martes, 8 de octubre de 2024

228.Domingo 28 T. Ordinario. 13 de octubre de 2024.

 


Primera lectura.

Lectura del libro de la Sabiduría 7, 7-11.

Supliqué y me fue dada la prudencia, invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y tronos y a su lado en nada tuve la riqueza. No la equiparé a la piedra más preciosa, porque todo el oro ante ella era un poco de arena y junto a ella la plata es como el barro. La quise más que a la salud y la belleza y la preferí a la misma luz, porque su resplandor no tiene ocaso. Con ella me vinieron todos los bienes juntos, tiene en sus manos riquezas incontables.

 

Textos paralelos.

 Supliqué y se me concedió la prudencia.

1 R 3, 6-9: Salomón respondió: Tú le hiciste una gran promesa a tu siervo, mi padre, David, porque procedió de acuerdo contigo, con lealtad, justicia y rectitud de corazón, y le has cumplido esa gran promesa dándole un hijo que se siente en su trono: es lo que sucede hoy. Pues bien, Señor, Dios mío, tú has hecho a tu siervo sucesor de mi padre, David; pero yo soy un muchacho que no se valerme. Tu siervo está en medio del pueblo que elegiste, un pueblo tan numeroso, que no se puede contar ni calcular. Enséñame a escuchar para que sepa gobernar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal; si no, ¿quién podrá gobernar a este pueblo tan grande?

1 R 3, 12: Te daré lo que has pedido: una mente sabia y prudente, como no la hubo antes de ti ni la habrá después de ti.

1 R 5 9-14: Dios concedió a Salomón una sabiduría e inteligencia extraordinarias y una mente abierta como las playas junto al mar. La sabiduría de Salomón superó a la de los sabios de Oriente y de Egipto. Fue más sabio que ninguno, más que Etán, el ezrajita, más que los rapsodas Hemán, Calcol y Dardá, hijos de Majol. Y se hizo famoso en todos los países vecinos. Compuso tres mil proverbios y mil cinco canciones. Disertó sobre botánica, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que crece en la pared. Disertó también sobre cuadrúpedos y aves, reptiles y peces. De todas las naciones venían a escuchar al sabio Salomón, de todos los reinos del mundo que oían hablar de su sabiduría.

Sb 9, 4: Dame la sabiduría entronizada junto a ti, no me niegues un puesto entre los tuyos.

Sb 9, 9-10: Contigo está la sabiduría, que conoce tus obras, a tu lado estaba cuando hiciste el mundo; ella sabe lo que te agrada, lo que responde a tus mandamientos. Envíala desde el cielo sagrado, mánala desde tu trono glorioso, para que esté a mi lado y trabaje conmigo enseñándome lo que te agrada.

Si 47, 12-17: Por sus méritos le sucedió un hijo prudente que vivió en paz: Salomón, rey en tiempos tranquilos, porque Dios pacificó sus fronteras; construyó un templo en su honor y fundó un santuario perpetuo. ¡Qué sabio eras en tu juventud, rebosando doctrina como el Nilo! Tu saber cubría la tierra, la desdeñabas con tu canto sublime; tu fama llegaba hasta las costas, que deseaban escucharte. De tus cantos, proverbios, enigmas y sentencias los pueblos quedaban pasmados.

 

Notas exegéticas.

7 8 Esta exposición se apoya en el dato de 1 R 3, 10 y en los textos sapienciales que ensalzan la Sabiduría por encima de los bienes más preciosos. El autor añade algunos valores estimados sobre todo por los griegos: la salud, la belleza y la luz del día. Ver la luz es vivir.

 

Salmo responsorial

Salmo 88 (89), 12-17.

 

Sácianos de tu misericordia, Señor,

y estaremos alegres. R/.

Enséñanos a calcular nuestros años,

para que adquiramos un corazón sensato.

Vuélvete, Señor, ¿hasta cuando?

Ten compasión de tus siervos. R/.

 

Por la mañana sácianos de tu misericordia,

y toda nuestra vida será alegría y júbilo.

Danos alegría, por los días en que nos afligiste,

por los años en que sufrimos desdichas.  R/.

 

Que tus siervos vean tu acción

y sus hijos tu gloria.

Baje a nosotros la bondad del Señor

y haga prósperas las obras de nuestras manos.

Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos.  R/.

 

Textos paralelos.

Sácianos de tu amor por la mañana.

Sal 17, 15: Y yo, por mi inocencia, veré tu rostro, al despertar me saciaré de tu semblante.

Alégranos por los días que nos humillaste.

Nm 14, 34: Contando los días que explorasteis la tierra, cuarenta días, cargaréis con vuestra culpa un año por cada día, cuarenta años. Para que sepáis lo que es desobedecerme.

 

Notas exegéticas.

90 Oración de un sabio empapado en las Escrituras (alusiones a Génesis, Job y Deuteronomio), que medita sobre la debilidad humana y la brevedad de la vida acortada por el pecado.

90 12 Lit. “en el corazón”. Del conocimiento de la fragilidad humana procede la sabiduría, que es temor o respeto a Dios.

90 13 Los vv. 14-17 van a hacer extensivas a todo Israel la meditación y la oración que se referían a un individuo.

90 17 El hebreo añade “nuestro Dios” después de “Señor”, y al final: “sobre nosotros”, y confirma la acción de nuestras manos, duplicado.

 

Segunda lectura.

Lectura de la carta a los Hebreos 4, 12-13.

Hermanos:

La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón. Nada se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.

 

Textos paralelos.

Pues viva es la palabra de Dios.

1 P 1, 23: Pues habéis sido regenerados, no de semilla corruptible, sino por la palabra incorruptible y permanente del Dios vivo.

Más cortante que cualquier espada de dos filos.

Is 49, 2: Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba.

Ap 1, 16: En la diestra sujetaba siete estrellas, de su boca salía una espada afilada de doble filo; su aspecto como el sol brillando con toda su fuerza.

Ef 6, 17: Poneos el casco de la salvación, empuñad la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.

Penetra hasta la división entre alma y espíritu.

1 Ts 5, 23: El Dios de la paz os santifique completamente; os conserve íntegros en espíritu, alma y cuerpo, e irreprochables para cuando venga el Señor nuestro Jesucristo.

