martes, 1 de octubre de 2024

227. Domingo 27 T. O. 6 de octubre de 2024.

 


Primera lectura.

Lectura del libro del Génesis 2, 18-24.

El Señor Dios se dijo:

-No es bueno que el hombre esté solo; voy a hacerle a alguien como él, que le ayude.

Entonces el Señor Dios modeló de la tierra todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo, y se los presentó a Adán, para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que Adán le pusiera. Así Adán puso nombre a todos los ganados, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo; pero no encontró ninguno como él, que le ayudase. Entonces el Señor Dios hizo caer un letargo sobre Adán, que se durmió; le sacó una costilla y le cerró el sitio con carne. Y el Señor Dios formó, de la costilla que había sacado de Adán, una mujer, y se la presentó a Adán. Adán dijo:

-¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será “mujer”, porque ha salido del varón”. Por eso abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.

 

Textos paralelos.

 Yahvé modeló del suelo todos los animales del campo.

Qo 3, 20: Todos caminan al mismo lugar, todos vienen del polvo y todos vuelven al polvo.

Le quitó una de las costillas y rellenó el vacío con carne.

1 Co 11, 8-9: Pues no procede el varón de la mujer, sino la mujer del hombre. Y no fue creado el varón para la mujer, sino la mujer para el varón.

1 Tm 2, 13: Pues Adán fue creado primero y Eva después.

Por eso deja el hombre a su padre y a su madre.

Mt 19, 5: Y dijo: por eso abandona un hombre a sus padres, se junta a su mujer y los dos se hacen una sola carne.

Ef 5, 21: Someteos unos a otros en atención a Cristo.

1 Co 6, 16: O ¿no sabéis que quien se une a una prostituto se hace un cuerpo con ella? Pues se dice que formarán los dos una sola carne.

 

Notas exegéticas.

2 18 El relato de la creación de la mujer no es más que una transición a , no es la continuación lógica de 14-17, porque ahí “hombre” se toma colectivamente e incluye al varón y a la mujer. No obstante, tiene una función en el relato de la creación del hombre. Desde el punto de vista de la tradición, los vv. 18-24 son la continuación lógica del v. 7 (y 8), a pesar de que el pasaje se encuentra ahora un poco lejos como consecuencia del arreglo del autor, que ha preferido narrar la formación de la mujer justo antes del momento en que va a jugar un papel activo en la transgresión.

2 19 El animal es calificado de “ser viviente” (lit. “soplo de vida”) como el hombre. El autor insiste de momento en el estrecho vínculo entre el ser humano y el animal antes de precisar la superioridad de aquel. El hombre va a dar nombres particulares a las diferentes especies de animales, manifestando así su capacidad de discernimiento y su poder, si bien , no encuentra una ayuda adecuada en la creación animal.

2 21 La carne (basar) es ante todo, en el animal y en el hombre, la “carne-comida”, los músculos. Es también el cuerpo entero y, por tanto, el vínculo familiar, incluso la humanidad o el conjunto de los seres vivientes (“toda carne” 6, 17). El alma o el espíritu animan la carne sin mezclarse con ella, haciéndola sirviente. Sin embargo, la “carne” subraya con frecuencia lo que de frágil y perecedero hay en el hombre y poco a poco se irá percibiendo cierta oposición entre los dos aspectos del hombre viviente. El hebreo no tiene una palabra para decir “cuerpo”; el NT suplirá esta laguna promoviendo sôma junto a sarx, ver Rm 7, 5.

2 22 Imagen que expresa la relación que une al hombre y a la mujer y que les une en el matrimonio.

2 23 El hebreo juega con la palabra ’ts, “hombre, varón” y su femenino ’issa “mujer”, y la letra “varona”.

 

Salmo responsorial

Salmo 128 (127).

 

Que el Señor nos bendiga

todos los días de nuestra vida. R/.

Dichoso el que teme al Señor

y sigue sus caminos.

Comerás del fruto de tu trabajo,

serás dichoso, te irá bien. R/.

 

Tu mujer, como parra fecunda,

en medio de tu casa;

tus hijos, como renuevos de olivo,

alrededor de tu mesa.  R/.

 

Esta es la bendición del hombre

que teme al Señor.

Que el Señor te bendiga desde Sión,

que veas la prosperidad de Jerusalén

todos los días de tu vida.  R/.

 

Que veas a los hijos de tus hijos.

¡Paz a Israel!  R/.

 

Textos paralelos.

 

Dichosos los que temen a Yahvé.

Sal 112, 1: Aleluya. Dichoso el que respeta al Señor y es entusiasta de sus mandatos.

Sal 37, 3-5: Confía en el Señor y haz el bien, habita una tierra y cultiva la fidelidad; sea el Señor tu delicia y te dará lo que pide tu corazón. Encomienda al Señor tu camino, confía en él, que él actuará.

Del trabajo de tus manos comerás.

Sal 112, 3: En su casa habrá riquezas y abundancia, su justicia se afirma siempre.

Tu esposa, como parra fecunda.

Pr 31, 10: Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Vale mucho más que los corales.

Pr 31, 28: Sus hijos se levantan para felicitarla, su marido proclama su alabanza.

Tus hijos como brotes de olivo.

Sal 144, 12: Sean nuestros hijos un plantío, crecidos desde la adolescencia; sean nuestras hijas columnas talladas, estructura de un templo.

Jb 29, 5: El Todopoderoso estaba conmigo y me rodeaban mis hijos.

Bendígate Yahvé desde Sión.

Sal 134, 3: El Señor te bendiga desde Sión, el que hizo el cielo y la tierra.

Sal 20, 3: Que envíe refuerzos desde el santuario, que te apoye desde Sión.

Sal 122, 9: Por la casa del Señor nuestro Dios te deseo todo bien.

Todos los días de tu vida.

Gn 50, 23: [José] llegó a conocer a los hijos de Efraín hasta la tercera generación, y también a los hijos de Maquir, hijo de Manasés, y se los puso en el regazo.

Jb 42, 16: Después Job vivió ciento cuarenta años y conoció a sus hijos, nietos y biznietos.

Pr 17, 6: Corona de los ancianos son los nietos, honra de los hijos son los padres.

Paz a Israel.

Sal 125, 5: A los que siguen sendas tortuosas que los conduzca el Señor con los malhechores. ¡Paz a Israel!

Ga 6, 16: Paz y misericordia para cuantos siguen esta norma, el Israel de Dios.

 

Notas exegéticas.

128 Este salmo celebra la felicidad doméstica que Dios concede al justo, según la doctrina de los Sabios sobre la retribución temporal.

 

Segunda lectura.

Lectura de la carta a los Hebreos 2, 9-11.

Hermanos:

Al que Dios había hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pasión y muerte. Pues, por la gracia de Dios, gustó la muerte por todos. Convenía que aquel, para quien y por quien existe todo, llevara muchos hijos a la gloria perfeccionando mediante el sufrimiento al jefe que iba a guiarlos a la salvación. El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos.

 

Textos paralelos.

Sin embargo, si vemos a Jesús, que fue hecho inferior a los ángeles.

Flp 2, 6-11: El cual a pesar de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios; sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres. Y mostrándose en figura humana se humilló, se hizo obediente hasta la muerte, una muerte en cruz. Por eso Dios lo exaltó y le concedió un título superior a todo título, para que, ante el título de Jesús, toda rodilla se doble, en el cielo, la tierra y el abismo; y toda lengua confiese para gloria de Dios Padre: ¡Jesucristo es Señor!

Aquel por quien y para quien existe todo.

Rm 11, 36: De él, por él, para él existe todo. A él la gloria por los siglos. Amén.

