más, se identificó con el Templo presentándose como la
morada definitiva de Dios entre los hombres. Por eso su muerte corporal anuncia
la destrucción del Templo que señalará la entrada en una nueva edad histórica
de la salvación: “Llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén
adoraréis al Padre” (Jn 4, 21).
Concilio
Vaticano II
La Iglesia continúa su peregrinación “en medio de las persecuciones del
mundo y de los consuelos de Dios” (S. Agustín. La Ciudad de Dios),
anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva (cf. 1 Co 11, 26). Se
siente fortalecida con la fuerza del Señor resucitado para poder superar con
paciencia y amor todos los sufrimientos y dificultades, tanto interiores como
exteriores, y revelar en el mundo fielmente el misterio de Cristo, aunque bajo
sombras, sin embargo, con fidelidad hasta que al final se manifieste a plena
luz.
Constitución Dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium, 8.
Comentarios de los Santos Padres.
¿Quiénes son, pues, los que venden bueyes? Es para que en la figura
busquemos la inteligencia del misterio del hecho. ¿Quiénes son los que venden
ovejas y palomas? Son los mismos que buscan en la Iglesia sus intereses, no los
intereses de Jesucristo. Todo lo venden quienes no quieren ser rescatados; no
quieren ser rescatados, lo que quieren es vender. ¿Qué cosa, sin embargo, mejor
para ellos que ser redimidos con la sangre de Cristo para llegar a la paz de
Cristo? Porque ¿qué aprovecha en este mundo adquirir bienes temporales y
transitorios, como es el dinero, o el placer del vientre o del gusto, o el humo
de las alabanzas humanas? ¿Es todo más que humo y viento? ¿No pasa y se va todo
en veloz carrera? Y ¡ay de aquellos que se adhieren a lo que así pasa, porque
pasan junto con ello! Quienes procuran cosas tales, hermanos míos, venden. Y
por eso aquel Simón quería comprar al Espíritu Santo (Hch 8, 9-24), porque
quería venderlo. Creía que los apóstoles eran como los mercaderes que echó el
Señor del templo a latigazos. Él, sí, era como esos: quería comprar lo que
podía vender. ¿Por qué hablan así, y a qué precio lo venden? El precio son sus
honores y dignidades. Reciben como precio de la venta cátedras temporales. Así
son como venderos de palomas. Que se pongan en guardia contra el látigo hecho
de cuerdas. La paloma no se puede vender. Se da gratuitamente. Su nombre es
gracia.
Agustín. Tratados sobre el Ev. de Juan, 10, 6. Tomo 4a. Pg. 169
Heracleón dice que el látigo simboliza el poder y la acción del Espíritu Santo.
El látigo fue atado a un mango de madera como figura de la cruz, y sigue
afirmando que con esta madera son destruidos y hechos desaparecer los
mercaderes deshonestos y todo cuanto es malo.
Orígenes. Comentario al Ev. de Juan, 10, 212-214. Tomo 4a. Pg. 170.
Dios no quiere que nada extraño a su voluntad se mezcle en el alma de los
hombres en general y, en particular, de quienes intentan acoger la realidad
divina.
Orígenes. Comentario al Ev. de Juan, 10, 221. Tomo 4a. Pg. 170.
¿Quién se consume por el celo de la casa de Dios? Aquel que pone su
empeño en que se corrija todo lo censurable que en ella observa, desea que
desaparezca y no descansa, y, si no lo logra, lo soporta y gime… ¡Que a cada
uno de los cristianos le consuma el celo de la casa de Dios, de la que son
miembros! Sí, pues, tus afanes son que no haya desorden alguno en tu casa,
¿tolerarás tú, en cuanto esté de tu parte, los desórdenes que tal vez
presencies en la casa de Dios, donde se ofrece la salud y el descanso sin fin?
¿Es tu amigo? Amonéstalo con dulzura. ¿Es tu esposa o esposo? Amonéstalos
también. Haz lo que puedas, según la conducta de tu persona.
Agustín. Tratados sobre el Ev. de Juan, 10, 9. Tomo 4a. Pg. 171.
El expulsó del templo sin contemplaciones a los impíos, porque este
templo era figura del templo de su cuerpo, en el que no podía haber mancha
alguna de pecado.
Beda. Homilía sobre los Evangelios, 2, 1. Tomo 4a. Pg. 173.
San Agustín.
El siervo de Dios es el pueblo de Dios, es la
Iglesia de Dios. Los que quieren la paz de la Iglesia de Dios, alaben al Señor,
no al siervo, ni cesen nunca de decir: Sea glorificado el Señor. Estos[1],
en cambio, se sirven de las mismas Escrituras para engañar a los pueblos con el
fin de recibir de ellos honores y alabanzas, no su conversión a la verdad.
Comentarios sobre el evangelio de San Juan, 10, 4-8. Pg. 311.
San Juan de Ávila.
El mundo amó su razón.
Entró Jesucristo y puso desprecio y pobreza. Y floreció y alumbró aquel
relámpago en aquel tiempo, y hubo tanta pobreza en muchos, tanto menosprecio,
tanto amor de Jesucristo. Paraos a mirar la obra de este día. ¿Qué es el desprecio
del mundo, de la propia honra y razón? Paraos a mirar las costumbres nuestras,
tan malas y aun peores que las de los judíos. Más honra tenemos los cristianos
que romanos, más razones que griegos. ¿Qué es la pobreza de Jesucristo? ¿Qué es
la de la humildad y bajeza? ¿Qué es del desprecio y desarrimo y poca fiuza que
en nosotros hay y en nuestra razón y discreción tenemos?