1 Co 15, 44: Se siembra un cuerpo animal, resucita un cuerpo espiritual. Si existe un cuerpo animal, existe también un cuerpo espiritual.

Discierne sentimientos y pensamientos del corazón.

Rm 1, 9: Tomó por testigo a Dios, a quien doy culto espiritual anunciando la buena noticia de su Hijo, de que sin cesar os recuerdo.

Jn 12, 48: Quien me desprecia y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he dicho lo juzgará el último día.

Todo está desnudo y patente a los ojos de Aquel.

Jb 34, 21-22: Porque los ojos de Dios miran las sendas del hombre y vigilan todos sus pasos; no hay tinieblas ni sombras donde puedan esconderse los malhechores.

Sb 1, 6: La Sabiduría es un espíritu amigo de los hombres que no deja impune al deslenguado; Dios penetra sus entrañas, vigila puntualmente su corazón y escucha lo que dice su lengua.

 

Notas exegéticas.

4 12 La palabra de Dios transmitida por los profetas y el Hijo, y de la que acaba de utilizarse una expresión en el Sal 96, 7-11, es viva y eficaz en los creyentes. Es la palabra que juzga los impulsos e intenciones secretos del corazón del hombre, “hasta las articulaciones y [hasta las] médulas; otra traducción: “de las articulaciones, de las médulas”.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Marcos 10, 17-30.

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó un corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó:

-Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

Jesús le contestó:

-¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.

Él replicó:

-Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud.

Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo:

-Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme.

A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:

-¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!

Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió:

-Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.

Ellos se espantaron y comentaban:

-Entonces, ¿quién puede salvarse?

Jesús se les quedó mirando y les dijo:

-Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.

Pedro se puso a decirle:

-Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.

Jesús dijo:

-En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo cien veces más – casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones – y en la edad futura, vida eterna.

 

Textos paralelos.

 

Mc 10, 17-30

Mt 19, 16-29

Lc 18, 18-30

Cuando se puso en camino, llegó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó:

 

-Maestro bueno, ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna?

 

Jesús le respondió:

 

-¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno fuera de Dios.

 

Conoces los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no perjurarás, no defraudarás, honra a tu padre y a tu madre.

 

 

 

 

 

 

Él le contestó:

-Maestro, todo eso lo he cumplido desde la adolescencia.

 

Jesús lo miró con cariño y le dijo:

 

-Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo. Después vente conmigo.

 

A estas palabras, el otro frunció el ceño y se marchó triste; pues era muy rico.

 

Jesús miró en torno y dijo a sus discípulos:

 

-¡Qué difícil es que los ricos entren en el reino de Dios!

 

 

 

 

 

 

Los discípulos se asombraron de lo que decía.

 

 

 

 

Pero Jesús insistió:

 

-¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de Dios.

Ellos quedaron espantados y se decían:

-Entonces ¿quien puede salvarse?

Jesús se les quedó mirando y les dice:

 

-Para los hombres es imposible, no para Dios; todo es posible para Dios.

 

Pedro entonces dijo:

-Mira, nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido.

 

 

Contestó Jesús:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

-Todo el que deje casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o campos por mí y por la buena noticia ha de recibir en esta vida cien veces más en casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y campos, con persecuciones, y en el mundo futuro vida eterna.

Entonces se acerco y uno y le dijo:

 

 

 

-Maestro, ¿qué obras buenas tengo que hacer para alcanzar vida perdurable?

 

Le contestó:

 

 

 

 

 

-Guarda los mandamientos.

 

Le pregunta:

-¿Cuáles?

Jesús le dijo:

-No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no perjurarás, honra a tu padre al padre y a la madre, y amarás al prójimo como a ti mismo.

 

El joven le dijo:

-Todo eso lo he cumplido, ¿qué me queda por hacer?

 

 

Jesús le contestó:

 

 

-Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después sígueme.

 

Al oírlo, el joven se marchó triste, pues era muy rico.

 

 

Jesús dijo a sus discípulos:

 

 

-Os aseguro que un rico entrará con mucha dificultad en el reino de Dios. Os lo repito, es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de Dios.

 

Al oírlo, los discípulos quedaron espantados y dijeron:

-Entonces ¿quién podrá salvarse?

 

Jesús se les quedó mirando y les dijo:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

-Para los hombres eso es imposible, para Dios todo es posible.

 

Entonces Pedro le respondió:

-Mira, nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué será de nosotros?

 

Les dijo:

-Os aseguro que vosotros, los que me habéis seguido, en el mundo renovado, cuando el Hijo del Hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos para regir las doce tribus de Israel.

 

Y todo el que por mí deje casas, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer o hijos, o campos, recibirá cien veces más y heredará vida perpetua.

Uno de los jefes le preguntó:

 

 

 

 

-Maestro bueno, ¿qué he de hacer para heredar vida eterna?

 

Jesús le contestó:

 

-¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo Dios.

 

Conoces los mandamientos: no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no perjurarás, honra a tu padre y a tu madre.

 

 

 

 

 

 

 

Le contestó:

-Todo lo he cumplido desde la adolescencia.

 

 

Al oírlo, Jesús le dijo:

 

 

-Una cosa te falta, ende cuanto tienes, repártelo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo, después sígueme.

 

Al oírlo, se entristeció, porque era muy rico.

 

 

Al verlo, Jesús dijo:

 

 

-Qué difícil es para los que poseen riquezas entrar en el reino de Dios. Un camello entrará por el ojo de una aguja más fácilmente que un rico en el reino de Dios.

 

 

Los que lo oían dijeron:

-Entonces, ¿quién podrá salvarse?

 

 

 

Él contestó:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

-Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios.

 

Entonces Pedro dijo:

-Mira, nosotros hemos dejado lo nuestro y te hemos seguido.

 

 

Les contestó:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

-Os aseguro que nadie que haya dejado casa o mujer o hermanos o parientes o hijos por el reino de Dios dejará de recibir mucho más en esta vida y en la edad futura vida eterna.

No mates, no cometas adulterio, no robes.

Ex 20, 12-16: Honrarás a tu padre y a tu madre; así prolongarás tu vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás testimonio falso contra tu prójimo.