1 Co 8, 6: Para nosotros existe un solo Dios, el Padre, que es principio de todo y fin nuestro, y existe un solo Señor, Jesucristo, por quien todo existe y también nosotros.

Mediante el sufrimiento.

Hb 5, 9: Ya consumado llegó a ser para cuantos le obedecen causa de salvación eterna.

Hch 3, 15: Y disteis muerte al Príncipe de la vida. Dios lo ha resucitado de la muerte y nosotros somos testigos de ello.

Jn 17, 19: Por ellos me consagro, paa que queden consagrados con la verdad.

 

Notas exegéticas.

2 9 (a) La coronación “de gloria y honor” implica, o la proclamación regia, o bien la consagración sacerdotal.

2 9 (b) “Por la gracia de Dios”, var., con pocos testigos: “excepto Dios”. Se trata sin duda de una glosa, tal vez para subrayar la impasibilidad de la divinidad de Cristo: Jesús sufrió solo como hombre; o alude al grito de Jesús en la cruz. Finalmente puede entenderse que Cristo sufrió por todos, excepto por Dios.

2 10 Los sufrimientos y la muerte de Cristo, en cumplimiento de la voluntad del Padre, hacen perfecto a Cristo en cuanto Salvador, encargado de introducir a los hombres en la gloria de Dios. El verbo “perfeccionar”, “dar cumplimiento”, aparece varias veces en la Epístola para evocar los diversos efectos de la obra de Cristo en la relación del hombre con Dios;, pero evoca también el rito de consagración de los sacerdotes: la acción de “llenar las manos (con las víctimas)”, Ex 29, que la LXX traduce por “cumplimiento”. Este rito habilitaba al sacerdote para comparecer ante la presencia de Dios en el santuario.

2 11 También podría traducirse, según el contexto: “santificador y santificados forman un todo único”. Los vv. siguientes insisten en esta comunidad de carne y sangre, que el Hijo de Dios ha querido asumir, y por tanto sirven como de introducción al tema esencial de la epístola, el de Cristo sumo sacerdote.

 

Evangelio.

X Lectura del santo evangelio según san Marcos 10, 2-16.

En aquel tiempo, acercándose unos fariseos, preguntaban a Jesús para ponerlo a prueba:

-¿Le es lícito al hombre repudiar a su mujer?

Él les replicó:

-¿Qué os ha mandado Moisés?

Contestaron:

-Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla.

Jesús les dijo:

-Por la dureza de vuestro corazón dejó escrito Moisés este precepto. Pero al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.

En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo:

-Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.

Acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos los regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo:

-Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios. En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.

Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos.

 

Textos paralelos.

 

Mc 10, 2-16

Mt 19, 1-9; 13-15

Lc 18, 15-17

 

 

 

 

 

 

 

Se acercaron unos fariseos y, para ponerlo a prueba, le preguntaron:

-¿Puede un hombre repudiar a su mujer?

Le contestó:

-¿Qué os mandó Moisés?

 

Respondieron:

-Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla.

Jesús les dijo:

-Porque sois obstinados escribió Moisés semejante precepto. Pero al principio de la creación Dios los hizo hombre y mujer,

 

 y por eso abandona un hombre a su padre y a su madre, se une a su mujer, y los dos se hacen una carne. De suerte, que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha juntado que el hombre no lo separe.

 

 

 

 

 

 

Entrados en casa, le preguntaron de nuevo los discípulos acerca de aquello.

 

Él les dice:

 

 

 

 

 

 

 

-Quien repudia a su mujer y se casa con otra comete adulterio contra la primera. Si ella se divorcia del marido y se casa con otro, comete adulterio.

 

 

Le traían niños para que los tocase,

 

 

 

y los discípulos los reprendían. Jesús al verlo, se enfadó y dijo:

 

-Dejad que los niños se acerquen a mí; no se lo impidáis, porque el reino de Dios pertenece a los que son como ellos.

 

Os aseguro, quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.

 

Los acariciaba y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.

Cuando terminó Jesús este discurso, se trasladó de Galilea a Judea, al otro lado del Jordán. Lo seguía un gentío inmenso, y él los curaba allí.

 

Se acercaron unos fariseos y, para ponerlo a prueba, le preguntaron:

-¿Puede uno repudiar a su mujer por cualquier cosa?

Él contestó:

 

 

 

 

 

 

 

-¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo hombre y mujer? y dijo:

 

 

 

 por eso abandona un hombre a sus padres, se junta a su mujer y los dos se hacen una sola carne. De suerte que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha juntado que el hombre no lo separe.

 

Le replicaron:

-Entonces, ¿por qué Moisés mandó darle acta de divorcio al repudiarla?

 

 

 

 

 

Les respondió:

 

-Por vuestro carácter inflexible os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres. Pero al principio no era así.

 

Os digo que quien repudia a su mujer – si no es en caso de concubinato – y se casa con otra, comete adulterio, y el que se casa con la divorciada comete adulterio.

 

 

Entonces le llevaron unos niños para que pusiera las manos sobre ellos y pronunciara una oración.

 

Los discípulos los reprendían. Pero Jesús dijo:

 

 

-Dejad a los niños y no les impidáis acercarse a mí, pues el reino de Dios pertenece a los que son como ellos.

 

 

 

 

 

Puso las manos sobre ellos y se marchó.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Le acercaron también unos críos para que los tocara.

 

 

 

Los discípulos al verlo les reprendían. Pero Jesús los llamó diciendo:

 

-Dejad que los niños se acerquen y no se lo impidáis, pues a esos tales les pertenece el reino de Dios.

 

Os aseguro que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.

¿Qué os prescribió Moisés?

Dt 24, 1: Si uno se casa con una mujer y luego no le gusta, porque descubre en ella algo vergonzoso, le escribe el acta de divorcio, se la entrega y la echa de casa.

Desde el comienzo de la creación Él los hizo varón y hembra.

Gn 1, 27: Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

Gn 2, 24: Por eso un hombre abandona padre y madre, se junta a su mujer y se hacen una sola carne.

Ya en casa, los discípulos.

Mc 7, 24: Desde allí se puso en camino y se dirigió al territorio de Tiro. Entró en una casa con intención de pasar desapercibido, pero no logró ocultarse.

Se enfadó.

Lc 9, 47: Jesús sabiendo lo que pensaban, acercó un niño, lo colocó junto a sí.

 

Notas exegéticas Biblia de Jerusalén.

10 7 Adicción: “y se adherirá a su mujer”, ver Gn 2, 24 y Mt 19, 5.

10 12 Esta cláusula es reflejo del derecho romano, porque el derecho judío solamente concedía el derecho de repudio al hombre y no a la mujer.

2 15 La expresión “como un niño” puede ser una aposición[1] del sujeto (el que) o bien del complemento (el Reino de Dios). Es decir, hay que ser como un niño para acoger el Reino o bien acoger el Reino como se acoge a un niño. Del v. 14 (“los que son como estos”) se deduce que Mc piensa en el primer sentido. Mt 18, 3 lo explicita de este modo, mientras que Lc 18, 17 ha conservado la fórmula de Mc. Los niños y quienes se les parecían vivían en una situación de dependencia absoluta; era de hecho el estatuto de los niños en la sociedad de entonces. El niño no era símbolo de inocencia, sino de obediencia y disponibilidad. Quien acoge la buena nueva del Reino con tales disposiciones (v. 15), sin condiciones, entra inmediatamente en el Reino.

10 16 Mc es el único que menciona esta bendición. No se trata de una palabra o de un simple gesto; significa más bien el don del Reino.

 

Notas exegéticas Nuevo Testamento, versión crítica.