El judío amaba dineros y
no hora. Veréis agora en un miso pecho de un cristiano espíritu de judaísmo y
gentilidad; y si queréis tres males, también los hallaréis en uno, el escudriño
de razón. ¿Dónde está el desprecio de lo de la tierra, el tener en poco estas
cosas temporales y visibles? ¿Qué? ¿Amáis ser pobre y padecer trabajos? ¿Qué
más haría un moro, o qué otra vida viviría, sino como nosotros vivimos? ¿Qué
dejamos de hacer, que podamos hacer? ¿Quién puede ser rico y lo deja de ser?
¿Quién honrado y lo deja de ser y escoge deshoras? ¿Quién echa su razón y seso
al rincón y toma el seso y parecer de Dios y se fía de él y rige por él?
Ciegos debemos estar, o
a lo menos tenemos tan poca vista, que no vemos leer desde lejos. Ojos que no
ven sino desde cerca y no pueden ver lo de lejos; no son esos ojos de
cristiano, sino de gentiles. Ves la honra, la hacienda; ves los deleites, que
son cosas que están cerca. Ser piadoso, manso, pobre, humilde, sufrir trabajos
y necesidades, si entendieses y vieses desde lejos, harías burla de lo de acá,
de estas cosas de la tierra, de esta hacienda que tanto estimas, desta honra
que tanto precias.
Miércoles de la
semana 4 de Cuaresma. OC III. Pg. 188.
La honra de la Iglesia
es Jesucristo; que a él dice ella: Tu es gloria mea (Sal 3,4); y la
honra de ella es celestial y deseñarse de ser honrados con seda, y con
vestidos, y con semejantes poquedades, como si quisiesen ataviar el oro con
cercarlo de lodo. La honra de los ministros de Cristo es seguir a su Señor, no
solo en lo interior, sino también en lo exterior; para que así como Él,
viviendo en el mundo, fue luz que desengañó a los mundanos y les dio a entender
con su palabra y ejemplo que había otra vida muy más excelente, la cual se
había de desear y ganar con el desprecio de esta, así ellos fuesen luz del
mundo y sal de la tierra (Mt 5, 13-14), que diesen a entender que su reino no
es de este mundo, y con su ejemplo moviesen al pueblo flaco a despreciar las
cosas de acá. Porque si en los ministros de Cristo reinan estas vanidades, ¿en
qué parará la miserable gente común, pues su luz se les ha apagado y su sal
perdido? ¿Qué se espera de los maestros y guías de la humanidad y de la
templanza tomadas en maestros de lo contrario, sino que, siendo ciegos tras
ciegos, caigan todos en la hoya? (Lc 6, 39). Plugiese a Dios quisiesen los
eclesiásticos ver el negocio con los ojos claros, o siquiera oír lo que dice de
ellos el vulgo; que cierto es que no dirían que con estas cosas son ellos
estimados, y, mediante ellos, la Iglesia; antes entendieran cómo por esto son
desestimados y tenidos por profanos y juzgados por malos aun de los muy
ignorantes, los cuales juzgan haber raíces de soberbia en el corazón viendo de
fuera tanta abundancia de frutos de ella; y, cotejando su propia pobreza con la
abundancia y pompa de los eclesiásticos, conciben descontento con su propia
vida y envidia de la de ellos, y lo que peor es, murmuran contra nuestro Señor
de tan gran desigualdad como entre unos y otros puso. (…) Y así, poco a poco, escandalizados,
se apartan de la Iglesia, como en Alemania lo ha hecho.
Estas y otras
consideraciones más y mejores tuvieron los santos pasados que tan rígidamente
hablaron contra las riquezas de los eclesiásticos, las cuales han sido fomento
para estos males. San Jerónimo niega tener el clérigo por parte a Dios si tiene
parte en la tierra. San Agustín no recebía al clericato a nadie si no se
desapropiase y trujese a comunidad su hacienda.
Caigan, pues, los ídolos
de la soberbia e intemperancia de los eclesiásticos; y entiendan que si al
obispo, jerarca y superior tan principal, el cual conviene ser muy estimado
para bien de muchos, le son entredichas aquellas pompas que ellos llaman la
honra de la Iglesia, y le mandan que con otro medio diferente busque la honra
de su dignidad, que a fortiori a ellos les son entredichas, y se les declara el
modo como han de ser estimados de los hombres, y la Iglesia por ellos. Este es el
sentido que las riquezas son ocasión de muchos males y que es difícil ser uno
bueno y templado entre ellas, y, por consiguiente, salvarse con ellas, según
dice el Evangelio (cf. Mt 19, 24; Mc 10, 25; Lc 18, 25), quisieron que los
clérigos no fuesen ricos, porque tuviesen vida desocupada para servir a Dios y
camino seguro y fácil para ganar su reino. Y, aunque a los eclesiásticos
virtuosos las riquezas sean ayuda para ejercitar las virtudes, mas son estos
tan pocos y los mal inclinados muchos, y mozos libres y sin virtud, que es
razón mirar a lo que más acaece, pues a estas cosas se oponen las leyes, y dar
a los eclesiásticos vida sin mendicidad y riquezas, que es la más segura para
los que no son perfectos, y desocupación para vacar a Dios con corazón libre (cf.
Prov 30, 8), señalándoles un razonable mantenimiento; de manera que ningún
beneficio haya que no sea suficiente para mantenimiento mediano; y el que fuere
mayor, quítenle lo que sobra y deposítese en quien seguramente esté, sin que
entre primero en manos del beneficiado, para gastarse en estos colegios o en
obras pías de misericordia.