Dt 5, 16-20: Honra a tu padre y a tu madre, como te mandó el Señor; así prolongarás la vida y te irá bien en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar. No matarás. Ni cometerás adulterio. Ni robarás. Ni darás testimonio falso contra tu prójimo.

Dt 24, 14: No explotarás al jornalero, pobre y necesitado, sea hermano tuyo o emigrante, que vive en tu tierra, en tu ciudad.

¿Quién se podrá salvar entonces?

Za 8, 6-7: Así dice el Señor de los ejércitos: Si entonces el resto de este pueblo juzga algo imposible, ¿tendré que juzgarlo yo también imposible? Así dice el Señor de los ejércitos: Yo salvaré a mi pueblo y lo traeré de los países de levante y poniente, para que habite en Jerusalén.

Por el Evangelio.

Mc 1, 1: Comienza el evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

10 24 Riqueza y prosperidad se consideraban como señales de bendición divina.

10 29 La frase “por el Evangelio” es una mención particular de Mc

10 32 Otra precisión propia de Mc: seguir a Jesús implica exponerse siempre a ser perseguido, como lo fue el propio Maestro.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

17 CORRIÓ… A ARRODILLARSE … Y … PREGUNTÓ (lit. preguntaba).

18 Porque Dios es el único ser que es la Bondad misma (1 Jn 4, 8), Jesús rechaza el apelativo de BUENO en boca de su interlocutor que se dirigía a él como a mero hombre (comparados con Dios, los hombres, aunque sean generosos, merecen ser llamados “malos”: cf. Mt 7, 11) y que antes que a la persona de Jesús, buscaba la doctrina de Jesús: qué “obras” tengo que hacer.

19 ¿Cómo dar en la propia vida testimonio de que solo Dios es santo? Jesús no se olvida del primer Mandamiento, que en la práctica queda sustituido por la llamada a seguirle a él; sencillamente recuerda la voluntad de Dios, en los mandamientos que se refieren al prójimo. // NO DEFRAUDES: este precepto, formulado así, no figura entre los diez mandamientos.

20 DIJO: lit. decía. // HE VENIDO CUMPLIÉNDO (LO): contra lo que podía esperarse, Mc usa aquí este verbo en voz media griega (Mt y Lc usan la voz activa); si ese matiz significa algo, podemos traducir lo cumplí para mí, lo cumplí en mi provecho (“me lo cumplí”). // DESDE MI JUVENTUD: o desde mi adolescencia, e.d., desde el comienzo de la juventud.

21 LO MIRÓ CON PREDILECCIÓN: lit. habiendo mirado en él amó a él. La frase distingue dos momentos: Jesús, después de dirigirle una mirada cariñosa (cf. 3, 5), le manifestó externamente su amor de benevolencia (verbo griego agapáô), por ejemplo, con un abrazo; pero, más que un gesto de afecto, era la manifestación externa de una benevolencia singular en contexto de elección: una vocación, una llamada afectuosa para una misión particular. // TE FALTA UNA COSA: Jesús distingue entre los mandamientos que obligan a todos, y la invitación a seguirle más de cerca, a imitar su estilo de vida como discípulo: para esto segundo es condición necesaria renunciar efectivamente a los bienes materiales. // (VUELVE) AQUÍ: lit. aquí, adverbio de lugar que, ante el imperativo, puede equivaler a: “¡Vamos!”, “¡Hala!”. Lo importante, y a lo que se orienta toda la frase es el imperativo final: SÍGUEME (como discípulo): con el matiz de continuidad, de “perseverancia”. Después de esta última palabra algunos manuscritos añaden “cargando con la cruz”.

22 El rico no esperaba AQUELLA RESPUESTA (lit. la palabra); había ido a Jesús a hacerle una consulta espiritual para su propia vida de perfección, no para seguirle como discípulo. // TENÍA: lit. estaba teniendo, e.d., era poseedor.

23 “LOS QUE TIENEN RIQUEZAS, es a saber, el gozo en ellas “ (san Juan de la Cruz). // San Cesáreo de Arlés aprovechó esta ocasión para advertir también a los pobres, no exentos de peligros: “Ricos y pobres, escuchad a Cristo. Hablo al pueblo de Dios. La mayoría de vosotros sois pobres, o tenéis que aprender a serlo; sin embargo, escuchad, pues hasta podemos envanecernos de ser pobres. Cuidado con la soberbia, no os venzan los ricos humildes; cuidado con la impiedad, no os venzan los ricos piadosos”; cuidado con la embriaguez, no os venzan los ricos sobrios.

24 Algunos manuscritos suavizan la dificultad general, diciendo: “… qué difícil es, para los que confían en las riquezas, entrar…”.

25 UN CAMELLO (la palabra griega kámêlos es de origen semítico) era el animal mayor de los normalmente conocidos por el auditorio de Jesús (el menor, por contraste, era el mosquito, hasta el punto que en hebreo rabínico el adjetivo “gamlôn”, derivado de gml (=camello), significa “grande”, “grueso”. Desde la antigüedad varias conjeturas, sin apenas fundamento crítico (algún manuscrito tardío leyó kámilos = soga, maroma, en vez de kámêlos; dos vocablos que en griego podían sonar igual) han intentado hacer más “lógica” la sentencia de Jesús.

26 SE EXTRAÑABAN MÁS (o estaban más que extrañados): según el AT, las riquezas son bendición de Dios para el hombre justo. Los apóstoles no comprendieron que Jesús formulaba un juicio religioso, no económico; de hecho, Jesús tuvo amigos ricos y bien situados, a los que no consta que exigiera el abandono efectivo de sus posesiones. // PUEDE: con valor de futuro: podrá.

28 VENIMOS SIGUIÉNDOTE (como discípulos): lit. en tiempo verbal de perfecto: “Te hemos seguido y continuamos siguiéndote”.