2-12 La unidad e indisolubilidad del matrimonio natural, según lo quiso Dios (Gn 2, 23ss), no fueron siempre observadas. Jesús, con su autoridad superior a la de Moisés, dignifica la institución matrimonial restableciendo su unidad frente a la poligamia, y su indisolubilidad frente al divorcio. Como corona, el matrimonio empieza a ser sacramento de la nueva ley. La unidad, indisolubilidad y sacramentalidad del matrimonio cristiano, son verdades de fe definidas por la Iglesia católica (H. Denzinger – A. Schönmetzer 1601-1801; 1802; 1805; 1807).

2 ¿PUEDE… (LA) MUJER (=la esposa?: lit. si es lícito a marido mujer repudiar.

4 Jesús les ha preguntado qué “ordenó” Moisés en nombre de Dios; ellos responden lo que Moisés “concedió”; pero lo que importa es el mandamiento de Dios (que Jesús interpreta citando dos pasajes del Génesis), no la dispensa del hombre; el sentido del matrimonio en el plan de Dios, no sus desviaciones. Al remitir a la voluntad de Dios en la creación, antes del pecado, la consecuencia es que ningún hombre tiene autoridad para romper lo que Dios unió.

5 LA DUREZA DE CORAZÓN (obstinación, terquedad en mantenerse en la desorientación radical de todo el ser) de sus oyentes es lo único que llegó a irritar a Jesús, a colmar su paciencia (3, 5).

6 DESDE EL PRINCIPIO: si se piensa en un aramaísmo, esta expresión sería: “Al principio” (como en Gn 1,1).

9 UNIÓ: lit. unció al mismo yugo: “hizo cón-yuges”. Esa voluntad de Dios es la que (EL) HOMBRE quebranta en el divorcio, que es “una ofensa grave a la ley natural” (Cat. 2384).

11-12 CONTRA SU ESPOSA: lit. contra ella (que resultaría ambiguo en la traducción); puede entenderse incluso como semitismo: con ella (con la segunda mujer). Puesto que una mujer judía no podía divorciarse, porque era derecho (¡) exclusivo del marido, el v. 12 podría ser una explicación para lectores de Mc que no se regían por el derecho judío; o podría ser la traducción incorrecta deun original arameo que Lc 16, 18 entendió bien.

13 LOS REPRENDIERON: no a los niños, sino a quienes los llevaban.

14 En la literatura rabínica LOS NIÑOS (lit. los niñitos) forman terna frecuente con los sordomudos e idiotas. Su valor legal y religioso era cero a la izquierda, por eso, es más llamativo que se diga que DE LOS (QUE SON) COMO ELLOS, de gente “así” que no vale nada ante los hombres ES EL REINO DE DIOS.

 

Notas exegéticas desde la Biblia Didajé.

10, 1-12 Juan el Bautista fue ejecutado por Herodes en gran parte debido a su predicación sobre el tema del divorcio y el volverse a casar. Frente a los fariseos, Cristo aclaró que si bien Moisés permitió el divorcio (por la dureza de sus corazones), el plan original de Dios sobre el matrimonio implicaba a un hombre y a una mujer unidos en un exclusivo e indisoluble vínculo de por vida. Cat. 1612-1617.

10, 4 Moisés permitió el divorcio como protección para las mujeres que se quedaban solas sin ningún apoyo financiero o protector. Cristo restauró el matrimonio a su estado original diseñado por Dios y lo elevó a la categoría de sacramento de la Nueva Alianza, que otorga la gracia de amar con la caridad de Cristo y de soportar los apuros propios del matrimonio y la crianza de los hijos. Cat. 1609-1611.

10, 8s En el matrimonio, Dios estableció que un hombre y una mujer “se hacen una sola carne” en una unión de entrega mutua y fiel de sí mismo. Entre bautizados, “el matrimonio rato y consumado no puede ser disuelto por ningún poder humano, ni por ninguna causa fuera de la muerte” (Código de Derecho Canónico, canon 1141). Cat 1625-1632, 1638-1643, 2364 y 382.

10, 11s Aunque el divorcio es admisible con arreglo al derecho civil de la mayoría de países, no puede disolverse el matrimonio contraído válidamente. Según las enseñanzas de nuestro Señor, un bautizado válidamente casado que obtiene un divorcio civil y que luego contrae matrimonio con otra persona (sin una declaración de nulidad canónica) comete adultero. A pesar del estado civil del matrimonio, el matrimonio sigue siendo válido a los ojos de Dios, y cualquier matrimonio adicional sería nulo. Aquellos que en válido matrimonio intentan volverse a casar o llevar a cabo una relación sexual con otra persona, cometen un pecado grave y deben abstenerse de recibir la Eucaristía. La Iglesia ve con comprensión a aquellos que se encuentran en circunstancias difíciles y les invita a la conversión. Cat. 1649-1651, 2380.

10, 13-16 La entrada en el reino de Dios, que consiste en una íntima inmersión en la vida de Cristo, requiere una confianza filial y la aceptación de todo lo enseñado por Cristo. Cat. 699, 1261.

10, 14 Dejad que los niños se acerquen a mí: la Iglesia siempre ha enseñado la gran importancia del bautismo infantil. Este sentimiento se refleja también en la práctica llevada a cabo en las Iglesias Orientales, que administran los tres sacramentos de la iniciación (bautismo, confirmación y Eucaristía) a los bebés, repitiendo las palabras: “Dejad que los niños se acerquen a mí” antes de la recepción de la sagrada Comunión. En cuanto a los niños que mueren sin el bautismo, la Iglesia nunca ha hecho una declaración definitiva pero proclama firmemente la esperanza de que sean recibidos en el Cielo, y por lo tanto encomienda estas almas inocentes a la misericordia de Dios, como se muestra en el rito de exequias de estos niños. Cat. 1244 y 1261.

 

Catecismo de la Iglesia Católica.

1614 En su predicación, Jesús enseñó sin ambigüedad el sentido original de la unión del hombre y la mujer, tal como el Creador quiso al comienzo: la autorización, dada por Moisés, de repudiar a la propia mujer era una concesión a la dureza del corazón; la unión matrimonial del hombre y la mujer es indisoluble: Dios mismo la estableció: “Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre” (Mt 19, 6).

1615 Esta insistencia, inequívoca, en la indisolubilidad del vínculo matrimonial pudo causar perplejidad y aparecer como una exigencia irrealizable. Sin embargo, Jesús no impuso a los esposos una carga imposible de llevar y demasiado pesada, más pesada que la Ley de Moisés. Viniendo para restablecer el orden inicial de la creación perturbado por el pecado, da la fuerza y la gracia para vivir el matrimonio en la dimensión nueva del Reino de Dios. Siguiendo a Cristo, renunciando a sí mismos, tomando sobre sí sus cruces, los esposos podrán “comprender” el sentido original del matrimonio y vivirlo con la ayuda de Cristo. Esta gracia del Matrimonio cristiano es un fruto de la Cruz de Cristo, fuente de toda vida cristiana.

 

Concilio Vaticano II

El matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia naturaleza a la procreación y la educación de la prole. Los hijos son, ciertamente, el don más excelente del matrimonio y contribuyen mucho al bien de los mismos padres. El mismo Dios, que dijo “no es bueno que el hombre esté solo” (Gen 2, 18) y que “hizo desde el principio al hombre, varón y mujer” (Mt 19, 4), queriendo comunicarle cierta participación especial en su propia obra creadora, bendijo al varón y a la mujer diciendo: “Creced y multiplicaos” (Gen 1, 8). De ahí que el cultivo verdadero del amor conyugal y todo el sistema de vida familiar que de él procede, sin posponer los otros fines del matrimonio, tienden a que los esposos estén dispuestos con fortaleza de ánimo a cooperar con el amor del Creador y Salvador, que por medio de ellos aumenta y enriquece su propia familia cada día más.