¡Dichoso concilio si
esto quiere remediar y si trocase así las cosas, que lo que servía al Baco y a
la lujuria lo consagrase al reparo de los templos místicos de Dios vivo; y, en
lugar de los graves escándalos que el pueblo ha recibido de los eclesiásticos,
fuese con esto notablemente edificado, y tantos pobres y menesterosos, enfermos
y captivos, remediados, y tantas ánimas, con la doctrina y vida de
eclesiásticos, ganadas.
Memorial primero al
Concilio de Trento (1551). Reformación del estado eclesiástico, 21-23. Escritos sacerdotales. BAC. Madrid. 2013. Pgs. 27-30-
San Oscar Romero.
Nos vamos a acercar al altar con el tercer pensamiento, ya solamente lo
insinúo: la ley es necesaria pero no basta la letra, sino que es necesario el
espíritu de la ley, sólo Cristo es la plenitud de la ley. No lo olvidemos
cuando vamos caminando en nuestra Cuaresma hacia el Calvario y hacia la
Resurrección.
- Cristo, el verdadero templo: muerte y resurrección puerta de
salvación. San Pablo nos ha dicho que ni el signo que buscan los judíos con la
ostentosidad de su templo, con los milagros, ni la sabiduría de los griegos,
salvará a la humanidad, sino la fuerza salvadora está en el Cristo crucificado.
Este es el signo, cuando Cristo esta mañana nos recuerda su gesto valiente de
sacar del templo, a los que estaban profanando ese signo, se presente Él mismo
como el templo, como el campo donde Dios se encuentra con el hombre, como el
perfecto adorador de Dios y salvador de los hombres.
- Ni los signos de los judíos, ni la sabiduría de los griegos, sino el
único signo de Dios: escándalo y necedad para los hombres: Cristo crucificado.
Ojalá que todas estas reflexiones de la alianza y de nuestra realidad nacional,
nos lleven a comprender como San Pablo ha dicho: "Que no tenemos otra
esperanza ni en las leyes, ni en los poderes de los hombres, ni en los signos
creados que nuestra confianza y nuestra esperanza. Trabajando, sí las cosas de
la tierra, los medios humanos, pero el corazón muy puesto en el gran signo de
los cristianos: ¡Cristo crucificado! ¡Cristo resucitado!. Así sea...
Homilía, 18 de marzo de 1979.
Papa Francisco. Ángelus. 8 de marzo de 2015
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy (Jn 2, 13-25) nos presenta el
episodio de la expulsión de los vendedores del templo. Jesús «hizo un látigo
con cuerdas, los echó a todos del Templo, con ovejas y bueyes» (v. 15), el
dinero, todo. Tal gesto suscitó una fuerte impresión en la gente y en los
discípulos. Aparece claramente como un gesto profético, tanto que algunos de
los presentes le preguntaron a Jesús: «¿Qué signos nos muestras para obrar
así?» (v. 18), ¿quién eres para hacer estas cosas? Muéstranos una señal de que
tienes realmente autoridad para hacerlas. Buscaban una señal divina,
prodigiosa, que acreditara a Jesús como enviado de Dios. Y Él les
respondió: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré» (v. 19). Le
replicaron: «Cuarenta y seis años se ha costado construir este templo, ¿y tú lo
vas a levantar en tres días?» (v. 20). No habían comprendido que el Señor se
refería al templo vivo de su cuerpo, que sería destruido con la muerte en la
cruz, pero que resucitaría al tercer día. Por eso, «en tres días». «Cuando
resucitó de entre los muertos —comenta el evangelista—, los discípulos se
acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la palabra que
había dicho Jesús» (v. 22).
En efecto, este gesto de Jesús y su mensaje
profético se comprenden plenamente a la luz de su Pascua. Según el
evangelista Juan, este es el primer anuncio de la muerte y resurrección
de Cristo: su cuerpo, destruido en la cruz por la violencia del pecado, se
convertirá con la Resurrección en lugar de la cita universal entre Dios y los
hombres. Cristo resucitado es precisamente el lugar de la cita universal —de
todos— entre Dios y los hombres. Por eso su humanidad es el verdadero templo
en el que Dios se revela, habla, se lo puede encontrar; y los verdaderos
adoradores de Dios no son los custodios del templo material, los detentadores
del poder o del saber religioso, sino los que adoran a Dios «en espíritu y
verdad» (Jn 4, 23).
En este tiempo de Cuaresma nos estamos preparando
para la celebración de la Pascua, en la que renovaremos las promesas de nuestro
bautismo. Caminemos en el mundo como Jesús y hagamos de toda nuestra
existencia un signo de su amor para nuestros hermanos, especialmente para los
más débiles y los más pobres, construyamos para Dios un templo en nuestra vida.
Y así lo hacemos «encontrable» para muchas personas que encontramos en nuestro
camino. Si somos testigos de este Cristo vivo, mucha gente encontrará a
Jesús en nosotros, en nuestro testimonio. Pero —nos preguntamos, y cada uno
de nosotros puede preguntarse—, ¿se siente el Señor verdaderamente como en
su casa en mi vida? ¿Le permitimos que haga «limpieza» en nuestro corazón y
expulse a los ídolos, es decir, las actitudes de codicia, celos, mundanidad,
envidia, odio, la costumbre de murmurar y «despellejar» a los demás? ¿Le
permito que haga limpieza de todos los comportamientos contra Dios, contra el
prójimo y contra nosotros mismos, como hemos escuchado hoy en la primera
lectura? Cada uno puede responder a sí mismo, en silencio, en su corazón.