29-30 Estatuto de los discípulos que siguen más de cerca al Maestro, no es un programa de reformas sociales, sino exigencias del Espíritu filial en el corazón de cada creyente; los problemas sociales se resolverían, si los individuos se convirtieran a Jesús tan de raíz. // DIJO: lit. decía. // QUE NO RECIBA: lit. si no recibiere. // AHORA: puede equivaler a nuestro “ya”. // EL MUNDO FUTURO:  lit. el siglo (“el eón”) que viene; es un aramaísmo. En terminología rabínica, “siglo (o eón) presente” y “siglo (o eón) futuro son tiempo que precede y el que sigue al gran Juicio mesiánico. // (LA) VIDA ETERNA: expresión que forma inclusión con “(la) vida eterna” del v. 17.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

10, 17-31 Cristo enseñó que es necesario un espíritu incondicional de pobreza para ser un verdadero seguidor suyo. Aunque el hombre había guardado los mandamientos , la verdadera perfección le obligaba a separarse de todas sus posesiones con el fin de seguir a Cristo sin reservas. Su tristeza refleja las consecuencias de estar lejos de Cristo. Aunque Cristo le felicitó por cumplir los mandamientos, necesitaba entregarse enteramente a sí mismo para cosechar la alegría y la paz que brotan de la vida de Cristo. Cat. 2544, 2545-2546.

10, 22 San Agustín escribió en sus Confesiones: “Nuestros corazones están inquietos, Señor, hasta que descansemos en ti”. El apego a las riquezas o posesiones terrenales es incompatible con la santidad y, en consecuencia, hace imposible la evangelización eficaz. La verdadera felicidad proviene exclusivamente de entregarnos totalmente nosotros mismos a Cristo y cumplir la voluntad de Dios. Cat. 2728.

10, 25 La analogía de Cristo describe una situación imposible. Hay quien interpreta la aguja identificándola con el nombre de una de las puertas pequeñas de la ciudad de Jerusalén. En todo caso, está claro el carácter hiperbólico. La clave no está en la contraposición sociológica entre ricos y pobres, sino la que media entre el apego y el desprendimiento con respecto a los bienes de este mundo (Zaqueo, rico desprendido, se salva). Cat. 2053.

10, 28-30 Estamos llamados a poner a Cristo por encima de cualquier otro amor, incluso sobre las relaciones familiares. La recompensa por sacrificarlo todo por seguir a Cristo supera cualquier posible recompensa terrenal; de ahí la frase “cien veces más” en la vida y la vida eterna en el cielo. Dios llama a algunos para servirlo más plenamente mediante una vida de celibato. Cat. 1618.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

2544 El precepto del desprendimiento de las riquezas es obligatorio para entrar en el Reino de los cielos.

2545 “Todos los cristianos han de intentar orientar rectamente sus deseos para que el uso de las cosas de este mundo y el apego a las riquezas no le impidan, en contra del espíritu de pobreza evangélica, buscar el amor perfecto” (Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, 42).

2053 El seguimiento de Jesucristo implica cumplir los mandamientos. La Ley no es abolida, sino que el hombre es invitado a encontrarla en la persona de su Maestro, que es quien le da la plenitud perfecta. En los tres evangelios sinópticos la llamada de Jesús, dirigida al joven rico, de seguirle en la obediencia del discípulo y en la observancia de los preceptos, es relacionada con el llamamiento a la pobreza y a la castidad. Los consejos evangélicos son inseparables de los mandamientos.

 

Concilio Vaticano II

Todos los cristianos, por tanto, están llamados y obligados a tener la santidad y la perfección de su propio estado de vida. Todos, pues, han de intentar orientar rectamente sus deseos para que el uso de las cosas de este mundo y el apego a las riquezas no les impidan, en contra del espíritu de pobreza evangélica, buscar la caridad perfecta. El Apóstol les aconseja: los que disfrutan de este mundo, no se queden en eso, pues este mundo es provisional (cf. 1 Cor 7, 31).

Lumen gentium, 42.

 

Notas exegéticas Biblia del Peregrino

10, 17-31 Tres enseñanzas sobre el poseer: la llamada de un rico (17-22), el impedimento de la riqueza (23-27), el galardón de la pobreza (28-31).

10, 17-22 El hombre plantea su consulta en términos tradicionales: hay que hacer para conseguir. Espiritualidad de obras. A tal planteamiento responde suficientemente el decálogo. Falta lo más importante, que es renunciar a la riqueza (legítima, cfr. Sal 112, 9) para seguir a Jesús.

10, 23-27 Es común en el Antiguo testamento la denuncia contra los que apoyan su existencia en la riqueza (p.ej. Sal 49, 7-8; Jr 17, 10 y Job 30, 24-25). Jesús añade a la enseñanza tradicional la confrontación con el “reino de Dios” y lo remacha con una comparación hiperbólica.

10, 28-31 Se diría que la tercera fase recae en la espiritualidad interesada, de remuneración. Incluso exacerbada por la distinción “en esta vida/en el mundo futuro”. Pero notemos que no habla de finalidad (“para”, 17), sino de consecuencia por la generosidad de Dios, “cien veces más”. Pero la “vida eterna” es siempre el “tesoro” reservado por Dios.

 

Comentarios de los Santos Padres.

El joven se había hecho orgulloso por la observancia de la ley, desconocía el fin de la ley que es Cristo y se creía justificado por las obras; sin entender que Jesús había venido a las ovejas perdidas de la casa de Israel, y que era imposible a la ley salvar a los creyentes mediante la fe en la justificación.

Hilario de Poitiers, Sobre la Trinidad, 9, 16. 2, pg. 199.

Quería saber del Maestro bueno aquel rico qué debía hacer para conseguir la vida eterna. Dígale el Maestro bueno – a quien él juzgaba hombre y nada más, pero que realmente es bueno porque es Dios –, dígale que si quiere conseguir la vida eterna, guarde los mandamientos, separe de sí lo amargo de la malicia y de la iniquidad; que no mate, no fornique, no hurte, no diga falsos testimonios, a fin de que aparezca la tierra seca y germine el honor de la madre y del padre y la dilección del prójimo.

Agustín, Confesiones, 13, 19, 24. 2, pg. 201.

El que decía haberlo hecho todo, al primer encuentro, no es capaz de vencer las riquezas.

Jerónimo, Carta a Juliano, 118, 4. 2, pg. 201.

Yo pienso que respondió que lo había guardado con más arrogancia que verdad.