En el deber de transmitir la vida humana y educarla, que han de considerar como su misión propia, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios Creador y en cierta manera sus intérpretes. Por ello, cumplirán su tarea con responsabilidad humana y cristiana, y con dócil reverencia hacia Dios, de común acuerdo y con un esfuerzo común, se formarán un recto juicio, atendiendo no solo a su propio bien, sino también al bien de los hijos, ya nacidos o que prevén llegar, discerniendo las condiciones de los tiempos y del estado de vida, tanto materiales como espirituales, y, finalmente, teniendo en cuenta el bien de la comunidad familiar, de la sociedad temporal y de la propia Iglesia. En último término, son los mismos esposos los que deben formar este juicio ante Dios. En su modo de obrar, los esposos cristianos deben ser conscientes de que ellos no pueden proceder según su arbitrio, sino que deben regirse siempre por la conciencia que ha de ajustarse a la misma ley divina, dóciles al Magisterio de la Iglesia, que interpreta auténticamente esta ley a la luz del Evangelio. Esta ley divina muestra la significación plena del amor conyugal, lo protege y lo impulsa a su perfección verdaderamente humana. Así, los esposos cristianos, confiando en la divina Providencia y cultivando el espíritu de sacrificio, glorifican al Creador y tienden a la perfección en Cristo cuando cumplen su tarea de procrear con generosa, humana y cristiana responsabilidad. Entre los cónyuges que cumplen de este modo la tarea que les ha sido confiada por Dios, merecen una mención especial los que con prudencia y de común acuerdo aceptan con generosidad una prole incluso muy numerosa para educarla dignamente.

Pero el matrimonio no ha sido instituido solo para la procreación sino que su mismo carácter de alianza indisoluble entre personas y el bien de la prole exigen que también el amor mutuo de los esposos se manifieste, progrese y madure según un orden recto. Por ello, aunque la prole, tan deseada muchas veces, falte, el matrimonio, como amistad y comunión de vida toda, sigue existiendo y conserva su valor e indisolubilidad.

Constitución Gaudium et spes, 50.

 

Comentarios de los Santos Padres.

El origen mismo del género humano es una garantía para estimular la ley del matrimonio único, pues testimonia la norma que Dios estableció al comienzo y que ha de ser observada en la posteridad. Después de haber formado al hombre, vio previsible la necesidad de que tuviera una compañera, y de una de sus costillas modeló para el hombre una mujer, una sola.

Tertuliano. Exhortación a la castidad, 5, 1. II, pg. 194.

¡Qué unión la de los dos cristianos, unidos por una sola esperanza, un solo deseo, una sola disciplina, el mismo servicio! Ambos son hermanos, ambos son consiervos; nada les separa, ni en el espíritu ni en la carne; al contrario, ellos son verdaderamente “dos en una sola carne”. Donde hay una carne hay un solo espíritu: rezan a la vez, se postran a la vez, ayunan a la vez; se instruyen mutuamente, se exhortan mutuamente, se alientan mutuamente. Son iguales el uno y el otro en la Iglesia de Dios, en el banquete de Dios, en las pruebas, en las persecuciones y en los consuelos. Ninguno tiene celos del otro, ninguno engaña al otro, ninguno es gravoso para el otro.

Tertuliano. A su esposa, 2, 8, 6-8. II, pg. 195.

La declaración del Señor respecto a la indisolubilidad del matrimonio, excepto en caso de fornicación, se refiere por igual tanto a los hombres como a las mujeres.

Basilio el Grande, Carta a Anfiloquio, 188, 9. II, pg.195.

La mujer está unida a su marido mientras viva. Por consiguiente, también el varón está ligado mientras viva su mujer. Esta unión hace que no pueda contraerse un nuevo matrimonio que no sea una unión adulterina. Si ella se casa con otro y él con otra, de dos adúlteros se hacen cuatro necesariamente. Más criminal es el adulterio del que abandonó a su mujer inocente y tomó otra, y Mateo cita esta clase de adulterio (Mt 19, 9); pero no solo es adúltero él, sino que como está escrito en Marcos, “cualquiera que abandonare a su mujer y tomare otra, comete adulterio sobre ella; y si la mujer abandonase a su marido y se casase con otro, comete adulterio.

Agustín. Las uniones adulterinas, 2, 9, 8. II, pg. 196.

Enseña que no se debe tentar a los débiles, para no hacer caer sobre nosotros las faltas de esos cuyas plegarias tienen un gran poder ante el Señor, y aunque ellos son pobres, atendiendo al mérito de sus virtudes, sin embargo, están patrocinados por los ángeles.

Ambrosio. Tratado sobre el Ev. de Lucas, 8, 63. II, pg. 197.

 

San Agustín

Se me acerca un potentado del siglo. Ha reñido con su mujer o, quizá, siente deseos de la de otro, más hermosa, o de otra más rica. Quiere abandonar a la que tiene pero, con todo, no lo hace. Escucha al siervo de Dios, escucha al profeta, al apóstol y no lo lleva a efecto. Escucha a aquel que tiene en sus manos la espada de doble filo: “No lo hagas, no te es lícito, Dios no te permite abandonar a tu mujer, a no ser por causa de fornicación” (Mt 5, 32). Escucha estas palabras, se llena de temor y no lo hace. Sus pies ya se deslizaban hacia la caída, pero le sujetaron los grillos; tiene cadenas de hierro, tema a Dios. Se le dice: “Dios te condenará, si lo haces; el juez que está por encima de todos, oirá el gemido de tu esposa y te convertirás en reo en su presencia”. Por un lado le halaga la concupiscencia, por otro le aterra el castigo. Se encaminaba a consentir a la perversa perversión, si no le hubiese retenido las cadenas de hierro.

Pero hay más. Uno dice: “De ahora en adelante, quiero vivir en continencia; no quiero ya mujer”. “No puedes. ¿Qué sucede si quieres tú y ella no quiere? ¿Acaso debe convertirse en adúltera a causa de tu continencia? Si viviendo tú se casa con otro, será adúltera. Dios no quiere compensar tal daño con esa ganancia. Da el débito conyugal; aunque no lo exijas, dalo. Dios te computará como santidad perfecta si no exiges lo que tu esposa te debe, pero le das a ella lo que le debes.

Comentario al salmo 149, 15. II, pg. 1352.

 

San Juan de Ávila

 

Si deseáis hallarle, no dudéis perder padre y madre, y hermanos y casa, y aun vuestra propia vida, por Él (cf. Mc 10, 10-20).

Audi, filia (I). OC I, pg. 508.

-Qué es eso, padre, es casamiento? – Parece que es eso lo que Jesucristo dijo: serán dos en una carne (Mc 10, 8). - ¿Qué es esto, que Dios, que el Espíritu Santo se haga uno con el hombre?

Martes de Pentecostés. OC III, pg. 399.

No es cosa acostumbrada a los maridos fieles desamparar a sus esposas en manos de sus enemigos. Y si en la tierra, donde tan poco amor hay, esto pasa, ¿qué pensáis que será donde Cristo es esposo vuestro, sino muy más defenderos? Quien por amores perdió su vida, ¿dejaros ha perder tan ligero?

A una doncella que había comenzado a servir a Dios. OC IV, pg. 203.

 

San Oscar Romero.