«¿Permito que Jesús haga un poco de limpieza en mi corazón?». «Oh padre,
tengo miedo de que me reprenda». Pero Jesús no reprende jamás. Jesús hará
limpieza con ternura, con misericordia, con amor. La misericordia es su
modo de hacer limpieza. Dejemos —cada uno de nosotros—, dejemos que el Señor
entre con su misericordia —no con el látigo, no, sino con su misericordia— para
hacer limpieza en nuestros corazones. El látigo de Jesús para nosotros es su
misericordia. Abrámosle la puerta, para que haga un poco de limpieza.
Cada Eucaristía que celebramos con fe nos hace
crecer como templo vivo del Señor, gracias a la comunión con su Cuerpo
crucificado y resucitado. Jesús conoce lo que hay en cada uno de nosotros, y
también conoce nuestro deseo más ardiente: el de ser habitados por Él, sólo por
Él. Dejémoslo entrar en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestro corazón.
Que María santísima, morada privilegiada del Hijo de Dios, nos acompañe y nos
sostenga en el itinerario cuaresmal, para que redescubramos la belleza del
encuentro con Cristo, que nos libera y nos salva.
Papa Francisco. Ángelus. 4 de
marzo de 2018.
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El Evangelio de hoy presenta, en la versión de
Juan, el episodio en el que Jesús expulsa a los vendedores del templo de
Jerusalén (cf. Juan 2, 13-25). Él hizo este gesto ayudándose con un látigo,
volcó las mesas y dijo: «No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado»
(v. 16). Esta acción decidida, realizada en proximidad de la Pascua, suscitó
gran impresión en la multitud y la hostilidad de las autoridades religiosas y
de los que se sintieron amenazados en sus intereses económicos. Pero, ¿cómo debemos
interpretarla? Ciertamente no era una acción violenta, tanto es verdad
que no provocó la intervención de los tutores del orden público: de la policía.
¡No! Sino que fue entendida como una acción típica de los profetas, los
cuales a menudo denunciaban, en nombre de Dios, abusos y excesos. La
cuestión que se planteaba era la de la autoridad. De hecho los judíos
preguntaron a Jesús: «¿Qué señal nos muestras para obrar así?» (v. 18), es
decir ¿qué autoridad tienes para hacer estas cosas? Como pidiendo la
demostración de que Él actuaba en nombre de Dios. Para interpretar el gesto
de Jesús de purificar la casa de Dios, sus discípulos usaron un texto bíblico
tomado del salmo 69: «El celo por tu casa me devorará» (v. 17); así dice el
salmo: «pues me devora el celo de tu casa». Este salmo es una invocación de
ayuda en una situación de extremo peligro a causa del odio de los enemigos: la
situación que Jesús vivirá en su pasión. El celo por el Padre y por su
casa lo llevará hasta la cruz: su celo es el del amor que lleva al sacrificio
de sí, no el falso que presume de servir a Dios mediante la violencia. De
hecho, el «signo» que Jesús dará como prueba de su autoridad será
precisamente su muerte y resurrección: «Destruid este santuario —dice— y en
tres días lo levantaré» (v. 19). Y el evangelista anota: «Él hablaba del
Santuario de su cuerpo» (v. 21). Con la Pascua de Jesús inicia el nuevo
culto en el nuevo templo, el culto del amor, y el nuevo templo es Él mismo.
La actitud de Jesús contada en la actual página
evangélica, nos exhorta a vivir nuestra vida no en la búsqueda de nuestras
ventajas e intereses, sino por la gloria de Dios que es el amor. Somos llamados a
tener siempre presentes esas palabras fuertes de Jesús: «No hagáis de la Casa
de mi Padre una casa de mercado» (v. 16). Es muy feo cuando la Iglesia se
desliza hacia esta actitud de hacer de la casa de Dios un mercado. Estas
palabras nos ayudan a rechazar el peligro de hacer también de nuestra alma,
que es la casa de Dios, un lugar de mercado que viva en la continua búsqueda de
nuestro interés en vez de en el amor generoso y solidario. Esta enseñanza
de Jesús es siempre actual, no solamente para las comunidades eclesiales, sino
también para los individuos, para las comunidades civiles y para toda la
sociedad. Es común, de hecho, la tentación de aprovechar las buenas
actividades, a veces necesarias, para cultivar intereses privados, o incluso
ilícitos. Es un peligro grave, especialmente cuando instrumentaliza a Dios
mismo y el culto que se le debe a Él, o el servicio al hombre, su imagen. Por
eso Jesús esa vez usó «las maneras fuertes», para sacudirnos de este peligro
mortal. Que la Virgen María nos sostenga en el compromiso de hacer de la
Cuaresma una buena ocasión para reconocer a Dios como único Señor de nuestra
vida, quitando de nuestro corazón y de nuestras obras todo tipo de idolatría.
Papa Francisco. Ángelus. 7 de
marzo de 2021.
Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
Agradezco al Señor la oportunidad de estar con
ustedes esta mañana. He esperado con impaciencia este momento. Agradezco a Su
Beatitud el Patriarca Ignace Youssif Younan su saludo, como también a la señora
Doha Sabah Abdallah y al padre Ammar Yako por sus testimonios. Mirándolos, veo
la diversidad cultural y religiosa de la gente de Qaraqosh, y esto muestra
parte de la belleza que vuestra región ofrece al futuro. Vuestra presencia aquí
recuerda que la belleza no es monocromática, sino que resplandece por la
variedad y las diferencias.