Agustín. Carta a Hilario, 157, 4, 25. 2, pg. 201.

Abandona todo el mundo quien abandona lo que tiene y desea tener.

Agustín. Carta a Hilario, 157, 4, 39. 2, pg. 202.

 

San Agustín

Él tenía su gozo en esas riquezas; por eso preguntaba al Señor qué tenía que hacer de bueno para conseguir la vida eterna; deseaba dejar unos placeres para conseguir otros, y temía abandonar aquellos en los que encontraba su gozo. Por eso se alejó triste, volviendo a sus tesoros terrenos. No quiso confiar en el Señor, que puede conservar en el cielo que ha de perecer en la tierra. No quiso ser verdadero amador de su tesoro, poseyéndolo de forma inadecuada, lo perdió; amándolo con exceso, lo perdió. Pues si lo hubiese amado como debía, lo hubiese enviado al cielo, adonde le seguiría él después. El Señor el mostró un lugar a donde enviarlo, no uno donde perderlo. A continuación dice: Donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón. (Mt 6, 21).

Mira a quien prestas. Él alimenta y pasa hambre por ti; da y estás necesitado. Cuando da, quieres recibir; cuando está necesitado, no quieres dar. Cristo está necesitado cuando lo está un pobre. Quien está dispuesto a dar a todos los suyos la vida eterna, se ha dignado recibir de manera temporal en cualquier pobre.

Sermón 38, 7-8. II, pg. 1385.

 

San Juan de Ávila

 Y entiende con cuanta verdad dio Dios a Moisés que dijese a los hombres: El que es, me envió a vosotros (Ex 3, 14). Y lo que dijo el Señor en el Evangelio: Ninguno es bueno, sino solo Dios (Mc 10, 18).

Audi, filia (II), cap. 67. I, pg. 679.

Si ser bueno es nacer, ninguno puede nacer de sí mesmo. Ninguno se puede hacer bueno a sí, porque así como no hay más de un ser que dé ser a las criaturas, aquel que has de tener haslo de participar de aquel ser verdadero, que es Dios, y el bien que tuvieres, hate de venir de tu mano. Díjole uno, una vez, a nuestro Redemptor: Maestro bueno. Respondióle nuestro Señor: ¿A qué me llamas bueno? Que no hay más de un bueno, que es Dios (Mc 10, 17-18). – Pues, ¡cómo, Señor! ¿Vos no sois Dios? - ¿Por qué no queréis que os diga ése maestro bueno? Si aquel hombre conociera a Cristo, por Dios no lo tenía, sino por hombre santo. Y por eso respondió Cristo: “El nombre que me dices conviéneme, mas no me lo sabes dar; no hay bueno de sí mesmo si no es Dios”.

Lecciones sobre 1 San Juan (I), 17. II, pg. 263.

Este es el sentido de la Iglesia y de los santos; los cuales, como entendiesen que las riquezas son ocasión de muchos males y que es difícil ser uno bueno y templado entre ellas, y, por consiguiente, salvarse con ellas, según dice el Evangelio (cf. Mc 10, 25), quisieron que los clérigos no fuesen ricos, porque tuviesen vida desocupada para servir a Dios y camino seguro y fácil para ganar su reino.

Reformación del estado eclesiástico. II, pg. 501.

Y esto y otras cosas preciosas que Dios da a los que de esta manera lloran por él en este mundo, es el ciento tanto por uno que el Evangelio promete aun en este mundo a los que le siguen (Mc 19, 30), y es el reino de Dios que está dentro de nosotros, y es el gozo, que es fruto de Espíritu Santo.

Exposición de las bienaventuranzas, 10. II, pg. 807.

Y porque todo lo bueno es por su bondad, y sin ello nada sería – todo bueno tiene de Él la bondad –, por tanto se dice: Nemo bonus nisi solus Deus (Mc 10, 18). Él solo es bueno por esencia, y todo lo otro no tiene la bondad sino de Él.

Domingo 10 después de Pentecostés, 12. III, pg. 261.

¿Sabe la diferencia que hay entre el religioso que sirve a Dios y el que no le sirve? Yo se lo diré, por ver si bastará decírselo de palabra; y es breve de saber: que el religioso que sirve a Dios, tiene acá gloria de mayor perfección; y a la contra, el que a Dios no sirve, tiene acá infierno y después infierno perpetuo de mayor corrupción. ¿Quiérelo ver claro? Mire lo que dice nuestro Señor, Redentor y Mestro Jesucristo: Amen, dico vobis, nemo est qui reliquerit domun, aut fratres,…(cf. Mc 10, 29-30). Pues que me lo ha de pagar acá Dios cien veces tanto en este mundo, si le sirviere bien, en consolaciones y gustos espirituales, que no hay cosa, sin comparación en el mundo todo, que se pueda comparar con ésta, como lo sé de personas que sirve a Dios en la religión, que se lo paga Dios tan pagado acá, que no digamos cien veces, pero millares de millares más; y después con todo esto les da su gloria. Y al contrario, al que no anduviere bien en este camino, ¡qué lástima le es de haber! Que trabaja acá en una vida tan penosa como es la del religioso, que todos lo ven; está toda su vida sin consolación alguna, sino trabajo sobre trabajo; y después de esto, cuando piensa ir a descansar, se va a tomar nuevos tormentos y trabajos, muchos mayores que los primeros sin comparación, y aquéllos eternos, sin esperanza de haber fin de ellos.

A un discípulo. IV, pg. 537.

Mas todo esto, á[ni]ma, aunque precioso en sí, es poco comparado a lo que el Señor da: comparado a Él dándose a él, comenzando aquí y acabando en el otro siglo, como el Evangelio dice, que dará allá la vida eterna (Mc 10, 29s), en la cual Dios es poseído del que allá está. Este es el jornal grande, mucho, de que Dios dijo a Abraham (Gn 15, 1) y el que prometió a sus apóstoles en pago de las injusticias, miserias e persecuciones que por Él padeciesen. Y por ser tan grandes, les mandan que no estén tristes, sino alegres en medio de las persecuciones (Mt 5, 11s); y con esperanza de gozar de Dios, llevan con ligereza la carga de los trabajos.