Nadie se casa sólo para ser felices los dos; el matrimonio tiene una gran función social, tiene que ser antorcha que ilumina a su alrededor a otros matrimonios caminos de otras liberaciones. Tiene que salir del hogar el hombre, la mujer capaz de promover después en la política, en la sociedad, en los cambios de la justicia, los cambios que son necesarios y que no se harán mientras los hogares se opongan; en cambio, será tan fácil cuando desde la intimidad de cada familia se vayan formando esos niños y esas niñas que no pongan su afán en tener más sino en ser más. No en atraparlo todo sino en darse a manos llenas a los demás. Hay que educarse para el amor. No es otra cosa la familia que amar y amar es darse, amar es entregarse al bienestar de todos, es trabajar por la felicidad común...

Que cada uno como padre de familia, como madre de familia, como hijo, como novia, como abuelos, como simplemente huéspedes de un hogar, seamos artífices de paz.  

Homilía. 30 septiembre 1979.

 

Papa Francisco. Angelus. 4 de octubre de 2015.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Ha concluido hace poco en la basílica de San Pedro la celebración eucarística con la cual hemos dado inicio a la Asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos. Los padres sinodales provenientes de todas las partes del mundo y reunidos entorno al sucesor de Pedro, reflexionarán durante tres semanas sobre la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en la sociedad, para lograr un atento discernimiento espiritual y pastoral.

Tendremos la mirada fija en Jesús para individuar, basándonos en sus enseñanzas de verdad y de misericordia, los caminos más oportunos para un compromiso adecuado de la Iglesia con las familias y para las familias de manera que el plan original del Creador para el hombre y la mujer pueda realizarse y obrar en toda su belleza y fuerza en el mundo de hoy.

La liturgia de este domingo propone justamente el texto fundamental del Libro del Génesis, sobre la complementariedad y reciprocidad entre el hombre y la mujer (cf. Gn 2, 18-24). Por eso —dice la Biblia— abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne, es decir, una sola vida, una sola existencia (cf. v. 24). En tal unidad los cónyuges transmiten la vida a los nuevos seres humanos: se convierten en padres. Participan de la potencia creadora de Dios mismo.

Pero, ¡atención! Dios es amor y se participa de su obra cuando se ama con Él y como Él. Con tal finalidad —dice san Pablo— el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado (cf. Rm 5, 5). Y este es también el amor donado a los esposos en el sacramento del matrimonio.

Es el amor que alimenta su relación a través de alegrías y dolores, momentos serenos y difíciles.

Es el amor que suscita el deseo de generar hijos, de esperarlos, acogerlos, criarlos, educarlos.

Es el mismo amor que, en el Evangelio de hoy, Jesús manifiesta a los niños: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios» (Mc 10, 14).

Pidamos hoy al Señor que todos los padres y los educadores del mundo, como también la sociedad entera, sean instrumentos de la acogida y el amor con el cual Jesús abraza a los más pequeños.

Él mira sus corazones con la ternura y la diligencia de un padre y al mismo tiempo de una madre.

Pienso en tantos niños hambrientos, abandonados, explotados, obligados a la guerra, rechazados. Es doloroso ver las imágenes de niños infelices, con la mirada perdida, que huyen de la pobreza y los conflictos, que llaman a nuestras puertas y a nuestros corazones implorando ayuda.

Que el Señor nos ayude a no ser una sociedad-fortaleza, sino una sociedad-familia, capaces de acoger con reglas adecuadas, pero acoger, acoger siempre, con amor.

Os invito a sostener con la oración los trabajos del Sínodo, para que el Espíritu Santo vuelva a los padres sinodales plenamente dóciles a sus inspiraciones.

Invocamos la materna intercesión de la Virgen María, uniéndonos espiritualmente a quienes en este momento, en el Santuario de Pompeya, recitan la «Súplica a la Virgen del Rosario».

 

Francisco. Angelus. 7 de octubre de 2018.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este domingo (cf. Marcos 10, 2-16) nos ofrece la palabra de Jesús sobre el matrimonio. El relato se abre con la provocación de los fariseos que preguntan a Jesús si es lícito para un marido repudiar a la propia mujer, así como preveía la ley de Moisés (cf. vv. 2-4). Jesús, ante todo, con la sabiduría y la autoridad que le vienen del Padre, redimensiona la prescripción mosaica diciendo: «Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto» (v. 5). Se trata de una concesión que sirve para poner un parche en las grietas producidas por nuestro egoísmo, pero no se corresponde con la intención originaria del Creador.

Y Jesús retoma el Libro del Génesis: «Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y los dos se harán una sola carne» (vv. 6-7). Y concluye: «Lo que Dios unió, no lo separe el hombre» (v. 9).

En el proyecto originario del Creador, no es el hombre el que se casa con una mujer, y si las cosas no funcionan, la repudia. No. Se trata, en cambio, de un hombre y una mujer llamados a reconocerse, a completarse, a ayudarse mutuamente en el matrimonio

Esta enseñanza de Jesús es muy clara y defiende la dignidad del matrimonio como una unión de amor que implica fidelidad. Lo que permite a los esposos permanecer unidos en el matrimonio es un amor de donación recíproca sostenido por la gracia de Cristo.

Si en vez de eso, en los cónyuges prevalece el interés individual, la propia satisfacción, entonces su unión no podrá resistir. Y es la misma página evangélica la que nos recuerda, con gran realismo, que el hombre y la mujer, llamados a vivir la experiencia de la relación y del amor, pueden dolorosamente realizar gestos que la pongan en crisis. Jesús no admite todo lo que puede llevar al naufragio de la relación. Lo hace para confirmar el designio de Dios, en el que destacan la fuerza y la belleza de la relación humana. La Iglesia, por una parte no se cansa de confirmar la belleza de la familia como nos ha sido entregada por la Escritura y la Tradición, pero al mismo tiempo se esfuerza por hacer sentir concretamente su cercanía materna a cuantos viven la experiencia de relaciones rotas o que siguen adelante de manera sufrida y fatigosa.

El modo de actuar de Dios mismo con su pueblo infiel —es decir, con nosotros— nos enseña que el amor herido puede ser sanado por Dios a través de la misericordia y el perdón. Por eso a la Iglesia, en estas situaciones, no se le pide inmediatamente y solo la condena. Al contrario, ante tantos dolorosos fracasos conyugales, esta se siente llamada a vivir su presencia de amor, de caridad y de misericordia para reconducir a Dios los corazones heridos y extraviados.

Invoquemos a la Virgen María para que ayude a los cónyuges a vivir y renovar siempre su unión a partir del don originario de Dios.

 

Francisco. Angelus. 3 de octubre de 2021.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el Evangelio de la Liturgia de hoy vemos una reacción de Jesús más bien insólita: se indigna. Y lo que más sorprende es que su indignación no es causada por los fariseos que lo ponen a prueba con preguntas sobre la licitud del divorcio, sino por sus discípulos que, para protegerlo de la aglomeración de gente, riñen a algunos niños que habían sido llevados ante Jesús. En otras palabras, el Señor no se indigna con quienes discuten con Él, sino con quienes, para aliviarle el cansancio, alejan de Él a los niños. ¿Por qué? Es una buena pregunta: ¿por qué el Señor hace esto?

Recordemos —era el Evangelio de hace dos domingos— que Jesús, realizando el gesto de abrazar a un niño, se había identificado con los pequeños: había enseñado que precisamente los pequeños, es decir, los que dependen de los demás, los que tienen necesidad y no pueden restituir, han de ser servidos los primeros (cfr. Mc 9,35-37). Quien busca a Dios lo encuentra allí, en los pequeños, en los necesitados, necesitados no solo de bienes, sino también de cuidados y de consuelo, como los enfermos, los humillados, los prisioneros, los inmigrantes, los presos. Allí está Él, en los pequeños. He aquí por qué Jesús se indigna: cada afrenta hecha a un pequeño, a un pobre, a un niño, a un indefenso, se le hace a Él.