Al mismo tiempo, con mucha tristeza, miramos a
nuestro alrededor y percibimos otros signos, los signos del poder destructivo
de la violencia, del odio y de la guerra. Cuántas cosas han sido destruidas. Y
cuánto debe ser reconstruido. Nuestro encuentro demuestra que el terrorismo y
la muerte nunca tienen la última palabra. La última palabra pertenece a Dios
y a su Hijo, vencedor del pecado y de la muerte. Incluso ante la
devastación que causa el terrorismo y la guerra podemos ver, con los ojos de la
fe, el triunfo de la vida sobre la muerte. Tienen ante ustedes el ejemplo de
sus padres y de sus madres en la fe, que adoraron y alabaron a Dios en este lugar.
Perseveraron con firme esperanza en su camino terreno, confiando en Dios que
nunca defrauda y que siempre nos sostiene con su gracia. La gran herencia
espiritual que nos han dejado continúa viviendo en ustedes. Abracen esta
herencia. Esta herencia es su fortaleza. Ahora es el momento de reconstruir y
volver a empezar, encomendándose a la gracia de Dios, que guía el destino de
cada hombre y de todos los pueblos. ¡No están solos! Toda la Iglesia está con
ustedes, por medio de la oración y la caridad concreta. Y en esta región muchos
les han abierto las puertas en los momentos de necesidad.
Muy queridos: Este es el momento de reconstruir no
sólo los edificios, sino ante todo los vínculos que unen comunidades y
familias, jóvenes y ancianos. El profeta Joel dice: «Sus hijos e hijas
profetizarán; sus ancianos tendrán sueños, y sus jóvenes, visiones» (cf. Jl
3,1). Cuando los ancianos y los jóvenes se encuentran, ¿qué es lo que sucede? Los
ancianos sueñan, sueñan un futuro para los jóvenes; y los jóvenes pueden
recoger estos sueños y profetizar, llevarlos a cabo. Cuando los ancianos y los
jóvenes se unen, preservamos y trasmitimos los dones que Dios da. Miremos a
nuestros hijos, sabiendo que heredarán no sólo una tierra, una cultura y una
tradición, sino también los frutos vivos de la fe que son las bendiciones de
Dios sobre esta tierra. Los animo a no olvidar quiénes son y de dónde vienen, a
custodiar los vínculos que los mantienen unidos y a custodiar sus raíces.
Seguramente hay momentos en los que la fe puede
vacilar, cuando parece que Dios no ve y no actúa. Esto se confirmó para ustedes
durante los días más oscuros de la guerra, y también en estos días de crisis
sanitaria global y de gran inseguridad. En estos momentos, acuérdense de que
Jesús está a su lado. No dejen de soñar. No se rindan, no pierdan la
esperanza. Desde el cielo los santos velan sobre nosotros: invoquémoslos y
no nos cansemos de pedir su intercesión. Y están también “los santos de la
puerta de al lado”, «aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de
la presencia de Dios» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 7). Esta tierra está
llena de ellos, es una tierra de muchos hombres y mujeres santos. Dejen que los
acompañen hacia un futuro mejor, un futuro de esperanza.
Algo que dijo la señora Doha me conmovió; dijo que el
perdón es necesario para aquellos que sobrevivieron a los ataques terroristas.
Perdón: esta es una palabra clave. El perdón es necesario para permanecer en el
amor, para permanecer cristianos. El camino hacia una recuperación total
podría ser todavía largo pero les pido, por favor, que no se desanimen. Se
necesita capacidad de perdonar y, al mismo tiempo, valentía para luchar. Sé
que esto es muy difícil. Pero creemos que Dios puede traer la paz a esta
tierra. Nosotros confiamos en Él y, junto con todas las personas de buena
voluntad, decimos “no” al terrorismo y a la instrumentalización de la religión.
El padre Ammar, recordando los horrores del
terrorismo y de la guerra, agradeció al Señor que siempre los haya sostenido,
en los tiempos buenos y en los malos, en la salud y en la enfermedad. La
gratitud nace y crece cuando recordamos los dones y las promesas de Dios.
La memoria del pasado forja el presente y nos hace avanzar hacia el futuro.
En todo momento, demos gracias a Dios por sus
dones y pidámosle que conceda paz, perdón y fraternidad a esta tierra y a su
gente. No nos cansemos de rezar por la conversión de los corazones y por
el triunfo de una cultura de la vida, de la reconciliación y del amor fraterno,
que respete las diferencias, las distintas tradiciones religiosas, y que se
esfuerce por construir un futuro de unidad y colaboración entre todas las
personas de buena voluntad. Un amor fraterno que reconozca «los valores
fundamentales de nuestra humanidad común, los valores en virtud de los que
podemos y debemos colaborar, construir y dialogar, perdonar y crecer» (Carta
enc. Fratelli tutti, 283).
Mientras llegaba con el helicóptero, miré la
estatua de la Virgen María colocada sobre esta iglesia de la Inmaculada
Concepción, y le confié el renacer de esta ciudad. La Virgen no sólo nos
protege desde lo alto, sino que desciende hacia nosotros con ternura maternal.
Esta imagen suya incluso ha sido dañada y pisoteada, pero el rostro de la Madre
de Dios sigue mirándonos con ternura. Porque así hacen las madres: consuelan,
reconfortan, dan vida. Y quisiera agradecer de corazón a todas las madres y las
mujeres de este país, mujeres valientes que siguen dando vida, a pesar de los
abusos y las heridas. ¡Que las mujeres sean respetadas y defendidas! ¡Que se
les brinden cuidados y oportunidades! Y ahora recemos juntos a nuestra
Madre, invocando su intercesión por vuestras necesidades y vuestros proyectos.
Los pongo a todos bajo su protección. Y les pido, por favor, que no se olviden
de rezar por mí.