A una religiosa. IV, pg. 727.

 

San Oscar Romero.

Seamos nosotros los que vamos a llevar esta iluminación de nuestra fe. Vivamos intensamente el llamamiento que Cristo nos ha hecho hoy a través de aquel joven que pregunta la gran pregunta que debe ser de todos nosotros ¿Será esto Reino de Dios o es reino de pecado? ¿Qué tenemos que hacer para salir de esta situación? Cristo nos dice con toda nitidez un camino que ya podemos comenzar a recorrer entre todos y cada uno en su conciencia y en su familia: "Guarda los mandamientos, vive 'el espíritu de pobreza y de desprendimiento. y, sobre todo, ven y sígueme".

Sigamos a Cristo, creamos en Él. Estemos seguros que no le falta a Dios, a Jesucristo, la potencia suficiente para salvar a nuestro pueblo si nosotros, en vez de darle la espalda como se la dio aquel joven que no tuvo el valor de seguirlo, le decimos como Pedro: "Lo hemos dejado todo, Señor, ¿qué podemos hacer por este pueblo? Seguramente el Señor nos inspirará lo que conviene hacer.

 

Papa Francisco. Angelus. 11 de octubre de 2015.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy, tomado del capítulo 10 de san Marcos, se articula en tres escenas, marcadas por tres miradas de Jesús.

La primera escena presenta el encuentro entre el Maestro y un hombre que —según el pasaje paralelo de san Mateo— es identificado como «joven». El encuentro de Jesús con un joven. Él corre hacia Jesús, se arrodilla y lo llama «Maestro bueno». Luego le pregunta: «¿qué haré para heredar la vida eterna?», es decir, la felicidad (v. 17). «Vida eterna» no es sólo la vida del más allá, sino que es la vida plena, realizada, sin límites. ¿Qué debemos hacer para alcanzarla? La respuesta de Jesús resume los mandamientos que se refieren al amor al prójimo. A este respecto, ese joven no tiene nada que reprocharse; pero evidentemente la observancia de los preceptos no le basta, no satisface su deseo de plenitud. Y Jesús intuye este deseo que el joven lleva en su corazón; por eso su respuesta se traduce en una mirada intensa, llena de ternura y cariño. Así dice el Evangelio: «Jesús se lo quedó mirando, lo amó» (v. 21). Se dio cuenta de que era un buen joven. Pero Jesús comprende también cuál es el punto débil de su interlocutor y le hace una propuesta concreta: dar todos sus bienes a los pobres y seguirlo. Pero ese joven tiene el corazón dividido entre dos dueños: Dios y el dinero, y se va triste. Esto demuestra que no pueden convivir la fe y el apego a las riquezas. Así, al final, el empuje inicial del joven se desvanece en la infelicidad de un seguimiento naufragado.

En la segunda escena, el evangelista enfoca los ojos de Jesús y esta vez se trata de una mirada pensativa, de advertencia: «Mirando alrededor, dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas”» (v. 23). Ante el estupor de los discípulos, que se preguntan: «Entonces, ¿quién puede salvarse?» (v. 26), Jesús responde con una mirada de aliento —es la tercera mirada— y dice: la salvación, sí, es «imposible para los hombres, no para Dios» (v. 27). Si nos encomendamos al Señor, podemos superar todos los obstáculos que nos impiden seguirlo en el camino de la fe. Encomendarse al Señor. Él nos dará la fuerza, Él nos da la salvación, Él nos acompaña en el camino.

Y así hemos llegado a la tercera escena, la de la solemne declaración de Jesús: En verdad os digo que quien deja todo para seguirme tendrá la vida eterna en el futuro y cien veces más ya en el presente (cf. vv. 29-30). Este «cien veces más» está hecho de las cosas primero poseídas y luego dejadas, pero que se reencuentran multiplicadas hasta el infinito. Nos privamos de los bienes y recibimos en cambio el gozo del verdadero bien; nos liberamos de la esclavitud de las cosas y ganamos la libertad del servicio por amor; renunciamos a poseer y conseguimos la alegría de dar. Lo que Jesús decía: «Hay más dicha en dar que en recibir» (cf. Hch 20, 35).

El joven no se dejó conquistar por la mirada de amor de Jesús, y así no pudo cambiar. Sólo acogiendo con humilde gratitud el amor del Señor nos liberamos de la seducción de los ídolos y de la ceguera de nuestras ilusiones. El dinero, el placer, el éxito deslumbran, pero luego desilusionan: prometen vida, pero causan muerte. El Señor nos pide el desapego de estas falsas riquezas para entrar en la vida verdadera, la vida plena, auténtica y luminosa. Y yo os pregunto a vosotros, jóvenes, chicos y chicas, que estáis ahora en la plaza: «¿Habéis sentido la mirada de Jesús sobre vosotros? ¿Qué le queréis responder? ¿Preferís dejar esta plaza con la alegría que nos da Jesús o con la tristeza en el corazón que nos ofrece la mundanidad?».

Que la Virgen María nos ayude a abrir nuestro corazón al amor de Jesús, a la mirada de Jesús, el único que puede colmar nuestra sed de felicidad.

 

Francisco. Angelus. 10 de octubre de 2021.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La liturgia de hoy nos propone el encuentro entre Jesús y un hombre que «tenía muchos bienes» (Mc 10, 22) y que ha pasado a la historia como “el joven rico” (cf. Mt 19, 20-22). No sabemos su nombre. En realidad, el Evangelio de Marcos habla de él como «uno», sin mencionar su edad ni nombre, para sugerir que todos podemos vernos en ese hombre, como en un espejo. Su encuentro con Jesús, de hecho, nos permite hacer un test sobre la fe. Leyendo esto me hago un test sobre mi fe.