Hoy el Señor retoma esta enseñanza y la completa. De hecho, añade: «El que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él» (Mc 10,15). Esta es la novedad: el discípulo no solo debe servir a los pequeños, sino que también ha de reconocerse pequeño él mismo. Y cada uno de nosotros, ¿se reconoce pequeño ante Dios? Pensémoslo, nos ayudará. Saberse pequeños, saberse necesitados de salvación, es indispensable para acoger al Señor. Es el primer paso para abrirnos a Él. Sin embargo, a menudo nos olvidamos de esto. En la prosperidad, en el bienestar, vivimos la ilusión de ser autosuficientes, de bastarnos a nosotros mismos, de no tener necesidad de Dios. Hermanos y hermanas, esto es un engaño, porque cada uno de nosotros es un ser necesitado, pequeño. Debemos buscar nuestra propia pequeñez y reconocerla. Y allí encontraremos a Jesús.

En la vida, reconocerse pequeño es un punto de partida para llegar a ser grande. Si lo pensamos bien, crecemos no tanto gracias a los éxitos y a las cosas que tenemos, sino, sobre todo, en los momentos de lucha y de fragilidad. Ahí, en la necesidad, maduramos; ahí abrimos el corazón a Dios, a los demás, al sentido de la vida. Abrimos los ojos a los demás. Cuando somos pequeños abrimos los ojos al verdadero sentido de la vida. Cuando nos sintamos pequeños ante un problema, pequeños ante una cruz, una enfermedad, cuando experimentemos fatiga y soledad, no nos desanimemos. Está cayendo la máscara de la superficialidad y está resurgiendo nuestra radical fragilidad: es nuestra base común, nuestro tesoro, porque con Dios las fragilidades no son obstáculos, sino oportunidades. Una bella oración sería esta: “Señor, mira mis fragilidades…”; y enumerarlas ante Él. Esta es una buena actitud ante Dios.

De hecho, precisamente en la fragilidad descubrimos cuánto nos cuida Dios. El Evangelio de hoy dice que Jesús es muy tierno con los pequeños: «Los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos» (v. 16). Las contrariedades, las situaciones que revelan nuestra fragilidad son ocasiones privilegiadas para experimentar su amor. Lo sabe bien quien reza con perseverancia: en los momentos oscuros o de soledad, la ternura de Dios hacia nosotros se hace —por así decir— aún más presente. Cuando somos pequeños, sentimos más la ternura de Dios. Esta ternura nos da paz, esta ternura nos hace crecer, porque Dios se nos acerca a su manera, que es cercanía, compasión y ternura. Y cuando nos sentimos poca cosa —es decir, pequeños— por cualquier motivo, el Señor se nos acerca más, lo sentimos más cercano. Nos da paz, nos hace crecer. En la oración, el Señor nos abraza como un papá a su niño. Así nos hacemos grandes: no con la ilusoria pretensión de nuestra autosuficiencia —esto no hace grande a nadie—, sino con la fortaleza de depositar en el Padre toda esperanza. Justo como hacen los pequeños, hacen así.

Pidamos hoy a la Virgen María una gracia grande, la de la pequeñez: ser niños que se fían del Padre, seguros de que Él nunca deja de cuidarnos.

 

Francisco.   Catequesis. El viaje apostólico a Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy les hablaré del viaje apostólico que realicé a Asia y Oceanía.

Se llama “viaje apostólico” porque no es un viaje de turismo, es un viaje para llevar la Palabra del Señor, para dar a conocer al Señor, y también para conocer las almas de los pueblos. Y esto es muy hermoso.

Fue Pablo VI, en 1970, el primer Papa que voló al encuentro del sol naciente, visitando largamente Filipinas y Australia, pero también haciendo escala en varios países asiáticos y en las islas Samoa. ¡Y fue un viaje memorable! Porque el primero en salir del Vaticano fue San Juan XXIII, que se fue en tren a Asís; posteriormente, San Pablo VI hizo este: ¡un viaje memorable! También en esto, intenté seguir su ejemplo; pero como tengo algunos años más que él, me limité a cuatro países: Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur. ¡Doy gracias al Señor, que me permitió hacer como Papa anciano lo que me hubiera gustado hacer como joven jesuita, ¡porque quería ir en misión allí!

Una primera reflexión que surge espontáneamente tras este viaje es que, al pensar en la Iglesia, todavía seguimos siendo demasiado eurocéntricos o, como se suele decir, «occidentales». Pero en realidad, la Iglesia es mucho más grande, mucho más grande que Roma y Europa, mucho más grande, y – permítanme decirlo - mucho más viva en esos países. Lo experimenté con emoción cuando conocí esas comunidades, escuchando los testimonios de sacerdotes, monjas, laicos, especialmente catequistas – los catequistas son los que llevan adelante la evangelización - Iglesias que no hacen proselitismo, sino que crecen por «atracción», como decía sabiamente Benedicto XVI.

En Indonesia, los cristianos son aproximadamente el 10%, y los católicos el 3%, una minoría. Pero lo que encontré fue una Iglesia viva, dinámica, capaz de vivir y transmitir el Evangelio en un país que tiene una cultura muy noble, proclive a armonizar la diversidad, y que al mismo tiempo cuenta con la mayor presencia de musulmanes del mundo. En ese contexto, tuve la confirmación de cómo la compasión es el camino por el que los cristianos pueden y deben caminar para dar testimonio de Cristo Salvador y encontrarse al mismo tiempo con las grandes tradiciones religiosas y culturales. En cuanto a la compasión, no olvidemos las tres características del Señor: cercanía, misericordia y compasión. Dios es cercano, Dios es misericordioso y Dios es compasivo. Si un cristiano no tiene compasión, no sirve para nada. «Fe, fraternidad, compasión» fue el lema de la visita a Indonesia: con estas palabras el Evangelio entra cada día, concretamente, en la vida de ese pueblo, acogiéndola y dándole la gracia de Jesús muerto y resucitado. Estas palabras son como un puente, como el paso subterráneo que une la catedral de Yakarta con la mezquita más grande de Asia. Allí vi que la fraternidad es el futuro, es la respuesta a la anti-civilidad, a las tramas diabólicas del odio y de la guerra, también del sectarismo. Existe la hermandad, la fraternidad.

Encontré la belleza de una Iglesia misionera, “en salida”, en Papúa Nueva Guinea, un archipiélago que se extiende hacia la inmensidad del océano Pacífico. Allí, las diferentes etnias hablan más de ochocientas lenguas: un entorno ideal para el Espíritu Santo, al que le gusta hacer resonar el mensaje del Amor en la sinfonía de los lenguajes. No es uniformidad lo que hace el Espíritu Santo, es sinfonía, es armonía, Él es el “patrón”, Él es el jefe de la armonía. Allí, de manera especial, los protagonistas fueron y siguen siendo los misioneros y los catequistas. Me alegró el corazón poder pasar algún tiempo con los misioneros y catequistas de hoy; y me conmovió escuchar las canciones y la música de los jóvenes: en ellos vi un futuro nuevo, sin violencia tribal, sin dependencias, sin colonialismo ideológico y económico; un futuro de fraternidad y de cuidado del maravilloso ambiente natural. Papúa Nueva Guinea puede ser un «laboratorio» de este modelo de desarrollo integral, animado por la “levadura” del Evangelio. Porque no hay humanidad nueva sin hombres y mujeres nuevos, y éstos sólo los hace el Señor. Y también me gustaría mencionar mi visita a Vanimo, donde los misioneros se encuentran entre la selva y el mar. Entran en la selva para buscar a las tribus más escondidas…Un recuerdo precioso, éste.