Benedicto XVI. Ángelus. 12 de
marzo de 2006.
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy, 19 de marzo, se celebra la solemnidad de san
José, pero, al coincidir con el tercer domingo de Cuaresma, su celebración
litúrgica se traslada a mañana. Sin embargo, el contexto mariano del Ángelus
invita a meditar hoy con veneración en la figura del esposo de la santísima
Virgen María y patrono de la Iglesia universal. Me complace recordar que
también era muy devoto de san José el amado Juan Pablo II, quien le dedicó la
exhortación apostólica Redemptoris custos, custodio del Redentor, y seguramente
experimentó su asistencia en la hora de la muerte.
La figura de este gran santo, aun permaneciendo más
bien oculta, reviste una importancia fundamental en la historia de la
salvación. Ante todo, al pertenecer a la tribu de Judá, unió a Jesús a la
descendencia davídica, de modo que, cumpliendo las promesas sobre el Mesías, el
Hijo de la Virgen María puede llamarse verdaderamente "hijo de
David". El evangelio de san Mateo, en especial, pone de relieve las
profecías mesiánicas que se cumplen mediante la misión de san José: el nacimiento de Jesús en Belén (Mt 2, 1-6);
su paso por Egipto, donde la Sagrada Familia se había refugiado (Mt 2, 13-15);
el sobrenombre de "Nazareno" (Mt 2, 22-23).
En todo esto se mostró, al igual que su esposa
María, como un auténtico heredero de la fe de Abraham: fe en Dios que guía los acontecimientos de la
historia según su misterioso designio salvífico. Su grandeza, como la de
María, resalta aún más porque cumplió su misión de forma humilde y oculta en
la casa de Nazaret. Por lo demás, Dios mismo, en la Persona de su Hijo
encarnado, eligió este camino y este estilo —la humildad y el ocultamiento— en
su existencia terrena.
El ejemplo de san José es una fuerte invitación
para todos nosotros a realizar con fidelidad, sencillez y modestia la tarea que
la Providencia nos ha asignado. Pienso, ante todo, en los padres y en las
madres de familia, y ruego para que aprecien siempre la belleza de una vida
sencilla y laboriosa, cultivando con solicitud la relación conyugal y
cumpliendo con entusiasmo la grande y difícil misión educativa.
Que san José obtenga a los sacerdotes, que ejercen
la paternidad con respecto a las comunidades eclesiales, amar a la Iglesia con
afecto y entrega plena, y sostenga a las personas consagradas en su observancia
gozosa y fiel de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia.
Que proteja a los trabajadores de todo el mundo, para que contribuyan con sus
diferentes profesiones al progreso de toda la humanidad, y ayude a todos los
cristianos a hacer con confianza y amor la voluntad de Dios, colaborando
así al cumplimiento de la obra de salvación.
Benedicto XVI. Ángelus. 15 de
marzo de 2009.
Queridos hermanos y hermanas:
Desde el martes 17 hasta el lunes 23 de marzo
llevaré a cabo mi primer viaje apostólico a África. Iré a Camerún, a la capital
Yaundé, para entregar el "Instrumento de trabajo" de la II Asamblea
especial para África del Sínodo de los obispos, que tendrá lugar en octubre
aquí, en el Vaticano; proseguiré luego a Luanda, capital de Angola, un país
que, después de una larga guerra interna, ha reencontrado la paz y ahora está
llamado a reconstruirse en la justicia. Con esta visita deseo abrazar idealmente
a todo el continente africano: sus mil diferencias y su profundo espíritu
religioso; sus antiguas culturas y su arduo camino de desarrollo y de
reconciliación; sus graves problemas, sus dolorosas heridas y sus enormes
potencialidades y esperanzas. Quiero confirmar en la fe a los católicos,
animar a los cristianos en el compromiso ecuménico y llevar a todos el anuncio
de paz confiado a la Iglesia por el Señor resucitado.
Mientras me preparo para este viaje misionero,
resuenan en mi alma las palabras del apóstol san Pablo que la liturgia propone
a nuestra meditación en este tercer domingo de Cuaresma: "Nosotros
predicamos a Cristo crucificado —escribe el Apóstol a los cristianos de
Corinto—, escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los
llamados, lo mismo judíos que griegos, Cristo es fuerza de Dios y sabiduría
de Dios" (1 Co 1, 23-24). Sí, queridos hermanos y hermanas, viajo a
África con la convicción de que no tengo nada que proponer o dar a aquellos con
los que me encuentre si no es Cristo y la buena nueva de su cruz, misterio
de amor supremo, de amor divino que vence toda resistencia humana y hace
posible incluso el perdón y el amor a los enemigos.
Esta es la gracia del Evangelio, capaz de
transformar el mundo; esta es la gracia que puede renovar también a África,
porque genera una fuerza irresistible de paz y de reconciliación profunda y
radical. Por tanto, la Iglesia no persigue objetivos económicos, sociales o
políticos; la Iglesia anuncia a Cristo, convencida de que el Evangelio puede
tocar el corazón de todos y transformarlo, renovando de este modo desde dentro
a las personas y las sociedades.