Esta persona comienza con una pregunta: «¿Qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» (v. 17). Fijémonos en los verbos que usa: he de hacer – para tener. Esta es su religiosidad: un deber, un hacer para tener; “hago algo para conseguir lo que necesito”. Pero esta es una relación comercial con Dios, un do ut des. La fe, en cambio, no es un rito frío y mecánico, un “debo-hago- obtengo”. Es una cuestión de libertad y amor. La fe es cuestión de libertad, es cuestión de amor. Y aquí tenemos la primera pregunta del test: ¿qué es la fe para mí? Si es principalmente un deber o una moneda de cambio, estamos muy mal encaminados, porque la salvación es un don y no un deber, es gratuita y no se puede comprar. Lo primero que hay que hacer es deshacerse de una fe comercial y mecánica, que insinúa la falsa imagen de un Dios contable, un Dios controlador, no un padre. Y muchas veces en la vida podemos vivir esta relación de fe “comercial”: hago esto para que Dios me dé esto.

Jesús —segundo pasaje— ayuda a ese hombre ofreciéndole el verdadero rostro de Dios. Y así — dice el texto— «fijando en él su mirada, le amó» (v. 21): ¡esto es Dios! Aquí es donde nace y renace la fe: no de un deber, no de algo que hay que hacer o pagar, sino de una mirada de amor que ha de ser acogida. De este modo la vida cristiana resulta hermosa, si no se basa en nuestras capacidades y nuestros proyectos, sino que se basa en la mirada de Dios. Tu fe, mi fe ¿está cansada? ¿Quieres revitalizarla? Busca la mirada de Dios: ponte en adoración, déjate perdonar en la Confesión, párate ante el Crucifijo. En definitiva, déjate amar por Él. Este es el comienzo de la fe: dejarse amar por Él, que es padre.

Después de la pregunta y la mirada hay —tercer y último pasaje— una invitación de Jesús, que le dice: «Solo una cosa te falta». ¿Qué le faltaba a ese hombre rico? El don, la gratuidad: «Vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres» (v. 21). Esto es lo que quizás también nos falta a nosotros. A menudo hacemos lo mínimo indispensable, mientras que Jesús nos invita a hacer lo máximo posible. ¡Cuántas veces nos conformamos con los deberes —los preceptos, alguna oración y muchas cosas así—, mientras Dios, que nos da la vida, nos pide impulsos de vida! En el Evangelio de hoy se ve claramente este paso del deber al don; Jesús comienza recordando los mandamientos: «No mates, no cometas adulterio, no robes ...» etc. (v. 19), y llega a la propuesta positiva: “¡Ve, vende, da, sígueme! (cf. v. 21). La fe no puede limitarse a los noes, porque la vida cristiana es un sí, un sí de amor.

Queridos hermanos y hermanas, una fe sin don, una fe sin gratuidad es una fe incompleta, es una fe débil, una fe enferma. Podríamos compararla con un alimento rico y nutritivo que carece de sabor, o con un partido más o menos bien jugado pero sin goles: no, no va bien, falta “la sal”. Una fe sin don, sin gratuidad, sin obras de caridad al final nos entristece: como aquel hombre que, aunque mirado con amor por el mismo Jesús, volvió a casa «entristecido» y «apenado» (v. 22) . Hoy podemos preguntarnos: “¿Cuál es la situación de mi fe? ¿La vivo como algo mecánico, como una relación de deber o de interés con Dios? ¿Me acuerdo de alimentarla dejando que Jesús me mire y me ame?”. Dejarse mirar y amar por Jesús; dejar que Jesús nos mire, nos ame. “Y, atraído por Él, ¿correspondo con gratuidad, con generosidad, con todo el corazón?

Que la Virgen María, que dijo un sí total a Dios, un sí sin peros —no es fácil decir sí sin peros: la Virgen lo hizo, un sí sin peros—, nos haga gustar la belleza de hacer de la vida un don.

 

Benedicto XVI. Angelus. 14 de octubre de 2012.

Queridos hermanos y hermanas:

El Evangelio de este domingo (Mc 10, 17-30) tiene como tema principal el de la riqueza. Jesús enseña que para un rico es muy difícil entrar en el Reino de Dios, pero no imposible; en efecto, Dios puede conquistar el corazón de una persona que posee muchos bienes e impulsarla a la solidaridad y a compartir con quien está necesitado, con los pobres, para entrar en la lógica del don. De este modo aquella se sitúa en el camino de Jesús, quien —como escribe el apóstol Pablo— «siendo rico se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza» (2 Co 8, 9). Como sucede a menudo en los evangelios, todo empieza con un encuentro: el de Jesús con uno que «era muy rico» (Mc 10, 22). Se trataba de una persona que desde su juventud observaba fielmente todos los mandamientos de la Ley de Dios, pero todavía no había encontrado la verdadera felicidad; y por ello pregunta a Jesús qué hacer para «heredar la vida eterna» (v. 17). Por un lado es atraído, como todos, por la plenitud de la vida; por otro, estando acostumbrado a contar con las propias riquezas, piensa que también la vida eterna se puede «comprar» de algún modo, tal vez observando un mandamiento especial. Jesús percibe el deseo profundo que hay en esa persona y —apunta el evangelista— fija en él una mirada llena de amor: la mirada de Dios (cfr. v. 21). Pero Jesús comprende igualmente cuál es el punto débil de aquel hombre: es precisamente su apego a sus muchos bienes; y por ello le propone que dé todo a los pobres, de forma que su tesoro —y por lo tanto su corazón— ya no esté en la tierra, sino en el cielo, y añade: «¡Ven! ¡Sígueme!» (v. 22). Y aquél, sin embargo, en lugar de acoger con alegría la invitación de Jesús, se marchó triste (cf. v. 23) porque no consigue desprenderse de sus riquezas, que jamás podrán darle la felicidad ni la vida eterna.

Es en este momento cuando Jesús da a sus discípulos —y también a nosotros hoy— su enseñanza: «¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!» (v. 23). Ante estas palabras, los discípulos quedaron desconcertados; y más aún cuando Jesús añadió: «Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios». Pero al verlos atónitos, dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo» (cf. vv. 24-27). Comenta san Clemente de Alejandría: «La parábola enseña a los ricos que no deben descuidar la salvación como si estuvieran ya condenados, ni deben arrojar al mar la riqueza ni condenarla como insidiosa y hostil a la vida, sino que deben aprender cómo utilizarla y obtener la vida» (¿Qué rico se salvará? 27, 1-2). La historia de la Iglesia está llena de ejemplos de personas ricas que utilizaron sus propios bienes de modo evangélico, alcanzando también la santidad. Pensemos en san Francisco, santa Isabel de Hungría o san Carlos Borromeo. Que la Virgen María, Trono de la Sabiduría, nos ayude a acoger con alegría la invitación de Jesús para entrar en la plenitud de la vida.