La fuerza de promoción humana y social del mensaje cristiano destaca de forma particular en la historia de Timor Oriental. Allí, la Iglesia ha compartido el proceso de independencia con todo el pueblo, orientándolo siempre hacia la paz y la reconciliación. No se trata de una ideologización de la fe, no, es la fe la que se hace cultura y al mismo tiempo la ilumina, la purifica y la eleva. Por eso relancé la fructífera relación entre fe y cultura, en la que ya se había centrado San Juan Pablo II en su visita. Hay que inculturar la fe y evangelizar las culturas. Fe y cultura. Pero, sobre todo, me impresionó la belleza de ese pueblo: un pueblo probado pero alegre, un pueblo sabio en el sufrimiento. Un pueblo que no sólo genera muchos niños - ¡había un mar de niños, tantos! – sino que les enseña a sonreír. Nunca olvidaré la sonrisa de los niños de esa patria, de esa región. Los niños de allí siempre sonríen, y son muchos. Ese pueblo les enseña a sonreír, y esto es una garantía de futuro. En resumen, en Timor Oriental vi la juventud de la Iglesia: familias, niños, jóvenes, muchos seminaristas y aspirantes a la vida consagrada. Quisiera decir, sin exagerar, que ¡respiré «aire de primavera»!

La última etapa de este viaje fue Singapur. Un país muy diferente de los otros tres: una ciudad-estado, muy moderna, el polo económico y financiero de Asia y no solo. Los cristianos allí son una minoría, pero siguen formando una Iglesia viva, comprometida a generar armonía y fraternidad entre las diferentes etnias, culturas y religiones. Incluso en la rica Singapur existen los «pequeños», que siguen el Evangelio y se convierten en sal y luz, testigos de una esperanza más grande de aquella que los beneficios económicos pueden garantizar.

Quisiera dar las gracias a estos pueblos que me han acogido con tanto calor, con tanto amor. Quiero dar las gracias a sus Gobiernos, que tanto han ayudado en esta visita, para que pudiera realizarse de forma ordenada, sin problemas. Doy las gracias a todos los que han colaborado en ello. ¡Agradezco a Dios el don de este viaje! Y renuevo mi gratitud a todos, a todos ellos. ¡Que Dios bendiga a los pueblos que he encontrado y los guíe por el camino de la paz y de la fraternidad!

¡Saludos a todos!

 

Francisco.    Catequesis. El Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo guía al Pueblo de Dios al encuentro con Jesús, nuestra esperanza 7. «Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto. El Espíritu Santo nuestro aliado en la lucha contra el espíritu del mal»

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Inmediatamente después de su bautismo en el Jordán, Jesús, «fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo» (Mt 4,1) – así dice el Evangelio de Mateo. La iniciativa no es de Satanás, sino de Dios. Al ir al desierto, Jesús obedece a una inspiración del Espíritu Santo, no cae en una trampa del enemigo, ¡no! Una vez superada la prueba, Él – está escrito – regresó a Galilea «lleno del poder del Espíritu Santo» (Lc 4,14).

Jesús, en el desierto, se libró de Satanás, y ahora puede liberar de Satanás. Esto es lo que destacan los evangelistas con los numerosos relatos de liberación de endemoniados. Dice Jesús a sus oponentes: «Si yo expulso los demonios por el Espíritu de Dios, entonces el reino de Dios ha llegado a ustedes» (Mt 12,27).

Hoy asistimos a un extraño fenómeno relacionado con el diablo. En un cierto nivel cultural, se cree que sencillamente no existe. Sería un símbolo del inconsciente colectivo, o de la alienación; en definitiva, una metáfora. Pero «el mayor ardid del diablo es hacer creer que no existe», como escribió alguien (Charles Baudelaire). Es astuto: nos hace creer que no existe y así lo domina todo. Es astuto. Sin embargo, nuestro mundo tecnológico y secularizado está repleto de magos, ocultismo, espiritismo, astrólogos, vendedores de amuletos y hechizos y, por desgracia, de verdaderas sectas satánicas. Expulsado por la puerta, el diablo ha vuelto a entrar, podría decirse, por la ventana. Expulsado con la fe, vuelve a entrar con la superstición. Y si eres supersticioso, inconscientemente estás dialogando con el diablo. Con el diablo no se dialoga.

La prueba más fuerte de la existencia de Satanás no se encuentra en los pecadores ni en los posesos, sino en los santos. «¿Y cómo es esto, Padre?» Sí, es cierto que el diablo está presente y activo en ciertas formas extremas e «inhumanas» de mal y de maldad que vemos a nuestro alrededor. Sin embargo, por esta vía es prácticamente imposible llegar, en cada caso particular, a la certeza de que se trata efectivamente de él, ya que no podemos saber con precisión dónde termina su acción y dónde comienza nuestra propia maldad. Por eso, la Iglesia es muy prudente y rigurosa en el ejercicio del exorcismo, ¡a diferencia de lo que ocurre, lamentablemente, en ciertas películas!

Es en la vida de los santos, precisamente ahí, donde el demonio se ve obligado a salir al descubierto, a ponerse «a contraluz». Unos más, otros menos, todos los santos y todos los grandes creyentes dan testimonio de su lucha contra esta oscura realidad, y no se puede suponer honestamente que todos ellos fueran unos ilusos o meras víctimas de los prejuicios de su época.

La batalla contra el espíritu del mal se gana como la ganó Jesús en el desierto: a golpes de la palabra de Dios: Ya ven que Jesús no dialoga con el diablo, nunca lo hizo. Lo expulsa o lo condena, pero nunca dialoga. Y en el desierto no responde con sus palabras, sino con la Palabra de Dios. Hermanos, hermanas, ¡nunca dialoguen con el diablo! Cuando venga con tentaciones: “pero estaría bien esto, estaría bien lo otro…”, ¡detente!  Eleva tu corazón al Señor, reza a la Virgen y expúlsalo como Jesús nos enseñó a expulsarlo. San Pedro sugiere también otro medio, que Jesús no necesitaba, pero nosotros sí, la vigilancia: «Sean sobrios, vigilen. Su enemigo, el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar» (1 Pe 5,8). Y San Pablo nos dice: «No den ocasión al diablo» (Ef 4,27).

 

Después de que Cristo, en la cruz, derrotara para siempre el poder del «príncipe de este mundo» (Jn 12,31), el diablo -decía un Padre de la Iglesia- «está atado, como un perro a una cadena; no puede morder a nadie, salvo a los que, desafiando el peligro, se acercan a él... Puede ladrar, puede apremiar, pero no puede morder, salvo quien lo desee»[1]. Si eres tonto y vas donde el diablo y le dices: «¿Qué tal?», él te arruinará. ¿El diablo? ¡A distancia! Con el diablo no se dialoga. Se le expulsa. A distancia. Y nosotros, todos nosotros, tenemos experiencia de cómo el diablo se acerca con alguna tentación, sobre los Diez Mandamientos. Cuando oigamos esto, ¡alto, distancia! No se acerquen al perro encadenado.

La tecnología moderna, por ejemplo, además de muchos recursos positivos que hay que apreciar, también ofrece innumerables medios para «dar oportunidades al diablo», y muchos caen en su trampa. Pensemos en la pornografía en Internet, detrás de la cual hay un mercado muy floreciente, todos lo sabemos. Ahí trabaja el diablo. Se trata de un fenómeno fuertemente extendido del que los cristianos deben precaverse y que deben rechazar enérgicamente. Porque cualquier teléfono móvil tiene acceso a esta brutalidad, a este lenguaje del diablo: la pornografía en línea.