El 19 de marzo, precisamente durante la visita
pastoral a África, celebraremos la solemnidad de san José, patrono de la
Iglesia universal, y también mío personal. San José, avisado en sueños por un
ángel, tuvo que huir con María a Egipto, en África, para poner a salvo a Jesús
recién nacido, a quien el rey Herodes quería matar. Así se cumplieron las
Escrituras: Jesús siguió los pasos de los antiguos patriarcas y, como el pueblo
de Israel, volvió a la Tierra prometida después de haber estado en el exilio en
Egipto. A la intercesión celestial de este gran santo encomiendo mi próxima
peregrinación y a las poblaciones de toda África, con los desafíos que la
marcan y las esperanzas que la animan. En particular, pienso en las víctimas
del hambre, de las enfermedades, de las injusticias, de los conflictos
fratricidas y de todas las formas de violencia que, por desgracia, sigue
afectando a adultos y niños, así como a misioneros, sacerdotes, religiosos,
religiosas y voluntarios. Hermanos y hermanas, acompañadme en este viaje con
vuestra oración, invocando a María, Madre y Reina de África.
Benedicto XVI. Ángelus. 11 de
marzo de 2012.
Queridos hermanos y hermanas:
El Evangelio de este tercer domingo de Cuaresma
refiere, en la redacción de san Juan, el célebre episodio en el que Jesús
expulsa del templo de Jerusalén a los vendedores de animales y a los cambistas
(cf. Jn 2, 13-25). El hecho, recogido por todos los evangelistas, tuvo lugar en
la proximidad de la fiesta de la Pascua y suscitó gran impresión tanto entre la
multitud como entre sus discípulos. ¿Cómo debemos interpretar este gesto de
Jesús? En primer lugar, hay que señalar que no provocó ninguna represión de
los guardianes del orden público, porque lo vieron como una típica acción
profética: de hecho, los profetas, en nombre de Dios, con frecuencia
denunciaban los abusos, y a veces lo hacían con gestos simbólicos. El
problema, en todo caso, era su autoridad. Por eso los judíos le
preguntaron a Jesús: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?» (Jn 2, 18); demuéstranos
que actúas verdaderamente en nombre de Dios.
La expulsión de los mercaderes del templo también
se ha interpretado en sentido político revolucionario, colocando a Jesús en la
línea del movimiento de los zelotes. Estos, de hecho, eran «celosos» de la ley
de Dios y estaban dispuestos a usar la violencia para hacer que se cumpliera.
En tiempos de Jesús esperaban a un mesías que liberase a Israel del dominio de
los romanos. Pero Jesús decepcionó estas expectativas, por lo que algunos
discípulos lo abandonaron, y Judas Iscariote incluso lo traicionó. En realidad,
es imposible interpretar a Jesús como violento: la violencia es contraria al
reino de Dios, es un instrumento del anticristo. La violencia nunca
sirve a la humanidad, más aún, la deshumaniza.
Escuchemos entonces las palabras que Jesús dijo al
realizar ese gesto: «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa
de mi Padre» (Jn 2, 16). Sus discípulos se acordaron entonces de lo que está
escrito en un Salmo: «El celo de tu casa me devora» (69, 10). Este
Salmo es una invocación de ayuda en una situación de extremo peligro a causa
del odio de los enemigos: la situación que Jesús vivirá en su pasión. El
celo por el Padre y por su casa lo llevará hasta la cruz: el suyo es el celo
del amor que paga en carne propia, no el que querría servir a Dios
mediante la violencia. De hecho, el «signo» que Jesús dará como prueba de
su autoridad será precisamente su muerte y resurrección. «Destruid este templo
—dijo—, y en tres días lo levantaré». Y san Juan observa: «Él hablaba del
templo de su cuerpo» (Jn 2, 19. 21). Con la Pascua de Jesús se inicia un
nuevo culto, el culto del amor, y un nuevo templo que es él mismo, Cristo
resucitado, por el cual cada creyente puede adorar a Dios Padre «en espíritu y
verdad» (Jn 4, 23). Queridos amigos, el Espíritu Santo comenzó a construir
este nuevo templo en el seno de la Virgen María. Por su intercesión, pidamos
que cada cristiano sea piedra viva de este edificio espiritual.
Monición de entrada.
Hola:
Vamos a
empezar la misa del cuarto domingo.
Es el
domingo de la alegría, porque ya hemos pasado la mitad de la cuaresma y estamos
más cerca del domingo de pascua.
Y
escucharemos lo que le dijo Jesús a un amigo que fue a hablar con él por la
noche.
Señor, ten piedad.
Tú que eres
fiel. Señor, ten piedad.
Tú que eres
humilde. Cristo, ten piedad.
Tú que eres
la luz. Señor, ten piedad.
Peticiones.
-Por el Papa
Francisco que siga enseñándonos a querer a la iglesia. Te lo pedimos Señor.
-Por la
Iglesia, para que cada día siga caminando por la cuaresma. Te lo pedimos Señor.
-Por las
personas que están tristes y buscan una luz en su vida. Te lo pedimos, Señor.
-Por las
personas que se van de la iglesia. Te lo pedimos, Señor.
-Por
nosotros para que esta semana miremos mucho a Jesús. Señor.
Acción de gracias.
San José este domingo es el séptimo domingo en el que nos acordamos
cuando Jesús se perdió y lo encontrasteis en el templo de Jerusalén. Te damos gracias
por que has estado con nosotros estos siete domingos y porque este Año de San
José nos estás ayudando a tener un corazón como el tuyo.
ORACIÓN PARA EL CENTRE JUNIORS CORBERA. DOMINGO I
TIEMPO DE CUARESMA.
EXPERIENCIA.
Mira el vídeo las veces
que necesites hasta que toque tu corazón: https://www.youtube.com/watch?v=rZyG6PR-vhE Testimonios de vida.
Intenta completar estas
frases:
Dicen que cuando nos hacemos mayores la memoria se va _______.
Nos movemos______.
Dicen que nos hacemos viejos, pero viejos se hacen ____, nosotros ____
y somos mayores porque _______.