 

 

Monición de entrada.

Cada domingo venimos a misa para estar con Dios.

Pero los cristianos no solo tenemos la obligación de venir a misa los domingos.

Además tenemos que portarnos bien con las mamás, papás, abuelos, hermanos, primos, amigos y todas las personas que conocemos.

 

 Señor, ten piedad.

Tú que tienes lastima de nosotros. Señor, ten piedad.

Tú que has sufrido como nosotros. Cristo, ten piedad.

Tú que nos has dado la vida.  Señor, ten piedad.

 

Peticiones.

-Por el Papa Francisco, los obispos, los sacerdotes y las personas catequistas. Te lo pedimos Señor.

-Por las personas que mandan en los países. Te lo pedimos Señor.

-Por las personas que ayudan a los demás. Te lo pedimos, Señor.

-Por las personas que sufren acoso. Te lo pedimos, Señor.

-Por nosotros, que debemos ser obedientes y ayudar sobre todo a nuestras madres, padres y abuelos. Te lo pedimos, Señor.

 

 Acción de gracias.

Virgen María. Te damos gracias por esta semana y por las veces que nos hemos portado bien en casa y la escuela.

 

ORACIÓN PARA EL CENTRE JUNIORS CORBERA Y PARROQUIAS DE CORBERA, FAVARA Y LLAURÍ.  DOMINGO 28 T.O.

EXPERIENCIA.

Toma conciencia de Dios en estos momentos. Descálzate de tus pensamientos.

Haz la señal de la cruz sobre tu frente, boca y corazón, pidiendo a Cristo que su espíritu guíe tus pensamientos, palabras y sentimientos hacia la voluntad del Padre expresada en las palabras del Hijo.

Imagina la tierra hace tres mil años. ¿En el lugar donde te encuentras qué habría? ¿Qué hay ahora?

Mira el vídeo publicado por la Editorial Verbo Divino:

https://www.youtube.com/watch?v=GfAXj4o7g98
¿Qué ocurrió cuando comenzamos a utilizar masivamente el carbón, el petróleo y los combustibles fósiles?

¿A qué ha conducido la explotación de estos recursos?

¿En qué ha cambiado la vida de las personas?

¿Cuál es la respuesta frente a la crisis ambiental que está alcanzado niveles altamente preocupantes?

¿Estás dispuesto a repensar las formas de consumo o más bien creemos que es tarea de los gobiernos y la industria y no nuestra?

El vídeo concluye con una pregunta: ¿Y tú qué estás haciendo para pagar la deuda con el planeta?

REFLEXIÓN.

Lectio.

Toma la Biblia y lee el evangelio de este domingo:

X Lectura del santo evangelio según san Marcos 10, 17-30.

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó un corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó:

-Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

Jesús le contestó:

-¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.

Él replicó:

-Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud.

Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo:

-Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme.

A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:

-¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!

Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió:

-Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.

Ellos se espantaron y comentaban:

-Entonces, ¿quién puede salvarse?

Jesús se les quedó mirando y les dijo:

-Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.

Pedro se puso a decirle:

-Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.

Jesús dijo:

-En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo cien veces más – casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones – y en la edad futura, vida eterna.

Imagina la escena: el camino, el joven, la mirada con ternura de Jesús, la mirada decepcionada del joven,…

Vuelve a leer el evangelio, deteniéndote en la frase que llame tu atención, que te diga algo que afecta a tu vida.

Meditatio

Sigue leyendo, preguntándote sobre el significado de las palabras de Jesús para los apóstoles y para ti.

El joven cree que la religión es cumplir unos preceptos, unos mandamientos. Jesús le pide más, le pide que se dé a sí mismo. Nuestra religión no es el cumplimiento de un código moral o ético, es un encuentro con una persona. Y todo encuentro es un camino sin límites, un darse sin buscar cerrar posibilidades. ¿Cómo es tu fe? ¿Das a Dios o te das Cristo y en él a los demás?

Busca las últimas palabras del vídeo en el evangelio que has leído. Este rico somos tú y yo, que vivimos en Europa, con toda clase de comodidades, gastando muchas veces más de lo que necesitamos. El ojo de la aguja es la puerta estrecha por donde pasan los camellos. Quienes viven satisfechos de sí mismos, comiendo la hierba dada por Dios a sus hermanos, gastando y malgastando, son camellos grandes, corpulentos. que no pueden pasar por la puerta del Evangelio sin la ayuda de Dios en los sacramentos y la práctica de un estricto régimen.

Vuelve a mirar-escuchar el vídeo.

Oratio.

Responde a Jesús las preguntas emitidas por el Papa Francisco: Yo os pregunto a vosotros, jóvenes, chicos y chicas, que estáis ahora en la plaza: «¿Habéis sentido la mirada de Jesús sobre vosotros? ¿Qué le queréis responder? ¿Preferís dejar esta plaza con la alegría que nos da Jesús o con la tristeza en el corazón que nos ofrece la mundanidad?».

Contemplatio.

Permanece en silencio, a la escucha del Espíritu Santo, de Jesús que te habla con su voz.

 

COMPROMISO.

Actio.

Piensa en una acción de cara a colaborar en frenar el cambio climático: reciclar, no consumir tanto papel, apagar las luces de casa que no necesites, controlar el consumo, comprar solo la comida que necesitas, …

 

CELEBRACIÓN.

Reza esta oración del Papa Francisco:

Dios omnipotente, Tú, que rodeas con tu ternura todo lo que existe, derrama en nosotros la fuerza de tu amor para que cuidemos la vida y la belleza. Inúndanos de paz, para que vivamos como hermanos y hermanas, sin dañar a nadie. Dios de los pobres, ayúdanos a rescatar a los abandonados y olvidados de la tierra que tanto valen a tus ojos. Sana nuestras vidas para que seamos protectores y no depredadores, para que sembremos hermosura y no contaminación y destrucción.

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