El ser conscientes de la acción del diablo en la historia no debe desanimarnos. El pensamiento final debe ser, también aquí, de confianza y seguridad: “Estoy con el Señor, vete”. Cristo ha vencido al diablo y nos ha dado el Espíritu Santo para hacer nuestra su victoria. La misma acción del enemigo puede volverse a nuestro favor si, con la ayuda de Dios, la ponemos al servicio de nuestra purificación. Pidamos, pues, al Espíritu Santo, con las palabras del himno Veni Creator:

«Aleja de nosotros al enemigo

danos pronto la paz.

Se nuestro guía

para que evitemos todo mal».

Tengan cuidado, porque el diablo es astuto. Pero nosotros los cristianos, con la gracia de Dios, somos más astutos que él. Gracias.

[1] San César de Arlés, Discursos 121, 6: CC 103, p. 507.

 

MISA DE NIÑOS. 18º T.O.

Monición de entrada.

Buenos días:

Este domingo es diferente a los otros domingos, porque estamos las niñas y niños de catequesis para comenzar el curso.

En él no vamos a olvidarnos de los pobres, porque la familia de Jesús, que es la Iglesia, es la Iglesia pobre y la Iglesia de los pobres.

Y esto es una de las cosas que aprenderemos este curso: que Jesús fue pobre y quiso mucho a los pobres y a los niños.

 

 Señor, ten piedad.

Ayúdanos a no querer tener todo lo que nos gusta. Señor, ten piedad.

Ayúdanos a preocuparnos por nuestras abuelas y abuelos. Cristo, ten piedad.

Ayúdanos a dejar las cosas a los amigos, hermanos y primos.  Señor, ten piedad.

 

Peticiones.

-Por el Papa Francisco, para que siga enseñándonos a ser amigos de Jesús. Te lo pedimos Señor.

-Por la Iglesia, para nos enseñe que la felicidad no está en tener cosas sino en tener a Dios y tener personas que queremos y nos quieren. Te lo pedimos Señor.

-Por los que tienen mucho dinero, para que ayuden a los que tienen poco dinero. Te lo pedimos, Señor.

-Por los pobres, para que les ayudemos. Te lo pedimos, Señor.

-Por nosotros, para que seamos más felices en dar que en tener cosas. Te lo pedimos, Señor.

 

Acción de gracias.

Virgen María, te damos gracias porque tú eras muy pobre. Tan pobre que vivías en una cueva y nos enseñas que la felicidad está sobre todo en querer a Jesús y a las mamás, papás, abuelos, hermanos y amigos.

También te damos gracias por el comienzo del curso. Y te pedimos que estés en nuestro corazón todos los días.

 

ORACIÓN PARA EL CENTRE JUNIORS CORBERA Y PARROQUIAS DE CORBERA, FAVARA Y LLAURÍ.  DOMINGO XXVII T.O.

EXPERIENCIA.

Comienza con la señal de la cruz, tomando conciencia de hallarte en la presencia de Dios.

¿Cuáles han sido los mejores momentos de tu vida? ¿Con quién estabas?

Seguramente estos están relacionados con tu familia, tu infancia y las personas de tu entorno familiar que te rodearon.

Reza por ellos y agradece a Dios haber vivido las escenas evocadas con ellos.

Mira el vídeo publicado por la Editorial Verbo Divino:

https://www.youtube.com/watch?v=hEduqaBx25I

¿Quiénes son los protagonistas? ¿Cómo se relacionan entre ellos? ¿Qué es lo que les une?

 

REFLEXIÓN.

Lectio.

Toma la Biblia y lee el evangelio de este domingo:

X Lectura del santo evangelio según san Marcos 10, 2-16.

En aquel tiempo, acercándose unos fariseos, preguntaban a Jesús para ponerlo a prueba:

-¿Le es lícito al hombre repudiar a su mujer?

Él les replicó:

-¿Qué os ha mandado Moisés?

Contestaron:

-Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla.

Jesús les dijo:

-Por la dureza de vuestro corazón dejó escrito Moisés este precepto. Pero al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.

En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo:

-Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.

Acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos los regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo:

-Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios. En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.

Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos.

Ante la pregunta trampa de los fariseos, quienes estaban imbuidos por una mentalidad machista, donde la mujer, según la legislación judía, podía ser repudiada por el mero motivo de que el marido encontrase en ella algo que no le gustase (el derecho romano ampliaba el divorcio a la mujer, quien podía separarse de su esposo), Jesús responde remontándose al origen, cuando el ser humano no estaba herido por el pecado original.

Imagina la escena, esta se desarrolla en el espacio público, al principio, e íntimo, al final. Toma la mirada de uno de los apóstoles.

Meditatio.

¿Qué dice el texto? ¿Tus actitudes a quiénes se asemejan: a los fariseos, los discípulos o del niño que vive en total disponibilidad hacia los demás?

¿Cómo te ayuda este evangelio en tus relaciones familiares?

Repite en silencio durante unos minutos una de las frases que más ha tocado tu corazón.

Oratio.

Mantén un diálogo con Jesús presentándole tu opinión o aquello que el corazón te indique. Él siempre te escucha.

 

COMPROMISO.

Todos los días al levantarte, al acostarte o durante la jornada, dedica un tiempo a rezar por tus familiares más cercano, agradeciendo a Jesús tenerlos cerca o haberlos tenido cerca, pidiendo por necesidades particulares de ellos y perdón si durante la jornada te has enfadado con algún miembro de tu familia o le has correspondido con la indiferencia, la invisibilidad.

 

CELEBRACIÓN.

Escucha la canción de José Luis Perales Por amor.

https://www.youtube.com/watch?v=Ln3Nlhf1grE

 

BIBLIOGRAFÍA.

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. BAC. Madrid. 2016.

Biblia de Jerusalén. 5ª edición – 2018. Desclée De Brouwer. Bilbao. 2019.

Biblia del Peregrino. Edición de Luis Alonso Schökel. EGA-Mensajero. Bilbao. 1995.

Nuevo Testamento. Versión crítica sobre el texto original griego de M. Iglesias González. BAC. Madrid. 2017.

Biblia Didajé con comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica. BAC. Madrid. 2016.

Secretariado Nacional de Liturgia. Libro de la Sede. Primera edición: 1983. Coeditores Litúrgicos. Barcelona. 2004.

Pío de Luis, OSA, dr. Comentarios de San Agustín a las lecturas litúrgicas (NT). II. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1986.

Merino Rodríguez, Marcelo, dr. ed. en español. La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia. Nuevo Testamento. 2. Evangelio según san Marcos. Ciudad Nueva. Madrid. 2009.

San Juan de Ávila. Obras Completas i. Audi, filia – Pláticas – Tratados. BAC. Madrid. 2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas II. Comentarios bíblicos – Tratados de reforma – Tratados y escritos menores. BAC. Madrid. 2013.

San Juan de Ávila. Obras Completas III. Sermones. BAC. Madrid.   2015.

San Juan de Ávila. Obras Completas IV. Epistolario. BAC. Madrid. 2003.

www.vatican.va

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https://www.juniorsmd.org

http://www.vatican.va/content/vatican/es.htmlTrinidad. Reza el Padrenuestro mirándolo.



[1] Aposición: Construcción en la que un sustantivo o un grupo nominal sigue inmediatamente a otro elemento de la misma clase con el que forma una unidad sintáctica; p. ej.: Madrid, capital de España; mi amigo, el tendero.

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