Necesitamos cada vez _______, hablo también de las cosas______.
No necesitamos grandes lujos, sino ________.
No necesitamos teléfonos móviles, preferimos ________.
Dicen que las personas mayores ya no tenemos ________
Se aprende____ y en el momento en que dejas de aprender comienzas_______.
A nosotros no nos interesan los grandes cambios, sino _______, porque
son los que se hacen ________ y _______.
Si en este momento fuera joven no se_________.
Antes la gente paseaba por las calles y hoy parece que _____.
Dicen que cuando te vas solo te llevas _______
Que la vida no sea_______, sino de _________.
El día que no recuerde quien soy yo, solo desear que ______, y si pude
hacer____ habrá________.
Dicen que cuando nos hacemos mayores, _________.
-¿Qué te parece? ¿Estás
de acuerdo? ¿En qué sí y en qué no?
-A los jóvenes y
adultos nos da miedo envejecer, porque es perder lo que consideramos necesario,
sin embargo, lo aparentemente necesario (la salud, el dinero, el trabajo, el
coche, el móvil,…) son medios no fines. No significa despreciar la salud, el
trabajo, pero sí situarlo en su lugar y los objetos relativizarlo. La pandemia
nos ha enseñado que realmente las personas son más importantes que los objetos.
-Piensa en lo que tienes
y realiza una escala de valores, es decir, ordénalos de lo más importante a lo
menos.
REFLEXIÓN.
Busca la cita en tu
Biblia (Juan 2,
13-25), como quien va a iniciar
un viaje, porque lo es, por los caminos de Jesús.
Párate un momento,
realiza la señal de la cruz, pídele al Padre que te envíe el Espíritu Santo para
que puedas descubrir lo que Jesús espera de ti con la lectura del texto.
Lee el texto:
X Lectura del santo evangelio según san Juan 2, 13-25.
Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró
en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas
sentados; y, haciendo una zote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas
y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a
los que vendían palomas les dijo:
-Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: “El celo de tu casa
me devora”. Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron:
-¿Qué signos nos muestras para obrar así?
Jesús contestó:
-Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.
Los judíos replicaron:
-Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a
levantar en tres días?
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los
muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la
Escritura y a la palabra que había dicho Jesús. Mientras estaba en Jerusalén
por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que
hacía; pero Jesús no se confiaba a ellos, porque los conocía a todos y no
necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay
dentro de cada hombre.
-Al final del vídeo se anota la
siguiente frase: “Los años, la experiencia y la vida nos hacen descubrir lo
verdaderamente importante”: ¿Qué es lo realmente importante en los años que
tienes de vida?
-¿Por qué eres feliz en los
campamentos y convivencias? Te faltan muchas cosas que tienes en tu casa, y sin
embargo, deseas que pase la pandemia para volver a dormir en la tienda de
campaña. ¿Qué es lo más importante en un campamento?
-“No conviertan la casa de mi
Padre en un mercado”, es la cita del evangelio de este domingo. La “casa de mi
Padre” es Jesús, el templo que será destruido por sus interlocutores en la
pasión y muerte y él levantará en tres días. Pero por extensión son las
iglesias y lugares sagrados y lo somos cada uno de nosotros, “templo del
Espíritu Santo” (1 Corintios 6, 19): ¿cuáles son las mesas de cambistas que
anidan en mi corazón?, ¿cuáles son mis apegos?
-Jesús se sirvió de un flagelo,
látigo, y de sus manos para echar de allí a los mercaderes. Este látigo es la
cruz, las manos son el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, las dos tablas
de la Ley, los Diez Mandamientos, el nuevo Mandamiento de amar a Dios sobre
todas las cosas y al prójimo como a ti mismo: recuerda los mandamientos, revisa
tu vida, no tanto lo que haces, sino el porque lo haces.
-Imagina la escena,
imaginándote que eres los cambistas, atrapado por las actitudes, emociones, objetos,
… que te impiden convertir tu persona en casa de oración, es decir, espacio
donde los demás y tú podáis encontraros con la bondad y compasión de Dios.
-Imagina que Jesús entra en tu
corazón, pídele que te ayude a echar todo lo que es egoísmo, deseo de tener y
poseer.
-Y ahora piensa, ¿quién tienen
más tus abuelos o tú?
COMPROMISO.
Piensa en uno de estos u otros propósitos: renunciar
a una parte del tiempo para hacer una visita a mis mayores y para rezar, al uso
de palabras malsonantes, a pequeños caprichos para entregar el dinero que me he
ahorrado a Cáritas, a mis padres para los gastos de la casa, a un regalo,…
ELEBRACIÓN.
Mira y escucha esta música: https://www.youtube.com/watch?v=mKRLw2zkc8s u otra del canto “Nada te turbe” de Taizé.
Sagrada
Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española.
BAC. Madrid. 2016.
Biblia
de Jerusalén. 5ª
edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.
Nuevo
Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González.
BAC. Madrid. 2017.
Biblia
Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.
Catecismo
de la Iglesia Católica. Nueva Edición. Asociación
de Editores del Catecismo. Barcelona 2020.
La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia.
Ciudad Nueva. Madrid. 2006.
Pío de Luis,
OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las
lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.
San Juan de
Ávila. Obras Completas I. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid.
2015.
San Juan de Ávila. Obras
Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores.
BAC. Madrid. 2013.
San
Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid. 2015.
San
Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.
https://www.servicioskoinonia.org/romero/homilias/B/#IRA
[1] Los que forman parte de
la secta de los donatistas, quienes aseguraban que solo los sacerdotes de vida
intachable podían administrar los sacramentos y excluían de la Iglesia a los
pecadores.
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